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TMC EN EL INCREMENTO DE ACTIVIDAD FÍSICA 1

Intervención conductual para incrementar la frecuencia de actividad física de un adulto joven

Irma Abril Flores Fernández

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Resumen:

El presente artículo da cuenta de la planeación de una intervención de modificación conductual


que pretende cambiar los hábitos sedentarios de un adulto joven de 23 años; cuya tasa promedio
de actividad física semanal basada en una línea base de tres semanas es de 0 e incrementarla a
una tasa de 5 veces por semana. La planeación de la intervención se realizó puesto que el cliente
manifestó sentirse insatisfecho con el estado en que se encontraba su cuerpo (porcentaje de grasa
elevado y condición física disminuida) desde que había cesado de realizar la actividad, así como
sentimientos de vergüenza, bochorno y ansiedad por no encontrarse en las condiciones que él
considera óptimas para representar a la academia de Kung Fu a la que él pertenece. Para la
planeación de la intervención se tomaron en cuenta técnicas como la información, el balance
decisional, contrato conductual, reforzamiento positivo, economía de fichas, castigo, coste de
respuesta, solución de problemas, administración de tiempo y el autorregistro.

Palabras clave: actividad física, sedentarismo, modificación conductual,


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Introducción

El objetivo de la intervención incrementar la frecuencia de actividad física en un joven


universitario de 23 años cuyo estilo de vida actual es el sedentarismo.

El sedentarismo, de acuerdo con Álvarez (s.f.) se lleva a cabo cuando la actividad física
se realiza por un periodo menor de 15 minutos menos de 3 veces a la semana. Según la
Secretaría de Salud (2015) el sedentarismo es considerado uno de los factores de riesgo más
grandes de mortalidad ya que se asocia a diversos padecimientos crónicos como diabetes,
hipertensión, osteoporosis y cáncer. Así mismo menciona que el sedentarismo se debe en gran
parte a factores como la escasez de áreas verdes, poco tiempo libre, tráfico, contaminación y
actividades que derivan de cambios tecnológicos como un mayor empleo del tiempo frente al
televisor, la computadora y el uso de videojuegos.

Por otro lado Montero et al. (2015) recalcan que no hay que confundir el sedentarismo
con la inactividad física, así pues, mencionan que “la conducta sedentaria es definida como la
carencia de movimiento durante las horas de vigilia a lo largo del día, y es caracterizada por
actividades que sobrepasan levemente el gasto energético basal, como: ver televisión, estar
acostado o sentado”. A su vez definen la inactividad física como “el no cumplimiento de las
recomendaciones mínimas internacionales de AF para la salud de la población (≥ 150 min de
actividad física de intensidad moderada o vigorosa por semana, o bien, lograr un gasto energético
≥ 600 MET/min/ semana)”.

De acuerdo con esta información, es posible que una persona cumpla con las
recomendaciones de AF pero que destine la mayor parte de su día a actividades sedentarias, por
lo que es importante no confundir estos términos. Y aunque los conceptos se relacionan, ambos
actúan de forma independiente en nuestra salud. (Montero et al., 2015).

Para combatir el sedentarismo, es entonces indispensable llevar a cabo con frecuencia


actividad física, la cual se define como “cualquier movimiento corporal producido por los
músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. Ello incluye las actividades
realizadas al trabajar, jugar y viajar, las tareas domésticas y las actividades recreativas”. (OMS,
2017). Àlvarez (s.f.) nos proporciona otra definición: “cualquier movimiento del cuerpo
producido por los músculos esqueléticos que resulte en pérdida de energía”.

Una aproximación para ayudar a combatir este problema y aumentar la frecuencia con la
que las personas llevan a cabo actividad son las intervenciones conductuales. Al respecto existe
abundante literatura. Así pues, The Chrocane Colaboration, 2017 reveló en su reciente estudio
los efectos que tienen la dieta, la actividad física y las intervenciones conductuales en el
tratamiento del sobrepeso y la obesidad en niños de seis a 11 años de edad. Concluyeron pues,
que “las intervenciones de componentes múltiples para cambiar las conductas que incorporan la
dieta, la actividad física y el cambio de conductas pueden ser beneficiosas para lograr
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reducciones pequeñas y a corto plazo del IMC, la puntuación z del IMC y el peso en niños de
seis a 11 años.”

Por su parte Velásquez et al (2004) buscó explicar cuáles son los factores psicológicos
que influyen en la práctica o no práctica y mantenimiento de la actividad física en población
estudiantil. En los resultados se encontró que una gran parte de los estudiantes tiene
conocimiento acerca de la actividad física y aunque sus valoraciones sobre ésta son positivas, no
se han decidido a practicarla. Así mismo se encontró que a medida que el estudiantil adquiere
mayor edad disminuye la práctica de actividad física cambiando a estilos de vida más sedentarios
a medida que permanecían en la universidad.

En otro estudio se evaluó la eficacia de dos tipos de intervención (asesorado vs


supervisado) en la conducta de actividad física y en la mejora de los factores de riesgo
cardiovascular donde se tomaron en cuenta las variables conducta de actividad física, IMC,
indicadores bioquímicos de riesgo cardiovascular, presión arterial e indicadores de estado
cognitivo-conductual. Al concluir las intervenciones en ambos grupos (asesorado vs
supervisado) ambos grupos mejoraron su conducta de actividad física, los procesos de cambio y
lograron una reducción de la presión arterial. No se mostraron diferencias estadísticamente
significativas entre los dos grupos, pues tanto las intervenciones asesoradas como las
supervisadas tuvieron los mismos efectos en todas las variables. (Estévez, 2015).

López, en el 2008 estudió las etapas del cambio conductual ante la ingesta de frutas y
verduras, control de peso y ejercicio físico de estudiantes universitarios según género y estado
nutricional, en este se concluyó que Hombres y mujeres perciben que sólo un estado nutricional
normal es garantía de buena salud; por un lado los hombres no asignaban relevancia al control de
peso a largo plazo y por otro las mujeres no le daban mucha importancia al ejercicio físico.

Sánchez et al (1998) llevaron a cabo un estudio piloto sobre actividad física de una
muestra universitaria a partir del modelo de las etapas de cambio en el ejercicio físico. Sus
resultados confirmaron que el acercamiento teórico de las etapas de cambio es bastante práctico
para diferenciar y definir el patrón de actividad física.

Astudillo (2006), llevó a cabo una investigación en la cual trató de identificar la


asociación entre la autoeficacia percibida y la disposición al cambio así como su relación con la
realización de actividad física. Como resultado solamente se asoció la etapa de cambio con la
actividad física por lo que se concluyó que la disposición al cambio es la variable más relevante
en la asociación con la actividad física.

En otro estudio se investigó si el bienestar psicológico y los hábitos saludables se asocian


a la práctica de ejercicio físico mediante un cuestionario sobre datos sociodemográficos, salud y
ejercicio físico, la Escala de Estrés Percibido y una forma abreviada del Perfil de Estado de
Ánimo. Los resultados mostraron que los estudiantes no asocian la ausencia de sobrepeso ni el
consumo reducido de alcohol o tabaco a la realización de ejercicio físico, pero sí asocian el
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bienestar psicológico a la práctica regular de ejercicio. Además los participantes que realizan
ejercicio regularmente perciben mayor grado de salud, menor nivel de estrés y un mejor estado
de ánimo. Jiménez et al (2006).

Espinoza et al (2011), hablan acerca de la influencia de los centros universitarios, en los


hábitos de alimentación y actividad física de los estudiantes. Sus resultados mostraron que los
universitarios tienden a elegir alimentos ricos en carbohidratos y lípidos aun cuando señalan que
existe una amplia oferta de alimentos saludables y no saludables. Además reportan una escaza
práctica de actividad física.

Chillón (2004) investigó los efectos de un programa de intervención de educación física


para la salud en adolescentes de 3ª de ESO. Ella concluyó que el programa de intervención de
EFS no ocasiona cambios significativos en la adecuada orientación inicial de las actitudes, lo
cual se refiere más al proceso que al resultado, así pues, la práctica física orientada a la salud.

Martos et al (2010) en su guía de práctica clínica sobre la prevención y el tratamiento de


la obesidad infantojuvenil menciona que las intervenciones de actividad física en niños, niñas y
adolescentes para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad no se han mostrado efectivos para la
disminución del IMC, sin embargo las intervenciones para disminuir la actividad sedentaria en
menores sí son efectivas pues disminuyen el sedentarismo y el IMC de forma modesta.

En el artículo Intervenciones dirigidas a disminuir/evitar el sedentarismo en los escolares


(Flores y Ramírez, 2012) se encontró que por causas variadas los escolares no realizan ejercicio
físico, pero especialmente es la forma de vida que los padres de familia ofrecen a sus hijos. Se
concluyó que es necesario reubicar y/o reafirmar los hábitos de vida que los escolares adquieren
en su desarrollo pues son estos los que seguirán por el resto de su vida.

Por último Sánchez (2010) menciona que la formación de rutinas diarias combinadas con
actividad física y diversión necesita de constancia y acompañamiento, siendo un trabajo para
todos los miembros de la familia. Para esto considera indispensable el plan terapéutico pues
ayuda a llevar las sesiones de terapia de forma organizada para tener una visión clara del avance
que se logró al final.
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Método

Participante

El participante es un adulto joven de sexo masculino de tez morena y complexión robusta


de 23 años edad, de estatura de 1,80 mts y un peso de 87 kg, que se encuentra cursando
actualmente su último semestre de universidad.

Instrumentos y equipo

-Entrevista conductual

-Balance decisional

-Contrato conductual

-Autoregistros

-Fichas de foami

Procedimiento

Se aplicó al participante una entrevista conductual (Apéndice 1) la cual está organizada


en 6 apartados: delimitar la conducta problema, importancia del problema en el cliente,
parámetros de la conducta problema, determinantes de la conducta problema, evolución y
desarrollo, expectativas y objetivo. En esta se estableció como conducta problema el
sedentarismo, es decir un déficit en la actividad física; como objetivo se estableció elevar la
frecuencia de realización de conducta de actividad física a 5 veces por semana. A partir de los
datos recogidos en la entrevista se llevó a cabo la planeación de la modificación conductual en 3
fases:

a) Línea base:

Para su realización se diseñó una tabla de autorregistro (Apéndice 2) que el participante


llenó a lo largo de 3 semanas, para lo cual fue instruido. Esta tenía los siguientes apartados:

Día: Fecha (aún si no se llevó a cabo la actividad).

Hora: Señalar la hora en la que inició y finalizó la actividad.

Actividad: Qué actividad física se realizó.

Lugar: Escenario en que se llevó a cabo la actividad.

Personas que acompañan: Registrar si se llevó a cabo la actividad solo o en compañía.

Estado emocional previo: Cómo se sentía antes de realizar la actividad física.


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Estado emocional posterior: Cómo se sintió después de realizar la actividad física.

b) Intervención:

Se diseñó para llevarse a cabo a lo largo de 4 semanas, con una sesión semanalmente,
cada sesión tendría una duración aproximada de 1 hora con 30 minutos.

El objetivo de la primera sesión es concientizar al participante acerca de las repercusiones


que tiene el sedentarismo en su calidad de vida así como evaluar las ventajas y desventajas de
modificar esta conducta. En ella se le brinda información al participante sobre los riesgos que el
sedentarismo representa para su salud, así como los beneficios que presenta la realización
constante de actividad física. Se le pide que exprese cualquier duda o pregunta que tenga al
respecto. Se introduce y explica la técnica del balance decisional (Apéndice 3) al participante
para que a continuación la lleve a cabo. Se le pide que continúe con el llenado de sus
autorregistros.

El objetivo de la segunda sesión es lograr que el cliente administre su tiempo de manera


efectiva para llevar a cabo la actividad física. En ella se explica y aplica al participante la técnica
de administración de tiempo y se deja una evidencia de ello (Apéndice 4). Además se introduce
la técnica de economía de fichas y costo de respuesta. Por cada día que el participante realice
actividad física se le entregarán dos fichas (hechas foami de color rojo con un dibujo de un
guante de box por el frente y la firma del cuidador por la parte de atrás), cada vez que el
participante reúna 10 de estas fichas podrán ser canjeadas por una salida al cine o a un
restaurante de su elección. A su vez, por cada día que no lleve a cabo actividad física se le
penalizará retirándole una ficha. Se revisan los autorregistros y se le pide que continúe con su
llenado.

El objetivo de la tercera sesión es incrementar significativamente la frecuencia de


actividad física en el participante. En ella se lee un contrato conductual al participante
previamente diseñado en base a la entrevista conductual. En él se declara que cada vez que el
participante lleve a cabo la actividad física se le premiará con 1 hora en la que podrá jugar
videojuegos o bien ver capítulos de alguna serie de su elección, pero que si no realiza al menos
30 minutos de actividad física tendrá que encargarse de la limpieza del baño al final del día. Se
pregunta al participante si está de acuerdo con los términos que el contrato establece o en caso
contrario señalar que le gustaría modificar para que el participante se sienta más conforme. Una
vez satisfecho con los términos se le pide que firme el contrato conductual comprometiéndose a
cumplir con los acuerdos establecidos. Se revisan los autorregistros y se pide que continúe con su
llenado.

El objetivo de la cuarta sesión es lograr que el participante aprenda a sortear los


obstáculos que le impidan llevar a cabo actividad física. En ella se aborda la técnica de solución
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de problemas, se le pide al participante recordar algún impedimento que tenga frecuentemente


para llevar a cabo su actividad física, y conforme la técnica se explica se pide al participante que
lo vaya sorteando y lo plasme en una hoja (Apéndice 5). Se revisan los autorregistros y se le pide
continuar llenándolos.

c) Seguimiento

Se realizará a lo largo de dos semanas, con una sesión semanal de 1 hora en la que se
revisarán los autorregistros del participante, se preguntará acerca de los problemas y obstáculos
que se le han presentado al participante y cómo los resolvió, de ser necesario se dará
retroalimentación al participante. Si los autorregistros reflejan una frecuencia de actividad física
de 5 veces por semana y los problemas han sido resueltos sin mayor complicación el objetivo
habrá sido alcanzado. En caso contrario se analizará si los reforzadores y castigos están siendo
efectivos y de no ser así se cambiarán por otros de mayor efectividad, estos a su vez se irán
cambiando por otros reforzadores que mantengan la conducta en su ambiente natural como
reforzadores sociales.
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