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ENSAYO
El paradigma del mundo como un gran texto que debe ser leído de manera lineal,
siguiendo una cadena de causas y efectos, se desvanece en favor de la realidad
como un hipertexto con varias entradas. Actualmente, el mundo de los argumentos
debe compartir espacios con las imágenes. La pantalla convive con el libro; la
escritura con el mundo de las imágenes; y la concisa realidad cotidiana con la
sugerente realidad virtual. Es verdad que la actual intoxicación de información trae
aparejados varios inconvenientes, pero no deja de aportar sus ventajas. Es un
inconveniente, por ejemplo, la “desaparición del tiempo”. La mayoría de los
contemporáneos activos nos quejamos por la falta de tiempo. La simultaneidad
informática y mediática nos obliga a reacciones instantáneas y nos aleja de la
reflexión. Además, la desaparición de las distancias y el surgimiento de
comunicaciones compulsivas nos incitan a integrarnos a diferentes redes
informáticas (E-mail, Internet, fax, sumados a las comunicaciones ya tradicionales
como el correo, el telégrafo y el teléfono). Las formas humanísticas de la
meditación y la crítica han entrado en crisis. Pero la crisis no necesariamente
desemboca en caminos sin salida. Nos estamos enfrentando con desafíos
pedagógicos desconocidos hasta el presente. Indignarse por lo que una época
histórica dejó detrás puede ser legítimo. Pero no ayuda a recuperar lo perdido, ni
ayuda tampoco a interactuar con las nuevas formaciones culturales. La reflexión
pedagógica no puede, o no debe, prescindir de las realidades actuales. Nuestro
presente ha generado una episteme polifacética. Los territorios de cada disciplina
de estudio ya no están determinados de manera férrea. Los márgenes
epistemológicos de las distintas ciencias se flexibilizan y sus corpus se hacen más
complejos.
Por otra parte, en ética se asiste a una pluralidad de códigos. Cada vez se presta
más atención al respeto por la diferencias y a la posibilidad de aceptar (al menos
en teoría) las posturas ajenas por disímiles que sean a las propias. Las actuales
prácticas sociales, científicas y morales le exigen a la pedagogía teorías acordes
con la época que nos tocó vivir. La consideración del conocimiento y de las
subjetividades como construcciones históricas no puede dejar de lado la incidencia
del azar y de la libertad. Tampoco la posibilidad de las crisis o del caos. Hemos
arribado al fin de las certidumbres. La naturaleza y el ser humano distan mucho de
ser previsibles. Pero ello no impide estudiarlos ni conocerlos. Exige, más bien,
tratar de comprenderlos no ya como objetos de estudio, sino como sujetos de
diálogo. Estamos en el umbral de un nuevo capítulo de la historia de la pedagogía.
Nuestro desafío, entonces, es pensar, discutir y construir esta disciplina científica
en continuo proceso de cambio: una pedagogía de lo previsible, pero también del
devenir - en última instancia - una pedagogía del presente que no reniega del
pasado pero que apuesta al futuro.
Notas:
1- Jorge Luis Borges, en “La doctrina de los ciclos”, lo expresa de esta manera:
“Esa gradual desintegración de las fuerzas que componen el universo, es la
entropía. Una vez alcanzado el máximo de entropía. Una vez igualadas las diversas
temperaturas, una vez excluida (o compensada) toda acción de un cuerpo sobre
otro, el mundo será un fortuito concurso de átomos. En el centro profundo de las
estrellas, ese difícil y mortal equilibrio ha sido logrado. A fuerza de intercambios el
universo entero lo alcanzará y estará tibio y muerto. La luz se va perdiendo en
calor; el universo, minuto por minuto, se hace invisible. Se hace más liviano,
también. Alguna vez, ya no será más que calor: calor equilibrado, inmóvil, igual.
Entonces habrá muerto.” (Obras completas, Buenos Aires, Emece, 1989).
3- Cfr. PRIGOGINE, I., El fin de las certidumbre, Santiago de Chile, Andrés Bello,
1996