Sei sulla pagina 1di 13

1.

El impacto económico y social de la Gran Guerra

Las transformaciones económicas


La Gran Guerra fue la primera guerra total, pues afectó a toda la nación y no solo a los

soldados. Cambió la forma de concebir el papel del Estado en la economía.

El liberalismo clásico dejaba en manos del mercado la regulación económica, pero durante la

contienda las autoridades tuvieron que racionar el consumo, planificar la producción o

movilizar mano de obra.

La guerra supuso la bancarrota de todos los beligerantes. Los vencedores habían contraído

una enorme deuda (sobre todo, con Estados Unidos), que esperaban pagar con

las reparaciones exigidas a los vencidos. Pero los países derrotados no podían hacer frente a

los pagos.

La consecuencia fue la hiperinflación, que durante 1922-1923 destruyó el tejido

socioeconómico de Alemania y de sus antiguos aliados. Como consecuencia, los ahorradores

quedaron en la ruina, mientras que los deudores salieron beneficiados, pues las deudas

perdieron su valor.

Si antes de la guerra Europa importaba más de lo que exportaba, en la posguerra fue

preciso aumentar las exportaciones y disminuir el consumo. Pero exportar era más

difícil: además de Estados Unidos, que era la primera potencia económica, otros países,

como Argentina, Australia o Japón, habían aprovechado la contienda para hacerse un hueco

en el mercado mundial; de hecho, Japón era ya la gran potencia asiática. También España,

favorecida por su neutralidad, experimentó un notable auge industrial.


La crisis demográfica: la pandemia de gripe
Las bajas de la guerra se habían estimado en diez millones, pero durante 1918 y 1919 una

pandemia de gripe causó entre cincuenta y cien millones de víctimas más en todo el mundo.

Aunque las cifras son aproximadas porque no existen estadísticas fiables fuera de Europa y

Norteamérica, se trata sin duda de uno de los mayores desastres demográficos de la

historia de la humanidad.

Se cree que el origen fue una mutación del virus de la gripe aviar en Asia. Los primeros

casos se detectaron en un cuartel de Estados Unidos donde había tropas que luego fueron

destinadas a Francia: el agente infeccioso viajó con ellas y así se extendió por Europa. Los

años de penalidades habían debilitado a la población, y esta epidemia generó una altísima

tasa de mortalidad.

El armisticio coincidió con el apogeo de la epidemia. La desmovilización de las tropas

coloniales diseminó la muerte por el mundo: fue una auténtica pandemia que se propagó por

todo el planeta.

Los Gobiernos de los países en guerra ejercieron la censura sobre los medios de

comunicación para evitar el pánico, de modo que solo se hablaba, tímidamente, de “fiebres”.

Desde Francia la gripe pasó a España, donde, por tratarse de un país neutral y con relativa

libertad de prensa, empezó a llamársela por su nombre; por eso se la bautizó erróneamente

como “la gripe española”, y con ese nombre equivocado se la conoce aún.
El nuevo papel de la mujer
Durante la Gran Guerra, la movilización de los varones en el frente obligó a

utilizarreservas de mano de obra femenina en la retaguardia. Así, por necesidad,

obtuvieron las mujeres lo que, por derecho, habían reclamado en vano: los puestos de

responsabilidad reservados a los hombres.

La eficacia de las mujeres en la retaguardia desmintió las teorías de inferioridad intelectual

sobre las que se apoyaba la discriminación. Después de la guerra, las mujeres obtuvieron

el sufragio en muchos países de Europa y América.

También se estaba produciendo una revolución en la educación. Cada vez eran más las

mujeres que accedían a estudios medios o superiores y optaban a mejores trabajos. Era la

época de las pioneras, en que mujeres de extraordinario talento conseguían hacerse un lugar

en el mundo de la ciencia, la cultura o el arte.

Pero el cambio no solo afectaba a estos casos excepcionales. Los avances técnicos y

económicos abrían nuevas perspectivas laborales. Fue en estos nuevos campos, aún no

copados por los hombres, donde las mujeres pudieron hacerse un hueco, o incluso ser

mayoría. Así aparecieron oficios predominantemente femeninos, como las operadoras

de teléfono o las mecanógrafas. Estas ocupaciones, aunque peor pagadas que las masculinas,

permitían que mujeres de clase media pudieran emanciparse económicamente.

Todos estos cambios se reflejaron en su aspecto. El vestuario femenino se simplificó y se

hizo más cómodo y práctico. La moda era llevar el pelo corto. Las jóvenes empezaron a

practicar deporte al aire libre, lo que puso en boga la piel bronceada allí donde antes se

había exigido a las señoritas una tez pálida.


2. Política y diplomacia de los años veinte

El avance de la democracia
La mayor parte de los Estados que nacieron de la disolución de los imperios después de la

Primera Guerra Mundial fueron repúblicas democráticas.

En algunos países, el número de votantes se duplicó gracias al voto femenino. Pero este

avance de la democracia fue temporal, y coincidía con la aparición de ideologías políticas

novedosas que, desde la derecha o desde la izquierda, ponían en cuestión el sistema

democrático: el comunismo y el fascismo.

La creación de Estados en la Paz de París no solucionó el problema de las minorías, sino

que lo multiplicó: países como Polonia, Checoslovaquia y, sobre todo, Yugoslavia

reproducían en menor escala el carácter plurinacional del Imperio austrohúngaro. Además, el

mapa se llenó de territorios en disputa, reclamados por varios países, como Danzig.

La fragmentación de las fuerzas políticas dificultaba el gobierno de estas frágiles

democracias, que se enfrentaban tanto a la agitación comunista como a los golpes militares

de la derecha. Al final de la década, en muchos países del este y del sur de Europa se

impusieron regímenes autoritarios.

Estados Unidos en los años veinte

Tras la guerra, en Estados Unidos triunfó el aislacionismo. Alejado de asuntos europeos, el

país reafirmó su hegemonía sobre lo que consideraba su esfera de influencia: América


Latina y el Pacífico, pero aquí chocaba con las ambiciones de Japón, cuya flota hacía

sombra a la estadounidense.

En el interior, predominaba un fuerte conservadurismo, que se reflejó en la represión del

movimiento obrero, la limitación de la inmigración y la promulgación de la ley seca, que

favorecía los negocios de la mafia.

Fueron también los años de auge del Ku Klux Klan, una organización violentamente racista,

xenófoba y anticatólica, que representó el reverso tenebroso de los felices años veinte.

De Versalles a Locarno

Los primeros años de posguerra estuvieron marcados por el descontento de los vencidos y

por el interés de los vencedores por mantener la vigencia del Tratado de Versalles.

La intransigencia de los vencedores en la cuestión del pago de compensaciones,

superiores a las posibilidades reales de los derrotados, llevaría a la ocupación franco-

belga del Ruhr en 1923.

Los esfuerzos por impedir una nueva guerra cristalizaron en los Acuerdos de Locarno de

1925. Su base era el entendimiento franco-alemán: ambos reconocían las fronteras y

establecían una zona desmilitarizada en Renania.

El espíritu de Locarno, es decir, el clima de reconciliación y acuerdo, supuso el momento

de máxima distensión entre ambas guerras mundiales, y significó el apogeo de la Sociedad

de Naciones. Puede también considerarse el precedente del espíritu europeísta que se

impondría después de la Segunda Guerra Mundial.


España bajo la dictadura de Primo de Rivera

De 1923 a 1930, el general Miguel Primo de Rivera estableció en España una dictadura

militar.

Aunque el dictador suspendió la Constitución y disolvió las Cortes, el sistema de la

Restauración estaba tan desprestigiado que el nuevo régimen, que se presentaba como un

paréntesis, sin voluntad de continuidad, no encontró al principio fuerte oposición, excepto

entre algunos intelectuales republicanos y entre los anarquistas, a los que persiguió

con saña.

La dictadura de Primo de Rivera pasó por diversas fases:

• Primeros años. La dictadura contó con cierta popularidad, incluso entre parte del

movimiento obrero. Fue cuando obtuvo su mayor logro: la pacificación del

protectorado de Marruecos, gracias a la colaboración de Francia y al desembarco

de Alhucemas, en 1925.

• Perpetuación en el poder. El dictador aprovechó la coyuntura económica

favorable para mantener su poder, lo cual despertó una creciente hostilidad de la

gran mayoría de las fuerzas políticas y sociales.

• Crisis de 1929. Sin embargo, el espejismo de la prosperidad económica se quebró

con la llegada de esta crisis. A comienzos del año 1930, el dictador presentó

su dimisión al rey y se exilió.

Alfonso XIII intentó volver a la normalidad constitucional. Pero el desprestigio de la

dictadura arrastró consigo a la monarquía. En el pacto de San Sebastián, celebrado en el

año 1930, republicanos y socialistas se pusieron de acuerdo para derribarla.


Aunque presentaba semejanzas relativamente superficiales con el régimen de Mussolini, la

dictadura de Primo de Rivera no era fascista ni sobresalió por su crueldad, excepto en la

represión del anarquismo.

Sin embargo, su hijo José Antonio fundaría en 1933 el partido fascista español, la Falange,

que iba a desempeñar un papel destacado en el estallido de la Guerra Civil y en la dictadura

franquista.

3. Nuevos regímenes políticos: comunismo y

fascismo
A pesar del avance aparente del modelo democrático americano, los años veinte asistieron al

nacimiento de ideologías que se presentaban como alternativas al sistema liberal, en los

dos extremos del espectro político:

• En Rusia, la construcción de un estado comunista: la URSS.

• En Italia, el establecimiento del primer régimen de tipo fascista.

La fundación de la URSS

En 1922, el Sóviet Supremo aprobó la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas

Soviéticas (URSS). Un año antes, ante la rebelión de los campesinos contra las requisas de

sus cosechas y las protestas de la población ante el descenso del nivel de vida, el Gobierno,

dirigido por Lenin, había abandonado el comunismo de guerra.


En su lugar, se puso en práctica la NEP (Nueva Política Económica), que admitía un

mercado reducido y toleraba negocios privados a pequeña escala. Las condiciones de vida de

la población mejoraron considerablemente gracias al aumento de los excedentes agrícolas.

En 1919 se había fundado la Tercera Internacional, o Komintern, para extender la

revolución a todo el mundo. Los partidos que se adhirieron tomaron el nombre

de comunistas.

El socialismo en un solo país

A la muerte de Lenin, en 1924, se entabló una lucha por su sucesión entre Iósif Stalin, que

controlaba la maquinaria del partido, y León Trotski, quien contaba con la baza de haber

fundado el Ejército Rojo, vencedor en la guerra civil. La diferencia entre ambos líderes se

refería sobre todo a la táctica:

• Trotski. Propugnaba la revolución permanente, en la que la URSS debía ser la

plataforma desde la que en un futuro próximo se extendería la revolución al resto del

mundo.

• Stalin. Impuso la estrategia del socialismo en un solo país, es decir, los proletarios

del mundo debían contribuir, en primer lugar, a la consolidación del comunismo en

Rusia.

Finalmente, en 1929 Stalin salió vencedor de la pugna, y Trotski tuvo que exiliarse. Años

después sería asesinado en México a manos de un agente estalinista.


El fascismo, una ideología nueva
A diferencia de las corrientes conservadoras tradicionales, que rechazaban el nacionalismo y

el liberalismo, el fascismo era antiliberal, pero defendía un nacionalismo

exacerbado y xenófobo. Además, utilizaba métodos modernos de propaganda, se

interesaba por la tecnología y despreciaba valores tradicionales como la religión. Sus

principales rasgos son:

• Supremacía del partido y el líder. El Estado se identifica con el partido, y este

con el líder. El partido es un movimiento de masas que pretende representar la

voluntad popular mejor que la democracia. Las demás opciones políticas son

perseguidas.

• Primacía del Estado. Rechaza los derechos del individuo frente alEstado.

Desaparece la noción de ciudadano y de Estado de derecho.

• Racismo. La nación se define según criterios raciales: los grupos que no los

cumplen son excluidos e, incluso, exterminados.

• Autarquía. Acepta el capitalismo, pero propugna un proteccionismo extremo que

tiende a la autarquía (autosuficiencia económica).

• Política exterior agresiva. Reclama su espacio vital y propugna la expansión de su

área de dominio a costa de otros pueblos, a los que somete y, a veces, aniquila.

• Corporativismo. Niega las diferencias de clase y defiende la intervención del

Estado en la vida laboral mediante la creación de corporaciones que agrupen a

empresarios y trabajadores en una misma organización.


El fascismo italiano
El primer régimen fascista se instauró en Italia en 1922. Aunque el país había participado en

la guerra del lado de los vencedores, los nacionalistas estaban descontentos con las

compensaciones territoriales. El fascismo empuñó la bandera de la frustración colonial y

del irredentismo, es decir, la reclamación de territorios fronterizos que consideraba suyos,

como Trieste.

Los fascistas se sirvieron de la inquietud que despertaban las huelgas y ocupaciones de

tierras, y se aprovecharon del temor de las clases acomodadas a la Revolución rusa. Para

atacar al movimiento obrero, Benito Mussolini creó una organización paramilitar que se

transformaría en el Partido Fascista. En 1922, tras una violenta campaña de agitación, y a

pesar de su fracaso electoral, Mussolini organizó una demostración de fuerza: la Marcha

sobre Roma.

El Gobierno dimitió y el rey recurrió a Mussolini, que instauró una dictaduramediante

la manipulación electoral y la eliminación de la oposición. El régimen adquirió rasgos

totalitarios:

• Mussolini se proclamó Duce, o caudillo supremo. Sin embargo, mantuvo la

monarquía, y emprendió una política de entendimiento con la Iglesia católica que

culminó con los Pactos de Letrán (1929).

• Se adoptó una política exterior agresiva, destinada a la conquista de un imperio en

África y el Mediterráneo.

• Se fundaron sindicatos corporativos, y se fomentaron la agricultura y el desarrollo

industrial autárquico.
5. De la prosperidad al crac

Una economía frágil


A pesar de su aparente esplendor, la prosperidad de los años veinte se sustentaba en una base

frágil. La riqueza estaba repartida de manera muy desigual. Las clases medias se sentían

atraídas por el nivel de vida de las altas, un nivel que el cine les permitía imaginar y que

la publicidad los animaba a conseguir. Sin embargo, estaban lejos de poder permitírselo a

no ser que se embarcaran en créditos. La abundancia de crédito disparó el consumo,

pero esa prosperidad aparente se basaba en el endeudamiento.

Uno de los sectores donde más se hacía visible la insuficiencia del sistema era la

agricultura. Durante la guerra, muchos países neutrales o alejados de los combates

habían aumentado la superficie cultivable para atender la demanda de los beligerantes.

Al acabar la guerra, la producción se disparó y los precios cayeron en picado. Muchos

agricultores se arruinaron y perdieron sus tierras.

En Europa, la destrucción y la ruina causadas por la guerra quedaron ocultas gracias a los

créditos. Los derrotados se veían obligados a pagar cuantiosas reparaciones de guerra a

los aliados. Estos, a su vez, estaban endeudados, sobre todo con Estados Unidos. Además,

los americanos prestaban dinero a Alemania y sus antiguos socios. La aparente

recuperación se basaba, pues, sobre un precario flujo triangular de capitales.

Es cierto que el pilar que lo sostenía todo era la primera economía del planeta, la

estadounidense, que a finales de los años veinte parecía más firme que nunca; pero se trataba

de un espejismo.
La burbuja especuladora

El desencadenante de la crisis fue una burbuja de especulación en la bolsa de Nueva York,

la mayor del mundo. Las ganancias eran tan provechosas que se generó un ambiente

de euforia.

Muchos pequeños ahorradores que nunca antes habían invertido en acciones se lanzaron

al mercado bursátil. Esto hizo subir las cotizaciones, y esa subida animó aún a más gente a

comprar acciones de empresas que ni siquiera conocían: en muchos casos,

contraían préstamos pensando que las constantes alzas les permitirían devolver el capital y

obtener ganancias fáciles.

En cambio, la inversión en la economía productiva descendió, pues era más fácil ganar

dinero comprando y vendiendo acciones.

El crac de 1929

Nada justificaba esa subida espectacular de la bolsa: las empresas no habían visto

aumentados sus beneficios ni tenían previsiones de crecimiento.

Cuando algunos inversores se dieron cuenta de la fragilidad de la burbuja, comenzaron a

vender para recuperar cuanto antes su capital. Las ventas hicieron bajar las acciones. Como

muchos especuladores solo querían ganancias rápidas y fáciles, los descensos los impulsaron

a vender. Entonces, el valor de las acciones se hundió.


El 28 de octubre de 1929, conocido como el Jueves Negro, se desató el pánico en la

bolsa de Nueva York. En unas horas se perdieron millones de dólares. El lunes y el martes

siguientes continuaron las caídas, lo que arrastró a miles de personas a la ruina.

Pero eso no era lo peor: las empresas quebraban y cientos de miles de trabajadores se

encontraron en la calle de la noche a la mañana. Y en unos pocos meses, los afectados eran

millones: el sueño de la prosperidad sin límites había acabado en una pesadilla.

Potrebbero piacerti anche