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Sánchez
Fernando González Urbaneja | 01/11/2016
Para el PSOE era un libro abierto con muchas páginas en blanco, con el beneficio de la
duda, con una extensa curva de aprendizaje por recorrer. Dicen que el cargo educa, que
el liderazgo se construye cada día, que los aliados llegan cuando se demuestra fortaleza.
Pedro Sánchez reunión un equipo de colaboradores que no le ayudó ni a lidiar con los
medios informativos, ni a sumar voluntades entre los notables del partido.
A Sánchez le tocaba tocar suelo, reconocer los errores del pasado, y plantear una nueva
estrategia en una etapa llena de riesgos y oportunidades. Sánchez no acertó a interpretar
los resultados electorales de hace un año, tampoco supo diseñar la estrategia de alianzas
adecuadas a este tiempo, no supo liderar el Comité Federal, no se rodeó de gente
capaz… en resumen no dio ni una. Y lo más curioso es que lo sabe (aunque quizá no es
consciente) y lo reconoce delante de las cámaras.
Sostiene Sánchez que ahora está más preparado que a mediados de 2014 para encabezar
el PSOE. A buenas horas mangas verdes. La tesis es discutible porque la pendiente de la
curva de aprendizaje es plana o descendente. Frente a Évole no se sentó un líder,
simplemente un fracasado con heridas abiertas que le pican demasiado. De momento
goza del aplauso de los dirigentes de Podemos a los que ha proporcionado unos cuantos
argumentos, quizá porque ese es ahora su espacio político más confortable. Las
credenciales que acumula Pedro Sánchez son, cuando menos, confusas, incluso para él
mismo.