Ped. En Lengua Castellana y Comunicación Camila H. Castro / Antonio Velásquez
En el paradigma del estudio de la historia moderna, sabemos que la
conquista de América no fue sólo una empresa de orden político-militar, sino que también, altamente religiosa. Este rasgo de la relación entre españoles e indígenas es, quizás, el más difuso y complejo, ya que el órgano rector de la cristiandad, la Iglesia, estaba siendo mermada, en ese entonces, por el creciente poder de los movimientos reformistas en Europa. Esta situación exigió a la Iglesia, como cabeza del mundo cristiano, una rápida respuesta, la Contrarreforma, que debía constituirse como una propuesta capaz de rearticular su doctrina, de orientar las prácticas del credo católico, tanto en Europa como en los nuevos territorios anexados al Imperio español, enfocándonos en América latina. Una de las características distintivas de la Contrarreforma radica en el empleo y difusión de las imágenes con motivos religiosos, como parte del método de adoctrinamiento. Este medio de difusión, denostado y desacreditado radicalmente por Lutero, posee una ventaja que no estiman sus detractores: su carácter colectivo, también de alcance privado, cuyo impacto es más inmediato y de mayor profundidad. La propuesta de Lutero, en la cual interpelaba a los fieles para que accedieran a las Escrituras mediante su traducción al alemán de la Biblia, tuvo grandes repercusiones en su tiempo, sin embargo, el segmento hacia el cual apuntaba era menor, más reducido, puesto que se remitía a un público letrado. La imagen, en cambio, hacia partícipes de los motivos religiosos a iletrados europeos, así como también a indígenas, completamente ajenos a esta espiritualidad. La imagen tendrá un lugar primordial en el adoctrinamiento de los indígenas americanos, ya que, tras la intervención del arzobispo dominico Montúfar, hacia la mitad del siglo XVI, sobrepuso una imagen de la Virgen al culto de la diosa Tonatzin, la cual congregaba a un amplio número de nativos en su templo en Tepeyac (Gruzinski, 1994, 104). La imagen, encargada a un pintor americano de nombre Marcos, como bien nos advierte Gruzinski, debía basarse en un modelo formal europeo, pero de factura indígena, esto es, la figura de la representación cumplía con los rasgos característicos de la población del lugar, lo cual propiciaba que el indígena reflejara su entorno como espectador nativo en la imagen, además de constituir un tránsito menos violento hacia una nueva devoción.
Gruzinski (1994), nos enseña que el uso de imágenes para el
adoctrinamiento indígena contó desde siempre con la resistencia de los franciscanos, que en el caso mexicano, son los que concentraban la prédica regular, es decir, mantenían un trato más directo con la población indígenas. Esta orden tenía métodos más ortodoxos para la enseñanza del credo católico, el cual se basaba en la idea de la “tabula rasa”, acción que buscaba arrancar al indígena de su pasado pagano, encerrándolo en sus conventos para hacer una lectura sistemática de las Sagradas Escrituras. El método, a su juicio, era más efectivo que el culto a las imágenes, ya que los indígenas seguían identificando en ellas, a sus deidades anteriores.
La agudización de las indicaciones de la Contrarreforma, como la
elaboración del índice de libros prohibidos y el renacer del Tribunal del Santo Oficio, sistematizó la represión a la presunta idolatría que advertían algunos curas seculares como Ruiz y Alarcón, Jacinto de La Serna, entre otros (Bernard y Gruzinski, 1992:150). Su idea era exponer ante las autoridades eclesiásticas, la desviación del correcto actuar de los convertidos. Para identificar la acción de estos curas Bernard y Gruzinski, usan el término de extirpadores para dar cuenta de la persecución a la espiritualidad propia del indígena, en la cual entraban en juego las formas de transmisión de su cultura, la memoria y la tradición (1994:141)
La “cultura popular” expone el argumento de que “los carnavales
son reliquias papistas” y el hecho de que se eliminen también debiese acabar con muchos de los cultos religiosos de la época, de esta manera, la cristiandad retoma la idea de este sincretismo (antes mencionado) empleando un contraargumento que exponía: “Los predicadores medievales aprovecharon la tradición oral para ilustrar sus argumentos morales” (Darnton, 24) ahora bien, el problema se sitúa en ¿Cómo distinguir que elementos pertenecen a la cristiandad y que otros pertenecen a lo pagano? El texto La gran matanza de los gatos nos indica que la iglesia católica busca ese reencuentro con el pueblo y los campesinos quieren eliminar toda huella religiosa de esta cultura, la solución que encontró el catolicismo fue aceptar esta “cultura popular” para así poder llegar e introducirse dentro de esta sociedad y poder comenzar con el proceso de “conversión” a la religión sin tener la necesidad de hacer desaparecer estas herramientas que otorgaba la rica cultura del campesinado.
En este sentido el texto nos explica que el sistema que utilizaba la
clase baja de la sociedad respecto de su cultura fue entre otros “la literatura” de la época, es decir, aquella clase reinventaba los cuentos populares que existían en distintas regiones, generando y provocando este proceso de inversión, exageración de lo vulgar y lo erótico. Un ejemplo claro de esto es el cuento de Pulgarcito, en el cual se narra de manera natural las distintas formas de violencia respecto del ser humano en su niñez, es decir, las formas de infanticidio y maltrato del menor del núcleo familiar.
Los tópicos utilizados dentro de la literatura de esta cultura son: la
lucha de poder entre “pobres y ricos”, la gula (como forma de placer sin exagerar ni llegar a lo ridículo), los sueños de campesinos que se volvían verdaderos convirtiendo como tema común de estos, los cuentos de castillos y princesas. Principalmente se dividían en dos marcos, a diferencia de la edad clásica: “la oposición entre las villas y casas; los caminos abiertos. Subdivididos en tópicos literarios como: el matrimonio y el dinero que se necesitaba dentro de este; y también el tema de los niños y su trabajo. Un ejemplo de esto se expone como:
“Quizás a los hijastros no los trataban como a Cenicienta, pero
probablemente las relaciones entre los medios hermanos eran difíciles. Un nuevo hijo a menudo significaba la diferencia entre ser pobre o indigente. Aunque no fuera una carga excesiva para la alimentación de la familia, podría ser causa de penuria en la próxima generación, al aumentar el número de los herederos cuando la tierra de los padres se dividiera entre los hijos” (35, Darnton).
Así se mostraba y representaba la vida del campesinado, de esta
manera servía como una guía para la vida de estos mismos como lo indica el texto: “Al mostrar la vida. Terre á terre, en las villas y en los caminos, los cuentos ayudaban a los campesinos a orientarse. Mostraban el comportamiento del mundo y la locura de esperar algo que no fuera crueldad de un orden social cruel” (46). La sociedad representada en este folclor no exponía a los niños como seres inocentes sino todo lo contrario, eran personas de menor edad que trabajaban y debían de vivir como adultos, siendo responsables de trabajos, de compartir la vida afectiva con sus padres, ya que en la mayoría de las casas existía una cama en donde los padres realizaban sus actividades sexuales frente a estos y finalmente adoptaban un papel de observador participativo de cada una de las actividades del núcleo familiar. Si nos referimos al plano europeo, los efectos de la reforma son: las repercusiones religiosas, políticas sociales y esto las diferencia en fuertes dosis de anticlericalismo lo que da importancia a la satisfacción de lo terrenal así como también las necesidades de la sociedad laica de la época. Demostrando una mayor autonomía individual que se opone tajantemente a la disciplina dogmática. Por lo visto en clases la contrarreforma española, respecto del imperio español bajo el mandato de Carlos V, se indica que existe una idea unitaria de imperio que pretende y supone gobernar toda la cristiandad así como también se destaca la unión de monarcas europeos bajo la hegemonía del emperador en ayuda a Roma y en contra del avance turco.
Por otro lado, en América, la presencia del taller aparece como
centro de formación y ejecución, perteneciente de origen medieval, es el oficio de quien tiende a perpetuar los métodos artesanales y de esta manera une este lugar reúne a españoles, criollos, mestizos e indios. Cabe destacar que los pintores de los talleres son “artesanos” y no artistas, en su imagen de creadores, ya que para poder nombrarlos de esta manera se tendría que reconocer al autor y ya que estos son mestizos no sería bien visto para la época, por ende los trabajos no serán firmados con el nombre del creador, sino por el contrario, de manera “anónima” y esto indicaba que solo será reconocido el maestro dueño del taller pero, como antes se menciona, no quien ejecuta la obra. De esta manera, el aumento de la demanda y lo que tardan en llegar los materiales al territorio, incentiva a los artistas y artesanos a utilizar elementos autóctonos como por ejemplo: telas de algodón, bastidores, resinas, colores “indígenas” y maderas; en caso de no tener una tela para poder pintar una nueva creación en un lienzo, ocupo la cerámica.
Respecto de la pintura La pintura en el Virreinato del Perú, esta
demuestra una permanencia de un “primitivismo arcaico” que se denota en los detalles ingenuos y exóticos que dominan tanto en el tema como la técnica, de las creaciones de artesanos indígenas. Así como a sí mismo, la continuidad en el uso de una gama de colores cálidos, con profusión del rojo y sus derivados, el blanco y el negro que afianza la función simbólica de la pintura barroca. Sin embargo, cabe destacar, que los colores más usados e importados son el azul de Castilla, grises y pardos llamados “cenizas”; amarillo o “génolis”; blanco de zinc o “albayade”; granate o “grana de México”; carmín o “cochinilla”.
Una técnica muy utilizada era el uso del “sobredorado” y la
denominada “pan de oro”, perteneciente a una técnica medieval, que aumenta en aplicación y difusión en las obras, por ende tiende a enriquecer la factura e integrar un elemento como el oro, de fuerte contenido simbólico, para los artesanos de talleres en América, exponiendo un producto “sincrético” ya que es capaz de unir a ambos mundos, antes mencionados durante el trabajo. Son especialmente los grabados, cuadros, libros y esculturas quienes sirven como fuentes de inspiración para la época, sin embargo, no se puede dejar de mencionar que la observación del natural no se excluye, ya que no se puede enseñar de manera literal porque no tengo las herramientas correspondientes, de esta manera, por ejemplo, en el plano de lo didáctico: para explicar lo que es una escultura o una perspectiva, un maestro no se acercaría con una obra reconocida hacía el artesano, ya que eso también representa a reconocimiento, y estos se limitaban solamente debían ejecutar.
Aparece la existencia de un determinado repertorio temático que
varía en su representación de acuerdo a las preferencias religiosas, sociales, estéticas o formales. Un ejemplo claro de esto: “las vírgenes”. Ninguna se encuentra en movimiento, cuando los creadores indígenas se preguntan ¿Cómo la retrato o la pinto? No necesitan ver más allá, sino que ven la imagen y generan una nueva obra. Sin embargo, no se trata de una copia, sino de una “adaptación temática” que conoció una amplia gama la cual suponía variantes sutiles a recreaciones que implicaban “variaciones sustanciales” dentro de los talleres destacados de América se encuentran los de Cuzco, Lima y Quito, principalmente. No debemos de olvidar que estos siempre están en función de quienes son dueños del taller no de los creadores, ejecutores o artistas. A modo de conclusión, se puede indicar que la Iglesia se posicionó en el mundo cristiano, con una rápida respuesta, la Contrarreforma, re- articulando su doctrina a través de la cercanía del credo a los nativos americanos. Su doctrina, de orientar las prácticas del credo católico, tanto en Europa como en los nuevos territorios anexados al Imperio español, enfocándonos en América latina. Se desenvainó empleando y difundiendo imágenes con motivos religiosos, como parte del método de adoctrinamiento. Este medio de difusión, denostado y desacreditado radicalmente por el carácter luterano, se posicionó a partir de su carácter colectivo, también de alcance privado, cuyo impacto es más inmediato y de mayor profundidad. Siendo las imágenes y las pinturas la representación esencial del credo católico y la evangelización.
Bibliografía:
Bernand Carmen y Gruzinski Serge, De la idolatría. Una
arqueología de las ciencias religiosas, Fondo de Cultura Económica, México, 1992
Burke, Peter. El Renacimiento. Barcelona: Editorial Crítica, 1999.
Camporesi, Piero. El país del hambre. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 2006.
Cruz, Isabel, Arte y Sociedad en Chile, 1550 – 1650, Ediciones
Universidad Católica de Chile, Santiago, 1986
Darton, Robert. La gran matanza de los gatos. México: Fondo de
Cultura Económica, 1987. Gruzinski Serge, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner”, (1492 – 2019)
Sanfuentes Olaya, Develando el nuevo mundo. Imágenes de un
proceso, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2009
Tzvetan Todorov, La conquista de América. El Problema del otro,