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Deber y deleite

¿Cómo procedemos para satisfacer las demandas de la conciencia? Tras postular que la
naturaleza del hombre no es mala, sino neutra o más bien indeterminada, Rousseau imagina un
doble origen del bien: el hombre llega a él siguiendo sus buenas inclinaciones o superando las
malas. La primera vía es la de la bondad, y consiste en someterse a (una parte de) la naturaleza. La
segunda es la del deber y la virtud, en la que obedecemos los mandatos de la voluntad y
superamos otra parte de nuestra naturaleza. Así, por una parte, el hombre bueno, que «cede a sus
inclinaciones y practica la justicia, como el malvado cede a las suyas y practica la iniquidad.
Satisfacer la tendencia que nos lleva a actuar bien es bondad, pero no virtud». Por otra parte, el
hombre virtuoso: «La virtud no consiste sólo en ser justo, sino en vencer las pasiones y reinar
sobre el corazón».[18]

Rousseau conoce estas dos vías y puede tomar tanto la una como la otra. Formula así la
segunda: «Sé justo y serás feliz». «Hacer el bien» es además una manera de «disfrutar de la vida».
Sin embargo, el resultado no está garantizado. Rousseau sabe que no basta con ser bueno y
virtuoso para ser feliz, pero está seguro de que sin ello no se es. «La virtud no da la felicidad, pero
sólo ella enseña a disfrutarla cuando se tiene», escribe a Offreville.[19] La primera vía está más
próxima a la de las Ensoñaciones: disfruto de la vida, luego es bueno.

Sin embargo, algo hay de insatisfactorio, ya que esta dicotomía se presenta como una
elección de todo o nada. El filósofo humanista no puede darse por satisfecho con ninguno de los
dos términos por separado. Convertir la felicidad del individuo en objetivo último supone pasar
por alto la vida común de los hombres. No obstante, exigir la sumisión al deber y a la virtud
significa que no tenemos demasiado en cuenta la autonomía personal de cada quien. No podemos
prescindir de ninguno de los dos términos. Renunciar a la virtud, al deber y a la voluntad es
peligroso. Todas nuestras inclinaciones no son buenas, de modo que es preciso ejercer cierto
control sobre ellas que tenga en cuenta el interés de los demás, no sólo el nuestro. Pero, pero otra
parte, renunciar a la felicidad, y por lo tanto también a querer la bondad, exigir que venzamos
siempre nuestras pasiones, tampoco es satisfactorio, porque en ese caso llegaríamos a la
paradójica conclusión de que sólo los malos pueden ser virtuosos, porque los buenos no tienen
nada que superar.

En este caso la posición humanista consistirá no en elegir uno de los dos términos, sino en
ir más allá de la elección. ¿Cómo es posible? Una frase de Kant expresa esta búsqueda de
equilibrio a la que también aspira Rousseau, aunque no siempre sea consciente: «Epicuro
enseñaba a buscar la felicidad sin ser especialmente digno. Zenón enseñaba la dignidad sin tener
en mente la felicidad. Cristo, la felicidad siendo digno».[20]

La tensión entre virtud y felicidad, entre deber y bondad, se resuelve en el amor. «El amor
a uno mismo, así como la amistad, que no es más que compartir ese amor, no tienen otra ley que
el sentimiento que los inspira. Hacemos cualquier cosa por un amigo igual que por nosotros
mismos, no por deber, sino por placer», escribe Rousseau.[21] El placer, que es la felicidad en el
amor, conduce a su vez al bien. Por la interpretación que hace del amor, por cómo ve la
integración de naturaleza y de libertad, Rousseau puede acceder también a la reunión del bien y
de la felicidad. El amor hace feliz y produce el bien. El goce no es en sí mismo el bien, pero el bien
puede ser goce, como sucede en el amor. En este caso el hombre ya no está solo, y al mismo
tiempo no va contra sus inclinaciones. Es preciso amarse uno mismo para aceptarse y aceptar el
mundo. Es el camino que investigan las Ensoñaciones. Debe preferirse el altruismo al egoísmo y
aspirar a la virtud, como enseña el Emilio. Pero también debemos saber que necesitamos amar a
los otros, y que su felicidad provoca la nuestra. Así podrá superarse la antinomia de lo individual y
lo social, aunque sabemos que sin amor esta solución nada tiene de panacea.

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