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20 MAIÎ9&7I
preparado por
William W. Moss
y
Peter C. Mazikana
Moss, William W.
Los archivos, la historia y la tradición orales: un estudio del RAMP / preparado
por William W. Moss y Peter C. Mazikana /para el/ Programa General de Información
y UNISIST. -París: Unesco, 1986.- iii, 89 págs.; 30 cm. - (PGI-86/WS/2).
I - Mazikana, Peter C.
II - Título
III - Unesco. Programa General de Información y UNISIST
IV - Programa de Gestión de Documentos y Archivos (RAMP)
© Unesco, 1986
PREFACIO
Los elementos básicos del RAMP responden a los temas generales del propio
Programa General de Información. De ese modo, el RAMP comprende proyectos, estudios
y otras actividades destinadas a:
Página
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8.1 Autenticidad 58
8.2 Integridad del documento 58
8.3 Propiedad 59
8.4 Libelos, calumnias y difamación de personas 60
8.5 Seguridad del documento 60
12.0 BIBLIOGRAFÍA 84
No hay nada nuevo que decir respecto del registro, el uso y la conservación
de la tradición y la historia orales. De hecho, durante años las personas y las
instituciones han compilado, utilizado y conservado las fuentes orales y han puesto
esos materiales a disposición de los investigadores. Sin embargo, en la mayoría de
los casos, estas funciones han estado a cargo de los departamentos de las univer-
sidades, las instituciones de investigación especializadas o las dependencias de
archivos creadas precisamente para atender las cuestiones relacionadas con las
fuentes orales o los documentos sonoros. Para las instituciones de archivos en el
nivel local, de Estado y nacional lo novedoso está en la frecuencia con que se les
pide que acepten el papel de custodios y administradores de este material y que
cumplan la tarea totalmente desconocida y a menudo incómoda de participar en la
creación de estos documentos. Sea cuales fueren los pros y los contras de dicha
participación, lo cierto es que la tradición y la historia orales han tenido y
seguirán teniendo una influencia cada vez más importante en la labor archivística,
y los archiveros deben estar preparados para asimilar y dominar este material.
Para hacerlo, empero, deben tener un conocimiento tan pleno y exacto de la historia
y la tradición orales como de las otras fuentes de archivo más corrientes.
Las tradiciones orales son los recuerdos del pasado transmitidos y narrados
oralmente que surgen de manera natural en la dinámica de una cultura y a partir de
ésta. Se manifiestan oralmente en toda esa cultura aun cuando se encarguen a
determinadas personas su conservación, transmisión, recitación y narración. Son
expresiones orgánicas de la identidad, los fines, las funciones, las costumbres y
la continuidad generacional de la cultura en que se manifiestan. Ocurren espontá-
neamente como fenómenos de expresión cultural. Existirían, y de hecho han existido,
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aunque no hubiera notas escritas u otros medios de registro más complejos. No son
experiencias directas de los narradores, y deben transmitirse oralmente para que
se consideren como tradición oral.
La historia oral, por otra parte, suele identificarse como una actividad, o
un proceso académico e independiente de indagación en los recuerdos de las personas
que han tenido experiencias directas en el pasado reciente. Esta indagación y las
respuestas que genera se graban como complemento de los documentos escritos que
resulten necesarios en cierta medida para el análisis histórico. Es una práctica
planificada, abstracta y analítica que siguen los historiadores y otros especia-
listas en ciencias sociales, y depende fundamentalmente de un medio de registro de
datos, sea manual, mecánico o electrónico.
Las tradiciones orales se asocian por lo general a las sociedades que carecen
de tradición escrita, aunque también existen en sociedades muy cultas, incluso en
las que cuentan con impresionantes archivos de documentos escritos. Sin embargo,
su función más importante en materia de archivos ha sido conservar documentos sobre
las sociedades que carecen de documentos escritos que arrojen luz sobre su desa-
rrollo histórico, social, económico y cultural. En muchos casos ésta ha sido la
única forma en que el pasado de una sociedad se ha podido reconstruir y registrar
por escrito para su conservación en archivo.
oficiales. Además, la historia oral, aún en sus niveles más estudiados y acadé-
micos, ha comenzado a descubrir la importancia y el uso de la mitología para buscar
una explicación racional incluso a actividades sumamente complejas y deterministas
de una sociedad tecnológica moderna. Al igual que ocurre en el caso de las tradi-
ciones orales, la relación entre una perspectiva tradicional y la dinámica social
puede ser tan importante como el valor probatorio del contenido de la historia oral
para la documentación de fenómenos históricos.
Es preciso que en los archivos los documentos duraderos queden aislados del
efecto directo que ejerce el desarrollo social continuo. Los archiveros deben
comprender que al adquirir fuentes orales participan en un proceso de transforma-
ción en que las fuentes socialmente dinámicas y en evolución se convierten en
registros estáticos y duraderos de partes de ese proceso. Para el archivero, es
importante establecer distinciones entre la tradición oral y la historia oral,
sobre todo para comprender el origen de cada una de ellas, y quizás para elaborar
criterios de evaluación con los cuales se determine la durabilidad del valor de
cada una de ellas a los efectos probatorios, administrativos o de información
general. Las formas en que el archivero las maneja suelen ser extraordinariamente
semejantes, y las diferencias entre ellas hasta pierden importancia en la gestión
archivística de la propiedad física de los documentos una vez que han sido creados
y depositados en los archivos. Las notas y las transcripciones manuscritas o meca-
nografiadas, las cintas magnetofónicas, las películas sonoras y las cintas de vídeo
pueden contener documentos de fuentes orales, si bien el medio que se utiliza con
más frecuencia tanto en la esfera de la tradición oral como de la historia oral es
la cinta magnetofónica, que por lo general, aunque no siempre, va acompañada de
una transcripción escrita o de una descripción del contenido de la cinta. En cada
una de estas formas se puede hacer la grabación de uno, dos o varios participantes,
aunque en la historia oral no es muy habitual que participen muchas personas en el
diálogo entrevistador-encuestado. El papel que desempeña el entrevistador o reco-
pilador de información en la grabación de la tradición oral suele ser mucho más
reservado, anónimo y modesto que en la entrevista sobre historia oral, donde el
entrevistador debe actuar como un catalizador para incitar y poner a prueba la
memoria del narrador.
Dada la definición anterior, cabe preguntar si la carta que escribe una per-
sona a otra es o no un documento operacional. Es un documento relacionado con la
operación que es redactar una carta; pero ello no significa que la información que
contiene sea una prueba irrefutable de lo que en ella se consigna.
1.3 Recuerdos
Los recuerdos son, sin duda, otro paso de la realidad a la abstracción. Como
prueba, hay que considerar que son menos confiables que los documentos operaciona-
les o los documentos selectivos. Quizás sean todo el material con que cuente un
historiador y, por tanto, un elemento indispensable para su investigación, pero
este valor no debe confundirse con el valor probatorio relativo. El hecho de que
sea la única prueba disponible no significa que podamos confiar en ellos en la
misma medida en que confiamos en un documento operacional o selectivo. Es impor-
tante establecer esta distinción para conocer a fondo el pasado, ya que con dema-
siada frecuencia los valores se confunden en la práctica.
Los historiadores deben ser cautelosos respecto del uso de los recuerdos como
pruebas. Deben comprender que un recuerdo es de por sí un elemento de prueba, en
el que participan tres niveles: el hecho inicial o la realidad; la memoria, que es
un registro selectivo que se aleja al menos un poco de la realidad; y el relato
aún más selectivo e interpretativo surgido de la memoria del testigo o narrador.
Además, cuando el entrevistador pide deliberadamente a una persona información como
prueba, entra en el proceso un cuarto nivel de selección, interpretación y la
posibilidad de que se produzca una distorsión o interferencia. Las preguntas que
formula el entrevistador y los fines evidentes de su indagación tienen un efecto
directo en lo que puede extraerse de la memoria y en la forma en que puede presen-
tarse para su registro.
Con todo, a medida que nos alejamos de la realidad, los recuerdos proporcio-
nan al historiador un elemento de abstracción correspondiente cuya riqueza es
incalculable. Podemos inferir de lo que se recuerda sólo lo que los contemporáneos
consideran importante y que merece ser relatado sobre el pasado. Una de las tareas
del historiador es evaluar la importancia de los hechos pasados en función de los
acontecimientos posteriores. En esta tarea los recuerdos selectivos de otras per-
sonas pueden ayudar a lograr un conocimiento y comprensión mayores. Aun cuando
sean erróneos, descaminados o deliberadamente engañosos, los recuerdos, pese a sus
muchos errores, pueden permitir que el historiador meticuloso gane en conocimientos
y comprensión. Además, la suma de los recuerdos de muchas personas puede constituir
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1.4 Reflexiones
Hay que distinguir las reflexiones de los recuerdos y del análisis, aun cuando
en el mismo documento estén sumamente entremezcladas con uno de estos elementos o
con ambos. Las reflexiones sobrepasan el marco del simple recuerdo de los hechos,
por cuanto son las opiniones espontáneas de una persona en particular respecto del
pasado, los valores e impresiones afectivas con que caracteriza el pasado y lo
relaciona con su propia situación actual. Aunque deliberadas, las reflexiones son
muy subjetivas y afectivas y no suelen caracterizarse por la ponderación cabal y
sistemática de las pruebas que requiere el análisis histórico.
videotecas. Esto pone a disposición de los futuros historiadores una dimensión muy
superior a la de los inmóviles documentos fotográficos del siglo pasado, una
dimensión de la historia que los historiadores antiguos ni soñaban que fuera posi-
ble. La historia oral, al menos en su alcance y ámbito de aplicación actuales, no
habría sido posible sin la creación de dispositivos de grabación de sonido de alta
fidelidad, ligeros y sumamente fiables como, por ejemplo, el magnetófono y el mag-
netoscopio. Nunca se dirá bastante de lo beneficiosos que han sido para el desa-
rrollo de la historia oral estos medios documentales útiles, seguros, baratos y de
alta calidad.
Hay un aspecto de la historia oral que no puede pasar inadvertido por haberse
debatido ampliamente en el decenio de 1970, si bien provocó más ruido que nueces
y, en general, su interés ha decaído últimamente. Se pensaba que existían dos
campos opuestos: de un lado los que empleaban la historia oral para entrevistar a
los miembros de las élites dominantes en todos los sectores de la vida; y del
otro, los que insistían en que la historia oral debería reservarse para registrar
la historia del hombre medio. A juicio de uno de los exponentes de la segunda
posición, la historia oral no sólo constituye un medio o método de recuperar la
historia; también es una teoría de la historia que sostiene que la gente común y
los desposeídos tienen una historia y que esa historia debe escribirse1). Por
otra parte, se aducía que entrevistar a los miembros de una élite era una pérdida
de tiempo y de esfuerzo que mejor se dedicaban a entrevistar a la "gente común y a
los desposeídos", a lo que otros alegaban que también era necesario que los histo-
riadores pudieran interrogar a la élite que participaba en la adopción de deci-
siones, y que de hecho la historia y el interés público se beneficiarían tanto de
una como de otra forma. Ambas tendencias subsisten en el marco general de la his-
toria oral, pero con menos intensidad y turbulencia que hace un decenio, cuando
las perspectivas eran más limitadas.
Sin embargo, el mayor interés por la tradición oral se registra en los países
del mundo en desarrollo. No sólo la alfabetización era algo relativamente nuevo en
esos países, sino que, en general, todos habían estado bajo el dominio colonial
durante un periodo u otro. Cuando rompieron el yugo colonial y alcanzaron la
independencia, se tomó conciencia de que existía una documentación que era, en
gran medida, la crónica de la obra de los colonizadores. Cierto es que en muchos
casos los colonizadores habían suprimido expresamente todo vestigio que indicara
que las poblaciones autóctonas sojuzgadas tenían historia o cultura propias.
Expresión de esta manera de pensar de muchos historiadores europeos es la
declaración de Hugh Trevor-Roper, quien dijo que en lugares como Africa lo único
digno de ser considerado como objeto de historia eran las actividades de los
colonizadores.
Casi todos los trabajos que existían en materia de tradición oral estaban
relacionados con las sociedades europeas, que ya poseían una base y un contexto
literarios bien establecidos. Con todo, la propia existencia de la escritura había
influido en las tradiciones orales de esas sociedades. Como hace notar Jan Vansina,
tales tradiciones solían transmitirse de una generación a otra de manera bastante
irregular '. Las opiniones de los primeros compiladores y usuarios de las
tradiciones orales estaban influidas por las deficiencias de que adolecían los
tipos de tradiciones con las que entraban en contacto, y las críticas que se
esgrimían en contra de las tradiciones orales como fuentes históricas perdían en
gran parte validez precisamente porque se trataba de tradiciones orales que care-
cían de muchas de las características esenciales que tenían las tradiciones orales
de las sociedades analfabetas.
Vansina demostró que desde hace siglos ha habido actitudes contrapuestas res-
pecto de las tradiciones orales. Su estudio de la amplia gama de opiniones susten-
tadas por distintas escuelas de etnólogos durante el siglo XIX y principios del XX
reviste interés para los archiveros, que no deben ignorar que si bien las tradi-
ciones no se pueden juzgar por su valor nominal, tampoco se pueden descartar por
completo. Vansina demuestra que por un lado estaban los que afirmaban que las tra-
diciones orales nunca eran fiables, que la información que aportaban no tenían
valor salvo el de indicar la dirección de algunas migraciones y de la difusión
cultural. Por el otro lado estaban los etnólogos que consideraban que las tradi-
ciones orales constituían una fuente histórica de información auténtica, pero cuya
fiabilidad sólo podía aceptarse si la información que suministraban coincidía con
las pruebas aportadas por la arqueología, la lingüística, la etnología y la antro-
pología física. Las tradiciones y la etnología constituían fuentes poco seguras
que sólo conducían a hipótesis. La arqueología y la historia eran consideradas
fuentes muy seguras en que se podía confiar. Otro grupo sostenía que el principal
valor de las tradiciones orales radicaba en que brindaba información sobre la
historia cultural, mientras que otros consideraban que no era posible determinar
la veracidad de una tradición. Para algunos, la veracidad de las tradiciones orales
sólo podía probarse cuando hubiera cierto grado de coincidencia entre distintos
relatps independientes y soló cuando los hechos transmitidos por las tradiciones
orales estuvieran en concordancia con los expuestos por los estudios histérico-
culturales. Otra de las opiniones sostenidas por los etnólogos era que toda tradi-
ción* contenía -alguna información acerca de los acontecimientos pasados, pero que
la semilla de la verdad histórica estaba cubierta por un material ficticio. Si
bien no se podía confiar en la forma de las tradiciones, su contenido podría ser
fidedigno.
También reviste interés la opinión del grupo de etnólogos que afirmaba que
las tradiciones no podían aportar ninguna información válida acerca del pasado, ya
que el contenido de éstas estaba determinado en su totalidad por las funciones que
desempeñaban en la estructura social en general y por el uso que se les daba para
mantener esta estructura. Dentro de esta escuela existían varias corrientes de
pensamiento. Algunas personas afirmaban que las tradiciones orales no tenían
contenido histórico, sino que eran simples mitos inventados a propósito de una
situación dada, mientras que otras sostenían que las tradiciones podían contener
algunos elementos de información histórica siempre que hubiera motivo para trans-
mitirlas. También se planteaba el argumento de que las tradiciones siempre eran
parcializadas, y que esta parcialidad era inherente a todo contenido de carácter
político y social. En las tradiciones orales no existía lo que podía llamarse
verdad absoluta. Por último, algunos etnólogos afirmaban que incumbía a los histo-
riadores determinar la veracidad de las tradiciones orales, lo que debería hacerse
de conformidad con las reglas de la metodología histórica.
Ruth Finnegan, en la investigación exhaustiva que hizo sobre las fuentes ora-
les, dejó ampliamente demostrado que la literatura oral se consideraba patrimonio
de la sociedad y que, en consecuencia, carecía de una paternidad u originalidad
propias. A la tradición oral se le atribuía una función exclusivamente utilitaria,
sin ningún tipo de motivación estética. Según Finnegan, tal hipótesis perdía de
vista por completo la naturaleza cambiante de la tradición oral, y cómo cada una
de las versiones de una obra es influida por quien la transmite, por su estado de
ánimo y su creatividad individual y por el público que la escucha '.
Los trabajos llevados a cabo en materia de tradición oral en los tres últimos
decenios han demostrado que si bien es cierto que la tradición oral tiene sus des-
ventajas, también es cierto que no se trata en modo alguno de una fuente inferior.
Vansina ha elaborado una metodología completa para evaluar los testimonios orales.
Los problemas que plantea la tradición oral desde el punto de vista cronológico
han sido aceptados e investigados. Por ejemplo, David Henige ha demostrado con
toda claridad que las listas de los reyes pueden reducirse o agrandarse artifi-
cialmente, los nombres de los usurpadores pueden omitirse intencionalmente, los
gobernadores impuestos por un soberano extranjero pueden hacerse desaparecer de un
registro, épocas enteras pueden reducirse a generaciones o reinados de un solo
rey, las genealogías pueden manipularse y hasta crearse para hacerlas coincidir
con la realidad política de la época ¿Fenómeno, por cierto, que no es desconocido
por los historiadores de las casas reales europeas7, muchos contemporáneos que
aspiraron al trono pueden presentarse como una sucesión de gobernantes, y a los
fundadores de dinastías se les puede atribuir reinados excesivamente prolonga-
dosl). También se ha comprobado que la validez y veracidad de los testimonios
escritos presentan deficiencias. Más de una vez se han observado inexactitudes en
los relatos que los primeros exploradores, comerciantes y misioneros hicieron
sobre las sociedades analfabetas con quienes entraban en contacto. A menudo estas
personas no supieron captar determinados conceptos de esas sociedades. Con fre-
cuencia interpretaban a su manera los acontecimientos o no eran capaces de enten-
der la estructura social, confundiendo, por ejemplo, a altos funcionarios con
gobernantes o dignidades con nombres propios.
aceptan con menos renuencia que los frutos del trabajo periodístico y de recopila-
ción de tradiciones populares se incluyan en el marco de la historia oral. De
hecho, muchos acogen de bastante buen grado cualquiera de las formas de investiga-
ción histórica de que hay constancia, incluso las que pueden utilizarse para fines
pedagógicos o de terapia geriátrica, y no se someten a ninguno de los cánones que
establece la investigación histórica. Algunos aceptan incluso las grabaciones
contemporáneas de reuniones o discursos como un tipo de "historia oral" entre las
colecciones generales de documentos sonoros. Esta amplia aceptación por parte de
al menos algunos de los "profesores" de la historia oral significa que la labor de
valoración que realizan los archiveros es tanto más difícil. El archivero no puede
suponer que la historia oral en general es una disciplina única y coherente que
puede evaluarse a partir de un conjunto de criterios únicos y compatibles. El
archivero descubrirá ante todo el tipo de historia oral de que se trata después de
lo cual juzgará desde el punto de vista archivístico el valor duradero del tema en
su propio contexto.
Hay quienes han argumentado que el tipo de historia oral más eficaz es la
"biografía oral" intensiva o "autobiografía ayudada". En esta forma de historia
oral, se entrevista a la persona intensa y ampliamente sobre sus experiencias
personales. El proceso de entrevista depende en gran medida de los documentos
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Del análisis anterior se desprende que las fuentes de las cuales las institu-
ciones de archivos obtienen los materiales de historia oral varían considerable-
mente. El depósito puede adquirir material de historia oral que forme parte inte-
grante de un conjunto de documentos escritos procedentes de un organismo estatal.
Puede recibirlo como parte de una colección de documentos personales donados a la
institución debido a su importancia histórica como parte de una colección audio-
visual o grupo de documentos, como una entidad por derecho propio, o como una
colección de historia oral creada por otra persona, con su propia documentación de
apoyo. Las cintas y transcripciones se pueden registrar por separado a medida que
se reciban del programa de entrevistas de historia oral que esté llevando a cabo
la propia institución de archivos u otra entidad.
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Se puede establecer una diferencia muy amplia entre tradiciones tales como
los poemas, que tienen una forma reglada y tradiciones en prosa como los cuentos,
cuya forma es libre. Sin embargo, como ya se señaló, ni siquiera las tradiciones
de forma reglada se transmiten textualmente de una generación a otra. Además de
esta categorización general, habrá que clasificar las tradiciones según la expe-
riencia del clasificador y los tipos de tradiciones existentes en las sociedades
de que se ha ocupado. No obstante, la diversidad de la tradición oral no resulta
tan útil cuando se trata de imponer un orden en las tradiciones adquiridas y de
facilitar el fácil acceso de los investigadores y otros usuarios.
La tipología más completa y útil es, con mucho, la elaborada por Jan Vansina,
en que las tradiciones orales se dividen en cinco grupos principales. El primer
grupo consiste en las fórmulas -frases estereotipadas empleadas en circunstancias
especiales. Entre ellas se incluyen los títulos que describen la condición de una
persona; las consignas que indican el carácter de un grupo de personas; las fórmu-
las didácticas como los proverbios, adivinanzas, refranes y epigramas; y las fór-
mulas rituales utilizadas en las ceremonias religiosas o ritos de hechicería. La
segunda categoría abarca la poesía. Esta es una tradición de formato fijo que junto
con su contenido, se clasifica como artística por la sociedad en que existe y se
transmite. Los poemas se dividen además en oficiales y privados. La poesía oficial
incluye las canciones y poemas con relatos históricos, la poesía panegírica de
alabanza, la poesía religiosa de oración, los himnos y los textos dogmáticos. La
poesía personal se escribe para dar libre expresión a los sentimientos. A la ter-
cera categoría corresponden las listas de nombres de lugares, como por ejemplo,
lugares por los que se ha transitado durante un periodo de emigración, así como
listas de nombres de personas. Las genealogías también se incluyen en esta catego-
ría. Los cuentos, que integran el cuarto grupo, son los testimonios en prosa con
texto de forma libre. Su naturaleza es diversa e incluyen la historia general,
local y familiar; los mitos o cuentos didácticos con fines instructivos o para
describir el mundo, la cultura y la sociedad; y los cuentos artísticos destinados
a complacer al oyente. La inclusión que hace Vansina de los recuerdos personales
que se transmiten sin restricción alguna y que simplemente se conservan en la
memoria del informante ha suscitado considerables críticas de quienes consideran
que éstos corresponden a la esfera de la historia oral. La última categoría abarca
los comentarios que incluyen los precedentes jurídicos que permiten elaborar
directrices para la solución de problemas legales y que de ese modo conforman el
derecho; los comentarios explicativos que se expresan en el mismo momento en que
se manifiestan las tradiciones orales a que responden; y los comentarios ocasiona-
les que sólo se formulan en respuesta a una pregunta y que, no obstante, tienen la
principal finalidad de consignar hechos históricos y no simplemente brindar expli-
caciones.
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En resumen, las categorías de tradición oral que recomienda Vansina son las
siguientes:
Los argumentos principales que se esgrimen para que los archiveros no parti-
cipen en la formulación y recopilación reales de los documentos de fuentes orales
se centran en la escasez de recursos y en el supuesto de que los archiveros no son
competentes para ese trabajo. Se considera que la participación es una pérdida muy
costosa e insostenible de recursos escasos, un acto de negligencia profesional
frente a la imperiosa necesidad de que los recursos se empleen para adquirir,
ordenar y describir los documentos escritos que no han recibido la debida atención
debido a la falta de recursos económicos. Se argumenta además que el archivero no
tiene la capacitación suficiente para realizar el análisis intenso y crítico nece-
sario para identificar y registrar las fuentes orales, ya que carece de experiencia
en la investigación de fuentes no escritas. Además, se aduce que si el archivero
participa en la elaboración real de documentos originales se le coloca en una
posición discriminadora que le resta neutralidad e integridad, y por consiguiente,
disminuye la integridad de otras fuentes que pueda estar suministrando.
4.2.4 Equipos
4.2.5 Técnicas
4.2.6 El encuestado
El elemento final para que una entrevista sea fructífera y el más importante
de todos es la cooperación gustosa y el compromiso y participación entusiastas de
un encuestado que tenga gran experiencia y conocimientos de los temas de debate,
que posea una excelente memoria para los detalles, que refleje de manera crítica y
analítica la importancia de los sucesos pasados, que juzgue a las personas con
equidad y que además exprese claramente las descripciones que se precisan para
lograr una comprensión cabal. No todos los encuestados poseen estas cualidades,
como tampoco todos los entrevistadores tienen la misma pericia para aplicar las
técnicas de entrevista, y los resultados varían en la práctica según la destreza,
la capacidad y la cooperación de los participantes. Los buenos entrevistadores
saben cuándo se enfrentan a un encuestado mediocre, saben cómo hacer varios inten-
tos para mejorar la situación, cómo sacar el máximo provecho de una situación
difícil y concluir la entrevista con decoro, sin que ninguna de las partes pierda
prestigio o dignidad. Asimismo, los buenos entrevistadores reconocen cuándo el
encuestado resulta ser una fuente más valiosa de lo que se imaginó al principio, y
saben cómo ampliar el compromiso concertado originalmente para obtener el máximo
beneficio histórico de esa ocasión.
población, por lo que se debe procurar que se haga la entrevista a los custodios
"oficiales". Las tradiciones no convencionales se transmiten de una generación a
otra de manera más liberal y por ello adoptan una diversidad de formas conocidas
por muchas personas.
4.3.3 El registro
Una diferencia fundamental que existe entre las fuentes orales y escritas es
el grado en que la situación del registro se impone e influye en el producto
resultante. La persona que registra las tradiciones determina la calidad de ésta,
en primer lugar, por la elección que haga del informante y, en segundo lugar, por
el papel que desempeñe en el proceso de grabación. /Obsérvese también que en este
caso los factores son los mismos que intervienen en las entrevistas de historia
ora],7. El público, que en ocasiones puede estar presente durante una narración o
recuento, puede afectar también el registro de la tradición oral. Puede esperarse
y, de hecho, en ocasiones se espera que el público intervenga en la narración para
afirmar aspectos importantes o rectificar inexactitudes.
pueden originar. Paul Irwin, por ejemplo, basado en la experiencia frustrante que
tuvo en Liptako1', muestra cómo un mismo informante puede variar su testimonio
en diferentes ocasiones.
Ahora bien, la mayor parte de las grabaciones de archivo y con fines académi-
cos tienen más importancia por el contenido de la información y la representación
fiel del modo de hablar que por la alta fidelidad de una reproducción exacta de la
gama de sonido. Además, el volumen de grabación necesario y los recursos que se
utilizan en la mayoría de los programas de archivo o con fines académicos impedirán
sufragar los elevados gastos que supone una grabación de alta fidelidad, de forma
que queda a discreción de los administradores del programa la conciliación de estos
aspectos.
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Tal y como ocurre con la cinta, la mayor parte de los programas de registro
oral tienen que conciliar la calidad de la grabación y la facilidad de grabación o
la posibilidad de adquirir el equipo a los precios del mercado local. Un documento
sonoro de muy alta calidad se obtiene solamente con un equipo grande, costoso y
difícil de manejar. Los equipos de grabación pequeñitos y muy cómodos, como las
micrograbadoras, producen grabaciones que tal vez parezcan suficientes al oído
normal, pero que en realidad tienen una calidad inferior. Por consiguiente, en la
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mayoría de los programas se utilizan las grabadoras de cásete más grandes y costo-
sas o pequeños aparatos de carrete abierto (carrete a carrete) que, a pesar de ser
portátiles, son más grandes y pesados que las grabadoras de cásete pequeñitas y
muy baratas.
Como ocurre con todos los demás documentos, los de historia y tradición orales
se crean en un proceso, y la correcta gestión de archivo requiere que se comprenda
este proceso y el origen de cada pieza documental que se incorpora. Estos documen-
tos los pueden producir las instituciones de archivos cuando deliberadamente
realizan entrevistas y graban las tradiciones orales para suplir o subsanar defi-
ciencias en los archivos existentes. Los pueden producir organismos gubernamentales
como resultado de sus indagaciones en su propio historial o en la historia de per-
sonas, lugares, organizaciones, cargos o programas que estuvieron bajo su juris-
dicción o responsabilidad. Por ejemplo, algunos gobiernos coloniales investigaron
a fondo la historia tribal para hallar soluciones a los conflictos entre tribus
por problemas de fronteras y jefaturas. También pueden producir documentos los
organismos privados y semiprivados contratados con tal propósito por organismos
gubernamentales. En el sector privado los pueden crear totalmente catedráticos,
instituciones docentes y de investigación, empresas comerciales, instituciones y
asociaciones sociales y religiosas, etc., y en algún momento una institución de
archivos puede adquirir estos documentos. Cada uno de estos tipos de documentos
puede estar sujeto a requisitos administrativos diferentes según su origen y su
condición con arreglo a la ley, las costumbres y la situación política del país en
que fueron compilados y el país en cuya institución de archivos se deposite. En
algunos casos, los archiveros tendrán que trabajar con documentos provenientes de
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un país y depositados en otro, o con documentos que comparten dos o más países que
tienen intereses comunes en ellos. No obstante, en ocasiones los archiveros también
han encontrado esta dificultad en documentos escritos tradicionales.
Según las leyes y costumbres del país y la cultura de que se trate, será
menester que el archivero se cerciore de que se respetan como es debido los dere-
chos de propiedad y utilización. En algunos países hay un sentido arraigado del
derecho de propiedad del entrevistado o del narrador sobre lo que guarda en su
memoria o sobre lo que ha respondido en el proceso de recopilación de información,
ya sea para fines de historia oral o de tradición oral. En algunas culturas la
memoria es parte integrante de la personalidad y el alma del individuo y podría
considerarse como robo espiritual grabar las memorias habladas de alguien para que
otras personas las utilicen. Ya sea que el derecho de propiedad se sustente en las
costumbres, la religión, la propiedad económica o el derecho, el administrador de
archivos tiene que demostrar que la entrevista o la narración se graba, se adquiere
y se utiliza de conformidad con los requisitos vigentes en el país de que se trate.
Para ello en muchos casos es necesario probar y documentar el consentimiento
voluntario del entrevistado o el narrador. En algunos casos el consentimiento se
puede inferir del propio acto de participación. En otros casos habrá que aportar
documentos legales oficiales más complejos y explícitos en que se consigne el
acuerdo y el consentimiento para la elaboración y el traspaso del material.
6.1.6 Restricciones
explícitamente para que la gestión de esos materiales se pueda realizar con preci-
sión y sin tropiezos. Es preferible que, siempre que sea posible, se fijen plazos
de meses o afitos de restricción, de manera que haya acceso automático a los mate-
riales al finalizar ese periodo sin necesidad de efectuar nuevas negociaciones.
Como es natural, los materiales sometidos a restricciones deben marcarse claramente
y separarse de los que están abiertos a consulta para evitar violaciones de los
acuerdos de restricción así como el danto que podría causar a todas las partes el
hecho de darles un uso público prematuramente.
6.1.7 Ordenamiento
6.1.8 Transcripción
6.1.9 Conservación
Sin embargo, cuando los depósitos se ocupan de sus propios programas de reco-
pilación de materiales de historia y tradición orales, o cuando se crean subar-
chivos separados hay que utilizar otros registros y procedimientos para las adqui-
siciones y el control administrativo.
o la de grabación. Dicha unidad puede ser simple o compleja. Las unidades simples
están compuestas por una cinta sonora en la que se graba una fuente en un lugar y
momento concretos. Las unidades básicas complejas pueden comprender varias cintas
de una sesión de grabación prolongada con el mismo encuestado/inforinante, o quizás
de varias sesiones con el mismo encuestado/informante en diferentes momentos pero
sobre el mismo proyecto. La unidad básica se define por la procedencia de cada
fuente, aunque también pueden darse detalles sobre el momento y el lugar de la
sesión de grabación y el proyecto para el que se efectuó dicha grabación. Cuando
una misma sesión de grabación se registra en dos o más cintas, todas las cintas de
esa sesión deben llevar los mismos datos de identificación. Las cintas de sesiones
diferentes grabadas en momentos y lugares distintos con el mismo encuestado o
informante tendrán datos básicos de identificación distintos en cuanto a la fecha,
lugar y quizás el entrevistador/investigador.
1) Para una explicación detallada de este método véase "Oral History, Audio
Technology, and the TAPE System", por Dale E. Treleven, en International
Journal of Oral History, Vol. 2, N° 1, febrero de 1981, págs. 26 a 45.
- 49 -
6.3.3 Transcripción
Por ser la transcripción un proceso incierto, al menos una persona que no sea
el transcriptor debe revisar cada proyecto de transcripción. Las grabaciones difí-
ciles podrían necesitar más de una revisión. El revisor (o "editor") es en la
práctica un corrector que escucha la cinta y corrige el proyecto de transcripción
para que represente lo más fielmente posible el discurso hablado. Después de fina-
lizada esta revisión se debe identificar la transcripción con los elementos básicos
de identificación de esa unidad de registro, incluido el número de serie de recep-
ción y la identificación del grupo de registro original, si procede.
Cabe señalar también que cuando se graba un material de tradición oral, tal
vez los informantes no comprendan la diferencia entre la propiedad y el contenido
intelectuales y la propiedad física de la grabación. Cabe suponer, y esto suele
ocurrir, que el consentimiento para la grabación equivalga a donar la propiedad
física (si procede) y el contenido intelectual a la persona que realiza la graba-
ción o a la institución que patrocina el proyecto. De hecho, en muy pocas ocasiones
esto crea problemas con informantes de tradición oral. Sin embargo, se han dado
casos en que grupos étnicos bien organizados y relativamente avanzados, al darse
cuenta de los beneficios que puede recibir el grupo que aporta la tradición oral,
exigen que se entregue al grupo, a su consejo de representantes o a otro organismo
responsable que represente al grupo parte de las ganancias obtenidas de la venta
de libros u otras obras derivadas de la grabación.
- 53 -
incluido en una colección de materiales de fuentes orales, debe haber al menos una
referencia cruzada con la ubicación artificial tanto en el lugar original que ocupó
en el archivo como en el medio de localización de ese grupo. Por lo general, el
método más simple para identificar una unidad de fuente oral con este fin es con-
signar el nombre de la persona a quien se hizo la grabación y la fecha de la gra-
bación, aunque se pueden añadir otros elementos de identificación necesarios para
resolver ambigüedades y eliminar confusiones.
Cuando varias fuentes componen una colección o ésta se crea a partir del pro-
ducto de varios proyectos diferentes, cada fuente o proyecto se puede representar
como una subcolección aparte. Estas fuentes se clasifican por subcolecciones en el
catálogo y a cada subcolección se le asigna su propia lista alfabética exclusiva
de las entrevistas que la componen, ordenadas por el nombre del encuestado.
Aunque no es una práctica muy habitual, hay depósitos que preparan sus medios
de localización por el número de serie consecutivo del código asignado a coleccio-
nes o grupos de documentos (y quizás también a sus series o unidades integrantes)
aun cuando este método presenta grandes dificultades para el usuario habitual.
Las tradiciones orales que figuran en los archivos de historia oral pueden
ser unidades identificables por separado o estar organizadas de la misma forma que
las entrevistas de historia oral y ser identificables como tradiciones solamente
por medio de los índices. En los casos en que forman una unidad por sí solas, se
pueden clasificar en diversas categorías de tradición oral, como por ejemplo, según
la tipología propuesta por Vansina, o simplemente se pueden identificar por el
nombre del informante o de la localidad o sociedad donde se registraron. Con las
respuestas recibidas al cuestionario sobre archivos y tradición oral (véase la
sección 10.0), sólo las instituciones especializadas como los archivos de las
sociedades folklóricas o los archivos de medios audiovisuales tratan de establecer
la distinción entre los diversos tipos de tradiciones.
Algunos depósitos que han preparado ya índices por separado para cada graba-
ción pueden combinar los términos y las referencias a los diferentes índices en un
índice general integrado para toda la colección o el archivo. Es evidente que esto
impone una carga financiera adicional sobre los recursos del depósito, de ahí que
no se deba intentar a menos que se puedan sufragar los gastos durante un largo
periodo. Los métodos y los equipos de tratamiento automatizado de datos permiten
confiar en que un trabajo tan minucioso como éste se podrá realizar a costos suma-
mente reducidos y en mucho menos tiempo, pero el depósito debe poder hacer una
inversión inicial cuantiosa en los soportes físico y lógico requeridos. Por ejem-
plo, cuando se utilizan procesadores de palabras y pequeñas computadoras automati-
zados para la transcripción, se puede producir automáticamente un índice para cada
transcripción haciendo coincidir la transcripción con una lista general autorizada
de términos ya incorporados en la memoria de la computadora. En esos casos, se
deben añadir programas de soporte lógico para identificar los nuevos términos que
no figuran en la lista autorizada a fin de que los administradores de programas
puedan decidir si se deben añadir esos términos a la lista general.
8.1 Autenticidad
que arriben los usuarios de sus documentos, incluidos los materiales de la historia
y la tradición orales, tiene que procurar garantizar la integridad de esos docu-
mentos.
8.3 Propiedad
Una grabación de historia oral o una tradición oral tiene propiedad física e
intelectual: la propiedad física del documento (cinta magnetofónica, papel, pelí-
cula, y otros); y la propiedad intelectual del contenido de la información, así
como de su formulación o composición (que también puede tener dimensiones artísti-
cas). Las costumbres y leyes locales rigen los derechos de propiedad, ordenación y
transferencia, así como los procedimientos que se han de aplicar para cada forma,
y determinan las formalidades que cada una de ellas debe cumplir. En algunos casos
la participación voluntaria puede ser suficiente para establecer la transferencia
de la propiedad física e intelectual. En otros, quizás se requieran formalidades
jurídicas complejas. Las costumbres también varían mucho desde el punto de vista
ético. Como ya se ha señalado, en algunas culturas se considera que la memoria de
un individuo es parte integrante de su ser físico y espiritual, y para hacer uso
de ella es imprescindible el consentimiento expreso del individuo y quizás una
ceremonia rigurosa. En otros casos, sin embargo, no existen tales impedimentos
morales y la memoria puede compartirse libremente sin que se impongan condiciones
ni sanciones. A veces en un mismo país y bajo un mismo gobierno existen costumbres
contradictorias. Los periodistas norteamericanos utilizan las entrevistas orales
sin obligación alguna con las personas que entrevistan, pero las personas que dic-
tan oralmente sus reflexiones y memorias pueden acogerse a los mismos derechos de
autor que amparan al escritor de libros.
Algunos sostienen que la historia oral debería tener la misma presunta auto-
ridad que tienen los periodistas en algunos países para publicar entrevistas sin
obligaciones con los entrevistados. Según este criterio, toda participación volun-
taria en una entrevista es una renuncia tácita a cualquier derecho, título, interés
u otra reserva respecto del contenido y uso de la entrevista. Los que disienten de
este punto de vista aducen que semejante política induciría inevitablemente a los
entrevistados a actuar con cautela, desconfianza y prevaricación, como suele suce-
der en las entrevistas de prensa. Dado que la sinceridad tiene un altísimo valor
para la historia oral, una de las maneras de estimular es protegiendo los derechos
e intereses de los entrevistados.
- 60 -
La tradición oral, al igual que la historia oral, tiene una variedad de usos.
Pueden existir intensas controversias en cuanto a su validez, fiabilidad, autenti-
cidad y utilidad, pero no obstante, debe considerarse como una de las fuentes
básicas para escribir la historia. Como ocurre con la historia oral, actualmente
se utiliza para ampliar los relatos grabados de la identidad y el pasado de las
comunidades, así como para otros objetivos como los documentos fílmicos y las con-
ferencias ilustradas.
Los países que durante largos periodos de su historia han estado bajo el
dominio de una potencia extranjera, conceden un gran valor a su tradición oral una
vez que obtienen la independencia y la nacionalidad. Como se señaló anteriormente,
esos países consideran que heredaron un registro documental incompleto y desequi-
librado, que no tenía otro propósito que ser un catálogo de la vida y los hechos
de los amos coloniales. Por consiguiente, la tradición oral se ve como una res-
puesta para la reconstrucción de la historia y la cultura de la población autóc-
tona. También se considera que la recopilación de las tradiciones es una tarea
- 63 -
apremiante en vista de los rápidos cambios que tienen lugar en esos países, así
como por la desaparición progresiva, a causa de su muerte, de personas que tenían
profundos conocimientos sobre las tradiciones.
Con todo, el acto mismo de grabar está transformando las tradiciones orales.
Una vez que han sido grabadas, no se les puede considerar como formas pura y
exclusivamente orales. Las formas grabadas, y quizás escritas, de las mismas tra-
diciones o de otras similares pueden influir en la forma oral autóctona. Algunos
demandantes en disputas por un cacicazgo han invocado las transcripciones escritas
de las genealogías orales recopiladas por historiadores orales, arguyendo que las
formas escritas deben considerarse superiores a las formas orales sobrevivientes.
Sin embargo, las tradiciones orales continuarán existiendo porque incluso donde
hay archivos, no todo el mundo puede tener acceso al documento escrito. Por nece-
sidad, mucho se seguirá transmitiendo mediante la palabra hablada.
- 64 -
Hist. Trad.
País Institución oral oral Años
Hist. Trad.
País Institución oral oral Años
Hist, Trad,
País Institución oral oral Años
ISLAS FAROE SI NO 29
NORUEGA Riksarkivet NO NO -
Hist. Trad.
País Institución oral oral Añi
en los archivos. Esta actividad puede, igualmente, dar publicidad al trabajo del
centro de archivos y generar, de este modo, simpatía y entusiasmo por sus progra-
mas. Una labor de relaciones públicas de esa índole puede lograr un mayor apoyo
para la institución.
Son muy pocas las instituciones que reciben fondos destinados específicamente
a trabajos de historia o tradición oral. Las que lo reciben generalmente están
vinculadas con instituciones cuyo interés fundamental son los archivos audiovisua-
les o en las que el programa comenzó de forma especial, o pertenecen a estas ins-
tituciones. Los fondos de la mayoría de los programas son parte de los presupues-
tos de instituciones más importantes. Claro está que, en la reñida competencia que
se produce por la asignación de recursos, no es sorprendente observar que los
programas orales se relegan a un segundo plano, mientras el grueso de los fondos
se asigna a las tareas y funciones tradicionales de los archivos. De hecho, en el
presupuesto de la mayoría de las instituciones la asignación para trabajos de his-
toria y tradición orales, no llegaba al 1% del presupuesto total de la institu-
ción. Es previsible que la mayoría de los encuestados haya considerado que las
asignaciones en el presupuesto eran insuficientes. Sólo en ocho instituciones los
programas contaban con una financiación suficiente. Tampoco fue una sorpresa que
la mayoría de los encuestados considerara que en los programas de historia y tra-
dición orales no se había consumido recursos que debieron haberse destinado a
otras funciones más importantes de archivo. Después de todo, lo asignado a esos
programas era casi insignificante. De ahí que huelgue decir que algunas de las
actividades de historia y tradición orales tuvieran que esperar mejor momento
debido a las limitaciones presupuestarias.
El gobierno aporta la mayor parte de los fondos de las instituciones que res-
pondieron. Los programas universitarios obtienen apoyo de las instituciones que
los originan y obviamente logran mucho más que los vinculados a instituciones de
archivos. Se informó que eran escasos los fondos que se recibían de los organismos
donantes u otras fuentes.
10.6 Personal
10.7 Equipos
Los problemas que hubo con los equipos se relacionaron en la mayoría de los
casos con las reparaciones y la disponibilidad de piezas de repuesto. Determinados
modelos son obsoletos o ya no se fabrican, lo que dificulta cada vez más la adqui-
sición de piezas de repuesto.
Los que utilizan casetes para las grabaciones prefieren las casetes C60 o C90
(treinta minutos por cada cara o pista y cuarenta y cinco minutos por cada cara o
pista, respectivamente). Se considera que las casetes C120 tienen cintas muy finas
y propensas a la rotura y a la transferencia de impresión, y sólo una institución
indicó que las prefería. Aunque algunos consideran que las casetes C60 tienen
cintas más gruesas y duraderas, con menos posibilidades de que aparezca una trans-
ferencia de impresión, otros las criticaron porque son de corta duración y dan
lugar, por ende, a que se hagan frecuentes interrupciones durante las grabaciones
y a que se almacene mayor número de cintas.
Es alentador observar que muy pocas instituciones han borrado sus cintas
accidentalmente. En los Archivos Sonoros de Radio Nueva Zelandia quizás sólo dos
cintas han sufrido esta suerte en más de treinta años. Afortunadamente, algunas
borraduras que se informaron ocurrieron sólo en copias de consulta. No obstante,
es aconsejable tomar una precaución similar a la que tomó la División Nacional de
Archivos de Cine, Televisión y Documentos Sonoros de los Archivos Públicos del
Canadá. Las grabadoras de cinta que utilizan los investigadores tienen cerrada la
función de grabación para desactivarla, y es necesario utilizar una llave para
abrirla y poner la máquina en condiciones de grabar. En algunas máquinas se pueden
eliminar completamente las cabezas de grabación para garantizar que no se produzca
ninguna borradura inadvertida. Por supuesto, esto significa que la máquina no se
puede utilizar para grabar si fuera necesario. El Imperial War Museum de Londres
almacena sus cintas con el extremo final hacia afuera como medida de conservación
sencilla. Las instituciones que sistemáticamente bobinan las cintas suelen inver-
tirlas (de manera que queden con el extremo final hacia adentro y el extremo ini-
cial hacia afuera), en cada rebobinado debido a que la presión, y con ella la
mayor posibilidad de transferencia de impresión, se produce fundamentalmente en el
centro de la cinta, cerca del centro del carrete, incluso con un bobinado unifor-
me. Por este motivo numerosos programas almacenan las cajas de cintas sobre el
lado plano, y no en la posición vertical que es más común por considerar que de
esa forma se logra una distribución más equilibrada del peso en la propia cinta.
10.9 Acceso
Pregunta Re
Sí
Títulos (fórmulas): 10
Lemas (fórmulas): 9
Fórmulas didácticas: 9
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Pregunta Respuest
Sí
Fórmulas rituales: 11
Poesía histórica: 11
Poesía panegírica: 11
Poesía religiosa: 9
Poesía personal: 10
Listas de nombres de lugares: 11
Relatos generales: 16
Relatos locales: 16
Relatos familiares: 18
Mitos etiológicos: 9
Relatos artísticos: 9
Recuerdos personales: 20
Antecedentes (comentarios): 8
15
Observaciones ocasionales:
¿Cuenta usted con un presupuesto para la historia y la tradi-
ción orales independiente del de la institución matriz? 3
Máquina transcriptora: 17
Procesador de palabras: 12
Pregunta Respueistas
Sí No
Expresamos nuestra más sincera gratitud a los colegas de todo el mundo que
respondieron el cuestionario e hicieron posible este estudio. Esperamos que los
datos compilados sean de utilidad a los archiveros que trabajan con materiales de
fuente oral.
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Propósitos y objetivos
¿Se consignan claramente los propósitos? ¿Hasta qué punto son realistas?
¿En qué forma los entrevistadores y los entrevistados son apropiados (o ina-
propiados) para los propósitos y objetivos que se pretenden?
¿Cuáles son las omisiones importantes y cuál fue la razón de esas omisiones?
Documentos y origen
Disponibilidad de materiales
Medios de Idealización
¿Hasta qué punto los usuarios pueden disponer de los medios de localización?
- ¿Qué medidas se adoptan para asegurar que el personal reconozca sus respon-
sabilidades de recopilar material exacto, procesarlo tan rápidamente como
sea posible, y ponerlo a disposición del público más numeroso posible?
¿En qué aspectos cada entrevista o toda la recopilación contribuyen a ese fin
o dejan de hacerlo?
¿Hasta qué punto el material añade información nueva, rectifica las deficien-
cias del documento existente, o proporciona nuevas nociones y perspectivas?
Contribución histórica
Aptitudes adaptativas
Técnica
Perspectiva
¿Qué información existe que permita a los usuarios conocer si entre el entre-
vistador y el entrevistado ha existido una relación previa o independiente?
- 84 -
12.0 BIBLIOGRAFÍA
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