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Maestría en Educación Superior
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PSICOLOGÍA DEL ADOLESCENTE Y LA JUVENTUD
INDICE
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1. Introducción.
El estudio de la psicología nos permite conocer a profundidad el desarrollo humano y
su conducta desde diferentes perspectivas, lo que nos brinda conocimiento,
comprensión y seguridad para enfrentarnos a los cambios que marca nuestro ciclo vital.
La adolescencia es una etapa del desarrollo marcada por muchos cambios físicos,
psicológicos, sociales, familiares, de personalidad, etc. Por lo que ha sido ampliamente
estudiada, y a pesar de lo mucho que se conoce de la misma, se sabe que cada
adolescente vive su adolescencia de manera única. Esto hace que atender, educar y
acompañar a quienes viven esta etapa sea un reto que nos pide formarnos para conocer
sus necesidades y expectativas, para responder de manera competente a las mimas y
lograr nuestros objetivos con ellos.
En este documento se aborda una temática que permite la comprensión de esta etapa
desde un abordaje integral. Se inicia con el desarrollo de dos de las teorías psicológicas
más influyentes en el campo del desarrollo. En primer lugar se presentan los postulados
de Jean Piaget y su teoría del desarrollo cognitivo, seguidamente se expone lo propuesto
por Erick Erickson en su teoría del desarrollo psicosocial.
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Antecedentes Teóricos
Jean Piaget es el principal exponente del enfoque del desarrollo cognitivo. Se
interesa por los cambios cualitativos que tienen lugar en la formación mental de la
persona, desde el nacimiento hasta la madurez.
Mantiene que el organismo humano tiene una organización interna característica y
que esta organización interna es responsable del modo único del funcionamiento
del organismo, el cual es invariante. También sostiene que por medio de las
funciones invariantes el organismo adapta sus estructuras cognitivas. Estos tres
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Otro problema con la idea de etapas separadas es que tal vez los procesos
sean más continuos de lo que parecen. Cuando observamos durante
periodos más largos, los cambios podrían parecer saltos discontinuos y
cualitativos. La búsqueda persistente de un juguete perdido que realiza un
niño de tres años es cualitativamente diferente del infante que al parecer
no extraña el juguete ni lo busca cuando éste
rueda debajo de un sofá. Sin embargo, si observamos con gran atención a
un niño en desarrollo y nos concentramos en los cambios que ocurren de
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un momento a otro o de una hora a otra, tal vez veríamos que realmente
se trata de cambios graduales y continuos. Es probable que, en lugar de
aparecer de manera súbita, el conocimiento de que un juguete oculto aún
existe sea producto de la memoria más desarrollada del niño más grande:
él sabe que el juguete está debajo del sofá porque recuerda haberlo visto
rodar hacia allá, mientras que el infante no puede mantener esto en su
memoria. Cuanto más tiempo hacemos esperar a los niños para que
busquen —prolongando el tiempo durante el cual deben recordar el
objeto—, más grandes tendrán que ser para tener éxito (Siegler y Alibali,
2005).
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Existe otra perspectiva del desarrollo cognoscitivo que cada vez ejerce
mayor influencia. Esta teoría, que vincula el desarrollo cognoscitivo con la
cultura, fue propuesta hace muchos años por Lev Vygotsky
y redescubierta recientemente.
Tomado de Woolfolk (2010, p. 43-44).
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loco. O por ejemplo, una visión de la luna o de un búfalo blanco, le llevaría a ser un
“berdache”, un hombre que se viste y actúa como si fuese una mujer.
Con el paso del tiempo, su cultura originaria desapareció, pero la nueva cultura fue
incapaz de proveer los sustitutos necesarios. No hubo más búsqueda de sueños, pero
entonces ¿cuáles sueños podrían perseguir los adolescentes si no existían?.
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Erikson se sintió conmovido por las dificultades de los niños de Dakota con los que
hablaba y observaba. Pero crecer y encontrar el propio lugar en el mundo no es tarea
fácil para muchos otros americanos tampoco. Los afroamericanos están luchando por
lograr una identidad alejada de sus raíces africanas olvidadas; esa cultura pobre y falta
de poder dentro de una cultura circundante de una gran mayoría blanca. Los asiático-
americanos también pasan por una situación similar, atrapados entre las tradiciones
americanas y asiáticas. Los americanos rurales consideran que sus hijos no encajan
en una sociedad mayor. Y la gran mayoría de europeo-americanos poseen, de hecho,
poco de sus propias identidades culturales, a no ser por vestirse de verde el día de
San Patricio o por una receta de salsa marinara de la abuela. La cultura americana
está en cualquiera; es, en cierto sentido, de nadie.
Como la mayoría de los nativos americanos, también otros han perdido mucho de los
rituales que una vez nos guiaron hacia la adultez. ¿Hasta qué punto es usted un
adulto?; ¿cuándo entramos en la pubertad?; ¿ya ha sido bautizado o ha pasado por
su “bar mizvah”?; ¿su primera experiencia sexual?; ¿fiesta de 15 años?; ¿su licencia
de conducir? ¿su graduación colegial?; ¿votando en sus primeras elecciones?; ¿su
primer trabajo?; ¿edad legal para beber?; ¿graduación de la universidad?; ¿Cuándo
exactamente los demás nos tratan como adultos?.
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En las sociedades más tradicionales (como en la nuestra hace 50 o 100 años), un jóven
o una chica se fijaban en sus padres, en sus relaciones, vecinos y profesores. Eran
personas decentes y trabajadoras (en su mayoría) y deseábamos ser como ellos.
Desafortunadamente, la mayoría de los niños actuales buscan la identificación en la
“media”, especialmente en la televisión. Es fácil entender por qué. Las personas de la
tele son más bellas, más listas, más ingeniosas, más sanas y más felices que cualquiera
de nuestro vecindario. Por desgracia, éstas no son reales. Siempre me sorprendo de
la cantidad de estudiantes que se frustran al descubrir el gran esfuerzo que supone la
carrera que han elegido. Esto no ocurre en la tele. Más tarde, descubren que los
trabajos que realizan no son tan creativos y satisfactorios como esperaban. Una vez
más, no es como en la tele. No debería entonces sorprendernos el que muchos chicos
se vayan por el camino más corto que el crimen parece ofrecer o en la vida fantástica
que la droga promete.
Algunos de ustedes considerarán estas afirmaciones como una exageración o
estereotipo de la adolescencia moderna. Realmente espero que su paso desde la
niñez a la adultez haya sido uno suave. Pero muchas personas (Erikson y yo incluidas)
podrían haber seguido un sueño.
Biografía
Erik Erikson nación en Frankfurt, Alemania el 15 de junio de 1902. Su patrimonio está
rodeado de cierto misterio. Su padre biológico fue un danés desconocido que
abandonó a su madre justo cuando nació Erik. Su madre, Karla Abrahamsen, fue una
jóven judía que le crió sola durante los tres primeros años de la vida de Erik. En este
momento, se casó con el Dr. Theodor Homberger, el pediatra de él y se mudaron a
Karlsruhe en el sur de Alemania.
Después de finalizar la secundaria, Erik decidió ser artista. Cuando no asistía a clases
de arte, vagaba por Europa, visitando museos y durmiendo bajo los puentes. Vivió
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una vida de rebelde descuidado durante mucho tiempo, justo antes de plantearse
seriamente qué hacer con su vida.
Cuando cumplió los 25 años, un amigo suyo, Peter Blos (artista y más tarde
psicoanalista), le sugirió que aplicara para una plaza de maestro en una escuela
experimental para estudiantes americanos dirigida por Dorothy Burlingham, una
amiga de Anna Freud. Además de enseñar arte, logró un certificado en educación
Montesori y otro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Fue psicoanalizado por la
misma Anna Freud. Mientras estuvo allí, conoció a una profesora de danza teatral en
la escuela mencionada. Tuvieron tres hijos, uno de los cuales más tarde sería
sociólogo.
En 1950 escribe “Childhood and Society”, libro que contenía artículos de sus estudios
de las tribus americanas, análisis de Máximo Gorky y Adolfo Hitler, así como una
discusión de la “personalidad americana y las bases argumentales de su versión sobre
la teoría freudiana. Estos temas (la influencia de la cultura sobre la personalidad y el
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Durante el reinado de terror del senador Joseph McCarthy en 1950, Erikson abandona
Berkeley cuando se les pide a los profesores que firmen un “compromiso de lealtad”.
A partir de este momento, Erik pasa 10 años trabajando y enseñando en una clínica
de Massachussets y posteriormente otros 10 años más de vuelta en Harvard. A partir
de su jubilación en 1970, no deja de escribir e investigar durante el resto de su vida.
Muere en 1994.
Teoría
Erikson es un psicólogo del Yo freudiano. Esto significa que acepta las ideas de Freud
como básicamente correctas, incluyendo aquellas debatibles como el complejo de
Edipo, así como también las ideas con respecto al Yo de otros freudianos como Heinz
Hartmann y por supuesto, Anna Freud.
No obstante, Erikson está bastante más orientado hacia la sociedad y la cultura que
cualquier otro freudiano, tal y como cabía esperar de una persona con sus intereses
antropológicos. Prácticamente, desplaza en sus teorías a los instintos y al
inconsciente. Quizás por esta razón, Erikson es tan popular entre los freudianos y los
no-freudianos por igual.
El Principio Epigenético
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precedentes. Como si fuese el botón de una rosa que esconde sus pétalos, cada uno
de éstos se abrirá en un momento concreto, con un cierto orden que ha sido
determinado por la naturaleza a través de la genética. Si interferimos con este orden
natural de desarrollo extrayendo un pétalo demasiado pronto o en un momento que
no es el que le corresponde, destruimos el desarrollo de la flor al completo.
Cada fase comprende ciertas tareas o funciones que son psicosociales por naturaleza.
Aunque Erikson les llama crisis por seguir la tradición freudiana, el término es más
amplio y menos específico. Por ejemplo, un niño escolar debe aprender a ser
industrioso durante ese periodo de su vida y esta tendencia se aprende a través de
complejas interacciones sociales de la escuela y la familia.
Las diversas tareas descritas por el autor se establecen en base a dos términos: una
es la tarea del infante, llamada “confianza-desconfianza”. Al principio resulta obvio
pensar que el niño debe aprender a confiar y no a desconfiar. Pero Erikson establece
muy claramente que debemos aprender que existe un balance. Ciertamente,
debemos aprender más sobre la confianza, pero también necesitamos aprender algo
de desconfianza de manera que no nos convirtamos en adultos estúpidos.
Cada fase tiene un tiempo óptimo también. Es inútil empujar demasiado rápido a un
niño a la adultez, cosa muy común entre personas obsesionadas con el éxito. No es
posible bajar el ritmo o intentar proteger a nuestros niños de las demandas de la vida.
Existe un tiempo para cada función.
Si pasamos bien por un estadio, llevamos con nosotros ciertas virtudes o fuerzas
psicosociales que nos ayudarán en el resto de los estadios de nuestra vida. Por el
contrario, si no nos va tan bien, podremos desarrollar mal adaptaciones o
malignidades, así como poner en peligro nuestro desarrollo faltante. De las dos, la
malignidad es la peor, ya que comprende mucho de los aspectos negativos de la tarea
o función y muy poco de los aspectos positivos de la misma, tal y como presentan las
personas desconfiadas. La mal adaptación no es tan mala y comprende más aspectos
positivos que negativos de la tarea, como las personas que confían demasiado.
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Niños y Adultos
Erikson también tuvo algo que decir con respecto a las interacciones de las
generaciones, lo cual llamó mutualidad. Ya Freud había establecido claramente que
los padres influían de una manera drástica el desarrollo de los niños. Pero Erikson
amplió el concepto, partiendo de la idea de que los niños también influían al
desarrollo de los padres. Por ejemplo, la llegada de un nuevo hijo, representa un
cambio de vida considerable para una pareja y remueve sus trayectorias evolutivas.
Incluso, sería apropiado añadir una tercera (y en algunos casos, una cuarta)
generación al cuadro. Muchos de nosotros hemos sido influenciados por nuestros
abuelos y ellos por nosotros.
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Estadio I
El primer estadio, el de infancia o etapa sensorio-oral comprende el primer año o
primero y medio de vida. La tarea consiste en desarrollar la confianza sin eliminar
completamente la capacidad para desconfiar.
Si papá y mamá proveen al recién nacido de un grado de familiaridad, consistencia y
continuidad, el niño desarrollará un sentimiento de que el mundo, especialmente el
mundo social, es un lugar seguro para estar; que las personas son de fiar y amorosas.
También, a través de las respuestas paternas, el niño aprende a confiar en su propio
cuerpo y las necesidades biológicas que van con él.
Si los padres son desconfiados e inadecuados en su proceder; si rechazan al infante o
le hacen daño; si otros intereses provocan que ambos padres se alejen de las
necesidades de satisfacer las propias, el niño desarrollará desconfianza. Será una
persona aprensiva y suspicaz con respecto a los demás.
De todas maneras, es muy importante que sepamos que esto no quiere decir que los
padres tengan que ser los mejores del mundo. De hecho, aquellos padres que son
sobreprotectores; que están ahí tan pronto el niño llora, le llevarán a desarrollar una
tendencia maladaptativa que Erikson llama desajuste sensorial, siendo
excesivamente confiado, incluso crédulo. Esta persona no cree que alguien pudiera
hacerle daño y usará todas las defensas disponibles para retener esta perspectiva
exagerada.
Aunque, de hecho, es peor aquella tendencia que se inclina sobre el otro lado: el de
la desconfianza. Estos niños desarrollarán la tendencia maligna de desvanecimiento
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Estadio II
El segundo estadio corresponde al llamado estadio anal-muscular de la niñez
temprana, desde alrededor de los 18 meses hasta los 3-4 años de edad. La tarea
primordial es la de alcanzar un cierto grado de autonomía, aún conservando un toque
de vergüenza y duda.
Si papá y mamá (y otros cuidadores que entran en escena en esta época) permiten
que el niño explore y manipule su medio, desarrollará un sentido de autonomía o
independencia. Los padres no deben desalentarle ni tampoco empujarle demasiado.
Se requiere, en este sentido, un equilibrio. La mayoría de la gente le aconsejan a los
padres que sean “firmes pero tolerantes” en esta etapa, y desde luego el consejo es
bueno. De esta manera, el niño desarrollará tanto un autocontrol como una
autoestima sana.
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Por otra parte, en vez de esta actitud descrita, es bastante fácil que el niño desarrolle
un sentido de vergüenza y duda. Si los padres acuden de inmediato a sustituir las
acciones dirigidas a explorar y a ser independiente, el niño pronto se dará por
vencido, asumiendo que no puede hacer las cosas por sí mismo. Debemos tener
presente que el burlarnos de los esfuerzos del niño puede llevarle a sentirse muy
avergonzado, y dudar de sus habilidades.
También hay otras formas de hacer que el niño se sienta avergonzado y dudoso. Si le
damos al niño una libertad sin restricciones con una ausencia de límites, o si le
ayudamos a hacer lo que él podría hacer solo, también le estamos diciendo que no es
lo suficientemente bueno. Si no somos lo suficientemente pacientes para esperar a
que el niño se ate los cordones de sus zapatos, nunca aprenderá a atárselos,
asumiendo que esto es demasiado difícil para aprenderlo.
No obstante, un poco de vergüenza y duda no solo es inevitable, sino que incluso es
bueno. Sin ello, se desarrollará lo que Erikson llama impulsividad, una suerte de
premeditación sin vergüenza que más tarde, en la niñez tardía o incluso en la adultez,
se manifestará como el lanzarse de cabeza a situaciones sin considerar los límites y
los atropellos que esto puede causar.
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Estadio III
Este es el estadio genital-locomotor o la edad del juego. Desde los 3-4 hasta los 5-6
años, la tarea fundamental es la de aprender la iniciativa sin una culpa exagerada.
La iniciativa sugiere una respuesta positiva ante los retos del mundo, asumiendo
responsabilidades, aprendiendo nuevas habilidades y sintiéndose útil. Los padres
pueden animar a sus hijos a que lleven a cabo sus ideas por sí mismos. Debemos
alentar la fantasía, la curiosidad y la imaginación. Esta es la época del juego, no para
una educación formal. Ahora el niño puede imaginarse, como nunca antes, una
situación futura, una que no es la realidad actual. La iniciativa es el intento de hacer
real lo irreal.
Pero si el niño puede imaginar un futuro, si puede jugar, también será responsable…y
culpable. Si mi hijo de dos años tira mi reloj en el váter, puedo asumir sin temor a
equivocarme que no hubo mala intención en el acto. Era solo una cosa dando vueltas
y vueltas hasta desaparecer. ¡Qué divertido!. ¡Pero si mi hija de cinco años lo
hace…bueno, deberíamos saber qué va a pasar con el reloj, qué ocurrirá con el
temperamento de papá y que le ocurrirá a ella!. Podría sentirse culpable del acto y
comenzaría a sentirse culpable también. Ha llegado la capacidad para establecer
juicios morales.
Erikson es, por supuesto, un freudiano y por tanto incluye la experiencia edípica en
este estadio. Desde su punto de vista, la crisis edípica comprende la renuencia que
siente el niño a abandonar su cercanía al sexo opuesto. Un padre tiene la
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Demasiado iniciativa y muy poca culpa significa una tendencia maladaptativa que
Erikson llama crueldad. La persona cruel toma la iniciativa. Tiene sus planes, ya sea
en materia de escuela, romance o política, o incluso profesión. El único problema es
que no toma en cuenta a quién tiene que pisar para lograr su objetivo. Todo es el
logro y los sentimientos de culpa son para los débiles. La forma extrema de la crueldad
es la sociopatía.
La crueldad es mala para los demás, pero relativamente fácil para la persona cruel.
Peor para el sujeto es la malignidad de culpa exagerada, lo cual Erikson llama
inhibición. La persona inhibida no probará cosa alguna, ya que “si no hay aventura,
nada se pierde” y particularmente, nada de lo que sentirse culpable. Desde el punto
de vista sexual, edípico, la persona culposa puede ser impotente o frígida.
Estadio IV
Esta etapa corresponde a la de latencia, o aquella comprendida entre los 6 y 12 años
de edad del niño escolar. La tarea principal es desarrollar una capacidad de
laboriosidad al tiempo que se evita un sentimiento excesivo de inferioridad. Los niños
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Una buena forma de percibir las diferencias entre un niño en el tercer estadio y otro
del cuarto es sentarse a ver cómo juegan. Los niños de cuatro años pueden querer
jugar, pero solo tienen conocimientos vagos de las reglas e incluso las cambian varias
veces a todo lo largo del juego escogido. No soportan que se termine el juego, como
no sea tirándoles las piezas a su oponente. Un niño de siete años, sin embargo, está
dedicado a las reglas, las consideran algo mucho más sagrado e incluso puede
enfadarse si no se permite que el juego llegue a una conclusión estipulada.
Si el niño no logra mucho éxito, debido a maestros muy rígidos o a compañeros muy
negadores, por ejemplo, desarrollará entonces un sentimiento de inferioridad o
incompetencia. Una fuente adicional de inferioridad, en palabras de Erikson, la
constituye el racismo, sexismo y cualquier otra forma de discriminación. Si un niño
cree que el éxito se logra en virtud de quién es en vez de cuán fuerte puede trabajar,
entonces ¿para qué intentarlo?.
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niños actores, niños atletas, niños músicos, niños prodigio en definitiva. Todos
nosotros admiramos su laboriosidad, pero si nos acercamos más, todo ello se
sustenta en una vida vacía.
Sin embargo, la malignidad más común es la llamada inercia. Esto incluye a todos
aquellos de nosotros que poseemos un “complejo de inferioridad”. Alfred Adler habló
de ello. Si a la primera no logramos el éxito, ¡no volvamos a intentarlo!. Por ejemplo,
a muchos de nosotros no nos ha ido bien en matemáticas, entonces nos morimos
antes de asistir a otra clase de matemáticas. Otros fueron humillados en el gimnasio,
entonces nunca harán ningún deporte o ni siquiera jugarán al raquetball. Otros nunca
desarrollaron habilidades sociales (la más importante de todas), entonces nunca
saldrán a la vida pública. Se vuelven seres inertes.
Lo ideal sería desarrollar un equilibrio entre la laboriosidad y la inferioridad; esto es,
ser principalmente laboriosos con un cierto toque de inferioridad que nos mantenga
sensiblemente humildes. Entonces tendremos la virtud llamada competencia.
Estadio V
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Hay cosas que hacen más fácil estas cuestiones. Primero, debemos poseer una
corriente cultural adulta que sea válida para el adolescente, con buenos modelos de
roles adultos y líneas abiertas de comunicación.
Además, la sociedad debe proveer también unos ritos de paso definidos; o lo que es
lo mismo, ciertas tareas y rituales que ayuden a distinguir al adulto del niño. En las
culturas tradicionales y primitivas, se le insta al adolescente a abandonar el poblado
por un periodo de tiempo determinado con el objeto de sobrevivir por sí mismo, cazar
algún animal simbólico o buscar una visión inspiradora. Tanto los chicos como las
chicas deberán pasar por una serie de pruebas de resistencia, de ceremonias
simbólicas o de eventos educativos. De una forma o de otra, la diferencia entre ese
periodo de falta de poder, de irresponsabilidad de la infancia y ese otro de
responsabilidad propio del adulto se establece de forma clara.
Sin estos límites, nos embarcamos en una confusión de roles, lo que significa que no
sabremos cuál es nuestro lugar en la sociedad y en el mundo. Erikson dice que cuando
un adolescente pasa por una confusión de roles, está sufriendo una crisis de
identidad. De hecho, una pregunta muy común de los adolescentes en nuestra
sociedad es “¿Quién soy?”.
Una de las sugerencias que Erikson plantea para la adolescencia en nuestra sociedad
es la una moratoria psicosocial. Anima a los jóvenes a que se tomen un “tiempo libre”.
Si tienes dinero, vete a Europa. Si no lo tienes, merodea los ambientes de Estados
Unidos. Deja el trabajo por un tiempo y vete al colegio. Date un respiro, huele las
rosas, búscate a ti mismo. Por norma, tendemos a conseguir el “éxito” demasiado
deprisa, aunque muy pocos de nosotros nos hayamos detenido a pensar en lo que
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significa el éxito para nosotros. De la misma manera que los jóvenes Oglala Dakota,
quizás también necesitemos soñar un poco.
Si logramos negociar con éxito esta etapa, tendremos la virtud que Erikson llama
fidelidad. La fidelidad implica lealtad, o la habilidad para vivir de acuerdo con los
estándares de la sociedad a pesar de sus imperfecciones, faltas e inconsistencias. No
estamos hablando de una lealtad ciega, así como tampoco de aceptar sus
imperfecciones. Después de todo, si amamos nuestra comunidad, queremos que sea
la mejor posible. Realmente, la fidelidad de la que hablamos se establece cuando
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hemos hallado un lugar para nosotros dentro de ésta, un lugar que nos permitirá
contribuir a su estabilidad y desarrollo.
Estadio VI
Si hemos podido llegar esta fase, nos encontramos entonces en la etapa de la adultez
jóven, la cual dura entre 18 años hasta los 30 aproximadamente. Los límites
temporales con respecto a las edades en los adultos son mucho más tenues que en
las etapas infantiles, siendo estos rangos muy distintos entre personas. La tarea
principal es lograr un cierto grado de intimidad, actitud opuesta a mantenerse en
aislamiento.
La intimidad supone la posibilidad de estar cerca de otros, como amantes, amigos;
como un partícipe de la sociedad. Ya que posees un sentimiento de saber quién eres,
no tienes miedo a “perderte” a ti mismo, como presentan muchos adolescentes. El
“miedo al compromiso” que algunas personas parecen presentar es un buen ejemplo
de inmadurez en este estadio. Sin embargo, este miedo no siempre es tan obvio.
Muchas personas enlentecen o postergan el proceso progresivo de sus relaciones
interpersonales. “Me casaré (o tendré una familia, o me embarcaré en algún tema
social) tan pronto acabe la universidad; tan pronto tenga un trabajo; cuando tenga
una casa; tan pronto…Si has estado comprometido durante los últimos 10 años, ¿qué
te hace echarte atrás?.
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A esta dificultad se añade que nuestra sociedad tampoco ha hecho mucho por los
adultos jóvenes. El énfasis sobre la formación profesional, el aislamiento de la vida
urbana, la fractura de las relaciones por motivos de traslados y la naturaleza
generalmente impersonal de la vida moderna, hacen que sea más difícil el desarrollo
de relaciones íntimas. Yo soy una de esas personas que he tenido que mudarme de
lugar docenas de veces en mi vida. No tengo ni la más remota idea de lo que pasó con
mis amigos infantiles o incluso de aquellos que tenía en la universidad. Mis amigos
más antiguos están a miles de kilómetros de donde vivo. Yo resido donde las
necesidades relativas a mi profesión me han llevado y por tanto, no tengo una
sensación firme de comunidad.
Bueno, antes de que me ponga demasiado depresivo, mejor hablemos de ustedes. Sé
que a muchos de ustedes no les ha pasado lo mismo. Si han crecido y afincado en una
comunidad en particular, especialmente una rural, es muy probable que ustedes
tengan relaciones mucho más profundas y duraderas; probablemente se casaron con
el amor de toda su vida, y sienten un buen cariño por su comunidad. Pero este estilo
de vida se está volviendo rápidamente un anacronismo.
Si atravesamos con éxito esta etapa, llevaremos con nosotros esa virtud o fuerza
psicosocial que Erikson llama amor. Dentro de este contexto teórico, el amor se
refiere a esa habilidad para alejar las diferencias y los antagonismos a través de una
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Estadio VII
La productividad es una extensión del amor hacia el futuro. Tiene que ver con una
preocupación sobre la siguiente generación y todas las demás futuras. Por tanto, es
bastante menos “egoísta” que la intimidad de los estadios previos: la intimidad o el
amor entre amantes o amigos, es un amor entre iguales y necesariamente es
recíproco. ¡Ah, claro, nosotros amamos al otro sin egoísmo! Pero la verdad es que, si
no recibimos el amor de vuelta, no lo consideramos un amor verdadero. Con la
productividad, no estamos esperando, al menos parece que no implícitamente, una
reciprocidad en el acto. Pocos padres esperan una “vuelta de su investimiento” de
sus hijos, y si lo hacen, no creemos que sean buenos padres.
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Estadio VIII
Esta última etapa, la delicada adultez tardía o madurez, o la llamada de forma más
directa y menos suave edad de la vejez, empieza alrededor de la jubilación, después
que los hijos se han ido; digamos más o menos alrededor de los 60 años. Algunos
colegas “viejetes” rabian con esto y dicen que esta etapa empieza solo cuando uno se
siente viejo y esas cosas, pero esto es un efecto directo de una cultura que realza la
juventud, lo cual aleja incluso a los mayores de que reconozcan su edad. Erikson
establece que es bueno llegar a esta etapa y si no lo logramos es que existieron
algunos problemas anteriores que retrasaron nuestro desarrollo.
La tarea primordial aquí es lograr una integridad yoica (conservamos aquí la
terminología acorde con los vocablos técnicos dentro del marco de la psicología.
También puede entenderse el término como “integridad”. N.T.) con un mínimo de
desesperanza. Esta etapa parece ser la más difícil de todas, al menos desde un punto
de vista juvenil. Primero ocurre un distanciamiento social, desde un sentimiento de
inutilidad; todo esto evidentemente en el marco de nuestra sociedad. Algunos se
jubilan de trabajos que han tenido durante muchos años; otros perciben que su tarea
como padres ya ha finalizado y la mayoría creen que sus aportes ya no son necesarios.
Además, existe un sentido de inutilidad biológica, debido a que el cuerpo ya no
responde como antes. Las mujeres pasan por la menopausia, algunas de forma
dramática. Los hombres creen que ya “no dan la talla”. Surgen enfermedades de la
vejez como artritis, diabetes, problemas cardíacos, problemas relacionados con el
pecho y ovarios y cánceres de próstata. Empiezan los miedos a cuestiones que uno
no había temido nunca, como por ejemplo a un proceso gripal o simplemente a
caerse.
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a uno le toque su turno. Al enfrentarnos a toda esta situación, parece que todos
debemos sentirnos desesperanzados.
La tendencia mal adaptativa del estadio 8 es llamada presunción. Esto ocurre cuando
la persona “presume” de una integridad yoica sin afrontar de hecho las dificultades
de la senectud. La tendencia maligna es la llamada desdén. Erikson la define como un
desacato a la vida, tanto propia como la de los demás. La persona que afronta la
muerte sin miedo tiene la virtud que Erikson llama sabiduría. Considera que este es
un regalo para los hijos, dado que “los niños sanos no temerán a la vida si sus mayores
tienen la suficiente integridad para no temer a la muerte”. El autor sugiere que una
persona debe sentirse verdaderamente agraciada de ser sabia, entendiendo lo de
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Discusión
Me resulta difícil pensar en otra persona, a no ser Jean Piaget, que haya desarrollado
más un acercamiento a los estadios del desarrollo que Erik Erikson. Y eso que el
concepto de estadios no es muy popular entre los teóricos de la personalidad. De las
personas que recogemos en este texto, solo Sigmund y Anna Freud comparten
completamente sus convicciones. La mayoría de los teóricos prefieren un
acercamiento más paulatino o gradual del desarrollo, utilizando términos como
“fases” o “transiciones”, en vez de estadios definidos y limitados.
Pero desde luego, existen ciertos segmentos de la vida muy fáciles de identificar,
determinados temporalmente por aspectos biológicos. La adolescencia está
“preprogramada” para que ocurra cuando ocurre, tal y como pasa con el nacimiento
y muy posiblemente, con la muerte natural. El primer año de vida tiene unas
cualidades muy especiales, tipo “parecida a la fetal” y el último año de la misma
incluye ciertas cualidades “catastróficas”.
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A pesar de todo, los estadios de Erikson nos brindan un marco de trabajo. Podemos
hablar de nuestra cultura al compararla con otras; o de la actualidad comparada con
algunos siglos atrás o de ver cómo diferimos relativamente de los estándares que
provee su teoría. Erikson y otros investigadores han demostrado que el patrón
general de hecho se adapta a diferentes épocas y culturas, y a la mayoría de nosotros
nos resulta familiar. En otras palabras, su teoría se establece como uno de los
paradigmas más importantes dentro de las teorías de personalidad. Este paradigma
a veces es más importante que la “verdad”: es útil.
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Sus dos libros más famosos son estudios en “psicohistoria”, el Young Man Luther
sobre Martin Luther y Gandhi’s Truth. Sus trabajos han inspirado a muchos otros y
disponemos en la actualidad de una revista llamada The Journal of Psychohistory, la
cual contiene artículos fascinantes no solo de personas famosas, sino de prácticas
antiguas y presentes en el desarrollo de niños a través de ritos de poblaciones a todo
lo largo del mundo y en todas las épocas de la historia.
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La pubertad se inicia por una serie de cambios neurohormonales, cuyo fin último
es conseguir la capacidad reproductiva propia de cada sexo. Esto ocurre
fundamentalmente gracias a la interacción entre el sistema nervioso central,
hipotálamo, hipófisis y gónadas.
La edad de aparición de la pubertad es muy variable con un amplio rango de la
normalidad: el 95% de las niñas inicia la pubertad entre los 8,5 y los 13 años y el
95% de los niños entre los 9,5 y los 14 años. Desde hace unos 150 años, la pubertad
se ha ido iniciando a edades cada vez más tempranas, habiéndose adelantado 3 a
4 meses por decenio.
El desarrollo sexual femenino suele iniciarse con la aparición de botón mamario. El
tiempo en el que completan la pubertad las niñas es de unos 4 años, pero puede
variar entre 1,5 a 8 años. La menarquia ocurre en el 56% de las niñas en el estadio
4 de Tanner y en el 20% en el 3. Actualmente, la edad media de la menarquia está
en los 12,4 años.
El desarrollo sexual masculino se inicia en el estadio 2 de Tanner, cuando los
testículos alcanzan un volumen de 4 cc. La espermaquia o inicio de emisión del
esperma se produce en el estadio 3 de Tanner,
con un volumen testicular de 12 cc; con frecuencia, ocurre sobre los 13,5 años.
Durante este período de tiempo, los adolescentes deben de conseguir la
independencia de los padres, la adaptación al grupo, aceptación de su nueva
imagen corporal y el establecimiento de la propia identidad, sexual, moral y
vocacional.
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Para alcanzar estas metas, según Arminda Aberastury citados por Ruíz (2013), el
adolescente tiene que afrontar cuatro duelos o pérdidas:
• El duelo por el cuerpo infantil perdido. En no pocas ocasiones, el
adolescente
contempla sus cambios como algo externo frente a lo cual él es un
espectador impotente de lo que le ocurre a su cuerpo. De ahí las muchas
horas que se pasa ante el espejo. Ha de despedirse de su cuerpo infantil, que
hasta ese momento
mantenía toda su imagen psicológica.
• El duelo por el rol y la identidad infantil. Debe renunciar a la dependencia
de sus padres y asumir responsabilidades que muchas veces desconoce.
• El duelo por los padres de la infancia. Tiene que despedirse de la imagen
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• Las experiencias pasadas: No hay que olvidar que el adolescente ya tiene una
historia emocional. Su afectividad puede verse abrumada por problemas y
conflictos sin resolver que, incluso en circunstancias normales, hacen ardua su
adaptación actual.
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padres como para el adolescente son demasiados cambios al mismo tiempo, por
lo que las relaciones se ven afectadas.
Para el desarrollo de este tema se presentan extractos del artículo “Contexto
familiar y desarrollo psicológico durante la adolescencia”, en donde su autor
Alfredo Oliva (2006), hace un análisis de como la familia, el contexto y las
relaciones paternales y filiales se ven afectadas.
De acuerdo a Oliva (2006), los aspectos más importantes a tomar en cuenta
son:
• Cambios en los padres: La explicación más tradicional acerca del cambio
en las relaciones familiares durante la adolescencia atribuye el aumento
de los conflictos entre padres e hijos a las transformaciones en estos
últimos, sin embargo, no sólo cambian los adolescentes, ya que también
los padres lo hacen. En el momento en que el hijo o la hija llega a la
pubertad sus padres pueden tener en torno a los 40 ó 45 años, una etapa
que algunos autores han denominado la crisis de la mitad de la vida y
que han considerado como un momento difícil y de cambios
significativos para muchos adultos (Gould, 1978; Levinson, 1978). Así,
justo cuando el adolescente está experimentando la madurez física y
sexual, y acercándose al cénit de su atractivo físico, sus padres están
empezando a experimentar un cierto declive que aumenta su
preocupación por su propio cuerpo: por su salud y por su atractivo físico.
Aunque la generalización sea arriesgada, para algunos padres, que
habrán cumplido ya los 40 años, esta etapa puede conllevar una
reflexión acerca de la propia trayectoria vital, y un cuestionamiento de
algunos de los objetivos y valores que habían guiado su trayectoria
personal o profesional. Muchos adultos comprueban el incumplimiento
de algunos de sus sueños y metas, y observan cómo su juventud ha
quedado atrás, han superado el ecuador de sus vidas, y se van acercando
al tramo final. Puede que sus padres hayan muerto o estén muy
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Otro cambio relevante es el inicio cada vez más precoz y la terminación más
tardía de la adolescencia. No sólo se ha adelantado de forma sensible la edad en
la que se inicia la pubertad, sino que, además, muchos comportamientos que
hasta hace poco eran propios de jóvenes y adolescentes -inicio de relaciones de
pareja, conductas consumistas o uso de nuevas tecnologías- están comenzando
a ser frecuentes en la niñez tardía. Las relaciones familiares pueden verse
afectadas por este cambio en el calendario con que tienen lugar una serie de
comportamientos. La mayoría de los padres de adolescentes van a considerar
demasiado precoz la edad con la que sus hijos e hijas pretenden iniciarse en
comportamientos como salir con miembros de otro sexo, mantener relaciones
sexuales, permanecer en la calle hasta altas horas de la noche, ir a discotecas o
beber alcohol. Como han encontrado algunos estudios (Casco, 2003; Collins,
1997; Dekovic, Noom y Meeus, 1997) las expectativas de padres y de niños y
adolescentes con respecto a los comportamientos apropiados durante estos
años no van a coincidir, lo que contribuirá a aumentar la conflictividad en el
entorno familiar. En un principio, los padres van a resistir la presión de sus hijos
no cediendo a sus deseos de una mayor autonomía, incluso en algunos casos
podrán aumentar las restricciones, haciendo más frecuentes los
enfrentamientos, aunque, más adelante irán flexibilizando su postura y se irán
normalizando las relaciones familiares (Laursen, Coy y Collins, 1998; Parra y
Oliva, 2002)
Por otra parte, están teniendo lugar importantes cambios en la estructura de
la familia con el surgimiento de nuevas situaciones que pueden resultar más
complicadas. El número de separaciones y divorcios ha ido aumentando durante
los últimos años, al igual que el número de hijos nacidos fuera del matrimonio,
lo que ha supuesto que sean cada vez más frecuentes las familias
monoparentales y reconstituidas (Iglesias, 1998). Estas nuevas situaciones
familiares pueden suponer una mayor complicación a la hora de ejercer los roles
paterno y materno, y en algunas ocasiones pueden surgir conflictos importantes
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esta idea, y aunque las relaciones familiares no tienen porque sufrir un deterioro
generalizado, la mayoría de las familias, incluso aquellas que habían tenido unas
relaciones armónicas durante la niñez, van a atravesar durante la adolescencia
temprana una época de un cierto desajuste y de una mayor conflictividad
(Holmbeck y Hill, 1991; Laursen, Coy y Collins, 1998; Parra y Oliva, 2002).
La comunicación entre padres e hijos suele deteriorarse en algún momento
entre la infancia y la adolescencia, con algunos cambios claros en los patrones
de interacción: pasan menos tiempo juntos, las interrupciones a los padres y,
sobre todo, a las madres son más frecuentes, y la comunicación se hace más
difícil (Barnes y Olson, 1985; Steinberg, 1981). Un aspecto que merece la pena
destacar es el referido a la diferente percepción que padres e hijos tienen de la
dinámica familiar. Así, cuando se pregunta a unos y otros sobre la comunicación
en el entorno familiar, chicos y chicas afirman tener una comunicación con sus
progenitores peor de lo que estos últimos indican (Barnes y Olson, 1985; Hartos
y Power, 2000; Megías, Elzo, Megías, Méndez., Navarro y Rodríguez., 2002). Tal
vez estas diferencias sean debidas en parte a la influencia de la deseabilidad
social, que llevaría a madres y padres a declarar unas relaciones más positivas
con sus hijos de lo que realmente son. En el caso de sus hijos esta deseabilidad
actuaría en el sentido contrario, ya que la necesidad de reafirmar su autonomía
les llevaría a exagerar la conflictividad de sus relaciones familiares (Hartos y
Power, 2000).
En cuanto a los temas sobre los que suelen versar los intercambios parento-
filiales, el empleo del tiempo libre y las normas y regulaciones familiares ocupan
los primeros lugares, mientras que otros temas como política, religión,
sexualidad y drogas son infrecuentes (Megías et al., 2002; Miller, 2002; Parra y
Oliva, 2002; Rosental y Feldman, 1999). El género parece influir sobre los
patrones de comunicación familiar, ya que algunos estudios encuentran que las
chicas tienen una comunicación más frecuente con sus padres que los chicos
(Noller y Bagi, 1985; Youniss y Smollar, 1985), aunque existen otros trabajos que
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a los estudios (Montemayor, 1983; Noller, 1994; Parra y Oliva, 2002; Weston y
Millard, 1992). Temas como sexualidad, política, religión o drogas no suelen
aparecer con frecuencia en las discusiones entre padres e hijos, aunque cuando
aparecen generan conflictos más intensos (Parra y Oliva, 2002). Además, no se
observan cambios significativos a lo largo de la adolescencia, ya que los temas
de las discusiones son prácticamente los mismos en los distintos tramos de edad
(Smetana, 1989).
El hecho de que las discusiones estén centradas en asuntos cotidianos y
mundanos podría sugerir que se trata de conflictos de poca importancia que no
tendrán una repercusión negativa sobre el estado emocional de padres o hijos,
ni sobre la calidad de sus relaciones. Sin embargo, no es necesario que se
produzcan acontecimientos catastróficos para que se genere un elevado nivel de
estrés en un sujeto, ya que suele ser el efecto acumulativo de pequeños sucesos
lo que más frecuentemente suele desbordar las estrategias de afrontamiento del
individuo, generando una gran tensión emocional (Musitu, Buelga, Lila y Cava,
2001). Por lo tanto, aunque estas “pequeñas” discusiones entre padres e hijos
no conlleven un deterioro irreversible de la relación, tendrán un efecto
acumulativo sobre el estado emocional de los progenitores, que son quienes
suelen verse más afectados por la conflictividad parento-filial. El estereotipo de
un individuo abrumado después de una discusión familiar es más aplicable al
padre o la madre que a su hijo adolescente, que suele recuperarse más
rápidamente tras la discusión. Este diferente impacto emocional puede
obedecer al distinto significado que tiene el conflicto para unos y otros. Mientras
que los padres pueden vivirlo como una pérdida de poder, para el adolescente
será una forma de ir ganando autonomía (Steinberg y Steinberg, 1994; Steinberg,
2001).
No obstante, muchas de las frustraciones relacionadas con el conflicto están más
asociadas con la forma de solucionarlo que con su frecuencia o temática.
Desafortunadamente, muchas de las discusiones suelen resolverse no mediante
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Por ello, alcanzar una identidad vocacional madura no es fácil. Algunos jóvenes no
pueden renunciar a los elementos del pasado sobre los que sienten seguridad
(Marcia,1980) y establecen compromisos prematuros, respondiendo a las
expectativas paternas, por ejemplo. Para ellos, una buena defensa es no intentar
nada nuevo y buscar refugio en lo conocido (Horrocks, 1996). En el otro lado se
encuentran quienes postergan su decisión en tanto no completen su búsqueda de
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parece relacionarse con la presencia de padres que dejan solos a sus hijos en esta
tarea. Como afirma Trah tem berg (1996), una actitud de “haz lo que quieras, elige
tú mismo”, cuando el espacio de elección es muy amplio, puede ser entendida como
indiferencia y falta de compromiso por parte del padre. En estos casos, si el
adolescente tiene que elegir, lo más probable en una identidad en moratoria si
demora su elección con el fin de explorar bien sus opciones (exploración fuerte y
compromiso mínimo), o puede alcanzar una identidad lograda si consigue integrar
en su decisión las posibilidades que ha encontrado (exploración y compromiso
fuertes). Estos caminos seguidos por los adolescentes reflejan un determinado nivel
de desarrollo en el establecimiento de su identidad vocacional, lo cual no es algo
invariante, pues si la exploración y el compromiso cambian, el nivel en el que se
ubican también cambia. Así, la vocación puede consolidarse con el tiempo o variar
hacia otras elecciones legítimas (Meeus, 1996; Waterman, 1993). De otro lado, la
ubicación en los diferentes niveles de la identidad vocacional se asocia con
características particulares.
De otro lado, en cuanto al género, Bosma (1992), Marcia (1980) y Meeus (1992)
encuentran que mientras los hombres se muestran más involucrados en su
identidad vocacional, las mujeres lo están más en el área interpersonal. Asimismo,
Osipow (1991) sostiene que los hombres formulan planes más rea- listas que les
permitan ejercer un razonable control sobre su futuro, en tanto las mujeres tienden
a elegir carreras más tentativas y poco orientadas. A la vez, ellas parecen más
influidas por sus padres y desalentadas por la sociedad en la exploración de sus
identidades vocacionales. Así, para las mujeres el mayor desarrollo de su identidad
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Con frecuencia se escucha decir que los jóvenes de hoy no son como los de antes;
y la afirmación parece tener valor de verdad, pues los jóvenes del siglo XXI son la
primera generación que ha conocido desde su infancia un universo mediático muy
diversificado: diarios, revistas, radios, canales de TV abiertos y por cable, videojuegos,
DVD, IPOD, MP3, MP4, celulares, Internet, tablets… (Morduchowicz, 2009). Las
pantallas de televisión, de cine, de celular y de computadora- son parte esencial de
su cotidianeidad. Se han naturalizado en sus vidas y forman parte importante de su
identidad.
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Los estudiantes que hoy transitan por las universidades constituyen la primera
generación formada en los nuevos avances tecnológicos, pues han estado desde siempre
rodeados de computadoras, videojuegos, música digital, telefonía móvil y otros
entretenimientos y herramientas afines. En detrimento de la lectura en soporte
impreso, han dedicado, en cambio, muchas horas a los videojuegos y a la televisión,
por lo que no es exagerado considerar que la mensajería inmediata, el teléfono móvil,
Internet, el correo electrónico, los juegos de ordenador... son inseparables de sus
vidas (Córica y Dinerstein, 2009; Prensky, 2010).
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“Belén, de 9 años, tiene su propia cuenta de Facebook, Skype y un celular desde los 8”.
Así inicia una nota recientemente aparecida en un diario reconocido de Argentina2… y
sin lugar a dudas, la niña no es la única (ni conforma un grupo de selectos elegidos) que
disponen de acceso a las tecnologías mencionadas. Se multiplican por miles y millones
los niños y, sobre todo, adolescentes y jóvenes cuyas vidas transcurren paralela y
simultáneamente en dos esferas, en dos espacios; de hecho, tienen una vida de relación
en contextos presenciales y otra en ambientes virtuales, una identidad física y una
identidad digital, experiencias y vivencias off line y on line. En la cotidianeidad de sus
rutinas diarias, más de una vez llegan a casa tras haber compartido una jornada escolar
con sus amigos, e inmediatamente se conectan para seguir en contacto con ellos. Otra
prueba irrefutable del protagonismo de las tecnologías en las vidas de nuestros niños y
adolescentes es el hecho de que actualmente es cada vez más frecuente que los castigos
domésticos se midan en ‘días sin Internet’ y ‘días sin celular’ (Córica, 2013).
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Por fin, volvamos la mirada hacia cada uno de nosotros y pensemos qué sentimos cuando
nos olvidamos el celular o cuando se interrumpe la conexión a Internet mientras estamos
frente a la computadora. Algo nos falta y sin eso que nos falta todo parece complicarse
hasta el límite de lo imposible. Miremos también a nuestro alrededor… nos sentamos en
la sala de espera de un médico, viajamos en un colectivo, caminamos por la vereda con
rumbo hacia algún lugar y en cada una de esas situaciones nos rodea gente que va con su
celular en mano, haciendo ‘algo’ (mirar las notificaciones de Facebook, leer mensajes de
Whatsapp, responder una llamada entrante, revisar los e-mails, etc). En el sentido
expuesto, una investigadora argentina Roxana Morduchowicz realizó en el año 2006 un
estudio acerca de los consumos y prácticas culturales de 3.300 jóvenes entre 11 y 17 años.
Cinco años después, en 2011, replicó el estudio mostrando con claridad los importantes
cambios acontecidos en tan corto periodo de tiempo. Entre los cambios más notorios
pudo apreciarse la presencia de más pantallas y menos medios gráficos en los hogares.
Algunos datos concretos avalan esta afirmación. En el año 2006 el 55% de los jóvenes
encuestados tenía un teléfono celular, en el 2011 la cifra asciende al 100%. En 2006 un
30% de los jóvenes tenía ordenador en su casa, en 2011 el porcentaje asciende a un 70%.
En 2006 solo un 15% de los jóvenes accedían a Internet desde sus domicilios, elevándose
esa cifra a un 50% en el año 2011. Aunque parezca increíble, en 2006, ningún adolescente
hablaba de las redes sociales o de tener un perfil en Facebook; en cambio, en 2011 esta
situación cambia radicalmente, con muchos usuarios adolescentes en las redes sociales,
incluso menores de la edad permitida (Morduchowicz, 2009 y 2013).
Y estamos en 2016… podemos sospechar que las cifras han cambiado más todavía.
Asimismo, es posible afirmar también que esta relación cada vez más fluida de los jóvenes
y adolescentes con la tecnología, y especialmente con las pantallas, ocurre no solamente
en el contexto de Argentina, sino de manera más globalizada. En este sentido, un estudio
con jóvenes americanos entre 13 y 17 años da cuenta de que el 92% está en línea
diariamente -y muchos de ellos permanentemente- gracias a los teléfonos móviles y
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smartphones disponibles hoy en día (Lenhart, 2015). En otro contexto -España- Bringué
y Sádaba (2009) informan resultados de un estudio realizado con niños y adolescentes,
caracterizándolos como una generación precoz y móvil. Precoz, porque muy
tempranamente (antes de los 10 años) integran las pantallas en sus vidas. Móvil,
precisamente por el protagonismo de los dispositivos móviles en esta generación, que les
permiten comunicarse, acceder a contenidos, entretenerse, etc. Y para introducir solo un
ejemplo más, de muchos otros que podríamos presentar, el estudio de Franco Crespo
(2013), realizado en Ecuador, muestra que los jóvenes de entre 12 y 18 años dedican por
día, en promedio, siete horas cincuenta minutos a ver televisión e interactuar con la
computadora, las consolas de videojuegos, los reproductores de música y el teléfono
celular. Lo cierto es entonces que el televisor, el ordenador y el celular son las tres
pantallas más presentes en la vida diaria de los jóvenes, en distintas latitudes del mundo
(Morduchowicz, 2009).
Pasan muchas horas diarias frente a las pantallas (casi más tiempo con las pantallas que
en la escuela). Además, utilizan los medios simultáneamente: ven televisión, escuchan
música, navegan por Internet, usan el celular y hacen la tarea escolar. Todo al mismo
tiempo. Por este motivo se hace referencia a ellos como la ‘generación multimedia’
(Morduchowicz, 2008).
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Parece oportuno mencionar en este punto una matización que ha cobrado fuerza en los
últimos años. Existe una concepción enraizada, tanto en la comunidad científica como en
el ámbito educativo, que considera que los estudiantes de hoy en día no necesitan ningún
tipo de instrucción para interactuar con los medios electrónicos. El argumento esgrimido
es que estos jóvenes pertenecen a la generación de nativos digitales y que, por tanto,
dominan ampliamente esta serie de habilidades digitales básicas. Sin embargo, esta
visión de los nativos digitales está siendo actualmente puesta en tela de juicio por
sobrevalorar las habilidades digitales de los estudiantes (Bennett et al., 2008; Bennett y
Maton, 2010; Gisbert y Esteve, 2011).
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Estudios recientes han mostrado que la mayoría de los jóvenes solo realizan con
frecuencia unas pocas actividades digitales, como son el acceso a información y la
comunicación vía internet o dispositivos móviles. En cambio, la realización de otras
actividades propias de la Web 2.0, como la creación de contenidos o la publicación de
información, varía enormemente dentro de esta población. Por lo tanto, no convendría
hablar de una generación uniforme de estudiantes expertos en el manejo de los entornos
digitales.
Más allá de la matización anterior, que advertiría sobre habilidades digitales dispares y
no uniformes entre los estudiantes, resulta incuestionable que en los últimos tiempos la
universidad ha sido atravesada por profundos cambios. Precisamente, el gran desarrollo
tecnológico es uno de los factores que impulsan una nueva cultura educativa, pues las
tecnologías han modificado profundamente nuestras formas de acceder, distribuir y usar
la información, pero paradójicamente han alterado escasamente las formas de enseñar
y aprender. Así, su no inclusión en las aulas supone probablemente dejar fuera ciertas
formas de pensar y de relacionarse con el conocimiento que los alumnos van a necesitar
al salir de ellas (Pozo y Monereo, 2008).
Si algo resulta claro, es que en la medida que las tecnologías son parte de la cotidianeidad,
entender la educación sin ellas es una forma de entender la educación lejos de la realidad.
No cabe entonces prescindir de las tecnologías o excluirlas de los ámbitos educativos. La
cuestión es dejar entrar el mundo en la escuela, en la educación, lograr incluirlas, sacar
provecho de sus potencialidades para motivar a los alumnos, para llegar a ellos, para
entrar en sus ámbitos de interés y diversificar sus oportunidades ¿Por qué no usar aulas
virtuales y viabilizar en ellas propuestas que complementen las clases presenciales? ¿Por
qué no usar redes sociales con alguna finalidad académica? ¿Por qué no usar Whatsapp?
Por supuesto, la inclusión de las tecnologías debería estar sustentada en sólidos
fundamentos pedagógicos que posibiliten sacar partido de sus potencialidades. Para que
ello resulte posible, la formación de los docentes parece un punto central a atender. No
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basta con disponer de acceso a tecnologías y ser capaz de operarlas desde una
perspectiva tecnológica; también es necesario disponer de conocimientos pedagógicos y
didácticos que avalen y den sustento a las propuestas de enseñanza mediadas por TIC.
En tal sentido, la Psicología de la Educación Virtual y la Didáctica en Entornos Virtuales de
Enseñanza-Aprendizaje constituyen campos fértiles de los cuales nutrirse de
aportaciones. De hecho, paulatinamente, todas las carreras habilitantes para la docencia
deberían incluir contenidos de estos campos.
Otro punto clave es la alfabetización digital de los estudiantes, pues como hemos dicho,
si bien son usuarios asiduos de las tecnologías en contextos de ocio, de recreación y de
comunicación, no estarían tan habituados a emplearlas en contextos y con finalidades
académicas. Para no ser demasiado pesimistas en el panorama presentado, también es
justo decir que en los últimos años han proliferado numerosas experiencias educativas
sobre todo llevadas a cabo en el nivel universitario en las que se usan las TIC con diversas
finalidades y de distinto modo. En nuestro equipo, por ejemplo, hemos diseñado e
implementado propuestas diversas durante los últimos 10 años (ver Chiecher, 2014;
Chiecher et al., 2016; Moreno et al., 2015; Vicario et al., 2015). Asimismo, sabemos que
el uso de TIC en educación es un tema convocante, vigente en la actualidad y que aglutina
a un buen número de docentes motivados por mejorar y actualizar la enseñanza que
ofrecen.
3. Metodología
• Diseño de investigación y contexto de trabajo
Con la finalidad de conocer las percepciones que un grupo de docentes mantiene
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acerca del alumno de hoy así como para indagar acerca de acciones o
innovaciones que introducen en sus prácticas en pos de atender a las
características del alumno del siglo XXI, se llevó adelante un estudio de tipo
exploratorio. El contexto de trabajo fue una universidad pública Argentina. Más
precisamente, se trabajó con un grupo de docentes universitarios a cargo del
dictado de las asignaturas que conforman el plan de estudios de la carrera
Licenciatura en Psicopedagogía. Dicho plan de estudios está conformado por 45
materias, teniendo en cuenta las asignaturas de sus dos orientaciones
(Orientación en Salud y Educación) y los idiomas optativos.
Teniendo conocimiento del plan de estudios se procedió a contactar vía e-mail a
los responsables de cada asignatura (o bien, a quien pudiera operar como
informante de los datos necesarios de recoger en el marco del estudio) para
pactar un encuentro personal en el que se realizaría una entrevista semi-
estructurada acerca de las cuestiones que interesan a la presente investigación.
En total, los docentes que dieron respuesta a la solicitud de contacto fueron 27,
quienes están a cargo de las 44 materias que conforman el plan de estudio de la
Licenciatura en Psicopedagogía.
• Características del grupo de docentes
El grupo entrevistado se compuso por 25 docentes de sexo femenino y 2 de sexo
masculino, cuyas edades están comprendidas entre 34 y 68 años, con una media
de 54 años.
Del total, 24 docentes son responsables de distintas asignaturas de la Licenciatura
en Psicopedagogía y 3 son jefes de trabajos prácticos. Es preciso remarcar que en
ocasiones un mismo docente estaba a cargo de más de una materia, ya sea como
responsable o como integrante del equipo, por lo cual las 27 entrevistas realizadas
cubren la totalidad de las asignaturas de la Licenciatura en Psicopedagogía. La
antigüedad docente varía entre 5 y 44 años, con una media de 27 años. Del total
de docentes, 11 tenían maestrías finalizadas, 7 completaron estudios de
Doctorado, 6 completaron especializaciones y 3 se encontraban cursando alguna
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4. Resultados
En esta sección se presentan tres apartados. En primer término se alude a la visión del
grupo de docentes entrevistados respecto del alumnado actual y sus características. En
segundo término, se hace referencia a las demandas que los profesores universitarios
perciben hacia su rol de parte de este estudiantado. Por fin, en tercer lugar, se presentan
resultados referidos a los cambios o innovaciones que los docentes han realizado en pro
de ajustarse y de dar respuesta a las características de los alumnos universitarios de hoy.
Los mencionados precedentemente fueron los ejes temáticos considerados para el
análisis que se presenta en este artículo. Como decíamos más arriba, para cada uno de
ellos se presentan todas las posiciones de los entrevistados, clasificadas o agrupadas en
categorías y en orden de frecuencia decreciente. Esto es, en todos los casos se describen
primero las categorías que aglutinaron mayor frecuencia para seguir con las menos
recurrentes.
• Alumnos de antes y de ahora en la perspectiva de un grupo de
docentes universitarios
Una de las preguntas que incluía el guion de la entrevista solicitaba a los docentes
explayarse acerca de sus percepciones sobre el alumno actual, así como señalar
si entendían que los estudiantes de hoy difieren de los de generaciones
anteriores. Frente a la pregunta, prácticamente la totalidad del grupo (excepto 1
caso del cual no se obtuvo respuesta) reconoció cambios, aunque en distintas
graduaciones y dimensiones, en el actual estudiante universitario. Así, 21
docentes afirmaron con contundencia que los alumnos de hoy difieren
sustancialmente de los de generaciones anteriores, mientras que otros 5 casos
señalaron apreciar diferencias, aunque menos radicales, acotadas solo a algunos
aspectos y dimensiones. Presentamos a continuación el análisis al interior de cada
una de estas categorías.
Posiciones que señalan diferencias contundentes entre alumnos de esta
generación y las anteriores (21 docentes). Respecto de las características
particulares que los docentes perciben en los actuales estudiantes, la más
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“Hay un grupo de adolescentes que manejan muy bien los medios tecnológicos,
las redes sociales y demás… y bueno obviamente eso los posiciona frente a la
alfabetización de un modo distinto, muy distinto.” Docente 21.
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“Hoy los chicos pueden estar con el celular recibiendo un mensaje o contestando
el mensaje y están prestando atención, creo que nosotros nos focalizábamos más
en una cosa o en la otra…”. Docente 2.
Cabe señalar que en algunos discursos (no en todos) se da un tinte algo negativo
a esta característica de los adolescentes de poder atender simultáneamente
varias tareas, argumentando que no les permite profundizar o reflexionar
críticamente sobre algún tema o concepto. En el siguiente fragmento se ilustra
esta posición.
“Pueden atender simultáneamente a mayor cantidad de cosas, pero así como
pueden atender simultáneamente, creo que la atención que van teniendo sobre
esas múltiples cosas es más superficial y no tan profunda”. Docente 4.
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distintas maneras por la cultura en la que a uno justo le tocó llegar en este mundo,
pero algunas son iguales…”. Docente 24.
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Si bien casi todos los docentes ligaron las nuevas demandas de los alumnos
con sus características distintivas, básicamente relacionadas con el permanente
contacto que tienen con la tecnología, otros fueron más allá de ello y hablaron de
los desafíos que la docencia debe enfrentar permanentemente en un nivel más
general.
El siguiente fragmento ilustra este aspecto.
“La docencia implica desafíos permanentes, por decirte, este año ingresó un no
vidente a Educación Especial… bueno, situaciones de este tipo también implican
la apertura de la universidad a estudiantes con capacidades especiales, la
inclusión implica también nuevos desafíos para los mismos docentes.” Docente
17.
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“Sí, nosotros las hemos ido cambiando (en referencia a las clases), yo no doy
clases ahora igual que hace 20 años. Nosotros hemos ido tratando de incorporar
lo que tiene que ver con el manejo habitual de los estudiantes por fuera de la
universidad a launiversidad, y eso está altamente atravesado por las tecnologías.”
Docente 24.
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CONCLUSIONES
Resulta claro, a partir de los resultados de este estudio, que los profesores
universitarios observan rasgos típicos en los estudiantes que transitan sus aulas,
son conscientes de que en su vida cotidiana están rodeados de pantallas, que la
tecnología es de uso habitual para estos jóvenes y perciben también la necesidad
de enseñar de maneras alternativas a un estudiante que aprende de manera
diferente.
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Los discursos de los entrevistados destacan las relaciones fluidas de los jóvenes
con las tecnologías así como sus habilidades para operarlas, sin distinguir
situaciones o contextos específicos. En otros términos, no aparece claramente
una cierta relativización de las competencias digitales de los jóvenes conforme a
las actividades a las que se ven afectados. En consecuencia, no emerge tampoco
en el discurso la necesidad de alfabetizar digitalmente a los estudiantes para su
participación en determinadas actividades en contextos académicos.
Como decíamos, aunque existen sin duda ciertas habilidades digitales bastante
desarrolladas en la generación de jóvenes actuales, se trata más bien de
competencias tecnológicas asociadas con actividades sociales y lúdicas, que no se
transfieren directamente al proceso de aprendizaje (Gisbert y Esteve, 2011). En
definitiva, los estudiantes llegan a la universidad con una cierta alfabetización
digital, ya que conocen algunas herramientas TIC y las saben utilizar, pero siguen
sin tener adquiridas las competencias necesarias que les permitan, además,
aplicar esta alfabetización y el dominio de estas herramientas en un contexto
educativo y, en concreto, en su proceso de formación para el aprendizaje (Gisbert
y Esteve, 2011).
Experiencias e intervenciones educativas realizadas por nuestro equipo confirman
tal afirmación. En efecto, al proponer a estudiantes universitarios la resolución
grupal de una tarea académica en el entorno de una red social, fueron abundantes
las dificultades que aparecieron, sobre todo para construir colaborativamente
una respuesta y para intercambiar y debatir sin la presencia física del compañero
y de manera asincrónica (Chiecher et al., 2016).
Otro punto ausente en el discurso de los docentes entrevistados fue la necesidad
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Asimismo, el estudio realizado mostró con claridad que aun cuando los docentes
entrevistados consideran importante renovar la enseñanza de acuerdo a las
características de los jóvenes actuales, ninguno hace mención de la necesidad de
formación propia para una inclusión exitosa de las TIC en sus prácticas ¿Es que
no la consideran necesaria? ¿Piensan que con solo proyectar una presentación en
Power Point o Prezzi están renovando su enseñanza? ¿O tienen conciencia de la
importancia de la formación aún sin haberla mencionado? Las respuestas a los
interrogantes planteados, y a tantos otros, podrán construirse en tanto y en
cuanto se avance, en el marco de futuras investigaciones, en el conocimiento de
la comunidad educativa más amplia a la que pertenecen los docentes
entrevistados. En efecto, dado que en el marco del presente estudio se ha
focalizado en un grupo limitado de docentes de una carrera del área de las
humanidades, de cara a futuras investigaciones sería importante avanzar en un
conocimiento más completo de la comunidad educativa de referencia, relevando
datos de otros grupos de docentes, pertenecientes a otras carreras y facultades.
Parece importante mencionar que este análisis ampliado de la comunidad
educativa de referencia permitiría plantear una estrategia apropiada,
participativa, situada y sistémica, donde los docentes no sean solo receptores de
cursos de habilitación tecnológica, sino una comunidad que aprende a innovar en
el marco de sus prácticas y entre otro aspectos, considera, en su pertinencia, a las
TIC.
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Este tema se desarrollará a través de dos aspectos: en un primer momento se hace una
descripción de lo que son los estilos de aprendizaje y después de presenta un
instrumento de medición para establecer los estilos de aprendizaje de los estudiantes
(VARK).
A continuación, se presenta un extracto de libro de psicología educativa de Anita
Woolfolk (2010):
Durante muchos años, la investigación en psicología se ha enfocado en las
diferencias individuales de los “estilos”: estilos cognoscitivos, estilos de aprendizaje,
estilos de resolución de problemas, estilos de pensamiento, estilos de toma de
decisiones... y la lista continúa. Li-fang Zhang y Robert Sternberg (2005) organizaron
el trabajo de los estilos individuales en tres grupos. Los estilos centrados en la
cognición evalúan la forma en que la gente procesa información, por ejemplo, ser
reflexivo o impulsivo al responder (Kagan, 1976). Los estilos centrados en la
personalidad evalúan rasgos más estables de la personalidad como ser extrovertido
versus introvertido, o recurrir al pensamiento o a los sentimientos (Myers y
McCaully, 1988). Los estilos centrados en la actividad evalúan una combinación de
la cognición y la personalidad, lo cual afecta la manera en que la gente realiza las
actividades, de manera que estos estilos podrían interesar especialmente a los
profesores.
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por ejemplo, dónde, cuándo, con quién, o con qué iluminación, alimentos o música
se prefiere estudiar. Existen varios instrumentos para evaluar las preferencias
de aprendizaje de los estudiantes: el Inventario de Estilos de Aprendizaje (Dunn,
Dunn y Price, 1989), el Inventario de Estilos de Aprendizaje (revisado) (Kolb, 1985) y
el Perfil de Estilos de Aprendizaje (Keefe y Monk, 1986). ¿Son útiles estas
herramientas? La respuesta no es sencilla.
El valor de tomar en cuenta los estilos de aprendizaje. Aun cuando gran parte del
trabajo realizado para ajustar los estilos y las preferencias de aprendizaje con la
enseñanza es dudoso, se basa en medidas poco confiables y en afirmaciones
exageradas, vale la pena tomar en cuenta los estilos de aprendizaje.
Primero, al ayudar a los estudiantes a pensar en la manera en que aprenden, usted
puede desarrollar en ellos una autosupervisión y una autoconciencia reflexivas.
Segundo, al observar los métodos que utiliza cada estudiante para aprender, los
profesores están en condiciones de apreciar, aceptar y adecuar las diferencias entre
los alumnos (Coffield et al., 2004; Rosenfeld y Rosenfeld, 2004).
Estilos intelectuales
Existen literalmente cientos de formas de considerar las diferencias individuales en
estilos que podrían afectar el aprendizaje, lo que significa demasiadas distinciones
para evaluar y ajustar la enseñanza. El estilo intelectual es una forma manejable de
separar los diferentes estilos de los estudiantes. Zhang y Sternberg (2005) describen
tres tipos intelectuales básicos (tipos I, II y III) de acuerdo con las preferencias
individuales por la estructura, complejidad, conformidad y autonomía. De este
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modo, las preguntas serían “¿trabaja mejor en tareas que son más estructuradas o
más libres?” (estructurado versus no estructurado); “¿prefiere problemas que
puedan resolverse con un pensamiento sencillo y directo, o prefiere un pensamiento
más complejo?” (simplicidad versus complejidad cognoscitiva); “¿le gusta seguir
formas preestablecidas de hacer las cosas o prefiere hacerlo a su manera y ser poco
convencional?” (conformidad versus inconformidad); “¿le gustan las tareas donde
las autoridades y los expertos han encontrado muchas respuestas, o prefiere
trabajar para encontrar su propia respuesta autónoma?” (autoridad versus
autonomía).
Sus respuestas a estas preguntas lo colocan en un continuo que va desde el estilo
intelectual tipo I en un extremo, el cual prefiere un aprendizaje poco estructurado,
libre, creativo, complejo y autónomo, hasta el otro extremo del tipo II que prefiere
tareas estructuradas y directas que siguen formas tradicionales establecidas para
encontrar respuestas fidedignas. Los individuos tipo III eligen elementos de los otros
dos estilos, dependiendo de la situación y de sus propios intereses. Por ejemplo,
quizá prefieran tareas estructuradas en áreas que no les interesan, pero tareas libres
para temas de su interés. Sin importar cuál sea su tipo, un sujeto podría elegir el
aprendizaje de grupo o el individual, de manera que éstaes la última pregunta a
considerar.
Después de revisar lo que nos propone Woolfolk (2010), se presenta un resumen elaborado
por José René García Nájera (2014), en el cual hace una breve descripción del VARK seguido
del instrumento para su aplicación.
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c. Usar un libro de cocina donde usted sabe hay una buena receta.
3. Aparte del precio, qué más te influenciaría para comprar un libro de ciencia ficción
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6. Usted está a punto de comprar una cámara digital o teléfono o móvil. ¿Aparte del
precio qué más influirá en tomar tu decisión?
a. Probándolo
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9. Usted está planeando unas vacaciones para un grupo. Usted quiere alguna
observación de ellos acerca del plan. Usted qué haría:
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10. Usted está usando un libro, disco compacto o página de Internet para aprender
a tomar fotos con su cámara digital nueva. Usted le gustaría tener:
características.
parte.
d. Aclarar las instrucciones escritas con listas y puntos sobre qué hacer.
12. Estás ayudando a alguien que quiere a ir al aeropuerto, al centro del pueblo o la
estación del ferrocarril. Usted hace:
a. Va con la persona.
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13. Recuerde un momento en su vida en que Ud. aprendió a hacer algo nuevo. Trate
de evitar escoger una destreza física, como andar en bicicleta. Ud. Aprendió mejor:
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16. Usted tiene que hacer un discurso para una conferencia u ocasión especial. Usted
hace:
práctico.
No. V A R K
1 b a c D
2 b a c D
3 d a c B
4 c d a B
5 d c b A
6 b d c A
7 d b c A
8 b d a C
9 a b c D
10 b a d C
11 c a b D
12 d c b A
13 d c b A
14 c d b A
15 d c b A
16 d c a B
Tomado de García (2014).
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Tomado de:
http://3.bp.blogspot.com/NEkV9gG0IxU/TieF9LOhZHI/AAAAAAAAAC0/jJDCP5j5BSo/s1600
/cuadro+nee.png
Se puede decir que los estudiantes con necesidades educativas especiales son
definidos por la singular demanda educativa que plantean, por los específicos
recursos personales, materiales y técnicos que pueden precisar, por el suplemento
y concreción de la educación que necesitan. Ahora bien, como hemos puesto de
manifiesto, las necesidades educativas especiales se presentan a lo largo de un
continuo que va desde las más leves, aquellas a las que se puede responder con
ligeras modificaciones en el currículo ordinario, a las más graves, aquellas que van
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Para Sola y López (1999) al hacer mención a las necesidades educativas especiales
se está reconociendo una diversidad de sujetos ante los procesos de aprendizaje.
Ello exige un análisis pormenorizado de los distintos elementos implicados en el
proceso enseñanza-aprendizaje, de acuerdo con las características de los
estudiantes. En este sentido, se puede decir que la diversidad hace referencia a las
diferencias individuales y a los diferentes contextos de actuación de acuerdo con las
características de los estudiantes (físicas, psíquicas o sensoriales), los condicionantes
familiares y sociales y las circunstancias escolares.
Con todo, del concepto de necesidad educativa especial que hemos venido
analizando se desprende la idea de que todos los alumnos tienen, por diferentes
motivos y en diferentes circunstancias, necesidad de una respuesta educativa que,
siguiendo el principio de individualización deba adaptarse a sus peculiaridades. En
este sentido, las necesidades se deben entender como algo consustancial a los
procesos educativos en los que cualquier alumno, dadas sus particularidades y sean
cuales sean sus características intelectuales, afectivas y relacionales, requiere
ayudas y respuestas curriculares concretas.
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A. PSIQUICAS
1. DIFICULTADES DE APRENDIZAJE
1.1. Evolutivas
1.1.1. Perceptivas
1.1.2. Motrices
1.1.3. Atencionales
1.1.4. Mnemónicas
1.1.5. Verbales
1.1.5.1. Dislalia
1.1.5.2. Disfemia
1.2. Académicas
1.2.1. Dislexia
1.2.2. Disortografía
1.2.3. Discalculia
1.2.4. Disgrafía
2.1. Ligera
2.2. Media
2.3. Severa
2.4. Profunda
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3.2. Autismo
B. FISICAS
1. SENSORIALES
1.1. Visuales
1.1.1. Invidencia
1.1.2. Ambliopía
1.2. Auditivas
1.2.1. Sordera
1.2.2. Hipoacusia
2. MOTRICES
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para que estas finalidades puedan llevarse a término hay que adoptar desde los
centros educativos una organización que posibilite esa formación básica y común
reconociendo la heterogeneidad y las necesidades de todos los alumnos/as. Los
problemas empiezan a surgir cuando se tienen que conjugar las implicaciones del
principio de igualdad con la evidencia de necesidades especiales. Es clara y positiva
la evolución que se ha experimentado con el intento de pasar de concepciones
segregadoras a otras que resultan menos peyorativas.
Hay autores que consideran que la noción de necesidades especiales deriva del
enfoque tradicional en el que la diferenciación estaba unida a valoraciones basadas
en prejuicios discriminatorios.
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