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En la antigüedad, los germanos estaban convencidos de que tanto la Tierra como los Astros
pendían de un árbol gigantesco, el Divino Idrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban
en el infierno y su copa, en el cielo. Ellos, para celebrar el solsticio de invierno –que se da
en esta época en el Hemisferio Norte-, decoraban un roble con antorchas y bailaban a su
alrededor.
Alrededor del año 740, San Bonifacio –el evangelizador de Alemania e Inglaterra- derribó
ese roble que representaba al Dios Odín y lo reemplazó por un pino, el símbolo del amor
eterno de Dios. Este árbol fue adornado con manzanas (que para los cristianos representan
las tentaciones) y velas (que simbolizaban la luz del mundo y la gracia divina). Al ser una
especie perenne, el pino es el símbolo de la vida eterna. Además, su forma de triángulo
representa a la Santísima Trinidad.
Todo fue cambiando con el paso de los años y aquellas manzanas y velas del comienzo,
hoy se convirtieron en las tradicionales esferas y las guirnaldas con luces de colores. Esto
es lo que no puede faltar en tu árbol.
-Las “bolitas”. Representan los Dones que Dios les da a los hombres. Las de color azul
simbolizan el arrepentimiento; las rojas, las peticiones; las doradas, albanzas; y las
plateadas, agradecimiento.
-La estrella. Es habitual ponerla en la punta. Ésta representa la fe que guía nuestra vida.
-Angelitos. Son los mensajeros entre nosotros y el cielo y son los encargados de
protegernos, por eso no pueden faltar en tu árbol.