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¡Hagamos teoría!
Platón es el primer filósofo que tiene en cuanta la totalidad del pensamiento anterior a él
de un modo consciente y sistemático. Además de la influencia recibida por su maestro
Sócrates, es importante la influencia recibida de Heráclito y su permanencia del logos,
Protágoras y los sofistas, el pitagorismo y el eleatismo.
Las “formas” o “ideas” son, en su universalidad, independientes del mundo de los
fenómenos. Las cosas se parecen a las ideas, pero, al ser materiales, son siempre
imperfectas y están sujetas al tiempo. Lo múltiple es cambiante y perecedero, la unidad es
siempre idéntica a sí misma y permanece ajena al tiempo.
Entre las ideas hay una jerarquía y en la cúspide se encuentra el Bien, que es algo más que
una idea, es la Unidad. Las ideas son un modelo para el mundo y su relación con éste se
da en tres sentidos:
Valor ontológico: las ideas son el ser en sí mismo, el ser verdadero Son la realidad
misma, no están sujetas al tiempo, no cambian, de nada dependen. Son lo absoluto.
Las cosas existen porque “participan” de las ideas.
Valor lógico: las ideas tienen un sentido gnoseológico, gracias a ellas conocemos las
cosas. El alma, antes de vivir en la tierra, vivió en el mundo de las ideas, por eso
conserva un cierto conocimiento (reminiscencia) de las ideas, aunque enturbiado por
su prisión corporal. Conocer es recordar. El espíritu posee elementos que, sin
proceder de la experiencia, intervienen en la elaboración de esa experiencia.
Asímismo, si podemos comparar dos cosas es porque “sabemos” de antemano lo que
es “lo igual”.
Valor teleológico: las ideas tienen un valor modélico para todo lo que existe. Las
cosas “se esfuerzan” por asemejarse a las ideas sin conseguirlo nunca totalmente y
esta tendencia es llamada “eros”.
Entre el mundo de las ideas y el mundo de las cosas hay un abismo que se salva de tres
maneras:
Se da una presencia de la idea en la cosa, las ideas son inmanentes a ella y por eso
las cosas son. Paralelamente hay una participación de la cosa en la idea.
El Demiurgo es el intermediario entre la perfección de la idea y la imperfección de la
materia. Al dar forma a la realidad del mundo, tenía como modelo a las ideas.
El filósofo es también un mediador. El sabio que conoce las ideas debe gobernar a los
hombres hacia la Justicia, realizando aquí abajo la armonía y el orden que reinan en el
cosmos.
Divide Platón la realidad en distintos órdenes que se corresponden a distintos peldaños
del conocimiento inteligible. El Bien se halla en la cúspide de toda la realidad, debajo
están el resto de ideas, luego los entes abstractos, el mundo de las cosas y por último las
sombras de los seres materiales. En la cúspide del conocimiento inteligible está la
intuición del Bien, debajo la dialéctica (el arte de comparar las ideas), más abajo la ciencia
(dianoia), después la creencia y por último la facultad de percibir imágenes.
En resumen, en el plano gnoseológico va de la mera fantasía al conocimiento intelectual
que se da en la contemplación de las ideas, en el plano ontológico de la plenitud absoluta
del Bien hasta las imágenes de las cosas y desde lo uno a lo múltiple, y en el plano ético
conduce a la meta del Bien. Así el Bien tiene tres dimensiones: es inteligible, es real (no es
un mero concepto) y es realizable.
Platón compara al Bien con el Sol del mundo sensible, el Bien es fundamento de todas las
cosas y la fuente de la inteligibilidad de toda realidad. Es un ser absoluto trascendente e
independiente, idéntico al Uno. En virtud de su unidad absoluta, Platón lo sitúa más allá
de la esencia. Aunque se designe como “idea”, es superior a la idea, a toda inteligibilidad y
al ser mismo.
Las ideas existen por su misma perfección pero no sería necesario que existiera un mundo
múltiple e imperfecto. Para explicar la posibilidad de la existencia del mundo material,
Platón recurre a tres principios:
Dios conoce las ideas, por lo que puede concebir el modelo del mundo y al mundo mismo.
Él es Uno, pero puede concebir lo múltiple porque el Bien está dividido y produce, al
tiempo, la verdad y la inteligencia. El Bien se hace inteligencia sin dejar de ser Bien, siendo
universal envuelve a la inteligencia misma. Pluralidad y unidad coinciden en la inteligencia
divina, el Ser que percibe todas las ideas también percibe la de no ser.
Para que la posibilidad metafísica del mundo sea realizable, es necesario que Dios perciba
en sí el poder de causar. Entre los atributos y determinaciones del Bien se encuentran los
de actividad, vida y alma, que hallamos también en nosotros. Dios se percibe como causa
capaz de acción, es esencialmente activo y capaz de realizar eternamente un mundo
eternamente posible. Así el mundo existe eternamente en la inteligencia divina, con su
multiplicad y divisibilidad inteligibles, pero es inmóvil. Para que haya movimiento en el
mundo sensible, la idea de movilidad ha de hacerse movilidad natural, generación en el
tiempo y el espacio. El movimiento no tiene comienzo porque el alma no lo ha tenido y
está moviéndose sin cesar. El tiempo es inseparable del movimiento, así que debe ser
igualmente ilimitado.
Todo lo material ha de tener forma, de modo que el Supremo Ordenador imprime forma a
los cuerpos según figuras geométricas. Así proporcionó al mundo forma esférica, la más
perfecta y, del mismo modo, rotación circular. El mundo es una tierra esférica, suspendida
en el centro de la esfera hiperuraniana, la parte exterior del cielo.