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Turno mañana
Desarrollo:
La obra de Jorge Manrique no se gesta en la torre inaccesible del genio
individual moderno (situación también discutible la de ese tipo de autor), sino que
tiene carnadura en un hombre real inserto en un contexto histórico determinado y
en una estructura de relaciones sociales determinada con características
definidas, con un modo de ver la vida y el mundo también establecido por el lugar
que ocupa en un mundo, una cultura, y unos valores particulares de esas
coordenadas de espacio y tiempo.
No se puede sospechar la profundidad de la obra de Manrique si se
desconocen las implicancias y factores sociales de una época convulsa como la
que datamos aquí entre los siglos XIII y XV en Europa.
La Baja Edad Media es un período de tiempo en el que la medievalidad
experimenta y anticipa su fin inexorable y los albores de un nuevo imaginario
social con valores que cuestionan los hasta ese entonces sostenidos, y con
prácticas que legitiman y cristalizan nuevas formas de pensar la vida y el mundo.
Lo particular de la crisis de este período es que no tiene un factor causal
restringido al plano ético o moral, o al de la superestructura ideológica, sino que
solidarios a estos factores se verifican otros de naturaleza climática, demográfica
(aunque esto también implique una práctica, la del movimiento del campesinado
del área rural a las ciudades), sanitaria, estructural.
Cuando se habla del siglo XIII, se hace alusión con toda seguridad a una crisis
en todos los planos de la vida humana:
-Los conflictos entre el papado y los reyes (el traslado de la sede de Roma a
Aviñón), a inquisición, la piedad popular, la crisis demográfica (el campesinado
abandona la vida rural para trasladarse a las ciudades o Burgos donde florece el
comercio.), los desequilibrios económicos que afectaron a todos los sectores
(cambios en el uso de la tierra -equilibrio entre agricultura y ganadería), la
desestabilización definitiva de las cadenas de vasallaje (el ordenamiento del
mundo medieval en estratos es puesto en vilo por una nueva clase emergente
cuyo valor y legitimación no reside en la tierra o en la ascendencia de la sangre
sino en el poder económico), el aumento de la piedad extrema (flagelantes,
danzas de la muerte, mística), la crisis de la ortodoxia religiosa (Cisma de
Occidente, movimientos calificados como heréticos), la crisis de la escolástica, la
evolución del arte gótico puro al gótico flamígero en la mayor parte de Europa
Occidental, la crisis demográfica vinculada a la peste negra o peste bubónica de
1348 y las epidemias que se sucedieron cíclicamente durante los decenios
siguientes, el aumento relativo de la importancia de las ciudades, la
desestabilización definitiva de las cadenas de vasallaje, el abismo abierto entre el
alto clero, (obispos, canónigos y abades, los curas de parroquias pobres) y el bajo
clero (frailes o clérigos vagabundos, de opiniones teológicas difusas, o bien
supervivientes materialistas en la práctica, goliardos o estudiantes sin oficio).
Es en este clima social, político, religioso y económico en el que se inscribe el
escritor de las “coplas”. Nacido en 1440 (aproximadamente), en Paredes de Nava,
fue el cuarto hijo del conde de Paredes y maestre de la Orden de Santiago:
Rodrigo Manrique. A diferencia del drama romántico del hombre parado en la
vereda de las armas o en la de las letras, Jorge Manrique fue un hombre que,
como su casa, sintetizó en él estos dos aspectos. Fue sobrino del también poeta
Gómez Manrique, y al mismo tiempo, familiar de Íñigo López de Mendoza, a quien
se da también en llamar el Marqués de Santillana.
Por su posición social, es un hombre culto, con acceso a una tradición literaria
que se encargará de reelaborar de forma notable, con un poder de síntesis y
articulación de los temas que ya antes que él habían sido trabajados, a los que
aportará su propia sensibilidad, estilo y carácter.
El autor de las Coplas transcurre su vida y el abanico de sus experiencias en
una sociedad en crisis. Los estamentos seguros de la Edad Media y los valores
que sustentan ese ordenamiento se ven conmocionados por el surgimiento de un
nuevo sujeto social: la burguesía. La nobleza del siglo XIV intenta retomar algunos
ideales que legitimen y reivindiquen su posición frente a esta nueva clase que
propone su ascensión de “estado” desde una perspectiva económica. El ideal
caballeresco, por ejemplo, será para la nobleza una ideología justificativa del
modo de vida nobiliario (que ahora está en cuestión). Manrique tiene en su haber
algunas coplas de esta tradición que implicaba, para los jóvenes caballeros, un
modo de educar las pulsiones, un juego masculino junto al de la lucha, que
educaba el cuerpo. El amor cortés era un ejercicio privativo de la nobleza, ya que
su ejecución implicaba el uso de cierto atuendo, ciertos modos y usos que no
estaban al alcance de la plebe.
Junto a esta tradición había otra que sí estaba al alcance del resto de los
hombres: es la tradición del tema de la muerte. Ya no es la gineolatría, el culto a la
mujer, los códigos de cortesía o la religión del amor de los trovadores, sino un
patrimonio común en el que se inscribe el destino común de los hombres: el poder
igualitario de la muerte.
Pero, aún en época de pestes y hambrunas, y con la cercanía de trato con las
“Danzas de la muerte” (con sus toques semigrotescos y la gesticulación terrorífica
de sus figuras danzantes), Manrique conserva su nobleza de tono y estilo sereno.
Influenciado por la filosofía estoica (austeridad, severidad, moral, impasibilidad
ante el sufrimiento), por la lectura de los libros sapienciales y proféticos de la biblia
(Eclesiastés, Job, Isaías), junto a Boecio, o a los sermones de la iglesia tan
característicos del trabajo con algunos lugares comunes (muerte, vida eterna,
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desprecio del mundo), Manrique trata el tema de la muerte “sin violencia” : “Las
cosas van a su acabamiento (…) por obra de una ley natural, como los ríos hacia
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su desembocadura, sin queja ni protesta” .
Las “Coplas a la muerte de su padre” no es una obra monotemática; la muerte
es uno de los temas que constela junto a otros también trabajados por la tradición
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“Jorge Manrique o Tradición y originalidad”, Pedro Salinas, Seix Barral, 1974, pág. 131
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“Jorge Manrique o Tradición y originalidad”, Pedro Salinas, Seix Barral, 1974, pág. 131
literaria, pero que en Manrique se configuran de una forma novedosa, como
síntesis de la propia cosmovisión del autor y de su intención literaria (e ideológica):
la fortuna y el tiempo contrapuesto a la eternidad.
Y Jorge Manrique toma partido por este último aspecto. Es desde ese
posicionamiento que el estilo de la obra adquiere los tonos de la oratoria sagrada,
del sermón funeral (Quintana); el tono sentencioso y exhortativo de este “poema
moral” (Manrique es definido por Pedro Salinas como un “guerrero moral”) que no
se ubica con precisión en el género de la elegía o el planto sino en las fronteras
del poema didáctico-moral, la sentencia, y el duelo. El padre es el modelo del
caballero cristiano y el estilo didáctico y exhortativo del poeta implican una
reivindicación de valores de la medievalidad que están siendo cuestionados por el
contexto social y cultural.
La obra se estructura de la siguiente manera: 40 coplas escritas en octosílabos
con versos de pie quebrado, bajo la forma de doble sextilla de tercetos simétricos,
en los que a dos octosílabos sigue un verso corto (el pie quebrado) que puede ser
tetrasílabo, o pentasílabo si es posible hacer sinalefa con el verso anterior o este
finaliza en sílaba aguda. La doble sextilla manriqueña presenta la siguiente
disposición de las rimas: abc: abc-def: def.
A su vez, se pueden distinguir tres ejes temáticos:
PARTE I (coplas I-XIV): (sobre la muerte).
PARTE II (coplas XV-XXIV): (sobre la gente que ya ha muerto, que ha pasado por
este trance).
PARTE III (coplas XXV-XL): (sobre su padre).
Contexto literario:
El tema de la muerte se trabaja en esta obra con una profunda sensibilidad, con
mucho más hondura y serenidad que en otras obras que lo preceden:
1. Planto a Trotaconventos en el Libro de Buen Amor
2. Obras de su tío Gómez Manrique.
3. Marqués de Santillana (Defunción de Don Enrique de Villena).
4. Danzas de la muerte.
Tópicos utilizados:
1. Vanitas vanitatum, tomado del Eclesiastés. La preocupación por los bienes
mundanos es pura vanidad.
2. Contemptu mundi, tomado de la encíclica homónima de Inocencio III –siglo XII-
XIII–: menosprecio del mundo y la vida terrena propio del Cristianismo.
3. Tempus fugit, fugacidad del tiempo: la vida terrena es fugaz, es el tránsito hacia
la vida eterna.
4. Ubi sunt?: interrogación retórica de raíz bíblica que pregunta por el paradero de
personajes ilustres. Posiblemente el mejor ejemplo tardomedieval (junto a la obra
manriqueña).
5. Inestabilidad de la Fortuna.
6. Poder igualatorio de la Muerte.
Conclusión:
Fue un verdadero placer acceder a la obra de Manrique, a la profundidad de sus
temas y a la belleza de su obra.