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Portada

La Cruz Cóncava expresa la iniciativa de Dios que nos amó primero; que nos
eligió antes que nosotros optásemos por Él; es una cruz de abrazo, de cercanía;
pero también de compromiso de quien la porte: el compromiso por las buenas
relaciones interpersonales. Cruz diseñada por la cortesía de Martín Silva
Oropeza.

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DEDICATORIA

Al Pueblo de Dios cristiano, llamado a ser testimonio vivo del Reino en la


historia
A las mujeres, sacramento del amor de Dios entre nosotros
A los jóvenes, valientes y generosos, guerreros de las causas justas
A los y las migrantes, signo de los tiempos, pioneros de un amanecer global
A las y los excluidos que no cuentan en los sistemas egoístas
A los que tienen hambre y sed de justicia, y luchan sin rendirse
A las Espiritualidades: Indígena, Judía, Musulmana, Budista, y otros caminos
espirituales
A los que por su ceguera destruyen las relaciones fraternas y sirven al
antirreino
A las personas de buena voluntad, que aman, sirven y se esfuerzan por otros

Índice

Introducción………………………………………….........................................................4

Reflexión sobre el Reino de Dios desde el Albergue (a modo de Prólogo)……………6


Notas preliminares……………………………………………………………………….....14

Capítulo 1: ¿Cómo explicar el Reino de Dios?............................................................16

1.1 El reino está entre ustedes; es una relación inter personal..………………………17


1.2 Interlocutores del Reino…………………… …… ……………………………………17
1.2.1 Dios Padre Interlocutor Inicial……………………………………………….17
1.2.2 Jesús, el interlocutor del Reino………………………………..……………19
1.2.3 El Espíritu Santo, principal agente del Reino en la historia..…………….21

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1.2.4 El Ser Humano, interlocutor del Reino……………………….…………….22
1.2.4.1 El relieve humano………………………………………………………23
1.3 El diálogo, sacramento del Reino………………………………………………………25
1.4 Los valores del Reino……………………………………………………………………26
1.5 Relaciones interpersonales……………………………………………………………..28
1.5.1 Relaciones con uno mismo………………………………………………….28
1.5.2 Experiencia del amor de Dios en mi vida…………………………………..39
1.5.3 Relaciones con los otros……………………………………………………..30
1.5.4 Relación con personas morales, con instituciones………………………..31
1.5.5 Relaciones digitales…………………………………………………………..31
1.5.6 Definir las relaciones, el gran desafío………………………-….………….31
1.6 El Reino, experiencia integral de convivencia universal.............................32

Capítulo 2: Replanteamiento de conceptos cristianos desde la óptica del Reino……35

2.1 La fe basilial………………………………………………………………………………35
2.2 La esperanza basilial…………………………………………………………………….36
2.3 Espiritualidad basilial…………………………………………………………………….37
2.4 Carisma basilial…………………………………………………………………………..37
2.5 La gracia divina basilial………………………………………………………………….38
2.6 Templo basilial……………………………………………………………………………39
2.7 Santidad basilial………………………………………………………………………….41
2.8 Conversión basilial……………………………………………………………………….42
2.9 Exigencias basiliales…………………………………………………………………….42
1.10 Discipulado basilial……………………………………………………………………..43

Capítulo 3: El Antirreino ……………………………………………………………………43

3.1 Antivalores del reino……………………………………………………………………..43

3.2 Obstáculos para el Reino………………………………………………………………..46


3.3 El Antirreino……………………………………………………………………………….47
3.4 Signos del antirreino sistémico, estructural excluyente………………………………49

3.5 El Reino de Dios se proclama en medio de conflictos humanos……………………51

Capítulo 4 Relaciones basiliales vitales…………………………………………………….51

4.1 Reino, familia, sociedad……………………………………………………………….…51


4.2 Reino y relaciones políticas…………………………………………………………..….51
4.3 Reino y relaciones económicas……………………………………………………..…..52
4.5 Reino y propiedad. Espiritualidad del consumo…………….…………………..……..52
4.6 Reino y relaciones ecológicas…………………………………………………..……….52

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4.7 Reino y derechos humanos………………………………………………..…………….54
4.7.1 El Reino de Dios, cimiento de los derechos humanos……………………………...55

Conclusiones…………………………………………………………………..………………58
Reflexiones últimas…………………………………………………………..……………….60
Fuentes de inspiración

Introducción
Si alguíen quiere tener lo esencial del mensaje de Jesús para nuestros tempos, también en el
contexto mexicano, recomendamos este pequeño-grande libro de Solalinde. Aquí se transcienden
las doctrinas y dogmas para ir directo al corazón de la intención originaria de Jesús: el Reino de
Dios.
De muchas formas el autor explica este núcleo central de su mensaje. En resumen podemos decir
que se trata de una revolución total, interior, exterior, social y cósmica, sanando la entera creación y
principalmente las relaciones interpersonales. Más que fundar una religión nueva, Jesús quiso un
hombre nuevo y una mujer nueva. Él quiso enseñarnos a vivir en amor incondicional, en solidaridad,
en compasión y total apertura al Padre que él llama Abbá, Papaíto.
A partir de esta comprensión, Solalinde subraya los valores fundamentares del Reino y cómo a

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través de ellos podemos releer la historia y hacer una crítica al sistema dominante capitalista. Éste,
representa más que todo, el anti-Reino que viene fuertemente denunciado en su libro. Para el
capitalismo entre Dios y el dinero, el segundo es primero.
La lectura de este libro ayuda a tener una fe madura, adulta y alimenta la esperanza de que la
Creación es rescatable aún. El Reino ha empezado solamente. Tiene virtualidades que debemos
desentrañar en nuestras prácticas concretas bajo la fuerza del Resucitado y de su Espíritu.
El libro, en este sentido, vale leerlo, releerlo y meditarlo para que nos haga vivir en el seguimiento de
Jesús, el Liberador.
Leonardo Boff
Petrópolis-Rio 12 de junio de 2016.

Reflexión sobre el Reino de Dios desde el Albergue

A modo de Prólogo
El Reino de Dios, proclamado a través de la misión terrenal de Jesús, no es
únicamente una realidad futura, sino una, que se realiza ya, en medio de la
interacción humana. Aunque se debe considerar cuidadosamente para no
confundir o reducir el Reino de Dios con una mera actividad humana, al mismo
tiempo, el Reino de Dios no puede separarse de nuestros encuentros
interpersonales. Por lo tanto, el Reino de Dios debe estar ubicado en la
humanidad, y sin embargo, va más allá de nosotros como se revela en la vida

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terrenal de Jesús. En particular, Jesús nos muestra que el Reino de Dios es más
visible en los márgenes de la sociedad cuando las interacciones entre los seres
humanos reconocen la dignidad y el valor que es innatos en cada uno de nosotros.
La proclamación, "el Reino de Dios está cerca", no es un material de construcción,
ni es una concepción interiorizada, sino más bien, esta proclamación se realiza en
los encuentros humanos donde los "bendecidos" de las Bienaventuranzas
presentan rasgos de la totalidad del Reino que ya se desarrolla en medio de
nosotros. Me parece que, hoy en día, el Reino de Dios se encuentra en el
albergue donde la dignidad humana es reconocida en el medio de condiciones
inhumanas. Obviamente, este no es el único lugar para el Reino de Dios; sin
embargo, en un mundo cada vez más global, las interacciones humanas se
magnifican en este encuentro. A través del movimiento de estos migrantes desde
América Central hacia los EE.UU., junto con aquellos dispuestos a sacrificarse por
acoger a estos migrantes en México, el Reino de Dios se realiza en el presente
histórico. Así, el albergue se convierte en un lugar teológico del Reino de Dios por
ello nos ofrece un espejo de encuentros terrenales de Jesús. Más allá de la
documentación, la riqueza, el estatus, o cualquier otra etiqueta que ocultan la
dignidad humana, los encuentros humanos en el albergue revelan la dignidad, el
amor y la compasión de ese Reino.
A menudo, esta revelación no es necesariamente un encuentro religioso en el
sentido tradicional, aunque puede tener lugar en un ambiente religioso. Los
Albergues son un "hogar lejos del hogar", donde los migrantes centroamericanos
se dan tregua y reciben asistencia en su arduo viaje hacia el norte. Aunque,
sacerdotes y grupos religiosos a menudo inician la creación de albergues, hay
tantos, si no más voluntarios que no tienen afiliación religiosa, sino que
simplemente quieren ser parte de este trabajo comunal tan intenso. En
consecuencia, una profunda ironía es evidente como albergues se convierten en el
encuentro entre lo sagrado y lo profano, donde los voluntarios laicos que
mantienen estos refugios no ven necesariamente su trabajo con los migrantes
como un ministerio dentro de la iglesia, sino más bien su cuidado y compasión
surgen del común denominador encontrado en nuestra humanidad. Por el simple
hecho de que los seres humanos están sufriendo ante ellos, hombres y mujeres
jóvenes ofrecen su tiempo y energía para caminar con los migrantes, incluso si es
por una breve parte de su viaje. Este encuentro pone de manifiesto que el Reino
de Dios no está encapsulado dentro de las estructuras religiosas, pero impregna
toda la humanidad y es universal en su sentido más amplio, ya que se realiza en la
creatura mayor de Dios, la persona humana. Un encuentro en el albergue es un
testimonio de primera mano sobre el Reino de Dios en medio de nosotros; es la
condición para el reino de Dios donde la defensa de la dignidad humana es
necesaria para poder caminar cercanamente con los migrantes. El albergue nos

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ayuda a identificar al Reino de Dios como una Soberanía de igualdad, en vez de
atraparnos en las formas mundanas de auto engrandecimiento a través de la
degradación de los demás. Dentro de los confines del albergue existe un
entendimiento mutuo mediante el reconocimiento de las vulnerabilidades
causadas por el arriesgado viaje sobre los techos de los peligrosos trenes de
carga; noches sin dormir, abuso físico, y el miedo constante debido a las
incertidumbres de entrar en una nueva tierra.
El Albergue Hermanos en el Camino, iniciado por Alejandro Solalinde, es un lugar
donde la interacción humana y, por lo tanto, el Reino de Dios se está haciendo
realidad. No es una utopía ingenua, sino una realidad donde las tensiones y los
conflictos humanos aún permanecen en el medio de la creación de este espacio
sagrado. El albergue no es un escape de los problemas mundanos, sino más bien
una forma de enfrentar las injusticias de nuestra sociedad. El trabajo de la
hospitalidad revela una alternativa, tal vez no cambiando las estructuras
mundanas, aniquilando al opresor, sino por la creación de un espacio de respeto
mutuo, donde se reconoce la dignidad humana como sagrada. En muchos
sentidos, el albergue es escatológico porque presenta una alternativa viable
desafiando las estructuras sociales mientras que al mismo tiempo prepara el
camino para que emigremos continuamente a la plenitud del Reino de Dios.
Convertir este lugar en espacio de paz, no fue fácil o sin costo. Conocí a Solalinde
en el 2006 durante las etapas iniciales de la creación de un ministerio migrante. En
ese momento, no había planes elaborados, planos, fuente de financiamiento, o
ninguna idea de cómo este ministerio operaría. Sin embargo, la visión de Solalinde
de dedicar su vida a los inmigrantes vino desde el simple hecho de que fue capaz
de ver a Cristo en un migrante herido mientras era bajado boca abajo de la parte
superior de uno de los trenes con los brazos extendidos en la forma de un crucifijo.
En ese momento, se dio cuenta de que Cristo estaba presente en los migrantes,
pero no había nadie para ayudar a aquél Cristo sufriente. Se preguntó por qué la
iglesia, la que representa a Dios en la tierra, no estaba recibiendo a Jesús en los
migrantes. Sin ningún apoyo de su obispo, del clero local o la gente de la ciudad,
Solalinde se embarca en compartir su visión de Cristo encontrado en las vías del
ferrocarril. Sin un lugar físico para su ministerio, Solalinde hizo lo que estaba a su
alcance para llevar alimentos a los que venían a la estación después de su viaje
de 12 horas arriba del tren de carga, conocido como La Bestia, debido a las
muertes y lesiones mientras van a bordo. Por encima de todo, el mayor regalo de
Solalinde ha sido el estar presente con los migrantes, consolándolos en su
camino. Primero, dándoles la bienvenida en el primer lugar donde desembarcaban
y segundo, al venir a su defensa en medio ante los abusos perpetrados por el
Instituto Nacional de Migración, las pandillas, la policía y a miembros de la

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sociedad en general que los degradan a los niveles de invisibilidad para satisfacer
su propio bienestar.
Desde estos humildes comienzos llenos de desafíos que amenazaban la vida en
todos los sentidos, la visión pastoral de Solalinde con los migrantes, se concluyó
en el Albergue Hermanos en el Camino. El albergue fue una realización del
llamado de Solalinde a la obra de Dios con los más vulnerables a su alrededor. De
lo que Solalinde fue testigo, cuando otros no pudieron ver, es porque el Reino de
Dios es evidente en el albergue, un lugar en el que la mayoría simplemente
caminan sin darse cuenta de la presencia de Jesús en medio de nosotros.
Además, la visión compartida por Solalinde ha permeado a los que "vienen y ven"
un lugar tan aislado en el sur de México. Al entrar a este lugar, la gente de todo el
mundo aprecia lo sagrado del albergue, independientemente de su afiliación
religiosa o no religiosa. La razón de esto es que el Reino de Dios va más allá de
los confines de la institución religiosa y los que entran en este lugar se dan cuenta
de una transformación que no hay palabras capaces de expresar pero que sin
duda habla al corazón de la persona. De esta manera, el albergue crea un
ambiente donde un ser humano está plenamente aceptado por el simple hecho de
que todos hemos sido creados como una sola familia. Ver a Cristo en la población
migrante es el punto crucial para la realización del Reino de Dios y el ministerio del
albergue; cuando migrantes l reino de Dios se realiza continuamente de la manera
en que los hijos de Dios son bien recibidos. Nuevas reflexiones sobre este
ministerio en particular revelan un nivel más profundo de los más vulnerables de
nuestra sociedad. La Migración es hoy, una paradoja que necesita ser
reconciliada. El movimiento de los migrantes apenas se percibe, excepto en las
imágenes temerosas de los indocumentados; la apatía social los hace invisibles.
Sin embargo, una vez que se reconoce su presencia, los migrantes revelan un
nuevo mundo en el que se pueda vivir más plenamente el Reino de Dios presente
ya entre nosotros.
Los migrantes están edificando el Reino; nos obsequian un encuentro muy
profundo con toda la humanidad, donde exista una verdadera solidaridad; sacuden
nuestra conciencia, demandando la misma dignidad, respeto y cuidado. Los más
vulnerables de nuestra sociedad siguen siendo la principal preocupación de Dios;
hoy, como en los días de Jesús, el amor sigue actuando.
El ministerio sacerdotal de Solalinde también ha tomado este giro como defensor
incansable de los derechos humanos, no sólo de los migrantes, sino también de
otros grupos marginales, como los indígenas que son explotados por su tierra y su
mano de obra, las mujeres, oprimidas, maltratadas, asesinadas, personas
desaparecidas, reprimidas, víctimas de violencia. Por lo tanto, las reflexiones
sobre el Reino de Dios en este libro reflejan el propio viaje de Solalinde al

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encuentro con Jesús Cristo encarnado en los migrantes y otras personas
vulnerables que lo rodean. No es una reflexión desde la barrera, el púlpito o el
aula, sino más bien, un encuentro personal con Cristo y su pueblo en movimiento.
Para Solalinde, el albergue es el espacio donde está dispuesto a vivir, trabajar e
incluso morir con los migrantes, mientras lo necesiten.
Pbro. Simón C. Kim, PhD
Teólogo

NOTAS PRELIMINARES

Nacimos dentro del sistema capitalista, una condición global impuesta, cuyo orden coloca
prácticamente, al dinero, como el valor supremo; luego Dios, y al último a la gente. El Dios de la vida
fue expulsado de la economía, para recluirlo en los templos. Cada día aumentan los pobres y crece
la desigualdad. Lo peor de todo es que lo vamos aceptando como normal. No falta alguien que culpe
a Dios, de estas injusticias, asegurando que es su voluntad. Si uno le preguntase a alguien adicto al

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dinero, si éste es su dios, lo va a negar, y hasta dirá que religioso. Y sí, ambas cosas son posibles
hoy en día: ser materialista y religioso. La fe, es otra cosa; es darle a Dios su lugar en cada uno de
nuestros actos, amando y respetando a sus hijos e hijas.

Nos tocó vivir en una época formidable, de grandes transformaciones, ¡en la que todo se mueve!:
instituciones, corrientes filosóficas, creencias, culturas, situaciones geopolíticas, grandes
poblaciones, capitales financieros, relaciones. Esta metamorfosis toca los valores y genera nuevas
identidades.
Cada etapa de nuestra histórica es inédita, pero nunca la humanidad había experimentado una, tan
dinámica como la actual. En ella todo parece ser relativo; pareciera que estuviésemos perdidos,
confundidos, sin un referente seguro y confiable.
Es común escuchar con insistencia, expresiones como éstas: “estado de derecho”, “orden
establecido”, de “Dios”, y otros referentes “seguros”. Lo cierto es que, en la práctica, vivimos una
gran diversidad de posiciones sociales, visiones, experiencias, consecuencias de interpretaciones
muy variadas y contrastantes. Hay quien absolutiza la suya propia. Podemos hablar hasta de libros
sagrados con un contenido ético y espiritual. Pero el problema será siempre la interpretación y la
puesta en la práctica, o no, de esos principios.
La pluralidad en sí, no es dificultad, pero sí el absolutizar y sacralizar los puntos de vista, las
experiencias propias. En esta vorágine de ideas, las cúpulas del poder económico, imponen
versiones de lo que “debemos” ver y creer, como verdades indiscutibles. Esa visión de los poderes
fácticos‟ transmiten a través de gobiernos aliados y medios de comunicación a modo, lo que les
conviene para seguir manteniendo sus privilegios y oportunidades para seguir concentrando la
riqueza, mientras que abajo, somos testigos del empobrecimiento, desigualdad y del sufrimiento de
las grandes mayorías excluidas. Abajo, se tiene otra visión de las cosas.

La crisis del mundo actual, y de México especialmente es, en el fondo una crisis de relaciones
interpersonales; entre personas físicas y personas morales; entre personas humanas y
Personas divinas. Las instituciones sufren también su peor crisis. El hombre del siglo XXI sigue
siendo idólatra: antes adoraba piedras; hoy adora el dinero, el poder de dominio, el placer como fin,
y muchas cosas más que ha hecho con sus propias manos. Nuestra crisis relacional es tan
profunda que, toca nuestras identidades y nuestro quehacer cotidiano.
La crisis social es consecuencia de haber perdido los dos referentes que dan sentido a nuestra
vida: Dios y la gente Esta doble pérdida descompuso la axiología, la jerarquía de valores moderna,
ocasionando un desequilibrio nunca antes conocido por la humanidad, evidenciado en: economía,
política, educación, ecología, religión…El materialismo, la religiosidad atea, la injusticia, han
enfermado al mundo, generando opresión, violencia, cada vez más cotidianas.
Las víctimas más recurrentes son: personas empobrecidas, migrantes, indígenas, trabajadores,
campesinos, mujeres, niños. Pero también los criminales son víctimas de un sistema enfermo y
deshumanizado.

Ante este desastre social, ¿a quién recurrir para entender la magnitud de lo que está sucediendo?
¿Cuál es el referente confiable que nos permita salir de esta crisis generalizada?

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Desde mi fe católica, cristiana que profeso, propongo el Reino de Dios como respuesta a las preguntas
y aspiraciones que nos hacemos en este momento crucial de nuestra historia. Por algo es el asunto
central en la enseñanza del Joven Maestro de Nazaret. En los Evangelios hay más de 90 alusiones al
“Reino de Dios”, o “Reino de los Cielos”. Jesús no se predicaba a sí mismo, sino que ha hablado de la
soberanía de Dios. En hebreo la expresión Malkut Yhwh, significa reinado, realeza, soberanía, poder de
gobernar, la autoridad, el poderío de un rey. Jesús acuña el término, haciendo una transición, de la
monarquía israelí a la autoridad divina sobre el mundo, transformando sus relaciones. Solamente dicho
Reino es absoluto; todo lo demás es relativo (Evangelii Nuntiandi, Paulo VI) (“Reino de Dios” o
equivalente, se repite 122 veces, y 90, en labios de Jesús)
La expresión sobre este Reinado, se plasma en los Evangelios, al pasar del arameo al griego, por
medio del vocablo “basileia”. Simplificado al castellano, decimos: Basilea (basileia), reino, Basilio
(Baileio) rey; basílica, palacio.
Para efectos de simplificación de esta raíz etimológica, he preferido usar el adjetivo basilial (relativo al
reino) ya castellanizado en lugar de basileial, más cercano a la voz de origen.

Cuando queremos saber qué es una cosa, acudimos a un diccionario o a internet, y hallamos
respuestas. Pero si queremos saber y comprender lo que podemos y necesitamos saber acerca de
este gran misterio, lo podemos lograr únicamente conociendo y siguiendo al Joven extraordinario de
Nazaret, llamado Jesús. Jesús es Misionero del Dios de todos; de su Reino. Él va “hablando” el
Reino, al irlo discerniendo, configurando en su mismo actuar. En sus relaciones cotidianas con su
Padre y con sus semejantes; principalmente con la gente sencilla, los pobres, los que sufren, va
intuyendo y descubriendo el Reino de Dios que lo llevó a ser, testimonio de ese Reino.
En su persona, se realizó plenamente y por primera vez en la historia, la soberanía de Dios. Él
cumplió satisfactoriamente su misión. Falta, ahora, hacer nuestra parte, es decir, favorecer la
soberanía de Dios en toda relación interpersonal, a todos los niveles, en todos los campos y con
todas las personas, individuales, morales, humanas, divinas.

Si le preguntásemos al Joven Jesús de Nazaret, qué es el Reino de Dios, no nos daría una
definición verbal, académica. Jesús nunca escribió nada, ni dictó conferencias magistrales sobre el
tema, aunque nunca dejó de hablar de esto en: sus diálogos, predicaciones, exhortaciones,
parábolas, oraciones, pero sobre todo al referirse a las exigencias a su seguimiento. Él poseyó por
excelencia, una identidad basileal, evidenciada en los relatos evangélicos
.
Él, nos fue describiendo ese Reino con su propia vida; nos lo fue enseñando a través de sus
palabras, acciones, relaciones, gestos, actitudes, movidos por su fe inquebrantable de anticipar el
Reino (lo ideal) en Reinado de Dios (en las relaciones donde él manda ya, a modo de espacio
liberado para el bien) donde sí impere el amor divino entre nosotros, en todas nuestras relaciones;
cuando la soberanía divina sea una realidad, y no la que generamos con nuestra voluntad de
dominio de unos sobre otros, con intereses de poder y dinero.

El Reino, es la propuesta gratuita divina, a desarrollarse en complicados y misteriosos procesos


humanos, históricos; con la fuerza del Espíritu Santo, por la comprensión y práctica de los
valores evangélicos. Es lo virtual, lo que se está procesando, aún no definitivo. En la historia,
nada es definitivo, porque lo que se ha logrado, puede retroceder o destruirse.

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El Reinado, Soberanía, Señorío, o Gobierno de Dios, se refiere más, a lo ya se va logrando,
aunque sea en forma intermitente, en las relaciones entre personas divinas y humanas, en
espera de la consumación de ese Reinado en la vida eterna.
Cada mujer, cada hombre de paz, en el pasado y en el presente, han participado aun sin
saberlo, en este Proyecto divino.

Desde el inicio de su acción misionera, el Joven Jesús, agente nato de cambio, presentaba el Reino
en todo momento y lugar, como una buena noticia: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está
cerca, conviértanse y crean en el Evangelio” (Mt.4, 17; Mc. 1, 14) asociando buena noticia y Reino.
Son términos inseparables. Creer en Reino, significa que es posible su desarrollo, desde ya.
Jesús no vino a fundar religiones o instituciones cerradas, sino a echar a andar el Proyecto divino, la
experiencia más incluyente y abierta que jamás haya existido, siendo él la puerta (Lc 13, 22-30)
¡Para esto fue enviado! (Lc 4, 43) Lo adecuado es hablar de la Buena noticia o Evangelio del Reino
de Dios. Así, con nombre y apellido.

Esta etapa de convocatoria del Joven nazareno a creer en su utopía, es incómoda, inoportuna,
porque busca sacudir las conciencias adormecidas de quienes se han adaptado al sistema del poder
de dominio, explotador; de los que ven la violencia, la corrupción, la impunidad y la injusticia, como
normales. Jesús de eso nos habla cuando presenta la parábola del amigo inoportuno. Sólo Jesús y
los pro-seguidores convencidos de esta Causa, pueden tener la fuerza moral para convocar a ella.
Este llamado significa pasar de la dependencia, a la autonomía del pueblo; de la opresión a la
libertad.
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Este Reino-Reinado de Dios (voluntad divina virtual y su avance real) está presente en el mundo
entero, dentro del tiempo y del espacio, en las relaciones de cualquier índole: personales,
institucionales, políticas, religiosas, eclesiásticas, sistémicas, culturales; en proyectos y
objetivos. De ese Reino, tienen noticia, por sus raíces: judíos y musulmanes.

En la vida de las personas cristianas, bautizadas debería estar muy clara esta propuesta esencial de
Jesús; y por supuesto, como tarea misionera al servicio de la voluntad divina, es decir como
Reinado, como espacios de la vida humana donde impera ya el amor de Dios Padre y Madre: un
concepto divino sin franquicias, inspirador y promotor de relaciones fraternas, igualitarias, justas e
incluyentes. Me duele que, a dos mil años de cristianismo, la mayoría de los católicos, ni somos
gente que lea la Biblia, ni conocemos el Reino de Dios. Jesús conocía la Escritura y no hablaba de
otra cosa que de su Reino.
Con el nombre que se le quiera dar a este Proyecto universalista, debería ser la prioridad mundial,
¡Y está listo para iniciar una nueva era! Por supuesto, para la Comunidad cristiana, es el único
camino. Cada cultura, iglesia, autoridad, núcleo social, está invitado a formar parte de ese Reino
compartido. Todo ser humano está convocado, sin excepción.

Esta reflexión personal sobre el Reino de Dios, quiere ser sólo una modesta directriz general; como
una clave de lectura para ver de otra manera la vida humana, la vida de fe, pero, sobre todo, es
clave de interpretación para hacer más comprensibles los Evangelios, la praxis de Jesús por la
causa del Padre. No es un recetario; es un principio para ser aplicado en cualquier momento de la

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vida. Y es válido para cualquier religión, y no religión. Todo ser humano sano, como individuo, o en
colectividad, busca la convivencia pacífica y estar bien con Dios, independientemente de cómo lo
conciba.
La oferta gratuita del Reino es una oportunidad abierta, de gracia en el devenir humano, orientada a
la vida plena del género humano, a la vida trascendente, sobre todo en este caos que estamos
viviendo hoy.
La presente reflexión la fui construyendo, a modo de ensayo, gracias a tantas aportaciones de
hombres y mujeres de fe; grupos de Iglesia, de personas de buena voluntad que nos han transmitido
su palabra hablada, escrita, directa, o indirecta, y su ejemplo para entender mejor los misterios del
Reino; para escucharlo de verdad. Oír al Reino, sin entenderlo no cambia nada; entenderlo sin
practicarlo, tampoco. Creer en él, sin vivirlo, es grave omisión. Urge dar un paso más, un avance
pascual, cualitativo, un salto importante, fuera de lo común, de lo convencional: Hay que creer en
Reino y ser al mismo tiempo agentes eficaces, para que el amor divino gobierne, de hecho.

Llevamos demasiados años oyendo y hablando del Reino de Dios. La realidad es que la mayor parte
de los cristianos, no sabe qué es, no lo vive. Y desde luego que la mayor parte de la Humanidad lo
desconoce. Esto explica el mundo, pero, sobre todo, el México que tenemos hoy. Estamos
presenciando generaciones religiosas prácticamente ateas, materialistas, consumistas, asiduas
feligresas del dios dinero. Poderes fácticos, gobernantes, compañías transnacionales depredadoras,
sin ética, carentes de un sentido humano y con capacidad de destrucción ecológica. Gobiernos a su
servicio. Ellos marchan a la autodestrucción, pero nos llevan por delante.

¿Qué método seguí para este ensayo? ¿Para qué lo hice? Este trabajo nació del anhelo de
compartir mi visión sobre el Reino de Dios, con esta sociedad en crisis de valores, convencido de
que es excelente respuesta existencial, adecuada, un referente eficaz y ordenador en este trance de
descomposición generalizada, que fortalecer la espiritualidad global. El Reino de Dios ofrece una
visión integral de las complejas realidades humanas, en su relación con Dios, en la historia, en la
evolución y, por supuesto, también principios para encontrar soluciones.

Consulté muchas obras sobre el tema del Reino de Dios. Fueron muchas las fuentes en las que me
inspiré para este pequeño libro, sin la intención de repetir ideas. Más bien traté de comparar,
reinterpretar, replantear cosas y proponer el resultado, a la luz siempre de la lectura evangélica,
desde la lectura de los signos de los tiempos y desde el acompañamiento pastoral de los excluidos.

Aunque soy académico, no prioricé el rigor metodológico. No está en mis motivaciones hacer un
tratado, sino un humilde ensayo, a modo de contribución a los momentos de crisis y a la vida
cotidiana, iluminados por el Evangelio del Reino. Es una contribución a la rica Teología
latinoamericana que le llamo basilial. Agradezco de antemano a quien quiera enriquecer y aún
rectificar con sus observaciones estas reflexiones. Después de todo, éste es un esfuerzo de iglesia.
En ella nos complementamos unos a otros. El primer autor es, en última instancia el Espíritu Santo.
Ninguno comienza de cero ni concluye nada en forma absoluta. Por eso decidí que este pequeño
libro fuese gratuito.

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Estas consideraciones nacieron del apasionado interés por comprender la Propuesta de nuestro
mejor Amigo, el Joven Jesús, a quien más amo y admiro. Y con él, van su Padre y el Espíritu Santo,
actores esenciales del Reino. Si el Reinado de Dios es el objetivo y la pasión de Jesús, ¡yo quiero
conocerlo! Si Él vivió para éste, yo quiero vivir también para él; si este Joven fascinante dio su vida
por esta Causa, yo estoy dispuesto también a entregarla por ella.

Entonces, más que transmitir un conocimiento teórico, yo quiero provocar a quien lea estas páginas,
a un encuentro personal con este Joven extraordinario quien, siendo Dios, fue tan humano, que
rompió esquemas y tuvo el valor de hacer su propio camino, desafiando los poderes establecidos,
las mentes y corazones cerrados, para defender la justicia. Es el Jesús vivo quien nos ofrece una
relación de amigos. Aceptar su amistad, significa seguirlo, proseguir su Causa, hoy mismo y aquí.
Nadie puede sentirse solo con una amistad como la de Jesús. Nadie puede sentirse desempleado
con una tarea de este tamaño, que nos lleva además toda la vida. (José Alejandro Solalinde
Guerra)

1. ¿Cómo explicar el Reino de Dios?

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El Reino de Dios entre nosotros, as, es la iniciativa divina gratuita de
relaciones fraternas, igualitarias e incluyentes, que se suscitan en las
circunstancias del único camino que transita todo mundo: la existencia humana.
Todos compartimos el mismo viaje. En el tren del tiempo vamos todos y no se
detiene. De ese tren, ¡nadie se puede bajar!

Reino- Reinado

 Como fin, es la comunión plena y eterna entre Dios y sus hijos e hijas, y
entre ellos mismos. Sólo se alcanzará plenamente en la dimensión eterna.
 Como misión, es la tarea de hermanar en la historia a todo ser humano, a
partir de la experiencia de sentirse amado por Dios y confiar plenamente en
él.

Como Misión

Consiste en lograr el Reinado de Dios entre nosotros, es la misión de Jesús, ¡para eso vino!
“Tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”
(Lc.4, 43) y es también la misión de su Iglesia, el Movimiento cristiano que él generó y cuyo alcance
es meta-eclesiástico, porque está destinado a toda la humanidad. Sin la comprensión del Reino, no
se puede entender tampoco lo que es el discipulado y la misión de todo bautizado.

La MISIÓN de los cristianos, as, es consecuencia de la consagración bautismal consistente en


rectificar, reparar, mejorar y fortalecer las RELACIONES con DIOS y con los SEMEJANTES, en
un sistema de convivencia que anticipa el Reino definitivo. Ya desde ahora, se puede creer en él, si
se avanza en: reconciliar, crear vínculos de paz, ser agentes de paz, derribar barreras, superar
temores, quitar juicios, pre-juicios, aceptarnos a nosotros mismos y a los demás, como somos,
superar temores, desconfianzas, buscando siempre la inclusión y compartir los bienes materiales y
espirituales.

Por el bautismo somos colegas de misión: De igual dignidad, con el mismo llamado, la misma
gracia sobrenatural, el mismo Espíritu Santo, ¡La misma misión! Aunque de diversas maneras. Jesús
quiso que viviéramos la colegialidad cristiana de la fraternidad y de la sororidad. Alguien puede tener
una mayor responsabilidad dentro de la Iglesia, pero nadie es más misionero que otro bautizado.

La vocación al Reino es universal; es la utopía anhelada por todas las religiones y personas de
buena voluntad, aunque no sigan alguna religión. Es el sueño de un mundo mejor para todos y
todas. Muchos cristianos somos conscientes de que el Reino, como cada persona o grupo lo
entienda, rebasa el límite de instituciones y religiones; es la entidad más dinámica, cuya esencia es
el amor divino, compartido y practicado.
La naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios (R.Mi.15)

1.1 El Reino está ENTRE ustedes ¡ES UNA RELACIÓN!

16
Una ocasión, algunos fariseos le preguntaron a Jesús, cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les
respondió: “La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá „está aquí o allá‟,
sino entre ustedes” (Lc.17, 20). La palabra griega “entos” se ha traducido erróneamente como "en",
“dentro de”, en lugar de “entre”, y así lo explica el contexto, pero, sobre todo, lo explica la vida de
Jesús, persona muy relacional, que vivió para enseñarnos a analizar desde la mirada de Dios,
las relaciones entre el Padre y nosotros, y entre nosotros mismos
La traducción adecuada de esta preposición es importante: No es lo mismo decir que el Reino de
Dios está “en nosotros” como algo interno, subjetivo, no verificable y que no transforma
necesariamente la vida exterior; a decir que está “entre nosotros”, perceptible socialmente, en unas
relaciones observables. Tener el Reino dentro no compromete. Construirlo afuera, es otra cosa:
exige un compromiso relacional, social, comunitario, transformador de las relaciones
interpersonales, a todos los niveles, interinstitucional, internacional. En otras palabras: pasa de las
intenciones espirituales, a la incidencia de cambios estructurales en favor de la vida, y del bien
común.
Sin embargo, yo entiendo que, en un primer momento, la aceptación o acogida de la voluntad divina
(el Reino) sí comienza en el interior del creyente, pero no se queda ahí, pasa a la acción. Y aún este
primer momento, supone ya una relación de Dios con uno mismo.

1.2 Interlocutores del Reino

1.2.1 Dios Padre, el interlocutor originante, inicial del Reino

Si el Reino consiste en las buenas relaciones interpersonales, entre Dios y nosotros y de nosotros
con él, y entre nosotros mismos, estas relaciones suponen unos interlocutores y un diálogo.
Pero ¿con quién? ¿Quiénes son los interlocutores en este diálogo?
Los interlocutores son: Dios, los seres humanos y su entorno ecológico, en comunicación.
Dada la diversidad de concepciones, necesitamos precisar de qué “Dios”, de qué “ser humano” y de
qué "entorno ecológico" estamos hablando.
Para la Comunidad cristiana, el Dios revelado por Jesucristo, es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
Dios Trinidad, Dios Comunidad.

El principal interlocutor del Reino, es Dios. Pero, ¿cuál Dios? Dios es uno en sí mismo, sí, pero
hay un sinfín de ideas acerca de él, incluso algunas hasta contradictorias. Muchas personas se han
hecho un dios a la medida de sus conveniencias, para justificar su egoísmo, su afán por el poder y el
dinero; o de sus prejuicios, para dominar a la gente en nombre de él. No pocos en este siglo XXI,
siguen creyendo en un dios castigador, temible, sordo e insensible ante las injusticias. No pocos
viven aún oprimidos por esta idea.
Es fundamental conocer quién es Dios, para los efectos del diálogo con él. Conocerlo, nos libera
de los ídolos que enferman o impiden las buenas relaciones. Jesús revela a Dios, como Padre
amoroso, el “Abbá” (Mc 14,16), y a la vez tiene rasgos de madre. Es el Dios de la vida; Dios de
todas y todos, sin franquicias, como lo llame cada quien. Jesús des calumnia a su Padre, lo
reivindica para presentarlo como el interlocutor confiable, cuyo amor inexplicable es
misericordioso y gratuito (Mc 15, 3, 32)

17
Muchos creemos conocer bien a Dios, y hasta repetimos que nos sabemos creados a su imagen y
semejanza; afirmamos que lo amamos, pero lo cierto es que, en el transcurso de nuestra existencia,
nos hemos hecho muchos dioses a nuestra imagen y semejanza; a la medida de nuestros intereses.
¡Idólatras de las obras de nuestras manos!
Un ídolo es todo aquello que para nosotros es más importante que Dios y el ser humano: poder,
dinero, adicciones, consumismo...Todo ídolo acaba destruyendo al que le rinde culto y, sobre todo,
termina por dañar nuestras relaciones. El idólatra termina sometido como esclavo. Y muere en esa
condición, si no logra liberarse de su idolatría.

Si el Reino consiste en las buenas relaciones interpersonales, entre Dios y nosotros y de nosotros
con él, y entre nosotros mismos, estas relaciones suponen unos interlocutores y un diálogo.
Pero ¿con quién? ¿Quiénes son los interlocutores en este diálogo? Son las personas divinas y
humanas: Dios y los seres humanos y su entorno ecológico.
Necesitamos precisar de qué “Dios”, de qué “ser humano” y de qué "entorno ecológico" estamos
hablando. Para la comunidad cristiana, el Dios revelado por Jesucristo, es el Padre misericordioso,
el Hijo y el Espíritu Santo. Dios Trinidad.

El Dios que nos platica la Biblia y por supuesto Jesús, es un Dios relacionado, Dios de las
relaciones; desde su misma dinámica trinitaria es esencialmente relación, y una relación de
amor. Dios con su pueblo; Dios con nosotros. El Dios bíblico nunca es un ser solitario, disociado
de la humanidad. El Dios revelado por Jesús es el Dios del Reino. El Dios del Reino revelado por
Jesús, es para los cristianos, la Comunidad Trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nos
descubre que el Padre nos crea en sociedad y para la buena convivencia; el Hijo restaura esta
convivencia fracturada y viciada por el pecado, reorientando la intención de nuestras relaciones. El
Espíritu Santo continúa la construcción de ese Reino, inspirando toda relación y acompañándola con
su gracia sobrenatural, para equilibrar y aún superar nuestro egoísmo, hasta su culminación en la
vida eterna.
El Dios manifestado por Jesús, está comprometido con el ser humano, con su vida plena, con la
armonización de nuestra gran diversidad. Las personas humanas somos el centro de su acción
amorosa y liberadora. Frente a nuestro mundo egoísta, él se dio a conocer a través de su Hijo, en
favor de la gente, señalando su dignidad, su igualdad, frente a los que hacen sentir su autoridad y
tiranizan (Mt. 20, 25) En este sentido, Jesús es el primer defensor de los derechos humanos que nos
deja ver la acción de su Padre quien le da todo poder para salvar (Mt. 28, 19-20) Por las acciones
del Hijo, conocemos que es voluntad de Dios el reconocimiento y la práctica de los derechos
humanos. El Dios de Jesús es también Dios de los derechos humanos.

Jesús, solo, no es el Reino, ni la Iglesia tampoco, ni alguno de los interlocutores aislados. Jesús en
el Camino para entrar en esa magna experiencia de comunión total. Si dijese que Jesús, él solo es el
Reino, entonces resultaría muy fácil para el creyente entenderse sólo con él con Dios, sin
comprometerse con su Reino. Dios no necesita reinar para sí mismo, sino en nuestra vida humana,
individual y colectiva. El Reino no es para que él sea más Dios, sino para que nosotros seamos más
como él.

18
Por más vueltas que le demos: la voluntad de Dios es que actuemos con responsabilidad a
nuestra relación con él, con nosotros mismos, con los demás y con su creación.
Podemos pasarnos la vida en actos religiosos y haciendo “mucha oración”, pero si nada cambia en
las relaciones humanas a todos los niveles y en todos los campos de nuestra existencia,
sencillamente de nada sirve todo eso.

Para los cristianos, el Reino se inaugura en la historia en el momento mismo de la Encarnación


del Hijo de Dios. Cuando María de Nazaret acepta el plan propuesto por Dios, el Padre engendra a
su Hijo y se produce la primera Palabra y mediación que permite el diálogo con la raza
humana. La Encarnación pues, es la relación primordial del Reino, y se consuma con la resurrección
de Jesús.

1.2.2 Jesús, interlocutor del Reino

La comprensión gradual del Reino de Dios por parte de Jesús, se origina desde su relación con su
Padre, rastreada desde sus primeros años. Poco a poco va intuyendo la dimensión de este Proyecto
de su Padre; la experiencia de su amor, es la premisa de todas las relaciones del Hijo para con
todas las personas que trató y que sigue tratando.

A Dios nunca nadie lo ha visto (Jn.1.18) pero su Hijo Jesucristo, sí. Durante su vida terrena
preguntaba a sus discípulos y discípulas, ¿quién era él? Había varias percepciones. Lo importante
no era lo que pensaran de él; sino que, de esa captación iba a depender su relación y el modelo a
seguir.
¿Quién era este Joven galileo, nacido de mujer, pero al mismo tiempo de naturaleza divina?

A dos mil años, de su existencia, han surgido las más variadas ideas acerca de Jesús: que era
guerrillero, fundador de una religión, que era sólo un contemplativo, un filósofo, que estuvo en la
India, etc. ¿Quién era realmente él? Jesús de Nazaret es, sin duda alguna, la persona más
importante de toda la historia de la humanidad, independientemente de que se crea en él o no.
¿A qué fuentes podemos acudir para obtener una aproximación histórica de su vida?

19
Los Evangelios, el Nuevo Testamento, la Tradición oral cristiana y otros escritos contemporáneos
nos ofrecen información sobre él. Jesús es el iniciador del Reino. Mucha gente se preguntó por su
identidad. Los cristólogos, los investigadores, nos ofrecen aspectos diversos de su tránsito por
Palestina, en el siglo primero de nuestra era.
Jesús es el migrante más famoso de la historia. Él es migrante de principio a fin de su existencia,
es al mismo tiempo un hombre gradual, que sigue procesos humanos como cualquier persona.
Su conocimiento, su comprensión de las realidades son progresivos. Va tomando sus
decisiones de acuerdo a lo que va percibiendo y entendiendo.
Jesús es un joven fascinante con un altísimo nivel de conciencia, analista, sensible, con una
enorme capacidad para responsabilizarse ante todo lo que dañe al ser humano.

Como humano, él se equivocó también: no siempre escogió a


los mejores colaboradores, cambió de estrategias en acción
ante un cierto fracaso de las anteriores. No tiene claro y
preciso cómo actuar en cada caso. Su fe también es gradual
de principio a fin: Va descubriendo poco a poco el Proyecto de
su Padre, sus exigencias, la fe practicada en el compromiso
social, más allá de los rezos divorciados de la vida. Pasa por
tentaciones, experimenta, siente, se enoja, se desespera con
sus discípulos que no lo entienden y con el pueblo
demandante que lo agobia, no entiende lo que él hace y
enseña; que no comprende su causa. En el Huerto de los
Olivos nos deja ver su honda limitación humana, al
experimentar el peso de la misión y la soledad de llevarla.
¡Nadie pudo acompañarlo en su misión! En ese huerto ¡todos
lo deja dejaron solo! Después de años de entrega por nuestra
vida, ¡nadie estuvo a su lado!
En la cruz se enfrenta con su Padre que calla ante su condena a muerte y lo abandona (Mc 15, 34;
15, 34ss) porque Dios, con todo su poder, tiene que respetar la libertad humana, aunque esté
equivocada.
Jesús es un joven que está vivo. No es un recuerdo, ni mucho menos la evocación de una persona
muerta de quien se guarde memoria. No, este Joven maravilloso, ¡está vivo y sigue
transformando la historia! Su palabra y testimonios están vigentes en toda persona que pro-sigue
la misión del Reino.
De cara a la globalización de la economía, de la idolatría del dinero, desplazando a la persona
humana a segundo término, hacia la periferia excluida, la propuesta del Reino ya no responde a
una teología sólo para América Latina, sino para todo el Orbe.

La acción transformadora (pascual) del Padre, se vuelca ininterrumpidamente en la vida del Hijo, de
sus seguidores, de la Iglesia y de toda la humanidad.

20
Jesús testifica en su propia persona el modo como el Padre nos ama y actúa en pro de la justicia.
Las relaciones de Jesús son la manifestación del Reino; la clave para verificar la cercanía del
Reino entre nosotros.
¿Cómo pudo haber construido este Joven Galileo su propuesta del Reino?
Jesús no contaba con bolígrafos, ni libretas de apuntes, grabadoras, secretarios, computadoras. Él
observaba cuidadosamente las realidades; su mirada era diferente a la de los demás; él no tenía
pecado; miraba con el amor de Dios. Jesús analizaba, reflexionaba, iba aprendiendo. ¿Cómo
registraba y guardaba estos conocimientos graduales que iba procesando? Cada día, sus
experiencias eran intensas, variadas, nuevas. ¿En qué momento se daba tiempo para procesarlas?
Sus percepciones y valoraciones de lo que vivía eran diferentes y aún contrastantes ¿De qué
manera repensaba todo esto?
Jesús explica el Reino por medio de
parábolas, al mismo tiempo que se retrata en
ellas, dejando ver su interior, su espiritualidad,
sus motivos, sus inspiraciones, sus amores, sus
temores, su jerarquía de valores, sus luchas, sus
expectativas, la experiencia inefable de su
relación con su Padre. Las parábolas nos
permiten un acercamiento al interior del Misionero
del Padre, Misionero del Reino (9,35-37) Jesús
es el rostro visible del Dios interlocutor:
viéndolo a él, vemos al Padre. Es la imagen del
Dios invisible (Col.1, 15) es el interlocutor por
excelencia que quiere que los demás interlocutores estén sanos (Lc.5, 12-13)
Las parábolas son la expresión simbólica de realidades superiores. Fueron el instrumento
pedagógico del Maestro. A través de ellas, proyectaba su cosmovisión, su mundo simbólico interior,
al mismo tiempo que se va enriqueciendo con experiencias cotidianas de calidad.
Un símbolo es el conjunto creado por la experiencia interior externada; expresa lo inefable,
con el mundo comprensible del exterior.
Jesús, además de ser signo, es el símbolo del Reino de Dios.

Por las parábolas podemos entender mejor a Jesús y la acción divina. La comprensión del Reino
explicado en parábolas, depende del terreno donde caen, de disponibilidad, conciencia, madurez,
circunstancias…Pero al final, concluyen en la propuesta de una forma nueva de relacionarnos
comunitariamente, como hermanos y hermanas, iguales.

El Reino en la historia se inaugura en el momento mismo de la Encarnación. Dios no se


conformó con acercarse al género humano, sino que quiso ser parte de él.

21
Jesús siembra en su vida pública, las semillas de su Señorío, cuyo alcance es cósmico,
transtemporal y eterno.

1.2.3 El Espíritu Santo Interlocutor, principal agente del Reino en la historia.

La interlocución entre el Padre y la Humanidad a través de Jesucristo, se realiza con la acción


del Espíritu Santo, en procesos que van traspasando toda la historia. El Proyecto de Dios,
aunque alcanzó ya la plenitud en la persona de su Hijo, falta aún por llevarse a cabo en el resto de la
especie humana. En nosotros, as, es tarea en movimientos lentos, imperceptibles muchas veces. Él
va creciendo poco a poco. Nunca se detiene la acción divina. Ella de desplaza donde hay voluntad,
disposición y libertad humanas.
En Cristo, el designio del Padre culminó por la obediencia total e incondicional del Hijo, incluso hasta
la muerte de cruz. Aunque Jesús es plenamente humano como nosotros, sólo él pudo dar esta
respuesta total, porque en él nunca hubo pecado y en nosotros sí. Nosotros por más que nos
propongamos entregarle todo, nuestro egoísmo siempre va a ser un límite para nuestra donación.
Al resucitar el Padre a Jesús, se hizo posible la comunión plena entre la Trinidad y toda la Familia
humana.
El Espíritu Santo es quien nos impulsa ir adelante por caminos nuevos y creativos; superando
obstáculos al crecimiento, dejando atrás el miedo paralizante, derribando barreras, venciendo
prejuicios, límites egoístas, ¡y yendo más allá de lo convencional! Lo rutinario no es lo suyo.

De los atributos más atractivos de esta diligente Persona de la Divina Trinidad, es su extraordinaria
libertad: no acepta tutelas, ni franquicias, ni exclusividad. Simplemente ¡sopla donde quiere! (Jn 3,8)
No le tiene que pedir permiso a nadie. No permite interrupción alguna a su acción por el Reino.

El Espíritu Santo no es alternativo en la obra del Reino; ha estado presente siempre desde el
comienzo de la historia humana. No fue primero Jesús y luego de su resurrección, apareció él, no. El
Espíritu acompañó a Jesús en todo momento, en su preparación durante su vida oculta, en su vida
pública, en su muerte y resurrección. El Espíritu Santo continúa la obra de Jesús en la historia.

1.2.4 El Ser humano, interlocutor del Reino

22
El otro interlocutor somos nosotros mismos. Podemos afirmar que, a pesar de nuestra
complejidad, contradicciones e inconsistencias, somos lo más valioso de este mundo, puesto que
Jesús entregó su vida por nosotros. Además, aun las personas que percibamos más despreciables,
poseen aspectos positivos obsequiados por el Creador. Sí, nosotras, os somos un misterio, algo
impredecible y sorpresivo.

La lente por la cual nos miramos está determinada por: la cultura, la época, las circunstancias,
los juicios, los prejuicios, los temores, los conflictos, las experiencias, la fe, la confianza, el amor.
Dime cómo miras y te diré cómo juzgas. De los juicios que nos hagamos de los demás, dependerán
nuestras relaciones con ellos.

Construir el Reino supone procesos relacionales, fascinantes, lentos, complejos: Comenzando con
nuestra forma de ver; desde dónde y cómo miramos; desde nuestros presupuestos personales. Todo
esto se registra interiormente, en la conciencia, en el darnos cuenta de las cosas. Esta información
la reflexionamos, para luego asumir una posición y tomar decisiones. Nada realmente humano se
hace, si no inicia desde la conciencia. Hay actos impulsivos, instintivos, irracionales, más animales
que humanos.
Un cambio personal o social es consistente cuando se logra mover la conciencia y no a la persona,
con manipulaciones.
Entonces, nosotros somos, lo que vemos. No podemos liberarnos al cien por ciento de nuestro
egoísmo, pero si podemos aprender a mirar de otra manera. De nuestra percepción dependen
nuestras relaciones con todos, con todo.
Cuando vemos por medio de esta lente, me refiero a analizar la realidad en el campo de las
relaciones; es ahí donde están los desperfectos, las descomposiciones sistémicas. Es en este
campo donde hay que leer los signos de los tiempos. La misión cristiana se centra en el daño que
sufren las relaciones interpersonales, para incidir positivamente en ellas. Las buenas relaciones son
el espacio donde ya se realiza la voluntad divina.

Por esta razón, el Reino de Dios, en lo referente a la relación entre nosotras, nosotros, se va
tejiendo entre conflictos, decepciones, avances y esperanzas, debido precisamente a nuestra
misma naturaleza humana limitada por nuestro egoísmo. Estos avances que vamos logrando en
nuestra vida, no son definitivos. La relación interpersonal sin egoísmo, es realidad exclusiva de la
vida eterna.
La lucha por el Reino la vamos a ir tejiendo entre caídas y levantadas; entre adelantos y
retrocesos.

1.2.4 El relieve humano

Yo llamo relieve humano al historial de cada persona. Nacimos inocentes e inexpertos; como un
papel acuarela en el cual, una vez ejecutada la primera pincelada, jamás se podrá borrar. Se podrá
aplicar un trazo sobre el primero, pero ya no se puede quitar el de abajo. Sucede igual con cada ser
humano: todas sus experiencias, sus relaciones, se van grabando. Nunca se borran; ahí están
guardadas para siempre, acompañándonos toda la vida. Estas grabaciones influyen consciente o
inconscientemente en nuestras relaciones presentes.

23
Cuando hablo de relieve, no nada más me refiero a las experiencias cotidianas, fisiológicas, a las
relaciones económicas, al aprendizaje natural. Me refiero especialmente a las vivencias que
marcan, que de alguna manera son destino, porque modifican a la persona inclinándola a ciertas
prácticas, costumbres, experiencias familiares. Esto va incluyendo la formación de la conciencia
moral. Si una persona fue violada sexualmente, embarazada, maltratada, inducida a robar, a mentir,
a adoptar hábitos determinados, adquirir ciertos gustos; dolores, temores, fobias, religión, cultura de
origen, sueños, anhelos, momentos felices, maneras de ver Todo esto repercutirá en su futuro. Las
relaciones positivas y negativas con cada uno y de éste para con los demás, tendrán sus efectos.
¡Nadie puede borrar su pasado! Tampoco lo puede ignorar, porque nos va a acompañar toda
nuestra existencia. Lo que sí podemos hacer, es asumirlo, aprender de él, leerlo con una nueva
narrativa positiva, aceptarlo. Mientras vamos avanzando en años, nuestro historial se complica.
Muchas personas viven cautivas de este pasado, incluso con muchos sentimientos de culpa.

El Dios revelado por Jesucristo, asume y redime nuestro pasado, invitándonos a un presente
equilibrado y a escribir una nueva historia personal. Las huellas de nuestro pasado son
indelebles, pero Jesús nos acepta como somos, incondicionalmente, sin importar si hemos sido
asesinos y victimarios; ladrones y mentirosos. Lo único que nos pide es conciencia y voluntad de
cambio.
Dios llama a toda persona a la santidad. Pero lo va a hacer siempre, desde el relieve de cada
quien. ¡No se puede avanzar en la santidad (imitando el amor de Dios) sino es partiendo de
nuestro relieve! Comparo nuestra vida con una barra de plastilina; si la vamos cortando por la mitad
con una horqueta de alambre, tratando de ir trazando altibajos, a la manera de un encefalograma, y
desprendemos la parte de arriba, queda un relieve. Esa sería gráficamente nuestra vida.

Jesús era un experto en humanidad, conocedor de nuestro interior, gran observador de nuestro
actuar. Y así, conociéndonos como somos nos acepta y nos ama. Conoce y acepta nuestro relieve.

"Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de la Pascua, muchos creían en su nombre, viendo los
signos milagrosos que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y porque
no necesitaba del testimonio de ninguno, porque él mismo conocía lo que hay en el interior del
hombre" (Jn 2, 23-53) No obstante conocernos, dio la vida por la humanidad.

Todas y todos traemos nuestro relieve. Formamos una cadena sin fin de duras realidades. Ningún
humano es totalmente víctima, ni totalmente victimario; ciento por ciento bueno, ni ciento por ciento
malo; nadie nace con maldad, ni muere sin haber hecho algún bien. Uno de los prejuicios más
comunes de nuestra cultura es el maniqueísmo: pensar que solamente hay extremos, sin matices.
Idealizamos a alguien hasta creer que casi es perfecto; o lo satanizamos negando toda bondad en
él.
Todas nuestras relaciones, ¡todas! las entablamos desde nuestro relieve personal. ¡Una
relación de relieve a relieve! ¡De mundo a mundo! Si no logramos conectarlos armónicamente,
surgirán problemas, y en lugar de arreglarlos dialogando empáticamente, generaremos rechazo,
distancia y exclusión.

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La suma de nuestra base histórica, nuestro relieve, nuestra composición genética, nuestra
herencia, nuestros aprendizajes, nuevas experiencias, nuestra vida de fe, constituye nuestra
personalidad, y la guardamos en el recinto sagrado de nuestra conciencia.

Cuando hablamos de conciencia, consideramos dos dimensiones: la psíquica o cognoscitiva, y la


moral, del bien y el mal, con el sentido de lo ético, trascendente. Hay personas más conscientes que
otras. Cada quien tiene una conciencia única y propia, tan original como sus propias huellas
digitales. Debemos convencer las conciencias, ¡no manipularlas! Convencer es respetar a las
personas, entrar a ellas por la puerta, contando con su voluntad; nunca por la ventana como el
ladrón; el respeto es uno de los valores consentidos del Reino. El respeto es garantía de
relaciones pacíficas, como lo declaró el prócer mexicano Benito Juárez: “Entre los individuos, como
entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” Llama la atención que una frase tan
evangélica, no la hayan puesto es práctica, no pocos funcionarios públicos en México, admiradores
del presidente zapoteco.

El relieve humano carga con nuestra condición pecadora, pero no la determina. La gracia divina
que se otorga a todo ser humano, impide que nuestro relieve sea destino fatal. La gracia nos
libera y aún nos va avanzando en nuestro proceso de santidad personal y comunitaria

La interlocución con la Naturaleza, es esencial para nuestras relaciones vitales con ella, con
Dios y con los seres humanos. Desde la gestación hasta nuestra
muerte, nos relacionamos con ella. Es más, la última relación es con
la naturaleza.

1.3 El Diálogo, sacramento del Reino

El Reino es la iniciativa gratuita de Dios que nos amó primero


(IJn.4, 19) La Encarnación de su Hijo es la mejor prueba de la
aceptación divina respecto a nuestra condición humana. Dios no sólo
nos aceptó, sino que nos sigue aceptando como somos, al mismo
tiempo que nos llama y nos da su gracia para irnos transformando en hijos e hijas basileales. Se
acerca, se emparienta con el género humano y abre el diálogo definitivo entre Dios y la
humanidad; nos habla por medio de Jesús (Jn. 1,1-18; Hb 1,1-); promete estar donde hay diálogo, y
da su gracia, donde dos o tres se reúnan en su nombre (Mt. 18,20)

Lo esencial en el diálogo es el amor ¡De ahí que tenga un efecto transformador pascual! En el
amor radica el carácter sacramental del mismo, en tanto es encuentro interpersonal, lleno de gracia.
Cuando Jesús es bautizado se abren los cielos: se reanuda el diálogo interrumpido por el pecado y
la ceguera humana. Reaparecen la profecía y el espíritu. En el bautismo de Jesús desaparece la
separación entre el cielo y la tierra. Se acorta la distancia entre Dios y nosotros. El diálogo no es un
camino para el Reino, ni siquiera es el mejor, ¡es el único!; sin él, no hay Reino, ni el Padre puede
comunicarse por el Verbo encarnado, ni nosotros podemos entablar relación alguna con él, ¡ni
siquiera entre nosotros mismos! El diálogo se podrá producir por medio de palabras, del lenguaje no

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verbal, por diferentes medios, pero siempre será diálogo, comunicación entre personas. El diálogo
inculcado por Jesús es horizontal; entre iguales, de igual dignidad, pero diferentes.

La gracia sobrenatural, con toda su fuerza, es decisiva en el diálogo, por ser éste, un espacio de
Dios, hablándonos en el interior de nuestra conciencia, hasta alcanzar una pascua personal y
comunitaria, es decir, una transformación personal y comunitaria. La primera Palabra de Dios a la
humanidad, es su mismo Hijo Jesucristo; la respuesta humana a esa comunicación divina, se realiza
a través de Jesús, cuando él responde; de tal forma que, cuando ora, se configura el diálogo entre
Dios y nosotros. Nuestra oración trasciende al unirse a la oración de Jesús con su Padre.
No puede haber oración sin diálogo, sin la dinámica relacional. El contenido del diálogo orante
puede ser todo lo cotidiano, pero Dios siempre esperará el asunto de las relaciones como esencial
en la oración: Relación orante-Dios, relación orante-prójimo.
El tema de la ecología, ha estado presente siempre en los orantes de todos los tiempos, al
reconocer la grandeza de la obra divina, y en relación a nuestros semejantes, compañeros
planetarios. Sin ambos interlocutores, nada tendría sentido: Dios como dueño del universo; la raza
humana como beneficiaria y administradora.

Como este Proyecto regio es a largo plazo, la comunicación de los interlocutores será siempre
indispensable, y en un lapso sagrado llamado Alianza-nueva-y-eterna, sellada por Jesucristo para
migrar, de toda forma de muerte, a toda forma de vida, de resurrección, es decir, la Pascua
definitiva.

El diálogo se puede dar en diferentes niveles: un contacto ocasional, visual, hasta instantáneo; es
espacio para generar una acción basileal. Basta una mirada, un gesto, un instante de coincidencia;
todo es una oportunidad para poner en práctica el Proyecto de Jesús.
Aunque el diálogo, significa palabra entre dos personas, nuestra actitud basileal no depende de la
reciprocidad del otro. Si el otro responde ¡mejor! Pero nuestra iniciativa de diálogo; nuestra
disposición al diálogo, está basada en la gratuidad divina. Jesús, misionero del Padre, fiel a Reino,
ha sostenido su palabra, aun sin esperar una respuesta adecuada de sus discípulos, de la Iglesia, o
de la humanidad. Más aún, en su tránsito histórico, se entregó totalmente él, a pesar de la
incomprensión, de la ceguera e ingratitud de sus seguidores.

El verdadero diálogo posee un efecto transformador. Para que adquiera su plena dimensión
transformadora, necesita profundizar en el conocimiento del interlocutor, con amor y apertura, sin
temor, ni prejuicios. ¡De esto depende la calidad del diálogo! y sus buenos resultados. De la
calidad del diálogo, dependerán las buenas relaciones.
Cuando oramos, cuando dialogamos con Dios, nuestra condición de creaturas egoístas (ser) es
punto de partida para nuestra relación con el totalmente otro. Es él, quien propone la basiliación
humana (deber ser) en comunión con la Trinidad y con todos nuestros semejantes.

En la medida en que la voluntad humana se va identificando con la voluntad divina se va avanzando


en la koinonía basilial. La calidad del diálogo con los valores evangélicos, constituyen su
carácter sacramental, convocante de la presencia divina. La acción positiva de Dios está
presente en todo diálogo de buena voluntad, para acercar, escuchar, solucionar problemas, superar

26
barrenas. El diálogo representa un riesgo, al tener que salir de nosotros mismos, exponiéndonos al
otro. La apertura siempre es un riesgo, pero no podemos vivir encerrados en nosotros mismos.

1.4 Los Valores del Reino

El Reinado o Soberanía de Dios es factible por la práctica de los valores evangélicos inculcados
por Jesucristo: amor, misericordia, justicia, servicio, verdad, libertad, inclusión, apertura, respeto,
comunicación, oración, fe, aceptación mutua. unión, esperanza, comunión, alegría, humildad,
sencillez, valor, creatividad, paz.

Por lo tanto, más que hablar de valores abstractos, entendemos relaciones: misericordiosas,
amorosas, justas, serviciales, verdaderas, libres, incluyentes, abiertas, respetuosas,
humanitarias, sabias... A cada valor corresponde una relación interpersonal: si hablamos de
limpieza humana, entendemos relaciones limpias, un trato sano. Si hablamos de política, economía,
sociedad; comprendemos que se trata de relaciones políticas, económicas, sociales.

Los valores del Reino no son conceptos abstractos o dogmas para creer o para hacer discursos.
¡Son recursos universales, expresados las enseñanzas fundamentales de Jesús para ponerlas en
práctica en todas nuestras relaciones interpersonales! y durante ¡toda nuestra vida! Configuran
nuestra identidad.
En Jesús, los valores de su Anuncio, los testificó en sus gestos o actitudes; en él, se transformaron
en profecía actuada; presencia del Reino en la historia. Sus acciones simbólicas basileales son
también pedagogía para aprender una nueva forma de relacionarnos. Es una educación relacional.
Las comidas de Jesús fueron para él, ocasión privilegiada para invertir las relaciones elitistas,
piramidales, en convivencia horizontal.

Un valor fundamental es el amor, el valor prioritario, es la justicia basileal, porque se trata de


ajustar la voluntad humana al proyecto del Reino, al mismo tiempo que es condición para entrar en
él. La suma de todos los valores, que va coronando todos los procesos es la sabiduría. Ella es el
fruto precioso que sintetiza todos los nutrientes humanos, divinos, madurados por el tiempo y la
gracia de Dios. Es el resultado del esfuerzo humano y la paciencia respetuosa de Dios. Una persona
sabia accede a la identidad basileal, a su pascua personal en comunión con sus semejantes.

Ante todos estos valores existentes, el Maestro nos invita a:


Aprenderlos, (como discípulos, as) asumirlos (como creyentes) testimoniarlos, anunciarlos
(como misioneros), inculcarlos a través de una enseñanza sistemática, cotidiana (como
educadores) practicarlos, defenderlos, profetizarlos, celebrarlos. En el caso de los cristianos,
culminarlos en la liturgia, especialmente en la Eucaristía, en la Cena del Señor Jesuscristo.

Todos estos pasos de los valores, significa el largo proceso de nuestra Pascua personal y
comunitaria; de la nueva vida que el Señor Resucitado anunció a los Apóstoles por medio de sus
discípulas, el mismo domingo de resurrección. Efectivamente, María de Magdala es la primera
testigo de esto y también la primera misionera de la Pascua y del Reino de Dios. Los discípulos:

27
Pedro, Santiago y Juan, fueron testigos de la transfiguración; las discípulas mujeres fueron las
primeras personas en ver a su Maestro resucitado y transformado definitivamente.

Dentro de la interlocución humana está la persona comunitaria, una colectividad con identidad y
pertenencia, consciente de su vocación compartida; que tiene en común, rasgos que le dan el ser y
un quehacer reales, no virtuales. Me refiero al sujeto social que trasciende una mera asociación
ocasional o transitoria, o de algún interés económico o administrativo.

Otra estructura de interlocución colectiva son las instituciones; ellas son indispensables para
alcanzar una vida humana de calidad. Son mediaciones activadas de servicio común; La mayor
parte de las instituciones son hechura masculina, por eso requieren requieren de una revisión
integral de género para que sean mejores interlocutoras.

La interlocución con la Naturaleza es esencial para nuestras relaciones vitales con ella, con Dios y
con los demás seres humanos. Desde la gestación hasta nuestra muerte, nos relacionamos con ella.
Y con ella, tenemos última relación en este mundo

La primera acción pedagógica relacional del Padre con la humanidad, es la Encarnación de su


Hijo. Este acontecimiento es expresión del gran amor de Dios a la humanidad. Nacer Jesús en
nuestra carne egoísta, significa la aceptación incondicional divina, de nosotros, tal como
somos. El Hijo, no vino a juzgar y ni a excluir, sino aceptar y a transformar mediante su amor.

Si la Encarnación del Hijo significa la aceptación divina, de nuestra condición humana; su bautismo
asume la existencia de la humanidad pecadora. Las tentaciones lo presentan como un mesías
indigente y frágil alejado de toda superioridad. Jesús comparte totalmente la suerte que corre su
pueblo, como servidor del Reino esperado, comprometido con la causa de Dios y su pueblo.
Nadie nos conoce mejor que Dios, por lo mismo, su aceptación es la más valiosa. Él nos acepta con
nuestro pasado; lo asume y escribe una nueva historia con cada persona.

1.5 Relaciones interpersonales

1.5.1 Relación con uno mismo

Según me trate yo, así trato a los demás.

La primera relación es con uno mismo. La autoestima alimentada


por mi propia aceptación y la experiencia de sentirme amado por
Dios, ¡es fundamental para el trato con Dios y con los semejantes!
Ella ofrece seguridad personal, y posibilita la buena convivencia; con
personas de todo tipo y condición. La autoestima nos permite
confiar en nosotras y nosotros mismos; en nuestras cualidades
(identidad, forma de ser, hábitos, disposiciones, recursos
personales) o para superar rechazos, insultos y apreciaciones
negativas, incluso nuestras propias limitaciones. Ella nos regala

28
serenidad para ser humildes y manejar adulaciones, sobrevaloraciones. Nos lleva a comprender que
nuestras cualidades no entran en competencia con las de los demás; porque todas las ha ido
construyendo Dios a través de muchas personas que me han formado desde pequeños, y que son
recursos para servir al Reino, mejorando las relaciones.
Pero, sobre todo, la autoestima nos ayuda mirarnos desde los ojos de Dios; desde su inmenso amor,
desde su infinita misericordia. A partir de esta apreciación, nos abrimos a la esperanza hacia cada
persona.
El caso de Pablo de Tarso es paradigmático: a pesar de su pasado, él se sabe elegido y amado,
afirmando que, por la gracia, es lo que es; aunque sea al último de los Apóstoles, tiene su lugar en el
movimiento de Jesús y se apasiona por darle su vida. “Ya no vivo yo, sino que Cristo viven en
mi…vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gal. 2, 20)

Desde esa valoración de Dios, se teje una sana relación con nosotros mismos; es la relación
básica. Si los cristianos nos preguntamos cuánto valemos para Él, la respuesta la da el Padre en la
persona de Jesucristo. Dios nos ama a través de su Hijo: todas sus acciones son expresión de amor.
Nos amó tanto, que nos dio a su Hijo. Y el Hijo ¡Nos hizo sus amigos!
En esta relación con uno mismo es importante para alcanzar la claridad de lo que realmente
somos y aceptarnos tal cual. No confundirnos al pretender ser lo que debiéramos o quisiéramos
ser. En más sano aceptarnos humildemente con nuestros errores, limitaciones y aprender de ellos,
sin culparnos. La culpa es una cárcel que nos mantiene oprimidos y deprimidos. Dios no nos
acusa; nos motiva a ser mejores personas; a aceptar nuestra condición humana imperfecta.
No nos hagamos ilusiones, ¡Somos humanos! Si no nos aceptamos, tampoco vamos a aceptar a los
demás como son. Y nuestra relación con ellos estará condicionada para amar gratuitamente, como
Dios nos ama: gratuitamente, sin condiciones, ¡con todo y nuestro “relieve” personal!

Esta relación con uno mismo supone también conocer lo mejor posible nuestros mundos interiores,
conscientes e inconscientes; de nuestras cargas ancestrales, atávicas; de todo eso que permanece,
que subyace, que venimos cargando por generaciones: fobias, violencias, sobre todo hacia la mujer,
experiencias de opresión que acabaron en aceptación de formas del poder de dominio sobre
nosotros. Traumas propios de la evolución de la raza humana. Todo eso que en su conjunto
constituye una humanidad compleja, expandida en el tiempo y el espacio, pero principalmente
inmersa en un océano de procesos entrecruzados. Todos los seres humanos que han pasado,
los que están y los que vendrán ¡Formamos una sola Familia! Su pasado es el de todos, sus
experiencias, de igual manera; su evolución o retroceso, su legado es también común.
Para conseguir una sana relación con uno mismo es preciso trabajar una reflexión personal para
descubrir en qué medida y cómo cada individuo ha sido afectado por esa historia común; identificar
los rasgos que pudieran estar afectando mi vida presente y superarlos, a fin de que no afecten las
relaciones presentes y evitar la repetición de errores.
Por ejemplo: si hemos compartido siglos opresión, de dependencia, de violencias, de mitos nocivos,
de fobias paralizantes, toca ahora de asumir actitudes autónomas, más seguras y críticas. Yo no
podré tener para conmigo una buena autoestima, si no ubico estas partes oscuras de nuestro
pasado y no trato de superarlas. Inconscientemente seguiría cautivo de ellas.

1.5.2 Con Dios, la experiencia de su amor en mi vida

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Dios valora mi persona, me conoce, acepta como soy, me acompaña. Jesús me ama, como el Padre
lo ama a él. Tanto el Antiguo Testamento, como el Nuevo, nos relatan ese amor de Dios hacia
nosotros, as (Ic.43,1-5; Jn. 3-16; 15,9) sentir el amor de Dios en nuestra vida, es la experiencia
madre que alimenta todas nuestras relaciones interpersonales y con la creación.

El Dios revelado por Jesucristo es un Padre bueno y misericordioso que nada tiene que ver con las
versiones que lo presentan como insensible ante los males del mundo, juez castigador, temible, que
prueba a la gente, mandándole desgracias y enfermedades; que da la vida, y la quita. Un dios autor
de todas las desgracias, los sufrimientos. ¡Se ha falseado la imagen de Dios! Ese dios no existe.

Aceptarlo a Él, es rechazar todo ídolo que pretenda suplantar su lugar, como el poder, el dinero, las
adicciones, las seducciones destructivas. El joven Jesús repitió: “el primer mandamiento es: Escucha
Israel, nuestro Dios es el único Señor. Al Señor tu Dios amarás con todo…y después viene éste:
amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más importante que éstos” (Mc. 12, 28
ss)

1.5.3 Relaciones con los otros

Las relaciones entre semejantes se han: distorsionado (machismo,


misoginia, autoritarismo, paternalismo, etnocentrismo, egoísmo)
parcializado (ver en alguien, sólo la parte que interesa, y no toda su
persona; tomamos un defecto o varios de alguien, lo juzgamos y
etiquetamos) se han alterado, se han hecho calculadoras (por
intereses económicos); se han vuelto superficiales, (de personaje a
personaje, y no de persona a persona); se han vuelto desconfiadas,
(por tantos golpes y traiciones recibidos); distantes e indiferentes,
(sobre todo ante las víctimas de la violencia, los sin hogar, sin trabajo)
temerosas (ante virtuales agresores)
A pesar de todas deformaciones relacionales, la fe cristiana llama al
creyente hacerse pariente, respetar al otro como de su propia sangre,
tratarlo sin prejuicios ni temores; con un amor incluyente. Confiando siempre en él, como Dios confía
en nosotros. Los cristianos fallamos como individuos en nuestras relaciones personales, pero
también como Iglesia. La infidelidad más evidente al espíritu incluyente de Jesús, es la exclusión de
las mujeres dentro de la Iglesia romana. Las autoridades eclesiásticas tienen una gran deuda con su
Fundador, porque Él, sí incluyo a las mujeres; los hombres del poder en la Iglesia, las ha excluido
desde hace dos mil años.

Jesús, primer agente del Reino, está presente cuando dos o más hombres o mujeres de buena
voluntad se reúnen para hacer el bien: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo
entre ellos (Mt.18, 20) Está en todo diálogo en su nombre, para una causa buena.
D esto se desprende que, el Reino de Dios se manifiesta en el desarrollo de la sociabilidad humana,
“que es para los hombres, levadura de realización integral, de justicia y de solidaridad abierta al
Trascendente...” (Comp. De la Doctrina Social de la Iglesia católica. Cem. 2005. No. 55)

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Las relaciones sociales son el lugar común; la oportunidad privilegiada para la comunión, la
edificación testimonial por el bien común. Todo el empeño en la transformación de las relaciones
sociales, será prioridad pastoral en los años venideros (Op. Cit. 53)

Jesucristo es el ejemplo de relaciones de excelencia con Dios y con la humanidad. Desde su


vida terrenal, la ausencia de pecado en él, cualificó su trato interpersonal, desde su naturaleza
humana; lo diferenció del trato de los demás. Esto explica, en parte la gran incomprensión de sus
discípulos, como observadores de las relaciones del Maestro con su Padre, con pecadores, mujeres,
niños, enfermos, excluidos. ¡Fue una novedad difícil de asimilar por ellos! Y lo sigue siendo para
nuestro tiempo. En el caso de las mujeres, no hubo continuidad de la aceptación de Jesús hacia
ellas. Después de la Resurrección, los hombres mantuvieron la exclusión judía de las mujeres.
Cuando Jesús plantea la disyuntiva de entrar o no entrar en su Reino, se refiere a participar en este
proceso de procesos, que es el camino del Reino y que, como he explicado, cosiste en ir entrando
poco a poco, en la medida que vamos asemejando nuestras relaciones con las de Jesús.

Damos testimonio del Reino, cuando configuramos nuestras relaciones a las de Jesucristo
con su Padre, con nosotros y con la Naturaleza.

1.5.4 Relaciones con personas morales, con instituciones

Las personas morales, las instituciones son creadas por las personas físicas, con la finalidad de
servir a la sociedad en sus diversas necesidades; ellas son el logro o cristalización de estructuras
permanentes de atención comunitaria. Con ellas también tenemos diálogo: las revisamos, las
modificamos, fortalecemos, las sustituimos. Están dirigidas o administradas por personas físicas. El
diálogo con ellas consiste en la interacción entrambas en el campo de sus objetivos sociales. Por ser
una relación masiva, es un campo donde se puede edificar el Reino: la Persona moral es
responsable del objetivo social, y la persona física es responsable de sostenerla y cuidarla para el
bien común.

1.5.5 Relaciones Digitales

Las relaciones personales, al inicio del siglo XXI se caracterizan entre los usuarios de las nuevas
tecnologías digitales, como un contacto prioritario y continuo con celulares, tabletas electrónicas y
otros aparatos. Cada vez es mayor el tiempo que algunos dedican a estos aparatos, y es cada vez
menos el tiempo de la comunicación directa interpersonal, sobre todo con la familia.
El uso de estos medios electrónicos se está convirtiendo para muchos en una verdadera adicción
que, va generando distancia y soledad respecto a nuestras relaciones familiares. La máquina es la
primera compañía sobre todo en personas más jóvenes.

1.5.6 Definir las relaciones interpersonales, el gran desafío

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Cuando Jesús habla de la pureza de corazón, de los limpios de corazón, se refiere a las relaciones
limpias, regidas por sus criterios y sentimientos; limpias desde la mirada, viendo por el bien
delos demás. Los seres humanos, por lo general dejamos nuestras relaciones interpersonales a la
deriva, a merced de nuestros criterios humanos egoístas, de nuestros instintos. En un planeta de
relaciones rotas, hay que trabajar mucho para construir unas relaciones basileales: con Dios, con los
semejantes, con las cosas, sobre todo con el dinero, con la naturaleza. Esto se alcanza sólo con la
gracia de Dios; Ella nos fortalece para descontaminar nuestras relaciones de toda mala intención,
de todo lo negativo que sale de nosotros mismos. El mundo actual contaminado por los falsos
valores capitalistas, nos inclina a unas relaciones interpersonales egoístas que sirvan para sacar
provecho para nuestros intereses, aun a costa de los demás. Definir las relaciones significa
decidir, en mi trato, el bien del otro, y no de mis intereses. Definir nuestras intenciones, desde
la forma en que miramos a alguien: Un padrastro debe optar entre ser un padre o un amante de
su hijastra o su hijastro; un sacerdote debe elegir entre ser un signo del amor de Dios, o un
pederasta; un comerciante debe escoger, entre obtener una ganancia justa, o abusar a su cliente; un
servidor público debe considerar brindar atención, o servirse de los demás ¿Qué quiero ser para los
demás? ¿Cuál va a ser mi relación con cada persona?
1.5.6 El Reino de Dios, experiencia integral de convivencia total

Muchas personas se han acostumbrado a invocar a Dios durante el día y, al mismo tiempo, a no
tomar en cuenta sus exigencias. Nuestras prácticas religiosas están divorciadas de nuestras
responsabilidades éticas, sociales. Nos hemos adaptado, además, a convivir diariamente con tantos
ídolos, como el dinero, el egoísmo; sí, la idolatría de uno mismo.

Estos falsos dioses tienen cada día más devotos feligreses. Las idolatrías cotidianas nos impiden
disfrutar de la convivencia. Y lo más grave ¡Dios no puede reinar en un pueblo que lo desplaza
en la economía, la política, la justicia, la sociedad; en un sistema que se va acostumbrando a
los ídolos! La condición para que Dios reine sobre nosotros, as, es que ninguno reine sobre otros;
que nadie ejerza poder de dominio sobre los demás. ¡Todas y todos somos iguales!, igualmente
hermanos y hermanas, hijos del único Dios viviente

La vida de Jesús es una formidable experiencia de libre convivencia con Dios y con la gente.
Cuando Jesús enseñaba su proyecto del Reino, usaba muchas imágenes para explicarlo; sobre todo
hablaba de un banquete de bodas. Él mismo aprovecho las comidas como espacios pedagógicos
para con-partir el pan en situación de igualdad y cercanía; una comida de fiesta entre iguales,
donde nadie pasa hambre, ni se siente excluido.

Al comparar el Reino con un banquete de bodas, el Maestro nos enseña que es posible
sentarnos a la mesa y comer juntos como hermanos y hermanas, superando barreras y
distancias entre nosotros. Jesús es el anfitrión del banquete, quien recibe y sirve. Especialmente a
los pequeños (Lc 22, 24-27; Mt 25, 31-45) Por eso, aunque nunca lo digan los Evangelios, por
prejuicios culturales, las mujeres fueron seguramente, las invitadas de honor, por ser sus
financiadoras, sus compañeras de misión, sus amigas, colegas del camino, las mejores discípulas,

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las más fieles en los últimos momentos extremos de la vida de Jesús. Ellas son ¡las que nunca
corrieron!

La última cena es la expresión sacramental del Banquete del Reino, garante de la Pascua universal
y definitiva. La cena pascual, ocasión privilegiada para educar en las relaciones
interpersonales, con Dios y con los semejantes, practicando los valores evangélicos vividos
cotidianamente por el joven Jesús ¡Es el mismo Maestro y Señor, quien sirve humildemente la Cena!
La última cena es también la última lección del Maestro, a sus discípulas, os reunidos todos y
todas por última vez.
La última cena es una comida festiva de bodas preparada para los amigos y amigas, en el
marco de la Pascua nueva, y para renovar la Alianza eterna en la que, por fin, Dios será el único
para su Pueblo y éste para él. Es una unión para siempre; sin divorcios, ni separaciones. A esta
mesa, está invitada toda la humanidad diversa.

Hoy en día, reconocemos el pluralismo cultural; hace falta identificarlo como un signo de la
presencia del Reino de Dios Creador, como kairós, como oportunidad histórica para trabajar
por un intercambio armónico intercultural, construyendo entre todas y todos, sociedades y
estructuras respetuosas, justas y armónicas.
La experiencia, la percepción de cada persona es parcial; para que fuese más completa, se
requeriría juntar otros puntos de vista, otros ángulos de la experiencia humana. La comunión que va
integrando el Espíritu Santo se articula desde la rica diversidad humana. El Espíritu Santo es el
autor de esta diversidad, y el que la armoniza para bien de toda la Familia Humana. En esta
diversidad, no se juzga, pero sí se analiza; no se excluye, más bien se mantiene el diálogo y la
disposición de entender lo diverso.

Esta cena culmina todas las comidas, todas las acciones misioneras, todas las relaciones de Jesús.
Sella para siempre la Alianza con Dios, celebra la Pascua anticipada, próxima a realizarse
plenamente en él, y en curso para el resto de la humanidad.
La cena de pascua es el sacramento del amor, del servicio y la inclusión. En esta celebración el
joven Maestro revierte las discriminaciones sociales y las jerarquías opresoras (Lc 22, 24-27; Jn 12,
4-15), transformándolas en comprensión universal.

En este contexto de inclusión fraterna, ¿nos podemos imaginar este acontecimiento


trascendental sin presencia y participación de las mujeres? ¿Habría alguna razón para que
Jesús excluyera a las mujeres discípulas que lo habían acompañado y sostenido en la misión? Estas
discípulas habían subido con él a Jerusalén, corriendo el riesgo con su Maestro. Ellas eran
conscientes de los peligros de seguir a Jesús y ¡nunca lo dejaros solo!

Si esto se hubiera permitido por Jesús, o peor aún, planeado por él, esta exclusión en un momento
sacramental, hubiera contradicho toda su enseñanza; todo lo transmitido en sus comidas, y hubiera
sido una injusticia para las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y otros sitios. ¡Ellas fueron
las más fieles y valientes!

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Si la Comunidad de Jesús, y nosotros también como Iglesia actual, somos sacramento del Reino,
¿se puede ser ese signo sin las mujeres? Se entiende que los hagiógrafos hayan omitido la
presencia de las mujeres, como era costumbre judía patriarcal hacerlo, pero si hemos de creer en el
mensaje de Jesús, ellas no podían faltar en un evento tan importante para el Discipulado, mixto, del
Rabí de Nazaret.

Si él no hubiera querido que lo siguieran también las mujeres, lo habría impedido desde un principio.
Hubiera integrado un discipulado exclusivamente masculino. ¡Pero no fue así! Hasta los Evangelios
mismos registran lo contrario. No, el Joven Galileo, no sólo permitió la integración de las mujeres en
su grupo de discípulos, sino que las prefirió. Sus últimas palabras las dedicó a ellas y a su discípulo
Juan. Después de la Resurrección, primero habla con ellas.

El Reino de Dios es la utopía, representada por un banquete, a cuya mesa estamos invitados
gratuitamente, todas y todos, experimentando la aceptación del Padre común y la nueva
relación del amor fraterno. Nadie está excluido.

En los tiempos actuales, están invitados también a la mesa de Jesús, ese 1% de magnates que
acapara las riquezas del mundo, las oligarquías, las plutocracias locales, los políticos que se han
corrompido, y todas las ovejas perdidas del mundo. Pero solos no van a llegar al espacio de la fe en
el Dios, Padre de todos y todas ¡es necesario acercarnos, amarlos, cuestionarlos, invitarlos! no para
pedirles dinero, sino al contrario, para darles de nuestra riqueza humana y espiritual. Un adicto al
poder y al dinero ¡es salvable!, si lo ayudamos a salir de su problema que genera además, hambre y
violencia para sus hermanos y hermanas empobrecidos.
Mucha gente pensará que es casi imposible que un rico adicto al dinero, un usurero, un prestamista,
alguien que vive para tener, pueda liberarse de esta dependencia; pero para eso está la gracia
sobrenatural de Dios.
El Reino de Dios posee una gran fuerza transformadora. Paradójicamente, sus principales
operadores ¡son los pobres!, y son paradójicamente, ¡de los primeros, de los que se defienden los
ricos! ¡Los mantienen abajo, afuera de su círculo! Los tienen todo el tiempo a su servicio, pero son
incapaces de reconocer en ellos el rostro de Dios. Los subestiman, no aprenden de ellos ¡Qué
paradoja! ¡cuidarse de quienes pueden salvarlos! Los pobres son la puerta más digna del Reino,
su tablita de salvación porque con ellos se identificó Jesús.

Existen también personas ricas que no viven para acumular; relativizan el dinero, son sencillas,
justas, y hasta serviciales. Incluso hay ricos santos: conscientes de que no son dueños der nada;
sólo administran, y son desprendidos y generosos. Asumen una condición de igualdad. Defienden el
derecho de los pobres y luchan junto con ellos. ¡Pero son contadísimos! ¡Son bichos raros! Ellos y
ellas se han dejado tocar por la gracia de Dios; le dan al dinero un valor de medio, no de fin.
Desgraciadamente, la mayoría de los ricos viven para tener más.
Una diferencia entre un rico que vive para acumular, y un pobre que vive al día, radica en que, las
relaciones del primero las regula su bolcillo, mientras que el pobre tiene más posibilidades de
regularlas por su amor, sus valores y su fe. Aunque ambos sean pecadores. El pobre vive más libre
de los teneres y esto le facilita la convivencia con todos. Tiene más tiempo para la vida.

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Finalmente, la relación interpersonal más plena es la comunitaria; no la de un solo individuo con
Dios, sino de la Comunidad Humana con la Comunidad Divina. Es una relación de Comunidad a
Comunidad. La humanidad avanza en la conciencia de pertenecer a una Familia común. Una
persona proactiva, que lucha por el bien común, que se preocupa por los demás, posee un sentido
comunitario.

2. REPLANTEAMIENTO DE CONCEPTOS CRISTIANOS DESDE LA OPTICA DEL REINO

Es indispensable hacer un replanteamiento de todas las categorías cristianas que configuran nuestra
cultura occidental cristiana. El tiempo de crisis exige una honda reflexión de todos nuestros
supuestos; de todas nuestras premisas tradicionales; de nuestras costumbres; de todo aquello que
llamamos normal y sentido común ¡Es tiempo luz, de sacudirse lo convencional! ¡Es momento de
gracia! Los desafíos actuales nos emplazan a discernir lo que puede y debe cambiar, y lo que no.
Nacimos dentro de grandes condicionantes de nuestro pensamiento, de nuestra cultura y nuestra
vida: El sistema capitalista, la Iglesia católica (con toda su complejidad, influencia, ambigüedades,
contradicciones, aciertos, aportaciones…) la ciencia y la tecnología que van modificando
costumbres, relacionales, sistemas. Mucho de esto, nos lo han vendido casi como un dogma de fe, y
de hecho lo pensamos como una segunda naturaleza. ¡Pero no, todo debe revisarse sin temor!
Aunque sí, con honestidad, con responsabilidad.
Parte de la madurez que nos corresponde como cristianos va el considerar los conceptos
constitutivos de nuestra vida de fe. La razón no se opone a la fe, al contrario, la fortalece.

Algunos de los conceptos puestos a reflexión, a la luz del Proyecto de Jesús, a modo de ejemplo,
son:

2.1 La fe basilial

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Es el regalo del Espíritu Santo a toda la humanidad, por el que podemos entregarnos
confiadamente, sin reservas, al proyecto del Reino del Dios (Trinidad, en el caso de los cristianos),
con la certeza de que se está realizando ya, este Gran Proyecto entre nosotros y con Él, aunque no
sepamos cómo (Mc.4, 27)

La fe nos motiva a poner nuestra vida y recursos, al servicio de este Reino, mejorando las
relaciones con las personas divinas y humanas (relaciones basiliales).
La fe basilial (en el Reino) es la apuesta de todo lo que somos y tenemos, por esa causa de Jesús,
que es también la nuestra. Es una fe sistémica, integral; no parcial, ni disociada, en que las
relaciones interpersonales pueden ser diferentes. Los humanos, cuando fracasa alguna relación, lo
que hacemos es cortarla, y en casos, hasta nunca. Rompemos una relación para siempre, sin
darnos cuenta que en cada relación destruida se cierra la posibilidad de construir el Reino de Dios.

Creer en la bondad de Dios, en todo lo revelado por Jesucristo y exige también respuesta total y no
nada más una parte de nuestra vida. La fe es la luz indispensable para escuchar y acoger al
Reino: saber leerlo en la vida diaria, recibirlo, comprenderlo, creerlo, vivirlo y celebrarlo.

La fe basilial tiene la capacidad de mover las montañas y los obstáculos que parecen imposibles en
nuestras relaciones, evitando nuestros juicios y exclusiones (Mt 17, 14-20)
La fe es condición indispensable para entrar en el Reino (Mc 1, 15)

La fe en el Jesucristo resucitado (Rm 10, 9-10) que se apareció a los once discípulos cuando
estaban comiendo; les reprendió por su falta de fe y su porfía en no creer a las mujeres y a otros
testigos que lo había visto resucitado (Mc 16, 14)
La fe pascual y la fe en el Reino, son inseparables: si Jesucristo resucitó, es posible la
transformación de la humanidad y del mundo, gracias a esta vida nueva, hasta que se consume la
plenitud del Reino en la vida eterna. Porque la Pascua nos hace transitar del egoísmo individualista,
al compartir de la vida nueva en comunidad; porque el Reino tiene como objetivo último la Comunión
perfecta de todas las personas humanas y divinas.

La fe basilial es esencialmente comunitaria. Dios nos llamó como pueblo; como grupo somos
discípulos y discípulas; en compañía, de dos en dos, fuimos enviados a la misión. Como
Iglesia, nacimos comunitariamente en Pentecostés. La Tradición oral y escrita del Evangelio,
se construyó también en comunidad de fe. La comunidad es el espacio donde actúa el Espíritu
Santo. Lo que empieza individualmente lo culmina en sociedad. Esta fe tiene que ver con la creencia
en la bondad de los interlocutores.

El Apóstol más joven y que se sintió más amado por Jesús, afirmó: “Si alguien cree que Jesús es el
Misionero del Padre, ése ha nacido de Dios; el que ama al Padre ama también a todos los hijos de
ese Padre (I Jn 5, 1) La fe basilial significa no dudar jamás del amor misericordioso de Dios,
Padre y Madre ¡de todas y de todos! Esta fe no se lleva con los falsos voceros del dios
justiciero y legalista; el dios que nos acepta si nos portamos bien, y nos rechaza si nos
portamos mal. No, ¡Él nos ama como somos, sin condiciones! Y respeta nuestros procesos

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de conciencia y aprendizaje. De conciencia y de identidades ¡nada más con El! Porque ningún
humano puede ver y amar como El.
Si nos han inculcado un dios juzgador y excluyente, hay que liberarnos de esta falsa idea.

2.2 La esperanza basilial

Es la virtud teologal que nuestro Padre Dios nos dio como medio indispensable para vivir con alegría
el adviento de nuestra existencia. Ella da sentido a nuestra vida; la que nos permite aguardad la
venida definitiva del Reino de Dios, preparándonos día a día en nuestro corazón, en nuestra
comunidad cristiana, sociedad y en la historia del mundo. Nuestra fidelidad basilial está
cimentada en la esperanza del triunfo de Dios. Nos comprometemos porque esperamos un
mundo mejor un mundo resucitado. No esperar nada es como estar muerto.

2.3 Espiritualidad basilial

Es la fuerza vital, interior que nos dinamiza, nos da una identidad propia, nos mueve a la libertad
creativa, crítica, solidaria y nos lanza, por convencimiento, al riesgo de una noble causa. La
espiritualidad basilial, del Reino de Dios, es esto mismo, nada más que centrada en las
relaciones interpersonales divinas y humanas. Es aquello que nos motiva e inspira: la
experiencia amorosa de interlocución con la Trinidad interlocutora y con nuestros semejantes.
Ambas interlocuciones están conectadas: Desde la Encarnación del Hijo, dirigirse a uno, es dirigirse
al otro. En nuestros semejantes hallamos a Dios encarnado.

Nuestra espiritualidad del Reino se inspira en esas relaciones donde Dios ya manda: Jesús
Resucitado, en quien culmina nuestro discipulado. Sin embargo, es precisamente en las relaciones
interpersonales donde Jesús no ha podido reinar aún. Por eso esta misión es lo prioritario.
Podemos decir que la espiritualidad de Jesucristo es basiliocéntrica o regiocéntrica, porque
toda su vida y su eternidad las cifró en las relaciones con Dios y con todos los seres humanos. En
ese sentido fue también prototipo como discípulo y misionero del Reino.

En conclusión: la espiritualidad basileal es un estilo integral de vida dinamizado interiormente por


el testimonio manifestado en las relaciones de Jesús con su Padre y con nosotros. El Proyecto de
Dios se puede vivir en todo, porque es una realidad que se descubre, se entiende, se valora como lo
más importante (Mt 13, 44) en todos los campos de la vida humana.
Los humanos buscamos en Reino, aun sin darnos cuenta. Somos buscantes por naturaleza.
Siempre estamos buscando algo, pero en el fondo buscamos a Dios, porque fuimos hechos por él y
para él. ¡Somos indigentes de Dios! Sí, buscamos muchas cosas, pero nunca nos saciamos. Y
nunca nos saciaremos hasta vivir plenamente en él.

Jesús nos asegura que la búsqueda más importante es la de su Reino; que debe ser nuestra
prioridad, cuya verificación la comprobaremos en nuestras relaciones con su Padre, con los
semejantes y con el mundo, con el entorno ecológico.

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2.4 El Carisma basilial

Un carisma cristiano en general es un don del Espíritu Santo en el que se resalta algún aspecto
de las enseñanzas de Jesús; cuando de su espiritualidad reinocéntrica, nos referimos a ese
don de Jesús para incidir en las relaciones de todo tipo. Este carisma basileal brota de la identidad
tan definida en la persona de Jesús. La viabilidad de este don se demostró aun en medio de la
conflictividad concomitante en la misión del Maestro.
Este carisma regio es oportunísimo en estos momentos de crisis que vive la Iglesia y el
mundo. El carisma del Reino no es válido sólo en momentos coyunturales, de crisis. En válido para
todo tiempo y lugar. ¡Es el carisma Fontal! ¡Es indispensable en la vida de la Iglesia y del mundo!
Él marca el rumbo. Es el objetivo esencial de la misión de la Iglesia. Es lo fundamental para la
estructura eclesiástica y en la Comunidad carismática. ¡Es lo que le da la identidad cristiana y de
todo creyente!

2.5 La gracia divina basilial

Es la fuerza sobrenatural del Espíritu Santo a toda la humanidad para fortalecer la débil
condición humana egoísta y ciega; es también un medio para conocer y llevar a cabo la
voluntad de Dios consistente en vivir bien como hermanos y hermanas.
La gracia divina actúa siempre sobre la naturaleza y el relieve humano de cada quien. Es un
recurso indispensable emergente. La gracia no destruye la naturaleza; trabaja sobre ella, desde
cualquier condición en que esté una persona. Ella marca la diferencia entre un ser humano y otro:
Todos recibimos la recibimos, pero no todos La provechamos. Las personas que llamamos
virtuosas, admirables, proactivas, bondadosas, están aprovechando este recurso hecho
exclusivamente para los humanos. Un héroe o una heroína, son solamente del común, pero
aplicando la gracia divina. Si alguien es honesto es por la gracia; igualmente sucede cuando alguien
apoyado en ella, fortalece su voluntad y supera alguna adicción: al alcohol, dinero, drogas, poder de
dominio, sexocentrismo.

Mucha gente ha oído hablar de la gracia, pero no saber cómo funciona, ni mucho menos que
podemos contar con ella en todo momento. No sabe que la gracia es la misma acción de Dios para
apoyarnos, fortalecernos y ayudarnos a escalar niveles de conciencia, de humanidad, espiritualidad,
de servicio, de alegría de vivir. Ella nos permite ver la vida de otra manera; perder el miedo hacia los
demás, ¡Ser libres!

La gracia sobrenatural opera exclusivamente en cualquier paso del proceso relacional, con
Dios y con los semejantes, en el entorno ecológico. Ella actúa, desde alguien, pensando en
cosas relacionadas con alguien, hasta una acción directa. Esta acción de la gracia, incluye nuestra
relación con la naturaleza. La ecología es indispensable para la vida; nuestra relación sana con ella,
supone responsabilidad y justicia hacia los demás.
La gracia nos mueve a relacionarnos gratuitamente con amor, superando los topes impuestos por la
justicia humana; más allá de "lo debido" por méritos; como una especie de recompensa. Nos impulsa
a amar sin límites, en la dimensión de la misericordia, posibilitando toda práctica por la justicia.

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2.6 El templo basilial

Se entiende el espacio sagrado, cuya razón principal, no es la de rezar y hacer actos de culto o
devocionales, sino un lugar de encuentro interpersonal con Dios y con los hermanos y
hermanas; un sitio donde se celebran y afianzan relaciones filiales y fraternas.

Si nos desplazamos del sentido físico del edificio, al sentido teológico, descubrimos que el Templo
Mayor somos todos unidos, cuya construcción se edifica con relaciones de justicia, amor,
vida que nos inculca Jesucristo.

En este Templo Mayor se puede adorar a Dios en espíritu y en verdad. “Ahí” podemos celebrar la
Pascua y renovar la Alianza nueva y eterna.

2.7 La santidad basilial

La santidad en sentido universal consiste en amar como Dios nos ama. Para los cristianos es
identificarnos con Jesucristo (Gal 2, 20; 4,19) Identificarnos con sus relaciones basiliales: de
confianza total en el amor de su Padre y del Espíritu Santo; identificarnos con su obediencia y
fidelidad a la voluntad de Dios que es su Reino; es identificarnos con su manera de ver, sentir,
y sobre todo de tratar a toda persona. Jesús vivió, murió y resucitó para hacer posible la
soberanía de Dios entre nosotros. Esa es la voluntad del Padre Dios y el empeño del Hijo y del
Espíritu Santo. La Santidad basilial, es obedecer al Reino, vivir para Él.
Si dentro de este estilo de vida buscamos primero el Reino de Dios y su justicia, estamos en camino
de santidad; en el proceso interminable de identificarnos con él.

El criterio de santificación radica en las buenas relaciones que favorezcan el plan de Dios, el
buen entendimiento, la aceptación sin juzgar, ni prejuzgar, para lograr la comunión, por medio
del servicio humilde (Lc 22, 26-27)

La esencia de la santidad es el amor incluyente, a ejemplo del buen Dios que no excluye a nadie
de su sol, ni de su lluvia (Mt 5, 45) porque es Padre y Madre de todos y Creador de todo ser
sintiente.

La santidad consiste en generar acciones en favor de la paz como la da Cristo: integral, individual
y colectiva, como vida total para la Comunidad humana.

La santidad no es la perfección en el ser humano. El mundo de diablos o santos; de buenos o


malos; de cielo o mundo; de cuerpo y alma; de humanos “que han alcanzado la perfección” y los
humanos “imperfectos y mortales”, son categorías del pasado, visiones de la Edad Media. Jamás en
toda la historia humana ha habido gente perfecta. Lo santo, como sinónimo de perfecto, no
existe. Ni Jesús, siendo hombre verdadero, fue perfecto en su vida terrenal: Ignoró muchas cosas,

39
se equivocó en sus estrategias de acción; tuvo que rectificar muchas veces; participó como
cualquiera en procesos de aprendizaje, tuvo limitaciones, necesidades físicas. María, su madre, con
todo y que se trata de una mujer llena de gracia, elegida en forma extraordinaria por Dios, tampoco
fue perfecta: seguramente no supo leer, ni escribir, le costó mucho entender las intervenciones
divinas, la misión de su Hijo. Y es que la gracia sólo puede santificar desde la naturaleza humana,
desde la condición de nuestro barro; la gracia como dije no destruye la naturaleza. La naturaleza
humana es imperfecta. Sólo Dios en perfecto. Jesús, siendo Dios, no actuó como tal en su vida
terrena. Si él hubiera sido un hombre perfecto, jamás habríamos podido imitarlo. Sólo desde nuestro
barro, desde nuestro “relieve”, se puede acceder a la santidad.

Otra idea equivocada muy común es que, la santidad es para unas cuantas personas excepcionales,
para una aristocracia espiritual, casi predestinada desde la eternidad, y sobre todo del sexo
masculino. Esto es falso y contrario al amor y a la justicia divina. ¡Todos los seres humanos
estamos llamado a la sanidad!, Todos podemos imitar el amor divino; todas y todos tenemos
la capacidad de amar; toda la humanidad, recibe la gracia de Dios y el Espíritu Santo. Cada
persona que practica un acto relacional justo, amoroso, verdadero, positivo, está participando de la
santidad universal.
En Occidente los criterios para juzgar de la santidad de alguien, se han cargado históricamente a la
vida clerical, monacal, a prácticas religiosas, pero sobre todo al género masculino. Y esto se explica
porque la Iglesia católica de Roma, quien asumió la autoridad para declarar quien es santo y quien
no, lo ha venido haciendo con las cargas culturales del judaísmo cristiano, patriarcal. Es apenas
hace unas décadas cuando la Iglesia católica empezó a promover un poco más los procesos de
canonización de mujeres.

La verdad es que la santidad siempre se ha desarrollado en todas las espiritualidades del mundo; en
las religiones y no religiones. Hoy el sentido de santidad está emigrando de personas piadosas y
religiosas, a otras que, aunque se digan agnósticas, no practicantes, alejadas, o hasta ateas, se
comprometen por la vida humana y por la justicia. Todas ellas, aunque no lo sepan, están
participando de la santidad de Dios, al contribuir a la construcción del Reino. El concepto de santidad
ha emigrado de la casi exclusividad católica, a un espacio universal, en el concierto de una
espiritualidad global en ciernes, con elementos comunes, obra del único Dios.

Cualquier santo reconocido “oficialmente”, siempre tendrá lados obscuros, imperfectos. Hay de
santos a santos. Cada persona responde a su propio proceso de santidad; es diferente en el tipo de
respuesta, en tiempo, condiciones, circunstancias. La santidad es un traje a la medida,
confeccionado por Dios en el misterio de la trama humana.

Dios construye la santidad en la medida que cada quien se deja guiar por el Espíritu Santo. Pero
puede al mismo tiempo ir configurando una base de santidad común, de acuerdo a nuestra vocación
comunitaria. Una santidad apoyada en una espiritualidad de la Familia Humana, Familia del
Reino.
Los únicos árbitros que declaran oficialmente quien es santo y quien no, son los católicos ¡y son
puros hombres! Es decir, el alto clero católico. Difícilmente otra iglesia o religión lo haría. ¡Por eso,
en la lista oficial de los santos aparecen más hombres que mujeres!

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El Concilio Ecuménico Vaticano II, declaró la vocación universal a la santidad, pero nunca ha
reconocido oficialmente la santidad de personas de otros credos, como Gandhi, Martin Luther King, y
tantas mujeres ejemplares; ni tampoco ha modificado la liturgia católica para incluirlos, como por
ejemplo, en la anáfora (oración consecratoria)

Hoy tenemos que afirmar que no hay nada más democrático que la santidad, ofrecida a todas, a
todos; que está al alcance de toda la humanidad. Nadie administra la santidad; el Espíritu
Santo lo hace directamente como él quiere; sin tenerle que pedir permiso a nadie.

La Iglesia-Movimiento que fundó Jesús debe ser el principal factor de edificación para la santidad del
mundo, contribuyendo con todo su ser y quehacer, a las buenas relaciones a todo nivel. Está
llamada al mismo tiempo, a reconocer la santidad laical y diversa, en otros espacios no cristianos.

Cada santa o santo vive su imitación de Dios, a su manera, a pesar de condicionamientos. Ellos
pueden ser una inspiración, un buen ejemplo, pero no un modelo a imitar. Aquí no hay recetas de
cocina. En cada una, cada uno, el Espíritu Santo va construyendo una santidad personalizada que
se enmarca en la Comunidad, en la santidad común; en nuestro caso, en el conjunto de la Iglesia.
No estamos llamados a ser santidades encapsuladas, individualistas, sino a una humanidad santa.
El individualismo nunca conduce a la santidad, aunque se practique una religión.

La santidad como invitación divina universal abarca a toda persona en cualquier ubicación dentro y
fuera de la historia, en la vida eterna. La santidad posee una dimensión trascendente por estar
fundada en el amor.

Todo ser humano está llamado a participar de la santidad de Dios, amando como él ama. Todos
pueden ser santos: artistas, deportistas, amas de casa, científicos, gobernantes, empresarios,
militares, policías, delincuentes… Todos están invitados a imitar el amor de Dios desde la situación
de cada quien.

Como el replanteamiento de los conceptos anteriores, se pueden seguir revisando otros más,
entendiéndolos desde esta clave, desde este enfoque del Reino de Dios. Esta nueva visión
Todo esto en su conjunto ayudará a centrar nuestra visión en el Proyecto universal de Jesús.

2.8 La conversión basilial

Es seguir a Jesucristo, en obediencia al Padre, dóciles al Espíritu Santo, prosiguiendo su causa


del Reino. Acogerlo integralmente constituye ¡la obediencia mayor! Es el mandato prioritario de
Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia…” (Mt 6, 33) Ninguna obediencia sobre la
tierra es mayor que ésta. Primero hay que obedecer a Dios, antes que a los hombres.
Y esto vale para cualquier autoridad que ordene algo contra la justicia, los derechos humanos, o
peor aún, que ordenase matar a los semejantes. Estas órdenes ¡no se deben cumplir!

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Lo que urge convertir son las relaciones; ¡Ese es el campo verdadero de la conversión! y el
único espacio donde se puede y se debe hacer la voluntad divina; en las relaciones familiares,
sociales, económicas, políticas, religiosas, culturales, laborales, escolares, y de todo tipo ¡Ahí es
donde debemos cumplir la voluntad de Dios! Lo demás son constructos humanos. En cada una de
nuestras acciones hay una referencia de relación interpersonal, al menos intencionalmente.
Implícitas o no, detrás de esas acciones encontraremos alguien que emite y alguien que recibe. Esto
es válido para lo relativo a uno mismo, con Dios y con los semejantes.

La conversión tiene que verificarse en las estructuras, en los sistemas que determinan, influyen,
o conforman las relaciones.
La conversión se tiene que manifestar en estructuras, con relaciones: justas, humanas,
igualitarias, amorosas, dignas, incluyentes, transparentes. Hablamos de conversión de
estructuras injustas y opresoras.
Conclusión: la conversión basileal implica conversión relacional y estructural

2.9 Exigencias basiliales

El Reino exige servir a Dios, con todo, y a nadie, ni a nada más. (Mt.22, 37; Lc.16, 13) Servirlo
primero y cargando con la cruz (Lc.9, 57; 14, 27) la cruz basilial, la del desafío de transformar
nuestras relaciones interpersonales. El tramo donde cuesta más trabajo llevar esa cruz, es la
cercanía entre mi egoísmo y el de mi hermano: choque de miserias, naturaleza de barro, rivalidades,
intereses, instintos, simetrías de poder, cegueras.

El Proyecto de Dios nos exige hacernos prójimos, próximos, cercanos-con, como Jesús es Dios-
con-nosotros (Lc 10,30-37)

Para entrar en el banquete del Reino, Jesús nos exige portar el “traje de boda”, o sea, asumir sus
valores y criterios evangélicos: amor incluyente, justicia, gratuidad, misericordia, fe, confianza, en el
trato diario con todos y todas (Mt 22,12) Eso significa el vestido, el escapulario. El escapulario no es
una puerta automática de entrada al cielo, es un programa basileal de vida que hace viable el
acceso al Reino.

Jesús no sólo anuncia el Reino, sino que lo vive plenamente en camino, como migrante. Exige a
sus seguidores actitud de fe, confianza de ciego; pero sobre todo ponerse en camino con su
Maestro; mantenerse en una respetuosa apertura y comprensión hacia los semejantes. Jesús
enseña el camino del Reino en su propio testimonio de vida: ¡Toda su vida es expresión de ese
Reino! ¡Él mismo en el Camino del Reino! Él es quien, andando, nos va transformando en hermanos
en el Camino. Sí, seguir a Jesús exige cargar con la cruz y negarse a uno mismo.

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2.10 Discipulado basilial

Jesús inició un discipulado entre


sus seguidores y seguidoras; un
colegio mixto al que le dedicó todo
el tiempo de su vida pública. Su
enseñanza consistió en mostrarles
su vida misma: lecciones prácticas,
testimonio, experiencias, ejemplos.
En su misma persona les mostró
amorosamente cómo vencer al
miedo y vivir la esperanza en
medio de la conflictividad. El contenido transmitido en todo momento fue el Reino.
Jesús afirmó claramente que toda persona que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el
diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón (Mt. 13, 19) Igual sucede con los que se preocupan
demasiado por las cosas materiales, las riquezas, el consumismo: Todo esto sofoca la palabra del
Reino, impidiéndole desarrollarse y dar fruto. Su vida es estéril (Mt. 13, 22)
La escucha atenta del Reino, la disponibilidad del discipulado basilial, lleva a una práctica
apasionada de la misión cotidiana, ¡cargada de frutos!

El Reino de Dios en la historia, es guía, no poder; en la eternidad, será el imperio de su amor.


El Espíritu Santo va guiando a los discípulos del Reino, con justicia y misericordia (Ba 5,9). Las
discípulas y los discípulos regios son todas aquellas personas de buena voluntad que escuchan
a Dios en su conciencia, evitan el mal, hacen el bien y aman a Dios, Padre y Madre de toda la
Familia Humana.

Los conceptos replanteados anteriormente, no son los únicos, son solamente una muestra de cómo
seguir traduciendo toda nuestra vida de fe, a la clave del Reino, que son las relaciones. Hay otros
conceptos importantes que no se agotan en los seleccionados aquí; antes faltan muchos términos
importantes por ajustar a esta clave basilial.

3. El antirreino

3.1 Antivalores opuestos al Reino

Desconfiar de Dios, juzgar, prejuzgar a los demás, acusarlos, negarse definitivamente al diálogo,
excluir a las personas por su género, condición, no aceptarlas, servirse egoístamente de ellas,
intrigar, envidiar, crear conflictos, negarse a convivir, a formar comunidad; apegarse al dinero,
regular las relaciones por el mismo, vivir para acumularlo, tener algo que no usamos y otros
necesitan para vivir; desperdiciar comida, agua, recursos, cosas; creerse superiores a los demás,
despreciar a los pobres, sencillos, pequeños; maltratar a las mujeres; el individualismo, el poder de
dominio, la presión y represión sobre los semejantes, el uso faccioso y abusivo de la ley, prácticas
antidemocráticas.

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3.2 Obstáculos para el Reino

El pecado es en realidad, una relación interpersonal enferma, obstruida por temores, prejuicios, falta
de amor, aceptación; una relación envenenada por intereses mezquinos y la ambición al dinero.

La pretensión de dominio sobre otros: “…Saben que los jefes de las naciones las dominan como
señores absolutos y los grandes oprimen con su poder. No ha de ser así entre ustedes, sino
que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser primero
entre ustedes, será su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar la vida como rescate por muchos” (Mt.20, 25-28) Jesús afirma: “Yo
estoy entre ustedes, como el que sirve” (Lc.22, 27) “El que se hace pequeño como un niño, ése
es el más grande en el Reino de Dios” (Mt.18, 4)

Cuando hablamos de violencia nos referimos a relaciones destructivas, de leves a extremas;


pasivas, activas. La violencia es la peor de las cegueras. Jesús se opuso a ella y nos enseñó a
terminar con ella desde su misma raíz: el perdón y la devolución de un bien, por un mal recibido (Mt
5, 38-48; 26,52) Solamente con amor se puede vencer la violencia y el odio, y esto, se logra
únicamente con la gracia divina.

Otro obstáculo poderoso es la esclavitud del dinero, la avaricia. Hoy observamos tristemente la
fiebre por el dinero. El dinero y no el amor es lo que mueve a mucha gente en este mundo.

Juan, el discípulo más joven del Maestro de Nazaret, convivió todo el tiempo con él, lo escuchó con
frecuencia referirse a la idolatría del dinero. Juan dijo muchos años después: “No amen al mundo ni
lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, en ése, no está el amor del Padre. Pues toda la corriente
del mundo es: Codicia del hombre carnal, ojos siempre ávidos que ostentan superioridad” (I Jn 2, 15-
16)
Unas de las primeras víctimas de la avaricia son los usureros de todos los niveles, particulares e
institucionales de cuello blanco, que se enriquecen a costa de la necesidad de la pobre gente que
acaban arruinándola. Los agiotistas, antes que victimarios, son ya víctimas de esta espantosa
adicción. Echan a perder su vida, la de la familia y es deprimente ver cómo se pasan cuidando
bienes, ganados de mala manera, acumulando enemigos, desprecio social, distancia con Dios, para
finalmente dejarlo todo, cuando mueren por segunda vez. Su primera muerte es cuando mataron su
derecho a ser felices, sus sentimientos ante la necesidad y el sufrimiento de sus hermanos; cuando
se convirtieron en esclavos de lo material, a costa de sus semejantes. Ellos mataron su propia vida.
Nunca se dieron cuenta en qué momento empezaron a vivir para el dinero y a matar la única vida
que Dios les regaló.

Otro obstáculo para trabajar por la Causa de Jesús, es el miedo. El mundo de hoy ha generado
sociedades violentas y amenazantes; sistemas agresivos, injustos y desiguales; poderes
establecidos o fácticos, explotadores y represivos. Todo esto abona a la desconfianza y al miedo.
Dada la fragilidad humana, es normal que experimentemos miedo, incluso como parte del instinto de
conservación. Pero hay miedos sembrados. Miedos inoculados por sistemas opresores. Un miedo

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sembrado por algún poder oscuro, equivale a traer un brazalete electrónico de prisionero; es como
traer un chip inserido en nuestro propio cuerpo, es como estar recluidos en nuestra propia cárcel.
Los poderes que dominan someten a base de miedo que hacen crecer en la mente de sus víctimas.

Dios nos creó sin temores, en la total confianza hacia él, a nosotros mismos y hacia los demás. El
libro del Génesis registra que el primer síntoma del pecado es el miedo y la lejanía del Creador.

Las personas que, por su ignorancia de fe o su ceguera, comercian con los seres humanos
reduciéndolos a mera mercancía, se enojan y agreden a quienes se defienden o defienden a las
víctimas. Entonces amenazan y quieren paralizar su acción a través del miedo. Las personas
violentas usan el miedo para someter a sus víctimas.

La confianza en el Padre, único dueño del mundo y de la vida (Lc 12,4-7) nos da valor para superar
el miedo impuesto por los agentes del anti-reino, servidores del dinero y del poder de dominio. A los
cristianos nos da valor también la seguridad de saber que, Jesús, quien nos envió está con nosotros
(Jn 8,29) Él es nuestra fuerza, nuestro valor.

El mejor amigo del Maestro de Nazaret, el joven Juan Evangelista, afirma que, el que ama no tiene
miedo. En el amor no hay temor (I Jn 4, 18)

Otro impedimento terrible para el desarrollo del Reino es la envidia. Es un sentimiento


autodestructivo, es el enojo por el bien ajeno, al creer que uno merece algún bien, más que otro que
lo posee. Impide apreciar los propios dones; Induce a querer apropiarse de los bienes de los demás
hasta desearles un mal, o hacérselos. Este sentimiento corrosivo, acaba con la propia alegría,
cuando no se ataca a tiempo; pero es letal, sobre todo en la realización del Reino, porque envenena
las relaciones interpersonales. Se pierde la amistad. La amistad es la flor del Reino. Se desteje el
Proyecto de Dios. La envidia es una carambola de daños relacionales: Con Dios, porque le reprocha
que le dé más a otros que al envidioso; con él mismo, porque no valora su propia riqueza, distinta y
original; con los demás, por que ambiciona lo de ellos.
Es, finalmente, un síntoma de egoísmo. No se alegra con el bien ajeno, porque no siente suyos a los
demás; porque no los considera su familia.

Otro obstáculo, es la ceguera o ignorancia acerca del Reino.

El Reino de Dios es un super sistema de sistemas, integral de vida; una vida integral para toda
la humanidad; desde la diversidad. Aunque fuese sencillo entenderlo, precisa de una educación
gradual y constante para adquirir una visión basileal y permitir su crecimiento.
Es un sistema total de alcance cósmico que traspasa el tiempo y el espacio, operado por la acción
salvífica del Hijo de Dios. Por eso, en él, todo se conecta, se relaciona y forma parte de un mega
proceso que escapa a nuestra capacidad de comprensión, debido a nuestra limitación para abarcar
totalmente los tiempos y los espacios. El científico santo jesuita Theilar de Chardain describió este
proceso como el paso del Alfa al Omega; el salto ontológico del ser al deber ser en la vida terrena y
en la vida eterna.

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Algo que daña mucho a ese Reino, es juzgar a otros. Nuestros juicios tienen muchas máscaras y
justificaciones, pero a fin de cuentas dan el mismo resultado: rechazo y exclusión de los demás.

Los cristianos juzgamos como individuos y como institución, a pesar de la prohibición expresa de
Jesús: “No juzguen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados (Lc.6, 37)
Una persona puede analizar las acciones de otro para tratar de entender y ayudar; incluso para
orientar a alguien, pero juzgar sin amor, supone superioridad sobre otro.
Las críticas destructivas, peor si son ya una costumbre, imposibilitan las buenas relaciones y la
amistad.
Un opuesto terrible al Reino es la exclusión, sobre todo cuando alguien juzga a los demás como
malos, y el, como bueno, y los excluye.

Todos estos obstáculos al Reino y muchos otros más, son responsabilidad humana, no divina. Si le
atribuimos a Dios alguna forma de exclusión, será falsa.
La suma de todos estos males y de todos los antivalores, perceptibles en nuestro trato, caben en la
expresión “posesión diabólica”, contra la que luchó Jesús, oponiendo a ella su Reino, como suma de
todos los bienes. ¡Esa es la gran lucha entre el bien y el mal! Luchar contra esas fuerzas oscuras,
implica en nuestra historia, un sinfín de procesos complejos y matices multitonales.

Expulsar los demonios, significa ir liberando las relaciones de antivalores que las contaminan y
envenenan a una sociedad. Aquí es donde necesitamos hacer exorcismos: desterrar miedos,
envidias, desconfianzas, rivalidades, traiciones, mentiras entre semejantes. De nuestro interior
salen todas las cosas malas que arruinan nuestra convivencia (Mc 7, 21) Exorcizar es sacar de las
relaciones todas las formas posibles de violencia.
La posesión diabólica era considerada como el mal supremo o mal total, porque sumaba:
opresión política, militar, económica, enfermedad, maldición, castigo de Dios, expulsión de la
sinagoga, exclusión social, impedimento de trabajo ¡La suma de todos los males! Ante los cuales el
“poseído” optaba por un estado de desconexión, como forma de resistencia.

Por eso el exorcismo era la liberación de todos esos males, pero el mismo tiempo demostraba la
inocencia de Dios respecto a la atribución de venganza o maldición. Al curar Jesús a un enfermo,
desaparecía todo pretexto de culpa y exclusión, convirtiendo a la persona liberada en terreno fértil
para recibir las semillas de una nueva vida.

3.3 El Antirreino

Muchas personas se han preguntado: Si Dios es bueno, ¿por qué existe tanta maldad en el mundo?
¿Por qué si alguien hace el bien, le va mal en algunas cosas? ¿Dios manda pruebas y sufrimientos?
¿Por qué si él existe, no hizo nada para evitar la desgracia familiar? Si Dios es poderoso, ¿por qué
no evita la maldad humana?

Jesús, al enseñar el Reino, responde a estos razonamientos tan comunes: Dios es bueno y su Reino
también, como la creación y todo lo que él hace. Pero la parte que le toca al hombre, es lo que falla.

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La humanidad no ha estado a la altura de su responsabilidad. Jesús lo explica por medio de la
parábola de la cizaña (Mt 13, 24-28) El mal, el egoísmo, el sufrimiento y el daño entre hermanos, se
sembró mientras dormían. Se durmieron, se descuidaron. No se dieron cuenta del momento en que
se sembró la maldad; cuando comenzó el prejuicio, la intolerancia, la mezquindad, la obsesión de
dominar a otros, abusar de ellos, la inmisericordia, entre familiares, amigos, compañeros, vecinos,
semejantes; entre estados y naciones. Los humanos llevamos en nuestro interior trigo y cizaña;
gracia y pecado; barro y luz.

El mal ha existido, y existe en diversos grados. “Satán” es el símbolo de ese mal contra la gente. El
mal es un virus que ataca sólo a los humanos, porque a Dios no lo puede afectar. Los seres
humanos contagiados por la maldad, sí podemos dañar la naturaleza, causando destrozos a los
habitantes del planeta.

La oposición al Proyecto divino consiste en la in-disposición al crecimiento de la semilla del


Reino sembrada en nosotros y evidenciada en nuestras malas relaciones con Dios y con los
demás, causadas por nuestra ceguera y nuestra ignorancia.
No existe gente buena y gente mala; amigos o enemigos del Reino, sino amigos de Jesús
dispuestos a servir en su Reino, y los que no lo están. Los opositores de facto, lo desconocen o no
alcanzan vislumbrarlo, por eso dañan las relaciones humanas. Pero aun entre estas actitudes. Los
“buenos” pueden hacer cosas malas; los “malos” hacen algunas cosas buenas.

En realidad, no hay verdaderos y auténticos hijos de Dios: Todos somos trigo y cizaña; barro y
gracia. Él lo sabe y nosotros también. Lo que importa es nuestra disponibilidad su voluntad. Es
necesario reconocer con humildad, que participamos de la misma condición que los demás; somos
hermanos y hermanas de barro; nos hermana el barro. La gracia divina no destruye la
naturaleza; sólo actúa sobre ella, y desde nuestro barro, justo ¡en el momento de relacionarnos
con otros seres de barro!

El barro dejará de ser barro, cuando superemos nuestra condición egoísta crónica; cuando al final de
nuestra existencia demos el salto cualitativo de la nueva vida en la resurrección. Cuando nos con-
figuremos totalmente a Jesucristo, en unión de todos nuestros hermanos y hermanas que
compartieron la historia, el tiempo, el espacio, la muerte y la resurrección. Hermanos de pascua
¡Comunidad Basilial! Hasta entonces el Padre Dios podrá repetir las palabras dedicadas a su amado
Hijo: “¡Éste es mi Hijo en quien pongo mis complacencias!”

La disposición a la Obra de Jesús se manifiesta en obras, se sella con la amistad de Dios y con
los demás, en un diálogo perene. Jesús se refiere a esto cuando narra la parábola del gran banquete
del Reino: no convidó a una persona, sino a una comunidad, aunque no tuvieran mucha conciencia
de serlo. Muchos son invitados, sin embargo, no todos están dispuestos a participar en él. Otros
invitados improvisados, aceptan y entran (Lc 14,1-24) Estos últimos sí dieron importancia a la oferta
del Anfitrión.

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No querer entrar al banquete del Reino, significa rechazar la con-vivencia, el con-partir los medios
materiales para una existencia digna. No participar en él, es adoptar relaciones marcadas por
antivalores de otros sistemas desiguales y excluyentes.

El sistema neoliberal capitalista global, es en esta etapa de nuestra historia, el principal signo
del antirreino.

3.4 Signos del Antirreino sistémico, estructural excluyente


Tienen que ver principalmente con el modelo neoliberal capitalista y estructuras nacidas de la
modernidad; dominantes y explotadoras de las grandes mayorías. Gobiernos al servicio del capital,
como un fin, empleando la fuerza y hasta las cárceles para contener a los disidentes que, además
nunca fueron consultados para la adopción de este modelo. Los intereses de la economía
globalizada exigen a los políticos, protección, que significa represión de la ciudadanía, o cuando
menos, lesionar sus intereses.
La casta neoliberal capitalista dominante actual, es hija del colonialismo y neocolonialismo, en los
que casi siempre las potencias del Norte sometieron a pueblos débiles del Sur. Las formas de
sometimiento y explotación han cambiado hasta hacerse más sutiles, pero ya son siglos de abuso y
trato desigual. Estos estados metrópolis, han hecho trizas las relaciones justas con sus antiguas
colonias, y aún siguen sacando provecho de ellas. El Dios de dominados y dominadores; de
poderosos y débiles, ha puesto leyes de amor, justicia y equidad, que los poderosos no han
respetado. El no haberlas respetado, traerá consecuencias, tarde o temprano, para los infractores.
La historia es joven aún: las generaciones venideras podrás comprobar estas verdades. Para
entonces ya no vivirán los dominadores de hoy, para aprender estas lecciones. Y habrán llevado a la
ruina a no pocos jóvenes convencidos que la acumulación de capital significa un éxito.
Primacía del dinero, del mercado, del capital, sobre el valor de las personas, comunidades y
ecología. Se trata del poder fáctico del 1% de la población mundial, controlando al resto, para
seguir acumulando más, y más riquezas. Esta minoría plutócrata es quien realmente rige sobre
gobiernos y naciones. No sólo ha concentrado la riqueza mundial, sino también el poder, a
través de autoridades locales. Es una dictadura financiera.
Este 1% va por todo el poder y el dinero, pasando por todos los recursos mundiales. Nuestra
generación es bi-neocolonizada, por este enorme poder fáctico sin alma. Ya está por encima de los
gobiernos, sobre todo de los más débiles, con apariencia de soberanos.
Esta oligarquía global no parte de la persona, del diálogo, del bien de los de abajo, de las grandes
mayorías excluidas; por eso su estrategia es controlar por la fuerza: va tras de los ejércitos y
corporaciones represivas, operadas por los gobiernos súbditos, a su servicio. Nos encaminamos a
una nueva esclavitud mundial, una dictadura que pretenderá tomar las decisiones globales
sin la participación del resto de la población, pero sobre todo buscando sus propios intereses
y no los del resto de la humanidad presente. Además de depredar los recursos de hoy, les
está robando su mañana a las generaciones venideras.
Es también la absolutización de lo material, como rector de la vida y regulador de las
relaciones sociales. Grandes desigualdades socioeconómicas. Inmoral acumulación de bienes,

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empobrecimiento de las mayorías. El materialismo y el consumismo se están imponiendo como
parte de la cultura capitalista global. Gran destrucción ecológica. Alteración peligrosa de la
naturaleza.
Desconocimiento a la dignidad de las personas y sus derechos. Desprecio hacia el ser humano.
Deshumanización.
Comercialización de las personas, reducidas a mera mercancía. Hasta la libertad de las
personas es ya un artículo de venta. Se compra la libertad en secuestros, amenazas penales,
cárceles, a cambio de dinero, propiedades, bienes inmuebles. Se comercia también con el cuerpo
humano, trata de personas, tráfico de órganos…
En algunas partes del mundo hay Estados autoritarios, crimen organizado e instituciones que
ya no sirven, sino que se sirven de la gente. Creciente población agraviada por las diversas
formas de violencia pasiva o activa, sobre todo a los más vulnerables, más pobres, a las mujeres,
a los jóvenes.
Ante esta situación absurda y caótica ¡urge una lectura diferente y más integral de la
realidad!, con nuevos referentes, a fin de que nos conduzca a soluciones más eficaces en la
búsqueda del bien común.
Una de esas lecturas, inédita en México, es el análisis que nos ofrece el Reino de Dios
propuesto por Jesús de Nazaret. Hasta ahora, el Reino de Dios se ha mencionado como una
cuestión religiosa o dogmática, reducida al ámbito de las iglesias cristianas. Sin embargo, se trata de
un megaproyecto altamente transformador. Es lo único que puede hacer contrapeso al
avance del destructivo y esclavizante sistema neoliberal capitalista. Este proyecto es
capaz de corregir el orden axiológico de la Creación: Dios, ser humano,
naturaleza.

3.5 El Reino se proclama en medio de conflictos humanos

Después que tomaron preso a Juan, Jesús fue a la provincia de Galilea y comenzó a proclamar la
Buena Noticia. Hablaba en esta forma: “El plazo de ha cumplido, el Reino de Dios se ha acercado.
Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva” (Mc. 1, 14-15; Mt.4, 15-17)
Según refiere San Marcos en su Evangelio, casi toda la vida del Joven Jesús estuvo marcada por
dificultades, incomprensión de sus seguidores y obstáculos externos a su acción liberadora. El
primer desafío lo constituye el escaso tiempo para llevar a cabo su misión. Su vida pública apenas
contó con tres años para iniciar procesos de enseñanza sobre su Evangelio del Reino, en

49
condiciones totalmente adversas. Jesús mismo envía a su discipulado, hombres y mujeres, como
ovejas en medio de lobos; para superar la adversidad, se requiere sencillez y audacia (Mt 10, 16)
Anunciarán el Reino gratuito y misericordioso (Mt 10, 8; 5, 45) Pondrán todo al servicio de ese Reino
(Mt 25, 14-19) Sus discípulos no entendieron su alcance, ni su aplicación en su tiempo y en sus
costumbres.
Los conflictos más frecuentes de Jesús con sus principales adversarios, los escribas, que se creían
“sabios y entendidos”, se suscitaban porque interpretaban a Dios (Escrituras) desde su óptica del
dinero que los hacía poderosos, abusivos y excluyentes (Mc. 11,18.27; 12, 28 s)
La estrategia de Jesús, ante las estructuras cerradas, no consistió tanto en provocar cambios
apresurados o artificiales en las personas, (aunque sí ataca frontalmente la ideología del poder de
dominio sobre la pobre gente) sino en cuestionar al pueblo y a sus seguidores, para que despertaran
y abrieran los ojos. Jesús pega arriba y sacude abajo. ¡Es altamente provocador!
Jesús invita a no tener miedo a los hombres (Mt10, 24-33) y nos enseña que toda acción
misericordiosa es señal del Señorío de Dios, la realice quien la realice: personas solidarias que
hacen la voluntad divina, aun sin saberlo, como lo explica el Evangelista Mateo (25, 31-40)
Todo esto nos va identificando, con-figurando con Jesucristo. La única tarea del discipulado
misionero, es seguir la vida del Reino, hasta que Cristo se forme en nosotros, as (Gal 4,19) y cuya
transformación, como comunidad mixta y eclesial, se alcanzará plenamente en la resurrección (2 Cor
4,14) Y mientras sucede esto, parecen inevitables los conflictos por seguir su Causa.
El Reino de Dios no es una devoción, sino un estilo de vida verificable en las relaciones
interpersonales: con Dios, con los semejantes y con la ecología. La relación ecológica es una
relación indirecta: con Dios, porque es el dueño de la Creación, y con los semejantes, con quienes
compartimos la estancia terrenal. La fidelidad a estas relaciones, traen también no pocas
dificultades.
Lo que Jesús, misionero del Padre hace, es corregir las relaciones fraternas entre los que pretendan
superioridad: “Todos ustedes son hermanos” y el que quiera ser mayor entre sus semejantes, será
su servidor (Mt. 23, 1-11) Vivir esto, provoca confrontaciones, empezando con nuestro propio ego.
Como ya expliqué, no podemos construir el Reino sin diálogo; pero tampoco habrá un buen diálogo
sin conocer a los interlocutores. Si el Reino de Dios no es algo subjetivo e intimista, entonces, no se
edifica sólo con actos religiosos. Si esta fuera la idea de Jesús, se la hubiese pasado rezando todo
el tiempo en la sinagoga, y no hubiera enviado a sus seguidores a la acción misionera. Esta manera
de pensar, le acarreó también muchas dificultades.
La situación del pueblo de Israel era desesperante: había pasado prácticamente casi toda su historia
oprimido y explotado por regímenes poderosos extranjeros, mientras los profetas alentaban su
esperanza con el anuncio de un Salvador. ¡Un Salvador que nunca llegaba! El anhelo de un cambio
nacional, las expectativas de una vida libre y en paz, mantenían la existencia de un pequeño resto,
los pobres de Yahvé. Pero los demás cayeron en la desesperación. Los tiranos siempre han
regateado los cambios favorables al pueblo. Por eso son tiranos; favorecen el estado de cosas que
conviene a sus intereses. La lucha por cambiar estas estructuras, representa así mismo amenazas.

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Contra toda esperanza de los sectores periféricos, Jesús anuncia la cercanía del Reino
esperado, capaz de responder a las más altas aspiraciones de vida digna para todos. Para El
Joven galileo, su propuesta era el cambio esperado. El problema era y sigue siendo válido para la
actualidad: ¿Cómo creer en la eficacia del Reino, en medio de tanta barbarie y ceguera? ¿Cómo
aventurarse a un proyecto así, ante tanta corrupción, impunidad e injusticia? ¡Qué duro es creer en
la Soberanía divina, frente a tantas tiranías!
Para Jesús, era urgente anunciar la Soberanía de su Padre ¡precisamente en plena crisis nacional!
No había motivo para postergar este anuncio. El anuncio del Reino en tiempos de crisis, resulta un
acto subversivo y peligroso para las estructuras dominantes. Este solo hecho, expone a Jesús, cada
vez más fichado por el centro poderoso de Jerusalén.
A diferencia de los profetas anteriores, incluido Malaquías, (el último de ellos que habían denunciado
crímenes y dibujado una esperanza) Jesús asegura que, sí hay maldad humana, pero que hay
también bondad en el corazón humano, y que los pecadores pueden cambiar. Con esta reserva de
bondad de todo ser humano, y con este inventario de cosas buenas que existen en la
humanidad ¡se puede construir una nueva sociedad! Sólo hay que creer que se puede. ¡Y
esa es otra dificultad! Hay casos en que no creemos ni en nosotros mismos; en que las
cosas puedan ser de otra manera.
Nuestro Reino esperado siempre se dará entre dificultades, entre sombras.

4. Relaciones basiliales vitales


4.1 Reino, Familia y sociedad
El amor es el calor regio fundamental en la familia. Dios es la fuente del amor; El mismo es amor.
Para los cristianos, la Trinidad divina es el modelo de amor comunitario, familiar, fuente de todo
amor.
De Dios se desprende el amor entre la pareja; se empieza a tejer la unidad en la diversidad de dos
personas diferentes. El Matrimonio sella la permanencia, consolida el vínculo que acogerá a los
miembros del núcleo familiar, el primer nicho amoroso de la sociedad, escuela de la vida, de
humanización, de las buenas relaciones de convivencia.
La familia es una oportunidad para conocernos y aceptarnos, practicar la tolerancia; nos permite
crecer juntos con respeto y libertad, contemplando lo que Dios va construyendo en cada uno, en
apertura a los diferentes, afianzando a la vez la propia identidad.
Jesús es para la familia, la epifanía o manifestación de las relaciones de la Divinidad Trinitaria.
4.2 Reino y relaciones políticas

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Hablar de política, es entenderla en sentido partidista, pero también, como el bien común, es
decir no para una parte de la sociedad, sino para la totalidad de ella. La política indica, ¿quién toma
las decisiones?, ¿en favor de quién?, ¿cómo? ¿Con qué?
Hay diversas formas de ejercer la política, siendo la mejor la democracia, en la que se socializa la
información y las decisiones; pero existen vicios relacionales políticos, entre el poder y la ciudadanía,
como el autoritarismo, el paternalismo, la dictadura, la oligarquía, la anarquía.
La relación más positiva entre gobierno y gobernados es la democracia, porque supone igualdad,
inclusión y servicio. No existe la democracia perfecta, pero se puede ordenarla al Reino de Dios:
redefiniendo a los interlocutores, procurando condiciones dignas de diálogo, objetivos enfocados al
bien común, espíritu de servicio en la autoridad, reconociendo la dignidad de las personas y sus
derechos; y de corresponsabilidad por parte de la ciudadanía.
De cara a las demás naciones, las relaciones exteriores son una oportunidad para hermanar pueblos
y conjuntar esfuerzos, en el marco de los valores universales y la cooperación internacional.,
4.3 Reino y relaciones económicas
Urge corregir la axiología capitalista de: dinero-dios-gente-ecología, por: Dios-gente-dinero-ecología.
Es imperioso al mismo tiempo, reconocer estos interlocutores de la economía, procurando una sana
ubicación existencial, así como una aceptación inteligente de lo que somos cada persona. Se
impone una justa distribución de oportunidades académicas, laborales, artísticas, recreativas,
espirituales, efectivas, que superen un nivel de subsistencia, garante y s de una vida digna, de
calidad, tanto en lo individual, como en lo colectivo; para esta generación y para las venideras.
Cuidar nuestro planeta y administrarlo para el bien común, es responsabilidad de todo terrícola.

4.3.1 Propiedad y Reino


El concepto bíblico y cristiano de propiedad se desvirtuó con las teorías de John Locke del siglo
XVII, quien afirmó la “inviolabilidad de la propiedad privada”. El capitalismo usurpó el lugar de
propietario divino para construirse en propietario absoluto. Dios nunca ha pedido nada para sí,
porque es dueño de todo y no necesita de ningún tribunal que lo declare propietario único de todo. El
efecto positivo es para los humanos quienes somos sólo usuarios y administradores
corresponsables.
La propiedad se ha vuelto un elemento central del pensamiento político liberal; como medio no como
fin. Es un factor inseparable de la libertad.
La propiedad en sentido capitalista vino a suplantar la libertad individual, en caso de controversia
entre ambas.
El administrador creyente acepta que Dios es el único dueño; que las personas son usuarias y los
que tienen son facilitadores de recursos, con un interés social. Por cada rico hay miles de
empobrecidos.

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4.3.2 Espiritualidad del consumo.
La religión se puede llevar con la ideología capitalista, pero la fe no. En el consumismo se puede
practicar cómodamente una religión, pero sin una espiritualidad auténtica basada en la fe que
compromete todas las relaciones. En el consumismo no hay espiritualidad, pero sí en el consumo.
Existe la espiritualidad del consumo racional. El capitalismo erosiona la vida en todas sus formas, en
todas sus relaciones, con Dios, con los semejantes, con la ecología.
La espiritualidad del consumo tiene que ver con la sabiduría; es darse cuenta de nuestra condición
transitoria, de nuestra indigencia existencial y dependencia divina, de nuestra capacidad para utilizar
de los bienes materiales, que somos parte de una familia humana con quien podemos compartimos
esos bienes. La espiritualidad del consumo supone que no podemos todo lo que existe, pero si algo
de eso se atraviesa en nuestro camino, lo podemos disfrutar según nuestra capacidad, y sin apegos,
dejarlo dejo ir, por bien de mi libertad y para beneficio de otros semejantes. Los bienes son un
estímulo pasajero en nuestro camino. Los bienes nos gratifican, pero no tienen por qué llevarnos a
vivir para ellos, en función de ellos. Nos gratifican, nos dan vida, y ya. Si no roban nuestra libertad y
cumplieron su función de recrearnos, los bienes se quedan, pero yo siempre sigo mi camino por que
la fe me dice que esta vida es bella, pero que algo mejor me está esperando en la dimensión plena
del Reino de Dios, desde hoy y en la vida eterna.
4.4 Reino y relaciones ecológicas
El Reino se construye con relaciones interpersonales, pero en el entorno
ecológico, en tanto cuanto constituye el medio indispensable para existir en
la vida terrena.
Aunque la Naturaleza no es persona, sí es el gran espacio vital compartido,
que exige una responsabilidad común. Ella está viva, es interlocutora. En
indispensable conocerla para tener con ella, una relación adecuada. Del tipo de relación que
tengamos con Dios (único dueño de todo) y con los semejantes, dependerá nuestro tipo de relación
con la Naturaleza. Si yo considero a los demás como extraños, rivales compradores o poseedores
de ella o de sus bienes, y no como hermanados acompañantes del camino existencial, entonces
abusaré de esos bienes; o lo peor: me gastaré mi única vida terrenal, en acumular cosas.
La Creación no se posee; los bienes de la Tierra están destinados a la humanidad en tránsito, al
bien universal, al bienestar personal y comunitario, al bien común. La felicidad no consiste en tener,
sino tener con libertad lo necesario, sin adicciones de poseer y acumular; sobre todo, compartiendo
la vida, el amor, los bienes materiales, especialmente con las víctimas del capitalismo: excluidos,
pobres, indígenas, mujeres, jóvenes, trabajadores explotados...
Nadie puede adueñarse de la Naturaleza: cuando nacemos, ella ya estaba; cuando morimos, ella se
queda. Todo título de propiedad, por muy legalizado que esté, es una ilusión, una convención. La
muerte se encarga de cambiar nuestra condición de "dueños", a indigentes. Nos vamos como
llegamos ¡sin nada!
Lo peor no es eso, sino el desperdiciar vilmente la ¡única vida! en juntar cosas que no son, ni serán
nuestras. El que se empeña en poseer más y más, se autodestruye. No importa si uno es un
capitalista pobre o un magnate, ambos son las primeras víctimas de este sistema.

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El sistema neoliberal capitalista es la principal amenaza contra la naturaleza, a través de las
privatizaciones que han hecho creer que es moral, ético, permitido por Dios, el poseer para
acumular, habiendo tanto empobrecimiento y desigualdad; tanta destrucción ecológica. A las
compañías transnacionales y al capital financiero, no le importa nada la ecología. De hecho, los
empresarios están adaptados a esa "convención" que es la propiedad privada, independiente del
compromiso social y religioso. Casi la totalidad del 1% que posee la mayor parte de la riqueza
mundial se dice religioso: judíos, musulmanes, cristianos.
Dios nos prestó los bienes de la Tierra para tener una vida digna, humana, de calidad. Somos
responsables de cuidar la Naturaleza, a beneficio de los estamos y de los que vendrán. A propósito
de pensar en los que vienen, los norteamericanos tienen algunas costumbres ejemplares de buena
educación. Una de ellas, es la de pensar en los demás, cuando se usa un lugar común. Esta buena
práctica se observa en fiestas y reuniones; en las iglesias y en las oficinas; en las casas y en todos
lados. Hay conciencia de que hay otros que ocuparán las cosas, ese sitio, y entonces, hay que
dejarlo limpio, ordenado y abastecido.
¿Por qué esta buena práctica no se aplica en el capitalismo? ¿Por qué cuesta trabajo entender que
el planeta Tierra es de todos los seres humanos, los de ahora y los del futuro? ¿No es más fácil usar
lo necesario y disfrutar de las cosas, libremente? ¿No es una esclavitud el vivir para una
administración acumulativa? ¿No sería mejor una explotación racional, ecológica de la Naturaleza,
de acuerdo a las necesidades humanas reales, y no del mercado?
Es el espacio vital donde nos encontramos y relacionamos con Dios y con nuestros semejantes, una
estancia de vida de todos y para todos y todas.
La Tierra está dañada de muchas maneras: La pretensión de expropiársela al dueño original y único
que es Dios, nos perjudica impide la corresponsabilidad de todos, y sí en cambio, provoca mal uso y
abuso de los bienes comunes.
Urge un cambio radical en la manera de relacionarnos con la naturaleza;
Relación capitalista, propia de una visión desacralizada, divorciada del Creador y su finalidad que es
dar vida. La ética nos apremia a superar la relación extractiva, consumista tan generalizada.
Los que disponen irracionalmente de los bienes de la Tierra, están robando a las generaciones
venideras su derecho de usuarios generacionales.
Los gobiernos que avalan el uso y abuso de las compañías trasnacionales son cómplices de
privación del derecho ecológico que tiene todo ser humano por el simple hecho de nacer aquí.
Derrochar la naturaleza para convertirla en dinero es una insensatez irresponsable que debemos
parar.
Todos ocasionamos pequeños daños ecológicos, por lo mismo todos debemos comprometernos a
no hacerlo y a cuidar de la salud ecológica.
La naturaleza no es persona, pero es signo y mediación de muchas personas relacionadas con ella:
desde su mismo Autor quien creo esta naturaleza portentosa para todo el género humano, para
nuestra vida integral. A él no lo vemos, pero lo descubrimos a través de su obra con dedicatoria

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amorosa. La creación es un código de sabiduría y amor para la humanidad. Otras presencias
personales son de los que nos han legado su producción como usuarios del mismo espacio. Sus
vestigios son palabras de interlocución con los habitantes de cada época.
Los empobrecidos son los primeros damnificados por el mal uso y abuso de “La casa que
compartimos” (Para Francisco).
La ecología también está en crisis. Por lo tanto, se necesita una educación ecológica integral,
científica y religiosa.
Dentro de una sana ecología globalizada se entendería que la propiedad es de Dios la
administración es colectiva encargada a modo de estafeta a las nuevas generaciones.
Recursos físicos: (ríos, bosques), espaciales (mares, y otros espacios), Digitales (ciberespacio,
software), Culturales (arte, literatura, matemáticas), Espirituales (valores espirituales universales),
Vitales (agua, aire, fuego y tierra).
No es moralmente permitido cercar o privatizar lo que es propiedad de Dios y patrimonio ecológico
de la humanidad, de ésta y de las generaciones venideras.
4.5 Reino y derechos humanos
Ante el avasallamiento de poderes políticos y fácticos dominantes, locales y
transnacionales, surgen los Derechos Humanos como defensa de sus abusos
y como oportunidad para garantizar condiciones de reconocimiento a la
dignidad de la persona humana, y unas relaciones justas, respetuosas,
igualitarias, incluyentes y pacíficas.
Los derechos humanos son un reconocimiento a la dignidad de la persona humana y sus
prerrogativas, pero también son una base sustantiva del bien común personal y colectivo. Los
derechos humanos representan un coto al creciente poder de dominio manifestado a los poderes
político y financiero muchas veces opuestos al bienestar y la vida plena de los seres humanos.
Cada persona es una unidad bio-psico-social-espiritual. Cada uno de estos aspectos, supone un
derecho para ser posible su desarrollo integral. Hay tantos derechos, cuantas áreas de realización
existan; las personas tienen posibilidad de vivir individual y colectivamente, cada posibilidad es un
derecho.
Los DDHH son el mínimo de justicia, como antesala de la deshumanización. Sin los DDHH, lo que
sigue es la barbarie. Podemos medir el nivel de civilización de un país, no por sus declaraciones en
favor de los DDHH, sino por su práctica real de ellos.
Los DDHH se refieren a las capacidades básicas, fundamentales, de las personas, que merecen
estar protegidas de manera institucional, y desde luego por la contraloría social.
Los DDHH son ya un movimiento global que va creciendo, sobre todo entre la sociedad civil. Todos y
todas tenemos la obligación de reconocer y respetar los DDHH.
Después de una etapa crítica de las dos guerras mundiales, y con ellas, el desmoronamiento, de los
elementos básicos que sostenían Occidente, se configura la ONU con un eje innovador: los DDHH

55
en más de 60 años, han ido entrando lentamente en las diversas legislaciones, en las conciencias
humanas, y más lentamente en los Estados, en las áreas de seguridad.
Hoy la ciudadanía ha crecido más en la conciencia de los DDHH, pero no existe aún una cultura
sobre éstos. Estados y ciudadanía los aceptan, pero no los practican plenamente. Falta aún que,
gobiernos, políticas públicas, iglesias, ejércitos, ajusten sus estructuras a estos conceptos.
No es suficiente que se reconozcan, es preciso inculcarlos, promoverlos, como principios cotidianos;
urge educar en la comprensión y en la práctica de estos principios de convivencia humana, civilizada
hasta lograr una verdadera cultura de los DDHH.
Hay poderosas resistencias a los DDHH, por fuertes intereses económicos, políticos, por prejuicios
culturales y la inercia bárbara de vicios relacionales ancestrales.
Hoy podemos afirmar que el centro de tensión de los DDHH radica en dos polos: la dignidad de la
persona humana y sus derechos, y por otro el dinero, el capital financiero y el mercado.
Optar por los DDHH, no sólo significa firmar leyes nacionales o tratados internacionales en la
emisión de documentos declarativos como lo hace el gobierno de México. Lo importante es
cumplirlos, comprometerse decididamente por convicción a practicarlos; urge inculcar esta buena
práctica como camino para superar estructuras nocivas del poder dominante y abusivo. La
legislación debe ser concomitante de condiciones reales que permitan el pleno ejercicio de todos los
derechos individuales y colectivos.
Esta formidable tarea se podrá alcanzar a través de sinergias, acciones concertadas,
interinstitucionales, en procesos de visión y acción.
Poco a poco se va clarificando la imagen del Dios de los DDHH en sectores religiosos y no
religiosos, porque esa concepción divina ha estado a diversas interpretaciones, según los intereses
humanos.
La mayoría coincidimos en la pertinencia de la libertad o la igualdad de acceso a la justicia, pero hay
divergencia respecto a las interpretaciones concretas; diferencias entre un valor, un derecho, y su
aplicación específica.
El avance de los DDHH a través de la historia se ha dado en confrontaciones con poderes
autoritarios, dominantes, fácticos y no fácticos.
4.5.1 El Reino de Dios como cimiento de los derechos humanos
El Reino de Dios es un sistema integral de relaciones interpersonales (humanas, divinas, físicas,
morales) impulsadas por valores universales, evangélicos, como la justicia, la verdad, el amor, el
respeto, la igualdad, la inclusión, la solidaridad... Las relaciones interpersonales son el campo
privilegiado y la clave para analizar e interpretar la Biblia y la sociedad actual, así también el
diagnóstico de un México de relaciones rotas y enfermas constatables cotidianamente.

AXIOLOGÍA DEL REINO DE DIOS, una jerarquía de valores:

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Dios
Ser humano
Dinero, cosas materiales, poder (como servicio)

Signos de los tiempos, son:


• impactantes fenómenos sociales, culturales, generalizados que caracterizan una época,
expresando necesidades y aspiraciones profundas de la humanidad.
• Universales, se encarnan en las realidades históricas, son típicos, indican tiempos mejores,
despiertan el consenso colectivo, se orientan a la esperanza y son irreversibles.
Principales signos actuales
• -Migración, como señal de un cambio época, cultural, estructural; como el surgimiento de
nuevas identidades, nuevas relaciones, nuevas espiritualidades. Está surgiendo una nueva
conciencia social al paso de migrantes.
• -Reubicación de la mujer en la escena mundial. Emancipación y búsqueda de su lugar en la
sociedad y en la historia. La humanidad no ha conocido una época en la que se integre el don de ser
mujer, en forma natural, como producto de la educación, de una cultura equilibrada, sabia.
• -Pluralismo cultural. Siempre ha existido, pero, los poderes presionaban hacia la uniformidad
y el control de la educación. Hoy se ve la diversidad como una riqueza inter accionable y natural,
como un derecho.
• -Anhelos de cambio y democracia. La cultura autoritaria está en crisis; hay fuertes
aspiraciones democráticas, movilizaciones y luchas por parte de la sociedad civil que exige un
cambio.
• Ecología amenazada, y en algunas regiones, tan destruida por el capitalismo, hoy está
defendida por la sociedad civil y algunos Estados conscientes.
Todos estos signos están en tensión y se están dando en hondos procesos que alcanzan hasta las
mismas identidades. ¡Se está removiendo todo! Nuestro mundo, hoy, es un mundo mutante.
Cambiamos visiones, cultura, estructuras.

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Conclusiones.

El Reino de Dios es un sistema de relaciones con Dios, con las personas físicas, morales y con la
Naturaleza; el sistema más complejo, de magnitud inconmensurable jamás imaginado; escapa a la
total comprensión humana, pero que, no obstante, se puede conocer lo suficiente como para
entenderlo y vivirlo siempre y en cualquier lugar. Consiste en una visión integral y trascendente de la
vida, de las relaciones con Dios, con los semejantes, con el cosmos, que suscita acciones
congruentes, que nos configura como la Comunidad Mayor.
Es un ordenador natural que rectifica la axiología humana: Dios-Ser humano-cosas materiales. Es
un espacio universal de solidaridad fraterna. Es el mejor programa de cambio en todas direcciones y
niveles, en favor del bien común, de la gran Familia Humana.
Es sobre todo la clave de interpretación integral; el principio para leer la vida, la existencia toda,
desde la mirada de Dios, liberándonos de interpretaciones egoístas o parciales. Es una lectura

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desde la justicia y el amor inmenso del Dios de todos, a fin de que le demos una respuesta
quirúrgica, a una exigencia precisa de Dios, centrada en las relaciones interpersonales. El, espera
cada día que le digamos como van nuestras relaciones; no si lo queremos mucho y lo adoramos y
rezamos mucho, pero no hacemos lo que Él nos dice. Responder a lo primero es la fe; lo segundo es
religión. Llevamos dos mil años rezando y la gran mayoría de bautizados, ni lee la Palabra de Dios,
ni sabe que es el Reino de Dios. Todos estamos invitados a entrar al Reino de Dios, por medio de
Cristo, desde la solidaridad con los pobres: Al Reino, todos, todas, por Cristo, desde el pobre.
El Señorío de Dios acontece en todo acto de misericordia humana, como respuesta a las
necesidades materiales, emocionales, espirituales, sociales, legales, del ser humano, como individuo
y en colectividad.
La espiritualidad del camino que nos inculca el Reino es una vuelta a la originalidad, a la esencia del
mensaje de Jesucristo, sin alteraciones, ni justificaciones de nuestra vida a modo. Seguirla, significa
estar dispuesto a llevar ya, un nuevo estilo de vida relacional, integrada, superando actitudes
infantiles, inmaduras, acríticas, irresponsables y cobardes. Significa buscar una transformación
integral, personal y social; estar adaptando siempre nuestras relaciones, a la persona de Jesucristo.
Para poder comprender el Reino es indispensable ponerse en camino, experimentarlo;
aceptar nuestra condición de andante, de indigente existencial y desprenderse de lo innecesario
para poder transitar libremente. El pasaje de los discípulos de Emaús es impresionante: Gente que
había estado con Jesús, escuchándolo y conviviendo con él, ¡no lo había entendido! Sólo en el
camino, los dos discípulos, pudieron repasar con Jesús todos los pasajes de la Escritura que se
referían a él.
El “camino”, más que un lugar geográfico, es una disposición interior que se refleja en nuestro trato
personal; una aceptación serena de nuestra indigencia ontológica y existencial ¡Estamos de paso!
Nada nos llevaremos cuando partamos. Aceptémoslo, por más que hagamos cosas o tengamos
cosas, nuestra plenitud como individuos, depende de Dios y de los demás. Las cosas se quedan,
Dios y nosotros seguimos juntos.
Proseguir la causa del Reino de Dios: conocer y aceptar a los interlocutores, comenzando por uno
mismo, definir las relaciones de acuerdo al bien de nuestros semejantes y no de nuestros intereses
personales, procurar una visión abierta e incluyente de la diversidad humana, comprendiendo sus
misteriosos y complejos procesos existenciales. Supone también adoptar la axiología basilial: Dios,
ser humano, dinero, cosas materiales.
Estamos hablando de un cambio de mentalidad total, aunque se dé en procesos lentos y complejos,
pero guiados siempre por el Espíritu del Reino. El Espíritu Santo es el gran Maestro que nos va
educando basilialmente; va educando nuestras relaciones. Si nos atrevemos a experimentar el
camino, nos vamos a ir identificando con el que es el Camino. Y entonces, viviremos para ese gran
proyecto, que inicia con la atenta escucha, hasta alcanzar una identidad basilial. ¡En eso consiste
exactamente la santidad! Es más santo quien mejor se relaciona.
Los conflictos o disfunciones relacionales no se arreglan dejándole toda la responsabilidad a Dios,
rezando solamente. Hay que construir buenas relaciones con todos y reconstruirlas con quienes
tenemos dificultades, o modificar las estructuras inhumanas e injustas.

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Jesús se refería a la conexión entre relación humana y culto: “Si cuando vas a poner tu ofrenda
sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda
sobre el altar y ve primero a reconcíliate con él; luego vuelves con tu ofrenda.” (Mt. 5, 23-24)
Urge que el discipulado y misión de toda persona bautizada, se centre, no sólo en la persona de
Jesucristo, sino y sobre todo, en su misión, el Reino, destino último de la redención. Es preciso
promover una cristología basilial; nunca más un Cristo sin su Reino.
Porque nos hemos quedado pasivamente, como queriendo hacer tres tiendas (Lc, 9,33), o nos
quedamos mirando al cielo (Hch. 1,11), o nada más diciéndole: “Señor, Señor”. O lo queremos ver
en todos lados, menos donde nos citó para iniciar una vida nueva (Mc.16,7). Su Padre, ya no está
encerrado en el templo para hallarlo sólo ahí y rendirle culto, sino también en calles, hogares, en
todo sitio donde se relacionen seres humanos, donde lo adoremos en espíritu y en verdad (Jn.4, 23-
24).
El Papa y los Obispos reunidos en Aparecida, Brasil, declararon al Continente Americano en
ESTADO DE MISION, y si bien es cierto que mencionan varias veces el Reino de Dios, URGE QUE
EL DISCIPULADO Y LA MISION SE CENTREN PRECISAMENTE EN EL REINO DE DIOS.
¿De qué serviría darle culto a Jesucristo si no le obedeciésemos en lo principal que nos manda? El
Maestro que enseñó en parábolas, no quiere que seamos de los oyentes que, viendo no ven, y
oyendo no entienden (Mt. 13, 13), sino de los bienaventurados que sí oyen y entienden (Mt. 13,16-
17).
¡Pobre de Jesús! Después de dos mil años no ha logrado que comprendamos su Reino, ni en su
vida terrena, ni después de su resurrección (Hch.1, 3-8) Si hiciéramos una encuesta entre los
diferentes miembros de la Iglesia, acerca del conocimiento del Reino de Dios, además del
desconocimiento, hallaríamos las más variadas versiones. La mayor evidencia del tremendo
descuido en la evangelización, es la ignorancia casi generalizada acerca de Jesús y su Reino.
Es urgente por parte de la Iglesia católica y de las Iglesias cristianas realizar un sínodo, reunión,
asamblea, tejida desde abajo, desde las periferias, para tratar exclusivamente el tema del Reino de
Dios, con el objetivo de ajustar todas las estructuras de las Iglesias cristianas, al Reino de Dios, y
motivar a los países cristianos a hacer lo mismo.
Reflexiones últimas
Así como todas las instituciones, leyes… se deben adaptar a los derechos humanos, así también la
Iglesia toda, debe ajustarse al Reino de Dios, con todas sus consecuencias. La Iglesia tiene que
redefinir todo su ser y quehacer desde la perspectiva del Reino de Dios, como lo único absoluto.
PARA IR CONSOLIDANDO EL REINO DE DIOS:
NO BASTA CREER EN ÉL;
NO ES SUFICIENTE REZARLE;
ES INÚTIL ESPERAR QUE NOS CAIGA DEL CIELO;
¡EL REINO PERTENECE A LOS QUE LO ARREBATAN!

60
A LOS QUE ESTÁN LUCHANDO SIEMPRE
CONTRA LAS FUERZAS EGOÍSTAS DEL ANTIRREINO.
EL PRIMER ENEMIGO A VENCER ¡ES UNO MISMO! ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS MISMOS
El GRAN DILEMA DE LOS HUMANOS, DE LOS CREYENTES, ES ESFORZARNOS POR ENTRAR,
PARTICIPAR EN EL REINO DE DIOS;
LA GRAN DECISIÓN, POR PARTE DE DIOS, ES DEJARNOS ENTRAR, UNA VEZ QUE
NOSOTROS, EN VIDA, NO OPTAMOS POR SU PROYECTO, POR LA CONVIVENCIA
FRATERNA, POR LA JUSTICIA, POR LA MISERICORDIA.
TENEMOS TODA LA VIDA PARA APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES DE PARTICIPAR,
ENTRAR EN ÉL.
PERO DIOS ESTÁ EN SU DERECHO, DE CERRARNOS PARA SIEMPRE LA ENTRADA.
PARA SER MÁS CLAROS: ¡NOSOTROS MISMOS NOS CERRAMOS LA ENTRADA!

AL REINO PODEMOS ENTRAR TODOS,


POR JESUCRISTO,
DESDE EL POBRE, EL PEQUEÑO, EL EXCLUIDO, EL VULNERABLE.

FUENTES DE INSPIRACIÓN Y REFERENCIA

1. SHÖKEL, Luis Alonso, Biblia de Jerusalén, Española, de Nuestro Pueblo.


2. Equipo Bíblico Claretiano (Félix E. Cisterna), Les hablaba del Reino, Colección Palabra
Misión, Ed. Claretiana, 2004.
3. BRAVO GALLARDO, Carlos, S.J, Jesús Hombre en conflicto, El relato de marcos en
América Latina, CRT, UIA, México, 1986.
4. Aparecida, Documento Conclusivo, V Conferencia General del Celam, Cem, 2007.
5. NOLAN, Albert, ¿Quién es este hombre? Jesús, antes del cristianismo, Sal Terrae,
Santander, 1981

61
6. PAGOLA, José Antonio, Jesús, Aproximación histórica, PPC, 2008
8- BOFF, Leonardo, Jesucristo y la liberación del hombre, Cristiandad, Madrid, 1981
9- JEREMÍAS, Joachim, Jerusalén en tiempos de Jesús, Cristiandad, Madrid, 1977
10- SCHILLEBEECKX, Edward, Jesús, La historia de un viviente, Cristiandad,
Madrid, 1981
11-TUNC, Suzanne, También las mujeres seguían a Jesús, Sal Terrae, Santander, 1999
12- GARCÍA DE ALBA, Juan Manuel, S.J. Cristo Jesús, Conocerlo, amarlo, seguirlo, Guadalajara,
Jal.2009, Séptima edición.
13-CASTILLO, José María, El Reino de Dios, por la vida y dignidad de los seres humanos. Desclée
de Brouwer, Bilbao, 1999
14- SOBRINO, Jon, Jesucristo Liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret, Trotta,
Madrid, 1991
15- BOFF Leonardo, Jesús Cristo Libertador, Ediciones Cristiandad, 1981
16- BOFF Leonardo, Ecología, grito de la Tierra, grito de los pobres. Ed. Trotta, Madrid, España,
1995
16- MESTERS, Carlos, Las parábolas de Jesús, Estella, Verbo Divino, 2005
17- CABARRÚS, Carlos, La mesa del banquete del Reino, criterio fundamental del discernimiento,
Desclée de Brouwer, Bilbao, 2003
18- SCHACKENBURG, Rudolf, Reino y reinado de Dios, Fax, Madrid, 1967
19- MACCICE KURI, Camilo,
20- GONZÁLEZ FAUS, José Ignacio, Clamor del Reino. Ed. Sígueme, Salamanca, 1982.
21- JUAN PABLO II, La misión de Cristo redentor. Ediciones Paulinas, México, 1991
22- GUTIÉRREZ, Gustavo, En busca de los pobres de Jesucristo, Ed. Sígueme, Salamanca, 1993
23- SCHILLEBEECKX, Edward, Jesús, la historia de un viviente, Ed. Cristiandad, Madrid, 1981
24- RATZINGER Joseph, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Ed. Planeta, México,2007
25- KAYLOR, R. David, Jesus the prophet, his vision of the kingdom on Earth, Louisville, KY,
Westminster-John Knox Press, 1994.
26- GUTIERREZ Gustavo, Teología de la liberación, Perspectivas. Lima (CEP), 1971
27- LOUIS Julio, Cristología en la Teología de la liberación en Ellacuria, Sobrino Jon. Conceptos
fundamentales de la teología de la liberación, Trotta, Madrid, España, 1990.

62
28- RICHARD Pablo, El movimiento de Jesús antes de la iglesia, Salterrae, Santander, España,
2000
29- SEGUNDO Juan Luis, La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazareth, Saterrae,
Sandander, España, 1991.
30- SOBRINO Jon, Cristología desde América Latina, Ediciones CRT, México, 1976.
31- TEPEDINO An María, Las discípulas de Jesús, Ed Narcea Madrid, España 1994.
32- IAN BRADLEY, Dios es verde. Cristianismo y medio ambiente, Sal Terrae, Bilbao, España, 1990

SEMBLANZA PERSONAL (para la solapa interior del libro, con foto del autor, de tamaño discreto)
Mi vida cristiana se ha centrado desde la fe, en la humanidad. Desde mis estudios de seminarista he
buscado el conocimiento, la comprensión acerca de los seres humanos. Mi pasión ha sido
contemplarlos, analizar su vida, a través del tiempo, el espacio, circunstancias, situaciones de calma
o presión, en su bondad y en su maldad; incluso desde mí mismo. Elegí estudios que me habilitaran
en la comprensión de mis semejantes: Filosofía, Teología, Artes, Historia, Psicología.
Cada área humana donde he estado, me ha permitido observar realidades complejas, dinámicas,
fragmentadas, con las cuales he podido construir una visión más unitaria, más integral, de lo que
fuimos, de lo que estamos siendo en esa mutación imparable de nuestra existencia.

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Llevado por mi enorme interés, me fui metiendo a diversas realidades, sin importarme si me
gustaran o no, si eran peligrosas, o afectaban mi prestigio personal. Decidí invertir tiempo y los
escasos recursos con los que contaba, con tal de asomarme a las diversas formas de vida, a los
rincones de nuestra existencia. Todo esto fue ampliando mi visión y fue formando mi disposición a
servir sin poner condiciones, sino aceptando a los demás como son.
Y entonces, conocí muchos mundos, diferentes, intensos, fascinantes: Grupos de ultraderecha
(Yunque, Muro, Fua), indígenas (pastoral indígena con tsotsiles, otomíes, mixtecos, chatinos,
zapotecos…) personas ricas, personas pobres, presos, hombres y mujeres (pastoral penitenciaria en
Lecumberri, Santa Martha Acatitla, Cárcel de Mujeres, Ixtapalapa, San Cristóbal de las Casas, Chis,
Oaxaca, Istmo de Tehuantepec, Miahuatlán) Alcohólicos Anónimos (como aliado) Vida Religiosa
(como discente, docente, colega de misión con órdenes, congregaciones, institutos seculares,
uniones pías) Comunidad LGBTTTI (pastoral de acompañamiento por parte de la Comisión
Episcopal de Laicos) Otras personas de Iglesia (desde afuera y desde abajo; como autoridad
eclesiástica, desde adentro y desde arriba (como Asistente de la Acción Católica Mexicana, Decano,
Consejo diocesano de pastoral , Consejo Presbiteral, Coordinador de la DPMH del Episcopado
Mexicano) Obispos, religiosas, os, sacerdotes profetas del posconcilio, Migrantes (EEUU, 1971,
2005-2016), Movimientos juveniles, Ámbito universitario (como alumno, profesor, conferencista,
proyectos académicos) Grupos de Sacerdotes casados (retirados, o en funciones) Movimientos
familiares (Pastoral familiar con M.F.C., FEF, grupos diocesanos) Hospitales (pastoral hospitalaria
(en México y EEUU) Artistas de diversos géneros, ONG´S, Activistas (El primero que recuerdo fue
César Chávez, en El Paso, Tx.) Comunidades religiosas Cristianas Evangélicas (Comunidad
Teológica Unida) Experiencias inter religiosas con: Judíos, tibetanos, musulmanes, Iglesias
Cristianas de Oriente. Un sector que fue clave en mi configuración personal, son las mujeres, mis
maestras, aliadas, mi inspiración.
Algo que me marcó para siempre y me hizo ver la vida cristiana de otra manera, fue la convivencia
con la Teología latinoamericana, de la Liberación y con pastores proféticos como: Camilo Maccise
Kuri, Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruíz, José Llaguno, Bartolomé Carrasco, Arturo Lona Reyes,
Sergio Obeso, Manuel Talamaz, Álvaro Ramazzini, y muchos más. El encuentro con Óscar Arnulfo
Romero en San Salvador, unos meses antes de asesinarlo, serpa para mí inolvidable. ¡Un profeta
valiente movido por el amor; gran constructor del Reino! Me tocó atravesar Centroamérica en
tiempos de guerra. Fuimos alcanzados por balas y tuve que lidiar con los Contras nicaragüenses en
Honduras.
Ya sea en la montaña, la costa, la ciudad, en los viajes, me enriquecí con la diversidad cultural,
maneras de pensar, vivir, creer, situaciones inéditas, impensables. Entrar a todos estos mundos
durante tantos años, significó procesos de acercamiento, encuentro, dejar prejuicios, resistencias,
temores, tomar conciencia, asumir empatía, aceptación solidaridad, pero, sobre todo, ¡me llevó a
amar! Conocernos, para aceptarnos, valorarnos y amarnos. Esta incursión por los recovecos
humanos me hizo mirar a mis semejantes al fondo, desnudos, detrás de las apariencias y fachadas,
de los roles e investiduras. ¡Sólo los veo con el traje de su condición humana! Como me veo yo.
Los pobres, los marginados, los miserables de la Tierra, han reformado mi vida, cambiado la visión y
mi práctica pastoral como misionero del Reino. Tanta corrupción oficial, junto con la injusticia,

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radicalizaron mi posición, mi acción política. Lucho constantemente por no pasar, de ser una voz
profética, a una voz que juzga por encima de los demás. Quiero analizar, pero no juzgar.
¡Todas estas personas, espacios y mundos son ya parte de mi vida, de mi visión, mi conciencia, de
mi amor, de mi fe, de mi lucha! Estoy profundamente agradecido con ellos; de cada uno recibí una
enseñanza importante para ser mejor humano y cristiano, para el compromiso. Aprendí que la
Humanidad es un universo y que cada persona es un mundo; que estos mundos siempre van a ser
un misterio, sólo conocido por Dios, y a los que no es preciso entender, o estar de acuerdo, pero
siempre amarlos, así como Dios nos acepta sin condiciones.
Mi fuente más importante de aprendizaje e inspiración, ha sido el Joven maravilloso, Jesús de
Nazaret. No obstante ser yo el último de sus discípulos, me ha permitido permanecer a su lado,
transformándome con su gracia. ¡Él es toda mi vida!; en su persona, o encarnado en mis
semejantes.
El juntarme con él, me ha hecho ser un agente de cambio, revolucionante, no convencional,
enamorado de Dios y de la gente, misionero apasionado de su Reino, incansable luchador por la
justicia y la inclusión. Hombre de fe que cree en la transformación del mundo, de las relaciones entre
personas. Rebelde incorregible contra el estatus quo. Hombre libre que cree en la libertad.
Desde muy joven decidí escaparme de lo convencional, de los caminitos hechos, de la rutina. Hacer
esto en una institución tan rígida y autoritaria como la Iglesia católica en las últimas décadas, no es
nada fácil. Pero lo logré ¡con la complicidad del Espíritu Santo! Viví a mi manera, de acuerdo a mi
conciencia, procurando nunca romper con mi autoridad eclesiástica, no obstante sufrir su poder
sobre mí. Hubo muchos buenos agarrones, pero no ruptura. Esto fue posible, gracias a que he
estudiado la historia de la Iglesia que me ayudó a entender su trayectoria, y a distinguir a su
Fundador, de sus seguidores humanos sujetos a la condición humana.
El amigo Espíritu Santo me llevó a entender, con su gracia, que la obediencia mayor es al Reino,
antes que a cualquier autoridad sujeta a los vaivenes humanos. En esta obediencia baso mi libertad
y mi responsabilidad por la vida integral de todas y de todos.
Por defender los derechos humanos de los más vulnerables, sobre todo migrantes, me han
amenazado, golpeado, encarcelado; intentaron quemarme a mí, a migrantes, al albergue; tuve que
salir dos meses del albergue y país, cuando se acumularon 6 amenazas de muerte. Una de ellas
puso precio de 5 millones por mi cabeza. Todo estos estos sufrimientos me sirvieron para poner mi
vida. de una vez por todas en manos de Dios.
Los defensores y defensoras de DDHH hemos conformamos prácticamente una Comunidad
defensora, integrada por más de 90 organizaciones de la sociedad civil; Integro Codemire, un
colectivo de defensores, defensoras de migrantes y refugiados que, incluye 4 Obras de la Compañía
de Jesús (las Iberos, Proyecto Kino, Servicio Jesuita a Migrantes y Voluntariado) Las Patronas, el
Obispo Raúl Vera, La casa de Saltillo, dirigida por el Padre Pedro Pantoja, las Hermanas
Scalabrinianas, a cargo de la Hermana Leticia Gutiérrez Valderrama, La Casa del migrante La 72,
dirigida por Fray Tomás González, la Casa del migrante Tochán, dirigida por Gabriela Hernández,
Cafemín, a cargo de las Hermanas Josefinas, la Casa del migrante Juan Diego, Matamoros, dirigida

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por el P. Francisco Gallardo, la Casa Canal Guadalupano en Reynosa, conducido por las Hermanas
de San Vicente de Paul, y otras Obras más pertenecientes a nuestro Colectivo.

(CONTRAPORTADA)
Este pequeño libro quiere ser una aportación a la riqueza espiritual de la Humanidad; una propuesta
emergente a un mundo fragmentado, de relaciones rotas y en picada; sedienta de Dios, sufriendo
procesos acelerados de deshumanización y violencia; a una generación que busca un equilibrio en
su vida.
Han transcurrido dos mil años, desde que el Joven extraordinario Nazareno, lanzo al mundo su
propuesta del Reino, y esta ¡sigue siendo vigente! es la respuesta a la búsqueda de una generación
frustrada en no pocos aspectos, pero ¡con enormes posibilidades de construir una civilización justa y
en paz!
Este ensayo retoma la idea central del Joven del Reino, las relaciones interpersonales, la traduce a
nuestra época convulsionada, en continua transformación, analizando su fondo, en espera de una
nueva era luminosa para la Familia Humana, en constante proceso de comunión desde la
diversidad.

(CONTRAPORTADA) Comentarios sobre el libro


Mientras voy leyendo las páginas del libro me viene a la mente tu propia vida, siempre jovial y es que
tienes en boca y en el corazón al Joven Jesús, lo fascinante que es su vida para tu vida y el interés
que le conozcamos, es algo que te cataloga. Ahora que te leo no hay nada más encantador que leer
tu relación, encuentro y profundidad desde el Reino de Dios...el que está entre nosotros, que nos va
invitando a hacerlo realidad en este momento desgarrador para la humanidad, es urgente permear
de diálogo, relación, inclusión, respeto, justicia, libertad, perdón y aceptación nuestras relaciones con
los hermanos y hermanas pero sobre todo es URGENTE, sabernos nosotros, as mismas ya
acogidas de esa manera por el buen Jesús, asistidas por el Espíritu Santo y amadas como
preferidas por el Padre Dios....desde una Trinidad dialogal. Desde la concepción de ese Reino, será
posible una nueva humanidad-humanizaste.

Doctora Honoris Causa, Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama


Directora
SMR, Scalabrinianas: misión con Migrantes y Refugiados

En nuestro mundo globalizado la predicación del Joven galileo y los valores del Reino de
Dios son más importantes que nunca. Esta reflexión teológica de Alejandro Solalinde está basada en

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una pastoral de acompañamiento con indígenas, migrantes, mujeres, presos, jóvenes y pobres, por
más de cuarenta años. Desde ambos lados de la frontera, el viacrucis de tantos migrantes y pobres
nos implora a unir nuestros esfuerzos, para hacer presente el Reino de Dios de una manera más
tangible y para que la dignidad humana sea la base de las relaciones interpersonales. La migración
global de los pobres es un signo de los tiempos que puede transformar a la iglesia, si ésta se deja
interpelar por ella. Por su testimonio de vida y voz profética Solalinde nos recuerda esta urgencia
eclesial.
Stephen S. Dudek - Grand Rapids, Michigan

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