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Casi todos los medicamentos tienen sus efectos en la sinapsis neuronal, producen
cambios en la liberación de neurotransmisores y los receptores a los que se fijan. Los
investigadores presentan la hipótesis de que casi todos los antidepresivos trabajan
bloqueando la recaptación de los neurotransmisores, en especial, la serotonina la
norepinefrina. La recaptación es el proceso de inactivar al neurotransmisor, éste se
absorbe en la neurona presináptica de la cual ha sido liberada; esto permite que
mayor cantidad de serotonina y norepinefrina esté disponible para la transmisión
neuronal; no obstante, el bloqueo de serotonina y norepinefrina también pueden
tener efectos colaterales indeseables.
Cannabis Sativa L., procede del vocablo griego Kannabis y del latino sativa, que quiere
decir “útil”.
El cáñamo es una hierba resistente que crece anualmente a partir de semillas del
tamaño de una perla pequeña, suele llegar a medir entre los 3 y 4.5 metros de altura.
Presenta un rígido tronco central redondeado o ligeramente cuadrado, más o menos
aflautado a lo largo, y con nudos a intervalos, nudos a los que se adhieren las hojas.
En el siglo XVI a. C. El papiro egipcio de Ebers consignaba el uso médico del cannabis
que los coptos de Tebas también empleaban en rituales de “ingestión de humo” de
incienso a fin de comunicarse con Dios. Sushruta, uno de los médicos más antiguos,
reconoció en la India en el siglo II a.C. que el cannabis secaba las membranas mucosas
y lo recetó como antiflemático. Además de las múltiples aplicaciones religiosas y
culturales que tuvo en la India, la medicina ayurvédica empleó el cannabis para aliviar
las migrañas y retortijones estomacales.
Dioscórides – médico particular del emperador romano Nerón – alabó la planta del
cáñamo por sus propiedades terapéuticas y comerciales y la clasificó con el nombre
que lleva actualmente: Cannabis savita. Quinientos años después el
Constantinopolitanus incluyó el más antiguo dibujo botánico que existe de esta planta.
En el Siglo II de nuestra era, Plinio el Viejo recetaba semillas de cáñamo para los
animales de granja estreñidos, hierba para el dolor de oídos y cataplasmas de raíz de
cáñamo para aliviar calambres articulares, la gota y las quemaduras.
Li She-Chen analiza a fondo la semilla del cáñamo en el manuscrito chino del siglo XVI
del Pen tsao kang mu, atribuyendo a esta la capacidad de incrementar el ji interior,
frenar el envejecimiento humano, estimular la circulación sanguínea, aumentar la
secreción de leche en las madres lactantes y ayudar a los paralíticos.
Según información publicada por El País (MX), la marihuana es la droga ilegal más
consumida en México. La encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco
(Encodat), para el periodo 2016 y 2017 destaca el predominio de la marihuana que se
encuentra muy por encima de la cocaína (3,3% de la población adulta), los inhalables
(1,1%), los alucionógenos (0,7%) y otros tipos de anfetaminas (0,9%). Es la única
droga que presenta un crecimiento significativo en los últimos años. Un 8,6% de los
adultos entre 18 y 65 años, aseguran que la han probado al menos alguna vez. En los
últimos 12 meses (Diciembre 2017) se pasó del 1,2% al 2,1%.
https://elpais.com/internacional/2017/12/04/mexico/1512410150_084756.html
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/234856/CONSUMO_DE_DROGAS
.pdf
http://wradio.com.mx/radio/2018/01/25/nacional/1516906807_357684.html
Una tradición india sostiene que los dioses obsequiaron a la humanidad el cáñamo
para que pudiera obtener deleite, valor y deseos sexuales potenciados. La cannabis
brotó cuando el néctar o amrita, bebida de los dioses, goteó desde los cielos. Fue
consagrado a Shiva y constituyó la bebida favorita de Indra.
El cáñamo o marihuana, al parecer tiene sus orígenes en Asia central; a través del
tiempo los intercambios culturales diseminaron la planta por el mundo,
esparciéndose por tres rutas: hacia el este de China, hacia el sur de la India y el sureste
de hacia y hacia el oeste asiático, desde donde se difundió hacia África, Europa y,
finalmente América.
Entre los árabes esta planta era nombrada bangah y la utilizaban ya sea por fe
religiosa o por condición social, siendo la droga predilecta de campesinos, jornaleros y
siervos, por lo que se le conoció como haschisch al-haraftsh (hierba de los truhanes).
Para el caso del continente americano, el cáñamo fue traído por Cristóbal Colón y
después de la conquista de México Tenochtitlan, Hernán Cortés pidió a la corona
española que enviara cáñamo a la Nueva España, siendo Pedro Cuadrado de Alcalá
quien trajo las primeras semillas de cáñamo a tierras americanas en 1530 y en ese
mismo año fue introducido a otras colonias españolas. Dos años después, la segunda
Real Audiencia autorizó las siembra de cáñamo en todo el territorio conquistado.
A los pocos años, el virrey Antonio de Mendoza limitó el cultivo del cáñamo porque los
indios ya lo usaban para consumo con fines tóxicos.
La propagación de los cultivos de cáñamo a toda Nueva Espala corrió a cargo de la
orden de los jesuitas, quienes usaban el hilo para la confección de sus hábitos y
calzado. La primera de las leyes directamente relacionadas con el cáñamo se expidió
en Ponferrada, España, el 13 de Junio de 1545; en ella se ordenó que todos los virreyes
fomentaran el cultivo de cáñamo (“Libro III, Título Diez y Ocho, Del Comercio,
Mantenimientos, y Frutos de las Indias”).
Con el paso del tiempo, el cáñamo dejó de ser sólo una planta de utilidad industrial y
poco a poco se popularizó su uso para otros fines. Los léperos, la primer contracultura
de la Nueva España, fueron los primeros que disfrutaron de su uso recreativo.
Según una versión, por ese tiempo el cáñamo fue bautizado como mariguana, ya que
las curanderas, Marías o Juanas utilizaban frecuentemente la yerba con fines
medicinales. Por su parte, Ricardo Sala ofrece una muy compleja interpretación en la
que supone que el término “mariguana” proviene de una combinación de términos
náhuatl: mayi (mano), por la forma de la hoja; malli (prisionero), porque la planta se
apodera del individuo; ihhuani (interesante) y tlahuana (embriagarse).
Para finales del siglo, la mariguana estrechó su asociación con el mundo delicuencial y
con los soldados rasos. La prensa de la época mostró que las referencias de la
mariguana, asociada a conductas delictivas, aumentaban considerablemente. EN esas
notas se exacerbaron los crímenes de protagonistas urbanos, quienes bajo el influjo de
la yerba eran capaces de cometer atrocidades.
En el siglo XVIII y XIX la mariguana formaba parte del grupo de drogas naturales
consumidas por los estratos sociales bajos. Entre 1870 y 1920 las revistas sociales y
de entretenimiento difundieron una extensa información acerca de versiones frívolas
de lo que representaba el fenómeno de los narcóticos, a diferencia de los médicos y los
boticarios, quienes recibían versiones de carácter técnico y especializado.
La percepción social en torno al consumo de esta yerba estaba fuertemente arraigada
y tenía una importante influencia en las esferas sociales, de tal manera que en
septiembre de 1882 la prensa festejó la captura de Bernardo Fernández, alias “El
Mariguano”.
EN el siglo XIX se hicieron cada vez más frecuentes las reseñas de los medios escritos
mexicanos respecto a las sustancias psicoactivas. Así, los diarios de la época se
encargarían de popularizar a la mariguana a través de sus artículos de nota roja,
hecho determinante en la conformación de un imaginario colectivo en el cual la droga
era indefectiblemente asociada con el ámbito delincuencial.
La mariguana tenía un papel importante en las diferentes esferas sociales, por lo que
los artistas de la época hicieron uso de su imagen en la construcción simbólica y
representativa de los propios usuarios. Por ello no es de extrañar que grandes artistas
como José Guadalupe Posadas, ironizaran la transgresión que implicaba el uso de la
droga a través de un agudísimo personaje creado en 1890, “Don Chepito el
mariguano”, a quien Carlos Monsiváis describe de la siguiente manera: Don Chepito
era una mezcla de viejo rabo verde, demagogo, cómico chusco, disparate a la moda,
payaso de las bofetadas, alma de la fiesta y acosador sexual. Don Chepito, inermidad y
locura, contempla con sonrisa depravada las ineptitudes de la inepta sociedad, que en
su oportunidad lo vapulea.