Sei sulla pagina 1di 55

HISTORIA Λ O

'□ávMSDO //* 4
A n ig v o U J

a Π.CIG L
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
eS m ·
HISTORIA
^MVNDO
Αιτπανο

rV inI vrl Inl fλ\


Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de
ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico,
mecánico, por fotocopia, por
registro u otros métodos, sin el
permiso previo y por escrito de
los titulares del Copyright.»

© Ediciones Akal, S.A., 1989


Los Berrocales del Jarama
Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz
Madrid - España
Tels. 656 56 11 - 656 49 11
Depósito Legal: M-38566-1989
ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-430-3 (Tomo XXVIII)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain
LAS CONDICIONES DE LA POLIS
EN EL SIGLO IVYSÜ REFLEJO EN
LOS PENSADORES GRIEGOS

F.J. Fernández Nieto,


y V. Alonso Troncoso,
Indice

Introducción................................................................................................................ 7

I. Caracteres generales del siglo IV ..................................................................... 9

II. Historia política .................................................................................................. 21


1. A tenas: convulsiones internas ......................................................................... 21
2. Esparta: la descom posición de la co m unidad de los iguales ................ 31
3. Tebas: el triunfo del fe d e ra lism o .................................................................... 38

III. El debate político ............................................................................................. 41


1. Los pensadores griegos y la cuestión social ................................................. 42
2. Las propuestas utópicas. P latón ..................................................................... 44
3. Las ideas aristotélicas ...................................................................................... 48
4. La interpretación de los historiadores .......................................................... 51

Bibliografía.............. .................................................................................................... 54
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos
7

Introducción

Los grandes problem as de la socie­ cerám icas, arm am ento, etc...); con fre­
d ad griega del siglo IV derivan de los cuencia sucede que ciertas ciudades
perm anentes enfrentamientos que ago­ periféricas (Siracusa, M arsella, R o­
taron a la m ayoría de los estados des­ das, C artago) se transform an en ade­
de la G uerra del Peloponeso (431-404) c u a d o s c e n tro s de d is trib u c ió n e
hasta la batalla de M antinea (362). La in terc am b io que reem p lazan a los
ru in a de num erosas com unidades, el grandes m ercaderes de an tañ o (corin­
rá p id o in c re m e n to de la m ise ria , tios, atenienses, sam ios, quiotas, b i­
el ab an d o n o de las tierras de labor, la zantinos), de suerte que los niveles es­
afluencia de m enesterosos a las ciu ­ tables de abastecim iento acaban in ­
dades, requerían la puesta en práctica variablem ente por descender.
de m edidas sociales que no siem pre Al deterioro de la situación econó­
en co n trab an b uena acogida. En to­ mica se sum aron los efectos de una
das partes se realizan esfuerzos para crisis social. La especulación y la ex­
so lu cio n ar las cuestiones más graves plotación de la necesidad enriquecie­
y se dispensa protección y ayuda a las ron a bastantes personas, que ad q u i­
m asas desplazadas, que se integran riría n ad e m á s g ran peso po lítico ,
en la vida u rb an a realizando las la ­ m ientras crecían las diferencias con
bores que nadie quiere y recibiendo la parte de población desarraigada y
los peores sueldos. em pobrecida. Com o en la edad arcai­
P aralelam en te la pequeña in d u s­ ca del m undo griego, oím os co n tin u a­
tria de la G recia continental, que h a ­ m ente h ab lar de la lucha entre pobres
bía conocido a lo largo del siglo V y ricos, de la ineficacia de las viejas
m om entos de in dudable prosperidad, instituciones, del recrudecim iento de
se resiente a fondo en todas las ram as las agitaciones sociales, fruto del des­
de producción. Las guerras y la p ira­ contento, que estallan algunas veces
tería, el retraim iento de la inversión en form a de violentas conm ociones;
com ercial, las nuevas exigencias fis­ el program a esgrim ido por los refor­
cales sobre los ciudadanos de clase m istas apunta siem pre a d em an d ar
m edia (arm adores, m ercaderes, arte­ nuevos repartos de tierras y a n u la ­
sanos, etc...), son algunas de las razo­ ción de las deudas, e incluso se acari­
nes que im pulsan la decadencia del ció la idea de abolir la esclavitud. La
com ercio, en particu lar la pérdida de m ilicia profesional fue el recurso ele­
los antiguos m ercados de oriente y gido por m ucha gente para obtener
occidente y de la clientela que consu­ subsistencias y dinero, pero el m ante­
m ía aquellos productos (vino, aceite, nim iento de m ercenarios fue una car­
8 Akal Historia del Mundo Antiguo

ga tan costosa para los ricos que, en cesiones y reform as; sin em bargo,
aquellas ciudades en donde se valie­ tam bién en estos territorios llegaron a
ron de sus servicios, em peoró aguda­ m enudo a peligrar las instituciones y
m ente el p an o ram a social. el orden político.
T am bién la vida política de los es­ Los pensadores y filósofos griegos
tados griegos experim entará una n o ­ recogieron el sentim iento de inquie­
table evolución. En los sistem as de­ tud de sus conciudadanos ante tales
m ocráticos, com o A tenas, se abren situaciones y en sus obras analizaro n
paso los o rad o res y estrategos que el m alestar general que invadía a su
prom eten soluciones ilusorias y a los generación, de la que actúan com o
que el pueblo sigue tem poralm ente, portavoces. Sus ideas a d e n tra n las
m ientras reparten los subsidios p ú ­ raíces tanto en el pensam iento histó­
blicos; preocupados sólo p o r conte­ rico clásico (H eródoto, H elánico, Tu-
ner la agitación del m om ento, nunca cídides) com o en los planteam ientos
ad o p taro n m edidas idóneas para al­ filosofico-políticos de la escuela socrá­
ca n zar una m ejor distribución de la tica; los grandes nom bres que flore­
riqueza. E n los países oligárquicos y cen en el siglo IV son los de Jenofon­
en aquellos en donde la dem ocracia te, Platón, Isócrates, Éforo, Teopompo,
no había calado por com pleto, fueron Filisto, C alístenes, Aristóteles. C ierta­
los propietarios y los aristócratas, re­ m ente se lim itaron a desarrollar una
teniendo las m agistraturas y el cargo labor teórica distanciada, por lo gene­
de estratego, quienes buscaron co n ­ ral, de la realidad, pero su influencia
tro lar el poder político real ante la sobre los oradores y los grupos diri­
am enaza del desorden e hicieron com ­ gentes fue el acicate que prom ovió el
patible el m antenim iento de su posi­ debate social y preparó el cam ino a la
ción trad icio n al con pequeñas co n ­ renovación de numerosas instituciones.

Ruinas de tholos de Epidauro. Por Policleto


el joven (Segunda mitad del Siglo IV a.C.).
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 9

I. Caracteres generales del Siglo IV

C om o ya hem os visto, el d e b ilita ­


m iento de la polis se hizo patente
ante todo en la historia externa de los
estados griegos, es decir, en el cam po
de las relaciones internacionales. C on­
tra todo pronóstico, la caída del im ­
perialism o ático no trajo la au tono­
mía para m uchas de las ciudades, y la
desaparición de la bipolaridad espar­
tano-ateniense no inauguró un siglo
de m ás paz, sino que favoreció el sur­
gim iento de nuevos polos de atrac­
ción com o Tebas y Siracusa, con la
consiguiente inestabilidad de las nue­
vas constelaciones políticas y el m a­
yor riesgo de conflictividad arm ada.
Los griegos se vieron por ello inm er­
sos en una espiral de luchas incesan­
tes, pese a los repetidos esfuerzos de
la Koiné Eirené; de guerras realm ente
agotadoras, de las que sólo se benefi­
ciarían Persia y M acedonia; en fin, y
lo que era peor, de conflictos irresolu­
tivos y estériles, com o reiteradam ente
se quejaría desde su im potencia de
o rad o r el ateniense Isocrates (VIII 19;
IX 32). Con ello la ciudad ponía de
relieve su incapacidad para d ar paso
desde sí y por sí a una nueva época
histórica, tarea que estaba reservada
a la m onarquía de Filipo y, especial­
m ente. a la de A lejandro Magno.
Estatuilla de bronce de un joven desnudo,
E n relación con esto últim o no es­ procedente de Armiclas, Esparta
taría de m ás llam ar la atención sobre (Comienzos del Siglo IV a. C.)
la inoperancia de u na institución di- Museo Nacional de Atenas
Aka! Historia del Mundo Antiguo
10
rectam ente relacionada con los m e­ ideal de la polis. La generalización
canism os com unicativos y expansi­ del m ercenariado es uno de ellos. La
vos de la polis: la symmachíci, o alianza práctica de este viejo oficio rem onta­
m ilitar. Esta se había im puesto d u ­ ba ya al s. VI, en que los griegos en ­
rante el arcaísm o y el s. V com o el traron al servicio de los reyes de Egip­
instrum ento idóneo de la vocación to y B ab ilo n ia : h a b ía n sido estos
asociativa de las ciudades griegas, al profesionales de la guerra, helenos y
saber conciliar su irrenunciable de­ carios, los que perpetuaron sus n o m ­
seo de autonom ía con las perentorias bres en la gran estatua de R am ses II
necesidades de la defensa (Liga Jo- en Abu Simbel (N ubia). C reta y el Pe­
nia, Liga Helénica), pero tam bién por loponeso venían siendo canteras tra­
ser capaz, llegado el caso, de vehicular dicionales de esta fuerza de com bate,
un a política ab iertam en te hegem ó- que, con suerte, podía enriquecerse al
nica, sin acab ar por ello con la id en ­ servicio de un soberano extranjero o
tidad h u m an a y territorial de los alia­ de otra polis, para regresar a la patria
dos —fue el caso de la Liga del Pelo- enriquecida y gozar allí de un cóm o­
poneso y, más abiertam ente todavía, do retiro. Tras la G uerra del Pelopo­
el de la arché ático-délica—. Signo de neso, y com o consecuencia del d esa­
los tiem pos venideros, la antigua sym- rra ig o y a b a n d o n o de las ta re a s
machía fue cediendo protagonism o a agrícolas que ésta crearía, m uchos
lo largo del s. IV al estado federal griegos trocaron el arado por la espa­
(koinón), que ahora se fragua (el eto- da y se e n ro la ro n en los d istin to s
lio, el aqueo) o se im pone (el beocio, cuerpos del ejército que partieron h a ­
el arcadio), pero tam bién a las prefi­ cia el Asia M enor. La H élade debió
guraciones de los reinos helenísticos, de asem ejarse u n poco a la E uropa
com o la M acedonia de Filipo, la S ira­ que tras la G uerra de los Treinta Años
cusa de D ionisio I, el Epiro unido de vio poblarse de soldados de Flandes
los m onarcas molosos o la H alicar­ o del Casal, de N ordlingen o la Valle-
naso de M ausolo. La trayectoria de lina, inm ortalizados en los dibujos y
los estados griegos desde el fin de la lienzos de Callot, Cuyp o della Bella.
G uerra del Peloponeso hasta la bata­ En la Anábasis de Jenofonte, él m is­
lla de Q ueronea (338) no sólo nos en ­ mo un hom bre de acción, se nos p er­
seña que la polis griega fue finalm en­ geña el perfil hum ano de estos solda­
te incapaz de institucionalizar la paz dos sin patria que se p o n e n a las
y de unirse bajo la b andera panhelé- órdenes del pretendiente persa: Clear-
nica —lo que en todo caso no serían co de L acedem onia, un desterrado;
notas distintivas de esta centuria—, A ristipo, un tesalio de Larisa expulsa­
sino sobre todo que esa form ación do de su patria por sus adversarios
po lítica g en iiin am en te h elén ica, la políticos; Próxeno, un beocio; Sofé-
polis, hab ía agotado su ciclo vital en neto de Estinfalo y Jenias de Parrasia,
luchas fatricidas sin levantar una au ­ am bos arcadlos; Pasión de M egara,
toridad superior, delegada por la m a­ Sosis de Siracusa, etc. M ás tarde, del
yoría o im puesta por la m ás fuerte. 375 al 373, cuando reinaba la paz en ­
Sólo A tenas, desde el d o m in io del tre A tenas y Persia, Ifícrates y T im o­
Egeo y con la expedición a Sicilia, se teo en traro n sucesivam ente al servi­
había acercado a la vertebración de cio de A rtajerjes II al frente de su
un im perio y a la unificación parcial propia hueste de m ercenarios. E n la
del M editerráneo, antes que M acedo­ reconquista de ese país (343/42) so­
nia y Roma. bresalieron dos jefes griegos, el teba-
Existen, en efecto, algunos fenóm e­ no Lacrates y el rodio M éntor, este ú l­
nos característicos del s. IV que a p u n ­ tim o herm ano de M em nón, el único
tan directam ente a una quiebra del oficial del estado m ayor persa que sa-
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 11
bría p lan tar u n a estrategia eficaz con­ soldado-ciudadano, y a los que tanto
tra las prim eras cam p añas de A lejan­ él com o Isócrates tenían por «enem i­
dro M agno en Asia M enor. gos com unes de todas las tierras» y
N o sólo los sátrapas y los reyes per­ «de todos los hom bres».
sas reclutaron a griegos com o tropas El em pleo de m ercenarios se debía
m erc en aria s cu alificad as. Las p ro ­ en parte a la inhibición del ciu d ad a­
pias ciudades griegas, em pezando por no ante una obligación que ahora p a ­
E sparta y Atenas, sintieron repetida­ recía una carga insoportable, y que
m ente la necesidad de com pletar sus prefería eludir m ediante el pago de
efectivos h u m an o s a base de soldada. im puestos. Este fue el caso particu lar­
Agesilao, por ej., debió su victoria en m ente de Atenas, donde el recurso al
C oronea (394) frente a los beocios a im puesto de guerra (eisphora) se hizo
los m ercenarios griegos de la Anába- cada vez m ás frecuente. Pero, ju n to a
sis, bajo el m ando de H erípidas. Los la quiebra del ideal de la polis, este
generales atenienses, ante la continua fenóm eno tiene tam bién su origen en
penuria financiera de su patria, h u ­ la crisis económ ica que afectó a m u­
bieron de costear de su propio bolsi­ chas regiones de la Héladc, haciendo
llo el reclutam iento de tropas a suel­ aún m ás hondo el foso entre ricos y
do para afrontar cam pañas im periosas pobres y echando a unos ciudadanos
y repentinas: a fin de llevar adelante co n tra otros en violentos en fre n ta ­
su expedición naval en torno al Pelo- m ientos civiles (stasis).
poneso que concluyó con la adhesión En efecto, un tem a om nipresente
de C orcira a la Liga M arítim a (375), en la historia de las ciudades durante
Tim oteo h ubo de hacer un desem bol­ esta centuria es el de los exilios, co n ­
so personal de trece talentos, e Ifícra- fiscaciones, proscripciones y m asa­
tes se vería obligado a em plear en fae­ cres subsiguientes a u n a revolución
n as ag ríc o las a sus rem eros en tre interna, protagonizada bien por de­
ca m p a ñ a y cam p añ a, por no tener m ócratas, bien por oligarcas o bien
con qué pagarles. por un tirano. M itilene, Argos, Corin-
O tras veces las fuentes de ingresos to, Siracusa, Rodas, entre otras poleis,
serían el saqueo, la piratería o la re­ han conocido conm ociones de este
caudación ilegal de im puestos y tasas tipo y visto surgir en su seno esas
a com unidades aliadas y a las naves «dos ciudades hostiles» que Platón
m ercantes. C o m p o rtam ientos com o quería erradicar de su República ideal.
los de T ibrón y Titraustes entre los es­ Parece que el Peloponeso se vio p a r­
partanos, o Diopites en Atenas, m u­ ticularm ente sacudido por la stasis,
chas veces co n trav in ien d o las n o r­ sobre todo a raíz del h undim iento de
m as del d erech o in te rn a c io n a l, se la preponderancia espartana en Leuc­
h iciero n célebres p or su h a b ilid a d tra y el inm ediato resurgir del m ovi­
para sostener a los ejércitos a costa de m iento dem ocrático en las ciudades
terceros. El jefe de m ercenarios se contra la oligarquía. Isócrates (VI 64 s.)
convertiría así en un hom bre sem iin- es testigo de ello y así nos lo hace sa­
d ep e n d ie n te, p atro n o de sus h o m ­ ber por boca del rey A rquídam o de
bres, con quienes m antenía una rela­ Esparta: «Creo tam bién que el res­
ción p uram ente personal, al m argen tante pueblo peloponesio, incluso el
de la ciudad. Pero esto rom pía la p er­ dem ocrático, el m ás hostil a nosotros,
fecta fusión de lo civil y lo m ilitar en según pensam os, añ o ra ya nuestro
el seno de la polis clásica. De ahí que gobierno (...) M urieron los m ejores de
la voz patriótica de D em óstenes tro­ ellos a m anos de los peores ciu d ad a­
nase en la A sam blea una y otra vez nos y en vez de autonom ía cayeron
contra la plaga de los m ercenarios, en las más num erosas y peores ilega­
que ac ab ab a n con la tradición del lidades (...) Así las tierras están arru i­
12 Akal Historia del Mundo Antiguo

nad as, arrasad as las ciudades, des­ interna entre pobres y ricos, favorece­
truidas las casas privadas, derribadas dora del establecim iento violento de
las constituciones y abolidas las leyes tiranías m ás o m enos efímeras.
bajo cuyo gobierno eran los m ás feli­ La re a p a ric ió n de la tira n ía , en
ces de los griegos. Es tal su m utua efecto, constituyó un fenóm eno bas­
desconfianza y odio, que tem en m ás tante frecuente durante el s. IV. En
a sus con ciu d ad an o s que a los enem i­ ese sentido no cabe duda de que para
gos. E n lugar de la concordia que te­ algunas com unidades griegas esta cen­
n ían bajo nuestro gobierno y de su turia com portó un claro retroceso en
m utuo bienestar, h a n llegado a tal in ­ su desarrollo político hacia condicio­
so ciab ilid ad que los ricos con m ás nes de época arcaica. Al igual que los
gusto tirarían al m ar sus propiedades siglos VII y VI, el gobierno un ip erso ­
antes que ayudar a los necesitados, y nal tuvo por origen graves desequi­
los pobres preferirían arran c ar esas lib rio s sociales, que h a c ía n su p e r­
riquezas a sus propietarios m ejor que fluas a los ojos del demos las co n ­
encontrárselas. A bolieron los sacrifi­ quistas políticas anteriores, incluso
cios y se degüellan unos a otros sobre las del gobierno popular, y señalaban
los altares. A hora son m ás los que en cam bio com o m ás perentoria la
huyen de u n a sola ciudad que cu a n ­ resolución drástica de los problem as
tos antes lo h acían de todo el Pelopo- m ateriales. Bien es verdad que en el
neso. Y au n q u e son tantos los m ales caso de D ionisio de Siracusa la ins­
enum erados, son m uchos más los que tauración de la tiranía estuvo justifi­
quedan por decir» (trad. J.M. Guzmán). cada por la am enaza cartaginesa y la
Este som brío cuadro nos parecería necesidad de concentrar en u n a sola
dem asiado irreal y producto de la re­ persona todos los poderes, pero tam ­
tórica, si no fuese porque nos consta bién aquí el nuevo régimen, que puso
p o r Tucídides (III 82-83) que las co n ­ fin a la dem ocracia, persiguió a los
secuencias de la stasis en G recia h a ­ aristócratas y se apoyó en los estratos
b ía n sido siem pre de este calibre, y, inferiores, en los ciudadanos de n u e­
sobre todo, porque los hechos alu d i­ va creación (neopolitai) receptores de
dos están perfectam ente docum enta­ tierras y en el m ercenariado afecto
dos en otras fuentes: así la m asacre al tirano.
general perpetrada en C orinto contra Igualm ente revelador es el caso de
los aristócratas en plena fiesta de A r­ Eufrón, tirano de Sición en la prim e­
tem is Euclea el año 392 (Jenof., Hell. ra m itad de los años sesenta. Esta ciu ­
IV 4,1 s.), el asesinato de los su p lican ­ dad recibió una guarnición tebana en
tes aqueos refugiados en el tem plo de el 369/8, y uno de sus notables, E u­
P o sid ó n (Paus. VII 25), o los s a n ­ frón, fue el principal instigador del
grientos sucesos acaecidos en Argos golpe de estado que acabó con la oli­
el año 371 (Diod. XV 58), en que no garquía laconófila e instauró u n a d e­
m enos de mil personas fueron m uer­ m ocracia en toda regla. Su duración,
tas a varazos (skytalismós). Podem os no obstante, fue m uy breve, pues E u­
h acernos u n a idea sobre aquel clim a frón, que tenía dos mil m ercenarios
de inseguridad perm anente y de m ie­ bajo su m ando, se deshizo de los otros
do a las revoluciones en que vivían estrategos, confiscó e hizo vender los
los griegos, si leem os el tratado escri­ bienes de los oligarcas proespartanos
to p o r E neas Táctico hacia m ediados m ás acaudalados y estableció u n a ti­
de esta centuria sobre la defensa de ranía en Sición. Jenofonte, de quien
las ciudades con el título' de Poliorcéti- procede lo m ás esencial de nuestra
ca. En el sólo se alude a traiciones y inform ación, define a los dos grupos
golpes de m ano, a enorm es am enazas en fren tad o s com o «los m ás ricos»
de las b an d as m ercenarias, a la lucha (plousiótatoi), por una parte, y el p u e­
^ > Λ ' Κ I,

'V / '

Relieve funerario procedente del Pireo


(Siglo IV a. C.)
Museo Nacional d e ‘Atenas

blo llano {demos), por otra. Tam bién ción en la vida pública de la ciudad.
en H eraclea Póntica, colonia de M e­ Pero no era la paridad de derechos
gara en el M ar Negro, la tom a del po­ políticos lo que realm ente sublevaba
der por C learco obedeció a las m is­ a las clases bajas, sino sobre todo la
m as razones de fondo: hacia el 370 la crisis agraria y sus exigencias: aboli­
lucha op o n ía a los ricos contra los ción de las deudas y reparto de tie­
pobres, teniendo los prim eros el con­ rras. Al final, la tiran ía se im puso
trol del C onsejo de los Trescientos y com o solución en la persona de C lear­
los segundos u n a escasa p artic ip a­ co, tam bién un jefe de m ercenarios.
14 Aka! Historia del Mundo Antiguo

No es extraño, p o r consiguiente, tes de religiosidad h ab ría que referir­


que cu ando en el 338/7 Filipo im puso se al culto de Asclepio, dios de la m e­
a los griegos la Paz de C orinto, les h i­ dicina, cuyo p rin cip al san tu ario se
ciese ju ra r el com prom iso solem ne de levantaba en Epidauro. Este lugar al­
no proceder a ningún cam bio de régi­ canzó en el s. IV un renom bre excep­
m en político, a ninguna condonación cional y conoció num erosas obras de
de las deudas, a ningún reparto de am pliación, para d a r acogida y pres­
tierras y a n in guna liberación de es­ tar servicios a las gentes que hasta él
clavos con vistas a asegurar el triunfo se acercaban, com o en peregrinación,
de cualquier revolución interna. A un de toda G recia, en busca de una cu ra­
así, cuando N icanor de Estagira m an­ ción m ilagrosa. N o sólo en la Argóli-
dó leer en los Juegos O lím picos del da, tam bién en otras partes del Pelo-
año 324 el decreto de A lejandro sobre poneso está atestiguada la devoción
el retorno de los desterrados a sus res­ al hijo de Apolo, así com o en Pérga-
pectivas ciudades, estaban presentes mo, Cos y las islas, con existencia
en el acto, según parece, unos veinte probada de tem plos en cada uno de
mil refugiados de toda la Hélade. estos cen tro s. T am b ién en A ten a s
Pero el problem a de la polis no fue prendió este culto y se edificó un As-
algo que se reflejó únicam ente en el clepieion, a raíz aquí del terrible tra u ­
cam po de las relaciones internacio­ m a que provocó en la ciudad la peste
n ales y en las co n d icio n es ec o n ó ­ del 430. La popularidad de Asclepio
m ico-sociales internas, sino tam bién resulta tanto más significativa cuanto
en la vida religiosa, las artes y el que el racionalism o de la pasada cen-
pensam iento. b astan te perfecta de la religiosidad
El siglo V hab ía visto triunfar la re­ del ciudadano en el cuadro institu­
ligión cívica y, con ella, la integración cional de la polis. Recintos sagrados
m ism a sensibilidad religiosa la que com o el H ereo de Argos o el P artenón
explica incluso ciertas prácticas extá­ de Atenas, fiestas com o las C arneas o
ticas extrañas al orfism o, pero que las Panateneas, h ab ían servido cierta­
constituían residuos del prim itivo cul­ m ente al enaltecim iento de la polis y
to dionisíaco, ya disciplinado y ple­ al ro b u stec im ien to de la co h esió n
nam ente institucionalizado en el cu a­ ciudadana, pero tam bién habían sa­
dro de la polis en el caso del Atica. tisfecho las exigencias de espirituali­
Las form as m ás intensas y em ociona­ dad del individuo. C on el nuevo siglo
les del dionisism o, com o el éxtasis y la quiebra de los valores co m u n ita­
báquico o el acercam iento a la n a tu ­ rios la religión oficial se hizo insufi­
raleza, fueron retom adas ahora para ciente, y el griego buscó nuevas fuen­
descargar en ellas la angustia del ciu­ tes de religación al m argen de los
dadano, cada vez m enos poseído del cultos tradicionales. Se produce ah o ­
optim ism o racionalista de la pasada ra un resurgim iento de las corrientes
centuria. En este sentido, las Bacantes m ísticas del arcaísm o, que la polis
de E urípides testim oniaban ya el eco hab ía hecho m arginales, pero nunca
que la religión anóm ica del dios agra­ eclipsado del todo. D ivorciado de su
rio enco n trab a entre el público ate­ com unidad, aislado y angustiado por
niense, así com o el arraigo que ésta u n a cism undanidad en la que no en ­
tenía todavía en otras regiones de la cuentra m ás que insatisfacción y d o ­
H élade. La proliferación de asocia­ lor, no tiene nada de extraño que la
ciones privadas de culto (thiasoï) y el persona haya perdido en m uchos ca­
acercam iento de D ionisiô a la reli­ sos su fe en el hom bre y en los valores
gión eleusina fueron la consecuencia de la vida, y que haya p ro c u ra d o
natural de esta evolución espiritual. aquietar su conciencia en una espiri­
C om o parte de esas nuevas corrien­ tualidad interior de renuncia y m ás
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 15
p en etrad a de lo trascendente. con la m ajestuosidad fidíaca a n te­
El orfism o, parece que de origen rior. Es una vida que en otras creacio­
arcaico, fue un a de esas corrientes a nes se m anifiesta por un realism o fa­
las que el hom bre griego se entregó m iliar, com o en las e sta tu illa s de
d u ran te estos años de crisis. Con su mujeres que pasean sosteniéndose sus
ascesis b asada en un desprecio del abanicos o dirigiéndose con su tam ­
m undo y el vegetarianism o purifica­ boril hacia alguna fiesta orgiástica, o
d o s y con una doctrina que defendía tocando un instrum ento de cuerda o
el dualism o alm a-cuerpo y la inm or­ b a ila n d o en com pañía. Los dioses
talidad de ésta, liberada tras la m uer­ participan de esta existencia: D iana
te de su prisión corporal, este tipo de es u n a cazadora, Posidón arponea los
religiosidad ofrecía sin duda u n a p ro ­ atunes. Afrodita se desnuda para to­
mesa de salvación frente a los males m ar su baño, H erm es se sujeta la sa n ­
del presente. Tam bién los m isterios dalia o divierte, com o a un herm ano
de Eleusis, con su carga de iniciación, m enor, al pequeño Dionisio; H ércu­
revelación y secreto, y con su garantía les hace ostentación de su m usculatu­
de salvación eterna, encontraron una ra. Triunfa, por eso m ismo, la m oda
gran aceptación, com o revela la cons­ del retrato, cada vez m ás realista.
trucción de un nuevo telesterion en el Los problem as financieros de las
recinto sagrado. Por otra parte, es esta ciudades detuvieron en m uchos casos
turia h ab ía realizado notables p ro ­ la política constructiva anterior: Ate­
gresos gracias a la m edicina hipocrá- nas había cubierto la A crópolis de
tica en el análisis em pírico de sínto­ m onum entos, y ahora no levantó como
m as y causas de la enferm edad. Este edificios im portantes más que el tea­
avance de la m edicina se continuó en tro de Dionisio, el estadio y el arsenal
el s. IV, pero ello no fue obstáculo del Pireo. A um entaron, en cam bio,
en absoluto para que en estos tiempos las obras de encargo de los particula­
de crisis el recurso a lo sobrenatural res, y en ellas lógicam ente se perdió
y a lo m ila g ro so a rra ig a se en las la gravedad y el contenido sagrado
conciencias. del arte ciudadano, para im ponerse
T am bién en el cam po del arte se re­ el gusto por el preciosism o, la afecta­
fleja el espíritu de la época. Inquietud ción o el intim ism o an u n ciad o r de la
y dolor, tristeza y evocación de la época helenística. Esto se dem uestra
m uerte son perceptibles en el relieve en la construcción y el arreglo de la
(por ej., en las estelas funerarias) y en casa, que cada vez reclam aban más
la estatuaria o en las pinturas rojas de la atención de los particulares, com o
los vasos áticos. A sim ism o el cosm o­ tam bién en la erección de m onum en­
politism o. el individualism o y la m ar­ tos destinados a perpetuar la m em o­
ca de la perso n alid ad rom pen con el ria de príncipes griegos y asiáticos,
aire sereno y digno del pasado siglo, caso de C hipre, H alicarnaso, Sidón,
para ah o n d a r en el sentim iento de lo Pella o Siracusa. La conciencia siem ­
patético, la agitación, el m ovim iento pre alerta de D em óstenes cap taría
y el am or por lo pintoresco. Las obras tam bién aquí la pérdida de la trad i­
de Escopas, que trabajó en el M auso­ cional austeridad dom éstica y la quie­
leo de H alicarnaso hacia m ediados bra del espíritu com unitario, pues tal
de siglo, así com o en el A rtem isión de evidenciaban «quienes se h an hecho
Efeso, son b uena m uestra del gusto construir casas particulares m ás im ­
por el pathos y la em oción interior. ponentes que los edificios públicos».
Praxiteles, im buido de un sensualis­ ELindividualism o sin freno, com o di­
mo em bellecedor, supo dotar de gra­ ría G. Glotz, destruía el espíritu cívi­
cia, delicadeza y vida a sus esculturas co, y la historia del arte llegaba a un
de dioses y diosas, ro m p ien d o así punto en que, vaciada de toda suje­
16 Akal Historia del Mundo Antiguo

ción a una idea colectiva, se disolvía que no sólo m arcó a toda u n a genera­
en historia de los artistas. ción, la de P latón y Jenofonte, sino
Lo m ismo cabría decir de los géne­ que tam bién dio perfecta m edida de
ros literarios. El aliento poderoso de hasta qué punto el hom bre de bien y
la tragedia se apaga, y, sin nada nue­ el p ensador se h ab ían llegado a d i­
vo que com unicar, el siglo IV se lim i­ vorciar de su propia com unidad, para
ta a reponer las obras de los tres gran­ llevar una vida no del todo aparte,
des clásicos de la pasada centuria. N o pero sí de incom prensión y anim ada
faltan en este período poetas trágicos, por u n solo aliento interior. Sócrates
com o Teodectes de Faselis, represen­ el ciu d ad an o hab ía sabido cum plir
tante de la tragedia «retórica», y Dio- repetidam ente sus obligaciones polí­
genes de Sinope y Crates de Tebas, ticas y m ilitares, y su actitud hacia las
que lo son de la tragedia «filosófica». leyes y los cultos de su ciudad, por
Pero este género, que había sido la m ucho que ésta tuviese que guardar
guía espiritual de Atenas, el aula edu­ las formas, había estado llena de p ru ­
cativa del pueblo, no ejerce ahora una dencia y respeto. Pero la quiebra de
verdadera influencia sobre la socie­ valores que acarreó la G uerra del Pe-
dad. En la com edia destaca la pro­ loponeso, el recrudecim iento de la
ducción de M enandro, si bien co n tra­ stasis en el 411 y el 403, y, en definiti­
riam ente a la producción anterior este va, la crisis de Atenas, h ab ían coloca­
autor no se inspira ya en la polis, sino do a este hom bre excepcional en una
en el hom bre en sentido universal, y posición distante y crítica, en la que
su obra se convierte en la auténtica la dialéctica sofística y el libre exa­
«com edia hum ana», destinada a ser m en era n los únicos referentes de
com prendida en todo tiem po y lugar. com portam iento. U na ética de la ver­
C on Aristófanes, p or el contrario, el dad —de la veracidad, diríam os hoy—,
género buscaba a sus protagonistas anim ada por una m ayéutica busca­
en la vida pública y por m edio de la dora de lo bueno, lo justo y lo bello
parábasis transm itía a los espectado­ allí donde se hallasen, y dispuesta a
res u na arenga política sobre el m o­ sostenerlo racionalm ente, sin violen­
m ento presente. A hora las obras no cia ni dogm atism o, frente a la h ip o ­
sólo se despolitizan, sino que hasta cresía y la inseguridad reinantes en la
sus autores dejan de ser ciudadanos sociedad ateniense del cam bio de si­
atenienses para aparecer com o tales glo. Esta exigentísim a concepción de
simples metecos. la virtud (areté) conllevaba inevitable­
Las heridas de la polis, no o bstan­ m ente u n a cierta relajación de los
te, concitaron en Atenas una reacción vínculos del individuo con su com u­
en los'm edios intelectuales y filosófi­ nidad, en la m edida en que abocaba
cos, que dio vida a nuevas corrientes al deísm o su p erad o r de la religión
de pensam iento y de reflexión políti­ políada, a un cultivo interior del espí­
ca. C om o «el tiem po del Quijote», ritu, a una cierta despreocupación por
época de decadencia, el siglo IV fue las convenciones y los honores socia­
un período de m áxim a creación y de les, y, en definitiva, a un inconform is­
florecim iento de un espíritu pro fu n ­ m o difícil de ac ep tar p o r quienes,
dam ente crítico. N om bres com o los com o su acusador A nito, lu ch ab an
de Platón, Aristóteles o Dem óstenes con toda su m ediocridad, pero tam ­
están íntim am ente unidos al espíritu bién con toda su buena fe, por asegu­
de la época, y su obra enriquece ya rar la tranquilidad, la concordia (ihomo-
para siem pre lo m ejor del h u m an is­ noia) en la dem ocracia recién restau­
mo occidental. rada. Este m aestro de la verdad sería
El siglo se h a b ía abierto con la pues denunciado p o r tres individuos,
m uerte de Sócrates en el 399, hecho p o r tres «h o n o rab les» ciu d ad a n o s,
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 17

Crátera ática de figuras rojas


con representación de Dionisos, Ariadna
y los sátiros
(Comienzos del Siglo IV a. C.)
Museo Napional de Atenas

que lo acusarían de no creer en los político, desterró del agora al pensa­


dioses de Atenas, de introducir otros dor com prom etido y lo condenó a de­
en lugar de los propios —pues él h a ­ fender su doctrina, ya com o filósofo
blab a de un doimon interior que le puro, en el ám bito cerrado de la A ca­
frenaba ante el m al, así com o «del dem ia o del Liceo, y a teorizar sobre
dios» que le indicaba dónde estaban las cualidades de la ciudad ideal. «El
cl b ien — y tam bién de corrom per a la h u m an ism o del siglo IV —dirá W.
juventud. El pésim o ejem plo de algu­ Jaeger en Paideia—, después de ver
no de sus discípulos —m alos discí­ cóm o caía por los suelos el reino de la
pu lo s—, com o Alcibiades o C ritias, tierra, estableció su m orada en el rei­
sirvió de arg u m en to a ñ a d id o p a ra no de los cielos». Así, Platón (427-347),
c o n v e n c e r al trib u n a l p o p u la r de el m ás descollante discípulo de Só­
la H eliaía de la c u lp a b ilid a d del crates, desengañado de su ciudad, re­
encausado. n u n c ia ría el activism o político en
El proceso de Sócrates, proceso de Atenas e incluso a la en señanza de
im piedad y, com o tal, em inentem ente corte sofístico, para consagrarse al
18 Akal Historia del Mundo Antiguo

pensam iento puro y a la paideia filo­ el m edio necesario en el que la perso­


sófica de la A cadem ia, por él fu n d a­ na desarrolla al m áxim o todas sus
da. Esta tendencia inicial se acentua­ cualidades naturales, y en esa m ism a
ría en él a raíz del fracaso de sus dos m edida la vida en com unidad es la
viajes a Sicilia, donde con la ayuda consecuencia de un instinto natural.
de los tiranos siracusanos esperaba A m ás de la filosofía tam bién la re­
ver hecha realidad su utopía política. tórica floreció com o nunca en la his­
El idealism o platónico, con su relega­ toria de G recia. Isocrates (436-338),
ción del m undo de los fenóm enos a alum no de G orgias, fue uno de los
segunda categoría y su evocación de grandes cultivadores de la oratoria
las esencias eternam ente inm utables, ática, a la que dotó de elegancia, cla­
refleja en parte esta an d ad u ra vital ridad. y de un extraordinario sentido
cada vez m ás alejada de los destinos de la arm onía. En torno al 393 abrió
de la patria. La prim era de sus obras un a escuela de pago para la en señ an ­
de teoría política, la República, nos za de la retórica, a la que acudieron
traza un cuadro totalm ente ideal del alum nos de toda Grecia. De ella sa­
estado hum ano, y la segunda, Las Le­ lieron personajes ilustres, y no sólo
yes, au n q u e m ás realista, nos presenta o ra d o re s, com o L icurgo e H ip éri-
a la m ejor de las ciudades posibles, des, sino tam bién historiadores com o
más próxim a a Esparta que· a la Ate­ Eforo y Teopom po, el poeta trágico
nas de su tiempo. Teodectcs, y hom bres de estado y ge­
Aristóteles (384-322), discípulo de nerales com o Timoteo. C onservador
Platón y preceptor de Alejandro M ag­ en lo político e ideólogo de la patrios
no, fue el tercer gran nom bre de la fi­ politeia, o constitución ancestral, su
losofía de la época. N acido en Estagi- pensam iento se identificó pronto con
ra (Calcídica), no era ciudadano de las corrientes panhelcnistas y defen­
Atenas, razón adicional para no dedi­ dió la causa de Filipo de M acedonia
carse aquí a la política activa. De un com o líder de los griegos contra el
saber vastísim o, tanto físico-natural persa. Isócrates, por tanto, aunque de
com o filosófico, histórico y político, un m odo diferente a P latón y A ristó­
su figura representa la del genio uni­ teles, había dejado de creer en el esta­
versal y sistem atizador, cuya grandio­ do griego contem poráneo, para entre­
sa obra constituye el punto de partida garse a la paideia com o único m edio
de las distintas ciencias particulares de renovación y form ación de indivi-
de la época helenística. En A tenas d u a 1i d a d es s a 1va d o r a s.
fundó su propia escuela, el Liceo, o De tem peram ento e ideario m uy
Perípato, donde reunió a alum nos de diferentes era su coetáneo m ás joven
toda G recia y desarrolló una labor de D em óstenes (384-322), el gran enem i­
investigación en equipo que rindió go de Filipo de M acedonia y el p a ­
enorm es frutos: bajo su dirección, por triota apasionado. Este o ra d o r ate­
ej., fueron recopiladas y descritas un n iense fue lo que se dice todo un
total de 158 constituciones políticas, carácter, una personalidad arro llad o ­
de las cuales sólo se nos conserva la ra, que puso su enorm e voluntad y su
Constitución de los atenienses, a él atri­ talento al servicio, sin reservas m en­
buida. Pero su obra m aestra en cu a n ­ tales, de la dem ocracia ateniense y de
to a teoría del estado sería la Política, la autonom ía de la polis. En sus dis­
en donde resuelve la contradicción, cursos políticos, que se inician en los
latente en el p en sam iento helénico años cincuenta, se puede seguir paso
desde los sofistas y Sócrates, entre la a paso el declinar de Atenas y, con él,
ética individual y la ética social, con el de las ciudades griegas ante el avan­
el apotegm a de que «el hom bre es un ce incontenible de las arm as m acedo-
anim al político»: la polis constituye nias. D em óstenes fue algo así com o
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 19
la voz de la conciencia de Atenas en Atenas y Esparta. Son países com o
su decadencia, un hom bre plen am en ­ Etolia, Creta, A carnania, Epiro, Tesa­
te com prom etido con su tiem po, y en lia, M acedonia, etc. Para los estados
este sentido un fruto tardió de la polis tribales (ethne), e incluso para m u ­
clásica. chas poleis que se form aron en estas
Para concluir esta introducción ge­ partes de la H élade, la periodización
neral al siglo IV cabría h acer una tradicional carece de sentido, y sus fa­
consideración final a todo lo dicho. ses de expansión y de crisis no se
El cuadro que hem os trazado se basa ajustaron a las tendencias que se con­
fu n d am entalm ente en el caso del A ti­ sideran norm ales.
ca, al que se refiere y de donde proce­ Pensem os incluso, dentro ya de la
de la inm ensa m ayoría de nuestras G recia más evolucionada, en el caso
fuentes, y secundariam ente en los de de Tebas y la C onfederación Beocia.
E sparta y el Peloponeso. Es evidente, Sobre la ciudad de C adm o parece re­
así pues, que nuestro conocim iento caer u n extraño maleficio, sin duda
del m undo griego restante es sum a­ proviniente de la propaganda espar­
m ente insuficiente y fragm entario, de tano-ateniense, que ha hecho im posi­
tal form a que debem os precavernos ble en la práctica valorar ad ecu ad a­
de com eter el error de generalizar en m ente el legado tebano no sólo en el
exceso (L.M. Gluskina). C uando se es­ cam po del arte de la guerra, sino tam ­
cribe la historia de G recia en los m a­ bién en el progreso del federalism o e
nuales y obras generales, tendem os incluso en la difusión de ciertas co­
con frecuencia a olvidar que la civili­ rrientes filosóficas, com o el pitagoris­
zación helénica se extendió desde Fa- mo. El historiador del s. IV que se
sis y Dioscuros, en el extrem o orien­ atenga a los cánones cronológicos e
tal del M ar Negro, hasta M arsella y interpretativos al uso experim entará
A m purias, en el sur de la G alia c H is­ inevitablem ente la sensación de no
pania; y lo que es m ás im perdonable estar haciendo justicia realm ente a la
aún, nos cuesta reconocer que por la singularidad del ciclo histórico teba­
inercia de la tradición académ ica y no. La G uerra del Peloponeso no re­
la d is p e rs ió n de n u e stro s c o n o c i­ presentó en absoluto una crisis para
m ientos en innum erables revistas y la ciudad de E pam inondas, sino por
obras m onográficas nos sentim os in ­ el contrario una coyuntura in tern a­
capaces de presentar una visión todo cional de la que salió fortalecida en
lo com pleta y representativa que ca­ todos los sentidos: m ilitarm ente, su
bría esperar. protagonism o se afirm ó a partir de la
E n realidad, no hace falta ir tan batalla de D elion (424) gracias a un
lejos y preguntarse por el m undo co­ ejército em inentem ente ciudadano y
lo n ial; d en tro de la p ro p ia G recia no m ercenario; en el plano federal el
m etropolitana, lo que podríam os de­ hegem onism o tebano fue un hecho
n o m in ar el «tercerm undism o griego» con el h u n d im ie n to de P latea y el
de época clásica continúa siendo sis­ eclipse de Tespias; políticam ente, co­
tem áticam ente ignorado en la síntesis noció u n a positiva evolución desde
de historia, y ello pese a que conta­ com ienzos de los setenta hacia un ré­
m os ya con estudios generales serios gim en dem ocrático, calcado en gran
y concluyentes sobre regiones que de­ m edida del ateniense; y dem ográfica­
sem p eñ arían y desem peñaron un p a ­ m ente, no se podría h ab lar aquí de
pel de cierto relieve en las relaciones retroceso, com o en Esparta, o de es­
internacionales, las corrientes de reli­ tancam iento, com o en Atenas, sino
giosidad y pensam iento, en las artes, m ás bien de crecim iento, a ju zg ar por
o sim p lem en te que e n c arn a ro n un los efectivos hum anos puestos en com ­
m odelo de desarrollo diferente al de bate. Este conjunto de datos nos lie-
20 Akal Historia del Mundo Antiguo

varía a retrasar la crisis de la polis centrarem os un poco en la evolución


para Tebas al año 362 cuando menos, interna de tres ciudades cuyo p ro ta­
y aun entonces no sabríam os decir si gonism o d u ran te esta centuria está
tal fenómeno se dio con las m ismas fuera de toda duda. Son Atenas, Es­
características e in tensidad que en p arta y Tebas. De no h ab e r existi­
otros lugares. do esas tres ciudades, la historia de
Pero, puesto que en este solo cua­ la polis y de la cultura helénica h a­
derno sería im posible hacer un estu­ b ría seg u id o con se g u rid a d o tro s
dio completo región por región, nos derroteros.

Relieve funerarie procedente de Dipilon


(Comienzo del Siglo IV a. C.)
Museo Nacional de Atenas
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 21

II. Historia política

1. Atenas: convulsiones
internas
No hay duda de que la G uerra del Pe-
loponeso dejó sum ida a la agricultura
del Atica, si no en una situación de
crisis generalizada, sí desde luego en
u n a coyuntura difícil, que debió de
hacer presa en los estratos m enos p u ­
dientes del cam pesinado. No hubie­
ron de ser pocos los agricultores obli­
gados a a b a n d o n a r sus tierras y a
em igrar a la ciudad, a prestar su fuer­
za de trabajo a los m ás ricos, o a
alquilarse com o m ercenarios para
subsistir. Las últim as com edias de
Aristófanes, algunos discursos de Li­
sias y D em óstenes, o el tratado sobre
econom ía de Jenofonte, confirm an
ese estado de cosas poco halagüeño
para m ás de uno, y cuyo alcance
exacto no podríam os cuantificar.
C on todo, parece tam bién no m e­
nos cierto que el Atica conservó com o
sistem a de explotación agrícola fun­
dam ental la pequeña y m ediana p ro ­
piedad (de 3 a 5 Has.), lo que está en
perfecta consonancia con lo que no­
sotros sabem os p o r otras fuentes so­
bre la evolución de las relaciones
sociales du ran te el s. IV: predom i­
nancia indiscutida de la antigua clase
•campesina en el censo ciudadano, con
Ménade danzante. Copia de un original de
la consiguiente estabilidad social y Escopas (Siglo IV a.C.).
ausencia de la stasis rural, generadora Dresde, Colección de Antigüedades
de tiranías y repartos de tierras en dei Estado.
22 Akal Historia del Mundo Antiguo

m uchas otras ciudades del m undo peculación im pusiesen a la pro d u c­


griego contem poráneo. Sobre un total ción agraria un ritmo más competitivo
de treinta mil ciudadanos en edad de y a la propiedad del suelo una m ayor
portar las arm as, al m enos veinticin­ m ovilidad. Era parte de ese espíritu
co mil eran propietarios en el 403 de de siglo que veremos reflejado, sobre
algún bien raíz, lo que, si bien no todo, en el m undo del com ercio. In ­
im plica en todos los casos actividad cluso un hom bre de corte tan conven­
agrícola, sí refleja una m ayoría a b ru ­ cional com o Jenofonte no dejaría de
m adora para la población dedicada ab o rd ar cuestiones de inversión y fi­
al sector prim ario. Por eso, en la línea nanzas en tratados com o el Económi­
del pensam iento antiguo más trad i­ co o los Ingresos. La nueva m entali­
cional, la agricultura continuará sien­ dad «económ ica» caló en algunos
do para los filósofos de la época, como sectores del cuerpo ciudadano —a u n ­
Platón y Aristóteles, la actividad por que no sabem os en qué proporción—,
excelencia del hom bre de bien, la más induciéndolos a la inversión agraria
digna ocupación del ciudadano. con fines especulativos y com erciales.
Este conservadurism o de fondo, Esta tendencia, u nida a la constante
m ental y social, no im pidió que el presión m ilitar y fiscal, no es de extra­
afán de lucro, la búsqueda de la ren­ ñ ar que acabase por acarrear una
tabilidad y hasta la práctica de la es- cierta concentración de la tierra y un

La debilidad presente tareas pú blicas com o en la intim idad p e r­


y el esplendor del pasado sonal. Pues bien, por decisión po p u la r nos
aparejaron tal clase y variedad de edificios,
Fijaos, varones atenienses, en lo que su ­ tal herm osura de tem plos y de ofrendas
m ariam ente cabría señalar sobre los he­ depositadas en ellos que no han deja do a
chos realizados en época de los antepasa­ la posteridad m odo de aventajarlos. En el
dos y lo s u ce d id o en vuestros días. Mi á m b ito p riv a d o eran tan s e n c illo s y se
peroración será con cisa y os resultará fa­ m antenían tan extrem adam ente fieles a los
m iliar: pues se halla en vuestra m ano d is­ usos de la tradición cívica que si alguno de
frutar del éxito si seguís, atenienses, no los vosotros sabe por casualidad en qué casa
m odelos ajenos, sino los dom ésticos. Por­ vivía Aristides, o M ilciades o los brillantes
que aquellos individuos ejemplares, a q u ie­ personajes de entonces, c o m p ru e b e que
nes los oradores ni halagaban ni c o m p la ­ nada tiene más im ponente que la del ve c i­
cían con los obsequios que recibís vosotros no: pues la adm inistración del estado no
hoy en día, ejercieron la hegem onía entre les interesaba para co n se g u ir hacienda,
los griegos — los cuales la a p ro b a ro n — sino que cad a uno se go be rnab a en el d e ­
durante cuarenta y cin co años; reunieron ber de increm entar el bienestar general. El
en la acró po lis con tribu cion es por una c i­ efecto de orientar sus relaciones hacia los
fra superior a los diez mil talentos; el rey griegos con rectitud y probidad, sus d e b e ­
que era dueño del territorio en cuestión ( 1) res hacia los dioses respetuosam ente, y
les prestaba sum isión, con form e debe ren­ sus problem as internos de form a equitati­
dirla un bárbaro ante los griegos; m ientras va, fue que obtuvieron, y no sin razón, n o ­
sirvieron en cam paña com o soldados le­ table venturanza.
vantaron gran núm ero de gloriosos trofeos De esta suerte rodaban las cosas en el
por com bates protagonizados ya en tierra pasado para aquellos atenienses que ace p­
ya en mar, y son las únicas personas c u ­ taban co m o dirigentes a quienes m e n cio ­
yas hazañas labraron un prestigio más só­ né; pero ahora, ¿cóm o fun cion a todo bajo
lido que la envidia de los m alevolentes. Tal la tutela de nuestros actuales b ie n h e ch o ­
parecían, desde luego, a los ojos de G re­ res? ¿De m anera idéntica o m uy sem e ja n­
cia: con sid erad ahora cóm o se co m p o rta ­ te? Nuestra actitud es...; voy a silenciar
ron de ntro del pro pio país, tanto en las cua nto pienso, au nq ue cabría com e ntar
tendidam ente. Muy bien, en el instante en
que gozam os de una desap arición de riva­
(1) Alusión a Macedonia. les tan clara que salta a la vista y en que los
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 23

aum ento de los desposeídos hacia fi­ ridad a la crisis política y m ilitar, en
nales de la centuria: m iseria y ch isp a­ Q ueronea (338) y Am orgo (322), la
zos de agitación social parece que si­ crisis social agraria, tan característica
guieron a Q ueronea (338), m ientras de este siglo, acabó tam bién por al­
que en el 322 fueron diez mil los ate­ ca n zar al Atica a finales del período.
nienses faltos de tierra y privados de Y quizá sean su latencia y gestación a
la ciu d ad an ía que estuvieron dis­ lo largo de la centuria las que expli­
puestos a aceptar los lotes ofrecidos quen en parte el fracaso de la política
p o r A ntipatro en M acedonia. Puesto fiscal y el increm ento del gasto p ú b li­
que en su m ayoría esos diez mil colo­ co, sobre todo en la segunda m itad de
nos serían gentes del rural em pobre­ siglo.
cidas, y dado que no todos los caídos E n la agricultura ática la m ano de
en tal estado se h ab rían resignado a obra esclava tuvo durante toda la
dejar la patria, es lícito concluir que época clásica un papel fundam ental.
un as dos quintas partes de la p o b la­ El teatro de Aristófanes y M enandro
ción considerada com o propietaria está plagado de alusiones a su partici­
de bienes raíces en el 403 habría de­ pación en las tareas dom ésticas y
saparecido a finales de siglo para in ­ agrícolas indistintam ente, y sin esta
tegrar el proletariado rural y urbano. fuerza de trabajo no sería com prensi­
Así pues, au n q u e con cierta posterio­ ble el norm al funcionam iento del oi-

la ce d e m o n io s se han de svan ecid o, con ¿Qué e xp lica ció n adm iten estos hechos
los tebanos repletos de tareas, cua nd o de y cuál es la razón de que todo estuviera
los griegos no existe ninguno con fuerza bien antiguam ente y ahora no vaya a satis­
suficiente para disputarnos la preem in en­ fa cció n ? Pues porque la po blación, que
cia , ju s to a h o ra en que p o d e m o s fru ir poseía au da cia para tom ar sus propias d e ­
nuestros d o m in ios con plena seguridad y cisiones y para salir por sí m ism a en ca m ­
zanjar co m o árbitros im parciales las q u e ­ paña, se erigía en señor absoluto de los
rellas ajenas, sucede que asistim os al ex­ políticos y en am o directo del con ju n to de
po lio de un territorio patrio y que hem os las riquezas, y todos sin distinción se m os­
e m p le ado más de mil quinientos talentos traban satisfechos al recibir por voluntad
sin ningún m enester; a aquellos aliados del p u e b lo honores, carg os y c u a lq u ie r
que nos habíam os atraído durante la g u e ­ tip o de estim a ció n. Mas hoy, co n tra ria ­
rra los han espantado ésos en cuanto reinó mente, los políticos son dueños de los bie­
la paz, y qué enem igo tan tem ible hem os nes y toda m edida pasa por sus m anos;
m od elado para que atente con tra nuestros vosotros, el oueblo, extenuados y m erm a­
intereses. Si no, que acu da alguien a d e ­ do s de h a cie n d a , de a liad os, lleváis la
cirm e de qué otra fuente extrajo Filipo su parte del servidor y del com parsa, os c o n ­
poderío más que de nosotros m ism os. S u ­ sideráis dicho sos en cuanto ésos p ro ce ­
pongam os, am igos míos, que es que en den a repartir el dine ro de asistencia a las
tales ocasiones fuim os negligentes, pero fun cion es u organizan pom pas durante las
que la situación interna ha m ejorado p re ci­ B oedrom ías, y (esto resulta ser lo más bi­
sam ente ahora. ¿Quién sería capaz de se­ zarro) creeis haber contraído una deuda
ñalar algún ejem p lo? ¿Las alm enas que se por recibir m erced de lo que es ún ica m en­
han enja lbe ga do y las calles que estamos te vuestro. Su táctica consiste en encerra­
reparando, las fuentes y dem ás fruslerías? ros en plena ciudad, atraeros luego hacia
C onsiderad acto seg uido a los responsa­ sus encantos y dom esticaros hasta haber
bles de esa política: una parte de ellos ha ob tenido vuestra d o cilida d. Según pre su­
perm utad o pobreza por riqueza, otros d e ­ m o, ja m á s ca b e e n g e n d ra r un cora zón
ja ro n la s o m b ra po r los honores, unos abierto y generoso dond e im peren la m ise­
cuantos han levantado sus casas engala­ ria y la vileza: pues tal cual rezan los p rin c i­
nadas con m ayor gravedad que los basti­ pios de la sociedad, el m ism o espíritu im ­
m entos pú blicos, y m ientras la p ro sp e ri­ pregna, forzadam ente, los sentim ientos.
dad del estado ha ido am e nguando la suya
cre ció sin perder com pás. Dem óstenes, III O lintíaco 2 3 -32
24 Akal Historia del Mundo Antiguo

kos familiar, como bien testim onia libre (ciudadanos y metecos) de unas
Jenofonte. Sólo en los grandes dom i­ ciento cincuenta mil personas.
nios, no muy frecuentes, y nunca por En el m undo del gran com ercio,
encima de las 30 Has., el trabajo es­ hay un hecho que perm anece inva­
clavo estaba sujeto a una cierta espe­ riable; aquella ciudad que en el s. v
cialización: la hacienda de Fenipo, veía afluir a ella «los productos de
por ej., hacia el 330, cuyo contorno toda la tierra» (Tucíd. II 38,2), sigue
sobrepasaría los 7 km, tenía, entre teniendo en el Pireo el principal m er­
otros, un total de siete esclavos per­ cado del Egeo. Esto no fue debido so­
manentemente dedicados al acarreo lam ente a la hegem onía naval y a la
de madera. Y tam bién sabem os que creación de la Segunda Liga M aríti­
Pericles, como otros propietarios ab- m a (377), hechos que in d u d ab lem en ­
sentistas, confiaba la gestión técnica te red u n d aro n en beneficio de Ate­
de su granja a un intendente esclavo. nas, al com portar regím enes prefe-
Lo mismo cabría decir del trabajo renciales para determ inados pro d u c­
industrial ateniense, donde raro era tos, atraer capitales, unificar patrones
el artesano que no disponía de un pe­ m onetarios y al asegurar las rutas de
queño número de esclavos para se­ navegación con dirección al Pireo.
cundarlo en su labor, y donde exis­ Tam bién repercutió en favor de esta
tían incluso talleres {ergasteria) de una posición privilegiada el enorm e avan­
cierta importancia, que estaban m o­ ce realizado por los atenienses en el
vidos exclusivamente por m ano de cam po del derecho m ercantil e inter­
obra servil: Timarco tenía una doce­ nacional privado con la institución
na de esclavos en su curtiduría, y Cer- hacia el 350 de las dikai emporikai,
dón reunía trece en su zapatería; De- tribunales abiertos a cualquier perso­
móstenes había heredado de su padre na, sin consideración de su n ac io n a­
dos talleres, uno de cuchillería y otro lidad, supuesta una d em anda de tipo
de ebanistería, con treinta y tres y com ercial y relacionada con la plaza
veinte operarios respectivamente; el de Atenas. Es evidente que la igual­
antiguo esclavo Pasión poseía una fá­ dad de trato a los traficantes extranje­
brica de escudos, em pleando unos se­ ros que la nueva jurisdicción m ercantil
senta trabajadores, m ientras que la ateniense aseguraba, estaba d estina­
del meteco Lisias y su herm ano al­ da a facilitar y fom entar su venida
canzaba sin duda la centena. Esta al Pireo.
concentración laboral, sin embargo, Por ser Atenas, com o toda polis
no comportaba una división del tra­ griega, una ciudad de «consum ido­
bajo más acentuada que en la peque­ res», antes que de «productores» (H a-
ña empresa. sebroek), sus autoridades considera­
La aplicación de la fuerza de trab a­ b an com o objetivo político prioritario
jo servil a los dos principales sectores el g arantizar el abastecim iento de
de la vida económica nos enfrenta al m aterias prim as vitales para la super­
problema del número de esclavos en vivencia económ ica y m ilitar de la co­
el Atica durante la época clásica. Las m u n id ad ciudadana. Entre éstas figu­
cifras que se han barajado han sido raba en prim er lugar el cereal, enor­
muy distintas —desde veinte mil a m em ente deficitario en el Atica e
seiscientos mil—, en función del uso im portado sobre todo del Ponto, ade­
que se ha hecho de las fuentes y, n a­ m ás de Egipto y Sicilia; tam bién la
turalmente, de las propias concepcio­ m adera para la industria naval de
nes del especialista actual. N um ero­ guerra, procedente de M acedonia y
sos historiadores, no obstante, se h an Tracia; e incluso esclavos y metales.
inclinado por una cantidad en torno Al igual que en la pasada centuria,
a los cien mil frente a una población A tenas hab ía cedido a la tentación de
Las condiciones de la Polls en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 25

Heracles Epitrapezios. Copia de un original


de Lisipo (Siglo IV a.C.).
Nápoles, Museo Nacional.

satisfacer esta d em anda recurriendo mos económ icos en sí m ism os, com o
a la com pulsión extraeconóm ica del ponen de m anifiesto la teoría aristo­
im perialism o, expediente típico de los télica del valor y, sobre todo, la acti­
estados de la A ntigüedad. Pero la tud «arbitrista» de Jenofonte en sus
guerra de los aliados, prim ero, y dos escritos ya citados. Se trata de un
la aparición de Filipo en el Egeo y la fenóm eno característico de la segun­
P ropóntide, después, hab ían senten­ da m itad de siglo, que discurrió en
ciado este segundo em peño talasocrá- paralelo a la m encionada aparición
tico, y de ahí la necesidad sentida por de los tribunales internacionales de
A tenas de activar la vida com ercial com ercio y al perfeccionam iento de
p or m edio del derecho y no de la ciertos instrum entos jurídicos y m er­
coerción político-m ilitar. cantiles, com o los nuevos acuerdos
La progresiva decadencia m ilitar de asistencia judicial {symbola) y las
de A tenas favoreció igualm ente la instituciones de banca y crédito, a h o ­
ap arició n de un pensam iento preocu­ ra m ás desarrolladas. Esto im plica de
p ad o p o r las cuestiones y m ecanis­ alguna form a que una parte del capi­
26 AkaI Historie del Mundo Antiguo

tal ciudadano —y ya no sólo meteco y vos de alquiler, concesiones m ineras


extranjero—, procedente de los secto­ o talleres. Estas fuentes de riqueza
res agrícola e industrial, conoció una h a n tenido por consecuencia la rees-
nueva orientación inversora y fue co­ tratificación social de la capa alta,
locado en operaciones crediticias y pues si bien algunas de las fortunas
comerciales. Ese mismo cam bio de que se nos m encionan pertenecen a
actitud, si bien m inoritario, explica las viejas fam ilias del Atica, ya co n o ­
también la reactivación de la explota­ cidas en el s. V, otras son de reciente
ción minera de Laurión, arruinada creación. Junto a las m encionadas
con la ocupación de Decelia en la form as de enriquecim iento, h ab ría
fase final de la Guerra del Pelopone- que referirse asim ism o al ejercicio de
so. La nueva puesta en valor de las las magistraturas, en particular al car­
minas fue lenta y concentrada en el go de estratego, y, en general, a la p ro ­
tiempo (350-338), y en la retracción fesión militar. Generales como Conón,
inicial de la iniciativa privada, conce­ Ifícrates, Tim oteo y otros, am asaron
sionaria en este caso del estado, debió sólidas fortunas al servicio de su ciu­
de haber jugado un papel decisivo la dad, en forma de botín, por ej., o al
típica diversión de capitales hacia los servicio de cualquier soberano ex­
gastos «litúrgicos» (coregías, trierar- tranjero, com o sim ples m ercenarios.
quías, hipotrofia, etc.) y de ostenta­ Al m enos en la práctica, así pues, la
ción social. riqueza dejó de ser una función de­
Hay que señalar, sin em bargo, que pendiente de la tierra, con toda la
esta prometedora vía de la econom ía inercia conservadora que ello im pli­
ática pudo haber representado un caba, para convertirse en un valor en
empeño socialmente m inoritario, y sí mismo. La fortuna, valorada ahora
que, en todo caso, se vio seriam ente en unidades m onetarias, y no ya el
obstaculizada por la coyuntura bélica nacim iento, distinguirá al hom bre de
internacional. Por otra parte, no la bien del pueblo llano y m iserable.
hubo de favorecer tam poco la línea Por eso, cuando en el 322 A tenas asis­
de gobierno conservadora seguida tió a un cam bio de régimen hacia la
después de Queronea por Licurgo, oligarquía, el único criterio seguido
personaje que persiguió a la plutocra­ para excluir del cuerpo ciudadano a
cia urbana concesionaria de las m i­ gran parte de la población fueron los
nas y cuya política de rearm e debió ingresos de la persona, con in d ep en ­
de haber descapitalizado algunos sec­ dencia de su origen y naturaleza.
tores, como el comercio exterior. Pero Las nuevas realidades económ icas,
serían, sobre todo, las conquistas de la am pliación de los criterios de divi­
Alejandro, con la am pliación de los sión social y la reestratificación de la
circuitos de cambio y la apertura de capa alta influyeron sin duda en la
los grandes centros m ercantiles de la política interior de Atenas, y concre­
época helenística, los que privaron tam ente en la lucha de facciones y
al Atica y al Pireo de su tradicional sus líderes, pero no alteraron esen­
protagonismo. cialm ente el funcionam iento de la
Las nuevas tendencias económ icas constitución dem ocrática.
se hicieron notar principalm ente en La Ecclesia continuó siendo el ó r­
la composición y reclutam iento de gano soberano del sistem a dem ocrá­
los estratos dirigentes en el s. IV. Las tico restaurado en el 403. En el s. IV
fortunas que las fuentes literarias y las reuniones de la asam blea p o p u lar
epigráficas nos descubren'no están ya adquirieron una periodicidad (cuatro
constituidas exclusivamente por bie­ p o r p ritanía) de la que carecían in i­
nes raíces, sino tam bién por capital cialm ente, y parece ser que sus pode­
mobiliario en dinero, créditos, escla­ res se vieron en general acrecentados
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 27
en detrim ento de la Boulé. No fue in ­ el gran siglo de la oratoria ática y, con
frecuente q u e ja A sam blea sometiese ella, de la profesionalización de la
a su consideración asuntos sin la m o­ política. Si en el s. V los dirigentes de
ción previa del C onsejo {probouleu- la dem ocracia ática, com o Temísto-
m a), y en algún decreto de la época se cles, Efialtes, Pericles o Alcibiades,
h a suprim ido en su encabezam iento basab an su autoridad e influencia so­
toda referencia a dicho órgano, para bre el demos en el ejercicio de una
p resentar al demos com o único res­ m agistratura, norm alm ente la de es­
p onsable de la ley. A su vez, la institu- tratego, en este m om ento eran sim ­
cionalización del misthos ekklesiasti- ples particulares sin ningún cargo p ú ­
kós, o dieta de asistencia a la A sam ­ blico los que d om inaban la escena
blea, contribuyó sin duda a reforzar política ateniense m erced a sus dotes
el carácter popular, u rbano y radical de o rador y a su ascendiente perso­
de este prim er poder de la dem ocra­ nal. Por su parte, la figura del estrate­
cia ateniense, en m enoscabo de la re- go, an tañ o cargada de protagonism o
presentatividad rural. Es evidente que político, vio reducido su papel al de
a los cam pesinos de las circunscrip­ sim ple jefe m ilitar, al de profesional
ciones un poco alejadas no les com ­ puro de la guerra, com o atestiguan
pensaba desplazarse a la ciudad para los casos de Ifícrates, Cares, Focion o
asistir a la A sam blea, con lo que ésta Tim oteo. Su psicología y su com por­
q u edaba en m anos del pueblo m enu­ tam iento supusieron en este sentido
do. Los teóricos de la patrios politeia, una cierta m etam orfosis, que hizo de
por ello m ismo, no cesaron en sus crí­ ellos, al igual que en alguna otra ciu­
ticas a esta institución, denunciando dad, hom bres de espada por encim a
el rum bo errático de su política, la ve­ de todo, con u n a autonom ía de hecho
locidad e ineficacia de su acción le­ frente a las autoridades civiles, una
gislativa y el tono apasionado de sus vinculación muy personal a su tropa,
sesiones. A ristófanes, Isocrátes, Jen o ­ y u n a fácil derivación hacia el merce-
fonte y Aristóteles, entre otros, no vie­ nariado, caso de caer en desgracia
ron en todo ello sino la m ás clara de­ política. La existencia, por un lado,
generación del gobierno popular. de una «clase política», com puesta
En la realidad, sin em bargo, las co­ por los oradores y sicofantas, y la p ro ­
sas no debieron de ser ni tan sim ples fesionalización de los m andos del
ni tan extrem as com o estos autores, ejército, por otra, aten tab an clara­
desde una óptica conservadora, nos m ente contra el espíritu de la polis,
hacen pensar. Sin negar vicios y a b u ­ que veía en el ciudadano un com pen­
sos de la dem ocracia directa, m ás dio de virtudes civiles y militares.
acusados ahora que en la anterior En cuanto a la Boulé, a la que veía­
centuria, el hecho es que en el cam po mos ceder cierta iniciativa legislativa
legislativo, por ej., el trabajo de revi­ en beneficio de la Ecclesia, parece que
sión realizado a lo largo de todo el si­ sufrió tam bién im portantes am p u ta­
glo por el consejo de los nom otetas ciones en sus prerrogativas judiciales
debió de ir paliando, m al que bien, a favor de la Heliaía, según nos infor­
las deficiencias del sistem a, m ientras m a Aristóteles en la Athenaion Politeia
que en la dirección política del estado (XLV), tanto en los casos de pena ca­
las grandes figuras, oradores y gene­ pital y privación de libertad, com o en
rales, supieron im poner m uchas ve­ los de sim ple multa. Por contra, el
ces sus criterios frente a la versatili­ C onsejo conoció la incorporación de
dad de la masa. nuevas funciones adm inistrativas, de
D esde C alístrato y Aristofón hasta carácter em inentem ente técnico y de­
D em óstencs e Isócrates, p asando por sarrolladas en su seno por diversas
Lisias, Esquines y A ndócides, fue éste com isiones especializadas. C o n tra­
2g Akal Historia del Mundo Antiguo
----------------------------------------------------------- ------------------------------------- ?-------
riam ente a la participación en la misthos heliastikós. R etribución y polí­
A sam blea, lo absorbente y dilatado tica —las tareas técnicas quedaban
del cargo de bulenta, la naturaleza en m anos de los m agistrados encar­
apolítica y especializada de su tra b a ­ gados de instruir y presidir el proce­
jo y, sobre todo, la com petencia y res­ so— eran, así pues, las razones que
po n sab ilid ad aparejadas a la fun­ llevaron a los estratos bajos de la ciu­
ción, debieron de h acer poco apete­ d ad an ía a interesarse por el cargo de
cible este órgano de gobierno para heliasta y a copar gran parte de los
gran parte del pueblo llano. Por todo puestos de juez.
ello, y pese a la existencia tam bién de Leyendo las fuentes de la época, y
un misthos bouleutikós, la com posi­ en este caso tanto las de m atiz conser­
ción del C onsejo fue probablem ente vador (Aristóteles) com o las afines al
de extracción social acom odada, a régim en (Lisias, Dem óstenes), se ob­
base de personas de edad m adura tiene la im presión de que la parciali­
—p or encim a de los treinta años, se­ dad y la corrupción no eran m oneda
gún la ley—, y m ás insensibles a la infrecuente en la práctica judicial ate­
dem agogia asam blearia. De ahí la niense, hechos que deben ser atribui­
com plicidad, más o m enos tácita, de dos a la pobreza y a la ideología radi­
la Boulé con las revoluciones oligár­ cal de los heliastas. La independencia
quicas de fines del s. V, y de ahí tam ­ del poder judicial era u n principio
bién la vigilancia a que se som etió com pletam ente extraño al p en sa­
posteriorm ente a este órgano de go­ m iento político griego, y en el caso
bierno, así com o el recorte de com pe­ ateniense ello fue así tanto desde el
tencias a que hem os aludido. Ello no punto de vista form al com o m aterial.
obstante, es obvio que por la índole N o podem os olvidar que era la m is­
de sus funciones el C onsejo siguió ma persona que se sentaba com o juez
en carn an d o la continuidad, eficacia en los dikasteria la que después acu­
ejecutiva y m adurez de la dem ocracia día a la asam blea para expresar su
ática frente a la inestabilidad y rad i­ opinión y em itir su voto en los asu n ­
calism o de la asam blea prim aria de tos m ás controvertidos y delicados;
los ciudadanos. por otra parte, el salario de los helias­
E n cuanto al tribunal p o p u lar de la tas procedía no sólo de las consigna­
Helioía, siguió siendo, con la A sam ­ ciones judiciales, sino tam bién de las
blea y el Consejo, el otro gran pilar m ultas y confiscaciones im puestas por
del régim en dem ocrático ateniense. ellos mismos. Sin llegar a ser una ju s­
El desarrollo de la soberanía popular, ticia de clase, el tribunal de la Heliaía
en m ateria judicial, en efecto, estaba constituyó sin duda un poderoso ins­
íntim am ente unido a la consolida­ trum ento de control y presión políti­
ción de la dem ocracia, tanto m ás cos en m anos del demos.
cuanto que las com petencias de este El Areópago, en fin, muy dism inui­
órgano desbordaban am pliam ente el do en sus poderes desde la reform a de
cam po de derecho privado y público Efialtcs (462/1), se m antuvo com o ó r­
en sentido estricto para ab arcar igual­ gano de prestigio y depositario de una
m ente todo tipo de causas políticas. autoridad m oral m ás que real, capaz
El Areópago, prim ero, y la Boulé, des­ de actuar en algún trance de agita­
pués, h ab ían sido las instituciones a ción política interna com o instancia
costa de las cuales había ido a m ­ m oderadora y arbitral.
p lian d o su jurisdicción la Heliaía. En De entre los cargos públicos, ade­
el s. IV cualquier ciudadano m ayor m ás de la estrategia, que retuvo y
de treinta años podía ser sacado a potenció su carácter m ilitar, cabría
sorteo com o m iem bro de un ju rad o y señalar la destacada im portancia a d ­
percibir p o r cada sesión judicial el quirida, sobre todo en la segunda mi-
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 29

4
>

Estela funeraria ática


(En torno al 400 a. C.)
Museo Nacional de Atenas
30 Akal Historia del Mundo Antiguo

tad de siglo, p or las m agistraturas fi­ kón ), restablecido en 394, y los dem ás
nancieras: presidencia del Theorikón, epígrafes de la política social en pro
gestión de los fondos de la caja de de los ciudadanos huérfanos, viudas
guerra (stratiotika), tesorería de la ad ­ y ancianos. El estado ateniense no
m inistración ((dioikesis), etc. El a b a n ­ supo poner en práctica u n a política
dono progresivo de sus funciones ad ­ financiera coherente con la que equi­
m inistrativas p or los generales dejó la lib rar sus egresos, y recurrió al prim i­
gestión del erario público en otras tivo expediente de las contribuciones
m anos, y con ella una responsabili­ litúrgicas y de la eisphora, im puesto
dad política que ocuparía el lugar directo sobre el capital que se recau­
central de las preocupaciones ate­ dab a en tiem pos de guerra.
nienses. Este cam bio de acento en el La reform a de la eisphora fue em ­
ejercicio del poder, así com o la ya co­ pren d id a por C alístrato de A fidna en
m entada separación de funciones ci­ el 378: para facilitar la recaudación
viles y m ilitares, nos rem iten a un del im puesto los contribuyentes eran
problem a consustancial a la crisis de repartidos en cien symmorías, cada
la polis ateniense, y en el que en defi­ u n a de las cuales representaba la m is­
nitiva se evidencian todas las debili­ m a fracción del capital im ponible y
dades y contradicciones de su consti­ agrupaba a un m ism o núm ero de ciu­
tución político-social y económ ica. dadanos. El sistem a fue com pletado
La derrota de A tenas en la G uerra en el 362 con la creación de la proeisp-
del Peloponeso h ab ría dejado las ar­ hora: en el seno de cada symmoría los
cas del estado vacías y privado a la tres ciudadanos m ás ricos debían
ciu d ad de su im perio m arítim o, una ad e la n tar la totalidad de la sum a de­
fuente regular de ingresos fiscales y bida p o r su unidad contributiva, que­
de beneficios com erciales. Esta había d an d o a su cargo la recolección pos­
sido la base m aterial de la dem ocra­ terior del im puesto. F inalm ente, la
cia periclea, con toda su estabilidad ley de Periandro (357), prom ulgada al
política y sus brillantes logros cultu­ m ultiplicarse las necesidades m ilita­
rales. Privada de la arché ático-délica res con la guerra de los aliados, exten­
y h u n d id a la producción m inera de dió el nuevo sistem a a la trierarquía:
L aurión, A tenas debió de afrontar fueron creadas veinte symmorías trie-
gravísimos problem as financieros, que rárquicas, que agrupaban a los ciu d a­
no d ejarían ya de agravarse con su danos m ás pudientes, y cada una de
rearm e y reaparición en la escena po­ ellas debía hacerse cargo del eq u ip a­
lítica internacional a p artir de la m iento de un determ inado núm ero
G u erra de C orinto. La continuación de naves de guerra. La nueva legisla­
de los conflictos arm ados a lo largo ción, m ás exigente, pero tam bién m ás
de toda la centuria, la necesidad de contestable en su justa aplicación,
eq u ip ar ilota tras flota, la renuncia acabó por suscitar la violenta oposi­
del ciu d ad an o hoplita a prestar servi­ ción de los contribuyentes m ás afec­
cio m ilitar y el recurso cada vez más tados en la asam blea y los tribunales
norm al al m ercenariado, iban a abrir (procesos de antidosis, por ej.), así
un continuo chorro de gastos para el com o la ocultación de fortunas. El es­
tesoro. Pese a estas necesidades, el fuerzo bélico del 357-55 y el h u n d i­
gasto público no sólo no se contuvo, m iento de la Segunda Liga M arítim a
sino que no cesó de aum entar desde pusieron de m anifiesto las insuficien­
la institución del misthos ^ekklesiasti- cias de la política fiscal, y A tenas, con
kós en el 399, y con la continua subi­ grandes pérdidas en hom bres y n a ­
da de los restantes sueldos del estado, ves, hubo de hacer frente a una b a n ­
con el crecim iento del presupuesto carrota que la obligó a suspender m o­
para el fondo de espectáculos (Theori­ m entáneam ente los distintos pagos
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 31

de la misthophoría. C on otros protago­ adelante, sino que daba un paso h a ­


nistas, com o Eubulo, D em óstenes o cia atrás: era el divorcio de lo político
Licurgo, y otras tentativas de arreglo, y lo m ilitar, de lo público y lo priva­
com o la institución de u n a caja de do, de las clases altas y las bajas, de la
guerra en 349/8, la aplicación p erm a­ filosofía y la praxis política... Extravío
nente de la eisphora a p artir del 346 o general de la polis.
la transferencia final de los fondos
del Theorikón a la caja m ilitar, el fra­
caso de la política financiera se repe­
tiría hasta el colapso de la polis en 2. Esparta:
Q ueronea (338) y Am orgo (322). la descomposición de la
En otras condiciones sociales y bajo comunidad de los iguales
otros presupuestos políticos, se h a ­
bría podido d ar u n a solución a los En m ayor m edida aún que Atenas, la
problem as financieros del s. IV favo­ ciudad del Eurotas no conoció cam ­
reciendo toda iniciativa inversora y bios relevantes en su constitución po­
productiva —en la m inería, en la in ­ lítica que hayan pervivido en las fuen­
dustria y el com ercio—, econom izan­ tes. Sólo merecería destacarse el nuevo
do al m áxim o los esfuerzos bélicos, y papel desem peñado desde la guerra
atacan d o al exclusivism o de la polis decélica (414/13-404) hasta el fin de la
m ediante u n a reform a fiscal en pro­ preponderancia espartana (371) por
fundidad, una política generosa de la navarquía y el cargo de harm osta.
integración de los grupos sociales La prim era era una magistratura anual
m arginados en la ciu dadanía (mete- que confería el m ando de las fuerzas
eos, aliados, etc.), y m ediante un ata­ n av ales lace d em o n ias, y e v e n tu a l­
que frontal a la m entalidad consum i­ m ente de todas las flotas aliadas bajo
dora y rentista del ciu dadano griego. la hegem onía espartana, a una sola
Pero eso significaba acabar con la en ­ persona, lo que convertía a estos al­
traña m ism a de la polis, y Atenas, fiel m irantes en u n a auténtica fuerza p o ­
a su condición de tal hasta su últim o lítica dentro del estado lacedem onio.
aliento, no dio ese paso hacia ad e la n ­ C om o en el caso de los caudillos car­
te y fue in cap az de superar los retos tagineses, la lejanía de los escenarios
p lan tead o s por las difíciles circuns­ bélicos y la inevitable prolongación
tancias de este siglo. Dem óstenes, de las c a m p a ñ a s m ilitares p o d ía n
desde la trib u n a de oradores, no se convertir a los navarcas en jefes m ili­
cansaría de exhortar a sus co nciuda­ tares de gran in d ep en d e n cia en el
danos a la concordia y al patriotism o, obrar, lo que era susceptible de origi­
atacando al egoísmo de los ricos y al n ar conflictos con las otras dos ins­
parasitism o social de los pobres: «no­ tancias del poder ejecutivo, el eforado
sotros —dirá en el 342 ante una nue­ y la diarquía. U n titular de este cargo
va am en aza de F ilipo— ni querem os capaz y am bicioso era candidato se­
ap o rtar dinero al erario público para guro al recelo, la envidia y, finalm en­
la guerra, ni salir en cam paña m ilitar te, a la defenestración política; tal h a ­
nosotros m ismos, ni somos capaces bía sido el caso de P ausanias a raíz
de abstenernos de los fondos públi­ de su actuación al frente de la arm a­
cos...» (VIII 21). M ientras tanto Dio- da helénica tras la batalla de M icala
pites se batía en el frente vital del He- (479). E n ejem plos com o éste, y espe­
lesponto al frente de un ejército de cialm ente en el de Lisandro, debía de
m ercenarios, obligado, com o otros estar pensando Aristóteles para escri­
generales atenienses, a obtener subsi­ bir que esta m agistratura llegó a cons­
dios de cu alq u ier m anera para sobre­ titu ir « u n a segunda realeza» (Pol.
vivir. A tenas no sólo no salía hacia II 9,33).
32 Akal Historia del Mundo Antiguo

L isandro, en efecto, había sido na- nación espartana en el Egeo, eligien­


varea en el 408/7, pero de hecho se do decarquías y harm ostas, hicieron
h abía m antenido com o jefe de la flo­ de su persona el hom bre más podero­
ta p e lo p o n e sia en los añ o s s u b s i­ so del m om ento, «el m onarca no co­
guientes, hasta cosechar su m ás reso­ ronado de la Hélade», en expresión
nante triunfo en Egospótam os (405). de E duard Meyer. Tal debió de ser su
Sus espléndidas relaciones con Persia aureola que este personaje se vio co n ­
g racias a su am istad p erso n al con vertido en el prim er griego a quien se
C iro El Joven, herm ano del G ran Rey, le tributó culto ya en vida: el gobierno
su decisiva intervención en la rendi­ oligárquico de Sam os levantó un al­
ción de A tenas y la instauración de tar a su persona, instituyó u n a fiesta
Los Treinta T iranos, y, sobre todo, su en su nom bre y envió u n a estatua
papel de gran arquitecto de la dom i- suya a Olim pia.
•Una posición tan encum brada, pero
Estatua de Higieya, del tem plo de Asclepio tam bién una concepción tan abierta­
en Epidauro (Hacia el 380 a.C.). m ente im perialista de la política exte­
Museo Nacional de Atenas.
rior espartana, no tard aro n en susci­
tar la reacción de la facción contraria,
e n c a b e z a d a p o r el rey P a u s a n ia s
(408-395/4), toda vez que Agis II (427/
6-400), el E uripóntida rival del Agía-
da, estaba a bien con el ex-navarca.
C on su intervención m ilitar en el A ti­
ca y su papel arbitral en la reconcilia­
ción ciudadana (403), Pausanias frustró
los planes de L isandro de restablecer
al gobierno títere de Los Treinta y
propició un cam bio de formas en la
política egea, que se tradujo, al igual
que en Atenas, en la retirada de las
decarquías y en un m ayor m argen a
la au to n o m ía local (P. Funke). En
realidad, no había ninguna novedad
en la actuación de este rey: ya antes
H e to e m á rid a s, al c o m ie n z o de la
P entecontecia, y m ás sig n ificativ a­
m ente, su padre P listoanacte (en 446
y en 421), entre otros, h ab ían venido
abogando por una aplicación conser­
vadora del im perialism o espartano,
por una política de coexistencia con
A tenas y de repliegue peloponesio.
Pero la pugna entre las dos faccio­
nes se resolvería en favor de los « h al­
cones». Poco m ás tarde, en el 400, Li-
sandro hacía prevalecer su criterio en
un asunto de trascendental im p o rtan ­
cia para el futuro de E sparta: a la
m uerte de Agis se im puso la ca n d id a­
tura de su herm ano, Agesilao II (400-
361/0), y no la de su hijo Leotíquidas,
quizá m ás proclive a la línea de Pau-
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 33

Relieve con representación de Asclepio,


procedente del templo de Epidauro.
(Hacia el 380 a.C.).
Museo Nacional de Atenas.

sanias. Tras la m uerte de L isandro atenienses, sino a Tebas, su constante


ante H aliarto (395) y el subsiguiente obsesión probablem ente ya a partir
exilio de P a u sa n ia s, c o n d e n a d o a del 394.
m uerte por negligencia en esa cam p a­ Junto a la navarquía, esa política
ña, Agesilao pasó a ser sin discusión im perialista en Grecia y el Egeo tuvo
«el hom bre m ás poderoso de su ciu­ su m ás firme puntual en el sistem a de
dad», en p alabras de su ferviente ad- harmostas. Originariamente, éstos eran
m irad ó r Jenofonte (Ages. VII 2), y su sim ples funcionarios esp artan o s al
figura qu ed aría co n sustancialm ente frente de una guarnición en puntos
ligada al destino de su patria hasta su clave del territo rio p erieco con el
m uerte al final de los sesenta. En p o ­ nom bram iento de los éforos. D urante
lítica exterior fue el heredero de Li­ la G u e rra del P eloponeso, y sobre
sandro, si bien com o representante de todo en su fase decélica (414/13-404),
otra generación y otra época, no se le los harm ostas se em plearon allende
conoció un a especial hostilidad a los Lacedem onia com o auténticos gober-
34 Akal Historia del Mundo Antiguo

nad o res m ilitares colocados en las loponesas con el consentim iento de


ciudades bajo la férula de E sparta y su jefe (399). Los casos célebres de Fé­
ap licad o s a un a estrecha co lab o ra­ bidas (382) y Esfodrias (378), ac tu a n ­
ción con los gobernantes locales im ­ do p o r su cuenta y violando los tra ta ­
puestos, las decarquías. Se conoce un dos de paz con Tebas y, Atenas, son
total de treinta y ocho personas que suficientem ente conocidos para ser
ejercieron de harm ostas hasta el co­ otra vez com entados. Y, p o r otra p a r­
lapso final del sistem a hegem ónico te, esos hom bres, acostu m b rad o s a
esp artan o en los años setenta. M u ­ un a rígida y prim itiva educación en
chos de ellos se vieron confirm ados su patria, sucum bían fácilm ente a los
en el cargo en años sucesivos, aunque atractivos de la vida exterior, hasta el
cam b ian d o norm alm ente de destino, pun to de que la venalidad y codicia
e incluso teniendo bajo su ju risd ic­ de los funcionarios lacedem onios se
ción a regiones enteras, com o A lca­ hicieron proverbiales en toda Grecia.
m enes (Eubea y Lesbos, 413/12), Ti- Procesos com o los que bajo esos car­
brón (Jonia, 400/399), Dercílidas (Jonia, gos les fueron incoados a Tórax y Gi-
399-7), E stenelao (Bosforo, 405), Eteó- lipo pueden sacarse aquí a coloca­
nico (Tracia, 405), C inisco (Q uersone- ción exempli causa.
so Tracio, 400), etc. Pero no fueron los efectos deleté­
O bjetivo p rioritario de estos fu n ­ reos del im perio allende el Pelopone-
cionarios bajo control eforal era sos­ so —las nuevas riquezas h ab ría n co­
tener a las oligarquías cerradas del rrom pido la pureza de las costum bres
país en cuestión, y atajar por las ar­ prim itivas de Licurgo, según u n a opi­
m as cu alq u ier conato de restauración nión contem poránea que después apli­
d em ocrática p or el pueblo, para lo cará Salustio a la crisis de la R epúbli­
cual ten ían a sus órdenes a u n a tropa ca ro m an a—, com o tam poco consti­
mixta, norm alm ente com puesta de ex- tuyeron las tensiones propias de la
hilotas, periecos y/o m ercenarios. La lucha faccional interna las causas que
recaudación de tributos era otro de llevaron a la decadencia de esta polis
sus com etidos im portantes, si se que­ por dos siglos hegem ónica. Ni siquie­
ría m an ten er todo el nuevo desplie­ ra puede atribuirse a las pérdidas h u ­
gue m ilitar en el exterior. C om o casos m anas de Leuctra y a la subsiguiente
célebres de colaboración entre lace- liberación de M esenia el h u n d im ie n ­
d em onios y aristócratas locales p o ­ to de Esparta. Estos hechos fueron
dríam os citar los de C alibio en Ate­ únicam ente el golpe de gracia sobre
nas con el gobierno de Los Treinta un cuerpo social ya gravem ente en ­
T iranos (404-3), Lisandro en Bizan- fermo. Tam bién el sistem a de dom i­
cio (396), o Fébidas en Tebas, con la nación espartano hab ía conseguido
autarq u ía de L eontíadas (382). controlar, mal que bien, la contradic­
Los problem as que le sobrevinie­ ción social dom inante —quizá la m ás
ron a E sparta com o consecuencia de ag u d a y p o la riz a d a de la an tig u a
la actuación de los harm ostas en el G recia—, la existente entre los siervos
exterior fueron graves y repetidos. Se del estado (hilotas y m esenios) y los
p lanteaba, p o r una parte, la difícil ta ­ ciu dadanos de pleno derecho o es-
rea de controlar su gestión, huidiza y partiatas (los homoioi).
casi siem pre prepotente, lo que d a ñ a ­ Era en concreto la com unidad de
ba la im agen de esta ciudad en el los Iguales la que arrastraba u n a cri­
exterior. Ya T ib ró n h ubo de ser p ro ­ sis dem ográfica ya perceptible d u ra n ­
cesado y desterrado a resultas de las te la G uerra del Peloponeso con oca­
acusaciones de los aliados griegos de sión del episodio de Pilos y Esfacteria
Asia M enor, que veían saquear sus (425). Según los cálculos m ás po n d e­
bienes y haciendas por las tropas pe- rados, y con todas las reservas que las
Las condiciones de ¡a Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 35

estadísticas antiguas nos m erezcan, La subversión de las condiciones


en tiem pos de la segunda guerra m é­ económ icas tradicionales explica, por
dica el total de espartiatas adultos po­ ej., la aparición de bolsas de riqueza
dría ascender a uno ocho m il (cinco en tre el estrato arte san al y co m er­
mil com batientes en Platea), para si­ ciante de los periecos, cada vez m ás
tuarse en no m ás de cuatro mil al es­ integrados a las tareas de defensa e
tallar la G u erra del Peloponeso (unos incluso de adm inistración, a tal p u n ­
dos mil quinientos reclutados el 418 to que. algunos de ellos m erecían a
en M antinea), h asta quedar solam en­ juicio de Jenofonte el distinguido ape­
te en mil doscientos ciudadanos en el lativo de kaloi kagathoi (Hell. V 3,9).
371 (novecientos com batientes, y sete­ Al m ism o tiem po, debió de hacer más
cientos movilizados en Leuctra). Com o acusada la segregación de ese círculo
se h a señalado, d ado que una com u­ preexistente de «fam ilias privilegia­
n idad en condiciones norm ales se re­ das» (Chrim es), que controlaban los
c u p e ra rá p id a m e n te de terrem otos asuntos de la gerousía, incluso ejer­
com o el del 465, epidem ias y guerras, cían cierto p atro n a zg o sobre otros
y puesto que la pérdida de M esenia se sectores, y que sin duda fueron las
produjo con posterioridad al 371, las nutridoras de esa sorprendente, por
razones de esta reducción tan p o rten ­ extensa, lista de olim piónicos espar­
tosa en el censo ciu dadano h an de tanos entre 548 y 368 en la prueba
buscarse en las peculiaridades estruc­ aristocrática por excelencia, la carre­
turales de la constitución socio-eco­ ra de carros. Se trata, adem ás, de un
nóm ica de Esparta. hecho sin parangón en otras poleis
E n prim er lugar, el lote inalienable griegas y, significativam ente, en abier­
de tierra cedido p or el estado al es- to contraste con los triunfos de sus
partiata en usufructo (kleros), y que predecesores entre el 720-552, obteni­
en un principio le perm itía aportar su dos en las m odalidades de atletism o
cuota en especie al rancho obligato­ (M oretti).
rio (syssition), debió de hacerse insufi­ E n este co n tex to de e m p o b re c i­
ciente con el paso de la época arcaica m iento y degradación social progresi­
y el enrarecim iento, aun aquí inevita­ vos de ciertos sectores de la población
ble, de la vida. Es posible que a co­ ciu d ad an a encuentra su razón de ser
m ienzos del s. IV este fundo resultase la conspiración de C inadón, acaecida
ya casi irrelevante para m antener el el año 399 y atajada a tiem po por los
status de guerrero y que ju n to a él h u ­ éforos. El m ovim iento debía hacerse
biesen surgido otras fuentes de ingre­ eco concretam ente de las reivindica­
sos com plem entarias, básicam ente en ciones igualitaristas de los hypomeio-
form a de p ro piedad privada de la tie­ nes («los in ferio res» o e sp a rta n o s
rra. Incuestionablem ente, este proceso libres desposeídos de los derechos p o ­
debió verse acelerado por la d in ám i­ líticos p o r insolvencia económ ica),
ca de la política exterior y su corola­ aunque quizá tam bién de otros gru­
rio natu ral de venalidad, afán de lu ­ pos sem iem ancipados com o los neo-
cro, circulación de m oneda y creación damodeis y los mothakes. El peligro que
de im portantes fortunas. Inversión en en trañ ab a esta revuelta se pone de re­
el suelo patrio, consiguiente concen­ lieve por el hecho de que los co n ju ra­
tración de la tierra —favorecida ade­ dos no renunciaban a unir a su causa
m ás p o r el derecho de herencia—, y, a periecos e hilotas. C onatos de este
sobre todo, desigualdades notorias en tipo se repetirían en el 370/69, según
el seno de la capa dirigente de los ho- nos inform a P lutarco (Ages. XXXII
m oioi, fueron el resultado final del 6-11), aprovechando la difícil situa­
q ue A ristóteles es testim o n io b ien ción creada por la invasión tebana de
elocuente (vid. texto). Laconia, si bien parece que en tales
36 Akai Historia del Mundo Antiguo

ocasiones la agitación procedía del Iguales contribuyó a su extinción. Las


propio cuerpo ciudadano. razones de esta tendencia hay que
U n segundo factor en la descom po­ buscarlas sim plem ente en la ya co­
sición de la capa dom inante fue sin m entada insuficiencia del kleros para
duda la falta de m ovilidad social y el subvenir a las crecientes necesidades
carácter de casta cerrada de los ho- m ateriales del guerrero y en la im po­
moioi, lo que hizo im posible toda re­ sibilidad para una pareja prolífica de
generación interna. Expedientes como m antener el nivel de vida apetecido.
el de in corporar a los periecos a la S olución típica de una aristocracia
m ilicia o a las funciones secundarias ce rra d a o de u n a c o m u n id ad m uy

Esquipo beocio. Representa una escena


mistérica relacionada con el culto a Cabiros
(Fines del siglo V-comienzos del siglo IV).
Museo Nacional de Atenas.

de la adm inistración, o el de asociar a acom odada, los espartiatas cesaron


bastardos e hijos de hilotas como com ­ poco a poco de reproducirse. La legis­
pañeros de los jóvenes espartanos en lación del s. IV intentaría en vano re­
la agogé (los mothakes), no resolvían m ediar el mal incentivando los naci­
el problem a de fondo y .sólo en m uy mientos: el padre de tres hijos quedaba
contados casos se traducían en ascen­ exento de salir en cam paña, y el de
so al círculo superior. cuatro veíase libre de contribuciones.
Por últim o, es evidente que el des­ Tenida cuenta de todo ello, no sería
censo en la tasa de natalidad de los tan inexacto afirm ar que la batalla de
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 37
38 Akai Historia del Mundo Antiguo

Leuctra, sobre el triunfo de E pam i­ m ento de sus victorias a lo largo de


nondas y su fam osa form ación obli­ los sesenta, y u n ir así a u n país que
cua, fue tam bién el fracaso de todo p o r etnia, dialecto, cultos y, en defini­
un sistema social que, m erm ado de tiva, historia, se sentía heredero de un
fuerzas, sólo consiguió colocar a sete­ m ism o pasado. La propaganda teba-
cientos espartiatas contra los cinco na supo en arb o lar la ban d era del p a ­
mil o seis mil guerreros que la sola Te­ triotism o y de la independencia beocia
bas habría alineado en el cam po de frente al yugo extranjero, lacedem o-
com bate. Por esa m ism a oligantropía nio, ganándose a las poleis m enores
—y no ya por una sim ple derrota— se com o L ebadea, C o ro n ea , H aliarto ,
hicieron tam bién irreversibles la in ­ Q ueronea, Sifas, etc., y venciendo la
dependencia de M esenia, con todo su obstinada oposición de sus tres g ran ­
capital agrícola y hum ano, y el h u n ­ des rivales: O rcóm eno, Tespias y P la­
dim iento de Esparta a potencia de se­ tea, o lig árq u ica s y p ro lac o n ias. El
gunda fila a partir del 371. N ada m e­ id eal d em o crático de gobierno, en
jo r para calibrar el tono de los nuevos efecto, fue el otro elem ento de identi­
tiem pos que el curso futuro de su p o ­ d ad frente a E sp a rta , e in sp iró la
lítica exterior: el an taño todopodero­ constitución del tercer koinón en la
so rey Agesilao com batiría en Asia historia del país.
M enor en el 365 y cuatro años des­ C arecem os prácticam ente de infor­
pués al servicio de un rey bárbaro, m ación sobre el reparto e integración
como si de un «condotiero helenísti­ de las ciudades beocias en el nuevo
co» se tratase (Beloch). Tam bién acu­ estado federal. Sólo nos consta que de
ciado por las dificultades financieras los once distritos de la anterior C o n ­
de la patria, su hijo y sucesor, Arquí- federación, la disuelta en 387 por la
dam o III, se p ondría al frente de otro Paz del Rey, los cuatro co rresp o n ­
ejército de m ercenarios, en C reta p ri­ dientes a O rcóm eno y Tespias fueron
m ero y en el sur de Italia, al servicio suprim idos en castigo por su actitud
de Tarento, después. Aislada y dom i­ rebelde, m ientras que los dos de P la ­
nada por un vano orgullo en su deca­ tea, tras su destrucción, fueron ab so r­
dencia, E sparta vería caer a su rey bidos por Tebas, con lo que ésta aca­
A rquídam o luchando contra unas os­ p arab a la m ayoría: cuatro unidades
curas tribus de lucanios y m esapios adm inistrativas (dos propias m ás las
precisam ente en el m om ento en que dos de Platea) sobre un total reducido
los otros griegos p erdían la au to n o ­ ahora a siete, e idéndica representa­
m ía en Queronea (338). ción en el colegio de los beotarcas
—pues cada distrito elegía a uno de
estos m agistrados.
3. Tebas: el triunfo del A la cabeza del estado federal beo­
federalismo cio figuraba un arconte epónim o, car­
go representativo y honorífico, cuyo
Tebas fue sin duda la tercera gran ac~ titu la r d a b a n o m b re al añ o , ten ía
tora de la vida internacional en el s. ciertas atribuciones sacerdotales en
IV, la ciudad que term inó con el m ito los cultos com unes y sim bolizaba, en
de la invencibilidad espartana, y cuya definitiva, la u n id ad política del país.
hegem onía cubrió el últim o capítulo Era en cierta m edida u n a im itación
de la historia política de las ciudades de su hom ónim o ateniense.
griegas antes de la aparición en esce­ El colegio de los siete b eotarcas
na de Filipo de M acedonia. En el año constituía sin duda alguna el p rin ci­
375/4 esta polis h abía conseguido re­ pal órgano de la C onfederación, y a él
co n stru ir la C o n fed eración B eocia se vinculan los grandes nom bres de
bajo su liderazgo, la que sería instru­ la política tebana del m om ento: Epa-
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 39

m inondas, Pelópidas, G órgidas, C a­ una alianza con el regente Tolomeo


rón, M elón, Dam óclidas, etc. Antiguos (368). Esta libertad de acción resulta­
m iem bros de la facción de Ism enias b a in e v ita b le , d esp u é s de to d o , y
los unos, sim ples patriotas y enem i­ la asamblea federal hubo de ratificar la
gos de E sparta los otros, cam aradas y victoriosa política de hechos consu­
am igos (philoi), todos ellos desem pe­ m ados presentada por am bos h o m ­
ñ aría n un papel clave en la tram a que bres. Al térm ino de sus m agistraturas
culm inó con la liberación de la C ad ­ debían deponer el cargo, so pena de
m ea y la instauración de un gobierno m uerte caso de retenerlo, y som eterse
dem ocrático en Tebas a finales del a la rendición de cuentas (euthynai),
379. E spléndidos m ilitares y estrate­ conform e a u n procedim iento em i­
gas, au n q u e tam bién guerreros ebrios nentem ente dem ocrático, vigente en
de gloria, fueron ellos los que pusie­ Atenas, y que tam bién se atestigua en
ron a pu n to al ejército tebano-beocio la C o n fed eració n A rcadia. D e este
en los duros com bates de los años se­ instrum ento legal se valdría M enecli-
tenta, y los que vieron unidas sus vi­ das, enem igo personal de E p am in o n ­
das en la h o ra dram ática de Leuctra. das y Pelópidas, para incoar proceso
La beotarquía estaba form ada por contra am bos y sus colegas en la p ri­
representantes de los siete distritos fe­ m avera del 369.
derales: en consonancia con su posi­ Este activísim o papel en el exterior
ción rectora, Tebas tenía asignados se reforzaba adem ás por el hecho de
cuatro beotarcas por sus cuatro distri­ que la constitución beocia, a im ita­
tos. C o nstituían ante todo la m agis­ ción tam bién de la ateniense, entrega­
tratura ejecutiva federal, pues a ellos ba al generalato la función probuléu-
se confiaba el m ando del ejército beo­ tica cara a la asam blea federal. Al
d o y la planificación de las operacio­ colegio de los siete beotarcas, en efec­
nes m ilitares, que acordaban p o r vo­ to, correspondía la iniciativa en el te­
tación y de las que luego respondían rreno legislativo, judicial y diplom áti­
colegiadam ente. E n este terreno, la co, si b ien no co m p letam en te, los
fuerte p ersonalidad de E pam inondas tem as a posterior debate en el órgano
y G órgidas consiguió im ponerse por prim ario.
lo general sobre el resto de sus cole­ La diferencia m ás significativa en ­
gas, com o dem uestran la batalla de tre la nueva C onfederación y la últi­
L euctra y las diversas cam pañas pe- m a disuelta por la Paz del Rey (386)
loponesias y tesalias. Su condición de consistía en el carácter prim ario y no
jefes del ejército confería a los beotar­ representativo de la asam blea federal,
cas un enorm e protagonism o en el integrada ahora por todos los ciuda­
juego diplom ático y en la form ula­ danos del estado beocio. La dem ocra­
ción de la política exterior beocia, de cia, así pues, fue la form a de gobierno
la que los dos citados caudillos fue­ que se trasplantó de la ciudad de Te­
ron principales artífices. Sin autori­ bas a la constitución federal, sin que
zación previa de la asam blea federal, tengam os noticia de restricción censi-
p o r ej., E p am in o n d as dictó los térm i­ taria alguna. Por su condición de ca­
nos de la alianza con Sición y Pelene pital y sede de la asam blea beocia,
en 369 y con el Koinón aqueo en 366; por la fácil asistencia de su nutrida
ya antes, en su prim era cam paña pe- población y en definitiva por el papel
loponesia (370/69), había em prendi­ jugado en la reconstrucción del Koi­
do p or su cuenta y riesgo la invasión nón, Tebas fue sin duda la ciudad que
de L aconia y operado la in d ep en d en ­ llevó la voz cantante en la política fe­
cia del estado mesenio. O tro tanto ca­ deral. Com o órgano plenario y sobe­
bría decir de Pelópidas en Tesalia y rano que era, la asam blea tenía la
M acedonia, país en donde concluyó últim a palab ra en cualquier acción
40 Akal Historia del Mundo Antiguo

Relieve funerario de Oropo


(Hacia el 400 a. C.)
Museo Nacional de Atenas

legislativa, judicial y diplom ática de m ás im portantes anim adores y per­


interés federal, si bien delegaba la dió el aliento inicial que le había dado
m ayor parte de las causas políticas, vida en el exterior. A pesar de que
que eran básicam ente de su com pe­ pervivió com o poder de prim era fila
tencia, a los tribunales constituidos al hasta la batalla de Q ueronea, a resul­
efecto. Estos ju rad o s populares eran tas de la cual sería disuelta por Filipo
sacados probablem ente a sorteo entre de M acedonia, ya no pudo conservar
el conjunto del cuerpo ciudadano beo­ la hegem onía que había disfrutado
d o y estaban com puestos por varios p o r espacio de una década. El p o r­
cientos de personas. A nte ellos defen­ qué de la fugacidad de la p reponde­
dieron con éxito sus casos E p am i­ rancia tebana sigue siendo en gran
nondas, Pelópidas y los restantes beo- m edida un enigm a a resolver, toda
tarcas que en el 370/69 retuvieron vez que la desaparición de ciertas in ­
ilegalm ente sus cargos con el objeto dividualidades no puede explicarlo
de atacar a Esparta, y tam bién ante todo. En este caso, cualquier intento
estos jurados se veían los recursos de de referir el problem a de fondo a las
inconstitucionalidad (graphe parano- condiciones internas tropieza con nues­
mon). Ni qué decir tiene que en todo tro radical desconocim iento sobre la
ello el gobierno federal beocio se ins­ constitución social y el poderío de­
piraba en la práctica constitucional m ográfico y económ ico beodos. Sea
ateniense, a cuyo conocim iento h a ­ com o fuere, la crisis que veíam os h a ­
bían tenido directo acceso los h o m ­ cer presa de· A tenas y E sparta debió
bres de la facción de Ism enias d u ra n ­ de ser tam bién aquí un hecho a p a r­
te su. exilio de 382 a finales del 379. tir del 362, quizá en form a de divi­
Tras la m uerte en com bate de Peló­ sión faccional interna y con la consi­
pidas y E pam inondas, la C onfedera­ g u ien te re la jació n de los v ín cu lo s
ción Beocia se vio privada de sus dos federales.
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 41

¡II. El debate político

El gran tem a del pensam iento filosó­


fico y político del siglo IV lo confor­
ma, sin duda, la reflexión sobre la p o ­
lis, reflexión que com prende no sólo
los elem entos conocidos de esta reali­
dad social tal com o se m anifestaron
en épocas anteriores, sino tam bién la
elaboración de m odelos teóricos. La
vida política de los diferentes estados
griegos descansaba en una serie de
principios básicos encarnados en las
norm as heredadas de la tradición, en
la constitución patria, en la forma de
acceso a las m agistraturas y de estra­
tificac ió n social, etc...; com o tales
principios constituían el m ecanism o
regulador del poder en cada co m u n i­
dad, en torno a ellos giró constante­
m ente, du ran te este siglo, el debate
político. Precisam ente porque el sis­
tem a com enzaba a fallar fue por lo
que interesó proceder a su análisis,
d e s c u b rir en d ó n d e ra d ic a b a n los
errores, señ alar por qué se producían
alteraciones. De este m odo prolifera-
ron los escritos de naturaleza filosó-
fico-política, gracias a los cuales vis­
lum bram os las dificultades que a n ­
g u stiaro n a los griegos de aq u e lla
época.
La crisis social y las luchas entre
ios diferentes grupos estim ulaban la
bú sq u ed a de nuevas soluciones. Para
unos el rem edio tendría que venir del
pasado, de los ejem plos que podían Estatua colosal de Mausolo, atribuida a
hallarse en la época clásica; para otros, Briaxis (Mediados del siglo IV a.C.).
42 Akal Historia del Mundo Antiguo

por el contrario, de la crisis debían cendados; en esa dem ocracia m ode­


nacer resultados originales, capaces rada p o n ían su esp eran za quienes
de ofrecer un marco político acepta­ añ o rab an el regreso del régimen polí­
ble por la mayoría. En esta últim a lí­ tico de antaño. De ahí que la figura
nea cabe incluir a una particular co­ del antiguo legislador ateniense no
rriente del pensam iento griego, en la gozara, entre algunos pensadores p ro ­
que m ilitaron Isócrates y Jenofonte, gresistas, de ninguna sim patía, p o r­
partidaria de encontrar la autoridad que estim aban que en sus doctrinas
absoluta de una sola persona para contem porizadoras se escondían los
conducir los destinos colectivos; esta defectos más notables de la vieja de­
idea abonará el cam ino prim ero a las m ocracia y el origen de los m ales que
ambiciones de Filipo, luego a los pla­ deseaban eludir.
nes de A lejandro y, p o r últim o, a
la consolidación de las m onarquías
helenísticas. 1. Los pensadores griegos
En Atenas, los defensores de la tra­ y la cuestión social
dición buscaron sus modelos en So­
lón y Clístenes, en los enunciados de Com o ya hem os visto, la principal
la llam ada patrios politeia o constitu­ fuente de conflictos que atenazaba a
ción de los antepasados, concepto que los gobernantes griegos brotaba de la
se acuñó en las postrim erías del siglo injusticia social, de las enorm es desi­
V para aludir a las norm as políticas gualdades existentes entre ricos y po­
vigentes heredadas de sucesivas eta­ bres. Las soluciones propuestas por
pas reformistas y que ahora, en el si­ quienes abordaron en sus escritos esta
glo IV, cobrará cada vez m ayor em ­ faceta hiriente de la crisis ap u n tan en
puje. M uchas de las leyes de Dracón, diversas direcciones. La tendencia con­
de Solón y de Clístenes se hallaban servadora trató de resolver la situa­
todavía en uso y se pretendía que al­ ción social propugnando el restable­
gunas otras, arrum badas por el paso cim iento de un sistem a m oderado,
del tiempo, pudieran ser tam bién de enm arcado dentro de estrictos lím i­
aplicación en estos momentos, siem ­ tes; la barrera estaría fijada, para los
pre que se procediera a la m oderniza­ distintos grupos, por la propiedad y la
ción de tales norm as puesto que la fortuna. En los estados dem ocráticos
realidad social era muy otra. el p ro tag o n ista sería el c iu d a d a n o
El principal m odelo de los tradicio- libre, con pequeños o m edianos re­
nalistas fue, desde luego. Solón, en es­ cursos, que no pudiera nunca em po­
pecial por el recuerdo que se m ante­ brecerse o enriquecerse dem asiado,
nía, a través de la lectura de sus dirigido desde las m agistraturas por
versos, de su labor pacificadora y de los oradores y estrategos m ás instrui­
conciliación cu ando en los albores dos; ello perm itiría desarrollar una
del siglo VI tuvo que hacer frente vida sin sobresaltos y facilitaría el in ­
a problem as públicos muy similares a crem ento general de la riqueza.
los que entonces latían. Solón había Respecto a la realidad agraria, los
llegado a establecer un equilibrio en­ am antes de la tradición nunca defen­
tre el demos y los poderosos sin recu­ dieron los repartos igualitarios de tie­
rrir a m edidas dem asiado radicales, y rras, sino que se lim itaron a abogar
eso m ism o perseguían ciertos teóricos por la entrega de los excedentes del
del siglo IV. El pueblo debía, según estado a los ciudadanos para que toda
Solón, tener su parte de responsabili­ persona pueda com prar un pedazo
dad política p or medio de las asam ­ de terreno o m ontar un negocio. Esta
bleas y de los tribunales, dejando las idea es perfectam ente conciliable con
m agistraturas para los más ricos y ha­ u n a de las formas de entender la p o ­
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 43
lis, a saber, com o una com unidad de Tam poco resulta extraño que, para
hom bres libres dueños de los ingre­ esquivar esas dificultades de gobier­
sos de la m ism a; en la práctica los re­ no, hubiera algunas m entes encam i­
partos de excedentes del tipo del theo- nadas a la búsqueda de un árbitro su­
rikon, destinado, com o ya se dijo, a perior, de una autoridad indiscutida
costear la entrada a teatros y espec­ que ejerciera el papel de solícito m o­
táculos en general, eran un expedien­ narca para proteger a toda la p obla­
te conocido desde el siglo V. Lo que ción. En las personas de Jenofonte e
ah ora se pretende es que tales distri­ Isócrates se encarnan los dos m ayo­
buciones sean más frecuentes y ab a r­ res publicistas de la idea m onárquica,
q u e n fines m ás u rg en tes p a ra los a la que saludan como el m ejor siste­
ciudadanos. ma político para solucionar las lu ­
Sin em bargo no era tarea fácil apli­ chas de su tiempo. El poder concen­
car esta clase de reform as, pues en trado en una sola persona: en ello
aquellas ciudades en donde goberna­ residió el secreto de la grandeza ate­
ban los ricos existía una firme oposi­ niense, y no cabe ocultar la ad m ira­
ción a repartir cualquier dinero p ú ­ ción y añoranza que en am bos des­
blico, pero tam bién en dem ocracias pierta el extraordinario carácter de
com o Atenas, controladas en teoría Pericles; pero m edio siglo m ás tarde
p or los pobres, las asam bleas prefe­ la escena política ya no produce per­
rían acu m u la r los ingresos seguros sonajes de su talla. La tiranía no re­
p ara aten d er pequeñas necesidades sulta una form a de gobierno reco­
antes que prom over con ellos expec­ m endable, y en estas fechas el ejemplo
tativas de riqueza; en todo caso el si­ de los tiranos de Siracusa sigue po­
glo IV careció de una infraestructura niendo de m anifiesto que el tirano
política adecuada para llevar a cabo prospera, despreciando el interés co­
estas m edidas. A la postre, la situa­ lectivo, por m edio de la fuerza y de la
ción suele desem bocar en un proceso arbitrariedad. Sólo la realeza heredi­
ya experim entado en anteriores siglos taria o electiva, tal com o se conserva­
por los griegos: el apoyo del estado ba en algunos estados griegos o semi-
será el propietario agrícola, conserva­ griegos, ofrece a nuestros pensadores
dor p or naturaleza, y la solución más la im presión de que su valía reside en
sim ple para restaurar el orden social la razón y el respeto a las leyes, y sus
consistirá en excluir de la vida p úbli­ frutos se reconocen en la felicidad del
ca al no propietario, al asalariado, pueblo sobre el que reina. La causa
considerado com o un peligro para la futura de Filipo de M acedonia en ­
estabilidad ciudadana. contró de este modo el terreno p repa­
Así, m ien tras que los dueños de rado, desde m ediados del siglo IV, en
bienes raíces acab an siendo de hecho num erosas ciudades de la Hélade.
las únicas personas con recursos para F ren te a las posibles soluciones
dedicarse a ejercer un cargo público, presentadas por los m oderados, que
los no poseedores, los pobres, se co n ­ m iran al pasado, hubo otras corrien­
vierten en un a agrupación de ciu d a­ tes de p en sam ien to que poseyeron
danos pasivos, incapaces de alcanzar m ay o r visión de futuro; al m enos
una parte de los derechos cívicos; e orientaron sus reflexiones a la bús­
incluso en los sistem as dem ocráticos queda de m edios capaces de resolver
la fuerza decisoria de las asam bleas los problem as del presente. M uy en
populares es ab an d o n ad a por los ciu­ relación con las ideas del panhelenis-
dadanos a la huidiza retórica de o ra­ mo se encuentra un viejo rem edio,
dores y po lítico s fijos, carg ad a de que ya fue em pleado con éxito en los
p ro m esas y esp eran zas casi n u n ca siglos del arcaísm o griego: la em igra­
cum plidas. ción de colonias para asentarse en
44 Aka! Historia del Mundo Antiguo

sadores introducen ciertas innovaciones


que distinguen claram ente sus p ro ­
yectos de los antiguos m odos de colo­
nización. Com o las viejas ciudades
fundadas por los griegos en el conti­
nente asiático h ab ían agotado ya su
potencial, tras m ás de un siglo de su­
jeción a los persas, Isócrates y Jeno­
fonte designan com o área idónea de
expansión el Asia M enor y la costa
m eridional del M ar Negro; adem ás
Isócrates propugna que la coloniza­
ción constituya una em presa heléni­
ca, de todos los griegos y no de una
sola polis, com o había sido norm a en
el pasado.
Este hipotético anuncio crearía, se­
gún el pensam iento isocrático, una
fuerte cohesión entre las distintas ciu­
dades helénicas ante el reto del obje­
tivo com ún. La coincidencia de inte­
reses se supone un punto de partida
Mujer con abanico. Terracota de Tanagra necesario para alcan zar el éxito, pero
(Siglo IV a.C.). Marsella, Museo Borély. la em presa parecía, a m edida que
transcurría el tiem po y los hechos así
nuevos territorios. El sistema de hege­ lo dem ostraban, tarea de una sola ca­
monía de Atenas y de Esparta sobre beza rectora. Por este cam ino era fácil
los demás estados griegos se había re­ para Isócrates enlazar con su teoría
velado inviable, y cualquier otro in ­ sobre la m onarquía u nitaria de la Hé-
tento de ganar espacio a costa de los lade com o solución a los problem as
aliados o de los enemigos levantaba políticos griegos, y esta m o n arq u ía
una reacción autom ática; no en vano tendría que procurar por encim a de
Atenas tuvo que com prom eterse, al todo la igualdad entre las distintas
establecer la segunda confederación ciudades y el olvido de las hegem o­
marítima en el 377, a renunciar a to­ nías, largo tiem po m an ten id as p o r
dos los bienes raíces que pudiera ad ­ A tenas y Esparta. Los ideales del o ra­
quirir en territorio de los m iem bros dor ateniense, buen hom bre práctico
de la alianza. El m undo griego es y excelente analista de su tiem po, se
ahora más pequeño y todo nuevo plan verían confirm ados por el éxito, como
político que pretendiera una expan­ es notorio, en las personas de Filipo y
sión territorial debía ejecutarse bien A lejandro, con quienes se inició un
por medio de la colonización pacífi­ nuevo m undo para los m altrechos es­
ca, bien valiéndose de acciones m ili­ tados de Grecia.
tares o políticas sobre los países y rei­
nos bárbaros de la periferia griega.
La necesidad de dar salida a ese ex­ 2. Las propuestas utópicas.
cedente de población conflictiva y de­ Platón
sarraigada fue el motivo inm ediato
para la formulación de estas nuevas N os queda por ex am in ar con algo
propuestas de colonización, defendi­ m ás de detalle lo que hem os denom i­
das también, entre otros, por Jenofon­ nado soluciones utópicas frente a la
te e Isócrates; sin embargo, estos p en ­ crisis económ ico-social. Los textos
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 45

Crátera ática de figuras rojas


(Hacia el 330 a.C.).
46 AkaI Historia del Mundo Antiguo

fundam entales para el conocim iento presa global, es decir, com o el logro
de estos proyectos ideales son la Re­ de la felicidad y la distensión de to­
pública de Platón así como su tratado dos y cada uno de los participantes
dedicado a las Leyes, obra de m adu­ en la ciudad. Se trata de un objetivo
rez del filósofo; m uchas de las ideas am bicioso y que precisa, para alcan ­
allí expuestas figuran luego recogidas zarlo, la puesta en práctica, de todas
en la Política de Aristóteles, libro que, las cualidades de un buen gobierno;
aunque compuesto en el declinar de esta elevada meta sólo será realidad
la época clásica, arroja poderosa luz si se respetan unas norm as adecua­
sobre estas doctrinas porque no sólo das establecidas de antem ano, una
realiza la crítica de las distintas for­ constitución propia, pues tal es el sig­
mas constitucionales presentadas por nificado que corresponde a la p a la ­
Platón, sino que polem iza en torno a bra politeia. Isócrates afirm aba que la
los proyectos teóricos de gobierno su­ politeia era el alm a de la ciudad, y este
geridos por sus antecesores y ap u n ­ concepto perdura en el pensam iento
ta las posibilidades de rem ediar sus filosófico contem poráneo, pero al m is­
inconvenientes. mo tiem po se ve enriquecido p o r la
¿Qué procedimientos podrían apli­ idea de goce, de equilibrio m oral de
carse para evitar la división radical los ciu d ad an o s, de m an era que su
de la sociedad en ricos y pobres, en enunciado no queda reducido a m era
ciudadanos y gentes exentas de dere­ teoría política, sino que incluye la d i­
chos civiles? Para contestar a esta nám ica de las virtudes sociales.
pregunta surgió toda la utopía de la A hora m ism o recordábam os que la
República platónica, que alcanzó bas­ politeia de los lacedem onios constitu­
tante difusión entre la población grie­ yó, en buena m edida, el m odelo que
ga del siglo IV. En su construcción m ás atrajo a las utopías del siglo IV.
ideal del estado P latón, siguiendo De ordinario se ensalzaba la cohe­
teorías y realidades históricas que sión y unidad de los espartiatas, sus
hundían sus raíces en tiempos anti­ virtudes m ilitares y m orales, y a u n ­
guos, propuso la división de la socie­ que se echase en falta la carencia de
dad en tres grupos: los gobernantes, una instrucción filosófica no dejaba
los guardianes o guerreros y los tra­ de adm irarse su apego a la tradición y
bajadores (campesinos y artesanos), y su obediencia al sistema. La verdad
señaló que la tierra debería repartirse era que si tales principios pudieron
igualitariam ente entre los cam pesi­ significarse en otra época com o ras­
nos. que alim entarían a los m iem bros gos m ás sobresalientes de Esparta, en
de las otras dos clases. Pero no basta­ pleno siglo IV habían perdido m ucho
ba con suprim ir las viejas formas de de su antigua observancia; sin em ­
propiedad sobre la tierra, sino que en bargo, todavía estaban vigentes las
coherencia además con el principio instituciones del estado espartano que
de que el afán de lucro resulta social­ hab ían m oldeado aquella sociedad y
mente pernicioso llega a proclam ar la producido tan notables resultados, ins­
extinción de la propiedad privada. titu c io n e s que c a ra c te riz a b a n a la
Todo debe ser colectivo, hasta la fa­ politeia la ce d em o n ia com o u n sis­
milia y la educación de los jóvenes tem a p a rtic u la rm e n te aten to a los
varones —pues las hem bras no cuen­ ciudadanos.
tan más que a efectos de la reproduc­ Efectivam ente, los órganos de go­
ción—, idea que delata sin duda in ­ bierno de la constitución espartana
fluencias del ejemplo espartano. ofrecían indudables atractivos a nues­
El objetivo final de los habitantes tros utópicos: la gerousía y los éforos,
de ese estado teórico es su felicidad, en carnación de la sabiduría y p ru ­
entendida resueltamente en una em ­ dencia que debían ad o rn ar al grupo
Lae condiciones de la Polls en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 47

de los gobernantes, con tro lab an las la estrategia m ilitar de un estado re­
asam bleas populares y vigilaban el presenta asimismo una novedad, pues­
cum plim iento de las leyes; p o r otra to que lo habitual consistía en que to­
parte estaba la diarquía, la presencia dos los ciudadanos varones m ayores
de los dos reyes, que m an ten ían la de u n a determ inada edad fueran los
tradición m o n árq u ica pero sin el pe­ encargados de soportar la defensa de
ligro que siem pre conllevaba el m a n ­ la com unidad, y esta tradición se h a ­
do único. A ello cabía sum ar el d eta­ bía relajado para d ar paso a la cos­
lle de que, al m enos teóricam ente, la tum bre de contratar tropas m ercena­
tierra era de todos los espartiatas, y el rias, según dem uestran los principales
producto de la m ism a tam bién. N o hechos de arm as de aquel período.
obstante, los pensadores de la época P latón propone que a estos ciu d ad a­
fueron perfectam ente conscientes de nos adscritos a la disciplina m ilitar,
que esta politeia de los lacedem onios los guardianes, se les debe dispensar
encerraba, con su apariencia de ideal un trato especial, pues conviene ais­
estructura, sus propios fallos y con­ larlos desde su nacim iento para que
tradicciones; p o r ello el ejem plo es­ reciban educación y lleven vida aparte;
p artan o se trataba de im itar en lo que es en este punto en donde el proyecto
aú n conservaba de práctico para la político arroja u n a de las m ás claras
re alid ad social del m om ento en el sem ejanzas con la tradición del sol­
resto de Grecia. dado espartiata y con el proceso de la
La ciu d ad platónica está ocupada agogé lacedem onia en particular.
por un rico m uestrario de hom bres y Respecto a la form a en que deben
actividades diferentes, pues cada per­ integrarse con la sociedad, la utopía
sona debe hacer sólo u n a cosa, aque­ platónica reserva a los guardianes un
lla que conoce. Todos los oficios, des­ papel pasivo, pues h a b rán de lim itar­
de los m ás hum ildes a los de gran se a ser m antenidos por el resto de la
im portancia, deben tener cabida en el población y no se consentirá que po­
estado, y aquí se incluyen, desde lue­ sean bien alguno; ni tan siquiera po­
go, las profesiones dedicadas al inter­ d rá n fo rm a r u n a fam ilia. D e esta
cam bio de m ercancías, es decir, b u ­ m anera los guardianes qued ab an ale­
honeros, tenderos y m ercaderes que jados del gusto por la posesión de las
trafiquen en el interior del territorio, riquezas, y nada necesitan puesto que
p ero tam b ién los p rotagonistas del se h a lla n sostenidos públicam ente y
gran com ercio que desde lejanos p aí­ no tienen que atender ni m ujer ni hi­
ses abastezcan a la ciudad de objetos jos. A unque no se les conceda dere­
necesarios e incluso de lujo. A este cho al m atrim onio estable, se adm ite
conjunto cabía añ a d ir los oficios m ás que engendren descendencia, habida
sofisticados y que según P latón no fuera de la institución fam iliar legal;
son, frente a los dem ás, absolutam en­ estos hijos serán tam bién cuidados
te necesarios; tal es el caso de los ac­ por la sociedad y educados al estilo
tores, artistas, artesanos de objetos espartano, dentro de u n am biente m i­
preciosos y cuantos otros se conside­ litar, con la idea de que sustituyan en
ran u n exceso para la sociedad de la el futuro a sus padres. En realidad
época. podríam os calificar a los guardianes
Pero la existencia de un cuerpo de com o ciudadanos privilegiados, que
ciu d ad an o s destinados a proteger las reciben u n a instrucción esm erada y
riquezas de la polis se tiene por im ­ poseen el m áxim o de conocim ientos
prescindible, y de conform idad con la sobre cuestiones de interés superior,
idea de especialización que preside la convertidos, sin duda, en u n a verda­
República se aconseja la form ación de dera casta m ilitar; bajo sus órdenes, y
un ejército profesional. Esta visión de tam bién dentro de la m ilicia, P latón
48 AkaI Historia del Mundo Antiguo

piedad una parcela de tierra, lo que


significa que todos los m iem bros de
la recién creada com unidad-estado
poseerían la condición de propieta­
rios agrícolas, com o sucedió en cier­
tos períodos de la prim itiva coloniza­
ción griega; por supuesto, tales tierras
debían ser trab ajad as por esclavos,
m ientras que los metecos y otros ex­
tranjeros estarían destinados a reali­
zar los dem ás oficios en la artesanía y
la industria.
La inviabilidad de los proyectos
platónicos se m uestra, por lo expues­
to, bien patente. Para los tres grupos
en que clasifica al Estado no cabía re­
partir una igualdad institucional; el
modelo más sem ejante a la estructura
Mujer moliendo grano. Terracota de
ideal del filósofo era, evidentem ente,
Tanagra (Siglo IV a.C.). el espartano, pero la sociedad lacede-
Atenas, Museo Arqueológico Nacional. monia revelaba una clara descom pen­
sación entre guerreros-guardianes/pro­
coloca a una serie de ayudantes ex­ pietarios por una parte y el resto de la
clusivam ente con fines prácticos. población por otra. Por lo que hace a
En la República no se cuenta para la ciudad nueva no es preciso insistir
nada con los esclavos, pero figuran en la dificultad de efectuar el control
en cam bio en las Leyes, puesto que exacto de la población, así com o en la
aquí la utopía se fija como meta la rigidez del sistema previsto para el re­
ciudad ideal creada desde sus funda­ parto de los lotes de tierra, que debe­
m entos, es decir, la com unidad per­ rían ser iguales e indivisibles y per­
fecta surgida y pensada con todo de­ m anecer inalterables. N o es extraño,
talle desde antes de com enzar a vivir pues, que todas las teorías de Platón
com o u n estado autónom o. Detrás sobre la sociedad y el Estado ideales
de esta idea se pueden atisbar in ­ no pasaran de ser una im agen inte­
flu en c ias, por ejem plo, del pensa­ lectual bellam ente diseñada, que n u n ­
m iento de H ipódam o de Mileto, el ca encontró su realización práctica;
cual trabajó como arquitecto en épo­ la meta últim a de la ciudad platónica
ca de Pericles y sometía toda nueva no tuvo en ningún m om ento proyec­
construcción a una jerarquización de ción política.
valores absolutos, así como de otros
teóricos que en el siglo TV abogaron
p o r las ciudades de tipo alejandrino, 3. Las ideas aristotélicas
que sólo en época helenística consti­
tuyeron una realidad cargada preci­ La posición de Aristóteles respecto a
sam ente de reminiscencias platónicas. los problem as sociales del siglo IV
E n esta ciudad nueva el grupo de suele ser crítica, pero sus soluciones,
los ciu d ad an o s se prevé reducido y aunque son m enos radicales y riguro­
con tro lad o , a fin de que no exceda sas que los proyectos platónicos, pe­
n u n ca de u n volumen fijo (el produc­ can asim ismo de un cierto idealism o
to de m ultiplicar los siete primeros o, al menos, de ser tan inviables com o
nú m ero s entre sí); a cada uno de los las del autor de la República. Por lo
c iu d ad a n o s se les entregará en pro­ que hace al com ponente hum ano, la
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 49

Crátera ática
(Comienzos del Siglo IV a. C.)
Museo Nacional de Atenas
50 Akal Historia del Mundo Antiguo

Los defectos de la Constitución deja por heredero puede entregarla a quien


espartana según Aristóteles prefiera. Así pues, aunque el territorio p o ­
see recursos para proveer a las ne cesida­
Pero de sde el m om ento en que el estatuto
des de mil quinientos caballeros y de tre in ­
de las m ujeres no está bien d e finido pare­
ta mil hoplitas, los espartiatas form an un
ce, co m o ya m encioné anteriorm ente, que
g ru po inferior a mil. La propia realidad ha
no sólo se genera una cierta in consistencia
puesto en claro que esta serie de m edidas
entre el p ro pio sistem a político y sus p o s­
no les pro cu ró ningún bienestar: pues la
tulados, sino que gana más aceptación la
p o blació n no ha sup era do ni siquiéra un
estim a por el dinero. Sin du da después de
em bate, sino que se extinguió por la esca­
lo que venim os de exponer cabría dirigir
sez de hom bres. Cuentan que en la ép oca
reproches a cuanto suscita irregularidades
de los prim eros reyes hicieron a más gente
en la pro pieda d; de hecho ha su ce d id o
partícipe de la ciudadanía, de suerte que
que una parte de la po blació n ha ad qu irid o
e n tonce s jam ás ca re cie ro n de ho m bre s
un patrim onio enorm e, pero el del resto es
aun cu a n d o hubo continuas guerras; y d i­
com pletam ente exiguo: por esta razón el
cen que en otro tiem po eran hasta diez mil
territorio se ha qu ed ad o en poder de p o ­
los espartiatas. Pero no im porta si tales
cas personas. Y este problem a tam bién se
historias son o no auténticas, pues la m ejor
halla defectuosam ente con tem plado en las
solució n consiste en m ultiplicar el censo
leyes: pues se de cla ró ilícito co m p ra r o
de ciu da dan os por el sistem a de im pedir
vender el lote perteneciente a cada uno, lo
desig ualda des en la pro pieda d. La ley re­
que constituyó un acierto, pero se otorgó a
lativa a la procreación contraría asim ism o
quien lo quisiera facultad para hacer d o n a ­
la po sib ilidad de esta reform a. Porque en
ción o con cesión del m ism o; a la postre
su anhelo de que los espartiatas fueran
por cua lq uie ra de estos dos m edios se d e ­
m uy num erosos el legislador em puja a los
rivan fo rzo sa m e n te igua les c o n s e c u e n ­
ciu d a d a n o s a engendrar la m ayor cantidad
cias. A dem ás, casi dos quintas partes de
de hijos: y en efecto, rige en Esparta una
todo el país son pro pieda d de m ujeres,
puesto que existen m uchas herederas ú n i­ ley según la cual quien hubiera p ro d u cid o
tres hijos queda exento de salir en e xp e d i­
cas y se ha hecho entrega de grandes d o ­
ción, y el padre de cuatro es d e cla rado in ­
tes. Desde luego más valdría haber d is­
m une de cua lq uie r co n tribu ción . Sin e m ­
puesto la supresión de la dote, o bien haber
señalado una dote escasa o incluso m o d e ­ bargo resulta visible que al crece r la p o b la ­
ción, m ientras que el país sigue repartido
rada: la legislación vigente autoriza a de s­
posar a la heredera única con quien se d e ­ de aquel m odo, surgen por fuerza nu m e­
see, y si uno fallece sin haber determ inado rosos pobres.
nada en el testam ento, la persona a la que Aristót., Pol. II 1270 a 11 ss.

ciudad ideal de Aristóteles está más gor, cuando alcancen la vejez gober­
cerca de la de las Leyes, pero con bas­ n arán auxiliados por la prudencia y
tante flexibilidad en las concepcio­ su experiencia, lo que les perm itirá
nes. El núm ero de h abitantes depen­ com prender el carácter de los guerre­
derá de cada situación y deberá estar ros, en cuyas filas form aron durante
en consonancia con la propia autosu­ su juventud.
ficiencia, por lo que se acaba propug­ Desde el punto de vista social A ris­
nando m ayor libertad y m argen de tóteles acepta la realidad y las desi­
nacim ientos. Las b arreras entre go­ g u ald ad e s que p re sen cia en tre los
bernantes-filósofos y guerreros-guar­ griegos, pero se esfuerza en h allar al­
dianes no las m arcará la estricta per­ guna contención para evitar que las
tenencia a distintos grupos sociales, diferencias no puedan nunca conver­
sino el hecho natural de la edad de tirse en abusos excesivos. Así, todos
cada uno de los ciudadanos, que por los m iem bros de la ciudad, toda la co­
supuesto no deben ocuparse de n in ­ m unidad, debe tener, sean ricos o p o ­
guna actividad económ ica ni trabajo bres, vivienda y subsistencias, pero
m anual. M ientras sean jóvenes d e­ adem ás conviene que existan unos te­
fenderán al estado con su fuerza y vi- rrenos públicos con cuyo rendim ien-
Las condiciones de ia Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 51

to cu b rir las necesidades com unes y m as políticos en relación con las de­
socorrer, sobre todo, a los más pobres. cisiones que hubieron de adoptarse.
Para que la ciudad de Aristóteles Isócrates, A ndrotión, Hegesipo. De-
funcionara se requería una serie de móstenes o Esquines constituyen bue­
instituciones adecuadas. Desde an ti­ nos ejem plos de cóm o retórica e his­
guo existía una clara distinción entre toriografía se complementan y auxilian.
el m onarca y el tirano, entre la buena La historia proporcionaba m ateria­
o m ala oligarquía, entre la acertada o les a los oradores, es decir, a la lucha
incorrecta dem ocracia, com o las tres política, creaba antecedentes que ser­
únicas form as posibles de gobierno; vían a m enudo para zan jar cuestio­
en los tres casos era la sujeción o no a nes difíciles, sum inistrando por con­
las leyes la línea que m arcaría la dife­ siguiente m odelos a seguir. De ahí re-
rencia. El acceso a las m agistraturas ¡ sulta que en m uchas ocasiones su
que recom ienda Aristóteles está liga­ j doble com etido de historiador y hom ­
do. en todos los casos, a una buena bre público hace que ciertos oradores
posición económ ica y social del ca n ­ ofrezcan pensam ientos contradicto­
didato en cuestión, tendencia que se rios. com o cuando Dem óstenes, por
había acentuado cada vez m ás a lo ejem plo, presenta a Filipo com o el
largo del siglo IV. destructor de la dem ocracia atenien­
Sin em bargo, ese grupo social esco­ se, pero lo conceptúa, al m ismo tiem ­
gido destinado a gobernar o a aconse­ po, com o la persona m ás em inente
ja r a los futuros reyes —com o sucedió que hay en el m undo. Pues en su cali­
con los m onarcas helenísticos— debe dad de tribuno activam ente com pro­
tener unos principios m orales y filo­ metido Demóstenes desprecia al hom ­
sóficos que le perm itan llevar a cabo bre que com bate contra el sistem a
una lab o r de purificación de la ciu­ político que él. ateniense, cree el m e­
d a d . S ig u ie n d o el eje m p lo de su jor: m as com o historiador, que debe
m aestro y de la A cadem ia. Aristóteles estar abierto a los sucesos de su épo­
establece el Liceo com o lugar de difu­ ca. se deja im presionar por la fuerza
sión de estas ideas, que cabría com ­ de esa personalidad que también asom ­
p arar con los ideales hum anistas del bró a Esquines o a Teopompo.
siglo XV y con los principios defendi­ La adm iración de Teopom po por el
dos. m ás tarde, p o r los ilustrados. m onarca de M acedonia, a quien con-
sieraba capaz de traer la unidad a
Grecia, fue tan grande que el historia­
4. La interpretación de los dor de Quíos escribió un Encomio de
historiadores Filipo en donde vaticinaba que alcan ­
zaría el dom inio absoluto sobre toda
Si hem os hab lad o de los ideólogos Europa. C u an d o redactó más tarde
del siglo IV. tam bién debem os ab o r­ las Filípicas llegó Teopom po incluso a
d a r la p an orám ica de la época que negar el papel desem peñado por Ate­
nos pro p o rcio n an los autores que po­ nas en defensa de las ideas panhelé-
dríam os calificar com o «historiado­ nicas y a resaltar los fallos de la de­
res», así com o las soluciones expues­ m ocracia, entre los que significa la
tas. Un recuerdo hay que dedicar de tendencia a reprim ir la personalidad
nuevo a Isócrates, el gran retórico y de los políticos que m ás sobresalen
polem ista; de hecho este orador ate­ para diluirlos en la m asa; en su opi­
niense. que vivió más de noventa años, nión. la influencia de estos hom bres y
analizó a fondo la historia griega des­ sus deseos de controlar los excesos
de A lcibiades a Filipo; pero hubo contra la libertad habían sido acalla­
tam bién otros m uchos rotores cuyos dos m ed ian te procesos. La ciu d ad
juicios históricos suscitaron proble­ griega concebida a la antigua estaba
52 Akal Historia del Mundo Antiguo

Fragmento de la fachada del tholos de


Epidauro (Segunda mitad del siglo IV a.C.).

m uriendo, m as Teopom po duda de universal del acontecer histórico, cap­


que una sola persona pueda sin más tando sin duda el am biente del m o­
reanim arla puesto que todo indivi­ m ento y an ticip án d o se a las ideas
duo, si tiene debilidades, constituirá helenísticas. La obra de Éforo se con­
un peligro objetivo para la libertad. virtió en la fuente de otros m uchos
Ú nicam ente un hom bre grande y al­ autores antiguos y supone, ante todo,
truista a la vez —en clara alusión a la cum bre' de la evolución historio-
Filipo— estaría dotado de medios para gráfica del siglo IV.
remover la parálisis que aquejaba a En definitiva, oradores e historia­
los estados helénicos. dores tam b ién m an tu v iero n , si los
É foro de Cum as fue el otro histo­ consideram os globalm ente, una acti­
riador del siglo IV que nos ha trans­ tud propia ante los problem as del si­
m itido su visión sobre este período de glo en que vivieron. Para unos, que
crisis y profundos cam bios políticos. siguen la tradición práctica de Tucídi-
A u n q u e in cu rra en algunas in co n ­ des, hay que procurar la adaptación
gruencias fruto de aquel tiem po, en de los deseos a la realidad, de suerte
sus escritos históricos, conservados que la narración histórica se dispone
fragm entariam ente, defiende una po­ en conexión con los hechos de los
sición inequívocam ente panhelénica; protagonistas más destacados, con sus
Éforo aprecia tanto la constitución discursos y con las distintas versiones
espartana, a la que toca ya su últim a ofrecidas por ellos sobre lo que resul­
hora, com o la ateniense, pero no re­ ta conveniente o útil en cada ocasión.
nuncia a la aportación de otras ciu­ Otros, m ás cercanos a los p la n te a ­
dades y de las poleis del Asia M enor m ientos socráticos, a d o p ta ro n u n a
al desarrollo de la cultura griega. Por actitud m oralizante y trataron de aco­
eso su indagación se dirige a los as­ p lar la realidad a los valores absolu­
pectos qu e m an ifiestan el carácter tos de lo que debe o no hacerse.
Cabeza de una estatua de la diosa Higieya.
(Hacia el 360 a. C.)
Museo Nacional de Atenas
54 Akal Historia del Mundo Antiguo

Bibliografía*

Obras de carácter general Las instituciones


Beloch, J.: Die Attische Politik seit Perikles, internacionales y políticas
Leipzig 1884.
Adcock, F.E.: The Greek and Macedonian
Bianchi Bardinelli, R. (dir.)· Historia y civi­ Art o f War, Bcrkcley-Los Angeles 1957.
lización de los Griegos, T. V. B arcelona
1981. Anderson, J.K.: Militaty Theoty and Prac­
tice in the Age o f Xenophon, Bcrkeley-Los
Finley, M .I.: Vieja y nueva democracia. B ar­ A ngeles 1970.
celona 1979.
Calabi-Limentani, T.: Ricerche sui rapporti
Garlan, Y.: Les esclaves en Grèce ancienne. tra le poleis, Firenze 1953.
París 1982.
Garlan, Y.: La guerre dans IAntiquité. P a­
Gauthier, Ph.: Symbola. Les étrangers et la ris 1972.
justice dans les cités grecques, N ancy 1972.
Giovannini, A.: Untersuchungen Über die
Gluskina, L.M.: «Z ur Spezifik dcr klassis- Natur und die Anfânge der bundesstaatli-
chen griechischen Polis im Z usam m cn- chen Sympolitie in Griechenland, G ottingen
h an g mit dem Problem ihrer Krise». Klio 1971. '
57. 1975. pp. 415-431.
Martin, V.: La vie internationale dans la
Hasebroek, i.: Staat und Handel im alten Grèce des cités (VT.°-IV.° S. av. J.-C.). Paris
Griechenland, T ubingen 1928. 1940.
Heicheiucim, r.M .: Wirtschaftsgeschichte Parke, H.W.: Greek Mercenary Soldiers from
des Altertums. I-II. L eiden 1938. the Earliest Times to the Battle oflpsus, O x­
Hopper, R.J.: Trade and Industry in Classi­ ford 1933.
cal Greece, L ondon 1979. Perlman, S.: «The Politicians in the A the­
Jaeger, W.: Paideia: los ideales de la cultura nian D em ocracy o f the 4th. C entury B.C.»,
griega, M éxico 1957. Athenaeum 41. 1963. pp. 327-355.
Marinovic, L.P.: Greceskoe naemnicestvo Pritchett, W.K.: The Greek State at War,
TVv. do n. e. i krizis pol isa, M oscú 1975.
Marrou, H.I.: Historia de la educación en la * Vid. asimismo la bibliografía de los apar­
Antigüedad, M adrid 1985. tados Obras de carácter general (en el tomo 26 de
esta colección, Grecia en la 1.a mitad del siglo IV)
Nestle, W.: Historia del espíritu griego, B ar­ y Los intelectuales griegos ante Filipo (en el tomo
celona 1961. 29 El mundo griego y Filipo de Macedonia 359-336).
Las condiciones de la Polis en el siglo IV y su reflejo en los pensadores griegos 55

I-IV, Berkeley-Los A ngeles-London, 1974- Larsen, J.A.O.: Greek Federal States, O x­


1985. ford 1968.
Rhodes, P.J.: The Athenian Boule, O xford M ossé, C.: «La vie économ ique d ’A thè­
1972. nes au IV.° siècle, crise ou renouveau?»,
en F. Sartori (edit.), Praelectiones Patavi­
nae, R om a 1972, pp. 135-144.
Las conmociones sociales y «Le statut des paysans en A ttique au
IV.° siècle», en M.I. Finley (edit). Problè­
económicas mes de la terre en Grèce ancienne, P aris
1973, pp. 179 ss.
Austin, M.-Vidal-Naquet, P.: Economies et
«D ie politischen Prozesse u n d die Kri-
sociétés en Grèce ancienne, Paris 1972.
se der athenischen D em okratie», en E.C.
Buchanan, J.J.: Theorika. A Study on M o­ W e lsk o p f (ed it.), H ellenische Poleis, 1,
netary Distributions to the Athenian Citi­ Berlin 1974, pp. 160-187.
zenry during the Fifth and Fourth Centuries «M étèques et étrangers à A thènes aux
B.C., L ocust Valley, N.Y., 1962. rV.°-III.° siècles avant notre ère», en H.J.
Finley, M.I.: La economía de la Antigüedad, W olff (edit.) Sym posion 1971, K ôln-W ien
M ad rid 1975. 1975, pp. 205-213.
Historia de una democracia: Atenas, M a­
Fuks, A.: «Patterns an d Types of Social- drid 1981.
E conom ic Revolution in G reece from the
Fourth to the Second C entury B.C.», Anc. Oliva, P.: Esparta y sus problemas sociales,
Soc. 5, 1974, pp. 51-81. M adrid 1983.

Gauthier, Ph.: Un commentaire historique Perlman, S.: «Political L eadership in At­


des Poroi de Xénophon, G inebra-París 1976. hens in the F ourth C entury B.C.», Past
and Present 22, 1967, pp. 161-176.
M ossé, C.: Le travail en Grèce et à Rome,
Paris 1966. Sealey, R.: « D ie sp a rta n is c h e N a u a r-
chie», Klio 58, 1976, pp. 335-358.
Pecírka, J.: «H om estead Farm s in C lassi­
cal an d H ellenistic H elias», en M.I. F in ­
ley (edit.), Problèmes de la tene en Grèce an­ Los pensadores griegos del
cienne, Paris 1973, pp. 113-147.
siglo IV
Welwei, K.-W., Unfreie im antiken Krieg-
sdienst, T-Il, W iesbaden 1974-1977, 1974- Finley, M.I.: The Ancestral Constitution,
1977. C am bridge 1971.
Fritz, K.V.: Platón in Sizilien und das Pro­
blem der Philosophenherrschaft, Berlin 1968.
Atenas, Esparta, Tebas Frolov, E.: «D as P roblem der M onarchie
Davies, J.K.: Athenian Propertied Families, u nd der Tyrannis in der politischen Pu-
600-300 B.C., Oxford 1971. blizistik des 4. Ja h rh u n d e rts v.u.Z.», en
E.C. W elskopf (edit.). Hellenische Poleis,
Finley, M.I.: Studies in Land and Credit in 1, Berlin 1974 pp. 401-434.
Ancient Athens, 500-200 B.C., New B runs­
wick 1952. Isnardi, M.: Filosofía e politica nelle lettere
di Platone, N ápoles 1970.
Gluskina, L.M.: «Studien zu den sozial-
ô k onom ischen V erhaltnissen in A ttika im Luccioni, J.: Les idées économiques et socia­
4. JHr. v.u.Z.», Eirene 12, 1974, pp. 111-138. les de Xénophon, Paris 1947.

Griffith, G.T .‘.Athens in the Fourth Century, M ossé, C.: Las doctrinas políticas en Grecia,
en P.A. G arnsey - C.R. W hittacker (edit.), B arcelona 1970.
Imperialism in the Ancient World, L ondres Sinclair, T.A.: Histoire de la pensée politi­
1978, pp. 127 ss. que grecque, Paris 1953.

Potrebbero piacerti anche