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EDUCACIÓN
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Sociología de la educación: objeto II : 1
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Sociología de la educación: objeto II : 1
3) no la entiende como un
intercambio o transmisión de conocimientos (o como la inserción en un
único canon de cultura), sino como una organización social de relaciones
de poder, grupos con distintos intereses, normas de conducta, ideologías,
conflictos entre “culturas”, etc.;
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B) Transmisión de conocimientos.
Las funciones efectivas de la escuela (en el ‘nivel 2’) serían, pues, según él:
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Por último, en este mismo nivel de las funciones que efectivamente desempeña
la escuela, adiciona las dos siguientes:
A) Adquirir conocimientos básicos (lectura, escritura, aritmética,
etc.) y especializados (científicos), aunque muchos de ellos se
olviden fácilmente.
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“Entendemos por ‘patriarcado’, de manera genérica, una relación entre los sexos y los grupos
de edad organizada en torno a la primacía de los varones sobre las mujeres y la autoridad de
los adultos sobre los no adultos cuyo centro es la estructura familiar, pero cuyos valores y
prácticas se extienden más allá de ésta. (…) La escuela reproduce la relación entre los grupos
de edad propia del patriarcado no sólo en el sentido de que la refleja y se alimenta de ella, sino
también en el de que la refuerza, al remachar dentro de la escuela lo que no deja de estar en
cuestión fuera de ella. (…) La escuela, en cambio, no tiene base alguna en el predominio del
hombre sobre la mujer. Esto no quiere decir que sea exquisitamente neutral, ni mucho menos
feminista. (…) Eso no impide que la escuela pueda ser escenario y vehículo de la discriminación
y la dominación de género, incluso un factor importante en su reproducción, pero implica que
tal papel no deriva de su lógica interna ni es consustancial a su existencia como institución, sino
que deriva de su inserción en la sociedad global y su permeabilidad a las presiones de ésta.”
(FERNÁNDEZ ENGUITA, 1995: 37-38)
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“La escuela trata a todos, al menos en principio, por igual. Recoge a los niños a
una edad temprana y los somete a procesos iguales o similares de aprendizaje,
evaluando después sus resultados con instrumentos comunes y certificando sus
respectivos logros. Periódicamente se llega a la conclusión de que la selección es
demasiado temprana, los procedimientos de evaluación no son lo
suficientemente justos o las diferencias de origen no han sido adecuadamente
tenidas en cuenta o compensadas, pero tales problemas parecen poder resolverse
con nuevas reformas que, por fin, convertirán a la escuela en el deseado
mecanismo meritocrático de distribución de las oportunidades que todos
queremos que sea. Todo eso se expresa sintéticamente en la idea de la igualdad
de oportunidades, que llega a sustituir a la de igualdad de resultados hasta el
punto de llevarnos a aceptar que las diferencias sociales son tolerables siempre y
cuando cada cual salga de un mismo punto de partida en la carrera por los
empleos, los ingresos, el poder, el prestigio, etc. (…) La promesa de movilidad
social se ha extendido a la clase obrera y, en general, a todos los sectores de la
población, constituyéndose en la base de un consenso social universal. Desde un
punto de vista global, la promesa es falsa puesto que no todo el mundo puede
acceder a las posiciones sociales más deseables: primero, porque éstas son, por
definición, escasas; y, segundo, porque la mayoría ya están repartidas de
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Estos últimos analistas, por lo tanto, considerarían que las cuatro primeras
dinámicas son las que han obtenido mayor prevalencia en la práctica (nivel
2 de las funciones sociales de la educación), mientras que, a su juicio, la
quinta de ellas podría acercar la educación pública a un trabajo que
contrarrestara las tendencias más criticadas hasta aquí (entrarían de lleno,
pues, en el nivel 1).
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tionar críticamente los conceptos aportados por otras disciplinas al tiempo que es
imprescindible para enmarcar adecuadamente las acciones y los problemas
educativos.
Un currículo –en definitiva, un conocimiento democratizado- de estas
características supone partir de un proyecto educativo de centro que, en la inmensa
mayoría de las ocasiones, no ha pasado de ser un documento administrativo
excesivamente inspirado en las propuestas de las distintas editoriales de libros de
texto. La elaboración de un proyecto educativo requiere de un profesorado
dispuesto a dejarse empapar por el entorno, a implicarse con él desde una actitud
de servicio público. Además, exige que este profesorado disponga de un mínimo de
conocimientos de sociología que le capacite para el análisis de la estructura social
circundante. Sería conveniente, seguramente, contar con la colaboración de un
sociólogo especializado en temas educativos, que trabajase en el ámbito de un
distrito o municipio. Muchas veces los proyectos de centro habrán de ser, al menos
en parte, proyectos de barrio, de distrito, de zona, etcétera.
Esta propuesta no nos debe hacer caer en el error de que la sociología analizaría el
contexto, lo social, lo de fuera: como si la escuela, en sí misma, no fuera la sociedad
o un microcosmos social. Lo social está dentro de la escuela, pero está oculto tras la
ideología dominante según la cual la institución escolar sería un mero reflejo
imparcial de los méritos de cada individuo. Las aulas son escenarios en los que
conviven la cultura académica y la de calle, la cultura “culta” y las culturas populares,
la cultura de la minoría dominante y las de las minorías étnicas, la cultura masculina
y la cultura femenina. Una escuela para todos debe partir de que la cultura que
transmite ni es neutra ni ha de ser necesariamente la mejor posible.
Una escuela democrática debe potenciar, sin lugar a dudas, los mecanis-
mos de participación colectiva, muy especialmente, el consejo escolar de centro, el
cual debe superar su actual concepción como una especie de parlamento en
miniatura; en el que, como ocurre en la sociedad política, el padre o el alumno que
deposita su voto, entrega un cheque en blanco a sus representantes a los cuales
rara vez pedirá cuentas. Frente a ello y aunque carecemos de análisis que nos
indiquen qué ha funcionado bien o mal en los consejos escolares (cómo y por qué
el profesorado se ha manifestado hacia las competencias de padres y alumnos;
cuáles y por qué han sido los niveles de participación; o por qué hay tantos centros
sin profesores candidatos a los órganos de gestión; etc.) existen instrumentos
ciertos que podrían trabajar en esa dirección.
Así, las alternativas democráticas de los inicios de la transición y el propio proyecto
de Consejos Escolares del PSOE de finales de los setenta incluían la existencia de
órganos colegiados a nivel de aula, de curso y de nivel (EGB, FP, etc.). Todos estos
órganos intermedios, mucho más próximos a la cotidianeidad escolar, han
desaparecido de la reflexión educativa. Estos órganos abordarían cuestiones más
cercanas a los padres, ya que su ámbito de actuación se referiría a cuestiones que
afectan directamente a la clase y al curso de sus hijos, etc., cuestiones en las que es
mucho más fácil que los padres muestren interés y puedan opinar.
2. LA SOCIOLOGÍA EN LA FORMACIÓN DEL PROFESORADO
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• La globalización y su problemática.
• La inmigración.
• El género.
• El estado y la educación.
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• Medios de comunicación.
• Políticas sociales.
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