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La palabra aborto proviene del término latino (abortus), ab: privación, y ortus:
nacimiento. Su traducción sería: sin nacimiento.
Por lo tanto, el aborto es la interrupción del desarrollo del embrión durante el
embarazo, cuando aún no ha alcanzado la madurez fetal, o capacidad suficiente
para vivir por fuera del útero. El Aborto se puede definir como la culminación de un
embarazo antes de que el feto pueda vivir de forma independiente fuera del vientre de la
madre. La Organización Mundial de la Salud (OMS) hace una definición de una forma de
aborto denominado inseguro y lo califica como un procedimiento para terminar un
embarazo realizado por personas que carecen de las habilidades necesarias o en
un ambiente que no esté en conformidad con los estándares médicos mínimos, o ambas
cosas. De forma tal que para la OMS, existen dos formas; una segura y otra
insegura. En algunos países, si ocurre antes de las 24 semanas de embarazo, por
causas naturales, es considerado espontáneo y se le denomina involuntario.
El aborto es una operación tan sencilla como extraerse una muela o las
amígdalas. Casi no tiene efectos colaterales.
La Verdad: Las cifras desmienten esta afirmación. Después de un aborto legal,
aumenta la esterilidad en un 10%, los abortos espontáneos también en un 10%, y
los problemas emocionales suben del 9 al 59%. Además, hay complicaciones si
los embarazos son consecutivos y la mujer tiene el factor RH negativo. Los
embarazos extra-uterinos aumentan de un 0.5% a un 3.5%, y los partos
prematuros de un 5% a un 15%. También pueden darse perforación del útero,
coágulos sanguíneos en los pulmones, infección, y hepatitis producida por las
transfusiones, que podría ser fatal.
Algunos partidarios del aborto incluso han llegado a plantear que el aborto es
menos peligroso que un parto.