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Terminaba la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 que durante varios años había
mantenido en una terrible tensión al mundo con sus acontecimientos trascendentales, sin
precedentes en los anales de la humanidad. De esa lucha, a la que los pueblos
beligerantes habían sido arrastrados al amparo de bombásticas frases de defensa de la
democracia o la civilización, sólo quedaba un montón de ruinas, cadáveres y lisiados y, en
el ánimo de la masa, la más grande sensación de desencanto. Por todas partes el
espectáculo macabro de aquella masacre, que sólo entonces podía apreciarse en todas
sus monstruosas proporciones comenzaba a mostrar su mentira y su aterradora
esterilidad. Por todas partes, también, se iban haciendo evidentes los fines imperialistas
que la hablan provocado y se corría el velo de "patria", "democracia" y otras hermosas
palabras, detrás de las que aquéllos se habían ocultado. Entre los pueblos de los cinco
continentes, corría una ola de trágico desengaño. "El Fuego", de Barbusse, conmovía las
conciencias. Y para completar el cuadro, sobre los escombros del antiguo imperio de los
zares, se levantaba la deslumbrante llamarada roja de la más gigantesca revolución de
todos los tiempos, lanzando destellos que iluminaban al mundo como la aurora de una
nueva era.
La gente sentía que todo aquel pasado, que había conducido a la hecatombe mundial,
estaba muerto con todas sus promesas, que no habían sido más que mentiras, con sus
valores y puntos de vista, que habían resultado falsos y sus ideales que se desvanecían o
aparecían fracasados. Había que enterrar definitivamente todo ese pretérito de ignominia
y levantar la bandera de la reconstrucción; había que escupir en la cara a aquellos
hombres, viejos cómplices o actores en la gigantesca farsa, destruir sus principios, revisar
todos sus conceptos y reconstruir la humanidad sobre una base más justa, más sincera y
más humana.
Los hombres jóvenes que entraban al mundo después de la guerra, sentían sobre si la
carga titánica de toda aquella tremenda tarea. Ella los exaltaba en un lirismo grandioso
que los hacía sentirse profunda mente jóvenes en un nuevo mundo que renegaba de
cualquier complicidad con el pasado, del que, aunque a corta distancia en el tiempo, se
sentían separados por un abismo infranqueable. Todo en la sociedad actual había
mostrado ser engaño, corrupción, podredumbre y cieno. Sólo los jóvenes, sólo los
hombres que recién se incorporaban a ella, se sentían incontaminados y listos para pedir a
sus mayores —a los que velan, en general, como verdaderos objetos arqueológicos—
cuentas exactas de sus actos y convertirse en sus acusadores más implacables. El viejo
mundo se habla desplomado y había que construir uno nuevo. Así nació esa impetuosa
corriente que a medida que fue avanzando y tomando conciencia propia, se denominó a sí
misma Nueva Generación, la Nueva Generación por antonomasia.
En la América Latina, que, como todo el mundo, se había visto sacudida por los sucesos de
Europa, habían llegado al poder nuevos partidos, trayendo hombres que en cierto modo
representaban los intereses de la pequeña burguesía (Irigoyen en la Argentina, Leguía en
el Perú, Alessandri en Chile, etc.), cerrando un largo ciclo de dominio ininterrumpido de
las viejas oligarquías conservadoras, las que se vieron desalojadas de las funciones
gubernativas, yendo a ocultarse, como murciélagos a la luz del día, a los únicos refugios
que aún les quedaban en los puestos directivos de la cultura y en la Universidad. Por otra
parte, la pequeña burguesía, en nuestros países, especialmente en la Argentina, adquiría
cada vez mayor importancia, invadiendo los claustros universitarios que, hasta entonces,
habían aparecido como circuitos cerrados para educación exclusiva de las clases
gobernantes. Con ella penetraron en la Universidad las nuevas inquietudes del mundo y,
de su choque con las viejas orientaciones allí refugiadas, nació esa formidable corriente
estudiantil que conmovió sus claustros adormecidos y obscuros. Así nació la Reforma
Universitaria.
Fue la irrupción sonora de los jóvenes que traían el espíritu de la Nueva Era, quienes
entraron en ella rompiendo los cristales y abriendo boquetes en sus muros, para hacer
llegar a sus aulas y laboratorios, cubiertos del polvo de los años, la luz del sol de la época.
La Reforma Universitaria fue el espíritu de la Nueva Generación invadiendo los ámbitos de
la Universidad y llevando a cabo en ellos la primera parte de su programa de destrucción
del pasado y de construcción de un nuevo presente.
En 1924 abandoné la Universidad sin terminar mis estudios, pero fue precisamente por
esos años que llegué a tener conciencia exacta del grandioso significado revolucionario
que, para mí, tenía la Reforma Universitaria, y a sentirme claramente miembro de una
generación histórica que tenía por delante un porvenir inmenso de gigantescas obras a
emprender, para las que debíamos prepararnos. Esa conciencia de nuestro significado y
de nuestra misión, fue siempre la más grande fuerza que condujo mi vida y la que me hizo
andar por el mundo llevando por doquier la sensación de nuestro destino, ya que a mí no
me interesaba la Reforma dentro de la Universidad, sino fuera de ella, y para esa etapa
quería prepararme.
3. —TRAYECTORIA DE LA REFORMA
"2º — Afirma que el desorden de los actuales valores y los vicios del despotismo, la
opresión, la guerra, el imperialismo, la desocupación, el pauperismo, sólo desaparecerán
con el advenimiento de una sociedad ordenada por la economía colectiva y el derecho
social.
"4º — Infiere que solamente en una sociedad construida de este modo e infundida por
este espíritu, será posible la Universidad que la Reforma ambiciona, puesta al servicio de
la cultura del pueblo, y no patrimonio de una educación privilegiada y aristocrática. Por
consiguiente, no entiende la Universidad como organismo del Estado para la formación de
las clases dirigentes y para la cristalización de las verdades formales de la época, sino
como un órgano de los estudiosos, para trasmitir sus conocimientos a todo el pueblo y el
laboratorio donde se analicen todas las ideas científicas, filosóficas, artísticas y
sociológicas, con el propósito de dar una cultura en función social para una actuación
consciente en las diversas manifestaciones del vivir individual y colectivo."
Dice así:
“La Federación Universitaria Argentina, consecuente con el criterio que observa respecto
a los acontecimientos que interesan la vida del país, se cree en el deber de dirigirse a
todos los estudiantes universitarios, en el anhelo de conseguir la unificación de miras ante
los graves sucesos recientes, que alteraron por un momento el orden social.
“El movimiento que se iniciara en Buenos Aires, revistiendo caracteres subversivos, y que
parece extenderse por otros lugares de la República, revela la existencia, en el seno de la
sociedad argentina, de gérmenes nocivos.
"Nos proponemos con este llamamiento, más que la recriminación de los hechos mismos,
provocar una profunda reflexión sobre las consecuencias que de ellos se desprenden y los
problemas que plantean.
"Los constituyentes del 53 ofrecieron en nuestro suelo los beneficios de la libertad para
todos los hombres del mundo que quisieran habitarlo, refiriéndose expresamente a los
que trajeran por objeto 'labrar la tierra, mejorar las industrias y enseñar las letras y las
artes’. Pero las leyes que reglamentaron tales propósitos, los desvirtuaron, por mal
entendido liberalismo, desnaturalizando la mente originaria. Así, arribaron a nuestras
playas hombres con taras morales, que expulsados de su patria y rechazados en todas
partes, de acudir allí donde las puertas estuvieran abiertas a la manera de una tienda y no
a la manera de un hogar.
“No declaramos, pues, una xenofobia indigna de nuestro espíritu universitario, pero si
proclamamos la necesidad de seleccionar al extranjero, de acuerdo con leyes apropiadas
que fijen las condiciones de admisión y que protejan su trabajo, asimilándolo
inteligentemente a nuestro suelo, a nuestras instituciones y a nuestra cultura.
“Amamos al extranjero, y tanto le amamos que es nuestro más sincero anhelo verlo
refundido en el alma colectiva nacional. Pero le queremos honesto, trabajador y
respetuoso de nuestra historia, de nuestras instituciones y de los símbolos nacionales.
Queremos un elemento más que aumente el acervo primitivo, un colaborador más para la
obra del bienestar común.
“Pero es de acuerdo con este criterio, que condenamos indignados las bárbaras
represalias que en los últimos sucesos que motivan esas reflexiones, cometieron jóvenes
argentinos, contra personas y hogares de extranjeros honrados que presentaron como
único delito su nacionalidad y su pobreza. La "caza del ruso" o del judío, ha de quedar
como una vergüenza para nuestra cultura. Queremos, pues, ofrendar este desagravio,
hermanándonos en esta hora con los 150.000 israelitas que habitan nuestro suelo y se
dignifican con su trabajo honesto.
“Es menester, así, hablar también de lo propio. Estos y aquellos hechos responden a un
estado social determinado por circunstancias y antecedentes que es preciso y urgente
estudiar.
"Reclamamos de los poderes públicos la pronta sanción de leyes obreras que establezcan
los seguros sociales, que reglamenten las condiciones del trabajo y las remuneraciones
mínimas; leyes de conciliación, de hogar obrero, tantas veces prometidas y nunca
convertidas en realidad. Concebimos la democracia en su faz integral. Repudiamos la
anarquía, sea la del dinamitero disolvente o del patriotero irresponsable, como la del
autócrata tirano. No propiciamos el predominio de ninguna clase social. Queremos
precisamente la desaparición de las clases. Este fue el espíritu de los constituyentes.
Nuestro espíritu bebe en esa fuente. Ya la revolución universitaria lo declaró mirando al
porvenir.
"De este modo, tarea nuestra será luchar insistentemente para fortalecer el vínculo
nacional, fijando un sentido determinado a nuestros esfuerzos, acrecentando el legado
espiritual de nuestros estadistas, dando contenido efectivo a la cultura de nuestro país.
Sobre el trabajo y la educación, robustos sillares de las sociedades sanas, en la justicia y en
la verdad, deberá construirse nuestra nacionalidad.
"Nuestra generación entra a la vida con una manera tan especial de ver las cosas y de
afrontar los problemas, que se diría estuviera especialmente capacitada para
considerarlos y sentirlos. Hechos recientes la han visto agitarse generosa y valiente,
cuando la vida espiritual de la nación entera parecía anquilosada y enferma. Este
despertar fue una esperanza. Sigue siéndola. Es necesario no malograrla.
"Firman el manifiesto los señores: Osvaldo Loudet, presidente (Buenos Aires); Hiram
Pobo, secretario general (Córdoba); Julio V. González (La Plata), Gregorio Berman
(Córdoba), Ángel S. Caballero (Santa Fe), Gabriel del Mazo (Tucumán)."
Desde las páginas inmortales del Manifiesto de 1848, Marx y Engels, después de afirmar
que de todas las clases que se enfrentan con la burguesía, no hay más que una
verdaderamente revolucionaria, el proletariado, agregaban: "Los elementos de las clases
medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino, todos
luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son,
pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden
volver atrás la rueda de la historia".
Esta es la posición del movimiento de la Reforma Universitaria tan pronto como, a través
de la APRA, se definió políticamente. Haya de la Torre, su líder, lo ha declarado repetidas
veces en sus escritos: ellos representan a las clases medias, a la pequeña burguesía, y, de
acuerdo con el espíritu que Marx concedía a esa clase, ha construido la teoría aprista
reaccionaria e infantil de que el imperialismo es la última etapa del capitalismo en los
grandes países industriales, pero la primera en los semicoloniales, como la América Latina,
aspirando, por consiguiente, a que éstos, a su vez, lleguen a ser imperialistas, sin
comprender que al referirse Lenin al imperialismo como etapa superior del capitalismo lo
consideraba, como debe hacerse, en el carácter internacional que le dio la formación de la
economía mundial, y es en ese sentido, tomado en su conjunto y no en determinados
países, que está maduro para el socialismo. Para la teoría del aprismo, no es posible saltar
etapas, lo que es lo mismo que decir que Rusia debía haber pasado primero por la
república parlamentarla y que el salvaje debería hacerlo por todas las armas que van
desde su arco y flecha hasta las de repetición más modernas, antes de poder empuñar
éstas.
No tuvo línea política propia, dado su carácter pequeñoburgués, y, colocado entre las dos
clases fundamentales de la sociedad actual, fluctuó entre ambas, siempre más cerca de la
burguesía, hasta que los acontecimientos del año 1930 y siguientes, obligaron a sus
miembros a tomar partido, donde fue posible hacerlo, por una u otra clase. En efecto, en
la Argentina, por ejemplo, donde la Nueva Generación, en 1928, por intermedio de su
movimiento literario, se habla declarado partidaria de la candidatura de Irigoyen, al llegar
aquella época comenzó a disgregarse, pasando sus miembros a integrar las dos clases
antagónicas: burguesía o proletariado. Algunos de sus representantes más destacados,
como Homero Guglielinini y otros, se unieron al fascismo. Los más, sin embargo, se
acercaron a las agrupaciones de izquierda, aunque nunca pasaron del socialismo
reformista o del stalinismo. Con ello desapareció el movimiento de la Nueva Generación y
la Reforma, como valor actual, la que el mencionado Segundo Congreso Nacional de
Estudiantes Universitarios se encargó de enterrar solemnemente.
Dejemos a los muertos políticos luchar por ideales superados. Todo movimiento social
tiene una etapa inicial progresiva y un período de declinación, en que se hace
reaccionario. Marx y Engels, que surgieron del grupo de los jóvenes hegelianos, de
enorme significación filosófica, fueron los primeros en combatirlo, tan pronto como
hubieron traspuesto el límite de sus conceptos. Digamos, pues, con sus propias palabras,
que toda tentativa de reactualizar hoy la Reforma Universitaria, no sería más que
"pretender volver atrás la rueda de la historia".