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¿Cómo ser cristiano en el mundo desarrollado?

Nola izan kristau mundu garatuan?


Jon Sobrino, S.J (22-07-2006)

Arratsaldeon eta ongi etorri.


Yo estoy encantado de estar aquí. Mi familia es de cerca de Bilbao (Barrica) y
venir al País Vasco, quieras que no, cuenta para mi con un atractivo especial. Y, en
concreto, venir a Loyola, la provincia de los jesuitas de la cual salí yo y muchísimos
otros, supone una emoción especial y si se puede decir en una palabra, pues, encantado.
Nos encontramos en el lugar de nacimiento de San Ignacio de Loyola, quien todavía
supone un gran “boom” en el mundo. ¿Verdad?
Entonces, con sencillez, voy a intentar hablar de cómo ser cristiano en el primer
mundo. Pero si os digo la verdad ¿sabéis qué es lo primero que se me ocurrió?, lo cual
no es un buen comienzo, pues que para ser cristiano en el primer mundo hay que salirse
de él. Pero no cabe duda que es posible ser cristiano en el primer mundo o mundo
desarrollado.

Ser cristiano hoy

Entonces quizás podemos empezar, a modo introductorio, con unas reflexiones,


ya que no sois los primeros en preguntaros por el “ser cristiano hoy”. Voy a empezar
por un alemán conocido, Karl Rahner, quien dice que los cristianos ahora, por estos
años, en el comienzo del año 2000, o son místicos o no serán. Es decir, o son cristianos
por una convicción mística o no lo serán. San Ignacio era místico, Santa Teresa de Jesús
era mística, pero por convicción, porque vieron algo nuevo en Jesús de Nazaret que les
hizo pensar que el camino era seguirle aunque se quedasen solos. Dice Rahner que “o
tenemos algo de mística o no seremos cristianos”. Casaldáliga, el conocido obispo de
Brasil, claretiano (es catalán de Balsareny), cuya diócesis está compuesta de indígenas y
también de campesinos y le encanta, con gran cariño, corregir a los grandes pensadores
le corrigió a Rahner diciéndole: “El cristiano del mundo futuro, o será pobre o no
será”. Así pues, Casaldáliga le dice a Rahner que el cristiano del futuro o será pobre,
solidario con los pobres, o no será. Bueno, pues, lanzo estas dos ideas para que las
pensemos todos.
También quiero recalcar que me piden hablar del cristiano hoy. ¿Por qué digo
esto? No me piden hablar del cristiano mañana. No me piden hablar de un católico, que
también ¿verdad?, además de cristiano es miembro de una iglesia… pero, eso, es otra
cosa. Tampoco me piden hablar desde ese presupuesto tan repetido “en democracia tal
y tal; es que en la democracia no se qué; es que somos democráticos y no se qué y no se
cuantos”. A mi no me han pedido hablar qué es eso de ser un demócrata, y gracias a
Dios, porque no lo sé… sino cómo se puede ser cristiano en el mundo de hoy. En el
mundo de hoy… bueno llamarlo como queráis: Mundo Desarrollado, tal vez. Creo que
todos nos entendemos y nadie se sentirá mal por eso. Bueno, tal vez nos sintamos mal
pero no porque lo digamos, sino porque es así. Antes se hablaba de Primer Mundo,
Segundo Mundo, Países Socialistas y Tercer Mundo. ¿Qué querían decir? Que hay un
Primer Mundo opresor, y un Tercer Mundo oprimido. Por eso digo que Mundo Desa-
rrollado y creo que está bien.
El Primer Mundo es un mundo que tiene abundancia, aunque os quejáis bastante
a menudo: que si se ha tenido que esperar dos semanas y medio para ir al doctor a través
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de la Seguridad Social… Pues vayan a otro mundo, a ver cuánto esperan, ¿no? Quiero
decir, es un mundo en el que se vive bien y en el que el buen vivir se da ya por su-
puesto. Evidentemente, de los problemas personales nadie nos libra y de los problemas
familiares tampoco, pero el buen vivir se da como algo aceptado.
También hay una especie de, no sé si exagero, de sentimiento de que el destino
manifiesto del Primer Mundo es el buen vivir, calidad de vida. Vemos en la televisión
algo horroroso que sucede en África… pero no nos parece que va contra las leyes del
ser, y quizás solo pensamos en cuándo va a acabar el sufrimiento de esa gente. Pen-
semos en que si al primer mundo le fallase por ejemplo, el agua, que es uno de los
problemas más graves de la humanidad, pues entonces la próxima guerra mundial sería
por el agua. Si al primer mundo le faltase el agua, ya saben lo que hacen cuando les falta
el petróleo… ¡allá van!, y si queda cerca de Irak, allá van a Irak. Hay como algo cuasi
metafísico de que al Primer Mundo no le puede faltar nada, pero al Tercer Mundo sí.
¿Qué quiero decir? Hay una realidad en el Primer Mundo que hace que la gente viva en
bastante abundancia. Y yo no sé cómo se lee el evangelio a este respecto, el evangelio
leído limpiamente ¿verdad? Habría que preguntarse si el Primer Mundo es responsable,
en buena parte, de la pobreza de otros países. ¿No habrá que decir que sigue existiendo
el fenómeno económico de la opresión y que eso tiene su centro físico en el Primer
Mundo?
Esas son las dificultades mayores que veo yo para ser cristiano en el Primer
Mundo. Porque son de abundancia y opresión, estructuralmente hablando. Los mayores
problemas no los voy a tocar: los de las iglesias, cómo andan las jerarquías, etc., pues ya
lo sabéis vosotros. Yo lo que quiero decir es que sí es posible, claro, ser cristiano en el
Primer Mundo, aunque he empezado diciendo, de una manera un poco chusca y quizás
prematura (porque quizá debería haberlo dicho al final) que para ser cristiano en el
Primer Mundo quizás haya que salirse de él, aunque no necesariamente desde el punto
de vista geográfico. Pues eso es lo que vamos a tratar hoy.
Y esto lo voy a hacer en tres puntos y un apéndice.

1. Para ser cristiano hay que ser honrado con lo que se nos ha legado

Así pues, el primer punto es que para ser cristiano hay que ser honrado con lo
que se nos ha legado. La formulación es un poco abstracta, pero la elijo así, a propósito,
para mantenerlo en su abstracción, que no quiere decir en su irrealidad, pero sí quizás en
su universalidad. Hay que ser honrado con la verdad. Porque todos tenemos una ten-
dencia por dentro a no aceptar el ser de las cosas, el cómo son las cosas. San Pablo, en
la carta a los Romanos habla de “la cólera de Dios se ha revelado”, lenguaje terrible,
pero San Pablo cree que está justificada. La cólera de Dios es porque algo está mal en la
humanidad. Porque se oprime la verdad con la injusticia. No se deja que las cosas sean
lo que son.
Bueno, entonces me parece a mí que esto es lo primero por lo que tenemos que
pasar todos, y no digo que en los mundos subdesarrollados no sea fácil. Yo hablo del
Primer Mundo porque es lo que me habéis pedido. Pero ver la realidad tal cual es y por
qué lo es. Claramente, quizás, podéis decir, que ahora tenemos más medios para cono-
cer la realidad. Más medios sí, desde luego radios, televisiones, internet, etc. Y además
tenemos incluso una ideología bastante peligrosa, que nos dice que podemos conocer
más todo por lo universal, por lo global. No sé si aquí se habla mucho de globalización.
Sea lo que sea la globalización, que yo no me voy a meter ahora en esto, es un concepto
sumamente peligroso. Se ha globalizado, pero ¿qué se ha globalizado: el fútbol? Pero
¿qué fútbol?… Además de todos los problemas que tenemos los humanos por el mero

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hecho de serlo, nos hemos metido en un problemilla más, estamos en posición de
conocer las cosas, ¿verdad?, y de conocerlas mejor. Bueno, yo no creo que esto esté tan
claro porque existe una tendencia a encubrir. No a negar. Negar es cuando se ven las
cosas y se dice lo contrario. Por ejemplo, hay elecciones mañana en el Congo. En el
Congo ha habido una guerra, no se si conocéis algo de la guerra en el Congo. Pero
viniendo a Europa, al llegar aquí, compruebo que la mayoría no sabe casi nada. Y que
habían muerto cuatro millones de seres humanos, casi nadie sabe nada. Y que morían en
definitiva, porque el Primer Mundo, el mundo de abundancia, quería apoderarse de algo
suyo, de eso nadie sabía nada. ¿Cómo va a ser posible que de eso no sepa nadie o casi
nadie, casi nada? A mí me lo contaron unas, con perdón, monjitas. Digo la palabra con
todo cariño, porque al hablar de monjitas, hablo de mujeres con corazón y con cabeza.
En definitiva, a pesar del mundo globalizado de los medios de comunicación siempre
hay algo para encubrir, para que no lo veamos.
Entonces, este es el primer objetivo: honradez con lo real es examinar nuestra
conciencia. Ya conocemos las cosas, nada más. Luego viene lo mío, lo que yo leo, lo
que tú lees… Por lo tanto, ya conocemos las cosas, o si no, vivimos en la luna del siglo
XXI. Podríamos seguir en esto y decir que sí hay gente que ha visto, que ha sido
honrado con la realidad. Mucha gente. Yo menciono a los que conozco más. Uno era
Monseñor Romero, que estudió en la Universidad Gregoriana. Luego el P. Ellacuría.
¿Qué dijeron? Vamos a mirar la realidad. Y ¿qué vemos? Y los dos, independiente-
mente (no se si recordáis que Leibnitz y Newton inventaron lo del cálculo infinitesimal
a la vez), Mons. Romero y el P. Ellacuría, hicieron lo siguiente: Cuando vieron la
realidad, las gentes del Salvador, dijeron “vamos a decir la verdad” y la dijeron. No
voy a contar las anécdotas, sería más interesante, pero así no acabaríamos nunca. Mons.
Romero, cuando fue al pueblo de Maravillares, después de que había estado el ejército
un mes allí y habían matado a un centenar de personas, les dijo mirando a la gente, a los
estaban en la Iglesia y a los que estaban fuera, que no fueron a la Iglesia porque estaban
aterrorizados de salir de sus casas: “Ustedes son (usó el lenguaje del evangelio de Juan
que es un poco más tristón, pero lo van a entender) el divino traspasado”. Ellacuría
dijo, “ustedes son el Cristo resucitado”. Eso es ver. Eso es ser honrado con la realidad.
El P. Ellacuría hablaba del pueblo, no de una o dos personas. No quiero desviarme
porque es terrible que ese grupo de Líbano haya secuestrado a dos israelitas y posible-
mente los haya asesinado, es terrible. Pero Mons. Romero y el P. Ellacuría hablaban de
pueblo y es importante hablar de pueblo, porque el pueblo es el que está crucificado y
esto quiere decir, que mueren realmente.
En el mundo mueren 25.000 personas al día… y eso lo puede leer cualquiera en
EL PAIS, supongo que también en EL CORREO, o en periódicos de San Sebastián, de
Pamplona o de Vitoria. Son 25.000 personas las que mueren al día de hambre… y
además crucificados, que es una forma de decir dos cosas. La primera, la crueldad de la
muerte. La muerte que impera en este planeta es, muchísimas veces, de una crueldad
mayúscula. Y segundo, lo de crucificados, al estilo de Cristo.
Eso es lo primero que quisiera decir y por poner sólo en un ejemplo:
Casaldáliga. Allí le llamamos profeta, pero un profeta impresionante. Casaldáliga dice
que “hoy hay más riqueza en la tierra, pero hay más injusticia”. Esto parece increíble,
verdad, parece increíble. Acabamos de tener un Mundial de fútbol, que clama al cielo,
en mi opinión… ¡y tantas otras cosas! “Hoy hay más injusticia”. A África la llama el
calabozo del mundo. Como es poeta, usa, no licencias poéticas, sino metáforas como
“el calabozo del mundo”. Y dice “es una Soá continental”. Soá es una palabra hebrea
que significa “exterminio”. La Soá continúa. Ya lo sabéis: 2.500 millones de personas
sobreviven en la Tierra con menos de 2 € al día, y 25.000 personas mueren al día. A los

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inmigrantes les es negada la fraternidad y como se les niega la fraternidad a los
inmigrantes se les niega el suelo bajo los pies. EEUU construye un muro de 1.500 km
con América Latina, desde México, y luego dicen: “Europa, al sur de España, levanta
una valla contra África”.
Los análisis tienen que ser un poco más profundos de lo que nos ofrece la
televisión y ver el lado humano de la noticia. En uno de los últimos viajes de cayucos a
las islas Canarias trece personas eran de Eritrea y otros treinta de países subsaharianos y
han sido atendidos, en primer lugar, por las personas que estaban en las mismas playas.
Por lo que yo se de datos, en los últimos siete meses viniendo de África, sobre todo a las
costas de Canarias o de la Península, han muerto unas 3.000 personas. Y no se ve
ningún plan en los países europeos en que denoten sus raíces cristianas. La Comunidad
Europea está hecha fundamentalmente para tener una Europa económicamente fuerte y
luego, y sólo luego, si se puede también ser solidario ¿verdad? Pero no se mezclan las
dos ideas: Comunidad Europea y Derechos Humanos.
Lo de la revolución francesa “igualdad, fraternidad y libertad” supone que hay
avances en la sociedad. Sí, hay avances en eso. Y ¿coincide con lo que ahora llaman
“cauces democráticos”? No. Los países democráticos, incluso si son en su interior más o
menos democráticos, vemos que ponen fronteras a la democracia. En EEUU se habla
de democracia, ¡pero qué democracia! Se alude a que allí todo pasa por las urnas.
Bueno, pues si van a las urnas que digan que es un país donde la gente va a las urnas
pero que no hablen de democracia. ¿A qué democracia se refieren? ¿Qué derechos hu-
manos ha defendido EEUU en México y al sur de su frontera, en Guatemala, Honduras,
El Salvador, Chile, Brasil…? Ha matado directa o indirectamente decenas y centenares
de miles de personas, para defender su democracia, claro.
Mucho cuidado, pues, con el uso del término democracia. Es que hay partidos
democráticos y pero no democracia. Me parece muy bien que haya lo que se llama
convencionalmente democracia, eso no supone ningún problema. Lo que quiero es que
me aclaren qué es democracia, y a cuántos seres humanos les compete eso. La Carta de
las Naciones Unidas dice: “a todos”.
Bueno, volvemos al tráfico de las migraciones. ¡Que un ser humano no pueda
moverse para vivir!… Claro, tenemos tan metido que antes que la democracia, que antes
que el ser humano están las fronteras. Y entonces debe repensarse la visión del ser
humano que se contempla y valorar si eso tiene que ver algo con la democracia.
Para terminar este primer punto de ver la realidad, sólo unas líneas de una carta
que escribieron desde Burkina Faso. Burkina Faso es un país de los más jóvenes que
hay en África. Ocurre que el primer mundo quiere vivir cada vez mejor. Pero nos se les
ocurre que para que otros vivan decentemente hay que bajar el buen vivir del primer
mundo… y eso, jamás. Volviendo a Burkina Faso. Les dijeron a sus habitantes, y per-
donen si hay gente que sabe más o al final me corrige, que cultivando algodón les iba a
ir bien y cultivaron el algodón. Por su parte el algodón cultivado en los Estados Unidos
estaba subvencionado y entonces los agricultores podían vender, en todo el mundo,
incluido Europa, el algodón de Estados Unidos a más bajo precio que el algodón
producido en Burkina Faso.
Entonces en Burkina Faso un párroco se atreve a leer una carta. Ustedes, aquí
describe a los señores ministros de la Unión Europea, la democracia más demócrata de
todas las democracias, podrán seguir fletando esos humillantes vuelos charter de repa-
triaciones, que tan profundamente hieren el hospitalario espíritu africano; ustedes
podrán poner una tercera alambrada en Ceuta y Melilla; ustedes podrán organizar
regresos hacia las fronteras bajo las luces y las cámaras de televisión, que tranquilizará a
la mal informada opinión pública, pero nada de eso detendrá la llegada de refugiados

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económicos. Esto lo sé yo muy bien, porque en el Salvador ocurre lo mismo con mi-
llones de personas que quieren entrar en Estados Unidos y les han devuelto una y otra
vez. Y ¿qué quiere los salvadoreños? Volver a intentarlo. Así lo dicen. También se-
guirán llegando de África a Europa porque el gobierno francés y los gobiernos europeos
no quisieron jamás que los campesinos africanos de África Occidental, que son el 50%
de la población africana, pudieran vivir del trabajo de la tierra. Ocurre que con solo
dejar un pequeño porcentaje para la cooperación internacional del presupuesto del
Estado, ya estamos tranquilos. Los estados europeos se niegan a comprar los productos
de África a un precio remunerativamente justo, que les permita quedarse a los africanos
en su tierra. Se niegan a invertir en la agricultura familiar y esto no se acaba de en-
tender, porque es la única capaz de arraigar a las poblaciones en su propio territorio. Se
prefiere llevar y distribuir ayudas tardías, basadas en stocks de productos sobrantes y
con grandes costos en gastos de transporte, en lugar de crearles un ambiente propicio al
desarrollo de sus propios productos.
Lo primero, pues, es ver la realidad. He enfatizado el aspecto oscuro, porque
para ser cristiano no hay que llegar al Nuevo Testamento. Desde el Génesis está la
pregunta de Dios “¿qué has hecho de tu hermano Abel?”

2. Opción por los pobres

El segundo punto es “opción por los pobres”. Ya lo dijeron los obispos en


Medellín, el año 1968 y luego en Puebla en 1972: “hay que hacer una opción por los
pobres”. Y ser cristiano es optar por los pobres y si no se hace eso uno ya no lo es. Esto
es lo único que quiero decir. La idea es sencilla, y para que no sea teórica vamos a
repensar las cosas. ¿Qué es ser cristiano? ¿Qué nos dijeron en nuestro colegio? ¿Qué
nos dijeron en nuestra casa? ¿Qué nos dicen ahora? ¿Qué se silencia ahora? Lo que creo
es que optar por los pobres es necesario para ser cristiano. Porque pobres, y de eso no
hay duda, son la mayoría de la humanidad. Dios mismo hace una opción por los pobres.
Los que están oprimidos, explotados, sufriendo… y cuyos sufrimientos ve Dios; cuyos
lamentos, achacables a causas históricas y a látigos bien definidos de capataces, los oye
Dios. Dios no es imparcial. A Dios el corazón se le va siempre, por así decirlo, donde
hay más sufrimiento. Lo cual no quiere decir que no tenga corazón para quienes no
sufren tanto. Eso es otra cosa. Un teólogo alemán, llamado Jeremías, habla del Reino de
Dios traído por Jesús y esa utopía no es que los pobres van a ser una potencia. La utopía
es que el Reino de Dios es una vida y que los pobres puedan vivir de lo que producen,
para que su vida sea posible. Y dice este autor que eso es lo central del mensaje.
Como os he dicho, los obispos en la reunión de Puebla en 1979 dijeron algo
realmente fantástico: por el mero hecho de ser pobres, no por ser buenos y santos, (es
verdad que cometen a veces algún exceso y pecados) por el mero hecho de ser pobres,
independientemente de su situación personal y moral, por el mero hecho de que llevan
sobre sus espaldas el peso de la vida, por ese mero hecho, dicen que Dios hace dos
cosas, y a mí me encantan las dos cosas y el orden en que las dijeron: los defiende y los
ama. Y yo recalco lo primero, los defiende, porque ¿a quién se defiende? Dios defiende,
quiere defender al pueblo. Es decir, Dios se solidariza en los pobres, para tomar partido
y meterse en el inmenso conflicto de la historia, en ese inmenso conflicto para defender
al pobre. Y luego, sin ninguna duda, los ama, los lleva dentro de su corazón.
Ser cristiano hoy es hacer una opción. Y ¿qué significa hacer una opción?
Bueno, pues siendo concreto, y actuando desde las cosas más exteriores (uso la palabra
exterior y no sólo externo, porque externo parece más frío mientras lo exterior tiene su
emotividad). Desde lo exterior, es decir, con todo tipo de ayuda a los pobres, trabajos en

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ONGs, algunas de las cuales a mi me encantan, y otras digo, pues mira, son como una
pequeña empresa…
Ya sabemos lo que le pasó a Jesús en sus ideas en defensa del pobre: cuenta el
evangelio de Marcos quien tenía una gran agudeza (acabemos de una vez con esa idea
que ser cristiano es una cosa relativamente fácil. No es fácil. Es gozoso, que es distinto.
Esto sí. Y da gusto ser cristiano), que desde el principio Jesús hizo una cosa buena, pero
la hizo de mal modo. La cosa buena era curar a un paralítico. Pero no se le ocurrió que
era sábado y además estaba en la Sinagoga. Siendo un lugar sagrado, donde no se podía
trabajar, trabajó; pero esto lo hizo para decir que a Dios no le importa ni las normas ni la
Sinagoga, sino que le importa la salud del pueblo.
Estamos en el capítulo tercero de Marcos en el verso catorce o quince. Y des-
pués de ver cómo Jesús hacía las cosas tan buenas, aunque las hacía en sábado y con
esto ponía en peligro todo el sistema religioso-ideológico, dice que los herodianos, que
era la guardia del rey Herodes (ya estaba inventado entonces lo de las policías) y los
fariseos se confabularon para eliminarlo. Tendríamos que pensar en que si nunca ha
venido ninguna persecución, es que no ha habido defensa real del pobre, verdad. Eso es
lo que quería decir Marcos.
En la opción por los pobres está, pues, lo exterior, pero quizás la opción por los
pobres, la más honda, ocurre en lo interior. Que no por ser invisible es menos veraz. Lo
interior no quiere decir que sea puramente inmaterial, irrelevante, que no se puede
entender, que no tenga expresión. ¿Qué quiero decir? Si me permiten, hubo un filósofo
alemán, muy importante, Emanuelle Kant, que decía “para decir qué es un ser humano,
responda a tres preguntas: qué se puede saber, qué podemos esperar, y qué tenemos
que hacer”. Yo creo que el asunto de los pobres se apoya en esas tres preguntas. Qué
puedo saber yo de lo que es y lo que no es la opción por los pobres. La opción por los
pobres es tomar en serio la opción de si sabemos lo que es ser pobre. Yo no digo que lo
sepa ¿no?, pero he reflexionado y se me han ocurrido estas cosas.
Pobre es al que le quitan la vida, por supuesto. Nosotros damos la vida a causa
de la enfermedad (evidentemente moriremos, verdad), pero mi vida no está en peligro
por falta de cosas básicas. También, pienso, que pobres son aquellos que tienen a casi
todos los poderes en contra. Digo a casi todos, porque a veces hay pobres (los menos)
que están en el poder. Pero estructuralmente hablando, el poder judicial, la idea de ju-
risprudencia, de legalidad, de lo que es ley, de lo que es justicia, eso ¿está visto desde
los pobres? Yo creo que no, y que en el mejor de los casos, y ojalá, esté visto desde la
universalidad del ser humano. Legislemos para el ciudadano. Pero yo no creo que la
idea del pobre esté en el centro de lo que es la justicia. Los israelitas cuando pensaban
en un rey justo, pensaban en alguien que viniese para ayudar al pobre. ¿Por qué? Porque
los no-pobres no necesitan un aparato que los defienda.
La idea de justicia, en Grecia creo que no, pero sí en el Oriente Medio y Oriente
Central, nació de la situación en la que veían que al pobre le iba mal, que al pobre los
ricos se lo devoraban. Y protegían al pobre. Es decir, pensaban las cosas desde el pobre.
¿Y se pude pensar la ingeniería desde el pobre? Pues os digo la verdad, que a mí me
aturde ver tanta prosperidad en arquitectura, autopistas, puentes… para llegar solo 15
minutos antes al destino. Quizá se trata de una arquitectura al servicio de la abundancia.
Gustavo Gutiérrez se pregunta, es demagogia, pero es verdad:“bajo qué techo van a
dormir los dos mil millones de pobres en el siglo XXI”. Se puede estructurar una
arquitectura pensando en la acción por los pobres. Lo único que hay que decir es que la
acción por los pobres no es solamente cuánto podemos darles en tiempo, sino que
comienza en qué y cómo pensamos hacer las cosas. Lo mismo la esperanza. ¿Qué
esperamos entonces? ¿Cuáles son nuestras utopías? La utopía es la vida. La utopía,

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pues, es la vida, claro, y esto quiere decir que la opción por los pobres empieza en qué
conocemos, en qué esperamos y en qué hacemos por ellos. Así de simple. Que los
pobres de Gaza, puedan comer, que no tengan que arriesgar la vida, ni ponerse en
manos de mafias (y yo conozco las de El Salvador). No es poco, diréis, que nosotros
hagamos algo por los pobres, que hagamos algo por ellos. Yo lo que quiero decir es que,
y esto seguro que puedo decirlo, tenemos que estar abiertos a la opción a dejarnos salvar
por Jesús, puesto que la salvación viene de él.
Les cuento una historia buenísima en latín. Se decía antiguamente, en el siglo
tercero “extra eclessiam nulla salus” (“fuera de la iglesia no hay salvación”). Y se
entiende lo que querían decir. En el Vaticano II hubo un dominico, Schillebeckx, que
dijo: “extra mundum nulla salus” (“fuera del mundo no hay salvación”), porque Dios
opera en el mundo y a través del mundo. Y en América, los latinoamericanos más
infelices, pero quizás también más audaces, dicen “extra pauperes nulla salus” (“fuera
de los pobres no hay salvación”). Esto es lo que quiero decir, y lo que quiero formular.
La salvación es una palabra sumamente abarcadora, ¿no? Puede significar superar ca-
rencias básicas, puede significar que somos, como seres humanos, como Dios manda
¿verdad? No perspicaces, ni ladrones, ni amados, ni insensibles. Puede significar vida
justa, básica y digna y puede significar redención en el sentido de que hay una per-
cepción cristiana, antigua, de que del mal del mundo no se libera si uno no carga con él
un poco.
La gran mentira de la civilización actual. Ustedes vivan bien y, además, van a
vivir mejor, y comprarán más y gastarán más. Y con eso van a ayudar para que las
migajas y los centavos y la gaita llegue a otros puesto que también va a sobrar para
ellos. ¿Quién va a sufrir en la salvación de este mundo? Nadie. Todos vamos a gozar.
No sé si me he explicado y si habiéndome explicado si están de acuerdo o no.

3. Quitar las raíces del mal

Pero la tradición cristiana tiene otra intuición y se mide por quitar las raíces del
mal. El mal no es un producto de escaparate, no, tiene raíces en la historia. Para quitar
males, es decir, para arrancar raíces, hace falta estar dispuesto a cargar con ese trabajo.
Y los pobres, por el mero hecho de ser pobres, lo hacen. Y eso debiéramos agrade-
cérselo.
Bueno, no hay mucho tiempo para explicar esto, pero sí hacer algunas preci-
siones. ¿Por qué digo eso? Escribe José Comblin, un belga que ha estado 50 años entre
Brasil, Chile, etc. quien ya tiene 83 años y por lo tanto no es un demagogo juvenil: “En
los Medios de Comunicación se habla de los pobres siempre de forma negativa, como
los que no tienen bienes, los que no tienen cultura, los que no tienen para comer. Visto
desde fuera el mundo de los pobres es siempre negativo. ¿Cómo vamos a esperar la
salvación de esta gente?” Pero el mundo de los pobres tiene vitalidad. Luchan para
sobrevivir, no para conseguir alguna ventaja. Inventan trabajos informales y construyen
una civilización distinta, de solidaridad entre las personas que se reconocen iguales, con
formas de expresión propias, incluidas el arte y la poesía. Eso está un poco idealizado y
como no me va a dar tiempo a desglosarlo… (También tenía aquí un párrafo largo, en
el que se habla de que los pobres cometen pecados, pero por encima de todo eso
también producen vida). O sea, en los pobres hay un potencial de salvación y sobre todo
ese aspecto de la salvación que es la humanización. De esto he visto mucho. Personas
que han ido de aquí, de Europa… y que han ido a cumplir una opción por los pobres,
ayudando. Y de repente dicen que algo ha pasado, yo he recibido algo y ¿qué es eso?
Quizás eso es un sentido de vida, en el que no hay un sentido amargo por la gente, y que

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el vecino, el de al lado no es un contrincante. En el primer mundo la vida es oposición
¿no? A mí me recuerda la frase de Lutero: “¿cómo encontrar a un Dios benévolo?”.
Que a uno le reconozcan sus derechos cuando son legítimos es muy importante.
Pero hay algo más. Además de ser seres humanos necesitados de que se respeten nues-
tros derechos podemos ayudar a los pobres. Y ¿los de arriba? Los de arriba también
pueden ayudar mucho, que es lo que esperamos nosotros. Entonces hay que hacer una
analogía sobre cómo participar sin ser pobre en el mundo de la pobreza: ana-
lógicamente. Puede ser en una inserción, puede ser en un trabajo entregado realmente,
no sólo a medias, y no sólo mientras las cosas vayan bien. Puede ser en defender a los
pobres, trabajando en derechos humanos con todas las consecuencias. Puede ser, sobre
todo, haciendo nuestras sus esperanzas y su gozo. Cuando somos así en el Primer
Mundo claro que podemos ser cristianos, pero de alguna forma tenemos que ser o vivir
o estar configurados análogamente con el mundo de la pobreza.

San Ignacio de Loyola

Y para terminar, ya que estoy en Loyola, quiero decir algo sobre el santo. San
Ignacio de Loyola escribió, mejor dicho rumió, rumió y pensó mucho cosas que luego
puso por escrito. Y esas cosas que escribió son los Ejercicios Espirituales. Pues en los
Ejercicios Espirituales hay un montón de cosas que a mí me han iluminado, leídas desde
allá para hablarles.
Primero, dice San Ignacio en una meditación que hay que mirar a todo el mundo,
no solo a mí, a Loyola, a la Compañía de Jesús… a todo el mundo y sobre todo al
Tercer Mundo, y si no tenemos el coraje de ver a todo el mundo, pedir la gracia de
verlo.
La segunda cosa, es la pregunta de San Ignacio para mirar el signo de los
tiempos. Ellacuría decía, quizá se equivocaba, que mirar el signo de los tiempos es lo
más fácil de hacer. Otra cosa es el discernir lo que lleva a otro tratamiento de las cosas.
¿Pero qué distingue a nuestro mundo? ¿Cuál es el gran signo de los tiempos? Ellacuría
lo escribió en el año 1981, en el exilio. San Ignacio no hablaba de esta maneras, pero sí
nos proponía el discernimiento, que nos puede servir para buscar y para no quedarnos
tranquilos hasta encontrar la respuesta.
La tercera cosa que decía San Ignacio es la elección… y habla San Ignacio de
ponerse ante Cristo crucificado y esto no es colocarse en otro mundo, verdad. Es decir,
Cristo crucificado está realmente presente en los pobres. De ahí las preguntas que se
hace San Ignacio: “qué he hecho por Cristo, que hago por Cristo, qué debo hacer por
Cristo”. Y luego añade “y discurrir por lo que se ofreciere”. Usted se pone ante los
crucificados del mundo, y verán cómo se les vienen cosas a la cabeza cosas para hacer.
Y lo último de todo, decía San Ignacio que hay dos caminos en la vida. Hay un
camino que empieza con la pobreza, digamos por la austeridad y otro que empieza por
la riqueza, que en principio es lo que queremos todos, y lo que ofrecen todos los parti-
dos políticos. El de la pobreza lleva a la humildad, y este es un hombre que no vive para
sí, que vive para los demás. Y el otro, el que mira por la riqueza, tiene amores mun-
danos, vanas pasiones y le lleva a la soberbia. Entonces, termina San Ignacio, el que
está en el primer camino va hacia todas las virtudes, a todo lo que hay de bueno, de
bello, de sano, de verdad, de bienaventuranza y todo eso se va a reflejar en su vida. Y el
que ha decidido seguir el segundo camino, va a las mentiras, a la corrupción, al des-
precio. Eso pensaba San Ignacio. Ese primer camino es el que va a salvar el mundo.

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Entonces, aunque suene muy raro, pero lo he leído en jesuitas que están en el Tercer
Mundo “el pobre es el que va a salvar a los ricos”. Locura manifiesta. Puede que si. Y
lo he leído en un jesuita de Sri Lanka, doctor en teología y doctor en budismo: “los
pobres, por serlo, no por ser santos, van a salvar a los ricos”. También lo he leído en
un jesuita africano: “estas iglesias de África tan desgraciadas, tan pobres, etc., van a
salvar a todas esas iglesias ricas que hay en el mundo”. Acabo de leer en Pérez Otegi,
un jesuita de Venezuela, y en su día lo leí en Ellacuría que “esta civilización de la
riqueza sólo tiene una solución, que sea superada por una civilización de la pobreza”.
Bueno, pues eso es todo lo que iba a decir. Perdonad que me haya alargado.

ACTIVIDAD:

ESTAS PREGUNTAS DEBEN ESTAR RESPONDIDAS EN EL CUADERNO DE


CADA UNA DE LAS INTEGRANTES DEL GRUPO.

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