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CURSO: Evangelios sinópticos

NOMBRE: Jesús Moscaira Butron

METODO CATEQUÉTICO

TEMA: “EL PECADO CONTRA EL ESPIRITU SANTO”

1. OBJETIVO:
Conocer y tomar conciencia de la realidad del pecado contra el Espíritu
Santo mencionado por Jesús en Mt 12,31; Mc 3,29 y Lc 12,10.

2. VER:
Es importante observar el mundo que nos rodea y ver que existe el mal; Un
mal que es causado por el propio hombre en el día a día, la violencia
familiar, los asesinatos, la delincuencia, los pecados relacionados a la
sexualidad, etc. También vemos cómo muchas personas se van alejando
poco a poco de su fe, de las prácticas de la Fe, de Dios. Esto podemos
verlo cuando los padres de familia ya no educan a sus hijos en la Fe,
cuando ya no rezan, cuando ya no van a misa. Pero también podemos
Observar que existe un mal más directamente relacionado con Dios; esto
podemos verlo en la persecución a los creyentes en medio oriente, pero
también en nuestra sociedad local vemos un ataque a los creyentes, de
manera particular a la iglesia católica, por parte de las distintas ideologías,
como la de “genero” por ejemplo, las feministas, los que promueven el
aborto; así mismo el ateísmo transmitido con frecuencia en las cátedras
universitarias, muchos jóvenes son influenciados por estas posturas ateas y
antirreligiosas. Hay un rechazo a Dios, porque no decir un cierto odio a Dios
en nuestra sociedad, un odio a los que son de Dios un rechazo a las
prácticas de la Fe.

3. JUZGAR:
El magisterio de la iglesia nos ha enseñado que existen dos tipos de
pecados los pecados mortales que por ser graves nos apartan de la vida
divina y nos llevan a la muerte eterna y los veniales que por ser culpas
leves no nos merece el infierno, pero si el purgatorio. Es debido explicar
que dentro del grupos de los mortales existe un pecado particular que
Jesús mismo menciona en el evangelio: El pecado contra el espíritu Santo.

Algunos Santos Padres, como Atanasio, Hilario, Ambrosio, Jerónimo y


Crisóstomo, consideraron que este pecado es aquella blasfemia que
atribuye las obras del Espíritu Santo a los espíritus diabólicos (como ocurre
en el episodio relatado en el Evangelio). San Agustín enseñó, en cambio,
que este pecado es cualquier blasfemia contra el Espíritu Santo por quien
viene la remisión de los pecados. Muchos otros después de San Agustín lo
identificaron con todo pecado cometido con plena conciencia y malicia (y se
llamaría “contra el Espíritu Santo” en cuanto contraría la bondad que se
apropia a esta divina Persona).

Santo Tomás, complementando estas tres interpretaciones señaló que el


“pecado contra el Espíritu Santo” es todo pecado que pone un obstáculo
particularmente grave a la obra de la redención en el alma, es decir, que
hace sumamente difícil la conversión al bien o la salida del pecado; así
tenemos:

 Lo que nos hace desconfiar de la misericordia de Dios (la


desesperación que excluye la confianza en la misericordia divina) o
nos alienta a pecar (la presunción, que excluye el temor de la justicia).
 Lo que nos hace enemigos de los dones divinos que nos llevan a la
conversión: el rechazo de la verdad (que nos lleva a rebatir la verdad
para poder pecar con tranquilidad) y la envidia u odio de la gracia (la
envidia de la gracia fraterna o tristeza por la acción de la gracia en los
demás y por el crecimiento de la gracia de Dios en el mundo).
 Y finalmente, lo que nos impide salir del pecado: la impenitencia (la
negativa a arrepentirnos y dejar nuestros pecados) y la obstinación en
el mal (la reiteración del propósito de seguir pecando).

El catecismo de la iglesia católica nos dice: No hay límites a la misericordia


de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de
Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la
salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cf DeV 46). Semejante
endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición
eterna. (C.E.C 1864)

Evidentemente a este pecado no se llega de repente, sino después de


haberse habituado en el pecado. La malicia de este pecado implica muchos
otros pecados que van deslizando al hombre hasta rechazar la conversión,
rechazar el perdón y el amor de Dios. Dice Nuestro Señor que este pecado
no será perdonado ni en este mundo ni en el otro (Mt 12,32). No quiere
decir esto que este pecado no “pueda” ser perdonado por Dios, sino que de
suyo no da pie alguno para el perdón ya que corta todas las vías para el
arrepentimiento y la vuelta a Dios. Sin embargo, nada puede cerrar la
omnipotencia y la misericordia divina, que puede causar la conversión del
corazón más empedernido así como puede curar milagrosamente una
enfermedad mortal.
4. ACTUAR:
 Es importante meditar el porque de la venida de Jesús en este
mundo: El Señor Jesús ha sido enviado, por el Padre celestial, a este
mundo precisamente para salvarnos del pecado. Teniendo presente
esta verdad nos ayuda a agradecer a Dios por esa obra de salvación
tan maravillosa.
 Acudir con frecuencia a los sacramentos es importante para nuestra
conversión. De manera especial el sacramento del Perdón y la
eucaristía.
 Conocer a Dios atreves de las sagradas escrituras, acrecientan
nuestra Fe y nuestro amor a Dios y al prójimo.
 Permanecer en presencia de Dios todos los días, invocando y
bendiciendo el nombre de Dios, agradeciéndole por todo el bien que
nos hace y pidiendo su gracia.

5. REVISAR:
Es importante hacer el seguimiento de cómo estamos viviendo nuestro
cristianismo, detenernos en el tiempo y preguntarnos ¿Estos viviendo como
hijo de Dios, como verdadero cristiano y católico? ¿Me estoy esforzando
por vivir los medios concretos que me propuse para vivir mejor mi
cristianismo?
Es recomendable hablar cada cierto tiempo con un sacerdote o persona
prudente con mayor recorrido en la fe que nos pueda escuchar y dar un
consejo en nuestro camino de vida cristiana. En este caso particular
rechazar el pecado y vivir en gracia.

6. CELEBRAR:
Nuestra vida cristiana no es solo de domingo o por ratos, sino es una
manera de vivir, es vivir nuestro “ser hijo de Dios” y como hijo s de Dios es
importante celebrar la Fe. Esto nos ayuda a ser auténticos cristianos. Por
ello la misa es fundamental en nuestra vida; debe ser el centro de nuestra
vida ya que recibimos a Cristo mismo. La eucaristía nos aparta del pecado,
sobre todo nos preserva del pecado contra el espíritu santo. Si buscamos
amar a Dios con sincero corazón, el no permitirá que nos vayamos de este
mundo sin haber recibido los sacramentos.

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