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Hace algún tiempo, fui a ministrar a una prisión en Texas E.U.A. Aquella tarde,
cuando comencé a ministrar, les hice dos preguntas a los presos: "¿Cuántos de
ustedes tienen a sus padres o abuelos en prisión?", y "¿Cuántos de ustedes
tienen hijos o nietos que se han metido en problemas con la justicia?" Cerca
del cien por ciento de los presos levantaron la mano como respuesta a ambas
preguntas.
¿Por qué la necesidad de prisiones es cada vez mayor? Porque el preso saldrá
de la prisión, pero no cambia. La mayoría de ellos vuelven a caer en ella. No
sólo regresan, sino que la misma iniquidad que los lleva a ellos allí, hace que
sus hijos y nietos terminen en prisión. Por eso la necesidad de prisiones sigue
aumentando. No sólo no cambian los presos, sino que su iniquidad pasa a sus
hijos y nietos. De tal palo, tal astilla.
La definición de familia
Cuando hablamos de maldiciones de familia, necesitamos comprender lo que
significa la palabra "familia". Una familia puede ser tan pequeña como el
esposo, la esposa y los hijos, o puede ser la familia de una iglesia. Puede ser
tan grande como su ciudad o su estado (¿recuerda cuando se habla de los
padres de una ciudad?), y puede ser tan grande como la nación, incluyendo al
presidente y a los funcionarios del gobierno. Ciertas familias tienen sus
características; ciertas ciudades las tienen, y también ciertos estados, naciones
y etnias las tienen. Pero necesitamos comprender que no tenemos por qué
aceptar las características negativas. No tienen por qué perseguirnos durante
el resto de nuestra vida. Las podemos romper.
Cuando John F. Kennedy Jr. murió en un accidente de avión, todas las revistas
y los periódicos hablaban de la "maldición de los Kennedy". Esto es algo que
se puede romper con la Palabra de Dios y por el poder de la sangre de Jesús.
Estas tragedias no se produjeron porque los Kennedy fueran malas personas,
sino debido a algo que cayó sobre ellos. La iniquidad, o maldición, fue
transferida de generación en generación. Pero Jesús quiere liberar a esa
familia para siempre.
Durante los tres meses siguientes, aquella conducta llena de temor se fue
apoderando de la vida de Calen. El niño no dejaba que Lori se le perdiera de
vista. La seguía de un cuarto a otro dentro de la casa. Se echaba a llorar de
pánico si ella no dejaba que la siguiera a todas partes. Todas las noches se
producía una escena traumática cuando ellos trataban de hacer que se
acostara.
En Juan 8:32-36, Jesús le estaba hablando a los judíos que creían en Él, y que
ya lo habían reconocido como Salvador. Pero no podían comprender por qué,
siendo hijos de Abraham, necesitaban ser liberados. En Juan 8:33, dijeron que
ellos no eran esclavos de nadie. No comprendían que con cada pecado
cometido -- ya fuera por ellos, por sus ancestros, por su ciudad o por su nación,
había una maldición espiritual uncida a ese pecado. Los cristianos también
necesitamos hacer algo más que nacer de nuevo y recibir el perdón;
necesitamos recibir nuestra libertad.
Jesús les estaba diciendo en el versículo 36: "Cuando yo los libere, van a ser
verdaderamente libres. No sólo los voy a perdonar, sino que también voy a
romper la maldición que llevan encima y que está relacionada con el pecado".
Si el Hijo nos ha hecho libres, vamos a ser verdaderamente libres. La palabra
"verdaderamente" significa que Jesús va a romper la maldición, y nosotros
podremos vivir realmente libres. No sólo nos va a perdonar nuestro pecado,
sino que va a romper la iniquidad que lo acompaña. Es importante comprender
que un judío siempre podía lograr que sus pecados le fueran perdonados, pero
nunca podía lograr que se rompiera la maldición de ese pecado. El rey David y
su familia son un notable ejemplo. David fue perdonado, pero la maldición de
su pecado pasó a su familia.
Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a
la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos
machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel... Después
degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la
sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del
becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio...Y
esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo
santificará de las inmundicias de los hijos de Israel. Cuando hubiere acabado
de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho
cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío
vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus
rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho
cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y
aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra
inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto.
--Levítico 16:7-8, 15, 19-22
Dios les ordenó que llevaran dos machos cabríos al Tabernáculo. Uno de ellos
quedaba a la puerta del Tabernáculo, mientras que hacían entrar al otro, lo
ponían sobre el altar y lo sacrificaban. Entonces, el sumo sacerdote llevaba a la
puerta del Tabernáculo la sangre del macho cabrío sacrificado, la ponía en la
cabeza del otro macho cabrío, y confesaba sobre él las iniquidades del pueblo.
Un macho cabrío moría por los pecados o transgresiones, y el otro se llevaba la
iniquidad -- la fuerza espiritual interior que causaba destrucción -- a un desierto
o a un lugar árido. Así era como los judíos hacían expiación por sus pecados.
En nuestro caso, Jesús murió por nuestros pecados en la cruz, pero también
derramó su sangre siete veces, así como Aarón rociaba siete veces la sangre.
Por medio de la sangre derramada por Jesús, no sólo se nos perdonan
nuestros pecados, sino que también podemos caminar en ese perdón y quedar
libres de la maldición del pecado. Ambos machos cabríos representan la obra
redentora de Jesucristo.
Había dos machos cabríos, porque Jesús derramó su sangre para que
nosotros no sólo fuéramos perdonados con respecto a nuestro pecado, sino
también sanados de la iniquidad interior, las magulladuras y las heridas del
pecado generacional que nos lleva a perpetuar los pecados de nuestros
antepasados. Sólo la sangre de Jesús proporciona el perdón y una nueva
forma de vivir. Cuando nacemos de nuevo, recibimos el perdón de nuestros
pecados. Pero entonces, necesitamos clamar por la sangre de Jesús sobre
nuestra vida para desterrar al desierto la iniquidad y caminar en libertad.
Si usted acostumbra a decir, o si oye que alguien dice: "De tal palo, tal astilla",
aplíquele a esto la sangre de Jesús. Nada puede cruzar donde está la sangre.
En el tabernáculo antiguo hecho de piedra y mortero, el sacerdote usaba la
sangre de un cordero para hacer expiación por el pueblo de Dios, pero aquella
respuesta era temporal. Hoy en día, usted es el tabernáculo de Dios, y la
sangre del Cordero ha sido derramada una vez y para siempre a fin de
perdonar su pecado y romper la maldición.
En primer lugar, Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte.
Sabemos que todos hemos pecado y que no hay uno justo; ni uno solo. La
paga por la carga, o la recompensa por nuestro pecado es la muerte. Alguien
tiene que morir por nuestros pecados. Hace veinticinco años, cuando yo recibí
a Jesucristo como Salvador personal, Él me quitó la carga. Ya yo no tengo que
pagar el precio de mi pecado, porque ese precio fue pagado por completo de
una vez y por todas. Jesús es el Cristo, lo cual significa que es el ungido de
Dios que se llevó nuestra carga.
En segundo lugar, su unción también destruye el yugo. Por eso Jesús dijo:
"Cuando comprendan la verdad, no sólo van a ser libres, sino que van a ser
realmente libres. No sólo les voy a quitar la carga del pecado, que es la muerte,
sino que también voy a romper el yugo de pecado, que es la maldición". Todo lo
que usted tiene que hacer es reclamar esta verdad por medio de Jesucristo y
de su unción. Todo pecado será perdonado y toda maldición quedará rota para
usted y su familia en el nombre de Jesús.
Lea Isaías 53. Aunque es un texto bíblico que muchos cristianos se saben de
memoria, he descubierto que la mayoría no comprenden la poderosa
revelación que Dios nos está profetizando en Jesucristo.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
--Isaías 53:5
Isaías 1:18 dice: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve
serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana". La palabra "grana" habla de algo "doblemente sumergido, o
doblemente teñido... doblar, o hacer algo dos veces".
Cuando Dios nos dice que la sangre de Jesús nos limpia, significa que somos
doblemente sumergidos. Somos perdonados, pero también somos liberados de
la iniquidad. Vamos al cielo, pero también somos sanados en nuestro interior,
para que podamos llevar una vida pura, santa y justa sobre la tierra. Tenemos
el poder necesario para resistirnos al pecado y llevar una vida santa. Tenemos
el poder necesario para resistirnos a la ira, la violencia, las drogas y la
depresión.
Las heridas sangran en el exterior, y las rebeliones son los actos externos. Así
que cuando la Biblia dice que Jesús fue herido por nuestras transgresiones,
esto significa que la sangre que Él derramó en el exterior lava nuestra vida de
todo pecado. Él es el que elimina nuestras cargas. Cuando fue molido, fue
molido en el interior para lavar ese espíritu de maldición. Él es también el
destructor de yugos. Fue herido por nuestras transgresiones, y también fue
molido por nuestras iniquidades. Él es el que quita las cargas y destruye los
yugos. Él lo lava todo en el exterior y nos hace libres en el interior.
Todos hemos visto personas con un gran aro repleto de llaves. Tal vez sean
gente dedicada al mantenimiento, o dueños de edificios, pero por lo general
tienen la autoridad necesaria para entrar en determinados cuartos o edificios. A
la gente le gustan las llaves, porque son símbolo de autoridad, le dan el poder
de cerrar y de abrir.
Cuando Pedro dijo: "Tú eres el Cristo, el ungido de Dios que quita las cargas y
rompe todo yugo", Jesús le dijo: "Te voy a bendecir. Te voy a dar poder, y
también te voy a dar las llaves del Reino de Dios. Ahora, cuanto tú ates
(prohíbas o cierres) en la tierra, yo haré lo mismo en los cielos, y cuanto tú
desates (permitas o abras) en la tierra, yo lo voy a respaldar con todo mi poder
en los cielos".
En el principio, Dios Padre tenía toda la autoridad. Él era quien tenía todas las
llaves del reino. Cuando creó a Adán, le dio las llaves de la autoridad y el
dominio. Pero Adán y Eva desobedecieron a Dios y siguieron a Satanás. En
ese momento, Satanás obtuvo las llaves y se convirtió en el dios de este
mundo.