Desde que era niño nunca se me hizo difícil la tecnología. La primera vez que me senté al frente de un computador tenía 5 años y mi papá lo había hecho para que escuchara sonidos de animales. De ahí determino yo, el inicio de una capacidad tanto de comprender como de utilizar rápidamente, en los distintos elementos tecnológicos. Lo mismo me pasó con las consolas de videojuegos, celulares, etc. Ahora más grande, me fijo en ciertos fenómenos. Si bien la generación de mi hermana y mi tia -del 80- son millennials, por ende, vivieron la plena transición tecnológica, se nota la diferencia en adaptación. Creo que todos los jóvenes de mi edad y menores, se les hace fácil poder indagar en las herramientas de por ejemplo, un smartphone. Quise contextualizar todo esto porque concluí que finalmente seguimos aún siendo una especie que se adapta al espacio/tiempo. Comprobado por la ciencia en años anteriores aquellos animales que no sabían acomodarse al clima morían. En este caso los abuelos y adultos que no quieren aprender, que no están dispuestos a entender “esos aparatos”, se van quedando atrás a un punto de excluirse de la sociedad. Y es que avanzamos no solo con innovaciones tecnológicas, sino también, en la actualización de la agenda valórica que se acopla a las nuevas necesidades. Esas mismas que comúnmente exigen los movimientos sociales. Yo soy una mezcla de la Generación Y y Z, de esos jóvenes que la mayoría tiene acceso a internet, tecnología y una educación superior. Aquellos que vivimos luego de las guerras y tragedias económicas, aquellos dependientes de sus redes sociales. Como futuro periodista soy bastante crítico en el último punto, debo reconocer que amo todo lo que conlleva el internet pero también, soy consciente de los problemas que puede generar. Desde noticias falsas hasta la fomentación de opiniones que discriminan o incitan el odio. “En internet hay de todo”, es una frase que los que realmente estamos acostumbrados desde hace años al internet, entendemos la magnitud de lo que significa esta nueva vía de comunicación. De todas formas no soy una persona pesimista. Encuentro provecho analizar los fenómenos que se encuentran en redes sociales como Facebook -una red que hasta mascotas poseen- y que nos ayudan a entender mejor el pensamiento colectivo. Política, noticias de contingencia internacional o temas religiosos son algunos de los casos donde es impresionante la variedad de observaciones. Y yo creo que el tema va por ahí. Las nuevas generaciones somos aún más cyborgs, la tecnología es parte directa de los procesos de comunicación como también de conocimiento. Existe una ampliación en la variedad de profesiones u oficios, más allá de los que determina el clasista capitalismo tardío como “generador de dinero”. Somos seres políticos, la mayoría buscamos el bien común, una buena economía y derechos que se cumplan. Existe una misión que no solo parte desde el gobierno de turno, si no más bien,de la casa: El correcto avance de la sociedad con el nuevo uso tecnológico. Los principales problemas de este amplío mercado de oportunidades tecnológicas -que inicialmente buscaban hacernos la vida más fácil- se podrían resumir en: Obesidad, individualismo, dependencia y falta de comunicación “real”. Posiblemente cada punto se puede entender por si solo, pero creo que es importante dejar en claro que todos tienen una relación entre si. No es que algunos sufran solo de obesidad y no de dependencia, todos finalmente se complementan. El método económico y político del neoliberalismo nos posicionó como un país subdesarrollado, pero como individuo que nació entre la Generación Y y Z, analizo las grandes repercusiones que trajo este “salto económico”. No existe actualmente una descripción fija para qué es realmente el neoliberalismo pero por sus orígenes, se entiende como la separación del poder autónomo del Estado, como también la “libertad” de los ciudadanos para elegir su futuro. Qué quieren estudiar, qué quieren comprar, en qué quieren invertir, pero todo relacionado a el pago de por medio. Dudo que algún amigo o conocido que conozco esté en contra de tener en el mall de su ciudad conocidas marcas a nivel mundial, pero si somos varios los que observamos la desigualdad social que esto genera. A un nivel totalmente económico, educacional y hasta valórico. Esto se ve reflejado en cosas tan simples como el tipo de persona que frecuenta ciertos supermercados o sectores, pero más aún, en la proyección que tienen cada uno. Estadísticas de este año determinan que jóvenes de sectores vulnerables ni siquiera llegan a un 20% en participación electoral, mientras que de comunas como Vitacura o Las Condes, supera el 60%. El problema de los países desarrollados y subdesarrollados es que se olvidan de fomentar la educación valórica. Esa que se enseña en las casas y hasta en las mismas iglesias. Esa que no se debería pagar para estar consciente del respeto mutuo. Sin importar la raza, género, orientación sexual o nivel socio-económico. Como estudiante de periodismo soy consciente de la ignorancia y falta de educación de los chilenos. Muchos de los comentarios en contra de la ley de matrimonio igualitario o el aborto en tres causales, son de fanáticos religiosos que no solo se basan en la biblia, si no que le agregan hartos insultos y hasta con faltas de ortografía. Me cuestiono el concepto que tienen de Dios o del amor al prójimo, pero es ahí donde noto la magnitud del pensamiento arcaico atraído por generaciones. Platón determinaba que la justicia era el principal motor de la sociedad y del Estado como tal. La pregunta podría basarse en qué es la justicia, pero a mi punto de vista, va más en cómo realmente aplicar esta justicia. Y es que este concepto no solo se debe entender como algo legal, si no también, como oportunidades y una correcta implementación del mercado, de la tecnología y los medios de comunicación. Somos una sociedad que aplaude los avances científicos, tecnológicos, arquitectónicos, pero no todos quieren avanzar de una manera inclusiva. El individualismo se presenta actualmente en todo tipo de decisiones pero para aterrizarlo a la actualidad, un claro ejemplo son el tema de los impuestos. Las familias más ricas de Chile -comúnmente con empresarios de cabecilla- se han demostrado en contra desde años a pagar un poco más para estabilizar la brecha de desigualad social. Siendo que en la mayoría de los países que miramos para arriba en modo de alcanzarlos en algún punto, los ciudadanos están conscientes de lo que se puede lograr con una buena política y estrategias económicas que lleven al bien común. El lado B del capitalismo se ha ido manifestando en estos últimos años y son las nuevas generaciones las que han optado por la búsqueda de un cambio. Debemos ser capaces de utilizar las herramientas que nos entregó “la buena economía”, para generar una sociedad que le sonría a todos en niveles de educación, salud y principalmente, de la sana convivencia a pesar de las diferencias que puedan existir. Más aún aquellos que poseemos la rápida habilidad de utilizar la tecnología a nuestro favor. La correcta aplicación de los conceptos milenarios que nos entregaron filósofos como Platón, mesías como Jesús o Buda, sobre la sociedad ideal nos llevaría a una clara empatía y compromiso por lo que entendemos como sociedad e individuos. El cambio viene de nosotros mismos, siendo emprendedores en una sana convivencia y dejando atrás ideologías que discriminen o limiten a ciertos ciudadanos de sus derechos como deberes.