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1.

La eutanasia en el Derecho Penal venezolano

A. El régimen derivado del Código Penal

El Código Penal tipifica el dar muerte a una personahomicidio (artículo 405) y el asistirla Formatted: Highlight

en el suicidiola asistencia en el suicidio (artículo 412). Según estos supuestos, el dar Formatted: Highlight
muerte a una persona para poner fin a cualquier tipo de sufrimiento resulta punible como
homicidio. Asimismo, el brindarle los medios para que sea la misma persona quien atente
contra su vida, implica incurrir en el delito de asistencia al suicidio.

Ahora bien, aunque se compruebe la tipicidad de la eutanasia y su prohibición general,


en ciertos casos concretos un conflicto de intereses podría dar lugar a que se le considere
permitida y, por ende, quienes hayan tomado en parte en ella no sean sancionados.

Tal situación podría presentarse, al menos, en tres grupos de casos.

1) En el primero de ellos, el paciente manifiesta su voluntad de no someterse a un Formatted: Indent: Left: 0.5"

tratamiento curativo o, por otro lado, consiente en que se le apliquen tratamientos


paliativos que, no obstante, implican un acortamiento de la vida. En ambos casos
se produce un conflicto de intereses que podría dar lugar a que se permita la
suspensión del tratamiento curativo o se apliquen los referidos medios para
mitigar el dolor, sin que el que los aplique incurra en delito alguno.

La solución de dicho conflicto no resulta sencilla y el ordenamiento jurídico no Formatted: Spanish (Venezuela)

brinda directrices claras para resolverlo. La doctrina extranjera dominante afirma


que el consentimiento del paciente es el factor determinante para resolver el
conflicto1, sin embargo tal solución resulta discutible en nuestro ordenamiento
jurídico.

En efecto, por un lado, la Ley de Ejercicio de la Medicina establece que el médico


no será responsable si el paciente o su representante manifiestan, por escrito, su
deseo de que se suspenda un tratamiento curativo (artículo 25, numeral 2).
Además, por regla general, aplicar un tratamiento en contra de la voluntad del
paciente resulta punible como delito de lesiones. Sin embargo a la luz de la
interpretación vinculante de la Constitución por la Sala Constitucional, el

1 Vid. Roxin, C., Tratamiento Jurídico-Penal de la Eutanasia, Revista Electrónica de Ciencia Penal y
Criminológica, N° 1, 1999; Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte Especial, 16ta. ed., Tirant lo Blanch,
Valencia, 2007, p. 77. Cfr. Jakobs, G., Suicidio, eutanasia y derecho penal, Tirant lo Blanch, 1999; Torio
López, A., Instigación y auxilio al suicidio, homicidio consentido y eutanasia como problemas legislativos,
Estudios penales y criminológicos, Nº. 4, 1979-1980; Torio López, A., Reflexión crítica sobre el problema de
la eutanasia, Estudios penales y criminológicos, Nº. 14, 1989-1990; Muñoz Conde, F., Derecho Penal. Parte
Especial, 16ta. ed., Tirant lo Blanch, Valencia, 2007, p. 77.
consentimiento no puede justificar la suspensión de tratamientos o la aplicación
de medidas, cuando ello atente contra la vida2.

Tal contradicción genera inseguridad jurídica e impide que se erija una solución
libre de cualquier objeción de peso para el problema. En cualquier caso, dado el
régimen establecido por la Sala Constitucional, ningún paciente puede consentir
válidamente sobre la posibilidad de que se le dé muerte, por ser la vida un derecho
eximido de tal poder de disposición. En consecuencia, el médico que suspenda un
tratamiento curativo, aun con consentimiento del paciente, será responsable por
homicidio si, al momento de suspender el tratamiento, era previsible que tal
suspensión daría lugar a la muerte de éste. Y, en caso de aplicar un tratamiento en
contra de la voluntad del paciente, el delito de lesiones estaría justificado por
encontrarse el médico cumpliendo con un deber (artículo 65, numeral 1, del
Código Penal).

2) Un segundo grupo de supuestos es el de la aplicación de medidas


extraordinarias que provocan un mantenimiento artificial de la vida. En estos
casos, la Ley de Ejercicio de la Medicina (artículo 28) establece que el médico no
está obligado la aplicación de aquellas. Por ello, cabe preguntarse si el médico que,
en tales supuestos, las suspende es responsable por homicidio. En nuestra opinión,
la conducta del médico resulta atípica porque, no estando jurídicamente obligado
a garantizar mediante medidas extraordinarias el mantenimiento de la vida, no
existe ningún fundamento para responsabilizarlo penalmente por la muerte del
paciente.

3) En tercer lugar, merece atención el supuesto en que la evaluación de la


oportunidad de someter a una persona a cuidados intensivos, revele que ello es
inútil dado el carácter irrecuperable de la persona. Este problema se origina por
una disposición de la Ley de Ejercicio de la Medicina (artículo 29), en donde se
señala que es deber del médico evitar el uso injustificado, inútil o dispendioso de
los cuidados intensivos.

Esta disposición plantea un problema en el supuesto en el que se verifique la


muerte de un paciente al que se le nieguen los cuidados intensivos que alargarían

2
En el ordenamiento jurídico venezolano el consentimiento, pareciera no ser suficiente para justificar la
suspensión de un tratamiento. Al respecto, vid. Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia N° 1431 del 14 de agosto de 2008. En ella se declara que “es conforme a derecho la decisión del
médico de transfundir hemoderivados en contra de la voluntad del paciente, siempre y cuando dicho
procedimiento médico sea la única opción científicamente comprobada y tecnológicamente asequible en el
país para resguardarle la vida al paciente-objetor Testigo de Jehová o practicante de cualquier otra religión
o culto que parta de los mismos principios”. Además, en la aclaratoria del 10 de febrero de 2009, señaló
expresamente que #la vida, como valor jurídico, no es un derecho disponible”.
su vida. En este caso podría sostenerse la responsabilidad penal del médico por
haber, incurrido en un delito de homicidio en omisión impropia.

Ahora bien, este problema plantea un caso de colisión de deberes, en donde el


cumplimiento de uno de ellos implica infringir el otro e incurrir en un delito. Como
regla general, se sostiene que en estos casos la conducta de quien cumple con uno
de sus deberes se encuentra justificada (artículo 65, numeral 1, del Código Penal)
y, por ende, no es punible.

Sin embargo, si tal conflicto no se presenta, (porque, por ejemplo, existe una
probabilidad de que mejore la salud del paciente), el médico que no dispense los
cuidados intensivos respondería penalmente homicidio, al haber omitido los
cuidados intensivos del paciente.

Fuera de estos casos, en donde al menos es discutible la tipicidad o la antijuridicidad de


la eutanasia, esta pareciera estar definitivamente prohibida y, quienes incurran en ella,
serían sancionados por el delito de homicidio o por el de asistencia al suicidio, según el
caso.

De cualquier manera, es recomendable que el ordenamiento jurídico brinde directrices


Sin embargo, estas disposiciones están lejos de resolver definitivamente el problema de
la respuesta penal a la eutanasia.Allí, la resolución de un conflicto de intereses podría
hacer que la eutanasia que, por regla general, estaría prohibida, se considere, en un caso
concreto, como conforme a Derecho.

Desde un comienzo, es importante notar que la protección penal brindada a la vida no es


absoluta. Las muertes producidas como consecuencias de riesgos generalmente
permitidos no son punibles. Además, se permite dar muerte a una persona cuando la
defensa legítima de ciertos intereses así lo exige. Por esta razón, la sanción penal del
homicidio y de la asistencia al suicidio no representa una respuesta definitiva al problema
de la eutanasia.

En la doctrina penal

permanece abierta la pregunta por la prohibición penal de la eutanasia, al menos cuando


se trata de formas precarias de vida o de enfermos terminales

al menos se siguen planteando dos dificultades: (i) determinar si los tipos penales
anteriormente señalados protegen la vida de los enfermos terminales y (ii) la forma de
resolver los conflic
Allí, la resolución de un conflicto de intereses podría hacer que la eutanasia que, por regla Formatted: Font: Italic, Spanish (Venezuela)

general, estaría prohibida, se considere, en un caso concreto, como conforme a Derecho.

Ver tipo del artículo 412 del Código Penal.

Ver norma sobre el homicidio culposo.

Ver norma sobre atenuante con respecto al homicidio atendiendo el móvil generoso y
altruista del agente.

Ver el delito de inducción al suicidio.

Ver Sentencia Testigos de Jehová

Ver Ley Ejercicio de la Medicina

B. Los intentos recientes de despenalización y legalización de la eutanasia

Sin embargo, en los últimos años, primero en el 2003 y luego en el 2010, se promovieron
reformas legislativas en esta materia, con el objeto de “despenalizar” la asistencia al
suicidio. En el Anteproyecto de reforma del Código Penal propuesto por el Tribunal
Supremo de Justicia en 2003, por ejemplo, se incluía un artículo consagrando eximentes
de la responsabilidad penal del médico que facilitare el deceso del paciente, siempre que
concurriera la última voluntad expresa del paciente. Igualmente se contemplaba una
atenuante de la pena correspondiente al homicidio intencional, cuando, sin verificarse la
expresión de la voluntad del paciente, el médico hubiere actuado con la intención de
mitigar el sufrimiento del paciente.

La norma propuesta en ese anteproyecto contemplaba tres supuestos de acciones


distintas: (i) la suspensión del tratamiento médico (eutanasia pasiva); (ii) administrar
calmantes en dosis masivas y (iii) causar la muerte por piedad de modo directo (eutanasia
activa). Para la procedencia de la eximente de la responsabilidad penal del médico se
requeriría indefectiblemente el consentimiento del paciente, consciente, expreso e
inequívoco.

Sin embargo, en el año 2005, la Asamblea Nacional sancionó la Ley de Reforma Parcial
del Código Penal omitiendo la inclusión de esa regulación, rechazando así la
consagración de supuestos de eutanasia en nuestro ordenamiento jurídico.
Posteriormente, en el año 2010 nuevamente se planteó una reforma del Código Penal,
insistiendo en regular supuestos de eutanasia y eximir de responsabilidad al médico
cuando, atendiendo a la voluntad del paciente, le diera fin a la vida humana por
procedimientos científicos3.

Esos proyectos de reformas legislativas no fueron adoptados., Lla cultura a favor de la


vida presente en la sociedad venezolana se refleja en los comentarios suscitados a partir
de esos proyectos.

En ese sentido, para Alberto Arteaga Sánchez:

“En estas materias, en las que se mueven posiciones irreconciliables entrelazadas


por creencias religiosas, posiciones éticas y conflictos jurídicos, no se puede
pretender imponer, a rajatabla, como lo hace el Anteproyecto, la concepción
pretendidamente liberal del aborto libre (artículo 243) y de la eutanasia directa
(artículo 217). Encontrándose en juego la vida, bien supremo declarado inviolable
por la Constitución (artículo 43) resulta cuesta arriba la defensa del aborto y su
legalización, así como liquidar de un plumazo todas las disposiciones que
imponen no propiciar la muerte directa de quien concluya su proceso vital como
deber de los médicos y el respeto a la vida, aún en fase de conclusión (artículo 80
del Código de Deontología Médica), no pudiendo aceptarse, sin más, un
pretendido derecho a morir o a disponer de la propia vida lo cual, a mi juicio, no
se da, siendo la vida un bien indisponible, excluida por la ley la posibilidad de
donar órganos de los cuales ella depende y sancionándose a quien induce a otro a
que se suicide. Por lo tanto, no puede decirse que sea indiferente ante nuestro
ordenamiento jurídico disponer de la propia vida, ya que si así fuera, no se
sancionaría a quien induce a que otro se quite la vida”4.

3 En efecto, conforme al artículo 163 del proyecto de Código Orgánico Penal: “no será punible el médico Formatted: Spanish (Venezuela)
quien, por voluntad expresa de una persona hábil por la ley, sea requerido para poner fin a su vida, por Formatted: Spanish (Venezuela)
procedimientos científicos, siempre y cuando: Conste por escrito de cualquier forma la expresión clara y
libre de su voluntad; se trate de persona mayor de edad o emancipado; la persona solicitante presente una
enfermedad terminal, incurable, en fase terminal constatada y ratificada en condiciones clínicas y la opinión
manifestada por dos médicos ajenos a la relación médico-paciente; cuando la persona solicitante esté
mentalmente incapacitada, o se haya diagnosticado la muerte cerebral por metodología científica
prevaleciente, se tomará como expresión de voluntad la otorgada por documento público ante autoridad
competente en oportunidad anterior al suceso que lo incapacite y en su defecto por los dos familiares más
allegados”.
4 Arteaga Sánchez, Alberto, Comentarios al Anteproyecto de Código Penal, Caracas, p. 124. Citado en Revista de
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Derecho de la Defensa Pública, No 128, año 2016, p. 137. Con motivo del Proyecto de reforma del Código Formatted: Spanish (Venezuela)
Penal del 2010, en un informe publicado por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, se insiste en que
se debe “salvaguardar el bien supremo de la vida, lo cual es incompatible con la legalización del aborto y
de la eutanasia” (Véase número 5 del informe en
http://www.acienpol.org.ve/cmacienpol/Resources/Opiniones/ESCRITO%20REFORMA%20PENAL.p Formatted: Spanish (Venezuela)
df.) Formatted: Spanish (Venezuela)
La organización no gubernamental Acceso a la Justicia, con relación al el proyecto del 2003,
publicó una nota en la cual se lee:

“La consagración del aborto libre y de la eutanasia no constituyen materias de


simple voluntad política o de acuerdo legislativo. Se trata del bien de la vida,
declarado inviolable por la Constitución y, contra ella no se puede atentar,
procurando la muerte a seres inocentes e indefensos. Por las mismas razones por
las cuales se prohíbe la pena de muerte, se impone la posición principista contra el
aborto y la eutanasia”5.

Indudablemente, la tradición cultural de una sociedad influye en la permisibilidad o


rechazo de esas figuras. Sin embargo, no se trata simplemente de una objeción cultural o
formal, un ordenamiento que se erige sobre el valor superior de la vida, su inviolabilidad
e irrenunciabilidad, no puede ser receptivo a figuras que degraden o relativicen ese
valor6.

No se trata solamente de una tradición cultural, sino de respetar la vida, o como afirma
Ludwig Schmidt de la concepción de la vida y su carácter sagrado7.

Mayaudón parte de la consideración de un pretendido derecho a morir, que entiende


como correlativo de un derecho a vivir.

En la retórica de la autonomía de la voluntad y del libre desenvolvimiento de la


personalidad se ha desviado la concepción de la vida, como atributo inviolable e
irrenunciable de la persona humana, hacia la concepción de un derecho a vivir conforme
a las decisiones autónomas de cada quien, como si la voluntad humana pudiera decidir
sobre vivir o morir, vivir con sufrimiento o no vivir con ese sufrimiento; o bien un derecho
a vivir padeciendo dolor a no vivir si la vida implica el padecimiento de dolor; cuando lo
cierto es que así planteado, se entra en contradicción con el carácter necesariamente
afirmativo, inviolable e irrenunciable de la vida.

Se tiene derecho irrenunciable a que los demás respeten la vida, a que el Estado proteja
la vida, de manera que no hay un derecho a morir voluntariamente, por el contrario, la
vida implica el deber de respeto irrestricto tanto a la vida propia, como la ajena, por lo

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5 http://www.accesoalajusticia.org/noticias/detalle.php?notid=411#.WcEzzLLyjm4
6 Incluso podemos afirmar con Ferrajoli que hay una democracia sustancial, no se trata de un problema de Formatted: Spanish (Venezuela)
voluntad mayoritaria, sino de identificar la esfera de lo decidible: “Ninguna mayoría, ni siquiera por Formatted: Spanish (Venezuela)
unanimidad, puede legítimamente decidir la violación de un derecho de libertad o no decidir la satisfacción Formatted: Spanish (Venezuela)
de un derecho social. Los derechos fundamentales, precisamente porque están igualmente garantizados
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para todos y sustraídos a la disponibilidad del mercado del mercado y de la política, forman la esfera de
lo indecidible que y de lo indecidible que no” (Ferrajoli, Luigi: Derechos y Garantías, Madrid, Editorial Formatted: Spanish (Venezuela)

Trotta, 2002, p. 24). Formatted: Spanish (Venezuela)


7 Véase ob. cit., nota al pie N° 1.
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que es antijurídico infligirse la muerte a uno mismo o exigir a otros que nos asistan para
ejecutar nuestra propia muerte.

La concepción de la vida como un valor absoluto, del cual surge un derecho subjetivo
absoluto, inviolable e irrenunciable a exigir que se nos respete la vida y se le proteja,
impide reconocer un derecho a morir.

Más allá de lo cuestionable de la existencia de ese pretendido derecho, la Constitución


venezolana no lo consagra y la cláusula abierta de derechos fundamentales establecida
en el artículo 22 del texto fundamental, conforme a la cual se entienden incorporados
todos los derechos inherentes a la persona humana, mal podría acoger un derecho a
morir, sin contravenir la preeminencia del derecho a la vida, valor superior de nuestro
ordenamiento jurídico.

En torno a la muerte pueden desarrollarse derechos inherentes a la persona, vinculados


a la dignidad humana, como son los derechos a no ser sometido a tratamientos para el
mantenimiento artificial de la vida, a la debida asistencia al momento de la muerte y al
tratamiento del cadáver, pero no un derecho a morir. No es posible argumentar la
existencia de un derecho a disponer de la vida o sobre la oportunidad de la muerte,
porque la vida es irrenunciable y está fuera del ámbito de lo que las personas en ejercicio
de la libertad pueden decidir.

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