Sei sulla pagina 1di 6

¿Cómo se convierte la potencia en poder?

por Camila Fernández

“Constituye una paradoja: expresa la vida


volviéndose contra sí misma en el afán de
buscar su sentido. Son la única perversión de
verdad.”
(Fromm, Anatomía de la destructividad humana)

Quiero escribir el proceso de escribir este ensayo que se escribe simultáneo a la lectura de dos
textos de Eric Fromm. Como un juego de palabras, seducción o fetiche, escribo con el cuerpo. Se
sobrepasan los límites de la razón y se encuentra la materia moldeable, la desmesura de la
imaginación. En un movimiento frenético de manos, roces de contornos, de líneas, de imágenes,
posibilidades de leer y ser leído en todas sus connotaciones. Es una acrobacia, el placer que no
se cifra, la transparencia. Entro en contacto con los textos, mis ideas, mis pensamientos, por lo
tanto las palabras que prefiero, las que uso, lo que me ocupa, aunque no sea mi ocupación del
presente; mi presente y el presente de los textos, la presencia de un autor en un papel, la
presencia de los símbolos cuando leo las imágenes, un narrador y un lector, en este caso una
lectora, y todas las formas en que se tocan unas con otros, todo lo que se une, se separa, se
entreteje, todos los movimientos sucediendo a la vez, en un espacio ilimitado, delimitado; esta
lectura que me entre-tiene. Yo y Fromm somos nada si continuamos siendo nosotros mismos,
Fromm y yo no conversamos, nuestros cuerpos no llegarán a verse, quizá ni a imaginarse, la
distancia que nos separa es inmensurable, no hay intensidad que fluya entre nosotros, Fromm
está muerto, siempre estuvo muerto, nunca se diferenció de la tierra, de la pasta con la que
escribe, con la que amasa sus ideas, de las manos con las que aprovecha la materia maleable de
los conceptos; es su deseo, ni Fromm ni yo somos importantes, en la medida en que ninguno
posee ningún poder.

No se duda sobre la manifestación de la potencia, la potencia en la lectura, la lectura en potencia


de escritura, la potencia del comentario, de la conversación que descuartiza la imagen
preestablecida y produce otras composiciones, re-introduce los nombres, acomoda, desacomoda,
se entretejen los movimientos de lectura y escritura, nada nos separa de Fromm, nada se excluye
de nosotros (LA POTENCIA QUIERE MANIFESTARSE), todas las palabras se entretejen en la
tela donde el juicio y la sin razón se toca, el reclamo de la potencia de la transmisión; Fromm, su
nombre me recuerda a los sapos, a los idiomas, a los dieciséis, cuando viví con mi familia. La
escritura y la lectura, son, suceden, se manifiestan, no son deseadas, son el deseo mismo, una
potencia que se materializa, vías directas, tejidos de retención de sensibilidades, musas que
retienen las miradas del amado o del amante, son en si mismas deseo y por eso son. La mirada
del amado es potencia. Esta sería tierra muerta, infertil hasta más no poder, hasta el advenimiento
de una potencia, que pueda hacerse novela, imagen, que pueda hacerse intento, hacerse
intensidad. Escribo y continuo al texto que se escribe, lo persigo, no lo alcanzo. La potencia no se
desea, no es un deseo insatisfecho, es en sí misma deseo, nos-otros mismos nunca iguales,
enfrentados al cuerpo incomprensible, a la inquietud de las manos, a la palpitación que se siente
en todo el cuerpo y se expande en el espacio, pasa de unas manos a otras, las experiencias que
“no son otra cosa que jardines insistentemente repetidos bajo la lluvia de violentas manos
infatigables, insistentemente repetidas, o mariposa ametrallada a medio día” (Cesar Brañas,
Figuras en la arena, 1930).

Repetición de un deseo incesante, que sin duda nos sucumbe, nos vibra, nos sorprende con
constancia, nos irrumpe en los sueños, se manifiesta en las manos, en la lengua, en la escritura,
en la conversación, es intensidad que recorre el cuerpo sin contornos, explora la vida que
morimos por vivir, donde lo que se expresa y se manifiesta no se parece a las palabras, se
presenta en potencia, en esfuerza(o). La conciencia no capta una intensidad; la intensidad es una
conciencia, conciencia en sí misma, como el cuerpo, o el deseo. Los nombres no son relevantes
hasta que se desatan. Una palabra no es un sentido ni un razonamiento sino unas explosiones.
Nos movemos entre las explosiones, somos el movimiento de explosión. La potencia no se posa
sobre el cuerpo, el cuerpo es potencia, es una conciencia, por eso el cuerpo tiene sus propios
pensamientos y sus propias imaginaciones que no son las mismas que yo tengo. El deseo tiene
sus propios pensamientos y sus propias imaginaciones. Un cuerpo del deseo que se desplaza con
el cuerpo orgánico, el cuerpo sensible a la nada, capaz de evocarla, el cuerpo sensible a la
crueldad, capaz del cuerpo del deseo, del cuerpo incomprensible que hace que una palabra haga
temblar al universo. Un deseo se repite, excava el alma, penetra el espacio, las cordilleras.
deshace nuestro cuerpo, desgarra cada órgano, hace hablar y gemir, hace suprimir, porque el
lenguaje es esencialmente un sistema de exclusión, se dicen unas palabras y otras no, hay cosas
que “se pueden decir” y otras que “no se pueden decir”, hay un deseo que taladra nuestros
sueños, (los sueños que para Freud siempre son una manifestación de deseos). Nuestro deseo es
potencia, la potencia en la palabra, la potencia en la repetición. No hay poder sino en si potencia:
poder hacer. No nos contentamos con suprimir si no se trata de la potencia de la supresión. Una
cosa se lleva a su potencia creadora, donde se materializa, se pone en materia de sensibilidades.
Lo que nos hace vibrar de incomprensible, se manifiesta, se presencia, explota, estalla, estrella en
la cara, en el cielo de la boca, en todas partes, estrella el cielo de la boca y todos los cielos que
puedan imaginarse. “Es necesario exigirle a nuestra imaginación, a nuestra potencia de palpación,
hasta el punto de —si no pensar, no pues somos pensadores— al menos de forjar la idea de una
intensidad que en vez de posarse sobre un cuerpo productor, lo determine.” (Lyotard, Economía
Libidinal)

Estos pensamientos se revuelven alrededor de la cita con la que inicia Fromm, Anatomía de la
destructividad humana. En El Mito griego sobre la Edad del Hierro dice que “Vendrá un tiempo en
que serán tan malvadas que adorarán el poder; la potencia tendrá razón para ellas, y dejarán de
reverenciar el bien.” Se habla de las generaciones que cada vez son peores, degeneración en
generación. La potencia bajo en mandato de la razón se convierte en poder. De cierto modo se
anuncia a la razón como parte del mal, pues su participación en la potencia hace que se deje de
reverenciar el bien. “¿Cómo la potencia da lugar al poder?” (Lyotard) Degeneración es generación
es el movimiento del ensayo. Nada mejor que degenerarnos para volver a re-generarnos y
generar otras manifestaciones de la potencia. Como texto, como acción, manifestación. La
potencia a veces insoportable, no debe estar regida por la razón. Aunque el sistema nervioso se
encarga básicamente de protegernos de los estímulos, provoquémolo. Este texto no tiene razón
como tampoco tiene conciencia. Este texto es la acumulación de palabras, es el registro de un
cuerpo que estuvo sentado escribiendo, con los dedos que se estiras y los ojos que no miran, las
manos sobre el teclado de luz y tantos deseos de expresar lo imposible, de embalsamarse de
palabras y hacerse masajes, hacerse mensaje, decir lo que se quiere decir, deseo que supera la
definición. Si la intensidad es conciencia, y el cuerpo, no es que un deseo sea captado por la
conciencia, es que el deseo también es una conciencia. Una conciencia no capta la potencia ni la
potencia se posa en la conciencia: la potencia es la conciencia, la conciencia es la potencia como
el deseo es la conciencia. La percepción es la conciencia. Estamos conscientes de un deseo que
nos desborda, y no sabemos nada de él. (Macht significa en idioma alemán tanto potencia como
poder. Claro que existen palabras que definen a la potencia de manera más precisa como Potenz,
literalmente, o también Kraft, Stärke, Gewalt, Möglichkeit.) Algo nos aterra. Vivimos en el mundo
de poder y la potencia revela su conciencia cuando se manifiesta en los deseos de que poder sea
poder hacer. Hacer y deshacer sin poder, con poder-hacer que es su potencia, se convierte en
otra cosa (en un panal de abejas la miel es el amor de las abejas que trabajan sin jamás realizar el
acto de apareamiento con un abeja-macho, sin embargo, su trabajo de recolección produce la
sustancia más dulce de la naturaleza, la cual el cuerpo humano necesita de un modo místico para
la realización óptima de su organismo. En el panal de abejas, ni siquiera la reina, no ejerce ningún
poder sobre el hombre, no hay poderes; se trata más bien de una economía de potencias, donde
lo que fluye de un lado al otro es el amor convertido en miel (y la reina es el sol del panal, el único
sol de un enjambre que trabaja para ella, hasta que la reina abandona su panal y se eleva hacia el
sol donde un macho, zángano, debe alcanzarla y fecundarla. La reina es el sol porque se
engendra en menos de 21 días y permanece por siempre dentro del ciclo del sol, ciclo que tarda el
sol en girar sobre sí mismo. La reina no ejerce poder, la reina es el sol, y el sol dicen que es el que
ama sin exclusiones, a todos entrega la misma luz, la reine es la potencia del sol. El sol es la
potencia del amor. El discurso de nuestros políticos contemporáneos, como el de nuestros
economistas, con su economía del amor y el sexo la del saber o el alma, está basada en el poder
del sol, en el poder que racionaliza el amor, quiebra el corazón. Nuestro sol es potencia. La
potencia no la comanda la razón.

Machen significa hacer, en alemán. Si hacemos la distinción, si violentamos y separamos el poder


de la potencia es porque uno nos destruye y la otra nos construye. No nos destruye a nivel del
discurso, poder hablar resulta útil, poder expresar resulta una necesidad. La idea es que el poder
no sea quien comercialice con nuestras potencias. El acto de hablar, gesticular, decir, expresar,
manifestar, crear, son en si mismos potencias, actos-potencia, son deseos. No se desea expresar
y a veces no se consigue porque falte la potencia (si la potencia faltara no seríamos), la expresión
es en sí misma potencia, es un deseo que se manifiesta, con una conciencia propia, la de su
expresión, su deseo. Más allá de todo poder de racionalizar, esta es la potencia de una expresión,
no puedo expresar nada, muchos menos poseo alguna expresión, solo potencia, intensidad en
potencia, posibilidad, y siguiendo los sinónimos de Potenz en alemán, fuerza, agresión, energía.
No se trata de una potencia que se posa sobre el cuerpo, que tiene el poder de estar o no estar,
de escurrirse, debilitarse, “destruirse”. La potencia es para la creación lo que el sistema nervioso
es para el organismo, afecta cada glándula, cada movimiento, cada percepción, imaginación,
sueño, conversación, creación, modificación. Cabe mencionar que el sistema nervioso no solo
afecta al organismo sino también al cuerpo como cuerpo erótico, cuerpo ausente, imaginado,
deseado, construido… Somos modificadores del entorno. Modificamos nuestros propios cuerpos
con acciones sencillas como el modo en que caminamos o en que respiramos, sobre el organismo
que nos es dado construimos un cuerpo, modificamos una identidad. TODO es arcilla para
nuestras manos sedientas, todo movimiento es propenso a herir si la sequía en la imaginación se
manifiesta en las manos. ¿Qué imaginan las manos que sostienen el cetro, o el basto, el falo que
sostienen nuestros predicadores, qué imaginan las manos que sostienen el micrófono cuando por
él fluye el canto de los ángeles, el sueño con gemidos de libélula, qué sueñan las manos que
amasan la masa, que aplauden la tortilla y que amasan las manos que no vemos, las miles de
manos que amasan mil cosas, tantas que escapan a ponerse en letras o en frases. ¿Qué
imaginan las manos con las que amasamos la pasta de nuestras imágenes? Lo que creamos, las
palabras que usamos nos embarran de la miel de las abejas o nos demandan ahogarnos en ella,
devorarnos los bosques en donde se hacen los panales hasta vomitar.

La potencia no se tiene, se es, el poder no se tiene, se demanda, claro que el poder está para
quien lo tome, entremos al juego económico de un intelecto con el cetro entre las piernas, que
todo quiere tenerlo a su vista, a su alcance,quiere verse en todo. Nosotros (porque deseamos
estar entre los que Lyotard llama “economistas libidinales”, los que escapan a definirse pero
estallan y estrellan en unos ojos, en unas manos, en toques, degeneración en generación es
nuestro movimiento, nuestro eterno retorno que trastorna lo preconcebido y se sostiene con la
esencia de la miel, esencialmente un movimiento de transformación, que se mueve de un lado al
otro en recorridos aleatorios, se trasmiten afectos que van de un cuerpo al otro, desde el polen y
la miel de las plantas pasan por el cuerpo de las abejas donde los afectos se convierten en miel y
procesados por el cuerpo de la abeja, su excremento los hace la cera, y los afectos pasan a todo
el panal, a la abeja reina, al sol, a los humanos que entran en contacto con la miel. La abeja tiene
la potencia la transformación y de la recolección, y nada posee, sino en potencia, en la medida en
que hace por sus potencias: la reina con su potencia de sol, la reina es el sol en el panal, posee al
sol en sí. La abeja no puede volar al sol porque…(alguna razón), la abeja es el sol en potencia, es
la potencia del sol. En apariencia podría decirse que la abeja ejerce un poder sobre las abejas
trabajadoras o sobre el zángano al que mata después de que la fecunde. No es un juego de
poder, son potencias, donde lo que se dice no tiene la forma de las palabras. Giramos la cabeza al
rededor de todo el cuerpo, “porque el deseo no puede ser asumido, aceptado, comprendido,
atornillado a unos nombres = nomenclaturado, porque esas intensidades que deseamos nos
producen horror, porque les huimos, porque las olvidamos.” (Lyotard, ) “Esta teoría de la
agresividad innata fácilmente se convierte en ideología que contribuye a calmar el temor de lo que
sucederá y a racionalizar la sensación de impotencia.” La sensación de impotencia puede, por lo
tanto, solo ser racionalizada. La potencia no entra en los juegos de razonamiento, y les llamo
juegos por su carácter de tener reglas, delimitar, ejercer poderes, papeles, máscaras. Es una
armazón, una construcción en donde la imaginación también toma parte. “Por alguna razón” es
que el poder existe y se manifiesta entre nosotros. El poder no se desea tanto como es en sí
mismo un deseo materializado. No hay objeciones contra el poder, ni resentimientos. Se trata de
un juego de la lengua, tanto de la lengua que se revuelca en la boca y gime en silencio como de la
lengua castellana, por ejemplo, poder y potencia son palabras que usamos, quizá usemos una
más que la otra, ¿porqué?, ¿qué palabras preferimos y porqué? Con nosotros, se trata como con
niños que preguntan porqué usamos tal palabra para decir una cosa y porqué no la otra, o porqué
un nombre debe pronunciarse un modo tan determinado por el que es necesario corregir al niño
hasta que “pronuncie bien”, en todo caso ¿qué quiere pronunciar? Lo que quiere pronunciar se
roza con el éxtasis, se roza con lo desconocido que irrumpe, que enfrenta, se trata con las
intensidades insoportables pasando a través de un cuerpo. El niño llora, grita, gime, y luego
aprende a hablar, aprende a calmar su dolor, el efecto de todas las intensidades explotando en el
cuerpo, irrumpiendo en la conciencia, (los deseos, las imaginaciones) y habla. Va a hablar porque
le conviene y si no le conviene no lo hará, (lo mismo que sucede con la organización de cada
organismo, si mira o es ciego, si es sordo, si es dis-capacitado, el modo en el que se organiza por
lo que hace, su potencia, lo que “es”.).
“…gestos evocadores, actitudes emotivas o arbitrarias, excitadas trituraciones de ritmos y sonidos,
serán duplicadas, multiplicadas por actitudes y gestos reflejos: la totalidad de los gestos
impulsivos, de las actitudes truncas, de los lapsus del espíritu y de la lengua, medios que
manifiestan lo que podríamos llamar las impotencias de la palabra, y donde hay una prodigiosa
riqueza de expresiones a la que no dejaremos de recurrir oportunamente. (Artaud, El teatro de la
crueldad, Primer Manifesto)

Así, con el movimiento de los pies acompañando desordenadamente a los pasos, continuamos la
lectura sin detenernos. Ahora nos detenemos, hacemos unas revisiones en el comienzo del
ensayo en donde nos detenemos largo rato. Tantas ideas. Entonces, dice Fromm que Freud basa
sus teorías y sus estudios en lo instintivo. Freud por su parte, en su texto Pulsión y destinos de
pulsión de 1915 argumenta que los seres humanos son los únicos animales que no
necesariamente presentan las clase de instintos que presentan los animales. Se puede
ejemplificar esto cuando se descubren casos de madres crueles que abandonan a sus hijos por
razones…, razonamientos fríos, o sin razón alguna, en total indiferencia. Nuestra especie es la
única desposeída del instinto de supervivencia de la especie, nosotros nos matamos unos a otros,
nos destruimos por placer y por poder. Freud habla de pulsiones y las pulsiones difieren de los
instintos. Un instinto destructivo, por ejemplo, vendría a ser aquel del que uno pierde la
responsabilidad, pues habría un mandato, una especie de pre-programación ineludible ante la que
uno es arrastrado a destruir y a ser cruel con otros. Freud habla de la pulsión como proveniente
del interior del sujeto, por lo tanto no es un instinto que no se controla sino una pulsión que se
manifiesta dentro del ser y con la que el ser opera, distribuye, permite el flujo con la condición de
su manipulación. No comprendo porqué Fromm utiliza el concepto de instinto cuando se refiere a
lo que Freud llama “pulsión de muerte” como “Instinto de muerte”. Sin embargo, a pesar de que un
concepto no cuadre, continúa y dice “Las pasiones humanas transforman al hombre de mero
objeto en protagonista, en un ser que a pesar de enormes dificultades trata de hacer que la vida
tenga sentido. Necesita ser su propio creador, transformar su estado de ente inacabado en alguien
con finalidades y propósitos que le permitan cierto grado de integración. Las pasiones del hombre
no son complejos psicológicos triviales que puedan explicarse debidamente como ocasionados
por los traumas de la infancia. Solamente pueden entenderse si uno va mÄs allÄ de la esfera de la
psicología reduccionista y las reconoce por lo que son: el intento del hombre de hacer que la vida
tenga significado y de sentir el máximo de intensidad y fuerza que pueda (o crea poder) lograr en
las circunstancias dadas.” (Fromm)

Bibliografía
Fromm, E. (2009). Anatomía de la destructividad humana. México, D.F.: Siglo XXI.
Lyotard, J. (1990). Economía libidinal. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Potrebbero piacerti anche