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Escritor y periodista nacido en Bogotá, el 23 de junio de 1860, muerto en Barcelona, el 22 de mayo

de 1933. Hijo del general José María Vargas Vila y de Elvira Bonilla, José María Vargas Vila fue un
autodidacta, no obtuvo ningún grado académico. A los dieciséis años se enroló en las fuerzas
comandadas por el general Santos Acosta.

En 1880, ya afianzado en sus convicciones radicales, se fue para Ibagué como maestro de escuela.
Al volver a Bogotá, después de haber ejercido su profesión de maestro también en las poblaciones
de Guasca y Anolaima, conoció al poeta José Asunción Silva, con quien hizo amistad. Entró como
profesor al Liceo de la Infancia, de donde, tras un altercado con el presbítero Tomás Escobar, fue
expulsado.

De allí se fue para Tunja, cuando estalló la revolución de 1885, y se enroló en las fuerzas del
general Daniel Hernández; tras la derrota se fue a los Llanos y de allí viajó a Maracaibo. En 1877,
en Caracas, dirigió la revista Eco Andino, fundada por él. En 1878, junto con Diógenes Arrieta y
Juan de Dios Uribe, fundó la revista Los Refractarios.

A la muerte de Arrieta, Vargas Vila pronunció en el cementerio de Caracas la oración fúnebre,


considerada una de las piezas claves de la oratoria del divino Vargas Vila. Conminado por el
presidente de Venezuela a abandonar el país, Vargas Vila se fue a Nueva York, donde entró a
trabajar en la redacción del periódico El Progreso; desde este diario arreció sus ataques contra los
tiranos de Colombia y Venezuela.

Al retirarse del periódico, fundó la revista Hispano América, donde publicó varios cuentos que
después harían parte del libro Copos de espuma. En 1898 ejerció como ministro plenipotenciario
de la República del Ecuador en Roma, y en 1900, en París, inició su amistad con Rubén Darío. Poco
a poco, Vargas Vila se alejó de su labor como periodista para dedicarse a la literatura.

Entre 1900 y 1903 escribió Rosas de la tarde e Ibis, narraciones con las que alcanzó una
popularidad inmediata en todo el continente latinoamericano. Fundó en 1904 la revista Némesis,
en Nueva York, que usó para, a través de su pluma, atacar a las dictaduras latinoamericanas y al
imperialismo norteamericano.

Como hijo de su época, Vargas Vila heredó de ella sus pasiones por el credo radical. Criado en los
principios del partido radical, y perseguido por los adversarios de su doctrina. Vargas Vila fue un
radical intransigente y un anticlerical convencido. En 1905 fijó su residencia en Madrid, y en 1912
se trasladó a vivir a Barcelona, donde permaneció hasta 1923.

Desde Europa viajó con alguna frecuencia a Latinoamérica, donde siempre su llegada causó
conmoción. La obra literaria de José María Vargas Vila es una de las más voluminosas, pero
bastante desigual en su calidad. Dentro de su producción literaria, podemos destacar las novelas
Aura o Las violetas, Flor de fango, y la trilogía Lirio blanco, Lirio rojo y Lirio negro.

A cada aparición de una de sus obras, se levantaban agudas controversias, escándalos y rechazos
que lo convertían en un escritor enormemente leído y muy popular. Su técnica novelística fue muy
criticada por no ajustarse a los cánones literarios y morales establecidos en ese momento.
Era enemigo declarado de la tradición, de la Iglesia, del gobierno, le encantaban los equívocos, las
frases altisonantes, los conceptos atrevidos. Todo lo animaba con un lirismo desenfrenado, según
palabras del ensayista Carlos García Prada.

Su lucha como panfletario fue gigantesca: Toca todos los temas, y va desde el dolor
profundamente humano hasta la defensa de los ideales patrios [... ] En Los Parias reflexiona acerca
de los problemas sociales, en Sombra y sangre se lanza contra la pena de muerte y en Verbo y
admonición contra el asesinato de los pueblos y de los hombres.

En Prensa libre polemiza contra los mutiladores del pensamiento, mientras que en Los divinos y
los humanos y en Los césares de la decadencia pinta con destreza y condena la época de la
Regeneración en Colombia.

Su apasionamiento por la verdad y por la defensa de sus ideales le valió persecuciones en su país,
que lo obligaron a desterrarse. Su escrito Las aves negras contra los jesuitas, le costó la
excomunión. Dice Mauro Torres en su ensayo sobre Vargas Vila: Era un luchador que había
comprometido demasiado su destino y por eso, exigía definiciones y colores encendidos [Vér tomo
4, Literatura, pp. 161-164; y tomo 5, Cultura, p. 156].

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