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Las confusas credenciales de Pedro

Sánchez
Fernando González Urbaneja | 01/11/2016

La carrera política de Pedro Sánchez ha estado plagada de encrucijadas resueltas a su


favor por muy poco. Concejal de Madrid (en la oposición) tras correr la lista dos
puestos el año 2005, diputado en el Congreso el 2009 (13 meses) tras la dimisión de
Pedro Solbes, repitió escaño por sustitución en la siguiente legislatura (tras la dimisión
de Cristina Narbona). No es una brillante carrea política, ni tampoco profesional, pero le
permitió plantearse el año 2014 (tras el fracaso socialista en las europeas y la dimisión
de Rubalcaba) alcanzar la secretaria general del PSOE. Joven, bien plantado, sin
pasado… recorrió las sedes socialistas para darse a conocer, obtener 40.000 avales y
ganar por poco las primarias que le convirtieron en secretario general.

Para el PSOE era un libro abierto con muchas páginas en blanco, con el beneficio de la
duda, con una extensa curva de aprendizaje por recorrer. Dicen que el cargo educa, que
el liderazgo se construye cada día, que los aliados llegan cuando se demuestra fortaleza.
Pedro Sánchez reunión un equipo de colaboradores que no le ayudó ni a lidiar con los
medios informativos, ni a sumar voluntades entre los notables del partido.

Las declaraciones de Sánchez a Jordi Évole suponen un balance de su trayectoria y su


fracaso; sospecho que fueron sinceras a su manera, es como él ve las cosas. Una visión
poco brillante y de bajo vuelo. Su curva de aprendizaje fue de bajo rendimiento.

La lista de errores reconocidos por Sánchez (autocrítica) resulta abrumadora. Fríamente


revisada esa lista resulta que este hombre se equivocó en casi todo, una quebrada línea
estratégica que le llevó de fracaso en fracaso. El PSOE que heredó Sánchez estaba muy
debilitado, acumulaba la frustración Zapatero con la confusa gestión de la Recesión y la
incapacidad posterior para recomponer el partido.

A Sánchez le tocaba tocar suelo, reconocer los errores del pasado, y plantear una nueva
estrategia en una etapa llena de riesgos y oportunidades. Sánchez no acertó a interpretar
los resultados electorales de hace un año, tampoco supo diseñar la estrategia de alianzas
adecuadas a este tiempo, no supo liderar el Comité Federal, no se rodeó de gente
capaz… en resumen no dio ni una. Y lo más curioso es que lo sabe (aunque quizá no es
consciente) y lo reconoce delante de las cámaras.

Sus declaraciones a Évole acreditan que no ha entendido el papel de los medios y la


relación con los periodistas. La simpleza de su análisis es asombrosa, mezcla de tópicos
y palos de ciego. Y otro tanto respecto a las influencias plutocráticas, algo un poco más
complejo de lo que Sánchez ha entendido.

Sostiene Sánchez que ahora está más preparado que a mediados de 2014 para encabezar
el PSOE. A buenas horas mangas verdes. La tesis es discutible porque la pendiente de la
curva de aprendizaje es plana o descendente. Frente a Évole no se sentó un líder,
simplemente un fracasado con heridas abiertas que le pican demasiado. De momento
goza del aplauso de los dirigentes de Podemos a los que ha proporcionado unos cuantos
argumentos, quizá porque ese es ahora su espacio político más confortable. Las
credenciales que acumula Pedro Sánchez son, cuando menos, confusas, incluso para él
mismo.

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