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CELEBRACIÓN PENITENCIAL
(Música de fondo, mientras hablan los guías. Preparado en la parte de atrás, una vasija con barro, una con
agua limpia, y una maceta con espigas).
Guía 1: “El Año de la misericordia es esto: que el Señor nos está esperando, a cada uno de nosotros. ¿Para
qué? Para abrazarnos. Nada más. Para decir: hijo, hija, te amo. He dejado que crucificaran a mi Hijo por ti;
éste es el precio de mi amor; éste es mi regalo de amor»”, nos dice en Papa Francisco. La clave es siempre
el Amor. Dios nos ama tanto, que no se cansa de perdonarnos.
Guía 2: Pero nosotros sí podemos correr el riesgo de cansarnos de pedir perdón. Como salesianos, queremos
vivir intensamente este año de gracia, a través de acciones concretas, y ésta es una de ellas. Al reconciliarnos,
al mostrarnos necesitados de perdón, y al hacer un signo público de penitencia, logramos dos cosas: recibimos
la gracia de Dios como familia para poder realizar bien nuestra misión, y damos testimonio de vivencia de la
misericordia y de la unidad para bien de los jóvenes y del mundo entero.
S: (Puede motivar con palabras como éstas) El Señor es un Dios de bondad. Él nos ha convocado hoy para
expresar externamente ese constante trabajo interior, mano a mano con Dios, que supone nuestra conversión.
Él es el único capaz de devolvernos lo que nos ha sido arrebatado por el pecado, y quiero hacerlo con todo
su corazón. Es necesario, sin embargo, que nosotros acudamos al llamado, y nos pongamos en camino de
vuelta al Padre. Eso es conversión. Hemos fallado, nuestro pecado ensució nuestra vida, pero aquí esta Él,
que nos espera siempre con los brazos abiertos. Oremos un momento en silencio.
(Se hace un momento de silencio. Luego, el mismo presidente de la celebración entona la oración, indicando
que se reza al unísono)
Yo sé que me quieres, Señor, porque eres bueno, Tú me miras fijamente y amas lo profundo
porque tienes un corazón sensible, perdóname. y limpio que hay dentro de mí.
Limpia mi corazón del pecado, Me amas suavemente, como amigo en el silencio.
y de mis caídas continuas levántame. Abrázame y tu amor me cambiará el corazón.
Sé mi amigo y caminaré hasta la cumbre.
Me siento pecador ante ti, que eres santo.
Mi pecado está agarrado a mí. Ya sé que tú no te andas con hipocresías
Contra ti, contra ti sólo pequé. y que no quieres de mi palabras vacías.
Tus ojos han visto con pena mi corazón Lo que me pides es un corazón arrepentido,
manchado. un corazón noble y sincero es lo que tú quieres.
(Mientras el pueblo va haciendo la oración, entra una persona con una vasija transparente llena de barro,
llega al altar, gira y se queda mostrando el signo, hasta que se lea la monición. Luego, lo coloca en un lugar
visible)
S: Seguros de que Dios ve en lo profundo de nuestro corazón, nos acercamos a Él y, de forma comunitaria,
le pedimos perdón.
Lector 1: Señor, te pedimos perdón por los pecados de nuestra sociedad, los deseos de guerra y la
proliferación del terror, la violencia estructural, la idolatría del dinero y de los bienes materiales, la explotación
del hermano, la pobreza ignorada, y la falta de cuidado de la casa común.
S: Tú, que has venido a sanar al hombre y al mundo:
CANTO: Señor, ten piedad de nosotros… (Superstar)
Lector 2: Señor, te pedimos perdón por los pecados de la Iglesia, por nuestra falta de valentía en denunciar
lo contrario al Evangelio, por la falta de iniciativa pastoral, por las veces en que hemos pensado más en
nuestras estructuras que en los destinatarios, por la asedia espiritual, por las veces en que hemos
testimoniado una fe “light”.
S: Tú, que transformas a tu Iglesia y la llamas a ser signo de Tu Amor:
CANTO: Cristo, ten piedad de nosotros… (Superstar)
Lector 3: Señor, te pedimos perdón por nuestros pecados personales, por la falta de compromiso con nuestra
conversión y con la misión de la Iglesia, por nuestros odios y rencores, por nuestra falta de fe y caridad con el
prójimo, por la murmuración, por la intolerancia, el egoísmo, y la búsqueda de intereses particulares.
S: Tú, que has venido a sanar los corazones afligidos por el pecado y la desesperanza:
CANTO: Señor, ten piedad de nosotros… (Superstar)
OREMOS:
Dios, Padre nuestro, que sigues creyendo y confiando en nosotros, en nuestra bondad, en nuestra capacidad
de reacción, en la posibilidad de nuestra conversión, ayúdanos a reconocernos pecadores ante Ti; nos
ponemos en tus manos misericordiosas para que derrames sobre nosotros la gracia del perdón y podamos
gozar, así, de una comunión más plena contigo y con la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Guía 2: Como preparación a la escucha de la Palabra de Dios, cantaremos juntos el salmo 50, el “Miserere”,
salmo que muestra la necesidad del perdón, y a la vez las consecuencias del mismo: una vida renovada y
entregada a manifestar la bondad del Señor.
Guía 1: En el Evangelio, del cual veremos un video, se nos muestra cómo el Padre, que nos ha creado en
libertad, no se cansa de esperar a nuestro regreso. La vida nos golpea, y nuestros propios pecados nos traen
consecuencias terribles. El Padre sufre con nosotros, y espera nuestros tiempos. Suscita en nosotros el deseo
de retorno a casa, y se alegra en punto de fiesta por nuestro regreso. Nos ponemos de pie, y cantamos.
También dijo: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de
los bienes que me corresponde”. Y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo, el
hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar
necesidad. Entonces fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su
hacienda para que apacentara cerdos. Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los
cerdos, pero nadie le daba. Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘‘Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus
jornaleros”. Entonces se levantó y fue a su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido
a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó. El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad el
mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies. Traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta, porque este mi hijo muerto era y ha revivido; se había perdido y
es hallado”. Y comenzaron a regocijarse. El hijo mayor estaba en el campo. Al regresar, cerca ya de la
casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello.
El criado le dijo: “Tu hermano ha regresado y tu padre ha hecho matar el becerro gordo por haberlo
recibido bueno y sano”. Entonces se enojó y no quería entrar. Salió Celebración penitencial por tanto su
padre, y le rogaba que entrara. Pero él, respondiendo, dijo al padre: “Tantos años hace que te sirvo, no
habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
Pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el
becerro gordo”. Él entonces le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. Pero
era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha revivido; se había
perdido y ha sido hallado”»
Palabra del Señor.
- Breve Homilía
(Luego de un silencio prudencial después de la homilía, entra alguien desde el fondo con una vasija con agua,
lentamente, hasta el altar, y al llegar, hace lo mismo que con la vasija de barro.)
S: La conversión implica un reconocerse pecador delante de Dios, como hemos leído en el pasaje evangélico.
Esta acción, dentro de la preparación a la confesión personal, se ubica en los dos primeros pasos: el examen
de conciencia y el dolor de corazón. Hagamos, pues, este ejercicio, previo a nuestra reconciliación, a nuestra
llegada a los brazos del Padre amoroso, a nuestra experiencia profunda de misericordia.
Guía 1: El examen de conciencia nos ayudará a prepararnos a la confesión. Lo haremos en cuatro partes.
Cada parte contiene unas pocas preguntas que reavivarán nuestra conciencia y nuestra memoria.
Inspectoría Salesiana “Santa Rosa de Lima” Año de la Misericordia
Guía 2: Nosotros conocemos mejor que nadie lo que hemos hecho delante de Dios. Así, aquellos pecados
que no estén mencionados en las preguntas, y que nosotros sabemos que necesitamos confesarlos, tambén
son tenidos en cuenta en nuestro examen.
(Se lee el título del grupo, y se lee cada pregunta, haciendo un silencio entre pregunta y pregunta, para dejar
espacio a la reflexión. Entre cada grupo se puede cantar un canto penitencial. Las confesiones pueden
empezar ya durante el examen de conciencia)
ESTRIBILLO: “Las tinieblas no son tinieblas ante ti, la noche es luminosa como el día”
(Se deja silencio. Se puede poner música de reflexión, o entonar cantos para motivar a la oración. Al terminar
con las confesiones, se procede al siguiente momento.)
S: Hemos recibido el perdón de Dios. Hemos renovado nuestra amistad con aquel que nos ama y con los
hermanos. Expresemos ahora, juntos, nuestra alegría de sabernos perdonados y amados por Dios. Cantemos
juntos: /TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR/
S: Que nada nos impida ahora manifestar la alegría que nos llena por haber recuperado la paz con Dios, con
nosotros mismos, y con los demás. Démonos un abrazo de paz.
S: Cantemos, hermanos, y pongámonos en camino. Que este signo externo sea manifestación de nuestra
actitud interior de entrar en la presencia de Dios, para que al salir de esta basílica, anunciemos con nuestra
vida la inagotable grandeza de su amor.
(Se da la indicación, y todos hacen el recorrido, encabezados por la Cruz alta y el presidente de la celebración,
por la puerta lateral, dando la vuelta, y parando en la Puerta Santa).
En la puerta Santa:
S: Ahora, como acto de reverencia a Dios, antes de pasar por la Puerta Santa, recemos en silencio, pidiendo
a Dios el don de su indulgencia, el perdón total de la pena que nuestras culpas han merecido.
(Luego, el presidente es el primero en entrar, dando un beso o haciendo otro gesto de veneración a la puerta.
Dentro dl templo, se vuelve a cantar el canto anterior. Al llegar al Altar, el tercer y último signo hace entrada).
S: Este último signo representa nuestra vida, después de la reconciliación con Dios. Es el símbolo de lo que
está llamada a ser: trigo ofrecido, trigo que nace de una semilla que ha muerto para poder dar vida. Que
nuestra vida sea siempre así: ofrecimiento constante a Dios, al prójimo, a la causa del Reino. Recemos juntos
la oración por el año de la misericordia.
S: Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has
dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
T: Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena
de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso
al ladrón arrepentido.
Inspectoría Salesiana “Santa Rosa de Lima” Año de la Misericordia
S: Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si
conocieras el don de Dios!
T: Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el
perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y
glorioso.
S: Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera
compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno
de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
T: Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año
de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el
Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
S: Recemos ahora por las intenciones del Santo Padre: Padre Nuestro… Dios te salve, María… Gloria al
Padre…