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en la geografía contemporánea
OVIDIO DELGADO MAHECHA
UNIVERSIDAD
NACIONAL
DE COLOMBIA
Red de Estudios de Espacio
y Territorio, RET
Delgado Mahecha, Ovidio
254 p .
ISBN : 958-701-309-3
910.01-dc21
D e b a t e s sobre el espacio
en l a g e o g r a f í a c o n t e m p o r á n e a
ISBN: 958-701-309-3
Corrección de estilo
Martha Elena Reyes
Diseño de carátula
Comité editorial
Camilo U m a ñ a Caro
Gustavo Montaíiez Gómez
Diagramación electrónica Julio Carrizosa Umaiia
Ana Rita Rodríguez, UNIBIBLOS N o r m a n d o Suárez Fernández
Ovidio Delgado Mahecha
Preparación edilonal Julián Arturo Lucio
Universidad Nacional de Colombia
UNIBIBLOS Foto portada
C o r r e o electrónico: unibibío@uual.edu.co Título: Homo Geographiciis
Bogotá, D.E., Colombia Autor: Christian Delgado Bejarano
CONTENIDO
PRESENTACIÓN 9
PRÓLOGO 13
INTRODUCCIÓN
GEOGRAFÍA, ESPACIO Y TEORÍA SOCIAL 17
CAPÍTULO I
L A GEOGRAFÍA REGIONAL: PAISAJES, LUGARES,
ÁREAS Y REGIONES EN VEZ DE ESPACIO 23
CAPÍTULO II
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL 33
Los fundamentos de u n nuevo paradigma 33
Los contenidos del nuevo discurso geográfico 41
Los modelos de interacción espacial 50
Movimiento, estructuras espaciales y geometría del movimiento. . . 52
Análisis de redes y flujos 53
La localización de las actividades humanas, el problema
locacional y la teoría locacional 57
El caso de la geografía económica como "ciencia espacial" 65
Crítica 69
CAPÍTULO III
LA GEOGRAFÍA RADICAL: LA PRODUCCIÓN SOCIAL DEL ESPACIO SOCIAL. . . . 79
Los fundamentos del discurso radical 79
Richard Peet: el espacio como entorno natural 82
David Harvey: el espacio como un producto social 83
Edward Soja: la producción de la espacialidad de la vida social. . . . 94
Milton Santos: el espacio como estructura de la sociedad 97
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
EPÍLOGO 151
REFERENCIAS 153
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
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PRESENTACIÓN
Hace apenas u n poco más de una década, a finales de los años ochenta del si-
glo que acaba de finalizar, en el país eran contados los cursos que sobre tenden-
cias del pensamiento geográfico se ofrecían en el nivel de pregrado. Una de las
razones para esa abstinencia de teoría geográfica en nuestro medio era el bajo
número de profesores y estudiosos del tema con una formación sólida para em-
prender esa faena. Otra circunstancia adversa, relacionada con la anterior, se de-
rivaba de la escasa disponibilidad de publicaciones en español para impulsar y
apoyar la reflexión en el desarrollo de los primeros cursos universitarios sobre
esta temática. Al fin y al cabo no existía una carrera de geografía en el país.
Desde entonces, las condiciones han venido modificándose, aunque no lo su-
ficiente. Hay ahora un mayor número de profesores universitarios formados en
estas lides y al mismo tiempo la literatura geográfica no tiene la connotación de
rareza de aquellos tiempos. Sin embargo, los textos que circulan ahora, traduci-
dos del inglés o del francés, e incluso del portugués, pocas veces presentan el ma-
terial de la manera integral, organizada y analítica, como debería ocurrir para
atraer el interés y la atención de los estudiantes. En mi opinión, ese es el principal
mérito de este texto de Ovidio Delgado, Profesor Asociado del Departamento de
Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, fruto de una concienzuda
reelaboración de las notas, apuntes y materiales desarrollados en sus cursos de la
carrera de geografía.
Con evidente prolijidad bibliográfica y rigurosidad analítica, el profesor Del-
gado expone de manera clara y sencilla el pensamiento de las principales pers-
pectivas teóricas de la geografía, destacando los debates más candentes presentes
entre los geógrafos contemporáneos. De ahí el apropiado título del texto que la
Red de estudios de Espacio y Territorio, RET, publica en esta oportunidad. Este
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
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PRESENTACIÓN
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PROLOGO
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
en un orden que permita a los no especialistas asimilarlos con facilidad y que los
haga utilizables en las aplicaciones prácticas. La síntesis didáctica implica, evi-
dentemente, la desestimación de los detalles de importancia secundaria, la pues-
ta en evidencia de las grandes perspectivas, y la necesidad de podar a hachazos
en el matorral creado por la actividad cada vez más febril de los especialistas
(Kourganoff, 1973: 174).
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PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN
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ejemplo, señala que, con excepción de los trabajos de algunos geógrafos, como en
el caso de Hágerstrand, "los especialistas en ciencia social han omitido construir su
pensamiento en torno de los modos en que los sistemas sociales se constituyen por
u n espacio-tiempo".
Según Foucault (1980: 70, citado por Soja, 1993), la obsesión modernista por
la historia produjo una ciencia social en la que "el espacio fue tratado como lo
muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, al contrario, era la riqueza,
la fecundidad, la vida y la dialéctica". Soja (1993: 27-28) cita la siguiente anécdo-
ta contada por Foucault en una entrevista en 1984:
Haciendo una observación entre paréntesis, recuerdo haber sido convidado por
un grupo de arquitectos, en 1966, para hacer un estudio del espacio, de algo, que
en la época, yo llamaba "heterotopías", esos espacios singulares encontrados en
determinados espacios sociales, cuyas funciones son diferentes o aun opuestas.
Los arquitectos trabajaban en eso y, al final del estudio, se levantó una voz -de un
psicólogo sartreano- que me bombardeó, diciendo que el espacio era reacciona-
rio y capitalista, pero que la historia y el devenir eran revolucionarios. Ese discur-
so absurdo no era nada fuera de lo común en esa ocasión. Hoy en día, todos
estallarían en carcajadas frente a un pronunciamiento de ese estilo, pero no en
aquella época.
Pero hoy en día, diferente a lo que ocurría en los tiempos referidos por Fou-
cault, la discusión sobre el espacio es importante e intensa, aunque todavía insufi-
ciente, y no exclusivamente en el campo de la geografía. Los más recientes
movimientos de la teoría social hacen énfasis en la importancia de los aspectos es-
paciales de los fenómenos sociales, se interesan en el análisis de la naturaleza es-
pacial de la realidad social, e insisten en la necesidad de construir una nueva
ontologia espacial que permita dar un tratamiento teórico adecuado a estas nue-
vas problemáticas. A la vez, se busca aclarar la confusión creada por la fragmenta-
ción teórica que nos ha puesto a divagar sobre la naturaleza del espacio y a tratar
de remplazar una noción por otra. Son comunes las afirmaciones de geógrafos en
torno a que el espacio no es absoluto sino relativo y social, o las de sociólogos que
declaran equivocada y obsoleta la noción de espacio absoluto (Fals, 2000).
Según Schatzki (1991), una nueva ontologia del espacio debe adicionar - e n
lugar de remplazar- la noción de espacio objetivo con la noción de espacio social,
por lo que considera pertinente distinguir entre espacio objetivo y espacio social,
y entre sociedad y espacio. Agrega que existen dos clases de espacio objetivo, el
absoluto y el relacional, y que hay un espacio social y una espacialidad social onto-
lógicamente diferentes, pero complementarios. En su versión absoluta -dice
Schatzki-, el espacio tiene existencia propia e independiente, es homogéneo y es
el medio isotrópico en el que existen o se localizan los objetos, incluidos los
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INTRODUCCIÓN
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
científicos sociales se han dirigido muchas veces a explorar lo que los geógrafos
han dicho o tienen que decir sobre el asunto. Giddens (1995: 143) desde la socio-
logía celebra que:
Por fortuna, no tenemos que abordar estas cuestiones de novo. En los últimos años
se ha producido una convergencia notable entre la geografía y las otras ciencias so-
ciales, con el resultado de que los geógrafos, inspirados en las diversas tradiciones
establecidas de teoría social, hicieran aportes importantes al pensamiento social.
Una mirada somera a la historia del pensamiento geográfico revela cosas in-
teresantes, como la de que, hasta hace pocos años, tampoco la geografía se había
preocupado lo suficiente por el espacio y que, por consiguiente, no era la ciencia
espacial par excellence. Por ejemplo, se sabe que hasta los comienzos de la "revolu-
ción cuantitativa" el espacio no fue una categoría central para la geografía, ni
mucho menos su objeto de investigación reconocido (Harvey, 1983; Santos,
1990). Los geógrafos de la tradición regional, que dominó el panorama académi-
co hasta mediados del siglo XX, y de la incipiente "Nueva geografía" de los sesen-
ta, basaron su trabajo en la idea de espacio absoluto, como contenedor de
paisajes o de objetos en interacción, pero el espacio mismo no era objeto de refle-
xión (Gregory, 1984).
Se puede decir también que la geografía, paradójicamente, tiene una saga
como ciencia aespacial e historicista. Por lo menos, a finales de los años sesenta,
las cuestiones teóricas relacionadas con el espacio eran poco importantes y, sobre
todo, nada claras, como lo afirma David Harvey. En efecto, Harvey (1983: 204)
señala que: "En su mayoría, los geógrafos aceptan que un determinado lenguaje
espacial es el apropiado, sin examinar la razón de esta elección". Y no deja duda
de la pobreza del discurso geográfico sobre el espacio cuando indica (Harvey,
1983: 2 2 2 ) q u e :
Por el momento será suficiente señalar que gran parte de la geografía todavía
descansa en el concepto kantiano del espacio absoluto, un concepto que lleva de-
sacreditado un siglo o más, mientras que por otro lado gran parte del trabajo
práctico realizado por geógrafos recurre a concepciones relativistas del espacio.
Estas concepciones están en abierto conflicto. La oposición entre Hartshorne y
Bunge, por ejemplo, puede interpretarse casi directamente como la oposición
entre un concepto de espacio absoluto y uno relativo. El espacio bien pudiera
ser el concepto central con que cuenta la geografía para su coherencia interna
como disciplina. Pero la propia naturaleza del espacio y las diferentes inter-
pretaciones del concepto no se han tenido casi en cuenta [Énfasis agregado].
Milton Santos (1990: 107) es aún más contundente al hacer notar el poco o el
nulo interés reflexivo de la geografía por el espacio:
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INTRODUCCIÓN
... los geógrafos callan con relación al espacio. Algunas veces se callan también al
trabajo innovador de otros geógrafos y de otros espaciólogos.
La geografía es viuda del espacio. Su base de la enseñanza y de la investigación
es la historia de los historiadores, la naturaleza "natural" y la economía neoclási-
ca, y las tres tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades en su devenir,
por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica.
Por eso muchos geógrafos discuten tanto sobre la geografía -una palabra cada
vez más vacía de contenido- y casi nunca del espacio como objeto o contenido de
la disciplina geográfica. Por consiguiente, la definición de este objeto, el espacio,
se hace difícil y el de la geografía, imposible [Énfasis agregado].
Desde los años setenta, se ha emprendido en la geografía una tarea teórica
de gran importancia y productividad en torno al espacio. Hoy es abundante la li-
teratura sobre el tema, aunque mucha de ella sigue ignorada por los teóricos so-
ciales, y lo que tal vez es más grave, desconocida por muchos geógrafos, que
nutren su concepción espacial en otras fuentes. Pero es necesario resaltar que la
discusión teórica sobre el espacio es tanto o más reciente en la geografía que en
las ciencias sociales en general. Esto posiblemente permita entender el hecho de
que las disciplinas de las ciencias sociales traten de llenar por su cuenta y riesgo
sus propios vacíos en lo que se refiere al espacio, y no precisamente mediante una
fructífera relación interdisciplinaria con la geografía.
En la geografía se vive actualmente un intenso debate sobre concepciones es-
paciales con fundamentos filosóficos y políticos divergentes. Positivismo, marxis-
mo, existencialismo, posestructuralismo, posmodernismo y otros "ismos"
sustentan una variopinta teoría geográfica sobre el espacio, no exenta siempre de
u n enmarañamiento conceptual que se excusa en la reconocida complejidad del
asunto. Espacio no ha significado siempre lo mismo en la historia de la geografía;
las ideas contemporáneas sobre el espacio de u n a tradición o paradigma n o son
compatibles con las de otras escuelas geográficas, y así por el estilo.
De todas maneras, aunque la geografía llegó tarde a la cita con el espacio, los
esfuerzos teóricos que se iniciaron en los años sesenta han tenido buenos frutos.
Así se colige de la relativa abundancia de publicaciones y de la importancia cre-
ciente que la teoría social le concede al trabajo de varios geógrafos (Harvey, 1989,
1996, 2000; Soja, 1989; Massey, 1994), por sus aportes a la comprensión de la ex-
periencia del espacio y del tiempo en las sociedades posmodernas.
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CAPITULO I
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Espacio vital: expresión en otros tiempos usada por los geopolíticos alemanes
para justificar la agresión y la expansión de su Estado, especialmente en la época
hitleriana. Se usa a veces la forma original alemana "lebesnsraum".
Hartshorne (1978: 22) reafirma en los años sesenta que "la geografía tiene
por objeto proporcionar la descripción y la interpretación, de manera precisa, or-
denada y racional, del carácter variable de la superficie de la tierra", y recuerda la
advertencia de Hettner en el sentido de considerar como una exageración de
Ratzel su intención de concebir las relaciones espaciales como parte esencial de la
geografía, en detrimento de las diferencias de contenido de las áreas. La interac-
ción espacial, afirma, "sólo puede significar relaciones entre fenómenos de luga-
res diferentes".
Hartshorne consideró a la geografía como una ciencia regional y singular
cuyo objeto era el análisis y la síntesis de los fenómenos contenidos en el espacio y
no el espacio mismo. Como Sauer, Hartshorne le asignó a la geografía la función
de estudiar lugares o regiones, y su geografía regional monográfica, al decir de
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
La geografía regional en todas sus versiones se definió como una ciencia sin-
gular, en la que las conclusiones obtenidas sobre una región no podían extrapo-
larse a otras, de modo que se proclamaba sin rodeos que no existían leyes en
geografía, y no sólo en geografía humana, sino en la geografía en general, pues
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
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política o de la planificación del desarrollo, iban más allá de lo que una ciencia
descriptiva y singular podía ofrecer en u n ambiente científico ávido de teorías y
modelos de predicción.
La práctica de la geografía a mediados del siglo XX se encontraba restringi-
da a los círculos universitarios relacionados con las humanidades o con la docen-
cia, y allí mismo, su desprestigio, asociado con su inutilidad y con el poco
reconocimiento de la comunidad científica, era de tal magnitud que su perma-
nencia como disciplina académica fue puesta en entredicho. Esta situación es
bien ilustrada por Glick (1985: 9), quien narró así las penurias de la geografía re-
gional en los Estados Unidos:
La revolución en la geografía humana norteamericana, de la que resultó el rem-
plazo de la geografía regional por una "ciencia espacial" de orientación cuantita-
tiva -que alcanzaría una posición de preeminencia intelectual y dominancia
política en la mayor parte de los departamentos norteamericanos hacia finales de
los años sesenta- disfrutó de un ascenso al poder relativamente fácil. Este hecho
fue posible por la debilidad de los fundamentos intelectuales, la falta de visión y
el escaso prestigio que caracterizaba entonces a la geografía regional. La medio-
cridad de este campo de estudio, tal como era percibida por otros académicos,
dio como resultado la extinción del programa de geografía de Harvard en 1948.
El intento de resucitar las enseñanzas en geografía en 1949-1950 (...) fracasó, en
buena medida, porque los destacados geógrafos que fueron llamados como ex-
pertos periciales por el "Comité de Geografía" de Harvard fueron incapaces de
convencer a los miembros de dicho comité del valor intrínseco del campo geo-
gráfico, o incluso de proveer una descripción coherente de la naturaleza de este
campo.
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LA GEOGRAFÍA REGIONAL
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CAPITULO II
A mediados del siglo XX, la geografía entró en una etapa de cambio de para-
digma, y una revolución científica socavó los cimientos de la geografía regional.
De dicha revolución surgió una geografía distinta que se conoce en la historia de
la disciplina como la "Ciencia espacial", "Geografía cuantitativa" o "Nueva geo-
grafía", cuyo proceso de consolidación como ciencia normal fue realmente de
corta duración. En 1963, el geógrafo lan Burton escribió que la revolución cientí-
fica iniciada por la geografía a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuen-
ta, ya se había consumado en 1960, pues "una revolución intelectual se ha
realizado cuando las ideas aceptadas se descartan o se modifican para incluir
nuevas ideas" (Burton, 1982: 414).
La revolución científica reseñada por Burton constituye la primera aproxi-
mación de los geógrafos al campo formal de la teorización epistemológica (Bar-
nes, 2001) y tuvo su inicio en los Estados Unidos de América, en la Universidad
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
El resultado de esta nueva definición del objeto fue una variedad de geogra-
fías, tantas como distribuciones espaciales de fenómenos de todo orden se pue-
dan cartografiar, tales como geografías de las enfermedades, geografías
electorales, geografías de los precios del suelo, geografías de la vegetación, etc.
Queda también sentado que tales distribuciones constituyen una estructura espa-
cial abstracta y ordenada cuyo orden se debe explicar en términos científicos.
Como ejemplo, y para ilustrar lo expuesto en el párrafo anterior, a partir de
un mapa que muestre la distribución espacial de las carreteras que comunican lu-
gares en u n espacio determinado, se p u e d e n identificar patrones de densidad
vial; pero al mismo tiempo, los lugares se pueden identificar como nodos; las ca-
rreteras se pueden transformar en una red abstracta analizable en términos loca-
cionales, para detectar el estado de desorden de la misma y proponer los
correctivos que eleven su grado de ordenación, teniendo como referencia u n mo-
delo ideal o normativo de redes. En las mismas condiciones, el tráfico de perso-
nas, mercancías e información se puede conceptualizar como movimiento; las
ciudades, lugares centrales, pueblos o conglomerados de población se p u e d e n
identificar como nodos de una red, es decir como puntos de cruzamiento o vérti-
ces de la red.
El nuevo discurso geográfico se expresa con claridad en la siguiente cita (Gá-
mir, et al., 1995: 91) de u n manual sobre análisis espacial:
En el análisis espacial, los nodos o vértices de la red pueden venir constituidos
por los puntos de origen y destino de los intercambios (ciudades, puertos, aero-
puertos o centros de zona -denominados centroides, si trabajamos a escala urba-
na, a los que se atribuyen las características del área que representan-). Los arcos
o aristas se identifican con las rutas, tanto si tienen una estructura física o soporte
(rutas terrestres) como si no cuentan con ella (rutas marítimas, aéreas, o referidas
a teleflujos), o con los flujos (pasajeros, mercancías, flujos telemáticos...) que por
ellas circulan, cuando se trata de redes valorizadas. En las redes urbanas de trans-
porte público, como puede ser, por ejemplo, una red de metro, los nodos pueden
venir constituidos por las paradas de las líneas de la red (o de forma más simple,
por los puntos de origen y destino de las mismas) y las aristas pueden identificar-
se con los recorridos de las líneas... Los resultados de este tipo de análisis de cara
a la planificación permiten potenciar nodos a través de las mejoras en las cone-
xiones de la red.
Es evidente oue este tioo de trabaio imolica oue el geógrafo tenea u n conocí-
miento profundo de la geometría de las redes y la teoría de los grafos, las cuales le
permiten hacer comparaciones precisas entre la conectividad y la configuración
de las redes (Haggett, 1976), lo mismo que u n dominio de medidas de centrali-
dad, dispersión de áreas y puntos, análisis de vecindad, de las técnicas de análisis
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del espacio. En este escenario floreció la teoría locacional, como un intento de in-
tegrar la dimensión espacial con la teoría económica clásica, para explicar y pre-
decir las decisiones geográficas resultantes del agregado de decisiones
individuales. Esto explica el interés de los geógrafos por los trabajos pioneros de
Von T h ü n e n , Christaller y Weber, entre otros, en los que se encontraron las bases
para la construcción de modelos normativos de interacción y difusión espacial.
Tales modelos hacen énfasis en la racionalidad económica de agentes maximiza-
dores de beneficios con el mínimo esfuerzo, y en el papel determinante de la fric-
ción de la distancia como restricción espacial en la oferta y demanda de bienes y
servicios.
El nuevo discurso geográfico pone su mayor interés en los asuntos relaciona-
dos con la organización espacial (De Souza, 1992), es decir, con la forma como los
individuos y las sociedades organizan el espacio para ajustarlo a sus necesidades.
Este concepto provee una estructura apropiada para analizar e interpretar las de-
cisiones de localización y de movimiento, al igual que las estructuras espaciales
relacionadas con patrones de uso del suelo, localización industrial, asentamien-
tos humanos, etc. Las agencias del gobierno encargadas de la planificación, o las
empresas privadas interesadas en optimizar los rendimientos del capital, deman-
daban conocimientos de esta naturaleza, y la geografía trató de responder con es-
tudios que se apoyaron en la cuantificación y la experimentación con un amplio
rango de técnicas estadísticas.
La idea central de este nuevo discurso es que lo real es una estructura espa-
cial abstracta y ordenada, cuyo orden es posible revelar y representar a partir de
teorías, leyes y modelos generales, como elementos constitutivos de la nueva
ciencia espacial.
Esta forma de abordar el estudio del espacio trajo nuevas demandas, pues en
adelante los geógrafos tuvieron que tratar con los asuntos de los métodos de aná-
lisis locacional, relacionados con la recolección y análisis de los datos; con la des-
cripción de las localizaciones absolutas y relativas y con el problema de su represen-
tación; con la construcción y delimitación de las regiones, y con la formulación y
verificación de las hipótesis mediante analogías y métodos estadísticos.
En los primeros años de la década de los setenta, el discurso de la "ciencia es-
pacial" ya se encontraba bien sistematizado y expuesto en textos y manuales utili-
zados en la formación de geógrafos (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould, 1972;
Haggett, 1976; Lounsbury y Aldrich, 1979). Uno de esos textos es el publicado en
1972 p o r Ronald Abler y Peter Gould, de la Universidad de Pensilvania, y por
J o h n S. Adams de la Universidad de Minnesota, que se titula Spatial Organization:
The Geographer's View ofthe World, y cuyo objetivo principal es "introducir a los es-
tudiantes a la forma como los geógrafos piensan acerca del mundo". Este libro,
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
que hace una profunda exposición de los elementos constitutivos del discurso
científico predominante en la comunidad geográfica de la época, es la fuente
principal de la exposición que sigue sobre este tema, aunque en la misma se utili-
zan otras obras cuya referencia se hará oportunamente; por tanto se advierte al
lector que, en ausencia de otras referencias, debe entenderse que lo expuesto
proviene de la fuente en comentario.
Abler, Adams y Gould (1972) consideran que la geografía h u m a n a es una
ciencia social y del comportamiento que analiza las actividades humanas en el es-
pacio terrestre. El carácter científico de la geografía no difiere del de otras cien-
cias, y por tanto su esencia debe ser un conjunto de problemas y un método para
resolverlos; el método científico es universal, es decir común, y lo que distingue a
unas ciencias de otras es el tipo de problemas o preguntas no resueltas que tratan
de explicar. El método de la geografía es igual al de todas las ciencias, pero su
pregunta fundamental y que la distingue de otras prácticas científicas es: ¿Por
qué las distribuciones espaciales están estructuradas en la forma en que ellas es-
tán? De modo que los geógrafos tienen que ver ante todo con distribuciones espa-
ciales y con procesos espaciales.
Una distribución espacial se refiere a la frecuencia con que u n fenómeno su-
cede en el espacio, y su naturaleza depende de la escala en que tal distribución es
observada, pues u n a distribución puede presentar, por ejemplo, u n patrón de
aglomeración en una escala de observación, o u n patrón disperso en otra. Pero,
aunque la distribución de un fenómeno en el espacio es el punto de partida para
el análisis geográfico, es necesario tener en cuenta que las distribuciones en sí
mismas no son el objetivo para el geógrafo, sino que lo que a éste le interesa es
por qué las distribuciones varían en patrón e intensidad de u n lugar a otro. Por
otra parte, el interés tradicional por la descripción exacta de la localización abso-
luta de las distribuciones se ha abandonado para centrarse principalmente en la
localización relativa de unos fenómenos con respecto a otros, la cual se p u e d e ex-
presar en unidades relativas de distancia medidas en tiempo o de costos de trans-
porte, por ejemplo. Estas localizaciones relativas pueden cambiar a través del
tiempo, aunque sus localizaciones absolutas, es decir, sus posiciones en u n siste-
ma convencional de coordenadas, permanezcan constantes, como ocurre con las
medidas de latitud y longitud que sirven para localizar u n lugar en la superficie
terrestre.
Del concepto de distribución espacial se derivan los conceptos de "estructura
espacial" y de "procesos espaciales". La estructura espacial es la organización in-
terna de una distribución, y se refiere tanto a la localización de cada elemento con
relación a cada u n o de los otros, como a la localización de cada elemento con rela-
ción a todos los otros tomados en conjunto. Como ejemplos pueden darse la
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•••' A
JERARQUÍAS SUPERFICIES
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Ay
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El modelo de potencial
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
gravitacional que varía directamente con el producto de las masas de los objetos y
disminuye en razón del cuadrado de la distancia entre ellos.
Así, aplicando en forma de analogías esas ideas gravitacionales, es posible
derivar una medida de interacción potencial para cada localización, de modo que
el potencial de un punto es simplemente una medida agregada de la influencia
de todos los lugares distantes sobre dicho punto.
Este modelo se puede aplicar al estudio del mercado, la migración, los inter-
cambios de población (commuting), la comunicación y otras clases de problemas.
Por ejemplo, el mercado potencial es u n índice de la intensidad de la interacción
espacial posible entre productores y mercados.
Otro asunto crítico del modelo de potencial es el relacionado con las defini-
ciones de la masa y la distancia. En este modelo, la medida apropiada de la masa
depende de la clase de interacción que se esté considerando. El modelo de mer-
cado potencial, por ejemplo, utiliza como medida las ventas al detalle (minoris-
ta). Pero en otros casos pueden ser la población, las ventas, el poder de compra, el
número de familias, los carros registrados, las camas de hospital, la inversión en
tractores y equipo agrícola, el valor agregado de la manufactura, el producto re-
gional bruto, la circulación de periódicos o la matrícula escolar, entre otras, las
medidas que se utilicen para establecer la masa. En suma, la clase de interacción
estudiada es la que determina el tipo de medida utilizada para definir la masa de
un lugar.
El modelo de gravedad
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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
Una de las formas más elementales del análisis de redes y flujos es la reduc-
ción de u n a red a un grafo, y la transformación de éste en una matriz de conectivi-
dad (figuras 2, 3 y 4). La teoría de grafos es una rama de la topología
ampliamente desarrollada a partir de los años cuarenta del siglo XX (Haggett y
Chorley, 1969). Los grafos y sus respectivas matrices permiten representar una
red de transportes completa y sus partes como u n sistema total. Un grafo está
constituido por bordes que representan rutas y vértices que indican nodos o luga-
res. Los grafos tienen muchas propiedades en común con las redes de transporte,
como que:
1. Cada red tiene un número finito de lugares.
2. Cada ruta conecta dos lugares diferentes.
3. Un par de lugares es conectado por una sola ruta.
4. Las rutas permiten el movimiento en doble vía.
Como tal, un grafo sólo muestra la posición topológica de un nodo, la cual es
calculada en términos de su posición sobre el grafo, sin tener en cuenta su
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hSXVrtfTREsS/JV
,^>-
Mercado del poblado
^ V E S T R U S ^
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distancia, incluso si se supone que el medio ambiente es el mismo en todas partes. A este
tipo de renta se le aplica el término de renta de ubicación" (Butler, 1986: 91.
Énfasis de Butler). De tales condiciones hipotéticas surgió un modelo de uso agrí-
cola constituido por zonas especializadas y concéntricas alrededor del centro de
mercado. En dicho modelo, el costo del transporte aumenta con la distancia de
las granjas al mercado, de modo que los rendimientos o rentas obtenidas por el
agricultor son mayores en la medida en que éste se localiza más cerca al mercado.
Más tarde, T h ü n e n introdujo algunas modificaciones al modelo. Éstas in-
cluían (Chorley y Haggett, 1971: 414) un río navegable, con transportes más rá-
pidos y costos equivalentes a la décima parte del transporte por tierra, u n centro
de mercado secundario con su propia zona de influencia, y la diferenciación zo-
nal en la fertilidad de las tierras de la llanura que rodea al centro principal.
La teoría locacional de Alfred Weber está relacionada con la localización de
la industria mediante la solución del costo mínimo y de la distancia como variable
clave para explicar la variación espacial en la renta económica respecto de la ofer-
ta y la demanda. Basado en la observación del escenario económico del norte de
Alemania, que para las primeras décadas del siglo XX experimentaba u n proceso
de industrialización, Weber publicó en 1909 u n modelo aplicado a la localización
de la manufactura en el que intentaba desarrollar u n a teoría pura aplicable en
cualquier lugar dentro de cualquier sistema social o político (Butler, 1986).
El modelo de Weber utiliza los costos de la distancia y el transporte como la
variable principal, y asume los centros de mercado como fijos en el espacio; pero,
a diferencia del modelo de Thünen, sus supuestos de partida no consideran u n
espacio o ambiente natural homogéneo, sino uno en el que algunos recursos,
como el carbón y el hierro, están localizados espadalmente en forma irregular, en
tanto que otros, como el agua, la arena, la arcilla y la piedra, son ubicuos. Estos re-
cursos o materias primas pueden ser más o menos móviles según pierdan o ganen
peso en el proceso de transformación.
En este espacio o ambiente heterogéneo los empresarios localizarán sus in-
dustrias en los puntos de costo mínimo, que resultan de la relación entre los cos-
tos de transporte, de la mano de obra y de la aglomeración. Como el costo de los
transportes es una función del peso y la distancia, entonces el punto de menor
costo de transporte es aquel en el que se d a n los mínimos desplazamientos de ma-
teria prima desde sus lugares de origen y de los productos terminados al mercado
(Chorley y Haggett, 1971). Weber (Butler, 1986: 103) "observó que la localización
de la producción orientada a la transportación está relacionada tanto con la dis-
tancia a los recursos localizados como con la distancia al mercado... y reconoció
que la localización de la planta está influenciada algunas veces por otros dos
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
P = Punto de producción
C = Punto de consumo
M I = Localización de la fuente de material 1
M2 = Localización de la fuente de material 2
A, b y c son distancias
X, y y z reprsentan los "jalones" ejercidos por las esquinas
respectivas del triángulo de ubicación
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familiar o los beneficios netos por año, y otras intentan minimizar algún aspecto
como el desempleo, los costos de transporte o los costos de operación de una em-
presa, el esfuerzo o la distancia para acceder a un lugar, etc. En todos los casos, el
discurso teórico locacional considera eventos de cualquier clase, en diferentes es-
calas y en distintos niveles de desarrollo económico, los cuales son susceptibles de
una aproximación abstracta y normativa, suponiendo que es posible descubrir las
leyes de la localización y formular teorías dentro de un marco general de propie-
dades espaciales.
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
presentarse desde unos supuestos dados acerca de los procesos que regulan y orde-
nan las distintas actividades económicas en el espacio. Utilizando a menudo proce-
dimientos matemáticos y estadísticos, geógrafos y economistas diseñaron modelos
de localización óptima, en los que la distancia fue considerada como la variable ex-
plicativa principal, al tiempo que se minimizaron otros factores locacionales, tales
como las condiciones ambientales o los desequilibrios demográficos, considerados
como ruido dentro de los modelos, por no tener suficiente significancia locacio-
nal. Este tipo de geografía económica supuso también que la explicación de los
patrones espaciales considerados debía encontrarse dentro de los patrones espa-
ciales mismos y no en el contexto local, regional o global en el que se desarrollan
las actividades económicas; es esta descontextualización la que permite no tener
en cuenta la influencia de factores externos de carácter social, cultural, económi-
co, político o del ambiente fisio-biótico.
Los principales conceptos que articularon el discurso de la geografía econó-
mica como ciencia espacial los organizó De Souza (1992: 15-21) bajo los aparta-
dos de propiedades del espacio, procesos espaciales y estructuras e interacción
espacial, y se resumen así:
Propiedades del espacio. Algunas veces los geógrafos consideran el espacio
como tridimensional (volumen), otras como espacio unidimensional (una línea
entre dos puntos), pero la mayoría de las ocasiones lo representan en dos dimen-
siones (mapas). El espacio se puede considerar como abstracto o como concreto.
Como abstracto es isotrópico e independiente de cualquier referencia a la super-
ficie terrestre y permite elaborar modelos idealizados de estructuras y organiza-
ción. Como espacio concreto corresponde a la actual superficie de la tierra con
toda la variedad y diferenciación del m u n d o real.
La descripción, la definición y la medida del espacio requieren pocos ele-
mentos. Una representación bidimensional del espacio abstracto se puede sol-
ventar mediante puntos, líneas y áreas, a partir de los cuales es posible definir los
conceptos básicos de distancia, dirección y conectividad, o los de aglomeración y
accesibilidad como extensiones del concepto de distancia (figura 7). Tales con-
ceptos y sus extensiones son absolutos cuando se aplican en una superficie isotró-
pica. En el espacio concreto también se p u e d e n aplicar medidas absolutas o
relativas. Así, por ejemplo, la localización relativa p u e d e ser medida en términos
de los costos o del tiempo requerido para vencer el obstáculo de la distancia. Esos
costos son definidos como fricción de la distancia.
Procesos espaciales y estructura espacial. Por proceso espacial se entiende un
movimiento o flujo en el espacio, o una localización estratégica de u n objeto. La
estructura espacial se refiere a la organización interna de u n a distribución de ele-
mentos u objetos espaciales; estas estructuras limitan, canalizan o controlan los
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CRÍTICA
Desde los años setenta las críticas a la "ciencia espacial" se hicieron sentir con
rigor, particularmente desde orillas filosóficas opuestas al positivismo lógico
como el marxismo, la fenomenología y las epistemologías posmodernistas. Las
razones de la crítica son varias y se refieren a su pretendida objetividad, a su mar-
cado carácter abstracto, lo mismo que a su alejamiento de la realidad social y sus
compromisos con los intereses de las clases sociales en el poder. Haber concentra-
do sus esfuerzos científicos en las estructuras espaciales como si ellas fueran autó-
nomas, autosuficientes y ahistóricas le valió la asociación de su práctica con u n
verdadero "fetichismo espacial" (Gregory, 1994).
El descontento de algunos geógrafos con la geografía cuantitativa era algo
común en las discusiones internas de la misma disciplina, a mediados de la déca-
da del setenta. Para ilustrar el caso podemos traer a colación las quejas de Brian J.
L. Berry, uno de los más connotados representantes de la "nueva geografía", so-
bre las limitaciones de la "ciencia espacial" y de los peligros que se corrían al con-
siderar el carácter simple y ordenado del espacio isotrópico que dominaba en la
teoría locacional, j u n t o con el uso indiscriminado de técnicas estadísticas como
los análisis de correlación, de regresión, factoriales y otros semejantes, bajo el su-
puesto, también erróneo, de la linealidad y la independencia de las variables con-
sideradas, tal como lo reflejaban muchos estudios de geografía humana. En
efecto Berry (1975: 13-15) expresa su insatisfacción en los siguientes términos:
Pensando acerca de las implicaciones de las teorías del campo espacial, me había
ido sintiendo más frustrado cada vez respecto de lo que con demasiada rapidez se
había convertido en geografía estadística "tradicional", con su descuidada utili-
zación de la estadística deductiva convencional y de las medidas de asociación en
la investigación geográfica, sin prestar atención alguna a la validez de sus presun-
ciones. ... Al propio tiempo, los "nuevos" ambientalistas -verdaderos ecoactivistas
de nuestros días- venían señalando lo irrelevante que resulta teorizar sobre el
plano uniforme tan querido de los teóricos de la localización... De aquí que el
plan de mi trabajo consista en expresar, en primer lugar, la naturaleza de mi ac-
tual insatisfacción respecto del estado en que se encuentra la geografía estadísti-
ca. Las conclusiones obtenidas de tal estudio crítico conducen naturalmente
hacia una preferencia filosófica por una "metageografía del proceso", la cual, a su
vez, lleva hacia un paradigma de la gestación de las decisiones ambientales y de
localización en los sistemas complejos, por el que yo me inclino, como orienta-
ción directriz para la próxima generación de investigación geográfica.
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relacional mantienen plena vigencia. Digamos, por ejemplo, que los especialistas
en salud consideran de suma importancia un mapa que muestre la variación es-
pacial de una determinada enfermedad, o la variación espacial de la asignación
del presupuesto en salud, de la misma manera que a u n político le parecerá de
gran utilidad un mapa electoral que muestre la variación espacial o distribución
de los votos en una determinada región. Y qué decir de la utilidad del mapa que
muestra la variación espacial de la criminalidad en una ciudad.
También puede ser de gran utilidad para los planificadores del transporte
urbano o interregional disponer de mapas y bases de datos espaciales que especi-
fiquen las redes de carreteras y el volumen de los flujos de pasajeros y carga entre
los distintos nodos de la red. Esto se hace evidente en el tipo de información es-
pacial que se maneja en los planes de ordenamiento territorial de los municipios.
El manejo automatizado de grandes cantidades de información espacial por me-
dio de los SIG es también una muestra contundente de la vigencia de las mencio-
nadas ideas espaciales.
Lo que sí debe quedar claro es que el discurso de la geografía como ciencia
espacial con enfoque positivista ya no es hegemónico; la unidad de la geografía
ha quedado otra vez cuestionada por la emergencia de una gran variedad de co-
rrientes (Peet, 1998). La geografía como ciencia espacial comparte y disputa con
otras tendencias y otros intereses un puesto en la práctica disciplinar y profesio-
nal. Del discurso espacial de los geógrafos "radicales" marxistas, con intereses no
técnicos sino críticos y emancipatorios, se ocupará el capítulo siguiente.
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CAPITULO III
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1987), razón por la cual la discusión marxista sobre la geografía se debe centrar
en la relación sociedad y espacio.
Pero como Marx no desarrolló una teoría sólida sobre el espacio geográfico, y
algunos críticos consideran que el marxismo, fiel a su estirpe moderna, es histori-
cista y en buena medida aespacial, la construcción de la teoría espacial marxista
fue difícil, entre otras cosas, por el poco conocimiento de los geógrafos sobre el
marxismo. Al respecto, Harvey (2001: 10, en traducción) confiesa que: "De lo que
me di cuenta tras escribir Social Justice and the City es que no había entendido a
Marx...". Ivés Lacoste, u n o de los geógrafos franceses más versados en estos asun-
tos escribió sobre las dificultades de esta tarea, y según relata Josefina Gómez et
al. (1982: 152), este autor hace caer en cuenta que:
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Cuando los productores de mercancías las llevan al mercado, las trasladan a tra-
vés de un espacio que se puede definir como relativo. Bajo este concepto del es-
pacio se rompe el principio de individualización, porque muchos individuos
pueden ocupar la misma posición en relación con algún otro punto -por ejem-
c 1
piu, uitis uc un pruuuCLOr pue^e estar exactamente aíi cuez
f l í e z K i l ó m e t r ' ^ Í^* *! rr\f*rm-
KI
do- mientras que la métrica que prevalece dentro del espacio también se puede
modificar de acuerdo con las circunstancias; las distancias medidas en costo o en
tiempo no son las mismas, y ambas son muy diferentes de las distancias físicas"
[itálicas en el texto].
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La renta, como se deduce de los textos citados, está afectada por el espacio en
sus connotaciones absolutas y relativas, por el lugar y por la ubicación. Pero las
ventajas de la ubicación de espacios absolutos específicos -lotes de propiedad pri-
vada o territorios de entidades estatales o privadas- pueden ser modificadas por
la acción humana, como cuando se invierte capital en la construcción de infraes-
tructura. Esto, agrega Harvey (1990: 344), nos permite concluir que "los atribu-
tos espaciales de los valores de uso pueden ser traídos de regreso entonces al
terreno del análisis como cualidades creadas socialmente y, por tanto, como un
tema correcto y apropiado para su plena investigación en relación con la opera-
ción de la ley del valor". Pero también advierte que esas configuraciones espacia-
les n o pueden ser consideradas como el simple reflejo de los procesos de
acumulación y reproducción de clase, sino como un "momento activo" de la diná-
mica de la acumulación y la reproducción social. Es en este sentido que el espacio
se considera como un producto social.
Harvey se interesa por una geografía histórica del capitalismo que explique
los procesos que han producido las configuraciones espaciales desequilibradas
que le son propias, y que han vinculado espacialmente todos los rincones del
m u n d o y subordinado todas las acciones humanas a la dictadura del capital. La
necesidad de analizar teóricamente estos asuntos es crucial puesto que:
Hay mucho que hacer aquí y desgraciadamente no tenemos suficientes guías teó-
ricas para hacerlo. La dificultad está en encontrar una forma de abordar el asun-
to, que esté basada teóricamente en conceptos marxistas básicos y sea lo
suficientemente robusta como para manejar las evidentes confusiones, antago-
nismos y conflictos que caracterizan la articulación espacial de las actividades hu-
manas bajo el capitalismo. Además, los fenómenos que tenemos que observar
aquí son de una variedad aparentemente infinita. Incluyen sucesos y procesos tan
diversos como las luchas individuales sobre los derechos jurisdiccionales a un lote
de tierra, las políticas coloniales y neocoloniales que siguen las diferentes nacio-
nes-Estado, la diferenciación residencial dentro de las zonas urbanas, las luchas
entre pandillas callejeras sobre su "territorio", la organización y diseño del espa-
cio para transmitir significados sociales y simbólicos, la articulación espacial de
diversos sistemas mercantiles (financieros, de mercancías, etc.), las pautas regio-
nales de crecimiento dentro de una división de trabajo, las concentraciones espa-
ciales en la distribución del ejército industrial de reserva, las alianzas de clase
formadas alrededor de conceptos territoriales como la comunidad, la región y la
nación, y así sucesivamente (Harvey, 1990: 376-378).
Harvey aboga por una geografía que comprenda cómo se han producido y
cómo se reproducen las formas espaciales y la organización del espacio en el capita-
lismo, caracterizadas por el desarrollo geográficamente desigual de las condiciones
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La aproximación dialéctica al análisis del espacio es una constante en la obra de Harvey a partir de su
adopción de la teoría marxista como marco teórico de sus investigaciones. Pero la formulación de las
proposiciones que se exponen aquí tuvo un propósito específico: "Diseñé el capítulo sobre la dialéctica
en Justice, Nature and the Geography ofDifference con el fin de intentar explicar a los ingenieros y a los
científicos cuál era el misterio alrededor de esto. Por este motivo, se articula más en términos de proceso
natural que como una categoría filosófica. Evidentemente, si hubiera estado enseñando dialéctica en un
programa de humanidades, tendría que haber hablado de Hegel... Esto da un toque bastante diferente a
la argumentación dialéctica, si lo comparamos con el filosófico-literario que es más común..." (Harvey,
2001: 121, en traducción).
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sobre la comprensión de los procesos y relaciones por las que las cosas y
los sistemas estructurados están constituidos.
3. Las "cosas" y sistemas que muchos investigadores tratan como irreducti-
bles, y por tanto no problemáticos, son vistos en el pensamiento dialécti-
co como internamente contradictorios en virtud de los múltiples
procesos que los constituyen. Las cosas y los sistemas son perpetuamente
constituidos y reconstituidos; son el producto de procesos.
4. Las "cosas" son siempre asumidas como internamente heterogéneas en
todos los niveles. De esto se desprende que: a) cualquier cosa puede ser
descompuesta en un conjunto de otras cosas que están en alguna rela-
ción unas con otras. La reducción es ad infinitum. Nada es irreductible.
Ejemplo: una ciudad puede ser considerada una cosa en interacción con
otras ciudades, pero puede ser descompuesta en vecindarios o zonas que
a su vez pueden ser divididas en personas, casas, escuelas, factorías, y así,
ad infinitum; b) si todas las cosas son heterogéneas en razón de los procesos
complejos que las constituyen, entonces la única forma de comprender los
atributos cuantitativos y cualitativos de las cosas es comprendiendo los pro-
cesos y las relaciones que las constituyen y que ellas internalizan. Se re-
quiere internalizar la heterogeneidad y las contradicciones asociadas.
Por contradicción se entiende "una unión de dos o más procesos interna-
mente relacionados que simultáneamente se sustentan y se socavan uno
a otro"; c) Los procesos ocurren dentro de un campo delimitado, pero no
hay límites a priori, y d) en el desarrollo de conceptos, abstracciones y
teorías es necesario establecer límites con respecto a espacio, tiempo, es-
cala y ambiente. Es usual que cualquier cambio en los límites modifique
radicalmente los conceptos, las abstracciones y las teorías. En geografía
encontramos a menudo estos problemas en forma de paradojas genera-
das por diferentes escalas de correlación ecológica.
5. Espacio y tiempo no son ni absolutos ni externos a los procesos, pero son
contingentes y contenidos en ellos. Existen múltiples espacios y tiempos
(espacio-tiempos) implicados en diferentes procesos físicos, biológicos y
sociales. Todo produce sus propias formas de espacio y tiempo. Los pro-
cesos no operan en sino que construyen activamente espacio y tiempo.
6. Las partes y el todo se constituyen m u t u a m e n t e . "Las partes hacen el
todo, y el todo hace las partes". Mucho más que el concepto defeedback,
esto implica la transformación mutua de uno y otro. Las prácticas re-
duccionistas olvidan estas relaciones y el holismo hace énfasis en la
totalidad.
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mentales del espacio que contienen las representaciones del poder y de la ideolo-
gía dominantes. Los espacios de representación son espacios vividos por los habi-
tantes y usuarios del espacio; son espacios de resistencia, espacios simbólicos y
contraespacios que contienen simultáneamente a los otros espacios.
El interés de Soja es hacer visible para la teoría social la espacialidad de la
vida social, mantenida oculta por el historicismo que la despojó de toda significa-
ción política y práctica. En su criterio, la geografía forma parte de la teoría social,
y le corresponde desarrollar y reafirmar el carácter espacial de la vida social rei-
vindicado por las tendencias posmodernas.
La espacialidad, según Soja (1993), es el espacio socialmente producido por
el conjunto de las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales entre los
individuos y los grupos. La espacialidad o espacio social existe en formas concre-
tas de organización social y como medio propio de la vida social; es tanto el resul-
tado de la acción social sobre la naturaleza, como de la propia dinámica social. Es
diferente del espacio físico de la naturaleza material y del espacio mental de cog-
nición y representación de los individuos, los cuales son incorporados en la pro-
ducción de la espacialidad y transformados en el proceso, pero no son su
equivalente. La espacialidad se torna concreta, material y contingente, contradic-
toria y dialéctica, y se puede describir como el medio y como el resultado de la di-
námica de la sociedad. La vida social es materialmente constituida en su
geografía histórica en los diferentes modos de producción. La existencia social se
vuelve concreta en la geografía y en la historia, es decir en su espacialidad, que
debe ser constantemente reajustada, reestructurada y reproducida socialmente,
lo que la hace una fuente perpetua de contradicción y conflicto.
Estas consideraciones exigen (Soja, 1993) una interpretación materialista de
la espacialidad que permita rescatarla de la opacidad y de la ilusión de transpa-
rencia e irrelevancia política en que la han mantenido el positivismo, el idealismo
y el marxismo. Este último -y más en sus versiones contemporáneas-, apenas le
concede al espacio la condición de un epifenómeno reflejo de la estructura eco-
nómica. La interpretación materialista del espacio propuesta por Soja tiene como
fundamento las siguientes premisas (Soja, 1993: 158):
1. La espacialidad es un producto social consustanciado y reconocible, par-
te de una "segunda naturaleza" que incorpora, al socializarlos y transfor-
marlos los espacios físicos y psicológicos.
2. Como producto social, la espacialidad es, simultáneamente, el medio y
el resultado, el presupuesto y la encarnación de la acción y de las relacio-
nes sociales.
y>.
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SS
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Para Santos (1997a), la esencia del espacio es social, histórica y política, pero
el espacio es en sí mismo u n híbrido que participa igualmente de lo social y de lo
físico. Éste debe considerarse como una instancia constitutiva de la sociedad, en
los mismos términos que las instancias económica y cultural-ideológica, y no
como una simple superestructura o producto reflejo del modo de producción. El
espacio no es apenas u n conjunto de las cosas naturales y artificiales, sino todo
eso j u n t o con la sociedad. Los objetos geográficos distribuidos sobre u n territorio
constituyen su configuración geográfica o configuración espacial.
El espacio como una estructura es, agrega Santos, una totalidad cuyos com-
ponentes en interrelación son los hombres, las firmas, las instituciones, el medio
ecológico y las infraestructuras. Los hombres son elementos del espacio, ya sea en
calidad de trabajadores, jóvenes, desempleados o empleados. Las demandas de
cada individuo como miembro de la sociedad total son atendidas por las firmas y
las instituciones; las firmas tienen como función esencial la producción de bienes,
servicios e ideas, en tanto que las instituciones son productoras de normas, órde-
nes y legitimaciones. El medio ecológico es el conjunto de los elementos territo-
riales que constituyen la base física del trabajo humano, y las infraestructuras son
el trabajo h u m a n o materializado y geografizado en objetos como casas, planta-
ciones, caminos, etc. Mediante el estudio de las interacciones entre los diversos
elementos se comprende la totalidad social, es decir, el espacio como un todo.
La geografía, según Santos (1996a), es una disciplina cuyo objetivo principal
tiene que ver con el estudio del espacio, definido como una totalidad estructural
formada por u n sistema, indisoluble y contradictorio, de objetos y de acciones,
cuadro único en el que acontece la historia, cada vez más artificializado y extraño
al lugar y a sus habitantes. El medio de la primera y segunda naturaleza, someti-
do a una transformación creciente mediante el incremento de la carga técnica, se
está convirtiendo en un "medio tecnico-científico-informacional", homogéneo y
fraornentado simultáneamente. Esta fracmentación se exnresa en la desigual
concentración de la técnica en los territorios y lugares y en la ruptura de las conti-
nuidades, haciendo que unos lugares se articulen en redes hegemónicas y jerar-
quizadas nacionales y mundiales, en tanto que otros quedan desvinculados de los
lugares contiguos y de las redes. Los espacios más tecnificados son islas de
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CAPITULO IV
La geografía humanística
y la experiencia del espacio
-Yo no tengo por qué abandonar mis tierras; pero si se fueran algunos vecinos
nuestros, estaríamos más anchos. Compraría sus tierras y viviríamos mejor. De
otro modo, estaríamos más estrechos, pensó Pajom
(León Tolstoi, ¿Cuánta tierra necesita el hombre?)
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las limitaciones del positivismo y del materialismo, en la que los geógrafos huma-
nistas se fijaron la misión de restaurar la subjetividad humana, excluida por el
dominio del objetivismo de las prácticas científicas positivistas y marxistas. Con
esa misión, agrega, algunos geógrafos optaron por hacer énfasis en las actitudes y
valores humanos; otros se interesaron por el patrimonio cultural, la estética del
paisaje y la arquitectura, en tanto que varios resultaron atraídos por el asunto del
significado emocional del lugar en la identidad humana, o por el compromiso en
la solución de problemas sociales y ambientales. Sin embargo, previene Butti-
mer, el entusiasmo humanista se fue aminorando rápidamente, y ya en los ochen-
ta, la geografía humanística se asociaba con u n discurso muy idealista.
Geógrafos como Relph, Ley, Samuels, Entrikin, Yi Fu-Tuan y Buttimer (Peet,
1998) se interesaron por situar la geografía entre las ciencias sociales no positivis-
tas, para reconciliarla con la comprensión de la situación del ser humano en el
m u n d o , desde una perspectiva antinaturalista más interesada en comprender
que en dar explicaciones causales. Distintos de los geógrafos positivistas que al
mirar el ambiente ven u n espacio mensurable, en el que la relación con el ser hu-
m a n o está mediada por la fricción de la distancia, los geógrafos humanistas mi-
r a n el ambiente y ven el lugar, escenario de las experiencias de la vida y cargado
de significado.
Según Peet (1998), las críticas humanísticas, que recuperan las nociones pre-
positivistas de paisaje y lugar, son de orden ético y moral, más que político, y sus
fundamentos deben buscarse en el existencialismo y en la fenomenología. Como lo
expresa Unwin (1995: 205), "el interés de la fenomenología por la intencionalidad
y la construcción de conocimientos parecía ofrecer unas vías completamente nue-
vas para la investigación de los geógrafos", y, "la preocupación del existencialismo
por los seres humanos en situaciones particulares y por la individualidad también
ofrece u n foco potencial para nuevas investigaciones geográficas" (Unwin, 1995:
208). De modo que los autores que ocupan buena parte de la reflexión de los geó-
grafos humanistas son Heidegger, Sartre, Marcel, Merleau-Ponty, Brentano, Hus-
serl y Shutz, entre otros.
En líneas generales, los argumentos de la geografía humanística en la tradi-
ción fenomenológica (Peet, 1998) son los siguientes:
1. La experiencia práctica (incluida la de lugar) es la fuente original de las
nociones científicas.
2. La geografía positivista describe (en forma errónea) el aspecto cuantita-
tivo de las relaciones espaciales (distancia, transporte), a la vez que no
tiene en cuenta otros aspectos igualmente significantes (lugar, vivienda,
localidad).
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por u n modelo biológico con énfasis en los instintos en vez de las percepciones, y
con privilegio de la psicología en detrimento de la conciencia. Por su parte, la
geografía del comportamiento, predica Ley, si bien intentó recuperar lo subjeti-
vo, lo hizo bajo los cánones del positivismo, es decir, sin considerar los valores, las
actitudes y la conciencia.
Como ya se anotó anteriormente, Ley (1996) no exime a los geógrafos mar-
xistas de la responsabilidad de proponer u n a "geografía sin humanos", y les en-
dilga el mismo error de los positivistas, dado el carácter naturalista del marxismo
y la admiración de Marx por la obra de Darwin. No sólo llama la atención sobre el
parecido entre la teoría darwinista de la evolución y el materialismo histórico
marxista, sino que no considera fortuita la dedicatoria del primer tomo de El Ca-
pital a Darwin. En resumen, los puntos centrales de su crítica resaltan que:
1. El análisis marxista en geografía mantiene un modelo de mecanicismo
en el que los actores mismos no tienen u n papel activo. Los humanos vie-
nen a ser como títeres que actúan de acuerdo con las funciones prepara-
das por los teóricos.
2. Como el análisis locacional positivista, el estructuralismo marxista en
geografía no escapa a una visión del m u n d o fundamentalmente econó-
mica y racionalista.
3. La geografía marxista como la propuesta por Harvey ve la sociedad
como una totalidad en la que las estructuras económicas determinan las
superestructuras, lo cual acentúa el papel no protagonice de los indivi-
duos. En la lógica de las estructuras, propuesta por Althusser y aplicadas
por Harvey y Castells en la geografía urbana, no hay campo para consi-
derar las acciones, los sentimientos, las percepciones y valoraciones de
los seres humanos.
4. El concepto de modo de producción y la lógica del capital asumen un es-
tatus teórico privilegiado que opera según sus propias lógicas internas.
5. La subjetividad humana no tiene cabida como determinante en la geo-
grafía marxista, porque los agentes de los procesos históricos no son per-
sonas sino abstracciones como las relaciones de producción. La gente
únicamente desempeña las funciones prescritas para ella, no por ella
misma, sino por las necesidades funcionales de la lógica estructural.
El error que impide una visión activa de las personas tanto en el positivismo
como en el marxismo, es ajuicio de Ley, de carácter epistemológico, teorético,
existencial y moral. Sus argumentos son los siguientes:
El error es epistemológico porque tanto el marxismo como el positivismo
han desplazado lo subjetivo como algo no científico, y por tanto no forma parte
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lugar, sin ser sinónimos, son dos conceptos que se articulan en la geografía hu-
manística de tal forma que no es posible que se puedan comprender el u n o sin el
otro.
La experiencia es tanto sensación como pensamiento, y se refiere a las distintas
formas en que una persona conoce y construye la realidad; sensación y pensamien-
to son las partes constitutivas del continuum experiencial humano que involucra a
todos los sentidos y a los actos de simbolización.
La experiencia o conocimiento del espacio, argumenta Tuan, involucra di-
recta o indirectamente a todos los sentidos y no se reduce a la visión; se siente con
todos los sentidos. La vista provee la percepción tridimensional y es por esencia
el sentido espacializador; pero el gusto, el olfato, el oído y la sensibilidad de la
piel, si bien no permiten una experiencia espacial directa, en combinación con
las facultades espacializantes de la vista y el tacto, enriquecen nuestra aprehen-
sión del carácter espacial y geométrico del m u n d o ; la nariz humana puede distin-
guir u n a dirección y estimar una distancia relativa a través de la intensidad de u n
olor. Una persona al manipular un objeto, además de apreciar la textura del mis-
mo, siente sus propiedades geométricas de tamaño y forma. El m u n d o del sonido
está espacialmente estructurado y, a pesar de que nuestras orejas no son flexibles
como las de otros animales, una persona es capaz de detectar con bastante apro-
ximación la dirección de los sonidos, localizar sus fuentes, estimar su volumen,
establecer las relaciones de proximidad y distancia, y así construir un espacio au-
ditivo. Las personas ciegas pueden usar el sonido y sus reverberaciones para eva-
luar el carácter espacial del ambiente. En fin, todos los sentidos se articulan en la
construcción de la experiencia del espacio, pero es necesario reconocer que la or-
ganización del espacio humano depende únicamente de la visión, en tanto que
los demás sentidos expanden y enriquecen el espacio visual.
La experiencia del espacio, asevera Tuan, tiene también una dimensión sim-
bólica que no es independiente de la sensorial. Los espacios humanos reflejan la
cualidad de los sentidos y su mentalidad, pues la mente extrapola más allá de la
mera experiencia sensorial. Por ejemplo, la noción de amplitud y vastedad de un
océano o de u n continente no es directamente percibida, sino aprehendida a tra-
vés de símbolos verbales o numéricos, tales como días de viaje, que generan el
efecto emocional de la percepción. Tuan cita varios ejemplos que demuestran
que la mente elabora diseños geométricos y principios de organización espacial
en el ambiente; así, reseña que mientras los indios dakota encuentran evidencias
de formas circulares en la naturaleza en casi todas partes, desde los nidos de los
pájaros hasta el curso de las estrellas, los indios de América del sudoeste tienden a
percibir espacios de geometría rectangular.
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LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO
De esos espacios construidos que dependen del poder de la mente para ex-
trapolar más allá de los datos de los sentidos y que se sitúan en el límite del conti-
nuum experiencial, el autor en referencia distingue tres clases entre las cuales
existen grandes áreas de intersección. Son ellas el espacio mítico, el espacio prag-
mático y el espacio abstracto o teorético.
El espacio mítico es u n esquema conceptual, pero también es un espacio
pragmático, puesto que en el mismo se ordenan actividades como la plantación y
la cosecha de los cultivos. Pero existe diferencia entre los dos, pues el pragmático
se define esencialmente por las actividades económicas, y cuando los espacios
pragmáticos se describen por medio de símbolos, como ocurre con su representa-
ción cartográfica, la definición del espacio se mueve hacia el modo conceptual,
abstracto y teorético. No es posible separar la experiencia sensorial del espacio
de su conceptualización abstracta; la experiencia sensoriomotora y táctil suele es-
tar en la base de los teoremas euclidianos sobre las formas congruentes y el para-
lelismo, y la percepción visual es el fundamento de la geometría proyectiva.
El espacio mítico, argumenta Tuan, no es exclusivo del pasado, sino que per-
siste en las sociedades modernas en dos formas principales. En una primera for-
ma, constituye u n contexto de conocimiento impreciso y nebuloso que circunda
al conocimiento empírico y estructura el espacio pragmático; es una extensión
conceptual de los espacios familiares y del trabajo diario, dados por la experien-
cia directa. Nuestra imaginación construye geografías míticas que pueden tener
poca o ninguna relación con la realidad. En las sociedades occidentales actuales,
la gente de u n vecindario conoce su área habitada, pero aunque desconoce casi
completamente la ocupada por el vecino, tiene una imagen brumosa de la misma
y puede compartir con otros visiones míticas de áreas como la región o la nación.
Este conocimiento, a pesar de ser inexacto, es indispensable para dar sentido a la
realidad empírica, y sirve de contexto para que los hechos adquieran significado.
En una segunda forma, el espacio mítico es el componente espacial de u n m u n d o
vivido, y funciona como parte de la visión del m u n d o o cosmología; es una con-
cepción de valores localizados dentro de la cual las personas realizan sus activida-
des prácticas cotidianas.
El espacio mítico es u n a construcción intelectual y u n a respuesta de sensa-
ción e imaginación a las necesidades humanas. Se diferencia del espacio pragmá-
tico y científico porque ignora la lógica de la exclusión y la contradicción; por eso
puede ser multicéntrico, o la parte puede simbolizar al todo, lo cual es inacepta-
ble desde el punto de vista lógico y científico. En el espacio mítico lo pequeño re-
fleja lo grande, el microcosmos contiene todas las propiedades macrocósmicas; la
casa puede ser el universo.
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el hombre? ¿Cuánto espacio necesita un cuerpo humano para poder vivir conforta-
blemente? La respuesta, nos dice Tuan, no es sencilla, pues el espacio como recur-
so es una evaluación cultural, y el tamaño apropiado puede variar según las
condiciones históricas particulares. Los apetitos biológicos de espacio tienen lími-
tes, pero los anhelos sociales, que toman la forma pervertida de la codicia, son po-
tencialmente ilimitados, porque el espacio como recurso no sólo satisface
necesidades de supervivencia, sino que su posesión da rendimientos de riqueza y
poder y es símbolo de prestigio. "El gran hombre" tiene acceso y ocupa más espa-
cio que los seres menores, o el ego colectivo de una nación poderosa puede recla-
mar para sí mayor espacio vital a expensas de sus vecinos débiles. El espacio es una
necesidad biológica para todos los animales, pero en los seres humanos espacio y
amplitud son también una necesidad psicológica, un prerrequisito social y un atri-
buto espiritual, con distinto significado en las diferentes culturas.
La estrechez espacial (crowding), como lo opuesto a la amplitud (spaciousness),
denota saturación, llenura, demasiada proximidad y amenaza del otro, restric-
ción a la libertad de movimiento, en fin, falta de campo o escasez del recuso espa-
cial biológico y social. Como en el fragmento de Tolstoi que encabeza este
capítulo, la ambición insaciable de tierra hace que el hombre del cuento se sienta
estrecho y tentado a expulsar a los otros. El crowding es u n a sensación de estre-
chez, de no tener campo para moverse con libertad, es conciencia de ser observa-
do y de no ser libre, pero no está directamente asociado con la densidad o el
número de personas en un espacio determinado, sino que puede d e p e n d e r del
grado de disfrute y de tolerancia que una persona pueda sentir por las otras, de
las costumbres o del tipo de actividad que se desarrolle. Una persona no necesa-
riamente siente estrechez en un país densamente poblado, ni viendo televisión
con la familia, ni en el estadio. En este último caso, la sensación de llenura del es-
tadio es positiva, mientras que el estadio vacío o sin llenar puede generar frustra-
ción. Pero leer o tocar el piano son actividades que toleran a pocos vecinos, y el
espacio se satura con pocas personas alrededor. El mundo, agrega Tuan, se siente
espacioso y amigable cuando se acomoda a nuestros deseos, pero se siente estre-
cho cuando esos deseos se frustran.
El crowding puede depender de la abundancia o escasez de los recursos y de la
forma como se perciba la relación del cuerpo y el espacio. La idea malthusiana so-
bre la población es de saturación de la capacidad de la tierra para ser poblada, y
los esquimales sienten que son muchos cuando hay hambruna. Tuan ilustra su
aseveración con una leyenda esquimal que cuenta que la muerte no existió en los
comienzos, y que los primeros esquimales vivieron sobre una isla en Hudson
Strait, en donde se multiplicaron rápidamente, hasta el punto de que hubo tanta
gente aglomerada que la isla comenzó a hundirse. Entonces u n hombre viejo
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gritó: Let it be so ordered that human beings can die, for there will no longer be roomfor us
on earth.
Tuan, en el mismo texto ya citado y objeto de esta reseña, analiza la relación
del tiempo con el espacio. Estas categorías, explica, son inseparables y se confun-
den aparentemente en la experiencia que es en gran medida subconsciente,
como cuando se expresan longitudes en unidades de tiempo; sentimos el espacio
porque nos podemos mover, y sentimos el tiempo porque como seres biológicos,
con frecuencia nos sumergimos en fases de tensión y de descanso. Pero ocurre, in-
siste, que la sociedad moderna nos compele a separar conscientemente el tiempo
y el espacio, aun en el plano de la experiencia.
En el epílogo de su libro, Tuan (1977) recalca en la idea de que es imposible
discutir la experiencia del espacio sin tener en cuenta los objetos y lugares que
definen el espacio. El espacio abstracto se vuelve concreto en el lugar y se llena
con significados. Su conocimiento se logra más por la experiencia que por la ins-
trucción formal; para aprender sobre el espacio y el lugar es necesario vivirlos en
plenitud, pero la "conquista del espacio" ha sido posible gracias a los productos
del pensamiento analítico que han transformado nuestro ambiente físico y social.
Si el sentido común y la vivencia nos permiten sentir la experiencia íntima del es-
pacio y del lugar, los mapas, la brújula y otros artefactos técnicos desarrollados
por la ciencia nos permiten saber mucho acerca del m u n d o . Pero la ciencia ha
marginado la experiencia estética, y todo lo que no se puede expresar en su rigu-
roso lenguaje tiende a ser negado o abandonado.
Tuan recrimina a los geógrafos que hablan como si su conocimiento del espa-
cio y del lugar fuera derivado apenas de los libros, mapas, fotografías o trabajos
de campo muy bien estructurados, y que escriben como si la gente estuviera dota-
da de mente y de visión, pero con ningún otro sentido con el que aprehender el
m u n d o y encontrar significado en él. Tal proceder ha dejado en el olvido una
gran cantidad de datos experimentales porque no se ajustan a los marcos rígidos
de la ciencia naturalista. De modo que la imagen del m u n d o que nos ofrece la
ciencia es truncada e incompleta, y por eso es bueno recurrir con alguna frecuen-
cia a las descripciones precisas que hacen el arte y la literatura sobre cómo vive la
gente, e invita a descubrir los modos en que los artistas y los escritores trabajan
para transmitir ideas complejas de la realidad del espacio y del lugar. Y termina
con u n llamado a planificadores y diseñadores de espacios y lugares a tener en
cuenta estos asuntos.
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CRÍTICA
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"La cultura global" no puede entenderse estáticamente, sino sólo como un proceso
contingente y dialéctico (y en modo alguno reducible de manera economicista a su
lógica del capital aparentemente unívoca) según el modelo de la "glocalización",
en cuya misma unidad se aprecian y descifran elementos contradictorios. En este
sentido, se puede hablar de paradojas de las culturas "glocales" [las itálicas son
de Beck).
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CAPITULO V
INTRODUCCIÓN
En los años sesenta del siglo XX, muchos geógrafos estaban convencidos de
que sólo el carácter de ciencia general podría darle a la geografía u n puesto res-
petable en la academia. Esta circunstancia era razón suficiente para abandonar el
excepcionalismo y entrar en los dominios de la ciencia moderna. Q u e en adelan-
te los geógrafos serían conocidos por sus teorías, decía David Harvey (1969), en
sus intentos por convencer a la comunidad geográfica de abrazar los cánones del
monismo científico del positivismo lógico; y Peter Gould afirmaba, sin ambages,
que quien no fuera ducho en álgebra lineal no podía ser u n geógrafo de verdad
(Curry, 1991). Y quienes no compartían la "revolución cuantitativa", pero sí el ca-
rácter general de la geografía, se cubrieron con la gran carpa del metarrelato
marxista.
En los últimos veinte años una contrarrevolución se ha estado gestando, y
parte de la comunidad geográfica ha hecho causa común con el anarquismo epis-
temológico que, en la jerga de las ciencias sociales, se conoce como "crisis de los
paradigmas". Son muchos los geógrafos y geógrafas que, tras renegar de la cien-
cia moderna y declararse libres de las ataduras del método, de Comte y de Marx,
consideran que sus discursos tienen validez apenas en el contexto en que se pro-
duce su trabajo reflexivo. Y, a su juicio, quien no comprenda a Derrida, a Foucault
o a Lyotard, e ignore los códigos de la estética y la semiótica, no tiene el derecho
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
Una vieja lección de historia enseña que quien esté interesado en compren-
der la naturaleza de la reforma protestante, debe conocer bien aquello contra lo
que Lutero y los demás reformadores protestaban. Asimilando en parte la lec-
ción, ahora que intentamos explorar el carácter del posmodernismo, se hace im-
perativa una somera referencia a la condición de la modernidad, objeto de su
crítica, y volver luego por el camino principal. Según la descripción de Vattimo et
al. (1994: 51):
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ninguna relación entre las mismas; García Márquez, porque su obra reciente es
leve y divertida, pretende una historicidad que rehuye la historia y construye
imágenes y frases vacías, aunque de gran valor estético.
Como época que trasciende o no la modernidad, lo posmoderno denota los
tiempos presentes, la llamada sociedad posindustrial, la era del posfordismo y la
acumulación flexible, o el capitalismo contemporáneo y su lógica cultural domi-
nante (Jameson, 1991; Harvey, 1998, 2000). En esta línea, todos somos posmo-
dernos porque vivimos en la posmodernidad, como los griegos son antiguos
porque vivieron en la antigüedad. Como en el viejo aforismo chino, "aunque le
pese, cada u n o pertenece a su siglo".
Como método, el posmodernismo es una forma de proceder científico aso-
ciado con la "deconstrucción" de los discursos modernos, práctica a la que Derri-
da, Rotry y Lyotard le dieron vigencia a partir de 1960, y que parece tener
vínculos con el pensamiento de Wittgenstein y Nietzsche. Quienes se declaran
metológicamente posmodernistas, denuncian las pretensiones racionales del
modernismo; rechazan la posibilidad de un fundamento único para el conoci-
miento humano, y consideran que el orden conceptual no existe en la naturaleza
de las cosas, sino que es un reflejo de los sistemas filosóficos adoptados por los
pensantes, por lo que su trabajo no sólo atañe al objeto sino a los sujetos. El cien-
tífico posmodernista es constantemente reflexivo, está convencido de que pala-
bras y discursos tienen su significado determinado por el contexto en que se
producen, afirma que el conocimiento tiene carácter local, rechaza los métodos
universalistas y milita en el anarquismo epistemológico.
Los posmodernistas han encontrado en las obras de filósofos posestructura-
listas -como Derrida, Foucault y Lyotard-, muchos elementos clave para su argu-
mentación en contra de la razón abstracta, y para alimentar su aversión a los
sistemas, los metarrelatos, los metalenguajes y las metateorías, y en general a
cualquier proyecto que pretenda buscar "la emancipación humana universal a
través de la movilización de la tecnología, la ciencia y la razón" (Callinicos, 1993;
Harvey, 1998: 58). Los posmodernistas se oponen a todo intento de representa-
ción unificada del mundo. Y en esos mismos filósofos fundamentan su gusto por
la pluralidad discursiva del poder y de los juegos del lenguaje, por la fragmenta-
ción, por la discontinuidad, por lo efímero y lo caótico, por la yuxtaposición y la
disyunción; de ellos aprendieron a preferir la diferencia sobre la uniformidad, la
fluidez sobre la permanencia, y a preocuparse por los "otros mundos" y por las
"otras voces" ocultadas y reprimidas por la modernidad (mujeres, homosexuales,
negros, indígenas, pueblos colonizados, entre otros). Harvey (1998: 63) corrobo-
ra lo anterior y p o n e en duda los alcances emancipatorios o revolucionarios del
postmodernismo, al expresar que:
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Sin duda, Foucault creía que sólo mediante un ataque multifacético y pluralista a
las prácticas de represión localizadas podía estructurarse algún desafío global al
capitalismo que no cayera en las múltiples represiones del capitalismo bajo nue-
vas formas. Sus ideas apelan a los diversos movimientos sociales que surgieron
durante la década de 1960 (feministas, gays, grupos étnicos y religiosos, autono-
mías regionales, etc.), así como a aquellos que se desilusionaron de las prácticas
del comunismo y de la política de los partidos comunistas. Sin embargo, Fou-
cault, en particular a causa de su rechazo a cualquier teoría global del capitalis-
mo, deja abierta la cuestión de la senda por la cual esas luchas localizadas
podrían sumarse a un ataque progresista, más que regresivo, contra las formas
básicas de la explotación y la represión capitalistas. El tipo de luchas localizadas
que Foucault parece alentar no han tenido efecto al desafiar el capitalismo.
Otro rasgo del posmodernismo -ya señalado en este texto, pero que vale la
pena tratar con más profundidad- es el que se refiere a la sobrevaloración del co-
nocimiento local y al repudio del conocimiento global. El conocimiento local re-
clamado por el posmodernismo goza, desde finales del siglo XX, de una amplia
aceptación en filosofía, feminismo, crítica literaria y análisis cultural, entre otros
discursos (Hayles, 1998).
Los teóricos posmodernistas plantean la necesidad de que se respeten las va-
riaciones locales en sí mismas y no como partes secundarias de los sistemas globa-
les. Lo global se refiere tanto a los sistemas culturales considerados como
totalidades, como a cualquier teoría que pretenda incluir determinados textos o
fenómenos en una explicación universal, como lo hacen el marxismo, la teoría de
la relatividad o la gramática. Lo local connota un lugar, una región o cualquier si-
tio textual que se resiste a ser generalizado teóricamente. Las teorías globales son
desacreditadas y rechazadas porque son construcciones sociales y lingüísticas que
forman parte de sistemas represivos y prácticas políticas totalitarias, que sirven a
determinadas clases o estructuras de poder, como lo denunció Foucault en sus ar-
queologías de las teorías totalitarias de la Ilustración (gramática, biología, dere-
cho penal). De esta circunstancia se desprende la consideración de que el
conocimiento local es liberador.
El conocimiento local se ha convertido en una tendencia en trance de con-
vertirse en un nuevo universal absoluto. Y su carácter liberador se pone en duda
precisamente cuando los procesos de globalización son más intensos y penetran
en todos los rincones del planeta. Esta duda la confirma Hayles (1998: 357) cuan-
do señala como paradójico que:
Al mismo tiempo que las redes globales de comunicación, las finanzas, las fuentes
de energía, la investigación bélica determinan que las vidas de los seres humanos
en nuestro planeta sean más interdependientes que nunca, los teóricos del
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... Esta vez nos encontramos en un auténtico universo, en un espacio que irradia
poder pero que a un mismo tiempo está cascado como un parabrisas hecho añi-
cos que todavía se mantuviera en pie. Sin embargo, este "poder" continúa siendo
un misterio -partiendo de una centralidad despótica se convierte a medio cami-
no en una "multiplicidad de relaciones"... y culmina en el polo opuesto con es-
fuerzos de resistencia... tan pequeños y tenues que, hablando de forma literal, los
átomos de poder y los átomos de resistencia se mezclan en un nivel microscópico.
El mismo fragmento de gestos, cuerpo, mirada y discurso encierra tanto la carga
positiva del poder como la carga negativa de la resistencia.
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hecho real que maehistas de todas las clases sociales ejercen y fortalecen las espa-
cialidades de la vida social que les dejan ventajas en relación con las mujeres. La ar-
ticulación de lo local con lo global es una tarea que reta a la teoría geográfica.
En resumen, las geografías posmodernistas celebran la diferenciación, la
fragmentación y la desarticulación de las diferencias, y hacen énfasis en el valor
de los lugares y regiones como los equivalentes locales del discurso posmodernis-
ta. El m u n d o es visto como un mosaico de realidades desarticuladas y contextuali-
zadas; las teorías sólo tienen validez local, lo que hace imposible pensar en algún
discurso general de la disciplina.
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DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA
La estética y las prácticas culturales importan, y del mismo modo las con-
diciones de su producción merecen la mayor atención.
3. Un reconocimiento de que las dimensiones del espacio y el tiempo son
importantes y que hay verdaderas geografías de la acción social, verda-
deros y metafóricos territorios y espacios de poder que resultan vitales
en tanto fuerzas organizadoras en la geopolítica del capitalismo, al mis-
mo tiempo que son los lugares de las innumerables diferencias y de las
"otredades" que se deben comprender por derecho propio, y dentro de
la lógica mayor del desarrollo capitalista. Por fin, el materialismo históri-
co está empezando a tomar en serio su geografía.
4. El materialismo histórico-geográfico es una modalidad abierta y dialéc-
tica y no un cuerpo de concepciones fijo y clausurado. La meta-teoría no
es una afirmación de la verdad total, sino un intento de reconciliarse con
las verdades históricas y geográficas que caracterizan al capitalismo, tan-
to en general como en su fase actual.
Harvey (2000) reitera sus críticas a las prácticas discursivas posmodernistas
que fomentan la fragmentación y el corte de conexiones, aunque les reconoce la
virtud de poner en relieve muchas cosas que de otra manera hubieran permane-
cido ocultas. Pero no considera válido ni conveniente escoger entre las particula-
ridades y las universalidades para definir un modo de pensar u n mundo, en el
que las unas y las otras están implicadas e internalizadas en una dialéctica relacio-
nal. Se deben hacer esfuerzos para establecer, por ejemplo, conexiones entre algo
tan concreto y localizado como las condiciones de producción de camisas en u n
lugar determinado, y la condición abstracta y universal de los procesos de mer-
cantilización, monetización, circulación y acumulación capitalista. Para Harvey es
necesario articular los conceptos de la "globalización" como discurso macro y del
"cuerpo" como discurso micro. La globalización, dice, es u n o de los conceptos
más hegemónicos para comprender la economía política del capitalismo interna-
cional, y el cuerpo es la categoría fundamental del posestructuralismo y la de-
construcción para entender la sociedad; pero ocurre que ambos regímenes
discursivos operan en los extremos del espectro epistemológico que utilizamos
para entender la vida social, sin que se hayan hecho mayores esfuerzos para inte-
grar el "hablar del cuerpo" con el "hablar de la globalización".
No obstante, Harvey resalta algunas integraciones fructíferas que se revelan
en casos como el de los derechos humanos y los derechos individuales (Ej. El tra-
bajo de Amnistía Internacional); la vinculación de los derechos de las mujeres a
controlar sus propios cuerpos con las estrategias globales de regulación de la po-
blación (temas dominantes en la Conferencia del El Cairo sobre población en
1994 y en las reuniones de mujeres de Beijing en 1996), y lo logrado en el campo
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CONCLUSIÓN
De lo expuesto en este texto es posible concluir que las ideas del posmoder-
nismo y del posestructuralismo han sido tomadas como soporte teórico para in-
tentar reorientar la geografía como ciencia reflexiva y de carácter local. En estas
condiciones es imposible generar una teoría global unificadora de la disciplina, y
se somete ésta a un alto grado de atomización y anarquía, con las ya mencionadas
consecuencias políticas, ideológicas y metodológicas; no es correcto pretender
conocer el lugar sin conocer el m u n d o , o creer que el m u n d o es un todo que surge
de la suma de lugares.
Pero tampoco resultan convincentes los llamados a ignorar o rechazar sin
juicio las proposiciones discursivas posmodernistas, ni sus prácticas investigati-
vas, pues bien sabemos que cuando la geografía acogió los discursos generalistas,
pareció olvidar el carácter diferenciado y desequilibrado del mundo, y descono-
ció esos "otros" que hoy reclaman reconocimiento. Es necesario reconocer la dife-
rencia, pero no se puede por ello aceptar la imposibilidad de construir teorías
generales e integradoras, a menos que pensemos que el mundo es un mosaico de
diferencias absolutas y sin conexión, como los animales de la enciclopedia china
que inventó la imaginación de Borges. Pero u n m u n d o isotrópico e indiferencia-
do es igual de ficticio.
No cabe duda sobre la necesidad de redefinir las relaciones ente el conoci-
miento científico y la subjetividad posmoderna. Esta actitud implica reconocer
que no existe una única forma de conocimiento válido, y que hay tantas formas de
conocimiento como tantas son las prácticas sociales que las generan y las sostie-
nen. Como plantea Boaventura de Sousa Santos (1998: 431):
La ciencia moderna se apoya en una práctica de división técnica profesional y so-
cial del trabajo y en el desarrollo tecnológico infinito de las fuerzas productivas
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