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Día de Muertos

“La muerte no existe, hija. La gente sólo se muere cuando la olvidan […] Si puedes

recordarme, siempre estaré contigo.”

Isabel Allende

El día de muertos es la celebración más significativa, representativa y visible de México,

pues con la llegada de esta tradición el paisaje cambia por todos lados, los lugares se

vuelven más coloridos, las calles se impregnan del olor a pan, copal, flores de cempasúchil

y frutas. Anteriormente esta tradición era celebrada entre agosto y septiembre por causa de

la cosecha, sin embargo, con el paso del tiempo las fechas cambiaron a cómo hoy en día las

conocemos, por eso en las ofrendas los elementos que más abundan son las frutas y flores

de temporada.

Manuel Alberro explica en su artículo El antiguo festival céltico pagano de Samain

y su continuación en la fiesta laica de Halloween, el día de los difuntos cristiano y el día de

muertos en México que la celebración hacia la muerte data de al menos 3000 años, durante

la época prehispánica se veneraba a Mictecacihuatl, señora de Mictlan y reina de

Chignahmictlan, es decir, del noveno nivel del mundo subterráneo, en aquella época se veía

a la muerte como una dualidad muerte-vida, representaba un renacer, por ello, las

celebraciones correspondientes duraban un mes (4).

Un concepto fundamental en la filosofía de los aztecas era que primordialmente el hombre

es un intermediario entre éste y “el otro” mundo, y el responsable por la conservación del

cosmos. La misión del hombre en la Tierra es la de perpetuar la creación, y la energía

indispensable para la continuación del Universo […] La Creación, la re-Creación y la


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continuación del Universo son sólo posibles por medio de sacrificios y muertes rituales. La

muerte es así la fuente de la vida, y la sangre humana como Chalchiuatl, el “Líquido

Precioso” (Salazar Cárdenas citado en El antiguo festival céltico pagano de Samain y

su continuación en la fiesta laica de Halloween, el día de los difuntos cristiano y el

día de muertos en México 20)

Además, se debe considerar que la idea de cielo-infierno no era reconocida, más bien se creía que la

manera de morir era fruto de tus acciones e indicaba el lugar a donde irías en la tierra de los muertos

o Mictlan, este lugar es descrito como obscuro y húmedo, debido a esto desde la época prehispánica

hasta la actual las ofrendas resaltan vista y olfato, la tradición oral nos dice que la luz guía a las

almas, las flores de cempasúchil con sus particulares tonos de amarillo y anaranjado atraen al

difunto, así como el olor a copal e incienso, para que los muertos se lleven consigo el sabor de la

comida por medio del olor.

Por otro lado, en la actualidad tanto el significado como la forma de celebrar Día de

Muertos varía según la zona de México debido a su carácter multicultural, por ejemplo, en el estado

de Oaxaca todo es más colorido, la ofrenda sólo es de un nivel y se le colocan panes grandes o

pequeños que resaltan por tener dibujos de flores llamativas en sus cortezas, sin mencionar los

grandes desfiles y las características especificas de cada disfraz. En Yucatán se celebra el festival de

Vida y Muerte ofreciendo varias actividades artísticas y en la ciudad de México las ofrendas suelen

ser de siete niveles y se adornan las tumbas con muchas flores, ahí los familiares se reúnen para

convivir y recordar a sus difuntos.

Por último, el día de muertos muestra el sincretismo existente entre lo propio y lo ajeno, nos

da identidad como mexicanos, une a vivos y muertos para la convivencia, es una tradición que vale

la pena preservar y continuar enseñándola a las siguientes generaciones, desde cada perspectiva

existente en las comunidades y pueblos compartiendo de esta manera su cosmovisión.


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Trabajos citados

Alberro, Manuel. “El antiguo festival céltico pagano de Samain y su continuación en la fiesta

laica de Halloween, el día de los difuntos cristiano y el día de muertos en México”

Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 5,

núm. 12, año 2004, pp.4-30.

Allende, Isabel. Eva Luna. México: Debolsillo, 2014.

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