La primera condición para iniciar el proceso de escuchar de
forma activa, atenta, es la de que ambas personas tengan interés, estén motivadas, tengan curiosidad, ganas de aprender. La escucha ha de ser de persona a persona, sin técnica alguna, un acompañar en la indagación de sí mismo que emprende la persona que habla. Para escuchar hay que querer escuchar, con total atención. Hay que querer acoger y captar el mensaje emitido por aquel a quien escuchamos. La segunda condición es que la persona que escucha sea ella misma, congruente, auténtica. Abierta a su propia experiencia, a sus sentimientos. Acepta su propia experiencia y acepta compartirla. Acompaña, comprometiéndose a seguir el mismo camino, el encontrarse a sí mismo, el de conocerse en toda la plenitud posible. La tercera condición es la de aceptar incondicionalmente al otro. Lo acepta tal y como es. No lo deja ser. Se compromete en el movimiento iniciado de indagar, de cuestionarse, de percibir lo que le condiciona, en un intento de ser uno mismo. Lo hace propio. Es un camino compartido. La cuarta condición es la de comprender al otro en lo que es. Establecer una relación en la que a través de la empatía, del afecto, podamos descubrirnos. No juzga, no aprueba, ni critica, no censura, ni actúa por él. No indica caminos, ni los cierra. Vive los conflictos y los problemas, las dudas que le embargan, los condicionamientos, intentando hallar el sentido, el significado que tiene para el otro. Escuchar realmente al otro, a todos los niveles en los que intente comunicarse. Las palabras pueden comunicar un mensaje y el tono de voz, los gestos, la actitud corporal, otro totalmente diferente. La quinta condición es la de que estas actitudes, la autenticidad de la persona que escucha, la aceptación positiva incondicional de la persona que habla y, la comprensión empática, han de ser percibidas por la otra persona. El camino iniciado es un intento de recuperar la libertad de ser, frente al “tener que ser”. Nadie puede ser libre por otro. Nadie puede hacer libre al otro desde fuera. La libertad es de cada uno. No se puede ser quien se es, sino siéndolo. Podemos acompañar desde nuestro ser, compartiendo lo que uno es, para sintonizar con el interior de la otra persona en su intento de liberarse y ser él mismo. No buscamos en su pasado, en su inconsciente, para descubrir nada. Encontramos a una persona que se explora a sí misma, que bucea en sus profundidades, libremente, según lo necesita y se atreve, en un intento de reencontrarse, de ser más plenamente lo que es, dejando atrás su condicionamiento.