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PEDRO LE CONTESTÓ:
“TÚ ERES EL MESÍAS” (MC. 8, 29)
a empañar su originalidad, a
No podemos decir de antemano que “ya conocemos” esconder su faz humana y a
a Jesús sino vivimos la experiencia del seguimiento
de Jesús en los crucificados de la historia, quienes relegarlo dentro de la historia para
desde la cruz de su pobreza nos llaman y nos
hipostasiarlo como un semi-dios al
interpelan a actuar con misericordia y solidaridad.
margen de nuestro mundo. La fe
Tener fe, no significa sólo proclamar a Jesús como
Mesías, Señor, Hijo de David, Dijo de Dios, etc.; sin debe liberar a la figura de Jesús de
preocuparse por saber lo que estos nombres quieren
los obstáculos que lo atan y lo
decir para nuestra vida… La fe en Cristo no se
reduce al arcaísmo de las fórmulas, ni al disminuyen.
arqueologismo
“Creer en Jesús como acto existencia y de modo de vivir es
bíblico.
confrontar mi vida personal, social, eclesial, cultural y global con
la realidad de Jesús”. L. Boff.
2
LA FE NO PERMITE IDEOLOGIZAR LOS
TÍTULOS DE JESÚS
“Puede haber un peligro para la cristología cuando, en el afán de adaptación, títulos
bíblicos de Cristo se dan, sin crítica y sin conciencia de su realidad histórica, asimilados
Así por ejemplo, el título de Cristo-rey fue entendido dentro de la imagen del rey feudal
o del monarca absoluto romano y bizantino. Cristo también fue comprendido como el
legitimador del sistema eclesiástico... El Cristo profeta, maestro, rey, señor, etc., como
Todo lo dicho tiene gran parte de verdad, pero no es toda la verdad. Se olvida muy
fácilmente que el Cristo profeta y maestro no se deja conformar al status quo y fue
,
“DEL JESÚS HISTÓRICO AL CRISTO DE LA FE”
Jesús es el Cristo, el Señor, el Siervo de Yahvé, el Alfa y Omega, etc. Todas
estas afirmaciones sobre Jesús son confesiones de fe de la Iglesia.
Recordemos que el centurión romano, cuando vio a Jesús muerto en la cruz,
dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc. 15, 39). Cuando
desde la realidad latinoamericana proclamamos que Jesús es el liberador,
también estamos haciendo esta afirmación de fe. Esto es lo que se llama el Cristo de la fe.
Pues bien, la cristología latinoamericana afirma que estas confesiones de fe en Jesús pueden
llevarnos a una imagen desfigurada o incompleta de Jesús si no parten o se olvidan del Jesús
histórico. El “Jesús histórico” es la vida de Jesús de Nazaret, sus palabras y sus hechos, su
actividad y su práctica, sus actitudes y su espíritu, su muerte y su resurrección. En otras
palabras el “Jesús histórico” es la historia de Jesús.
EL JESÚS “REAL”
El Jesús histórico no es el Jesús real. El Jesús real no es el Jesús histórico. Subrayo esta
paradoja desde el principio porque en la “búsqueda del Jesús histórico”1 surge una
interminable confusión debida a la falta de una clara distinción entre estos dos conceptos.
¿A qué nos referimos cuando decimos que queremos investigar sobre el Jesús “real”, el
Nerón “real” o el real quien sea de la historia antigua? La noción de “real” es difícil y requiere
una cuidadosa distinción, ya sea antigua o moderna la historia que nos ocupe.
El lector que pretenda conocer al Jesús real debe cerrar este libro ahora mismo, porque el
Jesús histórico no es el Jesús real ni el camino fácil para llegar a él. El Jesús real no está a
nuestro alcance ni lo estará nunca. Esto es verdad no porque Jesús no haya existido –que
ciertamente existió–, sino sobre todo porque las fuentes que han subsistido no recogieron ni
jamás intentaron recoger todos, ni tampoco la mayor parte de los dichos y hechos de su
ministerio público y, menos aún, del resto de su vida.
DINÁMICA DE REFLEXIÓN
Instrucción: Hacer varios tríos para reflexionar sobre estas palabras de Monseñor Romero,
guiándonos por los ítems al final del documento.
“Tú eres el Mesías quiere decir: “Tú eres el esperado”. El Mesías es una palabra de origen
arameo que traducido al griego es Cristos y traducido al español es el ungido. Era la
expectativa del pueblo: ha de venir alguien que nos traiga los bienes que han anunciado los
profetas: paz, libertad, unidad, alegría, bienestar, felicidad. ¡Un pueblo que carece de estos
bienes anhela un Mesías! Queridos hermanos, antes de proclamar al Mesías, hay que
conocerlo. Por eso, todo aquel que predica tiene que ser primero un discípulo que oye, que
medita, que reflexiona, que ora”. (Homilia, 16 de septiembre de 1979).