Sei sulla pagina 1di 2

El bautismo de Jesús, es un acontecimiento fundamentalmente vocacional.

Jesús,
ya un hombre adulto, llega ante Juan, para ser bautizado por este profeta a quien
seguramente ha estado escuchando atentamente. Probablemente, la predicación de
aquel hombre de apariencia excéntrica, había provocado ya "algo", en el mundo
interno de Jesús. Quizá aquellas palabras enérgicas que gritaba con fuerza
el bautizador, junto al rio Jordán; anunciando la inminente llegada del Mesías y la
exigencia de conversión, le habían hecho vibrar, desde lo más hondo de su corazón.
Es muy posible que Jesús anduviera por esos días con un rún rún en su corazón,
conectando con su deseo profundo, y una pregunta estuviera resonando con fuerza
en lo más íntimo de Jesús; esa misma pregunta con la que cada quien necesitamos
conectar, en algún momento de la vida, y que denota las decisiones más
cruciales: ¿Quién soy?... ¿Para qué he nacido?... ¿Qué sentido quiero que tenga mi
existencia?
Entonces, experimenta la presencia de Dios de un modo claro y contundente. En ese
momento, siente confirmado lo que ha estado aprendiendo y estudiando toda su
vida, lo que le han enseñado y lo que él mismo ha ido captando acerca de Dios,
como un padre amoroso y cercano.
Pero es más aún, no solamente experimenta la presencia amorosa de Dios, sino que
experimenta, cómo Dios mismo le da la respuesta a su pregunta: "Tú eres mi Hijo
querido, mi predilecto".
Para Jesús, lo que vivió en el Jordán, funda su vocación, es decir, desde entonces
comprende quién es él para Dios: El Hijo Amado. A partir de esto, configura todo su
ser y apuesta plenamente por su proyecto de vida. Quiere vivir siempre siendo Hijo
amado, que ama a su Padre y, por lo tanto, que ama lo que su Padre ama. Quiere
dejarse apasionar por lo que le apasiona al Padre: La vida de la creación, la vida
digna de la humanidad a la que con tanto cariño ha creado. Desde entonces, todo
lo que Jesús es y todo lo que hace, lo vive como Hijo del Padre amoroso.
De tal modo le cree a su vocación, que se deja apasionar por el amor del Padre Dios,
queriendo estar siempre con él y queriendo hacer sólo lo que a su Padre amado, le
place. El mayor anhelo de Jesús, su pasión, consiste en que se realice la voluntad
del Padre Dios a quien tanto ama: ¡Que el amor de Dios reine de tal manera que la
humanidad viva feliz, con justicia y paz, desde este amor divino que infunde vida
plena!
Cuando cada quien encuentra la respuesta, y la fundamenta no en sí mismo, ni en
lo que su ego le dicte, sino en lo que Dios pronuncia, entonces la vida adquiere
sentido de tal manera que se convierte en una historia apasionada. No importa que
haya crisis que descoloquen, no importa que por momentos las noches o las
tormentas nos hagan perder un poco el rumbo, no importa si en el fondo sé quién
soy... Si he encontrado mi vocación.
El bautismo de Jesús, es un acontecimiento fundamentalmente vocacional. Jesús, ya un hombre
adulto, llega ante Juan, para ser bautizado por este profeta a quien seguramente ha estado
escuchando atentamente. Probablemente, la predicación de aquel hombre de apariencia
excéntrica, había provocado ya "algo", en el mundo interno de Jesús. Quizá aquellas palabras
enérgicas que gritaba con fuerza el bautizador, junto al rio Jordán; anunciando la inminente
llegada del Mesías y la exigencia de conversión, le habían hecho vibrar, desde lo más hondo de su
corazón.

Es muy posible que Jesús anduviera por esos días con un rún rún en su corazón, conectando con
su deseo profundo, y una pregunta estuviera resonando con fuerza en lo más íntimo de Jesús; esa
misma pregunta con la que cada quien necesitamos conectar, en algún momento de la vida, y que
denota las decisiones más cruciales: ¿Quién soy?... ¿Para qué he nacido?... ¿Qué sentido quiero
que tenga mi existencia?

Entonces, experimenta la presencia de Dios de un modo claro y contundente. En ese momento,


siente confirmado lo que ha estado aprendiendo y estudiando toda su vida, lo que le han
enseñado y lo que él mismo ha ido captando acerca de Dios, como un padre amoroso y cercano.

Pero es más aún, no solamente experimenta la presencia amorosa de Dios, sino que experimenta,
cómo Dios mismo le da la respuesta a su pregunta: "Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto".

Para Jesús, lo que vivió en el Jordán, funda su vocación, es decir, desde entonces comprende quién
es él para Dios: El Hijo Amado. A partir de esto, configura todo su ser y apuesta plenamente por su
proyecto de vida. Quiere vivir siempre siendo Hijo amado, que ama a su Padre y, por lo tanto, que
ama lo que su Padre ama. Quiere dejarse apasionar por lo que le apasiona al Padre: La vida de la
creación, la vida digna de la humanidad a la que con tanto cariño ha creado. Desde entonces, todo
lo que Jesús es y todo lo que hace, lo vive como Hijo del Padre amoroso.

De tal modo le cree a su vocación, que se deja apasionar por el amor del Padre Dios, queriendo
estar siempre con él y queriendo hacer sólo lo que a su Padre amado, le place. El mayor anhelo de
Jesús, su pasión, consiste en que se realice la voluntad del Padre Dios a quien tanto ama: ¡Que el
amor de Dios reine de tal manera que la humanidad viva feliz, con justicia y paz, desde este amor
divino que infunde vida plena!

Cuando cada quien encuentra la respuesta, y la fundamenta no en sí mismo, ni en lo que su ego le


dicte, sino en lo que Dios pronuncia, entonces la vida adquiere sentido de tal manera que se
convierte en una historia apasionada. No importa que haya crisis que descoloquen, no importa
que por momentos las noches o las tormentas nos hagan perder un poco el rumbo, no importa si
en el fondo sé quién soy... Si he encontrado mi vocación.

Potrebbero piacerti anche