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ACTAS I Congreso de

Geografía
Regional
Universidad Nacional de Luján
19 y 20 de Octubre de 2016

Fuerza y consentimiento. El imperialismo en Medio


Oriente y Palestina

Martín Alejandro Martinelli


Universidad Nacional de Luján
Universidad de Buenos Aires

RESUMEN

Este artículo se divide en tres partes. En primer lugar, examinaremos hegemonía estadounidense y el
imperialismo actual. El poder de dicha potencia se manifestó mediante un equilibrio entre la fuerza y el
consentimiento. En segundo lugar, analizaremos el rol del Medio Oriente en la geoestrategia del
imperialismo. Dicha región tuvo una relevancia inusitada en la geopolítica mundial y fue una de las zonas
tradicionales de intervención militar hasta la actualidad. Finalmente, realizaremos un breve raconto de la
situación en Palestina-Israel en relación a lo planteado en las dos primeras partes.

Palabras clave: Hegemonía, Imperialismo, Geopolítica, Medio Oriente, Palestina.

ABSTRACT

This article is divided into three parts. First, we examine the current US hegemony and imperialism.
The power of this power manifested by a balance between force and consent. Second, we discuss the
role of the Middle East in the geostrategy of imperialism. This region had an unusual relevance in
world geopolitics and was one of the traditional areas of military intervention until today. Finally, we
will investigate the situation in Palestine-Israel until the beginning of the Arab revolts. Signs of the
Palestinian national identity, after the expulsion and dispersion is maintained through community
relations.

Keywords: Hegemony, imperialism, Geopolitics, Middle East, Palestine.

13
INTRODUCCIÓN

Para empezar, analizaremos el concepto de hegemonía y su aplicación sobre el caso estadounidense u


otras potencias internacionales. Antonio Gramsci usaba el concepto hegemonía de manera ambigua,
esto derivó en variadas interpretaciones. A veces se refiere solo al poder político ejercido por medio
del liderazgo y el consentimiento de los gobernados, como algo opuesto al poder político ejercido
como dominación mediante la coerción. En otras palabras, la combinación particular de coerción y
consentimiento necesaria para el ejercicio del poder político (Harvey, 2004: 45).

El poder de la potencia hegemónica se manifiesta mediante un equilibrio entre coerción y consenso.


EE.UU. ejecuta prácticas coercitivas y hegemónicas, viendo variar el equilibrio entre ambas facetas
del ejercicio del poder que se modifican de un periodo a otro (Harvey 2004). A propósito, la
internalización de los selectos valores y atributos del Estado poderoso por parte de las potencias
subalternas - que Gramsci habría considerado una característica esencial de cualquier hegemonía
internacional- comenzaba a mostrar su pertinencia. La tercera de las palancas que especificó Gramsci,
la corrupción:

El ejercicio “normal” de la hegemonía en el terreno ahora ya clásico del régimen


parlamentario se halla caracterizado por la combinación de la fuerza y del consentimiento, que
se equilibran de diversos modos, sin que aquélla predomine demasiado sobre éste … entre el
consentimiento y la fuerza se sitúa la corrupción-fraude, ... que consiste en la despotenciación y
la parálisis del antagonista o antagonistas...1

Su significado más general es una extensión del poder, autoridad o influencia de un Estado sobre otros
Estados o pueblos sin Estado. De esta forma, el imperialismo ha proliferado desde hace prolongado
tiempo bajo múltiples circunstancias. A esto D. Harvey lo denominó “imperialismo de tipo
capitalista”. El próposito sería discernir por qué la mayor potencia capitalista de la historia, Estados
Unidos, ha implementado un aparato militar de destructividad sin paralelo y sin precedentes. A su vez,
dicho país trató de poner en práctica el proyecto más ambicioso de dominación mundial (Arrighi,
2005: 24).

Para A. Gramsci, la hegemonía es la síntesis específica de “dominación” y “dirección”, es decir, el


equilibrio dinámico de fuerza y consentimiento. Su atención estribaba en los modos variables en los
que puede conseguirse o deteriorarse este equilibrio entre los Estados nacionales. La lógica de su
teoría se extendía igualmente al sistema internacional. Incluso los fundamentos de la hegemonía se
encuentran desplegados de modo asimétrico. Por un lado, la dominación, vista como el ejercicio de la
violencia como manifestación última del poder, tiende ineludiblemente hacia el polo de la
peculiaridad. La potencia hegemónica debe tener una fuerza armamentística superior y un rasgo
nacional peculiar como condición primera de su predominio (P. Anderson, 2002: 21).

Por otro lado, la dirección constituye una forma de liderazgo cuyo poder de atracción es por definición
general. Esto no significa que una síntesis hegemónica demande una estructura persuasiva que sea
puramente internacional. Sin embargo, el único excepcionalismo —puesto que todas las naciones son a su
modo sui generis—, es la configuración que ha establecido su hegemonía global. El país norteamericano
brinda las condiciones geográficas y las condiciones sociales óptimas para el desarrollo capitalista.
Entonces, una escala continental de territorio, recursos y mercado, protegidos por dos océanos y una
población de inmigrantes-colonos que formó una sociedad que carecía virtualmente de pasado

1
Gramsci Antonio (2001) Quaderni del carcere, Turín, Einaudi, 2001. Citado en Anderson Perry (2002: 8)
“Fuerza y consentimiento”, NLR.

14
precapitalista. Se fusionaron los requisitos para un crecimiento económico, un poder militar y una
penetración cultural espectaculares (P. Anderson, 2002: 21-22).

DESARROLLO

La Segunda Guerra Mundial cambió el equilibrio global del poder. La destrucción de Europa marcó la
perdida de su preeminencia. EE.UU. y la URSS —aliados en la etapa previa— emergieron como las
dos superpotencias, quienes compitieron por la hegemonía y entre sí con sistemas políticos,
económicos e ideológicos opuestos, es decir la Guerra Fría. Estas dos potencias apoyaron tanto la
recomendación de partición de Palestina (resolución de la ONU 181 de 1947), así como también
reconocieron de inmediato la proclama de independencia del Estado de Israel en 1948. La
confrontación Estados Unidos-Unión Soviética apareció en la escena, luego de décadas de injerencia
europea en el Mashriq.

El sistema internacional bipolar exacerbó varios conflictos regionales prolongados, al mismo tiempo
que afectó de diversas maneras desarrollos internos en los países de la zona. Esta región fue un
escenario importante donde las grandes potencias rivalizaron. Es por eso que centrarse de manera
obsesiva en Israel, Palestina, o el conflicto israelí-árabe genera la tendencia de analizar su objeto de
interés como único e impulsado por su dinámica interna como para ser alterado por cualquier patrón
más amplio (R. Khalidi, 2008: 70-72).

La expropiación económica, la recolonización política y el intervencionismo militar son considerados


pilares en el imperialismo de nuestro tiempo (Katz 2009). Este se caracteriza por emerger tras la
disolución de las dos grandes rivalidades que marcaron la política global del siglo XX.2 Ese final
cierra la era política inaugurada por la Primera Guerra Mundial. EE.UU., deshizo las conquistas de las
clases trabajadoras y tuvo tres grandes objetivos. Estos fueron: primero, la guerra de posiciones a lo
largo del siglo XX; segundo, el freno o desaparición de estados comunistas; y por último, la
supremacía sobre otros países líderes y derrota del nacionalismo del Tercer Mundo. Sin embargo, este
es el primer imperialismo totalmente poscolonial, no sólo por carecer de gobierno colonial sino por ser
su antítesis (Aijaz 2005).

La primera especificidad subyacente a esta política imperialista es que, debido a la disolución del
bloque soviético, por primera vez en la historia de la humanidad un único poder imperial es tan
dominante sobre sus rivales que en realidad no tiene ningún rival, cercano o lejano, que lo pueda
desafiar en el preciso momento en que tiene la máxima capacidad para dominar al mundo. Sin
embargo, a nuestro entender y para varios autores, esto es dinámico y está en constante alteración.3

Este fervor imperialista, se debe en gran medida a la administración Bush que conquistó y ocupó
Afganistán, así como también en Iraq con zonas que continúan con serias complicaciones en la
actualidad. De acuerdo con la estrategia de seguridad nacional de dicho gobierno, no hay límites

2
Es decir, lo que Lenin designaba “rivalidad inter-imperialista” de la primera parte del siglo XX, y lo que
podemos denominar, como rivalidad inter-sistémica entre EE.UU. y la Unión Soviética durante alrededor de
setenta años.
3
Según el análisis de James Petras (2004), el imperio económico estadounidense es dominante y está en fase
ascendente lo cual se visualiza en la forma en que supera a sus competidores europeos y japoneses. Esto es
debatible, dado que en 2008 se produjo en los EE.UU. una de las mayores crisis desde 1929, han aparecido otras
potencias como es el caso de los Brasil-Rusia-India-China (BRICS) y puede haber nuevas configuraciones entre
las mayores potencias aunque no se puede prever cuando se darán esos cambios. Así como tampoco conjeturar
de que forma se alinearán entre ellas.

15
reconocidos ni límites al uso del poder militar para promover los intereses de EE.UU. El uso del que
goza la “guerra contra el terrorismo” es un ejercicio de imperialismo (Bellamy Foster 2002). Si bien
en la administración de Obama esto ha cambiado en el tono discursivo, lo cierto es que no ha sido así
en los hechos.

Como sostuvo Atilio Borón (2006), la reducción del concepto de hegemonía al uso de la fuerza es
inadmisible. EE.UU. tiene la hegemonía global del uso de la fuerza. Pero, la hegemonía es mucho más
que eso dado que podría ser representada como un ajuste entre el poder material, la ideología y las
instituciones. Reducir la cuestión de la hegemonía solamente a sus aspectos militares, cuya
importancia está más allá de toda duda, es un error mayúsculo. La hegemonía norteamericana es
mucho más compleja que eso.

La supremacía imperial estadounidense posee aspectos centrales en los aspectos ideológico y cultural.
La justificación americanista del intervencionismo irrumpió en la posguerra, durante la guerra fría y se
ha actualizado en las últimas décadas. Refresca los mitos que inicialmente contraponían el bienestar y
el pluralismo del “mundo libre” con la escasez y el totalitarismo del “comunismo”. Aunque estas
acciones, no tenían el mismo alcance en cualquier punto del planeta. Implicaban complicidad y
conveniencia con los aliados de la triada4 y violencia extrema en el Tercer Mundo. El americanismo
obtuvo influjo mediante este doble parámetro de consideración hacia los socios y brutalidad frente a
los enemigos. Estados Unidos naturalizó la acción militar para sostener la ilusión de una vida
encumbrada mediante la perdurable sociedad que estableció el Pentágono con Hollywood. Esto dio
lugar a la imagen misionera de los marines como salvadores de una civilización amenazada por
cambiantes enemigos. El Departamento de Estado modificó según la necesidad la fisonomía racial,
idiomática y nacional de los adversarios a reprender por parte de la sociedad occidental (Katz 2012; Cf.
Anderson 2002). Comunistas, posteriormente árabes y luego quizás chinos.

Las fases sucesivas de la historia de la expansión capitalista no se definen por la potencia que pudiera
haber desempeñado su hegemonía, como es plausible a veces adjetivar su trayectoria —la hegemonía
británica o la hegemonía de los Estados Unidos—. Esto lo realizan en virtud del conflicto permanente
de las potencias de primera línea. La hegemonía en líneas generales es relativa, vulnerable y
provisoria. Por lo tanto, es más viable analizar los problemas y los desafíos en otros términos. Es decir,
interpretar los parámetros que definen las aspiraciones a la hegemonía (y no a su ejercicio) y a las
estrategias de las potencias que aspiran a tal supremacía (Amin, 2003).

El poder global sin paralelo de Estados Unidos se solía situar todavía bajo la rúbrica de “hegemonía”.
Hasta los pensadores críticos encontraban poco útiles, desde el punto de vista analítico, los conceptos
de imperio e imperialismo. Con posterioridad a la Guerra del Golfo de 1991 no se detectaba el uso del
término “imperialismo” para describir el papel de la potencia norteamericana a nivel mundial. Sin
embargo, a partir de lo acaecido en el 2001, este se reincorporó y se ve acompañado por el uso del
concepto de imperialismo actual (Arrighi, 2005).

Los cimientos del poder se han invertido y en la actualidad las ventajas militares compensan el deterioro
económico. El principal fundamento del imperialismo contemporáneo es la intervención militar
norteamericana. El gendarme estadounidense desenvuelve sus acciones a través de un sistema de bases
militares, distribuidas en 130 países. Esta supremacía militar constituye un rasgo distintivo del
imperialismo contemporáneo en comparación con el precedente clásico; no tiene antecedentes en la
historia. Esto aduce en gran medida la ausencia de disputas interimperiales y el grado de asociación
mundial de capitales. Sólo el lugar imperial que mantiene Estados Unidos explica la mayúscula
absorción de capitales por parte de una economía con un desmesurado déficit comercial, desequilibrio
fiscal, importaciones masivas y alto consumo (Katz, 2012: 64).

4 EE.UU., Europa y Japón.

16
El rol del Medio Oriente en la geoestrategia y geopolítica del imperialismo

Dos semblantes singulares han persistido por tiempo prolongado en Medio Oriente y el norte de África
distantes del universo político contemporáneo. El primero es la perdurabilidad y énfasis de la opresión
imperial occidental sobre la región en el siglo XX (y el XXI). El periodo poscolonial se ha
caracterizado por una alternancia incesante de guerras e intervenciones de tono imperial – sobre todo
la implicación occidental- hasta hoy. Por último, la atención imperial y la aplicación de la fuerza
añadida a la presión financiera son una peculiaridad en la zona. El segundo factor, del mundo árabe
desde su descolonización formal ha sido la duración y vigor de las variadas dictaduras que han ido
ndose. Durante los últimos treinta años los regímenes democráticos, según Washington, se han
difundido por Latinoamérica, el África subsahariana y el sureste de Asia, pero en Oriente Medio y el
norte de África no ha sucedido. En esta región han persistido las autocracias, imperturbables frente a
cualquier circunstancia (P. Anderson, 2013).

No hay otra región del mundo que haya preocupado de manera similar ni tan persistente en el centro
hegemónico (P. Anderson. 2013: 8). Medio Oriente tuvo una relevancia inusitada en la geopolítica
mundial y fue una de las zonas tradicionales de intervención militar, esto continúa hasta el día de hoy.
A saber, el Pacto de Bagdad de 1955 reunió a Turquía, Iraq, Irán y Pakistán bajo patrocinio
estadounidense, de ese modo fomentó que los oficiales egipcios acordaran con el bloque socialista
(Rodinson, 2005: 94). EE.UU. dirigió a ciertos Estados periféricos como gendarmes propios: con
Turquía a la cabeza; Irán hasta la Revolución Islámica de 1979; Pakistán; e Israel a partir de 1967.
Este sistema de control de fachadas en los regímenes árabes y de gendarmes periféricos en países no
árabes sobrevivió a muchas crisis y persistió, por ejemplo, hasta la invasión de Irak de 2003
(Chomsky, Achcar; 2007: 80).

En la segunda mitad del siglo XX, desde el gobierno estadounidense el statu quo que se trató de
instaurar fue el de una región libre de la influencia soviética y de la potestad nacionalista. Debido al
agotamiento de la influencia anglo-francesa en la región, EE.UU. se propuso ocupar ese vacío de
poder (Aruri, 2006: 27-28). Con el Egipto de Nasser, los países árabes de la zona se aliaron con el
Tercer Mundo y con el bloque soviético; al mismo tiempo, se distanciaron de los poderes coloniales
europeos. En el caso de Israel, su misión —expresada hasta la actualidad5— era ser una prolongación
de occidente, que en ese momento frenaría el nacionalismo árabe de Nasser a quien veían como un
desafío a su hegemonía regional. El líder político israelí Ben Gurion valoró a Israel como parte de
occidente y no de Medio Oriente, y el país se convirtió en un activo estratégico estadounidense en la
región (Masalha, 2002: 20-22).

En 1956, Egipto nacionalizó del canal de Suez y debió resistir la intervención tripartita Inglaterra-
Francia-Israel que se frustró ante la reacción soviético-estadounidense. EE.UU. le negó créditos a
Nasser para la contrucción Represa de Asuan. En cambio, la URSS le brindó apoyo económico en esa
edificación y también firmaron un acuerdo por la compra de armas. De esta forma la dinámica de la
Guerra fría ingresó en la región y terminó con el monopolio occidental en la zona, el país africano lo
aprovechó en la “guerra fría árabe”6. Los Estados revolucionarios se agruparon detrás del apoyo de la
URSS: Egipto, Siria e Irak (desde 1958); y los conservadores lo hicieron en la órbita estadounidense:
Arabia Saudí, Jordania, Líbano e Irak (hasta 1958) (Martín Muñoz, 1999: 17-19). La política exterior
estadounidense en la región se resume en la doctrina Eisenhower de 1957, que preveía la intervención
eventual de las tropas estadounidenses en el caso de que un país se vea “amenazado por el comunismo
internacional” (Rodinson, 2005: 94). A partir de estos acontecimientos, EE.UU. apoyó como
contrapeso a los movimientos del Islam político.

5
Ver discursos del Primer Ministro Benjamin Netanyahu ante la ONU disponible en
http://gadebate.un.org/70/israel y ante el Congreso de EE.UU. en 2015.
6
Concepto propuesto por Malcom Kerr en su libro (1971) The Arab Cold War: Gamal Abd al-Nasir and his
rivals, 1958-1970, London, Oxford University Press, citado en (Martín Muñoz, 1999: 20).

17
La alianza con Estados Unidos no fue constitutiva de la formación de Israel. En los años ´60 Francia
era el principal abastecedor militar del país, porque intentaba una alianza antiárabe al estar en plena
guerra con Argelia. Cuando Israel ocupó la península del Sinaí en 1956, Estados Unidos vetó la
operación. Lo que impulsó a esa superpotencia a sostener un enclave de largo plazo con Israel fue la
victoria lograda en la guerra de 1967 (Katz, 2008: 8). Por último, en los períodos de entreguerras y de
la Guerra Fría, y desde el fin de la Guerra Fría y el surgimiento de el sistema mundial unipolar actual,
el sistema internacional y las instituciones internacionales, en lugar de restringir el poder dominante lo
propiciaron. La libertad que tuvo Estados Unidos de operar de manera unilateral y sin restricciones de
otros poderes o instituciones como la ONU, en Irak y Afganistán en los primeros años del siglo XXI lo
ejemplifican (R. Khalidi, 2008: 73-74).

Geoestrategia, geopolítica y el petróleo

Las irrupciones en Medio Oriente se someten a dos razones específicas: reservas petroleras y
ubicación geopolítica. Estas motivaciones, como ya lo mencionamos determinaron la prolongada
presencia imperial durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Pero el ciclo iniciado en 2001
se ha caracterizado por nuevos abusos. La política imperialista en Medio Oriente se basa en el
fundamento de Israel. Este país no es sólo un aliado de la primera potencia sino que constituye una
prolongación directa del mismo en la región. Los colonos comenzaron a ejercer este rol semiimperial
cuando se convirtieron en un ejército triunfador con capacidad de acción sobre toda la región (Katz,
2012: 110).

El petróleo es el principal factor que avala la importancia del Medio Oriente y representa una
combinación de intereses económicos y geoestratégicos. Las mayores reservas energéticas y de fácil
acceso en el mundo se hallan en esta zona. Mientras el objetivo principal para los británicos era
mantener el dominio de esta región para sostener una comunicación fluida con la India; EE.UU. buscó
controlarla porque fue una de las palancas con las que dominó el mundo, le da ventaja sobre sus socios
europeos y sus rivales potenciales. El objetivo de la política exterior estadounidense fue dominar el
mundo, aunque pretendió mostrar hacia el exterior interés sobre los derechos de la mujer, la religión o
la democracia (Chomsky, Achcar; 2007: 77-81).

Este hidrocarburo es un insumo vital para la maquinaria bélica y garantizar su obtención en Medio
Oriente ha sido un principio estratégico central desde la presidencia de Carter (1977-1981); ese
abastecimiento resulta imprescindible para el complejo militar-industrial (Katz, 2012, 101; 105). El
interés por el oro negro se remonta por lo menos a la década de 1930, por ejemplo, cuando EE. UU.
consideró de vital interés para su defensa la relación con Arabia Saudí. Cabe recalcar que este país
norteamericano fue el principal productor de hidrocarburos hasta la década de 1970 (Chomsky,
Achcar; 2007: 77-81).

El Medio Oriente alcanzó una posición de particular importancia en la geoestrategia y geopolítica del
imperialismo, y sobre todo en el proyecto hegemónico de EE.UU. De esto, también depende de un
precio asequible del petróleo que se asegura con el mantenimiento de una política de control sobre el
área —además de la importancia de hallarse en medio del “viejo mundo”—. Los nacionalismos
populares de la región atentaban contra la intención hegemónica de EE.UU., los movimientos de
independencia del mundo árabe, todo esto acompañado por la posterior aparición del Islam político en
la región (Amin 2004).

En primera instancia, la lucha global contra el terrorismo internacional y las invasiones sobre
Afganistán e Iraq. En segunda instancia, el descubrimiento del desarrollo nuclear de Irán con la
percepción de amenaza regional e internacional y el despertar árabe que a partir del 2011 generó un
proceso de agitación y variación del orden establecido.

18
El caso de Irán, por su ubicación geográfica, además posee casi la totalidad de sus costas en el Golfo
Pérsico. Además, detenta la densidad poblacional más elevada de la región, de los cerca 70 millones de
habitantes en su mayoría jóvenes entre 15 y 30 años. Esto lo convierte en uno de los países con el
ejército potencialmente más cuantioso del mundo. Sin embargo, adquiere una supuesta vulnerabilidad
regional. Por un lado, al no tener capacidad nuclear y estar rodeado de países con dicha tecnología.
Estos países son Rusia, Israel, China, India y Pakistán, y Estados Unidos ubicado en aguas del Golfo
con la quinta flota. Por otro lado, la sensación de cerco en torno al régimen por el despliegue de tropas
norteamericanas en Irak y Afganistán.

Los jóvenes en el mundo árabe fruto del crecimiento demográfico representan un 50% de la población
y viven en zonas urbanas. No obstante, la efervescencia política de la primavera democrática, afectó
de diferentes maneras a esta región. Las revueltas encaminadas luego en revoluciones se produjeron en
los países con regímenes presidencialistas autoritarios de tipo hereditario y no en los de tipo
monárquico (Paredes Rodríguez 2013).

Con respecto al caso sirio, el conflicto en Siria se transformó en un enorme campo de enfrentamiento
entre: por una parte, China y Rusia, e Irán; y por otra, los países occidentales, la OTAN, etc., cuyo
propósito es visible por ser Siria uno de los cónclaves antiisraelíes de la región. Entonces, se habla de
el eje Irán-Siria-Hizbola, al que se denomina, para menoscabarlo “el arco chií7”. Se promueven
variados análisis a base del sensacionalismo comunitario utilizados para hacer suponer que es un
conflicto entre chiíes y sunníes8 a escala regional, cuando se trata de un problema de geopolítica
profano. Al mismo tiempo, no podemos obviar las consideraciones petroleras y de gas (Corm 2013).

El 2011 no comenzó como un simple año más para los países árabes que están diseminados desde el
Magreb9 hasta Mashriq. Las revueltas populares iniciadas en Túnez promovieron una ola expansiva
cuyas consecuencias están remotas de ser comprendidas en toda su dimensión. La Primavera Árabe
puede entenderse como un proceso que despierta esperanzas e incertidumbres para los actores
involucrados allí mismo y para otros actores de la comunidad internacional. La primavera árabe fue
una serie de revueltas, en general pacíficas, que se tornaron revolucionarias cuando lograron provocar
alteraciones en los gobiernos árabes. No se identificaba un camino a seguir para el día después ni a los
líderes políticos encargados de posibilitar los cambios. Estos países compartían señales de cansancio
ante las condiciones desocupación, de inflación y de pobreza. Asimismo, sobreviene una desesperanza
de los jóvenes hacia su futuro. Sumado a la percepción de corrupción estructural de la clase dirigente y
de las grandes familias ligadas al poder junto con la carencia de libertades auténticas de los regímenes
políticos (Paredes Rodríguez, 2013).

La situación mostró como el balance de poder regional en Medio Oriente se inclinó hacia tres países

7
Los chiíes forman una de las grandes ramas del islam actual, aunque son minoría —alrededor del 15%— frente
a los suníes. Las diferencias teológicas son pocas y ambos grupos reconocen la validez de sus interpretaciones.
Hoy son chiíes prácticamente toda la población de Irán, la mayor parte de la de Azerbaiyán y el 60% de la
población iraquí; además un 20% de los habitantes de Líbano, un 30% de los ciudadanos de Kuwait, el 70% de
los de Bahrain, el 20% de los saudíes y el 40% de los yemeníes. El rasgo más característico de la chi’a es el
enorme poder de los imanes y teólogos. Existe todo un clero chií fundado en un sistema de jerarquías espirituales
con escuelas, exámenes y grados concretos (ruholá, ayatolá), que indican una autoridad religiosa incontestada.
Cada iman tiene su grupo de seguidores.
8
La mayoría de los musulmanes son sunníes, a menudo denominados también ortodoxos: reconocen los cuatro
primeros califas, no conceden ninguna atribución especial a los descendientes del yerno del Profeta Alí, y se
adhieren a una de las cuatro escuela jurídicas del derecho musulmán. Los musulmanes no sunníes son
principalmente las otras dos ramas del islam: chiíes y jariyíes
9
Magreb (árabe) se denomina a la región del Norte de África que comprende los países de Marruecos, Túnez y
Argelia aunque actualmente se incluye también a Mauritania y Libia. Y Mashriq (árabe) a la zona también
conocida como Medio Oriente o Levante.

19
que no son árabes. El primero de ellos es Israel, potencia militar y nuclear. El segundo, es la República
Islámica de Irán y el tercero es Turquía, país que se tomó como modelo a seguir en las transiciones
árabes, que combinaba economía de mercado, democracia e islamismo moderado.

En el año 2013, al momento del segundo aniversario del inicio de la revolución tunecina y de la
Primavera Árabe. El mundo árabe ya no será el mismo, no obstante, los cambios que se han registrado
son más formales que estructurales. En el balance de la revolución árabe hecho Primero, cuatro
dictadores derribados, Túnez, Libia, Egipto y Yemen. Segundo, una guerra civil en Siria sin desenlace
a la vista. Tercero, una transformación entera del mapa político de la región. Por último, un
desplazamiento geopolítico, Estados Unidos en parte, Rusia y China hacen notar su presencia
económica y diplomática, y las potencias petroleras del Golfo preeminentes por su poder económico y
sus alianzas con Washington. Se mantiene el conflicto entre israelíes y palestinos.

La alianza con Estados Unidos no fue constitutiva de la formación de Israel. En los años ´60 Francia
era el principal abastecedor militar del país, porque intentaba una alianza antiárabe al estar en plena
guerra con Argelia. Cuando Israel ocupó la península del Sinaí en 1956, Estados Unidos vetó la
operación. Lo que impulsó a esa superpotencia a sostener un enclave de largo plazo con Israel fue la
victoria lograda en la guerra de 1967 (Katz, 2008: 8). Por último, en los períodos de entreguerras y de
la Guerra Fría, y desde el fin de la Guerra Fría y el surgimiento de el sistema mundial unipolar actual,
el sistema internacional y las instituciones internacionales, en lugar de restringir el poder dominante lo
propiciaron. La libertad que tuvo Estados Unidos de operar de manera unilateral y sin restricciones de
otros poderes o instituciones como la ONU, en Irak y Afganistán en los primeros años del siglo XXI lo
ejemplifican (R. Khalidi, 2008: 73-74).

La situación en Palestina e Israel

Los palestinos así como el mundo árabe poseyeron identidades múltiples y solapadas. La palestinidad
se vinculó con influyentes focos de identidad en simultáneo: por un lado, supranacional, el arabismo y
el islamismo; y por otro lado, con lealtades locales y regionales. La visión identitaria nacional
ahistórica y unidimensional presente en los estereotipos idealizados europeos se contrapuso a esa
modalidad

En los territorios arabófonos, la nacionalidad particularista coexistió con su “arabidad” o identidad


árabe (idiomática y cultural) y con una historia en común. Aunque, debemos enfatizar dos puntos,
según el contexto jerarquizaron una sobre la otra; los sucesos del siglo XX terminaron por hacer
prevalecer a los nacionalismos específicos. Por una parte, la unidad nacional, o la nación, es producto
de tres variables: un grupo singular de personas, el territorio que ocupan, y su unión a través del
tiempo (de la experiencia histórica) combinados en un todo congruente. A partir de la idea de la
existencia de grupos distintivos de personas, el concepto de nación se sustentó en el supuesto de que la
cultura —como una forma particular de vida— resultó esencial (Y. Sayigh, 2004: xii).

Los signos identitarios: presencia de tradiciones, experiencias, una lengua y una literatura en dialecto
árabe palestino, una historia interpretada como propia, una conciencia étnica o de identidad. En este
proceso dinámico, no es la institución estatal quien homogeneizó una población sino que son
instituciones como la OLP y otras circunstancias que influyeron en la reelaboración de la identidad
nacional. Entre esos elementos: primero, los actores que lideraron ese proyecto y los que lo llevaron a
cabo; segundo, la elaboración de símbolos: bandera, escudo, himno y otros; además de grupos,
entidades, pequeños partidos políticos; por último, los diferentes grupos sociales como: campesinos,
trabajadores, refugiados, jóvenes, mujeres, profesionales y estudiantes que dan lugar a la construcción
del nacionalismo.

20
Los sitios de la memoria colectiva palestina —en este caso memoria entendida como resistencia—
incidieron en la cohesión social y la identidad nacional, visto que dotaron del contexto y los puntos de
referencia de que se abastecen las historias de vida individuales. Esto es así porque representaron y al
mismo tiempo dieron lugar a un marco subjetivo para percibir estos eventos. Los lugares de
conmemoración serían: la Nakba, la derrota de la Guerra de 1967 (la Naksa), Septiembre Negro, el Día
de la Tierra, la masacre de Sabra y Chatila, la Primera Intifada, etc. No obstante, la Nakba se mantuvo
en el sitio principal de dicha conmemoración colectiva por tres motivos: primero, el evento en sí
cambió a esa sociedad; segundo, representó un punto de ruptura decisiva, con reglas diferentes que
rigen antes y después; y tercero, fue y es el punto de referencia de su historia actual (Sa`di, 2002 :195).

Los hechos de 1948 dejaron una cicatriz imborrable en esta arquitectura identitaria. El ejército israelí
expulsó a cientos de miles de palestinos de sus tierras y los diseminó en los campos de refugiados, así
propinó un fuerte impacto a esa sociedad. Las antiguas élites fueron desacreditadas, lo que quedó en la
década de 1950 fue una forma de patriotismo basada en el apego a la tierra y a la aldea propia. Este
sentimiento derivó en un nacionalismo moldeado a partir de experimentar la marginación en lo social
y lo político. En ningún país de acogida se beneficiaron de los mismos derechos que los nativos,
incluso cuando se les concedió la nacionalidad como fue la coyuntura en Jordania. Las señas de la
identidad nacional palestina, luego de la expulsión y dispersión, se mantuvieron a través de relaciones
comunitarias.

CONSIDERACIONES FINALES

Dividiremos las consideraciones finales en tres partes. En primer lugar, la expropiación económica, la
recolonización política y el intervencionismo militar son considerados pilares en el imperialismo de
nuestro tiempo. Este se caracteriza por emerger tras la disolución de las dos grandes rivalidades que
marcaron la política global del siglo XX. Así finalizó la era política inaugurada por la Primera Guerra
Mundial. EE.UU. fue el primer imperialismo poscolonial, no sólo por carecer de gobierno colonial
sino por ser su antítesis. Esta potencia tuvo varios objetivos: primero, la guerra de posiciones a lo largo
del siglo XX; segundo, el freno o desaparición de estados comunistas; y por último, la hegemonía
sobre otros países líderes y derrota del nacionalismo del Tercer Mundo.

En segundo lugar, el petróleo es el principal factor que avala la importancia del Medio Oriente y
representa una combinación de intereses económicos y geoestratégicos. Allí se encuentran las mayores
reservas energéticas y de fácil acceso en el mundo. EE.UU. buscó controlarlas porque fue una de las
palancas con las que dominó el mundo, puesto que le da ventaja sobre sus socios europeos y sus
rivales potenciales. Las intervenciones en Medio Oriente obedecieron a dos motivos específicos:
reservas petroleras y ubicación geopolítica. Esto derivó en la continua presencia imperial durante todo
el siglo XX y lo que va del XXI. La región alcanzó una posición de particular importancia en la
geoestrategia y geopolítica del imperialismo, y sobre todo en el proyecto hegemónico de EE.UU.

Por último, en el caso palestino los lugares de la memoria mencionados están enraizados en ella. Si
bien la Nakba fue el punto nodal como fundante, lo cierto es que los demás acontecimientos tuvieron
su peso específico en la resignificación de la misma. Otros componentes han sido: primero, los
nombres dados a las calles dentro de los campamentos de refugiados; segundo, la conexión con la
tierra con la imagen referencial del felahin; y por último, la referencia a la guerrilla, al fedayin y al
shahid. Por otro lado, sus características también se moldearon a través de la expulsión sufrida, la
dispersión de su población por varios países de la zona e incluso de su territorio, y el mantenimiento
de ciertos subterfugios para una memoria unificada del lugar adonde querían regresar. Los campos de
refugiados —pensados como temporales— también sirvieron como caldo de cultivo para la
reactivación de la búsqueda de un Estado propio, esto sin olvidar los derechos por los que también
bregaban.

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