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INTRODUCCIÓN
En los procedimientos judiciales de violencia de género la prueba de los hechos denunciados
no resulta tarea fácil y ello porque estamos ante delitos que normalmente transcurren en la
más estricta intimidad del hogar familiar o en un lugar donde probablemente se encontraba
tan sólo la víctima con el agresor. Esta es la razón por la que reviste especial importancia el
testimonio de la perjudicada frente a la versión del maltratador, quien en su defensa
probablemente niegue todos los hechos e intente mediatizar a la víctima para que ceda ante
sus presiones (o las de la familia) y retire la denuncia o silencie su testimonio, con el fin de
controlar también el curso del proceso judicial.
Buena prueba de ello son los medios de comunicación cuando se hacen eco de un uxoricidio
? muerte dada a una mujer por su marido ? o de cualquier otro tipo de violencia machista, y
ello porque las declaraciones del vecindario o de los miembros de la propia familia suelen ser
normalmente de extrañeza ante lo ocurrido de puertas para adentro, piénsese que la propia
víctima tiende a encubrir su problema y que el maltratador suele ocultar su verdadera
personalidad, aparentando ser ?buena persona? delante de los demás.
Además, el derecho a la presunción de inocencia (artículo 24.2 CE) impone que la carga de la
prueba de los hechos denunciados recaiga en la acusación. Por ello será preciso una mínima
actividad probatoria, realizada con las garantías necesarias y referida a todos los elementos
esenciales del delito imputado, al tiempo que quepa inferir razonablemente los hechos y la
participación del acusado en los mismos (entre otras la STC 26/2010 de 27 de abril). Como
decía Guasp, la prueba actúa como el vínculo que une el proceso con la realidad, que enlaza
el proceso con el conjunto de verdades materiales que deben ser reflejadas en el juicio para
que éste cumpla eficazmente su función.
En nuestro ordenamiento jurídico el juicio oral es el espacio donde se construyen las pruebas,
rigiendo con carácter general el sistema de la libre apreciación de la prueba que concede
absoluta autonomía a los Jueces (artículo 741.1 de la LECrim). Sin embargo, ello no debe
interpretarse como un consentimiento absoluto y sin limitación o sometimiento a regla alguna.
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http://noticias.juridicas.com/conocimiento/articulos-doctrinales/4652-la-prueba-y-el-derecho-a-la-dispensa-del-
deber-de-declarar-por-la-testigo-victima-en-los-procedimientos-de-violencia-de-genero/
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Consecuentemente, el sistema español no exige que Jueces y Magistrados expresen las
razones por las que deciden otorgar o no eficacia a una prueba determinada.
Siendo esto así, el problema que sigue es la inexistencia de un tratamiento jurisprudencial
unitario de la prueba, al haberse limitado la Jurisprudencia a enunciar exclusivamente las
reglas de valoración respecto a determinados medios probatorios.
En cualquier caso, el citado precepto autoriza al Tribunal a dictar sentencia valorando en
conciencia las pruebas practicadas en juicio. Lo expresado no sólo implica la libre valoración
de la prueba por el Tribunal sentenciador, sino que fija además la imposibilidad, como regla
general y salvo en los supuestos permitidos en el artículo 849.2 de la LECrim, de que la
valoración sea examinada por el Tribunal conocedor del posible recurso contra la sentencia de
instancia (STC 1080/2003 de 16 de julio).
Respecto a los medios de prueba, serán lógicamente los dispuestos en las Leyes de
Enjuiciamiento Civil y Criminal. A lo que debe añadirse que en este aspecto nuestra doctrina
procesalista resulta bastante tradicional, al distinguir entre medios de prueba personales y
medios de prueba reales. Son medios de prueba personales aquellos referidos a las personas
y comprenderán la declaración del acusado, la testifical y la pericial, mientras que los medios
de pruebas reales se referirán a las cosas y se concretarán tanto en la inspección ocular como
en los documentos.
Otra distinción de interés es aquella que diferencia entre actos de investigación y actos de
prueba. En este sentido, nuestra Ley de Enjuiciamiento Criminal es clara y no deja lugar a
dudas cuando establece que la prueba sólo tendrá lugar en el acto del juicio oral y ante el
Tribunal competente, mientras que los restantes actos que no sean practicados durante el
juicio oral tendrán la mera consideración de actos de investigación, pues no debe olvidarse
que las diligencias practicadas en la instrucción no constituyen pruebas de cargo, sino
únicamente actos de investigación cuya finalidad no es la fijación definitiva de los hechos, sino
la de preparar el juicio aportando para ello los elementos necesarios para la acusación y para
la defensa.
En efecto, como doctrina general únicamente podrán considerarse auténticas pruebas de
cargo, aptas para enervar el principio de presunción de inocencia, las practicadas en el juicio
oral bajo la vigencia de los principios de igualdad, contradicción, inmediación y publicidad,
pues el procedimiento probatorio ha de tener lugar necesariamente en el debate contradictorio
que, en forma oral, se desarrolle ante el mismo Juez o Tribunal que ha de dictar sentencia
(STC 31/1981).
Por tanto, las actuaciones realizadas durante el periodo preparatorio carecerán de valor
probatorio. De lo que se deduce que el dictamen del Tribunal no podrá asentarse sobre actos
de investigación, tal y como se colige de la mera lectura del artículo 741.1 de la LECrim.
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Ahora bien, excepcionalmente el Tribunal podrá valorar como prueba determinados
actos sumariales que constituyen prueba anticipada o prueba preconstituida, siempre y
cuando se hayan obtenido con la estricta observancia de los siguientes requisitos
(SSTC 141/2001;94/2002, entre otras):
1. Material, que se trate de pruebas de imposible reproducción en el juicio oral. Así, mientras en
la prueba preconstituida la fugacidad deriva de la propia naturaleza de la diligencia, en la
prueba anticipada es consecuencia de las circunstancias del caso concreto (artículo 772.2 y
797.2 LECrim).
2. Subjetivo, con intervención del/la Juez de Instrucción y de las partes (artículos 333.1º, 448.1º,
449, 476 LECrim). No obstante, de concurrir especiales razones de urgencia también podrá
estar facultada la policía judicial.
3. Objetivo, que se garantice la contradicción. Por ello, y siempre que sea posible, deberá
permitirse a la defensa la posibilidad de comparecer en la ejecución de dicha prueba sumarial
(artículos 777.2 y 797.2 de la LECrim).
4. Formal, que se incorporen al juicio oral mediante su lectura a los efectos de permitir su
contradicción por los representantes de las partes. Así, y conforme a los artículos 730, 777.2 y
797.2 de la LECrim, podrán leerse a instancia de cualquiera de las partes las diligencias
practicadas en el sumario, que, por causas independientes de la voluntad de aquéllas, no
puedan ser reproducidas en el juicio oral. Es el supuesto en el que, si por razón del lugar de
residencia de un testigo o víctima, o por otro motivo, pudiera temerse razonablemente que
una prueba no pueda practicarse en el juicio oral, o que pudiera motivar su suspensión, el/la
Juez de Instrucción practicará inmediatamente la misma, asegurando en todo caso la
posibilidad de contradicción de las partes. Esa diligencia, que deberá documentarse en
soporte apto para la grabación y reproducción del sonido y de la imagen o por medio de acta
autorizada por el/la Secretario/a judicial, para que pueda valorarse como prueba en sentencia,
deberá reproducirse en el acto del juicio oral, en los términos del artículo 730 de la LECrim.
Llegados a este punto, se ha de distinguir entre prueba anticipada y preconstituida. La
Jurisprudencia, por lo general, no establece diferencias entre ambas, aunque estemos ante
dos supuestos distintos.1
Así pues, y en primer lugar, la prueba anticipada será aquélla practicada en la fase de
instrucción ante el/la Juez instructor/a con la participación del acusado, cuando
razonablemente se estime que no podrá ser practicada en el juicio oral.
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Tal y como apunta el artículo 657 de la LECrim. las partes, en el escrito de calificación, podrán
solicitar la práctica de aquellas diligencias de prueba que por cualquier causa no pudieran
ejecutarse en el juicio oral.
En segundo lugar, la prueba preconstituida comprenderá tanto aquellos supuestos que tienen
en común la imposibilidad o dificultad de reproducir en el juicio oral cierta clase de diligencias
(análisis químicos, informes dactiloscópicos, partes médicos, inspecciones oculares,
reconstrucciones de hechos, etc.); como aquellas diligencias que aun siendo reproducibles no
lo serían en idénticas circunstancias. Por ello, estas diligencias se reproducirán en el juicio
oral mediante su lectura.
Dicho esto, nos resta añadir que la prueba anticipada reviste especial importancia en los
supuestos en los que la mujer maltratada es además extranjera.
En efecto, si la mujer al denunciar manifestara su intención de regresar a su país, o se tuviera
la duda razonable que por ese motivo pudiera estar ausente, lo acertado será solicitar y
practicar como prueba anticipada la grabación de su declaración, conforme a lo previsto en los
artículos 448 y 777.2 de la LECrim.
Sobre este particular, además de la práctica de la prueba anticipada existe otra vía para
garantizar la declaración de la testigo victima en el procedimiento penal. En concreto, nos
estamos refiriendo al sistema de videoconferencia.
Ciertamente, y de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 325 de la LECrim ? el juez, de oficio
o a instancia de parte, por razones de utilidad, seguridad o de orden público, así como en
aquellos supuestos en que la comparecencia de quien haya de intervenir en cualquier tipo de
procedimiento penal como imputado, testigo, perito, o en otra condición resulte
particularmente gravosa o perjudicial, podrá acordar que la comparecencia se realice a través
de videoconferencia u otro sistema similar que permita la comunicación bidireccional y
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simultánea de la imagen y el sonido, de acuerdo con lo dispuesto en el apartado 3 del artículo
229 de la Ley Orgánica del Poder Judicial?. En la misma línea se pronuncia el artículo 731 de
la LECrim.
En este contexto también resulta de interés la lectura de la Instrucción de la Fiscalía 1/2002,
de 7 de febrero, sobre la posibilidad de celebrar juicios orales penales por videoconferencia,
así como la Instrucción 3/2002, de 1 de marzo, relativa a los actos procesales que admiten el
procedimiento de la videoconferencia. En ambas Instrucciones se reconoce que la utilización
de este medio técnico puede contribuir de manera decisiva a que algunos testigos o peritos
declaren con plena libertad en aquellos procesos en los que concurran circunstancias
determinantes de una especial presión sobre su persona o sobre sus familiares, sin perjuicio
de que deberá motivarse su uso y decidirse en cada caso concreto, más aún cuando existe la
posibilidad de informarse, en todo momento, de la existencia de la Ley Orgánica 19/1994, de
23 de diciembre, de Protección a Testigos y Peritos en Causas Criminales, normativa que en
su artículo 2 recoge las siguientes medidas de protección:
1. Que no consten en las diligencias que se practiquen su nombre, apellidos, domicilio, lugar de
trabajo y profesión, ni cualquier otro dato que pudiera servir para la identificación de los
mismos, pudiéndose utilizar para ésta un número o cualquier otra clave.
2. Que comparezcan para la práctica de cualquier diligencia utilizando cualquier procedimiento
que imposibilite su identificación visual normal: utilización de un biombo.
3. Que se fije como domicilio, a efectos de citaciones y notificaciones, la sede del órgano judicial
interviniente, el cual las hará llegar reservadamente a su destinatario.
Pudiendo acordarse además, conforme a su artículo 3º, que no se les tomen imágenes, que
se les proteja por la policía y que, en casos excepcionales, se les dote de nueva identidad.
Igualmente, ha de recordarse el Convenio de la Unión Europea sobre asistencia judicial en
materia penal (de 29 de Mayo de 2000, artº.10.1º ) que dispone : "cuando una persona que se
halle en el territorio de un Estado miembro deba ser oída como testigo o perito por las
autoridades judiciales de otro Estado miembro, éste último, en caso de que no sea oportuno o
posible que la persona a la que se deba oír comparezca personalmente en su territorio, podrá
solicitar que la audición se realice por videoconferencia tal como se establece en los
apartados 2 a 8"(sic).
Otra situación especial es la que contempla a los testigos menores de edad. No son pocos los
supuestos en los que las madres no quieren que sus hijos/as menores, aun siendo testigos
directos de los hechos, intervengan o se vean involucrados en procedimientos judiciales y
testimonien abiertamente contra el padre-agresor.
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Ante esta realidad, conviene recordar que la LO 8/2006, de 4 de diciembre, que modifica el
artículo 448, último párrafo de la LECrim (fase de instrucción) y el artículo 707, párrafo 2º de la
LECrim (fase de enjuiciamiento), establece expresamente: ?La declaración de los testigos
menores de edad se llevará a cabo evitando la confrontación visual de los mismos con el
inculpado, utilizando para ello cualquier medio técnico que haga posible la práctica de esta
prueba.?(sic).
De la lectura del texto legal se desprende que el uso de los medios técnicos no es potestativo,
sino que estamos ante un imperativo legal.
Así pues, y con el fin de evitar la presencia de las y los menores en sede judicial, las partes
podrán acogerse a la practica de la prueba preconstituida.
Para ello, se deberá interesar en el escrito de calificación su reproducción en el acto de la
vista, por ser imprescindible la audición y/o su visionado a la hora de efectuarse una
valoración correcta de la citada grabación. En este sentido, resulta de especial interés la
Circular de la Fiscalía 3/2009, de 10 de noviembre, sobre protección de las y los menores
víctimas y testigos.
Para una mejor comprensión de cómo se produce la exploración de estos menores, con
carácter de prueba preconstituida, reproducimos a continuación un extracto de la sentencia
del TS, Sección 1ª, de 10 de marzo de 2009:
? La resolución valoró para ello la gravedad de los hechos, la edad de la niña, y la reticencia
de los padres a someter a su hija a las actuaciones procesales tendentes al esclarecimiento
de los hechos. Por ello acordó la exploración inmediatamente como prueba preconstituida
ordenando asegurar la contradicción de las partes y documentar la diligencia en la forma legal
prevista. Consta en las actuaciones que para su práctica -como correctamente se refiere en la
Sentencia- una psicóloga se desplazó al lugar habilitado, separado de la sala destinada a la
exploración por un cristal de amplias dimensiones que permitía la visión de las personas que
estaban en el local adjunto y donde estaban instalados aparatos dispuestos para la grabación
del interior de la sala de exploración conectada mediante señal de audio con la sala adjunta.
Desde la sala de exploración el cristal tenía la apariencia de un espejo, de modo que la niña
no podía ver que en el local adjunto estaban las personas que intervendrían y presenciarían la
exploración. Estas personas intervinientes fueron: El Magistrado Juez de Instrucción, el
Secretario Judicial, el letrado del imputado ?ahora condenado recurrente-, la letrado de la
acusación particular, y el Ministerio Fiscal. La diligencia de exploración consistió en un
prolongado diálogo entre la niña y la psicóloga que fue llevando la conversación hacia la
narración de los hechos sucedidos. Esta psicóloga anotó e hizo a la niña cuantas preguntas
interesaron las personas presentes en el local adyacente a la exploración, de modo que todas
las partes pudieron pedir las precisiones que tuvieron por conveniente en relación con cuanto
había manifestado la menor, e incluso después de esto la psicóloga se retiró al local
adyacente en que estaban los demás y recogió la pregunta que interesó hacer el letrado del
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imputado, desplazándose de nuevo a la Sala de exploración y haciéndole la pregunta a la
niña. Todo esto se filmó sin interrupción, se grabó con claridad y se recogió en el
correspondiente soporte audiovisual. La diligencia así practicada fue en el día del Juicio Oral
vista y escuchada por el Tribunal juzgador, con intervención de las partes?(sic).
En esta línea se pronuncia la STS 497/2005 de 20 de abril, por las siguientes razones:
1. Comprender dos extremos fácticos: Existencia real del ilícito penal y culpabilidad del
acusado.
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2. «válida», conforme a las normas que la regulan, excluyéndose la practicada sin las
garantías procesales esenciales.
3. «lícita», debiendo rechazarse las pruebas obtenidas con vulneración de derechos
fundamentales.
4. «suficiente», con resultado probatorio bastante para fundar razonablemente la acusación y
la condena, es decir, que además de existir un principio de actividad probatoria se requerirá
un contenido inculpatorio en el que pueda apoyarse el órgano juzgador para formar su
convicción condenatoria.
3. Valorarse por el Tribunal a quo, cuando revistan el carácter apuntado en el apartado B).
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PERSISTENCIA EN LA INCRIMINACIÓN. Ésta deberá ser prolongada en el tiempo,
reiteradamente expresada y expuesta sin ambigüedades ni contradicciones, en lo
fundamental.
Conforme a la interpretación del Auto del Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 2004
(Roj. ATS 10642/2004) son tres los requisitos que conforman esta exigencia:
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El artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
Cuestión distinta es la dificultad probatoria que revisten los delitos de violencia de género
cuando la testigo-víctima se acoge a la dispensa legal del deber de declarar, a tenor de lo
dispuesto en el artículo 416 y 707 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
También la Constitución en su artículo 24 in fine dispone que la Ley habrá de regular los
casos en los que por razón de parentesco no se estará obligado a declarar sobre hechos
presuntamente delictivos. Se trata de un derecho constitucional pero de concreción legal, y
legalmente no se ha configurado aún la figura del testigo-víctima o testigo-denunciante.
En nuestra opinión, este precepto, tal y como está redactado y el uso que del mismo se está
haciendo por la víctima de violencia de género, contribuye a que estos tipos delictivos
acaecidos en el ámbito familiar sigan siendo considerados como delitos privados o
semiprivados, y ello a pesar del tratamiento de delitos públicos que les confiere el Código
Penal y de lo dispuesto en los artículos 105 y 271 de la LECrim, que imponen al Ministerio
Fiscal la obligación de ejercitar la acción penal y civil cuando entienda que la conducta
presenta indicios de criminalidad.
Esta dispensa de la obligación de declarar, tal y como se apunta en la sentencia del Tribunal
Supremo, núm. 134/2007 de fecha 22 de febrero y otras como la STS de 26 de marzo de
2009, se justifica en los vínculos de solidaridad que existen entre los integrantes de un mismo
círculo familiar, incluido los miembros de la pareja de hecho: «La excepción o dispensa de
declarar al pariente del procesado o al cónyuge que establece este artículo, tiene por finalidad
resolver el conflicto que se le puede plantear al testigo entre el deber de decir la verdad y el
vínculo de solidaridad y familiaridad que le une con el procesado. Esta colisión se resuelve
con la dispensa de declarar, que es igualmente válida para el testigo en quien concurre la
condición de víctima del delito del que se imputa al inculpado»(sic).
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Se trata de un derecho renunciable en cualquiera de las fases en las que deba informarse a la
testigo-víctima: fase policial, de instrucción judicial o en el acto del juicio oral.
Así, en fase policial, cuando la mujer acuda espontánea y voluntariamente a denunciar a su
agresor, no será necesario recordarle a la víctima su derecho a la dispensa legal del deber de
declarar aunque el agresor sea su marido o pareja (sentencia del TS nº 625/2007 de 12 de
julio, entre otras).
Sin embargo, en la fase de instrucción, la testigo victima deberá ser advertida por el/la Juez
instructor/a de que no tiene obligación de declarar en contra del procesado, debiéndose
consignar la contestación de la mujer a dicha advertencia. La no observancia de lo previsto en
el artículo 416 y en el acto del juicio del artículo 710 de la LECrim determinaría la nulidad de la
diligencia y de la prueba por vulneración de lo dispuesto en el artículo 11 de la LOPJ, aunque
la doctrina jurisprudencial considera que hay supuestos en los que la falta de advertencia
podrá no generar una prohibición de la valoración de la prueba. Es el supuesto recogido en la
sentencia del Tribunal Constitucional 094/2010 de 15 de noviembre de 2010, en la que se
analiza el hecho de que la testigo-víctima no ha sido informada por el Juzgado de lo Penal de
su derecho a la dispensa del deber de declarar ?cuando ella denunció en varias ocasiones a
su marido por actos constitutivos de violencia doméstica, prestó declaraciones contra él por
hechos denunciados tanto ante la autoridad policial como ante el Juzgado de Instrucción,
ejercitó acusación particular solicitando la imposición de graves penas contra él, así como,
pese a la sentencia condenatoria del Juzgado de lo Penal interpuso recurso de apelación
contra ésta al haber sido desestimadas sus más graves pretensiones calificatorias y punitivas.
Como el Ministerio Fiscal afirma, difícilmente puede sostenerse que la esposa del acusado no
hubiere ejercido voluntariamente la opción que resulta del art. 416 LECrim. cuando
precisamente es la promotora de la acusación contra su marido, habiéndose personado en la
causa como acusación particular y habiendo solicitado para él la imposición de graves penas,
pues si su dilema moral le hubiera imposibilitado perjudicar con sus acciones a su marido no
habría desplegado contra él la concluyente actividad procesal reveladora de una, al menos,
implícita renuncia a la dispensa que le confería el art. 416 LECrim.?(sic).
Efectivamente, tal y como expresa el Tribunal Constitucional, el hecho de que el Juzgado de
lo Penal no hubiere informado a la testigo-víctima sobre su derecho a la dispensa del deber a
declarar, no es motivo legal bastante para que se proceda a obviar la declaración de la misma
y ello porque lo contrario resultaría, desde la óptica del derecho a la tutela judicial efectiva,
desproporcionado por su formalismo, al sustentarse en un riguroso entendimiento de aquella
facultad de dispensa desconectada de su fundamento y finalidad.
Ahora bien, si la testigo-victima optase por declarar quedará sometida al régimen general de
los testigos, a tal punto que las ?manifestaciones oportunas? habrán de efectuarse previo
juramento o promesa de decir la verdad y bajo apercibimiento de incurrir, en caso contrario,
en un delito de falso testimonio.
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Respecto a la fase de enjuiciamiento, la jurisprudencia viene distinguiendo diferentes
supuestos en los que la víctima puede acogerse a esta dispensa según se mantenga o no la
situación de convivencia y/o afectividad, aunque no son criterios uniformes.
De producirse alguno de estos supuestos podrá exigírsele a la mujer que conteste y declare
sobre los hechos que motivaron la denuncia.
4. El criterio es matizado posteriormente por el TS en la sentencia n.º 292/2009, de 26 de
marzo de 2009, Ponente Luciano Varela Castro.
Esta resolución concluye en el sentido de que no se pueden establecer criterios apriorísticos y
que habrá que estar a las circunstancias concretas del caso a la hora de decidir si el testigo,
que en el momento de declarar ya no guarda la relación del art. 416 con el procesado, puede
acogerse o no a la dispensa. Y será el fundamento de la dispensa lo que determine la
solución: los vínculos de solidaridad entre el testigo y el imputado, acorde a la protección de
las relaciones familiares dispensada en el artículo 39 de la Constitución, o el derecho a
proteger la intimidad del ámbito familiar, o asimilado, con invocación del artículo 18 de la
Constitución.
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5. Posteriormente se modifica de nuevo el criterio y el TS en su sentencia número 17/2010,
de 26-1-2010 se alinea en la interpretación mayoritaria, según la cual no procede la dispensa
cuando se ha roto la relación de parentesco.
En esta sentencia, con cita de la número 164/2008, de 8 de abril, y la número 13/2009, de 20
de enero, se insiste en que la dispensa sólo es aplicable si la relación existe en el momento
de prestar la declaración, pues sólo en esas condiciones se produce la colisión entre el deber
de declarar y las consecuencias de los vínculos familiares y de solidaridad que unen al testigo
con el acusado.
6. El último criterio es el de la STS de fecha 14 de mayo de 2010 que apunta, con cita de la
sentencia de 26 de marzo de 2009, que no es preciso analizar la convivencia o la subsistencia
de lazos de afectividad al momento del juicio para vincular a ésta el derecho a no declarar.
Por ello, la doctrina mayoritaria entiende que resulta fundamental que el Órgano judicial
indague, en el acto del juicio, respecto a las circunstancias personales de la testigo víctima en
el momento de la celebración de la vista, al objeto de acordar si procede o no dispensar a la
víctima de declarar contra el procesado.
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3. En los supuestos de violencia de género, la victima suele ser la única testigo. Por lo que
cuando se presenta la denuncia no deberá hacerse uso de la dispensa legal contemplada en
el artículo 416 de la LECrim.
4. La víctima de violencia de género no es equiparable a la figura testifical contemplada en el
artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, no siéndole de aplicación el artículo 707 de
la Ley procesal penal al tratarse de una testigo privilegiada.
El criterio expuesto también se recoge en la Memoria Anual de la Fiscalía General del Estado
del año 2008, pues no son pocas las Fiscalías que abogan por la reforma del artículo 416 de
la LECrim. y ello por las disfunciones que provoca el mencionado precepto en el ámbito de la
violencia de género.
Así, Fiscalías como la de Zaragoza, consideran que si la víctima es informada de sus
derechos en la primera comparecencia policial o judicial y aun así decide denunciar, no
debería poder acogerse con posterioridad al derecho a no declarar.
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A tal efecto, se propone la introducción de un artículo 730 bis en la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, que establezca que:
Podrán leerse, también, a instancia de cualquiera de las partes, en el juicio oral, las
declaraciones que hubiesen efectuado, en la instrucción de la causa, los testigos víctimas o
perjudicados por el delito, que se acogieren en dicho acto a la dispensa de prestar declaración
que se establece en el artículo 416.1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal? (sic).
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2. Con la pena de multa de doce a veinticuatro meses, si se imputara un delito menos grave.
3. Con la pena de multa de tres a seis meses, si se imputara una falta.
1. No podrá procederse contra el denunciante o acusador sino tras sentencia firme o auto
también firme, de sobreseimiento o archivo del Juez o Tribunal que haya conocido de la
infracción imputada . Estos mandarán proceder de oficio contra el denunciante o acusador
siempre que de la causa principal resulten indicios bastantes de la falsedad de la imputación,
sin perjuicio de que el hecho pueda también perseguirse previa denuncia del ofendido.
De la redacción literal expuesta se desprende que no es lo mismo una sentencia absolutoria
por falta de pruebas, en aplicación del principio ?In dubio pro reo?, que una denuncia falsa.
En este sentido, no podemos obviar que la mayoría de estos delitos se cometen en la más
estricta intimidad familiar, sin que la falta de pruebas signifique la inexistencia de delito.
Por ello, tal y como expresa el Presidente del Consejo General de la Abogacía en su carta de
fecha 8 de enero de 2010 dirigida a los Decanos y Decanas de todos los Colegios de
Abogados y Abogadas, no podrán identificarse las denuncias falsas con los desistimientos,
archivos o absoluciones por falta de pruebas.
Esta valoración recobra aún más sentido, si cabe, desde la perspectiva estadística. En efecto,
durante el año 2010 y a nivel nacional sólo 22 mujeres de las 73 víctimas fallecidas por
violencia machista habían denunciado.
En lo que va de año, y al cierre de este artículo, únicamente 3 de las 17 mujeres asesinadas
por sus parejas habían presentado de…
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