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corazón
de la sabiduría
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Cómo comprender la mente
Cómo solucionar nuestros problemas humanos
Compasión universal
El camino gozoso de buena fortuna
El voto del Bodhisatva
Esencia del vajrayana
Gema del corazón
Gran tesoro de méritos
Introducción al budismo
Mahamudra del tantra
Nueva guía del Paraíso de las Dakinis
Nuevo manual de meditación
Ocho pasos hacia la felicidad
Tesoro de contemplación
Transforma tu vida
Una vida con significado, una muerte gozosa
Nuevo corazón
de la sabiduría
Editorial Tharpa
ESPAÑA · MÉXICO · ARGENTINA
REINO UNIDO · EE.UU
Título original: The New Heart of Wisdom
Editado por primera vez en inglés en el año 1986 como Heart of Wisdom por Tharpa
Publications.
Segunda edición en 1989. Tercera edición en 1996.
Cuarta edición con nuevas ilustraciones en el 2001.
Reimpreso en los años 2004, 2005, 2008 y 2010.
Quinta edición renovada y publicada como The New Heart of Wisdom en el 2012.
Versiones españolas publicadas en los años 1986, 1989, 1996 como Corazón de la sabiduría.
Edición renovada y publicada como Nuevo corazón de la sabiduría en el 2013.
Tharpa tiene oficinas en varios países del mundo.
Los libros de Tharpa se publican en numerosas lenguas. Para más detalles véase las Oficinas
de Tharpa en el mundo.
Editorial Tharpa
C/ Manuela Malasaña, 26
28004 Madrid, España
Tel.: (+34) 91 7557535
info.es@tharpa.com
www.tharpa.com/es
© 1986, 1989, 1996, 2013 Centro Budista Vajrayana. Editorial Tharpa
© 1986, 1989, 1996, 2013 New Kadampa Tradition – International Kadampa Buddhist
Union
© Traducción 1986, 1989, 1996, 2013 New Kadampa Tradition – International Kadampa
Buddhist Union
Traducción: Departamento de traducción de Editorial Tharpa España
El derecho de Gueshe Kelsang Gyatso a ser identificado como autor de esta obra ha sido
certificado según la ley de derechos de autor, diseños y patentes, del Reino Unido, de 1988
(Copyright, Designs and Patents Act 1988).
Todos los derechos reservados para todo el mundo. Queda prohibido, bajo las sanciones
establecidas por las leyes, reproducir o transmitir esta publicación, total o parcialmente
(salvo, en este último caso, para su cita expresa en un texto diferente, mencionando su
procedencia), por ningún sistema de recuperación de información ni por cualquier medio,
sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, grabación o
cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
Ilustración de la cubierta e interiores: Tharpa Publications.
Rústica: ISBN 978-84-15849-24-7.
eBook ePub: ISBN 978-84-15849-25-4.
eBook Mobi (Kindle): ISBN 978-84-15849-26-1.
Depósito legal: MA 1590-2013.
Ilustraciones
Buda Shakyamuni
Gran Madre Prajnaparamita
Avalokiteshvara
Manyhushri
Vajrapani
Maitreya
Samantabhadra
Ksitigarbha
Sarvanivaranaviskambini
Akashagarbha
Shariputra
Ananda
Nagaryhuna
Asanga
Atisha
Yhe Tsongkhapa
Yhe Phabongkhapa
Kyabyhe Triyhang Rimpoché
Gueshe Kelsang Gyatso Rimpoché (incluido en respuesta a la petición
de sus discípulos)
El mantra de la perfección de la sabiduría
Gran Madre Prajnaparamita
Colaboraciones
Junto con una gran asamblea de monjes y monjas, y una gran asamblea de
Bodhisatvas: Cuando Buda estuvo en la montaña Banda de Buitres
impartió discursos mahayanas, por lo que su círculo de discípulos no
solo abarcaba un gran número de monjes, como Shariputra y
Subhuti, y monjas, sino también muchos Bodhisatvas, como
Avalokiteshvara y Maitreya. También estuvieron presentes un gran
número de dioses, semidioses, nagas y espíritus.
Manyhushri
DESCRIPCIÓN EXTRAORDINARIA DEL CONTEXTO HISTÓRICO DEL SUTRA
LA PREGUNTA DE SHARIPUTRA
LA RESPUESTA DE AVALOKITESHVARA
La forma es vacía;
La profundidad última del agregado de la forma es la vacuidad de
la forma, es decir, que la forma es vacía de existencia inherente. La
vacuidad de la forma es su naturaleza última y, debido a que es un
tema muy profundo, se denomina profundidad última del agregado de
la forma.
Primero hemos de identificar qué son los cinco agregados. Como se
ha mencionado con anterioridad, los cinco agregados son: la forma,
la sensación, el discernimiento, los factores productores y la
consciencia. Se denominan agregados porque cada uno está
compuesto de varios elementos.
La forma comprende todos los objetos de las cinco consciencias
sensoriales: todo lo que la vista puede ver, el oído puede oír, el
olfato puede oler, el gusto puede saborear y lo que el tacto puede
sentir o tocar. Por lo tanto, todos los objetos físicos burdos, como las
montañas, las mesas y los libros, además de los colores y las formas,
los sonidos, olores, sabores y objetos tangibles, forman parte de este
agregado. El agregado de la forma de una persona es su cuerpo.
La sensación es una parte de la consciencia cuya función es
experimentar felicidad, infelicidad o indiferencia. Es un factor
mental que acompaña a todas las clases de consciencia. Cuando una
mente primaria entra en contacto con su objeto, la función de la
sensación es experimentarlo como agradable, desagradable o neutro.
En consecuencia, existen tres tipos de sensaciones: agradables,
desagradables y neutras.
El discernimiento es una parte de la consciencia cuya función es
reconocer las señales o características distintivas de un objeto. Con el
discernimiento podemos distinguir un objeto de otro, lo bueno de lo
malo, etcétera. Sin sensación ni discernimiento, la mente no podría
funcionar y no podríamos hacer nada.
Los factores productores incluyen dos clases de fenómenos: los
factores mentales y los fenómenos compuestos no asociados. En
total existen cincuenta y un factores mentales, y todos, excepto la
sensación y el discernimiento, están incluidos en el agregado de los
factores productores. Este agregado abarca los restantes factores
mentales siempre presentes: la atención, la intención y el contacto;
los factores mentales virtuosos, como la fe y el esfuerzo; los factores
mentales que son perturbaciones mentales, como el odio y los celos;
y otras clases, como la retentiva mental y el arrepentimiento. Los
fenómenos compuestos no asociados son todos los fenómenos
impermanentes que no son ni forma ni mente, como las personas, la
vida, el tiempo y los potenciales. Las personas se incluyen en esta
categoría porque son impermanentes y, aunque una persona tiene
mente y forma, el fenómeno mismo, persona, no es ni lo uno ni lo
otro. El agregado de los factores productores de una persona abarca
todos los factores productores de su continuo.
La consciencia es una mente primaria cuya función es conocer el
aspecto general de un objeto. El agregado de la consciencia incluye
las seis mentes primarias: la consciencia visual, la auditiva, la
olfativa, la gustativa, la corporal y la mental.
Hemos de comprender que nuestros cinco agregados son nuestro
cuerpo, nuestras sensaciones, discernimientos, factores productores
y consciencias, y que constituyen las bases de designación del yo. Al
percibir cualquiera de estos cinco, debido a la ignorancia, generamos
el pensamiento: «Yo» o «mí». Pero, de hecho, ninguno de los cinco
agregados es el yo.
En este Sutra se elige primero el agregado de la forma como base
para establecer la vacuidad. En el Sutra de la perfección de la sabiduría
en cien mil versos, en el cual se toman ciento ocho objetos de
conocimiento –desde la forma hasta la mente omnisciente– como
bases para establecer la vacuidad, también se comienza con la forma.
Una vez que hayamos comprendido la vacuidad utilizando una
base, como la forma, no nos resultará difícil establecer la vacuidad
de otros fenómenos.
Cada escuela budista interpreta la vacuidad de manera diferente.
La interpretación que se presenta en este libro es la del sistema de
principios filosóficos madhyamika-prasanguika, que es la visión
última de Buda tal y como la reveló en los Sutras de la perfección de la
sabiduría. Buda enseñó diversos sistemas filosóficos según las
distintas necesidades y la capacidad de sus seguidores, pero su
intención era conducir finalmente a todos los seres a la visión última
de la escuela prasanguika. No hay otra visión que la supere.
Según la escuela madhyamika-prasanguika, la vacuidad es la mera
ausencia de existencia inherente. Por lo tanto, cuando
Avalokiteshvara afirma que la forma es vacía, quiere decir que la
forma, como nuestro cuerpo, es vacía de existencia inherente, es
decir, que no existe de manera inherente. Para entenderlo, primero
debemos saber qué es la existencia inherente. Hemos de saber cuáles
serían las características que tendría un objeto si existiera de esta
manera.
Si algo existiera de manera inherente, tendría existencia propia,
independiente de todos los demás fenómenos. Según la escuela
madhyamika-prasanguika, si un objeto tuviera existencia inherente,
también sería verdaderamente existente y existiría por su propio
lado. Un objeto es verdaderamente existente si existe en verdad tal y
como aparece y puede encontrarse tras una investigación. Un objeto
existe por su propio lado si su existencia se establece por parte del
objeto mismo, sin depender de una consciencia que lo aprehenda.
Si somos seres ordinarios, percibimos todos los fenómenos como si
existieran de manera inherente. Los objetos parecen ser
independientes de nuestra mente y de los demás fenómenos. El
universo parece consistir en objetos separados que existen por su
propio lado. Da la impresión de que los objetos, como las estrellas,
los planetas, las montañas, las personas, etcétera, existen en sí
mismos y que, en un momento dado, los seres conscientes los
descubren. Por lo general, no se nos ocurre pensar que intervenimos
de modo alguno en la existencia de estos objetos, sino que nos
parece que cada uno de ellos es totalmente independiente de
nosotros y de los demás fenómenos.
Con las palabras la forma es vacía, Avalokiteshvara nos enseña que
aunque los objetos incluidos en el agregado de la forma aparecen de
este modo, como si existieran de manera inherente, en realidad
carecen por completo de esta clase de existencia. La manera en que
estos objetos existen realmente es muy diferente del modo en que
parecen existir.
Es muy importante que nos preguntemos si los objetos existen o no
de manera inherente, porque todos nuestros sufrimientos e
insatisfacciones surgen del aferramiento que tenemos a la existencia
inherente de nosotros mismos y de los demás fenómenos. Para
alcanzar la liberación del sufrimiento y la iluminación total, es
necesario comprender que los fenómenos carecen de existencia
inherente.
Como se ha mencionado con anterioridad, hasta que alcancemos el
camino de la visión tenemos que seguir apoyándonos en
razonamientos lógicos para comprender la vacuidad. En este Sutra
no se exponen de manera explícita las razones que demuestran la
vacuidad de la forma, pero pueden encontrarse muchas de ellas en
los Sutras de la perfección de la sabiduría más extensos que podemos
extraer y utilizar aquí. La presentación de la vacuidad que aparece
en el Sutra de la perfección de la sabiduría en cien mil versos se expone
de manera abreviada en los dos Sutras más cortos, el de veinticinco
mil versos y el de ocho mil versos, y también en el Sutra conciso de la
perfección de la sabiduría. Aunque la exposición es más breve en los
Sutras cortos, se conservan las razones esenciales que se ofrecen en
el extenso.
En el Sutra conciso de la perfección de la sabiduría, Buda dice que la
forma y los demás agregados carecen de existencia inherente
porque, al igual que no es posible medir la profundidad de un
océano disparando una flecha al agua, si buscamos los agregados
con sabiduría, no podremos encontrarlos. Está claro que disparando
una flecha hacia el fondo del océano no se puede medir su
profundidad. Del mismo modo, si buscamos los agregados con una
sabiduría penetrante, no hallaremos nada a lo que señalar y decir:
«este es el agregado de la forma», etcétera. Si no nos conformamos
con el mero nombre agregados e intentamos buscarlos, no los
encontraremos. El hecho de que es imposible encontrarlos al realizar
una investigación con sabiduría es una de las razones que Buda
utilizó para demostrar que carecen de existencia inherente.
Por lo tanto, la imposibilidad de encontrar el agregado de la forma
tras una investigación analítica puede utilizarse para demostrar que
la forma es vacía. Tomemos nuestro cuerpo como ejemplo del
agregado de la forma para ilustrar cómo aplicar este razonamiento.
Si somos seres ordinarios, percibimos nuestro cuerpo como si
tuviera existencia inherente. Nos parece que es una entidad
individual e independiente del resto del universo y que su existencia
no depende de ningún proceso conceptual: lo percibimos como un
objeto consistente y diferenciado que existe por sí mismo. Al
considerar nuestro cuerpo de este modo, lo estimamos y
reaccionamos en consecuencia ante el frío, el hambre, las caricias,
etcétera.
Si nuestro cuerpo existiera realmente de manera inherente, tal y
como parece, deberíamos poder encontrarlo por medio de un
análisis, ya que existiría por sí mismo, independiente de los demás
fenómenos y, por lo tanto, al eliminar física o mentalmente todos los
objetos que no son nuestro cuerpo, permanecería, existiendo por sí
mismo. Por lo tanto, si tuviéramos un cuerpo con existencia
inherente, deberíamos poder señalar hacia él sin apuntar a ningún
otro fenómeno.
Veamos si es posible encontrar nuestro cuerpo de este modo.
Cuando queremos señalar con el dedo a nuestro cuerpo, ¿dónde
apuntamos? Puede que apuntemos a su centro, alrededor de nuestro
tórax, a la cabeza, un brazo, una pierna, etcétera. Si cuando
apuntamos al tórax estuviéramos señalando al cuerpo, se deduciría
que el tórax es nuestro cuerpo. Si esto fuera así, de igual manera la
cabeza debería ser el cuerpo, el brazo también, etcétera. Está claro
que estos objetos son partes del cuerpo, pero no el cuerpo mismo. Si
lo fueran, se deduciría que tendríamos muchos cuerpos ya que el
cuerpo tiene numerosas partes, pero esto no tiene sentido. Por otro
lado, puesto que tenemos un solo cuerpo, si sus partes fueran el
cuerpo mismo, estas partes serían un solo objeto, lo cual tampoco
tiene sentido. La conclusión es que al señalar a una parte de nuestro
cuerpo, por ejemplo, al tórax, estamos apuntando a un fenómeno
que no es el cuerpo en sí. Por lo tanto, con esta investigación queda
demostrado que no es posible encontrar el cuerpo en ninguna de sus
partes.
Al continuar la búsqueda de nuestro cuerpo, quizá pensemos que
es el conjunto de sus diversas partes y que al apuntar al conjunto del
tórax, la cabeza, los brazos, etcétera, lo hemos encontrado. Debemos
investigar esta posibilidad con detenimiento. Ya se ha comprobado
que ninguna de las partes individuales del cuerpo es el cuerpo. Por
lo tanto, el conjunto de las partes del cuerpo es un conjunto de
objetos que no son cuerpos, y podemos decir que es un conjunto de
no cuerpos. Es imposible que el mero conjunto de no cuerpos sea un
cuerpo, al igual que un conjunto de no ovejas, por ejemplo, de
cabras, no puede ser una oveja. Puesto que un grupo de ovejas son
ovejas y una colección de libros son libros, se deduce que un
conjunto de no cuerpos son no cuerpos y es imposible que sean un
cuerpo. Por lo tanto, podemos concluir que el conjunto de las partes
del cuerpo son partes del cuerpo, pero no el cuerpo propiamente
dicho.
Hay otra manera de entender que el conjunto de las partes de
nuestro cuerpo no es el cuerpo. Si fuera posible apuntar al conjunto
de las partes del cuerpo y decir que eso, en sí mismo, es nuestro
cuerpo, este conjunto tendría que ser independiente de todos los
fenómenos que no fueran nuestro cuerpo y, por lo tanto, se
deduciría que es independiente de las partes mismas. Si esto fuera
cierto, sería posible eliminar todas las partes de nuestro cuerpo y el
conjunto de las partes seguiría existiendo, lo cual es absurdo. De
nuevo, la conclusión a la que llegamos es que el conjunto de las
partes del cuerpo no puede identificarse como el cuerpo mismo.
Hasta ahora no hemos podido hallar nuestro cuerpo entre sus
partes individuales ni identificarlo como el conjunto de ellas. El
único lugar donde no hemos buscado es fuera de sus partes. Si
nuestro cuerpo existiera separado de sus partes, sería posible
eliminar todas ellas y el cuerpo aún existiría. Como esto tampoco
tiene sentido, llegamos a la conclusión de que no se puede encontrar
nada fuera de las partes de nuestro cuerpo a lo que señalar como
nuestro cuerpo.
Hemos buscado nuestro cuerpo en todos los lugares posibles y no
hemos podido localizarlo. Si de verdad nuestro cuerpo existiera de
manera inherente tal y como parece, deberíamos poder encontrarlo
al aislarlo de todos los demás fenómenos. Puesto que no lo hemos
conseguido, llegamos a la firme conclusión de que el cuerpo que
normalmente vemos no existe en absoluto.
Si no investigamos de esta manera, creemos de forma natural que
nuestro cuerpo tiene existencia propia e independiente. Sentimos
que podemos ver este cuerpo que existe por sí mismo y señalar hacia
él. No obstante, en realidad, siempre que vemos nuestro cuerpo o
señalamos hacia él, estamos viendo partes del cuerpo, que no son el
cuerpo, o señalando hacia ellas. Hemos de analizar este punto con
detenimiento. Cuando decimos que vemos nuestro cuerpo, ¿qué es
lo que percibimos en realidad? Solo las partes del cuerpo, los brazos,
las piernas, etcétera. Cuando miramos nuestro cuerpo, no hay nada
que veamos que no sea una parte suya, y si algo es una parte del
cuerpo, no puede ser también el cuerpo mismo. Como ya se ha
mencionado, si cada parte de nuestro cuerpo fuera el cuerpo, se
deduciría que tendríamos muchos cuerpos. Tal vez propongamos
que el conjunto de las partes de nuestro cuerpo es el cuerpo, pero
dicho conjunto no es más que partes de nuestro cuerpo. Cuando
vemos el conjunto de las partes, solo estamos viendo partes de
nuestro cuerpo.
Si aprehendemos un cuerpo que sea diferente de las partes del
cuerpo, sería el denominado cuerpo con existencia inherente. Este es el
objeto de negación de la vacuidad de nuestro cuerpo y no podremos
encontrarlo por mucho que lo busquemos. Cuando buscamos
nuestro cuerpo solo percibimos sus partes, y fuera de ellas no hay
ningún cuerpo que se pueda encontrar.
Cuando buscamos nuestro cuerpo no podemos encontrarlo. Es
posible que pensemos que aunque no podemos hallar el cuerpo en
sí, al menos encontraremos sus partes: la cabeza, los brazos, etcétera.
Sin embargo, si hacemos una investigación minuciosa tomando
nuestra cabeza como ejemplo, tendremos las mismas dificultades
para encontrarla. Cuando intentamos señalar a nuestra cabeza,
apuntamos a la nariz, a un ojo, a la mejilla, etcétera. Los mismos
argumentos que hemos utilizado para demostrar que las partes del
cuerpo no son el cuerpo sirven también para establecer que las
partes de la cabeza no son la cabeza. Además, el conjunto de las
partes de la cabeza no es la cabeza y esta tampoco puede
encontrarse en ningún otro sitio. De este modo podemos entender
que nuestra cabeza no existe de manera inherente. Podemos aplicar
el mismo razonamiento para demostrar que nuestra nariz, las
células vivas que la componen e incluso las moléculas y átomos que
las forman son todos vacíos, como el espacio.
La vacuidad de nuestro cuerpo y de sus partes puede ilustrarse con
la analogía de una culebra de goma. Si alguien coloca en nuestra
habitación una culebra de goma, la primera vez que la veamos quizá
creamos que es una culebra de verdad y nos asustemos. Aunque en
realidad no hay ninguna culebra en la habitación, en nuestra mente
aparece la imagen vívida de este animal. Es posible que durante
cierto tiempo nos aferremos a que esta apariencia es real y en
consecuencia tengamos miedo. No obstante, si volvemos a mirar con
más detenimiento, descubriremos que la culebra no existe de la
manera en que aparece; no hay ninguna culebra de verdad con
existencia propia, sino que meramente la hemos designado con la
mente conceptual. Aparte de la mera apariencia de este animal en
nuestra mente, no hay ninguna culebra de verdad en la habitación, y
en cuanto nos demos cuenta de ello, todos nuestros miedos
relacionados con la culebra desaparecerán.
Si lo analizamos con detenimiento, descubriremos que nuestro
cuerpo y la culebra que aparecía en nuestra mente en la analogía
anterior existen de un modo similar. Al igual que la culebra, nuestro
cuerpo aparece de manera vívida en nuestra mente como si existiera
por su propio lado. Sin embargo, como en el caso de la culebra, si
realizamos una investigación, no podremos encontrar este cuerpo y
descubriremos que no tiene existencia propia, sino que es una mera
designación de nuestra mente. Al igual que ocurre con la culebra,
nuestro cuerpo es una mera apariencia en nuestra mente. Mientras
creamos que tiene su propia existencia inherente, nuestro cuerpo
será una fuente de temores y sufrimientos, pero cuando nos demos
cuenta de que es una mera designación de nuestra mente,
disminuirán hasta desaparecer por completo, al igual que
superamos el miedo a la culebra cuando comprendimos que era solo
una designación.
Aunque la culebra y nuestro cuerpo existen de manera similar, hay
una diferencia importante entre ellos. Cuando descubrimos que la
culebra es en realidad de juguete y que la de verdad solo era una
mera designación de nuestra mente, llegamos a la conclusión de que
no hay ninguna culebra de verdad en nuestra habitación. No
obstante, cuando comprendemos que nuestro cuerpo es una mera
designación de nuestra mente, según el modo común de pensar,
sería un grave error concluir que no existe en absoluto. Es cierto que
el cuerpo con existencia inherente que percibimos de forma habitual
no tiene más existencia que la culebra de verdad que parece haber
en nuestra habitación −ninguno de los dos existe en absoluto−, pero
el cuerpo que es vacío de existencia inherente y es una mera
designación sobre el conjunto de sus partes sí que existe. El cuerpo
meramente designado existe porque las partes del cuerpo son, por
convención, una base apropiada para designarlo, ya que pueden
realizar las funciones del mismo. En cambio, un trozo de goma no es
una base apropiada para designar una culebra de verdad porque no
puede realizar las funciones de dicho animal. Por esta razón, en la
analogía anterior decíamos que no había ninguna culebra de verdad
en la habitación. Tanto la culebra como nuestro cuerpo son meras
designaciones de nuestra mente, pero este ha sido designado de
forma correcta y aquella no. Para eliminar los sufrimientos asociados
con nuestro cuerpo, debemos comprender que el cuerpo que
normalmente vemos, el cuerpo con existencia inherente, no existe,
pero para realizar las actividades cotidianas, hemos de aceptar que
el cuerpo que es una mera designación sí existe.
Otra analogía que se utiliza a menudo para ilustrar el significado
de la vacuidad es la de las experiencias oníricas. A menudo, cuando
soñamos, nuestras experiencias parecen ser muy reales. Algunas
veces viajamos a lugares pintorescos, nos encontramos con personas
hermosas o con seres aterradores, realizamos diversas actividades y,
como resultado, sentimos mucho placer o sufrimiento y dolor. En
nuestro sueño aparece un mundo que sigue sus propias leyes. En
ocasiones se asemeja al que experimentamos durante el estado de
vigilia y a veces es un mundo extraño, pero en ambos casos,
mientras estamos soñando nos parece completamente real. Es muy
difícil incluso sospechar que estamos soñando. El mundo que surge
en nuestro sueño parece existir por sí mismo, independiente por
completo de nuestra mente, y reaccionamos ante él como solemos
hacerlo, con deseo, enfado, miedo, etcétera.
Si mientras soñamos intentamos comprobar si el mundo que
experimentamos es real, por ejemplo, palpando los objetos que nos
rodean o preguntándoselo a las personas que nos encontramos, lo
más probable es que la respuesta corrobore que sí lo es. De hecho, la
única manera de saber a ciencia cierta que estamos soñando es
despertarnos, puesto que entonces comprendemos de inmediato y
sin lugar a dudas que el mundo que experimentábamos en nuestro
sueño era engañoso y una mera apariencia en nuestra mente. Al
despertarnos nos resulta obvio que lo que experimentamos en el
sueño no existe por su propio lado, sino que depende por completo
de nuestra mente. Por ejemplo, si soñamos con un elefante, este no
es más que una apariencia en nuestra mente y no lo encontraremos
en nuestra habitación ni en ningún otro lugar.
Si lo pensamos con detenimiento, comprobaremos que nuestro
mundo de vigilia existe de manera similar al onírico. Como el
mundo del sueño, aparece de forma vívida y como si tuviera
existencia propia sin depender de la mente, y al igual que cuando
soñamos, creemos que esta apariencia es real y reaccionamos con
deseo, odio, miedo, etcétera. Asimismo, si analizamos nuestro
mundo de vigilia de forma superficial, como hicimos con el onírico,
para comprobar si realmente existe o no del modo en que aparece,
reafirmaremos nuestra opinión. Si palpamos los objetos que nos
rodean, nos parecerán sólidos y reales, y si preguntamos a otras
personas, nos responderán que perciben los mismos objetos de igual
manera que nosotros. Sin embargo, no deberíamos aceptar esta
aparente confirmación de la existencia inherente de los objetos
como definitiva, porque con esta clase de pruebas no pudimos
descubrir la naturaleza real de nuestro mundo onírico. Para
entender la verdadera naturaleza de nuestro mundo de vigilia
hemos de investigar y meditar en profundidad utilizando el análisis
anteriormente descrito. Cuando entendamos la vacuidad de este
modo, comprenderemos que los objetos, como nuestro cuerpo, no
existen por su propio lado. Como en el caso del elefante del sueño,
no son más que meras apariencias de nuestra mente. No obstante, el
mundo de vigilia funciona según sus propias normas aparentes
siguiendo la ley de causa y efecto, al igual que nuestro mundo
onírico lo hace siguiendo las suyas propias.
Por lo tanto, la experiencia de comprender la vacuidad se puede
comparar con la de despertar. Cuando comprendemos la vacuidad,
vemos con claridad y certeza que el mundo tal y como lo
experimentábamos antes era ilusorio y falso. Parecía tener su propia
existencia inherente, pero al comprender la vacuidad, nos damos
cuenta de que es vacío por completo de esta clase de existencia y que
depende de nuestra mente. De hecho, a Buda se le llama Ser
Despierto precisamente por haber despertado del «sueño» de la
ignorancia.
En las escrituras de Buda se compara a menudo la vacuidad con el
espacio. Solemos decir que vemos el espacio, pero en raras ocasiones
analizamos de qué clase de espacio se trata porque nos
conformamos con el mero nombre espacio. Si realizamos un análisis
para descubrir qué estamos viendo en realidad cuando decimos que
vemos el espacio, no encontraremos nada –es solo vacío–. De igual
manera, si no nos conformamos con el mero nombre mi cuerpo e
intentamos averiguar qué clase de cuerpo vemos, descubriremos que
no podemos ver el cuerpo en absoluto. Nuestro cuerpo es también
vacío, como el espacio.
Aunque hablamos de un espacio vacío, el espacio vacío al que
normalmente nos referimos no es lo mismo que la vacuidad de
nuestro cuerpo. Sin embargo, el espacio vacío es la mejor analogía
para ayudarnos a entender el significado de la profunda vacuidad,
por lo que tenemos que comprender con claridad el significado de
espacio.
Hay dos clases de espacio: producido y no producido. El espacio
producido es el que podemos ver dentro de una habitación o en el
cielo. Este espacio se oscurece por la noche y se ilumina durante el
día, y puesto que experimenta cambios como estos, es un fenómeno
impermanente y podemos verlo con los ojos. La característica
principal del espacio producido es que no obstruye los objetos. Por
ejemplo, si hay espacio en una habitación, podemos colocar objetos
sin ningún impedimento. De igual manera, los pájaros pueden volar
por el cielo porque este espacio carece de obstrucción, pero no
pueden hacerlo a través de una montaña. Por lo tanto, decimos que
el espacio producido carece o es vacío de contacto obstructor. Esta
mera carencia de contacto obstructor es el espacio no producido.
Puesto que el espacio no producido es la mera ausencia de contacto
obstructor, no sufre cambios momento a momento y es, en
consecuencia, un fenómeno permanente. Mientras que el espacio
producido es visible y relativamente fácil de entender, el espacio no
producido es una mera ausencia y es más sutil. No obstante, cuando
comprendamos el espacio no producido, nos resultará más fácil
entender la vacuidad.
El espacio no producido es un fenómeno negativo. Un fenómeno
negativo es aquel que la mente aprehende al eliminar de manera
explícita su objeto de negación. En el caso del espacio no producido,
el objeto negado o de negación es el contacto obstructor, y la mente
lo comprende al eliminar este objeto de manera explícita. Además,
el espacio no producido es un fenómeno negativo no afirmante, lo
que significa que la mente lo comprende al eliminar su objeto de
negación sin tener que comprender ningún otro objeto positivo. La
mente que comprende el espacio no producido niega el contacto
obstructor, pero no afirma ningún otro fenómeno. Por el contrario,
algunos fenómenos son negaciones afirmantes. Un fenómeno
negativo afirmante es aquel que la mente entiende al eliminar de
manera explícita su objeto de negación y comprender
indirectamente un fenómeno positivo. Un ejemplo de negación
afirmante sería el objeto comprendido al saber que alguien no es
mujer. Es una negación afirmante porque la mente que entiende que
no es mujer comprende de forma indirecta que es un hombre. El
espacio no producido, en cambio, no implica ningún fenómeno
positivo, sino que es la mera ausencia de contacto obstructor.
Al igual que el espacio no producido, todas las vacuidades son
también negaciones no afirmantes. Por ejemplo, la vacuidad de
nuestro cuerpo es la mera carencia o ausencia del cuerpo que
normalmente percibimos, el cuerpo con existencia inherente −sin
implicar la existencia de ningún otro objeto−. Así pues, la mente que
comprende la vacuidad de nuestro cuerpo solo elimina el objeto de
negación sin entender ningún otro fenómeno positivo. La negación
no afirmante que es la mera ausencia de nuestro cuerpo que
normalmente vemos es la vacuidad de nuestro cuerpo.
El espacio no producido y la vacuidad son negaciones no
afirmantes, pero sus objetos de negación son diferentes. El objeto de
negación del espacio no producido es el contacto obstructor,
mientras que el de la vacuidad es la existencia inherente. Debido a
que el espacio no producido y la vacuidad solo se diferencian en sus
objetos de negación, entender el espacio no producido nos ayuda
mucho a comprender la vacuidad.
Para saber lo que es el espacio no producido debemos conocer
primero su objeto de negación –el contacto obstructor–, lo cual no es
muy difícil, hasta los insectos parecen conocerlo. Por ejemplo, un
insecto caminará sobre una mesa mientras pueda sentir el contacto
obstructor de la superficie, pero se dará la vuelta al llegar al borde
porque este desaparece. Parece que el insecto sabe lo que es el
contacto obstructor y, por lo tanto, reconoce su ausencia. Si nosotros
entendemos qué es el contacto obstructor y sabemos que el espacio
no producido no es más que su mera ausencia, podremos
comprender el significado de espacio no producido. De igual manera,
si queremos comprender la vacuidad, debemos identificar primero
su objeto de negación: la existencia inherente. Por ejemplo, en el
caso de la vacuidad del cuerpo, el objeto negado o de negación es el
cuerpo con existencia inherente, el cuerpo que normalmente vemos.
Por lo tanto, para entender la vacuidad del cuerpo, primero tenemos
que familiarizarnos con la apariencia y las características de un
cuerpo con existencia inherente para poder distinguir con claridad
qué objeto niega la mente que comprende dicha vacuidad. Los
términos objeto con existencia inherente, objeto con existencia verdadera y
objeto que normalmente percibimos son sinónimos, y se refieren todos
al objeto que niega la vacuidad. Debemos comprender que no
existen en absoluto.
Un cuerpo con existencia inherente sería un cuerpo independiente
de todos los demás fenómenos, incluida la mente que lo aprehende.
Si lo analizamos con detenimiento, descubriremos que de momento
es así como nos parece que existe el cuerpo. En realidad, cualquier
objeto que aparece en la mente de un ser ordinario lo hace
necesariamente como si existiera de manera inherente, por lo que
todas las mentes de estos seres están equivocadas. Hasta que no
realicemos la vacuidad, seguiremos aferrándonos con fuerza a
nuestro cuerpo, pensando: «Mi cuerpo, mi cuerpo»; y lo que en ese
momento aparece de forma tan vívida en nuestra mente es un
cuerpo con existencia inherente. Nuestra mente equívoca cree que
este cuerpo existe de verdad y, como resultado, nos aferramos y
apegamos mucho a él. Entonces, lo estimamos, nos preocupamos
por él y efectuamos todo tipo de acciones por su bienestar, aunque
en realidad no existe en absoluto. Así pues, el cuerpo que
percibimos normalmente y al que nos aferramos como mi cuerpo es
el objeto de negación de la vacuidad de nuestro cuerpo. El cuerpo
que normalmente percibimos y al que nos aferramos no existe. Es
importante que lo comprendamos.
Aunque no existe ningún cuerpo con existencia inherente en
ningún lugar, la imagen genérica que tenemos de él sí que existe.
Una imagen genérica es la imagen mental de un objeto que aparece
en nuestra mente conceptual cuando pensamos en él. Por ejemplo, si
pensamos en nuestra madre, aparecerá de forma vívida en nuestra
mente una imagen característica de ella. Esta imagen que aparece es
la imagen genérica de nuestra madre. Sin embargo, es posible
percibir la imagen genérica de un objeto sin que este exista. Por
ejemplo, la imagen genérica de un unicornio puede aparecer de
forma vívida en nuestra mente, y aunque esta imagen existe, los
unicornios, no. De igual manera, cuando pensamos en nuestro
cuerpo, aparece en nuestra mente conceptual la imagen genérica de
un cuerpo con existencia inherente, pero es la imagen de algo que
no existe en absoluto. Sin embargo, para comprender correctamente
la vacuidad de nuestro cuerpo debemos identificar con precisión el
cuerpo con existencia inherente, que es el objeto de negación. Por lo
tanto, en meditación debemos familiarizarnos por completo con la
imagen genérica de este cuerpo tal y como aparece en nuestra
mente.
En los tratados filosóficos budistas se enseña que el objeto de
negación de la vacuidad es la existencia inherente. No obstante, si
creemos que negamos la existencia inherente pero seguimos sin
negar el cuerpo que normalmente vemos, no hemos encontrado el
objeto correcto de negación, que es precisamente el cuerpo que
normalmente vemos. Por lo tanto, si decimos que negamos la
existencia inherente pero no negamos el cuerpo que aparece
normalmente ante nosotros, lo estamos haciendo solo de palabra.
Cuando se dice que el cuerpo que normalmente percibimos de
forma vívida no existe, es posible que no lo entendamos bien y
pensemos que se niega por completo la existencia de los fenómenos.
Por lo tanto, es muy importante que reflexionemos en profundidad
sobre este tema utilizando una sabiduría aguda. Debemos identificar
con exactitud el objeto de negación de la vacuidad. Si lo que
negamos es demasiado extenso, negaremos algo que en realidad
existe y, por lo tanto, caeremos en el extremo de la inexistencia. Esto
ocurriría si afirmáramos que nuestro cuerpo no existe en absoluto.
Por otra parte, si el objeto que se niega es demasiado limitado,
seguiremos aceptando en cierta medida la existencia inherente y,
por lo tanto, caeremos en el extremo de la existencia. Por ejemplo, si
negamos que el cuerpo es independiente de sus partes pero
afirmamos que posee su propia naturaleza inherente, todavía
quedará un objeto por negar y habremos caído en el extremo de la
existencia.
La visión correcta de la vacuidad evita ambos extremos y por ello a
la vacuidad se la denomina el camino medio. La visión correcta de la
vacuidad está libre del extremo de la inexistencia porque acepta la
existencia de los fenómenos como objetos meramente designados en
dependencia de unas bases de designación válidas, y también del
extremo de la existencia porque niega por completo cualquier
indicio de existencia inherente o independiente.
Si deseamos entender la vacuidad con claridad y sin errores, y ya
tenemos un conocimiento básico de las enseñanzas budistas, es muy
importante que practiquemos la purificación y acumulemos méritos.
Si preparamos nuestra mente de este modo y luego estudiamos y
meditamos sobre la vacuidad con perseverancia, es muy probable
que alcancemos una realización correcta de la misma.
Aunque hemos de esforzarnos por cultivar una nueva comprensión
de la vacuidad, es importante entender que la vacuidad en sí no es
una nueva elaboración o creación ni tampoco el producto de un
análisis filosófico o una invención de Buda. La vacuidad ha sido
siempre la naturaleza verdadera de todos los fenómenos. Nuestro
cuerpo, por ejemplo, ha sido siempre vacío de existencia inherente,
y ni él ni ningún otro fenómeno han existido jamás de forma
inherente. Aunque la vacuidad ha sido siempre la verdadera
naturaleza de los fenómenos, para comprenderla tenemos que
recibir instrucciones sobre ella, y por esta razón Buda reveló los
Sutras de la perfección de la sabiduría.
Es importante que nos esforcemos por entender la vacuidad de los
fenómenos, porque todos los problemas y sufrimientos que tanto
nosotros como los demás seres sintientes experimentamos tienen su
origen en una visión equívoca de la realidad. Como resultado de
nuestra ignorancia sobre la verdadera naturaleza de los fenómenos,
generamos la mente conceptual que sostiene que existen de manera
inherente. Esta mente se conoce como aferramiento propio porque
aprehende los fenómenos o se aferra a ellos como si tuvieran
entidad o identidad con existencia inherente. A partir de la mente
de aferramiento propio surgen todas las demás perturbaciones
mentales, como el odio y el apego, y es la causa raíz de todo
sufrimiento e insatisfacción. Por lo tanto, si deseamos liberarnos del
sufrimiento, debemos eliminar nuestro aferramiento propio.
Para comprender la vacuidad y eliminar nuestro aferramiento
propio, primero hemos de recibir instrucciones correctas y luego
meditar sobre la vacuidad de existencia inherente de nuestro cuerpo
y de los demás fenómenos. En primer lugar, hemos de realizar una
meditación analítica investigando con sabiduría para averiguar si es
posible encontrar nuestro cuerpo. ¿Es este cuerpo al que estimo
como mi cuerpo lo mismo que las partes de mi cuerpo? ¿Es mi cuerpo
la cabeza, los brazos, etcétera? ¿Es posible encontrar un cuerpo fuera
de sus partes? Por medio de esta investigación descubriremos que
no es posible hallar nuestro cuerpo. Si tenemos éxito en nuestra
meditación analítica, la apariencia de nuestro cuerpo se desvanecerá
y surgirá la apariencia de un «vacío». Este vacío es la vacuidad de
nuestro cuerpo. Hemos de intentar mantener la imagen genérica de
esta vacuidad de manera convergente en meditación de
emplazamiento. Si empezamos a perder la imagen genérica de la
vacuidad, debemos recordar las razones que utilizamos para
establecer la vacuidad del cuerpo y así recuperar nuestro objeto de
meditación. De este modo nos familiarizaremos con la vacuidad y
reforzaremos nuestra realización.
Cuando empecemos a meditar sobre la vacuidad, no debemos
preocuparnos de caer en el extremo de la inexistencia porque
durante la meditación no efectuamos acciones físicas ni verbales. Es
durante los descansos de la meditación, mientras realizamos
diferentes actividades, cuando debemos tener cuidado de no caer en
este extremo. Sin embargo, si identificamos de manera correcta el
objeto de negación de la vacuidad, no correremos el riesgo de
generar creencias extremas. Hemos de saber que aunque nuestro
cuerpo no existe inherentemente, sí que lo hace de manera
convencional. La naturaleza convencional de nuestro cuerpo se
tratará en el siguiente capítulo.
Si durante nuestra meditación sobre la vacuidad tenemos dudas o
encontramos contradicciones, debemos consultarlas más tarde con
un maestro cualificado o con amigos que tengan experiencia. En el
Tíbet, cuando los lamas impartían enseñanzas sobre la vacuidad y
otros temas, los estudiantes escuchaban y luego meditaban sobre
ellas durante varios días. Después describían sus experiencias al
maestro y le comentaban cualquier problema que hubieran tenido.
De este modo los estudiantes aclaraban todas sus dudas y volvían de
nuevo a la meditación. Así es como deberíamos adiestrarnos en la
vacuidad. Si tenemos dudas o no podemos aceptar las enseñanzas,
debemos tratar el tema con los demás. De este modo, nuestro
entendimiento será cada vez más claro. No hemos de mantener
dudas ocultas en nuestro corazón: ¡lo que necesitamos es sabiduría,
no incertidumbre!
Si recibimos enseñanzas, las contemplamos y meditamos sobre su
significado, comprenderemos que nuestro cuerpo, al igual que las
demás formas, no se puede encontrar tras una investigación. Esta
imposibilidad de hallarlo es la vacuidad de nuestro cuerpo e indica
que nuestro cuerpo no existe de manera objetiva, por su propio lado.
Nuestro cuerpo no es más que una mera aprehensión o apariencia
de la mente. Al percibir esta apariencia, decimos: «Mi cuerpo»; pero
si no nos conformamos con el mero nombre mi cuerpo e intentamos
encontrar un cuerpo que exista por su propio lado, fracasaremos por
completo. Si meditamos sobre la vacuidad de nuestro cuerpo de la
manera descrita, nuestras perturbaciones mentales, como el apego a
nuestro cuerpo, se reducirán. De igual manera, si sentimos un fuerte
apego a los cuerpos de los demás, debemos pensar: «Al igual que mi
cuerpo que normalmente veo no existe, los cuerpos que
normalmente percibo de otras personas tampoco existen». Con este
pensamiento, meditamos en la mera ausencia de los cuerpos que
normalmente vemos de los demás, y así reduciremos nuestro apego.
Al mejorar nuestra comprensión de la vacuidad, sentamos las bases
para alcanzar la felicidad última. Sin importar que seamos ricos,
pobres, guapos o feos, con la sabiduría que comprende la vacuidad
podremos solucionar todos nuestros problemas y cumplir todos
nuestros deseos. Si nos adiestramos con perseverancia en la
meditación de la vacuidad, alcanzaremos la liberación del
sufrimiento al eliminar su causa: la ignorancia. Entonces no
podremos sufrir aunque queramos. Si adquirimos la sabiduría que
comprende la vacuidad, seremos como un rey; y nuestra sabiduría
que comprende la vacuidad, como nuestro gabinete de ministros. Al
igual que los ministros cumplen todos los deseos del rey, nuestra
sabiduría que comprende la vacuidad colmará todos nuestros
deseos.
Aunque hemos tomado el cuerpo como base para establecer la
vacuidad, las demás formas y, en realidad, todos los demás
fenómenos, son del mismo modo vacíos de existencia inherente.
Para comprender que todos los fenómenos son vacíos de existencia
inherente, no es necesario comprender la vacuidad de cada uno de
ellos por separado. Si comprendemos la vacuidad de manera
correcta utilizando uno de ellos como base, como nuestro cuerpo,
podremos comprender sin dificultades la vacuidad de todos los
demás fenómenos con solo cambiar la base de la vacuidad.
En resumen, las palabras de Avalokiteshvara la forma es vacía nos
enseñan que todas las formas son vacías de existencia inherente –
esta vacuidad es la profundidad última de la forma–. Si no
comprendemos esta profundidad, no podremos liberarnos por
completo del sufrimiento ni alcanzar la iluminación total. Por ello,
Avalokiteshvara indica que la práctica principal de la perfección de
la sabiduría en los caminos mahayanas de la acumulación y de la
preparación es la meditación en la vacuidad. En estos dos caminos
hemos de realizar la vacuidad por medio de una imagen genérica
utilizando el tipo de razonamiento descrito en este capítulo.
Ksitigarbha
Los caminos de la acumulación y de la
preparación – 2
La vacuidad es forma.
Mientras que la profundidad última de un fenómeno es su
vacuidad, la profundidad convencional consiste en que el fenómeno
es una manifestación de la vacuidad.
Aunque la segunda, tercera y cuarta profundidades forman parte
de la naturaleza convencional de los fenómenos, se denominan
profundidades porque son la naturaleza convencional sutil de los
fenómenos, que es incluso más difícil de comprender que su
naturaleza última. Además, no es posible conocer de manera
completa y perfecta la profunda vacuidad sin haber comprendido la
naturaleza convencional sutil de los fenómenos.
Para comprender qué son las naturalezas última y convencional de
los fenómenos tenemos que conocer las dos verdades: la última y la
convencional. Estas dos verdades son objetos o fenómenos
propiamente dichos y no meros principios o leyes filosóficos
abstractos. De hecho, todo fenómeno que existe es o bien una verdad
última o una convencional, pero ninguno puede ser ambas.
Verdad última y vacuidad son términos sinónimos: todo aquello que
es una verdad última es una vacuidad, y viceversa. La vacuidad de
nuestro cuerpo y la de este libro son ejemplos de verdades últimas.
Todas las verdades últimas tienen en común que son vacuidades,
pero se diferencian en su base, es decir, el objeto que es vacío.
Se dice que una vacuidad es una verdad última (tib.: don dam denpa),
literalmente objeto sagrado verdad, porque es un objeto sagrado y una
verdad. Es un objeto sagrado porque su realización nos abre la
puerta de la liberación. Por muchos fenómenos que conozcamos,
mientras no comprendamos la vacuidad, no podremos alcanzar la
liberación. Una vacuidad es una verdad porque aparece ante el
perceptor directo no conceptual tal y como es. En la mente que
comprende la vacuidad de manera directa solo esta última aparece,
la existencia inherente no aparece en absoluto. Así pues, cuando
percibimos de manera directa la vacuidad, no aparece falsamente
como si tuviera existencia inherente, y como su apariencia no nos
engaña, la vacuidad es una verdad.
A excepción de la vacuidad, todos los fenómenos son verdades
convencionales. Por ejemplo, nuestro cuerpo y este libro son dos
verdades convencionales. A diferencia de las verdades últimas, que
son todas vacuidades, las verdades convencionales son muy diversas
porque en ellas se incluye todo objeto de conocimiento que no sea
una vacuidad. Las verdades convencionales no son verdades
auténticas de la manera en que lo son las últimas, ya que su modo
aparente de existir no se corresponde con el verdadero: las verdades
convencionales parecen existir de manera inherente, pero en
realidad son vacías de este tipo de existencia. Puesto que sus
apariencias son engañosas, las verdades convencionales en realidad
no son verdades, sino falsedades. Sin embargo, se dice que son
verdades convencionales porque son verdad según las convenciones de
las personas ordinarias o corrientes, es decir, de las que no han
realizado la vacuidad de manera directa. Las verdades
convencionales son verdades desde el punto de vista de estas
personas porque, aunque son engañosas con respecto a su modo de
existencia, no lo son en cuanto a sus funciones y características
convencionales. Por ejemplo, la mesa que aprehende una mente
válida es una verdad convencional y desempeña las diversas
funciones propias de una mesa, como servirnos de base para colocar
objetos. Los objetos que son falsos desde el punto de vista de las
personas ordinarias, como la mesa que percibe alguien que sufre
alucinaciones, no son verdades convencionales, sino fenómenos
inexistentes, y no se pueden utilizar para desempeñar las funciones
que aparentan tener.
El término tibetano kun dzsob denpa, que ha sido traducido como
verdad convencional, puede traducirse también como verdad para un
ofuscado. En este contexto, ofuscado se refiere al aferramiento propio
–la mente que concibe los fenómenos como si existieran de manera
inherente–. Todos los fenómenos, excepto las verdades últimas, se
llaman verdades para un ofuscado porque para la mente de
aferramiento propio son verdaderos; parecen tener existencia
inherente y esta mente considera que su apariencia es verdadera. No
obstante, esto no significa que la mente de aferramiento propio
aprehenda y establezca las verdades convencionales. El objeto del
aferramiento propio es un objeto que existe de manera inherente,
por ejemplo, un cuerpo con existencia inherente y, como ya se ha
expuesto, no hay ningún fenómeno con dichas características en
ningún lugar. Por lo tanto, el objeto que percibe el aferramiento
propio es un fenómeno inexistente y, por consiguiente, no es una
verdad convencional. Las verdades convencionales, al igual que las
últimas, las establece una mente válida, y la mente de aferramiento
propio no lo es. Así pues, un objeto convencional no se denomina
verdad para un ofuscado porque la mente de aferramiento propio
establezca el objeto, sino porque esta mente ignorante concibe que
su aparente existencia inherente es verdadera.
De lo dicho podemos apreciar la importancia de distinguir entre
verdades convencionales y objetos inexistentes. Un ejemplo
tradicional de estos últimos son unos cuernos en la cabeza de una
liebre. Aunque nos puede parecer que las orejas de una liebre son
cuernos y podemos concebirla con ellos, sabemos que esta
apariencia es equívoca y que dicha concepción es falsa. Ninguna
mente válida establece que haya cuernos en la cabeza de una liebre
y, por consiguiente, son objetos inexistentes y no verdades
convencionales (ni últimas). Del mismo modo, aunque en nuestra
mente aparecen fenómenos con existencia inherente y son objetos
de la mente conceptual, no existen en absoluto y, por lo tanto, no
son verdades convencionales.
Así pues, cuando decimos que una mesa es una verdad
convencional, nos referimos a la que aprehende una mente válida,
no a la que aparece con existencia inherente en la mente de los seres
ordinarios. Por ejemplo, si percibimos una mesa con una consciencia
visual válida, a no ser que seamos una persona totalmente
iluminada, la mesa aparecerá ante dicha mente como si tuviera
existencia inherente. Sin embargo, nuestra consciencia visual no
aprehende que la mesa exista de manera inherente, sino solo la mesa
misma. La mesa que la consciencia visual aprehende de manera
correcta es una verdad convencional y existe, aunque no de manera
inherente. Es probable que después de la consciencia visual válida
que aprehende solo la mesa, generemos una consciencia mental
conceptual que aprehende este objeto como si tuviera existencia
inherente. Esta mente conceptual es aferramiento propio, no es una
mente válida y el objeto al que se aferra es un fenómeno inexistente.
Consideremos ahora qué son las naturalezas última y convencional
de los fenómenos. La naturaleza última de un fenómeno es su
vacuidad y, puesto que es una vacuidad, es una verdad última. La
naturaleza convencional de un fenómeno es su naturaleza tal y
como la establece una mente válida, sin incluir la vacuidad. Puesto
que la naturaleza convencional la establece una mente válida, es un
fenómeno existente; y como es un objeto existente, pero no una
vacuidad, es una verdad convencional. Tomemos una mesa como
ejemplo para ilustrar el significado de estas dos naturalezas. La
vacuidad de la mesa es su naturaleza última; la mesa en sí y su
forma, color, etcétera, son su naturaleza convencional. Al igual que
la mesa, todos los demás fenómenos tienen también una naturaleza
última y una convencional, la primera es una verdad última; y la
segunda, una verdad convencional.
La naturaleza convencional de un objeto puede tener numerosos
aspectos. Algunos, como su forma y color, pueden conocerse
simplemente con una percepción sensorial directa; otros, como su
impermanencia, son más difíciles de comprender; y otros solo
pueden conocerse tras haber entendido su naturaleza última. Este
aspecto de la naturaleza convencional de un objeto que no se puede
comprender sin haber realizado primero su naturaleza última es la
naturaleza convencional sutil del objeto.
Como ya se ha mencionado, la profundidad convencional, la
segunda de las cuatro profundidades, es que los fenómenos son
manifestaciones de la vacuidad, y forma parte de la naturaleza
convencional sutil de los fenómenos. Forma parte de la naturaleza
convencional y no de la última porque no es una vacuidad y, por lo
tanto, no es una verdad última, sino convencional; y forma parte de
la naturaleza convencional sutil de los fenómenos porque no
podemos comprender que estos son manifestaciones de la vacuidad
sin haber entendido que son vacíos de existencia inherente.
En numerosas escrituras se describen los fenómenos como
manifestaciones de la vacuidad. Por ejemplo, en su Canción de la
vacuidad, Changkya Rolpei Doryhe dice:
«Los diversos aprehensores y [objetos] aprehendidos son
manifestaciones de la madre. El nacimiento, la muerte y los
[fenómenos] transitorios son falsedades de la madre».
En este contexto, madre se refiere a la vacuidad; y falsedades, a las
falsas apariencias de las verdades convencionales.
Con las palabras la vacuidad es forma, Avalokiteshvara revela la
segunda profundidad de la forma, es decir, que la forma es una
manifestación de la vacuidad. ¿Qué significa esto? Si tomamos
nuestro cuerpo como ejemplo, la naturaleza última de nuestro
cuerpo es su vacuidad. Si buscamos el cuerpo, no existe ninguno. Sin
embargo, desde su vacuidad, el cuerpo, cuya naturaleza es la de un
vacío semejante al espacio, aparece en nuestra mente. Por lo tanto,
podemos decir que el cuerpo es una manifestación de su propia
vacuidad.
Esto puede ilustrarse con la analogía de la moneda de oro. La
naturaleza subyacente de la moneda es oro; el oro en sí es lo que
aparece en forma de moneda. Es evidente que la moneda que vemos
no es diferente del oro y fuera del oro no hay moneda alguna. Por lo
tanto, podemos decir que la moneda es una manifestación de su oro.
En esta analogía, el oro representa la vacuidad de nuestro cuerpo; y
la moneda, el cuerpo en sí. Al igual que la moneda es una
manifestación de su oro, nuestro cuerpo es una manifestación de su
vacuidad.
Veamos otra analogía más sutil para comprender la relación que
hay entre nuestro cuerpo y su vacuidad. Cuando el cielo está
completamente claro, lo vemos de color azul. Sabemos que la
naturaleza del cielo es un mero vacío, al igual que también es vacío
el espacio que nos rodea. Aunque el cielo parece como una bóveda
celeste, si nos acercamos a él, no encontraremos ningún objeto azul,
solo espacio. Sin embargo, cuando miramos al cielo, vemos algo azul
y lo identificamos con el cielo. Por lo tanto, podemos decir que el
azul que vemos es una manifestación del cielo vacío o que del cielo
vacío se manifiesta el color azul. De igual manera, de la vacuidad de
la forma se manifiesta la forma y todos los fenómenos son
manifestaciones de su vacuidad.
Otra manera de comprender la profundidad convencional es
entender que todos los fenómenos son meras apariencias. La palabra
mera descarta cualquier posibilidad de existencia inherente. Como se
ha expuesto con anterioridad, nuestro cuerpo no existe en sus
partes, pero tampoco fuera de ellas. Entonces, ¿de qué manera existe
nuestro cuerpo? Como una mera apariencia en la mente. Si nos
conformamos con la mera apariencia, podemos decir: «Mi cuerpo
está sano o no lo está», etcétera. Si no nos sentimos satisfechos con la
mera apariencia y buscamos nuestro cuerpo, descubriremos que no
existe en absoluto. Esto demuestra con claridad que nuestro cuerpo
existe como una mera apariencia en la mente. El cuerpo que es una
mera apariencia en la mente es un fenómeno convencional muy
profundo. Los demás fenómenos existen de igual manera.
Para ilustrar que nuestro cuerpo es una mera apariencia,
consideremos la analogía del arcoíris. Cuando se reúnen ciertas
condiciones aparece en el cielo un arcoíris. Al observador le parece
como si el arcoíris tuviera un determinado tamaño, forma y posición
en el espacio. Podría decirse que tiene existencia propia y que se
encuentra, quizás, a unos cuatro o cinco kilómetros de distancia. Sin
embargo, sabemos que si nos trasladamos a ese lugar, no
encontraremos ningún indicio de él. Por lo tanto, podemos afirmar
que el arcoíris es una mera apariencia y no puede encontrarse por
medio de una investigación. Aunque otros objetos, como nuestro
cuerpo, parecen tener una existencia más concreta, si los analizamos
con detenimiento, descubriremos que también son meras
apariencias.
Sabemos por experiencia propia que la apariencia del arcoíris es
engañosa. Parece tener existencia propia e independiente, pero
sabemos que en realidad depende del sol, de la lluvia y de la
posición del observador. Si este se desplaza, el arcoíris lo hace
también, y si las nubes cubren el sol, se atenúa o desaparece. Si
aceptamos que el arcoíris no es más que una apariencia que surge a
partir de ciertas causas y condiciones, podemos aceptar su existencia
y actuar de manera adecuada. En cambio, si nos aferramos a la idea
de que el arcoíris existe independiente de nosotros y pensamos que
está suspendido en el espacio tal y como lo vemos, y vamos a
buscarlo, solo conseguiremos decepcionarnos.
Lo mismo ocurre con todas las formas y los fenómenos en general.
Si los aceptamos como meras apariencias, estableceremos su
existencia y nos relacionaremos con ellos de modo apropiado sin
experimentar ningún problema. En cambio, si nos aferramos a los
fenómenos como si tuvieran existencia inherente de la manera en
que aparecen, sufriremos continuas contrariedades y decepciones.
Al igual que por propia experiencia hemos aprendido a reconocer la
verdadera naturaleza de un arcoíris, si realizamos un estudio y
contemplación apropiados, entenderemos también la naturaleza
convencional sutil de la forma y de los demás fenómenos, y
empezaremos a relacionarnos con ellos de manera correcta.
Otro aspecto de la naturaleza convencional sutil de los fenómenos
es que son meros nombres. Imaginemos un comité formado por
varios miembros, uno de los cuales se llama Juan. Supongamos que
los miembros eligen hoy a Juan como presidente. A partir de ese
momento, los miembros del comité lo llamarán señor presidente y lo
considerarán como tal. Ayer Juan no era presidente, pero hoy sí que
lo es aunque por su lado no haya habido ningún cambio en
particular. La única razón por la que Juan se convierte en presidente
es simplemente porque el comité lo nombra. Si intentamos
encontrar algo que por su propio lado sea un presidente,
fracasaremos. El cuerpo de Juan no es el presidente, su mente
tampoco lo es y no podemos encontrar ningún otro fenómeno que lo
sea. En este ejemplo no es difícil comprender que el presidente no es
más que un nombre. En realidad, si lo analizamos con detenimiento,
comprobaremos que todos los fenómenos existen de esta manera,
como meros nombres. Por esta razón, en el Sutra de la perfección de la
sabiduría en cien mil versos, Buda dice: «Shariputra, has de saber que
todos los fenómenos son meros nombres».
Entender que la forma no es más que una mera apariencia y un
mero nombre nos ayuda a comprender que es una manifestación de
la vacuidad. Si lo entendemos, podremos establecer la existencia de
la forma sin implicar que exista de manera inherente y comenzar a
comprender su naturaleza convencional sutil sin caer en ninguno de
los dos extremos, el de la existencia y el de la inexistencia.
El modo en que los madhyamika-prasanguikas establecen la
existencia de los fenómenos convencionales concuerda, en realidad,
con la visión de las personas corrientes. Por ejemplo, al establecer la
existencia de una mesa, las personas corrientes se conforman con su
apariencia y el nombre mesa. Por lo general, no realizan ninguna
investigación para encontrar la mesa real. De igual manera, los
madhyamika-prasanguikas afirman que los fenómenos no son más
que meras apariencias en nuestra mente y meros nombres. Afirman
que si intentamos encontrar una mesa real, aparte de la mera
apariencia y del mero nombre, no lo conseguiremos.
A diferencia de las personas corrientes y de los madhyamika-
prasanguikas, otros sistemas filosóficos, incluidas las escuelas
budistas inferiores, afirman que es posible descubrir el verdadero
objeto con una investigación. Por ejemplo, al buscar la mesa entre
sus partes, algunas escuelas budistas concluyen que es el mero
conjunto de ellas. Aseguran que este conjunto es la mesa real, la que
existe de verdad. Según los madhyamika-prasanguikas esta visión se
contradice con la de las personas corrientes porque la mesa que se
establece de este modo no es la que aprehende una persona
ordinaria, sino el mero fruto de un análisis filosófico. Los
madhyamika-prasanguikas sostienen que no hay fenómenos con
existencia verdadera y, por lo tanto, la mesa que intentan establecer
las escuelas inferiores, en realidad no existe. Por esta razón,
Chandrakirti advirtió a las escuelas inferiores: «¡No intentéis debatir
con las personas ordinarias, porque perderéis!».
Aunque la manera en que los madhyamika-prasanguikas
establecen la existencia de los fenómenos convencionales concuerda
con el punto de vista de las personas corrientes, no comparten la
misma opinión sobre la naturaleza última de los fenómenos. Las
personas corrientes no solo aceptan la existencia de los objetos que
aparecen ante ellas, sino que además creen que existen de manera
inherente, tal y como aparecen. Según la visión madhyamika-
prasanguika, todos los objetos son vacíos de existencia inherente y,
por lo tanto, aunque se ha de aceptar la existencia de los fenómenos
convencionales, si queremos lograr la liberación, debemos eliminar
la mente que se aferra a la existencia inherente. Además, si
deseamos alcanzar la iluminación total, hemos de eliminar incluso la
apariencia de que los objetos existen de manera inherente.
Cuando hayamos comprendido que los fenómenos son vacíos de
existencia inherente, si meditamos en ellos considerando que son
manifestaciones de la vacuidad con la ayuda de algunos de los
razonamientos y analogías que se presentan en este capítulo,
comenzaremos a entender su naturaleza convencional sutil.
Entonces podremos integrar la práctica de percibir los fenómenos
como manifestaciones de la vacuidad en nuestras actividades
diarias. Aunque los seres ordinarios no seamos capaces de meditar
en la vacuidad mientras comemos, trabajamos, conversamos,
etcétera, sí que podemos percibir los objetos que nos rodean como
manifestaciones de la vacuidad. Si lo hacemos así, aunque nuestros
alimentos, nuestro cuerpo, nuestras amistades, etcétera, aún
parezcan existir de manera inherente, no aceptaremos esta
apariencia. Al mismo tiempo que realizamos nuestras actividades
cotidianas podemos recordar que las cosas que normalmente vemos
no existen. De este modo, nuestra sabiduría que realiza la vacuidad
aumentará sin cesar. Si comprendemos que todos los objetos son
manifestaciones de la vacuidad, nuestra mente estará libre de forma
natural de las perturbaciones mentales y nuestras acciones serán
virtuosas. Con esta práctica nuestras actividades diarias se llenarán
de gran significado.
La vacuidad es un fenómeno permanente, pero sus
manifestaciones no siempre lo son. Los objetos funcionales, como
nuestro cuerpo, son impermanentes, es decir, fenómenos
transitorios, resultados de causas pasadas y causas de efectos
futuros, pero todos son manifestaciones de la vacuidad. Nuestro
cuerpo funciona y cambia a cada momento, pero no existe por su
propio lado, sino que es meramente designado por el pensamiento.
Nuestro cuerpo siempre es vacío de existencia inherente y de esta
vacuidad permanente aparece como un fenómeno en constante
transición.
Desde el punto de vista de las mentes de los Seres Superiores, las
verdades convencionales, como nuestro cuerpo, son falsas, pero los
seres ordinarios creen que son ciertas porque su mente de
aferramiento propio considera que su aparente existencia inherente
es real. Hemos de entender que las formas y los demás objetos que
percibimos o aparecen ante nosotros son manifestaciones de su
propia vacuidad y meros nombres, pero funcionan y a los seres
ordinarios les parecen reales. Por lo tanto, cuando realicemos
nuestras actividades cotidianas, debemos conformarnos con el mero
nombre de los fenómenos, sin investigar más. En esos momentos no
tiene sentido buscar un fenómeno con existencia verdadera porque
eso es algo imposible de encontrar.
Si después de comprender la vacuidad aceptamos que los
fenómenos son meros nombres y realizamos nuestras actividades
conscientes de ello, será una indicación de que hemos comprendido
la naturaleza convencional sutil de los fenómenos. Entonces, aún
podremos afirmar, por ejemplo, que un objeto en particular es
grande o pequeño, pero sabremos que no es más que un mero
nombre y no puede encontrarse por medio de un análisis.
Esta comprensión correcta de la naturaleza convencional sutil de
los fenómenos nos permite reconocer que los fenómenos son vacíos
de existencia inherente, pero que también desempeñan sus propias
funciones. Así pues, la naturaleza convencional de los fenómenos y
su vacuidad no son contradictorias, sino complementarias. Por
ejemplo, comprender la vacuidad de nuestro cuerpo nos ayuda a
entender que su naturaleza convencional es ser un mero nombre o
una mera apariencia; y comprender que el cuerpo es un mero
nombre nos ayuda a entender que es vacío de existencia inherente.
Debemos hacer un esfuerzo por comprender las dos verdades de
esta manera.
Sarvanivaranaviskambini
EXPOSICIÓN SOBRE LA PROFUNDIDAD DE LA UNIÓN DE LAS DOS VERDADES DEL
AGREGADO DE LA FORMA
CONCLUSIÓN
INTRODUCCIÓN
EL PROTECTOR NAGARYHUNA
ARYA ASANGA
En este contexto, el ser del nivel medio es aquel con capacidad media
para cultivar un entendimiento espiritual y realizaciones.
LO QUE HAY QUE SABER
LA VEJEZ
LA MUERTE
Esta práctica se denomina igualarse uno mismo con los demás porque
con ella aprendemos a reconocer que la felicidad y la libertad de los
demás son igual de importantes que las nuestras. Aprender a
estimar a los demás es la mejor solución para nuestros problemas
diarios y la fuente de toda nuestra felicidad y buena fortuna futuras.
Se puede estimar a los demás de dos maneras: 1) como amamos a
un amigo cercano o a un familiar y 2) como nos amamos a nosotros
mismos. La segunda manera es más profunda. Si estimamos a todos
los seres sintientes como nos estimamos a nosotros mismos,
generaremos la profunda compasión universal, que actúa como
camino rápido hacia la iluminación. Este es uno de los puntos
esenciales del Lamrim kadam.
Para adiestrarnos en igualarnos con los demás realizamos la
siguiente contemplación:
Debo creer que la felicidad y la libertad de los demás seres sintientes son
igual de importantes que las mías porque:
1) Todos los seres sintientes han sido muy bondadosos conmigo tanto
en esta vida como en las pasadas;
2) al igual que yo deseo liberarme del sufrimiento y experimentar solo
felicidad, los demás seres desean exactamente lo mismo. En este sentido
no soy diferente de los demás, todos somos iguales, y
3) puesto que yo solo soy una persona mientras que los demás seres son
innumerables, ¿cómo puedo preocuparme solo de mí mismo y olvidarme
de los demás? Mi felicidad y sufrimiento son insignificantes en
comparación con la felicidad y el sufrimiento de los innumerables seres
sintientes.
Después de haber contemplado estas razones, generamos el
convencimiento de que la felicidad y libertad de los demás son igual
de importantes que las nuestras. Entonces nos concentramos de
manera convergente en esta creencia durante tanto tiempo como
podamos. Debemos realizar esta contemplación y meditación
repetidas veces hasta que creamos de manera espontánea que la
felicidad y libertad de los demás son igual de importantes que las
nuestras, y esto es la realización de igualarse uno mismo con los
demás.
En sánscrito: Bhagavatiprajnaparamitahrdaya
En tibetano: Chom den de ma she rab kyi pha rol tu yhin pei ñying po
En español: Esencia de la perfección de la sabiduría, la Madre
Bienaventurada
Homenaje a la perfección de la sabiduría, la Madre Bienaventura-
da.
Una vez, así lo escuché. El Ser Bienaventurado moraba en
Rayhagriha, en la montaña Banda de Buitres, junto con una gran
asamblea de monjes y monjas, y una gran asamblea de Bodhisatvas.
En aquel momento, el Ser Bienaventurado estaba absorto en la
concentración de los innumerables aspectos de los fenómenos,
llamada profunda iluminación.
En aquel momento, también el Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisat-
va, el Gran Ser, observaba de manera perfecta la práctica de la
profunda perfección de la sabiduría, observando perfectamente
también que los cinco agregados son vacíos de existencia inherente.
Entonces, gracias a la inspiración de Buda, el venerable Shariputra
dijo al Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisatva, el Gran Ser: «¿Cómo
debería adiestrarse el hijo del linaje que desea emprender la práctica
de la profunda perfección de la sabiduría?».
Así habló, y el Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisatva, el Gran Ser,
repuso al venerable Shariputra como sigue:
«Shariputra, cualquier hijo o hija del linaje que desee emprender la
práctica de la profunda perfección de la sabiduría debe observar
perfectamente así: subsiguientemente observando de manera
perfecta y correcta también que los cinco agregados son vacíos de
existencia inherente.
La forma es vacía; la vacuidad es forma. La vacuidad no es otra que
la forma; la forma a su vez no es otra que la vacuidad. Asimismo, la
sensación, el discernimiento, los factores productores y la
consciencia son vacíos.
Shariputra, de este modo, todos los fenómenos son vacuidad, no
tienen características. No son producidos y no cesan. No tienen
máculas ni están libres de ellas. No experimentan decrecimiento ni
crecimiento.
Por lo tanto, Shariputra, en la vacuidad no hay forma ni sensación
ni discernimiento ni factores productores ni consciencia. No hay
vista ni oído ni olfato ni gusto ni tacto ni mentalidad; ni formas
visuales ni sonidos ni olores ni sabores ni objetos tangibles ni
fenómenos. No hay elemento de la vista, ni demás elementos hasta
el de la mentalidad, ni tampoco ninguno de los demás
elementos hasta el de la consciencia mental. No hay ignorancia ni
extinción de la ignorancia, ni demás vínculos hasta el del
envejecimiento y la muerte, y el de la extinción del envejecimiento y
la muerte. Asimismo, no hay sufrimiento ni origen ni cesación ni
camino; ni percepción excelsa ni realización ni tampoco no
realización.
Por lo tanto, Shariputra, puesto que no hay realización, los Bodhi-
satvas confían en la perfección de la sabiduría y permanecen en ella;
sus mentes no tienen obstrucciones ni miedo. Al pasar por completo
más allá de la perversidad logran el nirvana final. De la misma
manera, todos los Budas que residen perfectamente en los tres
tiempos, confiando en la perfección de la sabiduría, llegaron a ser
Budas manifiestos y completos en el estado de la insuperable,
perfecta y completa iluminación.
Por lo tanto, el mantra de la perfección de la sabiduría, el mantra
del gran conocimiento, el mantra insuperable, el igual al inigualable
mantra, el mantra que pacifica por completo todo sufrimiento,
puesto que no es falso, ha de conocerse como la verdad. El mantra
de la perfección de la sabiduría es proclamado:
TAYATHA OM GATE GATE PARAGATE PARASAMGATE BODHI SOHA.
Refugio
Yo y todos los seres sintientes nos refugiamos en Buda, el Dharma y
la Sangha
hasta que alcancemos la iluminación. (x3, x7, x100 o más)
Generación de bodhichita
Que por los méritos que acumule
con la práctica de la generosidad y otras perfecciones,
alcance el estado de Buda
para poder beneficiar a todos los seres sintientes. (x3)
Bendiciones y purificación
De los corazones de todos los seres sagrados fluye un torrente de luz
y néctar, que nos bendice y purifica.
Puedes realizar ahora tu contemplación y meditación. Al final de la
meditación dedica los méritos con la siguiente oración:
Dedicación
Que gracias a las virtudes que he acumulado
practicando las etapas del camino,
tengan también los demás seres sintientes
la oportunidad de realizar esta práctica.
Que todos los seres sintientes disfruten
de los gozos divinos y humanos,
y pronto alcancen la felicidad última,
cesando toda existencia en el samsara.
INTRODUCCIÓN
Todos los seres sintientes quieren ser felices, pero por mucho que
lo intentan no lo consiguen debido a obstáculos e interferencias,
tanto externos como internos. Los obstáculos externos pueden ser
producidos por objetos animados, como personas malintencionadas
o animales salvajes; o por objetos inanimados, como el desequilibrio
de los cuatro elementos externos, tierra, agua, fuego y aire, que
puede provocar terremotos, inundaciones, incendios y huracanes.
Los obstáculos internos surgen de causas localizadas en nuestro
cuerpo o en nuestra mente. Cuando nuestros cuatro elementos
internos están en equilibrio y armonía, disfrutamos de buena salud,
pero si se desequilibran, nuestro cuerpo enferma y sufre diferentes
problemas. Si nuestra mente se llena de malos pensamientos y
perturbaciones mentales, como el apego, el odio y la ignorancia,
padecemos mucho sufrimiento como resultado. Los engaños nos
impiden mantener la mente apacible y destruyen la felicidad de que
disfrutamos.
Los obstáculos principales que frenan nuestro progreso hacia la
liberación y la iluminación pueden resumirse en los cuatro maras.
Mara es una palabra sánscrita que significa ‘demonio’. Los cuatro
maras son: el mara de las perturbaciones mentales, el mara de los
agregados, el mara Señor de la Muerte y el mara Devaputra. Aquel
que vence por completo a estos maras es un Buda o «Vencedor».
Todo el sufrimiento que padecemos surge como consecuencia de
nuestras perturbaciones mentales y de las acciones que hemos
cometido bajo su influencia. Nuestras perturbaciones mentales no
solo acaban con nuestra felicidad y paz temporales, sino que
también entorpecen nuestro progreso hacia el logro de la felicidad
última de la liberación y de la iluminación.
Los agregados contaminados constituyen la naturaleza misma del
samsara y las bases de todo nuestro sufrimiento. Mientras tengamos
estos agregados, no podremos alcanzar la liberación.
El mara Señor de la Muerte es la muerte ordinaria, sin control, que
nos despoja de la oportunidad de completar nuestro desarrollo
espiritual. Si morimos sin haber purificado nuestro karma negativo
y logrado un control estable de nuestras acciones físicas, verbales y
mentales, corremos el peligro de renacer en uno de los reinos
inferiores, donde no existe la posibilidad de emprender una práctica
espiritual y de donde es casi imposible escapar.
Los maras devaputras, como el Negro Ishvara, son seres reales que
interfieren en nuestro progreso hacia la liberación y la iluminación.
Por ejemplo, cuando Buda Shakyamuni demostraba cómo alcanzar
la iluminación, bajo el Árbol Bodhi, los maras devaputras intentaron
impedírselo. Buda superó estas interferencias gracias a su
concentración en el amor.
Si deseamos disfrutar de felicidad temporal mientras estemos en el
samsara y progresar sin dificultades hacia la felicidad última de la
liberación y de la iluminación, necesitamos un método especial para
evitar y eliminar los obstáculos en general y los cuatro maras en
particular. La práctica que se presenta a continuación, que incluye la
recitación y la contemplación del Sutra de la esencia de la sabiduría o
Sutra del corazón, puede utilizarse para superar los dos tipos de
obstáculos, externos e internos, en beneficio propio o de los demás.
En el apéndice 4, se expone cómo realizar la práctica.
El éxito que tengamos en eliminar los obstáculos mediante esta
práctica dependerá de la fuerza de nuestra fe. Para aumentar
nuestra fe podemos inspirarnos en relatos del pasado, como cuando
el dios Indra superó el odio y los celos de los semidioses que lo
atacaban, o cuando el lama Ukargua neutralizó los maleficios de un
poderoso hechicero de magia negra que amenazaba con asesinarlo.
Estos relatos pueden encontrarse en el breve comentario de la
práctica de La Gran Madre en el apéndice 6.
La Gran Madre
Refugio
Yo y todos los seres sintientes nos refugiamos en Buda, el Dharma y
la Sangha
hasta que alcancemos la iluminación. (x3)
Generación de bodhichita
Que por los méritos que acumule con la práctica de la generosidad y
otras perfecciones,
alcance el estado de Buda para poder beneficiar a todos los seres
sintientes. (x3)
Preliminares
NAMO Guru, Maestra, Bienaventurada y Gran Madre Prajnaparamit a,
rodeada de tus Hijos –los Budas de las diez direcciones y todos los
Bodhisatvas–.
Ante esta asamblea me postro, hago ofrendas y en ella me refugio.
¡Inspiradme, por favor, con vuestras bendiciones! (x3)
etc.)
Dedicación
Que se pacifiquen todas las interferencias, enfermedades y
posesiones de espíritus.
Que me libere de las circunstancias desfavorables,
y que alcance las favorables y todas las virtudes.
Que gracias a esta fortuna todos logremos la felicidad de la
iluminación.
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
AUTOGENERACIÓN
PRÁCTICAS PRELIMINARES
Bendiciones y purificación
En respuesta a mis sinceras súplicas, infinitos rayos de luz de
sabiduría de color azul, amarillo, blanco, rojo y verde irradian del
cuerpo de Buda Shakyamuni y llenan todo mi cuerpo, desde la
coronilla hasta las plantas de los pies. Todos los obstáculos internos
y externos, en particular la apariencia ordinaria de mi cuerpo,
palabra y mente, son purificados.
LA PRÁCTICA EN SÍ DE LA AUTOGENERACIÓN
Dedicación
Que gracias a las virtudes que he acumulado
con la profunda práctica de Prajnaparamita
alcance la iluminación de un Buda
para liberar a los maternales seres sintientes.
Que los maras −las fuerzas malignas de las obstrucciones externas e
internas−
sean pacificados por completo y con rapidez,
y que todos los seres sintientes se conviertan pronto
en Budas Vencedores como Buda Shakyamuni.
Que el Budadharma, la única medicina para eliminar el sufrimiento,
y fuente de toda felicidad,
sea respetado, protegido con ayuda material,
y permanezca durante mucho tiempo.
Oraciones de la tradición virtuosa
Para que la tradición de Yhe Tsongkhapa,
el Rey del Dharma, pueda florecer,
que todos los obstáculos sean pacificados
y que abunden las condiciones favorables.
Que gracias a las dos acumulaciones, mías y de otros,
reunidas durante los tres tiempos,
pueda la doctrina del Vencedor Losang Dragpa
brillar para siempre.
EN EL REINO UNIDO: