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LOS CRITERIOS DE CORRECCIÓN LINGÜISTICA

Un aspecto importante de los estudios acerca de la unidad de la lengua española es el problema


de los criterios que orientan el funcionamiento social de la lengua. Hay que admitir que el tema es
polémico1, pero no serán vanos los esfuerzos por situarlo en una perspectiva lingüística. El
problema de la ejemplaridad lingüística es distinto según se considere la lengua hablada o la
lengua escrita, a pesar de la creciente interpenetración observable en las lenguas de cultura2. Sólo
por excepción un escritor desdeña una lengua de amplia circulación y prefiere, para sus obras,
modos expresivos regionales o dialectales. En el momento de escribir piensa, aun en la poesía
intimista o en la novela de raigambre localista, en todos sus lectores; para el escritor
hispanoamericano esto significa que será leído en América, Europa, Africa y Oceanía3, si emplea
las formas expresivas de mayor alcance. "Surge así una unidad

1 Polémico es el ensayo de Ángel Rosenblat, El criterio de corrección lingüística. Unidad o


pluralidad de normas en el español de España y América. Bogotá, Instituto "Caro y Cuervo”, 1967,
36 ps., en el cual se replantea el problema a la luz de los resultados de la moderna lingüística y de
la experiencia de otras comunidades lingüísticas. El pensamiento del autor tiene sugestivas
coincidencias con las ideas expresadas por A mado Alonso en La Argentina y la nivelación del
idioma, Buenos Aires, Institución Cultural Española, 1943, 191 ps., en

especial los capítulos: "La Argentina en la dirección inmediata del idioma", "De cómo se cumplirá
el influjo argentino en ia lengua general”, "Las academias y la unificación del idioma” e “Intereses
filológicos e intereses académicos en el estudio de la lengua”. Las citas, salvo aclaración,
pertenecen al ensayo de Rosenblat. 2 "La lengua escrita se va nutriendo de la oral, so pena, si no,
de convertirse en lengua muerta’’. A mado A lonso, El problema argentino de la lengua, en El
problema de la lengua en América. Madrid, Espasa-Calpe, 1935, p. 18. 8 Para un cuadro
comparativo de la difusión, numérica y geográfica, del español, cf. M. Criado de Va l, Fisonomía del
idioma español, Madrid, Aguilar, 1962, 256 ps.

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general de lengua, o una norma general de lengua” (p. 16) vigente en todo el mundo hispánico
pero sensible a una necesaria matización pues "cierta diversidad regional y personal contribuye a
la riqueza de la unidad general” (p. 17). Esta norma general, flexible, se orienta según los usos de
los mejores escritores de habla hispánica "que están, al escribir y al leer, en coloquio permanente,
y también en permanente emulación” (p. 17). Más complejo y discutible es el problema de la
norma en la lengua hablada. La lengua hablada intercomunica a quienes conviven en el espacio y
en el tiempo. Si se tiene en cuenta que en el diálogo los elementos no lingüísticos, situacionales,
son también significativos —por lo que una descripción coherente de la lengua no puede
ignorarlos— y que quien habla lo hace para un número generalmente restringido de
interlocutores, debe concluirse que la exigencia de universalidad es considerablemente menos
imperativa en la lengua hablada que en la literaria. Los criterios de corrección se han apoyado,
unas veces, en razones históricas: conservar intangibles las formas usadas por la tradición literaria.
El criterio suele ser útil en casos de vacilación ante usos concurrentes. Sin embargo, aplicado con
celo purista interfiere el proceso de renovación idiomática. Otras veces, la ejemplaridad lingüística
se orienta de acuerdo con criterios geográficos, y consagra como correctas las formas expresivas
de una determinada región. El hecho es antiguo. Según Lapesa, en el siglo XIII el habla toledana,
expurgada de mozarabismos, sirvió de modelo para la nivelación lingüística de Castilla4. Y todavía
hoy Castilla, o cierta región de Castilla, encarna para muchos el ideal de pureza idiomática5. En el
caso del español, el criterio debe ser aplicado juiciosamente porque se trata de una lengua
hablada en regiones muy distantes, con desarrollos políticos y sociales autónomos.

4 Ra fa el Lapesa, Historia de la lengua española. Madrid, Escelicer, 1959, p. 169. 5 Es el


fundamento de quienes, en nombre de una unidad hispánica (sospechosa de purismo) condenan,
motejándolo de vulgar, el empleo del vos. El voseo, en la lengua hablada de la Argentina, no revela
niveles culturales, sociales ni regionales. Su difusión en la lengua escrita familiar ya tiene casi tanto
arraigo como en la oral; en la lengua literaria son testimonio las palabras de Mujica Láinez:

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Hasta nuestro siglo, el criterio lógico orientó los esfuerzos normado- res de gramáticos y
académicos. La critica tenaz de Vossler6 y los avances del estructuralismo, que considera a todo
sistema lingüístico correcto en sí mismo, redujeron considerablemente su vigencia. Amado Alonso,
en su ya mencionado libro La Argentina y la nivelación del idioma, ha señalado las limitaciones de
estos criterios: "Las formas correctas de hablar no lo son por su justificación etimológica, ni por su
procedencia geográfica, ni por lo bien o lo mal que se ajustan al esquema lógico del pensamiento.
Lo correcto es envía, pretendo, Mallorca, aunque lo etimológico sería decir énvia, pretiendo y
Alayorca; lo correcto es decir calor solar, aunque lógica y objetivamente lo sustantivo es el sol y lo
adjetivo el calor. No es correcto suprimir la s de vamos, pero lo es si sigue el pronombre nos:
vámonos” (p. 175). En general, puede afirmarse que todos los criterios de corrección propuestos
son parcialmente válidos. La intención de validez absoluta tropieza con la dificultad, nada
desdeñable, de que sus juicios no siempre coinciden con el uso de los hablantes. Por ejemplo, los
argentinos preferimos, a pesar del casticismo regañón, la articulación rehilante de la y, en lugar del
"fácil, flexible y suave sonido de la y normal”7. Si estos criterios son insuficientes, "¿habrá que
arriar las banderas de todo correccionismo ?” (p. 28). Así piensan quienes abominan de todo
correccionismo por antinatural, pasmando a quienes esperan la última palabra de la Academia. La
libertad absoluta, sostienen sus críticos, amenaza la unidad de un idioma de geografía universal
como el españoL "El problema que tenemos

“Como novelista, quiero decir que hay que tener muy en cuenta el vos cuando en una novela se
quiere dar el tono de cierta clase. Nosotros no podemos renunciar a él. Es decir, me parece tan
malo disfrazar de un falso tú a quien no le corresponde, como tratar de instaurar un voseo que no
es bueno. Entiendo que debemos luchar contra el vos en la medida de nuesttas fuerzas, pero los
novelistas debemos seguir poniendo el vos en boca de aquellos a quienes corresponde”. (IV
Congreso de Academias de la Lengua Española, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1966,
ps. 463-464.) 6 "La justeza o corrección gramatical no tiene nada que ver con la exactitud empírica,
ni con la histórica, ni con la lógica” en Filosofía del lenguaje, Buenos Aires, Losada, 1947, p. 27. 7 T.
Navarro Tomas, Guía de pronunciación española, México, Editorial Jus, 1956.

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delante [los hispanohablantes] no es el de dar “esplendor”, sino el de impedir que nuestra lengua
se nos haga pedazos”8. La amenaza contra la unidad, se dice, proviene, en buena aunque no en
única medida, de los múltiples términos de origen extranjero, en especial inglés, que la técnica
moderna esparce por todo el mundo. En el siglo pasado se produjo una fuerte influencia del
francés sobre el español. El fenómeno provocó parecidas aprehensiones a las que hoy está
provocando la penetración anglicista. Sin embargo, la lengua española no sucumbió. En un mundo
que se integra rápidamente no es posible, ni deseable, practicar ningún tipo de aislacionismo:
"Meter palabras nuevas, haya o no otras que las reemplacen, es meter nuevos matices de ideas”,
afirmó Miguel de Unamuno9. Determinadas circunstancias históricas favorecen la influencia, a su
turno, de una lengua sobre otras. Causas políticas y económicas imponen la general difusión del
inglés así como razones sobre todo culturales presidieron la expansión del francés en el siglo
XIX10, hechos no sorprendentes: ya a principios de este siglo el método de la “Wörter und
Sachen” demostró que las voces circulan con los objetos, las ideas, las instituciones. Un sistema
lingüístico se organiza según determinados principios tipológicos que impiden o dificultan las
innovaciones regidas por principios distintos. En las conferencias del II Curso Superior de Filología
Española, Coseriu afirmó que hay fenómenos nuevos que se introducen sin dificultad en un
sistema, y que no hay que considerarlos como hechos estadísticos sino funcionales: un sistema es
penetrable por hechos que ya posee y, a la inversa, no es penetrable por hechos extraños al
sistema. En este sentido, es probable que la influencia del inglés contribuya a acentuar la
reducción de las marcas del plural del español11. En La Plata, la ciudad de las diago

8Dámaso Alonso, Unidad y defensa del idioma, en Segundo Congreso de Academias de la Lengua
Española, Madrid, 1956, p. 34. 9 Citado por A. R o s e n b l a t en La primera visión de América y
otros estudios, Caracas, Ministerio de Educación, 1965, p. 179. 10 Me parecen muy atinadas las
reflexiones de Emilio Lorenzo referentes a la irrupción de anglicismos en la lengua española,
contenidas en "El anglicismo en la España de hoy”, en su El español de boy, lengua en ebullición,
Madrid, Gre- dos, 1966, 160 ps. 11 ”Si comparamos la frase inglesa all the wild animals tbat live
there (usada por Otto Jerpersen para contraste con el alemán) con todos los animales salvajes que
viven allí, vemos que el inglés muestra una economía de expresión (el plural

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nales, la norma vulgar es el diagonal y la culta la diagonal. No se han estudiado hasta ahora las
causas de Ja alteración genérica12 ni se puede predecir cuál será la suerte final de la innovación.
Es posible que sea una moda pasajera y que el uso culto restituya el género originario o que
coexistan como caracterización de distintos niveles lingüísticos, análogamente a baya/ haiga.; pero
es posible que el uso masculino desplace totalmente al femenino y luego se convierta en
argentinismo y se generalice en todo el dominio hispánico. Si ocurre, no será una sorpresa pues el
español ya lo documenta generosamente. Y es posible, todavía, que la forma el diagonal quede
especializada como designación de calles, es decir, tecnicismo vial, mientras que la diagonal se
mantenga como tecnicismo geométrico13. Tanto la economía en la expresión del plural como la
alteración genérica de la diagonal no modifican el sistema del español; corresponden a hechos del
sistema; lo que varía es la norma; en este sentido, las innovaciones penetran sin dificultad.
Completamente extraño al sistema sería, por ejemplo, la expresión del número mediante la
composición de palabras como en las lenguas chi- notibetanas: fu 'padre’, mu ‘madre*; padres = fu
mu14. En este caso, el sistema del español sería difícilmente penetrable. Ante la insuficiencia de
los criterios tradicionales de corrección, Ro- senblat propone el principio de la "aceptabilidad
social”15 como norma

sólo lo expresa la -s de animals), que contrasta con la profusión de signos del español o del alemán
(alie die wilden Tiere, die dort leben). Se puede objetar al filólogo danés que éste es un caso
extremo y que se pueden hallar otros ejemplos menos probatorios, pero ciertamente para
denotar la pluralidad, el español despliega una cantidad de signos superflua o redundante. El caso
es que, consciente o inconscientemente, la lengua española de hoy ofrece una serie de soluciones
que si no directamente encaminadas a evitar esa redundancia, sí constituyen en conjunto un
sistema que apunta claramente a la economía de medios expresivos”. (Emilio Lorenzo, op. dt., ps.
28-29). 12 Probablemente obedezca a dos factores concurrentes: la invariabilidad morfológica,
para la expresión del género, de los adjetivos en -al: la trampa mortal; el percance jaial, y la
influencia de la analogía de palabras masculinas en -al, muy abundantes: el rival, el canal, el
delantal, etc. 13 En este sentido: la espiral, tecnicismo financiero; el espiral, insecticida contra los
mosquitos; la margen, de un río; el margen, de una hoja. 14 Ejemplos aducidos por el profesor
Dem etrio Gazdaru, Qué es la lingüistica, Buenos Aires, Columba, 1966, p. 32. 15 "El único criterio
sincrónico de bondad es la admisibilidad, el uso consagrado por la gente culta, la consuetudo de
Varrón, el sacrosanto uso de Horado, “la usurpación legitimada”, como lo llamaba Tegnér” (p. 29).

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orientadora de los usos idiomáticos, basándose en la naturaleza social del lenguaje: "La lengua es
institución social, y como tal es instrumento de la sociedad, el más rico y complejo de los
instrumentos” (p. 32). Como otros hechos sociales —las leyes de tránsito, los principios morales y
políticos, los modos de vestir— de cuya observancia depende el funcionamiento de la sociedad,
los hechos del lenguaje son "coactivos”, "tiránicos” hasta "en la más pequeña comunidad
campesina.” (p. 8). Los puesteros de El inglés de los güesos de Benito Lynch expresan, con sus
burlas al inglés James Gray, la segura vigencia, en esa rudimentaria sociedad campesina, de una
norma de corrección. Por eso llama la atención que Amado Alonso afirmara que la idea de
corrección es apenas sentida en los dialectos rurales. El criterio de la mayor o menor aceptabilidad
social es "irreprochable” porque es la sociedad, los mismos hablantes, quien lo propone. Esto no
significa que Rosenblat coincida con los anticorrectistas recalcitrantes, partidarios de un
liberalismo absoluto en materia de lenguaje. Su criterio de la "aceptabilidad”, del "consenso
social”, equidista tanto del correctismo estrecho, como de los "anticorrectistas [que] limitan sus
reclamaciones de libertad para otros usos, tachados por lo común de incorrectos, que vienen de
niveles sociales o culturales considerados inferiores” (p. 31). Ninguno de los dos extremismos
escapa a la exigencia de orientarse de acuerdo con el uso más difundido; en el desajuste entre sus
redamaciones y la preferencia de los hablantes se manifiesta nítidamente la insuficiencia de uno y
otro. El principio de la aceptabilidad social es, inidalmente, reconocimiento de la difusión de una
forma lingüística. En este sentido, las formas expresivas propias de los diferentes niveles, regiones
y estilos lingüísticos son correctas en cuanto explicitan las preferendas de los hablantes. El
problema, sin embargo, no conduye aquí. Esta concepdón que sería válida para una sodedad
estática, rígidamente diferendada y en total aislamiento, se resquebraja en vista del fecundo
movimiento de integradón, en todos los aspectos, que es el signo de nuestro tiempo18. La
integradón supone nivelación, resignaaón de particularismos. Los sectores y las distintas regiones
de una comunidad nadonal necesitan módu

10 "El extremo dinamismo social de nuestros días, en violento contraste con la vieja sociedad de
castas o la sociedad estamental y aun con la sodedad de dases del siglo XIX, plantea problemas
lingüísticos nuevos y más apremiantes” (p- 9).

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los expresivos comunes que hagan posible la comunicación, el entendimiento. Esas formas
comunes son las de la lengua usada por los sectores sociales culturalmente más prestigiosos,
porque representa más acabadamente un ideal de universalidad17. Por lo tanto, el criterio de la
"admisibilidad” como norma de la lengua hablada debe tener en cuenta el doble juego de la
estratificación y de la integración sociales o, en otros términos, que la difusión de las formas
lingüísticas varía según que el hablante dialogue con su familia, con sus paisanos, con sus
compatriotas o con individuos de la misma comunidad idiomática18. Por ejemplo, en la Argentina
se da a los padres, familiarmente, el trato de mam i, papi/mamita, papito; fuera del ámbito
familiar, se utiliza mamá, papá que son términos de mayor circulación. Los habitantes de Entre
Ríos, sin ninguna diferenciación, llaman múñalo ('batata’) a lo que los de San Juan llaman camote.
Si en las ferias platenses se pidiera muñato o camote se obtendría, cuanto menos, la perplejidad
del feriante. Es necesario pedir batata, voz común en el dominio hispánico, para ser entendido.
Inversamente, si se pidiera remolacha en las ferias sanjuaninas, tampoco se lograría la
comunicación pues la voz usada en la región es beteraba19. Voy de Teresa es un vulgarismo muy
difundido en La Plata, en el habla familiar y descuidada. Sin embargo, generalmente quienes lo
emplean dicen voy a lo de Fulano ante una persona desconocida o que inviste alguna jerarquía.
Seguramente un habitante del litoral argentino no se molestará si alguien le dice chato, que vale
tanto como tape, negro; para uno de las provincias de Río Negro y Neuquén (el Valle) es ofensivo;
allí se le aplica a los pobladores venidos de Chile y, por extensión, y con sentido despectivo, a
cualquier habitante del Valle. En conclusión, el concepto de "aceptabilidad social” que,
inicialmente, equivalía a difusión de un uso lingüístico, al considerar comunidades

17 "En todo lenguaje se debate una antinomia de fuerzas que son el espíritu de campanario o
localista y el espíritu de universalidad". Amado Alonso, op. d t, p. 19. 18 "La pequeña comunidad
rural de que hemos partido, con sus legítimos usos lingüísticos, se engrana o articula dentro de un
organismo o ámbito social cada vez más amplio: la región, la provincia, la nación. A los usos locales
se superponen, de modo progresivo, una serie de usos regionales y nacionales” (p. 12). 19 Cf. J .
Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid, Editorial Gredos, vol. I,
1954, p. 453, bajo "B etarraga”.

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más amplias se transforma en difusión calificada, aceptabilidad sodal en sentido estricto, es decir,
en formas preferidas por los hablantes cultos. En esta transformación no sólo interviene la
necesidad de asegurar la comunicación, es decir, el aspecto instrumental, utilitario del lenguaje.
Los sectores culturalmente prestigiosos orientan, o por los menos ése debe ser el ideal, a la
comunidad hablante porque "la lengua no es sólo un instrumento utilitario de comunicación [cuya
norma seria la concisión y la claridad] sino además producto y expresión de una cultura” (p. 12);
*’es la más alta creación humana, el repertorio más rico y elevado de valores espirituales, el
tesoro del más noble pensar y sentir de una comunidad, el producto de su acción y de su pasión y
la expresión de su genio” (p. 13). Como se ve, en el criterio de la aceptabilidad sodal ya no se trata
de las fulminantes condenas de las listas de solecismos y bírbarismos; tampoco, del desdén
aristocratizante por usos corrientes en determinados niveles o comunidades en nombre de una
norma externa. Menos aún, de un anti- correctismo de manga ancha, dd "leave your language
alone”. El criterio de la ejemplaridad cultural permite superar los anacronismos del correctismo
anatemizador y las incoherencias dd anticorrectismo iconodasta: ambos hacen peligrar el objeto
mismo que quieren preservar. Para dedr verdad, esto también ocurre en otros aspectos de la
compleja vida sodal donde el exceso de celo conservador o innovador desbarata o, por lo menos,
perturba el natural proceso renovador. La corriente de la vida derriba las vallas con- servatistas,
por anacrónicas; sin embargo, librada a su propio fluir, se destruye a sí misma. La pluralidad de
normas, como dice Rosenblat, o la aplicadón plural de la norma de "admisibilidad sodal” tiene su
fundamento en las peculiares cualidades de la lengua hablada y en la vasta y heterogénea
comunidad lingüística hispánica20.

20 "Correctas son las formas del hablar aceptadas como buenas por el grupo dirigente en la vida
cultural. Corrección es aceptación sodal, prestigio sodal. Las formas con que hablan los que tienen
una educadón que pasa por buena. Pues bien; cada soaedad culta es la que se marca a sí misma
las condidones lingüísticas; cada sodedad es la que acepta o rechaya, practica o no practica
determinados modismos, palabras, pronundadones. Quien dedde qué es lo correcto en Buenos
Aires es la comunidad portería, puesto que ser correcto en materia de lengua es ser practicado y
aceptado como de buena educación". (A mado Alonso, La Argentina y la nivelación del idioma, p.
175).

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El criterio de la admisibilidad social, en su doble aspecto de difusión simple y difusión calificada del
uso lingüístico, como norma de corrección, coloca estas cuestiones en perspectivas más
convincentes. Rosenblat afirma que "por todos los caminos” el estudio de las normas de
corrección corresponde a la lingüística strictu sensu. Aunque se apoya en el hecho cierto de que
"en toda comunidad se entrecruzan .siempre un criterio intralingüístico de corrección y un criterio
extralingüístico o social" (p. 7) y, también, en la incorporación de la norma al sistema propuesta
por Coseriu, cabría preguntarse si la norma entendida como uno de los niveles de formalización
del lenguaje coincide totalmente con la norma de corrección de Rosenblat. Rosenblat se pregunta,
afirmativamente, si la norma coseriana no es "en cada esfera o nivel del lenguaje, el fundamento
de toda normatividad” (p. 36). Considero que es así por el carácter tradicional, socio-cultural de la
norma; sin embargo, esto explicaría sólo un aspecto de la norma de corrección, el aspecto de la
simple difusión, del hecho comprobado del uso de determinadas formas expresivas21, no así el de
la norma según la cual se averigüe si se habla bien o mal, correcta o incorrectamente, la norma en
cuanto imposición de los sectores culturalmente más prestigiosos, porque en este caso —y no
desdeño la importancia que para el mundo hispánico tiene la unidad lingüística, sino que sólo
formulo distingos— se trata de una sanción sodal, cultural, el criterio "extralingüístico o social”,
tema de la lingüística aplicada pero no de la lingüística teórica22.

21 La aspiración de la -s- (bosque, casco) o su eliminación en posición final son fenómenos


difundidos en el dominio hispánico. Para Rosenblat, la comprobación de estos hechos no
constituiría todo el problema; en nombre de una norma culta de corrección la escuela, por
ejemplo, la evitará cuidadosamente. 22 "Aclaramos que no se trata de la norma en el sentido
corriente, establecida o impuesta según criterios de corrección y de valoración subjetiva de lo
expresado, sino de la norma objetivamente comprobable en una lengua, la norma que seguimos
necesariamente por ser miembros de una comunidad lingüística, y no aquella según la cual se
reconoce que «hablamos bien» o de manera ejemplar, en la misma comunidad. Al comprobar la
norma a la que nos referimos, se comprueba cómo se dice y no se indica cómo se debe decir: los
conceptos que, con respecto a ella, se oponen son normal y anormal, y no correcto e incorrecto. El
hecho de que las dos normas puedan coincidir no nos interesa aquí; cabe, sin embargo, señalar
que muchas veces no coinciden, dado que la «norma normal» se adelanta a la «norma correcta»,
es siempre anterior a su propia codificación." Eugenio Coseriu, Sistema, norma y habla, en Teoría
del lenguaje y lingüistica general, Madrid, Gredos, 1962, p. 90.

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Es innegable, sin embargo, que en cuestiones de lenguaje la opinión ■ deilos más competentes —
los lingüistas— ayudará a soslayar muchos errores* Entonces habría que formularse esta
pregunta: el estudio de las normas de ejemplaridad ¿acaso no será un problema de los lingüistas
ya que no lo es de la lingüística?

J orge Dí

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