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La palabra del mudo

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La palabra del mudo

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Autor Julio Ramón Ribeyro

Género Cuento

Idioma español

País Perú

Fecha de 1973
publicación

La palabra del mudo es una compilación de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro en el
que, asimismo, figuran prólogos del autor. Fue publicado por primera vez en 1973 y
posteriormente, han surgido nuevas ediciones que han ido incrementando la cantidad de
los relatos compilados hasta abarcar su obra cuentística completa.

Asimismo, esta compilación incluye cuentos nuevos que no salieron en las versiones
originales de sus libros de relatos, además de cuentos inéditos, pudiendo apreciarse los
diversos estilos que manejó el autor: cuentos de realismo urbano, evocativos o
fantásticos.

Contenido
La palabra del mudo contiene los siguientes libros de cuentos:
 Los gallinazos sin plumas (1955)
 Cuentos de circunstancias (1958)
 Las botellas y los hombres (1964)
 Tres historias sublevantes (1964)
 Los cautivos (1972)
 El próximo mes me nivelo (1972)
 Silvio en El Rosedal (1977)
 Sólo para fumadores (1987)
 Relatos santacrucinos (1992)

Ediciones
La primera edición es la de editorial Milla Batres, en 3 tomos, al que posteriormente se
le agregaría uno más. Además existe la edición de Campodónico en 4 tomos y una
última versión editada por Seix Barral en 2 tomos (Latinoamérica) y 1 tomo (España). La
edición de Seix Barral es la más completa.

Origen del título


En una carta del autor al editor, fechada el 15 de febrero de 1973, Ribeyro escribía:
“¿Por qué LA PALABRA DEL MUDO? Porque en la mayoría de mis cuentos se
expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los
olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido
este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus
angustias.”1

Alguien interpretó el título como una referencia al propio Ribeyro, hombre parco y
reservado, que eludía las entrevistas y evitaba hablar de sí mismo, debido a su
proverbial timidez, a su desinterés por la figuración y al celo por preservar su intimidad.

Véase también

Los gallinazos sin plumas (libro de cuentos)


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Para el cuento del mismo nombre, véase Los gallinazos sin plumas.

Los gallinazos sin plumas

Autor Julio Ramón Ribeyro

Género Libro de cuentos


Idioma Castellano

Editorial Círculo de Novelistas Peruanos

País Perú

Fecha de 1955
publicación

Formato Impreso

Páginas 135

Serie

Cuentos de
Los gallinazos sin plumas circunstancias
(1958)

Los gallinazos sin plumas es el primer libro de cuentos del escritor peruano Julio Ramón
Ribeyro, publicado en 1955. Reúne ocho cuentos, encabezado por el que da el título a la
obra, el mismo que se convirtió en uno de los cuentos emblemáticos de la literatura
peruana. Estas narraciones se clasifican dentro del llamado Realismo urbano.

Contexto
Si bien Los gallinazos sin plumas fue el primer libro publicado por Ribeyro, ya desde
1951 había dado a luz sus primeras narraciones en diversas publicaciones, como el
suplemento dominical del diario El Comercio y revistas estudiantiles. Estos cuentos
primigenios eran del género fantástico, influidos por Borges y Kafka. Es a partir de Los
gallinazos cuando Ribeyro se dedica de lleno al relato urbano y a la descripción de
diversos tipos psicológicos y clases sociales de Lima, especialmente de la clase media
peruana, hasta entonces poco o nada tratada en la narrativa peruana.

Los cuentos están fechados entre 1953 y 1954, años en los que el autor vivía en París.
Sus personajes habituales son los pequeños empleados, los estudiantes universitarios y
los personajes marginados de las barriadas. Precisamente, la época en que se sitúan las
historias, presumiblemente en las décadas de 1940 y 1950, fue cuando se inició una ola
migratoria de provincianos hacia Lima, donde surgieron las grandes barriadas o pueblos
jóvenes (equivalentes a las villas miserias o favelas de otros países sudamericanos).

Los cuentos
 Los gallinazos sin plumas
 Interior "L"
 Mar afuera
 Mientras arde la vela
 En la comisaría
 La tela de araña
 El primer paso
 Junta de acreedores

Resumen
Los gallinazos sin plumas
Artículo principal: Los gallinazos sin plumas

Este cuento está ambientado en un arrabal de Lima, cerca al mar. Los hermanos Efraín y
Enrique son dos niños que viven bajo la tutela de su abuelo, llamado don Santos, un ser
áspero, despótico y lisiadon, que andaba con una pata de palo. Don Santos obliga a sus
nietos a levantarse temprano y los envía a los basurales, para que recolecten alimentos
con los que cebaba a su cerdo, llamado Pascual. Cierto día Efraín se corta el pie con un
vidrio roto, lo que le produce una herida que se infecta, impidiéndole continuar sus
labores. El abuelo, indiferente, obliga a Enrique a asumir la tarea de su hermano,
recargándole así su trabajo. Otro día, Enrique trae a casa un perro sarnoso y flaco, a
quien adopta como mascota y lo bautiza con el nombre de Pedro. Pero Enrique se
enferma de las vías respiratorias, le da fiebre y al igual que su hermano queda postrado
en la cama; el abuelo, enfurecido, amenaza con no darles comida hasta que retomen sus
labores; él mismo intenta ir a los basurales pero fracasa estrepitosamente, al no tener la
agilidad de sus nietos. Era invierno y al cerdo le empieza a dar la locura del hambre.
Una mañana, el abuelo entra al cuarto de sus nietos y los obliga a levantarse; entonces
Enrique se ofrece ir él solo al muladar con cuatro latas o recipientes de hojalata, pero
deja a su perro Pedro al cuidado de su hermano. De retorno con las latas llenas, Enrique
no encuentra al perro y se entera entonces que el abuelo había apaleado al animal y
arrojado su cuerpo como alimento para el cerdo. Horrorizado al ver los restos de su
perro, Enrique reprocha vehementemente al abuelo por cometer tal acción, hasta hacerlo
caer de espaldas dentro del corral del cerdo. El abuelo, por carecer de una pierna, no
podía levantarse y teme que su cerdo se le acerque, por lo que suplica a Enrique que le
ayude. Pero éste va en busca de su hermano, lo alza en hombros, y se marchan,
dispuestos a vivir en otro sitio. De lejos, sienten llegar desde el corral del cerdo el rumor
de una batalla.

Interior "L"

Este relato tiene como protagonistas a un colchonero y su hija de quince años, Paulina,
que vivían en un callejón o casa de vecindad, en el interior “L”. La esposa del
colchonero había fallecido tiempo atrás de tuberculosis, mismo mal que llevó también a
la tumba al hijo mayor de la familia, que trabajaba como albañil. El colchonero se
ganaba la vida renovando colchones y sentía que ya las fuerzas se le iban. Cierto día
regresó temprano a casa y encontró a Paulina durmiendo a pierna suelta, por lo que la
reprendió enérgicamente, por faltar a la escuela. Fue entonces cuando notó una
convexidad en el vientre de su hija, asaltándole una negra sospecha que de inmediato lo
confirmó; efectivamente, su hija estaba embarazada. Paulina confesó que había sido
abusada sexualmente por un maestro de obras de una construcción vecina, un zam47bo
joven y fornido, llamado Domingo Allende; según ella, aquél se había metido a su
habitación y la había forzado. El colchonero encaró a Allende, pero éste alegó que fue
su hija quien la buscó y la invitó a su cuarto, y que todo había sido consentido; sin
embargo, el colchonero no se quedó tranquilo y fue a consultar a un abogado de la
vecindad, quien le alentó a presentar la denuncia, pues al ser Paulina todavía menor de
edad, ello le costaría a su ofensor pena de cárcel. Un día, el colchonero se encontró
nuevamente con Allende y tras una discusión, lo amenazó con denunciarlo. Allende
cambió entonces de rostro y se retiró preocupado. Días después, fue a visitar al
colchonero con un representante de la constructora, para pactar un arreglo. A cambio de
no presentar la denuncia, el colchonero recibiría una crecida suma de dinero. El
colchonero terminó por aceptar, pues conocía lo intrincado y fatigoso que era andar en
líos judiciales. Con esa suma, él y su hija pudieron vivir desahogadamente, por un
tiempo; sin embargo Paulina sufrió un aborto espontáneo y lo que quedaba del dinero
tuvieron que gastarlo en remedios. El relato finaliza cuando el colchonero, enfermo y
hastiado de tener que trabajar duramente, le sugiere a su hija, ya recuperada, que busque
nuevamente a Allende. En otras palabras, le incita a que cometa un chantaje sexual, del
que se beneficiarían nuevamente. Paulina se limita a responder que lo pensará.

Mar afuera

El relato empieza mostrando a dos amigos, Janampa y Dionisio, navegando a bordo de


una barca, yendo a la faena de pesca. Janampa, zambo pescador y dueño de la barca,
había invitado a Dionisio muy de madrugada a que le acompañara en esa labor. Pronto,
Dionisio se dio cuenta que la intención de Janampa era otra y empezó mentalmente a
reconstruir su amistad con éste. Lo había conocido hacía dos años en una construcción
en la que trabajaron como albañiles. En cierta ocasión le ganó su salario en un juego de
póquer. Tiempo después, durante una fiesta de cambio de aros, Dionisio conoció a una
mujer apodada “La Prieta”, a la que conquistó, pero notó que Janampa, ya por entonces
pescador, también la había pretendido, siendo rechazado por ella debido a su fama de
donjuán de barriada. Al parecer, Janampa continuó interesado por la Prieta; ésta misma
le cuenta a Dionisio que antes de acostarse en su barraca veía siempre a Janampa
merodeando cerca. Volviendo al inicio del relato, en esa madrugada, cuando partió a
acompañar a Janampa a la pesca, Dionisio se despidió cariñosamente de la Prieta, quien
le pidió que no demorara mucho, tal vez presintiendo algo. Llegado ya mar afuera, muy
lejos del litoral, Janampa ordenó a Dionisio que echara la red desde la popa. Dionisio le
obedeció, dándole la espalda. La tarea era muy lenta y fatigosa. Dionisio sabía ya que
Janampa en cualquier momento lo atacaría; vio que era imposible huir y esperó
resignado la puñalada fatal.

Mientras arde la vela

Aparece la protagonista, doña Melchora, pensativa en su habitación, de noche. Era una


señora humilde, que vive con Moisés, su esposo, un albañil alcohólico, y con su hijo
menor, Panchito. Recuerda que horas antes habían traído a su esposo, inconsciente; se
había caído de un andamio, mientras trabajaba, pues al parecer se hallaba un poco
mareado (ebrio). Mercedes había creído que no sobreviviría, pero luego de un rato
Moisés despertó y se puso como loco, queriendo agredirla, tal como solía hacer cada
vez que tomaba. Ella se defendió y lo empujó; Moisés se cayó y se golpeó fuertemente
la cabeza en el suelo, quedando nuevamente desmayado. Pero esta vez se quedó rígido y
no parecía respirar. Con ayuda de Panchito, Melchora colocó a su esposo en la cama, al
que creía muerto. Luego salió de la casa a buscar a doña Romelia, su vecina, para
preguntarle qué debía hacer. Melchora estaba harta de la infeliz vida que llevaba con su
esposo; deseaba abrir una verdulería con los ahorros que tenía, pero mientras estuviera
con Moisés no podía poner en ejecución sus planes. Le había pedido el divorcio
infructuosamente. Sentía que con la muerte de Moisés las cosas serían distintas; era
como una oportunidad que se le presentaba. Pero cuando regresó a casa, su hijo le dijo
que su papá no estaba muerto, pues mientras había hablado con él durante su ausencia.
Melchora no quiso creerle, pero luego escuchó la voz de su esposo que le pedía a gritos
agua. Ya se había reunido mucha gente en la casa informada de la supuesta muerte de
Moisés; todos festejaron la falsa noticia. Llegaron enseguida los de Asistencia Pública,
informados de la muerte de un hombre; el enfermero se contrarió al no hallar ningún
cadáver, pero obligado por los presentes, examinó a Moisés. Le aconsejó que no bebiera
más, pues su corazón estaba dilatado y una borrachera más le sería fatal. Retirados
todos, Melchora se fue contrariada a su cuarto, pensando que ya no podría abrir su
verdulería; esperó que la vela que alumbraba la habitación se consumiera para acostarse;
mientras tanto recordó la recomendación que el enfermero hizo a su esposo. Melchora
salió entonces del cuarto a buscar algo en la oscuridad; de una canasta extrajo una
botella de aguardiente y volvió al dormitorio. Su esposo ya se hallaba acostado y
roncaba. Junto a su cabecera, Melchora colocó la botella. De pronto se apagó la vela.
Melchora se acostó entonces junto a su esposo, ya más tranquila y confiada en el
porvenir.

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