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UBA XXI - IPC – 1er Cuatrimestre de 2016

Lección N.º 12: La dimensión ético-política de la ciencia

1. Introducción

Llegados a esta última lección, les proponemos volver al punto de


partida de nuestro curso. Habíamos señalado que estamos atravesados por el
saber científico hasta en los aspectos más mínimos de nuestra vida cotidiana.
No solo por el generalizado uso de productos tecnológicos, sino porque los
saberes científicos acumulados y la concepción científica del mundo han ido
modulando a lo largo de la historia aquello que percibimos y pensamos de lo
que nos rodea y de nosotros mismos. Sabemos que nos movemos en el
planeta Tierra por el espacio aun cuando observamos el movimiento del sol
por la tarde; sabemos que nuestra identidad tiene que ver con el ADN y
conocemos las ventajas y desventajas que ello nos aporta para nuestra vida
corriente, y ello condiciona fuertemente nuestra conducta frente a un sinnúmero
de situaciones posibles.
La radicalidad de las transformaciones que producen los avances
científicos y las innovaciones tecnológicas modifican a altísima velocidad
nuestra experiencia cotidiana. Los constantes descubrimientos de la ciencia y
los inacabables productos de la tecnología convierten en realidad lo que en otro
tiempo pudo haber sido considerado ficción o mera fantasía, desafiando una y
otra vez los límites de lo posible. Esas innovaciones y sus efectos en la vida
contemporánea se producen cada vez más rápidamente, y no terminamos de
sorprendernos ante una nueva posibilidad técnica cuando inmediatamente nos
sorprende otro acontecimiento igual de sorprendente. Es posible controlar una
silla de ruedas con el pensamiento, a partir de un dispositivo cerebral
inalámbrico; o seleccionar y decidir, a través de la ingeniería genética, aspectos
y características físicas de personas por nacer. Es factible introducir los genes
de cualquier especie viviente en los cromosomas de cualquier otra especie
viviente (y diseñar entonces alguna combinación de seres humanos, animales,
plantas, hongos y bacterias). Hay lentes de contacto con conexión a internet
que incluyen sensores con capacidad para interactuar con imágenes de
realidad aumentada (es decir, desplazar y modificar hologramas con las
propias manos). La wearable technology,1 la implantación de un marcapasos,
las prótesis en deportes de alta competencia son muestra de diferentes
modalidades de fusión entre lo tecnológico y lo biológico. Y paradójicamente,
de tanto sorprendernos, hay cada vez menos sorpresa en ello: la ciencia y la

                                                                                                                       
1
El término hace referencia a prendas y complementos que incorporan dispositivos
tecnológicos o inteligentes: gafas de realidad aumentada, relojes/teléfonos monitores
de actividad o aplicaciones de sensores inteligentes en camisetas que indican los tipos
de calorías que se consumen, hidratos de carbono, grasa; datos de distancia,
recorrido, rutas, etc.; es decir, todo aquello denominado tecnología vestible.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   1  


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tecnología producen avances sorprendentes, pero esos avances son recibidos


con naturalidad; un nuevo teléfono, por ejemplo, se recibe hoy como si fuese ya
natural poder comunicarse sincrónicamente con personas situadas a cientos de
kilómetros de distancia (y como si fuese algo extraordinario e impropio, por el
contrario, preguntarse cómo llega la voz inmediatamente, por dónde pasa el
sonido, etcétera). En suma, la creciente y profunda tecnologización del entorno
vital y los innumerables cambios que promueve naturalizan lo que en realidad
constituye un contexto inédito e impredecible de los seres humanos. La ciencia
y la tecnología desdibujan constantemente el límite entre lo natural y lo artificial,
revelando de ese modo nuevos interrogantes y nuevas incertidumbres, así
como nuevos planteos de orden ético.

Para pensar…
Les proponíamos al comienzo de la materia que pensaran por un
momento qué sería de nosotros sin celulares, sin conexión a internet ni redes
sociales, sin dispositivos digitales de ningún tipo. Les volvemos a proponer aquí
que imaginen cómo sería su vida y el mundo sin la informática, las
telecomunicaciones, la Web 2.0. Teniendo en cuenta esta reflexión, ¿cómo
interpreta la siguiente frase?

Preguntarnos por el poder de la tecnociencia es preguntarnos por nosotros


mismos.

Para pensar…
La literatura y el cine han plasmado visiones de mundos en los que se
proyectan las posibilidades y los riesgos avizorados en el tiempo presente, en
general vinculados a los paradigmas técnicos predominantes.

La serie de televisión británica Black Mirror es un excelente ejemplo de


cómo se pueden avizorar esos cambios en un futuro cercano en virtud de la
integración de la tecnología y la vida2. El clima que plantea esta serie es
sombrío respecto de las posibilidades que abre la revolución biotecnológica.
Los aspectos más oscuros de los seres humanos y del sistema en su conjunto
se ven potenciados por los recursos tecnológicos (ficticios) que presenta cada
capítulo. Las experiencias narradas son futuristas–pero se trata de un futuro
muy cercano, casi al alcance de la mano– y habilitan la discusión ética sobre
las conductas individuales involucradas, pero fundamentalmente sobre el
mundo donde se desarrollan esas conductas. La serie presenta una mirada
perturbadora –tecnoparanoide, al decir de su creador– vinculada al paradigma
digital en el que transcurren las experiencias y donde la integración
biotecnológica implica, por un lado, la transformación de nuestros gustos y

                                                                                                                       
2
La serie posee hasta el momento tres temporadas (2012-2013-2014) con siete
capítulos en total, que rondan la misma temática.

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pasiones –y hasta la mutación de la percepción–, y por otro, la reaparición de


viejas formas de dominación y de explotación bajo esta nueva modalidad
tecnológica de control del mundo, de los otros y de nosotros mismos.

¿Se imagina poder recuperar el pasado tal como ha sido percibido por su
mirada, y mediante un dispositivo digital proyectarlo en una pantalla led, incluso
con los sonidos percibidos? Las modificaciones en nuestra vida cotidiana que
ese tipo de tecnología puede generar son abordadas en uno de los capítulos de
esta serie.

2. Un cambio de mirada: hacia la ética en la ciencia

El enfoque que adoptó nuestro recorrido, como hemos dicho al comienzo,


fue el enfoque filosófico sobre la ciencia. Partimos de las preguntas iniciales
sobre la naturaleza del conocimiento científico, es decir, preguntas acerca de la
legitimidad del saber científico y la demarcación respecto de otros saberes;
avanzamos con el análisis de sus enunciados, sus términos, su estructura y
sus métodos propios. ¿Qué es la ciencia? ¿En qué radica la pretendida
superioridad del saber científico respecto de otros saberes? Tenemos aquí
preguntas radicales y fundantes de la filosofía de las ciencias. Las respuestas
dadas por quienes se ocuparon de ellas han marcado la dirección que fueron
tomando las diferentes corrientes epistemológicas, algunas de las cuales
hemos estudiado en las lecciones 9 y 10. Recordemos que la filosofía de las
ciencias tiene su propia historia: el siglo XX la vio inicialmente centrarse en
cuestiones de validación del conocimiento científico, para luego incluir otros
aspectos de la actividad científica: sus condiciones de producción, sus raíces
históricas, el cariz psicológico, la dimensión política y cultural del conocimiento
científico; la discusión sobre el progreso de la ciencia y la aproximación a la
verdad, entre otros.
Ahora bien, señalamos en la lección 0 que compete a la naturaleza
filosófica del enfoque adoptado preguntar también por la responsabilidad de los
científicos en la implementación de sus teorías. En este mismo sentido,
podemos preguntarnos por los conflictos éticos que genera el avance de la
ciencia y de la tecnología en la actualidad; y atender también a otros aspectos
de importancia: de dónde surgen las inquietudes para investigar, para quién
trabajan los científicos, qué tanto inciden sus valoraciones y creencias en su
búsqueda del conocimiento. Lo que llamamos aquí dimensión ético-política de
la ciencia hace referencia a este tipo de cuestiones y requiere un último cambio
de mirada, que es el que desarrollaremos en esta lección.

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3. Dos maneras de pensar la ética en la ciencia

La ética, en tanto disciplina filosófica, consiste en una reflexión particular


que tiene por objeto de estudio la moral, es decir, las costumbres, hábitos y
normas que rigen la conducta de un individuo o de un grupo de personas. Si
bien no siempre resulta sencillo establecer la distinción entre la moral y la
reflexión ética, los filósofos han desarrollado saberes y teorías éticas a lo largo
de la historia del pensamiento, llegando a constituir un corpus de conocimiento
filosófico particular, de naturaleza específica. Pero en tanto pensamiento
problematizador, lo que mueve la reflexión ética son las preguntas, la
indagación a fondo acerca del bien, del deber, de aquello que resulta correcto o
incorrecto hacer y acerca de los sentidos (o sinsentidos) de los fundamentos y
principios de nuestras acciones y nuestra conducta. Ahora bien, cuando la ética
se dirige a la ciencia y a la tecnología, permite construir interrogantes que de
ningún modo son propiedad exclusiva de científicos ni de filósofos
profesionales.
Aquí podríamos señalar dos abordajes a las cuestiones éticas vinculadas
con la ciencia: un enfoque internalista, que hace hincapié en el examen de la
práctica científica, en la conducta, los valores intervinientes y las decisiones del
científico en el transcurso de la investigación, y un enfoque externalista, que se
basa en el impacto social que tiene la ciencia y la tecnología, y en los
problemas éticos asociados a ese impacto. Si el primer enfoque toma en
cuenta la imagen que la comunidad científica tiene de sus métodos y objetivos,
el segundo toma en consideración la imagen social de la ciencia.3
En un documento de la National Academy of Science de Estados Unidos
publicado en 1995,4 se indican una serie de normas institucionales explícitas o
implícitas que hacen a la conducta y responsabilidad del investigador, referidas
a los errores cometidos en el transcurso de la investigación (errores que
pueden ser honestos, como los provocados por la negligencia, la falta de
cuidado, inatención o precipitación; o no: los que involucran algún tipo de
engaño, como el plagio, la invención de datos o la falsificación de resultados);
también referidas a la adjudicación de méritos y recompensas por los
descubrimientos, al tratamiento de las técnicas experimentales, a los conflictos
de interés que se generan en torno a la publicación y apertura del
conocimiento, etcétera. Podemos hablar en este sentido de una ética de la
investigación científica que serviría para transparentar la actividad científica y
dar al mismo tiempo un marco de referencia para la conducta en este ámbito.
En el mismo sentido, Karl Popper – filósofo que ya hemos estudiado– elaboró

                                                                                                                       
3
Carl Mitcham: “Cuestiones éticas en ciencia y tecnología: análisis introductorio y
bibliografía”, en M. I. González García, J. A. López Cerezo y J. L. Luján López:
Ciencia, tecnología y sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la
tecnología, Madrid, Tecnos, 1996.
4
On Being a Scientist: Responsible Conduct in Research (Washington, D.C., 1995).

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una lista de deberes del científico5 que básicamente se refieren a la exigencia


por la honestidad intelectual en la búsqueda de la verdad. Las objeciones
aceptables a la actividad de los científicos tienen que ver con las conductas
que no cumplen con la veracidad, la objetividad, la lealtad en la competencia;
es decir, con aquellas conductas que no cumplen con las virtudes propias de
las exigencias internas de la metodología científica. Para este autor, también
hay una responsabilidad del científico respecto de la humanidad, que consiste
básicamente en evitar el sufrimiento; pero la responsabilidad y la ética científica
operan, fundamentalmente, en el ámbito profesional.
Por otra parte, cuando pensamos en los problemas éticos vinculados al
impacto de los avances científicos y técnicos, y a los conflictos que esto
genera, nos abrimos a la dimensión ética en el ámbito de aplicación de la
ciencia. Puede decirse que todo ser racional participa de alguna manera de la
reflexión ética, en el sentido de que todos juzgan moralmente, toman
decisiones y pueden justificar sus actos de diferentes maneras haciendo
referencia a principios morales. Esto no quiere decir que todos realicen
reflexiones técnicas o sistemáticas sobre los principios filosóficos de sus
acciones. En cualquier caso, la relación entre la ética y los usos de la ciencia
constituye uno de los principales problemas de la ética aplicada. El término
ética aplicada hace referencia al espacio en el cual se piensan las normas o
principios morales de contenido general en función de situaciones particulares,
que son siempre únicas e irrepetibles. Se trata de la aplicación6 de ciertos
principios de la ética teórica a diferentes ámbitos y prácticas sociales, lo que da
lugar a contextos específicos para la reflexión ética. De este modo, podemos
hablar de ética médica, ética deportiva, ética de la comunicación, bioética, ética
de los negocios, ética periodística, etcétera. Dado el creciente número de
conflictos morales a los que dan lugar las innovaciones científicas y
tecnológicas, el abordaje de esos conflictos requiere tanto de la información
precisa que pueda ofrecer la ciencia como del esclarecimiento filosófico de los
principios éticos que orientan nuestras reflexiones y decisiones. Pero como
sostuvimos más arriba, requiere también y fundamentalmente de otros actores
involucrados en los conflictos, más allá del saber experto, técnico o profesional.

Ejercicio 1
¿Puede señalar a qué enfoque pertenecen tanto el documento de la National
Academy of Science como las exigencias y deberes del científico señaladas
por Karl Popper?

                                                                                                                       
5
K. Popper: “Tolerancia y responsabilidad intelectual”, en Sociedad abierta, universo
abierto, Madrid, Tecnos, 1984, pp. 155-158.
6
El sentido de esta aplicación no está exento de controversias. Ver R. Maliandi: Ética:
conceptos y problemas, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 134-136.

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Ejercicio 2
Lea el siguiente párrafo y responda:
El sociólogo Robert K. Merton identificó en 1940 lo que denominó el "ethos
de la ciencia" o un "complejo de valores y formas que [son vividos] como
imperativos para el hombre de ciencia". Cuatro principios se suponen centrales
en este ethos: el universalismo o compromiso con la objetividad; el comunismo
o la disposición a compartir el conocimiento; el desinterés, estrechamente
relacionado con el universalismo y la objetividad; y el escepticismo organizado.
Merton suponía que los científicos, especialmente en las sociedades
democráticas, se rigen en general por estos ideales.7

¿A qué aspecto de lo tratado hasta aquí se refiere el párrafo?


• Al denominado enfoque externalista de la ciencia.
• A los conflictos éticos que genera el avance de la ciencia y la tecnología.
• Al denominado enfoque internalista de la ética en ciencia.
• A la responsabilidad de los científicos en la implementación de sus
teorías.

4. La ética de la biotecnología

Entre los muchos ámbitos de la ética aplicada, presentaremos algunos


aspectos vinculados a la ética de la biotecnología y más adelante nos
referiremos a cuestiones de ética ambiental (o ética de la ecología), campos
que tienen innumerables zonas de convergencia.
Aunque parezca extraño, resulta difícil dimensionar hacia dónde se dirige el
desarrollo de la biotecnología.8 Convivimos con la velocidad de los avances y
esos avances crean posibilidades nuevas. Y justamente porque son nuevas, el
cuerpo, la vida humana y el planeta resultan ser conejillo de Indias. Nos
encontramos en una etapa experimental porque sabemos que todo va a
cambiar, pero no sabemos exactamente cómo van a ser esos cambios.9 Los
progresos de la biotecnología presentan planteos éticos actuales y reales, en
general vinculados a la medicina. Como sabemos, toda tecnología es ambigua:
genera la solución a viejos problemas, pero posibilita problemas nuevos. De
acuerdo con Ricardo Maliandi, “la biotecnología suscita esperanza en torno de
posibles terapias génicas (sobre todo en oncología), aun cuando hasta ahora
los logros prácticamente se han restringido a cuestiones de diagnóstico. Pero
justamente en este último ámbito surgen temores, por ejemplo, sobre formas
                                                                                                                       
7
Carl Mitcham, ob. cit., p. 4.
8
Según el “Convenio sobre la diversidad biológica” firmado en la ONU, en 1992, la
biotecnología se refiere a toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y
organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o
procesos para usos específicos.
9
R. Maliandi: Ética: dilemas y convergencia. Cuestiones éticas de la identidad, la
globalización y la tecnología, Buenos Aires, Biblos, 2006, p. 95.

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de “discriminación genética” que podrán implementarse mediante nuevos


descubrimientos”.10
El principio de precaución exige minimizar los riesgos derivados de las
actuales investigaciones en este campo. Pero al mismo tiempo, por las
promesas y esperanzas que implica, existe la exigencia moral de no abandonar
esas investigaciones, exigencia que podemos llamar principio de exploración.11
También se dan casos en los que la sola posibilidad técnica genera la
obligación de investigar: la implementación de biotecnología para prevenir o
curar enfermedades mortales, por ejemplo.
Pero habida cuenta de las múltiples posibilidades que la biotecnología
ofrece, cobra especial relevancia el principio elemental de que no todo lo
posible es lícito. Muchas de las posibilidades abiertas por esta disciplina son
altamente cuestionables, como el tráfico de órganos, la discriminación genética,
las armas bactereológicas, etcétera.

Para pensar…
Los datos que surgen del estudio del genoma de un individuo humano a
partir de muestras biológicas nos brinda lo que se denomina información
genética en sentido estricto (en sentido amplio la información genética incluye
la historia familiar, entre otros datos). De acuerdo con los avances en el área,
las pruebas que hoy son complejas y costosas pronto serán simples y
económicas. Hace algunos años el conocimiento que podíamos obtener era
muy limitado, pero hoy hay chequeos genéticos del cáncer de mama, la
enfermedad de Huntington, el síndrome de Down, el mal de Parkinson, la
leucemia, entre otras. Sin embargo, no es tan claro el alcance de la detección
de esas enfermedades. La mayoría de ellas requieren de otros factores
además de un gen con cierta forma: la presencia de otros genes, la presencia
o ausencia de factores ambientales, etcétera, por lo que la predisposición de
los genes a ciertas enfermedades no es sinónimo de que esa enfermedad vaya
a producirse. La capacidad predictiva de la información genética es relativa:
algunas variaciones genéticas producen casi siempre la enfermedad, otras
generan susceptibilidad a una enfermedad, otras son protectoras de la
enfermedad y otras no tienen ningún efecto.
En abril de 2009, Alemania dictó una ley que prohíbe el diagnóstico
prenatal para detectar enfermedades futuras; sí lo autoriza por razones
médicas, pero no para detectar el sexo u otras características del niño por
nacer. Del mismo modo, establece además que ni los empleadores ni las
aseguradoras podrán exigir la realización de tests genéticos, salvo por razones
de seguridad o en el caso de contratos de trabajo superiores a 300.000 euros.
La discriminación genética también puede darse en el campo de los
sistemas de salud, ya que por un lado, los estudios genéticos permiten acceder

                                                                                                                       
10
R. Maliandi: Ética: conceptos y problemas, ob. cit., p.188.
11
R. Maliandi, ob. cit., p. 188.

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a valiosa información de la persona que puede traerle notables beneficios para


su salud. Pero como vimos, tal información puede señalar propensiones a
ciertas enfermedades que signifiquen mayores costos para las instituciones de
salud.
En estos casos: ¿forma parte del derecho de las entidades de salud la
posibilidad de usar la información genética como una herramienta más al
momento de admitir a una persona a la cobertura o al hacer estadísticas, o tal
uso configura un abuso del derecho? ¿Se debe informar al paciente la
predisposición a contraer determinada enfermedad?
En el caso de desórdenes genéticos que no permiten la prevención y que ni
siquiera ven alterado su curso por una intervención prematura (uno de esos
casos es la enfermedad de Corea de Huntington, una patología progresiva que
provoca la pérdida de las funciones motrices, trastornos del lenguaje y
demencia), caben algunos cuestionamientos: ¿debe brindarse al paciente esta
información, aun cuando este pudiera decidir no saber?, ¿debe informarse a
los futuros padres la detección de alguna anomalía genética en el embrión o en
el desarrollo del feto?, ¿es moralmente aceptable la decisión de los futuros
padres de elegir algunas características físicas de sus hijos?
En el campo laboral, ¿es aceptable solicitar a un trabajador que se someta
a una prueba genética? ¿Hay alguna diferencia con los análisis de sangre y
orina, incluidos en los exámenes preocupacionales habituales?

5. La noción de responsabilidad y la comunidad de evaluadores ampliada

Una de las nociones centrales para pensar los efectos de la ciencia y de la


tecnología en la vida de las personas y de la sociedad contemporánea es la
noción de responsabilidad. Como todo concepto filosófico, su significado es
problemático. Para elucidar brevemente el término en el sentido que nos
interesa, resulta necesario vincular dicha noción con la idea de intencionalidad.
Quedan excluidas, por tanto, de estas consideraciones aquellas razones
meramente causales de una acción, como cuando hablamos de una tormenta
como responsable de la pérdida de las cosechas. En esos casos no
adjudicamos responsabilidad moral ni legal, pues simplemente utilizamos el
adjetivo responsable para señalar una relación de causa-efecto. De modo que
la adjudicación de responsabilidad que nos interesa, vinculada al sentido moral
y legal del término, requiere de un agente intencional, agente que debe ser
capaz de responder por sus propios actos y de prever las consecuencias de
estos.12 La responsabilidad, además, requiere de cierto grado de libertad, pues

                                                                                                                       
12
Como la responsabilidad es un concepto que aborda tanto la filosofía política como
la filosofía moral, algunos autores asignan el primer sentido a la filosofía política y el
segundo a la filosofía moral.

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si se excluye la posibilidad de actuar de otro modo, solo quedan conductas


explicadas por leyes físicas o un mero determinismo causal. Por último,
conviene recordar un punto que aporta un peculiar matiz al análisis: hablar de
responsabilidad en el ámbito de los efectos de la ciencia y la tecnología no es
sinónimo de culpabilidad.
Este análisis conlleva otro punto conflictivo: la responsabilidad a la que
estamos haciendo referencia, ¿es una responsabilidad individual o es una
responsabilidad colectiva? Este último término resulta medular para analizar los
efectos nocivos de la actividad científica sobre el planeta y la biodiversidad.
Pero la ciencia y la tecnología son abstracciones si no hacen referencia a
agentes concretos de carne y hueso que puedan dar cuenta de los resultados y
consecuencias de sus actos. ¿Es el científico (o el tecnólogo) el único
responsable por sus investigaciones (o por sus aplicaciones)? La noción de
responsabilidad colectiva, ¿abarca a la humanidad entera, a determinados
grupos, a ciertas organizaciones, todo ello de acuerdo con los contextos?
Algunos autores hablan de una comunidad de evaluadores extendida para
hacer referencia a la necesidad de considerar otros actores –al margen de los
técnicos y de los científicos– al momento de evaluar los riesgos de las
investigaciones científicas y la aplicación de tecnología. Ante proyectos
complejos de gran envergadura e impacto en la sociedad (podemos pensar en
la instalación de pasteras, en extracción minera, construcción de represas,
plantas nucleares, etcétera), es importante adoptar un modelo de evaluación en
el que se considere el riesgo no como algo abstracto y determinable en forma
cuantitativa o técnica solamente, sino pensándolo desde una dimensión integral
que incorpore otras perspectivas además de la económica: la medioambiental,
la política e incluso la perspectiva y los intereses de las personas directa o
indirectamente involucradas (sus beneficios y perjuicios medianamente
objetivos, así como sus modos de vida, sus temores, creencias, sus
perspectivas sobre el futuro, etcétera). Es discutible cuál debería ser el alcance
y el estatus de los evaluadores, pero una evaluación meramente técnica no
puede predecir los riesgos con absoluta certeza y precisión, y los riesgos en
casos de perjuicios irreversibles no admiten un mero cálculo.
Sería ingenuo sobreestimar la incidencia de este tipo de evaluaciones, pero
es un hecho que las sociedades democráticas modernas tienden a incorporar
instituciones para que ello ocurra cada vez más asiduamente. Por ejemplo, las
audiencias públicas constituyen un instrumento tal vez menor frente al poder en
apariencia inexpugnable de la ciencia, pero ante situaciones que involucran
transformaciones profundas en el seno de una comunidad, han permitido
ampliar la discusión y las perspectivas implicadas al ámbito público. Si bien se
trata de organizaciones perfectibles, muestran cierta eficacia para tender a una
evaluación ampliada de los riesgos tecnológicos y científicos, porque potencian
la participación ciudadana de las partes involucradas y fuerzan a divulgar
información que, tal vez, de otro modo no sería conocida. De este modo, la
sociedad en su conjunto –agrupaciones, individuos, empresas, asociaciones de

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consumidores, de abogados, organizaciones ambientalistas, ciudadanos de a


pie y representantes del Estado– se ve conminada a exponer sus intereses y
puntos de vista públicamente, lo que constituye un avance de carácter
democrático más que auspicioso.

6. El cientificismo y la neutralidad valorativa de la ciencia

Presentaremos ahora algunos conceptos importantes para comprender dos


maneras diferentes de abordar la pregunta por la responsabilidad de la ciencia
y de los científicos, a la luz de diferentes maneras de comprender la ciencia y la
actividad científica en la actualidad.
El saber científico –según vimos– se ha desarrollado en gran medida contra
el sentido común y las ideas más asentadas y naturales de los saberes
circulantes en cada época. Recordemos las dificultades de Copérnico (y de
cualquiera que no disponga más que de sus sentidos) para establecer la
hipótesis de que la Tierra se mueve alrededor del Sol. La confianza en la
ciencia moderna proviene de la convicción de que ella es producto principal y
exclusivo de la razón. Desde el siglo XVIII la Ilustración fortaleció esa confianza
en la razón frente a los prejuicios, los saberes infundados, los dogmatismos y
autoritarismos; en suma, frente a cualquier tipo de oscurantismo y de
irracionalidad de la experiencia humana. Cualquier saber que se precie de
científico se identificará, desde la modernidad, con la búsqueda racional de la
verdad y el destierro del error en el campo del conocimiento. Y no solamente
en el campo teórico, sino también –y especialmente– en el de sus aplicaciones
prácticas. La ciencia, de acuerdo con esta mirada optimista, hasta los inicios
del siglo XX será la actividad capaz de conocer verdaderamente el mundo
hasta en sus más recónditos secretos, y de poder mejorarlo, controlarlo, en pos
de la felicidad del hombre. Las enfermedades, la pobreza, la naturaleza
desconocida, la materia y el ámbito psíquico, la organización social y la vida en
todas sus dimensiones; todo ello puede ser abordado y estudiado para su
conocimiento y, llegado el caso, para su control y mejoramiento al servicio del
hombre. El mundo en su totalidad, gracias a la ciencia y a la confianza que
otorga la razón, podría convertirse en el verdadero paraíso terrenal. La Primera
Guerra Mundial, Auschwitz, Hiroshima son algunos de los sucesos que
erosionaron fuertemente esa confianza y mostraron el lado oscuro de la
ciencia. Al lado luminoso del progreso científico –patente en el mejoramiento de
la vida, la extensión del confort y la lucha contra las enfermedades; en las
posibilidades infinitas de las comunicaciones y la velocidad de circulación– se
le opone el costado oscuro, la tragedia del desarrollo, vivenciada ya en el siglo
XX.
A lo largo del curso, hemos presentado las dificultades de considerar la
ciencia como un saber verdadero, seguro e infalible, rector legítimo de otros

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   10  


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ámbitos de la vida.13 Sin embargo, la ciencia sigue gozando en cierta medida


de prestigio y confianza; la imagen de la ciencia como conocimiento seguro
predomina en el saber común de la mayoría de las personas y circula
fuertemente en los medios masivos de comunicación, en los estratos con
capacidad de decisión política y, también, entre los propios científicos.
El optimismo sobre la ciencia subyace, en algún sentido, a una perspectiva
de la ciencia denominada cientificismo, que tiene su elaboración también entre
algunos epistemólogos. Mario Bunge (físico y filósofo argentino nacido en
1919; exponente del cientificismo) diferencia –en su obra Ciencia y desarrollo–
entre la ciencia pura, la ciencia aplicada y la tecnología. Las dos primeras
buscarían obtener conocimiento de un recorte de la realidad, sin otro fin que el
de enriquecer el saber humano. La ciencia pura pretende obtener conocimiento
y es libre en la elección de sus problemas y sus métodos, y en la decisión del
rumbo de sus investigaciones. La ciencia aplicada justamente aplicaría el
conocimiento obtenido por la ciencia básica a problemas prácticos y más
específicos. En ambos casos se trata de comprender y explicar la realidad,
pero la ciencia aplicada apunta a posibles temas de interés social y puede ser
planificada, aunque no es libre de elegir sus propias líneas de investigación, ya
que justamente estas dependen de necesidades ajenas a la búsqueda del
conocimiento por el conocimiento mismo. Ahora bien, la tecnología se distingue
de la ciencia pura y de la ciencia aplicada porque a ella compete la utilización
del saber y teorías científicas para la producción de artefactos útiles o planes
de acción, es decir, para la modificación de la realidad. Aquí el saber no es un
fin en sí mismo. De este modo, es posible sostener –como lo hace Mario Bunge
y para el cientificismo en general– la neutralidad valorativa de la ciencia, pero
no así la de la tecnología: si la ciencia pura es desinteresada, la tecnología
produce efectos reales en el mundo y está orientada a determinados fines que
pueden ser valiosos o disvaliosos, por lo que es preciso someter a la tecnología
a controles de tipo moral y social.
La imagen de ciencia que el cientificismo ayudó a construir ha tenido sus
defensores y sus detractores en nuestro país, en el marco del debate sobre
política científica iniciado en la década del sesenta con el clásico libro de Oscar
Varsavsky Ciencia, política y cientificismo (1969) y continuado en posteriores
actualizaciones de esta polémica entre cientificistas y anticientificistas. Como
indicamos, para el cientificismo se puede separar tajantemente la búsqueda de
la verdad desinteresada, el afán de conocimiento propio de la ciencia, y el
ámbito de sus aplicaciones, propio de la tecnología. A pesar de las diversas
críticas recibidas desde diferentes autores y corrientes epistemológicas –
algunas estudiadas en este curso–, el cientificismo mantiene una influencia
                                                                                                                       
13
Recordemos que si bien el positivismo lógico sostenía aún la imagen lineal y
acumulativa del desarrollo científico, ese conocimiento era probable; que Popper y su
postura falsacionista abonaron la idea del conocimiento provisorio, falible e hipotético;
y que la nueva filosofía de la ciencia discutió la noción misma de progreso científico,
afirmando un saber científico relativo, no gradual ni acumulativo.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   11  


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muy grande en ciertos sectores de la sociedad: es un lugar común sostener


que la ciencia busca desinteresadamente el saber y que no depende del
científico (ni de la ciencia) el uso que se haga de ese saber neutro y objetivo.
De acuerdo con la perspectiva cientificista, quienes tienen responsabilidad y
son susceptibles de sanción moral son quienes utilizan esos conocimientos, ya
para hacer el bien, ya para hacer el mal: los decididores, los actores políticos y
económicos, responsables exclusivos por los usos del saber científico. La
ciencia en sí misma, entonces, no es éticamente responsable por el uso non
sancto de sus conocimientos; la responsabilidad les cabe a aquellos actores
que pertenecen e interactúan con el campo de la tecnología.

Para pensar…
Cientificismo es una expresión que no es sinónimo de científico. Muchos
científicos comparten –sabiéndolo o no– las ideas del cientificismo más
ingenuo: la ciencia como conocimiento objetivo, acumulativo, racional,
verdadero. Pero se puede hacer ciencia sin ser cientificista, y por el contrario,
es posible afirmar posiciones cercanas al cientificismo sin ser científico. La
filosofía de las ciencias es un tipo de saber particular que tiene como objeto de
estudio la ciencia. Pero no es ciencia; es filosofía. Y la pregunta filosófica
pretende indagar lo más obvio y cercano, aquello que se presenta como
familiar y sin problemas. En ese sentido, preguntarse, sospechar y poner en
evidencia los supuestos de una visión dominante sobre la ciencia es una tarea
filosófica. En este mismo sentido, el enfoque filosófico de la ciencia permite
tomar distancia de ella, advertir sus prejuicios e intentar ir más allá de su
apariencia inmediata y evidente, de sus descubrimientos y producciones
tecnológicas. Nos hemos preguntado por la especificidad del saber científico y
hemos discutido el sentido del progreso científico. El debate que
presentaremos aquí entre lo que comúnmente se denomina cientificismo y las
críticas a esa manera de comprender la ciencia (anticientificismo) supone y
continúa en otros términos aquellos interrogantes iniciales. El peligro que
entraña el progreso científico, ¿es parte inevitable de ese progreso, un costo
por pagar? Los perjuicios que ocasionan ciertas aplicaciones del conocimiento
científico, ¿pueden eliminarse solo con más producción de ciencia? ¿Cuál es,
en definitiva, el poder de la ciencia y la tecnología?, ¿en qué radica su inmenso
poderío, su prestigio casi incuestionado a pesar de sus efectos perjudiciales?
¿Es posible, hoy, limitar el poder de la ciencia y la tecnología?, ¿puede el ser
humano dominar la ciencia y la tecnología? ¿O el ser humano es actualmente
un producto, un elemento indiscernible de ellas y, en verdad, a su servicio? La
tecnología, ¿es un producto de la ciencia y de la razón humana, como una
herramienta que puede ser mejorada, de la cual podemos desprendernos sin
modificar lo que somos?¿O por el contrario, el poder adquirido de la tecnología
desde la modernidad ha transformado de un modo tan radical la experiencia
humana que resulta imposible –para bien o para mal– pensarnos de otro
modo? ¿A quién habría que preguntarle sobre estas cuestiones?

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   12  


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7. La tecnociencia y la crítica al modelo de la ciencia martillo

Enrique Marí (1928-2001), epistemólogo argentino crítico de la perspectiva


cientificista, se refirió a esta postura como el modelo de la ciencia martillo.14 El
cientificismo cree que, como el martillo, los conocimientos científicos no son ni
buenos ni malos en sí mismos, pues depende de para qué se los use. El
martillo puede ser utilizado para fines benéficos (la construcción de un armario)
o puede ser utilizado para fines destructivos o negativos (golpear la cabeza de
otra persona), pero en sí mismo no tiene sentido adjudicar al instrumento
responsabilidad o maldad o bondad, puesto que es justamente una herramienta
que depende de quién y en qué sentido se la utilice. En cambio, desde el punto
de vista anticientificista –que es el asumido por Marí–, la imagen de esta
herramienta no da cuenta de la forma social del conocimiento que llamamos
ciencia.
Hasta aquí hemos utilizado los términos ciencia y tecnología marcando las
diferencias señaladas por el cientificismo. En cambio, es decisivo para el
anticientificismo hablar de tecnociencia, porque ello hace referencia a la íntima
vinculación entre la ciencia y la tecnología que muestra la actual conformación
de la empresa científica en su conjunto. La garantía de verdad y la búsqueda
de la utilidad–que el cientificismo separa, de alguna manera– están integradas
e interrelacionadas. La distinción que hace Mario Bunge y el cientificismo en
general entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología es abstracta e
idealizada, y debe comprenderse en su contexto, ya que responde a diferentes
tareas de una misma actividad que, en rigor, desde el inicio de la modernidad
tiene un propósito fundamental: la búsqueda de leyes que regulan los
fenómenos, con su consecuente poder de predicción. Más aún, la tecnociencia
busca el conocimiento en función del control y la manipulación de los
fenómenos y de la naturaleza. La tecnociencia es el modo de nominar esta
íntima vinculación entre las diferentes tareas del proceso científico, la conexión
intrínseca entre ciencia y tecnología. Tanto como el deseo de saber, es el
deseo de poder el que mueve la actividad científica toda. La ciencia constituye
una institución de saber/poder que no obedece a lo que el cientificista cree. La
contrastación de hipótesis y teorías científicas y todo lo referido a las
dificultades teóricas (epistemológicas) para establecer su verificación (o
confirmación o corroboración) no son un fin en sí mismo, sino un medio para
obtener mayor dominio sobre los fenómenos. Y la ciencia pura, para el
anticientificismo, es un momento de un proceso mayor que busca el control de
la naturaleza. Adjudicarle a ese momento la actitud de saber por el saber
mismo, insistir en el desinterés en la búsqueda de la verdad, evita que toda la
ciencia sea sometida a planteos éticos, dejando ese terreno para el momento
de la aplicación del saber científico: la tecnología y quienes deciden sus usos.
                                                                                                                       
14
Enrique Marí: “Ciencia y ética. El modelo de la ciencia martillo”, en Doxa, vol. 10,
1991.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   13  


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Toda investigación científica –sostiene el anticientificismo– posee más


tarde o más temprano determinados intereses: el científico puede creer que
busca el conocimiento desinteresadamente (y buscarlo de ese modo,
efectivamente), pero el fenómeno en el que se sostiene su trabajo es más
amplio y comprende otros momentos y tareas. Y como bien sabe el científico,
también comprende diferentes modos de financiación. Además, su conducta
requiere sostener y lidiar con cuestiones éticas permanentemente, al margen
del protocolo de exigencias formales de la metodología científica. La imagen
del científico solitario haciendo pruebas en un laboratorio no responde a la
conformación actual de la ciencia en el capitalismo contemporáneo. Hoy, las
inversiones destinadas a la investigación tienen un componente no
exclusivamente humanitario o altruista; lo que impulsa las investigaciones
muchas veces es la lógica de dominación de la naturaleza, y actualmente, en
asociación con ella, la lógica de maximización del capital. La inversión en
ciencia pura tardará más en redituar, pues será necesario profundizar en
aspectos teóricos que no tienen utilidad inmediata; los conocimientos básicos
de la ciencia podrán incrementar y retroalimentar el saber teórico (ciencia
pura), pero constituyen desde el origen de cualquier investigación la posibilidad
inmanente de su utilización para fines prácticos. Llegados a este punto, resta
decir que para el anticientificismo, la búsqueda del saber está ligada
indefectiblemente a compromisos sociales, porque la misma ciencia es un
producto social y tiene consecuencias que el científico debe prever. Junto con
los demás participantes de la actividad científica, son responsables por los
usos que se harán de sus investigaciones, por los riesgos asumidos y por las
consecuencias sociales de la aplicación de sus saberes.

Ejercicio 3
Después de la lectura de los siguientes casos, señale para cada una de
las opciones que se presentan en los cuadros, si podrían ser sostenidas
por cientificistas (C) o por anticientificistas (A).

a. La producción de alimentos y la biodiversidad terrestre dependen en gran


medida de la polinización de las flores que llevan a cabo las abejas y otros
insectos, como las mariposas y los abejorros. Lamentablemente, sus
poblaciones están disminuyendo ostensiblemente por las prácticas de la
agricultura industrializada (como los monocultivos, que implican menor
disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos) y por el uso de
plaguicidas.
No solo el deseo de saber por el saber mismo motoriza la investigación en
biología, sino también –y en mayor medida– el deseo de control de la
información con diversos fines utilitarios.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   14  


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Los biólogos que investigan el modo de acrecentar la producción agrícola


no son éticamente responsables de las consecuencias del uso de tales
conocimientos.
En todo momento de su desarrollo, el saber científico sobre agricultura
estuvo orientado por compromisos económicos y sociales.
Cuando la investigación llevada cabo por los biólogos es financiada por la
empresa que podrá comerciar los productos que surjan de tales
investigaciones, no tenemos una investigación libre, pero sí cuando es
financiada por una empresa o Estado no vinculado directamente con el
comercio de los productos.

b. Karl Marx ha realizado grandes aportes teóricos a las ciencias sociales como
la historia, las ciencias políticas, la sociología y la economía, desarrollando una
teoría que predecía la crisis del capitalismo una vez que los proletarios tomaran
conciencia de clase y se unieran para participar activamente y producir un
cambio revolucionario. Tal teoría fue llevada a la práctica de la mano de líderes
marxistas, los que muchas veces apelaron al asesinato como método de acción
revolucionaria.
Los sociólogos que investigan los diferentes lazos que unen a los hombres
constituyendo el tejido social producen un tipo de ciencia que es
éticamente neutral.
En todo momento de su desarrollo, la teoría marxista estuvo orientada y
atravesada por las propias inclinaciones del autor.
No solo el deseo de saber por el saber mismo motoriza la investigación
social, sino también –y en mayor medida– el deseo de control de los
individuos.
La distinción entre la teoría marxista, por un lado, y sus aplicaciones, por el
otro, se basa en una diferencia sustancial (no abstracta) entre ambas.

c. El Amazonas es considerado el pulmón del planeta y uno de los principales


resguardos de su biodiversidad. En las últimas décadas, gracias a los avances
tecnológicos, se puede desforestar el equivalente a una cancha de fútbol por
minuto.
El conocimiento científico es como un martillo. Puede ser usado para
desarrollar tecnología eco-amigable, o bien para causar grandes daños
ambientales.
La ciencia aplicada que se necesitó para desarrollar la tecnología que hoy
se implementa en el Amazonas fue en gran parte desarrollada para cumplir
con dicho fin.
La búsqueda de la verdad y la búsqueda de utilidad son, en muchos
contextos científicos, independientes entre sí.
La búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos
sociales, económicos y políticos.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   15  


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Ejercicio 4
¿Cuál de las siguientes afirmaciones corresponde a una posición
cientificista? (Marque con una cruz la opción seleccionada)
La distinción entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología es abstracta
e idealizada.
Junto al deseo de saber, es el deseo de poder lo que en verdad motoriza
la actividad científica.
La búsqueda del saber está ligada indefectiblemente a compromisos
sociales.
La tecnología se distingue de la ciencia pura y de la ciencia aplicada, pues
es la que usa las teorías científicas para la producción de artefactos o
planes de acción, es decir, para la modificación de la realidad.

Ejercicio 5
¿Cuáles de las siguientes afirmaciones son verdaderas y cuáles falsas?
Para los cientificistas, la metodología y la lógica de la investigación pasan
a un segundo plano en los estudios de la ciencia.
Lo que interesa señalar, para la perspectiva anticientificista, es la
diferencia sustantiva entre la ciencia, por una parte, y la tecnología, por
otra.
Según los anticientificistas, para entender el fenómeno social de la
ciencia, la actividad científica debe ser estudiada en su propio ámbito de
producción: los laboratorios.
Para el cientificismo, la ciencia pura es libre de elegir sus problemas y sus
métodos, y de decidir el rumbo de sus investigaciones; y la ciencia
aplicada aplica el conocimiento obtenido de la ciencia básica a problemas
prácticos y más específicos.
Para el anticientificismo, la tecnociencia busca el conocimiento en función
del control y la manipulación de los fenómenos y de la naturaleza.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   16  


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8. Caso de estudio.
Residuos electrónicos: consecuencias colaterales del desarrollo
científico-tecnológico

Cada vez más confiados de que rápida o más lenta dependiendo del
han llegado para ser superados, los tratamiento que tales residuos reciban.
objetos electrónicos que encarnan hoy el En paralelo, esta industria
más prodigioso conocimiento científico fomenta la extracción intensiva de
atraviesan nuestra realidad cotidiana minerales, tales como el cobre, el oro, la
determinando nuestro modo de plata y el paladio, la que se realiza
interacción con los otros. La constante siempre con un costo sanitario y
oferta crea la constante demanda ecológico muy alto para la región en
mediante campañas publicitarias cuestión. Mientras que la robótica, en
recurrentes que potencian su encanto franco desarrollo, permitiría en un futuro
intrínseco, pero hasta cierto punto, pues cercano lo que algunos llaman la
nuestro embelesamiento ante cada revolución industrial marina, una minería
objeto está llamado a durar poco. El submarina que podría acrecentar el
nuevo producto eclipsa las bondades del riesgo de la biodiversidad.
anterior, lo arroja fuera de nuestra vida
cotidiana, de nuestro campo de visión, El reciclado de algunos de los
aunque no del planeta, pues componentes se presenta sin duda
absolutamente todo lo que desechamos alguna como la mejor opción; sin
permanece en él. embargo, una laguna jurídica en algunos
casos, o bien la ausencia de debidos
El lado oscuro del progreso controles que aseguren el respeto de la
científico-tecnológico se presenta ley, lleva a que la difícil y peligrosa tarea
cuando miramos hacia los restos de lo de reciclaje se realice sin los cuidados
que ya no usamos. Es ahí donde pertinentes, poniendo en peligro la salud
advertimos que el pasado tecnológico se de los trabajadores y del medioambiente.
asegura un sitio en el futuro de los Actualmente, por ejemplo, los países
jóvenes de hoy. Pues las computadoras, desarrollados suelen de modo ilegal
celulares, LCD, impresoras, periféricos, deshacerse de gran parte de los
baterías, plaquetas, entre otros residuos electrónicos exportándolos a
dispositivos, contienen metales pesados los países en vías de desarrollo, en
y sustancias químicas tóxicas altamente especial los asiáticos. Lo que exhibe
peligrosas para la salud y el hasta qué punto la actual explosión
medioambiente. tecnológica tiene, desde un punto de
Su retiro de circulación es uno de vista ético, un costado oscuro que no
los problemas principales de las grandes debe ser minimizado.
urbes. No existen demasiadas opciones:
los residuos tecnológicos suelen ser
arrojados a mares o ríos, incinerados,
provocando contaminación aérea y
cenizas tóxicas, o bien enterrados. En
este último caso, la contaminación del
suelo y del agua subterránea será más

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   17  


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Para pensar…
¿Qué medidas toma usted para reducir las consecuencias colaterales que se
derivan del uso de artefactos electrónicos?
¿Qué otras consecuencias colaterales no deseadas del desarrollo científico-
tecnológico conoce?
-¿De cuáles participa usted sumando contaminación al medioambiente?
-¿Qué medidas toma usted para aminorar esas consecuencias no deseadas?
-Haya usted optado por alguna disciplina científica o no, ¿qué medidas a favor
del medioambiente podrá tomar una vez egresado de esta universidad?

Ejercicio 6
A partir del caso de estudio, confeccione un listado de los responsables de las
futuras consecuencias del uso actual de este tipo de artefactos.
Reflexione sobre su anterior respuesta. ¿Es usted cientificista o anticientificista?,
¿por qué?

9. Ética ambiental

A partir del caso descripto, faltaría señalar que los países exportadores
de residuos contaminantes, aunque implementen políticas verdes dentro de sus
fronteras, no logran estar al margen de los grandes problemas ambientales. El
dióxido de carbono que emiten las industrias instaladas en Indonesia nos
afectará tarde o temprano a todos. El problema es global, y por ende, su
solución también debe serlo. Científicos de todo el mundo trabajan para
encontrarla; la tarea no es sencilla. Manfred Max Neef15 nos dice:
Estamos obligados a definir caminos al andar, desde un desafío de alguna
manera similar al que, en el origen, enfrentaron los primeros habitantes en
sus cavernas, sin ninguna tradición y desde la escasez de lenguajes.
Tenemos que volver a dibujar en la penumbra, al abrigo de nuestras
pequeñas comunidades, los signos que puedan simbolizar nuestra
comprensión de una realidad amenazante y facilitar la creación de
16
alternativas.

                                                                                                                       
15
Manfred Max Neef (Valparaíso, 1932) es un economista, ambientalista y político
chileno, autor de varios libros, ganador del Right Livelihood Award (premio Nobel
Alternativo).
16
Manfred Max Neef: Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas
reflexiones, Barcelona, Icaria Editorial, 2006, p. 13.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   18  


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Durante los años inmediatamente posteriores a la Revolución industrial,17


los efectos contaminantes de la intervención del ser humano sobre el
medioambiente han pasado inadvertidos, o bien la capacidad de restauración del
equilibrio natural ha sido muy efectiva. Pero a mediados del siglo XX, los avances
científico-tecnológicos que posibilitaron las políticas extractivistas,18 junto con el
crecimiento de la población mundial, volvieron cada vez más visibles los
desequilibrios biosféricos.
Este tipo de inquietudes han motivado el desarrollo de una nueva área
de reflexión: la ética ambiental, que tematiza nuestra relación moral con el
medioambiente y el valor de este y de sus componentes no humanos. En una
síntesis muy acotada del estado de situación, podemos decir que actualmente
se enfrentan –aunque con marcados matices– dos grandes perspectivas éticas
vinculadas al medioambiente: una antropocéntrica y otra biocéntrica. La tensión
entre ambas posiciones se volvió patente en los últimos ciento cincuenta años,
y la discusión dista de ser dirimida. La propuesta del movimiento de la ecología
profunda –que tratamos a continuación– es quizás la más discutida y
desarrollada en los últimos años, pero hay muchas otras que por cuestiones de
espacio no podemos introducir aquí.

10. Ecología profunda

Uno de los más destacados representantes de la filosofía ambiental es el


filósofo noruego Arne Naess, quien si bien participó activamente de los
seminarios del positivismo lógico guiados por Moritz Schlick y Friedrich
Waismann, y forjó una gran amistad con Rudolf Carnap y Alfred Ayer, mantuvo
con ellos importantes diferencias, aproximándose más tarde a la tendencia
crítica de la nueva filosofía de la ciencia (en consonancia con ideas de Thomas
Kuhn, de Imre Lakatos o de Paul Feyerabend).19 A partir de 1969 se involucró
activamente en la mitigación de una crisis ambiental en su país, y fundó años
más tarde lo que hoy se conoce como ecología profunda.
Naess consolida su propuesta oponiéndose a la ecología reformista, que
él denomina superficial. Esta ecología superficial defiende que los problemas
                                                                                                                       
17
Con revolución industrial designamos un conjunto de transformaciones técnicas y
económicas que caracterizaron la sustitución de la energía física por la energía
mecánica de las máquinas, es decir, el cambio de la producción manufacturera por la
fabril. Se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, y con rapidez se
extendió a Norteamérica y a otros países de Europa Occidental.
18
Con extractivismo designamos un modelo de crecimiento económico que presenta
una alta dependencia de la extracción intensiva (en grandes volúmenes) de recursos
naturales, los cuales son exportados con muy bajo valor agregado.
19
Alicia Bugallo: La filosofía ambiental en Arne Naess, Ediciones del ICALA, 2011, pp.
28-33.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   19  


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ambientales pueden solucionarse reduciendo la incidencia del factor


perturbador, es decir, llevando a cabo un tratamiento particular, fragmentado del
problema. Por ejemplo, si un río desborda con frecuencia, habrá que iniciar las
obras necesarias para impedirlo (construcción de canales, reforestación de sus
riberas, etcétera), lo que implica dejar fuera de discusión el modelo económico,
político y social que está a la base del problema. Según Naess, mientras la
ecología superficial busca combatir la contaminación y el agotamiento de los
recursos naturales –cuidando de no descuidar la salud ni el alto consumo de los
habitantes de los países desarrollados–, su propuesta –la ecología profunda,
con un marcado espíritu ético– llama al abordaje de las causas culturales
subyacentes a la crisis ambiental. Desde esta mirada, no pueden quedar afuera
de la discusión los supuestos metafísicos, religiosos, sistemas políticos, estilos
de vida y valores de la sociedad industrial que están a la base de la problemática
ambiental, lo que no implica dejar de llevar a cabo medidas correctivas o
paliativas.
La ecología superficial es compatible con la ética antropocéntrica, para
la cual los seres humanos solo tienen deberes morales hacia otros seres
humanos; y si se persigue el cuidado de otras especies, es solo por la utilidad
que representan para los seres humanos. Es decir, la valoración de la
naturaleza está supeditada al valor de uso asignado por el ser humano. Por el
contrario, en franca oposición al pensamiento antropocéntrico, Naess explica
que el ser humano es un componente más de los ecosistemas y que en ellos
existe una relación de dependencia recíproca entre el hombre y las demás
especies compañeras de evolución. Por lo tanto, frente al antropocentrismo,
promueve un biocentrismo. La postura biocéntrica promueve el valor intrínseco
de toda forma de vida en oposición a la valoración extrínseca, o instrumental,
propia del antropocentrismo. Para los antropocentristas, los valores son
propiedades externas y solo pueden ser otorgados por los humanos de
acuerdo con la utilidad que revisten. En cambio, los valores intrínsecos en la
naturaleza –que defienden los biocentristas– expresan una naturaleza o
cualidad que son propias o inherentes a un objeto, ser vivo o ambiente, y por lo
tanto, son independientes de los valores otorgados por los humanos; se trata
de valores que no surgen considerando a otros seres sensibles o especies
vegetales como un medio para el fin propio de las personas.
Si bien el biocentrismo deriva de una crítica profunda al
antropocentrismo, cabe destacar que de ningún modo la defensa del
biocentrismo implica negar lo propio humano y que, en todo caso, se trata de
repensar y revisar la legitimidad de todo aquello que el hombre hace a las
demás especies en nombre de eso propio o especial que lo caracteriza. 20

                                                                                                                       
20
Alicia Bugallo: “Arne Naess: una filosofía ambiental práctica, entre la ciencia y la
sabiduría”, Revista Ambiente y Desarrollo, Edición Especial Ética Ambiental, vol. 23,
n.º 1, 2007, Río Cuarto, pp. 108-111.  

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   20  


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Según Naess, aquello que el ser humano hace de modo rutinario o


cotidiano es parte de un obrar mucho más amplio, involucra un proyecto mucho
más vasto, tiene que ver con un proyecto de vida a partir del cual ejecutamos
nuestras acciones. El movimiento de la ecología profunda –caracterizado por
una serie de principios normativos que nos impelen a actuar de determinada
manera– debe entenderse, entonces, integrado a un bagaje de creencias
mucho más amplio. Habida cuenta de que todos los principios normativos de
este movimiento están atravesados por una crítica a los preceptos del
antropocentrismo, el bagaje de creencias religiosas, filosóficas, metafísicas,
etcétera, que le dan sustento son compatibles con esta perspectiva biocéntrica.
Cabe destacar que ese marco teórico general puede tener origen en las más
diversas culturas.
Con el férreo objetivo de mermar la crisis ambiental, Arne Naess
consideró necesario revitalizar esas creencias generales sostenidas por
algunos grupos minoritarios, acoplándoles los principios normativos del
movimiento de la ecología profunda –siempre abiertos a revisión y evolución–,
convencido de que con este encuentro el llamamiento a la acción se vería
acrecentado. Esta idea quedó sintetizada a la vez que organizada en lo que
llamó el diagrama del delantal, que es un esquema que puede ser pensado
como un instrumento de trabajo, como una herramienta para la acción, y que
está organizado en cuatro niveles.
En la pechera del delantal o nivel 1, Naess sitúa los supuestos o
creencias –filosóficas, religiosas, místicas, metafísicas, éticas, etcétera– no
antropocéntricas que guían más o menos explícitamente la conducta de
muchos individuos. Corresponderían a este nivel el modelo cristiano de San
Francisco de Asís, el budismo, las sabidurías indígenas resumidas en el
concepto Sumak Kawsai (buen vivir) o en el de Pachamama.
En la cintura del delantal o nivel 2, encontramos principios normativos
que prescriben el abandono del antropocentrismo en beneficio del
biocentrismo, que concibe al hombre como una parte más de esa delicada red
que constituye la biosfera. Estos postulados básicos ocuparían un lugar
análogo al que ocupan las leyes y las teorías en el paradigma kuhniano.
Citamos dos de estos principios:
1. El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la
Tierra tienen un valor en sí mismo, es decir, independientemente de su utilidad
para los objetivos humanos.
2. Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad,
salvo para satisfacer necesidades vitales.
Luego, aparece el nivel 3 o falda, donde se ubican proyectos de acción
coherentes con los principios del nivel 2 y las creencias más generales del nivel
1. Sería el caso de las personas que se organizan en ONG o en grupos más

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   21  


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pequeños para proponer proyectos de ley que eviten la pérdida de


biodiversidad, o diversos tipos de contaminación, por ejemplo.
Por último, llegamos al nivel 4, sobrefalda, donde encontramos las
realizaciones concretas.
Con respecto a este último nivel, se impone mencionar como el ejemplo
más contundente la reciente aprobación de los derechos de la naturaleza en la
nueva Constitución de Ecuador (2008):
Una constitución es un acuerdo normativo construido políticamente y refrendado
por las mayorías, y en ella no se tiene que explicar los orígenes de las
valoraciones, bastando que sean reconocidas. De esta manera, personas que
parten de distintas tradiciones culturales, filosóficas o religiosas pueden llegar a
los derechos de la naturaleza desde diferentes caminos.21
Se destacan los artículos 71 y 72, cuyo texto inicial reproducimos:
- Art. 71. La naturaleza o Pachamama tiene derecho a que se respete
integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos
vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos (…).
- Art. 72. La naturaleza tiene derecho a la restauración integral (…).

Ejercicio 7
Lea el siguiente caso. Señale con A las opciones compatibles con una postura
antropocéntrica, y con B las compatibles con una postura biocéntrica.
Una empresa de producción intensiva avícola, que constituye la principal fuente
de trabajo de la región, vierte sus desechos de producción (que poseen
altísimos niveles de microorganismos patógenos, nitrógeno en exceso y
antibióticos) cerca de un río que riega, corriente abajo, las tierras destinadas a
proyectos familiares de agricultura y que además constituye una fuente de
agua para todos los habitantes del pueblo.
[…..] En un inicio el problema debe ser abordado con el objetivo de preservar la
calidad de los productos de los agricultores y la potabilidad del agua, sin
descuidar, a la vez, la fuente laboral que representa la actividad avícola en la
región.
[…..] La empresa debe destinar parte de sus ganancias a la construcción de
una planta de tratamiento de residuos avícolas que cumpla con las normas en
curso, disminuyendo, de este modo, la contaminación del río.
[…..] Es preciso relocalizar las instalaciones de la empresa, buscando un lugar
donde ningún ser humano salga comprometido, a corto plazo al menos, con la
contaminación.

                                                                                                                       
21
Eduardo Gudynas: Derechos de la naturaleza, Buenos Aires, Tinta Limón Editorial,
2015, p. 70.  

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   22  


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[…..] Es conveniente cerrar la empresa de producción intensiva avícola,


ampliando a gran escala los proyectos de agricultura orgánica. Pugnaría no
solo por la salud de los habitantes del pueblo, sino también por la flora, fauna y
microbiota que depende o habita en la región.

11. Ciencia y tecnología para la sostenibilidad

La actual crisis ambiental conduce al crecimiento del consenso entre


científicos, intelectuales, políticos, etcétera, sobre la urgencia de dirigir los
esfuerzos de la investigación e innovación científica hacia el logro de
tecnologías ecoamigables. A menudo escuchamos hablar del desarrollo de
fuentes de energía limpias y renovables (biomasa, eólica, geotérmica,
hidráulica, solar, mareomotriz, etcétera). También sobre desarrollos que
lograrían reducir el impacto ambiental de los medios de transporte y de los
residuos domésticos e industriales. Sin embargo, en contraste con otras
innovaciones tecnológicas, las ecoamigables avanzan muy lentamente,
seguramente por el conflicto de intereses que generan. De todos modos,
también la población en general es reticente a aceptar la necesidad de
modificar su conducta en relación con el consumo de recursos naturales no
renovables, hábitos alimentarios, descarte de residuos y otros. Hecho que no
deja de ser estudiado por diferentes disciplinas sociales, promoviendo su
superación a través de la concientización. Asistimos así a una nueva etapa de
la historia humana donde convergen saberes científicos, sociales y naturales
con el objetivo de promover el desarrollo sostenible, es decir, un desarrollo que
asegure la satisfacción de las necesidades presentes sin comprometer la
satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones.
Un desarrollo sostenible implica, en primer lugar, sacar a la luz la
estrecha relación entre lo político, lo económico y lo científico. En segundo
lugar, requiere que el conocimiento científico reconozca las peligrosas
consecuencias físicas del desarrollo científico-tecnológico y que elabore, a la
vez, tecnologías alternativas ecoamigables. Y por último, necesita que el
hombre adquiera plena conciencia de sus límites.

Gladys  Crespi  y  Juan  Nesprías   23  

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