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En el 170 aniversario de su publicación:

“EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA Y SU


INFLUENCIA EN LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO
REVOLUCIONARIO CHILENO”
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER

I.- ¿CUÁL FUE EL ORIGEN DEL “MANIFIESTO”?


Exiliados alemanes que vivían en París fundaron en 1834 la Liga de
los Proscritos, una sociedad secreta democrático-republicana. En
1836, sus elementos más avanzados dieron vida a la Liga de los
Justos.

A mediados de 1847 esta asociación realizó en Londres su Primer


Congreso, al que asistió Federico Engels. En este evento efectuado
en la más estricta clandestinidad, se produjo el cambio de su nombre
por el de Liga de los Comunistas. Entre fines de noviembre y
comienzos de diciembre de 1847, se celebró, también en Londres y
clandestinamente, el Segundo Congreso de la Liga de los
Comunistas. Concurrieron Carlos Marx y Federico Engels, que
expusieron y defendieron la teoría que habían creado. Estos nuevos
principios fueron aprobados por unanimidad. El viejo lema de “Todos
los hombres son hermanos”, fue reemplazado por el de “Proletarios
de todos los países, uníos”.

El Segundo Congreso de la Liga encargó a Marx y Engels la


redacción de un programa. Tal fue el origen del Manifiesto del Partido
Comunista. El 24 de febrero de 1848 se publicó en Londres, en
idioma alemán, la primera edición del Manifiesto del Partido
Comunista, redactado por Marx y Engels.

II.- SOBRE EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA.


Es un texto breve. Su primera edición tenía sólo 23 páginas.
Esta obra –pequeño libro que vale por tomos enteros, al decir de
Lenin- consta de una Introducción y cuatro partes.
Se inicia con la famosa frase: “Un fantasma recorre Europa: el
fantasma del comunismo”. Agregando: “Ya es hora de que los
comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus
fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del
comunismo un manifiesto del propio partido”.

La primera parte tiene por título “Burgueses y Proletarios”. Y allí se


expone de entrada su tesis central: “La historia de todas las
sociedades hasta nuestros días, ha sido la historia de la lucha de
clases”. En esa parte Marx y Engels escribieron (atención, pues
parece que no fue escrito hace ya 170 años) “Mediante la explotación
del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la
producción y al consumo de todos los países... Ha quitado a la
industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han
sido destruidas y están destruyéndose continuamente... En lugar del
antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí
mismas, se establece un intercambio universal... Los bajos precios
de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba
todas las murallas de China...”.

La segunda parte: “Proletarios y Comunistas”, aplican a la práctica


los enunciados de la Primera Parte.

La Tercera Parte: “Literatura Socialista y Comunista”, se realiza la


crítica a los diferentes corrientes socialistas y comunistas existentes
en esa época (mediados del siglo XIX).

La Cuarta Parte: “Actitud de los comunistas respecto de los diferentes


partidos de oposición”, finaliza proclamando:
”Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos.
Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser
alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social
existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una
Revolución Comunista. Los Proletarios no tienen nada que perder en
ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.
¡Proletarios de todos los países, uníos!”
III.- EN CHILE, CATORCE AÑOS ANTES DEL MANIFIESTO DEL
PARTIDO COMUNISTA
En 1834, catorce años antes de que se publicara la primera edición
del Manifiesto de Marx y Engels, los obreros del mineral de Plata de
Chañarcillo, ubicado cerca de Copiapó llevaron a cabo la primera
huelga obrera en nuestro país.

Según el investigador Roberto Hernández “El alzamiento de peones


de 1834 se repitió más tarde, causando con ello una enorme
intranquilidad en Copiapó mismo, en donde la población llamada La
Placilla era como un amenaza constante”. (Hernández, Roberto:
“Juan Godoy o el descubrimiento de Chañarcillo”. Valparaíso, 1932.
Tomo I, p. 69). Lo de Chañarcillo fue una acción espontánea, una
elemental reacción a la superexplotación. El trabajo en ese mineral
era inhumano.

Ocho años después de esa explosión proletaria, el escritor José


Joaquín Vallejo, que usaba el seudónimo de Jotabeche, escribió en
“El Mercurio” sobre las labores en Chañarcillo:
”A la vista de un hombre medio desnudo que aparece en su
bocamina, cargando a la espalda 8, 10 y 12 arrobas de piedras ( una
arroba equivale 11,5 kilos, por tanto, estamos hablando de 92, 115 y
138 kilos), después de subir con tan enorme peso por aquella larga
sucesión de galerías, de piques y de frontones; al oír el alarido
penoso que lanza cuando llega a respirar el aire libre, imaginamos
que el minero pertenece a una raza más maldita que la del hombre,
nos parece un habitante que sale del otro mundo menos feliz que el
nuestro, y que el suspiro tan profundo que arroja al hallarse entre
nosotros es una reconvención amarga dirigida al cielo por haberlo
excluido de la especie humana.

“El espacio que media entre la bocamina y la cancha, en donde


deposita el minero los metales, lo baña con el sudor copioso que
brota por todos sus poros; cada uno de sus acompasados pasos v
acompañado de un violento quejido; su cuerpo encorvado, su marcha
difícil, su respiración apresurada, todo en fin, demuestra lo mucho
que sufre”. (“El Mercurio”, 5 de febrero de 1842).

IV.- ORIGENES Y DESARROLLO DEL PROLETARIADO


CHILENO.
A partir de los años 20 del siglo XIX, Chile experimentó importantes
cambios en su economía. Luego de haber roto la dependencia al rey
español, nuestro país pudo vender cobre y plata a Inglaterra. Con los
recursos recibidos, se ampliaron los minerales, se mejoraron y se
construyeron caminos, puentes, puertos; se empleó el ferrocarril. En
todas esas faenas, que eran formas capitalistas de producción,
laboró un trabajador de nuevo tipo. Así surgió la clase obrera
chilena. Los primeros destacamentos de ella, aparecieron en la
región de Atacama.

Desde su nacimiento hasta comienzos del siglo XX, el proletariado


chileno alcanzaba la categoría que Marx llamó “una clase en sí”. O
sea, existía objetivamente, pero carecía de conciencia de clase y de
organizaciones propias en lo social y en lo político. Tenía, eso sí, una
capacidad de lucha por reivindicaciones económico-sociales, como
lo demostró Chañarcillo y otras numerosas huelgas llevadas a cabo
en el siglo XIX.

Al publicarse en Londres el Manifiesto Comunista, Chile contaba con


una población de algo más de un millón de habitantes, de los cuales
30 mil eran obreros, estando la mitad de ellos ocupados en la
minería.

V.- LA INFLUENCIA DEL SOCIALISMO UTÓPICO EN CHILE


Hacia mediados del siglo XIX, algunos núcleos obreros habían
alcanzado la madurez suficiente para acoger ideas del socialismo
utópico. Este había surgido en Europa en la primera mitad de ese
siglo.

Sus representantes fueron los primeros en criticar en forma


apasionada y convincente las injusticias del régimen capitalista.
Su doctrina era socialista, porque aspiraba a crear una sociedad
nueva. A instaurar, según decían ellos, “el reino de la razón y de la
justicia eterna”. Era utópico, porque resultaba incapaz de mostrar el
camino para alcanzar la sociedad que proponían. Ello, debido a que
sus exponentes no comprendían que el motor del desarrollo de la
sociedad es la lucha de clases.

Los teóricos más destacados del socialismo utópico son los


franceses Henri Saint-Simon y Charles Fourier, junto con el inglés
Robert Owen. En Chile el escritor y periodista Martín Palma publicó
en febrero de 1858 “El Cristianismo Político o Reflexiones sobre el
Hombre y las Sociedades”. Es la primera obra que en nuestro país
planteó las ideas del socialismo utópico.

En 1864 Ramón Picarte Mujica concibió una organización llamada


“Sociedad Trabajo para Todos”, con el fin de ayudar a la gente
necesitada. Para ello recurrió a la clase adinerada. No recibió apoyo
alguno.

Mayor efecto tuvieron las ideas del socialismo utópico en el espíritu


de innumerables obreros y artesanos semiproletarizados, que
iniciaron la crítica social y pusieron la base a los primeros anhelos
reivindicativos.

El 18 de septiembre de 1853, surgió en Chile la primera Sociedad de


Socorros Mutuos, llamada también Mutual. Las mutuales, sin ser una
organización de la clase obrera, tuvieron entre sus socios a
importantes sectores obreros. Era un grupo de personas, que reunían
un fondo social, a través del pago de cuotas, que se utilizaba para
ayudar a los socios enfermos y a los familiares de los fallecidos. No
eran entidades para llevar adelante la lucha de clase del
Proletariado. Por el contrario, representaban la tendencia de
conciliación de clases. En su seno podían coexistir patrones y
obreros, pero sobre todo la constituían artesanos.
VI.- EL MARXISMO LLEGA A NUESTRO PAIS.
Después de la Guerra del Salitre (1879 – 1883) la clase obrera
chilena experimentó un notable desarrollo. Ello, entre otras razones,
por la incorporación al proletariado nacional de los pampinos que
laboraban la industria del salitre, que hasta ese conflicto estuvo en
manos del Perú (Tarapacá) y Bolivia (Antofagasta). Hacia 1883 eran
unos 4.500.

Se inició el período del conocimiento del marxismo en Chile, que se


prolongó hasta el primer decenio del siglo XX. Surgieron núcleos de
obreros que conocían el movimiento sindical europeo, sus luchas, las
ideas que sustentan. Es por entonces frecuente, que se mencionara
a Marx y se citaran párrafos del Manifiesto Comunista.

Veamos algunos ejemplos.


El periódico “El Pueblo”, de Valparaíso, en su edición del 31 de
agosto de 1892 publicó un Manifiesto de la Sociedad Marítima de
Socorros Mutuos, donde se sostenía:
”No olvidéis las palabras del gran socialista Karl Marx: la gente de
trabajo de todas partes del mundo debe ser hermana. Ellas deben
hacer causa común con los demás. Ellas tienen un mundo que ganar
y sólo las cadenas que perder”.

Ese mismo periódico, trae el 12 de agosto de 1893 un artículo titulado


“La Sociedad del Futuro”, en el cual se hacen acertadas referencias
a Karl Marx. En febrero de 1896 se fundó en Santiago el Centro
Social Obrero, que en noviembre de ese año comenzó a editar su
órgano oficial “El Grito del Pueblo”, que difunde los principios del
socialismo científico. Con fecha 6 de diciembre proclama: “Somos
socialistas. ¡Ya no somos un pueblo ignorante!

El 29 de diciembre aparece en sus páginas el artículo “El Socialismo


en Chile”. Lo firma alguien con el seudónimo Karl Marx, que sostiene:
“Las ideas para esparcirse no respetan nada... Atraviesan soberbias
cordilleras como los Andes, para sentar sus reales en el indolente
Chile y convertir en hijos del pueblo, acostumbrados a besar la mano
del verdugo que los azota, en hombres libres que luchan sin miedo
por emanciparse del yugo burgués”.

Hacia 1896, uno de los dirigentes de la Agrupación Fraternal Obrera,


llamado Luis Olea se declara marxista. En una carta publicada en “El
Proletario”, de Santiago, el 20 de septiembre de 1897 afirma:
”Diviso en esos temas al gladiador temerario que desafiando las
fieras humanas esgrime con la seguridad del éxito las armas de la
razón templadas en el yunque de las teorías de Marx... Tiemble ya la
burguesía por su porvenir, que el día fatal de la vindicación llegará al
fin, y entre los escombros de todo un régimen se alzará triunfante el
sol del socialismo”.

El 10 de octubre de 1897, “El Proletario” trae un artículo firmado por


una mujer, Úrsula Bello, donde se señala:
”Nosotras, las que hemos cifrado nuestro porvenir y bienestar en la
ruda labor de los hombres de trabajo, las que soportamos las
injusticias y desigualdades del actual régimen social, nos adherimos
entusiastas a la falange de los nuevos redentores de la humanidad:
los socialistas”.

En esa misma edición, A. Araya escribe: “Adelante compañeros de


sufrimientos en la grande idea del socialismo; unámonos como un
solo hombre para rechazar esta sociedad explotadora. ¡Viva el
Socialismo! ¡Viva la Revolución Social!”

“El Proletario” en su número del 17 de octubre de 1897 proclama:


”La lucha de clases, desconocida hasta ayer en Chile, se empeñará
desde hoy, frente a frente proletarios y burgueses, artistas y
profanos, reformadores y reaccionarios, víctimas y verdugos”.

En octubre de 1897 se funda en Santiago la Unión Socialista, que


plantea tener por objeto “implantar el Socialismo en Chile”. Como
respuesta al ataque realizado a una asamblea de socios por una
turba de matones enviados por la Intendencia de Santiago, se
transformó el 8 de diciembre de 1897 en el Partido Socialista. Este
tendrá una existencia de no más de dos años.
En Punta Arenas se fundó en 1897 la Unión Obrera. En su periódico
“El Obrero” proclamó con fecha 2 de enero de 1898: “La lucha de
clases se desarrolla donde quiera que existan burgueses y
proletarios”.

En febrero de 1898 se creó en Santiago el Partido Obrero Francisco


Bilbao, que el 26 de ese mes afirmó en su periódico “El Trabajo”:
“El obrero no debe esperar nada de tantos falsos apóstoles. Su
emancipación social, política y económica debe ser obra del obrero
mismo y esto lo conseguirá mediante la unión que hace la fuerza,
formando el partido de los explotados”.

En 1907 escribió Luis Emilio Recabarren: “La emancipación de los


trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, ha dicho Karl
Marx hace 60 años en Alemania y esta frase inmortal es el faro que
nos guía y vivirá unida con otra del mismo autor: ¡Proletarios de todos
los países, uníos!”.

VII.- SE INICIA EL PERÍODO DE LA APLICACIÓN DEL


MARXISMO A CHILE
Hacia 1910 se inició el período de la aplicación del marxismo a la
realidad chilena, con la aparición de obras marxistas en el propio
país.

Luis Emilio Recabarren Serrano (1876 – 1924) es el primer autor


marxista en nuestro país y uno de los tres primeros de América
Latina, junto al cubano Julio Antonio Mella (1903 – 1929) y al peruano
José Carlos Mariátegui (1894 – 1930).

Recabarren escribió en 1910 tres obras de carácter marxista:


- “La huelga de Iquique en diciembre de 1907. La teoría de la
Igualdad”;
- “Pobres y ricos a través de un siglo de vida republicana” y
- “Mi Juramento”.

Son éstas las primeras expresiones en el país de la doctrina


elaborada por Marx y Engels.
Por entonces el proletariado nacional vivía un momento muy
importante de su historia.

Las ideas del marxismo han sido acogidas por no pocos sectores
obreros. La labor de educador de masas de Recabarren está dando
sus frutos. Madura la conciencia de clase en importantes núcleos
proletarios.

En 1900 habían surgido las Combinaciones Mancomunales Obreros,


las primeras organizaciones de carácter sindical en el país, que
desaparecieron con la masacre de la Escuela Santa María de
Iquique, perpetrada el 21 de diciembre de 1907. Pero, gracias a la
tenaz labor de Recabarren y otros revolucionarios, el movimiento
sindical de clase se ha ido reconstruyendo.

1912 es un año de trascendencia muy grande en la Historia de Chile.


Entonces ya se han creado las condiciones objetivas y subjetivas
para el surgimiento del Partido revolucionario de los trabajadores
chilenos.

Y en ello, la influencia del Manifiesto del Partido Comunista de Marx


y Engels publicado en Londres el 24 de febrero de 1848, fue muy
grande.

Bibliografía:

- Engels, Federico: “Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico”


- Marx, Carlos y Engels, Federico: “Manifiesto del Partido Comunista”
- Ramírez Necochea, Hernán: “Historia del Movimiento Obrero en
Chile”
- Ramírez Necochea, Hernán: “Origen y Formación del Partido
Comunista de Chile”
- Ljubetic Vargas, Iván: “Breve Historia del Partido Comunista de
Chile”
- Ljubetic Vargas, Iván: “Don Reca”
- Ljubetic Vargas, Iván: “El Manifiesto cruza mares y cordilleras” en
revista “Alternativa” Nº 7, ICAL, enero-febrero-marzo 1998, pp. 54 a
64.

INVITACIÓN

El Centro de Extensión e Investigación


Luis Emilio Recabarren, CEILER, te invita al panel en homenaje al
170 Aniversario de la publicación de la primera edición del Manifiesto
del Partido Comunista, a realizarse el jueves 22 de marzo de 2018, a
las 19,30 horas, en el salón Camilo Guzmán Sandoval del ICHIL
(avenida Brasil 153).

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