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LOS DIÁLOGOS CUARESMALES

DEL INDIVIDUALISMO… A LA FRATERNIDAD

Cuaresma 2018, Diócesis de Saltillo.


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Introducción

La Cuaresma es un camino largo hacia la Pascua, y de la Pascua toma su sentido y su tarea


espiritual. La Pascua de Jesús se compone de muerte y de vida. Es la manifestación más
grande que nos dio el Hijo de Dios de su fidelidad y obediencia a su Padre, y el precio más
alto que ha pagado por nuestro rescate, para que ya no vivamos más en la servidumbre del
pecado sino para él, que por nosotros murió y resucitó. La pascua se compone de cruz y de
gloria. Es sacrificio de amor total, es el don de sí mismo hasta las últimas consecuencias, es el
resultado de una vida entregada hasta el fin. Pero también es la inauguración de un tiempo
nuevo: Dios nos ha perdonado en Cristo y ha abierto de nuevo para todos y todas las
puertas de la salvación.
La Iglesia nos ofrece, como cada año, la oportunidad de morir con Cristo para resucitar con
él. Su camino es nuestro camino y lo recorremos en la cuarentena que comienza con el
miércoles de ceniza y concluye en las vísperas del Triduo Pascual. Este camino espiritual lo
recorremos personalmente, en unión con todo el Pueblo de Dios, que renueva la Nueva
Alianza, sellada en la sangre del Cordero.
En nuestra Diócesis, el camino de la conversión abordará especialmente un aspecto de la
vida cristiana: la vida fraterna. La Pascua, además de ser camino de reconciliación con Dios,
es camino de reconciliación con nuestros hermanos, ya que la Cruz de Cristo se compone
de dos vertientes: la vertical de la fidelidad, y la horizontal que forman los brazos abiertos al
hermano.
La Cruz vino a poner el punto final al odio que no nos deja ser amigos, que no nos permite
ser hermanos. Por su Cruz, Cristo derribó el muro de la separación y tendió los puentes de la
reconciliación para la gloria de Dios. Esta acción de comunión y vida fraterna la toma a su
cargo el Espíritu Santo para hacer de nosotros “un solo corazón y una sola alma”.
A la luz de 5 episodios del Evangelio, iremos reflexionando sobre la vida fraterna y los pasos
que podemos dar, con su gracia y nuestra buena voluntad, para resarcir el daño que
hacemos a la unidad y fortalecer los vínculos de amor que nos hacen ver ante los demás
como los testigos de la fraternidad.
El gran pecado que hoy enferma a la humanidad ―denuncia el Papa Francisco― es el
individualismo que nos repliega sobre nosotros mismos y nos hace incapaces de mirar a los
demás porque ya no se escucha la voz de Dios (cfr. E.N. 2). Por ello, la temática cuaresmal es
una invitación a la conversión: Pasar, del individualismo, a la fraternidad.

DEPARTAMENTO DE FORMACIÓN DE AGENTES


Diócesis de Saltillo
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Catequesis 1: Fraternidad es pasar


DEL RECELO…. A LA CONFIANZA

Objetivo: Mostrar que el camino de la vida fraterna, a la que todos estamos llamados por
vocación, comienza por una disposición a la confianza que, al mismo tiempo, es una
renuncia al recelo y la desconfianza.

Ambientación: Poner un letrero con el tema de este día y debajo el siguiente dibujo.

PARA INICIAR NUESTRA REUNIÓN


El animador/a lee en voz alta el tema de hoy señalando el letrero con el título y con la
imagen. Después hacen todos juntos la siguiente invocación:
Aquí estamos, Señor, congregados en tu nombre. Quédate con nosotros. Penetra en
nuestro corazón, hazlo dócil a tu palabra e inspira nuestras decisiones.
Que juntos sepamos escucharte y descubrir lo que tenemos que hacer para ir dejando atrás
el individualismo que nos aqueja y caminar cada día construyendo la fraternidad que Tú
quieres para tus hijos.

UNA MIRADA A LA REALIDAD


Pregunta: ¿se puede construir algo bueno en la vida si partimos del recelo y la
desconfianza? ¿Por qué?

El amor fraterno es una gracia divina que el Espíritu Santo nos regala para asemejarnos a
Cristo. Pero esta gracia se arraiga en el corazón humano que, por estar envuelto en la
fragilidad propia y el atractivo del pecado, es lento para abrirse a los demás. Todos hemos
experimentado en carne propia el recelo y la desconfianza cuando se trata de entrar en
relación, participar en un grupo, integrarse a una comunidad. La situación social que
padecemos nos ha puesto a la defensiva y, a veces, nos ha convertido en personas agresivas
y hostiles hacia los demás.
Esta Cuaresma nos invita a morir al recelo y a la desconfianza que infecta nuestras vidas,
para abrir las puertas al amor fraterno. Se trata de acortar distancias y abrir el corazón en la
confianza, superando el recelo.

ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS


El encuentro de Zaqueo con Jesús (San Lucas 19, 1-10)
En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un
hombre llamado Zaqueó, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús; pero la gente
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se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol
para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo:
“Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.
El bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar
diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.
Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis
bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha
llegado la salvación a esa casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre
ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Palabra del Señor / Gloria a ti, Señor
Jesús.

REFLEXIÓN
Zaqueo era de baja estatura, como baja es nuestra estatura cuando nos escondemos y nos
replegamos sobre nosotros mismos en una cápsula de comodidad y en zonas de confort
para aislarnos de los demás.

Pero Zaqueo no estaba satisfecho con su vida y buscaba algo que le diera sentido. Zaqueo
tenía muchos motivos para desconfiar. Él no había sido muy honesto que digamos. Él había
aprendido lo que todos aprendemos pronto: “Camarón que se duerme, se lo lleva la
corriente”. “El que pega primero, pega dos veces”. “El que tiene más saliva, traga más
pinole”. “El que no tranza, no avanza”.

Pero se expuso a la mirada de Jesús y le abrió su corazón. Se trepó en un árbol para ver a
Jesús cuando pasara por ahí. Zaqueo recibió muy contento a Jesús en su casa y
experimentó una transformación total en su vida: “daré la mitad de mis bienes a los pobres
y, si he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más”. Y esto lo dijo delante de
testigos. El testigo mayor fue Jesús. Y el encuentro con Él fue la causa de su cambio de
actitud.

Hemos aprendido en la escuela que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos.
Y Cristo vino para acortar las distancias entre Dios y nosotros. Nos puso en comunicación
directa con Dios a través del amor fraterno: “Misericordia quiero y no sacrificios”. La línea
recta es el amor fraterno.
Para esto, es preciso poner los medios y los remedios para encontrarnos con nuestros
hermanos en el nivel de la amistad y la confianza. Ponernos al alcance de la mirada,
extender la mano para alcanzar al otro, subir el tono para ser escuchados, pegar el oído
para captar lo que el otro pide, guardar silencio para hacer espacio a la palabra del que
viene a nuestro encuentro, ponerse de pie para hacerle saber que es bienvenido, abrir los
brazos para hacerle sentir que no hay trampa ni engaño, sólo apertura y disponibilidad. Eso
fue lo que provocó Jesús en Zaqueo cuando le dijo: “Bájate pronto, hoy tengo que
hospedarme en tu casa”.

Hoy nosotros tenemos muchos motivos para desconfiar y mantener las distancias: las
promesas incumplidas de los que nos gobiernan, los fraudes electorales, los robos a
domicilio, los desengaños que sufrimos de parte de quienes consideramos “de confianza”.
Pero también, los muros que nosotros levantamos ante la llegada de los demás por
comodidad, por timidez o por orgullo. La conversión cuaresmal debe tocar estos resortes de
egoísmo personal y ayudarnos a superar el recelo y la duda del ambiente en que vivimos.
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Estamos llamados a ser hermanos y la primera condición es la confianza. Confiar y creer, a


pesar de los pesares.
Esta cuaresma es una nueva oportunidad que nos da el Señor para subirnos al árbol de la
confianza y extender los brazos al hermano. Hoy, nuevamente, el Señor nos pide: dale a tu
hermano la oportunidad de hospedarse en tu casa, en tu vida, en tu grupo, en tu
comunidad.

DIÁLOGO
 ¿Qué cosas dificultan el acercamiento confiado a nuestros hermanos en la
comunidad?
 ¿Qué pasos concretos podemos dar para acortar distancias y buscar el acercamiento
entre nosotros, superando los recelos?
 ¿Qué acciones podemos realizar para ir al encuentro de los “alejados” de la Iglesia, de
modo que nuestra comunidad sea una “Iglesia de puertas abiertas”?

GESTO O SIGNO
- Ponemos una cartulina al centro con el siguiente recuadro y las líneas abajo de
acuerdo al número de participantes.

Del Recelo A la Confianza

De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________
De ____________________ A ______________________

- Cada participante toma un marcador y va colocando una palabra que exprese recelo
y otra que exprese confianza. Cuando han pasado todos, leemos juntos lo que
escribimos en línea horizontal. Al terminar nos sentamos.

COMPROMISO: Pensemos en aquella persona a la hemos evitado en nuestra familia extensa,


en nuestro barrio o comunidad parroquial. Hagamos el propósito de acercarnos y conocerla
de verdad (momento de silencio).

ORACIÓN
Pidamos perdón a Dios por todas las veces que hemos rechazado a alguien por ser diferente
a nosotros, por prejuicios o recelos (momento de silencio).
Decimos todos juntos: Señor Dios nuestro, ayúdanos a descubrir la riqueza que existe en
nuestros hermanos y hermanas. A reconocer su bondad y poner nuestra persona a su
servicio. Perdónanos, porque cada vez que rechazamos a alguien, contribuimos a crear un
mundo individualista e injusto.
Tú que eres Padre y no rechazas a nadie, enséñanos en esta Cuaresma a evitar los recelos y
atrevernos a confiar en los demás, porque sólo así viviremos en una verdadera fraternidad.
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Catequesis 2: Fraternidad es pasar


DE LA INDIFERENCIA… A LA ACEPTACIÓN

Objetivo: Mostrar que el camino de la vida fraterna, a la que todos estamos llamados por
vocación, exige la renuncia a la indiferencia y la disposición a la aceptación incondicional de
los que nos rodean.

Ambientación: Poner un letrero con el tema de este día y debajo la siguiente imagen como
signo de aceptación en nuestra vida.

PARA INICIAR NUESTRA REUNIÓN


El animador/a lee en voz alta el tema de hoy señalando el letrero con el título y con la
imagen. Después hacen todos juntos la siguiente invocación:
Aquí estamos, Señor, congregados en tu nombre. Quédate con nosotros. Penetra en
nuestro corazón, hazlo dócil a tu palabra e inspira nuestras decisiones.
Que juntos sepamos escucharte y descubrir lo que tenemos que hacer para ir dejando atrás
el individualismo que nos aqueja y caminar cada día construyendo la fraternidad que Tú
quieres para tus hijos.

UNA MIRADA A LA REALIDAD


Preguntas: ¿Qué es la indiferencia? ¿Podrían dar algunos ejemplos? ¿Qué sería lo contrario
de la indiferencia?

A veces creemos que la indiferencia es un fenómeno social reciente porque somos millones
de personas en el mundo y no podemos estar al pendiente unos de otros como
quisiéramos, porque, al ser muchos, se han multiplicado los problemas y no tenemos tiempo
para atender todo. Pero la indiferencia es una tentación y un pecado que siempre ha
acompañado al ser humano. Cuando Dios le preguntó a Caín sobre la suerte de su
hermano Abel, respondió de manera insolente: ¡no sé ni me importa!

La respuesta de Caín ya es crónica y sigue viva entre nosotros. Seguimos siendo indiferentes
unos para con otros, incluso siendo personas creyentes. No podemos generalizar, pero con
mucha frecuencia sucede que vamos a misa los domingos, pero al salir seguimos
indiferentes a la vida de los que estuvieron en la misma banca que nosotros. Compartimos la
misma vocación ―sacerdotes, religiosas o laicos― pero cada quien va a lo suyo sin mirar a
los lados. Habitamos en el mismo sector, pero el amor y el interés por los demás se reduce a
las cuatro paredes de la casa. ¿Dónde queda la vida fraterna? ¿Quién nos librará del cáncer
de la indiferencia?
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ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS:


Jesús perdona a la pecadora (Lucas 7, 36-50).
«Un fariseo lo invitó a comer. Jesús entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto,
una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió
con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle
los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la
mirra. Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y
qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: —Simón,
tengo algo que decirte. Contestó: —Dilo, maestro. Le dijo: —Un acreedor tenía dos deudores:
uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a
los dos la deuda. ¿Quién de los dos lo amará más? Contestó Simón: —Supongo que aquél a
quien más le perdonó. Le replicó: —Has juzgado correctamente. Y volviéndose hacia la
mujer, dijo a Simón: — ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para
lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me
diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me
ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. Por eso te digo que se
le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró. Pero al que se le
perdona poco, poco amor demuestra. Y a ella le dijo: —Tus pecados te son perdonados. Los
invitados empezaron a decirse entre sí: — ¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Él dijo
a la mujer: —Tu fe te ha salvado. Vete en paz».

REFLEXIÓN
La pregunta de Jesús a Simón es contundente: ¿Ves esta mujer? Por lo que enseguida le
dice Jesús resalta que Simón no había visto a aquella mujer. Sólo sabía de ella lo que la
gente decía y la etiqueta de pecadora que llevaba sobre sus espaldas. Pero no había visto
realmente a aquella mujer; no había observado su comportamiento ante Jesús, sólo el
prejuicio ocupaba su mente. Fue necesario que Jesús, para quien nadie resulta indiferente,
le mostrara a Simón el tesoro que aquella mujer guardaba en su corazón. Aquella mujer era
algo más y mejor que su mala reputación.
Al marcar Jesús la diferencia de comportamiento entre él y aquella mujer, se elimina la
indiferencia. Por el prejuicio, Simón olvidó la cortesía para con su invitado y jamás reparó en
la cortesía de la que él tildaba de pecadora. La crítica y el mal pensamiento se centraron en
Jesús, pero la mujer le resultó indiferente.

La indiferencia es permanecer al margen de la vida, atrincherarse en una burbuja individual,


no querer ver, ni oír, ni saber nada respecto de los demás. Dios dijo: no es bueno que el
hombre esté solo. Y le dio ojos, oídos, nariz boca; y le dio pensamiento y corazón abiertos a
la compañía y a la relación con los demás. De su misma costilla sacó a la mujer, es decir que
en nuestras propias entrañas llevamos la carne y la sangre de los demás. Negar al otro es
como mutilarnos un miembro de nuestro cuerpo, despreciar al otro es escupir nuestra
propia imagen, ignorar al otro es sepultar nuestra posibilidad de ser hermano. La
indiferencia es tibieza: ni frío ni caliente, ni aprecio ni desprecio. Así no se puede construir
una comunidad fraterna.

Hoy podemos pasar frente al herido sin hacer nada. Los jóvenes llevan los ojos en el celular
y los audífonos pegados a la oreja, sin percatarse de lo que sucede a su alrededor. Podemos
ser testigos de atropellos al vecino, y mantener la boca cerrada. El llanto de las madres por
sus hijos desparecidos no dice nada a mucha gente. La multitud de fosas clandestinas no
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alerta nuestra vida ni provoca indignación. Somos una multitud de sordos, de ciegos y de
mudos.

Jesús hizo la diferencia para aquella mujer que pudo haber quedado en el olvido o, a lo
mucho, provocar la risa maliciosa de los burlones. Sin embargo la atención de Jesús a los
finos detalles de su cortesía, que eran la expresión de su sincero arrepentimiento, y el
haberla presentado como modelo de “mucho amor”, marcaron la diferencia para aquella
mujer que, en adelante, habría de ser recordada por su fidelidad y gran amor.
Hermanos, hermanas: sólo la aceptación incondicional de los demás nos hace hermanos.
Solo la aceptación hace la diferencia en la vida de las personas y es el antídoto contra la
indiferencia.

DIÁLOGO
 ¿Qué sectores humanos nos resultan todavía indiferentes en nuestra vida parroquial?
 ¿Qué pasos concretos podemos dar para reconocernos y valorarnos más en la familia
y en la comunidad?
 ¿Qué beneficios nos ha dado la sectorización de la parroquia y la carta mensual a las
familias, para erradicar la indiferencia en nuestra comunidad?

GESTO O SIGNO
Colocar una cartulina con el dibujo de una flor en la pared, e invitar a todos los asistentes a
escribir en cada pétalo una actitud que nos ayude a salir de la indiferencia y nos acerque a
la aceptación.

COMPROMISO
Pensemos hacia qué sectores de la sociedad me he sentido indiferente y lejano. Pensemos
qué podemos hacer de ahora en adelante por alguno de estos sectores. Propongamos
alguna acción concreta.

ORACIÓN
Decimos todos juntos: Señor Jesús, líbranos de la tentación de permanecer encerrados en
nuestro egoísmo. Ayúdanos a reconocer la comodidad que se encierra en nuestra
indiferencia y que nos aleja cada día más de nuestros hermanos.
Que estos días de reflexión nos ayuden a dejar atrás nuestra resistencia a salir hacia el otro,
a aceptarlo como es, y juntos ir construyendo la sociedad fraterna que Tú quieres.
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Catequesis 3: Fraternidad es pasar


DEL GRITO… AL DIÁLOGO

Objetivo: Mostrar que el diálogo es el cimiento de la vida fraterna, ya que nos lleva a
exponer ante otro el corazón, compartir humildemente la experiencia de Dios que cada uno
posee y ofrecer públicamente un testimonio de unidad.

Ambientación: Poner un letrero con el tema de este día y debajo el siguiente dibujo que nos
recuerde detenernos antes de gritar o discutir.

PARA INICIAR NUESTRA REUNIÓN


El animador/a lee en voz alta el tema de hoy señalando el letrero con el título y con la
imagen. Después hacen todos juntos la siguiente invocación:
Aquí estamos, Señor, congregados en tu nombre. Quédate con nosotros. Penetra en
nuestro corazón, hazlo dócil a tu palabra e inspira nuestras decisiones.
Que juntos sepamos escucharte y descubrir lo que tenemos que hacer para ir dejando atrás
el individualismo que nos aqueja y caminar cada día construyendo la fraternidad que Tú
quieres para tus hijos.

UNA MIRADA A LA REALIDAD


Preguntas: Las redes sociales contribuyen al diálogo entre personas o, más bien, generan
dispersión y aislamiento? ¿Las campañas políticas se basan en el diálogo o en el
revanchismo?

Hoy vivimos una época de contrastes: por un lado, anhelamos la unidad y la concordia, y
por otro lado fomentamos la discordia y la rivalidad. Levantamos las banderas reclamando
la paz, pero al mismo tiempo somos testigos de odios raciales y discursos políticos que
descalifican al contrario. Incluso quienes compartimos la misma fe en Jesucristo nos
enredamos en discusiones religiosas que solo engendran rechazo mutuo. En los mismos
grupos de iglesia nos denigramos unos a otros. Queremos diálogo y producimos diálogo de
sordos, donde cada quien trata de imponer sus ideas y vencer al rival a como dé lugar.
¿Cuál es el papel de los cristianos en este ambiente de violencia verbal? ¿Cuál es el
testimonio de la comunidad católica frente a este diálogo de sordos?
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ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS:


Encuentro de la Samaritana con Jesús (San Juan 3, 6-27).
«Jesús, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al pozo. Era mediodía. Una
mujer de Samaría llegó a sacar agua. Jesús le dice: —Dame de beber– los discípulos habían
ido al pueblo a comprar comida–. Le responde la samaritana: —¡Cómo! ¿Tú, que eres judío,
me pides de beber a mí, que soy samaritana? –los judíos no se tratan con los samaritanos–.
Jesús le contestó: —Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le
pedirías a él, y él te daría agua viva.
Le dice [la mujer]: —Señor, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es profundo, ¿dónde
vas a conseguir agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos
dio este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?
Le contestó Jesús: —El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que
yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en
manantial que brota dando vida eterna.
Le dice la mujer: —Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir
acá a sacarla.
Le dice: —Ve, llama a tu marido y vuelve acá.
Le contesta la mujer: —No tengo marido.
Le dice Jesús: —Tienes razón al decir que no tienes marido; porque has tenido cinco
hombres, y el que tienes ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad.
Le dice la mujer: —Señor, veo que eres profeta. Nuestros padres daban culto en este monte;
ustedes en cambio dicen que es en Jerusalén donde hay que dar culto.
Le dice Jesús: —Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará
culto al Padre. Ustedes dan culto a lo que no conocen, nosotros damos culto a lo que
conocemos; porque la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, ya ha llegado, en
que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son
los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en
espíritu y verdad.
Le dice la mujer: —Sé que vendrá el Mesías –es decir, Cristo–. Cuando él venga, nos lo
explicará todo.
Jesús le dice: —Yo soy, el que habla contigo. En esto llegaron sus discípulos y se maravillaron
de verlo hablar con una mujer». Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Un día, Dios salió al encuentro del hombre para iniciar un diálogo de salvación. Lo hizo
como un amigo busca a un amigo. Lo hizo respetuosamente y poniéndose a la altura de su
interlocutor. Lo hizo con palabras acompañadas de hechos, de obras, de acciones. Y el
propósito divino fue provocar una respuesta que abarca a toda la persona y compromete
toda la vida: se llama FE.

El diálogo de Dios con su pueblo llegó a su punto culminante en Jesús. Y quienes han
creído en Jesús quedan trasformados por el amor fraterno para hacer extensivo el diálogo
de salvación a todo el mundo.

¿Qué cosas podemos destacar del diálogo entre Jesús y la Samaritana?


 La iniciativa la toma Jesús: quien está más lleno de amor siempre da el primer paso y
no se queda a la espera. No pierde el tiempo ni pone pretextos.
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 El diálogo es limpio y respetuoso: No atropella la conciencia, no finge ni disimula para


atrapar al otro en sus redes, no condena ni se impone por la fuerza.
 El diálogo es de corazón a corazón: no busca rodeos, va a lo esencial, habla y
escucha, responde a la preguntas sin evadirse, mira a los ojos, toca la intimidad con
delicadeza y señala las cosas con franqueza.
 Le interesa el bien de la persona, no el apuntarse un prosélito más para su religión.
No se mueve por segundas intenciones. Sólo la verdad es su propósito.
 Le abre paso a Dios en el alma de su interlocutor y le invita a abrirse a la fe, a la
adoración del Dios vivo y verdadero.

En conclusión, el diálogo es como un fino tejido que va entretejiendo los hilos con respeto,
con verdad y caridad, para crear una comunicación viva y constructiva, de la cual pueda
brotar una fraternidad sólida y duradera.
El diálogo es un arte que hay que cultivar con esmero. Es una gracia que hay que pedir día
con día a Dios. Es una tarea que juntos estamos llamados a cumplir en comunidad.

DIÁLOGO
 ¿El ambiente que hoy vivimos nos enseña a dialogar o a discutir?
 ¿Qué pasos concretos podemos dar para aprender a dialogar como Jesús?
 ¿Qué hacer para fomentar el diálogo entre familias y entre vecinos?

GESTO O SIGNO. Nos ponemos de pie.


 Ponemos las manos en nuestros oídos, mientras decimos a la persona que está a
nuestra derecha: Aquí están mis oídos, para escucharte cuando lo necesites

 Cuando terminen todos, ponemos las manos en nuestros labios, mientras decimos a
la persona que esta a nuestra izquierda: Aquí está mi boca, para cuando necesites
uan palabra de aliento, de consuelo o de esperanza.

COMPROMISO
 Pensemos en las ocasiones en que hemos gritado o hemos hecho sentir mal a
alguien con nuestras palabras.
 Pensemos qué tono o qué palabras hubiéramos podido utilizar para no ofender a
nadie.
 Hagamos el compromiso de detenernos ante el impulso del grito o del insulto de
ahora en adelante.

ORACIÓN.
Decimos todos juntos: Señor, ayúdanos a mantener abiertos nuestros oídos para escuchar
las necesidades de nuestros hermanos. No permitas que nos encerremos en nuestro propio
egoismo y permanezcamos sordos a sus necesidades.
Ayúdanos a callar ante el impulso de gritar o responder con insolencia a otras personas.
Que no sean nuestros labios instrumento para humillar o herir, por el contrario, permite
Señor que de nuestra boca salgan palabras que lleven a un verdadero diálogo y
entendimiento.
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Catequesis 4: Fraternidad es pasar


DE LA EXCLUSIÓN… A LA INCLUSIÓN

Objetivo: Mostrar que la vida fraterna consiste en sumar y no en restar, en multiplicar y no


en dividir, en incluir y no excluir a las personas. La tónica del amor la marcó Jesús que “no
quiere que nadie se pierda”.

Ambientación:
- Poner un letrero con el tema de este día y debajo una cartulina con imágenes de
sectores humanos discriminados: mujeres, migrantes, extranjeros, pobres, etc.

- Tener un pan sobre una mesa al centro (suficientemente grande para que todos
puedan tomar un trozo).

PARA INICIAR NUESTRA REUNIÓN


El animador/a lee en voz alta el tema de hoy señalando el letrero con el título y con la
imagen. Después hacen todos juntos la siguiente invocación:
Aquí estamos, Señor, congregados en tu nombre. Quédate con nosotros. Penetra en
nuestro corazón, hazlo dócil a tu palabra e inspira nuestras decisiones.
Que juntos sepamos escucharte y descubrir lo que tenemos que hacer para ir dejando atrás
el individualismo que nos aqueja y caminar cada día construyendo la fraternidad que Tú
quieres para tus hijos.

UNA MIRADA A LA REALIDAD


Preguntas: ¿Qué tanto me intereso por los grupos más discriminados de mi comunidad?
¿De qué maneras se manifiesta en nuestra vida personal y comunitaria la falta de
compromiso por los más alejados?

Hoy, gracias a Dios, somos más conscientes de nuestra dignidad de personas y de los
derechos que la acompañan. Por lo mismo, somos más sensibles a las ofensas y daños que
se hacen contra nosotros y contra las personas. Nos indignan mucho los casos de
marginación y exclusión de personas o grupos, por motivos de raza, de religión, de
condición económica o de género. Nos molesta que haya privilegios para unos cuantos, el
favoritismo de los que están en el poder, la insolente desigualdad en la que vivimos en
nuestro país.

El rostro de la injusticia ha venido tomando formas cada vez más crueles e inhumanas:
primero fue la injusticia vertical: los de arriba y los de abajo (los ricos y los pobres); luego, la
injusticia horizontal: los del centro y los de las periferias (los privilegiados y los
desfavorecidos); luego fue la injusticia global: los incluidos y los excluidos (los útiles y los
desechables).

Esto es una bofetada a la dignidad humana y un desprecio de la voluntad de Dios que quiso
colocarnos en el centro de la vida para vivir en fraternidad.
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ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS:


¿Quién es el más importante? (San Marcos 9, 33-37).
«Llegaron a Cafarnaúm y, ya en casa, les preguntó: — ¿De qué hablaban por el camino?
Se quedaron callados, porque por el camino habían estado discutiendo quién era el más
importante. Se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: —El que quiera ser el primero, que se haga
el último y el servidor de todos. Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo
acarició y les dijo: —Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien
me recibe a mí, no es a mí a quién recibe, sino al que me envió».

REFLEXIÓN
El mundo se empeña en hacer a un lado a las personas, pero Dios se empeña en regresarlo
a su lugar: el centro. Ya desde el principio ―nos dice la Biblia― que Dios puso al hombre en
medio del paraíso (Génesis 1, 27-28; 2, 7-8). El pecado fue una terrible decisión del hombre
que lo excluyó del paraíso: quedó fuera, pero el propósito de Dios fue situarlo de nuevo en
el centro y en este sentido se desarrolla toda la historia de la salvación. La Alianza de Dios
con su pueblo no es otra cosa que ponerlo en el centro de su corazón.

Los Evangelios constatan una y otra vez la insistencia de Jesús de poner a las personas en el
centro, frente a la terquedad egoísta del hombre de echarlo fuera.
Ante la molestia de los discípulos por los niños, dice: “Dejen que los niños se acerquen a mí”
(Mc 10,14). En la casa de Pedro, levanta a la suegra de la enfermedad y la pone en el medio
para el servicio (Mc 1,31). Al leproso que había sido excluido por su enfermedad, lo regresa
al centro del templo y a la presencia de los sacerdotes (Mc 1,44). Al hombre de la mano
tullida, le dice “Levántate y ponte en medio” (Mc 3,3). Al ciego que todos reprendían para
que se callara, Jesús por el contrario dice: “Llámenlo” (Mc 10,48-49). Frente a las alcancías
del templo, Jesús puso de relieve la ofrenda desapercibida de la viuda y no la ofrenda
llamativa de los ricos (Mc 12,43-44).

La Iglesia es casa y escuela de comunión, no casa de exclusión. Los excluidos de la sociedad


han de encontrar en ella un refugio seguro donde son aceptados y valorados, donde
pueden levantar la cabeza y dar la cara, donde pueden decir su palabra y aportar su
experiencia, donde pueden lavar su rostro y recuperar la imagen de hijos de Dios, gracias al
espíritu fraterno que les brinda la Iglesia.

Los rostros dolientes de Cristo en nuestra comunidad son muchos. Entre ellos se encuentran
muchos pobres sin amparo, muchos enfermos desatendidos, muchos ancianos olvidados,
muchos migrantes mal vistos, muchos campesinos sin futuro, muchos adictos sin apoyos.

Si analizamos los hechos, descubrimos como causas: una política corrompida, una economía
injusta, la medicina convertida en negocio, la pésima educación, los impuestos agobiantes,
la pérdida de los valores morales y espirituales. Sin embargo, no podemos quedarnos
reconociendo el desastre social. Hemos de poner remedio haciendo lo que está a nuestro
alcance: desde el repudio a un sistema de corrupción pública, hasta la caridad abierta y
respetuosa con el prójimo excluido y marginado.

Nuestras comunidades y nuestras propias familias no están libres de pecado. También entre
nosotros se dan las exclusiones, los favoritismos, los privilegios. También marginamos
personas, ninguneamos opiniones, arrinconamos a los que nos resultan molestos, nos
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avergonzamos incluso de nuestros padres porque no sobresalen en cultura o en dinero. Son


pecados contra la fraternidad de los que hemos de arrepentirnos para sumarnos al
seguimiento de Jesús que se distinguió por la inclusión de todos, pese a la resistencia de
muchos.

DIÁLOGO
 ¿Qué significa ser “una Iglesia de puertas abiertas”?
 ¿Puede un discípulo de Cristo llegar a considerar a otras personas como desechables,
inservibles o merecedoras de ser eliminadas?
 ¿Qué hacer para fomentar la inclusión y la acogida fraterna entre familias y entre
vecinos?

GESTO O SIGNO
El animador/a nos reparte en este momento un trozo de pan y lo comemos, mientras nos
dice: “Comer de un mismo pan, es signo de nuestro deseo de ser parte de una misma familia
humana, sin rechazos ni exclusiones.”

COMPROMISO.
 Pensemos en una acción personal para ir en busca de alguna persona o familia
alejada de la comunidad.
 Pensemos en una acción comunitaria para acercarnos a algún grupo excluido de
nuestra sociedad.

ORACIÓN
Mirando la cartulina con imágenes de sectores excluidos, pidamos perdón a Dios por todas
las ocasiones en que hemos cerrado la puerta de nuestro corazón, de nuestra casa, a tantas
personas o grupos. “Perdón, Señor perdón”

Decimos todos juntos: Padre de bondad, que nos amas a todos sin excluir a nadie, danos la
sabiduría y la gracia de tu Espíritu para que en estos días de Cuaresma volvamos nuestros
pasos hacia Ti. Que dejemos atrás las la comodidad y la resistencia para salir al encuentro de
los hermanos más alejados y menos favorecidos.
Tú que nos amas tanto, que no tienes favoritismos por nadie, concédenos la valentía de ser
testigos de tu amor y tratar a todos con espíritu fraterno.
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Catequesis 5: Fraternidad es pasar


DE LA CONDENA… A LA CORRECCIÓN FRATERNA

Objetivo: Mostrar que la vida fraterna no se logra sin la corrección humilde, paciente y
constructiva de unos a otros, con el único propósito de que Cristo se forme en nosotros y
que la vida comunitaria no se malogre por el desinterés de unos para con otros.

Ambientación: Poner un letrero con el tema de este día y debajo una cartulina con el
siguiente dibujo.

PARA INICIAR NUESTRA REUNIÓN


El animador/a lee en voz alta el tema de hoy señalando el letrero con el título y con la
imagen. Después hacen todos juntos la siguiente invocación:
Aquí estamos, Señor, congregados en tu nombre. Quédate con nosotros. Penetra en
nuestro corazón, hazlo dócil a tu palabra e inspira nuestras decisiones.
Que juntos sepamos escucharte y descubrir lo que tenemos que hacer para ir dejando atrás
el individualismo que nos aqueja y caminar cada día construyendo la fraternidad que Tú
quieres para tus hijos.

MIRANDO NUESTRA REALIDAD


Preguntas: ¿Qué es más fácil: criticar o corregir? ¿Por qué resulta difícil corregir al hermano?

La vida cristiana es una gracia del cielo que se realiza en la tierra, con personas terrenas, en
medio de realidades terrenas. Encontrar a Dios y alcanzar la santidad no es cosa fácil en
medio de estas realidades terrenales. Buscar las cosas de allá arriba donde está Cristo no es
nada fácil, cuando el mundo nos presenta atractivos muy poderosos para instalarnos en las
cosas de acá abajo. Por ello, el Señor Jesús nos enseñó a apoyarnos unos a otros,
corregirnos mutuamente, enseñarnos mutuamente, amarnos mutuamente.

Hay dos tentaciones que corremos en la vida comunitaria: una es desentendernos unos de
otros, porque este es el camino más fácil; y la otra, es querer controlar a los demás
imponiendo nuestros criterios, juzgando y condenando a quienes no se ajustan a nuestros
deseos. La condena no ayuda. “Si uno se tiene por religioso, pero no refrena la lengua, se
engaña a sí mismo y su religiosidad es vacía” (Santiago 1,26). La corrección fraterna es
constructiva, aunque cuesta más.
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ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS


La corrección fraterna (Mateo 18, 15-18)
«Si tu hermano te ofende, ve y corrígelo, tú y él a solas. Si te escucha has ganado a tu
hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de uno o dos, para que el asunto se resuelva
por dos o tres testigos. Si no les hace caso, informa a la comunidad. Y si no hace caso a la
comunidad considéralo un pagano o un recaudador de impuestos. Les aseguro que lo que
ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra quedará
desatado en el cielo».

REFLEXIÓN.
¿Qué hacemos ordinariamente cuando alguien en la comunidad falla en su testimonio
cristiano? A veces juzgamos duramente sin darnos la oportunidad de aclarar, a veces
callamos por respeto pero ya no confiamos, a veces divulgamos el hecho y difamamos, a
veces nos hacemos de la vista gorda y justificamos el hecho, pero pocas veces practicamos
la corrección fraterna.

¿Qué es la corrección fraterna? La corrección fraterna es un acto de amor al prójimo para


ayudarle a alcanzar la santidad y para mantener la salud de la vida en comunidad.
¿Cómo hacerla? Ante todo, la corrección fraterna se da mediante el testimonio de la propia
vida. Una vida apegada al evangelio resulta ser la mejor invitación a la conversión del
pecador. Pero también, es necesario hablar. Y la palabra toma forma de consejo, de
consuelo, de amonestación, de advertencia y de corrección.

“Si tu hermano peca”: es decir, nos debe constar que la persona ha cometido un acto grave
que lastima u ofende a la comunidad, y se mantiene en su pecado, ya sea por ignorancia o
por obstinación.
“Ve y corrígelo”: es decir, que si nadie le ha llamado a la conversión, es preciso dar el primer
paso e invitarlo con suave caridad a reconsiderar su conducta. Siempre debe ser en base a
los valores del evangelio, y nunca sobre mis gustos o ideas personales. Se trata de
configurarse con Cristo, no con mi deseo particular.
“A solas”: es decir, sin afán de morbosidad, sino con sumo respeto y delicadeza, ya que la
dignidad de la persona está por encima de todo. “A solas” es como decir “de hombre a
hombre”, “de mujer a mujer” puesto que no lo hacemos de arriba para abajo como si
nosotros estuviéramos libre de culpa, sino desde la propia fragilidad personal (ver Mateo
7,1-5).

“Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano”: Esto es fruto de la gracia. No es motivo de
orgullo personal para lucirse, sino motivo de agradecimiento a Dios y de alegría por la oveja
que vuelve al rebaño de Cristo.

“Si no te hace caso, hazte acompañar de uno o dos”: no siempre somos nosotros los
indicados para influir positivamente en el hermano. Es preciso buscar o informarse acerca
de posibles personas adecuadas capaces de influir eficazmente en su corazón. Todos
tenemos una puerta abierta para alguien en especial que puede tocar nuestro corazón: ya
sea por la edad, por la autoridad moral, por el cariño que le profesamos o por el carisma del
convencimiento.
“Si no te hace caso, díselo a la comunidad”: En casos difíciles, tendremos que recurrir al
responsable de la comunidad (Obispo, sacerdote, laico responsable). Si es un hecho público,
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hay que pedir a la comunidad ponerse en oración de intercesión. La excomunión es una


pena extrema que tiene la Iglesia cuando se agotan todos los recursos frente a pecados
sumamente graves.

La corrección fraterna es una medicina amarga. Dice la Escritura: Es verdad que, de


momento, ninguna corrección, cuando es aplicada, resulta agradable, más bien duele; pero
más tarde produce en los que fueron corregidos frutos de paz y de justicia (Hebreos 12,11).
Por lo mismo, es preciso implorar la asistencia del Espíritu Santo, preparar las palabras justas,
el momento oportuno y aguardar (esperar) el efecto de la gracia.
El individualismo nos lleva a despreocuparnos de los demás: no nos importa si el otro se
salva o se condene. La vida fraterna, en cambio, nos mueve a estar atentos al hermano en el
amor y en la corrección fraterna.

DIÁLOGO
 ¿Cuándo corregimos a alguien, lo hacemos de verdad movidos por el amor, o en
ocasiones está mezclado el enojo y la condena?
 ¿Cómo reacciono yo ante la corrección? ¿Lo hago con humildad o con soberbia?
 ¿Podemos mencionar a alguna persona conocida que nos ha dado ejemplo de cómo
corregir?

GESTO O SIGNO
Después de haber reflexionado estos cinco temas, nos colocamos en círculo abrazados,
como signo de nuestro deseo de vivir en fraternidad.
Decimos todos juntos las siguientes frases:
 Los cristianos tenemos el deber de hacer corrección fraterna.
 Antes de corregir pidamos la luz al Espíritu Santo para saber el mejor modo de
llevarla a cabo.
 Es incómodo ser corregidos, pero todos lo necesitamos.
 Cuando corregimos, seamos conscientes de nuestra propia pequeñez,
reconociéndonos pecadores ante Dios.
 La corrección es fruto de la caridad, no del juicio ni de la condena.
 Qué el Señor nos ayude a corregir con amor, solo de esa forma nuestra corrección
será fraterna.

COMPROMISO
Identificar qué necesita nuestra comunidad para crear un ambiente de confianza que facilite
la corrección fraterna. ¿Qué pasos podemos dar en esta dirección?

ORACIÓN
Padre bueno, que nunca te cansas de perdonar nuestros errores y de ofrecernos nuevas
oportunidades, no nos dejes caer en la tentación de condenar sin ninguna misericordia.
Ayúdanos a seguir amando a quien se equivoca, y a quien en ocasiones nos hace daño;
Enséñanos a corregir con paciencia, con respeto y delicadeza, buscando siempre el bien del
otro y de la comunidad.
Ayúdanos a pedir por los demás, mucho más cuando están en el error.
Danos suficiente amor para corregir, y danos mucha humildad para aceptar la corrección
cuando estamos equivocados.

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