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Resumen
Hacia 1950, los sectores populares empiezan a ser un tema central en la investigación
historiográfica. La denominada “Historia desde abajo” y la “Historia Social Inglesa”, son
corrientes que dan cuenta de este fenómeno. Sin embargo, a finales del siglo XX los
Estudios Subalternos de la India realizaron fuertes críticas a categorías establecidas por
estas corrientes, especialmente a las propuestas por autores ingleses. Esta nueva tendencia
propuso estudiar lo popular ya no desde el centro, en este caso Europa, sino desde la
periferia. Además, planteó nuevos análisis, nuevas formas de mirar al subalterno y de
inscribirlo en la historia. La intención de este artículo es mostrar algunas perspectivas del
estudio de los sectores populares en el siglo XX, concentrándose en el giro que se ha dado
en las últimas décadas con la corriente de Estudios Subalternos de la India y en la
importancia que se le ha dado en América Latina.
Palabras claves: Sectores populares, Estudios Subalternos, sectores subalternos,
subalternidad.
Abstract
From around 1950 on popular sectors became a central topic for historiographical research.
Currents such as “History from below” and “British Social History”, are evidence of this
phenomenon. Nevertheless, by the end of the Twentieth century, India’s Subaltern Studies
had strongly criticized the categories established by those currents, particularly those
proposed by British scholars. This new approach proposed to study popular sectors not
from the center, that is to say from Europe, but from the periphery. Also, they fostered new
analysis, vantage points and ways to place the subaltern in history. This paper aims to show
some of the Twentieth-century perspectives for the study of popular sectors, focusing on
the turn that has taken place during the last decades with India’s Subaltern Studies and the
importance that has been given to that turn in Latin America.
Keywords: Popular sectors, Subaltern Studies, subaltern sectors, Subalternity.
∗
Este trabajo hace parte de la investigación Hacerse artesano. Identidad, diversidad y sociedad. Medellín
1854-1880 y se realizó gracias al apoyo del Grupo de Investigación Etnohistoria y Estudios sobre las
Américas Negras, dirigido por el profesor Óscar Almario García y financiado por la Vicerrectoría de
Investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia.
∗∗
Historiadora y Magíster en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
1
Eric Hobsbawm, Sobre la Historia (Barcelona: Editorial Crítica, 1998) 212.
1
Introducción
Hablar de los subalternos empieza a ser un lugar común en la historia. Desde los años
sesenta, en el furor del siglo XX, la pregunta por aquellos que la historiografía había dejado
de lado se volvió fundamental. La influencia del marxismo, del estructuralismo, la euforia
de mayo del 68, del socialismo, y en fin, de las tendencias revolucionarias que marcaron
esta época, también tuvieron eco en la historiografía. Académicos como Eric Hobsbawm y
Edward Palmer Thompson concretaron en la Historia Social Inglesa estos novedosos
objetos de análisis a través de nuevas preguntas, nuevos estudios e interpretaciones, como
ya lo había hecho la Escuela de los Annales de la Historia Social Francesa, con sus
interpretaciones económicas y sociales de la totalidad histórica. Así, el giro de la
historiografía fue notorio. El interés por introducir al estudio de la historia inéditos
enfoques, objetos y sujetos de estudio novedosos, ocasionó una proliferación de análisis
interesados no sólo en describir sectores que no pertenecían a las élites, sino en mostrar
cómo las representaciones de épocas pasadas tomaban otros rumbos y otros tonos al
incluirlos. Se trataba de construir un nuevo relato que reconociera la totalidad de los actores
del drama histórico. Según el propio Hobsbawm,2 esta ampliación de la historia hacia los
temas marginales dio como resultado la diversificación de la disciplina.
Ahora, luego de cuarenta años del auge de la Historia Social Inglesa, las críticas han
cuestionado estos análisis de tal manera que han transformado la concepción de los sectores
populares. Así pues, la historia social tiene otras perspectivas que han contribuido, a su
modo, a replantear la historia social colonial y los sujetos históricos correspondientes, lo
que, en el caso de la India, configuró los Estudios Subalternos. Bajo esta denominación se
han elaborado diferentes análisis, nuevas formas de mirar al subalterno y de inscribirlo en
la historia. En ese sentido, corrientes históricas como la de los Estudios Subalternos y
Poscoloniales han sido determinantes en esta nueva comprensión de aquellos sujetos que
habían sido marginados, invisibilizados e inscritos en los análisis históricos de una manera
mecánica. Ante la dificultad de las fuentes, que no muestran claramente a estos sectores y
que hacen más difícil la tarea de la interpretación, los planteamientos teóricos de los
Subalternistas de la India3 proponen caminos metodológicos que han ayudado a avanzar en
dicho estudio.
2
Social Inglesa, corriente que ubicó rigurosamente a “los de abajo” en los acontecimientos
históricos y que observó este sujeto de estudio desde su relación con Europa, es decir desde
el eurocentrismo, aspecto que luego criticará la corriente de los Estudios Subalternos.
Entre sus ideas centrales encontramos la preocupación por esclarecer las relaciones élite–
pueblo, cultura de élite–cultura popular, dominados–dominadores. La expresión Historia
Social se usaba, según Eric Hobsbawm,5 en tres sentidos: primero se refería a la historia de
las clases “pobres” o “bajas”, como por ejemplo a la historia del movimiento obrero; en
segundo lugar, para referirse a una variedad de actividades humanas difíciles de clasificar
fuera de categorías muy generales como “modales, costumbres y vida cotidiana”; y en un
tercer y último sentido, lo “social” se usaba como complemento de la “historia económica”.
De cualquier manera, es claro que esta corriente intentaba ofrecer un tratamiento de la
historia distinto del tradicional, al incluir decisivamente a otros sectores de la sociedad, que
son en la realidad, los mayoritarios.
El segundo momento, en el estudio de estos sectores, está representado por los Estudios
Subalternos de la India, caracterizado por una fuerte crítica de las categorías que se
establecieron en la segunda mitad del siglo XX, y productor de una nueva mirada de los
sectores subalternos, ya no desde Europa sino desde la periferia misma.
El cambio de interés de los historiadores del objeto por excelencia, el Gran Relato, y el
sujeto tradicional, las élites, produjo nuevos análisis tanto teóricos como prácticos. Fue así
como la historiografía cuestionó la antigua manera de abordar los problemas de la historia,
esencialmente desde de las élites, y pasó de ver al “pueblo” como algo natural, sencillo,
iletrado, instintivo, irracional, anclado en la tradición y en la propia tierra, carente de
cualquier sentido de individualidad, a verlo como un “pueblo” que piensa, reacciona y
participa en los procesos históricos.
En la década del setenta del siglo XX, ocuparse del “pueblo” ─“esa gente común” ─ no se
remitía simplemente a describirlo. Esta recomposición trajo consigo una reflexión
fundamental: la cultura popular no podía ser estudiada ni entendida sólo en sí misma. De tal
modo que, después de tantos estudios, artículos, libros y discusiones que se produjeron
5
Hobsbawm, “De la Historia…”
6
Michel Vovelle, “Lo popular cuestionado”, Ideologías y mentalidades (Barcelona: Editorial Ariel. S.A.,
1985) 122-141.
3
desde los años sesenta sobre “los de abajo” –como fueron llamados en la segunda mitad del
siglo XX–, es inútil hoy volver a ese viejo y gastado problema de la división entre lo
popular y las élites. La conclusión fue muy clara en mostrar que en la sociedad se tejen
complejas relaciones que condicionan tanto a los unos como a los otros, y que es así como
se observa a la cultura como sistema.
Con Peter Burke la idea de hablar de una “cultura popular” única se deja de lado y se pasan
a identificar “culturas populares”, tal como lo señala en su célebre libro La Cultura Popular
en la Europa Moderna.7 En el doble sentido ─por un lado relaciones y por el otro la
heterogeneidad─ es donde se aprecia su gran aporte a los análisis de la(s) cultura(s)
popular(es). Su intención es esclarecer esas relaciones, “convencer” al lector y a los
historiadores de cómo estas dos culturas son en última instancia convergentes. Sobre el
sustrato de una “cultura común” se diferencian y entrecruzan las culturas de lo alto y lo
bajo. Las fronteras entre ellas se confunden en las festividades, en las Iglesias, en las
cantinas, pues “en las ciudades, ricos y pobres, nobles y comunes escuchaban los mismos
sermones”.8 Es así como los espacios se vuelven comunes, y es tanto su participación en
ellos como el sentido que le asignaban, lo que realmente diferencia a los ricos y a los
pobres.
Las imágenes, los temas, las canciones y las historias penetraban gradualmente hasta el
fondo de la escala social y los hábitos de la clase alta eran adoptados y transformados por
los sectores populares. En esta perspectiva, las palabras de Redfield para Burke cobran un
sentido muy interesante: “La gran tradición y la pequeña se han estado influenciando
mutuamente durante mucho tiempo y continúan haciéndolo”.9 El diálogo entre las dos
culturas ha sido y es continuo, la cultura popular influye en las élites y viceversa. Esta
relación se vuelve clave cuando se pretende comprender un sistema de significados (una
cultura) donde se tejen formas de sentir, pensar y actuar, socialmente construidos. Si se
hace complejo tratar de vislumbrar las relaciones entre culturas populares y culturas de
élite, es aún más complejo analizarlas en sí mismas como entidades aisladas. En este
sentido son esclarecedoras las consideraciones teóricas que realiza Carlo Ginzburg en la
introducción a su libro El queso y los gusanos, al hacer énfasis en la dificultad de la
documentación sobre lo popular:
7
Peter Burke, La Cultura Popular en la Europa Moderna (Madrid: Alianza Editorial. S.A., 1991).
8
Burke 65.
9
Burke 106.
10
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos (Barcelona: Muchnik Editores. S.A., 1981) 17.
4
aparece el ejemplo quizás más adecuado para mostrar un riguroso estudio sobre lo popular
bajo las nociones de dominantes y dominados. En su análisis de lo popular, Vovelle ve la
necesidad de recurrir a un enfoque indirecto de los rasgos del comportamiento colectivo,
“aunque la gente del pueblo ─campesinos o ciudadanos─ no haya producido, y con razón,
por ellos mismos un discurso escrito sobre su religión, en absoluto están reducidos al
silencio, aunque para hacerlos expresarse es conveniente valorizar otras fuentes y no ya las
escritas”.11 Para el autor, el “etnotexto” basado en lo oral y lo oral–escrito se convierte en
un elemento de base de toda investigación que vaya dirigida a explicar los modos de ser de
las culturas populares.
Al igual que para Peter Burke, para Vovelle la necesidad de desaparecer el “diálogo estéril”
entre cultura popular y cultura de élite es urgente. Para hacerlo, habría que reconocer el
lugar ambivalente de los intermediarios culturales, aquellos que no se ubican en ninguno de
los extremos de la cultura, que son dinámicos, fluctuantes y navegan entre los dos mundos.
Es decir, los agentes concretos, producidos en uno u otro mundo, pero que circulan entre
ambos llevando ideas de aquí para allá, los también llamados mediadores culturales.12
Todos estos cambios en la manera de abordar lo popular y, por consiguiente, a los sectores
subalternos, son indicios de que es imposible separar su análisis de los procesos históricos
que supuestamente habían sido protagonizados solamente por las élites. Esta conclusión
puede ser tomada como la prolongación de una idea de Antonio Gramsci, quien siempre se
refería a la religión popular y a la oficial como dos fuerzas culturales que operan en una
“relación dialéctica”. Años más tarde, los Estudios Subalternos acabarían de confirmar este
giro epistemológico que se ejerce sobre las culturas populares: “los grupos subalternos
están siempre sujetos a la actividad de los grupos que gobiernan, incluso cuando se rebelan
y sublevan”.13
Ya en los años 30 del siglo XX los análisis de Antonio Gramsci, militante marxista italiano,
fueron iluminadores en términos metodológicos para aproximarse a lo popular, o al
folklore, para usar sus palabras. En la medida en que la preocupación por hallar fuentes, se
convirtió en uno de los problemas principales de los estudiosos de lo popular, “el folklore
se ha estudiado sobre todo como elemento 'pintoresco'”.14 Se refería entonces a la
subestimación de esa experiencia, que hacía que el folklore fuera “trivializado”, como si se
olvidase que éste comprendía concepciones del mundo y de la vida opuestas a las
concepciones del mundo “oficiales”. Para Gramsci, el pueblo era el conjunto de las clases
subalternas e instrumentales de toda forma de sociedad existentes, lo que supone, incluso,
que el pueblo tenga múltiples concepciones del mundo, ciertas nociones científicas y
11
Vovelle 134.
12
Los trabajos de los historiadores Jesús Martín Barbero y Sergei Gruzinsky hacen referencia al tema de los
mediadores culturales. Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones (Barcelona: Gustavo Gili,
1987). Sergei Gruzinsky, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el
México español siglos XVI-XVIII (México: Fondo de Cultura Económica, 1988).
13
Ranajit Guha, “Prefacio a los estudios de la subalternidad. Escritos sobre la Historia y la sociedad
Surasiática”, Debates post coloniales: Una introducción a los estudios de la subalternidad, ed. Rossana
Barragán y Silvia Rivera Cusicanqui (La Paz: Historias. SEPHIS. Aruwiyuri, 1997) 27.
14
Antonio Gramsci, Antología, selección y traducción y notas de Manuel Sacristán (México, Argentina y
España: Siglo XXI Editores. S.A., 1970) 488.
5
muchas opiniones que llegan constantemente al dominio popular y se insertan en el
mosaico de la tradición. En esa dirección, para éste, el folklore “es un reflejo de las
condiciones de la vida cultural del pueblo”.15 Su concepción fundamental de lo popular, se
basa en concebir aquello como algo serio, no “pintoresco”, que por medio de la educación
tomará un lugar más elevado en la “nueva cultura de las grandes masas populares”,
haciendo desaparecer la separación entre la cultura moderna y la popular. Es en ese sentido,
que el enfoque de Antonio Gramsci restaura en el justo contexto lo popular y los sectores
subalternos, y razones por las cuales, contrariando al marxismo vulgar predominante, sus
puntos de vista han sido valorados e incorporados al análisis social contemporáneo.
La historia de las clases subalternas,16 como las llama Gramsci, está entrelazada con la de la
sociedad civil, y para estudiarla, según él, hay que remitirse a seis condiciones
fundamentales, a saber: primera, a la formación objetiva de los grupos sociales subalternos;
segunda, a su adhesión activa o pasiva en las formaciones políticas; tercera, al nacimiento
de partidos nuevos de los grupos dominantes para mantener el consentimiento y el control
sobre los grupos subalternos; cuarta condición, a las formaciones propias de los grupos
subalternos para reivindicaciones de carácter reducido y parcial; quinta, a las nuevas
formaciones que afirmen la autonomía de los grupos subalternos, y sexta, a las formaciones
que afirmen la autonomía integral.
15
Gramsci 489.
16
La noción de “clases subalternas” la retoma posteriormente la corriente de Estudios Subalternos, así como
lo afirma Saurabh Dube: “el proyecto emprendió la elaboración de la categoría de subalterno, derivada de los
escritos de Antonio Gramsci, como una metáfora para los atributos generales de la subordinación en la
sociedad del sur de Asia, ya se expresara ésta en términos de clase, casta, edad, género o cargo público”.
Saurabh Dube, Pasados poscoloniales. Colección de ensayos sobre la nueva historia y etnografía de la India
(México: El Colegio de México, 1999) 21.
17
Dube 493.
6
Es interesante observar otras nociones que contribuyen a ampliar el estudio de los sectores
populares, como el caso del historiador británico George Rudé, quien se acerca a la
multitud en el texto titulado, La multitud en la Historia.18 En su análisis identifica dos
concepciones que se han desarrollado en la historiografía sobre la multitud (en los siglos
XVIII-XIX), a saber: la de los escritores liberales del siglo XIX, que como Jules Michelet,
ven al pueblo como el único agente de la acción revolucionaria, y la otra, la de los
escritores conservadores, quienes ven los movimientos de la multitud como una turba que
no tiene ideas o impulsos honorables propios y que es impulsada por motivos de pillaje,
lucro, robo o por la necesidad de satisfacer ciertos “escondidos instintos criminales”. Rudé
cuestiona estas maneras de analizar la multitud y crea con ello una polémica productiva en
términos historiográficos. La gran aflicción social y la búsqueda de una reforma inmediata,
son señaladas por éste como las causas de la movilización. Sin embargo, esta descripción se
queda corta e incompleta, en tanto que para Rudé la multitud sólo existiría como tal, en los
momentos de protesta y movilización; la pregunta que se abre entonces es: ¿en los
momentos de paz y tranquilidad, dónde se encuentra la multitud?
Es pues un gran reto el que enfrentan los historiadores desde la década del setenta: intentar
comprender a aquellos que no pertenecen a las élites e indagar por sus relaciones con éstas.
Pero este reto no sólo se remite a comprender la cultura en sus divisiones “simples”: lo
popular y la élite, la gran tradición y la pequeña, lo noble y lo vulgar, sino que también
remite a comprender sus diversas interacciones. En particular, es necesario comprender
esos procesos de apropiación de los códigos culturales, producidos por otros sectores
sociales, un tema que reaparece en un historiador y antropólogo tan importante como
Michel de Certeau.19
Por otra parte, si nos remitimos al proceso que se dio en Inglaterra ─donde surgió la
corriente de La Historia desde abajo en cabeza de los reconocidos historiadores ya
mencionados─ podemos ver que su comienzo se dio por fuera de las universidades
animado por dos grandes revistas: Past and Present y New Left Review, que expresaban las
búsquedas de los marxistas ingleses tanto sobre la manera de ver el pasado, como las
cuestiones del presente. El concepto de Historia Popular incluye variables que no
solamente se refieren al alejamiento de esos acontecimientos en los que los historiadores
habían centrado su atención, la historia de los “héroes” o, para decirlo de otra manera, de
los “vencedores”. El estudio de la vida cotidiana, el interés por la historia local y la
“historia con personas”, dejando a un lado esa historia nacional privilegiada durante tanto
tiempo, fueron los intereses que dieron como resultado un auge de esos temas y el
surgimiento de la Historia desde abajo. Aunque es claro que en el siglo XIX ya se
presentaron casos donde el centro de los relatos no era el Estado sino el pueblo ─como en
el caso de John Richard Green con su obra Historia del pueblo inglés20─ no es menos cierto
que la urgencia de interrogar las producciones historiográficas sobre lo popular hace parte
del siglo XX.
18
George Rudé, La multitud en la historia. Estudio de los disturbios populares en Francia e Inglaterra
(Argentina: Editorial Siglo XXI, 1971).
19
Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano (México: Universidad Iberoamericana, 2000).
20
John Richard Green, Historia del pueblo inglés (Madrid: La España Moderna, 1890).
7
El recorrido por los diversos enfoques que se han dado alrededor de la Historia Popular es
muy bien analizado por el principal representante de la corriente nacida en Oxford en la
década del sesenta, Raphael Samuel, y que contó con la participación de estudiantes
procedentes del movimiento obrero, el The History Workshop. Esta corriente, que tiene su
origen en la relación con el marxismo, pretendía dar una participación activa a los
estudiantes que no se habían graduado y asumía un propósito aún más interesante: que los
trabajadores escribieran su propia historia, que la Historia saliera por fin de las
universidades. En los años posteriores a la década del setenta, la Revista History Workshop
Journal tenía la intención de “llevar las fronteras de la Historia más cerca de las vidas de la
gente”.21 En este recorrido, Raphael Samuel nos presenta el significado de la expresión
“Historia Popular”, llegando a la conclusión de que “la expresión Historia Popular se
emplea hoy en día para denotar una historia cuya escala es local, cuyo tema es la región, el
municipio o la parroquia: en el caso de la ciudad, la morfología de un barrio o suburbio
concretos, o incluso para determinada casa o calle”,22 perspectiva que se aleja de aquella
historia que se ocupaba de los grandes relatos, de esas grandes historias de las naciones e
inclusive de una clase obrera nacional.
Este postulado no solamente es interesante, sino aún más importante para el caso que nos
ocupa, puesto que permite ver cómo la historia de los “sencillos” se aleja un poco de ese
relato de la vida cotidiana, para también tomar forma en la vida política. Es decir, permite
develar la influencia de las ideologías dominantes, en aquellos que no pertenecieron a los
“grandes” de la historia. Esa es la preocupación de la historiografía, en especial la europea,
que da lugar a la Historia desde abajo. Nos presenta también, algo aún más útil, que va en
consonancia con lo señalado por Peter Burke, a propósito de la relación entre la cultura
popular y la cultura de élite. Samuel muestra cómo para estudiar la Historia Popular se debe
comprender la sociedad en su conjunto, en su larga duración (como ya lo había indicado
Fernand Braudel), cómo debe estudiarse desde la relación centro–periferia, desde la
división social y sexual del trabajo, desde las ideologías, desde la familia, entre otros temas.
La propuesta va en la vía de ir más allá de la vida cotidiana y estudiar la Historia Popular
desde las preguntas teóricas acerca de la memoria popular y la conciencia histórica. Aunque
esta corriente, así como otras también de origen inglés, ha sido fuertemente cuestionada en
los últimos tiempos por la tendencia de Estudios Subalternos, es necesario destacar las
propuestas que han surgido, en pos de una efectiva Historia Popular.
Ahora bien, la dificultad del estudio de las clases populares reside, para Eric Hobsbawm, en
las fuentes y sobre todo en su tratamiento. Para él, la historia de los de abajo difiere de los
temas tradicionales, por la inexistencia de un conjunto de material relativo a ella, ya que
“gran parte de la historia de los de abajo es como el rastro del antiguo arado. Puede parecer
que desapareció para siempre con los hombres que araron el campo hace muchos siglos”.23
En este caso, la Historia Oral puede ser la “salvación”, pero tiene sus limitaciones (si
pensamos en el caso del siglo XIX y, por supuesto, en períodos anteriores) y sus
21
Raphael Samuel, Historia popular y teoría socialista (Barcelona: Crítica, 1984) 8.
22
Samuel 18.
23
Hobsbawm, “Sobre la historia…” 212.
8
complicaciones (en especial en los temas del recuerdo, la memoria y el olvido).24 En el
sentido de las limitaciones de las fuentes hay que tener en cuenta que las nuevas
perspectivas, como los Estudios subalternos, permiten “ver” en “fuentes tradicionales” lo
que antes no se observaba.
Más que esclarecedoras, son sugerentes las ideas de Hobsbawm, pues la necesidad de
construcción de un modelo para estudiar los sectores populares resulta fundamental. La
reunión de información de muchas procedencias y su “encuadramiento” sería el horizonte a
construir en adelante. Se trata entonces de la construcción de un sistema de pensamiento
coherente, de un modelo que explique las múltiples formas de comportamiento que
identifican a los sectores populares. Y he aquí la dificultad: primero encontrar las fuentes y
segundo interpretarlas de tal manera que reflejen las relaciones complejas que se establecen
entre los sujetos sociales. Estas dificultades metodológicas, señaladas del mismo modo por
varios autores, no impidieron el surgimiento de un análisis novedoso de lo popular, por el
contrario, lo han estimulado, cuestionado e intentado definirlo (tarea que aún siguen
asumiendo los nuevos historiadores).
En este mismo sentido, el propio Eric Hobsbawm, en su texto Gente poco corriente,
pretende reivindicar la historia de aquellas personas “humildes que constituyen la mayor
parte del género humano”. Para Hobsbawm, esta gente común también hace la historia y
afirma en consecuencia: “lo que quiero demostrar es más bien que, si no como individuos,
colectivamente estos hombres y mujeres son actores importantes en la historia. Lo que
hacen y piensan tiene importancia”.25
Peter Burke, George Rudé, Eric Hobsbawm, Edward Palmer Thompson, Christopher Hill,
Raphael Samuel son sólo algunos, quizá los más representativos, de los intelectuales, que
pensaron desde un contexto inglés la historia desde otra perspectiva a la tradicional. Ahora,
en el mundo contemporáneo, o mejor, en la historiografía del siglo XXI, la inserción de los
sectores populares en los análisis históricos es prolífica. Las nuevas tendencias
historiográficas han obligado a los historiadores a ocuparse no exclusivamente de las élites
como las únicas productoras y protagonistas de los procesos, los cambios y los
acontecimientos. No sólo el objeto ha cambiado, también la lente con la que se mira. Las
críticas al marxismo y la dicotomía dominantes/dominados que fue permeada por las
nuevas tendencias, cambiaron la perspectiva y están dando a la historiografía
contemporánea una visión más amplia y reflexiva.
24
Referente a estos temas de Memoria y Olvido se han dado diversas discusiones, uno de cuyos textos más
representativos es el escrito por el historiador francés Pierre Nora, Les lieux de mèmoire (Francia: Quarto
Gallimard, 1977).
25
Eric Hobsbawm, Gente poco corriente. Resistencia, rebelión y jazz (Barcelona: Editorial Crítica. SL., 1999)
7.
9
II. Los Estudios Subalternos y sus nuevas interpretaciones
El giro de los historiadores hacia los estudios de lo popular fue el que dio lugar al
surgimiento de la historia desde abajo y a otras tendencias más recientes como los Estudios
Subalternos. Como se señaló antes, la Historia desde abajo fue la opción que a partir de los
años setenta se propuso desde el contexto inglés, alejarse de la historiografía tradicional que
situaba a las élites en el centro de su análisis. Así pues, descentrar la historiografía del
interés por las élites fue el objetivo fundamental de la Historia Social Inglesa. No obstante,
en la historiografía, en la sociología y en los estudios políticos, los subalternos habían
ocupado, por lo menos hasta los años setenta, un papel secundario, “quizá ningún fenómeno
histórico haya sido ignorado tan concienzudamente por los historiadores como la
muchedumbre”.27 Hay pues una distinción clave entre las dos tendencias interesadas en los
sectores populares. La Historia Social Inglesa se manifestó en los países metropolitanos
como Inglaterra, con el interés de ver lo popular y lo obrero y por otro lado la corriente de
los Estudios Subalternos se produjo desde la periferia, la India, para ver la complejidad de
la dominación en esas condiciones.
Como quiera que las tendencias historiográficas de las últimas décadas sugieren un giro en
la atención de los historiadores hacia los sectores populares, como se ha venido reseñando,
la revista Estudios Subalternos: escritos sobre la Historia y la Sociedad india, dirigida por
Ranajit Guha, es la que introduce en 1982 en el sur de Asia, dicha tendencia renovadora y
crítica de la Historia Social Inglesa: la corriente de Estudios Subalternos.28
Los Estudios Subalternos son una lectura desde la experiencia colonial y periférica,
diferente del pasado, integradora de saberes y horizontes teóricos, que se interesan por
conceptos complejos y discursos muy movedizos, como el funcionalismo, el
estructuralismo, el multiculturalismo, las críticas a la historia desde abajo, la relación
antropología e historia y su cambio en el último tiempo, y el énfasis conceptual en lo
cotidiano. A partir de esta corriente han surgido críticas teóricas más amplias del Estado, la
Nación, la modernidad, la interrogación del eurocentrismo, la singularidad del proyecto de
Estado Moderno, las narrativas históricas coloniales y nacionalistas y el papel jugado por
los actores históricos subalternos. En este último aspecto, es necesario destacar cómo los
Estudios de la Subalternidad resaltan la capacidad de iniciativa de estos sectores y su
relación con la estructura social,
26
Guha 27.
27
Rudé 75. Hay que recordar que “muchedumbre” no siempre indica “a los de abajo”.
28
Actualmente esta corriente está representada por: Shahid Amin, David Arnold, Gautam Bhadra, Dipesh
Chakrabarty, Partha Chatterjee, David Hardiman, Sudipta Kaviraj, Shail Mayaram, Gyan Pandey, M. S. S.
Pandian, Gyan Prakash, Susie Tharu, Gayatri Chakravorty Spivak, y Ajay Skaria.
10
Más allá de los dualismos del individuo y la sociedad engastados en las
tradiciones clásicas de la teoría social, la condición de agente (agency, o la
construcción de la historia y del mundo social por sujetos humanos) y la
estructura (o las condiciones y circunstancias en que tal hacen) deben
entenderse como partes de un proceso que los presupone recíprocamente.29
Es aquí donde el estudio de la gente de abajo implica la aguda visión del proceso histórico.
Pero simultáneamente, esta corriente del sur asiático es el ejemplo más significativo de la
crítica dirigida a la historia desde abajo. Para ellos, no se trata solamente de describir la
manifestación de estos sectores como tal, es relevante internarse en las causas de ésta, y en
su relación con la época en que se desarrolla; “los mejores trabajos en esta tradición han
entendido a los grupos subordinados como agentes discrecionales de la historia, los cuales
delineaban y eran delineados por los procesos sociales, vivían y hacían el pasado”.30 De tal
manera, los estudiosos de la subalternidad pasan de ver a los sectores populares como
“objetos desprovistos de conciencia” o como “víctimas pasivas de la historia”, a verlos
como agentes que son autónomos, que forman y son formados por los procesos históricos,
visión que se acerca a lo expuesto por E.P. Thompson en su obra, al identificar las
relaciones entre las tradiciones ─estructurales─ y los motines ─frutos de un examen de la
situación─ por parte de los agentes. 31
Esta corriente además de ver a los sectores subalternos como agentes que hacen parte de los
grandes relatos, ha enfocado su atención principalmente en los momentos de rebelión, es
decir ha visto a estos sectores desde sus grandes manifestaciones al negar lo hegemónico.
Es el caso de Veena Das, antropóloga de la India, cercana a esta corriente y preocupada por
los temas de la dignidad humana, la violencia y sus situaciones adversas, quien propone
integrarle a los análisis de los Estudios Subalternos otras perspectivas diferentes a las
propuestas por los pioneros de esta tendencia. En efecto, aunque ésta se concentra en la
violencia y el dolor como campo de investigación, su perspectiva es un aporte importante
pues propone una mirada, no sólo desde la rebelión, sino desde su dimensión humana,
desde la cotidianidad misma,
Das comparte con buena parte del colectivo de los Estudios Subalternos la
búsqueda de ese punto de equilibrio, para quienes la rebelión constituye un
momento excepcional dentro de una estructura de dominio que demuestra la
compresión que tiene el sujeto subalterno de su propia exclusión histórica. La
extraordinaria dificultad para lograr ese equilibrio quizá esté mejor ilustrada en
el llamado de atención que Veena Das hace a los historiadores subalternistas
para que asuman con mayor coherencia la pluralidad de los momentos de
rebelión.32
29
Dube 46. En este sentido se deben reconocer aportes de dos grandes obras de esta corriente: Ranajit Guha,
Elementary aspects of peasant insurgency in colonial India (London: Duke University Press, 1999) y Rivera
Cusicanqui y Barragán.
30
Dube 25.
31
Edward Palmer Thompson, Costumbres en común (Barcelona: Crítica, 1995).
32
Francisco A. Ortega (editor), Veena Das. Sujetos del dolor, agentes de dignidad (Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana, Instituto Pensar, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Facultad de
11
Así pues, la autora propone ver al subalterno desde la forma y contenidos de su conciencia,
es decir, su cultura, su vida cotidiana, sus manifestaciones políticas, además de buscar la
pluralidad en los momentos de rebelión, en la “rebelión” discreta, larvada y escondida
detrás de los rituales y rutinas cotidianas. Se trata de entender a los sectores populares
aplicando una perspectiva subalterna, no necesariamente desde la negación a lo
hegemónico, sino desde las estrategias cotidianas que crean nuevas subjetividades. Éstas
últimas no se refieren necesariamente a “un gran proyecto”, estas estrategias las
encontramos en los detalles de su vida cotidiana, en las manifestaciones políticas diferentes
a la rebelión. El aporte de la antropóloga es importante en la medida que le da
protagonismo a otras características de los subalternos que no habían sido tomadas en
cuenta por esta corriente.
Ciencias Humanas y Económicas, Sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales
CES, 2008) 23.
33
Florencia Mallon, "Promesa y dilema en los estudios subalternos: perspectivas a partir de los estudios
latinoamericanos", Convergencia de Tiempos. Estudios subalternos / contextos latinoamericanos. Estado,
cultura, subalternidad, ed. Ileana Rodríguez (Amsterdam-Atlanta: Editions Rodopi, B.V. GA., 2001) 133.
34
Gyan Prakash, “Los Estudios de la subalternidad como critica pos-colonial” ed. Rivera Cusicanqui y
Barragán 312.
35
Rivera Cusicanqui y Barragán.
36
Dube.
12
enfrentado por los subalternistas, y así fue como pudieron establecer que la historia de la
élite también vislumbraba la de los subalternos. Pero, ¿esto sí es tan claro al acercarse a las
fuentes? Las relaciones de poder, las nuevas maneras de explicar la naturaleza estratificada
y contradictoria de la política, de las culturas y las luchas subalternas fueron algunos de los
principales temas que ayudaron a identificar esa identidad de los subalternos.
Ahora bien, aunque los aportes de esta corriente para el caso de América Latina ha sido un
importante apoyo teórico, es claro que no se deben tomar al pie de la letra las reflexiones y
los estudios de analistas como John Beverly, Florencia Mallon o Veena Das, para casos
especiales, como los latinoamericanos. Por lo tanto, ¿cómo aplicar estos nuevos conceptos
y análisis?
37
Guillaume Boccara, Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas (Quito: IFEA (Lima-Perú) /
Ediciones Abya-Yala, 2002)
38
John Beverly, “La persistencia del subalterno”. Revista Nómadas, 17 (2002) 48-56.
39
Mallon.
40
Boccara.
41
Sobre la recepción de la corriente de Estudios Subalternos en Latinoamérica, existen varios análisis, entre
ellos el de Guillermo Bustos, Enfoque subalterno e historia latinoamericana: nación, subalternidad y
13
Llegamos aquí a la historiografía latinoamericana y especialmente a la colombiana, que
también intenta des-centrar su estudio, internándose en otros actores de la historia,
diferentes a los tradicionales. El atractivo de las corrientes historiográficas, tanto de las
europeas ─la Historia social o Desde abajo─, como de las más contemporáneas ─los
Estudios Subalternos─, ha motivado intereses renovadores para ésta y ha llevado a que los
historiadores se pregunten por aquellos que fueron excluidos del proyecto hegemónico y
que actuaron desde una perspectiva subalterna.
escritura de la historia en el debate Mallon – Beverly (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, 2002) y el
ya mencionado de Rivera Cusicanqui y Barragán.
14
BIBLIOGRAFÍA
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¾ Sergei Gruzinsky. La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y
occidentalización en el México español siglos XVI-XVIII. México. Fondo de Cultura
Económica, 1988.
¾ Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragán. Debates PostColoniales: Una
introducción a los Estudios de la Subalternidad. La Paz. Historias SEPHIS, 1997.
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