Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
GUÍA PRÁCTICA
Jean-Pierre Deslauriers
Profesor de la Universidad de Quebec-Hull
Canadá, 2004
Capítulo 3
La entrevista
Durante mucho tiempo, la entrevista fue lo propio del viajero y del historiador que,
como Herodoto, intentaban conocer las culturas extranjeras y los nuevos ambientes
(Benny y Hugues, 1978:177). Con el desarrollo de las ciencias sociales, se ha
convertido probablemente en el instrumento de recolección de información más
utilizado.
Definición
1
En primer lugar, simula una situación donde una de las partes es considerada más
experta que la otra, y donde las convenciones y las reglas de conducta son más
bien imprecisas. El entrevistador y el entrevistado se comportan como si fueran de
igual estatus, pero los hechos desmienten esta pretensión; aun si el investigador
depende del entrevistado para obtener las informaciones, la mayor parte del tiempo,
él posee mayor poder (Kahn y Canell, 1957:16; Denzin, 1978b:113-116).
El clima de la entrevista
4
centradas y más dirigidas. Después que el investigador esté más al tanto de la
situación y que las proposiciones sean formuladas, las entrevistas serán más
ceñidas, pero sin convertirse por esto, en entrevistas tan rígidas como aquellas que
se apoyan sobre un cuestionario que exige respuestas precisas. Por lo general, el
investigador que recurre al cuestionario posee de antemano un conocimiento
suficiente del tema, y este tipo de entrevista le sirve para corregir las distorsiones.
Existe, por último, otro tipo de entrevista que se realiza pocas veces, pero que
ha producido resultados inesperados: la conversación informal, espontánea, a
veces muy confidencial, que la persona interrogada concede al investigador. Si bien
ella se limita con frecuencia a una corta conversación, este tipo de entrevista puede
ofrecer indicaciones preciosas al investigador y le permite una comprensión que no
hubiera tenido de otra manera. Ella no se puede pues desdeñar: el descubrimiento
se esconde a veces a la vuelta del sendero.
Las preguntas
El final de la entrevista, está reservado para las preguntas más molestas como
el estatus socio-económico del entrevistado, su edad, su escolaridad... La manera
de plantear las cuestiones es un arte, y aquí algunos investigadores tendrán más
facilidad que otros. No obstante, con un poco de experiencia, toda persona
interesada puede volverse un buen entrevistador. La calidad de las informaciones
proviene con frecuencia de la elección de las preguntas que, a su vez, atraen las
buenas respuestas. El principio de base de toda entrevista es el dejar hablar a quien
responde, planteándole preguntas que le permitirán decir lo que piensa, sin que su
respuesta sea predeterminada. Las preguntas cerradas limitan la respuesta a un sí
o a un no Deben entonces proscribirse lo máximo posible, a menos que se tenga
verdadera necesidad; así como las cuestiones complicadas que siembran la
5
confusión. Una buena pregunta abierta, es simple y clara; llama a varias respuestas
que portan información sobre lo que la persona conoce bien.
El investigador será sagaz para variar sus preguntas y dar algunos detalles para
redondearlas un poco. Una pregunta muy seca arriesga traer una respuesta que es
otro tanto. Las preguntas deben plantearse en lo posible, desde el punto de vista de
las personas y en su lenguaje. Aún más, después de que una persona comienza a
hablar, es mejor dejarla continuar, aún si comienza por el final o responde a una
pregunta prevista para más tarde. Si se le interrumpe, podrá sentirse atropellada y
dejar de hablar; y cuando llegue el momento de abordar esta pregunta precisa,
existen grandes probabilidades de que se limite a responder evasivamente. El que
la discusión tome un rumbo imprevisto no debe atormentar al investigador; este
debe permanecer atento porque, si bien todas las desviaciones no revisten la misma
importancia, estas son –con frecuencia– la ocasión de enterarse de hechos
importantes. Es mejor, entonces, dejar a la persona seguir su pensamiento, aun si
la entrevista está un poco retrasada; siempre habrá tiempo para hacerla volver al
tema, y se pueden obtener hechos de los cuales no se sospechaba su existencia
(Jackson, 1987:94-95).
La entrevista en grupo
6
rechazar así no más, cuando se estudia una organización, por ejemplo, es a veces
el único medio de información y no se debe dudar en recurrir a él.
7
absolutamente en el mismo lugar para comprenderla? La capacidad de asir el punto
de vista del otro, la empatía, ¿no constituyen factores cruciales, más que el
conocimiento previo del medio? ¿El hecho de ser del exterior no impulsa al
investigador a tomar menos cosas por adquiridas? El asunto permanece abierto.
Otra cualidad del buen informante es la de tener tiempo para las entrevistas.
No sirve de nada enganchar a un informante, aún muy próximo del tema de
investigación, si él no tiene el tiempo para el investigador o si está preocupado por
su trabajo o por otras actividades. Es mejor dejarlo y escoger alguno con más
disponibilidad; es preferible no insistir, porque la persona que se hace rogar se
muestra pocas veces como un colaborador eficaz. En cortas palabras, no es fácil
descubrir la perla de quien posee todas las cualidades de informador ideal; son más
los puntos de orientación que las cualidades sine qua non. O si no, muchos
investigadores simplemente fracasarían.
Es por esto que el investigador tendrá interés para entrevistar una gran variedad
de personas. Por ejemplo, interrogará los excluidos que pueden ver su cultura o su
clase social desde otro punto de vista; la persona nueva, que llega, justamente, a
adherirse a la organización y que puede ofrecer una mirada diferente por su
novedad, el recién llegado que acaba de acceder a otro estatus y que experimenta
las nuevas tensiones; la persona que los otros admiran; el informante frustrado que
encuentra por fin a alguien que le escuchará lo que va a decir.