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27/11/2017

La complejidad del
concepto de cultura
INTRODUCCIÓ A L’ANTROPOLOGIA GRUP C1
GLORIA BARRIO AGUILAR
Contenido
Introducción:..................................................................................................................... 2
Naturaleza humana........................................................................................................2
Identidad........................................................................................................................2
Relativismo cultural....................................................................................................... 3
La importancia de la naturaleza humana en el concepto de cultura................................ 3
Errores o críticas hacia algunas definiciones de cultura, qué no es cultura......................5
Crítica radical al concepto de cultura................................................................................ 7
Influencias en el concepto de cultura e identidad, el gran papel de la política y las élites.
...........................................................................................................................................9
El gran papel de la identidad en el concepto de cultura............................................. 10
El papel de la declaración de los derechos humanos en el entendimiento de las culturas
y las identidades..............................................................................................................11
Algunas soluciones a los problemas de definir el concepto de cultura.......................... 12
Conclusión....................................................................................................................... 12
Bibliografía.......................................................................................................................13

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Introducción:
Hay que huir de lo simple. Las ciencias sociales y el estudio del ser humano no
buscan simplificar los complejos, sino desgranarlos, entenderlos y ordenarlos.
En este ensayo se va a tratar, a partir de diferentes textos y autores
especializados en el tema, esclarecer dudas y acercarnos al concepto de
cultura de una forma precisa, teniendo en cuenta la inmensidad de conceptos
que engloban la cultura y también poniendo sobre la mesa las diferentes
críticas y dificultades que surgen en el momento de indagar sobre la cultura y
sus definiciones.
Para ello es conveniente hablar de conceptos que aparecen a lo largo del
ensayo de una forma un poco genérica, para así no explicarlos a medida que
surjan en el escrito y desviar el tema que se trate. En concreto, hay tres
elementos que se repetirán a lo largo del texto y seguidamente se intentará
poner un poco de luz sobre ellos.
Naturaleza humana.
Este es un elemento estrechamente ligado a la cultura. La naturaleza humana
está directamente relacionada con los diferentes procesos de socialización. La
genética no es el único agente que nos construye como humanos, nada más
lejos de la realidad. Compone una parte de nuestra naturaleza, claro está, pero
para entender el comportamiento y el desarrollo de la humanidad, la genética
no nos ayuda. Sin embargo, entender las culturas, relacionar los hechos
humanos con su socialización, nos ayuda a entender mucho mejor nuestra
“identidad” o naturaleza.
Aunque pueda sonar dispar y contrapuesto, la naturaleza humana es social. El
ser humano es un ser sociable y socializado. La etapa infantil de nuestra
especie es exageradamente más larga que la de cualquier otro animal. No es
extraño concluir, que en esta etapa no aprendemos a alimentarnos y
reproducirnos, aprendemos mucho más. Este mucho más es la cultura, es
aprender a vivir en sociedad, es aprender los valores, los comportamientos y
las normas con las que podemos vivir en sociedad. Y eso es lo que nos
construye como humanos. El hecho de ser seres construidos socialmente no es
antinatural, sino que es la propia naturaleza humana la que nos prepara para
convivir en sociedad para sobrevivir al medio.

Identidad.
Este es otro elemento estrechamente relacionado con la cultura aunque, como
veremos más adelante, puede no ser indispensable. Para empezar habría que
destacar la diferencia entre identidad individual e identidad colectiva.
La identidad personal o individual es una mera negociación del individuo con el
resto, por lo tanto, cada individuo muestra la identidad que quiere que sea
mostrada. En definitiva, no hay ningún aspecto natural que defina la identidad
del individuo, los aspectos sociales pueden modificar o encaminar la identidad
que el individuo muestra, pero esta no tiene esencia. La identidad individual
puede variar y acostumbra a hacerlo dependiendo quién o qué tenga ante él.
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De este modo muestra la identidad que quiere que los otros conozcan. En este
aspecto, es fácil entrar en el conflicto de: “Los seres humanos no somos nadie,
no tenemos identidad personal”. En cambio, la falta de una identidad personal
única significa todo el contrario de ser nadie, se refiere a la posibilidad de ser
cualquiera.
La identidad colectiva es un estado de consciencia implícitamente compartido
por unos individuos que reconocen y expresan su pertenencia a una categoría
de personas y a una comunidad que les acoge. El máximo requisito para tener
una identidad colectiva es el mero deseo de tenerla. Las identidades colectivas
se construyen en un deseo de identificarse como un “nosotros” por oposición a
un “ellos” también colectivo. Más adelante veremos cómo esta oposición ha
sido cuna de malas interpretaciones y faltas de respeto hacia la diferencia. Las
identidades colectivas pueden ser diversas, género, orientación sexual,
profesión, clase social, religión, ideología… pueden convivir e interrelacionarse
unas con otras dentro de una sola persona y es el contexto el que regula la
intensidad de las mismas, intensidad que por tanto, es cambiante.

Relativismo cultural.
Es una actitud filosófica según la cual el conocimiento humano es incapaz de
asumir verdades absolutas i universalmente válidas, ya que toda afirmación
depende de condiciones y contextos de la persona o grupo que la afirma.
Es una de las bases teóricas de la antropología desde sus inicios y se
entiende, desde la antropología, que las culturas no deben ser estudiadas o
entendidas desde la propia perspectiva o en relación a otras culturas. Para
entender un elemento cultural se tiene que estudiar en su contexto y solo
compararlo con otros elementos de su cultura.
Muy malinterpretado, el relativismo cultural se basa en no juzgar a las culturas,
simplemente estudiarlas e intentar entenderlas. Este hecho polémico ha dado
lugar a malinterpretaciones, acusando a la antropología de justificar bajo el
respeto a las culturas, atrocidades como violaciones en grupo u otras prácticas.
Nada más lejos de la realidad, la antropología defiende que su deber es
entender y no juzgar, y además, entender que las atrocidades no sólo se llevan
a cabo por el seguimiento a una cultura y, como se explicará más adelante,
eliminar la cuestión política y económica de ellas es erróneo y peligroso.

La importancia de la naturaleza humana en el


concepto de cultura
Se ha buscado estudiar el concepto de cultura como un todo absoluto, un
conjunto de simples ideas y a lo largo de la historia ha ido variando. Pero la
base para entender el concepto de cultura está relacionada con el concepto de
naturaleza humana y es aquí donde reside la primera traba ya que la
naturaleza humana es un complejo campo de estudio. Geertz (1996) descarta
la idea ilustrada de naturaleza humana inmutable. Argumenta que lo que el
hombre es puede estar entretejido con el lugar de donde es y con lo que él
cree que es de una manera inseparable. Precisamente considerar semejante

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posibilidad fue lo que condujo al nacimiento del concepto de cultura y a la
concepción del hombre como ser uniforme Geertz (1996). La búsqueda de la
naturaleza humana de a conocer el concepto de cultura. Dos conceptos que en
efecto están relacionados y así lo expresan muchos autores de ciencias
sociales, tanto es así que se afirma rotundamente desde el estudio del hombre
y la naturaleza humana, que el ser humano sin costumbres o cambios
provocados por la cultura y el entorno no es realmente ser humano, solo ser.
Aquí nos encontramos con el problema de base, es complejo definir dónde
están los límites entre la naturaleza humana como universal y los aspectos más
locales y exclusivos de los humanos particulares. Aunque según Geertz (1996),
intentar trazar ese límite seria falsear la situación humana ya que partimos de
la idea que la naturaleza humana es variada en esencia y como consecuencia,
también en sus expresiones.
Hablando de naturaleza humana, que es necesario definir para hablar de
cultura, aparece el concepto del Consensus Gentium. Este concepto es la idea
que todos los humanos tienen unos valores universales donde estarán de
acuerdo en una serie de cosas correctas, justas, atractivas, reales y por tanto,
ese consenso universal hace a esas cosas efectivamente correctas, justas,
reales o atractivas. Este es un concepto que muchos estudiosos han soñado
con poder corroborar, ya que solucionaría y pondría fin a muchos debates y
complicaciones sin resolver sobre el concepto de naturaleza humana. No
obstante, ya afirma Geertz que este concepto fracasa, y en lugar de acercarse
a la comprensión de la naturaleza humana, se aleja de sus elementos
esenciales.
No que no se puedan hacer generalizaciones sobre el hombre, salvo que éste
es un animal sumamente variado […] Lo que quiero decir es que ellas no
habrán de descubrirse mediante la búsqueda baconiana de universales
culturales […] además que el intento de hacerlo conduce precisamente al
género de relativismo que toda esta posición se había propuesto exactamente
evitar. (Geertz, 1996)
Después de definir el ser humano como un conjunto de capas superpuestas
donde cultura, sociedad, psicología y biología (en este orden), formaran un
todo, Clifford Geertz explica porque esta distribución no es válida o adecuada
para definir al ser humano. Conviene más eliminar la noción de capas
superpuestas e intentar entender al ser humano como una interrelación de
estos cuatro pilares y poder generar teorías de definición de naturaleza
humana donde estén integrados todos los campos.
Se pueden aplicar dos supuestos para comprender mejor todo lo relacionado
con la naturaleza humana, no comprender la cultura como esquemas
complejos de comportamiento, sino como una serie de mecanismos de control
[…] que gobiernan la conducta. Así nos acercamos a la realidad humana, el ser
humano es el animal más influido por aspectos externos al organismo biológico
en su conducta. Esto también se podría entender como que la naturaleza
humana nos dispone para vivir miles de vidas diferentes, y son los factores
culturales y sociales en mayor medida los que definen la vida que vivimos entre
esos miles de posibilidades.

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Así la cultura se puede entender como una serie de mecanismos de control y la
conducta humana particular viene del pensamiento, que no es particular, sino
público y social. Ya que es un conjunto de símbolos e ideas que en gran
medida no son una creación particular, sino unas ideas ya dadas el individuo
por la cultura. La particularidad viene en cómo el individuo usa esos símbolos e
ideas dados, pero es la cultura la que los da. Esta simbología e ideario es
totalmente necesaria para el ser humano, nos permite tomar decisiones en la
vida, que para otros animales están definidas por la genética.
Para seguir con la idea que el ser humano está definido por la cultura también
se puede mirar a la propia evolución. El primer escalón en crear y trasmitir
cultura fueron los australopitecos. El físico humano, desde entonces, no ha
evolucionado demasiado. En cambio, el cerebro humano, desde que los
australopitecos empezaron a trasmitir cultura hasta el homo sapiens de
nuestros días ha evolucionado enormemente. Se puede concluir que lo que
creó al homo sapiens fue la cultura y por tanto, no existe la naturaleza humana
independientemente de la cultura.
En referencia a lo que se ha escrito antes, para descubrir qué es el ser humano
se tiene que mirar qué son los seres humanos y el mayor rasgo característico
de estos es la diversidad. La naturaleza humana es variable y diversa y, por
tanto, también lo es la cultura. ¿Cómo definimos un concepto que en esencia
es cambiante y variable sin ser ambiguos? Es aquí donde otros autores
analizan y proponen soluciones a este problema.
Nos hablan del concepto de cultura Christoph Brumann y Lila Abu-Lughod.
Pretenden tirar por suelo todo lo relacionado con el concepto de cultura en sí,
argumentan cómo ha supuesto muchas experiencias negativas las diferentes
definiciones de este concepto y hasta piden que caiga en desuso.

Errores o críticas hacia algunas definiciones de


cultura, qué no es cultura.
Christoph Brumann pretende documentar el escepticismo sobre el concepto de
cultura y más en concreto ciertos usos del concepto en sí. Así que, lo que toda
esta rama de autores críticos con el concepto tradicional y moderno de cultura
pretende, más allá de definir la cultura, es eliminar del concepto todo aquello
que no es cultura.
El principal problema que se encuentra en el concepto de cultura es la
limitación y homogeneidad que con el discurso de Clifford Geertz ya se había
criticado. Se argumenta en contra de esta homogeneidad y limitación que la
realidad social es todo lo contrario: variable, inconsistente y cambiante y un
concepto de cultura singular se aleja de esta realidad. Además, limitar las
fronteras culturales aleja el estudio de estas y es en esas fronteras, variables y
difusas, donde es conveniente estudiar el concepto general de cultura. Así cita
Christoph Brumann a Clifford Geertz: La cultura es perdurable, tradicional,
estructural (más que contingente, sincrética o histórica). La cultura es un
proceso de ordenación, no de ruptura.
Las concepciones tradicionales de cultura nos acercan al esencialismo y con
ello a definir la cultura como un ser viviente, un objeto o una sustancia. Y eso la
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aleja de toda variabilidad y heterogeneidad. Siguiendo esta línea argumental
inexacta sobre cultura, se terminan incluyendo conceptos como el de “raza”
que ha demostrado ser empíricamente infundado y ha sido excusa para
cometer grandes abusos e atrocidades en su nombre. Aun así, Brumann no
concibe el concepto tradicional o moderno de cultura tan empíricamente
infundado como el de raza, pero no encuentra un uso correcto en él.
Volviendo a la importancia de las fronteras, que las definiciones de cultura más
tradicionales han intentado ignorar, hay que tener en cuenta que la cultura es
una herramienta esencial para construir-se en contraposición al otro. Es decir,
las identidades se crean en oposición al otro con el que no nos sentimos
identificados, así pasa con la identidad cultural y la identidad es un rasgo muy
característico e importante para construir el concepto de cultura. Respecto a las
identidades, la antropología también ha ayudado a crearlas, ya que ha puesto
sobre la mesa la existencia de culturas “diferentes a las nuestras” y así
ayudado a definir “nuestra cultura”. En este sentido también ha ayudado a crear
soberbias sobre las culturas que no son la propia, y como con el concepto de
raza, se han argumentado desigualdades a partir del discurso antropológico
sobre la diferenciación del “otro” al definir la propia identidad.
Christoph Brumann propone entender el concepto de cultura, no como un
sustantivo, que como se ha dicho antes inspira que la cultura sea un ser vivo o
una cosa, sino como un adjetivo (cultural) que puede ayudar a entender mejor
la esencia de este concepto ya que nos abre puertas a las diferencias, las
comparaciones y las contraposiciones implícitas en él. Aun así, citando a
Moore, Brumann pone sobre la mesa que el concepto de cultura está tan
arraigado en el imaginario social que a efectos prácticos sería imposible
destruir (por mucho que Lila Abu-Lughod incite a los antropólogos a escribir
contra la cultura).
Con todo esto volvemos a lanzar la pregunta que con Geertz ya nos había
surgido. ¿Cómo definir algo cambiante y heterogéneo sin caer en las ya usadas
ambigüedades?
Como ya proponía Geertz, tal vez sería interesante definir la cultura a partir de
los procesos, conductas y actos particulares, en lugar de buscar consensos
universales.
Las definiciones modernas de cultura la conciben como formas o estilos de vida
adquiridos socialmente por un grupo de personas, como una experiencia
acumulada que desemboca en patrones sociales para un comportamiento
característico de un grupo social o como el conocimiento y comportamiento
socialmente transmitido que comparten algunos grupos de personas.
A todas estas definiciones les falta algo. Les faltan los ya famosos límites que
las definen en confrontación al “otro”. También les falta qué tienen en común
todas las culturas o si son inmunes al cambio. Así como un elemento
fundamental en toda definición, falta explicar si es una cosa, una esencia, un
ser vivo… Otras definiciones intentan definir más escuetamente el concepto y
definen la cultura como un conjunto complejo. Pero todas estas definiciones se
olvidan de explicar dónde están los límites del grupo o área de estos
“conjuntos” o “formas de vida”. Para superar estas faltas se propone distinguir
entre la cultura como ente general y la cultura específica. Se ha planteado
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abordar la definición general de cultura a partir de la definición de cultura
específica. Así Brumann nos propone tres ideas fundamentales sobre la cultura
(en este caso el concepto específico) que pueden ayudar a disipar algunas
dudas o a crear de nuevas. La primera es que la reproducción social de la
cultura no está garantizada y requiere un esfuerzo considerable. La segunda es
que no hay límites para la cultura, y en relación a eso en los últimos años la
idea de los universales culturales está perdiendo mucho interés. La última es
que la cultura no siempre es cultura étnica ni está siempre ligada a la identidad.
Se concluye de Brumann que no se puede demostrar empíricamente (como
ocurrió con el concepto de raza) que el concepto de cultura deba ser rechazado
o irremediablemente utilizado. Si se afirma que las personas habitan como un
conjunto continuo y sin límites, variado en sus características y contornos pero
sin rompimientos, la antropología se presta a definir las características de este
conjunto con el concepto antropológico de cultura.

Crítica radical al concepto de cultura


En esta línea, Lila Abu-Lughod hace una crítica más intensa o radical sobre el
concepto de cultura y el papel que la antropología juega en su definición. Como
Geertz y Brumann hace hincapié en la idea de diferenciación entre el “yo” y el
“otro” como base para la cultura. La crítica al esencialismo también es común
en esta autora y afirma que aun así el concepto de cultura conserva algunas de
las tendencias que son útiles para congelar las diferencias que se consideran
poco comunes (Abu-Lughod, 2012).
Cabe destacar en este punto el ya mencionado daño que el concepto de
cultura, en sus diferentes definiciones históricas, más o menos recientes, ha
ocasionado. El orientalismo es uno de esos daños colaterales, se podría decir,
de la ambigüedad y la falta de una definición clara del concepto de cultura. Aun
así, señala Abu-Lughod, han surgido movimientos intentando cambiar de bando
la estructura de poder que el sistema ha creado en favor del “yo occidental” en
superioridad de los otros “yo” existentes. Y es que este es el daño del que se
habla, un aspecto tan básico para entender la cultura como es la diferenciación
entre el “yo” y el “otro”, si no se matiza, acaba creando una excusa para
posicionar el “yo” en una posición de poder respecto al “otro”. Estas tentativas
de cambio de poder se pueden apreciar en diversos movimientos, como el
feminismo cultural. No obstante, Abu-Lughod ve en estos movimientos en base
empoderadores, unas peligrosas tendencias, debidas, según ella, a invertir la
relación de poder y no eliminar la diferenciación de base que ha creado el
problema.
Se pone de manifiesto que pasar por alto las diferencias en la creación de la
propia identidad, las diferencias de clase o sexualidad, las experiencias
personales y otras más diferencias que se pueden encontrar entre miembros
de un mismo grupo, hacen un flaco favor a erradicar el problema de abuso de
poder. Es decir, si con Geertz y Brumann hablábamos de la importancia de
entender la cultura como algo heterogéneo y variable, estas tendencias de
crear movimientos culturales homogeneizándolos para poder revertir las
estructuras de poder, acaban siendo hipócritas y siguen basándose y
transmitiendo un concepto de cultura esencialista.

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Respecto a los daños causados por malas interpretaciones o definiciones
ambiguas del concepto de cultura, cabe añadir que el relativismo cultural, cada
vez más, ha abogado por dejar atrás los juicios y valores sobre una
diferenciación u objeto de estudio y rechazar la jerarquización de las
diferencias. Aunque aquí aparece otro problema, parecido al de intentar
cambiar el concepto de cultura en general. El imaginario social tiene tan
arraigada la unión entre jerarquía y diferencias, que difícilmente se podría crear
una nueva idea colectiva donde las diferencias no implicaran ningún tipo de
relación de poder unas sobre otras o de estigma o jerarquía. Otra solución sin
embargo tampoco es la eliminación de dichas diferencias, igualmente poco
probable en el imaginario colectivo. Eliminar, por ejemplo, la concepción de
“Oriente” y “Occidente” como propone Said no significa que borre todas las
diferencias, sino que reconoce más, así como las complejas formas que se
interceptan (Abu-Loghod, 2012).
Otra crítica al concepto de cultura de Abu-Lughod es la enaltación de la
coherencia en el momento de definir. Y esto recuerda a la pregunta que se
repite una y otra vez y a la que añadimos dudas. ¿Cómo definimos
coherentemente algo tan heterogéneo, variable como la cultura?
Aquí es donde Abu-Lughod propone la crítica radical a la que antes se ha
hecho mención: Si la “cultura” opacada por la coherencia, la intemporalidad y la
diferenciación es la principal herramienta antropológica para hacer al “otro” y a
las diferencias, […] suele ser una relación de poder, entonces quizá los
antropólogos deberían considerar estrategias para escribir contra la cultura.
A esta propuesta, Abu-Lughod añade tres estrategias que es importante
mencionar para poder entender parte de la crítica al concepto de cultura y,
también, para poder acercar una realidad más tangible a esa búsqueda de la
definición que englobe tan amplio campo de elementos y contradicciones.
Con el discurso el concepto de cultura se puede refutar, ya que la discusión
teórica es espacio de interacción antropológica. El discurso tiene más cabida
en la antropología y sirve también para diferenciar elementos de la práctica.
Estos dos elementos diferenciados pueden ayudar a definir la heterogeneidad y
la finitud o intemporalidad de la cultura, ya que por sí mismos son recursos que
rehúyen la infinitud.
La segunda estrategia que propone Abu-Lughod se basa en reorientar los
problemas o temas que los antropólogos abordan. De esta forma, se podría
ayudar a definir esa frontera entre culturas e identidades que tanto las definen y
que definiciones más tradicionales de cultura han obviado. Además el estudio
en profundidad de los hechos históricos (eliminando aquí el antiguo valor
inmutable de la cultura) es importante para poder definir la cultura, cómo la
historia cambia las identidades personales o colectivas es un punto clave para
entenderla.
La tercera estrategia se relaciona con el primer autor del que hemos hablado,
Clifford Geertz. Al igual que Geertz, Abu-Loghod hace énfasis en los problemas
que genera la oposición al otro en el momento de escribir. Vuelve a surgir la
duda sobre si es posible hacer o escribir sobre la diferenciación (entre el yo y el
otro, entre una cultura y otra, definiendo la identidad individual, definiendo
identidades colectivas…) sin poner a un elemento por encima del otro. Para
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ello, Abu-Lughod propone hacer etnografías de lo particular para establecerse
en contraposición a las generalizaciones y los resultados incompletos o
erróneos en que desembocan. Así que gracias a esta última reflexión podemos
despejar una X en la ecuación cada vez más compleja que supone preguntar
por el concepto de cultura. Si con Geertz i Brumann (página 5) nos
preguntábamos como definir algo cambiante y heterogéneo sin caer en las ya
usadas ambigüedades, gracias a Lila podemos despejar la X de la
heterogeneidad. No en el concepto de cultura, pero si en la práctica,
incorporando las etnografías de lo particular para luchar contra las
generalizaciones.

Influencias en el concepto de cultura e identidad, el


gran papel de la política y las élites.
Cuando en diversas ocasiones se ha reflexionado sobre la dificultad de cambiar
las definiciones de conceptos como cultura u otros en el imaginario social, no
se ha indagado sobre qué agentes ayudan a crear, estancar y hacer fuertes
estas ideas. Son fuertes hasta el punto que un hecho argumentado y
empíricamente contrastado, como que el concepto de raza esta infundado, no
se ha conseguido mover del imaginario social. Alejandro Grimson da una pista
sobre uno de estos agentes y nos hace reflexionar sobre como el concepto de
cultura (por si aún no había recibido suficiente crítica) tiene implicaciones
políticas.
Estas implicaciones han servido, desgraciadamente, no para crear un estado
de bienestar y entendimiento común, sino para justificar las desigualdades o
para relacionar la diferencia con la inferioridad. Ejemplos de ellos son el
racismo o el clasismo, donde la política hace de la diferencia una excusa para
que el hombre blanco y rico se posicione por encima. Alejandro Grimson nos
argumenta que mientras la idea de raza clasificaba a los seres humanos desde
la biología, la inmutabilidad y la jerarquía, el concepto de cultura clasificaba
desde la vida social (Grimson, 2008). La absurdez de estos planteamientos
radica en definir otras culturas o realidades fuera del propio contexto y basar
las desigualdades en las diferencias es hacer eso mismo, es justificar una
relación (desigual) desde un contexto o historia que solo está directamente
relacionado con una de las dos partes, y donde la otra está fuera. Una
creencia, un hábito, un ideal colectivo, un rito y otros más ejemplos solo
pueden ser entendidos desde su propio contexto. Así todo lo “no occidental”
debe ser apartado de cualquier otra definición que se haya hecho, como
salvaje, inferior o ilógico. Simplemente es diferente. Aquí aparece el ya
señalado anteriormente relativismo cultural, una gran herramienta que ayuda
tanto a definir el concepto de cultura como para alejarse de juicios impropios
del campo antropológico.
En esta línea es necesario añadir otros dos problemas que surgen en el
concepto de cultura. Y podremos seguir añadiendo elementos a la ecuación
que queremos resolver. Los problemas teóricos ya se han discutido
anteriormente, pero Alejandro Grimson hace una relación muy escueta y
esclarecedora sobre ellos. Lo hace basándose en la transformación de la idea
de raza en la moderna idea de cultura, que la clasificación se mal sustenta solo

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por similitudes con el interior y diferencias con el exterior y que estos dos
supuestos permiten crear un mapa con delimitaciones de culturas claras y esto
ya anteriormente se ha rechazado, poniendo sobre la mesa con Brumann la
importancia de estudiar la difusión y variabilidad de los límites que con Grimson
se pone en común. Estos supuestos teóricos básicos niegan las desigualdades,
hasta ahí llega el nivel de incoherencia. Sin aceptar la difusión y variabilidad de
los limites culturales se acepta la cultura como un ente inamovible e invariable,
cuando la realidad de las culturas es que sus elementos son reinventados en
función de los contextos, históricos, ideológicos o políticos y además las
interrelaciones entre culturas o grupos de diferentes culturas son una realidad
que también queda pisoteada por esos supuestos de limitación cultural.

El gran papel de la identidad en el concepto de cultura


La cultura y la identidad son dos elementos que están estrechamente
interrelacionados. Aunque Brumann no vea la identidad como un elemento
clave para todas las culturas, sí que se le puede dar un gran protagonismo. Aun
así, no hay que caer en la equivocación, como argumenta Grimson, de
equiparar cultura e identidad, son dos elementos, aunque interrelacionados,
totalmente diferentes. Aquí el fundamentalismo volvería a intentar establecer
los mismos límites culturales y de identidad, pero las culturas son más híbridas
que las identificaciones. (Grimson, 2006)
Las identidades culturales han sido contaminadas o modificadas por la
imposición política de amor y respeto a la nación o a la patria. Desde la política
se intenta enaltecer el sentimiento de identidad nacional en contraposición a la
inmigración, así se ayuda a crear una identidad cultural, en contraposición a
otra, pero con un objetivo que poco tiene que ver con la cultura, más bien con
la justificación de las desigualdades o la segregación. Ese intento de confundir
las identidades culturales con amor a la patria, que serían muy adecuadas si
fuera fruto de una reacción natural de la cultura y no una imposición política
con fines concretos, acaba provocando que las culturas se entrelacen con otras
culturas a la que esta política no le conviene segregar y se creen identidades
más grosso modo. De esta forma se acaba hablando de “cultura occidental”
sea lo que sea que signifique eso, pero con un claro interés político detrás de
construir una identidad contraria a la supuesta “cultura oriental”. Así, con la
población que gobiernan identificada con la identidad que a ellos les conviene
políticamente se ejemplifica la gran influencia que hoy en día tiene la política en
las identidades y en concreto en la identidad cultural.

El papel de la declaración de los derechos humanos


en el entendimiento de las culturas y las
identidades.
Una famosa herramienta que ha servido al mundo para promover esa idea de
“cultura occidental” ha sido la declaración de los derechos humanos, poniendo
además, la cultura occidental como ente universal por el que definir los
derechos de todos los seres humanos del mundo. Esta declaración ha sido
fuertemente criticada por la antropología y otras ciencias sociales,
argumentando que deja de lado un gran número de ideas que provoca no

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incluir en esa declaración a personas que por diferente cultura o identidad no
se pueden llegar a sentir conformes.
Dejando de lado la obviedad de lo inútil que es la declaración, que hasta para
los gobernantes con afinidad cultural a ella se la saltan cuando les conviene, es
importante destacar los motivos por los que está incompleta o mal formulada,
para así poder entender mejor todo este complejo de culturas e identidades.
Los valores principales con los que se ha hecho la declaración son valores
occidentales, y me atrevería a decir cristianamente europeo-norteamericanos.
Hay culturas alrededor del mundo que no comparten esta escala de valores y
por tanto habría que basar la política internacional teniendo en cuenta todos los
imaginarios colectivos, no solo el europeo-norteamericano.
Cada cultura tiene un universo de sentido propio, con unos topoi concretos. Los
topoi son las ideas comunes de mayor alcance en una cultura. Este es un
punto importante para entender la cultura y la diversidad cultural, ya que sólo
desde ese universo con unos topoi concretos se puede entender una cultura
que no es la propia. Y a su vez, es la única forma de encontrar un consenso
universal, si es que es posible, para hacer una declaración de los derechos
humanos que pueda incluir a toda la humanidad. Si bien es cierto que con
Geertz nos alejamos de los universales culturales, aquí no nos referimos a este
tipo de universales, más bien a consensos o puntos comunes entre topoi
diferentes. A lo que se llama hermenéutica diatópica (De Sousa Santos, 2001).
Por otro lado, Sally Engle Merry señala como esta supuesta universalidad de la
cultura occidental que se refleja en el texto de los Derechos Humanos, ha
servido como excusa en contra del relativismo cultural mal entendido. Por
ejemplo, se señala que el principal creador de desigualdad para las mujeres es
la cultura y por tanto, los Derechos Humanos son una herramienta facilitadora
para la igualdad. No obstante es una manera de interpretar la subordinación de
las mujeres en los términos de las prácticas culturales que los reprimen en
lugar de las prácticas económicas o políticas (Merry, 2003).
Culpar a la cultura de las desigualdades y dejar a la política o la economía lejos
de responsabilidad es una estrategia ruin e hipócrita que ayuda aún más a que
las élites ejerzan control sobre las identidades colectivas e incluso individuales.
Y además parece ser una excusa para formar una humanidad culturalmente
homogénea, para ser quizá más controlada. No obstante, la diversidad cultural
sigue siendo inmensa, aunque hayan argumentos alarmistas poniendo el grito
en el cielo por una supuesta homogeneización cultural fruto de la globalización,
nada más lejos de la realidad, el mundo sigue con un numero casi incalculable
de culturas diferentes.

Algunas soluciones a los problemas de definir el


concepto de cultura
Para terminar, después de poner sobre la mesa las complicaciones para definir
la cultura y, por otro lado, los problemas que supone tener una definición
concreta, cuando la política y otras elites se encargan de controlar el imaginario
social, es interesante valorar que estrategias, si las hay, se pueden usar para
superar estas últimas dificultades.
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Muy simplemente, para solucionar los problemas de concepto sería interesante
buscar los puntos comunes y las discrepancias de las diferentes definiciones y
estudios sobre cultura como bien desarrolla Carola Lentz.
Y para resolver los problemas de imaginario una opción sería seguir
desarrollando el concepto de cultura. Si bien la cultura es cambiante, también
deberían serlo las investigaciones y definiciones a su alrededor, si mantenemos
una línea inmutable de estudio, la política ya se encargará de hacer la idea de
cultura adaptable al imaginario social, en su beneficio claro está.

Conclusión
Al final de esta reflexión no se ha conseguido resolver la pregunta que hemos
ido repitiendo, ¿cómo definir la cultura con todo lo que implica? Pero si se han
podido esclarecer algunos puntos, y más en concreto, se pueden definir los
elementos principales que conforman el concepto de cultura.
Para definir el concepto de cultura hay unos puntos importantes
interrelacionados que hay que tener en cuenta. Estos puntos son la naturaleza
humana, la identidad, los límites y la oposición al otro, la heterogeneidad, la
irrelevancia de la variación interindividual y la reproducción social de la cultura.
Y todos ellos han podido ser resueltos y bien definidos a lo largo del texto.
En base a estos puntos y a todo lo que se ha ido desarrollando en el texto, no
veo conveniente definir el concepto de cultura de forma universal, pero si, en
contra de Abu-Lughod, y más en consonancia con Carola Lentz, me parece
importante que la antropología siga teniendo como pilar la cultura y el ser
humano, aunque el concepto requiera una reformulación constante.

Bibliografía
ABU-LUGHOD, L. (2012) [1991] "Escribir contra la cultura", Andamios
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