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Por una parte hubo un incremento inusitado del fenómeno migratorio, que ha
forzado interacciones entre grupos con culturas y formas de vida diferentes con
una intensidad jamás vista antes. Las relaciones asimétricas, la exclusión y la
discriminación son palpables en las relaciones internacionales y muy
especialmente en las interculturales, y afectan sensiblemente a los países del
tercer mundo, exacerbándose particularmente cuando se trata de pueblos
originarios, como los pueblos indígenas de México y de América Latina.
El racismo no es otra cosa que una de las tantas formas de discriminación con la
que nos podemos encontrar y enfrentar las personas, motivada específicamente
por cuestiones raciales tales como el tono de piel u otras características físicas,
como ser la altura, la contextura física, entre otras y por las cuales unas se
consideran superiores a otras. El fin u objetivo principal del racismo será la
anulación de los derechos humanos de quienes se discrimina. La mencionada
doctrina comenzó en Europa en el siglo XIX, con el fin de justificar la supremacía
de una supuesta raza blanca sobre el resto de la humanidad.
Durante la colonización, al llegar al territorio norteamericano, Inglaterra utilizó el
racismo para facilitar y legalizar la esclavitud; que en los Estados Unidos comenzó
con esclavos negros africanos y las personas de ascendencia africana y,
ocasionalmente, con los amerindios.
Y aunque vivimos en el siglo XXI aún podemos observar con tristeza el racismo y
la discriminación, para ello no hace falta irnos a otros países, sino en nuestra
propia cultura tenemos la segregación de clases, la lucha entre practicantes de
diferentes religiones, hacia aquellos que no comparten una misma ideología o
quienes tienen determinadas preferencias sexuales.
En los últimos días hemos observado cómo una secta, a base de violencia, impide
la apertura de una escuela, violando así el derecho que tiene cualquier ciudadano
a la educación, sin importar su credo, etnia, etc.
Del mismo modo vemos cómo las mujeres de nuestro país son maltratadas, no
sólo por sus parejas, sino por sus empleadores, quienes pagan con un menor
salario los mismos servicios que brindan los hombres, o se les impide trabajar si
están embarazadas o tienen hijos. Más denigrante aún es que sean las propias
autoridades quienes ejerzan la discriminación cuando una mujer acude a
denunciar maltrato.
Ni qué decir de que una diputada en Baja California (Virginia Noriega Ríos)
proponga prohibir la barra libre únicamente a las mujeres; si bien pudiera estar de
acuerdo en que se prohíba en general por las grandes cantidades de accidentes y
violencia en torno a la venta masiva de alcohol; determinar una medida según el
género resulta aberrante, más aún viniendo de una mujer contra la mujer.
Ver el desprecio que los alumnos de una universidad laica pueden tener sobre sus
compañeros que tienen una preferencia sexual distinta, sin otro argumento que la
religión y sin poder dar un sustento a su opinión más allá de lo que supuestamente
dice la Biblia en el Nuevo Testamento, sin que aún pueda encontrar yo la
referencia, no me causa más que tristeza.
De este modo, aunque las políticas de igualdad estén ejerciendo una influencia
considerable sobre la conciencia colectiva, no profundizan en los prejuicios y
actitudes implícitas o subconscientes, muy difíciles de identificar y modificar.
Aunque la discriminación tradicional agresiva se haya erradicado, continúan
vigentes ciertos parámetros ‘silenciosos’ que coartan la libertad y la igualdad de
las minorías y que pueden terminar resultando igualmente dramáticos.
Es claro que este problema es difícil de afrontar y es algo que yo siento que
siempre va a existir lamentablemente pero yo mi conclusión la hago con respecto
a la discriminación de que son víctimas los pueblos indígenas de México es
necesario proponer planes de acción y de reformas institucionales y legislativas,
así como cambios de actitudes, para que puedan desarrollarse las relaciones
interculturales en un contexto de justicia social. Como parte de esos planes de
acción es necesaria una reforma del Estado mexicano y la transformación de sus
relaciones con los pueblos indígenas. Como guía para todo ello se necesitan
modelos para pensar y justificar las formas de organización social y política que
permitan el florecimiento y desarrollo autónomo de los pueblos indígenas del país,
de manera que ellos mismos aprovechen sus recursos económicos y culturales en
condiciones que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas de todos
sus miembros y la realización de sus capacidades. El modelo debe permitir
entender también que si la sociedad mexicana se organiza de esa manera es
posible fortalecer la nación, entendida como un proyecto en cuyo diseño y
realización participen pueblos y culturas muy diferentes, pero donde al mismo
tiempo se establezcan las condiciones para el desarrollo de cada uno de los
distintos pueblos y sectores sociales, respetando su identidad y sus decisiones
propias sobre sus proyectos de vida individual y colectiva.
Ya con eso terminó mi trabajo final, me gustó haber escogido este tema por su
contenido y espero que les sea este trabajo de su agrado.
BIBLIOGRAFÍA
http://www.conapred.org.mx/userfiles/files/BD-DND-9.pdf
https://elpais.com/elpais/2014/03/03/planeta_futuro/1393837933_534354.html