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DE

AUTORES ESPAÑOLES
( CONTINUACIÓN )

TOMO SEPTUAGÉSIMOSEGUNDO
BIBLIOTECA
DE

AUTORES ESPAÑOLES
DESDE LA FORMACIÓN DEL LENGUAJE HASTA NUESTROS DÍAS,

(CONTINUACIÓN)

OBRAS COMPLETAS
DE

D. JOSÉ DE ESPRONCEDA
EDICIÓN, PROLOGO Y NOTAS

DE

D. JORGE CAMPOS

MADRID
1
95 4

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DERECHOS RESERVADOS

ESTADES. Artes Gráfica». MADRID


Í N D I C E

Páginas Página-i?

IlS'TRODLCCCíÓN A la miuertc de Torrijos y sus compa-


V
La vida Víí ñeroé L.. 28
Espronceda, personaje novelesco .., A la muerte de don Joaquín de Pablo
VIH
¿Nacimiento y nmez Al (Chapalangarra) • 28
La emigración XIVDespedida del patriota griego de la hija
Teresa '. ^ XVI del apóstata •• 2Í'
Otras actividades de emigrado XVIIi Guerra! 3C>
La vuelta a la P a t r i a : Literatura ¡ A la patria 31
y política (1833-1834) , ... XIX Soneto 3&
Aumento de actividades v popula- A una estrella • 32.
ridad (1835-1839) , "..." XXI A Jarifa en una orgía 3S
Publicación de lae obras más im- POESÍAS RECOGIDAS POSTUMAMENTE
portantes (4840>1841) ... XXVI A don Diego de Alvear sobre la muer-
Hacia la gloria y el fin XXX te de su amado padre 3S
La obra.—Las «Poesías» XXXII
A la señora de Torrijos 36
Otras obras poéticas XXXVI
Octava real 37
«El Diablo Mundo» XXXVII
A Matilde 3'¿
Espronceda y Byron XXXVIII
«Sancho Saldaña» y sus problemas. XL A un ruiseñor 37
La obra dramática ... ... XLÍ Romance .. 38
Escritos políticos y periodísticos ... XLl A Carolina Coronado ... 38
Nuestra edición XL-lI Serenata 38
BIBLIOGRAFÍA XLIIÍ Canción báquica - 39
Principales ediciones XLIII Fragmento 39
Biografías XLIII A la degradación de Europa ... .... ... 35
Estudios sobre su obra de Espron- A una ciega ... ... 4C-
ceda XLIV Las quejas de su amor 41
A Guardia 41
POESÍAS (1840) 3 j Epitafio a Guardia ... 41
Al Dos de Mayo 41
A... Dedicándole estas poesías 3 Canto del Cruzado ... 4S
El Pelayo. Fragmento I 3 Revoluciones del globo 46-
Fragmento II; , ••• 5 Soledad del alma 46
Fragmento IIL Batalla del Imitación del Cantar de los Cantares. 47"
Guadalete 5 A Anfriso ... 47
El Consejo 9 La entrada del invierno en Londres ... 49
La Procesión 10 Carta a Balbino Cortés 51
Fragmento IV 11 A la luna 51
Fragmento V. Dfescmpoión Endecha ... 52
de un serrallo ... 12 Ilusión 5Si
Cuadro del Hambre 13 La vida del campo , ... 52.
Fragmento VI 13 A la noche , 52,
Serenata 15 Ante la muerte 55i
A una dama burlada 16 Un recuerdo de amor ... ... 5S
A la noche 17 A don José García de Villalta 58
El pescador 17 Cuento , 54
Osear y Malvina. La despedida 18 EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA
El combate 19 Parte I 59
AI sol 20 Parte II 61
La cautiva 21 Parte III 6S
Canción del pirata 21 Parte I]V 69:
El canto del cosaco 23
El mendigo 2-1 EL DIABLO MUNDO 83
El reo de muerte 25 Introducción 8§.
El verdugo 27 Canto I 90;
Páginas Páginas

Canto W. A Teresa 99 ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS.


Canto III 102
El Ministerio Mendizábal 573
Canto IV ... 114
Poesía 579
Canto V 125
Influencia del Gobierno sobre la poesía 581
Canto VI 139
El Gobierno y la Bolsa 582
Canto VI1{, Fragmentos 147
La pata de palo , ... 583
El ángel y el poeta. (Episodio del Dia-
Crónica de teatros 586
blo Mundo) 148
Teatros 587
TEATRO : ... 151 El pastor Clasiqaino ... 588
Teatros 588
Ni el tío ni el sobrino 153 Seducción y venganza o el marido inglés 590
Amor venga sus agravios 203 Costumbres 590
Blanca, de Borbón 257 Política general 592
Política general 596
NOVELA.
Un recuerdo 599
Sancho Saldañ-a 295 De Gibraltar a Lisboa. Viaje histórico. 604

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INTRODUCCIÓN

VIDA Y O B R A
DE

JOSÉ DE ESPRONCEDA
LA VIDA
Con el nombre de José de Espronceda se pronuncia el del más brillante
de los románticos españoles. No hacemos con ello una afirmación poco con-
sistente de aquellas en que le es fácil caer al biógrafo, impulsado por el afecto
hacia el personaje que le sirve de tema. La justeza de la frase se prueba con
tres distintas manifestaciones de la estimación conseguida por su obra : la po-
pularidad de que gozó en su época, su mantenimiento entre el pueblo
largo tiempo después de su muerte y la opinión de los críticos e historiadores li-
terarios.
De la popularidad de que gozó en sus días hallaremos frecuentes pruebas
al hacer el esbozo de su biografía, y baste anticipar ahora que a Espronceda
se le aclamó, como poeta, en vida hasta un punto que conocieron pocos de 6us
contemporáneos y que la mayor parte de su obra saltó de su pluma al recitado,
de allí a las columnas del periódico y después al libro, con general y clamo-
roso aplauso. De los datos revelados por los biógrafos que le conocieron se
deduce que su figura iba aureolada por una leyenda simpática, que acrecentó
su popularidad.
El mantenimiento de ese recuerdo desciende los peldaños de lo literario
y se conserva en la leyenda del Espronceda satánico y alborotador y en los
vendedores callejeros, que hasta hace pocos años eran ornamento indispensable
de la Puerta del Sol, voceando «La desesperación y el arrepentimiento, por el
poeta Espronceda», obras que, si bien no habían salido de su pluma, corres-
pondían exactamente a la estampa del poeta de acuerdo con la interpretación
popular.
La opinión de los críticos e historiadores literarios coincide en desta-
car a Espronceda de sus compañeros de generación, considerándole arquetipo
del romanticismo español. Veamos sólo algunos ejemplos, por no abrumar con
demasiadas citas: Juan Valera, uno de sus primeros críticos, ya señalaba este
carácter: «...Espronceda, verdadera encarnación del romanticismo...», dice en
su estudio sobre el poeta (1), para insitir en otro lugar: «Es el más com-
pletamente romántico en España» (2), y añadir, páginas más adelante: «Hu-
biera sido tal vez el mayor y más glorioso de los poetas líricos si hubiera go-
zado de tan larga vida, por ejemplo, como el autor de Fausto» (3). Idea que
«alta hasta los panoramas generales, estudios especiales y manuales... «Había
marcado el tono para toda la evolución romántica española» (4). «Espronceda
había nacido romántico antes de llegar por acá el romanticismo» y «tan fresca
vive la memoria del poeta romántico, cuando ya nadie del romanticismo se
acuerda» (5). «Si Rivas es nuestro gran lírico, Espronceda es el lírico revo-
lucionario, pujante, contradictorio, enérgico y tierno a la vez, del romanti-

(1) Del Romanticismo en España y de Espronceda, p. 33.


(2) Florilegio de poesías líricas del siglo XIX, I, p . 103.
(3) Ibid, V, p . 200.
(4) MARIO MÉNDEZ BEJARANO : Instituciones de Historia Literaria, I I , p . 506.
{5) JULIO CEJADOK : Historia de la Literatura, YH, pp. 179 y 172.

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VIII OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

cismo español» (6). E n ]a misnia opinión coinciden los críticos extranjeros.


P a r a Mazzei es «el m a y o r de los poetas románticos españoles» (7). B r e r e t o n le
juzga «un poeta que encarna como n i n g u n o el romanticismo español» (8).
K l a b u n d le considera como «el poeta español q u e más p l e n a m e n t e merece el
calificativo de romántico» (9).
L a razón de este valor,, q u e coinciden en señalar todos los críticos, se halla
n o sólo en los m o m e n t o s de elevado lirismo q u e alcanza su poesía, n i a u n en
el h e c h o de que éstos se hallen alternados con otros de m e n o r a l t u r a , reve-
l a n d o el conjunto al poeta, poco meditativo, siguiendo los impulsos de su
inspiración, sino t a m b i é n a la adecuación que se p r o d u c e entre su vida y su
o b r a , de tal m o d o q u e su exaltación, su pesimismo, su a n a r q u i s m o o su des-
ilusión corren parejas en sus cantos con los diversos momentos de su r u t a
vital, Espronceda e r a r o m á n t i c o en sentido a m p l i o , total, n o ya aplicando el
t é r m i n o a u n escuela literaria de una época histórica d e t e r m i n a d a , sino e n
el q u e da a la p a l a b r a A d r i e n de M e e u s : «Todo lo q u e se opone a la razón,
lodo lo q u e presentándose en forma de pasión y sentimiento, imaginación V
sensibilidad encarna espontáneamente la vida, apoyándose en zonas misterio-
sas y secretas del alma de que brota» (10).
Espronceda es u n servidor de estos impulsos. Su m u e r t e , c u a n d o aún n o
h a alcanzado la p l e n i t u d , proporciona otro elemento a la estampa r o m á n t i c a ,
y su figura se alza en el recuerdo mezclándose al de u n a época, que sirve
p a r a identificar. N o m b r a r a Espronceda es n o m b r a r al romanticismo español.

ESPRONCEDA, PERSONAJE NOVELESCO

Nuestro siglo XIX ha sido, más q u e otro n i n g u n o , objeto de enfoque n o v e -


lesco. D e j a n d o a p a r t e la serie incompleta de El ruedo ibérico, escenario en q u e
Valle Inclán traza su visión esperpéntiea de personajes y h e c h o s , h a y dos i m -
portantes creaciones novelescas a las q u e sirve de escenario el pasado siglo
y donde figuras y tipos que tuvieron existencia real se entremezclan con las
ficciones del novelista : los Episodios nacionales, de Benito Pérez Galdós, y l.?s
Memorias de un hombre de acción, de P í o B a r o j a .
A pesar d e las grandes diferencias de estilo y concepción q u e h a y entre am-
bas series, hallamos de c o m ú n en ellas, junto a la mezcla de r e a l i d a d y ficción,
la necesidad de utilizar, al manejar personajes reales, aquellos que sirven p a r a
caracterizar el m o m e n t o histórico y son inevitables — F e r n a n d o V I I , Mendi-
zábal. C a b r e r a , e t c . — y los que contribuyen a la ambientación, evitando con
su presencia varias páginas descriptiva,? —«El E m p e c i n a d o » , el policía «Chi-
co» o E s p r o n c e d a , entre los varios q u e p o d r í a n servir <te e j e m p l o — . P r e s e n -
tar a u n personaje como amigo de Espronceda o conviviendo en su m u n d o
a h o r r a a Galdós bastantes párrafos. La utilización de Espronceda p o r B a r o j a
le ayuda a dar u n r á p i d a estampa de los emigrados liberales y sus intentonas
o la t u r b u l e n t a vida m a d r i l e ñ a entre 1833 y 1840.
Galdós recoge en Los Apostólicos la biografía de E s p r o n c e d a , tal como era
conocida hasta las investigaciones documentales, que en el presente siglo
h a n a r r o j a d o nuevas luces sobre su p e r s o n a l i d a d : «los N u m a n t i n o s » . las re-

(6) VALBUENA PKAT : Historia de ln Literatura española.


(7) La poesía di Espronceda.
(8) Quelques precisions sur les sources d'Sspronceda. Préface.
(9) Historia de la Literatura.
(10) Le Romantisme, París, 1948, p. 7.
INTRODUCCIÓN IX

uniones del «Pa masillo», la «partida del trueno», su emigración a Lisboa, Lon-
dres y París; su participación en la revolución de julio y en la intentona de
Chapalangarra sirven para trazar su silueta y, de rechazo, la del protagonista,
que regresa a España al tiempo que Espronceda y se halla escondido en un
convento.
En varios volúmenes de la tercera serie de sus Episodios sigue apareciendo
Espronceda como una sombra que da relieve a la personalidad del protagonista.
En Mendizábal, la misteriosa protectora de Fernando Calpena le recomienda
que no tenga tratos con Espronceda,, recogiendo así Gal dos la idea que del poeta
podía existir en círculos, moderados o pacatos, de la sociedad. La dama no se
equivocaba del todo. En De Oñate a La Granja se alude a las actividades po-
líticas de Espronceda, quien preparaba entonces el folleto contra Mendizábal
que conocemos, y Calpena cae en la esfera de su influencia e incurre en amoro-
sas aventuras románticas por imitación de las del poeta con Teresa. Espronceda,
enfermo, surge en La estafeta romántica, en una fingida carta de su amigo
Miguel de los Santos Alvarez, imposibilitado para acudir al entierro de Larra.
En Los Áyacuchos, Calpena repite una opinión de su amigo para ambientar
el momento político: «Hoy me ha dicho Espronceda que no habrá paz hasta
que venga la República, una república enteramente a la griega, por supuesto...
Me figuro que a la Grecia de Byron.»
En el volumen siguiente. Bodas reales, es donde más claramente se advierte
la utilización de la figura del poeta para caracterizar el momento. «Sólo han
pasado tres años de la muerte de Espronceda —nos dice— y ha cambiado el
gusto como si hubiera pasado un cuarto de siglo.» Para Guidos es, más que
otra cosa, caracterizador de su tiempo, exaltado en amor y política, simpauco
con el romanticismo y con los que se conducen de modo romántico, republi-
cano a su modo y más alborotador que otra cosa. A su alrededor mueve a sus
personajes de ficción, ahorrándose con él descripciones y, sobre todo, diálogos
o cualquier otra forma de dar a conocer sus modos de sentir.
Baroja, menos arquitecto de la novela, no utiliza en su totalidad la biogra-
fía de Espronceda para crear un ambiente, sino que, evocado el ambiente, el
poeta ha de aparecer necesariamente en él, como los propios personajes naci-
dos de su mente, entrando y saliendo, en ese suceder que es característico de su
novelística. Siguiendo las andanzas de] incansable conspirador que es Eugenio
de Aviraneta conocemos, en La veleta de Gastizar, la preparación de una em-
presa liberal contra Fernando YII y asistimos a las idas y venidas de los con-
jurados. Uno de los protagonistas, Eusebio de Lacy, asiste a la teríulia de don
Epifanio Mancha y allí conoce a su hija Teresa, que tanta importancia había
de tener en la vida del poeta. Baroja nos conduce a las discusiones y acuerdos
de los emigrados que van pasando el canal de ia Mancha y dirigiéndose en
grupos a Bayona y otros puntos de la frontera. En Los caudillos de 1830 asis-
!irnos ya a la tentativa expedicionaria. Chapalangarra cruza la frontera por
Valcarlos con un grupo de animosos voluntarios, entre los que se encuentra
Espronceda. No se detalla la dispersión que sufren los que formaban la des-
dichada expedición, ni se sigue la peripecia de éste. El poeta no es aquí
más que un elemento que se nos da como punto de referencia. En la siguiente
novela, La habelina, estarnos ya en 1833 y en Madrid, ¿.poca «de grandes
agitaciones y jaleos populares», y entre los acontecimientos que tienen lugar
se nos relata la prisión de Espronceda por formar parte de tal sociedad secreta.
En El sabor de la venganza, en la parte titulada La cárcel de corte, se vuelva
a presentar la misma anécdota —que también repite en la biografía de Avira-
neta y en Eí aprendiz conspirador— y se narra cómo él Y García Villalta son
X
ObRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

desterrados a B a d a j o z ; en la siguiente — d e n t r o del m i s m o v o l u m e n — , Adán


en el infierno, vemos entre los recluidos al t i e m p o q u e el poeta u n o de los
acusados de la m a t a n z a d e frailes, a quien «en los pocos días q u e estuvo en la
cárcel, le l l a m a b a A d á n , y p r o b a b l e m e n t e pensando en él ideó el personaje de
su p o e m a El Diablo Mundo, que debía p u b l i c a r unos años más tarde...» Es-
p r o n c e d a , a pesar de q u e B a r o j a no parece creer m u y firmemente en su re-
volucionarismo, se nos presenta otra vez, ya en el año 1835, en el pronuncia-
miento q u e tiene lugar en la plaza Mayor, y n o como personaje a m b i e n t a l ,
sino como elemento de veracidad histórica. No carga B a r o j a los rasgos sim-
páticos en su apreciación del poeta. Se lee entre líneas su concepto del fi-
g u r ó n , poco consistente en sus juicios, concepto que n o se sabe si h a nacido
en él o lo h a h e r e d a d o de Aviraneta.
M u c h o m á s interesante es u n a novela, no citada hasta ahora p o r n i n g u n o
de los biógrafos de E s p r o n c e d a , y domde se halla algo más que u n a utilización
del personaje en u n m u n d o entre ficción y r e a l i d a d , sirviendo de comodín al
novelista p a r a fijar en u n p r o t o t i p o el a m b i e n t e en q u e se mueve el protago-
nista. Se trata de El patriarca del valle, novela de P a t r i c i o de la Escosura, q u e
no h a merecido hasta el presente la atención de los investigadores, a pesar de
ser u n a evocación de la sociedad d e la época, y si el lector busca en ella el es-
cenario en que se movería el autor de El Diablo Mundo, p r o n t o lo e n c u e n t r a ,
tanto en la descripción de la P u e r t a del Sol con que comienza la o b r a como
en la fiesta en un salón aristocrático que sigue poco después. P e r o h a y algo
más, q u e se sale de la simple ambientación. E n la p á g i n a 20, todavía en p l e n a
presentación de personajes, en u n M a d r i d revuelto, la misma noche en q u e
fallece F e r n a n d o V I I y bullen las conspiraciones, conocemos a u n joven, cuya
descripción nos hace pensar en la divulgada estampa de Espronceda que pu-
blicara F e r r e r del R í o : «...la cabeza más bella q u e imaginarse p u e d e . Ancha
ia frente, aguileña la n a r i z , p e q u e ñ a la boca, algo p r o n u n c i a d a la b a r b a ; ne-
gros, ardientes, algo rasgados, los ojos, cuyo fuego velaban pobladas pestañas y
cuya órbita coronaban dos a r q u e a d a s , magníficas, c e j a s ; y r i z a d a , en fin, su
a b u n d a n t e , n e g r a , cabellera, parecía q u e la n a t u r a l e z a se h a b í a complacido
en hacerle u n perfecto modelo de la belleza varonil». Si la descripción se
asemeja a la estampa del poeta, lo q u e a continuación se esboza sobre su
imagen psíquica n o deja de tener parentesco con el E s p r o n c e d a q u e divulgó la
Jeyenda : «Aquel rostro o r i g i n a r i a m e n t e bello, g r a n d e , poético, expansivo, lle-
vaba ya en t a n t e m p r a n a edad impreso el sello de las enfermedades, de las
pasiones violentas, del escepticismo, de la postración del a l m a . »
E d u a r d o de la F l o r , que tal es el n o m b r e q u e lleva el poeta en la novela,
se nos muestra rebelde, afiliado a sociedades secretas y llegado a E s p a ñ a poco
t i e m p o antes. Un salto retrospectivo en la n a r r a c i ó n nos conduce a la Revolución
de julio en P a r í s , y allí interviene en la lucha de las b a r r i c a d a s . No sólo este
dato, coincidente con lo que de Espronceda h a n repetido sus p r i m e r o s biógra-
fos, sino otros, que se aducen id'e pasada, nos hacen insistir en nuestras c i t a s :
«...se h a c í a notar p o r su brillante ingenio, por la excentricidad b y r o n i a n a de
su carácter, p o r su b r a v u r a caballeresca, p o r su bella figura, y t a m b i é n , des-
d i c h a d a m e n t e , p o r el cínico lujo de u n escepticismo...» «Liberal demócrata
desde la cuna, proscrito desde la infancia, e m i g r a d o i m b e r b e y hastiado del
m u n d o antes de h a b e r pasado de los umbrales de la vida .,» ¿No es bastante
este paralelismo con lo que conocemos de su biografía? P u e s aun le vemos
tomar p a r t e en la expedición de ChapaLangarra. Escosura, q u e , n o h a de ol-
vidarse, fué íntimo amigo de Espronceda desde la infancia, se goza en p r e -
sentarle vestido de «corsario de Byron» en u n baile, que suponemos responde

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INTRODUCCIÓN XI

a exacta realidad, ya que entre los asistentes cita varios escritores. Por ejem-
plo, uno de quien «no ¡diremos su nombre, pero añadiendo que una herida
honrosa le privó de un ojo y que era el primer poeta cómico español de su
época». Junto a esta alusión a Bretón descubrimos fácilmente, en parecidas
presentaciones, a Zorrilla, Ros de Olano, Gil y Zarate, Larra, Molins, etc. ¿Será
suponer demasiado pensar que se trata de El Diablo Mundo cuando se nos dice:
(fEn tanto, el Poeta, escribiendo algunas estrofas de un singular poema que la
muerte no le dio tiempo para concluir, aunque su vida duró algunos años des-
pués de aquel a que ahora nos referimos, [1834]»? Creemos que no, porque en
la misma escena se nos dice que de pie y cruzados los brazos murmuraba en
un rincón algunos versos del Pelayo, que, aunque no identificados en el libro,
son de tono idéntico a los publicados.
Al poeta del libro le vemos asistir a una reunión masónica «de una secta
nueva» y oponerse en ella a la matanza de frailes, por lo que le expulsan. Des-
pués suceden varias aventuras totalmente novelescas, en que no es fáciE se siga la
línea vital del poeta. Escosura utilizó la realidad novelesca de Espronceda
porque no había que forzarla mucho para que tuviese entrada en la ficción
romántica.
Finalmente, Rosa Chacel ha escrito una novela, Teresa, en que ésta y el
poeta son casi los únicos protagonistas, tomando de la realidad los datos y
construyendo una densa narración, rica en matices psicológicos, donde lo que
constituye la parte de ficción es el carácer de las relaciones entre los aman-
tes, probablemente en sentido muy distinto del que en realidad tuvieran.
Ningún poeta español aparece en tantas novelas, siquiera sean éstas del
género llamado histórico —que fue él uno de los primeros en intentar—. La
tazón es evidente: lo novelesco de su vida. Lo novelesco va muy próximo a
lo romántico. Y la figura del más novelesco de nuestros poetas confirma así
su romanticismo.

NACIMIENTO Y NIÑEZ

Nació Espronceda —José Ignacio Javier Oriol de la Encarnación, según fué


bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Purificación, de
Almendralejo— el 25 de marzo de 1808, a la entrada de la citada ciudad. La
tradición, que arranca id'e las primeras biografías del autor, señala el lugar
Jlamado «los Pajares de la Vega», a siete kilómetros de la población, y aun
añade ed detalle de una choza de pastores, donde hubieron sus padres de aco-
gerse en el acucioso trance.
La romántica estampa, que viene repitiéndose desde la crónica biográfica
publicada en El Labriego,, es la de un grupo de jinetes del regimiento de ca-
ballería de Borbón que escolta un coche ld¡e colleras, donde viaja doña María
riel Carmen Delgado y Lara, madre del poeta, que, por ser esposa del teniente
coronel Juan de Espronceda, le acompaña en el traslado que se le había or-
denado.
Dos días antes había tenido lugar el «motín de Aranjuez» y ed regimiento
bahía recibido orden de trasladarse a Badajoz desde Villafranca ide los Barros.
Sorprendió en el camino el parto a doña Garmen y así vino a presidir un tono
aventurero, o por lo menos antiburgués y extraordinario, el nacimiento del
que toda la vida iba a permanecer ligado a la aventura y la exaltación de lo
antiburgués, si bien sin salir nunca del marco de la acomodada burguesía. Tras-
XII OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

laclados a la casa de los marqueses de Vélez (11) o de la marquesa de Monsa-


lud (12), que en eso no están acordes los biógrafos, el párroco castrense del
regimiento efectuó el bautizo y sirvieron de padrinos dos capitanes del mismo.
El acta, archivada en el Vicariato General Castrense de Madrid, logró escon-
derse algún tiempo a las búsquedas de los investigadores. Publicada por don
Nicolás Díaz Pastor, ha permitido fijar los anteriores datos, confusos hasta
aquel momento.
Es lógico que sepamos poco de ia niñez del poeta. La guerra de la Indepen-
dencia y los traslados a que se veía sujeto el padre hacen pensar que, contra
la leyenda, se educase al lado de su madre, y probablemente en Madrid. El
Labriego escribía: «Los primeros años de su infancia se pasaron en el seno
del Ejército. Desde que cumplió cinco o seis y pudo montar a caballo, entró
de cadete al lado de su padre; mas concluida la guerra, hubo de pensarse ya
en su educación, y se le puso en el colegio de San Mateo, en Madrid.» De ahí a
suponerle, con Rodríguez Solís, arrostrando «todos los peligros inherentes a
la vida de su padre» hay pocos pasos, pero nada podemos atestiguar que
abone esta hipótesis. El expediente militar nos muestra al teniente coronel
Espronceda combatiendo a las tropas napoleónicas en Andalucía, en Extrema-
dura después (1812), en La Coruña (1815-1818), de guarnición en Madrid en
1818, de nuevo en La Coruña en 1820 y luego en Guadalajara. Es probable
que el niño quedara en Madrid al lado de su madre —tal creía recordar
Escosura (13)—, educado como hijo único, por haber muerto, muy pequeños,
los otros dos hijos, y también que en esta educación encontrásemos más gér-
menes de su carácter que en la pretendida vida militar.
Hacia 1820 existe ya el testimonio de que vivía con su madre en la calle del
Lobo. Allí nace la amistad, que había de durar toda su vida, con otro niño :
Patricio de la Escosura, quien recuerda en su vejez al «muchacho listo y tra-
vieso, terror de la vecindad y calentura perpetua de su madre», y narra como
primera anécdota de su vida, aficionada a lo poco común, cómo el día que
presentó a ambos otro niño descendió por un canalón al patio en que le espera-
ban. De allí nació también la admiración de Escosura —o, al menos, así vertía
sus recuerdos en la vejez—: «Sin darme cuenta de ello, consideré a aquel niño
franco, gentil, simpático, de entendimiento claro, de temperamento sanguíneo
y a la violencia propenso, ágil, de áninio audaz, hasta frisar en lo temerario:
alegre y más dispuesto a los ejercicios del cuerpo que al sedentario estudio,
como una criatura excepcional.»
Del niño que tan honda impresión causara en Escosura pronto tenemos
más (detalladas noticias. El padre debió de pensar en que siguiera la carrera de
las armas y solicitó para él una plaza de cadete, que le fué concedida, pero
que no llegó a ocupar. El hecho evidente es que a los trece años le encontra-
mos como alumno de la casa de educación de la calle de San Mateo, que re-
gentaba el presbítero Juan M. Calleja y donde eran profesores José Gómez
Hermosilla y Alberto Lista, siendo éste el director de estudios y veradadera
alma tdie la institución. Un crítico ha resumido el carácter de la escuela al cla-
sificarla como de «cultura clásica e ideas liberales» (14). En ella formaron
varios nombres famosos en la vida española del pasado siglo : Ventura de la
Vega, Roca de Togores (luego marqués de Molins), Pezuela, Mazarredo, los

(11) Según la opinión recogida por Rodríguez Solís.


(12) Según comunicó Carolina Coronado.
(13) En el artículo Cómo y de qué manera conocí a Espronceda, muy interesante para
la niñez del poeta. (Véase Bibliografía.)
(141 GEORGES BRERETON : Op. cit., p. 5.
I N T R O D U C C I O N XIII

bandines, Bem'tez, Duro, Pardo, Alonso, Ochoa, Roncalí, Seoane, Montalván,


etcétera.
En el espíritu de Espronceda va a influir notablemente la enseñanza de
sus maestros, especialmente de Alberto Lista. Su propensión hacia lo imagi-
nativo y lo poético encuentra en Lista un extraordinario modelo a imitar.
Aquel centro, como ha señalado Mazzei, realizaba una tarea renovadora de
la enseñanza, tendía a las humanidades y a la vuelta a los clásicos, pero también
se leía en él a Milton, a Ossian y a los autores españoles, hasta Quintana. Es
posible que Lista despertara su vocación; es indudable que guió y animó sus
primeros pasos. El alumno, que se demostró estudiante aprovechado y con
talento, no siempre era todo lo aplicado que sus profesores deseaban, espe-
cialmente en matemáticas. En diciembre de 1823 anota uno de los boletines del
colegio: «Estudia poco, hace continuas faltas .. Está malogrando el talento
más delicado...»
¿Qué distraía al estudiante? Dos direcciones podemos ver que tomaba la
¿«tención que se escapaba del latín y las matemáticas: una, la de las musas;
otra, la de la política. «La doctrina enseñada por Lista, e incluso su mensaje
poético de estos años, estaba en consonancia con las ideas y creencias libera-
les que respiraba toda la juventud europea», ha escrito uno de los últimos
estudiosos de la obra de Lista (15).
Del primer camino tenemos alguna noticia. Por entoces existía ya la aca-
demia del Mirto, que se fundó el 24 de abril de 1823, y aún duraba tres
años después cuando su presidente, José Antonio Cavanilles, exhortaba a una
poesía clasicista, recomendando a los «académicos» que estudiasen (dos mo-
delos de la culta Roma y de nuestro buen siglo; torne a cantar la musa va-
ronil de Herrera y la sublime de León», para señalar como uno de los mo-
delos que se ofrecían a los vates del futuro la estampa de «Pelayo levantando
el grito de venganza y sacudiendo las caidenas del moro...» (16).
A finales de 1823 fué cerrado el colegio de San Mateo por real orden. Lista
continúa sus clases en su casa de la calle de Valverde. Escosura, Vega y otros
alumnos del colegio anterior siguen recibiendo, juntamente con Espronceda,
las enseñanzas del humanista. La «Academia del Mirto» sería una especie de
ampliación de la tarea escolar, de igual modo que los paseos campestres y las
excursiones que realizaban a los altos de Maldrid para extasiarse en la con-
templación de la bóveda celeste. En la poética academia dio Espronceda sus
pasos líricos iniciales. El primer poema de que se tiene noticia es uno de-
dicado Al 7 de julio, y después conocemos otros títulos que por sí solos ya
confirman la influenca de las ideas poéticas de su maestro : La tormenta en
la noche, La vida del campo, Soneto a la noche y Romance a la mañana.
La Sociedad Numantina funcionaba ya hacia junio de 1823. Era una orga-
nización política y secreta, entre cuyos fines estaba nada menos que «matar a
Fernanid'o VII y constituirse en república a la griega» (17). Quienes la forma-
ban eran muchachos contagiados por el ambiente que se vivía en España, y
especialmente en Madrid en aquel momento. Recordemos que concluido el
trienio constitucional por la intervención de los llamados «Cien mil hijos de
San Luis», el absolutismo domina, sin que por ello decaigan las sociedades
secretas. La Fuente, en su historia de éstas, nos cuenta que el día del ajusticia-
miento de Riego se reunieron en logia oficiales franceses del ejército de Angu-

(15) JURETSCHKE : Vida, obra y pensamiento de Alberto Lista, p . ICO.


(16) Marqués ¿e JEREZ DE LOS CABALLEROS : Discurso leído ante la Real Academia se-
villana de Buenas Letras el 3 de enero de 1897.
(17) ESCOSURA : Ob. cit.

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XIV OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

lema (18). Nada p u e d e extrañarnos que lo hicieran los masones m a d r i l e ñ o s .


Y t a m p o c o q u e u n g r u p o de m u c h a c h o s , aguijoneados p o r el ejemplo y p o r
u n a manifestación de u n ardor difusamente l i b e r a l , les i m i t a r a n . Sabemos q u e
el p r o p i o Escosura que él, Espronceda, Núñez de Arenas y (dos más» de los
n u m a n t i n o s presenciaron desde la p u e r t a p r i n c i p a l de los Estudios de San Isidro
la ejecución del general Riego. Aquella t a r d e celebraron la r e u n i ó n en q u e
u n documento recogió la ingenua indignación de los pueriles conspiradores y
q u e luego serviría p a r a condenarlos.
Los n u m a n t i n o s venían utilizando lugares poco frecuentados p a r a sus re-
uniones, como eran entonces los cerros del Observatorio o la p r a d e r a del c a n a l ;
luego, u n a cueva del R e t i r o , y, finalmente, el sótano de u n a botica de la calle
de H o r t a l e z a . P a r e c e ser que el p a d r e de la idea fué Escosura, que redactó el
reglamento, a c o m p a ñ á n d o l e Miguel Ortiz, a quienes se u n i e r o n en seguida
Espronceda y V e n t u r a de la Vega, c o m p l e t a n d o la n ó m i n a de conspiradores
B e r n a r d i n o Núñez de Arenas, B e r n a r d o B a r r e r a , p r o b a b l e m e n t e Balbino Cor-
tés, Tejero e Indalecio G a l á n , q u e fué quien suministró el sótano, que deco-
r a r o n entre m a c a b r o y grotesco. Muchachos todos, de edad cercana a los dieci-
séis años la mayoría, y q u e p o r virtud de u n a delación fueron a p a r a r a la
Sala de Alcaldes, ya que la familia logró eludir otro t r i b u n a l más severo. Es-
capó cada u n o como p u d o y Espronceda fué condenado —era en m a y o de 1 8 2 5 —
a cinco años de reclusión en el convento de San Francisco, de G u a d a l a j a r a .
No debió de ser m u y rigurosa su estancia en el convento. El hecho de que se
le destinase a la misma provincia en q u e se encontraba d e guarnición su p a d r e
ya hace entrever intervenciones familiares y alguna afortunada gestión cerca de
los jueces.
P r o n t o ie tenemos ¡de nuevo en M a d r i d con su prestigio de precoz conspi-
r a d o r contrastado por el juicio y la condena y p o r t a d o r de fragmentos de u n
p o e m a épico en que h a b í a t r a b a j a d o d u r a n t e su e n c i e r r o : El Pelayo.
La poesía le ofrece u n camino menos peligroso. Lista, su m a e s t r o , le orienta
y a n i m a . Juntos parece que elaboran el q u e h a b í a de ser p l a n definitivo del
q u e q u e d ó inconcluso p o e m a , y tradicionalmente se editan dos octavas del
maestro intercaladas con las del discípulo (19).

LA EMIGRACIÓN

No conocemos la fecha en q u e dio uno de los m á s idecisivos pasos de su


existencia: la m a r c h a al exilio. La p r i m e r a vez que la policía portuguesa le
cita es el 14 de agosto de 1827. Es creíble q u e no estuviera m u c h o antes. Los
motivos q u e le i m p u l s a r o n al viaje p u d i e r o n ser la persecución policíaca o
el afán de aventura. O, p r o b a b l e m e n t e , u n a combinación de a m b a s cosas. E n
la biografía q u e publicó El Labriego se h a b l a de la vigilancia que se ejercía
sobre el poeta, cosa poco chocante en el a m b i e n t e de la época. P o r otra p a r t e ,
él mismo nos cuenta q u e , «llevado de mis instintos de ver m u n d o , había de-
j a d o m i casa sin dar cuenta a n a d i e y contaba apenas diecisiete años». Esco-
sura dice estaba complicado en u n movimiento militar que se p r e p a r ó en Ex-
Lremadura y que fracasó. N a d a tiene de extraño q u e la fama del joven nu-
m a n t i n o le relacionase con auténticos conspiradores y que se le vigilara. El
h e c h o es q u e , eligiendo libremente la r o m á n t i c a vida del e m i g r a d o , se exiló a

(18) Página 350.


(19) En la presente edición se incluyen a pie de página las dos estrofas de Alberto Lista.
I N T R O D U C C I Ó N xv

Portugal. Con ello no hacía más que poner en práctica lo que había escrito su
maestro:
...ajenos climas
busquemos, do tranquila la inocencia
en venturosa paz logra sus días:
do protege la ley sin echar lazos,
y do la autoridad sólo se siente
en el bien que dispensa o mal que evita... (20).

La estancia en Portugal no le fué tan grata como, sin duda, había pensado.
_\] Gobierno portugués no le era cómoda la presencia de ios emigrados y los
arresta y recluye. Espronceda fué a parar al depósito de Santarem. No hay
prueba de que se le trasladase de allí al castillo de San Jorge, aunque se sabe
de algunos españoles que sufrieron tal traslado. De allí puido seguir el camino
de gran número de emigrados, que, buscando clima más propicio, se encami-
naban a Inglaterra. A primeros de septiembre de 1827 se dirige a Londres en
anión de su amigo y compatriota Antonio Hernáiz, con quien parece entaMó
amistad durante su breve estancia en Portugal.
Allí siguió la más agradable vida del emigrado en un país liberal y ya ga-
nado por el romanticismo, mientras éste empezaba a irle ganando a el. Es
probable que gozase de la pensión que las autoridades inglesas entregaban a
los emigrados, aunque Alcalá Galiano no le menciona en sus Memorias. Sa-
bemos que ejerció la profesón de maestro de esgrima y que vivió en Somers
Town, donde existía una fuerte colonia española, en la misma casa que su
amigo Hernáiz, así como su postura descaradamente liberal y rebelde, al es-
cribir a sus padres negándose a ir a ver al embajador español por ser ajeno
a sus principios. También tenemos noticia de su amistad con la familia Man-
cha, emigrados igualmente, y sus relaciones con Teresa, hija de Epifanio Man-
cha, que iban a proporcionar a la poesía española uno de sus más importantes
poemas y a los futuros biógrafos del poeta una serie de puntos oscuros, nada
fáciles de aclarar totalmente.
De su estancia en Inglaterra tenemos algunas muestras poéticas, de las que
hablaremos al ocuparnos de las poesías de su primer libro, y no hay duda de
que aquellos días fueron importantes para la evolución de su romanticismo.,
aunque éste no se manifieste muy acentuadamente. En carta a sus padres de
28 de marzo de 1828 les pide El Pelayo, que desea dar a conocer, y en el que
probablemente trabajó en aquellos ¡días.
No hay ninguna duda, si bien tampoco aparece una participación dirigente,
de las actividades revolucionarias de Espronceda en el exilio. En Inglaterra era,
por lo pronto, un emigrado liberal, uno de tantos emigrados liberales, subdi-
vididos en facciones y sociedades secretas. Alcalá Galiano nos habla de cuatro
principales, y creemos poder adscribir a nuestro poeta a una de ellas, aquella
en que figuran Francisco Mancha, Núñez de Arenas v Chapalangarra, cuya
amistad podemos suponer, y la muerte del tercero de los cuales cantó en uno
de sus poemas. Era la facción de Mina, quien por cierto estaba en buenas re-
laciones con los carbonarios (21), sociedad secreta de la que tan poco sabemos.
No se ha parado la atención hasta el presente en el hecho de que su poesía
La entrada dü invernó en Londres esté fechada «4.° año de la fundación de la
Venta de la Libertad Española».
La sospecha de carbonarismo recae sobre Torrijos tanto como sobre Mina.

(20) Ei emigrado de 1823, en «Líricas Profanas», B. A. E., XXVIII, p . 298.


(21) LLÓRENTE ; Op cit,, p . 367, y CARNEREBO : Memorias contemporáneas.
XVI OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

E s p r o n c e d a fué amigo de carbonarios, próximos a su avanzado liberalismo, y


p a r t i ó a F r a n c i a en el m o m e n t o en que las esperanzas ide los emigrados, a
pesar de particularismos y rencillas, confluían en u n a intentona de revolu-
cionar E s p a ñ a , e n t r a n d o en ella p o r los Pirineos.

T E R E S A

F i episodio de los amores de Espronceda y Teresa, q u e llenó gran parte de


la vida sentimental del poeta y le inspiró u n a de sus mejores composiciones,
presenta a b u n d a n t e s p r o b l e m a s .
Es el p r i m e r o de todos la fecha y el m o m e n t o en q u e se conocieron. La
tesis tradicional y romántica es la del conocimiento en P o r t u g a l . La n i ñ a a c u d e
al castillo donde su p a d r e es c o m p a ñ e r o ide prisión de Espronceda. Se van los
M a n c h a a Londres (22). Espronceda los sigue en cuanto p u e d e . Descubre en
el muelle a Teresa, p e r o ce... ¡infeliz, más le valiera no h a b e r l a visto j a m á s !
Teresa no era ya su musa q u e r i d a ; Teresa se hallaba c a s a d a ; Teresa, en fin,
p e r t e n e c í a a otro» (23).
Cáscales Muñoz lanzó la d u d a crítica sobre el episodio inicial de los a m o -
res. E n 1838, Teresa permanecía aún soltera, como demuestra la noticia —no
a n u n c i o , como se h a dicho— aparecida en El Emigrado Observador de 8 de
febrero de 1829, en q u e se ¡dice que «las hijas del coronel Mancha b o r d a n
brazaletes p a r a socorrer su h o n r a d a indigencia», ocupación a que t a m b i é n se
entregaban otras emigradas y emigrados. E n t r e ese año y el siguiente se casa
Teresa con el comerciante español Gregorio del Bayo, de quien tuvo u n h i j o ,
R i c a r d o . No cree que el a m o r entre ellos datase de ¡la estancia del poeta en
P o r t u g a l . Núñez de Arenas desvanece totalmente la leyenda del poeta co-
r r i e n d o tras Teresa : los M a n c h a llegaron a Londres en diciembre de 1827 (24).
Brereton llega a suponer que la conociera en su segunda visita a Londres
— e n t r e el 11 de enero y el 2 de agosto de 1832—, a u n q u e admite la posibi-
l i d a d de q u e fuese en la p r i m e r a visita, sin que surgiera entonces el a m o r en-
tre ellos, y considera difícil q u e se decidiera a dejar a su m a r i d o antes del
regreso a E s p a ñ a . Alonso Cortés cree en el conocimiento en Portugal y el r a p t o
del hotel F a v a r t , ya que n a d a h a y que documentalmente i n d i q u e lo contrario.
P u j á i s se inclina a situar en el otoño de 1832 la fecha del r a p t o .
E l romántico episodio —se dio la fecha del 16 de octubre de 1831 (25)—• se
p r o d u c e en el hotel F a v a r t , según unos, y en Londres, según otros. La preci-
sión de las cifras que B r e r e t o n m a n e j a , siguiendo a Núñez de Arenas, nos
presenta a E s p r o n c e d a solo, con u n amigo, en el hotel F a v a r t , en 26 de di-
c i e m b r e de 1832, p a r t i e n d o .para Bayona tres días después, y a Teresa, en
P a r í s , recibiendo sus noticias p o r i n t e r m e d i o ide u n amigo, que sabemos ahora
fué C á n d i d o J u a n i c ó . Al regresar a E s p a ñ a , Espronceda cruza la frontera al
comienzo de marzo y veinte días después le sigue Teresa. La Revista Española
nos recoge las fechas de entrada, q u e hasta ahora sólo se suponían p o r infor-

(22) Núñez de Arenas anota en «Bulletm Hispanique» que Epifanio Mancha llegó a
Londres con su mujer y cinco hijos en diciembre de 1827. Es de lamentar que el reciente
fallecimiento de este concienzudo investigador nos haya privado de la documentada bio-
grafía de Espronceda que preparaba.
(23) RODRÍGUEZ SOLÍS : 0¡>. cit.f p. 87.
(24) Brereton anota la comunicación de Núñez de Arenas, según la ctaal, el matrimonio
tuvo tres hijos, ú bien acoge la noticia con reserva.
(25) En artículo de Rodríguez Solís, donde se cree utilizó datos proporcionados por
Balbino Cortés.

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I N T R O D U C C I Ó N XVíJ

mación de Núñez de Arenas a Brereton. Las listas de emigrados que penetra-


ban por Irún nos dicen que el 24 entró en el lazareto Balbino Cortés y el 7 de
enero en España. «Don José Espronceda» (sic), entre los días 1 y 3 de marzo,
v Teresa Mancha, del 22 al 24.
En la carta del poeta que conserva el Museo Histórico de Uruguay agra-
dece a Juanicó cuanto ha hecho por Teresa y después envía recuerdos a Ochoa
y le habla de su marcha a Madrid, «de donde he de contar a usted maravillas».
Rodríguez Solís escribe con alguna proximidad a los hechos y consultó a
amigos de Espronceda que aun vivían, como Miguel de los Santos Alvarez, An-
tonio Ros <de Olano y Rafael del Bosque. Por otra parte, si su biografía encierra
algunas inexactitudes, incluye también afirmaciones que han sido comproba-
das por la crítica posterior, como sucede con las iniciales del marido de Te-
resa , el amigo que le ocultó o la prometida de Espronceda.
La impresión que da la lectura de la parte de su obra en que se refiere a
los amores de Teresa y el poeta es que sabe más de lo que dice y que por
razones de delicadeza no quiere insistir en algunos puntos: «Graves ocurren-
cias de familia, escenas desagradables, sucesos, en fin, de carácter íntimo ocu-
rridos en Londres e imposibles de narrar, dada la justa reserva que nos hemos
impuesto, obligaron a Espronceda y Teresa a marchar a París».
Según él, vivieron felices, primero, en un piso segundo interior en la ro-
tonda del pasaje del Panorama, y después, en una casita en Passy, pero ce.los
compromisos y vicisitudes de aquella malhadada pasión, de la que él fué la
primera víctima —dice el señor Villalta—, no le permitieron gozar mucho tiem-
po en París de aquella relativa tranquilidad, y una casualidad funesta vino a
renovar los males que la buena fe y la abnegación se habían esforzado en evi-
tar, complicando más que nunca aquellos tristes amores. Crucemos sin detener
e) paso ante aquellos oscuros cuadros...» (26).

OTRAS ACTIVIDADES DE EMIGRADO

La leyenda esproncediana ha arraigado hondamente en sus actividades re-


volucionarias fuera de España. Veamos lo que hoy se sabe de ello.
El 28 de febrero de 1829 sale de Londres para Bruselas y once día:; irás
tarde se encuentra en París. La documentación encontrada en los archivos mi-
litares de Segovia nos da noticia de que la Policía española le denuncia como
enviado por Mina, en unión de Juan Antonio Hernáiz, para tratar de insurrec-
cionar Navarra. Brereton habla de una nueva estancia de algunos dí?s en In-
glaterra y del pasaporte que solicita, y le es negado, para trasladarse al sur
de Francia. Aquí interviene de nuevo la biografía no documentada para ha-
blarnos de su participación en las parisinas cej ornadas de julio». Los pri-
meros biógrafos lo creyeron y Escosura en su semblanza novelesca de El pa-
triarca del valle se apoya firmemente en el episodio. En ellas fue herido su
amigo Balbino Cortés.
Escasa prueba tenemos de su participación en la intentona para liberar a
Polonia del yugo ruso. Más hay, aunque la tendencia hipercrítica llegó a po-
nerlas en duda, de su intervención en la intentona de Chapalangarra. Vamos a
insistir en alguna que no se ha tenido bátante en cuenta hasta el presente.
Nos dieron la noticia los primeros biógrafos : el anónimo de El Labriego,

(26) RODRÍGUEZ SOLÍS : Ob, cit., p. 94.


XVIII OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Ferrer del Río, Escosura y Rodríguez Solís, pero la corriente que tiende a
rebajar la parte que tiene acción de su vida ha llegado a insinuar la duda de
que participase.
El propio Espronceda se lia referido más de una vez a tan importante
momento de su vida. En un poema —no recogido anteriormente en ninguna
edición española—, dedicado a José García de Villalta, canta la irrupción en
España:
...del fiero de Pablo
llevando el destino

volando al peligro
entonces alegres
los libres proscriptos
a ver tus umbrales,
¡ oh, Patria!, volvimos,
y allá resonaron
nuestros nobles gritos...

la rápida derrota
..Mas, ¡ay!, que las hordas
del déspota indigno
triunfar de los pocos
intrépidos vimos...

y el internamiento en Francia :
...allí de las armas
despojados fuimos
y luego arrancados
del patrio recinto.

Una carta del poeta, tampoco muy utilizada en estudios anteriores, a pesar
de haberse publicado hace ya algunos años, precisa el mismo episodio, vestido
aquí con la nostalgia que le provoca la contemplación, en tiempos posteriores,
del mismo paisaje. Escribe a su amigo Cándido Jnanicó, ya en los días pró-
ximos a su regreso a España :
ccHe estado en las orillas del Bidasoa, he trepado a las cumbres de la mu-
ralla que defiende la Francia y he tenido fijos los ojos más de una hora en
el inmenso baluarte que hace dos años tuve que atravesar arma al hombro y
cantando himnos, y que ahora pasaré pacíficamente y tan callado como un
c a r t u j o . » Tenía razón Escosura al escribir: « ..muerte de que, como os lo
dije yo, fue testigo [la de Chapalangarra] y no partícipe porque al Destino
plugo salvarle allí, no porque él, valeroso, no lo afrontara...»
El poema A Chapalangarra es la huella que la romántica y descabellada
intentona ha dejado en las letras españolas. No en balde al enjuiciar Marañen
los años de exilio francés de Espronceda nos dice que «vivió en París y en la
frontera de los Pirineos sus horas más famosas de poeta y de político, si bien
mucho menos romántico de lo que él contó después y de lo que los otros ro-
?nánticos añadieron. Escribió aquí, junto al Sena, algunas de sus mejores poe-
sías en una casa que todavía existe en la rué de Sainte Anne. Su vida francesa
fue decisiva para su obra y para su vida. En Paris, por ú-ltimo, ¡adquirió >
enfermedad que le mató, muy joven todavía, por ventura suya, porque a un
gran poeta nada peor le puede ocurrir que llegar a viejo» (27). Zorrilla, en

(27) GREGORIO MARAÑÓN : Españoles fuera de España, p. 51 y 52. Buenos Aires, 1947,
INTRODUCCIÓN XIX

sus Recuerdos del tiempo viejo, transcribe una extraña aventura, sin duda oída
al propio Espronceda, que le ocurrió tras la retirada de Vaícarlos, cuando «re-
zagado, por poco acostumbrado a andar a pie», llega a una posada, donde se
acuesta sin reparar en que había un cadáver en la cama.
Pocos datos hay de este último período de su vida parisina. Se tienen
pruebas de que leyó un discurso en un acto celebrado en el hotel Juan Jacobo
Rousseau, de París, y debió seguir haciendo vida de emigrado, en lo que le
ayudaba tanto el apoyo de su familia como el socorro que percibía del Go-
bierno francés (28). Hay noticia de que a finales del año se traslada a Burdeos,
haciendo un corto viaje a Inglaterra, viviendo después en París, en el hotel
Favart, de donde partió a fines de este año para Bayona, última etapa de su
repatriación, como ya hemos visto anteriormente al referir sus relaciones con
Teresa. De todos modos, sus relaciones con los amigos que seguían en España
no se habían cortado totalmente, como lo demuestra que en el Cuaderno 50 de
las Cartas Españolas, correspondiente al 3 de mayo de 1832, apareciese su
Serenata —la poesía que encabezará, tras El Pelayo, su primera edición dé
poesías líricas—, y que es, por tanto, la primera vez que hemos hallado su fir-
ma impresa, tres años antes del Himno al Sol en El Siglo.

LA VUELTA A LA PATRIA: LITERATURA


Y POLÍTICA (1833-1834)

Espronceda regresa a Madrid aprovechando la amnistía para los emigrados


liberales que Cristina promulga en febrero de 1833. En enero había muerto su
padre. Todos los biógrafos se muestran de acuerdo en que marchó a vivir con
su madre, en el 3 de la calle de San Miguel, y que en una casa inmediata
instaló a Teresa. La literatura y la política van a repartirse sus actividades. El
periodismo, que participa de ambas, recogerá también gran parte de sus energías.
En el ambiente madrileño se nota el cambio político. Nos ha hablado de
ello Mesonero Romanos. También Le Gentil, estudiando la sociedad espa-
ñola, escribe que «la vida mundana se desarrolla notablemente en Esp?ña
hacia 1833, tras la muerte de Fernando VII, El espíritu de casta se debilita;
la nobleza, dividida en liberales y carlistas, pierde con esta división la mayor
parte de su crédito. La emigración, por otra parte, multiplicando la comuni-
cación con las naciones vecinas, contribuye a derribar los viejos prejuicios y
desorganizar la jerarquía social» (29). Es la época en que el romanticismo
triunfa. Romanticismo que estaba ya mucho antes en el ambiente y que va a
dominar los géneros literarios. Los emigrantes traen el romanticismo triunfante
en Londres y París los últimos años, precisamente los que ellos han vivido
en esas capitales. Y entre ellos Espronceda, cuya vida sigue estando presidida
por el signo del desasosiego o por la persistencia de sus ideas exaltadas, según
queramos. Le atraían tanto los clubs políticos como las tertulias literarias o
las reuniones mundanas.
Logró entrar en la Guardia de Corps, de donde fue expulsado, al tiempo
que se le desterraba de Madrid por haber leído versos —unas décimas— en
un banquete que se consideraron subversivos, y que Escosura estimaba solo «una
generosa imprudencia», y que llegaron a manos ministeriales. El lugar donde
cumplió la condena fue Cuéllar, en que era alcalde Miguel Ortiz, uno de los

(28) BRERETON : Op, cit,, p. 10.


(29) Le poete Manuel Bretón de los Herreros eí la societé espagnole de 1830 a 1850.

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XX OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

conspiradores de la Sociedad N u m a n t i n a . E n este t i e m p o —verano de 1833—


escribió su novela histórica Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar.
A la m u e t e del rey —29 de s e p t i e m b r e — vuelve a M a d r i d . Avanza p o r
el camino de la l i t e r a t u r a : el editor Manuel Delgado le c o m p r a la novela
p o r 6.000 reales y la publica como cuarto título de su «Colección de novelas
históricas originales españolas». Apareció en seis entregas, la p r i m e r a de las
cuales se repartió a finales de m a y o de 1834 y la ú l t i m a e n n o v i e m b r e , tras
u n a i n t e r r u p c i ó n debida a «circunstancias particulares acaecidas al autor», o,
lo q u e es lo m i s m o , su encarcelamiento. Interviene en la p r e p a r a c i ó n de u n a
nueva revista, El Siglo, que dirigía B e r n a r d i n o Núñez de Arenas y d e q u e
e r a p r o p i e t a r i o «un señor F a u r a » , formando en la redacción j u n t o a Ros de
O l a n o , V e n t u r a de la Vega, el d u q u e de F r í a s , García de Villalta, J o a q u í n P a -
checo y P a b l o Avecilla. El Siglo apareció del 21 de enero al 7 de m a r z o , coin-
cidiendo con la subida al p o d e r de Martínez de la Rosa, saliendo martes y
viernes. E n el prospecto se delineaban los propósitos de la redacción, q u e
p u e d e n tomarse como declaración de fe r o m á n t i c a :
«La l i t e r a t u r a o c u p a r á en nuestro periódico u n l u g a r más a m p l i o q u e ob-
tiene en los d e m á s . E n esta sección seremos del siglo, pensaremos con él y le
e x a m i n a r e m o s y le defenderemos...
. Opuestos a las heladas doctrinas del siglo XVIII, q u e , r e d u c i e n d o el h o m -
b r e m o r a l a u n a m á q u i n a regida p o r leyes positivas y matemáticas, tienden a
d e g r a d a r la imaginación y a ridiculizar las pasiones nobles del corazón hu-
m a n o , creemos q u e los sentimientos d e l h o m b r e son superiores a sus intere-
ses, sus deseos a sus necesidades, su imaginación a la r e a l i d a d . . . » (30).
E n las páginas de El Siglo aparecen sus poesías, el Himno al Sol, sin firma
( n ú m e r o 3 —28 de enero—•), el soneto que c o m i e n z a : Fresca, lozana... (núme-
r o 5), la Despedida del patriota griego de la hija del apóstata ( n ú m . 12), y en
el n ú m e r o 14 aparece c e n s u r a d o , es decir, sólo el título de su p o e m a A Cha-
palangarra, y es p r o b a b l e que se le p u e d a a t r i b u i r t a m b i é n el soneto que apa-
rece en el n ú m e r o 2,
E n prosa, los artículos Poesía ( n ú m . 2), Influencia del Gobierno sobre la
poesía ( n ú m . 12). El periódico concluyó su vida de forma q u e no
d e j ó de a r m a r r u i d o : P r o h i b i d o s por la censura la m a y o r parte de los ma-
teriales del n ú m e r o , le publicaron con solo los títulos. Rodríguez Solís afirma
q u e los redactores tuvieron que esconderse p a r a librarse de la Policía. F í g a r o
aprovechó la ocasión p a r a escribir su artículo El Siglo en blanco en la Ke-
vista Española del 9 de m a r z o .
E n el m i s m o año 1834 hizo su p r i m e r a intentona teatral. E n colaboración
con su amigo Antonio Ros de Olano escribe Ni el tío ni el sobrino, que se
estrenó el 25 de a b r i l . Comedia de enredo, con pinceladas costumbristas y ca-
r i c a t u r a de tipos, buscando la comicidad en algunas escenas, no fue u n éxito
de crítica. Natalio Rivas h a e x h u m a d o una carta de Espronceda a Ros de Olano
d o n d e le da noticia de lo ocurrido en el estreno, en que «el público no en-
t e n d i ó la comedia», reconoce p a r t e de la culpa a «cierta languidez que h a y
en ella» y otra mayor al gusto clásico del público. L a r r a , al día siguiente, da
cuenta de que «el público manifestó su desagrado en Varitas escenas, y más
m a r c a d a m e n t e en la caída del telón» (31). E s p r o n c e d a abrevió diálogos y
aligeró así la o b r a , que fue a p l a u d i d a el segundo d í a de su presentación, p e r o
no t a n t o como p a r a que el 28 no la sucediese u n nuevo estreno. «El diálogo

(30) El prospecto está encuadernado con El Siglo en la Biblioteca Nacional.


(31) NATALIO RIVAS : Anecdotario histórico. Madrid, 1944.
I N T R O D U C C I Ó N xxj

nos ha parecido fluido y correcto; no carece de chistes, de viveza y natura-


lidad, y es buena su versificación.» Hoy tiene para nosotros el valor de una
obra del momento, evocadora de un ambiente y precursora, en cierto modo,
de una época posterior del teatro.
Año de gran actividad literaria y política para Espronceda. Año también
en que nace Blanca, hija suya y de Teresa. Se lia dicho que le fue puesto
tste nombre por estar escribiendo entonces la tragedia, que dejó inédita,
titulada Blanca de Borbón.
Una huella de sus actividades políticas en este tiempo nos queda en la
detención de que fue objeto a las seis de la mañana del 25 de julio id'e 183*4. Con
él ingresaron en prisión, entre otros varios, el general Llanos, el general Van
Halen, José García Villalta y el duque de Zaragoza. Existen abund'antes testi-
monios en la prensa de aquellos días. Primeramente, la Revista Española, El
Eco del Comercio y otros diarios dan la noticia de las detenciones,, sin citar
a Espronceda entre los detenidos, junto a otros más, como Romero Alpuente,
Calvo ¡de Rozas, Olavarría y «Avilaneta», que fueron los más comprometidos.
Al día siguiente se extraña el periódico de la detención de Palafox, a quien
st acaba de nombrar duque de Zaragoza muy poco antes. El mismo periódico
recoge el día 8 la noticia de la prisión y destierro de Espronceda y García
Villalta y (protesta en el editorial de que se pueda actuar así de real orden.
El 11 de agosto incluye la carta, escrita desde la cárcel de corte, que publicó
la Revista Española, y en que protesta de la detención y sentencia «de real
orden» que le destierra a Badajoz. Días después se publicó una carta de Gar-
cía de Villalta a la reina en que invoca su inocencia y solicita perdón. Al día
siguiente sigue otra de Espronceda, donde expone: «Que mandado prender
de real orden, sin habérsele formado cauSa ni díchcle aiín el motivo de su
prisión, se halla hace diecisiete días preso en la cárcel de corte y senten-
ciado por otra real orden a marchar desterrado a Badajoz, con prohibición
expresa de volver a Madrid y sitios reales . » «...Esperaba, pues, con ansia le
dijesen qué cargos había contra él, seguro de desvanecerlos con su inocencia.»
Al igual que Villalta, no deja de tocar los resortes que pueden ablandar a
una reina, y más en aquellos días románticos: «.. joven que es preso y des»
terrado sin causa y que, hijo tínico de una madre viuda y enferma, se ve
forzado a separarse de ella cuando apenas, vuelto de siete años de emigración,
había tenido tiempo de estrecharla en sus brazos y consolarla.» La carta
debió surtir efecto y el poeta fue puesto en libertad. En cuanto a los motivos
de la prisión, que Rodríguez Solís atribuye a la campaña política de El Siglo,
debieron relacionarse con el resto ¡de las detenciones realizadas aquella no-
che, y que culminaron en la causa que los periódicos llaman «del 24 de iu-
lio». en que los tres principales procesados, Romero Alpuente, Lorenza Calvo
de Rozas y Juan de Olavarría, proclamaron «no conocer la sociedad de Isa-
belínos y su jefe, Aviraneta», ni el supuesto plan conspirativo, que era pro-
clamar la Constitución de 1812 en la apertura de las Cortes.

AUMENTO DE ACTIVIDADES Y POPULARIDAD (1835-1839)

Larra esperaba ver en 1835 uria repetición de los errores de 1834 (32). La
insegura situación política del país obliga al miliciano conspirador a ince-
sante inquietud, que no perjudicó totalmente su obra literaria, porque ésta,

(32) LARKA: Revista del año 1834, en «Artículos completos», Ed. de M. Almagro San
Martín, p. 245. Madrid.
XXII OBRAS COMPLETAS DE DON1 JOSÉ DE ESPRONCEDA

respondiendo a su p e r s o n a l i d a d , se m o l d e a sobre ella y n u n c a cesa t o t a l m e n t e .


Tras los espantosos episodios del cólera en M a d r i d en 1835 y las turbulencias
q u e le suceden, se p r o d u c e u n a sublevación contra el gobierno T o r e n o el 15 de
agosto de 1835, con E s p r o n c e d a al frente de su c o m p a ñ í a . E n u n a función pa-
triótica que se celebra el 22 de o c t u b r e en el teatro de la Cruz lee «un diti-
r a m b o » (su p o e m a ¡Guerra!), q u e se a c o m p a ñ ó de u n a s quintillas ide V e n t u r a
de la Vega y u n soneto de Roca de Togores, siendo la pieza principal una o b r a
de circunstancias de B r e t ó n y Vega. Sucede Isíúriz a T o r e n o , y al año siguiente
se p r o d u c e nueva intentona contra éste. Solís nos cuenta cómo Espronceda, jefe
de u n m o t í n q u e debía estallar al salir de la plaza de toros, se ve obligado a pedir
ayuda a su amigo Rafael del B o s q u e , q u i e n le esconde en casa de u n comisario
d e policía en la calle de la F l o r a . Allí escribió los poemas El verdugo y El
mendigo, q u e Bosque llevó a la Revista Española. Solís cuenta también el
intento de teñirle el pelo, el fracaso de la operación y la necesidad de cortarle
la cabellera como consecuencia. Allí t a m b i é n tuvieron lugar sus disputas úl-
timas con Teresa, a lo que siguió u n a grave e n f e r m e d a d .
Rodríguez Solís a t r i b u y e el r o m p i m i e n t o a «exceso de esa misma pasión»
y d e las noticias, u n tanto confusas, q u e d a a continuación se deducen la i r r i t a -
ción de ella por la soledad en q u e le d e j a b a frecuentemente el poeta, Ja a p a r i -
ción de celos y u n a situación de tirantez, en que llega a p r o p o n e r a u n o
de los amigos de Espronceda h u i r con él si se a r r o j a b a a m a t a r l e . Después
h u y ó a Valladolid y él se m a r c h ó tras ella, logrando q u e r e g r e s a s e ; p e r o algo
se h a b í a r o t o ya. Son los días en q u e él se oculta y ella se e m p e ñ a en visitarle,
í'A causa de estas visitas — q u e le c o m p r o m e t í a n — y de ciertos sucesos ocurridos
en aquellos días, t e r m i n a r o n por completo y p a í a siempre los amores de Te-
resa y E s p r o n c e d a » , dice el bien e n t e r a d o Solís.
N o m b e l a , en cuyos recuerdos antes p r e d o m i n a la benevolencia q u e la crí-
tica, nos refleja la estampa de u n a clase m e d i a , contagiada de r o m a n t i c i s m o ,
siguiendo «con vivo interés las peripecias de los criminales amores, y la in-
d i g n a conducta del a m a n t e al a r r o j a r de su lado a la a m a d a h a b í a sido exe-
crada, poniéndose el público de p a r t e de la infeliz m a d r e , a quien recogió
con su hija Narciso de la Escosura, antes amigo í n t i m o de E s p r o n c e d a » . Es
lástima q u e N o m b e l a n o recoja m á s q u e indicaciones indirectas, poco m á s
que h a b l a d u r í a s , y que dejan envuelta en sombras y dudas la v e r d a d . Así, al
h a b l a r del m a t r i m o n i o de Blanca de Espronceda con el citado Escosura años
después, dice que lo hizo «sacrificándola, según u n a versión, y según otr.i, m u y
a gusto de la interesada». Más i m p o r t a n t e es lo que de él dice poco antes :
«...según se decía entre los escritores de aquel t i e m p o , después de h a b e r sido
h e r e d e r o de E s p r o n c e d a en el a m o r de la célebre T e r e s a . . . » (33).
P a r a Espronceda, 1835 significó u n apreciable aumento de su p o p u l a r i d a d .
Su novela Sancho Saldaña contribuye a ello tanto como las poesías q u e lee o
publica en los periódicos. E n u n folletón de El Eco del Comercio, en que se
adivina intervención de la editorial, se n a r r a el a r g u m e n t o y p o n d e r a n los valo-
res d e la novela, a u n q u e no deja de h a b e r notas críticas, «se ve en todo u n a
imaginación fecunda y ardiente, a la q u e n a d a cuesta inventar y abusa d e su
m i s m a f a c i l i d a d ; pero en este p r o p i o abuso brilla siempre el sello del genio..,»,
indicando como u n atractivo más «alguna canción ide las q u e contiene, y en q u e
se descubre t o d o el talento d e este joven poeta». T a m b i é n se publicó este a ñ o
la obra Ni el tío ni el sobrino, a que ya h e m o s a l u d i d o .
E n octubre se h a b l ó bastante de él, y se llegó a suponer h a b í a estado a

(33) JUMO NOMBELA: Impresiones y recuerdos.

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I N T R O D U C C I Ó N XXIIÍ

punto de ser pasado por las armas en Manzanares. Las notas y rectificaciones
Je la Prensa, así como una carta suya que inserta la Revista Española el
¡unes 5 de octubre, no nos aclaran lo sucedido, ni sabemos el objeto de su
visita a un lugar donde se organizaba un cuerpo de ejército destinado a com-
batir contra los carlistas y una junta revolucionaria se atribuía funciones de
gobierno.
La pacificación y las esperanzas que los grupos liberales habían puesto en
Mendizábal no se convierten en realidad y surge un movimiento adverso. Es-
pronceda participa en él publicando su folleto El Ministerio Mendizábal, que
apareció en febrero de 1836 y se llalla en la misma línea que la Tercera carta
de Fígaro a su corresponsal en París, titulada Dios nos asista, de donde toma
Ja frase que le sirve de lema para atacar al Gobierno. Es el momento en que nos
parece ver la carrera política de Espronceda por mejores caminos. Su folleto
recoge la opinión de un sector y Larra lo aprovecha para elogiar al autor y
a quienes, como él, pueden representar un movimiento salvador del país : «El
joven escritor, autor del folleto arriba indicado, era ya bastante conocido por
su energía y valor político, circunstancias que tiene bastantemente probadas,
v en punto a su talento, no necesita dar de él esta nueva prueba para que na-
die pudiese disputárselo,..» «...Nos ceñiremos, por tanto, a recomendar la
lectura a cuantos abrigan un corazón patriota y estimularemos a la juventud
española a que se dé a conocer cuanto antes por cuantos medios estén a su
alcance. La revolución ha gastado y desgasta rápidamente los nombres viejos
y conocidos : la juventud está llamada a manifestarse. ¿Nos equivocaremos, se
equivocará el país al fundar esperanzas en ella?» Un comentarista en la Re-
vista Española se refería a «excelentes trozos que ha amputado la censura».
El liberalismo y la literatura van unidos. En Espronceda, como en otros
autores de la época, son inseparables. Al lado de las actividades políticas —in-
soslayables, porque delimitan su figura—•, le vemos continuar actuando en el
terreno de las letras.
Espronceda es uno de los fieles animadores del Parnasillo. En los bajos
del actual teatro Español, un café sin demasiados lujos, albergaba lo más
valioso, y en ocasiones también lo más ruidoso de la juventud madrileña. En
la nómina de sus asistentes aparecen nombres de relieve en la política y las
letras del pasado siglo : Carnerero, que había publicado las Cartas españolas,
el tan influyente en la dramática del momento, Juan Grimaldi, director del
teatro del Príncipe; el editor Manuel Delgado, el librero Sancha, Mesonero
Romanos, Estébanez Calderón, y lo que por entonces se llamó «Partida del
trueno» : Espronceda, Vega, Escosura, Santos Alvarez, Juan Bautista Alonso,
Ros de Olano, García de Villalta, Larra, Esquivel... ; en fin, la plana mayor y
adelantada del romanticismo español.
Rodríguez Solís pondera adecuadamente la importancia de aquellas re-
uniones : «Allí Grimaldi disertaba con gran talento sobre el arte dramático y
la poesía; Bretón versificaba prodigiosamente; Ventura de la Vega soltaba
chistes agudos; Espronceda lanzaba epigramas contra to¡do lo pasado, lo presen-
te y lo futuro, y Larra mostraba su innata mordacidad. Allí el lector aplaudido
e\ artista premiado, el fogoso tribuno y el periodista audaz venían a deposi-
tar sus laureles, y hasta el ministro caído, al abandonar la poltrona, tornaba
gozoso a ocupar su silla al indiscutible Parnasillo. De allí, de aquel modesto
tugurio, salió la renovación o el nacimiento del teatro moderno, el importan-
tísimo Ateneo Científico y el brillante Liceo Artístico...» (34), en que cada

(34) RODRÍGUEZ Sotís: Op, cit., p . 133.


XXIV OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

uno de sus individuos se comprometía a entregar m e n s u a l m e n t e u n a compo-


sición en verso o en prosa. F e r n á n d e z de Córdoba t a m b i é n recuerda en sus
Memorias al bullicioso g r u p o del café del P r í n c i p e , y de él, los «chistes y
epigramas de Ventura de la Vega y Espronceda» (35). Tenemos a b u n d a n t e s
muestras de las actividades de n u e s t r o poeta en el L i c e o ; no tantas en el
Ateneo, en cuya lista de socios de 1838 no figuraba, a u n q u e sí en la de funda-
dores que El Eco del Comercio publicó en 1835. E n cambio sí forma entre los
q u e constituyen la J u n t a del Liceo Artístico y Literario en enero d e 1838, co-
m o «vicepresidente de la sección de l i t e r a t u r a » , y entre otros dirigentes o de la
«Junta de adictos» hallamos n o m b r e s de amigos suyos : Escosura„ V e n t u r a de
la Vega, R o m e a , E n r i q u e Gil, el conde de las Navas y Miguel d e los Santos
Álvarez, c o m p a ñ e r o s al iniciarse la sociedad en m a r z o de 1837.
Las actividades literarias no q u e d a b a n atrás a causa de las políticas. Es-
tamos de acuerdo con Narciso Alonso Cortés cuando afirina : «Se h a dicho más
d e u n a vez q u e E s p r o n c e d a n o alcanzó fama de poeta hasía la publicación
de su tomo de Poesías en 1840. Ello es u n error crasísimo. C u a n d o se publicó
la Canción del pirata hacía ya largo tiempo que la o p i n i ó n le consideraba
como predilecto de Apolo» (36). A las publicaciones q u e hemos recogido én
1834 h a y que a ñ a d i r , p a r a los dos años siguientes, las aparecidas en El Artista
y la Revista Española. E n la p r i m e r a de estas publicaciones — u n a de hxs más
bellas e i m p o r t a n t e s del romanticismo español, q u e apareció de enero de 1835 a
20 de m a r z o de 1836 —vieron la luz : la Canción del pirata, en la I V e n t r e g a ;
en la X I I , u n fragmento del Pelayo y el cuento en prosa La pata de palo; en
la X V I , otro fragmento del Pelayo; en la X V I I y la X X I I , crónicas de t e a t r o s ;
en l a X X I , su declarado a t a q u e a los neoclásicos, El pastor Clasiquino, y
en la X X V I , u n artículo de costumbres. P a s a n bastantes números antes de q u e
bailemos otra o b r a suya : el r o m a n c e q u e comienza «Raya la naciente l u n a . . . » , y
que se publica en el n ú m e r o en que suspende su aparición la revista (20 de
marzo de 1836). E n la segunda, El mendigo, el 6 de s e p t i e m b r e ; El verdugo,
el 19 del m i s m o , y días después, El reo de muerte. El canto del cruzando ya
estaba escrito por aquellos días, a u n q u e n o lo publicó basta el siguiente. E n
función patriótica celebrada el 22 de octubre en el teatro de la Cruz leyó el
poema ¡Guerra! Al siguiente año, El Español, en el n ú m e r o 128, recoge su
artículo El Gobierno y la bolsa y u n a p r i m e r a versión parcial de El estudiante
de Salamanca. E n el n ú m e r o del 20 de j u n i o se publica el epitafio p a r a la
lápida de P a b l o Iglesias, regidor de M a d r i d y capitán de la Milicia, ajusticiado
en la e r a absolutista, y en el 132, la Elegía a la Patria, que fecha en 1828, en
L o n d r e s ; en el 178 (26 de abril), el poema A Ghapalangarra, y dos fragmentos
de El canto del cruzado, con el título El templario, en los n ú m e r o s 191 y 243.
E n 1837 publicó en el Museo Artístico y Literario —revista cuyos nueve p r i m e r o s
n ú m e r o s , p r o b a b l e m e n t e los únicos publicados, van de 1 de j u n i o a 27 de julio—
la versión de El estudiante de Salamanóa, aparecida ya en El Español.
E n 1838 intenta de nuevo el éxito en el teatro, colaborando esta vez con
Eugenio Moreno L ó p e z : Amor venga sus agravios, q u e se estrenó, t a m b i é n
en el teatro del P r í n c i p e , el 28 de s e p t i e m b r e . E n los carteles apareció como
de don Luis Senra y P a l o m a r e s . Los anuncios que publicó la P r e n s a sitúan
Ja obra dentro del género histórico q u e puso en boga el r o m a n t i c i s m o : « la
fidelidad histórica del cuadro en las costumbres, en las creencias y en la

(35) Mis memorias íntimas.


(36) ALONSO CORTÉS : Op. cít., p. 14.
n T R O D U C C l O ^ XJ.V

dirección de las pasiones retrata con escrupulosa intención la sociedad espa-


ñola de tiempo de Felipa IV en la mocedad de aquel príncipe, con su corte
alegre y festejadora...» El Eco del Comercio, al día siguiente, señalaba el éxito
con que el público acogió algunos momentos de la obra, así como la opi-
nión del crítico de que algo flaqueaba en el conjunto; «Amor venga sus agra-
vios ha obtenido aplausos y logrado sus momentos de favor..., señalados con
aplausos inequívocos; pero .de nada o de poco sirven las bellezas de detalle
en las obras dramáticas, cuando no se ha podido vencer la gran dificultad
que consiste en formar un todo proporcionado, verosímil, interesante y que
no choque abiertamente con las costumbres de la escena para donde se es-
cribe.»
Sólo hace cuatro años del estreno de La conjuración de Venecia; tres, de
Don Alvaro o la fuerza del sino, y dos de El trovador. El año anterior ha sido
fértil en dramas románticos y han tentado suerte Escosura, Gil y Zarate, Mo-
lías .. Espronceda y Moreno López construyen el suyo con elementos en que
se advierte conocimiento de nuestro teatro clásico, tanto como el gusto por
jos incidentes que el romanticismo prodiga en escena : Un amante que muere
en desafío, que luego resulta que no ha muerto, que va a esconderse en un
arcón, donde perece asfixiado... Un personaje tenoriesco y depravado, una he-
roína que reúne todas las virtuicfes y está dispuesta a llegar al crimen por amor...
La obra posee abundantes elementos románticos, y sin duda se alude a ellos
en la nota periodística cuando se habla del gusto del público. Si bien es verdad
que no alcanza la armónica fusión que ha hecho famosas otras obras del gé-
nero, también es cierto que no deja de ser valiosa para un estudio de nuestro
teatro romántico y los precedentes del Tenorio «Je Zorrilla.
Espronceda fué uno de los puntales firmes del Liceo Artístico y Literario,
que rivalizó con el Ateneo en empresas culturales y actos de carácter, por
ío menos, tan social como literario o artístico. El Correo Nacional al convocar
«na junta general hace constar que pertenecen «a las filas de la Milicia Na-
cional la mayor parte de los individuos facultativos». Nuestro poeta fue vice-
presidente de la junta directiva de la sección de Literatura, interviniendo en
casi todos los actos celebrados y leyendo poemas en varias ocasiones. También
se ocupó de una cátedra de «Literatura moderna comparada». La crítica de ?u
primera lección que publicó El Correo (37) endulza con elogios su opinión :
« el señor Espronceda no es tan feliz en el desempeño de su cátedra como
en sus composiciones poéticas...» «...debería, tanto por su propio interés como
en obsequio del público, meditar y coordinar sus lecciones, en las cuales re-
salta un desaliño impropio del autor del poema El Pelayo, de que conocemos
algunos brillantes fragmentos, y un desorden y falta de método ajenos tam-
bién del claro y lógico estilo del Castellano de Cuéllar.y> Nueve días después otro
folletón, aprovechando el acto de inauguración del nuevo local del Liceo en
el palacio de Villahermosa, con asistencia d'e la reina gobernadora, en que
Espronceda leyó su introducción al Diablo Mundo, vuelve a dar un resumen de
la lección de Espronceda, debido a la pluma de Enrique Gil.
No están en desacuerdo ambos críticos : lo que el primero echaba de me-
nos no es lo que elogia el segundo. Espronceda demuestra, en lo que puede
deducirse por sus comentaristas —el segundo nos da un extracto más que otra
cosa—, que posee unas opiniones coincidentes con su. obra, que sus sentimien-
tos románticos, que ven forma expresiva en sus poesías, aparecen animados por
un poder de la inspiración que no es el tradicional en una clase. Lo que el pri-

(37) El Correo Nacional, núm. 411. 3 de abril de 1839.

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XXVI OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

m e r crítico exigía era el m é t o d o y la disciplina de cátedra, a que no estaba


acostumbrado el n u m e n del poeta.
E n la revista Liceo Artístico y Literario se publicaron su soneto que co-
mienza «Fresca, lozana...» y el Himno al Sol (enero de 1838), y en No Me Ol-
vides ( n ú m . 23) volvió a aparecer La pata de palo. E n esta ú l t i m a revista se
nos da la noticia de que fué n o m b r a d o m i e m b r o de la j u n t a de lectura de
teatros y se le calificaba como «uno de los poetas más esclarecidos q u e tiene
España».
E n este a ñ o e m p r e n d e u n viaje, que Solís califica de «conspirador y revo-
lucionario». Salió en octubre con r u m b o a G r a n a d a ; de allí pasa a Málaga,
d o n d e nos dice q u e le a g u a r d a b a n sus amigos Ros de O l a n o , Isaac Núñez de Are-
nas, José Zaragoza y el general P e d r o Méndez Vigo, trasladándose con algunos
de ellos a Cádiz, y de allí a Sevilla, p a r a t o r n a r a G r a n a d a y Málaga, todo ello
en relación con u n movimiento revolucionario, que no detalla. No tenemos
confirmación d o c u m e n t a l de estos hechos, en los que «tuvo que pasar u n río a
n a d o ; d u r m i ó en los cortijos; no comió sino sopas y r á b a n o s ; entre la Alameda
y A r c h i d o n a dio con u n c a b r e r o apellidado C u r r o , el Pozo, antiguo b a n d i d o y
entonces espía de ellos, a quien ofreció Espronceda el indulto» (38).
Pocas noticias hemos hallado de sus actividades en 1839. El 16 de febrero
ocupó u n a de las cabeceras de la mesa en el b a n q u e t e a los actores J u l i á n y
Florencio R o m e a , en u n i ó n de este ú l t i m o y B r e t ó n de los H e r r e r o s . El poeta
b r i n d ó : «Al triunfo del talento y de la v i r t u d sobre la aristocracia del naci-
miento y la riqueza» (39).
E n j u l i o , a c o m p a ñ a d o de su amigo Miguel de los Santos Alvarez, m a r c h ó a
G r a n a d a a visitar a J u l i á n R o m e a , «tanto como p a r a r e p o n e r su q u e b r a n t a d a
salud». E l periódico d e Ciencias, L i t e r a t u r a y Artes La Alhambra da cuenta
de su presencia en la Asociación Literaria y de u n acto en que ambos poetas
fueron elegidos socios de h o n o r , leyendo Espronceda u n fragmento «del cuento
del estudiante de Salamanca».
P e r o basta p a r a llenar el año la m u e r t e de Teresa. Alejada de E s p r o n c e d a ,
pero no tanto como p a r a que no supiese de ella en el p e q u e ñ o M a d r i d de la
época, fallece, el 8 de s e p t i e m b r e , en u n piso bajo de la calle de Santa Isabel.
La tradición conserva otra e s t a m p a romántica : la capilla a r d i e n t e , instalada en
el gabinete q u e da a la calle. U n a criada alcarreña y u n a m u j e r de traza du-
dosa son las únicas en velar el cadáver. Y fuera, pegado a la reja, se h a dete-
nido u n h o m b r e que contempla el féretro d u r a n t e h o r a s , o quizá m i r a más
hacia el interior d e sí m i s m o .

P U B L I C A C I Ó N D E LAS O B R A S MAS
I M P O R T A N T E S (1840-1841)

El a ñ o 1840 es de grandes acontecimientos políticos. T a m b i é n tiene im-


portancia p a r a E s p r o n c e d a , p o r ser el de la aparición de su p r i m e r libro d e
poesías y del p r i m e r canto del Diablo Mundo. Y durante todo el año tenemos
a b u n d a n t e s muestras de sus variadas actividades, q u e hacen posible q u e su

(38) RODRÍGUEZ SOLÍS : Op. cit., p. 165.


(39) Se ha publicado el dato de que el día 18 de febrero de este año estuvieron en
Arenyg de Mar Jorge Sand y Chopin, invitados por el español Vicente Pujol de Pastor,
acompañados por Espronceda y Pablo Piferrer. (Un episodio romántico: Jorge Sand en
Arenys, «Mirador», núm. 368, 5 de marzo de 1936,) La asistencia al banquete citado, im-
posibilita la veracidad del episodio en tal fecha.
INTRODUCCIÓN XXVII

nombre no dejase de estar de actualidad en el r e d u c i d o M a d r i d de la época.


La subida de E s p a r t e r o a l p o d e r le hace presentarse en M a d r i d , desde el bal-
neario en q u e se encontraba, en el m o m e n t o en q u e la corriente más avanzada
del liberalismo se afianza en el p o d e r .
Otra p r u e b a de la u n i ó n de poesía y política en nuestro poeta encontra-
mos en su poesía El 2 de mayo, q u e apareció, r e c u a d r a d a con u n a orla de
luto, ocupando t o d a la p r i m e r a de El Labriego. Coincidía el p o e m a con la
inquietud r e i n a n t e entre la milicia nacional por h a b e r sido n o m b r a d o inspector
el general I s i d r o , q u e fué segundo de Bessiéres. E l carácter político del p o e m a
S(; confirma con el editorial q u e sigue, y en que se alienta a la l u c h a p o r la
Constitución. No menos en q u e en el n ú m e r o siguiente se explique inocente-
mente que no es cierto h u b i e r a ninguna conjura p r e p a r a d a p a r a ese día. La
Revolución, periódico de la t a r d e , comenta el gran n ú m e r o de composiciones
que con motivo del aniversario se p u b l i c a r o n y destaca la p o p u l a r i d a d del
poeta y el sentido con q u e s e entendía su o b r a : «...pero la de u n m é r i t o su-
perior es, sin d u d a , la del señor E s p r o n c e d a , inserta en El Labriego, E n el
señor Espronceda n o es extraña la superioridad como poeta y como versifi-
cador ni p o r esta sola le felicitamos. ]Nos complacemos, sí, de q u e al a r d i e n t e
numen y a la a r m o n í a y fuerza de expresión r e ú n a el corazón d e u n ciuda-
dano amigo de la causa p o p u l a r . . . »
La milicia nacional, que no cejaba en su intento de intervenir en la polí-
tica diaria, realizó u n acto de presencia, el 7 de m a y o , en el salón d e colum-
nas del Ayuntamiento p a r a felicitar al G o b i e r n o por sus victorias .sobre Ca-
brera, n o m b r á n d o s e u n a comisión de siete p a r a redactar la felicitación, uno
de los cuales fué nuestro poeta. Espronceda tomó m u y en serio su p a p e l de
miliciano nacional, como lo demuestra u n hecho recogido por Alonso Cor-
tés : el h o m b r e tan desordenado q u e nos presenta la leyenda g u a r d a b a cuida-
dosamente todas las citaciones a actos de servicio (40). Estuvo al frente, como
teniente, de la tercera c o m p a ñ í a de Cazadores del octavo b a t a l l ó n , y los p r i -
meros biógrafos h a n señalado su participación en los numerosos acto-; —ofi-
ciales o revolucionarios— en que t a n pródiga fue la l i b e r a l institución.
Un episodio que p r e o c u p ó varios días a los periódicos y sirvió de motivo
para que se cruzasen varias cartas entre los participantes fué u n desafío en
el que t o m ó p a r t e , secundaria en p r i n c i p i o y después p r i n c i p a l , nuestro poeta.
El h e c h o , no recogido por los biógrafos, creemos sirve p a r a m a n t e n e r la es-
tampa idel h o m b r e de acción y del romántico en días ya tan cercanos a su
desaparición. Andrés B o r r e g o , director de El Correo Nacional, consideró in-
jurioso u n artículo a p a r e c i d o en La Legalidad del 7 d e enero de 1840 y pidió
una satisfacción a Luis González B r a b o , que lo era de éste. F u e r o n p a d r i n o s
del p r i m e r o J u a n de la Pezuela y J u a n Miguel Bienvenga. Del segundo, el
conde de las Navas y E s p r o n c e d a . Cuenta el m a r q u é s de Cabriñana que por lo
«irascible y violento» del conde de las Navas y la aceptación del otro testigo,
se acordaron unas durísimas condiciones p a r a el desafío : a pistola, avanzando
y d i s p a r a n d o , a u n q u e en carta a la prensa se dijo, y no se desmintió, q u e
el ideador de tan grave forma de satisfacción fué E s p r o n c e d a . La circunstancia
de inutilizarse u n a de las pistolas y «la n o c h e que sobrevino» obligaron a
suspenderlo hasta el día siguiente, pero entonces, parece que los testigos d e
González B r a b o presentaron distintas condiciones, aclarando los otros en la
Prensa —9 de enero— lo o c u r r i d o .

(40) Narciso Alonso Cortés en su obra citada, recogiendo las noticias dadas por Julián
Manuel de Sabando.
AXVHI
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Días después vuelven a la carga, y entonces ya no sólo S e ataca a González


A r a b o , sino a sus p a d r i n o s , q u e le «sostienen en esta flaqueza, t r a t a n d o de
suplir con vana p a l a b r e r í a lo que sólo debería ser á n i m o y corazón».
Hasta aquí la prensa. El m a r q u é s de C a b r i ñ a n a a ñ a d e u n final, n o com-
p r o b a d o en a q u e l l a ; como resultado se p r o d u j o u n nuevo desafío, a sable, tras
las tapias del cementerio de San M a r t í n e n t r e Espronceda y P e z u e l a , con Ros
de Olano p o r único testigo, del q u e Espronceda saca u n a clavícula rota como
consecuencia de su excitación y no quererse r e t i r a r , no obstante h a b e r reci-
b i d o a n t e r i o r m e n t e u n a h e r i d a en la m a n o (41).
E n 1840 es c u a n d o vemos a E s p r o n c e d a en el p u n t o m á s elevado de su
actitud t r i b u n i c i a y exaltado en su liberalismo, hasta el extremo de llegar a
una defensa del republicanismo. El Huracán convoca en el mes de octubre una
comida en celebridad del alzamiento español contra la t i r a n í a » , a la que in-
vitan «algunos ciudadanos del p u e b l o » . E l acto tuvo lugar en el salón del
J a r d í n de las Delicias, establecimiento entonces de m o d a , y el n ú m e r o de co-
mensales se a p r o x i m ó a los doscientos, q u e d a n d o fuera otros tantos, a pesar
de un aguacero. El Huracán nos informa de q u e «el señor Espronceda fué nom-
b r a d o presidente por aclamación...», p r o n u n c i a n d o «un enérgico y elocuente
discurso, lleno de fuego, excitando a la formación de u n a sociedad pública fi-
lantrópica y patriótica, dirigida a sostener la libertad y a apoyarse m u t u a m e n t e
sus individuos en este propósito, pensamiento q u e fué acogido con el mayor
a r d o r , y cuya realización d e t e r m i n ó y llevará a cabo». Después fué invitado a
«que se expresara en verso», excusándose p o r no disponer del don de i m p r o -
visar, cosa que el periódico le d i s c u l p a : «...sin éste, le q u e d a n todavía bastan-
tes a l autor del Diablo mundo, del Estudiante de Salamanca, de El pirata, El
verdugo, El mendigo y El reo de muerte p a r a saciar su ambición de gloria,
p o r árida y voraz q u e sea. B r i n d ó en prosa y b r i n d a r o n todos por los obje-
tivos m á s caros a los españoles : por la l i b e r t a d , p o r la i n d e p e n d e n c i a , por el
triunfo de los principios democráticos. E l fin del acto fué u n desfile de asis-
tentes, animados por u n a b a n d a de la milicia n a c i o n a l , hasta la p u e r t a del
Sol, a pesar de que estaba diluviando.»
El editoriail del periódico se consagra al día siguiente a glosar las pala-
bras de Espronceda y a abrir la lista de los suscriptores de la asociación que
p r o p u s o . Recorriendo las páginas del periódico se advierte que los entusiasmos
tío pasaron a la práctica y la suscripción n o crece. P a r a colmo, El Huracán
es denunciado como «subversivo en p r i m e r grado», lo q u e debió significar otro
peldaño en la ruidosa fama del poeta. E l se encargó de su defensa, logrando
la absolución y aprovechándose p a r a hacer u n a declaración de sus avanzados
principios. El Huracán elogió su defensa en versos tan poco afortunados como
los siguientes, que contribuían a difundir su p o p u l a r i d a d :

..gloria a los emancipados,


a Espronceda, a los jurados
que al «Huracán» absolvieron...

...el elocuente Espronceda


peroró con mucho fuego,

(41) Cuenta el hecho, fiado en sus recuerdos, el Marqués de Cabriñana en su libro


Lances entre caballeros. Alonso Cortés lo amplía, y le corrige la fecha diciendo no
pudo ser en 1837, sino en 1839. Las fechas que damos, tomadas de la Prensa, son lae exactas.
Probablemente el Marqués de Cabriñana se confundía con otro ruidoso desafío en que
también fué protagonista Andrés Borrego, en septiembre de 1837.

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INTRODUCCIÓN XXÍX

a su modestia le ruego
dispense a la pluma mía
que le aclame en este día
genio tan sobresaliente
como es gallarda e imponente
su airosa fisonomía.

En la vida íntima parece quedar atrás el episodio de Teresa, liberado ya


de él por las vías de la lírica. El soneto inicial de su libro de Poesías va de-
dicado a una mujer, que se encubría entonces con las iniciales, aunque suce-
sivos biógrafos han revelado ser «la generala», Carmen de Osorio. Hay quien
ha pensado si pudiera haber servido de inmediata inspiración del poema A
Jarifa en una orgía, mientras otros creen que la así llamada —que existió, y
a la que dedicó un poema Miguel de 'los Santos Alvarez— fué un episodio in.-
. termedio. En todo caso, con esta «amiga íntima», como la llama un biógrafo,
tuvo estrechas relaciones cuando, tras vivir en casa de Ros de Olano, en la calle
de la Almudena, le buscó ella habitaciones en la calle de la Greda, que ocupó
con Miguel de los Santos, y en donde de alcanzó la muerte. Poco antes de este
iraslado había fallecido su madre, y su hija Blanca ingresó en un colegio.
No es de extrañar que se esperase con interés la obra que El Correo Na-
cional anunciaba así en su número 1.247: «Dentro de pocos días verá la luz
pública el primer tomo del Diablo Mundo, poema de don José de Espronceda.
El editor no ha perdonado medios ni reparado en gastos para que esta nueva
edición de los primeros cantos del señor Espronceda corresponda al mérito
grande de la obra.»
El Pensamiento, «periódico de literatura y artes», quincenal, que apareció
de 15 de mayo de 1841 a octubre del mismo año, contó con Espronceda como
uno de sus principales sostenedores. El Correo Nacional del 2 de abril daba
la primera noticia de que «esta publicación será de lo más elegante y lujosa
y de lo mejor que en este género se ha hecho en España. Los señores Ros,
Espronceda y Alvarez serán los redactores habituales del periódico». En efecto,
de nuestro poeta encontramos en el número 1 el artículo Política general,
donde hay una alusión a su vida de emigrado; un fragmento del Dos de mayo
y dos del Diablo mundo —números 1 y 2 — ; en el siguiente, otro fragmento
del mismo y el cuento Vn recuerdo; después, aún se encuentra el so-
neto A un ruiseñor —'número 4—, con la variante llanto en vez de la-
bio, que hemos adoptado; el poema A Matilde, que ha suscitado un proble-
ma, de que nos ocupamos más adelante; en el número 8, otro artículo
de Política general; el fragmento que comienza «Y a la luz del crepúsculo. .»,
en el número 66, y el tan repetido artículo De Gibraltar a Lisboa, inspirado
en su fuga a Portugal, para trazar un cuadro entre pintoresco y humorista,
U-ilizado siempre por los biógrafos al trazar la estampa de este episodio ju-
venil. Otras muestras de su colaboración en las revistas tenemos en El ángel
y el poeta, «fragmento inédito» del Diablo mundo, aparecido en El Iris —nú-
mero 1, 7 de febrero de 1841—, así como en el poema A la traslación de las
cenizas de Napoleón, publicado en el número 4 de la misma revista. De esta
época es el soneto dedicado a Guardia, contribución del poeta y el miliciano
a la exaltación de la figura del que fué fiscal de la milicia nacional de Madrid,
y murió en la intentona de Diego de León. Se nos dice que Espronceda es-
cribió el poema de regreso de un viaje por Valencia y Murcia.
Los acontecimientos político hacían inclinarse a España del lado liberal
y la suerte parecía mostrarse propicia al popular poeta, ceiloso miliciano y
xxx OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

exaltado político. E s p a r t e r o es el arbitro de la situación, y la p a r t e avanzada


del progresismo se mueve con m a y o r l i b e r t a d .
E l 28 de diciembre de 1841 aparecía en la Gaceta el n o m b r a m i e n t o de Es-
p r o n c e d a como secretario en la legación española de los Países Bajos. Elegido
también d i p u t a d o a las Cortes p o r la provincia de A l m e r í a , sale hacia La Haya
el 29 de enero, p a r a regresar i n m e d i a t a m e n t e . E n su paso p o r F r a n c i a visita
a su amigo Patricio d e la Escosura, desterrado por el mismo movimiento que
a él favorecía. La estampa que éste describe merece ser conservada p o r u n gra-
bado de la época. La n i ñ a m a y o r , r u b i a , se apoya en el poeta y éste la aca-
ricia la cabeza. Las otras dos asisten a la visita, u n a sentada a los pies y la
otra en el regazo de la m a d r e . El poeta, «cuyo varonil, expresivo rostro, anu-
b l a b a u n velo de profunda, a u n q u e ya resignada melancolía, cuyo origen y
fundamento n o era p a r a m í u n misterio», deja escapar u n amargo y sombrío
comentario.
«A pesar de t o d o , Patricio m í o , eres más feliz de lo q u e p r e s u m e s ; tienes
casa, tienes m u j e r , tienes h i j o s ; estás en las condiciones de todo el m u n d o . . .
¡Y yo... ! »

H A C I A LA G L O R I A Y E L F I N

E n la sesión de 1 de m a r z o ide 1842 se le a d m i t e como d i p u t a d o . E n la


breve historia de su vida p a r l a m e n t a r i a le vemos aplicarse a t e n t a m e n t e a su
función : el día 3 se le elige m i e m b r o de la comisión que h a de ocuparse de
la proposición de ley sobre suspensión de toda clase de fundaciones de monjas
y obras p í a s ; el 11 p r o n u n c i a su p r i m e r discurso oponiéndose a la moviliza-
ción d e la milicia nacional p r e t e n d i d a por el G o b i e r n o ; el 3 de abril ataca al
ministro d e H a c i e n d a ; el 8 de abril se ocupa ide a r a n c e l e s ; el 12 de mayo
discute el presupuesto del ministerio de Estado, y en la discusión aprovecha
p a r a ratificarse p a r t i c i p a n t e activo en el «grito de septiembre», y el 16 de
m a y o defiende a la provincia que representa en u n proyecto de ley sobre
quintas. P a r e c e ser q u e la ú l t i m a sesión a que asistió fué la del día siguiente.
Del mismo día 15 sabemos por El Correo Nacional que dio «una comida
el d u q u e de la Victoria, a la que están convidados los Serenísimos señores in-
fantes, el Cuerpo diplomático y otras varias persona, entre ellos, algunos di-
putados» (y entre los n o m b r e s de éstos, el de Espronceda).
La vida del poeta parecía caminar hacia el asentamiento político y social.
Si p o r q u e fuese d i p u t a d o no p u e d e hablarse •—como ya se h a h e c h o — de u n a
r u p t u r a con su vida anterior, téngase en cuenta que su participación n o fué
lo suficientemente d u r a d e r a p a r a sentar hipótesis. Lo cierto es que le vemos
c u m p l i r con r e g u l a r i d a d y atención sus obligaciones del Congreso —las mismas
con que atendía a su cargo de la milicia—, y quizá escalando u n peldaño en
su ya elevada consideración social. H a y q u e añadir u n a m o r . El poeta de la pa-
sión t u m u l t u o s a y violenta con Teresa se h a b í a p r o m e t i d o con u n a seño-
rita m a d r i l e ñ a , B e r n a r d a de Beruete (ya no hay p o r q u é citar sólo las ini-
ciales, como hacía Rodríguez Solís), «la hermosa y discreta dama q u e a ú n
vive y a ú n es b e l l a » , como escribía Escosura en 1870, q u e guardó su recuerdo
y mientras vivió colocó flores ante la t u m b a .
Parecía abrirse u n a nueva etapa en su vida : La política desde las Cortes,
el éxito como poeta, el h o g a r . . . No podemos especular, como suele hacerse, con

(42) Tres poetas contemporáneos.


I N T R O D U C C I Ó N XXXI

un cambio total en su ser. Más fácil es suponerlo, en cuanto a lo último, que


]o primero. Como lia anotado Arturo del Hoyo, «sus cargos políticos se de-
ben al triunfo >de los exaltados, con Espartero al frente; no suponen una re-
nuncia a sus ideales». El hecho cierto es que de los motines callejeros había
pasado al más grave y responsable puesto de diputado.
En la sesión de Cortes del lunes 23 de mayo se suspendió la discusión en-
tablada para leerse un oficio en que Juan Antonio Delgado, Eugenio Moreno
López y el conde de las Navas notificaban la muerte del «dignísimo diputado
ijor Almería, don José de Espronceda». El presidente, señor Acuña, «vivamen-
te afectado», según el texto del acta, expresa su invitación a que asistan al fu-
neral. Intervienen después Lujan y González, Brabo, quien no pudo terminar
sus palabras, teniéndose que sentar derramando lágrimas.
La Prensa nos completa la idea sobre el dolor que causó el fallecimiento
del poeta; El Correo Nacional escribía: «¡Quién podrá dejar de llorar la
muerte del gran poeta! Espronceda era una gloria del país; la literatura ha
quedado hviérfana de uno de los más brillantes talentos del siglo XIX.» El Co-
rresponsal: «La poesía española pierde al más inspirado de sus poetas líricos;
la juventud, a uno de sus más notables y generosos hijos.» El Peninsular : «Su
cuerpo ha muerto, pero su gloria vive, y la literatura, que llora la muerte del
poeta, puede vanagloriarse de las dos obras con que la ha enriquecido su genio
privilegiado».
Por las noticias de sus biógrafos poco podemos saber de la enfermedad que
Je llevó al sepulcro. El Corresponsal la llama «catarro sofocativo» y Ferrer del
Río «inflamación en la garganta». Rodríguez Solís nos habla de un viaje
a Aranjuez, donde se hallaba su prometida, y de la sofocación que le
produjo el viaje a caballo, o de un enfriamiento a la salida de una recepción
en casa del duque de la Victoria, se le produjo «un enfriamiento de garganta
que degeneró en garrotillo mortal», así como del proyecto de hacerle una ope-
ración de tráquea, nueva entonces y que no dio tiempo a practicarse. Al hablar
de la estancia de Espronceda en París heñios recogido una opinión del doctor
Marañón que alude a las raíces de su enfermedad. Gravísimo debió ser el
carácter de ésta, ya que no llegó a estar cinco días en cama, y El Corresponsal
escribía: «...un suceso que, por más que esperábamos desde ha dos días, nos
ha llenado de dolor», mientras que El Peninsular anunciaba su muerte con un
día de a-delanto.
Creemos que su salud era precaria tiempo antes y que no se trata de re-
tórica romántica cuando Ferrer del Río escribe: «Bien conocían sus admirado-
res que no cubrirían canas aquella erguida frente, y sus temores se realizaron
mucho ante de lo que imaginaban.»
Vivía Espronceda en el momento de su muerte en la calle de la Greda, nú-
mero 19, donde habitaba el euarto segundo en unión de su amigo Miguel de
los Santos Alvarez —quien se hallaba entonces en Granada—. Rodeaban el le-
cho sus amigos: Enrique Gil, Moreno López, García Villalta, Ros de Olano,
Bretón, el conde de las Navas, Julián Romea, Tirado Rosell y su tío, el obispo
de Córdoba y patriarca de las Indias, don Juan Bonet y Orbe. Rodríguez Solís
cuenta que momentos antes de morir dirigió la mirada a su hija Blanca y a
sus amigos, como entregándola a su custodia.
El entierro tuvo lugar el día 23. Una gran multitud rodeaba la iglesia de
San Sebastián. «El Congreso de los Diputados iba casi en cuerpo : de las no-
tabilidades literarias faltaría alguna, y, finalmente, al lado de nuestros más
ilustres artistas mirábanse jóvenes de la grandeza, oficiales del Ejército y de
la Milicia, comisiones del Ateneo y del Liceo, senadores, generales, individuos

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xxxn OBRAS COMPLETAS DE DOlN JOSÉ DE ESPRONCEDA

del cuerpo diplomático, todos reunidos al p u e b l o , q u e no era el ú l t i m o en


llorar la m u e r t e de uno de sus m á s nobles y generosos hijos...» E ] coche fú-
n e b r e , sobre el q u e se l a n z a b a n flores desde los balcones, i b a seguido de la ban-
da de la Milicia Nacional, a la que seguían los coches. E n la Sacramental de
San Nicolás, colocado el féretro en el mausoleo donde se g u a r d a b a n los restos
de Calderón, E n r i q u e Gil, «con lágrimas que a h o g a b a n su voz y con u n a con-
moción q u e le p r o d u j o u n a afección nerviosa», comenzó a leer un p o e m a :

¿Y tú también, lucero milagroso


roto y sin, luz bajaste...?

Después h a b l a r o n don J o a q u í n María López y González B r a b o ; leyeron


sonetos Miguel Agustín P r í n c i p e y Gregorio R o m e r o L a r r a ñ a g a , concluyendo el
acto J o a q u í n R o m e a , q u e leyó fragmentos del Canto V I I del Diablo mundo.
Sus restos no p e r m a n e c i e r o n allí. El 24 de m a y o de 1902 fueron traslada-
dos al que p o m p o s a m e n t e se llamó P a n t e ó n d e H o m b r e s Ilustres del siglo x i x ,
en el patio de Santa G e r t r u d i s de la Sacramental de San Justo.

LA OBRA
LAS ccPOESIAS»

Ya hemos dicho q u e las Poesías de Espronceda se p u b l i c a n en el año 184U.


El 21 de m a y o anunciaba El Correo Nacional «un t o m o en octavo m a y o r pro-
l o n g a d o , de m u y b u e n a i m p r e s i ó n y p a p e l » . Se advierte en el propósito de Es-
pronceda y de los amigos que intervinieron en la recogida de las composiciones
u n afán de a g r u p a r la o b r a del poeta, sin p r e o c u p a r s e de otra u n i d a d que la
que e m a n a b a de la p e r s o n a l i d a d del autor.
V a n en el volumen los fragmentos del Pelayo, poesías escritas en Londres
o resultado de su estancia en el P a r í s del r o m a n t i c i s m o , alguna otra ya cla-
r a m e n t e de su etapa m a d r i l e ñ a y El estudiante de Salamanca; lo suficiente
para p o d e r apreciar u n a evolución que va desde el magisterio de Lista a la
plena p e r s o n a l i d a d r o m á n t i c a de E s p r o n c e d a .
E n r i q u e Gil, desde la sección de crítica del Semanario Pintoresco Espa-
ñol (43), advirtió con g r a n c l a r i d a d las características del libro. V e en El
Pelayo «antes las flores de la poesía q u e no sus frutos sazonados y m a d u r o s » ,
elogiando, sin e m b a r g o , «el cuaidro del h a m b r e , el del sueño del rey, trozos
de u n a robustez y vigor poco comunes en v e r d a d . . . » . E n las Poesías líricas elo-
gia el Himno al Sol y, sobre t o d o , las Canciones, «preciosa adquisición p a r a
nuestro P a r n a s o . E l desenfado, fluidez, corta dicción y variada a r m o n í a del
Pirata...». ccEl canto del cosaco, canto lleno de nervio y vigor salvaje, filosó-
fico en sus pensamientos, profundo en sus tendencias y valiente cuanto co-
rrecto e n su versificación, y las poesías políticas, d o n d e encuentra algo infe-
rior al conjunto la Despedida del patriota, el Soneto a la rosa — «no conocemos

(43) Número correspondiente al 12 de julio de 1840.


I N T R O D U C C I Ó N XXXIII

e n la lengua castellana ninguno más terso, lleno, fluido y acabado» — , ¡La


composición A Jarifa, «la expresión más cabal cpie se encuentra en este tomo de
esa poesía escéptica, tenebrosa, falta de luz, desnuda de esperanzas y rica de
desengaños y dolores.,.»,
Enrique Gil, que no ha caído en el ditirambo al amigo, y le ha atacado
al ocuparse de las primeras poesías del libro, que le parecen sólo promesa de
lo posterior, no oculta su entusiasmo al enfrentarse con El estudiante de Sa-
lamanca, «corona de este tomo y obra en que, a nuestro sentir, ha reconcen-
trado el autor todo el poder de su ingenio, de su corazón y fantasía. Su Va-
riedad extraordinaria, su raro y maravilloso asuntó, su trabazón ordenada y
lógica, su temeroso desenlace, la verdad y originalidad de sus caracteres, aquel
baño de sencillez, de naturalidad y efusión que en todas partes lo realza, y,
por último, el sinnúmero de tonos por que está templado y de ricas armonías
que desenvuelve levantan este cuento a una altura tal, que sin duda tardará
ningún otro en elevarse a ella».
En el párrafo final resume su opinión: «La aparición de este libro es harto
notable y hará época en la historia literaria de nuestro país, porque, sin apar-
tar la poesía de la gloriosa senda por donde la llevaron los Herreras y Leones
y sin desnaturalizar ni su origen ni su carácter, el señor Espronceda la ha su-
bido a la altura de la época, ha logrado darle colorido y trascendencia pro*
pia de las ideas y la ha convertido en expresión fiel y genuina de nuestros
sentimientos.»
Nos hemos extendido en la cita porque es una inevitable prueba de que
Espronceda recoge el sentir de su momento. Muchos estudios posteriores, ves-
tidos con galas más sistemáticas y eruditas, no hacen sino repetirla. Enrique
Gil señala acertadamente el arraigo de Espronceda en la poesía española an-
terior, y si cita a Byron y Béranger como influyentes en él, no incurre en la
exageración de algunos críticos más tardíos. Alberto Lista, que también acogió
el libro con aplauso, revela una tendencia opuesta : elogia los poemas más fieles
al normatismo que preconizaba y cree que en las Canciones se ha excedido al
dejarse llevar por sus arrebatos poéticos. El reo de muerte y El verdugo le pa-
recen «débiles en la elocución y los pensamientos», y cree que «las ideas pa-
tibularias no pueden ser ennoblecidas por un sentimiento moral» (44).
La crítica actual se halla de acuerdo en señalar una fuerte influencia de
Alberto Lista en las poesías de su primera época. Ya hemos visto su interven-
ción en el plan y realización de El Pelayo y en qué modo este poema está to-
talmente trazado dentro de las teorías que profesaban los académicos del Mirto.
Pero en el clasicismo dieciochesco pugnaba ya por irrumpir el romanticismo,
v alguna prueba de ello encontramos en este poema, no conseguido totalmente,
siguiendo una elaboración ordenada, sino del que sólo llegan a realizarse los
cuadros que se ofrecen a la inspiración del autor, como «fragmentos», des-
tinados a no concluirse nunca, y que constituyen un género peculiar de la
escuela romántica.
En El Pelayo se han señalado dos modelos que gravitan sobre el plan de
la obra. El más importante, Tasso —versos del comienzo, batalla del Guada-
lete y la procesión, que se emparentan con pasajes análogos de la Jerusalén li-
bertada— y Voltaire, de quien se inspiraría en el «cuadro del hambre», seme-
jante en algunos detalles al canto X de la Henriada, aunque Mazzei no cree en
un parecido demasiado fiel, y señala como fuente, también para este pasaje,
una escena de la Numancia de Cervantes. Parece exagerado hablar ya en El

(44) Ensayos críticos, 1840.


xxxiv OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Pelayo de influencia de B y r o n , p e r o hasta a eso se h a llegado en el afán de


hacer de Esproneeda u n a simple versión española del poeta inglés.
E n t r e las poesías líricas q u e siguen h a y algunas compuestas a n t e r i o r m e n t e :
el r o m a n c e A la noche y El pescador, d o n d e se acusa la influencia de Lista,
advirtiéndose en el ú l t i m o fuertes paralelismos con la traducción que éste hizo
d e El convite del pescador, de Metastasio.
Las influencias románticas van acentuándose en los p o e m a s q u e aparecen
a continuación en el v o l u m e n . L a Serenata y el p o e m a A una dama burlada
recogen ya la vuelta métrica a formas medievales, típicamente romántica. Oscav
j Malvina lleva como subtítulo «Imitación del estilo de Ossian».
N o h a y que asociar demasiado estrechamente la estancia del poeta en In-
glaterra con la recogida de influencias. N o olvidemos q u e Ossian llega a España
ya en 1804, p u b l i c a n d o Q u i n t a n a traducciones en Variedades de Ciencias,
Literatura y Artes, y q u e en Londres están compuestas varias poesías de Es-
proneeda de tono totalmente clasicista. Ni Esproneeda h a sido u n a adaptación
española de L o r d B y r o n , como u n a crítica facilona hizo creer, ni se p u e d e
llegar t a m p o c o a alejar totalmente de su obra la figura del poeta inglés, t a n
p o p u l a r en aquel tiempo.
De la misma época, posterior a 1830, cree Brereton q u e es el Himno al
Sol. H a y en él algunas ideas ossiánicas, pero t a m b i é n otras, m u y significa-
tivas, procedentes de Alberto Lista y están e m p a r e n t a d a s con varios de sus
p o e m a s , q u e el crítico francés ha estudiado escrupulosamente. P o r eso nos es
grato concluir con él q u e «dando toda La p a r t e que queramos a la influencia
ossiánica, c o m p r o b a m o s que Esproneeda h a tratado el tema de u n m o d o esen-
cialmente español, sujetándose en la ejecución a la tradición de los neoclásicos
y acercándose, al través de éstos, %a los ritmos sonoros de H e r r e r a » (45).
El m i s m o crítico observa u n cambio posterior de influencias con la apa-
rición d e la francesa que preside las Canciones. Ya vimos q u e Gil y Carrasco
n o m b r a b a a Béranger. T a m b i é n se h a señalado a B a r b i e r , y, con menos p r o -
b a b i l i d a d , las Soirées de Saint-Pétersbourg, de Javier de Maístre, Vigny p a r a
la Canción del pirata, o quizá t a m b i é n la Canción de los piratas, de H u g o .
Gamallo F i e r r o s , en artículo que citamos en la bibliografía, revela u n parale-
lismo m é t r i c o y de ideas con u n a anacreóntica de L a r r a , posible p r e c e d e n t e ,
o, en todo caso, m u e s t r a indtidable de la ^introducción de formas gratas a
u n a época.
E m p l e a formas nuevas, se evade de las n o r m a s ^clasicistas y varía de m e d i d a
dentro del mismo p o e m a . La p r o b a b l e influencia de Víctor H u g o en estos
juegos métricos n o >es fácil de precisar. Su audaz empleo de la p o l i m e t r í a hace
decir a Mazzei q u e le p a r e c e más propia del modernismo que del romanticismo.
Las Canciones, compuestas todas hacia 1831, n o chacen otra cosa q u e reco-
ger u n m o m e n t o de la lírica francesa, cuya pujanza y combatividad no po-
dían dejar de i m p r e s i o n a r l e ; p e r o , al igual que en el caso de B y r o n , no se
p u e d e h a b l a r de imitación directa. B r e r e t o n opina en este c a s o : «Las Can-
ciones, a u n debiendo m u c h o a la literatura francesa, son en lo esencial m u y
españolas. Esta mezcla de lirismo y realismo es r a r a en la poesía francesa e
inglesa». E n la obra de Esproneeda señala u n viraje hacia la l i t e r a t u r a na-
cional que merece tenerse en cuenta (46).
U n p o e m a , La despedida del patriota griego de la hija del apóstata, sus-
cita hoy varios p r o b l e m a s . B r e r e t o n concluye q u e h a y en él cierto b y r o n i s m o ,

(45) Op. cil., p. 132.


(46) Id., p . 68.

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I N T R O D U C C I Ó N XXXV

aunque no se encuentre exactamente el mismo tema en el poeta inglés. Le


extraña de dónde puede haber tomado el motivo, ya que el país no le llama
Ja atención otras veces. Llorens (47) ha hecho el descubrimiento de un poema
en inglés, The patriot and the aposmté's daughter or the Greck lover's jare-
well en la revista New Monthly Magazine and Literary Journal, publicación
muy adicta a los emigrados, en su volumen X, páginas 194-195, correspondiente
a 1824. El citado poema, que aparece sin firma, es casi exacto al de Espron-
t.-eda, quien al traducir, según la opinión de Llorens, ha amplificado y hecho
más rica la adjetivación, añadiendo una estrofa a la segunda.
Entre los papeles manuscritos de Espronceda que conserva el Museo His-
tórico de Montevideo se halla un fragmento del poema, con variantes res-
pecto a la publicación conocida. Lo que hace pensar es de su época de emi-
grado, y podría juzgarse que de la parisiense, ya que de esta época son casi
todos los fragmentos conservados en dicho archivo. Brereton, que ignoraba
todo este problema, anotaba algo que no deja de tener interés: el tema —des-
pedida de dos amantes— se encuentra en Osear y Malvina y va a insistir en él
posteriormente.
Si la nota pesimista es un carácter del romanticismo, en Espronceda no vi-
bra hasta bien avanzada su obra. Es fácil pensar que el episodio de su rup-
tura con Teresa, y quizá también la pérdida de otras ilusiones sociales, hayan
confluido en el matiz que predomina en algunos poemas, de los que el más
característico es el titulado A Jarifa en una orgía. En ellos se acentúa el sub-
jetivismo, y en vano se ha tratado de hallar en el análisis de sus fuentes algo
más que una semejanza de escuela o tendencia —Byron, Heine, Musset, Leo-
pardi-—•. A una estrella y el soneto que empieza : Fresca, lozana, pura y olo-
rosa... constituyen la representación de este momento.
Brereton, objetivo otra vez, desvanece la atribución a Byron de la idea de
A una estrella y cree, en cambio, que algunos versos tienen una fuente más
cercana: las Copias, de Jorge Manrique.
También suponía que El estudiante de Salamanca fue escrito hacia 1836.
La investigación hecha en la Prensa de la época confirma esta presunción.
En El Español (7 de marzo del año citado) se publicó el comienzo, o sea los
cuatro primeros tiempos, apareciendo tres tiempos más en la hoy rarísima re-
vista Museo Artístico Literario, de 22 de junio de 1837, constituyendo una
primera forma del poema, que ofrece algunas variantes respecto a la edición
conocida (48).
El Estudiante de Salamanca es una de las primeras y también de las mejo-
res muestras de una forma narrativa grata al romanticismo : la leyenda —cuento
lo llama él—, rica en elementos fantásticos y subjetivos. Es importante saber
que el tipo que inspira el personaje central no es Don Juan Tenorio, como se ha
insistido después, sino Don Juan de Manara. En la primera versión —tres
años anterior a la otra—, en el famoso verso que dice «segundo Don J u a n
Tenorio...», había escrito «nuevo Don Juan de Manara...», probablemente in-
fluido tanto por la leyenda sevillana como por la obra de Alejandro Dumas,
Espronceda ha logrado centrar en un ambiente español un tema también
muy español, con una cadena de antecedentes que afloran en un romance que
Duran recogiera en su Romancero (1820), y donde un estudiante asiste a su
propio entierro, o la figura del Tenorio que Tirso de Molina y Antonio de

(47) «Nueva Revista de Filología Hispánica», tomo V, núm. 4, Méjico, 1951.


(48) El investigador don Dionisio Gamallo Fierros, propietario de una colección, cuya
''onsulta nos ha permitido, desarrolló éste y otros interesantes temas esproncianos en:
conferencia pronunciada en el Museo Romántico de Madrid el 21 de mayo de 1952.
xxxvi OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Z a m o r a h a b í a n p o p u l a r i z a d o , y con muy pocos puntos de contacto con el Don


J u a n b y r o n i a n o . Brereton señala que el h é r o e español esproncediano h a re-
u n i d o en sí los rasgos de los tipos rebeldes q u e v i b r a n en sus Canciones. Y se
h a n encontrado influencias t a n castiz?s como las de Cervantes y Cadalso en
alguno de los momentos más característicos del p o e m a .
Es de n o t a r t a m b i é n la p o l i m e t r í a , q u e llega a presentar doce medidas
distintas. «La polimetría fue a p a r t i r de entonces uno de los rasgos m á s ca-
racterísticos de la poesía r o m á n t i c a española, pero j a m á s se empleó él proce-
dimiento con más acierto q u e en El Estudiante de Salamanca» (49).

OTRAS OBRAS POÉTICAS

Titulamos Poesías recogidas postumamente las q u e se p u b l i c a r o n después


de la edición h e c h a en vida del autor, y que escribió posteriormente o no
quiso incluir en ella. P r o c e d e n de la edición de Páginas olvidadas que hizo
don Gumersindo L a v e r d e , de los manuscritos de la Biblioteca N a c i o n a l de
M a d r i d , que dio a conocer C h u r c h m a n , los publicados por Roger D. Basagoda
eu U r u g u a y y los q u e el m a r q u é s de j e r e z de los Caballeros insertó acompa-
ñ a n d o a su estudio sobre la academia del M i r t o .
Vamos a referir seguidamente su atribución a las distintas etapas señala-
das anteriormente y los problemas críticos que plantean.
D e la p r i m e r a época, p r o b a b l e m e n t e m u e s t r a de sus p r i m e r o s pasos en la
poesía bajo la alentadora m i r a d a de Lista, son los poemas A la noche y el q u e
comienza «Feliz el q u e a p a r t a d o . . . » , en los q u e el neoclasicismo i m p e r a to-
t a l m e n t e , y que leyó en la poética academia, donde gozó los primeros aplausos
como poeta.
I g u a l m e n t e de profunda influencia neoclás : ca son la m a y o r p a r t e de los
poemas e x h u m a d o s p o r C h u r c h m a n , la Carta a Balbino> A la luna, «Suave...»,
Cuando la vez primera, , Lta entrada del invierno en Londres —fechada en
1827, época "en que no es nosibl-3 estuviera en esa capitaí—, v se inspira en
frase de Rioja, que ya rjtiiizó Lista en su p o e m a La amistad, A éste dedica
su p o e m a A Anfriso —no a García de Villalta, segvm se h a titulado en otras
ediciones—, q u e restauramos de acuerdo con la edición u r u g u a y a . E l clasi-
cismo es tan fuerte en él como en Un recuerdo de amor, p o e m a t a m b i é n con-
servado en U r u g u a y , que creemos se le puede a t r i b u i r por su semejanza con
Los quejas de amor. La elegía en tercetos A don Diego de Altear, compuesta
a comienzos de 1830; el dedicado A la señora ele Torrijos- el q u e comienza
« A u n q u e m i zagal p u l i d o » , sobre cuya p a t e r n i d a d alberga Alonso Cortés
d u d a s , q u e c o m p a r t i m o s , a u n q u e t a m p o c o nos es posible centrar la atribu-
ción, y la poesía q u e se cree dedicadn a la h e r m a n a de Teresa, A Matilde,
fechada en Londres en 1832.
Este p o e m a h a p l a n t e a d o a b u n d a n t e s dudas, q u e Narciso Alonso Cortés
— q u e es quien m á s finamente h a caminado entre las atribuciones, desechando
algunas tradicionalmente equivocadas— llega hasta la negación : «No veo p o r
q u é F e r r e r del Río h a b í a de cometer el error de escribir «A L a u r a » en vez de
«A Matilde», n i creo que en El Pensamiento se p u b l i c a r a con la firma de Es-
p r o n c e d a n i n g u n a poesía de este ú l t i m o ; de m o d o q u e ésta es u n a de las q u e
podemos eliminar entre las atribuidas al autor del Diablo Mundo» (50).

(49) Op. cit.; p . 103.


(501 Op, cit., p. 106.
INTRODUCCIÓN XXXVJI

El origen del problema se encuentra en que Ferrer del Río en su biografía


habla de un romance «A Laura» inserto en El Pensamiento. Laverde publica
e ] poema en sus Páginas olvidadas, aunque se titula A Matilde, ya que en la
colección del periódico no hay ninguno titulado A Laura. Tal composición se
encuentra en el número 8 del citado periódico. Núñez de Arenas anotó que
tenía razón Laverde y se trataba de Matilde Mancha, hermana de Teresa (51).
Pues bien, en la Real Academia de la Historia hemos descubierto un au-
tógrafo de este poema firmado por Espronceda, encuadernado en un volumen
de sus poesías, cuya letra es semejante a la de les manuscritos de la Biblioteca
Nacional, y que ofrece variantes —las cuales hemos atendido en la edición—
mucho más lógicas y poéticas que la forma aparecida en ediciones anteriores.
Se admiten influencias del romanticismo inglés y francés en el romance
Raya la naciente luna, la Canción báquica, que se incluyó en Amor venga
sus agravios, y que damos aquí, a pesar de incluir también la obra, por haberse
publicado desgajada del texto tradicionalmente, como igualmente la serenata
Despierta hermosa señora..., de la misma obra. El poema A la degradación de
Europa, conocido también por el título A la traslación de las cenizas de Na-
poleón, indica como modelo a Barbier, poeta francés de quien hay también
huellas en el brioso poema Al dos de Mayo. Ossianismo y lo que se llama es-
tilo «troubador» se funden en el Canto del Cruzado, fragmento reconstruido
de una primera edición, aún más fragmentaria, y se mezclan a recuerdos de la
enseñanza neoclásica, enseñanza que Espronceda nunca iba a repudiar total-
mente, como puede advertirse en algunos poemas de circunstancias, la Octava
real —escrita en 1833—, e incluso en momentos del Estudiante de Salamanca
o El Diablo Mundo.

«EL DIABLO MUNDO»

La mayor ambición de propósitos poéticos que Espronceda llegó a tener se


cifró en El Diablo Mundo, Poeta aplaudido, con un estilo propio, en el que
habían cristalizado el patronazgo de Lista, las influencias románticas europeas
y su propia personalidad; creador de una narrativa poética en El estudiante
de Salamanca, y sintiendo bullir una concepción de la sociedad, se enfrenta
con la mayor pretensión para un poeta : el poema universal.
El primer canto de El Diablo Mundo alienta un intento de recoger una vi-
sión de la Humanidad, que en los cantos siguientes se reduce —y no por eso
deja de ser empresa de gran altura— a reflejar la España de su tiempo, una
España en que cdos manólos de los barrios bajos madrileños y los picadores
de Bailen, vencedores de los invencibles mamelucos y de los soldados del ma-
riscal Dupont, hacen culminar la gloria del populacho español, la fuerza de
este pueblo naciente, lleno de gracia, de valor, pero de la peligrosa tendencia
a la individualidad y a la universalidad que se engendra en el exceso de tipi-
cismo...» (52).
En los cantos publicados se desciende a una intervención del realismo, pró-
ximo a lo costumbrista, e incluso a cantar lo marginal de la sociedad, siguiendo
una tendencia que había aflorado ya en las Canciones. Los fragmentos posterio-
res indican su pretensión de alzarse de nuevo a la visión universal con que co-
mienza.

(51) cíBiulleün H^spaniaue», Lili, núm. 2, pp. 213-217. Burdeos, 1951.


(52) MARAÁÓN : Op. cü., p. 25.

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xxxvin OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Las influencias a n o t a d a s son el Fausto, el Don Juan o el Manfredo, de By-


r o n , en la idea general —éste, a su vez, con m u c h a influencia de F a u s t o — ; El
ingenuo — d e Voltaire, identidad a que ya aludió Escosura, y q u e estudió
A m é r i e o Castro—-; las Ruinas de Palmita — d e q u e se burla de pasada—, y en
cuanto a la forma, los Djinns, de Victor H u g o . Pese a todos estos antecedentes,
inevitables en cualquier intento s e m e j a n t e , su p e r s o n a l i d a d se acusa m á s
p o d e r o s a m e n t e que en n i n g u n a otra o b r a suya. B r e r e t o n subraya que la crea-
ción de A d á n era u n t e m a t o t a l m e n t e n u e v o , y si h a y u n parentesco entre el
inocente m a d r i l e ñ o y el h u r ó n afrancesado, n o son menores ías diferencias.
El poeta del Diablo Mundo — i m p e t u o s o , desigual, n a r r a t i v o , cínico, u n
poco filosofante, con ideas q u e se consideraban pasadas— tuvo u n m o m e n t o
de decaimiento en el aprecio de los críticos, m i e n t r a s su Estudiante de Sala-
manca y los poemas q u e se le a t r i b u í a n eran objeto de lecturas y conservación
en el gusto p o p u l a r . Moreno Villa a l h a c e r su edición nos reveló h o n r a d a -
m e n t e su descubrimiento de pasajes, en q u e se advertía u n gusto m o d e r n o y
u n a p e r m a n e n c i a de su lírica, es decir, eda c o n t i n u i d a d de la cultura». R u b é n
estaba ya en versos c o m o :

Coged de amor las rosas y azucenas...

Aquí un vestido de francesa blonda,


la piocha allí de espléndidos brillantes,
la diadema de piedras de Golconda,
sobre el sofá los aromados guantes...

T a m b i é n citó ejemplos de frases poéticas q u e p u d i e r a n tomarse como an-


tecedentes i n m e d i a t o s , en idea o en m e d i d a , de M a n u e l M a c h a d o . Pujáis en-
cuentra otros en los mismos poetas, así como en N ú ñ e z de A r c e , e incluso en
el m á s reciente, Dámaso Alonso. N a d a difícil es h a l l a r el nebuloso lirismo de
B é c q u e r en algunos versos de sus poemas largos.
D e n t r o de El Diablo Mundo, el Canto a Teresa tiene personalidad p r o p i a .
E l subjetivismo alcanza en él sus tonos más altos, y el poeta expresa sus
sentimientos con el más a r r e b a t a d o t o n o , logrando q u e este poema alcance la
c u l m i n a c i ó n de su poesía y esté cerca de ser lo m á s alto de la poesía espa-
ñola (53).
Los buscadores de influencias se callan al llegar al Canto a Teresa. E l poeta
h a b l a de sí y en gran parte «para sí». Sus posibles modelos e influencias que-
d a n m u y atrás, como simple fondo formativo d e su personalidad lírica.

ESPRONCEDA Y BYRON

T a n t o se h a h a b l a d o del b y r o n i s m o de E s p r o n c e d a , q u e h a y q u e dedicarle
u n a p a r t a d o . C h u r c h m a n , en artículo ya clásico (54), estudió las influencias
del poeta inglés, algunas de las cuales fueron desechadas o, p o r lo m e n o s , re-
b a j a d a s en estudio de B r e r e t o n , en quien hemos confiado para la referen-
cia a los posibles modelos del poeta español. Pujáis en su estudio compara-
tivo y minucioso llega a m á s , demostrando cómo en este aspecto de su fi-
g u r a se h a forjado u n a leyenda paralela de la q u e h a deformado su vida. La
a n é c d o t a , v e r d a d e r a o falsa, en que T o r e n o se niega a leer sus poesías «por-

(53) A tal consecuencia llega Mazzei, Op. cit., pp, 206.


(54) V, Bibliografía.
I N T R O D U C C I Ó N XXXÍX

que le gustan más las originales», s e ha cotinuado en los ensayos 'de Gil y Ca-
rrasco, Ferrer del Río y el texto del Padre Blanco. Concluye Pujáis que no
existe la imitación; sí influencias, y no tantas y tan hondas como se ha preten-
dido. Espronceda recoge el ambiente del romanticismo europeo y lo adopta al
momento español y a su individualidad lírica. Pujáis es hoy el extremo de otra
cadena de escritores que, como Alberto Lista, Zorrilla, Pi y Margall y Barcia,
no creyeron impórtame acusar la huella byroniana en su obra.
Menéndez y Pelayo enjuiciaba así: «Si pueden señalarse en las obras de
Espronceda dos docenas de versos, más o menos próximos a los del lord in-
glés, y, además, cierta semejanza general de fisonomía, ésta es de la que existe
entre hermanos...», « ..como se parecen todos los poetas que han sentido los
estragos de la enfermedad moral del siglo, de la enfermedad de Werfher y
de Renéy> (55).
Por otra parte, la adjudicación de «Byron español» supone colocar al poeta
inglés un peldaño más alto, cosa muy de la época romántica, pero no de la
más serena crítica actual. Como Pujáis resume, si Byron se muestra superior
en lo narrativo, no alcanza tan elevados acentos líricos como el cantor de
Teresa.
En lo que no se ha insistido bastante es en la raíz tradicional de Espron-
ceda, en las huellas cervantinas en los mejores momentos de su prosa •—aquellos
en que está atento al estilo— y en la profunda señal que dejan en su poesía
Fray Luis de León y Herrera.
Pero dejemos antecedentes e influencias en la poesía posterior. Es curioso
observar cuánto se han rastreado éstas en la obra de Espronceda. Creemos que
con ningún poeta se ha hecho otro tanto, y al lado de auténticas influencias
o modelos, ha bastado a veces una semejanza de ideas en dos o tres versos
para proclamar poco menos que el plagio, cuando pocas cosas hay más difí-
ciles de precisar que las influencias en poesía.
Frente a ellas —aunque no hemos querido dejar de resumir los estudios
más serios al respecto— nos encontramos con la fidelidad que Espronceda
muestra hacia sit poesía, y que se descubre tanto en su trayectoria evolutiva
como en la repetición de los temas que surgen y se van engrandeciendo o en
el paralelismo que hay entre la obra y la vida.
Ya hemos mostrado cómo arranca del neoclasicismo para elaborar su ten-
dencia romántica y cómo no es tan maleable a las influencias, ya que su
atención a las nuevas tendencias no se hace notar en los primeros tiempos
de su emigración, sino que se desarrollan plenamente ya en España.
Los temas de sus poesías son, en los primeros tiempos, los que le marca la
tutoría poética de Lista. Su enfrentamiento con la noche, que en el poema que
comienza «Suave, tranquila, plateada luna...» arrancaba de su maestro, en-
cuentra una expresión más romántica, derivada de la anterior, en El estu-
diante de Salamanca. Entre la escena del sueño de Rodrigo en El Pelayo y el
final de El estudiante de Salamanca hay algo más que analogías: existe el
más amplio desarrollo de una misma idea, de igual modo que se han señalado
otras ampliaciones de un tema, utilizado anteriormente, entre un pasaje da
este mismo poema y frases de Sancho Saldaña,
El tema de la despedida de dos amantes se reitera en Osear y Malvina, en
la discutida Despedida del patriota griego, en El estudiante de Salamanca y
en El diablo mundo, donde no sólo se produce entre Adán y la Salada, sino
que late y alienta en el Canto a Teresa.

(55) Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, VII, 275-76. Madrid, 1942.
xi- OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

«SANCHO SALDAÑA» Y SUS P R O B L E M A S

En torno a la novela Sancho Salduña existe un problema literario que no


se había desvelado totalmente hasta ahora. Ya hemos indicado que Espron-
ceda la había escrito durante el verano de 1833, hallándose desterrado en
Cuéllar, y se publicó en 1834 por el editor y amigo del poeta Manuel Delgado,
como ha contado Escosura y el resto de la crítica ha repetido posteriormente.
Pero al aparecer años después una segunda edición del libro y ser conocida
por el biógrafo del poeta, Antonio Cortón, varias veces citado por nosotros,
planteó un problema crítico que afectaba nada menos que a la paternidad de
la novela. La segunda edición, editada por Castro y Cía., consta de dos tomos,
de 1869 el segundo y de 1870 el primero. Cortón, que comparaba con un
ejemplar que decía poseer completo de la edición primera, afirmaba ser. éste
«un tomo en 8.°, flaco y raquítico, que casi desaparecía ante los dos volúmenes
rollizos y obesos de la edición de 1869. La novela, segiín esta ted?, tenía so-
lamente once capítulos, y «tras ellos aparecen hábilmente cosidos otros treinta
y seis, a los que se deben añadir nada menos que sesenta y ocho del tomo se-
gundo de la misma edición».
Churchman en su An Espronceda Bibliography estudió el problema. Agra-
dece a Cortón que esclareciera en parte el caso, ya que éste añadía que «un
viejo escritor» le había revelado en una tertulia literaria que un folletinista
hizo la ampliación por encargo del editor J. Castro y Carbó, y que incluso le
ayudó otro «obrero intelectual», que posteriormente llegó a magistrado. Pero
tiene que contradecirle en algunos puntos: la edición de 1834 constó de seis
volúmenes en 8.°, encuadernados de dos en dos en algunos ejemplares, el
primero de los cuales concluía en el capítulo 11, sin duda el único de esta
edición que conoció Cortón, abarcando el conjunto de la novela 48 capítulos
y constando de una Conclusión, que no existe en la edición posterior. Por tan-
to, a excepción de esta conclusión, son idénticas ambas ediciones. La falsifi-
cación corresponde al segundo volumen, en que hay nuevos personajes, y en
que incluso se da a entender en el título que no es del mismo autor que el
primero al decir «segunda parte de la de José de Espronceda, cambio im-
portante, aunque inocente en apariencia». Cortón conoció únicamente los once
primeros capítulos, y sin duda era cierta la información oral que le propor-
cionó el desconocido hombre de letras.
Cáscales Muñoz intervino confrontando ambas ediciones —la de 1834 y el
primer volumen de 1870—, afirmando ser Espronceda el auto? v dejando de
lado cuanto se refiere al volumen segundo.
Churchman tenía razón —nacida de su cuidadosa comparación de ambas
ediciones— al atribuir a Espronceda todos los capítulos del primer volumen
de la edición de 1870, tomados de la primera, y en otorgar credulidad a la
información oral recibida por Cortón. Nombela en sus Impresiones y recuer-
dos resuelve el problema y confiesa su participación en la mixtificación en
términos que concuerdan con las afirmaciones de Cortón. Cuenta Nombela su
suerte de escritor de novelas para público popular y detalla : «Esta próspera
situación duró para mí desde mediados de 1865 a 1872...», «en los siete años
a que me refiero dicté mis novelas... y la ampliación del lancho Saldaña de
Espronceda para un dependiente de la Manini llamado Castro y> Carbó, que
se transformó en editor.» Y añade después otra coincidencia con lo revelado por
Cortón : «García Cuevas, autor en sus mocedades de comedias y zarzuelas muy
aplaudidas, magistrado después de brillante carrera y literato de verdadero

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I N T R O D U C C I Ó N XLl

mérito, favoreció con algunos capítulos trazados por su pluma mis novelas...
v ]a continuación de la novela de Espronceda, Sancho Saldaña.y> Si observarnos
el paralelismo entre las palabras de Cortón y las de Nombela y meditamos en
la negativa del viejo escritor a revelar el autor, podemos pensar que, o era el
propio Nombela •— que da la casualidad de que es el director de la colección en
que aparece el Espronceda de Cortón—, o éste conocía el texto de Nombela
aún no publicado y le dio forma de conversación.
Sancho Saldaña es un intento de construir una novela histórica españo-
la en el mismo camino de El doncel de don Enrique el Doliente, de Larra, o
El señor de Bembibre, de Gil y Carrasco, empresa que emprendió el editor
Delgado, después de lanzar al público una serie de novelas históricas de auto-
res extranjeros. Género de importación, es fácil de hallar en la novela las re-
sonancias de los modelos : Ivanhoe, en primer lugar, y también Lucía de Lam-
mermoor y El Condestable de Chester. Walter Scott es el padre de la novela
. histórica y Espronceda añade a la fórmula que toma de él su conocimiento de
la prosa castellana del siglo XVII y su propia capacidad descriptiva. De lo pri-
mero hay pruebas en las primeras páginas, donde abundan frases que recuer-
dan al Quijote o a la novela picaresca : de lo segundo, las descripciones de la
Naturaleza. El tema procede de la Crónica de Sancho el Bravo, tal como puede
verse en el volumen LI de la Biblioteca de Autores Españoles.

LA OBRA DRAMÁTICA

Ya hemos aludido a la dramática de Espronceda al dar cuenta de los es-


trenos de Ni el tío ni el sobrino y Amor venga sus agravios. Más importancia
tiene Blanca de Borbón, que permaneció inédita hasta que su hija Blanca la
editó en 1870. Escosura la supone comenzada en Londres y acabada en
1836 Otros críticos no creen haya tanta diferencia entre los momentos en que
se dice está dividida la elaboración de la obra. En ella puede encontrarse
tanto el impulso como la recaída propia de sus poesías de ese tiempo. Clásica de
concepción, se muestra Espronceda en ella tan romántico como en las Canciones,
y podía haber logrado con su estreno el éxito que no consiguió con los otros
dos intentos. Para Pujáis es una «buena tragedia y merece mayor atención
de la que le han prestado hasta la fecha los profesores de Literatura española».
La fuente temática es tanto la narración de los hechos, según consta en la Cró-
nica de Avala, como la adición a la Historia de España a continuación de la
Universal de Segur, que hizo Alberto Lista, y se editó en Madrid en 1823.

ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS

Recogemos a continuación los artículos publicados en la Prensa de la época


firmados por él o cuya atribución no ofrece dudas. Seguramente hay muchos
más (56), y una escrupulosa búsqueda y una comparación del estilo aumen-
taría este repertorio. Sin embargo, es, suficiente para comprobar tanto su pos-
tura romántica como su actuación política.
Hemos colocado en primer lugar el folleto El ministerio Mendizábal, que
tuvo parte importante en la caída de este Gobierno. Detrás, varios que señalan

(56) Gamallo Fierres, en la conferencia citada, atribuyó a Espronceda, con grandes visos
de posibilidad, los artículos Poesía y prosa y Política y Filosofía, publicados en «El Espa-
ñol» de 6 de febrero y 15 de enero de 1836.
XLII OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

su clara postura literal en lo político y r o m á n t i c a e n lo literario. El pastor Cla-


siquino es u n a combativa sátira de la escuela literaria en q u e dio sus p r i m e r o s
p a s o s ; en su artículo Costumbres a p o r t a su contribución a t a n i m p o r t a n t e m o -
dalidad de la narrativa r o m á n t i c a , y en De Gibrakar a Lisboa s e ofrece su pin-
toresca versión de su p a r t i d a a Lisboa con ojos de literato. No hemos incluido
su fragmento sobre Tasso y la Henriada p o r n o considerarlo texto destinado
a la publicación, así como t a m p o c o las cartas, que Cáscales p u b l i c ó el p r i -
m e r o , y q u e si a p o r t a n datos al biógrafo, en n a d a ilustran al crítico o al sim-
p l e lector.

NUESTRA EDICIÓN

H e m o s utilizado p a r a esta recopilación las p r i m e r a s ediciones de las distin-


tas obras incluidas, r e s p e t a n d o t o d o lo posible sus características y moderni-
zando sólo aquello q u e n o afecta al fondo y creímos i m p r e s c i n d i b l e , como al-
puna forma ortográfica o de p u n t u a c i ó n . E n lo demás, creemos q u e t a m b i é n
las modalidades tipográficas y de presentación forman p a r t e del gusto y usos
de u n a época, la m i s m a q u e se recoge en é] sentir y m o d o d e expresión del
autor. Cuando no se t r a t a de obras impresas en l i b r o , hemos acudido a las
publicaciones en q u e a p a r e c i e r o n .
Sólo h e m o s i n t r o d u c i d o variantes —ya se h a advertido a n t e r i o r m e n t e — en
aquellos casos en q u e era i n d u d a b l e el e r r o r . T a l sucede con los manuscritos
conservados en U r u g u a y , q u e corrigen y completan ediciones a n t e r i o r e s ; el
p o e m a A Matilde, según el manuscrito hallado p o r nosotros, o la p a l a b r a llanto
con q u e concluye el soneto A un ruiseñor.
P a r a la biografía se h a n consultado todas las p u b l i c a d a s , que se relacionan
en la bibliografía, y se h a n atendido las notas de D . M . Ntíñez de Arenas a la
o b r a de Brereton o en notas bibliográficas del Bulletin Hispanique, confir-
m a d a s m u c h a s de ellas por nuestras investigaciones en la Prensa de la época.
D e ésta h e m o s repasado las colecciones de los siguientes periódicos :

El Artista, Periódico semanal de Artes, Literatura e Historia. Madrid, 1835-36.


El Boletín de Comercio. Madrid, 1832-34.
Cartas Españolas, o sea Revista histórica, científica, teatral, artística, crítica y literaria.
Madrid, 1831-32.
El Correo Nacional. Periódico político. Madrid, 1838-42.
El Eco del Comercio. Madrid, 1832-49.
El Emigrado Observador, Periódico mensual por una sociedad de españoles refugiados en
Inglaterra y Francia. Londres, 1828-29.
El Español. Diario político de las Cortes. Madrid, 1835-48.
El Huracán. Periódico de la tarde. Madrid, 1840-43.
El Labriego. Periódico político. Madrid, 3840.
La Legalidad. Periódico político, científico, literario y comercial. Madrid, 1839-40,
Liceo Artístico y Literario Español. Periódico mensual. Madrid, 1838.
Museo Artístico y Literario. Madrid, 1837.
No Me olvides. Periódico de Literatura y Bellas Artes. 183-8, Madrid.
Ocios de Españoles Emigrados. Periódico mensual. Londres, 1824-27.
El Pensamiento. Periódico de literatura y artes; Madrid, 1841.
La Revista Española. Periódico político de Madrid. Madrid, 1832-36.
La Revista Nacional. Diario político. Madrid, 1836.
El Siglo, Madrid, 1834.
I N T R O D U C C I Ó N XLIJI

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XLIV OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

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RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, Hipólito (Julio Romano] : Espronceda. El torbellino romántico. Ma-
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POESÍAS

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POESÍAS
(1840)

A... II
DEDICÁNDOLE ESTAS POESÍAS Tornan los siglos a emprender su giro
De la subime eternidad saliendo,
SONETO
Y antiguas gentes y ciudades miro
Marchitas ya las juveniles flores, Súbito ante mi vista apareciendo;
Nublado el sol de la esperanza mía, De ellos a par en mi ilusión respiro,
Hora tras hora cuento, y mi agonía Oigo del pueblo el bullicioso estruendo,
Crece con mi ansiedad y mis dolores. Y lleno el pecho de agradable susto,
Sobre terso cristal ricos colores, Contemplo el brillo del palacio augusto.
Pinta alegre tal vez mi fantasía,
III
Cuando la triste realidad sombría
Mancha el cristal y empaña sus fulgores. Al blando son de la armoniosa lira
Los ojos vuelvo en incesante anhelo. Oigo la voz de alegres trovadores,
Y gira en torno indiferente el mundo, El aura siento que fragancia expira,
Y en torno gira indiferente el cielo. Y al eeo escucho murmurando amores;
A ti las quejas de mi amor profundo, Al sol contemplo que a occidente gira
Hermosa sin ventura, yo te envío : Reverberando fúlgidos coló "es,
Mis versos son tu corazón y el mío. Do la corte del godo poderío
Se alza orgullosa sobre el áureo río.
ENSAYO ÉPICO IV
FRAGMENTO DE UN POEMA Toledo que de mágicos jardines
Cercada, eleva su muralla altiva
TITULADO
No guardada de fuertes paladines,
E L PELAYO » Ornada sí de juventud festiva:
Allí, entregado a espléndidos festines,
FRAGMENTO PRIMERO Rodrigo alegre y descuidado liba
I Copas de néctar de fragancia pura,
Al deleite brindando y la hermosura.
De los pasados siglos la memoria
Trae a mi alma inspiración divina, V
Que las tinieblas de la antigua historia
Allí con ojos lánguidos respira
Con sus fulgentes rayos ilumina:
Dulce placer beldad voluptuosa,
Virtud contemplo, libertad y glor'a,
Y aroma exhala, si feliz suspira,
Crímenes, sangre, asolación, ruina,
Del puro labio de encarnada r o s a :
Rasgando el velo de la edad mi mente,
Rodrigo en ella codicioso mira
Que osada vuela a la remota gente.
La que a su amor se muestra desdeñosa,
I «Este poema, comenzado muchos años ha, de la belleza del asunto, no desconfía de dar
estaba ya muy cerca de su término; pero los tras- cumplido remate a una obra que ha ocupado
tornos y vicisitudes que el autor ha sufrido, han los primeros años de su vida.» (Nota de Espron-
extraviado la mayor parte de los manuscritos, y ceda en la primera edición.) Su prematura
*Mo le es dado ofrecer al público, como mues- muerte no le dio tiempo a Espronceda para
ir
&, estos fragmentos. Sin embargo, prendado cumplir tan buen propósito. (Nota de P. de la E.)
A OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Que más que todas es candida y linda, Y relumbra la espada del querube,
La dulce, bella, celestial Florinda. Ministro del Señor del universo;
Que ya la voz de la inocencia sube
VI
Que en llanto el gozo trocará al perverso,
El ruido crece del festín en tanto. Y a la luz del relámpago se muestra
Y el grato néctar al deleite llama; Del rayo armada la divina diestra.
Su pecho inunda deleitoso encanto :
Y el fuego impuro del amor le inflama ; XI
Ebrio Rodrigo, desceñido el manto Súbito un trueno retumbar se siente :
Alza la mano trémula, derrama «¡Himnos, vivas al rey! La danza siga,
El áureo vaso, y atrevido sella Y nuestra dicha y júbilo acreciente
Dulce beso en el rostro a la doncella. El m>utuo amor que nuestras almas liga.»
Tal grita aquella juventud demente,
VII
Y* al rey ensalza que Jehová castiga.
Todo es placer : de su mansión de tosa «¡Himnos, vivas al rey! Súbito un rayo
La primavera cárdida desciende, Heló sus pechos con mortal desmayo.
Y en el regazo de la tierra ansiosa
El fuego animador de vida enciende. | XII
Templa del mar la furia procelosa, Envuelto en noche tenebrosa el mundo,
El viento en calma p'ácido suspende. Las densas nubes agitando, ondean
Y derrama la aurora en sus albores Con sus olas los genios del profundo.
$.Ai7. regalada y regaladas flores (1). Que coi) cárdeno surco centellean;
Y al ronco trueno, al eco tremebundo
VIII De los opuestos vientos que pelean,
Y en el pensil do con rosada frente Se oye la voz de la celeste saña :
El halagüeño abril pasa riendo, «¡Ay Rodrigo infeliz! ¡ Ay triste España!
A la sombra de un árbol eminente
Está la juventud danzas tejiendo; XIÍI
Cual a la margen de la herbosa fuente Todo despareció : lóbrego luto
Canta, blando huid diestro tañendo, Reina y silencio do el placer ardía.
Y cual del baile y del cantor se aleja. Do el mísero monarca di'soluto
Y a su dulce beldad tierno se queja. En vil torpeza y embriaguez yacía.
¡ Guerra y desolación el triste fruto
IX ! Al fin será de ñu lascivia impía,
Allí Rodrigo con incierta huella i Y horrenda esclavitud: Rodrigo en lanío
Lascivo sigue a la fatal Florinda; Verterá entre sus hembras débil llanto.
Ciego, arrastrado de ominosa estrella.
Intenta audaz que a su furor se rinda. XIV
No oye, ¡infeliz!, su mísera querella; ¡Maldición, maldición! Yertas las flores,
La ve humilde a sus pies, la ve más linda, | Del huracán violento arrebatadas,
Y con lascivos ojos, COK desdoro El alegre pensil de los amores
Mancha la hermosa flor de Su decoro. Verá sus hojas por doquier sembradas;
La música, el banquete, los favores
X j Dulces de amor, las danzas animadas,
En tanto encubre pavorosa nube | El canto de las damas y galanes
El cielo enantes transparente y terso, Trocados miro en lágrimas y afanes.

XV
1 Aquí suele incluirse, y Espronceda lo hizo
en la edición de 1840, la siguiente estrofa, de | Tal otro tiempo en la soberbia cena
Alberto Lista: i Donde mofaba de Jehová el impío,
Abre la flor naciente el lindo seno, | Ya la med'da al sufrimiento llena,
Y recibiendo el encendido rayo,
En la, esmeralda del otero ameno | Rebosó de ira caudaloso r í o :
Vierte su dulce olor, gloria del mayo Y el rey asirlo con amarga pena
Pasa, el arroyo plácido y sereno, Vio en el muro de mármol con sombrío
Solicito besándola al soslayo;
Ella en vivos colores se ilumina Fuego animarse escrito sobrehumano,
Y al dulce beso la cabeza inclina. Trazado allí por invisible mano.

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POESÍAS 5

FRAGMENTO SEGUNDO VI

í Sobre él enhiesto a su garganta apunta


Fiero puñal que el corazón le hiela ; - -:• •
Procura desasirse y más le junta
Pecho a pecho Julián, que ahogarle anhela.
Así fiero dragón trilingüe punta
F la hora en que el mundano ruido
Vibra y se enlaza al animal que cela,
Calma, en silencio, el orbe sepultado;
E hincando en él la ponzoñosa boca,
Y cía el rey. apenas interrumpido iLe enrolla, anuda, oprime y le sofoca.
n c l dulce sueño su mortal cuidado,
Cuando un fúnebre oyó largo alarido VII
Enire angustiosos sueños congojado, Los brazos alza y lleva a su garganta,
Triste presagio de su infausta suerte, Del bárbaro enemigo a desprenderse:
Y luego ante sus ojos vio la Muerte. Cuanto con más ahinco los levanta,
Los ve volver sin ánimo a caerse :
II
Crecen sus bascas, y en angustia tanta
La amarillenta mano descarnada, Falto de aliento, sin poder valerse,
Blandiendo al aire la guadaña impía, Yerto, rendido y con mortal congoja,
La aterradora vista al rey clavada, Ya con lívida faz espuma arroja.
Su cetro y su corona recogía,
Mientras en torno extraña gente armada VIII
Sus despojos alegre dividía : En medio a su delirio y agonía
Y oyó sus quejas y escuchó sus voces Trémulo y fatigoso se despierta;
Y sus semblantes contempló feroces. Un helado sudor su cuerpo enfría,
Su carne toda horripilada y yerta :
III Siente el robusto brazo que porfía
Y al ángel de tinieblas levantase Aun por ahogarle; a desprender no acierta
Súbito vio, como la inmensa cumbre El lienzo que a su cuello él mismo liga,
Del alto Chimborazo, y al llegarse Y él cree el brazo tenaz que íe fatiga.
Lanzando rayos de ominosa lumbre;
Y su mano sintió, que al acercarse
En su frente cargó su pesadumbre. FRAGMENTO TERCERO (1)
Grabando allí tremendo sobrescrito
Que le marcara por de Dios maldito. BATALLA DEL GUADALETE
IV I
Y luego oyó rumor de cien cadenas, En vano con prodigios espantosos
Crujir los huesos, rechinar los dientes,, El justo cielo le anunció su ruina,
Y abismos contempló de eternas penas Y fúnebres ensueños milagrosos
Inmensurables, lóbregos y ardientes ; Le intimaron la cólera divina :
Oyó voces de horror y espanto llenas, Ronco trueno a los pueblos temerosos,
Batieron palmas las precitas gentes, A deshora estallando, vaticina
Y oyó también por mofa en su agonía Desventuras sin f'n; y el rey en tanto
Bárbaras carcajadas de alegría. Derrama entre sus hembras débil llanto.

V II

Mas luego el sueño se trocó en su mente, Orgulloso torrente de guerreros


Y amantes dichas disfrutar figura Pueblos, mantañas y ciudades hunde;
En brazos de Florinda dulcemente Tintos en sangre brillan -us aceros,
Entre flores, aromas y frescura; Y el estrago y terror do quiera cunde;
* cuando más su corazón consiente
Que estrecha la deidad de la hermosura, 1 Según anotó Patricio de la Escosura, este
"6 halla en los brazos de Jul'án fornidos fragmento debía pertenecer al canto segundo
del poema, de acuerdo con el plan trazado por
Ahogándole, a su cuello retorcidos. Alberto Lista.
6 OBRAS COMPLETAS DE DOK JOSÉ DE ESPRONCEDA

Así al impulso de aquilones fieros vin


Llama voraz por selvas se difunde, Rodrigo en carro de marfil ostenta
Consume antiguos troncos, arde el suelo Corona de oro y perlas en su frente :
Y amenaza abrasar al mismo cielo. La regia pompa y galas apárenla
Que en los banquetes le adornó luciente.
III
¡ Mísero! 5 en vano el corazón alienta;
Rompe el alarbe y fiero desbarata
ÍVo ve sobre él, ¡oh Dios omnipotente!
Cuanto encuentra, y los campos raudo asuela;
Tu diestra levantada; arder no mira
Al labrador sus inieses arrebata: Tu rayo a la palabra de tu ira.
Pavoroso terror las gentes hiela;
La virgen triste al vencedor acata, IX
Y hondo suspiro de su pecho vuela Llegamos (2) ya del Lete a la ribera
Al trono de Rodrigo descuidado, Y en su fértil llanura el campamento
Que en infame placer yace embriagado. Fijamos frente a la morisma fiera:
Resuena el campo en pavoroso acento,
IV Al aire va'tendida la bandera,
Mas ai fin despertó: lució ya el día La trompa agita el sonoroso viento,
En que a tan grandes crímenes el cielo Armas y carros resonantes giran,
El merecido premio disponía: Y ambas huestes atónitas se miran.
Nublóse el sol, encapotóse el velo
Del ancha esfera; el trueno estremecía X
La amedrentada tierra, y con anhelo La noche, el cielo en «u sombroso manto
Rodrigo entonces, respirando apenas, Lóbrega encapotó : tal vez brillaba
Quiere romper las bárbaras cadenas. Relámpago sombrío, que el espanto
Y el horror de la noche acrecentaba;
V Lúgubre, sola y temerosa en tanto
Al deleite se arranca, el hierro viste, La voz de las vigías se escuchaba,
Cálase el ye'mo, el tresdoblado escudo Y en torno de los campos tenebrosos
Con fatiga tal vez débil resiste, Volaban mil espectros espantosos (3).
De esfuerzo el corazón y ardor desnudo;
Pálido el rostro, acongojado y triste, XI
Parte a lidiar contra el alarbe r u d o ; La extensa vega de Jere? coronan
Virrten sus ojos lágrimas, suspira, El uno y otro ejército fronteros :
Y por última ve?, su alcázar mira. Guerra las tropas hórridas pregonan,
Y al ruido late el pecho a los guerreros.
Armas, carros, caballos se amontonan,
VI Zumba el viento al rumor y estruendo fiero»,
El grito escucha de venganza y guerra Los ríos su curso con pavor rep-imen,
Gozoso de su estruendo el mahometano, Y los montes al son medrosos gimen.
Y ansioso aguarda en la vandalia tierra
Do baña el Lete el muro jerezano. XII
j A y ! , a la lid del ocio se destierra, T i s t e Rodripo su carroza guía
I Oh cara patria!, y se prepara en vano T itrera entre sus fuertes escuadrones:
Rodrigo de su ejército a la frente, Radiante en vano su corona envía
Que los vicios de un rey vician su gente. El antiguo esplendor. ¡ A h ! , sus bridones

VII 2 Confírmase aquí que la narración la ha»


Despareció del godo la osadía Pelayo. (Nota de P. de la E.)
3 Suele incluirse corrientemente la siguiente
Y el artt : guo valor: las armas ora, octava, da Alberto Lista:
Nob T e ejercicio de su esfuerzo un día, El so? temprano cual rubí encendido
Cansado blande y los deleites llora, Dejaba el golfo del rosado Oriente,
Y el rayo, de su disco desoedído,
Mientras la enseña de la luna impía Doraba de Jerez la alzada frente:
Tremolan a los aires vencedora Quiebra entre tanto morrión bruñido,
Los que el mundo, belígeros varones, Dardo mortal y arnés resplandeciente
Su luz, y cada raudo movimiento
Turbaron con sus bárbaras legiones. De ominoso esplendor inunda el viento.
POESÍAS 7
•Cuan otro rige ya de aquel que un día XVIII
Toledo vio entre nobles campeones, Hombres con hombres con furor se estrellan
«ngjjgto vencedor en los torneos, Con golpes reciamente redoblados,
Coronada su frente de trofeos! Lo arrasan todo y todo lo atropellan,
Hienden, rajan, destrozan irritados;
XIII
Armas, muertos, caballos, carros huellan
Hoy al peligro puesto el pecho esquivo, Con espantoso estruendo derribados :
£1 corazón anima, y su flaqueza Yelmos, picas, turbantes, sangre ardiente
Esconde ante su ejército, y altivo Envuelve el Guadalete juntamente.
Mupstra en su acento bélica fiereza.
Sancho, su hijo, el hierro vengativo XIX
Blande a su lado y rige la aspereza Así en recio rumor bramando el viento
De un gallardo trotón con diestra mano. En las hondas cavernas de la tierra,
Mancebo hermoso, intrépido y lozano. A deshora con ímpetu violento
Rompe la cárcel que su furia encierra;
XIV Retiembla al choque el duradero asiento
Por vez primera la robusta lanza En que el orbe firmísimo se aferra,
Blande su brazo juvenil, y ansioso Abre sus abismo el mar, su estrago cunde,
Hiérvele el pecho en bélica esperanza, E imperios al no ser sxíbito hunde.
Ceñir pensando el lauro victorioso :
Probar de solo a solo su pujanza XX
Con el mismo Tarif ansia animoso : En confusa revuelta la batalla.
Párase en tanto el rey, alza la frente, Todos ardiendo en ira se encarnizan,
Y así en guerrera voz grita a su gente. Vuela en pedazos la rompida malla,
Crudos golpes los cuerpos martirizan;
No hay ceder, no hay calmar; inmoble valla
XV Cruzados hierros mil continuo erizan :
Entretanto el clarín súbito suena Hiérense, a herirse tornan y desprecian
En nuestro campo, y fiera corresponde La muerte, hirviendo en cólera, y arrecian.
Con trompas y atabales la agarena
Hueste que al ruido en ronco son responde. XXI
Tarif su gente a arremeter ordena; En tanto el sol en su carroza de oro
La nuestra se adelanta; el cielo esconde Vibrando del cénit vivida lumbre,
Densa nube de polvo, el viento inflama, Padre y monarca del luciente coro.
Y el suelo a nuestros pies retiembla y brama. Mediaba el día en la celeste cumbre.
Dura incierto el combate: altivo un moro
XVI De entre la espesa, envuelta muchedumbre
Sus caballos los mo"os recogiendo. Aguija su bridón, la lanza agita,
Rápidos se aperciben a lanzarse; Y en nosotros audaz se precipita.
Súbito a un tiempo en alarido horrendo
Arrancan con nosotros a encontrarse; AAII
El ímpetu, las voces, el estnnendo ArroPa a Atanagildo; la pujanza
Tornan en son confuso a redoblarse; Del fiero Teudis a sus plantas yace,
El acero saltando centellea, Rinde de Ervigio la terrible lanza,
!
La sangre hirviendo en derredor humea. Y su cólera en sangre satisface;
Sobre vencidos muertos se abalanza,
XVII Opuestos hierros su furor deshace;
Retumba el valle : al golpe repetido Pavor, desolación, muerte, ruina
Sobre las armas de la hendiente espada, Su alfanje en alto aterrador fulmina.
Salta el arnés al suelo sacud'do,
La cimera gentil gime abollada: XXIII
No más veloz, cuando el metal ardido Sancho, Sancho le v e : su pecho late
Labra el martillo en la caverna ahumada, Venturoso en hallar dipna contienda;
Sobre el fornido yunque horrendo bate, Tercia su lanza, las ijadas bate,
Y forja el fiero rayo del combate. Y al fogoso bridón suelta la rienda;

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tf OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Parte a do el moro intrépido combate; XXIX


Llámale en alta voz a lid tremenda:
Y audaz tirando de la cruda espada,
Vuelve el árabe a Sancho, el trotón para,
Que cual cometa cuando deja el lecho
Responde al grito y su furor prepara.
Del mar, resplandeció desenvainada,
XXIV La esconde toda en el alarbe pecho.
De los disueltos miembros huye airada,
La lanza en ristre, gl pecho el fuerte escudo, dando un gemido de mortal despecho,
Sobre el arzón el cuerpo amenazante, Aquel alma feroz, y vuela impía
Al héroe amaga el bárbaro sañudo, Del negro averno a la región sombría.
Fijos los ojos, lívido el semblante:
Sereno el rostro, en ademán forzudo
XXX
Blande el mancebo el hierro centellante,
Y envueltos entre el polvo que levantan, Crece entonces el ímpetu; el ruido
La tierra en torno al embestirse espantan. Dóblase en ambas huestes: Sancho grits
Su acento deja al moro estremecido,
XXV \ ansia de gloria en el hispano excita.
No más pronto entre humo y fuego y trueno ¿Quién dirá tu valor, ni el encendido
Rayo veloz del cielo se desata; Ardor dirá que el corazón te agita?
Ni así fiero en la mar de su hondo seno i Oh Sancho!, yo si dividí tu gloria,
Las turbias olas Bóreas arrebata; Tuyo fué el lauro y tuya la victoria.
Ni montaraz torrente al valle ameno.
Ni súbito huracán, ni catarata XXXI
De ondisonante río, ni lava ardiente Kn medio la morisma enfierecida
Su arranque asemejaran impaciente, Kevuelve el héroe su tajante acero :
Cada golpe una herida, cada herida
XXVI
Una muerte : y brioso, audaz, ligero,
Al encuentro fatal con ruido infando Mil muertes lanza en cada arremetida;
Las lanzas saltan; la áspera coraza Cede a su esfuerzo el árabe altanero,
El rechinante hierro penetrando, Redobla el choque el animoso hispano
La robusta armadura despedaza; Y gime el moro y lidia y lucha en vano
La mitad de la lanza retemblando
El pecho al musulmán fiero ataraza; XXXII
A torrentes la sangre humeante brota
Por la abertura de la hirviente cota. A nenas con fatiga ronca alientan,
N ertos los fuertes brazos, los guerreros,
XXVII V en vano el bruto que animar intentan
Siéntese h'ncar los acicates fieros;
((¡Maldición sobre ti!», grítale el moro,
Ora si aun con altivez sustentan
Y ya su alfanje en alto resplandece;
^11 las cansadas manos los aceros.
Desploma el golpe en el metal sonoro,
Parte a Sancho el arnés y en furia crece. \ o es ya valor ni esfuerzo ni osadía,
No así mugiendo fiero andaluz toro Mas requemada furia y rabia impía.
El circo en torno horrísono estremece;
Ni iracundo león, ni tigre hircano
Iguala en ira al bárbaro africano.

XXVIII XXXIII

Presto otra vez al héroe se adelanta. Héroe del español, alta memoria
Suelto el veloz caballo en la carrera, Allí alcanzaste, ¡oh, hijo de Rodrigo!
El roto escudo impávido levanta Y altivo yo las palmas de victoria
Sancho, y el golpe poderoso espera; Me esforcé en vano a dividir contigo;
Descarga el musulmán, rompe y quebranta Astro menor, siguiéndole en su gloria
Adarga y yelmo y barras y cimera; Fui de su esfuerzo y su valor testigo.
Sancho vacila, y de la herida frente AI eco torna del clarín que siente,
La sangre mana en hervorosa fuente. Y tardo sigue el último a su gente.
POESÍAS <i

XXXIV XXXIX
Cual rojo alano a las batallas hecho, Dijo, y fuego su vista derramada
Si hubo al toro sujeto entre sus dientes, En torno de nosotros despedía :
De la f i e r a arrancado, su despecho La mano en el recazo de su espada,
flfuestra con ademanes impacientes; Ministra de la muerte, sostenía;
Y ora para tal vez de trecho en trecho. Y en su ademán y vivida mirada
Ora en torno los ojos vuelve ardientes, AI genio de la noche parecía
0 lento sigue al conocido dueño Sobre la tempestad, cuando destina
Con oscuro murmullo y torvo ceño. El mundo - todo a funeral ruina.

XXXV XL
Así el héroe se aparta desdeñoso, «¡O triunfo o muerte!», en grito ahi&onarse
Rotas las armas y el almete hundido, Clamé en pos de él, y a un tiempo resonaron
Y descubre, marchando perezoso, Los jóvenes mi voz. y en arrogante
Con palabras su ardor mal reprimido. Aspecto las espadas empuñaron;
yo es ya el diestro y galán joven hermoso, Con muestra humilde y plácido semblante,
De plumas,, oro y perlas revestido; Cuando a la voz del rey todos callaron
Ora guerrero intrépido le muestra Opas el labio de dulzura lleno
La ajena y propia sangre y faü siniestra. Abrió, exhalando su infernal veneno.

XXXVI XLI
«¡Con cuánto gozo, dijo, oh capitanes.
De monte en monte retumbando atruena Miro en vosotros, de la patria escudo,
El fragor lejos del pasado estruendo : El noble ardor que vence los afanes
El campo en son confuso en torno suena.
Y el pecho incita a combatir sañudo!
Lamentos moribundos repitiendo;
Tímidas ven las huestes musulmanes
El Guadalete férvido resuena,
Vuestro hierro fatal brilla desnudo,
Su curso entre cadáveres rompiendo,
Y oyendo vuestra voz que rauda vuela.
Y entrambas huestes a la lid preparan
Mortal temor sus corazones hiela.
Las rotas armas, y el vigor reparan.
XLII
«Y tú, augusto monarca, el pecho inflama
Y el lauro ciñe de inmortal victoria;
Goza, heredada al contemplar la llama
EL CONSEJO
Que hará a tu hijo fatigar la historia;
Por cuanto ardiente el sol su luz derrama
XXXVII
Himnos alzando en tu alabanza y gloría,
Habló apenas y presto del asiento De siglo en siglo esparcirá tu nombre
Cercano a la del rey la augusta silla La fama en voz que al universo asombre.
Sancho, su hijo, con brioso aliento
En pie y armado reluciente brilla. XLIII
«Con ésta, dijo en varonil acento, «Mas si alcanzaste nombre de esforzado.
Y de la vaina alzó medía cuchilla, No marchite tu honor puro y radiante
A] punto aquí castigaré al medroso Volver acaso al riesgo aventurado
Que vil demande hasta triunfar reposo. Cual bisoño adalid, si fué triunfante.
Muéstrate a par de intrépido soldado
XXXVIII Jefe sagaz, y el ánimo arrogante
«¿Treguas? ] Jamás i O vencimiento o muerte; De tus ínclitos jóvenes serena,
Que nunca fatigó ni impuso miedo Y su ardimiento generoso enfrena.»
Continua guerra al corazón del fuerte,
XLIV
Ni abatió de su espíritu el denuedo.
Quien ora intente abandonar la suerte, Llegaba aquí cuando en redor se extiende
Qie ofrece a nuestras armas rostro ledo, Sordo murmullo que al malvado espanta
Es un cobarde y vil, y de ahora digo E interrumpe su voz.; que el pecho enciende
Que ya me cuente á mí por su enemigo.» En fiera indignación audacia tanta.
10 OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONOEDA

El rey, que el ruido amenazante entiende, L


En la alta silla adusto se levanta, Así robando a la virtud su acento,
Y acallado el tumulto y todo atento Dijo el inicuo, y de su labio impuro
Opas siguió con simulado aliento. Encubierto espiró letal aliento,
De infausta muerte precursor seguro;
XLV
Llamas, guerras, horror, males sin cuento.
«No guerreros ilustres, ora pido Cesó de hablar, y de su centro oscuro
Largo reposo, ni penséis siquiera Lanzó tronido horrísono el averno,
Que, menos que vosotros encendido, Y el rayo asolador viBró el Eterno.
Al viento dé mi espada la postrera;
Que aun no mi corazón gime abatido, LI
Ni tanto helado de los años fuera, Mostró Rodrigo a su lisonja agrado
Que el alta llama que en vosotros arde Y en daño suyo consintió gozoso :
Yo desconozca mísero y cobarde. Tembló al traidor el corazón malvado,
Cumplido al ver su intento criminoso.
XLVI Todos también con pecho confiado,
«Mas ¿qué vale triunfar, qué el ardimiento, {Que nunca recelara el generoso)
N | qué vale el esfuerzo y la osadía, Crédito noble a sus razones dimos,
Si ciegos y con loco pensamiento Y el hierro en nuestra contra convertimos.
A cierto daño su imprudencia guía?
Cansado el brazo, el pecho sin aliento, LA PROCESIÓN
¿Qué al español valdrá su valentía,
Si ni el hierro mellar podrá su espada LII
De tan continuos golpes fatigada?
Abierta entonces de Jerez ofrece
iLa altiva puerta el pueblo en su contento,
XlLVÍI
Y marchando magnífico aparece
«Volved la vista, ¡oh nobles campeones!. Sacro concurso en tardo movimiento.
A ese campo de gloria, y ved tendidos El aura en ondas el incienso mece,
Tintos de sangre intrép'dos varones Y humildes gracias al empí eo asiento
En medio de los árabes caídos; Un virgen coro armónico levanta,
Hollados ved del moro los pendones, Y «hosana, hosana», sonoroso canta.
Los pendones jamás antes vencidos;
Luego decid si galardón merecen Lili
Pechos que tanta hazaña al mundo ofrecen. Inmenso pueblo el simulacro santo
Atiende en pos del Salvador del mundo
XLVIII Resuena solo reverente el canto,
Reina silencio en derredor profundo.
«Descanso os pide el esforzado íbero,
Sublima el pecho religioso encanto,
Si a moveros mi voz sola no alcanza;
Descanso sí, para después más fiero Y en paz trocado el ánimo iracundo,
Blandir su brazo la robusta lanza : La hueste sigue en muestra respetosa,
Sus acertos oíd, ved al guerrero Y desnuda la frente y humildosa.
Cansado ya de sangre y de matanza; i.rv
Os pide sólo de reposo un día,
Preceden la aTta pompa los pastores,
Y os promete después nueva osadía.
Sacros ministros de Jesús divino,
XLIX Parte su estola aiz-ífe'-os colores
Sobre la veste candida de lino :
«Un día sólo, y cuando ya mañana Orlas de lauro y de vistosas flores
El orbe el sol con su esplendor encienda. Penden al asta del cruzado sino,
!La voz de guerra elévese inhumana Y allí Rodrigo respetuoso guía
Y el sonoro clarín los ai"es hienda : En pos la augusta ceremonia pía.
Gózate en tanto, ¡oh rey!, gócese ufana
Tu heroica hueste y su furor suspenda LV
Y vosotros, ¡oh nobles compañeros!, La¡s tiendas cercan y el glorioso acento
Dad a la vaina un punto los aceros.» Se siente al eco resonar suave,

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POESÍAS 11

Calma su ruido misterioso el viento, Y de la sombra que su faz marchita


c ns pende el canto embebecido el ave, Su rostro cada cual cubre y reviste;
Bendice el campo de la lid sangriento La saña misma que al monarca irrita,
{¡J sacerdote en aparato grave, En muchos nobles con furor asiste,
Tornan y al muro majestuoso giran, Y oculta a otros la cristiana injuria,
¡Míseros í, ¡ay!, y júbilo respiran, Del airado Aldaimón tiemblan la furia.

LV1 IV
El campo todo venturoso r í e : Con ceño adusto itn árabe altanero
Allí la virgen tímida y atenta y de estatura y miembros de gigante,
La vista esparee, y el mancebo engríe Junto a la silla del monarca fiero
SB noble pecho y animarla intenta. Fija en él su mirada centelleante;
£1 padre anciano con placer sonríe El silencio fatal rompe el primero
Si el ternezuelo infante, cuando ostenta Con formidable muestra y arrogante,
\ sus ojos las armas, temeroso Y sin respeto y con acento airado
Se abriga al seno de su madre ansioso. Al fin prorrumpe, de callar cansado.

ILVI1 V
Tremolan desplegadas las banderas «Aldaimón, Aldahnón. ¿adonde el brío
Guerreros nuestros en el campo moro, del musulmán está?, ¿dónde la guerra
Y relumbran gallardas las cimeras Y del profeta santo el poderío
Y armas y petos enmoldados de oro; Que á las naciones míseras aterra?
Suenan confusas voces placenteras, ¡Maldiga Alá la paz que da al impío
Himnos alza tal vez juvenil coro, Segura vida y júbilo en la tierra!
Y fiesta y triunfo y algazara y canto Hunda su reino el Dios de las venganzas,
Presagios son de esclavitud y llanto. Y adornen sus cabezas nuestras lanzas.

FRAGMENTO CUARTO VI
«Arma tus fuertes, junta tus varones,
I Que yo a su frente por Alá te juro
En un lago de sangre las legiones
Y el odio ahogar del Nazareno i m p u r o ;
Del profeta los candidos pendones
Un alcázar de pórfido luciente Bullen de Murcia en el vencido muro,
Junto al famoso Betis se levanta, Y en aquel de su Dios altar maldito
Do la riqueza y esplendor de Oriente La espada eleve nuestro santo rito.»
Los muros y artesones abrillarta;
Las puertas son de bronce refulgente, VII
Y con soberb'a y aparato espanta Dijo y rugando la ceñuda frente...
Fuerte escuadrón en torno de guerreros
Con sendas lanzas y semblantes fieros.

II VIII
Allí entre el oro y seda que atavía «Mas no tú solo, intrépido mancebo,
Aromática estancia y opulenta, Irás a dar a mi furor templanza,
Trono de bullidora pedrería Que yo oual tú también el ansia apruebo
Al moro rey con majestad sustenta : De gloria y de combate y de matanza;
Torvos los ojos y la faz sombría Sienta ese rey, que con insulto nuevo
Ora el monarca pensativo ostenta; Mi corazón excita a la venganza,
Que arde su pecho en bárbaro co**aje Que si perdono al mísero enemigo,
Del rey de Murcia al temerario ultraje. Del rebelde también doblo el castigo.

III IX
En torno de él respetuosa imita «Ve, Solimán: las huestes agarenas
La corte toda su silencio triste, Manda aprestar, y la trompeta al viento
12 OBRAS COMPLETAS DE DON- JOSÉ DE ESPRONqEDA

De Córdoba publique en las almenas El moro rey, cuando el fatal cuidado


A España mí terrible mandamiento.» Y cortesano estrépito le cansa :
Dijo, y le .escucha el musulmán apenas, En él ahora al júbilo entregado,
Cuando por medio en ademán violento Del fiero pecho la crueldad amansa
Rompe, y a obedecerle se retira, Plácido canto que deleite inspira
Y celoso del rey se abrasa en ira. Al son de blanda, regalada lira.

X II
Con grata muestra entonces del tirano
Allí cercado del amable coro
Todos humildes el intento aprueban,
Que el de las hourís célicas no iguala,
Y sobre el pecho al uso mahometano
Quemada en pipa de ámbar y de oro,
Inclinando la faz, las manos llevan :
Planta aromosa el gusto le regala;
Luego un murmullo con semblante ufano
Y mientras en hombros de su amada el moro
Unos con otros ratonando elevan:
La sien reclina, de su labio exhala
Mas ya Aldaimón a hablarles se prepara,
Humo suave, que en fragante nube
Y el sordo ruido de repente para.
En leves ondas a perderse sube.
XI
III
Campeones de Dios, ¡ descendientes
Del ínclito Ismael!, la luz primera Cien lámparas de plata el opulento
Verá de nuestras glorias esplendentes Soberbio harem con su esplendor encienden,
Al aire tremolada la bandera. Y, en partes horadado el pavimento,
Ella guió el valor de los creyentes. Aromas mil a derramarse ascienden;
Cuando del Guadale;e en la ribera ¡Las luces multiplica ciento a ciento
En manos de Tarif brilló aquel día, El oro y alabastro en que resplenden,
Que extendió la agarena monarquía. Y de cristal y azogue relucientes
En jaspe bullen imitadas fuentes.
XII
«Ella miró vencidos desplomarse IV
Los altos muros de la gran Toledo, Lánguida acaso mora peregrina
Y la a'tivez de Mé-ida humillarse; En blando lecho de damasco y ñores
Y al cántabro feroz impuso miedo. Allí voluptuosa se reclina,
Torne al viento mañana a desplegarse, I Y en sus ojos amor prende de amores;
Y al alma infunda el celestial denuedo, En tanto que otra de beldad divina
Que intimida al infiel: Dios le condena Con aguas de riquísimos olores
A eterna muerte o a servil cadena.» Baña la negra cabellera riza,
XIII | Que por la airosa espalda se desliza.
i
Dijo, y del trono aurífero descierde V
Con lento paso y ceño majesttioso,
Y a un lado y otro del salón se extiende Otra de silfas mil tropa lasciva
Y ante él se postra el séquito humildoso. Con d'ademas de oro y de eemeranda
Tal si en ignota soledad sorprende Saltando en danzas ágiles, festiva
Oscura noche al labrador medroso, Gira y se enlaza entre gentil guirnalda;
Si de repente ve fada divina, Y, deshaciendo el lazo fugitiva,
En mudo pasmo la rodilla inclina. Desnudo el pecho y la gallarda espalda,
La leve seda al movimiento vuela
Y sus formas bellísimas revela.

VI
FRAGMENTO QUINTO
El ojo en vano penetrar desea
DESCRIPCIÓN DE UN SERRALLO La en torno casi transparente gasa,
Y aunque nada tal vez entre ella vea,
I Rápido el pensamiento la traspasa;
De mágicos jardines rodeado, Y en tanto en vueltas fáciles ondea
Se alza un rico salón, donde descansa La bella tropa y por las orlas pasa,
POESÍAS 13

^1 son suave de las arpas de oro Y hambriento goza y lo devora, en donde


Resuena el canto en armonioso coro. Avaro cree que a los demás se esconde.
Vil XII
Sonríe acaso y su aspereza olvida Las calles en silencio sepultadas
Viéndolas Aldaimón, y tierno lazo Sólo ocupan algunos moribundos,
Téjele en tanto su beldad querida Las manos reciamente enclavijadas,
Con dulce beso y con amante abrazo; Despidiendo tal vez ayes profundos:
\ grata calma y a placer convida Laten en torno entrañas destrozadas
Y a deleite suavísimo el regazo Y miembros de cadáveres inmurdos,
Donde reposa, y por mayor delicia Que forzado del hambre asoladora,
Blanca y hermosa mano le acaricia. Cuál como grato pasto los devora.

Xlll
Para mayor martirio les presenta
Con recuerdo fatal su fantasía
CUADRO DEL HAMBRE Los manjares tal vez de la opulenta
Mesa que desdeñaron algún día :
VIII
Ora las aves de rapiña ahuyenta
Ávido el moribundo en su agonía
Mas todo en vano fue: bárbaro estrago Disputando el festín, y sus gemidos
Mientras el hambre en la ciudad hacía;
Se mezclan con los fúnebres graznidos.
La muerte ya con silencioso amago
Señalaba sus víctimas impía : XIV
Busca en la madre cariñoso halago
Cuál al lanzar el postrimer aliento,
El tierno infante que en su amor confía,
Ve feroz buitre que sobre él se arroja
Seco el pecho encontrando : ella le mira.
Y en la angustia del último momento
Y horrorizada el rostro de él retira,
Lucha con él en su mortal congoja :
IX Los dedos hinca con furor violento
Gime el anciano en lecho de tormento, En la entraña del pájaro, que, roja
Y, ya sintiendo la cercana imierte, La corva garra en sangre, aleteando,
Al hijo tiende el brazo amarillento, Va con su pico el pecho barrenando.
Y árido llanto al abrazarlo vierte.
XV
Quién, con hórridas muestras de contento,
El moribundo, lívido el semblante,
Feliz creyendo su infelice suerte,
Los ojos vaelve en blanco en su agonía,
A su padre su misma sangre lleva
Mientras tenaz el buitre devorante
Para que de ella se alimente y beba.
Ahonda el pico con mayor porfía;
X Más el hombre le ap ieta a cada instante;
Viérase allí grabada en los semblantes El ave más profundizar ansia,
La desesperación: triste supira Hasta que así, y el uno al otro junto,
Y eleva aquél las manos suplicantes; Muertos al fin quedaron en un punto.
Cuál, mordiendo en sí mismo en ansia expira,
Tal, clavados los ojos penetrantes,
Morir sus hijos y su esposa mira
Con risa horrible, y muere recudiendo
Los dientes y las manos retorciendo. FRAGMENTO SEXTO

XI I
Pálido, y flaco, y lánguido con lento Era la noche : el trueno pavoroso
Paso camina el moribundo hispano; Ronco estallando en torno retumbaba.
Sobre su lanza carga el macilento Y en mar inmenso el cielo tenebroso
Cuerpo y se apoya en la derecha m a n o ; Con violento turbión se desgajaba:
Los ojos con horror, sin movimiento, El rápido relámpago lumbroso
Ávidos fija sobre el muerto hermano, Al aire desprendido serpeaba

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14 OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

Y ardiendo el rayo en la tiniebla umbría, Ni con trémula mano en su tristura


Del orbe la honda base estremecía. Me cerrará los párpados llorando;
Inútil viejo, de la muerte dura
II En mi amargo dolor el golpe ansiando,
Todo era horror, y en la común tristeza Sólo y en bien de mi ciudad confío,
Único asilo el templo sacrosanto; i Oh, gran Pelayo!, en tu prudencia y brío.,
El muro abandonaba en su flaqueza
El guerrero español bañado en llanto; VIII
El tardo incierto paso allí endereza Mi corazón de lástima llagado,
Inmensa turba con horror y espanto, Mi rostro algunas lágrimas cubrieron
Y ante la imagen de Jesús postrados, El noble anciano al ver acongojado,
No osan alzar sus ojos aterrados, Que tantas lides animoso vieron :
III Su grave rostro del dolor marcado
Do a par las penas que la edad pusieron
iLejos de todos solitario gime,
La mano que su frente encanecía,
Cerrado en una lóbrega capilla,
Pálido aun con majestad lucía.
Y negra pena el corazón le oprime,
En noble jefe de la gran Sevilla; IX
Ya no alienta su ejército; no esgrime
Ya triunfador la intrépida cuchilla, «Teudis, le dije, el ánimo sustenta:
Que embebecido en su pensar doliente Álzate y viste la luciente malla,
Apenas mis cercanos pasos siente. Y el último respiro que te alienta
Esfuércese a la voz de la batalla.»
IV «¡Oh joven!, respondió: dime, ¿qué intenta
Yelmo y escudo aparte descuidados, Tu inextinguible ardor?, ¿qué medios halla
El anciano a sus pies tendidos tiene, De salvación tu esfuerzo? ¡ A h í , ya te sigo;
Y los ojos de lágrimas cargados, Tu voz me reanimó : parto contigo.»
Su diestra el rostro lánguido sostiene;
Sus exánimes miembros fatigados X
Contra un altar inmóviles mantiene, Y esforzándose el héroe a levantarse
Y tan sólo los ojos a mi acento Sostenido de mí marchó tardío,
Tornó hacia mí con leve movimiento. Y en sus lánguidos ojos inflamarse
Se vio la llama de su antiguo brío :
V
Como suelen de lumbre colorarse
ccNoble anciano, exclamé, dura es la muerte Las nubes de tormenta en el estío,
Cuando se acerca inevitable y lenta, El fuego que su espíritu animaba
Y no sirve valor contra la suerte, En su pálido rostro reflejaba.
Y antes más bien el infortunio aumenta;
Mas ¿quién resistirá si un pecho fuerte,
Como es el tuyo, desmayado alienta?»
Dije, y en tanto el mísero gemía, XI
Y con endeble voz me respondía.
Entretanto en el templo amontonados
VI Hombres, mujeres, niños se veían,
«Triste en verdad estoy : mas, J ay!, no es leve Y flaco el rostro pálido, aterrados,
La causa de mis lágrimas: ¡ dichoso Espantosos espectros parecían :
Tú mil veces, oh joven, que harto breve A la luz de los rayos apagados
Será tu padecer y harto glorioso, De las ondeantes lámparas lucían;
Por más que en ti con ímpetu se eebe A par del trueno el huracán bramaba,
La cólera del hado rigoroso! Y del templo en las bóvedas zumbaba.
Tú no conoces mi dolor, ¡ay trtete!,
XII
Tú nunca el hijo de tu amor perdiste.
Los dos entonces tristes contemplando
VII Aquellos fuertes, míseros varones,
«Mísero y solo en tanta desventura, El llanto de mis ojos enjugando
Su dulcísima voz no oiré expirando, Por alentar sus fuertes corazones;
POESÍAS 1£

•JVoble esperanza del cristiano bando, XVIII


Exclamé, generosos campeones!
Mas a su voz por otra repetida,
Alzad el pecho a contrastar la suerte :
Pronta su hueste se presenta armada,
juramos, sí: pero con digna muerte.»
Y con bárbaro ardor y arremetida
XIII Fulmínase a nosotros agolpada :
En las cristianas lanzas recibida
(g¿ es fuerza perecer como valientes,
Fué su improvisa cólera estrellada.
Perezcamos al pie del patrio muro :
Torna al asalto y dobla la pelea:
fío es tiempo, amigos, ya de ser prudentes;
El tercio ibero resistiendo ondea.
La pa¿, la sumisión, nada hay seguro;
Ora mandan los hados inclementes
XIX
Morir. ¿Preferiréis al trance duro,
Que a cierta gloria y a venganza guía, Sigue el rumor, la confusión se aumenta
Tan dilatada y mísera agonía?» Cuál hunde en las entrañas del amigo,
Que apartado de él lidiando cuenta,
XIV i El arma destinada al enemigo;
Dije, y aquellos héroes a mi acento Este, si descargar el golpe intenta,
El yerto fuego renacer sentían, Por altó precipicio da consigo;
Que aun no apagado el generoso aliento Tal piensa allí que a su escuadrón se junta,
IVí el entusiasmo bélico tenían : Y halla en el pecho la imprevista punta.
Todos al punto luego en movimiento
XX
Mi voz en derredor sólo atendían.
«Guiad, dijeron; a morir marchemos | Cuál allí solo contra mil pelea,
ansias de perecer todos tenemos.» ! Y al frente y al redor hiere y maltrata;
Y en tanto que la maza aquél rodea,
XV Otro le oprime el brazo y la arrebata.
«Alto, dije, a la lid : la noche oscura Ya un escuadrón cejando titubea,
Protege, ¡oh bravos!, el intento m í o : Y otra vez vuelve, y carga y desba-ata :
0 de una vez muramos con bravura, Ora cedemos ya : ya paso abrimos;
0 camino nos abra nuestro b r í o ; Ya témanlo a cerrar, ya al fin rompimos.
Tal vez nuestro valor lofre ventura,
Tal vez venganza del alarbe impío.»
Dije, y ai pronto un escudrón formaron
Y en medio a los inermes encerraron.

XVI
POESÍAS LÍRICAS
Con tardo paso, con silencio y calma SERENATA
A la luz del relámpago partimos,
Llena de angustia y de zozobra el alma, Delio a las rejas de Elisa
Y el ánimo a la muerte apercibimos. Le canta en noche serena
Del martirio a alcanzar la ilustre palma Sus amores,
A campo abierto impávidos sal'mos : Raya la luna, y la brisa
En torno todo de tinieblas lleno, Al pasar plácida suena
Rugen tan sólo el hu-acán y el trueno. Por las flores.

XVII Y al eco que va formando


Entre las densas sombras temerosos El arroyuelo saltando
En cieno y agua hundidos avanzamos, Tan sonoro.
Y eon ansia y fatiga, cuidadosos
Le dice Delio a su hermosa
Cerca del campo musulmán llegamos,
En canillera amorosa;
'Dóblase la zozobra, y silenciosos
«Yo te adoro.»
Ante sus tiendas lóbregas paramos;
Prestas las armas, próximo el combate En el regazo adormida
De miedo el pecho y de esperanza late. Del blando sueño, presentes
Mil delicias,
16 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONqEDA

En tu ilusión embebida, A UNA DAMA BURLADA


Feliz te finges y siéntete
Mis caricias. Dueña de rubios cabellos,
Tan altiva
Y en la noche silenciosa
Que creéis que basta el vellos
Por la pradera espaciosa
Blando coro Para que un amante viva
Preso en ellos
Forman, diciendo a mi acento Eli tiempo que vos queréis;
El arroyuelo y el viento : Si tanto ingenio tenéis
«Yo te adoro.» Que entretenéis tres galanes,
En derredor de tu frente ¿Cómo salieron mal hora,
Leve soplo vuela apenas Mi señora,
Muy callado, Tus afanes?

Y allí esparcido se siente Pusiste gesto amoroso,


Dulce aroma de azucenas Al primero :
Regalado. Al segundo el rostro hermoso
OLe volviste placentero
Que en fragancia deleitosa
Y con doloso
Vuela también a la diosa
Que enamoro, Sortilegio en tu prisión
Entró un tercer corazón :
El eco grato que sueña Viste a tus pies tres galanes,
Oyendo mi cantilena : Y diste, al verlos rendidos,
«Yo te adoro.» Por cumplidos
Del fondo del pecho mío Tus afanes.
Vuela a ti suspiro tierno
¡De cuántas mañas usabas
Con mi acento :
Diligente!
En él mi Elisa, te envío Ya tu voz al viento dabas,
El fuego de amor eterno, Ya mirabas dulcemente,
Que yo siento. O ya hablabas
Por él, mi adorada hermosa, De amor, o dabas enojos;
Por esos labios de rosa Y en tus engañosos ojos
De ti imploro A un tiempo los tres galanes
Sin saberlo tú, leían
Que le escuches con ternura, Que mentían
Y le oirás cómo murmura : Tus afanes.
«Yo te adoro.»
Ellos de ti se burlaban;
Despierta y el lecho deja :
Tú reías;
No prive el sueño tirano
De tu risa Ellos a tí. te engañaban,
Y tú, mintiendo, creías
A Delio, que está a tu reja Que te amaban :
Y espera ansioso tu mano, Decid, ¿quién aquí engañó?
Bella Elisa. ¿Quién aquí ganó o perdió?
Despierta, que ya pasaron Sus deseos tus galanes
Las horas que nos costaron Al fin miraron cumplidos,
Tanto lloro; Tú fallidos
Tus afanes (1).
Sal, que gentil enramada
Dice a tu puerta enlazada :
1 Estos versos componen una canción que f|
«Yo te adoro.» autor puso en boca del paje Jimeno en la IÑ"
vela histórica titulada Sancho Saldaña o el Cas-
Londres, 1828, tellano de Cuéllar. (Nota de la 1.a ed.)

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POESÍAS 17

A (LA NOCHE Y las cimas del otero


de candida luz inunda.
ROMANCE
Con majestad se adelanta
] Salve, oh tú, noche serena,
Y las estrellas ofusca,
Que el mundo velas augusta,
Y el azul del alto cíelo
Y los pesares de un triste
Reverbera en lumbre pura.
Con tu oscuridad endulzas.
Deslizase manso el río,
El arroyuelo a lo lejos
Y su luz trémula ondula
Más acallado murmura,
En sus aguas retratada,
Y entre las ramas el aura
Que, terso espejo, relumbran.
Eco armonioso susurra.
Se cubre el monte de sombras Al blando batir del remo
Que las praderas anublan, Dulces cantares se escuchan
Y las estrellas apenas Del pescador, y su barco
Con trémula luz alumbran. Al plácido rayo cruza.

Melancólico ruido El ruiseñor a su esposa


Del mar las olas murmuran, Con vario cántico arrulla,
Y fatuos, rápidos fuegos Y en la calma de los bosques
Entre sus aguas fluctúan. Dice él solo sus ternuras.
Tal vez de algún caserío
El majestuoso río
Se ve subir en confusas
Sus claras ondas enluta
Ondas el humo, y por ellas
Y los colores del campo
Enlreclarear la luna.
Se ven en sombra confusa.
Por el espeso ramaje
Al aprisco sus ovejas
Penetrar sus rayos dudan,
Lleva el pastor con presura,
Y las hojas que los quiebran,
Y el labrador impaciente
Los pesados bueyes punza. Hacen que tímidos luzcan.

En sus hogares le esperan Ora la brisa suave


Su esposa y prole robusta, Entre las flores susurra,
Parca cena preparada Y de sus gratos aromas
Sin sobresalto ni angustia. El ancho campo perfuma.
Ora acaso en la montaña
Todos suave reposo
Eco sonoro modula
En tu calma, ¡oh noche!, buscan,
Algún lánguido sonido,
Y aun las lágrimas tus sueños
Que otro a imitar se apresura.
Al desventurado enjugan.
Silencio, plácida calma
¡ Oh qué silencio!, ¡oh qué grata
A algún murmullo se juntan
Oscuridad y tristura!
Tal vez, haciendo más grata
¡Cómo el alma al contemplaros
La faz de la noche oscura.
En sí recogida gusta!
¡ O h ! , salve, amiga del triste,
Del mustio agorero buho Con blando bálsamo endulza
El ronco graznar se escucha, Los pesares de mi pecho,
Que el magnífico reposo Que en ti su consuelo buscan.
Interrumpe de las tumbas.
Allá en la elevada torre
EL PESCADOR
Lánguida lámpara alumbra,
Y en derredor negras sombras,
Pescadorcita mía,
Agitándose- circulan.
Desciende a la ribera,
Mas ya el pértigo de plata Y escucha placentera
Muestra naciente la luna, Mi cántico de a m a r ;
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Sentado en su barquilla, ÓSCAR Y MALVINA


Te canta su cuidado,
Cual nunca enamorado IMITACIÓN DEL ESTILO DE OSSIÁN
Tu tierno pescador.
(A tale of the times of oíd.)
La noche el cielo encubre
Y calla manso el viento, LA DESPEDIDA
Y el mar sin movimiento
También en calma e?,!á : Magnífico Morven, ee alza tu frente
A mi batel desciende, De sempiterna nieve coronada :
Mi dulce amada hermosa: Al hondo valle bramador torrente
La noche tenebrosa De tu cumbre enriscada
Tu faz alegrará. Se derrumba con ímpetu sonante,
Y zumba allá distante.
Aquí apartados, solos,
La lira de Ossián resonó un día
Sin otros pescadores,
En tu breñosa cumbre :
Suavísimos amores
Tierna melancolía
Felice te diré.
Vertió en la soledad, y repetiste
Y en esos dulces labios Su acento de dolor, lánguido y dulce
De rosas 5' claveles
Como el recuerdo del amante triste
El ámbar y las mieles
De su amada en la tumba
Que vierten libaré.
El eco de su voz clamando «guerra»,
La mar adentro iremos, Al rumor del torrente parecía,
En mi batel cantando Que en silencio retumba.
Al son del viento blando Aun figuro tal vez que las montañas
Amores y placer; De nuevo esperan resonar su acento,
Regalaréte entonces CuaL muda la ribera.
Mil varios pececillos De las olas que tornan,
Que al verte, simplecillos El ronco estruendo y el embate espera.
De ti se harán prender. ¿Dónde estás, Ossián? ¿En los palacios
De conchas y corales De las nubes agitas la tormenta,
Y nácar a tu frente O en el collado gira allá en la noche
Guirnalda reluciente, Vagarosa tu sombra macilenta?
Mi bien, te ceñiré; Siento tierno quejido,
Y eterno amor mil veces Y oigo el nombre de Osear y de Malvina
Jurándote, cumplida Del aura entre el ruido,
En ti. mi dulce vida, Si el alta copa del ciprés inclina:
Mi dicha encontraré. Y al resonar el hijo de la roca,
Cuando su voz se pierde
No el hondo mar te espante,
Cual la luz de la luna eutre la niebla,
Ni el viento proceloso,
Mi mente se figura
Que al ver tu rostro hermoso
Que escucho tus atentos de dulzura.
Sus iras calmarán;
Miro el alcázar de Fingal cubierto
Y sílfidas y ondinas De innoble musRO y yerba,
Por reina de los mares Y en silencio profundo sepultado
Con plácidos cantares
Como la noche el mar, el viento en calma.
A par te aclamarán.
¿Do las armas están? ¿Dónde el sonido
Ven, ¡ay!, a mi barquilla : Del escudo batido?
Completa mi fortuna : ¿Do de Caril la lira delicada,
Naciente 3ra la luna Las fiestas de las conchas y tu llanto,
Refleja el ancho m a r ; Móina desconsolada?
Sus mansas olas bate Blando el eco repite
Suave, leve brisa; Segunda vez el nombre de Malvina
Ven, ¡ ay!, mi dulce Elisa, Y el de eu dulce Osear: tiernos se amaM*
Mi, pecho a consolar. Gime en su losa de la noche el viento.
POESÍAS 19

Y repite sus nombre que pasaron. Trémula sobre el mar que la retrata,
Osear, de negros ojos: en las paces Que ora se ve brillar, ora perdida,
Dulce su corazón como los rayos Pardo vellón de nube la arrebata,
|)CI astro bello precursor del día ; Cielo y tierra en tinieblas sepultando;
Y fiero en la batalla, de la lanza Así a veces Osear brilla y se pierde,
A la suya seguía La selva atravesando.
iLa muerte que vibraba su pujanza.
Llamó al héroe la guerra EL COMBATE
n u e el tirano Cairvar fiero traía,
Y su Malvina hermosa, Caivar yace adormido
Tierno llanto vertiendo, le decía : Y tiene junto a sí lanza y escudo,
«¿Dónde marchas, Osear?» Sobre las rocas Y relumbra su yelmo
Donde braman los vientos, Claro a la llamarada reluciente
.Me mirarán llorar mis compañeras: De un tronco carcomido,
\ o más fatigaré, vibrando el arco, Casi despojo de la llama ardiente,
Por eJ monte las fieras, Mitad de él a cenizas reducido.
\ ] a ti cansado de la ardiente caza «Levántate. Caivar», Osear le grita :
Te esperaré cuidosa, «Cual hórrida tormenta
\ i oiré ya más la voz de tus amores. Eres txí. de temer; mas yo no tiemblo t
Xi mi alma estará nunca gozosa. Desprecio tu arrogancia y osadía :
«¿En dónde está mi Osear?», a los guerreros La lanza presta y el escudo embraza;
Preguntaré anhelante; Álzate, pues, que Osear te desafía.»
Y ellos pasando junto a mí ligeros Cual en noche serena
Responderán: «¡Murió!» Dice, 3' expira Súbito amenazante, inmensa nube
En sollozos su acento, más suave La turbulenta mar de espanto llena,
Que del arpa el sonido, Se levanta Caivar, alto cual roca
Al vislumbrar la luna. De endurecido hielo.
En solitario bosque y escondido. «¿Quién osa del valiente?»,
«Destierra ese temor, Malvina mía», En voz tronante grita,
Osear responde con fingido aliento, «¿Ora turbar el sueño? ¿Y7 quién irrita
«Muchos los héroes son que Fingal manda: La cólera a Cairvar armipotente?»
Caiga el fiero Calvar y yo perezca. «Vigoroso es tu brazo en la pelea,
Si es forzoso también; más tií, Malvina, Rey de la mar de aurirolladas olas.
Bella como la edad de la inocencia, Osear de negros ojos le responde,
Vive, que ya destina
Himnos el bardo a eternizar mi gloria.
Mis hazañas oirás, y entre las nubes «Hará ceder Us indómita pujanza.»
Yo sonreiré feliz, y vagaroso Como el furor del viento proceloso
Allá en la noche fría Ondas con ondas con bramido horrendo
Bajaré a tu mansión: verás mi sombra Estrella impetuoso,
Al triste rayo de la luna umbría.» Los guerreros ardiendo se arremeten
Y dice, y se desprende de los brazos Y fieros se acometer..
De su infeliz Malvina; Chispea el hierro, la armadura suena ;
A pasos rapidísimos avanza, Al rumor de los golpes gime el viento,
Y a la llama oscilante Y su son dilatándose violento,
De las hogueras del estenso campo Al ronco monte atruena.
Brillar se ven sus armas cual radiante, Cayó Cairvar como robusto tronco
Rápida exhalación. Yace en silencio Que tumba el leñador al golpe rudo
wl campamento todo, De ¡mndiente hacha pesada,
^ sólo al eco repetir se siente Y cayó derribada
El crujir al andar de su armadura Su soberbia fiereza,
1 el blanco susurrar del manso ambiente. I Y" su insolente orgullo y aspereza.
Cual por nubes de luna silenciosa i Mas. ¡ ay!, que moribundo
í-u luz quebrada envía I Osear yace también : ¡ triste Malvina!

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20 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Aun no los bellos ojos apartaste Tu disco en paz majestuoso envía


Del bosque aquel que le ocultó a tu vista, Plácido ardor fecundo,
Y del último adiós aun no enjugaste Y te elevas triunfante,
Las lágrimas hermosas Corona de los orbes centellante.
Auras de la mañana. Tranquilo subes del cénit dorado
Siempre sola estarás : si entre las selvas Al regio trono en la mitad del cielo,
Pirámide de hielo De vivas llamas y esplendor ornado,
Reverbera a la luna, Y reprimes tu vuelo;
En tu ilusión dichosa Y desde allí tu fúlgida carrera
Figurarás tu amante, Rápido precipitas.
Pensando ver su cota fulgorosa : Y tu rica encendida cabellera
Pasará tu delirio, En el seno del mar trémula agitas,
Y verterás el llanto de amargura Y tu esplendor se oculta,
Sola y desconsolada... Y el ya pasado día
«¡ Ay! ¡ Osear pereció ! », gemirá el viento Con otros mil la eternidad sepulta.
Al romper la alborada, i Cuántos siglos sin fin, . cuántos has visto!
Y al ocultar el sol la sombra oscura En su abismo insondable desplomarse!
De la noche callada. ¡ Cuánta pompa, grandeza y poderío
De imperios populosos disiparse!
¿Qué fueron ante ti? Del bosque umbrío \
AL SOL
Secas y leves hojas desprendidas,
HIMNO
Que en círculo se mecen
Y al furor de Aquilón desaparecen.
Para y óyeme, ¡ oh eol!, yo te saludo Libre tú de la cólera divina,
y extático ante ti me atrevo a hablarte : Viste anegarse el universo entero,
Ardiente como tú mi fantasía, Cuando las aguas por Jehová lanzadas,
Arrebatada en ansia de admirarte Impelidas del brazo justiciero
Intrépidas a ti sus alas guía, Y a mares por los vientos despeñadas,
¡Ojalá que mi acento poderoso, Bramó la tempestad : retumbó en torno
Sublime resonando, El ronco trueno y con temblor crujieron
Del trueno pavoroso Los ejes de diamante de la tierra :
La temerosa voz sobrepujando, Montes y campos fueron
i Oh sol!, a ti llegara Alborotado mar, tumba del hombre.
Y en medio de tu curso te parara! Se estremeció el profundo;
¡ Ah! Si la llama que mi mente alumbra Y entonces tú, como señor del mundo,
Diera también su ardor a mis sentidos; Sobre la tempestad tu trono alzabas,
Al rayo vencedor que los deslumhra. Vestido de tinieblas,
Los anhelantes ojos alzaría, | Y tu faz engreías,
Y en tu semblante fúlgido atrevidos, Y a otros mundos en paz resplandecías,
Mirando sin cesar, los fijaría. Y otra vez nuevos siglos
¡ Cuánto siempre te amé, sol refulgente! Viste llegar, huir, desvanecerse
¡ Con qué sencillo anhelo, Eln remolino eterno, cual las olas
Siendo niño inocente, O e g a n , se agolpan y huyen de Océano,
Seguirte ansiaba en el tendido cielo, Y tornan otra vez a sucederse;
Y extático te vía Mientras inmutable tú, solo y radiante.
Y en contemplar tu luz me embebecía! 'Oh sol!, siempre te elevas,
De los dorados límites de Oriente Y edades mil y mil huellas triunfante.
Que ciñe e1 rico en perlas Ocea.no, ¿Y habrás de ser eterno, inextinguible.
Al término sombroso de Occidente, Sin que nunca jamás tu inmensa hoguera
Las orlas de tu ardiente vestidura Pierda su resplandor, siembre incansable.
Tiendes en pompa, augusto soberano, Audaz siguiendo tu inmortal pan-era,
Y el mundo b ^ a s on tu lumbre pura, Hundirse las edades contemplando
Vivido lanzas de tu frente el día, Y solo, eterno, perenal, sublime,
Y alma y vida del mundo, Monarca poderoso, dominando?
POESÍAS

- q Ue también la muerte, La arrogante erguida palma


gi de lejos te signe, Que en el desierto florece,
i\o menos anhelante te persigue. Al viajero sombra ofrece,
. Q u ¡ e n sabe si tal vez pobre destello Descanso y grato manjar.
Fres tú de otro sol que otro universo Y, aunque sola, allí es querida
Mayor que el nuestro un día Del árabe errante y fiero,
Con doble resplandor esclarecía! ! ! Que siempre va placentero
Goza tu juventud y tu hermosura, A su sombra a reposar.
Oh sol!, que cuando el pavoroso día
Llegue que el orbe estalle y se desprenda Mas, ¡ay triste!, yo cautiva,
De la potente mano Huérfana y sola suspiro,
Peí Padre soberano, En clima extraño respiro,
Y allá a la eternidad también descienda, Y amo a un extraño también.
Desbecbo en mil pedazos, destrozado No hallan mis ojos mi patria;
Y en piélagos de fuego Humo han sido mis amores;
Envuelto para siempre y sepultado; Nadie calma mis dolores
De cien tormentas al horrible estruendo, Y en celos me siento arder,
En tinieblas s ; n fin tu llama pura
¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?,., no pued
Entonces morirá: noche sombría
Ni ceder a mi tristura,
Cubrirá eterna la celeste cumbre:
Ni consuelo en mi amargura
Ni aun quedará reliquia de tu lumbre! ! !
Podré jamás encontrar.
Supe amar como ninguna,
Supe amar correspondida;
CANCIONES Despreciada, aborrecida,

LA CAUTIVA ¿No sabré también odiar?


¡Adiós patria! ¡adiós, amores!
Ya el sol esconde sus rayos, La infeliz Zoraida ahora
El mundo en sombras se vela, Sólo venganzas implora,
El ave a su nido vuela. Ya condenada a morir.
Busca asilo el trovador. No soy ya del castellano
Todo calla: en pobre cama iLa sumisa enamorada :
Duerme el pastor venturoso : Soy la cautiva cansada
En su lecho suntuoso Ya de dejarse oprimir 1.
Se agita insomnie el señor.

Se agita; mas, ¡ay!, reposa CANCIÓN DEL PIRATA


Al fin en su patrio suelo;
Con diez cañones por banda,
No llora en mísero duelo
Viento en popa a toda vela,
La libertad que perdió.
No corta el mar, sino vuela
Los campos ve que a su infancia
Un velero bergantín :
Horas dieron de contento,
Bajel pirata que llaman
Su oído halaga el acento
Por su bravura el Temido,
Del país donde nació. En todo mar conocido
Del uno al otro confín.
No gime ilustre cautivo
En* re doradas cadenas, La luna en el mar riela,
Que si bien de encanto llenas, En la lona gime el viento,
AI ?abo cadenas son. Y alza en blando movimiento
Si acaso triste lamenta, Olas de plata y azul;
En torno ve a sus amigos,
Que, de su pena testigos,
1 Esta canción también se insertó en la
Consuelan su corazón. tada novela Sancho Saldaña. (N. de la 1.a
22 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Y ve el capitán pirata, »En las presas


Cantando alegre en la popa, Yo divido
Asia a un lado, al otro Europa Lo cogido
Y allá á su frente Stambul 2 . Por igual:
Sólo quiero
«Navega, velero mío,
Por riqueza
Sin temor,
La belleza
Que ni enemigo navio,
Sin rival.
Ni tormenta, ni bonanza
Tu rumbo a torcer alcanza, y>Que es mi barco mi tesoro,
Ni a sujetar tu valor. Que es mi Dios la libertad,
Mi ley la fuerza y el viento.
»Veinte presas
Mi única patria la mar.
Hemos hecho
A despecho «¡Sentenciado estoy a muerte!
Del inglés, Yo me río :
Y han rendido No me abandone 3a stwte,
Sus pendones Y al mirmo que me condena
Cien naciones Colgaré de alguna entena,
A mis pies, Quizá en su propio iravío.

»Que es mi barco mi tesoro, »Y si caigo,


Que es mi Dios la libertad. ¿Qué es la vida?
Mi ley la fuerza y el viento, Por perdida
Mi única patria la mar. Ya la di,
»Allá muevan feroz guerra Cuando el yugo
Ciegos reyes Del esclavo,
Por un palmo más de tierra : Como un bravo,
Que yo tengo aquí por mío Sacudí.
Cuanto abarca el mar bravio,
vQue es mi barco mi tesoro,
A quien nadie impuso leyes.
Que es mi Dios la libertad.
Y no hay playa, Mi ley la fuerza y el viento.
Sea cual quiera, Mi única patria la mar,
Ni bandera
De esplendor, »Son mi música mejor
Que no sienta Aquilones;
]Vfi derecho El estrépido y temblor
Y dé pecho De los cables sacudidos,
A mi valor. Del negro mar los bramidos
Y el rugir de mis cañones.
»Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad, »Y del trueno
Mi ley la fuerza y el viento, Al son violento,
Mi única patria la mar, Y del viento
Al rebramar,
»A la voz de «¡barco viene!» Yo me duermo
Es de ver Sosegado
Cómo vira y se previene Arrullado
A todo trapo a escapar : Por el mar.
Que yo soy el rey del mar,
Y mi furia es de temer. y>Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
2 Nombre que dan los turcos a Constantl- Mi ley la fuerza y el vienta,
nopla. (Id.) Mi única patria la mar.

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POESÍAS 23

EL CANTO DEL COSACO Nuestros nobles caballos relinchando


Donde sienta mi caballo los piest Regias habitaciones morarán;
no vuelve a nacer hierba, (Pa- Cien esclavos, sus frentes inclinando,
labras de Atila.) Al moverse nuestros ojos temblarán.
CORO ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
Sangrienta charca sus campiñas sean,
¡a Europa os brinda espléndido botín:
De los grajos su ejército festín.
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín. Venid, volad, guerreros del desierto,
Como nubes en negra confusión,
¡Hurra! ¡A caballo, hijos de la niebla!
Todos suelto el bridón el ojo incierto,
Suelta la rienda, a combatir volad :
Todos atropellándose en montón.
¡Veis esas tierras fértiles? Las puebla
Id en la espesa niebla confundidos,
Gente opulenta, afeminada ya.
Cual tromba que arrebata el huracán.
Casas, palacios, campos y jardines,
Cual témpanos de hielo endurecidos
Todo es hermoso y refulgente allí:
Por en;re rocas despeñados van.
Son sus hembras celestes serafines,
Su sol alumbra un cielo de zafir. ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra'.
La Europa os brinda espléndido botín.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
Sangrienta charca sus campiñas sean,
La Europa os brinda espléndido botín:
De los grajos su ejército festín.
Sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín. Nuestros padres un tiempo caminaron
Hasta llegar a una imperial ciudad;
Nuestros sean su oro y sus placeres, Un sol más puro es fama que encontraron,
Gocemos de ese campo y ese sol; Y palacios de oro y de cristal.
Son sus soldados menos que mujeres, Vadearon el Tlbre sus bridones,
Sus reyes viles mercaderes son. Yerta á sus pies la tierra enmudeció;
Vedlos huir para esconder su oro, Su sueño con fantásticas canciones
Vcdlos cobardes lágrimas verter... La fada de los triunfos arrulló.
;Hurra!, volad: sus cuerpos, su tesoro
Huellen nuestros caballos con sus pies. ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! Sangrienta charca sus campiñas sean,
la Europa os brinda espléndido botín: De los grajos su ejército festín.
"sangrienta charca sus campiñas sean,
De los grajos su ejército festín. ¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
Hambrienta en vuestras manos de matar?
Dictará allí nuestro capricho leyes, ¿No veis entre la niebla aparecerse
Nuestras casas alcázares serán, Visiones mil que el parabién nos dan?
'Los cetros y coronas de los reyes Escudo de esas míseras naciones
Cual juguetes de niños rodarán. Era ese muro que abatido fue;
¡Hurra!, ¡volad!, a hartar nuestros deseos: La gloria de Polonia y sus blasones
Las más hermosas nos darán su amor, En humo y sangre convertidos ved.
Y no hallarán nuestros semblantes feos,
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
Que siempre brilla hermoso el vencedor.
La Europa os brinda espléndido botín:
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! Sangrienta charca sus campiñas sean,
La Europa os brinda espléndido botín: De los grajos su ejército festín,
Sangrienta charca sus campiñas sean.
¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
De los grajos su ejército festín.
¿Quién sus hijos triunfantes encadenó?
Desgarraremos la vencida Europa ¿Quién puso fin a sus gloriosos días?
Cual tigre que devoran su ración; ¿Quién en su propia sangre los ahogó?
kn sangre empaparemos nuestra ropa ¡Hurra, cosaco»!, ¡gloria al más valiente!
'•ual rojo manto de imperial señor. Esos hombres de Europa nos verán:
24 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

¡ Hurra!, nuestros caballos en su frente De su cena


Hondas sus herraduras marcarán. Ceno yo,
0 en la rica
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
Chimenea,
La Europa os brinda espléndido botín;
Que recrea
Sangrienta charca sus campiñas sean,
Con su olor,
De los grajos su ejército festín.
Me regalo
A cada bote de lanza ruda, Codicioso
A cada escape en la abrasada lid. Del banquete
La sangrienta ración de carne cruda Suntuoso
Bajo la silla sentiréis hervir. Con las sobras
Y allá después en templos suntuosos, De un señor.
Sirviéndonos de mesa algún altar, Y me digo : el viento brama,
Nuestra sed calmarán vinos sabrosos, Caiga furioso turbión;
Hartará nuestra hambre blanco pan. Que al son que cruje de la seca leña,
Libre me duermo sin rencor ni amor.
: Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín: Mío es el mundo: como el aire libre,
Sangrienta charca sus campiñas sean. Otros trabajan porque coma yo;
De los grajos su ejército festín. Todos se ablandan si doliente pido
Una limosna por amor de Dios.
Y nuestras madres nos verán triunfantes,
Todos son mis bienhechores,
Y a esa caduca Europa a nuestros pies,
Y por todos
Y acudirán de gozo palpitantes
A Dios ruego con fervor;
En cada hi-[o á contemplar un re}'.
De villanos y señores
Nuestros hijos sabrán nuestras acciones,
Yo recibo los favores
Las coronas de Europa heredarán,
Sin estima y sin amor.
Y a conquistar también otras regiones
El caballo y la lanza aprestarán. Ni pregunto
Quiénes sean.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! Ni me obligo
La Europa os brinda espléndido botín: A agradecer;
Sangrienta charca sus campiñas sean, Que mis rezos
De los grajos su ejército festín. Si desean,
Dar limosna
Es un deber.
EL MENDIGO Y es pecado
La riqueza :
Mío es el mundo: como el aire libre,
La pobreza
Otros trabajan porque coma yo;
Santidad :
Todos se ablandan sí doliente pido
Dios a veces
Una limosna por amor de Dios.
Es mendigo,
El palacio, la cabana Y al avaro
Son mi asilo, Da castigo,
S5 del ábrego el furor Que le niegue
Troncha el roble en la montaña, Caridad.
0 que inunda la campaña Yo soy pobre y se lastiman
El torrente asolador. Todos al verme plañir,
Sin ver son mías sus riquezas todas,
Y a la hoguera
Que mina inagotable es el pedir.
Me hacen lado
Los pastores Mío es el mundo: como el aire libre,
Con amor. Otros trabajan porque coma yo;
Y sin pena Todos se ablandan si doliente pido
Y descuidado Una limosna por amor de Dios.
POESÍAS

jtfal revuelto y andrajoso, Yo soy pobre,


Entre harapos Y al mendigo,
pe] lujo sátira soy, Por el miedo
y con mí. aspecto asqueroso Del castigo,
i( e vengo del poderoso Todos hacen
y adonde va, tras él voy. Siempre bien.
Y á la hermosa Y un asilo donde quiera
Que respira Y un lecho en el hospital
Cien, perfumes, Siempre hallaré, y un hoyo donde caig
Gala, amor, Mi cuerpo miserable al espirar.
La persigo Mío es el mundo: como el aire Ubre,
Hasta que mira, Otros trabajan porque Coma yo;
Y me gozo Todos se ablandan si doliente pido
Cuando aspira Una limosna por amor de Dios.
Mi punzante
Mal olor.
Y las fiestas EL REO DE MUERTE
Y el contento
Con mi acento ¡ Para hacer bien por el
Del que van a ajusticiar!!!
Turbo yo,
Y en la bulla I
Y la alegría
Interrumpen Reclinado sobre el suelo
La armonía Con lenta amarga agonía,
Mis harapos Pensando en el triste día
Y mi voz : Que pronto amanecerá;
En silencio gime el reo
Mostrando cuan cerca habitan
Y el fatal momento espera
El gozo y el padecer,
En que el sol por vez postrera
Que no hay plaeer sin lágrimas, ni pena
En su frente lucirá.
Que no traspire en medio del placer.
Mío es el mundo: como el aire libre, Un altar y un crucifijo
Otros ti abajan porque coma *yo; Y la enlutada capilla.
Lánguida vela amarilla
Todos se ablandan si doliente pido
Tiñe en su luz funeral;
Una limosna por amor de Dios.
Y junto al mísero reo,
Y para mí no hay mañana, Medio encubierto el semblante,
Ni hay ayer; Se oye al fraile agonizante
Olvido el bien como el mal, En son confuso rezar.
Nada me aflige ni afana;
Me es igual para mañana Eli rostro levanta el triste
l'n palacio, un hospital. Y alza los ojos al cielo,
Tal vez eleva en su duelo
Vivo ajeno La súplica de piedad.
De memorias, ¡ Una lágrima!, ¿es acaso
De cuidados De temor o de amargura?
Libre estoy; ¡Ay!, a aumentar su tristura
Busquen otros Vino un recuerdo quizá! ! !
Oro y glorias,
Yo no pienso Es un joven, y la vida
Sino en hoy. O e n a de sueños de oro,
Y do quiera Pasó ya, cuando aun el lloro
Vayan leyes, De la niñez no enjugó,
Quiten reyes, El recuerdo es de la infancia,
Reyes den; ¡Y su madre que le llora,

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26 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Para morir así ahora Ni tierno quejido


Con tanto amor le c r i ó ! ! ! De amante laúd.

Y a par que sin esperanza Madrid yace envuelto en sueño,


Ve ya la muerte en acecho, Todo al silencio convida,
Su corazón en su pecho Y el hombre duerme j no cuida
Siente con fuerza latir; Del hombre que va a expirar;
Al tiempo que mira al fraile Si tal vez piensa en mañana,
Que en paz ya duerme a su lado, Ni una vez piensa siquiera
Y que, ya viejo y postrado, En el mísero que espera
Le habrá de sobrevivir. Para morir, despertar :
Que sin pena ni cuidado
¿Mas qué rumor a deshora
ILos hombres oyen gritar :
Rompe el silencio? Resuena
Una alegre cantilena ¡Para hacer bien por el alma
Y una guitarra a la par, Del que van a ajusticiar!
Y gritos y de botellas ¡ Y el juez también en su lecho
Que se chocan el sonido Duerme en paz! 1Y su dinero
Y el amoroso estallido El verdugo, placentero,
De los besos y el danzar. Entre sueños cuenta ya! !
Y también pronto en son triste Tan sólo rompe el silencio
Lúgubre voz sonará: En la sangrienta plazuela
¡Para hacer bien por el alma El hombre del mal que vela
Del que van a ajusticiar! Un cadalso a levantar.

Y la voz de los borrachos,


Y sus brindis, sus quimeras, Loca y confusa la encendida mente,
Y el cantar de las rameras, Sueños de angustia y fiebre y devaneo,
Y el desorden bacanal El alma envuelven del confuso reo,
En la lúbugre capilla Que inclina al pecho la abatida frente.
Penetran, y carcajadas, Y en sueños
Cual de lejos arrojadas Confunde
De la mansión infernal. La muerte,
Y también pronto en son triste La vida;
Lúgubre voz sonará: Recuerda
¡Para hacer bien por el alma Y olvida,
Suspira,
Del que van a ajusticiar!
Respira
¡ Maldición! al eco infausto, Con hórrido afán
El sentenciado maldijo
Y en un mundo de tinieblas
La madre que como a hijo
Vaga y siente miedo y frío,
A sus pechos le crió;
Y en su horrible desvarío
Y maldijo el mundo todo,
Palpa en su cuello el dogal;
Maldijo su suerte impía,
Y cuanto más forcejea,
Maldijo el aciago día
Cuanto más lucha y porfía,
Y la hora en que nació.
Tanto más en su agonía
Aprieta el nudo fatal.
II
Y~ oye ruido, voces, gentes,
Serena la luna Y aquella voz que dirá :
Alumbra en el cielo,
¡Para hacer bien por el alma
Domina en el suelo
Del que van u ¿justiciar!
profunda quietud;
Ni voces se escuchan, O ya libre se contempla,
Ni ronco ladrido, Y el aire puro respira,
POESÍAS 27

Y oye de amor que suspira Y ellos son justos,


iLa mujer que a un tiempo amó, Yo soy maldito ;
Bella y dulce cual solía, Yo sin delito
Tierna flor de primavera, Soy criminal:
El amor de la pradera Mirad al hombre
Que el abril galán mimó. Que me paga una muerte; el dinero
Y gozoso a verla vuela, Me echa al suelo con rostro altanero,
Y" alcanzarla intenta en vano ¡A mí, su igual!
Que al tender la ansiosa mano El tormento que quiebra los huesos
Su esperanza a realizar, Y del reo el histérico ¡ay!
Su ilusión la desvanece Y el crujir de los nervios rompidos
De repente el sueño impío, Bajo el golpe del hacha que cae,
Y halla un cuerpo mudo y frío son mi placer.
Y un cadalso en su lugar': Y al rumor que en las piedras rodando
Y oye a su lado en son triste Hace, al caer,
(Lúgubre voz resonar : Del triste saltando
¡Para hacer bien por el alma La hirviente cabeza de sangre en un mar,
Del que van a ajusticiar! Allí entre el bullicio del pueblo feroz
Mi frente serena contemplan brillar.
Tremenda, radiante con jiíbilo atroz.
EL VERDUGO
Que de los hombres
De los hombres lanzado al desprecio, ÉJn mí respira
De su crimen la víctima fui, Toda la ira,
Y se evitan de odiarse a sí mismos, Todo el rencor :
Fulminando sus odios en mí, Que a mí pasaron
Y su rencor La crueldad de sus almas impía,
Al poner en mi mano, me hicieron Y al cumplir su venganza y la mía,
Su vengador; Gozo en mi horror.
Y se dijeron ; Ya más alto que el grande que altivo
«Que nuestra vergüenza común caiga en é l ; Con sus plantas hollara la ley
Se marque en ÍU frente nuestra maldición; Al verdugo los pueblos miraron,
Su pan amasado con sangre y con hiél, Y mecido en los hombros de un rey :
Su escudo con armas de eterno baldón Y en él se hartó,
Sean la herencia Embriagado de gozo aquel día
Que legue al hijo, Cuando expiró;
El que maldijo Y su alegría
La Sociedad.» Su esposa y sus hijos pudieron notar;
; Y de mí huyeron, Que en vez de la densa tiniebla de horror,
De sus culpas el manto me echahron, Miraron la risa su labio amargar,
Y mi llanto y mi voz escucharon Lanzando sus ojos fatal resplandor.
Sin piedad! ! ! Que el verdugo
Al que a muerte condena le ensalzan... Con su encono
¿Quién al hombre del hombre hizo juez? Sobre el trono
¿Que no es hombre ni siente el verdugo Se asentó :
Imaginan los hombres tal vez? Y aquel pueblo
¡Y ellos no ven Que tan alto le alzara bramando,
Que yo soy de la imagen divina Otro rey de venganzas, temblando,
Copia también!
En él miró.
Y eual dañina
riera a que arrojan un triste animal. En mí vive la historia del mundo
Que ya entre sus dientes se siente crujir, Que el destino con sangre escribió,
Así a mí, instrumento del genio del mal, Y en sus páginas rojas Dios mismo
Me arrojan el hombre que traen a morir. Mi figura imponente grabó.
•ZH OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

La eternidad Españoles, llorad; mas vuestro llanto


Ha tragado cien siglos y ciento, Lágrimas de dolor y sangre sean,
Y la maldad Sangre que ahogue a siervos y opresores,
Su monumento
En mí todavía contempla existir Y los viles tiranos, con espanto,
Y en vano es que el hombre do brota la luz Siempre delante amenazando vean
Con viento de orgullo pretenda subir: Alzarse sus espectros vengadores.
¡Pi'eside el verdugo los siglos aún!
Y cada gota A LA MUERTE
Que me ensangrienta, DE
Del hombre ostenta
DON JOAQUÍN DE PABLO
Un crimen más,
Y yo aún existo, (CHAPALANGARHA)
Fiel recuerdo de edades pasadas,
Desde la elevada cumbre
A quien siguen cien sombras airadas
Do el gran Pirene levanta
Siempre detrás.
Término y muro soberbio
¡Oh!, ¿por qué te ha engendrado el verdugo, Que cerca y defiende a España,
Tú, hijo mío, tan puro y gentil? Un joven proscrito de ella
En tu boca la gracia de un ángel Tristes lágrimas derrama,
Presta gracia a tu risa infantil. Y acaso tiende la vista
¡Ay!, tu candor, Por ver desde allí su patria,
Tu inocencia, tu dulce hermosura Desde allí do a su despecho,
Me inspira horror. Llorando deja las armas
¡Oh!, ¿tu ternura, Con que del Sena al Pirene
Mujer, a qué gastas con ese infeliz? Se lanzó por libertarla;
¡ O h ! , muéstrate madre piadosa con é l ; Y al ver la turba de esclavos
Ahógale y piensa será así feliz. Que sus hierros afianzan,
¿Qué importa que el mundo te llame cruel? De infame triunfo orgullosos,
¿Mi vil oficio Alejarse en algazara;
Querrás que siga, Solo entonces, contemplando
Que te maldiga El suelo que ellos pisaran
Tal vez querrás? Y que aun torrente de sangre
Piensa que un día Recién derramada bañan,
Al que hoy miras jugar inocente, En su rápida carrera
Maldecido cual yo y delincuente Volcando cuerpos y almas;
También v e r á s ! ! ! ! Se sienta en la alzada cima,
A un lado la rota espada,
Y al rumor de los torrentes
A LA MUERTE Y del huracán que brama.
DE
Negra cítara pulsando,
Endechas lúgubres canta.
TORRIJOS Y SUS COMPAÑEROS Llorad, vírgenes tristes de Iberia.
Nuestros héroes en fúnebre lloro ;
SONETO Dad al viento las trenzas de oro
Y los cantos de muerte entonad :
Helos allí: junto a la niar bravia
Y vosotros, ¡oh nobles guerreros,
Cadáveres están, ¡ ay!, loe que fueron
De la patria sostén y esperanza!
Honra del libre, y con su muerte dieron
Abrasados en sed de venganza,
Almas al cielo, a España nombradla.
Odio eterno al tirano J u r a d .
Ansia de patria y libertad henchía
CORO DE VÍRGENES
Sus nobles pechos que jamás temieron
Y las costas de Málaga los vieron Danos, noche, tu lóbrego manto,
Cual sol de gloria en desdichado día Nuestras frentes enlute el ciprés;

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POESÍAS 29

El robusto cayó: su sepulcro Y salvo he sido de mortales riesgos


Del inicuo mancharan los pies. Para vivir penando en amargura?
Enrojece, ¡oh Pirene!, tus cumbres »¿Por qué yo fui por mi fatal destino
pura sangre del libre animoso, Unido a ti desde la tierna cuna?
Y el tropel de los siervos odioso ¿Por qué nos hizo iguales en riqueza
En su lago su sed abrevó. Y en linaje también mi desventura?
Cayó en ellas la gloria de España,
»¿Por qué mi infancia en inocentes juegos
Cayó en ellas De Pablo valiente,
Brilló contigo, y con delicia mutua
Y la patria inclinada al frente,
Ambos tejimos el infausto lazo
Su gemido al del héroe juntó.
Que nuestras almas míseras anuda?
Sus cadenas la patria arrastrando,
»¡ Á h ! , para siempre adiós : vano es ahora
y su manto con sangre teñido,
Acariciar memorias de ventura;
Tardamente y con hondo gemido
Voló, ya la ilusión de la esperanza,
Va a la tumba del fuerte varón.
Y es vano amar sin esperanza alguna.
Y el ajado laurel de su frente
Al sepulcro circunda llorosa, »¿Qué puede el infeliz contra el destino?
Mientras ruge en la fúnebre losa, ¿Qué ruegos moverán, qué desventuras
Aherrojado a sus pies, el león. El bajo pecho de tu infame padre?
Infame, sí, que al despotismo jura
CORO DE MANCEBOS
»Vil sumisión, y en sórdida avaricia
Traición sólo ha vencido al valiente; Vende su patria a las riquezas turcas.
Senos aslro de triunfo y de honor, Él apellida sacrosantas leyes
Tú quo siempre a los déspotas fuiste El capiichho de im déspota; él nos juzga
Como a negras tormentas el sol.
»De rebeldes do quier: su voz comprada
Culpa a su patria y al tirano adula:
DESPEDIDA Él nos ordena ante el sultán odioso
Humilde miedo y obediencia muda,
DEL PATRIOTA GRIEGO
»Mas no, que el alma de la Grecia existe;
DE LA Santo furor su corazón circunda,
HIJA DEL APOSTATA Que ávido se hartará de sangre hirviente,
Que nuevo ardor le infundirá y bravura,
Era la noche : en la mitad del cielo
»No ya el tirano mandará en nosotros :
Su luz rayaba la argentada luna,
Tristes ruinas, áridas llanuras,
Y otra luz más amable destellaba
De sus llorosos ojos la hermosura. Cadáveres no más serán su imperio -.
Será sólo el señor de nuestras tumbas,
Allí en la triste soledad se hallaron
»Ya osan ser libres los armados brazos
Su amante y ella con mortal angustia,
Y ya rompen la bárbara coyunda;
Y su voz en amarga despedida
Y con júbilo a ti, todos, ¡oh muerte!
Por vez postrera la infeliz escucha,
Y a ti, divina libertad, saludan.
«Determinado está; sí, mi sentencia »Gritos de triunfo, sacudido el viento
Para siempre selló la suerte injusta, Hará que al éter resonando suban,
Y cuando allá la eternidad sombría O eterna muerte cubrirá a la Grecia
Este momenio en sus abismos hunda, En noche infanda y soledad profunda.
»¡Ojalá para siempre que el olvido, »Ese altivo monarca, que embriagado
Suavizando el rigor de la fortuna, Yace en perfumes y lascivia impura,
La imagen, ¡ ay!, de las pasadas glorias Despechado sabrá que no hay cadena
" a Jo sus alas lóbregas encubra! Que la mano de un libre no destruya.

«¿Por qué al nacer crueles me arrancaron »Con rabia oirá de libertad el grito
Del seno ele mi madre moribunda, Sonar tremendo en la obstinada ludia,
so OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Y con miedo y horror su sed de sangre »Y va a arrancar tu corazón del mío,


Torrentes hartarán de sangre turca. Tan sólo ahora una esperanza endulza.
Yo te hallaré donde perpetuas dichas
»Y tu padre también, si ora impudente Las almas de los ángeles disfrutan.
So el poder del islam su patria insulta,
Pronto verá cuan fromidable espada ¡Ah!, para siempre adiós... tente.., un m,
Blande en la lid la libertad sañuda. Un beso nada más ...es de amargura... [mentó
Es el último, ¡oh Dios!..., mi sangre hiellj
«Marcha y dile por mí que hay mil valientes, i A h ! , los martirios del infierno nunca
Y yo uno de ellos, que animosos juran
Morir cual héroes o romper el cetro «Igualaron mi pena y mi agonía.
A cuya sombra el pérfido se escuda. ¡ Terminara la muerte aquí mi angustia,
Y aun muriera feliz! Mis ojos quema
«Que aunque marcados con la vil cadena, Una lágrima, ¡os Dios!, y tú la enjugas.
No han sido esclavas nuestras almas nunca,
Que el heredado ardor de nuestros padres »¡Quién resistir podrá! —Basta, la hora
Las hace hervir a ú n : que nuestra furia Se acerca ya que mi partida anuncia.
¡ Ojalá para siempre que el olvido
»Nos labrará, lidiando, en cada golpe Suavizando el rigor de la fortuna,
Triunfo seguro o noble sepultura.
Dile que sólo en baja servidumbre «La imagen, ¡ay!, de las pr.sadas glorias
Puede vivir un alma cual la suya. Bajo sus alas lóbregas encubra!»

«El alma de un apóstata que indigno Dice, 3' se alejan : a esperar consuelo
¡Llega sus labios a la mano impura, La hija del Apóstata en la tumba;
Que de caliente sangre reteñida, El batallando pereció en las lides,
Nuevos destrozos a su patria anuncia. Y ella víctima fué de su amargura.

«Perdóname, infeliz, si mis palabras


Rudas ofenden tu filial ternura. GUERRA!
Es verdad, es verdad : tu padre un tiempo
Mi amigo se llamó, y • ojalá nunca ¿Oís? Es el cañón. Mí pecho hirviendo
El cántico de guerra entonará,
«Pasado hubieran tan dichosos días!
Y al eco ronco del cañón venciendo,
¡ Yo no llamara injusta a la fortuna!
La lira del poeta sonará.
¡ Cómo entonces mi mano enjugaría
Las lágrimas qire viertes de amargura! El pueblo ved que la orgullosa frente
ILevanta ya del polvo en que yacía,
oTu padre, ¡oh Dios!, como engañoso amigo
Arrogante en valor, omnipotente,
Cuando la Grecia la servil coyunda
Terror de la insolente tiranía.
Intrépida rompió, cuando mi pecho
Rumor de voces siento,
Respiraba gozoso el aura pura,
Y al aire miro deslumhrar espadas,
Y desplegar banderas;
«De la alma libertad, pensó el inicuo
Y retumban al son las escarpadas
Seducirme tal vez con tu hermosura,
Rocas del Pirineo;
Y en premio vil me prometió tu mano,
5i ser secuaz de su traición inmunda. Y retiemblan los muros
De la opulenta Cádiz, y el deseo
Y desolar mi patria le ofrecía, Crece en los pechos de vencer lidiando;
Esclavo yo de la insolente turba Brilla en los pechos el marcial contento,
De esclavos del sultán! ! ! Antes el cielo Y donde quiera generoso acento
Mis yertos miembros insepultos cubra, Se alza de PATRIA y LISEBTAD tronando.

»Que goce yo de ignominiosa vida Al grito de la patria


Ni en el seno feliz de tu dulzura. . Volemos, compañeros,
¡Ah!, para siempre adiós la infausta suerte Blandamos los aceros
Que el la¿50 rompe que las almas junta, Que intrépida nos da
POESÍAS

A par en nuestros brazos A LA PATRIA


Ufanos la ensalcemos
Y aí mundo proclamemos : ELEGÍA
«España es libre ya.»
¡ Cuan solitaria la nación que un día
• Mirad, mirad en sangre Poblara inmensa gente!
Y lágrimas teñidos ¡La nación cuyo imperio se extendía
Reír los forajidos, Del ocaso al oriente!
Gozar en su dolor! Lágrimas viertes, infeliz ahora,
¡Oh!, fin tan sólo ponga Soberana del mundo,
Su muerte a la contienda,
Y nadie de tu faz encantadora
Y cada golpe encienda Borra el dolor profundo!
Aún más nuestro rencor.
Oscuridad y luto tenebroso
En ti vertió la muerte,
¡ Oh, siempre dulce patria
Y en su furor el déspota sañoso
Al alma generosa!
Se complació en tu suerte.
; Oh, siempre portentosa
No perdonó lo hermoso, patria mía;
Magia de libertad!
Cayó el joven guerrero,
Tus ínclitos pendones
Cayó el anciano, y la segur impía
Que el español tremola,
Manejó placentero.
Un rayo tornasola
So la rabia cayó la virgen pura
Del iris de la paz.
Del déspota sombrío,
Como eclipsa la rosa su hermosura
En medio del estruendo
En el sol del estío.
Del bronce pavoroso,
¡Oh vosotros, del mundo habitadores!
Tu grito prodigioso
Contemplad mi tormento :
Se escucha resonar.
¿Igualarse podrán, ¡ ah !, qué dolores
Tu grito que las almas
Al dolor que yo siento?
Inunda de alegría,
Yo desterrado de la patria mía,
Tu nombre que a esa impía
De una patria que adoro,
Caterva hace temblar.
Perdida miro su primer valía,
¿Quién hay, ¡oh compañeros!,
Que al bélico redoble Y sus desgracias lloro.
!NTo sienta el pecho noble Hijos espúreos y el fatal tirano
Con júbilo latir? SITS hijos han perdido,
Mirad centelleantes, Y en campo de dolor ¡su fértil llano
Cual nuncios ya de gloria, Tienen, ¡ay!, convertido.
Reflejos de victoria Tendió sus brazos la agitada España,
Las armas despedir. Sus hijos implorando :
Sus hijos fueron, mas traidora saña
¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!, Desbarató su bando.
Y al mar se lancen con bramido horrendo ¿Qué se hicieron tus muros torreados?
De la infiel sangre caudalosos ríos, ¡ Oh mi patria querida !
Y atónito contemple el Océano ¿Donde fueron tus héroes esforzados,
Sus olas combatidas Tu espada no vencida?
Con la traidora sangre enrojecidas. ¡ Ay!, de tus hijos en la humilde frente
está el rubor grabado :
Truene el cañen : el cántico de guerra, A sus ojos caído tristemente
Pueblos ya libres, con placer alzad : M llanto está agolpado.
^ ed, ya desciende a la oprimida tierra, Un tiempo España fué : cien héroes fueron
Los hierros a romper, la libertad 1 . En tiempos de ventura,
Y las naciones tímidas la vieron
Vistosa en hermosura.
1 Estos versos se leyeron en una función pa-
triótica, celebrada en el teatro de la Cruz, en 22 Cual redro que en el Líbano se ostenta,
<to octubre de 1835. (N. de la 1.a ed.) Su fren le se elevaba;

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32 OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONOEDA

Como el trueno a la virgen amedrenta, Y al primer triunfo del amor primero


Su voz las aterraba. Que embalsamó en aromas el Edén,
Mas ora, como piedra en el desierto, Luciste acaso, mágico lucero,
Yaces desamparada, Protector del misterio y del placer.
Y el justo desgraciado vaga incierto
Allá en tierra apartada. Y era tu luz voluptuosa y tierna
La que entre flores resbalando allí,
Cubren su antigua pompa y poderío
Inspiraba en el alma un ansia eterna
Pobre yerba y arena,
D e amor perpetuo y de placer sin fin.
Y el enemigo que tembló a su brío
Burla y goza en su pena. Mas, ¡ay!, que luego el bien y la alegr¡|,
Vírgenes, destrenzad la cabellera En llanto y desventura se trocó :
Y dadla al vago viento : Tu esplendor empañó niebla sombría;
Acompañad con arpa lastimera Sólo un recuerdo al corazón quedó.
Mi lúgubre lamento.
Desterrados, ¡oh Dios!, de nuestros lares, Y ahora melancólico me miras
Lloremos duelo tanto : Y tu rayo es un dardo del pesar :
¿Quién calmará, ¡oh España!, tus pesares? Si amor aún al corazón inspira,
¿Quién secará tu llanto? Es un amor sin esperanza ya.
Londres, 1829.
¡ Ay lucero !, yo te vi
Resplandecer en mi frente,
SONETO Cuando palpitar sentí
Mi corazón dulcemente
Fresca, lozana, pura y olorosa, Con amante frenesí.
Gala y adorno del pensil florido,
Tu faz entonces lucía
Gallarda puesta sobre el ramo erguido,
Con más brillante fulgor,
Fragancia esparce la naciente rosa;
Mientras yo me prometía
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa Que jamás se apagaría
Vibra del can en llamas encendido, Para mí tu resplandor.
El dulce aroma y el color perdido,
¿Quién aquel brillo- radiante,
Sus hojas lleva el aura presurosa.
¡Oh lucero!, te robó,
Así brilló un momento mi ventura Que oscureció tu semblante,
En alas del amor, y hermosa nube Y a mi pecho arrebató
Fingí tal vez de gloria y de alegría ; La dicha en aquel instante?

Mas, ¡ay!, que el bien trocóse en amargura, ¿O acaso tú siempre así


Y deshojada por los aires sube Brillaste y en mi ilusión
La dulce flor de la esperanza mía. Yo aquel esplendor te di
Que amaba mi corazón,
A UNA ESTRELLA Lucero, cuando te vi?

Una mujer adoré


¿Quién eres tú, lucero misterioso,
Que imaginara yo un cielo ;
Tímido y triste entre luceros mil,
Mi gloria en ella cifré;
Que cuando miro tu esplendor dudoso,
Y de un luminoso velo
Turbado siento el corazón latir?
En mi ilusión la adorné.
¿Es acaso tu luz recuerdo triste
De otro antiguo perdido resplandor, Y tú fuiste la aureola
Cuando engañado como yo creíste Que iluminaba su frente,
Eterna tu ventura que pasó? Cual los aires arrebola
El fúlgido sol naciente,
Tal vez con sueños de oro la esperanza Y el puro azul tornasola.
Acarició tu pura juventud,
Y gloria y paz y amor y venturanza Y astro de dicha y amores,
Vertió en el mundo tu primera luz. Se deslizaba mi vida
POESÍAS

jV la luz de tus fulgores, Como un sueño pasó mi infancia pura,


Por fácil senda florida, Se agosta ya mi juventud florida.
Bajo un cielo de colores.
Astro sé tú de candidez y amores
Tantas dulces alegrías,
Para el que luz te preste en su ilusión,
Tantos mágicos ensueños
Y ornado el porvenir de blancas flores,
¿Dónde fueron?
Sienta latir de amor su corazón.
Tan alegres fantasías,
Deleites tan halagüeños, Yo indiferente sigo mi camino
¿Qué se hicieron? A merced de los vientos y la mar,
Huyeron con mi ilusión Y entregado en los brazos del destino,
Para nunca más tornar, No me importa salvarme ó zozobrar.
Y pasaron,
Y sólo en mi corazón
Recuerdos, llanto y pesar, A JARIFA EN UNA ORGIA
¡Ay!, dejaron.
Trae, Jarifa, trae tu mano,
¡ Ah lucero!, tú perdiste Ven y pósala en mi frente,
También tu puro fulgor, Que en un mar de lava hirvíente
Y lloraste; Mi cabeza siento arder.
También como yo sufriste, Ven y junta con mis labios
Y el crudo arpón del dolor, Esos labios que me irritan,
¡Ay!, probaste. Donde aun los besos palpitan
De tus amantes de ayer.
¡Infeliz!, ¿por qué volví
De mis sueños de ventura ¿Qué la virtud, la pureza?
Para hallar ¿Qué la verdad y el cariño?
Luto y tinieblas en ti, Mentida ilusión de niño
Y lágrimas de amargura Que halagó mi juventud.
Que enjugar? Dadme vino : en él se ahoguen
Mis recuerdos; aturdida
Pero tú conmigo lloras,
Sin sentir huya la vida;
Que eres el ángel caído
Paz me traiga el ataúd.
del dolor,
Y piedad llorando imploras, El sudor mi rostro quema,
Y recuerdas tu perdido Y en ardiente sangre rojos
Resplandor. Brillan Inciertos mis ojos,
Lucero, si mi quebranto Se me salta el corazón.
Oyes, y sufres cual yo, Huye, mujer; te detesto,
i Ay!, juntemos Siento tu mano en la mía,
Nuestras quejas, nuestro llanto Y tu mano siento fría,
Pues nuestra gloria pasó Y tus besos hielos son,
Juntos lloremos.
¡Siempre igual! Necias mujeres,
Mas hoy miro tu luz casi apagada, Inventad otras caricias,
Y un vago padecer mi pecho siente: Otro mundo, otras delicias,
Que está mi alma de sufrir cansada, O maldito sea el placer.
Seca ya de las lágrimas la fuente. Vuestros besos son mentira,
Mentira vuestra ternura.
¡Quién sabe!..., tú recobrarás acaso Es fealdad vuestra hermosura,
Otra vez tu pasado resplandor, Vuestro gozo es padecer.
A ti tal vez te anunciará tu oeaso
Un oriente más puro que el del sol. Yo quiero amor, quiero gloria,
Quiero un deleite divino,
A mí tan sólo penas y amargura Como en mi mente imagino.
Mi
'*Ie quedan en el valle de la vida; Como en el mundo no hay:
34 OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

Y es la luz de aquel lucero Y busco aún y busco codicioso,


Que engañó mi fantasía, Y aun deleites el alma finge y quiere :
Fuego fatuo, falso guía Pregunto y un acento pavoroso
Que errante y ciego me tray. « ¡ A y ! , me responde, desespera y muere.

¿Por qué murió para el placer mi alma, »Muere, infeliz: la vida es un tormento,.
Y vive aún para el dolor impío? Un engaño el placer, no hay en la tierra
¿Porqué si yazgo en indolente calma, Para ti, ni dicha, ni contento,
Siento, en lugar de paz, árido hastío? Sino eterna ambición y eterna guerra.

¿Por qué este inquieto, abrasador deseo?


»Que así castiga Dios el alma osada,
¿Por qué este sentimiento extraño y vago.
Que aspira loca, en su delirio insano,
Que yo mismo conozco un devaneo,
De la verdad para el mortal velada
Y busco aún su seductor halago?
A descubrir el insondable arcano.»
¿Por qué aun fingirme amores y placeres
¡ O h ! , cesa; no, yo no quiero
Que cierto estoy de que serán mentira?
Ver más, ni saber ya nada;
¿Por qué en pos de fantásticas mujeres
Harta mi alma y postrada,
_Yecio tal vez mi corazón delira,
Sólo anhela descansar.
Si luego, en vez de prados y de flores, En mí muera el sentimiento,
Halla desiertos áridos y abrojos, Pues ya murió mi ventura,
Y en sus sandios ó lúbricos amores Ni el placer ni la tristura
Fastidio sólo encontrará y enojos? Vuelvan mi pecho a turbar.

Yo me arrojé, cual rápido cometa, Pasad, pasad en óptica ilusoria


En alas de mi ardiente fantasía : Y otras jóvenes almas engañad :
Do quier mi arrebatada mente inquieta Nacaradas imágenes de gloria,
Dichas y triunfos encontrar creía. Coronas de oro y de laurel, pasad.

Yo me lancé con atrevido vuelo Pasad, pasad, mujeres voluptuosas,


Fuera del mundo en la región etérea, Con danza y algazara en confusión;
Y hallé la duda, y el radiante cielo Pasad como visiones vaporosas
Vi convertirse en ilusión aérea. Sin conmover ni herir mi corazón.
Luego en la tierra la virtud, la gloria,
Y aturdan mi revuelta fantasía
Busqué con ansia y delirante amor,
Los brindis y el estruendo del festín,
Y hediondo polvo y deleznable escoria
Y huya la noche y me sorprenda el día
Mi fatigado espíritu encontró.
En un letargo estúpido y sin fin.
Mujeres vi de virginal limpieza
Ven, Jarifa ; tú has sufrido
Entre albas nubes de celeste lumbre;
como y o ; tú nunca lloras:
Yo las toqué, y en humo su pureza
Mas, ¡ ay triste!, que no ignoras
Trocarse vi, y en lodo y podredumbre.
Cuan amarga es m i aflicción.
Yr encontré mi ilusión desvanecida Una misma es nuestra pena,
Y eterno é insaciable mi deseo : En vano el llanto contienes..
Palpé la realidad y odié la vida; Tú también, como yo, tienes
Sólo en la paz de los sepulcros creo. Desgarrado el corazón.

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POESÍAS
RECOGIDAS POSTUMAMENTE

A DON DIEGO DE ALVEAR Ahora lamenta, sí, tierno suspira,


Desahogo que dio naturaleza;
SOBRE LA MUERTE DE SU AMADO Que el pecho al suspirar tal vez respira. .
PADRE
Lágrimas sólo el áspera dureza
ELEGÍA
Calman del infortunio : ellas la herida
¿Qué es la vida?, ¡gran Dios! Plácida au- Bálsamo son que cura y su crudeza.
Cándida ríe enire arreboles cuando [rora;
Brillante apenas esclarece un hora; ¡ Cuánto sería mísera la vida
Si, en vuelta con el llanto la amargura
Pálida luz y trémula oscilando, No brotara del alma dolorida! •••'.•:>
Baja al silencio de la tumba fría,
Del pasado esplendor nada quedando: Trocada en melancólica, dulzura,
Sólo queda después tierna memoria
Allí la palma del valor sombría Y aun halla el pechó gozo- en tu tristura.
Marchítase, y allí la rosa pura
Pierde el color y fresca lozanía; Tú así lo probarás: ya lá alta gloria '
De tu padre recuerdes, coronada
No alcanza allí jamás de la ternura Su frente del laurel, de la victoria;
El mísero gemido ni, el lamento,
Ni poder, ni riqueza,, ni hermosura.
O ya vibrando la terrible espada,
Sobre yertos cadáveres su asiento En medio al ancho piélago, triunfante.
Erige, y huella la implacable muerte Miedo y terror de la francesa armada;
Armas, arados, púrpuras sin cuento.
O el arnés desceñido de diamante,
Mísero Albino, doloroso vierte En oliva pacífica trocando
lágrimas de amargura : a par contigo El hierro en las batallas centellante.
Yo gemiré también tu infausta suerte.
Aun hoy miro a los vientos flameando .
Y si el nombre dulcísimo de amigo. Las ricas apresadas banderolas,
Si un tierno corazón alcanza tanto, Augusta insignia del francés infando ;
Tus penas, ¡ay!, consolarás conmigo.
Y aun hoy resuenan las medrosa* olas,
El tormento, el dolor, la pena, el llanto
Al azotar de Cádiz la alta almena,
Debidos son de un hijo cariñoso
De sus glorias a par las españolas.
Al triste padre de quien fué el encanto.

no siempre con lluvias caudaloso Tintas en propia sangre y sangre ajena,


El valle anega montaraz torrente, En la sañuda lid siempre miraron
^i encrespa el mar sus olas borrascoso : Brillar su frente impávida y serena;

Pío siempre *el labrador tímido siente Y en torno amedrentadas rebramaron


El trueno aterrador, ni al aire mira Cuando, al morir sus prendas más amada?.
Desprenderse veloz rayo luciente. Impávido también le contemplaron.
36 OBRAS COMPLETAS DE D í JOSÉ DE ESPRONCEDA

Cayeron a su vista, y casi ahogadas Gemidos oigo y lamentar doliente,


Las vio tenderle los ansiosos brazos, Y el ronco son de parches destemplados
Y súbito al profundo sepultadas; Y el crujir de las armas juntamente.

Y en desigual combate hecho pedazos. Marchan en pos del féretro soldados


Aún su corazón altivo y fuerte Con tardo paso y armas funerales
Del anglo esquiva los indignos lazos. Al eco de los bronces disparados.

Busca con ansia entre la lid la muerte, Y entre fúnebres pompas y marciales,
Y huye la muerte de él, ¿y quién, quién pudo En la morada de la muerte augusta
Penetrar los secretos de la suerte? Las bóvedas retumban sepulcrales.

Nuevo y dulce placer, más dulce nudo ¡Ay! Para siempre ya la losa adusta,
Grata le guarda su feliz ventura ¡Oh, caro Albino!, le escondió a tus ojos;
Cuando más de favor se cree desnudo. Mas no el bueno murió : la parca injusta

¡Cuánto gozo sin fin!, ¡cuánta ternura Roba tan sólo efímeros despojos,
Probó en los brazos de su nueva esposa Y alta y triunfante la alcanzada gloria
El beso al recibir de su dulzura! Guarda en eternos mármoles la historia

Ya agradable a su prole numerosa,


Vuelto otra vez a los paternos lares, A LA SEÑORA DE T O R R I J O S l
Daba lecciones de virtud piadosa.
ROMANCE
Ya calmaba del triste los pesares
Con labio afable y generosa mano, Yo sé que estás enojada,
Ya llevaba la paz a sus hogares. Y sé la razón, señora,
Que de cortés caballero
Y en tanta dicha, el corazón ufano Falté a la palabra honrosa.
De lágrimas colmado y bendiciones,
Tornaba alegre el venerable anciano No trato de disculparme,
Si es mi falta mucha o poca :
Los timbres a aumentar de sus blasones : Sólo sé que no he cumplido
A vosotros sus hijos animaba Con mi deber, y esto sobra :
Recordando sus ínclitas acciones.
Mas yo sé que en perdonar
Y en todos juntos renacer miraba, Amables ojos se gozan,
De nombre a par, gu gntigua lozanía, Que si antes bellos parecen,
Y tierno en contemplaros se gozaba. Más bellos son si perdonan.

¿Por que tú, ¡oh muerte!, arrebaste impía Tú en mí perdona un culpado,


Al que de tantos tristes la ventura Que harto es mi culpa penosa;
y el noble orgullo de la patria hacía? Lleve en mi falta el castigo,
Que él iba en mi falta propia.
Fuente a eterno llorar abrió tu dura
Mano, y tu saña y cólera cebaste Perdóname; así en tus brazos
A un tiempo en la inocencia y la hermosura. Ojalá estreches gozosa
Al que, terror del tirano,
¿Y qué cítara triste habrá que baste El libre pendón tremola;
Lúgubre a resonar en sordo acento
Cuan de su dulce esposa lo arrancaste? 1 Se debe al eminente literato señor de Cufr'
to la copla que de este romance le facilitó Ift
La noble faz serena, el pecho exento misma señora Condesa de Torrijos. A continua-
De tormento roedor, dulce y tranquilo ción óe él escribió Espronceda las siguientes
líneas: «Muy señora mía: Sírvase V. admitid
Dio entre sus hijos su postrer aliento. "este pequeño obsequio en cumplimiento de laS
"ofertas que no cumplí. He venido a des-
Y ya cayendo de la parca al filo, dedirme de V. para Burdeos; y, con el sent}-:
Cual se oscurece el sol en Occidente, "miento de no haberla visto, me ofrezco á sttSf
"pies como su más respetuoso servidor.-JOSfl|
Va del sepulcro al sosegado asilo. "DE ESPRONCEDA.» (N. de P. de la E.)
POESÍAS 37

Al que, en los mares de Alcides l , Allí el aura sosegada,


El astro sigue de gloria Con callada timidez,
Con el ánimo invencible Hiere apenas cariñosa
Que ningún peligro doma. Su donosa candidez.
¡Ojalá pronto le abraces, Silencioso el arroyuelo,
Y le ciñas las coronas Con recelo pasa al pie,
Que de laurel a los héroes Y ni dice 6u ternura
Tejen Minerva y Belona! Ni murmura su desdén,
Y en tanto que sus hazañas Y su imagen mira en ella
La fama al mundo pregona. La doncella con rubor,
Tú con plácida sonrisa Que es la viola pudorosa
Admite mi humilde trova; Flor hermosa del candor.
Y espera que pronto el día Tal, Matilde, brilla pura
Llegará de la victoria, Tu hermosura celestial,
Y oirás más altas canciones, Y es más candida tu risa
A par con él venturosa. Que la brisa matinal.
París. 1830. Nunca turben esos ojos
Los enojos del amor;
Siempre añada tu alegría
OCTAVA R E A L 2 Lozanía a tu esplendor.

El estandarte ved que en Ceriñola Y el que brilla refulgente


El gran Gonzalo desplegó triunfante, Claro oriente dé tu edad,
"La noble enseña ilustre y española Nube impura no mancille,
Que al indio domeñó y al mar de Atlante; Siempre brille tú beldad.
Regio pendón que al aire se tremola,
Don de CRISTINA, enseña relumbrante, Mas «i gala al valle umbrío
Verla podremos en la lid reñida El rocío suele dar,
Rasgada sí, pero jamás vencidas. Porque aumente así tu encanto,
Vierte el llanto de piedad.

Y, venida tú del cielo


A MATILDE Por consuelo al infeliz,
Brillarás modesta y sola
Aromosa blanca viola, Cual la viola del Abril.
Pura y sola en el pensil
Enbalsama regalada Londres, 1832
La alborada del abril.

A UN RUISEÑOR
Junto al margen florecido
De escondido manantial,
Canta en la noche, canta en la mañana,
Sólo avisa de su estancia
Ruiseñor, en el bosque tus amores;
Su fragancia virginal.
Canta, que llorará cuando tú llores
El alba perlas en la flor temprana.
1 El general Torrijos se hallaba a la sazón
«tnlgrado en Gíbraltar preparando la desgracia- Teñido el cielo de amaranto y grana,
da empresa de Málaga contra el gobierno de Fer-
nando VII. (Tí. de P. de la E.) La brisa de la tarde entre las flores
2 Improvisada en. un banquete que se cele- Suspirará también a los rigores
bró el lo de octubre de 1831 con motivo de ha- De tu amor triste y tn esperanza vana.
ber S. M. la Reina ¿oña María Cristina distri-
buido las banderas a los diferentes cuerpos de
te guarnición de Madrid, y entre ellos al de Y en la noche serena, al puro ray«>
Guardias de la real persona, del cual era indi- De la callada luna, tus cantares
viduo Espronceda por aquel entonces. (N. de V.
d
« la E.) l o s ecos sonarán del bosque umbrío

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OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE: ESPRONCEDA

Y vertiendo dulcísimo desmayo, A CAROLINA CORONADO


Cual bálsamo suave ep mis pesares,
DESPUÉS DE LEÍDA S U COMPOSICIÓN «A LA PALMf
Endulzará tu acento el llanto mío.
Dicen que tienes trece primaveras
Y eres portento de hermosura ya,
ROMANCE Y que en tus grandes ojos reverbera
íLa lumbre de los astros inmortal.
Raya la naciente luna
Juro a tus plantas que insensato he sido
En la cumbre, del Oreh,
De placer en placer corriendo en pos,
\ armado un fuerte guerrero
Cuando en él mismo valle hemos nacido,
En la campiña se ve.
Niña gentil, para adorarnos, dos.
Al melancólico rayo
Torrentes brota de armonía el alma;
Brilla una cruz en su arnés;
Huyamos a los bosques a cantar;
P a k d í n es que defiende
Dénos la sombra tu inocente palma,
La . santa Jerusalén.
Y reposo tu virgen Soledad 1.
Del Jordán camina al paso.
Mas, ¡ ay!, perdona, virginal capullo :
Siguiendo el curso tal vez,
Cierra tu cáliz a mi loco amor;
Ricamente enjaezado
Que nacimos de un aura al mismo arrullo^
Su gallardo palafrén.
Para ser, yo el insecto, tú la flor.
En tanto a su encuentro sale
Un árabe en su corcel, 3
Con lanza corta y alfanje SERENATA
Y reluciente pavtjs. Despierta, hermosa señora,
Al trocar crujen sus armas, Señora del alma m í a :
Y el paladín, que le ve, Den luz a la noche umbría
Suelta al caballo la rienda Tus ojos que soles son.
Y arranca contra el infiel. Despierta, y si acaso sientes
Tu corazón conmovido,
Pronto el á r a h e s e apresta. Es que responde al latido
Ganoso de gloria y pres, De mi amante corazón.
Y, el diestro brazo a la espalda, Oye mi voz
Tira gallardo a ofender.
La flor más pura y galana
La lanza vuela silbando, Que d Abril fecundo adora,
Y del cristiano a los pies, Al despuntar de la aurora
Perdido el tiro, penetra, Perfuma el primer albor :
La tierra haciendo tremer. Pero és mil veces más puro
«Ríndete, moro, le grita, De tu boca el blando aliento
Tu recio furor deten. Si perfuma en torno el viento
Yo soy Ricardo.» -^«¿Qué importa, Tierno suspiro de amor.
Si yo soy Abenamet?» Oye mi voz.

Y un bárbaro golpe fiero Adiós, mis dulces amores,


Le descarga al responder, Que, envidiosa el alba fría,
Y su alfanje damasquino Ya raya en Oriente el día
El yelmo taja a cercén. Por turbar nuestro placer :
Adiós, señora: mi alma
Ya un hacha tremenda agita
Dejo, al partirme, contigo :
Sañudo el monarca inglés,
Amante triste, maldigo,
Que hiende el bnrbante, y hiende
Aurora tu rosicler,
La cabeza del infiel;
Guárdame fe.
Hacha grave que ninguno
De cuantos visten arnés, .1 Otra poesía de la señorita Coronado, (X.
Ni aun puestas entrambas manos, P. de la E.)
2 Escrita, para la obra dramática «Amor v»
pudiera apenas, mover. ga sus agravios».
POESÍAS

CANCIÓN BÁQUICA * Cuando allá, mar adentro, en su faena


Cantos de amor el marinero ensaya
.Q¡¡; ¡Caiga el que caiga! ¡Más vino! ¡ Brin-
Y besa blandamente el mar la arena,
4 aquel que más beba loores sin fin; [demos!
La luna en calma al horizonte raya,
fon pámpanos ricos su frente adornemos,
Y la brisa que tímida suspira,
Aplausos cantemos al rey del festín.
Dulces aromas y frescor respira,
Alegres los ojos, Y húmedos ver sus ojos de ternura,
Borracho el semblante, Que abren al alma enamorada un cielo,
La copa espumante Extáticos de amor y de dulzura
El alto a brindar : Con blando, vago y doloroso anhelo;
Rebosen los labios Magia el amor prestando a su hermosura,
En risas y vino, Y el pensamiento detenido el vuelo
Y al néctar divino Allí donde encontró la fantasía
Dé fuerza el azahar. Ciertas las dichas que soñó algún día.
¡Oh! ¡Caiga el que caiga! ¡Más vino! ¡Brin- Y respirar su perfumado aliento,
A aquel que más beba loores sin fin: [demos! Y al rumor palpitar de sus vestidos,
Con pámpanos ricos su frente adornemos, Penetrar su amoroso pensamiento
Aplausos cantemos al rey del festín. Y contar de su pecho los latidos,
Exhalar de infinito sentimiento
Volcanes requeman Tiernos suspiros, lánguidos gemidos,
Mi frente encendida; Mientras a libar sus néctares provoca
Más alma, más vida Blanda sonrisa en la entreabierta boca.
Crecer siento en m í :
Torrentes de vino
Las mesas esmalten, 1
A. LA DEGRADACIÓN DE EUROPA
En mil piezas salten
Cien copas y mil.
Miseria y avidez, dinero y prosa,
¡Oh! ¡Caiga el que caiga! ¡Más vino! ¡Brin' En vil mercado convertido el mundo,
A aquel que más beba loores sin fin : [demos! Los arranques del alma generosa
•Con pámpanos ricos su frente adornemos, Poniendo a precio inmundo,
Aplausos cantemos al rey del festín. Cuando tu suerte y tu esplendor preside
Un mercader que con su vara mide
Fosfórico el globo
El genio y la virtud, mísera Europa,
En torno a mí gira,
Y entre el lienzo vulgar que bordó de oro,
Su asiento retira
Muerto tu antiguo lustre y tu decoro.
La tierra a mis p i e s :
Como a un cadáver fétido te arropa.
Y al aire en confuso
Cuando a los ojos blanqueada tumba
Rumor me levantan
Centro es tu corazón de podredumbre,
Furiosos que cantan
Cuando la voz en ti ya no retumba.
Al Chipre y Jerez.
Vieja Europa, del héroe ni el profeta,
¡Oh! ¡Caiga el que caiga! ¡Más vino! ¡Brin- Ni en ti refleja su encantada lumbre
i quel que más beba loores sin fin: [demos! Del audaz antusiasmo del poeta,
Con pámpanos ricos su frente adornemos, Yerta tu alma y sordos tus oídos,
Aplausos cantemos al rey del festín. Con prosaico afanar en tu miseria,
Arrastrando en el lodo tu materia,
FRAGMENTO Sólo abiertos al lucro tus sentidos,
¿Quién te despertará? ¿Qué nuevo acento,
i a la lúa del crepúsculo serena, Cual la trompeta del extremo día,
Solos vagar por la desierta playa, Dará a tu inerte cuerpo movimiento
1 Tomamos estas bellas octavas y las tres com- Y entusiasmo a tu alma y lozanía?
posiciones precedentes publicadas con el pseudó- ¡ A h í , ¿solitario entre cenizas frías
nimo de Luis Senra y Palomares, de un tomo
manuscrito de poesías que tuvo la curiosidad de Mudas ruinas, aras profanadas
U formando, para salvarlas del olvido, el erudito
)Uerat0 y bibliófilo salmantino D. José Bonilla y 1 Publicada en las «Páginas olvidadas de
Ru¡
z. (Nota de P. de la E.) Fueron escritas pa- pronceda», con el título de: «A la traslación
ra !a obra dramática «Amor venga sus agravios». las cenizas de Napoleón, N. de P. de la E.)
4ft OBRAS COMPLETAS DE DON- JOSÉ DE, ESPRONOEDA

Y antiguos derruido* monumentos, Campos colora al derramarse en oro.


Me sentaré, segundo Jeremías, Oro del manto del excelso Dios,
Mis mejillas con lágrimas bañadas, O al inundar de aljofarado lloro
Y romperé en estériles lamentos? Mar por la tierra dividido en dos.
No, que la inútil soledad dejando,
iLa ciudad populosa ¡ El mar! ¡ El mar! Tendido sobre el nra¿fe
Con férrea voz recorreré cantando Cual faja movediza del cristal,
Y agitará la gente temerosa, Sube a los cielos, lánzase al profundo,
Como el bramido de huracán los mares O manso brilla como azul cendal.
El son de mis fatídicos cantares. Se aira al verse de color sangriento
N o ; yo alzaré la voz de los profetas; Teñido el manto por el sol cruel;
Tras mí la alborotada muchedumbre, Llega la noche, sórbelo sediento,
Sonarán en mi acento las trompetas Véngase así del enemigo aquel.
Que derriben la inmensa pesadumbre
Del regio torreón que al vicio esconde, Y cuando silba el aquilón bravio,
Y el mundo me dirá en dónde Tirando el guante de discordia atroz,
El precio vil de infame mercancía Muge rabioso, acepta el desafío,
Del agiotista en la podrida boca Llama a SU3 ondas, álzase feroz.
Avaricioso oía.
El espacio es palenque, ellos guerreros,
¿Qué importa, si provoca
El orbe concurrencia, Dios el Juez;
Mi voz la befa de las almas viles,
Suena el clarín, empuñan los aceros,
Morir qué importa en tan gloriosa lucha,
Y avánzase a alcanzar victoria y p<-ez.
Qué importa, envidia, que tu diente afiles?
Yo cantaré : la humanidad me escucha;
Yo volaré donde la tumba oculta
La antigua gloria y esplendor del m u n d o ;
Yo con mi mano arrancaré la losa,
Removeré la tierra que sepulta No llores, no, hermosa mía,
Semilla de virtud, polvo fecundo, Porque no ves ora el día,
La ceniza de un héroe generosa Ni con sus olas de plata
Y en medio el mundo, en la anchurosa plaza El mar que el cielo retrata :
De la gran capital, ante los ojos
De su dormida, degradada raza No llores, no, mujer; ángel del cielo,
Arrojando sus pálidos despojos, Mientras pueda mi lira hacerse oír,
¡Oh, avergonzaos!, gritaré a la gente Porque cubra a tus ojos denso velo
¡ Oh, de los hombres despreciable escoria, De negras sombras su oriental zafir.
Venid, doblad la envilecida frente,
Un cadáver no más es vuestra gloria! Yo sobre el mundo, sobre el mar y el viente,
Sobre los cielos y la tierra estoy,
Mundos y cielos sin cesar invento
A UNA CIEGA 1 Porque hacia el mundo de los vates voy.

¿Quieres ver, al fulgor de ardiente rayó,


Sobre inmensa montaña de vapores
Lucir el sol, dormir la tempestad,
Hay, hermosa, un gigante bienhechor,
Zumbar el trueno y florecer a mayo, "
Que rige mundos y que inspira amores,
Todo a un tiempo radiante de verdad?
Y pisa estrellas, de la luz señor.
¿O quieres ver en el dormido espacio,
Cíñele un cielo la encendida frente, Sólo, deidad, para servirte a ti,
Nubes le dan espléndido festín, De cristal y de mármol un palaeio
Y en él, dormido entre fulgor candente, Coronado de záfiros por mí?
Gózase Dios en su poder sin fin.
¡Todo a tus pies! ; y en tanto, ¿qué te ijfr
Esos seres que vagan en montón, [p or **
1 Esta composición improvisada vi<5 la luz pú- Y entre el placer y entre el festín acortan
blica, en concepto de inédita, en La ilustración.,
el año de 1853. (Tí. de P. de la E.> Su torpe vida en torpe confusión?

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POESÍAS 41

Hermosa ciega, con tu fiel poeta A GUARDIA


Ven en v a ^ e rnaSIí^1C0 a habitar;
SONETO
Valle q fle e* g o z o y e l ^olor respeta,
•Donde puedes reír!... ¡ puedes llorar!.,, Astro de libertad brilla en el cíelo
Y aumenta el lustre a la española gloria,
Yo te diré cuándo al nacer la aurora Tú que de esta morada transitoria
Derrama por e l campo su fulgor; A morada mejor alzaste el vuelo.
Yo te diré cuándo la noche llora
Lágrimas de tinieblas y de horror. Los ojos vuelve a nuestro amargo duelo,
Tributo merecido á tu memoria,
Has descúbrese el velo de escarlata Tú, cuyo nombre vivirá en la historia,
Que a tus ojos de amor tirano fué : Timbre y honor del madrileño suelo.
;Lloras? ¿Lloras? El gozo te arrebata;
Descansa, ¡ oh Guardia!, en p a z ; la tiranía*
¡Gracias!, ¡gracias, gran Dios!, ¡mi amada ve!
Cayó vencida en la inmortal refriega,
¿Me dices que estoy pálido? No, hermosa, E imitar tu valor ansiamos fieles;
No te contriste mi amarilla faz: Descansa, y tiemble la caterva impía,
Tus ojos, tú, la teñiréis de rosa, Que en los sagrados túmulos que riega
Color de vida, de placer y paz. El llanto popular, crecen laureles.
Llamas bello al j a r d í n : está bien, velo:
Bello será, pero se olvida al fin, EPITAFIO A GUARDIA *
Si no está allí con tu hermosura el cielo,
Mártir sublime de la patria un día
Si tú no estás, i oh, flor!, en el jardín.
Fué honor y gloria del hispano suelo;
Y ora del libre, luminoso guía,
l
LAS QUEJAS DE SU AMOR Astro de libertad brilla en el cielo.

Bellísima parece
AIL DOS DE MAYO
Al vastago prendida,
Gallarda y encendida ¡Oh! ¡Es el pueblo! ¡Es el pueblo! Cual
De abril la linda flor; Del hondo mar alborotado brama; [las ola*
Empero muy más beHa Las esplendentes glorias españolas,
La virgen ruborosa Su antigua prez, su independencia aclama
Se muestra, al dar llorosa
Las quejas de su amor. Hombres, mujeres vuelan al combate;
El volcán de sus iras estalló :
Suave es el acento Sin armas v a n ; pero en sus pechos late
De dulce amante lira, Un corazón colérico español.
Si al b ^ n d o son suspira
La frente coronada de laureles,
De noche el trovador;
Con el botín de la vencida Europa,
Pero aun es más suave
Con sangre hasta las cinchas los corceles,
La voz de la hermosura
En cien campañas veterana tropa;
Si dice con ternura
Las quejas de su amor. Los que el rápido Volga ensangrentaron,
Los que humillaron a sus pies naciones,
Grato es en noche umbría Y sobre las pirámides pasaron
Al triste caminante Al galope veloz de sus bridones;
Del alma radiante
Mirar el resplandor.; A eterna lucha, a sin igual batalla,
Madrid provoca en su encendida i r a ;
Empero es aún más grato
Su pueblo inerme allí, entre la metralla
AI alma enamorada
Y entre los sables, reluchando gira.
Oír de su adorada
Las quejas de su amor.
1 En el movimiento antirrevolucionario de 1841,
1
que costó la vida al general León y a otros mili-
La América publicó como inédita esta breve tares, fué herido de muerte el señor Guardia,
composición
J
en su número <íe 12 de mayo de fiscal de la Milicia Nacional de Madrid. (N. de P-
866. (N. de P. de la E.) Churchman publicó el de la E.)
borrador

manuscrito, con variantes, que lleva a 2 Publicado en «EL ESPAÑOL», de 20 de ju-
*>iü la fecha 1826, nio de dicho año.
42 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPROIS'CEDA

Graba en su frente luminosa huella Brilla el puñal en la agitada mano.


La lumbre que destejía el corazón. Huye el cobarde, y el traidor se esconde;
Y a parar con sus pechos se atropella Truena el cañón, y el grito castellano
El rayo del mortífero cañón. De Independencia y Libertad responde.

¡ Oh de sangre y valor glorioso día! Héroes de Mayo, levantad las frentes;


Mis padres cuando niño me contaron Sonó la hora, y la venganza espera;
Sus hechos, ¡ay!, y en la memoria mía Id. y hartad vuestra sed en loe torrentes
Santos recuerdos de virtud quedaron. De sangre de Bailen y Talavera.
•—«Entonces —indignados me decían— Id, saludad los héroes de Gerona,
Cayó el trono español, pedazos hecho; Alzad con ellos el radiante vuelo,
Por precio vil a extraños nos vendían \ a los de Zaragoza alta corona
Desde el de Carlos profanado lecho, Ceñid, que aumente el esplendor del cielo.
»La corte del monarca disoluta, Mas. ¡ Ay!, ¿por qué, cuando los ojos brota?
Prosternada a las plantas de un privado. Lágrimas de entusiasmo y alegría,
Sobre ; el seno de impura prostituta Y el alma, atropellados, alborotan
Al trono de los reyes ensalzado. Tantos recuerdos de honra y valentía,
»Sobre coronas, tronos y tiaras Negra nube en el alma se levanta,
Su orgullo sólo y su capricho ley; Que turba y oscurece los sentidos;
Hordas de sangre y de conquista avaras, Fiero dolor el corazón quebranta,
Cada soldado un absoluto rey. Y se ahoga la voz entre gemidos?
»Fijo en España el ojo centelleante, ; 0 h ! ¡Levantad la frente carcomida.,
En Pirene a salvar pronto el bridón, Mártires de la gloria,
Al Rey de reyes, al audaz gigante Que aun arde en ella con eterna vida
Ciegos ensalzan, siguen en montón.» La luz de la victoria!
Y vosotros, ¿qué hicisteis entre tanto, ; 0 h ! ¡Levantadla del eterno sueño,
'Los de espíritu flaco y alta cuna? Y con los huecos de los ojos f'jos,
Derramar como hembras débil llanto. Contemplad una vez con torvo ceño
O adular bajamente a la fortuna. I La vergüenza y baldón de vuestros hijos!
Buscar tras la extranjera bayoneta. Quizá en vosotros, donde el fuego arde
Seguro a vuestras vidas y muralla, Del castellano honor, aun sobre vida
Y siervos viles a la plebe inquieta Para alentar el corazón cobarde,
Con baja lengua apellidar canalla. ! Y abrasar esta tierra envilecida.

¡Canalla!, sí, ¡vosotros los traidores. | ¡Ay! ¿Cuál fue el galardón de vuestro celo,
Los que negáis al entusiasmo ardiente De tanta sangre y bárbaro quebranto,
^u gloria, y nunca visteis lo-s fulgores ; De tan heroica lucha y tanto anhelo,
con que ilumina la inspirada frente! j Tanta virtud y sacrificio tanto?

¡Canalla!, sí, ¡los que en la lid alarde ; El trono que erigió vuestra bravura,
Hicieron de su infame villanía, Sobre huesos de héroes cimentado,
Disfrazando su espíritu cobarde Un rey ingrato, de memoria impura,
Con la sana razón segura y fría! Con eterno baldón, dejó manchado,

;01i!, la canalla, la canalla en tanto ¡ ; 4>-I Para herir la libertad sagrada


Arrojó el grito de venganza y guerra. El Príncipe, borrón de nuestra historia,
Y arrebatada en su entusiasmo santo. i Llamó en su ayuda la francesa espada.
Quebrantó las cadenas de la tierra. Que segase el laurel de vuestra gloria.

Del cetro de sus reyes los pedazos Y vuestros hijos de la muerte huyeron,
del suelo ensangrentado recogía, ' Y esa sagrada tumba abandonaron;
Y un nuevo trono, en sus robustos brazos
Levantando, a su príncipe ofrecía. 1 Id'., hartad, en P. de la E.
POESÍAS 43

tí liarla; ¡ ° k I ^ o s - > a í°'S franceses v i e r o n , El b o s q u e se mece con sordo r u i d o ,


Y hollarla a lps ..franceses les d e j a r o n . De negras t o r m e n t a s fatal precursor.

Canto la m a r tempestuosa, r u g e Al fuego q u e el r a u d o r e l á m p a g o e x t i e n d e ,


La losa al c h o q u e de los cráneos d u r o s , Que el m o n t e y la selva p a r e c e a b r a s a r ,
Tronó y s e a l z o con i n d i g n a d o e m p u j e . Un h o m b r e a caballo l a m a r g e n desciende
Del galo audaz bajo los p i e s i m p u r o s , Y al trote se sienten sus a r m a s s o n a r .

Y aún helos allí, q u e su s e m b l a n t e T a l vez .a su paso con viva vislumbre


Con hipócrita máscara c u b r i e r o n , La cruz en su escudo r a d i a n t e b r i l l ó ;
Y a Luis F e l i p e , en m u e s t r a suplicante. Mas luego en tinieblas la r á p i d a l u m b r e
.Ambos brazos, ¡imbéciles!, tendieron. | Al h o m b r e y caballo consigo o c u l t ó .
.i i
La vil p a l a b r a ¡Intervención! gritaron. ¡ De u n m o n t e en la altura levanta su frente
Y del Rey m e r c a d e r la r e c l a m a b a n , I S o b e r b i o castillo de ilustre s e ñ o r ;
De nuestros t i m b r e s sin h o n o r m o f a r o n . ! Brillantes a n t o r c h a s le a d o r n a n l u c i e n t e
Mientras en su i m p u d o r se e n c e n a g a b a n . Y d e arpas y fiestas se escucha el r u m o r .

Hoy esa raza d e g r a d a d a , espuria,


Abiertas las rejas, las luces se agitan,
Pobre nación, q u e esclavizarte anhela,
Y alegre b a n q u e t e se deja e n t r e v e r ;
Busca t a m b i é n , p o r r e n o v a r tu injuria, i
Los néctares dulces al j ú b i l o excitan
De extranjeros m o n a r c a s la tutela.
A cien caballeros cantando á b e b e r .
Tumba vosotros sois de nuestra gloria,
Del arpa sonora los dulces concentos
De la antigua h i d a l g u í a ,
A p l a u d e n con b r a v o s y vivas sin f i n ;
Del castellano h o n o r , q u e en la m e m o r i a
Sólo nos queda h o y día. Y en coro r e s u e n a n alegres acentos.
En alto las copas a h o n o r del festín.
Verted, j u n t a n d o las dolientes m a n o s ,
Lágrimas, ¡ a y ! , que escalden la mejilla : i Mas luego en silencio la mágica lira,
Mares de eterno l l a n t o , castellanos, Vibraba suave, se torna a escuchar,
No bastan a b o r r a r vuestra m a n c i l l a . I Y sigue a su a c e n t o , q u e plácido inspira,
La voz regalada de aqueste cantar.
Llorad como m u j e r e s ; vuestra lengua
No osa lanzar el grito de v e n g a n z a ; Cual negra fantasma que en f o r m a m e d r o s a
Apáticos vivís en tanta m e n g u a , A tímida virgen de n o c h e a t e r r ó ,
Y os cansa el b r a z o el peso d e la l a n z a . Así e n la alta c u m b r e del m o n t e escabrosa
E l h o m b r e a caballo veloz p a r e c i ó .
¡ O h ! En el d o l o r eterno o u e me inspira, ¡
El pueblo en torno avergonzado calle, i Al pie del castillo llegando el g u e r r e r o ,
Y estallando las cuerdas de mi lira, ; Alegre r e l i n c h a su n o b l e t r o t ó n ;
Roto también mi corazón estalle. ! La r i e n d a r e c o g e , desmonta ligero
I
Y p a r a y escucha sonar la canción.

l
CANTO DEL CRUZADO E r a la n o c h e , y la l u n a
Melancólica b r i l l a b a
Ya tarde en la noche la l u n a escondía, Con pálida luz suave
Cercana a Occidente, su lívida faz, En el j a r d í n de la A l h a m b r a .
i al Norte entre n u b e s r e l á m p a g o ardía
(,hte el cielo i n u n d a b a d e l u m b r e fugaz. ; E n su soledad se goza
La h e r m o s í s i m a Z o r a i d a ,
E! Tajo sus ondas con r o n c o b r a m i d o La más bella ele las inoras,
Despeña, y el eco redobla el fragor. La a d o r a d a de A b e n á m a r .

1
Incompleto, porque el autor no quiso o no i T a n sólo r o m p e el silencio
Pudo terminarlo; pero lo que hay es bueno y ] E n t r e las flores el aura
nace sentido, aunque faltan algunas palabras i
Q u e d u l c e m e n t e las mece
que van suplidas con puntos. (Nota de P. de !
la E.) Y s u ; perfumes exhala.

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44 OBRAS COMPLETAS DON- JOSÉ DE ESPROís'CEDA

Allí, vagando en silencio, I Cual dulce en la selva, con plácido encasto,


Sus pensamientos halagan El eco modulan las auras de abril.
Mil imágenes sabrosas,
Y luego cien arpas resuenan, y el coro
Mil cumplidas esperanzas.
Los nobles entonan cantando a la vez,
Mas ¿qué estruendo de trompetas Y el fin malogrado del ínclito moro
Toca a rebato en Granada, Envidian, y ensalzan su amor y su prez.
Y entre confuso alboroto
En tanto, el viajero que el cántico oía.
Retumba el grito de alarma?
Con fuerza en las puertas la lanza chocó,
Zoraida escucha y suspira, Y allá en las almenas al punto el vigía :
Que al son de guerra, Abenámar, —¿Quién llama a estos muros?—falaz respo|
El más bravo de los moros, [<1¡.
Es el primero que marcha.
—Asilo ien la noche demanda un guerrera!
Ya cerca escucha las trompas Que errante camina —gritó el paladín.
De las huestes castellanas. —Abridle —de adentro sonó un caballero-
Y relinchos, y carreras, Y encuentre acogida y asiento al festín.
Y el batir de las espadas. Las gruesas cadenas que el puente suspej.
Con ronco sonido se sienten crujir. [<W
Precipitada a una reja,
Y bajan el puente, y algunos descienden,
Sabe la mora al alcázar,
Armados guerreros, las puertas a abrir.
Y por la vega anchurosa
Tiende la vista agitada. —El nombre—le dicen—nos muestre el ÍÓ|
! Jado,
Inquieta, atento el oído,
—Mi nombre—responde—me es fuerza ocultar;
Tiembla al crujir de las armas,
Saber es bastante que soy un cruzado
Cual tímido cervatillo
Que vuelve de tierras allende del mar,
Si el viento agita las ramas.
So un manto sencillo de candido lino,
En su ventana la noche Do roja aparece la espléndida cruz,
Toda lo espera azorada; Su rostro y sus armas cubrió el paladino.
Ya el estruendo y voces crecen, I Sus ojos tan sólo dejando a la luz.
Ya poco a poco se callan. j
En ellos ostenta con pur* altiveza,
Era el r u m o r : loe guerreros Fijándolos firme, intrépido ardor;
Vuelven en triunfo a Granada. Mas luego se apaga con fría tristeza
En leve descuido su vivo fulgor.
Gallardo en las lides
Cayó el vencedor; En tanto, dos pajes, sirviendo de guía,
¡Ay!, llora, Zoraida, Conducen al huésped adentro el salón,
Tu triste amador. - Y sale a su encuentro con faz de alegría.
Su voz moribunda Dejando el convite, gallardo infanzón.
Tu nombre exhaló,
La mano, por muestra de dar bienvenida,
Y al pecho expirante
Tendiéndole, dice : —Llegado aquí en paa,
Tu banda estrechó.
Os dé mi castillo sabrosa acogida
Ya el bardo a su gloria
Y halléis con nosotros placer y solaz.
Levanta la voz;
Eterno su nombre El huésped, en tanto que el noble le hablaba,
Dirá el trovador. Mantiene los ojos clavados en él,
Gallardo en las lides Así que en su rostro semblanza encontraba
Calló el vencedor; Que antiguos recuerdos presentarle fiel.
¡Ay!, llora, Zoraida,
—¿Sois vos —le pregunta— gentil castellao»
Tu triste amador.
De aquesta comarca tal vez el señor?
El arpa acompaña, callado ya el canto ¿Sois vos el que llaman el Conde Lozano,
Con lánguidos trinos la trova gentil, I Honor de Castilla, del moro terror.
POESÍAS 45

ci noble, modesto, responde al guerrero : Y, lanzándose a los mares, (


Vo soy el que llaman cual vos me decís. Voló a buscar la victoria.
ti puso la fama empero mi nombre
Allí su lanza en la lid
»l's alto que nunca tal vez merecí.
Dio a su renombre esplendor,
Entrad c°n nosotros, partid el contento, Y le cantó el trovador
Heroico soldado de la alta Sión; cual intrépido adalid.
nírás de tus viajes el plácido cuento,
Y aun en su noble semblante
V oiremos tus hechos con paz y atención.
Muestra señales heridas
-Mi vida y mis hechos—el huésped respon- En honra y pro recibidas
de De la que adora constante.
instara yo misino por siempre olvidar—;
Tal vez al verle a sus rejas
y j j f e y su rostro moreno se esconde
Le desconozca la hermosa
En nube sombría de negro pesar.
Que sensible y cuidadosa
Del sol de la Libia quemado el semblante, Oyó otro tiempo sus quejas.
Sus oJ os u n punto flamantes se ven;
Mas si no vuelve de Oriente,
jjas luego se apaga su brillo al instante,
Cual antes, joven hermoso,
V al fuego que lanzan sucede el desdén.
Vuelve, cual siempre, amoroso,
Con hondo suspiro prosigue el cruzado, Y ornada en lauros la frente.
Majando los ojos con triste mirar :
Y las lunas abatidas
-Delante el sepulcro de Dios he jurado
De los árabes altivos
Mi historia y mi nombre jamás confiar.
Cien caballos, cien cautivos,
Así he prometido robarme el constielo Las cimitarras vencidas.
i)iu'. acaso los hombres al mísero dan; El soldado de Sión
Así hasta que quiera por último el cielo, Rendirá ante su hermosura,
^uo baje a la tumba conmigo mi afán. Y con humilde ternura
Su constante corazón.
Su voz, su mirada, su rostro turbado
Profundo misterio parece encubrir; Y si amorosa un momento
El Conde en silencio le asienta a su lado Lo recibe con dulzura,
Sin más sus desdichas forzarle a decir. Tendrá completa ventura
Su más alto pensamiento,
Alguno le mira fijándose atento,
Que piensan su pecho tal vez sondear; Y tendrá por muy dichosa
Mas sólo su vista le da el pensamiento De su destino la estrella
Que es hombre que el riesgo no duda arrostrar. Si le devuelve su bella
Siempre tierna y cariñosa.
En tanto que el huésped, así indiferente,
Se vuelve a su estado de triste inacción, Que por la cruz y en su honor
El Conde Lozano anima su gente Ha alcanzado la victoria,
Mandando que entonnen alegre canción. Y su amor y su memoria
Realizó en la lid su valor.
Las copas henchidas del néctar sabroso
Se vieron al punto volar en redor Y buscando donde 3r
V el arpa vibrando con eco armonioso A hacer su nombre famoso,
Asi dulcemente cantó el trovador : Vuelve a sus pies venturoso
Sus laureles a rendir.
El soldado de Sión
Vencedor del turco fiero, —A fe —dijo un noble, ya el canto acahado-
Vuelve, valiente cruzado, Que son muy leales esclavos de amor
Del sol el rostro tostado Los bravos guerreros del templo sagrado,
Y en sangre tinto su acero. Según en sus versos pintó el trovador.
El que ansioso de gloria. Que dicen hermosas que son las mujeres
Joven dejó sus hogares, Qua adornan las tierras do se alza Lalén,
4b OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONC.EDA

Y ofrece el Oriente gustosos placeres, Tomad mi consejo y usad de prudencia;


Y todos los miran con tibio desdén. Al noble extranjero nombrad vuestro juex;-
Mostradle las damas y dadle sentencia.;
—No brillan mujeres allá en Palestina
Ninguno a su fallo, contienda otra vez.
—Responde un guerrero— cual brillan aquí;
Yo pongo que nunca mujer más divina Llegado de climas y tierras lejanas,
Se vio, que la hermosa que adora el Zegrí. Do ha visto las bellas de cada país,
A un lado dejando pretensiones vanas,
—Ximena es más bella —repuso un mancebo. No dudo que todos en él convenís.
Moviendo los ojos con fiero mirar;
Yo rompo una lanza por ella y lo pruebo. Y aquel que aún sostenga tenaz su porfía
Cualquiera en su contra se muestre a lidiar. Y dude a esta prueba tan fácil ceder,
Por cierto en su dama muy poco confía,
El Conde al momento : —Más bella es mí 1' no por muy bella la debe tener.
[esposa.
La reina en las justas de amor y beldad;
Yo pongo que es ella más noble y hermosa, REVOLUCIONES DEL GLOBO
Y acepto en la arena probar la verdad.
FRAGMENTO LÍRICO
- Cualquiera que venza «era venturoso
---Repuso un anciano— con viril ardor, Mil siglos han rodado
Empero el semblante hará más hermoso En columnas de fuego sobre el mundo r
De aquella que adora su noble valor. Y el mundo amedrentado
Ha visto, presagiando su caída,
Que allá cuando hervía mi pecho valiente De la nada en el piélago profundo
Con ansia amorosa y ardor juvenil, Media creación hundida.
Recuerdo con pena que anubla mi frente,
Cimbráronse los polos
Y aún hace a mi pecho turbado latir.
Bajo la inmensa mano
Que así por mi dama vibrando mi espada Del gigante huracán, y el peregrino,
En negra contienda de honrar la beldad, Entre el betún volcánico, ya en vano
Tendido a mis plantas de fiera estocada, El escombro del Etna pulveriza
Mi amigo más caro probó mi crueldad. Para hallar entre pálida ceniza
El mosaico fulgente de Herculano.
Vosotros, hermano en armas, y amigos, ¿Dónde estuvo la Atlántida? —Buscadla
ele España esperanza, mancebos de pro, En el fondo del férvido Océano,
¡Oh!, no querrá el cielo lidiéis enemigos Sin norte los navios
Por causa tan leve presente aquí yo. Que en sus playas recónditas surgieron,
Las férreas anclas a la mar botaron
Penosos recuerdos, eterno tormento
Quien hiera a su amigo por pago tendrá, Y entre escombros de Atlántida se hundieroe
Y siempre turbado doquier su contento Y en las torres de Atlántida clavaron.
La sombra del muerto delante hallará.

Allá vuestra espada con potente mano SOLEDAD DEL AlLMA


Se cruce al alfanje que en sangre cruel
Mi alma yace en soledad profunda
Regó el desolado campo castellano,
Árida, ardiente, en inquietud continua.
Y arranque a su frente antiguo laurel.
Cual la abrasada arena del desierto
Volved por las armas si algún caballero Que el seco viento de la Libia agita.
Con lengua villana se atreve a su honor, Eterno sol sus encendidas llamas
0 bien el osado moteja altanero Doquier sin sombra fatigoso vibra;
Sus mismos galanes de poco valor. Y aire de fuego en el quemado yermo
Bebe mi pecho y con afán respira.
Que entonces la honra exige que muerto, Cual si compuesto de inflamadas ascuas
O quede el que el duelo audaz provocó, Mi corazón hirviéndome palpita,
0 que ante testigos confiese el entuerto * \ mi sangre agolpada por mis venas
Que con sus palabras o acciones causó. (¿Con seco ardor calenturienta gira.

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POESÍAS 17

vano busco la floresta umbrosa El claro monarca


O el manantial del agua cristalina: Del alegre día,
.. i,0Sqiie umbrío, la apacible fuente Y ya de los bosques
Lejos de »"> burlando mi fatiga, La fresca guarida
tf en y aumentan mi fatal tormento Buscaban las aves
Falaces presentándose a mi vista. A la verde orilla
•Triste de mí! De regalada sombra, De las emboscadas
0e dulces aguas, de templada brisa, Aguas cristalinas,
rn fértil campo de verdura y flores Do en grutas sombrosas,
Con grata calma disfruté yo un día: Repuestas y frías,
Cual abre el cáliz de fragancia lleno En plácido sueño
«'andida rosa en la estación florida. Reposan las ninfas,
Fresco rocío regaló mi alma, Al son de las hojas,
\bierta a la esperanza y las delicias. Del aura mecidas,
Y rumor sonoro
IMITACIÓN DEL CANTAR De la clara linfa,
DE LOS CANTARES Yo en lecho de césped
Aunque mi zagal pulido Huyendo la estiva
Es rey grande y yo pastora. Sazón calurosa
El allá en su corte mora, De grata fatiga
Y yo en el campo florido; En tranquila calma
Supuesto que quiso amarme Sabrosa delicia
Y consigo desposarme. Mi pecho gustando
Yo soy de casta real. Tranquilo dormía
Tal para cual Entonces con dulces
Somos yo y el mi zagal. Imágenes vivas
Y mágicos cuadros,
Si él es lirio, yo soy rosa.
Mi mente se agita
Yo soy nardo, él mi azucena,
Y vuela arrobada
Mi blanco él, yo su morena.
La audaz fantasía
El mi hermoso, yo su hermosa,
Y pienso que en otros
El es bello y yo soy bella,
Apartados climas,
El mi sol, yo soy su estrella.
El cielo y yo celestial. Moradas felices
De perpetua dicha,
Tal para cual
En ricas mansiones
Somos yo y el mi zagal.
De variada vista,
El es rey, y yo soy reina, Allá entre jardines
Si do pisa nacen flores. Nacaradas brillan,
Mi huella produce olores, Gozoso discurro
Y oro peino si oro peina : Con planta atrevida,
El es mío y suya soy, Y pienso que en sacras
Dame el alma y se la doy Florestas umb'ías,
Pagándole por igual. Do luz regalada
Tal para cual Por siempre ilumina;
Somos yo y el mi zagal. Absorto contemplo,
Bgo dilecto meo et Surcada de ninfas,
dilectus mem mihi. Gentil en belleza,
iLa amable poesía,
A ANFEISO
De rosas y lauros
Ya al férvido trono La frente ceñida;
Del cénit subía. Allí a engalanarla
En la refulgente Las ciencias caminan;
Carroza divina, Relumbra en su mano
OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

La antorcha de vida ¡ A y!, ven al campestre


Que antiguas hazañas Pacífico asilo,
Y yertas cenizas, ¡Oh tú!, de las musas
Y mundos, y soles Alumno querido,
Y todo reanima Y al orbe arrebate
Y pienso que lejos, Tu canto divino
Allá entre la umbría, Y anime a los pueblos
Resuenan suaves A llevar el grito
Mil voces divinas, De patria y de gloria.
Al par que cien arpas, De súbito heridos
Con dulce armonía De noble entusiasmo
Y plácidos trinos, Que inflama tus himnos;
Las almas hechizan: Tal vez de tu lira
Y en grata esperanza, Los mágicos trinos
Feliz, a mi mismo Harán que yo eleve,
Me digo yo absorto : Cantando contigo,
— ¡Dichoso, si unido De empresa tan noble
Mi dulce Villalta, Acentos más dignos;
Gozara conmigo! Y entonces si al lauro
¡Ay!, ven al campestre Poético ciño
Pacífico asilo; Y allá en los vergeles
Y allá entre las nube» Del frondoso Pindó
Gozoso imagino Mi nombre entallado
Divisar las sombras En troncos floridos
De heroicos caudillos Veré por las ninfas
Que en nobles combates Del plácido río,
Vieran otros siglos. Y tuya mi. gloria,
Blasón de la patria, Será mi destino
Terror de enemigos, Dichoso por siempre
Que hueste sangrienta Viviendo contigo.
De Pelayo mismo, ¡Los gratos cantares
Triunfante arrullando Las aves imitan
Pendones moriscos, Y lánguidos ecos
Y también del fiero Las auras suspiran
Guzmán, el cuchillo Y en medio la dulce,
Brillar sobre el cuello Grata melodía,
Del mísero niño, El coro contemplo
Y aquellos valientes. De las bellas ninfa:
De Gerona invictos, Alegres subiendo
Los de Zaragoza La Diosa por guía,
Sobre escombros miro, A un diáfano templo
El águila hollando Sobre la alta cima
Del galo temido, Fundado de un monte
Y en Bailen, ¡o patria!, Que al cielo avecina,
Y en tantos conflictos. Y luego vi abrirse
Heroicos por siempre. Las puertas do brilla,
Tus ínclitos hijos. Vistosa en riqueza.
¡ Oh, n o ! Jamás piensen Viva en pedrería
Los siervos indignos Y en hombros de genios
Que sufran cadenas Alzarse a la cima
Los íberos mismos Un joven lozano
Que el timbre alcanzaron Ceñido de ricas
De honor y heroísmo. Coronas y blando
POESÍAS 49

Pulsando la lira, LA ENTRADA DEL INVIERNO


Cantando de Hesperia EN LONDRES
Las glorias antiguas. Un ángulo me basta entre mis lares,
0 ya con la alegre, un libro y un amigo, un sueño breve,
Donosa» Talía, que no perturben deudas ni pesares.
Rioja.
Virtud enseñando
Con gracia festiva Reina tu lobreguez invierno rudo
Y entonces sonando Y del norte en los climas ateridos
Las arpas divinas, De sombras y terror tiendes el velo :
En cánticos dulces Yace sin flores, lánguido, desnudo
Las célicas ninfas, El triste extenso campo y recogidos
Que alegres cercaban, Los fulgores del sol, se enluta el cielo.
La hermosa poesía, En el lejano monte
ILa alia alabanza El ronco trueno retumbar se siente.
De su genio digna Vuela en el horizonte
Oí que al poeta El rápido relámpago luciente
Cantando decían ; Y después en tristura
«Eternos loores Húndese y en silencio la Natura.
Al joven que inspira Oye el pastor tranquilo en su cabana
Con tierno cariño A la margen sentado de su hoguera
La amable poesía. Despeñarse las aguas a torrentes:
A Anfriso, ornamento Oye el viento rugir con brava saña
De España, delicia Y al lado de su dulce compañera
Que vence los siglos Mira jugar sus niños inocentes:
Y acalla la envidia. en su hogar regalado
Y luego entre nubes hasta volver de nuevo a su faena
Listadas de cintas el labrador cansado
De nácar y fuego
libre de odio, de esperanza y pena
Le vi a las divinas
en 1& noche horrorosa
.VToradas alzarse
se estrecha al seno de su casta esposa.
Do un trono erigían
Allá en el Olimpo Medita el sabio en sosegada calma
En su triste pacífico retiro,
Y vi, que gustando Del mísero mortal la infausta suerte:
La dulce ambrosía Y embebido en pensar, firme su alma,
al par de las diosas, Ni exhala del dolor triste suspiro
al son de su lira, Ni teme los furores de la muerte.
Los orbes el giro Tal vez, hórrido invierno,
Veloz reprimían. Vuelan tus largas horas venturosas
Sus versos guardaba Para el amante tierno
La eternidad misma Que entre las dichas del placer ansiosas
Y atónito entonces La boca delicada
Y el alma encendida Avaro besa de su dulce amada.
La gloria contemplo Salvo de tu furor el marinero
De aquél mis delicias, De su Patria Feliz arriba al puerto
Mi Anfriso querido Y saluda la tierra que le encanta:
Y amor de mi vida. La tempestad recuerda placentero
Que de triste pavor le tuvo yerto
Y dulces bramos venturosos canta.
Todos ven sus hogares,
Dicha, tranquilidad, gozo y fortuna
Reina en sus quietos lares.
Y entre los hielos, al rayar la luna,
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50 OBRAS COMPLETAS D E DON1 JOSÉ DE ESPRONCEDA

Ve callada la choza, Y levanta su frente rozagante :


Callado el muro donde el rico goza. Y a su vejez consuelo
Dan otros mil reverdeciendo el suelo.
Mas, ¡ay!, yo, triste, de contino, lloro,
Y de eontino crece mi quebranto i A y ! , yo en el suelo de la Patria mía
Y tu horror, ¡estación!, me enluta el alma; Gocé también la p a z : de mi cabana
Cuatro veces aquí te vi el tesoro Orné los juncos de galanas flores:
A los campos robar, tender tu espanto Del Manzanares en la selva umbría
Y derramar terror, silencio y calma: Coronado de yedras y espadaña
Palpita el ronco trueno En mi lira entoné cantos de amores
De la alterada mar el pecho mío, En la estación vernosa.
El ponto inmenso viendo Con euentos mil al lado de la hoguera,
Que me encadena entre el Bretón sombrío, La noche perezosa
Y cuyas turbias olas Pasaba entre las pláticas ligera :
Me alejan de las costas españolas 1 Y la naciente aurora
Era de nuevas dichas precursora.
Dichoso aquel que del hogar paterno
Nunca el umbral dejó, do cariñosa Allí gocé del plácido contento
La apacible virtud, meció su cuna; De un tierno corazón, amable prenda,
Que recostado en el regado tierno Y del primer amor sentí la llama :
De su amada zagala candorosa Ya fogoso voló mi pensamiento
Le vio dormirse la callada luna; De la alta gloria a la sublime senda
Mil veces venturoso Y de mi Patria celebré la fama :
Nunca otras tierras vio, nunca agitado Ora el cañón sonante
Del cuidado enojoso Que en las cavernas hondas retumbaba,
El sonoro clarín oyó aterrado, Ora el grito tonante
Y en su paterno asilo De Libertad que entre el fragor volaba
Sus hijos mira en su vejez tranquilo. Mi espíritu movía
Y guerra, dije, a la maldad impía.
Así árbol tierno en el abril florido
Libre de la segur, sus tiernas ramas Mas, ¿a qué corazón noble y honroso
Ostenta al margen del arroyo undoso : No engañará la aleve hipocresía
Ya su follaje plácido extendido Y la traición y ardid tan solapado?
'Libra al ganado de las febeas llamas, Traición, traición, retumba estrepitoso
Y el cauto escucha del pastor quejoso : Pirene altivo entre su cumbre fría
En la noche serena Del horrísono acento amedrentado ;
Presta acogida al venturoso amante; Traición, traición resuena
Brilla la aurora apenas Hasta el cántabro mar que, removiendo
Su recóndita arena
1 Churehman publica a continuación una es- Y las costas que baña estremeciendo,
trofa que el autor tachó queriendo eliminarla del Repite el alarido
poema.
Que entre sus ondas vaga allá perdido.
«¿Quién, sin patria, feliz? Aunque opulento
Nade en fortuna, en placer y en oro Adiós, lares queridos, patria mía
Y eterna aclamación doquier le siga:
¿Qué le puede valer débil contento Grata a mi pecho más que la riqueza
Que no enjuga jamás de un triste el lloro? Al del pomposo altivo cortesano;
¿Qué le sirve el placer que le mitiga Dulce mansión de gloria y de alegría,
Pasajeros dolores,
Sin el suelo gozar donde vio el día? Al presente morada de tristeza.
¿Qué valen los honores? Adiós, doquier te buscaré ya en vano,
¿Qué le valen riquezas a porfía
Si no ve conmovido ¡Felice el que expirando
Su blanda cuna ni su hogar querido?» Al fiero golpe de enhastada lanza
La estrofa es, indudablemente, defectuosa y Cayó alegre esperando
está bien suprimida. De un modo más correcto Que fuese libre y alcanzar venganza!
e impersonal (Espronceda no se había lanzado
aún al romanticismo cuando esto) expresa lo
mismo en la estrofa que sigue.: (N. de Chureh- Llorar, llorar m | lamentable suerte
man.) Me resta en mi desdicha por consuelo
POESÍAS 51

¡j¡ idolatrada Patria recordando : A LA LUNA i


N* el placer, n i el dolor, ni la atroz muerte
Salve, tranquila, plateada luna
Cambian mi faz e n t a n amargo duelo,
que de la noche la grandeza ensalzas
En B » pecho la Patria dominando.
tus rayos ora derramando alegras
Recostado en la arena
mares y tierra :
Do se estrella feroz la mar bravia,
Clamo en m i t r i s t e P e n a : Triste te admira desdichado amante
Allí está el suelo de la Patria mía»; entre las ramas escuchando ahora
y lloroso suspiro, dulce jugando con «onantes alas
Rica Albión, si tu opulencia miro. céfiro flébil.

Bajel dichoso, que a la playa cara Ya retratada en el arroyo puro


Qne roe miró nacer tornas tu prora, trémula giras en sus ondas claras,
Raudo dejando el Támesis undoso, ya entre celajes asomando brusca
Siempre dulce la mar, serena y clara. miro tus rayos.
Siempre un aura feliz consoladora,
Tú me recuerdas amorosa luna,
Hagan cierto tu rumbo presuroso:
la dulce noche que en mis tiernos brazos
Su costa descubriendo
cayó mi bien enajenada dando
Do eterna el sol su claridad derrama,
lánguidos besos.
Tu vela en popa hinchando
El alígero viento que la inflama, T ú iluminabas la rendida esfera,
Dirás con alegría: tú, venturosa, de Endimión en brazos,
nVn desterrado la salad te envía» l. tierna mirabas mi felice gozo
gozo anhelando.
CARTA A BALBINO C O R T E S 2
Aquí el sonido del suave canto
Goza, Balbino mío, que Filomena enamorada entrega
En deliciosa calma, al viento, dando cariñosos ayes,
Los años de tu vida, tórtola blanda.

Cual arbolíllo tierno, Los dulces labios de mi dulce amada


Bañado de aguas claras, se unieron blandos a mi boca ansiosa
Pomposa copa ostenta por vez primera, disfrutando tierpas
De ramos coronada. gratas delicias.
Así felice seas, Mas ora gimo e incesante lloro
Y allá en la dulce patria, vierto, escuchando el agorero acento
Tornes a ver los lares del buho triste, que en algún sepulcro
Queridos a tu alma. mísero canta.
Y de tu anciano padre
El alma acongojada Lánguida luna que mis tristes quejas
Alivies y consueles dulce recoges, con amable rostro,
Su llanto en sus desgracias. si te enternece mi desdicha amarga,
Y en tanto que este día Hora conmigo.
Tu dicha eterna haga
Tú, separada del pastor querido
Mi amistad y mi lira
lloras^ ¡ oh, luna!, la fatal ausencia
Su numen te consagran. .
que tüt sus brazos y del bosque umbroso
J. de E. ora te aparta.

1 «El Ciudadano José de Espronceda, autor de 1 Esta poesía se ofrece en un borrador rriuy
la anterior composición, se la presenta al Ciuda- confuso, numeradas unas estrofas y otras no.
dano Balbino Cortés; -Londres; l.o- de enero de El orden en que las damos no es el mismo; de
1827; i.n a ño de la venta de la Libertad Espa- Mr. Churchman. Nos ajustamos a la numera-
ñola.» .'. ción del borrador intercalando entre la 3.a y la
2
En,.-el; manuscrito de la Biblioteca Nacional 4.a las dos estrofas que en él aparecen interca-
da Madrid, hay una nota a lápiz que dice: Lon- ladas también;. Y creemos Que el sentido es más
dr
es, 1828, de José Espronceda. lógico así. (Nota de M. Villa.)
52 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Mas tu carroza en la celeste esfera O las vides enlaza


Rauda dejando, gozarás, hermosa, Con los álamos altos, bien gozando
Tiernas caricias mientras yo derramo De la volátil caza,
lágrimas siempre. O las ramas inútiles podando,
O ya pulsa la avena
Dile a mi vida que su amado ausente Y con su tierno son el prado llena.
Mísero muere si en desdicha tanta
A este repuesto sosegado bosque Mira en el cerro herboso
dulce no vuelve. De los toros errantes la manada,
0 en cántaro, gozoso,
Pone la miel que fuera trabajada
ENDECHA
Por solícita abeja.
Suave es tu sonrisa, amada mía, O su blanco vellón quita a la oveja.
Más dulce tú para mi amante pecho
Que en la noche sombría
A LA NOCHE
El tibio rayo de la blanca luna,
Si al tímido viajero,
En lúgubre silencio sepultados
Tras tempestad horrenda,
Yacen los mares, cielo, tierra y viento;
Muestra radiante la perdida senda.
La luna va con tardo movimiento
Tú mi divinidad: yo a ti rendido, Por medio de los astros enlutados.
Estático en tu faz miro mi cielo
Duerme el feliz pastor con sus ganados,
y en amor encendido,
Paran las aves su canoro acento,
El más feliz de los mortales todos,
Y de la noche el manto soñoliento
Disfruto tus caricias,
Al hombre da descanso en sus cuidados.
Y tierno te enamoro,
Y pagado en amor feliz te adoro. i Salve, oh luna! Salud, nocturno velo.
Tan deseado del dichoso amante;
Yo enjugo el llanto que en tus bellos ojos
Así entoldases siempre el alto cielo,
Brotó acaso el pesar, yo las alegrías
Trueco tristes enojos, Y de Febo jamás la luz ardiente,
Y yo en tus labios de rubí encendido Iluminado el espacioso suelo,
Recojo enajenado Viese mi llanto triste e incesante.
Tu lánguido suspiro
Y tu aliento purísimo respiro.
ANTE LA MUERTE

ILUSIÓN (IMPROVISACIÓN)

Cuando la vea primera de mis ojos


Cuando a las puertas de la tumba helada
Llenaste, ¡oh mar!, el ambicioso anhelo
El hombre lucha con la Parca insana,
Era tan niño que creí que el cielo
Viendo vagar el alma entre la nada
estaba de mis plantas al nivel
Y sintiendo morir tal vez mañana;
Y alegre al ver sin puertas la morada
El hombre entonces desespera en tanto,
De que sabía maravillas tantas
D e dolor, ¡ay!, vertiendo acerbo llanto.
Quise moviendo mis sencillas plantas
AI cielo entrar para quedarme en él.
— ¡Qué pena y qué agonía
LA VIDA D E L CAMPO El corazón y el pecho me devoran!
¡Cómo siento vacila el alma mía
Feliz el que apartado
en la terrible y postrimera hora!
De las ciudades, cual la antigua gente,
Labra el campo heredado
Y en su pecho ningún cuidado siente, Y es tan triste morir cuando aún la vida
Ni la trompa guerrera Nos brinda con sus galas y sus flores,
Ni el mar airado el corazón le altera. Cuando dejamos la mujer querida.

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POESÍAS 53

Venturosa cantando sus amores, Un ángel que desea


One el corazón transido Con inocente ardor,
Hasta su mismo Dios le da al olvido. Lo miro, y al mirarte,
pierdo la dulce calma
que me dejó en el alma
•Dichoso una y mil veces el qne muere
Un recuerdo de amor.
Eu dichas y placeres embriagado,
El que ve en sueños la mujer que adora, Cuál música suave
r torno de su pecho enamorado; (La voz del Ángel siento;
Porque su alma, gozosa en dicha tanta, Y me inspira su acento
Ante el trono de Dios sonríe y canta! Un fuego abrasador,
Así ilusión perdida
Me tiene enajenado;
Yo queriendo buscar aún anhelante
Queriendo infortunado
Al ángel celestial que imaginara,
Un recuerdo de amor.
Corrí el mundo cual águila rampante
Sin encontrar a la mujer que amara
Recuerdo delicioso
Y vagué por desiertos, en los cuales
Que en la memoria vives,
Hasta las mismas flores vierten llanto,
Y que siempre me sigues
Y crucé por inmensos arenales
Cual ángel bienhechor :
Sin encontrar a la que adoro tanto.
¿No dejes u...
de mostrarme...
Y rendido de pena y moribundo el objeto ala...
Y aun pensando encontrarla todavía, que cautivo...
Corrí fogoso en el inmenso mundo,
Cual halcón que los aires desafía.
Sin que una buena estrella me guiara A DON JOSÉ GARCÍA DE YILLALTA
Al camino que anduvo la que amara.
A ti de las musas
Alumno querido,
ÜN RECUERDO DE AMOR Mi dulce Villalta,
Sempre al pensier tornavano Mis versos te envío.
A ti cuya cuna
Gl'irrevocasi di.
Mecida en el Pindó
Manzoni
Amor enlazara
Como la fresca rosa De rosas y mirtos.
En la noche serena Aquí do sus aguas
Todo eí ambiente llena Resbala tranquilo
Con purísimo olor : El Sena opulento,
Así llena mi pecho Por bosques floridos
Cual bálsamo precioso Mi pecho recrean
Un sueño misterioso, Tus cantos divinos
Un recuerdo de amor. Gozoso mi labio
Con siempre decirlos
Concentrado en sí mismo
Y ya le contemplo
Mi corazón suspira;
Sondar atrevido
Y sin cesar delira,
Misteriosas ciencias
Se muere de dolor,
allá del Empíreo
Nunca pensé que el alma
La ley estudiando
Por él sufriera tanto,
Que en giro contino
Que me arrancase llanto
Gobierna invariable
Un recuerdo de amor.
Mundos infinitos;
Vagando entre ilusiones O en lira sublime
Ángel candido crea Con lúgubres himnos
54 OBRAS COMPLETAS DE DON' JOSÉ DE ESPRONCEDA

Cantar de la patria Volvitudo contino


Los héroes invictos, Los ojos llorosos
Sus ínclitos nombres Al suelo querido.
Robando al olvido, Amor a ti entonces
Del fiero De Pablo Un plácido alivio
Llorando el destino En tanta desdicha
Y entonces acaso Guardaba benigno,
Con triste gemido Y hermosa tu amada
Recuerdo los días Con dulces cariños
Que juntos nos vimos Aún menos amargas
A par de cien héroes Tu3 lágrimas hizo.
En fuego encendidos
Y ansiosos de gloria
Volar al peligro CUENTO
Entonces alegres
Los libros proscriptos Sería la hora de la tarde cuando en nj
A ver tus umbrales bosque riberas del dorado Tajo, un guerrero
¡ Oh, patria!, volvimos armado de punta en blanco yacía sentado a
Y allá resonaron su apacible sombra y parecía contemplar el
Nuestros nobles gritos curso del agua en silenciosa meditación. Te-
Los valles profundos nía el escudo y el yelmo a un lado, el ca-
Torrentes y riscos ballo atado a un árbol, y su lanza, que era de
Y cumbres nevadas desmedida grandeza, arrimada al tronco a cuya
Del Pirene altivo, sombra sesteaba. Reinaba el silencio en la
Mas, ¡ay! s que las hordas soledad, el sol caminaba a ocultarse y ya
Del déspota indigno mil nubes de fuego le alzaban el trono de
Triunfar de los pocos oro en que desciende a sus soberbios alcá-
Intrépidos vimos zares de Occidente. La calma del bosque, el
Y arrastrar furiosos murmullo de las aguas, el susurro de las ho-
A los oprimidos jas que agitaba mansamente la brisa, y más
Generosos héroes que todo la hora y la soledad, convidaban a
A injusto suplicio aquellas dulces ilusiones a que se entrega con
A par que trabara tanto gusto la fantasía, trasladándonos a lai
Con lazos inicuos regiones de la imaginación y que hacen la de-
El galo mañoso licia y el encanto de nuestra alma.
(Los nuestros invictos Tal vagaba la mente del Paladín embebe-
Allí de las armas cido en su pensamiento cuando del lado de
Despojados fuimos la derecha oyó o figuró que oía suavemente
Y luego arrancados vibrar el eco de un arpa, dulce más que el
Del patrio recinto cántico de los ángeles, bien como si descen-
Con lágrimas tristes diera su sonido de la morada de los encantos.
Tan solo pudimos Volvió el rostro al sitio donde sonaban tan
Hacer a los héroes deliciosos acentos y ya iba a levantarse y ¿es-
Holocausto digno. cubrir la divinidad, que debía serlo sin duds
Volvimos entonces de aquel escondido bosque, cuando una v<"
Al árido hastío argentina, muy más sabrosa que el trino del
Al llanto y las penas arpa le sorprendió de nuevo y le detuvo en
Del triste prescripto su intento oyendo que cantaba de esta ma-
A ver como un sueño nera :
Volar al delirio Dichoso tú que a la nación dichosa
Que acaso nos muestra Llegaste del amor y la hermosura
Los lares nativos Do eterna brilla la fragante rosa
En vano anhelantes Imagen dulce de inmortal ventura
P O E S í AS 55

r'"ete «I yelmo y en la sombra umbrosa Hija soy del monarca poderoso


0 , r a ¡oh, mortal!, do con feliz dulzura Allá en los pueblos donde nace el día
rTna el a m o r s* h* e r e e n s u s « n o Jos Do en sacro curso el Ganges caudaloso
purpúreos labios y amorosos ojos. Ricos corales en sus ondas cría:
Imperios mil en homenaje honroso
g n palacios de nácar y rubíes Doblan rodilla en la presencia mía.
Verás las ninfas del dorado río, Tú serás el señor de mi belleza,
Coronadas de rosas y alhelíes Tuyo mi imperio, y tuya mi riqueza.
Tejiendo danzas con gallardo brío.
Calló la voz y el guerrero con intrépida
Allí en alfombras blancas y turquíes
determinación caló el yelmo y empuñó la
Templada el aura en delicioso frío
lanza, dirigiéndose a descubrir la causa de
Dulce descansarás, oyendo en tanto
tan maravilloso acontecimiento. Una mujer de
Peí almo coro el armonioso canto.
formas sílficas apareció entre los árboles, co-
mo el rayo del sol centellea trémulo entre
Mas luego, ¡oh, Dios!, intrépido gigante las hojas, y volvió a desaparecer, Viola se-
De horrible gesto y ademán tremendo
gunda vez el guerrero, siguió los pasos pre-
Se mostrará a deshora amenazante
surosamente, cuando...
Inmensa maza con furor blandiendo
Espantoso dragón de centelleante Pero aquí estaba roto el manuscrito anti-
Vista y la espalda en arco recogiendo guo que refiere este suceso, dejándolo inte-
Desrolarse verás y a ti ya junta rrumpido cuando prometía más agradable en-
Vibrar silbando la trilingüe punta. tretenimiento. Con todo como puede ser gus-
toso a alguno leer otras historias que hay allí
Que estos aquí de mi infeliz belleza escritas de muy curiosa invención y pasa-
Los guardas son como encantada vivo, tiempo, doy el título de dicho libro, que está
Sin que pueda mi llanto la dureza en el Museo de Londres y nombran en su
Calmar un punto de su pecho altivo : catálogo : Colección de hechos y Aventuras de
De mis males el áspera crudeza los famosos caballeros de Toledo a que pusie-
Oye esta vez, ¡oh, huésped compasivo!, ron feliz cima y acabamiento, con la historia
Dueño serás de mi beldad, si espanto aparte de sus proezas. Por el rabí Isaac, cé-
No pone a tu valor peligro tanto. lebre médico y escritor de Toledo.

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EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA
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CUENTO

ESTUDIANTE DE SALAMANCA
PARTE PRIMERA Patria de ilustres varones,
Noble archivo de las ciencias.
Sus fueros, sus bríos;
sus premáticas, su voluntad. Súbito rumor de espadas
Don Quijote.—Parte primera. Cruje y un ¡ ay! se escuchó ;
Era más de media noche, Un ay moribundo, un ay
Antiguas historias cuentan, Que penetra el corazón,
Cuando en sueño y en silencio Que hasta los tuétanos hiela
Lóbrega envuelta la tierra, Y da al que lo oyó temblor.
Los vivos muertos parecen, Un ¡ ay! de alguno que al mundo
Los muertos la tumba dejan. Pronuncia el último adiós.
Era la hora en que acaso El ruido
Temerosas voces suenan Cesó,
Informes, en que se escuchan Un hombre
Tácitas pisadas huecas, Pasó
Y pavorosas fantasmas Embozado,
Entre las densas tinieblas Y el sombrero
Vagan, y aullan los perros Recatado
Amedrentados al verlas: A los ojos
En que tal vez la campana Se caló.
De alguna arruinada iglesia Se desliza
Da misteriosos sonidos Y atraviesa
De maldición y anatema. Junto al muro
Que los sábados convoca De una iglesia
A las brujas a su fiesta. Y en la sombra
El cielo estaba sombrío, Se perdió.
No vislumbraba una estrella,
Una calle estrecha y alta,
Silbaba lúgubre el viento,
La calle del Ataúd,
Y allá en el aire, cual negras
Cual si de negro crespón
Fantasmas, se dibujaban
Lóbrego eterno capuz
Las torres de las iglesias,
La vistiera, siempre oscura
Y del gótico castillo
Y de noche sin más luz
Las altísimas almenas,
Que la lámpara que alumbra
Donde canta o reza acaso
Una imagen de Jesús,
Temeroso el centinela.
Atraviesa el embozado
Todo, en fin, a media noche
La espada en la mano aún,
Reposaba, y tumba era
Que lanzó vivo reflejo
De sus dormidos vivientes
Al pasar frente a la cruz.
La antigua ciudad que riega
El Tormes, fecundo río. Cual suele la luna tras lóbrega ntibe
Nombrado de los poetas, Con franjas de plata bordarla en redor
La famosa Salamanca, Y luego si el viento la agita, la sube
Insigne en armas y letras, Disuelta a los aires en blanco vapor:
60 OBRAS COMPLETAS DE) : JOSÉ DE ESPRONQEDA

Así vaga sombra de luz y de nieblas, Fuero le da su osadía,


Mística y aérea dudosa visión, Le disculpa su riqueza,
Ya brilla, o la esconden las densas tinieblas Su generosa nobleza,
Cual dulce esperanza, cual vana ilusión. bu hermosura varonil.
L a calle sombría, la noche ya entrada, Que en su arrogancia y sus vicios,
La lámpara triste ya pronta a expirar, Caballeresca apostura,
Que a veces alumbra la imagen sagrada Agilidad y bravura
Y a veces se esconde la sombra a aumentar. Ninguno alcanza á igualar:
El vago fantasma que acaso aparece, Que hasta en sus crímenes mismos,
Y acaso se acerca con rápido pie, En su impiedad y altiveza,
Y acaso en las sombras tal vez desparece, Pone un sello de grandeza
Cual ánima en pena del hombre que fue, Don Félix de Montemar.

Al más temerario corazón de acero


Recelo inspirara, pusiera pavor;
Al más maldiciente feroz bandolero Bella y más pxira que el azul del cielo
El rezo a los labios trajera el temor. Con dulces ojos lánguidos y hermosos,
Donde acaso el amor brilló entre el velo
Mas no al embozado, que aun sangre su espada Del pudor que los cubre candorosos;
Destila, el fantasma terror infundió, Tímida estrella que refleja al suelo
Y, el arma en la mano con fuerza empuñada, Rayos de luz brillantes y dudosos,
Osado a su encuentro despacio avanzó. Ángel puro de amor que amor inspira,
Segundo don Juan Tenorio, Fue la inocente y desdichada Elvira,
Alma fiera e insolente,
Elvira, amor del estudiante un día,
Irreligioso y valiente,
Tierna y feliz de su amante ufana,
Altanero y reñidor :
Cuando al placer su corazón, se abría,
Siempre el insulto en los ojos,
Como al rayo del sol rosa temprana;
En los labios la ironía,
Del fingido amor que la mentía,
Nada teme y todo fía
La miel falaz que de sus labios mana
De su espada y su valor.
Bebe en su ardiente sed, el pecho ajeno
Corazón gastado, mofa De que oculto en la miel hierve el veneno.
De la mujer que corteja,
Y, hoy despreciándola, deja Que no descansa de su madre en brazos
La que ayer se le rindió. Más descuidado el candoroso infante,
Ni el porvenir temió nunca, Que ella en los falsos lisonjeros lazos
Ni recuerda en lo pasado Que teje astuto el seductor amante:
La mujer que ha abandonado, Dulces caricias, lánguidos abrazos,
Ni el dinero que perdió. Placeres, ¡ ay!, que duran un instante
Que habrán de ser eternos imagina
Ni vio el fantasma entre sueños
La triste Elvira en su ilusión divina.
Del que mató en desafío,
Ni turbó jamás su brío Que el alma virgen que halagó un encanW
Recelosa previsión. Con nacarado sueño en su pureza,
Todo lo juzga verdadero y santo,
Siempre en lances y en amores,
Presta a todo virtud, presta belleza.
Siempre en báquicas orgías,
Del cielo azul al tachonado manto.
Mezcla en palabras impías
Del sol radiante a la inmortal riqueza.
Un chiste a una maldición-
Al aire, al campo, a las fragantes flores
Ella añade esplendor, vida y colores.

En Salamanca famoso Cifró en don Félix la infeliz doncella


Por su vida y buen talante, Toda su dicha, de su amor perdida;
Al atrevido estudiante Fueron sus ojos a los ojos de ella
Le señalan entre mil; Astros de gloria, manantial de vida.
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 61

•• 5 us labios con sus labios sella Hoja tras hoja las flores
su voz escucha embebecida, Que lleva en su mano, arranca.
Cuando
del dios que la enamora,
&nbrj Es su paso incierto y tardo,
le mira, extática le adora.
palee Inquietas son sus miradas,
Mágico ensueño parece
PARTE SEGUNDA Que halaga engañosa el alma.

...Except the hollow sea's, Ora, vedla, mira al cielo,


Mourns °' e r t l l e b e a u *y o f t n e Cyclades. Ora suspira, y se para :
Byron.—Don Juan, canto 4. LXXI,
Una lágrima sus ojos
Está la noche serena Brotan acaso y abrasa
De luceros coronada,
Su mejilla; es una ola
Terso el azul de los cielos
Del mar que en fiera borrasca
Como transparente gasa.
El viento de las pasiones
Melancólica la luna Ha alborotado en su alma.
Va trasmontando la espalda
Tal vez se sienta, tal vez
Del otero : su alba frente
Azorada se levanta;
Tímida apenas levanta,
El jardín recorre ansiosa,
Y el horizonte ilumina, Tal vez a escuchar se para.
Pura virgen solitaria,
Es el susurro del viento,
Y en su blanca luz suave
Es el murmullo del agua,
El cielo y la tierra baña.
No es su voz, no es el sonido
Deslizase el arroyuelo Melancólico del arpa.
Fúlgida cinta de plata
Son ilusiones que fueron:
Al resplandor de la luna,
Recuerdos, ¡ay!, que te engañan,
Entre franjas de esmeralda.
Sombras del bien que pasó...
Argentadas chispas brillan Ya te olvidó el que tú amas.
Entre las espesas ramas,
Esa noche y esa luna
Y en el seno de las flores
iLas mismas son que miraran
Tal vez aduermen las auras.
Indiferentes tu dicha,
Tal vez despiertas susurran, Cual ora ven tu desgracia.
Y al desplegarse sus alas,
¡ A h í , llora, sí, i pobre Elvira!,
Meeen el blanco azahar,
¡Triste amante abandonada!
Mueven la aromosa acacia,
Esas hojas de esas flores
Y agitan ramas y flores Que distraída tú arrancas,
Y en perfumes se embalsaman :
l Sabes adonde, infeliz,
Tal era pura esta noche
El viento las arrebata?
Como aquella en que sus alas
Donde fueron tus amores,
Los ángeles desplegaron Tu ilusión y tu esperanza.
Sobre la primera llama
Deshojadas y marchitas,
Que amor encendió en el mando,
¡Pobres flores de tu alma!
Del Edén en la morada.

¡Una mujer! ¿Es acaso


Blanca silfa solitaria, Blanca nube de la aurora,
Que entre el rayo de la luna Teñida de ópalo y grana,
Tal vez misteriosa vaga? Naciente luz te colora
Refulgente precursora
Blanco es su vestido, ondea
D« la candida mañana.
Suelto el cabello a la espalda.

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62 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Mas, ¡ ay!, que se disipó Y su frente en revuelto remolino


Tu pureza virginal, Ha enturbiado su loco pensamiento,
Tu encanto el aire llevó Como nublo que en negro torbellino
Cual la ventura ideal Encubre el cielo y amontona el viento.
Que el amor te prometió.
Y vedla cuidadosa escoger flores,
Hojas del árbol caídas Y las lleva mezcladas en la falda,
Juguetes del viento s o n : Y, corona nupcial de sus amores,
Las ilusiones perdidas, Se entretiene en tejer una guirnalda.
¡Ay!, son hojas desprendidas
Del árbol del corazón. Y en medio de su dulce desvarío
Triste recuerdo el alma le importuna
¡El corazón isin amor! Y al margen va del argentado río,
Triste páramo cubierto Y allí las flores echa de una en u n a ;
Con la lava del dolor,
Oscuro, inmenso desierto Y las sigue su vista en la corriente,
Donde no nace una flor! Unas tras otras rápidas pasar,
Y confusos sus ojos y su mente
Distante un bosque sombrío, Se siente con sus lágrimas ahogar;
El sol cayendo en la mar,
En la playa un aduar, Y de amor canta, y en su tierna queja
Y a lo lejos un navio Entona melancólica canción,
Viento en popa navegar; Canción que el alma desgarrada deja,
Lamento, ¡ ay!, que llaga al corazón.
Óptico vidrio presenta
En fantástica ilusión, ¿Qué me valen tu calma y tu terneza,
Y al ojo encantado ostenta Tranquila noche, solitaria luna,
Gratas visiones, que aumenta Si no calmáis del hado la crudeza,
Rica la imaginación. Ni me dais esperanza de fortuna?

Tú eres, mujer, un fanal ¿Qué me valen la gracia y la belleza,


Transparente de hermosura : Y amar como jamás amó ninguna,
j Ay de t i ! , si por tu mal Si la pasión que el alma me devora
Rompe el hombre en su locura La desconoce aquel que me enamora?
Tu misterioiso cristal.

Mas, ¡ay!, dichosa tú, Elvira,


En tu misma desventura, Lágrimas interrumpen su lamento,
Que aún deleites te procura, Inclinan sobre el pecho su semblante,
Cuando tu pecho suspira, Y de ella en derredor susurra el viento
Tu misteriosa locura : Sus últimas palabras, sollozante.

Que es la razón un tormento,


Y vale más delirar
Sin juicio, que el sentimiento
Cuerdamente analizar,
Fijo en él el pensamiento.
Murió de amor la desdichada Elvira,
Cándida rosa que agostó el dolor,
Suave aroma que el viajero aspira
Vedla, allí va que sueña en su locura
Y en sus alas el aura arrebató.
Presente el bien que para siempre huyó.
Dulces palabras con amor m u r m u r a : Vaso de bendición, ricos colores
Piensa que escucha al pérfido que amó, Reflejó en su cristal la luz del día,
Mas la tierra empañó sus resplandores,
Vedla, postrada su piedad implora
Y el hombre lo rompió con mano impía.
Cual si presente le mirara a l l í :
Vedla, que sola se contempla y Hora, Una ilusión acarició su m e n t e :
Miradla delirante sonreír. Alma celeste para amar nacida,
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 63

- fl e i amor de su vivir la fuente, »Y jamás turbe mi infeliz memoria


ctaba j « nt0 a su ílusion su viaa
- Con amargos recuerdos tus placeres;
Goces te dé el vivir, triunfos la gloria,
Amada del Señor, flor venturosa, Dichas el mundo, amor otras mujeres:
Llena de amor murió y de juventud: Y si tal vez mi lamentable historia
Despertó alegre una alborada hermosa A tu memoria con dolor trajeres,
Y a la tarde durmió en el ataúd. Llórame, s í ; pero palpite exento
Tu pecho de roedor remordimiento.
Vías despertó también de su locura
Al término postrero de su vida, «Adiós por siempre, a d i ó s : un breve instante
Y al abrirse a sus pies la sepultura, Siento de vida, y en mi pecho el fuego
Volvió a su mente la razón perdida. Aun arde de mi amor; m i vista errante
Vaga desvanecida..,, ¡calma luego,
La razón fría! ¡La verdad amarga!
Oh muerte, mi inquietud!... ¡Sola..., expiran-
El bien pasado y el dolor presente!...
Amaine: no, perdona : ¡inútil ruego! [te!
Ella feliz!, I tJ u e de tan dura carga
¡ Adiós!, ¡ adiós!, ¡tu corazón perdí!
Sintió el peso al morir únicamente!
— ¡Todo acabó en el mundo para raí!»
Y conociendo ya su fin cercano,
Así escribió su triste despedida
Su mejilla una lágrima abrasó;
Momentos antes de morir, y al pecho
Y así al infiel con temblorosa mano,
Se estrechó de sn madre dolorida,
Moribunda su víctima escribió :
Que en tanto inunda en lágrimas su lecho.
«Voy a morir: perdona sí mi acento
Y exhaló luego su postrer aliento,
Vuela importuno a molestar tu oído :
Y a su madre sus brazos se apretaron
El es, don Félix, el postrer lamento
Con nervioso y convulso movimiento,
De la mujer que tanto te ha querido.
Y sus labios un nombre murmuraron.
La mano helada de la muerte siento...
Adiós: ni amor n i compasión te pido... Y huyó su alma a la mansión dichosa
Oye y perdona si al dejar el mundo, Do los ángeles moran... Tristes flores
Arranca un ¡ay! su angustia al moribundo. Brota la tierra en torno de su losa,
El céfiro lamenta sus amores.
»¡Ah!, para siempre adiós. Por ti mi vida
Dichosa un tiempo resbalar sentí, Sobre <slla un sauce su ramaje inclina,
Y la palabra de tu boea oída, Sombra le presta en lánguido desmayo,
Éxtasis celestial fue para mí. Y allá en la tarde, cuando el sol declina,
Mi mente aún goza la ilusión querida Baña su t u m b a en paz su último r a y o . . .
Que para siempre, ¡ mísera!, perdí...
¡Ya todo huyó, despareció contigo!
PARTE TERCERA
¡Dulces horas de amor, yo las bendigo!

«Yo las bendigo, sí, felices horas, CUADRO DRAMÁTICO


Presentes siempre en la memoria mía,
Imágenes de amor encantadoras, Sarg.—¿Tenéis más que parar?
Francisco Paro los ojos.
Que aun vienen a halagarme en mi agonía.
Mas, ¡ayí, volad, huid, engañadoras Los ojos sí, los ojos: que descreo
Sombras, por siempre; mi postrero día Del que los hizo para tal empleo,
Moreto.—«San Francisco de Sena.»
Ha llegado: perdón, perdón, ¡Dios mío!
Si aun gozo en recordar mi desvarío. PERSONAS
*Y tú, don Félix, si te causa enojos D. FÉLIX DE MONTEMAH.
Que te recuerde yo mi desventura, D. MEGO DE PASTRANA.
Piensa están hartos de llorar mis ojos SEIS JUGADORES,
^grimas silenciosas de amargura,
* hoy, al tragar la tumba mis despojos, En derredor de una mesa
Concede este consuelo a mi tristura: Hasta seis hombres están,
kstos renglones compasivo m i r a ; Fija la vista en los naipes,
olvida luego para siempre a Elvira. Mientras juegan al p a r a r ;
OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Y en sus semblantes se pintan JUGADOR TERCERO


El despecho y el afán:
Envido.
Por perder desesperados,
Avarientos por ganar. JUGADOR PRIMERO

Reina profundo silencio, Quiero.


Sin que lo rompa jamás
Otro ruido que el del oro, ESCENA II
O una voz para jurar.
Galán de talle gentil,
Pálida lámpara alumbra
Con trémula claridad La mano izquierda apoyada
Negras de humo las paredes En el pomo de la espada,
De aquella estancia infernal. Y el aspecto varonil:

Y el misterioso bramido Alta el ala del sombrero


Se escucha del huracán, Porqué descubra la frente,
Que azota los vidrios frágiles Con airoso continente
Con sus alas al pasar. Entró luego un caballero.

JUGADOR PRIMERO
ESCENA I (Al que entra]
Don Félix, a buena hora
JUGADOR PRIMERO
Habéis llegado.
El caballo aún no ha salido.
» . FÉLIX
JUGADOR SEGUNDO
¿ Perdisteis?
¿Qué carta vino?
JUGADOR PRIMERO
JUGADOR PRIMERO
La sota. El dinero que me disteis
Y esta bolsa pecadora.
JUGADOR SEGUNDO
JUGADOR SEGUNDO
Pues por poco se alborota.
Don Félix de Montemar
JUGADOR PRIMERO Debe perder. El amor
Un caudal llevo perdido : Le negara su favor
¡Voto a Cristo! Cuando le viera ganar.

JUGADOR SEGUNDO D. FÉLIX (Con desdén.)


No juréis,
Necesito ahora dinero
Que aún no estáis en la agonía.
Y estoy hastiado de amores.
JUGADOR PRIMERO
(Al corro, con altivez)
No hay suerte como la mía.
Dos mil ducados, señores,
JUGADOR SEGUNDO Por esta cadena quiero.
¿Y como cuánto perdéis? (Quítase una cadena que lleva al pechó.)

JUGADOR PRIMERO JUGADOR TERCERO

Mil escudos y el dinero Alta ponéis la tarifa.


Que don Félix me entregó.
D. FÉLIX (Con altivez)
JUGADOR 'SEGUNDO

¿Dónde anda? La pongo en lo que merece.


Si otra duda se os ofrece,
JUGADOR PRIMERO Decid.
; Qué sé y o ! (Al corro.)
No tardará. Se vende y se rifa.

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EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 05

JUGADOR CUAKXO (Aparte.) JUGADOR TERCERO

¿Y hay quién sufra tal afrenta? ¿En cien onzas?

D. FÉLIX D. FÉLIX

Entre cinco están hallados. ¿Qué dudáis?


A. cuatrocientos ducados
JUGADOR PRIMERO (Tomando el retrato.)
Os toca, según mi cuenta.
Al as de oros. Allá va. ¡ Hermosa mujer!

(Va echando cartas, que toman los jugadores JUGADOR CUARTO


en silencio.)
No es caro :
Uno, dos...
D„ FÉLIX
[Al perdidoso.)
¿Queréis pararlas?
Con vos no cuento,
JUGADOR TERCERO
JUGADOR PRIMERO
Las paro.
Por el motivo lo siento. Más ganaré.
JUGADOR TERCERO D. FÉLIX

¡ El as!, ¡ el a s ! , ¡ aquí está! Si ganáis (Se registra todo.)


No tengo otra joya aquí.
JUGADOR PRIMERO

Ya ganó. JUGADOR PRIMERO (Mirando el retrato.)


Si esta imagen respirara...
D. FÉLIX

Suerte tenéis. D. FÉLIX

A un solo golpe de dados A estar aquí la jugara


Tiro los dos mil ducados. A ella, al retrato y a mí.
JUGADOR TERCERO JUGADOR TERCERO

¿En un golpe? Vengan los dados.


JUGADOR PRIMERO (A D. Félix.) D. FÉLIX

Los perdéis. Tirad.


D. FÉLIX JUGADOR SEGUNDO

Perdida tengo yo el alma, Por don Félix cien ducados.


Y no me importa un ardite.
JUGADOR CUARTO
JUGADOR TERCERO
En contra van apostados.
Tirad.
JUGADOR QUINTO
D. FÉLIX
Cincuenta más. Esperad,
Al primer envite. No tiréis.

JUGADOR TERCERO JUGADOR SEGUNDO

Tirad pronto. Van los cincuenta.

D. FÉLIX JUGADOR PRIMERO

Tened calma : Yo, sin blanca, a Dios le ruego


Que os juego más todavía, Por don Félix.
Y en cien onzas hago el trato,
JUGADOR QUINTO
Y os lleváis este retrato
Con marco de pedrería. Hecho el juego.
OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

JUGADOR TERCERO D. FÉLIX {Con cólera.)

¿Tiro? Vos habláis con demasiada


Altivez e irreverencia
D. FÉLIX
De una mujer..., ¡y si n o ! . . .
Tirad con sesenta
JUGADOR TERCERO
De a caballo.

dos se agrupan con ansiedad alrededor de De la pintura hablé yo.


mesa. El tercer jugador tira los dados.) TODOS

JUGADOR CUARTO
Vamos, p a z ; no haya pendencia.
¿ Qué ha salido ?
D, FÉLIX (Sosegado.)
JUGADOR SEGUNDO
Sobre mi palabra os juego
¡Mil demonios, que a los dos Mil escudos,
Nos lleven!
JUGADOR TERCERO
D. FÉLLC (Con calma al PRIMERO.)
Van tirados.
i Bien, vive Dios!
Vuestros ruegos que han valido, D. FÉLIX

Encomendadme otra vez, A otra suerte de esos dados;


Don Juan, al diablo; no sea Y el diablo les prenda fuego.
Que si os oye Dios, me vea
Cautivo y esclavo en Fez.
ESCENA I I I
JUGADOR TERCERO
Pálido el rostro, cejijunto el ceño,
Don Félix, habéis perdido
Y torva la mirada, aunque afligida,
Sólo el marco, no el retrato.
Y en ella un firme y decidido empeño
Que entrar la dama en el trato
De dar la muerte o de perder la vida.
Vuestra intención no habrá sido.
Un hombre entró embozado hasta los ojoi,
D. FÉLIX Sobre las juntas cejas el sombrero :
Víbrale el rostro al corazón enojos,
¿Cuánto diéraie por la dama? El paso firme, el ánimo altanero.
JUGADOR TERCERO Encubierta fatídica figura.—
Sed de sangre su espíritu secó,
Yo, la vida. Emponzoñó su alma la amargura,
La venganza irritó su corazón.
D. FÉLIX
Junto a don Félix llega— y desatento
No la quiero. No habla a ninguno, ni aun la. frente inclina;
Mirad si me dais dinero, y en pie delante de él y el ojo atento,
Y os la lleváis. Con iracundo rostro le examina.
Miró también don Félix al sombrío
JUGADOR TERCERO
Huésped que en él los ojos enclavó,
jBuena fama Y con sarcasmo desdeñoso y frío
Lograréis entre las bellas Fijos en él los suyos, sonrió.
Cuando descubran altivas,
D. FÉLIX
Que vos lá¡s hacéis cautivas,
Para en seguida vendellas! Buen hombre, ¿de qué tapiz
Se ha escapado —el que se tapa—
D. FÉLIX
Que entre ei sombrero y la capa
Eso a vos no importa nada. Se os ve apenas la nariz?
¿Queréis la dama? Os la vendo.
D. DIEGO
JUGADOR TERCERO
Bien, don Félix, cuadra en vos
Yo de pinturas no entiendo. Esa insolencia importuna.
EL ESTUDIANTE D E SALAMANCA 67

D. FÉLIX D. FÉLIX

JERCER JUGADOR sin hacer caso de D. DIEGO.) Calma, don Diego,


Que si vos os morís luego,
Perdisteis. Es tanta mi desventura,
JUGADOR TERCERO Que aun me lo habrán de achacar,
Y es en vano ese despecho,
Sí. La fortuna Si se murió, a lo hecho, pecho,
Se trocó : tiro y van dos. Ya no ha de resucitar.
(Vuelven a tirar.)
D. DIEGO

D. FÉLIX
Os estoy mirando y dudo
Gané otra vez. Si habré de manchar mi espada
(Al embozado.) No he entendido Con esa sangre malvada,
Qué dijisteis, ni hice aprecio O echaros al cuello un nudo
De si hablasteis blando o recio Con mis manos, y con mengua,
Cuando me habéis respondido. En vez de desafiaros,
El corazón arrancaros
D. DIEGO
Y patearos la lengua.
A solas hablar querría. Que un alma, una vida, es
Satisfacción muy ligera,
D. FÉLIX
Y os diera mil si pudiera
Podéis, si os place, empezar, Y os las quitara después.
Que por vos no he de dejar Jugo a mi labio han de dar
Tan honrosa compañía. Abiertas todas tus venas,
Y sí Dios aquí os envía Que toda tu sangre apenas
Para hacer m i conversión, Basta mi sed a calmar.
No despreciéis la ocasión ¡ Villano!
De convertir tanta gente,
(Tira de la espada : todos los jugadores se wi'
Mientras que yo humildemente
ter ponen.)
Aguardo mi absolución.
TODOS
D. DIEGO (Desembozándose con ira.)

Don Félix, ¿no conocéis Fuera de aquí


A don Diego de Pastrana? A armar quimera.

D. FÉLIX
D. FÉLIX (Con calma, levantándose.)

A vos no, más sí a una hermana Tened,


Que imagino que tenéis. Don Diego, la espada, y ved
Que estoy yo muy sobre m í .
D. DIEGO
Y que me contengo mucho,
¿Y no sabéis que murió? No sé por qué, pues tan frío
En mi colérico brío
D, FÉLIX Vuestras injurias escucho.
Téngala Dios en su gloria. D. DIEGO

D. DIEGO (Con furor reconcentrado y con la espada


Pienso que sabéis su historia, desnuda.)

Y quién fue quien la mató. Salid de aquí; que a fe mía,


Que estoy resuelto a mataros,
D. FÉUX (Con sarcasmo.)
Y no alcanzara a libraros
i Quizá alguna calentura ! La misma virgen María.
Y es tan cierta mi intención,
D. DIEGO
Tan resuelta está mi alma,
¡Mentís vos! Que hasta mi cólera calma

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68 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCííDA

Mi firme resolución. D. DIEGO


Venid conmigo.
¿Os reís?
D. FÉLIX
(Con voz solemne.)
Allá voy;
Pensad que a morir venís.
Pero sí os mato, don Diego,
Que no me venga otro luego (D. FÉLIX sale tras de él, embolsándose el dinefy
A pedirme cuenta. Soy con indiferencia.)
Con vos al punto. Esperad
Cuente el dinero... uno... dos... Son mil trescientos ducados.

(A D, DIEGO.) ESCENA IV
Son mis ganancias; por vos Los jugadores.
Pierdo aquí una cantidad
Considerable de oro JUGADOR PRIMERO
Que iba a ganar... ¿Y por qué?
Este don Diego Pastrana
Diez..., quince..., por no sé qué
Es un hombre decidido.
Cuento de amor..., ¡un tesoro
Desde Plandes ha venido
Perdido!..,, voy al momento.
Sólo a vengar a su hermana.
Es un puro disparate
Empeñarse en que yo os mate; JUGADOR SEGUNDO
Lo digo como lo siento.
¡Pues no ha hecho mal disparate!
D. DIEGO Me da el corazón su muerte.

Remiso andáis y cobarde JUGADOR TERCF.RO


Y hablador en demasía.
¿Quién sabe? ¿Acaso la suerte...?
D. FÉLIX
JUGADOR CUARTO
Don Diego, más sangre fría;
Me alegraré que lo mate.
Para reñir nunca es tarde.
Y si aun fuera otro el asunto,
PARTE CUARTA
Yo os perdonara la prisa :
Pidierais vos una misa Salió en fin de aquel estado para caer en d
Por la difunta, y al punto... dolor más sombrío, en la más desalentada d»
esperación y en la mayor amargura y deseos-
D. DIEGO suelo que pueden apoderarse de este pobre »
razón humano, que tan positivamente choca j
se quebranta con los males, como con vaguedsí
¡ Mal caballero í aspira en algunos momentos, caso siempre sin
conseguirlo, a tocar los bienes ligeramente y 4
I». FÉLIX pasada.
Miguel de los Santos Alvarez: «La protecel*
Don Diego, de un sastre.»
Mi delito no es gran cosa. Spíritus «juidem prointus »t:
Era vuestra hermana hermosa, caro vero infirma.
La vi, me amó, creció el fuego, (S, Marc. Evang.)
Se murió, no es culpa m í a ; Vedle, don Félix es espada en mano,
Y admiro vuestro candor, Sereno el rostro, firme el corazón,
Que no se mueren de amor También de Elvira el vengativo hermano
Las mujeres de hoy en día. Sin piedad a sus pies muerto cayó.
D. DIEGO Y con tranquila audacia se adelanta
¿Estáis pronto? Por la calle fatal d^l Ataúd;
Y ni medrosa aparición le espanta,
D. FÉLIX Ni le turba la imagen de Jesús.

Están contados. La moribunda lámpara que ardía


Vamos andando. Trémula lanza su postrer fulgor,
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 69

Y en honda oscuridad, noche sombría Firme intención y temerario brío,


- misteriosa calle encapotó. EX paso vuelve a la mujer tapada.

Mueve los pies el Montemar osado Mientras él anda, al parecer se alejan


En las tinieblas con incierto giro, La luz, la imagen, la devota dama,
Cuando ya u n t r e c h o de la calle andado, Mas si él se para, de moverse dejan :
Súbito junto a el oye un suspiro. Y lágrima tras lágrima derrama

Resbalar por su faz sintió el aliento, De sus ojos inmóviles la imagen


Y a su pesar sus nervios se crisparon; Mas sin que el miedo ni el dolor que inspira
Mas pasado el primero movimiento, Su planta audaz, ni su impiedad atajen,
A su primera rigidez tornaron. Rostro a rostro a Jesús Montemar mira.

«¡Quién va!», pregunta con la voz serena —La calle parece se mueve y camina,
Que ni finge valor, ni muestra miedo, Faltarle la tierra sintió bajo el p i e ;
El alma de invencible vigor llena, Sus ojos la muerta mirada fascina
Fiado en su tajante de Toledo. Del Cristo, que intensa clavada está en él.

Palpa en torno de sí, y el impío jura, Y en medio el delirio que embarga su mente,
Y a mover vuelve la atrevida planta Y achaca él al vino que al fin le embriagó,
Cuando hacia él fatídica figura La lámpara alcanza con mano insolente
Envuelta en blancas ropas se adelanta. Del ara do alumbra la imagen de Dios,

Flotante y vaga, las espesas nieblas Y al rostro la acerca, que el candido lino
Ya disipa y se anima y va creciendo Encubre, con ánimo asaz descortés;
Con apagada luz, ya en las tinieblas Mas la luz apaga viento repentino,
Su argentino blancor va apareciendo. Y la blanca dama se puso de pie.

Ya leve punto de luciente plata, Empero un momento creyó que veía


Astro de clara lumbre sin mancilla, Un rostro que vagos recuerdos quizá
El horizonte lóbrego dilata Y alegres memorias confusas traía
Y allá en la sombra en lontananza brilla. De tiempos mejores que pasaron ya.
Los ojos Montemar fijos en ella, Un rostro de un ángel que vio en un ensueño,
Con más asombro que temor la mira; Como un sentimiento que el alma halagó,
Tal vez la juzga vagorosa estrella Que anubla la frente con rígido ceño,
Que en el espacio de los cielos gira. Sin que lo comprenda jamás la razón.
Tal vez engaño de sus propios ojos,
Su forma gallarda dibuja en las sombras
Forma falaz que en su ilusión creó,
El blanco ropaje que ondeante se ve,
0 del vino ridículos antojos
Y cual si pisara mullidas alfombras,
Que al fin su juicio a alborotar subió.
Deslizase leve sin ruido su pie.
Mas el vapor del néctar jerezano
Nunca su mente a trastornar bastara, Tal vimos al rayo de la luna. llena
Que ya mil veces embriagarse en vano Fugitiva vela de lejos cruzar,
F-n frenéticas orgías intentara. Que ya la hinche en popa la brisa serena,
Que ya la confunde la espuma del mar.
'iDios presume asustarme : ¡ ojalá fuera,
Dijo entre sí riendo, el diablo mismo! También la esperanza blanca y vaporosa
Que entonces, vive Dios, quién soy supiera Así ante nosotros pasa en ilusión,
Eli cornudo monarca del abismo». Y el alma conmueve con ansia medrosa
Mientras la rechaza la adusta razón.
Al pronunciar tan insolente ultraje
La lámpara del Cristo se encendió : D. FÉLIX
Y una mujer velada en blanco traje,
«¡Qué! ¿Sin respuesta me deja?
Ante la imagen de rodillas vio.
¿No admitís mi compañía?
«bienvenida la luz», dijo el impío. ¿Será quizá alguna vieja
"Gracias a Dios o al diablo»; y con osada, Devota?... i Chasco sería!
70 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

En vano, dueña, es callar, Miró sus suspiros llevarlos el viento,


Ni hacerme señas que no : Sus lágrimas tristes perderse en el mar,
He resuelto que sí yo, Sin nadie que acuda ni entienda su acento
Y os tengo de acompañar. Insensible el cielo y el mundo a su mal...
Y he de saber dónde vais
Y él mismo, la befa del mundo temblando
Y si sois hermosa o fea,
Su pena en su pecho profunda escondió,
Quién sois y cómo os llamáis.
Y dentro en su alma su llanto tragando
Y aun cuando imposible sea,
Con falsa sonrisa su labio v i s t i ó ! ! ! . . .
Y fuerais vos Satanás
¡Ay!, quien ha contado las horas que fuero¿
Con sus llamas y sus cuernos,
Horas otro tiempo que abrevió el placer,
Hasta en los mismos infiernos,
Vos delante y yo detrás, Y hoy solo y llorando piensa cómo huyeron
Con ellas por siempre las dichas de ayer;
Hemos de entrar, ¡vive Dios!,
Y aunque lo estorbara el cielo, Y aquellos placeres, que el triste ha perdido
Que yo he de cumplir mi anhelo no huyeron del mundo, que en el mundo están,
Aun a despecho de v o s : Y él vive en el mundo do siempre ha vivido
Y aquellos placeres para él no son y a ! !
Y perdonadme, señora,
Si hay en mi empeño osadía, ¡Ay!, el que descubre por fin la mentira,
Mas fuera descortesía ¡ Ay!, el que la triste realidad palpó,
Dejaros sola a esta h o r a : El que el esqueleto de este mundo mira,
Y sus falsas galas loco le arrancó...
Y me va en ello mi fama,
Que juro a Dios no quisiera ¡Ay!, aquel que vive solo en lo pasado...!
Que por temor se creyera ¡Ay!, el que su alma nutre en su pesar,
Que no he seguido a una dama.» I^as horas que huyeron llamara angustiado,
Las horas que huyeron y no tornarán...
Del hondo del pecho profundo gemido,
Crujido del vaso que estalla al dolor,
Quien haya sufrido tan bárbaro duelo,
Que apenas medro'So lastima el oído,
Quien noches enteras contó sin dormir
Pero que punzante rasga el corazón;
En lecho de espinas, maldiciendo al cielo,
Horas sempiternas de ansiedad sin fin;
Gemido de amargo recuerdo pasado,
De pena presente, de incierto pesar,
Quien haya sentido quererse del pecho
Mortífero aliento, veneno exhalado
Saltar a pedazos roto el corazón;
Del que encubre el alma ponzoñoso m a r ;
Crecer su delirio, crecer su despecho;
Al cuello cien nudos echarle el dolor;
Gemido de muerte lanzó y silenciosa
La blanca figura su pie resbaló,
Ponzoñoso lago de punzante hielo,
Cual mueve sus alas sílfide amorosa
Sus lágrimas tristes que cuajó el pesar,
Que apenas las aguas del lago rizó.
Reventando ahogarle, sin hallar consuelo,
Ni esperanza nunca, ni tregua en su afán...
i Ay el que vio acaso perdida en un día
La dicha que eterna creyó el corazón,
Aquel, de la blanca fantasma el gemido,
Y en noche de nieblas, y en honda agonía
Única respuesta que a don Félix dio,
En un mar sin playas muriendo quedó...!
Hubiera, y su inmenso dolor, comprendida
Hubiera pesado su inmenso valor.
Y solo y llevando consigo en su pecho,
Compañero eterno su dolor cruel,
D. FÉLIX
El mágico encanto del alma deshecho,
Su pena, su amigo y su amante más fiel;
«Si bascáis algún ingrato,
Y ha visto la luna brillar en el cielo Yo me ofrezco agradecido;
Serena y en calma mientras él lloró, Pero o miente ese recato,
Y ha visto los hombres pasar en el suelo O vos sufrís el mal trato
Y nadie a sus quejas los ojos volvió, De algún celoso marido.

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ÜL ESTUDIANTE DE SALAMANCA U

«¿Acerté? ¡Necia manía! Si mañana muero, que sea en mal hora


Es para volverme loco, O en buena, cual dicen, ¿qué me importa a mí?
Si insistís en tal porfía; Goce yo el presente, disfrute yo ahora,
Con los mudos, reina mía, Y el diablo me lleve si quiere al morir.
Yo hago mucho y hablo poco.»
— ¡Cúmplase en fin tu voluntad, Dios mío!—.
Segunda vez importunada en tanto, La figura fatídica exclamó :
Una voz de suave melodía Y en tanto al pecho redoblar su brío
El estudiante oyó que parecía Siente don Félix y camina en pos.
Eco lejano de armonioso canto ;
Cruzan tristes calles,
De amante pecho lánguido latido, Plazas solitarias,
Sentimiento inefable de ternura, Arruinados muros,
Suspiro fiel de amor correspondido, Donde sus plegarias
El primer sí de la mujer aún pura, Y falsos conjuros.
En la misteriosa
«Para mí los amores acabaron: Noche borrascosa,
Todo en el mundo para mí acabó : Maldecida bruja
Los lazos que a la tierra me ligaron, Con ronca voz cania,
El cielo para siempre desató», Y7 de los sepulcros
Los muertos levanta,
Dijo su acento misterioso y tierno,
Y suenan los ecos
Que de otros mundos la ilusión traía,
De BUS pasos huecos
Eco de los que ya reposo eterno
En la soledad;
Gozan en paz bajo la tumba fría.
Mientras en silencio
Montemar, atento sólo a su aventura, Yace la ciudad,
Que es bella la dama y aun fácil juzgó, Y en lúgubre son
Y la hora, la calle y la noche oscura arrulla su sueño
Nuevos incentivos a su pecho son. Bramando Aquilón.

—Hay riesgo en seguirme. —Mirad ¡ qué re- Y una calle y otra cruzan,
[paro! Y" más allá y más allá :
—Quizá luego os pese. —Puede que por vos. Ni tiene termino el viaje,
—Ofendéis al cielo. •—Del diablo me amparo. Ni nunca dejan de andar.
—Idos, caballeros, no tentéis a Dios. 1 atraviesan, pasan, vuelven,
Cien calles quedando atrás,
—Siento me enamora más vuestro despego, YJ paso tras paso siguen,
Y si Dios se enoja, pardiez, que hará m a l : Y siempre adelante v a n :
Véame en vuestros brazos y máteme luego. Y a confundirse ya empieza
— ¡Vuestra última hora quizá ésta será...! Y a perderse Montemar,
Que ni sabe a do camina,
Dejad ya, don Félix, delirios mundanos.
Ni acierta ya dónde está:
— ¡Hola, me conoce! — ¡Ay! ¡Temblad por
[vos l Y otras calles, otras plazas
Recorre y otra ciudad,
¡Temblad no se truequen deleites livianos Y ve fantásticas torres
En penas eternas! —Basta de sermón, De su eterno pedestal
Arrancarse, y sus macizas
Que yo para oírlos la cuaresma espero; Negras masas caminar,
Y hablemos de amores, que es más dulce ha- Apoyándose en sus ángulos
Dejad ese tono solemne y severo, [bkr; Que en la tierra, en desigual,
Que os juro, .señora, que os sienta muy m a l ;
Perezoso tronco fijan;
La vida es la vida; cuando ella se acaba, Y a su monótono andar,
Acaba con ella también el placer. Las campanaiS sacudidas
¿De inciertos pesares por qué hacerla esclava? Misteriosos dobles dan;
' ar a mí no hay nunca mañana ni ayer. Mientras en danzas grotescas
72 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONOEDA

Y al estruendo funeral «Sombras, fantasmas, visiones...


En derredor cien espectros Dale con tocar a jnuerto,
Danzan con torpe compás: Y en revueltas confusiones,
Y las veletas sus frentes Danzando estos torreones
Bajan ante él al pasar, Al compás de tai concierto.
Los espectros le saludan,
»Y el juicio voy a perder
Y en cien leguas de metal,
Entre tantas maravillas,
Oye su nombre en los ecos Que estas torres llegué a ver,
De las campanas sonar. Como muías de alquiler,
Mas luego cesa el estrépito, Andando con campanillas.
Y en silencio, en muda paz
Todo queda, y desaparece »¿Y esta mujer quién será?
De súbito la ciudad: Mas si es el diablo en persona,
Palacios, templos, se cambian ¿A mí qué diantre me da?
En campos de soledad, Y más que el traje en que va
Y en un yermo y silencioso en esta ocasión, le abona.
Melancólico arenal,
»Noble señora, imagino
Sin luz, sin aire, sin cielo,
Que sois nueva en el lugar :
Perdido en la inmensidad,
Andar así es desatino ;
Tal vez piensa que camina, O habéis perdido el camino,
Sin poder parar jamás, O esto es andar por andar.
De extraño empuje llevado
Con precipitado afán; »Ha dado en no responder,
Entretanto que su guía Que es la más rara locura
Delante de él sin hablar, Que puede hallarse en mujer,
Sigue misterioso, y sigue Y en que yo la he de querer
Con paso rápido, y ya Por su paso de andadura.»
Se remonta ante sus ojos
En alas del huracán, En tanto don Félix a. tientas seguía,
Delante camina la blanca visión,
Visión sublime, y su frente
Triplica su espanto la noche sombría,
Ve fosfórica brillar,
Sus hórridos gritos redobla Aquilón.
Entre lívidos relámpagos
En la densa oscuridad,
Rechinan girando las férreas veletas,
Sierpes de luz, luminosos Crujir de cadenas se escucha sonar,
Engendros del vendaval: Las altas campanas, por el viento inquietas,
Y cnando duda si duerme, Pausados sonidos en las torres dan.
Si tal vez sueña o está
Loco, si es tanto prodigio, Ruido de pasos de gente que viene
Tanto delirio verdad, A compás marchando con sordo rumor,
Otra vez en Salamanca Y de tiempo en tiempo su marcha detiene,
Súbito vuélvese a hallar, Y rezar parece en confuso son.
Distingue los edificios,
Llegó de don Félix luego a los oídos,
Reconoce en donde está,
Y luego cien luces a lo lejos vio,
Y en su delirante vértigo
Y luego en hileras largas divididos,
Al vino vuelve a culpar,
Vio que murmurando con lúgubre voz,
Y jura, y siguen andando
Ella delante, él detrás. Enlutados bultos andando venían;
Y luego más cerca con asombro ve
«¡ Vive Dios!, dice entre sí, Que un féretro en medio y en hombros traían
0 Satanás se chancea, Y dos cuerpos muertos tendidos en él.
O no debo estar en mí,
O el Málaga que bebí Las luces, la hora, la noche, profundo,
En mi cabeza aun humea. Infernal arcano parece encubrir.
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 11

„ „3n e n hondo sueño yace muerto el mundo, Tus burlas te haga llorar
t0( 0 arumcia De tal modo, que otra vez
nao ^ ^ ^ habrá de morir
Conozcas ya a Montemar.
Al hombre, que loco la recia tormenta
r rrió de la vida, del viento a merced, ¡Villano!..., mas esto es
r ando una voz triste las horas le cuenta, Ilusión de los sentidos,
Y en Iodo sus pompas convertidas ve, El mundo que anda al revés,
Los diablos entretenidos
Forzoso es que lenga de diamante el alma En hacerme dar traspiés.
Ouien no sienta el pecho de horror palpitar,,
Ouien. como don Félix, con serena calma ¡ El fanfarrón de don Diego!,
\ i en Dios ni en el diablo se ponga a pensar. De sus mentiras reniego,
Que cuando muerto cayó,
\ s í en tardos pasos, todos murmurando, Al infierno se fue luego,
El lúgubre entierro ya cerca llegó, Contando que me mató.
y la blanca dama devota rezando.
Entrambas rodillas en tierra dobló. Diciendo así, soltó una carcajada,
Y las espaldas con desdén volvió :
Calado el sombrero y en pie, indiferente Se hizo el bigote, requirió la espada,
El féretro mira don Félix pasar, Y a la devota dama se acercó.
Y al paso pregunta con su aire insolente
Los nombres de aquellos que al sepulcro van. Con que, en fin, ¿dónde vivíe?,
Que se hace tarde, señora,
Mas, ¡cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera —Tarde, aun n o ; de aquí a una hora
Cuando horrorizado con espanto ve Lo será. —-Verdad decís
Que el uno don Diego de Pastrana era, Será más tarde que ahora.
Y el otro. ¡Dios santo!, y el otro era él...
Esa voz con que hacéis miedo,
El mismo, su imagen, su misma figura, De vos me enamora m á s :
Su mismo semblante, que él mismo era, en f i n : Yo me he echado el alma atrás;
Y duda y se palpa y fría pavura Juzgad si me dará un bledo
Un punto en sus venas sintió discurrir. De Dios ni de Satanás.

AI fin era hombre, y un punto temblaron —Cada paso que avanzáis


Los nervios del hombre, y un punto temió ; Lo adelantáis a la muerte,
Mas pronto su antiguo vigor recobraron, Don Félix. ¿Y no tembláis,
Pronto su fiereza volvió al corazón. Y el corazón no OÍS advierte
Que a la muerte camináis?—
—Lo que es, dijo por Pastrana,
Bien pensado está el entierro; Con eco melancólico y sombrío
Mas es diligencia vana Dijo así la mujer, y el sordo acento,
Enterrarme a mí, y mañana Sonando en torno del mancebo impío.
Me he de quejar de este yerro. Rugió en la voz del proceloso viento.

Diga, señor enlutado, Las piedras con las piedras se golpearon..


¿A quién llevan a enterrar? Bajo sus píes la tierra retembló,
—Al estudiante endiablado Las aves de la noche se juntaron,
Don Félix de Morttemar—, Y sus alas crujir sobre él sintió :
Respondió el encapuchado.
Y en la sombra unos ojos fulgurantes
—Mientes, truhán. —No por cierto. Vio en el aire vagar que espanto inspiran,
—Pues decidme a mí quién soy, Siempre sobre él saltándose anhelantes :
Si gustáis, porque no acierto Ojos de horror que sin cesar le miran.
Cómo a un mismo tiempo estoy
Aquí vivo y allí muerto. Y los vio y no tembló : mano a la espada
Puso y la sombra intrépido embistió,
^-Yo no os conozco. —Pardiez, Y ni sombra encontró ni encontró nada;
Que si me llego a enojar, Sólo fijos en él los ojos vio.

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74 OBRAS COMPLETAS DE D O N JOSÉ DE ESPEONGEDA

Y alzó los suyos impacientes al cielo. Sombras de horror girando aterradoras,


Y rechinó los dientes y maldijo, Que allá aparecen en medrosa huida;
Y en él creciendo el infernal anhelo, Ellas solas y tristes moradoras
Con voz de enojo blasfemando dijo : De aquella negra, funeral guarida,
Cual soñada fantástica quimera,
«Seguid, señora, y adelante vamos : Vienen a ver al que su paz altera.
Tanto mejor si sois el diablo mismo,
Y Dios y el diablo y yo nos conozcamos, Y en él enclavan los hundidos ojos
Y acábese por fin tanto embolismo. Del fondo de la larga galería,
Que brillan lejos cual carbones rojos,
»Que de tanto sermón, de farsa tanta, Y espantaran la misma valentía:
Juro, pardiez, que fatigado estoy: Y muestran en su rostro sus 'enojos
Nada mi firme voluntad quebranta, Al ver hollada su mansión sombría,
Sabed en fin que donde vayáis voy. Y ora los grupos delante se aparecen,
Ora en la sombra allá se desvanecen.
»Un término no más tiene la vida
Término fijo; un paradero el alma :
Grandiosa, satánica figura,
Ahora adelante.» Dijo, y en seguida
Alta la frente, Montemar camina,
Camina en pos con decidida calma,
Espíritu sublime en su locura,
Y la dama a ana puerta se paró, Provocando la cólera divina :
Y era una puerta altísima, y se abrieron Fábrica frágil de materia impura,
Sus hojas en el punto en que llamó, El alma que la alienta y la ilumina,
Que a un misterioso impulso obedecieron: Con Dios le iguala, y con osado vuelo
Y tras la dama el estudiante entró : Se alza a su trono y le provoca a duelo.
Ni pajes ni doncellas acudieron :
Y cruzan a la luz de unas bujías Segundo lucifer que ge levanta
Fantásticas, desiertas galerías. Del rayo vengador la frente herida,
Alma rebelde que el temor no espanta,
Y la visión como engañoso encanto, Hollada sí, pero jamás vencida :
Por las losas deslizase sin ruido, El hombre, en fin, que en su ansiedad que-
Toda encubierta bajo el blanco manto Su límite a la cárcel de la vida [brasil
Que barre el suelo en pligues desprendido. Y a Dios llama ante él a darle cuenta,
Y i3or el largo corredor en tanto Y descubrir su inmensidad intenta.
Sigue adelante y sigúela atrevido,
Y su temeridad raya en locura, Y' un báquico cantar tarareando,
Resuelto Montemár a su aventura. Cru¿a aquella quimérica morada,
Con atrevida indiferencia andando,
Las luces, como antorchas funerales, Mofa en los labios, y la vista osada:
Lánguida luz y cárdena esparcían, Y el rumor que SITÓ pasos van formando,
Y en torno en movimientos desiguales Y el golpe que al andar le da la espada,
Las sombras se alejaban o venían : Tristes ecos, siguiéndole detrás,
Arcos aquí ruinosos, sepulcrales.
Repiten con monótono compás.
Urnas allí y estatuas se veían,
Rotas columnas, patios mal seguros,
Y aquel extraño y único ruido
Yerbosos, iristes, húmedos y oscuros.
Que de aquella mansión los ecos llena,
Todo vago, quimérico y sombrío. En el 'suelo y los techos repetido,
Edificio sin base ni cimiento, I En su profunda soledad resuena:
Ondula cual fantástico navio i Y expira allá cual funeral gemido
Que anclado mueve borrascoso viento. Que lanza en su dolor la ánima en pena,
En un silencio aterrador y frío Que al fin del corredor largo y oscuro
Yace allí todo : rri rumor, ni aliento Salir parece de entre el roto muro.
Humano nunca se escuchó : callado,
Corre allí el tiempo, en sueño sepultado. Y en aquel otro mundo, y otra vida,
Mundo de sombras, vida que es un sueño,
Las muertas horas a las muertas horas Vida, que con la muerte confundida,
Siguen en el reloj de aquella vida, Ciñe sus sienes con letal beleño;
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 75

Jrfundo, vaga ilusión descolorida, Llantos y ayes, quejas y gemidos,


Be nuestro mundo y vaporoso ensueño, Mofas, sarcasmos, risas y denuestos,
Son aquel ruido y su locura insana» Y en mil grupos acá y allá reunidos,
. sola imagen de la vida humana. Viendo debajo de él, sobre él enhiestos,
Hombres, mujeres, todos confundidos,
Oue allá su Llanca y misteriosa guía Con sandia pena, con alegres gestos,
De la a ^ m a dicha ^a ilusión parece, Que con asombro estúpido le miran
Oue ora acaricia la esperanza impía, Y en el perpetuo remolino giran :
Ora al tocarla ya se desvanece :
Blanca, flotante nube, que la umbría Siente, por fin, que de repente para,
Noche, en alas del céfiro se mece, Y un punto sin sentido se quedó;
Su airosa ropa desplegada al viento Mas luego valeroso se repara,
Semeja en su callado movimiento : Abrió los ojos y de pie se alzó :
Y fué el primer objeto en que pensara
Humo suave de quemado amora
La blanca dama, y alrededor miró,
Que el aire en ondas a perderse asciende,
Y al pie de un triste monumento hallóla
Rayo de luna que en la parda loma,
Sentada, en medio de la estancia, sola.
Cual un broche su cima el éter prende;
Silfa que con el alba envuelta asoma Era un negro solemne monumento
Y al nebuloso azul sus alas tiende, Que en medio de la estancia se elevaba,
De negras sombras y de luz teñidas, Y a un tiempo a Montemar, ¡ raro portento!,
Entre el alba y la noche confundidas. Una tumba y un lecho semejaba :
Y ágil, veloz, aérea y vaporosa, Ya imaginó su loco pensamiento
Que apenas toca con los pies al suelo, Que abierta aquella tumba le aguardaba;
Cruza aquella morada tenebrosa Ya imaginó también que el lecho era
La mágica visión del blanco velo : Tálamo blando que al esposo espera.
Imagen fiel de la ilusión dichosa
Que acaso el hombre encontrará en el cielo. Y pronto recobrada su osadía,
Pensamiento sin fórmula y sin nombre, Y a terminar resuelto su aventura,
Que hace rezar y blasfemar al hombre. Al cielo y al infierno desafía
Con firme pecho y decisión segura :
Y al fin del largo corredor llegando, A la blanca visión su planta guía,
Montemar sigue su callada guía, Y a descubrirse el rostro la conjura,
Y una de mármol negro va bajando Y a sus pies Montemar tomando asiento,
De caracol torcida gradería, Así la habló con animoso acento :
Larga, estrecha y revuelta, y que girando
En torno de él, y sin cesar veía «Diablo, mujer o visión,
Suspendida en el aire y con violento. Que a juzgar por el camino
Veloz, vertiginoso movimiento. Que conduce a esta mansión,
Eres puro desatino
Y en eterna espiral y en remolino O diabólica invención :
Infinito prolóngase y se extiende,
Y el juicio pone en loco desatino »Si quier de parte de Dios,
A Montemar que en tumbos mil desciende, Si quier de parte del diablo,
Y envuelto en el violento torbellino ¿Quién nos trajo aquí a los dos?
A! aire se imagina, y se desprenda, Decidme, en fin, ¿quién sois vos?
» sin que el raudo movimiento ceda, Y sepa yo quién hablo ;
Mil vueltas dando, a los abismos rueda :
»Que más que nunca palpita
Y de escalón en escalón cayendo, Resuelto mi corazón,
Blasfema y jura con lenguaje inmundo, Cuando en tanta confusión,
' su furioso vértigo creciendo, Y en tanto arcano que irrita,
Y despeñado rápido al profundo, Me descubre mi razón.
,j
°s silbos y a del huracán oyendo,
>a ante él pasando en confusión el mundo, »Que un poder aquí supreiuo,
a Invisible, se ha mezclado,
oyendo gritos, voces y palmadas,
aplausos y brutales carcajadas; Poder que siento y no temo,
76 OBRAS COMPLETAS DE DON iE DE ESPRONCEDA

A llevar determinado Del muro que trémulo


Esta aventura al extremo.» Las siente llegar :
Pavoroso estrépito,
Fúnebre Infalible présago
Llanto De la tempestad.
De amor,
Oyese Y en rápido crescendo,
En tanto Los lúgubres sonidos
En son Más cerca vanse oyendo
Y en ronco rebramar;
Flébil, blando, Cual trueno en las montañas
Cual quejido Que retumbando va,
Dolorido Cual rugen las entrañas
Que del alma de horrísono volcán.
Se arrancó:
Cual profundo
Y algazara y gritería,
¡Ay! que exhala
Crujir de afilados huesos,
Moribundo
Rechinamiento de dientes
Corazón
Y retemblar los cimientos,
Música triste, Y en pavoroso estallido
Lánguida y vaga, Las losas del pavimento
Que a par lastima Separando sus junturas
Y el alma halaga; Irse poco a poco abriendo,
Dulce armonía Siente Montemar, y el ruido
Que inspira al pecho Más cerca crece, y a un tiempo
Melancolía Escucha chocarse cráneos,
Como el murmullo Ya descarnados y secos,
De algún recuerdo Temblar en torno la tierra,
De antiguo amor, Bramar combatidos vientos,
A u n tiempo arrullo Rugir las airadas olas,
Y amarga pena Estallar el ronco trueno,
del corazón. Exhalar tristes quejidos
Mágico embeleso,
Y prorrumpir en lamentos:
Cántico ideal,
Todo en furiosa armonía,
Todo en frenético estruendo,
Que en los aire* vaga
Todo en confuso trastorno,
Y en sonoras ráfagas
Todo mezclado y diverso.
Aumentado va :
Sublime y oscuro,
Rumor prodigioso Y luego el estrépito crece
Sordo acento lúgubre, Confuso y mezclado en un son,
Eco sepulcral, Que ronco en las bóvedas hondas
Músicas lejanas, Tronando furioso zumbó;
De enlutado parche Y un eco que agudo parece
Redoble monótono, • Del ángel del juicio la voz,
Cercano huracán, i En tiple, punzante alarido
Que apenas la copa Medroso y sonoro se alzó;
Del árbol menea Sintió, removidas las tumbas,
Y bramando está: Crujir a sus pies con fragor,
Olas alteradas i Chocar en las piedras los cráneos
De la mar bravia, Con rabia y ahinco feroz,
En noche sombría Romper intentando la losa
Los vientos en paz, Y huir de su eterna mansión
Y cuyo rugido Los muertos, de súbito oyendo
Se mezcla al gemido El alto mandato de Dios.

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EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 77

Y de pronto en horrendo estampido Su faz no es por cierto ni amable ni hermosa :


Desquiciarse la estancia sintió, Mas no se os figure que os quiera ofender.
Y al tremendo tartáreo ruido
Cien espectros alzarse miró : Por mujer la tomo, porque es cosa, cierta,
De sus ojos los huecos fijaron Y espero no salga fallido mi plan,
Y sus dedos enjutos en é l ; Que en caso tan raro y mi esiposa muerta,
Y después entre sí miraron, Tanto como viva no me cansará.
Y a mostrarle tornaron después;
Y enlazadas las manos siniestras. Mas antes decidme si Dios o el demonio
Con dudoso, espantado ademán. Me trajo a este sitio, que quisiera ver
Contemplando, y tendidas sus diestras Al uno u al otro, y en mi matrimonio
Con asombro al osado mortal, Tener por padrino siquiera a Luzbel:
Se acercaron despacio y la seca
Calavera, mostrando temor, Cualquiera o entrambos con su corte toda,
Con inmóvil, irónica mueca Estando estos nobles espectros aquí,
Inclinaron, formando enredor. No perdiera mucho viniendo a mi boda. .
Hermano don Diego, ¿no pensáis así?—
Y entonces la visión del blanco velo
Al fiero Montemar tendió una mano, Tal dijo don Félix con fruncido ceño,
Y era su tacto de crispante hielo, En torno arrojando con fiero ademán
Y resistirlo audaz intentó en vano : Miradas audaces de altivo desdeño,
Al Dios por quien jura capaz de arrostrar.
Galvánica, cruel, nerviosa y fría,
Histérica y horrible sensación,
El cariado, lívido esqueleto,
Toda la sangre coagulada envía
Los fríos, largos y asquerosos brazos,
Agolpada y helada al corazón...
Le enreda en tanto en apretados lazos,
Y a su despecho y maldiciendo al cielo, Y ávido le acaricia en su ansiedad :
De ella apartó su mano Montemar, Y con su boca cavernosa busca
Y temerario alzándole su velo, La boca a Montemar, y a su mejilla
Tirando de él la descubrió la faz, L a árida, descarnada y amarilla
Junta y refriega repugnante faz
¡Es su esposo!!, los ecos retumbaron,
¡La esposa al fin que su consorte halló!! Y él, envuelto en su secas coyunturas,
Los espectros con júbilo gritaron : Aun más sus nudos que se aprietan siente,
\Es el esposa de su etsrna amorl l Baña un mar de sudor su ardida frente
Y crece en su impotencia su furor!
Y ella entonces gritó: ¡ Mi espeso! ! Y era Pugna con ansia a desasirse en vano,
(¡Desengaño fatal!, ¡triste verdad!) Y cuanto más airado forcejea,
Una sórdida, horrible calavera, Tanto más se le junta y le desea
La blanca dama del gallardo andar!... El rudo espectro que le inspira horror.

Luego un caballero de espuela dorada,


Y en furioso, veloz remolino,
Airoso, aunque el rostro con mortal color,
Y en aérea fantástica danza,
Traspasado el pecho de fiera estocada,
Que la mente del hombre no alcanza
Aun brotando sangre de su corazón.
En su rápido curso a seguir,
Los espectros .su ronda empezaron,
í>e acerca y le dice, su diestra tendida,
Cual en círculos raudos el viento
Que impávido estrecha también Montemar:
Remolinos de polvo violento
~~A1 fin la palabra que disteis cumplida,
Doña Elvira, vedla, vuestra esposa es ya : Y hojas secas agita sin fin.

Mi muerte os perdono,—Por cierto, don Diego, Y elevando sus áridas manos


Repuso don Félix tranquilo a su vez, Resonando cual lúgubre eco,
Me alegro de veros con tanto sosiego, Levantóse en su cóncavo hueco
vfe á fe no esperaba volveros a ver. Semejante a un aullido una voz
En cuanto a ese espectro que decís mi esposa, Pavorosa, monótona, informe,
Karo casamiento veníame a ofrecer: Que pronuncia sin lengua su boca,
78 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Cual la voz que del áspera roca Y siente un confuso,


En los senos el viento formó. Loco devaneo,
«Cantemos, dijeron sus gritos, Languidez, mareo
La gloria, el amor de la esposa, Y angustioso afán :
Que enlaza en sus brazos dichosa, Y sombras y Luces,
Por siempre al esposo que amó : La estancia que gira,
Su boca a su boca se junte, Y espíritus mira
Y selle su eterna delicia, Que vienen y van.
Suave, amorosa caricia Y luego a lo lejos,
Y lánguido beso de amor. Flébil en su oído,
Eco dolorido
»Y en mutuos abrazos unidos, Lánguido sonó,
Y en blando y eterno reposo, Cual la melodía
La esposa enlazada al esposo Qae el aura amorosa,
Por siempre descansen en p a z : Y el aura armoniosa
Y en fúnebre luz ilumine De noche formó :
Sus bodas fatídica tea,
Les brinde deleites y sea Y siente luego
La tumba su lecho nupcial.» Su pecho ahogado,
Y desmayado,
Mientras, la ronda frenética Turbios sus ojos,
Que en raudo giro se agita, Sxis graves párpados,
Más cada vez precipita Flojos caer :
Su vértigo sin ceder; La frente inclina
Más cada vez se atropella, Sobre su pecho,
Más cada vez se arrebata, Y a su despecho,
Siente sus brazos
Y en círculos se desata
Lánguidos, débiles
Violentos más cada vez :
Desfallecer.
Y escapa en rueda quimérica,
Y vio luego
Y negro punto parece
Una llama
Que en torno se desvanece
Que se inflama
A la fantástica luz
Y murió :
Y sus lúgubres aullidos
Y perdido,
Que pavorosos se extienden,
Oyó el eco
Los aires rápidos hienden
De un gemido
Más prolongados aún.
Que expiró.

Y a tan continuo vértigo, Tal, dulce


A tan funesto encanto, Suspira
\ tan horrible canto, iLa lira
A tan tremenda l i d ; Que hirió
Entre los brazos lúbricos En blando
Que aprémianle sujeto, Concento
Del hórrido esqueleto, Del viento
Entre caricias m i l : La voz,

Jamás vencido el ánimo, Leve,


Su cuerpo ya rendido, Breve,
Sintió desfallecido Son.
Faltarle, Montemar;
Y a par que más su espíritu En tanto en nubes de carmín y grana
Desmiente su miseria Su luz el alba arrebolada envía,
La flaca, vil materia Y alegre regocija y engalana
Comienza a desmayar. Las altas torres el naciente día;
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 79

gereno el cielo, calma la mañana, Algunos hoy volviendo a su faena


Blanda 1» b r i s a ' transparente y fría, De zozobra y temor el alma llena :
Vierte a la tierra el sol con su hermosura
Bayos dfi P a z 5' c e ^ e s t ial ventura. ¡Que era pública voz, que llanto arranca
Del pecho pecador y empedernido,
V huyó la noche y con la noche huían Que en forma de mujer y en una blanca
S0i sombras y quiméricas mujeres, Túnica misteriosa revestido,
Y a su silencio y calma sucedían Aquella noche el diablo a Salamanca
£1 bullid 0 y rumor de los talleres; Había, en fin,, por Montemar venido! !
y a su trabajo y a su afán volvían Y si, lector, dijerdes ser comento,
I;0s hombres y a sus frivolos placeres, Como me lo contaron, te lo cuento.

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EL DIABLO MUNDO
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EL DIABLO MUNDO
A mi amigo Don Antonio Ros de Olano,

INTRODUCCIÓN Que aquí el viento


Y allí cruzan,
CORO »E DEMONIOS Vaporosos
Y sin cuento.
Boguemos, boguemos,
La barca empujad, Y aquí tornan,
Que rompa las nubes, Y allí giran,
Que rompa las nieblas, Ya se juntan,
Los aires, las llamas, Se retiran,
(Las densas tinieblas, Ya se ocultan,
Las olas del mar. Ya aparecen,
Vagan, vuelan,
Boguemos, crucemos Pasan, huyen,
Del mundo el confín; Vuelven, crecen,
Que boy su triste cárcel quiebran Disminuyen,
Libres los diablos en fin, "•e evaporan,
Y con música y estruendo Se coloran,
Los condenados celebran,
Y entre sombras
Junios cantando y bebiendo,
Y reflejos,
Un diabólico festín.
Cerca y lejos
Ya se pierden,
Ya me evitan
EL POETA Con temor,
Ye se agitan
¿Qué rumor Con furor,
Lejos suena, En aérea danza fantástica
Que el silencio A mi alrededor.
En la serena
Negra noche interrumpió? Vago enjambre de vanos fantasmas,
De formas diversas, de vario color,
¿Es del caballo la veloz carrera,
En cabras y sierpes montados y en cuervos,
Tendido en el escape volador,
Y en palos de escobas, con sordo rumor :
0 el áspero rugir de hambrienta fiera,
f* el silbido tal vez del aquilón?
Baladros lanzan y aullidos,
¿O el eco ronco de lejano trueno Silbos, relinchos, chirridos,
Que en las hondas cavernas retumbó, Y en desacordado estrépito,
" íl mar que amaga con su hinchado seno, El fantástico escuadrón
-Wvo Luzbel, al trono de su Dios? Mueve horrenda algarabía
Con espantosa armonía,
Densa niebla Y horrísona confusión.
Cubre el cielo,
Y de espíritus Del toro ardiente al mugido
Se puebla Responde en ronco graznar
Vagarosos, T a malhadada corneja,
84 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Y al agorero cantar Del acero, y de las trompas


De alguna hechicera vieja, El estrépito marcial.
El gato bufa y maulla,
Aquí relinchan caballos
El lobo erizado aulla,
Y estruendo de pelear;
Ladra furioso el mastín;
Allí retumban cañones,
Y ruidos, voces y acentos
Lamentos suenan allá.
Mil se mezclan y confunden,
Y pavor y miedo infunden Y alaridos, voces, ayes
Los bramidos de los vientos; Y súplicas y llorar;
Que al mundo amagan su fin Aquí desgarradas músicas
En guerra los elementos. Y cantares; acullá

Relámpago rápido Ruido de gentes que danzan


Del cielo las bóvedas Con bullicioso compás;
Con luz rasga cárdena Acá risas y murmullos,
Y encima descúbrese Riñas y gritos allá.
Jinete fantástico,
Quizá el genio indómito Allí el estruendo se escucha
De la tempestad. De amotinada ciudad,
Carcajadas, orgías, brindis,
De cien truenos juntos retumba el fragor Y maldecir y jurar.
En bosques, montañas, cavernas, torrentes :
Quizá son del miedo los genios potentes Aquí el susurro entre flores
Que el cántico entonan de espanto y terror. Del cefirillo galán,
Allí el eco interrumpido
Lanzando bramidos hórridos, De algún suspiro fugaz,
Y tronchando añosos árboles,
Ora un beso, una palabra,
Irresistible su ímpetu,
De alguna trova el final;
Teñida en colores lívidos,
Todo en confusa discordia
Gigante forma flamígera
Se oye a un tiempo resonar,
Cabalga en el huracán.
Quizá el genio de la guerra, Breve compendio del mundo.
Cuya frente tornasola La tartárea bacanal,
Con roja vaga aureola Y trastornan y confunden
El relámpago fugaz. Tanto estrépito a la par :
Aquí retiembla la tierra, Y aturden, turban, marean
Allí rebrama la mar, Tanta visión, tanto afán.
Altísima catarata
Zumba y despéñase allá.
UN CORO

Allí torrentes de lava


Lanzan muglente volcán, Allá va la nave;
Aquí temerosa tromba ¿Quién sabe do va?
Se agita en la tempestad, ¡Ay! ¡Triste el que fía
Del viento y la mar!
Y agua, fuego, peñas, árboles
Ávida sorbe al pasar.
UNA voz
Allí colgada la luna,
Con torva, cárdena faz, ¿Qué importa? El destino
Triste, fatídica, inmóvil Su rumbo marcó.
En la inmensa oscuridad, ¿Quién nunca sus leyes
Más entristece que alumbra, Mudar alcanzó?
Cual lámpara sepulcral. Allá va la nave;
Bogad sin temor,
Allí bramidos de guerra Ya el aura la arrulle,
Se escachan, y el golpear Ya silbe Aquilón,
EL DIABLO MUNDO 85

SttiUINDO curo Y entre perfumes y aromas,


Bullentes vinos, y al son
Venid, levantemos
Del arpa, blanda me arrulle
Segunda Babel,
Y armoniosa vuestra voz.
£] v p lo arranquemos
Que esconde al saber.
CUARTA VOZ

UNA voz Venfd, empujadme,


Verdad, te buscamos ; La cima toqué,
Osamos subir Subidme, que luego
Al último cielo La mano os daré.
Volando tras ti.
Con noble avaricia QUINTA voz

Y en ansia sin fin ¡ Ah! Y7 o caí de la elevada cumbre


De ver cuánto ha sido Er¿ honda sima que 3 mis pies se abrió :
Y está por venir. ¡ Grande es mí pena, larga mi agonía!. .
] Una mano! ¡Ayudadme! ] Compasión!
TERCER CORO

Mentira, tú eres SEXTA voz


Luciente cristal,
Errante y amarrado a mi destino,
Color de oro y nácar
Vago solo y en densa oscuridad.
Que encanta el mirar.
i Siempre viajando estoy, y mí camino
UNA voz Ni descanso ni término tendrá!

Feliz a quien meces, SÉPTIMA voz


Mentira, en tus sueños,
Tú sola halagüeños Sin pena vivamos
Placeres nos das. En calma feliz,
¡Ay! ¡Nunca busquemos Gozar es mi estrella,
La triste verdad! Cantar y reír.
La más escondida
OCTAVA VOZ
Tal vez, ¿qué traerá?
¡ Traerá un desengaño ! ¿Quién calmará mi dolor?
¡ Con él un pesar! ¿Quién enjugará mi llanto?
¿No habrá alivio a mi quebranto?
¿Nadie escucha mi clamor?
VARIAS VOCES

PRIMERA VOZ EL POETA


Yo combato por la gloria,
¿Dónde estoy? Tal ve¿ bajé
Su corona es de laurel,
A la mansión del espanto,
Cánteme versos, poeta.
Tal vez yo mismo creé
Póstrate, mundo, a mis ¡::es.
Tanta visión, sueño tanto,
Que donde estoy ya no sé.
SECUNDA VOZ

Yo levantaré un palacio Hórrida turba quizá


Que oro y perlas ornarán, Que en tormenta y confusión,
Príncipes serán mis siervos, A anunciar al mundo va
El pueblo, Dios me creerá. Su ruina y desolación,
Mensajeros de Jebová :
TERCERA VOZ ¿Quiénes sois, genios sombríos
Venid, hermosas, a mí, Que junto a mí os agolpáis?
Dadme deleite y amor, ¿Sois vanos delirios míos,
Voluptuosa pereza, O sois verdad? ¿Qué buscáis?
Besos de dulce sabor; ¿Qué queréis? ¿Adonde vais?

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86 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Mas de la célica cumbre Tendió una mano el infernal gigante


Llameante catarata Y ía turba calló, y oyóse sólo
En ondas de viva lumbre En silencio el estrépito atronante
Súbito miro saltar. Del flamígero m a r ; luego un acento
Y ola tras ola de fuego Claro, distinto, rápido y sonoro
Vuela en el aire y se alcanza Por la vaga región cruzó del viento
Con estruendo y furor ciego, Con rara, melancolía, armonía,
Como despeñado mar. Que brotaba doquiera,
Y un eco en derredor lo repetía.
Y al hondo abismo en seguida
Se precipita y se pierde Voz admirable., y vaga, y misteriosa,
La catarata encendida Viene de allá del alto firmamento,
Crece bajo la tierra temblorosa,
Que en arco rápido cae.
Vaga en las alas del callado viento.
Océano inmenso volcado
Voz de amargo placer, voz dolorosa,
Rojos los aires incendia,
Incomprensible mágico portento,
En tumbos arrebatado
Voz que recuerda al alma conmovida,
Recia tormenta lo trae.
El bien pasado y la ilusión perdida.
Y en medio negra figura « ¡ A y ! » , exclamó, con lamentable queja,
Levantada en pie se mece, Y en torno resonó triste gemido,
De colosal estatura Como el recuerdo que en el alma deja
Y de imponente ademán. La voz dx¡ ía mujer que hemos querido.
Sierpes son su cabellera «¡Ay!» ¡Cuan terrible condición me aqueja
Que sobre su frente silban, Para llorar y maldecir nacido,
Su boca espantosa y fiera Víctima yo de mi fatal deseo,
Como el cráter de un volcán. Que cumplirse jamás mis ansias veo!

De duentes y trasgos «¿Quién es Dios? ¿Dónde está? Sobre la


Muchedumbre vana De eterna luz que altísima se ostenta, [cumia
Se agita y se afana Tal vez en trono de celeste lumbre
En pos su señor. Su incomprensible majestad se asienta :
Y allí entre las llamas De mundos mil la inmensa pesadumbre
Resbalan, se lanzan, Con su mano tal vez rige y sustenta,
Y juegan y danzan Sempiterno, infinito, omnipotente,
Saltando en redor. Invisible doquier, doquier presente.

Bullicioso séquito »Y allá en la gran Jerusalén divina


Que vienen y van, Tal vez escucha en holocausto santo
Visiones fosfóricas, Del querub que a sus pies la frente inclina,
Ilusión quizá. Voces que exhalan armonioso canto.
La máquina sonora y cristalina
Trémulas imágenes Del mundo rueda en derredor en tanto,
Sin marcada faz,
Y entre aromas, y gloria, y resplandores,
Su voz sordo estrépito
Recibe humilde adoración y amores.
Que se oye sonar,
Cual zumbido unísono »Santo, Santo, los ángeles le cantan,
De mosca tenaz. Hosanna, Hosanna, en las alturas suena,
Rayos de luz perfilan y abrillantan
Allí entre las llamas Nube de incienso y transparencia llena;
Hirviendo en montón Y en ella con murmullo se levantan,
No cesa su ronco Paz demandando a la mansión serena,
Monótono son, ¡Las preces de los hombres en su duelo,
Murmurando a un tiempo mismo Y paz les vuelve y bendición el cielo.
Todos juntos y a una voz,
Y apareciéndose súbito »¿Es Dios tal vez el Dios de la venga»*
Ora fuego, ora vapor. Y hierve el rayo en su irritada mano,
!=
EL DIABLO MUNDO

V la angustia, el dolor, la muerte lanza Cuando osa apartar los rayos


il inocente que le implora en vano? Que a Dios misterioso esconden,
p Dio s el Dios que arranca la esperanza, Y analizarle atrevido
Frivolo, injusto y sin piedad tirano, Frente a frente se propone.
n e l corazón del hombre, y le encadena, Y entretanto que impasibles
.. eterna muerte al pecador condena? Giran cien mundos y soles
Bajo la ley que gobierna
«Embebido en su inmenso poderío, Sus movimientos acordes,
• Es Dios el Dios que goza en su hermosura, Traspasa su estrecho límite
Oue arrojó el universo en el vacío, La imaginación del hombre,
Leyes le dio y abandonó su hechura? Jinete sobre las alas
•Fue vanidad del hombre y desvarío De mi espíritu veloces,
Soñarse imagen de su imagen pura? Y otra vez a mover guerra,
•Es Dios ¿1 Dios que en su eternal sosiego A alzar rebeldes pendones,
¡Si vio su llanto ni escuchó su ruego? Y hasta el origen creador
Causa por causa recorre,
»¿Tal vez secreto espíritu del mundo
Y otra vez se hunde conmigo
El universo anima y alimenta,
En los abismos, en donde
V derramado su hálito fecundo
En tlniebla y lobreguez
Alborota la mar y el cielo argenta,
Maldice a su Dios entonces.
V a cuanto el orbe en su ámbito profundo
¡Ay! Su corazón se seca,
Tímido esconde o vanidoso ostenta,
Y huyen de él sus ilusiones,
Presta, con su virtud desconocida,
Delirio son engañoso
Alina, razón, entendimiento y vida?
Sus placeres, sus amores,
Es su ciencia vanidad,
»¿Y es Dios tal vez la inteligencia osada
Y* mentira son sus goces :
Del hombre siempre en ansias insaciable,
i Sólo verdad su impotencia,
Siempre volando y siempre aprisionada
Su amargura y sus dolores!
De vil materia en cárcel deleznable?
¿A esclavitud eterna condenada,
»Tú me engendraste, mortal,
A fiera lucha, a guerra interminable,
Y hasta me distes un nombre;
Tal vez estás, divinidad sublime,
Pusiste en mí tus tormentos,
Que otra divinidad de inercia oprime?
En mi alma tus rencores,
En mi mente tu ansiedad,
»¿Y es en su vida el universo entero
En mi pecho tus furores,
limitado campo de pelea,
En mi labio sus blasfemias
Cada elemento mi triste prisionero
E impotentes maldiciones;
Que su cadena quebrantar desea,
Me erigiste en tu verdugo,
Y ardes en todo, espíritu altanero,
Lumbre matriz, devoradora tea, Me tributaste temores,
Como el que oculto, misterioso aliento Y entre Dios y yo partiste
Mueve la mar con loco movimiento? El imperio de los orbes.
Y yo soy parte de ti,
«¿Cuándo tu guerra término tendrá, Soy ese espíritu insomne
Y romperás tu lóbrega prisión? Que te excita y te levanta
¿Su faz el universo cambiará? De tu nada a otras regiones,
¿Creará otros seres de inmortal blasón, Con pensamiento de ángel,
0 la muerte silencio te impondrá? Con mezquindades de hombre.
¿Volarás fugitivo a otra región
0, disipando la materia impura, »Tú te agitas como el mar
El mundo inundarás de tu hermosura?» Que alza sus olas enormes,
Humanidad, en oleadas,
—«¿Quién sabe? Acaso yo soy Por quebrantar tus prisiones,
El espíritu del hombre ¿Y en vano será que empujes,
Cuando remonta su vuelo Que ondas con ondas agolpes,
A un mundo que desconoce, Y de tu cárcel la linde
86 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Mas de la célica cumbre Tendió una mano el infernal gigante


Llameante catarata Y la turba calló, y oyóse sólo
En ondas de viva lumbre En silencio el estrépito atronante
Súbito miro saltar. Del flamígero m a r : luego un acento
Y ola tras ola de fuego Claro, distinto, rápido y sonoro
Vuela en el aire y se alcanza Por la vaga región cruzó del viento
Con estruendo y furor ciego, Con rara, melancolía, armonía.
Como despeñado mar. Que brotaba doquiera,
Y un eco en derredor lo repetía.
Y al hondo abismo en seguida
Se precipita y se pierde Voz admirable, y vaga, y misteriosa,
La catarata encendida Viene de allá del alto firmamento,
Crece bajo la tierra temblorosa,
Que en arco rápido cae.
Vaga en las alas del callado viento.
Océano inmenso volcado
Voz de amargo placer, voz dolorosa,
Rojos los aires incendia,
Incomprensible mágico portento,
En tumbos arrebatado
Voz que recuerda al alma conmovida,
Recia tormenta lo trae.
El bien pasado y la ilusión perdida.
Y en medio negra figura « ¡ A y ! » , exclamó, con lamentable queja,
Levantada en pie se mece, Y en torno resonó triste gemido,
De colosal estatura Como el recuerdo que en el alma deja
Y de imponente ademán. La voz de la mujer que hemos querido.
Sierpes son su cabellera «¡ Ay!» ¡ Cuan terrible condición me aqueja
Que sobre su frente silban, Para llorar y maldecir nacido,
Su boca espantosa y fiera Víctima yo de mi fatal deseo,
Como el cráter de un volcán. Que cumplirse jamás mis ansias veo!

De duentes y trasgos «¿Quién es Dios? ¿Dónde está? Sobre la


Muchedumbre vana De eterna luz que altísima se ostenta, [cumbtt
Se agita y se afana Tal vez en trono de celeste lumbre
En pos su señor. Su incomprensible majestad se asienta :
Y allí entre las llamas De mundos mil la inmensa pesadumbre
Resbalan, se lanzan, Con su mano tal vez rige y sustenta,
Y juegan y danzan Sempiterno, infinito, omnipotente,
Saltando en redor. Invisible doquier, doquier presente.

Bullicioso séquito »Y allá en la gran Jerusalén divina


Que vienen y van, Tal vez escucha en holocausto santo
Visiones fosfóricas, Del querub que a sus pies la frente inclina,
Ilusión quizá. Voces que exhalan armonioso canto.
La máquina sonora y cristalina
Trémulas imágenes Del mundo rueda en derredor en tanto,
Sin marcada faz, Y entre aromas, y gloria, y resplandores,
Su voz sordo estrépito Recibe humilde adoración y amores.
Que se oye sonar,
Cual zumbido unísono »Santo, Santo, los ángeles le cantan,
De mosca tenaz. Hosanna, Hosanna, en las alturas suena,
Rayos de luz perfilan y abrillantan
Allí entre las llamas Nube de incienso y transparencia llena;
Hirviendo en montón Y en ella con murmullo se levantan,
No cesa su ronco Paz demandando a la mansión serena,
Monótono son, ¡Las preces de los hombres en su duelo,
Murmurando a un tiempo mismo Y paz les vuelve y bendición el cielo.
Todos juntos y a una voz,
Y apareciéndose súbito »¿Es Dios tal vez el Dios de la vengad
Ora fuego, ora vapor. Y hierve el rayo en su irritada mano,

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EL DIABLO MUNDO

v la angustia, el dolor, la muerte lanza Cuando osa apartar los rayos


At inocente que le implora en vano? Que a Dios misterioso esconden,
.c g Dios el Dios que arranca la esperanza, Y analizarle atrevido
frivolo, injusto y sin piedad tirano, Frente a frente se propone.
n e I corazón del hombre, y le encadena, Y entretanto que impasibles
V a eterna muerte al pecador condena? Giran cien mundos y soles
Bajo la ley que gobierna
»Embebido en su inmenso poderío, Sus movimientos acordes,
•Es Di° s e^ Dios que goza en su hermosura, Traspasa su estrecho límite
Oue arrojó el universo en el vacío, La imaginación del hombre,
Leyes le dio >' abandonó su hechura? Jinete sobre las alas
•Fue vanidad del hombre y desvarío De mi espíritu veloces,
Soñarse imagen de su imagen pura? Y otra vez a mover guerra,
Es Dios il Dios que en su eternal sosiego A alzar rebeldes pendones,
Jíi vio su llanto ni escuchó su ruego? Y hasta el origen creador
Causa por causa recorre,
«¿Tal vez secreto espíritu del mundo
Y otra vez se hunde conznigo
El universo anima y alimenta,
En los abismos, en donde
V derramado su hálito fecundo
En tmiebla y lobreguez
Alborota la mar y el cielo argenta,
Maldice a su Dios entonces.
V a cuanto el orbe en su ámbito profundo
¡ Ay! Su corazón se seca,
Tímido esconde o vanidoso ostenta,
Y huyen de él sus ilusiones,
Presta, con su virtud desconocida,
Delirio son engañoso
Alma, razón, entendimiento y vida?
Sus placeres, sus amores,
Es su ciencia vanidad,
»¿Y es Dios tal vez la inteligencia osada
Y mentira son sus goces :
Del hombre siempre en ansias insaciable,
¡ Sólo verdad su impotencia,
Siempre volando y siempre aprisionada
Su amargura y sus dolores!
De vil materia en cárcel deleznable?
¿A esclavitud eterna condenada,
»Tú me engendraste, mortal,
A fiera lucha, a guerra interminable,
Y hasta me distes un nombre;
Tal vez estás, divinidad sublime,
Pusiste en mí tus tormentos,
Que otra divinidad de inercia oprime?
En mi alma tus rencores.
En mi mente tu ansiedad,
»¿Y es en su vida el universo entero
En mi pecho tus furores,
limitado campo de pelea,
En mi labio sus blasfemias
Cada elemento un triste prisionero
E impotentes maldiciones;
Que su cadena quebrantar desea,
Me erigiste en tu verdugo,
Y ardes en todo, espíritu altanero,
Me tributaste temores,
Lumbre matriz, devoradora tea,
Como el que oculto, misterioso aliento Y entre Dios y yo partiste
Mueve la mar con loco movimiento? El imperio de los orbes.
Y yo soy parte de ti,
«¿Cuándo tu guerra término tendrá, Soy ese espíritu insomne
Y romperás tu lóbrega prisión? Que te excita y te levanta
¿Su faz el universo cambiará? De tu nada a otras regiones,
¿Creará otros seres de inmortal blasón, Con pensamiento de ángel,
0 la muerte silencio te impondrá? Con mezquindades de hombre.
¿Volarás fugitivo a otra región
0, disipando la materia impura, »Tú te agitas como el mar
El mundo inundarás de tu hermosura?» Que alza sus olas enormes,
Humanidad, en oleadas,
—«¿Quién sabe? Acaso yo soy Por quebrantar tus prisiones.
El espíritu del hombre ¿Y en vano será que empujes,
Cuando remonta su vuelo Que ondas con ondas agolpes,
A un mundo que desconoce, Y de tu cárcel la linde
88 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Con vehemente furia azotes? Feliz mientras la esperanza,


¿Será en vano que tu mente i Ay!, tus delirios adorne,
A otras esferas remontes, Infeliz cuando tu mente
Sin que los negros arcanos Los recuerdos emponzoñen
De vida y de muerte ahondes? Y a la mar sin rumbo fijo
¿Viajas tal vez hacia atrás? Desesperado te arrojes:
¿Adelante tal vez corres? Ni un astro te alumbrará,
¿Quizá una ley te subyuga? Será en vano que a Dios nombres,
¿Quizá vas sin saber dónde? Ora le reces sin fe,
Las creencias que abandonas, Ora su enojo provoques.
Los templos, las religiones Sólo el huracán y el trueno
Que pasaron, y que luego Responderán a tus voces,
Por mentira reconoces, Sin hallar puerto ni playa
¿Son quizá menos mentira Por más que anhelante bogues.
Que las que ahora te forjes? Y al fin la materia muere;
¿No serán tal vez verdades Pero el espíritu, ¿adonde
Los que tu juzgas errores? Volará? ¿Quién sabe? ¡Acaso
Jamás sus cadenas rompe!»
»Mas tú como yo impulsada
Dijo, y la ígnea luminosa frente
Por una mano de bronce,
Dejó caer desesperado y triste,
Allá vas, y en vano, en vano
Y corrió de sus ojos larga fuente
Descanso pides a voces;
De emponzoñadas lágrimas: profundo
Los siglos se precipitan,
Silencio en torno dominó un momento;
Se hunden cien generaciones,
Luego en aéreo modulado acento
Piérdense imperios y pueblos,
G e n coros resonaron,
Y el olvido los esconde;
Y allá en el aire en confusión cantaron.
Y tú allá vas, allá vas
Abandonada y sin norte,
PRIMER CORO
Despeñada y de tropel
Y en aparente desorden; Genios, venid, venid
Y ora inundas la llanura, Vuestro mal con el hombre a repartir.
Allanas luego los montes,
SEGUNDO CORO
No hay hondo abismo ni cielo
Que a descubrir no te arrojes. Ya la esperanza a los hombres
¡ Pobre ciega !, loca, errante, Para siempre abandonó,
Aquí sagaz, allí torpe, Los recuerdos son tan sólo
Tú misma para ti misma Pasto de su corazón.
Toda arcano y confusiones.
TERCER CORO
»Y~ ya por senda trazada
Nosotros, genios del mal,
Viajes sometida y dócil,
Aunque en nosotros no cree,
Y sigas crédula en paz
Somos su Dios, condenado
¡Las huellas de tus mayores,
Nuestro influjo a obedecer.
Ya nuevas galas te vistas
Y de las antiguas mofes, PRIMER CORO
Y, rebelde de tus hierros,
Genios, venid, venid
Muerdas ya los eslabones,
Vuestro mal con el hombre a repartir.
Yo siempre marcho contigo :
Y ese gusano que roe
UNA voz
Tu corazón, esa sombra
Que anubla tus ilusiones, Yo turbaré sus amores,
Soy yo, el lucero caído, Disiparé su ilusión,
El ángel de los dolores, Atizaré sus rencores,
El rey del mal, y mi infierno Y haré eternos sus dolores,
Es el corazón del hombre. Mal llagado el corazón.
EL DIABLO MUNDO 89
SEGUNDA VOZ Mentidos delirios,
Dorada ilusión.
Yo confundiré a sus ojos
La mentira y la verdad, Genios, venid, venid
y la ciencia y los sueesos Vuestro mal con el hombre a repartir.
Su mente confundirán.

TERCERA VOZ
EL POETA
Marchitaré la hermosura,
Rugaré la juventud,
Como nubes que en negra tormenta
El alma que nació pura
Precipita violento huracán,
Renegará la virtud,
Y en confuso montón apiñadas,
Maldecirá de su hechura.
De tropel y siguiéndose van,
CUARTA VOZ
Y visiones y horrendos fantasmas,
Yo haré dudar del cariño Monstruos raros de formas sin fin,
Que muestra al tímido niño Y palacios, ciudades y templos,
El corazón maternal; Nuestros ojos figuran allí;
Y haré vislumbre al través
Del amor el interés Y entre masas espesas de polvo
Como su vil manantial. Desparece la tierra tal vez,
Cual gigante cadáver que cubre
QUINTA VOZ Vil mortaja de lienzo soez;
Una barra de oro
Como zumba sonante a lo lejos
Su. Dios será,
El doliente rugido del mar,
La avaricia del hombre
Cuando rompe en las rocas sus olas
La dorará :
Fatigadas de tanto luchar;
Viles pasiones
Gobernarán tan sólo Y la brisa en la noche serena
Sus corazones. En sus ráfagas trae la canción,
Que al compás de los remos entona,
Genios, venid, venid
Mar adentro quizá un pescador :
Vuestro mal con el hombre a repartir.
Así, en turbio veloz remolino
SEXTA voz
i El diabólico ejército huyó.
Mi lanza impávida Vagarosas pasaron sus sombras,
Derribará Y el crujir de sus alas sonó.
Ese Dios mísero
De vil metal. Y en el yermo fantástico espacio,
Largo tiempo se oyó su cantar,
Sobre sus aras
Me asentaré, Y a lo lejos el flébil quejido
Poco a poco armonioso expirar.
Y esclavo al hombre
Dominaré. Embargada y absorta la mente,
Genios, venid, venid En incierto delirio quedó,
Y esos esclavos a mi carro uncid. Y abrumada sentí que mi frente
Un torrente de lava quemó.
SÉPTIMA VOZ
Y en mi loca falaz fantasía
r
Y o romperé las cadenas, Sus clamores y cánticos oí,
Daré paz y libertad, Y el tumulto y su inquieta porfía
Y abriré un nuevo sendero Encerrado en mí mismo sentí.
A la errante humanidad.
Así al son agudo de bélica trompa,
CORO Y al compás del golpe que marca el tambor.
¡ Quién sabe ! ¡ Quién sabe! Brioso en alarde y magnífica pompa,
Quizá ensueños son, En orden desfila guerrero escuadrón.

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90 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Y espadan, fusiles, caballos, cañones «¡ ¡Ay, para siempre, dijo, la ufanía


Pasan, y los ojos en confuso ven Pasó ya de la hermosa juventud,
Brillar aun las armas, ondear los pendones, La música del alma y melodía,
Fantásticas plumas del viento al vaivén, Los sueños de entusiasmo y de virtud
Pasaron, ¡ ay!, las horas de alegría,
Relumbrar corazas, y el polvo y la gente, Y abre su seno hambriento el ataúd,
Y se oye a lo lejos un vago rumor, Y único porvenir, sola esperanza,
Y queda en su encanto suspensa la mente, La muerte a pasos de gigante avanza.
Y oír y ver piensa después que pasó.
«¿Qué es el hombre? Un misterio. ¿Qué*
Mas ya del primer albor
Lia vijj
iLa luz pura tiñe el cielo,
¡ Un misterio también!... Corren los años
Y al naciente resplandor,
Su rápida carrera, y, escondida,
Naturaleza su velo
La vejez llega envuelta en sus engaños;
Pinta con vario color.
Vano es llorar la juventud perdida,
Vano buscar remedio a nuestros daños;
Y se esparce por el mundo
Un sueño es lo presente de un momento,
Un armonioso contento,
¡Muerte es el porvenir; lo que fué, fe
Un confuso movimiento,
Que en pensamiento profundo [cuento!
Suspende el entendimiento.
»Los siglos a los siglos se atropellan;
¡Los hombres a los hombres se suceden,
¿Es verdad lo que ver creo?
En la vejez sus cálculos se estrellan,
¿Fue un sueño lo que vi
Su pompa y glorias a la muerte ceden:
En mi loco devaneo?
La luz que sus espíritus destellan
¿Fue verdad lo que fingí?
Muere en la niebla que vencer no pued»
¿Es mentira lo que veo?
¡Y es la historia del hombre y su locnri
Una estrecha y hedionda sepultura!
CANTO I
»¡Oh, si el hombre tal vez lograr pudien
Sobre una mesa de pintado pino Ser para siempre joven e inmortal,
Menlancóh'ca luz lanza un quinqué, Y de ía vida el sol le sonriera,
Y un cuarto ni lujoso ni mezquino Eterno de la vida el manantial!
A su reflejo pálido se v e : i Oh, cómo entonces venturoso fuera;
Suenan las doce en el reí ó vecino Roto un cristal, alzarse otro cristal
Y el libro cierra que anhelante lé De ilusiones sin fin contemplaría,
Un hombre ya caduco, y cuenta atento Claro y eterno sol de un bello día!. .
Del cansado reloj el golpe lento.
»Necio, dirán, tu espíritu altanero,
Cargo después sobre la diestra mano ¿Dónde te rrastra, que insensato, quiere
La ya rugosa y abrumada frente, En un mundo infeliz, perecedero,
Y un pensamiento fúnebre, tirano, Vivir eterno mientras todo muere?
Fija y domina, al parecer, su mente ; ¿Qué hay inmortal, ni aun firme y durada»
Borrarlo intenta en su ansiedad en vano» ¿Qué hay que la edad con su rigor no altefl
Vuelve a leer, y en tanto que obediente ¿No ves que todo es humo, y polvo, y vienl*
Se somete su vista a su porfía, ¡Loco es tu afán, inútil tu lamento!...»
Lánzase a otra región su fantasía.
Todos más de una vez hemos pensado
«¡Todo es mentira y vanidad, locura!», Como el honrado viejo en este punto;
Con sonrisa sarcástica exclamó. Y mucho nuestros frailes han hablado,
Y en la silla tomando otra postura, Y Séneca y Platón sobre el asunto;
De golpe el libro y con desdén cerró :
Lóbrega tempestad su frente obscura Yo, por no ser prolijo ni cansado
En remolinos densos anubló, que ya impaciente a mi lector barrunto.
Y los áridos ojos quemó luego Diré que al cabo, de pensar rendido.
Una sangrienta lágrima de fuego. Tendióse el viejo y se quedó dormido.
FjL DIABLO MUNDO 91

f a j vez será debilidad humana Y esto otra vez a disgresar me lleva


f «e a dormir a lo mejor del cuento, De la historia del viejo milagrosa;
V cortado dejar para mañana Y a nadie asombre que a afirmar me atreva
i hilo q u e anudaba el pensamiento : Que, siendo el alma la, materia odiosa,
njcen 1 u e e* sueño, del olvido mana Aquí, para vivir en santa calma,
Blando licor que calma el sentimiento; O sobra la materia o sobra el alma.
vjaB ¡ay!, que a veces fijo en una idea,
Bárbaro en nuestro llanto se recrea. Quiere aquélla el descanso, y en el lodo
Nos hunde perezosa y encenaga;
Quedóse en su profundo sueño, y luego Esta presume adivinarlo todo,
Una visión... —¡Visión!, frunciendo el labio, Y en la región del infinito vaga :
Oigo que clama, de despecho ciego, Flojo, torpe, a traspiés como un beodo
Un crítico feroz—-. Perdona, ¡oh sabio!, Que con sueños su mente el vino estraga,
Sabio sublime, espérate, te ruego La materia al espíritu obedece
y yo te juro por mi honor, ¡ oh Fabio!. . Hasta que, yerta al fin, cede y fallece.
Sino es P'abio tu nombre, en este instante
A dártelo me obliga el consonante; Llaman pensar así filosofía,
Y al que piensa, filósofo, y ya siento
Juro que escribo, para darte gusto Haberme dedicado a la poesía
A ti sólo y al mundo entero enojo, Con tan raro y profundo entendimiento.
Un libro en que a Aristóteles me ajusto Yo, con erudición, ¡cuánto sabría!,
Como se ajusta la pupila al ojo : Mas vuelta a la visión y vuelta al cuento,
Mis reflexiones sobre el hombre justo Aunque ahora eme un sastre es esprit jort.
Que sirve a su razón, nunca a su antojo, No hay ya visión que nos inspire horror.
Publicaré después para que el mundo
Mejor se vuelva, ¡ oh, crítico profundo! Más me valiera el campo lisonjero
Correr de la política, y revista
Que yo bien sé que el mundo no adelanta Pasar con tanto sabio y financiero,
Un paso más en su inmortal carrera Diplomático, ecónomo, hacendista,
Cuando algún escritor como yo canta Estadista, filósofo, guerrero,
Lo primero que salta en su mollera; Orador, erudito y periodista
Pero no es eso lo que más me espanta, Que honran el siglo. ¡Espléndidos varones,
Ni lo que acaso espantará a cualquiera: Dicha no, pero honor de las naciones!
Terco escribo, en mi loco desvarío,
Sin ton ni son y para gusto mío. Y mucho más sin duda me valiera,
Que no andar por el mundo componiendo,
La zozobra del alma enamorada, De niño haber seguido una carrera
La dulce vaguedad del sentimiento, De más provecho y menor estruendo :
La esperanza, de nubes rodeada, Que si no sabio, periodista fuera,
de la memoria el dolorido acento, Que es punto menos ; mas, ¡ dolor tremendo !,
Los sueños de la mente arrebatada, Mis estudios dejé a los quince años,
La fábrica del mundo y su portento, Y me entregué del mundo a los engaños.
Sin regla ni compás canta mi l i r a :
¡ Sólo mi ardiente corazón me inspira! ¡ Oh padres! ¡ Oh tutores! ¡ Oh maestros,
Los que educáis la juventud sencilla!
Y a la 'extraña visión volviendo ahora Sigan senda mejor los hijos vuestros,
Que al triste viejo apareció en su sueño Donde la antorcha de las ciencias brilla :
'Que, algunas veces, cuando el alma llora, Tenderos ricos, abogados diestros,
La mente en consolarme pone empeño, Del foro y de la bolsa maravilla,
Y bienes y delirios atesora Pueden ser, y si no, sean diputados
Que hacen más duro, al despertar, el ceño Graves, serios, rabiosos, moderados.
L\ la suerte fatal que en esta vida
Nos persigue con alma empedernida). Y si llega a ministro el tierno infante,
Llanto de gozo, ¡oh padres!, derramad
Es fama que soñó .. y he aquí una prueba AI contemplarle demandar triunfante
"Q que nunca el espíritu reposa, A las Cortes un bilí de indemnidad.
92 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—Perdón, lector, mi pensamiento errante En mi seno encuentra el hombre


Flota en medio a la turbia tempestad Un término a su pesar.
De locas reprensibles digresiones—. Yo compasiva le ofrezco
i Siempre juguete fui de mis pasiones! Lejos del mundo un asilo,
Donde a mi sombra tranquilo
Por la inerte materia vaga incierta
Para siempre duerma en paz.
El alma en nuestra fábrica escondida,
A otra vida durmiendo nos despierta, Isla yo soy de reposo
\ i d a inmortal, a un punto reducida. En medio el mar de la vida,
De la esperanza la sabrosa puerta Y el marinero allí olvida
El espíritu abre, y, la perdida La tormenta que pasó :
Memoria renovando, allí en un punto Allí convidan al sueño
Cuanta fue, y es y será, presenta junto. Aguas puras sin murmullo;
¿Será que el alma su inmortal esencia Allí se duerme al arrullo
Entre sueños revela, y, desatada De una brisa sin rumor.
Del tiempo y la medida su existencia,
Soy melancólico sauce
La eternidad formula a la espantada
Que su ramaje doliente
Mente oscura del hombre? ¡ Oh ciencia! ¡ Oh
Inclina sobre la frente
Tan grave, tan profunda y estirada! [ciencia
Que arrugara el padecer;
Vergüenza ten y permanece muda.
Y duerme al hombre, y sus sienes
¿Puedes tú acaso resolver mi duda?
Con fresco jugo rocía,
Duerme entretanto el venerable anciano, Mientras el ala sombría.
Mientras que yo discurro sin provecho : Bate el olvido sobre él.
Figuras mil en su delirio insano
Fingiendo en torno a su encantado lecho, Soy la virgen misteriosa
El sueño su invencible y grave mano De los últimos amores,
Posando silencioso sobre el pecho, Y ofrezco un lecho de flores
Formas de luz y de color sombrío Sin espinas ni dolor,
Arroja al huracán del desvarío. Y amante doy mi cariño
Sin vanidad ni falsía;
Y como el polvo en nubes que levanta No doy placer ni alegría :
En remolino rápidos el viento, Mas es eterno mi amor.
Formas sin forma, en confusión que espanta,
Alza el sueño en su vértigo violento : En mí la ciencia enmudece,
Del vano reino el límite quebranta En mí coucluye la duda,
Vago escuadrón de imágenes sin cuento, Y árida, clara y desnuda
Y otros mundos al viejo aparecían, Enseño yo la verdad;
Y esto los ojos de su mente veían. Y de la vida y la muerte
Al sabio muestro el arcano,
En lóbrego abismo que sombras eternas Cuando al fin abre mi. mano
Envuelven en densa tiniebla y horror, La puerta a la eternidad.
Do reina un silencio que nunca se altera,
Y ahuyenta el olvido del mundo el rumor. Ven, y tu ardiente cabeza
Entre mis brazos reposa:
Con lástima y pena, mirando al anciano,
Tu sueño, madre amorosa,
Vaporosa sombra de un lejano bien.
Eterno regalaré :
De vagos contornos confusa figura,
Ven, y yace para siempre
Cual bello cadáver, se alzó una mujer : En blanda cama mullida,
Y oyóse en seguida lánguida armonía, Donde el silencio convida
Música suave, y luego una voz Al reposo y al no ser.
Cantó, que el oído no la percibía,
Deja que inquieten al hombre,
Sino que tan sólo la oyó el corazón :
Que loco al mundo se lanza,
«Débil mortal, no te asuste Mentiras de la esperanza.
Mi oscuridad ni mi nombre; Recuerdos del bien que huyó :

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EL DIABLO MUNDO 93

iVlentíra son sus amores, Sus labios besa con mortal anhelo
Jíentira son sus victorias, Cariñosa la pálida visión,
Y gon mentira sus glorias, Y a las entrañas se desprende el hielo
Y mentira su ilusión. De sus áridos labios sin color.

Cierre mi mano piadosa Sus ojos fijos en los muertos ojos


Tus ojos al blando sueño, Desvanecidos de mirar sentía,
Y empape suave beleño Los rayos de su luz yertos despojos
Tus lágrimas de dolor : Que la mirada mágica absorbía.
Yo calmaré tu quebranto
Por su cuerpo un deleite serpeaba,
Y tus dolientes gemidos,
Sus nervios suavemente entumeciendo,
Apagando los latidos
De tu herido corazón.» Y el espíritu dentro resbalaba,
Grato sopor y languidez sintiendo.
¿Visteis la luna reflejar serena
Ya su delgada, amarillenta mano,
Entre las aguas de la mar sombría,
Sobre su pecho, a reposarla extiende,
Cuando se calma nuestra amarga pena,
Y exánime mirándola el anciano,
V diente el corazón melancolía?
Yerto e inmóvil su destino atiende.
¿Y el mar que allá a. lo lejos se dila'a. Así al viajero fatigado, cuando
Imagen de la oscura eternidad, El sueño los sentidos entorpece,
V el horizonte azul bañado en plata, Las fuerzas poco a poco van faltando,
Rico dosel que desvanece el mar? Y el cuerpo perezoso desfallece,
¿Y del aura sutil que se desliza Y perdido en la áspera montaña,
Por las aguas, oístes el murmullo, Sobre la nieve desplomado cae,
Cuando las olas argentadas riza Su juicio se devana y enmaraña,
Con blanda queja y con doliente arrullo? Gratas visiones su desmayo trae.
;,Y sentisteis tal vez un tierno encanto, Y lenta y muellemente adormecida
Una voz que regala el corazón, La máquina mortal, lánguidamente
Dulce, inefable y misterioso canto Bostezar torpe la ondulante vida
De vago afán e incomprensible amor? Entre los brazos de la muerte siente.

Blanda así la quimérica armonía ¿Será que, consumida por los años,
Sonó del melancólico cantar; Sienta placer la vida fatigada.
Vibraciones del alma y melodía En dejar de este mundo los engaños,
De un corazón que fatigó el pesar. El término al tocar de su jornada?

Y la amorosa y pálida figura ¿La trabazón de la materia inerte


Dos amarillos brazos extendió, desatada, disueíto el cuerpo expira.
V sus lánguidos ojos de dulzura Y el espíritu, cercana ya la muerte-
AI triste viejo con piedad volvió. For la perdida libertad suspira?

Ojos sin luz que su mirada biela, Rendido en tanto el moribundo anciano.
Intima, intensa el corazón domina, Con deleite la eterna paz espera;
En densas sombras los sentidos vela, Su mano estrecha la aterida mano
tu mudo pasmo la razón fascina. Que marca el fin de su vital carrera,

Coagularse su sangre el viejo siente Cuando a otra parte con estruendo el suelo
"oco a poco en sus venas con sabroso Crujir y el muro de su estancia siente,
Desmayo, y que se trueca su impaciente Y ven sus ojos un inmenso cielo
Atan en un letargo vaporoso- Desarrollarse en luz de oro candente.

Entorpece sus miembros y embriaga Rico manto de lumbre y pedrería,


S
D mente aquella mágica figura, Tachonado de soles a millares,
U breve luz de su existencia apaga Olas de aljofarada argentería
^°n su mirada de fatal ternura. Meciendo el aire en esparcidos mares.
94. OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONOEDA

Y un sol con otro sol que se eslabona Del tronante cañón el estampido,
En tomo a una deidad orlan en frente, El lujo y el furor de la batalla,
Y los rayos de luz de su corona Del corazón el bélico latido,
En un velo la envuelven transparente. Que hace que hierva la abrasante malla;

Majestuosa, diáfana y radiante El oro que famélico eodicia


Su hermosura, en su lumbre se confunde, El hombre, y en montones lo atesora;
Agitada columna coruscante, Alimento infernal de la avaricia,
Júbilo y vida por doquier difunde. Que hambre más siente cuanto más devora.

Eterno amor, inmarcesibles glorias, La crápula, el escándalo y mareo


Armas, coronas de oro y de laurel, De en vicios rica, estrépitos orgía;
Triunfos, placeres, esplendor, victorias, El pudor resistiéndose al deseo,
Ilusiones, riquezas y poder. Y mezclándose el vino en la porfía;

Eterna vida, eterno movimiento, La alegre danza en movimiento blando


Los sueños de la dulce poesía, Que orna voluptuosa liviandad,
El sonoro y quimérico concento Al goce, al apetito convidando
De la rica extasiada fantasía, Con sus mórbidas formas la beldad.

El eco blando del primer suspiro, Cuanto fingió e imaginó la mente,


La dulce queja del primer amor, Cuanto del hombre la ilusión alcanza,
La primera esperanza y el respiro, Cuanto creara la ansiedad demente,
Que pura exhala ia aromosa flor. Cuanto acaricia en sueños lá esperanza;

La faz hermosa de la noche en calma La radiante visión maravillosa


Y el son del melancólico laúd, Brinda con mano pródiga en montón,
Los devaneos plácidos del alma, Y en óptica ilusoria y prodigiosa
El sosiego y la paz de la virtud, Pasar el viejo ante sus ojos vio.

La santa dicha del hogar paterno, Y entre aplausos, y músicas, y estruendo,


Del amigo la plática sabrosa, Y de ella en pos la Humanidad entera,
El blando sueño en el regazo tierno Y en torno de ella armónica volviendo
De la feliz, enamorada esposa, En giro eterno la argentada esfera;

El puro beso del alegre niño Suenan voces y cánticos sonoros


Que en torno de sus padres juguetea, Que el aire en ecos derramados hienden,
Prenda de amor, emblema del cariño Y ángeles mil Bn matizados coros
En que el alma gozosa se recrea; El aire rasgan y en fulgor lo encienden.

La fe, la religión, bálsamo suave Y una voz como ráfaga de viento,


Que vierte en el espíritu consuelo, Palpitando de vida y de armonía
Y de las ciencias el estudio grave Sobre el vario, magnífico concento,
Que alza la mente a la región del cielo ; Así cantando resonar se oía :

La máquina del mundo y su hermosura, crSalve, llama creadora del mundo,


Que arrobado el espíritu contempla; iLengua ardiente de eterno saber;
La augusta soledad que la amargura Puro germen, principio fecundo
Tal vez del alma combatida templa; ' Que encadenas la muerte a tus pies.

De Ja pasión el goce turbulento, Tú la inerte materia espoleas,


Siguiendo atropellado a la esperanza, I Tií la ordenas juntarse y vivir,
Ligero tamo que arrebata el viento Tú su lodo modelas y creas
Y despeñado a su ilusión se lanza; Miles seres de formas sin fin.

El aplauso del mundo y la tormenta, Desbarata tus obras en vano


Y el afán y el horrísono vaivén, Vencedora la muerte tal vez,
El noble orgullo y la ambición sangrienta De sus restos levanta tu mano
De nombre avara y de esplendente prez; Nuevas obras triunfante otra ve?.
EL DIABLO MUNDO 95

1" la hoguera del sol alimentas, Hombre débil, levanta la frente,


T¿ revisa los cielos de azul, Por tu labio en su eterno raudal,
, | iUI1á en las sombras argentas, Tú serás como el sol en Oriente,
Tú serás como el mundo inmortal.»
T ¿ corona* la aurora de luz.

Gratos ecos al bosque sombrío, Calló la voz, y el armonioso coro


Verde po m P a a ^m árboles das, Y el estruendo y la música siguió,
Melancólica música al río, Y repitiendo el cántico sonoro,
Ronco g rÍEo a las olas del mar
- Turbas inmensas pasan en montón.

Tú el aroma en las flores exhalas, Sus alas lanzan luminosa estela,


£, i o s valles suspiras de amor, Como la nave en la serena mar,
Tú murmuras del aura en las alas, Y entre su viva luz la luz riela
c n el Bóreas retumba tu voz. Más pura de la imagen inmortal.

Tú derramas el oro en la tierra Cruzando va cual fulgurante tromba


En arroyos de hirviente metal, Su cortejo magnífico en redor,
Tú abrillantas la perla que encierra Y el viento rompe cual lanzada bomba
En su abismo profundo la mar. Sobre otros soles desprendido sol.

Tú las cárdenas nubes extiendes, Atónito la faz alza el anciano,


»gro manto que agita Aquilón, Como el que vuelve en sí en el ataúd,
Con tu aliento los aires enciendes, Con ansia, angustia y con delirio insano,
Tus rugidos infunden pavor. Aire buscando y anhelando luz.

Tú eres pura simiente de vida, Que en el regazo del no ser dormido,


Manantial sempiterno de bien, El alto estruendo en su estupor sintió,
Luz del mismo Hacedor desprendida, El intrépido canto hirió su oído,
Juventud y hermosura es tu ser. Y súbito sus nervios sacudió.

Tú eres fuerza secreta que el mundo Y el yerto brazo de la sombra fría


En ~us ejes impulsa a rodar, Que vierte al corazón hielo mortal,
Sentimiento armonioso y profundo Aparta con afán en su agonía,
De los orbes que anima tu faz. Volar ansiando a la gentil deidad.

De tus obras los siglos que vuelan Y entrambos bracos con anhelo tiende,
Incansables artífices son, Atento el canto animador escucha,
Del espíritu ardiente cincelan De la visión de muerte se desprende,
Y embellecen la estrecha prisión. Y por moverse y levantarse lucha.

Tú en violento, veloz torbellino Los ojos abre al resplandor inciertos,


bos empujas enérgica, y van : La luz buscando que su luz excita,
Y adelante en tu raudo camino Sienten grato calor sus miembros muertos,
A otros siglos ordenar llegar. Con nuevo ardor su corazón palpita.

Y otros siglos ansiosos se lanzan, La sangre hierve en las hinchadas venas,


Desparecen y llegan sin fin, Siente volver los juveniles bríos,
^ en su eterno trabajo se alcanzan, Y ahuyentan de su frente albas serenas
^ se arrancan sin tregua el buril. (Los pensamientos de la edad sombríos.

Y afanosos sus fuerzas emplean Y desprendidas ráfagas de lumbre


En tu inmenso taller sin cesar, Su cuerpo bañan y su sien circurdan;
^ en la tosca materia golpean, Torrentes mil de la argentada cumbre,
i redobla el trabajo su afán. Vertiendo vida, en su esplendor le inundan.

De la vida en el hondo océano Y bajando la diosa encantadora,


"°ta el hombre en perpetuo vaivén, Mecida en olas de encendido viento,
i derrama abundante tu mano En torno de él la tropa voladora
La creador;» semilla en su ser. Esparce juventud y movimiento.

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96 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Y su rostro se pinta de hermosura, Acuérdate que tú fuiste


Viste su corazón la fortaleza, El que fijó tu destino,
Brilla en su frente juvenil tersura, Que ser inmortal pediste,
Negros rizos coronan su cabeza Y arrojarte al torbellino
De las edades quisiste.
El alma en su mirar se transparenta,
Mirar sereno, vivido y ardiente, Y que el mundo te dará
Y su robusta máquina alimenta Cuanto el mundo en sí contiene,
La eterna llama que en el pecho siente. Que tuyo el mundo será,
Y ya para ti previene
Contra su seno la deidad le abraza, Cuanto ha tenido y tendrá.»
Y en su velo le envuelve y le ilumina,
Y a su ruina y su destino enlaza.
El destino del mundo y su ruina. En tanto el luciente coro
Repitió luego el cantar,
Y remontándose al cielo,
«Tú los siglos hollarás, La luz plegándose va
Sonó la voz de la altura, Entre nubes de oro y nácar
Pasar los hombres verás, Que esconden a la deidad,
Del mundo la edad futura Y ias voces en los aires
Como mundo correrás. Perdidas se escuchan ya.

El sol que hoy nace en Oriente Allá en lejana armonía


Y que ilumina tu frente, Como un eco resonar:
Pasarán edades cien, «Y que el mundo te dará
Y cual hoy resplandeciente Cuanto el mundo en sí contiene,
La iluminará también. Que tuyo el mundo será,
Y ya para ti previene
El crudo invierno sombrío,
Cuanto ha tenido y tendrá.»
Del pintado abril las flores,
Las galas del bosque umbrío,
Los rigurosos calores
Dicha es soñar cuando despierto sueña
De los meses del estío.
El corazón del hombre su esperanza,
Pasarán, y contarás Su mente halaga la ilusión risueña,
Hora a hora y mes a mes, Y el bien presente al venidero alcanza.
Y" un año y otro verás, Y tras la aérea y luminosa enseña
Del entusiasmo el ánimo se lanza.
Y un siglo y otro después,
Bajo un cielo de luz y de colores,
Sin que se acabe jamás;
Campos pintando de fragantes flores.
Y eternamente bogando, Dicha es soñar, porque la vida es sueño,.
Y navegando continuo Lo que fingió tal vez la fantasía,
Sin hallar descanso, andando Cuando, embriagada en lánguido beleño,
Irás siempre, caminando, A las regiones del placer nos guía.
Sin acabar tu camino. Dicha es soñar, y el rigoroso ceño
No ver jamás de la verdad impía.
Y los siglos girarán Dicha es soñar, y en el mundano ruido
En perpetuo movimiento, Vivir soñando y existir dormido.
Las naciones morirán,
Y se escuchará tu acento Y un sueño a la verdad pasa la vida,
En los siglos que vendrán. Sueño al principio de dorada lumbre,
Senda de flores mil, fácil subida
Pero si acaso algún día Que a un monte lleva de lozana cumbre;
O o r a s tal vez tu orfandad, Después, vereda áspera y torcida, :
Y al cielo clamas piedad, Monte de insuperable pesadumbre,
Y en lastimosa agonía Donde, cansada de una en otra breña,
Maldices tu eternidad. Llora la vida y lo pasado sueña.
EL DIABLO MUNDO 9?

- o S son los deleites, los amores, Nada menos te ofrezco que un poema
. u v e n tud, la gloria y la hermosura; Con lances raros y revuelto asunto,
- laq dichas son, sueños las flores, De nuestro mundo y sociedad emblema,
Saenos , a s , ' , ,
i esperanza' a ° l ° r i i a desventura; Que hemos de recorrer punto por punto :
friunfos, caídas, bienes y rigores Si logro yo desenvolver mi tema,
el sueño son que hasta la muerte dura, Fiel traslado ha de ser, cierto trasunto
incierto y continuo movimiento De la vida del hombre y la quimera
. •.-.a al ambicioso pensamiento. Tras de que va la Humanidad entera.
Ag"
Siento no sea nuevo lo que digo,
Batallas, tempestades, amoríos
Oue el t e m á e s v i e J ° y i a P a l a m ' a rancia,
Por mar y tierra, lances, descripciones
y es trillado sendero el que ahora sigo,
De campos y ciudades, desafíos,
y caminar por él ya es arrogancia,
Y el desastre y furor de las pasiones,
gn la mente, lector, se abre un postigo,
Goces, dichas, aciertos, desvarios,
Sale una idea y el licor escancia
Con algunas morales reflexiones
n u e brota el labio y que la pluma vierte,
Acerca de la vida y de la muerte,
Y en palabras y frases se convierte.
De mi propia cosecha, que es mi fuerte.
Nihil novum sub solé, dijo el sabio :
Kada hay nuevo en el mundo; harto lo siento, En varias formas, con diverso estilo,
Que, como dicen vulgarmente, rabio En diferentes géneros, calzando
Yo por probar un nuevo sentimiento, Ora el coturno trágico de Esquilo,
Palabras nuevas pronunciar mi labio. Ora la trompa épica sonando,
Renovado sentir mi pensamiento, Ora cantando plácido y tranquilo,
Ansio, y girando en dulce desvarío, Ora en trivial lenguaje, ora burlando,
Ver nuevo siempre el mundo en torno mío. Conforme esté mi humor, porque a él me ajusto
Y allá van Tersos donde va mi gusto.
Uniforme, monótono y cansado
Es sin duda este mundo en que vivimos:
En Oriente de rayos coronado, Verás, lector, a nuestro humilde anciano,
El sol que vemos hoy, ayer le vimos: Que inmortal de su lecho se levanta,
De flores vuelve a engalanarse el prado, Lanzarse al mundo de su dicha unfano,
Vnelve el Otoño pródigo en racimos, Rico de la esperanza que le encanta.
Y tras los hielos del Invierno frío, Verás luego también...; pero ¿a qué en vano
Coronado de espigas, el Estío. Me canso en ofrecerte empresa tanta,
Si hasta que el uno al otro nos cansemos
¿Y no habré yo de repetirme a veces, Tú y yo en compaña caminando iremos?
Decir también lo que otros ya dijeron,
A raí, a quien quedan ya sólo las heces Más vale prometerte poco ahora
Del rico manantial en que bebieron? Y algo después cumplirte, lector mío,
¿Qué haré yo de decir que ya con creces No empiece yo con voz atronadora
No hayan dicho tal vez los que murieron : Y luego acabe desmayado y frío;
Byron y Calderón, Shakespeare, Cervantes No una altiva columna vencedora,
Ti tantos otros que vivieron antes? Que jamás rinda con su planta, impío,
El tiempo destructor, alzar intento;
;Y aun asimismo acertaré a decirlo?
Yo con pasar mi tiempo me contento.
¿Saldré de tanto enredo en que me he puesto?
^a que en mi cuento entré, ¿podré seguirlo
Y el término tocar que me he propuesto? No es dado a todos alcanzar la gloria
i aunque en mi empeño logre concluirlo, De alzar un monumento suntuoso
¿A ¡i no te será nunca molesto, Que eternice a los siglos la memoria
¡Oh earo comprador!, que con zozobra De algún hecho pasado grandioso :
'"iploro en mi favor, comprar mi obra 1 . Quédele tanto al que escribió la historia
De nuestro pueblo, al escritor lujoso,
kl conde que del público tesoro
1
Petición a lo Byron. Se alzó a sí mismo un monumento de oro.
7
% OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Al que supo, erigiendo un monumento Diputados al fin se hacen nombrar,


(Que tal le llama en su modestia suma) 2 , Tontos de buena fe para callar.
Premio dar a su gran merecimiento
Estos viven después deeesperadoe,
Y en pluma de oro convertir su pluma,
Del ministro además desatendidos.
Al ilustre asturiano, al gran talento,
En el mundo político ignorados
Flor de la historia y de la hacienda espuma,
Y del pueblo también desconocidos;
Al necio audaz de corazón de cieno
Andan en la cuestión extraviados,
A quien llaman el CONDE DE TORENO.
Siempre sin tino, torpes los sentidos,
¡ Oh gloria! ¡Oh gloria! ¡Lisonjero engaño, Dando a saber con prueba* tan acerbae
Que a tanta gente honrada precipitas! Que pierden fuerzas en mudando yerbas.
Tú al mercader pacífico en extraño
A todos, gloria, tu pendón nos guía,
Guerrero truecas y a lidiar le excitas;
Y a todos nos excita tu deseo :
Su rostro vuelves bigotudo, huraño; Apellidarse «ocio, ¿quién no ansia
Con entusiasmo militar le agitas, Y en las listas estar del Ateneo?
Y haces que sea su mirada horrenda ¿Y quién, aficionado a la poesía,
Susto de su familia y de su tienda. No asiste a las reuniones del Liceo,
Do la luz brilla dividida en partes
Tú, al que otros tiempos acertaba apenas
De tanto profesor de Bellas Artes
A escribir con fatigas una carta,
Animas a dictar páginas llenas Es cierto que allí van también profanos
De verso y prosa en abundane sarta; En busca de las lindas profesoras,
Político profundo en sus faenas, Hombres sin duda en su pensar livianos,
Folletos traza, artículos ensarta, Que de todo hacen burla a todas horas,
Suda y trabaja, y en marchar se emplea Sin gravedad, de entendimiento vanos,
Resmas para envolver alcarabea. Gentes de natural murmuradora-.
Que se mofaran de Villena mismo 3
Otros, ¡ oh gloria!, sin aliento vagan
Evocando los diablos del abismo.
Solícitos huyendo acá y allá,
Suponen clubs y con recelo indagan Y yo, ¡pobre de m í ! , sigo tu lumbre,
Cuándo el Gobierno a presionarlos va : También, ¡ oh, gloria!, en busca de renombn
A esto, si los destierran, los halagan; Trepar ansiando al templo de tu cumbre,
Nadie en ellos pensó ni pensará, Donde mi fama al universo asombre :
Y andan ocultos y mudando trajes, Quiero que, de tu rayo a la vislumbre,
Creyéndose terribles personajes. Brille grabado en mármoles mi nombre,
Y espero que mi busto adorne un día
Estos, por lo común, son buena gente,
Algún salón, café o peluquería.
Son a los que llamamos infelices,
Hombres todo entusiasmo y poca mente, O el lindo tocador de alguna hermosa
Que no ven más allá de sus narices; Coronaré en figura de botella,
Raza que el pecho denodado siente Lleno mi hueco vientre de olorosa
Antes que, ¡ oh fiero mandarín!, atices Agua que pula el rostro a la doncella;
Uno de tus legales ramalazos, L'eau véritable de colonia y rosa
Que les dobla ante el rey los espinazos. El rótulo en francés dirá a mi huella :
Que de su vida al fin tanto blasón
Otros te siguen, engañosa gloria,
Ha logrado alcanzar Napoleón.
Que allá en sus pueblos son pozos de ciencia
Que, creyéndose dignos de la historia, En tanto ablanda, ¡oh público severo!,
Varones de gobierno y experiencia, Y muéstrame la cara lisonjera;
Ansiosos de alcanzar alta memoria Esto le pido a Dios, y algún dinero,
Y abusos corregir con su elocuencia, Mientras sigo en el mundo mi carrera;

2 En una de las sesiones de esta última 3 Todo el mundo sabe que el marqués '
legislatura tuvo el egregio conde la llaneza de Villena se hizo picar y encerrar en una B*
decir que había erigido a la gloria de su patria ma para renacer inmortal: tengo para mi ¥
un monumento en su Historia de la revolu- ha de ser fastidioso y dulzón al paladar el#
ción de 1808. (N. de la 1.a ed.) cadillo de sabio. (N. de la 1.a ed.)

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EL DIABLO MUNDO 99

V porque fatigarte más no quiero, Y al mar dejando que a sus pies alabe
C r 0 lector, al otro canto espera, Su triunfo en roncos cantos, va velera,
tn cual sin falta seguirá; se entiende Una ola tras otra bramadora
' s te te gusta y la edición se vende. Hollando y dividiendo vencedora.
¡Ay! En el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba; el sol de la mañana
x
CANTO II Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana :
A TERESA Dentro de ella, el amor, cual rica fuente
Que entre frescura y arboledas mana,
DESCANSA EN PAZ Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.
Bueno es el mundo, ¡bueno!, ¡bueno!, ¡bueno!
Como de Dios al fin obra maestra, Yo amaba todo : un noble sentimienK
Por todas partes de delicias lleno, Exaltaba mi ánimo, y sentía
na que Dios ama al hombre hermosa muestra; En mi pecho un secreto movimiento
Salga la voz alegre de mi seno
A celebrar esta vivienda nuestra, De grandes hechos generosos guía.
• paz a los hombres! ¡gloria en las alturas! La libertad, con su inmortal aliento,
•Cantad en vuestra jaula, criaturas! Sania diosa, mi espíritu encendía,
(«María», por D. Miguel de los Santos Alvarez.) Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tri'tes recuerdos del placer perdido, El puñal de Catón, la adusta frente
A aumentar la ansiedad y la agonía Del noble Bruto, la Constancio fiera
De este desierto corazón herido? Y el arrojo de Scévola valiente,
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría La doctrina de Sócrates severa,
\x quedó al corazón solo un gemido, La voz atronadora y elocuente
¡Y el llanto que al dolor los ojos niegan, Del orador de Atenas, la bandera
Lágrimas son de hiél que «1 alma anegan! Contra el tirano macedonio alzando
Y aí espantado pueblo arrebatando.
¿Dónde volaron, ]ay!, aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura, El valor y la fe del caballero,
Regaladas de músicas sonoras, Del trovador el arpa y los cantares,
Adornadas de luz y de hermosura? Del gótico castillo el altanero
Imágenes de oro bullidoras, Antiguo torreón, do sus pesares
Sus alas de carmín y nieve pura, Cantó tal vez con eco lastimero,
Al sol de mi esperanza desplegando, ¡ Ay!, arrancada de sus patrios lares,
Pasaban, ¡ay!, a mi alrededor cantando. Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría, El dulce anhelo del amor que aguarda
El aura susurraba entre las flores, Tal vez, inquieto y con mortal recelo,
El bosque mansamente respondía, La forma bella que cruzó, gallarda
Las fuentes murmuraban sus amores.,. Allá en la noche entre el medroso velo;
I Ilusiones que llora el alma mía! La ansiada cita que en llegar se tarda
¡Oh! ¡Cuan suave resonó en mi oído Al impaciente y amoroso anhelo,
El bullicio de] mundo y su ruido! iLa mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura;
Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera A un tiempo mismo en rápida tormenta,
i al soplo de los céfiros suave Mi alma alborotaban de contino,
Orgullosa desplega su bandera, Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetuoso torbellino ;
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
1
Este canto es un desahogo de mi co- En mi voz escuchaba su destino,
^5n; sáltelo, el que no quiera leerlo, sin es- Ya al caballero, al trovador soñaba
crúpulo, pues no está ligado de manera algu-
na Y de gloria y de amores suspiraba,
con el poema. (N. del A.)
100 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Hay una voz secreta, un dulce canto, Es el amor que recordando llora
Que el alma sólo recogida entiende, Las arboledas del Edén divinas,
Un sentimiento misterioso y santo Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que del barro al espíritu desprende; Que busca en vano aquí su bren perdido.
Agreste, vago y solitario encanto
¡ Oh llama santa! ¡ Celestial anhelo!
Que en inefable amor el alma enciende,
¡ Sent ¡miento purísimo! ¡ Memoria
Volando tras la imagen peregrina
Acaso triste de un perdido cielo,
El corazón de su ilusión divina.
Quizá esperanza de futura gloria!
Yo, desterrado en extranjera playa, ¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
Con los ojos extático seguía í Oh mujer, que en imagen ilusoria
La nave audaz que argentada raya Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Volaba al puerto de la patria mía; Brindó el amor a mi ilusión primera!
Yo cuando en Occidente el sol desmaya,
¡Oh Teresa! jOh dolor! Lágrimas mías,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
¿ A h ! , ¿dónde estáis que no corréis a mareéí
Oír pensaba el armonioso acento
¿Por qué, por qué como en mejores días
De una mujer, al suspirar del viento.
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Una mujer! En el templado rayo ¡ O h ! , los que no sabéis las agonías
De la mágica luna se colora, i !>e un corazón que penas a millares,
Del sol poniente al lánguido desmayo, ¡ Ay!, desgarraron, y que ya no llora,
Lejos entre las mtbes se evapora; ¡ Piedad tened de mi tormento ahora!
Sobre las cumbres que florece el mayo,
¡Oh, dichosos mil veces, sí, dichosos
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Los que podéis llorar! Y, ¡ay!, sin ventuh
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
De mi, que, entre suspiros angustiosos,
Juega en las aguas del sereno río.
Ahogar me siento en infernal tortura!
¡ Una mujer! Deslizase en el cielo Retuércese entre nudos dolorosos •'
Allá en la noche desprendida estrella, Mí corazón gimiendo de amargura .
Si aroma el aire recogió en el suelo, También tu corazón hecho pavesa,
Es el aroma que le presta ella. ¡Ay!, llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
Blanca es la nube que en callado vuelo
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Que fuera eterno manantial de llanto
Y en la tarde la mar olas la ofrece Tanto inocente amor, tanta alegría,
De plata y de ¿afir donde se mece. Tantas delicias y delirio tanto?
Mujer que amor en su ilusión figura, ¿Quién pensara jamás llegase un día
Mujer que nada dice a los sentidos, En que, perdido el celestial encanto
Ensueño de suavísima ternura, Y caída la venda de los ojos,
Eco que regaló nuestros oídos: Cuanto diera placer causara enojos?
De amor la llama generosa y pura, Aun parece, Teresa, que te veo
Los goces dulces del placer cumplidos. Aérea como dorada mariposa,
Que engalana la rica fantasía, En sueño delicioso del deseo,
Goces que avaro el corazón ansia. Sobre tallo gentil temprana rosa,
¡Ay!, aquella mujer, tan sólo aquélla Del amor venturoso devaneo,
Tanto delirio a realizar alcanza, Angélica, purísima y dichosa,
Y esa mujer tan candida y tan bella Y oigo tu voz dulcísima, y respiro
Es mentida ilusión de la esperanza: Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Es el alma que vivida destella
Y aún miro aquellos ojos que robaron
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
A los cielos su a¡sul, y las rosadas
Y el mundo con su magia y galanura, Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Es espejo no más de su hermosura. Las de mayo serenas alboradas;
Es el amor que al mismo amor adora, Y aquellas horas dulces que pasaron
El que creó las silfides y ondinas, Tan breves, ¡ ay!, como después llorad**,
La sacra ninfa que bordando mora Horas de confianza y de delicias,
Debajo de las aguas cristalinas: De abandono, y de amor, y de caricias.
EL DIABLO MUNDO 101

í)ae así *a,s Ü O r a s rápidas pasaban, Con sus blancos ensueños se llevaron,
V «asaba a la par muestra ventura; Y el porvenir de oscuridad vistieron;
V nunca nuestras ansias las contaban, Las rosas del amor se marchitaron,
Tñ embriagada en mi amor, yo en tu hermo- !Las flores en abrojos convirtieron,
r boras» i a y ' ' huyendo nos miraban, [sura Y' de afán tanto y tan soñada gloria
. | t 0 tal vez vertiendo de ternura, Sólo quedó una tumba, una memoria.
Oue nuestro amor y juventud veían
V temblaban las horas que vendrían. ¿Pobre Teresa! Al recordarte siento
Un pesar tan intenso... Embarga impío
y ¡legaron en fin .. ¡Oh! ¿Quién, impío, Mi quebrantada voz mi sentimiento,
•Ay! agostó la flor de tu pureza? Y suspira tu nombre el labio m í o ;
Tú fuiste un tiempo un cristalino río, Para allí su carrera el pensamiento,
Manantial de purísima limpieza; Hiela mi corazón punzante frió,
Después torrente de color sombrío, Ante mis ojos la funesta losa,
Rompiendo entre peñascos y maleza, Donde, vil polvo, tu beldad reposa.
Y estanque, en fin, de aginas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas. Y tú, feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
¿Cómo raíste despeñado al suelo, Cuando llegabas mísera a perderte
4slro de la mañana luminosos? Y era llorar tu único destino ;
Ángel de ^ z , ¿quién te arrojó del cielo Cuando en tu frente la implacable suert*
A este valle de lágrimas odioso? Grababa de los reprobos el sino...
Aún erreaba tu frente el blanco velo ¡ Feliz!, la muerte te arrancó del suelo,
Del serafín, y en ondas fulguroso, Y otra vez ángel te volviste al cielo.
Rayos al mundo tu esplendor vertía.
Y otro cielo el amor te prometía. Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón sin ilusiones,
Mas, ¡ay!, que es ia mujer ángel caído La delicada flor de tu hermosura
O mujer nada más y lodo inmundo, Ajaron del dolor los aquilones;
Hermoso ser para llorar nacido, Sola y envilecida, y sin ventura,
O vivir como autómata en el mundo ; Tu corazón secaron las pasiones;
Sí, que el demonio en el Edén perdido Tus hijos, ¡ay!, de ti se avergonzaran,
Abrasara con fuego del profundo Y hasta el nombre de madre te negaran.
La primera mujer, y, ¡ ay!, aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego. Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido,
Brota en el cielo del amor la fuente Único desahogo en tu quebranto,
Que a fecundar el universo mana, El histérico, ¡ay!, de tu gemido:
Y en la tierra su límpida corriente ¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Sus márgenes con flores engalana; Envolver tu desdicha en el olvido,
Mas, ¡ay!, h u i d : el corazón ardiente Disipar tu dolor y recogerte
Que el agua clara por beber se afana, En su seno de paz? ¡ Sólo la muerte!
Lá grimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno. ¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
Huid, si no queréis que llegue un día En ti, mezquina sociedad, lanzada
En que, enredado en retorcidos lazos ¿i. romper TUS barreras turbulenta;
El corazón, con bárbara porfía Nave contra las rocas quebrantada,
Luchéis por arrancároslo a pedazos; Allá vaga, a merced de la tormenta,
En que al cielo, en histérica agonía, En las olas tal vez náufraga tabla,
Frenéticos alcéis entrambos brazos, Que sólo ya de sus grandezas habla.
"ara en vuestra impotencia maldecirle,
i escupiros, tal vez, al escupirle. Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Los años, ¡ay!, de la ilusión pasaron; Tierno quejido que en el alma hiere,
**« dulces esperanzas que trajeron, Eco suave de su amor primero :

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102 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

¡Ay! De tu luz, en tanto yo viviere, Buscando en vano con los ojos fijos
Quedará un rayo en mí, blanco lucero, Y extendiendo tus brazos a tus hijos.
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida. ¡Oh, cruel! ¡Muy cruel!... ¡ A h ! , yo, enj¡
Dentro del pecho mi dolor oculto, [ta„
Que yo como una flor que en la mañana Enjugo de mis párpados el llanto
Abre su cáliz al naciente día, Y doy al mundo el exigido culto;
¡Ay!, al amor abrí tu alma temprana, Yo escondo con vergüenza mi quebranta
Y exalté tu inocente fantasía. Mi propia pena con mi risa insulto,
Yo, inocente también, ¡oh, cuan ufana Y me divierto en arrancar del pecho
Al porvenir mi mente sonreía, Mi mismo corazón pedazos hecho.
Y en alas de mi amor con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo! Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz : ¡ bella es la vida!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
¿Quién a parar alcanza la carrera
En tus brazos en lánguido abandono, Del mundo hermoso que al placer convida?
De glorias y deleite* rodeado, Brilla radiante el sol, la primavera
Levantar para ti soñé yo un trono : Los campos pinta en la estación florida :
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado, Trueqúese en risa mi dolor profundo...
Vencer del mundo el implacable encono, Que haya un cadáver más, ¡qué importa $
lí en un tiempo sin horas y medida [mundttl
Ver como un sueño resbalar la vida.

¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos


Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
CANTO ÍII
En cárdenos matices cambiaban;
Cuando, de tu dolor triste despojos,
«¡Cuan fugaces los años,
La vida y su ilusión te abandonaban
¡ Ay!, se deslizan, Postumo!», gritaba
Y consumía lenta calentura
El lírico latino que sentía
Tu corazón al par de tu amargura;
Cómo el tiempo cruel le envejecía,
Si en tu penosa y última agonía Y el ánimo y las fuerzas le robaba.
Volviste a lo pasado el pensamiento; Y es triste a la verdad ver cómo huyen
Si comparaste a tu existencia un día Para siempre las horas, y con ellas
Tu triste soledad y tu aislamiento; Las dulces esperanzas que destruyen
Si arrojó a tu dolor tu fantasía Sin escuchar jamás nuestras querellas;
Tus hijos, ¡ay!, en tu postrer momento, ¡ Fatalidad! ¡ Fatalidad impía!
A otra mujer tal vez 'acariciando, Pasa la juventud, la vejez viene,
Madre tal vez a otra mujer llamando; Y nuestro pie, que nunca se detiene,
Recto camino hacia la tumba fría.
Si el cuadro de tus breves glorias viste Así yo meditaba
Pasar como fantástica quimera, En tanto me afeitaba
Y isi la voz de tu conciencia oíste Esta mañana mismo, lamentando
Dentro de ti gritándote severa; Cómo mi negra cabellera riza,
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste Seca ya como cálida ceniza,
Y no brotó una lágrima siquiera Iba por varias partes blanqueando;
Tu seco corazón, y a Dios llamaste, Y un triste adiós mi corazón sentido
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste; Daba a mi juventud, mientras la historia
Corría mi memoria
¡Oh, cruel! ¡Muy cruel! ¡Martirio horren- Del tiempo alegre por mi mal perdido,
íEspantosa expiación de tu pecado! [do! Y un doliente gemido
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo, Mi dolor tributaba a mis cabellos
Morir el corazón desesperado! Que canos se teñían,
Tus mismas manos de dolor mordiendo, Pensando que ya nunca volverían
Presente a tu conciencia lo pasado, Hermosas manos a jugar con ellos.
EL DIABLO MUNDO

. ¡Malditos treinta años La mar serena y la arboleda umbría,


dad de amargos desengaños! Rizando aquélla sus lascivas olas,
funesta
Y ésta las verdes copas ondeando,
Perdonad, hombres graves, mi locura, Coronadas de vagas aureolas
Vosotros los que veis sin amargura, A los rayos del sol que se va alzando.

Como cosa comente,


- siga un año al año antecedente,
Y era el año cuarenta en que yo escribo
Y nunca os rebeláis contra el destino : De este siglo que llaman positivo
Cuando el que viejo fue, por la mañana
•Oh!, s e r á un desatino,
En vez de. hallarse la cabeza cana
Mas yo n 0 m e r e s ' g n o a hallarme viejo
¡¿ mirarme al espejo, Y arrugada la frente,
y ]a razón averiguar quisiera Se encontró de repente
One en este nuestro mundo misterioso Joven al despertar, fuerte y brioso;
Sin encontrar reposo Y el antes fatigoso
\os obliga a viajar de esta manera. Del triste corazón flaco latido
En vigoroso golpe convertido,
Y palpitantes conteniendo apenas
Y luego las mujeres, todavía
La hirviente sangre las hinchadas venas,
Son mi dulce manía :
Y sintió nueva fuerza en los nervudos
Ellas la senda de ásperos abrojos
Músculos, antes de calor desnudos,
n e la vida suavizan y coloran,
Mientras, en su agitada fantasía,
Y a las mujeres los llorosos ojos
Volando con locura el pensamiento,
Y los cabellos canos no enamoran,
En vaga tropa imágenes sin cuento
¡Griegos liceos! Célebres hospicios!
De oro y azul el porvenir traía.
(Exclamaba también Lope de Vega
Llorando la vejez de su sotana)
Que apenas de haber sido dais indicios. El corazón henchido de esperanza,
Sí moristeis del tiempo en la refriega Sin temor de mudanza
Y ejemplo sois de la locura humana, Mecida el alma en el placer futuro,
¡Ah!, no es extraño que el que a treinta llega El ánimo seguro
Llegue a encontrarse la cabeza cana. Tras su ilusión lanzándose a la gloria,
Y libre de recuerdos la memoria,
Adiós amores, juventud, placeres, Y el alma y todo nuevo,
Adiós vosotras las de hermosos ojos, Todo esperanzas el feliz manceho.
Hechiceras mujeres,
Que en vuestros labios rojos La nube más ligera
Brindáis amor al airaa enamorada; No empañaba la atmósfera siquiera
Dichoso el que suspira De su nuevo atrevido pensamiento.
Y oye de vuestra boca regalada, Nuevo su sentimiento
Siquiera una dulcísima mentira Y pura y nueva su esperanza era;
En vuestro aliento mágico bañada. A su espalda las aguas del olvido
¡Ah!, para siempre adiós: mi pecho llora Sus antiguos recuerdos se llevaron
Al deciros adiós : ¡ ilusión vana ! Y de la vida con raudal crecido
Mí tierno corazón siempre os adora, Correr el limpio manantial dejaron.
Mas mi cabeza se me vuelve cana.
Y era el primer latido
Coloraba en Oriente Que daba el corazón, y era el primero
El sol resplandeciente Pensamiento ligero
w>s campos de zafir con rayos de oro, Que formaba la mente, y la primera
Y su rico tesoro Nacarada ilusión del alma era :
Del faldellín de plata derramaba Sus ojos a mirar no se volvían
La aurora y esmaltaba ¡Los recuerdos que huían
La esmeralda del prado con mil flores, Y el denso velo de la muerte oculta,
Brotando aromas y vertiendo amores, Porque muertos habían,
I llenaban el mundo de armonía Muerto ya hasta el recuerdo de su nombre,
104 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Que allá también la eternidad sepulta, Fuego sus negros ojos centellean;
Y al despertar amaneció otro hombre. Y su frente diáfana ilumina
Su raudo pensamiento
¿Quién dudará que el nombre es un tor- Prestando a su semblante movimiento
Todo el tiempo pasado [mentó? Vivido rayo de la luz divina.
Va para siempre atado Ancha la espalda, levantando el pecho,
Al nombre que conserva el pensamiento De férreos nervios hecho
Y trae a la memoria El vigoroso cuerpo, y la belleza
Un solo nombre, una doliente historia. Junta a la fortaleza :
Hilo tal vez de la madeja suelto ; Maravillosa máquina formada
En el nombre va envuelto Por ingenio divino
El despecho, el placer, las ilusiones De siglos mil a resistir lanzada
De cien generaciones El choque y torbellino.
Que su historia acabaron
Y cuyos nombres sólo nos quedaron. ¡Y el alma! ¡El corazón! ¡La fantasía'
Clavo de donde cuelgan nuestras vidas ¡ O h ! , la aurora más pura y más serena
En mil jirones pálidos rompidas, De abril florido en la estación amena
Que traen a la memoria Fuera junto a su luz noche sombría.
Cual rota enseña la pasada gloria ;
Porque el nombre es el hombre Nosotros, ¡ a h ! , los que al nacer llórame
Y es su primer fatalidad su nombre, Que paso a paso a la razón seguimos,
Y en él se encarna a su existencia unido, Que una impresión tras otra recibimos,
Y en su inmortal espíritu se infunde, Que ora a la infancia, a la niñez llegamos
Y en su ser se confunde, Luego a la juventud, ¡ a h ! , no alcanzamos
A imaginar la dicha y la limpieza
Y arranca su memoria del olvido.
Del alma en su pureza.
Y viviendo de ajena y propia vida,
Alma de los que fueron, desprendida ¿Quién no lleva escondido
Júntase el alma del que vive y lleva Un rayo de dolor dentro del pecho?
Gual parte de su vida en su memoria ¿Por cuál dichoso rostro no han corrido
Lágrimas de amargura y de despecho?
La ajena vida y la pasada historia.
¡ Quién no lleva en su alma,
¡ A h ! , por muy joven y feliz que sea,
Cuanto diciendo voy se me figura
Un penoso recuerdo, alguna idea,
Metafísica pura,
I Que nublando su luz turba su calma!
Puro disparatar, y ya no entiendo,
Lector, te juro, lo que voy diciendo.
Vuelvo a mi cuento y digo
Que el viejo nuestro amigo Tal nuestro padre Adán.., Pero dejando
Amaneció tan otro y tan ufano, Comparaciones frías
Tan orondo y lozano, Que, el alma atormentando,
Que envidia y gloria diera Nos traen recuerdos de mejores días,
A un Jerónimo antiguo si le viera. Y de aquella fatal, negra manara
No hablo de los Jerónimos de hoy día, De la flaqueza o robustez de Eva,
Que flacos, macilentos, Cuando alargó la mano a la manzana
Tal vez recuerdan con la panza fría Y... Pero, pluma, queda...
La abundancia y la paz de sus conventos. ¿A qué vuelvo otra vez al Paraíso
Cuando la suerte quiso
Tersa y luciente brilla Que no fuera yo Adán, sino Espronceda?
La morena mejilla; Ni el primer hombre ni el varón segundo,
Los afilados dientes Sino Dios sabe el cuántos, que no tengo
Unidos, transparentes, Número conocido y me entretengo
Entre sus labios de carmín blanquean, En este mundo tan alegre y vario
Y en negros rizos por su espalda ondean Como en jaula de alambres el canario,
Los cabellos de ébano bruñido, Divertido en cantar mi Diablo Mundo.,
En tanto que encendido Grandílocuo poema y elocuente,

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EL DIABLO MUNDO IOS

„ 9 Je hablar allí con la serpiente..., Guardan su sueño a su alrededor cantando


tu sin instrucción, poco profundo, La virtud, la esperanza y los amores.
espiritual y al cabo un ente
n c fe traidora y de melosa lengua, Y un alegre rumor que el vago viento
VI cual tal vez me hubiera pervertido En confundido acento
Y como a Eva para eterna mengua, De la calle elevaba,
Deshonrado además y seducido : Bullicio de la gente que pasaba,
y a l fin allí no había Cada cual acudiendo a sus quehaceres,
Acá y allá esparcidos
Cátedras ni colegios todavía.
Su afán mezclando y diferentes imidos
Al confuso rumor de los talleres,
Y dejando también mis digresiones,
Escalando a la estancia del mancebo
Más largas cada vez, más enojosas,
Con estrépito alegre y armonía,
Oue para mí son tachas y borrones
A su encantado pensamiento nuevo
p e Jas mejores obras, fastidiosas
Regocijo añadía.
Haciéndolas, llevando al pacienzudo
Lector confuso siempre, aunque es defecto
¡ Oh mundo encubridor, mundo embustero l'.
J}c escritor concienzudo
j Quién en la calle de Alcalá creyera
Que perdona el efecto,
Tanta felicidad que se escondiera
Con la intención de mejorar conciencias
Y en un piso tercero !
Con sus disertaciones y advertencias.
Mas todo son jardines de hermosura,
Si con su varia tinta
El hombre, el fin, se levantó del lecho,
El alma en su ventura
Mancebo ardiente y vigoroso hecho,
Y mágica ilusión el cuadro pinta :
Fuera de sí de esfuerzo y de alegría,
¡Y el más bello pensil trueca y convierte
Rcbosáudole el go2o
Del alma la amargxu'a
Al rostro y en el alma el alborozo
En páramo erial de luto y muerte!
AI impulso secreto que sentía.

Era en el mes de abril una mañana;


Con un rayo de sol dorado el viento ¡Bueno es el mundo! ¡Bu&rtol ¡Buenot
Alegraba el cristal de su ventana, Ha cantado un poeta amigo mío, [¡Bueno!
Y mecidas en blando movimiento Mas es fuerza mirarlo así de lleno,
De varios tiestos las pintadas flores, El cielo, el campo, el mar, la gente, el río,
Sus corolas erguían Sin entrarse jamás en pormenores
Y al transparente céfiro Esparcían Ni detenerse a examinar despacio,
Juveniles aromas y colores. Que espinas llevan las lozanas flores,
Y el más blanco y diáfano topacio
Desplegaba ligera Y la perla más fina
Entre las flores y el cristal sus alas. Manchas descubrirá si se examina.
Ninfa de la galana primavera,
De su color vestida y ricas galas, Pero ¿qué hemos de hacer, no examinar?
En círculos volando bulliciosa ¿Y el mundo que ande como quiera andar?
Alegre mariposa, Pasar por todo y darlo de barato
Sus alas dando al sol rico tesoro Fuera vivir cual sandio mentecato;
De nieve y de zafir con polvos de oro. Elegir la virtud en un buen medio
\ la aromosa flor que se mecía, Es un continuo tedio;
Y el aliento del aura enamorada, Lanzarse a descubrir y alzarse al cielo
Y la brillante luz que se bullía, Cuando apenas alcanza nuestro vuelo
Y el inquieto volar de la encantada A elevarnos un palmo de la tierra,
Mariposa feliz girando en torno, Miserables enanos,
Imágenes doradas de la vida Y con voces hacer mezquina guerra
Eran y rico adorno Y levantar las impotentes manos,
Que a la ilusión del porvenir convida. Es ridículo asaz y harto indiscreto ;
•"lores, luces, aromas y colores, Vamos andando, pues, y haciendo ruido^
Que sueña el alma enamorada cuando Llevando por el mundo el esqueleto
106 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCÍEDA

De carne y nervios y de piel vestido. Turba su paz doméstica, que ha dado


¡Y el alma que no sé yo do se esconde! En darle celos su mujer furiosa,
Vamos andando sin saber adonde. Y aunque sobremanera
Los celos sin razón ella exagera,
Suena en el barrio como cierta cosa
Vagaba en tanto por la estancia en cuen ,g Que, aunque viejo, es de fuego
Sin respeto al pudor, como un salvaje, Corriente en una broma y mujeriego.
O como andaba allá por los oteros
Floridos del Edén, o por los llanos,
Sin arcabuz ni paje, En la BStancia al estruendo y algazara
El padre universal de los humanos, Entra el discreto concejal gruñendo
Que sin duda andaría, Y con muy mala cara
Sólo y sin su mujer el primer día, De las bromas del huésped maldiciendo;
O como van aún en las aldeas, Bromas de un hombre de su edad ajenas,
Sucias las caras feas Con un pie en el sepulcro dando voces,
Y el cuerpo del color de la morulla, Haciendo el niño y disparando coces...
Los chicos de la Mancha y de Castilla, Mas lo que puede el regidor apenas
Nuestro héroe gritando, (Don Laborío) llegar a comprender,
Gestos haciendo y cabriolas dando, Es cómo a tanto escándalo se atreve
Hasta que al fin al ruido Un hombre que le debe
Entró allí su patrón medio dormido. Cuatro meses lo menos de alquiler.
Frisaba ya el patrón en sus cincuenta,
Hombre grave y sesudo, «¿Es posible, al entrar dijo, don Pablo
Tenido entre sus gentes por agudo, (Sin reparar siquiera
Con lonja de algodones por su cuenta : Que su huésped el mismo ya no era),
Elector, del sensato movimiento Que os tiente así tan de mañana el diablo!
Partidario en política, y nombrado ¡Vive Dios que os encuentro divertido!...
Regidor del heroico Ayuntamiento ¿Parece bien que un viejo que ya tiene
Por fama de hombre honrado, Más años que un palmar, hecho un orate,
Y odiar en sus doctrinas reformistas Arme él solo más ruido
No menos al partido moderado Que cien chiquillos juntos?... ¡Botarate!
Que a los cuatro anarquistas, Más valiera que tantas alegrías
Aunque éstos le incomodan mucho más; Fueran pagar contado
Por no verlos se diera a Barrabás, Mis cuatro meses y diez y ocho días!»
Y tiene persuadida a su mujer
Tal con rostro indigesto
Que es gente que no tiene qué perder.
Dijo, y, en ademán de hombre enojado,
Con desdén la cabeza torció a un lado
Y empujó el labio con severo gesto.
Leyendo está las Ruinas de Palmira
Detrás del mostrador a aquellas horas Con una interjección y un fiero brinco,
Que cuenta libres, y a educarse aspira Digno de Auriol, el saltarín payaso,
En la buena moral, Al grave regidor le salta al paso,
Y a la patria a ser útil en su oficio, Colgándose a su cuello con ahinco
Habiendo ya elegido en su buen juicio, Y amorosa locura,
En cuanto a religión, la natural: Su improvisado huésped, que se afana
Y mirando con lástima a su ahuelo, (Tal simpatiza la familia humana)
Que fué al fin un esclavo, Por conocer aquel confuso ente
Y el mezquino desvelo De tan rara figura
De los pasados hombres y porfías, Que aparece a sus ojos de repente;
Rinde gracias a Dios, que el mundo al cabo Y ambas manos le planta
Ha logrado alcanzar mejores días. En los carrillos y su faz levanta
Así filosofando y discurriendo, Por verle bien, y en la nariz le arroja
Sus cuentas componiendo, Tan súbita y ruidosa carcajada,
Cuidando de la villa y su limpieza, Fijando en él su vivida mirada,
Sólo tal vez alguna ligereza Que al pequeñuelo regidor enoja.
EL DIABLO MUNDO 107

r'mo! \A mí\ ¡ Voto a tall, gritó en su ira La hizo subir con el vestido abierto,
'. pl nobre concejal en tanto, La negra espalda al aire y sin concierto.
• Ao aquel tagarote con espanto La marmota y los lazos, con descuido,
J í ^ c o n salvaje júbilo le mira, Por el bien parecer se loe ha puesto,
rt e le acaricia rudo, Que un traje limpio y un semblante honesto
Z..
Hercuie»,!flí sin pudor, Sansón desnudo, Decoro en la mujer dan al marido.
Con atención tan rara y tan prolija Acudió a la par de ella
al contemplar sus gestos y oír su voz, Un pintor joven, cuya mala estrella
Que, **
Cada vez más se alegra y regocija Trajo a Madrid con más saber que Apeles,
Con delirio feroz. Mas no llegó a pintar porque el dinero
Grujiéndole de cólera los huesos, A su llegada le ganó un fullero
c- su impotencia, don Liborio, en vano, Y no compró ni lienzo ni pinceles;
K ^mediar se esfuerza los excesos Y en la buhardilla vive,
n e aquel bárbaro audaz y casquivano; Lejos del ruido y pompas de este mundo.
Confuso y sin saber quién le ha traído, Junto a Dios nada menos, del profundo
\i por dónde ha venido, Genio de Dios la inspiración recibe;
\'i cómo, por qué arte prodigiosa, Mas tanto genio por causa tan fútil
SÜ pacífico viejo en tan furioso Estéril es, la inspiración inútil.
Huésped se ha convertido. Y, ¡oh prosa!, ¡Oh mundo vil!, no inspiracio-
Pide el pintor a Dios, sino doblones. [nes
Su alegre huésped que le palpa y ríe
Como a juguete vil contempla el niño,
Un cachazudo médico, vecino
Que, en su brutal cariño,
del cuarto principal, materialista,
Ni un punto le permite se desvíe;
Sin turbarse subió, y entre otros vino
One, imperturbable, en tanto que murmulla
Un romántico joven periodista,
El patrón amenazas y rabones.
Que en escribir se ocupa folletines,
Súplicas, maldiciones,
De alma gastada y botas de charol,
Gritos monográficos le aulla,
Que ora canta a los muertos paladines.
Pálpale el rostro y pízcale el semblante.
Ora escribe noticias de Mogol
¿Qué hombre formal se vio Cada linca a real, y anda buscando
En situación jamás tan apurada? Mundo adelante nuevas sensaciones,
Su grave dignidad comprometida, iLas ilusiones que perdió llorando,
Y aquí la autoridad desconocida Lanzando a las mujeres maldiciones.
Yace, además, y ajada
Con que la sociedad le revistió. En tanto le han quitado su gorreta
Griega al patrón el héroe, y decidido
Ya le levanta en alto y le examina, Sobre su noble frente la escasqueta,
Y, al verle mal formado y tan pequeño, Ancho de vanidad, de gozo henchido,
Le contempla risueño Y en cueros, con su gorro, se pasea
Entre cariño y burla con ternura, Por el cuarto, y gentil se pavonea,
Y que un poder providencial no envía Que es natural al más crudo varón
(¡Oh presunción del hombre í) se figura Ser algo retrechero y coquetón,
A servirle y hacerle compañía. Echándole al patrón, con desparpajo
Miradas que le miden de alto a abajo,
Sin hacer caso de sus voces fieras,
En fin, los gritos fueron Creyéndole en su estado natural,
Tales, y tantas del patrón las voces, Ni atender al estrépito infernal
Que todos los vecinos acudieron De los que sube« ya las escaleras.
Al estruendo y estrépito feroces.
Acudió, como era Se abrió de golpe la entornada puerta
De su deber, al punto la primera, Y de tropel entraron los vecinos
Su mujer con vestido de mañana Y hallaron al patrón que a hablar no acierta
v
tres moños no más en la marmota, Y al Hércules haciendo desatinos.
"os de color de rosa, otro de grana, Su esposa la primera, medio muerta
Qüe, aunque el afán de ver quién alborota De espanto y de dolor, gritó : « ¡ Asesinos!»

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108 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Porque tiene el amor ojoe de aumento ¡Tanto pudor a los cincuenta años!
Y quita la pasión conocimiento. ¡ Oh incansable virtud de la matrona!
Después de tanto ataque y desengaños,
Fué del patrón, cuando llegó socorro, En este mundo picaro, que abona
Echarla lo primero de valiente El vicio con sus crímenes y amaños,
Y recobrar su dignidad y el gorro, El tiempo, que peñascos desmorona,
Tomando un ademán correspondiente. No pudo su virtud jamás vencer :
Y así mirando indiferente al corro, ¡ Oh feliz don Liborio! ¡ Oh gran mujer!-
Que es máxima que tiene muy presente
La de nihil admiran, y la halló un día ¿Y' habrá de irse sin mirar siquiera
En un tratado de filosofía, A un monstruo, a un loco? ¿Y dejará en
A su ILiborio con aquella fiera 1*UM
Tendió la mamo, al loco señalando, En trance que ha tomado tal mal sesgo?
Y al mismo punto su inocente esposa No lo permita Dios: Liborio muera
La misma infausta dirección, temblando, Y ella también con él.—Y aquí yo arrian
Con los ojos siguió toda azarosa. Por seguir en octavas este canto,
¡Oh terrible visu! ¡Cuadro infando! Débilmente cantar dévouement tanto.
¡ O h ! La casta matrona ruborosa
Vio...; mas ¿qué vio, que de matices rojos Ella, la pobre, a su pesar forjada
Cubrió el marfil y se tapó los ojos? A ver a un hombre en cueros que no ej
Su esposo, con rubor una mirada
Musas, decid qué vio... La Biblia cuenta Le echó de la cabeza hasta los pies,
Que hizo a su imagen el Señor al hombre. Y aunque fuerte, y honesta, y recatada,
Y a Adán desnudo a su mujer presenta, Un pensamiento la ocurrió después:
Sin que ella se sonroje ni se asombre; Que la mujer, al cabo, menos lista
Después se le ha llamado, y a mi cuenta. Tiene en su corazón algo de artista.
Mientras peritos prácticos no nombre
La familia animal, está dudoso, Y al contemplar las formas majestuosas,
Entre todos al hombre el más hermoso. La robusted del loco y carnes blancas,
Recordó suspirando las garrosas
Y muy cara se vende una pintura Del pobre regidor groseras zancas.
De una mujer o un hombre en siendo buena, Son las comparaciones siempre odiosas,
Y estimamos desnudo en la escultura Siempre, y en el archivo de Simancas,
Un 'atleta en su rústica faena; Si no me engaño, pienso haber leído
Mas eso no : la natural figura Que en el símil perdió siempre el marido.
Es menester cubrirla y darla ajena
Forma bajo un sombrero de castor, r Oh cuan dañosas son las bellas artes!
Con guantes, fraque y botas por pudor. ¡Y aún más dañosa la afición a ellas!
A. sus maridos estudiar por partes
No que me queje yo de andar vestidos, ¡ Cuántas extravió mujeres bellas!
Y ahora mucho menos en invierno, No pensó más moléculas Descartes,
Y que el pudor se dé por ofendido Ni en más rayos se parten las estrellas
De ver desnudo un hombre lo discierno, Que en partes, ¡ay!, una mujer destriza
Y mucho más si el hombre no es marido A su esposo infeliz y lo analiza.
Ni cuñado siquiera, suegro o yerno,
Que entonces la mujer no tiene culpa Y a par que en él aplica el analítico,
Y' el mismo parentesco la disculpa. Al ajeno varón le echa el sintético,
Y' al más fuerte marido encuentra estítico,
Mas es el caso aquí que aquella dama Y al más débil galán encuentro atlético.
Mujer del concejal... ¡Oh!, sm lisonja, Juzga al primero un corazón raquítico,
¿Cómo diré la edad que le reclama Halla en el otro un corazón poético ;
El tiempo que hace ya vive en la lonja, La palabra de aquél, ruda y narcótica,
Yo, que me precio de galán? La fama, Y la del otro, tímida y erótica.
Viéndola hacer escrúpulos de monja,
A los presentes reveló la cuenta Y a mí este juicio me parece exacto,
Y hubo vecino que la echó cincuenta. Y parézcales mal a los maridos,
&L DIABLO MUNDO 100

M OÍ han hecho con el mundo un pacto Y festejar queriéndole amoroso,


Que
derechos son reconocidos, Fija la vista en él, y al mismo instante
ysin . ,
.. • ,;P,ien mujer, justo ípso facto iLa mano alarga y el patrón la evita,
& que su
cu condición lleven sufridos. Se echa hacia atrás amedrentado y grita.
habla con su mujer el que se casa
y v o con las paredes de mi casa. Y su desvío y desdeñoso acento
Sin comprender tal vez y ya impaciente,
El pensamiento que cruzó la mente El nuevo mozo, entre jovial y atento,
n e la hornada mujer del concejal De un salto avanza a la agolpada gente;
Fué sin pasión juagado estrictamente, En pronta retirada, un movimiento
Cuando más, un pecado venial: Todos hicieron, y hasta el más valiente,
• honrada dueña que no sea siente El audaz regidor, lo menos cinco
y ¿¡te es un sentimiento natural) Escalones saltó de un solo brinco.
Tan membrudo, tan noble y vigoroso
Corno su huésped, su querido esposo. No es retirarse huir, no, ni cordura
Fuera trabar tan desigual combate
Y olía cosa, además, siente también Con un loco de atléticn figura
Ouc no se ha de saber por mí tampoco. Capaz de cometer un disparate.
Ya q«e e l l a l a r e s e r v a ' y n a c e ^ien, Gritando ¡atarlo! bajan con presura;
One al cabo el hombre aquel no es más que un Gran medida, mas falla quien le ate;
Hav quien dice además que con desdén [loco : Velos el loco, y más veloz que un gamo,
Vio desde entonces, y le tiene en poco Prepárase a saltar de un brinco un tramo.
i Tal impresión en ella el huésped hizo)
\ un mozo de la tienda asaz rollizo. ; Oh confusión J, qne al verle de repente
Rápido desprenderse de lo alto,
¡Ay, infeliz de la que nace hermosa! Cada cual baja atropelladamente
Mas la verdad (si la verdad se puede Con gritas de terror, de alienra fallo.
En materia decir tan espinosa) Rueda en montón la acobardada gente,
Es (y perdón la pido si se excede Y el regidor, queriendo dar un salto,
Mi pluma, en lo demás,tan respetuosa) Entre los pies del médico se enreda,
i Y esto, |o3a lector!, entre nosotros quede), Se ase a su esposa, y con su esposa rueda.
Mas no lo he de decir, que es un secreto,
Y siempre me he preciado de discreto. Y el médico también rueda detrás
A un tobillo cogido del patrón:
¿Quién es el hombre aquél? ¿Quién le ha Entrégase el pintor a Barrabás,
¿Adonde el viejo está que allí vivía? [traído? Que en un callo le han dado un pisotón.
¿Cómo y de dónde en cueros ha venido? Armase nn estridor de Satanás,
t.a noche antes don Liborio había El poeta ha perdido una ilusión,
Visto en su cuarto al viejo recogido ; Que ha visto de la dama no sé qué
Su cuenta preparada le tenía, Y a más acaba de torcerse un pie,
Y cuando el ruido a averiguar hoy entra,
Denudo un loco en su lugar se encuentra. Y acude gente, y el rumor se aumenta,
Y llénase el portal, crece el tumulto;
Miran al loco todos entretanto, Sn juicio cada cual por cierto cuenta,
Que por tal al momento le tuvieron, Y se pregunta y se responde a bulto *.
i tal belleza y desenfado tanto Dicen que es un ladrón; hay quien susteiua
Confiesan entre sí que nunca vieron, Que al pueblo de Madrid se hace un insulto
hiéranlo con deleite si el espanto Prendiendo a un regidor, y que él resiste
Que al encontrarlo súbito sintieron A la ronda de esbirros que le embiste.
Les dejara admirarle; pero el susto,
Hasta a la dueña le acibara el gusto. Llega la multitud formando cola
Al sitio en que se alzaba Mariblanca,
El los mira también, entre gustoso Y la nueva fatal de que tremola
Y Ya su pendón y que asomó una zanca
extrañado, con plácido semblante,
^°n benévola risa cariñoso, El espantoso mostruo que alertóla
'eoalai:do al patrón que está delante. Al más audaz ministro, y lo abarranca
110 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

El Bú de los gobiernos, la anarquía. ¿Qué vasto plan? ¿Qué noble pensatnjfc


Llegó aterrando a la secretaría. Vuestra mente raquítica ha engendrado?
¿Qué altivo y generoso sentimiento
Ordenes dan que apresten los cañones- En ese corazón respuesta ha hallado?
Salgan patrullas, dóblense los puestos, ¿Cuál de esperanza vigoroso acento
No se permitan públicas reuniones, Vuestra podrida boca ha pronunciado?
Pesquisas ejecútense y .arrestos; ¿Qué noble porvenir promete al mundo
Quedan prohibidas tales expresiones, Vuestro sistema de gobierno inmundo?
Obsérvense los trajes y los gestos
De los enmascarados anarquistas, Pasad, pasad como funesta plaga,
Y de sus nombres que se formen listas. Gusanos que roéis nuestra semilla;
Vuestra letal respiración apaga
Que luego a son de guerra se publique La luz del entusiasmo apenas brilla.
La ley marcial, y a todo ciudadano Pasad, huid, que vuestro tacto estraga
Cuyo carácter no le justifique Cuanto toca y corrompe y lo amancilla;
Luego por criminal que le echen mano, Sólo nos podéis dar, canalla odiosa,
Que a vigilar la autoridad se aplique Miseria y hambre y mezquindad y prosa.
La mansión del Congreso soberano,
Y bajo pena y pérdida áe empleos. Basta, silencio, hipócritas parleros,
Sobre todo la Casa de Correos. Turba de charlatanes y eruditos,
Tan cortos en hazañas y rastreros
Pásense a las provincias circulares, Como en palabras vanas infinitos :
Y en la Gaceta, en lastimoso tono, Ministros de escribientes y porteros,
Imprímanse discursos a millares De la nación eternos parásitos.
Contra los clubs y su rabioso encono; Basta, que el corazón airado salta,
Píntense derribados los altares, 'La lengua calla y la paciencia falta.
Rota la sociedad, minando el trono,
Y a los cuatro malévolos de horrendas Mientras al arma el ministerio toca
Miras mandando y destrozando haciendas. Y se junta la tropa en los cuarteles
Y ve la gente con abierta boca
¡Oh, cuadro horrible! ¡Pavoroso cuadro! Edecanes a escape en sus corceles
Pintado tantas veces y a porfía Cruzar las calles y al motín provoca
Al sonar el horrísono baladro El gobierno con bandos y carteles,
Del monstruo que han llamado la anarquía. Y andan por la ciudad jefes diversos
Aquí tu elogio para siempre encuadro, Cuyos nombres no caben en mis versos,
Que a ser llegaste el pan de cada día,
Cartilla eterna, universal registro Como el jefe político y sus rondas,
Que aprende al gobernar todo ministro. Capitán general, gobernador, [conjii
Los que por mucho, j oh mostruo!, que te »
¡ Oh, cnanto/ susto y miedos diferentes, Darán contigo en tu mansión de horror,
Cuánto de afán durante algunos años Como del mar las agolpadas ondas,
Con vuestras peroratas elocuentes Al ímpetu del viento bramador,
Habéis causado a propios y aun a extraños! La calle entera de Alcalá ocupando
Mal anda el mundo, pero ya las gentes Se va la gente en multitud juntando.
Han llegado a palpar los desengaños,
Y aunque cien tronos caigan en ruina, Y ya el discorde estrépito aumentaba
No menos bien la sociedad camina. Y la mentira y el afán crecía,
Y la gente a la gente se empujaba,
¡ Oh, imbécil, necia y arraigada en vicios Codeaba, pisaba y resistía.
Turba de viejas que ha mandado y manda! El semblante y los ojos empinaba
Ruinas soñar os hace y precipicios Cada cual para ver si algo veía,
Vuestra codicia vil que así os demanda. Y en larga hilera están ya detenidos
¿Pensáis tal vez que los robustos quicios Gentes, carros y coches confundidos.
del mundo saltarán si aprisa anda
Porque son torpes vuestros pasos viles, Como bosque de palmas que al violente-
Tropel asustadizo de reptiles? ímpetu dobla la gallarda copa,

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EL DIABLO MUNDO 111

i 0 apiñado lo recoge el viento Y en torno de él la multitud conjura


n su manto anchísimo lo arropa, A reunirse con calma, y sangre fría
. „n¿|ula con sordo movimiento Aconseja, mirando alrededor
F j a a ncha calle la agolpada tropa, Con ojos que desmienten su valor.
V j a apiñada muchedumbre ruge
,, va i v én rudo de su propio empuje. Y otros audaces de intención dañina,
Gózanse en el tumulto y, de repente,
Y cede, y vuelve, y crece el vocerío, Donde la gente más se arremolina
U agitación del popular tumulto, Prontos acuden a aturdir la gente :
V un pánico terror entre el gentío Yr huyen por aumentar la tremolina
fon asombro común resbala oculto; Y confusión, y contra el más paciente
y en tan revuelto y congojoso lío, Espectador pacífico se estrellan,
Con ronca voz y con violento insulto, Y con fingido espanto le atropellan.
Contrarios intereses y pasiones
Le abren plaza a codazos y empujones. Y en ¡anto que unos y otros alborotan,
Perora aquél y el otro hazañas cuenta,
V como negra nube en el verano Páranse en corro y furibundos votan
Desátase en violento torbellino, Y un solo grito acaso el corro ahuyenta,
V piedras llueve, y el dorado grano Y aquellos de placer las palmas frotan,
Arroja al viento en raudo remolino : Y éste el sombrero estropeado tienta,
Súbito rompe el populacho insano. Párase y el aliento ahogado exhala,
Se esparce y atropéllase sin tino, Y el tambor va tocando generala;
V huye», acá y allá, y allá y acá
Corre la gente sin saber do va. Y algunos nacionales van saliendo
El ánimo a la muerte apercibido,
Ya habrá el lector, si como yo del ruido El motín y su suerte maldiciendo
V bulla popular y movimiento Con torvo ceño y gesto desabrido;
Alguna vez aficionado ha sido, Y con voz militar, ¡Adiós! diciendo
V ion juicio observó y detenimiento, A su aterrada cónyuge el marido,
Yislo alguno tal vez tan aturdido Al son del parche y a la voz de alarma
De la fuga en el crítico momento, Carga el fusil y bayoneta arma.
Que dos horas después, si lo ha encontrado,
Bel ímpetu primero aún no ha aflojado, Y entretanto que vienen batallones
Y órdenes mil el ministerio expide,
\ en bandadas derrámase y se extiende Y envuelta en mil diversas confusiones
La antes amautonada muchedumbre, 'La autoridad en fin nada decide,
Como gorriones que el gañán sorprende Y hay quien demanda a gritos los cañones,
Vuelan del llano a la lejana cumbre : Y quien las cargas de lanceros pide,
Nadie a la voz del compañero atiende, Y tal vez otro cavilando calla
Nadie acude a la ajena pesadumbre, Si escogerá la lanza o la metralla;
Nadie presta favor y todos gritan
\ en confuso tropel se precipitan. Y en tanto qué en Madrid, cual se derraman
Por las faldas del rojo Mongibelo
\ allí la voz aguardentosa truena, De lava mil torrentes, que recaman
W a asustada la afligida dama, Con ígneas cintas el tremante suelo,
I-adran los perros y las calles llena Turbas de gente alborotadas braman
'•a gente que en tumulto se derrama. Y se derraman con insano anhelo,
Suspende el artesano su faena, En turbiones las calles inundando
Lmdoso el mercader sus gentes llama. Los unos a los otros espantando,
uertas y tiendas ciérranse, añadiendo
•Nuevo rumor al general estruendo. Súbito con asombro ve la gente
Que aun al portal del regidor espera
* la prisa es de ver con que asegura Salir desnudo a un hombre de repente
•ada cual su comercio y mereancía, Con veloz violentísima carrera,
como alguno entre el tropel procura Y otro tras él con cólera impotente,
Mostrar serenidad y valentía, Chico y gordo y vestido a la ligera,
112 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Afligido, empolvado y sin aliento, —Yo dije que era viejo, ahora no digoi
Todos los pelos de la calva al viento; Que no sea joven. —Id, y el diablo os 11*
—Y ahora se me va... .—Sois un bodigo.
Y a una mujer también desaliñada, —Con más de cuatro meses que me debe.
Y seis o siete más llenos de espanto, —Vos os contradecís. —Me contradigo
Todos tras él gritando con turbada Y no me contradigo. —Que lo pruebe,
Voz, que tengan al loco, y entretanto Gritaba el chusco de la faz burlona;
Por lá calle la faz alborozada, Idos, buen hombre, a reposar la mona.»
El loco va con regocijo tanto,
Que causa gusto el verle tan esbelto Desnudo en tanto el nuevo mozo vuela -
Andando a brincos tan airoso y suelto. Párase, corre, alborozando grita,
Mira alegre en redor, nada recela,
Pero la gente, viendo la figura Cuanto le cerca su entusiasmo excita :
Desnuda de aquel hombre que corría Palpar, gritar, examinar anhela
Rápido como el viento, y la premura Cuanto mira y en torno de él se agita
De la turba que ansiosa le seguía, Como al amor del maternal cariño
Y' las voces oyendo y la locura Mira la luz embelesado el niño.
Temiendo del que loco parecía,
Sin otra reflexión viento tomaron, ¡Pobre inocente alma que entretiene
Y hasta tomar distancia no pararon. El mundo, y le divierte cual gracioso
Juguete, y a mirarle se detiene
Mas luego que la calma sobrevino Con pueril regocijo candoroso!
Y los más animosos acudieron, La luz, las gentes en conjunto viene,
Y que era huir un necio desatino Todo a herirla, cual juego luminoso
Loa menos advertidos conocieron, De prodigioso mágico que alzara
Y a todos de saber el caso vino Ideal otro mundo con su vara.
Curiosidad, hacia el patrón corrieron,
Que eran el nuevo joven y el patrón Y la ciudad, y el sol, y sus colores,
De tanto laberinto la ocasión. La gente, y el tumulto, y los sonidos,
En grata confusión de resplandores
Y" en corro el caso del patrón indagan, Y de armonías, llega, a sus .sentidos,
Y discuten tal vez puntos sutiles Cual las que esmaltan diferentes flores,
Y los magines desvariando vagan, Los verdes prados por abril floridos
Perdidos de la historia en los perfiles; Confunden con sonoro movimiento
Y oyen discursos sin que satisfagan Ruido y colores, si las mece el viento.
Los discursos las mentes varoniles
Que ansian profundizar, y nadie entiende Y les presta su alma su hermosura,
El caso que el patrón contar pretende. Y el corazón su amor y lozanía,
Su mente les regala su frescura,
«Es, pues, el caso, el regidor decía, Y su rico color su fantasía;
Que este viejo es un loco husped mío, Les da su novedad luz y tersura,
Trocado en joven de la noche al día. Regocijo les presta su alegría,
—Mirad que estáis diciendo un desvarío. Que el alma gozo al contemplarse siente
—Yo cuento la verdad. —¡Necia porfía! Del mundo en el espejo transparente.
Está loco. —Señores, no me río.
Yo no discurro nunca a troche y moche, Y en el continuo cambio y movimiento,
Era un viejo a las doce de la noche, Y algazara y bidlieio alegre y vario,
Movido por recóndito portento
—Vamos, el regidor perdió un sentido. Ve el mundo cual magnífico escenario:
—Si eso no puede ser. —¡No hay quién me Lámpara el sol meciéndose en el viento.
—Gritaba la mujer—, Es un perdido, [asista ! Y obras de artificioso estatuario
Un servil, un ladrón, un anarquista. Las figuras que en rápido tumulto
Ha querido matar a mi marido. Cruzan, y anima algún resorte oculto.
—Y a vos os viola si no andáis tan lista,
-—La repuso un chuzón, cara de pillo, Y con su propio gusto satisfecho,
Que alegraba con chistes el corrillo. Que en sí propia su alma se alimenta.
EL DIABLO MUNDO 113

,j r sintiendo alborozado el pecho, Cuando la bruta gente a manos llenas


V da se explica, ni explicarse intenta; Lanzaba en él cuanto dolor podía,
C rre al placer de su ilusión derecho, Que en traspasar disfrutan los humanos
n su fliísino pl ace *" s ™ darse cuenta, Su dolor en el alma a sus hermanos.
ftue del placer que se gozó sin tasa
Nadie se ha dado cuenta hasta que pasa. Sintió el dolor y el rostro placentero
Súbito coloró de azul la ira,
Pobre, inocente alma que no sabe Y ya el semblante demudado y fiero
Oue sólo al niño su inocencia .abona, Con ojos torvos a la gente mira.
V que en el mundo compasión no cabe, Huye el cobarde vulgo a lo primero,
Oue en I a inocencia mofador se encona. Piedras después sin compasión le tira.
Alma U e l l a de fe, candida ave Gritan : al loco, y con temor villano
flae dulces trinos en el bosque entona, Huyen y le señalan con la mano.
Que sencilla de rama en rama vuela,
Sin que su gracia al cazador conduela. ¿Quién de nosotros la ilusión primera
Recuerda acaso en su niñez perdida?
Alma que en la aflicción y la agonía ¿Cuál fué el primer dolor, la mano fiera
Del alboroto popular y estruendo, Que abrió en el alma la primer herida?
Crata danza de amor y de alegría ¡ Ay!, desde entonces, sin dejar siquiera
Con indecible júbilo está viendo; Un solo día, siempre combatida
Cánticos, la espantosa gritería El alma de encontrados sentimientos,
Piensa tal vez, en su ilusión creyendo Ha llegado a avezarse a sus tormentos.
Animadas escenas placenteras
El susto de la gente y las carreras. Mas, ¡ a y ! , que aquel dolor fué tan agudo
Que el alma atravesó; sin duda alguna
Y a tomar parte en el común contento Fué de todos los golpes el mas rudo
Lánzase y rompe y en mitad se arroja Que injusta nos descarga la fortuna
Del bullicio más rápido que el viento, Cuando inocente el corazón desnudo,
V en torno de él la gente se amanoja : En el primer columpio de la cuna,
\ i cura del ajeno sentimiento, Se abre al amor en su ilusión divina,
Ni, de verse desnudo se sonroja, Y en él se clava inesperada espina.
V ora forman en torno de él corrillos,
Ora le sigue multitud de pillos. ¡Y después! ¡Y después . ! Así el mancebo,
Hombre en el cuerpo, y en el alma niño,
Fué aquel día el asombro de la villa Todo a sus ojos reluciente y nuevo,
V escándalo de todto hombre sesudo, Todo adornado con gentil aliño,
\endo tras él de gente una trailla. Del falso mundo al engañoso cebo
Que aterra a veces su ademán forzudo, Corre y brinda bondad, brinda cariño,
Allí corren los chicos, aquí chilla Y el mundo que al placer falaz provoca,
Una mujer al verle andar desnudo, Dolor da, en cambio, al alma que lo toca-
V algunas que los ojos se taparon,
l'or pronto que acudieron le miraron. Mas deje, el mundo por su amor se encarga
Como un chorizo de curarla al humo,
Y andando así la gente ya le acosa, Y de lilel rica quintaesencia amarga,
i alguno allí de condición liviana Sacar para bañarla con su zumo;
Quiere que pruebe la intención graciosa Luego la ensancha más, luego la alarga,
» íl trato afable de la especie humana; La esquina, en fin, con artificio sumo,
• arrojándole piedras con donosa Hasta que, endurecida y hecha callo,
Hurla por gusto e intención villana, Suave al vacío le parece un rayo.
Le hizo el dolor sentir para que sepa
Que no hay placer donde el dolor no quepa. Grave dolor el del mancebo ha sido,
Grave dolor, porque de aquella gente
Que entró en el mundo nuestro mozo apenas (La injusticia y crueldad ha comprendido
su dicha y el mundo bendecía, Con que paga su amor tan inocente.
*• inocentes miradas y serenas No en el cuerpo, en el alma le han herido,
'ertiendo en torno afable sonreía; Que es niña el alma, y varonil la mente,

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114 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Y de juicio y razón Dios le ha dotado Cándida silfa a su fugaz vislumbre


Para que juzgue el mal que le ha tocado. El aire en torno sonrosado enciende,
Y en su frente la ondina voluptuosa
Sintió primero cólera, y pasando Se mece al son del agua armoniosa.
El físico dolor al pensamiento,
Volvió los ojos tristes implorando Y tras la densa y fúnebre cortina
Piedad con amoroso sentimiento, Del hondo mar sobre la rubia iespalda,
Madre tal vez en su dolor buscando, Ráfagas dando de su luz divina,
Que temple con caricias su tormento, Mécese el sol en lechos de esmeralda;
Mas tos hombres no sirven para madres La niebla a trozos quiebra y la ilumina
Y aun apenas si valen para padres. Del terso azul por la tendida falda,
Y de naranja, y oro, y fuego pinta
Cuando llegó un piquete, y bien le avino, Sobre plata y zafir mágica cinta.
Que la gente ahuyentó con su llegada,
Y el mozo agradecido a su destino Y en monte, y valle, y en la selva amens
Miraba con placer la gente armada, Y en la de flores mil fértil llanura,
Pregúntanle después de dónde vino, i Y en el seno del agua que serena
Cómo va en cueros, dónde es su morada, i Se desliza entre franjas -de verdura,
Y él, que no sabe hablar, nada responde, El ruido alegre y bullicioso suena
Los mira, y sigue sin saber adonde. ¡ De seres mil que cantan su ventura,
Prestando su algaraza y movimiento
Y ¿adonde va? A la cárcel prisionero, Voz a las flores y palabra al viento.
Que andar desnudo es ser ya delincuente.
El entretanto observa placentero Las ro,sas sobre el tallo se levantan
Los colores que viste aquella gente; Coronadas de gotas de rocío;
Y de una bayoneta lo primero, Las avecillas revolando cantan
Al mirarla tan tersa y reluciente, Al blando son del murmurar del r í o ;
Tocó la punta en su delirio insano, Chispas de luz los aires abrillantan,
Y en su inocente afán se hirió una mano. Salpicando de oro el bosque umbrío,
Y si el aura a la flor murmura amores,
Y7 éste fué entonces el dolor segundo, La flor le brinda aromas y colores.
Y dejaremos ya de llevar cuenta,
Que para algo Dios nos echa al mundo. Y resonando.., etcétera ; que creo
Y la letra con sangre entra y se asienta; Basta para contar que ha amanecido,
Y así la razón gana, así el profundo Y tanta frase inútil y rodeo,
Juicio con la experiencia se alimenta, A mi corto entender no es más que ruido.
Y porque aprenda, el mundo así recibe Pero también a mí me entra deseo
Al que no sabe cómo en él se vive. De echarla de poeta y el oído.
Palabra tras palabra colocada,
Con versos resalar sin decir nada.
i
CANTO IV i Quiero decir, lector, que amanecía,
i Y ni el prado ni el bosque vienen bien;
Rizados copos <de nevada espuma [ Que este segundo Adán no verá el día
Forma el arroyo que jugando salta, • Nacer en los pensiles del Edén.
Ricos países de vistosa pluma Sino en la cárcel lóbrega y sombría,
En campos de aire el pajarillo esmalta; Que su pecado cometió también,
Alease lejos nebulosa bruma, Viniendo al mundo por extraño hechizo,
De sombras rica, si de luces falta, Y es justo que tal pague quien tal hizo.
Y el verde prado y el lejano monte
Muro y término son del horizonte. Corrió entre tanto por Madrid la faro*
De aquella aparición del hombre nuevo,
Allá en la enhiesta vaporosa cumbre De eómo viejo se acostó en su cama,
Su manto en Oriente el alba tiende, Y al despertar se levantó mancebo.
Y blanca, y pura, y regalada lumbre Nueva de que era causa se derrama
De su frente de nácares desprende. Del gran tumulto que contado llevo
EL DIABLO MUJSDO 115

i 0 atento el patrón, subiendo al ruido, Baste saber que nuestro héroe existe
„ n ' •>« otro a su huésped convertido, Sin entrarse a indagar arcano tanto
gallo c , í
Que tiene para estar alegre o triste
g e n el mundo gentes para todo : Risa en los labios y en sus ojos llanto;
u rhos q u e n-'- a u l 1 s e o c u P a i 1 de sí mismos, Que come, bebe, duerme, calza y viste,
Otros, <Iue * a3 degracias ¿e un rey godo Ya más civil en este cuarto canto,
t en e« ^ü historia y sufren parasismos Y que Adán en la cárcel le pusieron
Ouién P01' s a ber la cosa, y de qué modo Cuando desnudo como Adán le vieron.
Pasó, y contarla luego, a los abismos
Es rapa* de bajar; quién nunca sabe Baste saber que el Diario, en su importante
m no es de aquello en que interés le cabe: Sección que caeos de la corte cuenta,
En estilo variado y elegante,
Ouién por saber lo que a ninguno importa Que el interés del sucedido aumenta,
Anda desempolvando manuscritos, Refiere este suceso interesante
para luego dejar la gente absorta Al número dos mil seiscientos treinta,
Con citas y con textos eruditos; Y cómo sigue causa, el parte dado,
Otro almacena provisión no corta No me acuerdo qué juez de qué juzgado,
I)t- hechos recientes, cuentos infinitos
Y mentiras apaña, y cuanto pasa Y todos los de todos los colores
SÍ entretiene en contar de casa en casa. Periódicos (]amable cofradía!)
Que se apellidan ya conservadores,
Este raro suceso que yo cuento. Ya progresitas, y que en lucha impía,
Aquí en la capital ha sucedido, Cebo de los políticos rencores,
Y es tanta la jarana y movimiento Mondan y pulen la cuestión del día,
En que su vecindario anda metido, De ilustración vertiendo ricas fuentes
Que muchos no tendrán conocimiento En caudales fructíferos torrentes.
[le un caso no hace mucho acontecido,
Y a otros tal vez tan verdadera historia Ahondando la cuestión de estrago tanto,
Se habrá borrado ya de la memoria. Buscando el móvil de motín tan fiero,
Hallaron unos y otros, con espanto,
Mas yo, como escritor muy concienzudo, Que era un pagado y vil aventurero,
Incapaz de forjar una mentira, ISo disfrazado bajo el noble ¡manto
Confesaré al lector que mucho dudo D e la «anta virtud, sino altanero,
De la verdad del caso que le admira. Agente digno de la trama impía,
Contaré el cuento con mi estilo rudo Saliendo en carnes a la luz del día.
.M bronco son de mi cansada lira,
Y ti hecho a otros afirmar les dejo Y acusó cada cual a su contrario
ÍV haberse el mozo convertido en viejo. De haber pagado y encerrado al loco,
Y del absurdo cuento estrafalario.
('orno me lo contaron te lo cuento, Que honra por cierto su intervención muy poco
\ yo de la verdad solo respondo Cuál al gobierno acusa atrabiliario:
De que el mozo salvaje del portento Cuál supone en los clubs que se halla el foco
^'ida alegre por ahí mondo y lirondo : Sin que ninguno ser quiera en su ira
«aro misterio que en conciencia siento Autor de tan ridicula mentira.
^"> poder descifrar por más que ahondo,
"a» ¿qiíé mucho si necio me confundo Y con lógica sana y juicio recto
>m saber para qué vine yo al mundo? Probaron, como cuatro y tres son siete,
Que no cabe en el más rudo intelecto
Que no es menor misterio este incesante Que se convierta un viejo en mozalbete;
Mujo y reflujo de hombres, que aparecen Y alguno, a los milagros poco afecto,
LOU su cuerpo y su espíritu flotante, Con odio a todo clerical bonete.
•/ue üe animan y nacen, hablan, crecen, Probó que nada, en un sabio discurso,
t
' agitan con anhelo delirante, Basta del mundo a trastornar el curso.
iT&
t siempre después desaparecen,
'inorando de donde procedieron, Y yo quedé de entonces convencido
adonde luego para siempre fueron. Casi de que era mentiroso el cuento.
116 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Aunque siempre mis dudas he tenido, Revuelta al brazo con desdén la capa,
Que es muy dado a dudar mi entendimiento: Con él, navaja en mano no hay quien p u Ji
Y cuanto llevo hasta ahora referido Que en la cárcel ahora ya no hay pillo
Ni lo afirmo, ¡oh lector!, ni lo desmiento, Que maneje mejor que él un cuchillo.
Que por mi honor te juro no siquiera
Que nadie mentiroso me creyera. Ni lo hay más suelto y ágil, ni quien sea
Más diestro a la pelota y a la barra,
Y casi casi arrepentido estoy Ni más vivo y sereno en la pelea,
De haber tomado tan dudoso asunto, Ni de apostura tal ni tan bizarra,
Y de a pública luz sacarlo hoy Y a tanto va su gracia que puntea
Que la incredulidad llega a tal punto; De modo que hace hablar una guitarra
Mas ya adelante con mi cuento voy Y para acompañar se pinta solo
Al son de mi enredado contrapunto, Su acento varonil cantando un polo.
Que es mi historia tan cierta y verdadera
Como lo fué jamás otra cualquiera. Y áspero a par que juguetón y atento,
Sin que de su derecho un punto ceda,
Es el caso que Adán preso y desnudo Hombre de pelo en pecho y mucho aliento
Hace ya un año que en la corte vive, Con los ternes y jaques entra en rueda;
Do con áspero trato y ceño rudo Y creciendo en arrojo y valimiento,
Áspera y ruda educación recibe. En juez se erige y los insultos veda
Es cada cual allí doctor sesudo Del fuerte al débil, y animoso arguye
Que practicando de su ciencia vive, Y a su modo justicia distribuye.
Tomos que enseñan más filosofía
Que cien años de estudio en solo un día. Tal vez habrá quien diga, escrupuloso,
Que es poco tiempo para tanto un año,
Sociedad de filósofos aquella, Y poco fuera cierto, si dichoso
Andar allí desnudo a nadie espanta, Vivido hubiera en lisonjero engaño;
Antes más bien pondrán pleito y querella Mas allí donde el látigo furioso
Al que lleve chaqueta, capa o manta; La suerte vibra con semblante huraño,
Y así a nadie extrañó cuando su estrella Donde ninguno de ninguno cuida,
Trajo allí al joven que mi lira canta, Pronto se aprende a conocer la vida.
Y un año desde entonces ha corrido
Y el mancebo se está como ha venido. Allí do hierve en ciego remolino
La sociedad, y títulos ni honores
En euanto a traje y nada más se entiende, Son del respeto formulado sino,
Que la sana razón su juicio aploma, Ni sirven al que entra en sus mayores,
Sus sentidos .aviva y los enciende Tienen todos que abrirse su camino;
Y su rústico ardor desbrava y doma. Breve mundo de más grandes dolores,
La gracia y ademán del jaque aprende, Do lucha el triste en su afligido centro
Las más punzantes voces del idioma, Contra la sociedad de fuera y dentro.
Y a sufrir y a callar y a caso hecho
Guardarse la intención dentro del pecho. Siempre en eterna tempestad, impura
Mar donde el mundo su sobrante arroja,
Y como el juicio su talento rija, Lucha náufrago el hombre a la ventura
Comprende de derechos y deberes Sin puerto amigo que en su mal le acoja.
El intrincado código que fija Pechos que endureció la desventara
Los goces de aquel mundo y padeceres; Y que el castigo de piedad despoja,
Y el noble ardor que el corazón le aguija Cada cual de su propio pesar lleno,
En ansia de dominio y de placeres, Nadie se duele del dolor ajeno.
Y su hercúlea simpática figura
Del ajeno respeto le asegura. Y ¿en qué parte del mundo, entre qué ge*
No alcanza estimación, manda y domina
Ni chiste ni pillada se le escapa, Un joven de alma enérgica y valiente,
Ni gracia alguna sin respuesta queda, Clara razón y fuerza diamantina?
Ni las cartas mejor ninguno tapa Apura el jarro del licor hirviente,
Cuando entre amigos el cañé se enreda; Cuando el más esforzado desatina,

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EL DIABLO MUNDO 11?

v trafilornado y balbuciente bebe, Que aprendiendo a jugar ganó dinero,


cien arros a a urar
V un él J P se atreve. A allí a la reja la Salada viene,
Moza que vive de su propio fuero
y es su malicia la malicia aquella Y en cuidar a los presos se entretiene.
Viva y g e n t '* ^el d e s P e Í a do niño, El parece tal vez la hizo salero,
I , y candor su corazón destella Y ella, que es libre y que a ninguno tiene
P n niedio de su alegre desaliño, Cuenta que dar, dineros y comida
ble frente 3' su figura bella, iLe trae, de amores por su Adán perdida.
Su no
udacia inspira al corazón cariño,
Su a
Que aqu ella fiera gente, en su rudeza, Y ya le ha aconsejado en su provecho
Admiran el valor y la grandeza. La pobre moza de su amor prendada,
Que aunque de rumbo y garbo y franco pecho
Y aunque es su lengua rústica y profana Y en su modo y palabras desgarrada,
y Cs su ademán de jaque y pendenciero, Y aunque le mira, en cueros, que es bien hecho,
Pura se guarda aún su alma temprana Con dulce encanto y alma enamorada,
Como ]a luz del matinal lucero: Le aconsejó vestirse por decencia,
Bate gentil, cual mariposa ufana, Y él se dejó vestir sin resistencia.
£1 corazón sus alas placentero,
One abrillantan aún los polvos de oro, Vagando va confuso el pensamiento
De inocencia y virtud breve tesoro. En torno a la mujer del mozo ardiente
Sin poderse explicar el sentimiento
Ni leyes sabe, ni conoce el mundo, Que por sus nervios esparcido siente;
Sólo a su instinto generoso atiende, Más su vista le da dulce contento,
Y un abismo de crímenes inmundo Respira en ella un codicioso ambiente
Cruza y el crimen por virtud aprende. Que mágico embelesa sus sentidos
Y aquel pecho que es noble sin segundo Tras la ilusión de su placer perdidos.
Y que el valor y el entusiasmo enciende,
Aplica al crimen la virtud que alienta Y su voz, aunque áspera, que suena
Y puro es si criminal se ostenta. Grata a su oído, el corazón le adula,
Y de ansiedad confusa su alma llena,
Como niño que candido se esfuerza, Ni su ilusión ni su placer formula;
Y hacerse el hombre en su candor presume, Lejano son de amante cantilena,
Y la echa de ánimo y de fuerza, Que entre la brisa perfumada ondula,
Miente blasfemias, fuma aunque no fume, Al aire de su dulce devaneo
\ o hay nadie sobre él que imperio ejerza, Perdido vaga su genial deseo.
Y habla de mozas, tal, grato perfume
Vertiendo en tono >de inocencia pura, Y cuando ella con amor le mira,
Al más bandido remedar procura. En la ansiedad vehemente que le aqueja
Y en el ardor violento que le inspira,
Y como en mente y en valor les gana Quiere romper la maldecida reja;
Y aventaja en nobleza y bizarría, Y la sacude con violenta ira
Tanto les vence cuanto más se afana Porque acercarse a ella, no le deja,
En mostrarles mayor su gallardía; Trémulos de furor sus miembros laten
Y aquellas almas viejas su alma ufana Y sus arterias dolorosas baten.
Con noble anhelo superar ansia,
Sin cuidarse en los lances que le empañan Látigo y grillos y penoso encierro,
De si es vicio o virtud lo que le enseñan. Pronta a saltar sobre él la muchedumbre.
Tratado allí como indomable perro,
Y por amor a adornos y colores Le impusieron forzada muchedumbre;
Y entender que lo exige su decoro, Cual vigoroso potro tasca el hierro,
Bordado un marsellés con mil primores Bola y arranca de las piedras lumbre,
Cuelga de su hombro izquierdo con desdoro El mozo así sujeto a su despecho
Charro un pañuelo de estampadas flores Siente un dolor que le desgarra el pecho..
Ciñe a su cuello, una sortija de oro,
Calzón corto, la faja a la cintura, i Fiero león que a la leona siente
Botín abierto y gran botonadura. I Fn la cercana jaula del amor llena,
118 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONC55DA

Que con lascivo ardor ruje demente, Calmarse, en fin, a su pesar resuelve,
De cólera erizando la melena, Siente que en vano lucha y forcejea,
Y la garra clavando en la inclemente Y ella le habla, y él triste la mira,
Reja, en torno los ámbitos atruena, Y sin saber que responder suspira.
Y el duro hierro sacudido cruje
De tanto esfuerzo a tan tremendo empuje. Que él no sabe con ella hablar de amoreSi
Sino sentir en su locura ciego;
Que al placer le convida su hermosura, Suspiro son la voz de sus dolores,
Más a sus ojos mágica que el cielo Y son sus ansias en sus ojos fuego.
Con su sereno azul bañado en pura Ella entretanto calma sus furores,
Luz que colora el transparente velo; Que él siempre cede a su amoroso ruego,
Placer que inspira al corazón bravura, Y en sus salvajes ojos se desliza
Fuerza a sus nervios y valiente anhelo, Dulce rayo de amor que los suaviza.
Su máquina impulsada y sacudida
Al ignorado goce a que convida. Porque es a un tiempo la manóla airosa,
Gachona y blanda como altiva y fiera,
Que los ardientes ojos de la bella, Y sabe con su Adán ser amorosa,
Y el que mayo pintó de rosa y nieve Y esquiva con los otros y altanera;
Semblante alegre que salud destella, Paloma fiel, cordera cariñosa,
Redondas formas y cintura leve, Aunque de rompe y rasga, y de quimera,
Y gallardo ademán, ligera huella, Y mal hablada, y de apostura maja,
Pie recogido en el zapato breve, Y que lleva en la liga la navaja.
Y blanca media que al tobillo pinta
De negro a trechos la revuelta cinta; Y está de su pasión tan satisfecha,
Tan ancha está de su gallardo amante,
Y el hueco traje que flotante vaga Que hasta la tierra le parece estrecha
En rica de lujuria y vaporosa Y no hay dicha a su dicha semejante.
Atmósfera de amor que el alma halaga Cuando a la espalda la mantilla echa,
Y excita los sentidos codiciosa, Y las calles se lleva por delante,
Y que enseñar al movimiento amaga, Pensando en el gachón que su alma adora,
Cuanto finge tal vez la mente ansiosa, En su propia hermosura se enamora.
Que allá penetra en la belleza interna
Tras la pulida descubierta pierna, Corazón toda ella, y alma, y vida,
Y gracia, y juventud, desprecio siente
Sácanle al rostro en torbellinos rojos Hacia la sociedad, libre y erguida,
El fuego del volcán que el pecho asila, Hollándola con planta independiente;
Lanzando llamas sus avaros ojos, Dejando a su pasión franca salida,
Encendida la lúbri.ca pupila. Un pues mejor rasgado e insolente
¡Mísero del que entonces sus enojos, Con cara osada por respuesta arroja
¡Ay!, provocara; la ira que destila Si alguno reprendiéndola la enoja.
Su impotencia en su alma, rebosando
Sobre él cayera su dolor vengando! Pobre mujer, para sufrir criada,
Vil la marcó la sociedad impía,
¿ Visteis al toro que celoso brama, Viviendo en medio de ella condenada
(La cola ondeando sacudida al viento, A perpetua batalla y rebeldía.
Que el polvo en torno levantando inflama, Hija del crimen, sola, abandonada
Envuelto en nube de valioso aliento, A su propia experiencia y su energía,
Y ora a su amada palpitante llama, Sin más lazo en el mundo ni consejo
Ora busca en su cólera violento, Que un padre preso, criminal y viejo.
Con erizado cerro y frente torva,
Quién el deseo de su amor estorba? Era el tío Lucas, padre de la bella,
Hombre de áspero trato y de torcida
Así el mancebo en derredor revuelve Condición dura y de perversa estrella,
La vista en ansia de feroz pelea; Sin cesar por su boca maldecida;
De nuevo a sacudir la reja vuelve, Pocas palabras, de indolente huella,
Que trémula a su empuje titubea; Mal encarado y de intención dormida,
EL DIABLO MUNDO 119

ancho de espaldas y cargado, «El chaval, el chaval—decía entre sí—;


Chico y
de brazos y patiestevado. Meterle mano, que mejor gazapo
No ha regalado el Líbano al buchí (1);
n chata y abultada catadura, Vamos con él a quién es el más guapo.»
«, entrecana y revuelta espesa ceja, Y cuando vio que el mozo, hecho un zahori,
Ojos saltones y mirada dura, Camina viento en popa a todo trapo,
Blanca palüla a trechos y bermeja; Y aprende a hablar, y en ardimiento crece,
i /rente estrecha y de color oscura, Y hacerse un hombre de provecho ofrece,
e
HUÍ» ci P ' ° ' como áspera guedeja
Inaccesible a l peine, aborrascado Fundó esperanzas el astuto viejo
fn vedijas la cubre enmarañado. Y comenzó a formarle a su manera,
Y le oye el joven con sagaz despejo
Vo hay cárcel ni presidio en las Españas Y con más atención que conviniera;
Que no conserve de él alta 'memoria, A él y a nadie más pide consejo,
Ciudad que no atestigüe de sus mañas, Sometida al talento su alma fiera,
\¡ camino sin muestras de su gloria; Que en las cosas del mundo el viejo es ducho
V consignada está de sus hazañas, Y el candoroso Adán le tiene en mucho.
En procesos sin fin, su ínclita historia,
Su observación profunda y su experiencia
\unque oscura y truncada, que a la pluma
Ha reducido a máximas la vida;
Fió muy poco su modestia suma.
Es cada frase suya una sentencia,
Cada palabra una ilusión perdida;
Lleva a rastra los pies andando, y mueve
Torpe y lento en hablar, vierte su ciencia
IV-ada y vacilante la cabeza,
En truncados períodos sin medida,
.Su pensamiento e intención aleve
Más en su gesto su intención marcada
Mostrando en su abandono y su pereza.
Que en el valor de la palabra hablada.
Mosquito insigne, por azumbres bebe
Sin vacilar un punto su firmeza, Como entreabierta garra alza la mano,
Siempre fumando, el labio ya tostado Siempre de quite al frente el movimiento,
Con el tabaco negro y requemado. Y habla gruñendo como perro alano
Con ojos de través y sordo acento;
Raya en sesenta años, y cincuenta Sobre la frente el pelo rojicano,
Hace ya que empezó sus correrías; L a barba sobre el pecho, al mo¿o atento
Quiénes fueron sus padres no se cuenta Que su doctrina codicioso espera,
Ni dónde ha visto sus primeros días; Una noche le habló de esta manera
Siempre sagaz, diversa historia inventa
De sus viajes, familia y fechorías;
Cambia su nombre y patria, dando largas
«Hijo mío, pocos años
Así a las horas de su vida amargas.
Me quedan ya que matar,
Porque a mí me han de acabar
Este honrado varón, cuando desnudo
la viuda (2) o mis desengaños.
Adán entró en la cárcel y la gente
Le examinaba con anhelo rudo, A ti mañana, a mí hoy;
Explicó el caso con sesuda mente; Yo soy punta y tú eres mango ;
«¿No habéis —les dijo— visto nunca un mudo? Este mundo es un fandango :
'Qué diablos os chungáis de un inocente?» Tú vienes y yo me voy.
\ apartó a todos con afecto raro,
«ando a su mudo protección y amparo. Mira, de nadie te fíes.
Hijo Adán; vive en acecho:
Y como luego el inocente diera Lo que guardes en tu pecho
Pruebas de su vigor y valentía ; Ni aun a ti mismo confíes.
abriera a uno, en desigual quimera,
onira La gente..., no hay un amigo :
las piedras la cabeza un día,
Al que cae, la caridad...
anta amor le cogió, que la severa
*¡ desplegando, que jamás reía,
wlaba siempre del guiñando el ojo (1) El escribano al verdugo en la jerga de la
n cárcel. (N. de la 1.a. ed.)
cierta sonrisita de reojo. (2) Viuda, la horca.

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120 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

De una buena voluntad ¿Mansión habrá de ser donde camina


Tienes un falso testigo. El hombre siempre con mortal recelo?
¿Y será la mujer, creación divina,
Si «mojas» (1) a alguno, cuida Vida del alma y generoso anhelo,
De endiñarle al corazón... Brillante de placer y de hermosura.
No se olvida una intención Enemiga también, también impura?...
Y un beneficio se olvida.
¿Será del hombre el hombre el enemiiB
Eres mozo, al mundo aales;
Y, en medio de los hombres solitario,
De los montes se hacen llanos;
(El su sola esperanza y solo amigo
Buena suerte y muchas manos,
Verá en su hermano su mayor contrario?
Y callar y vengan males.
¿Grillos, cadenas, hambre y desabrigo
A malos trances, más bríos; Siempre serán el lúgubre sudario
Como la mar es, en suma. Que vista, al entregarle a su abandono
El mundo, pero en su espuma El hombre al hombre en su implacable encono'
Se sustentan los navios.
¿Será tal vez, que en bandos dividida,
Las mujeres... la mejor Lucha furiosa en obstinada guerra
Es una lumia (2); en el suelo La raza de los hombres fatricida
El diablo no tiene anzuelo Alternando el reposo de la tierra?
Más seguro ni peor. ¿Qué brazo audaz que justo se apellida
Contra su voluntad allí le encierra?
Ellas te chupan el jugo ¿Quién llama criminal a aquella gente
Y te espantan los parnés (3); A quien oye decir que es inocente?
Cuando carne comer crees.
Estás comiendo besugo. Y él, que recuerda como en sueño apenas
De su vida el primer dulce momento,
El hombre aquí ha de enredar
¿Por qué a vivir en ásperas cadenas
Sin que le enrede el enredo;
Vino, y, cruel, con bárbaro tormento,
Tú no te chupes el dedo,
El hombre, de dolor las manos llena,
Que no hay que pestañear.
En su inocencia lo arrojó violento,
Mala siembra, mala siega; Castigando con grillos y prisiones
Nada me va, nada sé; El natural vigor de sus pasiones?
Quien más mira menos ve,
Y di ]a verdad, Juan Niega. Estas y otras reflexiones rudas
Hierven en su ofuscada fantasía,
Esto es negro para ti. Como aparece entre las sombras mudas
Pero ya lo entenderás, Incierto rayo de luz del día :
Y acaso te acordarás, Turbio su juicio, amontonado dudas,
Cuando lo entiendas, de mí.» Sin fórmula vagando en la sombría
Nube de que su mente está cubierta,
Poco en verdad el candoroso mozo Ni acierta a hablar ni a preguntar acierta.
De tan profundas máximas comprende
Con tal misterio y maleante embozo Tosió entretanto su mentor, que arranca
Hablándole de un mundo que no entiende Del pulmón a pedazos su catarro,
Y al través de su rústico rebozo, Y remoja la voz que se le atranca
Si el sentido tal vez sagaz trasciende Sorbiéndose de vino medio j a r r o ;
De alguna frase, en su confuso empeño De un negro torcidón como una tranca
Cuanto adivina le parece un sueño. Pica, lía y enciende su cigarro,
Chupa y empuja con la uña el fuego
Un mundo que una luz pura ilumina.
Y en su discurso así prosiguió luego:
Que viste y cubre un tan hermoso cielo,
«¿Tú, qué has hecho? No has salido,
(1) Mojar, dar puñaladas. (N. de la 1.a ed.) Chivato (1), del cascarón;
(2) Lumia, mujer de mala vida, ramera. (Nota
de la 1.a ed.)
(3) El dinero. (N. de la 1.a ed.) (1) Joven, nuevo. (N. de la 1.a ed.)
EL DIABLO MUNDO 121

Sin razón o con razón, Saladilla te dirá


A Ja sombra te han traído iLo que has de hacer. ¡Malos mengues (1>
Te lleven a ti y sus dengues,
£g siao de criaturas :
Que tan derretida está!
y0 t e gruñirá el t a r i (¡1);

\ mí 1Tie t ' e n e n a qwí Los seis pobretes reciben


Un chota (2) y mis desventuras. También de este pobre viejo
j De cuando en cuando un consejo,
g e berreó (3) el maldecido,
j Y, Adán, como pueden viven.
Y dos señores muy llanos
Vinieron con cuatro alanos Yo bien te quisiera dar
\ sorprenderme en mi nido. ! Rentas y capellanía,
Yo, como soy muy cortés, i Pero el que no tiene usía
Excusé su compañía, i Se lo tiene que ganar.
Hasta que vi no podía
El refrán dice, hijo Adán,
\ i por manos ni por pies.
Que Dios es omnipotente,
No se llevaron mal chasco : Y el dinero es su teniente,
Seis pobretes,.,, la del humo..., Y que sin el din no hay dan.
Que por ahí andan presumo;
Yo aquí a la sombra me rasco. Conque salud, y andar vivo,
Que por tu bien tengo empeño,
Por ellos me di a partido; Y adiós, que ya viene el sueño;
Dando largas ello irá, Cada mochuelo a su olivo.»
Que no los traigan acá
Y nada se habrá perdido. Quedóse Adán mientras espera el día
Rumiando las palabras del bandido;
Tú, pobi*eci!lo, reserva Pasar el inundo en confusión veía
Lo que ahora vas a saber: Con loca fiebre y delirante ruido
Que en el mundo hay que aprender Luego, en grata embriaguez su fantasía,
A sentir crecer la hierba. Embargándole el sueño su sentido,
La imagen en visión encantadora
El que lo gana lo jama (4); Le trajo amor de la mujer que adora.
A buscársela, hijo mío,
A hacer tú mismo tu avío, Grata visión que, venturosa, calma
Que el que no llora no mama. Su loco enajenado pensamiento,
Que trae regalo y esperanza al alma,
Y tú, para ti has de hacer: Ignorado deleite y sentimiento
Yo te pondré en buen camino : En mitad del desierto umbrosa palma
Hijo, si tienes buen sino, Que templa su calor calenturiento,
Pan te queda que roer. Y a cuyo pie el viajero se reposa
En paz de amor y languidez sabrosa.
Los seis pobretes... más plata
Valen que ha dado el P e r ú ;
| Visión en cuyos brazos descansando
Son muy gentes : verás tú
í Sxs oscura cárcel y ansiedad olvida,
Seis meloncitos de cata.
En jardines de rosas respirando
Muy hombres, muy campechanos, i El encantado aroma de la vida.
^o porque yo los alabe, ' El alma allí, con movimiento blando
Pero es cosa que se sabe, En el columpio mágico mecida
("orno las suyas no hay manos. De su propia ilusión, cuenta un tesoro
De esperanzas sin fin, de ensueños de oro,

(1) Juez. «No te gruñirá el barí»; el juez j Alma joven y pura que suspende
,s
de la 1.a eu.) | En la región del aire un devaneo,
'2' Delator. (N. de la 1.a ed.)
I3
> Hablar más de lo que conviene. (Is\ de
'* »••' e d . )
(4)
Comer. (N. de la 1.a ed.) (1) Diablos. (N. de la 1.a ed.)
122 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONOEDA

Y que en su propia luz la luz enciende Y otro pasara, y ciento, y pasaría


Y da forma y visión a su deseo. Un siglo entero, y mil, y todo en vano;
La atmósfera tal vez ruda le ofende Situación en las cárceles no extraña,
Del ignorado mundo y su mareo; Gracias al modo de enjuiciar de España.
Mas si siente sus puntas dolorida
Su propia juventud cura su herida. Cuando la hermosa que al mancebo adora
Quién sabe cómo, acaso malamente,
Que hay en el alma, cuando nueva agita Logró de la pereza vencedora
Sus áureas alas, una fuente pura, Del juez que diese a Adán por inocente.
Que alegre riega la ilusión marchita Vista la causa en fin, llegó la hora
Y renueva su fuerza y su hermosura. De darle libertad, y delincuente
Bebiendo de ella el corazón palpita No pudiéndole hallar, le sentenciaron
Hasta que al fin secándose la apura, Las costas a pagar que otros causaron.
Y en vez de la ilusión se alza la pena
Que el manantial purísimo envenena. Las costas, pues, con otras bagatelas
Pagó de sus ahorros la Salada,
Así en la propia alma su consuelo Cálzase el escribano las espuelas,
Halla el mancebo, y de la pura fuente La causa aviva, y la dejó zanjada.
Con las aguas de vida su desvelo ¡Oh, cuánto, amor, el corazón desvelas
Templa, y el sueño perezoso siente. De una hermosa mujer enamorada!
Y luego en alas de su propio anhelo ¡ Cómo voló a la cárcel aquel día
De la amada mujer, cruza en su mente Rebosando la nueva en su alegría!
La blanca imagen que, por más delicia,
Amorosa le besa y le acaricia. Párafse ante la cárcel, precipita
Acá y allá agitada sus paseos,
Brilló entretanto, si decirse puede Frenético su espíritu se agita,
Que brilla en una cárcel nunca el día Sueña su alma amantes devaneos;
Donde a su luz la sombra nunca cede Un siglo en su ansiedad loca, infinita,
Ni un rayo el sol al corazón envía; Cuentan cada minuto sus deseos,
Donde la tregua que al dolor concede Allí esperando a que el escriba venga
Un breve sueño con crueldad impía Y oír gritar : «Adán con lo que tenga» 1 .
Rompe la aurora, y vuelve a su faena
El cautivo amarrado a su cadena; Llegó por fin el anhelado instante,
Corrió a la reja la feliz manóla;
Donde las horas hilan su tejido Toda turbada látele el semblante,
Sin enredar tal vez una esperanza, Que amor con mil colores arrebola;
Y el tiempo al parecer pasa dormido Y trémula la mano, y anhelante
Sin señales de alivio ni mudanza; Con un ansia no más y una idea sola,
Donde tal vez el término cumplido Entre la verja entrándola la agita
Que la ilusión del desdichado alcanza Y con un gesto y con la voz le grita.
Es en su ruda, inexorable suerte
En un suplicio una penosa muerte; Y como tigre que acechando hambriento
Tal vez; descubre presa en la llanura,
Donde..,, pero también el hombre olvida Y, en arco el cuerpo, arrójase violento,
Allí su pena en su locura insana, Salta y entre sus garras la asegura,
Ríe, y canta, y devánase su vida No con ansia menor al dulce acento
Que entre el ayer se enreda y el mañana. Que entrando hasta en sus tuétanos murronrt
La llaga del dolor adormecida El mozo corre adonde ve a su bella
Templa un olvido, una esperanza vana, Que al través de la reja se atropella.
Que es el presente lago alborotado
¡ Oh del primer amor dulces escenas
Do el porvenir se enturbia y lo pasado.
Que presencia risueño un escribano,

La causa en tanto en un rincón dormía,


Sin cuidarse de Adán el escribano, (1) Grito con que en la cárcel llaman al P*
so que ponen en libertad. El mismo grito sU*
Y un año largo de prisión corría, para llamarlo y ponerlo en capilla. IN. ae 1» ".
Y nadie de él se acuerda : y un verano

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EL DIABLO MUNDO 123

. _„ s inocentes de amor llenas La llave con incierta mano para,


huelgan delante del milano! Y el mancebo feliz se precipita
„„,1 en fin, romped esas cadenas Tras ella en la mansión que amor ahora
nue «1 destino os separo tirano, Con tintas mil de su ilusión colora.
v otras os teja de amorosas flores
. . y e n Dios protector de los amores. Tintas que bañan en su lumbre pura
La pobre estancia con celeste encanto,
Abra-so Adán al redomado viejo, Vertiendo en torno aromas de dulzura
ifonrado padre de su amada prenda, Que amor derrama de su aéreo manto;
c\ cual, frunciendo el rígido entrecejo Morada acaso triste, acaso impura,
l apartó donde nadie los entienda; Mas de la dicha ahora templo santo,
Y a solas repitiéndole el consejo Convertido en Edén de ricas flores
iv ]a noche anterior, le recomienda Al soplo germinal de los amores.
prudencia )' tino y ánimo en la vida,
y le abraza otra vez por despedida. Que solo allí con la mujer que adora,
Cuya hermosura la mansión encanta,
•Cuánto júbilo al alma y alborozo, Bastan apenas al mancebo ahora
Cuánto loco placer, cuanta alegría Los ojos a admirar belleza tanta;
>iniió alterado el indomable mozo, Y el fuego que frenético atesora
¡jbre al mirarse y a la luz del día! El corazón y su vigor levanta
La? arterias palpitante de gozo, Y su inquetud redobla fulminante
Baña la luz su audaz fisonomía, En ráfagas de luz brota al semblante.
Y de contento el corazón deshecho
Suena a sus golpes conmovido el pecho. Y entre sus manos trémula su mano,
Sus labios devorándose encendidos,
Y ella veloz, con su ademán de maja, Al rudo impulso y al furor tirano
íu planta firme y su gentil soltura, De sus tirantes nervios sacudidos,
La calle al lado de su amante baja El, ignorante en su delirio insano,
Llamando la atención su donosura; Respondiendo latidos a latidos,
Y ambos en medio a la común baraja Al corazón la aprieta, el juicio pierde,
De gentes que atraviesan con presura, La besa hambriento y con placer la muerde.
' V que a su garbo y gentileza atienden,
Ojos a un tiempo y corazón suspenden. Y una nube quimérica ya vela
Sus sentidos, y vaga y vaporosa
Y él al mirarse al lado de la bella Placer, deleites y delirios cela
Y al tocarla tal vez, su tacto es fuego : Y confunde su dicha vagarosa,
Fuego que lanza vivida centella Y la hermosura disipada vuela
Que el alma y corazón penetra luego; De la mujer, que espárcese amorosa,
Páranle a un tiempo su ignorancia y ella, Y donde quiera él gusta, toca y mira
Que contiene su ardor con blando ruego, Dicha, hermosura e ilusión respira.
Y araso su ardimiento también doma
Cuando recuerda la pasada broma. Aire que con riquísimos olores
Baña su negra cabellera riza;
Que ha comprendido Adán que aquella gente Luz vagarosa y blanda, que de amores
Qne él con recelo y cuidadoso mira, En los húmedos ojos se desliza;
i Es acaso la misma que, inclemente, Voluptuosa niebla de colores,
Piedras y lodo al inocente tira; Que un deliquio dulcísimo matiza,
! Y cual furioso loco va impaciente Los cerca en derredor embebecidos
Junto al loquero que temor le inspira, En su lánguida magia los sentidos.
•H la rienda puesta a sus arrojos,
Cira enredor sus recelosos ojos. Amor encuentra en su sabrosa boca,
Y en sus ojos de amor, amor respira;
Lu pobre cuarto bajo en una casa Afán de amores en su frente loca
"»bre, l a moza en Avapiés habita, Latir contempla si a su hermosa mira;
Ue
"aja planta y de fachada escasa, Furor ardiente que el amor provoca
m
PU por dentro y de esmerada cuita i El en su aliento abrasador aspira,
124 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Y ella a su furia y su pasión demente ¡Oh! ¡Cómo vibra y en acorde canto


Doblar su amor al estrecharle siente, El alma de ella al alma de su amante!
i Oh! ¡ Cómo tanto amor, delirio tanto
Y amor en voluptad se desvanece Se retrata en su célico semblante!
Y va a perderse en el remoto cielo, ¡ Oh! ¡ Cuál le presta su ignorado eneaifo
Que hasta allí disipándose parece Su espíritu a su espíritu flotante,
Que elevan sus espíritus su vuelo, Como el arco del músico se agita
Y" el aura del deleite que las mece Cuando violenta inspiración le excita!
Y confunde sus almas, en un velo
Cubriéndolas de gloria y de ventara, Que como cuando arrebatado azota
Allá las alza en sueños de dulzura. Al muelle mar el huracán violento,
Las apiñadas olas que alborota
Sueños que en torno en formas nacaradas A merced van del combatido viento,
Vagos acá y allá revolotean, Así en la llama eléctrica que brota
Y en las venas latiendo arrebatadas El alma en cada nuevo sentimiento,
Entre la sangre trémulos serpean; Envuelta el alma ajena y sacudida
En los rígidos nervios desplegadas Vaga a merced de la pasión perdida.
Sus alaa placidísimas ondean,
Sobre la frente bulle su armonía Y ahora que así las almas considero
Y ofuscan con su luz la fantasía. Prestándose placer, gloria y ternura,
Pararme un punto y lastimarme quiero
Genios de amor, deidades de hermosura, De mi propio disgusto y desventura,
Don de la juventud, nuevas creaciones Que ya gastado de mi ardor primero
Que en el primer placer el alma pura El tesoro riquísimo se apura,
Llueve desde su cielo de ilusiones; Y en mi amargo dolor continuo llora
Inmenso amor, riquísima ventura Perdido malamente aquel tesoro.
Que ignoran los mortales corazones,
Que el varonil vigor aún no han sentido Aunque, por otra parte, me consuela
Y está el candor de su niñez perdido. No tener ya que ir como iba un día
A escape con el alma y dando espuela
i Oh! A su inocencia, a su infantil pureza, Al alma que en mi curso antecogía;
La fuerza juvenil junta el mancebo, Níi soñada esperanza me desvela,
Nueva a sus ojos es tanta belleza, Ni doy crédito ya a mi fantasía,
Nuevas sus ansias y su goce nuevo; Y si de amor no late el pecho mío
Antes que la ilusión en su cabeza | También, en cambio, a mi placer me hastk
Seque el deseo con picante cebo,
¡ , ,
Dicha, ilusión, amores y delicias
; ;Oh! ¡Bendita mil veces la experiencia
Se atropellan en él con sus caricias.
S Y benditos también los desengaños!
Piérdese en ilusión, gánase en ciencia;
Y allí, en tropel, cual vierte su rocío
Gastas la juventud, maduras años.
En las mañanas del abril la aurora
Tanta profundidad, tanta sentencia,
Sobre las verdes ramas del sombrío
Tantos remedios contra tantos daños,
Y en las pintadas flores que enamora,
¿A qué loa debes, mundo, en tanta copia,
Al alma y cuerpo con amante brío
Sino a la edad y a la experiencia propia?
La turba de placeres voladora.
Que en torno en algazara se levantan, ¿Y habrá tal vez alguno que sostenga
En círculos de júbilo la encantan. Que no vale la ciencia para nada?
;.Y habrá menguado que a probar nos veíf»
Olas que van y vienen en su mente I Que está la dicha en la ilusión cifrada?
Son sus alborotados pensamientos, ¿Pues hay cosa que más nos entretenga
Confusos todos en tumulto ardiente Que medir de los astros la jornada
Brotando el corazón sus sentimientos, Y saber que la luna es cuerpo oscuro
Y al armonioso estrépito latente, Y aire ese cielo al parecer tan puro?
Absortos los sentidos, los violentos
Impulsos del amor muestran pasmados Viva la ciencia, viva, y si en el imniw>
En éxtasis de gozo arrebatados. Perdiste ya del alma la energía
EL DIABLO MUNDO 125
e ]]a guardas con dolor profundo PRIMERA MANOLA (al CURA)
y en
recuerdo de un dichoso día,
Mí»"1 Diga usted, cara de fuelle,
viva aplicación, meditabundo,
engólfate en íos l i b r o s a P°rfía, ¿ No canta usted?
Ana aunque ellos nunea calmarán tu pena, EL CURA
.. n , en o5 te dirán qué es luna llena.
(Con ademán salado que le sienta muy
Y entretanto vosotros, los que ahora mal)
Pinté embriagados de placer y amores,
¡ Salerosa!
fozad en tanto vuestras almas dora
i primera ilusión con sus colores; PRIMERA MANOLA
fozad, que o s brinda la primera aurora
i Viva la gracia !
Con el jardín de sus primeras flores;
foged de amor las rosas y azucenas SEGUNDA MANOLA
fíf granos de oro y de perfumes llenas.
Mohosa,
y Ser vosotros isla de verdura Mala mano te desuelle.
Donde repose yo, cansado y yerto,
pel sol que ennegreció mi frente pura EL CURA (Apurando el vaso)
V del árido viento del desierto; ¡Sangre de Cristo! Al avío.
idea de suavísima dulzura
Vosotros sed, do el pensamiento incierto SEGUNDA MANOLA

fije su vuelo, y vuestro aroma blando Vamos, pues, toque usté aprisa.
Venga a mi corazón su afán templando.
EL CURA

Consumé: siga la misa,


CANTO V Y ayúdamela, hijo mío.
CUADRO i (A un mozalbete qua alternará con él can
tando.)
INTERIOR DE UNA TABERNA EN EL AVAPIKS
(Mientras rasga la guitarra, desaparece la fí-
En un rincón, junto a una mesa, Adán con la sonomía del cura escuerzo entre millares de
salada; ella contemplándole con recelosa cu- innobles gestos.)
riosidad, él distraído; grupo de majos a un
lado; grupo de manólos y manólas que dan- No hay religión más santa (Canta.)
zan. Un hombre con traje mitaft seglar, mi-
tad eclesiástico, flaco, ruin de estatura, chato, Que la de Cristo
¡ampiño, y el pellejo arrugado, pelo pobre y Que señala a los moros
rojizo, chisgarabís repugnante, toca la guitarra. Como enemigos.
Su edad, cuarenta años >.
Guerra a los cueros,
Porque matando moros
UN MANOLO
Se gana el cielo.
Buen ánimo, padre cura, (Danzan.)
Vamos, otra seguidilla.
SALADA

PRIMERA MANOLA ¿Está triste, dueño mío?


¡Qué seria está Saladilla! ¿No respondes?

ADÁN (distraído)
SEGUNDA MANOLA
No sé, siento
Chica, por poco se apura.
Una ansiedad, un tormento.
(1) Si modelo y dechado de todas las virtu-
des son el mayor número de nuestros sacerdotes, SALADA
«i todos tiempos, y especialmente en los mala-
venturados que corren, ha habido y se encuen- Me matas con tu desvío;
tran algunos miserables, hez y escoria de tan
respetable clase. El lector se acordará tan bien Mira, Adán, me miro en ti
«mo nosotros de haber hallado en su vida al- Como en D i o s : ¿qué mal te oprime
ieno que, haciendo gala de su desvergüenza, se Por Dios, Adán; por Dios, dime
Parecía quizá al mezquino ente que aquí trata-
m Que también rae amae así.
« de describir. (If. de la 1.a ed.)

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126 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONqEDA

ADÁN (con frialdad) PRIMER GUAPO

Sí, te amo. Amigo


Dice el refrán que su silla
SALADA (con ternura) Pierde el que se va a Sevilla.
¿No es verdad?
SEGUNDO GUAPO
Yo con locura. ¿Suspiras?
¿No respondes? ¿No me miras? Y es natural.

(ADÁN recorre con los dedos la mesa, los ojos TERCER GUAPO

bajos, profundamente pensativo; ella, con Pues yo digo


zozobra, le mira fijamente, y los ojos húme- Que la cortaré la cara.
dos de lágrimas. Sigue la danza,)
(Manolos bailando.)
PRIMERA MANÓLA (con desgarro)
PRIMER MANOLO
\ Jalea de Navidad!
¿Quién me la compra? Coja usted tierra, salero.

SEGUNDA MANOLA SEGUNDA MANOLA

(Señalando a ADÁN y a la SALADA) Estoy por decir no quiero.

Í Qué par! EL CURA (mirando de reojo a los majos.j


¡La romántica! Ya llora.
Buena danza se prepara.
Traigan agua a la señora,
Porque se va a desmayar. (Canta.)
EL CURA (canta) Tienes una boquirris
La mujer y las flores Tan chiquitírris,
Son parecidas : Yo me la comeriba
Mucha gala a los ojos Con tomatirris.
Y al tacto espinas, EL CHICO (canta)
Y yo, que tengo
El corazón herido, Y en tus ojillos,
Nunca escarmiento. ¡Ay!, se me baila el alma
Que me derrito.
(Corro de guapos.)
PRIMER GUAPO
PRIMER GUAPO
¿No te ha conocido?
¿Conque es aquél?
TERCER GUAPO
(Señalando a ADÁN con el gesto.)
No.
SEGUNDO GUAPO
Está ella muy distraída.
Aquél es.
SEGUNDO GUAPO
TERCER GUAPO
Quien bien quiso tarde olvida.
Un trago, que pase el miedo.
TERCER GUAPO
SEGUNDO GUAPO
Pues ella pronto olvidó.
Señor Matorrales, quedo,
Que es muy hombre. TABEKNERO

Una azumbre que me debe.


TERCER GUAPO
TERCER GUAPO
¿Por los pies?
Eche usted otra, que quiero
SEGUNDO GUAPO
Que el mo¿o aquel tan salero
Y por las manos. Y aquella niña lo pruebe.
EL DIABLO MUNDO

ABAN (A la SALADA) Cuando te vi, ¿y quién te viera


Que al mirarte no aprendiera
•Me ahogo! Siento un deseo, Al momento a querer bien?
¡Jalada, no sé de qué ;
Un afó»- ADÁN

SALADA ¿Ves tú cuando tornasola


Los cielos la luz del día,
Yo sí lo sé; Y huye la noche sombría,
So me quieres; bien lo veo. Y en tintas mil arrebola
La aurora el blanco celaje,
ADÁN
Y cantan a la alborada
Las aves en la enramada
;\¡,Le« aquel pez dorado
Luciendo el vario plumaje?
, w en tu casa en un fanal,
Más plaeer, más luz, más vida,
Breve l a S 0 dt cristal,
Más amor vierte a torrentes
¡)c, vueltas aprisionado,
Ese estrépito de gentes
V en la ventana al sol mira
Que en multitud confundida
Tejiendo en torno colores,
Ayer vi cuando a tu lado,
y en las macetas las flores
Con tanto afán, tanto gozo,
Donde la brisa suspira :
Tanta gala y alborozo.
V ya escucha su rumor
Bajaban tantos al Prado.
One le encanta, y le suspende
Adornos tan relucientes,
Va la llama que se enciende,
Ricos trajes y colores,
Va la beldad de la flor;
Coches, caballos, primores,
V en su cárcel cristalina
Y gustos tan diferentes;
\;ul;t con más ligereza
Y el hijo y la gentileza
Cor gozar de la belleza
De aquellos tan altaneros
Que los ojos le fascina?
Que llamas tú caballeros
Pues así yo, dueño mío,
Y damas de la nobleza;
La tierra, la luz, el cielo,
¿Cómo pueden no admirar
Disfrutar con loco anhelo,
AI que siquiera los mire?
V sin saber cómo, ansio,
¿Quién habrá que no suspire
Por su grandeza igualar?
SALADA

Mira, si tú, vida mía, SALADA


Me amaras como yo a ti,
I o«lo eso hallaras en mí ¿Quién mejor que tú entre ellos?
V tu ansiedad calmaría. Por el mejor de más brío
"I o que tu amor sólo anhelo, No trocara yo, Adán mío,
l'ara templar mis enojos, Urt rizo de tus cabellos.
Busco mi luz en tus ojos,
Hallo en tu frente mi cielo ; ADÁN

\ estando a lu lado, Adán,


O estoy loco, I vive Dios!
^i ese sol ni el cielo veo,
O no me entiendes, Salada.
vue eres todo mi deseo
> eres iú todo mi afán,
TERCER GUAPO
Ui-cir ternuras ignoro,
Kudíi y salvaje nací,
(Se acerca al primero con el jarro de
\o ;e que pasa por mí
vino)
^i tampoco por qué lloro;
f"ego en mí amargo dolor, Ve y dales la cambiada
fuego de Dios en mi estrella, Y brinda tú por los dos.
vl'e no me formó más bella
"ra aumentarte tu amor. (Quedan en observación, en el rincón
-«1 haya, m a l haya, amén opuesto^ los dos guapos.)
128 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

PRIMER GUAPO (a ADÁN y la SALADAJ EL CURA (canta)

Dios bendiga lo que cría Nunca mató a los hombres


Bueno y lo estoy yo mirando. La pena negra.
Desventuras y males
LA SALADA (con desgarro) Y penas vengan :
[Ay!, las mujeres
Vaya un don Necio.
A los hombres mejores
PRIMER GUAPO Les clan la muerte.

Estimando. PRIMER GUAPO (a ADÁN)


Mi alma, más cortesía.
Mocito, ¿usted ha perdido
Mocito, im sorbo siquiera.
El habla?
(A ADÁN.)

(ADÁN, sin mirarle, continúa distraído.) SALADA

Vaya un moscón.
SIGUE EL PRIMER GUAPO
ADÁN
¿Y usted, niña?
No gasto conversación.
SALADA
PRIMER GUAPO
Me hace mal
¿Se da usted por ofendido?
La espuma. Pues lo siento.
PRIMER GUAPO ADÁN (con calma)

¡ Viva la sal! Se acabó.


(Acercándose al oído de ella.) SALADA
¿Está el gaché de quimera?
¿Lo quiere usted claro?
SALABA
PRIMER GUAPO
¿Sabe usted los mandamientos?
Sí.
Pues el quinto no moler.
SALADA
PRIMER GUAPO
Que está usted de más aquí.
Se me olvida sin querer
A veces, PRIMER GUAPO

TERCER GUAPO (Se rasca con sorna y meneos truhanescos)


No entiendo indirectas yo.
(Al segundo, en acecho., desda el rincón
opuesto) TERCER GUAPO (al segundo)
Bebo los vientos
El demonio me retienta,
De pura cólera.
Compañero.
SEGUNDO GUAPO
(Continúa en acech

El majo SEGUNDO GUAPO


De monos sin duda está.
Críe usted pecho.
PRIMERA MANÓLA (corro de baile)
PRIMER GUAPO
] Un soponcio, que me da!
i Tengo una sangre!
PRIMER MANOLO
SEGUNDO GUAPO

i Viva ese desparpajo ! El despecho-

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E¡L DIABLO MUJN'DO i 29

PRIMEE GUAPO TERCER GUAPO

.. la ¡ndina que lo aumenta. (Desembozándose y presentándose a la


(Corro de baile.) SALADA)

Mala carcoma,
PRIMERA MANOLA
Di, ¿me conoces? Pues toma.
o cura* usté se enronquece. 'Le tira una navajada a la cara, que no le da.)

SEGUNDA MANOLA SALADA

Hija, dale un caramelo. Esas se dan siempre así.


EL CURA
(Le entra el cuchillo junto al corazón.)

l)c verte a ti me amartelo, TERCER GUAPO


Pichona.
:Ua unción ! ¡Favor! Me han herido!
i•
SEGUNDA MANOLA
TABERNERO
Me lo parece.
¡ En mi casa!
EL CURA (canta)
EL CUBA
Arrecógete y brinca,
Monéate y salta, Las lió.
Porque tanto meneo (Tira la guitarra y sale a escape.)
Me lleva el alma.
(Huyen todos precipitadamente, coge a ADÁN
EL CHICO (canta) la SALADA del brazo, y salen juntos por la
puerta de la trastienda.)
;Jesús, qué liga!
Y es lo bueno que nunca ADÁN
Miente la pinta.
¿Qué has hecho tú?
SALADA
SALADA
íCon que no?
^Qué sé yo':
PRIMER GUAPO Corre pronto.
Pues por 'supuesto.
TABERNERO
ADÍ\ se levanta y lo coge con fuerza del
brazo.) Me han perdido.
(Gente, justicia que acude, etc.)
ADÁN

Unen amigo, basta ya.


Tú el espíritu, amor, tú eres la vida
<-e separa, sujetándole sin trabajo, y vuelve
De la mujer que en tu ilusión se ceba,
a sentarse.)
Y halla en ti sólo su ansiedad cumplida
PRIME» GUAPO (echa mano a la navaja) La que tu dardo penetrante prueba;
El viento en remolinos sacudida
L'n demonio bastará, Acá y allá inconstante el alma lleva
V»e el brazo me ha descompuesto. Del hombre, y pasajero devaneo
Eres no más de su primer deseo.
TERCER GUAPO
Inmenso mar que brinda al navegante
Cií segundo, echándose ya en medio)
Con mansas olas y sereno viento
Compañero, me perdí.
Y una playa riquísima y distante
Que ilumina a su gusto el pensamiento,
SEGUNDO GUAPO (siguiéndole)
Y una luz qire se pierde rutilante
la
se armó. Y brilla con inquieto movimiento,
130 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

Glorias, tesoros, la esperanza ofrece SALADA


A su. ambición que en su delirio crece,
¿Por qué? Porque yo a mi padre
¡Cuánto en la juventud la vida es bella! Le he oído decir que aquel gana
Con músicas regala nuestro oído, El pleito que pega antes
Los ojos guía reluciente estrella,
ADÁN
Brinda la flor aromas al sentido ;
lLánzase el hombre con ardor tras ella, No sé por qué no me gusta
Como el dejar el águila su nido, Ver esas manos con sangre.
Buscando al sol, y con seguro vuelo ¡ Son tan lindas! Llevar flores
Volando a hallarle en el remoto cielo. Mejor que un puñal les cae.

¿Quién parará su rápida carrera? SALADA


¿Quién pondrá coto a su afanar ardiente?
Bien puede ser, y si quisieres,
Corre campo a buscar como la fiera
Que se lanza en el circo de repente; Tan sólo por agradarte,
Arrebata tal vez en su primera Nunca cogeré un cuchillo,
Locura al que se opuso, indiferente Y aun dejaré que me maten.
Lo abandona después. ¡Ay! ¡Desdichada (Con gachonería
La mujer que se oponga a su pasada!
ADÁN

Flor que arrebata de su tallo el viento, ¡ Qué hermosa es !


La roba enamorado y se la lleva, (Le da un beto.¡
Bésala y acaricíala violento
Con nuevo ardor y con locura nueva, (La SALADA juega con sus rizos.)
Bebe su aroma de su olor sediento,
SALADA
Y las hojas la arranca; en ella ceba
Su amoroso furor, y al fin la arroja ¡ Cómo en ondas
Cuando, marchita y sin olor, le enoja. Los negree rizos le caen!
Quisiera tener millones
Y sigue, y allá va, y allá se lanza, De almas para adorarte,
\ allá acomete, la región buscando, Y en cada cabello tuyo
Que la imaginación apenas alcanza Enredar una. ¡No sabes
A pintarse, su vuelo remontado: Cómo te amo, Adán m í o !
Y él allá va, y ardiente se abalanza, Y en esos ojos que arden,
Cayendo y despeñado, y tropezando, Quisiera ser mariposa
A merced de su propia fantasía, Para en su luz abrasarme.
Tras la engañosa estrella que le guía. Échate, Adán, en mi falda,
Así. ¿Estás bien? ¡ Cuál te late
El corazón: ¿No es verdad
Que, es sólo mío? ¡ A h ! , dame
Otro beso; mas ¿ qué tienes?
CUADRO II ¿No me escuchas?

ESCENA PRIMERA ADÁN (entre sí)

¿Por qué nacen


HABITACIÓN DE LA SALADA.
Pobres como yo los unos,
ADÁN y la SALADA.
Y nacen los otros grandes?

SALADA
SALADA (acariciándole)
¿Qué murmur as?
Gachón mío, di, ¿no das
Un beso a tu pobre amante? ADÁN

Tú, que has visto


ADÁN
Esos ricos tan galanes,
¿Por qué has herido a aquel hombre? Que en poderosos caballos,
EL DIABLO MUNDO 131

Con jaeces tan brillantes, De luces, flores y aires?


Galopan, o reclinados Pues, pobre pez si cumpliera
En magníficos carruajes, Su voluntad, que al hallarse
Parece que se desdeñan En otro ajeno elemento
r „ su soberbia insultante Del elemento en que nace,
p e mirar a los que cruzan Céfiros, luces y flores
^ pie como yo las cailes; Le dieran muerte al instante.
Tú en fin, que el mundo, aunque en vano Sueños son ésos, Adán,
Quisiste ayer explicarme; Los que- tu mente distraen,
Mundo que en mil confusiones Aire que anhelas coger.
Más me enreda a cada instante, Porque los sueños son a i r e :
[>i!i!C, ¿esas damas tan bellas, Entre esas gentes altivas
Con esos garbos y trajes, Quien máe de nosotros vale
Viven así? Dime, ¿hablan No alcanza sino desprecios
Como nosotros? ¿Qué hacen? En premio de su donaire.
Nuestros enemigos son,
SALADA (con gesto desabrido) Y el modo de ser iguales,
Es en la misma moneda
Dueño mío, somos hijas
En que nos pagan pagarles,
Todita;; de un mismo padre,
Y piensa..., pero no quiero
V la mejor es tan buena
Pensar en ello, ni caben
Como yo, y ¡gracias!..,
Pensamientos de otro amor
En tu corazón de ángel;
ADÁN
Pero... si acaso esas damas...,
Me hablaste (Con ira celosa-)
De e?o de un padre común
iLas de las blondas y encajes.-.,
También ayer.
Tal vez..., si tú en tu delirio
SALADA
De mí olvidado... no sabes,
Adán, de lo que es capaz
Son de carne Haa mujer por vengarse;
V hueso como- tú y yo. Pero n o , n o ; no es verdad:
Tu amor es mío. Adán, dame
ADÁN Mil besos, uno tan sólo
Es inútil que me canse: Que mis inquietudes calme.
-Ni yo te acierto a entender,
Ni tú aciertas a explicarte. ADÁN
ÍVro dime, ¿cuáles son
Sus diversiones, sus bailes, Puede ser; pero ¿por qué
Su vida, SKS alegrías, Riquezas que son palpables,
Sus casas? ¿Cómo se hace Galas que miran mis ojos,
Para juntarse con ellos, No han de estar nunca a mi alcance?
Con ellos vivir, hablarles T Tanta ansiedad me fatiga,
^ en lujo, poder y galas Mil pensamientos combaten
A su grandeza igualarse? Dentro de mí, pasan, huyen...
Un beso, mi bien.
SALADA (Le besa la SALADA con amor.)
Regale
¿ IV acuerdas, Adán, del pez
Dorado, que entre cristales Tu boca mi corazón;
t'iru admirando del sol Y entre tus brazos descanse
><>s rayos en que se parte, De tanto afán.
i oyendo el rumor del aura (Se duerme.)
E'ttre las flores suave, (La SALADA le contempla dormido con ternura
embebecido en su música íntima, y le hace aire con un abanico,
Ansia quebrantar sii cárcel mientras le guarda el sueño. Besa de cuan-
P
°r gozar de la armonía do en cuando la frente hermosa y serena

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J32 OBRAS COMPLETAS DE D( JOSÉ DE ESPRONQEDA

de ADÁN y le separa los rizos que el aire Guardad su sueño, amores,


suele traer a vagar sobre ella.) Mimad conmigo su beldad temprana,
Dejadme en mi alegría
Cuidar yo sola de la flor que es mía.
SALADA

ADÁN (despierta)
Se ha dormido.
¡Qué hermoso es! ¡Qué suaves ¡Qué calor! ¿Dónde estoy?
Sobre sus cerrados ojos
SALADA
Las negras pestañas caen!
¡ Cómo respira! No hay flores Aquí, bien m¡0)
Que tan rico olor exhalen ¿No me ves? A mi lado.
Como para mí su boca.
¡ Cómo en su frente se esparce ADÁN
Tanta belleza, reunida
A tan varonil y grave ¡Oh! Sí, soñaba;
Majestad! jQué diferente Pero un sueño tan dulce, un desvarío
De los otros hombres! ¡Nadie Tan alegre, que el alma me robaba.
Máz feliz que yo !... ¡ Amor mío !
SALADA
¿ A h ! ¡ Déjame que te ame
Toda mi vida, y me muera, (Reconviniéndole dulcemente)
Mi bien, así, contemplándote!
Pero ¿por qué esta zozobra No hay sueño alguno, por feliz que sea,
Con que el corazón me late? Que yo no cambie por mirar tus ojos.
¿Por qué de súbito siento Y tú el sueño al dejar que te recrea,
A veces cuando le miro, Viéndome al despertar sientes enojos.
Quisiera, y luego matarme
A mí también? ¿Porque sea ADÁN
Mío sólo? ¿Quién robarme
Era un sueño... Sabrás, hermosa mía,
Mi dicha y su amor intenta?
Que era una tarde en el florido abril,
El es mío, no ama a nadie,
Cuando viste del campo la alegría
Ni puede amar sino a mí :
Hojas al bosque, flores al jardín.
A mí sola, a m í ; ¿y quién sabe
Si siempre así me amará? Vagaba solo yo por la ribera
¡Oh! ¡El corazón se me parte Del Manzanares; lo que fue de ti
De sólo dudarlo! Entonces... No sé. Salada mía, ni siquiera
¡Triste la que me arrebate Cómo yo solo me encontraba allí.
Su corazón! ¡ O h ! ¡Morir
Sólo me queda en tal trance! Cuando de pronto a la azulada cumbre
¡Matarle y morir, y luego De un monte lejos me sentí volar,
Idolatrar su cadáver! Y un hilo suelto al aire en viva lumbre
¿Y qué mujer de mis brazos Vi ante mis ojos fúlgido ondear.
Será capaz de robarte,
Yo asido al hilo trepo a la montaña.
Adán mío?
¡ Oh! ¡ Cuánto entonces a mis plantas «!
(Con ternura.) ¡ Cuántos acentos y algaraza extraña
¡Cómo suda! Alzarse alegre de repente oí!

(Le enjuga la frente con un pañuelo blanco.) Haciendo generosa gentileza,


í Oh! Sean mis manos cárcel Cien caballeros rápidos pasar,
De ese corazón que es m í o ; Ágiles vi, domando la fiereza
Que no me lo robe nadie. De sus caballos que al galope van.
(Le pone ambas manos sobre el pecho, como Y entre la luz de remolinos de oro
para aprisionarle el corazón.) Que deslumhran los ojos como el sol,
¡Oh! Deshojad sobre su frente flores Mujeres, de beldad rico tesoro,
Del noble mozo en su primer mañana, Brindando glorias y vertiendo amor;
EL DIABLO MUNDO ií'i

y danzas, juegos, y algazara y vida, Viento que en torno de mi frente brame,.


¡Magnífico tropel y movimiento, Rayos que sienta sobre mí tronar,
Riqueza abandonada y esparcida Triunfos, y glorias, y riquezas dame
Cuanta puede crear el pensamiento. Que derramen mis manos sin cesar.

y yo también con ellos me juntaba, SALADA


y con oro y con trajes de colores
y- cual aquella gente me adornaba, ¡ Oh! ¡ Adán! ¡ Adán! ¡ Tu corazón no es
y era también señor entre señores. ¡Oh! Tu ambicioso corazón delira, [mío!
y también mis caballos a mi brío. . ¡Ay, que me lo robó tu desvarío,
Y por sólo mi amor ya no suspira!
SALADA
Pobre mujer, ¿qué puedo yo ofrecerte.
¡Y ni un recuerdo para mí entretanto, Ni qué te puedo en mi desdicha dar?
Mi un recuerdo guardabas, Adán mío. Ten compasión de mí, dame la muerte,
A esta pobre mujer que te ama tanto! ¡Oh! No me dejes sin tu amor llorar.

ADÁN ¡Ah! Dime : ¿Dónde, dónde yo podría


Hallar esas venturas para ti?
Y en un caballo con la crin tendida, ¿Dónde? Mas ¡ah! que la desdicha mía
La cola suelta, vagarosa al viento, En mi impotencia me arrojó a morir.
Y la abierta nariz de fuego henchida,
En alas iba yo de mi contento. Jamás, jamás, Adán, nunca hasta ahora
Mi bajeza en el mundo he conocido,
Y zanjas, montes, valles y espesuras, Mi corazón que desgarrado llora
Y ramblas y torrentes traspasaba, Tan amargo dolor nunca ha sentido.
Y otros montes después, y otras llanuras,
Y nunca fin a mi carrera hallaba. ¡Oh! ¿Qué me da mi condición villana?
Despreciable mujer, juguete vil,
Y siguiendo a mi loca fantasía. Arrojada en el mundo una mañana
Jinete alborozado en mi bridón, Cuando la luz entre miserias vi.
Latiendo de entusiasmo y de alegría,
Mi anhelo redoblaba su furor. Cuando entre bosques que el viajante íg-
Mi madre moribunda me parió [ñora
Mi frente sudorosa palpitando, Nacida al mundo en maldecida hora,
Azotaba mi rostro el huracán, Fruto podrido, hija de un ladrón.
Mis ojos fuego en su inquietud lanzando,
Campo adelante devorando van. ¿Sabes, Adán, lo que le guarda el mundfr
A la que nace como yo nací?
¡Oh! ¡Qué piacer! En medio al torbellino, En una cárcel un rincón inmundo,
Oír el trueno y rebramar el viento, Y un hospital quizá donde morir.
Siguiendo en polvoroso remolino
El ímpetu veloz del pensamiento. Una belleza, infame mercancía,
Que una pobre mujer por oro trueca.,
Y en incesante vértigo y locura, Y gozando en su propia villanía
Desvanecida en confusión la mente, Un corazón que el infortunio seca.
i Cuánto el deseo y la ilusión figura
Arrojarse a alcanzarlo de repente! Y en pecado y vergüenza concebida
Y en la frente el escándalo, marchar
i Oh! \To entendía voces y cantares. A abrirse campo en su azarosa vida
^ vi mujeres ante mí volar, Con lucha eterna e incesante afán.
^ atrás quedaban gentes a millares,
i encontraba otras gentes más allá. ¡ Miserable de mí! ¡ Yo había vivido
i Oh! Si me amas, si tu amor es cierto, Contenta con mi orgullo en mi bajeza!
Llévame al punto donde yo soñé : Tú no lo sabes, pero tú has herido
¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Campo abier. Un alma, en fin, que a comprenderse em-
Y déjame frenético correr. [to! [pieza.
1U OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Tú, Adán mío, sin querer has hecho Un caballo, u n camino, y a ese cielo
Pedazos mi amargado corazón, Yo escalaré; yo siento dentro en mí
Perdida ya la que guardó mi pecho Fuerza bastante en mi ambicioso anhelo
IlusJÓn dulce de un dichoso amor. Para cambiar, ¡ quién sabe!, el porven^

¡Oh,! ven acá, te estreche entre mié brazos; SALADA


Déjame en mi dolor llorar así:
¡Fueran, Adán, eternos estos lazos, (Dejándose arrebatar del entusiasmo de Aní*
Y yo lloraba en mi aflicción feliz! ¡Juntos! ¡Juntos los dos! ¡ O h ! , sí march»
Rompamos del destino las cadenas; [rtua
¡ Déjame que te bese con locura, El mundo no es Madrid, juntos volemos
Déjame que te apriete al corazón! A otras gentes hallar y otras escenas :
No sé que voz secreta en mi amargura,
Adán, me dice que a perderte voy. ¿Qué, adondequiera llevaré en mi frente
Grabado el sello de vergüenza? No ;
jPerderte! ¡Y para siempre! ¿Y yo que Que en otras tierras, y entre nueva gente
Quiero ya, sino a ti, voy a perderte? [nada Ennoblecida brillará en tu amor.
Déjame así morir, así abrazada, Huyamos, sí, de la laguna impura
¡Muriendo yo bendeciré mi muerte! Donde entre cieno sin tu amor viví,
Huyamos a esas tierras de ventura
Mira, Adán mío, alma de mi vida,
Que a entrambos nos ofrece el porvenir.
Yo no soy más que una infeliz mujer,
Pobre en el mundo, una mujer perdida, ¡ Gracias! j Gracias! Amor, bendito seas,
Con sólo desventuras que ofrecer. Que mi bajeza me revelas t ú ;
Huyamos luego, Adán, donde deseas,
No tengo nada; j pero te amo tanto! A otro país que alumbrará otra luz.
¡ Tengo un tesoro para ti de amor!
¡ Oh! No me dejes, muévate mi llanto,
Muévate mi afligido corazón. ESCENA II

¡ Oh! ¡ No me dejes! Y pues ansias oro DICHOS y el CURA. (POCO después hasta seis
Y dichas que no alcanzo a darte yo, hombres de malas cataduras y modales
El mundo te prodigue su tesoro, rústicos.)
Y yo, tu esclava, te daré mi amor.
EL CURA (frotándose las manos)
Yo sufriré en silencio tus desvíos, ¡Albricias! ¡No hemos salido
Yo, tu criada, partiré tu pan, De mala! Por la tetilla
Y una mirada de esos ojos míos Derecha le entró, y si acierta
Hará mi dicha, premiará mi afán. A entrarle más itna línea,
Paz Christi.
¡ Ay! ¡ No me dejes nunca!
ADÁN (aparte a la SALADA,)
ADÁN
No sé por qué
¿Yo dejarte? Me irrita sólo la vista
¿Y para qué, y por qué? ¡Tú, mi querida! De ese sapo.
¿Ni cómo, aunque quisiera abandonarte
Juntos txi y yo lanzados en la vida? SALADA

Tu desdicha en tus quejas adivino : Adán, huyamos.


¿Y habrá de ser eterno tu dolor? i Y yo contenta v'vía!
(Aparte.!
¡ Qué poderosa mano a ese destino
Para siempre, Salada, te amarró! EL CURA (con tono truhanesco)
¡ Oh! En esas tierras donde yo soñaba, Vive Dios, señor Adán,
Allí de todo es glorias y placer, Que tiene usted una niña
Allí do nunca de gozar se acaba, Que da la vida a un cristiano,
Ven, mi Salada, ven y te amaré. ¡Lo mismo que se la quita :

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EL DIABLO MUNDO 135

Tan buena para un barrido SALADA (con desabrimiento)


Como «« fregado. ¡Que vivan
Oiga usted, padre curiana,
Esos ojuelos que matan,
esas
A un ladito, que me tizna.
Princesa, y «nanitas!
(Entran los seis.)
ADÁN (con impaciencia) PRIMERO
.£;,! Basta; ¿qué queréis? La paz de Dios, caballeros.
E t CURA (Van entrando: unos se sientan, otros se
quedan de pie, algunos sacan tabaco.)
si incomoda mi visita
yíe iré; mas ya me hago cargo, EL CURA
í i ^ente se divertía Ya está la gente reunida.
Como Dios m a n d a : ¡solitos!
(Da un silbido y se ason\a a una reja, adonde
•El demonio me mal-diga!
acude un chico, con quien habla.)
>[a? siento yo interrumpir...
Pupas, ya sabes la seña,
Pero.,, vamos... yo creía
One para todo había tiempo... Corre a tu puesto y avisa.
Luego, como corre prisa SEGUNDO
Nuestro negocio, y los otros
Van acudir a la cita... ¿Con que es la cosa esta noche?
Y, según me han dicho, usted TEKGEHO
Es también de la partida...
Vo, por eso... La señora, (Al PRIMERO, señalando a AVÁNJ

Que me conoce hace días, ¿Este es el mocito, Chiripas,


Snl>e muy bien que no soy Que recomendó su padre?
Vo mosca nunca; en mi vida
PRIMERO
La he estorbado para nada...
Cada cual allá se avía, Pues, el mesmo.
Y a vivir. ¿Qué, no es verdad,
CUARTO
Señora Salada?
Saladilla
SALADA (aparte)
El diablo le ha vuelto el juicio.
Grima
TERCERO
Me da de oírle.
Padre cura, ¿qué noticias
EL CURA Tiene?
Lo otro
EL CURA
No ee cosa que a usted le aflija :
El ya habrá muerto a estas horas, Muchas y muy buenas.
Y la señora justicia,
PRIMERO
Como no sabe quién fué
Quien le apagó, ni en su vida Pues desembuche.
Sabrá tampoco a quién tiene
QUINTO (señalando a ADÁNJ
Que acudir, queda per i&tam;
Aquí no hay nada que hacer La pinta
Sino apandarse unos días, Es de un elefante en leche.
Y aguardar, que D'os mejora Mocito, ¿hay ánimo?
Sus horas. Tiberio viva,
ADÁN
í el pan a tíos cuartos. ¡Prenda!
Y diga,
{Acercándose al oído con instancia y ¿Para qué me ha de faltar?
picar dihuela.)
SEXTO
Vamos, una pregimtilla :
¿Qué l e ha dado usté al mocito Como es la primera cabrita
Que está que parece quina? que desuella.,.
136 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

ADÁN La gente que entréis vosotros


Y le atéis, y luego os sirva,
La primera
Llevándoos sin hacer ruido,
Vez que he pensado en mi vida,
Ni ver a nadie, a la misma
Pensé alcanzar con la mano
Alrob?. donde su ama,
Donde alcanzaba la vista.
Que no espera la visita,
PRIMERO Dormirá; y así ha quedado
En que la cosa se haría,
Bien dicho.
Para no tener que ver
(EL PADRE CURA, entre tanto, ha estado Después él con la justicia,
hablando a los otros,) Cumplir como buen criado
Y hombre de bien. Y"o en la esquina
CUARTO
Mientras, haré la deshecha
¿Y en eso está? Y allí con mi guitarrilla,

EL CURA
(Hace gestos de jaleador,¡

iLuego que quedó Chiripas Y cuatro coplas, y alza


En abrir por la cochera Que se te ve hasta la liga,
Y darnos entrada arriba, Y toma y vuelve por otra,
Dije para mi capote, Tendré la gente reunida
Recemos la letanía, De la calle, por, si acaso
Y entonemos un Te Deum Cacarea la gallina,
Porque la ocasión la pintan Que no se oiga y que en paz
Calva; y para sosegar Vosotros hagáis la limpia.
Mí conciencia dije a un quídam
Que en la taberna de enfrente TERCERO

Estaba, que hiciese esquina


¿Y habrá fango?
Sin quitar ojo a la casa,
Y pagara por Chiripas EL CURA
Cuairto bebiese, que yo
Esta noche volvería Hasta los codos
Con mi guitarra y mi acólito Es la condesa de Alcira
A echar cuatro seguidillas Viuda con muchos millones
Y alegrar el barrio. Y alhajas y piedras finas,
Y más condados y rentas
TERCERO Y tierras que el mapa pinta.
Y oiga,
PRIMERO
¿Entra en el ajo Chiripas?
Moneda acuñada, padre,
EL CURA
Y déjese de baratijas.
El, como es natural,
No qu'ere que nunca digan SEGUNDO (refregándose las manos)
Que fué capaz de vender
¿Y es buena moza?
Ni hacer una alevosía
A la que le da su pan : TERCERO
Eso no, bueno es Chiripas...
No digo yo a su ama, a nadie Me gusta
Hará una mala partida. La pregunta; que sea rica
Y haya donde entrar la mano,
PRIMERO Y más que tenga comida
Y" hace bien. La cara de lamparones.

EL CURA ADÁN (con interés)

Pero es distinto ¿Y es de esas damas que habíian


Que, en estando ya dormida Palacios?
EL DIABLO MUNDO

EL CURA SALADA

Uno tan grande


El alma
One en entrando no se atina Y el corazón; Adán, mira,
\ salir; pero no hay miedo,
(Se adelanta con energía a ADÁN)
n u e para eso está Chiripas,
El lacayo incorruptible ¿Ves estas lágrimas? Son
Las primeras que en mi vida
Y fiel, qu e hallara salida
\\ laberinto de Creta. Me ha hecho derramar un hombre;
No hagas tú que mi desdicha
, va haciendo de noche. La SALADA entra con
Se trueque en rabia, y se cambie,
un velón encendido.)
Adán, mi ternura en ira :
ADÁN No quiero, no, tú no irás
Porque yo no quiero.
¿Tendrá coches?

EL CURA EL CURA

Y berlinas,
J Chispas I
Y cabriolés, y oro y plata
: Qué mala hierba ha pisado
Más que producen las Indias. La mocita!
PRIMERO
SALADA
¡ El chivato! De oírlo sólo
Los ojos se le encandilan. Tú imaginas
LA SALADA (aparte)
Que esa mujer es hermosa,
¿Pensabas que yo querría,
(Con los ojos llenos de lágrimas) Que lo imagino también,
;Pobre de mí! Dejarte ir? ¡Ah! ¿Tú olvidas
Que yo te amo y te finges
PRIMERO
Ilusiones y alegrías
Chica, ¿lloras? En otra parte, sin mí,
Con otra mujer? ¿La hija
SECUNDO Del ladrón cambiar presumí»
;l'or qué llora usted, mí vida? Con desprecio por la altiva
Condesa, por la señora
ADÁN (sin reparar en ella) Que arrastra coche? Deliras.
Vamos pronto, vean mis ojos Sí, tú te has dicho a ti mismo :
Cuanto vio mi fantasía: Es una mujer perdida;
Toquen mis manos en fin La que ha nacido en el fa^go,
Los sueños de mi codicia- Que llore en el fango y viva.
Tú has olvidado mi amor,
TERCERO Mi delirio, mis caricias...
unen pollo; que a éste le pongan ] Ingrato! Que sin tu amor,
Donde haya.
(Con ternura y saltándosele las lágrimas.)
PRIMERO

Bien se explica. Sin ti, detesto la vida,


Que no tengo más que a ti,
SECUNDO (a la SALADA,) Que te amo, ¡ o h ! , de rodillas.
Pero ¿por qué llora usted? Yo te lo ruego, Adán mío,
No vayas, te lo suplica
PRIMERO Tu pobre Salada; no...
(•oías de mujeres Perdona, Adán, alma mía,
No vayas, n o ; el corazón
QUINTO Me da que alguna desdicha
Niña, Nos va a suceder... No vayas.
¿i-e duele a ueted algo? ¿No harás lo que yo te pida?

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138 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

ADÁN i Fuera injusto ! Y romperían


Mis manos, sí, las cadenas
¿No ir? Salada, ¿no ir yo?
Que aprisionaran mis iras.
Cuando fortuna me brinda,
Y en realidades mié sueños, PRIMERO
En verdad mi fantasía
Bien dicho.
Trueca? ¿Quién? ¿Yo, yo no ir?
¿Yo no ir...? Tú desvarías. SALADA (con mimo)

PRIMERO Dime, Adán mío,


¿Me amas? ¿Por qué te irritas?
Pero ven acá, ¿tú quieres ¡Oh! ¡No te enojes conmigo!
Que tu galán sea un gallina? Dame un beso, una caricia.
SALADA
Ya que te empeñas en ir...
Otro beso, ¿no podrías
¿Tú a qué has de *r? Si supieras, Ir otra vez, dueño mío,
Adán mío, cuan indigna Dejarlo para otro día?
Hazaña van a emprender Las horas se me hacen siglos
estos hombres, ¡ a h ! , tú huirías Sin ti, todo me fastidia.
De ellos. Tu corazón ¡Yo que pensaba esta noche
Noble, di, ¿no te avisa Pasarla en tu compañía
De la bajeza del hecho? Tan feliz y acariciarte
Tanto! No hay mayor desdicha,
EL CURA Tú ya lo sabes, Adán,
Vaya una rara salida. Que una esperanza fallida.
El demonio predicándonos Si te vas, ¿qué haré? Llorar.
Un sermón de moralista. Otro beso. No hay delicia
Igual: los dos aquí solos
ADÁN Entre amores y caricias
Corriendo las horas. Y~o
Mira, Salada, no sé
Te contaré mis fatigas,
Si la acción que se medita
Mi amor, cuando estabas preso,
Es buena o mala, ni entiendo
¡ A ti no te cansa oírlas!
Qué es mal ni bien todavía.
¿No es verdad, mi bien? ; A h ! dame
Yo allá voy. Cualquiera sea
Otro beso...
El hecho, dicha o desdicha
Nos traiga, yo he seguir
ADÁN (comtoyiDo)
La inspiración que me anima.
¿Acaso he nacido yo ¡Vida mía!
Para vivir en continua No llores, n o ; yo le amo...
Agitación? ¿No podré Yo haré lo que tú me pidas.
Seguir a mi fantasía
TERCERO
Jamás? No, Salada m í a ;
Glorias y triunfos me pinta Eso es, ya está hecho un mandria.
Mi deseo; la fortuna
SEGUNDO
A mi anhelo campo brinda
Donde cumplirlo. Yo quiero ¡ Y lo que sabe la indina!...
Ver, palpar cuanto imagina
Mi mente; de una ojeada EL CURA
Ver todo el mundo que gira Señores, aquí £e quede
A mi alrededor. Allí luego El que quiera, que maldita
Tú vendrás, donde yo elija La falta que nadie hace.
Un sitio para loe dos. Nuestra condesa de Alcira
¡Oh! Si me amaras, tú misma
Me llevarías.—¿Y quién (Con intención a ADÁ.N )
Habrá jamás que me impida Nos aguarda con sus coches,
Volar donde yo desee? Su palacio y joyerías.
EL DIABLO MUNDO 139

Nosotros vamos aUá. Y allá a un jardín, mansión encantadora


De las fadas, conduce, y mil olores
Con <luc> a m i s ° ' h a s t a i a VISta-

(Dándole a ADÁN en el hombro.) Esparce en los salones voladora


La brisa que los roba de las flores.
SALABA
¿Quién la deidad, el ídolo dichoso
.jfaldita sea tu lengua De aquel templo magnífico será?
( w me arrebata mi dicha! ¡ Templo soberbio, .alcázar grandioso
Que con oro amasó la vanidad!
ADÁN

• Oh! Es verdad y yo olvidaba.,. Bella como la luz de la serena


i Tarde que a la ilusión de amor convida;
siivBA (arrojándose en sus brazos) El alma acaso de amarguras llena.
¡Adán mío! Hermosa en el verano de la vida,

ADÁN (con aspereza) Una mujer dormida sobre un lecho


Mujer, quita. Rjquísimo allí está, los brazos fuera;
Palpítale desnudo el blanco pecho,
V arranca de ella; la SALADA cae desplóma- Vaga suelta su negra cabellera;
la de dolor en una silla. Salen los bandi-
dos, y ADÁN el primero.) La almohada a un lado, la cabeza hermosa
En un escorzo lánguido caída,
Turbios ensueños a su frente ansiosa
CANTO VI Vuelan tal vez desde su alma herida.

Era noche de danza y de verbena Una velada lámpara destella


Cuando alegra las calles el gentío Su tibia luz en rayos adormidos,
V en grupos mil estrepitosos suena En desorden brillando en torno de ella
Mi'nica alegre y sordo vocerío. Mil lujosos adornos esparcidos.

Sonó pausada en el reló la una, Aquí un vestido de francesa blonda,


La paz reinaba en el sereno azul J ; La piocha allí de espléndidos brillantes,
Bañaba en tanto la dormida luna La diadema de piedras de Golconda,
1.a; alias casas con su blanca luz. Sobre el sofá los aromados guantes.

Y en un palacio, alcázar opulento De flores ya marchita la guirlanda,


De soberbia fachada, en un balcón Allí sortijas de oro y pedrería,
Penetraba su rayo macilento Arrojada en la alfombra rica banda
Entreabierto el cristal por el calor. Bordada de vistosa argentería...
Lámparas de oro, espejos venecianos,
Bandas, sortijas, trajes, guantes, flores.
Áureos sofás de blanco terciopelo,
No os quejéis si os arroja con desdén:
>¡Has de nácar y marfil indianos,
j El placer, la esperanza y los amores
l-u* pabellones del color del cielo,
Ella arrojó del corazón también!
Caprichos raros de la industria humana,
Relieves y elegantes doraduras, ¡Ay! Que los años de la edad primera
Jirronts de alabastro y porcelana, Pasaron luego y la ilusión voló,
Magníficas estatuas y pinturas; Y al partirse dejó la primavera
Al sol de julio que agostó la flor.
Ornan confusas la soberbia estancia
<ue allá se pierde en mágica crujía, Y al alma sólo le quedó un deseo
'iones tras salones, y a distancia Y un sueño le quedó a su fantasía,
•* a"ru de mármol ancha gradería. Loco afán y engañoso devaneo
Que en vano en este mundo hallar porfía;
'•> Valera, en el prólogo al libro de Rubén
ü A íl
( ' ' 'l, censura que introduzca en nues-
idioma el poeta nicaragüense el galicismo Y el corazón, que palpitaba ufano,
lúe ya
vemos aquí. Henchido de esperanza y de ventura,
140 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Donde placer halló, lo busca en vano, ¿Por qué esa angustia y respirar vioú
Perdida para siempre su frescura; ¿Por qué soñando con dolor suspira?
Tan hermosa y con tanto sentimiento
Y en vano en lechos de plumón mullidos, ¡ Ay t ¿por qué al corazón lástima iuSfc
En rica estancia de dorado techo,
Se reclinan sus miembros adormidos Un hombre en tanto de feroz semblan^¡>
Mientras despierto la palpita el pecho. De repugnante y rústico ademán,
Y en la diestra un puñal, con vigilante
Y en él, inquieto el corazón se agita, Faz cuidadosa y temeroso andar,
Y un tropel de deseos y memorias
Su mente a trastornar se precipita Súbito entró en la estancia, y silencio80
Volando ansiosa tras mentidas glorias. A la dormida dama se acercó,
Contemplóla un momento receloso
Y en vano busca con avaro empeño Y por sus pasos a salir volvió.
Paz para el corazón en sus rigores;
Sus ojos cerrará piadoso el sueño, «Duerme como un lirón», dijo en voz ta
Pero no el corazón a sus dolores. A otros qué afuera y en aguar-do están;
Y añadió, mientras cierra su navaja;
Despierta cuenta con mortal hastío «Manos, pues, a la obra y despachar.»
Las horas en su espléndida mansión,
Lánzase al mundo y con afán sombrío Y con destreza y silencioso tino
Huye otra vez de su enojoso ardor. Abren y descerrajan a porfía,
Alegre el corazón del buen destino
Todo le cansa, en su delirio inventa Que sus intentos favorece y guía.
Cuanto el capricho forja a su placer;
Y ya cumplido, su fastidio aumenta Y aquí amontonan, y acullá recogen,
Y arroja hoy lo que anhelaba ayer. Rompen allí y arrojan con desdén,
Y aquí los unos con cuidado escogen,
¡Oh! Que no hay artífice en el mundo Despedazan los otros cuanto ven:
Que sepa fabricar un corazón,
Ni sabio hay, ni químico profundo Y con ansia brutal oro buscando
Que encuentre medicina a su dolor. Con insaciables ojos la codicia,
Riquezas y tesoros anhelando,
'Los trajes, bandas y aromosas flores, Riquezas y tesoros desperdicia.
Aquellos oros por allí esparcidos,
Extranjeros riquísimos primores Estremécese el alma al menor ruido
A que eligiese a su placer traídos, De temeroso sobresalto llena,
Páranse un punto, aplican el oído
Viólos apenas y arrojólos luego Y vuelven otra vez a su faena.
Acá y allá lanzados con desdén;
Que harta su alma y el sentido ciego Y en medio a su azaroso y mudo empeño
Todo le cansa cuanto en torno r e . Rompe el silencio súbito rumor,
Y vuelven todos con airado ceño
Y duerme ahora, y su entreabierta boca. Los ojos con afán donde sonó.
Donde entre rosas se entrevé el marfil,
Respira del afán que la sofoca Y Heno de infantil sandia alegría
Fuego que el corazón lanza al latir: Miran a Adán, que escucha embelesado
La estrepitosa súbita armonía
Sus labios mueve y en su hermosa frente Que oculta en un reloj de pronto hallado.
Rasgos inquietos crúzanse en montón;
Cual detrás de la nube transparente De gozo el alma y de esperanzas llena
Sus rayos lanza moribundo el sol: Y ávido de sorpresa el corazón,
Indiferente actor de aquella escena,
Y acaso entre una lánguida sonrisa Registra todo con pueril candor.
Resbalar una lágrima se ve,
Cual suele al movimiento de la brisa Y aquí contempla y palpa los colora
Diáfana gota por la flor correr. Del rico pabellón de oro bordado; j

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EL DIABLO MUNDO '41

ir adn ]ira l o s n í t i c I o s P r i m 0 r e s Suavísima figura y hechicera


1 IímPio nácar y el marfil labrado. En escogido mármol de Carrara,
Que al aire desprendida va ligera,
ll¡i en la pared, le maravilla El juicio pasma y los sentidos para.
4«reciáa mágica figura,
i. .„vn^ oíos animados brilla Todo lo mira Adán, todo lo toca,
. i¡(]a luz de celestial dulzura: Todo lo corre con prolijo afán,
Y allá en los sueños de su mente loca
Formas aéreas que copió en el cielo Ser gran señor imaginando está.
u mciiie de Mnrillo y Rafael,
Virge» divina, celestial consuelo Y carrozas, y triunfos, y contentos,
Qae tra¿Iadó a Ja tierra su pincel. Raudos caballos de indomables bríos,
Y raros y magníficos portentos
y u n caballero vio que le miraba Brindan a su ansiedad sus desvarios.
Que vivo allí lo trasladó Van Dyck.
Que altivo y con desdén le contemplaba Y" esto deja entretanto, aquella toma,
[)e noble aspecto y ademán gentil. Destapa un pomo de dorada china,
Viértese encima su fragante aroma,
y el tierno amor que el rostro de hermosura Allá a otro objeto su atención inclina,
[)e ¡a Virgen purísima le inspira
Trocó luego el orgullo, la bravura, Toca y enciende nn rico pebetero,
Del caballero aquel que adusto mira. Báñase en ámbar súbito la estancia,
Y en un sillón sentándose frontero
intrépidos en él clavó sus ojos Gózase en su dulcísima fragancia.
Brillantes de belleza y juventud.
Y provocar queriendo sus enojos, Más allá, relumbrante joyería
Llegóse a él y le acercó la luz. Sobre una mesa derramada está,
Y se prende una flor de pedrería;
Tocólo en fin e inmaginóse luego Luego al espejo a contemplarse va.
Que sombra nada más la imagen era,
Y al irse despechando y con despego, Niño inocente que encantado vaga
Lanzó al retrato una mirada fiera. I En medio al crimen que acompaña ciego,
I Que cuanto en torno ve todo le halaga
\ volviendo la espalda vio arrogante i Y a todo codicioso acude luego.
l'n mancebo galán que hacia él venía,
De negros ojos y gentil semblante, Que de la cárcel a los dulces lazos
Que al suyo reparó se parecía; Pasó encantado en su primer amor,
Y la bella Salada entre sus brazos
Y sonrióse, y vio con gusto extraño Enamorada de él le aprisionó.
Su figura airosísima allí dentro,
Que tan terso cristal de aquel tamaño Que luego el mundo apareció a eus ojos
N'unca hasta entonces la copió en su centro. Adornado de gala y de alegría,
Y su vista creó nuevos antojos,
^ alegre el corazón miróse al punto, Nuevos ensueños que go^ar ansia.
w sí agraciado, y reparó en su traje,
i volviendo al retrato cejijunto, Y libre allí cual caprichoso niño,
'negó ío comparó con su ropaje. Que alegre corre y libre se figura
Sí burló acaso el maternal cariño
* parecióle que mejor cayera Y por campo y ciudad va a la ventura;
*<]ticl vestido en él que el que tenía,
mejor que su daga considera Así la dulce libertad sentida,
' tuella larga espada que ceñía. Adán huyó de su infeliz manóla;
Y allí en su gozo embebecido olvida
Y una ninfa después, blanca y desnuda,
La que le llora enamorada y sola;
• aire ve que suelta ee desprende,
«mil guirnalda que su salto ayuda Y así mirando y revolviendo todo
su
s manos purísimas suspende. Párase ante un magnífico reló
142 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

Y de gozarlo imaginando modo ¿Qué ciegos ojos la beldad no encanta?


Toca, y la oculta música sonó. ¿Qué duro corazón no vuelven blando
Los ojos lastimeros que levanta
Al impensado estrépito los ojos Al cielo la mujer que está llorando?
Volvieron todos, y mirando a Adán
Saltaron a sus rostros los enojos Los ladrones allí y en torno de ella,
Y aun alguno echó mano a su p u ñ a l : Los estúpidos rostros agitados,
Y ella postrada y en extremo bella
«—Clávale a h í : maldita sea la hora Los ojos y los brazos levantados.
Que ese menguado con nosotros vino.»
«—Por poco, señor Curro, se acalora» «-—¡Silencio, juro a Dios! —con mano n i
—Repuso Adán mirando al asesino. Dijo, asiéndola un brazo el capataz—.
Átale ese pañuelo, atrás lo anuda,
Y con sereno rostro y con desdeño Y que hable para sí si quiere hablar.»
Señalando al puñal, se sonrió.
Dohló el bandido a su sonrisa el ceño Díjole a otro que a la dama hermosa
Y colérico a herirle se arrojó. Un pañuelo doblando se acercó,
Mientras el capataz con su callosa
Trabárase la lid si un alarido. Mano la boca a la infeliz tapó.
Un agudo chillido penetrante,
Parando el movimiento al forajido. Miraba Adán, miraba a la hermosura
De la gentil y dolorida dama;
Miraba luego a la cuadrilla impura
«—Alto —dijo, volviéndose—, hablar quedo ; Que su belleza con su aliento infama.
Voy a tapar la boca a esa mujer;
Nadie se mueva, no hay que tener miedo: Y" cuando al bruto bandolero mira
Hacer el hato vivo y recoger.» Poner su mano rústica en su boca.
Arrebatarlo en generosa ira,
«—¡Favor, favor!», con afanoso acento Que a fiera lid su corazón provoca.
Una mujer, en su desorden bella,
Súbito en el salón, falta de aliento, Tira de su cuchillo y se adelanta
Y que en sus propios pasos se atropella, Saltando en medio al círculo, y cogió
Del cuello al capataz con fuerza tanta,
Preséntase, y mirando a los bandidos Que en el suelo de espaldas le arrojó.
Siente la voz helársele y suspira,
Y piedad implorando entre gemidos Y, en la diestra el puñal, la izquierda tieni
Los bellos ojos temerosos gira. Describiendo una línea circular,
Y la turba que al verle se sorprende
Ojos que vierten lágrimas que velan Dos o tres pasos échase hacia atrás.
Su clara luz, realzando su ternura,
Mientras suspiros de sus labios vuelan ¡Oh! ¡Cuan hermoso en su gallardo »
Con fatiga que aumenta su hermosura, Palpitante la faz, vivos los ojos, [pA
Vuelve el bizarro mozo y cuál su ceño
Y mientras caen los agitados rizos Añade gentileza a sus enojos!
Que la sofocan a su ansiosa faz,
Aumenta en su congoja sus hechizos Aquellos rizos que en sus hombros flotan
!La blanca mano que a apartarlos va; Tirada atrás la juvenil cabeza,
Las venas que en su frente se alborotan,
Y su voz, que se ahoga entre suspiros, Su ademán de bravura y ligereza,
Simpática enternece el corazón,
Ecos suaves, regalados tiros Y aquella dama que postrada llora,
Que al corazón de Adán lanza el amor. Yerta a sus pies y la razón perdida,
Y que azorada y temerosa ahora
Sintió piedad mirándola afligida, Yace temblando a su rodilla asida;
Que era su hermoso rostro como el cielo
Cuando, si llueve en la estación florida. Y en torno de él las levantadas diestra»
Colora el sol el transparente velo. De sus contrarios del cuchillo armadas,
E¡L DIABLO MUNDO 143

¿emanes y feroces muestras Cuando los gritos a aumentar su espanto


Con '"'— . j • i Llegan de gentes que se acercan ya.
, uerte a un tiempo amenazando airadas;
iedio aquel desorden y el despojo, « t L a justicia!», dijeron, y el violento
• Erande en ardimiento y gallardía Choque suspenden, corren al balcón
Mían b i i »
-tran al mozo, que ^ n su noble arrojo Y Adán corre también, y huye al momento
.. een io fabuloso parecía. Que la palabra de justicia oyó.

ii í a , e en tanto, la navaja en mano, ¡Fatal palabra! La primera ha sido


labios comprimidos de la ira, Que oyó en su vida pronunciar tal vez,
lomo pisada víbora, el villano Hospedado en la cárcel la ha aprendido
i)ue cayó al suelo y que rencor respira, Y ni en sus sueños la olvidó después.
y ¿I v los otros al mancebo saltan;
Oyó justicia y olvidó a la hermosa
vita el mancebo que los ve llegar, Dama que generoso defendió,
V 'Hites que a él lleguen los que así le asaltan, Riquezas, lujo, estancia suntuosa,
Loara Ia espalda en la pared guardar. Y allá a la calle del balcón ealtó.
(luirlo allí contra el ángulo resiste
Y sin pensar, sin calcular la altura.
,,j u avizor el ímpetu primero,
Unos tras otros a la calle v a n :
^ a voces salía y en la turba embiste
Ninguno allí del compañero cura,
I"on presto brinco y con puñal certero.
Sálvese como pueda cada cual;
V en silencio que sólo algún rugido
>jnlo rompe o mascada maldición, Pero hubo alguno que en tamaño aprieto,
>i»ue la lucha, y al mancebo ardido Más práctico y sereno, haciendo un lío
J.a vil canalla acosa en derredor. De cuanto recoger pudo en secreto,
Sin curar las palabras tuyo y mío,
Orno trailla de feroces perros
-obre el cerdoso jabalí que espera, Saltó a la calle con sagaz donaire
(.un diente avaro y encrespados cerros Apretada su prenda al corazón;
s
e arrojan a cebar su saña fiera, Y desprendido se soltaba al aire
Cuando'la gente en el salón entró.
V aquí y allá con ávida porfía
I-e acosan, y el colérico animal
Kii cada horrible dentellada envía Cuenta la historia que el audaz mancebo,
la muerte al enemigo más audaz. Como en Madrid tan nuevo,
Corrió dos o tres calles sin destino,
Vrí. pero no así, sino más fieros,
Y huyendo acá y allá, y a la ventura,
<'nn mayor furia y sin igual rencor
Solo se halló y en una calle oscura
enmelen a Adán los bandoleros,
Al saltar del balcón, perdido el tino.
f rece la lucha y crece su furor;
Y luego se asegura,
'i nial ligero corzo que parece Y mira en derredor si alguien le sigue,
""altando zanjas que en el aire va, Y tranquilo prosigue;
^lta ¿i un golpe a su intención se ofrece, Mas, sin saber adonde, su camino
*> vuelve a la pared cuando lo da, Iba despacio andando.

• entre olios luchando, en medio de ellos Súbita hirió su oído


^vuélvese y barájase y desliza La bulla y bailoteo
^ cuerpo, y fatigados los resuellos De una cercana casa, y al ruido
Hieden apenas sostener la liza. Dirigió nuestro héroe su paseo.
aquí derriba al uno, al otro hiere, Rumor de gente y música se oía
V Y voces en confusa algarabía,
romo terne diestro se repara
a
todos, a uso de la cárcel, quiere Y al estrépito alegre se juntaba
arcarles las heridas en la cara; Choque gentil de vasos y botellas,
Y al son de la guitarra acompañaba
unos turbados de manejo tanto Alguno que cantaba
otros caídos de vencida van, Y con lascivos movimientos ellas.

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M4 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCfiDA

Dio la vuelta a la esquina Y a la cuitada vieja,


Y en la casa del baile y la jarana Que en agradar sus huéspedes se amaña
Vio con sorpresa que a calmar no atina A par que en llanto de amargura baña
De par en par abierta una ventana, El cadáver aquel que parecía
Y en una estancia solitaria y triste, Que con toda su alma lo quería.
Entre dos hachas de amarilla cera, I Y el baile y la alegría
Un fúnebre ataúd, y en él tendida De la cercana estancia le admira]]a,
Una joven sin vida Y el bullicioso y placentero ruido
Qua aun en la muerte interesante era. Que confuso llegaba
Sobre su rostro del dolor la huella A mezclarse a deshora a su gemido.
Honda grabado había
Doliente el alma al arrancarse de ella Y de saber y averiguar curioso
En su congoja y última agonía El caso doloroso
Y allí cual rosa que pisó el villano Que unos celebran tanto,
Y de barro manchó su planta impura, Y aquella mujer llora
Marcada está la mano Con tan amargo llanto,
Que la robó su aroma y su frescura. Llamó luego a la puerta, y desfadada
Una moza le abrió toda escotada,
Una mujer la vela, El traje descompuesto
Vieja la pobre, y llora dolorida Con desgarrado modo y deshonesto,
Junto al cadáver y volverle anhela Y entró en un cuarto donde vio una mesa
Con besos a la vida; Entre la niebla espesa
Y oía llorando olvida ¡ De humo de los cigarros medio envueltos,
Hasta el estruendo y fiesta bulliciosa Seis hombres asentados
Que a alterar de la estancia doloroea Con otras tantas mozas acoplados,
La lúgubre paz viene, En liviana postura,
Y en darla dulces nombres, cariñosas, Que beben y alborotan a porfía,
Y en besar a la muerte se entretiene; Y aquél el vaso apura,
Y a veces abren siibito la puerta Y el otro canta y, en inmunda orgía.
Que adentro lleva adonde suena danza, Con loco desatino
Y sin respeto y de tropel se lanza Al aire arrojan vasos y botellas,
Un escuadrón de mozos que la muerta Ellos gritando y en desorden ellas
Con impureza loca contemplando Y con semblantes que acalora el vino.
Búllanse de la vieja, profanando Y aquél perdido el tino
Con torpes agudezas la sombría Tiéndese allí en el suelo,
Mísera imagen de la muerta fría. Y éste bailando con la mo¿a a vuelo,
A las vueltas que traen,
Y ella es de ver la vieja codiciosa Tropezando en su cuerpo de repente,
En medio de su amarga Ella y él juntamente,
Y sincera aflicción, cuál la rugosa Sobre él riendo a carcajadas caen.
Mano al dinero alarga, Bebe tranquilo aquél, disputan otros,
Y a los mozos impíos Brincan aquéllos como ardientes potros
Ues llama entre sollozos hijos míos, Que, roto el freno, por los campos bolán,
Y de llorar ya rojos Y mientras todos juntos alborotan,
Enjuga en tanto isus hinchados ojos. Alguno, con el juicio ya perdido,
Y entre suspiros mil echa su cuenta, | Murmura en un rincón medio dormido.
Y luego se lamenta
De nuevo, y a su mísero quebranto | Solícita una moza, al forastero
Volviendo la infeliz, vuelve a su llanto. Llegóse, y preguntóle qué quería,
Llamándole «buen mozo» lo primero.
Y en tanto alegre suena «—Quisiera yo, alma mía
En la cercana sala el vocerío. —Adán le respondió—, si se me deja,
La danza, el canto y bacanal faena, Ver a esa pobre vieja
Regocijo, guitarra y desvarío. Que está en ese aposento
Miraba Adán escena tan extraña Velando a la difunta.» «—¡Ay, es su hi)>-
Con piadoso interés desde la reja, ( A las seis se murió : buen sentimiento
EL DIABLO MUNDO 145

ha dado la p o b r e : era tina rosa, Vivan ellos allá con sus placeres.
T da» nosotras la queríamos tanto! Y mientras besan el ardiente seno
i. ] a tenga consigo. Tan hermosa De esas locas mujeres.
v hora muerta, vea usted, ¡pobre Lucía! Yo, con el corazón de angustias lleno.
o.zón t i e n e en ft°rar doña María, Beso aquí, solitaria en mi agonía,
gnu-e usted por aquí» Y abrió una puerta. La boca de mi hija muda y fría.
Y hallóse Adán con la afligida madre, j Hija mía, hija mía1.
y e l cadáver miró, y a hablar no acierta. i Ah, para el mundo demasiado buena!
Reina siempre en redor del cuerpo muerto Dios te llevó consigo;
Una tan honda soledad y olvido, Mas es dura mi pena,
Tun inmensa orfandad, allí tendido, Y cruel, aunque justo, mí castigo.»
Desamparado ya del trato humano,
5¡n voluntad, sin voz, sin movimiento, Dijo, y rompió con tan amargo llanto
n a e en vano el pensamiento Que la voz le robó su sentimiento.
Presume ahondar tan misterioso arcano, Y en su mortal quebranto,
Y recogido su ambicioso giro Convertido en sollozo su lamento.
Pliégale al corazón qne aboga un suspiro. El llanto que hilo a hilo le caía.
Por sus mejillas pálidas corría.
Miraba Adán, miraba los despojos
De aquella un tiempo que animó la vida, «—Yo, buena madre, ignoro,
Sobre el cadáver los inmobles ojos Nuevo en el inundo aiín, lo que e& la muerte
Y el alma con angustia y dolorida. —Adán le respondió—; pero ¿quién pudo
Y turbia y embebida Arrebatar sañudo
La mente contemplándola allí atento, La que fue vuestro encanto de esa suerte?
Embargó sus sentidos ¿Será imposible ya darla la vida?
Un mudo inexplicable sentimiento La antorcha ahora encendida,
En el vacío del no ser perdidos. Si la apaga mi soplo de repente,
Juntándola otra luz, resplandeciente
Y olvidó dónde estaba, Torna al punto a alumbrar : ¿y aquella llama
Parado y aturdido el pensamiento, Que en la existencia de «sa niña ardía
Y miraba y callaba No hay otra luz que renovarla pueda?
Sin hacer ademán ni movimiento, ¿Acaso inmóvil para siempre y fría
Mas que de cuando en cuando suspiraba. Con el aliento de la muerte queda?
Vos sois pobre tal vez... ¡ah! con dinero
Rompió el silencio la angustiada vieja
Quizá se compre; débil y afligida,
Con lastimada voz y entre quebrantos,
Los muchos años vuestro ardor primero
Que encuentra eco a su doliente queja
Gastaron ya, y el elixir de vida
Y halla un consuelo entre pesares tantos
Se halla lejos de aquí.,., decidme dónde,
Viendo al mancebo aquel desconocido
Decidme do se esconde,
Lloroso como ella y dolorido.
Y yo allá volaré, sí, yo un tesoro
"—Véala usted, señor, cuando cumplía Robaré al mundo y compraré la vida,
apenas quince años... ¡Hija mía!» Y la apagada luz,, luego encendida.
Veréis brillar, y enjugaré ese lloro.
"-Buena mujer •—repuso con ternura, Volviendo al mundo la que os fue querida.
Solviendo Adán en sí de su letargo—,
'.Cómo en tanta tristura, «¿Dónde, decidme, eneoutrai'é yo fuego
r
* tanto duelo y sentimiento amargo, Que haga a esos ojos cobrar su ardor?
'mutis ese estrépito a deshora ¿Dónde las aguas cuyo fértil riego
^ fianza y bulla tanta Levante fresca la marchita flor?»
Centras dolor tan íntimo quebranta
"estro llagado corazón que llora?» Dijo así Adán con entusiasmo tauta.
Con tan proftmda fe, con tanto celo,
*—[Ay —respondió la vieja desolada—, Que la vieja, a pesar de su quebranto,
lv
<> de eso, señor; no tienen nada Alzó a él los ojos con cuiio<o anhelo,
We hacer esos señores a— ¡ Pobre mozo, delira!
Conmigo y m i s dolores! Si comprar esa vida se pudiera,

la
J46 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONC7EDA

Esta vieja infeliz que yerta miras, Su mente asaltan, y por vez primera
Por una hora siquiera, Adán súbito siente
Por tm solo momento Volar queriendo, sin saber adonde,
De ver abrir loe ojos ctdesiíales Del corazón ardiente
Y otra vez escuchar el dulce acento La perpetua ansiedad que en él se estafe
De la hija querida de su alma,
ce—-¿Cómo en vuestro dolor—dijo, inoceni*
¿Qué puedes figurarte que no haría?
Madre infeliz, la cana cabellera
¿Qué crimen, qué castigo
Tendida al aire, los quemados ojos
Por recobrarla yo no arroetraría,
Con muestra lastimera,
Y otra vez verla palpitar conmigo?
Y bañados de lágrimas, de hinojos
¿Sabes til que una hija es un pedazo
No os postráis ante Dios? ¡Ah! Si él os y^.
De las entrañas mismas de su madre?
Desdichada a sus pies, cual yo a los mígj
Por un beso no más, por un abrazo,
Y los ojos de lágrimas dos ríos,
Y morirme después, el mundo entero
Y ese del corazón hondo lamento
Pidiendo una limosna correría,
De amarga y melancólica querella
Y con ios pies desnudos y mi llanto,
Oyera, y el profundo sentimiento
Piedras enterneciera en mi quebranto
Que en esa -eca faz marcó su huella
Y al mundo mi dolor lastimaría.
Y eu vuestro corazón fijó su asiento,
j Oh! ¡ Que del alma mía, Contemplara cual yo : ¿por qué a la ro»
Pobre Lucía, que arrancó la muerte, | Que súbito secó ráfaga impura
Y? el corazón contigo de mi pecho No renovara su color hermosa
Arrancó de esa suerte, Y volviera su aroma y su frescura?
A tantos males y aflicciones hecho! Desdichada mujer, ¡ o h ! , ven conmigo;
¡ Hora fatal, maldita Juntos lloremos a sus pies tus penas;
Por siempre la hora aquella El nos dará su bondadoso abrigo;
Que el hombre aquel te contempló tan bella! A la fuente volemos,
¡El Señor me la dio y él me la quita! Eterno manantial de eterna vida,
i Cómo ha de ser!,,.»—Y el corazón partido, Y la rica simiente allí escondida
Secos los ojos, exhaló un gemido. Juntos recogeremos.
Seca, buena mujer, tu inútil llanto,
En remolinos mil su pensamiento Vuélvate la esperanza tu energía,
Vagando Adán por su cabeza siente, Y él cuadro de tu mísero quebranto,
Que no acierta a explicarse el sentimiento Soledad y agonía,
Que a par que el corazón turba su mente. Muestra a ese Dios, y con humilde ruego
«¡El Señor me la dio y él me la quita!», Que no será, confía,
Repite luego en su delirio insano „ ! Sordo a tus quejas, ni a tu danto ciego.»
Y penetrar tan insondable arcano
Su mente embarga y su ansiedad írrita. j La vieja en tanto levantó los ojos
Al techo, y murmuró luego entre dleiileí
El Dios ese, que habita, Quizá sordas palabras maldicientes,
Omnipotente, en la región del cielo, O quizá una oración; el más sufrido
¿Quién es que inunda a veces de alegría, Suele echar en olvido
Y .otras veces, cruel, con mano impía, A veces la paciencia, y darse al diablo,
Llena de angustia y de dolor el suelo? Y usar por desahogo
Nombrar le oye doquiera, Refunfuñando como perro dogo
Y a todas horas el mortal le invoca, De algún blasfemador rudo vocablo;
Ora con ruego o queja lastimera, | Mas todo se compone
Ora también *on maldiciente boca. I Con un ¡íDio6 me perdone»,
Tal devanaba Adán su pensamiento, Que asi mil veces yo salí del paso
Que en vano ansioso comprender desea, Si falto de paciencia juré acaso,
Y* en medio al rudo afán que le marea Y* cierto, vive Dios, sino jurara
Los hombros encogió. Dudas sin cuento, Que el diablo me llevara;
De su ignorancia y su candor nacidas, Que cuando ahoga el pecho un genlin»**
No del alma lloradas y sentidas, Y el ánimo se achica, porque crezca
Sueños de su confuso entendimiento, Y el corazón se ensanche y se engraí**

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m DIABLO MUNDO 147,

un suspiro m e j o r q u e u n juramento. El h o r i z o n t e t e r m i n a r p e r d i d o s
No bȒ
es mejor r e m e d i o N e g r o s velos y e s p l é n d i d o s reflejos?
Y la n o c h e y la a u r o r a . . .
Para ¿iv'm' el tedi
°
jjczclarl r lo con h u m i l d e s o r a c i o n e s , P u e s entonces... Mas b a s t a , q u e yo ahora
1 on b l a n d o de acordada Mi D e l rezo o j u r a m e n t o
Com*> i 5
J melancólicas c a n c i o n e s Q u e allá entre dientes p r o n u n c i ó la vieja..
U voz e
Así como el q u e deja
t:ml f u nd5da suspira;
Y si también se d o b l a la e s p e r a n z a , Senda escabrosa que acabó su a l i e n t o ,
. A l llegar a este p u n t o me p r e v a l g o
a donde falta D i o s , el d i a b l o alcanza,
Y a cada cual ftn su c o s t u m b r e d e j o , Y de este canto y d e su historia salgo»
Qac a nadie doy consejo
Y así como el placer y la tristeza
Mezclados vagan p o r el pucho m u n d o
FRAGMENTOS
Y e n su cauce p r o f u n d o
\ un tiempo arrastran flores y m a l e z a , DEL
l,¡ suelen también mezclarse a veces
Maldiciones y preces, CANTO Vil1
Y yo tan sólo lo q u e observo c u e n t o ,
\ a fe no es culpa mía
Que la gente sea i m p í a «iVen, más cerca de mí, más cerca... ahora! .
Y mezcle a u n a o r a c i ó n rm j u r a m e n t o . ¡Tú eres, oh joven, mi mayor consuelo!
¡Triste del alma cuando sola llora!
Testigo aquella vieja
¡Tú aún no has probado tan amargo duelo! .
|) t . l a antigua conseja ¡Ojalá, que con mano veladora
Que a San Miguel dos veías le p o n í a , Tus pasos guíe providente el cielo,
Y nunca aislado en tu dolor profundo
Y dos al diablo q u e a sus p i e s e s t a b a , Solo te mires en mitad del mundo!
l'or ni el uno le fallaba
Que remediase el otro su a g o n í a . »¡Solo,,.! ¡Si tú supieras qué amargura
Esta palabra encierra, llorarías...!
Mas juro, vive Dios, que estoy cansado ¡Mi abandono, mi mal, mi desventura
Y mi inmenso dolor comprenderías...!
Va de seguir a u n p e n s a m i e n t o a t a d o A esa gente que en torno se apresura,
Y referir mi historia d e s e g u i d a , ¡Qué le importa jamás las penas mías!...
¡Solo está el corazón, blasfeme o llore,
Sin darme a mis q u e r i d a s d e g r e s i o n e s , Maldiga a Dios ó su piedad implore!.
Y sabias reflexiones
»¡Y yo más sola...! ¡Que el que a mí me vea,
Verter (le cuando en c u a n d o , y estoy bario
A mí, maldita, a mí, cieno del mundo,
De tanta gravedad, lisura y t i n o Segura estoy de que en mi pena crea,
Con que mi historia e n s a r t o . Ni compadezca mí dolor profundo!
No me verá ninguno sin que sea
¡Oh, cómo cansa el o r d e n ! N o h a y locura Para tratar como a animal inmundo-
[Riial a la del lógico s e v e r o ; A esta pobre mujer, que esconde herida
\ aquí renegar q u i e r o Un alma solitaria y dolorida!
De la literatura «¡Dame tu mano, déjame, hijo mío,
^ de aquellos q u e b u s c a n p r o p o r c i o n e s Que la bañe en mi llanto y que te mire,
Y te llame mi hijo, y que en mí impío
En la humana figura Tormento contemplándote respire...!
t miden a compás sus perfecciones. ¡Tú eres bueno, tú lloras, y desvío
¡Ah! n o me muestras; deja que delire
¿ba música no oís y la a r m o n í a Y me llame tu madre; y no te infame
Dd mundo, donde al a p a c i b l e r u i d o Que una mujer tan vil su hijo te llame!
Del viento entre los árboles y ñ o r e s , «¿Quién eres tú que a desciirar no acierto,
> oye la vos; del agua y m e l o d í a , Joven, de tus palabras el sentido?
del grillo y las r a n a s el c h i r r i d o ,
(1) Dio a luz eí primero de estos trozos D.
•u dulce ruiseñor cantando a m o r e s ; Miguel de los Santos Alvarez en su continua-
\ 'as de mil colores, ción al poema de Espronceda; debemos el se-
N,,
bes blancas, y azules, y d e o r o , gundo a la bondad del señor Cueto, quien lo
hubo de D. José de Zaragoza, en cuyo poder
^uc el cielo a trechos p i n t a n : obraba el original autógrafo, escrito por el ce-
k> blanca luna, el estrellado eoro lebra poeta pocos días antes de morir. No es
fácil adivinar el orden en que los habría co-
veis, y negras s o m b r a s a los l e j o s ,
locado Esproneeda. (Nota de D, Patricio de la
entre h I Z y tinieblas c o n f u n d i d o s Escosura),
148 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

¿Cómo presumes tú dar vida a un muerto, «Sólo u n a madre, ¡oh joven!, sólo sabe
Ni hablar con Dios, si el juicio no has perdid'o? Cuánto a su hijo se ama; sólo ella
i Si en medio a tu lenguaje y desconcierto Cuánto es al corazón su amor suave
No respirara u n corazón herido, Saber puede y sentir. La lumbre bella
Creyera acaso que con burla impía De los cielos es sombra, y triste el ave
Viniste aquí a mofar de mi agonía...! Que canta al sol cuando su luz destella,
Sí las comparo a la delicia pura
»¡Ah! ¡Que estoy ya tan avezada a eso,..! Que inspira u n a inocente criatura.
¡A causar risa con mi amargo llanto...!
¡ A llevar sola y de continuo el peso »Verla dormir en al regazo blando
De mi arrastrada vida y mi quebranto...! Con u n ceño pueril cómo reposa,
i A ser juguete vil, del que en su exceso Sus entreabiertos labios respirando
Desprecia, y escarnece dolor tanto...! El color de azucena y de la rosa;
¡Que si tu voz de mí también mofara, Y verla sonreírse ¿espertando
Ni me doliera más, ni me extrañara! Al beso de la madre cariñosa,
Que inquieta vela siempre y siempre cuida
»¡Ni que burla tampoco ya podría La vida en ella de su propia vida.
Herir mi alma de amarguras llena...!
¡ Ahora que agota en mí la suerte impía »¡Ah! ¡No hay placer igual!.»
Su rabia y la esperanza me envenena.. !
Ahora que te perdí, ¡dulce hija mía!,
Habrá pena tal vez que sea pena,
Ni otro mayor pesar, ni otro quebranto
i i ¡Para tu madre que te amaba t a n t o ! ! ! EL ÁNGEL Y EL POETA

¡)¡Oh, no! ¡Ninguno...! ¡Que ningún tormento


(Episodio del DIABLO MUNDO) 1
Cabe en mi pecho ya, ni nunca impío
Sentimiento igualó a mí sentimiento,
Ni otro ningún dolor al dolor mío.. ! ÁNGEL
¡Mas tú lloras oyendo mi lamento,
Lloras mirando su cadáver frío...! ¿Osas trepar, poeta, a la montana
¡Dios te bendiga, oh joven que la queja De oro, del cénit?
Oyes, piadoso, de esta pobre vieja...!»
POETA

¡Quienquiera que «ft


Ángel sublime del empíreo cielo
Radiante aparición, o del profundo
Príncipe condenado a eterno duelo
»Elia otro tiempo, cuando Dios quería, Y a llanto eterno, dame que del mundo
Can dulce voz su madre me llamaba. Rompa mi alma la prisión sombría,
Y mi pecho, llamándola ¡hija mia! Mis pies desprende de su lodo inmundo,
De cualquiera pesar se desahogaba. Y en alas de Aquilón álzame y guía!
Abrazándome ayer, ¡ah, todavía
Moribunda, su madre me llamaba: ÁNGEL
i Ayer! ¡ Ayer a ú n ! ¡ Miseria! ¡ Hoy
Madre tan solo de un cadáver soy! ¡Oh hijo de Caín! Sobre tu frente
Tu orgullo irreverente
»Dime, ¿comprendes todo mí quebranto, Grabado está, y tu loco desatino:
Mi desesperación, toda mi pena? Do tus negros informes pensamientos
i Verla morir, yo que la amaba tanto, Las nubes, que en oscuro remolino
Sin poderla valer, de angustias Uena, Sobre ella apiñan encontrados vientos,
Mis ojos, escaldados con el llanto, Y el raudo surco de amarilla lumbre,
Al cielo levantando, y con faena Que en pálida vislumbre.
Mortal ansiando a su respiro frío Ráfaga incierta de la luz divina,
Prestar calor con el aliento mío! Sus sombras ilumina,
Muéstranme en ti al poeta,
»Era mi corazón que se rompía El alma en guerra con su cuerpo inquieta,
Era mi vida la que en mi locura ¡Muéstranme en ti la descendencia, en fin,
Con mis esfuerzos detener quería, Rebelde y generosa de Caín!
Y era mi alma y toda mi ventura,
La hija de mis entrañas, mi alegría, ¡Tú más alto, poeta, que los reyes,
Mi única esperanza y la flor pura, Tú, cuyas santas leyes
Único mimo de mi pobre huerto, Son las de tu conciencia y sentimiento:
Ahora sin ella lúgubre y desierto». Que a penetrar el pensamiento arcano
Osas alzar tu noble pensamiento,
Tal hablaba la vieja, y entretanto Del mismo Dios, en tu delirio insano!
Callando Adán confuso la miraba, fY sientes en tu espíritu la grave,
Dejándose abrazar y en tierno llanto
Sus manos inundar que ella besaba: (1) Esta composición, escrita evidentemente I*
Y tregua dando a su mortal quebranto ra «El Diablo Mundo», se publicó en «El fc
El llanto que la triste derramaba, en el año 1841; la reprodujo el Sr. LaverdeeB^
Antes que Adán interrumpirla intente, «Páginas perdidas», y luego D, Patricio *
A proseguir volvió con voz doliente: Escosura.
EL DIABLO MUNDO

. ,«villosa música suave, La luz de la esplendente poesía,


i mundo sonoro la armonía! Y esta marca divina que llevaba
« I indeficiente y fría Da los hombres tal vez me distinguía
1 Y sobre ellos tal vez me levantaba!
, c vil la palabra a tu deseo,
^'"n"vértigo perpetuo y devaneo, ¡ Un vago indefinible sentimiento,
I en insomnio te agitas Como sutil aliento
pos de tu ansiedad te precipitas! Del aura leve del abril florido,
• ouo" ora tras la esperanza, En mi espíritu insomne se agitaba,
' „I<CI<O finges, tu ilusión se lanza, Y en doliente gemido
Sólo del triste corazón sentido,
nra p i c d a d I H 1 P l o r a s
on I a n i e l ^ e l o s r e c u e r d o s lloras, I'asando por mi alma suspiraba!
l a desesperado desafías i Ni palabra, ni grito, ni lamento
R beldfl a Dios y en tu rencor porfías! Hallé a expresar bastante
A'zate, en fin, y rompe tu cadena, Esta secreta voz del pensamiento.
Y el alma noble y de despecho llena Este vertiginoso e incesante
IÜS regiones célicas levanta Movimiento del ánimo y trastorno!
V rueden en montón bajo tu planta Yo apostrofaba al mundo en su carrera,
cetros, las tiaras, las coronas, Giraba el mundo indiferente en torno,
i- hermosura y el oro, el barro inmundo, Y en. vano, y débil, mi lamento era.
Cuanto es escoria y resplandor del mundo ¡Oh! ¡Mi triste lamento
V en tu mente magnífica eslabonas! Era un leve sonido en la armonía
Del eterno tormento
POETA Del mundo y su agonía!

¡Si, levántame, sí; sobre las alas Cada grano de arena, cada planta,
t/atmlgue yo del huracán sombrío, El vil insecto, la indomable fiera
(Tuca mi mente las etéreas salas, tjue con rugidos el desierto espanta,
Lleno mi alma el seno del vacío! El águila altanera,
Sobre mi frente el rayo se desprenda, Que el sol a mirar sube
Mi frente en Dios, mi planta en el profundo, Sobre el vellón de la remota nube,
Y al contemplar al Hacedor del mundo ¡Oí lanzaban la doliente queja
\!; espíritu en su espíritu se encienda. De su eterno dolor y su amargura í
¡Marañada madeja
¡Oh ángel! ¡Yo he vivido Este mundo, de duelo y desventura!
en la inmensa baraja confundido ¡Las aguas de las fuentes suspiraban,
De los hombres; y títulos y honores Las copas de los árboles gemían,
Mi orgullo desdeñó: sobre mi frente Las olas de la mar se querellaban,
reflejaba tal vez ricos colores Los aquilones de dolor rugían!...

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TEATRO
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Nj EL TÍO NI EL SOBRIN
COMEDIA ORIGINAL EN TRES ACTOS Y EN VERSO
DE

DON JOSÉ DE ESPRONCEDA


Y

DON ANTONIO ROS

ACTORES
-A (ÍACA. | DON MASTÍN. I DON JUAN. j AMBROSIO.
, „, ' DON CARLOS. ¡ EUGENIO. i

ACTO PRIMERO f)ON MARTÍN

ESCENA PRIMERA Dijeron,


¿Qué han de decir que no se*
DON MARTÍN. AMBROSIO iodo lo que me merezco?
DON MARTÍN AMBROSIO
i.unque di, ¿has visto a esas damas?
Se entiende.
AMBROSIO
DON MARTÍN
Sí, señor, y me dijeron
ijue los zapatos estaban Pue6 ahí es nacía
i|iie ni pintados. los infinitos obsequios
DON MASTÍN
que a cada iiis-lante les bago,
y sin costarles dinero
Entiendo. tener en mi misma casa
¿Y dijeron algo más? habitación, gasto hecho,
AMBROSIO criados, mesa, regalos,
lacayo, coche y cochero...
•¿ue el color de los pañuelos
Bien es verdad que Luisita
merinos y los brillantes
es un dije y un modelo
'leí consabido aderezo
mostraban tener buen gusto, de honestidad y de gracias,
)' que es usted en extremo y su madre... es un portento
ícntroso, y sobre todo la educación que le ha dado.
salan y buen caballero. Yo cada vez que la veo
siento un placer, una cosa
DON MARTÍN tan agradable, un contento,
'«fio es gastos y más gastos. que, aunque a la verdad, no estoy
para tirar el dinero,
AMBROSIO lo doy con menos trabajo
"'jeron también... cuando por ella lo empleo.
151 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQ'EDA

AMBROSIO i DON MARTÍN

Todo Madrid está absorto En efecto ;


con usted; en los paseo? | y en la edad de la razón,
en las tertulias, en toda¿ que es en la que yo me encuentro...
partes usted es el cuento ¡ puede que me case.
del d í a ; unos alaban j AMBROSIO
el maravilloso ingenio ! Puede,
de usted, su gala, su porte,
¡ y liará usted bien; un sujeto
su gracia y gallardo gesto;
I como usted debe casarse.
todos haciéndose lenguas
I
en alabanza del genio
DON MARTÍN
y cualidades de usted
y de su futura. j ¿Por qué?
i AMBROSIO
DON MARTÍN
Porque... su talento
En eso de usted lo decide así,
hay antes mucho que hablar. y basta, aunque sea a despecho
Pienso quedar aún soltero de las que en el Prado tienen
por algún tiempo, y aunque fijo en uitc el pensamiento.
e; verdad que le merezco DON MARTÍN
a Luisa mucho cariño, Eres picarueio, Ambrosio,
y ella a mí no poco menos,
AMBROSIO
y aunque por su padre deba,
Qué quiere usted, «i lo veo;
en lo que alcancen mis medios,
proteger a esa familia, pero aquí viene.
antes cié casarme quiero (Mirando la puerta de la izquier¿i.
UON MARTÍN
AMBROSIO
¿Quién viene?
Quiere usted, pues, divertirse : ¿Principian ya a venir necios?
hace usted bien, eso es cierto: AMBROSIO
un joven debe gozar Es la señora mi ama,
del mundo y sus pasatiempos. madre del precioso objeto
que usted protege y obsequia.
DON MARTÍN
DON MARTÍN
Sí, pero yo ya he pasado
bien alegres los primeros Pues vete, y para el correo
años de la mocedad. pon en limpio aquella copia.
AMBROSIO
AMBROSIO
Está bien: voy al momento.
¿Pues se tiene usted por viejo? DON MARTÍN

DON MARTÍN Allá iré luego después.


(Vase Amhro»
Yo, viejo, n o ; pero estoy
en la edad...
ESCENA II
AMBROSIO
DOÑA PACA. DON MARTÍN
De más esfuerzo,
con la robustez precisa DOÑA PACA
para hacer un casamiento
• Don Martín!
y tener nueve o diez hijos
que den otros tantos nietos; DON MARTÍN
sí, es forzoso a cierta iedad i O h ! , tanto bueno
tomar estado. por acá y tan de mañana.
NI BL TÍO NI EL SOBRINO

DOÑA PACA ¿que conocidas había?


Apostaré que aquel viejo
& la «na. de don Judas no faltó
DON MARTÍN con su niña, el esqueleto
que se muere por bailar.
Y bien, ¿qué es eso?
¡Qué costumbres! Cuando veo
DOÑA PACA ' mujeres tal como esa,
¡Jesús!, toda me estremezco:
(¿mu estuvo usted anoche allí todas escotadas,
¡e bailes y ¿e conciertos, cada cual con su cortejo,
i 0 es extraño le parezca
i olvidando los quehaceres;
t a m prano; doy por supuesto
de ustedes los hombres... bueno
^ P usted allí, como siempre, que se diviertan ustedes.
if luciría.
Yo, jamás, ¡qué, ni por pienso!
DON MARTÍN cuando yo era joven nunca
andaba en bailes, y eso
Me siento que todas hemos tenido
,„ puco aún de esta pierna también nuestros ojos negros,
v u-iiío la sangre hirviendo Mi señora madre en casa
DOÑA PACA
como si fuera un convento
nos tenía retiradas
ta» ,:.s salud; no es extraño de tertulias y paseos.
.iondo joven y soltero.
DON MARTÍN
DON MARTÍN
Ya se conoce en Luisíta
íí, ieñora, ése es el mal
que es usted un fiel modelo
que únicamente padezco :
de su. m a d r e : sí, ¡ qué poco
tomo tengo este carácter,
pierde ella en bailes el tiempo!
par cualquier cosa me quemo.
DOÑA PACA
DOÑA PACA
Luisita no, señor, nunca;
üía,, ron todo, usted anoche
en casa y siempre cosiendo,
iililií,
o entregada a la lectura
DON MARTÍN de libros santos.
No hay duda, yo tengo DON AtARTÍN
quo bailar aunque no quiera;
ai descansar un momento Yo puedo
iac dejaron las señoras. por cierto ser buen testigo.

DOÑA PACA DOÑA PACA

V usted que nunca está quieto... ¡Ay, Dios! Si pudiera vernos


el que mataron en Indias,
DON MARTÍN
Mi difunto.
to he sido siempre una pólvora;
DON MARTÍN
'Miando chico era travieso
""no u\\ diablillo. Estoy muy cierto
que acabaran las desgracias
DOÑA PACA
que atrajo a usted su mal genio,
¡ Jesús! porque don Juan, aunque era
"^ gusta tanto ese genio, un calaverón deshecho
'"'inprc vivo y decidor, y algo original, tenía
> tas galán y discreto; buen corazón; en el juego,
^ro hablando de otra cosa, en las jaranas y danzas,
d,
«a usted, en el coneierto, ' peloteras y cortejos

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156 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

que yo armaba entonces, éramos Usted, usted, caro amigo,


dos cantaradas eternos, es nuestro solo consuelo.
y quería echarla de mozo :
¿creerá usted que en tanto tiempo DON MABXÍN

nunca supe era casado, Yo, señora, bien querría...


y siempre guardó silencio (Con Vdfi
acerca de esas frioleras hasta ahora si algo he hecho...
fie que usted me ha hablado luego?
DOÑA PACA
DOÑA PACA (afligida)
Demasiado, don Martín *
Basta, basta, don Martín.
yo y Luisita no «aberras
¡Pobrecito! Harto me acuerdo.
cómo pagárselo a jsied.
DON MARTÍN Sólo el cariño más tierno
por parte de ella, y por mí
No llore usted.
nn puro agradecimiento
DOÑA PACA y una sincera amistad...

¡ Pobrecito DON MARTÍN


Conmigo no fué muy bueno,
Señora estoy satisfecho
bien lo sabe Dios, y cuanto
con eso sólo; yo lie sido
padecí con él, bien puedo
toda mi vida lo mismo,
asegurárselo a usted,
muy amigo de hacer bien :
muy perdonado le tengo,
(Con van
así le perdone Dios
yo soy así, buen sujeto.
y allá le tenga en el cielo
El se separó de mí DOÑA PACA
sin motivo para ello
Excelente; ¿y usted cree
ninguno, muy al contrario,
que se me olvidan tan presto
que estaba yo siempre viendo
las generosas ofertas...?
cómo agradarle: ¡Jesús!,
mis obras, mis pensamientos, DON MARTÍN
todo era suyo en mi casa,
(¡ Si habré ofrecido dinero !)
todo era para Renzuelo.
Se fué de ella sin decir DOÑA PACA
oste ni moste: primero
¡Qué placer cuando yo vea
se contentó con mudarse,
sus hijos de usté y mis nietos
después puso agtia por medio,
un retrato de 6u padre
y embarcándose allá en Cádiz
y la esperanza del reino!
se me largó para Méjico,
dejándome sola aquí DON MARTÍN
con una niña de pechos,
¿Y por dónde saca usted . ?
mi pobre Luisa, las dos
sin auxilio ni consuelo, DOÑA PACA
y al fin supe su tragedia
i Qué monos serán! Iremos
para aumentar mi tormento :
con ellos siempre a la iglesia
¡ pobrecito!, ¡a pesar mío
tan limpitos, ¡ qué tálenlo
yo le amaba, ya está muerto!
tendrán! y luego que usted...
DON MARTÍN
DON MARTÍN
¿Y qué ha de hacerse, señora,
; Pero U6ted ha perdido el seso í
si se murió?, ¿qué remedio?,
cuanto más... ¿A qué viene esa retahila?

DOÑA PACA DOÑA PACA

Síj don Martín, Perdone usted; ¡ay!, es cierto,


demasiado lo agradezco. no me acordaba, no soy
NI E L TÍO EL SOBRINO i5<;

¿¡<Da de tan halagüeño DOÑA PACA


porvenir, yo estaba loca.
¿Qué ha de 6er,
•pensarme que un caballero
si usted nos deja en perpetuo
al más rico de Castilla
abandono? ¿Usted, que era
contraería casamiento
nuestra esperanza?
,.0n una niña que sólo
licué por a m P a r o el cielo! DON MARTÍN
perdone usted, don Martín; No dejo
no supe lo que rne he hecho ' tal: al contrario... yo sólo...
;pobre niña!, morirá
DOÑA PACA
(Miando sepa lo funesto
que es su amor, y le ama a usted Quiso usted ver si era cierto
ym un cariño tan tierno, stí amor; ¡ay, Dios!, esas bromas
¡ay, hija de mis entrañas! no las use usté : es muy serio
el asunto para usarlas:
DON MAKTÍN (co/i vanidad)
¡ay!, yo no sé lo que tengo,
Harto lo conozco; pero... conozco que ha sido burla
y, ¡ ay, Jesús!, apenas puedo
DOÑA PACA
hablar... me caigo... me ha dado
ji, jtíoiuo tiene usted otras! una congoja y me siento
DON MARTÍN
tan...
(Se deja caer sobre una silla que arrima
¥¿<j uo hay duda, por cientos
don Martín)
las tengo y o ; pero, amiga,
hablando en plata, confieso DON MARTÍN
que Luisa me gusta más Siéntese usted: ¡por vida!
fiue todas ellas. Pues bonita la hemos hecho.
¡ Voto va chápiro verde!
BO&A PACA
Ya se desmayó en efecto.
Lo creo. ¡Que siempre por mí han de hallarse
Bien »e conoce, y la quiere las mujeres en aprietos!
usted matar a desprecios:
¡pobre niña! cuando quede
5¡n madre, en algún convento
ESCENA III
I» recogerán : ¡ Dios m í o !
¡En este mundo perverso DON MARTÍN. DOÑA PACA. EUGENIO
volita y con pocos años!
JIUGENIO (entra cantando)
DON MARTÍN (con enfado) ¡ Tran larán !
HSIÍO no, porque primero
DON MARTÍN
ora menester que yo
rae volviera loco o necio ¿Es este achaque de cantos,
• aie muriera. bárbaro?

DOÑA PACA EUGENIO

¡ Infeliz! Vengo... pensaba...


!>•> puerta en puerta pidiendo (Tropieza contra una silla.)
¡endrá que andar, o ponerse como vengo de la calle...
.1 servir si yo me muero.
DON MARTÍN
¡Quién creyera que la hija
«ie don Juan de Dios Renauelo, Mucho me gusta tu entrada.
i
"Jronel de infantería...!
EUGENIO

DON MARTÍN Yo... bien quisiera.., mi vo¿...


!rr
^' ') ¿y por qué ha de ser eso? \ (Se le cae el sombrero.)
-.Delira usted? tiene usted razón, es mala.
158 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONQEDA

DON MARTIN EUGENIO (hablando consigo misnt^j


¿Y aquí qué tiene que ver ¿Llamaré?...
si cantas bien o si ladras? No, que traigo un poco de agua
de olor en este bolsillo,
EUGENIO (más aturdido)
(Se registra los pantalones y el frac, y i
Es porque al tiempo de entrar conforme a lo que va diciendo)
no vi la silla que estaba en el otro... en la casaca...
aquí. pues ya no sé dónde está.
DON MARTÍN
Allí en el sombrero... nada.

¿Di, topo, no ves DON MASTÍN (a doña Paca)


que hay una enferma en la casa? Animo, vamos.
EUGENIO
DOÑA PACA (volviendo en síj
Un médico... yo no sé... ¡ Qué pena!
¿iLo busco?
EUGENIO (buscando)
DON MARTÍN
¿Pues no digo?, en esta casa
Si no hace falta : todo se pierde.
tú siempre estás aturdido.
DON SIARTÍN (a Eugenio)
EUGENIO
¿Qué buscas?
Lo decía...
EUGENIO , ,
DON MARTIN
Yo por ai era necesaria •-.
Anda, trae agua : alguna cosa... • -
[Eugenio hace mil movimientos por todos lados
DOÑA PACA
para buscarla)
¡Ay, Señor!
¿Vas a la cocina? Bárbaro.
Yo me retiro, estoy mala.
¿No tienes ahí esa jarra?
¡ Cómo ha de ser! La diré
EUGENIO que se acabó su esperanza,
que ha amado siempre a un ingraíc,
^rei.. que usted hace su desgracia,
DON MARTIN que es usted un tigre.
Tú siempre crees mal. DON MARTÍN
¿Y adonde querrás echarla?
¿No ves que está el vaso aciuí? No es culpa mía
si Luisa me ama,
EUGENIO yo la quiero más que a todas,
y dejo por ella a cuantas
No lo había visto, pensaba...
quisieran también...
(Se acerca a doña Paca y grita.)
Y es doña Paca, no hay duda, DOÑA PACA
y se muere;.. ¿Y la muchacha? Usted
Tocaré la campanilla... tiene un no sé qué, una gracia,
Llamaré al cura. que tocio se le perdona. • -••

DON MARTÍN EUGENIO


(
¿Te callas? (Aun no sé de lo que hablan,
No te eches encima de ella; y eetoy por decir que ellos
¿no ves que vas a pisarla? tampoco entienden palabra.)
¡Doña Paca, oiga usted!
DOÑA PACA
(Ya vuelve en sí; es tina santa:
¡pobre mujer!) ¡Luisita va a llorar tanto!

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NI E L TÍO NI EL SOBRINO 159

EUGENIO ESCENA IV

/•HolaU d e L u í s a e e t r a t a ; EUGENIO

y está bueno, la señora


Voto va birli y birloque.
„¡ m mira, ni me habla,
¡ No se va a armar mala danza!
n ¡ hace más caso de mí
„ ei yo hiera una estatua.) Mi tío la quiere, ¿y qué haré?
Lo que ee iLuisita a quien ama
DON MARTÍN es a raí... yo, la verdad,
me lo dijo la criada.
Usted la consolará;
Si yo tuviera talento
lUM]e usted darla esperanzas.
para inventar una traza...
DOÑA PACA (Hace coma que piensa.)
¿Qué? En la vida... Si Ambrosio
•y qué he de decirla ya?
con su ingenio no me saca
•Jesús, me siento tan mala!
de apuros... (Llamando.) ¡Ambrosio, Am-
DON MARTIN [brosio I
jNo vendrá en -ana semana'
Acuéstese usted y tome
un caldito.
ESCENA V
DOÑA PACA
EUGENIO. AMBROSIO
Muchas gracias.
AMBROSIO

DON MARTÍN
¿Qué quiere usted, señorito?
si acaso mi compañía...
EUGENIO

DON MARTÍN Yo le diré... aquí... en la casa.,.


Yo la acompañaré, y baeta : ¡Caramba!, se ine olvidó:
¿me da usted el brazo? yo soy así, de palabra
en palabra se me va
DOÑA FACA lodo lo que... yo pensaba
Eugeniío, en una cosa... que es...
es... es una cosa... que... va\a...
Eugenio, al oír que doña Paca le llama, se ¿Lo sabes tú?
echa encima. antes de saber para qué) AMBROSIO

.lililí.-:. Yo qué sé.

EUGENIO
EUGENIO
Aunque piense hasta mañana
Perdóneme usted, estaba...
no me acordaré: yo soy
distraído ; ¿qué sucede?
tan distraído...
DOÑA PACA AMBROSIO

taludarle a usted. Es desgracia;


mas ya atino lo que es.
EUGENIO
¿Es cosa de amores?
Pensaba...
EUGENIO

DOÑA FACA Vaya,


E<3 usted tan servicial... dilo.
AMBROSIO
DON MARTÍN -
5l Usté está enamorado,
> »ú sobrino es alhaja.
y es doña Luisa la causa
(vase con doña Paca.) de esa locura,
Uii OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONGEDA

EUGENIO EUGENIO

Acertaste: Pues no sirves para nada;


y luego el viejo se casa. eres un zote. ¡ Canario !
Cuando pensé que inventaras. .
AMBROSIO
AMBROSIO
PiiCíj. y usted está que trina.
Invéntela usted.
EUGENIO
EUGENIO

¿Y cómo he de estar? ¡Caramba! Yo no.


Que si me enfado... porque
me ven que soy una malva, AMBROSIO
pero no hace cuatro meseg
iSo sirve usted para nada.
que llevé dos cuchilladas :
te acuerdas... aquel cadete EUGENIO
que va con la gaditana...
Es que yo...
AMBROSIO AMBROSIO

Sí, aquella quo usted pisó Es que yo también.


al tiempo de saludarla, (Fuera echar tierra a mi causa;
que por poco no la deja ¿Y qué dijeras de mí,
sin pies y desnarigada reverenda doña Paca?)
con el ala del sombrero.
EUGENIO

EUGENIO
Pero, hombre, tú bien podrías...
Yo estaba vuelto de espaldas ¡si yo tuviera tu labia!
y me volví,.. AMBROSIO

AMBROSIO ¿Ha ganado usted en el juego,


o se qnedf5 usted sin blanca?
Pues volvamos
al negocio que se trata : EUGENIO
usted está fastidiado
¡Qué! Si el dinero que al tío
de ver que el viejo se esua,
le he sacado esta mañana
y quisiera usted hallar
lo jugué todo a la dobla
alguna manera honrada
y he ganado.
de deshacer esa boda,
¿No es así? AMBROSIO

EUGENIO Pues me agrada,


y yo no tengo más parte
Cabal; pties anda. que es en embrollos y trampas.

AMBROSIO EUGENIO

Vaya usted viendo si acierto : Yo no digo... bueno... toma...


usted quisiera una trama. (Saca dinero y le entrega a Ambrosio
y apuesto desearía
que yo misino lo enredara. si me enredas una traza.

AMBROSIO
EUGENIO
Sí, señor (ya aquí pesqué,
Vales mucho : J qué talento ! y aun tengo puesta otra caña).
Eso pido, y santas pascuas. Pues, señor...
AMBROSIO DON MARTÍN (desde afuera)
Pues no me ocurre ninguna. ¡Ambrosio, Ambrosio!
NI EL TÍO NI EL SOBRINO

EUGENIO EUGENIO

¡ya a salir muy atolondradamente) Bueno. ¡Caramba!


y, voy: el viejo me llama. Ya perdí el tino, caí.

AMBROSIO DON MARTÍN

•vi,) .-- a usted, que es solo a mí. Maldito de Dios, levanta :


¡ Ojalá te hubieras muerto,
EUGENIO qaie has de destrozar la casa!
• V quién quieres tú que vaya? EUGENIO

AMBROSIO Si yo... {Levantándose.)


;|Vro usted se llama Ambrosio? DON MARTÍN

EUGENIO Si tú, si el demonio.


\o... DON CARLOS

AMBROSIO Sosiégúese usted, ¿Qué gana


\\\p~ entonces... con enfadarse? OLo malo
es el recado de tazas,
EUGENIO que ya valdrá alguna cosa.
Pensaba... DON MARTÍN

AMBROSIO Cuesta un ojo de la cara,


|)<MI Carlos y el viejo vienen. y no estoy para hacer gastos
a cada instante. ¿Se gana
así el dinero, mostrenco,
ESCENA VI botarate, majagranzas,
atolondrado, no ves?
EUGENIO. AMBROSIO. DON CARLOS.
EUGENIO
DON MARTÍN
Si estaba detrás...
AMBROSIO

"la iba a ver si usted... DON MARTÍN

E&taba...
DON MARTÍN
en los infiernos había
Pues anda de estar penando tu alma:
abajo a tener cuidado, un recado de café,
no sea que como está mala el mejor que había en España.
<loíía Paquita se ofrezca
jigo que hacer. EUGENIO

SJno lo vi, si yo iba


AMBROSIO
a saludar, si pensaba...
Voy sin falta. (Vase.)
DON MARTÍN

Si tú siempre estás pensando


ESCENA VII allá en las mil musarañas,

KI/CENIO, DON CARLOS, D O N MARTÍN DON CARLOS

DON CARLOS Déjele usted : ¿a qué viene


enfadarse?, ¿ qué ganaran
^ifí, señor don Eugenio :
si no se rompiese el barro
'^ámo va?
las gentes que lo trahajan?
•* M'irgti la muno a Eugenio, que se retira
DON MARTÍN
'' aírf ís, deja caer una mesa, cae y quie-
*"'; m recado de china.) Buen consuelo me da usted.

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OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ D E ESPRONQEDA

EUGENIO ayer de doña Clarita


se sentó en u n a guitarra,
Yo n o . . . má»,.. se levantó sin concierto,
DON MARTÍN
medio r o m p i ó una ventana,
echó al suelo cuatro sillas,
Si no te callas todos r i e n d o en su c a r a ;
te he de r o m p e r la cabeza. y no eres ya n i n g ú n n i ñ o ,
zamacuco, con más b a r b a s
EUGENIO
que u n capuchino y m á s tonto
Es q u e y o . . . que pichóte.

DON MARTÍN DON CARLOS

Vamos, pues, habla. Repasata


de marca m a y o r es ésta,
EUGENIO
Eugenito.
Y o . , , no sé... ¿ q u é h e de d e c i r ?
EUGENIO

DON CARLOS
T o m a , cansa
Y c ó m o , ¿ c u á n t o costaba tanto s e r m ó n ; pues iremos
esa china? s i e m p r e m i r a n d o a las p a j a s :
pues tengo yo pocas cosas
DON MARTÍN sobre m í : pues ahí es n a d a :
yo n o debo ..
¡ Qué pregunta !
Costaba lo q u e costaba, DON MARTÍN
y estoy yo para decirlo.
¿ Q u é no debes?
DON CARLOS
EUGENIO
Ha c o m p r a d o mi madrastra
Yo no digo...
hace días...
DON MARTÍN
DON MAKTÍN [con enfado)
Vaya, h a b l a . . .
Está b i e n
EUGENIO
DON CARLOS
Como yo... c o m o . . . p o r q u e . ,
Usted, a m i g o , se enfada y ya no tengo más gana...
por la más m í n i m a cosa.
DON CARLOS
DON MARTÍN
Hable usted, si es q u e usted pu
P u e s n o , que tendremos calma :
¿soy de piedra p a r a estar DON MARTÍN

siempre aguanta que te aguanta No se te entiende palabra;


cuanto quiera hacer el n i ñ o ? eres u n ganso.
G a z n á p i r o , siempre en Jauja,
aturdido, atolondrado, EUGENIO

sin saber lo que le pasa. Yo s í ;


Siempre r o m p i e n d o loe trastos, eso es p o r la m u c h a c h a .
todo lo atropella y m a n c h a ;
p o r c u a l q u i e r cosa se a s u s t a ; DON MARTÍN

si le m i r a n , si le hablan ¿ Qué muchacha?


no sabe q u é r e s p o n d e r .
Con esas m a n o s de lana EUGENIO

todo se le cae : no hay día ¿ Q u é ? P o r ella


que no ha ga una nueva gracia :
DON MARTÍN
siempre tropieza con todo :
sin ir más lejos, en casa, ¡ Q u é ella n i q u é morondanga!
NI E L TÍO NI EL SOBRINO l&S

DON CARLOS DON CARLOS

Apuesto a q u e es p o r la Luisa ; Vamos, paz no haya otra d a n z a .


fluí va a armarse otra danza.)
DON MARTÍN
EUGENIO
Es envidia, es p o r q u e ven
I'iies por ella. que la prefiero y m e ama.
Les he de dar en los o j o s :
DON MARTÍN
mañana m i s m o , m a ñ a n a
Calla, n e c i o . me h e de casar.
*,', IÜ atreves a m i r a r l a . . .
DON CARLOS
EUGENIO
Yo convengo ;
,^i no es eso. pero tenga usted cachaza
si es q u e q u i e r e usted saber...
DON MASTÍN
DON MARTÍN
¿ P u e s qué es?
Yo no q u i e r o saber n a d a .
EUGENIO
DON CARLOS
¡Toma! Que todos se casan.
No me pise usted, Eugenio.
DON CARLOS
EUGENIO
Quiere decir que ya sabe
la boda de usted. Si yo n o . . . voy a otra sala.
P e r d o n e usted, mil p e r d o n e s
DON MARTÍN
(A don Carlos.)
(Ya escampa.) le p i d o a u s t e d ; él se enfada
¿Y qué dicen de m i b o d a ? v vo no t e n s o . ¿a mi q u e r .
(Vase)
DON CARLOS

Profetizan,, DON MARTIN

P u e s no me vengan con chanzas


DON MARTÍN
ni con b u r l e t a s , que h a r é
V a m o s . . . vaya. ver que yo no aguanto a n c a s ;
ya m e conocen, ya saben
DON CARLOS q u e si empiezo tengo el alma
Que se vera usted cordero m u y bien puesta... yo soy t a r d o ,
antes que llegue la Pascua p e r o si a r m o una pelaza...
transformado por la bruja
DON CARLOS
lie la vieja y la m u c h a c h a ,
que también p o n d r á sus m e d i o s . H a b r á una m a r i m o r e n a
más linda que unas mil a l m a s ;
DON MARTÍN mas no sea usted temerario
''>o es mentira, y no basta ni haga usted una a s o n a d a ;
yo cuento lo que me dicen.
" decir esto toca con la mano a Eugenio)
mi paciencia para oír DON MARTÍN

semejantes p a t o c h a d a s . Le dicen a usted ur.a sarta


de picardías y embustes.
EUGENIO

10 sin c u l p a ; ¿a m í p o r q u é ? DON CARLOS

L^ted p e r d o n e : ¡pues v a y a ! Es u n h o r r o r ; pero vaya,


h a b l a n d o claro, ¿ u s t e d tiene
DON MARTÍN
u n d o c u m e n t o , una carta
'u no me acuerdo de ti. siquiera, q u e p r u e b e o diga
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

quiénes son esas dos damas, más que vals y limonada,


una cosa que convenza si me aman mil mujeres
cómo o cuándo doña Paca es preciso perdonarlas.
casó con don Juan Renzuelo? Sepa usted que es este cura
¿Sabe usted cuál es la cansa de muchas lágrimas causa.
que redujo a estas señoras En cuantas cortes he estado
de la opulencia a la cada? me teme la diplomacia,
¿Por qué nadie las conoce? los militares me tiemblan
¿Por qué con nadie se tratan? y todos los nobles rabian;
¿Y usted con qué relaciones ya se ve, ¡si al llegar yo
se introdujo en esa casa? se les despiden sus damas!
(Con intettción.) Y como saben a más
que me sé poner en guardia...
Se dice que fue,.
(Haciendo el movimiento de esgrima qut
indica el diálogo)
DON MARTÍN
Y yo no las solicito.
Don Carlos, (Con vanidad.)
tiene usted por lengua un hacha; ellas se \Tienen rodadas.
yo visité a esa familia Hombre, me dijo en Berlín
con intenciones muy sanas, un joven de la embajada,
las conozco muy a fondo; por Dios...
son pobres, sí, pero honradas.
Ya sabe usted no soy santo, DON CARLOS

ni el defensor de las faldas, Por Dios, deje usted


que no me falta experiencia, lo demás para mañana,
que estoy harto de tratarlas. que se me va usted huyendo
Usted habrá oído, sin duda, de la cuestión empezada.
por ahí cómo las muchachas
me tratan de seductor, DON MARTÍN
(fue de mi persona y trazas
Amigo, se me olvidó;
me valgo y después lo digo;
dígame usted de qué hablaba,
sin que parezca jactancia,
madres hay que compran lentes
DON CARLOS
por si su vista no alcanza
dónde el tiro de mis ojos De las pobres...
hiere las hijas; sé varias
que al verme venir de lejoe DON MARTÍN

se largan con la pollada


Sí, ya caigo:
como gallinas cluecas :
repito, pobres y honradas;
yo me río a carcajada*;
voy a contarle a usted todo,
voy, las sigo, las alcanzo,
porque sé que en Madrid charlan.
las saludo, llego a hablarlas...
Esto a las viejas las vuela, DON CARLOS
pero a las hijas, ¿qué caiisa
hay para que yo les quite Ya lo he dicho, es un horror,
la miajilla de esperanza? los chismes hierven que espanta.
Vamos, usted ve en Madrid,
es lo mismo en toda España, DON MARTÍN

en gran parte de Inglaterra


Calle usted y óigame hablar,
y en casi toda la Italia.
don Carlos; yo deseaba,
Ya se ve, con mi presencia,
porque era amigo y tenía
mis maneras, mi elegancia,
con él cuentas atrasadas,
rico tren, bailes y el raut,
saber de don Juan Renzuelo;
asombro de estas honradas
siempre me salieron vanas
españolas que no saben
las más vivas diligencias;

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NI BL TÍO NI EL SOBRINO

lecían unos fue a La Habana, AMBROSIO


pa3 ó a Méjico, al P e r ú ;
¿Cobrará la viudedad?
•ros no sabemos nada;
tnlir ió me dijeron varios, í>ON MARTÍN
p e r o no lo aseguraban;
Hasta eso, no cobra nada,
un día me oyó este chico,
porque se casó en secreto.
\mbrosio, el valet de chambra.
Esa es historia muy larga.
v me dijo había servido

a una lal doña Paca DON CARLOS


Oiiiiitañones de Renzuelo:
Pues no me la cuente usted.
¿¡ esta tal se lamentaba
que
por un tal don Juan Renzuelo - DON MARTÍN

que se le fue a la otra banda; He de hacerlas pensionadas.


a l momento pasé a verla
y salió lo que pensaba : DON CARLOS
Juan, que era un derrochador,
i Qué pensión! Usted no sabe
se casó y dejó plantada lo que una niñita gasta
-u mujer joven y linda en cachivaches y dijes
con una niña y sin blanca. cuando en la corte se halla
Admire usted la virtud; y en el rango que a Luisita
la infeliz de doña Paca la pondrán las circunstancias
en medio de la pobreza si se casa con usted.
ha guardado siempre intacta
rii fama y la de su hija, DON MARTÍN
Hiiií no es poco en la desgracia. Y que ahora no tiene nada
Mientras se mantuvo moza eso también lo sé yo,
halló proporciones altas y es de bastante importancia
para volverse a cacar; esa razón. (Pensativo.)
pero la pobre ignoraba
su estado hasta que Dios quiso DON CARLOS
<¡ue un chico aíférez llegara Y otras mil,
de fiima, que la contó Lsté es un joven, sus gracias,
(jue una bomba le hizo plasta su talento, su ..
>ii marido junto a Lima .
no caigo cómo se llama, DON MAKTÍN {con vanidad)
en el sitio de... ¡memoria!... Adelante.

DON CARLOS [con ironía) DON CARLOS

De Caracaí. Su esclarecida prosapia


de usted le deben hacer
DON MARTÍN pensar en cosa más alta;
una mujer que le iguale
Me parece, sí, señor,
en patrimonio, y que traiga
con un dote regular
DON CARLOS
una condición más clara.
Pues será... Yo ro digo que Luisita
sea de clase oscura o baja...
DON MARTÍN
DON MARTÍN
Por ahí le anda.
Ya se ve, informado de esto, (¿Por qué será este interés?
al punto las traje a casa, ¿Si querrá éste a la muchacha?)
a más que a Juan le debía, {Como distraído y disgustado)
y cumple quien debe y paga. Pues, bueno...; está bien, veremos;
Liego he visto documentos, yo tengo que hacer, me aguardan;
y ahí está el padrón que cania. hablaremos más despacio.
1.66 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCGDA

DON CARLOS DON CARLOS

i Y usted, que desprecia tantas!, Un momento.


más corrido que una liebre,
DON MARTÍN
ha de caer en la trampa
como si fuera usté un niño Yo tengo que hacer.
rayéndosele la haba:
esas mujeres... DON CARLOS

Mil gracias.
J>OÍST MARTIN (con enfado)
Si usted tiene que escribir...
Muy bien.
DON MARTÍN
DON CARLOS
No es echarle a usted de casa.
Cuanto más buenas y santas
DON CARLOS
parecen ser, son acaso
más dobles y más taimadas; Si no fueran ya las dos. (Mira el rehi\
pero, ¿qué, usted no me escucha? y que un amigo me aguarda,
aún siguiéramos hablando.
I>ON MARTÍN
DON MARTÍN
Escuchando a usted estaba.
(Estoy tragando veneno.) (Maldita sea tu charla
sempiterna.) ¿Y hacia dónde?
DON CARLOS
DON CARLOS
Yo no sé pero la cara
de la ma-dre... Voy un rato a la Fontana.

DON MARTÍN
DON MARTIN

Sí, es verdad. Vaya usted con Dios, don Carlos.

DON CARLOS
DON CARLOS
Servidor de usted.
Y después, ahí que no es nada (Vase.)
un casamiento, ¡friolera!
Al considerar las malas
consecuencias que eso suele ESCENA ULTIMA
traer consigo, se espanta
el hombre más atrevido; DON MARTÍN-
requiero tener más alma SÍ, anda,
el que se casa en el día condenado, que me has hecho
que el que asalta una muralla; padecer ahora más bascas
pero, ¿está usted distraído? que un perro rabioso. En parte
tiene razón; lo que gasta
DON MARTÍN una mujer ya lo veo
He de escribir unas cartas. por mí mismo, y que no es chanza,
(¡ Qué importuno ! i me llevan comido ya
un dineral... quita, aparta,
DON CARLOS que me daban intenciones.,,
Seguiré mis cuentas van bien tiradas.
refiriendo lo que hablan Sí, señor; para casarme
por ahí, en Madrid, de ufited. ésta es la mujer pintada;
comido el pan de la boda
DON MARTÍN canto como en una jaula
Suplico a usted... creo que basta. lo siguiente: fuera lujo,
(No hay duda, el bribón la quietfe, fuera par-eos y danzas,
y hace tiempo por si pasa sólo se sale en el coche
o sale Luisa.) una vez a la semana,
NI E L TÍO NI EL SOBRINO

e gastan las r u e d a s , tan sólo p o r v a n i d a d


porín11' 5
,• las yeguas se cansan. se gasta l i n d a s m o n e d a s
pora" , , .
..rabo Carabancnel. en futesas p o r q u e h a b l e n
y , J l ai'
, l r „ . toros y canas, en M a d r i d de sus r i q u e z a s ,
l e a " "•••
. la mujer de su h a c i e n d a ahora q u e t o d o el gasto
(IUf
üerna quebrada y en casa. se r e d u c e a u n a miseria
\,|UÍ a repasar la r o p a , r i ñ e a c o c h e r o , lacayo,
, r qxic no se pierda n a d a , y a toda la casa e n t e r a ;
vigilar al m a y o r d o m o , ya h a y s e r m ó n para tres d í a s :
() ¡^ervar a las criadas, y hay que armarse de paciencia.
cosas
t.tl.,;.tera. y' otras
DOÑA PACA
ahora no se me alcanzan,
.i no me entiende h a b l a n d o Dinie, A m b r o s i o , ¿y qué tal cara
¡t. ,.«cribo las o r d e n a n z a s : puso al p a g a r las pulseras?
.„.,-„ ñ me e n t e n d e r á ,
AMBROSIO
| a pobre está a c o s t u m b r a d a .
K«le picaro don Carlos... Mala, p o r q u e siempre p o n e
„„„;,. la quiere que rabia, m a l a cara al dar pesetas.
?ll le he de seguir los pasos... a u n q u e se obsequie a sí m i s m o ;
u ) lo va sanes. (Dándose una palmada m á s , c u a n d o al fin las emplea
[en la frente.) ¡Las c a r t a s ! en dijes p a r a Luisita.
(Yase.) a h a b l a r verdad, se contenta
con sacar u n si es n o es
ambos labios hacia fuera.
ACTO SEGUNDO
LUISA

ESCENA PRIMERA ¿Y piensas q u e al fin y al cabo


a casarse se resuelva?
ina sala de la habitación de doña Paca)
AMBROSIO
DOÑA PACA. LUISA. AMBROSIO
No m e atreveré a j u r a r l o :
AMBROSIO p u e d e s e r ; p e r o la empresa
no deja de ser difícil
Créalo usted, doña Paca.,
y peliaguda.
ipndó el viejo hecho una breva.
K- un monstruo de a m o r propio ; DOÑA PACA

[mes. ¿no se piensa el babieca A u n q u e sea


i|Utí está Luisa que se m u e r e la m i t a d del dote, A m b r o s i o ,
l"H- sus pedazos? yo te p r o m e t o si llegas
a casarle con Luisita.
LUISA
LUISA
_\o fuera
nial capricho; vaya un n e c i o . Yo te ofrezco mi cadena
de oro con m i sortija
DOÑA PACA
y el aderezo de per las.
•Nina, cállate, no sea
AMBROSIO (con gravedad)
vuelva a saber cómo estoy
y lo que h a b l a m o s e n d e m i a . A l t o ; b i e n claro lo v e o :
con soborno vil i n t e n t a n
AMBROSIO
que p o r último dé con
•Vi hay c u i d a d o ; está allá a r r i b a , toda m i lealtad en t i e r r a .
reniega que te reniega, Eso n o , ¡ qué se d i r í a !
porque ha subido el cochero
DOÑA PACA
•i decirle que u n a yegua
s
e lia puesto mala y le faltan Vaya, A m b r o s i o , no nos vengas
•los h e r r a d u r a s , v mientras aquí con c u e n t o s : de antaño

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168 OBRAS COMPLETAS D E D O N JOSÉ D E ESPRONCEDA

nos conocemos, y cuenta DOÑA PACA


q u e a q u í lo seguro es
Y fuera
llevar el negocio aprisa,
majadería r e ñ i r :
coger el dote...
nuestro m u t u o bien o r d e n a
q u e todos nos a y u d e m o s .
AMBROSIO
AMBROSIO
Y después
Como hijos de A d á n y E v a ;
q u e d a r m e a tocar tabletas,
pero t a m b i é n es preciso
y Luisita ya casada
afianzar m i r e c o m p e n s a ,
y usted reverenda suegra
es p r e c i s o . . .
de mi amo m a n e j á n d o l e ,
a d i m e , ¿ q u é quieres, reina? DOÑA PACA
y el p o b r e A m b r o s i o m a l visto,
y luego puesto a la p u e r t a , En cuanto a eso.
Ambrosio, como tú quieras.
l o g r a n d o p o r pago que
más que todos le aborrezca
AMBROSIO
la m i s m a que p r o t e g i ó .
N o , señora, n i p o r e s a s ; Ya ve usted, la caridad,
soy amigo de hacer b i e n , q u e a fe de A m b r o s i o es m i regla,
conozco b i e n las flaquezas bien o r d e n a d a , se dice
de mi a m o , he protegido que p o r uno m i s m o empieza.
la trama a v i e r t o y m a r e a ,
LUISA
pero o todo se descubre,
o en este m o m e n t o es fuerza ¡ T ú eres tan caritativo ! ! !
se m e den tales fianzas
que a u n jxidío p e r s u a d i e r a n
a hacer u n p r é s t a m o .
ESCENA II

LUISA DOÑA PACA. LUISA. AMBROSIO. DON CABIOS

(a la puerta)
Ambrosio,
m u c h o te engañas si piensas DON CARLOS
asustarnos, cuida tú
Los cogí en la ratonera.
no te quemes con la leña
q u e intentas a r d e r , que p u e d e , (Todos cambian de aspecto y hacen como qK
si m e da la ventolera no le lian visto; Luisa sigue hablando con
de p r e s e n t a r m e lramildila Ambrosio con tono muy dulce.)
a don M a r t í n , y a las quejas
q u e ya sabes tú que tengo LUISA
añado con una mueca
Que le damos un m i l l ó n
y una lagrunita a tiempo
de gracia;? p o r su fineza,
que me voy si no te echa,
que mi m a d r e está m e j o r ,
p o r q u e eres u n insolente,
que su Luisa no desea
atrevido y mala l e n g u a ,
más que verle, que hace u n siglo...
estoy cierta q u e no duras
en casa más tiempo apenas DON CARLOS
que el que tarde en persignarse
Señoras, ¿ustedes buenas?
u n chiquillo de la escuela.
DOÑA FACA

AMBROSIO ¡Ah! Don Carlos.

M i l gracias por el aviso LUISA

vaya, no a r m e m o s q u i m e r a , ¿Es usted?


todos nos necesitamos
unos a o t r o s . (Sigue hablando con Ambrosio en voz baf-l
M E L TÍO N I EL SOBRINO 169

D02VA PACA LUISA

y he tenido una jaqueca. Es usted b u r l ó n , don Carlos,


y no sé p o r qué m e m i r a
AMBROSIO
usted así.
felá »1U>' J j i e , 1 ; s e 5 o r i t í > > DOÑA PACA
i diré s'n i'<iilal' letra.
fVase.) N o hagas caso.
es su g e n i o : no te aflijas
por eso. (Valiente tuno.)

ESCENA III DON CÁELOS

DOÑA PACA. LUISA. DON CARLOS Sí. es mi genio. (Vieja indigna.)

DOÑA PACA
Í>OK <:ARLOS

Conque, ¿y cuino va de boda, D o n Carlos es ian chancero...

m i S fñora dona Luisa? BO-S CARLOS


;J}un Martín está resuello?
P e r o siga usted, L u i s i t a ;
DOÑA PACA no i n t e r r u m p a usted por mí
Vn no sé- en cnanto a m i hija, lo que iba a decir.
,-uiiHi aunque es p o b r e es h o n r a d a , LUÍSi
teme qvte por ahí se (liga
•r casa por interés, Decía
lo que tengo que decir,
LUISA a u n q u e m a m á lo p r o h i b a ;
V> me casara en m i vida que la gracia y los modales
.¡ fuera a s í ; yo b i e n aino de don M a r t í n m e cautivan,
,t don Martín... que lo q u i e r o más que a tod©
en e l m u n d o , q u e me hechiza
OOÑ'A PACA su noble c o m p o r t a m i e n t o ,
Calla, c h i c a : pero que estoy decidida
i ¡nguna doncella d e b e a ser infeliz, y a n u n c a
dn ir que ama ; las niñas casarme en toda mi vida,
si sé yo que en siw adentros
un tienen voluntad p r o p i a .
él acaso se imagina
ncs CARLOS que sus r i q u e z a s tan sólo
a u n i r m e con él m e i n c i t a n ;
l)cjtia usted: ya Luisita
eso n o , p o r q u e p r i m e r o
-abe muy bien lo que dice
[ me h a r é monja capuchina
¡(llpspas', se p i e r d e de vista
q u e casarme así. ] Jesús,
la tloneella).
qué segura es mi d e s d i c h a !
LL'ISA ¡ O h ! sí, en u n claustro, eu un claustro
pasaré toda m i vida. (Muy conmovida.}
Ii-ted perdone :
.merezco que usted me r i ñ a !
DOÑA PACA
Vi, t-eñora, no h a b l a r é ,
'¡•bta que usted lo permita, Calla, que me haces llorar.
'.f.o permite usted, m a m á ?
BON CARLOS
(Con dulzura.).
P e r o tuire usted Luisita,
DOÑA I'ACÁ
q u e no está aquí d o n M a r t í n .
klá b i e n : habla, hija mía.
LUISA

DON CARLOS
Y usted tal vez se imagina
•'v'ué ternura, qué i n o c e n c i a ! que yo oculto m í sentir.
tosiga usted, señorita. (Con ironía.) (Se echa a llorar.)
i70 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESFRONCEDA

DON CARLOS En m e d i o de la ciudad


es u n ente que fastidia.
No, pero...
DOÑA PACA
LUISA

¿Qué? Hágale Usted más favor


a un h o m b r e . . .
DOÑA PACA
DON CARLOS
Q u e n o . hija.
te atormentes tanto. ; P o r vida m í a ,
Señora, que a mi entender
DON CARLOS
| le bago seca j u s t i c i a ;
Acaso [ voy a e x p l i c a r m e más claro ;
como está usted conmovida yo no d u d o que Luisita
exagera usted un poco. al favor de don Martín
esté m u y agradecida :
DOÑA PACA concedo más, q u e le aprecia,
( ¡ Q u é p i c a r o ! Tajaditas : que ie tiene en mucha estima :
te había de hacer si pu diera, t i p e r o , por D i o s , q u e le adora
No llores más. niña mía. (Con dulzura.) j con una pasión tan viva...
¿Por qué la Inu e Ucied llorar? i Es demasiado exigir
\A den Carlos, con dii'zura.) ] de m í . f e t e l es b o n i t a ,
y. es preciso confesarlo.
LUISA I d o n M a r t í n a n a d i e hechiza
ni h e c h i z a r á ; nuestro h o m b r e
Bien .-abe Dio« que mi dicha
no ha sido b r u j o en su vida.
no está en el d i r e r o , n o ,
3' que quisiera ser rica, j DOÑA PACA
y q u e . p o b r e , don M a r t í n
me pretendiese, y verían Es usted tan informal...
las malas lenguas si entonce-;
DON CARLOS
rae incitaba la codicia
a u n i r m e con él. I Lo que es por m í no h a b r á riña,
si usted q u i e r e lo c r e e r é ;
DOÑA PACA si él oyera a usted, Luisa,
Si h u b i e r a seguro estoy que al m o m e n t o
sido cuando tu familia ¡ al altar la conducía.
no necesitaba n a d a .
! LUISA
q u é p r o n t o entonces bahías
de c u m p l i r tu gusto. i No lo sabrá de mi boca
¡ j a m á s ; estoy decidida
DON CARLOS
a m o r i r m e sin decirle
Entonces lo que siento, a u n q u e él lo exija.
•don M a r t í n , a u n q u e en su vi;la
DON CARLOS
haya si-do m u y b u e n m o z o .
al cabo pasar p o d r í a ; j (No hay d u d a , atrapan al v i e j o ;
sería joven y eso al fin i lo siento por su familia.)
p u d i e r a d a r l e cabida. ¡ (A doña Pie-
¡ Y usted también fe idolatra :
LUISA
! s u p o n g o , doña Francisca,
A mí con él. un desierto ] él y usted en u n desierto
y su a m o r me bastaría, i fueran cosa nunca vista.

DON CARLOS DOÑA PACA

¡ B u e n a m a n t e de desierto j No se b u r l e usted, don C a r l o s :


es d o n Martín B a r a n d i l l a ! I yo le estoy agradecida.

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NI E L TÍO NI EL SOBRINO

mucho; tengo motivos h a n sido más r e s p e t a d a s ;


L r a ppreciarle, y m i h i j a , es verdad que él conocía
• i e aína, hace m u y b i e n , a mi difunto, y también
, iodo a a m a r l e la a b l i g a : fue amigo de m i f a m i l i a ;
nosoirae dos r e t i r a d a s , pero ¡ cuántos hay, don Carlos,
viviendo en u n a g u a r d i l l a , que en la fortuna se olvidan
hemos pasado seis años de sus mejores amigos,
¿n paseos ni visitas, y hacen como que no m i r a n
•aliando nuestro sustento si los hallan en la calle
¡abajando, y a fe mía por no s a l u d a r l o s !
,,,„• Luisa y yo no n a c i m o s
para trabajar: m i h i j a , UOIS CAKLOS
puedo asegurarle a usted,
Siga
^e crió en otras m a n t i l l a s :
usted la historia dejando
todo lo p e r d í
pero a u n lado filosofías.
( |,., ( ]r que se fue a las ludias
¿ C o n q u e al cabo don M a r t í n
mi marido el coronel.
hace más que hizo en su vida,
•Ali! Cuántas van tan erguidas y se ha echado a filantrópico
j espetadas qxie no valen sin ninguna intencioncilla
jijra descalzar a Luisa traviesa?
v parecen unas reinas,
y si luego se averigua DOÑA PACA
ion u n a s . . . ; nosotras, pobres
En el mismo instante
sí, pero sin p i c a r d í a ;
que supo quien era Luisa,
y otras que por a h í van
y conoció su h o n r a d e z ,
ron arrumacos y cintas,
y que no era mujercilla
v viudas de militares
de esas de por a h í . . .
que en su casa no tenían
un pañal para liarse LUISA
cuando n a c i e r o n , y brillan
i ¡Jesús! !
ahora en el P r a d o , y no sé
Bien se equivocó en sus m i r a s .
donde encuentran esas dichas,
porque yo DOÑA PACA

DON CARLOS Como éramos ¡íobres...

Basta, Señora : DON CARLOS (con ironía)


;, Dónde va esa retahila
Pues.
a parar?
DOÑA PACA
DOÑA PACA
Cuántos p e r d o n e s pedia
Va a que no tiene luego que nos conoció,
usted razón si critica y con trué instancias tan finas
(pie ame Luisa a don M a r t í n nos ofreció el cuarto bajo
y >o por él me desviva, al p u n t o en su casa m i s m a ,
porque habrá m u y pocos h o m b r e s c o l m á n d o n o s de atenciones.
que con tanta cortesía
himplan como él h a c u m p l i d o , LUISA
favoreciendo u n a niña
(Madre, que viene.)
huérfana con su m a d r e ,
[A doña
*¡ue se hallaban reducidas
<d trabajo, y no q u e espere
DOÑA PACA (alzando Ja voz)
lo que suena l a malicia
f e
' las gentes, p o r q u e n u n c a Bendiga
'a inocencia v la desdicha Dios su n o b l e corazón.
172 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

LUISA DON MARTÍN

Y su gentil gallardía, ¿Qué?... (Con enogí


que no hay otro don Martín
DON CARLOS
en el mundo.
Que le caracteriza.
DOÑA PACA
(Con c s t ^
Y es envidia Yo tengo sangre en las venas,
lo que de él dicen. y si usted me enciende en ira..
DON CARLOS DON MARTÍN

Sin duda, Don Carlos, hace ya tiempo


(Han olido que venía, que usté encendió la mía,
y este concierto de elogios y voto va que en ardiendo...
bien claramente lo explica.)
DON CARLOS

Es usted una lamparilla.


ESCENA IV
DON MARTÍN

DOÑA PACA. LUISA. DON GARIOS. Soy un demonio infernal,


DON MARTÍN una furia que echa chispas,
y no me provoque usted.
DON MARTÍN
BÜ.ÑA PACA Y LUISA
(Desde la puerta, reparando en Don Carlos./
No le engaña el corazón (Levúntanse y cogen a don Martin,)
a don Martín Barandilla. ; Don Martín!
¿Cómo está usted, doña Paca?
a los pies -de usted, GLuisita. DON MARTÍN

No es nada, amigas;
DOÑA PACA
es que conmigo no hay tío,..
¡Yo ya estoy!... dejadme.

DON MARTÍN LUISA

(Se empeñó el hombre ¡ Hay mayor desdicha!


en que hemos de tener riña.) ¿Pero qué es esto, a qué viene.
(A don Curios.) Virgen bendita, esta riña?
¿Me conoce usted, don Carlos?
DON MARTÍN
DON CARLOS
Soy un león, doña Paca;
Sí; don Martín Barandilla, este hombre me precipita;
caballero de alto bordo, usted no sabe siquiera
el coloso de la dicha; de la misa ni una pizca.
con quien las madres son dulces
LUISA
y se hacen de miel las hijas.
El Lord inglés, par de Francia. ¡Ay! por Dios, por mí, don Carlos.
yo no se cuántos en China, Que se calle usted suplica
con quien... una huérfana infeliz,
una señora afligida.
DON MARTÍN
DOÑA PACA
Yo soy, voto a tal,
quien no sufre picardías, Señor don Carlos, prudencia,
¿está usted? i que ni a su padre por el santo de este día.
lae aguanta Barandilla!
DON CARLOS
DON CARLOS
Yaya que ustedes me echan
Usted pierde la prudencia... a cuestas las letanías,
NI EL TÍO NI EL SOBRINO 173

y0 estoy y estaré quieto DOÑA PACA


eoanto I» prudencia exija.
Vayase usted de esta casa,
DOÑA PACA (con dulzura.)
don Carlos, por vida mía,
Don Martín. duélase usted del estado
en que se halla mi hija;
LUISA
i vamos, vamos!
Mi...
DON CARLOS
DON MARTÍN
Sí, me voy
(Punto en Loca; porque usted me lo suplica;
ji hablo más me desafía.) pero en mi ausencia, señoras,
¿Qué, señora doña Paca? don Martín de Barandilla
¿Qué, mi querida iLuisita? me indispondrá con ustedes,
Quise lavar una afrenta dirá de mí picardías,
ie que ustedes participan. aunque yo se lo prohibo.
:,\y! Desventuradas madres
que parís bijas bonitas, DON MARTÍN
¡Ay! Desdichado del hombre
tjtie en la amistad se confía. Por eso usted no se iba;
;Ay, amantes! ¡Ay, amadas! no señor, que esta es mi casa,
;Ay. virtud, cuánto peligras! y toda esta lengua mía.
Sí señor, y yo he de hablar
por más que usted lo prohiba.
DON CARLOS

Don Martin, ese preámbulo DON CARLOS


i'uidado a quién se dirija.
¡ Pobre viejo!
(Hace como que se va.)
DON MARTÍN

(Sopla.) DON MARTÍN

DOÑA PACA ¿Viejo yo?


(Yendo hacia él.)
¿Otra vez la enredamos?
i Ay! ¡ En matarme porfían ! DON CARLOS

DON MARTÍN Don Martín, más sangre fría. (Vase.)


!
Rl porfiado en matarme DON MARTÍN
>'* don Carlos, a fe mía;
perú ¿quién sufre amenazas (Hace que le quiere seeuir y las dos le
delante de su querida?) detienen.)
f.o que he dicho es lo que he dicho. Si tengo aquí las pistolas
>" « no haber faldap diría,. le hago los sesos ceniza.

DON CARLOS DOÑA PACA

^" ¿¡ría nada entonces. No siga usted a ese picaro.

DON MARTÍN BON CARLOS (volviéndose atrás)

;<\ñ-m? ¿qué? ¿Quién picaro me decía?


ÍDoña Pnea y ]M¡m gritan y se aturden)
LUISA
DON MARTÍN
I Cuántas desdiohaí
i lian caído, sin pensarlo. (¡ Oh, quién se volviera sastre!
kla tarde, pobre Luisa! pero no.) Yo, Barandilla.

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i 74 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ D E ESPRONCEDA

DON CARLOS DON MARTIN

Bien; y usted, sin duda, sabe No puedo salir de casa,.,


que el manchado honor se limpia porque... no he oído misa.
con la sangre del contrario.

DON MARTI'N (turbado)


ESCENA V
Yo.,, dadas... tengo... infinitas
pruebas: mi espada... DOÑA PACA. LUISA. DON MARTÍ*»

DON CARLOS
LUISA
Es terrible.
i Ay !, ya se fue. (Muy agitafc
Mas no es lan mala la mía
que no se cruce con ella; DOÑA PACA
y no espere usted transija.
i Qué maldito t
DON MARTÍN
LUISA
Sálgase usted de mi casa.
Hombre de entrañas dañinas.
(Estas mujeres no pían.!
Al momento salga usted; DON MARTÍN
mire usted que si me irrita
¿ Se fue? Le metí el resuello ;
tiro los treinta dineros.
sepa quién es Barandilla;
DON CARLOS (Las dos se sientan para descansar: fa
Martín se pasea muy agitado.)
Tire usted hasta la camisa:
¡hola! ¡hola! ¿indisponernos?
venga usted conmigo fuera
Yo no ando con chiquitas;
DON MARTÍN y si no se va lo mato.
Allá v o y : (hembras malditas) LUISA
voy aTriibla, aguarde usted.
Mamá, cómo me palpitan
LUISA las alas del corazón.
¡Ay! No, por Dios, prenda mía, DOÑA PACA
(Don Martín hace esfuerzos corno para
desprenderse.) A mí también, hija m í a ;
no, don Martín de mi alma, no es el caso para menos.
no, don Martín de mi vida. ¡Jesús, cómo me palpita!
Don Carlos tiene la culpa
DOÑA PACA de estas y otras desdichas;
luego este don Martinito
Amante infeliz, detenlo;
al punto se encoleriza;
¿adonde vais, homicidas?
¿qué había de suceder?
LUISA
LUISA
De aquí no pasas, Martín,
sin que pises a tu Luisa. Y nosotras dos las víctimas.
(Abrazando las rodillas de don Martín.) DON MARTÍN

DOÑA PACA (Más calmado, llegando a *""•'


Que la matáis, inhumanos. Oigan ustedes, ¿he dicho
¡Criados., criados! Hija, alguna cosa ofensiva
no lo sueltes. ¡ A y ! Don Carlos, a ese hombre?, pues no quiero
huya usté de nuestra vista. que de mí nunca se diga
que fiado en mi destreza
DON CARLOS insulto, hablo sin medida,
Sí, me voy: pero hasta luego, o soy ligero en acciones;
que cumplirá usted una cita. eso no. v satisfarían
NI E L TÍO NI EL SOBRINO 175

(]0]i Carlos mis palabras DONA I'ACA

\ tal fuese. A q u í somos tres testigos


que p r o b á r s e l o p o d r í a n ;
LUISA
voy a p o n e r m e la capa
M a m á mía. y a avisar a la justicia.
• 10 e¿ verdad que n o le lia dicho
DON MARTÍN
i una palabra ofensiva?
D o ñ a Paca, esté usted q u i e t a ;
DON MARTÍN
¿no ve usted que se diría
\ o acredite usted con n a d i e ; que soy cobarde? (y aquí
me basta q u e u s t e d lo d i g a , d o n d e ya se lo malician).
•y él ofendió a ustedes dos? Señora, el noble se b a l e ,
•ítfc dijo alguna invectiva? gana h o n o r o da la vida.
porque es m o r d a z como u n diablo, (Bien sabe Dios q u e esta máxima
n o es de m i gusto ni es mía.)
DOÑA FACA

}> lo mismo que una víbora. DOÑA PACA

A pesar de efio reviento


DON MARTÍN
por llamar a la justicia.
Si la dijo, le p e r d o n o ,
LUISA
A, porque yo a sangre fría
soy indulgente con t o d o s , D e j a r l o , m a d r e : no q u i e r e :
longo el a l m a compasiva, lo dije, somos las víctimas,
y... ¿qué m e d i j o , señora,
y h e m o s de m o r i r los tres
como usted dice, esa víbora?
p o r ley de caballería.

DOÑA I'ACA DONA PACA

.Nada, nada, don M a r t í n ; i Ley b á r b a r a !


ya pasó. Dios le bendiga
LUISA
y lo aparte de noeotros,
que es cuanto se necesita. ; Ley terrible!
¡Ay!, si vive m i p a r i e n t e ,
DON MARTÍN
> está presente a la r i ñ a ,
i'on los diertes lo deshace. Me voy a sentar, amigas.
De tu padre h a b l o , hija m í a ; (Muy apesadumbrado.)
él evitara el trabajo
ilc que usted fuera a la cita.
¡ l'iearonazo ! ¡ i n h u m a n o ! ESCEAA VI
i|ue intenta quitar tres vidas.
DOÑA PACA. LUISA, DON MARTÍN. EUGENIO

DON MARTÍN (a la puerta. Todos muy tristes y silen-


ciosos. Don Martín da un suspiro.)
l i a no hay d u d a , mis orejas
bien entendido lo h a b í a n . DON MARTÍN
Me desafió, me mata.)
( ¡ A y , Dios, qué será d e m í ! i
-.Oyó usted que él dijo cita?
EUGENIO
DONA PACA
Allí e s t á ; m a l d i t o viejo.
¡Ay. sí lo oí!
¿ E n t r o ? N o ; ¿ q u é h a r é ? , entraré...
Siempre con Luisa : m e vuelvo :
LUISA.
n o ; ya me ha visto.
Yo también.
DON MARTÍN"
DON MARTÍN
¿Qué haces,
Yaa a mi m e lo parecía. hecho ahí u n estafermo?
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Entra o vete, que pareces EUGENIO


una fastasma,
Sí, señor, que le registren
por si lleva algún veneno
EUGENIO
o pistola en el bolsillo.
Ya entro,
(Al decir esto tropieza; va a caer enci- DOÑA PACA

ma de don Martín.) Por Dios, señor don Eugenio,


que no es eso.
DON MARTÍN
EUGENIO
¿Qué es esto? ¿Tú a mí te atreves?
(Con enojo.) ¿Pues qué es?
Insólenle, que me has hecho
LUISA
agua un pie de un pisotón,
y tú lo has hecho queriendo, Que le hau armado un tropiezo;
que quieren asesinarle.
EUGENIO
DON MARTÍN
Yo, no señor; y yo... qué
culpa tengo, si tropiezo. Y mucho que me recelo
i' I Ay, Dios!) que para lograrlo
DOÑA PACA busque algunos compañeros
que le ayuden.
¡Este señor don Martín,
como es tan vivo de genio...! EUGENIO
ATo se altere usted por Dios,
Santo Dios
que puede ser muy funesto
¿Quien es?... El nombre .al momento
para su salud. ¡ Dios m í o !
del que le quiere matar
estoy temblando de miedo.
digan ustedes, que vuelo
a dar parte a la justicia;
LUISA
iré al corregidor inesmo,
i A-y I» yo estoy tan asustada, al ministro, a algún alcalde.
tengo un ataque de nervios.
(Tiene el sombrero en la mano izquierda.)
¡ Ay, Dios!, 6u tío de usted
se va a matar, don Eugenio. ¿Adonde he puesto el sombrero?
Ya se perdió : ya está aquí :
DON MARTIN
(Se pone el sombrero de don Martín, qw
jAy! se le mete hasta las narices.)

EUGENIO no es éste: vaya, lo tengo


en la maro.
¿A matar? ¿Y por qué?
¿Y está a matarse resuelto? DON MARTÍN
¿Le han cogido ustedes armas?
;Ay!
¿Ha dispuesto algún veneno?
¿Por qué se va usted a matar, LUISA
a suicidarse?
Don Martín,
DOÑA PACA
usted va a ponerse enfermo
si no se sosiega tisted.
No es eso.
DOÑA PACA
EUGENIO
¡Ay. qué color se le ha puesto!
Yo llamaré a los criados
que lo impidan. DON MARTÍN

Déjenme ustedes; estoy


LUISA
que ni aun sufrirme a mí puedo;
Si no es eso. (Con enfíb-l

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NI E L T I C NI EL SOBRINO 177

_t0y temblando de cólera, de padrino, entonces ciertos


/fin qué demonio de enredo iA>n los toros. {¡ Ay Dios m í o !
(Muy afligido ; ¡Qué laberinto! ¡Qué enredo!)
uc ido a meterme...) Mi hermar^
LUISA
,j (je Córdoba se ha muerto :
• s mí todo se me junta!... ¡Qué nombre! .¿Oye u<sted? [El turco!
(A su madre.)
EUGENIO
DON MARTÍN
Voy a dar parte.
(Vaso muy precipitado.) Es hombre que lleva muertos
más de siete en desafío.
DON MARTIN (Sin duda, mañana muero.
i No hay medio!.., ¡Locura como la mía...!)
[:na cita! (Aparte entre dientas, ;

DONA PACA ESCENA VIÍ


¿Manda usted? DOÑA PACA. (LUISA. DON MARTÍN.
(Con dulzura.)
EuGEtVüo (entra atropelladamente)
DON MARTÍN
EUGENIO
A, usted no íe importa un bledo.
¿Cómo se ñama? Que vuelvo
LUISA
desde la calle Mayor
¿sudando y falto de aliento.
No se enfade usted por Dios: (Don Martín se levanta muy azorado.)
sosiegue usted ese genio.
JION MARTIN
DON* MARTÍN
¿Quién? ¿le has hallado? ¿te ha dicho
?í, Luisita, usted perdone. que me aguarda ya en el puesto?
(A doña Paca.)
íMaldita seas, que me has puesto EUGENIO (sorprendido)
en este trance tevrihle.) ¿Pues cómo? ¿qué ocurre? ¿acaso
hay otro negocio nuevo?
LUISA
DON MARTÍN
(De risa casi reviento.)
,'Ay!. usted ya no me quiere; ¿Y te ha dicho con qué armas?
me mata usted con su ceño. porque todavía no tengo
•'Haré que lloro y la risa mi testigo.
nihriré con el pañuelo.)
SUGEiXIO

DOÑA PACA (a Luisa) ¿Pues testigos


M-ira, Luisa, te pellizco estas señoras no fueron?
-i sales ahora riendo.) ¿Las armas?, será un cuchillo.
Ron Martín, ¡ay!, mi difunto
DON MARTÍN
<*ahííi de vivir, que presto
le daría el pago a ese tuno; Yo no sé, nunca te entiendo
puee sí, que bonito genio ¿IUI cuchillo?
>iiíu el niño; era otro usted
LUISA
para quimeras.
¿Pero qué
DON MARTÍN quiere usted decir, Eugenio?
No temo DON MARTIN
ai
tal don Cariños y o ;
Pero si lleva un sujeto Eso es lo que yo digo;
<!«»« llaman El turco (¡ay) tú siempre habrás de ser necio.
12
178 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

DOÑA PACA EUGENIO

¿Pero qué? Expliqúese usted. ¿Pero yo qué culpa tengo?


porque yo a fe que no entiendo Por hacer a usted un favor...
nada.
DON MARTÍN
EUGENIO
Vete, si no ¡ juro al cielo !...
Ese hombre.
LUISA
DON MASTÍN
¡Don Martín!
¿Qué hombre?
DOÑA PACA
EUGENIO
Déjelo tisted.
Ese que ustedes dijeron.
DON MARTÍN
LUISA
Pues que se vaya al momento.
¿Y quién dijimos nosotras?
EUGENIO
EUGENIO
La culpa la tengo yo.
Ese, que ya no me acuerdo» (Ojalá te maten luego,
El que quiere asesinar... tanto mejor para mí.)

DON MARTÍN

Y bien, sigue. ESCENA VIII


DOÑA PACA DOÑA PACA. LUISA. DON MARTÍN.

¡Qué tormento! EUGENIO. AMBROSIO

EUGENIO AMBROSIO

Ese. Ha llegado un caballero


que pregunta por usted.
DON MARTÍN
DON MARTÍN
¿Pero quién es eee?
Visita más poco a tiempo
EUGENIO no llegó nunca,
Que cómo se llama quiero
AMBROSIO
saber sólo,
Y me ha dicho
DON MARTÍN
que quiere entrar al momento.
Y ¿qué te importa
a tí? DON MARTÍN

u
EUGENIO
i -^y ' iQ é será?

Toma, yo me entiendo. LUISA

¿Y usted sólo
DON MARTÍN
va a quedarse aquí, y expuesto
i Te quitas, o vive Dios!... a que lo mate aquí mismo?
(Pues no me asustó el zopenco.,.) No, señor; r.o. yo me quedo
con usted.
EUGENIO
DOÑA PACA
Pero yo...
Nosotras, sí,
DON MARTÍN (con enojo) sobre usted vigilaremos;
Vete al instante. no es cosa que usted se exponga
JNI E L TÍO NI EL SOBRINO 179

DON MARTÍN CORONEL

r,. -erá el mensajero Tú siempre fuiste algo lerdo;


. ,joTi Carlos: ¿di, qué facha?... no es extraño que no aciertes;
repárame bien, camueso.
LUISA
ser im DON MARTÍN
Debe hombreo feo.
(Este hombre sólo ha venido
AMBROSIO a. decirme vituperios.
'|-¡t.,i¿ un chirlo que le coge ¡Y qué facha tan terrible!)
íle la frente hasta el pescuezo, Señor, de veras no acierto
,iL- parte a parte. (Señala.) quién sea usted, no hago memoria...

CORONEL
DON MARTÍN
Yo soy un hombre.
Es el turco :
1
mu :, señor, negocio hecho. DON MARTÍN
(A las señoras.)
Lo creo.
ii ustedes me dejan sólo
(Con respeto.,)
lo estimaré,
CORONEL
DOÑA PACA
Mas no te asuste, Martín.
¿En tanto riesgo?
¿Has olvidado a Renzuelo,
DON MARTÍN coronel de infantería...

Creo no corra ninguno, DON MARTÍN (abrazándole)


por este momento al menos.
¿Y eres tú? ¿qué, no te has muerto?
DOÑA PACA
(¡Si supiera doña Paca!...)
Me vuelves el alma al cuerpo.
•jAy Jesiis! Yo voy temblando. ¿Conque vives?

t u ISA CORONEL

; Con cuánta pena le dejo! ¿No me ves?


(Vanse-)
DON MARTÍN

DON MARTÍN ¡Jesús, Jesús, me dijeron


Tú. Ambrosio, estáte a la mira, que te habían visto morir!
Mira, Juan...
CORONEL

ESCENA IX Pues te mintieron.


Hombre, tú no has cambiado;
DON MARTÍN. EL CORONEL (entra) sólo estás algo más viejo.
¿Ya tendrás sesenta años?
CORONEL
DON MARTÍN
•'DÉ. te parece a ti bueno
'l»e haya c!e hacer antesala Sí, sesenta; ve añadiendo ;
•luieu después de tanto tiempo sí, sesenta.
!
[ue no te ha visto aún se acuerda
<lc CORONEL
ti? ¿Dime., majadero?
Estoy seguro
DON MARTÍN de que no son muchos menos.
'Majadero me llamó-)
0 DON MARTÍN
tengo el honor.,., no acierto...
/'Sorprendido-,) Ya s<; ve, un millón de años
'••espita, e l tono que trac!) no me faltan para hacerlos.

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IM OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

1 o no sé cómo tú cuentas CORONEL


los años; pero dejemos
esto, que no viese al caso. ¿Ignoras, Martín, que sólo
¿Y has llegado ha mucho tiempo? tenía un tío muy viejo,
que murió en Valladolid
CORONEL hará dos años y medio,
y mi primo, el que mataron
He llegado anteayer, en un desafío? *
y me he venido derecho
a verte cuando he sabido DON MARTÍN

tu habitación. (¡ Cielos!)
¿En un desafío? (A mí
DON MARTÍN me va a suceder lo mesmo.)
¿En un desafío?
Estoy cierto
que no te ha costado mucho CORONEL
encontrarla, y que al primero
Sí;
que preguntaste por mí
¿qué hay de extraordinario en eso?
íe dio razón al momento.
Que le mató su contrario
Todo Madrid me conoce.
como él pudo haberle muerto,
¿Por qué cambias de color?
COKONEL

DON MARTÍN
Y hasta también añadieron
que tratabas de casarte, ¡Ay, Renzuelo. qué funestos
ío que me dejó suspenso son los lances J
y me extrañó en gran manera,
CORONEL
porque tú...
¿ Qué te mueve
DON MARTÍN a declamar contra ellos
en este momento?
Que soy ya viejo
quieres decir. DON MARTÍN

COKONEL ¡Ay!

Y además CORONEL
tienes partidas de perro
¿Te ves en algún enredo?
con las prójimas, Martín;
T á suspiras: habla, acaso
tarde te vino el deseo;
ta sacaré del aprieto,
buen gancho será la niña.
DON MARTÍN
DON MARTIN
Ya me lo pensaba yo
(Hablara con más respeto que tú venías del cielo
si supiera que es su hija.) para salvarme.
Pero hombre, dime, Renzuelo,
¿tu familia no la has visto? CORONEL

Pues vamos.
CORONEL
¿Qué es, y cuál el remedio
¿Y sabes si yo la tengo que te pueda convenir?
para hacerme lesa pregunta, DON MASTÍN
Barandilla?
Hombre, qué quieres, un d\ielo
DON MARTÍN que me he visto precisado..,

(Pone ceño. CORONEL

Ya me dijo doña Paca.) Punto de honor; pues me ofrezco


¿Di, tus parientes han muerto? a servirte de padrino.
NI EL TÍO NI EL SOBRINO

DON MARTÍN de bailes y de tertulias,


.y a cortarlo, di? ¿No es eso de cafés y de paseos,
lo que intentas? de damas y de galanes,
de la alta clase y del pueblo?
CORONEL Barandilla, Barandilla,
No, al contrario ; es menester más aliento,
•uando yo en lances me meto es preciso en este lance
no es por chanza; el lance que o matar o quedar muerto.
vo apadrine ha de ser serio. Tú ya sabes que lo digo
por lo mucho que te quiero.
DON MARTÍN
DON MARTÍN
; j'ero hombre!...
(Raro cariño, en verdad.)
CORONEL
Reazuelo, te lo agradezco.
Y yo supongo (Eché a perder el asunto
,Hie no me dejarás feo. con decírselo.)

DON MARTÍN (con mucha pena) CORONEL

•Conque no hay sino batirse! ¿Qué rezo


i ¿Por qué fe habré descubierto?.,.) murmuras ahí entre dientes?
Vo anduve descabellado;
DON MARTÍN
!e provoqué, tie confieso :
no tendré dificultad No es nada..., no..., que me acuerdo
.MI confesarle mí yerro, de tu primo.
vo tengo buen corazón,
CORONEL
i ¡Si lograra convencerlo!)
¿De mi primo?
CORONEL
; Vaya un recuerdo que ahora
Tanto peor: yo creí te ha venido a la cabeza!
que tú nada le habías h e c h o ; ¿Y tú por mi primo lloras,
i|ue él era el provocativo; que nunca le conociste?
y hasta juzgué que en efecto
DON MARTÍN
c] lance podría cortarse:
pero así no veo remedio. Su muerte fue escandalosa;
la supo todo Madrid.
DON MARTÍN íAy!
F,s que no sucedió así,
CORONEL
lonforme yo te lo cuento :
• orno estoy acalorado Martín, mucho te azoras;
todo lo trabuco y trueco... tú has perdido la sesera.
¿Y crees tú que él me daría
DON MARTÍN
por tu .intercesión y ruegos
la satisfacción que dices? ¡Ay, tu primo! ¡Fuera cosa
^ si está en sus trece terco de ver que me sucediera
>' no la quisiera dar, lo que a tu primo ! •
¿tú le forzaras a ello?
CORONEL
CORONEL ¿Y qué importa?
¿Yo por qué? A ti le toca Si así sigues, es de fijo
Uní)irla con el acero. que puedes comprar la losa.
¿Qué se dijera en Madrid Pero tú que siempre fuiste
'i notaran algún miedo pacífico por iu propia
en don Martín Barandilla, naturaleza, ¿a qué santo
lie justamente es el cuento fuistes a enredar camorra?
Í82 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPKONCEDA

¿Cómo pudiste salir las de Arabia, las del Rin,


de tus casillas? las de Egipto y Caledonia.
Pero al Quijote, al Quijote,
DON MARTÍN
i qué erudición ! , ¡ cuánta copia!
La' cólera Y le enmiendo algunas faltas,
más poco a tiempo tenida aunque en verdad tiene pocas.
con un hombre de pachorra,
CORONEL
que es capaz de provocar
a los santos con su sorna: (¡ Sol de la literatura!
¡bien lo si«nto! ¿Por qué mancharán tus hojas?)
DI, ¿se imprimirá?
CORONEL

DON MARTÍN
¿Y qué motivo
le diste? No sé;
si todo me lo trastorna
DON MARTÍN
este desafío. ¡Ay, Dios!
{Tu hija sola
CORONEL
tuvo la culpa del lance.)
¿Qué quieres? Un hombre posma Pues, hombre, tómalo a broma.
que siempre me anda buscando. DON MARTÍN

CORONEL ¡ Broma en llegando a este punto!


¿Y por qué te busca? ¡Ay! Me entra una zozobra,
im no sé qué, una inquietud..,
DON MARTÍN
CORONEL
Toma,
por envidia, porque ve No tienes mala carcoma;
el mérito que ine adorna; miedo, Martín,
que soy hombre conocido DON MARTÍN
de los monarcas de Europa;
i Ay! ¡ Tu primo!
que cuantas mujeres veo
Mira, si tiemblo es de cólera.
me persiguen y me adoran;
y que tengo de mis viajes CORONEL
para imprimir una obra Los síntomas son de miedo.
de ciento y un mil renglones,
y que estoy poniendo notas DON MARTÍN

al Quijote. Es furor.

CORONEL CORONEL

Martín, perdona.
Tú desbarras.
DON MARTÍN
DON MARTÍN

No hay de qué.
¿Te creías que era co6a
de, mil o dos mil renglones? CORONEL
Ciento y un mil sin las notas. Para saciarte,
sin tres mil recetas químicas, ¿qué has elegido, pistola?
y en cada nota una copla.
DON MARTÍN
CORONEL
A no ser corto de vista,
¿A qué? lo que es el valor me sobra.
DON MARTÍN CORONEL

Las que más se cantan Con eso os pondréis más cerca;


en las provincias de Europa ; acertar es lo que importa;

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NI E L TÍO N I EL SOBRINO 183

l0¿o es matar o morir; CORONEL


]„ siento por si te toca
Está visto que don Carlos
|„ china.
te quiere mal,
DON MARTÍN
DON MARTÍN
? Renzuelo mío!
(Abrazando al coronel,} Oale, b o l a ;
lee, por Dios.
CORONEL
CORONEL
Onihi allá, que me sofocas.
Allá voy;
tú estás ahí que te ahogas.
ESCENA X Pues, señor, y dice así :
«Señor don Martín Barandilla. Muy señor
DON MARTÍN. E L CORONEL. AMBROSIO mío : Los insultos entre caballeros sólo se sa-
(con una carta en la mano, que entregará tisfacen con la espada, y como yo creo que
a don Martín) usted lo es, espero que esta tarde, a las cuatro
y media, se hallará usted en el Canal con las
AMBROSIO
armas que elija y el padrino que haya de
|vi¡i caria que han traído, acompañarle. Allí estaré yo con el mío, y en-
v aguardan que usted responda tretanto queda de usted su seguro servidor,
.il momento. el que su mano besa, Carlos de Lara.»
(ToseJ
»OK MARTÍN
DON MARTÍN (mirando el sobre)
¡Ay, Renzuelo, qué congoja!
Es de don Carlos.
Voy a hacer mi testamento.
;<„hié demonio de tramoya]
/.'/ abre y se pasa la mano por los ojos) CORONEL
\íi sé, no jruedo leer :
!u.-la los ojos me brotan Corassoncillo de monja,
ira. (Da la vuelta a la carta.) Renzuelo, ten ánimo
[ven, hombre :
DON MARTÍN
ale. don Carlos me acosa,
y yo... ni aun puedo leer... l o soy viejo,
y ia sociedad perdona
CORONEL a los viejos el batirse;
Ha-la lo negro te estorba; a mi edad ya no hay camorras.
lii'iii.'? la carta al revés;
ven acá. así se coloca; CORONEL
jMir aquí empieza.
A menos que no se busquen,
DON MARTÍN porque mucho te equivocas
si piensas que con la ed*d
Sí, lee.
ya del derecho se goza
CORONEL de insultar sin riego, y luego,
I ii estás que todo te azora, ¿lú no eras joven ahora
>' a fe que la letra es clara, poco?
(Lee para sí.)
DON MARTÍN
>' la cartila, aunque es corta,
e= compendiosa: te cita Perdí la cabeza;
a
'. 'ampo ele aquí a una hora. déjame que me reponga
de este susto inesperado,
DON' MARTÍN de esta continua zoaohra:
A ver, lee, Renzuelo, lee; vatnos arriba, que voy
acaso tú te equivocas. a hacer testamento en forma.
184 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CORONEL DON CARLOS

¿Qué diablo de testamento Será la culpa del tiempo.


vas a hacer? Lo que te importa
CORONEL
es ir a ver a don Carlos;
vamos, ven. Sí, que a los viejos no prueba
(Le coge de un brazo: temblando le en estos días de invierno
mea fuera.) andar fuera de techado
a todas horas y en cuerpo;
DON MARTÍN mas tú por lucir el talle...
Vaya, lo mismo se encuentra
¿Y las pistolas?
que le dejé a mi partida.
CORONEL
DON MARTÍN
Ven, hombre, ven, no seas plomo.
En cuanto a robusta es cierto;
DON MARTÍN pero ya tengo más juicio.

; Ay! ¡ Tu primo! CORONEL

CORONEL Debieras: la edad al menos...

Martín, porras, DON MARTÍN


Martí», cuernos, arrastrando (Este va a desaprobar
te he de llevar. la boda.) Hombre, no es eso :
DON MARTÍN
Mira, Juan, cuando salimos
a buscar al caballero
Que me ahogas.
el asunto corría prisa,
el coche no estaba puesto,
ACTO TFRCEEO la capa me impide andar,
y por eso salí en cuerpo :
La misma decoración del primer acto. Es de
no te pienses que estoy malo;
noche; algunos criados sacan luces)
algo de dolor de huesos...

ESCENA PRIMERA CORONEL

Entonces será el reuma,


DON JLU:\, DON CARLOS. DON MARTÍN
que se ha hecho absoluto dueño
CORONEL hace más de cuarenta años
de tu físico.
En las islas Filipinas
dejé yo los cumplimientos: DON MARTÍN
se estará una hora a la puerta
No es cierto,
el herido con el muerto;
Tengo mí cuerpo muy sano.
(Volviéndose hacia la puerta.)
el cadáver de Martín CORONEL
ordeno que entre primero. Vaya, pues muy buen provecho :
pero hablemos de otra cosa,
DON MARTÍN (desde fuera)
que nos importa más que eso j
_\o, señor, que aquí yo mando. don Carlos, por lo pasado
Si no entra don Carlos, no entro. creo está usted satisfecho ;
Martín me parece que
DON CARLOS (entrando)
ha confesado su yerro
Ea, pues. manifestándole a usted
que eran faltas de su genio.
DON MARTÍN

DON MARTÍN
Así me gusta.
Señores, tomad asiento. (Este condenado de hombre,
Hoy estoy muy quebrantado ¿a qué resucita muertos?)
NI EL TÍO NI EL SOBRINO 185

j . que dije a usted, de veras, DON MARTÍN (interrumpiendo)


lo sient0
eonio lo dije > Cnanto me alegro
era usted mi íntimo amigo, que hayas venido de América.
c yo tenía dos duelos, Es su padre (a don Carlos), sí. silencio.
I uno ^ e hombre a hombre-,
otro con mis sentimientos: DON CARLOS (a don Martín)
que i'° s é s i e n m i s P a l a b r a s Usted quiere darle chasco.
oco
jnj„v«i «" P indiscreto, (No me parece pequeño
y si fue, pido perdón el que vas a llevar tú.)
quien mil favores debo:
que )'° n 0 S vai 'do rencor; CORONEL

¿Con qué diablos de secretos


andas ahí, Barandilla?
DON CARLOS
¿Estás echando requiebros
•...•ñores, yo ya he olvidado a don Carlos?
,•1 lance poco halagüeño
DON MARTÍN
(¡u,. ,i los dos nos indispuso.
Sí: le pido
CORONEL que disimule mi genio;
No me esperaba yo menas. soy tan vivo... (Meneando la cabeza muy
[de prisa.) Puct me caso,
DON MARTÍN mi querido Juan Remuelo.

Aquí dio fin la tristeza : CORONEL


no se vuelva a hablar más de eso Pues amigo Barandilla,
darlos, alarga la m a n o ; no conocerás tus nietos.
roniigo sin cumplimientos; Hablando formal, Martín,
ni ¡)0r tú de hoy adelante. si me dicen qué más quiero,
ser célibe o ser marido,
DON CARLOS
conforme me estoy me quedo;
Kiiii. hombre. pero no por eso creas lo siento
que si easas bien.
DOS MARTIN

DON MARTÍN
Di algo al menos;
balda a tiora más que sea (Cómo se hace el solterón
'li> la bo... el maldito, y es mi suegro.)
(Calla al acordarse del coronel.) Caso con mujer hermosa,
recogida, y un modelo
»ON CARLOS de virtud; muy poco amiga
¿Del casamiento de lujo, bailes, paseos;
'l»e usted quiere contraer? hija de padres muy nobles,
'A ¡il cabo está usted resuelto? y en cuanto a rica, veremos.

CORONEL
DON MARTÍN
Sólo es rica con que tenga
Hombre, si yo necesito...
virtnd y recogimiento.
CORONEL
La hermosura. Barandilla,
en mujer propia es lo menos,
'.Quieres tener heredero. y aun pienso que está de más
1,0
«s verdad? para la mujer de un viejo.

DON CARLOS DON MARTÍN

¿Pero el eeñor Siempre acabas la oración


«o es s n ...? con ese mismo argumento.

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186 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Tú vendrás hecho un indiano, CORONEL

con más doblones que pelos. Pues, señor, bien.


CORONEL DON CARLOS
Hombre, no soy poderoso, (Yo lo silbo
pero traigo algún dinero, si es cual pienso el desenredo ;
DON MARTÍN callo, y él se lae avenga,
cásese o quede soltero,)
(Mi arca, llamada mazmorra,
va a tragarse tus talegos.)
Sí. ¿fili?, conque ¿vienes rico?
ESCENA II
Pues, señor, vaya, me alegro :
yo no estoy pobre tampoco. DON JUAN. DON CARLOS, AMBROSIO (t i
No te pienses que soy Creso : puerta). DON MARTÍN (echándole de t»
pero el día de la boda
DON MARTÍN
verás no me porto menos.
Ni Camacho, ni Cleopatra ¿Qué quieres, segundo Judas?
dieron un festín tan bueno
AMBROSIO
como el mío : de Inglaterra
he de traer cocineros, ¿Puede usted oír un secreto?
y de loo más afamados, DON MAUTÍN
los mismos que me sirvieron
I Allá voy,
cuando di un convite en Londres
al rey Jorge, que ya ha muerto. | (Se acerca a la fiuetn.

CORONEL
DON CARLOS
Señor don Carlos,
Es noticia.
Ma-'lín ha perdido 'el seso.
EUGENIO
DON CARLOS
Si en España
En tocando al amor propio
no saben ni freír huevos.
i solamente es loco o necio,
Veréis que mesa. Os convido.
pero juicioso y sagaz
CORONEL en asuntos do comercio.
10 no sé...
\ no temas que faltemos.
¿Pero cuándo es esta boda? AMBROSIO (a don Martín)
¿Con quién es el casamiento?
Mi señorita
Uilo claro.
me ha dicho que quiere verlo
DON MARTÍN a usted pronto, que está en ascuas,
y que va a entrar al momento
Don Juanito,
si no se van las visitas;
no se puede decir eso.
que haga usted se vayan presto;
Carlos, uo le digas nada,
y me afirmó su impaciencia
25orquc quiero sorprenderlo.
con más de veinte corriendos.
DON CARLOS ¡

DON MARTÍN
Hombre, extraño la advertencia
cuando me ves hecho xm muerto. l a se ve, tiene razón.
(Tratar de tú a don Martín (Mas yo he de echar a Renzuelo,
es tutear a nú abuelo.) si no el plan..,) Ve y dile, Ambrosio,
que voy a salir y vuelvo
DON MARTÍN
al instante.
Tú verás, mi coronel, AMBROSIO

lo que te tengo dispuesto. j Está mu? bien.


NI E L TÍO N I EL SOBRINO

DON MARTÍN (a los dos) de Ambrosio, el más fiel criado :


¡Ay!, aquí llega la víctima:
•flué se piensa, caballeros?
voy a decírselo claro,
' Hombres!, se rae había olvidado
que las bebidas amargas
• K tomar el refresco.
mejor se pasan de un trago.
fjmos pronto, levantarse,
jatk espléndido,

CORONEL ESCENA IV
No entiendo
¡LUISA. AMBROSIO
, qué sanio vas a -darnos
,„,. dichoso refresco. LUISA (con sentimiento)
DON MARTÍN Ambrosio, dime, ¿no ha vuelto
Refresco como yo doy ese corazón helado?
,-HMHIO salgo bien de un duelo,
AMBROSIO (imitándola)
CORONEL No, señora, que no ha vuelto,
Verdad es; yo no caía... que hace poco se marcharon
don Carlos, él y su suegro,
DON CARLOS aquel coronel indiano
\ unios allá... padre de mi señorita,
cuai-elo éramos dos muchachos:
DON MARTIN
aquel que aplastó una bomba
Ir saliendo. (Vanse.J en el sitio del Callao;
con clon Juan Renzuelo. digo,
que está vivo y ha llegado.
ESCENA III
LUISA

AMBROSIO ¿Ambrosio, no me conoces?,


1V.-^ señor, no cabe duda; ¿o tú estás loco o borracho?
ii yo no ato mal los cabos,
AMBROSIO
Juan Renzuelo, coronel,
iiionel americano, ¡ Ojalá, doña Luísita,
•¡ni- antes de ir a las Indias me viese usted hecho un Baeo!
r,i era amigo de mi amo. Mas tan cierto es lo que digo
ítem más, que don Martín como aquí los dos estamos.
!<> Hamo el resucitado. LUISA
'Ay': que si salgo con bien
Oye. di, ¿qué señas tiene?
le 'ompro una vela a un santo.
Responde sin estudiarlo ;
'. i >'o que le dije, ¡ burro !
él es bajo de estatura.
'lúe ¿«vi siendo muchacho
•su cisa de doña Paca AMBROSIO
cuando el marido enfadado
No, señora, no, que es alto,
l»'ll'' las de Villadiego...
y en salvo la parte tiene
>J se ve, para afirmarlo!
un chirlo ele más de un palmo.
i'^uién lo había de pensar!
^o en verdad no siento tanto LUISA
que don Martin me despida (En la guerra del francés
»iu abonarme el salario, dicen que le hirió un polaco
míe es lo más que hace; yo temo en la cara.) Sigue, Ambrosio.
q«í sepa anduve en el ajo
''' bueno del coronel AMBROSIO

>" <iue fui testigo falso, Color moreno atezado,


r
l»e entonces da fin la historia un si es no es algo cojo,
188 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

y unos pelos como un diablo, ESCENA V


tiesos, un bigote...
LUISA. AMBROSIO. DOÑA PACA
LUISA

Calla, DOÑA PACA (desde fuera)


que me estás asesinando.
Don Martín, ¿se puede entrar?
¿Conque es algo cojo?
AMBROSIO
AMBROSIO

Un poco Vaya, lo mismo es, la suegra.


me ha parecido carranca' Hazte cuenta, pobre Ambrosio,
de tal pierna como ésta. que te echaron a las fieras.
También soy víctima yo
LUISA de las uñas de una vieja.
(Ahí miemo tiene un balazo.)
Voy con madre, que le sabe DOÑA PACA (entrando)
toda la vida y milagros Como oigo ruido en el cuarto,
lo mismo que el Padrenuestro. valida de la franqueza...
Sigue, Ambrosio. (Arrojándose a él y cogiéndole del tf4jf
(Cada vez con más sobresalto., ¿Qué es lo que miro, canalla?
AMBROSIO ¿Qué le has hecho?, ya está muerto.
Voy andando;
AMBROSIO
pero por mí estoy seguro
Suelte usted, no la he hecho muta.
que el coronel ha llegado.

LUISA DOÑA PACA

Que me matas, mira, Ambrosio, Quién fuera perro de presa.


cuando te oigo asegurarlo.
AMBROSIO
Sí... es cierto...
Suélteme usted, por la Virgen,
AMBROSIO
si no pierdo la paciencia.,.
¿Qué le da a usted?
i

LUISA DOÑA PACA

Tenme, tenme, que me caigo„ Di, ¿qué has hecho, picarón?


(La sienta en una silla.) AMBROSIO
j
AMBROSIO j Nada; que lo diga ella.
Pues, señor, no me faltaba
DOÑA PACA
sino que le dure el paemo,
que entre ahora don Martín, No es posible, algo muy malo
que piense que la he hecho algo, será, que no es de las hembras
que sin cuerpo de delito que por todo se desmayan,
castiguen en mí el por si acaso, y ahora lo está de veras.
que me encierre, que descubra Hija de mis ojos, dime
aquel pastel entretanto, si este hijo de una perra
que averigüe el coronel te hizo o quiso hacer
que yo también lo he amasado, alguna cosa perversa.
que le pida a Barandilla
AMBROSIO
me suelte y él me eche el gancho,
cata que salí de Herodes ¡ Lo dije.
para caer en Pílalos,
I LUISA
que el coronel me desuella ..
¡San Bartolomé!, yo escapo. I No, madre mía,
(Va a irse, y llama doña Paca a ¡a puerta.) j no fué él, ¡ ojalá fuera!

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NI E L TÍO NI EL SOBRINO 189

DONA PACA ¿Es moro de paz o guerra?


Pues éste al entrar en casa
hablad pronto; decidme
ftté le dio con toda su fuerza
qué cosa, quién fué y quién sea a mi amo veinte abrazos,
de este trastorno.
¿ autor se hicieron dos mil finezas,
LUISA (Esto lo hará imitando con doña Paca lo que
vio hacer a don Juan y a don Martín)
i UIíme faltan las fuerzas;
((Adiós, viejo», dijo .al amo,
n i a dre de mis entrañas!
y el amo : «Adiós, calavera.
Canudo usted misma lo sepa..
¡Hombre! ¿tú has resucitado?
DONA PACA Yo te creía en la huesa. .»
títbroaio. DONA PACA

AMBROSIO Quita allá, que estoy difunta.


Que su marido AMBROSIO
,{,- usted ha vuelto de América,
Yaya, ¿está usted satisfecha?
DONA PACA
DOÑA PACA
;()ué marido?
¿Tú lo viste?
AMBROSIO
AMBROSIO
El coronel Yo lo VÍ.
jnn Juan Renzuelo.
DOÑA PACA
DOÑA PACA
¿Lo oíste?
La lengua
:,• había de hacer añicos AMBROSIO

¡wi infame y embustero; Con mis orejas.


»o te espantes (a Luisa), que una bomba
DOÑA PACA
!« aplastó como una breva;
un (a Ambrosio) muerto estuvieras tu ¿Y es lo mismo que lo dices?
podrido y comiendo tierra.
AMBROSIO
AMBROSIO
Como lo dice mi lengua.
Pin'- lo he visto con mis ojos.
DOÑA PAC.V
LUISA
Pues adiós yerno, adiós casa,
*«. mamá; ya estamos frescas: adiós coche y adiós mesa,
¿i\ haberlo oído nunca, adiós criados con frac,
Me ha dado todas las señas; adiós modista y doncella...
1* cicatriz, la estatura.
AMBROSIO
el color y la cojera;
vimos, todas. Que a mí me espera la cárcel
y a ustedes dos la galera.
DOÑA PACA
DOÑA PACA
No te asustes,
!»•* ese es el moro, tontuela. •Cómo! ¿Ya ultrajas, villano,
dos damas en la pobreza?
AMBROSIO
No. señor: aún no, hija mía,
*v llama el moro don Juan? tu madre aún no desalienta
'A' llama Renzuelo, y llega ni desmaya ai primer golpe;
«í América hace muy poco? muchos recursos me quedan.
' r¡erie con mi amo franqueza Vamos a tratar las dos
i»11" tratarlo de tú? cómo gobernamos esto.,.
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

AMBROSIO que el temor de la inocencia


Grande ingenio es menester, te ha impedido declararle
(Es verdad que fué una vieja tu pasión; pero que cierta
la que engañó a San Antón.) ahora de tu desgracia,
le pides te favorezca,
DOÑA PACA que te saque de esta casa,
Ya puedes pillar la puerta. que te lleve donde pueda
depositarte: ¿estás tú?
AMBROSIO ¿No me escuchas?
Cabalmente estaba en eso.
I LUISA
(Me voy a hacer la maleta,
y permita Dios que ciegues (Estoy muerta.)
primero que aquí me veas.) (Fase j Sí, escucho ; siga usted, madre.

DOÑA PACA

ESCENA VI i El al fin es el que hereda


¡ por derecho a don Martín,
¡LUISA. DOÑA PACA I no seas tonta, ¿estás? Lo pescas,
j y así por un lado u otro
LUISA | hemos de coger la hacienda.
¡Ay, madre! ¡Ay, Dios! ¡Madre mía, I AI fin él es su sobrino,
(Se echa en los brazos de su madre) j y tarde o temprano es fuerza
qué situación ee la nuestra! que lo perdone... y los hijos
que enternecen a una piedra.
DOÑA PACA Yo entre tanto aquí me quedo
No hay que dormirse en las pajas, para lamentar tu pérdida.
que no es ésta la primera Sostendré que el coronel
que he desollado. es mi marido, que intenta
por fin de su mala vida
LUISA deshonrarme., que me niega
¡Ay, mamá! porque le sé sus milagros;
ya sé el papel que me queda
DOÑA PACA que hacer y mucho será
Ten ánimo, Luisa; esfuerza que a don Martín no convenza.
un poco ese corazón;
LUISA
cuando la ocasión aprieta
es preciso desplegar Pero mire usted que Eugenio
los recursos de la eiencia. es un hombre sin cabeza,
Todavía no desconfío ; no sabe lo que se hace,
pero si la cosa lleva y--.
mala cara, aquí no hay más
DOÑA PACA
sino hablar a ese babieca
de Eugenio, que está que bebe i Qué remedio! Ello es fuerza
los vientos. «ilir, hija, del pantano
de cualquier modo que sea.
LUISA
Vamos, sosiégate, Luisa;
¡Ay, Dios, qué pena!, tú no tienes la experiencia
no veo por dónde salir. de tu madre, y es preciso
que hagas lo que te aconseja
DOÑA PACA
por tu b i e n ; enjuga ya
Finges con él, y le cuentas esas lágrimas, serena
si todo nos sale mal un .poco esa cara; Ambrosio
que te hago casar por fuerza era precÍ60 estuviera
con un viejo que repugnas; ahora aquí para llamar
NI E L TÍO NI EL SOBRINO 191

fugci;io, f l u e el tiempo vuela EUGENIO


¿1 puede tardarse mucho
¿Y cuántos eran
veiiii't ¡ c °J»o la enreda
lo» asesinos? Yo he visto
,1 diablo cuando uno menos
subir uno la escalera
I piensa! Cuantío se cierra
con una cara de hereje...
, puerta otra se abre; Yo iba bajando de prisa,
• „o fuera mi experiencia... di con él un tropezón
Ten á n , m o : n 'J a < ^ demonio por mirarle, y con tal fuerza
| c ,.ÍC coronel, que llega me empujó, que a poco más
pjra
rasfoiuar mis planes voy rodando hasta la puerta
illa de un millón de leguas. de la calle,
funntos se han ido y no han vuelto,
v ¿.] vuelve, maldito él sea. LUISA

LUISA j Áy! Ese es


mi tirano.
K¡orI, mamá: por una parte,
,¡ yulimoe bien de esta EUGENIO
impenda, '^ cabo, aunque
me cíise con un tronera, Sí, pues buen»¡
facha tiene el angelito.
no doy la mano a un emplasto
¿Y ha visto usted la pelea?
<lc viejo...
¿Se ha defendido mi tío?
DOÑA PACA ¿Le mataron sin defensa?
¿Dónde está su cuerpo, eh?
Calla. que llega
.iltnno. LUISA
(Se acerca a la puerta y vuelve.)
Mayor desgracia me espera.
Es Eugenio; a tiempo
¡Ay! Eugenio, si usted tiene
viene: Luisa, ten firmeza;
alma, honor, delicadeza,
yo i»e voy; te dejo sola: socórrame usted, socorra •>
ciiiilado cómo la enreda?. (Vase.) usted, ; ay!, a una doncella
sin amparo, una mujer
infeliz, que a usted se entrega,
que no tiene más consuelo
ESCENA VII que usted, y que le confiesa
a usted la triste pasión
EUGENIO. LUISA
qtie para aumentar su pena
ha tenido que guardar
EUGENIO
en silencio
1.1' mataron, estoy cierto;
EUGENIO
imir.ió, como si lo viera.
Luiría (y ¿I no está a q u í ; ¿Con que es cierta
•liii-d» el tío en la refriega), la invierte de Barandilla?
-cñora, ¿está usted llorando? Usted teme que le ofendan,
>" me da a mí menos pena; como ha muerto sin testar,
'"i- no ha sido culpa m í a ; mis parientes : ¡ suerte adversa !
><' • lúen quise... }>ien quisiera., No veo remedio ninguno.
talierlo estorbado; él Voy a pensar... (Se lleva la mano a la
•"' buscó el riesgo; me pesa [frente.) Piensa, piensa...
'I11'" te hayan muerto. ¿Y sobre qué he de peusar?
(Dándose un golpe en la frente.)
LUISA
Métase usted en la bodega;
Eueeuito! yo no encuentro otro recurso;
•A > : cielos! al sótano antes que vengan;

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OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

voy por las llaves. ¡ Ambrosio ! EUGEKIO

(Gritando.) Bien dicen que nunca sale


Sí, iLuisita, a la bodega aquello que uno se piensa.
LUISA Conque... ¿otro?

Calle usted, por Dios. Eugenio: LUISA


lo que más nos interesa
es el silencio. No, Eugenio;
es con él con quien intentan
EUGENIO casarme, y preferiría
¿Y por qué? arrojarme de cabeza
a un pozo primero que
LUISA darle mi mano por fuerza.
Por Dios, Engenito, atienda Nunca, jamás, n o : la llama
usted a ío que yo digo; que en mi pecho se alimenta
no se aturda usted, si intenta no es por él, Eugenio m í o ;
favorecerme. perdóname si yo ciega,

EUGENIO
(Se pone de rodilla
puesta a tus pies, te declaro
Es preciso mi pasión, pasión eterna
gritar para que me entiendan; digna de ti y de mi misma
perdone usted, siga usted;
que todo nú pecho quema.
; que siempre a mí me suceda
Sácame, Eugenio, de a q u í :
lo que a ninguno en el mundo
condúceme adonde quieras:
le sucedió! ¡Qué tragedia'
mírame, Eugenio; tu Luisa
LUISA por su dicha te lo ruega. .
¿Me amas, di?
Óigame usted.

EUGENIO EUGENIO

Sí, ya oigo, i r a me pensaba


ya todo yo soy orejas. yo que era así: la doncella
me lo dijo. Luisa raía,
LUISA
levanta, y haz lo que quieras
Ya sabe usted que su tío de mí. (Será menester
me ama, que con finezas ahora casarme con ella
se ha esforzado a merecer para cumplir por mi tío.
de mí igual correspondencia. como ha muerto.) Sí, que venga
y que mi madre también... el cura, pronto, corriendo;
EUGENIO vamos, vamos a la iglesia.
Te quiero más.
(¿También ha muerto la vieja?
Me lo pensé.) LUISA

LUISA 1 Que dichosa


Sabe usted, soy al oír sus ternezas!
me quiere casar por fuerza. Otra vez vuelve a mi alma
la esperanza; sí, ya empieza
EUGENIO mi pecho a estar más tranquilo,
Yo creí que con mi tío, vamos, Eugenio, ¿qué esperas?
y es con otro... otro que tenga
EUGE'MÍO
más... más...
('Pues, señor, viva el ingenio.
LUISA
Saqué bien las consecuencias.)
Calle vtsted, Yo no espero nada; vamos,
le contaré mis tristezas. que pongan la carretela:
NI E L TÍO NI EL SOBRINO

u s lacayos, los cocheros, EUGENIO


, . c nada6, las ¡doncellas,
Y tu madre.
i ; mozos cíe cuadra, todos
,. nere.-;ario que vengan. LUISA
Vamos Luisa, ¿llamo?
¡ Qué cabeza!
(Va a tocar la campanilla
Si no es eso. Eugenio mío,
LUISA ¿Cómo juzgas que quisieran
¡ Eugenio! unirme a tu tío entonces?
Tfi has perdido la cabeza; ¿Si mí madre no viviera,
tranquilízate; ¿te olvidas quién había?...
,(,. cómo estamos, no piensas
EUGENIO
,|ue ;erá preciso que
nuestra boda sea secreta? ¿Conque vive
y es solo que te chanceas
EUGENIO por divertirte conmigo?
•\h! Sí. es verdad, por el luto ¿Y luego, cuál es la pena
, y tío; las papeletas que tanto te aflige?
,|e «u entierro es lo primero
que hay que hacer. LUISA

Conque
LUISA
¿no entendiste?
¿Qué papeletas?
EUGENIO
EUGENIO
3Ni una letra.
V también las de tu madre.
LUISA
LUISA

¿Te burlas? (¡Ay, qué chaveta! Tú no me quieres, Eugenio.


.Si éste nos ha de valer, EUGENIO
suy perdida.) ¿Me desprecias?
Conque, ¿no ha habido pelea,
EUGENIO y el tío vive?
¡ Despreciarte, Luisa mía!
LUISA
\»: ¿ino pienso en las reglas
que viviendo en sociedad Ese es
manda guardar la etiqueta; el mayor mal que me aqueja.
abura esta casa es mía,
EUGENIO
y yo soy quien manda en ella
desde la ¡muerte.,. Su vida o su muerte, ¿cuál?
Vaya, dime lo que sientas;
LUISA
explícate de una vez.
¿Qué muerte?
LUISA
EUGENIO

La de mi tío, ¡friolera! Eugenio, lo que desea


tu Luisa en tanta desdicha
LUISA es que a sacarla te ofrezcas
'íes si no ha muerto tu tío. de aquí ahora, y más que luego
suceda lo que suceda.
EUGENIO ¿Te decides?
¿tomo que no? ¿Pues tú misma
EUGENIO
•"> me has dicho que murió?
¿A sacarte?
LUISA Vaya, bien, eso no cuesta
¿Yo?
'nueho trabajo; ya caigo,
194 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

el tío salió, y tú intentas EUGENIO

saber lo que ha sido de él. YH está aquí; ya me cogió;


tropecé; malditas mesas.
LUISA (irritada)
No. ¡Jesús y qué tontera! LUISA

Quiero casarme contigo A q u í ; loma esa casaca;


y no con tu tío» escóndete aquí y espera
ahí, detrás de esas cortinas;
EUGENIO
cuidado cómo resuellas.
Dijeras
eso mismo hace una hora,
y al momento te entendiera.
Vaya, vamos. ESCENA VIII

LUISA
EUGENIO. LUISA. DOÑA PACA
Es preciso
que aquí ninguno me vea (Entra por donde Eugenio va a esconda
salir contigo de casa,
EUGENIO
y que busques la manera
cíe disfrazarme. Me pisó,

DOÑA PACA
EUGENIO
Quítate de ahí.
¿Un disfraz? (Luisa, pon cara risueña,
Bien pensado; pronto, ¡ e a ! , que viene.
ponte mi frac, mi sombrero,
(Se quita el {rae y el sombrero y se lo
pone a Luisa) ESCENA IX
que voy a salir afuera
a quitarme el pantalón, LUISA. EUGENIO. DOÑA PACA. DON MARTÍN,
me voy a quedar en piernas;
DON MARTÍN
no importa, tú eres primero;
es menester que le vengas Señoras, vuelvo.
conmigo; yo con la capa
LAS DOS
me embozaré; es cosa hecha...
¡Ayí, que sea enhorabuena,
LUISA
DOÑA PACA
i'Ay, Eugenio' Ven, despacha.
¿Salió usted bien? Y don Carlos,
EUGENIO ¿ha quedado en la palestra?
¿Que me despache? ¿Ha quedado usted en paz?

LUISA
DON MARTÍN (desde fuera)
¡Ay, mi don Martín, qué pena!
Esas velas,
que no se las coma el gato; EUGENIO (sacando la cabeza)
hoy quiero yo ver la cuenta. ¡Le ha llamado su Martín!
LUISA
¡Está loca!

¡ Ay, que viene don Martín! DOÑA PACA

Eugenio, escóndete, vuela. J Si supiera


(Eugenio, sin frac ni sombrero, huye por un usted cuánto me costó
lado y por otro sin saber adonde ir, y tro' contener a Luisa! Apenas
pieza contra una mesa. Luisa le pone el entró el moro, que venía
sombrero, le echa la casaca encima y le mete de parte del buena pieza
dentro de la alcoba.) de don Carlos...

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NI EL TÍO NI EL SOBRINO

DON MARTÍN DON MARTÍN


Doña Paca, i Ah, el turco! Pues está buena
don Carlos en la contienda la equivocación; el moro ;
ha portado como hombre; ¿quién diablos había, así, a tientas,
ai la
vo le P '« Primera de atinar por ese nombre?
«tocada; me repuse, (Será menester a éstas
respondiéndole en tercia decirles que estaba el turco.)
] e desarmé; es todo un h o m b r e ; Ya le dije buenas frescas;
vo le estimo, y él me aprecia; le hice callar.
m e debe la vida.
DOÑA PACA
DOÑA PACA ¿Conque estaba
¿Y qué allí ese turco? ¿Y qué señas
<¡;jo el moro? tiene, que dicen que asusta
con su cara y la presencia
RON MARTÍN que tiene de un tigre? ¡Ay, Dios!
Mi destreza Luisa y yo estábamos muertas.
v nii calma me valieron. DON MARTÍN

LUISA Pues yo con mi sangre fría


le dije que se pusiera
¿Y el moro?
en vez de Carlos, y ese
DON MARTÍN de quien tantas cosas cuentan,
cuando me vio puesto en guardia,
¿Moro?
calló y usó de prudencia.
DOÑA PACA
DOÑA PACA
Esa fiera ¿Conque el turco estaba allí?
que usted, recelaba tanto, ¿Lo ves, Luisa, cómo era
que me tiene casi vuelta el turco? ¿Es alto?
la cabeza.
DON MARTÍN
DON MARTÍN
Es xtn hombre
¿El moro? más largo que la Cuaresma;
la cara ancha, ojos grandes,
DOÑA PACA unos bigotes de media
Sí. vara, mirada de Herodes,
Ese moro que amedrenta cejijunto, y unas fuerzas..
con solo verlo,
DOÑA PACA
DON MARTÍN (Ese picaro de Ambrosio
Señora, DON MARTÍN
u*l"(l pienso que está fuera
¡ Como un jayán; con cualquiera
'e su juicio i usted delira;
cuando va él por la calle
«s!c con el moro, y vuelta
,,,n que le mira o le tropieza,
íl moro.; usted sin duda
aunque le pida perdón
"o sabe lo que se pesca.
ya se sabe que la enreda;
'Qué moro ni qué ocho cuartos?
pero conmigo, señora, :
DOÑA PACA esos matones encuentran
la horma de su zapato;
El moro de la pendencia.
ya me conocen ; ¡ me tiemblan!
LUISA DOÑA PACA
^ padrino de don Carlos. Conque ¿tuvo miedo el turco?
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

LUISA DOÑA PACA

' ^ a respiro.) Martín mío, ¡ Ay, Jesús !... ¡ Qué más quisiera
por Dios que no vuelva usted yo que saberlo de fijo!
a enredar otro conflicto; Pero no se burle usted;
tenga usted piedad de mí no vive, 110; i pobrecito !
si me tiene algún cariño. Está ya comiendo tierra,
y usted, don Martín, ha visto
DOÑA PACA
mi fe de viuda; ¡ infeliz!,
De una viuda y de una huérfana? le perdió su genio vivo;
sí, por Dios, don Martinito. quien busca el peligro, i a y ! ,
(No me paga Ambrosio el susto muere al cabo en el peligro;
aunque se volviera mico.) dicen verdad.
¿Conque don Carlos y usted
LUISA
han quedado tan amigos?
( ¡ Ay! ¡ El es!
DON MARTÍN ¡ Ay, mamá !)
Eso es claro: más que nunca
DON MARTÍN
después de este desafío;
me debe la vida; pero, (Será preciso
señoras mías, es preciso ir despacito, no sea
que esto quede entre nosotros que las mate el regocijo.)
y que íii el más leve indicio ¿Y si yo dijera a ustedes
haya del lance; los hombres que hace poco que le ha visto
se baten sin meter ruido; uno que ha vuelto de América
el que va al campo es valiente, que es amigo suyo y mío,
y el vencedor y el vencido y que le ha dejado allí
quedan iguales; así, bueno y sano, y con designio
lo que aquí a ustedes he dicho de volverse por acá;
por fin, que se halla aquí mismo,
sobre el combate es forzoso
que yo le he visto y le he hablado?
no volver a repetirlo;
pudiera ofenderse Carlos, DOÑA PACA
no que a mí me importe un pito 5
¡Don Martín! ¡Juan está vivo!
pero no es del vencedor
(No hay duda, Luisa aquí está.^
noble insultar al vencido.
¿De veras?
¿Están ustedes? Conque,
silencio, yo lo suplico. LUISA

DOÑA PACA ¿De positivo?


Por mí nada se sabrá. DOÑA PACA

LUISA ¡Bendito Dios! Conque, ¿fué


mentira lo que se dijo?
Pues yo nunca a nadie digo
Ya tienes padre, hija mía.
esta boca es mía.
¿Pero cómo? ¡Qué delirio!
DOÑA PACA ¡Ay, don Martín de mi alma!
Y yo No puede ser; ¿mi Juan vivo?
sé muy bien guardar sigilo. ¿Pues no murió en el Callao?
(Voy a hablarle de Renzuelo.) ¿No lo dijo así aquel chico
Bien lo decía mi marido, alférez que al lado suyo
que, a pesar de todo, nunca le vio caer? ¿No han venido
guardó secreto conmigo. cartas que nos lo afirmaban?
¿Y, en fin, hasta el cura mismo
DON MARTÍN que me dio la fe de viuda?
¿Qué diría usted, doña Paca, ¿Y ahora está Renzuelo vivo?
si estuviese don Juan vivo? (Vete, Luisa; busca a Eugenio.)
NI E L TÍO ] EL SOBRINO 197

DON MARTÍN DOÑA PACA

p u e s ahora yo le afirmo No vuelvo en mí...


usted que vive don Juan, ¿Quién dijera?...
/Ya es necesario decirlo
DON MARTÍN ffl Luisa)
iodo.)
Vaya, un mimo
DOÑA PACA (a Luisa)
de usted pondrá todo en orden;
(Salte y que te lleve pero ¿por qué esos suspiros?
adonde pueda ahora mismo.)
LUISA
LUISA
¡Ay! Calle usted, que no puedo
• \v! Mamá, ¿ será verdad? hablar: ¡siento un sudor frío!...
DON MARTÍN
BON MARTIN
La sorpresa.
Y efitá aquí en Madrid, y ha sido
el que en esta jaranilla DOÑA PACA

me ha servido de padrino. ¿Y dónde está

DOÑA PACA DON MARTÍN

;Y fué aquel que usted creyó Yo voy a verle ahora mismo.


qut era el turco? Está aquí en este café
del lado.
DON MARTÍN
DOÑA PACA
Pues el mismo.
¡ Oh, Dios ! He sentido
la campanilla; él será.
DOÑA PACA (a Luisa)

(Vet<í, Luisa.) (Luisa se echa a llorar.) DON MARTÍN (asomándose a la puerta


[ ¡ Cómo llora. El es.
la pobre de regocijo!
LUISA (corre precipitadamente a la
(Me lleva el demonio, vete.)
alcoba)
DON MARTÍN ¡El es!
Y ahora ya con su permiso DOÑA PACA
me casaré con mi Luisa.
\amos, ya papá está vivo. ¡ Qué martirio!
\'o llore usted; ese llanto EUGENIO (abre la puerta y mira)
(Tomándole las manos a LuisaJ
yo lo enjugaré, ángel m í o ; ¡Qué bulla! ¿Qué ee? ¡Aquí vienen!
y no paja de mañana, Cierro, que me mira el tío. (Cierra.)
mañana, sí, verifico DON MARTÍN
mi lasamiento. (A doña Paca.) Esta noche
verá usted a su marido. Huyan ustedes; escóndanse
ahí en la alcoba.
DOÑA PACA (con sobresalto)
LUISA y DOÑA PACA (empujando la
'.Y si él me de&precia y no puerta)
quiere hacer la paz conmigo? i Eugenito I
(Doña Paca y Luisa gritan y huyen por
DON MARTÍN
la puerta del fondo)
«o queda de mi euenta;
DON MAKTÍN (volviendo)
y° ya sé cómo avenirlo
a lodo. Que viene.

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198 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

: ESCENA X DON MARTIN

DON MARTÍN. E L CORONEL A gentes más allegadas:


examina bien, Renzuelo,
DON MARTÍN toda tu vida pasada,
y mide con juicio recto
Le cuento todo,
las relaciones que te atan
y así me caso tranquilo,
a la sociedad; entonces
(Entra el Coronel)
socorre con mano franca
CORONEL los seres a quien privaste
del fruto que les tocaba.
Hombre, te marchaste t ú ;
Piensa, Juan, piensa en los tiempos
don Carloa. fue por la capa;
de tus mil calaveradas,
me dejasteis hecho un zote,
que la mancha de tu vida
y así, me he vuelto a tu casa.
ahora puedes borrarla,
Noto que estás pensativo;
3' probarás las dulzuras
¿qué haces ahí hecho una estatua?
que te tengo reservadas.
DON MARTÍN Mira, Juan, que no es a mí
a quien debes y no pagas.
Tú, Juan, eres hombre honrado;
debes perdonar las faltas CORONEL
a quien las tuyas perdona;
por ley divina y humana ¿Pues a quién demonios debo?
estás obligado a eso. ¡Qué seres ni calabazas!
¿Ni qué examen de conciencia
CORONEL para encontrar una mancha?
¿Qué relaciones son ésas,
¿De cuándo acá, Martín, hablas
ni qué mil calaveradas?
como padre de misión?
Explícate, j)ues. ¿Qué faltas Revienta.
son esas? A nadie debo; DON MARTÍN.
ninguno me debe nacía;
ni ofendido ni ofensor, Tú ya tae entiendes:
espero lomar venganza; pero eres terco, y te aguantas.
sin parientes en el mundo, CORONEL
ni me ríen, ni me ladran.
Conque un hombre como yo, Perdemos las amistades
solo... si no te explicas.

DON MARTÍN
DON MARTÍN

Mide tus palabras, Pensaba,


que tal vez Le está escuchando mi querido Juan lenzuelo,
quien pudiera contrariarlas, merecerte más confianza,
Antes que le las presente
CORONEL prométeme perdonarías,
¿A que eres tú, Barandilla? CORONEL
Pues mira, están perdonadas,
y ahorrémonos el trabajo Martín, ¿qué misterio es éste?
de decirlas y escucharlas. Repito están perdonadas,

DON MARTÍN
DON MARTÍN

Tú nunca me has ofendido Yo pensaba sorprenderte


más que En algunas palabras, con mi nueva desposada,
como... para que el gozo del día
te hiciese olvidar la causa
CORONEL que te obligó, con razón
¿Y a quién con las obras? o sin ella, a abandonarlas;
NI E L TÍO NI EL SOBRINO 199

_.„ viendo es imposible ¿será tan dura tu alma


e l l silencio se efectuara que al llanto de la inocencia
este plan-' se cierre, y en la desgracia
CORONEL
mires tu esposa y tu hija
sin querer, no ya auxiliarlas,
O tú hablas griego siquiera reconocerlas?
estoy. Barandilla, en Babia.
Hombre, ¿por qué me enjaretas CORONEL
e¿a relación tan larga,
¿Tienes mi familia en casa?
sin pies ai cabeza, pero
(Está loco, y su manía
(iue a mi ver nunca la acabas?
será preciso aguantarla.)
DON MAHTÍN
DON MARTÍN
Juau, extraño la frescura
¡Hola! Conque ¿ya confiesas?
con que mientes en mis barbas.
Aquí están.
CORONEL
CORONEL
Martín, ¡ vive Dios!, te mato
i Quiero abrazarlas!
» me dices de quién hablas,

DON MARTÍN DON MARTÍN

¿Las perdonas? Yo lo más que puedo hacer


es ayudarte a buscarlas.
CORONEL
(Va hacia la alcoba y abre.)
Voto a sanes; ¡Canario! ¿Dónde se han ido?
Jico que están perdonadas.
CORONEL
DON MARTÍN
Martín, ya basta de chanza,
¿Me das tina? que yo no tengo mujer.
CORONEL
DON MARTÍN
Y también dos.
¿Ya vuelves .a las .andadas?
DON MARTÍN j Relíamelo ! (Voy al retrete,
que allí están y me olvidaba.)
¿Perdonas a doña Paca?
(Vuelve a la alcoba y supone que detiene
CORONEL a doña Paca, que iba a escapar.)
l'nes haz ementa, Barandilla, CORONEL
que hasta ahora no has dicho nada.
Vaya, no hay duda, está loco.
DON MARTÍN
DON MARTÍN (dentro)
¿•-unió que no? Tu mujer ,
y lu luje, desdichada, ¿Dónde va usted, doña Paca?
l;t- dos, a no -ser por mí, Ya el hombre está arrepentido ;
ya estuvieran enterradas. vamos a abrazarle.
'VTO si Iafi niegas.. Juan, CORONEL
•i nenes tales entrañas
(
l»e niegas a una hija tuya... ¡Calla!

CORONEL DON MARTÍN

Cuidado que estás machaca: i\To se me resista usted,


i Qué hija ni qué demonio! doña Paca; vamos, vaya.
¿Lo ve usted, buena señora?
DON MARTÍN Más blando está que una malva.
" a sta a las fieras ablanda Yo y mi madre te pedimos,
*•'' llanto de sus cachorros; (Se arrodillan delante del coronel)
200 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPKOÍs'CEDA

rendidos aquí a tus plantas, DONA PACA


que la perdones, y que
(Los cogieron. ¡Ay mi Luisa!]
me des tu bendición santa
para casarme con Luisa. CORONEL (atónito)
CORONEL Este ha salido por magia,
¡Mi bendición! Pues tomadla,
EUGENIO
caballero, yo os la otorgo.
Suelte usted, suelte usted^ t í o :
DON MARTÍN
i a y ! , i ay!, que he perdido el habla.
(Tirándole de la mano a la vieja.)
DON MARTÍN
Hinqúese usted, doña Paca.
Maldito, dime, ¿en qué enredos,
CORONEL en qué peloteras andas?
¿Y esta señora es mi esposa?
EUGENIO
DON MARTÍN (levantándose)
Yo no, por culpa de Luisa .
¿Tendrás valor de negarla
como tal en su presencia? DON MARTÍN

i Qué iLuiea ni qué azof aifas!


CORONEL
¿Y es con ésta con quien casas? EUGENIO

DON MARTÍN Sí, señor, por Luisa ha sido.

No te burles, Juan. DOÑA PACA

CORONEL (i Ay, hija mía de mi alma!


Este loco va a acabar
¿Y usted
de perdernos.)
para engañar a este maula
se ba servido de mi nombre? CORONEL

DON MARTÍN ¿En qué flaneas


Háblele usted, doña Paca; andas metido, Martín?
confúndale usted ; ¿ qué hace
DON MARTÍN
usted, sin hablar palabra?
(En este momento entra Eugenio-, haciendo El demonio que las arma
abrir de golpe la puerta que va a la esca- con «ste maldito aquí.
lera y corriendo precipitadamente.) Di (a Eugenio), Lucifer, ¿de quién liablí-?
¿De qué ILuisa?

EUGENIO
ESCENA XI
De la hija
DON MARTÍN. EL CORONEL. DOÑA PACA. de... Yo, que me la llevaba
EUGENIO
porque ella me dijo...
EUGENIO
DON MARTÍN
Aquí eetá; caí en el lazo;
¡ Infame!
(Va a huir por otro lado y tropieza con
Yo te he de romper el alma.
don Martín.)
me persigue la desgracia. CORONEL

DON MARTÍN (deteniéndole por el brazo) Pero déjale que hable.


¿Dónde vas, demonio, di, (Entra don Carlos con Luisa toda ffeniu**
o te echo por la ventana? y contra su voluntad.J

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NI E L TÍO NI EL SOBRINO 201

ESCENA XII DON MARTÍN

¿Pero es éste su marido?...


DON MA,m'N- E L COROÍÍEL
' DOÑA PACA.
EUGENIO. D O N CARLOS. LUISA
CORONEL

DON CARLOS ¿Qué marido? Martín, calla;


estas señoras querían
Esta señorita estaba
ver el fondo de tus arcas,
en el portal con Eugenio,
y se han engañado bien,
que trataba de llevarla
i dar un paseo nocturno; DON CARLOS
Y Eugenio, como se espanta
ie cualquier cosa... Sucedió lo que peneaba,

DON MASTÍN EUGENIO

¡ Tunante! ¡Por vida de...!

EUGENIO LUISA

jeñores... yo... ¡Madre m í a !

CORONEL DOÑA PACA

Martín, basta; Ya no hay más que pecho al agua.


deja al señor proseguir,
í; Madre e hija, par de maulas DON MARTÍN

má» completo!) Si no pierdo la cabeza...


Ese Ambrosio, ese canalla,
DON CARLOS
¿dónde está, que es el autor
Pues prosigo. sin duda de estas patrañas?
Dejó Eugenito a su dama, ¡Ambrosio, Ambrosio! ¿No oyes?
•e aturdió y echó a correr;
yo, viendo a Luisa asustada, CORONEL
la he hecho volver, aunque creo Déjate un momento, aguarda,
que esta vuelta no la agrada. que voy a buscarle yo.
(Vase.)
DON MARTÍN

(Volviéndose a doña Paca) DON MASTÍN


íY qué quiere decir esto,
¡Jesús, Jesús, qué jarana!
«lona Paca o doña diabla?
¡Pero a dónde iba usted, Luisa?
DOÑA PACA (con enfado)
LUISA
^o no sé.
Perdone usted...
EUGENIO
(Yéndose a poner de rodillas.)

"">' desesperado y meneando la cabeza.) DOÑA PACA (deteniéndola)


¡Por vida de..,! Hija, calla;
vamos de aquí, ven conmigo.
DON MARTÍN
(Con ironía y descoco.)
Expliqúese usted. ¡Caramba!
Señor don Martín, mü gracias.
DOÑA PACA

Ambrosio tiene la culpa,


5' para haca- cuentas claras,
'friere decir que yo soy
Un
a mujer desgraciada.
202 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPKONCEDA

ESCENA ULTIMA DON MARTÍN

DON MARTÍN. E L CORONEL (trae cogido de una ¡Qué horror! ¡Qué vergüenza, eh¡
oreja a Ambrosio). DOÑA PACA. EUGENIO. D O N
Fuera al punto de mi casa.
CARLOS, LUISA. AMBROSIO
¿Qué dirán de mí en Madrid?
Mañana me escapo a Francia.
CORONEL
LUISA
¡ Galopín!
i Ay! ¡ Perdón!
DON MARTIN
DOÑA PACA
Picaro, dime...
Fuera, sí, vamos;
DON CARLOS repito que muchas gracias,
(Hace ademán de irse, y don Martín la „._
Veamos esta maraña fuertemente de un brazo para detenerla)
hasta dónde va a parar.
DON MARTÍN
DON MARTÍN
Aquí, bruja, vieja infame,
¿Di?... que te vas con las alhajas.

CORONEL CORONEL
Desembrolla esta Irania : Déjalas ir.
di, ¿quién son estas mujeres?
DON MARTÍN
AMBROSIO
Me costaron...
(Me perdió mi confianza;
cuando ya me iba a escapar CORONEL
me echaron el guante.)
Déjalas ya que se vayan.
(Van$t.¡
DON MARTÍN

Habla. AMBROSIO

Yo, señor, pido perdón


CORONEL
a vuecencia de mis faltas.
Y ú no, te doy tormento.
EUGESIO
AMBROSIO
¡Por vida de!... Me atraparon.
Son madre e hija: dos damas... i He perdido una muchacha!

DON MARTÍN DON CARLOS

Sigue, pillo; di quién son, ¿Lo ves, Martín, cómo tuvo


o te hago echar a las armas. el fin que yo te anunciaba?

AMBROSIO CORONEL

Son hija y mujer de nn hombre Barandilla, ten presente


que sirvió a mi Grande de España, esta lección, aunque amarga.
y se llamaba Renzueío, «Viejo que casa con niña,
como este señor se llama. o lleva víctima, o maula.»

FIN
0OR VENGA SUS AGRAVIOS
DRAMA ORIGINAL EN CINCO ACTOS Y EN PROSA
POR

DON LUIS SENRA Y PALOMARES

P E R S O N A S

DON* CLARA BE TOLEDO, Marquesa de Palma. TERESA, demandadera.


jj(l>- ALVARO BS MENDOZA. OTAÑEZ,
LÜNM: VE PIEOIUHÍTA. FORTUNA.
\)0S I'EUHO FlGUEHOA. BEATHIZ.
fmí RAFAEL. DOROTEA.
I'iciitco. MARGARITA.
ROBLEDA, CHAMOCHÍN y cuatro músicos que hablan.
RADONES. VIEJAS que hablan,
MfZQL'lZ. DON PONCE y caballeros que hablan.
FELII'E IV, Rsy, a los dieciocho años, Una criada, convidados, monjas, una novicia,
CO.MIE DUQLE »E OLIVARES. un ujier, una tapada.
AHIDKSA.

ACTO PRIMERO ílos perros herejes, y no creía tener lauta


dicha esta mañana.
CUADRO PRIMERO
MENDOZA
ESCENA PRIMERA
Pues no, amigo, no todo han de ser asaltos,
f.7 ¡¡urque del Retiro, al pie de palacio; una duelos, ni alarmas, y alguna vez ha de trocar
'<;!!f fie árboles, DAMAS que pasean; varios uno el lecho campal iluminado por las es-
túrralos de GALANES; algunas TAPADAS, trellas por la cama, aunque estrecha en eom-
MENDOZA paración, más blanda y acomodada. Yo, por
ahora, me he propuesto vestir seda en vez
MEKDOZA (a unas tapadas)
de hierro, beber vino en lugar de cerveza, y
\ [M?-ar de ir tan tapada, mal podéis encu-
ceñir la espada mejor que blandir la pica.
'•'ir vuestra hermosura.
PACHECO
TAPADA
Tienes razón, y ya estarías harto de aquella
''jl;ín sois, pero tened en cuenta con lo que
vida, pero... ¿Cuándo has llegado?
-j'i'is, y no ,5Í«áis más (vanse).
MENDOZA
MENDOZA
Ayer mismo; y antes, como se suele decir,
•'i tenia tal intención. {Pacheco llega pre-
de quitarme las espuelas, h e venido al parque
'-'Puado a Mendosa y le abraza.) Pacheco,
esta mañana a recordar aquellas felices en
.'•uánlo me alegro de verte!
que tantas y tan buenas aventuras corrimos.
PACHECO Te aseguro que este parque y las mañanas
•>0 nie alegro yo menos; y por cierto que de mayo han sido cosas que nunca he podido
acia en Mandes ocupado en domar aque- olvidar.

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204 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

PACHECO CABALLERO SEGUNDO

Lo creo; en Flandes como no hay mes de Montaraz.


mayo,,,
CABALLERO TERCERO-
MENDOZA
¡ Un pobre hidalgo que no tiene sobre 4*
Allí hace un frío en este tiempo, que a caerse muerto, con más vanidad. .!
estas horas por la calle no andan máe que
MENDOZA
perros o soldados. Pero, hablando de otra
cosa, tú conocerás todas estas muchachas : ¿ha Sí, para eso me ha llamado mi tío, Q»!^
habido muchas bajas? ¿Buenos reemplazos? casarme con mi prima Clara. Yo no la con*,
Vaya infórmame, porque yo te aseguro que co apenas, porque ella era niña cuando k
hasta ahora no he conocido a ninguna, y estoy me fui: y es lo mejor que no he pregunui
hecho un forastero en mi patria. aún si es fea o bonita,

PACHECO PACHECO

Pero creo que no tardarás mucho en hacer Te felicito por tu boda con ella : es bonib.
nuevos y útiles conocimientos, porque te vi, y, además, sus riquezas y el título de Marqiá
me parece, echar requiebros a un tapada... de Palma que te dará con su mano, te M»
drán en estado de hacer un brillante paprf „
MENDOZA la corte.
Sí; pura galantería : la costumbre de galán MENDOZA
y de soldado. Pasa una mujer, ¡qué diablos!,
algo le ha de decir uno. Pero te aseguro que Tal he pensado, porque al fin y al ab
vengo muy mudado de como fui. Tú sabes un segundón como yo no tiene otra sa!i¿
que entonces una mujer era para mí un ángel: que un buen casamiento, o un beneficio, i
ahora no ee más que un mueble cualquiera, sigue la iglesia. A mí me dio por la espié,
más o menos útil, más o menos incómodo. y como he reparado que con ella mejor *
alcanza un chirlo que le divida a uno las»
PACHECO rices que una buena renta, después de haba
gastado mi patrimonio, sin otro recurso p¡
Es decir, que ahora en vez de enamorarte
raí apellido y mi buena suerte, cansado de Iv
tú, las enamoras a ellas, y en seguida las
borrascas de la vida, me acojo al puerlo *
dejas sin misericordia.
guro del matrimonio.
MENDOZA
PACHECO
No, ni aún en eso pierdo el tiempo. Sí, para entregarte en mejor navio, y bb
(En un corro FIGUEROA y otros,) armado y provisto, al mar de la ambicia,
FIGLEROA (enojado) del poder y de la fortuna.

Caballeros, el que pronuncie el nombre de MENDOZA

esa señora, o siquiera hable de ella, lo hará Cabalmente.


con la espada en la mano para esperar mi
re-puesta. PACHECO

Y doña Clara de Toledo, Marquesa <Je #


CABALLERO PRIMERO
ma, es el mejor mueble, o escalón, que p**
Señor don Pedro, no os acaloréis, que no proporcionarte la suerte.
fué mi intención ofenderla: os vi en el bos-
que ahora poco . MENDOZA

Y por eso me caso con ella. Además, Wr


FIGUEROA
entendido que es una inocente, de car**
Silencio, 06 suplico. (Se pasea solo.) muy dulce, criada y educada en un confia
de donde ha poco que salió. Me tío a¡
CABALLERO PRIMERO
tutor; me ha asegurado que no sabe qoe ^
Es un gallego intratable. son galanteos, amigas, ni visitas, que *•>•
AMOR VENGA SUS AGUAMOS 205

él v al padre Rafael, confesor del Rey PACHECO (a Mendoza)


** • rio de l a s monjas con quienes se crió. Es extraño que no haya venido. Todas las
1 lada y n e c n a P a r a m^- ^ a vefi - •••> J° ve n5 mañanas viene a pasear con todo el aparato
• , según tú dices, Marquesa de Palma, de escuderos, viejos y damas de honor que
.¡jjiplecilla, y que se hará, por consi- corresponde a dama tan principal.
.«i<; rrntnaA... i v n t í i va r
a mis mañas..., ¡voto v a ! , que es ha-
{corrillo)
encontrado con la horma de mi zapato.
piitrnte-

bcr CABALLERO PRIMERO


PACHECO
Ved lo que decís, don Pedro, sobre «so, de
De modo qne cuando andes en coche, pri-
que no hay ley divina ni humana que autorice
„..n .'1 Rev y te llamen Su Excelencia el
a forzar la libertad de nadie. Habláis con un
- Marqués de Palma, habrá que echarte
calor que cualquiera recelaría...
^moríate para hablarte.
FIGUEROA
MENDOZA
Nadie recelaría, yo defiendo la justicia y...
Te auguro que después de tan malas noches
foniu be pasado en aquellas malditas dunas CABALLERO SEGUNDO
J ( Holanda, el agua o la nieve a la cinta, con-
¿Y fiáis en la voluntad de firmeza de mía
umlfl los minutos, y esperando un arcabuzazo
mujer?
(1)mo un amante la hora de la cita, te aseguro

qut
tengo vivas ansias de pisar alfombras y FIGUEROA
butiiÜr colchones de pluma. Por lo demás, y
Señor caballero, una mujer es capaz de tanta
n no se verificase la boda, ni se muriese la
voluntad como no podemos ninguno de nos-
¡nuehacha, que también me viene a mí por
otros imaginarnos.
linea recta su título en ese caso, quiere decir
qiK... a la guerra me lleva mi necesidad, como MENDOZA
,|iif la copla, si tuviera dinero no fuera en
Está el paseo delicioso y va cada vez vi-
itniarl. o iría de muy diferente manera.
niendo más gente,
'Corrillo donde está Figueroa.)
PACHECO
CABALLERO PRIMERO
Vente por este lado hacía el estanque y ga^
Aquel es (señalando a Mendoza),
¡antearemos un rato a las tapaditas de medio
FIGUEKOA (cuidadoso) pelo, que allí es el paseo de las aventuras.

¿V decís que viene a casarse con la condesa MENDOZA


de Palma, su prima?
Sí, vamos . pero no, que allí viene mi tío
«ABALLÍKO TERCERO (a otro, sonriendo) con el confesor del rey. Ayer noche no hice
más que verle un momento, y no quiero que
«No reparas que apenas puede tragar la
me tenga por un rapaz inconsiderado y sin
uliva?
seso.
CABALLERO PREWERO

' Í> sé de fijo ; su mismo tío, el conde de ESCENA II


Piídrabíta tutor de la joven marquesa,^ le ha
taha venir de Flandes con esa intención. DICHOS y el CONDE DE PÍEL>RAHITA y el
PADRE RAFAEL, que salen por una puerta
FIGUEROA de las de palacio. CORRILLO. FIGUEROA
I ero ese casamiento se verificará, o no, aparte hablando con el primer caballero.
**« ella quiera.
CABALLERO SEGUNDO
CABALLERO SEGUNDO
No lo dudéis, el buen Figueroa está loco
!l
ella no quiere, también. El tutor tiene de amor por ella.
«ívor en la corte; alcanzará del rey lo
CABALLERO TERCERO
7* mejor le acomode y forzará la voluntad
' a niña. ¿Y ella le quiere?
206 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CABALLERO SEGUNDO CABALLERO SEGUNDO

No hay duda. Mirad a Figueroa qué turbado se ha


en cuanto le ha visto y cómo se ha ¿"eslil
CABALLERO CUARTO
de nuestro corro.
Las mujeres son caprichosas. En medio de
CONDE
tanta brillante juventud ha ido a elegir un
hidalguillo gallego, vasallo suyo. Ved con qué Le miro como a mi hijo y es el esposo i¿
afán habla con nuestro amigo. (Señalando a tengo destinado a mi pupila Clarita.
Figueroa).
PADRE RAFAEL
CONDE (a Mendoza)
Desengañaos, Conde, doña Clara ha eletlt
¡ Hola, mala cabeza! No vendrás muy can- mejor esposo : yo la conozco bien y sé c n ^
sado del viaje cuando tan temprano has de- ella prefiere al mundo el retiro y el sile»t
jado la cama. del claustro. Su vocación, o yo me e n ^
mucho, o es verdadera sin duda alguna,
MENDOZA

(La fatiga es el descanso del soldado y la MENDOZA

costumbre de velar que traigo me hace des- Esa virtud de mi prima doña Clara nte ^
pertar antes de amanecer como si oyera el canta y me enamora sobremanera.
toque de alarma.
CONDE
PADRE RAFAEL
Cuando yo te lo digo..., es la tínica mujer*
¿Este caballero es el sobrino de que me ha- ra mujer propia. Yo convengo con su pita,
béis hablado alguna vez y que estabais espe- nidad en que la chica gusta más del retiro j
rando de Flandes? de la soledad que de saraos y bailes, peto ta
CONDE es precisamente la razón en que me fundo pi-
ra dártela por mujer,
El mismo, y en él os presento a don Alvaro
de Mendoza, capitán de los tercios españoles, MENDOZA
de cuyas hazañas habréis oído hablar en la ¿Y sabéis acaso si ella gustará de mí?
corte más de una vez.
CONDE
MENDOZA
¡Gustar de t i ! Clara no tiene más vohtíi
Humilde servidor de vuestra paternidad. que la m í a ; además que no entiende ella k
PADRE RAFAEL eso.
(El último escudero de la marquesa se actn
Servidor de Dios. Y a fe que no desmiente
a Figueroa; el conde y el fraile llegan despñ
su gallarda presencia los hechos que de él
a la Marquesa y la saludan.)
se refieren.
PACHECO
MENDOZA
Allí viene, esa es (a Mendoza, bajo i *
Agradezco la merced que vuestra pater-
nidad me hace. calándosela),

MENDOZA

ESCENA III El escudero aquel que se lia apartado a *


lado con aquel hombre, ¿no es de s" *•
LA MARQUESA con el aparato de comitiva. mítiva?
FIGUEROA se separa del corrillo procuran-
PACHECO
do hacerse notar de ella. Los CABALLEROS
hablan entre sí; lo mismo MENDOZA en i r
31.
el otro corrillo.
MENDOZA
CABALLERO PRIMERO
Parece que le da un recado; (ap***i
Vedla. Allí viene la marquesita de Palma sabrá la niña más de lo que se cree,
con toda su comitiva. a que es una cita amorosa.

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 207

OTAÑEZ (a Figueroa) mí que deben ser desgraciadas las personas


que necesitan ese bullicio del mundo para
,r i pe&pachad. Esta noche a las doce os
distraerse; sin duda tratan de atolondrarse con
' mi señora en la reja del jardín. No
su estrépito y olvidar sus pesares por vxt mo-
f,liéis. A***' mento.
FIGUEKOA
PADRE RAFAEL
•i las doce? ¡Oíd! No os vayáis tan pronto.
Doña Clara piensa como se debe: amar a
OTAÑEZ Dios y vivir para morir es la senda que con-
i,¡ a media noche por la reja del jardín, duce a la vida eterna.
,<Jió?. MENDOZA (aparte)
JIENDOZA (aparte)
Sermón tenemos.
\o hay duda : él la sigue con la vista y ella
CONDE
vuelto a mirarle : ¡buen chasco está para
Di
Sin embargo, doña Clara me hará el favor
«n novio,fJ
de mirar un momento con buenos ojos a src
CABALLERO PRIMERO
primo don Alvaro de Mendoza, que acaba de
OÍ doy la enhorabuena (a Figueroa, que llegar de Flandes y qme se ofrece por su ser-
lUehe id corro), vuestra tara manifiesta que vidor.
habéis recibido alguna buena noticia.
CLARA
FIGUEKOA
Me doy el parabién de tener tal caballero
(i- ¡necias de fisonomista, según v e o ; pero por primo mío,
.,; ;tronício que en adelante liagáis vuestras
observaciones en otro semblante que en el MENDOZA

;;u,i, ¿Me comprendéis.,.? (Vase). Y yo, señora, tengo por dichoso este ins-
MENDOZA (a Pacheco)
tante, puesto que hago en él tan ventajoso
conocimiento. Mucho, prima, me habían ala-
;.\o le conees? Pues sígnele e infórmate de bado tu hermosura, pero veo que han sido
quién es. Hasta luego, (Va&e Pacheco.) muy escasos los elogios y mezquina mi ima-
ginación,
CONDE
CLARA
b mejor rosa de mayo faltaba, y he aquí
•j'K viene a adornar nuestros jardines. Bien- Agradezco, don Alvaro, vuestra cortesía.
i'-nlda. mi querida doña Clara.
CONDE
CLARA
Todo eso está muy bien; pero es preciso
;£-te paseo de por la mañana me gusta que os tratéis de aquí en adelante con más
'.¡ni')! franqueza. Ya sabes, doña Clara, que tu primo
ha de ser, si hemos de hacer mi gusto, tu
PADRE RAFAEL
esposo.
(•- mi recreo saludable y la mejor hora para
•Ijr ararías al Criador y admirar sus maravilla,?. CLASA (aparte)

¡Suerte fatal!
CONDE

• l;i única diversión de que gusta mi que- MENDOZA


ría pupila.
Esa será para mí la felicidad suprema (apar'
MENDOZA (aparte) te) l Mala cara pone!

- Q»e proporciona un medio excelente de CLARA (aparte)


,,lr
"nn cita.
¡Y para mí la muerte!
CLARA
]
| CONDE
** a**guro, señor Conde, que vivo feliz sin |
c
«'idad de otros pasatiempos. Tengo para i Propiedad de todas las doncellas ponerse
208 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

coloradas y mirar al suelo cuando se las habla CUADRO SEGUNDO


de casamiento. Pero dejemos esto, que se ha
d'e tratar más despacio, y paseemos un rato. Calle: a la derecha del espectador^ el ce**
de un jardín con algunas rejas que van»"
PADRE RAFAEL a la calle. Es media noche, serena, aunnug
El rey debe salir de un momento a otro, poca luz.
y eí señor Conde no habrá olvidado que tanto
ESCENA PRIMERA
él como yo tenemos que acompañarle.
FIGUEROA, MENDOZA
CONDE

Estas caras inocentes que le hacen a uno ol- FIGUEROA


vidare© de todo..., pero tenéis razón. Tú, Clara,
No han llegado aún, y ya pasó la hora tu
ve y da tu acostumbrado paseo, y si no te in-
venida.., (Pasa al lado opuesto y mira porL
comoda puede acompañarte tu primo.
calle adelante.) ¡Ni un alma aparece! \(U
MENDOZA rabia! ¿Qué será en este instante de mi CW
¿Si esperará la seña convenida, fiel a sns k
Para mí será un placer si doña Clara se ramentos? ¿Quién sabe? ¡Ese capitán M^
sirve aceptar mi compañía. doza recién venido de Flandes! ¡ Estos mü.
CIARA (aparte) eos de Barrabás! ¿Si habrán errado la cj]|,t
(asomándose por el lado derecho. Sale Mendon
¡Oh, qué enojo! (alto). Bien, ¿por qué no? por el lado opuesto embozado).
Yo iré muy honrada con ella.
Voces dentro MENDOZA
¡ Plaza al rey! Dos vueltas he dado a la casa y las dos *i
Voces dentro balde. Sin embargo, ésta debe ser la bon
l Plaza ! El rey. del lance y por mi nombre que no he de
CONDE aguantar dado falso de un pájaro de primo
vuelo. Sepa yo en que paran los cuchichw
El rey viene. Adiós, doña Clara. de esta mañana, que, aunque cualquier snet»
PADRE RAFAEL
me sea indiferente, el averiguarlos todos a
importante a mis designios. Asalte yo el t»
Id con Dios, niña. tillo de mi ambición y siquiera sea por b
(Vanse ambos a recibir al rey,) escala o por la brecha. ¡Hola! ¿Quién n!
(a don Pedro, que aparece).
MENDOZA

Gran ventura es la mía esta mañana (a doña FIGUEROA


Clara). ¿Chamochín?
CLARA (aparte) MENDOZA

Que fastidioso e s : le aborrezco. La mía.,, Señor (aparte). Fingir y veamos.


Vamos, estoy tan poco acostumbrada al len-
FIGUEROA
guaje de la galantería, que apenas sé res-
ponder. ¿Dónde están tus compañeros? Pronto, «I*
vengan aquí. Toda la noche me tenéis re*
MENDOZA
gando de vuestra tardanza.
Vuestros ojos hablan por sí solos, y su
MENDOZA
lenguaje penetra en el corazón.
(Doña Clara echa a andar; Mendoza la sigue Por eso me he adelantado a tranquil*
galanteándola. La gente corre a ver salir al a vuestra merced y a disculpar nuestr»
Rey.) exactitud.
FIGUEROA

¿Cómo es eso? ¿Quieres insultarme, traw*


embustero? ¿Conque vienes sólo a &&**
que no cumples tu palabra?
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 209

MENDOZA ESCENA I I
ñoco a poco, caballero idos a la mano
Los precedentes, CHAMOCHÍN y músicos, y
c u m ple„., (Reportándose) que, aunque
después CLARA.
* i eov hombre honrado. Atrás viene la
milico, > r
e3tará aqul m u T pront0, (Oyese la canción)
k da y
Despierta, hermosa señora,
FIGUEROA
señora del alma m í a :
s-0 ¿¡timo te valga, porque, si no, lo pasas den luz a la noche umbría
i a fe mía. ¿Pero cómo tan tarde? tus ojos que soles son.
Despierta, y sí acaso sientes
MENDOZA tu corazón conmovido
Cosa muy sencilla. Que antes que ir con es que responde al latido
teníamos que dar serenata algo distante de mi amante corazón.
je aquí por un galán gentilhombre, a quien Oye mi voz.
debemos mucho y se nos citó más temprano. Oye mi voz.
Túdo podía hacerse como oirás noches; mas
FIGUEROA
en ¿ata, P o r a l t e ¿el demonio, cuando mejor
iba el concierto, engrescóse una de,.. I Atrás No viene: no se oyen sus pasos... áu vestido
)i ronda!, cuchilladas, cintarazos y ¡favor al blanco no raya en las sombras del bosqnecillo.
revi, ( l u e n a s t a u n í l n o r a después °S s *d° * m " (A los músicos con una seña.) ¡Silencio!
posible reunirse, ni...
CLARA (a la reja)
FIGUEROA ¡ Figueroa! ¡ Ce!
Ahí están: colocados en lo alto de la calle
FIGUEROA
v desde allí entonad la letra que esta tarde
<M di. (Vienen los músicos por la calle abajo.) i Clara! (corre a la reja y quiere echarse a
sus pies).
MENDOZA
CLARA
Se hará como mandáie. (Va a. irse.)
¿Qué vas a hacer, amor mío?
FIGUEROA
FIGUEROA
Atiende, Chamochín. Os iréis aproximando
despacio hacia este sitio y observaréis lo que ¿Eres tú, mi Clara, de quien ya me veía
os vaya ordenando. abandonado? Déjame besar tu mano y oprimir
con ella mi corazón. j H e padecido mucho en
MENDOZA poco tiempo!
Muy bien, señor (aparte). El es, no hay duda,
CLARA
pero juraré no perderle de vista (don Pedro
ie dirige a la casa. Hablando con el grupo, un No sé lo que dices, Pedro, no entiendo tus
músico se delanta) ¿Chamochín? Volved a la palabras, aunque me siento conmovida con
equina, y desde allí bajad despacio cantando ellas. Acaba de romper la serenata. Me tienes
'» letra que esta tarde os mandó aprender a tu lado más cariñosa que nunca, y sin em-
'1 señor don Pedro Figueroa. (Retroceden los bargo parece que dudas de mí. Sí, amigo mío,
•"¿«eos. Mendoza los sigue.) te he oído cosas muy amargas: hablas de
temores; ¿qué quiere decir? eso? Responde»
FIGUEKOA
FIGUEROA
Animo, esperanzas mías (observa.) El jardín
«la solo, no se mueve ni una hoja, solo per- ¡ T e m o r e s . . ! Siempre los he tenido, siempre
ita el murmullo de la fuente y el palpitar han andado conmigo enlutando mis alegrías.
' e n'i pecho (apoyado en la reja y pensativo). ¿Y qué otra cosa pudiera prometerme, yo
desdichado, tan lejos de tí por la fortuna que
me condena a adorarte por hermosa y a res-
petarte por señora de mi país nativo? ¡ Á h !
¿Por qué no valgo lo que tú vales?

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210 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CLARA han pronunciado mi nombre en la reja fh


acerca). (k
Ese delirio me ultraja, Figueroa; ese injusto
recelo desvanece mis ilusiones más queridas. MÚSICA Y CANCIÓN
Vienes a hablarme del rango y de las riquezas
de que soy esclava, cuando yo acudo a buscar La fl or mas pura y galana
en tus labios la ternura de una pasión. ¿Cuál que el abril fecundo adora
es el poder de la fortuna para que pretenda al despuntar de la aurora
separarnos? (con intención). Si es que tu llama perfuma el primer albor:
se resfría, podré compadecerte, pero nunca,,, pero es mil veces más puro
de tu boca el blando aliento
FIGUEROA si perfuma en torno el viento
No más, señora, no más; todo lo podéis tierno suspiro de amor.
conmigo, menos dudar de mi fe. Esa duda es Oye mi voz.
mucho mayor que mi sufrimiento y que mi Oye mi voz.
amor a la vida. Escucha, Clara, mil veces al
FIGUEROA
indicarte este dolor secreto que me consume,
y que preside a mis pensamientos, a todas mis ¿Qué es esto? ¿Quién viene?
vigilias, be sentido que ciertas palabras pro-
CLARA
fanarían quizá la pureza de nuestro amor y
mi lengua ha rehusado pronunciarlas, pero Son los tuyos que vuelven a cantar. Dcü.
hoy me conocerás que mi pecho no podía los, que estoy muy prendada del tono y <]t|
aguardar ya tan funesto depósito. ¿Recuerdas sentido de la trova.
el paseo de esta mañana?
FIGUEROA

MENDOZA (algo separado de los músicos para ¿Te sonríes, Clara, cuando tan atormentad»
escuchar a los amantes). me estás viendo?
Alarmado está el galán : el caso no es para
CLARA
menos. Oigamos a la inocente, a la simple-
cilla educanda. ¡Qué candorosas son las niñas ¿Y por qué no, ídolo mío? Demasiado trijle
a loe dieciocho años! ¡ Mal rayo! me ven todos los días. Me tienes muy eet-
morada para que lejos de tus ojos pueda alt-
MÚSICO PRIMERO grarme jamás. Cuando no te veo, ando p»
¡ Despacio va esto ! sativa en dulces imaginaciones de estar a tt
lado, de envanecerme con tu gallardía; j
MÚSICO SEGUNDO porque se te ocurra turbar el paraíso que luj
¿No conoces al embozado que nos dio la para mí en tu cariño, no tengo de sufrir J»
orden? la pena de tu desvarío. Te empeñas en »
estar contento con mis caricias; no me importa,
MÚSICO PRIMERO 7/0 estoy loca de júbilo en tu presencia. ¿N*
Esta es la primera noche que vine acompa- te parezco hermosa como otras veces?
ñando a Figueroa. Será algún deudo suyo,
FIGUEROA
MÚSICO SEGUNDO
¡Hermosa! ¡Ah, eí, más que nunca! Mi
Pregúntale, Chamochín, si nos vamos a acos- hermosa que lo es en mi fantasía el ángel 0*
tar que el fresquillo de la madrugada ure está te conduce a este sitio entre las sombras í *
pasmando el cuerpo. vapores de la noche. Pero tus bodas tó"
concertadas con otro,..
MÚSICO PRIMERO
CLARA
¿Ce? ¿Caballero? (a Mendoza).
•Fto
MENDOZA Eso tú y yo lo sabemos, esposo mío. i
olvidado el juramento? ¡Ah, Pedro! '(*[
Sí, cantad, acabad la letra, pero suavemen- a leerme en el fuego que ahora encieaílí ^
te (aparte). Estos mamarrachos, ei me descui- semblante. Tengo mi mano sobre tu cofl^
do, lo echan a perder todo, si no me engaño y no envidio .a una reina coronada.
A M O R V E N G A SUS A G R A V I O S 211

MENDOZA (aparte) que asistieses a esta reja? ¿Queréis decir,


v-nosos se h a n l l a m a d o . La f o r t u n a es m i meló? Porque a mí, según entendéis, la prí-
•> <>!! esta r o n d a . ¡ A h ! ¡ D o n P e d r o Fi<me- mera vista del capitán debía tenerme un poco
fUl'1 l
embelesada para pensar en otra cosa.
t One esa p a l a b r a e n v e n e n e tu aliento, ¡ T e
.,, ciclante de mi camino...! Retírate en FICÜEROA
jrf'J
par, porqnc si no. voto a los cielos, que me
L ilf servil' de alfombra. Clara, lo confieso, seré injusto contigo, así
lo quiere nv desventura: pero es preciso que
FIGÜEROA yo obedezca a la pasión c;uc hierve dentro de
mí, porque esa pasión así, caprichosa, ridicu-
i¡ esposa m í a . M e n d o z a debe de a d o r a r l e ,
la, pueril, si tú quiere;-, es la que me eleva
^¡•iiiie te lia visto u n a vez ese h o m b r e te
hasta la región en que iú habitas, y la que
¡si'ji, y el miníelo a q u e perteneces te va a
me ha hecho promesas eu tu nombre. Yo no
,-olu<M!" e n s u s brazos. J Olí, infamia! Primero
volveré a tu lado sin la confianza que ne-
j a iniierte que consentir en mi mengua y en
cesito.
m Jcliilidacl.
MKXDCZA (aparte)
CLAKA
¡Diablo con el buen Figueroa¡
Sosiégate, amado m í o ; calma tu frenesí, y
CLAHA
¿premie a estimar en m á s a la q u e se juzga
,|¡»M;I de tu pasión. Soy m u j e r , es v e r d a d , t o d o x\o te vas, yo lo mando, yo te necesito
lo temo de m i flaqueza... P e r o "hay tina cosa, por el bien de nuestro amor. Si ahora te apar-
una sola cosa en el u n i v e r s o de la q u e estoy tas de mí, cuenta contigo sólo desde este mo-
•fgura, bien satisfecha. D e l a m o r q u e te t e n g o , mento en adelante, supuesto que no contem-
^e ser luya para s i e m p r e , n a d a m e h a c e du- plas sino tus gustos.
,|,ir. En llegando a este p u n t o n o titubeo ni
MENDOZA (aparte)
un instante y advierte q u e c u a n d o así te h á -
lito pienso en p e l i g r o s , en a m e n a z a s , en res- No le deja marchar. ¿Será caridad hacia su
petos, en seducciones de todo g é n e r o , en la primo o recelo por su amante? De todo tiene
honra misma y en el decoro q n e se d e b e u n a la viña, i Qué inocencia de criatura! ¡Es tan
mujer de mi sangre, p e r o t a m b i é n cuento con joven todavía! ¡ ¡Mentecatos! !
mi resolución d e p e r t e n e c e r t e y c o n m i li-
FJCTjEHOA
inTlail de ser dichosa (con afectación). En
'jauto al capitán d e F l a n d e s , no m e pesará a Acaba, hermosa mía. Di lo que quieres exi-
fe mia verle r e n d i d o , q u e al fin triunfos como gir de mí. Pero ni. tiemblas, se arrasan tus
r-te podrían guarnecer m u c h o la g u i r n a l d a de ojos en lágrimas : ¡Por tu vida que no aumen-
¡im.'-tro banquete n u p c i a l . tes mi desesperación!

CLARA
MENDOZA (aparte)

, IWrá equivocarse m i inocente prima, y ¡Cruel! Extrañas mi quebranto y .mi amar-


•'• IM]invocará sin d u d a , vive D i o s . gura cuando acabas de presentarme lo más ho-
rroroso del desengaño. Conque la pobre Clara
FIGL'EROA no tiene imperio ni atractivo para detener al-
gunos instantes al hombre que se llama suyo,
AÍIÍÍIS,señora: si bajo cualquier título pen-
y quieres que indiferente lo conozca y se re-
'ít? cu vuestro p r i m o , no os p o d r é m i r a r
;t
anquilo basta que m i espada b o r r e su s o m b r a , signe. Ahora sé que al hacerte dueño de mi
porque esa sombra llegaría a h e l a r m e la sangre alma KO reservé para mí más que la pena de
e
« las venas. Adiós q u e d a d q u e el t i e m p o tu ingratitud.
'nela. FIGÜEKOA

Clara, perdona mis arrebatos : manifiesta tu


CLARA
voluntad, y verás hasta qué punto soy tu es-
-«.' ujuoce q u e a u n no h a s p r o b a d o m i e n o j o , clavo,
a
Pedro, y te advierto que puede ser más
e CLARA
<"o de lo que imaginas. ¿Quién fué, caba-
l o . liten fué la que os rogó por la mañana Ovcine. "Fiaueroa. Nuestra situación es ur-

t.
212 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

gente y comprometida. Por no valer menos a CLARA


tus ojos he podido privarme hasta hoy de
¡Ah, Dios m í o ! ¿Quién será? (,cerrafy
todo el placer que más que tú he deseado. Sé
sorprendida, observa).
que eres comedido y discreto, tengo con-
fianza en tu amor y mucha fe en que nos FIGUEROA
salvaremos; pero es preciso que nos pongamos ¿Y con qué derecho me pregunta el u
de acuerdo para tomar una resolución pronta prudente?
y segura. La llave de esta reja está en mi
poder; una doncella enteramente mía nos es- MENDOZA (con sorna)
pera en mi gabinete, dispuesta para cualquier Soy amigo vuestro y bien nacido ademáj
aviso. Mi tutor duerme, la casa está en si-
lencio... FIGUEROA (mete mano)
Defendeos, voto a mi nombre, si quer¿¡,
FIGUEROA
morir como bueno.
Dentro de un instante me verás correr a
MENDOZA
tus brazos. Voy a alejar de estos lugares tes-
tigos inoportunos. ¡ Oh, divina felicidad! Desde No vengo a reñir, señor Figueroa, sino t
el fondo del infortunio veo los cielos abier- representaros esta noche lo que se debe i]
tos (se dirige a los músicos). ¡Eh! ¡Amigos! honor de las damas principales, para que o
amaneciendo podáis llamaros hidalgo, pjj,
MENDOZA enamorado basta, señor don Pedro.
¿Correrás a sus brazos? (incorporándose al
FIGUEROA
grupo). Pero no has de llegar a ellos, no lo
temas (requiriendo la espada). Acortar razones, cobarde, y sacad la espadi
(hacia él) que ya no respondo de mi cóleti,
FIGUEROA
CLARA
Tomad. Retiraos cantando (alargando un
bolsillo). Y volved mañana, que ya viene el ¡Asesino! Corro a salvar su vida (desapt-
día. rece).
MENDOZA
CANCIÓN

Adiós, mis dulces amores, j M i espada! Está bien ceñida. Os promet»


que envidiosa el alba fría que algún día os pesará verla desnuda.
ya raya en oriente el día (Se advierte movimiento en casa de Clara;
por turbar nuestro placer: óyese abrir algunas ventanas; poco despuá
Adiós, señora; mi alma aparecen luces.)
Dejo al partirme contigo : FIGUEROA
Amante triste maldigo,
Vil, embustero, defiéndete o te mato.
Aurora, tu rosicler,
Guárdame fe. MENDOZA
Guárdame fe.
Insultáis a una capa que no quiere respon-
(Vanse los músicos. Don Pedro los observa deros, porque no es ésta la ocasión ni el «W-
hasta que se entran por el tercer bastidor de Oíd : la calle se altera; la marquesa La d*
la izquierda del espectador. Suena la llave en pertado sin duda: doña Clara llama a SB
la reja, que se abre. Mendoza vuelve precipi- criados, y por allá abajo gritan: ¡al asesino.
tadamente, y rebozado.) Si queréis mediadores, fácil es aquí la pendto-
cia. Yo sé llamaros por vuestro nombre: nu-
ñaña nos veremos. ¡ Ábur!, que reflejan 1*
ESCENA III luces y tengo muy mala cara (vase).

FIGUEROA
MENDOZA, FIGUEROA
¡Voy a seguir hasta el cabo del round*-
MENDOZA
¡Clara! Mi corazón tiembla por ti, y es i°*f
¿Adonde vais, caballero? leal mi corazón (vase).

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 213

ESCENA IV embozado de siniestra figura que llamaba por


su nombre a Figueroa y se recreaba en su
Viejas, CONDE y criados despecho. Quizá algún enemigo suyo; don
Pedro debe presumirlo. ¡Pero tal vez dudará
{Algunos criados con armas y una linterna de mí! Si llegara a sospechar de la lealtad
• por la puerta de casa de Clara, que está de su Clara, ¡Dios mío...! (pausa). Podría ser
, ¡a e[ medio de la calle; el tutor conde de que Mendoza... la sequedad con que se vio
Pedrahít'x al balcón. Algunas mujeres viajas tratado por mí en el paseo de ayer... hoy no
tñ SIÍS ventanas.) he salido temiendo encontrarle. Pero es impo-
VIEJA PRIMERA sible. ¿Cómo en un día pudo conocer a don
Pedro, sorprender un secreto como el nues-
Qué tal las musiquitas I Si siempre lo estoy tro y averiguar la hora, el sitio...? Otáñez
Jjcifíitlo: no pueden traer nada bueno. no se separo de mí un instante. Otáiíez es fiel,
VIEJA SEGUNDA además,. ¡Maldito embozado! ¡Visión infer-
nal! Alguien viene, que han franqueado la
• \y que susto, señora Estéí'ana! Vamos-, no
puerta de la primera sala. (Mirando a la puer-
fui justicia; todos se vuelve picaros por la
ta.) Mi primo don Alvaro. Procuraré probar
^.iie. ¡Virgen Santísima!
mi sospecha. Me repugna cada vez más este
VIEJA TERCERA hombre.

La atipa tienen más -de cuatro moscas muer-


[j-S que parece que no han roto un plato en ESCENA II
iu vida.
CLARA, DON ALVARO
VIEJA PRIMERA
MENDOZA
Vaya, a que no asoman ahora. Estarán dur-
miíniio como pajaritos. ¡Qué lástima,.,! Bue- Hermosa primita, buenos días.
nas noches, vecinas, ¡Válgate Dios!
CLARA
CONDE Bien venido, don Alvaro.
Pronto, muchachos, acudid al ruido y de-
MENDOZA
t<ncd a todo el mundo.
Madrugué por veros en ios jardines, pero
UÍV CRIADO (con chuzo) estaban, como faltabais vos, muy tristes esta
¿Por dónde van esos perros? mañana.

OTBO CLARA

Por aquí, por el callejón. Pecáis de sobrado lisonjero.

TODOS MENDOZA

A ellos! (Entrase por donde los otros fueron) No tal, Clara, no, por vida m í a ; por el
contrario, a fuer de soldado suelo perder lo
(Cae el telón.) cortés por seguir la franqueza d« mis senti-
mientos- Y contigo no sería por cierto,,.

ACTO SEGUNDO <;URA

Estrado d& doña Clara Podéis sentaros, si gustáis.

MENDOZA
ESCENA PRIMERA
Lo haré por obedeceros (aparte). Tan adus-
CLARA
ta como siempre; si habrá llegado a presu-
•jti sueño se me antojan los reewerdos de mir..,
*** nofhe fatal, una espantosa pesadilla.
f Ct-ARA
dónde pudo salir aquella diabólica apa-
« 'Gil?
i A. rtadie se encontró después... Un Decías, señor don Alvaro •
214 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

MENDOZA | el sueño de mi hermosa prometida. ¿NAV


Decía, prima, que me pesa del desvío con verdad, Clara? (Aparte.) Tentemos el v , ¿
que me traías. Otra es la intimidad que se j porque al fin hay que pasarlo.
debe al deudo, si es que no median ofensas
CLARA
o enemistades.
Os doy mil gracias; sois demasiado ?al¿n
CLARA
MENDOZA
Perdonad, don Alvaro : yo os estimo como
debo; pero m i genio, mi edad, mi falta de Lo conozco: he andado muy grosero e
M
mundo, me impiden, a pesar mío, esa inti- primer día de mi fortuna : no debí e5pct_
midad que yo no quisiera negaroe... No sé tu licencia para cumplir con el deber de g»
por qué tengo reparo en... El tiempo, mi til enamorado. Créeme, la primer serena,
duda, y la frecuente correspondencia podrán... es para una doncella un tesoro de ensueño,
y de ilusiones.
MENDOZA
CLAKA
Lo entiendo. Me contento con saber que no
te es molesta mi presencia. ¿Acostumbráis a ese lenguaje con todas \u
mujeres, primo don Alvaro?
CLARA
MENDOZA
Jamás podría serlo.
Tú debes saber la respuesta. Este lerguaü
MENDOZA (Aparte) le empleo con todas las que tienen tu 1*.
¡Los ojos son divinos! (Alto). ¿Y podré yo lleza. Con las que tienen el fuego de t«
saber si alguna incomodidad te ha privado ojos, Clara, con las que como tú se insinúa
de salir a dar vergüenza a las flores y ale- en el alma; pero desgraciadamente son nuj
gría a la luz de la mañana? pocas...

CLARA CLARA

La noche ha sido inquieta para mí. No he No deben ser pocas las de vuestro gasta,
podido gozar del sueño, y cuando descansaba según creo. Lo que es en Flandes habría
en las primeras horas de la madrugada, la dejado memoria entre las damas, como dirá
casa se puso toda en movimiento; yo me so- que la dejáis entre los hombres de guerra.
bresalté mucho con las voces y el ruido. Era
MENDOZA
una pendencia en la calle : decían que habían
muerto a un hombre, y esta idea no me dejó Me favorecéis, prima mía, más de lo que jt
ya sosegar. merezco; pero es lo cierto que no sé q«
instinto de felicidad me ha hecho guardar i
MENDOZA toda costa la independencia de mi corazón, j
¿Y efectivamente hubo una muerte? ahora puedo rendirlo con orgullo a la mnju
que adoro.
CLARA
CLARA
No hemoá podido saberlo. (Conmovida.)
Nuestro tío el conde saltó de la cama y or- ¿Conque adoráis realmente? No podía »
denó que los criados acudiesen al lance, pero de otra 2nanera.
volvieron sin haber encontrado a nadie, ni sa- MENDOZA
ber nada,
¡Hace poco tiempo, hermosa mía!
MENDOZA
CLARA
¡Vamos, más vale así! Sería algún encuen-
tro de amartelados noveles. De esos que vi- Os entusiasmáis demasiado.
ven del escándalo buscando reputación de
MENDOZA (Aparte)
valientes. De todos modos, yo tengo la culpa
de tu mala noche, porque en vez de recoger- Esta muchacha no ha oído en en vl<l, ,
me temprano debí pasear la calle y guardar ningún hombre de mi temple. Lástima "
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 215

i bue»° ^ e l IÑáalg'uillo. (Alto.) Muy discreta MENDOZA


ñero ya e s excusado tanto detenimiento,
¿ r e s » »• ^ _ ^ - , , . „ . ¡ Oh, es bien disculpable lo que yo creo!
Sabes
el objeto de mi vuelta del ejército, co-
,Qué disculpable! Es absolutamente preciso.
poces
aílemás, el estado de mi alma, tus ojos
'Lo único que yo deseo es que medites un
han encontrado con los míos; ¿ qué resta,
poco sobre lo que tú mereces y la vehe-
pues? mencia con que yo te amo. Si por acaso al-
CLARA
guna intriga insignificante y pueril preocupa
tu corazón, debo esperar que no se opondrá
Ii-noro lo <Iue queréis decirme, a nuestro enlace futuro.
MENDOZA CLAHA

£1 conde, miestro tío, te habió ayer de mi


felicidad.
MENDOZA.
CLARA (Aparte) Perdona mi llaneza, Clara. No sé fingir.
:Qué martirio! (Alto.) Mi tutor se compla- Voy a dejarte en libertad para que refle-
ce ;i menudo en ocasionarme situaciones difí- xiones y decidas de mi suerte. El conde te
ciles para mis pocos íiños. No creo que pre- hablará más despacio. Ya conoces la finura
tendiese dar valor a sus palabras; nada me de mi cariño. Adiós, hermosa Ciara.
había advertido de vuestra venida. Además, CLARA
«ñor don Alvaro, que probablemente no es-
£1 cielo os guarde, capitán.
urá e¡i mi mano ía felicidad que briscáis.
MENDOZA (Aparte)
MENDOZA (Aparte)
Hasta m i amor propio está interesado en
Su turbación va en aumento. (Alto.) Te echar ese hidalgo a paseo. (Hace reverencia
comprendo; tienes derecho a que mi adora- y váse.)
ción Bea más explícita; tanto mejor, con eso
gozaré más en declarártela.
ESCENA I I I
CLARA (Aparte)
CLARA
¡Si yo pudiera disuadirle!
íQué tormento tan insoportable! Era impo-
MENDOZA sible resolverme a un desprecio : todo debía
temerlo de su altivez irritada. Tal vez en un
Pues bien, Clara, yo no be hablado a nin-
juna mujer de amor en toda mi vida. Pero momento favorable declarándole el empeño de
«1 tuyo me enciende, me abrasa.,. mi alma, desistiría. ¿Quién sabe? Un soldado
suele ser generoso... El no debió ser el em-
CLARA bozado d« anoche... Sin embargo, sus últi-
Teneos, don Alvaro; yo soy muy joven aún, mas palabras... El tiempo es precioso; voy a
J no sabría amaros, ni apreciar lo que valéis. informarme de Figueroa; que me vea, que
•ne?lro lucimiento en el mundo y vuestra foi- dirijamos juntos el rumbo de nuestros amo-
iarna os suelen poner alas para alcanzar a res. (Vase a sus habitaciones.)
ut)
a de las primeras damas de la corte. Ni yo
"«paría nunca a creer en vuestro amor.
ESCENA IV
MENDOZA
EL CONDE PIEDR AHITA. Y EL P . RAFAEL
Jtra respuesta es la que debo esperar de
"' -lara. Si tus años son pocos, es tan grande COiVDE

hermosura q^e no es posible sino que en Os he rogado que me acompañéis para que
e,
Jio <]e ía, recogimiento tengas algún em- con vuestra presencia y consejo dierais auto,
1*110
amoroso. ridad a la entrevista.
CLARA PADRE KAFAEL
10
me sonrojéis, capitán. No sé por qué Me habéis dicho de qué se trata, señor
***'* de mí,.. conde.

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216 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CONDE PADRE RAFAEL

Tenéis razón. ¡Qué cabeza la mía! Ayer Considerar, señor conde, que se trata i.
asististeis a la presentación que hice de mi decidir toda la vida, y quizá de la saL-ariZ
sobrino el capitán don Alvaro de Mendoza de una criatura.
en el parque de Palacio, y recordaréis que
CONDE
dije tenerle destinado para esposo de su pri-
ma Clara, mi pupila. Padre Rafael, sois un varón ejemplar- ,»„
perdonadme si os digo que no compr^jj,
PADRE RAFAEL a las mujeres. No, sino dejadlas correr h»
Y tanto como me acuerdo. Pero ya sabéis de sus gustos y veréis cómo se meten en t».
también lo que algunas veces os he dicho. cientos berenjenales.
Clarita no ha nacido para el mundo.
CONDE
ESCENA VI
Esa es otra cosa que no podemos asegurar
todavía. Ahora se trata de hablarla formal-
EL CONDE, PADRE RAFAEL y CLARA
mente sobre el casamiento que conviene a
su cuna y a su juventud. Esto es un deber CLARA (entrando)
que me incumbe por la tutela que ejerzo
y por el lustre de la familia. Tío y señor, buenos días. Vengo a taba
lo que tenéis que mandar a vuestra pupik,
PADRE RAFAEL (Aparte.) Estoy temblando.
Enhorabuena, señor conde; en todas lae
CONDE
condiciones de la vida se puede servir a Dios
y abrazar la cruz. Espero, sin embargo, que Saludad al Padre Rafael, que me acompaíi,
respetaréis su vocación, si es como creo ver-
CLARA (al Padre)
dadera.
Vuestra reverencia me dé a besar eu mano.
CONDE
(Besa la mano.)
Conozco perfectamente lo que la conviene,
y deseo su bien; ¿qué sabe ella? Estoy se- CONDE

guro de que hará mucho caso de mi expe- Con eu licencia. (Tomando asiento e úm-
riencia y no tratará de replicarme, sino de tando.) Doña Clara (siéntase), ¿estáis deséa-
cumplir con eu deber como hija obediente. lorída?
En otro caso no me faltarán conventos donde
CLARA (turbada)
recluirla.
No sé..., conde.
PADRE RAFAEL
CONDE (con intención)
Podemos verla, si os parece.
Vamos, querida m í a ; yo sí lo sé y vengo i
CONDE explicártelo.
Voy a llamarla. (Toca una campanilla de CLARA (aparte)
mano.)
Si habrá llegado a su noticia...

CONDE
ESCENA V
¿Has vuelto a ver a don Alvaro?
Una DONCELLA aparece, Dichos. CLARA (más inquieta)
DONCELLA Vino a visitarme esta mañana.
Señor...
CONDE

CONDE ¡Bien! Parece que el mozo no se deaciM"


¡Hola! Avisad a doña Clara, que su tío la Me alegro; con eso me ayuda a a n - j
espera. (La doncella, con una reverencia, se camino. ¿Y qué os parece, doña Clara. í1*"
retira.) pensáis de vuestro primo?
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 217

CLARA matrimonio. Esto no es desobedecer, sino co-


(Aparte.) ¡No puedo reprimirme por nocer que sería muy desgraciada si en este
Vo momento..., con mis pocos años, tuviera que
^ tiempo!
separarme de vos... y...
CONDE
CONDE
•Eh! ^° acabaríamos nunca si esperase su
uesta. Escrúpulos... Melindres... Nimieda- ¿Eso dices, Garita? ¿Hablas de veras? (Al
¡i i Ea! > vengo a que señales el día de tu Padre.) Ahí tenéis lo que son las contempla-
. sp0í orio, y si andas con reparos en esto, ciones. (A Clara.) Cuidado, Clara, con que sea
mismo lo fijaré (quizá más a tu gusto). otro el motivo de tu repugnancia. Cuidado
jo
con que yo sepa que abrigas en tu corazón
rj rev será padrino de la boda, por honrar-
ideas indignas de la clase a que perteneces.
„•• todo lo tengo dispuesto. Tendremos unos
Mira, niña, que has de tener en el conde un
días ak'gres, y al lado de un caballero aman-
inflexible enemigo de tus bajos pensamientos.
rolde y esforzado como tu primo, jamás
podrás tener queja de la fortuna, ¿Qué tal, CLARA (aparte)
inórente? ¿Ves cómo yo adivino tus pensa-
¡Es imposible que yo le descubra mi co-
mientos?
razón ! (Se aflige.) Pero quiero salir de una
CLARA
vez de esta agonía.
Pero, señor, yo sentiría disgustaros con mis
palabras. PADRE RAFAEL

CONDE No hay por qué afligirse, señora; tenéis


tiempo para reflexionar. Yo os prometo mis
Cómo, cómo, ¿qué es eso de palabras? ¿A
auxilios. (Aparte.) Sería un cargo de concien-
quó os hacéis de rogar sobre el logro de
cia el violentarla al matrimonio.
lue-troe deseos? (Aparte.) ¡ Cada día más ver-
jonzosa! ¡Pobrecilla! Un retrato de su ma- CLARA
dre en un lodo.
No os irritéis, señor conde, contra mí. Soy
PADRE RAFAEL (a Clara) una infeliz huérfana. Estoy bajo vuestra tu-
tela, cuento con vuestra bondad y con el
Podéis hablar con libertad, marquesa; con-
cariño que desde pequeña me habéis mostra-
notad vuestro pecho, y cuidado con engalla-
do. Vos no debéis formar un empeño en que
ros a vos misma, que os ocupáis del lance
yo acepte la mano del capitán Mendoza, mi
máj serio de la vida. Vais a pronunciar vues-
p r i m o ; no lo habréis formado, sin duda. Pues
tra sentencia, y si al cumplirla la halláis ás-
bien; yo os aseguro que no soy culpable,
pera o insoportable, entonces no os quedará
que me creo digna de mi nobleza y de la
fwnrso humano, y vos sola tendréis la culpa
vuestra, que jamás por mí se verán mezclados
¿t las miserias que os sobrevengan,
nuestros blasones.
CONDE CONDE
"o me he atrevido a interrumpiros, Padre Lo demás sería un crimen abominable que
w'ael; sin embargo, quisiera rogaros con un nunca obtendría mi perdón.
minuto de silencio hasta que mi Clara ee
CLARA
«Plique. (Al Padre.) ¡Qué dianrre! La vais
1
^recoger con vuestros sermones. Aunque Pero, señor, yo no podré jamás enlazarme
'» hubiera venido el buen religioso... A na- con el hombre que me proponéis. No sé,
ái
< se ] e ocurre... (A Clara.) ¿Qué ibas a de- pero siento una oposición invencible a ese
' m °s, hija mía? Tranquilízate, no tengas re- enlace. Conozco lae prendas que brillan en
í'JfO.
don Alvaro, y como pariente suya me com-
plazco en estimarlas; ¿pero qué queréis que
CLARA
10
yo haga con este horror secreto que en vano
y íieñor : venís a proponerme mis bo- intento sofocar?
fcsfon don Alvaro. Yo soy muy joven; no
vo CONDE
aún a pronunciar mi elección; aho-
0
me siento con fuerzas para abrazar el j Que esto escuche de ti, desagradecida, in^
218 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

grata, sin descargar el peso de mi justo PADRE RAFAEL


enojo!
¡Inocente paloma! (aparte). Las pie(W>.
PADRE RAFAEL enternecerían al mirarla. '*
Señor conde, que os apasionáis demasiado.
CONDE (aparte)
Reprimid la cólera: doña Clara es virtuosa
}'•• •
¡No lo hubiera creído en mi vida! Un .
bora es lo que yo he criado en mi seno
CONDE (bruscamente)
¡Dejazme en paz! (A Clara.) ¿Acaso ig- PADRE RAFAEL
noras, temeraria niña, que la mano del es- Ya lo veis, señor,
poso que te ofrezco honraría a la doncella
CONDE
más ilustre de España, y aun de fuera de
España? ¿Sabes tú por ventura la extensión Sí lo v e o ; gracias a vuestro celo imw
del agravio que haces, irreflexiva? Los per- derado... y al demonio...
sonales méritos de don Alvaro están a la
PADRE RAFAEL (con solemnidad)
vista; sus hechos gloriosos andan en lengua
de todos, su carácter, su afabilidad, sus mo- ¡ No blasfeméis!
dales... No quiero cansarme. Mi palabra está
CONDE (a Clara que está para salir)
dada; le he ofrecido tu mano; para acep-
tarla le he hecho venir de Flandes y aban- Doña Clara, oye mi última resolución, Jw
donar sus adelantos; mi palabra se cumple, el esmero paternal con que te he criado, qní^
y til la cumplirás. dar treguas al desagravio de mi autoridiA
hasta mañana tienes de plazo para el arreptt
CLARA timiento. De todo estás bien informada. Cw
Os ciega la ira, señor. No os lastimáis de sulta con la soledad y conocerás tu eximí».
la situación amarga en que me hallo. Con Adiós.
lágrimas os lo suplico... Compadeceos de mí PADRE RAFAEL
siquiera por el amor que siempre os tuve,
Oe he dicho la verdad. Adiós, señora; paciencia y abnegación.
CLARA (acompañándolos hasta la puerta)
CONDE

Aparta, aparta; quítate de mi presencia; El cielo os guarde y me defienda. (Vataíi


vete, vete donde yo no te vea, que si no..,
¡Por nombre que haga un ejemplar contigo! ESCENA VII
(Lleva la mano a la daga.)
DOÑA CLARA, un momento suspensa, d»
PADRE RAFAEL pues a la puerta de la servidumbre.
Deteneos, señor conde, en nombre del
CLARA
•cielo.
Un día sólo nos resta (llama), Otáñez. ¡H*
CLARA (aparte) la! ¡Pronto! Yo no sé lo que me pasa.
Os obedezco, ¡Dios m í o ! ¡Dis m í o ! (al
retirarse Clara el padre la detiene. El conde
ESCENA VIII
pasea airado.)
Entra Otáñez con prisa
PADRE RAFAEL (a Clara)

Debéis llevarlo con resignación. Confiad OTAÑEZ

en mí. Yo leo en vuestra alma y conozco ¿Qué mandáis, señora?


vuestros santos designios. La humildad, hija
mía, asiste siempre a las que aspiran a ser CLARA

esposas de Jesucristo. Sabes tú. donde vive don Pedro, ¿n0


cierto? Creo que es muy cerca de aqu1-
CLARA
a llevarle ahora mismo una carta. Se J*
¡Padre Rafael, mi dolor es muy acerbo! tregarás a él mismo, ¡ Cuidado! E«P»^
(sollozando.) ¡Dejadme al menos llorar...! aquí, voy a escribirla al instante (vas&h

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 219

jyriftEZ (&°l°> y después MENDOZA entrar sin que nadie le vea, que aquí aguar-
que
entra sin ser visto) do. Sí, es menester tomar una resolución.
c¿ú victo que Dios me tuzo para andar j Figueroa es mío, y ha de ser mío, aunque
todo el mundo se oponga. Sí, es preciso que
¿ttprc <* tercerías. !
yo le vea. No hay medio entre ser suya o
MENDOZA l morir,

IT, de averiguarlo todo, nadie me ha visto !


,r,r leona de un brazo a Otáñsz), ! .ESCENA X
OTAÑEZ j
MENDOZA, CLARA
• I)i„; mío! (Favor! j
MENDOZA
MENDOZA j

• silencio o unieres, escoge entre este bol- ¡ Perdonad, doña Clara, si abuso tal vez del
iillú o perder la vida j Tii diste ayer en el j privilegio de primo y de novio para volver
gótico nn recado a don Pedro de Figueroa. a verte y entrar hasta aquí sin hacerme anun-
•\ ilútele vas ahora? Le llevas algún nuevo ciar.
m,:n?ajc sin duda. Tú hablabas de él. Res- CLARA (aparte)
póiiilcinc ía verdad, y te premiaré bien; si no...
i Dio? m í o ! Este hombre es una maldición
te mato. i
que ha caído sobre mí (alto). Cierto, señor
OTAÑEZ > don Alvaro, que a entrar así en la habitación

Sois muy ejecutivo... Acepto el bolsillo I de tma dama, no creo que haya parentesco,
.uparte). Estoy temblando. ¡ por estrecho que sea, que autorice, y...
i
MENDOZA MENDOZA

Despáchate pronto que viene. Y si no fuera, vais a decir, por lo mucho


que me estimáis y no tener vos nada que
OTAÑEZ (aparte) ocultar de mí, os enojaríais sin duda conmigo.
No hay sino cantar claro (alta). Mi señorita Lo sé, doña Clara, y si no hubiera confiado
M a salir, yo espero una carta que envía a en el aprecio que os debo, los vínculos de
don Pedro. sangre que nos ligan no nae hubieran dado
ánimo por sí solos para penetrar en tan sagra-
MENDOZA
do recinto.
Está bien; basta, ve y cumple tu co- i
CLARA (aparte)
misión; cuidado que digas que me has visto j
iquí. ¡ Y él va a venir de un momento a otro!
(sofocada). No hay recurso, es forzoso romper
OTAÑEZ
de una vez (alto). Caballero... Las damas te-
^o hay cuidado, nemos nuestros secretos, y.-- es una impru-
MENDOZA dencia...
tila viene. ¡ Silencio i (vas-e por la puerta por MEKDOZA
¿onde entró),
Vengo tan cansado... (con mucha calma) con
OTAÑEZ tu permiso, querida prima (se sienta). ¿En
i-autos cielos!, no vuelvo en mí... Pero en tu fcdad, cuáles pueden «er tus secretos? No
"i serviré al que más paga,1" guardemos el hay que enojarse conmigo. Vamos, ni ponerme
mala cara por esto. Apuesto a que el escu-
dero que acaba de salir te traerá algún re-
ESCENA IX galo para nuestra boda con que tú querías
quizá sorprenderme. ¿No es ese el secreto,
OTAÑEZ, CLARA Clara? (con intención).

CLAKA CLARA {fingiendv una sonrisa)


la
es la carta; ve volando y dile que Veamos si vale la astucia (alto). Sí, pero.,
&a al momento, que venga contigo; y hazle ¿por qué lo habéis acertado? Es verdad, primo
220 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

mío, yo quería sorprenderte. Anda, vete, luego vino a disipar intempestivamente con su ^
te lo enseñaré. ¿Por qué me has de quitar ese sencia las dulces ilusiones del honrado ta
gusto ? dalgo, este templo del secreto, esta haKíi
ción respetable de la inocente doña Clara U
MENDOZA (aparte)
hiera contado con un huésped más, mieuh»,
La niña es una sirena (alto). ¡Inocentilla! ella abusaba del sueño y de la confianZa A
¿Y por qué me has de quitar tú el gusto ele su tutor.
sorprender tu secreto?
CLAEA
CLARA (aparte)
¡Basta! Sois un infame. Vos si que abujíL
¡Pero... cielos, no se va! (alto) Si no os de que soy mujer; no quiero oiros más ti»»
vais, don Alvaro, me iré yo. po (va a. irse y Mendoza la detiene de >•»
MENDOZA
brazo con fuerza).

Tampoco he de permitir íeso; quiero que MENDOZA


juntos examinemos el regalo que me tenías
No, Clara, tendría aún más que decir ?
preparado y que ha de traer tu escudero.
llamarais gente, y tengo que decíroslo iod*
CLARA a vos para evitaros esa vergüenza. No qu¡erí
quitaros públicamente la honra ya que Tw
Señor don Alvaro, eoy una n i ñ a ; pero la
tampoco habéis mirado por ella en secreto.
sangre que hierve en mi corazón no consiente
Ni penséis que me engaña esa cólera qn»
ultrajes de nadie. Os declaro terminantemente
aparentáis y ese deseo de no oírme. Conozt»
que quiero que os vayáis de aquí, que no quie-
cuál es vuestra intención.
ro que estés aquí, y que no estaréis aquí ni
un minuto más. ¿No os vais? ¿Y permanecéis CLARA
sentado en esa silla, sonriéndome y burlán-
Don Alvaro, por favor, dejadme. ¿Qué que.
doos de mí porque soy mujer, porque soy
réis exigir de mí?
débil, porque no tengo más armas que mis
lágrimas? Don Alvaro, llamaré a mis criados, MENDOZA
contaré a mi tutor que habéis venido a ultra-
jarme, y 06 haré echar de aquí como merecéis. El escudero que acaba de salir de aquí lien
una carta tuya, inocente prima. No temas,
MENDOZA (con calina) la carta sigue su destino y Figueroa la re»
birá y cumplirá con la exactitud que ac»
Y yo, doña Clara. Llamaré también a vues-
tumbra la cita que en ella le dais. No, m»
tros criados. (Llamaré también a vuestro tutor
cosa es que yo averigüe l a que hacéis y oln
y delante de él y de todo el mundo haré ver
es que yo estorbe de ninguna manera... IJ
que la niña criada en un convento, inocente,
cita se cumplirá y don Pedro Figueroa «t
sencilla, pura y que no gusta de saraos ni
debe tardar Bn venir. Yo también le estoy »
paseos, que se complace en la soledad, que
perando...
vive entregada a sus devociones y que aún
conserva todo el candor y toda la simplicidad CLARA
de la primera infancia (con acritud) es una
Añadís el sarcasmo al insulto, pero OJ *
mujer sin honor que se ha entragado a un hom-
gañáis mucho si creéis sacar de mí mejor p*
bre ilegítimamente.
tido de esa manera. Ya que lo sabéis too»!
CLARA os digo que es cierto que amo a don "«•*
i Mentís! de Figueroa, que le amo con todo mi corai*
que él es el alma de mi alma, la vida de ••
MENDOZA existencia, que no amaré nunca a nadie >*
Que ayer le dio en el Retiro una cita, que a él, y que ha de llamarme suya a desp#*
anoche recibió música de él y le ofreció darle de todo el mundo. Si me obligáis a decirlo
entrada hasta su aposento mismo, para lo cual público lo diré, porque mi amor por **
don Pedro Figueroa, que así se llama ese puro y no me costará vergüenza puD'lC*^
hombre, hizo retirar la música. Y en verdad Esta .mañana, cuar. do me hablasteis, eetovíff
que a no haber sido por un importuno que deií.oslo, y a fe que hice mal en no baDW*
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 221

claridad. Primo mío, vos no me amáis, que hay que vencer. Tú te has olvidado que
ropoco a vos, pues hace dos días que nos estoy yo aquí, que don Pedro de Figueroa, el
c e m os, renunciad a vuestras pretensiones dichoso, va a llegar de un momento a otro y
jjjigOj proteged mi amor, y yo os estimaré que cuando me vean aquí solo y mano a mano
lo agradeceré toda mi vida, y os deberé contigo, sospechará de t i ; que yo aumentaré
os
dicha, mi único bien, m i única felicidad. sus sospechas con mis palabras, y que si es
(•• yo os lo suplico de rodillas, renunciad a hombre de honor, te abandonará; porque no
•. Iiav otras en el mundo mil veces más querrá ser el esposo de la mujer que entre-
. m0Sas que y o ; ellas os amarán tiernamente, tiene dos galanes a un mismo tiempo. Tú no
iias se tendrán por felices enlazando a vues- has pensado...
suerte la suya. Tened piedad, don Alvaro.
CLARA
Vuestra prima os pide este favor por lo que
aás amáis en el mundo. ¡ El me creerá a mí y no hará caso de tus
mentiras!
MENDOZA
MENDOZA
\Uaos, doña Clara,, del suelo ¡Vive Dios que Te engañas; la duda quedará eternamente
(iiá¡5 loca y que le amáis de veras...! Y a fe royendo el corazón de ese hombre; y la duda,
<¡uc es digno de vuestro linaje entregaros a Clara, basta para que nunca podáis ser dicho-
5a hidalguillo de mala muerte. sos. Ni él dará tampoco su mano a una mujer
cuya opinión esté en dudas.
CLARA (llora)
CLARA
¿No os enternecen mis lágrimas?
El sabe que yo le amo y nunca podrá dudar
MENDOZA de mi fe. Yo le contaré lo que ha sucedido,
No, Clara; cada lágrima que derraman por le haré ver tu infamia, y él no amará menos
«« hombre tus ojos, cae sobre mi corazón y a su Clara a despecho de todas tus trazas y tus
mínenla el mar de mi cólera. Y aborrezco a mentiras.
« hombre, y a ti te amo : nunca renunciaré MENDOZA
1 m mano. En este mundo todos buscamos
Pero don Pedro es hombre y yo llevo una
nu«tro bienestar, nuestra felicidad. La tuya
espada que, cuando no crea en mis palabras,
4¡ces que consiste en ese h o m b r e : la mía
le hará no dudar de mis hechos.
jo sé de fijo que consiste en t í ; te tengo en
mi poder, y sería yo muy necio si por hacer CLAKA
1 oito dichoso me condenara, a ser desgraciado ¡Dios m í o ! ¡Intentáis asesinarle!
p*fa siempre.
MENDOZA

CLARA Siento ruido y es él, sin d u d a ; sosiégate,


¡Hombre malvado! Dignas son tus palabras acércate, Clara. Si no, me acercaré yo a ti
k la perversidad de tu corazón. T ú dices que y es lo mismo.
«quieres renunciar a mí... pues, bien; yo (Se pone dando la espalda a la puerta de-
<* atesto, abomino de ti y todo lo preferiré lante de ella de modo que parece qu.e la habla
1
!« tuya. ¿Y para qué necesito yo que tú amorosamente. Clara hace un esfuerzo para
'«Jii de tus pretensiones? ¿No soy yo libre? arrancar de él la mano que la habrá tomado y
« ">e vengaré de ti, s í ; tú me verás BU bra- en este instante entra Figueroa.)
** ,ie cas hombre que aborreces y que yo
- 'u nos verás juntos y dichosos y tu
Onntnto será el del condenado que en el ESCENA XI
ierno
imagina la gloria del paraíso.
Dichos, don Pedro de FIGUEROA
MENDOZA
CLAKA
u no b a s pensado que desde aquí ¡Soltad! jSois un villano!
1 eie
i>araíso de que tú hablas hay un
^ " •lúe andar. Tú no has pensado en las MENDOZA (afectuoso)
-' en laj escabrosidades, en los peligros ¡ídolo m í o !

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222 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

FÍGUEROA (pone mano al puño de la espada) Pedro, para hablar es necedad ir a otra «k,
i Cielos! ¡ Qué veo! ¡ Es él! ¡ Traidor ! y conviene además que doña Clara entí&I
de lo que tratamos.
MENDOZA
FIGUEROA
¿Quién va?
Salid, o por santiago... que es propj0 *
CLARA (corriendo al lado de don Pedro)
un villano insultar a una mujer de ese
m^
¡Don Pedro, favorecedme!
MENDOZA

MENDOZA (con calma) ¡ Sangre fría, señor don Pedro! Os


asegBf|
¿Y de qujen os ha de favorecer don Pedro? que si hubierais corrido los temporales B»,
¿De mí que os amo, y a quien acabáis de yo en mi vida, habríais echado más caln»
prometer vuestra fe? Pardiez que habéis per- Cuando se está seguro del brazo y d e ] a
dido el juicio, doña Clara. ¿O es acaso por pada, se deben esperar con sangre fría U
disimular? sucesos: además, a mí me divierte, os lo c0í.
fieso, vuestra rabia y la angustia de mi p0],.,
FIGUEROA (furioso)
prima, que tanto teme por vos.
Mentís, mentís como un mal caballero que
; FIGUEROA
sois.
\ Dad gracias a ella, que si no ya os h.
CLARA (acogiéndose a don Pedro) | hiera atravesado aquí mismo.
No le creáis, no le creáis, yo no amo sino
\ CLARA
a vos. El es el que me persigue, el que ha
jurado mi perdición. i Dios mío! ¡ Mi vista se desvanece, yo n«-
cesito aire, no puedo respirar apenas! ¡Favor!
MENDOZA
¡ Yo muero! (cae desmayada en una silfo/.
Señor don Pedro de Figneroa, refrenad la
MENDOZA (va a acercarse Figueroa a ella)
ira, porque temo que la cólera os va a aho-
gar. Mi señora, la marquesa, está destinada a Alto allá, don Pedro, bien está así, no te-
ser mi esposa, y en verdad que me extraña néis para qué llegaros a ella. (Deteniéndole.)
ahora, su comportamiento. Debéis creer que Haced cuenta que ésta es la última vez que !i
soy hombre de honor y que si algunos fa- veis y que yo os lo prohibo en adelante.
vores hubiera merecido de ella, no habrían
FIGUEROA
sido arrancados con violencia. Además, qui-
siera saber qué viento os ha traído aquí, y Salid5 salid, que ya no puedo refrenar má
quién os ha dado vela en este entierro, por- tiempo mi ira. ¡Salid, salid!
que ni como deudo ni como amigo de la casa
os conozco. MENDOZA

Miradla, miradla otra vez: quiero que k


FIGUEROA (refrenándose)
veáis despacio esta vez. ¿No ee verdad qi»
Señor don Alvaro, tenéis razón. Desearía está hermosa? Vamos, y despedios para siem-
responderos a las preguntas que me hacéis y pre de ella.
para eso, si os parece, podemos ir a continuar
la conversación a otra parte. FIGUEROA (con violencia)
No la habéis de ultrajar otra vez, os jur*-
CLARA (muy agitada, a Mendoza)
Sí, vamos (vanse).
No, don Alvaro, no, tened compasión de m í ;
don Pedro, si me amáis, si me creéis... (apar- (Cae el Telón)
te) ¡Le va a matar!

MENDOZA

No temáis, doña Clara. No pienso salir de


aquí por ahora y quiero que seáis testigo
de esta interesante conversación. Señor don
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 223

ACTO TERCERO Leona y üceda y esperan que no quedará


en los cargos públicos ninguno de sus ahi-
CUADRO PRIMERO jados.
(Oyénse los del primer corrillo)
.¿niara de Audiencias en el Palacio del
Buen Retiro. CORTESANO PRIMERO

No, señor: no se debía dar cuartel a ningún


ESCENA, PRIMERA
condenado de esos.
[ c oNDE DE PIEBRAHITA. Varios señores CORTESANO SECUNDO
. la corte. Después Mendoza.
Creednie, señores, la tregua con los de Ho-
CONDE landa fue de muy mal ejemplo.
Riirnos días, nobles señores. (Saliendo de la CORTESANO PRIMERO
Oimnra Real).
Siempre estuve por la guerra, contra el dic-
CORTESANO PRIMERO tamen del Cardenal Ministro; por eso cabal»
Su Majestad va a aparecer de un momento mente tuve que salir de la corte,
i otro en la Audiencia. Está ocupado con los
PONCE
últimos despachos llegados de Alemania.
Pero es menester conocer a Brunswick, Es
CORTESANO SEGUNDO el hombre más malo de la tierra. ¡Si eso es-
¿Tenemos buenas nuevas, señor camarero? tremece! ¡Ün Obispo que se titula enemigo
;Cúmo van por allá las armas? de los sacerdotes...!

CONDE CORTESANO PRIMERO

Como por todas partes, caballeros. Tilly aca- Sí, y amigo de Dios.
ba de ciarnos un nuevo día de gloria. No sé
CORTESANO SEGUNDO
pormenores; pero loa rebeldes quedan mor-
diendo la tierra. Con mayor impiedad y escándalo que los
mismos herejes se dice que profana los tem-
CORTESANO SEGUNDO
plos, roba los vasos sagrados, escarnece a los
Las entrañas habían de morderse aquellos santos en sus altares...
perros rabiosos. Diera la mitad de mí vicia
PONCE
por arrojar con mis manos a los infierno.? al
hereje de Brunswick. O si no lo de Munster cuando llenó de in-
sultos y blasfemias a los doce apcetoles de la
CONDE
catedral, enviándolos después a la casa de la
Cualquiera os creería vengativo, seííún lo moneda para saciar con la plata su avaricia.
«rrebatado que sois, don Ponce,
CORTESANO SEGUNDO

PONCE
¡Qué atrocidad!
La sangre se me enciende cada vez que re- (Oyénse los del segundo corro)
cuerdo las atrocidades de ese monstruo.
CABALLERO PRIMERO

CONDE
El manifiesto del Conde Duque de Olivares
Amainad la ira, que Dios venga sus inju- tiene muy satisfechos todos los ánimos.
"13. (Pasando a otro corro) No quedarán los
CONDE
fíneldc; sin castigo. (A los otros) Salud, gen-
"Ifshonibres. ¿Qué se dice del nuevo gobierno? Es el Conde Duque gran político y muy
'•Que voces corren en el pueblo? amante del bien público.

CABALLERO PRIMERO CABALLERO SEGUNDO

Alabanzas nada más, y mutuos parabienes, Es el primer estadista del siglo y el mayos'
"dos maldicen la pasada administración de que ha gobernado a España.
224, OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CONDE MENDOZA

Ahora se preparan reformas muy importan- Chico, estoy de prisa; déjame. No hay «,
tes. Inmensos caudales entran en el tesoro. particular.
Habrá conquistas por todas partes. Las flotas
PACHECO
de las Indias llegarán seguras a nuestros puer-
tos, y el reinado de Felipe el Grande será Poco a poco, amigo Mendoza; no me vena,
eterno en la memoria de los hombres. con misterios. ¿A dónde ibas ayer tarde C0|
(Varios pasean) Figueroa? Mira que ya ee habla de un dueL
y no tendrá gracia que te hicieran andar
PACHECO (a Robleda)
sombra de tejado.
Muy callado estáis, alférez Robleda. MENDOZA
ROBLEDA ¿Se habla de un duelo? Pero, ¿cómo? ¿Qoí
Adiós, señor Pacheco. No había reparado en se dice?
vos. Ando en mis pretensiones, y si duran os PACHECO
juro... que he de reventar de cólera el mejor
Desde luego presumí lo que podría ser el]«
día.
y he procurado desmentir la noticia... A ver
PACHECO sepamos qué ha habido.
¡ Cómo es eso! ¿ Os han hecho injusticia o MENDOZA
no encontráis valedores?
¡Qué había de haber! Lo de costumbre; «
ROBLEDA me conoces; salimos al campo, y allí s*
Ni yo sé lo que me sucede. La verdad es quedó...
que el aire de estas antecámaras no aprovecha
PACHECO
para mis pulmones. Voto al sol de julio, que
a un soldado no debían traerle jamás a la ¿Pero IB viste morir?
sombra de estae bóvedas. Por ahí todo se vuel-
MENDOZA
ven batallas y tajos y reveses, marchas, bom-
bardeos y redobles, mientras que yo... Jvoto Para el caso es lo mismo. No le habrá edi-
va!... tado mucho trabajo el morirse, porque lo atra-
fOyense los del segundo corro) vesé de parte a parte,

CONDE PACHECO

¡Chist...! Bajad la voz.


¿Lo de nuestras naves...? Todo se confirma
Mh!. .
a medida del deseo. Ribera desbarató la es- MENDOZA
cuadra argelina, la de loa turcos sucumbió
No hay cuidado. Están charlando todos.
cerca de la Goleta a manos del Almirante de
(Oyense los del primer carrol
Sicilia, y Guillermo de Nassau ha caído por la
mar sobre Amberes. CORTESANO PRIMERO

CABALLERO CUARTO Si ha de embarcarse la infanta doña Maríi,


tendrán que irse antes de que pase el bne>
¡Es un prodigio el Conde Duque!
tiempo.
(Mendoza entra)
CORTESANO SECUNDO
PACHECO (a Robledo)
Es buen mozo el príncipe inglés; pero M
Perdonad, alférez (sale al encuentro de Men-
doza) ¿A dónde bueno tan de prisa, don Al- me parece a mí cosa buena.
varo? PONCE

MENDOZA Si vierais cómo entiendo yo que... me alffr


¿Has visto a mi tío? vería a apostar a que no se casa con la a'
fanta.
PACHECO
CORTESANO SEGUNDO
Allí le tienes. ¿Pero no me dices nada?
¿En qué paró lo de la serenata? ¡Qué se yo...! El está muy enamorado, too*

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 225

. días viene al cuarto del Rey, donde ee CONDE


• jiaccn mil distinciones...
Con vuestra licencia, caballeros (se pasean).
CORTESANO PRIMERO
CABALLERO PRIMERO (a los demás)
JJI1CSahí e6L ¿ fil negocio ; en que tenga que Sobrino suyo y capitán de caballos.
volverse como vino, y dar las gracias encima,
.MENDOZA
(Oyese a MENDOZA y a PACHECO)
Perdonad, señor, mi impaciencia, que ya co-
PACHECO nocéis lo natural que es en mí. Ayer me pro
Conciue ¿ e ^ a sabe la muerte de su aman- metisteis ¡a resolución de mi prima en favor
mío. ¿Podré saber...?
te?
MENDOZA CONDE

No dudo que ya se haya resuelto a recibir


Me importaba que la supiez'a.
j tu mano. Pero la asistencia a la corte no me
PACHECO ha permitido hasta ahora oirlo de su boca.
I'.TO , ¿y si vive? MENDOZA

MENDOZA
Y ¿no creéis que no manifieste oposición
alguna?
Milagro será.
CONDE (aparte)
PACHECO
El pobre capitán sospecha, sin duda.., (alto)
Bien, pero bueno es ponerse en lo peor. ¿ Y a qué había de oponerse mediando yo y
tu bizarría?
MENDOZA
MENDOZA
De mi cuenta corre el que jamás se comu-
niquen. Tío, sois demasiado bueno y nada receláis
de Clara; pero..,
PACHECO
CONDE
Cuidado con lo que se hace. Di, sin detenerte.
MENDOZA MENDOZA

Cuento contigo de veras. Con mis ojos he visto que ella pertenece a
otro hombre, y por él atropella su honra y
PACHECO
desprecia su sangre.
Pues que nos veamos.
CONDE
MENDOZA ¡Habrase visto iniquidad semejante! ¿Y son
Dentro de una hora. En casa de las Car- estos los motivos secretos de su porfía...? Sí,
vajalas, como anoche. lo creo, de esa... (óbrense las puertas de, la
cámara).
PACHECO

Adiós (Fase).
ESCENA II
I
MENDOZA
El REY, CLARA, el CONDE DE PIEDRA-
'Dirigiéndose al corro donde está su tío) HITA, MENDOZA: el CONDE DUQUE D E
Buenos días, señores. i OLIVARES, y otros señores.
CONDE UN PAJE

Bienvenido, don Alvaro. (Hácenle una revé- i El rey 1 ¡El rey! ¡Plaza! ¡Plaza!
"neia.) j (El rey, joven, acompañado del Conde Duque.
| Todos les hacen reverencias; algunos entregan
MENDOZA (al Conde) sus memoriales al rey, quien los remite al
Deseo hablaros brevemente. favorito. Otros se retiran a la voz del Rey.)
15
226 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

REY (a todos) doza, mi sobrino, os dé gracias por l a s


mtrí
¡Hola, Conde Piedrahitaf ¡Hola, don Ponce! cedes recibidas.
Caballeros, os saludo. (Al Conde Duque, dán- OLIVARES
dole memoriales) Tomad, don Gaspar de Gnz-
No son mercedes sino las que piensa n.
mán • me informaréis de las súplicas; no quie-
vuestra mediación hacerle en adelante.
ro haceros agravio recomendándoos la justicia.
MENDOZA
OLIVARES

Vuestra Majestad conoce mi celo por el bien Vuestra excelencia me tiene muy obliga<j0
público, y sabe honrarle como quien es. mi lealtad...
REY
REY

Mucho os debe mi corona, Conde Duque. (Volviéndose con gran risa)


Atiende, Conde Duque.
OLIVARES

Yo espero, señor, qma algún día... OLIVARES (acudiendo)


iSeñor...!
REY
REY
(Volviéndose a los señores jóvenes)
Ahora bien, amigos ¿cómo estamos de ga- (Con liviana curiosidad)
lanteos en estos días de primavera? ¿Qué tal, ¿Con quién estabais hablando?
marqués contáis muchas conquistas en la úl-
OLIVARES (al Conde)
tima semana?
Conde de Piedrahita, su majestad pregnnli
CABALLERO PRIMERO por vuestro sobrino.
Señor, donde vuestra majestad guerrea no
CONDE (presentándole)
puede haber sino triunfos y gloria.
Concededme, señor, el honor de ponerle i
REY
vuestros augustos pies.
Cuidado, no os cuesten caras esas victorias,
pues a lo que yo entiendo, la hermosa dona MENaozA (de hinojos)
Mencía no debe de ser tan sufrida como ena- Nunca he sido, señor, tan dichoso como en
morada. este momento, que mi gratitud no «Ivldííi
jamás.
UNO

jPardiez, que tiene noticia de todo! RKY

(Siguen hablando, y el rey muy risueño. Oyese (Que ha oído al ministro en secreto)
al Conde y don Alvaro.) Alzad del suelo, capitán; venid a mis brazo!,
que sé de yuestro valor y nobleza, y deseo han
MENDOZA (como sofocado)
raros mucho. (Le abraza. Mendoza se reún
Es una mengua, señor, y jamás podré yo un poco por respeto.)
consentir...
UNO
CONDE
¿Qué tal, amigos? Me parece que el rttitt
Descuidad, don Alvaro, que yo soy el ofen- venido no malgasta el tiempo.
dido ; y os aseguro por mi nombre qwe ha de
OTRO
pesarla de su desenvoltura... Venid, sobrino,
a cumplimentar al ministro... El Rey es del Conde Duque, y Olivar»
(Se dirigen al de Olivares) de Piedrahita.
OTRO
OLIVARES
¡Siempre lo mismo en palacio.'
Aún no os he hablado esta mañana, Conde
amigo. (Entra un ujier) UJIER (Al rey)

CONDE Señor... una dama encubierta pide au<",tó


Permitid que el señor don Alvaro de Men- cía.
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 227
REY (al de Olivares) CONDE (con ira a Mendoza)

¡Una dama! ¡Vil seductor! Bien hecho. ¡Yo le hubiera


arrancado las entrañas! (Siguen hablando.)
OLIVARES

Haré despejar la cámara. CLARA (levantando los ojos)


Hace señas, todos se retiran menos el Conde ¿Segura decís...? Pues bien, entonces, ¿a qué
y Mendoza.) tarda en caer sobre el culpable la cuchilla?
Nadie me arrancará de vuestros pies hasta co-
BEY (al ujier)
municaros un rayo siquiera del fuego devorado?
Dejadla entrar... (aparte). ¿Quién podrá ser que me devora. (Con ternura.) ¡Figueroa,
e3la tapada? (Vase el ujier.) amor mío, lumbre de mis ojos! ¡Robado para
(Entra Clara en desorden y sollozando.) siempre a mi cariño! ¡Tú me estás mirando,
s/n duda, aquí, de rodillas, llorando tu muer-
CLARA
te y maldiciendo a tu asesino!
(Corriendo a los pies del Rey)
¿eñor, señor! ¡Justicia, venganza contra REY

un asesino feroz! Su dolor me enternece, ¡tan joven y con


tanta amargura.,.! Señora, recobraos, volved
REY (con extrañeza)
en vos por vuestra vida.
Levantad, señora. ¿Quién sois? ¿De qué os
CLARA
quejáis? ¿Qué queréis de mi justicia...?
¡Mi vida! ¿Y qué importa mi vida sí
MENDOZA (al Conde)
no me sirve para vengarle? Sí, mi don Pedro,
¡Ella es...I ¡Qué atrevimiento! Soy perdi- tú me escuchas ahora, tú te levantaste del en-
do. Señor Conde, ¿la conocéis? sangrentado terreno en que yacías para seguir
silencioso mis pasos, invisible y airado. ¡Es-
CONDE
poso malogrado! Yo juro ser fiel a tu ofensa,
¡ Cielos! ¡ Mi pupila ! ¡ Imprudente!... ¿Qué como lo fui al cariño que me tuviste. Gran rey,
.:, lo que viene a buscar aquí? (Va hacia ella. yo te pido la cabeza de un traidor, como pre-
Mendoza le detiene.) cio mezquino de una sangre generosa.

MENDOZA REY

Oidme, señor, oidme; necesito decíroslo todo Reveladme a lo menos el nombre de ese
f
Hablan con azor amiento.) homicida.
CLARA (sin levantarse) CLARA

/Que no me conocéis? Yo soy la marquesa ¡Su nombre! ¿Que no os le he dicho ya?


«le Palma, la infeliz doña Clara de Toledo, en Ah, ¿queréis saber quién es para arrojarle al
mal instante nacida. No tengo ni un apoyo en verdugo,..? ¡Oh, placer inexplicable!... Oid,
la tierra, yo conjuro todo vuestro poder, rey oid, voy a deciros su nombre.
de España; invoco vuestra justicia para tomar
«trecha ctrenta de su muerte a la furia infer- MENDOZA (inquieto)
nal que la cometió. Acabo de saberlo. Señor, El rey está conmovido, ella va a designarme
ayer mismo... ¡día de maldición! Aún su pe- a la indignación de su pecho.
rno no está frío, y su sangre generosa brota
P°r las anchas heridas... ¡Monstruo execrable! CONDE

• ti mismo infierno se horrorizaría de tu Serenidad, sobrino, que yo respondo de vos.


'•rimen!
CLARA (con altivez)
REY
Es don Alvaro de Mendoza, el capitán, mi
' c r o, señora, no os entiendo; calmad esa primo..,
agitación que os abraza. Alzaos..., el rey os
t3e CONDE
ncha: podéis estar segura de alcanzar jus-
'i^ia. ¡Mientes, mujer infame y desenvuelta...!

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228 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

REY REY

Señor Conde, reparad que estoy yo aquí. Conde Duque, os encargo muy particn].
(A la voz del Conde levanta Clara la cabeza mente este asunto. Tened entendido qu e
esta
y conoce a Mendoza; álzase del suelo y huye dama queda desde ahora bajo mi inni
edias,
horrorizada al lado del Rey, señalando.) protección. Que don Alvaro sea guardado
en
una t o r r e hasta q u e yo decida otra cosa.
¿Mt
CLARA habéis entendido? Ahora, acompañad ^ i
¡ Tú también aquí, demonio del averno! Marquesa y ejecutad mi voluntad.
Vienes a manchar el altar de la justicia; quie- CLARA
res cercarte en mi desesperación y escarne-
¡Dios mío! ¡Dios mío! No permitáis q„t
cerla con una carcajada diabólica. No... tiem-
ese monstruo quede impune. (El rey vase re.
bla; tiembla por ti, malvado, porque dentro
tirando.)
de poco vas a comparecer delante de Dios y
de tu víctima. OLIVARES

¡Guardias! (Aparecen.) Rendid la espada


MENDOZA
caballero. (La rinde. Le conducen. OUtnret
Esta mujer está endemoniada. (Aparte.) No va a acompañar a Clara.)
puedo mirarla frente a frente.
CONDE
CLARA (al Rey) ¡ Mujer deshonrada ! ¡ Con lágrimas de san-
Ahí le tenéis, señor, delante de vos; ese es gre has de llorar de ignominia!
don Alvaro, miradle. Con esa espada atravesó
el pecho de don Pedro de Figueroa. Yo os lo
digo, señor, yo le acuso solemnemente de CUADRO SEGUNDO
matador aleve y respondo con mi cabeza.
{/ría sala en casa de doña Clara
MENDOZA (con calma afectada)
ESCENA PRIMERA
No hagáis caso, señor; mi prima, doña Cla-
ra, está loca; sin disputa que ha perdido la DOÑA CLARA (enlutada)
cabera.
¿Y el rey no le ha sentenciado a morir? y
REY (severo) el infame vive y respira, y ve la luz del sol;
¡ y tú, ídolo de mi vida, yerto, inmóvil para
Capitán, esperad en adelante mi licencia pa- siempre! ¡Oh, es insufrible! Mi corazón sf
ra hablar donde está el rey. despedaza de dolor. ¿Y yo vivo aún? ¡Ahí
1 Don Pedro! Sí, yo vivo ; sí, yo vivo ; sí, pa-i
CLARA
vengarte. Todo el frenesí de tu amor, el de-
Señor, permitid que yo no me aparte más lirio con que te adoraba, es leve y frivolo
de vuestro lado. Yo soy huérfana, sola en la sentimiento comparado con la pasión de ven-
tierra, sin más atención en el mundo que la ganza que me devora. Pasión volcánica, Fu-
de recordaros a cada hora un crimen horren- sión que alimenta mi vida, que aún m« re-
do. ( Llora.) gala con esperanzas, que enciende mi alm»
en inapagable ser de la sangre de tu asesino.
REY
(Con ternura.) ¿Pero yo no te veré más. nun-
Basta, doña Clara. Don Alvaro, quiero sa- ca más? ¿Y ni mis lágrimas, ni mis siispi*
ber vuestra respuesta a la acusación que aca- ros, podrán volverte a la vida? ¿Y él vW-
báis de oír. ¿Y aunque muera tampoco quedaría ven-
gada tu muerte? ¡A él nadie le ama, i"-
MENDOZA
die sufriría por él, como yo sufro por ti,
Todo es falso, señor. esposo mío! ¡ A nadie hacía falta, como to
me la haces a mí! El rey ha tenido compa-
CLARA
sión de su juventud, él no la tuvo de tí. ¡ A '
¡Falso! ¡Falso! ¡El cielo te confunda! No don Pedro! Tu asesino atravesó tu corazo»
le escuchéis, señor, no le escuchéis. con su espada al mismo tiempo que «1 n , 1 °''
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 229

ESCENA II una silla falta ya de esfuerzo y extremada-


mente abatida. Llora. Mendoza va acercán-
íffNDOZA (entra sin ser visto, y la observa) dose poco a poco. Mientras él la habla, ella
levanta de cuando en cuando el semblante
MENDOZA contraído y con siniestras miradas, ya fija sus
• \(s\ú está, llorando! Es menester que se ojos en él, ya registra alrededor como teme-
facC conmigo. ¡Monja.,.! ¿Y se niega a pro- rosa.)
fttar luego...? ¡Clara! ¡Pobre Clara! (Fingiendo ternura.)
No creas que vengo a ultrajarte, no. T u si-
CLARA
tuación es demasiado amarga para no conmo-
•Dios mío! ¿Qué he hecho yo para ser tan ver el corazón más empedernido.
i,-.f-¡iciada? ¡Yo nunca he querido la des- (Aparte). Verdaderamente, da lástima. (Con
raCja de nadie! ¿Y es él acaso máe íeíiz frialdad.) No, no me creas tan perverso que
hora? ¡Ahora tenido en la sangre de quien pueda gozarme nunca en verte derramar lá-
, ra mi único bien! ¿Qué quiere de mí ese grimas. Son demasiado ricas perlas para des-
homl-'i'c? No me ama, ni podrá esperar de perdiciarlas de esa manera. Tu dolor, pobre
mí q«e y? ' e a n i a s e jamás... ¡Don Pedro, es- Clara, ha penetrado mi alma. Pero tu hermo-
poso mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! Dadme sura tiene la culpa de todo. Una sola palabra
fuerzas para padecer y lágrimas para llorarle disculpa mis yerros. Quizás soy n Ui vista un
lela mi vida. (Ve a Mendoza.) ¡Pero que monstruo, un malvado. No, Clara, zio soy sino
v ,o! ¡Es él! ¡El! un hombre a quien la luz de tus ojos ena-
moró desde el punto en que te vi, un hombre
MENDOZA
que te ama con locura. Es verdad, tú amabas
Doña Clara, tranquilizaos, a otro, pero ¿podía yo sufrir un rival feliz?
He hecho mal, Clara, pero mí amor por ti
CLARA
debe disculparme. Nuestro tío, el padre Ra-
¡Infame! ¡Huye de aquí! ¡Vienes a ultra- fael, lodos se han indignado contra ti, por el
jarme otra vez, lú, manchado con la sangre paso que diste esta mañana; todos menos yo,
de mi esposo! ¡Maldito, maldito seas! que te amo. Tú pedías contra mí yaslicia, tú
MENDOZA (apetite) demandabas mi muerte al r e y ; pues bien, Cla-
ra, mientras que de ese modo expresabas tu
Suframos el granizo hasta que escampe,
odio y tu resentimiento, mientras implorabas
htlio.) Clara, cálmate, tengo que hablarte, y
venganza contra el matador de tu amante, yo
a nadie interesa tanto como a ti lo que ahora
te contemplaba más bella, más hermosa que
me trae a tu presencia.
nunca; yo te perdonaba en mi corazón. Por-
CLARA que tu enojo realzaba la sin par belleza de
tu semblante. Y ahora, si he venido a verte,
(Sin escucharte y delirante)
si me he atrevido a turbar tu pena, he venido
Pero tú has desobedecido al rey. El te ha
por tu bien...
mandado a una prisión y tú no has cumplido
ion su mandato. Y has violado y allanado la CLARA (con abatimiento y dolor)
cae» de su pupila, ¡Ah! ¡Si quieres esconderte
aquí y vienes a implorar mi favor! ¡ O h ! , mo- ¡Por mi bien! ¿Pero quién os ha traído
merto feliz, ojalá fuesen tigres los que te aquí? La orden del rey...
IWMsucaí y yo te entregaría también a ellos MENDOZA
para que te hicieran pedazos. ¡Correré... sí,
a la reja; gritaré; avisaré que está aquí...! I ¡La orden del rey! El rey pudo, mal infor-
'¥u a correr y Mendoza la detiene.) mado, mandar lo que tú. oíste; pero después
cambió de pensamiento, y ha revocado la or-
MENDOZA den. Clara, tú r¿o ¿abes lo q-ue pasa en lu
¡Clara, Clara, tú deliras! ¡Te has vuelto corte. Los reyes son, por ío común, cuando
¡oca! ee dejan guiar por sus favoritos, cgmo los niños
¡Cidra U jfíira con los ojos desencajados> se pequeños, cualquiera cosa, los irrita, cualquier
«franca de él y huye atemorizada. Mendoza la palabra los calma. Tus lágrimas enternecieren
'^lempla sorprendido. Ella se deja caer en al rey, en aquel momento se clej¿ sentir de
230 OBRAS COMPLETAS D E D( N JOSÉ DE ESPRONCEDA

tus discursos, me mandó encerrar en un cas- a verte un asunto que a nadie importa tan
tillo y a ti te tomó bajo su protección. Pero como a ti.
después prevalecieron las razones del conde
y de mis amigos, y el rey miró como una ca- CLARA

laverada mi desafío; tus amores, como el pa- ¿A mí? ¿Y qué puede importarme a m ¡ v
satiempo de una niña, y tu queja, como una nada en el mundo?
desenvoltura impropia de tu sexo, de tu edu-
cación y tu jerarquía. El enojo que le causó MENDOZA
lo que ellos llaman tu descaro fue tal, que
Sí, Clara, a nadie importa tanto como a ri
ha mandado que te encierren en un claustro sin
a nadie; tranquilízate y óyeme. El rey |j_
otra consideración contigo que la de dejar a
dado orden, a ruego de tu tutor, de aprisfo.
tu elección el convento donde se ha de se-
narte "en un claustro, quiere que llores aj]í
pultar tu vida.
toda tu vida tu arrepentimiento. ¡Imbéciles)
Ellos no te han mirado como y o ; no han sen.
CLARA (con despecho)
tido en su corazón de hielo el influjo de tm
Y tú, hombre infame, has venido a anun- encantos y en su fría justicia te han conde-
ciarme todo eso para gozarte en tu triunfo y nado a sepultarte viva en una tumba.
en mi desventura. Tú has pensado que la ven-
ganza que yo había conseguido esta mañana CLARA

había aliviado el tormento que abruma mi ¡La tumba! ¡Allí está ahora todo mi amor
corazón, te has dicho a ti mismo : voy a verla toda mi esperanza, toda mi felicidad!
llorar, a verla sufrir, y a desvanecer hasta las
MENDOZA
ilusiones que en su tristeza la quedan. Yo he
traspasado su corazón ayer con mi espada, Sí, Clara, en la tumba; si no se encuentri
asesinando a su amante; hoy voy a gozarme en eso que tú dices, quizás se halle el reposo
envenenar su alma; voy a deleitarme en su eterno, quizás... ¡Quién sabe!... P^ro en li
abatimiento (con energía y enjugándose los tumba que el rey te prepara se padecen todas
ojos), pero, don Alvaro, os engañáis, me habéis las amarguras de la vida, sin que ninguno de
visto llorar, pero ya no lloro, ya no volveré sus goces alumbre con un rayo de luz la noche
a derramar una lágrima; el fuego que arde eterna de la tristeza.
en mi corazón vengativo las va a secar para
siempre. Yo no quiero ya nada en el mundo, CLARA (con odio)
nada sino vengarme de ti. Y no me creas im- Pero no os veré nunca allí, ¿no es verdad?
potente, ¡ n o ! , porque me vengaré. ¿No lo
veis? ¿No lo veis? Mis ojos ya no derraman MENDOZA

lágrimas. Rayos habían de lanzar, rayos que Allí, cada día que pase, vendrá a renovar tro
íe hicieran cenizas. recuerdos; cada día te traerá más a la memo-
ria tu primera edad, porque sin presente j
MENDOZA
sin porvenir tu vida será un continuo re-
Sí, desahógate, Clara; sí, desahógate, y yo cuerdo de lo pasado; créeme.
me daré mil veces la enhorabuena si tu co-
razón se calma de esa manera. CLARA

Nunca lo será más que ahora, ahora «jn*


CLARA
te tengo delante de mí. Pero, de una vei,
Lo sé. Para ti los insultos son palabras que acabemos; ¿qué queréis decirme con todo
"lleva el viento, sonidos que nada significan, eso? Vuestra presencia me es insoportable. 1*
pero ¿qué demonio del infierno te trajo aquí en verdad extraño que os inspire yo ta"'1
para impedir mi felicidad? ¡ Monstruo! ¡ Que lástima.
me causa horror verte!
MENDOZA (aparte)
MENDOZA Si yo estuviera seguro de que profesaba
Verdaderamente que no sé yo mismo si fue pero B1 año de noviciado... (alto). Clara, m»*'
un ángel o un demonio el que aquí me trajo otro hombre que no te amara como yo, I "
de Flandes, pero lo que es ahora, me trae no sintiera por ti el interés, la ternura fl™

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 231

f cta mi corazón en favor tuyo, quizás se MENDOZA


\¿tía del influjo que el poder y ventajosa
Por Dios, un momento de calma. Pero, al-
sición me conceden sobre tu suerte. Quizás
guien viene. "¡Ahí El padre Rafael. (Se pone
aprovecharía de la orden <lel rey para hacer-
a pasear el cuarto. Aparte.) Este viene a per-
te en[rar en un convento y, no ambicionando
suadirla que entre monja..., pero, en fin, si
rtiás Q116 e* l^tv^° a e Marqués de Palma y tus
no hay otro remedio...
jquezas, no titubearía un instante en here-
(El padre Rafael ha dado a besar su mano
iaí.te en vida. Pero yo soy más generoso, o
a doña Clara, que se arroja a sus pies sollo-
„0r mejor decir, yo te amo demasiado para
zando.)
oeii;ar en el esplendor ni en las rentas de tu

ma rquesado.

ESCENA I I I
CLARA (con amargura)

¡Yo lo hubiera dado todo por haber sido CLARA, DON ALVARO, PADRE RAFAEL
feliz con mi esposo! De qué me sirven ahora
CLARA
ia6 riquezas, ya no valen para engrandecer y
,]ar honra al hombre que dominaba mi co- ¡Padre mío, padre mío! Lástima de esta des-
r;i/ón... dichada mujer.

MENDOZA PADRE RAFAEL

Otro hombre te diría : Clara, lo pasado ya Levántate, hija mía, levántate (la levanta
•:o tiene remedio; perdonémonos mutuamen- con dulzura). Dios perdona al pecador arre-
te; elige entre ser mi esposa o renunciar para pentido, y nos enseña a los hombies a com-
siempre ai mundo. Pero yo... padecernos de las miserias de nuestro pró-
jimo.
CLARA (irritada)
1 MENDOZA (aparte paseando la habitación)
¿Y tú no adivinas lo que yo respondería
a ese hombre? No hay otra alternativa; o se casa conmigo,
o se mete a monja. ¡Voto va! ¡Renunciar yo
MENDOZA a mi ambición...!

Sosiégate, Clara; es menester que atiendas a CLARA


mis palabras; te va mucho en ellas para que ¡He padecido tanto! ¡He llorado tanto, pa-
las desoigas y no hagas caso de ellas. Yo no dre mío!
«mero más que tu bien, óyeme, por favor.
PADRE RAFAEL
Yo te amo, yo te prometo adivinar tus pensa-
mientos, yo necesito de ti, necesito, en fin, Sí, has sufrido mucho, lo veo. ¡He aquí los
llamarte mi esposa. precipicios del mundo! ¡ He aquí el término
de todos loe delirios de la humanidad! ¡Qué
CLARA (con ira)
queda de todas las ilusiones de la vida una
¡Yo tu esposa! ¡Malvado! ¡Yo la esposa vez que pasaron! Algún recuerdo amargo, al-
del asesino...! i Sí, yo sería tu esposa, y te es- gunas lágrimas. Dichoso el que entonces levan-
trecharía entre mis brazos si pudiera ahogarte ta su corazón a Dios y se arrepiente de sus
con ellos! Don Alvaro, pronto, salid de aquí... desvarios. ÚLa copa inagotable, la Divina mi-
¡Hola! ¿Que no estoy yo en mi casa? Salid sericordia derrama el bálsamo de consuelo en
•'le squí, hombre villano. tu corazón. Yo, miserable pecador, como tú,
te perdono y espero en adelante que te arre-
MENDOZA pientas y enmiendes.
Mirad, Clara, que no sabéis lo que os decís.
CLABA
Reflexionad sobre lo que os he hablado.
Vuestras palabras, padre mío, alivian el do-
CLARA
lor de mi alma,
Repito que salgáis de aquí; salid, y no in-
MENDOZA (aparte)
ficionéis más tiempo esta casa con vuestra
Presencia. El padre lo entiende...
232 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

PADRE RAFAEL MENDOZA

Me alegro, hija mía, que mis palabras sean Sí, padre Rafael, me voy. (Aparte.) jy0 i ¡
dulces para ti. El paeo que has dado esta ma- más, sino que entre monja. Pero si Fi gllei .
ñana ha enojado a tu tío el señor Conde hasta no ha muerto,.,, Otáñez me servirá bien
el punto que ha jurado no verte más. En vano (Vase.)
he tratado de persuadirle a lo contrario; lo
PADRE RAFAEL
único que he podido lograr de él ha sido u r a
promesa de que te perdonaría si das la mano Vamos, hija mía, sosiégate y óyeme,
a tu primo.
CLARA
MENDOZA (con afectación) Os pido por Dios que no me habléis jam¿
Padre Rafael, suplico a Vuestra Reveren- de ese hombre.
cia que, sin hacer caso en este punto de la
PADRE RAFAEL
palabra de mi señor tío, influya con doña
Clara para que elija libremente lo que mejor Ese hombre es tu primo, es tu prójimo y
la convenga.
CLARA

CLARA Sé, padre, lo que me vais a decir; pero n»


Padre, mientras esté ese hombre delante es mando en mi corazón, y le detesto, y l e a j, 0 .
imposible que yo os escuche con atención; rrezco, y le aborreceré mientra viva.
es imposible que piense yo en otra cosa que
PADRE RAFAEL
en sus infamias y en el asesinato que ha co-
metido. El tiempo calmará esa pasión y Dios
tocará su corazón y hará que algún día rt
MENDOZA (con frialdad impasible) perdones» No muestres impaciencia, hija mía.
Vuestra Reverencia no haga cuenta de esos no te volveré a hablar de él. Tranquilízale,
insultos y prosiga en sus persuasiones con Tú eres aún muy niña, y ya las espinas dt
doña Clara. la vida se han clavado en tu corazón. Pero
eres buena naturalmente y tu alma es pur»
PADRE RAFAEL todavía como la de los ángeles. Las lágrima*
Ese odio que manifestáis a vuestro pesar... del arrepentimiento la lavarán de la mancha
con que una pasión mundana la ha empañad»
CLARA quizás. El rey ha mandado recogerte por ahora
en un monasterio para que en su soledad llo-
Es un odio eterno, inextinguible; os supli-
res tus desventuras hasta que esta tormenta
co que antes le digáis que se vaya. Sí no, per-
que han traído tus pocos años se disipe. Allí.
donadme, padre, pero me iré yo.
en el silencio y recogimiento de un claustro,
PADRE RAFAEL
entre las esposas de Jesucristo, elevarás tu
mente al Criador y quizá el ciclo se abrirá
Tranquilizaos,. a tus ojee, y derramará sobre ti caudales w
bienaventuranza y de santidad. Lejos de nn
MENDOZA (aparte)
querer forzar tu voluntad; pero sí tal vez la
Está visto, es terca como ella sola y no ade- corazón se sintiese tocado de aquel santo «•
lantaré nada. (Alto.) Doña Clara, una sola fuerzo que Dios inspira en las almas de si»
palabra y no os molestaré más. Considerad elegidos, si alguna vez, como yo en otro ti((-
que no os queda ya sino escoger un convento po me prometía, te abrazarás a la cruz p" 1
o ser mía, nunca separarte de ella y allí cifrases tu i3r>lfi
esperanza en la tierra, entonces, Clara, leJ0í
CLARA
¡ú de las mundanas tempestades, yo me oarlt
¿Lo veis? ¿Lo veis cómo me insulta? Su el parabién de haberte conducido al puerto 0f
vista me horroriza y me desespera. paü y de salvación eterna.

PADRE RAFAEL (a Mendoza) CLARA

Os suplico... Padre mío, el mundo para mí ya no es n>


AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 233

„ desierto, Nacía quiero ni deseo nada ACTO CUARTO


-i En un claustro ai menos nadie vendrá
vlerrujnpir mi llanto, que es el único ali- CUADRO PRIMERO
• mip jne queda en mi mal. Disponed de mí
fio uu ESCENA PRIMERA
,o queráis. Todo cuanto más lejos esté yo
j I mundo en que habitan los malvados, y Salón en casa de Mendoza adornado con lujo,,
ijue fC nmeáti'a a mis ojos ávido y sin una pero en desorden. Dos jóvenes en el fondo
embellezca y perfume la vida, tanto
flor q"e tirando a la espada; otros entrando; varios
n0S desdichada será mi suerte. Allí en el
.¡lencio rogaré a Dios por su alma. El sin sentados alrededor de una mesa jugando y
viendo jugar OTÁSEZ y otros criados en pie.
luda ei!i* e n e^ c * e l° ? e n el trono de los
PACHECO, entra.
¿tioele?. >' allí podré yo adorarle desde la
Sí, padre, el silencio de un claustro
lii-rra. PACHECO (a Otáñez)
.ydvjene al silencio que ha quedado en el
mundo alrededor ele mí. la soledad de la cel- >. Y t a amo ?
ia a mi soledad, y la religión me consolará
OTÁÑEZ
,|e Hiiá amarguras.
Está aderezándose para ir con Su Majestad
P.VDRE RAFAEL (con entusiasmo) a una partida de caza. Supongo que vuestra
| señoría será del número.
|J¡¡ii mía, Dios mismo ha puesto esas pala-
bra» cíe bendición en tu boca. ¡ Bienaventu- PACHECO
rado el que se conforma con sus decretos!
(Üarn, esa malvada pasión que te ha hecho Sí, cierto. (Se acerca a la mesa de juegos.1
.[rrraniar tantas lágrimas te abre el camino
ROBLEDA (jugando)
del ciclo. Dios toca de varios modos las al-
ma- de sus elegidos. ¡Voto a cribas! A pocas de ésas os lleváis
todo mi patrimonio.
CLARA
I PACHECO
Sí, padre; yo renuncio a todo, a todo para
siempre, sin dolor alguno. Un pan bañado en ! /'.Perdéis, alférez ele Robleda?
lágrimas sea mi alimento y una humilde ta-
| CABALLERO TERCERO
rima mi lecho. ¡ Ah! Yo le veré a él en mis I
visiones de la noche descendiendo del cielo a j Para entretener el tiempo mientras que sale
consolar a su pobre Clara, hermoso y puro el marqués nos hemos puesto a jugar un. rato.
como loe ángeles. Yo le razaré a él también.
ROBLEDA
PADRE RAFAEL
Y yo he perdido mi dinero en broma, ¡por
Kl rey deja a tu elección el convento. vida de,..!

CLARA (resignada) PACHECO

Elegidle vos, padre, el que queráis. Haced A bien que ahora no os debe dar cuidado,
'l»e saiga yo de aquí cuanto antes. protegido como estáis por el marqués y favo-
recido del Conde Duque.
PADRE RAFAEL
CABALLERO CUARTO
•*>i; voy, voy al momento, hija rnia. (Vase.)
Otro golpe y basta : allá va la novia. (Tiran,,
CLARA
dejan las espadas y se acercan al corro.)
¡Dios mío! ¡Hágase tu voluntad! ¡Ten com-
0TÁ;VEZ
pasión de mí!
En esta casa anda una bacanal continué
CAE EL TELÓN
desde que mi amo se ha hecho marqués.

CABALLERO TERCERO

¿Pagáis más?

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.234 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ROBLEDA hábito. Y mucho más habiendo raac 'tado,


difunto.
Lo que me queda, y mil demonios carguen
conmigo. (Se levanta de la mesa.) Ya le des- ROBLEDA
valijaron.
Ahí tenéis lo que yo digo. No hay ^
PACHECO tener un santo en la familia. Todo se viitl„
milagros.
Creo que todos seréis de la partida con
Su Majestad. PACHECO

RENDONES Unos se van al cielo para que otros se y


van en coche al infierno.
No hay cosa como un rey mozo de buen
humor. Todo se vuelve saraos, bailes, cace- ROBLEDA
rías... No hay tiempo apenas para fastidiarse.
Pues, ¡voto a Amberes!, que todavía %
MUZQUIZ guno de cuantos se han ido al cielo me k.
dejado a mí su coche...
Pues a fe mía que hay, sin embargo, cosas
bien fastidiosas. Supongamos: la antecámara RENDONES
del ministro, la escalera del palacio y la ante-
sala de esta casa. Apenas puede uno andar Que vos hubierais tomado, aunque hubie-
sino tropezando con esa turbamulta de pre- ran tirado de él cuatro diablos en figuras dt
tendientes, cada uno con su memorial que hipógrifos.
entregar, y su relacioncita estudiada que en- ROBLEDA
cajar al paso...
Aunque hubiera tenido que andar a tajot
PACHECO con el mismo Satanás en persona.
Es verdad; parecen pobres en día de jubileo. TODOS (risas y aplausos)
CABALLERO PRIMERO ¡Bravo, bravo!
Esos achaques tiene el ser marqués y favo- PACHECO
recido del Conde Duque.
¡ Bien por el alférez de Robleda!
MUZQUIZ
MUZQUIZ
Y privado del Rey.
Doña Clara entró monja sin saber qué ht
RENDONES cía; algún día puede que la pese.
Como que le acompaña, dicen, en todas sue RENDONES
-aventuras nocturnas y galanteos.
Pero al marqués no le pesará; que al no h*
ROBLEDA ber sido por eso se llamaría ahora, en vez dt
Marqués de Palma, don Alvaro de Mendoa
Eso se llama tener suerte. Me acuerdo que
a secas.
en Flandes...
PACHECO
PACHECO

A él lo que le ha valida principalmente fue ¿Sabéis que es un asunto excelente pw


el capricho de su prima en meterse monja. una comedia? Una marquesa enamorada *
Se encontró marqués en un quítame allá esas un vasallo suyo, un primo que vuelve de H"1*
pajas. des, un desafío con el amante, de cuyas «•
¡ sullas la triste señora entra monja. ¡Voto va.,
MUZQUIZ que es lástima que nuestro don Pedro U1
Pero creo que la pobre doña Clara no tenía derón no lo tome por su cuenta.
tal vocación, sino que...
MUZQUIZ

RENDONES Sí, pero no acaba en casamiento, 7


¡Buen chasco me llevé yo con su profe- está de moda acabar ahora las comed"48
sión! Hubiera apostado a que no tomaba el otra manera.
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 235

ROBLEDA PACHECO

a Y hombres de suerte: un desafío le ha En seguida habrá gran mesa de estado, fue-


orcionado a Mendoza el ser marqués, y gos, eíc„, y por la noche una comedia fa-
¡ifOP
los que hasta ahora he tenido sólo me mosa de un ingenio de esta corte, en la cual
mi
hl „ causado gastos y cicatrices. dicen que el Rey ha (baja la voz) tenido
parte.
CABALLERO PRIMERO
MUZQUIZ
-Sabéis que al Conde de Piedvahita le envía
i Conde Duque de Virrey a Méjico? Pues en ese caso debe ser buena, y no hay
sino preparar las palmas.
RENDONES
ROBLEDA
Tenía demasiado favor con el Rey, y aun-
Ya andarán listos los alguaciles para llevar
que amigo antiguo, era menester quitarle de
gente a la comedia. ¡Es mucha manía de gen-
ín medio.
tes! ¡Tener que ponerlos presos para diver-
PACHECO
tirse i
Y al padre Rafael, confesor del Rey, creo le MENDOZA
jjjyan desterrado también.
¿Será ya hora de irnos acercando a Pa-
«ENDONES lacio?

Me alegro. Era el hombre más fastidioso del PACHECO


mundo; siempre echando sermones.
Todava falta más de hora y media.
ROBLEDA
MENDOZA
El Conde Duque lo entiende, y Mendoza ¡Hola, Otáñez! (Llevándole a un lado.}
ha ganado en eso; porque el fraile no era
muy amigo suyo, y en cuanto al Conde, le OTÁÑEZ
ileja una vacante en Palacio.
¿Señor?
MUZQUIZ MENDOZA
El fraile es preciso confesar que era una Me parece haberte oído que tenías que de-
planta exótica en la corte de un rey joven y
cirme algo.
amigo de diversiones.
OTÁÑEZ

Sí, señor; y con vuestra licencia os diré


ESCENA II que ayer mismo vi a don Pedro de Figueroa,
pero tan seco, tan pálido, que da lástima, y...
Dichos y MENDOZA, vestido de caza
MENDOZA
MENDOZA
¡Adelante! ¿A qué diablos me vas a ha-
¡Hola, caballeros! ¿Qué se murmura? Al- cer su retrato?
wez Robleda, esta vida es algo más cómoda
lúe la que hacíamos en Flandes. OTÁÑEZ

ROBLEDA
Con perdón de Vuestra Excelencia, le vi,
como iba diciendo, y él me conoció a mí,
>iii embargo, yo la trocaría de muy buena
j que yo a él como *>i no le hubiera visto en
«ana. En la corte se gasta un sentido.
la vida.
MENDOZA MENDOZA

Hoy, señores, iremos con Su Majestad al ¡Despáchate, o vive Dios...I


"ardo, donde se ha de hacer la prueba die
OTÁÑEZ
°s dos mejores sabuesos que se han visto
"inca. E3 un regalo que el Conde Duque Señor, «n una palabra, me preguntó por
h
« hecho al Rey. vuestra excelencia y por <loña Clara; a mí
236 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

me dio miedo, porque temí que supiera mi FIGUEROA (desembozándose)


lealtad por vos y...
Señor Marqués, ¿me conocéis?
MENDOZA
MENDOZA
Bien; Clara es ya monja. Tarde acude.
(Un lacayo entra con muchos papeles, que Muy mudado estáis, a lo que veo, pero ^
entrega a Mendoza.) mal no me acuerdo, presumo que sois
Pedro de Figueroa.
PACHECO
FIGUEROA
i Qué granizada de súplicas y peticiones!
Os acordáis perfectamente y creo qne
MENDOZA (dando a uno los papeles)
habréis olvidado que me debéis una gat¡^
Secretario, tomad eso e informadme si hay facción.
algo que merezca la pena.
MENDOZA
LACAYO
Yo estoy pronto a dárosla. Mi suerte U
Un caballero, que no ha querido decirme
cambiado mucho de un año a esta parte;
su nombre, desea hablar con Vuestra Exce-
tengo favor en la Corte, y si queréis servir»
lencia en particular.
de mi influjo, os lo ofrezco con toda c«
MENDOZA dialidad.
Dílo que vuelva otro día, que hoy estoy FIGUEROA
ocupado.
No pretendo nada en Palacio, y anrtmit
LACAYO pretendiera, tampoco me valdría de vos. Li
Dice que es indispensable ver a Vuestra Ex- satisfacción qne os vengo a exigir es de otrt
celencia ahora mismo. Trabajo me ha costado naturaleza.
que no se entrase hasta aquí como en su casa.
MENDOZA
OTÁÑEZ (aparte, a su amo)
Ignoro entonces en qué puedo serviros, tt-
El es, señor; no le recibáis solo; es capaz... ñor don Pedro.
MENDOZA FIGUEROA
; Quita allá, necio! ¿Pacheco?
Por frágil que sea vuestra memoria, »
PACHECO habréis olvidado «1 lance en que tuve yo hw
¿Qué hay? año y medio la desgracia de salir herido.

MENDOZA MENDOZA

Retírate con esos amigos a esa otra sala, Y en verdad que os cobré afición pw
mientras despacho a un importuno que se vuestra bizarría, y me alegro que la hendí
ha empeñado en hablarme. (Todos se retiran*) no tuviera peores consecuencias. Pero »»
demasiado rencoroso, señor don Pedro.
ESCENA III FIGUEROA

MENDOZA, el LACAYO Para voe las consecuencias fueron las <|*


deseabais. En cuanto al desafío, no os tenj»
MENDOZA rencor. Vuestra buena suerte 06 valió «••
Que entre. (Vase el lacayo.) ¡Pobre Figue- hubiera podido valerme a mí, Pero, señor»»
roa! Casi me da lástima del buen hidalgo. Alvaro, añadisteis al agravio una supercherft
indigna de vuestro nacimiento.

ESCENA IV MENDOZA

MENDOZA, FIGUEROA Moderad vuestras palabras, porque no <P*


ro enojarme con vos. Deseo pagaros f
MENDOZA gún modo lo que os debo, y voy a habí*"
¡Embozado tenemos! con franqueza. En el mundo, el aue no •**

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 237

ra sí es un necio. Vos llamáis super- FIGUEROA


W,4• P*a un artificio inocente y de que me
¿Tú a mí? ¡Perro!
' firzo-^o valerme. Hice creer a Clara que
(Le tira una estocada y Mendoza se retira.
fü'' '" -, ,
L-.¡» muerto, y vuestras cartas todas vi- Los caballeros acuden, cogen a Figueroa por
ejola15
. *„ .1 mi poder, interceptándolas, para que detrás y lo desarman.)
ll,."i-eii a sus manos. Influí con el mi-
PACHKCO
• .,A «ara que os hiciese salir poco des-
S|,lrü l
• . r ^- , ,

- ,,,i posta con una comisión a ±\apoles ¿Qué es esto? ¡Detenedle!


. nerarlo y creído de que Clara os había
1 -'JaiIo- Podra pareceros esto lo que quie- MENDOZA (Tomando la espada de mano de
Pacheco.)
]U.ro va esiá hecho; y como se suele de-

a lo hecho, pecho, señor don Pedro. Dejadle, señores, don Pedro de Figueroa se
f\ ra efi ya monja y está fuera absolutamente exaltó demasiado y tiró de la espada en mi
i yiic-iiro alcance; la manzana, pues, de la momento de ira. Tomadla, don P e d r o ; sois
i .,.lt;-ili:i. ha desaparecido y no hay ya mo- muy digno de ceñirla. Ved en qué puedo
ijn) p-ira reñir. Vuestra pasión al cabo de serviros.
, l() iji.rnpo ?e habrá enfriado y mucho más
FIGUEROA
na teniendo esperanzas de qué alimentarse.
V.1IH"-. pues, amigos, y será mejor. Os rodea y defiende ahora mucha gente.
FIGUEROA Oh, algún día, señor Marqués, algún día quizá
¡Amigos! Vos sois un nial caballero. y en mejor paraje nos encontraremos. (Vase.)

MENDOZA PACHECO

Ese hombre está loco.


Silencio. Os perdono esa bravata en gracia
de las ofensas que os hice. Ved si puedo ser- ROBLEDA
tiros en algo, y retiraos.
¡Al cabo de año y me-dio, con lo qu? sale!
FIGUEROA
MENDOZA
Don Alvaro, vengo decidido a morir o a
Ea, caballeros, no hay que hablar más de
mataros. Si no salís al campo conmigo juro a
eso. ¡A palacio! El rey nos está esperando.
Dios que os atraviese aquí mismo de una esto-
vada.
CUADRO SEGUNDO
MENDOZA
Una celda. A la izquierda del espectador
\<¡ as probé en otra ocasión que mi espada una ventana a la huerta con una cruz de hie*
*alia más que la vuestra; ahora os digo que rio. En el fojido una puerta por la cual se
wy Marqués de Palma y vos sólo un hidalgo, verá un largo claustro con un farol a lo lejos,
ni vasallo, con quien no me corresponde y en último término la gran puerta del coro.
adir la espada, ni igualarme nunca. Al lado de la reja en el mismo fondo una
mesa con su reclinatorio, un libro y escri-
FIGUEROA banía de barro. En la pared, una imagen de
la Soledad alumbrada escasamente por una
"ás noble que tú ¡infame! Mil veces más
lámpara moribunda, Al otro lado un arcén
••m.c y más honrado que tú. Sales o te mato
grande y más próxima la cama con un rosa-
*V¡í mismo.
'D rsenvaina la espada. Pacheco y los ca- rio pendiente a la cabecera y una pila de
*•>//,rr
agua bendita. Algunos i'tiales de baqueta.
os >w,uden a los gritos.)
Noche oscura,
MENDOZA (Con calma)
n ESCENA PRIMERA
'"°y desarmado; envainad esa espada, que
li'siera que os tomasen por un vil asesino CLARA arrodillada ante la imagen. Entra TE-
*ner q u e e c haros a palos de mi casa. RESA, criada suya.
238 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

TERESA TERESA

El convento está en un profundo silencio. Por vuestra vida que no os entregue,


Todas las religiosas se han retirado al des- abatimiento. Pensad en que don Pedro »¡J
canso. Miedo causa el atravesar los claustros. en que sabe vuestras desgracias y vni¿^
No se pierde un sonido : el aire de los pa- fidelidad. ^
tios, el rumor de las pisadas, las sombras
CLARA
siempre en movimiento, todo infunde una es-
pecie de terror... ¡Pobre señora! ¡Una mar- ¡Qué vive! ¿Y quién sabe si su apari,¡f
quesa acostumbrada ai lujo, al regalo de su en el mundo no es el último martirio 035^
casa, en las fiestas y la alegría de sus prime- esperaba? ¡Ay..,! Ojalá hubiera yo
ros años, y ahora siempre vertiendo lágri- bido mil veces a la falsa noticia de sn
mas... Tan afligida ¡infeliz! Hace un momen- te. Pero, Señor, ¿dónde, cuándo comeli H
to que me hablaba de su única pasión, de crímenes que merezcan lo severo de la »,
sus desgraciados amores, resuelta, esperanzada. con que me estáis afligiendo ¿Qué es ¿
Ahora solloza, está rezando a la Virgen. Voy vuestra justicia, Dios mío? Los malvados tri*.
a llamarla. (Se dirige a Clara y se detiene.) fan y se ríen de vuestra cólera terrible. ¿c„a
es, en la tierra, el premio de la virinj»
CLARA
TERESA
¡Madre mía! ¡Madre mía! Tened lástima
de mi dolor. Miradme, reina de los cielos, Vuestras penas y vuestro continuo lamen)»
volved los ojos a vuestra criatura desampa- me traspasan las entrañas. Escuchadme, «,
rada. No me abandonéis en tan amargo des- ruego; yo no puedo sufrir que os consnmüt
consuelo . así en la agonía. Reanimad vuestro valoj;
antes me hablabais de otro modo. Ya hite
TERESA (Conmovida) más de ocho días que tenéis noticia de n
existencia y ¿aún andáis remisa cuando se tffli
¡Señora! ¡Señora!
de verle? A fe mía que vos misma sois rf
CLARA
mayor enemigo de don Pedro y de vne&i
felicidad.
¿Quién me llama? (Se levanta, sobresaltada,
conoce a Teresa y prosigue con dulzura) CLARA

¿Eres tú, Teresa? Yo creí que estabas dur- Teresa, ¿qué has dicho? ¡Yo enemiga it
miendo? ¿Por qué no te vas a gozar del Figueroa! Tú no sabes lo que pasa dentro it
sueño? mi alma, lo eme yo lucho por apagar el hi-
go en que estoy ardiendo; este fuego q«
TERESA
otra vez vuelve a prender con más furia <JK
¿Y cómo queréis que os deje sola en este nunca, ahora que debiera estar apagado 1»
estado, siempre llorando? Hace un momento el tiempo y la penitencia. ¿Que no qnifft
que salí de .aquí. He paseado, como me di- verle? ¿Y quién lo pudiera desear en el mu-
jisteis, todo el monasterio. Todas duermen: do con más violencia que yo? ¡ Desventurada.
no se siente nada t la noche es muy oscura, ¡Es imposible...! (Abatida). La religión, •»
muy triste... Don Pedro sin duda está espe- votos, el sagrado recinto en que me hallo
rando a que os acordéis de él. i Qué poder sería bastante .a defendernos «¡
remordimiento, de la tortura, de un homW
CLARA (Vivamente afectada) sacrilegio..,! ¡Jamás, jamás...! ¡No nafi P
¿Dónde está? Desde esta tarde no le he triste, para ser dichosa!
vuelto a ver. En la iglesia, junto a las luces
TERESA
del altar; el coro de las religiosas cantaba
los oficios; yo tenía mis ojos clavados en él, Y, ¿por qué no, con la confianza oe t**-
pero los suyos en vez de responderme se- tía conciencia?, ¿por qué queréis opof*^
guían contemplativos al humo de los incien- a vuestro destino? Seguid el rigor de vo
sos. ¡Desventurado! El preguntaba al Altísimo estrella, doña Clara. Dios os está vien« •
por el corazón de su esposa, y nadie le res- el mundo no puede juzgaros. ¿No tenéi» '
pondía. la protección del cielo?

i
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 239

CLARA arrancará de mis brazos, nadie podrá sepa-


rarnos, si él muere, moriré yo también: él
•Ah! ¡Si y° pudiera abrir mi corazón y me sonreirá y yo con mis manos halagaré
Lr¡r]e! Yo llamaría a los más instnsi- su frente mientras respiro. Juntos descansa-
gC9
les diría : mirad, mirad, soy una po- remos de tanto padecer; y si la muerte nc
huérfana nací acariciada de la fortuna, es igual a la vida, con ella acabarán nuestros^
bu-
,edío de ^a opulencia y de los placeres; infortunios. Me parece que oigo pasos... ¡Si-
ÍO ni
las r i q ü e z a s n o m e infundían sino des- lencio! Siento una opresión, una zozobra...
„;„ v aburrimiento. Un instinto de amor ¡Ah! (Ábrese la puerta.)
• ástihle, pasión divina, nació conmigo,
uñó los juegos de mi niñez, y a las
ifi>iT
piicrt ¿ de mi primera juventud, me presen-
a
ESCENA III
,' toda? mis ilusiones, los encantos de mis
tl,,,Í0í virginales cifrador en un hombre, Dicha, la ABADESA con luz
nri ángel de cariño y de salvación. ¡Ah!
I) de entonces todo fue para nosotros tinie- ABADESA
L|,- y naufragios. El mundo nos hizo la
,i,rr;>. mi'3 deudos me abandonaron a mi No te asustes, hija mía. Soy yo, que piense
en ti, que vengo a consolar tus aflicciones,.
ill(.rt,. y cuantos me conocían se olvidaron
,lí mi pesar. ¡Y yo le lloré muerto! De no- Hace algunos días que me llaman la atención
,|¡ e , en mis delirios, llamé a la losa de su tus inquietudes. Estás desmejorada, hermana
Clara : ¿qué sientes, hija? Tus antiguos pesares
«•palero y 1.a eternidad se abrió delante de
se iban ya mitigando : ¿qué nuevas tribula-
iní. Pero vive, respira aún, repite el nombre
ciones?
le ni Clara y la busca por todas partes.
Y'o quiero verle, yo muero por estrecharle CLARA
-n mi« brazos, por oírle decir que me ama
„ni(i el primer día ! (¡Dios mío, qué angustia! ¿Qué va a ser
de nosotros?) Madre Abadesa, yo no sé con qué
TERESA
podría pagar el interés que os tomáis por mí.
;Y por qué no? Atended: os repito que En este momento iba a entregarme al descanso.
imloB dnermen, que no hay peligro ninguno.
ABADESA
Va cabéis los medios que tengo en mi mano
para hacerle entrar sin ser notado. Es tem- Vamos, me alegro, sí, descansad. Durante
prano : yo sé que no se retira hasta muy t a r d e : el sueño se adormecen también los rebatos
iinc pasa las noches enteras rodeando los con que el enemigo suele atormentar la ima-
¡nun» del convento por adquirir noticias ginación. Os lo he dicho muchas veces; yo
«m'-trap. Corro a avisarle. Mi marido el de- también en mi juventud sufrí combates muy
mandadero está pronto a sacrificarse por vos: recios de las pasiones. Mis pensamientos en
'I tiene la llave de la primera puerta. (Enseña la soledad volaban tras los recuerdos mun-
wi llave.) Y aquí la de la clausura, como danos y en mi corazón fluctuaban miserable-
"Í ofrecí ayer. Adiós, señora, valor y esperan- mente. Pero la penitencia, la oración, las lá-
"• l'ronto abrazaréis a don Pedro. (Vase.) grimas del arrepentimiento endulzaba!} mis
amarguras, y fortalecían mi espíritu.

ESCENA II CLARA

CLARA ¡Qué martirio! Yo estoy en ascuas. Va


a llegar). Os ruego, madre, que no renovéis
'kpera, detente, oye! Se fue. ¡Cuántos pe-
mi dolor. No queráis despertar en mi memo-
>ro«...! ¡ p e r o Fig U e r oa no querrá, no debe
ría...
'ntrar hasta aquí, sería perdido sin remedio.
•", ci!f>licios más horrorosos le amenazan.,,, ABADESA
'! Míiigo del cielo..., pero ¿qué digo? El
ama, SIj yo lo sé... Acudirá corriendo a Tiene ra-zón, hermana, voy a ver de dejar-
"'ftz- ¡ Insensata! i Yo soy quien le entrega la al momento. Pero me ha de prometer r e -
> la mnertí tirarse a su lecho, y no dar rienda a su des-
La muerte... Pero nadie le

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240 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

consuelo. Te recomiendo la lectura de mis ramento terrible? ¡Dios mío! Tú penetra»


libros piadosos. Medita «obre elía, y encon- lo más escondido de mi alma. Don Pedrg i,
trarás cómo el Señor .aflige a sus siervos para bía muerto; yo nada tenía que esperar de i
acrisolarlos y castiga irremisiblemente a los vida ¡ El vive, el vive! ; Yo no soy duega i
que le ofenden. mí misma.,.! ¡Bendito el día en que I e V o i.
a ver, y bendito mil veces el lazo qUe
CLARA
une! (Entreabre la puerta y mira hQc¡a .
No sabéis lo que yo amo vuestros santos claustro) ¡Un embozado...! ¡Yo tiemblo i
consejos, son tal vez el único alivio de mis ¡El es! Teresa le acompaña., Así... ¡naJ.
males... pero... ahora... no sé..., está Ean ade- los oye...! (Con asombro) ¡Virgen Santísimai
lantada la noche... mis fuerzas desfallecidas..., (Corre a la imagen.) Haced que llegue salvo
quizá podría reposar algunas horas. mis brazos (cae de rodillas).

ABADESA
ESCENA V
(¡Desgraciada joven!) Adiós, hija mía, me
voy al recogimiento. Si te parece conveniente CLARA, TERESA, DON PEDRO DE FIGlJL
enviaré una de las hermanas para que te haga ROA
compañía.
TERESA

CLARA
¡Siempre detrás de m í ! ¡Más despacio, má
(Creo que se sienten pasos...) No, madre despacio! (desde fuera) Esa es la puerta; so-
Abadesa, no. La presencia de cualquiera me jetad la espada... no metáis ruido, está so]».
sería perjudicial. Os acompañaré a vuestra (Mirando a la escena) Adiós, caballero: en-
celda. trad, (Vase, haciendo entrar a Figueroa).

ABADESA
ESCENA VI
Está cerca; yo iré sola. Buenas noches, Clara.
Encomiéndate de veras a la pureza de la CLARA, FIGUEROA
Virgen.
(Entra FIGUEROA. CLARA le reconoce i
CLARA se arroja a sus brazos.)

Ella os acompañe, madre Abadesa. CLARA

ABADESA i Don Pedro !

No salgas, no, FIGUEROA

CLARA ¡ Clara! (Pausa).

Soy hija de obediencia. Me quedo por CLARA


vuestro mandato. (Vase la Abadesa.)
¡Esposo mío!

FIGUEROA
ESCENA IV
¡AI fin te vuelvo a oprimir contra mi »•
razón, desunce de tanto tiempo, de tanl**
CLARA
suspiros!
¡Se fue! ]Ah! Respiro. Un enorme peso me
CLARA (Recordando)
estaba ahogando. ¡Si vendrá Figueroa! i Si
vendrá! Yo ya no podría vivir sin verle. S í : Soltad, soltad. Estamos vendidos. Esa l"1*
el cielo lo dispone, yo no hago más que obe- ta... (corre hacia la puerta y cierra con ('•
decer su influjo. Y si no, ¿qué es lo que rrojo).
quiere exigir de mi debilidad,..? Mis votos...
FIGUEROA
Mi renuncia a todos los goces de la vida. ¿Y
cuándo he querido yo renunciar a mis purí- (¡Mi ojos la han vuelto a ver! Pero, i a
simos amores? ¿Pero son ahora puros como qué sitio!) ¡Vendidos! Mi acero...! V*
el primer día? ¿No he pronunciarlo un ju- puna la espada).
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 241

CLARA remos juntos de todos los deleites de la na-


No hay cuidado. Otra vez, amor mío, abrá- turaleza, de la brillantez del día, respirare-
,„ Siento un placer..., una sensación celes- mos los aromas de la mañana. Buscaremos el
• 1. figueroa..., encanto de mis ojos... ¿Has placer, en los misterios de la noche, y la so-
u5pirado por mi? ¿Te has acordado de tu
ledad, que sabe nuestro secreto, se regocijará
en nuestra ventura.
Cía"?

FÍGUEROA FIGUEROA (Con emoción)

y tií me lo preguntas, alma mía? Un l Clara!


i0]0 instante no has faltado de mi memoria.
CLARA
Tan hermosa! Siempre enamorada, siempre
llorando mi falsa muerte. Todos nuestros deseos van a verificarse, vi-
viremos muchos años en un paraíso de ilu-
CLARA
siones, sin un día de dolor, sin un fantasma
; Infame don Alvaro! que venga a turbar la paz de nuestras almas.
La misma muerte respetará nuestra juventud,
FÍGUEROA y esperará nuestro último abrazo para tras-
Sí; infame, maldito, hombre vil y sin fe! ladarnos juntos al seno de Dios. ¿No crees
Hoy más que nunca, desde la opulencia y el tú que hemos acabado ya de padecer?
favor cortesano desprecia las santas leyes del
FIGUEROA (Reflexivo)
honor, y se atreve a insultar a la desgracia.
IVro no crea el traidor que ha de escapar a i Desgraciados! ¡Quién sabe si tendrán fin
nuestros infortunios! Vuelve de tu mágico de-
m¡ venganza. Yo le juro...
lirio, Clara. Mírame, soy tu amante, tú eres
CLARA mi único bien, mi única esperanza en la tie-
rra. Pero, advierte, ¿no ves dónde nos halla-
;Don Pedro! No, callad, no penn¿¡s en
mos, loe muros que nos cercan, tanta oscuri-
ca quimera. ¿Qué te importa Mendoza y su
dad...? i Esa lámpara que parece velar sobre
perversidad, ei tienes aquí a tu Clara, para
un sepulcro!...
hacerte dichoso? -Mendoza! No quiero que
le nombres jamás. Ese nombre es fatal para CLARA
nosotros. Habíame de tu amor, don Pedro, de
iAy don P e d r o ! ¿Por qué me afliges de esa
e*e amor que yo he consagrado con mi llanto.
manera? ¿Por qué despiertas los remordi-
FÍGUEROA
mientos que dormían en lo más hondo de mi
pecho? La ira de Dios nos amenaza. La re-
Sí, Clara, sí, de mi amor. Nosotros no de-
ligión inviolable, sagrada...
tierno? pensar más que en nuestro amor. ¿No
'> verdad, alma mía? Ya estamos unidos, ya FIGUEROA
•flmos felices para siempre. Tenemos dere-
fm a serlo. Hemos comprado esta felicidad Sí, la realidad nos llama, Clara. Es preciso
•wt lágrimas, con sangre, con pesares muy que atendamos a sus voces; a cada momento
¡•ri'f undos. son más imperiosas. Ese hábito que te cu-
bre... ¿no piensas tú en ese hábito?
CLARA
CLARA
IVs bien, seremos dichosos, el mundo en-
'•r'i envidiará nuestra suerte. ¡Ah! Sí. ¡iLa esposa de Jesucristo! ¡Los
juramentos...! ¡Un sacrilegio! Don Pedro,
FÍGUEROA ¿no te compadeces de mi terrible situación?
'¡viremos el uno para ^1 otro, lejos de los ¿Qué puedo yo hacer, desventurada de mí?
ombres y de sus engañoa, olvidando lo pa-
,|f FIGUEROA
to- sin cuidarnos de lo que pueda suceder.
¡Qué! ¿No lo sabes, Clara? ¿Lo dudas si-
•^A (Con arrebato, que siempre va en au- quiera un solo instante? ¡Cruel! ¿Es así como
mento) tú eres capaz de corresponder a u»i amor? Sí,
Siempre entre delicias. ¡ ídolo m í o ! Goza- tú no puedes dudar de mi amor: por ti he
16
242 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

arrostrado peligros, he desafiado la furia de la perseguirían para entregarnos a una n>n .


desgracia; por ti he profanado la santidad de ignominiosa? ¡ A h ! , ¡no, nunca! Tiemblo»J
estos lugares. Por verte, por estar a tu lado, ti, don Pedro, la idea sólo me estremece i,
por una sola mirada de tus ojos he conside- más me resolveré a sacrificarte.
rado yo como pequeño y despreciable cuanto
podía ofrecerme la vida. Porque creí en tu FIGUEROA
pasión, porque la juzgaba tan grande como la ¿Y qué piensas que sucedería si me ent^
mía y te imaginaba superior a tu misma her- trasen aquí donde estoy, en tus brazos quhjj
mosura con un alma de fuego y de entusias- entonces dime, ¿qué piensas tú que S U C í ^
mo. Hace un momento que tus palabras vi-
na r
braban en mi corazón. ¿Por qué, dime, por
qué con tan vivos colores me pintabas un cielo, CLARA
si no estabas resuelta a acompañarme a él?
¡Qué horror! Pero tú le irás. Nadie sabrá
CLARA que has penetrado hasta aquí. Todas las js.
ches vendrás a ver a tu esposa, y el cfeU
Ten piedad de mí, Figueroa, no quieras per» piadoso se aplacará con mis súplicas.
derme y perderte para siempre.
FIGUEROA
FIGUEROA
No lo creas, mujer irresoluta, no lo cte^
¡ Alguien viene!
No me iré, no daré un paso sin llevarte coa.
CLARA (Escuchando)
migo. Aquí, aquí me encontrarán a tu lado
y conocerán todos el exceso de mi amor y ^
¡Silencio! ¡Silencio...! Es el viento en los tibieza del tuyo.
álamos de la huerta. Esa ventana... ¡ A h ! ,
cuántas veces, esposo mío (con pasión), cuán- CLARA
tas veces fatigada de la oración, apoyada en
Figueroa, sí me amas, si no te complaces e»
la cruz de esos hierros, desvanecida y melan-
rni desesperación, aléjate, pronto, no podemot
cólica, repetía yo tu nombre y buscaba tu
desperdiciar un solo minuto. ¿No tiemblas ú
imagen al través de ios reflejos del crepúscu-
imaginar tu proyecto? ¡El infierno! La han
lo en las remotas nieblas del horizonte o
va a sonar, la criada no ha venido a avisar-
entre los vapores flotantes de la oscuridad...
na.?, algún riesgo nos amenaza... (Párase i
Tú escuchahae mi invocación, encanto mío. yo
escuchar y prosigue) Ya se siente movimiento,
veía tu rostro, divisaba íu figura: ora ilu-
Las religiosas van a salir hacia el coro. Sál-
minada y radiante volando hacia mí y des-
vate, huye.
lumhrando mis ojos, ora gigantesca, taciturna
y opaca desligándose por entre los brazos,
FIGUEROA
acompañarla de sombra». Entonces yo íc seguía
con mis suspiros y el llanto se agolpaba a Til. te has olvidado de quién soy, Clan.
mis ojos. He dicho que no saldré sin t i : ¿Me entien-
des? Pierdes el tiempo en vano si píen sai <?sf
FIGUEROA
el temor podrá reducirme. Mi único ten»'
Calla, calla, no prosigas. Los momentos son e.í el de vivir sin tí.
preciosos : la noche toca ya a su fin. Escucha
CLARA
mis palabras, Clara, y decide de nuestra suer-
te. Yo he jurado no apartarme de ti, no aban- i No, no saldrás: ¡Ya es imposible! 0m^~
donarte jamás. Pues bien, quiero que me si- I sible! (Escuchando) Nos han sentido: )'a w
gas, que huyamos de aquí ahora mismo. l nen... (Oyese ruido por fuera) Sí, sí. d°n "'
dro, todo lo que tú quieras. (Mira a '<"*'
CLARA
lados desalentada.) Estoy resuelta a t°a
¡Huir! ¡Huir de la vista penetrante de (Le coge de la mano.) Te seguiré, te sega"*--'
Dios! ¡Romper los votos que pronuncié en su pero por mi vida, por lo que más apríí
nombre...! ¿Y dónde podríamos ocultarnos? en el universo ¡no hay más salvación . _
¿Ignoras que llevamos una maldición sobre nosotros! ¡Yo también moriría desespe*
nosotros y que hasta los más indiferentes nos (Oyen&e golpes en la puerta.)

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 243
UNA VOZ ABADESA

ibrid, hermana Clara. Venga, venga por aquí.


CLARA MONJA SEGUNDA

.j^o ves! ¿Lo ves? Sigúeme, ocúltate, es- Ya vuelve en s í : abre los ojos.
uno ••• (Le lleva hacia el arcan, abre y
iA trémula, exclama); ¡Aquí, aquí, por el ABADESA
•n|o jauto.-! (Redoblan los golpes.) ¡Clara, Clara! ¡Hija...!

FIGUEBOA (Ocultándose) CLARA (volviendo)


ie
Clara, ¿» seguirás? ¿Eres mía? Sí... ¿quién?... No... ¡Es falso, es falso 1
; Ah!
CLARA
MONJA SEGUNDA
Tuva. taya para siempre! ¡Tuya hasta la
luiufoa! (Cierra con llave.) ¡Cielos, valedme! ¡ Le ha atacado a la cabeza!
•Vo muero I (Cae desmayada sobre un sitial.)
ABADESA

¡Dios nos libre...! ¡infeliz...! A ver..,


ESCENA VII
echadla aire. Probemos a llevarla a mi cel-
da : la reclinaremos en mi casa, y las madres
/.,» mismos. La ABADESA, MONJAS, una
se quedarán a cuidarla mientras yo asisto en
NOVICIA
el coro a la comunidad,
'Salta el cerrojo a los golpes y entran las
MONJA PRIMERA
monjas. Empieza a amanecer. La luz penetra
[>»r ¡a ventana de la huerta y por la gran ¡Animo, hermana Clara! Pruebe a sostener»
wcrta del coro que está en el fondo del claus- se, y la sacaremos de aquí.
ir o.)
CLARA

ABADESA ¿Dónde? ¡No...! ¡Nunca...! ¡Nunca..,!


;Oué es esto? (Entrando)
ABADESA

MONJA PRIMERA Llevadla, llevadla.


Miradla; está muerta; fría... algún acci- CLARA
!fiir como los que a menudo la acometen.,.
.\ rreiamos que no la volvería...! ¡ Ay...! ¡ No ! ¡ No ! (Se esfuerza y cae otra
vez sin sentido. La abadesa hace señas a las
NOVICIA monjas para que se la lie ven t y ellas la sacan.)
i Qué confusión! (Aparte.) Juraría haber oí» ABADESA
!" la voz de im hombre.
Cierre esa puerta, Lucía. (A la novicia.)
MONJA SEGUNDA Lléveme la llave, y ruegue a Dios por la
madre Clara. (Vase.)
, f'ohrecita!. no respira...
NOVICIA
ABADESA
Traiga el agua, cierre la puerta. (Con des-
.Víua. agua, corriendo! (La novicia no sabe pique, al salir.) ¡Pobres novicias! ¡Cuándo se»
:n
' 'l<' acudir.)
ré yo madre profesa! (Vase cerrando de gol-
MONJA PRIMERA pe.)

'ronto, Lucía; allí está el agua bendita.

NOVICIA (corriendo hacia la pila)


^ lo mejor. ¡Dios la socorra! (Lleva el
^ del agua.)
244 OBRAS COMPLETAS DE DC V JOSÉ DE ESPRONCEDA

ACTO V ROBLEDA

Dejadme, señora.
C U A D R O I
(Fortuna y Beatriz se levantan con IQ,
Salón del palacio de Mendoza. El fondo va a pos)
dar al jardín y está ceñido de una verja FORTUNA V BEATRIZ
con puerta en medio. Las ramas de los ála-
mos y frutales, los pámpanos, {lores y frutos ¡iLa canción, la canción...!
del tiempo entran en el salón y lo refrescan.
PACHECO
El jardín iluminado. Un desordenado ban-
quete en el salón; manjares, platos, vinos, ¡Allá va...! ¡Soldados! (Con una 60t-ii
helados, adornos de lujo, pero en desorden. echando vino en las copas)
Dos puertas laterales. Todos se levantan y Qantaa el siguiante;

CORO
ESCENA PRIMERA
¡Oh, caiga el que caiga, ¡más vinol, ¡hr^

MENDOZA, PACHECO, ROBLEDA, MÜZ- A aquel que más beba loores sin fin
QUIZ, FORTUNA, BEATRIZ, DOROTEA, Con pámpanos ricos su frente adornemps
MARGARITA, CRIADOS. Están sentados a Aplausos contemos al rey del festín-
la mesa, gritando y cantando, etc.
T O D O S
MENDOZA

Amigos, en mi vida... ¡Víctor, víctor, bien...! (Se sientan)

CABALLERO PRIMERO MENDOZA

Callarse, callarse... (Sigue el murmullo) Amigos, así me gusta. Esto se lo que j *


quiero. ¡ Alegría, alegría! Que la hiél de kt
ROBLEDA
pesares se endulce con el licor de los va»i
La dama es muy dueña de elegir como (A los criados) Muchachos, retiraos, despt-
quisiere: ¿Me oís, señor Rendones? Dejaos jad, maestresala. (Vanse los criados.)
de hurgarme la cólera, amiguito : vamos, her-
mosa Dorotea, como se os antoje, sin rodeos. CABALLERO PRIMERO

MENDOZA ¿Qué tal el vino de Grave, señor Robledi!


El buen Robleda está más vivo que un azo- ROBLEDA
gue.
Para mí como el de Yepes y el de Chipre
DOROTEA
todos asombrosos; preguntádselo a esas boli-
¡Ja, ja, jal Si no me dejan, señor alférez, llas de Jerez que ruedan sobre la mesa w
yo no puedo... ¡Ja, ja, j a ! una gota.

ROBLEDA MENDOZA

Oa he dicho que la dejéis hablar. jVoto al Niña Fortuna, bellísima morena, ponte «*
dios Baco...! ¿Cómo estamos aquí? flor en los cabellos, que quiero coronarte C"
reina de la fiesta.
RENDONES

Alférez, menos fieros, que yo no tengo ga- FORTUNA (la toma)


sas de hacer sino mi gusto. Gracias, Marqués; por complaceros U **"
loco en mi cabeza. (Lo hace) Que si oW»*
ROBLEDA
libremente me la prendería en el lado del f»'
¡Cómo! (Levantándose) Salid.,. (Dorotea razón.
deteniéndole.) Aquí, aquí; a mi lado os quie,
ro yo. Nada de eso. MENDOZA

(Rendones tararea) Me has vencido, hermosa.


AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 245
FOBRTUNA RENDONES

veras, don Alvaro? Reparad que os Tengo la copa llena. Esperad a este trago.
¿De
es tasdamas y podrían reñiros quizás...
óftí> CABALLERO SEGUNDO (En pie)
BEATRIZ (picada) ¡A cantar!
•Qué disparate! No, a fe m í a : no me me-
MENDOZA
«ría y» e n semejante cosa.
¡Que cante el poeta!
MARGARITA
MUZQtttz (En pie)
Contigo nadie puede competir, Fortuna, q u t
¡ Mi vaso está vacío !
(1 nombre sólo te abona.

CABALLERO PRIMERO (Se U ÜHUti)


FORTUNA
Bebed, que se os aclare la voz.
•£] nombre sólo? Me dejas obligada. Mar-
liritfc- CABALLERO SEGUNDO

MARGARITA ¡Silencio...! í Silencio...! Luego nosotros.


Dispensadme que no responda; porque de- Canta el poeta Muzquiz
bo atender al agasajo de estos caballeros. No
ifi^o ira instante mío, Alegres los ojos,
Borracho el semblante,
FORTUNA (Aparte) La copa espumante
La envidia las quema. En alto a b r i n d a r :
Rebosan loe labios
BEATRIZ (ídem) En besos y vino.
, Fea. orgnllosa! Y al néctar divino
dé fuerza el azahar.
MARCASITA (ídem)
CORO
i Fatua, soberbia!
¡Oh, caiga el que caiga, ¡más vino', ¡brin-
FORTUNA
[ciemos!
Marqués, ¿es así romo decíais? ¿Os parez- A aquel que más beba loores sin fin
o bien? con pámpanos ricos su frente adornemos.
Aplausos cantemos al rey del festín,
MENDOZA

'.Divina! Con los ojos me atraviesas el al- ROBLEDA


!»¡a. Fortuna, muerto me tienes. Afuera, afuera, señor valiente. (A Rcn*
dones, mientras el poeta canta). Salid co»'
FORTUNA
migo, que si no, Jvoto a Santiago!, que os
.Lisonjero! No tanto, no quiero yo... arrastre por los cabezones.

DOROTEA (A Robleda) REXDONES

• Ja, ja, ja! Pues me he de reír de vuestraB Os escuece lo de la dama,.., ¿eli? Pues va-
«urrencias. El vino os trae alborotada la ca- mos a los jardines, y cuidado con caeros., que
•""'a- ¿A dónde vais? ¿Qué, tan fea os pa- estáis un pato desnivelado,...
rtí»?
ROBLEDA
ROBLEDA
¡ Mejor cuchillada...!
Vomie
d donde quiero, que no estoy de bur- (Vanse durante el coro)
!
* - No puedo estar más tiempo sentado, vol-
DOROTEA
"*• {A Eendoncs tocándole el brazo) Señor
! an
* > ¿habéis vi«o la que traigo al lado? ¡ Señores, señores, que se van! ¡ Un lance!
' M i a | a a m espada) ¡Una riña!

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246 OBRAS COxMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

MUZQUIZ VARIOS

¿Cómo? ¿Quién? ¡Viva Fortuna...! ¡Viva Beatriz...! ¡w


garita! (Muchas palmadas: el poeta pg¡¿¿
DOROTEA (lose en pie, canta)
Rendones y Robleda : desafiados.
Volcanes requeman
CABALLERO PRIMERO Mi frente encendida,
Más alma, más vida.
¡Hola! ¡Haya p a z ! A la mesa todo el mon- Crecer siento en raí:
do. Torrentes de vino
Las mesas esmalten,
DOROTEA
En mil piezas salten
¡Van a matarse! Cien copas y mil.

MENDOZA
C O R O
¡ Ea! I Dejadlos! ¡ Hacen bien ; que se ma-
ten! ¡Oh, caiga el que caiga!, ¡más vino!, ¡bñn.
[detnotl
TOPOS A aquel que más beba loores sin fin
Dejadlos que SE maten. Con pámpanos ricos su frente adornemos
Aplausos cantemos al rey del festín,
MUZQUIZ
(Por la puerta del jardín entran, cogidos o'd
Por mí, dejadlos, luego sabremos lo que brazo y bulliciosos. Dorotea y Rendones, rt-
ha sucedido. pitiendo la última parla del coro con grande
risotadas)
DOROTEA (Aparte)
PACHECO (Brinda)
Rendones es muy sereno; pero ¿ quién sa-
be? Corro a ver si los encuentro. ¡ Caballeros, a la salud de los maridos!
¡Porque el cielo los mantenga en su cegn<.
BEATRJZ dad...! (Muchos, beben) Amén, amén.
J Dorotea! ¡Dorotea! ¿A dónde vas?
MENDOZA

PACHECO A ver, sepamos, Dorotea, ¿qué es de nueür»


alférez?
Si quiere verlos, ¡qué diítntres!, que los vea
reñir.
RENDONES

MENDOZA Nada, poca cosa, señor don Alvaro.


|Que se diviertan! Aquí todos son libres, MENDOZA
a nadie se le debe cortar su intención. El
caso es pasar el tiempo alegremente, Le habéis atravesado de banda a bana'
¿O qué diablos habéis hecho?
MUCHOS
RENDONES
¡Bien dicho!
Os vais a morir de r i s a : escuchadme: 3**'
CABALLERO PRIMERO (En pie) nios..., yo iba muy fresco, porque no he li-
bido de provecho; pero mí hombre, hafl
¡Brindo! do regates y dando traspiés..., «donde oí **
TODOS
m o t e , le digo «¡Chito! Marchemos de «U»-
da», respondió, y poco después me
¡ Brindis, brindis! Escuchad. «¡ Alto! Aquí estamos b i e n : nadie se m0**
el enemigo está encima...» Yo me prepa
al lance, cuando la voz de Dorotea, <Pe >
CABALLERO

Por el oro de las Indias, y las mujeres de m a b a : «Caballero, caballero». Vuelve B « *


España... da la cabeza, desenvaina y grita con f u * *
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 247

. t ñaña y Santa Teresa! ¡ A ellos! ¡ Victoria CABALLERO PRIMERO


; ); Decir esto y caer hecho un lío so-
viriona Sí, sí, vamos a ver a Robleda. Mi copa
] a 5 murtas del laberinto, todo fue uno.
queda rebosando : nadie la toque. (Vansa si-
V acudí; Dorotea llegó, y procuramos levan- guiéndole.)
ie pero en vano. El campeón se empeñó
J a r el asalto, y sin moverse del sitio se- RENDONES (Llena las copas y beben)
¡a voceando: « ¡ No hay cuartel, no hay
I Bebamos!
nartel! ¡Ostende por el archiduque!»
BEATÍUZ
TODOS (Riendo)
Está hermosísima la noche.
¡Bien!
CABALLERO CUARTO
RENDONES
Ahora pasearemos y bailaremos en el ce-
^]¡{ le dejamos panza arriba encarnizado
nador,
e lo« protestantes.

PACHECO
MUCHOS
Licenciado Múzquiz, ¿conoces al autor de
•Bravo por el veterano! No haya miedo que
la líltima comedia nueva?
ÍC le escape la plaza.
MARGARITA
MARGARITA
¡Que linda es la última comedia nueva1. A
Vamos a verle: le pondremos una corona
mi me contentó sobremanera.
Je mimbres y le traeremos en triunfo.
&UZQU1Z
ALGUNOS
¿De cuál decís, señor Pacheco? ¿Os acordáis
¡Sí, sí, la corona!
del título?
MUZQtttZ
MARGARITA
Mejor sería dejarle. Que le dé la luna.
Yo lo diré.,. Se llamaba,.. ¿«Quién resiste
\ \>:r ;i la bolsa se le llena de escudos, o si
a la mujer? O el incendio de los mares». To-
le deja encantado alguna bruja.
dos fueron aplausos, alborotó el concurso,
PACHECO
MUZQUIZ (Con desdén)
Le conviene tomar el fresco,
Pnes no conozco al ingenio. No es extra-
DOKOTEA ño, ellos son infinitos a escribir comedias.
Yo no voy por ese camino, sino <jue hago
Es mejor que ee refresque.
coplas para soldados, marineros, enamorados
MENDOZA
y gente risueña. Lo cierto es que me va bien
y 310 me ando en adulaciones, que es la mía.
I >' acampanaré, Fortuna. Siempre estoy entre jarras, vasos, guitarras y
panderetas.
FORTUNA

Sii Marqués, quiero verle voceando en me- PACHECO

*Í'° del jardín. Me divierte mucho ver un Pardie», que QS mamáis una vida como la de
tambre alegre. un Papa, amigo Múzquiz.

MENDOZA CABALLERO TERCERO

°>" contigo, hermosa. Aquí tienes mí mano. ¿Qué duda tiene? Mejor que la de na in-
' •-''••• <ú ate lo permites, reina mía. diano.
I
i

FORTUNA MUZQUIZ

«Sor galán, con el alma y 3.a vida. Nunca Sea como quiera, afirmo que no la cambio
' no«irada ni con tan gentil persona. (Vanse por ninguna.
tentit
°*e las manos.) (Rondones y Dorotea empiezan, y los demás
OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

siguen, cantando el coro. Entra el padre Ra- MENDOZA


fael, y no reparan en él.)
¿A mí? ¿Quién me busca?
PADRE RAFAEL
PADRE RAFAEL (Adelantándose)
Por fin he podido penetrar hasta aquí. Antes
de irme de la corte para siempre quiero ver Señor, quisiera hablaros un instante.
a Mendoza. Quiero amonestarle. ¡Pobre huér-
MENDOZA
fana! ¡Víctima de los engaños del mundo!
Esta idea siempre fija, no me deja ni de día Veamos. ¿Qué se os ofrece, buen religio,..
ni de noche... una fiesta..., un convite... ¡Qué
PADRE RAFAEL
diferencia! Preguntaré... (Se acerca). Caba-
lleros, perdonad si os interrumpo... ¿Qué? ¿No me conocéie?

PACHECO (Con frialdad) MENDOZA


¡Hola! ¡Ah, padre Rafael! De sobra; pero, veamos qué embajada ti
la vuestra para esta hora intempestiva. ¿(W
CABALLERO SEGUNDO
réie dinero para ©1 viaje?
El padre Rafael... ¿Pues no se hablaba de
su destierro? PADRE RAFAEL

PACHECO (Le ofrece silla) Marqués de Palma, nada quiero para mi,
A vos sólo importa lo que voy a deciros. 0i¿
Sentaos, si gustáis. me sin testigos,
RENDONES MENDOZA
No había cumplido el término para la sa- Padre Rafael, pocas arengas; no andemoi
lida... (Ofreciéndole Un vaso). Ahí tiene su con embelecos: hablad delante de mis ami-
Reverencia, beba sin miedo. gos o volved otro día, o no volváis nunca,
PADRE RAFAEL que por cierto no os he menester.

(¡Delirantes!) Gracias, gracias, busco a don PADRE RAFAEL


Alvaro; ¿me podréis decir dónde se halla?
Lo sé, lo sé, os encontráis muy encenagado
PACHECO en los deleites y mentiras de la vanidad pan
pensar en la religión, ni en sus ministros. Peí»
Aquí estaba ahora mismo... (Al poetaj ¿Se mañana dejo para siempre el teatro de vutt-
fue don Alvaro? tros desórdenes, y vengo antes a haceros oír
MUZQUIZ
la voz del eielo,

Salió a pasear por los jardines. MENDOZA

Aquí no hay más voz que la mía, y en mi


RENDONES
casa no sufro reconvenciones impertinenlej.
¿No? Pues él se lo pierde (bebe). Salga de aquí sin tardanza el buen fraile, qw
le puede costar muy caro su atrevimiento.
BEATBÍZ

Ahí lo tenéis. Ya viene. PADRE RAFAEL


(Mendoza entra por la verja dando el brazo El santo cielo que me anima aleja de »'
a Fortuna.) todo temor y me alienta a arrostrar vnesW
enojo. Marqués de Palma, tus pecados «*D
MENDOZA
enormes; vuelve los ojos sobre tí mismo 7
Mucho juicio tenéis, amigos. Fortuna y yo sobre la salvación. Deja tus locos extraviM>
volvemos a reanimar vuestra languidez. ¿Qué? abandona los falsos gustos con que el iea0'
¿No hay quren cante? nio> te trae embebecido, huye la ambícii*
los festines, los amores mercenarios y las "^
PACHECO
abominaciones en que andas. La penitencia "
Aquí te buscan. llama... Sí, la penitencia te llama, y el raí*-'

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 243

J , ríen) extermínador brilla sobre tu ca- neral! ¡Viva el maestre de campo! ; Al ¡z<
jl.no e á tiemP°> d°n Alvaro, mañana tal queo, muchachos, al saqueo.'

PABRE BAFAEL (Escandalizado)


fitnos ñen f^^Ttemente sin kacer caso de lo
habla* el Padre y Mendoza. Otras pro- ¿Qué es esto, Dios mío?
v L n jjtuTTttullas contra el fraile.)
CABALLERO PRIMERO
UNOS Camaradas, aquí está el invencible Robíeáf,,
u j a . ja! A Margarita le toca. Dejarla,
ROBLEDA (Repara en el fraile)
ajarla, a ver si lo acierta.
¡Calla! ¿Pov aquí andáis, capellán? ¿Ha-
OTROS béis visto a los herejes? ¡Qué peste de cana-
Ha! (Riendo) ¡Jí, ji, j i , j i ! Como hornijas
afuera el misionero ! ¡ Afuera!
iban muriendo sin confesión. ¡ Duro ¿ ] Dii-
fORri'vt (Abanicándose y componiendo el ro...!
vestido)
PACHECO
•Jeíúi! ¡Q^é fastidio; A la salud del vencedor de Qetende, (Beben
todos con algazara.)
MENDOZA
Val gracias a la corona y al hábito que PADRE RAFAEL

¡Ifvüí puesto... pero, mirad, padre, si os ¡Infeliz! ¡Privado de la razón, esclavo de


fiis <le prisa, porque si no, ¡voto a cribas!, sus vicios! ¡Qué vergüenza! ¡qué miseria..,!
nue 05 haré echar a coces por mis lacayos.
MENDOZA (Con furor)
PADRE RAFAEL
¡Qué! ¿Todavía estáis ahí, pobre fanáti-
¡Insensato! ¡Desoyes la voz de la divina co,..? Espera, aguarda.., (Tira de (a espada.)
aL-ericordia, te burlas de Dios ofendido,
¡juizá no crees en las penas de la otra vi- FORTOTÍA (Deteniéndole)
Jj..! Pero entonces, impío, ¿con qué de- Teneos, señor Marqués, teneos; ¿qué vais
rr-ho imaginas tú que habías de verte na- a hacer?
iimlo en la opulencia, mientras las víctimas
Je tu iniquidad gimen en la desesperación? PADRE RAFAEL

•;Te acuerdas de Clara, inicuo? ¿Piensas «n j Desgraciado! ¡Mira lo que -bates..,! ; ¿«si-
4>n Pedro de Figueroa? ¿Te has olvidado, to Dios, compadecedle!
crralo, del pago que diste a los beneficios
ít tn tío el Conde de Piedrahita? MUCHOS

¡ Quítese de ahí el importuno!


MEÍKSOZA (Colérico)
PACHECO (Cogiéndole del brazo/
^o puedo más. Fraile o serpiente, tú de-
'>' como un poseído. Afuera, repito, esca- Vente, Mendoza; ¡a la mesa, a la HUÍ?.
* marcha..., que mi espada está saltándose No hagas caso de ese loco.
'•' 'a vaina.
MEWDGZA. (Yéiido a la mesa)
PABRE RAFAEL (Fervoroso) l Hola, camareros! ¡ Hola, ¡jajes!
.-'"ñor! ¡Tened piedad de este miserable!
] MUZQUIZ
• ht vuestra mano toque en su empedernido
Tazón y,,, ¡Allá va el alférez! ¡Dejadle, dejadle!
Eniran por e | jardín ROBLEDA, borracho,
' 'l CABALLERO PRIMERO, que le acorn- ROBLEDA (Al fraile)
¡Por San Telmo! ¡Que Hueven turto; den-
tro de la capitana! ¡Por allí, por allí, padre
ROBLEDA cura! ¡A la lancha de cabeza! ¡Que eítáie
V» b;aíl pagado los sueldos. ¡Viva el ge- estorbando.,, vivo...!
250 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

PADRE RAFAEL MENDOZA (Le toma)

¡ Escándalo ! ¡ Reprobación...! ¡ Temblad, Venga. ¿Quién le ha traído?


infames, la venganza del cielo! (Vase.)
OT.ÍÑEZ
ROBLEDA (corriendo al jardín)
Una mujer tapada.
Se salvó. ¡Al agua, moros! ¡Fuego a la
andanada! ¡Rinde Mahoma! MENDOZA

Que aguarde.
MENDOZA

OTÁÑEZ
i Corriendo va el fraile como perro con ma-
za ! (Todos ríen.) Creo que se fue.
MU2QUIZ MENDOZA

i Bomba! ¡Bomba! (Se levantan.) Vaya con mil santos. Está bien, Otan*
'Vase Otáñez.—Después de ver P7 nn»j
VARIOS
¡Aventura, aventura, caballeros!
mt.,
¡ Silencio, silencio.,.!
VARIOS
Canta el poeta
Fosfórico el globo ¡ Silencio, silencio!
En torno a mi gira,
MENDOZA
Su asiento retira
La tierra a mis pies: Os voy a leer el billete : «Al señor don AL
Y al aire en confuso varo de Mendosa, Marqués de Palma. (£«
Rumor me levantan Caballero : si como sois galán y bizarro tf.
Furiosos que cantan neis valor para merecer los favores de ]¡
Al Chipre y Jerez. suerte, a las doce en punto de esta no<V
cuando toquen a maitines, acudid .a la plw
CORO de la Villa, donde hallaréis quien os p¿
a la presencia de una dama que siempre b-
Volcanes requeman
béis tenido por hermosa. Pero advertid q«
Mi frente encendida,
es condición precisa la de que os dejéis vn-
Más alma, más vida,
dar los ojos, y que si el ánimo os falla M
Crecer siento en m í :
tratéis de acometer la empresa. Dios os goír-
Torrentes de vino
de. Once de julio de mil seiscientos veinti-
Las mesas esmalten,
cuatro.» ¿Qué tal, caballeros?
En mil piezas salten
Cien copas y mil. MUZQUIZ (Cogiendo la carta, que tira Menát-
MENDOZA za sobre la mesa.)

Mentecato, no sé cómo no le he molido Es letra de mujer enamorada, por VÍJJ


las costillas. Ahora se me viene con res- mía. ¡ Cómo se conoce que le temblaba o
ponsos... Que mi prima es monja... Séalo por pulso al escribir!
muchos años. Al que es tonto, eu fortuna
MENDOZA
le vale. ¡Ja, ja, ja! Ni yo sé cómo vive el
tal Figu-eroa... preciso es que tenga siete vi» ¿Qué te parece, amigo Pacheco? Con •'
das como las gatos. (A Pacheco.) ¿Te acuer- que se viene de si me faltan los ánim"'
das tú del dichoso desafío? Vamos... atra- ¡ Vaya, vaj
ava,
vesado completamente. (La mitad de la hoja
PACHECO
le salía por la espalda...
¡Linda, flema!
ROBLEDA
MENDOZA
¡Soberbia estocada...! (Ríen los hombres.)
A nosotros los que nos hemos andado
OTAÑEZ (A Mendoza) cando batallas por toda la redondez o*
Un billete para vuestra señoría. tierra, ¿eh? Cuando en el día no W
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 251

en corte que por una mujer cualquiera dasza como si nadie faltase; si estáis aquí
jcje atar las manos a la espalda... cuando vuelva os contaré.,.

«ENDONES VARIOS

c. qin" en todo caso aquí está m i espada, Sí, sí.,.


,- pinta sola para eso de aventuras n & o
PACHECO
„¡rnas.
Verás como es la q u e yo sospecho.
MENDOZA
MENDOZA
;Qué estáis hablando, Rendones? No, <=e-
- . ¡re solo, y sobra gente, aunque se tra- ¡Ojalá! Me alegraría en el alma... (Mira el
. de bajar a los profundos infiernos. Así reloj) La inedia. Adiós caballeros. (Vase.)
como así ya estaba yo deseando alguna oca- VAHÍOS
.¡¿n <le añilar a cuchilladas. ¡ Miren qué apuro
Buena dicha, hasta la vuelta.
(, c\ de ir a una cita! Como quien dice
s I.i vuelta de la e s q u i n a . MUZQUIZ

PACHECO (Hablando con Mendoza) Brindemos a la aventura del marqués, por-


que sea conquista en los brazos de una dama.
,;:\itu'; que me presumo de quién podrá ser
(Beben todos.)
]j ,-ita? Ove.
«ENDONES
BEATRIZ (Con la carta)
¡A danzar! ¡Al cenador! (Vanse con alga<
V lincle a ámbar que trasciende. zara cantando el coro.)

MARGARITA
CUADRO SEGUNDO
>:T¿ cíe alguna señora principal.

FORTUNA (Picada)
La celda de Clara; el arca abierta; Clara
de rodillas junto a ella, teniendo una mano
v, seguramente. D e alguna de esas da- del cadáver, que besa a veces. Un rayo de
ma* encopetadas q u e s i e m p r e están dándose luna entra en la estancia,
importancia, despreciando a las otras, y dale
fon su nobleza, y torna con su h o n o r y
ESCENA PRIMERA
Tüílve con o ti d e c o r o . . , ¡ H i p ó c r i t a s !
CLAKA
MENDOZA
No. todavía no ha acabado todo para mí en
I Velen ;er tantas... ¡Sea la q u e f u e r e !
el mundo. (Con la calma de la desesperación.)
;<V niñería! No m e a c u e r d o q u é plaza es-
Todavía me queda un placer que gozar el
utamo* sitiando en H o l a n d a — l a d e Maes-
último y morir después. Sí, me queda todavía
:rn-|) sería—, lo cierto es q u e todas las no*
mi venganza. ¡Don Pedro! ¡Esposo m í o !
i" cm.-alaba yo el m u r o para ir a ver a la

"iMuerto por mí culpa1. ¡Ahí Maldita debi-
Í-¡ 'le mi fabrican te... ¡ Y n a d a ! ¡ T a n fres-
lidad la de una mujer! Mi desmayo te costó
"• brotándose las manos.) ¡Qué muchacha a ti la vida. ¿Por qué no pasé de él a la
!1
n Itoiuta... ¡Más rubia q u e unaa candela*!
muerte? ¿Para qué volví a ver la luz? ¡Para
hallarte ahogado, muerto...! ¡Oh! Si supiera
PACHECO
dónde ©sián las semillas de La vida, si a costa
"<-' esas y como esas eran p o r allí m o n e d a de sufrir y de todos los martirios imaginables
oriente. pudiera darte otra vez el espíritu que te ani-
maba...! ¡Oh, no, no hay remedio ya! Pero
MENDOZA ya no nos separaremos nunca; yo también es-
t ' *• todo esto, ¿qué hora es? (Mira el re- toy resuelta a morir. El cielo ha desatendido
w
¡Oiantre! Las once y media. Me voy mis lágrimas, me ha despeñado en el crimen...
fcngo Pues bien; él sea el último consuelo de mi
que no te enfadas. Señores, siga la
" m a r la capa. F o r t u n a , con t u l i c e n c i a : su- corazón; un crimen sea la última acción de

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252 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

mi vida. Sí, mi alma se consagra por toda gunté por la casa del Marqués de Pahh.
una eternidad a todos los tormentos del abis- al momento, ya se ve, como que e* un
mo ; mi alma renuncia para siempre a ese señor y no hay nadie que no le conozca. P
Dios tan injusto conmigo. Un cr/men es ahora ¡Jesús!, señora, no miro a ese arcón una "'
mi única esperanza; un crimen que a ti, don que no me dé miedo \ no sé cómo ti
Pedro, y a mí nos vengará por último de valor para quedaros aquí «ola con el
m^
nuestro enemigo, del hombre que ha causado ¡Desgi'acia como ella! ¿Quién lo había i.
todas nuestras desgracias. Perdóname, esposo haber creído? ¡En un momento! Y luego
mío, si tu Clara respira aún y ama todavía la mo la señora abadesa tenía la ¡lave « .
vida. Un momento nada más; te vengaré y dasteie tantas horas en volver del accidente
volaré después a juntarme contigo. ¡Oh! Sí,
yo me siento en este instante animada de un CLARA
valor invencible, miro el mundo todo y cuan- ¡ A h ! . es verdad. ¡Ojalá que no hnbitr,
to dirán con absoluto e indiferente despre- vuelto en mí nunca. Pero, di, Tereía, di, ¡j^
cio : en el mundo no hay nada para mí más dicho que vendría?
que yo y mi venganza. Pero ¿vendrá él? Seré
tan desventurada que, ya resuelta a cometer TERESA
el crimen, el infierno no favorezca mis planes?
Sí, señora; la carta se la di a un criad»
¡Si Mendoza no viniera,..! ¡ O h ! ¡Entonces
Pero ante todas cosas, ese cadáver es n^.
sería el colmo de la desesperación! ¡Morir y
nester sacarle de aquí; ya os dije que hablan'i
dejarle a él vivo en el mundo y dichoso!
a mi marido. ¡Pobre caballero! ¡Tantas horji
i Cuánto tarda esa mujer! ¡Necia! Ella que-
encerrado ahí sin poder respirar.' ¡ Jesús, CDÍB-
ría saber para qué le llamaba yo !... ¡ Cuan
to padecería para morirse!
lejos está de comprender sní alma! ¡Y se
asombraba de mi empeño en hacerle venir!
CLARA
¡ Ah! ¡ Yo la he dado la cruz de brillantes que
me dio mi madre al morir! Pero ¿qué hay ¿No es verdad...? ¿No es verdad que pa-
ya que sea sagrado para mí? ¿Para mí, que decería mucho? Pero él va a venir, ein dndi,
doy mi alma al infierno en cambio de mi él va a venir.
venganza? Alguien viene... ¿Será él? ¡Oh! No
TERESA
me faltarán las fuerzas... El volcán que abrasa
mi alma dará esfuerzo a mi corazón y a mí El va a venir. Seguramente que osperiij
bra¿o. mucho de su venida, porque tenéir un afán..
(Toma la daga de don Pedro, cierra el arcén
CLARA
y espera, azorada, junto a la puerta.)
¡Ah! ¡Va a venir! ¡Va a venir! ¡Tú M
sabes, Teresa, el favor que me has hecho: w,
ESCENA II tú no puedes ni imaginarlo siquiera! Miri,
toma, todavía me queda esta sortija; tóraali,
CLARA, TERESA
y sé rica y vive feliz con tu marido.
CLARA
TERESA
¿Viene? ¿Te ha prometido venir?
Pero, señora. ¿Ese cadáver...? Si lo en«*
TERESA trasen aquí... ¿Sabéis que os emparedan»»
Esperad, señorita, dejadme respirar un mo- viva? Tened cuidado que no lo vea ese *"
mento. ¡Vengo tan cansada...! ¡Qué palacio ñor, no sea que lo Cliente y...
tan magnífico! ¡Y qué cena, qué algazara!
¡Qué lujo! A la verdad que debe de ser un CLARA
señor muy rico. No, ese señor no se lo contará a ^íitt'
yo te lo prometo.
CLARA.
Pero tú le diste la carta, y él... TERESA

TERESA Pero, si por casualidad... ¿No valdría


Sí, señora, hice lo que me mandasteis: pre- sacarlo de aquí? Yo «e lo diré a mi * » *
AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 253

,-t» noche misma quedará enterrado en Clara, aquella pobre mujer, débil, que des-
j , huerta. preciaste, que sacrificaste a tu ambición, aque-
lla mujer en quien tú ya no piensas, eobre
CLARA
cuyas ruinas haa elevado tu fortuna, como
\'o me hables más de eso; es el favor que sobre un montón de escombros se edifica un
he pedido. Mañana, sí, mañana.,. ¡Oh! Dé- suntuoso palacio; aquella mujer que por ti
ha perdido su bien, su amor, su existencia y
• „ii-. vete, no sea que se pase la hora. Tíi
todo, en fin, en el m u n d o ; aquella mujer
I labras citado aquí cerca, con los ojos ven-
misma es la que ahora te llama para saciar con
Jados. Cuidado, que no le has de decir quién
tu malvada sangre la sed de venganza que
| f llama.
incendia y devora su corazón... Siento ruido.
TERESA N o ; todavía no viene... ¡ A h ! , esta daga...
¡Bien ee clavará en su corazón! ¡Pero es
«;;. .-í, voy al instante. ¡Miedo que me da morir de un solo golpe. .! ¡Y no sufrirá Ia«
Jej.¡rt>f aquí '50la con un muerto! Pero, ¡qué agonías que tú, esposo mío, has sufrido al
IJ,. rK' hacer! ;Voy a obedeceros! (Vase.) morir...! Y si mi brazo, débil, incierto...
] O h ! , n o ; este veneno que esa mujer me
trajo sin saber lo que yo le pedía... Sí, el
ESCENA III veneno, el veneno devorará sus entrañas y
abrasará lentamente su corazón. ¡ Esposo mío,
CLARA esposo m í o ! ¡Ah! Voy, en fin, a vengarte.
¡ Tú, muerto! Arrancado de mí cuando ape-
I'i>r último, va mi venganza a. cumplirse. no* nos alumbraba otra vez Ja aurora de las
NOMO una inquietud!... El corazón quiere ilusiones! ¡Esposo mío! ¡Ah! ¡Mis lágrimas
,jIut¡Ne del pecho. ¡Ah! ¡Cuan amargo es el j escaldan como plomo derretido! (Llora y se
phrcr de vengarse! ¡ Pero es al fin un pla- deja caer en un sillón.)
«r....' Mi sangre hierve, ¿Y yo, yo voy a eo«
meter un crimen? ¿A asesinar a un hombre?
,Vo. en otro tiempo tan tímida! ¡Qué serena ESCENA IV
t-ú la noche! No hay una nube, todas están
¡•a mi alma. Todo está tranquilo, todos duer- CLARA, TERESA, MENDOZA (que entra,
me», todos son sueños de felicidad para los vendados los ojos)
(¡ue ahora reposan y se entregan tal vez a las I
ilu-ifiiies de la esperanza. Y todoe ignoran mi CLARA (abre la puerta)
"k'-wntura, y nadie pienea en esta triste celda,
niaivión del llanto y de la muerte. ¡Ah! Yo Ya está aquí.,, ¡ Toda yo tiemblo!
también en otro tiempo.,. ¡Mendoza! Eí vino j
MENDOZA
J turbar mi felicidad. ¡Ah! Yo también he
i¡f arrebatarte la tuya... Un gran señor, con ¡ Hemos llegado ya, maldita vieja! ¡ Voto
unto lujo, en un palacio magnífico, dichoso, a Satanás! Hacerle a «n nombre come yo
wVado de amigos, de mujeres tal vez que jugar a la gallina ciega. . por mi vida, que
!-• aman, embriagado en el placer y el vino, si me llevo chasco, que...
<)II¿ poco piensa que ahora mismo, en medio
4f su festín, le está acechando la muerte! TERESA
,(
¡ >u felicidad pasará como la mía ya paso,
¡Chist! Silencio, caballero 5 entrad, penni*
'JMO un sueño! Y yo, yo misma seré quien
dd que os quite la venda (Lo hace)
""'a arrebatará para siempre. ¡Ah! Tú vienes
'^í'nando deleites, delirando nuevos place- MENDOZA
'*•; tú juzgas tu aventura, tu cita de esta
""""fie. una cita, una aventura de amor. No, Gracias al diablo, que ya no necesito de
*>n Alvaro; la venganza te ha citado y la lazarillo. Pero ¿qué veo?, ¿estoy en una cel-
«tuerte es la mujer enamorada que te espera da, o estoy soñando? ¡Pardiez, que fio ten-
Hra estrecharte para siempre entre sus bra- go yo vocación de fraile! i Clara-1 ¡Mi pri-
"'*• T í t u l o grandezas, oro, esperanza, todo ma! ¡Voto va!, que es el lance más raro quB
*"" «oche lo vas a perder para siempre. Sí, ha sucedido en mi vida.
254 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPHONCEDA

CLARA (Azorada) dice no se qué poeta pagano, tú has coi .,


Sí, don Alvaro, yo soy la que os ha llama- el rosario y, acordándote de lo mucho yu?
que siempre te ha querido tu buen prim0
do. Retírate, Teresa.
has hecho llamar para variar un poco 1.
TERESA cena. ¡Bravo! Lo .apruebo, bueno es
'<**!
pero no es para todas horas. La cosa k-'
Si ocurre algo, ya sabéis cómo me habéis
mirado, es lo más natural.
de avisar. Dios nos saque con bien de este
laberinto. CLARA

Don Alvaro, qué buen humor tenéis (-u


acercaré a él? ¿Qué dije?) ¿No os r emner^
ESCENA V
al verme, de nada vuestra conciencia?
CLARA, MENDOZA
MENDOZA

MENDOZA Vamos, bien dicen: escrúpulos ele moni.


¡ Por vida del Papa mismo! ¡ Que me ale- Prima mía. ¿A mí de qué me ha de remor,
gro que te haya dado la ocurrencia de lla- •der la conciencia? ¿De haber entrado aquí)
marme...! Ya se ve. ¡Qué demonio] Al. cabo En primer lugar, que yo no he visto en Ufa
de año y medio de encerrona, natural es de entraba, y, en segundo, que es una obra ¿
que quisieras saber algo del mundo, pero es misericordia consolar a las monjas tristes.
preciso confesair, Clara mía, que sois las
CLARA
mujeres el animal más caprichoso que cubre
el cielo. ¡Ve usted y cuándo se ha ido a (¡Blasfemo!)
acordar esta muchacha de mí!
MENDOZA

CLARA ¡ Pero qué tímida estás! Vamos, ya que ht


venido no me parece justo salir de aquí j¡n
No creo que tenga tanto de extraño que
merecer antes algo mi buena dicha, ¿A qif
yo me acuerde ele vos. (Con amargura.)
me has llamado si no? Vamos, anímate, j
MENDOZA pasaremos charlando alegremente la noche,
(Tomándola una mano,)
Cierto, hija, a mí no me extraña nada en
el mundo. ¡Pai-díez! lo pasado, pasado, y tan CLARA
amigos como antes. ¡Vive Dios! Que está
aquí rodeada de santos que no han de dejar Sí, tienes razón : pasaremos alegremente h
que la lleve el diablo. (Cambiando de tono.) noche, (Clara le da la mano izquierda £/ue
No hagas caso ele lo que diga, porque he- dándose un poco a la espalda, y saca el pu-
mos tenido una merendona varios amigos y ñal con la derecha). (Esposo mío, perdonad-
te confieso qne el jerez me ha puesto de me). ¡Oh! Sí, Mendoza, sí, te he llamado por-
buen humor. Cuando venía con ios ojos ta- que quiero salir de aquí y que hagamoi
pados veía yo más hombres que estrellas hay juntos un viaje largo, muy largo.
en el cielo, Pero es preciso confesar que es
MENDOZA
un lance..,, ¡ja, ja, ja! (Se ríe.) Vamos, de
lo más raro que puede suceder en este Mira, hija, deja ese tono de misionera J
mundo. corre ai mundo y divirtámonos.

CLARA CLARA

¿Te has divertido mucho? ¿Estás conten- ( ¡ O h ! Si yo errara el golpe). ( Amagándu'»'


to; ¿Eres feliz? ¿No es verdad? (Horror me el golpe a la espalda).
causa su vista,.., corazón mío t valor).
MENDOZA
MENDOZA (Hace un movimiento y Clara esconda
Y aquí tú, ¿en qué diablos pasas el tiempo? daga.) \ Qué calor hace! Esa ventanilla es ttf
Rezar y más rezar, esa será vuestra ocupación chica! ¡Y luego ese maldito de Robleda fl*
continúa, y como todo lo diario caiisa? como se ha empeñado en que aquí se puede b

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AMOR VENGA SUS AGRAVIOS 255

uní" coin o en Flan des, sin acordarse de lo Es natural, te asusta el peligro que corres
¿¡verso q »iee es
e s allí el clima. Apostó conmigo ú me encontraran aquí contigo en la celda...
;¿n bebía más pajarete, y fue nece- el pudor...
• efflP'1131' e^ c o c ' 0 P 01 ' no dejarse vencer.
- „ J,ttn garganta como un esparto, CLARA
ftngo -
¿No bebéis, Mendoza?
CLARA
MENDOZA
i .erraos a la ventana don Alvaro. ( ¡ O h !
fónio hai'é?) ¿Queréis un vaso de agua? Sí, pero antes quisiera estampar mis labios
luizá os refrescara un poco... ¿No sentís en tu hermosa mano.

CLARA
MENDOZA (¡Oh, tormento inaguantable!) (Retirando la
•*ed? ^ ° « 110
quiero agua. ¡Si hubiera mano y volviéndosela a dejar al momento.)
,)o otro vino! Pero el pajarete es capaz de
MENDOZA
hr.Hai' las entrañas de un santo de piedra,
V'jo. ya ( í l i e í e ^ a s acordado, dame ese agua ¡Retrechera! Vaya, bebamos agua, y casti-
v,.r -i me caima un poco. guemos con ella el vino (mirando el agua),
está un poco turbia.
CLASA
CLARA
'Con demostraciones de júbilo desesperado)
•Olí..,', i Sí, agua! Voy a dártela al punto. (¡Cielos!
»; te calmará, te aliviará sin duda la sed. MENDOZA
V la mía al mismo tiempo,)
A tu salud. (Bebe medio vaso).
MENDOZA
CLARA
•7,- buena esta pobre muchacha; se desvive
¡Oh,..! ¿No bebéis más?
P»r mil. Bien dicen, Clara mía, que más
ule caer eu gracia que ser gracioso; dígolc, MENDOZA
¡.•rtliie antes que te quería yo agradar no
No, he bebido bastastante.
l>mle conseguirlo por más que hice, y ahora,
• turnio apenas pensaba en ti, he aquí que me CLARA
ftu-i'as lú misma,
Sí, bastante, yo también voy a beber, tam=
uuti (Toda trencilla, echa los polvos en el bien yo estoy ardiendo.,. (Bebe el resto del
agua y se la presenta) vaso). ¿No es verdad que sabe muy bien esta
agua? (Con risa sardónica).
Vi]tú tenéis oí .agua, bebed, que os hará
Nii'lw bien. MENDOZA

Como cualquiera otra, si no es que el traer-


MEXDOZA (Tomándola la mano)
la íú la ha dado mejor sabor.
' lara mía. ¿no es verdad que vives aquí
•:,t"ri(lii y fastidiada sobremanera? Estás des- CLARA (con tono imponente)
dorada un poco, pero no menos hermosa; ¿Creéis, don Alvaro, que es ésta hora de
" ''intvario. caá misma palidez hace realzar galanterías y chistes? ¿Creéis que no sea ya
IJ
'aliena. Deja aquí el agua sobre la mesa. hora de que nos encomendemos a Dios y re-
guemos por nuestra alma?
CLARA
MENDOZA
¡Qué turbación!)
Clara, ¿deliras? Este momento es uno de
MENDOZA
los pocos que el cielo concede al hombre
.'arece que estás sobresaltada...! Tienes para que se entregue al deleite y a las cari-
"Wuos hechas un hielo. ¿Qué tienes, Cía- cias del amor. Deja, repito, ese tono de mi-
au
>'es de mí los ojos... Pero... ya caigo. sionera, y no pensemos sino en complacernos
256 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

'mutuamente y gozar de este instante que la yo he bebido también? No, no irás gofo t
t">rtuna nos ha concedido. dos iremos juntos al infierno, todo* Hevaí¿,,r
el mismo camino. Todos mano a mato >*
CLARA traremos en él, y los demonios festejarán
Oíd.
tra llegada. ¡ A h ! (Se deja caer en ta ^u
¿No sentís alteración ninguna dentro de
vi}<5? ¿No sentís arder vuestras entrañas? Don MENDOZA
Alvaro, ha llegado el momento terrible de
que mi venganza se cumpla; vuestra última ¡Favor! ¡Mujer infame! ¡Ah! No impon,
hora ha sonado. La maldición que hicisteis ¡Yo
( necesito desahogarme dándote de t>r&l
caer sobre mí, ha herido ahora nuestras frentes idas! j¡Maldición!
Iadas! Maldición! (Quiere
(Quiere ir
ir hacia
hacia CU
Ciar
a un mismo tiempo. Tú, monstruo, viniste a pero le faltan las fuerzas y cae.)
turbar mi dicha... me has arrebatado mi ino-
CLARA (Desfallecida y delirante)
cencia... me sepultaste en un claustro donde
se ha abierto para mí el camino del infierno ¿Y tu ambición ,? Ahora... (Llaman cu
en ves; de abrirse el del cíelo. Y mientras tú estrépito). ¡Sí, ya están, ya están ahí...! L»,
reías entre el oro y los placeres, yo callaba infernales espíritus...! ¡Don Pedro! ¡Esta»
y infria y recordaba en mi soledad eí amante mío...! (Se oy« la campana del alba. Los «J
que tú me hiciste perder : ¡ A h ! , yo he per- pes se redoblan, la puerta salta).
dido todo por ti, y justo, muy justo era que
algún, día te pagara yo tantos males. Nada ABADESA (Llamando)
nos debemos y a : tú me has perdido y yo te ¡ Sor Clara, Sor Clara ! ¡ Abrid!
he envenenado.
MENDOZA (Desesperado)
MENDOZA
¡Morir así...!
¡Mujer o demonio! ¿Dices verdad...? Sien-
to un ardor... ¿Qué me has dado, nrajer, que CLARA (Moribunda)
•sufro todos los tormentos del infierno?
¿Quién me llama? Así... ¡Mi venganu!
CLARA
MONJAS (Entrando)
No os alteréis, don Alvaro; acordaos, de
aquella calma... ¿No os acordáis? ¡Mirad, ved ¡Qué horror...!
a don Pedro de Figueroa, vedlo muerto! MENDOZA
¡ Muerto por vos! ¡ Ved. aquí vuestra obra!
jira de Dios! ¡Condenación eterna! (Mutrtí
MENDOZA
ABADESA
i Maldición! ¡ Clara! i Ah! ¡ No hay duda»
sí! ¡Yo estoy envenenado! ¡Pero no ke de ir ¡Misericordia, misericordia, Dios mío!
yo sólo, esta daga... (Tirando de su puñal),
CLARA
CLARA
¡Sí, Dios mío...! ¡Misericordia de mí (S*
Sí, ven, hiere. ¡Acero! ¿No has visto que pira).
BLANCA DE BORBON

PERSONAS

DON PEDRO EL CKUEL. DON Alcaide de la prisión de Blanca.


TELLO,
fsRf^VE DE TSASTAMARA, su Hermano Bastardo. ABENFAIUX, asesino. S« carácter marcado % la es-
G4Rcíi DE PADILLA, Consejero del Rey. tupidez y la ferocidad.
CASTHO, Caballero. BLANCA, esposa de Don Pedro el Cruel.
\)os HERNANDO? Viejo. LA PADILLA, SU manceba.
I'HIMKK CABALLERO que habla. LA MAGA, madre del asesino.,
SECUNDO CABALLERO. LEONOR, hija del Alcaide.

TEFCEK CABALLERO.

ACTO PRIMERO Y el contento del Rey, cual nueva joya


De la rica corona de Castilla.
ESCENA PRIMERA Todos festejan hoy, todos gozosos
Al Rey proclaman en ardientes vivas.
El teatro representa un cuarto de la prisión Soldados, pronto, requerid las rejas;
de Blanca, con dos rejas de hierro en el fondo Nos aguarda el placer.
y ''os puertas, una a la derecha y otra a la
izquierda de los espectadores. BLANCA

BLANCA Y DON TELLO. Varios SOLDA- ¡Fatal desdicha!


DOS requisan las rejas y se oye a lo lejos En medio el gozo, que decís que reina,
música y el siguiente coro: Cuando mi esposo entre placeres hrilla,
Honor al valiente, Yo sola gimo y para siempre cubre
Loor a las bellas, Negra noche de horror el alma mía,
Volad, caballeros ¿Un infante, decís?
La lid os espera.
Los fieros encuentros DON TELLO

Las damas recelan,


Un noble, infante,
Y allá entre sí mismas Hijo feliz de la feliz Padilla,
El triunfo os desean.
Honor al valiente. BLANCA
Loor a las bellas.
'Si'Rüe/i vivas y raido del pueblo que van poco ¡Ah, para siempre me olvidó el impío!
a poco alejándose.) Siempre esclavo feliz de sus caricias,
En brazos, 1 ay!, de esa mujer perversa
DON TELLO El vivirá, mientras que yo afligida
u. Vt
»cc« suenan en la alegre fiesta En perpetua prisión yaceré siempre,
"nevo infante, que la gloria aviva Entregada al horror que aquí me inspira
17

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258 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Hasta mi vida misma. Y ella en tanto Yo perdono a tu padre : no es culpable


Feliz será : cuando gozosa ría, El que obedece, no.
Verá correspondería al mismo tiempo
En los labios de Pedro la sonrisa;
LEONOR
Si ella derrama lágrimas... ¡Dios m í o !
¡Nunca su mano enjugará las mías!
Mas, ¿qué os agita?
Nunca cual hoy os vi tan angustiada,
DON TELLO (con aspereza)
Nunca en tan cruda y mísera agonía.
Nunca castiga Dios sin que el delito La crueldad de mi padre, la insolencia,
Haga el rayo brillar de su justicia. Ese cuidado eterno que le excita
A cerrar, a observar, que le arrebata
BLANCA El sueño y la quietud, tan abatida
Dios mirará piadoso mi inocencia t No os pusieron jamás : noble firmeza,
Que yo, infeliz, no provoqué su ira. Noble resignación os sostenía.

DON TELLO
BLANCA
Vos blasfemáis de Dios.
Secas las fuentes ya de la amargura
BLANCA
Y colmado el rigor de mi desdicha,
Tened, Don Tello : Yo, querida Leonor, necia pensaba
Mostrad respeto a la desgracia m í a : Que el vaso amargo de la suerte impía
Ya que la triste que tu lengua ultraja, Había agotado y a : que tantas penas,
Que fue tu Reina desleal olvidas, Tanta crueldad, a fuerza de sufrirlas,
AI menos, ¡ah!, cual castellano noble. Eran ya para mí leves pesares,
Con una dama usad de cortesía, Que ni arrancarme lágrimas podrían,
Mas boy renuevan su fatal martirio,
DON TELLO Hoy renacen en mí, mi pecho agitan
¡Cortesía! ¿Y con quién?... Callaré y basta. Con la misma violencia, el mismo imperio
(A los soldados.) Con que me atormentaron aquel día,
Cuando lejos del Rey, ya para siempre,
¿Están las barras dobles? La alegría
Halle mi dicha y mi quietud perdida.
Salgamos a gozar que en tanta fiesta
¿Iba con ella, di, Leonor, le has visto?
Del pueblo entero el corazón anima.
(Vase con los soldados por la derecha y entra
LEONOR por la izquierda.) LEONOR

Sí, yo he visto hoy al Rey; su frente altí«i


Coronada de plumas ondeantes,
ESCENA II Al leve soplo de la blanda brisa
Sobre otros mil guerreros se elevaba
BLANCA Y LEONOR
En medio, del palenque, allí blandía
LEONOR El asta formidable, y a los rayos
Del sol naciente deslumhrando, ardían
Mi padre se alejó; ya en fin respiro Sus relucientes armas. Los relinchos
Y la Reina llorando.,, I Qué abatida De cíen caballos, los ardientes vivas,
La desdichada está! (a Blanca) ¡Triste señora, El rumor del concurso, enajenaron
Ni un momento de paz! Mis ojos un momento. Entristecida
Yo los volví después a vuestra cárcel,
BLANCA
Y en medio de l_a pública alegría
Dulce hija mía, Se cubrieron de lágrimas. ¡Dios mío!
¿Eres tú mi Leonor, tú, mi consuelo Bizarro estaba el Rey, pero a su vista,
En mi amargo pesar? Sola tú alivias No sé por qué me estremecí; sus ojos
De mi suerte el rigor. ¿Lloras? T u llanto, Yo no sé qué terror, qué espanto inspirín>
Dulce Leonor, mi corazón reanima. Que tiemblo siempre al verlos.
BLANCA DE BORBON 259

BLANCA Le diese entrada en vuestra cárcel misma


Un momento no más, y yo he ofrecido
¿Y ella, dime?
Hacerle entrar hoy mismo.
LEONOR
BLANCA
£||a también, la de Padilla,
Oreullosa, arrogante se mostraba ¿Tú, hija mía,
Coronada de perlas; elegida Te has de exponer también, tú has de arries-
Reina de I a hermosura y los amores garte?
p or vuestro esposo infiel, ella ceñía No, mi dulce Leonor, mi única amiga,
La sien del Rey con orlas de laureles, Si te apartan de mí... Tu padre acaso...
Recibiendo gozosa sus caricias.
LEONOR
BLANCA
Mi padre allá en la fiesta se confía
Calla, calla por Dios; dulce me fuera, De sus guardias no más, que entre el bullicio
Más que vivir así, la muerte misma; Entretenidos, su deber descuidan,
Leonor, dime: ¿después?... Vuelvo a buscarle, sí. (Vase.)

LEONOR

Yo suspirando
Volví luego a llorar vuestra desdicha, ESCENA III
Sin querer ya ver más.
BLANCA, sola
BLANCA
¿Leonor, qué haces?
¿Y qué? ¿Ninguno ¿Y quien sabe quién es, ni quién podría
Ya ÍC acuerda de mí? ¿No se lastima
Acordarse de mí, cuando encerrada
Ninguno de mi suerte? ¡Desgraciada!
Hace ya tanto tiempo, en mi desdicha
El que adoraste más, ese te olvida.
Nunca en esta prisión ha penetrado
Ni un rayo de esperanza fugitiva?
LEONOR
¡Cielos! Si Enrique... Es imposible, Enriquo
No todos, no, que acaso el descontento Desterrado, infeliz, incierto gira,
También e» medio a los placeres brilla,, ¡Devorando su amor en el silencio,
V algunos hay que, con atentos ojos, Errante acaso en extranjero clima.
Las rejas de esta fortaleza miran, ¡Y si él fuera, tal vez! Sí arrebatado
Y os nombran suspirando. Oculto un joven De su loca pasión... Si se imagina
En derredor de este castillo gira Valerse, oh Dios, i e mí hvfeliz siaerte...
En la noche callada : yo, mil veces, ¡ A h ! No, nunca, jamás, la suerte impía
Extático le he hallado, con la vista No cambiará mi corazón. Su hermano,
F'ia en estas murallas, contemplando Sólo a su hermano adoraré rendida,
Mrmpre este sitio en ansia pensativa. Ya sepultada en negros calabozos,
H
me ha hablado tal vez; mi mano entonces Ya víctima infeliz de su injusticia.
p
°f vos al preguntarme retenía, Es mi fatalidad : siempre he de amarle,
^ alguna ardiente lágrima brillaba Amarle a mi pesar.
Va
'Q de sus ojos desprendida.

BLANCA

; nM'l compasión! Tal vez la muerte, ESCENA IV


oiiservan aquí, sus pasos siga.
' m i amada Leonor; si a verle vuelves BLANCA, LEONOR Y ENRIQUE
D,1í
<We huya.
LEONOR

LEONOR Entrad, pronto,


El infeliz decía Nos es la suerte : si mi padre
<h S) estimaba yo vuestra ventura Yo al punto advertiré.
260 OBRAS COMPLETAS D E I Y JOSÉ DE ESPRONCEDA

ENRIQUE Sobre tu propio corazón la daga


Que á asesinar a entrambos se destina?
¡Dichoso día!
Al fin te encuentro, idolatrada Blanca. ENRIQUE

Primero yo la enclavaré en el suyo.


BLANCA
Óyeme, Blanca ; mí dolor respira
¡Enrique! ¡Oh Dios! ¿Y tú te sacrificas Solo venganza; la ternura, el fuego
Generoso por mí? ¿Qué intento ahora En que otro tiempo el corazón me ardía,
Pudo traerte hasta mi cárcel misma Esta insaciable sed los ha trocado
A aumentar mi inquietud? ¿Acaso, Enrique, Ya en desesperación. ¡ A h ! ¿Tú creías
No conoces tu riesgo? Que era sólo por ti? ¿Tal vez pensabas
Que esta pasión que el alma me domina
Me la inspirabas tú, tú únicamente?
ENRrQUE
No, Blanca, no, que por venganza gritan
Tranquiliza, Madre y hermanos por mi hermano muertos
Blanca, tu corazón : mi único intento Y el seno dejan de- la tumba fría;
Es salvarte o morir : toda mi dicha, Sombras inexorables: mis furores
Mi ventura mayor cifro en salvarte. No has encendido t ú ; la saña mía,
Salvarte, sí, para que Enrique viva. Horror tan negro, tan funesta llama...
Este déspota atroz, e£e inhumano Es imposible, no, tú no la inspiras.
Tigre, que en ti furioso se encarniza,
Salva de su furor, libre ha de verte BLANCA
Cuando más en sus garras se imagina.
Prófugo, en mi destierro yo he llevado Basta, Enrique, no m á s : yo le idolatro :
Siempre tu imagen en mi mente fija, Yo a mi pesar le adoro, aunque me oprima
Y entregada al dolor, en tríate cárcel, Y me desprecie y me abandone.
Contino ante mis ojos te veía;
Por t i ; gozoso en el mayor peligro ENRIQUE

Me lanzaba con ávida codicia,


¿Acaso
Por ti, contra mi Rey, contra mi ¡hermano,
Yo te hablaba del Rey? ¡ Oh, Dios! ¡ Qué irtt
Fiero empuñé la espada vengativa,
Un astro mismo, sí, cuando nacimos,
Junté guerreros, me arrojé al combate,
Blanca, tú y yo, sin duda presidía.
Luché con él en desigual porfía:
Feroz el Rey te oprime, te abandona;
La suerte en las batallas caprichosa,
A una ramera vil te sacrifica...
Mostróse a mis valientes enemiga.
Y tú le adoras, y su nombre odioso
Entonces, j a n ! , mis odios, mi venganza,
Está y su imagen en tu pecho escrita...
Mi rabia, cual jamás sentí encendida
Y yo, entre tanto, que doquier que vuelvo
Roer mi corazón, no me es bastante.
En torno al mundo la anhelante vista
El nombre de traidor que me designan
Un solo punto en todo el universo
Es para mí un blasón. ¡Ah! Si es foleoso
Encuentro para m í : yo, que mi vida
Para salvarte arrebatar su vida,
Cifrara en poseerlo; yo, arrojado
Quiero añadir al nombre de rebelde
Lejos de allí y opreso de codicia,
El título también de fratricida.
Como un segundo Tántalo, a mis labios
Llegó apenas el agua apetecida.
BLANCA

BLANCA
¡Cielos, Enrique! ¿Adonde despeñado
La cólera te arrastra? Tú deliras: Sí, Enrique, sí, es verdad; los dos nacim»»
Huye, Enríqtie s por Dios. [ Ah! No conoces Para ser infelices: destruida
Cuánto se arriesga hasta mi vida misma Nuestra esperanza está; nunca yo he visto,
Si el Rey descubre tu imprudente arrojo. desde que a tu hermano amé, lucirme ""
¿Quién sabe si ahora mismo cien espías De ventura y quietud. La blanda calma,
Te han conocido ya, siguen tus pasos, Los dulces juegos, la inocente risa,
Te cercan, oyen, si pendiente brilla Placer de los amantes venturosos,

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BLANCA DE BORBON 261

halagaron jamás el alma mía. Yo volveré a avisarte la hora fija


n ¿íchatla de mí! Si acaso busco, En que libre has de ser. T ú , a alguna reja
' r a n ( e el curso de mi corta vida, De las que al Betis sobre el margen miran,
.- men tos de placer, sólo me quedan Atenta esperarás, y cuando un barco
T istes memorias de loe breves días Atraviese las agnas cristalinas,
mi infancia feliz, tristes memorias La voz del trovador y el son del arpa
acaso más, mi pecho martirizan. Te anunciarán cantando mi venida.
Que
l'lú t a m bíén sin esperanza, Enrique,
p r un mísero amor, cual yo, suspiras.
ESCENA V
ENRIQUE
Dichos. LEONOR, muy apresurada
• V m lloras por mí? Blanca, tu llanto
c- rcalado bálsamo eme alivia LEONOR
\{i amargo padecer : jamás mi pecho, j Ciclos! ¡Mi padre!,,. ¡Apresuraos!
jumíí sintió tan plácida alegría.
Yo no soy infeliz; yo soy dichoso; BLANCA

i a más dul c e esperanza me reanima, [ Enrique ¡


Yo puedo libertarte, hacer que vuelvas
\[ -eno de tu patria, a las delicias LEONOR

De tu primera edad : tu alma inocente Aun es tiempo, venid..,


Allí tal veK reposará tranquila.
| 0 , año» vuelan y el pesar con ellos; ENRIQUE
Allí se trocará en melancolía,
fji recuerdo pacífico y sensible, I Blanca divina!
O muero, o te liberto. Adiós.
EÍC dolor que el corazón te agita.
(Vase con Leonor por la otra puerta,)
Yo puedo libertarte. Óyeme, Blanca ;
Aun tengo amigos : Aragón, Castilla,
j,'vil!a misma, auxiliarán mi empresa;
Mil descontentos de su Rey me brindan ESCENA VI
Con lodo su poder; Lara, Manrique,
BLANCA, sola
Sólo e-peran mi voz, todos me animan
A volver a lidiar... Guerra y venganza Tu furia
Onlra mi hermano en su poder respiran. Te perderá, ¡ infeliz! ¡ Ah! Si la dicha
Ffíiy mismo cuando salgan del torneo, Lograra yo de abandonar por siempre
Vendrán conmigo a concertar el día Este suelo fatal... Cuál me palpita
Que debemos romper. Entre el temor y la esperanza el pecho,
¿Qué será de mi suerte?
BLANCA

¿Y qué...? ¿Mí esposo...? ESCENA VII

ENRIQUE BLANCA, DON TELLO Y DIEGO GARCÍA

-' u necesario.. DON TEÍ-LO

BLANCA Aquí, García^


La inocente tenéis.
¡ Enrique, me horrorizas!
CARCIA
ENRIQUE
Basta, don Tello ;
-¡ ea necesario, morirá. Es forzoso Ya os podéis retirar. El Rey me manda»
<ae tú seas libre; ante las aras mismas,
5 1)rf; BLANCA
* la hostia lo juré. Esta tarde,
S
- a l i ñ a r el sol, cuando sombría ¡Nuevos ultrajes siempre! ¡No hay momento
le
n;la ] a noche su estrellado manto, De quietud para mi!
262 OBRAS COMPLETAS D E DOí^ JOSÉ DE ESPRQNCEDA

GARCÍA GARCÍA

Siempre la calma ¿Nada os reconvenís? Mirad que escucha


Huyó del criminal. El Dios de la verdad vuestras palabras.

BLANCA
BLANCA
El ve mi corazón.
¡Dios! ¿Hasta cuándo
La vil calumnia me herirá? ¿No basta, GARCÍA
A par del Reino, arrebatarme injusto
Decid: ¿Si Enrique...?
Mi propia libertad, y verme hollada,
(Lejos del Rey que se llamó mi esposo, BLANCA (aparte)
Por la que ser debiera mi vasalla?
¿No está, tal vez, cansada mi enemiga ¡Enrique, oh Dios!
De verme padecer?
GARCÍA

GARCÍA Estáis muy agitada,


Blanca, calmaos. Al escuchar su nombre,
Está cansada ¿Por qué tu corazón se sobresalta?
La paciencia del R e y ; cuando engañado ¿Sabríais acaso de él?
Cedió otro tiempo a las inicuas tramas
Del pérfido Alburquerque, y con su mano BLANCA (aparte)
Os ciño la diadema soberana,
¡Cielos! ¿Podrían
Nunca pensó que a un tiempo con su esposa
Ya saber su intención?
La discordia en el reino penetrara.
Vuestro alevoso amor con D o n Fadrique GARCÍA (con sarcasmos)
Benigno os perdonó, cual leves faltas...
¡ Ah! Sus desgracia»
I1LANCA Os conmueven tal vez ; tranquilizaos;
¿Qué? ¿No sois inocente? ¿No son falsas
i Es falso, es falao! La calumnia sólo Calumnias vuestros crímenes? ¿Y ahora
Pudo intentar iniquidad tan baja. Por qué no respondéis? ¿Acaso os ata
¿Qué delito, decid, lie cometido La inocencia la lengua?
Para que el Rey jamás me perdonara?
Yo inocente, ¡ay de m í ! , feliz vivía BLANCA (con dignidad)
Allá en el seno de mi dulce patria ¿Y cómo puedo
Con mis ilustres padres. Sxis heraldos Responder a denu&stos y palabras
Vinieron en su nombre, y cuando ufana De escarnio y de baldón?
Firmemente adorándole, mi dicha
Eterna entre sus brazos figuraba, GARCÍA
Otra mujer ¡gran Dios! ya poseía
¿Y es eso sólo
El único tesoro de mi alma!..,
Lo que tanto te turba, desdichada?
¡Y yo soy criminal.,.! ¡ Y él me perdona...!
Yo sin razón de su injusticia esclava.., BLANCA

GARCÍA Me turba tu insolencia.

Y o aoy que entonces inocente fueseis, GARCÍA


Blanca, ¿y ahora me diréis osada, ¿Mi insolencia?
Si os pruebo yo vuestro reciente crimen,
Que es injusta la lengua que os agravia? BLANCA
•Tenéis, ahora, el corazón tranquilo? De un pérfido cual tú la indigna audac««
"•^da 06 remuerde la conciencia?
GARCÍA (con serenidad)
I5LAJNCA
Pérfido es el traidor; el vil rebelde
Nada. Que contra el Rey y su señor se alza,
BLANCA DE BORBON 263

el míe olvidando su deber, perjuro, BLANCA (aparte)


. .,* guerra civil contra su patria;
i Oh, Dios! ¡ Si fuese
iie eleva pendón en vuestro nombre,
Fingido este papel!.., j A h ! Si intentara
u n vil bastardo por su Rey proclama.
Sorprenderme y saber... Decid, García:
, fjf¡a e s la irfame que promueve
¿Cómo, por quién se os entregó esta carta?
t vil rebelión, la que en su alma,
„ 0 p] vellón de tímido cordero, GARCÍA
n 1 ti?re encubre la traidora garra,
-nónde e £t ¿ e s e candor, esa inocencia ¿Dudáis de su verdad? Yo os aseguro
[anto os jactáis? ¿Veis esta carta? Vuestras dudas calmar. ¿Veis esta banda?
De <I"e
rjla os alegrará*, vuestros amigos ISLAM c A
- ella animarán vuestra esperanza.
"¡itínia es que el noble Don Enrique ¡Teñida en sangre! ¡Oh, Dios!
xa esté reunido ya con los que aguardan
GARCÍA (con calma)
Prcrlnmarle por Rey, los que anhelantes,
por Solo datos libertad se arman; Prenda de Enrique,
¡os insensatos que el infier-no mismo Aguilar el rebelde la enviaba,
^ eterna muerte y perdición arrastra. Y el triste mensajero la traía
\>d!a y negad después. Para entregar y acreditar su carta.

BLANCA BLANCA

¡ Fatal desdicha! ¿Y él mismo os la entregó?


¡Desventurado Enrique! Mi desgracia
G-ABCÍA (sin alterarse)
ie extiende a ti también.
Sin duda, él mismo
GARCÍA Nos la entregó cuando entregó su alma
Al infierno también.
Todo os confunde.
,;Nt> os hallabais acaso preparada BLANCA

Á golpe tan fatal? ¡Qué horror! i Acaso


La misma mano ensangrentada amaga
BLANCA Ya el corazón de Enrique!

(¡Ah!, ¡ya respirol) GARCÍA (una pausa)


X¡> es para mí esta carta.
En vano ahora
Los hechos negarás con tus palabras:
GARCÍA
Harto sabidos son y en vano fuera
Por más tiempo fingir. Óyeme, Bianca:
N o ; esta carta
Tú ves en mí tan sólo un enemigo,
>« P3ra Enrique. Mas, decid : ¿Acaso
Digno ministro de mi altiva hermana;
Ní bahía siempre de vos? ¿Su confianza
Tu imaginas que gozo en tu desdicha,
** tstá cifrada en la extranjera hueste
Que vengo ansioso aquí para amargarla.
Q">« Por tu influjo de la Francia aguarda?
Pues no, te engañas t mi venida es otra,
¿Que? ¿íX0 l e 0 f r e cen la corona a Enrique?
Otro mi intento; tu única esperanza
•A* le ofrecen tu mano, si te salva?
:Wel Se cifra en mí no más. Sí, yo he venido
iz! ¡Infeliz! Tú, sí, tú misma,
Sólo para salvarte,
P^ del suyo, tu sepulcro labras,
—'«tro Enrique! Acaso se imagina
BLANCA
<*e f l Rey ignora su traidora trama,
""entras oculto aquí necio se piensa, ¿Mi esperanza
!n Sólo se cifra en ti? ¡Pérfido! ¿Intentas
T*t mansión, su intento, sus palabras...
Patente está. Sus enemigos Deslumhrarme, tal vez? ¡ A h ! Tus palabras
ln
Pairado y a ¿emro s U alma. Son astutas y falsas: son floridas
*• taíbáSg otra ve2? Como el sendero del infierno.

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264 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

GARCÍA T ú amae a Enrique; pero Enrique en T t | ^


Presume libertar la que idolatra.
Acaba;
Tú tienes ambición; tal vez deseas
Desahógate, sí; bastante tiempo
Lograr del rey y tu rival venganza,
Aquí exhalaste en lágrimas calladas
Volver de nuevo al esplendor perdido
Tu penoso dolor. Justo es ahora,
Y el cetro augusto asegurar de España.
Que libre puedas desahogar tus ansias.
Yo te puedo auxiliar; triunfo y corona
Óyeme, por tu b i e n ; mayor tormento,
Partiremos los d o s : yo te amo, Blanca.
Desventura mayor, Blanca, te aguarda,
Todo lo ignora el R e y ; yo, únicamente,
Si no escuchas mi voz.
Sé donde Enrique está, sé de esta carta
Y nunca al Rey la mostraré, si ofreces
BLANCA
Callar, ceder, cumplir con mi demanda-
¿Y qu« tormento, Y yo te doy la libertad, la vida,
Qué desdicha mayor, puede mi alma Mi corazón...
Padecer que tu vista?
ÍSe acerca a Blanca y trota de arrehatarle ¡m^
mano)
GARCÍA (con frialdad)

¿Qué? La muerte, BLANCA (con dignidad)

BLANCA
Jamás.

Ella me librará de mis desgracias, GARCÍA (con frialdad)


Aparte de tus insultos.
Cálmale, Blanca;
GARCÍA Siento piedad por ti, tú eres hermosa,
Y la muerte as cruel: tal vez mañana
N o ; ía muerte
Serás cadáver ya; sí, considera
Yo sé que acaso el infeliz la ansia.
Tu respuesta mejor; cálmate, Blanca.
Sé que jamás se estremeció turbado
Un corazón valiente al arrostrarla. BLANCA
Mas no es la muerte por que el triste anhe]
El espantoso fin que te amenaza; Tranquila estoy: mi cora^óíí, García,
Es la muerte cruel, ignominiosa, Sólo se turba atónito a tu infamia.
Lenta, bárbara, atroz, acompañada ¡Huye, monstruo, de m í !
De tormentos horribles, de agonía,
Cubierta del oprobio que arrebata GARCÍA
Hasta el placer efímero, muriendo,
Blanca, ¿deliríi?
De inspirar compasión, la que acompaña
Piensa en las dichas que el vivir te guarda;
La amarga pena de dejar al mundo
P ; ensa que están tu libertad, tu vida,
Indigna, vil y sempiterna fama.
Pendientes de mi voz : tiembla, si agravias
Tú, ante tus ojos, mirarás a Enrique
Al que te ofrece tanto. Un solo premio,
Morir penando en angustiosas ansias,
Y el trono mismo ocuparás de España,
Mientras maldita por el pueblo entero
Augusta Reina, independiente, libre;
Como adúltera...
í Yo te lo juro por mi honor y espada.
Ya no exijo tu amor, tu nombre ahora
BLANCA
Sólo exijo de t i ; cédeme, Blanca:
¡Gh, Dios! ¡Ahí ¿No bastaba Aquí la dicha y el placer te esperan,
La muerte sólo por castigo mío? Allí la muerte y el dolor te aguardan.
¿Era forzoso, aun, añadir la infamia? Sala, hay ya que dudar : elige y tiembla-

GARCÍA BLANCA

He aquí la muerte que te espera, muerte Tu odiosa vista con horror me espanta,
Que aún puedes evitar: tus dulces gracias., Tu c c a z ó n está más corrompido
Tu amable juventud, tu desventura, Que e! aire del sepulcro. ¿Alma villana.»
Todo en mi corazón por ti me habla. Vuélvete al Rey, inventa tus calumnias,
BLANCA DE BORBON 20

mi nombre con eterna infamia, ACTO SEGUNDO


Cobre
;ura mi muerte: yo no tiemblo.
y spTC:
Un salón del Alcázar de Sevilla, adornado de
GARCÍA una columnata morisca que termina en un
, u e s lo quieres, morirás. Mi alma jardín en el jondo del teatro. (Adorno de la
o ' niosirado ante t i ; la muerte sólo, época.)
•i « vez dicho, mi secreto guarda,
;¡ slguno lo escuchó.
ESCENA PRIMERA
BLAP.XA

Basta, García LA PADILLA Y GARCÍA


Bajía 'le insultos ya. (Fase.)
GARCÍA

Sí, no lo dudes; pronunció tu nombre


ESCENA VIII Con orgullo y desdén. «En vano intenta
Mí enemiga humillarme—dijo altiva—;
GAKCÍA Ella es subdita, al fin, yo soy su Raina.s
Sí, Blanca, basta ;
LA PAPILLA
y, pues lo quieres, ¡morirás! Tu muerte
I,j;nnjcará el orgullo de mi hermana, i Mi Reina! i Sí, mi Reina! Su arrogancia
V al ver a Enrique perecer contigo Es la del necio que apagar quisiera
Yo «azaré cumplida mi venganza. El resplan-cíor del Sol de un leve soplo,
jM'Hintí! i Morirás!... ¿Sois vos, Don Te]] o? ¿Y aun osa en eu prisión llamarse Reina?

GARCÍA

ESCENA IX ¿Y acaso no lo es? ¿Qué? ¿Te imaginas.


Tal ve2, que la eres tú? "¡Mísera, tiembla!
Dichos y DON TELLO Tiembla que el Rey se reconozca un día,
Y a ti te olvide por amarla a ella!
DON TELLO Blanca es su esposa al fin.
!.'n Ilumine ahora encapotado acaba LA PADILLA
De >alir del castillo. Entre loe bosques
l.i? vi perderse con ligera planta; ¡Ab, sí! i Su esposa!
Qm'-e cu vano seguirle. Aun no he podido ¡Y yo...! ¡Yo, sólo soy...!
Conocer como entró. Todos los guardias GARCÍA
V"gan haberle visto.
Tú, su manceba.
GARCÍA
LA PADILLA
Bien; dejadle,
¡Galla, lengua infernal!
' 'i vuelve otra vez... Enrique vaga
í.empre alrededor de aquí. Vuestra cabeza GARCÍA
a^lionde al Rey de la prisión de Blanca.
¿ Tanto te irrita
*<Ü¿Í, Don Tello. (VaseJ
Escuchar la verdad? ¿Acaso piensa¡3
DON TELLO Que, allá en su pecho, tus amigos mismos
De otro modo que yo te consideran?
S í : ya te he entendido; ¿Que te dan otro nombre? No, le engañas:;
'« doblaré mi celo y vigilancia, Si ellos te adulan hoy, si se prosternan

intentan librarla, yo te juro Acte tus pies, cual cortesanos viles,
'"* 'Tiles muerta tal vez podrás hallarla. No menos te abominan y desprecian.
Amarga es la verdad; mas yo, tu hermano^
Yo, que te puedo en la difícil senda
De la corte guiar, yo no te amara
Si revistiese de oropel mi lengua.
266 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

LA PADILLA
Si cuando al lado del Monarca mismo
Brillabas sola en la pomposa fiesta, ¿Cómo? ¿Y adonde está?
Dama del Rey te titulaba el pueblo;
Y para más ajar nuestra soberbia, GARCÍA
Por nombre vil te llaman La Padilla, ¿Tanto te fo^
Mientras a Blanca la titulan Reina. Saber adonde está? ¿Tú no burlabas
Hace un momento de él? ¿Por qué ahora tW
LA PADILLA
¿Temes a un miserable? rj^.
Y bien, ¿qué importa? A su despecho mismo
El polvo de mis pies humildes besan. LA PADILLA

¿Yo temerle?
GARCÍA, Nunca temió el león en su caverna
¡Guarda, no sea bajo el suyo un día Al cordero infeliz que osó atrevido
Te sepulten tal vez! Penetrar en su umbral.

LA PADILLA GARCÍA

Míseros tiemblan N o ; mas si fuera


Enrique ahora el cazador astuto,
A mi viáta no más; ¿y osar podrían...?
Que vigilante sin cesar le acecha.,.
GARCÍA
Si él intentara sorprenderte...

Todos osarán, si a despertarse llegan LA PADILLA


Del letargo en que están, y Blanca entonces,
Entonces
Libre, aclamada por Castilla entera... Su propia sangre pagará su ofensa.
LA PADILLA
GARCÍA

¡Oh, Blanca! ¡Blanca! ¡Aborrecido nombre! Antes que llegues a saber tu riesgo,
Siempre en mi oído con espanto suena. Abatirá su mano tu soberbia.
¡Insensata mujer! Piensa que Enrique
GARCÍA Adora a Blanca, que elevarla intenta
Al trono de tu amante, que te odia,
Con más espanto sonará algún día,
Que ya Castilla en su favor se apresta,
Cuando humillada ante sus pies te veas
Que él ansia sólo libertar a Blanca
Y al pronunciar su labio tu castigo,
Para ofrecerte en holocausto a ella;
Llorona implores su fatal clemencia.
Y es necesario,.„

LA PADILLA
LA PADILLA (con ansiedad)
¿Yo implorar su clemencia? ¿Yo postrada ¿Qué?
al pie de mi rival? ¿Yo, su insolencia,
Su escarnio he de sufrir? ¡Mil vecee antes GARCÍA
Padezca yo las incesantes penas
Del mismo infierno, al filo del cuchillo Sacrificarlos
Entregando yo misma mi cabeza! A nuestro bien, nuestra quietud: que rauerin.

LA PADILLA
GARCÍA
Enrique oculto aquí.,. ¿Pedro consentirá?

LA PADILLA GARCÍA

¿Qué escucho? ¿Enrique? ¿Pedro? Su muerte


Es lo que más su corazón desea.
GARCÍA
Pedro aborrece a Enrique.

Sin c 7 ala, él mismo. ¿Pero qué? ¿Te aterras LA PADILLA


Sólo de que eolé aquí? ¿Qué? ¿Te sorprende? ¿Y SUS i ^

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BLANCA ¡DE BORBON 267

GARCÍA LA PADILLA
„ n más, mi previsión recela : Oye, Pedro : no frivolos recelos
tíí.o< "" . , ,.
impaciente, belicoso joven. De un miedo mujeril mi pecho encierra.
•J0 ahora de vengar su afrenta Cercado está tu trono de peligros,
i opr° D ' o s a rauerte c ' e s u hermana Y oculto acero la traición apresta.
„l monarca engañó. Castro no piensa
„ n pn vengarse, o perecer. Su arrojo, EL REY
• orgulloso valor, su independencia
El volverá contra el cobarde pedio
r ran temibles, si imprudente él mismo
Del que ose alzarlo, cuando brille apenas.
. va e l camino de su muerte abriera
^n'eu loco furor.
GARCÍA
LA PADILLA Pensad, señor, que con atento oído
El consejo que dicta la prudencia
¿Y tanta sangre...?
Debe escuchar un Rey.
GARCÍA
EL REY (con altivez)
.^n r¡0 estás acostumbrada a verla
(>niinuo derramar? Bastantes veces Un Rey tan sólo
P«!ro, tu mismo amante, en iu presencia Debe escuchar su voluntad suprema.
U hizo alegre correr; elige ahora:
GAUCÍA
Verter ia tuya, o derramar la ajena;
Vivir humilde y despreciable a todos, Vuestro interés, el bien de vuestro reino,
0 «er de todos absoluta Reina. A hablar sin miedo la verdad me fuerzan;
Me son más caros que mi vida misma.
LA PADILLA
Si os causa enojo lo que sólo prueba
Determinada estoy. El Rey, García. Fidelidad y amor, si os hiere tanto
La audacia de un vasallo y «u firmeza
Al hablar la verdad, alzad el brazo
Y al punto yo vuestro castigo sienta i
ESCENA II
Mas antes pido que me oigáis,

Dictas, EL REY, HERNANDO y acompa-


EL REY
ñamiento*
García,
EL REY Esas palabras arrogantes templa;
3Piensa que hablas al Rey,..'.
¡Por qué, María, en tu semblante muestras
l ííías de turbación? Tú, que gozosa
GARCÍA
&•>*. fuiste gala de la alegre fiesta,
8>ra con triste fa¿-. Habla, responde» Nunca mi labio
Disfrazar supo la verdad austera.
LA PAUILLA
EL REY (enrojándose a él)
J traición contra ti su dardo asesta.
¡Traidor! ¿í osas a mí...í
Ei. ÍÍEY (sonriéndose con desdén)
u LA PADILLA
¡raieióu contra mí? Tu fantasía
_,ar>a Ui razón; los que se atrevan Señor, teneos.
__ ",l a fijar sus ojos enemigos, Perdonadle, señor, i A h í , si me amas,
11
°s sm temor; d i ; que parezcan. Si de una amante tímida las quejas
Pueden mover tu corazón altivo.
HERNANDO Ya que tu propio bien no te conmueva,
„ °4 sorprendáis, señor, de sus temores; Óyele por mi amor: cuando l e escuches
oulce rniedo la hermosura aumenta. Premiarás su lealtad.
268 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

EL REY EL REY (interrumpiéndose muy /uriojo)


Basta; sosiega, ¡ Enrique 1
Hermosa, tu inquietud.
GARCÍA
GARCÍA Enrique ^
Rey de Castilla, Trama aquí mismo levantar la guerra.
Vuelve la vista al riesgo que te cerca,
EL REY
Contra el que todo tu poder sería
Ahora nada sin m í : vuélvela y piensa ¿Dónde se oculta, di? ¡Pronto 1 Responjt
Si habrás de oír al que a tus propios ojos Morirá al fin, pues en morir se empeñ^
Su celo y tu peligro te presenta.
GARCÍA
EL REY
Aquí le ha descubierto un moro esclavo
Di lo que lias de decir; cansan, García, Que sus intentos de continuo observa,
Frivolas y atrevidas advertencias. Y hoy sorprendió a un rebelde mensajero
Del traidor Aguilar; en lid sangrienta
GARCÍA Con él luchando, le arrancó esta carta,
Es un misterio; retirad la corte.
EL REY (tomando la carta sin leerla)
EL REY Hazle venir a mi presencia: es fuma
Dejadnos solos; alejaos. Que yo mismo le hable, es necesario
(Vanse los cortesanos.) Ya que Enrique me busca, qtie me vea.

LA PADILLA GARCÍA

Mis penas ¿Y qué, señor, pensáis...?


Compadece, señor; por ti yo vivo,
EL REY
Guarda por mí la vida que desprecias,
Tráeme ese esclavo;
EL REY No me fatigues más. (Vase García,)
Yo sabré defenderte. ¡ Miserable
De aquel que insano coníra ti se atreva!
(Vase la Padilla.) ESCENA IV

EL REY solo (muy agitado)


ESCENA III ¿Y qué? ¿Mi ofensa
No he de vengar yo mismo? ¡ Miserable!
EL REY y GARCÍA Un vil bastardo arrebatarme Intenta
Mi trono y mi poder. ¡Ah! Yo le juro:
(EL REY, como indiferente al principio.) Yo anegaré en su sangre su soberbia.
¡Mi hermano...! Sí; mi hermano... Cnam»
nAHCÍA
[aben
Rey de Castilla, la verdad escucha. Dentro en sn corazón mi espada sienta,
Mientras que en medio de pomposas fiestas, Cuando yo mismo sus entrañas rasgue,
Augusto Rey, en tu opulenta corte, Cuando expirar en su dolor le vea...
Al dulce sueño del placer te entregas, Entonces yo le nombraré mi hermano.
Maquina la traición, y acaso el rayo ¿Y Blanca? Blanca... El insensato piensa
Está pronto a estallar; Castilla entera Libertarla, ¡ Infeliz! Entre tus brazos
Levanta ya su bélico estandarte Yo te la arrojaré, sí; pero muerta.
En favor de un rebelde, las revueltas
Tornan a renacer, y aun aquí mismo
Blanca en su cárcel con amigos enema,
Mientras que Enrique...
BLANCA DE BORBON 269

ESCENA V ABENFAREx (con Sonrisa)

Tendido
REY, GARCÍA y ABENFARAX, vestido
Quedó en el campo; el golpe de mi daga
• un marsellés, una faja, un puñal, calzo-
Siempre en el corazón halla el camino.
s ancho$, la pierna desnuda y babuchas
¿Cuánto me pagarás si ve presento
moriscas. Rudo y bárbaro en su apostura.
Manando sangre el de tu hermano mismo?
GAHCIA
GARCÍA
iu señor, el que vigila a Enrique.
He al > ¡Abenfarax, respeta ta monarca!
EL BEY
ABENFARAX
;Tti nombre?
"Vosotros, cortesanos, sus. caprichos
ABENFARAX Aduláis con palabras; yo tan sólo
Sé con sangre adular.
Abenfarax.
EL REY
EL REY
Tiembla, asesino,
¿Cuándo, en qué sitio
Tiembla, no sea que te dé mi mano
Le has encontrado, di? El premio que merecen tus delitos,
ABENFARAX
ABENFARAX
Vile ha do« días
¿Es un crimen servirte?
Vagando en torno dei castillo mismo
Donde la Reina está. EL REY

EL REY ¡ Miserable!
¿Le conociste? Servirme es tu deber. Junto al castillo
Esta noche estarás en tu caverna;
ABENFARAX (con estupidez) Yo iré alia solo y llevaráeme al sitio
Donde habita el traidor. (Aparte) t El me bus-
No; mas nú madre, la potente maga
EI me hallará, le cortaré el camino. [caba;
De la caverna del espectro, dijo
Déjame, Abenfarax. (Vase ÁbenfamxJ
Qoe el hombre aquel que pareció ocultarse,
era hermano del Rey.

EL REY
ESCENA VI
¿Y tú has seguido
^empre stu pasos desde entontes? Dicnoe, menos ABENFARAX, LÁ PADILLA
y LEONOR
ABENFARAX
LA PADILLA
Siempre
(sonriéndose ferozmente) ¡Cómo! ¿Y te atreves
i lave y a ¿tos veces el cuchillo A alzarte contra roí? ¿Burlas conmigo?
Puesto a su corazón cuando dormía. ¡Teme mi r a b i a . . !

EL REY LEONOR
¡V
;
P e te anima tanto a perseguirlo? Perdonad, señora;
Es para el Rey; dejadme, yo he ofrecido
ABENFARAX Entregársela a él mismo.
U
«*d de sangre, y alcanzar tu premio
LA PADILLA
EL REY
¿Y t u osadía
tfet mensajero de Aguilar? Se niega a obedecerme?

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270 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

LEONOR Manchó su alma. Su continuo llanto


Su único pensamiento, sus gemidos,
Mi designio
Son tan sólo por vos. ¡ A h ! , pide habla»,,,
Es entregarla al Rey. ¡ A h ! Perdonadme:
Vos, su sola esperanza, si ahora impí 0
Ved, señor, esta carta. (Se la da al Rey.)
Sus quejas desoís...
LA PADILLA
EL REY (con sarcasmo)
¡ Ultraje indigno!
¡Carta de Blanca! ¡De tu esposa...! ¿Y dejas ¡Yo, eu esperanza!
Bien; me verá: la mostraré yo mism0
Que así se alegre en el tormento mío
Su atrevimiento y su maldad.
esta aleve mujer?
GARCÍA
EL REY (con ironía)
¿ Blanca te envía? Si acaso
Útil creyerais el consejo mío,
¿Pide su libertad? ¿Teme el castigo
Temed verla, señor; un alma fuerte
Que merecen sus crímenes?
Suelo tal vez rendirse a los suspiros
GARCÍA De una débil mujer.

Sin duda LA PADILLA (aparte)


Os dará quejas con dolor mentido,
Y yo, ¿ultrajada,
Os dirá ingrato, os hablará de amores
Habré de verme ante sus ojos mismos?
Con dolosas palabras de cariño.
i Antes perecerá!
Por consejo de Enrique...
EL REY
EL REY (repasando la carta)
Leonor, ve y dile
¿Y pide verme?
Que ha descubierto el Rey su intento inic»
LEONOR
Su perversa traición; que ya es inútil
Cubrir so el velo del candor fingido
Muestra, señor, el pecho compasivo, Su corazón hipócrita: que es tiempo...
Y oye la voz de tu inocente esposa.
Yo os ofendo, tal vez; mas si vos mismo LEONOR
Llorar la vieseis en su triste cárcel,
Piedad, señor, piedad; en su martirio
Pálida y abatida, sin alivio
Vais a darla la muerte.
En su acerbo dolor, era forzoso
Tener el corazón empedernido EL REY
Para no sentir lástima. En sus labios
Se escucha vuestro nombre de continuo. Sí, ve y dile
Que me verá mañana.
EL REY (con sarcasmo)
LEONOR (aparte)
¿Sólo mi nombre? ¿Y el de Enrique, dime,
¡ Ya rendido
No la oíste jamás juntar al mío?
A mi súplica está! ¡Mísera Reina!
LA PADILLA
Va a endulzar la esperanza tu destino. (Vtat->

¿No te cansas de oírla? ¿No te enoja


A par de su maldad ver su artificio? ESCENA VII
LEONOR Dichos, menos LEONOR
No os irritéis; la Reina es inocente.
EL REY
No deis, señor, a la calumnia oídos;
(La Reina es inocente; ella os adora; Sí, rae verá y encontrará su amante
Su amor aumenta su fatal martirio Galán y hermoso, cual jamás le ha vis»'
En su negra prisión. Sola, en perpetuo Yo mismo, yo, le mostraré a sus ojo*.
Abandono y horror, nunca el delito ¡ Oh! Cuan alegre su cadáver frío
BLANCA ¡DE BORBOIN 271

f otemplará, cuando le mire yerto, Arbitra, sí, del corazón que un día
If mí gozo so y en su sangre tinto. Mi único orgullo y mi ventura hizo,
verá
Que era mi único bien.
Sí, *" '
LA PADILLA EL REY
Los celos te arrebatan,
•Tñ Ia »^ o r a S i r á i ^ ! Sí, tu delirio ¡Cómo! ¿Tú piensa»
r delirio de amor : si tú la odias, Que postrada a mis pies, débil suspiro,
e porque Blanca adora a tu enemigo, Falso como su alma, me enternezca?
por celos, nada más. Yo sé oponer a frivolos gemidos
Un corazón de bronce.
EL REY

¿Celos? Yo nunca LA PADILLA

. gmé} ni aborrecí; su suerte ha sido


Tú imaginas
Siempre a mi vista indiferente; ahora
Que podrás oponerlo; un falso brío
f¿ mi enemiga; justo es el castigo.
Engaña tu razón: Blanca es hermosa,
GARCÍA Y aun más hermosa la verás; el brillo
De su lánguida faz bañada en llanto
Hario es penoso su fatal tormento. Realzará su dolor; tú, compasivo,
Muera, si es justo; pero no impasivo La verás a tus pies, oirás sus quejas,
Querráis, señor, que la crueldad sentencie, Y, acaso de sus lágrimas sentido,
[j, vez de la justicia, sus delitos Olvidarás mi amor; y yo, entre tanto,
Ya de su orgulloso mísero ludibrio,
EL REY
Iré a llorar en su prisión el día
¿Tú me aconsejas la piedad? ¿Te olvidas Que osé elevar mi pensamiento altivo
Que hablaste del rigor? Al amor de un monarca, en qne gozosas
Fel'z me contemplé madre de un hijo...
GARCÍA
Dulce ilusión de mi esperanza; ahora,
Rigor benigno, I Hijo infeliz para llorar nacido
rVopio de la justicia. Con su madre también! ¡ A h ! Tú creías
Que Blanca, presa y en perpetuo olvido,
EL REY Jamás podría dominar un pecho
¿Y tú imaginas Que todo entero imaginaste mío,
Que debo yo marchar por el camino ¿Tú lo piensas aún? Tú no me amas;
(fue te dignes trazarme? Yo he sido sólo efímero capricho
De tu inconstante corazón; ahora,
GARCÍA (muy turbado) Ai ver a tu esposa que ama a tu enemigo.
Los celos se apoderan de tu alma
Yo,., tan sólo...
Viendo a tu odioso hermano preferido*
intentaba, señor.,,
Sí, no lo dudes; el amor de Enrique
EL REY
Es a tu vista el único delito
Que ha cometido Blanca.
¡Calla! Ya he visto
•osl íera tu intención.
EL REY

LA PADILLA (con sentimiento)


Y bien, mañana
¡Y yo la tuya! Tú brillarás sobre su trono mismo,
,4n
castigo I ¡ I n feli z > ¡Y yo he de verme Al lado de su esposo : ante sus ojos
*«£ tu esposa al insolente arbitrio, Desplegarás la pompa, el atavío
1
'•'temada a sus pies!... Antes la muerte Por que suspira Blanca, y tú, tú propia.
jamará el rigor de mi destino, Decretarás altiva su castigo?
^ f verla y 0 gozando tus caricias, Y harás tu voluntad; el reino todo
i '"Ira ¡oh Dios! del corazón que es m í o . Se postrará obediente a tu albedrío.
272 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Y ¡ay del que osado a murmurar se atreva EL REY


De la beldad ante quien yo me rindo!
Piensa que no lo soy; no te deslumbr*
GARCÍA
El brillo de mi frente; muestra el brío
De que tanto te jactas, ¡miserable!
Castro, señor, el temerario Castro,
Intrépido se acerca hacia este sitio, CASTRO

¿Yo, miserable? Ven. ¿Mi regocijo


Tú no conoces ya?
ESCENA VIII
EL REY

Dichos y CASTRO Yo te prometo


Humillar tu altivez.
CASTRO
GARCÍA
Un noble ante su Rey pide justicia.
Señor, no es digno
EL REY ,De que vos mismo vuestra regia espi¿t
i Justicia! ¿Contra quién? En su sangre empañéis.

CASTRO CASTRO (a García)


Contra ti mismo. ¡ Cobarde inicno!
Tú sí mereces derramar la tuya
EL REY En un cadalso vil.
¿Y de qué contra mí?
GARCÍA (aparte)
CASTRO
(Yo necesito
¿Qué? De la afrenta Que íú vivas aún, necio; no es ésíe
Con que tú propio has empañado eí limpio El precipicio adonde yo te guío.)
Lustre de mi familia, de la mancha
Con que has horrado el esplendente brillo EL REY
Del ínclito blasón de mis abuelos, ¡Cómo! ¿Y aún osas insultar a todos?
Que en vano eon mi sangre yo he querido Tú, delante del Rey, osas altivo
Intacto conservar; del torpe engaño Su cólera irritar? ¡Mal caballero!
Con que víctima fue de tu capricho
¡La honra de mi hermana. Sí, justicia, CASTRO
Justicia ahora contra ti yo exijo.
Yo, delante del Rey, justicia exijo;
EL REY Tú, por tu voluntad dejas de serlo
Y yo, ya igual a ti, tan sólo pido
¡Silencio! Castro, tu furor perdono;
Que decidan las armas.
Necio, no intentes encender el mío.
¡Yo soy tu Rey! EL REY

CASTRO Bien, las armas


Decidirán. Si un hombre en mis dominioi
¡Mi Rey! Yo soy un noble,
Más valiente que yo se figurara...
¡Yo soy igual a ti! Sí, tan antiguo
¡Vive Dios.,.!
Es mi linaje como el tuyo; ahora,
Sí tu lascivia lo dejó abatido,
LA PADILLA
Tuyo es el crimen, la vergüenza mía.
Sólo porque eres Rey justicia exijo. ¿Y por qué, ciego, al capricho
Has de arrojarte de la suerte? Piensa
EL REY Que eres Rey de Castilla, que el destín0
¿Y si no fuera Rey, habla, qué harías? De un pueblo entero de tu vida pende;
Que eres mi único bien, padre de »" W'
CASTRO Qu« quedará en la tierra ein amparo,
Ya hubiera hollado tu cadáver frío. Si tit faltas, señor.

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BLANCA DE BORBON

CASTRO (colérico) CASTRO

Hijo maldito. ¿Y qué? ¿Piensas, Hernán


.,„ pecado y deshonra concebiste, Sus órdenes seguir?
Que
r;, cle-preciaHe; sí, tu brío
RamC HERNANDO
una mujer; Rey de Castilla,
Contiene
. jiaír£us alarde de é l : vuelve en ti mismo, ¿Y tú, híjo mío,
- aj,aricTóiiala y a : la espada empuña, Lo preguntas? Jamás : huye, no sea
,i cnn ipo corre a batallar conmigo; Que cumpla su mandato un enemigo
ii)¡ te vengarás, o mi venganza Nuestro.
.¡¿fecha será con tu suplicio.
CASTRO
EI, REY (arrojándose a él)
Yo huiré, para volver más tarde
.yt\ nis'O aquí satisfará la mía! A clavarle un puñal.
(J,a Padilla y García le contienen)
PRIMER CABALLERO
• v vos me contenéis, y así ese inicuo
v lia dt burlar de mí? En estos sitios
Ha llegado ya Enrique: está dispuesto
GARCÍA
Todo para romper.
Señor, dejadle,
HERNANDO
LA PADILLA
¿Y aquí tranquilos
Depreciadle, señor; venid conmigo, A conspirar os atrevéis?
\,i más tiempo escuchéis sus demasías.
PRIMER CABALLERO
EL REY
La Reina
'Retirándose entre García y la Padilla como Mañana mismo dejará el castillo,
a despecho suyo) Y libre al fin, se asentará en el trono,
; lli' de arrancarte el corazón yo mismo! Que con Enrique cobrará el perdido
Castellano esplendor.
ESCENA IX
CASTRO

CASTRO, solo De su venganza


\nda. cobarde, más para verdugo Seré yo ejecutor: si mi destino
'lúe para el cetro y el poder nacido, Es perecer vengándome, ¡ dichoso
,'Ticmbla! Mil brazos se armarán; mi furia Rendiré entonces mi jiostrer suspiro!
f-m-enderá la guerra en tus dominios, Yo daré el primer golpe, yo el primero
'¡ucrra cruel, interminable, eterna, Me arrojaré a la lid, yo mi cuchillo
'•uerra de maldición: en sangre tinto El primero hincaré.
Tú me verás ante tu propio trono
SEGUNDO CABALLERO
'• Tejarme a matarte. Sí, el cariño
''"za de tu manceba; mi venganza Nosotros todos
^rá cruel cual tu delito ha sido. Secundaremos tu animoso brío.
'° l¡e de hacer ver al asombrado mundo
ll HERNANDO
fo nuevo Julián y otro Rodrigo!
¡Qué! ¿No tembláis de conspirar ahora,
Del Rey cruel en el palacio mismo?
ESCENA X
¿Queréis hacer vuestro valor inútil,
HERNANDO, CABALLEROS y Dicho Dando tal vez del alzamiento indicios?
Vamos presto de aquí.
HERNANDO
PRIMER CABALLERO
>e. Castro, de aquí. Pedro me envía,
F* ira y saña contra ti encendido,
Vamos a Enrique,
Jra
Prenderte, A libertar a Blanca.
274 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE E5PRONCEDA

CASTRO Festejarán al recibir a Enrique,


Y aprestarán a Pedro otro festejo.
El asesino
i Jamás sentí tan puro regocijo!
De mi hermana caerá; yo os lo prometo.
Ni aunque volviera al fortunado tiempo
El agravio de Blanca es ya el mío.
Cuando, en mi patria venturosa y joven
Libre viví de los cristianos hierros,
Tanto gozo y placer sentir pudiera!
ACTO TERCERO
Es imposible, n o ; los amos nuestros
El teatro representa el campo; a la derecha Entre sí se encarnizan. ¡ A h ! , su sann (
está el castillo, prisión de Blanca, con rejas Al fin mi pecho beberá sediento.
de hierro salientes; a la izquierda se eleva Y venganza j u r é : para saciarla
una montaña escabrosa, toda coronada de ro- Yo os evoqué, demonios del Infierco,
cas, entre las cuales, a cierta altura, se ve la Y vosotros vinisteis, y mi dicha,
boca de una caverna. De la cima de esta mon- Mi único gozo, mi mayor contento,
taña, así como alrededor y al lado del cas- Fue cuando vi que, a mi furor sensibles.
tillo, siguen dos bosques dejando un claro Un hijo como tú me concedieron :
por donde se descubre el Guadalquivir, El Un hijo en que a mi vista se retrata
fondo del teatro es la otra orilla del río. Es !La propia forma y el semblante de ellos.
de noche y sólo alumbra la luz que arde
dentro de la caverna. ABENFARAX (con alegría brutal)

\ Tus furores, ¡ oh madre!, son mi halago ,-


ESCENA PRIMERA Son mi mayor placer, cuando te veo
Correr el bosque en la sombrosa noche,
LA MAGA Y ABENFARAX, aguzando Con alaridos y horrorosos gestos;
un puñal Cuando te escucho hablando solitaria
Y oigo de los demonios el acento,
ABENFARAX Entonces yo con júbilo y con risa
Mejor después lo aguzaré en su sangre. Contemplo tu furor.
(Mostrándole el cuchillo a su madre)
¿No Bstá bastante ya? Pronto en eu peeho LA MAGA
Ha de hacerse la prueba.
¡ Júbilo1 horrendo
LA MAGA
Que refresca mi alma! Sí, tú risa
No, hijo m í o ; Es la luz del relámpago funesto,
Tú no le has de matar; su. hermano mismo Precursora del rayo. ¡En tu miseria,
Tiene que asesinarle. ¿No concibes Tú, al cabo, eres feliz! Tu horrible aspecto
Mi regocijo, cuando a Enrique muerto Es terror de los hombres, tu cuchillo
Por la espada de Pedro yo contemple, De su maldita sangre está cubierto,
Al un hermano hollar del otro el cuerpo? Goteándola siempre; tu alegría
Es verlos a tus pies; hasta el tormento.
ABENFARAX La furia misma de tu misma madre
Sí, madre, sí; pero su sangre entonces Es para ti un placer.
No verás humeando en el acero
De tu hijo; ni al dártelo en tu mano ABENFARAX
Oiré las carcajadas del espectro
Que vaga en la caverna. Yo te prometo
Darte el tuyo también; pronto a ofrecerte
LA MAGA
Vendré de Enrique o de su hermano el cuerpo-
Cuando Enrique Y, sin ir a excavar las sepulturas
A los pies de su hermano caiga yerto, Para traerte descarnados huesos,
El las redoblará: yo le he ofrecido Su vil cadáver palpitante acaso,
Un fratricidio horrible; en B1 infierno Servirá a tus encantos.
BLANCA DE BORBON 275

LA. MAGA Y, libre al lado de su amanVe Enrique,


Espera ahora recobrar el cetro
Y otro luego
Que mi amor le robó? ¿Quién, si yo misma
,. pi-virá también: la del castillo,
Vendré a ocupar el solitario encierro
i. que allí gime en miserable encierro,
Donde yo la arrojé? Tal vez... ¡Ah! Blanca
,,am¡jién perecerá. Blanca es cristiana,
Ai fin inspira compasión al pueblo.
i- ctposa fue del delincuente Pedro,
Mientras que yo, infeliz, yo únicamente
la Padilla» celosa, la detesta,
Puedo esperar su escarnio y su desprecio.
y aEitaida sólo mi falal consejo
¿Y mi hijo? ¡Gran Dioo! ¡Ah! Nunca, nunca
p ar; , matarla; sí, llegó ya el día
Yo me arrepentiré, n o ; consultemos
j)t; hartar de sangre mi sediento pecho.
!La Maga de estos bosques; sus furores
ABENFARAX Yo misma igualaré : cólera y fuego
Brotará el corazón. ¡ O h ! , si es forzoso
llesücíjate, ¡ oh, madre! Yo te juro
Perder al fin el esperado reino
Traértela también.
Y verme puesta a voluntad de Blanca
LA MAGA
Implorando perdón, yo haré un veneno
Que ella habrá de gustar, y ambas entonces
Allá entreveo Goüaremotí al ver nuestros tormentos
Por el bosque una sombra; sL es Enrique, Moribundas las d o s : nuestra venganza
\ntes que llegue, en la caverna entremos. Así veremos satisfecha a un tiempo.
(Se acerca a la cueva y dice:)
ABENFARAX
Maga de la caverna, yo te imploro;
Si me dejaras, madre, asesinarle.,. Una infeliz demanda tus consejos.

LA MAGA

No; su hermano lo hará.


ESCENA III
(Entran en la caverna).
LA MAGA, desde la caverna, responde:

ESCENA II ¿Quién interrumpe con su grito ahora


Mi trabajo iiífernal? Mujer, tu miento
IA PADILLA, sola, aparece Por la espalda Me es conocido ya; yo sé quién eres:
del castillo Vienes, Padilla, a consultar mi espectro,
i No entres en la caverna!
¡Qué hondo silencio
Reina ea la soledad! ¡Qué triste calma! LA PADILLA.
Tal vez el ruido súbito del viento
SÍ mis males
Me hace estremecer. ¡ Oh cuánto el crimen
Te ha revelado si poderoso genio
^<nú en la soledad remuerde el pecho!
Que te protege, ¡oh Maga!, sé piadosa,
No hay voz de cortesanos que lo halague;
No aquí lo aplaude el engañado pueblo, Ten de mí compasión.
\ el grito de la tímida conciencia Se oye un ruido dentro de la caverna, se*
v
L'leva a resonar en el silencio, guido de una carcajada horrible,
Más tremendo que nunca, y nunca el tlía
LA MAGA (dentro)
'''p°¡i de arrepetttinne. Amor funesto,
"tcctpita mis pasos en el crimen; Inútil i\\eg,o,
1
yo su senda abandonar no puedo, ¡Compasión! ¡Compasión! ¡Ah! Los cristianos
•urastrada por mano del destino Imploran compasión.,. ¿Y cxiándo ellos
'-1 sigo con vergüenza a mí despecho. La tuvieron jamás? Mas tú, María,
PDr
° la sigo, al fin. Tal vez mañana Eres también querida del infierno,
'c,fja yo el caátigo que merezeo. Querida como yo ; tú, sí, mereces
(Se para delante del castillo.) Llegar a ver cumplidos tus deseos.
'1'" está mi rival; he aquí su cárcel. An'ímo y me verás.
'Vuién s abe acaso si rompí6 sus hierros. Sale de repente con una antorcha en lu

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276 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

mano, desgreñada y como de en medio de Será siempre feliz, o quizá adverso


ios llamas. Ha de tornarse pronto? ¿El Rey acaso
¡ Mujer!, qué, ¿ tiemblas? Olvidará mi amor? ¿Veré yo el reino
Acostúmbrale ya, ¿Ves este incendio...? Gobernado por Blanca?
En él ha de acabarse tu hermosura. (Aparece la luna por encima del monu
Tus gnsloe, t n poder. ¡Este es el fuego refleja al río)
Que en el infierno abrasará tu alma
Toda una eternidad! ¡Qué! ¿Te amedrentas? LA MAGA

Acostúmbrate ya; jueto, muy justo,


No, tu estrella
Es que corone tu trabajo un premio
Radiante siempre brillará en el cielo,
Digno de tu maldad. ¿Cuándo gozará
Aunque ahora alumbre opa'Ca y temerosa
Placer el triatn, si, después de muerto, Mas te es forzoso esterminar primero
No pudiera reír del poderoso La esposa de tu Rey, Blanca es forzoso
Y burlar de su angustia? Que muera al punto. El inconstante pecho
De Pedro la amará, si tú retardas
LA PADILLA La muerte de su espe-ea que...
Esos tormentos Se oye una voz cantando acompañada ¿
To aguarda el cielo a. ti. ¡Calla! ¿No sabes un arpa, acercándose por el río; todo va tu
Que yo, si irritas mi furor, te puedo cediendo como dice la Maga.
Hacer arrepentjr? ¿No me conoces?
.¿Sabes tú quién yo eoy? LA voz

Lloraba la hermosa Elvira


LA MAGA En su lóbrega prisión,
Donde tirano su esposo
En ti yo veo
Por otro amor la olvidó.
La manceba del Rey. ¡Desventurada!
i íy, Elvira1. [Elvira] \Elviral
Tu furia es impotente; mi recreo
Solo te llora
Es verte así sufrir, verte así humilde
Tu trovador,
Ajar tu orgullo y tu esplendor soberbio.
¿Y qué puedes tú hacerme? Tu destino
LA MAGA
Está en mi m a n o ; en mi poder yo tengo
Tu vida, todo; y el monarca mismo, j Silencio!
Que humilde pone ante tus pies su cetro ¿No oyes, Padilla, un armonioso canto
Y que te anima a amenazarme, solo, Y el son de un arpa resonar no lejos,
Cuando tú fueras muerta con lamentos Y de un barco el rumor...?
Te pudiera vengar: tú no conoces
Que, arbitra yo de poderosos genios. LA voz (más cerca)
Trastornar puedo a mi placer el mundo, Todo sirve a recordarla
Hacer dejar sus tumbas a los muertos, La libertad que perdió;
Mover tormentas, a mi voz calmarlas, Responden sólo a sus quejas
Hacer estremecer los infiernos Los ecos de su prisión.
Y mostrar sus abismos. ¡Miserable! ¡Ay, Elvira! ¡Elvira! ¡Elvira!
Yo sí que ahora aniquilarte puedo Sólo te llora
Sólo de una mirada; si no fuera Tu trovador.
Que seres como tú son instrumentos
Siempre de mi furor, aquí, ahora mismo, LA MAGA

3e abrieran a tus pies bocas de fuego


En el castillo
Para sumir tu orgullo.
La silenciosa reja han entreabierto;
He allí Blanca y Leonor; aquí a esta eombr*
LA PADILLA (con temor) Ocultémonos, pues.
¡ A h ! Yo te pido Pasan la Maga y la Padilla a la dertt*
Que me escuches no más. Ya que encubierto del teatro, cerca del castillo de Blanca'
No hay nada para ti, di : ¿mi destino tre los árboles, sin abandonar el foT0-
BLANCA DE BORBOIN 277

• n Y Leonor aparecen en una ventana del (Enrique pasa al pe del castillo y reconoce
a Blanca)
(estillo-
LA voz (ya junto al foro) BLANCA
Todos olvidan la hermosa
Que un tiempo Reina brilló, I Enrique!
Sólo la Hora el que siempre
ENRIQUE
Sin esperanza la amó
¡Ay, Elvira! ¡Elvira! ¡Elvira! j Blanca!
Sólo te llora ¡ Cuánto es sabroso al corazón tu acento!
Tu trovador. Cobra esperanza ya; mañana el día
Es de tu libertad; cien caballeros
Hoy por la cruz juraron de su espada
ESCENA IV Salvarte o perecer : mi hermano mesmo
Nos presta la ocasión. ¡Ah! No lo dudes.
Dichas, BLANCA Y LEONOR Mañana el cielo auxiliará su esfuerzo.

BLANCA BLANCA
¿¡Leonor, es cierto?
¿Y tií, dónde estará©? ¡ Ah! Teme, Enrique,
;Será la voz &c Enrique? Y no al peligro te despeñes ciego.
LEONOR ¿Por qué mañana, di?
Sus promesas ENRIQUE
Víd cómo, al fin, cumplió; llegó el momento
En que va a renacer nuestra esperanza, Nunca, o mañana.
En que vais a ser libre : yo he de veros, Ninguno es el peligro; el triunfo es nuestro,
Y va a abrirse tu cárcel; mis amigos
Reina, otra ve-! feliz...
La súplica que hiciste al Rey supieron,
BLANCA Y su intento también. Cuando tú salgas
¡Ah! Tú deliras Mañana de su corte y piensen ellos
Solverte a tu prisión, Castro animoso.,
V le finges, Leonor, sabrosos sueños
Espada en mano, romperá tue hierros,
Que eslán lejos de ser.
Sorprendiendo tu guardia : yo, entretanto;,
LEONOR Cerca te aguardaré; todo dispuesto
Dejad, señora, Allí estará para auxiliar tu fuga,
E-as tristezas ya; mostrad esfuerzo; Y verte libre y en tu patrio suelo.
Estad alegre como yo; el sonido
LA PADILLA
Cesó del canto y lo repite el eco ;
Ved, Enrique está allí. Muerta primero la verás (siempre id paño )

LA MAGA
ESCENA V
¡Ah! ¡Libre...!
Dic/ifrs y ENRIQUE, que embozado en su La habrás de libertar después de muerto,
capa salta en tierra (Suelta una carcajada.)

LA MAGA (a la Padilla) BLANCA

¿No le conoces? ¿No has entendido hablar?


•e allí el bastardo que se lanza al riesgo
S¡» conocer el lazo. KNRIQTJE

LA PADILLA No temas, Rlancv; ;


Nadie puede escucharnos.
¿Es éste Enrique?
BLANCA
LA MAGA
0r
^ qué tiemblas, mujer? Tu triunfo es cier- i Ah! Yo tiemblo,
''•' v'ene a perecer. [to; v
'~- ras senf'do una voz?
278 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ENRIQUE ENRIQUE

Blanca, a lo menos
No, nada temas.
Guárdame tu amistad; piensa que Enrinh
(Registra a un laclo y a otro y vuelve)
Es infeliz por adorarte ciego.
Era sólo ilusión; reina el silencio.
(Blanca y Leonor cierran la ventana
El ruido melancólico del agua, y *
retiran)
O el rumor en los árboles del viento,
Te ha engañado tal vez; mañana el día
Con nueva luz alumbrará sereno
Y calmará tu sobresalto. Blanca, ESCENA VI
Nada exijo de t i ; ¿nada merezco?
ENRIQUE se retira por la espalda del y»
¡ Ah! Tú jamás te acordarás de Enrique :
tillo, haciendo de modo que cruce a cola
Tus lágrimas, tu amor, tu pensamiento,
carse detrás de la caverna. LA MAGA y n
Sólo posee el tirano que te oprime,
PADILLA vuelven adonde estaban antes d>
¿No tendrás una lágrima, un recuerdo
ocultarse.
Al menos para mí?
LA PADILLA
BLANCA
Blanca ya se alejó.
¿Por qué mis penas
LA MAGA
Gozas en amargar? ¡Ah! Tu tormento
Agrava, más que todo, mi, desdicha. Su muerte ahora
Yo le idolatro, Enrique, a mi despecho. Es fuerza apresurar.
Ten lástima de m í : calma tu gente
LA PADILLA
Y reprime su ardor; retarda al menos
Tu aventurada empresa; si, mañana ¿Y quién su brazo
Tal vea el Rey se doblará a los ruegos Prestará a mi furor?
De su esposa infeliz; tal vez entonces
LA MAGA
Dichosa y libre me veré, sin riesgo,
'3in que peligre* tú. Tienes el hierro,
\ el veneno a elegir: si el Rey acaso
ENRIQUE No consiente que muera, yo te ofrezco
Asesino y puñal.
Piensas en vano Enrique aparece a poca distancia de ellai, y
Que han de ablandar tus lágrimas el pecho recatándose
De un monstruo de crueldad. ¿Cuándo el ba-
Del corderillo mísero al hambriento [lido ENRIQUE (aparte)
Lobo compadeció? Llegó ya el día Aquí el encanto
De alzar la frente, de blandir el hierro, De estas selvas está, la voz que a Blanca
De lanzarse a la lid : mañana mismo Ahora sobresaltó.
i0s forzoso empezar.
LA PADILLA

BLANCA Y el vil bastardo


Que intenta darla libertad mañana,
¡Oh! Quiera el cielo ¿Piensa que vencerá?
T u vida proteger.
LA MAGA
LEONOR ¿Vencer? Sus paso*
Sin él saberlo a perecer le guían.
iLa ronda ahora
Antes que nuevo sol tienda sus rayos
Hace mi padre del castillo, y siento
Habrá expirado; la postrera noche
Sus pasos acercarse.
Es ésta de su vida.
BLANCA LA PADILLA (cOTV Sarcasmo)

Adiós, Enrique, ¡ Temerario!


Ten compasión de mí. El mismo causará la justa muerte

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BLANCA ¡DE BORBON 279

su adorada Blanca : el insensato ENRIQUE


nuevo ya mi enemistad provoca:
(Se presenta delante de ellas con la espada
.Triste &e a ( I l i e l < I u e ! e n medio el Océano,
desnuda y armado)
n sprecie su furor, viéndole en calma!
Nunca; vosotras, infernales furias,
c\ se abrirá para tragarle airado.
Sí que vais a morir. Temblad; mi brazo
Blande la espada con que el cielo mismo
ENRIQUE (aparte)
Va a castigar vuestro delito infando.

>oinbran a Blanca: mis intentos saben; LA MAGA (sonriéndose)


. gayos yo descubriré: atendamos.
¿Vienes tú a castigarnos?
r,A MAGA (con alegría infernal)
LA PADILLA

y 3 orgidlosa cólera me alegra.


Caballero,..
\(. ensancha el alona. ¡Reprobos cristianos!
¿Y osas cobarde levantar tu mano
(orred a la matanza; en vuestra sangre
Contra mujeres débiles?
Hundid 1°3 brazos, reteñid los labios;
fí-iriaos de matar; nunca decanse ENRIQUE
Vuesiro horrible puñal; exterminaos.
Olí! quién me diera contemplar muriendo ¿Mujeres?
Vuestra maldita raza, vuestras manos Con rostro de mujeres, sanguinarios
Rajando vuestros pechos, vuestros hijos Corazones de tigres son los vuestros:
tí seno de sus madres destroiando; Corazones de hiena, cuyo pasto
V ver vuestras entrañas palpitantes Es sangre de Inocentes.
1)( hambrientos perros regalado pasto,
LA MAGA
Y el hondo abismo del infierno abierto,
?u> gargantas de fuego, jadeando, Sí; y el tuyo
t,os demonios abrir, entre huamo y llamas, Inocente es también, infame hermano
Ciudades sepultar, reinos cristianos. Del Rey infame del cristiano pueblo.
/.hiendo fuertemente del brazo a la Padilla) ¡ Ah, ya caíste en el tendido lazo!
Mujer que anhelas sangre, un hijo mío Cerca está de sonar tu última h o r a ;
Vui\-!ra sed calmará. Sangre en el cráneo La muerte ya con silencioso amago
De Blanca beberás. Te estrecha en derredor. ¡Genios terribles!
¡Espíritus del Tártaro, alegraos!
LA PADILLA Vuestra víctima es ésta : aquí ella misma
Codiciosa su fin viene buscando.
; Ah ! Tus furores ¡Angeles de la muerte, y tú, hijo mío,
1
^l' estremecen, ¡Oran Dios! Ministros de mi furia, aquí mostraos!

LA MAGA ENRIQUE

¿Dios? Es en vano Tus gritos no me espantan, ¡miserable!


Que- !e llames aquí, sólo a ese nombre Llama en tu auxilio los agentes vanos
Pudiera el cielo responder tronando, De tu necio furor; llámalos, grita;
v
' le escuchara Dios. Mujer, responde: No salvarán tu vida tu<3 encantos.
Quieres que muera Blanca? Ya n i un paso (Se arroja a ella, y la Maga de un salto, des-
jii-divi retroceder; un hondo abismo haciéndose de él, se pone a la boca de la
y
abre detrás de ti, vano es el llanto, caverna.)
at,
o es rogar, arrepentirse inútil;
,! er LA MAGA
' za es seguir por el camino usado.
'Quieres que muera Blanca? Impotente es tu cólera, ¡Demonios!
¿No piden sangre vuestros secos labios?
LA PADILLA Aquí está vuestra víctima. Hijo mío,
¿No tiembla tu cuchillo entre tus manea?
Sí; es forzós o, ¡Qué! ¿No te dice el corazón que hay sangre?
í-fo:rzoso que Blanca o yo muramos. ¡Ministros de mi furia! ¡Aquí mostraos!
280 OBRAS COMPLETAS D E DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ESCENA VII ABENFARAX

Y<3
Dichos y ABENFARAX, con serenidad Va «¡ fUet^
Que beba sangre. Para ti be aguzado
estúpida
Esta noche el puñal.
ENRIQUE retrocede, como asombrado ENRIQUE

ABENFARAX (sobre las breñas) ¡ Muere, asesino í


(Arrojándose a él y luchando los ^ ,
¿Hay, madre, ya que asesinar a alguno?
EL REY y GARCÍA, embozados, salen por ¿
LA MAGA lado del castillo

Regocíjate, sí. EL REY (aparte a García)

ABENFARAX Las voces son en la caverna; en alto


Una espada relumbra,' apresuremos
Su mismo hermano,
Nuestros pasos a l l í : pronto, corramos.
¿No le había de matar?
LA MAGA (animando a su hijo)
ENRIQUE
¡ Lánzate a él, devórale, hijo mío!
Hombre o demonio.
Sólo un ser como tú puede ser parto LA PADILLA (aparte)
De esta furia inferraí. Baja, que «1 cielo Dos hombres llegan con veloces pasos,
Redobla ya el esfuerzo de mi brazo, ¡Triste de mí sí me conocen! i Cielos!
Que se alza a castigarte. i Verme reunida a seres tan malvados.,.!
(Ocúltase eiure los árboles)
ABENFARAX

GARCÍA (al Rey)


(Mofándose brutalmente y bajando muy
despacio) Son Enrique y Farax.
Ya hace tiempo EL REY (en voz alta a los que pelean)
Que te persigo yo. ¿Te causo espanto?
Nada temas de m í ; yo intento sólo ¡Tened, cobardes!
Retorcer mi pañal, cuando 3 enclararlo (Suspenden el combate y miran al Rey)
Llegue en tu corazón. ENRIQUE

ENRIQUE ¿Y quién cobarde me apellida? ¿Acaso


Otro asesino vil? ¡Eli! Caballeros,
i Vil asesino!
Quien quiera que seáis, podéis marcharos.
Vosotros, si matáis, matáis temblando,
No frente a frente. Un solo caballero EL R E Y
Mil como tú desprecia; tú, malvado.
O acometer*'» v arrancarte el alma.
Vas a morir; yo libraré a la tierra
Y darte así de tu traición el pago.
De tu madre y de ti, monstruo inhumano.
(Se va hacia él y la Padilla se interpone) ENRIQUE

LA PADILLA (a la Maga) ¡Traición! ¡Traición! Y bien, acometed**


Juntos todos, venid : solo os aguardo.
Deten tu hijo.
ABENFARAX
I-A MAGA (a la Padilla)
Sobre tí nos verás.
jY qué! ¿No es tu enemigo?
EL REY
LA PADILLA
(Deteniéndole bruscamente)
Es mi enemigo, s í ; pero es hermano
También del Rey, y su valor merece ¡ Tente, asesino!
Otra espada más digna, otro contrario. Yo juro a Dios que el que adelante nn fi*
De'ién Maga, tii hijo. Cae tendido a mis pies.
BLANCA DE BORBON 2U
LA MAGA EL REY"
Ven, hijo mío ;
Huye de aquí, mujer; mírame, Enrique.
¡¡los ée mataran. ¿Me conoces? Defiéndete,

EL REY (siempre sin descubrirse)


LA PADILLA
¡ Traidor villano!
i Insensato!
n s o a hundir mi espada en tus entrañas
Si, así tu vida en despreciar te empeñas,
.f • me buscabas? Ya me has encontrado :
Ha aquí mi corazón; tu acero insano
ya -algo a recibirte.
Clava bárbaro en él.
ENRIQUE
ENRIQUE (envainando la espada, con extrañeza)
No imagines
¿Tú me buscabas?
,•1 duelo yo retarde; mas si acaso
[¡nula tu l i n a J e a t u o s a d í a ? EL REY
lu nombre el que aborreces tanto,
yp¡>
fj que í« ret0
acepta. ¿No te mostró mi cólera a tu hermano?
Yo te buscaba, s í ; yo te aborrezco.
EL REY Vengo para satisfacer nuestros agravios.
¡ Miserable! Sé rus ofertas, tu traición, tu infamia;
So prcíinnto yo nunca a mi contrario Todo, Enriqtie, lo sé; piensas en vano
¿ü nombre en la batalla; empero, sabe Tus tramas ocultar: fuer¿a es ahora
One co me nombran, como a ti, el bastardo, La máscara arrojar, lanzarte al campo,
\i me llaman traidor; que espada en mano Exponerte a morir. ¡Pérfido! Sabe
,|,Yj,lo siempre diferencias mías, Que estoy al fin de tus maldades harto.
V nunca con traición.
ENRIQUE
ENRIQUE
i Tú me llamas traidor! Ese ee el nombre
¡Traición! ¿Y cuándo Con que siempre los déspotas tacharon
1.a he cometido yo? Sólo ese nombre Al que brioso, independiente y libre,
Diera a mis hechos el indigno esclavo Osa arrostrar sus bárbaros mandatos.
Que en lodo inmundo encenagado vive, ¿Con qué derecho a tu capricho piensas
COZOÍO en su baldón. Vil cortesano, Los hombres todos sujetar esclavos?
Si t>l Rey mi hermano a batallar te envía
Contra el que osaste apellidar bastardo, EL REY7
Tombía no sea que mi espada vengue
Mi esfuerzo y mi valor me dan seguro,
En ti mi injuria, y que escarmiente al bajo
Y en mi propio dereeho me afianzo,
Cobarde adulador, que a ser se ofrece
Y al vil traidor que mi enemigo sea
Mini-tro vil del mísero tirano,
Para hacerle morir basta mi brazo.
^ ni ya vista tiembla.
ENRIQUE (con despecho)
EL REY
Eres mi hermano al fin.
¿Y qué, tú solo
s
'o le habías de temblar? Más humillado
El, RlíV
Ha; ríe verte a sus pies que los que, altivo,
f¿
' a; ahora apellidar esclavos. ¡ Bajo cobarde!
¡'Hiéndete! ¿Me das ahora el nombre de tu hermano
'Quítase el embozo y se presenta armado) Por dar disculpa de tu miedo indigno?
¿No era tu hermano yo cuando has osado
ENRIQUE (retrocediendo) Alearte contra mí, juntar secuaces,
¡Es el Rey! Salvar a Blanca, arrebatarme el mando
(La Padilla sale de donde estaba) Y aún la vida? ¡Pérfido! Ahora
Hiéreme si te atreves, yo te aguardo,
LA PADILLA Diversa sangre por tus venas corre
¿El Rey? ¡Oh, cielos! Que la que hierve en mí. ¿Quién? ¿Tú, mí
¿P¡'ensas, Enrique, asesinar tu hermano? [hermano?

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282 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Vergüenza eterna para mí eería ENRIQUE (con pesadumbre)


Dar tan honroso título a un bastardo, ¿Y habréé yo al fin de desnudar ] a - ^
Contra un hermar.o, yo?
ENRIQUE

Quien nos ha dado el ser fué un mismo padre, EL REY


Que hizo un hombre de m í ; de ti, un tirano.
Tú, al fin, bastara,
Y cobarde a la vez, la luz del día
EL REY
Te halle lejos de aquí. Lleva tus pasos
La que te dio a ti a luz fué una ramera Donde tu nombre yo jamás escuche
Y de ella hubiste lo cobarde y bajo Y" olvide a-sí tu nacimiento aciago
De tu alma rain. Y que existes también; yo te desprecio
Te juzgo indigno de probar mi brazo
ENRÜJÜE Y te ordeno partir. ¡ A h ! , si mañana
¿Y quién más causa Tus intentos seguir piensas acaso,
Ha dado a la venganza? Mis agravios, Y aun te ocultas aquí, por cielo y tierra
Tus injusticias, tu altivez, tu furia, Juro hacerte morir en un cadalso
Harto disculpan mi traición si acaso Para infamia mayor; huye, y si osas
Llamarle así mis hechos merecieran... Con los tuyos volver, llámame al campo,
(Le vuelve la espalda. Enriqus le mira co»
EL REY desdén y se retira despacio a emboscan,
Si te resienten mis ofensas tanto, por la derecha).
Yo ante ti mismo las mantengo todas,
GARCÍA
Para unir el baldón a los agravios.
Satisfácete ya, la espada sea ¿Y así dejáis vuestro enemigo libre,
Único juez y mediador de entrambos. Para que junte su ominoso bando
Y vuelva contra vos?
LA PADILLA (al Rey)

¿Y siempre tú te arrojarás al riesgo LA MACA (aparte a su hijo)


De morir o matar? ¿Nada mi llanto Sigúele, y muera.
Puede alcanzar de ti?
ABENFUUX (aparte a la Maga)
EL REY
Yo te lo juro : morirá a mis manos.
¿Qué? ¿Tú proteges (Vase por donde se fue Enriqut].
También a mi enemigo?
EL REY
ENft&JUE
Cobarde ahora se mostró a mis ojos;
Yo retado, Yo la desprecio y a ; lleno de espanto
Yo al duelo respondí siempre; mi espada Temblará siempre al recordar mi nombre
Pronta y mi brasw está para aceptarlo. Y nunca más parecerá en el campo
Testigo Dios y el universo entero A arrosirar mi furor. Darle la vida
Que si mi mano contra ti levanto. Es aun mayor castigo que matarlo.
Es pesaroso y a despecho m í o . (Va a retirarse, y la Maga se presenta delanU
Es porque tú me fuerzas. de él como inspirada de repente)
(Pone mano al puño ch> su espada)
LA MAGA
EL REY
El denso velo que el destino cubre
Cnanto hago Miro rasgarse ya. Rey de cristianos,
Y quise hasta aquí hacer está bien hecho Oye mi voz. y a mi tremendo acento
Por haberlo hecho yo, que nunca he ciado Ronco responda el Tártaro tonando.
De mis gustos razón: sí, yo insulto, Próximo está tu fin; ya tu enemigo
Yo te fuerzo a lidiar, yo, porque xmsío Con alta pompa y esplendente fausto
Verte a mis pies y sin razón alguna, Va muy pronto a brillar; óyeme y tien""1'
Sólo por ser mi voluntad lo hago. ¡La vida, sí, te arrancará tu hermano!
BLANCA D E BORBON 283

ogv titubea un momento, como sorpren- SEGUNDO CABALLERO (mirando fijamente


j la MÍ™ desPués con desprecio, y hace a García)
irse y cae el tel¿,n
TIÓA & ' ) Más brilla el noble en la sangrienta lucha,
Defendiendo su patria y sus derechos,
Que el cortesano vil que torpe emplea
ACTO CUARTO En intrigar y en adular su tiempo.

, M/órt c°n dos tronos, varios caballeros GARCÍA (como enajenado de gozo)
armados ; Cuál me palpita el corazón brioso
Al contemplar vuestro valor!
ESCENA PRIMERA SEGUNDO CABALLERO (aparte)

PRIMER CABALLERO
El miedo
Es quien le hace latir.
tfi»<> y guante te doy. |
HERNANDO
SEGUNDO CABALLERO
El Rey se acerca;
Yo lo recibo (Aparte a los otros caballeros).
y i fe d6 noble por mi honor te ofrezco Vamos lejos de aquí.
>il»er s Blanca o perecer.
PRIMER CABALLERO (irónicamente a García)
HERNANDO Pronto volvemos.
¿Y Castro? GARCÍA

SEGUNDO CAB ALLEGO Id, oh, nobles, con Dios.

Uujrda sólo la señal. SECUNDO CABALLERO (con el mismo tono


i irónico)
HEKNAN»0
Adiós, García.
Silencio. (Vanse),
l<¡uí óe acerca ^1 suspicaz García.
GARCÍA (solo)
(j cólera ocultad; sus pasos siento.
Pronto, bien pronto nos veremos, necios.
El volcán va a tronar; yo haré que estalle
ESCENA II Y allá os sepulte en su profundo seno.

Dichas y GARCÍA
ESCENA III
GARCÍA

iDe guerra armados, y en la corte ahora? LA PADILLA, EL REY, GARCÍA Y


Brillante es el arnés! ¡Cuánto es más bello acompañamiento
Wido v.n noble de lucientes armas
LA PADILLA (muy agitada, aparte, a su hermano)
','Je no de sedas y perfumes lleno!
•' qué intento traéis? ¿Y viene hermosa, di?

GARCÍA
PRIMER CABALLERO
Sí, pero pronto
Contra Granada Allá en la tumba dejará de serlo.
Kej s e apresta a desnudar su acero,
''intra el moro; cual vasallos fieles, LA PABjLLA
''-míos a ofrecerle nuestro esfuerzo. ¿Y los que intentan libertarla?

GARCÍA GARCÍA
e Apenas
ney lo aceptará; firme está el trono
_( ^ apoya en tan sólidos cimientos. Alcen la YO2 serán presos o muertos.
, ta noble lealtad, vuestra bravura (El Rey sube al trono y hace subir a la
•air,n Padilla en él otro)
el cetro de Castilla eterno.
284 OBRAS COMPLETAS DE DC N JOSÉ DE ESPRONCEDA

EL REY EL REY

He aquí, Padilla, el esplendente trono A ti mi justa indignación castiga;


Donde a la par de raí te doy asiento. Mi amor a tu rival concede el cetro.
Hoy a tus pies tributará homenaje
Rendido todo el castellano imperio í BLANCA
Y hoy prosternada mirará tu brillo Tú eres Rey de la tierra; tú, orgulloso
La que perdió por crímenes el cetro, Das a tu voluntad castigo y premio.
Y aún trama en su prisión. ¡Perezca Blanca! Y tú, Padilla, a tu placer te entregas
¡Guardias! Hacedla entrar. Al verme ahora ante tus pies gimiendo-
Mas hay un Dios, que a los monarcas in.
Omnipotente Rey, Senos del trueno.
ESCENA IV Preside en su alto asiento a la justicia
Y venga siempre al inocente o preso.
Dichos y BLANCA, trémula y temerosa.—LA El me protegerá; mas no, Dios mío.
PADILLA, muy agitada.— Un momento de Si vibras, ¡ay!, tu rayo justiciero,
silencio. ¡ Víbralo contra m í ! Perezca el justo,
Si así se salva el delincuente reo.
EL REY

EL BEY
Todos atentos
A escucharos están, hablad, si el crimen, ¡Hipócrita infernal! ¿Y tú inocente
¡ Oh, Blanca de Borbón!, no os turba el pecho Osas llamarte, ante el monarca mesmo,
{Blanca alza la vista, la fija en el trono en Cuyo poder arrebatar pretendes?
que está la Padilla y vuelve a bajarla). ¿Tú, que presumes elevar al Reino
Tu amante Enrique, y en viciosa liga
BLANCA La alta cerviz del castellano pueblo
¿Qué he de decirte yo? Doblar so el yugo del francés indigno, f
¡ Huye de aquí, mujer, yo te detesto!
EL REY
BLANCA
i Baeta de llanto !
Si con fingidas lágrimas tu intento ¡ Triste de mí, que en mi ilusión creij
Es ablandar mi corazón, te engañas. Que al fin triunfaran de tu altivo pecho
Yo sé que, a tu placer, cambias de aspecto, La inocencia y verdad! ¡Ahí La esperann
Sé que sabes mentir. Era el único bien que en tanto duelo
Yo conservaba aún; era la rosa
BLANCA Que derraxnaba aroma en el desierto.
¡ Voló cual humo 3a esperanza mía!
Y yo le adoro... Tú, que me rohas mi postrer consuelo,
Y yo del pecho disipar no puedo No me maltrates más. dame la muerte:
Tan funesta pasión. Yo no veré mi desventura al menos,
Y ella será feliz; dame la muerte!
EL REY
(Mirando a la Padilla*-
Blanca, es inútil
Que me finjas amor; yo lo desdeño. EL REY

En vano son, ¡ oh, Blanca!, tus laineDto!.


BLANCA Sí aquí vinkte a demandar justicia,
¿Fingirte amor? ¿Por qué? ¿Por qué fingirlo Enjuga el llanto y abandona el miedo;
Cuando por ti y a mi pesar lo siento? Habla y no tardes más.
¿Por qué hablarte de amor cuando a tu lado
BLANCA
Brillante en gloria a mi enemiga veo?
¿Qué he de decirte yo? Yo, aquí traída ¡Ah! Yo vení»
Como cautiva mísera entre hierros, A implorar tu bondad, testigo el cielo ^
Para adornar con mi humildad su triunfo De que siempre te amé; mas, ¡ah!, íí°* ,
Yr escarnio ser de su esplendor soberbio. ¡Miserable de mí! Brillante veo

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BLANCA DE BOBJBON 285

u cok" en tus ojos; no, la muerte, ¡ A cuya sombra reposarme quiero.


cr ie sola a demandarte vengo. Débil mujer cual >?oy, ¡ a h ! , me alimenta
U irrita'1 mis lágrimas, no tardes; OLa desesperación; ya nada temo,
¡i frotan de a q u í : hiéreme el pecho. Yo no sé maldecir, mas si me enseñas,
íll»5
También maldeciré. (Al Rey.) Mas tú que el
EL REY (con ironía) [fuego
, ¡¡ ¡j Enrique ablandará tu llanto, Arder hiciste que me abrasa el alma,
V .«aso P 0 1 ' í u amor perderá el miedo. (Se va acercando al trono en actitud
suplicante)
BLANCA Apiádate de mí. Yo te deseo
, ml,ii<iú iodo enternecer pudiera, Siempre felicidad. ¡ A h ! , sí, perdona.
•dome así infeliz sin merecerlo. Perdóname, ¡infeliz!, sí, yo detesto.
.i)ué te hice yo nunca? Por ventura Si ofendo a esta mujer. ¡ Ah, tú la adoras!
Vrt e<, mi crimen amarte? Benigno quiera perdonarla el cielo,
Cual la perdono yo. (Se abraza a sus rodillas).
EL REY Dame la muerte
Y a Dío's por ti le rogaré muriendo.
El fingimiento
¡>utlu nunca ser más, Blanca, tu amante EL HEY
\¡ aU'uuaa tu valor. Con torpe miedo.
Déjame ya. mujer. ¡Guardias! ¡Llevadla!
Te La abandonado ya. Basta, y no finjas;
fu ailucia en vano ayudará su esfuerzo :
BLANCA
)i Enrique te olvidó,
No me arrojes de ti. Aquí primero
BLANCA Yo moriré que separarme; hiere...
Sé piadoso una vez...
Tú te deleitas
(El Rey echa mano al puñal; ella le mira con
fti verme padecer, ¡ verdugo fiero I
alegría y dice:)
>¡ e.-iá tu gozo en amargar rni muerte,
Hiéreme luego.
leba en mí tu furor, rásgame el pecho
(El Rey deja caer el puñal de la mano)
V muéstrate cruel; mas nunca dudes
De que siempre te amé. i A h ! , no hay tormento EL REY
Va hay injuria mayor; toda mi alma,
fi>Jo mi corazón arde a despecho ¡Arrancadla de aquí, guardias!
U< ni¡ propia razón. ¡ A h í . yo te adoro, (Los guardias la separan, y cae desmayada)
L» muerte sólo a demandarte vengo.
BLANCA

LA PADtLLA ¡Dios mío!


>•> insufrible ya. (La levantan del suelo y García sale con ellos,
dándoles prisa por señas)
BLANCA

Mujer, ¡ oh !, nunca ESCENA V


* v<-'rie llegues como yo me veo,
,|n
eiicoiiirar piedad; nunca mi nombre Dichos, menos BLANCA y GARCÍA
r
* 'raiga un día tan fatal recuerdo.
EL REY (muy disgustado)
LA PADILLA
No sé qué pena a mi. despecho siento.
'¡sos tú maldecirme? Si ella fuera inocente... ¡Ella inocente!
Jamás sentí tan agitado el pecho...
BLANCA Es imposible, no.
¿Maldecirte?
LA PADILLA
•csiranre cómo, y te maldigo luego
T
«lo 0 so todo, sí; yo ansio la muer te. ¿Te compadecen
,Usco
> llamo, por la muerte anhelo Su llanto y su beldad? ¿Serás tan ciego
&i. es
mi único bien, ella es el árbol Que acaso dudes que «u llanto es falso?
286 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

EL REY Mis enemigos todos a mi acero


Es falso, sí, Padilla... (Levantándose.) Y hollados como tú.
Mas ¿qué estruendo (Cae Castro y el Rey le pone el pi€
"**»»)
De voces altas y crugir de espadas
CASTRO (moribundo)
Y sediciosos gritos aquí siento?
(Dentro, ruido de voces y de cuchilladas) ¡Venganza, amig 0s |
La fortuna es del déspota... Yo muero
UNA voz (dentro) (Muere)
¡ Al arma! ¡ Una traición!
EL REY

OTRAS VOCES Ve a acompañar tus viles partidarios.


Ahí tenéis vuestro jefe : yo os lo vuelvo
i Muera el tirano !
(Cogiendo el cuerpo y asomándose a una m.
EL KEY (saltando del trono) tana. Se oyen mueras y voces en la CQIL

Es Enrique tal vez. ¡AI arma! ¡A ellos!


(El ruido de armas se acerca) ESCENA VI

DENTRO Dichos y GARCÍA, que entra precip/iaA


¡ Muera el tirano y que la Reina viva! mente

EL REY EL REY

Dadme mis armas y mi espada presto. Salgamos a encontrarlos.


¡Dadme luego mis armas!
GARCÍA
(Un escudero le trae el casco y la espada; el
Rey arroja el manto, se cala el yelmo y des- Fugítwd
nuda la espada, tirando la vaina, para no Corre a salvarse, amedrentado, el pueblo
tardar en ceñírsela.) Que a Hernán Castro siguió; los otros nobln
Exhalaron, luchando, sus alientos
¡ A encontrarlos!
Sin querer someterse.
(Va a salir y entra Castro, herido, luchando
con. las guardias)
EL REY (encendido en cólera)
CASTRO Y bien : perezcan.
Tirano, ¿dónde estás? LA PADILLA

UN GUARDIA
¿Y Blanca? ¿Blanca se salvó? ¿Pudieron
Libertarla tal vez?
¡" Rinde tu acero!
GARCÍA
CASTRO
(con su acostumbrada frialdad)
Cuando atraviese el corazón del tigre, Blanca, en su cárcel,
Allí lo rendiré. Sal ya, perverso : Lamenta ahora sus amigos muertos.
¡Castro, Castro te llama! Ella los vio luchar, y en vano, en vano.
Tendió los brazos, su favor pidiendo.
EL REY (presentándose delante de él) Los vio también morir.
¡ Tú, villano!
EL REY
CASTRO
¡Mujer malvada!
(Se arroja a matarle con tanta precipitación
que falla el golpe) LA PADILLA
¡ Muere, monstruo feroz! Ella es, Señor, la que alborota el pueblo.

EL REY (clavándole una estocada) GARCÍA

Vano es tu intento, Su nombre al menos los disturbios m i " '


(Tírale otro golpe) Y aparente razón da a los intentos
¡Muere tú, miserable! Así perezcan Del astuto traidor.
BLANCA O E BORBON 28T

EL REY (como reflexivo) EL REY


¡ No más, García I
Si ella es culpable...
LA PADILLA
GARCÍA
¿Dejas a Blanca así?
culpable del tumulto mesmo,
jcaba de estallar; Blanca y Enriqu»
EL REY
P Lramaron romper; hoy presumieron
Yo tB la entrego.
• eBgañ°s y lágrimas moverte,
(V>ase.
fcrt clavarte su puñal sin riesgo.
noche, sí, q u e perdonaste a Enrique, GARCÍA
. u 0 y los suyos contra ti se unieron, Hoy mismo morirá.
por consejo del pérfido y de Blanca :
U aí.uf7 Señor, de tu bondad ei premio. LA PADILLA

Vuelve al castillo,
EL REY
¡ Manda qwe muera! ¡ Ve!
(Como fastidiado y distraído el resto de la
escena, pregunta cotí indiferencia:) GARCÍA

\ Enrique? Calma y secreto.

GARCÍA

Se salvó. ESCENA VII

EL REY Prisión de Blanca

¡Cobarde, al cabo: BLANCA v L E O N O R

GARCÍA
BLANCA (como enajenada)
\o fue la causa de su fuga el miedo. l La Padilla y el Rey! ¡ Y ella en el trono!
Era un sueño, Leonor, to-do era un sueño.
LA PADILLA (con ironía)
Dime que no «s verdad... ¡ A h ! , yo la he visto,
Fue por volver a su adorada Blanca Y el Rey feroz, sin escuchar mis ruegoe
V consolarla, y suplicar de nuevo Me ha arrojado de sí. Voces, espadas...
fu clemencia y perdón; fue porque saben ¿Era un sueño, Leonor? Dimelo al menos.
Que siempre tu furor calman ÍUS ruegos.
LEONOR
GARCÍA
Sosiega, ¡ oh Reina! tu dolor.
Un ello; guarda» la esperanza ahora
!>e volver a la lid. Oculto hierro BLANCA
W vez con risa la traición prepara, ¿Yo Reina?
'' la dorada copa del veneno Para siempre, Leonor, dejé de serlo.
^'•iliáridote ya. Brillante, altiva, en mi dolor triunfando,
Me vio bañada en lágrimas. Yo sólo
LA PADILLA
Pedí la muerte, por consuelo mío,
Lo has visto hoy mismo; Y él me negó la muerte con desprecio.
1J
vida sólo libertó tu esfuerzo.
LEONOR
GARCÍA
"¡Cálmate, por piedad! j A h ! , la esperanza
y]
" -su muerte libertar pudiera No así abandone tu afligido pecho.
'a guerra civil que amaga al Reino,
"•vernos la pa¿s; sólo su muerte BLANCA

*e,'e calmar la tempestad que siento, No me abandona, n o ; la muerte al cabo


«encia e.n tanto; publicarla ahora Es también esperanza. Tú en mi acerbo
ble
( n pudiera apresurar el riesgo Pesar no puedes consolarme; todos
Hi
>'o intento alejar. Me abandonaron ya : ya no hay remedio.

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288 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Deja que yo desesperada muera GARCÍA


Y se harte en hiél mi corazón sediento;
Sí, Blanca es culp^i
No me consueles más. Pedro la adora,
Obedeced del Rey el mandamiento;
tLa eleva al trono que -ocupé yo un tiempo.
Bebe el placer en sus impuros labios, DON TELLO
Y de mi pena y de mi amor riendo,
¿La condena a morir?
De sí me arroja y mi dolor burlando,
Calma mi sed con copas de vemeno. GARCÍA
(Se arroja al suelo)
He aquí, Leonor, el trono de una Reina, Y ejecutada
Que ajada, opre6a por su esposo mesmo, Ha de ser aquí mismo y en secreto.
Sólo en la paz de la callada tumba El Rey lo manda.
Puede esperar a su dolor remedio. DON TELLO

LEONOR Obedecer es fuerza.

Alguien se acerca; sosegaos. GARCÍA

BLANCA
Esta noche a las doce, con silencio
En un sitio apartado en el castillo,
¡ Huyamos I Debe morir, por que lo ignore el puehio,
Los tigres a gozar vienen hambrientos Abenfarax, el hijo de la Maga.
En su presa infeliz. 1 Leonor, huyamos! Vendrá a cxuraplir el mandamiento regio.
Tintas sus manos en la sangre veo
De sus hermanos mismos. DON TELLO
ífíuye precipitadamente¡ llevándose a Leonor ¿A las doce, decís?
por la puerta de la derecha)
GARCÍA

S í ; a media noche:
ESCENA VIH Disponedla a morir. Adiós. Don Tello.

GARCÍA Y EL ALCAIDE

GARCÍA ESCENA IX
Sí, Don Tello; DON TELLO, solo
Hoy intentaba libertarla Enrique;
Hoy el bando rebelde, osado y fiero, Es mandado del Rey; fuerza es que muen:
Violó el palacio del monarca augusto, Yo cumplo mi deber cuando obedezco.
Y alguno hubo que hasta el trono nresmo
Osándose lanzar, midió su espada ACTO QUINTO
Con la espada del Rey, y cuerpo a cuerpo. La misma decoración del tercer acto—Un*
tempestad.—Es de noche.
DON TELLO

¿Con la espada del Rey? Decid, García, ESCENA PRIMERA


Y ¿cómo aún el merecido premio LA MAGA, con una antorcha en la mano af-
No han recibido ya crímenes tantos?
ta estos versos. Su hijo, sentado sobre n**
roca.
GARCÍA

El Rey los perdonó : la paz del Reino LA MAGA


Sólo exige una víctima; los otros ¡Oh! salve, oscuro genio
Son de sus artes instrumentos ciegos. Del hórrido huracán.
Blanca.,. Ceñudo tú te sientas
Allá en la tempestad.
DON TELLO
Tu augusto trono velan
¿La Reina? La noche y el Jwrror.
BLANCA DE BORBON 289

fu voz en silbo y trueno ESCENA I I


Retumba en derredor.
Las ígneas alas tiendes (Cambia la decoración.—Prisión de Blanca,
Por cima al aquilón, una capilla gótica del castillo, un crucifijo
Y en torno al aire tiñe en el fondo del teatro.—Una lámpara mo-
Relámpago veloz. ribunda alumbra la escena.—La tormenta se
Salud, salud mil veces, oye a lo lejos.)
Esp íritu infernal;
Desciende a mí en las alas BLANCA Y LEONOR
Del hórrido huracán.
BLANCA
a0y festeja el Averno; hoy, hijo mío, ¿Por qué, Leonor, tu corazón se oprime?
i luz del rayo su festín alumbra, La muerte al fin consolará mi angustia,
V en la noche los lívidos espectros Y volará mi alma a la morada
• t tru cro aterrador sus gritos juntan. Donde reina la paz ; tu llanto enjuga,
Xoche de muerte! ¡Regocijan el pecho! Y ahora, en vez de lamentar mi suerte,
Hijo de Satanás! Sí, ya vislumbra Alégrate conmigo en mi ventura.
H ]a \\y¿ del relámpago tu daga,
Teñida en sangre la aguzada punta. LEONOR

-.Noche de muerte esí Vuela, hijo m í o ; ¿Por qué yo el nombre de tu dulce amiga
Con sangre ya mi paladar endulza. De tu boca escuché? ¡ Ojalá nunca
Te hubiese visto yo! Yo no llorara
ABENFARAX Al ver abierta ante tus pies la tumba.
Dame, ¡oh madre!, «1 puñal. .¿Llegó la hora?
BLANCA

LA MAGA .Dulce Leonor! ¡Gran Dios! Calma tu llanto.


¿No ves mi dicha tú? Gloria más pura
Pronto ya va a sonar. La noche oscura
En trono eterno el Dios de la inocencia
Sirve a encubrir tus silenciosos pasos.
Guarda, Leonor, para las almas justas.
El genio del Averno te conduzca;
¿Qué vale el trono de la tierra toda,
Yo te doy mi p u ñ a l : marcha al castillo.
Cercado de esplendor? Su faz se anubla,
ABENFARAX Y el pueblo aquel que le temió algún día,
Perdido el brillo, su grandeza burla.
Yo juro allí satisfacer tu furia. N'o así aquel trono que esplendente siempre
(lase de modo que se ve abrir la puerta del Brilla en la eternidad. Paz y dulzura,
castillo, y entra en él) Inocencia y virtud, siempre le ensalzan.
Allí la libertad, la gloria augusta,
LA MAGA (vuelve a cantar)
Su eterno manantial vierten, regando
En medio a la tormenta Fértiles campos de eterna! verdura.
Su hora sonará. Allí se cifra mi esperanza ahora.
La muerte acechadora ¿Por qué temer la caima de las tumbas,
Su presa aguarda ya. Si el alma la quietud halla len su seno
Genios del Tártaro, Que en la tierra infeliz en vano busca?
Venid, a mí, Sosiégate, Leonor; yo estoy tranquila,
Venid mi júbilo
Á repartir, LEONOR
(Se arroja en la caverna) ¿Y vos tan joven moriréis? ¿Y nunca
Os volveré yo a ver? ¡ A h ! , no es posible.
Yo nunca os dejaré.,. ¡Pasos! No hay duda,
Los asesinos son...
(Se abraza a Blanca.)

BLANCA
Allá en el cielo
Me aguarda la virtud; sus manos puras
19
290 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Allí nos unirán. Leonor, Ja muerte Déjala de una vez ; sobre ella hizcj
Siento sólo por ti. ¿Lloras? ¿Te angustias? La clemencia de Dios. Blanca, un nnn«en.
Tú no me olvidarás. Alza tu mente al que las almas juzga.
Vamos, Leonor.

BLANCA
ESCENA III
¡Adiós! ¿Ah! ¡Para si<,ea
»*,t
Dichas, ElL ALCAIDE, con una luz, y (Don Tello coge del brazo a £ eonorj
UN ERMITAÑO

DON TELLO ESCENA IV


Sólo un momento
Te queda ya para decir tus culpas, E L ERMITAÑO Y BLANCA; aquel mira
Blanca; ojalá te las perdone el cielo. todos ladosf como temeroso de que le 0¡
Dejémosla, Leonor; esta hora #s suya. Blanca, de rodillas delante del crucifijo

LEONOR (abrazándose más a ella) BLANCA


Jamás la dejaré. ¡ Omnipotente Dios! Piadoso escucha
Mi humilde voz en mi postrero día,
BLANCA
Y el cáliz del dolor benigno endulza,
Tu llanto quema. Dame resignación, fuerza bastante
No llores más, Leonor, mi alma se turba Para apurar la copa de amargura,
Viéndote padecer. Tu amargo lloro Perdonar, como tú, a mi enemigo,
Me inspira compasión. Leonor, escucha: Y despreciar la vanidad inmunda,
Un tiempo fue cuando, en mi cárcel misma, Que me atormenta el corazón.
Plácidos sueños de falaz ventura (Al Ermitaño)
Regalaban tal vez mi pensamiento, ¡Oh!, padre,
Y ciertos yo los figuraba, ilusa. En nombre del Señor, oye mis culpas;
Pensé que clara la inocencia mía, La eternidad...
Se aplacara tal vez la alma sañuda
Del que tanto adoré; pensé, insensata, EL ERMITAÑO
Ocupar el asiento que ahora ocupa La libertad, la vida.
La que perdone D i o s ; feliz pensaba Aun puedo darte yo, Blanca. ¿Lo dudas?
Premiar entonces en mejor fortuna Mírame, Enrique soy; vengo a salvarte.
Tu constante amistad. Sólo una prenda, (Se quita la capucha que le cubría el rostn,
(Se quita un anillo del dedo) y debajo del hábito se descubren las arma)
Joya de mi niñez... Tómala; es tuya.
Guárdala tú, como único recuerdo BLANCA
Que te puedo dejar de mi ternura,
; Cielos, Enrique!
Dulce Leonor, adiós; vuelve a abrazarme
Otra vez y otra vez. Baeta; tu angustia ENRIQUE
Me despedaza el corazón; recibe
Enrique te asegura,
Tú mis ultimáis lágrimas.
Si obedeces su voz, salvarte ahora
LEONOR
Del borde mismo de la abierta tumba.
El santo traje que mis armas cubre
i Oh!, nunca
Para entrar hasta aquí sirvió a mi astuta-
Me arrancarán de aquí.
Y~o aquí me quedaré; vístelo, Blanca,
BLANCA (con dulzura) Y este disfraz protegerá tu fuga,
Déjame, basta.
BLANCA
Ten lástima de mí.
¿Y tú quedarte aquí? Jamás, Enrique:
DON TELLO Yo vivo ya sin esperanza alguna
Raudo apresura Y la muerte es un bien. ¿Yo aquí dejart*
El tiempo su carrera; tú, hija mía, A morir en mí vez,..? ¡Ah!, tú me injoru

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BLANCA D E BORBON 291

ENRIQUE ESCENA VI
. -jg aquí defenderá mi espada.
* te cuides de m í ; ya a darte ayuda BLANCA Y ABENFARAX
.. ca balleros en el campo aguardan, (Blanca *e levanta precipitadamente, como
rt e allá en tu patria te pondrán segura. amedrentada)
Decídete una vez; allí te esperan i Cielos! ¡ Qué veo !
T s aro!gos5 t l 1 patria y la fortuna. ¡Espíritu infernal! ¡Ah, de su furia
Líbrame tú, Señor!
BLANCA

Déjame, tentador; yo amo 1.a vida, ABENFARAX


Via amo a mi pesar; mas si mi fuga (Lanza una mirada estúpida, mirándola con
vilo puede lograrse con tu muerte, ojos de complacencia)
Morir prefiero, a la mayor ventura. En vano llamas
Oéjame ahora perecer tranquila, Tu Dios en tu favor ; mí voz le insulta.
0 un medio noble de salvarme busca. Y maldice su nombre y le blasfema.
¿Ves esta daga?
ENRIQUE
BLANCA
Bljni'3, no hay otro.
¡Oh Dios!
BLANCA
ABRNFARAX (con sangre fría)
Sí; queda la muerte.
Tu fin te anuncia»
ENRIQUE
BLANCA (precipitadamente)
.Mujer angelical! ¡Alma más pura ¡Piedad! ¡Piedad! ¡Qué horror! ¡Ah! Com-
(fue la lumbre del sol! ¡ O h ! , yo te juro
[padece...
Morir lidiando en obstinada lucha
Un momento, no más... Si acaso oculta
0 arrancarte de aquí. Voy ahora mismo Tu pecho un corasen... ¡ Ah !, si en tu infancia
£1 castillo a asaltar. En paz segura Una mujer te amamantó...
Todos duermen; los pocos que vigilan
E; fácil sorprender : la suerte injusta ABENFARAX
No salvará mi vida en la batalla,
Una bruja
0 ti la salva, salvaré la tuya. (Vase.)
Y un hijo de (Luzbel fueron mis padres.
(Se oye ruido de espadas y voces de comba-
tientes, que va progresivamente acercándose.
ESCENA V Abenfarax continúa, sin interrupción.)
Mi destino es matar. Ven y concluya
BLANCA (sola)
Tu vida de una vez.
•Qué incertidmnbre!, i oh, Dios1. Cada mo- (Blanca, retirándose siempre al fondo del tea-
[mento tro, se abraza con el crucifijo.—Abenfarax
•'> muerte y libertad me ofrecen juntas, la persigue.—Más cerca, los gritos y las es-
'^íase, ¡oh Dios!, tu voluntad. padas.—-Dentro, la voz de Enrique.)
(Da el reloj las doce) ¡ Nuestro es el triunfo!
Las doce,
"fuieri 6Íento venir. Pasos se escuchan., BLANCA
^«dóname, gran Dios! ¡ Por piedad! ¡ Por piedad!
-* inodilla delante del crucifijo.—En este (Abenfarax la agarra de los cabellos y la
fomento se abre la puerta y entra ABEN- arranca del crucifijo)
de modo que antes de entrar se
V a visto su sombra.) ABENFAKAX
¿Piedad? Ninguna.
(La levanta de los cabellos la cabeza para mi-
rarla.-—La clava el puñal al decir:
Gózate, ¡oh madre!, aq-uí.
292 OBRAb COMPLETAS DE DVJÍN JOSÉ DE ESPRONCEDA

BLANCA ABENFARAX

¡Valedme, cielos!
¡Oh, furor! (cae muerto).
(Cae muerta) (Leonor se arrodilla delante de Blanca
contemplándola)

ESCENA VII LEONOR

En este momento se abren las puertas violen- ¡Muerta! ¡Ya nu nt|


tamente de la capilla y entra ENRIQUE, La volveré yo a ver! ¡Leonor te llama, i
con la espada desnuda.—Varios CABALLE- Es en vano: infeliz, tú no la escucha?.
ROS, con hachas encendidas y espadas, y fSe abraza a ella)
LEONOR.
PNRíQUE
EJÍBÍQTJE

; Libertad, libertad, Blanca! ¡Qué horror! Tan pura, tan hermosa \ joVe.
(Abeniarax se présenla delante de él) Y perderse en su flor... ¡Ah!, Dios confina,
Sus enemigos todos y mal-diga
ABENFARAX Al que manchado esté de sangre suya.
¿La buscas?
Mírala dónde está; sigúela y muere, i (Se adelanta y pone la mano sobre
j el crucifijo)
(Le, tira una puñalada, que resisten las armas)
1

ENRIQUE Yo lo juro ante Dios. Mi espada juro


! Que hasía vengarla brillará desnuda.
(Clavándole una estocada)
; Asesino '

i
SANCHO SALDAÑA
( N O V E L A )

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SANCHO SALDAÑA
O

EL C A S T E L L A N O DE CUELLAR
(NOVELA HISTÓRICA DEL SIGLO XIII)

DEDICADA
A MI MADRE
José de Espronceda

CAPITULO PRIMERO adornos le ayudaban a merecerlo. Traía


un coleto de ante tan acuchillado, ro-
En resolución él mostraba en su apos-
tura que si estuviera bien vestido le juz- to y mugriento, que apenas se conocía
garan persona de calidad y bien nacida. de qué era; una sobrevesta que había
sido de color verde, y de que aun que-
Las barbas y los cabellos
daban algunos jirones raídos \ u n som-
tiénelos fasta la cinta, brero tejido de hojas de árboles, las
fasta la cinta y aun mase; piernas y pies descalzos y una lanza en
la cara mucho quemada
del mucho sol y del aire, la mano derecha, que tal parecía el pa-
con el gesto demudado lo de que venía armado, y que tenía
muy fiero y espantable. por contera un regatón de hierro.
{Anónimo.)—((Romance del conde Dirlos». —Veamo¿s—dijo al sentarse—si aun
aquí dentro del agua me mortifican
Serían las tres de la tarde un día del también estos malditos tábanos que me
se» de agosto, cuando un mozo de apa- persiguen.
Hfncia pobre y en traje muy derro-
'A de spués de haber atravesado el Y entró ambos pies en el agua basta
^•noso pinar de Olmedo, se sentó a la rodilla con mucho cuidado de no
* Pescas orillas del río A da ja al pie mojarse el vestido, como si lo tuviera
* u& árbol que sombreaba la corrien- en mucha estima y no quisiera echar-
* í" convidaba a descansar. Parecía ser lo a perder. Luego que se refrescó del
e
dad de dieciocho años, y aunque fuego de las arenas y repuso de las pi-
, P°lvo del camino y el calor del sol caduras de los tábanos, sacó un pañi-
,r
aian algo desfigurado, su mirada zuelo blanco muy limpio de un zurrón
'** legre, su semblante noble y su que traía, pero tan desgarrado y abier-
a

j^Po airoso: siendo este elogio tan- to por tantas partes que por la más
fea
s justo cuanto menos su traje y pequeña le cabía el puño. Tendiólo
296 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

sobre la h i e r b a a guisa d e servilleta, y en m i c o m p a ñ í a , y cuando más •*.


exclamó: nado y suave de trato debía encomj/
— ¡Oh cara camisa m í a , que p o r tan- te, te hallase cada vez más duro de
to t i e m p o fuiste mi más íntima a m i g a , razón y menos sociable. Pero »0
y q u e t a n aficionado m e tenías que castigaré, y h a r é ver hasta dónde t
siempre te quise tener conmigo y te tra- m i valor y tu p r e s u n c i ó n . ™
je t a n a raíz de m i carne por t a n t o Dicho esto clavó el diente a modoj.
t i e m p o ! ¡A qué p u n t o hemos llegado, perro de presa en el endurecido m»
a m a d a camisa m í a , que c u a n d o creí q u e d r u g o , q u e d a n d o indecisa la victoria TU»
de t a n t o a n d a r juntos y tan apegados u n m o m e n t o , hasta q u e al fin el m¡<L
te h a b r í a s convertido en m i p r o p i a car- d e los demolidos coscurros, y el simnl
n e , y q u e éramos los dos uno m i s m o , táneo movimiento de las poderosas mñ,
h a l l é que de tus anchos y espaciosos j a d a s , la declararon por el mancebo
vuelos n o quedaba ya otra cosa q u e que no satisfecho con este importan!»
este pedazo q u e encontré a duras pe- triunfo, siguió con el mayor denuedo
nas buscándote por m i c u e r p o , y q u e hasta sepultar en su vientre desde fj
h a venido a p a r a r en mantel a cuenta p r i m e r o hasta el último de sus ene.
de tus servicios! Omnia moriuntur, co- migos. Concluida esta operación, y ¿
mo decía el abad de Benedictinos q u e no satisfecho su a p e t i t o , aliviada su ne-
m e crió. Consuélate, que p o r ti n o se cesidad, se echó al río de bruces y be.
d i r á al menos de tu amo q u e no come bió agua : lió en seguida el mantel, ten-
p a n a m a n t e l e s ; consuélate, celosía de tó la bota, y viendo que estaba vacía dio
m i s m a n j a r e s , pues tal te p u e d o lla- u n suspiro y, d o b l á n d o l a , la guardó tu
m a r , q u e eres más t r a n s p a r e n t e q u e el el zurrón con los demás utensilios de
cristal, más diáfana que el aire, y tie- su comida. T o m ó en seguida unas hojai
nes más heridas que el guerrero más
de u n libro manuscritas de buena le-
veterano y acreditado.
tra en latín en que venía envuelto el
Mientras apostrofaba de esta m a n e r a queso, tendióse a la larga sobre la hier-
al triste resto de su m a l o g r a d a camisa, b a , y empezó a deletrear a voces como
iba sacando del alforja las consumidas es uso de m a l lector.
y poco apetitosas viandas q u e llevaba Luego q u e h u b o leído u n rato a-
p a r a el camino, y se entretenía en co- clamó :
locarlas con el m e j o r o r d e n , simetría -—•¿Y q u é q u i e r e decir todo esto? ¿Y
y cuidado que le era posible. Consis- es posible m e haya costado tanto aio-
tía su repuesto en dos o tres mendru- te, y al fin y al cabo n o haya podido
gos de pan algún tanto petrificados, u n el b u e n abad salirse con la suya of
pedazo de queso ovejuno no muy tier- que yo a p r e n d i e r a ? A u n q u e a decir ver-
n o t a m p o c o , dos o tres tomates crudos dad, yo creo q u e él n o sabía mucho
y u n a bota de vino blanco, a u n q u e más más de lo que rne ha enseñado. ¡On
llena de aire al parecer q u e de vino. vida regalada del monasterio! ¡Cuan!»
Sacó tras esto u n estoque, que n o era vece:, te echo de m e n o s ! Sólo por aquí-
menos larga la navaja que le servía, lio de dulces, exubice dum jata Deas-
contempló un rato con muestras de m u - que sinebant, como repetía el buen aba*
cho gusto la armonía y distribución de cuando m e regalaba el restro con algu*
sus platos, y e m p e z ó su ocupación gas-
na p a l m a d a , y no de las más suaves,™
tronómica con a i r e desenfadado y ape-
p r u e b a de su cariño : sólo por eso con-
titoso,
¿or- o estrs pocas bojes, de que n° w
—Algo rebelde te encuentro—dijo si podido aún entender la primera Ui»'
dar u n a dentellada en u n o de los men- y por lo que me imagino, y no sin
drugos, y que él presumió q u e le costa- zón, que tampoco entenderé la iw,3a'
ba u n d i e n t e — ; no creí—prosiguió— P e r o , en fin, baíta de lectura, V "
que después de quince días que te llevo m a m o s un poco hasta que caiga i'

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SANCHO SALDAÑA 297

me p u e d a a p r o v e c h a r del fresco t r a í d o , y no h a r í a aún m e d i a h o r a q u e


a seSu*r m * c a m i n o . dormía a p i e r n a suelta cuando sintió
Diciendo esto se cubrió el rostro con u n a cosa fría q u e , l e v a n t a n d o el som-
1 nífíbrero, y de allí a poco empezó a b r e r o q u e le t a p a b a la cara, se refrega-
ncar con tanta fuerza y estrépito, q u e ba contra él, al mismo t i e m p o q u e u n
r 0 nquido bastaría a d e s p e r t a r los peso en el p e c h o , q u e se removía. A b r i ó
•ríe durmientes, y aun a hacer levan- los ojos, y vio que era u n p e r r o mastín
. jos muertos el día del Juicio íinal. de gran t a m a ñ o y a d o r n a d o de sus car-
g r a entonces la h o r a de la siesta, y lancas, q u e , después de h a b e r satisfecho
i go i e n toda su fuerza abrasaba los su sed en el r í o , se h a b í a llegado a oler-
atendidos campos de Castilla, q u e si le, y le afirmaba las manos en el pecho
hien iuás poblados en aquellos t i e m p o s , m i e n t r a s le h u m e d e c í a el rostro con el
s hocico.
Do por eso l ° bacía menos áridos la
^quedad p r o p i a de la estación, y so- •—Voto al p e r r o , y m a l año para t u
bre todo desde Olmedo a Cuéllar, q u e amo—gritó con enfado de verse des-
e i a el camino q u e a lo q u e parecía lle- p e r t a r t a n fuera de sazón—•. ¡ Q u í t a l e !
vaba nuestro galán. U n bosque de pi- — y lo e m p u j ó al m i s m o t i e m p o con
nos cubre a ú n boy día este camino are- fuerza e c h a n d o m a n o al desmesurado
noso, en que se h u n d e a veces la p ' e r - bastón que hemos tratado de describir.
na hasta la rodilla, y dowde el sol, que- El perro se retiró atrás dos o tres pa-
brando sus rayos en cada grano de are- sos g r u ñ e n d o como p r e p a r á n d o s e p a r a
na, reverbera del suelo con u n esplen- embestirle, y el mozo, ya puesto en p i e ,
dor tal que deslumhra, dobla el calor enarboló el palo en alto y aguardó a
y aumenta el cansancio y la fatiga del su enemigo con resolución. E n esta ac-
caminante. Sólo se oye el c h i r r i d o can- t i t u d estaban frente a frente careados,
sado de la c h i c h a r r a y el z u m b i d o m o - cuando la voz de u n h o m b r e y un sil-
nótono de los tábanos, y si algún soplo b i d o l l a m ó la atención del mastín, h a -
de viento viene acaso a mecer la copa ciéndole m u d a r de i n t e n t o , y de allí a
de un pino cuando el viajero a b r e los poco volvió t r a n q u i l a m e n t e hacia su se-
secos labios con ansia p a r a recogerlo, ñ o r , q u e saliendo de entre los árboles
respira el viento a b r a s a d o de los de- descubrió u n a facha tan rústica y sal-
siertos, o un cierzo d e fuego que le con- vaje, que n o dejó de sorprender a nues-
sume de sed y le q u e m a en vez de re- tro campeón.
galarle con su frescura.
E r a de poca estatura, c u a d r a d o , a n -
Tres ríos, si tal n o m b r e merecen tres cho de espaldas y m u y fornido de miem-
arrovos algo crecidos, dividen este ca- bros : sus brazos, que llevaba desnudos,
mino a corta distancia unos de otros, estaban cubiertos de u n vello tan espe-
que ios naturales distinguen con los so, largo y cerdoso, que parecía c r i n e s ;
nombres de Adaja, P i r ó n y Cega, sien- las piernas a r q u e a d a s , sus m a n e r a s brus-
do este último la línea o frontera que cas, su pelo y b a r b a negro?, siendo és:a
separa las tierras del castillo de Iscar tan poblada, crecida y rizada que le cu-
de las de Cuéllar. El Ádaja, vadeable bría todo el rostro, sin dejar ver en él
aun en invierno, y última linde de Ol- más que dos ojos grandes y verdes q u e
medo a Iscar, moja h u m i l d e m e n t e esta parecía que lanzaban rayos y acaso de
l'trra, cjue se lo s o r b e ; p e r o en sus som- t i e m p o en t i e m p o dos hileras de dien-
brías orillas, cubiertas de frondosos ár- tes blancos como el marfil y tan j u n -
ooies, se respira ya a i r e más fresco; y tos que parecían uno solo. No obstante
ofrece una isla de v e r d u r a en medio d e a u n q u e su traza i m p o n í a , y aun p o d r í a
a
p e ] desierto. decirse asustaba, no se sentía al verle
kn sus riberas, pues, como hemos di- aquel h o r r o r que inspira la vista de u n
c
«o, descansaba nuestro desembarazado a n i m a l feroz, y en la viveza y valentía
mozo de la penosa m a r c h a que h a b í a de sus ojos se n o t a b a n quizá más seña-
293 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

les de nobleza que de c r u e l d a d . T r a í a ca p o r c a m i n a r más a gusto —respojjjj.


vestido u n sayo v a q u e r o y abarcas por sin cortarse el d e r r o t a d o mozo.
z a p a t o s ; llevaba en la m a n o izquierda —Pareces arriscadillo y r e s u e | t f t
u n arco y algunas flechas suspendidas —contestó el recién venido en el m¡_
de u n cinto de cuero, q u e le aseguraba mo tono.
asimismo un h a c h a de a r m a s de d i m e n - —Quizá más de lo que tú cree9 - J é
sión disforme y extraordinario peso, y contestó el m a n c e b o .
p e n d i e n t e de u n a cuerda q u e le rodea-
— ¿Y hacia ¡dónde se camina tan
ba los h o m b r o s colgaba a su espalda la ligera, señor galán? —preguntó el j e
u n a bocina o c u e r n o de cazador. la b a r b a negra.
T o d o esto vio y observó el roto m a n - — P r e g u n t a es esa —repuso el mo2o—
cebo, d u d a n d o si se p o n d r í a en defen- sobre q u e es necesario pensar mucho
sa, o iría, o le a g u a r d a r í a con t r a n q u i - antes d e r e s p o n d e r , y t o d o lo que y0
lidad. El p r i m e r pensamiento le pare- p u e d o decirte es que el fin <3e mi <¡a.
ció p e r j u d i c i a l y d i s p a r a t a d o , conside- m i n o será d o n d e yo m e p a r e , y q Ue e |
r a n d o l a desigualdad d e sus a r m a s : el lugar d o n d e m e q u e d e será donde me
segundo casi le pareció m e j o r ; p e r o vaya bien y encuentre en q u é ejercitar
viendo que el recién venido n o hacía mis talentos.
movimiento n i n g u n o ofensivo, y q u e
•—Según eso, n o llevas otro canvno
m u y lejos de eso le había evitado la que el q u e te dé t u b u e n a o mala ven-
r i ñ a con el mastín, se .determinó a es- t u r a , y si a q u í m i s m o se te ofreciese
p e r a r l e a pie firme. u n a c o m o d o tal como t ú deseas, aquí
El p e r r o e n t r e tanto llegó coleando mismo te q u e d a r í a s .
a su a m o , q u e alargándole la m a n o y — C i e r t a m e n t e —repuso e l m o z o — ,
pasándosela p o r el l o m o : a u n q u e a decir verdad no sé qué ro-
—Sagaz—le dijo—, ¿ q u i é n diablos t e m o d i d a d p u e d e h a l l a r u n h o m b r e como
m a n d a m e t e r t e con u n h o m b r e dormi- yo en m e d i o d e este desierto.
do? No te tengo yo enseñado a tan •—Puede h a l l a r —replicó el Vellu-
p o c a cosa. Serénate, m u c h a c h o — a ñ a d i ó , d o — u n a colocación l i b r e y honrosa que
acercándose al derrotado y descubrien- le ponga a l igual de los señores má»
do con u n a sonrisa irónica el marfil poderosos, y a u n le dé derecho a ve-
de su d e n t a d u r a — , a u e no parece sino ces p a r a a l t e r n a r con e l l o s ; puede ha-
q u e ibas a venir a las manos con u n llarla tal, sí le sopla el viento de h
león, según l o a l b o r o t a d o q u e t e pu- fortuna, q u e llegue a ser él mismo un
siste. señor, y a tener castillos ejércitos y
—-No m e alboroto yo por tan p o c o , vasallos.
y a u n q u e el gozquejo es de b u e n ta- —• i Brillante colocación, amigo mío!
m a ñ o , no sé cómo le h u b i e r a ido si — r e s p o n d i ó el d e r r o t a d o — . Pero ;no
le h u b i e s e a r r i m a d o yo la p u n t a de p o d í a yo saber q u é género de talento
m i bastón. es preciso para entregarse con fruto a
•—Quizá m e j o r q u e a ti —repuso el de ocupación de tanta m o n t a y tan pro-
l a b a r b a negra—. p o r q u e n o h u b i e r a ductiva?
encontrado en q u é m o r d e r sino en la — ] \ o h a y d u d a , pero antes es n«'«'
carne, según lo ligera y escasamente sario q u e sepa yo quién eres, qué pa-
q u e vas vestido. pel has representado en el mundo, tus)
— E s el m e j o r t r a j e de verano que es tu inclinación decidida y cuáles m>
tengo —replicó el m a n c e b o con des- m á s aventajados talentos, que puesto
enfado. me pareces mozo de disposición, í""a"
—Y el que más generalmente te po- vía necesito e x a m i n a r t e más antes d«
nes todos los días, a falta d e otro me- d a r t e t a n honroso cargo.
jor —repuso el otro con sorna. —Si n o viera que habláis con ***
— M e h e dejado el equipaje a h í cer- rieda' 4 — r e c u s o el m a n c e b o — , dudari*
SANCHO SALDANA 299

j 0 que m e idecís, p o r q u e a calcular pareció que tenía u n no sé q u é de ver-


vuestra apariencia (y esto sea di- d a d tan expresivo, q u e le infundió cier-
', sa i V o el respeto que m e inspira ese to respeto y le llenó de consideración
i-ain de h i e r r o q u e lleváis al cin- hacia su persona.
\ no promete vuestra traza mas ven- —Pídoos p e r d ó n —le d i j o — si os h e
.' a l que vuestra señoría proteja t r a t a d o con demasiada l i b e r t a d , pero
ofrece la m í a (sin faltar sea dicho m i b u e n h u m o r es tal, q u e cuando n o
I re? peto que merecéis) —y esto dijo tengo de quién, hasta de m í mismo m e
i' n í |ole u n a m i r a d a picaresca de la burlo, .
-Keza a los pies, y concluyó su dis- •—Basta ya—le respondió el de la bar-
,,,«0 con una profunda inclinación joco- b a — y dime cómo te llamas, q u e m e pa-
sa. rece q u e m e has de a c o m o d a r para m i
El hombre de la b a r b a negra se eon- servicio.
<¿ v le miró como agradado de su des- Volvióle a m i r a r el mozo, y no le ¡ca-
envoltura, y dándole u n a p a l m a d a en reció h o m b r e de muchos criados el que
íl hombro le d i j o : se le p r o p o n í a por a m o : pero el res-
—'Pobre n i ñ o ! ¡Cómo se conoce que peto que le inspiraba le i m p i d i ó hacer
jún no has visto el m u n d o sino por u n más observaciones, y empezó su histo-
1£Ujero, como se suele decir, y que juz- ria d e esta m a n e r a .
¡a sólo por las apariencias, sin consi- — Y o m e llamo U s d r ó b a l , soy natu-
derar que si yo te juzgase por la tuya ral de León y n u n c a h e conocido a mis
BO te propondría en m i imaginación p a d r e s ; c u a n d o tuve uso de razón m e
pira empleo de tanta i m p o r t a n c i a ! hallé recogido en un convento de mon-
Pobie niño! No sabes t ú con quién jes Benedictinos y a l cargo de u n abad
hablas; si lo supieras temblarías en q u e se empeííó en enseñarme a leer y
ni presencia en vez de bufonear. en q u e aprendiese latín. A u n q u e mi ta-
-Todo puede ser—contestó el r o t o — , lento era despejado a voto d e aquellos
pero desde que dejé de oír en boca del p a d r e s , yo era más inclinado al juego
Aad de Benedictinos la cruel m á x i m a que n o al estudio, y como m e e m p e ñ é
¿f que la letra con sangre entra no h e en no a p r e n d e r , m e salí con la mía, y
melto a temblar n u n c a , excepto cuan- con l a de n o e n t r a r en la regla, q u e
do me acuerdo de la sangre fría y ca- era el piadoso intento de mi maestro.
fliaza con que p o n í a en ejecución su Dios m e llamaba a m i por diferente ca-
inexorable sentencia. m i n o , y así mí p r i m e r a h a z a ñ a fue con-
—Pues tengamos paz si es así —dijo vertir en pájaras y otras transforma-
'1. del hacha—, p o r q u e si un abad te ciones las hoj?s de u n a Biblia q u e ha-
¡ucía temblar con sus m á x i m a s , yo ten- bía costado diez años de t r a b a j o a u n
tó algunas que si te las dijese parecería copista, y q u e h a l l é en la celda del b u e n
,Tfe te habías q u e d a d o de pronto su- a b a d . Costóme esta diversión tanto azo-
'fta a convulsiones y perlesías, y así te, que tomé odio a los libros, y de
"pilo que tengamos paz, y sentémo- aplicado q u e podría h a b e r sido llegué
"^ sobre la h i e r b a , donde m e contarás a aborrecerlos con tanto a h i n c o , que
k hazañas, y veré si eres digno -del era- determiné no volver a abril 1 n i n g u n o
í*° en que he pensado ocuparte. más en m i vida, mas q u e m e fuese en
ello toda mi fortuna y m i bienestar.
' diciendo y haciendo se sentó, y ií-
^«oic del brazo con fuerza obligó a Tenía yo doce años, y era lo que se
^Iro mozo a que se sentase a su lado. llama u n a a l h a j a ; llevaba regularmen-
U te dos palizas al día, r o b a b a cuanta
impresión de la m a n o del de la bar-
^ g r a en el b r a z o del derrotado, dán- fruta h a b í a en la h u e r t a y hacía más
e u daño que la langosta: bebía el vino d e
ia alta idea de m m u s c u l a t u r a ,
li'ló la gana de chancearse, y el la bodega, y siempre estaba haciendo
c Jiabluras o m e d i t á n d o l a s . Si e n t r a b a en
on que pronunció su amenaza le

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300 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

la cocina, m e entretenía en echar ceni- u n m u c h a c h o bien inclinado. Sup 0 ¿.


za en las ollas, y m e reía de los gritos q u e n o sólo te saldrías del convew
del cocinero y de los gestos de los bue- sino del p u e b l o . ^
nos p a d r e s ; echaba sal en las camas —Así fue —continuó Usdróbal—.
p a r a q u e no p u e d i e r a n d o r m i r , tocaba bien había vuelto las espaldas al clan
las campanas a vuelo cuando estaban, a t r o , c u a n d o , sin saber a dónde iba, QJL.
m i e n t e n d e r , en la m e j o r p a r t e de su a correr p o r los c a m p o s , y n o paré hn.
descanso; perseguía cuantos animales ta q u e , fatigado de a n d a r , y no vieuj.
había en el convento, desde la c u a d r a dónde recogerme, p o r ser ya entrada!,
hasta el gallinero, y, p o r ú l t i m o , hasta n o c h e , empecé a afligirme, me rec<yni
el respetable abad n o se h a l l ó t a m p o -
contra u n árbol y m e eché a llorar, y,
co exento de m i jurisdicción.
estaba yo pesaroso y arrepentido <fe L
J u n t á b a m e yo con otros chicos de m i que h a b í a h e c h o , y no sabía si .Volver
e d a d , que si n o eran de lo m e j o r , eran al convento y p e d i r por caridad que a»
a l menos de lo más m a l o , y como p a r a recogiesen o q u é h a c e r de mí sin cfr
sus empresas y las mías necesitábamos nocer el m u n d o , m u e r t o de hambre
dinero, y yo siempre lie tenido altos solo y en medio de un m o n t e ; pero el
pensamientos, pagaba p o r todos y bus- t e m o r de ser desollado vivo por nm
caba para todos lo necesario. E l bolsi- hazañas y la imagen de los cuatro fe.
llo del abad m e parecía a m í inagota- gos se m e representó tan al vivo, <mt
ble, y así por esto como p o r las razo- deseché al m o m e n t o esta idea como un
nes va dichas le hacía vo frecuentes m a l p e n s a m i e n t o , y resolví morir pr¡.
sangrías, hasta q u e le forcé a guardarlo m e r o que verme otra vez objeto triste
y le p u s e sospechoso de todo el m u n - de su injusto resentimiento. Aunque DO
do. Viéndome ya sin tesoro, pasé de h a b í a d o r m i d o casi n a d a la noche an-
caballero a m e r c a d e r , quiero decir q u e tes, ocupado en mis venganzas, y había
vendía lo q u e topaba en su celda, a m é n c a m i n a d o sin descansar todo el día, eí
de lo que podía extraer de la despensa h a m b r e h a b í a desterrado el sueño de
c u a n d o el despensero se descuidaba. mis ojos de tal m a n e r a , que los leníi
Creía yo inocentemente que aquellos más abiertos q u e u n a liebre, y todo en
buenos p a d r e s no se enfadarían conmi- a c o r d a r m e de la b u e n a mesa que hi-
go p o r ta] cual friolera q u e a m í m e hía p e r d i d o y de la imposibilidad a
pareciese bien y m e conviniera p a r a m i q u e m e h a l l a b a de cenar por entonce»,
u s o ; pero m e engañé, p o r q u e habién- y aun de córner en m u c h o tiempo, i
dome a t r a p a d o en u n a de estas trave- lo que y o , no sin p e s a d u m b r e , me imi-
surülas, m e llevaron a la celda del pa- ginaba.
d r e abad, q u e me echó m i largo dis-
Estando en estos melancólicos pena-
curso sobre los inconvenientes que traía
mientos y registrando a u n lado y otro
p a r a el cuerpo y el a l m a el íeo vicio
p o r si veía alguna luz que me encami-
del r o b o , y m e hizo sentir en seguida
n a r a , vi venir p o r la falda del monU
los que traía p a r a el cuerpo m a n d á n -
dos luces hacia donde yo estaba ?
d o m e coger p o r cuatro robustos legos,
q u e , a pesar del deseo que tenía de i*
quienes, a pesar de mis gritos, pata- llar alguna q u e me sirviese de guia. W
das y mordiscos, m e molieron a azo- dejaron de i m p o n e r m e un poco, ot >>*
tes, encerrándome, a d e m á s , en u n sóta- cer pensar a m i sobresaltada conci<*
n o , de donde n o salí sino para dejar cia si sería cosa del otro mundo. «•"
el convento, a u n q u e esto no fue hasta seme en píe al instante, y poco »*
que encoge las muías de la l a b o r y sa- pues vi dos h o m b r e s , cada uno con
tisfice mi venganza como m e j o r p u d e h a c h a encendida y arm ados de P ^
y m e pareció. en blanco, que acompañaban una'
—iSo me disgusta el principio —inte- das, qxie traían suspendidas oVC*
r r u m p i ó el del h a c h a — , y p a r a tan m á s , m a r c h a n d o con lentitud Por
niño hiciste cuanto se podía esperar de incomodar al caballero herido ty*
SANCHO SALDAÑA 301

ellas; detrás venía o t r o soldado siempre a t r a s a d o *, ellos m e m a l t r a t a b a n ,


efl
¿a jjallo con u n o del diestro, q u e era
""* y yo, q u e e m p e z a b a a disgustarme de
' caballero, según supe después, y servirles de ¡dominguillo, dejé rodar la
iba todo e n c a p a r a z o n a d o de hie- b o l a , y p r o p u s e h a c e r m e h o m b r e de ar-
que jlegaron a d o n d e yo estaba, y u n o mas p a r a darles a e n t e n d e r que no su-
. i'oS soldados dijo en v i é n d o m e : «Aquí fría m á s pulgas que las q u e n o m e po-
(¿ justamente u n chico q u e p o d r á ir día echar de encima.
avisar al castillo para q u e todo esté H a b í a n ya pasado dos años y tenía
-Irniiesto a la llegada de n u e s t r o a m o . » yo diecisiete; no h a b í a cosa b u e n a n i
V habiendo convenido todos en m i uti- mala q u e n o s u p i e r a ; m a n e j a b a la es-
lidad, nie dieron las señas del castillo p a d a , el arco y el caballo tan diestra-
jjje enviaron de mensajero. m e n t e como el m e j o r v e t e r a n o ; m e ha-
I,leCfué al castillo, y después d e ha- bían dicho algunas mozas que tenía aire
ber desempeñado m i comisión, a g u a r d é de caballero, y no deseaba más que u n a
|¿ venida del dueño de la fortaleza, ocasión de señalarme. La p r i m e r a que
jue aquel día n o sé con q u é intención se m e presentó tue justamente con ei
había tratado de saltar con su caballo q u e m e quiso colgar por espía la pri-
de más alto q u e lo q u e es p e r m i t i d o m e r a noche. No se m e h a b í a olvidado
sallar sin hacerse daño y se h a b í a que- su buen deseo, y hacía m u c h o t i e m p o
brantado cuantos huesos tenía en su q u e , así por esto como p o r algunos ma-
cuerpo. Todo estaba ya arreglado, y su6 los tratos que h a b í a e x p e r i m e n t a d o de
¿entes en movimiento cuando él llegó; él, le andaba buscando q u i m e r a . Un día
entraron sus soldados, acostáronle en su se m e p r o p o r c i o n ó su caballo. E r a u n o
cama v nadie se volvió a a c o r d a r d e de los mejores que h a b í a en el castillo,
mí, ni yo m e atreví a p r e g u n t a r n a d a y él lo quería como a las niñas de sus
i nadie. Llegó la h o r a de cenar, sentá- o j o s ; uno de los que yo cuidaba r i ñ ó
ronse tocios a la r e d o n d a y e m p e z a r o n con él y le acertó u n p a r de coces tal
i dar del diente con t a n t a gana q u e que le dejó cojo. El veterano q u e lo
le redoblaron las mías. N a d i e me ha- vio, e c h á n d o m e a m i la culpa, tiró de
bía convidado, ni a u n m e h a b í a n echa- Ja espada y se vino a m í decidido a
do de ver, lo cual, visto por m í , deli- p r o b a r el temple en mis costillas. Ti-
beré sentarme t a m b i é n , y empecé a co- r ó m e u n a cuchillada q u e le p a r é con
mer con ellos con el m a y o r desemba- u n palo que h a l l é a la m a n o , y a tiem-
razo del m u n d o . M i r á r o n m e todos y p o que levantaba el brazo p a r a segun-
ilgunos se sonrieron, pero uno de m u y d a r m e con otra, levanté el palo y le
oak cara y m u y serio, después de ha- acerté u n garrotazo en la sien t a n de
berme mirado de h i t o en hito largo lleno y aplicado con tanta fuerza que
rato sin pestañear, p r e g u n t ó si yo era cayó en el suelo c u a n largo e r a . N o
fcpia, para en ese caso colgarme de una m e entretuve en ver si estaba m u e r t o o
lunena en menos tiempo q u e h a b í a a t u r d i d o del golpe, sino ensillando un
atoado en decirlo. Respondí al m o - caballo m o n t é en él, y fingiéndome por-
mento que no, y casi m e quitó las ga- tador de aviso de m u c h a i m p o r t a n c i a ,
a pasé el p u e n t e levadizo, y en llegando
*s de cenar la p r e g u n t a de a q u e l b u e n
hombre; pero h a b i e n d o explicado el al c a m p o dejé al a n i m a l la rienda li-
"•olivo de h a l l a r m e en la fortaleza y b r e y h u í por donde quiso llevarme.
|iendc algunos allí de ios q u e m e ha- A n d u v e dos días, y al tercero caí en
lan enviado, atestigüé con ellos, con- u n a emboscada de moros, q u e , después
^ Bli historia y q u e d a r o n m u y compla- de h a b e r m e quitado el caballo y cuanto
<
*°s. Diéronme ocupación al momen- llevaba, m e dieron cien palos y m e de-
»y me recibieron todos por su criado ; j a r o n por m u e r t o . Recogióme u n p o b r e
j u r a b a yo servirles en u n principio pastor que se compadeció de mí juven-
^ j o r que podía, p e r o como eran t u d , y luego q u e estuve c u r a d o dispu-
•««Q:s
y yo u n o solo, el servicio iba se m i viaje a Cuéllar, d o n d e pienso en-
302 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

trar en el cuerpo de aventureros q u e Y así diciendo siguió los pasos fo


m a n t i e n e el dueño de a q u e l castillo. nuevo a m o , vadearon el río, y ¿|e ~(*
— A m o m u y sombrío y melancólico te poco se p e r d i e r o n de vista entre lo, ri*
ibas a echar si no m e hubieses h a l l a d o nares de la otra orilla. **
aquí—dijo entonces el de las b a r b a s — ,
p o r q u e Sancho Saldaña es más oscuro
que la más oscura noche de invierno.
— S í , eso dicen, y... CAPITULO II
— Y si fuera eso sólo, pero n o m e Juzgan ser desconformes los presan-
toca a m í h a b l a r m a l del que m e h a la fuerza de estos dos por la aparieticJ*
p r o p o r c i o n a d o m á s ide u n a ' ocasión de viendo del uno el garbo, y los valiente
niervos; edad perfecta y experiencia-
l u c i r m e en mi facultad. Ya le conoce- y del otro los miembros diferentes'
rás si sigues conmigo algún t i e m p o . la tierna edad y grata adolescencia'
runque a tal opinión contradecía
— ¿ C o n q u e tenéis relaciones con él? la muestra de Orompello y osadía.
— p r e g u n t ó el mozo. Ercilla
— Y tantas—replicó el del h a c h a — ,
q u e puedo decir n o h a c e cosa alguna Poco t i e m p o h a b í a n andado cuando
sin consultarme, y a u n sin valerse de en m e d i o de u n a plaza de arena que
m í en la m a y o r p a r t e de las que em- se formaba en el bosque vio Üsdróbal
p r e n d e . P e r o no preguntes m á s , q u e has hasta ocho o diez h o m b r e s cuvas ex.
de ver maravillas si te enganchas a m i t r a ñ a s cataduras, diversos trajes y &.
servicio. Sólo te aconsejo si entras en mas n o le hicieron juzgar muv bien
él q u e hables poco y hagas m u c h o , por- del a m o que h a b í a t o m a d o . Llevaban
que entre mis gentes u n a p a l a b r a suele los más de ellos espadas y ballestas, Y
costar la vida, y la acción más r e p r e n - su traje era m u y semejante al del hom-
sible del m u n d o no vale la pena de que b r e de la b a r b a negra. Algunos iban
piensen u n m o m e n t o en ella. vestidos medio a la morisca, con tur-
— P u e s , señor—exclamó Üsdróbal—, bantes en vez de gorras de cuero, y
dicho y h e c h o ; a u n q u e n o os conozco, u s a b a n p u ñ a l y alfanje; pero el que
soy v u e s t r o ; no sé qué tenéis q u e pa- más le extrañó fue u n o , cuya única
recéis digno de m a n d a r h o m b r e s de m i a r m a era u n cuchillo de monte muy
disposición; manos a la o b r a , y ya ve- largo y que, a p a r t a d o de los demás,
réis q u e no os dejaré m a l en ningún rezaba al son de un rosario de cuenta»
peligro, que a u n q u e n a d a habéis dicho m u y gordas con m u c h a devoción y re-
p r e s u m o que s o b r a r á n . cogimiento. Parecía absorto en sus ora-
ciones, tenía puestos los ojos en tierra,
— S o b r a r á n — r e s p o n d i ó el del hacha— y de cuando en cuando cruzaba las ma-
en donde alcances la estimación de tus nos, alzaba los ojos y suspiraba de lo
compañeros y adelantes en t u c a r r e r a .
amargo.
Ahora...
Cuando ellos llegaron no hizo nía?
Apenas h a b í a dicho esto cuando dos movimiento q u e si no perteneciese a
silbidos, que venían del otro lado del este i n u n d o . Todos los demás saluda-
río, i n t e r r u m p i e r o n su conversación, y ron con m u c h o respeto al de la barba
el. de la b a r b a negra se levantó, y mi- n e a r a . como iefe suvo. y uno que &
r a n d o hacia donde se oían vio venir a señalaba por su alta estatura, ojos sai-
Sagaz, que se h a b í a alejado m i e n t r a s tones y lo c a r i r r e d o n d o y colorado qi"
h a b l a b a n , corriendo hacia él y l a d r a n d o era, se llegó a él, y llamándole aparte
con la intención de avilarle. le estuvo h a b l a n d o en secreto con t.ifl'°
—Vamos—dijo su amo a Ü s d r ó b a l — , recato que, a pesar q u e Üsdróbal teiü»
ven conmigo y no te extrañes de lo el oído listo y trató de coger algo d«
q u e veas p o r r a r o , malo o b u e n o q u e te lo que h a b l a b a n , sólo p u d o entender e
parezca. n o m b r e del señor de Cuéllar entre
—Vamos—repuso ü s d r ó b a l — , que ya sordo m u r m u l l o de sus palabras. * a
te h e dicho que tuyo soy. cióle, con todo, que su a m o oía í0"

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SANCHO SALDAÑA 303

lo que le decía aquel t r u h á n y do al sombrero de r a m a ) , q u e pareces


iba poco a poco m o s t r a n d o los u n asno cargado de leña ver¡de.
que
:. n t e S como en señal de contento, aun- •—Gracias—repuso Usdróbal—•, y p o r
Oo se le ocultó q u e h a b í a algo d e los muchos q u e h a b r á s d e s n u d a d o , sin
jp¡
Vj es iro en sus ojos y en su sonrisa. duda alguna, en tu vida, a y ú d a m e a
Concluido este coloquio, volvió el de vestir ahora y c u é n t a m e entre tanto si
u barba n e g r a , y t o m a n d o a U s d r ó b a l la ocupación q u e traéis en este desierto
. la roano lo presentó a su gente, que es más santa que lo q u e a m í se m e h a
había hecho m á s caso de él hasta figurado.
lon ces que si hubiese sido invisible. — Y o no hago más q u e lo q u e m e
^Caballeros—dijo—, aquí traigo este m a n d a n — r e p u s o e i m o z o C O n aspere-
mocito, q n e ? a u n q u e como m u e s t r a es z a — ; y e n cuanto a si es b u e n o o m a l o ,
J9 poca edad, tiene el corazón bien n o m e e n t r o m e t o , cuanto m á s que ahí
«tiesto y e s h o m b r e q u e nos c o n v i e n e ; está el señor Z a c a r í a s , q u e sabe leer
Je¿de hoy t e n d r á su p a r t e en nuestras y reza en latín, y dice q u e en el m u n d o
empresas, n u e s t r o botín y ganancias. h a y de comer p a r a todos, y q u e el q u e
Zacarías, a t i encomiendo este n i ñ o , n o t i e n e es menester q u e b u s q u e , y yo
edúcale y cuida de é l ; no le falta dis- j u r o p o r M a h o m a q u e lo q u e él dice
posición, y creo q u e has de sacar u n m e parece b i e n .
excelente discípulo. Ya sabes lo q u e te — L o q u e yo digo—dijo entonces Za-
he dicho—prosiguió, dirigiéndose a Us- carias, que entreoyó la conversación,
dróbal—; m u c h a s m a n o s y poca len- en su tono m e l i í l u o y afeminado—es
nia; buen maestro tienes, p r o c u r a tú que tú eres u n p a g a n o , q u e aplicas mis
imitarle, y desde a h o r a puedes contarle m á x i m a s como m e j o r te conviene, tuo
por alistado a las órdenes del Velludo. more. La m o r a l , hijo mío—prosiguió
—Todo se h a r á como vos m a n d á i s con U s d r ó b a l — , es la ciencia q u e yo
-respondió el maestro con u n tono de p r e d i c o , y p u e d o tener l a v a n i d a d de de-
voz tan débil y afeminado q u e se le cirte q u e , gracias a m í , h a hecho gran-
podría haber t o m a d o por m u j e r a n o des progresos entre estas gentes.
ir vestido de h o m b r e — ; p o n d r é a. este —No creo—dijo entonces Usdróbal—
joven en el camino de la virtud y le que a q u í haya venido tanta gente hon-
enseñaré la m o r a l necesaria p a r a q u e r a d a a a p r e n d e r ú n i c a m e n t e eso q u e
se lave de las gotas de sangre q u e m a n - llamáis m o r a l , y si no creyera q u e otras
chen sus manos por casualidad—y sin ocupaciones más nobles os sirven de en-
jlzar los ojos siguió en sus medita- tretenimiento, no m e q u e d a r í a aquí m á s
tioues. t i e m p o que t a r d a en cantar u n pollo.
—Lo primero q u e h a y que h a c e r es —Dos años hace q u e estoy en la com-
amarle y que se quite esos trapos—dijo p a ñ í a — d i j o el morisco—, y desde q u e
ti \elludo—, p o r q u e claro está q u e oí al señor Zacarías l e h e dejado el
ti soldado se ha de vestir de la hacien- encargo de esas cosas q u e nos p r e d i c a ,
da a'e su s e ñ o r ; que u n o de vosotros y si h e pensado m e d i a h o r a en ellas,
t llegue a nuestro almacén y traiga Alá p e r m i t a q u e no vea yo ponerse el
c
°n qué vestirlo. sol esta t a r d e .
^>o había acabado de decirlo c u a n d o —Fariseo excomulgado—exclamó el
w
o de los moriscos echó a correr con moralista sin m u d a r de t o n o — , ¿cómo
^ta ligereza q u e no le alcanzara el te atreves a h a b l a r así? ¿ Q u i é n te h a
n
e¡iío, y de allí a poco volvió cargado enseñado a ensangrentar tus a r m a s , la-
^i todo lo necesario.
bobo manus, como Pilatos? ¿Quién te
--Toma, cristiano—le dijo, entregán- h a adiestrado en m e t e r la m a n o en ei
*fe un sayo de cuero, u n a gorra de lo bolsillo ajeno sin que faltes a la cari-
"Jsmo, el resto del vestuario y las ar- dad? Y , por último, ¿ q u i é n h a hecho
*as correspondientes—•; toma y quíta- m á s célebre en estos contornos la par-
l e espantajo de la cabeza (aludien- tida de nuestro insigne, formidable y
304 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

respetabilísimo capitán el Velludo si- —No es quimera—replico el i>„*


no este h u m i l d e gusano q u e ves a q u í ? t a n — , es q u e yo ensene a p a r l a r a *>»»
Humilisimus vel miserabile. home.
— T o m a — d i j o el m o r o — . ¿ Y quién — P o r cierto, Usdróbal—dijo el Ve,
lo niega? ¿Digo yo lo contrario? Yo I l u d o — , q u e te creí de más penetra,
lo que -digo es que n o entiendo esas je- ción y más m u n d o ; ya te h e dicho (ro-
ringonzas, y q u e sin saberlas sé mane- la l e n g u a casi está de más entre &0»
j a r xnis armas como el p r i m e r o . Lo q u e otros y q u e mires b i e n lo que hablag
quisiera era q u e se armase u n a tramoya — N o tengáis cuidado—repuso Usdró.
donde se viera a las claras quién e r a bal—•, que ya veo por m í mismo cuan
Á m e t e el I z q u i e r d o , a u n q u e ya se h a a la letra t o m a n a q u í ese consejo de
visto más de una vez q u e yo n o soy callar y h a c e r , y esto m e servirá a ¡¡ji-
n u e v o , como este mozo recién venido. p a r a en a d e l a n t e ; p e r o juro...-—añadió
— P e r o vamos claros—preguntó Us- lleno de cólera y entre dientes.
d r ó b a l — , ¿es ésta u n a p a r t i d a de ladro- — N o j u r e s — i n t e r r u m p i ó con t ono
nes o q u é clase de gente somos? suave el h i p ó c r i t a Zacarías—. [/írum
A ú n no había acabado de p r e g u n t a r - juramentum, y n o m e acuerdo qué
l o cuando u n p u ñ e t a z o en el cogote de m á s : puedes t o m a r la venganza que sea
b u e n a m a r e a , que Jo dejó m e d i o aton- j u s t a , puesto q u e es justa la defensa
t a d o y le hizo z u m b a r los oídos p o r p r o p i a , justum et tenacem, sin que car-
inedia h o r a , le dio a conocer la inso- gues t u conciencia con juramentos, que
lencia de su pregunta y el peso enor- es lo p r i n c i p a l , la conciencia, hijo ruí©.
m e de la m a n o descomunal del gigante — N o sé—¡dijo entonces u n viejo que
de los ojos saltones q u e había estado tenía toda la cara llena de cicatrices-
h a b l a n d o con el V e l l u d o . N o le pa- p a r a qué t r a e aquí el capitán chiquillo».
reció a Ü3dróbal muy bien el aviso, y —Los t r a e r á — d i j o otro con un ojo
e c h a n d o m a n o a su p u ñ a l como p u d o , remellado y el o t r o bizco—para quena
en m e d i o de su a t u r d i m i e n t o , tiró u n sirvan de diversión.
golpe con él a su advertidor con tanta -—A su edad—replicó el morisco—jt
fuerza, q u e a h a b e r ido con m e j o r tino h a b í a yo hecho más de u n a hazaña, peto
n o le h u b i e r a n vuelto a dar ganas de éste apostaría a q u e no tiene fuerza pan
avisar a n a d i e tan b r u s c a m e n t e . P e r o cortar el dedo m e ñ i q u e a u n hombre áf
Zacarías le tuvo el b r a z o en lo m e j o r solo u n a cuchillada.
d e su furia, y poniéndose e n t r e los dos — U s d r ó b a l — e x c l a m ó el capitán ¥»
estorbó al mismo t i e m p o al gigante q u e r i é n d o s e — , ¿ q u é diablos tienes que i»
]e embistiese. vuelves p o r tu h o n r a ? Parece que «i»
— ¡ P a z , hijos m í o s ! La cólera nos a t u r d i d o a ú n con. el aviso de nu#W
arrastra a cometer acciones de que luego teniente.
nos a r r e p e n t i m o s , y el h o m b r e es una Lo q u e decía el Velludo en psi»
bestia feroz cuando se deja a r r e b a t a r era cierto,
de su ira : indómita silvarum / e / a , c o m o U s d r ó b a l , a u n q u e determinado y «»•
dice no m e a c u e r d o quién. A sangre moso, n a t u r a l m e n t e probaba en «qo»
fría se debe h e r i r a su enemigo y to- m o m e n t o la sorpresa que causa ge*
mar venganza de Jas i n j u r i a s . r a í m e n t e a nn m u c h a c h o de poí* * 7
—Mosén Zacarías—dijo el de los ojos la r e u n i ó n de m u c h a gente ¿escolio*
saltones medio en provsnzal, medio en da, y cuyos usos, lenguaje y vestí*
castellano—, voto a D e u que sí este no d e j a n de extrañarle, puesto <{*•
mozo l l a m a r l l a d r e a nos, que le haga p r i n c i p a l causa de su silencio más f**
yo se a r r e p i e n t a , venía del nial h u m o r qat había t n ^
—-¡Cómo! ¿ Q u é es esto?—gritó el drado en él la imprevista bofetea
capitán a Usdróhal—, ¿ N o h a c e una catalán y el ansia de vengarse q*
h o r a q u e estás con. nosotros y ya has punzaba, _^
armado quimera? —Estov reconociendo el ™^
SANCHO SALDAÑA 305

^contestó, n o obstante, con m u c h a \ Las carcajadas y ia grita que se m o -


calma. vió a su caída en toda aquella desal-
—Mejor te h a n reconocido a ti el m a d a gente a t u r d i e r o n u n m o m e n t o al
c0 gote—replicó e] morisco—, q u e toda- p o b r e m o z o , q u e , n o p u d i e n d o conte-
yía te está echando h u m o del bofetón. n e r más t i e m p o su ira y levantándose
_-Como fue a p u ñ o cerrado n o le como u n r a y o , tiró d e su alfanje y se
duele—añadió con mofa el de los ojos arrojó sobre ellos, sin considerar su nú-
bizcos, m e r o , sin pensar en o t r a cosa q u e en
su venganza.
—No creo que m e hayáis traído a q u í
,-dijo TJsdróbal al Velludo, mostran- — [A é l ! [A é l ! — g r i t a r o n todos—.
do un sosiego que desmentía el co- ¡A él, q u e se h a vuelto loco! Vamos a
lor encendido de sus mejillas— p a r a atarle a un p i n o . ¡ Se ha vuelto loco!
servir de juguete a vuestros soldados, o Y diciendo y h a c i e n d o cayó óohre é^
]o q«e sean, y j u r o que si tal s u p i e r a . . . u n a n u b e de forajidos, y a pesar de su
valor y la cólera q u e le hervía, se vio
—Amigo mío—le respondió el capi-
al m o m e n t o cercado de todos ellos y
tán—, yo no te h e t o m a d o p a r a n a d a
asido tan fuertemente que no podía me-
Je CÍO ; pero si te pican moscas, a ti
nearse.
le loca sacudírtelas, qxie no a mí,
P i n t a r la r a b i a q u e se a p o d e r ó en-
Sí, hijo m í o — a ñ a d i ó Zacarías con
tonces del animoso mancebo sería im-
;u voz melosa, acercándose a l corro q u e
va se había formado alrededor de Us- posible ; baste decir que ia p a l a b r a se
dróbal—, aquí cada u n o tiene que mi- le cortó e n t r e los dientes y q u e a r r o -
rar por sí, y de otro m o d o n o h a y san- j a b a e s p u m a y volteaba los ojos como-
io que le socorra : nulla est redemptio, si de veras estuviese d e m e n t e , y sin
duda le habría ahogado su furia si el
—Al contrario—dijo el bizco, alar-
capitán n o le h u b i e s e hecho soltar di-
gando la cara socarronamente y apa-
ciendo :
rentando compadecerse de él—, a q u í
está mejor que en casa de sn p a d r e , y — A q u í no p e r m i t o yo que se riña
lien© una porción de amigos que le sino u n o a u n o , y j u r o p o r la Virgen
servirán a su voluntad. ¿Os h a hecho de Covadonga que n o hay u n o de vos-
mucho daño?— c o n t i n u ó , llegándose otros q u e solo a solo haga p e r d e r u n
i él. palmo de tierra a este mozo, a pesar
—No os acerquéis a m í — r e p u s o Us- de sn poca e d a d .
dróbal—, p o r q u e a u n q u e os parezca Los b a n d i d o s , pues tal era su oficio,
manso ,. c r e y e r a n en u n p r i n c i p i o q u e el Ve-
Unido se chanceaba, pero h a b i e n d o co-
—Pero, h o m b r e , yo—replicó el biz-
nocido en sus ojos q u e no h a b l a b a en
co—no vengo con mala i n t e n c i ó n ; al
b r o m a , se separaron d e j a n d o a Usdró-
«vés, la mía es b u e n a ; os veo solo y
b a l , a quien él prosiguió d i c i e n d o :
<» he tomado cariño desde que os vi,
i-\o es verdad q u e da lástima de él? —Si quieres satisfacerle del a t a v i o
"-preguntó volviendo la cara a los otros, que has recibido, yo te a p a d r i n o , y
1
tiempo que hizo u n gesto al morisco elige el que quieras para pelear.
P*ía que se pusiese a c u a t r o pies d e ' — E s o es h a b l a r — d i j o U s d r ó b a l , ya
x ts
\ de Usdróbal sin que éste se aper- más sereno—, y por de p r o n t o quiero
*u»ese—„ A mí n o m e gustan juegos m e d i r la cara de un tajo a ese gran-
continuó, y viendo q u e ya su compa- dullón que avisa a bofetadas, y después
*'<> estaba en l a disposición que le u n o tras otro p o d r á venir el q u e quiera.
"14 indicado, se h i z o él m i s m o em- — ¡ B r a v o ! —gritaron los bandoleros»
j*)ar de otro, y cayendo sobre Usdró- p a r a quienes no h a b í a en el muíi'do es-
^ le dio un pechugón tan fuerte q u e , pectáculo m á s divertido q u e vei* 3os
J*do éste a echarse hacia atrás» tro- h o m b r e s hacerse p e d a z o s ; y al p u n t o SÉ»
**** sobre et morisco y cayó de es- presentó el catalán esgrimiendo u n a es-
p a d a q u e en lo larga y pesada p o d r í a
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304 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

respetabilísimo capitán el Velludo si- -—No es q u i m e r a — r e p l i c o el * u


no este h u m i l d e gusano q u e ves aquí? lan—, es q u e yo ensene a parlar a A«
Humilisimus vel miserabile. home.
— T o m a — d i j o el m o r o — , ¿ Y q u i é n — P o r cierto, Usdróbal—dijo el y .
lo niega? ¿Digo yo lo contrario? Yo I l u d o — , que te creí de más penetr*
lo que digo es q u e n o entiendo esas je- ción y más m u n d o ; ya te h e dicho n».
ringonzas, y que sin saberlas sé m a n e - la lengua casi está de m á s entre HQ.
j a r mis armas como el p r i m e r o . Lo q u e otros y q u e mires bien lo que habla»
quisiera era que se armase u n a t r a m o y a —No tengáis cuidado—repuso Usdró.
donde se viera a las claras q u i é n era b a l — , que ya veo por m í mismo cuan
Á m e t e el I z q u i e r d o , a u n q u e ya se h a a la l e t r a t o m a n a q u í ese consejo j *
visto más de una vez q u e yo n o soy callar y h a c e r , y esto m e servirá a mí
n u e v o , como este mozo recién venido. p a r a en a d e l a n t e ; p e r o juro...—añadió
— P e r o vamos claros—preguntó Us- lleno de cólera y entre dientes.
d r ó b a l — , ¿es ésta u n a p a r t i d a de ladro- — N o j u r e s — i n t e r r u m p i ó con tono
nes o q u é clase de gente somos? suave el h i p ó c r i t a Zacarías—. Vtrum
A ú n no h a b í a acabado de p r e g u n t a r - juramenlum, y no m e acuerdo qU¿
lo cuando u n p u ñ e t a z o en el cogote de m á s ; puedes t o m a r la venganza que sea
buena m a r c a , que lo dejó m e d i o aton- justa, puesto que es justa la defensa
t a d o y le hizo z u m b a r los oídos p o r p r o p i a , justum et tenacem, sin que car-
m e d i a h o r a , le dio a conocer la inso- gues t u conciencia con juramentos, que
lencia de su pregunta y el peso enor- es lo p r i n c i p a l , la conciencia, hijo mío.
m e de la m a n o descomunal del gigante — N o sé—¡dijo entonces u n viejo que
de los ojos saltones q u e h a b í a estado tenía toda la cara llena de cicatrices—
h a b l a n d o con el Velludo. N o le pa- p a r a q u é t r a e a q u í el capitán chiquillos.
reció a Usdróbal m u y bien el aviso, y —Los t r a e r á — d i j o otro con un ojo
e c h a n d o m a n o a su p u ñ a l como p u d o , remellado y el o t r o bizco—para que noi
en m e d i o de su a t u r d i m i e n t o , tiró u n sirvan de diversión.
golpe con él a su advertidor con tanta — A su edad—replicó el morisco—ya
fuerza, q u e a h a b e r ido con m e j o r tino h a b í a yo hecho más de u n a hazaña, pero
n o le h u b i e r a n vuelto a d a r ganas de éste apostaría a q u e no tiene fuerza pan
avisar a nadie tan b r u s c a m e n t e . P e r o cortar el dedo m e ñ i q u e a u n hombre dt
Zacarías le tuvo el brazo en lo m e j o r solo u n a cuchillada.
d e su furia, y poniéndose e n t r e los dos —Usdróbal—exclamó el capitán son-
estorbó al mismo t i e m p o al gigante q u e riéndose—, l qué diablos tienes que no
le embistiese. vuelves p o r t u h o n r a ? Parece que estái
— ¡ P a z , hijos m í o s ! La cólera nos a t u r d i d o a ú n con el aviso de nuestro
arrastra a cometer acciones de que luego teniente.
nos a r r e p e n t i m o s , y el h o m b r e es una Lo que decía el Velludo en parte
bestia feroz cuando se deja a r r e b a t a r era cierto.
de su ira : indómita silvarum jera, c o m o U s d r ó b a l , a u n q u e determinado y ani-
dice n o m e a c u e r d o quién. A sangre moso, n a t u r a l m e n t e p r o b a b a en aquel
fría se debe h e r i r a su enemigo y to- m o m e n t o la sorpresa que causa g«^|
m a r venganza de las injurias. r a í m e n t e a un m u c h a c h o de poca ed*"
—Mosén Zacarías—dijo el de los ojos la r e u n i ó n de m u c h a gente desconoci-
saltones medio en provenzal, medio en da, y cuyos usos, lenguaje y vestido»
castellano—, voto a Deu q u e si este no d e j a n de e x t r a ñ a r l e , puesto que '*
mozo l l a m a r l l a d r e a nos, q u e le haga principal causa de su silencio mas P10*
yo se a r r e p i e n t a . venía del m a l h u m o r que había e n IP'
— ¡ C ó m o ! ¿Qué es esto?—gritó el d i a d o en él la imprevista bofetada do
c a p i t á n a Usdróbal—. ¿ N o h a c e u n a catalán y el ansia de vengarse q»e
h o r a que estás con nosotros y ya has punzaba.
armado quimera? —Estov reconociendo el terror
SANCHO SALDAÑA 305

^contestó, n o obstante, con m u c h a Las carcajadas y la grita q u e se m o -


calma- vió a su caída e n to¡da aquella desal-
—Mejor te h a n reconocido a ti el m a d a gente a t u r d i e r o n u n momento al
C ogote—replicó el morisco—, que toda- p o b r e m o z o , q u e , n o p u d i e n d o conte-
vía te está echando h u m o del bofetón. n e r más t i e m p o su ira y levantándose
—Como fue a p u ñ o cerrado n o le como u n r a y o , t i r ó d e su alfanje y se
duele-—añadió con mofa el de los ojos arrojó sobre ellos, sin considerar su nú-
bizcos. m e r o , sin pensar en otra cosa q u e en
su venganza.
—No creo que m e hayáis t r a í d o a q u í
—dijo Usdróbal al V e l l u d o , mostran- — ¡A é l ! ¡A é l ! — g r i t a r o n todos—.
do un sosiego q u e desmentía el co- ]A él, q u e se ha vuelto loco! Vamos a
lor encendido de sus mejillas— p a r a atarle a u n p i n o . ¡Se ha vuelto loco!
servir de juguete a vuestros soldados, o Y diciendo y haciendo cayó sobre él
una n u b e de forajidos, y a pesar de su
lo que sean, y j u r o que si tal s u p i e r a . . .
valor y Ja cólera que le hervía, se vio
—Amigo mío—lé respondió el capi-
\ al m o m e n t o cercado de todos ellos y
tán—5 yo uo * e t e t o m a d o p a r a n a d a
asido t a n fuertemente que no podía me-
Je eso; pero si te pican moscas, a ti
nearse.
te toca sacudírtelas, q u e no a mí.
P i n t a r la r a b i a q u e se a p o d e r ó en-
—Sí, hijo m í o — a ñ a d i ó Zacarías con
su voz melosa, acercándose al corro q u e tonces del animoso mancebo sería im-
va se había formado alrededor de Us- p o s i b l e ; baste decir que ia p a l a b r a se
dróbal—? a q u í cada u n o tiene que mi- le cortó entre los dientes y q u e arro-
rar por sí, y de otro m o d o n o hay san- j a b a espuma y volteaba los ojos; como
io que le socorra : milla est redemptio. si de veras estuviese d e m e n t e , y sin
duda le h a b r í a ahogado su furia si el
—Al contrario—dijo el bizco, alar-
capitán n o le h u b i e s e h e c h o soltar di-
gando la cara socarronamente y apa-
ciendo :
rentando compadecerse de él—, a q u í
está mejor que en casa de s\i p a d r e , y — A q u í n o p e r m i t o yo q u e se riña
tiene una porción de amigos que le sino u n o a u n o , y j u r o p o r la Virgen
servirán a su voluntad. ¿Os h a hecho de Covadonga que no h a y uno de vos-
mucho d a ñ o ? — c o n t i n u ó , llegándose otros que solo a solo b a g a p e r d e r u n
a él, p a l m o de tierra a este mozo, a pesar
—Ovo os acerquéis a m í — r e p u s o Us- de su poca edad.
dróbal—, p o r q u e a u n q u e os parezca Los b a n d i d o s , pues tal era su oficio,
manso... creyeron en xin p r i n c i p i o que el Ve-
Huido se chanceaba, p e r o h a b i e n d o co-
—Pero, h o m b r e , yo—replicó el biz-
nocido en sus ojos q u e no h a b l a b a en
co—no vengo con mala i n t e n c i ó n ; al
b r o m a , se separaron d e j a n d o a Usdró-
revés, la m í a es b u e n a ; os veo solo y
b a l , a quien él prosiguió d i c i e n d o :
os he tomado cariño desde que os vi.
¿No es verdad q u e da lástima de él? —Si quieres satisfacerte del agravio
—preguntó volviendo la cara a los otros, que has recibido, yo te a p a d r i n o , y
* tiempo que hizo u n gesto al morisco elige el que quieras para pelear,
pita que se pusiese a c u a t r o pies d e - —Eso es h a b l a r — d i j o U s d r ó b a l , ya
,r
ás de Usdróbal sin que éste se aper- más sereno—, y por de p r o n t o quiero
cibiese—. A m í no m e gustan juegos m e d i r la cara de un tajo a ese gran-
^continuó, y viendo q u e ya su compa- dullón que avisa a bofetadas, y después
r o estaba en l a disposición q u e le u n o tras otro p o d r á venir el q u e quiera.
"*»& indicado, se h i z o él m i s m o em- — ¡ B r a v o ! — - g r i t a r o n ios b a n d o l e r o s ,
Ptojar de otro.» y cayendo sobre Usdró- p a r a quienes n o h a b í a en el m u n d o es-
tol le dio u n pechugón tan fuerte q u e , pectáculo m á s divertido que ver dos
jeiido éste a echarse hacia atrás, tro- h o m b r e s hacerse p e d a z o s ; y al p u n t o se
l*Jo sobre el morisco y cayó de es- presentó el catalán esgrimiendo u n a es-
pidas. p a d a q u e en lo larga y pesada podría
20
306 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

haberse creído la del Cid, que se guar- suspensos y sin saber por quién se fe
da en la catedral de Burgos. cidiría. El catalán, que vio tan cerca J.
—Hijo mío—dijo Zacarías a Usdró- sí y tan pronto a su impetuoso enemj,
bal—, no te dejes arrebatar de la ira. no pudo menos de sorprenderse, y J: *
—Sí, si tins algo que dexá al mundo, cho más considerando que, como se K '
podes encargarlo a ese home—gritó bía metido casi debajo de él, no le J *
mofándose el catalán—; ya podes enco- jaba espacio para herirle con la espad.
mendarte a Deus. ni tiempo de retirarse, exponiéndose
—Y tú al diablo que te lleve—le res- este caso a recibir la punta del altan'
pondió Usdróbal, echando mano a su en su corazón. En tal aprieto no tu-
alfanje—, que ahora puede que te en- rnas recurso que abrazarse con él 1D
víe yo a hacerle compañía a los in- cha muy desigual para Usdróbal a n
fiernos. haberle éste cogido por la cintura I
que al cabo le daba alguna venta
—Buen amigo, Usdróbal, y no me J«.
Entonces fue cuando todos creyeron que
dejes mal—le gritó el capitán viéndole
la inmensa mole del catalán sin duda Je
que se iba para su contrario, a b r u m a r í a , especialmente el capitán
— ¡ Espera! ¡ Espera! —gritaron todos, q u e , a pesar del poco t i e m p o que le co'
y formando un corro bastante ancho nocía, se le aficionaba cada vez más nm
para que los peleantes pudiesen mo- su intrepidez.
verse acá y allá, ya retirándose o avan-
—i Firme, muchacho!—gritaban UIUK
zando, fijaron sus ojos en ellos, muy
— ¡Agárrate bien!—decían otros.
persuadidos de que a las primeras de
Mientras que Usdróbal, más enlazado
cambio iría el atrevido mozo a contar
al cuerpo de su contrario que las ser-
al otro mundo el resultado de su
pientes de Laocooiite, volteaba acá v
combate.
allá con los pies en el aire a cada sa-
El catalán estaba parado en medio, cudida de] catalán.
muy ufano con su espadón, riéndose de
la poca estatura de Usdróbal, que ape- La más viva alegría brillaba en ]»
rostros de los concurrentes, viendo alar-
nas le llegaba al hombro, y mirándole
garse la diversión, y así unos azuzaban,
con tanto desprecio como el gigante Fi-
otros aconsejaban, todos sin saberlo
listeo cuando vio venir a David. Usdró-
ellos mismos, echándose hacia adelante
bal le miró de arriba abajo con mucha
y estrechando el círculo, a pesar del
calma, y el capitán, dando dos palma-
Velludo que los contenía; por ulti-
das, dio la señal de la acometida.
mo, el catalán y su enemigo, que se ha-
El primero que embistió fue el ca- bía cogido a él como un gato acosado
talán, que, levantando el brazo en alto, se agarra y sostiene de una pared, can-
tiró una cuchillada tan vigorosa, que a sado el uno de forcejear para derri-
haber cogido a Usdróbal le hubiera hen- barle y el otro para sostenerse, soltá-
dido de medio a medio. Pero éste, con ronse ambos el brazo derecho con in-
la ligereza de uní corzo, saltó hacia tención de echar mano a los puñal*
atrás, y hurtando el cuerpo dejó al aire que tenían al cinto y concluir de una
que recibiese en su lugar el golpe, y vez. Pero Usdróbal, más listo, habiendo
acometiéndole con la misma presteza conocido el intento de su contrario y
en el mismo instante se llegó a él tan asiéndose bien con la mano izquierda,
cerca y descargó su golpe con tanto tino, sacó del cinto de éste su propio puna»»
que le rajó el sayo de cuero de arriba dejándole desarmado, y a tiempo <Fje
abajo, arañándole de paso el pecho con el catalán, pugnando por impedírselo, le
el alfanje. Este movimiento tan rápido desciñó ambos brazos, el determí^"0
y tan acertado volvió la esperanza en mozo, desembarazándose de sus gana!'
el ánimo del Velludo y cambió la dio un salto atrás y otro adelante
idea que todos habían formado del re- el mismo punto con tanto brío, llev4**
sultado de la pelea, quedando ahora do el puñal en alto, que le atravesó d

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SANCHO SALDAÑA ao?
arte a p a r t e y í e hizo venir al suelo p o n d i ó U s d r ó b a l , alargándole su dere-
1 eDiP u J e ^ e s u a r r e m e t i d a . c h a ^ - ; t o d o está olvidado.
__ ¡ Viva! ¡ B r a v o ! ¡ B i e n ! — H i j o m í o — d i j o Zacarías, que h a b í a
y cien palmadas resonaron en medio vuelto a t o m a r su rosario—, b u e n ojo
i estas aclamaciones, vitoreándole a tienes y b u e n a m a n o ; si arreglas tu con-
orfía l ° s mismos que poco antes le ha- ciencia y aprendes bien el oficio, te
bían despreciado, y sobre todo el ca- corregirás del defecto q u e tienes de ser
ftán, (íae yendo a él le a b r a z ó , di- algo violento en tu cólera y demasiado
dicien do : pacífico a sangre fría.
__¡Viva! U s d r ó b a l , m e has dejado Dicho esto se retiró a u n lado y vol-
c0n lucimiento. vió a sus acostumbradas meditaciones.
E n esto estaba ya U s d r ó b a l m u y que-
— Preguntad -—respondió éste— si hay
rido y considerado de sus c o m p a ñ e r o s ,
jjtfuno más que quiera r e e m p l a z a r a ese
merced a su b u e n a suerte y animosa dis-
pobre bestia —y recogió del suelo con posición, cuando u n h o m b r e , que por su
mucho sosiego su alfanje, traje no parecía pertenecer a la com-
—Xo, amigo mío —replicó el Vellu- p a ñ í a , llegó a ellos con m u c h o miste-
do—-, no creo q u e quieras q u i t a r m e el río, m i r a n d o a un lado y a otro, como
mando quitándome mis vasallos. V a m o s , receloso de que le s i g u i e r a n ; llamó al
[Vel —continuó, volviéndose al derri- Velludo y se a p a r t ó con él a u n lado
bado catalán—•, ¿ q u é tal las manos del secretamente.
mocito? ¿Sabe lo q u e se hace? ¿ E h ? •—¿Qué hay de n u e v o ? — l e preguntó
;En dónde te arañó? el capitán—•, ¿Sale m a ñ a n a el conejo de
—Voto va Deu el noy, que creo que su m a d r i g u e r a o no sale?
me ha dejado manco —repuso Urgel, a —Sale —le respondió el o t r o — , y lo
tiempo que se levantaba sonriéndose, sin que hay q u e hacer es tener buenos pe-
muestras de resentimiento. rros p a r a q u e n o se escape.
Miráronle la h e r i d a , que no le deja- —Eso va de m i cuenta —respondió el
ba mover el b r a z o , y aplicándole u n c a p i t á n — ; tu a m o , el señor de Cuéllar,
¡loco de aguardiente q u e traía el bizco y yo hemos tratado lo que h a y que ha-
en un zaque de cuerno, le apretaron cer, y sería yo el p e r r o más perro del
una venda lo m e j o r que p u d i e r o n , rién- m u n d o si no se le entregase como de-
dole todos y festejando el lance como sea. La cosa está en que ella se asome
•i hubiese sido el más gracioso saínete. siquiera a la p u e r t a de su castillo.
—Voto va Deu —decía el bizco—, te — P u e s m a ñ a n a se te c u m p l e el gus-
descuidaste : no creo n u n c a h a b e r reído to — r e p u s o el recién llegado—, y cuan-
más sino el día a q u e l , hace seis meses, do yo te lo afirmo no lo dudes. No h a n
que estábamos bebiendo vino y te cor- salido antes a caza por la m u e r t e de
tó Zacarías p o r entretenimiento las pan- aquel petate viejo de su p a d r e , pero
lorrillas con su cuchillo, a h o r a lo que sé decirte es que p a r a
—Estaba éste —;dijo el morisco rién- m a ñ a n a m e han m a n d a d o q u e p r e p a r e
dose— borracho como u n a uva, y el otro los halcones, y doña Leonor, si cabe,
•"as, y éste le decía corta, corta, y el es más aficionada a la caza todavía q u e
°tro dijo corto, y le hizo dos o tres su hermano»
^jaduras que n i pintadas. — P u e s dicho y h e c h o ; dile al señor
—Pues hoy, voto a D e u , n o dije yo de Cuéllar q u e m a ñ a n a en todo el día
f
°rta, mas volía cortar, y non pas p u d e , cuente con ella, ¿Y a qué lado van 4
pero non pas hablemos de eso —conti- sabes?
nuó el provenzal dirigiéndose a Usdró- — C o r r e r á n r e g u l a r m e n t e todo el pi-
. i > y ai tins la m a n o i z q u i e r d a , que n a r de Iscar —replicó el halconero.
e (
* a non p o d o dártela, y quedamos —No h a y m á s que h a b l a r , está bien
att
»gos. --contestó el Velludo. :
~~-Sí, tómala, y pelillos a la m a r —res- —-Pero cuidado, ya sabéis que ella
308 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

debe ignorar q u e todo esto se hace de camas de h i e r b a seca, d u r m i ó aqnji


orden del señor de Cuéllar. ¡Pobreci- noche con sus nuevos cofrades los 1^
11a! Casi m e daba lástima esta t a r d e doleros.
c u a n d o la vi, p e n s a n d o en quién se la
va a llevar.
CAPITULO III
— E n efecto — r e s p o n d i ó el c a p i t á n — ,
si se la llevase el diablo sería m e j o r Hermosa cazadora
p a r a ella q u e no ir a p o d e r de t u a m o ;
Con el cabello de oro suelto al viento
y creo que es l i n d a como u n sol. de rosas y de flores coronado,
— E s la mejor moza —dijo el halco- ¿eres Napea áe este valle estrecho
que alcanza con ligero movimiento
n e r o — que h e visto en m i v i d a ; no h a y al jabalí sediento
u n halcón más listo n i más gallardo. y del ciervo la planta voladora?
— P u e s , se^or, eso n o nos toca a nos- Herrer».
Rondaba en torno de él cuerpo muerto
otros considerarlo —contestó el capi- negra fantasma o sombra descarnada'
t á n — ; si se fuese a pensar en lástimas,
se tendría que estar u n h o m b r e toda
y con amiga
su vida sin m a t a r u n p á j a r o . Dile a íu caricia le adestró con ir delante
a m o que está corriente. ¿Quieres echar pidiéndole por señas que le siga.
Valbusn»,
u n trago?
—Vaya, venga una bota de vino y Apenas el sol brillaba en el horizonte
m e voy, no sea que ese maldito viejo de cuando u n confuso estruendo de boci-
Ñ u ñ o , que desconfía de todos, sospe- nas, ruido de gente y estrépito de ca-
che de m í no v i é n d o m e en el castillo. ballos resonaron a la redonda por c]
El capitán entre tanto m a n d ó a su p i n a r y a n u n c i a r o n la grita y algazara
p e r r o que trajese la bota que llevaba q u e precede a u n a cacería.
uno de los ladrones, y h a b i e n d o vuelto — A r r i b a , m u c h a c h o s —gritó el Ve.
con ella la alargó al h a l c o n e r o , que la Iludo a su gente, q u e , ya despierta,
besó un rato m u y cariñosamente. Luego estaba dando fin a u n lechón de que
q u e h u b o bebido se despidió y alejó había cenado la noche antes y vaciando
con el mismo recato q u e h a b í a venido, algunas botas de vino, sentada a la re-
y el V e l l u d o volvió a d o n d e estaba su donda a la entrada de su habitación.
comitiva. —Hoj 7 tenemos q u e hacer —prosi-
g u i ó — ; y a u n q u e la empresa no creo
Como ya se h a b í a puesto el sol, de-
que sea arriesgada, p i d o , no obstante,
t e r m i n a r o n retirarse a su h a b i t a c i ó n , y
que estemos alerta, n o se nos escape la
e m p r e n d i e r o n alegremente su m a r c h a .
liebre.
Llevaban a Usdróbal en m e d i o , aga- Concluyeron el a l m u e r z o , y todos st
sajándole a su m a n e r a y t r a t á n d o l e pusieron en movimiento muy alboro-
como si hiciese u n siglo que a n d u v i e r a n zados con las noticias de su capitán,
j u n t o s , y cada cual le refirió sus proezas que, dirigiéndose a Zacarías, le llamó
d u r a n t e las dos horas largas que tar- p a r a q u e reemplazase en su empleo al
daron en llegar a las márgenes del P i - catalán, q u e a q u e l día, a causa de su
r ó n , donde h a b í a u n a cueva en la mis- herida, tenía q u e quedarse de guardia.
ma orilla, de e n t r a d a m u y estrecha y Zacarías llegó al Velludo con el ros-
disimulada. tro m u y compungido y los ojos cubier-
No p u d o menos U s d r ó b a l de horrori- tos de lágrimas, lo q u e habiendo B°*
zarse de algunos hechos que le conta- tado éste, le preguntó q u é le había su-
r o n , pero no h a b í a otro r e m e d i o , y hu- cedido q u e así lloraba,
biera sido m i r a d o como u n a flaqueza — H e tenido u n sueño esta noche—w
manifestar el m e n o r disgusto. Disimu- contestó, suspirando con voz muy ,e"
ló lo m e j o r q u e p u d o , e n t r ó en la cueva, n u e — que m e tiene extremadameít 6
bajó u n a cuesta m u y p e n d i e n t e , guiado afligido, i A h !
p o r el Velludo, Y en u n espacioso — P u e s entonces—respondió el cap»*
salón s u b t e r r á n e o , donde h a b í a algunas tan, sonriéndose—no m e lo cuentea, í
SANCHO SALDAÑA 309

v e las órdenes q u e voy a d a r t e , y de- r í a s — . ¡ A h ! Si estuviera a q u í el e r m i -


•'«innos
11
de maulerías. taño que m e enseñó latín, ¡cuan opor*
éo " i - i
^-%& < l u e e n medio de mi sueno—re- t u n a m e n t e encajaría a q u í sus t e x t o s ! . . .
¡jcó Zacarías, debilitando más el t o n o ¡ p e r o yo, miserable gusano! ¡Misera'
j . voz y sollozando— he sentido q u e bilis!
_ e llamaban. ¡ H í ! ¡ H i ! — A d e l a n t e —gritó el c a p i t á n .
•Vive D i o s ! —exclamó el Vellu- — ¡ A h ! Sí, n o os irritéis. La i r a . . . ,
Aj,-, que si venís a llorar a h o r a , q u e aquí venía bien u n texto, pero no m e
. ^ g a yo q u e lloréis de veras. acuerdo ; seguiré : vino la voz, y dijo :
^Placida, cuput exultit uitda. ¡ H i ! « ¡ Z a c a r í a s ! ¡ Zacarías!» Y creí yo q u e
.gj! ¡ H ü Mostradme la cara plácida m e llamabais vos, que habíais t e n i d o
__re8pondíó Zacarías. alguna visión...
_ ¡ P o r la Virgen de C o v a d o n g a ! — ¡ D i a b l o ! — g r i t ó el capitán—. ¡ Q u é
.-repuso enfadado, el V e l l u d o — , pen- visión ! Sigue. ¡ Voto v a ! . . .
ad que no soy un ama de cría y q u e
— ¡ S e ñ o r ! ¡ S e ñ o r ! N o os enojéis con
tenéis va cerca de cincuenta años.
vuestro h u m i l d e siervo. ¡ H i ! ¡ H U P a s c
_Si os enojáis conmigo m e callaré adelante •—prosiguió Zacarías—-. Pues es,
-replicó el h i p ó c r i t a g i m o t e a d o r — ; yo el caso q u e siguió la voz d i c i e n d o : «El
¿¿lo quería deciros... ¡ H i ! ¡ H i ! infierno se abre ya p a r a devorarte, y
Sí jio h u b i e r a n sido la destreza y ha- no te basta para evitarlo el viaje q u e
bilidades de Zacarías t a n útiles al Ve- luciste a T i e r r a Santa de p e r e g r i n o , n i
llodo, sin duda éste no h a b r í a aguan- h a b e r sido sacristán, ni vivir ahora e n
lado su impertinencia, n i oí dolé llorar el Y e r m o , n a d a , si n o predicas a t u s
apenas, cuando le hubiese e n j u g a d o los compañeros y logras de ellos q u e n o
ojos con el m a n g o , si no con el filo, de echen maldiciones, ni blasfemen, ni j u -
*u hacha, da m o d o que n o h u b i e r a vuel- ren como a c o s t u m b r a n . . . » «Esta b i e n ,
to a tener necesidad otra vez de n a d i e ¡yo lo p r e d i c a r é ! Yo lo p r e d i c a r é ! » ,
qiie le consolara; pero la conocida su- dije, y no oí más. ¡ H i ! ¡ H i ! ¡ H i !
tiles del viejo h i p ó c r i t a p a r a ciertos
planes y su m u c h a destreza p a r a poner- — ¿ H a s acabado? — p r e g u n t o el ca-
lo* en práctica le hacían tan necesario pitán.
i su capitán, q u e , viendo q u e persistía —Sí, s e ñ o r ; vuestro siervo n o oyó
tn llorar, tuvo a b i e n callarse y oírle, m á s ; p e r o es preciso q u e vos seáis el
wnque no sin j u n t a r las cejas de cuan- p r i m e r o q u e os corrijáis del vicio d e
do en cuando, mover la cabeza, mostrar j u r a r a cada m o m e n t o .
«i impaciencia, i n t e r r u m p i é n d o l e con — P u e s d a m e p o r corregido y ó y e m e .
na «¡Hern!» u otra expresión de en- — ¿ M e lo p r o m e t é i s ?
íado más de u n a vez. — T e lo j u r o , y óyeme, q u e antes es
—Tengo q u e oiros por fuerza—dijo la obligación que la devoción.
H Velludo—: decid lo q u e queráis, y — A u n mismo t i e m p o , señor, a un
taeve, mismo tiempo —replicó Zacarías, enju-
—No gastaré m u c h o t i e m p o —repuso gándose los ojos con los dedos.
e
¡ dolorido moralista—, p o r q u e el dia- —Está bien — contestó el Vellu-
blo suele aprovecharse d e aquel q u e pa- d o — ; tratemos a h o r a de lo que h a y
lmos ociosamente. que h a c e r , y n o canses. E n p r i m e r lu-
"-¡Hem! D e c i d — i n t e r r u m p i ó el ca- gar, hoy desempeñarás las funciones de
pitán. teniente en vez del catalán, y dispon-
~Voy a ello... esta n o c h e . . . , temor in drás d e la mitad de la t r o p a , dividién-
Quila, y no sé m á s . . . ¿Quare conturbas dola en varias emboscadas por todo el
*•? ¡Hi! ¡Hi! p i n a r , acá y a l l á , según m e j o r te parez-
"~-¡Hem! —volvió a exclamar el Ve- ca. E n segundo l u g a r , ¿ n o oyes? ¿ Q u é
ido dando u n a patada en el suelo diablos estás ahí m u r m u r a n d o ?
1
tiernamente. —Sí oigo —replicó Zacarías con su
""Vino, como digo —continuó Zaca- í acostumbrada mansedumbre—; pero;

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308 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

d e b e ignorar q u e todo esto se hace de camas de h i e r b a seca, durmió aquají


o r d e n del señor de Cuéllar. ¡Pobreci- noche con sus nuevos cofrades los iba
11a! Casi m e daba lástima esta tardo doleros.
c u a n d o la vi, p e n s a n d o e n quién se la
va a llevar.
CAPITULO III
— E n efecto — r e s p o n d i ó el capitán-—,
si se la llevase el diablo sería m e j o r Hermosa cazadora
p a r a ella q u e no ir a p o d e r de tu a m o ;
Con el cabello de oro suelto al viento
y creo que es l i n d a como u n sol. de rosas y de flores coronado,
•—Es la m e j o r moza —dijo el halco- ¿eres Napea d-e este valle estrecho
que alcanza con ligero movimiento
nero—- que h e visto en m i v i d a ; no h a y al jabalí sediento
u n halcón más listo n i más gallardo, y del ciervo la planta voladora?
—-Pues, señor, eso n o nos toca a nos- Hei-rer».
Bondaba en torno de él cuerpo muerto
otros considerarlo —contestó el capi- negra fantasma o sombra descarnada'
t á n — ; si ,se fuese a pensar en lástimas,
se tendría que estar u n h o m b r e toda
y con amiga
su vida sin m a t a r u n p á j a r o . Dile a tu caricia le adestró con ir delante
a m o que está corriente. ¿Quieres echar pidiéndole por señas que le siga.
u n trago? Valbuío».

—Vaya, venga una bota ele vino y Apenas el sol brillaba en el horizonte
m e voy, n o sea que ese m a l d i t o viejo de cuando u n confuso estruendo de boci-
Ñ u ñ o , q u e desconfía de todos, sospe- na?, ruido de gente y estrépito de ca-
che de m í no viéndome en el castillo. ballos resonaron a la redonda por el
El capitán entre tanto m a n d ó a su p i n a r y a n u n c i a r o n la grita y algazara
p e r r o que trajese la bota q u e llevaba que precede a u n a cacería.
u n o de los ladrones, y h a b i e n d o vuelto — A r r i b a , m u c h a c h o s —gritó el Ve-
con ella la alargó al halconero, q u e la lludo a su gente, q u e , ya despierta,
besó un rato m u y cariñosamente. Luego estaba d a n d o fin a u n lechón de que
q u e h u b o bebido se despidió y alejó había cenado la noche antes y vaciando
con el mismo recato q u e h a b í a venido, algunas botas de vino, sentada a la re-
y el Velludo volvió a d o n d e estaba su donda a la entrada de su habitación.
comitiva. — H o y tenemos q u e hacer —proii-
g u i ó — ; y a u n q u e la empresa no creo
Como ya se h a b í a puesto el sol, de-
q u e sea arriesgada, p i d o , no obstante,
t e r m i n a r o n retirarse a su h a b i t a c i ó n , y
q u e estenios alerta, n o se nos escape la
e m p r e n d i e r o n alegremente su m a r c h a .
liebre.
Llevaban a Usdróbal en m e d i o , aga- Concluyeron el a l m u e r z o , y todos se
sajándole a su m a n e r a y t r a t á n d o l e pusieron en movimiento muy alboro-
como sí hiciese un siglo que a n d u v i e r a n zados con las noticias de su capitán,
j u n t o s , y cada cual le refirió sus proezas que, dirigiéndose a Zacarías, le llamó
d u r a n t e las dos horas largas que tar- p a r a q u e reemplazase en su empleo al
daron en llegar a las márgenes del P i - catalán, q u e a q u e l día, a causa de B0
r ó n , donde h a b í a u n a cueva en la mis- h e r i d a , tenía que quedarse de guardia.
ma orilla, de e n t r a d a m u y estrecha y Zacarías llegó al Velludo con el ros-
disimulada. tro m u y compungido y los ojos cubier-
N o p u d o menos U s d r ó b a l de h o r r o r i - tos de lágrimas, lo q u e habiendo no-
zarse d e algunos hechos que le conta- tado éste, le p r e g u n t ó q u é le había so-
r o n , pero no h a b í a otro r e m e d i o , y hu- cedido q u e así lloraba.
biera sido m i r a d o como u n a flaqueza — H e tenido u n sueño esta noche—v
manifestar el m e n o r disgusto. Disimu- contestó, suspirando con voz ionf **
ló lo m e j o r q u e p u d o , e n t r ó en la cueva., n u e — q u e m e tiene extremadamente
bajó u n a cuesta m u y p e n d i e n t e , guiado afligido. ; A h !
por el V e l l u d o , y en u n espacioso — P u e s entonces—respondió el <*P*
salón s u b t e r r á n e o , donde h a b í a algunas tan, sonriéndose—no m e lo cuentes, )
SANCHO SALDAÑA 309
l
• e las órdenes q u e voy a d a r t e , y de- rías—-. ¡ A h ! Si estuviera a q u í el e r m i -
.L,0nos de maulerías. taño que m e enseñó latín, ¡ cuan opor-
_-Es que en medio de m i sueño—re- t u n a m e n t e encajaría a q u í sus t e x t o s ! . . .
Ücó Zacarías, debilitando más el tono ¡ p e r o y o , miserable gusano! ¡Misera-
ÍL voz y sollozando— h e sentido que bilis!
m e llamaban. ¡ H i ! ¡ Hi! •—Adelante —gritó el c a p i t á n .
__¡Vive D i o s ! —exclamó el Vellu- — ¡ A h ! Sí, n o os irritéis. La ira...^
do—i c I u e s* v e m s a llorar a h o r a , qtie aquí venía bien u n texto, p e r o no m e
né hag a y ° * I u e H ° r é í s de veras. a c u e r d o ; s e g u i r é : vino la voz, y d i j o :
^-placida} cuput exultit unda. ¡Hi! «¡ Z a c a r í a s ! ¡ Z a c a r í a s ! » Y creí yo q u e
•Hü ¡HÜ Mostradme la cara p l á c i d a m e l l a m a b a i s vos, q u e habíais tenido
^respondió Zacarías. alguna visión...
_ ¡ P o r la Virgen de Covadonga! — ¡ D i a b l o ! — g r i t ó el c a p i t á n — . ¡ Q u é
—repuso enfadado, el V e l l u d o — , pen- visión ! Sigue. ¡ Voto v a ! . , .
ad que no soy un ama de cría y que
— ¡ S e ñ o r ! ¡ S e ñ o r ! No os enojéis con
tenéis ya cerca de cincuenta años. vuestro h u m i l d e siervo. ¡ H i ! ¡ H i ! P a s o
—Si os enojáis conmigo m e callaré adelante —prosiguió Zacarías—. Pues es
—replicó eí hipócrita g i m o t e a d o r — ; yo el caso q u e siguió la voz diciendo : « E l
¿ólo quería deciros .. ¡ H i ! ¡ H i ! infierno se a b r e ya p a r a devorarte, y
Si 110 h u b i e r a n sido la destreza y ha- n o te basta para evitarlo el viaje q u e
bilidades de Zacarías t a n útiles al Ve- hiciste a T i e r r a Santa de peregrino, n i
lludo, sin duda éste no h a b r í a aguan- h a b e r sido sacristán, n i vivir ahora en
lado su impertinencia, ni oídole llorar el Y e r m o , n a d a , si no predicas a t u s
I apenas, cuando le hubiese enjugado los compañeros y logras de ellos q u e n o
ojos con el m a n g o , si no con el filo, de echen maldiciones, n i blasfemen, ni ju»
$u hacha, da m o d o q u e n o h u b i e r a vuel- ren como acostumbran ..» «Esta b i e n ,
to a tener necesidad otra vez ele n a d i e ¡ yo lo p r e d i c a r é ! Yo lo p r e d i c a r é ! » .
qiie le consolara; pero la conocida su- dije, y no oí m á s . ¡ H i ! ¡ H i ! ¡ H i !
tiles del viejo h i p ó c r i t a p a r a ciertos
planes y su m u c h a destreza p a r a poner- — ¿ H a s acabado? — p r e g u n t o el ca-
los en práctica le hacían tan necesario pitán.
a su capitán, q u e , viendo q u e persistía —Sí, s e ñ o r ; vuestro siervo no oyó
en llorar, tuvo a b i e n callarse y oírle, m á s ; p e r o es preciso q u e vos seáis el
«roque no sin j u n t a r las cejas de cuan- p r i m e r o q u e os corrí jáis del vicio d e
do en cuando, mover la cabeza, m o s t r a r j u r a r a cada m o m e n t o .
flt impaciencia, i n t e r r u m p i é n d o l e con — P u e s dame p o r corregido y ó y e m e .
an «¡Hem!» u otra expresión de en- — ¿ M e lo p r o m e t é i s ?
fado más de u n a vez. — T e lo j u r o , y óyeme, q u e antes es
-Tengo q u e ciros por fuerza—dijo la obligación q u e la devoción.
ff Velludo—; decid lo que queráis, y —A u n mismo tiempo, señor, a u n
kreve. mismo tiempo —replicó Zacarías, enju-
—No gastaré m u c h o t i e m p o —repuso gándose los ojos con los dedos.
(
' dolorido moralista—, p o r q u e el dia- —Está bien — contestó el Vellu-
blo suele aprovecharse d e aquel q u e pa- d o — ; tratemos ahora de lo que h a y
nnos ociosamente. que h a c e r , y no canses. E n p r i m e r lu-
~-¡Hem! Decid — i n t e r r u m p i ó el ca- gar, hoy desempeñarás las funciones de
pitán. teniente en vez del catalán, y dispon-
"^-Voy a ello.., esta n o c h e . . . , temor in drás de la mitad de la t r o p a , dividién-
"unía, y no sé m á s . . . ¿Quare conturbas dola en varias emboscadas por todo el
?
* ¡Hü ¡Hi! p i n a r , acá y a l l á , según m e j o r te parez-
"-"iHem! —volvió a exclamar el Ve- ca. E n segundo l u g a r , ¿no oyes? ¿ Q u é
, . , ° dando u n a patada en el suelo diablos estás ahí m u r m u r a n d o ?
lentamente. • —Sí oigo —replicó Zacarías con st¡
~-Vino, como digo —continuó Zaca- i acostumbrada m a n s e d u m b r e — ; per&
310 OBRAS COMPLETAS DE D( N JOSÉ DE ESPRONCEDA

estoy al m i s m o t i e m p o r e p a s a n d o u n E n este t i e m p o los cazadores había»


texto. soltado los halcones, q u e , ya remonta.,
— P u e s como digo, seguirás sin per- dose hasta las n u b e s , ya deteniendo ei
der de vista u n a joven. . esto es, si va vuelo, ya desprendiéndose p o r los aire»
p o r donde tú estés; ya la conoces, la h a b í a n levantado u n a garza que p e J
del castillo de Iscar. seguían.
— ¡ A h ! , sí, la que n o q u i e r e dar al El tropel de los caballos lanzado^ a
César lo que es del César —contestó Za- la carrera resonó al p u n t o por todo e]
c a r í a s — ; es decir, la q u e se niega a bosque, y Leonor de Iscar, q u e acom,
u n h o m b r e tan santo como el señor de p a ñ a b a efectivamente a su h e r m a s
Cuéllar, como el halconero avisó al Vellu¿ 0 '
•—La misma, p e r o n o h a y que mentar n o h a b í a sido la ú l t i m a q u e a rienda
d e l a n t e d e ella s e m e j a n t e n o m b r e ni suelta seguía el vuelo del pájaro caza,
a u n p o r asomo — r e s p o n d i ó el Velludo. dor, m u y ajena de la celada que ] a
•—Entiendo —replicó el g a z m o ñ o — , p r e p a r a b a n . E l estrépito que traían dio
entiendo lo q u e se quiere. a conocer al Velludo el camino n ue
'•—Para esta n o c h e h a de estar ya en debía seguir sin ser visto, aunque mág
m i p o d e r , cueste lo que costare, aun- de u n a vez, oculto entre las ramas, vio
que el de Cuéllar rae h a encargado que pasar la divertida tropa no lejos de don-
no se haga n a d a a la fuerza, y proce- de estaba, y la rubia cabellera de Leo-
damos con astucia en t o d o , nor, que ondeaba suelta en elegantes ri-
•—Se h a r á — r e s p o n d i ó Zacarías—como zos sobre su espalda, brilló como un ra-
deseáis. yo de sol entre los árboles a los ojos del
-—Sin hacerla daño alguno •—replicó b a n d o l e r o . Seguida d e su hermano y
el V e l l u d o — , ni tocarla a l pelo de algunos otros, aguijaba u n generoso ca-
la r o p a , a u n q u e de esto yo c u i d a r é , ballo tordo con tanta bizarría y atievi-
p o r q u e ninguno de vosotros es de f i a r ; m i e n t o como el cazador m á s experimen-
y cuidado, que el q u e tenga la suerte tado, y a su agilidad y a la presteza de
de apoderarse de ella la haga el m e n o r su carrera se la h a b r í a podido tomar
m a l , p o r q u e de u n hachazo h a r é yo p o r u n a sílfide, volando en alas del
q u e le bailen los sesos. A h o r a llévate viento, llena de belleza y de gallardía.
la gente q u e necesites y ve arreglando Cualquier m a l paso que se ofrecía a
la emboscada por la p a r t e de la dere- su camino, cualquiera zanja, era ella la
cha al otro lado del convento, q u e yo p r i m e r a q u e la saltaba, a pesar de los
m e voy por la i z q u i e r d a . Si p u d i e r a gritos de su h e r m a n o , que trataba de
ser, sería m e j o r evitar un e n c u e a t r o contenerla, y con a d m i r a c i ó n de todos
con los cazadores y retirarnos a la cueva los que la veían, y su halcón, que ha-
a l m o m e n t o q u e se haga el robo. b í a sido el p r i m e r o lanzado sobre la
—Se h a r á como deseáis —respondió garza, parecía querer imitar a su «Co-
Zacarías con m u c h a h u m i l d a d — y vues- ra en el e m p e ñ o con q u e la acosaba,
tro siervo os o b e d e c e r á ; servum erat... de lo que iba ella no poco vanagloriosa.
erat.,, ¡Maldita m e m o r i a la m í a ! Me Y a se cernía sobre su presa con airosa
alegro de hacer este servicio al señor confianza, o ya, calando de lo alto, se
de Cuéllar, que tiene trazas de ser un arrojaba con velocidad, mientras la gar-
bendito. za, dando temerosos graznidos, buscaba
Dicho esto contó su gente, llevándo- en vano dónde acogerse de su enemigo.
se seis h o m b r e s consigo, y entre ellos a P o r ú l t i m o , Leonor vio a su halcón caer
U s d r ó b a l , predicándoles por el camino sobre ella y venir ambos pájaros a'
q u e no j u r a s e n , sino al c o n t r a r i o , imi- suelo revoloteando.
tasen su devoción, no dejándose tentar E r a entonces el m o m e n t o de glorl*
del demonio, etc. ; y el Velludo, se- p a r a los cazadores, q u e miraban coffi
guido de su mastín, echó a a n d a r con m i triunfo la dicha del q u e llegaba pri-
otros tantos hacia la p a r t e opuesta del m e r o a a r r e b a t a r al halcón su p re88.
bosque. Todos en aquel m o m e n t o espolearon

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SANCHO SÁLDAÑÁ 311

aU3 trotones con más ahinco que nunca, mundo si te hubiese perdido? —respon-
•jjjpeliéndolos con la velocidad del rayo, dió Leonor con una dulce sonrisa—; al
cortando por diferentes caminos para único apoyo que me ha dejado mi pa-
llegar antes al sitio donde el halcón y dre, pero tú dices eso sólo por galan-
su presa se habían derribado luchando. tería.
Leonor fue la primera que lo vio y la —No, a fe de caballero —replicó Her-
míe primero arrojó su buen tordo por nando—; tan cierto es eso como que
e l sendero que se le presentó delante. nadie puede disputarte el triunfo en la
Ya unos a otros se atropellaban, tra- caza, no sólo entre las damas, sino en-
bajando éste por ganar y aventajar al tre los más ágiles caballeros.
que tenía a su lado, aquél por interpo- —¿Te burlas, Hernando? —-respondió
ner su caballo y detener al que le se- Leonor—, Te he vkto más de una vez
(juía y trataba de adelantársele, y Leo- sujetar tu caballo a tiempo que me al»
nor, sola delante de todos, volaba sin eanzabas; pero dejémonos de cumpli-
reparar en zanjas y precipicios. De re- mientos y vamos a ver qué tal nos dan
pente el caballo de su hermano se pre- de comer estos buenos monjes que nos
cipita y llega a juntarse al suyo, y un aguardan.
hoyo hondísimo y de bastante anchura Diciendo así, con aquella gracia que
parece oponerse a su velocidad. Era presta la hermosura de tina mujer a
preciso torcer a un lado o, de lo con- cuanto dice, saltó sobre su caballo con
trario, despeñarse en aquella sima, que mucho donaire y delicada soltura, y
no habría podido saltar el trotón de más habiéndola imitado Hernando, se enca-
ligereza. Ya iba Leonor a tomar la vuel- minaron todos hacia el convento que
ta cuando, volviendo la cabeza para ver a lo lejos entre los árboles se descubría.
qué distancia llevaba a los que la se- Este edificio aislado, de que hoy día
guían, ve el caballo de su hermano, quedan algunas ruinas, estaba siluado,
furioso de la carrera, desbocarse y pre- yendo de Iscar a Cuéllar, a la derecha
cipitarse, y, sin que bastasen a conte- de los pinares sobre las márgenes del
nerle el freno ni la ¡destreza de su ji- P i r ó n ; su arquitectura gótica, sus pun-
nete, abalanzarse desesperadamente ha- tiagudas torres y su fachada lóbrega y
cia el precipicio. No era tiempo de pa- espaciosa correspondían al gusto del si-
rarse a reflexionar. Leonor lanza un glo en que se construyó, y sólo en aquel
grito, da vuelta de pronto a su pala- desierto, era un asilo muy a propósito
frén y como un viento se pone entre para los que deseaban retirarse a la
su hermano y el despeñadero, coge la soledad. Un extenso cercado, que servía
rienda del desenfrenado animal y, tirán- de huerta, daba entrada a un cemente-
dole fuertemente de un lado, corta el rio, donde estaban enterrados los pri-
ímpetu de su carrera y salva la vida de meros poseedores del castillo de Iscar.,
¿u hermano, dejándole, más que nunca, y en que se contaban hasta veinte lápi-
sorprendido -de su agilidad. das escritas con los nombres y hazañas
Este suceso fue causa de un momento de los ilustres abuelos de los dos her-
de detención; no obstante, Leonor so manos. En otro tiempo había habido
arrojó la primera a quitar al halcón la en aquel sitio una ermita dedicada a
desdichada garza, apeándose de su ca- un santo célebre por su,s milagros, pero
ballo, y cuando los demás llegaron, ya la devoción y las limosnas de los seño-
el pájaro vencedor pulía las plumas de res de Iscar la convirtieron por último
s
u pecho airosamente posado en la en un. convento, engrandeciéndola con
mano de la intrépida cazadora. Alza- sus dádivas, y desde entonces todos los
fon todos mil aplausos a su victoria, y propietarios del castillo habían tomado
Hernando (que así se llamaba su her- a los monjes bajo su protección, ha-
mano) no pudo menos de abrazarla ca- biendo hecho allí grabar las armas de
rnosamente, jnrando que la debía la su nobleza y establecido su panteón. A
vida. pesar de las vicisitudes de los tiempos,
la fe v devoción de los habitantes de
~~-¿Y qué hubiera sido de mí en el
312 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Iscar no h a b í a p e r d i d o n a d a de su pri- mosa h e r m a n a de H e r n a n d o , no p ü j ^


m e r a r d o r , y así H e r n a n d o como su her- menos de distraerla y a d m i r a r l a el ¿,
m a n a a c o s t u m b r a b a n de t i e m p o en tiem- tasis ¡de u n h o m b r e que, a poca distan
p o a ofrecer a Dios en aquel t e m p l o cia suya, ya se golpeaba furiosamente
sus oraciones y a visitar los sepulcros el p e c h o , ya besaba la tierra, o
y«.
de sus antepasados. puesto en cruz, parecía como enajen».
El abad, a quien de a n t e m a n o ha- d o . E r a alto seco y a m o j a m a d o , y D o
bían avisado, los a g u a r d a b a ya en u n a era la p r i m e r a vez que a q u e l día ^
habitación fuera de clausura en el ves- había ¡presentado a sus ojos, figurando,
tíbulo del convento. H a b í a h e c h o dispo- sele, y no sin fundamento, que le había
n e r allí u n a a b u n d a n t e comida p a r a los visto ya en el b o s q u e t a n cerca de ell a
señores, mientras p a r a los criados se y siguiéndola a todas partes como si hre»
p r e p a r ó el b a n q u e t e a la sombra de los se su s o m b r a , A despecho de la humil.
pinos con la misma a b u n d a n c i a , a u n - d a d que manifestaba, su apariencia no
q u e con menos p r e p a r a t i v o s . Todos los le era m u y favorable, teniendo más tra»
p o b r e s de los alrededores h a b í a n acu- zas de h i p ó c r i t a consumado que de ver-
dido al gaudeamos q u e les esperaba, dadero religioso, y sin saber por qué
p o r q u e en tales festines tenía todo el Leonor sintió cierta repugnancia al ver-
m u n d o entrada libre, el vino iba a cán- le, q u e n o p u d o menos de comunicar en
taros y el regocijo era general. voz baja a su h e r m a n o . P e r o ésle, sin
Los señores de Iscar, cuando llegaron, r e p a r a r casi en él, le contestó que era
fueron recibidos con mil vivas de los u n a simpleza tener misido de u n hombre
parásitos que a g u a r d a b a n h a r t a r su q u e sería, sin d u d a , algún p o b r e atraído
h a m b r e a costa ajena aquel día, y el allí por el olor del b a n q u e t e como otros
abad del convento, h o m b r e respetable muchos. Con esto Leonor quedó tran-
por sus años y grave aspecto, salió a quila, o a p a r e n t ó q u e d a r l o , y al tiempo
recibirlos acompañado de otros p a d r e s , que estaban en todo el fervor de su
y en llegando a ellos los saludó incli- devoción, el supuesto p a d r e vino an-
n a n d o la cabeza l i g e r a m e n t e : d a n d o de rodillas hacia ellos, como si
— E l Señor sea con vosotros. quisiera llegarse así hasta el altar en
A m b o s h e r m a n o s , apeándose de sus un éxtasis tan profundo q u e d n repa-
caballos, hincaron rodilla en tierra y le r a r en H e r n a n d o tropezó con él, de lo
besaron la m a n o , u n o después de otro, q u e éste m u y irritado, y sin poder con-
con m u c h o respeto, y el a b a d , levan- tenerse, indignado ide la torpeza de
tándolos con majestad y como acos- aquel villano, le dio u n empellón sin
t u m b r a d o a recibir semejantes muestras mirarle q u e le arrojó de sí haciéndole
de consideración, los llevó a la iglesia caer en t i e r r a . Pareció el pobre llevar
p a r a q u e orasen. este golpe con resignación yéndose a
— Y a , hijos míos, q u e habéis \ enido otro lado al instante, sin interrumpir
hoy a visitar los h u m i l d e s siervos de sus rezos al parecer, d o n d e después que
Nuestro Señor — d i j o el reverendo-—, os estuvo en oración algunos minutos se
pagaremos con la m e j o r voluntad la levantó y salió de la iglesia andando de
h o n r a q u e nos hacéis, p o r q u e en la mesa espaldas hacia la p u e r t a .
del p o b r e n o h a l l a r á el rico lo q u e De allí a u n r a t o , H e r n a n d o , su her-
a r r o j a de la suya para sus perros. m a n a y el abad salieron también de la
—Señor —respondió H e r n a n d o — , si iglesia, y cuando e n t r a r o n en la sala
esta mansión es agradable a Dios, ¿poi- del comedor, H e r n a n d o echó de menos
qué no lo ha de ser para los potentados su rosario de oro q u e llevaba colgado al
de la t i e r r a ? lado, y que no p u d o hallarse por ma8
— E l q u e se h u m i l l a ante Dios será q u e se buscó en todas p a r t e s .
ensalzado. Sin d u d a el p o b r e se lo había lleva-
E n t r a r o n luego en la iglesia, arrodi- do por equivocación. P e r o este suceso,
llándose todos, y rezaron sus oraciones. no h a b i e n d o alterado en ningún modo
No obstante el recogimiento de la her- la alegría de los convidados, el aba»
í1-
SANCHO SALDABA 313

keadijo ^ a m e s a -> y I ° s des h e r m a n e s hace h a b l a r de su i m p i e d a d en todos


p sentaron a la cabecera mientras que
estos contornos?
iffunos otros gentileshombres de su P o c o después de esta conversación,
J^itiva se colocaron a los extremos. y h a b i é n d o s e levantado de la mesa los
_-;Y qué tal, b u e n p a d r e , a h o r a que dos h e r m a n o s , salieron al c a m p o , y
interrumpen las armas la paz d e Leonor r e p a r t i ó entre los pobres q u e
vnestro retiro —-preguntó H e r n a n d o al más infelices le parecieron algunas mo-
abad—' se n a r e P u e s t o e l convento de nedas q u e llevaba p a r a el efecto. Col-
Uj pérdidas q u e sufrió en las últimas m a d a de bendiciones de los ancianos,
disensiones? y a d m i r a d a de los jóvenes por su be-
—Dios p r u e b a al justo en las tribu- lleza, volvía ya a d o n d e su h e r m a n o y
laciones •—respondió el a b a d — ; p e r o el abad disputaban sobre el derecho
ahora que se ha servido dar la paz a q u e tenía a la corona Sancho el Bra-
8US reinos, gozamos de bastante t r a n - v o , rey de Castilla en aquella época,
quilidad. cuando notó q u e u n a m u j e r cubierta
—¿Y vos creéis q u e esta paz sea du- da pies a cabeza d e u u a almalafa o
radera? capa morisca, cuya capucha le cubría
—Nosotros al menos lo deseamos — r e - el rostro, la seguía t i r á n d o l e del ves-
plicó el abad. tido como t r a t a n d o de detenerla. Y a
—Pues yo n o •—-repuso el señor d e I-- h a b í a vuelto Leonor la cabeza más de
car—-, ni lo deseo, ni creo tampoco que u n a vez a mirarla., y h a b i é n d o l a toma-
e] usurpador del trono ¡de su p a d r e do por u n a p o b r e , le había dicho con
goce largo t i e m p o del p o d e r que con dulzura q u e se retirase y n o la m o -
tan peca razón ejerce, y día llegará.., lestase m á s , pues había dado p a r a to-
- H i j o mío — i n t e r r u m p i ó el abad—, I dos la limosna q u e le pedía. P e r o n o
los caminos de Dios son desconocidos por esto la i m p e r t i n e n t e p o b r e deja-
al hombre; c u a n d o yo en otro t i e m p o b a de seguirla sin q u e r e r separarse d e
vestí la cota en vez de la cogulla, no ella, y tirándole del vestido cada vez
deseaba menos q u e vos la guerra, pero con más fuerza. V i e n d o L e o n o r sxi te-
era contra los infieles enemigos de la n a c i d a d , creyó sería alguna más infe-
religión y no contra mis propios her- ' liz q u e las otras q u e no tenía bastante
manos, como h a sucedido a h o r a , y co- con lo ya dado, y sacando u n a m o n e -
mo esperáis q u e vuelva a suceder den- I da de o r o , alargó la m a n o p a r a dar-
tro de poco t i e m p o . | sela sin p a r a r s e . P e r o c u á l iue su ;or-
] presa viendo q u e a q u e l l a m u j e r q u e
—¿Y vos, q u e habéis recibido tan- 1 con tanto empeño la perseguía, y q u e
tos agravios de uno de los primeros fa- ella creía u n a de las m á s miserables,
voritos del rey D o n Sancho, quiero de- se negaba a recibir el dinero que h a b r í a
cir t!e Rodrigo S a l d a ñ a , q u e tanto ha llenado de regocijo al m á s desconten-
perseguido vuestro reposo, cómo n o de- tadizo m e n d i g o .
seáis vengaros de vuestros enemigos?
—exclamó el joven señor de Iscar con —Mujer—le dijo entonces—¿qué
impetuosidad. quieres de m í ? ¿ n i qué otra cosa pue-
—La venganza es u n sentimiento p r o - do yo darte?
fano que no entra minea en el pecho — Y o n o quiero n i necesito nada d e
«el humilde siervo de Dios—repuso el tí — l e respondió una voz suavís'ma en
abad—, y e l señor de Cuéllar desapa- tono tan bajo q u e Leonor tuvo q u e
recerá como su i m p í o p a d r e , y sobre- acercarse p a r a oírla b i e n — , al contra-
altarán su vida los r e m o r d i m i e n t o s . rio —prosiguió—, vengo a hacerte un fa-
—Así es—dijo L e o n o r — , q u e h e oído vor ', n o desoigas la voz del q u e Viablít
jkcir que Sancho Saldaña no tiene «na en m í . y si no quieres antes de la no-
"ora de t r a n q u i l i d a d . H e r n a n d o y yo che que se t r u e q u e en l i g r i m a s tu ale-
Miemos conocido cuando éramos aún gría, retírate a h o r a mismo a tu casti-
n
'ños, y ¿quién h a b í a de pensar q u e llo y no vuelvas a Jos p i n a r e s , p o r q u e
a,
iuel S a l t a n a sería el mismo q u e hoy hay q u i e n te cela, y si^ue 4 y te ojea, y

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314 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

antes de tres horas te tendrá en su procuraba disfrazar su sobresalto K„i


poder. la máscara de la alegría. *°
En diciendo esto se retiró y ocultó —Veremos si esta tarde —\e J..
entre la confusión de la multitud, sin Hernando volviéndose a ella con mJj*
que Leonor, que había quedado atóni- tras de mucho contento— te llev¡
ta y sorprendida, pudiese seguirla ni palma en la caza de liebres, como
aun preguntarla quién era el que así la mañana en la del halcón.
seguía y trataba de robarla cuando pa- —Mejor sería —le respondió su hg.
recía más arriesga-do que nunca inten- mana con timidez— dejar para otro di»
tarlo, en un día en que iba rodeada de la prueba...
un séquito numeroso y pronto a sa- •—¿Cómo! —repuso su hermano—.,
crificarse por ella. En medio de estas ¿tú, la reina de la caza, y que aguar,
reflexiones la buscaba, no obstante, va- dabas esta tarde alcanzar nuevos trimi.
namente, preguntando por ella a cuan- fos, quieres retardar ahora la prueba
tos hablaba, sin poderla encontrar en de los dos mejores galgos que han acó-
ninguna parte, no habiendo visto nadie sado una liebre?
semejante mujer, lo que aumentando •—-No..., pero... —replicó Leonor sin
el misterio redoblaba su curiosidad. saber qué decir—, ya ves.,, el cielo
El hombre seco y devoto que había está muy nublado, y por la parte de
sin duda robado el rosario de oro a su Olmedo parece anunciar una tempestad.
hermano en la misma iglesia, era el •—Puede ser —le contestó Hernando
único que ella había visto algunas ve- echando una ojeada hacia arriba—•; pero
ces a su entender como si la observa- antes que la tormenta empiece habré,
ra ; pero fuera de que un hombre solo mos nosotros acabado nuestra faena, y
no podía pcometer semejante empresa, al contrario, mejor, porque así el sol
hubiera sido ridículo creer capaz; de no nos molestará como esta mañana
ella a un viejo villano a quien Her- y el aire es más fresco.
nando de sólo un leve empellón habría —Entonces haz lo que quieras —dijo
hecho rodar por tierra. Sin embargo, Leonor viendo que eran inútiles sus ex-
un secreto presentimiento la molesta- cusas—, pero te ruego que no te sepa-
ba, cuanto más se decía a sí misma: res de mí durante la caza.
•—¿Qué fin podría llevarse esta mu- —¿Tienes miedo? •—le preguntó su
jer en engañarme tan neciamente? Lo hermano riendo.
mejor será decírselo a mi hermano y —JNo -—replicó Leonor—; pero ya ves,
dejpr para otro día la prueba de los así estaremos más cerca y podremos
galgos, que harto tiempo queda para auxiliarnos en caso de algún peligro.
correr una liebre. ¿Y si se mofa de mí, —Es cierto —repuso su hermano—;
diciéndome que creo en brujerías? ¿Y podrás tú auxiliarme a mí como esta
si piensa que desdoro mi linaje y me mañana, que si no es por ti me despe-
reconviene de tener temores indignos ña el brioso en aquella sima.
de una dama de mi jerarquía? No, no
En esto ya los cazadores estaban a
se lo diré; él dispondrá lo que guste,
caballo aguardando las órdenes de fu
y cúmplase la voluntad de Dios.
señor, los perros alborotaban con sus
Pensando así, y esforzándose a disi- ladridos, pudiendo apenas los monte-
mular el sobresalto que a su despecho ros contener su alborozo, y los caba-
alborotaba su corazón, llegó adonde su llos, hiriendo la tierra con sus ferradas
hermano, que ya había concluido su manos, mostraban con sus relinchos y
disputa con el abad, examinaba dos su inquietud el fuego que los animaba.
galgos nuevos, hablando con un mon- Leonor y su hermano se despidie™11
tero mientras se disponía todo para pro- de los buenos padres, y en particular
barlos. Estaba tan ocupado de su di- del aba-d, que habiéndoles echado W
versión, que no percibió la mudanza bendición volvió al convento, mientr*g
del rostro de Leonor, que en vano se ellos, saltando a caballo, rompieron J*
animaba interiormente a sí misma y marcha entre los gritos de la multitoo»
r
SANCHO SALDAÑA 315

Me aún se entretenía con los restos los que ya n o teniendo más que comer,
1ej banquete, y algunas botas d e vino, hallaron p a r a postre en su b o r r a c h e r a
«tiestos acá y allá en diferentes corrí- u n agradable entretenimiento.
n0s sobre la a r e n a . E n u n o de ellos E n t r e t a n t o las dos divisiones de los
estaba sentado el piadoso Zacarías, que b a n d i d o s h a b í a n ido poco a poco es-
c uaüd° vio pasar a los dos h e r m a n o s t r e c h a n d o la distancia, viendo el pun-
mvo buen cuidado de encogerse y aga- to que los cazadores h a b í a n t o m a d o ,
zaparse? ocultándose detrás del q u e te- sin perderlos n u n c a de vista, con la
nía al lado, no gustando sin d u d a de esperanza d e que Leonor en el calor
darse a I a l u z a causa de su h u m i l d a d . de la caza echaría p o r algún sendero
Luco que los h u b o visto alejarse, dio sola, o acompañada a lo más de su h e r -
erJ el h o m b r o al bizco y al m u s u l m á n , m a n o y alguno d e sus servidores. E n
entre quienes se h a b í a sentado, y, po- toda la m a ñ a n a se les h a b í a ofrecido
niéndose en p i e , t o m ó u n a b o t a di- ocasión p a r a p o n e r su intento en eje-
ciendo : cución, y el Velludo, ya desesperado
—Hijos míos, vaya el ú l t i m o t r a g o ; de no p o d e r c u m p l i r la p a l a b r a que
lú, fariseo, levántate, y tú, hijo bizco, h a b í a d a d o al señor d e Cuéllar, bra-
ve, si puedes h a c e r l o , t a m b i é n . N o sé m a b a de coraje, sin h a b e r querido pro-
por qué bebes vino sabiendo que te ha- b a r bocado, dudoso ya si los embesti-
ce mal. ¿ N o sabes q u e la gula es u n ría con su gente y la a r r e b a t a r í a p o r
enorme pecado? Es verdad que no has fuerza. E r a este el p l a n más acomoda-
bebido arriba de diez cuartillos, pero do al carácter del capitán, y el q u e , a
si no te sienta b i e n , ¿por qué quieres dejarse guiar por su corazón, h u b i e r a
tentar a Dios? Y t ú , morisco, t a m p o c o él llevado a efecto con m á s placer. P e r o
debías beber vino por tu r e l i g i ó n ; pero la promesa q u e había hecho al d e Cué-
tú eres u n moabita enemigo de Israel. llar encerraba j u s t a m e n t e la cláusula
—Yo lo bebo a la salud de M a h o m a de n o ejecutar n a d a a la fuerza, y esto
—respondió el morisco—, y así no creo le tenía ligsdss las m a n o s , p o r q u e él
que lo lleve a m a l . sabía m u y bien que así H e r n a n d o como
—Vamos, vamos, ayuda a ese h o m - su tropa no dejarían r o b a r a L e o n o r sin
bre —respondió Zacarías— y n o perda- vender antes sus vidas tan caras como
mos tiernj>o, que ya viene la caza por pudiesen. Esto le traía pensativo, y m u -
e«te lado. cho más viendo que Zacarías, el más
ingenioso de los suyos, y en quien él,
El morisco ayudó a su c o m p a ñ e r o a en asunto de t r a m o y a tenía toda su
levantarse, que apenas podía a b r i r los confianza, no h a b í a ideado n a d a has-
ojos, y que puesto en pie se quedó con ta entonces que le sacara de aquel apu-
mucha gravedad m i r á n d o l o s , y siguien- r o . Distraído así estaba y apesadum-
do con la p a r t e superior de su cuerpo b r a d o , cuando poniendo poi" casuali-
el movimiento pausado de u n a p é n d o - dad los ojos en su mastín, que estaba
la de reloj, tendido al píe de u n árbol, pensó q u e
—Cuida que no te vea el capitán —le la astucia de aquel animal podía serle
aconsejó Zacarías—, n o sea que te haga de utilidad.
dormir la b o r r a c h e r a de m o d o que no
vuelvas a despertar, y ve p o r dónde te E r a este p e r r o uno de los persona-
escondes, y hasta la vuelta. jes más principales de la p a r t i d a , leal
—Creo —le dijo el morisco— que con a toda p r u e b a y valiente como un león.
e Le h a b í a enseñado su a m o a obedecer
l vino se t e h a n puesto los ojos de-
rechos; adiós, hasta q u e se te pongan a la voz, entendiendo con tanta pron-
torcidos, titud, y haciendo tales cosas, que pa-
Zacarías y el moabita echaron a an- recían increíbles si n o tuviésemos en
dar, dejando a su c o m p a ñ e r o a p o y a d o el día tantos ejemplos del instinto par-
e
i el tronco de u n árbol h a b l a n d o solo* ticular de estos animales. A u n a voz
)r dando tales berridos d e c u a n d o en acometía y se r e t i r a b a , reunía los ban-
«lando, que atrajeron a su alrededor a didos donde le m a n d a b a su amo, era
516 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

un (-entinela incansable, cazaba como t a n t e p a r a a p u n t a r l e , la jabalina •


u n lebrel, buscaba los rezagados en h e r i r en su b l a n c o , quedó temblan?
las noches oscuras y los conducía adon- clavada en tierra hasta la mitad.
de estaban sus c o m p a ñ e r o s , atraía los La violencia del palafrén de León
viajeros perdidos y se ios entregaba a obligó al señor de Iscar a l a n z arse a r a ü?
su a m o p a r a que los despojase, siendo
su seguimiento a toda la furia del «UTO
su i n s e p a r a b l e c o m p a ñ e r o en todas las
y así p o r esto, como p o r ser el bosqhl
expediciones. La vista del p e r r o le su-
m u y espeso, p o r p r o n t o q u e a su Vo_
girió u n pensamiento q u e r e a n i m ó su
a c u d i e r o n algunos de los suyos, no pB.
esperanza ya decaída, y haciendo lla-
d i e r o n acertar el camino que habían
m a r a los seis h o m b r e s q u e tenía en
t o m a d o . E l V e l l u d o , viéndolos que vol.
acecho, íes o r d e n ó reunirse y m a r c h ó
vían, m a n d ó a su gente que dieran \¿
con ellos al encuentro de los cazado-
ees a n d a n d o sin detenerse para atraer,
res, h a b i e n d o enviado orden a Zacarías
los hacia otra p a r t e , lo q u e haciendo-
p a r a q u e estuviese más vigilante que
les creer q u e era aquel el camino tmt
n u n c a , pues le iba a enviar la d a m a
h a b í a n t o m a d o sus amos, acabó de tras-
p o r a q u e l l a p a r t e . El l a d r i d o de los
tornarlos del t o d o , obligándolos a que
perros y el sonido de las bocinas in-
siguiesen la dirección enteramente con.
dicaba el camino que seguía la liebre
t r a r í a . El sendero q u e p r i m e r o se orre-
a la alegre t r o p a de H e r n a n d o , q u e , m u y
ció al desatentado caballo de la afligí,
ajena del peligro de su señora, seguía
da Leonor, era precisamente aquel don.
a r i e n d a suelta la pista. Leonor, sin
de se h a b í a n emboscado Usdróbal y Za-
e m b a r g o , temerosa aún del aviso de
carias, y el Velludo no dejó de darte
aquella misteriosa m u j e r , no se entre-
el p a r a b i é n de h a b e r salido adelante con
gaba a su diversión con el arrojo que
su empresa cuando pensó que dentro
h a b í a manifestado p o r la m a ñ a n a , si-
de poco estaría la d a m a en poder de
guiendo siempre el camino menos es-
sus dos satélites. E n t r e tanto ya había
peso de árboles y al m a y o r n ú m e r o de
sentido Zacarías el ruido de los caba-
cazadores, sin atreverse a repararse
líos q u e se acercaban, y echando ma«
n u n c a , y e n d o siempre detrás de ellos en
n o al cuchillo avisó a Usdróbal que fe
la carrera.
preparase.
D e r e p e n t e Sagaz, a la voz de su a m o , — H i j o m í o —le dijo—, ya llegan log
sale l a d r a n d o de entre los pinos, em- e n e m i g o s ; ten caridad, enfrena la ira;
biste a su caballo, y clavando los dien- a sangre fría n o h a y q u e dejarse arre-
tes en las ancas del animal le asusta y b a t a r de la c ó l e r a ; tú cuidarás de la
alborota de m o d o q u e p o n i é n d o t e de d a m a ; pero ten cuenta que la carne es
manos coge el freno con los dientes, y frágil, y no caigas en tentación. ¡Ahí
sin p o d e r l o sujetar la d a m a escapa dan- están, hijo m í o !
do botes arrebatado de todo b r í o , y sin A ese t i e m p o , saliendo de donde es-
cesar perseguido del inteligente mas- t a b a n ocultos en el m o m e n t o en que el
tín, que cada vez le acosa m á s , mor- caballo de la hermosa cazadora pasaba
diéndole cuantas veces p u e d e alcanzarle. en toda la violencia de la carrera, Us-
I b a Leonor, como hemos dicho, la úl- dróbal se a r r o j ó encima, y apoderán-
t i m a , y los cazadores, ocupados en per- dose de u n a rienda le hizo volver de
seguir la liebre, no vieron su a p u r o ni p r o n t o , haciéndole p a r a r de golpe con
oyeron sus gritos por el m o m e n t o . Su t a n t a furia, q u e la dama perdió lo»
h e r m a n o , que nunca la a b a n d o n a b a , fue estribos y estuvo a pique de caer al
el único que al ver su riesgo volvió su suelo. El caballero que la seguía me-
caballo con intento de favorecerla. Su tió entonces las espuelas hasta los ta-
p r i m e r impulso fue a r r o j a r al p e r r o la lones a su caballo, t r a t a n d o de liber-
jabalina o lanza corta de que venía ar- tarla ; pero Zacarías, que a u n q u e raya-
m a d o ; pero ya fuese que el í m p e t u de ba ya en los cincuenta era listo como
la carrera, o la precipitación con q u e una p l u m a , se interpuso entre él y 1*
la a r r o j ó , no le dejasen tiempo bas- d a m a con tal presteza, dando el lado

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SANCHO SALDAÑA 317

estorbar q u e le atropellase, q u e pondió Zacarías—, y n o sabes m u c h o


p*ra
í c o rtó al m o m e n t o al a n i m a l los ten- de caridad cuando ignoras q u e la m e j o r
i n e s del brazo con u n cuchillo, ha- o r d e n a d a empieza p o r u n o m i s m o .
•¿pjole caer de golpe con su j i n e t e . —Por ahora—repuso Usdróbal—no
• Bravo, U s d r ó b a l ! ¡La espada pa- quiero a t e n d e r a vuestras lecciones:
rece que e s ^ a ^ e A b s a l ó n ! ¡Ha echado m e queda demasiado t i e m p o p a r a
gnj-tien'a a l s o b e r b i o ! —-exclamó Zaca- aprender,
í¡as enseñándole su cuchillo—. Monta a Y volviéndose a la d a m a , se esforzó
aballo y toma en brazos a esa dama, a consolarla, excusándose como m e j o r
se n a t r a y
fllie tornado d e l susto. p u d o de sti tropelía, y ofreciéndose por
^-Vamos, hijo mío —y d a n d o dos su defensor entre aquella gente. Hasta
.¡juicios, se presentaron al momento el entonces h a b í a oído ésta sin notar casi
morisco y los otros dos que estaban lo q u e la pasaba, y en m e d i o de su
ocultos en a q u e l lado. trastorno se h a b í a imaginado más de
__• Perros!—gritó el caballero que ha- u n a vez que todo aquello era u n sue-
bía caído debajo de su palafrén, y for- ño, pero la voz de Usdróbal,, dándola
cejeaba por l e v a n t a r s e — ; solí a ti esa da- a conocer q u e su desgracia era cierta,
ma si no, voto a tal... j u r o . . . villanos.,, la biso al m i s m o t i e m p o tornar ánimo
pero no, venid, t o m a d mis tierras, mis y volviendo hacia él sus hermosos ojos
castillos, m i v i d a ; venid, yo os d a r é llenos de l á g r i m a s , m o s t r ó en ellos una
oro, todo os lo daré por ella, ¡ infames! expresión tan dulce de lástima y de
Vamos de prisa, hijos míos —dijo dolor, q u e U s d r ó b a l n o p u d o menos de
a Usdróbal el moralista—, p o r q u e yo j u r a r l a que m o r i r í a p r i m e r o q u e per-
MV compasivo y me enternecen los la- mitir la ofendiesen en su presencia.
mentos de ese infeliz. E n m í p u e d e mu- —Yo os doy gracias, m a n c e b o — l e
cho la caridad : ¡vamos, vamos, que no respondió Leonor con u n eco de voz
vuelva yo a oír los gritos de ese p o b r e q u e penetró a lo más í n t i m o de su co-
hombre, porque m e rasgan el c o r a z ó n ! razón-—; yo os doy gracias, pero m i
—Por cierto—dijo Usdróbal confor- desventura no es menos cierta p o r eso.
me iban a n d a n d o — , q u e la presa q u e Con t o d o , a u n hay u n a cosa q u e la ha-
llevamos vale más que el trabajo q u e ría menor si vos m e quisiereis infor-
nos ha costado ganarla. m a r de ella. ¿El caballero q u e m e se-
—Usdróbal, hijo m í o , no mires en la guía, qué es de él? ¿ E r a suya la sangre
belleza de esa dama—contestó Zacarías que m e parece que vi correr por su ves-
a tiempo que la echó él u n a m i r a d a a tido al t i e m p o de su caída?
hurtadillas, y no de lástima—. Las m u - — T r a n q u i l i z a o s , señora—repuso Us-
jeres perdieron a Salomón. Señora, no d r ó b a l — , la sangre era de su caballo,
lloréis—añadió dirigiéndose a e l l a — ; y él vino al suelo sin más d a ñ o que
Dios prueba nuestra paciencia en las h a b e r caído debajo del a n i m a l . F u e un
adversidades, y si tenéis la conciencia golpe maestro de m i caritativo direc-
limpia, no os debéis a p e s a d u m b r a r por tor q u e aquí veis, incapaz de hacer
aada. Aquí no se os q u i e r e m a l •, sólo m a l a tina h o r m i g a si n o forzado de la
ine nuestro c a p i t á n es tan caritativo, necesidad, como él dice, y sin dejarse
que siempre está dispuesto a socórrel- a r r e b a t a r de la cólera.
a s doncellas menesterosas. No es ma- La d a m a pareció tranquilizarse, y
la alhaja ésta—prosiguió, echando rna- aun a n i m a r s e , con la noticia del caba-
¡to al collar de la d a m a — , yo n o soy llero. Puso entonces los ojos con más
'"teligente, p e r o . . . cuidado en su defensor, q u e n o qui-
—En verdad, maestro Zacarías—-ex- t a b a los suyos de ella, y su j u v e n t u d ,
ornó Usdróbal—, q u e como pongáis nobleza y alegre fisonomía la h u b i e r a n
* toano en cualquiera cosa de esta se- acabado e n t e r a m e n t e de t r a n q u i l i z a r
0or
a, que a pesar del respeto q u e me- si los h u n d i d o s ojos de Zacarías, su
^ i s nos hemos de ver las caras, rostro seco y sin b a r b a , su talante hi-
~^ror poco te enojas, hijo mío—res- pócrita y su paso de gato que va en
318 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

acecho n o la hubiesen dado a conocer la e n t r a d a de la cueva, donde el


el distraído devoto q u e la h a b í a segui- <*&
tan h a b í a vuelto ya con su gente Y
do a q u e l día y t a n t o le r e p u g n a b a . Ha- alegró m u c h o de la llegada de Zacarí
b í a éste echado delante u n rato p a r a La c o m p a ñ í a no era de las m¿ 8
servir de guía, y como descuidado de propósito para u n a d a m a . Todos v
lo q u e pasaba detrás de él, iba, según ceaban, todos h a b l a b a n a u n tieim,
su c o s t u m b r e , entregado a sus oracio- estaban comiendo entonces a la redon'
nes con u n rosario en la m a n o y los d a , y ya h a b í a n a p u r a d o más de m.'
ojos bajos, y detrás venían el morisco bota de vino, y sólo se oían gritos
y los otros h a b l a n d o de su c o m p a ñ e r o razones, amenazas y rústicos juramen
el bizco, y riéndose de su b o r r a c h e r a . tos. Las diversas lenguas que hablaban
E r a voz común entre los de su p a r t i d a , sus caras q u e m a d a s del. sol, su traie'
que cuando Zacarías parecía más dis- sus a r m a s , sus m a n e r a s salvajes y las
traído y devoto sin levantar los ojos recias carcajadas con que celebraban
del suelo, veía y oía más que el q u e de t i e m p o en tiempo sus dichos, todo
parecía m á s atento. A pesar del poco contribuía a hacer más horrible la e«.
t i e m p o que h a c í a q u e andaba Us- cena que se ofreció a los ojos de la de.
d r ó b a l con él, su sola penetración licada Leonor, que no p u d o menos de
le h a b í a enseñado a desconfiarse de estremecerse considerando su situación
todos sus gestos, palabras y movi- y las gentes con que se hallaba. El Ve-
mientos, y así a u n q u e su deseo m a y o r lludo se adelantó a recibir la dama con
era entablar con la d a m a u n a conver- más muestras de cortesía que lo que
sación útil tal vez para en adelante, el p r o m e t í a su apariencia, y habiéndola
recelo que le inspiraba su director le ayudado a apearse, m a n d ó a Usdróbal
hizo contentarse con soltar al descuido que echase pie a tierra diciendo:
tal cual p r e g u n t a de cuando en c u a n d o .
— T ú , U s d r ó b a l , cuidarás de esa da-
—Si yo supiese q u i é n sois—dijo en m a ; creo q u e de todos nosotros em
voz m u y baja a la d a m a , y conteniendo el q u e puedes tratarla con más atención.
el paso de su caballo—, avisaría a vues- —Así es •—continuó Zacarías—, creo
tros parientes y amigos p a r a . . . q u e n o necesita de mis lecciones. Todo
—Usdróbal, hijo mío, ¿qué haces?; el camino h a venido predicándola un
aguija presto—dijo a esta sazón Zaca- sermón acerca de la paciencia en loe
rías sin volver la cara y sin p e r d e r u n trabajos y la caridad hacia nuestro
p a s o — ; no te dejes t e n t a r del demonio p r ó j i m o , con tanta m a d u r e z y elocuen-
de la concupiscencia; la carne es frágil. cia como p o d r í a hacerlo yo mismo.
—Voto a tal—murmuró Usdróbal, Y la d a m a , a lo que m e pareció, le es-
q u e ese maldito hipócrita no p a r e c e cuchaba con a i r e contrito y con tanta
sino que tiene hecho pacto con el de- atención q u e edificaba" m i r a r l a .
m o n i o — . ¿Vuestro n o m b r e ? — a ñ a d i ó , — H o l a . . . — g r i t ó el catalán, que había
en voz m u y baja. salido de su cueva a recibir a sus com-
•—Leonor de Iscar —resiüondió la pañeros—•. ¡ L l a d r e de donas!
dama. —Señor—dijo la d a m a al Velludo—,
— N o creo, a m a d o discípulo mío—in- si sois a q u í el j e í e , por Dios que mien-
t e r r u m p i ó Zacarías c o n t i n u a n d o su ca- tras esté bajo vuestro poder que no
m i n o , y en tono de voz m u y dulce—, permitáis se m e u l t r a j e . Sea cualquier*
sino que esa dama y tú os habéis co- vuestro designio, yo os prometo un buen
nocido antes, o que t ú , siguiendo mis rescate si queréis devolverme mi »'
lecciones, vas oyendo sus pecados y la bertad.
exhortas a la paciencia. El a i r e de nobleza y resignación con
—Así es como vos decís—repuso Us- que p r o n u n c i ó estas palabras no dej*
d r ó b a l sin t i t u b e a r — , t r a t o de salvarla ron de s o r p r e n d e r a'l Velludo, acos-
de las garras de Satanás—que te lleve t u m b r a d o a ver temblar siempre delaD'
a ti y a t u casta—añadió más b a j o . te de él, no ya mujeres débiles, ^
E n esto llegaron a la orilla del río a h o m b r e s intrépidos y forajidos. No oDs-
SANCHO SALDAÑA; 319

|jDte'
en vano t r a t a b a Leonor d e encu- abierto de piernas y con u n a bota en
brir ^ Í ° u n a a P a r í e n c i a firme la tur-
a la m a n o i z q u i e r d a — , j u r o a Dios q u e
. c¡ón que agitaba su a l m a ; u n a lá- todos se h a b í a n de ir a cazar h e m b r a s
•jua, ge desprendió a pesar suyo p o r al otro m u n d o si antes q u e ellos n o
* mejillas, como tina gota de rocío cataba y o de la caza. V a m o s , reina
í0 |, r e la rosa d e la m a á a n a , y sentía m í a , n o esté Aruestra merced tan t r i s t e ;
,„ sangre h e l a d a mientras se esforzá- veamos esa carita de r o s a — a ñ a d i ó , alar-
is a mostrarse con t r a n q u i l i d a d . gando u n a de sus callosas manos al
_-Yo, señora—respondió el Vellu- rostro de la desdichada Leonor-—, n o
jp_-, no entiendo de obsequiar d a m a s ; estéis t a n triste, q u e aquí los podéis
unl plo con m í oficio en teneros a p r e -
elegir como peras.
jada, y os aviso q u e en vano tratará de Hasta entonces Usdróbal h a b í a su-
libraros el que lo i n t e n t e ; p e r o os j u r o frido la mofa que le había hecho sin
p o r ]a bendita Virgen de Covadonga decir p a l a b r a , y había r e p r i m i d o el de-
que el tiempo q u e estéis con nosotros seo de despertarle de su embriaguez.
¡eréis respetada de todos, o dejaría de P e r o cuando vio la m a n o grosera del
llamarme R o q u e el Velludo. b a n d i d o tocar a la clama no p u d o con-
—¿Y no p u e d o esperar más de vos? tener su cólera p o r más t i e m p o , y al-
—preguntó la d a m a . zando la m a n o le descargó la más r e -
—Aunque me ofrecieseis el tesoro del cia bofetada que p u d o engendrar su
rev de Marruecos no liaría más que lo cólera, y dio con él a sus píes. H e c h o
que os be ofrecido. esto, y antes q u e los otros tuviesen lu=
Alzó Leonor los h o m b r o s en mues- gar de dar crédito a lo q u e h a b í a n vis-
tra de resignarse a su desventura al oír t o , saltó sobre él, y echando m a n o a la
las palabras del capitán, y no p u d i e n d o espada se puso en estado .de defenderse
más se sentó al p i e de u n árbol, y cu- y ofender al que le acometiera. Algu-
briéndose la cara con ambas manos de- nos de ellos tiraron al p u n t o de sus
rramó un m a r de lágrimas agobiada de puñales, y h u b i e r a ciertamente pereci-
ni pesadumbre. do víctima de su h o n r a d e z si el capi-
t á n en este m o m e n t o , esgrimiendo su
—Buena cara t i e n e la m u c h a c h a , y
formidable h a c h a en a l t o , n o se hubiese
jra me alegraría yo de hallarla en el
arrojado en medio d e la pelea.
paraíso cuando vaya allá d e este m u n -
do—dijo a este tiempo el morisco con- — A l t o , canalla—gritó con voz de
templándola con b r u t a l codicia, y acer- t r u e n o — , q u e en b e b i e n d o una gota de
cándose a ella p a r a m i r a r l a . vino n o parece sino q u e todos los de-
—Cuando tú dejes el pellejo colgado monios del infierno están dentro d e
de algún árbol en este mundo-—repuso vuestros cuerpos. Voto a tal, que al q u e
otro de la c o m p a ñ í a — i r á s al infierno no envaine su espada le envainaré yo
a acompañar a los diablos en sus que- el h a c h a hasta los dientes en el ce-
haceres, rebro.
—Voto va Deu—gritó a esta sazón el Callaron todos atemorizados, y para-
teniente— que la moza es g u a p a , y tie- ron en su contienda, retirándose cada
ne una cara como u n a reina. uno al puesto q u e ocupaba antes de la
—Yo no sé por qué hemos de tra- pelea.
bajar siempre p a r a otros—dijo el m o - ---Bravo, U s d r ó b a l - -añadió el Vellu-
risco—, y nadie es m e j o r que nosotros, d o — ; defiendes la dama como el me-
í«p- tan buenos los he visto yo servir j o r p a l a d í n . Estas b u e n a s gentes—pro-
de pasto a los grajos, y estar colgados siguió, t r a t a n d o de excusarse con la don»
por los caminos. celia™ h a n b e b i d o u n trago m á s , y has-
—No, pues como no tuviera otro que ta que yo n o m a t e uno de ellos no sa«
•e defendiese m á s que ese a quien se la carenaos p a r t i d o . Levántate t ú , belitre
ha encargado—.dijo el bizco, que a du- — a ñ a d i ó , dando con la p u n t a del pie
ra
s penas h a b í a acertado con la cueva, al l a d r ó n que h a b í a d e r r i b a d o Usdró-
atándole a u n el vino p o r los ojos, bal, y cuyo vino h a b í a h a l l a d o allí su

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¿20 OBRAS COMPLETAS DEJ DON JOSÉ DE ESPBONCEDA

centro de gravedad—, y j u r o por la m e n t e estúpidos de los ladrones. J|


Virgen de Covadonga que el q u e vuel- biérase creído q u e era u n ángel ce!
va a m e n t a r esta d a m a le cierre yo la te que h a b í a bajado de la mansión A
boca p a r a m i e n t r a s viva. V a m o s , q u e los justos a alegrar las regiones infe*
ya va llegando la n o c h e , y el cielo pa- nales con su presencia.
rece q u e anuncia u n a t e m p e s t a d : en- De t i e m p o en t i e m p o algún relám,,
tremos en nuestra cueva y descansemos go p e n e t r a b a velozmente al interior A
hasta m a ñ a n a . la cueva, llenándola de lúgubre clarí
E n t r a r o n todos en ella, y U s d r ó b a l y dad, y realzando la triste hermosura d"
el V e l l u d o , a y u d a n d o a Leonor, la ba- ]a prisionera, r e d o b l a b a el horror m,
j a r o n en brazos casi desmayada al som- la r o d e a b a .
b r í o recinto que servía de habitación Los b a n d i d o s , como hemos dicho, en
a los bandoleros. La Boche, entre tan- sus camas, h a b l a b a n unos con otros, ex-
t o , h a b í a cerrado ya e n t e r a m e n t e , ade- cepto el capitán y Usdróbal, mientras
l a n t a d a p o r la tempestad, en medio de el bizco y el caritativo maestro, qUe
los estampidos de los t r u e n o s , que re- a p a r t a d o de todos h a b í a cesado en sus
t u m b a b a n en las concavidades de las meditaciones, d o r m í a n profundamente
m o n t a ñ a s . Las t r a n q u i l a s aguas del río en un ángulo de la cueva.
corrían a h o r a con a l b o r o t a d o r u m o r en — B u e n a noche hace para la matra
medio del silencio de la oscuridad, y que vive ahí cerca—dijo el morisco—
el r u i d o sordo de los árboles, agitados, q u e esta noche parece que se ha des-
y el graznido de las aves nocturnas, encadenado el infierno.
q u e volaban a buscar u n asilo contra —-Ella será quizá la que habrá mo-
la t o r m e n t a , presagiaban u n espanto- vido la tempestad—dijo otro—, que va
so h u r a c á n , De repente sus b r a m i d o s la he visto yo en noches como esta vo-
z u m b a r o n entre los pinos, semejantes lar de pino en pino sobre una nube
al estruendo que p r o d u c e a lo lejos el de fuego d a n d o unos alaridos, que os
m o t í n y las voces de u n a populosa ciu- confieso que m e estremecía al oírlos.
dad. El crujido de los añosos árboles, — U n a n o c h e m e la encontré yo—dijo
tronchados p o r la violencia del h u r a - un t e r c e r o — , y llevaba tantas luces de-
cán, resonó de t i e m p o en t i e m p o , y trás y delante de ella, que parecía un
cielo y t i e r r a p a r e c i e r o n envueltos y entierro. P o r cierto que mientras pa-
confundidos en la furiosa discordia de só, que n o iba m e d i a vara de mí, me
los elementos. acordé de los rezos del señor Zacarías,
Una l á m p a r a m o r i b u n d a ardía en me- y m e pesó de no h a b e r aprendido al-
dio de la cueva, y d e r r a m a b a su ondu- gunos, por lo que no pudiendo hacer
lante reflejo acá y allá sobre las fero- más m e estuve santiguando hasta que
la p e r d í d e vista.
ces caras de los b a n d i d o s . Algunas ca-
mas de h i e r b a seca sobre que estaban _ — P u e s yo—dijo el segundo que ha-
sentado o recostados era el único ador- bía h a b l a d o — p r o p u s e en mi corazón
n o d e aquella triste mansión, y en u n a dejar esta vida y h a c e r m e fraile; pero
especie de h u e c o q u e parecía servirles luego pensé q u e p a r a q u e me HevaM
de chimenea h a b í a u n asiento a u n la- el diablo al fin de mis días lo mismo
d o , d o n d e habían sentado la d a m a . Es- era este oficio que otro cualquiera.
t a b a Usdróbal más atento a cuidarla y — A m í d a r m e una figa con la maj*
a defenderla que si fuese la joya de &u —gritó el catalán—, voto va Deu, que
felicidad, y el capitán, a cierta distan- es u n a dona que n o fa m a l .
cia, teniendo a sus pies su p e r r o , r e p o - —-Tú como ya eres diablo—repuso el
saba tal vez con m e n o s interés por ella, tercero—no tienes m i e d o de tus comp*'
p e r o no con menos cuidado. Algunas ñeros, q u e todos sois lobos de una cfl*
lágrimas centelleaban en los p á r p a d o s mada.
de la desventurada Leonor, y su belle- •—No habléis así-—repuso el ladró»
za p á l i d a , p e r o angelical, formaba u n anciano, y cuya cara llena de cru<**
r a r o contraste con los semblantes cruel- indicaba q u e h a b í a visto de cerca mil
I SANCHO SALDA1ÑA 321

j e una vez las espadas del enemigo—, res con u n a d a m a , y no la podía al-
_0 habléis así con mofa a estas h o r a s , canzar, p o r q u e era m u y honesta y her-
¡ r epitáis tanto el n o m b r e del diablo. mosa, que me parece que la estoy vien-
,j es ús m e v a l g a ! — a ñ a d i ó santiguándo- d o . Sucedió, pues, que yendo días y vi-
s e ^, p o r q u e os p u e d e suceder lo que niendo días, el caballero se desesperó,
| e st icedió a u n caballero, de quien fue salió al c a m p o , y compró u n a cuerda
escudero m i p a d r e muchos años, y q u e p a r a ahorcarse m u y retorcida, e iba
se burlaba de t o d o . maldiciendo el día en que nació, y la
—-Vaya, contadlo, señor Tinieblas, y h o r a en que vio a la d a m a , y m a l d i j o
así pasaremos el rato—dijo el morisco. luego su a l m a , y llamó al demonio. ¡ Je-
_-Cuento, compañeros, c u e n t o : na- sús me v a l g a ! — i n t e r r u m p i ó de nuevo,
jamos corro—dijo el segundo bandido,, persignándose como tenía de costumbre,
v reuniéndose todos alredor del viejo, — Y como digo — c o n t i n u ó — q u e iba
je rogaron que les conta.se la historia desesperado, se levantó de r e p e n t e u n a
,]e su caballero, y el v e t e r a n o , viéndo- tempestad tan negra que no se veía a
la a todos atentos, empezó luego de es- sí m i s m o , y el viento era t a n recio que
la nanera. tuvo q u e echarse al suelo m á s de u n a
—Erase q u e se era u n señor de Cas- vez p a r a que no se lo llevase como u n a
lilla, que era dueño del castillo de Ro- p a j a : un r e l á m p a g o . . .
cafría y de otros muchos castillos, lu- E n este m o m e n t o la luz del que pe-
jares y tierras, y capitán de m á s de n e t r ó en la cueva fue t a n viva, que
trescientas lanzas. Tenía este h o m b r e •deslumhrándolos y asustándolos inte-
muv mala vida, y no creía en Dios ni r r u m p i ó el cuento tercera vez. El true-
en el diablo, y j u r a b a que desearía ver- no q u e le siguió pareció r e t u m b a r en-
íea solas con Lucifer... ¡Jesús m e val- cima de ellos con tan continuado y
ga!—interrumpió con voz más fuerte el espantoso estrépito, que no creyeron
historiador, y todos se estremecieron. menos sino q u e desgajado el cielo en
En este tiempo el masíin se h a b í a le- mil rayos se h a b í a d e s p l o m a d o , h e c h o
vantado de d o n d e estaba, y con m á s piezas, hasta el centro de los abismos.
muestras de m i e d o que de arrogancia, Q u e d a r o n todos asordados y a t u r d i d o s
se acercó a la boca del subterráneo, y por largo r a t o ; y hasta el capitán y
en fiando dos o tres ladridos volvió atrás Usdróbal agacharon la cabeza como
todo trémulo, r a b o entre piernas, y a m e d r e n t a d o s . La dama be-3Ó u n a reli-
despidiendo aullidos t a n prolongados quia q u e traía p e n d i e n t e de u n collar,
y lúgubres q u e p o d í a n c u a n d o menos toda sobrecogida y llena d e devoción.
entristecer el ánimo más esforzado. Zacarías, que estaba como liemos dicho
-Silencio, Sagaz—le gritó su a m o — : d u r m i e n d o , se levantó de r e p e n t e des-
íqué diablos tienes que estás tem- pavorido, se hincó de rodillas, y empezó
blando? a p e d i r p e r d ó n de sus culpas como ^ si
El perro calló a la voz del Velludo, hubiese llegado su ú l t i m a h o r a . El biz-
i' >e volvió a echar a sus pies todo co, en medio de su letargo, empezó a
«orailo, como sí viese delante de él sue- gritar que callaran, que no podía dor-
no? o sombras de aparecidos, que era lo m i r con el estrépito q u e t r a í a n , y que
'¡ lle se creía entonces cuando los ani- el suelo se había h u n d i d o por d o n d e
lle?, sin motivo a p a r e n t e , se agitaban él estaba. P o r ú l t i m o , pasado el pri-
y •'ntríítecían. m e r susto, e informado Zacarías de lo
—.ue, parece que oigo u n ruido como que e r a :
Jle muchas cadenas —dijo u n o de los —Mala hora—dijo—es ésta p a r a cuen-
Mroues, tos, y mejor sería que cada u n o , como
"~-E¿ el viento, que grita con la voz mejor supiese, rezase y examinase su
c, conciencia poniéndose bien con Dios.
en condenados —replicó el morisco.
"~~"ues como iba diciendo —continuó —Así es—añadió el v e t e r a n o — ; p e r o
S e r a n o — , tenía este caballero amo- el suceso de este h o m b r e p u e d e servir-
322 OBRAS COMPLETAS DEi DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

nos de e j e m p l o , y no será malo concluir- CAPITULO IV


lo ya q u e he empezado a contarlo.
E n esto el viento había r e d o b l a d o su Tal de mi afrenta y mi dolor cat»
en la seguridad nunca sosiego, ^
furia, y azotaba con pavoroso b r a m i d o y en el sosiego siempre estoy turbado
la entrada de la c a v e r n a ; los relámpa- Herré,,
gos se sucedían sin i n t e r r u p c i ó n , y el
t r u e n o dilataba su voz, estallando d e Fuéme la suerte en lo mejor avara-
sombras fueron de bien las que yo ,.
tiempo en t i e m p o , con estampidos más oscuras sombras en la luz más clara V''
horrorosos. Sagaz corría a un lado y
otro de la cueva lleno de espanto, des-
Mal venido seáis, le dice,
atentado, todo erizado y a u l l a n d o .
alevoso a mi presencia,
—Siento otra vez el r u i d o de las ca- hijo de padres traidores.
A
denas—exclamó el mismo que h a b í a he- nán¡m0i
cho p r i m e r o esta observación.
— ¡Santa María m e valga!—gritó el A la izquierda y en medio del ca .
veterano sobresaltado—. ¡La m a g a esta m i n o de O l m e d o a Cuéllar, sobre rana
entre nosotros! altura, se ven, aun h o y día, los arrui-
— ¡La m a g a ! — g r i t a r o n todos a u n nados torreones del antiguo castillo de
t i e m p o , y h u y e r o n a refugiarse al fon- Iscar, Sus p r i m e r o s propietarios fueroD
do de la caverna. Un espantoso fantas- los árabes, que m a n t e n i e n d o allí n na
ma vestido todo de n e g r o , con u n a an- guarnición respetable, se servían de ¿I
torcha en la m a n o , se apareció en este como de u n p u n t o central de comuni-
instante. Sus ojos lanzaban llamas, su cación e n t r e dos pueblos de tanta im.
semblante era lívido, y sus brazos lar- p o r t a n c i a , como eran Olmedo y Cué-
gos, secos y descarnados, semejaban a llar en aquella época. Tuviéronle des-
los de u n desollado cadáver, mostran- pués en tenencia, o como gobernado-
do todos sus músculos y ligaduras. Bri- res por el r e y , varios señores, hasta
llaba en m e d i o de los relámpagos como q u e arrojados los árabes d e ambas Caí-
u n espectro r o d e a d o de luz, y vestido tillas, les quedó en feudo con todas sus
del nebuloso r o p a j e de las tinieblas. dependencias a los ascendientes de doña
— ¡ D e profundis exaudime!—gritó Za- Leonor. Todos ellos h a b í a n ocupado em-
carías tapándose los ojos y volviendo la pleos m u y principales, siendo tenidos
cara a u n lado. en m u c h a estima por los reyes a quie-
— ¡Bendita Virgen del T r e m e d a l ! nes sirvieron, y que p r e m i a r o n su mé-
¡Miserere mei Domino ¡—exclamó Us- rito con honrosos cargos.
d r ó b a l , levantándose todo azorado. P e r o en el m o m e n t o de nuestra his-
— ¡Virgen de Covadonga!—gritó el toria, las últimas revoluciones habían
capitán, a n d a n d o hacia atrás dos o tres oscurecido el brillo d e su familia, de-
pasos, m i e n t r a s su p e r r o t e m b l a b a con bilitada su influencia y apocado su
la cola b a j a , fijos los ojos en la fan- e n g r a n d e c i m i e n t o , habiéndose declara-
tasma, y aullando m u y t r i s t e m e n t e — . do el jefe de ella por el partido de Al-
P o r Santiago, yo te conjuro. fonso el Sabio, cuando las revueltas
La maga entretanto t e n d i ó su m a n o q u e a r m ó su h i j o , ambicioso de la co-
izquierda a Leonor, q u e , pálida como rona. Sin e n t r a r en las causas que pu-
la m u e r t e y t e m b l a n d o , se dejó coger dieron hacer despreciable a los ojos de
su derecha sin tener ánimo p a r a des- su p u e b l o u n rey t a n ilustrado y pow*'
asirse y agitando la antorcha y hacién- roso como Don Alfonso, y tan respeta-
dola señas q u e la siguiera, ]a sacó me- do de los extranjeros, como para is
dio a r r a s t r a n d o ide la caverna, sin que inteligencia d e algunos sucesos es prf-
ninguno de los bandidos reuniera bas- ciso ofrecer el c u a d r o de la época a
t a n t e espíritu p a r a oponerse. que se refieren, echaremos una bgw*
ojeada sobre la situación en que se l»a'
liaba entonces E s p a ñ a . Las c o n q u e
de los dos reyes de Aragón y de *->3t'
tilla, D o n J a i m e y F e r n a n d o el San¡">

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SANCHO SALDAÑA 323

, Uj'gn reducido la potencia sarracena a obligado a r e m e d i a r de a l g ú n modo la


i a últimos rincones de la Península, escasez de metálico q u e se sentía. Au-
elu a es ;os
*<Tui '° ' reyes la victoria p o r m e n t ó el valor de la m o n e d a que m a n -
j a S partes, y extendiendo la fe y las dó l a b r a r , siendo de menos peso q u e
rInas cristianas con sus nuevos triun- la que h a b í a corrido hasta entonces,
e r o esi:as lo que, poniendo i m p e d i m e n t o en el
fos. P guerras, si bien aumen-
taron I» 3 fuerzas de los cristianos, en- cambio, fue u n a de las principales cau-
flaquecieron al mismo t i e m p o las de sas del descontento general que se ma-
los reyes, no h a b i e n d o p e r d o n a d o , par- nifestó en su r e i n a d o . T a c h á r o n l e de
ticularmente el d e Castilla, m e d i o al- avaro, siendo así q u e nunca ha h a b i d o
mll0 para conseguir su loable empre- rey más espléndido, y le motejaron d e
sa de librar toda España del yugo ára- injusto, c u a n d o fue el p r i m e r o en Es-
be y h a b i e n d o consistido éstos en au- p a ñ a que fijó el m o d o de a d m i n i s t r a r
mentar los fueros y preeminencias de justicia.
|a nobleza, p a r a que con m a y o r empe- E n todas estas m u r m u r a c i o n e s , de q u e
ño le socorriesen. E l orgullo de aquellos nuestro historiador Mariana hace cuen-
hombres, criados en las armas y belico- ta, casi p a r a acriminarle, tenía sin du-
:os 1>01' naturaleza, creció de p u n t o des- da más p a r t e la envidia y el interés
de entonces de tal m a n e r a , que cada sórdido de algunos particulares que IR
uno pensó igual su autoridad a la de v e r d a d , p e r o esparciéndose por los p u e -
su rey, y aun los h u b o que se creye- blos disponían el ánimo de muchos en
ron con derecho a vengar con las ar- contra suya, y como de la m u r m u r a -
mas los agravios que de él recibieran, ción al desprecio no hay más que u n
e incitaron los pueblos a la rebelión. paso, y de sentirlo a manifestarlo n a d a ,
Así que, cuando convenía a su interés bien p r o n t o este rey, q u e p o d r í a citar-
o engrandecimiento, se aliaban unos con se como modelo, se halló envuelto en
otros, d e j a n d o a p a r t e sus diferencias discordias civiles, vio a su familia a r -
particulares, y hacían t e m b l a r al m o n a r - marse contra él, y oyó vitorear al p r i n -
ca en su mismo t r o n o , como sucedió cipal rebelde, su p r o p i o h i j o , con el
últimamente a Don Sancho, que a des- título de rey, que le concedía antes d e
necho de su genio e intrepidez tuvo que tiempo la adulación. La m u e r t e del p r i -
sosegar a b u e n a s , y aun adular el or- mogénito Don F e r n a n d o fue el motivo
gullo del revoltoso D o n J u a n N ú ñ e z de de esta ú l t i m a desgracia, q u e puso en
Lara por miedo de su influencia. t é r m i n o al sabio y desventurado m o -
Con h o m b r e s tan poderosos y pue- n a r c a de acogerse al m a y o r enemigo d e
blos avezados a sus antiguos usos, y los cristianos, el rey de Marruecos, p a r a
a seguir el movimiento de sus señores, que le ayudara contra d o n Sancho. Es-
tenía que lidiar Alfonso el Sabio al ce- te p r í n c i p e , q u e estaba p o r otra p a r l e
ñirse la diadema de sus antepasados. dotado de grandes p r e n d a s , apenas ha-
Su? leyes, a d m i r a d a s de las naciones ex- bía m u e r t o su h e r m a n o forzó, p o r de-
trañas, y seguidas hasta hoy mismo en cirlo así a su p a d r e , a que le recono-
la nuestra, hallaron entonces tantos obs- ciese por h e r e d e r o , con perjuicio de
táculos, cuanto que todos t e m í a n q u e a los dos de La Cerda, hijos del p r í n c i p e
5
u sombra el rey atropellase sus anti- primogénito. No es éste tiempo de dispu-
guos fueros y sus franquezas. E l pue- tar si la corona le tocaba a él, o per»
blo no consideró que de ellas emanase tenecía de derecho a los nietos de D o n
acaso su emancipación de los derechos Alfonso; p e r o n o podemos dejar de de-
del feudalismo, todos las m i r a r o n como cir que Don Sancho mostró demasiada
enemigas, y el vulgo b á r b a r o y lleno co.dicía de poseerla. Su b r a v u r a , su li-
de supersticiones, ora ridiculizaba a su beralidad, su cortesanía y buena maña
re
y ? ora l l a m a b a i n q u i e t u d a su sabi- influyeron de tal m a n e r a en los ánimos
duría. Añadióse, además, que las conti- de los castellanos, q u e la m a y o r p a r t e
nuas guerras de su p a d r e , h a b i e n d o ago- siguieron sus estandartes, y así los n o -
tado los tesoros reales, Alfonso X se vio bles como los eclesiásticos de más nota
324 OBRAS COMPLETAS DE! DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

a b r a z a r o n su p a r t i d o , formando con él claras, h a c i e n d o instrumentos de


una especie de c o m u n i d a d , como mani- a m o r o de su venganza a la escoria Á
e
fiesta el acta de lo resuelto en las Cor- la sociedad,
tes de Valla dolid el año de 1282. Sus T a l era la situación del país cuan,)
hazañas, y sobre todo la fortuna, que D o n J a i m e de Iscar se retiró a esta «J
como decía Carlos V, gusta m á s como cag.
tillo, no h a b i e n d o q u e r i d o doblar l"
m u j e r de favorecer a los jóvenes que rodilla delante del nuevo rey, como h
a los viejos, hizo de m o d o q u e el ma- bían hecho el mayor n ú m e r o de Ir,
yor n ú m e r o se ideclarase en contra de partidarios de Don Alfonso, y haciendo.
la razón, y que a pesar de los esfuerzos se t a c h a r de sus enemigos como defen
de Don Alfonso, y de la excomunión sor oculto de los de La Cerda. De todn
lanzada contra el m a l h i j o por el pon- sus señoríos sólo h a b í a conservado gSf
tífice,, la victoria -diese al fin el color castillo, h a b i e n d o p e r d i d o el resto d«
de la justicia a las pretensiones de San- sus posesiones en el t u m u l t o de la oUe.
cho el Bravo. M u r i ó en estas agonías rra civil.
Don Alfonso, y sus nietos q u e d a r o n ex-
Quedó, pues, a r r u i n a d o y declarado
cluidos de la corona, habiéndoles obli-
rebelde por el p a r t i d o del vencedor, v
gado a vivir en Játiva p o r u n convenio
el viejo caballero, que había seguido
hecho con el rey de A r a g ó n ; y D o n
constantemente la suerte de Alfonso
Sancho, q u e hasta entonces p o r b u r l a el Sabio, recibió p o r p r e m i o de su leal,
o hipocresía se h a b í a contentado con tad el sentimiento de verse al fin de
el título de infante mientras vivió su sus años sin tener más q u e dejar a su
p a d r e , subió al t r o n o después de h a b e r posteridad que el esplendor de su san-
hecho enterrar suntuosamente como rey gre, y el m u c h o más brillante aun de
al q u e había ai-rebatado la corona mien- u n a larga vida gastada en defensa de
tras vivía. su patria y de la causa n o b l e de la jus-
Quedó E s p a ñ a , como es de suponer ticia. Dos hijos q u e tenía, y algunos ve-
al cabo ¡de esta discordia, tan trastor- teranos llenos de heridas y cnbierios
n a d a y revuelta, que ,al principio del •de canas en su servicio, fueron los úni-
gobierno de Sancho p u e d e decirse rei- cos compañeros de su destierro. Su hi-
n a b a n en su lugar más q u e sus órdenes jo mayor, H e r n a n d o , tenía entonces
los furores de la a n a r q u í a . Los odios veintitrés años, y había hecho sus pri-
más inveterados renacieron en el tras- meras armas en la ú l t i m a revolución, y
torno cíe la revolución, renováronse las al lado de su anciano p a d r e . Su ju-
pretensiones de la ambición, y los robos, ventud, su valor, y el p o r t e y continen-
los desórdenes y todos los crímenes jun- te de su persona, hacían que el gene-
tos hallaron ancho c a m p o en que des- roso Don J a i m e fundase en él las es-
plegarse, h a b i e n d o incendiado la antor- peranzas de su casa y la gloria de fu
cha de la discordia ¡desde e] palacio del n o m b r e para lo futuro, pero la ternu-
soberano hasta el pacífico hogar del la- r a , el gozo de su corazón, la alegría de
b r a d o r . Bastaba que u n a familia se de- sns canas era u n a que tenía entonces
clarase por u n p a r t i d o p a r a que la otra diecinueve años, y reunía a una hermo-
se decidiese por el c o n t r a r i o ; así que sura poco c o m ú n todas Ia=; gracas de
la guerra seguía aun después de la m u e r - su sexo, toda la gallardía de la juven-
te de Don Alfonso, y cada castillo., cada tud, y u n carácter t s n dulce y suave
pueblo er.a u n campo de batalla, d o n d e como lleno .de entereza y de majestad.
a sombra del interés público combatían E r a el ángel consolador de los pesares
el rencor, la codicia y la ambición de de su anciano p a d r e .
algunos particulares. Las hordas d e la- Cuando éste, poseído del descontento
drones, que infestaban los camino • des- natural a su avanzada edad, y perdo-
c a r a d a m e n t e , estaban protegidas de nable en u n desgraciado, se entrÉga»8
oculto por los señores, que se valían de a pensamientos tristes, la vista de. L*0'
ellos p a r a las acciones que u n resto ñor bastaba a disipar enteramente sus
de vergüenza les impedía cometer a las penas, y u n a caricia de ,su hija era par*
SANCHO SALDAÑA 325

u c orazón el rocío d e la t r a n q u i l i d a d , p a r t i d o ) , h a b í a ganado m u c h a s de es-


míe renovaba el brío de su a l m a , m a r - tas tierras de los partidarios de Don Al-
eta per los años y las desgracias. Pe- fonso, e n t r a n d o en ellas a fuerza de
ro como al fin la m a n o de la m u e r t e . . . a r m a s , vinculándolas en su p r o v e c h o ,
y extendiendo de este m o d o su p o d e r í o .
r;os corta a todos de vestir u n paño,
sin hacer diferencia en la medida, Así por esto, como p o r h a b e r sido
antes amigos y no h a b e r seguido contra
su opinión las armas de Don Alfonso,
coin° <ü ce i m o ^ e nuestros poetas, y sin
cobróle tal a b o r r e c i m i e n t o el viejo D o n
qUe basten a ablandar su encono las
J a i m e , q u e el n o m b r e de Saldaría era
|¿£ihi:as de la orfandad ni de la her-
p a r a él más villano que el del m á s ín-
mosiira; las enfermedades del anciano
fimo b a n d o l e r o , y llevado de su tena-
;e alimentaran p o r ú l t i m o con ;us clis-
cidad se negó a oír cuantas proposicio-
nlS ic.-, y el día q u e recibió la n u e v a
nes de paz le hizo en todas ocasiones
je qi.e le declaraban rebelde, m u r i ó
su c o m p a ñ e r o . A ñ a d a e a esto lo q u e
je pesadumbre y en brazos de sus lu-
del h i j o , d u e ñ o absoluto ya de tan cuan-
jos a poco tiempo de su destierro. Que-
tiosos bienes, p u b l i c a b a la fama en
jó Leonor huérfana, y bajo la guarda
aquellos pueblos. T e n í a n l e unos p o r
v ui'sla de su h e r m a n o H e r n a n d o , q u e
asesino y cruel, otros p o r c o b a r d e ; tal
aunque duro de carácter, la a m a b a con
le creía t e m e r a r i o , aquel le juzgaba b u e -
twlo su corazón. Fortificado éste en su
n o , y m i e n t r a s no faltaría alguno que le
castillo, bien provisto de víveres, y de-
tenía p o r generoso, otro le tachaba de
fendido por los leales guerreros q u e
miserable, y la mayor p a r t e creían a i
habían seguido a m p a d r e , n o tenía q u e
ver su rostro, siempre tétrico y m e l a n -
ten er ningún asalto de aquellos a que
cólico, y su amor a la soledad, q u e e r a
eslarnu expuestos en tiempos t a n re-
algún demonio revestido ¡de figura h u -
vueltos los que eran declarados rebel-
m a n a por algún t i e m p o , que sentía v e r
des por el p a r t i d o de Sancho el B r a v o ,
acercarse la h o r a en que h a b í a d e des-
Pero u n enemigo m á s t e m i b l e q u e
a p a r e c e r p a r a siempre y volver a les
todas las partidas de bandoleros y todas
fuegos de q u e h a b í a salido.
ias órdenes de la corte a m e n a z a b a n tur-
bar la paz del corazón de H e r n a n d o , el A y u d a b a a creer esto q u e su p a d r e
repo.o de sus gentes y la seguridad de h a b í a sido enterrado secretamente, y
su hermana, Un amigo í n t i m o , m i r a d o q u e era voz pública se a p a r e c í a d e n o -
y¡i romo enemigo por la diferencia de che en las bóvedas del castillo, y sobre
ios partidos y el rencor i n h e r e n t e a las todo la repentina desaparición de u n a
revoluciones, acabó de convertirse en h e r m a n a suya, que a u n q u e de m u c h a
Tiemiji-o mortal de su t r a n q u i l i d a d . belleza y sin el ceño y cruel aspecto
E! señor de Cuéllar, Sancho S a M a ñ a , de Sancho Saldarla, t a m b i é n ía había»,
<!e quien ya más de una vez h a n ha- visto siempre triste, melancólica y pá-
blado algunos personajes de nuestra bis- lida, como u n a estrella p r ó x i m a a obs-
, loria, poseía en aquella época el se» curecerse. Añadíase, a d e m á s , q u e n a d i e
I Iterbio castillo que h a y en este p u e b l o , de afuera sabía la verdad de lo que
)' se llamaba entonces el de la Rosa. pasaba dentro de la f o r t a l e z a ; tal era
r
-ra el. señor más poderoso de íodcs el silencio q u e reinaba en sus h a b i t a -
Ruellos contornos, e s t e n d i é n d o s e su ciones, y q u e todos h a b l a b a n imicamen»
Poder sobre la m a y o r parle de las po- j te p o r conjeturas, lo cual hacía que se
blaciones que a h o r a forman el p a r t i d o exagerasen los hechos e inventasen al-
e
" eíte corregimiento hasta el D u e r o , gunos, adornándolos con tan increíble?
c
«en de Yalladolid por un l a d o , y p o r sucesos y tan p o n d e r a d o s , q u e el pasa-
*'*o hasta Segovia y muchas leguas a j e r o se llenaba al oírlos de espanto y
la
redonda. Su p a d r e , q u e h a b í a sido curiosidad.
C0|
apañero y amigo íntimo de Don Jai- El padre de Sancho Saldaña había
^ hasta la rebelión de Don Sancho (en cautivado u n a m o r a m u y joven en u n a
a c o r n ó se h a dicho t o m ó cada u n o su de sus correrías, que b " b í a q u e d a d o des-

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326 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de entonces en el castillo, y éste era otro neos, de oír con placer mil músi c
tema que daba no menos m a t e r i a q u e trovas en su alabanza, y saber que ^
los anteriores a infinitos cuentos y ha- envidiada de las h e r n i o s a s ; pero y a Z*8
blillas. I m a g i n a b a n algunos q u e esta se por falta de sensibilidad, ya. \0
cautiva era u n a artificiosa b r u j a , q u e es más p r o b a b l e , a causa de sus r>o '
p o r sus encantos y sortilegios h a b í a he- años, se contentó de m i r a r con aara(l
chizado al h i j o del difunto señor de los obsequios de Sancho Saldaña° '°
Cuéllar, m i e n t r a s otros aseguraban q u e sentir p o r él otro afecto que el ¿e ¡
era el genio maléfico y enemigo de la amistad, y el que concede el amor n *
familia, disfrazado de a q u e l t r a j e , que pío de u n a dama lisonjeada.
conspiraba c o n t i n u a m e n t e en su des- Con t o d o , nadie h a b í a que n 0 crev
trucción. E n fin, todo era misterioso se tan efectuada esta u n i ó n como si hu
e n el castillo, 3^ todo era misterio cuanto biesen recibido y a la bendición ,(]e I
acerca de él se h a b l a b a en sus cercanías. Iglesia, y sin d u d a h a b r í a sido así s'
H o y mismo a l mostrar sus almenadas la rebelión de D o n Sancho contra su
torres al c a m i n a n t e , y sus m u r o s cu- p a d r e no hubiese separado las dos fa.
biertos de musgo donde asoma a h o r a el milias, llevándolas, o como hemos dicho
p i n t a d o lagarto su fea cabeza, o corre a diferentes j>artidos, ¡deshaciendo su?
la r á p i d a lagartija, entre d e r r i b a d a s pie- planes p a r a lo futuro, y dejando burla-
d r a s , vestido el suelo de h i e r b a y vil das sus esperanzas y las de los que dan-
cascajo, el paisano, cuando refiere las do todo por h e c h o , h a b í a n ya asegura-
tradiciones de este castillo, h a b l a toda- do m á s de u n a vez q u e habían visto
vía con misterio de aquella época, sem- los contratos matrimoniales. Todo cam-
b r a n d o su relación de fábulas y mila- bió desde entonces, y habiéndose re-
gros. t i r a d o p a d r e e h i j o a su castillo de
H a b í a n pasado Sancho Saldaña y su Cuéllar, este ú l t i m o conoció allí a Zo-
h e r m a n a la p r i m e r a p a r t e de su juven- r a i d a ( q u e era el n o m b r e de la cautiva),
t u d al l a d o de Leonor y H e r n a n d o , di- y q u e d ó p o r ella p e r d i d o de enamorado.
v i d i e n d o con ellos sus juegos con todo Olvidó, p u e s , a Leonor, olvidó todo, y
el candor y aquella jovialidad con q u e en menoscabo suyo se entregó a su nue-
son amigos los jóvenes. Tenía poco más va pasión con tan desenfrenada locara,
o m e n o s la e d a d de H e r n a n d o , y sus q u e n o h u b o crímenes q u e no cometie-
p a d r e s , a c o s t u m b r a d o s a m i r a r los h i - sen sus arrebatos, de cualquier género
jos de cada u n o como propios suyos, que p u e d a n i m a g i n a r s e , ciego con los
m i r a b a n con gusto el cariño q u e San- hechizos de aquella m u j e r , que no pa-
cho tenía a Leonor, prometiéndose u n o recía complacida sino teniéndole siem-
y otro a sí mismos de unirlos en cuanto p r e al b o r d e del precipicio.
llegasen a la edad precisa, si seguían R o d e a d o de crímenes, entregado a un
'como hasta entonces, mirándose con solo pensamiento en el mundo, lleno
afecto. C u m p l i ó Leonor catorce años, y de h a s t í o , ansioso de algo que nunca
S a n c h o tenía dieciocho, cuando cesando podía e n c o n t r a r , (desasosegado en el so-
los juegos y la confianza de niños en- siego, agitado de tristes imaginaciones
t r ó a galantearla ya como caballero, y, finalmente, cargado de penosos re-
m o s t r á n d o s e suntuoso en festejos, y ha- m o r d i m i e n t o s que sin cesar le seguían y
ciendo en su h o n r a sus primeros hechos a t o r m e n t a b a n en todas partes, llegó) «!
de armas. fin, a h a r t a r s e de la ponzoña q»e fI1
E r a entonces Saldaña el joven más copa de oro le presentaba la mascara
b i z a r r o y galán d e la corte, el de más del deleite, y a odiar el fatal objeto de
d o n a i r e en las danzas, más a r r o j a d o y sus amores con tanto m á s aborrecí011<*
venturoso en las a r m a s , como Leonor to y más furia cuanto le había a¡nafl>
e r a entre las damas la gala y la flor de con más delirio. Volvió en sí, y o° P
la h e r m o s u r a y la gentileza. N o p o d í a diendo encontrar n a d a que basta»"
menos Leonor de ver con gusto su nom- satisfacer sus deseos,, a consolar su V^
b r e en mil cifras, célebre ya en los tor- teza, a hacerle olvidar sus remorflin»
SANCHO SALDAÑA 327

s Se halló en la flor d e su edad con más la inocencia, y el m á s c o r r o m p i d o


fi filma árida como la a r e n a , y vela- suele ver con enfado las costumbres es-
je, ya su rostro con la s o m b r a de los tragadas de los demás, y gusta tanto del
pulcros. candor, que a veces, ya que no p u e d e
gü vano huscaba en las diversiones hallarlo en las personas q u e le r o d e a n ,
fl iie ' l l opulencia podía ofrecerle el ali- exige al menos las apariencias.
¿o a s u S P e n a s í cpie deseaba. La nnísi- Sancho Saldaña estaba ya h a r t o de
fa ¿ervía sólo para entristecerle, los libertinaje, y creyó que Leonor sólo,
cantares más alegres, las trovas más dul- el encanto de sus primeros a m o r e s , po-
cts ]e fastidiaban, la alegría de los bai- dría volverle la paz q u e h a b í a p e r d i -
les le inspiraba el despecho, y el hijo do, y sintió en su ¡Jecho, ya que n o su
Je los torneos, las voces, el r u m o r del p r i m e r a m o r , al menos u n sentimiento
fentío y los ojos de las hermosas eran más dulce que los que le h a b í a n agi-
para él vastos desiertos d o n d e se p e r d í a tado hasta entonces. Su alma se abrió al
;¡ii hablar con n a d i e , solo siempre con soplo de la esperanza p o r u n m o m e n t o ,
sli3 pensamientos en medio de la mul- y la idea de un enlace dichoso que pu-
titud- Se h u b i e r a creído al verle dis- siera fin a su i n q u i e t u d en brazos de
traído, melancólico y solo en medio de Leonor y en medio de caricias desco-
lo; placeres, q u e era la .sombra de u n nocidas todavía p a r a él, era t a n hala-
hombre q u e vagaba acá y allá sin des- güeña, q u e a veces llegaba hasta a h o -
lina, o u n a estatua sepulcral a r r a n c a d a gar, en algún m o d o , los gritos de su agi-
,le la tumba q u e a d o r n a b a , e impelida tada conciencia.
do algún resorte oculto que la movía. Resolvió, p u e s , pedírsela p o r m u j e r a
La pasión que h a b í a tenido a Zoraida su p a d r e , q u e a u n vivía, y volviendo
había agotado en su corazón las fuen- a vestir las ya casi olvidadas galas, or-
lei del sentimiento, y sólo le h a b í a denó a sus pajes y escuderos que se
ijiiedaclo fuerza p a r a sufrir, y m e m o r i a adornasen y engalanasen, disponiendo
para hacer eterno el gusano que le roía. al mismo t i e m p o los mejores caballos
Fastidiado de los placeres, se entregó de sus cuadras soberbiamente enjaeza-
a toda clase de vicios p a r a sepultar en dos. Un rayo de luz brilló en su enca-
e] delirio del juego o en la embriaguez p o t a d a frente p o r un m o m e n t o , bien
el tormento que le hostigaba. P e r o ni así como un rayo de sol entre las nu-
la ganancia le alegraba ni la p é r d i d a bes de la t o r m e n t a , y la guarnición del
le entristecía, mientras el vino, lejos de castillo vio con asombro la m u d a n z a
horror de su fantasía las imágenes de que había h a b i d o en su jefe, y a q u e l
-u tristeza, poniéndole en el estado de día fue el p r i m e r o , p u e d e decirse, q u e
inercia absoluta a q u e reduce este vi- a l u m b r ó el sol el castillo.
cio generalmente o comunicándole el Sólo la despreciada m o r a veía con
júbilo con que trastorna y alienta ej despecho y celos aquellos preparati-
ánimo más caído, le entregaba m á s pro- vos. Sus hermosos ojos negros, en que
fundamente a todo el h o r r o r de sus pen- brillaba el fuego de u n a osadía más
samientos. q u e varonil, giraban vertiginosos acá y
allá, y la fiereza de su altiva y p r o n u n -
Entonces fue c u a n d o , siguiendo el
ciada fisonomía parecía realzada con
impulso n a t u r a l al h o m b r e de buscar
su inquietud. Sus m i e m b r o s t e m b l a b a n
su felicidad, r e c o r d ó a su olvidada Leo-
de cólera, y la sangre africana, irri-
nor? propuso reformar su vida, halagó
tada con los desprecios de su a m a n t e ,
un momento sus penas con las dulces
hacía latir con t a n t a fuerza su cora-
memorias de su j u v e n t u d , y el recuer-
zón, que parecía querer saltarse del
do de los días en q u e , lleno de gozo,
pecho.
sintió el inocente fuego del a m o r p u r o
a vista de su h e r m o s u r a . Nada p r u e b a H a b í a sido cautiva Zoraida cuando
janto el p o d e r de la virtud como el apenas r a y a b a en los quince años, y
homenaje que le tributa el vicio, y el era lo que p o d í a llamarse u n m o d e l o
hombre más c r i m i n a l es el que a d m i r a de h e r m o s u r a á r a b e . D e airoso conti-
328 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

n e n t e , alia y briosa de cuerpo, su m a r - ble y digna del ultraje que se l e jj ,


cha era la del cisne cuando gira se- E l resultado p r o b ó hasta dónde He 'J**
r e n o en las aguas y su m i r a d a la del sus planes el rencor con que los traz t
águila q u e desafía al sol frente a fren- Sancho Saldaña entre tanto IiaV.-
I T • • ' dt) ien.
te. Sus pasiones impetuosas y vehemen- do dispuesto su comitiva, se encam' •
tes d a b a n a todos sus deseos u n carác- al castillo de Iscar, resuelto a sacrir"*
ter tal de fuerza, que su voluntad ha- car su orgullo y a sufrir cualqufe1'
b í a de cumplirse o debía ella perecer m a l a razón de Don J a i m e con tal Ü*
e
en su e m p e ñ o . E s t a b a acostumbrada a lograr el blanco de sus deseos.
arrostrar los caprichos de la fortuna, Llegado que h u b o al puente leyaJ-
y a u n a veces a vencerla y a sujetarla, zo hizo sonar su trompeta y (fUe
y esta l u c h a continua en que había anunciase un heraldo, a cuya señal h
p a s a d o toda su vida la h a b í a dotado b i e n d o respondido desde el castillo i
de un valor a toda p r u e b a en los ries- heraldo anunció que su amo, el ilUí.
gos y de mi arrojo en sus empresas conde de Saldaña, deseaba hablar e
que r a y a b a en temeridad. Pocas veces particular con el m u y noble señor de
h a b í a llorado en su vida, y siempre q u e Iscar y q u e a g u a r d a b a allí su respu e¡ | a
había d e r r a m a d o lágrimas h a b í a sido E s t a b a en este m o m e n t o Don Jaime
i m p l o r a n d o venganzas o m e d i t á n d o l a s . h a b l a n d o con Leonor de lo que corita-
A m a b a , n o , a m f b a es poco : deliraba, b a n del señor de Cuéllar, y cuando ovó
i d o l a i r a b a , m i r a b a a Sancho Saldaña su n o m b r e no p u d o contener su cólera
como a su Dios, como a su todo, y a — ¿ A q u é viene a q u í ese malsín, ese
consecuencia de tanto a m a r l e , su mis- traidor a su rey? ¿Viene a insultante?
m o frenesí, su misino anior rayaba en Se engaña, p o r q u e m e quedan aún fuer-
aborrecimiento, de suerte q u e le odiaba zas bastantes p a r a obligarle a que me
y le idolatraba a u n t i e m p o , y a u n respete. ¡ H e r n a n d o ! — g r i t ó a sil hijo—,
tiempo le arriesgaba y le protegía, le pon los arqueros en las almenas y (ule
despreciaba y le defendía, buscándole q u e yo no respondo a traidores sino con
y h u y e n d o de él, i n s u h á n d o l e y acari- las a r m a s .
ciándole, y sintiendo afectos t a n dife- — P e r o , señor—contestó Hernando—,
rentes con la m i s m a violencia q u e la su traje y su séquito son de paz, y ao
pasión frenética q u e los movía. sería honroso responder con armas al
T a i era la m u j e r q u e h a b í a trastor- q u e se nos entrega sin ellas,
n a d o el genio, el rostro y el corazón — E a v e r d a d , y has apuntado bien
d e Saldaña ; p e r o q u e si le h a b í a pre- — r e p u s o el %iejo—, cuanto más que el
cipitado en un abismo de males no heraldo debe ser* respetado según la
h a b í a titubeado en arrojarse con él, y ley de la g u e r r a ; me acuerdo todavía
q u e si le había llenado d e r e m o r d i m i e n - q u e en Sevilla, cuando estaba allí la flor
tos, su corazón ardía en la pasión más de la caballería de España con el San-
a r r e b a t a d a , y sin esperanza, que p u e d e to rey, p a d r e de nuestro monarca, de-
sentir m u j e r . Si tal era su amor y gollamos u n a p a r t i d a de moros que ha-
la arrastraba a tantos desaciertos vién- bía a h o r c a d o de u n árbol un herald»
dose pacíficamente correspondida, ¡ cuál nuestro q u e llevaba a la ciudad un men-
sería su furia cuando hallase una rival saje, o b r a n d o según la ley de la guerra-
q u e c o m b a t i r , u n a enemiga tan temible —Señor, ¿ q u é m a n d á i s que se le res-
como L e o n o r ! Supo para qué eran los ponda?—interrumpió respetuosamente
preparativos de su a m a n t e , p e n e t r ó la su hijo.
causa de su alegría, y sin darle u n a sola — E l p a d r e de ese muchacho estíb"
queja r e p r i m i ó su ira, calló, y sin de- allí entonces—continuó el buen vieJ
r r a m a r u n a l á g r i m a , n i siquiera exha- como distraído—, y p o r cierto qW er*
l a r u n suspiro, se retiró a m e d i t a r su u n a de las buenas lanzas que habtf-
venganza, d e t e r m i n a d a a m o r i r o a lle- ¡ A h ! . . . Sí, se me olvidaba—repuso v£
varla a cabo, imaginándola cruel, terri- viendo en sí—; n a d a , que se vaya») *P

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SANCHO SALDAÑA 329'
\ ^¿ no tienen q u e h a c e r ; q u e se va- su j u v e n t u d . E l p r i m e r o que h a b l ó fue
- v cuanto antes. Don J a i m e , y d i j o :
^a respuesta era tan definitiva que -—Mucho m e extraña vuestra visita,
j a quedaba que r e p l i c a r ; pero Leo- señor conde, que puesto que vuestro
r considerando les peligros a que se p a d r e y yo fuimos amigos y compañe-
0 „ía su p a d r e haciendo este des- ros en mejores tiempos q u e los presen-
n Saldaña, determinó sacar de él tes, y hace años q u e acabó nuestra amis-
ate
a respuesta más dulce y que no le tad y r o m p i m o s lanza con p u n t a de tal
plisje.-:e para lo futuro a los riesgos m o d o q u e se hizo imposible entre nos-
otros t o d a reconciliación.
que cualquiera indiscreción podría
¿obre ellos en circunstancias Jan —No vengo a h o r a -—respondió el con-
• ;-s, v así a n a d i ó con voz t í m i d a : de con irire noble, a u n q u e sumiso y
«pinos-
—-Padre m í o , ¿y si viene a propone- a r r e p e n t i d o — a discutir con vos los mo-
os una reconciliación? tivos de vuestros resentimientos con m i
p a d r e . Baste deciros que m i poca edad
—Kníre nosotros no cabe n i n g u n a ,
m e perdonó el disgusto de m e d i a r en
hija mía. ellos v que las causas que os resintieron
V deieniéndose u n monienio como con él no creo que existan para con-
pensativo, exclamó :
migo.
—Sí, qne e n t r e , que e n t r e ; quiero
— T e n d r í a i s razón, joven —repuso el
jí»iiir e l parecer de nuestro sabio rey
señor de Iscar—•, si vos, dejando a un
Don Alfonso, q u e decía que antes ¿ e
lado las opiniones de vuestro p a d r e , h u -
sentenciar es menester oír las p a r t e s .
bierais depuesto al menos las armas y
Mucho debió de agradecer Saldaña no hubierais seguido t a m b i é n el par-
que este dicho de Alfonso X ie pre- tido del hijo rebelde, qt:g no podrá ha-
sentase a la m e m o r i a del caballero, pues llar paz nunca en su corazón por h a b e r
iie lo contrario h u b i e r a tenido que vol- levantado b a n d e r a contra su mismo
ver pies a t r á s ; pero las sentencias del padre.
übio Alfonso eran p a r a .Don J a i m e tan Estremecióse Sancho Saldaña al oír
«airadas como les preceptos de la re- estas palabras que p r o n u n c i ó el señor
ligión, no conociendo otro rey ni otra de Iscar con sentimiento, frunció las ce-
autoridad que la suya, y a u n q u e San- j a s , y el t e m b l o r convulsivo ce sus la-
dio el Bravo era el verdadero rey bios anunció que algtin r e m o r d i m i e n t o
de Castilla entonces, él siempre daba le fatigaba; pero el anciano, sin echarlo
ísle título a su p a d r e , sin que h u b i s r a de ver, continuó d i c i e n d o :
fuerzas humanas que le hicieran dar al
—Digo, pues, q u e tendríais en ese caso
hijo oiro n o m b r e que el del rebelde. razón; pero vos desoísteis la voz de vues-
Fu esto Sancho Saldaña, h a b i e n d o tra conciencia, seguisteis el ejemplo de
ifcibido el permiso de e n t r a d a , liego al vuestro p a d r e , y a u n q u e p u e d e ser más
ulón donde estaba sentado Don J a i m e p e r d o n a b l e en vos q u e en él, a causa de
Jsuardán dolé» y de que h a b í a salido vuestra e d a d , yo h e j u r a d o odio impla-
teonor por respeto a su p a d r e y decoro cable a ios enemigos de m i rey, y si aca-
íe su persona. so p u e d o compadecer a alguno por el
Conservaba aún Sancho algunos res- merecido castigo que les aguarda del
to' fie su belleza, m a r c h i t a ya p o r el Vengador de los justos, no p o d r é nun-
rigor de sus pasiones y el estrago que ca en mi vida reconciliarme con ellos.
habíaii hecho en él los vicios a q u e úl- A h o r a decid lo que tengáis que comu-
"inameiite se había e n t r e g a d o : p e r o en nicarme.
•Hedió de \a palidez y severidad de su Dicho esto se puso a m i r a r l o con aten-
'ostro y la expresión melancólica de su ción, como a g u a r d a n d o su respuesta :
fi^oiiomía creyó descubrir el anciano en pero Sancho Saldaña n o se h a l l a b a en
*" porte vigoroso y caballerosa apo&tu- estado de responderle. P o r u n a p a r Le,
18 tenía frustradas sus esperanzas, y se
alguna semejanza con la marcialidad
T
belleza del p a d r e en los tiempos de juzgaba condenado a ser e t e r n a m e n t e
330 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

infeliz, mientras por otra, algunas pa- en el m u n d o , el día, la vida, el


de mi corazón. cieln
labras de las que h a b í a dicho el an-
ciano t e m a n tanta relación con alguna — H a b l a d , pues —exclamó c o a m ^ .
de las causas de sus r e m o r d i m i e n t o s , el a n c i a n o — y yo os p r o m e t o qu e Co °
q u e sintió ahogársele la p a l a b r a , y u n m i h o n o r y el de mis hijos no pe]¡ °
estremecimiento convulsivo se apoderó ni se mezcle en lo q u e m e pidáis fl '
de todos sus m i e m b r o s . E l anciano es- olvidando todo resentimiento, os con '
p e r ó un rato la respuesta, y h a b i e n d o deré io q u e m e suplicáis tan de ver
n o t a d o sus movimientos, los a t r i b u y ó a Sancho Saldaña bajó u n momento 1
su orgullo ultrajado por h a b e r l e su- ojos al suelo como indeciso, miró a D
puesto u n m o m e n t o capaz de humillarse J a i m e , volvió a bajarlos, y como
hasta el p u n t o de venir a i m p l o r a r de h o m b r e q u e arroja de sí u n peso SUD
él u n a reconciliación. rior a sus fuerzas, dio u n suspiro, y di"
—Veo en vos — d i j o — el carácter de en voz apenas inteligible:
vuestro p a d r e , y sé que los Saldañas -—Yo amo a Leonor.
h.an sido siempre demasiado altivos p a r a —Sé q u e la habéis a m a d o ; continuad
mendigar la amistad de cualquiera que —repuso gravemente Don Jaime.
s e a ; p e r o como podíais tener algún in- —La h e a m a d o , sí, p e r o nunca tanto
t e n t o que p r o p o n e r m e sobre el que re- como a h o r a , q u e veo en ella la fortaleza
quirieseis mi asentimiento, h e empeza- de mi descanso —repuso el conde—- la
do por haceros ver que conmigo es im- he a m a d o , p e r o a h o r a veo en ella sola
posible toda reconciliación. el reposo y la paz de toda mi vida. Yo
— ¿ Y si dependiese de ella —exclamó vivo ya m u c h o t i e m p o fatigado y har.
tristemente Saldaña— la esperanza, la to de cuanto b u e n o y malo me rodea;
felicidad de u n joven q u e , a u n q u e cri- el m u n d o es más viejo p a r a mí, a pesar
m i n a l , n a d a os h a hecho p a r a merecer de mis pocos años, que lo es para vos
vuestro odio, si dependiera de vos que al cabo de vuestra e d a d ; todo está usa-
u n alma se ganara todavía p a r a el cielo do en é l ; n a d a hallo nuevo en la Na-
en vez de q u e , entregándola a la deses- turaleza ; la luz del sol, la noche, la pri-
peración, quede a b a n d o n a d a a todas las m a v e r a , lo más bello, lo más tremendo
asechanzas de Satanás, entonces, señor, con que puede recrear el cielo o ame-
entonces, ¿ q u é diríais? ¿ Q u é determi- nazar en su cólera, n a d a m e inspira un
naríais? sentimiento n u e v o ; sólo Leonor es el
— H a b l a d —repuso al m o m e n t o Den único objeto que p u e d e inspirármelo.
J a i m e — : el sabio rey D o n Alfonso de- I sólo ella p u e d e volver a m i alma la
cía que todos tienen derecho a exigir sensibilidad que lia p e r d i d o . Su mano..
s i e m p r e que se les oiga. -—Joven, ¿sabéis lo que me pedís?
—Señor —continuó el conde, lleno ce — r e p u s o Don J a i m e levantándose con
agitación—, de este m o m e n t o d e p e n d e dignidad—-. Nunca m i sangre se mez-
m i vida o m i m u e r t e ; vos sólo podéis clará con la vuestra, así como la lealtad
p r o n u n c i a r m i sentencia, vos sólo po- no se h a mezclado n u n c a con la traición.
déis salvarme, de u n a sola p a l a b r a vues- — V e d , señor —exclamó el conde—,
tra d e p e n d e m i felicidad. i\To m e consi- q u e va m i dicha en vuestras palabras.
deréis como el hijo de Rodrigo Salda- —Silencio •—replicó el caballero—
ñ a , m i r a d m e como u n extraño ; suponed Os h e oído con paciencia, y es cuant''
en m í u n pasajero que en la oscuridad podíais exigir de m í ; os compadezco-
d e la n o c h e no p u e d e encontrar u n p e r o no penséis más en Leonor.
asilo donde refugiarse de la lluvia y os •—¿Y m e a b a n d o n a r é i s a mi suerte-
p i d e h o s p i t a l i d a d ; m i r a d en m í u n pe- —dijo el conde en actitud decente, Per°
cador a r r e p e n t i d o , u n h o m b r e que va a suplicante—. ¿Desecharéis mis súpl>c
a r r o j a r s e a u n a b i s m o , y cuya m u e r t e y m e dejaréis en el camino de la P
podéis evitar con sólo tenderle u n a dición?
m a n o que le separe. M i r a d m e así, y no —Basta, basta —replicó el anciano---
m e negaréis el tesoro único que deseo y en v e r d a d q u e es humillante p
SANCHO SALDAÑA 331

hombre de vuestro linaje abatirse asaltándolo para r o b a r l a , ya q u e cre-


flto delante de su enemigo. yese, vista la guarnición de la fortale-
^.¿Queréis serlo? -—respondió Salda- za, q u e era empresa de m u c h o t i e m p o
-a recobrando su n a t u r a l fiereza, im- y dificultad, lo cierto es q u e en m u c h o
p i d o por su a l t i v e z — : pues bien, so- tiempo pareció h a b e r olvidado su ju-
Lre vos caigan los nuevos crímenes q u e r a m e n t o , y n o hizo o no pareció h a c e r
me haga cometer la dureza de vuestro intención de c u m p l i r l o . Con t o d o , día
corazón? sobre vos caigan las maldi- y noche pensaba en su felicidad, y, por
ciones de u n joven p e r d i d o en lo mejor consiguiente, en Leonor, y resuelto, p o r
je s u s años y condenado ya en vida a ú l t i m o , a poseerla d e cualquier m o d o ,
todo? l ° s tormentos del infierno. Sobre imaginó robarla como único medio q u e
vos..- la q u e d a b a .
Basta, lie dicho —replicó irritado E l V e l l u d o , a quien d a b a n este
pon J a i m e — ; salid de m i castillo, y mote p o r el m u c h o vello de que estaba
tbá sracias al m o d o y la intención con cubierto, era el l a d r ó n más famoso en
que habéis venido que no es m a n d o Castilla y el t e r r o r de aquellos contor-
arrojar por una ventana. nos. H a b í a sido soldado en su mocedad
—¿A mí? —repuso todo encolerizado | y m i l i t a d o en diversas p a r t e s , h a b i e n d o
Don Sancho—. ¿A m í ? — p e r o conte- j alcanzado en todas ellas fama de es-
niendo SU i r a , c o n t i n u ó — : Viejo cruel, forzado, y debiendo esta gloria tanto a
no ¡ne p r e c i p i t é i s ; u n crimen es para su b u e n a suerte como a su i n t r e p i d e z
mí poca cosa; d a m e tu hija, yo te pe- n a t u r a l . E r a entonces de edad de cua-
diré perdón, yo seré feliz y t e lo d e b e r é renta años, y no h a b í a p e r d i d o n a d a de
a ti -olo, si n o . . . peseerla no m e costará la robustez y fuerza de su j u v e n t u d .
más que cometer un delito. F i e r o y colérico en demasía, no deja-
— i H e r n a n d o ! —gritó el anciano a su ba de ser a veces cruel si le a r r e b a t a b a
hijo, que se presentó al m o m e n t o a su la ira, p e r o su índole era generosa na-
voz—, echad d e l castillo a ese t r a i d o r , turalmente, y más bien hacía m a l por
hijo de un t r a i d o r que viene a insultar oficio que p o r inclinación. D u r a n t e las
mis canas. refriegas de Castilla, y en medio de la
— ¡Conde D o n S a n c h o ! . . . —dijo en- confusión q u e d o m i n a b a en el r e i n o ,
tonces H e r n a n d o . había t o m a d o las armas y formado su
— ¡ Hernando! ¡ Amigo ! —exclamó tropa de b a n d o l e r o s , saqueando acá y
Saldaña. i allá, tan p r o n t o a u n p a r t i d o como a
— ¡Conde D o n S a n c h o ! , r e p i t o , obe- ¡ otro, prestando sus servicios a todos
deced a m i p a d r e . cuando la utilidad de éstos se convenía
—Está bien —repuso el conde—, sal- con su interés p r o p i o , y distinguiéndose
go de vuestro castillo; no m a n c h a r é mi s i e m p r e en sus hechos tanto por su as-
«pada en la sangre del amigo de mi Lucia como por la osadía de sus planes.
juventud, p o r q u e ya tengo bastantes A éste, p u e s , comunicó los suyos San-
manchas de sangre inocente en mis ves- cho Saldaría, i m a g i n a n d o diestramente
tidos, pero j u r o que h a de ser mía Leo- el m o d o de r o b a r a Leonor sin que él
nor, ha d e ser mía, ¡ vive D i o s ! , de apareciese culpable.
tuerza o de voluntad. Ya hemos dicho q u e h a b í a dejado
Dicho esto dejó el castillo, y m e - pasar el conde m u c h o t i e m p o desde la
tiendo espuelas a su caballo corrió a entrevista con Don J a i m e basta el mo-
rienda suelta hasta Cuéllar, sin ver el mento de c u m p l i r su empresa, y en
camino que llevaba n i r e p a r a r si le se- más de u n año después de la m u e r t e
guía o no su gente. Desde entonces mil del caballero no tuvo m e d i o o no se
'"Paginaciones, m i l venganzas le agita- resolvió a efectuarla. Preséntesele la
ro
«) y la cólera y el orgullo l u c h a b a n mejor ocasión que p o d í a e s p e r a r ; sa-
er
> su corazón; pero ya sea el m i e d o bía que la caza era u n a de las diver-
^ irritar a Leonor, p a r t i c u l a r m e n t e si siones favoritas de los dos h e r m a n o s ,
at
ropellaba el castillo de su h e r m a n o y h a b i e n d o introducido u n halconero

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332 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de su confianza en el servicio del se- mismos ojos a dos h o m b r e s qu e .


ñ o r Iscar, tuvo aviso del p r i m e r día e n p o r su clase incapaces e i n d i a n o s j
que pasado el t i e m p o del duelo volve- medirse nunca con él, y que enton
rían los h e r m a n o s a su a c o s t u m b r a d o se h a b í a n b u r l a d o de su valor <]e •
divertimiento. b á n d o l e , cometiendo su intento v ^ "
L l a m ó a l p u n t o al Velludo, y ofre- landose de sus amenazas.
ciéndole u n a recompensa considerable, Añadíase, a d e m á s , a esto, que ya >
t r a t a r o n juntos del m o d o de robar a la bastante p a r a exasperar otro ánim 0 m
d a m a sin q u e él se comprometiese y, nos colérico y orgulloso que el Süv *
al contrario, ganase su voluntad. P a r a h a b e r estado más de dos horas eajj"
esto se valieron del m o d o ya referido con su caballo, haciendo esfuerzos n a .
en el capítulo anterior, teniendo Sal- levantarse, y sin h a b e r podido siquifr
daña el in'ento de al siguiente día pre- mover la p i e r n a , que tenía cogida (]e
sentarse delante de los b a n d i d o s , que bajo con tan crueles dolores, que s¿jft
h a b í a n de h u i r a su vista y abando- podía calmarlos u n tanto la ira que ]*
n a r l e a Leonor para que él, como li- sofocaba. E n esto llegaron, como se ha
b e r t a d o r suyo, mereciese de este m o d o dicho, los cazadores, y Hernando u,
su afecto con menos dificultad. cuanto los v i o :
P e r o el cielo, que vela sobre la ino-
— j u r o a Dios — d i j o — , canalla, p e .
cencia y convierte en h u m o las asechan-
rros, q u e os he m a n d a r colgar de una
zas y les pensamientos del i m p í o , h i z o
a l m e n a ; id, seguid p o r a h í todo dere-
que en medio de la agonía de Leonor
cho, a la izquierda h a n llevado a vues-
se presentase a deshora u n ser en apa-
tra señora dos malsines como vosotros.
riencia sobrenatural q u e , a t e r r a n d o con
Seguid por a h í , ¡vive D i o s ! , ayudadme
su vista a aquellos h o m b r e s supersti-
a salir de este maldito a n i m a l , que creo
ciosos y crédulos, la libertó por enton-
que m e ha de h a b e r roto esta pierna.
ces de sus enemigos y desbarató los
No había acabado de decir esto cuan-
planes del tétrico y desesperado
do u n cazador ya viejo, y que parecía
Saldaña.
el jefe de los otros, gritó :
— V a m o s , pie a tierra dos de vos-
CAPITULO V otros ; t ú , Cantor, b u e n viejo, y tú,
Garci-Pérez, a y u d a d m e a sacar a nues-
El bosque era muy espeso,
todos perdido se hane,
tro a m o .
Y diciendo y haciendo, cogidos do.»
andando a un cabo y a otro de la cola del animal y el viejo tirando
mucho alejado se h a e :
tantas vueltas iba dando
de ambos brazos al caballero lograron
que no sabe donde estae, p o n e r l o en pie, a u n q u e con mucha di-
La noche era muy escura, ficultad.
comenzó recio a tronare.
—Así m e sucedió a m í en la bata-
Romance del marqués de Mantua lla cíe... —dijo el que parecía capatai.
y Valdovinos. m i e n t r a s apoyaba la pierna derecha ÍH
la b a r r i g a del animal y tiraba por bajo
A este tiempo toda la t r o p a de is-
de los brazos d e su señor—. Vaya W.i
car estaba vagando p o r los p i n a r e s . Los
noche que p a s é ; toda la noche debajo
cazadores, después de h a b e r registrado
de m i caballo sin p o d e r m e menear mu
el bosque por todas partes en busca de
lejos que u n caracol en medio minólo-
sus señores, h a b í a n h a l l a d o al fin d e
m u c h o tiempo caído aún debajo de — ¿ Y qué diablos i m p o r t a a nadie Jo
su caballo que le h a b í a cogido u n a que te sucedió esa noche? —interru»'*
sW
p i e r n a , al único testigo de la p é r d i d a pió H e r n a n d o , lleno de enfado, Y
de Leonor. Estaba éste con el h u m o r saber con quién desahogaría su coI«*-
que fácilmente podemos imaginarnos se —Cierto es que no le importa a V*
118
encontraría en su situación u n h o m b r e die —replicó el veterano con la n
de un genio i n t r é p i d o y a r r e b a t a d o . H a - calma—, pero a m i . . . ,
b í a visto r o b a r a su h e r m a n a ante sus — ¡Basta, por Dios, Ñuño, basta- 7
SANCHO SALDAÑA 333

!:. jyje ahí otro caballo y vamos —inte- p a r a alabar aquellos ojos de dulzura y
pjpió otra vez el señor de Iscar. de majestad.
__¡Q«e n u n c a m e h a de dejar ha- —Sí, p e r o di la canción —insistió el
llar! Vamos, es lo mismo que el pa- viejo.
ne: no podía sufrir que hablasen de- — ¿ C ó m o quieres q u e recite yo ver-
jóle fie él — m u r m u r ó Ñ u ñ o entre dien- sos al paso que vamos? ¿ T e parece a ti
^ Pero qué- ¿estáis h e r i d o ? —aña- q u e mis canciones son p a r a oídas a ga-
jj¿ mirándole con cuidado. lope y en u n camino?
__\o, no tengo n a d a —repuso H e r - — T o m a , más de u n a vez -—replicó
gjiido con impaciencia. Ñ u ñ o — las he t a r a r e a d o yo yendo a es-
_;U sangre es de este p o b r e animal cape a embestir a los e n e m i g o s ; m e
respondió el viejo a quien Ñ u ñ o lia- a c u e r d o , en la b a t a l l a d e . . .
ría llamado C a n t o r — ; ha caído, sí, —Calla, q u e el a m o ha hecho alto y
»íro como u n p i n o h e n d i d o por el ba- me parece que nos hace señas de q u e
rba del leñador, vayamos.
—Pobre Brioso —dijo entonces Ñu- —Está de Dios — m u r m u r ó entre sí el
ño acariciando la frente del alazán—. b u e n viejo— q u e nunca m e h a n de de-
jar hablar.
pn dónde has venido a c a e r ! Ya
¿ vo que tú eres leal para t u jine- E n efecto, era así como decía el
lf: vaya, que se encargue alguno en Cantor. H e r n a n d o , adelantándose de
llevar a este p o b r e bicho al castillo; toda su t r o p a , había seguido a todo el
quiero a este caballo, p o r q u e lo mon- galope de su caballo el camino por don-
taba muchas veces el p a d r e de Don Her- de p r e s u m í a que Usdróbal y Zacarías
nando v nos hemos hallado juntos en h a b r í a n conducido a L e o n o r ; pero ha-
máj de un encuentro. b i e n d o llegado a u n sitio cubierto todo
—Vamos, Ñ u ñ o , Ñ u ñ o , a caballo de maleza, y donde no h a b í a seña de
-gritó H e r n a n d o , r e p r i m i e n d o su ira pisada alguna, creyó q u e h a b í a perdi-
do la senda, y los l l a m a b a p a r a tratar
por el respeto que le i m p o n í a el más
con ello.s el r u m b o que h a b í a n de
intigno r ervidor de su casa—. V a m o s ;
seguir,
I ;ÍÚ olvidáis que está mi h e r m a n a en
E m p e z a b a ya a oscurecer, y la tem-
| pelijrro?
pestad, q u e h a b í a hecho recogerse a los
—A caballo —contestó el veterano, y bandoleros, anunciaba ya su furia con
aliando en el suyo con más ligereza algunos relámpagos de t i e m p o en tiem-
' 'J«e lo que p r o m e t í a n sus .años, prosi- po. Poco i m p e d i m e n t o era éste p a r a el
íuió diciendo— : Vamos, guiad adon- ánimo del señor de Iscar, y m u c h o me-
if queráis. nos en la impaciencia q u e le a g i t a b a ;
—Voto va — c o n t i n u ó , siguiendo a ga- pero la absoluta ignorancia en q u e se
lope la senda por .donde había echado hallaba del camino que h a b í a n t o m a d o
«unió—, voto va, q u e e.r, doña Leonor les r o b a d o r e s 5e tenía suspenso y no
1
joy¡í más rica que h a y en la casa. sabía si pasar adelante o volver atrás.
'•ó»io la quería su p a d r e ! ¡Y a m í El convento del P i n a r , único edifi-
fl
- quiere lanío! P o r Santiago, q u e m e cio aiilado en aquel desierto, se des-
"it-ra vo esta noche si n o la saco, a u n - cubría .apenas a cierta distancia entre
lie >na de m a n o de los filisteos. Mira-, los árboles, y era de p r e s u m i r que no
¿ntor —anadió, dirigiéndose a su con»» h a b r í a n elegido a q u e l camino ios ban-
Jatipro—, ¿te acuerdas de Don Jaime? doleros, siendo por razón del convento
,"J5*^ mira cómo se le parece su h i j o ; el más fácil que h a b í a de hallar. P o r
*" va a caballo que por detrás se m e otra p a r t e , el río P i r ó n , que corre allí
-"ra que ] e e $toy viendo. T e j u r o q u e cerca, era el paso q u e dividía las tierras
*m y0 y U e i v a a h a b l a r a doña Leo- de Iscar de las de Cuéllar, y no era
;.''••• ¿Cono la llamabas tú en tu can- p r o b a b l e que hubiesen vadeado el xío
"•-- Aquello de u n cielo... hacia este p u n t o , siendo fama que aque-
-Todo es poco —repuso el Cantor lla parte era la única en todo el país
m OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

respetada de los ladrones. P e r d i d o en d o — q u e la gente se p u e d e ir y


estas imaginaciones había h e c h o a l t o , y m e q u e d a r é con vosotros. ?ne Jo
a poco t i e m p o tuvo a su lado al Can- — E s t á de Dios q u e n u n c a he ,de
tor y a Ñ u ñ o , q u e llegando a él m u y b a r de decir lo que siento—susui8'6**
quedito le p r e g u n t a r o n sí había descu- media voz Ñ u ñ o Vero, para qui et ,° *
bierto algo. h a b í a nada tan i n c ó m o d o coain „, ¥
— N a d a , por mi desgracia —repuso i n t e r r u m p i e s e n c u a n d o estaba L
b
H e r n a n d o — . H e venido todo el camino blando. *'
ojo alerta figurándome ver a Leonor — M a n d a d a la gente que se r
<%
tras de cada m a t a . La h e m o s p e r d i d o —continuó su amo.
— a ñ a d i ó m e n e a n d o l a cabeza y hacien- —Sí—replicó el veterano—-, todo
3 le
do cierto r u m o r con la lengua contra i r á n , menos ese halconero nuevo que
los dientes de a r r i b a , q u e anunciaba la viene ahí con nosotros, y que conoc*
poca esperanza q u e le q u e d a b a — . esta t i e r r a como la p a l m a de la mano
¡ Cómo h a de ser! Será menester q u e Y cuanto más q u e s i e m p r e me acuerd
nos r e t i r e m o s ; la noche trae m a l a cara. q u e vuestro p a d r e recomendaba tomar
—Poco i m p o r t a la cara q u e traiga un guía p a r a ciertos casos, y más ,|t
la noche—repuso Ñuño—si sabéis algo, u n ejército se h u b i e r a perdido si.
o podéis darme a m í indicios de dón- — P u e s bien, l l a m a d l e y vamos—inte.
de podría yo encontrar a doña Leonor. r r u m p i ó el Cantor.
Que p o r Santiago, las tempestades y yo —Voto va, señor trovador—dijo irri-
nos conocemos ya h a m u c h o tiempo, y tado Ñ u ñ o — , que más de una vez ot
ni u n e n i otro nos hacemos m a l , y yo h e dicho q u e n u n c a m e interrumpa»
os p r o m e t o q u e , como siquiera m e in- cuando h a b l e , y n o parece sino...
diquéis lo bastante para q u e yo imagi- — V a m o s p r o n t o , Ñ u ñ o , antes que m
ne dónde se p u e d e h a l l a r , la h e de t r a e r más tarde—dijo H e r n a n d o .
o m e h e de dejar de l l a m a r Ñ u ñ o V e r o . — O t r o q u e tal—exclamó el veterano
Me acuerdo u n a n o c h e . . . al verse i n t e r r u m p i d o de nuevo, y me-
—Lo mismo digo y o — i n t e r r u m p i ó el tiendo espuelas a su caballo llamó al
poeta—. ¿ Q u é será de nosotros en el halconero y o r d e n ó al resto de Ja tro-
castillo si n o vemos brillar nuestra au- pa q u e se retirase al castillo, lo que
rora en los ojos celestiales de la vir* hicieron obedeciéndole, aunque toda
gen de Iscar? "No, es preciso buscarla con muclio disgusto y más gana de
a todo t r a n c e ; es preciso. a c o m p a ñ a r a su a m o q u e de retirar».
—Bravo, b u e n trovador—exclamó Q u e d a r o n , p u e s , solos los cuatro, j
Ñ u ñ o , q u e , a u n q u e resentido de las in- h a b i e n d o p r e g u n t a d o al halconero ¿
terrupciones continuas q u e ponía el sabía la habitación de los bandolera
poeta a su conversación, le h a b í a h e - o hacia q u é p a r t e p o d í a caer, éste re*-
cho olvidar la que acababa de sufrir el p o n d i ó q u e , a u n q u e n o podía fijamen-
buen deseo q u e manifestaba—.: tú m e te decirlo, creía que poco más o me-
a c o m p a ñ a r á s en m i expedición esta no- nos acertaría. Y" sirviéndoles de ¡mu
che, y vos—continuó, dirigiéndose al echó delante, y poniéndose todos »
señor de Iscar—os podéis r e t i r a r con m a r c h a , e m p r e n d i e r o n su camino a po»
la gente. distancia de él.
—La gente se p o d r á ir sola—repuso E r a este halconero el espía que, con»
el señor de Iscar—, q u e por Dios n o se se h a d i c h o , h a b í a introducido Sancho
ha de decir nunca que dejé en el pe- Saldaña en el castillo de Iscar y el Io*
ligro a la que m i padre confió a m i avisó al Velludo del día y sitio »
cuidado, que h a b í a de suceder la caza. Conof.
— P e r o , señor—replico Ñ u ñ o — , la n o - a palmos aquella t i e r r a , y era, en e '
che va entrando y el h u r a c á n amenaza t o , el m e j o r guía que podía haber
ser espantoso, y a u n q u e ya más de u n a niado nuestro caballero, si hubiese «P
vez os he visto enristrar lanza contra... dado su buena intención a su
—Ya h e d i c h o — i n t e r r u m p i ó H e r n a n - P e r o su voluntad era de las mas , 0

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SANCHO SALDAÑA 335

y en este m o m e n t o no trataba — S i e m p r e h e oído decir lo mismo a


L m e n o s f í u e ^ e entregarlos en ma- todos vosotros—replicó Ñ u ñ o — , p e r o
de l ° s b a n d i d o s p a r a que los ro- ya yo entiendo los guías, q u e de algo
taran >" aprisionaran, y haciéndoles pa- me h a n de servir cuarenta años q u e
. su rescate, tener él p a r t e en la pre- llevo de a n d a r por el m u n d o , y ya n o
sin apariencia de culpa alguna. Con soy ningún niño y no m e la pega na-
j¡e mal intento caminaba en medio de die. Me acuerdo u n a vez que le m e t í a
k oscuridad a la luz de los r e l á m p a - u n paisano... h a r á a h o r a diez años, el
tí¡ que de t i e m p o en t i e m p o envol- de 1274, día de San José, por la n o -
can el bosque en u n m a r de fuego, -des- che, cuando entramos en el reino de
lucrando a los caminantes y sepultán- G r a n a d a diez m i l peones y más de tres
dolos en nuevas sombras y lobreguez. mil caballos, q u e , como iba diciendo ..
£ ra el balconero n a t u r a l m e n t e co- —Acabaréis, voto a t a l — i n t e r r u m p i ó
Ur&e. y g l estallido de los truenos y H e r n a n d o — , que con los truenos y
(\ brillo de los relámpagos e s p a n t a b a n vuestra sempiterna charla n o p u e d o oír
jU caballo de tal m a n e r a que a cada bien las voces que m e parece que suenan
instante se p a r a b a , renovando el m i e d o ahí cerca,
j e su jinete con la superstición q u e co- —No son malas voces—respondió el
rría entonces de que estos animales veían h a l c o n e r o — ; es el b r a m i d o del h u r a -
espíritus y aparecidos c u a n d o , reacios cán, y lo m e j o r será q u e echemos hacia
i Ja brida, n o seguían a d e l a n t e su mo- este l a d o — a ñ a d i ó , dirigiéndose a las ori-
vimiento, P e r o el veterano Ñ u ñ o , q u e llas del Ada ja—sí no queremos b a i l a r
¡enía vm temple de alma muy diferente, aquí nuestra sepultura.
Hinque en otras cosas p a g a r a t a m b i é n No h a b í a acabado de decir estas pa-
tributo a la superstición de su siglo, se labras cuando se desató el h u r a c á n con
irercó a él y dijo a su a m o : tanta furia, que tuvieron q u e a p e a r s e
—El miedo de este necio le va a ha- de los caballos, y de allí a poco sintieron
cer perder el c a m i n o , y lo mejor será crujir j u n t o a sí los árboles y oyeron
ponernos a su l a d o , no sea q u e vuelva el estruendo de su caída.
trupa en medio de la oscuridad y nos — ¡Dios m í o ! ¡Virgen S a n t a ! — g r i t ó
deje, como nos sucedió u n a vez el año el h a l c o n e r o , tan despavorido y a m e -
Je 1243, poco antes de... d r e n t a d o , q u e sus m i e m b r o s se p a r a l i -
—No me parece m a l t u consejo—in- zaron y no acertaba a moverse.
terrumpió H e r n a n d o , v poniéndose jun- —Sácanos de aquí, ¡vive D i o s ! — e x -
to al guía le dijo si estaba seguro del clamó H e r n a n d o , cogiéndole fuertemen-
famino por donde iba. te de u n brazo—•, o te b a r r e n o el pe-
—No mucho—repuso el guía—, y creo cho de u n a estocada.
que liaríamos m e j o r e n volvernos, por- — A d e l a n t e , pillo—gritó Ñ u ñ o , asién-
fíe el huracán amaga r o m p e r m u y pron- dole del otro b r a z o — , adelante o te ato
ta y puede sepultarnos e n t r e la are- ahí a u n árbol p a r a que observes des-
na, cuando no debajo de algún p i n o de pacio la tempestad como nuestro a m i -
<05 que tronche. go el poeta, q u e está en sus glorias.
—Cobarde criatura — r e s p o n d i ó e l V a m o s , Cantor, ¿en qué diablos estás
Cantor—. debías dar gracias al que te entretenido q u e no nos sigues?
ofrece ocasión de ver uno de los espec- E l poeta entre t a n t o , sin acordarse del
íenlos más sublimes de la N a t u r a l e z a , peligro que le r o d e a b a , c o n t e m p l a b a
tnal es una tempestad. absorto a la luz de los r e U m p a g o s el
—Más me gusta en noches como ésta trastorno sublime y la confusa belleza
"•replicó el guía—una bota de vino con de la tempestad. Ya veía rasgarse el
"Mena cena y u n a m a l a cama bajo te- cielo en llamas y descubrir a sus ojos
jado que la tempestad más bonita que otros mil cielos a r d i e n d o , ya seguido d e
T
°í os podéis pensar. Que por Dios que espantosos truenos lanzarse el rayo en
¡to es bueno andar a estas horas por los aires b r i l l a n t e como las armas de
los mil guerreros, ya i m a g i n a b a que oía en
caminos.
336 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

los b r a m i d o s del h u r a c á n los cantos de conversación? Mira, malsín—prosi&i *#


guerra de u n ejército numeroso. gritándole al guía—, vuelve, voto a tal
— V a m o s , t r o v a d o r , sigúenos—le dijo Bien decía mi a m o , el p a d r e de T)
H e r n a n d o , cogiéndole de la al j u b a a H e r n a n d o , q u e a veces era precau c p
t i e m p o que u n relámpago le mostró el necesaria llevar atado el guía de QJ0J
éxtasis de su poeta. que no se pudiese escapar. Si y0 i
El guía, temeroso de Ñ u ñ o , q u e iba pudiese coger, p e r o ¿ q u é ? P i e s p a r
aconsejándole de desvanecer el m i e d o , qué os q u i e r o ; irá ese tunante por aU'
so p e n a de verse obligado a c u m p l i r con el. m i e d o q u e lleva que no le alca
la promesa que le h a b í a h e c h o , em- zara el \ i e n t o . Hasta el castillo lo m '
p r e n d i ó de nuevo su m a r c h a y el Can- nos no p a r a de correr. P e r o a bien n»
tor echó detrás de él con su a m o . m a ñ a n a será otro día.
— E n verdad'—dijo—que m e j o r tem- No era el camino de Iscar el qu e ha
pestad ni más magnífico espectáculo ha- b ' a t o m a d o el halconero, y el buen
ce ya t i e m p o q u e n o se presen aba a Ñ u ñ o se engañaba en su pensamiento
mis ojos. ¡ Q u é g r a n d i o s i d a d ! JNo pa- no siendo el miedo sólo, sino su mala
rece sino que el cielo, y el bostpie, y intención lo que le hizo desaparecer
todo está a r d i e n d o en la Naturaleza, Con todo, las voces de Ñ u ñ o le asusta-
y el b r a m i d o del h u r a c á n suena coreo ron de tal m o d o , creyéndose perseguí-
los quejidos de las fieras que ven des- do, q u e , sin ir directamente a la cueva
a p a r e c e r entre las llamas el abrigo a de los b a n d i d o s , se agazapó y escondió
que se recogían. entre unos matorrales hasta qu e Ces¿
E n esto llegaron a la orilla del río, e n t e r a m e n t e de oírlas. Entonces, arras-
en cuyas aguas rielaban los relámpa- trándose como p u d o , se deslizó hacia el
gos como si el fondo fuera todo de río j u n t o a la boca de la caverna por
fuego, y el guía pidió licencia p a r a re- dar la a l a r m a entre los ladrones y avi-
conocer el terreno, pues, según dijo, sar al Velludo q u e sorprendiese y ro-
estaba allí cerca la caverna de los la- base al señor dé Iscar.
drones. P e r o c u a n d o ya estaba próximo a
Como no h a b í a motivo ninguno p a r a c u m p l i r su traición e iba a entrar en
desconfiar, el señor de Iscar no tuvo la cueva, fue cuando u n espectro, que
r e p a r o en dársela, a u n q u e m u y a despe- él t e m í a m u c h o y conocía muy bien,
cho de Ñ u ñ o , que quería seguirle. Tra- salía de ella agitando una encendía
tó con todo de echar tras de él, y de- tea, teniendo asida de la m a n o una her-
j a n d o su caballo al Cantor empezó a mosísima joven, que le seguía toda Iré-
c a m i n a r a su l a d o ; pero h a b i e n d o tro- muía y d e m u d a d a , y en quien el hal-
pezado en las raíces de los. árboles a conero reconoció a Leonor. No creyó
t i e m p o que u n r e l á m p a g o le d e s l u m b r e menos al ver la r e p e n t i n a aparición sino
con su luz, cuando volvió a levantarse que aquella cueva era la entrada del
halló que el guía h a b í a desaparecido, otro m u n d o , y recogiendo en su mente
haciéndoselo creer del todo q u e , habién- cuantas oraciones y rezos pudo recor-
dole l l a m a d o a voces, no respondía. dar en aquel a p u r o , empezó a santi-
guarse m u v de prisa v a correr con más
—Mal haya yo—exclamó—que te sol-
miedo de la aparición q u e de todo el
té el b r a z o cuando caí p a r a no romper-
riesgo con q u e le amenazaba la tem-
m e las narices y no hice que le rom-
pestad. E n t r e tanto 1.a maga apagó la
pieras el a l m a haciéndote caer conmi-
antorcha, acaso por precaución, Y enl*
go. ¡ T u n a n t e ! ¡Hola, malsín! ¿ D ó n d e
p r e n d i ó su m a r c h a sin h a b l a r palabra
andas? Yo te j u r o q u e si te cojo q u e
a Leonor y sin soltarla del brazo, miC'
te h e de enseñar a no a b a n d o n a r otra
tras ésta la seguía como por instinto.
vez en t u vida al que te tome por guía.
Y no es eso l o peor, sino que ¿cómo E n esto Ñ u ñ o , que siempre hablan*
vuelvo yo ahora adonde h a quedado m i do entre sí h a b í a seguido adelante p or
amo y ese m a l d i t o ele Cantor, q u e siem- la orilla del r í o , t r o p e z a n d o aquí, ea '
p r e me i n t e r r u m p e en lo mejor de mi yendo allá, y cada vez levantándose co
SANCHO SALDAÑA
m
n con a es e
más ^ ' ° ^ P r a n z a de h a l l a r el contaba el caso de a q u e l condenado,
«lía, Vl° a * a ^XIZ °^e xin r e l á m p a g o u n ¿ P e r o q u é diablos h a b r í a h e c h o este
Lito negro q u e se deslizaba y desva- p o b r e halconero sino b e b e r algún día
r a entre los árboles. algún trago de m á s o dar suelta al hal-
__¡Ah, m a l s í n ! — e x c l a m ó — , ya te h e cón de c u a n d o en c u a n d o sin q u e lo
osto, y P o r Santiago q u e te h e de atra- supiese el a m o ? Yo p a r a m í tengo que
pa o mal m e h a n da a n d a r las m a n o s . con u n poco de p u r g a t o r i o t e n d r í a bas-
tante. ¡ Q u i é n s a b e ! . . .
y favorecido de otro y otro relám-
E n t r e t e n i d o en estos pensamientos
a£r0i que se sucedieron, siguió el ca-
lino cfue a s u entender h a b í a t o m a d o c a m i n a b a , sin saber dónele, cuando el
r u i d o d e dos caballos que se acercaban
f | bulto que él imaginaba el guía. P e r o
le despertó de ellos, y p a r a n d o el oído
tto había a n d a d o unos pasos cuando.
jiendo en m i l astillas y estallando por si acaso le engañaba el viento, dijo :
cru
un p i n o on ^ o s P a r t e s t r o n c h a d o por —Ya os conozco, ya os conozco, que
el huracán, vino al suelo coa grande son el R u b í y el Moro que traen al
estrépito tan cerca de él, q u e , rezan- a m o y a nuestro músico. No h a y caba-
dote con las r a m a s , le hizo dar en tierra llo en el castillo q u e si le siento a n d a r
(iian largo era. Mil remolinos de arena no le conozca yo por su n o m b r e .
pasaron sobre el p o b r e Ñ u ñ o , y criando No había acabado d s decir esto cuan-
pudo levantarse y abrir los ojos, a la do su a m o y el Cantor llegaron j u n t o
luz de un r e l á m p a g o divisó u n a cosa a él y p a r a r o n , h a b i é n d o l e conocido en
nei'ra en el viento a cierta distancia, la voz.
que a su entender, cuando volvió la os- — ¿Qué diablos haces a h í , Ñ u ñ o ? — l e
curidad, h a b í a desaparecido en el aire dijo su a m o — . ¿ D ó n d e está el guía?
con el relámpago. ¿Y cómo nos habéis dejado allí tanto
Ya hemos dicho que Ñ u ñ o no deja- tiempo?
ba en ciertas cosas de ser algo supers- —Muchas preguntas son esas—repli-
ticioso. Había visto aquel bulto, que él có Ñ u ñ o — p a r a r e s p o n d e r a todas con
imaginaba el guía, j u s t a m e n t e j u n t o al claridad...
árbol que le h a b í a a él d e r r i b a d o atre- —Vamos, h o m b r e , r e s p o n d e — i n t e -
pellándole en su caída, y siendo de pre- r r u m p i ó H e r n a n d o — , sin meterte en di-
sumir que el bulto negro hubiese caído bujos .
precisamente debajo, cuando fue con —Señor*—respondió Ñ u ñ o — no ten-
intención de ver si estaba reventado o go q u e decir más sino q u e el p o b r e
no, halló ú n i c a m e n t e el tronco del ár- halconero, por muy lejos q u e esté el in-
bol y no oyó quejido alguno, n i tentó fierno, debe a estas horas estar ya en
ningún cuerpo h u m a n o , como él aguar- él, según el paso a que vi l e llevaban
Jaba encontrar. La vista de] mismo bul- loa diablos.
to poco después en el aire, a lo que él
—¿Estas loco, Ñuño—exclamó Her-
'« había imaginado, trastornó completa-
n a n d o — , o te atreves a b u r l a r t e con-
mente su juicio, y se dio a pensar q u e
migo?
e! halconero h a b í a m u e r t o efectivamen-
—Señor—respondió Ñ u ñ o con. grave-
te en la caída del árbol, pero q u e ape-
dad—, hace cuarenta años q u e e n t r é
nas había e x p i r a d o , los diablos se lo
al servicio de vuestro a b u e l o , y desde
habían llevado por los aires en cuerpo
entonces hasta ahora no hay h o m b r e
)' alma.
viviente que pueda decir que m e ha
~~Ya me figuraba yo—se decía a sí oído mentir una vez en m i vida. Lo q u e
"sismo—que tú no eras b u e n o , según digo es tan cierto como lo q u e h e visto
'• mucho m i e d o q u e tenías d e a n d a r de yo, y repito q u e le vi llevar en volan-
loche a estas h o r a s ; p e r o nunca creí das por los aires como no quisiera que
¡P,e apenas cayeses en tierra m u e r t o te m e llevasen a m í ; y como no creo que
Riesen volar p o r los aires, ¡ j e s ú s , Je- h a y a volado nadie hasta ahora sí no es
to5 me valga! S i e m p r e m e acordaré de en posta p a r a el infierno o p o r permiso
í Ue
? l peregrino de T i e r r a Santa que de Dios p a r a ir al cielo, m e inclino a
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33S OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

creer q u e nuestro guía h a t o m a d o el Sancho Saldaña. E r a la peor


aoticfc
primer camino. que, después de tantos azares, podía
—A'amos, maese Ñ u ñ o , sin duda q u e cibir el señor de Iscar y la mif» ,*.-
i *• n - ^a»
estáis loco—respondió el Cantor.
lastimo su orgullo y su corazón. JJa 7
—Vos lo estaréis, señor músico—re- entonces el cuidado p o r su hermana
plicó Ñ u ñ o encolerizado—, q u e yo no l i m i t a b a a chocar con u n a horda H
lo h e estado en mi vida, y sabed q u e b a n d i d o s y d e s h a c e r l a ; p e r o cuanJ
si al hijo de m i a m o le sufro q u e m e supo que era el señor de Cuéllar I
diga lo q u e le parezca, n o por eso r o b a d o r de su h o n r a y recordó la p»
aguanto q u e . . . cena que había pasado entre su n a ( ] r
— R e p o r t a o s , Ñ u ñ o — i n t e r r u m p i ó el y él, su cólera r o m p i ó en mil imp r e .
señor de Iscar—, y vamos a nuestro cas- cacicnes y amenazas, j u r a n d o extinin,:.
tillo, si es que p o d e m o s acertar con él. hasta el n o m b r e de su enemigo.
¡ C ó m o h a de s e r ! — c o n t i n u ó , d a n d o u n Subió a su c u a r t o , acompañado ¿
suspiro—, hemos p e r d i d o a Leonor, y Ñ u ñ o , b r a m a n d o como u n toro, con.
ya veo q u e esta noche es imposible en- fuso y desesperado, sin saber qué p a r .
contrarla. tido t o m a r en circunstancias tan ar>yra.
Dicho esto, dejó el Cantor su ca- das, a d o p t a n d o ya u n o , ya otro y ¿ es .
ballo a Ñ u ñ o , y llevando del diestro el echando todos. P o r u n a p a r t e , conocía
q u e h a b í a servido p a r a el guía, echa- el p o d e r del señor de Cuéllar y Ja n u .
ron a a n d a r en silencio, a u n q u e Ñ u ñ o lidad del suyo si le declaraba abierta-
n o dejó de m u r m u r a r todo el c a m i n o m e n t e la g u e r r a ; p o r otra, no tenía olro
picado con el poeta q u e le h a b í a lla- medio de r o m p e r con él. P o r último se
m a d o loco, y a cada paso le i n t e r r u m - resolvió a ir a buscarle a su castillo,
pía. P o r último, al cabo de m u c h a s tacharle de t r a i d o r y desafiarle.
vueltas y revueltas, y después de h a b e r — ¡ I n f a m e ! — g r i t a b a en su desespera-
p e r d i d o más de una vez el camino, lle- ción, paseándose por la sala—, Tú no
garon al castillo de Iscar, en cuyas al- querías m a n c h a r t e en la sangre del
menas ardían las a l u m b r a d a s , q u e se amigo de t u infancia, pero querías
l l a m a b a n almenaras, y q u e h a b í a cos- m a n c h a r l e con la deshonra de su pro-
t u m b r e de encender de noche siempre pia h e r m a n a . Yo te j u r o , ¡ o h ! , ¡sí!,
q u e se quería comunicar algún aviso a q u e m e h e de h a r t a r de tu sangre. ¡Trai-
otras fortalezas o de dirigir tropa o ca- dor ! , t r a i d o r a t u rey y al que llamaba*
minantes extraviados. Poco antes de lle- en otro t i e m p o t u amigo.
gar, y p a r a m a y o r desgracia, la tem- —Señor—exclamó Ñ u ñ o — , tranquili-
pestad se deshizo en lluvia con tanta zaos. ¿ Q u é nuevo motivo hay para que
furia, que parecía que el cielo .se des- os dejéis a r r e b a t a r de esa furia? ¿Ha
gajaba y deshacía en a g u a ; así que sucedido algo más a doña Leonor?
muertos de cansancio, calados y deses- — ¡ L e o n o r ! ¡ L e o n o r ! —exclamó Her-
perados del m a l éxito de su e m p r e s a n a n d o lleno de pesadumbre—. ¿Por
entraron en el castillo H e r n a n d o , el qué n o morirías en la cuna antes de
viejo Ñ u ñ o y sn c o n t r a p u n t o el Can- deshonrar la sangre de nuestro padre.
tor, lleno el p r i m e r o de impaciencia y P e r o n o , tú no tienes la culpa, tú eres
de m a l h u m o r , y deseando que a m a r e - inocente y p u r a como el día en que na"
cíese, agitado de m i l temores p o r la cÍ5te.., ese m o s t r u o . . . sólo ese mons-
situación en que su h e r m a n a se encon- truo. ¡ O h ! ¡ O h !
traría. Y diciendo esto se arrojó boca abajo
Al echar pie a t i e r r a H e r n a n d o , el contra la cama, b r a m a n d o de cólera j
p a j e que le tenía el estribo se acercó de dolor.
'• t
a él y le dijo que aquella t a r d e , poco —Señor—gritó Ñ u ñ o — , ¿qué tenéis.
antes de oscurecer, u n caballero a r m a - —-Nada—repuso el señor de Iscar, le'
do, que venía del castillo de Cuéllar, vantándose como avergonzado de ha"e
h a b í a estado a avisar que el robo de dado rienda suelta a su dolor u e ' aB '
Leonor se había cometido de orden de de su c r i a d o — : nada^ vete, déjame.
SANCHO SALDAÑA 339

_^Pero, señor...—repitió el veterano, diablo en carne, y p u e d e ser que estés


juicio de q u e su a m o no se franqueara v i v o ; p e r o q u e t ú n o has volado esta
cO0 él. noche p o r los aires, eso no h a b r á na-
,JVada, Ñ u ñ o , n a d a — r e p u s o Her- die en el m u n d o que m e lo quite de
nando con calma—. ¡Cómo lia de ser! la cabeza.
ffefli°3 p e r d i d o a Leonor. Vete a des- Una carcajada que oyó detrás de él
asar, yete—y e m p u j á n d o l e suavemen- i n t e r r u m p i ó en este m o m e n t o la con-
te cerró la p u e r t a , quedándose solo en versación, y volviendo la cara halló q u e
slt habitación, donde pasó la noche en- el que se reía era el C a n t o r , que ha-
tre quejas y maldiciones, pensando en b í a estado oyendo sus exorcismos. E n
[0s medios de vengarse de su enemigo. n i n g ú n tiempo p o d í a h a b e r s e presenta-
do el Cantor a peor h o r a que aquella
en que tan de r e p e n t e se ofreció a los
ojos de Ñ u ñ o , y h u b i e r a dado éste to-
C A P I T U L O VI dos los días que le q u e d a b a n de vida
p o r q u e no le hubiese oído n i visto es-
¿Qué duende o qué patarata
tar h a b l a n d o con el h a l c o n e r o . Con to-
es el que veis, embusteros?
«El Domine Lucas » do, r e p r i m i e n d o la ira q u e le causaba
p a r a él su intempestiva risa :
T\o bien se h a b í a retirado Ñ u ñ o del
-—Por cierto— d i j o - , señor poeta,
cuarto del señor de Iscar, c u a n d o al
que n o creo en esta ocasión h a b e r d a d o
bajar al patio d o n d e estaban las caba- motivo a que se burle n a d i e de m í , y
llerizas el p r i m e r objeto q u e vio, o que si n o fuera p o r el m u c h o . . ,
que creyó ver, fue al m o n t e r o , q u e él
—Vaya, b u e n Ñ u ñ o . . . — i n t e r r u m p i ó
creía a aquellas horas en el infierno.
el Cantor.
Pensó que era ilusión de sus ojos, y
frotándoselos con ambas manos volvió —No m e i n t e r r u m p á i s — g r i t ó el ve-
a mirar y volvió a verlo, y frotóse otra terano.
vez los ojos y los abrió otra vez. y otra — P e r o , h o m b r e ..—fue a decir el
vez vio la misma cara y la apariencia Cantor.
mioma del guía. Creyó entonces que —'No me i n t e r r u m p á i s , ¡vive D i o s !
era una a p a r i c i ó n , y alzando la voz em- —gritó otra vez Ñ u ñ o , encendido en
pezó a d e c i r : ! cólera.
—Kn n o m b r e de Dios te digo que — P u e s b i e n , seguid—repuso el Can-
me digas quién eres y a qué has vuel- tor.
to ni m u n d o , p o r q u e n o creo que nin- — P u e s b i e n , sigo—prosiguió Ñuño-—,
gún muerto vuelva a él sin motivo. Y tú y digo... q u e . . . c u a n d o . . . ya p e r d í el
eres sin duda la aparición del guía en hilo ; por vida de las interrupciones, q u e
su misma forma, y como t u m u e r t e fue no parece sino q u e tratáis de diverti-
tati inesperada, sin duda dejaste algu- ros conmigo, y voto a tal q u e . . .
nas cuentas que arreglar por acá. —No es eso—replicó el p o e t a - - ,
No pudo menos el halconero de echar- sino...
se a reír oyendo q u e le apostrofaban — O t r a vez, ¡ J u r o a D i o s ! — e x c l a m ó
ya como si fuese ánima del otro mun- el veterano, cada vez con m á s enojo—,
do: pero el temor que tenía a Ñ u ñ o (y j que si m e volvéis a i n t e r r u m p i r q u e os
fl sabía bien por qué) le hizo contener enseñe yo a h a b l a r conmigo.
la risa y responder con m u c h o come- I No era el Cantor h o m b r e a quien
dimiento : i m p o n í a n los gritos y las a m e n a z a s ;
—Estáis equivocado, maese Ñ u ñ o ; yo p e r o , a pesar de las continuas q u i m e -
"o me he m u e r t o n u n c a , ni soy ánima ras que a cada m o m e n t o tenían, eran
^ l otro m u n d o ; soy el p o b r e m o n t e r o él y el b u e n Ñ u ñ o compañeros inse»
a
quien el miedo de la t o r m e n t a en- p a r a b l e s , y ya hacía más d e veinte años
torpeció tanto q u e no acertó a serviros que eran amigos. Uno y otro tenían su
«e guía, flaco, siendo el de Ñ u ñ o figurarse q u e
—No-—repuso Ñ u ñ o — ; tú eres algún sus palabras eran de m u c h a i m p o r t a n -
340 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

cia y no sufrir que n a d i e le i n t e r r u m - b r e como nosotros, que no se ha tn„


piese, y para hacer p e r d e r los estribos to n i condenado nunca.
al poeta n o h a b í a más q u e despreciar —-No quisiera yo ser como él—-^
o censurar su miísica o las trovas que p o n d i ó Ñ u ñ o — , y lo m e j o r será nS
c o m p o n í a . Uno y otro h a b í a n sido los sea q u i e n sea, se quite delante de m'
favoritos de Don J a i m e , q u e si en el p o r q u e ya q u e le h e visto volar e s t '
u n o p r e m i a b a la lealtad y el valor con noche, n o quisiera verle h a c e r máa xa'
su estimación, en el otro, como b u e n lagros.
a d m i r a d o r de su rey, respetaba el ta- No aguardó el montero a que se lo lí-
l e n t o , siguiendo la m á x i m a de a q u e l
jese dos veces, antes a la primera g.
verso de Alfonso el S a b i o :
alejó y fue a su c a m a r a n c h ó n a reno.
sar, si podía, del susto que le h^u
Ca siempre a los sabios se debe el honor, dado la vista del fantasma, y dándose
la e n h o r a b u e n a de h a b e r salido ]ibre
H e r n a n d o , fiel en todo a los prin- de las m a n o s de Ñ u ñ o a tan poca cos-
cipios de su p a d r e , los m i r a b a como t a , después de h a b e r l e dejado solo sin
dos joyas de su casa, y los tenía en guía en m e d i o de la tormenta.
tanta consideración c o m o si fuesen pa- — ¿ P e r o es posible q u e un hombre
rientes suyos. como tú-—exclamó el poeta—, con se.
E n este m o m e n t o conocía el Can- senta años a la cola, crea q u e ese hom.
tor q u e la cólera de su amigo no pro- b r e se ha m u e r t o , se ha condenado, y
venía t a n t o de las interrupciones como haya vuelto a salir del tártaro sólo para
de la carcajada con q u e le h a b í a sa- engañarte y alucinarte?
l u d a d o al s o r p r e n d e r l e con el halco- —Dejemos eso—repuso Ñuño con al-
n e r o , a quien él creía ánima del otro gún e n f a d o — ; yo j u r o q u e le he visto
m u n d o , y así torciendo la conversación, volar, y afirmo que si no es diablo le
le d i j o : falta poco, y sobre eso que dices de
— P e r o ¿cómo diantres h a venido ese h a b e r vuelto sólo p a r a alucinarme, te
h o m b r e a q u í p r i m e r o q u e nosotros? digo q u e con todas tus trovas y mis
— Y o no sé siquiera—replicó Ñ u ñ o — años q u e yo no sabes lo q u e te pasa, y
cómo está a q u í después de h a b e r l e yo a h í está Garci-Pérez, q u e en el año de
visto ir por el aire como si fuese una 1250, en el mes de enero, en las mon-
pluma. tañas de León, vimos u n condenado
—Sobre las alas del h u r a c á n como si — Q u i t a a l l á — i n t e r r u m p i ó el Can-
fuese el genio de la t o r m e n t a — e n m e n - tor—, q u e n o s a b e ; lo q u e te dices y
dó el poeta—. P e r o ¿vos creéis, Ñ u ñ o , hablas como h a b l a r í a un caballo si tu-
de b u e n a fe que sea este montero q u e viera don de h a b l a r .
vemos a q u í el m i s m o de carne y hueso — Y tú n o tienes más que mucho
q u e nos iba sirviendo de guía? imaginarte—repuso Ñ u ñ o — , que sabes
—Eso es lo q u e no afirmaré nun- todo p o r q u e haces ahí cuatro coplas y
ca—respondió el veterano, rascas u n poco el l a ú d . . .
— T o c a d m e y veréis, maese JNuño —Calla, p r o f a n o , y no hables de lo
—-dijo el h a l c o n e r o , acercándose a él. q u e no es d a d o c o m p r e n d e r a tu po-
—Vade retro—gritó el veterano, an- b r e imaginación—respondió el trovador
dando hacía atrás—, que sin d u d a tú con enojo—. ¿ C o n q u e ese halconero
eres algún demonio q u e vienes aquí está condenado? — a ñ a d i ó con cierta
p a r a tentarnos, y no sería malo l l a m a r ironía.
al capellán del castillo que te rociara de •—Así lo estuvieras tú, y tus trovas,
agua bendita. y tu l a ú d , que maldita la falta que ha*
— P u e s yo te j u r o , Ñ u ñ o — r e p l i c ó el céis—repuso Ñ u ñ o .
poeta, p a l p a n d o al halconero—, q u e o —-No las volverás a oír, y la c u 'P a
este demonio está hecho y formado de es mía al querer regalar orejas de oto-
la misma m a t e r i a q u e lo estamos tú y cia con mis canciones.
yo (lo que no puede ser) o es u n hom- — ¿ O r e j a s d e . , de qué?—pregu flt0

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SANCHO SALDAÑA 341

j^go encolerizado—. ¿ D e qué h a s clinada sobre el p e c h o , pensativo y tris-


Jiclio? te, y en sus apegados ojos, rostro en-
_J)e n a d a . ¡ Adiós! —replicó el poeta, j u t o y sombrío ceño d a b a a e n t e n d e r
_ S í , a n d a con Dios, y si m e vuelvo q u e , a u n q u e en toda la fuerza de la
]]egar a h a b l a r t e , q u i e r o q u e d a r m e j u v e n t u d , el furor de las pasiones ha-
nudo para m i e n t r a s viva. b í a a m o r t i g u a d o el b r i l l o de su fiso-
y viendo que se alejaba su compa- n o m í a . Caminaba al trote, y parecía tan
ñero, continuó e n t r e sí, a t i e m p o q u e ajeno de lo q u e le r o d e a b a , como si
ag retiraba a su cuarto. fuese u n ser privado de todo sentido o
—-Ese m a l d i t o Cantor todo se le llevase embebecida la m e n t e en la con-
vuelve querer p r e c i p i t a r m e , y un día templación de otros m u n d o s .
nos la vamos a hallar los dos. Si n o La escena q u e le ofrecía la N a t u r a -
fuera que al fin y al cabo es u n p o b r e leza e r a en aquel m o m e n t o bellísima.
hombre, y luego canta tan bien., y ha Al frente y a lo lejos se descubrían las
enseñado a cantar a doña Leonor, po- almenas de Torregutiérrez, doradas del
brecita- ¿ Q u é será de ella a estas h o r a s sol n a c i e n t e ; a u n lado y otro brillaba
sin ningún amigo, sola e n t r e u n a ca- el rocío en las r a b i a s espigas, que on-
íerva de pillos?.. No quisiera más q u e deaban m a n s a m e n t e al soplo del céfiro
verme allí con ella, q u e yo solo bas- de la m a ñ a n a , m i e n t r a s en los oteros
taba para libertaría contra todos j u n - que ciñen aquel camino se veían colo-
io». ¿Ornen h a de descansar así?—aña- r e a r a b u n d a n t e s racimos entre los ver»
dió, echándose sobre la cama—. ¡Corro des p á m p a n o s de la viña aiín destilando
ha de ser!, como dice Don H e r n a n d o , el a g u a de la pasada lluvia, en cuyas
mañana será otro día, q u e decía siem- argentadas gotas, que t e m b l a b a n al vien-
pre Don J a i m e cuando no llevábamos to, q u e b r a n d o el sol sus rayos, refleja-
lo mejor de alguna batalla y teníamos b a n mil iris de luz de vario y traspa-
que retirarnos. ¡ Cómo h a de ser! —vol- r e n t e color. Más allá se divisaba a lo
uó a decir; m u r m u r ó luego entre dien- lejos el verde oscuro de los elevados
tes algunas p a l a b r a s y se q u e d ó , por pinos, a ú n confusos entre la n ' e b l a , q u e
ultimo, profundamente d o r m i d o . levantándose poco a poco entre visos y
reverberos, parecía envolver misteriosa-
m e n t e el bosque como p a r a ocultar en
CAPITULO VII él a los h u m a n o s ojos La mansión de
las sílfides y los aéreos alcázares de
Digo que es tentar a Dios las hadas.
si rrd amo es un menguado Pero nada de esto l l a m a b a la aten-
ción de nuestro caballero, que solo y
un impío que no cree
delante, como hemos, d i c h o , de su co-
que hay familiares, espectros,
]amias, brujas de copete, mitiva, no levantaba siquiera los ojos,
vampiros, mágica blanca, n i se distraía un m o m e n ' o de sus asi-
y mágica negra y verde; das imaginaciones. Seguíale su gante,
yo confieso que hay de todo,
y confieso finalmente g u a r d a n d o el mismo silencio, y en su
que por esencia y potencia ademán triste y sombrío aspecto p o d r í a
existís ... . haberlos c o m p a r a d o el poeta de Iscar a
Cosme, en «La Dama duende».
una b a n d a de agoreros b u h o s , confusos
Mostraba apenas el sol sus rayos y deslumbrador, h u y e n d o de la luz del
bramando vida en la Naturaleza y día. No obstante, a pesar de su. apa-
desvaneciendo las últimas n u b e s de la riencia lóbrega y disgustada, eí señor
tempestad cuando u n caballero a r m a d o de Cuéllar sentía entonces latir con más
*te punta en blanco, m o n t a d o en u n fuerza que de costumbre su corazón, a
f«erbio caballo n e g r o , salía del cas- impulso de la esperanza que disipaba
ll
'lo de Cuéllar, camino de O l m e d o , se- algún tanto el hastío q u e le d o m i n a b a .
fíido de alguna gente de a r m a s . Lie Sus tormentos h a b í a n calmado u n m o -
Ta
oa k visera alzada y la cabeza in- m e n t o , su conciencia reposaba d e su
342 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

continua i n q u i e t u d y la imagen d e Leo- l l a m a n d o a u n joven paje suy 0 )


nor, suya ya, a lo q u e él p r e s u m í a , va- quien tenía su mayor confianza, ] e
gaba a n t e sus ojos, d e s p e r t a n d o de su m u n i c ó su designio, mandándole qa e i
largo sueño sus sentidos aletargados. siguiese, así como al t r o m p e t a n« e i*
Era p a r a él el p r i m e r día q u e podía a c o m p a ñ a b a . Dio órdenes a su tron a i*
decir que le lucía sereno después de colocar vigías e ir acercándose p OCo
seis años de padecimientos, y si n o se poco al Adaja, manteniéndose prom
veía más alegría en su rostro q u e la que al p r i m e r toque que oyesen para acnH"
o r d i n a r i a m e n t e manifestaba, no era q u e al p u n t o donde él se hallara y l a trom
no sintiese ensancharse su corazón, sino peta les indicare. H e c h o esto, metió e
el h á b i t o del fastidio q u e h a b í a con- puelas a su trotón, y seguido de «,,
traído los músculos de su semblante. dos satélites tomó a escape el cam¡n«
Imaginábase presentarse .a Leonor bajo donde él presumía que h a b í a de hallar
el a g r a d a b l e aspecto de su protector en a Leonor. E n t r e t a n t o , los bandidos, que
el triste estado en que ella debía en- le a g u a r d a b a n a la otra orilla, no para
c o n t r a r s e ; complacíase en figurarse q u e entregarle la d a m a como él creía, sino
en su h u m i l d a d y a r r e p e n t i m i e n t o re- para avisarle del extraordinario aconte-
conocería ella a q u e l Saldaña a q u i e n si cimiento que les h a b í a privado de p 0 .
no h a b í a a m a d o con todo el delirio del der c u m p l i r su promesa, ofrecían un
p r i m e r a m o r , h a b í a m i r a d o al menos cuadro particular, A u n lado fe p a .
con afición; deleitábase, a d e m á s , con seaba el V e l l u d o , cruzados los brazos
la dulce idea de verse correspondido, a guisa de pensativo y meneando la ca-
y volviendo entonces a su pensamiento beza de t i e m p o en tiempo entre colé-
ia m e m o r i a de los primeros días de su rico y a v e r g o n z a d o ; sus ojos lanzaban
j u v e n t u d , recordaba con placer aquella chispas, y echándose t a l vez manos a
edad en que su alma veía todo con los las barbas se las mesaba y arrancaba,
ojos del entusiasmo brillante, h e r m o - distraído de lo que hacía.
so, y representábase u n porvenir de en-
— ¿ Q u é pensará de m í Saldaña—se de-
canto y felicidad. P e r o su a l m a , en m e -
cía a sí m i s m o — c u a n d o hoy sepa (pie
dio de estos castillos que fabricaba su
una fantasma, u n ente aéreo, una ir.u-
fantasía, estaba llena de zozobra, y u n
j e r en fin, p o r q u e ¿ q u é es la maga
negro presentimiento venía aún a tur-
sino u n a m u j e r ? , h a bastado para arran-
b a r les sueños de su imaginación. B a -
carme mi presa sólo con presen'arse,
b r a estado tantas veces t a n cerca de po-
es-ímdo a r m a d o y en medio de toda raí
seer y aun poseyendo lo que en otros
t r o p a ? ¿ Q u é pensará de ira, sino qve ro
semejantes delirios había m i r a d o e o i r o
soy otra cosa que un b a l a d r a n y que
e! colmo de su dicha, y había h a l l a d o
t e d o mi valor £e e n ' r í a y a r e toda mi
t a n t o hastío, tanto disgusto después del
resolución se p i e r d e con sólo que me
goce, que aun en estos instantes som-
hagan el bu como si fuere un niño de
b r e a b a n su esperanza las tiniebas de la
pechos? ¿Y qué h u b i e r a hecho menos
desesperación.
que vo una m u j e r ? P o r la Virgen de
Todos estos pensamientos y otros m i l , Covadonga, que con esta aventura voy
q u e sería imposible p i n t a r , agitaban en a perder la fama que tantos aííos me ha
a q u e l momento su corazón, ya cercán- costado ganar,
dole de imágenes agradables, ya llenán- Mientras el Velludo se paseaba aco-
dolo de i n q u i e t u d y desasosiego, por- m e t i d o de estos pensamientos. Usare
q u e Saldaña, a u n q u e endurecido en el bal, m u c h o más triste, aunque me-
delito, era menos malvado q u e crimi- nos encolerizado, se h a b í a sentado al
nal. Ya h a b í a n a n d a d o b u e n a p a r t e de píe de un pino pensando en la hermo-
su camino cuando vadearon el Cega y sura de la dama, reconviniéndose tam-
e n t r a r o n en los pinares que están entre bién su poco valor por haberla dejado
este río y el P i r ó n . ir, y ansioso de hallarla otra vez pa ra
Llegado que h u b o al sitio que le pa- ofrecerle sus servicios, protegerla y &'
reció más oculto, m a n d ó hacer a l t o , y fenderla de cuanto p u d i e r a hasta borra
SANCHO SALDAÑA 343

f A Ja mala idea q u e ella hubiese con —Voto a D e u — g r i t a b a a t i e m p o q u e


jjjdo de su r o b a d o r . acababa de ganar u n a suerte, y el mis-
^a imagen de Leonor, sus palabras, mo grito resonaba con acento d u r o y
jnovimientos, todo estaba presente a áspero eco en los oídos de todos c u a n d o
s ojos; creía sentir aún el tacto de perdía.
„5 vestidos, oír aquella voz de ángel No se podía j u z g a r por sus hechos y
ue había encantado su a l m a , ver su sus palabras cuándo le iba bien o m a l
-oble resignación en la desgracia y en el j u e g o , levantándose y dándose de
í(fljella m i r a d a capaz de a b l a n d a r u n a p u n a tías en la cara y j u r a n d o cuando
piedra; y la i n c e r t i d u m b r e en que es- p e r d í a , apuñeteándose, j u r a n d o y le-
laba de s u destino le tenían tan pesa- vantándose cuando ganaba, de esperado
d o y sobresaltado como si la hubiese de no haber puesto más dinero enton-
conocido desde la infancia, ella le hu- ces que la suerte le favorecía.
biese tomado p o r su protector y él es- E n t r e t a n t o , Zacarías, de c u a n d o en
tuviese obligado a favorecerla. A otra cuando, se acercaba al corro, j u g a b a , ga-
parte, el hipócrita Zacarías se paseaba n a b a y se r e t i r a b a .
con su rosario en la m a n o y entregado, —Hijos míos—decía—, más vale pa-
como de costumbre, a sus meditaciones, sar el rato entretenidos en buenas obras
¡in acordarle de la d a m a más que p a r a que no echar el día a perros como otrcs
sentir no h a b e r s e a p o d e r a d o de las al- hacen. laque homo^ como dice no m e
hajas que tenía encima y h a b e r perdi- acuerdo en qué salmo, encargando de
do aquella ocasión, ya que al fin y al no estar ocioso. Fremuerunt g'-ntium,
rabo nada hacía a su conciencia haberse está de Dios que habéis de p e r d e r ; si
hecho dueño legítimo de lo que sin d u d a no hacéis i r á s que maldecir, ;.cómo que-
va a aquellas horas h a b r í a h e c h o des- réis que os proteja la Providencia?
aparecer la maga con sus encantos. Y con este y otros discursos se acer-
Más allá, sentados sobre la arena, es- caba v se llevaba el dinero de los de-
laba el resto de los bandidos j u g a n d o más con m u c h a sutileza y aspecto m u y
al dado con tan poca aprensión y me- melancólico.
moria de lo acaecido la noche antes —Voto a Deu—exclamó el catalán—,
como si no h u b i e r a sucedido nada, sien- que este ira de b o n o se m a m a el di-
do toda gente soez y desalmada, que no nero redando, v cata que se lo lleve.
pensaban j a m á s sino en lo que tenían — P u e s yo, veto a M a h o m a — g r i t ó el
delante, a b a n d o n a n d o el porvenir a la morisco—, que como vuelva a entrar la
suerte y olvidándose siempre de lo pa- m a n o , jugando y o . . . que ya m e lleva
sado. Reían, b e b í a n , j u r a b a n y arma- ganado casi todo lo que tengo, y...
ban a cada m o m e n t o pendencia con ta- —Paciencia, hijo m'o—replicó m u y
les voces e insultos, que cualquiera hu- dulcemente Z a c a r í a s — ; no te enojes ni
biera creído al oír sus amenazas e im- aires por h a b e r p e r d i d o este vil m e t a l ,
precaciones que iban a venir a las ma- que tú eres de los que dijo eí profeta
nos unos con otros, según lo sofocados dabo alienihus, daré todo cuanto tenga
)' alborotados que se ponían. Algunos al que sea cristiano.
estaban en pie m i r a n d o j u g a r , cele- —No entiendo yo latines, maestro
brando las suertes o criticándolas, ale- Zacarías -repuso el morisco, encoleriza-
erándose y r a b i a n d o lo mismo que si do—•; pero sé m a n e j a r la daga como el
tuviesen parte en las ganancias o pér- mejor de los que aquí están, y ya os
didas. Otro les escanciaba el vino, más lo he dicho más de u n a ves.
cuidadoso de la bota que u n e n a m o r a d o Hízose Zacarías el desentendido y ge
paladín de la dama de sus pensamien- retiró a u n lado a pasar cuentas a su
tos» V todos h a b l a b a n y todos se diver- rosario, haciendo como que rebaba y
jan. Pero entre todas las voces sobre- fijos los ojos al mismo t i e m p o en el
^lía como u n trueno la voz de u n ca- juego, sin perder suerte alguna de las
talán q u e s e alborotaba y j u r a b a más que pasaban.
íie todos los bandidos juntos. -—Vamos, no h a y a disputa—dijo a este

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Ui OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

t i e m p o el ladrón viejo q u e había con- desahogo, volviendo la cabeza .%


tado la noche antes el cuento del ca- rarie: " ^
bal! ero- ¡ j u e g o ! — y echando la taba •—Vaya, señor Zacarías, idos
q u e era de diversos colores y estiba y n o vengáis a ganar a q u í con trat
p i n t a d a de cada l a d o , la tiró al aire, el dinero a q u i e n , a u n q u e no reza t '
t e n i e n d o todos los ojos clavados en ella to, es t a n b u e n Soomo vos y conio nuil*
c u a n d o cayó p a r a ver el color que h a - ser vuestro p a d r e . °
b í a q u e d a d o hacia a r r i b a , y q u e era — T i n firme—gritó el catalán rien
señal de la ganancia o p é r d i d a de do—•, que el vino os fa m a l , y an<]á'"
cada u n o . con él a p a t a d a s .
A q u í fue donde p e r d i ó enteramente N o respondió Zacarías a ningun 0 A
los estribos el catalán, q u e h a b í a pasado estos insultos n i mostró en su fisono
tres fuertes con ésta sin ganar en nin- mía señal ninguna de descontento, a n.
guna de ellas. Echóse m a n o a las bar- tes acercándose otra vez recogió su AL
bas y se las a r r a n c ó de cuajo, levantán- ñ e r o con m u c h a calma, diciendo en e]
dose de r e p e n t e como si le hubiera pi- tono melancólico q u e acostumbraba;
cado Ja víbora, gritando y r e n e g a n d o , —-Hijos míos, el cielo protege a los
y t i r a n d o el dado, q u e n o parecía sino b u e n o s , y este m o a b i í a hace mal en
q u e se h a b í a vuelto loco y tenía en su enojarse con el j u s t o , p o r q u e su a]e-
c u e r p o un e n j a m b r e de diablos. gría será pasajera, a u n q u e a decir ver-
—Voto a D e n , m a l a ira m e t r i n q u e el d a d . . . , pero todo esto es una chanza
coll—gritaba—, q u e n o n h a pas suerte y m e alegro q u e no h a y a perdido el
que la m í a . buen h u m o r , ya q u e h a perdido el
dinero.
E n esto volvió a llegarse Zacarías al
c o r r o , a t i e m p o que el morisco tomaba — N o lo doy yo por perdido, señor
la t a b a p a r a tirarla, y c u a n d o estaba justo—repuso el morisco—, mientra*
en el aire echó en el suelo algunas mo- q u e esté en vuestro bolsillo y vos si-
nedas d i c i e n d o : gáis en m i c o m p a ñ í a , q u e todavía me
q u e d a n m a n o s p a r a ganarlo.
—-Al blanco, q u e es el color del alma
— T i e n e s r a z ó n , hijo mío—contestó
de los justos.
Zacarías—, y p a r a q u e veas que quiero
A pesar de q u e no h a b í a j u g a d o a d a r t e el desquite, d a m e esa taba, que
t i e m p o , todos callaron, y el morisco n o voy a darte la suerte.
avisó ni dijo p a l a b r a , pensando que sal- Diciendo esto la t o m ó , y llegándose
dría otro color y le g a n a r í a ; pero la cerca del morisco se sentó a su lado
suerte protegió esta vez a Zacarías como diciendo:
las demás, y él pasó detrás de su anta- — ¡Atención! V a m o s , q u e Dios nos dé
gonista p a r a recoger su ganancia.
a todos b u e n a v e n t u r a .
El morisco, q u e sintió que a p o y a b a Y echó el dado al a i r e con tal pres-
su m a n o izquierda sobre su espalda a teza, que no parecía sino que había sioo
t i e m p o de inclinarse adelante para eje- aquella la ocupación de toda su vida.
cutar su i n t e n t o , como estaba ya irri- G a n ó él y el morisco perdió de nuevo
tado viendo q u e siempre p e r d í a , y no algunas monedas que le habían presta-
q u e d á n d o l e , a d e m á s , dinero con que j u - do. Echóla otras dos veces al aire y vol-
gar, y siendo la cólera q u e provoca el vió a ganar, pero la última creyó el
juego al perdidoso la m á s violenta y morisco q u e le h a b í a visto volver W
a r r e b a t a d a de todas, echó hacia atrás taba al t i e m p o de echarla, y gritó que
ambos codos, e m p u j a n d o a Zacarías con estaba h a c i e n d o t r a m p a s , lo que uo es
tal fuerza, q u e lo a r r o j ó de sí gran creíble en la santidad, b u e n a fe y n 8 '
t r e c h o , dando traspiés y dejando caer t u r a l d e s p r e n d i m i e n t o de Zacarías
el dinero que había cogido. Riéronse p e r o , a pesar de estas conocidas vmUj
todos de ver al viejo h i p ó c r i t a a n d a r des, otros afirmaron lo mismo, V
de espaldas con tal viveza y poca segu- morisco, alzando el grito, j u r ó o q« e c
r i d a d , y el morisco dijo con aire de volvería el dinero o q u e se lo había
SANCHO SALDAÑA 34S

üitar por fuerza, a lo que Zacarías q u e el cuchillo de Zacarías ©s como las


Lnoiidió que n o debían creer la voz uñas del gato, q u e a r a ñ a n antes de que
del ii«P 10 y q u e había j u g a d o lealmen- se vean. Llevadle de a h í y echadle ahí
te; P e r o e ^ m o r i s c o 5 q « e ya no aguar- más abajo en el r í o .
Jaba a razones, m o n t a n d o en cólera, se — P a r a qué nos hemos de cansar tan-
rro jó a coger el dinero q u e tenía Za- to ; q u e se q u e d e en u n lado, q u e sé lo
f i a s en la m a n o izquierda, j u r a n d o y m i n c h e n los grajos —respondió el ca-
perjurando q u e se lo había de arran- talán.
t a r o poco h a b í a de p o d e r , — B i e n puede mi maestro -—dijo Us-
__-Déjame y no precipites al justo —le d r ó b a l — enseñar a dar puñaladas cara
«ritaba Zacarías, mientras los demás a cara sin q u e le vean, q u e no parece
azuzaban al morisco p a r a que se lo arre- sino que las da p o r la espalda. Vaya, y
batase. qué bien que sabe aplacar la cólera de
—¿Qué quieres de m í , h i j o m í o ? cualquiera. ¿ P e r o d ó n d e está? ¿Se
—Quiero q u e m e des, p e r r o , lo q u e ha ido?
¡ue has robado — r e p u s o el morisco sin E n esto, ai volver la cabeza, le vio
soltarle la m a n o y forcejeando p o r abrír- q u e se paseaba allí a u n lado con el
sela y cobrarse lo que había p e r d i d o y mismo aire c o m p u n g i d o y devoto q u e
ato más si p o d í a ; p e r o se las h a b í a con de costumbre, con su rosario en la
quien hubiera soltado el alma mil ve- m a n o y rezando con m u c h a tranquili-
tes cantes que un solo cornado. dad, como sí acabase de oír misa.
Con todo, sin perder n a d a de su dul- — M e alegro —dijo ü s d r ó b a l , q u e n o
zura, y corno si no comprendiese la p u d o menos de horrorizarse al verle re-
causa de la embestida de su c o m p a ñ e r o , zar o a p a r e n t a r q u e rezaba con las ma-
repitió: nos ensangrentadas—, m e alegro que os
—No te dejes llevar de la ira d e quedéis t a n fresco después de h a b e r en-
Satanás. ¿Qué quieres de m í , h i j o mío? viado al infierno el a l m a de ese p o b r e
—Mi dinero o tu corazón —replicó el morisco.
morisco, furioso de la cachaza de Za- — M e quedo así, q u e r i d o Üsdróbal
carías. —repuso el m a e s t r o — , p o r q u e m i con-
—Vaya —repuso éste sin m u d a r de ciencia está l i m p i a , y has de saber
tono—, ¿te has e m p e ñ a d o ? Pues t o m a . que la m u e r t e de un sarraceno, de un
Un grito del morisco, q u e cayó en m o a b i t a , no es pecado, y si no ya ves
tierra nadando en sangre, fue el p r i m e r q u e el sanio rey Don F e m a n d o m a t ó
aviso que tuvieron los bandidos que es- muchos...
taban viendo la escaramuza de la espe- —Con la espada en la m a n o —respon-
cie de regalo q u e le h a b í a hecho el jus- d i ó con indignación Ü s d r ó b a l — , cara a
to, viendo después en la derecha de éste cara y por la verdadera causa de Dios,
relucir el cuchillo, de q u e h a b í a echado y n o villana y t r a i d o r a m e n t e como vos
mano sin que n i n g u n o le apercibiese. hicisteis.
ti morisco quedó t e n d i d o sin decir pa- —Pnuci vero elcctí —respondió Z?.ca-
rtirá, y los que se acercaron a reco- r i a s — ; pocos son los escogidos, p e r o si
nocerle vieron q u e estaba m u e r t o . alguno lo estaba para la horca, era ese
Este acontecimiento despertó a Us- enemigo ele Dios, y así no m e r e m u e r d e
fróbal da s u letargo y al Velludo le la conciencia; antes bien, m e alabo de
•atrajo de sus i m a g i n a c i o n e s ; p e r o h a b e r a h o r r a d o a otras buenas gentes
tonio para este ú l t i m o era todo aque- la incomodidad de colgarle y el gasto
jo cosa de poco m o m e n t o y estaba de la cuerda.
^üy acostumbrado a ver d i a r i a m e n t e — T a m b i é n m e parece a m í —replicó
"cenas de esta n a t u r a l e z a , se contentó Üsdróbal— que sois vos de los escogidos
^Q restablecer el orden y hacer q u e p a r a m o r i r sin p o n e r los pies en el
P°T entonces el juego se suspendiese. suelo, p o r q u e a fe mía que os huele el
"-liste pobre mentecato -—dijo, mi- pesetiezo a cáñamo de u n a legua, a n o
tj
ndo cotí frialdad el cadáver— n o sabía J ser q u e alguno haga con vos lo m i s m o
346 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

q u e vos habéis h e c h o con el m o a b i t a Cuéllar—. ¿ D ó n d e está Leonor? ;Q„v


en pago d e vuestras buenas obras. se la h a llevado? P o r todos los san»
El tono de estas últimas palabras fue j u r o que estoy t e n t a d o de hacer u n ^
t a n siniestro que Zacarías no p u d o me- trago en todos vosotros —añadió, f*,,
nos de echarle u n a m i r a d a d e a r r i b a cien do las cejas y contrayendo tod "
abajo temeroso de algún asalto, y se- los músculos de su rostro con tan s0
g u r a m e n t e no h a b r í a tenido b u e n fin b r í o ceño, que U s d r ó b a l creyó q ü e
esta conversación a juzgar del ceño de taba delante del p r í n c i p e de ] a a t .
Usdróbal y el desprecio con q u e mi- nieblas.
r a b a la hipocresía de a q u e l miserable E l Velludo entre tanto no respon.
si el V e l l u d o , q u e vio venir de lejos dio ni hizo movimiento alguno, c] a v .
al señor de Cuéllar, no le hubiese in- dos los ojos en t i e r r a , una mano en U
t e r r u m p i d o en este m o m e n t o p a r a que boca y b a t i e n d o el suelo muy de p r i te
viniese a recibirle con él. con la p u n t a del pie derecho. Miróle
— V a m o s —le dijo según i b a n andan- Saldaña u n instante, y echándole enci.
do—- a confesar vuestra vergüenza, a de- m a el caballo le cogió del brazo ¡ z .
cir a ese señor que vino el coco y asus- quierdo, zamarreándole.
tó a doce h o m b r e s . P o r la Virgen de — D i , pillo, di, ¿ d ó n d e está? ¿Quién
Covadonga que en la vida me h a suce- te asustó?
dido otra igual. Alzó la vista el V e l l u d o , y miran,
•—Fue la sorpresa, capitán — r e p u s o dolé con ojos que parecían centellas
U s d r ó b a l — , q u e nos dejó sin saber q u é r e p l i c ó :
hacer. — C o n d e —le d i j o — , no me cojáis
— ¿ Y cuándo h a h a b i d o n a d a en el así... P o r la Virgen... Soltadme, conde,
m u n d o que haya s o r p r e n d i d o al Ve- soltadme — a ñ a d i ó , arrancándose con
lludo? ¿Y h a b í a de ser u n a b r u j a , fuerza de su mano—-. Yo sé lo que lie
¡vive D i o s ! , la que m e h a b í a de quitar h e c h o , sé que voy a perder mi repu-
m i fama? tación. ..
E n esto llegó a ellos Sancho Salda- — T ú me has vendido, malsín —excla-
ña, q u e , h a b i e n d o visto que se fcerca- m ó el conde.
b?m, no p u d o menos de sobresaltarse, — U s d r ó b a l —respondió el capitán—,
pensando si h a b r í a sucedido algo a dile lo que p a s ó ; yo no p u e d o ; dile el
Leonor o h a b r í a hallado medio de eva- ejército que tuvo que venir a llevársela,
dirse de los ladrones. •—Un demonio, señor —repuso Usdró-
Su rostro demostraba el desasosiego y bal—•, una b r u j a , u n fantasma que en-
sus ojos giraban acá y allá como des- tró a deshora en la cueva, nos confun-
atentados ; traía el caballo fatigado del dió a iodos y delante de todos se la
largo escape que h a b í a corrido y venía llevó en medio de la tempestad.
cubierto d e lodo hasta la cincha, — ¡Dios! ¡Dios! —exclamó el conde
— ¿ D ó n d e está? ¿Está ahí? —pregun- m i r a n d o al cielo y retorciéndose las ma-
tó con voz ahogada y fijando los ojos nos de ira—. ¿Es posible que todo el
en el Velludo, infierno j u n t o m e persiga? Tú mientes,
— A h í estuvo r—respondió éste , pero canalla —.añadió, dirigiéndose a Usdró-
que se la h a n llevado. b a l — . ¿Y quién es ese fantasma?
— ¿Quién? —repuso al m o m e n t o el — Y o no m i e n t o , conde —repuso l >
señor de Cuéllar—. ¿ Q u i é n , vive Dios? d r ó b a l — ; lo que os h e dicho es ver-
¿Y vosotros os la habéis dejado q u i t a r , dad, y en cuanto a saber quién es W
cobardes? bruja n o será m u y difícil, porque cr¿o
—No creo —replicó el V e l l u d o , mor- que ha de vivir ahí en las cercanías.
diéndose los labios de r a b i a — q u e h a y a — ¿ D ó n d e ? Llevadme al punto, (Jj*6
yo merecido n u n c a ese t í t u l o , pero j u r o a fe de caballero entrar y sacarla»
ahora tenéis r a z ó n ; no soy más que u n a u n q u e sea de las garras de Satán
gallina. Tantas fatigas por alcanzarla y siemp
— R e s p o n d e , canalla —replicó el de h u y e n d o de m í , y a h o r a , cuando va •>

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SANCHO SÁLDAÑÁ 347.

-a ¡Por S a n t i a g o ! ¿ H e de ser yo E n este t i e m p o , Sancho Saldaua ha-


. jjjore infeliz? ¡Infeliz! bía vuelto a su estado de insensibili-
acompañó* el conde estas últimas pa- dad, y Usdróbal estaba c o n t e m p l á n d o l e
jLj-as con u n r u g i d o c o m o el de u n d e t e n i d a m e n t e . A d m i r á b a l e el ver su
león q u e siente en su pecho el venablo frente cargada de a r r u g a s ; sus ojos gran-
¡P\ cazador y se ve a r r a n c a r su presa des y hermosos, pero m u s t i o s ; sus ce-
e\ momento de devorarla. j a s , ya n a t u r a l m e n t e j u n t a s a fuerza de
_-Señor—respondió el Velludo—-, c o n t r a e r l a s ; sus mejillas secas y h u n d i -
0 s é fijamente el camino q u e va a la das, al mismo tiempo que en su apos-
imitación de esa maga ( q u e Dios mal- tura y gallardía a caballo se descubría
i¡(F¡1)! pero a q u í h a b r á quien lo sepa. en él el porte, el continente y la arro-
• Ojalá nunca h u b i e r a sabido ella el de gancia propios de u n caballero t a n po-
|3 mía. deroso.
^ ¿ P e n s á i s ir, señor conde?—pregun- — ¿ N o ha vuelto aún t u a m o ? — p r e -
tó Usdróbal. guntó Usdróbal, como volviendo lenta-
__Sí—replicó Saldaña, q u e , h a b i e n d o mente de un sueño.
perdido ya la energía del p r i m e r movi- — A h í viene, m i capitán—respondió
miento, había q u e d a d o pensativo oyen- Usdróbal, recargando en esta p a l a b r a .
do la respuesta del c a p i t á n — . ¿Y q u i é n — / . H a y g u í a ? — p r e g u n t ó Saldaría.
ha ríe venir conmigo?—continuó. — H a b r á u n o , con vuestro p e r m i s o ,
—Yo—repuso Usdróbal con resolu- que vendrá esta noche—respondió el
ción—? en h a b i e n d o quien me enseñe el Velludo.
camino. — ¿Y ahora no? Ya yo m e lo imagi-
—¿Til te atreves?—preguntó el Ve- naba—dijo el conde con alguna muestra
de d e s p e c h o — ; t ú me avisarás.
lludo".
El Velludo iba a ' excusarse de no
—¿Y por q u é no?—respondió Usdró-
poder ofrecer u n guía en a q u e l momen-
bal—; es preciso lavar el b o r r ó n q u e
to, pero Sancho Saldaña, sin o:'r más,
nos cayó anoche.
volvió a su caballo m a q u i n a l m e n t e y se
—Sí, sí, es preciso —dijo entre sí el alejó a escape por donde h a b í a venido,
capi-án—•; i r e m o s ; voy a ver si h a y ai- seguido a cierta distancia d e su p a j e y
juno que se atreva a enseñar siquiera de su t r o m p e t a .
el ranino—y diciendo esto echó a an- —Parece h o m b r e extraordinario
dar hacia su c o m p a ñ í a . —dijo U s d r ó b a l , siguiéndole con los
A pesar de ser lodos h o m b r e s teni- ojos—, y no tiene trazss d e tener nun-
dos por animosos, no h u b o n i n g u n o q u e ca m u y b u e n h u m o r .
•e resolviera a acompañar en esta em- -—El de un condenado—contestó el
pre=n a su capitán. capitán—, punque yo creo que es el
—El señor de Cuéllar—dijo u n o — mismo diablo en persona.
puede ir solo, q u e ya debe conocer el Dicho esto volvieron a d o n d e estaba
camino de los infiernos, d es verdad la b a n d a , m u y c ó r t e n l o Usdróbal en
la que dicen, que anda en negocios pro- parte de q u e la maga, r o b a n d o a Leo-
pios con Lucifer. nor, hubiese así estorbado que se cum-
—No le a c o m p a ñ a r é yo n i m e acer- plieran los deseos del señor de Cuéllar.
taré por allí en cien leguas—respondió
d viejo de la cara cortada.
En fin, por más q u e les rogó, m a n -
so, amenazó y ofreció el V e l l u d o , n o
Pudo lograr otra cosa sino la promesa
de uno de ellos, q u e ofreció p r o p o r -
cionar un paisano de Olmedo, h o m b r e
m
uy temido de las brujas por ser de
°«cio saludador, que los llevaría adon-
™ quisiera, si la paga era correspon-
dente al peligro a q u e se exponía.
348 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CAPITULO VIII m á s . , . ¿Y después? ¿Después? .


h o r r o r ! U n abismo inmenso de penQ«é
¿Mas qué será consuelo a un desdichado? en fin, la m a y o r de todas, la vida m''
Todo la cansa, aflige y le acongoja,
fuego es el agua, el céfiro pesado, ma q u e detesto eterna, eterna en 1
aunque vaya saltando de hoja en hoja; agonía de los condenados. Yo no rnn •
sierpes las flores, áspides el prado,
del claro arroyo el murmurar le enoja,
r é n u n c a . . . T a l vez... p a r a volver a vi*
que cuanto por el campo alegre suena vir. Yo soy r e p r o b o de Dios, sentenciad*
sospecha que murmura de su pena. a vivir toda u n a eternidad, a respjr
Lope de Vega. fuego, a ser execración de los hombre,
Más perlas pendían de su hermosísimo mofa de los demonios... Ya rechina'
cuello, orejas y cabellos, que cabelloü tenia sus dientes d e a l e g r í a ; helos, helo»
en su cabeza. a h í . . . ¡ O h ! , n o , n o , ¡ p i e d a d ! ¡Maldi.
Cervantes. ción! ¿ Q u é oigo? Sí, la maldición dé
mi padre.»
Sancho Saldaría volvió a su gente me- A esta última p a r t e de su discurso
lancólico y silencioso, y m a n d á n d o l e s se levantó con los ojos desencajado*
q u e le siguiesen llegó a su castillo liarlo fuera de sí, frenético, Peguntándose
desesperado y de m a l talante. Arrojóse y respondiéndose a sí mismo, como si
a tierra tde su caballo, q u e entregó a oyera otras voces, r e c h i n a n d o los dien-
u n escudero, y l l a m a n d o a su paje fa- tes, sus cabellos erizados y corriendo
vorito subió a u n a sala del p r i m e r piso, acá y allá como si alguien le persi-
donde sin h a b l a r p a l a b r a le hizo señas guiera, con muestras de espanto v tres-
q u e le d e s a r m a r a . tos a veces suplicantes y a veces deses-
Quitóle la cota d e a r m a s y el cas- perados. D u r ó u n m o m e n t o el delirio,
co, y t i r a n d o Saldaña la espada sobre y como si se h u b i e s e n poco a poco des-
una mesa, salió del cuarto, pasó a otro vanecido a sus ojos las sombras que le
y corrió varias salas distraído y cabiz- creaba su imaginación y le asombraban
b a j o , echando a un lado y otro m i r a d a s a su entender, a r r a n c ó u n suspiro de
torvas, puesta la b a r b a sobre el p e c h o , su fatigado p e c h o , y arrojándose en la
los brazos caídos, y, por ú l t i m o , se silla segunda vez, q u e d ó algún tiempo
arrojó sobre u n sillón de respaldo q u e con apagado aspecto y sombrío ademán
estaba j u n i o a u n a gran mesa de már- e n la m i s m a actitud de antes: ena-
m o l . Puesta la m a n o izquierda en la m e - jenado.
jilla y a p r e t a n d o el p u ñ o derecho casi Largo rato permaneció así, sin dar
sin advertirlo, ya parecía colérico, ya otra señal de vida en sus movimiento»
r e p o s a d o , ya, a veces, a m a r g a m e n t e q u e su agitada respiración, mantenién-
se sonreía. H a b l a b a solo, ya entre dien- dose inmóvil como u n a estatua, sin mo-
tes, ya a voces, palabras i n t e r r u m p i d a s : ver pie ni m a n o ni m u d a r la vista. Por
j Leonor í Sí...—decía— ; el infierno... ú l t i m o , dando u n suspiro, exclamó:
¿ Q u e la r o b e el infierno o y o ? . . . ¿No — ¿ Q u é h a r é ? ¡ T e n g o que vivir por
soy yo u n infierno?... Aquí—señalán- fuerza! Veamos si h a y algo que me dis-
dose al corazón—, ¡ d e m o n i o s ! — g r i t a - traiga. ¡ Q u é ! No h a b r á . E l mal está en
b a — , y o . . . sí... t e n t a r é las almas por m í m i s m o , n o en lo que m e rodea. He
vosotros. Soy peor q u e vosotros. ¡ J a ! oído decir que la lectura divierte; seis
¡ J a ! ¡ j a ! — y soltaba una carcajada his- años ha que no leo. ¿Y q u é he heciio
térica y espantosa, capaz de p o n e r gri- en todo este t i e m p o ? Nada, En '>n>
m a a los mismos que él invocaba—. ] A h ! p r o b e m o s . Leeré.
—continuaba p r e c i p i t a d a m e n t e — , si en Y alargando la m a n o a algu n o S
el infierno pudiese yo vivir con ella .. bros, b a s t a n t e voluminosos, que e s t a '
¿Vivir con ella? Allí, allí—añadía, cla- b a n sobre la mesa, forrados en baque
vando los ojos en t i e r r a — , sería mi cie- encarnada con m o l d u r a s de oro en lo*
lo, sí, m i cielo. Ella... es u n ángel, ¿ Q u é extremos y cerrados con brocbes de
h a r á ? ¿ D ó n d e h u i r é de m í ? . . . ¿Dón- m i s m o , m i r ó los títulos que sobre per*
de descansaré? N o , m i e n t r a s viva, ja- blanco estaban, abriéndolos uc
SANCHO SALDAÑA 340

s otro y deteniéndose u n rato p a r a dose de tiempo en t i e m p o como para


repasar el p r i n c i p i o de las materias y,
g r a el p r i m e r o que t o m ó u n trata- al parecer, buscando algo d e t e r m i n a d o ,
jo de astrología de Don Aiííomo el halló el libro de J o b , empezó a leer
Sabio, soberbiamente manuscrito con m u y despacio, a u n q u e sin torpeza, y con
ieyas de tinta encarnad-a sobre perga- bastante claridad para a q u e l t i e m p o , el
mino v i t e l a ; m i r ó su título, y arro- versículo d e Isaías, q u e dice de esta
l l ó l o con desabrimiento tomó otro m a n e r a : ((Debajo de ti se tenderá la
escrito, e n c u a d e r n a d o con la misma ri- polilla y te cubrirán los gusanos.» ¿Y
queza, y dijo ; es este el p r e m i o de m i a r r e p e n t i m i e n t o?
__,\ eamos q u é es éste, y si engaña — e x c l a m ó , cerrando el libro con ira y
r

menos y sirve p a r a más que ia astró- dándole con fuerza para arrojarlo a un
loga. ((Cantigas et trohas sagradas en lado sobre la mesa—, Otra m a l d i c i ó n .
¡¡abaliza de Dios, et vidas el fechos de ¡ O h ! Es demasiado, es d e m a s i a d o ; mi
cabidleros, compuestos por el famoso I .alma está llena d e r e m o r d i m i e n t o s ; m i
Sicolás de ios Romances, trovador del corazón, de hastío, y en m i oído sólo
fflliy noble, muy grande rey D> Fernan- resuena el eco de las maldiciones que
do III, conqueridor de Córdoba et de m e persiguen. Es demasaido. ¡ O h ! Sal-
Serilld-, etc., etc.-» Libro es éste que m e gamos fuera -de a q u í — c o n t i n u ó , levan-
eniretuvo m u c h o en mi juventuid. ¡ A h , tándose con precipitación—. E l aire de
entonces yo trovaba t a m b i é n , yo canté esta sala está infecto., m e a h o g a ; yo
mis amores a Leonor, y ella m e o í a ! necesito más aire, y aquí n o p u e d o res-
Pero no soy ya el m i s m o ; entonces yo p i r a r siquiera. A m á s , ¿ q u é tiene de
era un h o m b r e , yo a m a b a , yo v i v í a ; extraño q u e m e fastidie?—prosiguió
ahora lo aborrezco todo, a m í m i s m o , a como deteniéndose y queriendo él mis-
Leonor... Sí, la aborrezco, pues trato de m o inspirarse la esperanza q u e no te-
sacrificarla haciéndola p a r t í c i p e de mi nía—. Estoy solo, y la soledad fatiga,
fastidio. No, este l i b r o no lo l e e r é ; su y no ofrece n i n g ú n p a s a t i e m p o n i di-
lectura me a t o r m e n t a r í a ; a q u í se cele- versión. ¿No soy yo el señor de este
bra la gloria y el a m o r ; aquí se alaba p u e b l o ? P u e s que vengan mis vasallos
i Dios, y yo n o soy digno de darle a divertirme. ¡ H o l a ! ¡ J i m e n o ! ¡ u ñ a r -
ílabanzas, ni m e atrevo a rezarle ni a t e ! ¡ G a r c í a !
luplicarle, y la gloria y el a m o r son
J i m e n o , su favorito, fue el p r i m e r o
ra plantas estériles en m i alma. Veamos
q u e respondió a sus voces y e n t r ó en la
el otro—continuó, e c h a n d o el Romance-
sala a ver lo que deseaba.
ro a un lado y t o m a n d o otro más vo-
luminoso, forrado en b l a n c o , encuader- Llegó a su a m o con u n aire de alegría
nado con riqueza y escrito asimismo en y familiaridad que a la verdad no pa-
facieres latinos y con tinta encarnada recía p r o p i o del privado de un h o m b r e
«mo los otros, tan tétrico como S a l d a ñ a ; p e r o esto
mismo era precisamente lo que le ha-
—¡Ah! La Sagrada E s c r i t u r a — d i j o , bía valido su confianza.
tapués de h a b e r leído el título—, és-e E r a este favorito de m e d i a n a estatu-
s el libro ¡de Dios. ¿Será un aviso del ra, y su rostro sin b a r h a , su color blan-
íie
lo que, compadecido de mis miserias., co, sus facciones delicadas, ojos azuies
I^rrá mi a r r e p e n t i m i e n t o ? Ya es tar- vivos y sus cabellos rubios y rizaid'os ha-
íe
í no hay .arrepentimiento tan grande cían de él lo que se llama una mi-
a b a s t e a lavar mis culpas. Ya es tai1- n i a t u r a . Su boca, cuyos labios coloreaba
e
» v yo he sido sentenciado hace tieni" el más vivo c a r m í n , tenía an corte ma-
f°- Pero, en fin, l e a m o s — a ñ a d i ó , como licioso, q u e , a u n q u e podía decirse q u e
Solviéndose a poner t é r m i n o a los en- le agraciaba, h a b r í a h e c h o , n o obstan-
"irados sentimientos q u e le agitaban, t e , a u n b u e n observador desconfiar d e
1
'ornando el libro y abriéndolo sobre su h o n r a d e z , y t a n t o a r m a d o como en
foesa se sentó en una silla, y después farseto, su traza er,a fina y afeminada,
haber hojeado un m o m e n t o , parán- sus movimientos sueltos y acompaña-

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350 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

dos de u n descaro y u n a desfachatez ex- con nosotros, q u e , por San Cosme


traordinarios. T r a í a el m a n t o galana- si le cojo que le hago d a r más vueh *
m e n t e colgado del h o m b r o i z q u i e r d o , en m i dedo m e ñ i q u e q u e las aspan A
calzón de seda r o j a , medias de seda y u n molino de viento. *
zapato blanco con u n m a d r o ñ o de h i l o —Tienes razón, amigo Duarte
d e oro en cada u n o y u n p u ñ a l guar- nacimos antes q u e él y debería teh
necido de piedras preciosas en la cin- con nosotros más m i r a m i e n t o s ; p e r o
tura. E n fin, era el d e c h a d o de la m o d a , cuanto a eso de cogerle que dices *r
el m i m o de las damas y la envidia de bajo te h a b í a de costar, p o r q u e es su*]
los galanes. to como u n gamo y valiente como ui
H a b í a logrado la privanza del conde mastín.
por su indiscreción, que r a y a b a a veces Apenas dijeron esto se fue cada un
en desvergüenza, y h a b i é n d o l e conocido por su lado, refunfuñando entre dien
el h u m o r , cuando le veía de m a l t e m p l e tes y maldiciéndole, a dar cumplimí e „
lo dejaba entregado a sus reflexiones, y to a lo que h a b í a maridado.
s i e m p r e sabía coger la ocasión p a r a La sala en que q u e d a r o n Saldaña y
presentársele. H a b í a oído sus últimas el paje era de forma cuadrilonga, niuv
palabras, y haciendo como que le adi- espaciosa, y a d o r n a d a con toda la ele-
vinaba el deseo : gancia y lujo que podía dar de sí ] a
— P a r é c e m e — d i j o — q u e vuestra seño- época en que pasaba esta nuestra his.
ría podría m a n d a r se le presentasen las t o r i a ; su techo acanalado, con vigas da-
jóvenes del pueblo ( q u e n o deja de ha- das de blanco, tenía eí fondo azul ce-
berlas bastante agraciadas) y divertirse leste l a b r a d o de mil molduras dorada»
en verlas bailar. Yo sé la historia de de m u c h o gusto, las paredes pintadas
todas ellas, y p o d r í a , mientras danzaban a la morisca, varios sillones de respal.
—prosiguió maliciosamente—, entrete- do, la mesa de m á r m o l blanco que ocu-
neros contándoos sus pasatiempos. p a b a el testero de la sala, el suelo es-
—-Está bien-—respondió Saldaña con caqueado de azulejos y a trechos ves-
s e q u e d a d — ; o r d é n a m e t ú u n a fiesta, y tido de alfombras y algunos cojines de
cuenta con mil alfonsis de oro si lo- damasco acá y allá a usanza árabe, de
gras distraerme de mis pensamientos. varios colores y con pasamanos de oro.
—-Yo daría mi b u e n h u m o r — r e p u s o E n c i m a de estas almohadas se había re-
el paje—con tal de separaros para siem- clinado Saldaña, m i e n t r a s su paje ins-
p r e d e ellos, pero no t o m a r é p r e m i o truía a sus escuderos de su voluntad,
ninguno nunca por cumplir con el de- distraído ya de lo mismo que deseaba,
ber q u e m e i m p o n e vuestro servicio y olvidado de su p a j e y cargado de su
el afecto q u e os tengo. p e s a d u m b r e . Miróle j i m e n o un momen-
to, y viendo que su amo no le veía ni
— V e , pues—dijo el c o n d e — , y . . , ;
hacía m á s caso de él que si estuviera
p e r o n o , no vayas, n o me dejes solo;
a cien leguas, no atreviéndose a desper-
llama algvín otro y dale tú las órdenes
t a r l e de su letargo, quedó a un lado
que gustares.
entretenido en arreglarse y estirarse ele-
— ¡Duarte! ¡García!—llamó Jimeno
gantemente la gola mientras le duraba
entonces, con el permiso de su señor,
su distracción.
y dos escuderos, viejo el p r i m e r o y el
otro de m e d i a n a e d a d , se presentaron Volvió en sí Saldaña de allí a un ins-
al m o m e n t o a su voz, m u r m u r a n d o , sin tante, y pasándose la m a n o por la fren-
d u d a , entre sí de verse obligados a obe- te, como si quisiera ahuyentar de aquel
decer a la Niña, q u e así l l a m a b a n a m o d o algún pensamiento fatigoso, man-
j i m e n o los del castillo. A pesar de esto dó a J i m e n o que se acercase.
callaron y recibieron sus órdenes con —Ven—le dijo— y h a b í a m e algo que
respeto, a u n q u e al salir no p u d o conte- m e divierta.
nerse el más viejo y dejar de decir en —Estaba pensando—respondió J i n , e
voz baja a su c o m p a ñ e r o : n o — q u e debíais ir a la corte, hi re-
— V a y a el¡ tono que usa ese títere os quiere, y n o faltará allí una as"1*
SANCHO SALDAÑA 351

e se apiade de vuestros pesares y c o n d e — ; n o m e hables m á s de amo-


atafa ^ e a ^ v i a r l ° s c o n S U s caricias. r e s ; t ú eres feliz y yo ni lo soy ni lo
_,¿Adónde dices? ¿A la corte—repli- p o d r é ser n u n c a en m i vida.
- e l de Cuéllar—, a oír chismes, a £as- —Y b i e n — r e p u s o el p a j e — , si des-
¡jj a rme con las intrigas de H a r o , con deñáis el amor, ¿ p o r q u é n o buscáis los
las q u e Í a s ^ e ^ o s L a r a s , a h a s t i a r m e de laureles y los honores con q u e debe
-miellas mujeres frivolas, q u e vistas u n a halagar la gloria a u n h o m b r e de vues-
rez cansan al otro día? Quita allá, Ji- tro linaje? Acaso Don L o p e de H a r o ,
eD o, h a b í a m e de otra cosa, con su carácter falso y su genio de ví-
_-pero, y ¿ q u é p u e d e atraeros tanto b o r a , ¿tiene más mérito que vos a los
este desierto—repuso el p a j e — , donde ojos de nuestro rey? L a r a , inconstante
no sg ° y e ^ a v o z ^ e ^ n e i a l d o que anun- y r e b e l d e a cada paso, ¿acaso os aven-
cia las fiestas, ni se sabe de u n a m o d a taja en nobleza y valentía? ¿ Y por q u é
hasta que h a n pasaido dos o tres en To- vos no habíais de ser su igual, y a u n su-
ledo y 7 a e s t a n antigua como los usos perior a todos ellos, y al lado del tro-
j c l tiempo de Don Pe]ayo? n o , p u n t o menos que el rey, recibir los
—¿Y qué m e i m p o r t a a mí lo m o d a tributos de G r a n a d a , disponer de la paz,
n los torneos, frivolidades q u e atraen
i o de la guerra a vuestra voluntad, hu-
la atención del h o m b r e feliz en su mo- millar el orgullo y las pretensiones de
cedad? H u b o u n t i e m p o en q u e yo de- vuestros enemigos, engrandecer a vues-
seaba parecer bien, J i m e n o , en que m e tros fieles servidores y, p o r último, ser
mistaba agradar p o r q u e m e agradaba el ídolo d e toda la m o n a r q u í a ? ¿Poi-
todo, pero a h o r a que todo m e cansa, qué?...
;qué me i m p o r t a a m í desagradar a to- — T ú tienes a m b i c i ó n , Jimeno—res-
jos? ] A h ! Yo ya, a u n q u e q u i e r a , no pondió Saldaría—, y p o r eso te expre-
podré nunca parecer agradable. sas con tanto a r d o r y deseas tanto tu
—Vos decís eso—contestó j i m e n o — e n g r a n d e c i m i e n t o . No es e x t r a ñ o , eres
porque os apegáis demasiado a u n amor un n i ñ o . . . , y quizá tienes razón—con-
solo, Sí fueseis como yo, q u e soy una tinuó después de u n m o m e n t o de re-
mariposa... La m u j e r q u e más se resis- flexión—, yo debería i r a la corte. T a l
te tarda un mes en rendirse, y entonces vez la confusión, las t o r m e n t a s de aquel
otra al puesto. A m í m e gusta vencer, mar de discordias y la continua zozo-
v no me contentó j a m á s con u n a victo- bra que a todas hora,? agita el ánimo
ria. Ellas, generalmente dóciles, se de- del cortesano... quizá., ¿ q u i é n s a b e ? . . .
jan llevar por d o n d e se las dirige, y acaso me distraerían, P e r o n o , n o , yo
ninguna se mata p o r verse a b a n d o n a d a ya h e estado en ¡la corte, h e tenido, esta
del que la a m ó . A m á s , q u e no se m e segunda vez cuando estuve a prestar ho-
liaría cargo de conciencia que se mata- menaje a Don Sancho, los títulos a m í
se una mujer por m í . Al contrario, me- voluntad, y todo m e fastidiaba, y n a d a
jor, ;ería yo entonces el Cupido de las bastó a llenar n u n c a el vacío de mi
damas, y todas m e señalarían con el a l m a ; ni siquiera u n m o m e n t o m e dis-
dedo. Si vos hicierais así, veríais las trajo el bullicio de la corte ni un ins-
intrigas de una p a r a descubrir vuestros t a n t e disipó m í melancolía. Conozco tu
pasos, os divertirían, os entretendrían mérito y tu disposición p a r a cortesano,
'as caricias de la otra con. quien fin" J i m e n o , y puedes estar cierto q u e , aun-
gis, y reiríais de aquella cuyas tramas
que yo no esté en la corte, tú h a r á s en
conocéis, y q u e está persuadida de que
ella tus adelantos.
Os engaña. No estaríais entonces con»
-—-No m e h a movido a lo que os h e
finido de ese fastidio q u e os devora,
dicho—replicó el paje, disimulando su
de esa i n q u i e t u d , de ese n o saber q u é
"aceros. Aquí m e tenéis a mí, que n o deseo bajo la máscara de la l e a l t a d -
ten
go una h o r a de descanso... ¿ P e r o m i propio bienestar, ni lo que m i am-
$£» no m e oís? hición m e a c o n s e j a r í a ; áólo en lo q u e
os h e dicho he q u e r i d o p o n e r r e m e d i o
--Sí, te oigo y te envidio—repuso el a vuestra tristeza, p o r q u e en verdad q u e
352 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

es las Lima que un caballero como vos para que un amante viva
viva como los p a d r e s del Y e r m o . De preso en ellos
el tiempo que vos queréis:
m í sé decir q u e , si fuera señor de Cué- si tanto ingenio tenéis
llar, conde de Saldaña y capitán por el que entretenéis tres galanes
rey, no pasaría m i vida encerrado en ¿cómo salieron mal hora,
mi señora,
este castillo. tus afanes?
— N o envidiéis mi poder, J i m e n o — r e -
plicó el de C u é l l a r — ; cuando yo en- Pusiste gesto amoroso
vidio tu alegría, c u a n d o yo m e t e n d r í a al primero,
p o r feliz, no con ser q u i e n tú eres, sino al segundo el rostro hermoso
el riltimo de mis vasallos, con tal d e le volviste placentero,
y con doloroeo
p o d e r estar como t ú y p o d e r m o s í r a r sortilegio en tu prisión
una frente t a n tersa como la tuya. T ú entró un tercer corazón :
no puedes c o m p r e n d e r m i congoja, la viste a tus pies tres galanes
y diste al verlos rendidos
angusia con que late m i corazón, la por cumplidos
tristeza, el luto que m e r o d e a . . . ¡ A h í , tus afanes.
tú eres feliz, J i m e n o ; tu a l m a es nueva,
y la m í a , la m í a . . . yo la cambiaría por ¡ De cuántas mañas usabas
el alma de u n condenado. diligente!
Ya tu voz al viento dabas,
P r o n u n c i ó estas p a l a b r a s Sancho Sal- ya mirabas dulcemente,
daña con tan íntimo sentimiento, q u e o ya hablabas
de amor, o dabas enojos.
su paje, a pesar de su indiferencia na- y en tus engañosos ojos
tural p o r las penas de los demás, que- a un tiempo los tres galanes
dó sin saber qué decirle, bajó los ojos sin saberlo tu, leían
y se puso a contar los pliegues de su que mentían
tus afanes.
j u b ó n y a alisarlos con su m a n o dere-
cha a guisa de pensativo. Saldaña frun-
Ellos de tí se burlaban,
ció las cejas a J i m e n o con aire torvo, tú reías;
envidioso de su alegría, y estremeciendo ellos a ti te engañaban,
sus miembros s ú b i t a m e n t e , como de- y tú mintiendo creías
que te amaban:
seoso de a p a r t a r de sí su ú l t i m o pen- ¿decid, quién aquí engañó,
samiento, continuó, volviéndose a su quién aquí gano o perdió?
paje. sus deseos tus galanes,
al fin miraron cumplidos,
— ¿ N o sabes tú alguna trova alegre tú, fallidos,
que cantarme? Allí h a y u n laúd—aña- tus afanes.
dió, señalando a u n ángulo de la s a l a — ;
tómalo y ve si te acuerdas de algo q u e La expresión irónica y maliciosa que
m e divierta, t o m a r o n todas las facciones de Jimeno
—Con vuestro permiso—respondió el mientras entonó esta trova y la bulli-
p a j e — ; mientras esos gansos de Duar- ciosa música con que había acompa-
te y García arreglan la fiesta, os can- ñado su canto h a b r í a n puesto de buen
t a r é la última cantiga q u e compuso u n a h u m o r a cualquiera otro que no hu-
d a m a , a quien dejamos el otro día tres biera sido Saldaña. P e r o éste, en lugar
galanes a u n t i e m p o c u a n d o ella creía de divertirse del gracejo de la canción,
q u e todos la i d o l a t r á b a m o s . había estado entre tanto comparando
Y t o m a n d o el l a ú d se sentó gentil- la dicha del b u e n paje con la amargura
m e n t e en los a l m o h a d o n e s , enfrente de de su c o r a z ó n ; así que al acabar el
su señor, y después de h a b e r recorrido canto, y cuando J i m e n o aguardaba p<"
suavemente sus cuerdas p r e l u d i ó u n aplauso al menos alguna leve sonrisa,
a c o m p a ñ a m i e n t o y entonó en agradable su amo tenía los ojos fijos en él e<>D
voz de esta m a n e r a : muestras de envidia, v dando un sitó*
piro le d i j o :
Dueña de rubios cabellos,
tan altiva, — J i m e n o , vete, v e t e ; yo soy a n o r ^
que creéis que basta vellos más desdichado que n u n c a ; vete, P ° '

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SANCHO SALDAÑA 353
^ e no p u e d o ver a m i lado u n h o m - E n t r e t a n t o , Sancho Saldaña siguió
Lre tan feliz como t ú . r á p i d a m e n t e atravesando salas y corre-
_-Señor —repuso el p a j e , c a m b i a n d o dores hasta q u e dejó de oír el r u i d o
a l punto de fisonomía y aparentando del t a m b o r i l , los cantos y la b u l l a de
el mayor dolor—, si m i alegría os ofen- los bailarines, q u e m u y a pesar suyo
de, yo vestiré un cilicio, comeré tierra so r e t i r a b a n , t a c h a n d o a su señor d e
< me ofreceré a vuestros ojos como el hombx-e de poco gusto y a l a b a n d o a su
lumbre más miserable p a r a daros u n gentil paje, que calmó su enojo p r o p o r -
punto de comparación en vuestro favor. cionándoles la explanada de la fortale-
—No, n i a u n así —exclamó el con- za p a r a q u e allí saltasen y cantasen a
j e _ - serías tú tan infeliz como yo. E n su voluntad. P e r o su señor no era ex-
Jin, basta. ¿ Q u é r u i d o es ése? t r a ñ o q u e los a r r o j a r a v despidiera sin
—Son las jóvenes de la fiesta que hacer caso de su h a b i l i d a d , siendo su
vienen a entreteneros — r e s p o n d i ó Ji- mayor t o r m e n t o , en el estado en q u e
meno, se h a l l a b a , la dicha y el j ú b i l o de los
- ¡ O h ! ¡ O h ! ¡ Qué fastidio ! ¿Y p a r a demás.
qué se ha o r d e n a d o esa fiesta? V e n d r á n P a s e a b a entonces silenciosamente p o r
a ensordecerme con su estrépito, veré u n oscuro corredor, que separaba los
en sus ojos la alegría y la inocencia, y la cuartos y el tocador d e Z o r a i d a de las
envidia m e devorará. N o ; q u e se va- otras habitaciones. La soledad y la os-
yan, que se v a y a n ; no quiero verías si- curidad de aquel sitio parecía agradar-
quiera, ya m e h a n cansado. le s o b r e m a n e r a , y sin d u d a convenía
—Pero, señor — r e p u s o J i m e n o — , vos con sus sentimientos. Su cielo angular
minino me lo habéis m a n d a d o . . . d e a r q u i t e c t u r a gótica, su longitud, su
—¿Yo? ¿ Y o ? . . . P u e d e ser, s í ; p e t o estrechez, la tibia luz de la t a r d e que
no importa, q u e se vayan. d é b i l m e n t e entraba p o r algunas clara-
—Pero, señor, ya llegan — r e s p o n d i ó boyas abiertas acá y allá en e l t e c h o ,
el paje. más apagada a ú n p o r los vidrios de co-
—Y bien, yo m e i r é , y luego da t ú lores que la q u e b r a b a n , a m o r t i g u á n d o -
orden de q u e se retiren. la, y el eco q u e resonaba s o r d a m e n t e
Dicho esto se levantó precipitada- sus pasos, todo hacía a aquel sitio a
mente, y como si alguien le persiguiera propósito p a r a q u e allí Saldaña se em-
salió del cuarto. b e b i e r a a su placer en sus siniestras
Ouedó J i m e n o m i r á n d o l e atónito de meditaciones. Llegaba a u n e x t r e m o del
fu repentina determinación y d u d a n d o c o r r e d o r , y volvía siguiendo su tacitur-
ii le seguiría o n o , temeroso de inco- no paseo hasta el otro, m i d i e n d o sus
icodarle. pasos con los ojos y seguido de su som-
—Daría — d i j o — la m i t a d de m i vida b r a , q u e ya alargándose y creciendo des-
por ?er dueño de sus secretos; sólo h e m e s u r a d a m e n t e , ya disminuyéndose y
podido saber q u e está e n a m o r a d o de la achicándose en el delirio de su imagi-
de Iscar. Si n o es más q u e eso, n o com- nación, le hacía a veces p a r a r s e y estre-
mecerse, como si viese en ella el m a l
prendo cómo u n h o m b r e , estando las
genio que le perseguía. De r e p e n t e , el
Mujeres tan de sobra en el m u n d o , se
eco melancólico de u n l a ú d suave y lán-
da por una sola t a n mala vida. Y o . . .
g u i d a m e n t e v i b r a d o h i r i ó su oído con
kmbién yo estoy e n a m o r a d o ; esta Zo-
ra tan armoniosa música y m e l o d í a , q u e
¡da parece al castillo de A l b a r r a c í n ,
suspendiendo a deshora sus pensamien-
TJs no se sabe cómo t o m a r l o ; p e r o . . .
tos, creyó que u n ángel, a p i a d a d o de él,
T fI«e importa ; divirtámonos, y ya qne
le divertía y rega T aba t r a s l a d a r dolé a
j^J no ha de h a b e r baile, lo h a b r á
la m o r a d a del P a r a í s o . D e r e p e n t e se
'lera de la plaza del castillo; vamonos.
abrió u n a p u e r t a que daba a u n a sala
Y arreglándose la gola, después de de tocador a d o r n a d a de espejos de Ve-
£berse echado u n a m i r a d a de a r r i b a a necia, ricas alfombras y cojines a la
,aJo, enderezó su c u e r p o con elegan- morisca, con rejas a u n delicioso jar-
tla
v salió de la sala gallardeando.
354 . OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPBONCEDA

din, donde brillaba e] último rayo de los acentos de su l a ú d . La había «^


eol p o n i e n t e , y mil olorosos perfumes d o , como hemos dicho, con freno,-,
y voluptuosos aromas se esparcieron pero a h o r a , q u e d á n d o l e a ú n a lw ü l l '
c o m o de u n a encantada mansión alre- restos de su pasión, la aborrecía C n a
d e d o r de Saldaña. do recordaba que su a m o r por aqueii"
Una m u j e r se apareció entonces a sus m u j e r era causa de sus pesadumbre»
ojos, reclinada en los almohadones, — H e a q u í —se dijo a sí mismo— ] a
llena de h e r m o s u r a y resplandeciente m u j e r que h e adorado con todo mi Co .
en galas y p e d r e r í a . Llevaba en la ca- razón, aquella en cuyos ojos veía Y0
beza u n t u r b a n t e de riquísimas telas, a m a n e c e r m i sol y el encanto de J¡J¡,
blanco y carmesí, con pasamanos de sentidos; el principio de mis desacier.
oro y perlas, y su cabello, negro y lu- tos, el motivo d e mis crímenes. {feu
ciente como el azabache, le caía en ri- allí. ¿ P o r q u é ahora no la amaré? ; p 0 ,
zos s o m b r e a n d o a trechos la nieve de q u é ella no p o d r á hacer mi felicidad»
la más airosa espalda que p u e d e pensar- Estaba en estas imaginaciones embe.
la imaginación. T r a í a en su cuello, blan- becido cuando u n a voz dulce como el
co como el alabastro, u n collar de fi- p r i m e r a m o r y melancólica como sa
nísimos r u b í e s , y así las pulseras q u e recuerdo vino a disiparlas de nuevo con
coronaban sus manos como los carcajes un dulcísimo sonido, que hubiera dado
q u e engalanaban la garganta del pie sentimiento a u n m á r m o l , y Zoraida
eran de oro con m i l piedras preciosas cantó b l a n d a m e n t e , acompañándose de
allí e m b u t i d a s . su laúd:
T o d o su traje era a la usanza m o r a ,
blanco y carmesí, como su t u r b a n t e , lo CANCIÓN DE LA CAUTIVA
q u e la hacía sobremanera bellísima,
Ya el sol escondí; sus rayos,
a u n q u e en sus ojos negros y penetrantes el mundo en sombras se vela,
se veía el á n i m o y el orgullo, en vez de el ave a su nido vuela,
la dulzura p r o p i a de los ojos de las busca asilo el trovador.
hermosas. Con tocio, en este roomenío Todo calla: en pobre cama
duerme el pastor venturoso,
se dejaba ver en los suyos la expresión en su leiho suntuoso
del idolor a través de la q u e le era na- ee agita insomne el señor.
t u r a l , y en su enérgica y hermosísima
fisonomía se m o s t r a b a n c l a r a m e n t e las Se agita: más ¡ay! reposa
al fin en su patrio suelo,
señales de su tristeza. no llora en mísero duelo
Estaba de perfil a la p u e r t a que ha- la libertad que perdió :
los canroos ve que a su infanei»
bía abierto para respirar el aire de la
horas dieron de contento,
t a r d e , y sentada j u n t o a la reja, a la su oído hala ira ei acento
q u e se enlazaban algunas ramas de ár- del país donde nació.
b o l e s ; con el laúl se entretenía en vi-
No gime ilustre cautiva,
b r a r dulces sonidos acordes con su me- entre doradas cadenas,
lancolía. Puestos los ojos al cielo, y r{¡ie si bien de encanto llenas
acaso alguna lágrima solitaria bañancto al cabo cadenas son :
lentamente el lirio de sus mejillas, pa- si acaso tríete lamenta,
en torno ve a sus amigos
recía la imagen de la h e r m o s a D r u i d a que de su pena testigos
llorando al son de su lira en su sa- consuelan su corazón.
grado bosque su funesto a m o r por el
prisionero q u e va a perecer en las lla- La arrogante erguida palma
que ?r¡ el desierto florece,
mas, víctima de la superstición. al viajero sombra ofrece,
descanso y grato manjar:
Saldaña la contempló u n m o m e n t o , y aunque sola, allí es querida
m i r á n d o l a con ojos en que se t r a d u c í a del árabe errante y fiero,
a ú n p a r t e del a m o r q u e la h a b í a que siempre va placentero
tenido y de las furiosas pasiones que a su sombra a reposar.
le i n s p i r a b a , acercándose a la p u e r t a i Mas, ay, triste! yo cautivar
sin ruido entre deseoso de irse y de oír huérfana y sola suspiro.
SANCHO SALDAÑA 355
en clima extraño respiro a g u a r d a r su respuesta, p e r o viendo q u e
y amo a un extraño también.
]N¡o hallan mis ojos mi patria, Saldaña la m i r a b a sin h a b l a r p a l a b r a ,
humo han sido mis amores, continuó :
nadie calma mis dolores, —Digo q u e se m e h a c e r a r o , p o r q u e
y en celos me dentó arder. a u n q u e en otro t i e m p o n o le fuera des-
¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar? no puedo, a g r a d a b l e m i c o m p a ñ í a , hace ya m u -
ni ceder a mi tristura, cho, muchísimo, q u e m e h a d e j a d o
ni consuelo en mi amargura a b a n d o n a d a y entregada a m í misma,
podré jamás encontrar.
Supe amar como ninguna, sin cuidarse de m i persona.
supe amar correspondida : — N o m e hagas reconvención ningu-
despreciada, aborrecida, na — r e s p o n d i ó S a l d a ñ a — de lo que yo
¿no sabré también odiar?
no tengo la culpa. Z o r a i d a , te h e ama-
Adiós patria, adiós amores, do como n u n c a se a m ó , tú lo sabes,
la infeliz Zoraida ahora pero ahora...
sólo venganzas implora — ¿ A h o r a qué? Dilo, acaba -—prosi-
ya condenada a morir.
No soy yo del castellano guió Z o r a i d a con impaciencia.
la sumisa enamorada, — N o , d é j a m e —replicó el de Cué-
soy la cautiva cansada l l a r — ; m i vista p a r a ti es u n m a l , la
ya de dejarse oprimir.
tuya p a r a m í . . . ¡ A h ! , m e t r a e a la me-
m o r i a mis vicios, mis desórdenes, mis
Aquí dio fin a su canto la hermosa crímenes, y, sobre todo, m e hace cono-
mora, Y exhalan-do u n suspiro dejó el cer q u e soy infeliz y q u e lo seré eter-
laúd tristemente sobre una a l m o h a d a ; n a m e n t e . T ú m e has deja-do sin a l m a ,
je levantó y acercó a la reja, compa- has agotado en m í el sentimiento, y si
rando el silencio, la calma y la sere- alguno h a quedado a h o r a en m í , es sólo
nidad de la noche con la t o r m e n t a y el del egoísmo. ¡ A h ! ¡ P o r q u é , si fue
la inquietud de su corazón. La h o r a , u n sueño m i felicidad contigo, n o ex-
la soledad, la magia de su voz y, sobre p i r é yo antes de despertar.
lodo, la melancolía de su canto peñe- El acento de la desesperación vibra
raron de tal modo el á n i m o d e Sal- y se corresponde e n el corazón d e los
daña, que a r r i m a d o a la p u e r t a h a b í a desesperados, y las p a l a b r a s de Salda-
estado oyendo, que largo rato q u e d ó ñ a resonaron en el d e Z o r a i d a h i r i e n d o
raspenso en el mismo sitio y acongo- su sensibilidad.
jado, comparando la m e m o r i a de los
Veía delante dé sí triste y abatido al
días pasados con la a m a r g u r a y fastidio q u e , a pesar de t o d o , ella i d o l a t r a b a
de los presentes. con frenesí, le oía q u e echaba de me-
Entretenido en esto hizo r u i d o sin nos los placeres q u e h a b í a disfrutado
laberlo ni volver de su distracción, y a m á n d o l a , y esto le trajo a su m e m o r i a
la mora, volviendo la vista, halló a su los que ella h a b í a gozado a su l a d o , y
imaníe, fijo a la e n t r a d a de su d i a r - le hizo olvidar de su ingratitud.
io, inmoble como u n a estatua. Sorpren- —Saldaña —le dijo, acercándose a él
dida de verle, cuando ya no esperaba y m i r á n d o l e con t e r n u r a — , yo te a m o ,
"unen que la visitase, impelida del amor yo te adoro más q u e n u n c a ; á m a m e
1ue ardió r e p e n t i n a m e n t e en su alma como antes, ten esperanza, sí, tú serás
a
'a vista del que se lo hacía sentir feliz todavía, yo con mis caricias dis-
,r combatida de su altivez, q u e d ó pa- t r a e r é tus pesares, créeme, serás feliz.
toda un instante, dudosa de si le ha- — ¡ F e l i z ! —repitió Saldaña como u n
fc'aria primero o si debería r e t i r a r e . eco de sus p a l a b r a s — . ¡ J a m á s ! ¡ J a m á s !
"°r último, fijando en él sus ojos lle- T ú te engañas, Z o r a i d a ; ni en vida n i
nr;s
de fuego y m i r á n d o l e con orgullo, en m u e r t e p o d r é ser ya n u n c a feliz. T ú ,
n
" dar un paso a recibirle, le dijo : sí, olvídame, h u y e de a q u í , tú eres li-
•^Raro se me hace que el señor de b r e , h u y e , y olvida al q u e ya no conoce
Cellar venga a visitar su cautiva. otras sensaciones que las de la envidia,
Ueiuvose a q u í u n m o m e n t o p a r a al que aborrece a cuantos le r o d e a n

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356 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

sólo p o r q u e los cree felices; h u y e de posees todavía? ¿Se malogró tu


m í te digo. ««en.
to? ¡ Q u é p l a c e r ! ¡ Q u é placer!
— N o , j a m á s —le contestó Z o r a i d a — . — M u j e r infernal, ¿la has robado \M
N u n c a m e separaré de t i ; aquí viviré D i , ¿ d ó n d e está? Sí, t ú has sido i
dichosa si m e a m a s y cariñosa c o n t i g o ; tú eres capaz de entenderte con ün '
desdichada si irte aborreces, y n o te lo p í r i t u del infierno.
oculto, n o , m e d i t a n d o planes p a r a ven- — ¡ A h ! ¡No la posees, no la posee,!
g a r m e . Yo no h e a m a d o más h o m b r e —continuó entre tanto la mora en
en el m u n d o que tú, yo h e vivido sólo acceso frenético de alegría, gritand
p o r ti, h e respirado p o r ti, sólo t e h e fuera de sí como enajenada—. ¡QL|
visto en el u n i v e r s o ; si m e dejas, si ¡ B e n d i t a , bendita la m a n o que lo «,
m e echas de ti, t i e m b l a , S a l d a ñ a ; soy torbó! ¿Y u n señor como t ú no h a p o ,
u n a mujer, no puedo m e d i r mis fuer- dido r o b a r u n a mujer?
zas contigo, no tengo c a m p e ó n n i n g u n o —Calla — gritó Saldaña, asiéndola
q u e m e defienda, tú eres u n señor po- fuertemente de u n brazo y tirando de
d e r o s o , tienes m i l lanzas a t u servicio, su p u ñ a l — ; di d ó n d e está o te asrsino
u n brazo que temen los m á s valientes — N o lo sé—replicó Zoraida sin iur.
guerreros de mi p a í s ; yo soy sola, sola, barse—-; p e r o , a u n q u e lo supiera—c ün .
m i brazo es débil, pero m i furia es la tinuó con sarcasmo—, ¿crees tú que te
del h u r a c á n , la de cien t o r m e n t a s , y lo d i r í a ? T o d o tu p o d e r , todas tus ame-
m i venganza se c u m p l i r á , p o r q u e yo nazas, m i l tormentos no bastarían a
q u e r r é q u e se c u m p l a . P e r o si t ú m e a r r a n c a r m e el secreto que yo quisiera
vuelves t u a m o r — c o n t i n u ó , c a m b i a n d oguardar.
el t o n o enérgico con que h a b l a b a y m o - -— ¡ Muj er! —exclamó Saldaña, tirán-
dulándolo dulcemente—, entonces yo te dola fuertemente hacia sí y acercando
i d o l a t r a r é , yo seré t u esclava. M í r a m e , el p u ñ a l a su p e c h o — , di dónde está,
Saldaña, a tus pies, vuélveme tu cariño. d ó n d e , y si lo sabes n o m e precipites;
Bajó Saldaña los ojos y la vio a r r o - di dónde e s t á : te a m a r é .. dllo o por
dillada, encontrado en los suyos todo Santiago •— continuó, rechinando los
lo q u e el a m o r p u e d e expresar con más dientes—te hago pedazos el corazón,
f u e g o ; p e r o su corazón helado n o sin- — S í , asesíname —gritó Zoraida—, y
tió al verlos movimiento alguno, insen- mi maldición te perseguirá como la de!
sible ya a t o d o , excepto p a r a fatigarse sacerdote q u e hiciste perecer en las cár-
con dolorosas memorias y a t o r m e n t a r s e celes d e este castillo, como la de ta
con r e m o r d i m i e n t o s . p a d r e , que abandonaste en su lecho de
— M u j e r , levántate, levántate, y olví- m u e r t e .
d a m e p a r a s i e m p r e ; te h e hecho tan — ¡Mi p a d r e ! ¡ O h Dios!—interrum-
desgraciada, ¿y a ú n puedes a m a r m e ? p i ó Saldaña.
L e v á n t a t e , y sea ésta la ú l t i m a vez q u e U n a voz resonó en aquel momento
nos encontremos. en el c o r r e d o r q u e le n o m b r ó al mismo
Zoraida se levantó con dignidad, y t i e m p o , y Saldaña, dejando de pronto
echándole u n a m i r a d a de i n d i g n a c i ó n : el brazo q u e tenía asido a Zoraida, sa-
— ¡ I n g r a t o ! — e x c l a m ó — ; t ú quieres lió del c u a r t o , cerrando violentamente
q u e te olvide, n o p o r generosidad, sino la p u e r t a , y atravesó a largos pasos «1
1
p o r q u e t ú me has olvidado a m í ya. corredor. La voz que le llamaba sfig» *
Lo sé, sé t o d o lo q u e m e d i t a s ; pero siempre tras é l , y pasando el primer te*
L e o n o r de Iscar no será t u esposa mien- r r o r volvió la cabeza y reconoció a su
tras yo viva. paje, q u e (le buscaba p a r a entregan*
— ¿ Q u é dices? ¡ L e o n o r ! — repuso u n a carta.
p r o n t a m e n t e Saldaña—. ¿Sabes tú de — ¿ Q u é m e quieres?—le preguntó con
ella? ¿ D ó n d e está? ¿Acaso t ú ? . . . Ha- aspereza, avergonzado de su sorpresa*-"
b l a . . . D i , ¿ d ó n d e está? ¿A q u é diablos vienes ahora?
— ¡ Desgraciado! —gritó Z o r a i d a con —Señor—repuso el paje—, un **
u n a sonrisa sardónica—. ¡ A h ! ¿ N o la dero ha entregado a la puerta de* ^
SANCHO SALDAÑA 357

«;])o esta carta, diciendo que era u n berle dado p a r t e del c u m p l i m i e n t o d e


íSun to i m p o r t a n t e y que se os remi- sus encargos, se r e t i r a r o n , y el señor
tiera al p u n t o , y y o . . . de Cuéllar pasó la noche tristemente,,
_-Está b i e n — i n t e r r u m p i ó el de Cué" agitado de pesados sueños, y con la
||ar—• vamos a ver q u é es, m i s m a zozobra y p e n a q u e le q u i t a b a el
y entrando en la sala, d o n d e a r d i s n descanso, y a h u y e n t a b a a todas horas la
^ r e la mesa dos lámparas de p l a t a , paz de su corazón. T a n cierto es q u e
jg acevcó a la luz, a b r i ó ía carta y levó : u n a conciencia t u r b a d a es el m a y o r
"Si el señor de Cuéllar es digno del castigo del criminal.
nombre de caballero^ mañana, a las cin-
(D de la mañana, se preséntala solo y
armado de todas armas a la orilla del
Cesa, donde encontrará un caballero CAPITULO IX
que desea medirse con él sin ventaja,
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
£ teme alguna emboscada, puede ha~ áspero, tierno, liberal, esquivo,
(erse acompañar de alguna gente de
leal, traidor, cobarde y animoso:
armas.' no hallar fuera del bien centro y reposo,
—ISo trae firma—dijo Saldaña, sor- mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
prendido del mensaje—-. ¿Conoces tú enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
al escudero? huir el rostro al claro desengaño;
—No, señor—respondió el paje—•, n o beber veneno por licor suave;
le lie visto n u n c a en m i vida. olvidar el provecho, amar el daño:
creer que un cíelo en un infierno cabe;
—¿Está a ú n ahí? ¿Dijo si a g u a r d a b a dar la vida, y la muerte u n desengaño:
respuesta? esto es amor. Quien lo probó lo sabe.
(Lope de Vega.)
—Lo mismo fue entregar la carta—re-
plicó el p a j e — q u e desapareció a todo
el galope de su caballo, una vieja así enfadada,
que a nadie placer da, ni gusto en nada.
—¿Quién será? ¡ P o b r e caballero'. Toda menor que de la mano al codo,
Iludía gana tiene de m o r i r cuando de- de enfermedades y de horror cubierta,
sea medirse con u n h o m b r e desespera- corto el cano cabello, el cuerpo tod<j
de flacos pliegues lleno y color muerta,
| do. En fin, m a ñ a n a se le c u m p l i r á el de raíces hecha
gusto. Oye J i m e n o — c o n t i n u ó — , di a Valbuejiíi, «Poema del Bernarda».
Duarte que para m a ñ a n a a las cuatro
y media esté a p u n t o mi caballo de T a r d e era ya aquella misma n o c h e ,
batalla, el Morillo, ¿entiendes? Y t ú m e c u a n d o a la tibia luz de la l u n a reco-
prevendrás mis a r m a s . Veremos quién r r í a los corredores d e la fortaleza u n a
« ese que aborrece tanto mi vida. figura Manca, aérea y nebulosa, e n t r e
El paje salió a cumplir sus órdenes la luz y las sombras, semejante a un
»< momento, y él continuó h a b l a n d o sueño de a m o r o a u n a aparición celes-
insigo mismo. te, hollando apenas el suelo, y ágil y
—Ojalá hallase yo en su lanza el ligera como el p e n s a m i e n t o . Ya des-
'"mino de mi vida. ¡ L e o n o r ! ¡ L e o n o r ! aparecía p o r instantes, ya otra vez bri-
¡Oh! El infierno entero está j u n t o en llaba sobre las almenas que plateaba
Sa
mora, que trajo mí m a l a suerte a la l u n a , ya se p e r d í a de n u e v o , ya en
fi
le castillo. Poco m e costaría l i b r a r m e alguna elevada t o r r e a p a r e c í a , &n q u e
' e elía... pero ¿sabría yo entonces en la r a p i d e z de su m a r c h a disminuyese ni
«onde tiene a Leonor? J i m e n o es as» se jmdíese descubrir su rostro. Invisi-
™toi quizá podría averiguarlo. Yeve- ble,, tal vez, p a r a los vigías que acá y
11105
: vamos a ver si p u e d o descansar allá en diferentes puntos velaban, mos-
*,a noche. Esta h o r a es cruel. ¿Y cuál t r á b a s e siempre en los puntos .abando-
"Y para mí que n o lo sea? ¿ H a g o n a d o s , donde apenas se detenía un nio»
?0
diferencia del día a la noche? mentó como cuidadosa, cuando se ocul-
u
ic!¡o esto, y h a b i e n d o vuelto a en- taba en seguida, bien así como si se
r
Jimeno en la sala, después de ha- disipase en el aire. H u b i é r a s e creído q u e
353 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

era el genio tutelar del castillo, q u e poseía en el m u n d o , p o r q u e eT&


p o r secretos e ignorados caminos re- fin, preciso m a r c h i t a r la hermosura ?
corría todo, veía todo y en todas par- aquella m u j e r cuyos encantos, j ^
tes se h a l l a b a , ya desvaneciéndose en- tal vez contra su voluntad, habían ?"*
t r e los rayos que destellaba la l u n a , ya chizado a Saldaña. La imagen de ]f
t o m a n d o u n a forma bella y majestuo- m u e r t a a sus pies, vengando a un ti
sa al a p a r e c e r s e . Viósela, en fin, e n po con u n solo golpe todos los den»'*
u n a de las torrecillas q u e flanqueaban res y desprecios que h a b í a sufrido U
el edificio, detuvo allí sus pasos, m i r ó idea de ver frustrados Jos internos 'A I
a u n lado y a otro con ansiedad, y en infiel a m a n t e , de verle llorar, p a( L
a q u e l m o m e n t o -dejóse ver eníeramen- y desesperarse, y de ser ella, ella sol'
te a la luz. Su blanco r o p a j e , como el el único agente de su venganza, hacia
vellón de u n a n u b e , o n d e a b a en plie- algunas veces asomar a sus labios nn
gues al viento, y entre el r a y o d e la sonrisa diabólica d e satisfacción.
luna y la oscuridad de la n o c h e se ¿Y p o r quién iba a ver torcidos *
c o n f u n d í a : el a u r a s u s u r r a b a en su ca- descompuestos sus planes el caballero
bellera t e n d i d a , y todo era mágico a más poderoso de Castilla, el temido de
su a l r e d e d o r ; p e r o en su a d e m á n , a u n - los guerreros, el señor de mil lanzas y
q u e hermoso, h a b í a algo de triste y a quien pagaban pecho tantos vasaüoi
a b a t i d o , y en sus ojos centelleaban aca- el h o m b r e a cuya voz obedecían tan.
so algunas lágrimas de t i e m p o en tiem- tos p u e b l o s , tantos soldados y servido-
p o , y la i n q u i e t u d e intensidad de su res, el señor de horca y cuchillo en tu
m i r a d a revelaban las encontradas pa- señorío, por quién?
siones q u e la agiíaban. Dos veces m i r ó P o r u n a m u j e r cautiva, sola, sin otro
a u n l a d o y a otro con recelo de q u e a p o y o , sin otro amigo en el mundo que
alguno la s o r p r e n d i e r a ; dos veces ten- ella m i s m a ; por u n a m u j e r cuyo sexo,
dió la vista p o r el espacioso c a m p o , y débil por naturaleza, hacía parecer co-
su ojeada despedía u n a luz m á s viva y m o sin ánimo y llena de timidez a la
m á s ardiente q u e la que disipaba con vista del g u e r r e r o menos intrépido, en*
su claridad las tinieblas. Parecía como yo b r a z o apenas podría levantar la «•
si deseara las alas d e l águila, la r a p i - p a d a más ligera de u n h o m b r e de arma«,
dez del h u r a c á n , p a r a atravesar de u n y cuyo pecho sofocaría la coraza meno*
vuelo el espacio a p a r de la velocidad pesada. P o r u n a m u j e r sin más armai,
d e su pensamiento. Allí en alguna p a r - en la opinión de todos los hombres, que
te buscaba algún objeto de odio i n m e n - las de su h e r m o s u r a y sus lágrimas, y i
so, de a m o r desesperado sobre quien des- quien su poderoso amanee había amado
cargar su ira y en quien saciar su rencor, y había dejado tan sin miedo y too
o a cuyos pies volar para pedir p i e d a d y tanta indiferencia como un niño lom*
alcanzar el p e r d ó n de algún crimen en- o deja u n miserable juguete. Segura-
t r e sus brazos. Su m i r a d a p e n e t r a b a co- m e n t e que h a b í a algo de sublime y d*
m o el rayo de la t o r m e n t a , volaba al grande, y sobre todo mucho de hala-
igual de su imaginación, y en sus ojos güeño para el a m o r p r o p i o de ZüX3¡i¡a.
se r e t r a t a b a n todos los delirios de ter- cuando se c o m p a r a b a con el homM
n u r a y de a b o r r e c i m i e n t o q u e a cada cuyos designios iba a contrastar y a "'*'
instante p r e s e n t a b a n diversos cuadros b a r a t a r de u n solo golpe, y veía ]a t>J*
a su fantasía. lanza del poder inclinarse por enton-
E r a , en fin, Z o r a i d a delirante, Zorai- ces a su favor,
da celosa, e n a m o r a d a , c r u e l , vengativa, ¡ Cómo iba a h o r a a satisfacer su y '
lleno su corazón de furia, de celos, guia- ganzal ¡Cuál -ería el chasco de 5»"
da por una sola intención. Su fin era ña c u a n d o preguntase quién había
averiguar d ó n d e estaba Leonor, m o r i r do desafiar su cólera, y cuando eSPe"\
o asesinarla. Criminal era ya Leonor a ver algún señor tan nombrado y P ,
sus ojos p o r q u e la a m a b a Saldaña, por- roso como él, algún amante celo6 °
q u e la r o b a b a el único bien q u e ella 7_,eonor, algún g u e r r e r o capaz

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SANCHO SALDAÑA 359

tener a todo t r a n c e su t e m e r a r i o a r r o j o , y lloraba como si r e a l m e n t e sucediera


vjese delante de él su cautiva teñida a ú n así, y se m o r d í a a sí misma como si
e B la sangre de su víctima, y a g u a r d a n - quisiera hacerse pedazos.
do impávida todo el torbellino d e l p r i - Y luego corría de u n a p a r t e a o t r a ,
mer ímpetu de su r a b i a , alegre con mo- y pensaba q u e en m u d a n d o d e sitio se
r ¡r después de h a b e r i n u n d a d o el co- disiparía su fatal ilusión, y n o hallaba
razón del p e r j u r o de todo el veneno descanso en ninguna p a r t e , y d o n d e
< n que antes h a b í a rebosado el s u y o ! quiera el m i s m o c u a d r o despedazador
¡Oh, él presenciaría su triunfo, y al la perseguía. E n vano se lanzaba de
c o ndenarla a m o r i r lograría, sí, u n a uno en otro corredor, de u n a en otra
venganza, p e r o no p o r eso volvería la t o r r e ; el m a l estaba en su corazón, y
vida a su a m a n t e ; n o gozaría p o r eso en su demente a r r e b a t o llevaba las ma-
¿e su h e r m o s u r a n i a ú n abrazaría su nos sobre su pecho como si quisiera
frío cadáver, p o r q u e n o vería m á s q u e arrancárselo.
a ]a mujer q u e despreció, u n p u ñ a l y
Y luego tal vez r e c o r d a b a los días de
] a sangre de su L e o n o r . Y luego n u e -
felicidad q u e h a b í a gozado, las p a l a -
vos remordimientos se j u n t a r í a n a los
bras dulces q u e en tal o cual m o m e n t o
que ya roían su c o r a z ó n ; nuevos fan-
h a b í a oído enajenada de boca de su
tasmas t u r b a r í a n su reposo ; nuevos crí-
a m a n t e , y q u e h a b í a n quedado graba-
menes seguirían a los ya c o m e t i d o s ;
das en su m e m o r i a , y q u e tantas veces
donde quiera vería a Leonor, la l l a m a -
h a b í a ella r e p e t i d o a sus solas con inex-
ría, y al llegar a ella sólo h a l l a r í a de-
plicable delicia. Y a r d í a con la m e m o -
lante de sí su sombra tal vez, y el b r a -
ria de sus besos, y a ú n se estremecía
zo y el p u ñ a l de Z o r a i d a sobre su p e c h o .
de p l a c e r , y r e c o r d a b a t a m b i é n los días
Tales e r a n los pensamientos de la mo-
que m a n o a m a n o con él, olvidada d e
ra, y tal el p o r v e n i r m á s a g r a d a b l e y
t a d o el m u n d o , alegre, descuidada, tier-
más consolador q u e en su furia se pro-
n a , l i b r e d e celos, y entregada solo al
metía. Los celos la h a b í a n h e c h o de-
a m o r , h a b í a paseado a la fresca s o m b r a
jar su h a b i t a c i ó n , agitada de u n a fie-
de las arboledas, en encantados bosques,
bre ardiente, loca, furiosa y desaten-
al margen de claros y m u r m u r a d o r e s
tada, buscando su rival sin saber d ó n d e
arroyos, sin susto, en paz y tiernamen-
hallarla, figurándose en su delirio verla
te correspondida, y las n o c h e s de pla-
junto a sí, y verse ya en el acto de ase-
cer, y el rayo t r é m u l o d e la l u n a , y
sinarla. P e r o otras veces la i m a g i n a b a
los besos de fuego, cuyo agradable es-
muy lejos, fuera del alcance de sus ce-
tallido i n t e r r u m p í a solamente el silen-
los, como si una m u r a l l a i m p e n e t r a b l e
cio.
se alzase entre los dos, como si u n po-
der invisible la defendiese e hiciese in- Y veía después a l ingrato gallardo
útiles sus esfuerzos p a r a a l c a n z a r l a ; y en los torneos, cuando la n o m b r a r a rei-
entonces la veía en brazos de su a m a n - na de la h e r m o s u r a con Avergüenza y a
te, 7 que ambos la m i r a b a n retorcerse despecho 'de las m á s brillantes damas
las manos y a r r o j a r e s p u m a por la bo- que h o n r a b a n con su belleza el palen-
ca de rabia y de fatiga, b u r l a n d o con que, y con él a iodos los valerosos ca-
risas de escarnio sus impotentes esfuer- balleros r e n d i r l a h o m e n a j e , y al tiem-
zos, señalándosela con el dedo u n o a po de coronarle, como a vencedor de la
otro, y en paz dulce y en inalterable justa, sentía p e n e t r a r todavía hasta su
sosiego, haciéndose m u t u a m e n t e cari- corazón la m i r a d a cariñosa y ardiente
cas tan suaves, t a n tiernas y t a n ar- del impetuoso Saidaña. Y luego le con-
dientes como el a m o r que las causaba, t e m p l a b a en el festín con ella, con ella
viendo u n o en otro su cielo y su feli- en la carrera del crimen, de la gloria,
cidad. de la infamia, de la virtud y del vicio.
Y ella entonces c o m p a r a b a su esta- Y sentía rasgársele las entrañas con tan
co y el de ellos, y se d e r r i b a b a en el a m a r g o recuerdo, y desmayar su á n i m o
suelo y S e a r r a s t r a b a , mesaba su rostro y escaldar sus mejillas torrentes de lá-
360 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

grimas abrasadoras como u n plomo de- e u a n d o se decía a sí misma que


rretido. debía h a b e r sido su suerte s
Y é), y él y siempre él en su corazón biese sido cautiva, si n o h u b i ei 8 e
y en su fantasía, y suspiraba por él y •j c n ~ i i •- , no-
cido a s a l d a n a , y no habiéndose en
por él gemía, y su llanto no parecía te-
m o r a d o de él, hubiese pagado su
ner término.
cate y hubiese vuelto a su patria. O
Y entonces, ¡ o h ! , de rodillas, incli- no estaría sola c o m o a h o r a , y tend '
nada la faz al suelo, imaginando que le quien enjugase su llanto si llora}?18
besaba h u m i l d e m e n t e los pies, y le ro- quien sonriese con ella, y en fin, q u ¡ '
gaba, le suplicaba, no ya una amorosa la defendiese y la ayudase contra l
caricia, no ya una m i r a d a de lástima, qt?e intentara ofenderla, y nadie
n o ya que la amase como a n t e s , d n o tonces la insultaría ni serían desoída"
qite no a m a r a a otra alguna. Que se sir- sus quejas.
viese de ella como de u n a esclava, q u e Su delirio alejaba de ella todo ] 0
la despreciara, q u e la insultara, q u e la agradable, al mismo t i e m p o que acer-
a b o r r e c i e r a , que la mala-atara, p e r o que caba y engrandecía a sus ojos las imá.
al menos no j u n t a r a sus labios a los de genes m á s crueles. Leonor estaba en to-
otra m u j e r , n o dijera a otra las mismas das partes, en d o n d e q u i e r a estaba JSal-
p a l a b r a s que a ella, y que le dejase a su d a ñ a , y en la mente de la desventura,
lado para ú n i c a m e n t e m i r a r l e , cuidarle d a m e r a mil siglos corrían a cada mo-
e idolatrarle. m e n t o q u e pasaba, p o r q u e en cada
Q u e si le enojaba su vista, ella le ve- m o m e n t o sufría tantas penas, y tantos
ría desde donde él no pudiese verla, q u e pesares se agolpaban a su alma y ] a
n u n c a más le cansaría con sus amores despedazaban a u n t i e m p o , que los de
ni con su presencia, sino q u e , resignada u n solo instante p u d i e r a n componer el
con su suerte, te contentaría con ado- total de los tormentos de toda la vida
r a r l e en silencio, y velar sobre él como h u m a n a . Su intento era buscar a Leo-
u n ser invisible. n o r y salir del castillo, y sin saber
P e r o después resonaban en su oído a d o n d e a n d a b a , a n d a b a y corría aquí
las ásperas palabras de Saldaña q u e la y allí, y ya se figuraba lejos del si'.io
a r r o j a b a de sí, y le contemplaba loco de d o n d e había p a r t i d o , cuando se en-
de amor por su dichosa rival, buscán- contraba otra vez en él, y otra vez y
dola con ansia, y entonces, volviendo otra vez atravesaba m i l diferentes pa-
los ojcs al cielo, rojos de tanto llorar, sadizos secretos q u e ella sabía, y nunca
p e r o seros ya y con desesperado ade- acertaba a salir de la fortaleza, tur-
m á n , blasfemaba de su Dios y de su b a d a toda, y p e r d i d a en el caos y el
profeta, y de la h o r r i b l e fatalidad que l a b e r i n t o ele su imaginación.
la había traído a a m a r a u n e r g a ñ o s o La noche t r a n q u i l a como el lago del
cristiano, a preferir la esclavitud a la valle, la luna b a ñ a n d o en luz pacífica
l i b e r t a d , un ppís extranjero a su p a t r i a , las extendidas llanuras que de las to-
y m^l: 7 ec'a el brazo de h i e r r o q u e la rres! se descubrían, el aire sin ruido,
tenía allí sujeta en aquel odioso castillo. el c a m p o sin ecos, el casíillo lóbrego y
Y enionces pensaba en les bizarros ára- en silencio, la h o r a ya m u y adelanta*
bes de G r a n a d a , en las damas que ro- da, el reposo y el sueño en que esta-
deadas allí de su familia, y m i m a d a s ban sumergidos les demás vivientes, to-
y o' s^cruiadas p o r sus animosos gala- do parecía convidar al descanso, y ella
nes, disfrutaban de su a m o r sin zozo- sola no sosegaba, y ni su espíritu m
b r a , sin r e m o r d i m i e n t o s , y halagadas de su cuerpo cesaban en su agitpcion. /»»•
las esperanzas más lisonjeras. Y com- gim cenlinela que la divisó, ni dio ni
p a r a b a su suerte con la de ellas, como hizo señal de haberla visto, y creyéndo-
un condenado p o d r í a c o m p a r a r el pa- la algiíii esnírítu no hizo s no persig-
raíso con el infierno, y sentía u n dolor narse. Cuando ella contemplaba la ca
como -i le arrancasen con tenazas ar- ma que reinaba a su alrededor, aque'lia
diendo pedazos de carne de su cuerpo, misma paz a u m e n í a b a su inquietudA le
SANCHO SALDAÑA 361

• de tranquilizarla. F i g u r á b a s e a Sal- el gemido del v i e n t o ; pero luego sonó


juíía embriagado en sus sueños de a m o r , u n a voz áspera y ronca como de u n
alado de ilusiones felices q u e estaba b o r r a c h o d e oficio, q u e h a b l a b a con
°v lejos, sin d u d a , de gozar el tétri- otros q u e contestaban con brindis y car-
castellano, pero que la celosa m o r a cajadas, y conforme c a m i n a b a a d e l a n t e
u p r esíaba en su delirio p a r a atormen- sintió más cerca el r u i d o de copas de
ttrse más a sí misma. b a r r o rotas y un estrépito semejante al
g¡ contemplaba el castillo, la oscu- q u e p r o d u c e u n a orgía desenfrenada.
j ^ d y el rayo de la l u n a , reflejando E r a el alboroto en las cuadras de los
débilmente en sus altas y ovaladas ven- soldados aventureros, y una luz que on-
tanas, imaginaba la fortaleza tina t u m - d u l a n d o , ya a l u m b r a b a unas veces, ya
ba, v e^ p á ü d o reverbero de Ja luz, la otras al parecer se extinguía, y que a
{Jama trémula de las antorchas fúne- corta distancia r e n e j a b a del cuarto del
bres. En cada sombra veía a un ángel capitán de este cuerpo, y los desento-
¡je tinieblas que Ja perseguía y la aco- nados gritos que allí se oían, mostra-
saba, o mi motivo de celos, u n a Leonor b a n la bacanal y el desorden en q u e
enamorada que venía en busca de su , p a s a b a n el t i e m p o . P e r o u n a voz de m u -
amante, y q u e se iba a encontrar en : j e r se oyó, acaso en m e d i o de las ron-
ia camino con ella. cas y vinosas de los varones, y a u n q u e
por fin, el ansia de vengarse, domi- apenas se percibió d é b i l m e n t e , el oído
nando enteramente su a l m a , sujetó su d e Z c r a i d a distinguió el sonido, y su
imaginación, calmó su desvarío, y le p r i m e r pensamiento fue que era la voz
hizo tomar u n camino recto y seguro de L e o n o r , que estaba ya en el castillo,
afirmándola en u n pensamiento único. y q u e a la m a ñ a n a siguiente debía ser
Entonces, volviendo en sí, su m a r c h a presentada a Saldaña. Esta i d e a , absur-
fue más r á p i d a , y con firme paso y da sin d u d a , y que h u b i e r a desechado
decidido á n i m o deshizo ya con cono- ella misma si estuviera en su cabal jui-
cimiento de d ó n d e se h a l l a b a , las vuel- cio, fue cabalmente la p r i m e r a y la ú n i -
tas que equivocadamente h a b í a d a d o , ca que se ocurrió a Zoraida con tirita
j bajando por secretas t r a m p a s a es- obstinación y tan ciegamente, que ni la
caleras y sitios que sólo ella y el ar- b o r r a c h e r a de los q u e allí estaban, n i
quitecto del castillo tal vez conocie- las groseras palabras con q u e agasaja-
ran tomó el camino m á s corto para sa- b a n a la supuesta rival, ni las desca-
lir al campo. radas respuestas de ella, nada p u d o ha-
Llenos estaban los fuertes de aquella cerla reflexionar de otro m o d o .
época de estas salidas ocultas, de q u e El estruendo crecía ; el estrépito, las
«e servían sus señores, ya p a r a sus em- voces, las risotadas, los golpes en las
presas particulares, ya p a r a caer inopi- mesas, los b r i n d i s y las maldiciones, to-
nadamente, en caso de sitio, sobre sus do lo oía la m o r a desde su encallejo-
enemigos, ya p a r a facilitar u n a reti-
n a d o pasadizo sin p e r d e r vina scla sí-
rada, y ninguno de cuantos secretos
laba.
contenía a q u e j alcázar ignoraba Zorai-
Ca Callf.ron todos de p r o n t o y la misma
> que criada en él, había mi] veces
voz, más ronca y desafinada que las
recorrido todos. Servíase en su camino
otras, entonó una canción q-ae verda-
Por aquellos desiertos tránsitos de una
d e r a m e n t e tenía algo de infernal e a
'Mema sorda de metal, y llena de so»
su música, haciendo r u i d o al mismo
asalto, delirando sin cesar, y nrurnau-
ra tiempo con un cacharro contra una me-
ndo entre dientes algunas veces, pa»
rec ta para a c o m p a ñ a r s e :
ia ana maga que en sus furores d?s-
Cen
«ía al infierno a evocar las almas de
,os Pobva diablo Satanás,
condenados, bebe vino,
ttitre tanto, cierto r u m o r llegó a sus emborráchate y verás
'dos, aunque a b a s t a n t e distancia, que qué divino
Un
principio creyó sería causado p o r se le f'gura el infierno
en verano y en invierno.

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362 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CORO verse siquiera a m i r a r adentro p 0 P


claraboya q u e a d o r n a b a n dos U: ^
¡Oh Satanás, Satanás!,
emborráchate y verás. atravesados en cruz. ^°*
E n esto la p u e r t a del cuarto qu e
Vino largo, una querida,
pelear al otro frente se a b r i ó , y entró un i
y beber, esta es la vida dado que salía sin d u d a de centin I
militar; q u e ssaludando al que parecía 8. et"'!
a i u u a n a o ai ' *!
y beber hasta caer,
y beber y más beber, jefe, tomó un j a r r o de vino y se 1 0 eok •
a pechos de u n a sentada.
Y otras seis u ocho voces q u e se dis- — J u r o por la b a r b a del miramaru
tinguían p o r sus diferentes tonos y su lín del infierno, que en la centinela d
desacuerdo, como d e gatos que m a u l l a n esta noche h e sentido pasar junto a m'
unos en tiple y otros en b a j o , e n t o n a u n a l m a en p e n a , toda rodeada de W '
b a n el e s t r i b i l l o : — A la salud del a l m a en pena—gr¡f
el c a p i t á n ; e m p i n ó la bota más de
¡Oh Satanás, Satanás!, media h o r a seguida.
emborráchate y verás.
— P o r la m u e r t e y pasión que hem0i
de sufrir todos los q u e aquí estamos
Y concluían su canto con u n griío —dijo u n o con cara de león de piedra
a g u d o , lúgubre y prolongado, semejan- y con a d e m á n grave y solemne—, nUe
te al q u e lanza el perezoso Ay en los no h a y alma en p e n a como la mía, que
desiertos de A m é r i c a . Dos voces repi- estoy p e n a n d o con esta cara de baque-
tieron este alarido y luego b e b i e r o n , ta vieja p o r q u e m e quiera esta de»,
vocearon y j u r a r o n ; c a n t a b a n unos, se agradecida.
p e l e a b a n otros, se desafiaban a q u é l l o s ;
—Sí, s e ñ o r ; c u a n d o digo que yo la
las mujeres chillaban, y todo era con-
h e visto, ¿cómo se entiende?
fusión, alegría, llanto y b o r r a c h e r a .
— M e n t i r a ; yo te digo que no es po-
E n la locura de Z o r a i d a , aquella es- sible—respondía otro m u y enfadado.
tancia se le figuro más p r o p i a de los
— P u e s , ¿a que sí?
demonios que de los h o m b r e s . La h o r a
— ¿ A q u e no? ¿ Y cómo es?
q u e era y el a l b o r o t o q u e t r a í a n en u n
— E s u n a figura b l a n c a ; lleva tras de
sitio s u b t e r r á n e o , d a b a n cierta a p a r i e n -
sí u n gato negro.
cia extraordinaria al festín, y ella h a b í a
. •—Es verdad—respondió otro—, que
oído a Saldaña mismo hablarla de u n a
yo la h e visto esta noche pasearse de
a p a r i c i ó n , de u n espíritu q u e había ro-
b a d o a Leonor. Este pensamiento le t o r r e en t o r r e .
confirmó en su p r i m e r a conjetura acer- — Y volar por el a i r e a caballo en
ca de la voz de m u j e r que h a b í a oído u n a serpiente de fuego—añadió el pri-
y se resolvió a p e n e t r a r allí si era ne- mero.
cesario, y averiguar d e cualquier m o d o — ¿ A q u e no eres capaz de ir a hul-
si era ella efectivamente. earla?—apostaba uno en otro corrillo.
•—Ahora mismo.
P e r o a u n q u e el a m o r a la vida no
fuese, hacía ya m u c h o t i e m p o , el pri- — ¿ A que no?
m e r móvil de las acciones de la descon- — ¡ E a , m u c h a c h o s ! u n buen trago, y
solada m o r a , y m u c h a s y poderosas pa- m a n o a la r e t a m a — d i j o , y bebió, y em-
siones h u b i e r a n sofocado en su corazón p u ñ ó su espada.
este deseo de conservación, innato en — ¡A buscar a la fantasma!
todos los animales, el p u d o r es el iíhi- •—A buscar la, a buscarla—repitieron
m o sentimiento q u e a b a n d o n a la m u j e r ; todos a un t i e m p o sin saber lo que ,f,J
y la idea de e n t r a r en aquella especie a hacer ni lo q u e decían, y con las «•
de p e r r e r a , mezclarse con h o m b r e s gro- ppdas desnudas salieron de tropel' r ^
seros y acalorados con las b e b i d a s y ex- mo u n torbellino de demonios vomi
ponerse a u n a gracia h e d i o n d a y des- dos por el infierno.
vergonzada, la hacía t e m b l a r , sin atre- P e r o la fantasma que buscaban
SANCHO SALDAÑA 363

j g inora; y ésta, q u e h a b í a satisfecho I y en el gemido d e la brisa y en el ru-


ya su curiosidad, s,e h a b í a r e t i r a d o a m o r de las hojas, que Saldaña la mal-
tiempo, y c a m i n a b a entonces por u n d e c í a ; y lo que era a ú n m á s c r u e l , q u e
pasadizo s u b t e r r á n e o , m u y segura de Saldaña i d o l a t r a b a a Leonor. Y h u í a
wUe aquella gente trabajaría en vano entonces hacia otra p a r t e toda desalen-
„ o r encontrarla. N i era esto t a m p o c o t a d a , y así, ya suspendiendo el paso,
e n lo que p e n s a b a : varias veces h a b í a ya c a m i n a n d o con indecible precipita-
údo contar grandes prodigios y mila- ción, se emboscó entre los pinos q u e
gros hechos de u n a b r u j a de las cerca- están a la derecha de T o r r e - G u t i é r r e z ,
nías que tenía amedrentados a los más y allí se e n m a r a ñ ó y se p e r d i ó entre
^trépidos. A ésta, p u e s , quisiera h a b l a r las sombras como u n espectro e r r a n t e .
Zoraida p a r a consultarla y pedirla q u e P e r o n o h a b í a a n d a d o m u c h o s pasos
j e diese u n m e d i o terrible de vengar- cuando cayó sin aliento y r e n d i d a , y
gB( o u n a b e b i d a p a r a Saldaña q u e le q u e b r a n t a d a con la fatiga, al p i e de
hechizase y enamorase de ella de tal algunos árboles tan espesos q u e impe-
manera, q u e ni a u n en la m u e r t e se dían entrase la luz de la l u n a . Allí, va
separaran sus a l m a s , o u n veneno de x . . . .
odio p a r a ella sola q u e le hiciera abo- sin tuerzas y casi e x a n i m e , sintió u n
rrecerle tanto como le h a b í a a m a d o . sudor frío q u e le h e l a b a hasta los hue-
El subterráneo p o r donde c a m i n a b a sos sin c e s a r ; pero era el a r d o r calen-
tenía u n a salida al p u e b l o y otra al turiento q u e la a b r a s a b a . Su c u e r p o ,
campo en el lado o p u e s t o : t o m ó Z o r a i - débil y falto de a l i m e n t o , n o p o d í a y a
da la segunda, y después de h a b e r an- sostenerse, y el espíritu, t r a b a j a d o y fa-
dado más de u n a h o r a se h a l l ó al raso tigado ya con tanto sufrir, no podía
cerca d e T o r r e - G u t i é r r e z , castillo p e r - t a m p o c o comunicarle más á n i m o . Cayó,
teneciente a los señores d e C u é l l a r . Ha- pues, y no hizo n i n g ú n movimiento
p a r a levantarse, n i p a r a m u d a r de pos-
bía andado cerca de u n a legua sin sen-
t u r a , n i levantó la cabeza, ni gemía,
tirlo, sin cansarse, y e n t e r a m e n t e entre-
n i podía llorar, y sólo daba a conocer
gada a su único p e n s a m i e n t o .
que vivía el incesante movimiento de
Cuando salió al c a m p o , la respira-
su p e c h o , q u e parecía h e n c h i d o de tor-
ción le f a l t a b a ; su cabeza a r d í a h e c h a
mentos vivos q u e l u c h a n d o e n su cen-
un volcán; el corazón le h e r v í a , y su
tro unos con otros lo a l b o r o t a b a n .
sangre, como la lava del Vesubio, ha-
Una luz a corta distancia q u e parecía
bía h i n c h a d o sus venas y h a c í a p a l p i -
a n d a r sola se descubrió q u e venía por
tar todo su c u e r p o .
el bosque hacia ella, ya a veces desapa-
Había refrescado el a i r e , y ella, abier-
reciendo e n t r e los espesos árboles, ya
ta la boca, lo respiraba con ansia y lo otras d e r r a m a n d o su o n d u l a n t e reflejo
bebía, y todavía q u e m a b a a su p a r e c e r ; q u e a u m e n t a b a n las sombras en vez de
gotas de sudor corrían d e su frente ar- desvanecerlas, con u n brillo tan p á l i d o
diente como de fuego, y varias veces y m o r i b u n d o como el de u n a vela ama-
en algunos arroyuelos q u e e n t r e juncos rilla: N a d i e se veía-, no obstante, la luz
allí corrían, refrescaba su seco p a l a d a r , se acercaba, y en la imaginación de la
que otra vez a b r a s a b a de nuevo el in- m o r a , cuyos ojos h a b í a h e r i d o su des-
cendio que a r r o j a b a su corazón. Cami- tello u n a o dos veces, aquella luz a
naba, no obstante, sin cesar, pero ya tan excusada h o r a , y en aquel b o s q u e ,
sin saber a d o n d e , y sólo detenía el pa- se presentó como cosa sobrenatural y
so y se p a r a b a cuando alguna ráfaga del otro m u n d o . Quizá el ángel Azraeí,
de viento venía u n m o m e n t o a aliviar q u e compadecido de sus pesares, venía
su ardor, P e r o entonces figuraba q u e a cortar el h i l o de su vida, quizá...
°ía en su susurro besos, caricias, pala- quién p u e d e decir lo que se figuró,
bras dulces en torno de ella, y la voz pensó y creyó ía enajenada Z o r a i d a .
de Saldzña y Leonor. Y luego creía q u e P e r o no se levantó de donde estaba,
asonaban voces de maldición o de lás- sino que fijos los ojos fuera ya de sus
tima, y oía e n el m u r m u l l o d e las aguas, órbitas en la misteriosa luz, m i r a b a co-
364 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

m o d e m e n t e , y tal vez, según las imá- nuevo continuó : — No te asustes, y 0


genes que en su delirio inventaba, se la abuela G-ila, que vivo en Cuéllar
descubría u n a sonrisa amarga como la a u n q u e m e tienen p o r bruja todav
hiél en sus labios trémulos y blanque- m e creo tan b u e n a como la que más
cinos. La luz, e m p e r o , torció a u n l a d o La sarta de dientes que llevaba
como si cambiara de senda, pero bien la m a n o izquierda resonó a un niovi
p r o n t o volvió a b r i l l a r , y u n a voz se miento q u e hizo, como el cruji(] 0 A
oyó q u e m u r m u r a b a maldiciones entre u n hueso al r o m p e r s e .
dientes, q u e en tono m o n ó t o n o y como — B u e n a m a d r e — r e s p o n d i ó Zorai.
si rezara p r o n u n c i a b a varias p a l a b r a s da—, yo soy la m u j e r más infeliz qne
mágicas o tenidas como tales, y que en existe, y h e venido a q u í sin saber adón.
informes versos puestas, sonaban como de iba ni a q u é .
el regaño sordo de u n p e r r o alano. Ca- — ¡ P o b r e c i t a ! — r e p l i c ó la bruja con
llaba en seguida como si esperara que su acostumbrada risa—, ¿Y a mí qué
alguno le contestase; pero sin d u d a n o m e i m p o r t a q u e t ú seas infeliz o no?
estaba de h u m o r d e responder el ser ¡Ojalá que te veas pronto maldecida
sobrenatural q u e evocaba o n o lo oía, p o r todos como yo, y vieja y con arru-
y la voz redobló sus conjuros. Tal vez gas, que yo t a m b i é n fui joven y boni-
se imaginó el encantador de la luz q u e ta, y a h o r a ! ¿ N o eres tú la mora que
h a b f a ya recibido respuesta, y volvió q u i e r e el señor de Cuéllar?
a callar. —Sí, yo soy la q u e fue querida—re-
plicó Z o r a i d a con acento melancólico—,
Volvió entonces a a n d a r la luz hacia
yo soy la q u e fui feliz.
d o n d e estaba Z c r a i d a , y u n ente infor-
— ¡ H o l a ! Conque ¿ya no te quiere
m e de estatura raquítica y consumida,
—replicó la vieja— y tal vez te ha
i m p e r f e t í s i m o r e m e d o de u n a m u j e r , echado de su castillo? Se cumplieron
quizá una especie de a n i m a l nuevo, u n a por fin las maldiciones que yo te he
vieja, en fin, de ojos d e víbora, t a n fla- echado. P u e s , hija mía, ¡cómo ha de
ca como u n a cuerda, t a n r u i n como u n s e r ! , ten paciencia y sufre.
m a l p e n s a m i e n t o , y estropajosamente Y después de h a b e r echado a Zoraida
a r r e b u j a d a en unos h a r a p o s , con u n a u n a ojeada de diabólica complacencia,
larga mecha de b r e a encendida en u n a la vieja infernal volvió la espalda e hizo
m a n o , y en la otra u n a sarta de dientes a d e m á n de alejarse m u r m u r a n d o estos
de h o m b r e , se presentó delante de la versos:
m o r a , capaz con su figura odiosa y re-
p u g n a n t e de h a b e r hecho creer que ha- Feas, lindas, ricos, pobres,
bía diablo al más obstinado incrédulo. viejas, jóvenes, guerreros,
reyes, nobles y villanos
Llevóse Zoraida dos veces a m b a s ma- entran en un agujero
nos a los ojos, h o r r o r i z a d a de aquella como hormigas
visión q u e , a su parecer., h a b í a salido que la muerte con el pie
junta y apiña.
del centro de la tierra en a q u e l ins-
tante, v p r e s t á n d o l e fuerza.? el m i e d o
—Mujer—gritó Z o r a i d a con impetuo-
se levantó de p r o n t o con intención c'e
sidad después de u n a pausa en que el
h u i r . Pero no bien se había puesto en
ansia de vengarse y los celos dieren
p i e , cuando r e c o b r a n d o su n a t u r a l de-
nuevo ánimo a su corazón—, yo venia
n u e d o la m i r ó de hito en h i t o , al mis-
en tu busca : si te alegras de mis tris-
mo liempo que el esqueleto a m b u l a n t e ,
tezas, ¿ q u é m e i m p o r t a ? Yo no te he
cuyos ojcs relucían como los de u n hecho n u n c a ningún niel, ni te he vis-
gato, la m i r a b a con cierta diabólica ma- to hasta a h e r a ; quiere decir que no so'0
licia, y soltó u n a risotada desagradable, m e aborreces a m í , sino a todo el ge*
m u y semejante al roznido de u n m u l o . ñero h u m a n o .
— ¿ Q v é haces a q u í , linda niña?—le —Así es—leplicó la b r u j a — ; od10
dijo con u n a voz cascada como el so- ]•"•?• que creo felices, y río y hago escar-
nido de u n a castañeta; y riéndose de nio ce los que son desgraciados, colO

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SANCHO SALDAÑA 365

p0S lo h a c e n de m í y m e persiguen. gura y desesperación : sí, sobre ella cai-


_-Pues b i e n , en ese caso yo q u i e r o gan tus m a l d i c i o n e s ; sobre ella sola,
e 0 i tarme como tú, y m i venganza te p a r a q u e n o la vea j a m á s en sus brazos
¿gjje a ti complacer, puesto q u e h a r á el señor de Cuéllar.
h desdicha &e dos personas q u e t ú abo- — ¿ S a b e s t ú d ó n d e está? ¿ T e n d r í a s
rreC es. Dime q u é tengo q u e hacer p a r a tú u n m e ü o p a r a h a c e i l e t o m a r u n a
wrarlo. N a d a te detenga t l l a m a a todo b e b i d a q u e yo te d é ? — p r e g u n t ó la vie-
e] infierno j u n t o , preséntalo d e l a n t e de j a m i r á n d o l a fijamente.
jjjí con tus conjuros, oiga yo sus clamo- —Si yo supiese d ó n d e £e h a l l a , , ,
rgj, vengúeme yo de la rival q u e de- —contestó Z o r a i d a .
lato, y tuya soy desde a h o r a .
— E n su castillo, sin d u d a — i n t e r r u m -
_-Mucho fuego pones en tus palabras pió la vieja con u n a sonrisa irónica — ;
^-replicó la vieja con u n gesto q u e pa- pero no te dé p e n a , esa m u j e r no mo-
rtía otra vieja en lo desagradable—. r i r á en paz n i en su c a m a .
j[ a5 de saber q u e desde que se m u r i ó — P e r o tú — insistió Z o r a i d a —, ¿no
]a tía Graja, hace a h o r a diez años, no podrías llevarme a d o n d e se h a l l a ?
¡e ha vuelto a ver el diablo p o r estos
— ¿Lo sé yo acaso?—replicó la vieja,
contornos, ni y o he m o n t a d o en la es-
Y a u n q u e lo supiera, ¿por q u é te lo
coba desde entonces, n i h e dado paz
había de decir? N o señor, sufre, que
aj cabrío. Está esto m u y mal» y hasta
día v e n d r á en q u e se c u m p l a n todas
el amo nos desprecia, y van p e r d i e n d o
las venganzas j u n t a s , y en q u e los que
su fuerza nuestros conjuros. Y a se ve,
a h o r a viven .alegres l l o r e n , y aquellos
se ahorca a h o r a tan poca gente q u e es
y aquellas q u e tienen asco de las po-
un dolor; toda la noche h e tenido q u e
bres viejas, y pasan espetadas delante
andar por estos pinos b u s c a n d o ahor-
de ellas sin m i r a r l a s , y que se creen
cados a quienes a r r a n c a r los dientes,
infectaidas con sólo rozarse con las q u e
y sólo he p o d i d o h a l l a r cuatro o cinco,
son como y o , y las q u e a h o r a rebosan
j aim uno de ellos era ya viejo y le
en h e r m o s u r a y salud, día vendrá, y
(altaban las muelas.
m u y p r o n t o , en q u e salgan con los piea
Era entonces c o s t u m b r e , y lo fue p o r delante para el cementerio.
largo tiempo en E s p a ñ a , a h o r c a r de los Diciendo esto la raquítica b r u j a dio
árboles a los q u e la voluntad o la jus- a su rostro u n a expresión t a n t e p u g -
ticia del señor feudal c o n d e n a b a a m u e r - n a n t e de alegría y de venganza q u e al
te si eran villanos, y n a d i e ignora q u e mismo espíritu maligno le h u b i e r a pa-
las llamadas b r u j a s p r e s t a b a n ciertas recido desagradable. Z o r a i d a n o con-
virtudes a sus dientes y a varias partes testó, sino q u e d a n d o algunos pasos ha-
de su cuerpo, d e q u e ge servían e n sus cia ella, a u n q u e con r e p u g n a n c i a , Ifi
supuestos hechizos. alargó algunas monedas, pensando q u e
—Pero, en fin, el h e c h o es—continuó este sería el mejor m e d i o de hacer adi-
ia asquerosa v i e j a — q u e tú quieres ma- v i n a r y p o n e r de su p a r t e a la b r u j a .
leficiar dos personas y vengarte d e ellas, Tomólas ella con avaricia, y m i r á n -
v hasta ahí alcanza m i p o d e r , y e n eso dolas u n a tras, otra a la l u z , no p a r e c í a
doy <£usto a n ú inclinación. U n a de ellas sino que n u n c a h a b í a visto j u n t o t a n t o
sin duda es el señor de Cuéllar. dinero, lo cual era más q u e p r o b a b l e .
—No—-repuso l a m o r a con p r o n t i - N o sabía tal vez en d ó n d e estaba Leo-
tud—; yo le amo demasiado p a r a que- n o r , y menos a ú n p o d í a h a b l a r con
fir hacerle d i r e c t a m e n t e d a ñ o . Yo sólo acierto acerca de los sucesos futuros*,
quiero vengarme de m i rival. pero era menester decir algo, y estaba
~~¿Y quién es t u r i v a l ? — p r e g u n t ó la demasiado h a b i t u a d a a servirse de la
e a—
!' J • ¿No es la h e r m a n a del caste- credulidad ajena, p a r a t i t u b e a r u n mo-
llano de Iscar? m e n t o . Quizá ella m i s m a a fuerza de oír
-—La misma—replicó Z o r a i d a — ; esa q u e la l l a m a b a n b r u j a , y acaso poseedo-
" ' a ?ue me h a r o b a d o su corazón, esa r a de algunos secretos, había llegado en
48
w que ha llenado m i alma de a m a r - efecto a creer que tenía comercio con
366 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

el d e m o n i o . Zoraida, crédula como to- m í m e sirven la protege p o r ahora, -lu >


dos los h o m b r e s y mujeres de su siglo, dito sea é l ! Sólo sé que él la libenó A'
y a d e m á s agitada de una pasión loca las garras del V e l l u d o . Quizá tú l a v i*
q u e puede hacer supersticioso al h o m - verás a ver algún día. T ú también i
b r e m á s ilustrado, la m i r a b a como u n drás quien te p r o t e j a . Tal vez el J*
oráculo, y esperaba con ansia saber cuál Cuéllar te volverá a a m a r . Acaso,
había de ser su destino. La b r u j a , p u e s , La imaginación de la vieja apenas t
le hizo señas de que guardase silencio, día ya inventar m á s , ni suplir con ]) ro
y h a b i e n d o a r r a n c a d o algunas retamas fecías a b u l t o lo que ignoraba. p 0
las p r e n d i ó fuego, profiriendo sorda- ú l t i m o , y como i n s p i r a d a de pronto
m e n t e varias p a l a b r a s , que n o entendía anadio:
ella misma sin d u d a , d a n d o vueltas al- — P u e d e ser que a l g ú n día te acuer.
rededor de la hoguera, con más r a p i d e z des d e lo q u e has visto esta noche p o r
que p r o m e t í a n sus a ñ o s , mientras la lla- t u desgracia. Es forzoso q u e nosotras
m a t o m a b a vuelo. P a r ó s e en seguida, y nos volvamos a ver.
sacando del a r r u g a d o y cóncavo pecho — ¿ C r e e s t ú q u e Saldaña me vuelva
u n bolsillo de cuero que deslió sin d e j a r a amar?-—preguntó Z o r a i d a , a quien
de g r u ñ i r entre dientes, echó unos pe- esta p a r t e de la profecía había conrno.
los al fuego y u n a especie de saín o vido y h e c h o t e m b l a r hasta las en-
gordura de algún animal. Echóse en se- t r a ñ a s .
guida a l suelo, y poniendo contra él la — ¿ L a h e m b r a del m a s t í n , no se ayun.
boca, empezó a l l a m a r a algunos, pri- ta con el lobo?—respondió la pitoni-
m e r o en voz baja y después en tono sa—. P e r o g u á r d a t e t a m b i é n que no te
más alto, a ñ a d i e n d o a cada p a l a b r a u n a d e v o r e ; g u á r d a t e , y t e m e que no mal-
maldición. Todos sus movimientos e r a n digas algún día la h o r a fatal en que
t a n extraordinarios y ridículos, que hu- te has h a l l a d o conmigo.
b i e r a n p o d i d o l l a m a r la atención del P r o n u n c i ó estas últimas palabras con
h o m b r e menos c u r i o s o ; y su figura m a - u n eco de voz t a n siniestro, y clavando
léfica, que se divisaba como u n espec- al m i s m o t i e m p o en Zoraida una mi-
t r o a la luz de la h o g u e r a , el silencio r a d a tan fija y h o r r i b l e , que hubiera
de la n o c h e , la l u n a , q u e oculta entre p o d i d o i n t i m i d a r al más intrépido. La
algunas nubes cenicientas teñía el bos- desdichada m o r a no p u d o menos de es-
que de u n a especie de color de m u e r t o , tremecerse y sentir sus cabellos tiesos
daba cierto carácter sobrenatural a aque- sobre su cabeza.
lla singular escena, E n vano trató d e esforzarse a pregun-
La h o g u e r a , sin e m b a r g o , se fue con- tarla p o r q u é : el t e m o r había helado
s u m i e n d o poco a poco, y cuando ya es- su voz, y la fiebre q u e le devoraba la
t a b a casi extinguida, la fatídica vieja se representó en su fantasía, en vez de una
levantó y dio u n a patada con furia so- b r u j a , m i l que la amedrentaban con
b r e las pocas ramas q u e a ú n a r d í a n , sus funestos presagios, y que la mira-
como si quisiera vengarse de aquella b a n del mismo m o d o . Tal vez la in-
m a n e r a del poco efecto que p r o d u c í a n tención de la vieja h a b í a sido única-
sus encantos. m e n t e aterrarla, ya que no había po*
— ¡ E a , p u e s ! — d i j o volviéndose hacia di do convencerla de su mágico poder;
Z o r a i d a , que h a b í a observado cuanto p e r o no obstante, parecía que sólo ha-
h a b í a h e c h o , y que más de u n a vea ha- bía verdad en su último presagio, rse q ue
bía sentido erizarse sus c a r n e s — : ¡ea, era u n a amenaza que debía curnph <
p u e s ! , demonios, ya que desoís mis con- y que aquella m i s m a m u j e r había de
j u r o s , ojalá q u e se conviertan a Dios, y tener p a r t e en que se cumpliera, 8
eviten vuestras tentaciones cuantas al- tono de su voz y su m i r a d a manile'* '
mas h a y en el m u n d o . Z o r a i d a , el es- b a n quizá perversas intenciones pa 1 6
píritu profético ha h u i d o de m í , y no en adelante, quizá estaba ofendida ey j '
sé, n i acierto a d o n d e está t u r i v a l : sólo seosa de vengarse de la mora, qt>
sé que u n espíritu s u p e r i o r a los q u e a bía presenciado la inutilidad de sus co •
SANCHO SALDAÑA 36T

vjpros, Y í u e p o d í a p u b l i c a r todo como lla n o c h e como sueños casi olvidados o


Q,ía pasado, y hacerie p e r d e r su £a- como los cuentos d e la n i ñ e z . F i g u r á b a -
p e todos m o d o s , h a b í a u n n o sé se a veces q u e eran cosas q u e h a b í a oído
-¿ de verdad en sus expresiones. contar, q u e h a b í a n pasado h a c í a m u c h o
^oraida, e n t r e t a n t o , todo lo daba t i e m p o , y allá confusamente, oía al mis-
f í poi c u m p l i d o , y cuando vuelta en m o t i e m p o las p a l a b r a s de la b r u j a , el
^¿o tanto de su estupor quiso pedirla canto satánico de los aventureros y el
jlminas explicaciones de lo q u e h a b í a grito de los centinelas.
0o, la inexplicable vieja h a b í a des- E x a m i n á b a s e a veces a sí misma en
parecido. los intermedios que este segundo delirio
¿ su entender se h a b í a vuelto a su- le concedía, m i r a b a al cielo i n u n d a d a
r g i r en las entrañas de la tierra, de ya de ráfagas de luz hacia el Oriente \
donde pensó p r i m e r o que h a b í a salido. consideraba la t r a n q u i l i d a d de los cam-
Entre tanto, ya venía la m a ñ a n a ; el pos, y m e d i t a b a en la dicha que dis-
^re, más fresco, h a l a g a b a las copas de frutaban sus h a b i t a n t e s . De lejos ya lle-
los pinos, y el color de la a u r o r a em- gaba a sus oídos la voz del leñador q u e
pezaba a p i n t a r con su velo d e n á c a r a r r e a b a su asno c a m i n a n d o al m o n t e ;
(] horizonte. Las aves p i a b a n , los arro- el canto m o n ó t o n o de los segadores q u e
ba m u r m u r a b a n , y se alegraban los aprovechaban la fresca; el grito del la-
campos. T o d o respiraba el encanto de briego en la era, y esta a r m o n í a , este
una alborada de estío, y el reposo y la bello despertar d e la n a t u r a l e z a , le ha-
paz, aún no alterada por el villano ma- cía p e n a r de nuevo y d e r r a m a r lágri-
drugador, podía c o m p a r a r s e a la pri- mas hilo a h i l o .
mera sonrisa de u n n i ñ o . Sólo Zoraida — ¡ O h — s e decía a sí m i s m a — , yo soy
penaba, a t e r r a d a aún con el presagio d e la única infeliz entre tantos felices!
|a impura v i e j a ; p e r o su fiebre h a b í a P a r e c í a l a , al pensar esto, que n o era
calmado, y cierta laxitud, p r o d u c i d a este m u n d o su m o r a d a ni la había sido
por su anterior frenesí y lo m u c h o q u e hasta entonces, sino q u e , p a r a m a y o r
había caminado, era lo único que le tormento suyo, u n a m a n o fatal la h a b í a
quedaba de su l o c u r a . P a r e c í a que el a r r a n c a d o de su centro y trasladándola
fuego de su corazón se h a b í a entera- Ii' allí p a r a q u e pudiese c o m p a r a r la glo-
méate apagado : o, p o r mejor decir, que ria d e aquel paraíso con el infierno en
ÍU corazón, a m o d o de u n espíritu, se q u e tenía q u e vivir por fuerza, y q u e
había evaporado, y q u e ya no le que- llevaba dentro de sí. Hallábase allí en
daba sentimiento para padecer ni go- medio del c a m p o , al a i r e l i b r e , a la
zar. Sus ojos estaban t r i s t e m e n t e caí- luz del día, tan t u r b a d a e i n c ó m o d a co-
dos; al color encendido de sus mejillas mo u n rústico en m e d i o de u n mag-
había sucedido u n a palidez c a d a v é r i c a ; nífico palacio, o m á s bien sentía la fa-
tus miembros flojos apenas obedecían a tiga del pez que se ve de p r o n t o fuera
su voluntad, y en d e r r e d o r de su boca de su elemento. E n su interior oía u n a
la herradura de la m u e r t e estaba estam- voz que le gritaba de volver al casti=
pada. l i o ; pero el día e n t r a b a y aún n o se
Aún no h a b í a r e c o b r a d o cabalmente había decidido a obedecerla. P o r últi-
«i juicio, pero ya no era aquella ima- m o , la p a r t e de vida que le a n i m a b a
ginación l l a m e a n t e la q u e mezclaba y venció su irresolución, y la afligida Zo-
•rrebatab a sus pensamientos, y como r a i d a t o m ó la vuelta de la fortaleza.
tt
n herido falto de sangre y lánguida» Los trabajos del c a m p o , propios de
Kente débil, sólo veía colores, sombras, la estación, h a b í a n despertado ya a les
0|
a un confuso r u m o r y el cielo y la rústicos h a b i t a n t e s , y todo era vida y
"erra le parecía que h a b í a n c a m b i a d o movimiento en aquella expensa campi-
te ¿ido. Todo a su vista aparecía más ña, H u b i e r a sido u n espectáculo agra-
'"o, más bajo, más lejos, más cerca dable sin duda p a r a cualquier espíritu
te 'o que citaba r e a l m e n t e . E n su ine- sosegado; pero Zoraida h u í a de los h o m -
bria se agitaban los sucesos de a q u e - bres, h u b i e r a querido n o oír sus p a l a -

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368 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

b r a s , y quería ocultar a sus ojos la cal- CAPITULO X


m a y la hermosura de la naturaleza.
Buscaba las sendas más escondidas, los Abrazan los escudos delant' lo S c
abajan las lanzas avueltas con los ne ^f0"^
sitios más sombríos, en í i n , todo aque- encunaban las caras sobre los arzones
llo que p u d i e r a tener analogía con su batien los caballos con los espolones '
alma. tembrar queríe la tierra dond" eran mL
movéis
C u a n d o llegó a la entrada subterrá-
nea que llevaba a las bóvedas del cas- «Poema d el Cldj

tillo, volvió la cabeza a m i r a r el sol,


¿Quién es aquesta dama religiosa
q u e , como un escudo de fuego, se levan-
¿Quién es la afligida,
t a b a y teñía el horizonte de mil viví- en igual grado bella y dolorida?
simos colores. Quiso fijar en él los ojos Hojeda, « C r i s t i s
p o r u n instante, y quedó tan deslum-
b r a d a y confusa, q u e , d a n d o u n alarido, Ya h a b r á supuesto el lector q Ue i
se lanzó en la oscura bóveda de r e p e n t e . billete que entregó al señor de Cu'
H u b i é r a s e creído que era u n ángel de llar su lindo p a j e venía de parte d"
tinieblas que m i r a b a la luz del sol, y H e r n a n d o , que deseaba tomar vendan
despechado de no poder gozar de su za del que él suponía robador de su
h e r m o s o b r i l l o , se a r r o j a maldiciendo h e r m a n a . E n efecto, el tiempo, que
su suerte en el infierno. según el estado de n u e s t r a alma, vuela
Z o r a i d a , cansada, enferma de alma y ligero como u n r e l á m p a g o o se nos í¡.
c u e r p o , llena de visiones, de presagios, gura que no se mueve, le parecía aque.
de memorias del bien pasado y des- Ha n o c h e al señor de Iscar que había
n u d a de toda esperanza, volvió p o r los p e r d i d o sus alas y cada minuto se le
secretos pasadizos por d o n d e antes ha- hacía u n siglo. Tal era el deseo que le
b í a salido, y el r u i d o de las a r m a s , los p u n z a b a de venir a las manos con su
relinchos de los caballos y las voces enemigo.
de los soldados q u e b a r r í a n sus cua- Las tres de la m a ñ a n a serían, y fal-
d r a s , l i m p i a b a n sus a r m a d u r a s y vaga- t a b a n aún dos mortales horas para que
b a n acá y allá en los patios y corre- llegase el m o m e n t o prefijado para e!
dores próximos al camino q u e ella lle- c o m b a t e , y ya su voz había despertado
vaba p e n e t r a b a n en su oído mezcla- al b u e n Ñ u ñ o , q u e , a su vez, había der
dos en u n son tan confuso y desacor- p e r l a d o al Cantor, y éste a los demái
de, que acabaron de trastornar su ca- habitantes de la fortaleza. Ninguno sa-
beza. Más de u n a vez tuvo q u e apo- bía el intento de su señor sino el ca-
yarse en la p a r e d p a r a sostenerse, y n o p e l l á n del castillo, q u e h a b í a escrito la
supo ella misma el t i e m p o q u e estuvo carta de desafío, p o r q u e Hernando de
e n aquella actitud hasta q u e recobra- Iscar n o sabía leer ni escribir, o, lo que
b a sus fuerzas. es lo m i s m o , no er.a caballero letrado,
Las retorcidas escaleras q u e subía la que se decía entonces, y sólo era en-
m a r e a b a n , el castillo se le a n d a b a , y t e n d i d o en los ejercicios de caballería.
c u a n d o llegó a su c u a r t o , se encerró Se h a b í a confesado la noche antes, como
allí y se arrojó en su lecho, sintió u n era uso generalmente de los religio*01
placer semejante al de u n a ave noctur- caballeros si h a b í a lugar para hacerlo
na q u e , a t u r d i d a y ciega por el res- antes de e n t r a r en batalla o aventó*
p l a n d o r del sol, encuentra por casua- rarse a algún peligro, sin que en esto
l i d a d el oscuro n i c h o q u e le sirve de diesen p r u e b a s de menos valor o des-
asilo. confianza en su b u e n a suerte.
H e r n a n d o , b u e n caballero, probado
en m u c h o s encuentros, tenía fama
ser tan diestro jinete como ágil en todo
género de a r m a s , sabía que su con»
rio, el de Cuéllar era u n a de ^ 8 , '
zas m á s temibles de la cristiandad, 7
SANCHO SALDAÑA 369

«sí P 01 ' e s t o > como p o r q u e interesaba cuando u n o menos lo piensa —repuso el


s u h o n r a , tenía intención de propo- poeta, que se divertía en i r r i t a r l e — ;
nerle en el c a m p o se desarmasen el lado yo te creía ahora del m e j o r h u m o r del
; z( ¡ n ierdo, q u e d a n d o de este m o d o ex- m u n d o , p o r q u e a u n q u e en tu cara n o
puesto a los golpes el corazón. E r a se conoce n u n c a c u a n d o estás contento...
¿e creer que Sancho Saldaña no titu- —Sí —replicó Ñ u ñ o con i r a — , sí, es-
bearía un p u n t o en acceder a su pro- toy para hacer correr tras de m í los
porción, y en eíle caso la m u e r t e de chicos <de la calle : ¿ h a h r a s e visto im-
uno de los dos, o tal vea la de ambos, pertinente igual? Si no fuera... ¡vive
era d e p r e s u m i r inevitable. Dios!
Pero esto le daba m u y poco cuida- — H e sufrido tres interrupciones sin
do ¡i H e r n a n d o , que, ganoso de satis- q u e j a r m e —contestó el poeta—, y toda-
facer su agravio, y educado desde su vía no te h e i n t e r r u m p i d o a ti una
infancia en las a r m a s , estaba acostum- sola vez y ya te amostazas; h e a h í lo
brado a considerar u n duelo a m u e r t e que se llama tener buen genio.
como una especie de pasatiempo- Su
—Tengo el que m e da la gana —re-
buen Ñ u ñ o , que n o daba m á s impor-
plicó Ñ u ñ o con m u c h o enfado.
tancia que su amo a la vida de u n se-
mejante suyo si la arriesgaba en re- La conversación llevaba trazas d e
gla, y, según la ley de las a r m a s , aun- acabar m a l , al menos por p.arte de
que no sabía el intento de su señor, Ñ u ñ o si el poeta, que no tenía el me-
sospechaba lo que podía ser, y le ha- nor deseo de q u i m e r a , no la h u b i e r a
bía aderezado ya su a r m a d u r a , sin ol- hecho t o m a r distinto giro d i c i e n d o :
vidarse de la suya p r o p i a , p e r s u a d i d o ' —Con estos dimes y diretes, m i b u e n
¡ que su a m o tendría tal vez necesidad Ñ u ñ o , todavía no te he p r e g u n t a d o lo
de su compañía. H a b í a reñido con el que q u e r í a , y lo q u e es m á s esencial
poeta más de veinte veces el día an- que nuestras cuestiones. ¿Sabes tú p o r
¡es y hecho la paz otras tantas, y es- qué don H e r n a n d o te h a mandaido q u e
taba entonces p e n d i e n t e a ú n su líltima apercibas sus armas para esta m a ñ a n a
riña cuando el Cantor, t a r a r e a n d o unos a las cuatro?
versos muy conocidos en aquella épo- —No sé — r e p l i c ó Ñ u ñ o con sequedad»
ta, se llegó a h a b l a r l e . —Vaya si lo sabrás — c o n t i n u ó el Can-
—¿A qué diablos —dijo Ñ u ñ o — vie- tor—, ¡ Quién si n o tú lo h a de saber,
nes aquí a h a c e r ruido? ¿ T e parece a que mereces toda la con lianza de nues-
li ([ue es ésta h o r a para oír tu música? tro a m o y conoces y averiguas, a d e m á s ,
•—Yo no sé para lo q u e es hora —res- cuanto pasa a veinte ieguas a la re-
pondió el p o e t a — , pero sé m u y bien donda !
para lo que vengo. — £ r a e s t e j u s t a m e n t e el flaco de Ñu-
- P u e s h a b l a y sé breve —repuso el ñ o , q u e , a u n q u e a la v e r d a d merecía
f
'iojado Ñuño. m u c h a confianza a su a m o , él la pon-
—Así lo fueras tú tanto como yo —re- deraba y exageraba s o b r e m a n e r a , dan-
plicó el Cantor con calma—-, y no que do a entender que no hacía cosa q u e
tuando tomas la palabra no dejas ha- no le confiase y sobre q u e no le pi-
to
Dla -
r a nadie y eres capaz de estarte diese de .antemano su parecer. No sa-
"•«arlando tres días- y al fin si h a b l a r a s bía entonces n a d a de cierto, como h e -
e
*' n, pase, p e r o . . . mos d i c h o , p e r o no le parecía oportu-
~^¡ vienes a chancearte conmigo •—ín- no ni honroso disminuir su i m p o r t a n -
'^ninipió Ñ u ñ o , poco a g r s d n d o de las cia a los ojos de su antagonista, y es-
!ll taba decidido a dar p o r fijo lo que
ezas de su antagonista—, te puedes
C
OÍI mil santos a buscar otro a qu en
4 suponía.
^ r con t u ; necedades, p o r q u e yo n o —Yo no averiguo n i t r a t o de averi-
°y ahora de h u m o r de b r o m a . guar n u n c a n a d a , y te engañó m u c h o
• """-'c ahí cómo nos equivocamos q u i e n tal te dijo.
370 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—Sí —replicó el Cantor n o averi- —i A h ! , sí, m e a c u e r d o — d i j o Nuñ


guas, pero lo sabes todo. es v e r d a d ; en u n a p a l a b r a , parece '
—Si lo sé -—repuso el severo Ñ u ñ o — hoy h a d e t e r m i n a d o mi a m o qu e e i"° e
no es p o r q u e 70 m e meta nunca don- ñor de Cuéllar p u r g u e de una v** 1 '
de n o m e l l a m a n , sino p o r q u e hace mu- males q u e nos h a c a u s a d o ; a 1 0
chos años q u e poseo la confianza abso- ayer le llevé yo u n papel que m e ettt
luta de mis amos. E n p r u e b a de ello, m e gó el capellán, y es de presumir
acuerdo que pocos días antes de t o m a r ves. '" y a
el a r r a b a l de T r i a n a en el sitio d e Se- —Sí. ¿ P e r o no te h a dicho Don He
villa el año de 1240, q u e a n d a b a m u y nando n a d a ? — p r e g u n t ó el poeta.
callado e n t r e todos, como es uso y d e b e — H o m b r e . . . sí y n o , m e ha di c | i0
ser cuando se trata de las cosas de la y no m e ha dicho •—repuso Ñuño üt
guerra, y no sabía n a d i e la intención b e a n d o — ; pero yo sé q u e hoy van a ver
del a l m i r a n t e sino el rey y algunos de quién se tiene m e j o r a caballo, en bue-
los caballeros más principales, y los de- na ley y con buenas armas.
más a n d a b a n olfateando sin a t i n a r con — P u e s Dios a y u d e a Don Hernando
n a d a , m i a m o m e dijo : «Ñuño, b u e n p o r q u e el de Cuéllar es ligero como el
ánimo q u e p r o n t o va a h a b e r b a r r o a viento y fuerte como u n a encina (|t.
m a n o ; cuando llegue el caso, lanza en veinte años.
ristre y confianza en Dios». Lo que yo — Q u i t a allá —dijo Ñ u ñ o — . ¿Diulag
i n t e r p r e í é q u e quería d e c i r ; Trkna tú del ánimo de Don Hernando? I,c
será nuestra m u y p r o n t o . h e visto yo c u a n d o apenas tenía die-
¡ P o r Dios, Ñ u ñ o ! —exclamó el cisiete años sacar u n h o m b r e de la si.
Cantor—. ¿ Q u é tiene q u e ver a q u í la lia y llevarlo enastado en ía lanza como
toma de T r i a n a con lo que h a b l a m o s , si fuera u n a p l u m a .
q u e n o te h e i n í e r r u m p i d o sólo p o r q u e —Ya lo sé —replicó el Canior— que
no te enojaras? D o n H e r n a n d o n o cede a n a d i e ; pero,
— E s v e r d a d — r e p u s o Ñ u ñ o — , pues aquí entre nosotros, el de Cuéllar e»
es como digo, entonces y otras veces, el h o m b r e más vigoroso y la suerte está
a ñ o de 1260... indecisa.
—-¿Otra vez? ¡ P o r S a n t i a g o ! -—inte- —-Puede ser —replicó el veterano-,
r r u m p i ó el poeta. pero la rabia que le tiene mi amo su-
— N o m e i n t e r r u m p a s , o si n o calla- plirá p o r las fuerzas y allá veremos, y
remos. hágase lo que Dios quiera.
— N o te i n t e r r u m p o , sino q u e no res- — A m é n — replicó devotamente el
pondes acorde, y m e vienes a contar lo Cantor—. Tienes razón. Dios pro!e*e
q u e i m p o r t ó saber a m i a b u e l o . siempre la causa de 'la justicia; yo pasé
—Tienes razón —convino Ñ u ñ o , qui- cerca del impío y le vi en medio de su
zá p o r la p r i m e r a vez de su v i d a — ; en grandeza, volví la vista y ya /w6«a
h a b l a n d o de m i a m o , quiero decir, del desaparecido. ¿ P e r o tú sabes —conti-
p a d r e de Don H e r n a n d o , pierdo los es- n u ó — q u e don H e r n a n d o está equivoca-
t r i b o s ; y b i e n , p r e g u n t a , di, p o r q u e do y q u e doña Leonor no está en po-
tampoco m e has ¡preguntado n a d s , y der de Sal daña?
m a l te podía responder. — ¿ P u e s entonces en dónde e;ía.
—Sí, te lo he p r e g u n t a d o ya •—repu- — p r e g u n t ó Ñ u ñ o como sorprendido.
so el impaciente poeta. — L a b r u j a , o lo que sea, que a»'Í8
— ¿ C ó m o ? Eso no —replicó Ñ u ñ o — , por estos contornos—prosiguió el l' or '
yo n o creo q u e m e taches t a m b i é n de ta—la sacó de manos de los ladrón*
falto de m e m o r i a . la misma noche que la robaron, y <>
— E s t á b i e n ; n o gastemos más tiem- verdad que no sé qué es peor.
p o . Te h e p r e g u n t a d o o te p r e g u n t o — ¿ D e veras?-—preguntó ISuño f°'
a h o r a , como t ú m e j o r quieras, ¿ p a r a muestras d e m u c h o contento—• Trae ac
qué ha p e d i d o sus armas? u n a b r a z o : es la m e j o r noticia qo e P

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SANCHO SALDAÑA 371
jías darme, a n o ser q u e m e la dieras m a s la a r m a d u r a de su señor, y vol-
u que estaba ya en el castillo. viendo donde él estaba la puso en el
^ H o m b r e , tú eres raro—cfijo el Can- suelo y p r i n c i p i ó a vestírsela con mu-
,or—, y no entiendo por q u é te alegras cha calma.
unto de m i noticia, p o r q u e a m í no •—Vamos, Ñ u ñ o , date prisa—le dijo
„,e parece m u y b u e n a . su amo a tiempo que le ceñía el espal-
^-Porque t ú no conoces a esa qué d a r — . ¿ Q u é espada m e t r a e s ? . . . La de
llamas b r u j a , que no es ni piensa ser- m i p a d r e , supongo.
lo, sino u n ángel del cielo. —Sí,, señor, la m i s m a — r e p u s o Ñu-
_~; Luego rá la conoces?—preguntó ño—con q u e m a t ó a orillas del Guadal-
¿ poeta. quivir al africano A b a l a r , que m e pare-
- - ; P u e s n o la h e de conocer, si fue ce que le estoy viendo acercarse torios
|a lilísima que me curó de mis beridas los días a nuestro campo en u n rabica-
cuando bace tres <?wos quedé por m u e r - n o á r a b e q u e corría como un viento,
to en si c a m p o y ella me recogió v vestido de una piel de león sobre aue
me cuidó como sí fuera su bijo? Te dormía y en menos de media hora de-
asesurc que p o r la noticia que me bas r r i b a r de la silla dos o tres de los me-
Jarlo te sufro basta q u e m e i n t e r r u m - jores soldados nuestros q u e salían a ji»,
pas y te perdono todas tus imperti- netear. P e r o no le valió con D o n Jai-
nencias. m e , que peleó con él delante del famo-
—¿Y tú sabes, sin d u d a , dónde vive? so Pérez de Vargas y le hizo r o d a r por
el suelo como una bola.
—No—replicó Ñ u ñ o — , p o r q u e entré
<in sen "ido, y salí con los ojos venda- — P u e s e¿a esparda quiero yo boy
dos y ya de n o c h e , de m o d o q u e , r o n - —dijo H e r n a n d o — , y veremos si ten-
que me levanté un poco el pañuelo para go tan b u e n pulso y acierto como mi
mirar, no p u d e ver señal alguna de la padre.
habitación. Dicho esto, y a r m a d o ya todo si no
Aquí H e l a b a n cuando el señor de ís- Ja cabeza, cadó u n casco de b r u ñ i d o
íar, habiendo oído al trompeta del cas- acero, de d o n d e volaban infinitas plu-
tillo que tocaba las horas m a r c a r fos mas. Ñ u ñ o le calzó las espuelas, y con
cuatro con su i n s t r u m e n t o , volvió a lla- brioso y marcial continente salió del
mar a Ñuño, e i n t e r r u m p i ó su conver- cuarto con el mismo deseo y denuedo
sación. q u e si fuese a recibir los aplausos de
la m u l t i t u d y las m i r a d a s de las da-
—¿Qué tal la m a ñ a n a , Ñ u ñ o ? — l e
mas a un lujoso torneo.
preguntó su amo con a i r e de b u e n
humor. La alegría más p u r a b r i l l a b a en los
—Algo fresca está—replicó el vete- ojos .de Ñ u ñ o al verfe, y la m e m o r i a de
rano—; ]PS m a ñ a n a s de este mes sen su p a d r e , viniendo de r e p e n t e a su ima-
irías, por lo regular. ginación, humedeció los ojos del vete-
—Tanto m e j o r — r e p u s o H e r n a n d o — ; rano acaso alguna l á g r i m a , q u e se lim-
1
bien ave luego e n t r a r é en calor. T r á e - pió con el revés de la m a n o .
te mis armas. —Señor—le dijo, viendo que Hernán,»
do n o le decía que le a c o m p a ñ a s e — ,
Ñuño sídió al m o m e n t o p o r ellas fro-
¿y yo no tengo h o y en qué ocuparme?
tándose alegremente las m a n o s , dicien-
¿Me lie de estar m a n o sobre m a n o a q u í
*fo entre s í : «Gracias a Dios que se nos
en el castillo como una gallina clueca?
proporciona algo q u e hacer, q u e por
Santiago creí ya q u e m e iba a p u d r i r —Amigo Ñ u ñ o —le respondió su
a, l
l 'i y a t o m a r m e de m o h o como ui'a a m o — , por hoy n o necesito t u compa-
c ñía : sólo tengo que ir, y m i b r a z o m e
Maza vieja; pero hoy va a h a b e r gol-
I»« si n duda, y a u n q u e n o sé si m e t c - bastará con la ayuda de Dios.
^ á a mí algo, p r e s u m o q u e h a de ha- — P e r o , señor, ¿y si acaso os suce-
ta para todos.» de algo?...
Hablando así, tomó en la sala de ar- — E n ese caso será de m í lo que Dios
372 OBRAS COMPLETAS DE1 DON JOSÉ DE ESPROPs'CEDA

quisiere—replicó H e r n a n d o — ; sólo te ner que quedarse sin presenciar el c


encargo que si dentro de dos horas no bate, y m u c h o más de no poder t n
t0n
estoy de vuelta, te llegues hacia la ri- parte." «*
bera /del Cega, j u n t o al molino, d o n d e E n ' r e t a n t o , el señor de Lear
acaso m e encontrarás. sosegar su carrera, atravesó el pi n a r " ^
— ¿ Y n o sería mejor—volvió a insis- deó el río P i r ó n y poco después ]]**'
tir el fiel Ñ u ñ o — q u e yo os a c o m p a ñ a s e al sitio señrlado p a r a el desafío. °°
hasta allí? No creáis, a u n q u e me veis E r a en la r i b e r a opuesta del Ce»
viejo, que si se trata de venir a las ma- camino de Cuéllar, en u n a especie V
nos t a r d e yo en enristrar la lanza más plaza llana y desembarazada de árb
t i e m p o que el doncel más aventajado. les, desde donde se descubría a corta
—Lo sé—repuso su a m o — , pero por distancia u n a t o r r e dependiente n"e
hoy no puedes venir c o n m i g o ; h e pro- aquel castillo, convertida hoy en n n a
metido ir solo, y si alguno me acompa- p e q u e ñ a a l d e a , l l a m a d a Torre-Gu-
ñase correría peligro m i fama. tiérrez.
—Entonces id con Dios—dijo Ñ u ñ o — T e n d i ó la vista el señor de Iscar bus-
y él os dé t a n b u e n a v e n t u r a como me- cando a Saldaña, v viendo que no ha-
recéis. bía venido a ú n , lleno de impaciencia
Con esto llegó H e r n a n d o a su caba- echó pie a tierra de su caballo, y sen-
llo, q u e con su caparazón de batalla es- tándose sobre u n a piedra se puso a
taba ya a la p u e r t a del castillo, de a g u a r d a r l e , maldiciendo de todo cora-
m a n o de u n escudero, y saltando sobre zón su tardanza. A cada momento se le-
él con tanta soltura como ligereza, tomó vantaba y m i r a b a p o r todos lados por
de las manos de Ñ u ñ o la lanza y el es- si le veía venir, acrecentado su ira cada
cudo q u e éste le alargó, diciéndole : m i n u t o que pasaba y ansiando cada vez
—Si acaso, ya sabéis, señor, que el más el m o m e n t o de pelear. Por una
golpe ;de la visera es seguro y de b u e n p a r t e , temía q u e , siendo el bille'e anó-
e m p u j e ; la lanza baja y levantarla de n i m o , hubiese despreciado a su autor,
p r o n t o ; no h a y m á s que hacer. Me teniéndole p o r caballero de poco nom-
aciíerdo... b r e e indigno de medirse con él; por
Iba a contarle tal vez alguna histo- otra, recelaba si, sabedor de quién era,
ria de su m o c e d a d , p e r o H e r n a n d o , me- seguiría resuelto, como ya había dicho
tiendo espuelas a su caballo, salió a ga- otra vez, a no enristrar lanza contra el
lope, y el veterano le vio atravesar el amigo de su j u v e n t u d .
p u e n t e levadizo sin detenerle, b a j a r la — ¡ H i p ó c r i t a ! — exclamaba hablando
cuesta, seguir su carrera en el llano y consigo m i s m o — . Tal vez quieres enga-
desaparecer de allí a poco, como una ñ a r aiín al m u n d o dando a entender que
exhalación a lo lejos entre los pinares, respetas los lazos de la amistad, pero tú
dejando detrás de él el rastro de luz no m e conoces a ú n ; yo te arrancaré la
de su a r m a d u r a , h e r i d a en aquel m o - máscara y h a r é q u e te vean tal como
m e n t o del sol que empezaba a a p a r e - eres. P u e d e ser que n o vengas a la cita?
cer en el h o r i z o n t e . pero g u á r d a t e , p o r q u e te he de encon-
—Estos jóvenes de ahora—se dijo trar a u n q u e te escondas bajo de tierra
Ñ u ñ o a sí m i s m o cuando le vio par- y te he de coser a estocadas delante ueJ
t i r — q u i e r e n guiarse siempre p o r sí, y mismo altar de la Virgen. ¡El amigo
no las más veces aciertan. No que lo de 2ni j u v e n t u d ! — c o n t i n u a b a con iro-
diga yo por m i a m o , q u e así sabe ma- nía—. Ya hace m u c h o tiempo que no so-
nejar la espada como el caballo, p e r o , . . mos amigos, y por lo último que has lie»
Allá va, que apenas le alcímza el vien- cho j u r o no reposar hasta cumplir D«
to : Dios te guíe v te dé victoria sobre venganza.
Agitado de estos pensamientos, y t e
tu enemigo.
M u r m u r a n d o así entre dientes volvió meroso ya de que n o viniera, estaba du-
al castillo, m u y a p e s a d u m b r a d o de te" d a n d o si le aguardaría más tiempo ° le
SANCHO SALDAÑA 373

Jaría P o r cobarde y m a l caballero e Caló la visera H e r n a n d o viéndole q u e


iría a 3 U 1 K i ¿ m o castillo a injuriarle y se acercaba, siendo su intención a h o -
c a í íigarle como a u n villano. P e r o r r a r palabras n o dándose a conocer
tú» n0 n s D a n
í dado las cinco., y sólo montó a caballo, y fijando la lanza en
impaciencia podía l l a m a r cobarde a j tierra le a g u a r d ó con serenidad. San-
Sancho Saldaña, que estaba r e p u t a d o , ¡ cho Saldaña, ensimismado como de cog-
«jüio hemos ¡dicho antes, por u n o de ! turnbre, no h a b í a ¿iquiera levantado
sus ojos n i visto a su e n e m i g o , q u e le
Ui m¿'-s valientes guerreros del p a r t i d o
e s p e r a b a , por lo q u e , >la visera alta y
¿e Sandio el B r a v o .
puesta la lanza en la cuja, siguió m a r -
fVJ señor de Cuéllsr, que no tenía los
c h a n d o sin avivar el paso cíe su pa-
nioiivos tíe su contrario para a b r i g a r
lafrén.
cotí ti'a él n i n g ú n mal deseo, y no sa-
|,¡;, iquiera ni se imaginaba con quién «Si t e n d r é yo que i r a avisarte q u e
ue
icn'a q habérselas, h a b í a t o m a d o el estoy a q u í » , se dijo e n t r e sí H e r n a n d o ,
lance con la indiferencia apática que picado de su indiferencia, y sin aguar-
era el tipo de m carácter cuando no dar más tiempo alzó la voz l l a m á n d o -
{C ¡rutaba de sus pasiones y de marti- le, no sin aguijar su caballo y avanzar
rizarse a sí m i s m o . P o r esto, a las cua- algunos pasos m á s , lleno d e impacien-
[j0 y media de la m a ñ a n a se habí;.-', he- cia hacia él p a r a obligarle a que le
cho armar de su paje con m u c h a cal- m i r a r a .
ma Y m o n t a n d o a caballo, solo se en- Saldaña alzó a su vez la cabeza, y
caminó» m u c h o m á s combatido de sus llegando j u n i o a él hizo alto, le echó
remordimientos, esperanzas y disgustos, una ojeada desdeñosa de arriba aba-
que pensativo del .desafío, a u n m e d i a n o j o , q u e redobló eí coraje del señor de
trole al sitio q u e señalaba el billete. Iscar, y después de h a b e r l e m i r a d o m u y
No había dado a p e n a s la h o r a cuan- despacio, le dijo :
to el enojado h e r m a n o de Leonor le — M u c h a gana tenéis de pelear, se-
vio con m u c h o contento que venía a lo ñor desconocido, a lo que parece. /.Te-
tejos en u n poderoso caballo brillan té- néis alguna dificultad en d a r m e a co-
lenle armado, con m u e s t r a triste, a u n - nocer vuestro n o m b r e , o quizá sois ca-
que animosa y guerrera. Su alta esta- ! hallero novel y a ú n n o lo h a b é i s h e -
tura v ancha espalda parecían darle ven- cho b u e n o ni conocido?
laja sobre su contrario, que, a u n q u e ro- —Mejor q u e el tuyo rail veces—re-
busto y vigoroso, era m á s p e q u e ñ o de puso H e r n a n d o fijando en él dos lla-
cuerpo y de formas menos atíéticas. Su m a s , q u e tal parecían sus ojos al tra-
caballo, negro como el a z a b a c h e , era vés de las b a r r a s de la visera—. Mejos
también más ancho y de más alzada, q u e el tuyo, y m e extraña que p r e g u n -
í' aunque la lanza de H e r n a n d o mes- tes m i n o m b r e cuando sabes que no es
toba bien a las claras la pujanza del uso de b u e n o s caballeros p r e g u n t a r l o
trazo que la b l a n d í a , el asta de Sancho antes de combatir.
íatdaüa marcaba a su señor por horn- —Más m e extraña a mí—replicó el
ee de fuerzas extraordinarias. .Nad'e, de Cuéllar sin alterarse—que sólo p o r
•I comparar los dos campeones vien- lograr prez o por alguna i m p r u d e n t e
t o s frente a frente, h u b i e r a supuesto promesa hecha a t u d a m a , pues n o creo
enlaja en ninguno de ellos, p o r q u e si m e llames aquí por otro motivo, arries-
tan imponía el h e r c ú l e o continente y gues tu vida conmigo en sitio tan soli-
!r
ave mole del señor de Cuéllar, el tario, a n o ser que estés loco o trates
^embarazo, soltura y agilidad de Her- de q u e d a r delante de gentes avergon-
e d o podían suplir por su falta de zado de tu vencimiento.
^erz'i= y de estatura, siendo igual el —Saldaña—gritó Hernando—•, lanza
a|
°r de entrambos, igual su e d a d , y en ristre y ahorremos p a l a b r a s , q u e don-
;
ando este último p a r t i c u l a r m e n t e de- de están les manos n o h a y p a r a qué
**o de pelear. servirse de la lengua. Sólo exijo por

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;374 OBRAS COMPLETAS DÉ DON JOSÉ DE ESPROIVCEDA

condición q u e el vencido Ka de decla- saltó al a i r e en m i l astillas, y el cabal)


rar la v e r d a d de lo que se le p r e g u n t a r e . de Saldaña, que con dificultad rmJ
—Inútil rae"parece esa condición—res- sostener el choque, cejó, cayendo d 08
p o n d i ó Saldaña desdeñosamente—-, por- tres veces del c u a r t o trasero sin p 0( j
q u e tú serás el vencido y yo n o tengo apenas tenerse, a u n q u e esto no evif
liada q u e p r e g u n t a r l e . que su amo rompiese con la punta fl
" — O t r a tengo t a m b i é n q u e p e d i r t e su lanza la visera de su enemigo ¿ P
—repuso el de Iscar—, y es q u e nos des- jándole t a n trastornado y aturdido
armemos las platas y ofrezcamos a los estuvo a p i q u e d e caer en tierra.
golpes el corazón. ¿ T e parece m e j o r q u e Quedó entonces H e r n a n d o a cara des
lá o t r a ? cubierta delante de Saldaña, el rostro
—Sin duda—respondió el de Cuéllar encendido como fuego, y lanzando so-
con su a c o s t u m b r a d a c a l m a — ; así des- b r e él con los ojos rayos de ira, dispo.
p a c h a r e m o s más pronto y el golpe será níéndose a volver su caballo y 3. llevar
más seguro. adelante su desafío. P e r o el de Cuéllar
que al p u n t o q u e le vio le hubo cono'
Y diciendo y n a c i e n d o se aflojaron cido, enderezó la lanza y la afirmó en
e n t r a m b o s las lazadas de sus a r m a d u - la cuja, p i d i é n d o l e q u e se detuviera y
ras, dejando descubierto el lado iz- acercándose a él al paso de su trotón.
q u i e r d o , y a r r o j a r o n al suelo las piezas
q u e lo c u b r í a n . H e c h o esto, caló vise- — ¡ H e r n a n d o ! — l e dijo con muestras
ra Saldaña, e m b r a z a r o n a m b o s los es- de p e s a d u m b r e — , ¿y eras tú el que me
p r o p o r c i o n a b a s nueva ocasión para co-
cudos, y volviendo sus caballos a u n
meter un crimen?
m i s m o t i e m p o con maravillosa presteza
t o m a r o n p a r t e del c a m p o , y puestos a — ¡ Vil h i p ó c r i t a í —le respondió el de
igual distancia, sin aguardar otra señal Iscar, más encolerizado q u e nunca—.
q u e la de su deseo, arrancaron el u n o ¿ Q u é llamas íú u n c r i m e n , tú, para
contra el otro lanza en ristre a toda la quien nada h a y que sea sagrado en el
violencia de la c a r r e r a , envueltos en m u n d o ; t ú , despreciado!' de la religión,
u n a n u b e de polvo. Llegaron u n o j u n t o t r a i d o r , r o b a d o r de m i honra... vuelve,
a otro sin detenerse, y se pasaron de vuelve a enristrar la lanza, que por
claro, h a b i e n d o apenas la lanza del d e Santiago, si IÍO fuera vergüenza mía, no
Cuéllar r o z a d o en el brazo derecho de h a b í a de a g u a r d a r a q u e te defendieras
H e r n a n d o , y tocando acaso la de éste p a r a enviarte al infierno, sino que asi-
en el muslo de su enemigo. Siguieron mismo te h a b í a de atravesar mil veces el
corriendo con el mismo í m p e t u hasta corazón.
llegar a cierta distancia, d o n d e p a r a r o n ,—Sosiégate, Hernando—repujo Sal
y a r r e m e t i e n d o segunda vez se desva- d a ñ a , con t r a n q u i l i d a d — , sosiégate y
necieron de sus puestos con la rapidez; óyeme...
del rayo y la lanza b a j a a m e n a z a n d o — N a d a tengo q u e oír de tí—inte-
hacerse p e d a z o s . Este segundo encuen- r r u m p i ó el de Iscar—, n i nada tienes
t r o fue más acertado que el p r i m e r o y que hacer sino defenderte y preparara
ventajoso p a r a el de Cuéllar, q u e , en- a morir.
c o n t r a n d o el h o m b r o d e r e c h o d e su
—Óyeme - r e p l i c ó el de Cuéllar con
enemigo, caló el h i e r r o de la l a n z a en-
aire hipócrita—y dime, ¿qué te he i»*"
t r e la q u e b r a n t a d a a r m a d u r a , hirién-
cho yo? ¿ Q u é agravio has recibido
dole l i g e r a m e n t e , y le hizo b a m b o l e a r
de m í ?
en la silla, p o r q u e habiéndose enca- — ¡ Infame 1 -—interrumpió Hernando
b r i t a d o el caballo de H e r n a n d o al reci-
segunda vez—. ¿Tienes valor para P^j
b i r el golpe, h u b o menester su señor g u n t a r m e q u é has h e c h o , mal caballero-
d e toda su h a b i l i d a d p a r a sostenerse.
¿ A d o n d e está m i h e r m a n a ? ¿Qul,eD
nc
P e r o la tercera vez, encontrándose h a r o b a d o sino tú? P e r o ¿para í J\
con l a m i s m a furia, fue t a l la embesti- gunto n a d a ? — a ñ a d i ó con más cólera"'
da y la cólera del de Iscar, q u e su lanza defiéndete o te m a t o .
SANCHO SALDAÑA 375

—-Todo está ya p e r d i d o , ¡Ella m e P e r o el de Iscar, cansado ya de t a n


aborrecerá!—profirió entre dientes Sal- largo combate, empezó a j u g a r de p u n -
daña—• Y yo, ¡ q u é diablos sé de tu ta, mientras el de Cuéllar, m á s forzu-
hermana!—repuso en seguida con aspe- d o , le fatigaba y acosaba a tajos y cu-
reza-—; kr n e q u e r i d o poseer, ella lia- chilladas. H a c í a ya tiempo q u e pe-
r í a hecho m i felicidad, n o te lo n i e g o ; l e a b a n y estaban h e r i d o s p o r m i l p a r -
p er o hasta el mismo infierno se h a mez- tes, sudando y íaltos de aliento, cuan-
clado p a r a ¡desbaratar mis p l a n e s . . . do de relíente Saldaría, a r r o j á n d o s e so-
pero... yo no quería d e s h o n r a r t e . . . te- b r e H e r n a n d o , le tiró a m a n t e n i e n t e u n
jjía intenciones de casarme con ella, y golpe t a l sobre la cabeza, que dividió
n 0 creo... el yelmo en dos p a r t e s , y e c h a n d o u n
—Acuérdate de lo q u e te dijo m i pa- río de sangre por ojos, orejas y nari-
Jre, que nunca mí sangre se mezcla- ces, le derribó en el suelo sin movi-
ría con la tuya—replicó H e r n a n d o — ; miento.
jio, nunca, yo lo j u r o , a u n q u e m e fuese Quedó Sal daña en p i e , victorioso del
en ello m i vida y sea yo más vil q u e desafío, p e r o su vista empezó de allí a
el siervo más a b a t i d o , más deshonra-
poco a desvanecerse; quedó inmóvil,
Jo que u n c o b a r d e , y m e vea despre-
apoyándose sobre la cruz de la espa-
ciado y escupido del m á s villano, si tal
d a : sus m i e m b r o s se estremecieron, in-
consiento j a m á s . D i , t r a i d o r , ¿ d ó n d e
clinó l e n t a m e n t e el cuerpo hacia ade-
p;rá mi h e r m a n a ?
l a n t e , dofcló las rodillas, hizo dos o tres
—Te h e dicho q u e yo n o sé—respon- esfuerzos inútiles p a r a llegar hasta su
dió Saldarla—, y te j u r o p o r m í h o n o r . . . caballo, y, d a n d o u n suspiro, cayó en
—¿Lo tienes t ú a c a s o ? — i n t e r r u m p i ó tierra cubierto todo de sangre y priva-
el de I s c a r — ; defiéndete o te declaro do, por último, de sentido.
por cobarde y hago l l a m a r mis más vi-
El suelo estaba lleno a l r e d e d o r d e
les criados p a r a q u e te m a t e n a palos. |
ellos de piezas de sus a r m a s , esparci-
— ¡ H e r n a n d o ! — d i j o entonces Salda- [ das acá y allá e n la fuga d e la b a t a -
ña, mirándole torvamente y rechinan- lla ; la lanza q u e Saldaña h a b í a deja-
do los dientes—, Sólo a tu h e r m a n a de- do p a r a echar pie a tierra c i m b r a b a
bes no estar ya tendido a mis pies en clavada de p u n t a a u n lado del c a m p o ;
pago de tus insultos. Sí—continuó con el aire mecía acaso las p l u m a s q u e ha-
desesperación—, sólo al t e m o r d e que bían saltado d e los abollados cascos, y
Leonor m e aborrezca si ve eu mis ar-
los caballos, sueltos p o r el c a m p o , se
mas la sangre m i s m a de su h e r m a n o .
e n t r e g a b a n a toda la alegría q u e ins-
Pero ya, ¿ q u é i m p o r t a ? ¿ N o soy ya
pira la libertad, mientras sus amos, ten-
aborrecible a sus ojos y a los de t o d o
didos u n o frente d e otro, envueltos en
el mundo? P u e s ven y luchemos hasta
sangre, yacían inmóviles, m i d i e n d o el
<\m no quede señal de que h a y a existi-
do ninguno. c a m p o con sus espaldas. E l de Iscar,
yerto, a l parecer, sin respiración, cu-
Diciendo así echó pie a tierra de su bierto el rostro d e sangre y r e s t a ñ a d o
aballo, trémulo de furor, y h a b i e n d o en ella el cabello, tenía los ojos a ú n
invitado a H e r n a n d o p a r a que hiciese entreabiertos, la espada en la m a n o de-
lo mismo, se a r r o j a r o n los dos al suelo
recha a toda la extensión del brazo y
a un tiempo, y echando m a n o a la es-
la p a h u a d e la i z q u i e r d a , abierta, posa-
parla uno y o t r o , se acometieron con
da sobre la c a b e z a ; el de Cuéllar, c o m o
"iás furia y m á s e m p u j e q u e n u n c a .
u n torreón caído, ocupaba más espacio,
Voló al p r i m e r golpe en dos pedazos
e tendido sobre el lado derecho, cubierto
' e=cudo de*l señor de Cuéllar, q u e abo-
el rostro con la visera, levantando el
lló de un revés el casco de su c o n t r a r i o ,
y tirándose algunos golpes m á s , q u e pecho a intervalos con fatiga, d o n d e
^abaron de deshacer m u t u a m e n t e sus mostraba u n a a n c h a h e r i d a poco más
"maduras. abajo del h o m b r o , sobre el corazón, q u e
376 OBRAS COMPLETAS DE' DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

a b r í a y cerraba sus 'labios a r r o j a n d o u n Marruecos q u e si le viera paseánd


caño de sangre a cada respiración. en u n a feria. E n fin, cómo ha ¿ e
E n este t i e m p o , llenos de i n q u i e t u d allá v e r e m o s ; adelante, muchachos '
en uno y otro castillo, especialmente h a y que e m b o b a r s e .
en Iscar, el fiel Ñ u ñ o y el a d a m a d o Así, sin dejar de h a b l a r , cuidadoso
J i m e n o , al ver la tardanza de sus se- metiendo prisa, atravesaba entonces 1
ñores, ya h a b í a n m o n t a d o a caballo y , bosque, desesperado de no poder com
seguidos de algunos soldados, se enca- la legua q u e le q u e d a b a con la 1¡„
m i n a b a n con m u c h a prisa al sitio de reza del pensamiento.
la batalla. Venía Ñ u ñ o con u n triste J i m e n o , por su p a r t e , aunque má
presentimiento de la suerte de su se- cuidadoso de parecer bien que de ]
ñ o r ; pero n o queriendo dar su b r a z o q u e h a b í a sucedido a su a m o , no deiaha
a torcer n i aun a sí m i s m o , todo se le t a m b i é n de aligerar el paso, aunque Sll3
volvía buscar razones para explicar la reflexiones to:naban m u y distinto vuelo
causa de su r e t a r d o . D a n d o prisa a les q u e las de Ñ u ñ o .
que le seguían y al mismo tiempo ha- P e r o todas estas disposiciones Jlu.
b l a n d o como tenía de c o s t u m b r e , i b a biesen sido tardías y de n a d a habrían
respondiendo a las preguntas q u e estes valido a los caballeros, en particular a
le h a c í a n , m a n d á n d o l e s sin cesar que Saldaña, q u e por instantes se desaliara-
callaran, siendo él, más que n a d i e , la ba, y a quien h u b i e r a n hallado muerto
causa de que siguiera la conversación. sin d u d a , si el cielo no les hubiese de.
—-Ya os h e dicho—decía—que agui- p a r a d o u n socorro m á s eficaz que cuan-
jéis y no m e preguntéis m á s ; vamos, tos podían a g u a r d a r de sus esculleres.
¿ q u é diablos tenéis, que n o parece sino U n a m u j e r cubierta toda de una es-
q u e habéis puesto u n a a r r o b a de h i e r r o pecie de dominó negro, o de hábito con
a esos caballos en cada casco? ¡Cómo c a p u c h a , teniéndola echada en este mo-
h a d e s e r ! El a m o , sin d u d a , se h a b r á m e n t o hacia atrás, estaba de rodillas
detenido a componer alguna pieza de j u n t o a Sal-daña, deteniendo la sangre
su a r m a d u r a , y, a d e m á s , ¿ q u é se os con u n lienzo blanco como la nieve, y
i m p o r t a a vosotros? ; cuando no h a vuel- le h a b í a levantado la visera y quitado
to, t e n d r á que hacer. Cuántas veces su- el casco p a r a desahogarle. Su rostro pá-
cede que se le cae u n a h e r r a d u r a a u n lido, y rnás ajado p e r el dolor y la
caballo y tiene u n h o m b r e q u e echar penitencia que p o r los años, pues no
pie a tierra y... t o m a , y otros m i l per- parecía tener a r r i b a de veintidós, tenía
cances; vamos, ¿por q u é no andáis al u n no sé q u é tan angelic-l y amoroso,
trote?, ¡ v i v o ! , que no parece sino que que cautivaba y e n a m o r a b a con sus ter-
tenéis que pararos para h a b l a r . E n di- n u r a s . P e r o el sentimiento que inspi-
ciendo que os da p o r charlar parecéis r a b a era más dulce y respetuoso que
u n a tarabilla. Lo q u e más m e alegro es a r d i e n t e y apasionado, porque sin duda
que no h a y a venido el Cantor a inte- los pasatiempos de aquella joven no
rrumpirme y a fastidkrme. El pobre eran de este m u n d o , y su alma ya ha-
q u e r í a venir, pero yo n o lo h e d e j a d o ; b i t a b a en las celestiales mansiones de
está lleno de cuidado por Don H e r n a n - la paz y de la eterna felicidad.
d o . . . P e r o sí, b u e n cuidado h a y q u e te- Su languidez, la t e r n u r a , el corte ova-
ner ; el n i ñ o no sabe a n d a r solo... En- lado de su semblante y, sobre todo, el
t r e todos cuantos calzan espuela no h a y velo místico, la mágica r u b e que l ,ní ' ia
u n o más animoso que él n i que sepa i m a g i n a r q u e la rodeaba, habría hecho
m e j o r a r r e n d a r u n caballo. Y . . . ¿ q u i é n doblar la rodilla al m á s profano y ado-
sabe?... tal vez... ¡ p e r o q u é ! , el que r a r l a como u n a divinidad. Todo par*''
no le conozca como yo puede p e n í a r lo cía ya t r i b u t a r l a el homenaje q« e w C '
q u e q u i e r a , pero y o . . . Sí, lo mismo le r e c i a : el a i r e mecía blandamente su»
viera yo peleando con tres de los m i l abandonados rizos, mientras que el ¿o •
jinete9 africanos que trajo el rey de reflejando allí sus rayos, doraba sus ca-

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SANCHO SALDÁÑA 377

• e](os de un color de oro suave y pa- U n suspiro q u e exhaló Saldaba e n


c r 3 coronarla con Ja aureola cíe los este m o m e n t o i n t e r r u m p i ó sus p a l a b r a s .
habitantes del paraíso. Tenía los ojos Y volviendo a m i r a r l e , le vio abrir y
¿jilcemente fijos en el m o r i b u n d o se- cerrar los o j o s ; aflojar los dientes y
¡¡0r ¿e Cuéllar, y a cada i n s ' a n t e acer- mover apenas un b r a z o , .señales todas
caba sus labios a los suyos para reco- de m e j o r í a , y q u e hicieron florecer u n a
cí- su aliento, pulsándole y registran» sonrisa de esperanza en los labios de la
j]0]e las heridas, sin dejar p o r eso de desconocida. H e r n a n d o hizo t a m b i é n
aClHJir a H e r n a n d o de tiempo en tiem- algún movimiento que le obligó a acer-
po, a <TlTien h a b í a lavado ya el rostro carse a m i r a r l e , y a b r i e n d o después los
con e ' a g l i a fresca del r í o , pero sin q u e ojos volvió en sí, p e r s u a d i d o en el deli-
n¡ i; no ni oiro diesen muestras de vol- rio de su imaginación q u e estaba aiín
ver en sí, no dando más señal de vida combatiéndose con Sal daña,
p e en su angustiada respiración. E l — ¡ H i p ó c r i t a ! — d e c í a en voz tan aho-
roí tro de H e r n a n d o estaba m o r a d o co- gada que apenas se le entendía—, de-
mo i líl li^ío) con. algunas manchas ne- fiéndete... te daré la vida si m e con»
„r¡!; ele la sangre q u e allí se le h a b í a fiesas a d o n d e has oculíado a mi h e r m a -
a»olpíic!o, y Sancho Saldaría, p á l i d o na.., ¿ L l o r a ? . . . ¿ N o la oyes? ¡ A h ! , ya
contó un cadáver, tenía aún fruncido está a q u í , ya, ya la libré de ese mise-
f] entrecejo, los ojos abiertos y el labio r a b l e . ¡ P o b r e L e o n o r ! ..
'interior cogido entre los dientes, mos- La desconocida parecía enternecerse a
iranílo la ira que les insultos de su cada p a l a b r a de H e r n a n d o , q u e , vién-
contrario h a b í a n encendido en stj co- dola a su lado, la había t o m a d o por su
razón . h e r m a n a y .se regocijaba de verla.
La hermosa desconocida, tan p r o n t o — N o , H e r n a n d o — l e respondió la da-
auxiliando a u n o , t a n pronto a o t r o , si m a cuidadosa de su s a l u d — ; yo no
acaso maní [estaba m á s amor a Salda- soy t u h e r m a n a , p e r o p u e d e s vivir tran-
ña, nc t e m a b a menos íiilerés por el te- quilo ; Leonor está segura y l i b r e d e
íior de Iscar, cuidando a entrambos con sus enemigos. No t a r d a r á s en vería a
la misma p i e d a d y la t e r n u r a misma tu lado.
que si viese a su h e r m a n o en cada u n o — ¡ Á h ! — e x c l a m ó H e r n a n d o , hacien-
¿e ellos. Ya les h a b í a dado los soco- do u n esfuerzo p a r a levantarse, q u e n o
rros más necesarios, y sentándose j u n t o p u d o lograr, y arrodillarse delante d e
I a Saldañ-a, m i e n t r a s íe arreglaba u n e l l a — ; tú, ángel del cielo, tú que has
nuevo vendaje, dijo, m i r á n d o l e (t :i bajado para d a r esperanza a mi cora-
[ cariño: zón, ú lees cu el de los h o m b r e s , ve-
¡ —Gracias doy al cielo, q u e m e h a en- rás en el m í o q u e el deseo ,a:.á¿! noble
viado aquí para l i b r a r t e de la m u e r t e y más digno de u n caballero m e lia mev»
«le! pecador. ¡ E n qué estado ibas a j>re- vido a buscarla, j u n t a m e n t e con la
sen lar te en. el t r i b u n a l de Dios! ¡Les amistad d e un. h e r m a n o , H a b l a , d i ,
penas eternas íe a g u a r d a b a n presentán- ¿ d ó n d e está?
dote así, lleno de crímenes, impeniten- I b a a responderle la desconocida cuan-
te- Mil maldiciones te seguían» cuyos d o , sintiendo t r o p e l de caballos que se
impreca dores h u b i e r a n ido allí t a m b i é n acercaba, se levantó de r e p e n t e , y cu-
Para acriminarle. N o . yo n o ; muchos briéndose el rostro con. la c a p u r h a , hu-
bravios me lias h e c h o , mucho mal m e yó p r o n t a m e n t e a esconderse e u í r s los
^s causado: p e r o n u n c a te h e m a l d e - pinares.
Cl
ao: al contrario, & pesar del m a l tra- — I d , seguidla—gritó H e r n a n d o a 3i-
to
que he recibido de tí, a pesar de m e n o , que se a c e r c a b a — ; ella sabe a
l0(
to, todo te lo h e perdonado-, p o r q u e d ó n d e está Leonor.
a
> fin harías maldiciones te h a n atraído —-¿Quién?—dijo el paje—-; este h o m .
j ^ desaciertos. Yo no he hecho sino b r e está delirando-
''orarlos. -—Sí, allí va—exclamó el viejo I h i a r -
378 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

t e persignándose l i g e r a m e n t e — . j Es la marse h a b i t á n d o l a cuerpos vivos


m a g a ! ¡ Ya desapareció ! b a b a que quien la había elegido en P
Llegó ?\uño de allí a im m o m e n t o , tiempo p o r su m o r a d a m i r a b a p OCo
y h a b i e n d o a m b a s tropas héchase car- las comodidades del m u n d o y sólo n
go de sus señores, los acomodaron en saba en la salud del alma y en e i
uxtas andas que t r a í a n p r e p a r a d a s p a r a tiro. Un crucifijo de madera grose
el efecto y paso a paso dieron la vuelta m e n t e t r a b a j a d o estaba con dos cía
cada cual a su fortaleza. sostenido de la p a r e d ; delante d e ¿i S
a sus pies, venía a p a r a r una lámn,'
que p e n d í a por u n a cuerda del techo
CAPITULO XI a todas horas mezclaba su moribund
luz con la que escasamente el día
Mas ¡hay de aquel que hasta en el santo n e j a b a en aquella estancia. Una pi] a .1.
de la virtud arrastra la cadena, [asilo !
agua b e n d i t a en u n ángulo de la D¿.
la pesada cadena con que el mundo
oprime a sus esclavos. veda, unas disciplinas salpicadas de
Jovellanos, sangre y u n cilicio colgados de ] a na.
r e d ; una cama 'de paja y algunos es-
Optabam esse -anathema pro fratribus meis. ceños de m a d e r a sin pulir completa-
San Pablo, «ad Rom, 9».
b a n los muebles de este ignorado asilo
del a r r e p e n t i m i e n t o . P e r o ahora tal vez
A poca distancia de la cueva de los
se notaba más cuidado y compostura en
b a n d i d o s , y b a j a n d o las riberas del Pi-
r ó n , b a b ' a h a b i d o en los siglos del el arreglo de la habitación. La cama dt
paganismo u n soberbio templo de pie- paja paree r c. más mullida y recocida
d r a , erigido sin duda por los romanos q u e de costumbre, y algunos manja-
e n honor de alguna deidad a quien ha- res, a u n q u e p o b r e s , h a r t o lujosos para
Jbían consagrado a a u e l sitio. El furor quien se m a n t i e n e de lágrimas y dt-
de los siglos, y acaso ia m a n o del hom- ayunos, daban a conocer que la perso-
.bre, más ¿e3i:ructor.a que la del t i e n r na dueña de aquel recinto había reci-
p e , había ido poco a poco demoliendo b i d o u n huésped a quien trataba de
este m o n u m e n t o de la grandeza de aque- festejar.
llos conquistadores, y en la época de E n efecto, la maga, como la llamaban
es la historia nc q u e d a b a n ya otros ves-
en las cercanías, no había descuidado
tigios aparentes q u e algunas piedras
nada de lo que estaba a su alcance y
cubiertas de jnusgo, alguna columna
que pudiera en algún modo aminorar
roía u otra infeliz m u e s t r a de su anti-
la molestia y pobreza de su mansión.
gua magnificencia. Una p a r í e de él,
A q u í fue donde Leonor, siguiendo h»
sin duda en algún t e r r e m o t o , se había
h u n d i d o debajo de tierra, h a b i e n d o des- pasos de su misteriosa conductora y obe-
aparecido de m o d o que n a d i e h a b r í a deciéndola, más p o r terror que lleva-
podiedo sospechar siquiera que entre da de su voluntad, llegó la noche que
aquellos escombros, mansión al parecer en medio de la t o r m e n t a la libertó de
ú n i c a m e n t e de i n m u n d o s insectos, es- manos de los bandidos. Ellas fueron las
tuviera oculta una habitación capaz bas- q u e , pasando j u n t o a JNuño, le hicieron
t a n t e p a r a servir de abrigo a algunos creer que era el guía que había desapa-
h o m b r e s en caso de necesidad. P e r o u n a recido, y Leonor, cerca de su fiel va-
p i e d r a fácil de remover daba entrada sallo sin saberlo, fue tomada en Ia
a u n arco oscuro que debajo de tierra imaginación de éste, a tiempo que tre"
t o r t u o s a m e n t e se prolongaba hasta lle- p a b a con la maga a la altura donde fe-
gar a u n a espaciosa bóveda octangular, t a b a la entrada de su retiro, por eI
asilo ta'l vez en otros tiempos de algún cuerpo del halconero volando a toda
religioso h e r m i t a ñ o , y no tan a b a n d o n a - prisa camino de los infiernos.
da a h o r a que no se conociese q u e ser- I b a Leonor demasiado sobresalta!»
vía a ú n de lo m i s m o . Con t o d o , el ador- para p r e g u n t a r n a d a a su conductora»)
n o de esta s e p u l t u r a , si tal p u e d e lla- cuando entraron en la bóveda, los o'*
SANCHO SALDAÑA
379
gentes sucesos del día, el susto pasa- allí sepultada, pensó un m o m e n t o q u e
jo la duda de su situación y el m i e d o todo aquello era u n sueño o u n capri-
¿e aquel espantoso espectro, cuya des- cho de su fantasía. P e r o aclarándose
0}líi.da m a n o , iría como la losa de un poco a poco sus ideas, empezó a re-
jeptilcro, tenía asida fuertemente la cordar una Eras otra cada u n a de sus
jU ya, o p r i m i e n d o su corazón a u n tiem- desventuras, y completando el c u a d r o
po, ¿e rao do que no p u d i e n d o llorar de todas ellas, recordó, no sin t e m o r , la
jjj respirar siquiera, fijó en ella los tormenta, la pavorosa fantasma, y re-
0 j 0 s con espanto a la débil luz de la conoció la l á m p a r a a cuya luz la ha-
lámpara, dio u n suspiro y cayó des- bía visto en aquella m i s m a caverna poco
mayada sobre el escaño donde le hacía antes de desmayarse.
c l i e Ee
señas í sentara. T a n t a s sensaciones Esta última reflexión no p u d o xr.enos
crueles, tantos sustos, debilitaron sus de horrorizarla, p e n s a n d o en que aque-
fuerzas!, encendieron su imaginación, y lla visión infernal vivía con ella, y que
a afligida dama, asaltada de una í i e b r e era sin d u d a su vínica c o m p a ñ e r a ; p e r o ,
i r ¿iente, h a b í a pasado en u n continuo i a despecho de su p r e o c u p a c i ó n , la vi¿ta
delirio los días en que t a n t o Saldaña del crucifijo y de los dos instrumentos
corno su h e r m a n o h a b í a n suspirado por de p e n i t e n c i a : el cilicio y la discipli-
e]la; buscándola con tanta ansia, a u n q u e na, asegurándola de sus temores, la hi-
por tan diferentes motivos. P e r o la P r o - cieron t o m a r nueva esperanza, pensan-
videncia, lejos de a b a n d o n a r l a , no con- do q u e , cualquiera que pudiese ser la
tenta con h a b e r l a p r o p o r c i o n a d o u n a persona que allí vivía, sus sentimientos
lan milagrosa l i b e r t a d o r a , hizo q u e ha- eran religiosos, y q u e ya no la h a r í a
llare en aquella misma fantasma, que n i n g ú n m a l quien la había tenido tanto
[ija en su m e m o r i a le a t e r r a b a aún en tiempo sin hacérselo en su p o d e r .
medio d e su delirio, la enfermera más — ¿ Q u é m i e d o p u e d o tener —se de-
cariñosa. Una m a n o benéfica m e j o r ó su cía a sí misma— de quien, sin d u d a , m e
salud, suministrándola las medicinas ha cuidado en m i enfermedad y sólo
más necesarias, y más de u n a vez hirió h a tratado de h a c e r m e bien? ¿Acaso si
su oído una vos llena d e suavidad, y se esta habitación no ofrece comodidades,
le íiguró, en medio de su enajenamien- no inspira u n a santa veneración? TSo
to de espíritu, q u e h a b í a visto j u n t o a hay d u d a que fue algún ángel el q u e
sí algunas veces u n ángel que la con- m e salvó de manos de los ladrones y
solaba. tomó aquella espantosa forma sólo para
Al cabo de tres días la calentura fue aterrarlos. P e r o si fue u n a m i g o , ¿ p o r
poco a poco d i s m i n u y e n d o , se disipó la qué no ha avisado a m i h e r m a n o p a r a
confusión de su e n t e n d i m i e n t o , y Leo- que viniese o enviase algunos criados
nor, ya más t r a n q u i l a , se encontró sola que m e trasladasen de a q u í al castillo?
y acostada sobre la paja, y m i r a n d o a su Combatida de estas reflexiones, no
alrededor e x a m i n ó el cuarto donde se acertaba a decidir entre sí si era ene-
hallaba. migo o amigo su l i b e r t a d o r , ya afli-
La luz de la l á m p a r a , la vista del giéndose, ya consolándose, t e r m i n a n d o
crucifijo y la oscuridad de la bóveda sólo sus incertidumbres y calmándolas
no dejaron de sorprenderla por u n m o - de algún m o d o el pensamiento de que
mento, y olvidada de cuanto le h a b í a al cabo no se h a l l a b a en p o d e r de un
sucedido, y n o p u d i é n d o s e dar razón de i m p í o , enemigo de su religión. Alzó su
cómo había venido a a q u e l sitio, casi m e n t e a Dios, y después de h a b e r s e
estuvo por creer q u e h a b í a m u e r t o ya conformado devotamente con su volun-
para el m u n d o y la h a b í a n e n t e r r a d o en tad, empezó de nuevo la curiosidad a
vida. Miróse a sí misma con a s o m b r o , punzarla cada vez m á s , deseosa d e sa-
refregándose los ojos y tentándose p o r ber quién era el dueño ele aquella estan-
«i dormía, y como p o r más que hacía cia tan triste.
n
o podía adivinar cómo se e n c o n t r a b a — D a r í a — d i j o — n o sé q u é por saber

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380 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

a quién tengo que agradecer el cui- hasta el fin de mis días, y no


dado que de m í h a tenido. a nadie que te h e conocido, ni
aun
Y levantándose y registrando a ü n m i mismo h e r m a n o . ¿O has comerJ*
lado y o t r o , no vio más salida q u e u n algún crimen y temes por eso decir
arco m e d i o h u n d i d o a u n íado de la cómo te llamas?
habitación, p e r o t a n oscuro y a m e n a - —Mis faltas —respondió la {am
zraido r u i n a de tal m a n e r a , que no se m a — h a n sido sólo para con Dios
atrevió a aventurarse por aquel cami- b o n d a d sin duda m e las perdonará
n o . Llegó con todo dos o tres veces mi- n i n g ú n ser en el m u n d o puede qii
r a n d o con curiosidad y retirándose con jarse de m í . Llubo u n tiempo, Leono
espanto, temerosa de hallar con el es- en q u e la vanidad agitaba mi corazón'
pectro aterrador q u e allí le había con- en q u e p u d e p a g a r m e de la herinosu!
ducido, y que ella se figuraba ver en ra de m i c u e r p o , y descuidé acaso ] a
cada sombra q u e o n d u l a b a al reflejo de mi a l m a ; pero este no es un pecada
t r é m u l o de la l á m p a r a . P o r ú l t i m o , ima- p a r a con el m u n d o . Mi n o m b r e fue i] Us .
ginó que veía u n a figura negra q u e se t r e , y yo fundé i m p í a m e n t e mi oWu
acercaba, cerró los ojos, volvió a abrir- en el valor de mis ascendientes, sin fun-
los, y creyéndola ya más cerca h u y ó de darlo en mis méritos p a r a con Dios-
allí al m o m e n t o , y sin volver la cabeza pero hace ya tres años q u e mi mansión
atrás de m i e d o , se arrodilló t e m b l a n d o es ignorada del h o m b r e como la tma.
delante del crucifijo. r i d a del l o b o ; q u e h e ocultado mi ros-
Hacía u n rato q u e estaba así c u a n d o , tro como el vergonzoso; mis días pasan
repuesta de su t e m o r y d a n d o por u n a en la penitencia y en la meditación, y
ilusión la figura que la h a b í a asustado, h e a r r a n c a d o mi pensamiento de la
volvió la cara y halló detrás de sí, en tierra y despreciado las comodidades
píe, inmóvil, eí bulto negro. Estreme- q u e mis riquezas m e prometían para
cióse al verle sobrecogida; pero volvien- elevar aquél únicamente a Dios y trocar
do a mirarle creyó que ya otra vez éstas por las eternas. Desde entonces
le halr'a visto y q u e debajo de aquella t ú y todos los amigos del mundo me
almalafa negra iba encubierta la misma h a n olvidado, y yo h e muerto para
m u j e r que le h a b í a anunciado su pe- ellos en m i soledad.
ligro el día de la caza j u n t o al monas- La unción religiosa de su discurso, su
terio. Esta idea le hizo cobrar ánimo, y i m p o n e n t e presencia y la majestad me-
levantándose le p r e g u n t ó : lancólica de sus palabras inspiraron lal
respeto en Leonor, que de haberla
—-¿Quién eres tú q u e parece que te
creído poco antes u n espíritu del in-
deleitas en asustarme?
fierno, pasó a imaginarse que estaba
—Soy •—le respondió la misma voz delante de u n a santa, a quien sólo fal-
dulce que entonces la sorprendió tan- taba m o r i r p a r a ir a sentarse en el pa-
t o — el i n s t r u m e n t o de q u e Dios se h a raíso. Postróse ante ella, y quizá le hu-
servido para libertarte a ti y estorbar biese t r i b u t a d o adoración si la maga,
u n crimen al pecador. No temas nada levantándola con dulzura, no la hubiese
de m í , pues yo sólo, cumpliendo con hecho avergonzarse de su intención.
la voluntad del Señor, h e t r a t a d o y —Álzate de a h í , Leonor •—le d¡jo—,
trato de hacerte b i e n : soy la que va yo soy u n a pecadora como tú, y para
no es conocida en el m u n d o , y la que que te desengañes y veas que no hay
tú has olvidado en tu corazón, otro misterio q u e el que me fuerza a
— ¿ P o r q u é usas conmigo tanto mis- g u a r d a r u n voto h e c h o por la salvación
terio? -—le preguntó Leonor con algo del alma de u n h o m b r e , a u n no saciado
más ánimo—-. Si t u n o m b r e m e es co- de sus delitos, m í r a m e b i e n y reconó-
nocido, ¿ p o r que me lo ocultas? ¿ P o r ceme de u n a vez.
q u é m e escondes tu rostro? Si temes Diciendo esto se echó atrás la capU"
que lo declare en el m u n d o , yo t e j u r o cha q u e le t a p a b a el rostro y qu«d0
por la h o n r a de m i linaje de callarlo descubierta delante de ella.
SANCHO SALDAÑA 331
^-¿No m e conoces? —prosigió, vien - infancia; m e h e descubierto a t i ; he
i que Leonor la m i r a b a atónita sin permitido que m e abrazaras, no por-
.Ajarle ni r e c o r d a r su fisonomía—; que no conozca q u e h e pecado faltan-
j g años hace que no nos vemos. ¿Es do al voto que contraje delante de los
.¡¡ble que ya no te acuerdes de Elvira altares... Dios m e p e r d o n a r á ; yo ya no
L Saldafia, la h e r m a n a de Sancho Sal- podía c o n t e n e r m e .
via, o, por m e j o r decir, la c o m p a ñ e r a Atónita, Leonor h a b í a contemplado
¡e tu niñez? la fisonomía de Elvira m i e n t r a s habla-
_ ¡ E l v i r a m í a ! ¿Eres tú? —exclamó b a , - y sus ojos, brillantes con la luz de
l^eonor, loca de alegría de h a b e r halla- la inspiración, su semblante majestuoso,
jo u na amiga en su l i b e r t a d o r a , eehán- y en que reflejaban al m i s m o t i e m p o
ilola los brazos al cuello p a r a estrechar- u n o p o r u n o los distintos afectos que
la eii su corazón. en su alma se combatían, la h a b í a n
Elvira la m i r ó con cariño, dejándose sorprendido de m o d o que la alegría del
¡braza1' de su a m i g a ; p e r o sus ojos ma- p r i m e r m o m e n t o se trocó en u n respeto
nifestaban la tristeza, y con los brazos místico hacia su amiga. Con todo, las
caídos no la devolvió ninguna de sus últimas palabras volvieron a despertar
caricias. en su corazón los sentimientos de la
—Retírate, Leonor —la dijo con sen- amistad, y el enajenamiento con que
timiento, separándola con entereza—, y Elvira las h a b í a p r o n u n c i a d o le inspiró
no Itagas con tus extremos que renazca el dulce deseo d e t r a n q u i l i z a r l a .
en un corazón entregado e n t e r a m e n t e a —No sé—le r e s p o n d i ó — q u é votos son
[)ios ningún sentimiento m u n d a n o . los que te obligan a ocultarte y vivir
— ;Tú m e arrojas de t i ! —exclamó sola en esta especie d e s e p u l t u r a ; p e r o ,
l/ojior sorprendida—. ¿ N o eres ya mi pues Dios p e r m i t e q u e en tu corazón
árnica? ¿No m e amas ya, o acaso la abrigues aiín u n resto de t e r n u r a hacia
enemistad de nuestros h e r m a n o s ha ha- tus amigos y a l g ú n dulce recuerdo de
llado también cabida en tu corazón? lo q u e hizo en otro t i e m p o tu dicha,
—La amistad y la enemistad de los ¿por qué temes entregarte a sensaciones
hombres —repuso Elvira con solemne y ,'an inocentes? H e oído decir a los sacer-
religioso a d e m á n — , sus odios, sus pa- dotes q u e Dios nos deja ese consuelo
ilones, las sensaciones profanas de la en todas nuestras adversidades.
ternura, n u n c a h a b i t a r o n en el a l m a — E l único consuelo d e l santo •—repu-
que se alimenta sólo de las dulzuras es- so Elvira r e c o b r a n d o su tono imponen-
pirituales, y que ya en la tierra se des- te— J e b e buscarlo en el Todopoderoso,
prende de su deleznable cuerpo y se y n o en los consuelos pasajeros de sen-
'leva a contemplar la imagen de su Ha» timientos terrenos, robados a la divini-
«ftnr. No que la m í a h a y a llegado a ú n d a d , en q u i e n deben e m p l e a r s e todos
• ese grado da eiajena.rJento celeste los de nuestra a l m a . P e r o t ú hablas por
M«« alia Dios las almas de sus eíe- boca de Satanás, y tus palabras afec-
•"'05; no, todavía conozco en m í la de- tuosas t r a t a n de s e d u c i r m e . Yo h e p r o -
'iiidad de la criatura —prosiguió, llena vocado la tentación con d e s c u b r i r m e a
'* emoción y sin poder contener u n a li. T u discurso es i n s p i r a d o sin d u d a
:a
?finia a su p e s a r — ; yo amo a ú n en p o r el enemigo.
''mundo; yo n o h e podido r o m p e r to- — T e protesto —replicó L e o n o r , ate-
tovía los lazos de la sangre y de la morizada de oírla—, q u e te h e habla-
"si-ítad que hicieron las delicias de m i do con inocencia, y que h e creído ha-
i^eniud; yo amo aún a m i h e r m a n o ; certe b i e n y sosegar t u conciencia di-
4Í1
° al asesino del j u s t o , del santo ciéndote Jo que creo. Yo no p u e d o ima-
""•«dote que consoló a m i p a d r e en la g i n a r m e q u e sea u n c r i m e n a m a r a mis
"0Dia de la m u e r t e ; yo te a m o a ti semejantes.
"•bien, Leonor, a ti, la amiga de m i —Amarlos en Dios, no en ellos •—ex-
382 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

clamó Elvira con fanática indigna- estremeció de j ú b i l o y los dem otl -


ción—. P e r o tú n o sabes lo que dices alargaron sus manos p a r a agarrar
•—añadió con más s u a v i d a d — : ¡y con p r e s a ; yo los oí que reían, y me W
todo es tan dulce ser a m a d o de sus se- ricé. Entonces m e postré delante* delante d"
mejantes y a m a r l o s ! Dios, oré p o r el pecador y ofrecí
Elvira quedó u n m o m e n t o suspensa, h a r m e en vida, c u b r i r mi rostroO 1

bajó los ojos y d e r r a m ó algunas lágri- | alejar de m í todas las vanidades ¿\


m a s en silencio, mientras Leonor, sen-
m u n d o para expiación de los crimen
sible a sus emociones, la correspondía
de m i h e r m a n o . Desde entonces C a m
con su llanto entre i n t i m i d a d a y enter-
bié mis galas p o r el cilicio, troqué I
necida.
b l a n d u r a de m i lecho por u n poco <]
D u r ó esta escena m u d a algunos mi- p a j a , comí las raíces de los árboles Jo*
nutos, hasta que Elvira, d o m i n a n d o su frutos silvestres y t r a t é m i cuerpo como
turbación, levantó su hermosa cabeza
a u n a n i m a l i n m u n d o . Vime odiada
con gravedad, alzó sus ojos al cielo y
maldecida de los habitantes de las cer-
exclamó :
canías, creída bruja y m i r a d a conio un
—Dios m í o , p e r d o n a d m e si a ú n doy agente de Satanás, y y o , p a r a más hu-
oídos al lenguaje de los m u n d a n o s ; per- m i l l a r m e y contener al mismo tiempo
d o n a d m e si h e cedido u n m o m e n t o a la curiosidad de las gentes con el te-
las instigaciones de m i flaca naturale-
m o r , adulé su credulidad confirmán-
za, Leonor —prosiguió, volviendo a ella
dola con m i apariencia. Porque no sólo
sus ojos cubiertos de lágrimas y mi-
p r o m e t í n o cuidar de m i fama, sino
r á n d o l a con agrado—, yo te a m o y yo
q u e t a m b i é n ofrecí exponerla a las leu.
h e pecado p o r t i . Tres años hace q u e
guas de las gentes y sufrir el oprobio
n o m e h a dirigido su voz n i n g u n a cria-
t u r a h u m a n a , r a r a vez h e visto la luz con h u m i l d a d . P e r o , ¡ a h ! , ¡cuánto me
del sol, m i única habitación en la tierra h a costado v e n c e r m e ; cuántas veces ha
es esta t u m b a ; mi a l i m e n t o , las lágri- resonado en m i oído la voz de Sata-
m a s de la penitencia; m i c a m a , el suelo: nás, que m e incitaba a faltar a mis vo-
l
el alivio de mis pesares, e l ayuno y la tos p a r a con Dios, y h e querido volver
disciplina, y Dios h a sido m i único com- al m u n d o , lisonjear m i vanidad publi-
pañero en la soledad. T a n t o tiempo des. cando m i penitencia y realzar de nuevo
t e r r a d a del m u n d o , tantas maceraciones, los dulces vínculos de la sangre y de la
n o h a n bastado aún a fortalecer m i amistad q u e r o m p í para desterrarme,
a l m a : ¡miserable vaso d e p e r d i c i ó n ! Yo destrozando m i corazón! Yo recordaba,
ofrecí delante de los altares sacrificar- a pesar mío, los p r i m e r o s días de mi
m e en vida a Dios p a r a salvar a mi her- j u v e n t u d , y mis ojos se cubrían de la-
m a n o del infierno que le a m e n a z a b a . g r i m a s : vo h a b r í a dado el resto de mi
Yo le vi, yo le veo aún sordo a la voz vida por u n m o m e n t o de consuelo, sólo
de m i p a d r e m o r i b u n d o , q u e le llama- p o r q u e la m a n o de u n semejante roio.
ba p a r a darle su ú l t i m a bendición, ne- a u n q u e fuese desconocida, hubiera en-
gándose a recibirla, embriagado en los j u g a d o u n a vez el llanto de nú amar-
deleites de su m a n c e b a , y maldiciendo I gura. El sol, q u e d e r r a m a su luz para
al siervo q u e le i n t e r r u m p í a en sus pla- todos, estaba oscurecido para mí eu esla
ceres para llamarle. Yo le vi c u a n d o , bóveda, y si acaso alguna vez vivifira-
furioso, hirviendo en toda la cólera del
b a n sus rayos mis miembros yertos y <<<"'
infierno, alzó el p u ñ a l , guiado por los
bilitados, m i vista inspiraba el terror a
demonios, y lo hincó en el corazón del
los h a b i t a n t e s de las cercanías, qU1'
sacerdote que piadosamente le repren-
h u í a n delante de m í , y no hallaba nn*
día. Yo le vi después, cubierto aún de
m i r a d a de afecto, u n a muestra siqn| er
sangre, reposarse en brazos de su Zo-
raida y oí su risa y sus carcajadas em- de lástima q u e compensase mis p r I
b o r r a c h á n d o s e en el festín. E l infierno ciones. ¡ A h ! , ¡tú no sabes cuan iül '
c u a n a m a r g o , es este aislamiento

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SANCHO SALDAÑÁ 381

«mudo, cuan triste es verse a b o r r e c i d a cias, dividiré alegremente tu cama y


sij] merecerlo! i rogaré a Dios contigo. T e n d r á s al m e -
gl sentimiento íntimo con que pro- nos un ser en eí m u n d o que te a m e y
nunció estas p a l a b r a s mostró más q u e te compadezca.
punca en este instante su agitación. Sus — ¡ L e o n o r ! — r e p u s o Elvira, apoyan»
: oS se i n u n d a r o n de lágrimas, inclinó do su frente en el h o m b r o de su a m i -
, n rostro al suelo con u n a expresión pe- ga, sin poder contener más t i e m p o los
culiar de tristeza y de santidad, y pues- impulsos de su t e r n u r a — . ; A h ! ; C u á n -
)a u na m a n o sobre el corazón, como to t i e m p o , cuánto tiempo h e pasado sin
para aliviar el dolor que la a t o r m e n - q u e una voz dulce como la tuya rega-
taba, largo t i e m p o quedó sin poder ña- lase m i corazón! ¡Cuan largos se m e
uar, i n t e r r u m p i e n d o el silencio que h a n hecho los días en mi soledad! P e r o ,
reinaba alrededor de ella sólo con sus ¡ a h ! , sólo cuando se h a n pasado días y
sollozos y sus gemidos. La soledad y la días en el desierto y en el silencio, cuan-
lobreguea de la bóveda, a l u m b r a d a ape- do se ha sido u n objeto de odio y te-
na3 por la l á m p a r a q u e ardía delante r r o r para sus semejantes, c u a n d o la -Na-
del crucifijo, y, sobre todo, el tono, ya turaleza se ha mostrado a nuestros ojos
místico y ya melancólico, que había y e r m a , sola y sin ofrecer u n árbol a
dado Elvira a sus expresiones, acalora- cuya sombra reposarse de las fatigas de
ron de tal m o d o la imaginación de Leo-
u n a larga y penosa peregrinación, sólo
nor, que sintió correr u n sudor frío por
entonces se p u e d e n valuar j u s t a m e n t e
-u cuerpo, y tuvo que arrimarse a u n
las dulzuras, las delicias de la amistad.
ángulo de la estancia p a r a sostenerse.
•Dichosos aquellos q u e sin pecar n i
Sus ojos llenos de p i e d a d se fijaron,
faltar a los votos que contrajeron pue-
por último, en su amiga, que inmóvil
den desahogar su alma en la de su a m i -
delante del crucifijo y cubierta en su
go y sentir en su corazón h e r i d o gota
almalafa negra, clavados los ojos al sue-
a gota el bálsamo suavísimo del con-
lo sin pestañear, y en su rostro pálido
s u e l o ! P e r o y o — a ñ a d i ó , e m p u j a n d o de
v desencajado reflejando acaso la amor-
sí a Leonor y como h o r r o r i z á n d o s e d e
tiguada luz de la l á m p a r a , tenía el as-
sí m i s m a — , yo h e atraído sobre m í la
pecto de u n cadáver vestida de su m o r -
taja que se h a b í a levantado de su a t a ú d . maldición de u n Dios colérico contra
En vano Leonor h a b í a t r a t a d o algunas el p e r j u r o . La amistad en m í es u n cri-
veces de i n t e r r u m p i r l a ; sus palabras se m e n ; yo h e j u r a d o olvidar el mundo,,
habían helado en su boca, dudosa si olvidarme hasta de mi existencia. ¡In-
•írviiían m á s bien p a r a a u m e n t a r su feliz ! j Infeliz! ¡ Yo h e q u e b r a n t a d o mis
dolor que p a r a aliviarlo, y en este mo- votos! ¡ A h , h e r m a n o mío 1 ¡ Yo q u e los
mento, sin saber q u é decirla, obedecía hice por ti, como si yo no tuviera n a d a
a los sentimientos que Elvira comuni- q u e r e c o n v e n i r m e ! El Señor h a casti-
c-iba a su corazón llorando con ella, sin gado m i orgullo y debilidad. ¡ Y tú t a m -
hallar otro m e d i o de consolarla. bién, Leonor, tú quieres sacrificarte p o r
m í y tomar parte en mis miserias y p e -
Duró un rato el silencio, y Leonor nitencias !... Dulce, dulcísimo sería p a r a
«forzándose, se acercó a ella, y tomán- m í , sin d u d a , tener conmigo q u i e n com-
dola una m a n o , q u e a p r e t ó cariñosa- prendiese la voz de m i corazón... Dios
mente entre las suyas, la dijo : mío, recibe benigno esta privación, la
"-Hermana mía, si las caricias de u n a más cruel q u e p u e d o i m p o n e r m e , e:o
ani! descargo de mis pecados.
£a pueden hacerte sobrellevar la car-
ia del voto que has contraído, yo no ccNo, Leonor—continuó más t r a n q u i -
8
olvidaré nunca, yo vendré a verte la, a u n q u e en su voz t r é m u l a se n o t a b a
'«dos los días y tú hallarás en m í to- su a g i t a c i ó n — ; p a r a ti sería un sacri-
,Jo
° los cariños juntos que echa de ir.e- ficio i n m e n s o ; p a r a m í , u n a culpa im-
jtos tu corazón. Yo, si es necesario para perdonable si yo consintiese con tu amis-
111
consuelo, p a r t i c i p a r é de tus peniten- t a d . Nosotras n o volveremos a vernos
384 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

m á s ; u n a casualidad fue causa que nos acercó a Leonor, que h a b í a comenm]


h a l l á r a m o s : esta bóveda no está lejos do su éxtasis en silencio.
de la cueva de los b a n d i d o s ; yo pasé — E s preciso que nos separemos-—J--
cerca de ellos aquella m a ñ a n a y los oí con el acento melancólico que daba 1
h a b l a r de mi h e r m a n o ; curiosa de sa- gunas veces a sus p a l a b r a s — , es
ber sus maquinaciones, me oculté a sus ciso; yo cometería u n pecado imperd**
espaldas entre los árboles. Desde allí oí n a b l e si te tuviese más tiempo conm'*
a su capitán q u e comunicaba su p l a n go, y, p o r otra p a r t e , tú tienes u n j , "
a u n o de los suyos. ¡ A h ! Dios condujo m a n o que t e h a buscado con ansia
allí mis ¡lasos p a r a i m p e d i r a m i her- que a h o r a , más q u e n u n c a , necesita A
m a n o q u e consumase el crimen que ha- tu c u i d a d o . Tienes cien lanzas en t
bía p e n s a d o . T ú ibas a ser entregada a castillo que te defenderán de tus ene
su v o l u n t a d p a r a satisfacer su torpeza migos, y no te has obligado como y 0
o a ser víctima de su furia. E l Señor vivir sola y a olvidar y a ser olvidada
puso su fortaleza en m i corazón, eli- de tus amigos. T u j u v e n t u d no debe
giendo p a r a salvarte de m a n o s de los m a r c h i t a r s e en u n destierro como | a
forajidos a u n a m u j e r débil q u e los ate- mía ; tu corazón p u e d e abrirse sin p e .
r r ó con sólo u n a m á s c a r a como si h u - car a todas las sensaciones más dul-
biese llevado consigo u n ejército po- ees que hacen las delicias de los mor.
deroso. t a l e s ; el mío d e b e cerrarse aun para
las más i n o c e n t e s ; sí, Leonor, aun para
—• ¡ O h ! Sí—exclamó Leonor—, yo te
las más inocentes. C u a n d o yo te he vi»,
debo más que la vida, puesto q u e te
to estos días enferma sobre esa paja,
d e b o m i h o n r a . T ú que te expusiste
te h e estrechado m i l veces contra a i
tanto p o r m í , ¿cómo p o d r é yo p a g a r t e ?
p e c h o , te h e m i r a d o como a mi única
— L e o n o r — d i j o Elvira en tono so-
joya en el desierto y h e pecado. ¡Ah!
l e m n e — , no blasfemes; sólo al q u e vela T u no sabes a h o r a c u á n t o , cuánto me
sin cesar sobre los o p r i m i d o s debes tu cuesta s e p a r a r m e de t i ; p e r o es preci-
salvación; a él debes d a r gracias en tus so ; sería en m í un espantoso crimen
oraciones. Yo fui la m a n o de q u e se recibir otra vez u n a caricia tuya.
valió en su benignidad, y no corrí ries-
— ¡ A h ! —exclamó Leonor conmovi-
go alguno, cubierta, como i b a , con el
da-—•, yo no te a b a n d o n a r é , yo no me
escudo de su omnipotencia, s e p a r a r é de ti.
— P u e s bien—la respondió L e o n o r — , —No h a y r e m e d i o , Leonor—repuso
yo a q u í contigo se las t r i b u t a r é , y mis Elvira con r e s i g n a c i ó n — ; Dios rne lo
oraciones, j u n t a m e n t e con las tuyas, vo- manda.
l a r á n hasta su trono como u n a n u b e de
— Y o vestiré como tú u n cilicio—res-
a r o m a s . T u boca, m á s p u r a que la m í a . . p o n d i ó L e o n o r — , y su clemencia te per-
— L e o n o r — i n t e r r u m p i ó su a m i g a — , d o n a r á .
n o adules m i v a n i d a d ; yo soy u n vil — T u h e r m a n o está herido—dijo El-
gusano como tú delante del Altísimo. vira—, y te llama tal vez en este mo-
¿ Q u i é n osa h a b l a r d e L n t e de él de p u - m e n t o desde su lecho.
reza? ¿Yo q u e h e q u e b r a n t a d o mis vo- — ¡ H e r i d o ! — e x c l a m ó Leonor—, ja-
tos sólo p o r u n m o m e n t o de deleite rnos, sí, que yo le vea. ¡Mi hermano
m u n d a n o ? ¡ Ah ! . . . h e r i d o ! P e r o , ¡ a h ! — c o n t i n u ó , dirigién-
Diciendo esto, sus ojos salieron de sus dose a su a m i g a — , t ú me dejará» que
órbitas, alzó a m b a s m a n o s a l cielo y venga alguna vez a llorar aquí con"!? •
pareció como a r r o b a d a y fuera de sí a consolarte, Elvira m í a .
a l g ú n t i e m p o . Poco después dobló las •—No, j a m á s — r e s p o n d i ó Elvira, lu-
rodillas delante del crucifijo, o r ó , besó ciendo u n esfuerzo—•, j a m á s ; cuan o
la tierra y dio muestras de u n verda- tú hayas salido d e a q u í olvídame; y
dero a r r e p e n t i m i e n t o , y sintiéndose m á s te lo pido p o r a m i s t a d . No más, Leo-
t r a n q u i l a , se levantó de nuevo y se n o r — c o n t i n u ó , a l a r g a n d o su mano na*
r SANCHO SALDAÑA 385

•a s u boca, viéndola en a d e m á n de in- j lo una luz se vio cruzar de ventana en


terrumpirla—, No más ; olvídame; i ventana y desaparecer, se oyó crujir u n a
, i m p l a s e la voluntad de D i o s ! La no- juierta que se cerraba y poco después
^g debe ya h a b e r cubierto el m u n d o la voz, las carcajadas de J i m e n o , y el
<¡oD * u oscuridad, pues n o penetra nin- ¡ ruido que formaba el c h o q u e de los va-
£,03 luz p o r las a b e r t u r a s del techo, i sos a n u n c i a r o n q u e aun la disipación
fu hermano está h e r i d o , ven, sígneme. i y el vicio estaban 'despiertos en el cas-
pjciendo esto tomó de la m a n o a tillo. P e r o este r u m o r fue poco a poco
Leonor, q u e , inquieta p o r la salud d e disminuyéndose, hasta q u e cesó eutera-
Hernando, n o hizo más resistencia, y j mente, y otra vez se oyeron los pasos
¡Tjiándola a tientas p o r el a r r u i n a d o j Sel centinela, q u e , al parecer, era el
arc o por d o n d e se salía de la bóveda, | único q u e velaba en la fortaleza.
Elvira empujó u n a p i e d r a , que cedió
! Tal creía él, al menos sin imaginarse
áóciluieiite a su i m p u l s o , sintieron el
i q u e otro motivo q u e el de su deber pu-
aire del c a m p o y a m b a s t o m a r o n tris-
diese desterrar el sueño de los ojos de
temente el camino de su castillo.
I ningún h a b i t a n t e del castillo, y muy aje-
no de p e n s a r q u e el a m o r tenía a ú n
abiertos los de la hermosa Z o r a i d a , que
más que n u n c a c o m b a t i d a entonces de
CAPITULO XII su pasión y sentada en a q u e l m o m e n t o
• a la reja cíe su estancia, m i r a b a la luz
Yo triunfaré de mí pasión insana,
yo desde ahora aborrecerle quiero, de la luna sola y melancólica, mien-
le quiero aborrecer... ¡ Oh! quién me diera tras el orgullo y el cariño l u c h a b a n en
desenclavar del corazón mi afecto.
Gienfiiegos. Safo, en la tragedia
su corazón. Con u n a m a n o apoyada so-
de «Pitaco». bre la reja, a d o n d e se entretejían, como
hemos d i c h o , algunas ramas de árbo-
La luna c a m i n a b a ya a Occidente les, reclinada en los a l m o h a d o n e s , apo-
acompañada del lucero de la m a ñ a n a , yada su frente en la otra m a n o y des-
y todo estaba en silencio en el castillo n u d a de todas sus joyas, p e r o m á s her-
de Cuéllar, Saldaña h a b í a ya vuelto de mosa q u e n u n c a , al r a y o d e la l u n a ,
<n paroxismo, y sus heridas, a u n q u e pe- que se q u e b r a b a allí p e n e t r a n d o con
ligrosas, no h a b í a n sido declaradas mor- débil luz en la estancia, se entretenía,
ules por los maestros. Un calmante le embebecida en stts pensamientos, en
proporcionó algunas h o r a s d e sueño, y a r r a n c a r algunas hojas, q u e desmenu-
i la hora de la m a ñ a n a descansaba de zaba distraída entre sus dedos, mientras
las fatigas de su combate con m u c h o la brisa de la m a ñ a n a susurraba man-
placer del viejo D u a r t e y su favorito samente a su a l r e d e d o r .
limeño, que se a p r o v e c h a r o n de este
momento de reposo, el primero., p a r a En otro tiempo ella h u b i e r a sido la
íormir, y el segundo, para vaciar al- p r i m e r a a quien Saldaña h a b r í a llama-
onas botellas de b u e n vino y refrige- do j u n t o a su lecho, y sus palabras hu-
r e al lado de su cuotidiana, como él b i e r a n sido el mejor bálsamo p a r a sus
tomaba a su concubina. heridas. E n otro t i e m p o ella h a b r í a cui-
->o íe oían los cantos ni las voces de dado de su reposo ; pero ahora su a m a n -
& soldados, n i n g u n a luz a r d í a en el te n o la había n o m b r a d o siquiera, y sí
^''llo, excepto las de las c u a d r a s , y acaso se había acordado de la desdicha-
** el ladrido de algún perro o la voz da Z o r a i d a , h a b r í a sido sin duda p a r a
*j vigía que anunciaba las h o r a s , más maldecirla, p r o c u r a n d o arrojarla cuanto
^"¡adcso de su relevo que de contem- antes de su m e m o r i a , como a u n objeto
7 r la diosa de las tres caras, i n t e r r u m - de odio y h o r r o r . Sola allí y olvidada
pí de tiempo en t i e m p o el silencio j ya de todos aquellos q u e en otro tiem-
^teíioío de esta h o r a de la n o c h e , en j . po la a d u l a b a n y deseaban p a r e c e r agra-
W toda la Naturaleza parece q u e se I dables a sus ojos p a r a serlo a los de
andona p r o f u n d a m e n t e al reposo. Só- j Saldaña, servida cínicamente por u n a
9^

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386 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

esclavada de poca edad, que dormía muy destreza, en vez de aprovecharse Hp


descuidada de las penas de su señora, victoria para herirle desarmado. Tal
si había sabido lo que pasaba en el eran los pensamientos de Zoraida tr'
castillo lo debía más a su vigilancia y te y desdeñada, pero deseosa aun A
cuidado por el ingrato que a ninguna cuidar por sí misma del herido ca k
noticia que le hubiesen dado. Uero que tan mal pagaba su amor
Jimeno, el lindo Jimeno, era el úni- creída que estando tan cerca de su ú]
co que parecía compadecerla, y la traía tima hora, no era aquella ocasión d
con frecuencia nuevas de su señor; pero, mostrarse airada., sino de vengarse A
además de que Zoraida recibía sus aten- sus desdenes probándole con su g ene .
ciones con desdén y que él no era muy rosidadí cuál era la mujer que había
de su gusto, sus noticias servían más despreciado su ingratitud.
bien para irritar su orgullo que para De esta manera trataba la enamora-
dar esperanza a su corazón, no pare- da cautiva de disfrazar el vehemente
ciendo sino que en medio de la pesa- deseo que la incitaba a ir a verle eg.
dumbre que mostraba el compasivo paje forzándose a sí misma y queriendo cu.
al comunicárselas se gozaba secretamen- brir a sus mismos ojos, bajo el velo
te en atormentarla. El fue el primero de la caridad y la compasión lo qUe
que avisó a la mora de las heridas de era sólo un amor frenético, vanamente
Saldaña, engrandeciendo y pintando el contenido por el orgullo. Ya varias ve-
riesgo en que se hallaba su vida con ees había hecho ánimo de levantarle
tan vivos colores y tan sin compasión para ir a verle, ya otras tantas su amor
de la pena que manifestaba Zoraida, propio le había impedido cumplir su
que parecía más entretenido en referir resolución, ya agitada del temor, ya del
su cuento que en observar su rostro, deseo, hasta que al fin la voz de la más
dando al mismo tiempo a su narración poderosa hizo callar la de las otrag
cierto aire aparente de sencillez. El fue pasiones.
el primero que cuando el señor de Zoraida se levantó en pie de pronto,
Cuéllar volvió de su desmayo tuvo el tomó una luz que ardía en la sala con-
cuidado de venir a contarle cómo no tigua a su tocador, cerró su puerta sin
había preguntado por ella ni había di- ruido, y con callados y ligeros pasos se
cho que la llamaran, siendo este el dirigió a la estancia donde estaba Sal-
golpe más cruel que podía recibir Zo- daña. Pintada la agitación de su ros-
raida, cuyo orgullo ultrajado ahogó un tro, trémula y deteniendo su marcha
instante en su alma el sentimiento de como si temiera que la sintiese el mis-
su cariño; pero la situación de Salda- mo a quien iba a buscar, llegó toda
ña, casi moribundo, y, sobre todo, la azorada a su cuarto, empujó con mucho
violencia con que, a su despecho, le ido- tiento la puerta, alargó la cabeza a mi-
latraba, triunfaron de todo, haciéndola rarle sin atreverse aún a entrar, y sin*
olvidar por entonces sus desprecios, tiendo por su respiración que dormía,
pensando sólo en el riesgo en que se se resolvió por último, puso la luz so-
encontraba y dispuesta a dar hasta su bre una mesa y se arrojó sobre un SÍ'
vida para salvarle la suya. llón de respaldo que estaba a su lado,
El amor es generoso, aunque venga- como cansada del trabajo que le ha-
tivo, y él era el fin el único hombre a bía costado vencerse para llegar bas-
quien ella había amado; era su pri- ta allí.
mer amor, podía aborrecerle, vengarse Saldaña reposaba entonces, si puede
de él, detestarle, pero amándole siem- decirse que reposa el que en su suen
pre, idolatrándole a su pesar y olvi- no halla descanso para su espíritu; *
dando todo en el momento de su pe- color pálido, además, por la mucha » '
ligro para protegerle, bien así como un gre que había perdido; su cabeza, <F
enemigo pundonoroso devuelve a su en la agitación de su sueño había c
contrario la espada que le derribó su biado varias veces ide sitio sin encon
SANCHO SALDABA 387

Büaca la comodidad que buscaba, es- do sido tal vez causa inocente de todos
taba caída fuera de la almohada al bor- ellos, y aunque en su imaginación som-
(je de la cama, reclinada sobre su pe- bría Zoraida se ofreciese como una fu-
cho, y su frente arrugada, sobre la cual ria que le arrastraba al delito, más bien
caían algunos mechones de pelo, sus dependía esta idea de que él necesitaba
cejas fruncidas, que le daban un as- disculparse de algún modo, que no de
pecto feroz, y su respiración anhelosa que fuera cierta, y la enamorada mora
probaban que estaba muy lejos de go- no le debía a él sino desgracias. Su pa-
sa r en su sueño de tranquilidad. Su dre, alcaide de un castillo en las fron-
brazo derecho colgaba desnudo al sue- teras de Granada, perdió la vida a ma-
lo, mientras, tirado atrás el izquierdo, nos del padre de Sancho Saldaña, y ella
je caía doblado sobre la cabeza, y su vio perecer allí sus compatriotas al filo
cuerpo, torcido en una posición bastan- de la espada de los cristianos, mientras
te penosa, le hacían que casi descan- ya prisionera de ellos, un mar de fuego
sase sobre su herida, lo que tal vez era envolvía hasta las almenas de su for-
causa en parte de la pesadilla que le taleza. Perdió su patria, sus riquezas,
fatigaba. un padre anciano que era su tínico apo-
J?s sabido que una mujer dotada de yo, y para colmo de su desventura se
sensibilidad se identifica de tal modo enamoró del hijo de su enemigo para
con las desgracias que le cuentan o verse después, en premio de su cariño,
los males de que es testigo, como si despreciada y aborrecida. Pero ahora *
¡os padeciera ella misma, aun tratán- viéndole postrado en su lecho, había
dose de un desconocido. Su fibra, más olvidado sus propios pesares, compade-
delicada que la del hombre, correspon- cida y enamorada más que nunca del
de a la voz de la compasión con la ingrato que la maldecía, y le contem-
misma fuerza que siente la chispa eléc- plaba con ternura, mientras él mostra-
trica el que más distante está de la má- ba en su fatigoso y agitado sueño el mis-
quina, por ligero que sea el contacto mo fastidio, la misma inquietud y el
que le una con aquel a quien su golpe disgusto mismo que eran el tipo de su
se comunique, y no hay duda que ej carácter mientras estaba despierto.
más dulce consuelo de nuestros pesa- —He aquí—.se dijo a sí misma, le-
res es la piedad y el cuidando de una vantándose de su asiento y acercándose
mujer. El carácter de Zoraida, a des- a su lecho paso a paso para no desper-
pecho de su altivez, era tan flexible al tarle—, he aquí solo y abandonado a
sentimiento y la melancolía como a to- mi voluntad, sin poderse valer a sí mis-
dos los arrebatos de la ira, siendo su mo y sin tener a nadie que le socorra»
alma de fuego y no habiendo conocido el caballero más poderoso e intrépido
nunca sino el último extremo de las de Castilla, el terror de mis compatrio-
pasiones, tan arrebatada en sus celos tas, el despreciador de su cautiva, el
como exagerada en su amor sin que que hace dos días tuvo puesto el puñal
hubiese dique alguno que bastase a de- a mi pecho para asesinarme. Hele aquí,
tener siquiera el torrente de su cora- ¿Quién me quitaría vengarme si yo no>
zón. Los lazos que le habían unido a )e amase aún con todo mí corazón?
Saldaña eran los únicos que le unían ¿Quién, si no estuviese yo ahora más
al mundo, y aislada y cautiva casi des- dispuesta a cuidarle y defenderle que a
de la infancia, había cifrado en el se- satisfaeei; mí venganza? ] Cómo el ceño
sor ¿ e Cuéllar todos los cariños de su de su semblante descubre los tormentos
*Inia mirándole como a su padre, a su de su alma! El sudor de su frente es
hermano, a su amigo, a su amante, a frío como hielo—añadió, llegando cui-
ta único protector en su cautiverio. dadosamente una mano y estremecién-
Salda ña había cometido crímenes por dose al tocarle—, ] Ah! j No parece sino
*" amor, pero sin que ella hubiese to- que este frío penetra en mí corazón!
bado parte activa en ninguno, habien- I ¡Cuan mustio, cuan otto está de aquel
388 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

que entre mis brazos se llamó tantas soñando c o n m i g o ; ¡ Y yo te había ner


veces el h o m b r e más feliz de los hom- donado! ¡Yo! ¡Jamás, jamás!
bres ; de aquel en cuya boca recogía yo T o d o el a m o r , toda la dulzura de )
e n a j e n a d a la dulce sonrisa del deleite desgraciada Zoraida se trocó ahora
e n medio del placer de oírle q u e m e la más espantosa furia al oír el nombr
a d o r a b a ! Su frente, entonces tersa como de su r i v a l ; sus ojos parecían querer ga
el marfil, brillaba a ú n libre de la n u b e lir de sus órbitas, los músculoa dp c,
de los pesares, sus ojos a r d í a n de a m o r , rostro se contrajeron, pintándose en e |
y la palidez <de sus mejillas mostraba todas las señales de la locura, sus h.
m á s languidez que tristeza ; pero aho- bios t r é m u l o s c a m b i a r o n su color rosa
r a . . . ¡ Cuánto sufres!... ¡ Cuántos tor- en u n blanco cárdeno, como sobreco-
mentos h a n a b r u m a d o tu a l m a ! Y y o . . . gida de u n accidente, retorcía sus nía-
¡yo con m i a m o r be sido causa de tus nos, y ya, sin temor de interrumpir el
desgracias!... P e r o no m e aborrezcas, sueño del h e r i d o , gritaba con el aceuto
n o ; yo te idolatro, Saldaña, sí, yo te de la m á s h o r r i b l e desesperación:
idolatro y te p e r d o n o t u ingratitud. — ¡ J a m a s ! ¡ J a m a s ! ¡ V o m e vengaré!
Diciendo esto se h a b í a a r r o d i l l a d o ¡ N o , Leonor no será tuya j a m á s !
j u n t o a la cama, y t o m a n d o entre las A sus gritos idespertó Saldaña despa-
suyas trémulas la m a n o que Saldaña vorido, abrió los ojos y quiso incorpo-
tenía pendiente la llegó mil veces a sus rarse en el lecho. P o r una transición
ardorosos labio-i y la cubrió de lágri- de ideas, m u y n a t u r a l en u n hombre
mas y de besos. cuyos sentidos están m u y debilitados por
— ¡Con q u é fatiga respiras, ídolo cualquier causa que sea y cuyo sue-
ño h a n i n t e r r u m p i d o de pronto voces
m í o ! . . . ¡ A l i ! ¿ Me oyes t ú ? ¡ S u s p i r a !
—continuó, m i r á n d o l e con dulzura y u otro repentino estruendo, Saldaña,
sin soltar la m a n o que tenía cogida y q u e h a b í a estado soñando con Leonor,
a p r e t á n d o l a suavemente— ; ¡ oh, s í ! , tú a u n q u e sin m u d a r de objeto, había cam-
m e amas a ú n ; las arrugas de su frente biado la decoración en la última parte
veo poco a poco que se disipan, tu de su s u e ñ o , y creía q u e la maga, ha-
m a n o estrecha contra la m í a , sus me- biéndosela a r r e b a t a d o de entre sus bra-
jillas se sonrosean... sus labios se a b r e n esforzaba en ahogarle en los su-
como si fuera a h a b l a r . . . yo tiemblo... vos como a u n a presa ya digna de los
¡ Q u é o i g o ! . . . sí... infiernos. C u a n d o despertó estaba to-
davía confusa su imaginación, y al ver
— ¿ M e amas?—dijo en este m o m e n t o
los ademanes de la m o r a y oyendo sus
Saldaña con voz m u y a p a g a d a — . ¡Per-
últimas palabras : «.¡No, Leonor no será
dóname !
tuya jamás/», imaginó que era la maga
— ¡ O h ! ¡Yo soy feliz!-—exclamó Zo- quien se lo decía.
raida fuera de sí de placer—•. Sí, yo te
— ¡ A h ! — s u s p i r o Saldaña, gritando
p e r d o n o con todo m i corazón, yo te he
con u n a voz sepulcral—. ¿No has cum-
p e r d o n a d o ya, ya h e olvide do t o d o , todo
plido a ú n tu venganza? ¿No bastaba
h a desaparecido de mi m e m o r i a como que la r o b a r a s , era menester quitarme
si las olas del m a r hubiesen pasado so- con ella hasta la única esperanza q»<*
b r e mis agravios. T ú , tú eres quien tie- me quedaba?
nes que p e r d o n a r m e ,
—Sí, hasta la xíltima esperanza—re-
— ¡ L e o n o r ! ¡ L e o n o r ! — exclamó Sal- pitió Zoraida con a m a r g u r a , volviendo
daña sin despertar con el acento m á s a él los ojos en que estaba pintado su
tierno. frenesí—. ¿ Y tú no m e has robado a
— ¡ Cielos! ¡ Qué oigo! -—gritó Zorai- mí todo cuanto poseía? ¿Mis padres,
da, soltándole la m a n o de p r o n t o y le- m i patria, m i gloria, m i inocencia, mi
vantándose desesperada—. ¡ A h ! — conti- felicidad, m i esperanza? ¿No me lo r°'
n u ó con a m a r g u r a — . ¡ Yo m e h a b í a olvi- baste tú todo? ¡Y a p e s a r . d e eso te
dado de m i rival y creí que él estaba a m é , a pesar de eso m e dejé seducir

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SANCHO SALDAÑA 389

¡gs mentiras y cifré en ti m i universo! b e r de tu p r o p i a boca q u e m e abo-


• Ohl, m a l d i t o el día en q u e m e engen- rreces !
draron, m a l d i t o el día en q u e nací p a r a — P u e s sí, yo te aborrezco—replicó
idolatrarte y verme pagada con celos y eí herido-—, yo te a b o m i n o , instigado-
c0 n escarnio. ¡Ojalá n u n c a hubiese lu- ra de mis d e l i t o s ; h u y e .de a q u í , furia
c\¿o aquel d í a ! vomitada p o r el infierno. ¡ D u a r t e ! ¡ J i -
—Mujer infernal—exclamó Saldaña, m e n o ! ¡ G a r c í a ! , echad de aquí a esta
qUe la h a b í a conocido—, ¿ q u i é n te dejó m u j e r , q u e viene a motarse áe) m o r i -
b u n d o . ¡ D u a r t e ! ¿ Q u é , n o h a y a q u í na-
en trar aquí? H u y e de mi presencia, y
maldita sea la h o r a en q u e te conocí, die conmigo?
¿emonio de m i persecución : ¡ h u y e ! , y El viejo D u a r t e , que al acostarse sólo
n 0 vengas a a t o r m e n t a r a! enfermo en
había pensado d o r m i r media h o r a , ha°
jU lecho del dolor.
cía ya u n a y media que roncaba en otra
estancia al lado de la que ocupaba su
—Pluguiese al cielo—respondió la mo-
amo cuando llegó su n o m b r e a sus oídos
ra—1 lTe todo el infierno junto ardie-
y conoció la voz de Saldaña que le
se en tu corazón como a r d e en este
llamaba. Pxísose en pie al instante y
momento en el m í o ; pluguiese al cielo
entró a ver qué le quería su señor, bus-
que pudiera h a r t a r t e del veneno de q u e cando alguna excusa que darle p o r n o
lú has i n u n d a d o m i .alma... ¡ A h ! ¡Yo h a b e r estado velándole como debía^
reiría entonces viendo que iú dividías cuando su amo le alivió de este t r a b a j o
conmigo mis sufrimientos! ¡ Ojalá veas gritándole en cuanto le v i o :
en brazos de otro esa Leonor a quien
antas! Tal vez está así a h o r a mismo en —Echa de aquí a esa m u j e r , quítala
de mi vista., y cuida que n o vuelva otra
brazos de otro, sí. Tal vez es un a m a n t e
vez a presentarse delante de m í ,
disfrazado a quien ella adora esa b r u j a
que te la r o b ó . Sí, sufre, sufre como tú i — ¡ Z o r a i d a ! — g r i t ó , dirigiéndose a
me haces sufrir a m í ; es el único con- ella—, h u y e , h u y e de m i presencia o
suelo que m e queda en m i desespe- te m a n d o q u e m a r viva en la e x p l a n a d a
ración. de m i castillo.
— S í , yo m e i r é — r e s p o n d i ó la m o r a
—Mientes, boca de Satanás, mientes
con p e s a d u m b r e — , yo m e i r é , no p o r
—respondió Saldaña haciendo u n esfuer-
miedo de tus amenazas, sino p o r q u e a ú n
zo, que n o p u d o lograr, p a r a levan-
tengo compasión de t i . S a l d a ñ a — a ñ a d i ó
tarse—, m i e n t e s ; Leonor no tiene nin-
más t r a n q u i l a — , p u e d e ser que yo haya
gún a m a n t e ; no m e a m a r á a m í , pero
i sido tu perdición, pero n o h a y duda q u e
no ama a otro n i n g u n o t a m p o c o .
tú has causado la m í a ; adiós.
—¿Y tú qué sabes?—replicó Zoraida
Diciendo así rechazó con orgullo la
con una sonrisa sardónica—. P o r lo me- m a n o de D u a r t e , q u e h a b í a hecho ade-
nos íe aborrece a t í ; te aborrece, y yo mán de cogerla, salió del cuarto con
e»toy aquí para repetírtelo. No m e mi- majestad y se retiró a su h a b i t a c i ó n ,
te> oon esa ira, lio te esfuerces en le- donde poco después, tranquilizándose
vantarte ; tú eres u n caballero m u y po- su furor, d e r r a m ó un t o r r e n t e de lá-
deroso, pero a h o r a yaces en esa cama grimas.
tomo si te hubiesen ligado con cien ca-
E n t r e tanto la m a ñ a n a despuntaba
denas; yaces h e r i d o por la espada del
ya en el O r i e n t e , como si la calma y la
hermano d e la que a d o r a s , q u e te abo-
serenidad de la Naturaleza se deleitase
rrecerá más p o r eso, p o r q u e t ú t a m b i é n en servir de contraste con las pasiones
'e ñas herido a él, y él la comunicará de los h o m b r e s , p i n t a n d o el cielo del
e
l ínror con que te detesta. color del a l i a v d e r r a m a n d o p o r la
— ¡Mujer'—-gritó Saldaña, casi fuera h a z de La tierra toda la luz y la alegría
*e sí--, ¿has venido a asesinarme? de una a l b o r a d a de estío. J i m e n o , que
"—iAli!—repuso la celosa m o r a — , n o ; no h a b í a oído n a d a de la escena que
i"« venido a acabar de ser infeliz, a sa- acababa de pasar en la habitación de
390 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

S a l d a ñ a , p o r tener su cuarto en la par- ró e n t r e sí el p a j e — . ¿Y él la ha Ja»,


te opuesta del castillo, dejaba en a q u e l p r e c i a d o como acostumbra? ¡Bueno'
m i s m o p u n t o su lecho, más cansado de ¡ S o b e r b i o ! No parece sino que ella naL
las caricias de su m a n c e b a q u e cuida- m a m e a y u d a ; sí, vamos—continuó o»,
doso de su deber, y estaba entonces a r r e - liendo del c u a r t o y dirigiéndose al eg.
g l a n d o m u y d e t e n i d a m e n t e su tocado, cudero.
o p e r a c i ó n p a r a él tan esencial como la —No será n a d a , sino que ese esiñ.
<de c o m e r , todos sus cuidados, refirién- pido de D u a r t e , q u e n o h a b l a nunca
dose más al a d o r n o de su persona q u e a sino p a r a r e ñ i r , es más a propósito para
n i n g u n a otra cosa en el m u n d o . Con velar a u n m u e r t o que p a r a cuidar un
todo, como su obligación era mostrarse enfermo.
a q u e l día con s e m b l a n t e triste a n t e su — C o m o tú — replicó García entre
señor, eligió el t r a j e a su entender más dientes siguiendo detrás de él—, V a ] .
análogo con la p e s a d u m b r e q u e debía drías m á s p a r a moza de u n serrallo que
a p a r e n t a r , y a u n q u e tan puesto y pu- ^ a r a ser p a j e de lanza.
lido como si fuese de gala, se a d o r n ó
El p a j e entre tanto compuso su ros-
con u n estudiado descuido, b i e n así
t r o , t o m a n d o la fisonomía más triste
como si dijésemos a la negligé. E n esto
q u e p u d o , y cuando entró en la estancia
estaba tarareando el antiguo romance
de su señor p o d r í a habérsele conpara,
do a un novicio por sus ojos caídos y
Rey Rodrigo, rey Rodrigo, el recogimiento que a p a r e n t a b a .
tu suerte yo bien querría;
si perdiste el ser rey Saldaña estaba entonces con una ca-
también hubiste a Florinda. lentura furiosa a causa de la cólera que
h a b í a t o m a d o , y habiéndose recogido
c u a n d o sintió q u e a n d a b a n a su p u e r t a , toda su sangre a su corazón, tenía una
y poco después entró García, el com- especie de ahoguido q u e le hacía res-
p a ñ e r o de D u a r t e . p i r a r con dificultad. Sus ojos estaban
— ¿ Q u é m e quieres, zorro viejo? cubiertos de un velo cristalino, su co-
— p r e g u n t ó el paje—•. ¿Vienes de em- razón se oía latir y la r o p a de su cama,
b a j a d o r de alguna sílfide q u e suspira toda revuelta, manifestaba los muchos
p o r mis pedazos? vuelcos q u e en su inquietud había dado
a un lado y a o t r o .
—Si yo soy zorro—replicó García con
enfado—, a ti no te falta sino ser viejo, J i m e n o se acercó a la cabecera, y
y has de saber que n i yo ni n i n g u n o h a b i e n d o m a n d a d o a D u a r t e que saliese
de m i casta h a servido a n a d i e de ter- a buscar el cirujano del castillo, le dio
c e r o en su vida. a beber u n agua, a q u e mezcló algunag
—-¡Ve a h í ! ¿No lo digo?—replicó el gotas del elixir q u e le h a b í a n recetado,
p a j e — . El oficio q u e , según dicen ejer- hecho lo cual se sentó j u n t o a él, y
ce u n don Lope de H a r o con su so- Saldaña pareció más sosegado.
brina y el rey, y se enoja u n p o b r e es- —Jimeno—le dijo con el acento som-
c u d e r o q u e se lo a c h a q u e n como si b r í o de la desesperación—, ¿crees tu
fuera un insulto. q u e h a b r á p e r d ó n p a r a mí?
García meneó la c a b e r a , no m u y gus- — ¿ Y por q u é no?—replicó el paje—.
toso de la desfachatez de J i m e n o , y ¿Acaso habéis hecho algo nuevo en e!
dijo : m u n d o ? Tal m u j e r b u r l a d a , tal homici-
— L o que yo tengo q u e decirte es q u e dio cometido en u n acceso de ira no
el señor de Cuéllar pregunta p o r t i , q u e son, a m i parecer, culpas imperdona-
ha estado allí la m o r a y le h a vuelto bles. ¿ P e r o a qué viene eso? ¿Os que*
el juicio, según m e h a dicho D u a r t e , réis m o r i r ?
a u n q u e yo m e figuro que está hechi- — ¡ M o r i r ! — e x c l a m ó Saldaña—. jOj-a-
zado, y m e h a encargado que te l l a m e lá, sino hubiese u n infierno! ¡An.»
y vayas allá al m o m e n t o . tú no sabes hasta qué p u n t o me sobre-
—-¿Zoraida ha ido a verle?-—murmu- salta esta i d e a ; ¡toda u n a eternidad.
SANCHO SALDAÑA 391

^-Tiempo os queda de arrepentiros paje haciendo la señal de la cruz—. Eso


^respondió el paje— } aunque sea en sería un delirio, una ilusión; pero, no
medio del camino que hay de aquí allá. obstante, tomad esa reliquia, que os li-
Cuanto más que si vos habéis burlado brará por lo menos de su presencia.
ua a mujer, ha sido una enemiga de Diciendo esto sacó una medalla del
nuestra religión; de las otras podéis pecho, y el impío Saldaña la tomó con
decir que pensabais casaros con ellas, y religiosa codicia y la besó respetuosa-
eU cuanto a haber hecho morir a éste mente.
o aquél con más o menos justicia, na- —Siento algún consuelo — le dijo,
die está libre de un momento de irre- guardándola debajo de la almohada—.
flexión, y tal vez la muerte que les an- ¿Y Leonor? ¡Ah! ¿No me amará ja-
ticipasteis les- abrió el camino de la más? No creo que peco con hablar de
salvación, quitándoles de cometer deli- ella; mi fin es hacerla mi esposa. ¿Y
(os que si hubieran vivido les habrían
cómo podré ya sí tal vez su hermano
hecho hallar cerradas las puertas del está enterrado a estas horas? Yo le vi
cielo. muerto a mis pies. Pero él tuvo la cul-
—Es verdad, Jimeno—replicó el he- pa de todo; todavía me irrito cuando
me acuerdo de sus insultos.
rido, que cogía con avidez cualquier
excusa que aminorase sus culpas a su —Cuando nosotros llegamos -— repuso
entender—, es verdad, y entonces yo no el paje—había ya vuelto en sí y sus
soy criminal, ni debo temer el infierno; heridas no me parecieron muy peligro-
Zoraida ha sido la causa de la mayor sas. Y a las mujeres, ¿qué les hace eso?
parte de mis delitos. Leonor os amará porque sois hombre •,
no hay mujer que se re¿ista a un hom-
—Así es—replicó Jimeno sin titu- bre de las prendas que vos tenéis. En
bear—; esa mujer os precipita, y sobre Valladolid maté yo al hermano de una
ella, si acaso, debéis cargar el peso de que cortejaba y no me quiso menos
vuestros pecados. Su suerte ha sido que por eso.
no haya estado yo aquí cuando vino a —Sí, pero Leonor no es de ésas—re-
atormentaros sin consideración a que puso Saldaña con fuerza, no muy agra-
estáis herido. Si llego a estar presen-e dado de las comparaciones del paje.
la echo al íoso desde la ventana más La llegada del cirujano interrumpió
alta. Y es mentira; ni ella os ama ni su conversación, que, habiendo notado
os ha amado nunca; a ella le conve- que su enfermo se había agitado dema-
nía, es mujer, y no hay mujer que no siado para el estado en que se encon-
mienta. traba de debilidad, le encargó que no
—¿Con que tú crees que aún puedo hablase, y mandó que se guardase el
encontrar perdón?—insistió el supersti- mayor silencio en la estancia para no
cioso Saldaña. turbar el reposo de que tenía mucha
—¿Y qué os podía hacer pensar de falta. Poco después llegó el Velludo al
otro inodo?—respondió el paje. castillo con dos prisioneras que había
— ¡ Qué! Que más de una vez—repuso hecho la noche antes, a quienes dieron
d de Cuéllar con csobresalto—-he visto habitación en la puerta del mediodía
a
'ií, ahí mismo donde tú estás, un de= contigua a la de Saldaña, aunque no le
dijeron nada de este suceso, pues en la
"tonio que me escarnecía y me anun-
;¡ situación en que se hallaha, a voló de
aba que no había perdón para m í ;
los cirujanos, cualquier sensación fuer-
F° he querido orar,,y todos los rezos
te, ora de alegría, ora de pesadumbre,
tam'au huido de mi memoria, y hasta
podía serle funesta.
"ü lengua se resistía a pronunciar las
Ñas palabras sagradas de que pude
a d a r m e , mientras él las hacía sonar
e,J
mi oído como blasfemias, y, mofan-
t e , me cargaba de maldiciones.
~"~¡Ave María Purísima!—exclamó el

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392 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CAPITULO XIII Y así. t o m a n d o el hilo de n U e


historia, sea esta m i opinión verd ai i **
Segismundo o falsa, h u b i e r a sido preciso ser ^
¿Qué m e n g u a d o , torpe o falto de juicio j , ^
te suspende? no conocer a p r i m e r a vista qu e U n r a
Lerbia rrilío de diez o doce hombres q l ) e °"
Hacia allí pasos
taban a q u e l l a m a ñ a n a juntos a
sentí y las ramas se mueven, distancia del castillo d e Cuéllar, ¿ ^
Veré quién es. dos al pie de u n á r b o l , eran irent*. „
Calderón. <<Afectos de odia y amor». ' e -"ie non
sancta y u n m a l encuentro para u n v j
Es opinión m u y antigua que los hom- jindicaban
e r o . Sus caras,
bastante sussutrajes
oficio,y vsUSno%t
que-
bres manifestamos nuestro carácter, dará d u d a ninguna al lector del
que
nuestras pasiones, y yo estoy por ase- ejercían viendo a Usdróbal con el]os y
g u r a r que hasta el oficio en que nos a otros dos o tres m á s , Zacarías, el biz-
o c u p a m o s , en nuestro modo de h a b l a r , co y el catalán, conocido? antiguos de
de andar, de d o r m i r , etc., y que si al- la cuadrilla. Su conversación parecía
gunas excepciones h a y , d e p e n d e n más m u y a n i m a d a , y todos ellos hablaban
bien del estado de ficción en que vivi- con a d m i r a c i ó n del valor de su capi-
mos en la sociedad que no de q u e sea t á n , quien había tenido la noche antes
falsa esta aserción, Así vemos general- u n a a v e n t u r a , a su entender casi mila-
m e n t e que a u n e n a m o r a d o se le cono- grosa, y a que había dado dichoso fin.
ce q u e lo está en sus distracciones, en — Y o no p u e d o menos de creer—de.
sus ojos, o demasiado alegres o muy cía el veterano, de que ya hemos becho
caídos, y en otras semejantes señales. mención en la p r i m e r a p a r t e de nues-
Descúbrese a u n ambicioso, en su paso tra historia—, sino que el capitán es
precipitado, su aspecto pensativo y m i - b r u j o , o el m i s m o diablo. ¡Je-iís me
rada solícita e i m p o n e n t e ; a u n a v a r o , valga! P u e s a no ser así n o habría po-
porque por g u a r d a r , g u a r d a r á las ma- dido cogerla cuando ella iba saltando
nes en los bolsillos hasta en los meses de pino en p i n o c o m o acostumbra.
de más calor y en las ojeadas de des-
— L o q u e es brujo—repuso el bizco—,
confianza con que h o n r a a los q u e le
n o creo que lo s e a ; pero Lucifer mismo
r o d e a n ; y pasando de las condiciones a
no asesta m e j o r u n a flecha, aunque sea
los oficios, t o d o el. m u n d o conoce los
contra u n j u n c o , n i tira con más certe-
escribientes de lotería en el b u l l e bulle
za ; así que no m e espanto que, aun
q u e son y en la viveza ratonil de que
c u a n d o la maga fuese volando, la haya
están dotados, y n a d i e equivocará u n hecho bajar sin hacerla m a l con sólo cor-
oidor con u n escribano si c o m p a r a la tarle un ala.
gravedad, gordura y m e s u r a d o conti-
nente del u n o con la m i r a d a en acecho —Sin u n conjuro que dice malefí
y el furtivo paso del otro. Con todo, cium,,. demolire universa ejus, o, lo que
como la duda es el principio del saber, es igual, te demoleré los huesos, y otras
y p u e d e h a b e r m u c h o s contrarios a m i cesas que yo le enseñé, cree mi humil-
opinión en esta m a t e r i a , no insistiré d a d , caros h e r m a n o s míos—replicó Za-
más tiempo en convencerlos, no siendo carías—, que n a d a h u b i e r a logrado, a
esto de m i i n c u m b e n c i a , y h a b i é n d o s e pesar de lo que decís.
escrito ya tanto en el m u n d o sobre fi- — P u e d e ser-—repuso Usdróbal—? n51
sonomías, cráneos, etc., y sólo les re- dulce y respetable m a e s t r o ; pero el re-
c o m e n d a r é el tratado de freneología del frán dice, y m e j o r lo sabéis vos qut' ?'°»
ductor Gall, donde se convencerán de la a Dios rogando y con el mazo dando.
razón que m e asiste, puesto q u e no le P a r a e n t e n d e r esta conversación <$
asistió a él m á s p a r a asegurar q u e cada preciso tomar el hilo de los hechos dg
j o r o b a de nuestra cabeza es u n nido de buen capitán el V e l l u d o , y retrocedien-
vicios, de virtudes v de talentos. do algunas páginas sabremos q«' e n
SANCHO SALDAÑA 393

era o las prisioneras que trajo él mismo | r a d o Saldaña. Pero esto fue precisa-
. Cuéllar v cómo v en dónde h a b í a n j m e n t e lo que le obligó más que nunca
yerl ido a sus manos, a decidirse a buscar la p r e t e n d i d a maga
gl lector se acordará de la promesa para resarcir lo q u e él l l a m a b a su hon-
que hizo el Velludo a Saldarla, de pro- ra a toda costa, ya volviendo a r e c o b r a r
porcionar u n guía experimentado q u e a Leonor, ya t o m a n d o venganza de su
]eS condujese a la cueva de la maga, robadora. D u d a b a él si sería ésta un
a p i l e s q u e n o p u d o obligar a ninguno ser sobrenatural o u n cualquiera q u e
j e su partida a hacerse cargo de esta oculto bajo aquel disfraz se había arro-
empresa por el temor de todos, excep- j a d o a tanta t e m e r i d a d ; si lo p r i m e r o ,
lo Usdróbal, h a b í a n t o m a d o a la su- q u e d a b a en e x a m i n á n d o l o disculpada
puesta fantasmas. Todos los h o m b r e s su c o b a r d í a ; pero si se verificaba lo se-
¡ienen su a m o r p r o p i o , y así se ve que g u n d o , en ese caso bien podía llamar-
hasta los más c o r r o m p i d o s , y más sin se infeliz el a u t o r de empresa t a n aven-
fe. gastan su puntillo de h o n o r de cuan- turada.
do en c u a n d o , y t o m a n a cuenta suya Con este p e n s a m i e n t o , y m á s que
eierlas empresas, más por m i e d o de ser n u n c a irritado con los denuestos del
tachados de cobardes, viles o tímidos señor de Cuéllar, ansiaba más que éste,
que por -Í oluntad p r o p i a . Tenía el Ve- si cabe, \a llegada del saludador, q u e
lludo, a d e m á s , el conocimiento íntimo uno de sus subditos le había ofrecido
de su valor, m u y p r o b a d o y experimen- traer para q u e le sirviese de guía.
tado en mil riesgos, y confiaba tanto en Consistía este oficio de saludador, que
el alíenlo y arrojo de q u e estaba do- h a d u r a d o hasta nuestros días, y tal vez
tado, que no p o d í a menos de sentirlo conserva su crédito a ú n hoy mismo en
mucho cuando éste le faltaba en la oca- algunos pueblos, en u n a virtud secreta
sión, siendo u n acaso de este género h e r e d a d a en ciertas familias, q u e ser-
motivo suficiente p a r a estarse a sí mis- vía p a r a curar la r a b i a a los animales,
mo reconviniendo toda la vida hasta q u e hacer que a ,su voz se presentase de r e -
tomaba u n a especie de satisfacción de pente c u a n d o sus amos los h a b í a n per-
su falta, acometiendo otra vez la mis- d i d o , gozando, a d e m á s , los h e r e d e r o s
ma empresa u otra de igual clase q u e de esa v i r t u d de otros varios privile-
ofreciese más riesgo. gios para sí mismos, como el de ser in-
La vista t a n inesperada de u n espec- combustibles y no p o d e r recibir d a ñ o
tro en su p r o p i a cueva le h a b í a sor- de las brujas, de quienes eran m u y te-
prendido tanto como si hubiese visto midos. Distinguíase el verdadero salu-
de pronto todo el infierno j u n t o , aun- dador en tener dibujada n a t u r a l m e n t e
que para hacer justicia a su valentía de- en la lengua u n a r u e d a de santa Cata-
lina o b i e n debajo de ella u n a cruz,
be decirse q u e eran pocos los h o m b r e s <Je
a u n q u e n a d i e todavía h a asegurado q u e
aquella época q u e , a despecho de toda
haya visto ni u n a n i otra ?eñal. El res-
su temeridad, n o h u b i e r a n mostrado el
petable Feijóo p r u e b a con su sano jui-
mismo t e m o r delante de u n a aparición
cio los engaños de q u e se valían estos
tan extraordinaria. El Velludo no p u d o
impostores p a r a comer a costa d e los
menos de sobrecogerse u n m o m e n t o , y
inocentes que les creían y la m e n t i r a e
la ligereza de su a t e r r a d a imaginación
i m p i e d a d de sus supuestos m i l a g r o s .
dominó por entonces su corazón vigo-
Ejercía regularmente así este oficio
roso: pero esto fue sólo u n instante, y
como el de b r u j o la hez de la sociedad,
peco después, recobrando otra vez su
sin q u e su ciencia y sus falsedades les
«lergía, no p u d o menos de r e p r e n d e r s e
s sirvieran p a r a otra cosa q u e p a r a m a l
« debilidad. Con t o d o , ya era t a r d e ; comer sin t r a b a j a r , siendo como eran
*u prisionera se le h a b í a escapado, por los seres más derrotados y despreciables.
decirlo así, de las manos, y tuvo q u e
wnfesar su falta y oír los improperios El saludador que el bizco h a b í a p r o -
e metido p o r guía no gozaba en esta par-
insultos de que le colmó el desespe-
394 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

te de más privilegios que sus colegas en nor, por determinación de Elvit a A


la facultad. bía volver a su castillo y cuidar (L *"
Había sido verdugo en Valladolid en hermano, que, aunque no tan mal i,
su juventud, habiendo dejado fama en rido como Saldaña, estaba de n,» L
«i i **^no
aquella ciudad de su destreza, habilidad cuidado.
e ingenio en el arte útilísimo de apre- Dejaron las dos amigas, como hem
tar gañotes, bien así como el respetable dicho, el solitario asilo al oscurecer
tío del gran Tacaño, que era un águila tenida Leonor del brazo de la gener
en el oficio. Pero el tiempo, que de- sa eremita, y caminaban muy despacio
rriba los torreones, allana los montes y no habiéndose aquélla recobrado ente!
aniquila los imperios más populosos, ha- raméate de su enfermedad, atravesando
bía ido poco a poco debilitando sus el sombrío pinar, tristes las dos y SU1
fuerzas y disminuyendo su agilidad, has- hablar palabra. Elvira esforzándose
ta el punto de haber tenido que nom- contener las lágrimas que le arrancaba
brar por sucesor suyo a su sobrino, verse obligada por sus votos a separarse
mozo vigoroso y robusto, y que adies- de la única persona en el mundo que
trado por su tío, no dejaba nada que pudiera compadecerla, y Leonor toda
desear a los conocedores en el arte gaz- sobresaltada, dividiendo los afectos de
nático, conviniendo todos, cuando aca- su alma entre su hermano y su ami<»a.
baba de aciguatar a algún penitente, en Largo trecho habían andado, y no esta-
aquello de Horacio : «Que el águila al- ban ya lejos del castillo de Iscar, cuyas
tanera nunca engendró a la paloma tí- almenas empezaban a platear al ravo de
mida». El verdugo cesante tomó enton- la luna naciente, cuando Leonor, sin-
ces el oficio de srludador, que, aunque tiéndose fatigada, se sentó junto a un
baitaníe noble, no era, sin duda, tan pino para descansar, mientras Elvira,
vistoso como el primero, y andaba a la en pie y atenta al menor ruido, tem-
sazón por aquellos pueblos, ¡cuantum blaba por su amiga al más ligero mur-
matatus ab illo!, haciendo, según de- mullo del viento.
cían, curas tan prodigiosas como había —Vamos —le dijo—, Leonor, aníma-
hecho maravillas en su antiguo arte. te ; estos bosques son de mal agüero
Sus heridas privaron a Saldaña de co- pera ti, y tras de cada rama puede es-
nocer a este bellísimo sujeto, que no conderse un hombre.
pudo acudir a verse con el Velludo —Elvira mía -—replicó Leonor—, aquí
hasta de allí a dos días por haber estado ya no hay miedo; estamos muy cerca de
muy ocupado en curar un mulo rabioso, nuestro castillo, y los bandidos no se
a quien no por miedo, puesto que su atreven a cometer sus villanías tan cer-
secreta virtud le protegía contra ios ca de donde a un grito mío podían ha-
furores del animal, sino por lástima, no llar su castigo.
había querido tomar el pulso, y que —Tu castillo —repuso Elvira— está
murió sin duda por haberle llamado muy lejos aún para que oigan tus gri-
tarde. tos, y el jefe de los bandoleros es atre-
El Velludo, a quien ya faltaba tiem- vido como un bridón de batalla. Ani-
po para acometer su empresa, deseoso mate, ¿no oyes voces qne se acercan.
de acabarla solo y recobrar mejor de —añadió, poniendo el oído al viento—-
esta manera su fama y buena opinión Huyamos, Leonor —continuó con tono
con el señor de Cuéllar, no dijo palabra imponente, aunque sobresaltada—. Dios
a Usdróbal, que se había ofrecido a ha puesto el recelo en mi corazón; S1
acompañarle, ni a ninguno de su comiti- no obedecemos su voz, El castigad
va, y llamando a su perro salió al caer nuestro orgullo.
de la tarde con el buen hombre en bus- Leonor, sobrecogida, se levantó con
ca de la fantasma y determinado a em- precipitación, a pesar de su debilidad'
bestir al mismo Satanás en persona. Fue y tomando el brazo de Elvira, araU»
esta misma noche aquella en que Leo- amigas aceleraron el paso.

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SANCHO SALDAÑA 395

flo se h a b í a e n g a ñ a d o la h e r m a n a traído con el r e c u e r d o de su p r i m o — ,


. g a ]daña; la voz que llegó a sus oídos n o m e descontentó el m o d o como le
e ra otra que la del Velludo, que ve- ahorcaste. ¡ E r a m u c h o h o m b r e m i pri-
»s en su busca renegando del r e s p e . m o ! ¡ Q u é lástima q u e cayese e n tus
^ j e saludador. Tenía éste el mismo manos t a n j o v e n !
^jerto para atinar con las habitaciones •—A m u c h o s h e puesto la c u e r d a al
k bruj a s ' t T u e n o sabía, y de q u e no le cuello •—repuso el saludador—, p e r o n o
Ljbfa dado las señas, que para c u r a r la he visto ninguno de más hígados q u e t u
jj^ia a los m u l o s , y era, a d e m á s , t a n p r i m o . C u a n d o le bajé la gola p a r a po-
grrjl como sus pacientes y tan cacha- nerle el collar, no parecía sino q u e se
b o cuanto bastara p a r a h a c e r deses- iba a afeitar según lo grave q u e estaba.
perar otro ánimo menos impaciente que ¡ A h ! —continuó con sentimiento—.
f] del capitán. Pasó ya a q u e l t i e m p o en q u e yo era el
£1 camino q u e había t o m a d o era p r e - m i e m b r o más lucido de justicia que ha-
finiente el opuesto al que llevaba a la bía en la c o r t e ; m i j u v e n t u d se h a ro-
bóveda de Elvira, y más de dos h o r a s zado y ha p e r d i d o su vigor como u n a
hacía que a n d a b a n descarriados d e acá cuerda a fuerza de u s a r s e ; m i c u e r p o
para allá por el bosque y a p i q u e , en la es débil como los palos de u n a h o r c a
oscuridad de la n o c h e , de romperse la vieja, y yo ya n o veré a l r e d e d o r de mi
cabeza si t r o p e z a b a n , sin que el sabio un inmenso concurso a d m i r a n d o m i ha-
saludador hubiese encontrado siquiera bilidad ; n o r e p r e s e n t a r é ya el segundo
vestigios de lo q u e buscaba. Iba el Ve- p a p e l en la fiesta, después del h o m b r e
lludo dándose a todos los diablos con que confiaban a m i c u i d a d o . ¡Infelices
la torpeza del guía, y más enojado con racimos de la de p a l o , cuánto echaréis
él casi que con la maga, maldiciéndole de menos al misericordioso Soguilla!
e insultándole a cada m a l paso q u e se ¡Hi! ¡Hi!
tncontraba.
Decía esto l l o r a n d o con tanta p e n a ,
—¿Dónde demonios —le dijo— m e que el Velludo no p u d o menos de son-
llevas por a q u í , sin saber tú mismo reírse.
dónde vamos, arca de m e n t i r a s , q u e — B u e n Soguilla —le d i j o — , si n o fue-
Dios confunda? ra por el respeto q u e u n verdugo de-
—A buscar la b r u j a — r e s p o n d i ó eí cano se m e r e c e de los h o m b r e s de b i e n ,
saludador con calma y con u n a voz ron- j u r o que yo te h a b í a de enseñar a ser
ca como un t a m b o r d e s t e m p l a d o — . Voy saludador, y a servir de guía p o r ca-
mirando hacia a r r i b a por ver si la veo minos que no conoces. P e r o ¿ q u é som-
tolar, b r a es aquella? Ya se deslizó detrás d e
—Si en vez de h a b e r sido tú verdu- aquel p i n o . ¡Una m u j e r ! ¡La m a g a !
go tantas veces, guindando h o m b r e s q u e Ella e s : t ú por u n lado y yo por el
valían más que tú—replicó el c a p i t á n — , otro.
bubiera querido Dios que hubieses sido Dos bultos a p a r e c i e r o n en este mo-
wlo una vez paciente, no andarías en- mento y se ocultaron al p u n t o , refu-
cañando a los tontos que te creemos. giándose tras de los árboles por n o ser
—Cuando yo era verdugo —replicó el vistos, la maga y Leonor, h a b i e n d o oído
pobre h o m b r e — , n u n c a se m e quejó con m u c h a claridad las últimas pala-
ningún amigo que fuese a p a r a r a mis bras del Velludo, q u e p e n e t r a r o n en su
Sanos, y si no a h í está el m a n c o t u corazón, helando hasta el t u é t a n o d e
primo, que si viviera podría decirlo, sus huesos. Leonor especialmente m á s
1ue cuando me m o n t é sobre él m e dijo atemorizada se asió al brazo de su com-
1Ue no había ningún h o m b r e de armas p a ñ e r a sin saber qué hacerse, mientras
Va* montase mejor q u e yo y otras co- ésta, más a c o s t u m b r a d a a semejantes
*>* que callo, p o r q u e n o le toca a u n azares, m i r a b a a un l a d o y a otro bus-
lumbre alabarse. cando por dónde h u i r esforzando a su
"-En efecto —repuso el V e l l u d o , dis- amiga y rogando a Dios q u e las librase
396 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de aquel peligro. Seguramente Elvira ñal de la cruz y se a r r o j ó hacia «n


p o d r í a h a b e r s e escapado d e su enemigo, con el h a c h a en la m a n o gritando*
siendo el p r i n c i p a l intento de éste, cu- — P o r la Virgen de Covadonga
yos penetrantes ojos ya h a b í a n descu- trégate, a u n q u e seas el mismo diakl "
bierto a Leonor, no meterse con la ma- o te m a t o . '
ga, si n o era preciso, hasta h a b e r reco-
T e n d i ó hacia él Elvira su m a n .
b r a d o su prisionera, y n o siendo el sa-
recha con majestad, y acaso su i m
l u d a d o r , h o m b r e gordo y ya viejo, u n
n e n t e y negro aspecto hubieran e°*
obstáculo m u y t e m i b l e . P e r o la idea d e
Maído la resolución del bandido si T "*
a b a n d o n a r a su amiga n o p o d í a abri-
ñor, que vio el h a c h a en alto amen°*
garse en el n o b l e corazón de Elvira, re-
zando descargar su golpe sobre su amt
suelta más que nunca a sacrificarse p o r
ga, no se hubiese soltado de ella y ech''
ella, l i b r e ya de temor en el m o m e n t o
dose a los pies del Velludo, pen 6a ndt
m i s m o del riesgo, y poniendo toda su
salvarla de esta m a n e r a de una muerl
confianza en Dios con todo a q u e l fuego
inevitable a su parecer. Conoció con
celeste q u e elevaba tanto su a l m a .
esto el capitán su fuerza y la debi'i.
•—Leonor —le dijo a su a m i g a — , no d a d de sus contrarios, p o r lo qu e ba-
h u y a s , p o r q u e sería inútil, y colócale j a n d o el h a c h a , les i n t i m ó que s e e n .
tras d e rní. tregasen a discreción, j u r a n d o qu e ¿\
Si m i presencia quiso Dios q u e ate- no les haría daño alguno ni las ultra,
rrase una p a r t i d a de foragidos, a h o r a j a r í a en ningún m o d o , siempre que no
con su poder h a r á q u e a m i vista retro- tratasen de h u i r ni hacer la menor re-
ceda ese bandolero. sistencia.
—Mi castillo está c e r c a ; yo gritaré
—Déjanos en l i b e r t a d de continuar
—replicó Leonor—, y acaso p o d r á oír-
nuestro camino — r e s p o n d i ó Leonor—, y
nos el centinela.
yo te p r o m e t o por la fe de caballero
— N o muestres nunca tu miedo al q u e de m i h e r m a n o d a r t e por nuestro res-
te persigue —repuso Elvira—•, antes q u e cate más oro que has visto en toda tu
te oyeran serías presa de ese m a l h o m - vida.
b r e . El Señor está con nosotras, él nos
asistirá. —Después hablaremos de éso —repli.
có el V e l l u d o — ; veamos antes quién
E n esto estaban cuando oyeron decir es esta b r u j a , q u e m e h a hecho pasar
al V e l l u d o : "[Ella e s ! " , y se escon- más vergüenza q u e h e tenido en toda
dieron p o r instinto detrás del p i n o . m i vida.
E r a esta la única esperanza que les
Y diciendo y h a c i e n d o se acercó a
q u e d a b a en aquel a p u r o , y acaso el
Elvira, q u e dotada n a t u r a l m e n t e de áni-
t e r r o r q u e inspiraba la visita de Elvi--
m o y a r r e b a t a d a de su celestial entu-
r a n o h a b r í a dejado de p r o d u c i r su
siasmo, no h a b í a hecho movimiento al-
efecto si el capitán n o estuviese ya pre-
guno, y sólo temía p o r su amiga, a
venido y determinado a hacerla frente
q u i e n ya veía sin remedio en poder de
y a averiguar quién era, no obstante
su h e r m a n o , a pesar de sus esfuerzos
q u e en secreto sentía cierta especie de
p a r a salvarla.
r e p u g n a n c i a conforme se iba acercan-
do. Su guía, n o t a n valiente como él, —Álzate esa c a p u c h a —dijo el ^e*
ni con m u c h o , p r o c u r ó quedarse algu- Iludo— y enséñanos esa cara.
nos pases detrás a b r i e n d o los ojos y — H u y e , m a l v a d o —respondió Em*
la boca como espantado y b u s c a n d o r a — , y teme el castigo del cielo si Ue*
p e r todas partes la temerosa b r u j a q u e gas siquiera a tocarme.
él no h a b í a visto, y q u e se le figuraba — ¡ H o l a ! —-replicó el capitán Voi
q u e iba a echar a volar de p r o n t o como m u y dulce tiene la maga. Torpe na
u n a perdiz sale de e n t r e las viñas a a n d a d o , si eres el diablo, en tomar VOÍ
poca distancia del cazador. de m u j e r p a r a asustar a nadie. iN° m
P o r ú l t i m o , el Velludo hizo la se- estorbéis el paso, señora —prosiguió ha*
SANCHO SALDAÑA 397

Li nejo con Leonor, q u e se h a b í a abra- h u i r hacia su castillo y a l a r m a r si era


¿Q a sus rodillas p a r a detenerle. posible la guarnición con sus gritos,
^-Dejadla por Dios, dejadla —gritaba cuando el V e l l u d o , volviendo con El-
^ w ; ella n o hace m a l a n a d i e ; ya vira asida de u n brazo hacia ella, se
fflB tenéis a m í , l l e v a d m e a Cuéllar, interpuso en su camino con la presteza
at a(line, p e r o dejad, respetad el se- de u n rayo y la detuvo p o r el vestido.
agto de esa m u j e r . — N o , a h o r a no será como la otra
^ N a d a de eso, y no os abracéis al v e z ; Belcebú había de venir y nos las
tA)0 aunque os parezca manso —respon- habíamos de ver, él con sus tizones y
dió el Velludo—. Yo h e j u r a d o q u e le yo con mi h a c h a .
había de quitar las ganas, a quien — ¡ A h ! —exclamó Leonor—. ¿No h a y
auiera que fuese, de venir a asustarme quién m e favorezca? ¡ Los h o m b r e s de
nl edia noche a m í misma casa, y lo ?.rmas de m i castillo a h í mismo v no m e
cunJ p]iré... ¡Vaya, fuera! — a ñ a d i ó — , y oyen! ¡Casi los siento h a b l a r y na m e
ujpujando a Leonor a u n lado y des- oyen!
liéndose de ella se acercó a Elvira, y — Y a u n q u e os oyeran sería lo mis-
i pesar de sus .amenazas le echó la m o — replicó el Velludo, m a n d á n d o l a s
(gpucha atrás y le descubrió el rostro, que le siguiesen—. Venid, conmigo. Yo
¡rayéndola p o r fuerza a d o n d e daba no soy cruel, y sentiría tener a h o r a que
la lima. lerlo si os empeñaseis en no obede-
— ¡Una m u j e r tan joven y tan her- cerme.
nio.-a— gritó el Velludo, atónito de su Tenía el Velludo algo en su voz q u e
descubrimiento—-, y a n d a r así en este n a t u r a l m e n t e i m p o n í a , a u n q u e se esfor-
traje por estos a n d u r r i a l e s ! ¡ E h ! ¡Za- zase a dulcificarla; y así por esto como
macuco! — c o n t i n u ó , l l a m a n d o a su por ser toda resistencia inútil, a m b a s
juía, que no hacía más que a b r i r los cedieron a su voluntad, Leonor lloran-
ojos hecho u n b a u s á n , hasta el p u n t o do y ofreciéndole mil tesoros por su
que él mismo pensó que se le rasga- rescate y maldiciendo su suerte, casi
ban hasta la cabeza—. Cuida de esa desesperada, y Elvira sin h a b l a r pala-
otra dama m i e n t r a s yo e x a m i n o esta... bra y con estoica resignación.
¿Quién eres? —le p r e g u n t ó , volviéndo- — ¿ Q u é diablos hacías ahí, papana-
le a ella. tas? —¡dijo ei Velludo al saludador,
—Si te dijese m i n o m b r e p e c a r í a ; abriendo como él la boca con u n a
nadie —repuso Elvira con dignidad. mueca.
— ¿Qué hacías en estos desiertos? — ¡ T o m a ¡ —repuso el misericordioso
—-Nada. Soguilla con su voz b r o n c a — . ¿ Y qué
—Secretos tengo yo —respondió el he de hacer con u n a b r u j a q u e se echa
capitán— que te h a r í a n h a b l a r , y h a n a volar? Di que h u b i e r a sido u n lobo
! hecho soltar la lengua a h o m b r e s de bi- rabioso y le hubieras visto más manso
foleí muy ásperos, puesto q u e deter- que una borrega.
I minado venía a enviarte esta noche a — ¡Ojalá! —replicó el capitán con
dormir al otro m u n d o ; pero eres u n a sorna.
mujer, no puedes defenderte y m e das Tales fueron las aventuras de aque-
lástima. P o r lo d e m á s , no m e i m p o r t a lla noche y tal era ei asunto de la
uJ
' er quién e r e s ; tu oficio de bruja conversación que hemos i n t e r r u m p i d o
icabó, y por ahora vendrás conmigo a p a r a contarlas, por lo que volviendo a
'•accr compañía a tu amiga en el cas- nuestros bandidos, que a g u a r d a b a n a su
ólo de Cuéllar, donde no te faltará capitán, añadiremos otra persona al co-
l^en te agasaje. r r o a quien en otro t i e m p o no h a b r í a n
—Mis pecados —repuso Elvira en tono querido tener tan cerca por su oficio de
Reírme— me h a n traído a este p u n t o ; verdugo, y que ahora departía con ellos
*»»plase la voluntad de Dios. agradablemente merced al que ejercía
Entre tanto Leonor bahía t r a t a d o de de saludador.

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398 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—Si n o hubiese sido p o r m í — d i j o aquella apariencia indiferente y a i


éste en adición a lo que h a b í a dicho que le era n a t u r a l : 8*
U s d r ó b a l — , poco le h u b i e r a n valido
Cuando miro una horca
vuestros consejos, señor Z a c a r í a s ; pero con su colgajo,
yo h u e l o las brujas lo mismo q u e olía guiño el ojo, me río
en m i tiempo cuando iba a h a b e r ocu- y aprieto el paso.
Por mi consuelo
pación en m i oficio, y enseñaba los murmurando entre dientes
cordeles de modo que al h o m b r e de morir tenemos.
menos gusto le h a b r í a dado tentación
A pesar de su b u e n h u m o r y natu !
de ahorcarse, y más de u n a vez estuve
alegre, U s d r ó b a l sentía en amipl —
yo p a r a h a c e r la p r u e b a .
m e n t ó cierta i n q u i e t u d y desasosiego
—Si la hubieses llegado a verificar p o r u n a de las prisioneras, a quien s"
u n a sola vez—dijo U s d r ó b a l — , no ha- saber p o r q u é , h a b r í a querido dar 1"
brías ido esta n o c h e a caza de b r u j a s . b e r t a d de b u e n a gana o verla a lo
¿ N o es cierto? menos, sin q u e él p u d i e r a darse razón
-—No lo puedo negar—repuso grave- a sí m i s m o , se alegraba entre tanto in.
m e n t e el saludador—, y p a r a ser t a n t e r i o r m e n t e de que Saldaña estuviese
mozo habláis con m u c h o t i n o . imposibilitado de entenderse con ella
— ¿ P e r o la b r u j a voló o n o voló? p o r sus heridas.
— p r e g u n t ó el veterano tinieblas. Este interés por Leonor, que a no
— C o m o u n a garza—contestó Sogui- calcular la distancia del rango que lo?
l l a — ; pero yo la hice caer a los pies separaba podría acaso atribuirse a olio
del Velludo p o r m i virtud de saluda- afecto más v e h e m e n t e que el de la com-
dor, puesto que p o r m á s q u e hice no pasión, le ponía pensativo de cuando
p u d e hallarla el pescuezo. en c u a n d o , d e t e r m i n á n d o l e a abando-
n a r el servicio del Velludo, incitado,
— P e r o el vuestro con poco q u e se
a d e m á s , por su b u e n a índole y senti-
b u s q u e no será difícil h a l l a r l o . ¿ N o es
mientos nobles, q u e le hacían desagra-
cierto?—preguntó Usdróbal con m u c h a
dable el género de vida que había abra-
seriedad, b u r l á n d o s e del e n o r m e cervi-
zado, m á s por necesidad que por in-
guillo que descubría el ex v e r d u g o .
clinación. Su mala cabeza y carácter
—Sin d u d a — r e p l i c ó Soguilla, m i r á n - a b a n d o n a d o se lo h a b í a hecho sobre-
dole con atención—, y volviéndose a los llevar sin p e s a d u m b r e hasta entonce*,
otros c o n t i n u ó : ¿Este mozo h a estu- pero su corazón se resentía de la vi-
diado? llanía de su oficio, mientras su ima-
— E s u n gerifalte—-repuso el bizco—y ginación, engrandeciendo a sus ojo*
sabe latín. el brillo que rodea al guerrero de bue-
— ¡ O h , a m i g o ! , p a r a verdugo no h a y n a fama, y mostrándole fácil el cami-
cosa como saber latín. no d e la gloria que podría abrirle »u
lanza hallándose en otro estado nú»
— H a s t a ahora n o h e estudiado m u -
n o b l e , le hacía desear la ocasión ¿*
cho—respondió Usdróbal—•; p e r o m i
señalarse p ú b l i c a m e n t e por algún rai-
maestro es el benignísimo y piadosísi-
go m a r c a d o de caballerosa bravura.
mo señor que aquí veis—y señaló a
C o m b a t i d o estaba de estas imagina-
Zacarías—•, por lo q u e podéis e s p e r a r
ciones cuando vio venir al Velludo, que
q u e si n o llego a verdugo llegaré a
salía del castillo m a n o a mano y ha"
a h o r c a d o , y en c u a n t o a saber latín,
b l a n d o amigablemente con un hombre
ya sabéis q u e sirve lo m i s m o p a r a u n o
' '1 le
que p a r a otro. alto y seco q u e parecía que soio
— N o os moféis del h u m i l d e siervo q u e d a b a el pellejo, según lo correo»
de Dios—repuso el maestro con su acos- q u e e r a , el rostro m u y tostado a el ^ '
tumbrada dulzura. bigote entre cano y caído, pelo del mi
U s d r ó b a l se levantó, volvió la espal- mo color, nariz larga y tan colora
da al corro y empezó a c a n t a r , con como si la h u b i e s e n dado de berm
llón, lo que le daba trazas de »° ***
SANCHO SALDABA 399

-ustarle el jugo de la uva, en confir- bios como si fuera a silbar, dándole a


-jgción de ío cual sus ojos lucían con entender que el mancebo tenía el alma
a(nieí brillo vidrioso que marca comnn- bien puesta y que era mozo de manos.
-jeirte a los borrachos de profesión, Todo esto fue obra de un momento, y
ij^aía en la cabeza un gorro de pieles, Usdróbal, sin echarlo de ver, dirigién-
? envuelto en una ancha capa, sólo dose a su capitán, dijo:
dejaba ver sus piernas cubiertas de —Estaba pensando que vale más ser
planchas de hierro puestas unas sobre cabeza de ratón que cola de león, pero
otra9 a modo de tejas, lo que daba que en caso de ser cola de uno u otro,
¡nuestras que venía armado, y en sus vale más serlo del rey de los animales.
movimientos y contoneo jaquetón se —No entiendo a qué viene eso—re-
conocía que estaba muy pagado de sí plicó el Velludo—, pero creo que tienes
mismo y que miraba con desprecio a razón si no dices más.
)os otros, todo lo cual confirmaban su —Viene—replicó Usdróbal—a que yo
mirada de lástima y su labio inferior quisiera más bien ser arriero que bu-
(¡¿¡'do naturalmente. rro, pero ya que siempre he de ser
Era nada menos que el jeie de la burro, quisiera serlo de un señor más
compañía aventurera que el señor de bien que de un molinero.
Cuéllar pagaba y mantenía en su cas- •—Todo eso está muy bien—respondió
l¡]]o, aragonés de nación y con mucho el capitán—; pero si no te explicas
renombre de buen soldado y buen be- más claro te quedarás siendo burro toda
bedor, amigo de la guerra, de las mo- tu vida.
zas y, sobre todo, de la bota y de los —A mí el abad de San Bernardo me
valientes, habiendo reunido una compa- enseñó a explicarme por rodeos; pero,
ñía volante con la que andaba al pilla- aunque algo torcido en mis explica-
je o servía al que mejor le pagaba, no deras, soy muy recto, y siempre voy por
reconociendo más ley que su espada, el camino derecho, vía recta, cuando se
más rey que el dinero ni más órdenes trata de obrar; así que ahora pregunto,
que su voluntad. Rayaba ya en los cin- ¿qué querríais más, ser quien sois o
cuenta años, y era muy grande amigo ser señor de Cuéllar?
del Velludo, por haber sido soldados -—Ser señor de Cuéllar—repuso el
juntos en su mocedad, y no obstante que capitán sonriéndose-—. ¡Pareces tonto!
el aragonés tenía en mucho más su ofi- —¿Y si os hiciesen rey, lo preferi-
cio de aventurero que el de bandido, ríais a eso?
no por eso dejaba de mirar con mucha — ¿ Quién lo duda?
consideración a su amigo, que tenía tan —Y en caso de servir, ¿a quién ser-
bien sentada su fama como el que más, viríais mejor, al rey o a Sancho Sal-
y en un momento a una voz suya podía daña?
poblar todos aquellos bosques de un
— jToma! Al rey.
ejército de bandoleros.
—Pues vos mismo habéis desatado mi
Llegaron adonde estaba Usdróbal, y lengua, y ya estoy resuello a servís
e! Velludo, viéndole pensativo, le dijo : como soldado aventurero entre los hom-
—¿En qué piensas, buena alhaja, que bres de armas del señor de Cuéllar y
^ás ahí que pareces un asno viejo? a dejar lugar para otro en vuestra
El aragonés echó una mirada a Us- partida.
íróbal de arriba a abajo con aquella Frunció el Velludo las cejas, sus ojos
apariencia insultante de compasión que se iluminaron de pronto y lanzó «na
e
era propia, y volviéndose al capitán mirada de cólera sobre Usdróbal, irri-
* guiñó el ojo, empujando ía barba tado de que éste le tuviese a él por tan
«acia él con un gesto que equivalía a poco que se creyese ser cola de ratón
Peguntar: «¿Qué mozo es ése?», y a hallándose en su servicio, mientras s,"a
$te el Velludo contestó mirándole de compañero el aragonés, con su acostum-
ktyo y echando hacia fuera ambos la- brado desdeño, le dirigió la palabra:
400 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

— ¿ Y qué h o m b r e eres tú para alis- plaza de a v e n t u r e r o , si m e admiten


t a r t e bajo m i b a n d e r a ? ¿Ni qué p a p e l las lanzas de ese cantillo, y falta»'
has de hacer t ú e n t r e veteranos, que un voto que h e hecho si no c u l n
m i resolución
pKe*
al que menos le llega la b a r b a al cinto?
— O c u p a r é el l u g a r — r e p u s o Usdró- — P u e s , h i j o , a m í n o m e ha c e s fa|.
b a l — q u e ocupa u n h o m b r e en todas t a ; Dios te guíe, y p a r a que veas
partes, y r a y a r é donde raye el más alto. que
te quiero bien, este amigo es el jefp i
-—Eso sí—replicó el V e l l u d o — , y cual- la c o m p a ñ í a y el q u e te ha de admit"
q u i e r a a quien yo a d m i t o en m i p a r t i - en ella.
da es m u y capaz de r o m p e r u n a lanxa — A m í m e basta t u recomendara..
con el m e j o r d e tu compañía. aragonés— ; la estatura n
— ¡Con el m e j o r de m i c o m p a ñ í a ! es m a l a , es mozo, parece robusto— a ñ a .
— r e s p o n d i ó el aragonés sonriéndose, y dio, m i r á n d o l e despacio—, y justamen
volviendo a Usdróbal c o n t i n u ó — : ¿Sa- te está vacante la plaza de un buen mu.
bes m o n t a r a caballo? chacho que antes de ayer, bebiendo coa-
—Como un moro granadino. migo, por b r o m a le fui a dar de pía-
— ¿ E n r i s t r a s bien u n a lanza? no con la espada y le rajé la cabeza
—No sé quién eres, pero si quieres hasta la b a r b a sin q u e r e r de una cu-
saberlo p o r ti mismo m e r e m i t o a la chillada. ¡Un buen m u c h a c h o !
p r u e b a , y no h a y más que hacer. — P u e s sí, a m i g o , yo te lo recomien-
— ¡ P u e d e ! —replicó con calma el do—respondió el c a p i t á n — , y adiós, que
aventurero—-. D i , Velludo, ¿qué te pa- voy a recoger m i p a r t i d a . Adiós, Us.
rece de lo que dice este a l m o g á b a r e ? dróbal.
—Que dice bien—replicó el capi- — N o , eso n o ; cuenta con lo que se
tán— y que es m u y capaz de hacer lo h a b l a , y trae la bota antes de que te
que d i c e ; pero ven acá, niño—conti- vayas — d i j o , deteniéndole el arago-
nuó h a b l a n d o con U s d r ó b a l — , ¿ q u é nés—, que estoy seco de hablar, y este
ventolera te ha dado de dejar t a n pron- m u c h a c h o no se h a de separar de ti
to m i c o m p a ñ í a ? como si fuera un nadie.
— ¿ N o soy yo libre de hacer lo q u e — Y m u c h o menos sin despedirme de
m e j o r m e convenga?—preguntó Us- m i piadosísimo maestro—añadió Us-
dróbal. dróbal.
—Sin d u d a eres l i b r e ; p e r o sabes que — P u e s entonces venid conmigo—res-
pierdes m u c h o en d e j a r m e , p r i m e r o pondió el V e l l u d o — , y si han dejado
p o r q u e a q u í conmigo no tienes más algo lo beberemos en b u e n a paz y com-
jefe que a m í , y en e n t r a n d o en el cuer- pañía .
po de aventureros tendrás mil q u e no Diciendo así llegaron al corro, y ha-
lleguen a la suela d e m i zapato. llando la bota bastante provista, em-
— ¡Pasito, qmigo, p a s i t o ! — r e p l i c ó el p i n a r o n el codo hasta vaciarla, y Us-
a r a g o n é s — ; tú y yo nos conocemos y d r ó b a l se despidió de sus compañeros.
basta. Zacarías lloró, gimoteó y le rogó que
—No h a b l o por ti—continuó el Ve- no a b a n d o n a r a la paz del desierto por
l l u d o — , y, a d e m á s , como iba diciendo, los placeres m u n d a n o s ; los demás ca-
sabe que este r a t ó n , sí loca este cuerno ntaradas no mostraron la mayor pTJa
—y señaló al q u e llevaba a la espal- por su p a r t i d a , y .aunque las libaciones
da—, r e ú n e en veinticuatro horas más fueron copiosas, todos se pusieron en
de mil valientes bajo sus órdenes, a pie al echar el último trago, y el Ve-
quienes paga con más r u m b o que p u e d e lludo se despidió de su amigo el aven-
pagar en su vida el mismo rey en t u r e r o y de Usdróbal, retirándose con
persona. su gente, m i e n t r a s éstos volvieron paM
a paso al castillo.
— T o d o eso también lo sé-—replicó
U s d r ó b a l — , y yo siempre os r e s p e t a r é ; Poca b e b i d a era aquella para hac«
pero por ahora h e d e t e r m i n a d o sentar dar traspiés al aragonés, que tocante

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SANCHO SALDANA 401
f
fiB° e r a U I i a cll^a sm fondo, y c u a n d o era la cualidad única q u e se exigía para
pás Hegaba a ponerse a l e g r e ; p e r o a q u e l ser estimado d e todos, consideramos qtie
¿¡a había recibido u n amigo í n t i m o , y tanto Jos compañeros d e Usdróbal como
0 lengua, algo t r a b a d a , se resentía de] los demás habitantes de la fortaleza
jjjjo agasajo que se l e h a b í a b e c h o , p o r eran h o m b r e s que se p a g a b a n más de
j„ que todo el camino vino h a b l a n d o a u n rasgo de revolución y un trago a
jjsdróbal acejca de sus deberes. tiempo q u e d e u n a acción filantrópica,
__Sí5 señor—decía—, la siborduna- viendo en cualquiera de estas dos cosas
¿¿ü, y la disciplina, y b u e n e m p u j e todo lo que necesitaban p a r a elegir u n
cuando se t r a t a de enris... enris .. en- amigo. La m a y o r p a r t e de los solda-
fisirar lanza. dos aventureros n o tenían n a d a q u e
—j\To tengáis c u i d a d o , q u e n o m e echar a Usdróbal en c a r a , p o r q u e si
quedaré atrás—respondió Usdróbal, in- éste había dejado el ejercicio de ban-
lerrumpiendo un romance que venía ta- dolero p a r a tomar a q u é l , ellos h a b í a n
rareando entre dientes. tenido otros oficios en su vida de igual
—Está b i e n , p o r q u e el h o m b r e ha de especie o peor, toda la c o m p a ñ í a , sien-
¡er mulo, y cuando llegue el caso, u n do generalmente compuesta de h o m b r e s
traíio de vino y a ellos. sin oficio ni beneficio, extranjeros, jner-
Con esta conversación e n t r a r o n en el i cenarlos y desertores,
castillo, donde Usdróbal fue alistado en Usdróbal, siempre fijo en su empresa
la compañía, y le dieron las a r m a s del j de salvar a Leonor, que era el princi-
difunto a quien h a b í a revelado, q u e él j pal intento q u e ie b a h í a traído a ha-
¡e vistió, m u y contento de verse ya h o m - j cerse h o m b r e de armas entonces, no
bre de armas y, sobre todo, de estar [ desdeñó la amistad de n i n g u n o , y, al
certa de la hermosa Leonor, decidido a contrario, puso de su p a r t e cuanto p u d o
t favorecerla en todo y libertarla si fuese
p a r a granjearse la de muchos más, pen-
I necesario a costa de su p r o p i a vida.
sando, como general p r u d e n t e , en ha-
cerse aliados dentro de la misma plaza
q u e pretendía embestir antes de ponerla
sitio. Con este fin, y valido de su fle-
CAPITULO XIV xibilidad de carácter, bebía con los
unos, h a b l a b a con los otros y se mos-
Tanto, que dije entre mí: traba generoso con todos, gracias al di-
¿.Todo el mundo se rrw atreve'' nero que le valió su estaucia con el
¿Tan tíejada te parezco1? Velludo, sin descuidarse al mismo tiem-
¿Eres tú tan insólenle
que aunque me prometas reinos po en ir reconociendo el t e r r e n o , visi-
mis favores te prometes? tar la fortaleza, y siempre tratando de
«Romancero». averiguar dónde estaba detenida la her-
m a n a de H e r n a n d o , deseoso de verla y
Ya hacía ocho días que estaba Us- coinunicar con ella sus planes,
dróbal con sus. a v e n t u r e r o s , m u y a p r e -
P e r o a pesar de su vigilancia y b u e n
sado -de todos ellos p o r su ánimo re-
deseo, sus esfuerzos tocante a este pun-
Mello y h u m o r alegre, su semblante
«anco y n a t u r a l descaro, h a b i é n d o l e to no h u b i e r a n p r o d u c i d o acaso nin-
tardo hallar m u c h o s amigos en el cas- gún resultado si los celos y el despecho
tillo. de u n a m u j e r vengativa no hubiesen
venido j u s t a m e n t e a favorecer sus pro-
Estas amistades en t a n b r e v e t i e m p o
Do yectos.
parecerán extrañas al q u e haya vi-
ido algún t i e m p o entre militares, don- Z o r a i d a , más irritada q u e nunca con-
fa la franqueza y familiaridad del tra- tra Saldaña, h a b í a sabido ya, gracias al
to hace que la amistad se estreche e in- paje, que n o se había descuidado en de-
""He casi a p r i m e r a vista; p e r o m u c h o círselo, quién era u n a de las prisione-
,^005 raro p a r e c e r á si trasladándonos a ras, y más interesada que n a d i e en h a -
Ruellos tiempos en q u e ser valiente cerla desaparecer del castillo antes q u e
26
402 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Sancho se recobrase e n t e r a m e n t e de sus serlo u n h o m b r e de continente tan A


heridas, no h a b í a cesado de m e d i t a r u n e m b a r a z a d o y fisonomía tan resn ^
p u n t o , desde entonces, el modo de cum- por lo q u e , más a n i m a d a que Qu
p l i r su deseo. Su conocimiento de todas se decidió a h a b l a r l e en secreto v '
las comunicaciones secretas y escaleras gurarse de este m o d o si era o no ci *"
ocultas de u n castillo en que h a b í a pa- su presunción.
sado tantos años, las riquezas q u e po- P o r su p a r t e , Usdróbal n o hahí U l aa
J
seía y, sobre t o d o , su audacia y carác- j•a dio„ deJ_ • ¿
informarse de J_ . . .
quién era de-
aque.
ter e m p r e n d e d o r , hacía de ella el me- lia extranjera tan bella que parecía
j o r aliado que Usdróbal podía desear, triste, y no faltó t a m p o c o quien Je c
y que su b u e n a suerte le p r o p o r c i o n ó . tase lo q u e deseaba y p u n t o por puni
Sabía m u y bien Z o r a i d a que de todos le refiriese sus amores con Saldaña
los servidores de Saldaña, los más fá- los desdenes que a h o r a sufría. Esta
ciles de sobornar con dinero y m á s a p - rración le originó el pensamiento de
tos para aquella empresa eran los aven- aliarse con la h e r m o s a m o r a , pensando
tureros, y ya más de u n a vez h a b í a tra- con razón, q u e , sin duda, movida <]e
tado de descubrir a alguno de ellos su sus celos y por su p r o p i o interés, había
p l a n , puesto q u e su poca influencia con de desear con ansia verse de cualquier
el señor de Cuéllar h a b í a disminuido su m o d o libre de su rival y que su proiio-
crédito entre aquellas gentes, y esta con- sición de alianza para este caso sería
sideración h u b o de contenerla algún a c e p t a d a con gusto. Muchos deseos te-
tiempo. nía de h a b l a r y franquearse con ella, y
Muchas veces h a b í a ojeado los indi- a u n q u e la p r u d e n c i a tal vez exigía «ue
viduos de la c o m p a ñ í a , buscando entre él n o fuese el p r i m e r o en romper la
ellos alguno a quien confiarse, y aun- valla, como esta cualidad no era la que
q u e la muestra y apariencia de todos más brillaba entre las que Usdróbal po-
los manifestaba m u y capaces de t o m a r a seía, lo h u b i e r a ya hecho a no mediar,
su cargo cuanto b u e n o o m a l o se les en- a su parecer u n a consideración que le
comendase, esto mismo la hacía d u d a r , irritaba y afligía al mismo tiempo. No
temiendo q u e , si la descubrían, su ven- sabiendo si Leonor a m a b a o no a Sal-
ganza quedaría sin cumplirse y Leonor daña, y no p u d i e n d o por esto contar
p a r a s i e m p r e en poder del señor de con su voluntad p a r a el proyecto que
Cuéllar. Con t o d o , ya h a b í a observado m e d i t a b a , traíale pensativo esta idea, y
a U s d r ó b a l , y los ojos de lince de los a veces hasta le p o n í a t a n furioso como
celos la h a b í a n h e c h o en p a r t e descu- si él la a m a r a verdaderamente y, celo-
b r i r sus intenciones, h a b i é n d o l e oído so de ella, desconfiase de su constancia.
hacer varias preguntas acerca de la ha- P e r o c u a n d o , ya t r a n q u i l o , se detenía
bitación q u e ocupaba la prisionera, q u e , en pensar en los medios de que el de
a u n q u e hechas al parecer con indife- Cuéllar se h a b í a valido para poseerla,
rencia y sólo como p o r m e r a curiosi- en el odio que h a b í a oído decir se pro-
d a d , Z o r a i d a las imaginó sospechosas, fesaban las dos familias y en la fama
y m u c h o más c u a n d o , i n f o r m a d a d e q u é q u e tenía Saldaña en aquellos contor-
era u n soldado n u e v o , n o p u d o menos nos, su ira se aplacaba y su pesadumbre
de figurarse que en aquel h o m b r e de se desvanecía, conociendo cuan poco
armas estaba disfrazado a caso el aman- fundadas iban sus conjeturas, y asegu-
te de Leonor, que se h a b í a alistado rándose cada vez más en que el servi-
a v e n t u r e r o con el fin de salvarla. Este cio que trataba de hacer a Leonor era
p e n s a m i e n t o , y más q u e todo la b u e n a en aquellas circunstancias el que mas
cara y modales n a t u r a l m e n t e francos de le agradecería. No obstante, deseaba ver-
Usdróbal, acabó de engañarla, afirmán- la, y ya algunas veces había intentad0
dola en la idea de q u e , siendo el aman- penetrar en su estancia; pero esta, c
te oculto de d a m a t a n p r i n c i p a l , tenía locada precisamente en el primer » J
de ser caballero, n o p u d i e n d o menos de m o del edificio y a la otra parte e n *
SANCHO SALDAÑA 403

fondo, estaba vigilada por los servido- rreones que flanqueaban la fortaleza, le
te ; más leales de Saldaña, quien al mo- hizo atravesar una galería m u y oscura,
jpeiito que supo el n o m b r e de su p r i - abrió después una p u e r t a y, quedándose
m e r a , lleno de g o z o , h a b í a n o m b r a d o ella afuera p a r a q u e él entrase p r i m e -
ioS que la h a b í a n de g u a r d a r , con or- r o , Usdróbal se h a l l ó como por encan-
j eI i de no dejar acercar a n a d i e sino a to en u n a habitación soberbiamente
su P a Í e í a v o r i t o y a las damas que la adornada.
jjpiesen. Añadíase, a d e m á s , q u e Usdró- Una m u j e r pálida, y en cuyas meji-
¡,al, que no sabía fijamente la h a b i t a - llas se m a r c a b a n a ú n los surcos q u e
ron y n o quería hacerse sospechoso, h a b í a n formado lágrimas m u y recien-
miraba como otros tantos espías suyos les, estaba sentada sobre dos a l m o h a d o -
a cuantos subían y b a j a b a n por la es- nes moriscos, cubierta de u n a almala-
calera p r i n c i p a l , única que él conocía fa de seda, cuya capucha caída dejaba
«He condujese hasta allí. E n o j a d o con ver su rostro, q u e , tan majestuoso como
tantas dificultades, n o sabía q u é hacerse, afligido, inspiraba a u n m i s m o t i e m p o
jorobando y desechando cuantos recur- el respeto y la compasión. Usdróbal co-
sos le ofrecía su "imaginación, más por noció en ella a la h e r m o s a mora a quien
miedo de e m p e o r a r la situación de Leo- había visto algunas veces y de cuya
nor qne p o r t e m o r de su vida, a u n q u e historia ya le h a b í a n informado, y ha»
sabía que Saldaña n o t a r d a r í a m á s biéndola s a l u d a d o respetuosamente,;
tiempo en m a n d a r l e despedazar vivo quedó en pie y a cierta distancia, aguar-
que el q u e tardase en conocer su in- d a n d o p a r a r o m p e r el silencio a q u e
tención. ella hablase p r i m e r o . Z o r a i d a estuvo u n
En esto estaba cuando u n día, a rato callada como d u d a n d o el giro q u e
tiempo q u e se paseaba p o r u n corre- daría a su discurso, y n o sabiendo cómo
dor solo, m i r a n d o a un lado y a otro e m p e z a r , alzó en seguida los ojos, y ha-
por ver si descubría algún secreto pa- biéndole echado u n a m i r a d a de curiosi-
sadizo o escalera que le llevase a d o n d e dad, sin d u d a con intención de leer en
quería, sintió q u e le tiraban suavemente su corazón y p e n e t r a r de este m o d o el
de nn b r a z o , y volviendo a ver quién misterio que a su parecer se escondía en
era, vio u n a n i ñ a d e poco m á s de diez aquel joven, con acento t r a n q u i l o , aun-
años que en lengua á r a b e y con señas q u e melancólico, d i j o :
muy expresivas le suplicaba que le si- — A u n q u e el puesto q u e ocupáis en
guiese, que le tenía q u e comunicar u n este castillo os hace parecer a los ojos
secreto. Era Usdróbal demasiado ami- de todos sóío como u n simple soldado,
go de aventuras p a r a q u e dudase en yo no p u e d o menos de creer que vues-
seguir la q u e se le presentaba, y aun- t r a sangre es ilustre, y q u e vos sois otra
que avisos de a q u e l género eran en los cosa de lo que a p a r e n t á i s .
castillos de aquel t i e m p o señales de di- —Mi sangre, señora—respondió Us-
cha a veces y muchas otras de m u e r t e , d r ó b a l — , p u e d e ser la sangre de u n rey,
'o que él menos pensó fue en lo que po- ¿quién sabe?, p o r q u e yo no h e cono-
día sucederle, dispueso a arrostrar cual- cido a mis p a d r e s , y en cuanto a mos-
quier peligro y p r o n t o a todo con tal t r a r otra cosa q u e lo q u e soy, p u e d o
de satisfacer su curiosidad. aseguraros q u e , a u n q u e n o m u y viejo,
Como Usdróbal n o conocía bien la h e corrido ya tantas aventuras, q u e
lengua en q u e h a b l a b a la niña, ni le m u c h a s veces hasta yo m i s m o rae des-
prenguntó n a d a , n i se detuvo un m o m e n - conozco.
to, sino e m b r a z a n d o su espada, siguió — ¿ P e r o vos sois caballero—pregun*
con ligereza los veloces pasos de la es- tó Zoraida—«, no es cierto?
«avilla, que, después de h a b e r l e h e c h o —Si no lo soy—repuso Usdróbal—- f
subir por una escalerilla de caracol m u y m e siento capaz de serlo, y estoy pron-
^trecha, cortada en el mismo m u r o del to a acometer la empresa más a r d u a de
Cilicio, que conducía a uno de los to- que p u d i e r a u n caballero gloriarse.

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404 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

— N o m e h e e n g a ñ a d o — d i j o la m o - a m a n t e ; a h o r a es m i m a y o r enem'
r a , q u e dio por cierta su conjetura a l Me h a despreciado, m e h a h u m i l l a d '
oír el tono altivo q u e usaba Usdróbal se h a olvidado e n t e r a m e n t e de mí , '
en su e x p r e s i ó n — ; n o m e he e n g a ñ a d o , te he a m a d o como n u n c a se amó y k
y os aseguro que q u i e n q u i e r a q u e desoído la voz de m i orgullo más i\
seáis, pedéis h a b l a r francamente con- u n a vez p a r a p e r d o n a r l e . Yo he sufr'
m i g o . Yo soy u n a m u j e r , y u n a m u j e r do sus desprecios sin dar siquiera un
sin n i n g ú n auxilio en el m u n d o ; vivo, queja, le h e visto apartarse de mí, y t go i
p o r decirlo así, sola en el universo, p e r o con m i dolor, tal vez h e tenido
compa.
m i alma es noble y m i corazón es lan sión de su tristeza olvidándome de la
vengativo como generoso. Vos deseáis m í a ; mis lágrimas h a n corrido en si
quizá t o m a r venganza de otros agravios, lencio, m i amor por él he sentido n Ue
yo de los m í o s ; tal vez nuestro enemi- se a u m e n t a b a con su desdén, y ] e j o g
go es uno m i s m o ; r e u n a m o s nuestras de pensar en vengarme de su incons-
fuerzas y conspiremos de m a n c o m ú n tancia, m e he esforzado a hacerme niás
contra él. Si sois u n caballero, os bas- agradable a sus ojos, a consolarle, d e .
tará que u n a m u j e r desgraciada os re- terminada a sacrificar mi vida por lia-
clame por su defensor; si sois villano. cer su felicidad. Sí, yo estaba determi.
riquezas tengo, podéis disponer de n a d a a m o r i r ; l o estoy ahora mismo
todas. más que n u n c a , pero vengada. Nuevos
— ( P u e s señor, bien
bien va el *1 negocio, ultrajes, horribles insultos, insufribles
p r u d e n c i a . Si estuviera a q u í mi maes- celos h a n venido a h o r a a amargar con
t r o — pensó U s d r ó b a l — n o dejaría pasar su ponzoña m i corazón, y él va a eer
en blanco esta p a l a b r a ; p e r o ya q u e feliz en brazos de otra m u j e r . ¡Oh! no.
esta m u j e r m e cree caballero, p o r t é m o - El dividió conmigo sus placeres en otro
nos como tal.) Y o , señora—continuó di- t i e m p o ; él m e ha hecho hartarme de
rigiéndose a Zoraida—, no c o m p r e n d o h i é l ; j u s t o , m u y justo es que los do6
bien vuestro discurso, y os suplico que ahora agotemos juntos hasta las heces
si no lo tomáis a m a l , os expliquéis más la copa de la a m a r g u r a . N o , n o ; ge en-
c l a r o : vuestra situación m e mueve a fa- gaña, si m i e n t r a s yo viva, cree el infa-
voreceros, y así no tenéis n a d a que dis- me con les halagos de otra mujer di-
frazar. E n cuanto a las riquezas q u e m e sipar los t o r m e n t o s que le abruman;
ofrecéis, os las agradezco, p o r q u e soy Zoraida se los h a r á sentir más crueles;
más a m a n t e de la gloria que del dinero. ¡nunca m u j e r n i n g u n a , ninguna, los cal-
— N o os ocultaré n a d a — r e p l i c ó Zo- m a r á con sus caricias! P e r o esto para
r a i d a — , siempre q u e m e deis vuestra vos es n a d a — c o n t i n u ó más tranquila—;
p a l a b r a de caballero, pues sin d u d a lo vos n i n a d i e e n el m u n d o puede vol-
goís, visto vuestro proceder generoso, de verme la paz ; nadie calmará nunca mis
no comunicar a nadie lo que os dijere, sufrimientos; todo lo más que puedo
caso q u e no queráis ser cómplice de esperar de vos es que ayudéis mi ven-
mis designios. D á d m e l a , y acaso n o sen- ganza. ¿ Q u é i m p o r t a ? , es bastante; ¿co-
tiréis t e n e r m e por aliada. nocéis a Leonor de Iscar? ¿Sois acaso
su a m a n t e ?
—Yo os doy la palabra m á s sagrada
— r e p u s o U s d r ó h a l — que raí caballero •—Soy, señora — respondió Usdróbal,
p u d i e r a dar, y os p r o m e t o c o r t a r m e la cuya alma sensible h a b í a n conmovido las
lengua antes c!e que ella revele a nin- palabras de la hermosa mora—-; É°y
gún viviente vuestro secreto, cualquie- quizá el h o m b r e que más culpa tiene de
ra que sea, a u n q u e fuese vuestra inten- que esta dama esté a h o r a prisionera y
ción asesinar a m i mismo p a d r e sí lo en p o d e r de vuestro enemigo. Soy quid
tuviera. sin saberlo la t r a j e al punto en q"e
•—Me Basta—respondió la m o r a — ; a h o r a se v e ; p e r o ya, arrepentido de io
voy a abriros m i corazón. El señor de que hice, estoy resuelto a morir o a
este castillo fue en otro t i e m p o m i libertarla, y n a d a h a b r á p o r peligroso
SANCHO SALDAÑA 405

¡jue s e a ? P o r difícil q u e pai'ezca d e su- r o r — ; n o , p o r q u e entonces yo misma


perar, a q u e n o m e a r r o j e y q u e yo n o la asesinaré.
arro=ti"e, siendo ésta la p e n a q u e m e h e — E s imposible—repuso con calor TJs-
¡apuesto p o r el delito q u e cometí. Acep- dz'óbal—que Lee ñ o r n o aborrezca a u n
to con gusto vuestra oferta, y desde aho- h o m b r e tan endiablado.
ra juntos formaremos nuestro plan y — ¡ O j a l á ! — r e s p o n d i ó la mora—•. Te-
juntos lo p o n d r e m o s en p l a n t a ; digo néis razón en lo q u e decís; y a pesar
aU e acepto tanto m á s gustoso vuestra de todos sus defectos, ¿ n o le a m o yo?
a ]jaiiza, cuñnto q u e solo y sin conocer ¿ P o r qué otra no p o d r í a a m a r l e ?
gg^e castillo m i empresa h u b i e r a sido Aquí llegaban de su conversación,
más perjudicial a esa d a m a q u e prove- cuando la esclava avisó a su señora q u e
chosa, puesto q u e tampoco h u b i e r a ce- el primoroso J i m e n o pedía licencia pa<
dido yo u n p u n t o en llevarla adelante ra e n t r a r a h a b l a r l a .
p0r temor del riesgo q u e podía correr. —Amigo—dijo entonces Zoraida—vie-
Hablad, señora, disponed de m í ; mi nen a i n t e r r u m p i r n o s ; retírate y no te
¡,razo y m i corazón son vuestros, y con alejes, p o r q u e quisiera verte después.
todo- antes que dispongáis cosa alguna, Usdróbal la saludó con respeto y sa-
haced d e m o d o q u e yo h a b l e un m o - lió de la sala, atónito de la energía de
mento con ella, sólo u n i n s t a n t e ; es aquella m u j e r , y m u y gozo •o de su
quizá lo más esencial. a v e n t u r a . Al llegar a la p u e r t a h a l l ó a
Zoraida q u e d ó u n m o m e n t o pensativa J i m e n o q u e iba a e n t r a r , y que le echó
in^eni^ndo cómo Usdróbal pudiese ser u n a insolente m i r a d a de a r r i b a a b a j o
introducido d o n d e h a b i t a b a Leonor, m o - como extrañado de verle allí, y a la q u e
vió la cabeza varias veces como apro- L s d r ó b a l contestó con otra a u e mani-
bando o d e s a p r o b a n d o sus propios pen- festaba n o menos, altivez y desprecio,
samientos, y d i j o : —y; Q u é tal?—se dijo a sí m i s m o el
—Todos los secretos de este castillo, p a j e — ; p a r a el tonto q u e fíe en m u j e -
y particularmente los de la estancia q u e res. Este será algún capricho de Zorai-
habita Leonor, m e son m u y conocidos. da ; algo grosero es para preferirlo a u n
h o m b r e como y o ; pero ahí está el caso,
Allí h e vivido vo en días m á s felices;
p r o b a r de todo.
allí era m i p a r a í s o ; allí pasó u n a par-
te <de m i vida como u n sueño venturo- Diciendo así se estiraba la gola, alisa-
so entre delicias y a m o r e s , y halagada ba las pliegues d e su justillo, y repasa-
ba minuciosamente su tocado, dispo-
de la esperanza m á s lisonjera. ¡ A h !
niéndose a presentarse delante de tina
¿Por qué no fue eterno m i sueño? Sí,
mujer a quien t r a t a b a de cautivar con
yo conozco todo lo q u e allí h a y ; pero
sus gracias el p r e s u n t u o s o , y como casi
aunque sería fácil llegar hasta allí íin seguro de su triunfo, entró a r r e g l á n d o l e
ser visto, para h a b l a r l a sería preciso el bigotillo r u b i o que e m p e z a b a a cu-
que os vieran, y entonces era t i e m p o b r i r l e el l a b i o , con pasos m u y m e d i d o s
perdido. ¿Cómo h a r e m o s ? . . . Yo h a b í a y elegantes y fingiendo la tristeza con-
pensado valerme de vos para q u e sor- veniente a la q u e , seaun él, t r a m h i é n
prendieseis de noche a lo.i q u e la guar- a p a r e n t a b a la m o r a . Esta correspondió
an, introduciéndoos en la habitación con u n a ligera inclinación de cabeza al
por una escalera o c u l t a ; pero p a r a q u e gentil saludo de J i m e n o , quien después
li habléis sin uue ella esté avisada y de las generales de e n t r a d a se sentó
no os vean, n o hallo m e d i o . Vos decís frente a Z o r a i d a , en u n o de los b o r d a -
lie es lo más esencial; yo creo lo más dos cojines q u e r o d e a b a n la sala, con
Pericial q u e sea pronto. Si Saldaña, q u e muestras de p e s a d u m b r e , ya m i r á n d o l a
eít
¿ easi r e c o b r a d o d e sus h e r i d a s llega d u l c e m e n t e , y ya b a j a n d o los ojes con
a
ir a verla, y Leonor accede a sus de- fingido r u b o r , como si tuviera algún se-
os
* y se entrega a su voluntad, n o con- creto que le fatigara, y su timidez, cor-
le,s tándole la p a l a b r a , le i m p i d i e r a comu-
va con salvarla—continuó con fu-
406 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

nicárselo. El orgulloso continente de que sean los vuestros, ¿ q u é razón rri


Z o r a i d a parecía h a b e r recobrado toda facultades tengo yo p a r a entrometer
su majestad delante de u n h o m b r e a en ellos? Conozco el motivo «1P ,
quien ella estaba acostumbrada a mi- tros pesares y las injusticias q U e e g ..;
r a r como un simple vasallo, y vuelto el sufriendo. ¿ Q u é tiene de particular QU
rostro a otro l a d o , n i a u n se dignaba tratéis acaso ide consolaros y d e veno
contestar con u n a m i r a d a a las ojeadas ros al mismo t i e m p o del único m 0 V
h u m i l d e s y amorosas del paje, q u e sen- que u n a m u j e r se p u e d e vengar? K
t a d o como estaba, parecía al m i s m o q u e y o crea.,.
t i e m p o estudiar las actitudes más ama- -—Basta, J i m e n o , ai m o m e n t o salid A
bles y caballerosas p a r a a g r a d a r l a . a q u í — r e p u s o Z o r a i d a levantándose con
— ¿ Q u é causa os h a traído a v e r m e ? d i g n i d a d — ; a ú n no m e juzgo tan infe.
¿Tenéis alguna noticia q u e d a r m e ? liz que esté en el caso de sufrir los ¡n.
•—preguntó la m o r a sin volver siquiera sultos de u n m i s e r a b l e vasallo del s e .
la cabeza a m i r a r l e , y con el acento más ñ o r de Cuéllar.
desdeñoso, — P e r d o n a d , señora — respondió el
— N o sé—respondió el paje no sin paje inclinándose delante de ella con
malicia, a u n q u e con tono sumiso—si he u n m o v i m i e n t o fino y como arrepentí,
llegado en ocasión y h o r a en que vos do de su ligereza—, n o os irritéis con
hubierais deseado q u e n a d i e os inte- u n h o m b r e q u e no sabe lo que dice
r r u m p i e s e ; pero n a d a os e x t r a ñ e q u e yo agitado como está de m i l sentimientos
c u m p l a con m i p r i m e r deber viniendo diversos y de la pasión m á s loca; no os
a p r e s e n t a r a vuestros pies el h o m e n a j e a l t e r é i s : p e r m i t i d m e q u e os haga una
d e b i d o a la reina de la h e r m o s u r a . sola p r e g u n t a , y m e r e t i r o .
— J i m e n o — r e p l i c ó Zoraida^—, vuestro Conocía m u y b i e n J i m e n o la situa-
lenguaje afectado m e i n c o m o d a ; esas ción de Zoraida, q u e ya en el castillo
intempestivas y miserables galanterías conservaba el sólo el prestigio de lo que
usadlas con las mujeres a quien preten- fue, y estaba expuesta a la desvergüen-
dáis agradar y que se paguen más de za del soldado más ínfimo, ya sin apo-
p a l a b r a s q u e de los verdaderos senti- yo n i valimiento alguno, la poca con-
mientos del corazón. sideración q u e le q u e d a b a , consistiendo
— V e o , señora—respondió el p a j e — , sólo e n el dominio q u e había ejercido
q u e no queréis p e r d o n a r m e la i n t e r r u p - sobre Saldaña, de q u i e n ya sabían to-
ción que h e tenido la desgracia d e cau- dos q u e e r a entonces aborrecida. No
sar, sin querer, con m i venida tan poco era el paje t a m p o c o t a n generoso que
a t i e m p o . C u a n d o la imaginación está respetase la desgracia cuando se trata-
o c u p a d a de otros objetos, y acaso se aca- b a de su p r o p i o interés, o de callar un
b a de oír el lenguaje d e l corazón, la chiste m a l i c i o s o ; pero a u n q u e , como la
vista m á s agradable nos fastidia, y las mayor p a r t e de los h o m b r e s viciosos,
palabras más dulces y lisonjeras nos pa- p a r a él todas las mujeres fuesen igua-
recen frías, insulsas, si las c o m p a r a m o s les, tocaba esto a su virtud, y no ai
a las que a c a b a n de halagar nuestro genio de cada u n a , p o r lo que conocien-
oído. No m e e x t r a ñ a , en efecto, que do el astuto p a j e demasiado bien el im-
llaméis intempestiva m i galantería. perioso carácter de Z o r a i d a , y proras
tiéndose hacerla su conquista para agra-
—Vos sois insolente, J i m e n o — r e s p o n -
dar su a m o r p r o p i o , y satisfacer asimis-
dió Z o r a i d a con m a j e s t a d — ; explicaos,
mo su liviandad, c u a n d o la vio enojada
a e l a r a d esas suposiciones q u e vuestra
varió al m o m e n t o de c a m i n o , y mosíron-
malicia..,
dóse arrepentido de lo q u e había dicho-
—Respeto m u c h o — contestó el p a j e tomó el tono de r e n d i m i e n t o en vez de
sin desconcertarse en el m i s m o t o n o — , de la ironía.
los secretos de las d a m a s , y m u c h o más
c u a n d o n o tengo n i n g ú n derecho p a r a — J i m e n o — respondió la mora--1 '
saberlos. Vos, supongamos, cualesquiera conozco acaso demasiado b i e n ; ü°

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SANCHO SALDAÑA m'
ttedo q u e j a r de vos, y habéis t e n i d o o h a b l a r l e de cosas q u e m e interesaban.
Lindo tener lástima de mis desgracias; ¿Estáis satisfecho?
er o no sé por q u é , a pesar m í o , n o — M e basta—replicó el paje con su
puedo agradeceros el interés q u e habéis .acostumbrada malicia—, soy discreto,
minado P o r l m : vuestras palabras hoy y habéis hecho bien en h a b l a r m e con
un sido tan insufribles y altivas, como confianza. H e entendido y m e v o y ; po-
tü otro tiempo eran aduladora^ y ba- déis hacerle l l a m a r .
jas. Tal vez vuestra p r e g u n t a m e des- Diciendo así, hizo muestra de salir
mótente ; con t o d o , no i m p o r t a , haced- de la habitación. El rostro de Zoraida
la; la sufriré en pago de los servicios se encendió de r e p e n t e , a r r e b a t a d a de
¡n¡e me habéis h e c h o , y a u n p u e d e ser cólera contra el vil q u e la sospechaba,
qUe os responda, y a u n q u e se esforzó a. contenerse como
—(Yo te b a j a r é ese orgullo—pensó el m e j o r p u d o , parecía como se suele de-
paje—•) Siempre h e sido y seré—con- cir, que le iba a deshacer con los ojos.
tinuó en alta voz — vuestro amigo y Mas el t e m o r de p e r d e r quizá el único
vuestro defensor; siempre os h e defen- apoyo q u e le q u e d a b a , le obligó a su-
dido, y a u n m e h e atrevido por vos a j e t a r su furia e n su corazón, q u e d a n d o
contravenir a las órdenes expresas de inmóvil delante de él sin q u e r e r dejar-
mi señor; a h o r a m i s m o , más q u e n u n - le ir, ni acertar a detenerle t a m p o c o .
ca, estoy dispuesto a todo p o r agrada- J i m e n o conoció la lucha en q u e se ha-
IOS. ¡Cuántas veces h e reconvenido a llaba su a l m a , y cómo él se juzgaba
Saldaña de su inconstancia, y le h e ta- m u y superior a Usdróbal en t o d o , n o
chado entre m í mismo de h o m b r e de d u d ó que le sería fácil triunfar, atri-
poco gusto, c u a n d o desdeñaba tanta her- b u y e n d o el supuesto c a p r i c h o de la h e r -
mosura, y virtudes tan raras en vuestro mosa m o r a m á s a u n movimiento de
teso! venganza q u e a u n a pasión n a c i e n t e .
Volvióse, p u e s , a ella, tomó otra vez su
—Haced vuestra p r e g u n t a •— replicó apariencia cortés y respetuosa, d i j o :
Zoraida—, y no repitáis tantas veces
—Siento r e t i r a r m e dejándoos enoja-
que soy desdeñada de n a d i e . Decid lo
da conmigo. P e r o tenéis razón, y conoz-
que queráis sin volver a esa charla in-
co q u e m e h e p r o p a s a d o . Soy franco, n o
significante, usada sólo en este país de
obstante, y digo que a la v e r d a d siento
mentira y de hipocresía.
que u n h o m b r e de nacimiento tan ba-
—Está b i e n , y puesto que-—repuso Ji? j o . . . P e r d o n a d , señora, yo m e r e t i r o , y
meno—me lo permitís, p e r d o n a d m i im- a pesar de t o d o creed q u e seguiré siendo
pertinente curiosidad, y decidme quién como hasta a q u í , vuestro fiel amigo y
es ese soldado joven q u e vuestra escla- vuestro defensor más a c é r r i m o . Cual-
va hizo salir d e este cuarto al m o m e n t o quier favor, cualquier servicio que exi-
en que yo iba a e n t r a r . jáis de m í . . .
Zoraida n o p u d o menos de turbarse al —-Jimeno — i n t e r r u m p i ó la m o r a — ,
Monto, n o sabiendo q u é r e s p o n d e r , estáis acostumbrado a pensar m a l de
mientras el p a j e , con los ojos bajos y al 3as mujeres, y así no es extraño q u e pen-
parecer sin m i r a r l a , n o dejó escapar la séis m a l ide m í . ¡ Creéis q u e ese soldado
filiación que su pregunta íe h a b í a cau- es m i a m a n t e ! Podéis creer lo q u e que-
cado, y que él atribuyó a motivos m u y ráis, pero al menos—prosiguió r e p r i -
diferentes de los que r e a l m e n t e e r a n . m i e n d o sus lágrimas—, al menos no m e
<-oraida n o obstante, se recobró al pun- insultéis.
to) J repuso con altivez. —Sirvan de disculpa mis pocos años
"~-A nadie en el m u n d o tengo q u e dar a mi indiscreción—repuso el p a j e fin-
nerita de mis acciones; el h o m b r e q u e giéndose enternecido—, y p e r d o n a d a
poseía ese derecho, m e h a dejado l i b r e u n h o m b r e que os a d o r a — a ñ a d i ó arro-
•r ^ñora de m i voluntad. Y b i e n , es u n jándose a sus pies—L, q u e os m i r a como
toldado que yo h e hecho l l a m a r p a r a su tínico bien, unos celos sin duda m a l
408 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

fundados, pero que son señales de la — E l l a cree que el conde os ama


verdad con q u e os a m o . tavía, a pesar q u e él j u r a q u e . . .
— L e v a n t a d , J i m e n o , del suelo—res- —Así, l e n t a m e n t e , J i m e n o — PiC~_,
p o n d i ó Zoraida con ceño—, q u e perdéis <7 - j , puso
¿ o r a i d a con a m a r g u r a — , asi, que c a J
el t i e m p o en m e n t i r . gota de hiél de t u lengua amartniP v.
i , o u c por
Alzóse el paje m i r á n d o l a con asom- si sola m i corazón.
b r o , indignado i n t e r i o r m e n t e de sus ra- — ¿ Queréis por ú l t i m o que os 1 0 d¡.
zones, mientras la h e r m o s a m o r a , pues- ga?—replicó el p a j e b a j a n d o l 0 s o j 0 ¡
to entre sus labios el índice de la m a n o y encogiendo les h o m b r o s — ; p U e s -i
izquierda y clavados los ojos al suelo, j u r a y protesta q u e os aborrece.
parecía p r o f u n d a m e n t e ocupada de al-
gún proyecto. —Lo sé, lo sé,—replicó Zoraida con
voz i n t e r r u m p i d a p o r sus sollozos— ft
— J i m e n o — l e dijo al cabo de u n rato
Saldaña m e aborrece, y yo... yo también
de silencio—, si n o tenéis m a l a voluntad
le odio con todo m i corazón—prosiguió
a u n a m u j e r q u e n u n c a os dio motivo
ide enojo, si sois tan noble de corazón con ira Z o r a i d a — ; si m e amas de veras
como os jactáis de serlo p o r vuestros si tan siquiera te parezco bien, ayuda-
antepasados, creo que no seréis capaz m e en m i venganza, sasíi¿face mi re en.
d e faltar a la confianza q u e de vos se timiento, y toda, toda yo seré tuya...
haga. — ¡ O h día feliz! ¡Día feliz!—excla.
— Y m u c h o menos—repuso el p a j e — , m ó J i m e n o — : h a b l a , di ; mi brazo y mi
a la que vos m e juzguéis digno d e me- corazón es t u y o ; p r o n t o estoy a ven.
recer. El fuego inextinguible en q u e garte, h a b l a , y este p n ñ a l te vengará de
esos hermosos ojos... Saldaña,
—Basta, J i m e n o — i n t e r r u m p i ó Zorai- — T ú , contra tu p r o p i o señor...
d a — ; os h e dicho q u e n o mintáis, y q u e — Z o r a i d a , yo te adoro -— replicó el
n o m e pago de insípidas galanterías. paje.
— ¡Galanterías! ¿Cómo podéis equi- — J ú r a r n e — r e s p o n d i ó la mora—guar-
vocar el lenguaje del a m o r p u r o con dar silencio de lo q u e voy a confiarte:
el de la g a l a n t e r í a ? ; Z o r a i d a , disponed te creo falso, J i m e n o , pero el deseo que
d e m i , h a b l a d , confiedme vuestros de- tienes de m í , pienso q u e te hará leal.
seos, y yo es p r o b a r é que es v e r d a d ¡ S a h a r a ! ¡ S a h a r a ! — p r o s i g u i ó , llamando
cuanto h e dicho. a su esclava, que entró al momento en
la estancia—-, dile a ese soldado que
— ¿ T e n é i s libre entrada en el cuarto
entre.
de Leonor de Iscar?
—(Mía eres, Zoraida)-—pensó el paje, Salió la esclava a llamar a Usdróbal,
y h s b l a n d o en voz alta, p r o s i g u i ó — : m i e n t r a s J i m e n o se decía a sí mismo:
El conde me h a enviado varias veces a — Y a cediste, Z o r a i d a ; ¡ ay de ti si me
saber de ella, y a darla amorosos reca- engañas!
dos de su p a r t e . D u r ó algunos minutos el silencio, y
— ¿ R e c a d o s amorosos de p a r t e suya? la hermosa m o r a , fijos sus penetrantes
—exclamó Z o r a i d a con i r a — : ¿vos los ojos en él, parecía querer leer en su
habéis llevado? ¿Y qué le decía? ¿Y alma. J i m e n o n o p u d o resistir su mira-
ella le respondía con cariño sin d u d a ? da, y b a j ó dos veces los ojos, pero ani-
—Con cariño no—repuso el paje ma- m a d o de su descaro volvió a alzarlo3,
licioso—, p e r o . . . y alargando su m a n o derecha hacia ella
— ¿ Q u é ? Acabad. le dijo :
—Los oye al menos con gusto, y siem- — D a m e tu m a n o , Zoraida, y recibe la
p r e pregunta con cierto cuidado por su mía en p r u e b a de q u e después que e
salud. Pero vos sois u n a rival t e m i b l e , vengue n o se h a n de desasir nunca dá-
y ella... mela en p r u e b a de que m e amas.
— P o r Dios, J i m e n o , de u n a vez, de — ¡ Q u e yo te a m o ! — r e p l i c ó la ffl0*
u n a vez acabad. r a — : ¿v cuándo lo h e dicho yo? ^ uaB *
SANCHO SALDAÑA 409

i0 tú m e vengues seré tuya, sí, p e r o L e o n o r y sacarla de e^te castillo. Nin-


5¡n amarte. guno m e j o r que vos, J i m e n o , p u e d e fa-
__JVo i m p o r t a — r e p u s o el p a j e — , es- vorecerle en su i n t e n t o , y si lo logra, si
(¡ c]jete yo sólo u n a vez a mi corazón,
,¿ llega a arrebatársela p a r a siempre a Sal-
a jpite yo de placer en tus brazos, y daña, yo m e doy por satisfecha de m i
nada m e i m p o r t a q u e n o m e ames, venganza?
Recibe, no obstante, m i mano—res- — ¿ Y vos m e cumpliréis en ese caso
aQiulió Zoraída — en fe de nuestra lo q u e me habéisS ofrecido?
alianza. —Sí—repuso la m o r a — ; o m o r i r é , o
Tomó el paje la m a n o trémula de la lo c u m p l i r é ; yo os lo p r o m e t o de nuevo.
mora y ^ñ apretó entre la suya, p e r o a\ — E s t á bien—replicó el paje—•: sol-
¡ra estampar en ella sus labios, Z o r a i d a d a d o , tú la hablarás a h o r a mismo, Si-
la retiró de p r o n t o como avergonzada gúeme.
j e =u humillación. E n este m o m e n t o se E n diciendo a-í, u s d r ó b a l y J i m e n o
abrió la p u e r t a y entró Usdróbal con saludaron a la hermosa inora, que con-
aquel idesenibarazado c o n t i n e n t e q u e le testó con una inclinación de cabeza,
era p r o p i o ; el paje dio atrás dos o tres salieron del cuarto, y se encaminaron
pasos alejándose de Z o r a i d a , y ésta se por desusados y ocultos pasadizos a la
reclinó sobre los a l m o h a d o n e s . habitación de la desdichada prisionera
—Venid, caballero—le d i j o — ; tene- de Iscar.
mos otro aliado, y vuestra e m p r e s a pue-
de decirse s e g u r a ; ya h e h a l l a d o medio
para que habléis a Leonor.
CAPÍTULO XV
— ¡ C a b a l l e r o ! — d i j o a media voz el
paje mirándole con desprecio— ; n o m e Padece, llora, experimenta y gusta
parece m u y caballero el que vive en de tu llanto y dolor, muerte y tormento,
que es justo premio de venganza justa
compañía de villanos, un tal castigo para tal intento:
—Si no fuera el respeto que se mere- si hay cuchiüo de fuerza m á s robusta,
verdugo sea el amor de tu contento,
ce una dama—repuso Usdróbal, q u e ha- porque entre ese dolor, rabia y discordia,
bía entreoído lo que decía el paje—, ya aprendas a, tener misericordia.
as hubiera yo dado a conocer que si no
«Bernardo»,
soy caballero, valgo tanto como el m á s .
—Con la lengua o a traición—replicó Abiertas a ú n las h e r i d a s , p á l i d o , dé-
el paje—, sin duda, como es n.so de los bil y apoyado en el brazo de su favo-
de tu ralea. rito paje, dejó Saidaña el lecho d o n d e
—Jimeno—gritó Z o r a i d a — , ¿queréis h a b í a pasado diez días e s p e r a n d o la
auxiliar m i venganza o n o ? , ¿ q u é ve- m u e r t e en la agonía d e la desespera-
tó aquí con miserables rencillas a ene- ción, y con pasos poco seguros se diri-
mistaros? gió a la habitación de Leonor, Vana-
Fitas palabras t e m p l a r o n el íuror q u e m e n t e J i m e n o y los cirujanos t r a t a r o n
* había apoderado de los dos mance- de disuadirle de dar este paso, manifes-
bos, e hicieron q u e el u n o retirase la tándole el flaco estado de su salud, y el
"ano que sobre la cruz d e la espada peligro que corría a cualquier acalora-
le
nía, y el otro del p u ñ o de la preciosa miento o incomodidad q u e t o m a r a .
lla
ga que llevaba al cinto, y Z o r a i d a con- — E l m a y o r m a l q u e m e aflige—res-
linuó: pondió el h e r i d o — n o está en vuestra
—Si hemos de llevar a cabo esta em- m a n o curarlo, y ninguna incomoididad
presa, u n á m o n o s , tengamos paz y sólo puede h a b e r que iguale al t o r m e n t o de
Pasemos en ella. Motivos poderosos de mi imaginación.
"tior quizá os hacen parecer lo q u e no Con esto, y viéndole resuelto a le-
^ i Usdróbal; pero a u n q u e yo no qnie- vantarse y a ir a ver a sus prisioneras,
^ descubrir quién seáis, sé positivamen- nadie osó oponerse a su voluntad, y el
é
^ e vuestra intención es h a b l a r con téirico Saidaña, lleno el corazón de te»

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410 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

mores y esperanzas» envió recado de su nombraba a cada momento. Esta id


visita. no se apartaba un punto de su ima -
Entre tanto, Leonor, que había habla- nación, y el llanto que humedecía *¡'
do ya con Usdróbal, animada con la es- ojos con frecuencia era más bien
peranza de salir de allí pronto, parecía tributo al amor fraternal que una pru
más alegre que de costumbre, sabedora ba de la debilidad de su sexo. Olvidad
que había un hombre que se interesaba de sí misma, había tenido más aletrr:a
por ella en donde menos podía presu- al hallar allí un protector, por la esne
mir encontrarlo. Desde que se vio pri- ranza de llegar a tiempo para cuidar de
sionera, rodeada de personas descono- su hermano viéndose libre, que p 0t . fiu
cidas y todas ellas indiferentes a su do- propio interés, sólo el temor de al^ún
lor, no había tenido otro consuelo que infame atropello, haciéndole sentir p0r
sus lágrimas y las religiosas palabras sí su cautividad. En vano trataba de
con que tal vez confor.taba su ánimo la distraerla el juglar con sus cantos y sus
generosa Elvira, que por fortuna se en- historias, y la demás turba de hig.
contraba en la misma estancia con ella. triones que corrían en aquella épo-
Pero esta mujer fanática, sin dejar ver ca los castillos con sus músicas y bailes
su rostro a nadie, persuadida de que a la morisca. La herida de su hermano
Dios permitía todo aquello en castigo no se apartaba de su memoria, y su si-
de la falta que había cometido deján- tuación y el atropellado amor de Sal-
dose ver de Leonor, rara vez se acerca- daña no dejaban descansar un instante
ba a hablarla, embebecida en sus ora- su corazón. Elvira, encerrada a todag
ciones y creída en que cometía un pe- horas en un oratorio que allí había, ra-
cado, cuando, movido su corazón por ra vez, como hemos dicho, humillaba
un sentimiento dulce, pero mundano, hasta nuestro suelo sus pensamientos,
dirigía la palabra a su amiga. todos ellos empleados en la contempla-
ción de las cosas celestes. Tal era, por
No obstante, su natural ternura ven-
último, el estado del ánimo de las dos
cía a veces su fanática obstinación, y
i amigas, cuando una de las mujeres de
buscando palabras con que aliviarla de
la servidumbre entró y anunció la visi-
sus pesares, proporcionaba a la donce-
ta del señor de Cuéllar.
lla de Iscar los únicos momentos de
dulzura que gozaba en la cárcel; cár- Turbóse Leonor al oír su nombre, no
cel decimos, si tal puede llamarse la hallando palabras con que dar el per-
estancia más elegante y mejor alhaja- miso que la pedían de parte del que po-
da que había en el castillo, puesto que, día visitarla sin él, y volvió el rostro a
aunque privadas de libertad, todo era Elvira, que en aquella sazón entraba,
abundancia a su alrededor, y varios es- habiendo oído las últimas palabras de
paciosos jardines con ricos surtidores la camarera.
de aguas y poblados de sombríos árbo- —Decid —respondió ésta— al señor
les, a que daban las puertas de aquella de Cuéllar, que hace mal en pedir per-
estancia, les proporcionaban delicioso miso para visitarnos, cuando tiene el
paseo, mientras las doncellas que las suyo y el del demonio para cometer to-
servían y algunos juglares se esmera- do género de crímenes y de villanías.
ban en divertirla. ¿Pero qué vale el —Señora —-respondió la doncella-—!
beber en oro y verse servido de mil si yo doy ese recado, es bien seguro
esclavos atentos al menor movimiento que el conde me hará castigar...
del obsequiado cautivo, si al fin no pue- —Pero ¡ojalá Dios se complazca en
de pasar de un término prefijado, si perdonarte! ¡Oh, Saldaña! — prosiguió
no respira el aire puro de la libertad? Elvira en uno de sus arrebatos de en-
La mayor pena que abrumaba el co- tusiasmo, sin atender a la respuesta oe
razón de Leonor, era entonces verse la camarera—. ¡Ojalá, y que descargue
imposibilitada de asistir a su hermano, sobre mí el peso de su ira y cumpl» >
que tal vez necesitaba de su cariño y la de esa manera mis votos!
SANCHO SALDAÑA
411
. piciendo así bajó la cabeza, cruzó cuestión, al p a r e c e r con calor, según se
aB1l>as manos sobre el p e c h o , y pare- podía conjeturar por el tono vehemen-
jo que elevaba ai cielo alguna súplica te y la precipitación con que a veces re-
por el pecador. La doncella permaneció sonaban en alto, y a veces se percibía
„ 0 momento delante de ella sin aire- apenas el m u r m u l l o ide las atropella-
a s e a i n t e r r u m p i r l a ; p e r o viendo q u e das palabras. D u r ó este diálogo sólo un
n 0 debía esperar más respuesta^ volvió instante, se oyó cerrar u n a puerta con
a preguntar a Leonor, la q u e , vuelta í m p e t u , se sintieron los pasos de un
va de su turbación, dijo : h o m b r e q u e corría p o r aquellos trán-
—-Xd y decidle q u e el cautivo está a sitos, y poco después se vio al paje q u e
merced del que le cautivó, y no es a él volvía con la misma prisa q u e había
¡i quien toca conceder permiso cuando desaparecido. Llegó en seguida a d o n d e
éste sólo lo p i d e p o r c u m p l i m i e n t o , sa- estaba Saldaña, y cambiando las pala-
biendo que n u n c a es agradable la pre- bras de la camarera, le dijo que Leo-
sencia del a m o p a r a el esclavo. nor n o t e n í a dificultad en recibirle,
Esta respuesta tuvo al fin que con- siempre q u e como caballero ofreciese
tentar a la c a m a r e r a , la cual, m u y de no abusar de su posición.
mala gana y temerosa, salió a llevársela — ¡ Consiente al fin en v e r m e ! —ex-
a Su señor. P e r o antes de q u e ella lle- clamó Saldaña—.* j p e r o tiene descon-
gara, el lindo paje, q u e i r r i t a d o de su fianza de m í ! *t C ó m o h a de ser \ ¡ h a r t a
tardanza h a b í a ido con licencia de Sal- razón tiene p a r a desconfiar!
daña a saber q u é h a b í a , se atravesó en —Eso p r u e b a q u e está ya m e d i o ren-
el camino, y la c a m a r e r a con m u y b u e n dida —replicó J i m e n o — ; a n i m a o s , se-
cuidado en cuanto le vio descargó en él ñor, q u e a buen seguro q u e no se os
el peso de su comisión, contándole lo escapa esta vez.
que había pasado, y encargándole q u e —Si vuelvo a oírte h a b l a r con esa
fuese a referirlo a. Saldaña. irreverencia de la q u e no eres t ú digno
—Reina mía —la dijo el paje con u n a de besar el polvo q u e pisa, j u r o q u e te
cor'eíía burlesca-—, p a r é c e m e que vos he de hacer a r r e p e n t i r p a r a s i e m p r e de
queréis que m e t a yo el dedo en la l u m - tu indiscreción.
bre y comeros vos las castañas,.., p e r o — P e r d o n a d , s e ñ o r ; yo n o h e queri-
no., no os pongáis colorada por e s o ; do ofenderla —contestó el p a j e , y bajó
¿qué no h a r í a yo por u n a hermosa jo- la cabeza en señal de s u m i s i ó n ; p e r o
ven a quien sólo la falta de una media u n a maliciosa sonrisa q u e pasó por sus
docena d e muelas y la sobra de algunos ! labios daba al mismo t i e m p o a conocer
años puede hacer parecer un tanto des el placer que sentía en incomodarle.
agradable? Con esto se asió d e su b r a z o el heri-
—insolente, deslenguado —gritó la do p a r a sostenerse, y m e d i t a n d o lo que
camarera indignada de la v e r d a d con había de decir, llegó a la h a b i t a c i ó n
pe el paje la había h a b l a d o , y m u r - de las prisioneras. Levantóse Leonor de
murando un millón de maldiciones se su asiento, saludándole con d i g n i d a d ;
'étiró, dejando al desvergonzado Jiuie- entróse en el oratorio Elvira sin des-
"o riéndose de su furia. cubrirse, y el p a j e acercó uno de los
Quedó un m o m e n t o en seguida algo sillones detrás del h e r i d o caballero pa-
Pensativo el b u e n paje, y torciendo el ra que se sentase, hecho lo cual salió
Minino en vez de volver a d o n d e estaba de la habitación mientras éste apenas
'D amo, de u n a carrera atravesó algu- osaba alzar los ojos, y parecía l u c h a r
h
os corredores y desapareció. d e n t r o de sí con sus r e m o r d i m i e n t o s y
t)e allí a poco se oyó su vos cerca de sin hallar p a l a b r a s con q u e e m p e z a r .
p habitaciones al oriente de la forta- Sentáronse todos p o r ú l t i m o : h u b o
^ s como si h a b l a r a con alguien a aún una pausa, hasta q u e el caballero
faen tratara de consolar, mientras que alzó los ojos, y fijándolos en L e o n o r
ía
$ voces respondían y seguían la con cierta timidez, r o m p i ó p o r fin el
412 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

silencio p r o n u n c i a n d o con débil voz es- p u r o n o m b r e de la Ssnta Madre


ta frase, que apenas fue inteligible. D ios. de
— Y o os lie agraviado, Leonor, y vos Volvió Saldaña los ojos airados a v
sin duda m e aborrecéis. q u i é n era quien con t a n t o atrevinri ^
—'Mentiría —repuso Leonor con fir- to le i n t e r r u m p í a , y halló en p i e ^
meza— ?i no os dijera q u e vuestra con- espalda a Elvira envuelta en su almal
ducta p a r a conmigo es m u y ajena de fa, como hemos dicho, que salía entnn"
u n h o m b r e que profesa la orden de la ees del oratorio.
caballería. Vos habéis puesto en peli- ^ —-¿Quién eres tú — l e preguntó Salda,
gro m i h o n r a , m e habéis entregado a ña con enfado— que te atreves así a j n "
u n a h o r d a de b a n d i d o s , y por ú l t i m o , sultarme? Mal haces si crees q U e e "
m e tenéis a h o r a misino prisionera en disfraz que llevas te da permiso p a r a
vuestro castillo, contra toda razón y abusar de esa m a n e r a de m i paciencia
justicia. —Las amenazas, los tormentos 108
—•Verdad es, L e o n o r ; y así n o p o d r é más crueles martirios —repuso Elvira—
nunca aspirar siquiera a m e r e c e r vues- q u e puedas i m a g i n a r t e , son para el pe.
tra estimación —replicó Saldaña algo nitente aureolas de gloria y nuevos so-
m á s a n i m a d o — ; p e r o si el a m o r p u e d e les q u e le guían en el camino escabro-
disculpar mis e r r o r e s ; si los tormentos so de la v i r t u d . Nada temo de ti, Sal-
q u e padezco, y que vos sola podéis cal- d a ñ a , y todo lo temo p o r t i ; mira un
m a r ; si el hastío con que vivo, la an- m o m e n t o d e n t r o íde ti y te horroriza-
gustia q u e m e acongoja y la desespera- rás de ti m i s m o . T u conciencia te re-
m u e r d e ; continua guerra se hace en tu
ción que m e ahoga alcanzan u n a m i r a d a
c o r a z ó n ; en él h a b i t a t u desdicha; en
de lástima de vuestros o j o s ; si, en fin,
él se albergan el odio, la envidia, el te-
basta además mi arrepentimiento de lo
m o r , la rabia y la desesperación; sobre
q u e os h e hecho sufrir, creo que lejos
tu frente está g r a b a d a la marca del re-
de merecer vuestro odio, merezco si-
p r o b o ; mil maldiciones te abruman,
quiera vuestra compasión.
mil funestos recuerdos te acongojan, oro
— M i compasión, la tenéis, Saldaña q u e toques te se volverá ceniza, y la
•—replicó Leonor conmovida—. ¿ Q u i é n flor más p u r a p e r d e r á su aroma y se
h a b r á , q u e como yo os conozca, q u e m a r c h i t a r á tan sólo con que tú llegues
n o os compadezca? Vos, l i b r e y pode- a olería. Saldaña, el lobo hambriento
roso, y yo cautiva, huérfana y ultraja- que se expone a la furia de los pastores
da en este m o m e n t o , m e tengo mil ve- y les mastines, q u e en tiempo de nie-
ces por más dichosa que v o s ; mi alma ves busca trabajosamente alimento pa-
es inocente y m i corazón es p u r o ; pero ra él y p a r a sus hijos que le esperan
si estáis de veras a r r e p e n t i d o , poned- con ansia en la carnada, y que vuelve
nos en libertad a m i amiga y a m í , y sin él m o r d i d o , fatigaido y aullando, es
t a l vez, si no está c o r r o m p i d o vuestro mil veces más venturoso, es mil veces
corazón, os cause u n nuevo gozo h a c e r más dichoso q u e tú. ¡ A h , Saldaña! Re-
esta b u e n a obra. cuerda los p r i m e r o s años de tu juven-
—Eso n o ; ¡ n u n c a ! — r e s p o n d i ó Sal- t u d , cuando era aún inocente tu cora-
d a ñ a m u y a g i t a d o — ; cien m u e r t e s zón, recuérdalos y llora, llora lágrimas
antes, cien infiernos padezca yo antes eternas de a r r e p e n t i m i e n t o .
q u e te separes de m í , Leonor. ¡INunca! — M u j e r fantástica —replicó Salda-
Y o besaré el polvo q u e pises, te servi- dar
ñ a —•, c u a n d o yo m e presente a e D
r é de rodillas, te adoraré como se adora cuenta a Dios de m i vida, sé muy b'
a la Virgen q u e está en el altar... el m o d o de disculparme, y aquí en W
— ¡Silencio, i m p í o ! — i n t e r r u m p i ó tierra el a m o r es h a r t a buena defensa
u n a voz suave, pero en acento t e r r i b l e , de mis mayores delitos. Sí, ^ e0 p < !
detrás de Saldaña—. ¡ Silencio, y no p r o - —prosiguió volviendo la espalda a
fanes con tu boca de p o d r e d u m b r e el v i r a — ; p e r o esta m u j e r tiene razo »

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SANCHO SALDAÑA 413

«adíe es más desdichado que y o ; to- retrocediendo algunos pasos con 6usto—.
¿os los h o m b r e s , en medio de su des- ¡Por S a n t i a g o ! ¿eres tú Elvira? ¡ Q u é
hacía, tienen algún dulce recuerdo q u e h o r r o r ! , ¡ qué h o r r o r ! ¡ Eres tú, q u e has
u 3 halague, algún sueño de oro para dejado la t u m b a p a r a v e n i r m e a ofrecer
ej porvenir, alguna persona, en fin, que el a m o r de h e r m a n a ! ¡ E l v i r a ! . . .
]0s a m e y que llore con ellos su des- —No —exclamó Leonor—, no es u n a
ventura, P e r o y o , L e o n o r , o í d m e —con- a p a r i c i ó n ; recobraos, S a l d a ñ a ; es vues-
tinuó con p e s a d u m b r e — , yo n o tengo tra h e r m a n a , q u e se h a sacrificado ge-
nada, n a d a q u e m e c o n s t e l e : mis re- nerosamente por vos, q u e os a m a , que
cuerdos eran p e n o s o s ; negro y tormen- ha llorado día y noche p o r vos d u r a n t e
t o contemplaba m i p o r v e n i r ; ni u n a tres anos en un d e s i e r t o ; ella os h a r á
estrella, ni u n a l u z , por débil y amorti- feliz; vedla, r b r a z a d l a , aconsejaos con
zada que fuera, a l u m b r a b a m i pere- ella ; podéis todavía ser feliz : n o lo du-
grinación; todo era noche, lodo era u n déis. Yo no os a b o r r e z c o , y os p e r d o n o
a|ji;irio, u n caos inmenso donde a cual» todo. D e j a d m e ir de a q u í : m i h e r m a n o
qUíer p a r t e que volvía la vis La me ha- está herido. El carino de vuestra her-
llaba siempre conmigo solo, solo y se- mana os h a r á completamente feliz.
Itado en la oscuridad. -—Elvira -—exclamó con h u m i l d a d
I"'
Lu recuerdo, dulce c o m o e-i a r o m a Saldma-—, p e r d ó n a m e .
Je las flores, m e q u e d a b a a ú n ; u n re- — P i d e a Dios t u p e r d ó n , no a. m í
cuerdo que podía traer a m i m e m o r i a —repuso Elvira con majestad — ; arre-
¡iu horrorizarme xii estremecerme. T ú , piéntete de tus crímenes, deja libre a
joven hermosa, virgen p u r a ; tú, a quien esa m u j e r , y no vuelvas a pensar en
YO había a m a d o ya cuando m i corazón ella, puesto q u e n o es p a r a t i .
era bueno; t ú sola podías hacer m i fe- — ¡ Oh !, eso no —replicó Saldaña— :
licidad ; tú eras la llama de m i existen- ya es tarde para q u e yo m e a r r e p i e n t a ;
cía; YO te veía en todas p a r t e s , p a r a m í mis súplicas h a n sido otras veces des-
no había ya soledad, p o r q u e tú siempre oídas, y yo ya estoy c o n d e n a d o ; ya es
me acompañabas. ¡ A h ! Yo necesitaba tarde — c o n t i n u ó con h o r r i b l e desespe-
de !i; ele ti para que fueses el rocío de ración—-: n o , yo no volveré a h u m i l l a r -
mi alma; pero t ú me desdeñabas. ¿ Q u é m e , yo no dejaré la p r e n d a más secura
me quedaba q u e hacer? R o b a r t e p a r a de m i felicidad, la gloria de m i vida,
poseerte; ahora yo soy tu esclavo, ¿ qué la m u j e r q u e tanta p e n a m e h a cos-
quieres de m í , d i , mi. sangre? Estoy tado tener c o n m i g o , por u n a r r e p e n t i -
pronto a d e r r a m a r l a toda p o r ti •—aña- miento sin fruto, q u e lejos de aliviar
dió arrojándose a sus pies—, ¡ O h ! , di mis penas, h a r á q u e se redoblen, pro-
que me a m a r á s , dilo siquiera p o r lás- longando con ellas m i desesperación;
tima. El h o m b r e que fuese al patíbulo L e o n o r ya es m í a , será mía, y ya es
tardado de crímenes y que más te hu- tarde para arrepetitirine.
biese injuriado, ¿no merecería de ti? si — I Profanación! ¡ Blasfemia! —ex-
tn eso le iba la vida, que le 'dijeras : yo
clamó Elvira alzanklo a m b a s manos al
te perdono? ¿Y p a r a salvar mi alma de
cielo.
& eterna condenación no m e dirás : yo
P e r o otra voz resonó de p r o n t o en la
te amo?
estancia, y lodos te estremecieron.
— ¡Hermano m í o ! —exclamó Elvira —Ya es t a r d e , sí —repitió Zoraida
ton entusiasmo, echando atrás su capu- e n t r a n d o a deshora, desencajados los
l í y descubriendo el rostro—. ¡ Yo te ojos, y trémula de furor-
,Dl
°!, ¡yo soy tu h e r m a n a , que te ama Traía el cabello desgreñado y suelto,
"N todo su c o r a z ó n ! ¡ A h ! sí, tú tienes el rostro pálido de color de cera, y en
J
ecesidad de a m o r , y yo te ofrezco ej su agitación incesante y sus movimien-
"^i puro, a m o r de h e r m a n o s , lleno de tos convulsivos parecía latir toda d e
^üura, de ilusiones y de v e r d a d . c ó l e r a ; sus m i r a d a s eran de fuego, y su
"""¡Elvira!—gritó Saldaña espantado y estatura, que parecía realzada con la
414 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

i r a , le daban u n aspecto h e r m o s o , sí, m e n t a r en vida. ¡ Mi daga! Por Dio


pero imponente y terrible. m e h e olvidado de traerla on~t- ^
Quedaron todos suspensos : Leonor se echando m a n o a su cintura, dond i
a p a r t ó a m e d r e n t a d a , Elvira se persig- llevaba o r d i n a r i a m e n t e — . ¡Mi d
n ó y Saldaña se puso encendido de ra- ¿ Y qué i m p o r t a ? ¡Mujer i n f a m e ! . ^ ! '
b i a , lanzando sobre ella m i r a d a s capa- tre mis manos te ahogaré. » ene.
ces de infundir t e r r o r a otra m u j e r de — T e n e o s , Saldaña —gritó Leonor
menos ánimo q u e Z o r a i d a . P e r o ésta, niéndose entre él y la mora-—. ¿Q ü g vfo-
.
sin titubear por eso, p r o s i g u i ó : a hacer? ¡Siquiera por m í , p 0 r vuesjr
-—Sí, la maldición de tu Dios y del h e r m a n a ! ¿Vais a cometer otro ase*3
mío h a caído ya sobre nosotros dos. Mí- nato? ¿Es acción digna de un caball
r a m e , Saldaña, y estremécete. T ú eres 1*0 p o n e r la m a n o en u n a mujer?
el alsra condenada, y yo el d e m o n i o , —Si tienes algún t e m o r de Dios A
q u e te a t o r m e n t o y te p e r s i g o ; el de- tente —gritó Elvira—, y acuérdale qu¿
m o n i o , que cuenta tus horas, q u e sigue con esas mismas manos que quier
tus pasos, q u e convierte en hiél el man- ahogarla la has colmado de caricias im.
j a r m á s dulce en tu boca, q u e te ha p u r a s en otro t i e m p o ,
guiado en el c r i m e n , que t u r b a r á tus
-—Ven, ven y despedázame •—exclamó
placeres, que reirá j u n t o a ti citando
Z o r a i d a , que no h a b í a retrocedido un
sufras : m í r a m e , tú m e has a b a n d o n a d o ,
paso al verle venir hacia ella—. Te
tú has q u e r i d o alejarte de m í ; p e r o en
engañas si piensas por eso libertarte de
vano, p o r q u e yo estoy c o n d e n a d a a ve-
raí. H i é r e m e , y abre tú mismo mi se-
lar sobre ti p a r a afligirte, ahora en la
p u l t u r a ; hazla bien h o n d a , bien pro.
vida, y luego en la e t e r n i d a d . No le
funda, sepúltame tú mismo, y arroja
ames, m u j e r —prosiguió dirigiéndose a
sobre m í un m o n t e ; m i espectro ensan-
L e o n o r — , n o le a m e s ; su lengua es en-
grentado saldrá de a l l í ; de día me ve-
gañosa, su corazón es malvado, y él te
rás en los rayos del sol, en la sombra
engañará y h a r á del tuyo u n infierno,
de cada á r b o l ; oirás m i voz en el cru-
como ha hecho del m í o , y como hace
j i d o de cualquier p u e r t a , sentirás mis
q u e sea cuanto está j u n t o a é l ; no le
pasos detrás de t i ; de noche en la luz
ames, si no quieres como yo h u n d i r t e
sangrienta de la l u n a , delante de ti;
con él en el abismo de su perdición.
yo v e n d r é a tu cama, y perturbaré tus
M i r a , yo era feliz —continuó con acen-
s u e ñ o s ; te despertaré, y m e verás, y mi
to m e l a n c ó l i c o — ; y o era inocente co-
m a n o fría con la m u e r t e sentirás que
m o t ú ; como t ú h e sido r o b a d a ; m e
te hiela t u corazón. A ú n m á s : yo evo-
a m ó , le a m é , y ya fui viciosa, criminal
caré las sombras de los que murieron
y despreciable p a r a todo el m u n d o .
p o r tu injusticia, la de t u padre. ¿Qué
¡ A h ! , y yo le a m a b a con más t e r n u r a
te amedrantas? ¡ Con q u é placer te ve-
que t ú ; yo le a m a b a como u n a m a d r e
remos en la agonía, cuando juntos tan-
al h i j o que tiene al p e c h o , como la
tos espectros oigas el rechinamiento tle
h u é r f a n a al h o m b r e q u e le sirve de se-
dientes, y el crujido de huesos, y su?
gundo p a d r e , como u n a h e r m a n a a u n
aullidos, y los veas saltar en derredor
h e r m a n o , como u n a m u j e r a d o r a al ído-
de t u c a m a , en ti fijos sus ojos brillan-
lo, al Dios de su corazón. ¡ E l m e h a
tes como ascuas, y sientas frío y tem-
despreciado, él m e h a visto d e r r a m a r
blor hasta en el t u é t a n o de tus huesos.
lágrimas, y se ha mofado de m i dolor,
y yo le a m a b a todavía, y yo le a m o ! — 1 Oh ! ¡ basta ! ¡ basta! —gritó Sal-
— ¡ B r u j a de maldición, calla! — r e - daña a t e r r o r i z a d o , dejándose caer sobre
plicó Saldaña r e c h i n a n d o los dientes—. u n a silla m e d i o exánime y sin auento.
V e r d a d e r a m e n t e que t ú eres el demo- ¡ l i m e ñ o —exclamó— sácame de aq111-
nio que m e persigue, pero yo t e envia- Yo m u e r o . . ,
ré a los infiernos p a r a q u e allá m e Y dejando caer la cabeza, la deb"'
aguardes, y m e dejes al menos de ator- dad en que estaba, y la agitación q a
SANCHO SALDAÑA 415

Lgjjía t o m a d o , le causaron u n paroxis- corazón. E n t r ó , p u e s , en su cuarto acon-


mo, Y q u e d ó como m u e r t o . gojada sobre m a n e r a y arrepentida, y
„—¡Oh D i o s ! yo h e causado su m u e r - sin p o d e r sujetar sus lágrimas, llamó a
te —-gritó la m o r a con el acento de la su esclava, que entró al m o m e n t o a sa-
desesperación, y salió p r e c i p i t a d a m e n t e b e r lo q u e tenía que mandarle,
del cuarto, —Corre—le dijo—, p r e g u n t a si h a
Leonor y Elvira acudieron a socorrer- vuelto en sí el señor de C u é l l a r ; vuela
]e y t o m á n d o l e ésta u n a m a n o , sintió y vuelve a l m o m e n t o .
£I frío de la m u e r t e en la paralización
P a r t i ó la esclava al p u n t o , Zoraida se
¿e su pulso, sentó pensativa, clavó en el suelo sus
—¡Oh, hermano mío! —exclamó—: liémosos ojos, d e r r a m ó algunas lágri-
• ojalá Dios te vuelva a la vida, y te dé m a s , y p r o r r u m p i ó por lítimo h a b l a n d o
tiempo de a r r e p e n t i r t e ! Caiga su mal- consigo m i s m a :
dición sobre m í ; yo te a m o , h e r m a n o
— ¿ Y q u é extraño es q u e m e aborrez-
mío, vive tú y m u e r a yo por t i ! \ O h I
ca? Si yo fuera más dulce, más h u m i l -
gíf es u n d e s m a y o ; él volverá en sí. T ú
de con él, acaso m e a m a r í a . . . Si yo le
volverás a ser v i r t u o s o ; tú tenías en tu
a m a r a de veras, ¿no desearía yo su fe-
infancia todos los gérmenes de la vir-
licidad antes q u e la de n i n g ú n o t r o ,
tud en tu a l m a . E l vicio la h a cubier o
p r i m e r o q u e la mía? ¿Y por qué le h e
de sombras y de nieblas p e r p e t u a s . Pe-
de m a r t i r i z a r ? iVo, yo no le a m o , o el
to escrito está q u e Dios n o quiere la
amor es sólo nuestro interés. Sí, en vez
muerte del pecador.
de decir yo te a m o , deberíamos decir
Entró J i m e n o al m o m e n t o , acompa-
yo m e a m o a m í m i s m a tanto q u e te
ñado de otros dos escuderos, y t o m a n d o
quiero esclavizar p a r a m í . Saldaña, per-
el sillón en brazos le llevaron a su es-
dóname ; he hecho mal en a t o r m e n t a r -
tancia, acostáronle en su cama, y ha-
te, p e r o no m e aborrezcas, ¡ q u é oiga
biéndole los cirujanos hecho volver en
yo en tus ú l t i m a s p a l a b r a s q u e m e per-
si con algunos espíritus q u e le aplica-
donas !...
ron a la n a r i z , encargaron el silencio y
se retiraron. Diciendo así, su corazón generoso ha-
bía olvidado ya los desdenes del caba-
llero, y hasta se h a b í a n b o r r a d o com-
' p l e t a m e n t e con él los celos que poco
CAPITULO XVI
antes le a t o r m e n t a b a n . L l o r a b a Zorai-
Meado da, y lloraba lágrimas de c o m p a s i ó n ,
¿Cómo te has de resistir? sin ver en él otro h o m b r e q u e su a m a n -
Blanca te e x p i r a n d o p o r culpa suya en a q u e l
Con firme valor. m o m e n t o . Ella misma maldecía zu iu-
r o r , se t a c h a b a de injusta, y sólo de-
Mendo
¿Q-uién vio seaba q u e viiáera, q u e viviera y no m á s ,
tanta dureza? a u n q u e no la a m a r a , a u n q u e se viera
siempre despreciada por él, p a r a no te-
Mendo ner nunca que echarse en cara a sí mis-
¡O qué villanas crueldades I m a la m u e r t e del h o m b r e a q u i e n , a pe-
¿Quién puede impedirme?.., sar de t o d o , a m a b a con toda su a l m a . L a
García
esperanza de lograr el a m o r de la perso-
Yo. na a m a d a es la última q u e a b a n d o -
na u n corazón e n a m o r a d o de veras, y a
«G. García del Castañar» Rojas,
veces es tal la ilusión q u e se forma el
a m a n t e , que halla en la m á s insignifi-
Apenas h a b í a n r e t i r a d o a S a H a ñ a ,
cante m i r a d a representado u n senti-
cuando la celosa m o r a , pesarosa ya d e
m i e n t o que está sólo en su corazón.
'° que había h e c h o , lloraba y lamen-
taba por él con la misma t e r n u r a q u e Z o r a i d a , pues, e n c o n t r a b a medios de
" hubie=e p e r d i d o el único bien d e su i n t e r p r e t a r en favor suyo la misma con-

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416 OBRAS COMPLETAS DE. DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

moción que e x p e r i m e n t a b a Saldaña echaba, volviéndolos a Zoraida U


c u a n d o la veía, y la inidignación y la •das y amorosas miradas. gui.
r a b i a que su presencia la causaba e r a n , — ¿ E s t á m e j o r ? ¿Cómo le habéi 8 A
a su entender- obra -de los r e m o r d i m i e n - j a d o ? — p r e g u n t ó Z o r a i d a con voz
tos que le traían los recuerdos de lo pa- gada—. E n su situación os npp^i.
sado m á s bien que fru^o de su impa- su iado mas que yo al mío.
ciencia y su odio, m á s temerosa siem- —Ciertamente—repuso Jimeno m
p r e de h a l l a r indiferencia en él q r e de viendo la cabeza con ironía—- P~»
granjearse su aborrecimiento. Todas es- lo que debía vo a g u a r d a r de t¡
tas razones, si tal p u e d e n l l a m a r t e los m e echases a t e n t a m e n t e de tu hab"i
delirios de u n a pasión, h a c í a n q u e aho- ción c u a n d o precisamente ven^o a 1'
r a llorase de veras p o r el inkrno a berarte la vida y a sacrificarme por t'
q u i e n antes había soíocado con sus mal- P e r o sí, tienes r a z ó n — a ñ a d i ó , levantan'
diciones ; p e r o esta d u l z u r a , esta genero- dese—, n o soy a q u í necesario, soy in-
sidad no debían ser de larga duración útil al lado del señor de Cuéllar- <]
en su carácter, y m u c h o menos si al- allí por lo menos no m e echan; puede
gún malintencionado atizaba con as- oír planes terribles q u e m e horrorizan,
tucia la hoguera de sus celos. Su cora- pero eso ¿ q u é te i m p o r t a a ti? Tenia
zón en este m o m e n t o podía c o m p a r a r s e algunas cosas que decirte, y que creí
a u n a n u b e de tormenta p r e ñ a d a de que desearías s a b e r ; pero ya veo (me
rayes, pero q u e h e r i d a del sol parece
b o r d a d a de suaves colores, hasta q u e no , ¡ cómo ha de s e r ! , yo lo siento por
ti pero... me iré...
impelida del viento a r r o j a al c h o q u e el
incendio q u e ardía en su seno. — j i m e n o — g r i t ó Zoraida con impe-
tuosidad—, t ú tienes u n alma de hierro,
No tardó m u c h o tiempo J i m e n o en y parece que te h a n elegido para dar-
venir a verla, disfrazando su d a ñ a d a in- m e t o r m e n t o y a ñ a d i r a cada insume
tención con el cuidado de saber de ella. nuevas i n q u i e t u d e s a las que sufro. Si
E n í r ó en su cuarto poco después de la te interesas v e r d a d e r a m e n t e por mí,
esclava que trajo la noticia de la sa- ¿ p o r q u é me haces así morir de ansia
lud del señor de C u é l l r r , caído v tris- y de impaciencia, sin h a b l a r de una
te el semblante, los ojos algo llorosos vez? Y si m e odias y eres el instru-
y adornado con poco esmero, como si m e n t o de que mis tiranos se sirven, hié-
las pení?s que traía en su alma le qui- r e m e , y n o temas que m e queje, que
tasen el gusto hasta p a r a vestirse. N o ni un ¡ a y ! saldrá de m i boca cuando
obstante, a u n q u e la capilla corta que eníre tu p u ñ a l en m i corazón.
llevaba al h o m b r o y lo restante del — ¡ Zoraida !, tú m e injurias cada vez
t r a j e parecía puesto con desaliño, se que m e habías—respondió Jimeno—, y
notaba q u e había más arte en a q u e l a cada insulto tuyo devuelvo yo un l>r*
a p a r e n t e descuido, cuando no tanto nefieio; p e r o no gastemos el tiempo en
como p u d i e r a h a b e r e m p l e a d o e n aci- conversaciones frivolas; sabe que Sal-
calarse y pulirse. daña h a dado orden p a r a que se te en-
— 1 Q u ® desgraciada eres, Z o r a í d a ! ¡ Y cierre esta noche, y allá donde nadie
q u é desidichado soy yo viendo lo q u e p u e d a oír tus gritos... tal vez para que
padeces! no se asuste con ellos su Leonor... des-
Zoraida n o respondió n a d a a ningu- e m p e ñ e su oficio nuestro preboste.
na de estas exclamaciones q u e el p a j e — ¡Y qué es la m u e r t e para quien
p r o n u n c i ó con aire t e a t r a l , y a r r o j a n - no tiene n a d a en el mundo!—exclamo
do al mismo tiempo u n suspiro q u e pa- Zoraida con sentimiento—. Yo la de-
recía q u e se le a r r a n e a b a el p e c h o . Sen- seo, yo la deseaba, como desea el aire
tóse en seguida como a b r u m a d o de su el viajero de los desiertos. Yo Baria
dolor, y a p o y a n d o su frente en u n a tengo en el m u n d o , n a d a pierdo;
m a n o , ya bajaba los ojos, ya los alza- u n a lágrima caerá sobre m i sepirtc*0'
b a con dolorosa expresión al cielo, ya m i m a d r e . . . ya no m e llorará, W j
SANCHO SALDAÑA 417

tampoco tengo por quien llorar. Aguar- j b r a r á , p o r ú l t i m o , a su lenguaje, se


do, p u e s : I a m u e r t e con resignación. envanecerá con su triunfo sobre u n a
—-¡Sí, cierto, la m u e r t e a veces es m u j e r a quien yo sé positivamente que
u „ b i e n ; pero t ú , tan joven a ú n , tan teme y un enL.ce pacífico t e r m i n a r á las
herniosa! i Es triste, Z o r a i d a , es triste desavenencias de las dos familias v tro-
a la verdad m o r i r tan joven!—repuso cará en amistad el odio del caballero
¿ paje en t o n o m u y afligido. de l i c a r . Zoraida, tal es el í i n que •¿eri-
—-?so sé—replicó la m o r a con p e n a , ! drán ios amores de Saldaña, y que tú,
pel-o con sinceridad—si es triste o no auierta o viví, has de saber en d o n d e
uioi'ii" joven ; p a r a m í la vida se acabó quiera que estés, ora en la tierra, en
va hace m u c h o t i e m p o , y estar ence- el paraíso o en el infierno, p o r q u e allí
rrada aquí e en la t u m b a es p a r a m í resonarán las canciones del día de la
indiferente. boda y los besos que le dé Leonor.
—¿1 olvidas de esa m a n e r a tus su- — E l misino ángel de las tinieblas
jriunentos, tus \ e n g a n z a s , tu a m o r y la —respondió la m o r a — n o es capaz de
rival que te ofende?—insistió el p a j e , afligir y de a t o r m e n t a r como tú. P e r o
desesperado de ver su conformidad. yo no seré l u d i b r i o ¿e esa mujer» n o ;
—¿Para q u é decís eso?—preguntó la yo m o r i r é , pero vengada. Antes que el
mora—. ¿Queréis, cuando voy a m o r i r p u ñ a l de los asesinos me a r r a n q u e la
¡in remedio, hacer q u e sienta la m u e r t e vida que aborrezco, ella perecerá. D a m e
v disipar el tedio que tengo a la vida un m e d i o , J i m e n o , de m a r t i r i z a r l a , da-
v que es lo q u e presta resignación a m i m e un m e d i o ; piensa, inventa el m á s
alma? terrible, el más b á r b a r o p a r a que yo
—]\o—repuso j i m e n o — . Quiero ins- i me regocije en m i triunfo. Que yo la
pirarte un deseo tal de vivir, que bus- ! vea expirar a los ojos de su a m a n t e y
ques los medios d e escapar a tus ver- que él trate de salvarla y no pueda y
Jugos. Mi espada está p r o n t a a defen- llore y se desespere. Tienes razón, es
derte de todos, p e r o n o basta. Piensa, cruel, m u y cruel, m o r i r sin v é n g a m e .
Zoraida, que Saldaña te sacrifica a tu ¿ Q u é más quisieran ellos? ¡Con q u é
rival más que a su odio, que sólo p a r a t r a n q u i l i d a d gozarían sin que yo nunca
complacer a L e o n o r . . . les estorbara! ¡Y ella h a b í a de besar
—¡jimeno!—interrumpió Z o r a i d a , los mismos labios q u e fueron m í o s ! Ve-
encendida en cólera de r e p e n t e — . ¡ Calla neno encontré sólo en ellos, veneno qve
v no vuelvas a entrar en mi alma la h a l l e n a d o m i corazón de a m a r g u r a ;
desesperación! podría quizá vengarme con dejarla q u e
lo p r o b a s e ; pero rio, vo lo h e agotado
—Para complacer a Leonor — conti-
nuó Jimeno, sin i n t e r r u m p i r s e — v hr.- ya todo, y allí no q u e d a n m á s q u e dul-
•"«la ver que todo, hasta la m u j e r que zuras. ¡ M u e r t e ! ¡ M u e r t e ! J i m e n o , toda
más ha a m a d o hasta a h o r a , todo lo yo soy tuya, toda soy tuya si la ase-
ibaiulona por ella. La dirá que te ha sinas.
arrojado de su castillo, que en vano le — ( A s í te quiero yo—pensó J i m e n o — :
Miste de rodillas q u e te dejara u n i r r i t a r t e es el único modo de vencer tu
nuco», un calabozo para vivir a su lado, tenacidad.) C u a n d o h e venido aquí, no
,!a
Jo un mismo techo, v dirá, a d e m á s , he venido—continuó en alta voz,—¿ólo
'l»e »e en:erneció, pero que sólo por a traerle malas noticias ni a gozarme
'"a, sólo por su Leonor, p o r su esposa, en t u aflicción como m e has dicho. T e
'° hubiera podido hacer. amo de veras, y una pasión tan vehe-
~-¡Maldición! — e x c l a m ó Zoraida—. m e n t e como la q u e te domina p o r ese
V
¡ ella!... ingrato h a Lechado ya h o n d a s raíces en
. ~~EHa entonces—prosiguió el paje sin mi corazón. Yo te i d o l a t r o , vo h e bus-
'tabear—le agradecerá una p r u e b a tan cado la felicidad y la he hallado en es\a
a d e r a d a de su cariño, le m i r a r á en agitación incesante, en los celos, en la
11
principio con lástima, se acostum- misma desesperación de1! a m o r . Sabe
77
418 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

que h e aguzado el p u ñ a l antes de ve- algunos pasos avanzó en seguida déte


nir a q u í p a r a clavarlo, si preciso fuera, m i n a d a a clavarlo en su corazón. Su
hasta en el m i s m o Saldaña. P e r o es dio esto en menos tiempo que el
preciso no p e r d e r t i e m p o ; de a q u í a h e m o s t a r d a d o en contarlo, y sólo 1
algunas horas h a b r á s b a j a d o a tu se- tuvo el p a j e p a r a p a r a r el golpe, a sié n °
p u l t u r a . Ese soldado a v e n t u r e r o q u e t ú dola fuertemente del brazo.
crees a m a n t e de L e o n o r debe esta no- Entonces empezó u n a nueva lucha
che sacarla de a q u í , si ella consiente... más t e r r i b l e , si cabe, que la primera'
— ¿ N o consentió cuando se h a b l a r o n ? C a m b i ó Zoraida con la presteza de] rav
— p r e g u n t ó la m o r a con i n q u i e t u d . el p u ñ a l a su m a n o izquierda con in
— N o — r e p u j o el p a j e — , n o ; a lo me- tención de h e r i r l e , viéndose asida de l a
nos se m o s t r ó indecisa, y parecía q u e d e r e c h a , y sin d u d a h u b i e r a logrado 511
le costaba t r a b a j o salir de a q u í . E n fin, intento si el paje, en tan inminente p e .
Z o r a i d a , tú té libertarás de la cólera ligro, no h u b i e r a hecho uso de toda >u
de Saldaña, q u e d a r á s vengada o l i b r e fuerza, e m p u j á n d o l a de sí con tanto ím
de t u rival y triunfarás p o r ú l t i m o de petu q u e , haciéndola vacilar dos o tres
tus enemigos. ¡ O h , sí! Has de ser m í a , pasos a n d a n d o de espaldas, logró derri-
y has de serlo a h o r a m i s m o . b a r l a segunda vez.
Diciendo así se a r r o j ó a ella con tal Arrojarse entonces sobre ella, arran-
impetuosidad q u e , sin q u e pudiese im- carle el p u ñ a l y sujetarla completamen-
p e d i r l o , la cubrió de besos, teniéndola te fue obra de u n solo p u n t o .
estrechada en sus brazos. — V e n c í , Z o r a i d a — g r i t ó el perverso
— D é j a m e que en esa boca de delicias Jímeno—•. L u c h a , defiéndete, haz lo
estampe yo mil besos... en esa cara de q u e puedas para estorbarme mi triun-
ángel... yo te a d o r o . ¡ Z o r a i d a ! ¡Zo- fo, desdéñame cuanto quieras, va eres
r a i d a ! ¿ P o r q u é t e resistes? m í a . ¿ Q u i é n h a b r á que te arranque de
e n t r e mis brazos?
— ¡ I n f a m e ! — g r i t ó la m o r a , retorcien-
do los brazos y defendiéndose con toda —Yo—gritó U s d r ó b a l , que abrió en
la furia d e su carácter—. E n todo m i e n - este m o m e n t o la p u e r t a y quedó horro-
tes. Y o t u y a . . . t e aborrezco. Eres mil rizado de la terrible escena que se pre-
veces más odioso p a r a m í y más falso sentaba a sus ojos.
que todos. H u y e de m í . . . Sé generoso .. Z o r a i d a , casi sin conocimiento, des-
—No, Z o r a i d a ; te tengo bien asida greñado el cabello, el semblante lívido
p a r a que te escapes; grita, q u e n a d i e y desencajados los ojos, parecía ahoga-
te r e s p o n d e r á ; l l a m a a quien q u i e r a s , da de f u r i a ; el paje, de rodillas, su-
solos estamos a q u í ; cede, eres m í a , eres j e t á n d o l a y con el p u ñ a l en la mano,
mía... descompuesto el vestido y pálido de
v o l u p t u o s i d a d ; los almohadones, las si-
La infame victoria del p a j e parecía
llas, d e r r i b a d a s p o r todas partes y lodo
estar d e c i d i d a ; n a d i e respondía a los
en desorden.
gritos de su v í c t i m a ; en vano t r a t a b a
aún d e defenderse; su pecho latía al- — ¡Favor, favor!—gritó Zoraida.
b o r o t a d o de cólera y de fatiga, y la fal- — E l demonio—dijo Usdróbal—no ha-
ta de aliento y de vigor p a r a resistir ce cosa igual. P a r d i e z el caballero,
no hacían dudoso su v e n c i m i e n t o ; u n q u e no es acción m u y noble la que- &c0'
esfuerzo m á s y el triunfo era de Jime» metéis.
n o . P e r o éste, fatigado t a m b i é n , t r é m u - —Maldita sea el a l m a del que nie in-
lo y sudoroso, quedó en el instante de t e r r u m p e — gritó el p a j e , levantándose
su caída suspenso u n p u n t o p a r a t o m a r m u y colérico y encaminándose a Usnro-
aliento y dio t i e m p o a la m o r a de reco- bal con el puñal en la m a n o .
b r a r su serenidad. Levantóse, p u e s , de —Sosegaos el caballero—repitió l 5 '
p r o n t o , y antes que él tuviera lugar p a r a dróbal con ironía y desenvainando a
sujetarla, echó m a n o a l p u ñ a l del p a j e , mismo t i e m p o su e s p a d a — ; r e p o r t a
arrancándoselo del cinto, y retirándose y si no j u r o por el sol que nos aW

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SANCHO SALDÁÑA 419

[jj-a q u e os a r r a n q u e el a l m a de u n a —Suelta, canalla—replicó el paje, des-


estocada; m i r a d q u e estoy bien a r m a d o . asiéndole con indignación.
¡ V i l l a n o ! — r e p u s o el p a j e , que, a — J u r o a Dios—repuso Usdróbal, de-
-jesar de su ira, conoció la ventaja de j á n d o l e — q u e casi m e d a vergüenza de
tu enemigo y contuvo el paso—. Si fue- m e d i r mi espada contigo, p o r q u e a fe
raS caballero...
mía que m e pareces u n a m u j e r .
—Mil veces m á s q u e tú—replicó la E r a el p a j e , a pesar de todo, valien-
inora—. ¡ I n f a m e ! ¡ V i l ! ¡Valiente con te, y el último insulto quizá el único
}as m u j e r e s ! Acércate, acércate a m í que le sacara fuera de sí.
ahora. ¡ C o b a r d e ! —Vamos—le dijo—donde quieras, y
ya que te e m p e ñ a s , te enseñaré yo mis-
—-Ya veo — repuso l i m e ñ o con su
mo el respeto que se merece u n noble
acostumbrada ironía — q u e t e defiende
de u n villano como tú eres. Adiós, Zo-
tu amante. ¡ T u a m a n t e ! ¡Un soldado!
r a i d a ; cuando concluya con este galán
Y qué podía esperarse de u n a m u j e r veremos quien te defiende.
como tú sino q u e te entregaras a un
— V a m o s , y basta de amenazas, señor
aventurero?
p a j e , q u e m u c h o será que os libréis de
•—Reportaos, J i m e n o , y no insultéis a mis manos.
una mujer -desvalida delante de m í — r e - Diciendo así salieron del cuarto- de-
plicó U s d r ó b a l — . Soy sólo u n aventu- j a n d o a la hermosa m o r a p r i v a d a de
rero, soy lo que represento y no m á s ; sentido y todavía descompuesta, la ira
pero preferiría mil veces ser un vil ver- y el cansancio de la p a s a d a refriega,
dugo a ser u n n o b l e de tu ralea. habiéndole hecho caer en un accidente
—¿Qué h e h e c h o yo, Dios poderoso? del q u e tardó m u c h o t i e m p o en volver.
¿Qué h e hecho yo—exclamó la m o r a —
para q u e m e castigues con tanta cruel-
dad? Usdróbal — c o n t i n u ó , poniéndose
CAPITULO XVII
delante de él de rodillas—, n o m e a b a n -
dones, d e f e n d e d m e ; todo el m u n d o m e Cien mil siglos le pa recia e&du hora, úe
ultraja y lodos m e d e s a m p a r a n , ¡ T e n e d tas que faltaban hasta la dichosa que es-
compasión de m í ! ¡ Y o soy sola y hasta peraba.
«Guerras de Granada».
el vasallo m á s ínfimo se m e a t r e v e ! Pérez de Hita
—Levantaos, Z o r a i d a , levlantaos de
ahí—replicó U s d r ó b a l — . Soy de naci- Luego q u e U s d r ó b a l y el p a j e salieron
miento villano, p e r o yo os defenderé de la habitación de Z o r a i d a , llegaron
del caballero q u e os atropelle. Y vos, sin h a b l a r p a l a b r a hasta la t o r r e de
<eñor a l m i b a r a d o paje, si tenéis algo Oriente, q u e estaba a u n extremo del
<)e hcmbre en vuestro corazón, si no gótico corredor, donde h a b í a u n a esca-
sois tan b a j a m e n t e cobarde como pare- lerilla de piedra c o r t a d a p o r fuera en
céis, venid, yo os desafío y os reío de el m i s m o m u r o q u e conducía a las obras
forzador y os tacho de infame si no sois exteriores de la fortaleza.
fapaz de s e g u i r m e . — A g u á r d a m e a q u í — dijo el p a j e —
m i e n t r a s subo a m i cuarto a t o m a r mis
—Sí tú m i s m o confiesas—repuso el
a r m a s , q u e n o creo q u e nos h a y a m o s
PaF, aliñando sus vestidos al misino
de b a t i r con a r m a s tan desiguales como
•lempo—-que tu n a c i m i e n t o no es n o b l e , son un p u ñ a l y u n a espada,
íqué gloria ganaría yo con d e r r a m a r la
—Cierto q u e n o — r e p u s o U s d r ó b a l — ;
*n<rre de u n miserable a v e n t u r e r o ?
pero n o creo excusado q u e yo os acom-
•ete ae aquí, y da gracias que no llamo
1 p a ñ e , y si es preciso os a y u d e a vestir
algunos compañeros tuyos p a r a q u e
le la a r m a d u r a ; p o r q u e , sea dicho con
liar ten de palos. franqueza, J i m e n o , no m e fío m u c h o
~-Li p r i m e r a voz q u e des te cuesta d e vos.
i v '^ a —respondió U s d r ó b a l , cogiendo- j —Más que yo de ti—replicó el p a j e —
" inertemente de un brazo. I te puedes fiar de m í , puesto que pros-
420 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

lituyo y e m p a ñ o el lustre de mi naci- ya se h a b í a ceñido, y la volvió a


CQ.
m i e n t o hasta el p u n t o de aceptar t u locar d o n d e estaba.
desafío. P o r lo d e m á s , no m e creas tan — ¡ E l diablo m e lleve por mojaderof
cobarde q u e no m e considere capaz de — e x c l a m ó — . ¡Vive Dios! ¡ I r r n e y o a l i
d a r una lección con las a r m a s a u n vi- ra m u y a lo caballero a rajar la cabe
llano presuntuoso p a r a q u e n u n c a más a u n miserable villano, que se consid
ose retar en su vida al noble de me- r a r a m u y h o n r a d o con q u e yo me di
nos b r í o . ne abrírsela en dos partes como si fUe5,
•Las mismas manos tengo q u e tú u n a calabaza! ¡ P a r d i e z , que sov m'
—respondió Usdróbal—y el mismo nú- e s t ú p i d o que D u a r t e , el escudero de m'
m e r o de dedos en ellas; a n d a y trae tus señor! ¡ Como si n o pudiese vendarme
a r m a s , que no quiero que nadie m e ta- de él y de ella de otra m a n e r a ! j \ o se.
che de desconfiado. A q u í te e s p e r o ; si ñ o r , el j a y á n ese la echa de hombre de
p r o y tiene h u m o s de caballero. Y a la
no A^uelves antes de u n cuarto de h o r a ,
v e r d a d tiene motivos de creerle ial
ya que la echas de noble, te declararé
viéndose tan favorecido d e las damas'
n o sólo cobarde, sino bastardo.
¡ Vive Dios que es el rival mío y el ¡]e|
— A pensar como se debe de las mu- señor de Cuéllar y q u e se lleva de calle
j e r e s , n a d a tendría de particular que lo a las dos princesas, como si valiese más
fuese—repuso el paje sonriéndose con él solo que nosotros dos juntos.
su acostumbrada i m p r u d e n c i a — . Adiós
Con todo, su favorita es Leonor, ha
— c o n t i n u ó — , y cree no necesito de na-
venido a q u í por ella. Tengo en mi mano
die p a r a hacerte a r r e p e n t i r de tu or-
m i venganza, sin peligro de quedar mal.
gullo,
P r o t e g e r é su empresa, m e congraciaré
Quedó, pues, Usdróbal, solo tararean- de ese m o d o con Z o r a i d a , aunque no
do u n r o m a n c e con su n a t u r a l b u e n h u - se le c u m p l a lo q u e desea. ¿Porque
m o r como si fuese a u n baile, y el q u i é n quita que u n h o m b r e ruede por
p a j e se encaminó a su cuarto con el una escalera abajo o que le suceda cual-
mismo descuido, pero no t r a n q u i l o , re- quier otra cosa? Luego, él es el único
sentido como estaba su a m o r p r o p i o con q u e m e estorba a q u í . . . E n haciendo
la resistencia que había opuesto Zoraida q u e no vuelva a parecer por acá, todo
a su mal intento. está concluido. ¡ E a ! ¡Viva el ingenio!
— i Quién lo creyera !—se iba diciendo B u e n chasco te vas a llevar, novel pala-
el p a j e a sí m i s m o — . Es la mujer más dín—continuó, cerrando la puerta y di-
r a r a que h a y en el m u n d o . ¡ Q u é ! Ni rigiéndose a buscarle—. Aiín no sabes tú
santa Lucrecia, ésa q u e contaba aquel la culebra que te voy a liar.
monje que tanto se h a b í a resistido al P e n s a n d o así y m e d i t a n d o mil planea
Cid, tiene que ver con esa m a l d i t a fie- a cual más pérfidos, enderezó sus pasos
r a , y eso q u e n a d a m e quedó que ha- el lindo p a j e al sitio donde le aguar-
cer ; con todo, si hubiese yo cerrado la daba Usdróbal, ya algo impaciente, muy
p u e r t a , y n o q u e ese m u l o de carga se divertido con sus perniciosos pensa-
sopló de r o n d ó n como si hubiese entra- mientos, riéndose solo, ya de la que lf
d o en su cuadra. ¡Maldito sea! ¡ J a ! esperaba al a v e n t u r e r o ya de lo bien
¡ J a ! — c o n t i n u a b a , riéndose—. P e r o q u é engañado q u e iba a quedar en cuanH'
bien fingí; vamos, no p u e d o menos dé le h a b l a r a . P e r o antes de llegar a *'l
r e í r m e cuando m e acuerdo que yo llo- r e p r i m i ó su alegría, y ocultando el na-
raba. t u r a l descaro de su semblante bajo la
H a b l a n d o así llegó a su cuarto, y to- máscara de la h u m i l d a d , se acerco a
m a n d o sus armas, conforme se las iba Usdróbal en a d e m á n triste, los braí«»
vistiendo se le ocurrió u n pensamiento cruzados y los ojos bajos con muesira
q u e no sólo le obligó a n o seguir ade- de a r r e p e n t i m i e n t o .
lante poniéndoselas, sino q u e , afloján- Miróle U s d r ó b a l , y no pudo men*
dose las correas, se quitó la coraza, que de a d m i r a r s e d e verle venir sin arma .
SANCHO SALDARA 4Í1

con el mismo traje que antes traía y merecías q u e te asaetearan vivo. Si h u -


con aspecto tan melancólico, cuando es- j biera sido con su consentimiento, p a s e ,
peraba q u e volviese a r m a d o y con la q u e n o soy yo tan escrupuloso q u e m e
arrogancia y la indiferencia propias de h u b i e r a metido a e s t o r b a r l o ; pero por
3u carácter y de u n h o m b r e q u e venía fuerza, j u r o p o r todo el infierno que es
n reñir. j una infamia.
.—Por el a l m a de m i p a d r e — l e dijo— i —Es cierto, u n a infamia—repitió Ji-
que estamos a d e l a n t a d o s ; m e habéis te- j jneno sin m u d a r de color—, y h a r t o
nido aquí de p l a n t ó n media h o r a aguar- i a r r e p e n t i d o estoy de e l l a ; pero la oca-
dándoos y os venís lo m i s m o que os \ síón, el a m o r , algunas p a l a b r a s acaso
habéis ido. ¿ Q u é ese eso? P a r é c e m e , j m a l entendidas . ¿Quién p o d r á decir
además, que volvéis más pensativo q u e j q u e no h a pecado en su vida?
oí fuisteis. ¿ H a b é i s quizá reflexionado — E n resumidas cuentas—replicó Us-
que la espada de u n villano corta tan- i d r ó b a l — , todo eso se reduce a que no
to como la de un gran señor? ¿ 0 sois i te quieres b a t i r conmigo, ¿no es cierto?
acaso de los q u e dicen que más vale que I —Así es—repuso el p a j e — , p e r o no
(íio-an aquí h u y ó q u e a q u í m u r i ó ? por miedo q u e tenga, p o r q u e te j u r o
—]Ni lo uno n i lo otro—repuso el que n o lo h e conocido n u n c a , y oca-
paje—, y sabido es en el castillo que no siones vendrán en q u e veas q u e n o
;ov h o m b r e q u e h u y a a n a d i e la c a r a . I m i e n t o , sino p o r q u e tú no m e has he-
Pero cuando se h a cometido u n a m a l a | cho n a d a , ni creo t a m p o c o que yo te
acción, n o creo q u e el m e j o r medio de j haya dado a ti n i n g ú n motivo d e q u e -
arrepentirse sea atravesar de una esto- t ja. E n cuanto a Z o r a i d a , estoy p r o n t o
cada al q u e se opuso a ella. P u e d o te- i a pedirla h u m i l d e m e n t e p e r d ó n , 3. dar-
ner cuantos defectos se q u i e r a n : en un la cuantas satisfacciones m e exija, y le-
memento de cólera p u e d o llegar a ser | jos de creer que m e h u m i l l o con hacer
criminal, pero m i corazón es b u e n o , y 1 esto, estoy seguro q u e m e ensalzo a Vus
cuando conozco que no o b r é b i e n , no ojos, o m e equivoco m u c h o .
soy de aquellos q u e t r a t a n de sostener I — ¿ Q u é quieres que te diga?-—replicó
a todo trance u n a cosa injusta. tjsdróbal—. A u n q u e siempre m i opi-
— ¡ j u r o a, D i o s - — r e s p o n d i ó Usdró- nión es, cuando se trata de batirse, de-
bal—que m e h e llevado chasco conti- 1 j a r las explicaciones p a r a después, creo,
go v que creí q u e tenías todo b u e n o n o obsante, que tienes r a z ó n . D e todos
menos el a l m a ! P e r o ya q u e dices tú I modos, ¿ q u é más podía yo p r o m e t e r m e ,
lo contrario, no h a b r á m á s r e m e d i o q u e I a u n q u e te hubiese vencido, que lo q u e
••repite. P e r o , en fin, ¿a qué viene io- j tú m e ofreces de buena gana? P o r otra
do eso? i p a r t e , como t ú h a s d i c h o , IK> ícaago ron-
—Viene—replicó el paje—a que se- j guna queja de ti. Con que no h a y más
ría vo un mal h o m b r e si aceptara tu j íino dar esto por a c a b a d o , y como sí
taaíío v no eslrechara de veras m í ', i"io hubiese sucedido n u n c a .
amistad con quien sin d u d a es más que I •—ÜNo basta — repuso el p a j e — * vo
lo que parece, y puesto q u e no lo sea, I q u i e t o ser tu a m i g o , y p a r a p r o b á r t e l o
^ digno de ella por su virtud. ¡ te voy a cumplir la p a l a b r a que te di
—Ks la p r i m e r a vez—replicó Usdró- I de proteger la fu3^ de Leonor esta mis-
M—que m e oigo elogia i: de ese m o d o ; ¡i nía noche
tata ahora sólo m e h a b í a n a l a b a d o por i — ¡ O h ! , eso sí—exclamó U s d r ó h s l — ;
ttl
i mala cabeza, pero ya veo que m e ' eso p r i m e r o q u e t o d o , y aquí Vienes m i
*Ha poco para ir al cielo, si h e de creer i m a n o y m i corazón.
io
que dices. \ — A h í tienes la m í a — r e s p o n d i ó K-
, ^ G h e hecho mal—continuó el pa- suene, alargándosela.
!--^en haber atropellado a u«a m u j e r A p r e t a r o n selas m u t u a m e n t e los dos
""a v sin defensa. recién amigos,, Usdróbal con toda la sin-
—Eso s í — i n t e r r u m p i ó U s d r ó b a l — , y ceridad de su alma y el p a j e con toda

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422 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

la doblez de la suya, p e r o en aparien- bal—•, y lo m e j o r será, puesto qu e


cia con el afecto y la cordialidad de minas de buena fe, q u e tú mismo ca.
Ule
u n v e r d a d e r o amigo de corazón. sirvas de guía. A t i te conocen
7 te
•—Esta m i s m a noche—prosiguió el pa- respetan aquí m á s q u e a m í y sabr'"
je—la sacarás de a q u í ; voy a h o r a mis- responder a las atalayas que acaso
m o a p r o p o r c i o n a r t e todos los medios contraremos en el c a m i n o .
posibles p a r a q u e t u empresa tenga — J u r o por las barbas de todos U
b u e n éxito. D e a q u í a dos horas esta- difuntos h a b i d o s y p o r haber—ren 11B
rás en este mismo sitio, q u e es el más el p a j e — q u e n o h a y peligro ning U n o
solitario del castillo y d o n d e p o d e m o s y que así n o m e salgan todas las cosas
h a b l a r con confianza de que n a d i e nos como deseo si esta aventura tiene
o i g a ; a q u í en todas partes h a y m u c h o m a l fin.
que recelar—añadió, mirando a u n lado —Con todo — replicó Usdróbal -_
y a otro y b a j a n d o la v o z — ; sin ver siempre h e oído decir q u e adonde me.
nosotros a n a d i e , p u e d e h a b e r q u i e n nos se piensa salta la l i e b r e , y no creo
nos espíe. Cada p a r e d d e éstas esconde que andarse sin guías por andurriales
u n eco q u e r e p i t e nuestras p a l a b r a s ; atajos, escaleras y pasadizos no conoci-
a un lado y a otro se p u e d e esconder dos sea m u y p r u d e n t e . No que yo deg.
m u c h a gente sin ser vistos. confíe de ti n i tema por m i vida tam-
Acércate — continuó, t o m á n d o l e u n a poco, sino q u e a la v e r d a d sentiría que
m a n o y haciéndole q u e tocase la pa- esa p o b r e m u c h a c h a se pudriera aquí
red—. ¿Ves este m u r o de piedra y só- para siembre.
lido al parecer? P u e s está h u e c o , y en- — M u y prevenido eres—respondió el
tre las piedras de este lado y las d e l p a j e — , y a fe m í a q u e no te creí tan
otro h a y u n pasadizo q u e , siguiendo p r u d e n t e ; p e r o , en fin, si ha de cal-
toda la muralla^ da vuelta a la fortale- m a r tus temores q u e yo te acompañe,
za, tiene salidas y comunicaciones con dalo p o r h e c h o , q u e n o sólo iré conti-
todas las habitaciones y las escaleras. go, sino q u e te d a r é cuantas segurida-
Pero h a y m u y pocos q u e conozcan estos des exijas de m i persona. Y ahora,
secretos. Yo m i s m o n o sabía n a d a de adiós, hasta la n o c h e , que de aquí a
ellos hasta q u e Zoraida m e los comu- dos h o r a s m e a g u a r d a r á s en este mis-
nicó p a r a q u e pudieses sacar a Leonor mo sitio.
sin peligro.
— ¡ O y e ! — d i j o U s d r ó b a l — . Antes de
—Más te agradezco ese favor q u e si q u e te vayas démonos prendas para que
m e hicieras p r í n c i p e — r e p u s o U s d r ó b a l , no p o d a m o s u n o a otro engañarnos ni
e n c a n t a d o de la franqueza del paje. descubrir n a d a sin que peligremos los
-—Te aseguro q u e no tendrás n a d a dos.
que agradecerme—respondió J i m e n o — y — ¡ P o r Santiago!—exclamó el paje—,
que todo lo hago tínicamente por hacer que desconfías demasiado de mí, y *e
algo b u e n o en m i vida. Esta n o c h e , j u r o a fe de noble q u e no te engaño.
como iba diciendo, yo te i n t r o d u c i r é en —JN'o acepto ese j u r a m e n t o , porque
u n o de esos pasadizos y liaré de m o d o no te lo p u e d o devolver—replicó us-
q u e Leonor esté p r e p a r a d a p a r a q u e t e d r ó b a l — , n o siendo n o b l e como i»!
siga sin h a b l a r p a l a b r a ni meter r u i d o cuanto más que lo que yo te propongo
a u n a seña q u e t ú darás. Saldrás p o r tanto vale p a r a m í como para ti. - '
el m i s m o camino por donde e n t r a s t e ; tú n i yo nos conocemos tanto que poda-
bajarás u n a escalerilla de caracol q u e mos fiarnos absolutamente uno de otro,
está .a la i z q u i e r d a , a la p r i m e r a vuelta y c u a n d o d e b u e n a fe se procede no due-
que forma el callejón, y con u n a llave len p r e n d a s . Esto no lo sabe nadie sino
q u e t e daré a b r i r á s u n a p u e r t a q u e da t ú y y o ; si se descubre tiene la culpa
al c a m p o y .. u n o de nosotros, y es m u y justo, J'a 3
—Son demasiadas señas ésas p a r a q u e los dos entramos en la intentona, <P*
yo m e a c u e r d e — i n t e r r u m p i ó Usdró- n o la pague u n o solo.
SANCHO SALDAÑA 423

—Natural condición d e villanos—re- p o r merecer u n a m i r a d a suya. ¡ A h !


puso el paje—es desconfiar de todos, —continuó s u s p i r a n d o — . ¿ P o r qué n o
pero no rae i m p o r t a , y como tú has di- fueron nobles mis padres? Y ya q u e
c}jo, no duelen p r e n d a s cuando se obra n o . . . Pero no pensemos más q u e en
j,íen. A h í tienes esa sortija de oro en servirla s i e m p r e ; servirla siempre p a r a
que están grabadas las armas de m i fa- q u e , al menos, no m e m i r e con odio.
milia y q u e vale m á s que cuanto tú E n estas imaginaciones bajó al p a t i o ,
puedas d a r m e . donde sus c o m p a ñ e r o s se divertían en
Y sacándosela del índice de la m a n o varios juegos de fuerza y de ligereza,
derecha se la entregó a Usdróbal. y metiéndose entre ellos p r o c u r ó dis-
—Pues y o , en c a m b i o — r e s p o n d i ó TJs- traerse y a t u r d i r el á n i m o con las vo-
dróbal—, te entrego este relicario, en ces y la alegría de la m u l t i t u d .
que va u n pedazo de la verdadera c r u z , — ¡ D u a r t e i — g r i t ó S a l d a ñ a , desper-
que trajo al convento en que m e crié tándose, al escudero, que siempre le
un peregrino de T i e r r a Santa, y que a c o m p a ñ a b a — . ¿ E n d ó n d e está Jime-
vale, sin d u d a , m á s — a ñ a d i ó , "besándolo no?
devotamente—que toda la nobleza de —Señor—respondió el viejo, q u e no
que p u e d e n jactarse todos los ricohom- tenía m u c h o cariño al b u e n pa)e—> p a r a
bres de E s p a ñ a . Lo h e llevado conmigo la falta que h a c e , lo m i s m o da que
desde niño y m e h a libertado de más esté a q u í que en R o m a ; estará por a h í
(\e un riesgo. haciendo piruetas.
El paje lo recibió con indiferencia y — ¡ A n i m a l ! — replicó Saldaña—. No
se lo guardó en uno de los bolsillos del ! te pregunto q u é h a c e , sino d ó n d e está.
follado o calzón de seda plegado q u e —Vuestro p a d r e no m e llamaba n u n -
»e usaba entonces. ca animal—repuso D u a r i e — , n i ese fue
Hecho esto, se despidieron segunda el n o m b r e con que m e b a u t i z a r o n .
vez, y cada uno se fue a o c u p a r de lo — ¿ D ó n d e está el paje?
que tenía q u e hacer. — L e iré a buscar si queréis—conti-
Quedó Usdróbal u n m o m e n t o entre n u ó , levantándose con m a l gesto—.
pensativo y alegre, p e r s u a d i d o de q u e i Vive D i o s ! — a ñ a d i ó , m u r m u r a n d o en-
había t o m a d o cuantas medidas podía t r e dientes—, q u e n o parece sino q u e
dictar la p r u d e n c i a , y m u y pagado de el demonio del títere ese nos ha de traer
>í mismo, siendo quizá ésta la p r i m e r a a todos revueltos.
vez en su vida q u e h a b í a o b r a d o con — ¡Largo de a h í ! A buscarlo—gritó
precaución. Saldaña i m p e r i o s a m e n t e — , y hasta de
—Si tratara de engañarme—se decía refunfuñar.
a sí mismo—y m e p r e n d e n , yo le j u r o •—Voy í-.llá—repuso el escudero con
(jue le h a n de colgar a m i l a d o . P e r o calma, y echó a a n d a r hacía la p u e r t a ;
ao hay cuidado, y si h u b i e r a tenido in- pero no h a b í a a ú n llegado a ella cuan-
tención de v e n d e r m e , no h u b i e r a anda- do vio al paje q u e v e n í a , y m i r á n d o l e
00 tan fácil en d a r m e tantas segurida- con eí peor ceño del i n u n d o se puso a
des, ¡ P o b r e L e o n o r ! Lo m i s m o es acor- u n lado para dejarle entrar.
darme de ella q u e siento u n n o sé q u é — ¿ Q u é m e miras, m u l o ? — l e p r e g u n -
c
omo si estuviera e n a m o r a d o . ¿ Y por tó J i m e n o en voz baja, riéndose de su
lUé no la h e de a m a r ? T a n h e r m o s a , gesto,
^ joven, tan dulce como es, ¿ q u é ex- -—Aquí está ya la alhaja—gritó Duar»
,f
año tiene q u e yo la a m e ? Pero lejos, te a su señor, y salió del cuarto gru-
tejos de m í esa i d e a ; m i n a c i m i e n t o y ñendo u n millón de maldiciones con-
j*u posición en el m u n d o son obstácu- tra el niño mal criado q u e no respetaba
os insuperables p a r a q u e n u n c a se rea- sus canas,
llc
e mi atrevimiento. No» yo no la a m o ; — ¿ E n d ó n d e habéis estado, J i m e n o ?
•° soy únicamente u n esclavo fiel q u e —preguntó Saldaña con i m p a c i e n c i a — .
1 1
serviría toda mí vida de rodillas 6¿lo ¿Os parece regular d e j a r m e a q u í solo
424 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

con ese b á r b a r o de D u a r t e , que si le dem onios; cuanto más que, dado


«•aso
p i d o agua m e t r a e un u n g ü e n t o y q u e q u e n o volviera, iría publicando
por
s i e m p r e lo trueca todo? todas p a r t e s , con gran descrédito vu
— P e r m i t i d , señor — replicó J i m e n o t r o , lo que no es capaz de imaginar
con h u m i l d a d — , que os diga q u e , aun- el diablo, y quizá perderíais \u "
q u e tenéis razón en lo q u e decís, h e ido tra t a m a .
a cumplir vuestras órdenes. —Tienes razón, J i m e n o —respend"
— ¿ Y qué órdenes h e dado y o ? — r e p u - Saldaña—, y no h a y remedio. E s t
so Saldaña-—si m e acabo ahora mismo q u e ella m e h a d i c h o ; es el dernoni
de despertar? de m i persecución.
— E n cuanto volvisteis en vos, la pri- — N o h a y duda—repuso el paje
mera cosa que m e dijisteis—contestó el lo que acabo de averiguar lo confirma
paje—fue que m a n d a r a m a t a r a Zo- — ¡ M a l d i c i ó n ! —exclamó Saldaña—
raida, y . . ¿ Q u e h a hecho esa condenada mujer'''
— ¿ Y la habéis m u e r t o ya?—pregun- —Señor — respondió Jimeno —, n a
tó el de Cuéllar con sobresalto. ideado u n plan diabólico, y que siento
tener que decíroslo, p o r q u e os va quizá
— A ú n no—repuso J i m e n o — ; pex-o h e
a irritar d e m a d a d o , y lo primero e»
dado órdenes convenientes... y esta
cuidar de vuestra salud.
n o c h e ..
— ¡ M a l d i t o ! P u e s si lo has apuntado
— ¡ I n f a m e ! — e x c l a m ó Saldaña con
ya, ¿quieres d e j a r m e así en la incerti-
ira—. ¿Quieres c a r g a r m e más delitos
d u m b r e p a r a que padezca lo mismo sin
que los que tengo? ¿Quieres que cum-
satisfacer m i curiosidad?
pla lo que m e ofreció y q u e m e vea a
todas horas perseguido de su aparición? — H e hecho de m o d o , poniéndome en
Corre al m o m e n t o , y j u r o a Dios que su confianza, q u e no t e n d r á efecto, a
el p r i m e r o que la toque el pelo de la pesar de sus arterías—replicó el paje—.
ropa q u e le m a n d e yo a r r a n c a r el co- ¡ P e r o es h o r r i b l e ! ¡ Es u n p l a n ! . . .
razón por mano del verdugo y colgarle •—¡Demonio! O calla o habla del to-
de u n a elmeria p a r a espantajo. do, o por Santiago te estrello contra
—Señor — replicó el p a j e — , cuando la pared—gritó Saldaña, enderezándo-
salí de acruí a obedeceros pensé justa- se en la cama lleno de cólera.
m e n t e en lo que acabáis de decir a h o r a — Q u e r í a evitaros u n disgusto—res-
m i s m o , y no di las órdenes con tanta p o n d i ó J i m e n o , q u e se deleitaba en en-
p r e m u r a q u e corra esa m u j e r todavía f u r e c e r l o — : p e r o ya que lo tomáis por
ningún riesgo, h a b i é n d o m e contenido e m p e ñ o os lo d i r é ; sosegaos.
esta reflexión, y peráiíadido de q u e no — P u e s dilo y sé b r e v e , que, ya quf
os faltarían medios mejores de libraros h e de vivir a t o r m e n t a d o , más vale que
de ella para siempre sin peligro de vues- sea por hechos q u e por imaginaciones
tra conciencia, p e r q u é al fin claro está —repuso Saldaña, dejándose caer en la
que es forzoso que no la volváis a ver. cama,
—Eso sí—respondió Saldaña—, y pa- — E l caso es, señor, que cuando .-¡di
ra eso el mejor m e d i o es q u e se vaya 'de a q u í , dudoso si obedecería vuestra
de aquí o echarla por fuerza si no órdenes o las m i r a r í a como un acto fie
quiere irse. acaloramiento d e que pudierais arr<!-
—De n i n g ú n m o d o , señor—repuso el pentiros después, oí gritos hacia la i'a"
p a j e — : en p r i m e r lugar, p o r q u e su te- bit ación de Z o r a i d a . Curioso de ver qiir
nacicíad es tal y son tan maravillosas era, m e encaminé hacia allí, aunque la*
sus artes q u e , a u n q u e se la llevasen al voces m e parecieron tan espantosas .
fin del m u n d o , volvería y si la ence- lúgubres que necesité de todo mi a*lin'
rrasen, hallaría medio de salir, a u n q u e para no volver el pie atrás. Llegué por
fuese de las entrañas de la t i e r r a , por fin a la p u e r t a , y hallándola cerrada-
que, o m u c h o m e equivoco, o en su m e puse a escuchar, asombrado de
desesperación ha hecho pacto con los que oía. E r a ella que evocaba a los « "

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SANCHO SALDANA 425

moni 05 con los conjuros más terribles — E n v e r d a d — r e p u s o e\ p a j e — q u e no


qye ha usado en su vida la b r u j a más estoy menos h o r r o r i z a d o q u e vos, pero
detestable y con las más sacrilegas mal- ya no h a y q u e tener c u i d a d o , soy y o
aciones q u e pienso oír j a m á s . Con eí que ha de hacerlo, y ya os podéis
, 0 Jo, como h a b l a b a en lengua extraña, imaginar que m e h e valido de este ar-
sólo pude entender m u y p o c o ; pero ju- d i d p a r a evitar q u e lo hicieía otro.
raría que oí vuestro n o m b r e y el de — T ú eres m a l o , J i m e n o ; eres, sin
Leonor. d u d a , m u c h o más malo y más perverso
— ¿Mi n o m b r e y el d e Leonor?—ex- que yo — dijo Saldaña, m i r á n d o l e de
clamó Saldaña, estremeciéndose invo- hito en hito, y el paje, a pesar de la
luntariamente—. Sigue, J i m e n o , sigue. seriedad q u e exigía el asunto, n o p u d o
— Sí, señor—continuó el paje—, oí menos de agradecerle ai cumplimiento
vuestro n o m b r e y eí de Leonor. Poco haciéndole una cortesía. P e t o Saldaña,
después b a j ó la voz, y m e pareció que sin notarlo, c o n t i n u ó — : Yo, si hubiese
estaba h a b l a n d o sola; p e r o bien p r o n t o oído lo que tú m e cuentas, entro y la
«entí otra voz q u e le r e s p o n d í a , y q u e clavo el p u ñ a l mil veces hasta la guar-
vo creo q u e era el d e m o n i o , que había nición. Es menester ser v e r d a d e r a m e n t e
acudido a sus griíos y estaba h a b l a n d o malo para disimular y m e n t i r hasta ese
con ella. punto.
—;Jimeno!—gritó Saldaña, afectando I\o cambió de color por eso J i m e n o ,
¿eretiidad, a u n q u e en su rostro estaba ' n i en n i n g ú n movimiento suyo h u b i e r a
pintado el terror—•. Sería una ilusión podido conocer el observador más es-
¡uva; es imposible, deliras, crupuloso que estaba m i n t i e n d o en
—No, señor, n a d a de eso—prosiguió aquel m o m e n t o ; antes, p o r el c o n t r a r i o ,
el paje—; yo m i s m o lo pensé así en u n y sin a p a r e n t a r la turbación m á s lige-
principio, p e r o . . . ¿Os ponéis pálido? r a , respondió a Saldaña con su acos-
¿Qué tenéis? Callaré. t u m b r a d a desfachatez:
—No, no es na-da; sigue, n a d a tiene —Vos m e llamáis malo únicamente
de extraño q u e esté algo ¡salido. p o r q u e , en vez de cometer un crimen
—Después me convencí — continuó p a r a i m p e d i r o t r o , m e h e valido de la
Jimeno—de que era verdad. Oi, p u e s , astucia y hecho caer en el lazo a nues-
como iba diciendo, que la h a b l a b a n , y tra enemiga. H e pensado así inutilizar
entonces algún ángel m e hizo adivinar j sus encantos, y a u n q u e n o se m e ocul-
lo que m a q u i n a b a esa m u j e r infernal, j ta que p o r sus malas artes vendrá a
y entendí q u e trataba n a d a menos q u e ¡ descubrir mi e n r e d o , tenemos t i e m p o
Je envenenar a Leonor. e M r e tanto de delatarla por b r u j a al
tribunal eclesiástico y poner fin d e esa
—Por todo el infierno—esclamó Sal-
m a n e r a a SIB t r a m a s ,
taña lleno de i r a — q u e es la b r u j a más
Wnble que nunca he oído. Sal y haz — ¿ P e r o tú crees de veras-—preguntó
'pie la quemen viva y que echen sus ce- Saldaña — que esa m u j e r h a y a hecho
nias al viento. pr.ctc con el demonio?
—Pensad, señor—repuso el paje—-, en — ¿ Y vos lo dudáis?—rei^licó el pa-
'o que vos mismo dijisteis antes, y q u e je-—. Estoy tan seguro ¿ e lo q u e digo
-'la hacéis m a t a r de orden vuestra... como que no h a y médico en el m u n d o
q u e pueda averiguar de qué están com-
•—Tienen razón-; n o h a y remedio—i >
ksíumpió Saldaña—. Será menester que puestos los brebajes que h a p r e p a r a d o ,
)'o huya, que sea yo el que m e vaya o y yo mismo Ja lie oído h a b l a r coH el
fce mate. ¡Maldita, maldita sea! ¡En- diablo y ella m i s m * m e 5o h a CdYiiesaáo.
h e n a r a L e o n o r ! ¿ N o t e estremeces — ¿ Y estás tú p r o n t o a sostener de
% alma de C a í n ? — a ñ a d i ó , m i r a n d o a todos m o d o s la acusación?—replicó el
limeño—. ¿ N o te asombra de que haya con.de.
; 'ftieu sea capaz de envenenar a u n a — A p r u e b a de h i e r r o y de agua, y
^jer tan hermosa v tan inocente? a p i e y a caballo si tiene algvin cam-
426 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

peón—contestó el paje, a l u d i e n d o a las ces Saldaña-—, p e r o , en fin, y Q n o


diferentes p r u e b a s q u e en aquel t i e m p o go n a d a que ver contigo, líbrame de M'
se hacían en las causas de magia. y h a z lo que quieras. ^
— P e r o si ese pacto es v e r d a d , como — P o d é i s contar con que mañana
•dices—insistió Saldaña—, ¿cómo has po- todo el día q u e d a r á el castillo des °
dido t ú engañar a u n a m u j e r q u e pro- pado de esa mala h e m b r a -— Vr.ni *
i- contesto
tege el diablo? Jimeno.
— S e ñ o r — replicó J i m e n o — , Dios Quedó Saldaña sumido en uno ]
p o n e a veces u n a venda en los ojos del aquellos letargos mentales en qy e
más perspicaz y le hace que caiga en siempre después de cualquier convers
el hoyo q u e evitaría u n ciego. ción en que su ánimo tomaba algún
—Así será — respondió el de Cué- interés, como si revolviese en su im a
llar—, o tal vez q u e t ú eres m á s diablo ginación todo lo q u e se había dicho
que el diablo mismo. De todos m o d o s , Calló el paje, y h u b o u n largo rato en
quisiera saber de q u é a r t e r í a te has que reinó el más profundo silencio p n
valido la h a b i t a c i ó n .
—Del amor. La luz a m o r t i g u a d a del crepúsculo,
— ¿ D e l amor?-—preguntó el conde con p r o n t o ya a oscurecerse, penetraba ape-
extrañeza—. ¿Y ella te ama a ti? ñas p o r las altas ventanas de la estan-
—-No, señor—repuso el paje—•, pero cia entre los vidrios de colores, y casi
yo he fingido q u e la a m a b a ; ella m e h a n o se distinguían los a d o r n e s de] cuar-
creído necesario p a r a poner en ejecu- to, confuso todo con las sombras de la
ción su designio y lo h a fingido noche, q u e se acercaba.
también. —Esta es la llora más terrible para
— P a r d i e z que es la p r i m e r a vez que mí—-dijo el supersticioso Saldaña—; en
m e río hace seis años—exclamó Saldaña cada s o m b r a veo u n fantasma. Si yo
con u n a sonrisa diabólica—. Algo rate- pudiese rezar.. ¿Oyes? Tocan a la ora-
r a m e parece t u s u p e r c h e r í a ; p e r o , en c i ó n ; recemos, J i m e n o .
fin, yo me lavo las m a n o s ; es cosa tuya, La c a m p a n a de alguna iglesia del pue-
y a ti te tocará r e s p o n d e r p o r t u a l m a , blo m a r c a b a entonces efectivamente la
que no a m í . Yo te agradezco tus ser- h o r a d e esta devoción cotidiana, y sus
vicios, J i m e n o , y te los agradeceré m u - lúgubres y prolongados sonidos, su-
cho más cuando m e vea l i b r e de su per- cediéndose l e n t a m e n t e , llegaron a sus
secución. oídos en aquel p u n t o . Muchas veces,
—Pues p a r a ello —- respondió Jime- tanto Saldaña como su paje, los habían
no—es menester denunciarla ai tribu- oído sin sentir el t e m o r secreto que en
n a l cuanto antes. A d e m á s de q u e estoy aquel m o m e n t o t u r b ó de repente su co-
seguro de q u e es b r u j a y de m i sere- razón, y ambos a dos murmuraron un
n i d a d al acusarla, su opinión n o es la Avemaria cen m u c h o recogimiento. En-
mejor en todos estos contornos, y ha- t r a r o n poco después dos criados y colo-
b r á miles que atestigüen en contra de caron dos l á m p a r a s de plata encendidas
ella. No tiene a q u í a n a d i e , es u n a ex- sobre u n a mesa de tres pies con rema-
tranjera de la maldita religión de Ma- tes de b r o n c e , y, saliendo en seguida, la
h o m a , y a poco que se extienda y pu- luz cambió los pensamientos de los dos
b l i q u e lo q u e ella es, se verá odiada de malvados, haciéndoles volver a tomar el
todos y se a p r o b a r á su sentencia d e camino de que se h a b í a n separado por
m u e r t e como justa y bien dada por el u n instante,
t r i b u n a l . Ninguno saldrá en su defen- —Voy, señor — dijo Jimeno—, coD
sa, sufrirá la p r u e b a de las b a r r a s , y vuestro p e r m i s o , a dar orden que <1fi
si p o r a l g ú n artificio pasase p o r ellas n i n g ú n m o d o se ejecute la sentencia
sin quemarse, r e i t e r a r é la acusación y que fulminasteis contra Zoraida. Núes*
la sostendré a todo t r a n c e . tras gentes son de suyo ejecutivas cuan*
— E l p l a n es como tuyo—dijo enton- do se trata de cumplir mandatos de &le
SANCHO SALDAÑA 42?

jaez, y no sería e x t r a ñ o que adelantasen llamado Alquerque, y que era m u y pa-


] a hora. recido a l q u e h o y se llama de tres en
-Sí, ve al m o m e n t o — r e s p o n d i ó Sal- raya, con u n pellejo d e vino al l a d o ,
daña-—•; sería la m a y o r desgracia q u e q u e n o e r a m u c h o m e n o r la bota de
podía sucederme q u e esa m u j e r m u - quo se servían. El a d o r n o del c u a r t o
riese por orden mía. Como tú h a s p r o - consistía en u n a m a l a mesa de p i n o , en
puesto, ya es otra cosa; yo n a d a tengo que ardía u n candil, dos o tres escaños
míe ver, y así no p o d r á venir después o bancos cojos y varias piezas de ar-
a echármelo en c a r a y a m a l d e c i r m e . m a d u r a s , como escudos, yelmos y espa-
.—¿Queréis que l l a m e a García o a das coleadas p o r las p a r e d e s . Gozaba el
Puai'te q u e os a c o m p a ñ e n ? — p r e g u n t ó paje de m u c h a consideración en el cas-
tillo merced al favor de S a l d a ñ a ; así
el paje-
que en cuanto entró todos se pusieron
—ÜNo, de n i n g ú n m o d o — respondió
en pie, menos el c a p i t á n , que le m i r ó
Saldaña—; que estén ahí cerca p o r si se
de a r r i b a abajo, con aquella m a n e r a de
ffle ocurre algo. Quiero estar solo.
perdonavidas q u e le era n a t u r a l , al
Hízole Jirneno u n a cortesía respe- tiempo de saludarle.
tuosa al r e t i r a r s e , y saliendo de la ha-
bitación se dirigió en seguida al sitio — H o l a , señores—dijo el p a j e — , pa-
donde U s d r ó b a l debía a g u a r d a r l e ; p e r o rece q u e se pasa el t i e m p o a l e g r e m e n t e .
co había a n d a d o muchos pasos c u a n d o , — A estilo de gente de guerra—repuso
dándose u n a p a l m a d a en la frente, como el c a p i t á n — ; vos n o querréis catar de
si se h u b i e s e acordado de p r o n t o de esto — continuó, alargándole la bota-—,
alguna cosa, volvió atrás m u y de p r i s a , p o r q u e eso no es sino p a r a la gente
torció varios corredores a derecha y a c r u d a .
izquierda, bajó algunas escaleras, y lle- -—Os equivocáis, capitán—replicó el
gando, p o r ú l t i m o , a las salas bajas q u e paje, aceptando el convite y sin hacer
habitaban los h o m b r e s de armas, en- n i n g ú n m e l i n d r e , a pesar de su a p a r e n -
tró en u n a de ellas y llegó al cuarto o te delicadeza—•. D o n d e vos ponéis la
pabellón del jefe de los aventureros. boca, n o d e b e t e n e r escrúpulo de po-
—¿Qué hace tu c a p i t á n ? — p r e g u n t ó nerla el m i s m o rey en persona.
el paje a u n o de los soldados q u e esta- Y venciendo su r e p u g n a n c i a a b e b e r
ban allí a la p u e r t a . p o r d o n d e tantos h a b í a n b e b i d o , e m p i -
—Ahí dentro está—repuso éste—re- n ó la b o t a con la m i s m a soltura que
frescando el p a l a d a r con unos cuantos p u d i e r a hacerlo el b e b e d o r más acredi-
amigos. t a d o . T o m ó l a en seguida el q u e estaba
al l a d o , q u e se la presentó al c a p i t á n ,
— ¡Martín G u t i é r r e z ! — g r i t ó el p a j e ,
quien, n o h a b i é n d o l a recibido por cor-
llamándole.
tesía, le hizo señas q u e bebiese y co-
—Adelante el q u e sea — respondió rriese le r u e d a , 'lo q u e se obedeció p u n -
una voz ronca desde a d e n t r o con arro- t u a l m e n t e .
gancia. Oyéronse en seguida dos o tres
— ¿ Y q u é os trae por acá, señor J i -
juramentos y dos o tres puñetazos, al
rneno? —preguntó el veterano sabo-
parecer dados sobre u n a mesa por al-
reándose.
guno que quería, sin d u d a , tener razón
V echaba m a n o de las ya dichas p a r a — U n a orden secreta que h a y q u e co-
provocarlo. municaros—replicó el p a j e .
—Ahí está la gente q u e busco—se — ¿ H a y q u e h a c e r a l g u n a correría?
0 •—'No h a y necesidad siquiera de salir
'''.i el paje a sí m i s m o , e n t r a n d o sin
toas cumplimientos, y bien seguro de del castillo p a r a c u m p l i r l a .
lie no p o r eso aquellas buenas gentes — L o siento •—• respondió el vetera-
Se
enojarían. n o — ; atiza esa t o r c i d a — c o n t i n u ó , vol-
Pensando así llegó a d o n d e estaba el viéndose a u n o de sus amigos—, q u e
Capitán y otros dos o tres subalternos nos vamos a q u e d a r a oscuras.
suyos j u g a n d o en u n tablero a u n juego —No es cosa m a y o r — d i j o el p a j e — ,

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128 OBRAS COMPLETAS DF DON JOSÉ DE ESPRCUNCEDA

pero es i m p o r t a n t e que suceda, y, ade- —insistió el paje—no hay que decir!


e
más, pkle m u c h o sigilo, por lo cual será ni u n a p a l a b r a .
bueno que os h a b l e a solas. — ¿ Y a qué h o r a ? — p r e g u n t ó el „
— ¡Ea 5 m u c h a c h o s ! F u e r a de a q u í pitan.
hasta luego, que voy a recibir órdenes — A eso de m e d i a noche.
—gritó Martín Gutiérrez a sus amigos. — E s t á b i e n ; es u n a pequeña ál<rara
Salieren todos obedeciéndole, y ha- dos o tres jinetes que salen a correr 1
b i e n d o q u e d a d o solos el capitán y el tierra, u n a sorpresa de poca impor
paje, dio éste dos o tres vueltas p o r tancia.
el cuarto, como receloso ide que algu- — C u e n t o con ellos—repuso Jimeno
no oyera, cerró la p u e r t a con m u c h o —A no d u d a r l o — r e p u s o el capitán
cuidado v se acercó al capitán, que le
— E n dando yo dos palmadas, ¡fj r .
m i r a b a con desprecio, como si le p a r e -
m e ! en el que vaya a la izquierda ba-
cieran todas aquellas precauciones ri-
j a n d o la escalerilla, y ahora, adiós.
diculas o cobardes.
E n diciendo esto, el paje se despidió
— G r a n n o v e d a d debe haber- señor p r e c i p i t a d a m e n t e como el que había fa-
J i m e n o — l e d i j o — , q u e no parece sino liado en más de u n cuarto de hora a la
que se trata de ponernos en emboscada. cita y temía llegar t a r d e . Entre tanto,
— P u e s de eso se t r a t a , señor Gutié- Üsdróbal hacía ya m u c h o tiempo que
rrez. El señor de Cuéllar m e m a n d a que le a g u a r d a b a impaciente y desesperado
os diga pongáis esta noche en u n o de con su t a r d a n z a , ya temiendo si se ha-
los nichos de la escalerilla del norte que b r í a a r r e p e n t i d o de sus ofertas, ya bus-
va a la estacada dos o tres h o m b r e s de cando razones con q u e excusar su re-
aquellos que merezcan más vuestra con- t a r d o . La noche h a b í a cerrado ya en-
fianza. L a cosa no es n a d a , n o es más t e r a m e n t e , tan oscura, que apenas ÍP
q u e echar un h o m b r e al otro m u n d o divisaba u n a estrella en el firmamento.
antes q u e le llegue la h o r a . El lector que por curiosidad haya vi-
— ¿ Y p a r a eso dos o tres h o m b r e s ? sitado a l g u n o de los castillos antiguos
—replicó el veterano, sonriéndose con q u e h a n luchado hasta hoy con el trans-
aire m a t ó n — . P o r el alma de m i p a d r e curso de los siglos y el furor fie los
q u e se h a n vuelto gallinas los h o m b r e s h o m b r e s , y que todavía elevan sus al-
de este siglo, menadas torres y sus murallas ya ca«i
—'No es eso, señor capitán, no es eso destruidas como u n monte, de piedra,
—respondió el p a j e — , sino q u e no se llenando de l ú g u b r e majestad ÍUS con-
quiere meter ruido sin necesidad. tornos, p u e d e formarse fácilmente una
idea exacta del edificio en que pasaban
— A m í poce n;e i m p o r t a — r e p u s o el
los sucesos que acabamos de referir (1).
c a p i t á n — ; pero pensé q u e era asunto
de más e m p e ñ o . Con t o d o , estoy con- T o d o allí era sombrío como el dueñ'1
venido con el señor de Cuéllar en ser- de la fortaleza; la n o c h e parecía más
virle por dos años más y obedeceré. oscura en aquellos corredores, por cuya*
altas claraboyas apenas penetra la Iu*
— ¿ Y qué h o m b r e s m e dais?—pre-
d e l d í a ; el eco de los pasos resuena a
guntó el paje.
lo largo con temeroso ruido y I a P a ' a '
—Os llevaréis ahí dos m u c h a c h o s de
b r a se r e p i t e , por bajo que se hab'^
pelo en pecho y el chico nuevo que lla-
sordamente en todos los ángulos dfl
m a n ü s d r ó b a l . q u e con eso se estrenará.
m u r o , como si mil seres invisibles Ha-
— N o , e e m u c h a c h o de n i n g ú n modo bitasen por todas partes y r e s p o n d í ^
—repuso el p a j e — ; tiene muchos lui- con tristes gemidos a la voz humana.
mos de caballero v quizá lo echaría a sra Üsdróbal supersticioso, pero l a
perder.
— P a r a eso, como queréis, cualquiera
(1) El autor de esta novela ha r e c ° r r i d 0 _ ^
es b u e n o . tetudamente las salas del castillo de Cuéllar, W*
—Sí, pero sobre todo a ese m u c h a c h o blo de su destierro. (Nota de la 1.» e¿.)
SANCHO SALDAÑA 429

clJ ridad que le rodeaba, la soledad, el —Más esperan—replicó el paje—los


rUiclo pausado dei eco, que resonaba sus q u e están a g u a r d a n d o el Mesías v aún
pasos, y, sobre todo, la h o r a , p o d í a n les queda más q u e esperar.
haber cubierto de melancolía el cora- — V a m o s , ¿y traes buenas noticias?
zóu más alegre por naturaleza. No era ¿ r í a s p r e p a r a d o va iodo?
¿1 ya tampoco aquel joven ide b u e n — T o d o está ya dispuesto, y es bien
buixior que por nada tomaba p e n a , q u e seguro q u e n o le p r e p a r a r o n mejor su
a todo se acomodaba y que con tanta m . i fuga al rey don Alonso cuando volvió
diferencia vivía en la cueva de los la- i disfrazado de A l e m a n i a ; bien m e pue-
drones como en el más suntuoso pala- } des agradecer la n o c h e q u e vas a p a s a r
fio. Nunca h a b í a deseado hasta enton- j con t u dama en cuanto salgas de a q u í .
ce, saber de quién era hijo, y h u b i e r a I — J i m e n o — r e s p o n d i ó U s d r ó b a l , en u n
Jado con gusto la mitad de su vida p o r | tono de voz q u e manifestaba su eno-
conocer al p a d r e que le engendró y sa- ¡ j o — , guárdate de gastar malicias a cos-
ber si era de nacimiento ilustre y po- i ta de esa d a m a , p o r q u e r o m p e m o s aquí
día pretender con razón los altos desti- mismo las amistades.
no; a que se sentía inclinada su a l m a , — T e creía más p r u d e n t e — r e p u s o el
v que halagaba tanto su fantasía. Veíase ! p a j e con calma—, v no creí que era
entonces mezclado con la escoria más j esta ocasión de q u e te i n c o m o d a r a s con-
vil de la sociedad, sin n o m b r e , sin he- ' migo. P e r o , en fin, tengamos paz, q u e
dios de armas gloriosos, y este pensa- los buenos amigos se sirven unos a oíros
miento y el recuerdo de Leonor h u m e - ! y luego se b a t e n .
deció sus ojos con una lágrima de a m a r . —Así es—respondió U s d r ó b a l — , y va
gura. Quizá ella le miraría como u n i q u e te has e m p e ñ a d o en servirme, sír-
bandido y le despreciaría, creyendo q u e j veme por completo y h a z de modo que
jólo el vil interés y las demás ¡rasiones yo la h a b l e u n m o m e n t o .
bajas podían tener cabida en su a l m a . — ¿A q u i é n ? — p r e g u n t ó el p a j e .
Su última conversación con ella h a r t o Usdróbal apenas se atrevía a n o m b r a r -
•e lo había p r o b a d o , y demasiado había la, pero el paje le quitó ese t r a b a j o .
viíla en sus ojos que le m i r a b a con in- — ; A h ! — c o n t i n u ó diciendo—. Sí, a
diferencia, y como a un h o m b r e de in- Leonor. Ya veo q u e estáis m u y enamo-
ferior j e r a r q u í a , y cuyo deber era sa- rados los dos.
crificarse por ella. Deseaba volver a
Si el rayo de luz de la l i n t e r n a hu-
hablarla, antes de poner en ejecución b i e r a reflejado e n el rostro de Usdró-
el plan que tenía de salvarla a q u e l l a b a l en aquel m o m e n t o , tal vez los co-
noche, y este deseo, que se a u m e n t a b a lores q u e se asomaron en él h a b r í a n con-
p
n cada instante y cada idea que se le firmado al paje, q u e , p o r lo menos, n o
ocurría, poniéndole tan impaciente h a b í a m e n t i d o en la m i t a d de lo q u e
ÍOIUO si Je pinchasen mil alfileres, le h a b í a dicho.
hacia que esperase a J i m e n o con más — T u malicia te engaña—repuso Us-
«sía, falto va casi de sufrimiento. Lle- d r ó b a l con seriedad—. Has de saber
?»'. por fin, el suspirado m o m e n t o , y q u e L e o n o r de Iscar n i m e a m a ni m e
lJoroba! sintió pasos de alguno que se p u e d e .amar, q u e ella es corno el sol y
Cercaba. yo como el más m i s e r a b l e gusano q u e
_—¿Quién eres?—le dijo—. ¿ E r e s tú, vivifican sus rayos. En fin, ¿puedes ha-
limeño? cer q u e la v e a ? — c o n t i n u ó , después de
•—El mismo—repuso el p a j e , q u e , sa- u n a pausa, t o m a d a sin d u d a para sus-
cudo una linterna sorda de m e t a l de pirar.
í"* venía provisto, d e s l u m h r ó de re- —Veré— respondió J i m e n o — . Si-
P^nie al aventurero e i l u m i n ó p a r t e del gúeme.
'orredor. E c h ó a a n d a r el paje a l u m b r a d o de-
~-*a era h o r a de q u e vinieras, q u e lante de su l i n t e r n a , que iba disipan-
e do poco a poco las sombras según pa-
"as hecho esperar a q u í u n siglo.
430 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

saban, y Usdróbal a corta distancia le gún tanto por la t a r d e . Las nubes


seguía melancólico y pensativo. h a b í a n cubierto el cielo al entrar 1
C u a n d o h u b i e r o n llegado cerca de la noche se h a b í a n disipado a l a Sa i- •?
habitación de Leonor, el paje se acer- de la luna y aparecía la bóveda a 2ü i
có m u y quedito a U s d r ó b a l , y le dijo intervalos sembrada p o r u n a parle 1
al oído que le a g u a r d a r a allí mientras nubéculas blancas, entre las cu a l P
iba a disponer q u e él entrase. como bajo u n velo finísimo de encai
giraba la luna d e r r a m a n d o su amorf'
— J i m e n o — l e respondió U s d r ó b a l — ,
guada luz, y sólo a u n extremo del h
yo te creo m i mejor amigo si m e p r o -
rizonte se descubrían aún algunos
porcionas esta e n t r e v i s t a ; te confesaré
lajes negros.
que no soy digno siquiera de servirte
de escudero y que todos los días de m i Varias puertas de la habitación <]a.
vida te obedeceré y te seguiré a todas b a n , como se h a dicho, a un suntuoso
partes donde quieras llevarme. j a r d í n . E n u n a d e ellas, sentada Leo-
— N o es cosa p a r a t a n t o — r e p u s o el ñor, tomaba a aquella hora el fresco
p a j e con frialdad—, y te aseguro que más cuidadosa p o r su h e r m a n o y u j s .
n o tienes n a d a que agradecerme. Y de- t r a í d a por su situación que ocupada de
j á n d o l e sólo continuó entre s í — : Si t ú a d m i r a r el h e r m o s o espectáculo q u0
supieras q u e estás como el q u e van a desenvolvía la noche a sus ojos. El paje
a h o r c a r , que le dan cuanto p i d e , q u é h a b í a tenido cuidado de hacer retirar
poco te gustaría esta entrevista. Yo te a todos los q u e la servían, y Usdróbal
j u r o que será la última q u e tengas en p u d o e n t r a r hasta allí sin que le sin-
adelante. No volverás o t r a vez a estor- tiese ella misma. Estaba sentada en una
barme. de las gradas de p i e d r a que conducían
al j a r d í n , vuelta de espaldas a la puerta
E n t r ó hablanldo así en la habitación
p o r donde Usdróbal e n t r ó , y éste no
de las prisioneras, y c e r r a n d o tras de
p u d o menos d e suspenderse y pararse
él la p u e r t a desapareció.
al verla y a l oírla cantar con aquella
Media h o r a h a r í a que le esperaba voz argentina que tanto le llegaba al
Usdróbal cuando sintió la voz de Jime- alma el siguiente r o m a n c e , que era en-
n o , v oyó poco después q u e siseaban tonces m u y conocido ;
llamándole. Acercóse con tímidos pasos
y e m b a r g a d o el aliento, n o por m i e d o
¿Hay pena más cruda,
que tuviera, sino p o r q u e iba a h a b l a r a hay mayor pesar,
la m u j e r q u e a m a b a , y n o es de aque- que del que se odia
llas empresas, a u n q u e a la p r i m e r a vista verse requebrar?
parezca lo c o n t r a r i o , q u e necesitan me-
Diránle en las armas
nos determinación, y m u c h o más en la bizarro y audaz,
situación de nuestro a v e n t u r e r o . Llegó será con los damas
por fin a la puerta sin atreverse a en- donoso y galán.
¿Qué importa?—En el mundo
t r a r , indeciso, como si el n a t u r a l a r r o i o
no hay mayor pesar
del desembarazado mozo h u b i e r a cedi- que del que se odia
do a la timidez del a m a n t e . verse requebrar.
— E n t r a — l e dijo el p a j e — , que pa-
rece que estás e n t u m i d o , y n o metas Dirán que en su escudo
grabados están
bulla. más timbres que lleva
Usdróbal n o contestó u n a p a l a b r a , arenas el m a r ;
pero obedeció su m a n d a t o entre dudo- que pecho le pagan
cien pueblos y más:
so y resuelto lleno de placer, y al mis- que puede mil lanzas
mo tiempo con u n peso sobre el co- al rey presentar
razón. y que en sus castillos
su bandera ondea
La estación, como se h a d i c h o , era que allá en la pelea
de verano, y el calor solía refrescar al- tembló el musulmán.

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SANCHO SALDAÑA 431

¿Qué importa?—En el mundo na en su v i d a ; no obstante, mi corazón


no hay mayor pesar
no es m a l o , y y o . . .
que del que se odia
verse requebrar. La voz le faltó al llegar aquí, y sus
ojos caídos y el color encendido de su
flabía escuchado U s d r ó b a l su canto rostro m o s t r a b a n bien a las claras los
arándola sin pestañear, estático y sin afectos de su alma. Leonor los inter-
movimiento, p a r a d o a corta distancia p r e t ó de otro m o d o , y no vio en todo
j e ella, como si fuera u n a estatua de esto sino la vergüenza q u e eí recuerdo
hierro. Veíase en sus ojos la ternura y de su m a l a acción le causaba.
jj melancolía, y h u b i e r a dado cuanto — Y o he olvidado ya todo en cuanto a
¡iaV de b u e n o en el m u n d o p o r q u e aquel vos toca—respondió Leonor con dulzu-
¡upmento feliz de ilusiones hubiese sido ra—•> y sería m u y injusta si os aborre-
f | último de su vida. ciese.
£1 que ama i n t e r p r e t a todo cuanto — • O h ! , n o , no m e aborrezcáis nun-
ve v escucha, y U s d r ó b a l , en la can. ca — gritó Usdróbal, a r r o j á n d o s e a sus
c¡ón que acababa de oír, creyó leer el pies de p r o n t o — . Yo sov feliz con sólo
corazón de Leonor y se confirmó en la eso, con sólo q u e m e perdonéis, con
idea de q u e , ya que no fuese a m a d o , no sólo q u e os dignéis m i r a r m e como al
lenía al menos rival. Distraído con esto, p e r r o a quien echáis el p a n debajo de
apenas se acordaba ya del objeto de la mesa, sin odio y con lástima.
;u venida, si otro tenía que el de ver- — ¿ Q u é hacéis, Usdróbal?—repuso la
la, y hasta q u e Leonor se levantó de dama con altivez, h a b i e n d o descubierto
¡ti asiento n o recobró su m e m o r i a . en sus desconcertadas acciones la cau.«a
de tantos servicios—. Levantaos.
—Señora ..—le dijo con voz balbu-
ciente. Usdróbal se puso en pie y se retiró
— ¡ O h ! , m i b u e n amigo Usdróbal—le atrás dos o tres pasos con respetuoso
respondió Leonor con suavidad—, mu- a d e m á n y sin alzar los ojos, como si
cho me alegro de veros antes de que temiese e m p a ñ a r el brillo de aquel sol
llegue la h o r a de salir de a q u í , p o r q u e , con sus m i r a d a s atrevidas.
a decir la verdad, t i e m b l o que os su- —Perdonaíd—le dijo—si os he enoja-
do con lo que h e h e c h o ; p u e d o j u r a r
ceda alguna desgracia.
que no ha sido m i intención ofenderos.
La frente d e Usdróbal pareció ilumi-
— T a l creo—replicó L e o n o r — ; pero
narse de alegría, viendo el cuidado que
desde aquí en adelante, cuando h a y á i s
Leonor mostraba por él más de lo que
c u m p l i d o vuestro ofrecimiento de sa-
se atrevía a esperar.
c a r m e de a q u í , ya q u e tan gran servi-
—Mi intención a l venir a q u í — r e p u s o cio queréis h a c e r m e , yo os h a r é pagar
Usdróbal b a j a n d o los ojos—ha sido al precio que queráis, y n c volveremos
únicamente tranquilizaros y disipar a vernos más.
cualquier temor q u e pudieseis tener de — ¡ P a g a r ! ¿Con d i n e r o ? — m u r m u r ó
que saliera m a l nuestra empresa. U s d r ó b a l , y u n a lágrima de fuego que-
—Os habéis p o r t a d o conmigo m e j o r m ó al mismo tiempo sus p á r p a d o - y
de lo que podía esperar—replicó Leo- se secó en sus encendidas mejillas.
sor—, y m u c h o más no t e n i e n d o , como Miróle Leonor y n o p u d o menos de
no tenéis, motivo p a r a favorecerme. conmoverse y extrañarse ;d;e la delica-
—Señora—repuso U s d r ó b a l — , era m i deza de a q u e l villano.
<leber volveros la l i b e r t a d que yo m i s m o — ¿ Y a q u é hora—le preguntó—ven-
ayudé a quitaros t a n i n f a m e m e n t e . Y dréis esta n o c h e ?
etique es v e r d a d q u e a vuestros ojos — E n t r e doce y u n a — r e s p o n d i ó Us-
H e parecer extraño q u e un miserable d r ó b a l c¡on acento melancólico—. La
•tendido, u n villano de n a c i m i e n t o y seña serán tres golpes en esta pared que
EUyos criminales hechos vos misma pre- se a b r e — c o n t i n u ó , señalando a u n án-
senciasteis, trate de hacer u n a obra bue- gulo del c u a r t o — ; vos responderéis con
432 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

otros tres, a b r i r é yo entonces y me se- CAPITULO XVIII


guiréis.
— ¿Y no corréis ningún riesgo?—pre- Salen con tanto silencio
que ni las nocturnas ave
guntó Leonor. sienten sus secretos pasos S
—Creo q u e no—replicó U s d r ó b a l — , ni los veladores canes
y a u n q u e así sea, ¿ q u é vale la vida cuan-
do se h a de pasar sin brillo y en el Sacan los alfanjes 'fieros'"
olvido, cuendo se ha nacido para arras- derriban los capellares
trarse e n t e r a m e n t e como la culebra, que y tíranse fuertes golpes
con pensamientos mortales
ni a u n p u e d e m i r a r al águila q u e se re- Crece la rabia y desdén,
monta? la fuerza, rabia y coraje
y saltan vivas centellas
E n diciendo así que¡dó un m o m e n t o de los duros pedernales
pensativo, alzó después los ojos v los
«Romancero».
fijó en Leonor con u n a expresión tal
de t e r n u r a y p e n a q u e h a b r í a conmo-
vido u n m á r m o l . Leonor no le m i r a b a . La c a m p a n a de la iglesia princii,-.]
Saludó en seguida y se retiró, deján- tocaba a maitines cuando Usdróbal, <m'
dola llena de esperanza y de t e m o r hasta en vano había t r a t a d o de descansar, su
q u e sonase la h o r a . No bien h u b o sa- lió a la explanada del castillo con J-
lido cuando halló al paje en la ante- misma impaciencia q u e si mil chisiJa:,
sala, que le a g u a r d a b a . h u b i e r a n caído sobre él y le abrasaran
— ¿ Q u é tal? ¿Está todo ya concer- en todas partes a u n t i e m p o . El camino
tado?—le preguntó éste con su mali- del de-ierro no se le hace más lejos al
ciosa sonrisa. c a m i n a n t e fatigado y sediento, el dL
— T o d o — r e s p o n d i ó Usdróbal con se- de fiesta no le parece más tardo e n
quedad. llegar al j o r n a l e r o holgazán ni camina
— P u e s a h o r a a ¡descansar hasta luego. tan lenta la eternidad para el conde-
— ¿Falta m u c h o tiempo? — p r e g u n t ó nado como le h a b í a n parecido perezo-
Usdróbal con impaciencia. sas las horas al impaciente Usdróbal.
—Tres horas lo menos—repuso el pa- No así al paje. Su alma de hielo v e?.
j e — . P a r e c e que no sales m u y satis- tragada por un a m o r propio insuírihle
fecho. y su m a l corazón estaban m u y acostum-
— ¿ Q u é te i m p o r t a ? — r e p l i c ó Usdró- brados a ver sufrir y a sentir una com-
bal b r u s c a m e n t e ; pero reconociendo la placencia secreía en los padecimientos
falta que cometía h a b l a n d o así a quien ajenos.
tanto le favorecía, a ñ a d i ó — : N o , des- Criado desde niño al lado de Saldaña
contento n o ; pero siento tener que y educado en el crimen, ambicioso por
aguardar tanto t i e m p o . naturaleza y astuto, t r a i d o r y maligno
— P u e s no hay m á s remedio q u e te- por instinto, sabía t o m a r cuantas formas
ner paciencia-—contestó j i m e n o . exteriores le acomodaban y encubría
—Si tu sangre te escaldara como a bajo la lindeza de su rostro y la flexi-
m í el corazón, no m e darías esa res- biliídad de sus facciones la más refina-
puesta. ¿Vendrás a b u s c a r m e ? da perversidad. Sin duda nació ya in-
—Sí. ¿Adonde? clinado al m a l , y su educación acabó
— N i yo lo sé—respondió U s d r ó b a l — . de completar su c a r á c t e r ; su amor pro-
E n cualquier p a r t e . Estaré paseando en pio le hacía querer dominar donde
la e x p l a n a d a del castillo. quiera, y sobre todo a las mujeres, a
— P u e s hasta luego. quienes, a u n q u e parecía mirar con des-
—Adiós. precio, t r a t a b a siempre de rendir, sie»"
do éste el triunfo que más lisonjeaba
su v a n i d a d . Su amor propio proMUCia
en él los mismos efectos que la pasión
m á s desenfrenada, no perdonando me-
dio alguno p a r a lograr su intento y sa"
SANCHO SALDANA 433

tjsfacer su orgullo o su venganza. Su E r a u n callejón oscuro y estrecho


an0 bición le hacía m i r a r con odio a que se formaba en el centro de la pa-
cU antos eran más q u e él, y él sólo era r e d , y q u e volvía a u n lado y a otro,
paje de l a n z a ; en fin, sus dotes eran según torcía el corredor o la sala a que
dignas d e cualquier proteo político de sus p a r e d e s servían de m u r o .
nuestros días. — P u e s si h a b í a m o s de venir por a q u í
Llegaba ya el t é r m i n o de su vengan- — p r e g u n t ó U s d r ó b a í — , ¿ q u é más daba
za y h a b í a n pasado las tres horas que que* esto se hubiese necho dos horas
tan pesadas h a b í a n parecido a U s d r ó b a í hace?
gozándose en sus planes futuros y em- — H a b l a bajo-—repuso el paje después
briagado en los sueños de oro con que1 de h a b e r vuelto a correr la p u e r t a , q u e
halagan la malicia y la p e r v e r s i d a d , sonó como si fuera de h i e r r o — . I m p o r -
Igualmente que la virtud y la inocencia, taba separar u n centinela que debía es-
jjormía S a l d a ñ a ; su h e r m a n a , llena de t a r en cierta p a r t e por donde tenemos
cuidado, h a b í a venido a asistirle, y sa- q u e p a s a r p o r fuerza, y no se podía ha-
lió a buscar a U í d r ó b a l . cer antes.
Todo estaba callado en el castillo, v No p r e g u n t ó más Usdróbaí ni el paje
sólo tal vez se oía el ladrido lejano de h a b l ó más p a l a b r a ; sus pasos resonaban
algún p e r r o o el canto sordo y m o n ó - sólo en aquella estrecha b ó v e d a , y cual-
tono del centinela, q u e entretenía el quiera, al sentirlos transitar a aquella
tiempo cantando o paseando. La luna h o r a sin verlos desde cualquiera de las
§e había ocultado ya, y los celajes ne- habitaciones contiguas, h a b r í a creído
bros con q u e h a b í a entrado la noche q u e hacía aquel r u m o r sordo alguna al-
habían vuelto a velar con su f ú n e b r e m a en p e n a . No dejó tal vez de pen-
manto el h o r i z o n t e . T o d o era oscuri- sarlo alguno y de santiguarse.
dad y silencio y sólo tal cual amorti- — D a ahí tres golpes—le dijo el paje
guada luz se veía o n d u l a r a lo lejos, a Usdróbaí cuando llegaron, desptiés ele
tal cual estrella, casi oscurecida, vibra - m u c h a s vueltas y revueltas, a u n ángu-
| k de cuando en cuando sus t r é m u l o s lo saliente q u e formaba el extremo de
\ destellos sobre la tierra. Usdróbaí se pa- alguna sala.
seaba l e n t a m e n t e cuando oyó j u n t o a —Usdróbaí respondió :
si pasos y una voz de allí a poco que le — S i esto es p i e d r a , m a l p o d r á n oírme,
, nombraba.
1 —Dalos sin m i e d o , que a u n q u e pa-
- ¡ U s d r ó b a í , U s d r ó b a í ! ¿Estás ahí?
rezca p i e d r a n o es sino h i e r r o .
—¿Eres tú, J i m e n o ? Diólos, pues, con m u c h a pausa, y al
—Silencio—respondió éste, cuya era punto resonaron otros tres en respuesta.
•* «lectivamente la voz—, Sigúeme. •—Es ella—se dijo a sí m i s m o , y se es-
' —Déjame m e coja a ti p a r a atravesar tremeció involuntariamente.
isas galerías, q u e debes tú conocer me- •—Déjame abrir—-le dijo el p a j e , y ha-
jor que yo. biéndose hecho atrás p a r a darle paso,
—Aquí está m í brazo, ;Silencio! J i m e n o se a d e l a n t ó , procuró h a l l a r el
Diciendo así le presentó el b r a z o de- resorte, y luego que lo h u b o encontrado
fecho, de q u e asió Usdróbaí el izquier- se abrió allí otra p u e r t a semejante a
do-, y echaron a andar, la p r i m e r a por donde ellos h a b í a n en-
Al entrar en la galería sacó el paje trado.
>u linterna sorda, y enviando la luz con- — U s d r ó b a í — d i j o u n a voz suavísima
líi
* h pared, dijo : que vibró en el corazón del aventurero,
•—Aquí e s : entremos. y Leonor entró en el corredor toda
Y llegándose a ella luchó u n monien- t r é m u l a y asustada.
to
con un resorte que m u y disimulado M a r c h a r o n los tres en silencio aún al-
f!
taba, y al p u n t o se abrió la p u e r t a . gún t i e m p o , y Usdróbaí tomó el lado
—Este es el camino, e n t r e m o s ; ya po- de Leonor, más cuidadoso de ella q u e
í0,
nos aquí usar sin peligro de m i lin- una m a d r e p u e d e estarlo del hijo de
tetna. sus entrañas. Abrió el paje otra p u e r -

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434 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ta, y salieron a u n a escalerilla de cara- m o el q u e p u d i e r a hacer un homlj-


col que Usdróbal reconoció por u n a de a r m a d o al caer, y u n ¡ a y ! en segujj.
las muchas que salían de las torres de Después r e t u m b ó con estrépito rodand'
la fortaleza. A lo lejos la vista descu- las escaleras, sonó otro quejido en 1
b r í a en montón y confusamente el cam- mismo instante, y otro golpe, y ] a
p o , las empalizadas y las demás obr?s lea pareció como suspendida.
del castillo; de cerca no se veían los — P o r vida del Cid—dijo uno— ar„
dedos de la m a n o . Al llegar allí paróse cías a Dios q u e ese demonio ha muerto
el p a i e , y echó u n a m i r a d a maligna a — N o h e visto gato con más vi«]a6
U s d r ó b a l , b a ñ á n d o l e en luz el rostro. — a ñ a d i ó otro a tiempo q u e por sus n a .
—Puesto que vienes a r m a d o , toma la sos se conocía que se retiraban—, e r a
izquierda de la escalerilla, y ve con cui- u n alano de b u e n a presa,
d a d o . No os asustéis, señora, n o es na- — Q u i z á no esté todavía bien muerto
da ; p u r a precaución. — N o hay hueso en su cuerpo que no
—Colocaos así detrás ic!e m í — d i i o el esté hecho polvo. ¿ N o has sentido có-
aventurero a Leonor—, que si alguno m o r o d ó por la escalera?
sube tendrá crue pasar p o r mi cuerpo Siguieron h a b l a n d o , sin duda, pe r o
para llegar hasta vos. su voz fue poco a poco perdiéndose en
— Y yo le d e s l u m h r a r é con m i linter- la distancia, hasta q u e otra vez todo vol-
na, pero no hay m i e d o . vio a q u e d a r en silencio,
—Con la espada en la m a n o n o lo Aquella misma noche, poco después,
tengo vo a nadie—repuso Usdróbal des- dos h o m b r e s atravesaron la explanada
envainándola. del castillo.
Usdróbal iba delante, seguíale Leonor — ¿ E s éste—preguntó el del farol alai-
sin respirar apenas, y el paje b a j a b a gando la cabeza a m i r a r ahajo, v sir-
detrás adumbrando con su linterna. De viéndose de su l i n t e r n a , que iluminó
r e p e n t e la luz falta, suenan dos palma- la superficie del foso—, es este el sitio
d a - , v dos o tres espadas caen sobre más h o n d o ?
Usdróbal, cuyos golpes se repiten sobre — ¡ P o r S a n t i a g o ! , ¿tienes miedo toda-
su a r m a d u r a cada vez con más furia. vía que se escape?—repuso el otro, que
— ¡ T r a i d o r e s ! — g r i t ó el aventurero, h a b i e n d o echado al suelo la carga dejó
y mil golpes resonaron de n u e v o , y vo- ver u n cadáver h o r r i b l e m e n t e descoyun.
laron mil chispas a u n t i e m p o p o r to- t a d o y q u e b r a n t a d o s todos sus huesos
das partes. cubierto en parte de u n a armadura no
menos m a g u l l a d a y hecha pedazos.
— ¡Dios m í o ! -—gri'ó Leonor—, nos
h a n vendido. Cogióle por los pies uno de aquellos
h o m b r e s , mientras el otro le suspendía
Y cayó desmayada, al mismo tiempo
que se sintió asir con fuerza y a r r e b a t a r por los brazos, y h a b i e n d o tomado vue-
por el aire. lo le lanzaron al foso, que estaba lleno
de agua, cuyo pacífico curso alborotó >»
El combate seguía, t o d o estaba a os-
caída.
curas, y no se oía u n a voz ni m i que-
j i d o . E l martilleteo de las armas con-
t i n u a b a cada vez con más furia. No sa- CAPITULO XIX
bía Usdróbal cuántos le a c o m e t í a n ; pe-
r o sus enemigos a su p a r e c e r se multi- No se sabe por qué vía aprovechara
de enemigo tan fuerte y poderoso,
p l i c a b a n . La escalerilla era m u y estre- ni cómo con su cólera vengarse,
cha, y n a d i e p o d í a subir m i e n t r a s él pues vengarse o morir le es ya forzoso.
defendiera el paso, y a pesar de esto «Bernardo» Valbuen».
siempre hallaba enemigos detrás y de-
lante de él. Crujía el h i e r r o , r e t u m b a b a n Mientras los sucesos referidos pasa-
los golpes, y sólo se oía alguna vez el b a n en el castillo de Cuéllar, yacía tam-
b r a m i d o sordo de los combatientes. De b i é n m a l herido en su lecho el señor
p r o n t o se oye un golpe en el suelo, co- de Iscar, y todo estaba sombrío y trl -
SANCHO SALDAÑA 435

, e e n su fortaleza. E l cantor h a b í a roto bes y los j u d í o s , q u e así en esto como


íU lira, falto ya de entusiasmo p a r a en todo lo que toca a ciencias y artes,
pulsarla, Ñ u ñ o parecía h a b e r p e r d i d o en particular los p r i m e r o s , nos h a n de-
|U ordinaria locuacidad, y los d e m í s j a d o profundas huellas de su asombrosa
j e r vidores de Don H e r n a n d o ¿e p e r d í a n sabiduría. Los Avicenas, los Averroes,
eTl cavilaciones preguntándose unos a sirven a ú n de regla a nuestros m á s pre-
otros por Doña Leonor, dándose m u t u a - sumidos galenos, y j u s t a m e n t e en el si-
Hieflte roticia de ella, fundadas sólo en glo de Don Alfonso el Sabio fue c u a n d o
presunciones vagas, todos, todos haMan- los judíos, favorecidos de este m o n a r c a ,
j 0 en voz b a j a , y como temerosos de que protegía el talento donde quiera
¿espertar la cólera de su señor, cuyas h e - que se encontraba,, c o m e n t a r o n la Bi-
ridas, a u n q u e leves de suyo, se hacían blia, escribieron de medicina, de astro-
mugrosas con la ardiente calentura que logia, etc., y se les debieron muchos y
le consumía. Baste decir, q u e iNuño y m u y curiosos inventos.
el trovador h a b í a n puesto treguas a sus Sucedía, no obstante, que siendo nial
disputas, y q u e sólo de titVnpo en tiem- visto q u e un cristiano viejo se dejase
po tal cual p a l a b r a m o r d a z daba a en- curar p e r u n j u d í o , a quien todos o la
tcncer que n o p o r eso había cesado en- mayor p a r t e , de común acuerdo hubie-
teramente la guerra. Ambos a dos se ran q u e r i d o q u e d a r en h o n r a y gloria
esmeraban en cuidar a su señor, que de Dios, había h o m b r e que prefería mo-
devorado i n t e r i o r m e n t e de mil pesares rirse a deber la vida a los hechizos y
v crueles imaginaciones, h a b í a caído en
cabalísticas palabras de que se creía q u e
una fiebre continua q u e n o sólo bur-
usaba aquella m a l d i t a raza, puesto que
laba la vigilancia de los dos íieles va- n o e r a n loa hijos de Israel Van poco
sallos, sino t a m b i é n el a r t e y el talen- filantrópicos que prodigasen sus reme-
to de los tres más famosos Hipócrates dios a todo el m u n d o . N i n g u n o de es-
; Je aquélla época que le asistían. tos famosos empíricos asistía al impa-
ciente h e r m a n o de la •desdichaida Leo-
Estaba entonces la ciencia de la me- n o r , q u é nunca más q u e entonces hu-
dicina con corta diferencia como está biera deseado la salud, y cuya ansia y
hov día, en la infancia; pero particu- desasosiego eran las principales causas
larmente e n t r e los cristianos se halla- de su enfermedad. Su h e r m a n a , presa
ba tan a b a n d o n a d a , que apenas se en- y deshonrada, estaba delante de él a
contraba u n m é d i c o p a r a u n r e m e d i o . todas h o r a s presente en sus delirios, ya
Dichosa e d a d , por cierto, aquella, en tachándole de perezoso, de cobarde y
que cfda uno m o r í a de su enf°rrned?d mal caballero, va r e p r e n d i é n d o l e d e ha-
vno de su médico, como dice Quevedo, ber desamparado a la q u e su p a d r e le
yen que se podía m o r i r cualquier hom- encomendó al m o r i r , a la que desvali-
bre honrado sin tañías fórmulas como da v sin otro amigo q u e él en el uni-
«n el. día se usan. Dichosa edaiá, re- verso, esperaba de él sólo su salvación.
petimos, p o r q u e en ella blancas y puli- El furor que entonces le sacaba fuera
os manos de herniosas damas se ejer- de sí, le hacía saltar del lecho, dar vo-
citaban a veces en curar así las heridas ces, m a l t r a t a r a cuantos le r o d e a b a n .
'el cuerpo como las del alma a los ca- t>ediv sus armas v resistirse furiosa«nen-
balleros i n t r é p i d o s , y hacían el oficio te a los esfuerzos de los que interesa-
W ahora sólo desempeñan las callosas dos por su salud trataban de sosegarle
r
poco limpias de algún i m p í o foarbe- v contenerle.
t(
* en loa lugares de por ahí cuando al-
"M malogrado paciente les viene como
wido p a r a saciar en él su sed de san-
^e y sus horribles escalpelos, q u e ha-
'a0 que se h o r r i p i l e el h o m b r e de más
,a
'°r. Sólo en aquellos tiempos p u e d e
'• c'fse que cultivaban ]a ciencia horni-
j a con algún fruto los ilustr*dos ára-
436 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CAPITULO XX mento a sus companeros sin camh'


su mística fisonomía, y sin dejar A*
Quién a la ropa y quién al cofre aguija, rezar al m i s m o t i e m p o , mandánd 1 *
quién abre, quién desquicia y desencaja,
quién no deja fardel ni baratija, q u e estuviesen alerta p a r a sorprended *
quién contiende, quién riñe, quién baraja, —Hijos míos—les dijo—, ahí vie ne
quién alega y se mete a la partija.
u n a raza de pecadores de aquellos
el Señor ha dicho pulvis eris et in pU¡
«Araucana», Ercilla.
veré revertería; de judíos digo, pueblo
contó sabéis m a l d i t o , y cuyos bienes TJ< .'
E l lector se acordará del llano o pla- demos confiscar a nuestro favor sin el
za d e a r e n a en q u e U s d r ó b a l fue p r e - más p e q u e ñ o r e m o r d i m i e n t o y CUm>
sentado p o r el Velludo a los h o n r a d o s pliendo con nuestro deber. Son cuatro
h a b i t a n t e s del b o s q u e , sus servidores, h e b r e o s , enemigos de toda bolsa c r i g .
y en d o n d e tomó a su cargo el piadoso liana, cuatro sanguijuelas hidrópicas dn
Zacarías educarle como convenía p a r a la sangre del justo—y pasó una cuenta
el ejercicio que había a b r a z a d o . P u e s a su rosario m u r m u r a n d o u n Pater no*,
m i n u t o más o menos a aquella misma ter al mismo t i e m p o .
h o r a y en a q u e l m i s m o sitio algunos —Voto a Deu — respondió el cata-
días después de ]a aventura del capitán l á n — , que helos que se dirijan aquí, v
con la maga, estaban reunidos varios m e i m p o r t a a m i lo matéis que un traen
individuos de la p a r t i d a , n o r a z o n a n d o de vino si son cristianos o judíos, con
alegremente unos con otros, ni trasegan- tal q u e traigan dinero.
d o el alma de algún pellejo de vino a — B u e n a m u í a es la que viene de-
sus insaciables estómagos, según cos- lante—dijo el bizco—, y p o r las barba*
t u m b r e , ni a d m i t i e n d o en su seno nin- del Cid, que n o se p u e d e mover de car-
gún joven cuya n o b l e alma no p u d i e r a gada.
sufrir el peso de la ociosidad, sino m u y —Manos a la obra—gritaron los otros,
solícitos y divertidos en aligerar el peso y se pusieron todos en movimiento.
de las maletas y faltriqueras de u n a —Silencio, hijos míos, y mucha cari-
t r o p a de viajeros q u e por su mal h a b í a n dad sobre todo y q u e n o vayan al otro
acertado a encontrarse con ellos en a q u e l m u n d o sin confesión; ya que Dios los
desierto. trae a q u í , yo m e encargo de convertir-
Cuatro eran los caminantes, y todos los si son judíos, como es regular.
p a r e c í a n por su traje ser gente comer- —Dos p o r a q u í — m a n d ó con su voz
ciante q u e , como era entonces uso, lle- áspera el catalán, señalando a la dere-
vaban de pueblo en p u e b l o sus m e r - cha—, cuatro a la izquierda y los de-
cancías trocándolas p o r otras o por di- más conmigo : yo voy delante.
n e r o en. los mercados piíblicos, y sólo —Domine exaudí mihi — dijo Zaca-
ge distinguían de los q u e llaman b u h o - rías, y echó m a n o a su cuchillo sin de-
neros en que en vez de llevarlos a cues- j a r el rosario, a n d a n d o a lado del CÜ-
tas y caminar a p i e , sus fardos iban a t a l á n — : Dios p o n d r á tiento en nuestras
lomo sobre u n a m u í a , y ellos mo-nta'd-os manos y p e r d o n e nuestros pecados.
en sendos animales de la misma raza. —Voto va D e u , ¡a ellos!—gritó Ur-
P e r o en el m o m e n t o que se t r a t a , los gel desaforad amenté a tiempo que f¡i?i
bandoleros, compadecidos sin d u d a de iban los viajeros a tropezar con ellos,
la enorme carga que o p r i m í a y fatiga- todavía sin haberlos visto a causa de w
ba a las pobres bestias, h a b í a n hecho espesura del bosque.
a p e a r de sus cabalgaduras a los m a l - El p r i m e r o que r o m p í a la marcha era
aventurados viandantes, y aliviando de el mozo de espuela, q u e m u y descuida-
su desmedida carga a la que llevaba do de la que le esperaba venía alegá-
delante guiándola d e l ronzal u n mozo mente silbando, y q u e apenas oyó *'
de pocos años que iba allí 'de espolique. gritó de a ellos cuando sintió un garro-
Habíalos visto desde los pinares el tazo sobre la frente tan descomunal )
c o m p u n g i d o Zacarías, que avisó a l mo- t r e m e n d o , que cayó en tierra con

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SANCHO SALDAÑA 43?

^¡jeza abierta y b a ñ a d o en sangre. F u e R e d e n t o r ; cuida que si no fuera por-


,] primer saludo con que se explicó el que pienso hacer de ti un cristiano tan
formidable catalán antes de decir pa- santo como el que m á s , c u a n d o hayas
jara. Zacarías echó m a n o al ronzal de vuelto a cada uno ¡de por sí lo m u c h o
k muía, q u e , espantada con el p o r r a z o que h a b r á s r o b a d o , y que es p o r lo q u e
v la airada presencia del apalea dor, se has de empezar ahora m i s m o , cuida q u e
había levantado de manos y trataba de no se les ponga en la idea a estos hon-
f0lver grupas. Estaba el b u e n anacore- rados h e r m a n o s a b r i r t e las carnes a azo-
13 destellando avaricia por los ojos, re- tes por l a d r ó n , como casi m e dan in-
ía ndo m u y aprisa, y señor ya de la car- tenciones de aconsejárselo: qia tu est-
„a (tue era el blanco de sus más fervo- ad verberandum.
tosas suplicas. —Veo amigo l a d . . . quiero decir.,
Esta fue la señal de la a r r e m e t i d a , y b u e n h o m b r e —respondió el viejo con
|03 demás, emboscados a derecha e iz- serenidad—, que nos tratas m a l sin me-
quierda, cayeron como halcones sobre recerlo, y que partes d e u n p r i n c i p i o
S(i presa con los alfanjes y las espadas erróneo d a n d o p o r cierto lo que es en-
en la ruano, dando gritos y dispuestos t e r a m e n t e falso.
a asesinar al p r i m e r o q u e se resistiese. —Ál diablo t a n t o p a r l a r , voto a Den
[I catalán, que disfrutaba t a n t o placer —gritó el catalán-—: ¿ q u é hacéis sin
fn pegar como en r o b a r , puesta en alto catar de lo que traigan esos b o r r a c h o s ?
su partesana, se arrojó en seguida de — H a s de saber, santo varón —gritaba
haber derribado al mozo, sobre los des- el m e r c a d e r viejo—, q u e a q u í no viene
echados mercaderes, que al ver caer ningún j u d í o , sino que somos gente pa-
jobre ellos aquella n u b e de forajidos cífica que vamos a nuestro comercio,.
no sabían q u é hacerse, y ni hacían mues- — P u e s entonces, h i j o m í o —Je res-
tra de r e n d i r s e , ni de h u i r , n i de de- pondió Zacarías, registrándole al m i s m o
fenderse. Alguno, cuya cabalgadura n o t i e m p o — , p e r d o n a p o r Dios esta ofensa
estaba a c o s t u m b r a d a a niñerías seme- que te h e hecho contra m i v o l u n t a d ,
jantes, n o pudiemdo resistir sus corco- y suelta el dinero que traigas contigo
vos> dio consigo u n a caída, q u e los ven- por a m o r de E l , y como ordena la ca-
cedores t o m a r o n por u n a señal clara de ridad cristiana.
su sumisión. E n efecto, todos ellos eran
— P a r d i e z , q u e esta es b u e n a gente
gente pacífica y m a l avenida con todo
—gritaba el bizco al t i e m p o q u e él y
zénero de refriegas, p o r lo que el triun-
otros tres descargaban la m u í a que traía
fo no fue m n y costoso ni t a r d ó en de-
las mercancías—. No parece si no q u e
cidirse por los b a n d i d o s más tiempo del
están estos cajones llenos de p l o m o , se-
i que tardaron en hacerlos echar pie a
gún lo q u e pesan.
¡ tierra y atarlos a los árboles que for-
— E s o será h i e r r o sin d u d a — a ñ a d i ó
, maban la plaza.
el veterano de la cara cortada-—, q u e
—Amigos —gritaba u n o de los viaje- o el sonido m e engaña m u c h o , o lo que
ros, que ex*a precisamente el q u e había va dentro son sedas y lienzos como yo
tambado su ínula, calvo con sólo al- soy turco.
gunos mechones blancos en la cabeza, —No lo creáis, b u e n a s gentes : son
pequeño d e cuerpo y flaco, cara larga, algunas telas de poco valor lo q u e ahí
sariz aguileña, ojos negros, pero sin va que para n a d a os sirven —les gritó
brillo, y la b a r b a cana y p o b l a d a — , el v i a j e r o — ; regalos que yo llevaba a
amigos míos, no tenéis necesidad de Valladolid para su alteza Don San-
'tamos, nosotros no nos hemos de de- cho I V , rey de C a s t i l l a : los enviaba
fender, y os daremos de b u e n a gana el señor de Aguilar con algunas otras
^anto traemos sin que tengáis que de- bujei"ías.
cirnos siquiera u n a mala p a l a b r a . — T a n t o m e j o r , voto a D e u —gritó e.í
—Raza descreída —repuso Zacarías ¡ c a t a l á n — ; el rey de Castilla non pf£
c
°n su voz de vieja—, t ú er?s de los tindrá eso que dices, y haz cuenta q u e
I116 ataron a una columna a nuestro ! lo has porta t por nosaltros.
438 OBKAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—Sí, p e r o temed el enojo del rey — r e - m e n t e q u e pongáis atención en l a 8


plicó el viejo, a quien ya h a b í a n ente- labras de ese b u e n viejo que está k"
r a m e n t e desvalijado, así como a sus atado, y q u e hoy h a ganado el cielo
c o m p a ñ e r o s , y q u e tenía a l parecer m u - la m a n s e d u m b r e y generosidad con *
cho interés en que no viesen lo q u e nos ha entregado voluntariamente 1
venía en los cajones—; ya veis —prosi- que traía superfluo, p a r a socorrer ni °
guió—, yo lo digo p o r vuestro bien. tras necesidades, Vedle a h í , q U e s e i "
Cuenta con lo que hacéis con lo q u e gañita rogándonos q u e n o se toque í
pertenece a su a l t e z a ; ahí tenéis lo m í o regalo que lleva para el ungido, vedL
y los de mis c o m p a ñ e r o s ; con eso po- ahí, que m e parece que en este n o c
déis h a c e r lo que queráis sin m i e d o , tiempo se h a puesto m á s flaco a ú n
quedaros con ello o ¡devolvérnoslo; pe- máá viejo q u e c u a n d o llegó, y S e i.
r o el regalo d e l señor de Aguilar... achicado u n a cuarta. T e n e d paciencia
— A n d a tú, el rey y el señor de Agui- hijos míos, y n o m e interrumpáis, m,e
lar a los infiernos —respondió el de la n a d i e nos corre, y menester es tenerla
cara cortada—. Abrámoslo de u n a vez, en las adversidades. O í d m e hasta el fin
que todo lo m á s que h a r á n si nos pren- y juzgaréis. Ya veis, amados lujos de
den será a h o r c a r n o s , y eso q u e robe- m i t e r n u r a , q u e nuestro cristiano capi-
mos o no robemos al rey, h a b r á de su- tán no está a q u í a h o r a , y que es ami.
ceder lo m i s m o . gua usanza entre nosotros, cuando aquel
santo varón (bendígale Dios) no se ba-
—Tienes razón •—dijo el bizco—, y a
ila presente, t o m a r el parecer de cada
más de m o r i r ahorcado es u n a m u e r t e
u n o , y q u e todo el m u n d o dé franca-
en que se adelanta p a r a subir al cielo
m e n t e su opinión. La mía, pues, es de
todo lo que falta p a r a Jlegar con los
q u e se a b r a n las cajas, y Dios nos dé
pies al suelo, y ya q u e lo h a n de colgar
a q u í paz y después gloria.
a u n o , q u e no sea por u n a n i ñ e r í a , sino
por h a b e r hecho algo que merezca con- — P u e s a fe mía que ya podían esíar
tarse. abiertas, y p a r a eso —repuso el bizco—,
-—Abrid los cajones de una vez, y bas- no había necesidad de predicarnos nin-
ta ya de charla —gritó otro. gún sermón.
E m p e z a r o n a descargar golpes sobre —Voto a D e u , q u e no oiga yo más
las cajas m u y de prk,a y con t o d a su discursos.
fuerza, y ya e m p e z a b a n a saltar asti- —-Ni yo, ni yo —gritaron todos, y se
llas y a crujir las tablas, a despecho de dispusieron a e m p e z a r de nuevo con
los consejos q u e continuaba dándoles el máá e m p e ñ o .
viajero, y de sus gritos, súplicas y ame- —Con todo —gritó Zacarías, con un
nazas, cuando Zacarías, que hasta en- chillido agudo como el de un pilo—.
tonces h a b í a estado h i n c a d o de rodillas o í d m e . P u e d e el viajero o alguno de
r e z a n d o , y e m p l e a d o asimismo en des- sus cofrades ofrecerse en pío sacrificio
liar, registrar, i n q u i r i r y escudriñar en lugar de esas cajas, y con tal qve
pliegue por pliegue y m u y detenida- esté ¡dispuesto a sufrir sobre su cuerj o
m e n t e u n gabán o alforja q u e traía el los golpes q u e ellas h a b í a n de llevar.
c a m i n a n t e , se levantó después de h a b e r soy de opinión de hacerles esta obra < e
escondido debajo de todo, a un lado, misericordia, y q u e se atienda a su»
u n cajón de b o j , largo de u n a vara y ruegos.
con molduras de plata en los extremos, U n a ruidosa carcajada aplaudió e?is
cerrado con u n resorte q u e él n o en- sabia determinación del benéfico Zaca-
tendía ; y dejando para luego enterarse rías, y el p o b r e robado y sus compara"
de lo q u e había d e n t r o , hizo a los otros ros, empezaron a t e m b l a r y dar dienis
que suspendiesen su faena, p i d i e n d o que con diente, temerosos de sufrir la p e l W
se dispusiese en concilio l o que h a b í a a q u e los condenaba, en caso de qi"'*
d e hacerse. darse libres las mercancías de t01»0 d a '
— H i j o s míos —les dijo—, por todos ño y e m b a r g o .
los apóstoles j u n t o s os ruego h u m i l d e - - - ; Tuerces el hocico, mal h°» l b r e
SANCHO SALDAÑA 439

^prosiguió Zacarías—, yo que h a b í a tornar el juicio más sano del h o m b r e


pensado en enviarte hoy a l cielo por- más entendido de aquellos t i e m p o s .
gue creí q u e a h o r a te irías allá dere- E r a u n a cíe ellas u n a bola de cristal
c}jo, t o m a n d o todo cuanto a q u í se hi- m u y p e q u e ñ a , dentro de la cual vivía
ciera por bien d e tu a l m a , y en peni- y al parecer se agitaba u n a n i m a l di-
tencia de tus pecados, y a h o r a no pa- forine, u n elefante de desmesurada
reC e sino que te causa cierto disgusto grandeza, u n demonio sin d u d a , por-
j^x buena intención? E a , m u c h a c h o s , que sólo u n demonio podía h a b i t a r en
puesto que nuestra opinión es u n a mis- tan p e q u e ñ o espacio, infinitamente re-
ma, manos a la o b r a , y a t r a b a j a r con ducido p a r a dar cabida a tan despro-
]a ayuda de Dios, mientras yo convierto porcionada y extraña bestia. Sus ojos,
a esíe i m p í o , h o m b r e sin fe y sin re- de extraordinario t a m a ñ o , parecían
clinación. quererse tragar al que lo m i r a b a ; su
JSO aguardaron los acólitos del m a l ! t r o m p a inmensa p o d í a sin trabajo al-
ladrón a oír hasta el fin su a r e n g a , si- guno sepultar u n h o m b r e de u n a vez
no que llenos de b r í o empezaron a gol- en su vientre ; su piel, de un color os-
pear tan de firme y tan a prisa, que a curo con algunas m a n c h a s , era sin d u d a
poco t i e m p o n o quedó tabla de las q u e i m p e n e t r a b l e al a r m a más bien templa-
formaban las cajas, que n o hubiese sal- d a ; y u n a infinidad de pies y piernas
¡a<3o h e c h a piezas. P e r o cuál fue su sostenían como columnas aquella mole
asombro c u a n d o en vez de los magníficos poderosa q u e al mismo t i e m p o gozaba
dones que pensaban hallar, enviados al sin d u d a de tanta c o m o d i d a d en aque-
rey por uno de los ricos-homes d e m á s lla estrecha vivienda, como si se halla-
(ama, vieron r o d a r p o r el c a m p o en se en u n anchuroso palacio. No creyó
menos Zacarías sino q u e allí estaba
montón y con grande estrépito, u n a
encerrado algún diablo, y tirando la bo-
porción de yelmos, corazas y otras ar-
la de cristal con la p r o n t i t u d d e a q u e l
ma: defensivas y ofensivas de q u e ve-
q u e se q u e m a , se hincó de rodillas, ie
nían p r e ñ a d a s las cajas, y q u e en su
persignó mil veces, besó el suelo, y em-
hechura y artificio más parecían pro-
pezó a rezar y darse golpes de pecho
pias para soldados, q u e p a r a regalar a
con la mayor devoción, p i d i e n d o a Dios
un monarca.
que apartase aquel m a l espíritu de su
—Por San Cosme bendito —dijo u n o presencia.
de los b a n d i d o s — , que tanto p u c h e r o
de hierro como viene aquí, n o será p a r a E r a la otra una varita d e h i e r r o con
u n ruedo de metal a u n e x t r e m o , fija
que ponga el rey la olla, ni para eso
en u n p u n t o dado de u n esqueleto de
¡e los enviará ese señor.
r e l o j , y que lo mismo fue sacarla, al
—Vive Dios que las mercancías son
impulso que recibió principió a ondu-
de gusto, y q u e más seguro va en estos
lar a un lado y a otro p o r sí sola con
tiempos un h o m b r e con u n traje como
movimiento m u y concertado (1).
h[t que con u n vestido de seda.
— ¿ N o os lo dije yo que era u n judío?
— Voto a Deu — a ñ a d i ó el catalán, to-
H e r m a n o s míos, este h o m b r e tiene he-
mando un casco en la m a n o — , q u e m á s
c h e pacto con el demonio —grito Zaca-
vale guarir así el cap que con u n bo-
rías pálido de t e m o r ; a q u í lo tiene en-
nete de cuero. cerrado, es menester m a t a r l o , hacerlo
^ arrojó el que llevaba en la cabe- q u e m a r aquí m i s m o .
za y se caló en su lugar el yelmo. Acudieron todos a ver q u é era lo q u e
Pero n a d a igualó al asombro de Za- hacía dar tantos gritos y salir fuera de
carias, que h a b i e n d o abierto p o r fin la sus casillas al h o m b r e de sangre más
ca
ja de boj en que esperaba hallar por fría que h a b í a entre ellos, espantados
'° menos algunas j o y r s de r a r o valor,
) que con m u c h o cuidado h a b í a trata- (1) El abate Andrés, en su obra de la lite-
(
*° de ocultar a sus compañeros, para ratura, disputa la invención de la péndola a
n los modernos, atribuyéndosela a los árabes, y
o tener que p a r t i r con ellos, halló dos
c para probar nos cita la opinión ds algunos eru-
osa-¡ entre otras varias, capaces de tras- i ditos. (Nota de la 1.» ed.)

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440 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

todos de verle tan fuera de sí, y algunos voceaban y le maldecían, y enipezal


creídos q u e h a b í a p e r d i d o la cabeza ya a p a r t i r leña. "
completamente. Con t o d o , el alboroto llegó a su 0 i
— ¿ Q u é diablos tenéis, maestro Zaca- mo cuando el catalán t o m ó en la in a
rías—preguntó el v e t e r a n o — , q u e no el funesto cristal, y mil diversas car'
parece sino que habéis tenido u n a vi- caturas, unas de susto, otras de horro "
sión del infierno, y que os habéis vuelto la boca abierta, los ojos desencajados'
loco? los pelos tiesos, se p a r a r o n a mirarl -
— Y como q u e lie tenido u n a visión atónitos y fríos de lo que veían.
—respondió Zacarías—: de profundis cía- E l sólo tuvo valor para cogerlo con
mavit miserere mei domine secundum... la m a n o , y levantando el brazo en alio
secundum... memoria 1 memoria para que todo eí munido pudiera ver
¡ A h ! Misérrima civitas. Esto es—se dijo aquel tan prodigioso hechizo, pálido v
a sí mismo como satisfecho de h a b e r persignándose al mismo tiempo, hubo
a t i n a d o con el texto—. Lo h e visto, se- un m o m e n t o de estupor general en to-
ñor Tinieblas, y vos lo podéis ver si que- dos, y no parecía sino que de veras
réis ; ahí está, si tenéis ánimo p a r a to- h a b í a n q u e d a d o encantados, según el
m a r l o en la m a n o .. Es menester qne- silencio que g u a r d a b a n y la inmovilidad
m a r a este h o m b r e : es j u d í o y mágico. en q u e sus cuerpos por largo rato es-
—Vade retro—respondió Tinieblas tuvieron.
sin atreverse a m i r a r a donde señalaba P e r o luego que dio lugar el pasmo
Zacarías con la m a n o — ; la Virgen San- y asombro del p r i m e r momento a la
ta m e valga, qtie no quiero yo nada reflexión, y cada u n o echó sus cálcu-
con esa gente, ÍSo h a y d u d a , es menes- los allá entre sí, y pesó y examinó la
ter q u e m a r a este h o m b r e . e n o r m i d a d del crimen, y con lo que
Difícil es q u e ninguno de nuestros añadía cada cual de suyo y el odio na-
lectores pueda formarse idsa exacta de tural en toda alma cristiana conlra Ja
lo que pasaba en el alma de los via- b r u j e r í a y el d e m o n i o , se irritó la có-
j e r o s , especialmente idel que parecía iera de aquella gente feroz, que, sin
más principal, y que e r a el que estaba verdadera religión, estaban llenos de
más en peligro. T o d o el m u n d o le mi- todas las supersticiones posibles, empe-
raba ya con h o r r o r , le maldecía, y has- zó un m u r m u l l o semejante al que ha-
ta eí mejor intencionado de los bandi- cen los árboles del bosque en señal del
dos deseaba ya verle arder y se p r e p a - h u r a c á n que se acerca, y luego alzaron
raba a d e r r i b a r árboles y a formar la el grito, y todos corrieron a hacinar le-
h o g u e r a . E n vano el p o b r e h o m b r e se ña p a r a formar la h o g u e r a .
esforzaba a persuadirles que aquel ani- —E,s menester q u e m a r esa bestia
mal tan estupendo y prodigioso no era —gritaba u n o .
más q u e u n a pulga, en vano pedía q u e —Y a ese viejo judío con ella—de-
no le rompiesen el h i e r r o que a n d a b a cía otro.
solo, pues no era sino un reloj como — Y a los otros tres con él.
cualquiera otro de sol, sino que de dis- — Y al viozo de ínulas.
tinta construcción y h e c h u r a , en vano -—Y las muías, y los cajones, y las
les rogaba encarecidamente que no le a r m a s — a ñ a d í a el bizco.
matasen, y les ofrecía montones de oro —Voto a D e u , y los potingues q«e
por su rescate, que u n m o m e n t o antes ahí trae—proseguía el catalán.
les h u b i e r a hecho a b r i r tanto ojo : todo —Y esos libróles viejos, y los ]>ape"
era i n ú t i l : promesas, ruegos, amenazas, les, y sus almas, que se las lleve e
lágrimas, n a d a podía a b l a n d a r aquellos demonio.
corazones de p i e d r a , y era lo b u e n o — Y todo p o r la gloria de Dios—con-
q u e los más de ellos aún n o sabían poi- cluía Zacarías, que no hacía sino rezar
qué era aquella ansia de que había de al mismo tiempo que colocaba en b« e '
q u e m a r a aquel h o m b r e , ni se cuida- na disposición la leña que i b a n c o r '
ban de p r e g u n t a r l o , y eran los q u e más t a n d o los otros.
SANCHO SALDAÑA 441

| ^-Dios de Jacob, p a d r e Ahrahnm. deno al día, ennegreciendo la atmósfe-


i ¡jcadroe de esíe a p r i e t o — c l a m a b a el ra al mismo t i e m p o . El calor era irre-
i p0bre j u d í o , q u e sin duda lo era a juz- sistible, y a más de cincuenta pasos a
í a r por sus exclamaciones—. Sacadnie la redonda era e?si i m p o s i b l e aguantar-
I [0ñ bien de manos de estos tigres des- lo. Alrededor de este fuego, e ilumina-
piadados, l i b r a d m e como a Daniel de dos con la opaca l u m b r e sus cetrinos ros-
las garras d e los leones. Amigos míos, tros, doce o catorce b a n d i d o s con todas
^eridos amigos míos—prosiguió vol- las señales de la miseria v de la fero-
á n d o s e a los b a n d i d o s — , yo soy viejo, cidad en sus estúpidas fisonomías, arras-
e5tos tres h o m b r e s q u e están a h í son mis trando entre cada tres o cuatro de ellos
criados, nosotros no os hemos h e c h o mal u n h o m b r e cuyos gritos, gestos y con-
¡uinca. ¿ Q u é gloria podéis sacar de q u e . torsiones le hacían parecer u n endemo-
¡Dar a h o m b r e como nosotros, que so- n i a d o , d a n d o ellos al mismo tiempo vo-
mos los cautivos de vuestra lanza? ¿Que- ces, echando torpes j u r a m e n t o s , soltan-
jéis que mi h i j o , a quien dejé en Ara- do risas y carcajadas h o r r i b l e s , o pro-
gón? pregunte cuándo volverá a ver a fanando con sus sucias bocas los nom-
tu padre, y su m a d r e no le responda y bres m á s santos que invocaban. Figu-
llore? Queridos míos, vosotros no sois r é m o n o s , en fin, u n a porción de demo-
malos, lo sé, yo lo sé m u y bien que no nios a r r a s t r a n d o al fuego eterno las al-
queréis ensangrentaros en u n viejo dé- mas de los condenados, y sólo así ten-
bil, Estáis engañados en lo que creéis : dremos una idea exacta de escena tan
¡i me dejáis u n m o m e n t o ese pedazo horrorosa,
de cristal, u n m o m e n t o n o m á s , yo h a r é
—La maldición de Dios d e Israel se
ver en q u é consiste vuestro e n g a ñ o ;
desplome sobre vosotros—gritaba el ju-
pero vosotros n o nos hagáis m a l .
dío viejo, l u c h a n d o y r e l u c h a n d o con
—Loaido sea el Señor, que ya a r d e el bizco y el catalán, mientras Zacarías
la leña: Dios m e p e r d o n e , q u e m e ha le p i n c h a b a por (detrás con su cuchillo
costado m u c h o trabajo encenderla. p a r a hacerle andar.
—Ea, pues, cada u n o al suyo—gritó — Y o soy u n e m b a j a d o r del rey de
el tío T i n i e b l a s — ; p r o n t o a desatacar- Aragón .. T e n e d cuenta con lo que...
los y asarlos, q u e no se hace más en Yo daré u n millón de oro p o r m i vi-
¡ eso que lo q u e se debe, da.,, T e n e d compasión de m í . . . Yo os
— ¡Que m u e r a n , q u e m u e r a n ! — v o c i - explicaré lo que es eso..., d e j a d m e un
feraban todos. m o m e n t o que os h a b l e . ¿ D ó n d e está
Y corlando de u n golpe las cuerdas j vuestro capitán?
i que ligaban a los árboles los desdicha- j Y al m i s m o tiempo se tendía en el
! dos viajeros, sin a t e n d e r a sus l á g r i m a s , suelo, se defendía a coces, a puños y a
! ni a sus súplicas, empezaron a arras- b o c a d o s ; a r r o j a b a espuma por la boca,
i irarlos hacia la hoguera en q u e ardía revolvía los ojos en remolinos espanto-
' ya medio m o n t e , y cuyas llamas, impe- sos, su rostro estaba m o r a d o , sus labios
lidas del viento, se levantaban sobre ; negros, y sus l a m e n t o s , sus rugidos y
las copas de los pinos más altos, como sus maldiciones h u b i e r a n p o d i d o h a c e r
;i amenazaran al cielo, despidiendo al estremerse a una roca. La desesperación,
misino tiempo columnas de h u m o q u e i a u n q u e viejo y débil, le prestaba fuer-
envolvían la luz del sol, y daban un as- ¡ za en t a n t o grado, que a p e n a s podían
pecto más negro a a q u e l espanto? o i sujetarle los brazos robustos de los dos
cuadro. I ladrones, y aún no le h a b í a n meneado
Figúrese el lector una ancha plassa ro- ; dos pasos.
jeada por todas partes de árboles, y ca- ¡ —Voto a D e u , mala ira te t r i n q el
Paz de contener en su ámbito más de ! coll, que es menester u n a corda y ate-
m
'l e dos mil soldados. E n m e d i o de j m o s este p e r r o con u n a legión de dia-
e
Ha pinos enteros a r d i e n d o , cuyas .Ha- j blos.
toas, mezcladas con el h u m o que con | —'Mírale qué pelos pone—gritó el biz-
e a
'l s se levantaba, d a b a n u n color cár- I co—. v oye los berridos q u e da que m e
442 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

atraviesan el cerebro como si fueran ya n i n g ú n obstáculo que vencer- i


puñales ; j u r o a Dios—añadió sacudién- demás prisioneros unos estaban \ ***
dose u n a m a n o , q u e m e h a p a r t i d o u n dentados, otros rugían -de temor v l"
dedo de u n m o r d i s c o , y que estoy p o r gunos se deshacían en súplicas, q U e
m a t a r l e a q u í mismo de u n a p u ñ a l a d a , ñas eran oídas. E l mozo de muías
más que no se q u e m e en su vida. h a b í a vuelto en sí, y a quien quería
— C a r i d a d , h i j o m í o , y refrena la i r a , t a m b i é n q u e m a r sólo por aquello 1
q u e no está tan lejos la hoguera—res- dime con quién a n d a s . . , , aunque no i
p o n d i ó Zacarías con su tono s u a v e — ; nía n a d a de j u d í o ni de encantador h
no le pinches si acaso más q u e y o , que bía logrado por fin q u e le perdoaa r a n
sólo le e n t r o en el cuerpo la p u n t i t a con tal q u e ayudase a q u e m a r a sus aaio»
de m i cuchillo. por las muchas brujerías que refirió les
Hizo el j u d í o en aquel m o m e n t o u n h a b í a visto hacer d u r a n t e el camino
esfuerzo tan desesperado, que h a b i e n d o E n fin, h a b í a llegado para aquellos in.
logrado zafarse de manos de sus opre- felices el fin del m u n d o , y el cielo, got.
sores, se levantó y dio a correr por ver •do a sus plegarias, no parecía querer
si podía salvarse; p e r o a los pocos pa- enviarles ningún socorro.
sos sintió la m a n o de h i e r r o del cata- P e r o u n a idea q u e sobrevino casual-
l á n , que de u n puñetazo le d e r r i b ó se- m e n t e en el á n i m o d e Zacarías dilató
gunda vez en el suelo, y u n a cuerda que aún por algunos momentos la terrible
le liaba el bizco a las p i e r n a s , m i e n t r a s m u e r t e que les a g u a r d a b a .
que u n pinchazo que sintió en la espal- —-Hijos míos—dijo el hipócrita con
da le anunció que no a n d a b a lejos el su acento meloso—, ya sabéis lo carita-
caritativo Zacarías. Entonces el infeliz tivo q u e soy, y creo que si tengo algún
j u d í o oyó las voces de los demás ladro- influjo entre vosotros n o desoiréis la
nes, que ya h a b í a n logrado acercar sus voz del j u s t o . B i e n hecho está que abo-
respectivas víctimas a la h o g u e r a , y que rrezcamos a estos infames amalecitas,
sólo a g u a r d a b a n a que él viniese para b i e n m e parece q u e se les castigue, y
d a r l e la preferencia q u e m á n d o l e a él el yo mismo h e sido el primero que he
p r i m e r o . T o d o parecía colmar en aquel convenido en el exterminio de los fie-
trance su desesperación; sobre él se ex- les, digo de los infieles: infelix opera
tendía u n cielo de h u m o como p a r a sumnia, que dijo aquel santo varón. Pe-
evitar q u e sus gritos llegasen al otro r o no por eso creo piadoso que entre-
c i e l o ; a su a l r e d e d o r u n desierto, y los guemos su alma a los demonios (Dios
semblantes de h i e r r o de los b a n d i d o s ; no i libre), como se pensó en un prin-
enfrente la hoguera, cuyo calor, que se cipio, quod in principium.,. No impor-
sentía n o poco donde él estaba, pene- ta que no me acuerde del texto, prose-
t r a b a ya a su entender hasta en el tué- guiré : quiero decir et qui habe aura
tano de sus h u e s o s ; ninguna muestra audiat, como dijo San... no me acuerdo
de compasión en n i n g u n o de los q u e del Santo, pero la cita es exacta, Digo
allí estaban, ninguna esperanza de so- y repito que se debe tratar de salvar
corro ; todo le h a b í a a b a n d o n a d o a su sus almas, y en particular la de este
fatalidad. Entonces sintió crisparse sus viejo inferna] que ha mordido un dedo
nervios, las fuerzas le faltaron, u n co- al bizco, y al b u e n Urgel en la pierna
lor pálido sucedió al a m o r a t a d o que te- derecha, de la cual como veis cojea.
nía su rostro, y sólo sus ojos cristali- —Así, voto a Deu, q u e me ha llega-
nos, q u e ya se volvían a la hoguera con
do hasta el hueso—interrumpió el ca-
estúpido ahinco, ya hacía sus inexora-
talán.
bles verdugos a d e m a n d a r p i e d a d , y el
temblor convulsivo de sus labios, daban —Prosigo, pues—continuó Zacarías—.
a e n t e n d e r que vivía. foren'em cvtisum' sequitur (por ahí \a
bien), y digo que yo rr.e encargo «e
Dejó por fin caer la cabeza sobre el convertirlos, y en particular a ese p e '
p e c h o , y sin hacer más resistencia se rro que h e dicho, y entre tanto podéis
dejó conducir de los ladrones. No había seguir echando troncos al fuego y a11*

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SANCHO SALDANA 443

pientándolo, y d e ese m o d o ellos se \ razón para gritar y forcejear, pues que


familiarizarán con la h o g u e r a , la m i r a - estos h e r m a n o s míos, fratres carisimi,
r¿n como cualquiera otra cosa, sicut por otra p a r t e , con la mejor intención
emt in principio> m o r i r á n sin tantos as- te iban a dar m u e r t e de p e r r o , lo q u e
pavientos, y sobre todo tan convertidos no es nuestra voluntad. Fiat voluntas
« arrepentidos que ni siquiera h a n de tua, q u e dijo q u i e n l o sabía. H e e c h a d o
fener que tocar en el p u r g a t o r i o . Pur- de- ver también q u e a ti te disgusta mo-
mtorium pecatorum, e t c . , y loado S€a r i r de esa m a n e r a , y no me ha extra-
rjios: h e dicho. ñ a d o . Pecata mea... H e r m a n o m í o , no
La opinión de Zacarías prevaleció co- debes a s o m b r a r t e p o r q u e se m e olvide
mo era de esperar entre gentes que le u n texto, p o r q u e son tantos los q v e
jenían p o r un pozo de ciencia y q u e le tengo en la cabeza... P e r o t o m a n d o el
consideraban en segundo lugar después hilo de mi discurso, por amor de Dios,
de su capitán. Convinieron todos en q u e y como m a n d a la m o r a l y la caridad, yo
debía hacerse así como él lo pedía, p o r los he contenido cuando más empella-
]0 que suspendió el castigo de los eri- dos estaban en llevar a cabo su santa
rainales entre tanto se convertían. obra, y puedes estar seguro que no es-
tás h e c h o ya un c h i c h a r r ó n , y lo mismo
Zacarías alzó entonces los ojos al cié-
tus criados, famuli tui, por causa mía.
lo con aire tan compungido y devoto,
Mea culpa tu non est in chicharrone con-
como si de veras pidiese al E s p í r i t u
vertí «s. Este texto es m í o : te lo di^o
Sanio q u e le iluminase en la conversión
por si sabes algo de latín.
de aquellos herejes, cuyas almas iba a
enviar al cielo por el camino más corto. J El viajero h a b í a ido poco a poco re-
Hecho esto, m a n d ó que le trajesen al c o b r a n d o el conocimiento, mientras
viejo, que ya se dejaba llevar lo m i s m o desembuchaba Zacarías su elocuente
a un lado q u e a oiro, insensible al pa- oración, y no hacía sino m i r a r l e de h i l o
recer a todo cuanto le r o d e a b a . TÑada en hito tan fijamente como si quisiera
había oído del discurso de Zacarías, p e n e t r a r en su alma. Sus ojos, a u n q u e
aturdidos y embotados sus sentidos con en u n p r i n c i p i o apenas oírecían n a d a
k idea de la m u e r t e tan p r ó x i m a , y sin que pudiese l l a m a r la a t e r c i ó n , a poco
otra sensación q u e la q u e en él p r o d u - q u e se fijaron en él fueron por grados
cía la vista de la l l a m a , que a su p a r e - t o m a n d o tal expresión, y despedían una
cer le iba abrasando p a r t e p o r p a r t e de m i r a d a tan intensa, tan p e n e t r a n t e , q u e
su cuerpo. el mismo Zacarías no p u d o suíxirla, na-
El sitio q u e h a b í a elegido el piadoso j ó los suyos más de u n a vez, y a u n es-
varón p a r a la conversión del infiel, es- tuvo a p i q u e de i n t e r r u m p i r s e ,
| taba a bastante distancia de la hogue- — B u e n h o m b r e , h o n r a d o capitán de
! ra, y el a i r e , a u n q u e caldeado tanto con esta tropa—contestó eí anciano—-, yo es
el calor de la estación, como por efec- j u r o por el Dios d e A b r a h a m qne esíoy
to del fuego, le pareció íresco al j u d í o inocente del crimen de hechicería que
en comparación con el que había res- m e suponéis, v pronto a haceros ver
pirado hasta entonces. vuestro enEaño. T ú , que pareces hom-
bre entendido...
Trató, pues, de limpiarse el sudor,
<jue a chorros le caía por el r o s t r o ; pe- Zacarías creció tm p a b a o t o n W li-
ro sus manos estaban atadas a su espal- sonja, y el j u d í o como si no lo echara
Ca
i y no p u d o hacer otra cosa q u e sus- <de ver, prosiguió diciendo :
pirar. — T ú , que sin duda eres h o m b r e de
Zacarías tomó el aspecto más grave letras, ilustre alumno d é l a . .
lúe pudo, besó su rosario devotamente, —Basta, basta-—intemimpió con voz,
J empezó con un tono de voz sobrema- m u y sumisa el h i p ó c r i t a Z a c a r í a s — ; yo
nera melifluo, a arengar al prisionero. sólo soy \UJ indigno siervo de Dios.
—Hijo mío—le dijo—-, serénate; a q u í —No hay d u d a ; t a m b i é n como vos
lo se te quiere m a l : ya veo que estás decís — continuó el j u d í o , que ibíf co-
bastante abitado, v sin duda has tenido b r a n d o má* ánimo a m e d i d a qup oh-
444 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

servaba el efecto q u e producía la adu- quieres hacernos creer que hay ^ u i


lación en el espíritu, del b a n d i d o — . de esas, y aun si h u b i e r a s dicho *
otro
D a d m e , si m e permitís, esa m a l d i t a bo- a n i m a l , p a s e ; pero Dios justarnenti
su infinita b o n d a d nos tiene aquí JTi Por
la que tanto os h a alborotaido, y veréis
que n o tiene dentro más que u n a pulga, gados de esa clase de bichos y de oír
si no que os parece .animal diforme a varios.
causa del cristal en que está m e t i d a . Des- — P a r d i e z que a q u í h e topado con
atadme los brazos q u e , por el Dios que u n a sobre este muslo—dijo el bizco re
adoramos todos, y q u e bendijo la t r i b u tregando el dedo p u l g a r contra el ñ,*
de B e n j a m í n , es demasiado cruel tra- dice, entre cuyas yemas llevaba sujei
t a r m e así, cuando yo soy de m í o pací- su prisionera—. No h a y sino comparar.
fico, y m e veis viejo, con todos los acha- la, y siempre que esta pulga y e l bicho
ques de la edad encima, y no p u e d o me- ese se parezcan en algo, yo me ¿P\0
dir mis fuerzas con h o m b r e s como vos- q u e m a r en vez de ese embustero judío
otros. T e n e d compasión de m í y de mis
— D á d m e l a acá—replicó el viajero
fieles criados; ved q u e estoy lleno de
desatadme las manos, y veréis como la
sangre de los pinchazos y golpes que
m e t o dentro del cristal y os parece co-
m e habéis d a d o . Y si no tenéis lástima
m o la otra.
de mis canas, si sois p a d r e s , si tenéis u n a
—Vade retro; horrible visu—exela-
m u j e r a quien améis, n o seáis tan crue-
m a b a Z a c a r í a s — ; hasta a h í podía lle-
les que queráis q u e la m í a tenga que
gar la astucia del diablo.
rasgar sus vestiduras, y m a l t r a t a r s e , y
—Eso y m u c h o más h e visto yo ha-
llorar, y echar ceniza sobre su frante.
cer—añadió el tío Tinieblas, menean-
Soltadme, por D i o s ; d a d m e acá ese cris-
do la cabeza con intención.
tal. M i r a d : si ponéis u n dedo de los
vuestros a u n lado, y miráis por el o t r o , —Al foc, al foc—gritó el catalán—;
veréis t a m b i é n q u e os parecerá m u c h o lo rest es gastar t i e m p o .
más g r a n d e . Vos, que sois h o m b r e en- — N o , amados hijos m í o s ; es preci-o
t e n d i d o , debéis saber que son secretos convertirle p r i m e r o — r e p l i c ó Zacarías—,
de la ciencia... nec diabolus... por a h í le anda. /.Tra-
tas tú de convertirte, o n o , buen hom-
— A j u d í o hueles, q u e no lo puedes bre?
negar, perro—dijo el bizco luego que —Sí, yo m e c o n v e r t i r é ; decidme lo
h u b o a c a b a d o — ; al m o m e n t o se os co- q u e queráis que haga—respondió el ju-
noce como a la zorra por el r a b o . dío, q u e quería ganar tiempo.
—Sí, soy judío—respondió el ancia- — L o a d o sea Dios, q u e alumbra el al-
n o — , ya n o lo n i e g o ; esa fue la reli- ma del i m p í o como tú, anima impiorum.
gión de mis p a d r e s ; pero vosotros sois Varias conversiones h e hecho yo en mi
cristianos, y h a y u n a m á x i m a en el vida, y en todas h a tenido más parte
Evangelio q u e dice : parce inimicis tuis. el espíritu del convertido que mi elo-
—Es v e r d a d q u e la h a y , es verdad cuencia, y eso q u e m e h e valido hasta
—replicó Zacarías s o l l o z a n d o — : ¡ a h ! , de dar t o r m e n t o p a r a convencer: Idesl
no m e hables del Evangelio : yo lo sa- ossa ejus perfringam,
bía de m e m o r i a , si no que ya se m e ha — Y o — d i j o el j u d í o mirándole aten-
olvidado. Este h o m b r e m e hace llorar. t a m e n t e — confío m u c h o en vos; soy
¡Dios m í o , p e r d o n a d l e ! , parce nobis Do- h o m b r e rico, almojarife del rey de Ara-
mine, P e r o es menester q u e m a r l o . gón, y os h e t o m a d o afición desde que
—Voto a Deu—gritó el catalán—, ve- os vi, tanto por vuestra inteligencia y
nirse a h o r a con que es u n a pulga u n erudición cuanto p o r -vuestra carinad
a n i m a l como e s e ; y a quién se lo viene infinita, y quisiera conferenciar con vos
a decir, a nosotros que estamos comi- p a r t i c u l a r m e n t e acerca d e los misterios
dos de ellas, y hartos de retorcerlas. de la religión, puesto que estoy muy
— H a s dicho b i e n , h e r m a n o Urgel decidido a convertirme pronto.
—contestó Zacarías—•. Y tú, varón ilus- —Bendita sea la providencia divina,
tre, has h a b l a d o m u y m a l , pues que que al fin salvará al pecador—exc lamo
SANCHO SALDABA 445

tacarías—: vas a m o r i r q u e m a d o lo , m a n d e s a p a r t a r a estos que tú llamas


njjsmo q u e antes, p e r o ¡ q u é i m p o r t a ] i h e r m a n o s tuyos, y q u e son tan intré-
•Ah-' e c h a r ahí leña, y atizar eso—pro- j pidos por lo menos como los siete Ma-
siguió con entusiasmo—. \ Q u é i m p o r t a ! \ cábeos. Quizá yo encuentre medios de
^-continuó Z a c a r í a s — : es u n a obra de manifestarte m i eterno agradecimiento.
caridad, p o r q u e tu alma irá así blanca i E r a Zacarías h a r t o ladino y t r u h á n pa-
c0 mo la de u n ángel. Bien puedes agrá- ) ra no conocer el blanco a donde dispa-
l e é r m e l o , que así mueres en gracia de ¡ raba sus tiros aquel descreído h e b r e o :
Píos. Esto sí que se l l a m a hacer u n a ¡ pero n o q u e r i e n d o desperdiciar aquella
0kra de misericordia. ocasión de echar la soguilla a la vaqui-
£1 j u d í o torció el gesto, poco gustoso lla, como se suele decir, sin darse p o r
con la caridad de aquel b e n d i t o varón,
i entendido m a n d ó a los otros que se ale-
que acababa todos sus discursos con que [ jasen bajo pretexto de su conversión,
era preciso q u e m a r l e . Con t o d o , u o que- | diciendo q u e ya que iba a morir, justo
riendo a b a n d o n a r el c a m p o sin poner í era se le concediese tan pequeña gracia
ea uso cuantos ingenios le sugiriese su
como la de h a b l a r con él u n m o m e n t o .
imaginación, pensó q u e quizá la espe- Sin e m b a r g o , y para no p e r d e r t i e m p o ,
ranza de lo q u e podía ganar con salvar- encargó al tío Tinieblas la conversión
le, hiciese cambiar de ánimo a Zaca- de los otros tres, pero sin hacerles daño
rías. Era el j u d í o quizá uno de los hom- alguno hasta que él no estuviese presen-
bres más sabios de su siglo, y tenía en- te, pues no quería dejar de presenciar
tre otras la cualidad i&e conocer a la un auto de íe d e tanta p o m p a como el
primera ojeada el alma de aquel a quien que se p r e p a r a b a .
¡e detuviera a observar, formando sus Q u e d á r o n s e entonces solos el j u d í o y
juicios con tanto tino y tan b u e n acier- Zacarías, m i r á n d o s e u n o a otro como
to que m u y r a r a vez se equivocaba en dos tigres que se temen y d u d a n quién
ellos, y p u d i e n d o disputárselas ai más empezará la q u i m e r a , cada u n o m a q u i -
afamado fisonomista de nuestros días, n a n d o lo que debía decir, puesto q u e el
aun sin excluir de la cuenta al mismo j u d í o era el q u e m á s ocupado de es.o
Lavateur en p e r s o n a . ¡ se h a l l a b a .
Había, pues, observado a Zacarías, y j —Os h e l l a m a d o a solas—le dijo—,
al través de la máscara hipócrita con j respetabilísimo v a r ó n , p o r q u e m e h a pa-
que se cubría este b a n d i d o h a b í a lo- | recido que así nos p o d e m o s entender
grado p e n e t r a r su corazón. Parecióle I m e j o r . Yo quisiera ,. a la v e r d a d
que era a ú n más avaro que religioso, y | —prosiguió i n t e r r u m p i é n d o s e , viendo
viendo q u e era el q u e allí llevaba la I que Zacarías estaba tan embebecido en
voz, intentó persuadirle a él sólo, ha- ¡ .tis rezos que era imposible que le
ciéndole grandes promesas, m u y seguro ¡ escuchase—. Ya veis..., m o r i r q u e m a d o
de salir libre y aun agasajado p o r to- j no es cosa que p u e d e gustar a n a d i e .
dos si llegaba a merecer el beneplácito. ¡ Yo soy rico, m u y rico.
— ¡Oh, h o m b r e piadoso—le dijo con Zacarías le m i r ó de reojo y continuó
«ta intención—, si tú supieras cuánto con sus oraciones.
agradezco tu compasión! j u s t o es, no —Sí—prosiguió el j u d í o , que uo ha-
liay duda, y m u y cristiano, querer q u e bía dejado caer en saco roto la mirada
se salve el alma del p e c a d o r ; p e r o yo j del convertidor—. Sí, sin duda, lo q u e
tengo algunas dudas sobre ciertos pun- es doce y aun quince mil besantes .bien
tos de m e r a doctrina, y desearía q u e podía yo dar por m i vida.
hablásemos los dos a p a r t e de esta ma- — ¡Quince mil b e z a n t e s ! Rico sois.
teria. Tú m e j o r q u e n a d i e , sacratísimo j P a d r e nuestro—prosiguió Zacarías entre
v
arón, respetable como Moisés en el de- j dientes.
serto, sabes mejor que nadie cuan lítii i — A q u í mismo podría yo hallar quien
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la soledad y la meditación en asun- | m e prestara por lo menos la m i t a d de
tos u n graves, y así yo desearía ¿ q u é I esa cantidad.
togo'', yo te suplico h u m i l d e m e n t e que I —La m i t a d , í e h l , ¡ j e m ! — r e s p o n d o

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446 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Zacarías como si tuviese carraspera—. — Y a u n con algo m á s , m e parece


Hijo m í o , no perdáis t i e m p o , m i r a d que dijiste d e s p u é s ; yo, como estaba ent *
es preciso q u e os encomendéis a Dios, gado a mis oraciones, quizá no oí k : ^
p o r q u e vais a m o r i r q u e m a d o . Dios te — N o , n a d a de eso, oíste perfectanjen.'
Salve María—continuó, b a j a n d o la voz. te—replicó el j u d í o .
—Mi vida—prosiguió el judio—•, no — ¿ S í ? ¿Con q u é algo más? Bueno.
la p e r d e r í a yo por tan poco precio si P u e s no h a y más re.:cedio que quemarte
entrásemos en t r a t o s ; p o r otra p a r t e , — P o r el templo de Salomón—exe.i a
¿ q u é fruto sacarías de q u e m a r m e ? Un m ó el j u d í o — . que no tienes piedad
h o m b r e como tú... de mí.
—-¿Por quién me tomas tú, vil j u d í o ? — H o m b r e , yo bien quisiera—respon.
— r e p u s o Zacarías i r r i t a d o — . ¡Ave Ma- dio Zacarías—, pero nuestro capitán „i
r í a ! , sufrir yo un insulto semejante, en- Velludo es...
t r a r yo en tratos con este J e r o b o á n , Je- — ¿ E l Velludo? — preguntó con ale-
roboanis Rex, como dice el texto— : con gría A b r a b a m ( q u e así se llamaba <«]
q u e ¡ quince mil b e z a n t e s ! Santa M a r í a , j u d í o ) — : ¡ o h ! , si tu capitán estuviera
ora pro nobis—murmuró de n u e v o , con- a q u í estaba yo seguro de que nada me
t i n u a n d o su rezo. sucediese; ¿ d ó n d e está?, dejad que vo
— Q u i n c e mil y a u n algo más—prosi- le vea..,
guió el j u d í o sin alterarse—, en mone- — T e engañas m u c h o , si crees que le
das de oro de buena ley. habías de seducir con dinero : ¡oh pee-
—Sed ne nos inducas in tentatione tora caeca!, que creo dijo Séneca ha-
—profirió Zacarías alzando u n poco la b l a n d o de u n caso semejante que le su-
voz—: jolí amalecita desvirtuado!, ¡ m a l cedió con v n m o r o . ¡ B e n d i t o sea Dios!
aconsejado h e b r e o ! ¿ E n monedas de -—añadió cruzando las manos—¡ nuestro
oro? Sed libera nos a malo. N o , no hay capitán tiene u n corazón de acero, y
r e m e d i o , dime q u e estás convertido y con n a d a se le enternece. ¿Y tú darías
te hago q u e m a r , q u e de todas m a n e r a s quince mil bezantes por ti?
m u e r e s . Gracia plena. — Y la m i t a d más p o r mis criados»
— P e r o vos no m e escucháis sin duda — a ñ a d i ó el j u d í o .
cuando decís eso—replicó el j u d í o . — E n caso que yo te salvase la vida
— ¿ C ó m o que no?—respondió el mo- —continuó Zacarías- -, ¿no es eso.'
ralista : h e oído todo cuanto h a s dicho, —Sin iduda, veo q u e m e entiendes.
y te confesaré q u e algunas de tus pa- — ¿ Y qué seguridad darías de que
labras m e h a n parecido dignas de u n h a b í a s de c u m p l i r t u palabra?
h o m b r e contrito. Mira, yo no t e quiero — U n a carta mía p a r a uno de mi tri-
m a l , te he p i n c h a d o anles y voy a ha- bu en O l m e d o , q u e os daría la mitad
certe q u e m a r , no tengas d u d a . Tu est in ahora y la otra m i t a d después, cuando
conciliábulo demoniorum, y es el latín m e dejaseis seguir m i camino.
más corriente q u e h e dicho en todo el —-Voto a D e n , maestro—gritó el ca-
día ¡de hoy. Quiero decir, tú eres b r u - talán-—, ¿ q u é fa, que está tanto tiempo?
j o , y además t ú mis/no lo has d i c h o , — ¡ P u e s n o tarda poco en convertir-
estás circuncidado. Circuncida us juisti, s e ! — a ñ a d i ó el bizco—, No fue más lar-
p o r lo cual, y por los crímenes que has ga la conversión del rey de Roma que
referido mereces la m u e r t e . ¡ Cómo h a convirtió San Marcos.
de ser! ¿Estás ya a r r e p e n t i d o ? Con to- — ¡ E a ! , aquí n o nos importa un ble-
do has de saber q u e yo no soy hom- do q u e se condene o que no—gritó otro.
b r e de usuras ni de contratos, sino u n — ¡Al fuego!, ¡al fuego con él!
h u m i l d e gusano, como debo ser, que no — Q u e se consume la hoguera.
soy avaro.,, n i . . . ¡ q u é ! el dinero para — Y a lo oyes—le dijo Zacarías—: c°D
m í es lo mismo q u e si fuese tierra. t o d o , así Dios m e salve como quisiera
¿Con cuánto dijiste q u e podías contar? s a l v a r t e : tus últimos lamentos han lle-
¿Con quince mil bezantes? gado a m i corazón. .
—Ciertamente—respondió el j u d í o . —Basta ya, t i e m p o le queda en e
SANCHO SALDAÑA 447

jjpiino p a r a convertirse—gritaron todos. Buen h o m b r e , parece q u e os habéis que-


y echándose sobre el miserable ju- dado gafo : ¿ q u é a r m a s son esas?
j l 0 , le a r r e b a t a r o n en volandas a des- — D e j a d m e que os diga u n a p a l a b r a
pecho de sus súplicas, y las voces de al oído, u n a p a l a b r a no más—contestó
/acarías. q u e les rogaba le dejasen solo el j u d í o .
flfl m o m e n t o con él p a r a acabarle de — P u e s b i e n , decidla — respondió el
¡mbuir su doctrina, pues le llevaba ya capitán.
-,uy adelantado. Nada p u d o c a l m a r la —Haced que m e desaten p r i m e r o , te-
irritación de aquella desenfrenada ned compasión de m í ; pero n o , sabed...
tropa- inclinaos algo m á s . . .
£1 p o b r e A b r a b a m gritaba, lloraba y —Soltadie, por la Virgen de Cova-
ie arrancaba mechones enteros de sus
donga, que estáis ahí cuatro h o m b r e s
barbas, sin ave n a d a les conmoviese. La p a r a sujetar a u n \ i e j o . Acércate acá,
¿sala voz de Zacarías fue desoída, y p o b r e diablo. ¿ Q u é tienes tú que de-
fin duda hubiese sido el p o b r e h e b r e o
cirme?
víctima de la ferocidad de acruellos sal- El j u d í o , viémdose libre de manos de
vajes sí el capitán en aquel c o m e n t o st7s opresores, se llegó a él, y en h a .
n0 hubiese llegado allí seguido de su
Llándole m u y que dito, el rostro del ca-
fiel Sagaz. P a r a r o n te des, al punto que p i t á n pareció t o m a r un aspecto cuida-
fe vieron, en su algazara, tal era el m i s - doso, como si lo que le decía le cau-
Jo que le tenían, p e r o sin solear por sase m u c h o interés.
e;o al desventurado hebreo, a quien •—¿Aragón?—dijo el j u d í o .
quemarían al cabo, de todas m a r e r a s , —Y Castilla—contestó el capitán.
no siendo de suponer que el capitán le —Esa es la seña—repuso A b r a h a m .
perdonara la vida cuando supiere sus — E a , m u c h a c h o s , desatad a esos in-
crímenes y examinase por sí mismo el felices pronto—gritó el V e l l u d o , vol-
espantoso a n i m a l , causa y origen de viéndose hacia su gente—, y c u i d a d o
aquel motín. con que se les devuelva cuanto se les
—¡Por la Virgen de Covadonga! ¡ Vive ha q u i t a d o , no sea que tenga yo que
Dios—exclamó el capitán—, q u e vais a registrar a alguno. V a m o s , ¿en q u é es-
poner fuego al b o s q u e ! ¿A qué viene táis pensando?
esta hoguera? P u e s voto a J u d a s , q u e N o p u d i e r o n menos los bandidos de
;e achicharra uno con el calor que hace espantarse de la orden de su c a p i t á n ,
por esos campos, y ¡estáis vosotros en- viendo que no sólo no se contentaba
cendiendo l u m b r e ! ¿Quiénes son esos con aguarles la fiesta, sino que tam-
hombres que tenéis ahí atados, tienen bién quería privarles de lo que h a b í a n
tercianas, o a q u é diablos los a r r i m á i s legitímente a d q u i r i d o . Un r u m o r sordo
ahí al fuego? se esparció por toda la a s a m b l e a , y to-
—Mi capitán—respondió T i n i e b l a s — , dos empezaron a m u r m u r a r contra él,
;on judíos, y no valen la p e n a siquiera unos con otros refunfuñando, bien que
de que pensemos en ellos. en voz baja, n o atreviéndose a m o s t r a r
—¿Y esas armas q u e están r o d a n d o a las claras su descontento. L a voz, em-
por el suelo, y esas cajas abiertas, qué p e r o , subía ya de p u n t o , el desconten-
significan?-—preguntó el Velludo, to íe manifestaba a las claras p o r los
— ¡ Señor Velludo !, ¡ señor capitán I más atrevidos, y el Velludo empezaba a
¡Favor!, ¡ f a v o r ! , oídme u n a p a l a b r a no encolerizarse.
toas. ¡Favor!'—clamó al m i s m o t i e m p o —Voto al santo m á s alto—dijo, po-
e
¡ nebreo con u n eco de voz tan lasti- niewdo m a n o a su h a c h a — , canallas,
moso, que n o p u d i e r o n menos todos de q u e el p r i m e r o que chisíe le a r r a n q u e
conmoverse. yo mismo la lengua. P r o n t o a hacer lo
—¿Qué es eso, b u e n h o m b r e ? — p r e - que es h e m a n d a d o , y cuidado con q u e
guntó el c a p i t á n acercándose a é l — . P o r lo repita segunda vez.
todos los santos juntos a p a g a d ese fue- —Señor—repuso el j u d í o — , yo doy
o° pronto, o nos vamos todos a derretir. todo p o r bien p e r d i d o con tal de ha-
448 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

beros hallado tan a tiempo y les hago biendo sido echada al fuego, tal vv«.
i • „ •- t . e z con
don de cuanto h a n t o m a d o con rolo q u e La sana intención oe q u e m a r al diahl
m e devuelvan m i caja de boj con los si era posible, en aquella pul»a. '
enseres que tenía dentro y mis libros, •—Ahí está la dichosa caja—dií 0 7
que es lo q u e más aprecio en el m u n d o . carias al t i e m p o de devolverla v*
—Considerad — dijo Zacarías, acer- quiera Dios q u e yo m e h a y a inficiona* i
cándose al oído del V e l l u d o — q u e es u n con tocarla. Yo os protesto que cuan?
h e b r e o m u y rico y q u e es mágico. Dios h a y en ella es cosa de brujería.
no p e r m i t a que yo contradiga vuestra | —Más brujería y más infamia renli
voluntad, pero n o sería m a l o que . A có el Velludo con indignación—es hacer
m í ya me p r o m e t í a quince mil bezan- una criba del cuerpo de u n hombre qui-
t e s ; h a b l o p a r a los m u c h a c h o s . no os ha h e c h o m a l n i tiene manos para
—JNo necesito de consejos de n a d i e defenderse.
—le respondió e¡l Velludo con u n bu- Zacarías le echó u n a de aquellas mi-
fido—-. P e r r o s — prosiguió con voz de radas a él peculiares, que el Velhulo
trueno dirigiéndose a los (lemas—, a no echó de ver, y se retiró a un lado
h a c e r lo que lie d i c h o ; aquí nadie m a n - sin responder haciendo q u e rezaba, pero
da más que yo. es creíble más bien que se las jurara en
— T a m b i é n es b u e n o — dijo el biz- secreto.
co—que no hemos de hacer u n a presa El. j u d í o , entre tanto, no quiso to-
que valga algo... Pues si todos fueran m a r de sus efectos sino lo más nece-
de m i parecer, por Santiago q u e ha- sario, temeroso tal vez de que aquella
bíamos de cambiar de capitán y... desalmada gente le acometiera de nuevo
No lo dijo lan bajo que no le oyera sin respeto a la? órdenes del capitán y
el V e l l u d o , y alzando el h a c h a a dos le saliese p e o r la cuenta. Miró sus pa-
manos iba ya a descargársela encima y peles y libros m u y detenidamente, y ha-
a r e b a n a r l e sin d u d a en dos cuando al llando algunas hojas rotas, no pudo me-
llegar cerca de él, viéndole que se atre- nos de suspirar, sobre todo cuando vio
vía a ponerse en defensa con su alfan- q u e le faltaba el cristal de aumento v
j e , y considerándole quizá indigno de que le h a b í a n descompuesto la péndo-
e m p l e a r en éi su terrible a r m a , bajó la. P o r ú l t i m o , y después de haber car-
el h a c h a , y tomándola en la m a n o iz- gado la muía con los cajones, dadas las
q u i e r d a , con la derecha le asió del pes- gracias al Velludo y despedídose de la
cuezo con tanta fuerza, que no Is de. c o m p a ñ í a , que le prodigó cuantos dic-
j a b a gañir, y levantándolo en alto corno terios p u e d e n imaginarse, echaron a an-
quien alza u n a paja le arrojó de sí con dar a c o m p a ñ a d o s del capitán, que pa-
t a l fuerza, que el p o b r e diablo cayó recía tener m u c h a familiaridad y con-
d e s p a t a r r a d o en el suelo, a más de una fianza con Don A b r a h a m .
vara de distancia, sin movimiento.
C u a n d o llegaron a ver q u é tenía, la
sangre le salía a caños por OJOÍ y nari-
CAPITULO XXI
ces, m e d i o reventado del golpe.
Callaron todos maravillados, m i r á n - Con e) bálsamo curase
a sí mismo las feridas;
dose unos a otros, asombrados de la de esta manera íaWando
prodigiosa fuerza de su capitán, mien- facían más corta la vía.
tras éi, con la misma sangre fría y se- AnónircO'
renidad que si acabase de bebe? u n vaso
de agua, volvió a intimar sus órdenes La alegría del león q u e fuera de su
con m u c h a calma. Apresuráronse todos jaula se ve libre de pronto, corre
a p o n e r al pie de u n árbol c u a n t o ha- llano, traspasa el. m o n t e y atraviesa ci
bían quitado al j u d í o , y no fue el últi- bosque, a s o m b r a d o él mismo de no ha-
mo Zacarías, q u e presentó la caja de llar p a r e d ninguna q u e detenga su vo-
b o j , puesto que la bola de cristal no se l u n t a d , q u e ora m i r a al cíelo, ora ruge>
p u d o encontrar de ningún m o d o ha- sacude su m e l e n a , corre, para y s e es"

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SANCHO SALDAÑA 449

.reriiece de j ú b i l o , no es más viva q u e llo del señor d e Iscar? — p r e g u n t ó el


u del sabio j u d í o al verse libre d e j u d í o al cabo de algrín t i e m p o .
jcjuella h o r d a de caribes que inienta- —Como cosa de un cuarto de legua
La devorarle, y él en su corazón n o p u d o —respondió el capitán.
pjeiios de compararla con la q u e señ- —Creo que h a de ser p o b r e ese cas-
arían los israelitas cuando tragó el m a r tellano —dijo A b r a h a m con indiferen-
flojo los ejército de F a r a ó n . cia— y que sus vasallos se r e d u c e n a
.—El Dios de Jacob n o a b a n d o n a aun- sólo la guarnición de la fortaleza,
ca a sus elegidos — d i j o , después de u n -—Así es —replicó el V e l l u d o — ; p e r o
jato de profunda meditación. a u n q u e él n i yo no nos queremos m u -
-•-Bien puedes d a r gracias a Dios cho, debo decirte que es u n caballero
^respondió el V e l l u d o — , que si no como h a y pocos y que su tropa está
j]e20 a tan buena h o r a te tuestan como compuesta de veteranos de n o m b r a d l a .
i un cochinillo. — E l de Cuéllar tengo entendido q u e
—Sí, amigo mío — r e s p o n d i ó Abra- se las p u e d e disputar ai rev en p o d e r ,
liaiu—i veo q u e tienes a tus órdenes ¿no es así? — p r e g u n t ó el j u d í o ,
ícldacios más feroces que los del impío - - V e n í s bien enterado sin duda para
Xemi'od; pero tú eres justo y generoso, venir d e tan lejos ; es h o m b r e que p u e d e
v qui-íera pagarte con algo el servicio dar al rey mil lana as corno u n h o m b r e
que acabas de h a c e r m e . solo,
—Judío —replicó el capitán-—, yo co. Calló de nuevo el j u d í o , q u e n o pa-
DOÜCO tu buena voluntad y te lo agra- recía poner el mayor interés en la con-
dezco, pero he j u r a d o no tomar pre- versación, y el capitán, q u e no era hom-
mio c'e n a d i e sin haberlo m e r e c i d o ; lo bre de muchos recursos para sostener-
que he hecho por ti no h a sido arries- la, calló asimismo, y anduvieron algu-
gado, y ya sabes, a d e m á s , que m e iba nos minutos sin otro ruido que el can-
i mí poco en que te q u e m a r a n o n o . to del guía y las p a l a b r a s que usaba
—Sí, es cierto —respondió el j u d í o — , de c u a n d o en c u a n d o p a r a a r r e a r las
pero vosotros los cristianos no hacéis caballerías.
nada por n a d a , y cuando encontráis al- Serían entonces las dos de la t a r d e
gún israelita q u e desollar, parecéis pe- y el calor era irresistible. El h e b r e o ,
rros hambrientos en la codicia que te- que hasta entonces, en el exceso de su
néis de a r r a n c a r l e cada u n o u n peda- alearía, n o h a b í a cuidado de sus herí-
zo, Con tcdo, tú te has p o r t a d o hoy das, empezó a sentir tales dolores en
con piedad y has salvado J.a vida d e l sus espaldas que no p u d o menos d e
despreciado j u d í o . tirar del freno a la m u í a y pararse
—A mí —repuso el Velludo, m i r á n - p a r a echar pie a tierra. Su voz detuvo
dole con desprecio— m e basta m í espa- a sa com'tiva, que caminaba delante,
da para vivir h o l g a d a m e n t e , y no ten- v volviendo todos la cabeza a ver qué
: jo que andas; con b r u j e r í a s , t r a m p a s y les q u e r í a , le vieron cambiado entera--
eiuraños para llenar mis arcas como tú m e n t e el color, casi exánime y sin te«
' )' tu raza ; cuanto más que ye no soy ner fuerza apenas p a r a apearse. £1 Ve-
, amigo de despojar al r e n d i d o , lludo, que iba a su l a d o , le a y u d ó a
Dicho esto cesó la conversación, y desmontarse tornándole entre sus bra»
i
«¡;o rato c a m i n a r o n sin h a b l a r pala- sos y le condujo al píe de u n árbol que
"f'i. el Velludo con a d e m á n pensativo hacía alguna sombra allí a un lado con
í' el viejo h e b r e o dando tal vez alga- la misma soltura y facilidad que sí
^ órdenes a sus criados en mi idioma fuese u n niño chiquito. Los demás echa-
desconocido p a r a el capitán, mientras el ron, pie a tierra, y e n t r e g a n d o al m o z o
^ z o de espuela, q u e h a b í a vuelto a de muías las caballerías, se sentaron a
desempeñar su empleo, llevaba la mola su alrededor.
Qe
carga del diestro y divertía su ca- — B e n j a m í n , amigo mío -—dijo el he-
lino con sus canciones. b r e o con voz m u y debilitada y flaca,
-~¿Queda m u c h o aún p a r a el casti- dirigiéndose a u n o de sus criados—,
450 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

t r á e m e esa calabaza q u e va colgada del la Virgen de septiembre, hará v.


arzón de la silla, en q u e llevo cierto años -—respondió el capitán.
licor precioso q u e m e fortificará y dará — M u c h a fama tienes en todos
aliento p a r a seguir el camino. contornos — a ñ a d i ó el ludio— v «= . 8
E l criado se levantó p a r a obedecer- a la verdad q u e sea,..
l e , y habiéndole traído la calabaza, el Abraham se detuvo al llegar &„, •
j u d í o bebió u n trago y p a r e c i ó reco- i -i ? "H^i.
brarse. como si temiera desagradar al Vel]Uíl
finalizando su frase; pero éste, miran
— E s m u c h o h o m b r e m i b u e n Zaca-
dolé con cierta sonrisa desdeñosa ¡
rías —exclamó el cajjitán, m i r a n d o la
—Acaba — d i j o — . ¿Sientes q U e 6 e a
espalda desnuda del j u d í o , que se qui-
de u n capitán de b a n d i d o s , no es esto'
tó en seguida su gabardina—-. P o r la
No p u d o menos el j u d í o de estreme-
Virgen de Covadonga, que sólo ese mal- cerse del tono irónico del Velludo, que
dito hipócrita tiene a l m a bastante p a r a h a b í a e n t e n d i d o tan perfectamente lo
cometer semejante infamia. Si siquiera que dejó por decirles, y aquél prosiguió
te h u b i e r a n m a t a d o de u n golpe, pase, diciendo :
eso lo h a r í a c u a l q u i e r a ; pero aguje- —Sí tú, m a l h e b r e o , mirases los hom-
rearte de esa m a n e r a , voto a Santiago bres p o r lo que hacen y no por lo q lle
que no se me h u b i e r a ocurrido n u n c a . de ellos se cuenta, cualquiera mala opi.
En efecto, la espalda del j u d í o esta- n i ó n de m í q u e te h u b i e r a n hecho con-
ba lisiada de la sangre q u e h a b í a co- cebir por ahí debías haberla mudado
r r i d o de cuatro o cinco pinchazos q u e al ver mi c o m p o r t a m i e n t o .
en diferentes partes tenía. Ninguno era — Y o te j u r o y te protesto —respon-
más llorado de medio dedo, p e r o la san- dió A b r a h a m — q u e no he querido de-
gre se h a b í a a m o n t o n a d o y coagulado cir lo q u e tú has supuesto.
allí, y los labios que h a b í a abierto el —Basta de eso -—repuso el Velludo
cuchillo estaban ya negros, al m i s m o con a s p e r e z a — ; a vosotros los judíos os
t i e m p o que la p a r t e sana había toma- sucede lo que a las mujeres, que no
do u n color cárdeno como el de u n tenéis más q u e lengua y no podéis
lirio. Todos los criados del j u d í o hi- ofender.
cieron grandes pasmos al ver a su a m o A b r a h a m c a m b i ó la conversación y
tan m a l t r a t a d o , mientras éste, ya más continuó :
r e p u e s t o , con estoica i m p e r t u r b a b i l i d a d — H e oído decir que h a habido épo-
n o daba siquiera u n q u e j i d o , n o obs- ca en q u e has tenido a tus órdenes mil
t a n t e los agudos dolores q u e le afligían. quinientos, y a u n dos mil hombres.
— L a v a d m e esas heridas con este mis- -—Así es — r e p u s o el Velludo—; pero
m o licor —les 'd'jo, alargándoles la ca- no todos los tiempos son unos.
l a b a z a . Lo que habiéndose ejecutado, —-Eso h a b r á sido cuarudo las revuel-
hizo algunas hilas de su camisa, v mo- tas del rey don Sancho contra su pa-
jándolas en el bálsamo m a n d ó que las d r e . ¿ T e decidiste t ú por algún par-
entrasen en los agujeros. tido?
— P o r los dos y contra los dos mu-
H e c h o esto, volvió a vestirse con m u -
cho sosiego, dejando a d m i r a d o al Ve- chas veces, conforme m e convenía.
lludo de su serenidad y m a n e r a de cu- -—Ahora —prosiguió el hebreo pre-
rarse que había tenido, y m o n t a n d o oíra guntón— n o podrías poner tanta gente
vea cada uno en su m i d a prosiguieron sobre las armas.
su camino en silencio. — ¡ O h ! Y m á s ; lo que me falta es
dinero p a r a m a n t e n e r l a , pero dejar que
E l p r i m e r o que le r o m p i ó fue otra
se dé el grito por los Lacer...
vez el j u d í o .
— ¡ C h i s ! •—interrumpió el judío, po-
•—Calor hace, amigo V e l l u d o , p e r o n i e n d o el índice de su derecha en si»
tú ya estarás a c o s t u m b r a d o . ¿ H a c e m u - labios, indicándole q u e callase—- 1 r a
chos años que andas en este país? de una p i e d r a se suele esconder un hom-
— D e a q u í a u n m e s , p a r a el día de b r e —y volvió a u n lado y a otro la <"a*
SANCHO SALDAÑA 451

j, e za como receloso—. El señor de Cué- m o m e n t o de vista, entre tanto que los


Uar creo q u e es m u y t e m i d o en estos viajeros, después de h a b e r r e s p o n d i d o
contornos —continuó p r e g u n t a n d o . a la señal del castillo, empezaron a su-
-—Será temido de quien le lema —res- b i r la eminencia.
pondió el Velludo cotí altivez. • E l centinela que les dio la voz de alto-
—-Ya; p e r o si a q u í . . . supongamos, comunicó a Ñ u ñ o la respuesta del ju-
}o que sin duda está lejos de suceder, si dío, diciéndole q u e era un médico ex-
a qtií se sublevara algún pueblo o m á s , tranjero q u e pedía permiso p a r a hos-
¿1 solo con su gente bí>stíiría quizá a so- pedarse hasta que refrescase la t a r d e y
focar la insurrección. ¿No es cierto? pudiese seguir con más comodidad si*
—-Lo que él h a b í a de c u i d a r sería de ; camino.
no perecer en su intento si t a l trataba — E s e será algún c h a r l a t á n — d i j o el
.-respondió el capitán-—-, y más si an- cantor, q u e acertó a estar por allí— y
daba en la danza quien yo m e sé. que vendrá a h o r a a echarla de m é d i c o .
—¿Y p o r qué? Basta que el poeta dijese que era im
— P o r q u e sí -—repuso el Velludo— ; charlatán p a r a que Ñ u ñ o sostuviese lo
porque si tú tienes tus secretos, tam- c o n t r a r i o .
bién yo tengo los míos, y a h o r a , adiós, — ¿ Y de d ó n d e sacas que ha de ser
que ya a q u í n a d a tenéis que t e m e r y u n c h a r l a t á n ? —replicó lleno de enfa-
yo me vuelvo con mi p a r t i d a . do—-. No sabéis m á s que p o n e r faltas.
Pues yo estoy seguro q u e te equívocas^
—Loado sea el Dios d e nuestros pa-
y apostaré ciento contra u n o a q u e es
dres que al fin de tantos peligros nos
un excelente m é d i c o .
ha traído a puerto de salvación —dijo
— T a n sabio como tú. ¡ J a ! ¡ J a ! — r e s -
el judío a t i e m p o q u e llegaron al p i e
pondió el cantor soltando u n a carcajada,
del cerro sobre que está fundado el cas-
tillo de Iscar—. Buen h o m b r e —conti- — N o , será im b u r r o ; basta q u e tú
nuó, dirigiéndose al c a p i t á n — , no te va- lo digas — r e s p o n d i ó Ñ u ñ o con cólera—.
yas, que no se h a de decir que te apar- El demonio del m e n t e c a t o , ¿ p u e s n o
taste de mí sin d a r t e siquiera u n a pe- se le ha m e t i d o en la cabeza que h a
queña p r u e b a de m i agradecimiento. de entender de todo?
Toma esta caja — a ñ a d i ó , alargándole —No se p u e d e h a b l a r contigo — r e s -
una muy p e q u e ñ a de m a d e r a llena de pondió el poeta— sin reírse de tus ne-
un ungüento aromático—, ahí tienes lo cedades.
que no se compra con todo el oro de —-Ni contigo —repuso Ñ u ñ o — sin ram-
Salomón. Si alguna vez te h i e r e n , por b l a r . B a j a d el p u e n t e levadizo y q u e
peligrosa que sea la h e r i d a , no dudes entre —prosiguió, dirigiéndose al cen-
que al m o m e n t o se cerrará con solo que tinela—, y veremos si es o no tan h u e ü
apliques u n poco de esa composición médico como m e pienso.
milagrosa. — M i r a , lo que te encargo es q u e
—Hombre h a b r í a - - r e s p o n d i ó el Ve- experimentes su ciencia en otro prime»
lludo—- qxíe sería más escrupuloso q u e ro q u e en Don H e r n a n d o —dijo el poe-
yo en aceptar tu regalo y q u e daría por ta—, n o sea q u e . . .
cierto que había en él algo d e m a g i a , — H a r é lo q u e m e dé la gana — r e -
lo cpie yo ni d u d o ni creo. P e r o a m í plicó Ñ u ñ o .
me parece que m e lo das de b u e n a gana j Con esto, y h a b i é n d o l e obedecido h;
)' no debo desconfiar de ti. tropa, el j u d í o , sus criados y caballe-
— l o te juro ctue todas las coronas rías e n t r a r o n en el castillo, coa g r a n d e
oe ios monarcas del m a n d o no papan asombro del caníoi' 3 q u e al ver la des-
la
s virtudes que encierra ese u n g ü e n t o . envuelta frente y aspecto pensativo de
ks una de las .bendiciones que Dios fe don A b r a h a m , no p u d o menos de te-
Sirvió echar sobre su p u e b l o . m e r verse chasqueado en su contienda
Diciendo así, t o r n a r o n a d e s p e d i r s e ; con Ñ u ñ o , de lo que éste en a d e l a n t e
e
' Velluido se guardó su caja en el go- no dejaría de aprovecharse p a r a zahe-
rt
°i y alejándose de ellos se perdió al rirle.

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452 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

CAPITULO XXII sillo de su gabardina u n pomito de K


r r o oloroso que destapó y echó
E llegad-o al puerto de Alejandría, la copa dos o tres gotas de algún elí
el físico astrólogo en ella salía,
e a mí fue llegado cortés con amor, xir que contenía, hecho lo cual lo
«El lib. del Tesoro» Alfonso X.
volvió algunos minutos con una plvun
y se lo dio a b e b e r al enfermo. Mandó
en seguida q u e le arropasen b i e n
El j u d í o subió a u n salón del cas-
cerrasen las p u e r t a s , sin dejar entrar
tillo a c o m p a ñ a d o de Ñ u ñ o , adonde a
n a d i e , encargando sobre tedo qu e n o
poco rato le sirvieron algunos refrescos
se metiese ruido po-r .allí cerca, pues e ]
y varios manjares que satisíacieron su
h e r i d o iba a hacer u n sueño, que si no
apetito y a p a g a r o n su sed. H e c h o esto,
era i n t e r r u m p i d o le daría la salud
pidió ver al señor de la fortaleza, de
cuya enfermedad le había informado ya Obedecieron todos sus órdenes y sa-
Ñ u ñ o mientras comía, dando rienda lieron cuantos a h í estaban, menos i\uño
suelta a su deseo de h a b l a r en la dete- que se encargó de velar a su amo
nida p i n t o r a que le hizo del estado pe- por si despertaba o necesitaba de al-
ligroso de Don H e r n a n d o . El j u d í o le guna cosa.
h a b í a escachado en silencio, y luego Pasáronse así cuatro horas, que Don
q u e h u b o acabado Ñ u ñ o , salieron del H e r n a n d o d u r m i ó de u n tirón, y cuan-
cuarto y se e n c a m i n a r o n a la habitación do Ñ u ñ o «alió a avisar a Don Abra-
del h e r i d o . h a m que viniese, halló al enfermo fuera
Acababa éste de salir de uno de aque- de todo peligro, recobradas en parte las
llos delirios que le sacaban fuera de fuerzas y deseando saltar de la cama.
sí, y estaba entonces con bastante razón —Voto a Luzbel —dijo cuando vio
p a r a responder acorde y tomar p a r t e en entrar al m é d i c o — , que cura más mi-
cualquiera conversación, por lo que el lagrosa no se ha hecho en la vida; voy
sabio hebreo se acercó sin temor a su a l e v a n t a r m e de la cama ahora mismo,
cania, y después de las generales de en- y m a ñ a n a creo que ya podré mentar a
t r a d a , p a l p a r l e la frente y tomarle el caballo.
pulso, se sentó j u n t o a él a la cabecera. •-—Y en seguida m a n d a r que te abran
•—Tu mal —le d i j o — proviene más d e la s e p u l t u r a —respondió con mucha cal-
la agitación en que está t u espíritu que nía el judío—-. Si tal hicieras creería
de ninguna indisposición física, y lo que lo habías hecho por quitar la íama
p r i m e r o que hay que hacer a h o r a es al irédieo y que eras h o m b r e desagra-
cortar la calentura, p a r a acudir después decido,
a les remedios que necesita tu alma. — ¿ C o n q u e todavía tengo que estar-
-—-.£] remedio único es la venganza m e a q u í un mes? ] Cuerpo de Cristo,
—respondió el enfermo—« y no h a y mé- Cfue más quisiera en ese caso haberme
dico que m e cure si no p u e d e propor» m u e r t o y estar ya comido de los gusa-
clonarme los medios de satisfacerla. nos I
—Quizá te traiga yo ese remedio — r e -
—Sosiégate —repuso Abi'aham—, qi"'
plicó el j u d í o — , y tai vez tengo en mi
p r o n t o te has de alegrar de estar vi\o
.mano el darte lo que tú m á s deseas.
más de lo q u e tú crees.
— ¿ S í ? —repuso el señor cíe Iscí-rr, íi>
eorporándose en. el lecho—, P u e s de- .Í. m i h e r m a n a ? ¿Y el ladrón de
1 11!tí
vuélveme el h o n o r y haz q u e lave el laldaí ana s ¿ V mi venganza? ¿Qué "
b o r r ó n qi>.e sobre m í tengo con la san- dios son, judío, esos que m e prometiste
gre de mí enemigo. p a r a vengarme de m i enemigo?
—Sosiégate y no pienses por a h o r a Ya veo —replicó A b r a h a m — <luc Ul
en eso —respondió el médico-—; p r i m e - enfermedad ha degenerado en locura*
ro es curarte, y después veremos lo q u e y en ese caso es inútil hablarte de w
hemos de hacer. comisión que m e ha traído a tu castillo-
Y h a b i é n d o l e t r a í d o uno de los cria- — ¿Una comisión? —preguntó el £e"
dos u n a copa con agua, sacó de u n bol- ñor de Iscar con extrañeza—. ¿ L l i a c0 "
SANCHO SALDARA 453

misión? T ú , u n médico, ¿ p a r a raí? de ni P a p a q u e nos descomulgue, y ter-


• Tal vez de Aragón? Acaso... P e r o n o , cero y ú l t i m o , encomendar el m a n d o
e] que yo esperaba no es médico. de las tropas leales al que eligiesen los
—Hay m u c h o s q u e son más de Jo q u e principales caudillos, haciendo de m o d o
parecen —replicó el j u d í o — y otros que que esta elección cayese en don Her-
parecen lo que no son. Con todo, lo n a n d o de Iscar, a quien seguramente
e5 encial a h o r a es que recobres tu juicio,
mirarían todos como a su jefe.»
v hallarás tal vez en m í al que aguar- Todas estas delerniinaciones y otras
drbas. varías estaban tomadas p e r dos reyes al
— ¿Eres tú el j u d í o don A b r a h a m , parecer en paz con .Don Sancho, puesto
jiieBsajero del rey de F r a n c i a y del de que su. n o m b r e no a n d a b a , como se
Aragón, y a quien m e dijeron h a b í a n suele decir, de oficio en ninguna de
encardado que se avistase conmigo? ellas, y ellos p o d r í a n echar el cuerpo
—Cier tómente, el mismo — r e s p o n d i ó fuera cuando tedo saliese m a l , lo q u e
e ] j u d í o — , y aquí tienes —pñad.'ó, alar- hacía algo peliagudo el cargo del di-
aárdole unes n e r ^ a m i n e s crue traía en.» plomático.
rollados en la ir ano izquierda— ios tí- Tal era esta intriga, que p r u e b a lo
tulos de mi e m b a j a d a . antigua que es en el m u n d o esa tan
—1S0, te excusas de dármelos -—repli- poderosa ciencia de la m e n t i r a , la tra-
có el caballero—, p o r q u e no sé leer y ; moya y la desvergüenza, que ha valido
además, te creo como si lo leyera. íímfa fama a nn p r í n c i p e alemán de
Fl j a d í o le echó tina m i r a d a entreve- nuestros días y a otros varios manuíac*
rada de desprecio y lástima, como apia- turaros de protocolos.
dado de su ignorancia. .Era nuestro judío u n o de aquellos
—Así es —le d i j o — ; vosotros, los ca» he'.ubres a quien sí h u b i e r a vivido en
bal!eres cristianos, desdeñáis cultivar la nuesiro tiempo h u b i é r a m o s h o n r a d o
par's i r á s n o b l e y en que m á s seme- con el título pomposo de grande h o m -
janza tiene el h c r r b r e con la divinidad, bre y q u e no h a b r í a dejado de dar q u e
v os ejercitáis en juegos de fuerza y hacer ú l t i m a m e n t e y de medírselas con.
en los demias oficios en que más rela- el veterano Talleirand o por otro n o m -
cione" tiene con los animales. bre el embrollo personificado, a ha-
—Palabras son esas —respondió el ca- ber tenido la dicha de vivir en este si-
ballero m i r á n d o l e — que si no las hu- glo y la sobre todas digna de envidia
biese dicho m i médico y m i aliado le de ser m i e m b r o de la conferencia de
había de h a b e r costado a o'ro cualquie- Londres. Sabía perfectamente la cuenta
ra una hinchazón de pescuezo; pero q u e le esperaba si su empresa p r o b a b a
¡as has dicho tú y te p e r d o n o , a d e m á s , mal, en cuyo caso tanto Su Majestad
por lo p e c o entendidos que sois los Monsieur rey de F r a n c i a como su al"
judíos en lo q u e nosotros l l a m a m o s tesa el de Aragón le dejarían en las
honra. as-as del toro, sacrificándole, si erg
Dicho es*:o, A b r a h a m , sin r e s p o n d e r preciso, para que no se interrumpiese
¡whbra, empezó a leer, traduciendo del en ninguna m a n e r a la b u e n a a r m o n í a
lalín, los encargos principales de su co- que reinaba entre estos dos monarcas
misión, que reducidos y eompc-üíHadoS ; y el de Castilla.
venían a ser los siguientes : «.Primero, F i g u r á b a s e , a d e m á s , el astuto h e b r e o
ver>e con los conocidos por enemigos que su a m o , el de Aragón, quería me-
*•?• Sancho el B r a v o ; segundo, h a b l a r - j o r hacer m a l al de Castilla que p r o -
'e~ de les Lacerdas, hijos del p r í n c i p e teger los de la Cerda, a quienes tenía en*
Uon F e r n a n d o , y obligarles a t o m a r las cerrados en j á t i v a , m á s en calidad de
a
nnas en su favor contra Don Sancho, presos que de príncipes aliados, v así
a f
piien se debía destronar, proclaman- por esto como por no exponerse había
¡ "o por su rey al m a y o r de los dos her- tomado sus medidas p a r a complacer a l
manos, sin duda p o r aquello d e que no que le enviaba y no p e r d e r la cabeza
n
°5 ha de faltar nunca rey que nos man- ¡ en caso de que estallase a mala hora
454 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

la proyectada conjuración. Muchos plicarse sus fuerzas, y exclamó lleno i\


e r a n , no obstante, los p a r t i d a r i o s , ya entusiasmo:
ocultos, ya declarados, de los nietos de —Mañana mismo es preciso rorree
Alfonso el Sabio, p a r t i c u l a r m e n t e en \ ' o t o a tal que no esperaba yo q U e j u
Castilla, donde h a b í a de r o m p e r la re- tan p r o n t o ; p e r o , en fin, ya H e g 0 e j
volución, por lo cual y las buenas tro- día en que nos veamos segunda vez
pas q u e podían aquéllos poner en ar- caballo.
m a s , así como el p o p u l a c h o , en todos
—Tranquilízate—respondió el j u ,
tiempos amigo de alborotos y m u d a n -
dio—y ten más juicio y prudencia si
zas, q u e sin d u d a engrosaría sus filas,
has de e n c a m i n a r t u empresa a buen
era dudoso a cuál de los dos partidos
fin, p o r q u e de lo contrario creeré que
daría razón la victoria.
n o vales p a r a m a n d a r , sino para obe-
M u c h o tiempo h a b í a pasado desde decer, y se lo esci'ibiré así a mi rev.
q u e comenzó esta t r a m a , y las p r o m e -
— P o r vida del Cid, maldito judío
sas hechas por segunda m a n o en n o m -
q u e si no m i r a r a a Dios, estoy por hacer
b r e del rey de A r a g ó n , ya de a y u d a r -
en ti u n e j e m p l a r — r e p u s o el caballero
les a m a n o a r m a d a , ya d e protegerles
con i r a — ; p e r o . . .
e n caso de algún revés, h a b í a n p r o d u -
cido el efecto q u e se deseaba, a n i m a n - —Cuanto vas diciendo —replicó
d o a los indecisos, fortaleciendo a los A b r a h a m , sin alterarse—prueba más
tímidos y d a n d o m a t e r i a a los animo- cada vez tu inutilidad p a r a el mando, y
sos p a r a que inspirasen confianza a to- ya veo que tus razones desmienten la
dos y extendiesen voces y noticias q u e fama q u e te r e p u t a de h o m b r e capaz.
i e n í a n alborotada la gente. E l caballero hizo u n movimiento in-
E r a el de Iscar, como p u e d e s u p o n e r corporándose sobre la cama como si in-
e l lector, u n o de los p r i m e r o s y más tentara arrojarse al atrevido hebreo,
Intrépidos conspiradores contra D o n p e r o r e p r i m i e n d o su cólera lo mejor
S a n c h o ; su valor, y sobre todo la ñora- que s u p o , n o p u d o menos de avergon-
b r a d í a de su p a d r e , no sólo le h a b í a n zarse de sus arrebatos al ver la impa-
a t r a í d o a la m a y o r p a r t e d e los señores sibilidad del j u d í o , cuyos penetrantes
ojos, clavados en él, le hicieron bajar
castellanos descontentos de Sancho el
los suyos y c a m b i a r de color.
B r a v o , sino t a m b i é n la atención de los
dos reyes sus protectores, que preferían —Tienes razón, A b r a h a m , mi carác-
e n t e n d e r s e mejor con él q u e con nin- ter es m u y p r e c i p i t a d o y a veces in-
g ú n otro, y h a b í a n comisionado p a r a j u s t a m e n t e colérico—dijo, después de
llevar el ultimátum al sabio j u d í o , no u n largo silencio—-. T ú eres más apto
q u e d a n d o ya otra cosa q u e hacer q u e que yo p a r a m a n d a r ; dirige tú esta em-
e n a r b o l a r la b a n d e r a de la rebelión y presa, que yo seguiré tus consejos.
r e u n i r al m o m e n t o a los conjurados. — L a docilidad en ciertos casos equi-
Todos ellos estaban dispuestos y pron- vale al talento, y en éste servirá para
tos p a r a el día q u e se señalase, y el que yo temple con la nieve de mi avan-
p u n t o de r e u n i ó n , siendo el castillo de zada edad el a r d o r n a t u r a l de la tuya.
Iscar, la guerra debía empezarse p o r la Conozco tu entusiasmo por la justa cau-
t o m a del fueríe de Cuéllar, cuyo dueño sa q u e defendemos, tu valor y los mo-
era el único enemigo temible q u e ba- tivos particulares q u e te punzan pa r a
h í a en aquellos contornos. desear q u e llegue cuanto antes la hora
C u a n d o A b r a h a m concluyó su lectu- de la venganza, pero ni tú estás en dis-
r a y manifestó al de Iscar los m u c h o s posición de calarte el casco ni están
recursos con que se contaba, así de di- todavía reunidas las fuerzas con q u e
n e r o como de pertrechos de guerra, la contamos, y no es de tan poca monte
ambición y el deseo de vengarse ani- el bienestar de la p a t r i a que asi s e
m a r o n de tal m o d o el corazón del in- arriesgue nuestra causa a perderse com-
t r é p i d o caballero que la alegría le re- p l e t a m e n t e y sin esperanza para el p o r "
b o s a b a por todo su cuerpo, sintió du- venir, cuando p u e d e ser casi seguro el

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SANCHO SALDAÑA 455

{jíiinío si tenemos paciencia por drón, no deja de tener cualidades bas-


uDos días. tante raras en los de su oficio. Es va-
_-¡Paciencia 1 —exclamó, mordiendo- liente, sagaz, y yo tengo una p r u e b a
ge los labios, H e r n a n d o — . ¡ Cómo h a reciente de la b o n d a d de su a l m a .
¿e ser! —prosiguió. —No m e hables más de ese h o m b r e o
—-Paciencia, sí, señor, paciencia—pro- reñimos —repuso el señor de L,car con
siguió el judío—• E n p r i m e r lugar, es í m p e t u — . P o r vida d e . . . ¿ r e u n i r m e yo
preciso a g u a r d a r a q u e se r e ú n a n los con u n b a n d i d o ? ] O h ! Es demasiado
aliados y sepamos así por nuestros mis- exigir, cuanto má.s q u e , a u n q u e por m í
mos ojos la fuerza con q u e contamos, no fuera, no habría un noble que no se
v en segundo, esperar la respuesta del apartase de nuestro p a r t i d o en c u a n t o
je Lara, que p o r costumbre o p o r gus- supiese que semejante canalla compo-
to no h a y a ñ o q u e n o se rebele dos nía p a r í e d e nuestro n ú m e r o .
veces conira su rey, y a quien el rey de •—Muy equivocado estás—respondió el
Aragón ha escrito, sabedor de sus dis- j u d í o sonriéndose—; al contrario, elloa
gustos con el d e H a r o , p r o m e t i é n d o l e mismos h a n sido los que m e h a n pro-
mil mercedes y el castillo de Albarra- b a d o la necesidad que tenemos de él.
fín si se pone d e nuestra p a r t e . P o r lo — P u e s entonces digo que tales caba-
demás, como nuestro p r i m e r objeto debe lleros n o lo son y que no hay que con-
¡er reunir m u c h a geníe, no será malo tar conmigo —replicó Don H e r n a n d o
al mismo t i e m p o que se trate con el con entereza.
Velludo. — E n ese caso—repuso el j u d í o — q u i e -
—¿El Velludo? — p r e g u n t ó el de Is- r e decir q u e abandonas tu propia causa
car con ceño. y te olvidas d e l testamento de Don Al-
—Sí; el Velludo es un capitán de la- fonso, que dejando a sus nietos por he-
drones -—prosiguió el j u d í o , sonriéndo- rederos os obliga a los grandes a sacri-
se—, p e r o tiene m u c h o n o m b r e en este ficar todo en defensa de sus derechos
país y p u e d e p o n e r de dos a tres m i l legítimos.
hombres sobre las armas c u a n d o se — N o es eso, no m e separo ; p e r o quie-
ofrezca. A d e m á s , es valiente y... r o decir que yo solo t o m a r é las a r m a s
—Por la Virgen —gritó H e r n a n d o , sin y m e declararé contra Don Sancho sin
; poder contener su cólera—-, que no m e
necesidad que n a d i e m e a y u d e .
habléis de semejante canalla, y j u r o a — ¿ Y tu venganza?
Dios que no m e m e t a yo en n a d a y eche — ¡ Mi venganza! —exclamó H e r n a n -
lodo a r o d a r si tal b r i b ó n ha de venir do—-. ¡ Cómo ha de s e r ! La tomaré yo
a alternar conmigo. ¡ I n f a m e ! Que le h e solo o m o r i r é .
de ahorcar a él y a todos los demás de El tono con q u e p r o n u n c i ó estas pa-
su cuadrilla o m e h e de b o r r a r el nom- labras dio a conocer .al judío el carác-
bre que tengo. A b r a h a m , mira b i e n lo ter duro y tenaz del h o m b r e con quien
que dices, p o r q u e esa gente ni tiene ley t r a t a b a , p o r lo q u e sin h a c e r l e más re-
ni rey, y en cuanto a valientes, el ca- flexiones cambió de conversación.
ballero de menos á n i m o es capaz de — P a r é c e m e — d i j o — q u e dentro de
nacer correr en campo abierto mil j u n - quince días a lo más tendremos reuni-
ios de esa villana ralea. da toda nuestra gente de guerra. Ello
—Tienes razón —replicó el j u d í o , lúe- es preciso empezar cuanto antes, por-
9
? que H e r n a n d o desfogó su cólera—. que o Don Sancho está ya en Vallado-
J sé también que tienes motivos m u y lid, o debe llegar hoy m i s m o , pues creo
¡u$tos para aborrecer al V e l l u d o ; sé, q u e tiene algunas noticias de nuestra
winás, que cierta clase de gentes ha- trama.
Ce —Ya he dicho — d i j o el de Iscar— que
n más d a ñ o q u e provecho en cual-
^ier parlido a q u e p e r t e n e z c a n ; p e r o , si p o r m í fuera saldríamos a c a m p a n a
!la
embargo, la m u c h a gente es nece- m a ñ a n a mismo. Esta noche d e b e llegar-
aría cuando se trata de pelear, y el nos algún refuerzo y varios nobles de
'«Iludo, a u n q u e a la v e r d a d sea u n la- ] las cercanías con la t r o p a que h a n re-
456 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

chitado, Don Sancho tiene entreleuida aigo en que hubiese peligro. En P?l „-
• .-i *no
la mayor fuerza -de su ejército en An-
de m u . . .
dalucía, d o n d e andan revueltos los mo- — ¿ H a y algún tintero en el castilla
r o s , y la guarnición del castillo de Cué- — i n t e r r u m p i ó el de Isear.
llar, a u n q u e bastante n u m e r o s a , ni es — ¿ T i n t e r o ? —repitió con mucha ex-
te.nible ni tiene u n b u e n jefe, a no ser írrmeza Ñ u ñ o — . P o r vida mía q u e p
que Sancho Saldarla saliese menos he- instrumento de q u e he hecho muy p 0 c
rido que lo que yo creo cíe nuestro de- uso en m i vida. Tengo cerca de seienia
safío. ¿«ños y creo q u e no h e visto mái q Ue
—Calma en determinar y m u c h a ex- u n o , que es el que tiene nuestro ca-
pedición y presteza en ía ejecución es pellán.
lo que nos es ahora más necesario — r e - —No h a y para qué buscar tintero
p u s o el h e b r e o — ; sobre todo yo es pre- —replicó el j u d í o — ; yo traigo aquí el
ciso q u e vea esta noche a esas gentes m í o , que gracias a que es de cobre no
que aguardas y iú que descanses y que so m e h a estropeado en mis últimas
t u esp'riíU se sosiege, si has de tener aventures. Voy al cuarto donde he ro-
p a r l e en nuestras deliberaciones. m i d o y escribiré; tú puedes dar los re-
— P i e n s o que no dejaría de ser útil ejidos •de p a l a b r a a este h o m b r e —con.
enviar un expreso a los oíros q u e h a n i'iísuó, dirigiéndose a D o n Hernando—,
de venir m a ñ a n a a fin de qne apresuren La oscuridad va e n t r a n d o , y a mi ver
su m a r c h a . ha de ser ya cerca de p r i m a norlie a lo
menos. De a q u í a una hora podrá po-
— ^ s t o y en ello, ¿ P e r o tienes algún
nerse en camino, que ya tendré yo es-
h o m b r e de tu confianza q u e . . . ?
critas las cartas.
—Mi fiel Ñ u ñ o , por quien p o n d r í a
Dicho esto salió de la habitación. <!e-
las ffinios en el fuego, seguro de n o
j a n d o a Ñ u ñ o con su señor, quien le
quemármelas.
enteró de todo con m u c h a satisfacción
—Me parece u n poco h a b l a d o r — r e - del b u e n viejo, que casi lloraba de «ozo
plicó el i n d i o — . y p o d r í a craizá c h a r l a r al ver cuan cerca estaba el día de vol-
más de lo que sería conveniente. ver a enristrar lan¿a, y al mismo tiem-
•—!S!o temas por eso —respondió el ca- po m u y pagado de la confianza que su
b a l l e r o — , que yo salgo fiador de su si- señor le hacía encargándole tan impor-
lencio. T ú q u e sabes escribir le darás tante misión.
por escrito los mensajes que h a de lle-
var a los que yo te diré que saben leer,
que creo son dos o tres, y en cuanto a CAPITULO XXIII
ios otros, él tiene b u e n a memoria y se
los dará de p a l a b r a . CAPITÁN
Este bastón, por quien todos
E l j u d í o m e n e ó l.i cabeza en señal de unánimes te obedecen,
que convenía, y H e r n a n d o llamó a Í U es la respuesta que traigo;
ya nuestro caudillo eres.
fiel JNnño, cuya voz se percibía en otra
sala, como si mantuviese alguna dispu- DUQUE
ta muy acalorada con u n enemigo n o Gustoso, amigos, lo admito,
menos testarudo que él. Los gritos eran y tanto me desvanece
el mandar soldados tales,
ta'es que h u b o de llamarle su amo dos que a las vuestras y a mi frente
o tres veces antes de recibir n i n g u n a el verde desdén de Dafne
aun no fecunda laureles.
respuesta, hasta q u e por fin se le vio Más vale el hombre que el nombre
entrar todavía s u d a n d o , sin d u d a de lo Bances Candamo.
m u c h o que había .gritado.
— H a y u n a comisión que d e s e m p e ñ a r , Todavía no empezaba a amanecer
m i b u e n Ñ u ñ o —le dijo H e r n a n d o — , y cuando el sonido de u n a trompeta anun-
•de aquellas un poco arriesgadas que a ció la llegada al castillo de las tropa?
ti te gustan. q u e ss a g u a r d a b a n , y el centinela»
—Así es, s e ñ o r ; vuestro p a d r e siem- habiendo dado el aviso, bajar"»
p r e me escogía c u a n d o se trataba de algunos h o m b r e s de armas a recono c e r '
SANCHO SALDARA 457

toj. Comunicada la seña con que se en- con Saldan a, y en que h a b ' a peleado
tfiiclííin los conspiradores, se echó el con tanta igualdad con u n h o m b r e que
«líente levadizo al m o m e n t o , y de allí tan n o m b r a d o era por sus fuerzas v ex-
j, poco resonó el patio del castillo con t r a o r d i n a r i o valor, todo lo cual aumen-
]a¡; armas y estrépito de h o m b r e s y de taba eí respeto y el interés q u e su ga-
jabfd'C3 que traía, en n ú m e r o de dos- llardía y r o b l e ánimo podían i n s p i r a r
cientos y oíros tantos de a pie, el jo- por sí solos.
ven señor de T e r o , crue, desconíerto del —Caballerea —difo, después de sen»
re v, bahía abrazado el p a r t i d o de los 1ar?e en un sillón cine u n paje le ha«
¿P ja Cerda. bía acercado—, a a r a n d o b o ^ r c 'supo
O'ro.s varios ser; ores fueron llegando que mi casídlo bava sido elegido por
asaiiis'no, ya con m i s , ya con m e r o s p u n t o de remv'óu e's íam m ' r é m Y e " ca-
pii'iiero de tropas bajo su m a n d o , de •pitones, ?<.'ada tejido eme de^i" r -s de la
fueri'e uue el castillo se transformó en irsticia d e i.'ues'ra causa n i de las pT.am
poco t i e m p o -de u n rapar de r e t b o , des venír-jas eme p u e d e p r o m e t e r l e C?s«
;
riiarreaid^ de alumnos róeos ve/erarins,, illa si la victoria prcteo-e,. cerno es f'e
1
pn iva ruidosa nlaz.a de armar lleii' de esperar, nuestros estandartes v esta"do
sold"H".« r'e todas 'oartes v donde todo r'efer:rinados a vencer, eme .asi será sin
er;i entmi^smo, voces v preparativos de duda, con POCO ene- avílele !a s r e r ' e
oi'evm, C o l e á r o n s e todos lo m e i o r une nr-es/ra osndía. r a s o en silencio los
pnfHe.ron en las a r c h a s cuadras del fuer- "Tundes recursos eme r o s ofrece el rey
te, eme por eí cor''o n ú m e r o de la ¡juar» de Ara pon y de F r a n c i a , con cuva amis-
n'cién es'abpn desocupadas, con .oran- tad v alcanza sé crue podemos c o ^ ' a r :m>
de aV.^ra de todos., erre aúneme la ir?» j á m e n t e , p o r q u e no hay necesidad de
vor p a r ' e , sin saber fijamente ñor qué dar ánimo a corazones t?n generosos
era a r u e l m o v i m i e n t o , p r e s u m ' a n eme como les v r es-ros, y sólo creo que de-
iba a haber rmerra, y esto bastaba p a r a nenies d e m r m i m r c u a n d o y con orné he-
len^rl^s contentos. cho de armas hemos de dar p r m r i p i o a
Luepo q u e amaneció deió el j u d í o la empres° de t a r t a gloria. V o s " ' r c s , en-
riiM en eme haría dos horas que se tre quieres veo con gusto capitanes cu-
]>."bía acostado, y después de recorrer biertos de canas v cicatrices, ilustres íme-
b<¡ cuadras e informarse ñe\ n ú m e r o deI rreros llenos de valentía v ele experien-
troras orne h a b í a venido, pasó P ! cuar- cia, vosotros debéis decidir en m a / e r i a
to fie' enfermo, a quien halló tan con- tan a r d u a , puesto que del principio de
valecido q u e le dio su permiso p a r a nuestras operaciones depende, sin d u d a ,
que se levantase cuando quisiera. No el b u e n é r i t o de nuestras planes,
amardó Don H e r n a n d o a que se Jo re- E n diciendo así tendió la vista a su
pitiese segunda vez, sino que saltando alrededor, m i r ó después al j u d í o , que
en el mismo instante del lecho, empe- parecía, a un la-do imry pensativo, y
zó a vestirse al m o m e n t o tan alborozado aguardó a que alguno diese su perecer
y aleare como u n niño que va a estre- sobre la cuestión que les había pro-
nar un vestido. puesto. El p r i m e r o que t o m ó la p a l a b r a
Cuando h u b o acabado tomó el brazo fue el j u d í o , y dijo :
del cantor, y r a z o n a n d o con el j u d í o . —Valientes capitanes, generosos de-
que le a c o m p a ñ a b a , salieron juntos del fensores de la orfandad desvalida., si m í
ttiarto y se dirigieron a otra sala, en b a r b a blanca como la de nuestro pa-
aon.de estaban reunidos ios jefes de las dre A h r a h a m . . .
•ropas recién llegadas. Todos se pu- Todos hicieron u n «resto de desagra»
sieron en pie en cuanto entró para sa- d o , y el judío pro.sip.uio i
ludarle ; su rostro noble y su marcial •—Si. m i carácter de enviado ele los
Cr
>ntieente le daban cierto aire de su» dos poderosos reyes de Árapón y de
Prioridad d o n d e quiera que se presen- F r a n c i a me clan derecho para h a b l a r
t a . Añadíase a esto su palidez y la : delante de vosotros v dar mi p a r e c e r
'ama del combate que había sostenido 1 acerca del p r i m e r paso q u e h a d e darse

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458 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

al estallar nuestra conspiración, falta- y otro caminan j u n t o s . E l mayor


ría yo a la confianza que hacéis de roí ene.
migo nuestro en este país y el m i o
si os oculíase m i opinión o la disfrazase d u d a , se o p o n d r á a nuestra marcha d
por miedo de disgustaros. E m p e r o , c i d í d a m e n t e es el conde de Saldaña
cuando contemplo delante de m í tantos ñor del castillo de Cuéllar. Esle
y tan ilustres campeones criados en las tillo, inexpugnable a m i entender r)n"
a r m a s , maestros en ardides de guerra y la fortaleza de sus m u r a l l a s , cuenta adp
tan famosos por su valor como por su m á s , dentro de ellas más de ocho a die?
experiencia, no p u e d o menos y o , u n mil h o m b r e s de armas q u e le guarne-
p o b r e j u d í o , que h a dedicado t o d a su cen, y p u e d e , en caso preciso, contener
vida al retiro y al estudio de las cien- otros tantos en pie de guerra si su se-
cias, que por su religión y su clase n o ñor quiere a r m a r a los jóvenes de ] a
p u e d e j a m á s compararse con el más ín- ciudad. Y a veis, señores, que apenas
fimo de vosotros... contamos noío'.ros con la mitad, pero no
Los ojos de todos se volvieron a él creáis q u e esta razón y otras muchas que
con desprecio. por ahora callo las presento con hilen-
—No p u e d o menos, repito, de t u r b a r - ción de que retardéis vuestro alzamien-
m e , y m e faltan palabras con q u e ex- t o ; al contrario, sé m u y bien que tal
p r e s a r m e , asombrado yo m i s m o de m i d e m o r a , lejos de estar en nuestro pro-
atrevimiento. P e r o como el bien de la vecho, estaría en el de nuestros enemi-
causa que defendéis es sin duda el tíni- gos, q u e así t e n d r í a n más medios de pre-
co móvil cíe mi t e m e r i d a d , p a r é c e m e p a r a r s e , y no se m e oculta que es ya
q u e m e siento con fuerzas bastantes demasiado pública nuestra conjuración
p a r a superar tamañas dificultades, así p a r a volver el pie atrás o hacer alto en
como el joven David se halló siíb i la- nuestro camino. Conozco, además, núes-
m e n t e con bastante espíritu p a r a l u c h a r Ere riesgo si, c o m o se suena, es verdad
con el gigante filisteo. Est Deus in no- que Sancho IV h a despedido las Corles
bis, p u e d o yo decir a h o r a como el poeta. en Sevilla, noticioso de nuestros inten-
C u a n a p r e c i a b l e cualidad sea la del tos, y ha e m p r e n d i d o su marcha a Va-
valor no hay para q u é decirlo, y m u - l l a d o l i d ; pero todos estos peligros, le-
cho menos cuando no se trata de ani- jos de desalentarnos, deben inspirarnos
m a r o s , sino, al c o n t r a r i o , de contener más á n i m o . Sólo es preciso que la as-
vuestro b r í o y dirigirlo por el camino tucia supla por nuestra falta de fuerza.
más seguro, a u n q u e no tan recto, de la Ver de introducirse en el castillo de Cué-
p r u d e n c i a . Los grandes varones de la llar, a lo cual yo mismo m e ofrezco, no
antigüedad, como Escipión... para contar los soldados n i el número
Aquí el señor <3e T o r o no p u d o repri- de tronera? que hay en él, sino para
m i r p o r más tiempo el desprecio que le buscar allí dentro aliados que nos le
inspiraba el j u d í o . enlreguen si p u e d e ser sin el menor ries-
— P e r r o hebreo—le dijo—-, saca ejem- go de nuestra p a r t e , buscar amigos en
plos crisiiancs y no m e vengas ahora a h corte del mismo Don Sancho, entre
contar lo q u e hicieron esos paganos. los q u e m á s le parezcan suyos; en una
El señor de Iscar y algunos otros no p a l a b r a , socavar sigilosamente el a.ca-
p u d i e r o n menos de r e p r e n d e r en voz zar de la tiranía p a r a levantar sobre
baja al caballero que así i n t e r r u m p í a y sus ruinas el t e m p l o de la libertad; tal
faltaba al respeto a un enviado n a d a me- iré parece que debe ser nuestro primer
nos que de dos reyes t a n poderosos, y objeto. Nuestras tropas entonces halla-
el j u d í o , sin m i r a r l e n i inmutarse, con- r á n auxiliares en todas parles, los triun-
tinuó : fos q u e d n duda se h a n de alcanzar re-
— E n todos tiempos la astucia ha ga- forzarán el espíritu del soldado y nues-
nado más batallas q u e el valor, y es se- tros enemigos, peleando en u n terreno
guro q u e aquélla sola p u e d e m u c h o y en falso, se h u n d i r á n y serán raídos de
éste p o r sí solo p u e d e muy poco, así la haz de la tierra como las espigas des-
como el triunfo es i n d u d a b l e si u n a aparecen en montón bajo la hoz de los
SANCHO SALDAÑA 459

giradores. Este, a m i entender, debe ser CAPITULO XXIV


f] primer paso q u e ha d e darse, y que
j áC i'itará cuantos en adelante se den, y REY
para esto d e t e n buscarse h o m b r e s de ¿En fin, vos sois en la villa
quien al mismo rey no ¿-a
rt,solución y que merezcan nuestra con-
uentro de su casa silla?
fianza. Yo el p r i m e r o , a despecho de mi
e(]ad y de mi n a t u r a l pacífico, lomo a ¿vos quién como llegue a vello
mi cargo i n t r o d u c i r m e en el castillo de parus mi cetro entre dos,
pues nunca mi firma o sello
fuellar, en d o n d e , a riesgo de m i vida, se ODeaece sin que vos
¿¿empeñaré m i comisión y os p r o b a r é deis licencia para ello?
«lie un j u d í o sabe, t a n bien como u n
caballero, a r r o s t r a r el peligro con se-
renidad. DOW TELLO
Admirados q u e d a r o n todos, más de ¡Cielos, con tal deshonor!
]a resolución del j u d í o que de su dis- ¡a rni ultraje tan infame!,
¡que para esto el rey me ñame!
curso, y a u n q u e muchos pusieron mala
«Rico hombre de Alcalá».
Cara a la última fanfarronada, todos
uiiánimemente a p r o b a r o n su parecer.
La crónica de q u e copiamos, o por
Trataron en seguida de algunas dis-
mejor decir extractamos, esta verdadera
posiciones militares, los p u n t o s que ha-
historia cuenta, pues, que el rey Don
bían de acometer, si h a b í a n o no de di-
Sancho se h a l l a b a , en efecto, en Va-
vidir sus fuerzas y si h a b í a n de esperar
lladolid, tal como h a b í a referido el pro-
hasia r e u n i r mayor n ú m e r o de tropas
pio que avisó a los conspiradores. Las
para el alzamiento, y los más de ellos
noticias que en Sevilla tuvo del p r ó x i m o
fueron de o p i n i ó n de n o hacer n a d a
alzamiento en Castilla a favor de don
bita q u e todos los conjurados estu-
Alonso de la Cerda, que ya se n o m b r a b a
viesen reunidos, a despecho del de Is-
r e y , !e hicieron suspender las Cortes y
car, que, deseoso de libertar a su her-
a p r o x i m a r su vuelta a Valladolid con
mana y vengarse de su r o b a d o r , lo cual
el menos a p a r a t o p o s i b l e : sólo le acom-
aumentaba la n a t u r a l impetuosidad de
p a ñ a b a n su esposa, doña M a r í a ; el de
;¡i genio, quería r o m p e r al m o m e n t o
L a r a , rival del señor de Vizcaya, y los
fin esperar m á s , y se valió de cuantas
q u e componían su c o n s e j o ; tal prisa
razones supo p a r a atraerlos a su parecer.
metían las nuevas que recibió.
Estando todavía en es:a disputa llegó
un propio de Valladolid con la noticia E n efecto, la protección que Feli-
de que el rey acababa de llegar de Se- p e , rey de F r a n c i a , concedía a sus dos
villa, sabedor acaso de la revolución q u e p r i m o s , así como la del de Aragón, no
st* llamaba, lo cual puso a la m a y o r p u d o menos de disgustarle sobremane-
¡'arte de los caballeros en m u c h o cui- r a , y m u c h o más viendo lo revueltas
oado y algunos de ellos cambiaron de que estaban las cosas de su r e i n o , que
color; sólo don H e r n a n d o vio un moti- n o sólo le desobedecíam sus enemigos
vo más para a p r e s u r a r el r o m p i m i e n t o , declarados, sino que sus amigos, y en
}' el j u d í o , con s^l acostumbrada san- p a r t i c u l a r don Lope de H s r o , cada día
are fría, apoyó entonces su proposición. se le hacían más temibles, abrogándose
derechos y facultades que estaban m u y
le jo? de pertenecerles.
Sufría el rey con paciencia y disimu-
lando su n a t u r a l altivez las altanerías
de este favorito, que h a b í a en otro tiem-
p o t o m a d o t a n t o influjo en la corte,
que llegó a p r o p o n e r a Don Sancho anu-
lase FU casamiento con doña María y
tomase por m u j e r a su sobrina Guille-r-
iña, hija de Gastón, vizconde de Bear-
n e , con lo cual, y p o r q u e el rey no se
negó a b i e r t a m e n t e a semejante proposi-
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA
m
ción, se ensoberbeció de modo que no | no fuese cierto q u e su alteza va a an t
se tuvo por menos que él y a n d a b a pro- su casamiento con doña María * *
p a l a n d o en todas partes la p r ó x i m a verificar el cual va sabéis crup n«„
b o d a , t r a t a n d o m a l a sus iguales, y ha- T J i <-'. ° se
ciéndose insufrible con su orgullo y su dispensaron del parentesco. Sme affi •
tutis dispensatione sponsalia cont
presunción. herunt.
No era Sancho el B r a v o de aquellos — P u e s yo os aseguro—repuso López
reyes a quienes la adulación presta pom- Salcedo—que el rey no se separa 1
posos títulos que bajo ninguno merecen, doña María a u n q u e se lo prediquen ¿n
y el r e n o m b r e de F u e r t e que llevaba lo geles, y voto a tal q u e yo hiciera otro
h a b í a ganado sin d u d a . , tanto, puesto que ella es el primer ¿ 0 -.
H a b í a ya quitado a B o u L o p e gran ten de su trono.
p a r t e de su favor, que dividía asimis-
— ¿ S a b é i s , señores—elijo, acercándose
mo ec-n el de L r r a , pero la a p u r a d a
a los dos con m u c h o sigilo el deán <7P
situación en que se veía, el genio in-
Sevilla—, que el rey traía de hacer ore
quieto de aquél, y más q u e todo el co-
le vuelva el de H a r o los castillo.-; y pía-
losal poder del de H a r o , le hacían te- r
¿ü:i que le ha usurpado?
mer cfiie reuniéndose es-as dos casas, ca-
b a l m e n t e las dos m á s poderosas d e l —Ya era h o r a de que le hiciese ] ) a .
r e i n o , le declarasen 1.a guerra y le des- jai la cabeza—replicó Salcedo—a ese
tronasen t~l vez, aprovechándose d e la vanidoso señor, q u e nos iriraba a io-
avenida de niales y guerras q u e por lau- dos como inferieres suyos, y pard-ez
tas partes a mi tiempo le a m e n a z a b a n . que he estado más de una vez por atra-
Astuto y sagaz en extremo, preveía las vesarle ele u n a estocada.
látales consecuencias de semejante alian- — E s fama—añadió el deán—que esto
za, por lo q u e a la m u e r t e de Don Al- cambio lo causa la sospecha que hay de
var Núñez de Lara concedió la privan- que el de H r r o está en inteligencias se-
xa a su h e r m a n o C o n J u a n p a r a q u e cretas con Don P e d r o , rey de Aragón,
el poder de esta familia contrapesase el y auxilia por bajo de m a n o a los revol-
de) señor de Vizcaya, suscitando conti- tosos.
n u a m e n t e rivalidades entre ellos, a lo -—Me parece q u e todos os engañáis
que contribuyó no poco su esposa con —repuco el obispo—•; yo apostaría cien-
sus sabios consejos y su p r u d e n c i a . to contra uno a que D o n Lope está m£s
T a l era, en c o m p e n d i o , el estado crí- en privanza q u e n u n c a , y en cuanto a
tico de los negocios y en tan deshecha lo que decís de sus inteíigencics ierre-
borrasca vagaba Don Sancho a impulsos tas con los revoltosos de Castilla, ¿cóivo
del viento de la fortuna, con gran peli- es posible que u n Don Lope, stñor fie
gro tís que zozobrase su navio, a pesar Vizcaya, se humille hasta el punto de
de su destreza, actividad y b r a v u r a . entenderse con u n a gavilla como esa de
Reunidos estaban en palacio esperan- ! o m b r e s perdidos?
h
do al rey p a r a deliberar acerca de tan i — P e r d o n a d , señor obispo—repinó el
importantes materias muchos de los • deán de Sevilla sonriéndose—, yo no lie
m i e m b r o s de su consejo, entre los cua- dicho q u e tal cosa sea cierta ; al contra-
les h a b í a varios ricos ho:mes, arzobis- rio, si m e pedís m i opinión, os diré
pos, obispos y otras dignidades del rei- francamente que estoy muy distante <.e
no, m u y entretenidos al parecer en una creer lo q u e por ahí cuentan.
conversación q u e el lector nos permilirn — P u e s en cuanto a m í —respondió
referírsela, cumpliendo con nuestro ofi- Salcedo—, no sé si es cierto o n o : l ' " 0
cio de historiadores. sé q u e anda m u y equivocado su ilns-
-—Desengañaos, señor L ó p e z Salcedo trísima si cree q u e son todos los re-
—decía u n obispo grueso y m u y colo- beldes gente p e r d i d a , p o r q u e hay entre
r a d o , q u e luego se supo que lo era de ellos caballeros m u y principales, v D° n
Plasencia—. E l señor de H a r o n i h a b r í a Lope de H a r o , si por eso es, podría en-
venido a q u í ni estaría tan orgulloso si tenderse con ellos sin rebajar nada

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SANCHO SALDAÑA 461

sll alta alcurnia, como ya se h a enten- suplirle aquí en todas partes con ven-
dido con el rey de Aragón. taja.
El deán se acercó al oído de López — i O h ! Don J u a n Núñez de Lara
galcedo, dieiéndole que mirase bien lo —exclamó el deán— no h a y duda q u e
(pie h a b l a b a , pues así el obispo de Pla- es poderoso.
gíela como Diego de Campos, que es- —Esa cuestión q u e d a r á h o y decidida
taba detrás, eran muy grandes servido- — r e s p o n d i ó el obispo, con el tono pro-
ra y amigos del de l i a r o y p o d r í a n pio de u n h o m b r e q u e sabe m u y bien lo
(•ciiíarle después lo que de él dijese, con q u e dice—, y va os h e dicho q u e no
crrave daño de su interés. P e r o el ca- h u b i e r a venido Don Lope a ver al rey
ballero, -desjtués de darle las gracias, ni andaría tan confiado si no estuviese
continuó : seguro que va a ocupar el hueco que le
•—Acercaos, señor Don Diego López corresponde : ad assequenáum Ojjic'um
¡]e Campos; y estaba h a b l a n d o mal del se dolibus conmendüvit,
conde Don L o p e , y como vos sois su —Así es —continuó el de Campos—,, y
amigo, pienso que habéis de tener cu- no h a y que dudar que vuelve a Ja gra-
riosid".ci de oírme. P u e s , como iba di- cia del rey, y entonces veremos —aña-
ciendo, las noticias de Castilla son de dió, echando tina ojead re a Salcedo—
]a mayor i m p o r t a n c i a , y aquí el señor quién les vale a los q u e le han mote-
deán m e parece ha de saberlas mejor j a d o estrado caído y quién los h a cía
que yo. libertar de su cólera.
-—A o —respondió el deán con su "me- —Vive Dios, señor Diego de Campes
losa y cortesana sonrisa— no sé más que -—respondió Salcedo—, que si lo decís
lo que todos "abemos; he oído decir por mí que os engañáis en m u c h o , que
que con algunas tropas buenas que se habéis de saber que yo no necesito que
envíen a reforzar el castillo d e Cuéllav nadie me valga mientras mi brazo de-
bastará p a r a hacer e n t r a r a todos en recho no se m e desprenda del h o m b r o
razón, y m u c h o más ahora que Don y cuelgue mi espada de mi cintura, y
Lope de R a r o ha recobrado el favor de lo que ahora digo estoy pronto a sos-
miesíro monarca y íe podrá ayudar con tenerlo a pie y a caballo con uno y con
lodo su p o d e r . veinte que lo contradigan.
—La m u e r t e de Don Alvar Núñez de — C a l m a o s , señor López Salcedo— re-
Lara —respuso el obispo de Plasencia— puso el deán con su acostumbrada son-
lia libertado al señor de Vizcaya del risa de benevolencia—; sosegaos, que
único competidor que podría hacerle aquí nuestro amigo López de Campos
sombra, y el rey tendrá sin duda que no lo dijo por tanto.
volverle la autoridad que tenía en su. — C i e r t a m e n t e — a ñ a d i ó el obispo —,
corte. y no h a tenido intención de ofenderos.
—En p r u e b a de eho — a ñ a d i ó Lopes — Y si la h u b i e r a tenido... - - r e p l i c ó
de Campes— b e y mismo se le aguarda Salcedo,
aquí con el infante Don J u a n , su yei = — ¿ Q u é h u b i e r a s hecho? —interrum-
no, que viene a hacer reverencia a su. pió el de Campos,
almeza y a a c o m p a ñ r r l e en su expedi- — ¿ Q u é ? Dejaros tendido aquí mismo.
ción contra los facciosos. — P a z , señores, paz —exclamó el
—¿x quién m e j o r que él —repuso el deán, colocándose entre los dos»
deán— p u e d e afirmar la autoridad real, - Mirad, señores, que estamos en casa
siendo como es el señor de más valí- deí rey —continuó el obispo.
•nenio en E s p a ñ a ? Salcedo se m o r d i ó les labios de ira i
—Señor deán —replicó Salcedo—, os pero el sitio en que estaban y las per-
'orcéis a todas partes como una varita | sonas que allí había presentes le obli-
^e mimbre. El de H a r o , señores, tiene ¡ garon a contenerse y dejar p a r a luego
toas de u n competidor q u e le haga I la cuestión empezada, disimulando en
•tente, y Don J u a n Núñez de L a r a , ! cuanto le fue posible y retirándose del
tarmano del difunto Don Alvar, p u e d e | corrillo. El de Campos, a u n q u e tan irri-
462 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

tado como él, h a b í a a p r e n d i d o a dis- •—El conde de Saldaña —dijo— n


frazar mejor sus sentimientos, y luego p o d i d o salir aún a correr el cairm n
q u e su enemigo se separó, su semblante no estar todavía en!eramente c 0 n >0r
pareció tan tranquilo como si n a d a h u - cido de sus heridas. P e r o el ne» 0 ci 6*
biese sucedido desagradable. más a r d u o de lo q u e se cree v 1°*
-—I Qué genio! ¡ Q u é genio tiene el fuerzas de los revoltosos son W t
vastante
tal Salcedo! —dijo el fino d e á n , enco- i m p o r entes.
giéndose de h o m b r o s y m e n e a n d o la — ¿Y quién los m a n d a ?
"Peguntó el
cabeza a u n lado y a otro luego que se obispo de Plaseucia.
separó. — H a n n o m b r a d o por jefe sirvo
— ¡ Olí! Es u n h o m b r e insufrible •—re- puso el paje— a don Hernando de -re- Ig*.
plicó el obispo—. Silvesri homo, homo car, y el rey de Aragón creo que les ha
bellua. prometido socorros. Si pudierais ha,.^
— N a d a tiene de extraño q u e se e n e - que yo hablase a su alteza en particular
j e — r e p u s o el de C a m p o s — , y m u c h o os lo agradecería. Ya sabéis qu e h a v
más c u a n d o todos sabemos su amistad ciertas cesas que no se pueden decir en
con los Laras y el odio q u e tiene a público, y yo traigo p a r a su alteza una
Don L o p e , comisión secreta de suma consideración
— Y o , la v e r d a d — d i j o el d e á n — , ten- —Ya se le h a enviado recado (]ij0
go m u c h o q u e agradecer al de L a r a , Salcedo , y de aquí a u n momento en-
p e r o no dejo de hacer justicia al mis- traréis,
ma tiempo al de H a r o , y si llega h o y — ¿ Y creéis que basten las fuerzas del
como se dice... conde vuestro señor p a r a sofocar la r e
— ¡ O h ! Se entiende -—replicó el obis- belión?
p o con cierta ironía—, no seréis el úl- —-Tal vez. ¿ Q u i é n puede asegurarlo?
timo q u e acuda a darle la e n h o r a b u e n a Hasta a h o r a . . .
y a felicitarle por su vuelta a favor — ¡ O h ! La llegada de Don Lope de
del rey. H a r o p o n d r á todo en orden —repuso
—No t e n d r é el m e n o r inconvenien'e López de Campos—•, y la sumisión del
en hacerlo — r e p u s o el deán, como si infante D o n J u a n , su yerno, es un golpe
no hubiese e n t e n d i d o la pulla. terrible p a r a el p a r t i d o de los Cerdas.
E n este tiempo la llegada de u n m e n - — T o d o p u e d e ser •—replicó el psje,
sajero del castillo de Cuéllar q u e en- cuya vanidad parecía recrearse en po-
viaba Saídaña puso fin a la conversa- ner en dudas a los grandes señores que
ción, y habiéndose vuelto todos a ver 3e escuchaban.
quién era el que con tanta prisa que- Un macero que salió del cuarto del
ría h a b l a r al rey, vieron u n joven de rey, h a b i é n d o l e traído orden para que
desembarazado continente, lindo en ex- e n t r a r a , hizo q u e el paje, con su na-
tremo y m u y b i z a r r a m e n t e vesLido, que tural descaro, saludara a todos con cier-
entró en este m o m e n t o en la sala. ta sonrisa maliciosa de protección, aira-
E r a el artificioso y m a l intencionado vesara el salón con la cabeza alta y en-
J i m e n o , que venía de p a r t e de su señor trara en la habitación de su alteza.
al rey con nuevas de las tropas rebel- Estaba el rey sentado en un sillón de
des q u e se r e u n í a n en el castillo de Is- marfil adornado de muchos relieves,
car, y q u e ya h a b í a n dado principio a vestido de u n a túnica o bata llamada
sus algaras y escaramuzas. R o d e á r o n l e Argale, y en conversación con Den Juan
todos y e m p e z a r o n a preguntarle las Núñez de L a r a , que ocupaba otro asien-
nuevas que t r a í a , y que el buen paje to a su izquierda a cierta distancia como
desembuchó con cierto a d e m á n de im- en señal de respeto.
portancia, tal como u n diplomático sue- E r a de m e d i a n a estatura, pero muy
le hacer cuando se le ofrece la ocasión n o b l e , de a d e m á n severo, graves J Pe"
de lucirse en su mentirosa ciencia de- netrantes ojos y m u y osado de aspecto.
lante de u n n u m e r o s o concurso q u e está Llevaba u n p u ñ a l o cuchillo atravesado
colgado de sus p a l a b r a s . en el cinto, que le sujetaba la túnica
SANCHO SALDAÑA 463

^ a r n e c i d o de piedras que le había re- c a r a m u c e n con ellos. P e r o como esto


galado el rey de G r a n a d a , y q u e nunca solo no es bastante p a r a acabar de u n a
quitaba del cinto en su palacio y don- vez con los sublevados, y cada día se
¡e quiera que estaba. declara por ellos alguna ciudad de im-
Cuando entró el paje volvió a él les p o r t a n c i a , mi señor m e encarga supli-
Ojos con serenidad, suspendió su h a b l a que a vuestra alteza que envíe algunos
c0 n el de Lara y le preguntó : h o m b r e s de armas para poder salir a
-—¿Qué nuevas traes y cómo está c a m p a ñ a sin dejar en peligro de ser
„(iestro fiel servidor el señor de Cué- tomada su fortaleza y combatirlos con
j]ar? ¿Está, ya curado c o m p l e t a m e n t e igualdad. Aún m á s , señor, cree q u e
¿e sus heridas? vuestra alteza haría m u y bien si fuese
en persona m a n d a n d o las tropas q u e
El paje bajó la cabeza en señal de
h u b i e r a n de ir, puesto que éste sería
¡•espeto, y p a r á n d o s e a unos seis u ocho
pasos del rey contestó : el medio más acertado de apaciguar la
tierra.
—El señor de Cuéllar hace a vuestra
alteza h o m e n a j e y aguarda vuestras ór- •—¿Esto es todo? — p r e g u n t ó el rey,
denes en su castillo. E n cuanto a las - - S e ñ o r — r e p u s o el p a j e — , h e des-
noticias q u e tengo la h o n r a de comuni- e m p e ñ a d o rni encargo.
car a vuestra alteza, algunas son de pa- -—Está bien ; retírate —replicó el
labra y la m a y o r parte vienen en este rey—, y di a nuestro leal conde de
pliego, que m e encargaron os entregara Saldaña que iremos a verle muy p r o n t o .
vo mismo. Obedeció el paje a la intimación d e
Y sacó del pecho unos rollos de per- Don Sancho, y luego q u e estuvo fuera
gamino q u e entregó al rey, después de de la habitación, ei rey se volvió a su
haberle doblado la rodilla y hecho ade- priva-do, q u e acababa de leer los plie-
mán de besarle la m a n o derecha, q u e gos y no mostraba tan buena cara como
el rey alargó p a r a recogerlos. H e c h o Don Sancho, antes, muy al revés, d a b a
esto se retiró a la misma d'Stsncia q u e a conocer en su semblante cuan grave
antea y aguardó su determinación en le parecía a q u e l asunto.
silencio m i e n t r a s leía. — ¿ N o os lo decía yo — d i j o el r e y —
No nos detendremos en relatar al lec- que sólo yendo en persona p o d r í a m o s
tor las nuevas q u e enviaba S a l d a ñ a , re- sujetar esos jabalíes?
ducidas en gran p a r t e a avisar al rey •—Ya sabe vuestra alteza que sólo m e
de todo lo referido en los capítulos an- he opuesto a esa determinación por ra-
teriores. Don Sancho las leyó muy dete- zones d e política, y aun a h o r a mismo
nidamente, pero sin dar m u é s ' r a s de estoy p e r s u a d i d o que el p r i m e r paso q u e
asombro ni de t e m o r , y al concluir de debe d a r vuestra alteza es h a c e r q u e
leerías pasó los pergaminos al de Lara el de H a r o en i regué los fuertes que tie-
con una desdeñosa sonrisa, como sí mi- n e en su poder, alzando el j u r a m e n t o a
rase tan seria rebelión con indiferencia. lns- guarniciones que en ellos tiene, y
Su favorito las tomó con respeto, y las dándonos las contraseñas p a r a que vues-
leyó también para sí, mientras Don San- tra alteza obre a su v o l u n t a d ; de lo
cho continuaba su conversación con contrario iremos a combatir u n enemigo
limeño. temible, -dejando otro m á s poderoso a
—¿Y las que traéis de p a l a b r a , b u e n la espalda, y q u e p u e d e hacernos ;más
paje? daño.
—Se reducen, señor —replicó J i m e - —Dices b i e n — r e s p o n d i ó ei r e y — , y
a p a r a eso nos liemos valido del disimu-
o—, a deciros q u e ios rebeldes últi*
mámente se h a n a u m e n t a d o hasta el lo, y le hemos llamado hoy a m i corte,
número de quince m i l h o m b r e s , lo que de donde no saldrá vivo si n o conviene
ha obligado a mi señor a mantenerse a en hacer cuanto exijamos. Ya veis q u e
ta defensiva, contentándose con enviar en esto os damos a vos m i s m o u n a se*
algunos escuadrones volantes en diferen- guridad m á s del aprecio q u e nos me»
tes direcciones que los entretengan y es- recéis.

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464 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

— H a c e m u c h o tiempo q u e el de H a r o Luego que el rey se sentó, el de T


t r a t a de suceder a m i h e r m a n o en el se colocó a su izquierda en u n esca"
lugar que él perdió por su demasiado u n poco más b a j o , y todos tornar
orgullo, y a q u e vuestra alteza se h a asiento según el orden que Íes señala},
dignado elevarme. a cada uno su j e r a r q u í a . López de Sil
—Ya habéis visto — d i j o el rey, que cedo, como capitán de macero?, ge pus
no usaba menos disimulo con el de La- en pie a la derecha del rey, y todcs ron
r a , y de cuya fidelidad quería asegu- la mayor ansiedad aguardaron que ha.
r a r s e — , que en esas carias se hace men- b l a r a , ya esperaban la entrada de don
ción de vos, y que os p r o m e t e n en nom- Lope de H a r o con el infante, ya se d es .
b r e del rey de Aragón el castillo de vivían por saber cuáles eran las últini a8
A h V r r a c í n , en el caso que os declaréis noticias que h a b r í a traído el mensajero
p a r t i d a r i o de mis sobrinos. de Cuéllar.
Diciendo es'o le miró l i j a m e n t e como Esto último fue justamente Jo q u e
si trat?ra de leer en su a l m a , pero el dio margen a la p r i m e r a discusión que
de Lara sin inmutarse le respondió : h u b o , v en que cada uno discurrió ¿e-
—Vuestra alteza sabe que yo soy li- gtín el interés que le movía, los panen-
b r e , como a r m a d o que estoy de caba- tes y amigos que tenía en el partido
llero, pera a b r a z a r la causa de cual- contrario, o las relaciones que le ]i<ru.
quiera que tenga a m i parecer razón, b a n ai de Don Sancho,
a u n q u e sea contra vuestra alteza mis- No obstante, todos fueron de parecer
m"t sin que se m e pueda tachar de trai- de la necesidad que había de castigar
dor, pues tales son los .fueros de 1.a or- con el m a y o r riger a los principales
den de caballería que profeso, El cas- jefes de los revoltosos, y dieron la ra-
tillo de Albarracín fue a r r a n c a d o a m i zón al rey cuando propuso le aconse-
p a d r e B o u J u a n por fuerza cié a r m a s , jasen si debía m a r c h a r él mismo a Cué-
y f! un que yo no cederé j a m á s de m í de- llar a combatir los rebeldes, puesto que
r e c h o , corro ahora no se trata de reco- el tono con que presentó la cuestión dio
b r a r aquel fuerte, sino de defender vues- a conocer a todos la voluntad que tenía
tra corona, be abrazado decididamen- de ir, y por eso sin d u d a fue tanta la
te vuestro p a r t i d o , u n a n i m i d a d del consejo. Algunas otras
—-'Nos -—dijo el rey-— os agradecemos materias se h a b í a n t r a t a d o , cuando la
vu es ir a leal resolución, y os p r o m e t e - hora que tanto deseo tenían algunos de
mos, c e n d r a d o que sea este negocio, de q u e llegara, que inspiraba a muchos
me ciar con el rey üe Aragón para que tanto temor, a oíros esperanzas alegres,
os devuelva aquel castillo como es ley, y a todos causaba indecible curiosidad,
y si n o , nos obligamos a daros el que sonó por ú l t i m o , y u n rey de armas
vos elijáis q u e nos pertenezca. a n u n c i ó en la sala la llegada del infante
Don J u a n y de Don Lope de Haro, que
Agradeciéndole el de Lara su p r o m e -
p e d í a n permiso para besar la mano a
sa con las mejores razones que supo, y
su alteza. Estremeciéronse unos, mi-
el rey, después de h a b e r recogido les
r á r o n s e otros con alegría, palidecieron
papeles que le h a b í a n traídos, se los en-
muchos, y el. rey, inclinándose al de
tregó para que los g u a r d a r a , y levan-
L a r a , le dijo algo al oído que este co-
tándose de su asiento salió a la saia del
municó a su vez al de Salcedo, qincn
consejo, ¿ o n d e , como se ha dicho, le
salió al p u n t o a ejecutar su mandato.
estaban esperando sus grandes.
P e r o ni el rey ni el de Lara cambiaron
C u a n d o entró en ella ocuparon todos de fisonomía, sólo que el primero mo-
sus puestos después de h a b e r l e saluda- vió la cabeza en señal de que les daba
d o , y a ios que de más penetración se licencia.
jactaban se les figuró que el rey venía
m u y p r e o c u p a d o de algún plan de en- H u b o un largo .murmullo en la asaní-
tidad, y aun llegaron a advertirse al blea, y cuando los dos anunciados pi'1D*
oído unos a otros que a q u e l día h a b í a n cipes entraron se oyó u n ligero rumor
de presenciar grandes cosas. semejante al z u m b i d o de las abejas,
SANCHO SALDAÑA 465

pero q u e al m o m e n t o se apaciguó y con- sincera que ofrezco a vuestra alteza p a r a


virtió en el silencio de las t u m b a s , fijos en a d e l a n t e . Yo os j u r o q u e . . .
toaos los ojos en ellos, quienes se ade- — H e r m a n o m í o , no tenemos nacía de
lantaron a l rey, q u e hacía apariencia qué quejarnos de v o s ; malos conseje-
de estar h a b l a n d o con su favorito, y a ú n ros quizá os descarriaron del camino
n o los había m i r a d o . que siempre debisteis s e g u i r ; p e r o yo
E r a el señor de H a r o de aventajada ya h e olvidado t o d o , y siempre veré en
estatura, ya de edad, d u r o y ceñudo de ti un h e r m a n o q u e r i d o , un hijo digno
ojos, seco de rostro, de alta y despejada del sabio rey q u e nos engendró.
frente; su cabello entrecano, corto y Esta alusión ds Don Sancho a su pa-
claro ya por los años, le caía con descui- dre, contra quien se h a b í a rebelado
do en dos mechones largos q u e desde c u a n d o vivía, n a d a tiene de ex.rsño ¿i
la coronilla le iban a p a r a r a las sienes, recordamos q u e , tanto antes como des-
dejando u n a ancha calva en m e d i o , pués de la m u e r t e , siempre habló de
donde el ojo menos observador h u b i e r a él con tanto respeto y cortesanía como
echado de ver a la más ligera ojeada. la p u d i e r a hacerlo el hijo más obediente,
prominencia q u e los freneologisias di- y aun castigó e j e m p l a r m e n t e a los q u e ,
cen ser el asiento del amor p r o p i o ; tan creyendo lisonjearle, h a b í a n hecho
marcada estaba en su cabeza aquella mofa delante de él de aquel t a n ¿abío
protuberancia. como desventurado rey.
Apenas se dignó echar u n a m i r a d a a — T e n g o al mismo tiempo la h o n r a
su alrededor, y cuando entró en la sala — d i j o el infante— de l l a m a r vueslra
fijó en el rey los ojos, y se encaminó atención hacia m i suegro, Don L o p e de
hacia él con la más desmedida altane- Haro...
ria, y como i r r i t a d o de que se le tratase
-—Y ahora •—repuso el rey, como si
como a inferior. Su yerno, el infante, en-
no hubiese oído lo que le había dicho
tró detrás con a d e m á n m á s respetuoso,
el infante—- esperamos que nos acom-
puesto q u e el h o m b r e más altivo hu-
pañéis en n u e s t r a expedición a Cuéllar
biera parecido h u m i l d e si se compara-
contra los revoltosos.
ba» sus modales a los soberanamen.e
arrogantes del ilustre conde Don L o p e . —Señor... — p r o n u n c i ó con voz aho-
Luego q u e llegó j u n t o al rey, viendo gada p o r la cólera el orgulloso D o n
qne no le hacía caso n i levantaba si- L o p e , qne estaba detrás del rey.
quiera los o j o s : -—Nuestro b u e n servidor el de Salda-
— ¡Don Sancho I — l e gritó en alta ñ a so halla enfermo —prosiguió D o n
voz—: q u e está a q u í el señor de Viz- Sancho, dirigiendo la p a l a b r a a su her-
caya. m a n o — y, a d e m á s , a p u r a d o con la
m u l t i t u d de enemigos que le r o d e a n .
— ¡Oh, que está a q u í mi h e r m a n o !
—dijo el rey, sin hacer caso de Don El infante apenas sabía qué decir, y
Lope, y b a j a n d o de su asiento para ya m i r a b a al rey, q u e parecía tan em-
abrazar a Don J u a n . bebido en lo que decía como si los dos
El infante no p u d o menos de corres- estuvieran solos, ya volvía los ojos a
ponder a tañía fineza, y m u c h o m á s D o n L o p e , q u e en este m o m e n t o d i o
cuando el rey tenía tantos motivos de una patada en el suelo con tanta fuer-
quejarse de él, que ú l t i m a m e n t e se le za q u e retembló el p a v i m e n t o .
había r e b e l a d o , m i e n t r a s Don L o p e , jas- — ¡Señor! — g r i t ó , tocando en el
peado el rostro de cólera y Grujiéndole h o m b r o a Don Sancho—, hace u n a h o r a
tocios los huesos de su cuerpo, le mi- que e¿toy a q u í .
raba con tales ojos q u e parecía devo- —-Sí, ya os h a b í a visto — r e p u s o el rey
rarle con ellos, h e r i d o en lo más vivo con indiferencia—; a h o r a h a b l a r e m o s ,
de su a m o r p r o p i o . aguardad, q u e p r i m e r o h a d e ser m i
—No p u e d o m e n o s , señor — d i j o el h e r m a n o q u e n i n g ú n otro.
¡ufante—, de pediros que disimuléis mis — ¡ P r i m e r o que y o ! — m u r m u r ó , en
pasados yerros y aceptéis la sumisión voz no tan baja, Don L o p e que no en-
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA
m
t e n d i e r a n lo que h a b í a dicho cuantos —Bajad la voz, señor de Vizc&
en la sala estaban. — r e s p o n d i ó Don Sancho sin aher
— M a l m e parece q u e va a acabar se—•; pensad delante de quién estáis
esto—dijo en voz baja el atildado d e á n sabed q u e si hasta ahora las consid
de Sevilla al obispo de Plasencia, que raciones que merecían los servicios
que
tenía al lado. m e habéis prestado hicieron que os tr
— T o d o p u e d e ser-—respondió el obis- tase c o m o a u n mi igual, ahora rn
p o , q u e n o las tenía t a m p o c o todas tienen h a r t o indignados vuestras astu
consigo. cias, intrigas y m a l consejo. j \ o p e n .
E l rey, entre t a n t o , prosiguió h a b l a n - seis q u e p o r q u e soy b l a n d o sea débil
do con su h e r m a n o a m i g a b l e m e n t e , has- ni creáis que suframos en adelante la»
ta q u e al cabo de u n rato volvió la insolencias de ningún vasallo.
cabeza y se encaró con el d e H a r o . Atónito q u e d ó D o n L o p e con la aren-
— ¿ Y el señor de Vizcaya—-le dijo ga del rey, y n o lo quedaron mencg
con desdén—viene t a m b i é n a besar la cuantos estaban presentes, que habían
m a n o a su rey y a prestarle el rendi- creído hasta entonces q u e el subdito do-
miento debido? m i n a b a al monarca y q u e éste jamás ha-
Diciendo esto subió de nuevo a su b r í a sido capaz de h a b l a r con tanla
asiento, d e d e d o n d e alargó su m a n o aspereza al p r i m e r ricohombre de sus
derecha a Don L o p e , que ciego de có- reinos. Don Lope apenas podía ya su-
lera ni acertó a hincar la rodilla n i a frir aquel tan desusado lenguaje; st ]s
besar la m a n o , sino q u e le dejó con ella ojos a r d í a n , la b a r b a l s temblaba, abi-
t e n d i d a por largo r a t o , hasta q u e si taba su cuerpo u n a continua inquietud,
fin y contra toda su v o l u n t a d la besó y las p a l a b r a s se le q u e b r a b s n entre ha
sin saber lo que hacía, levantándose des- dientes sin p o d e r h a b l a r , ahogado c a í
esperado de ver q u e el rey no le alza- de cólera. El infante Don Juan, vién-
b a del suelo como hacía con todos y dole en aquel estado, respondió por él:
le despreciaba de aquella m a n e r a de- — Y o , señor—dijo—, en nombre de
l a n t e de tantos enemigos suyos, q u e in- D o n L o p e de H a r o , suplico a vuestra
t e r i o r m e n t e se h a b r í a n de regocijar de alteza le p e r d o n e las faltas quizá co-
verle tan abatido. metidas p o r su demasiado celo en vues-
— E l señor de Vizcaya—respondió t r o servicio.
Don Lope volviendo en sí—viene a sa- El señor de Vizcaya hizo u n gesto c"e
l u d a r a vuestra alteza como su feuda- ira al oír las palabras de su yerno, se
t a r i o q u e e s ; p e r o como está ocupado esforzó a h a b l a r , y sólo p u d o pronun-
el puesto único que le corresponde en ciar u n no ronco y oscuro, indicando
la corte, p i d e a vuestra alteza licencia al m i s m o t i e m p o con la cabeza y la
p a r a retirarse a su señorío. m a n o la misma idea. P e r o ni el rey ni
—Mi voluntad—repuso el rey, q u e se el infante oyeron su voz n i observaron
aprovechaba de cuantas ocasiones se le sus movimientos, y el último prosiguió:
ofrecían de indisponerle con el señor de — L a misma intención que me ha
L a r a — h a dado ese p u e i t o al q u e lo m e - t r a í d o hoy en presencia de vuestra al-
rece, siempre p e n s a n d o que a mi lado teza h a sido la suya al venir aquí:
cualquiera otro es honroso y q u e vos, vuestra alteza sabe m u y bien los mu-
tanto como el p r i m e r o de mis reinos, chos y leales servicios que le ha presta-
p o d r í a ocupar sin vergüenza el q u e yo d o Don L o p e , y si u n momento de or-
tuviera a bien d a r l e . gullo, u n a indiscreción, h a n podido ha-
—Es que el p r i m e r o después de vues- cerle perder algo de vuestro aprecio, m
tra alteza soy yo—replicó Don L o p e , él n i yo creemos q u e h a y a sido para
poco a c o s t u m b r a d o a a q u e l tono q u e s i e m p r e . A h o r a p r o n t o está a daros a
usaba con él D o n Sancho por p r i m e r a conocer su l e a l t a d : exigid de él .y de
vez en su vida—•, y vuestra alteza debe m í cuantos queráis, p o r alto y trabajo*
saber q u e sólo h a y u n l u g a r q u e co- so q u e os parezca de alcanzar, y yeT&
r r e s p o n d e al p r i m e r o . vuestra alteza si tiene razón de dudar

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SANCHO SALDAÑA 467

ea la buena fe y lealtad de tan ilustre fuesen justas, dispuesto estaba a transi-


c 8 ballero, gir en todo con vuestra a l t e z a ; pero des-
—Probémosla, pues—repuso el rey—, poseerme de mis haciendas, h a b e r m e
y también nosotros estamos prontos a hecho l l a m a r clandestinamente bajo rail
yohexle nuestra gracia. Señor Don Lope pretextos infames p a r a , en t e n i é n d o m e
J e H a r o , señor de Vizcaya, y vos Don en vuestro poder, a r r a n c a r m e lo que es
Juan, infante de Castilla, entregadnos m í o , a p a r e n t a n d o a la faz del m u n d o
Jas llaves de las for;alezas que ocupan q u e yo os lo doy de m i voluntad...
vuestros s o l d a d o s ; dadnos la contraseña [Vive Dios q u e es el acto más pérfido
que tengáis p a r a que podamos t o m a r que j a m á s p u d o cometer u n t i r a n o !
posesión de ellas con vuestra orden, ha- —Don Lope—gritó el rey con no me-
ciendo al m i s m o tiempo que nos pres- nos furia—, p o r Santiago que os re-
ten vasallaje los señoríos que tenéis, portéis.
fuera del de Vizcaya, — N o , j a m á s m e vuelvo atrás de lo
Hzsta aquí p u d o llegar el sufrimien- que. dije u n a vez—continuó el de H a r o ,
to del orgulloso Don L o p e , y el mismo cada vez más a c a l o r a d o — ; tirano sois,
infante n o p u d o menos de escandali- t i r a n o , que no rey de vuestros pueblos,
zarse al ver las duras condiciones q u e astuto y m a ñ e r o como u n villano co-
su hermano les i m p o n í a . P e r o la mis- b a r d e , y j u r o a Dios .
ma causa p r o d u j o dislinto efecto en uno Plísese en pie Don Sancho t e m b l a n d o
que en otro, y mientras el p r i m e r o , de- de furor y dudoso sí se arrojaría a él
terminado ya a todo, se p r e p a r a b a p a r a p a r a castigarle allí m i s m o ; pero como
responderle, el segundo calculaba el r a r a vez le a b a n d o n a b a su razón en me-
arave error q u e h a b í a n cometido en ve- dio del m á s violento a r r e b a t o , disimuló
nir sin escolta a entregarse en manos de aún lo m e j o r que p u d o , contentándose
su enemigo, y temeroso ya del fin de con decirle :
aquel acto de despotismo, buscaba al- — ¿Queréis e n t r e g a r m e los fuertes o
gún sitio d o n d e refugiarse del p r i m e r pensáis resistir insolentemente las órde-
ímpetu de su h e r m a n o . Entonces cono- nes de vuestro rey?
ció cuan engañosos habían sido los —•¿Entregarte los fuerte.;? ¿ Y o , y
abrazos con que le h a b í a recibido y vio sólo p o r q u e tú m e lo m a n d a s ? Rey Don
claramente a d o n d e se encaminaba su p o - S a n c h o , no repitas otra vez esa o r d e n ,
lítica y cuan bien la h a b í a u r d i d o p a r a p o r q u e j u r o al cielo que te haga en-
que viniesen y hacerles caer en el lazo. tregar el alma.
Por u n efecto de la misma cólera q u e — ¿Tú a mí, traidor? Prendedle—gri-
le abrasaba, D o n Lope pareció m á s so- tó el rey, lanzándose de su a s i e n t o — :
segado ; revolvió la capa al b r a z o , y al- o m e entregas las fortalezas o...
zando la cabeza y m i r a n d o al rey de —Muere—le i n t e r r u m p i ó el de H a r o f
hito en hito : desenvainando su espada y arrojándose
—Cuando lie venido aquí-—le dijo— a m a t a r l e antes que n i n g u n o de los pre-
iue para rendir a vuestra alteza h o m e - sentes tuviera tiempo p a r a estorbárselo.
naje, pero no p a r a p e d i r l e p e r d ó n , por- H u y ó el golpe el rey, y tropezando en
que no soy criminal, y a u n q u e lo fuera, la falda de la túnica estuvo p a r a venir
ninguno d e m i esclarecido linaje ha pe- al suelo, pero en el mismo instante,,,
dido nunca p e r d ó n . Cuantos reyes h a asiéndose del b r a z o derecho del conde
habido en E s p a ñ a h a n tenido a mis as- p a r a sujetarle, tiró del p u ñ a l q u e lle-
tendientes como a sus iguales en gran- vaba al cinto, descargándole con él tan
iza, y ninguno h a sido osado p a r a de- t r e m e n d o golpe que le rajó desde el
mandar m á s q u e el feudo que h a pa- h o m b r o hasta el corazón. H e c h o esto,,
ludo nuestro señorío. Vuestra alteza se gritó:
ej — M a t a d l o — y allí acabaron con él los
igaña si piensa que yo h e degenera-
do de mis a b u e l o s ; su sangre hierve en maceros que tenía prevenidos por lo qvie
toiü venas, v yo he encanecido con tanto p u d i e r a sobrevenir.
"oiior como ellos. Si vuestras exigencias Había tratado en vano de defenderle
468 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

el infante cuando le vio acometido de — Y o le excusaré ese trabaio


tantos, que todos los que allí estaban plicó la reina—, voy a abrirle.
cargaron también sobre él, y después de — ¿ Q u é intentáis?—repuso el iQfa
h a b e r h e r i d o a algunos, viéndose ya per- te, t r a t a n d o de detenerla.
d i d o , recurrió a la fuga y se acogió a -—-Tranquilizaos, Don J u a n , y n o t
la habitación d e la reina. Seguíale el gáis m i e d o — d i j o la reina.
rey furioso, corriendo tras de él con el Adelantóse doña María con serenidad
p u ñ a l en alto goteando sangre, dicién- y h a b i e n d o descorrido el cerrojo, abri'
dole cuantos ultrajes su furia le su- de p r o n t o la p u e r t a .
gería. E l p r i m e r impulso del rey fue de arro.
— ¡Matadle, m a t a d l e ! — g r i t a b a Don jarse en la h a b i t a c i ó n ; pero en el m¡ s .
S a n c h o — , ¡ T r a i d o r , asesino! mo instante, r e p a r a n d o en su mujer míe
Las salas, las galerías de palacio, se le c e r r a b a el paso, q u e d ó está.ico de-
llenaron al p u n t o de h o m b r e s a r m a d o s . lante de ella. La cólera dio lugar al rea.
Los consejeros del rey salieron a ayu- peto que sus virtudes y el cariño ron
d a r l e , unos contra el infante, otros a q u e le a m a b a merecían, y la verñien.
detenerle, y algunos a esconderse, teme- za de h a b e r q u e r i d o atropellar la li a .
rosos de lo que el rey h a b í a hecho con bitación de la reina coloró sus mejillas,
el de H a r o , que h a b í a sido su protec- que h a b í a n palidecido la ira.
tor. Los que e n t r a b a n nueves pregunta- —Deteneos, D o n Sancho — gritó la
b a n a los otros lo que h a b í a p a s a d o ; reina—. E i infante está bajo mi p r o .
confundíanse éstos, atrepellábanse aqué- tección; r e p a r a d a l menos que es vues-
llos, gritaban todos, y todos n o se en- tro h e r m a n o .
t e n d í a n . « ¡ H a n querido m a t a r al r e y ! » , — S í , está salvo — repuso el rey—;
repetían, y m u c h o s , que i g n o r a b a n quié- traidor, da las gracias a la que querías
nes fuersn los asesinos, corrían sin sa- d e s t r o n a r ; está salvo.
b e r a d o n d e , siguiendo la m u l t i t u d . Y al mismo t i e m p o , sin atender má»
Algunos sé a p r o v e c h a b a n de esta con- a su esposa, dio a correr por las gale-
fusión para vengarse de sus e n e m i g o s ; rías como u n frenético, sin que el de
acometíanse unos a otros, t r a b a b a n pen- L a r a , q u e había logrado acallar un poco
dencias, a n d a b a todo el palacio revuel- el t u m u l t o del palacio, y que llegaba en
t o , no había sino r u i d o de a r m a s , vo- aquel m o m e n t o , tuviese lugar para de-
ces, cuchilladas, maldiciones, injurias, tenerle.
l a m e n t e s , y en medio de este a r r e b a t o H u í a Diego de Campos, favorito del
general, de esta a l a r m a , estrépito y ba- orgulloso Don Lope, por uno de los co-
r a ú n d a , Don Sancho, sin a t e n d e r a otra r r e d o r e s , a t u r d i d o , sin hallar dónde re-
cosa que a su venganza, b o r r a c h o de có- fugiarse de Salcedo, q u e le perseguía.
l e r a , golpeaba furiosamente la p u e r t a E n m e d i o de su carrera encontráror.se
del cuarto de su esposa, d o n d e se ha- el rey y el desdichado D e Campos, que
bía a m p a r a d o el infante, con cuanta se q u e d ó p a r a d o a su vista, helado de
fuerza podía a patadas y a puñetazos. t e m o r , y sin acertar a h u i r .
H a b ' a l a c e r r a d o el infante tras sí al D o n Sancho clavó en él sus ojos en-
e n t r a r , y echándose a los pies de la sangrentados de furia, y en habiéndole
r e i n a , q u e en aquel p u n t o , toda atur- conocido.
dida con tantos gritos, salía a saber la — ¡ Todavía estás a q u í ! — d i j o , y le en-
causa de aquello. vainó el p u ñ a l en el pecho.
-—Señora—le dijo—•, favorecedme, li- E l desgraciado caballero cayó en tie-
b r a d m e de su furor; m i h e r m a n o m e r r a anegado en su sangre a los pi p3
h a traído a q u í p a r a asesinarme. del rey.
— E l rey n o h a r á tal—respondió doña Esta ú l t i m a p u ñ a l a d a , dada con toda
María—a no h a b e r l e vos insultado como la voluntad de m a t a r q u e puede inspi-
a caballero. P e r o él llega. r a r la venganza, tranquilizó por fin a
— F a v o r , señora, que va a echar la Don Sancho, q u e , metiendo su p»"1'1
puerta abajo, en el cinto, tomó el brazo del de Lara
SANCHO SALDAÑA U9

JQIX tanto sosiego como si no h u b i e r a m u e r t e del señor •de H a r o , nuestro lin-


sl¡cediclo nada. do J i m e n o daba la v u e h a a Cuéllar a
ka calma del rey calmó igualmente todo el galope de su caballo, acompaña-
a jos cortesanos, cuyas facciones, como do de algunos h o m b r e s de a r m a s p a r a
(0(]o el m u n d o sabe, toman la fisono- m a y o r seguridad en a q u e l país tan re-
mía q u e conviene, y quienes s i e m p r e ", uelto.
¡,aI1 sido m á q u i n a s de los príncipes, j Al llegar a T u d e l a de D u e r o , a pe-
fj tumulto fue poco a poco aplacan- sar de Jos riesgos que p o d í a correr
t e , y ios h o m b r e s de a r m a s se reti- viendo que sus soldados no podían ca-
rar oa después cíe h a b e r puesto en orden m i n a r tan a prisa como él quisiera, se
a palos, según c o s t u m b r e , al leal p u e b l o adelantó a su gente con intención de lle-
de Valla-dclid, que había corrido en gru- ¡ gar a Cuéllar aquella noche.
p0s a las puercas de p?lacio, dejando lo ! El más vivo deseo le punzaba de vol-
que les i m p o r t a b a , scíícito y cuidadoso, verse a ver en el castillo p a r a llevar
como siempre sucede, del que le gobier- adelante su infame p l a n contra la des-
na; y de allí a media h o r a todo e-'Saba dichada Zoraicla.
en tanta paz y b u e n a a r m o r í a como sn- H a b í a ya decidido a Saldaña con Ira
lfj cíe embrollarse aquel laberinto. Sólo ella completamenle, y viendo q u e n a d a
los partidarios y parientes de ios muer- podía alcanzar con las amenazas, la ha-
tos se h a b í a n retirado j u r a n d o vengar- bía acusado ante el t r i b u n a l eclesiás-
se: pero como estaban ca::c!os, sus miir- ; tico para q u e la prendiesen y castiga-
mullos no e r a n encendidos de n a d i e , y j sen como a hechicera, dispuesto a sos-
la vez del p a r t i d o vencedor, q u e reso-
tener en persona la acusación. P e r o an»
naba en tono m á s alto, parecía la ex-
tes de entregarla a la m u e r t e o, lo que
presión pública y general de todas las
es lo m i s m o , a sus jueces, quería ver
voluntades.
si el amor a la vida vencía en fin la
Xo se irataba ya sino del próximo obstinación d e aquella infeliz, que
vi?je a Cuéllar, y m u v pocos se acor- m u e r t o ya Usdróbal, sin tener nadie q u e
daban de Don L o p e de H a r o , n i de nacía la a m p a r a s e , acaso se entregaría a él
de lo acontecido poco después del su- p a r a que la libertase de tamaño peli-
ceso; y si a l g u n o s l conservaban algún gro y la vengase de su enemigo. T e n í a
recuerdo, ¿e servían de él más p a r a p a r a esto en su favor la industria y se-
irsultar su m e r o r i a que para lamentar- creto con que había u r d i d o sus t r a m a s ,
la; contándose quizá en este n ú m e r o puesto que la viltima aventura de Us-
los que más h a b í a n adulado a q u e l pro- d r ó b a l n o parecía q u e él hubiese te-
cer cuando vivía, y que a h o r a , ultra- nido p a r t e alguna en otra cosa q u e en
jándole después de m u e r t o , querían po- haber* q u e r i d o favorecer a Zoraida y
rene a bien con el vencedor. Tal £s la p o n e r en salvo a Leonor, cumpliendo
miserable condición h u m a n a , y particu- lo que h a b í a p r o m e t i d o , y n o siendo
larmente la del que vive del favor y culpa suya que los s o r p r e n d i e r a n en
'beneplácito de los principas. aquel lance.
A p a r e n t a b a , a d e m á s , hacer tales es-
fuerzos para t e m p l a r la cólera de su
CAPITULO XXV señor, que nadie h u b i e r a creído que él
era quien le inducía a arrojar de allí y
yo no ñ a u o
remedio a los males míos, a enviar al patíbulo a aquella desdicha-
sino en morir, porque veo da mujer, a quien al mismo t i e m p o es-
que un imposible conquisto.
Yo estoy sin mi, yo no mando, taba fingiendo a m a r tan de veras. No
mi razón yo no la rijo obsiante, Z o r a i d a desconfiaba de él, y
poder superior me arrastra,
sin ser dueño de mí mismo. a u n q u e a veces le creía inocente de al-
«Primero es la honra». Morera. gunas supercherías, siempre le m i r ? b a
con recelo, y le había cerrado la p u e r t a
Mientras esto pasaba en Valladolid y de su h a b i t a c i ó n , no p u d i e n d o menos
Sílaba tan a l b o r o t a d o el palacio con la de aborrecerle.

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470 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

Allí sola, sin ver a n a d i e , pasaba sus bien es verdad que no lo creo
yo me-
•días en la agonía de la m u e r t e , y sólo nos que ellos.
alguna vez dejaba su escancia p a r a es- -Está bien, basta—replicó el de Cu'
p i a r los pasos de Saldaña y vengarse llar—•; l í b r a m e d e ella y no ten^a
yo
en cierno m o d o presentándose a su vis- n a d a que ver con su m u e r t e . ¿Y el re
ta y gozándose en su turbación. que gente de armas crees tú que traiga
Completamente restablecido de sus consigo {
heridas el señor de Cuéllar, a u n q u e com- — : \ o os lo p u e d o asegurar—repu 8 0
b a t i d o s i e m p r e de su misantropía, y a J i m e n o — , pero siempre serán de tres a
pesar de los continuos combales q u e cuatro mil h o m b r e s .
tenía q u e resistir de las tropas q u e m a n - — ¡ O h ! — e x c l a m ó Saldaña con una
daba el de Isaar, no pensaba sino en sonrisa q u e r a r a vez animaba su f] Sc .
Leonor, y la infeliz prisionera, que ig- n o m í a — . E n este caso su hermano va
n o r a b a la sublevación, privada ya de a tener q u e rendirse, y ella es mía.
toda esperanza de libertad, no tenía ciro Miróle J i m e n o sorprendido con ] a
consuelo en su cautiverio q u e sus lá- alegría del señor de Cuéllar, cosa tan
grimas y la soledad ; cada visita q u e la nueva para él como p a r a el miaño que
hacía Saldaña era u n nuevo m a r t i r i o , y la sentía.
la de.'aparición da Elvira, que h a b í a fal- —Ya veo, señor, que vais todavía a
tado del castillo, o a lo menos no vivía ser feliz. ¿ N o os dije yo eme las fatiaas
ya con ell?, la h a b í a privado ds la úni- de la g u e r r a , nuevos amores y el bulli.
ca amiga a quien p u d i e r a comunicar su ció de la corte eran el mejor remedio
dolor. Recelaba, a d e m á s , que Saldaña para vuestra enfermedad?
h u l l e r a hecho apartar a su h e r m a n a de —Quita allá, necio—respondió Salda-
allí para poder o b r a r con más liber- ña, q u e h a b í a vuelto a su estado habi-
t a d , y a u n q u e la cortesanía y el respeto tual de tristeza—; solamente una cosa
q u e s i e i r p r e usaba con ella p u d i e r a n p o d r í a h a c e r m e dichoso, y no e- ningu-
t r a n q u i l i z a r l a , temía, no obstante, la na de las que dices. ¡ A y ! ¡ Y quién sabe
h o r a fatal en que aquel h o m b r e vicioso, tampoco si sería yo entonces íeliz!
cansado de sus desdenes, dejase de res-
Detúvose a q u í con muestras de pe-
petarla como dama para tratarla como
s a d u m b r e , y ambos interlocutores guar-
cautiva.
daron un m o m e n t o silencio.
E n t r e t a n t o , el p r j e se acercaba a Cué- —Será preciso ir disponiendo a Leo-
llar a rienda suel'a. L u c o que llegó nor—pensó S a l d a ñ a — ; sí, vamos.
al castillo echó pie a tierra de su ca- Y levantándose de su asiento echó a
ballo y subió a dar cuenta a su señor a n d a r pensativo y sin m i r a r al paje, ha-
de su comisión. Contóle cuanto h a b ' a cia la habitación de Leonor.
visto en la c o r e , y concluyó su relación, —Está loco, no hay duda—dijo éste
q u e apenas había oído Saldaña, con la después que se h u b o a l e j a d o — : allá se
promesa que el rey le hizo ce venir en las avenga, yo hago lo que quiero de
persona a sujetar los rebeldes. él, y a m í me viene bien su locura, ^o
—Está bien —dijo Saldaña—; tú cui- t a m b i é n voy a ver cómo lo pasa Zorai-
darás de p r e p a r a r l e el recibimiento. Y da, y si m e puedo introducir en su
de Z o r ida, ¿ c u á n d o piensas librar aie cuarto.
de ella? O c u p a d o , pues, de sus pensamientos,
-—Mañana m i s m o , señor, llegarán les llegó Saldaña a la p u e r t a de la habi-
enviados del t r i b u n a l a p r e n d e r l a ; he tación de Leonor, y habiendo pedido
presentado mi acusación en forma y se permiso para visitarla, bajo pretexto de
h a n h o r r o r i z a d o todos. traerle noticias de su h e r m a n o , aguardo
—-¿Y con qué testigos cuentas? — p r e - la vuelta de la c a m a r e r a , que no tardo
guntó Saldaña. m u c h o tiempo.
—Cuantos viven en el pueblo y en el Concedida la licencia entró el con-
castillo están persuadidos de sus bru- de, y después de haberla cortesa^' 1
jerías y creen que os tiene h e c h i z a d o ; preguntado por su salud, tomó aaen
SANCHO SALDAÑA 471

enfrente, algo a p a r t a d o , n o sin alguna tusiasmo mientras h a b l a b a , su fisono-


turbación, y casi sin atreverse a m i r a r l a . mía mostraba u n carácter d e t e r m i n a d o ,
Leonor apenas le contestó a sus p r e - y en su a d e m á n noble y hermoso as-
diinLas, p e r o llena de ansiedad le pre- pecto h a b í a algo capaz de fascinar y
guntó por su h e r m a n o . e n a m o r a r un h o m b r e de hielo. Mirá-
—Se ha recobrado del todo—respon- vala Saidaña con p e s a d u m b r e , contem-
do Sal daña-—, p e r o tengo, no obstante, plándola tan hermosa y animada al mis-
que daros una mala noticia. mo t i e m p o , y viéndose a su parecer de-
— ¡ H a b l a d ! ¿Qtié b e y ? ¿Está preso? testado de aquella m u j e r en cuya po-
-—preguntó Leonor toda asustada. sesión h u b i e r a él cifrado toda su dicha.
— P e r a h o r a no—replicó el de Gué- Este sentimiento de cariño y de amar-
flar—; p e r o , j ay de él si llegan a apri- ga desesperación n o p u d o menos de
sionarle ! henchir su corazón de llanío, q u e p a r a
— P e r o , ¿ q u é h a hecho? ¿ Q u é h a y ? m a y o r pena suya, lejas de servirle de
—Sosegaos, señora, y oídme—respon- desahogo d e r r a m á n d o s e por sus ojos,
dió Sald ñ a — . U n e n j a m b r e de ilusos combatía su alma como el m a r que en
han to.xado las armas y proclamado la más deshecha borrasca no p u e d e tras-
rev a Don Al f onso de la C e r d a , rebelán- pasar sus orillas.
dose contra D e n Sancho y vuestro her- — j Quién más desdichado q u e y o !
mano los capitanea. Sus fuerzas, a u n q u e — e x c l a m ó — ; ¡yo que te adoro, que veo
números"s, consisten la mayor p a r t e en en ti en este m u n d o mi íelicidad y en
hombres que apenas h a n tomado en su el oiro m i salvación, que h a b r í a de ha-
vida u n a r m a en. la m a n o , y no son ber sido tu esposo, y q u e h u b i e r a ha-
temibles por consiguiente. Se encuen- llado en ti una m u j e r hermosa, sensi-
tran, a d e m á s , aislados, y sin esperanza ble, heroica, u n a m u j e r , en fin, como
de .auxilio por ningún l a d o ; iodo lo n o h a y ninguna en el m u n d o , y uu©
cual hace creer que se verán m u y pron- ahora m e veo aborrecido de t í ! ¡ O h ! ,
to forzad :s a entregarse y a sufrir en a la verdad es demasiado sufrir. Sí, tie-
tal casa la pena a que la ley cordería nes razón, Leonor, tu h e r m a n o es un
al traidor. h é r o e , la causa que defiende es j u s t a ;
—Esa no—repuso Leonor con alti- D o n Sancho es u n t i r a n o , u n u s u r p a d o r ,
vez—; m i h e r m a n o p o d r á m o r i r pelean- u n mal h i j o ; peor cjue yo es el rey que
do o p e r d e r su cabeza en u n c a d a b o - elegí, q u e m e distingue, y debe ser tan
jiero su fama q u e d a r á sin m s n c h a , su perverso como yo cuando hace de m í
noirbre no p e r d e r á por eso el lus're tanto aprecio. P e r o n o i m p o r t a , si él
(¡ue le dieron núes ros abuelos, y la no- m e ha colmado de beneficios, yo le ¿eré
ta de infamia caerá sobre el vencedor. desagradecido, yo me rebelaré contra
él, yo le asesinaré hospedándola en mi
—Sea como decís—replicó S a i d a ñ a — .
castillo ; h a b l a , Leonor, m á n d a m e que
y aun más diré, que usa de su derecho
lo haga, y volaré en seguida con mis
eo.ro caballero, pero i?o por eso es me-
tropas a a u m e n t a r el. n ú m e r o de k¡s
nas triste su situación, Su a p r e h e n d í -
que h a n seguido a tu h e r m a n o . ¡Olí!
miento y su m u e r t e son seguros.
—continuó, arrojándose a sus pies—,
—Cumpla m i h e r m a n o como deba á m a m e , á m a m e , y Don Alfonso de la
—replica Leonor—y se^ cualquiera su Cerda p u e d e contar con u n amigo m á s
suer:e. Yo desdoraría la gloria d e nii y un. po-dero'-o a l i a d o .
linaje y negaría la sangre q u e por mis
VEna-s corre si de otro modo le aconse- — N o , S a i d a ñ a ; levantaos, y no nen-
jara. H a tomado las armas p o r su pa- seis tan b a j a m e n t e de mí—-replicó Leo-
tria conira u n tirano y en favor de ,;u nor—. ¿ P o r qué os había de engañar?
rey. Mi p a d r e le h u b i e r a consejado lo No os a m o , pero tampoco es decir esto
mismo, y yo, a u n q u e le amo más q u e que os aborrezco. Os a b o r i e t ería, no
a mí misma, no p u e d o menos de a p r o - obstante, si abandonaseis vuestro par-
a r lo que ha hecho. t i d o , si viese que os mostrabais desagra-
Los ojos de Leonor b r i l l a b a n con en- decido a los beneficios que os h a pro-
472 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

digado Don Sancho. No creáis n u n c a más dichoso que yo. A él le queda 1


S a l d a ñ a , que p a r a buscar aliados a mi ilusión de la gloria p a r a aquel mornen
h e r m a n o m e valga yo de medios t a n to, la esperanza de u n ilustre nombrp
bajos. en la posteridad y las alabanzas de gu
— P e r d o n a d , señora, m i a r r e b a t o — r e - p a r t i d o , mientras a m í , que en nada
plicó el de Cuéllar, más sosegado—: te- de esto cifro m i gloria, y que sólo q u i.
néis razón, y yo m i s m o , a pesar de siera vivir en paz, y ser a m a d o de ti
todo, n o h a r í a . . . , ¿ p e r o qué digo? ha- no m e queda que a g u a r d a r si no la vida'
ría cuanto vos quisierais. P e n s a d , sin tu odio y mis eternos remordimentos
e m b a r g o , en las circunstancias peligro- — S í , Saldaña—respondió Leoncr—
sas en q u e ge ve vuestro h e r m a n o ; con- tú te ves precisado a combatir con ¿1
siderad que acaso p u e d e necesitar u n pero no es de caballero tender asechan.
día algún amigo que le proteja contra zas y hacer asesinar vilmente al ene-
la inju t-cia. ¿Querríais vos ver a vues- migo que se presenta noblemente en Í ]
tro h e r m a n o , puesta la soga al cuello, riesgo. Si le r o d e a n traidores, tú debes
m e r c h a n d o por las calles públicas, con- avilarle, al misino tiempo que no debes
ducido al cadalso p o r el verdugo? ¿Que- h u i r l e la cara frenle a frente en el
rríais oírle n o m b r a r t r a i d o r y ver ro- campo.
d a r su cabeza ensangrentada por tierra? — P i e n s a , Leonor—respondió el r] e
— ¡ S a l d a ñ a ! — e x c l a m ó Leonor h o r r o - Cuéllar—, que n a d a m e quedará que
rizada— : ¡ basta, p o r D i o s ! , tened com- | hacer p o r l i b r a r l e ; vive persuadida que
pasión de mí. ! hasta a h o r a está seguro de los asesinos
Saldaña prosiguió diciendo : | q u e le cercan, y de q u e yo h e dado or-
den de que se respete su vida, y cree
— ¡ Dichoso, sí, sí n o h u b i e r a otro
t a m b i é n que aún si cayera prisionrio
m u n d o ! , p e r o inquieto allí m i m o y
del rey, yo i n t e r p o n d r í a todo mi vali-
p e n a n d o , él volvería a reconveniros por
miento para salvarle. Sí, todo per ti.
h a b e r l e dejado m o r i r . Y no lo dudéis,
Leonor, todo por ti, por quien estov
el triunfo es nuestro, y H e r n a n d o va a
p r o n t o a exponer riquezas, vida, hon-
ser víctima de su entusiasmo. E l rey
r a , en fin, cuanto p u e d e exponer un
va a llegar con un numeroso cuerpo de
hombre.
aguerridos veteranos; nuestros espías
son mejores y más dies'ros q u e los su- [ — Y yo te lo agradeceré toda mi vida,
y o s ; allí m i s m o , en su c a m p o , hay quien ¡ y si hasta ahora no he tenido de ti si
se ha ofrecido ya a asesinarle o a en- no memorias odiosas, entonces tendré
tregarle vivo, y su desgracia es tan cier- al menos u n recuerdo que m e h a r á pen-
ta como que el sol nos a l u m b r a . sar en ti con agrado, y te miraré no
— ¿ Y qué queréis decir con eso?-—pre- como a mi perseguidor, no como al ene-
guntó Leonor conmovida— : ¿acaso os migo de m i familia, sino corno al liber-
complacéis h a c i é n d o m e padecer? tador de mi h e r m a n o .
•—¡ Ojalá, Leonor—contestó Salda- •—¡Un r e c u e r d o ! , ¿y no más?—excla-
ñ a — , sufriese yo a ú n más de lo q u e m ó S a l d a ñ a — ; pero tampoco merezco
sufro y fueras t ú feliz de ese m o d o ! N o , yo más. Tienes razón, Leonor, un re-
m i intención no es ésa; yo quiero ha- c u e r d o tuyo debe b a s t a r m e , y es el úni-
certe ver solamente lo desdichado que co p r e m i o que tengo derecho a exigir
soy. F i g ú r a t e u n h o m b r e que te idola- de tí.
t r a , y q u e p o r la d u r a ley del h o n o r El tono melancólico con q u e pronun-
se ve obligado a e m p l e a r sus armas con- ció estas p a l a b r a s , y la resignación qu e
tra tu h e r m a n o , quizá a encontrarse y manifestaba a su suerte, tal vez hubie-
a tener que pelear con él en el c a m p o ; r a enternecido a Leonor si la idea de
u n h o m b r e q u e si ya n o es detestado d e riesgo en que se encontraba su herma-
t i por lo q u e ha h e c h o , va a serlo pol- n o no tuviese únicamente ocupada su
lo q u e le queda q u e hacer. ¡ A h ! , en- imaginación.
tregado al verdugo, tu h e r m a n o b a ñ a n - —Yo confío—le dijo—en que apar-
do el cadalso con su n o b l e sangre, es I taréis de m i h e r m a n o cuantos lazos pu e "

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SANCHO SALDAÑA 473

j a n tenderle los que no saben librarse I p e r o su semblante estaba ya m u y caí-


j e sus enemigos si n o valiéndose de d o ; pálida y desmejorada, apenas ofre-
¡oidores y de asesinos. Si su suerte fue- cía ya a la vista aquel conjunto de or-
ra mor ir al frente de sus p a r t i d a r i o s , gullo y de h e r m o s u r a que tanto la dis-
en íal caso no desmentiría yo la ente- tinguía.
ieZ a de u n a dama de m i j e r a r q u í a , le —-Jimeno—le dijo con voz tan aba-
lloraría en silencio, y m e resignaría a tida como su rostro, p e r o que no des-
uji desgracia. P e r o sí yo le veo aprisio- mentía por eso la audacia de sus pala-
nado o m u e r t o no p o r el valor sirio por bras-—, si habéis venido a u l t r a j a r m e ,
|a ratera astucia de sus enemigos, con- entrad y m e veréis m o r i r a q u í m i s m o ;
iad, Saldaña, ccn m i eterno aborreci- dad un paso más con esa intención, y
miento, vos y cuantos sean sus con- m e atravieso el p e c h o con esta d a g a .
trarios. Turbóse el paje s o r p r e n d i d o de lan-
Diciendo así se levantó de su asien- ía resolución, y sin atreverse a adelan-
to, y habiendo pedido p e r iriso para re- tar un paso quedó inmóvil, m i r á n d o l a
tirarse a otra sala, se despidió de Sal- con sorpresa,
daña, a quien e n a m o r a b a n cada día — S e r é n a t e , Z o r a i d a — d i j o aparentan-
más las nuevas virtudes y gracias que do el mismo abatimiento que ella—•,
descubría en su prisionera, al m i s m o Conozco m i mal c o n f o r t a m i e n t o con-
tiempo q u e a u m e n t a b a su desesperación tigo ; te h e dado motivos bastantes p a r a
el horrible contraste q u e ofrecían su hacerte desconoar de m í ; pero ¿ q u é
corazón y el de ella sí los c o m p a r a b a . sacrificios h a y que yo no haya h e c h o
después para h a c e r t e clvidar tus ultra-
jes y m i infamia? ¿ N o h e estado a pi-
CAPITULO XXVI que de perecer por Jibrnrts de ¡u rival?
;.?%a te he salvado dos veces la vida del
i A tan leve culpa, t a n t a furor d e Saldaña? Y a h o r a m i s m o , cree*
ingratitud se ha juntado!
Mas quien nació desdichado m e Z o r a i d a , vengo a l i b r a r l e d e la h o -
siempre el mal se le adelanta. r r i b l e m u e r t e q u e te p r e p a r a n .
«El caballero ¿'el Sacramento», — J i m e n o — r e p u s o la m o r a — , ¿ q u é
m e i m p o r t a m o r i r ? ¿Ves t ú que m e ro-
deen tales dichas que deba sentir per-
Cuenta la historia q u e así como el derlas, ni que m e h a l a g u e la esperanza
paje se separó de su a m o , se dirigió a m á s remota p a r a lo futuro? ¿Ves t ú
la habitación de Z o r a i d a , cuya puerta cómo vivo, y puedes creer n o cifre yo
halló c e r r a d a , y t a r d ó m u c h o t i e m p o mi única esperanza en la sepultura?
en hacer q u e le a b r i e r a la esclava q u e Vete, p u e s ; nadie p u e d e oponerse a lo
le servía. que está escrito en el libro de los des-
—¿Qué queréis?—le p r e g u n t ó ésta—. tinos; vete, y d é j a m e m o r i r en paz.
Va sabéis la orden de m i señora, que
toe ha p r o h i b i d o q u e os deje e n t r a r . —• ¡ A h ! —exclamó Jim en o— : t ú no
—Abre, n i ñ a — r e p u s o el paje en tono sabes el tremendo fin que te a g u a r d a ,
muy d u l c e — ; yo no vengo a ofenderla ; tú n o sabes q u é genero de m u e r t e te
0
bien, ve y dila q u e vengo d e p a r t e apercibe tu fatalidad.
<fe mi señor. — C u a l q u i e r a q u e sea—replicó la mo-
La esclava obedeció al p u n t o , y al ra-—será m á s dulce que vivir como vivo.
wbo de un rato volvió a a b r i r la puer- — ¿ Y tu venganza?-—repuso el p a j e ,
il y entró j i m e n o después de halagar- — ¿ Q u é m e i m p o r t a después de
ia
las mejillas con dos o tres palmadl- muerta?
as suaves. Al e n t r a r él, Zoraida se lé- — Z o r a i d a , voy a declararte la h o r r i -
anlo con fiereza, a u n q u e en medio de b l e t r a m a q u e h a y contra tí. Sancho
5,1
resolución se n o t a b a cierto temblor Saldaña, lleno de odio hacia t i , y por
to
t!vulírvo en todo su c u e r p o . librarse de tu presencia, te h a delatado
Lucía en su m a n o derecha una daga al t r i b u n a l eclesiástico p o r hechicera.
'finida, con q u e parecía a m e n a z a r l e ; Si niegas q u e lo eres, el t o r m e n t o , q u e
474 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

liará polvo tus huesos, te obligará a con- puso J i m e n o — ; lo que rae importa
fesar cuanto q u i e r a n aquellos fanáticos, salvarte, v quizá d e n t r o de al»ún tí»
sufrirás la p r u e b a del guantelete de fue- p o m e sea i m p o s i b l e ; sigúeme.
go en q u e m e t e r á n esa m a n o de marfil, •—Jamás.
que sólo debería q u e m a r el a m o r con —-¿Tan h o r r i b l e te parezco qu e a /¡
sus labios, pasarás por once b a r r a s ar- dudas escoger e n t r e el cadalso y m ¡
diendo que .abrasarán tus delicados pies, a m o r ? — p r e g u n t ó el p a j e — . Piensa, t ó -
q u e ahora son gloria del suelo que pi- rpida, lo q u e vas a d e c i r ; no te deir»
sas. T ú no tienes a nadie q u e te defien- llevar de tu resentimiento conmigo,
da, n i n g ú n caballero t o m a r á p o r ti la obra n o por a m o r de m í , sino por t u
d e m a n d a , y todos te odiarán, y te m í l - p r o p i a conveniencia y seguridad.
decirán creyéndote b r u j a con la m e j o r — H e dicho—respondió la mora con
fe del m u n d o . T a l es la suerte que te entereza.
e s p e r a : seré breve, voy a pintarle la
— ¿ H a s elegido ya?—preguntó el p a .
que te aguarda si te entregas a m i vo-
j e con cierta sonrisa irónica.
luntad. El castillo de Cuéllar n o es el
—Sí—repuso con firmeza Zoraida •
único castillo que h a y en el m u n d o . N o
la m u e r t e .
lejos de Córdoba, en medio de la abun-
dante y deliciosa Andalucía, posee u n — P u e s bien, yo t a m b i é n me gozo en
caballero p a r i e n t e mío u n a fortaleza que mueras—replicó el paje mudan-
magnífica, r o d e a d a n o sólo de fuertes do de tono con m u c h a calma—. Tam-
m u r o s , sino de frondosos j a r d i n e s , bajo bién h a y placer en ser m a l o : sí, vo
u n cielo de cristal p u r í s i m o , q u e j u n t o mismo te a c o m p a ñ a r é al tribunal, al
a ellos son arenosos páramos los tan patíbulo, te perseguiré basta crae exp¡.
ponderados de este castillo. Es aquel el res, y m e b u r l a r é de tus súnlicas cuando
país da las bellas y de los a m a n t e s , te acuerdes efe que h e podido salvare
aquel el suelo que tantos recuerdos con- y quieras que entonces te salve. D e .
serva y tan:as maravillas muestra de engáñate, tú no estás acostumbrad! a
lo q u e fueron y fabricaron tus p a d r e s ; sufrir, y la vista del cadalso y los mar-
de allí se dijo con razón q u e ríos de tirios de la t o r t u r a te h a r á n arrepentir
miel y de leche fecundaban aquellas aún v cambiar de opinión. Todavía te
t i e r r a s : allí t u vida... has de arrojar íú misjna en mis brazos.
—jimeno—contestó la m o r a — . tu per-
—-Basta, J i m e n o — i n t e r r u m p i ó Zorai- versidad p r u e b a esa calma irónica cen
d a — ; ni la vida ni la venganza quiero que h a b l a s ; ni aun sientes l i pas'ón
de t i ; te odio, y prefiero iril tormentos do la ira viéndole despreciado de la
y mil oprobios, a deberte m i salvación. que dices que amas. T ú no bac?s fino
—Piensa más tus respuestas—repuso calcular lo q u e has de decir. Huye,
el p a j e — ; los m o m e n t o s son preciosos, m o n s t r u o : / q u é vale un m u n d o en que
cada instante que pasa te acerca a la h a b i t a n y m e d r a n seres tan viles co-
eternidad. A o creas que t u inocencia mo íú?
te salve. Los jueces que te h a n de oír — N o , no siento nada, como tu dices
no h a r á n si no lo que quiera Sancho —prosiguió el p a j e con la misma san-
Saldarla. Son, a d e m á s , fanáticos y su- gre fría y tono irónico—, ni run sierto
persticiosos como él, y tienes contra ti deseos de vengarme de t i : pero tú no
la opinión del vulgo b á r b a r o , que hace sabes aún hasta dónde llega mi prrver-
m u c h o tiempo te cree hechicera. Todos s i d a d ; sabes que yo, que trataba de n-
p e d i r á n a gritos tu m u e r t e , y tus lágri- h e r t a r l e , yo que te amo, yo soy tu acu-
mas, tus ruegos y tu belleza no te val- sador ante el t r i b u n a l .
d r á n siquiera u n a muestra de com-
E n este m o m e n t o las puertas de la
pasión.
habitación se abrieron de par en par.
— T u vista—replicó Z o r a i d a — m e ho- y dos h o x b r e s vestidos de negro, de si-
rroriza más que cuantos tormentos m e niestro aspecto y con traza de aignac"
pintas, les, entraron en el aposento. Er?n sus
— N o hago caso de tus palabras—re- fisonomías de a q u e l l a s en que se nota
SANCHO SALDAÑA 475

aI mismo t i e m p o el sello de la estupi- do en aquel m o m e n t o q u e se h u n d i e s e


dez y el de la crueldad, que suele dar la tierra bajo s r s pies por n o verse
el oficio. Venía tras de ellos, a corta delante de ella representando t a n vi-
distancia, u n eclesiástico, marcliando llano papel, q u e llevaba en su a l m a £u
con pasos m u y mesurados, y m u r m u r a n - más cruel suplicio, pero i n m u t a b l e , fijo,
do entre dientes algunos rezos, y j u n t o inexorable en su b á r b a r a resolución.
a él, t r é m u l o , p á l i d o , y sin .atreverse a Los des h o m b r e s y el eclesiástico se
alzar los ojos del suelo, caminaba el adelantaron hacia la m o r a , q u e distraí-
niismo Sancho Saldaña. Los r e m o r d i - da, m i r a n d o fijamente a Saldaña, no
mientos que le despedazaban continua- hacía ca.-:o de n a d a que le r o d e a b a ,
mente se h a b í a n a u m e n t a d o en aquel mientras él, a v e r g o n z a d o y c a b i z b a j o ,
instante en su corazón al verse forzsdo se bahía q u e d a d o inmóvil en el u m b r a l
él mismo a entregar al verdugo aquella de la p u e r l a . Sólo el paje parecía ha-
mujer cuyo único delito era a m a r l e , a b e r conservado toda su serenidad, aun-
quien él mismo había sacrificado y per- que algo sorprendido de la llegada de
dido, y cuya inocencia del c r i m e n q u e aquellos h o m b r e s , a quienes él no es-
la i m p u t a b a n debía de ser p a r a él tan p e r a b a hasta el día siguiente, no obs-
clara como la luz del sol. Aquella m u - tante que a veces solía cambiar de co-
jer que h a b í a hecho en otro t i e m p o su lor cuando m i r a b a a Z o r ? i d a . Los dos
felicidad, a quien él h a b í a desdeñado satélites del t r i b u n a l rodearon a la mo-
tan sin razón, y cuyo a m o r iba él a ra, y el sacerdote, después de h a b e r
pre.:niar llenándola de infamia y hacién- hecho su venía a S í l e a ñ a , q u e casi no
dola q u e m a r viva. No podía menos de le m i r ó , colocándose delante de ella,
horrorizarle de sí m i s m o viéndose de- leyó con voz muy c a m p a n u d a y sonora
lante de ella. Apenas acertaba a mover- el acta de prisión, q u e estaba en latín,
se, y sentía un dolor agudo en su co- y en q u e le o r d e n a b a n se a p o d e r r s e ¿ e
razón, como si le atravesasen con u n la persona de aquella mujer, acussda
puñal de dos filos. Molejábase de in- de u a r de maleficios y hechizos para
fax.e y de malvado entre sí, teníase por cautivar a los h o m b r e s .
más despreciable y bajo que el insecto No encendió Z o r a i d a , como es de p r e -
más infeliz, se a p i a d a b a de ella, pensa- sumir, ni u n a p a l a b r a de las que el
ba en los martirios que iba a sufrir, en m a n d a m i e n t o rezab?-, hallándose escrito
Iaa maldiciones que le echaría en la en lengua qua le era extraña, pero no
hora de su m u e r t e ; veísla irse q u e m a n - p o r eso dejó ce conocer de lo que se
do poco a poco reclinada sobre la ho- tralaba, y m u c h o más cuando oyó a ios
guera, y, sin sentirlo, él mismo se des- dos piadosos oficiales del t r i b u n a l inti-
pedazaba las manos, h i n c a n d o ;e las marla la orden de entregarse presa a
uñas hasta los huesos, y rechinaba los í i e n p o que cada uno por su lado la su-
dientes, p e r o no por eso cambiaba de jetaba tan fuertemente de un brazo que
resolución. la obligaron a dar un grito. No p u d o
Mirábale atentamente Z o r a i d a , sor- menos Saldaña -de a p a r t a r los ojos y vol-
prendida de verle allí sin osar tcd^- ver la cabeza a otro lado en aquel ins-
vía imaginarse que era aquel mismo tante. El sacerdote hizo señas a los dos
hombre que la h a b í a E>mado ianto el minislros que La sacasen fie allí, y el
ii-iuno que la condenaba a m o r i r ríe paje se sonrió como p o d r í a sonreírse
aquel m o d o . Parecíale imposible que un demonio,
mese él, y más de u n a vez creyó que H a b í a vuelto Z o r a i d a de su p r i m e r
le engañaban sus ojos. P e r o no h a b í a asombro, y r e c o b r a n d o todo su á n i m o ,
( no p u d o menos de echar una m i r a d a ele
Jüe d u d a r l o , era Saldaña ; era su aman-
te, el q u e tantas veces la había j u r a d o triunfo a Saldaña, gozosa, en medio de
(juo la .adoraría e t e r n a m e n t e ; era el su desgracia, con los lormentos que
Uiisino que estaba allí, y que venía aquella escena causaba en su corazón.
acompañando a los que venían a pren- Sin duda, ella en aquel m o m e n t o era
derla; era Saldaña, que h u b i e r a queri- m u c h o más dichosa que él, puesto q u e

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476 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

p o d í a levantar su frente sin r u b o r , se- de H a r o , cuando por las extensas ]] a


r e n a , y sin la marca de la vergüenza, miras que desde el castillo de Cuéllar
mientras que su pérfido a m a n t e se veía se descubren camino de Valkidalid, A{.
allí delante de ella con todo el abati- visaron los vigías de la fortaleza a lo
miento y el oprobio de u n h o m b r e cuyo lejos u n a inmensa polvareda, como po-
crimen le hace detestarse a sí m i s m o . dría levantar la m a r c h a de algún nu-
Al pasar j u n t o a Saldaña .sintió éste meroso ejército. Veíanse, además, ele
u n frío por todo su cuerpo tan intenso cuando en cuando, a r r o j a n d o un mar
q u e le p e n e t r a b a hasla los huesos, sus de luz en los aires, resplandecer acaso
rodillas se doblaron, y quiso articular confusamente las a r m a d u r a s , y l O Í e r ,
algunas p a l a b r a s . Sólo se le p u d o en- guidos y blancos penachos de los ca-
tender que decía : balleros ondear graciosamente a mer-
•—¿Me perdonas? ced del viento como un bosque de pal-
Zoraida le m i r ó con desdén y menos- mas. Oíanse ya más cerca cen belicoso
precio. y alborotado estrépito el relincho de los
—Xo—le contestó— ; j a m á s te p e r d o - caballos, el ruido c e i0.3 tambores, (\
n a r é . T a n t o culs.n'iO te h e a m a d o te crujido de las armas y el mezclado Bon
aborrezco. T e b e perseguido, h e que- de Jes lelilíes, clarines y otros instru-
rido vengarme de ti, pero no m e mo- mentos de guerra, con tan mrrtial y
vía a hacerlo más que m i a m o r . Podías confundido esruenclo que arrebataba
en un accedo de cólera h a b e r m e m u e r t o los ánimos, asordaba los campos, retem-
de u n a puñal?:da, h a b e r m e ahogado en- b l a b a la tierra y p a s m a b a el verlo.
t r e tus brazos, y yo te habría perdona-
Correspondía a este aparato guerrero
do. ¡ P e r o e n t r e g a r m e fríamente a mis
con no menos p o m p a y estrépito la guar-
verdugos! Tú eres u n malvado, y j a m á s
nición del castillo, que puesta parte de
te p e r d o n a r é .
ella sobre las m u r a l l a s , y parte en la
— ¡ Z o r a i d a , Z o r a i d a ! —gritó Saldaña
llanura fuera de la fortaleza, ya asesta-
de rodillas, y tendiendo hacia ella los
ban aquellos sus arcos desde las alme-
brazos. Xo os la llevéis sin que diga
nas con a d e m á n guerrero como si es-
q u e m e p e r d o n a , p o r q u e Dios m e cas-
perasen sus enemigos, ya éstos mani-
tigará.
o b r a b a n en sus gallardos bridones con
El sacerdote hizo señas a Jos algua-
ligeros escarceos, caminando al encuen-
ciles de que anduviesen, y dijo :
tro de los q u e se acercaban, ya como
—Está hechizado, no hay duda. Mise-
estatuas de hierro en sus pesados caba-
rere nobis Domine sscundum magnum
llos; otro b a n d o de ellos aguardrbn a
misericordiam tuam, Y echó a andar
pie firme caladas las viseras, la lanza
detrás de ellos, seguido id el paje, sin
en la cuja y la espada desnuda colgada
atender a los grifos del supersticioso
de la cadenilla que la aseguraba a la
Saldaña.
m a n o derecha, prontos a enristrar lan-
za al m o m e n t o .
CAPITULO XXVII Sonaban las músicas de uno y otro
ejército algunas tocatas guerreras, las
Deslumb' 'antes armas, campanas de la ciudad echadas a vuelo
petos argentinos,
caballos, pendones en señal de fiesta con a t r o n a d o r estruen-
moviendo con tino do a u m e n t a b a n la confusión, los true-
destellaban juntos
entre el polverío
nos del castillo r e t u m b a b a n a la redon-
tornasoles tales da, y los gritos, los vives, la alegría de
que el verlo era hechizo. la m u l t i t u d , las ventanas coronadas (le
¿Y a dd tan bizarros
irán los caudillos, hermosas damas, las plazas inundada»
y para el combate tan apercibidos? de gente hacían aquel espectáculo tan
José García de Villalta. vario y divertido como imponente y * e '
rrible. A d m i r a b a ver juntos todos los
preparativos de u n a fiesta en que bri-
R a y a b a apenas el sol en el oriente,
llaba en los rostros el regocijo, al n» s "
dos días después de la m u e r t e del señor
SANCHO SALDAÑA 477

nio t i e m p o q u e todos los aparatos de de que a su p a d r e D o n J u a n h a b í a he-


guerra y los semblantes m a r c i a l m e n í e cho d o n el famoso Vargas M a c h u c a ,
severos de los soldados. después que despojó de ella al i n t r é p i d o
Y pocos consideraban en aquel ins- B e n - O m a r - B e n - H a c e n , sobrino del rey
tante viendo aquella m u l t i t u d de ban- de Marruecos, a q u i e n combaiió y ven-
deras, aquellas a r m a d u r a s t a n relucien- ció en singular batalla c u a n d o el sitio
tes, aquellos t a n briosos caballos, y de Sevilla, delante del rey Don Fer-
aquel tan numeroiO escuadrón de h o m - nando.
brea tan llenos de vida, de galas y de El orgullo y las altas pretensiones de
bizarría, que no pasaría m u c h o t i e m p o esta familia h a b í a n h e c h o célebre su
sin q u e esparciesen p o r todas partes el n o m b r e en todas las revoluciones an-
terror, el desorden y la m u e r t e ; que sus teriores a nuestra época, no p u d i e n d o
armaduras caerían desbaraiadas en pie- los reyes menos de ceder en algo a
zas al golpe de los ensangrentados ace- caballeros tan puntillosos de su dere-
ros, y q u e ellos y sus caballos servirían cho, y que por el m e n o r motivo se
de b a n q u e t e a h a m b r i e n t o s perros y a querellaban con ellos, P e r o nunca como
carnívoras aves, yertos ya y sin á n i m o a h o r a después de la m u e r t e del de R a r o
sus robustos cuerpos. Entonces todo era se h a b í a n presentado en el apogeo de
fiesta, todo era j ú b i l o , y si p e n s a b a n su p o d e r , p o r lo q u e a pesar de la pre-
en el día de la batalla, era p e n s a n d o m u r a del t i e m p o , y nc h a b e r p o d i d o
en vencer, y alentados con m i l espe- enviar a reclutar gente en sus señoríos,
ranzas, y m i l ilusiones de gloria, h a b í a traído Don J u a n al rey en aquella
F u é r o n s e , pues, a c e r c a n d o en b u e n ocasión más de cuatrocientas lanzas, la
orden, y cuando ya las tropas ligeras mayor p a r t e veteranos de n o m b r a d l a ,
de Saldaña se h a l l a b a n cerca de las q u e eran los p r i m e r o s q u e r o m p í a n la
que venían, p a r a r o n aquéllas, y u n gue- m a r c h a , enarbolando en alto el glorio-
rrero, cuyo melancólico rostro formaba so p e n d ó n de su casa. Ocupaba la iz-
un singular contraste con su lujosa ar- quierda del rey, el valeroso López Sal-
madura y buen aderezo, de majestuo- cedo, capitán de lanceros, y u n o de los
so continente y gigantesca estatura, a guerreros de más fama en aquellos tiem-
galope en u n alazán de fuego, se ade- pos, q u e sujetó después y puso en or-
lantó de sus tropas y salió a recibir a den a los vizcaínos q u e h a b í a sublevado
Sancho el B r a v o , q u e , a r m a d o todo me- contra D o n Sancho, el hijo del mal-
nos el casco, venía, rodeado de sus prin- aventurado don L o p e . M a r c h a b a éste
cipales caballeros, m o n t a d o en un tor- todo cubierto de h i e r r o sin lujo.,, y aun-
do á r a b e , cuya soberbia lozanía suje- q u e p e q u e ñ o de c u e r p o , parecía soste-
taba con indecible agilidad y destreza. n e r el peso de sus armas sin t r a b a j o ni
Llevaba el rey en la cabeza u n bo- fatiga alguna, antea b i e n , la e n o r m e
nete de terciopelo, color carmesí, de maza de h i e r r o q u e colgaba al arzón
donde le volaban iníinitas p l u m a s d e de su silla, p r o b a b a b i e n a las claras
varios y bien casados colores; vestía u n a la fortaleza de su m u s c u l a t u r a .
aljuba sobre la coraza, b o r d a d a toda Quisiéramos referir todos los nom-
de oro, y a su lado detrás de él llevaba bres, todas las cifras y las armas de les
un escudero su lanza, su escudo y el demás ilustres caballeros q u e allí ve-
yelmo, q u e , r o d e a d o de p u n t a s de hie- n í a n ; p e r o la crónica de que copiamos
rro, y sólo a d o r n a d o de algunas p l u m a s ¡ no hace j u s t a m e n t e m e n c i ó n particu-
blancas, mostraba que no lo traía p a r a lar de ellos, y por no faltar a la ver-
un torneo, sino p a r a usarlo en la guerra. dad histórica, nos vemos obligados a
Descollaba a su lado por su aventajada pasar en claro todo el ejército, sin p o -
estatura y grave porte el m u y noble se- der dar cuenta de las b a n d e r a s , motes
ñor Don J u a n N ú ñ e z de L a r a , p r i m e r y n o m b r e s de tantos célebres capita-
ricohombre del r e i n o , asimismo a r m a - nes. P e r o felizmente la misma crónica,
do y a caballo, y cubierto el caparazón a u n q u e concisa y m e z q u i n a sobre cier-
de su palafrén de u n a piel de tigre real, tos p u n t o s , después de e n o j a r al lector,
478 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

a c u n a s veces por su demasiada estre- los cuarenta, edad en q u e si una


jer n o es vieja, empieza por lo
mu.
chez y brevedad r u i n , suele t a m b i é n di- tten06
vertirle agradablemente otras, y a u n des- a envejecer.
a r r u g a r su ceño entreteniéndole con R o d e a b a n esta litera algunos cali
descripciones sobremanera sabrosas y de lleros m u y principe les, aunque el 1 P
buen leer. y otros que las h a b í a n acompañado ha
Así q u e , en esta ocasión, puesto q u e la entonces, se h a b í a n adelantado
calla los n o m b r e s de los valientes, lo puesto al frente de las tropas, para re.
q u e tal vez hizo el a u t o r que vivió en cibir el h o m e n a j e eme debía hacerles
aquellos tiempos p o r envidia o super- a la cabeza de las suyas, nuestro ]]¿.
chería, ensalza y alaba con entusiasmo roe el cas ellano de Cuéllar. Llegó é t e
la h e r m o s u r a , a fuer de b u e n caballero, al rey con aquella indiferencia y .triste-
de algunas damas q u e en su liiera ve- za propia de él, y ya iba a echar pi e a
n í a n detrás del ejército, cuyos rostros, tierra, c u a n d o el r e y , alargándole la
trajes y condiciones, describe con admi- m a n o se lo estorbó, apretándole la suya
r a b l e minuciosidad, encomiando la no- amistosamente.
bleza de sus apellidos, la s o b r e h u m a n a Hicieron alto en este momento am-
belleza en q u e excedían, dice el a u t o r , bos ejércitos, y las músicas de uno y
a cuanto él h a b í a visto hasta entonces, otro corrieron a c u b r i r el camino que
y la riqueza de sus preseas y alhajas, h a b í a desde allí al castillo, tocando va-
cada u n a de l?s cuales era fama que rias alegres sonatas, en medio de los
bien valía una cibdad. Sentimos, e m p e - vivas de la m u l t i t u d . T o m ó Sancho Sal-
ro no ser e n t e r a m e n t e de la opinión del daña el lugar de pre c erencia junto a]
c r o n i s t a ; pero faltaríamos a la v e r d f d rey, que le cedió Salcedo, puesto que
si, como él, exagerásemos la h e r m o s u r a el de Lara no h u b i e r a hecho tal cuín-
de aquellas d a m a s , con m e n g u a y agra- p l í m i e n t o a n a d i e . Y en llegando al
vio de las que son adorno y gala de castillo p a r a r o n , y las tropas desfilaron
nuestras fiestas, y m u c h o más si pudié- en buen orden delante de ellos, entran-
semos a t a n alto precio las joyas q u e do en el p u e b l o , que estaba a la iz-
las engalanaban, d a n d o envidia a nues- q u i e r d a por aquel lado, las tropas dei
tras más ricas fembras, y susío y temor rey delante, y las de Saldaña a reta-
a sus m a r i d o s . Baste decir, q u e en la guardia.
litera venían la reina y otras dos da- E n esto, y en medio de los dos ejér-
mas suyas : que Doña María, esposa de citos, llegó la litera en que las clames
Sancho el Bravo, tenía m á s de talento venían, y h a b i e n d o echado todos pie a
q u e de belleza, y q u e el lujo y la pe- tierra, a ejemplo del rey, se adelantaron
drería q u e llevaba, h a n hecho creer a recibirlas.
que dio causa al p r u d e n t e refrán tan — ¿ Q u é os distrae, b u e n Saldaña, que
sabido de antes que te cases, mira lo n o venís a a y u d a r a esas damas a que
que haces. salgan de la litera, o acaso tenéis en
E r a la reina de m e d i a n a estatura y vuestro c a s i l l o quien os pide celosa
bastante airosa, de tez m o r e n a , pero cuenta de vuestras acciones?—preguntó
s u m a m e n t e agraciada, de a n i m a d a fi- el rey a nuestro héroe viendo que no
sonomía y de a d e m á n señoril, real- se movía más q u e si fuera de piedra.
zando sobre todo la expre¿ión de su — P e r d o n e vuestra alteza—replicó Sal-
rostro, sus hermosos ojos árabes, cuyas daña—-, si mi cabeza no está para cum-
negras pestañas al caer p o d r í a haberlas plimientos. No obstante, sentiría per-
c o m p a r a d o cualquier poeta clásico a der la h o n r a q u e vuestra alteza J»e
dos nubes c u b r i e n d o u n sol en cada ofrece.
u n o de ellos, puesto q u e esto de nubes Y diciendo así se encaminó hacia la
n o hermosea m u c h o los ojos. Las otras litera, q u e ya h a b í a hecho alto, y "eS'
damas no eran tampoco m a l parecidas, pues de abierta la portezuela hinco ro-
sin e m b a r g o q u e u n a de ellas, y, p e r m í - dilla en tierra como los demás caballe-
tasenos esta descortesía, r a y a b a ya en ros, y besó respetuosamente la mano o«

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SANCHO SALDAÑA 479

pona María, que se apeó en brazos de C a m p a r o n las t r o p a s , p a r t e en las al-


jU esposo, mientras las otras dos damas turas que rodean el p u e b l o , y las q u e
que la a c o m p a ñ a b a n aceptaron las li- cupieron se a l o j a r e n en el castillo. E r a
azas de los cumplidos caballeros, que de ver todos aquellos cerros cubiertos
í e apresuraron a servirlas, a u n q u e es de tiendas, en q u e tremolaban m i l di-
faina que a la más m a d u r a en años mo- ferentes b a n d e r a s de los nobles que allí
flo a obsequiarla, más q u e el deseo, la venían, b r i l l a n d o al sol, q u e adelantaba
cortesía de los que ce acercaron. su curso, tornasoladas de mil colores,
— P e r m i t i d m e , señor—dijo S a l d a ñ a — , llenas las colinas d e a r m a d o s guerreros,
que os guíe, ya que vuestra alteza se ha sonando con militar estruendo los ecos,
dignado venirme a ver a m i castillo de y todo vida y movimiento donde pocas
Cuéllar. horas antes sólo alteraba el silencio la
-—Id d e l a n t e , b u e n caballero—repuso gallarda moza que con su cántaro en
el rey—, que quien siempre fue delante la cabeza pasaba c a n t a n d o a t o m a r agua
en la batalla, justo es q u e vaya delante
de la cercana fuente, el balido de las
siempre. ovejas o el ladrido del p e r r o que Jas
guardaba.
Hízole Saldaña u n a ligem inclina-
ción de cabeza, pero su carácter oscuro El p u e b l o , m i t a d de él h u n d i d o en
no le dejó agradecer con palabras la las faldas de los oteros p o r u n l a d o ,
cortesanía del rey, de lo q u e m u r m u - y e m p i n a d o hacia el o'.ro extremo don-
raron n o poco muchos de los palacie- de levanta sus almenas la fortaleza en
gos, y e n t r e ellos el deán de Sevilla, forma de magnífico anfiteatro, los ca-
que ya conoce el lector, seríos que acá y allá en los llanos y las
— ¡Cómo ha c a m b i a d o este h o m b r e ! alturas se descubrían, las torres del cas-
dijo a López S a l c e d o — : ¡ha p e r d i d o tillo coronadas de a r i c a d a g e n ' e q u e al
hasta el modo de h a b l a r ! ¿ N o veis con sol resplandecían como si fueran de pla-
qué agasajo le trata su alteza, y qué ta, los alminares y veletas de las igle-
áspera y bruscamente responde c u a n d o sias i l u m i n a d a s de luz, los extendidos
le da la gana de responder? ¿A q u é campos, cubiertos de segadas espigas ha-
atribuís eso, señor Salcedo? cinadas ya p a r a las eras, los p i n a r e s q u e
! a lo lejos p o r u n lado y otro rodean
—-A su carácter u n t a n t o orgulloso, o
aquella vasta c a m p i ñ a , el cielo claro, el
quizá a sus distracciones continuas.
sol en todo su b r i l l o , el horizonte p e r
— ¡ Distracciones ! Si h a b l a r a con u n t é r m i n o a la vista, los soldados que
villano, sería n a t u r a l distraerse ; ¡ p e r o arreglaban sus tiendas, las gentes que
con u n r e y ! Os protesto, amigo m í o , iban y v e n í a n al c a m p a m e n t o , el ruido
que yo no puedo atribuirlo sino a que de los instrumentos marciales, el bulli-
estos señores que no frecuentan la cor- cio de la m u l t i t u d , los cantos de los
te se hacen tan sombríos y r u d o s como soldados, todo presentaba el más visto-
los castillos que h a b i t a n . so cuadro y formaba la m á s discordan-
—Todo p u e d e ser—repuso López Sal- te a r m o n í a q u e p u e d e crear la imagi-
cedo. nación.
Entre tanto acabaron de desfilar las
tropas en m e d i o de los gritos y algazara E n t r e tanto Sancho Saldaña del me-
del pueblo q u e se confundía con la jor m o d o que p u d o cotnplimentó a sus
estrepitosa fanfarria de las músicas. Los reales h u é s p e d e s , supliendo a su corte-
principales caballeros e n t r a r o n en el sanía el b u e n trato, las opíparas mesas
fuerte detrás -del rey, r a z o n a n d o unos que hizo servir no sólo a los reyes, sino
con otros, ya del despego del señor de a cuantos venían en la comitiva, y los
Cuéllar, que apenas h a b í a c u m p l i d o con magníficos aposentes en q u e alojó a
el ceremonial de recibimiento, ya de las los más principales, todo lo cual hizo
buenas obras del castillo y p r e p a r a t i - q u e el deán no le encontrase tan cam-
vos militares que en él h a b í a , cada uno biado ni grosero como en u n principio
según su inclinación cortesana o afición le pareció.
a
las cosas de la guerra. Creían muchos q u e Saldaña h a r í a des-
480 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

o c u p a r el cuarto que h a b i t a b a Leonor parece sino q u e . . . u n h o m b r e coraQ


en obsequio de la reina, siendo la me- P e r d i é r o n s e a lo lejos sus murrmill
j o r y más elegante habitación del cas- y Saldaña quedó otra vez solo, habl° 8 '
tillo ; pero se engañaron en su creencia, do consigo mismo , y comparando l a an- ai.
p o r q u e el ceñudo castellano condujo a
tuación de su alma con el semblante
su alteza al segundo piso, a la habita-
h a b í a tenido que t o m a r aquel díi ~
ción de la m o r a , puesto q u e tuvo la
recibir al m o n a r c a . Carecíale qu e
atención de decirle q u e desearía u n
cada m o m e n t o más infeliz, y recor ]
palacio entero que ofrecerla 5 no siendo
ba los días de quietud del castillo
todo su castillo digno de contener en
q u e no h a b í a tenido que disimular si
su seno tanta grandeza.
pesares p a r a agradar a n a d i e , ni sufrir
Bajó en seguida con Sancho el B r a v o tanto enfadoso r u i d o ni vocería; s 0 l 0
a la estancia que debía o c u p a r , y cuya desgraciado sí, p e r o pudiendo desalío.
descripción hemos ya dado. H a b l a r o n garse a su l i b e r t a d : figurábase que no
allí, estando presente el de Lara, acetca era dueño ahora de su castillo, ni 1)0 .
de los asuntos políticos de la época, y día llorar ni maldecir su suerte, si u 0
Saldaña manifestó la situación de toda q u e como un miserable bufón tenía que
aquella provincia, presentó u n estado someterse a la voluntad de su amo y
d e las fuerzas de los conjurados, v des- renegaba entonces de la venida del rey
pués de varios debates t o m a r o n algunas y de tanta gente llegada allí sólo para
determinaciones, cuyos efectos verá bien enojarle y cansarle con sus insípidos
pronto el lector. cumplimientos y necias charlatanerías
H u b i e r a deseado h a b e r podido arrojar
de allí a todos, castigar a los habitan-
CAPITULO XXVIII tes de Cuélíar por la alegría que ma-
nifestaban, y quedarse solo, sin más
Ese maldito usurero compañía que la de su pérfido confi-
que POT granjear dinero dente el paje, ni otra persona en su
pondría en venta a su hermano, fortaleza que su desdichada cautiva.
reza a San Pedro, a San Juan,
a San Cosme y San Damián De cuando en cuando si llegaba a
y a toda la letanía. sus oídos algún grito de contento, o
Manuel Bretón de los Herreros. las carcajadas de los q u e por los cerca-
nos corredores atravesaban, se encen-
Luego q u e Saldaña se retiró a su ha- dían sus ojos, doblaba el ceño, apre-
bitación, d o n d e D u a r t e y García le taba los p u ñ o s , dando señales de la
a g u a r d a b a n p a r a desarmarle, se arro- ira q u e le a b r a s a b a . Cansado de estar
j ó en u n sillón como u n h o m b r e fati- sentado se paseaba, cansado de pasear-
gado y h a r t o de cuanto h a hecho y se se s e n t a b a ; en fin, nunca a su en-
h a visto. Quedó u n rato pensativo y ca- t e n d e r había tenido u n día de más des-
l l a d o , hasta que dando u n suspiro y a g r a d o , i n q u i e t u d y desasosiego que
encogiéndose de h o m b r o s llamó a D u a r - a q u e l ; y pensando q u e aún le queda-
te y le p r e g u n t ó por su favorito p a j e . b a n muchos que pasar de aquel mismo
m o d o , p r o r r u m p í a en impreeacionfs
—Señor—repuso—, con la bulla q u e
contra la suerte de Zoraida, y pensando
h a habido hoy no h e tenido tiempo si-
supersticiosamente en los cargos a que
quiera para pensar en mí m i s m o , cuan-
este h e c h o daría lugar contra él en el
to más en el paje : m u y ocupado debe
otro m u n d o , a u n q u e interiormente echa-
estar cuando no se ha presentado por
b a la culpa al p a j e , y trataba de per-
ningún lado.
suadirse que el pecado recaía sobre J 1 '
—Está b i e n , vete, q u e ya estás ha* m e n o , n o podía, sin embargo, acallar
blando de más — replicó Saldaña— ; los gritos de su conciencia.
cuando venga que e n t r e .
— M u y b i e n — r e p u s o el v i e j o — : el — ¿ Y por qué—decía— h e de temer
demonio del n i ñ o , maldito él sea—pro- yo, c u a n d o J i m e n o no t e m e , que es e
siguió g r u ñ e n d o entre dientes—, q u e no autor de este proyecto? Yo no tengo
SANCHO SALDAÑA 481

B ada q u e ver con lo que él h a g a . ¿Peco toda su vida p a r a llorar como debe sus
yo acaso p o r h a b e r l e dejado llevarlo a pecados. Lacrimas rerum.
efecto? ¿ N o fue él quien lo p r o p u s o ? —Es—le i n t e r r u m p i ó Jimeno-— el in-
Y por ú l t i m o , ¿no es ella una m u j e r signe Zacarías, piadoso director de las
jnfame y d e otra religión que la m í a ? conciencias de los q u e tiene a sus órde-
¡So, no tengo c u i d a d o ; ya sabré yo en nes el Velludo.
jniiriéndome lo q u e tengo q u e respon- — U n miserable m o r a d o r del desierto
der; no m e cogerá el diablo despreve- — a ñ a d i ó Zacarías con su voz c o m p u n -
nido. gida y meloso t o n o .
Su corazón, e m p e r o , n o q u e d a b a tran- —Lo que tú tienes—dijo el de Cué-
quilo a despecho de sus a r g u m e n t o s . llar— es traza de ser el más consumado
Tales e r a n sus pensamientos, criando b r i b ó n q u e h e visto en toda mi vida,
el elegante J i m e n o p i d i ó permiso p a r a —Así es—añadió el paje.
entrar a verle, y luego q u e lo obtuvo —Laus tibi Domine, loado sea el Se-
empujó la jmerta y e n t r ó a c o m p a ñ a d o ñor—replicó Z a c a r í a s — ; más padeció
¿e un h o m b r e , cuyos ojos h u n d i d o s y Jesucristo por n o s o t r o s : estoy no obs-
relucientes, sus tácitos y atentados pa- tante al servicio de vuestra grandeza,
sos, y el rosario q u e traía en su m a n o , y bien p u e d e c r e e r m e la vuestra excel-
daban a entender q u e no p o d í a ser otro situd q u e más me inclina a servirle su
que Zacarías. gracia la b u e n a fama q u e de religioso
—Benedictus in nomine Dornini—di- tiene que el dinero que espero e n Dios
jo el hipócrita sin levantar los ojos del q u e m e p a g a r á , sin e m b a r g o , q u e el ar-
suelo. tesano vive de su salario.
•—Ya te h a b r á dicho m í paje lo q u e
No le m i r ó siquiera Saldaría, ni hizo
quiero que hagas—respondió S I d a ñ a — ;
de él más caso q u e de u n p e r r o q u e
y creo que h a c e ya algunos días que te
hubiese e n t r a d o , sino q u e volviendo a
entiendes con él.
Jimeno, y h a b i é n d o l e h e c h o señas que
-—Señor, hasta a h o r a sólo h e servido
se acercara, le p r e g u n t ó :
d e espía con el ayuda de Dios, y p o r
—¿Has d e s e m p e ñ a d o tu encargo? mi conducto h a n llegado a noticias de
—Ved a q u í , señor—repuso el p a j e — , vuestra grandeza los movimientos de los
tm buen h o m b r e dispuesto a hacer cuan- rebeldes, y los planes q u e fabrican con-
to se le m a n d e , con tal q u e se le pa- tra el ungido.
gue bien. —Además—prosiguió el p a j e — , se h a
Fijó en él Saldaña los ojos, y n o p u d o ofrecido a asesinar al jefe de los revol-
menos de sentir i n t e r i o r m e n t e cierta tosos,
gana de hacerle a h o r c a r , pareciéndole — ¿ A F e r n a n d o de Iscar? P o r v i d a
que en pocos pescuezos p o d r í a emplear- de mi padre, Jimeno—dijo Saldaña—,
se un cordel más dignamente q u e en el q u e tú no quieres sino cargar m i a l m a
suyo; y J i m e n o , que leía en el alma con nuevos crímenes. El p r i m e r o que
de su señor, n o p u d o m e n o s de son- siquiera le m i r e m a l le h e de a r r a n c a r
reírse. E s t a b a Zacarías a la izquierda y o mismo los ojos.
de] paje y enfrente del de Cuéllar, q u e
—Eso es lo m i s m o q u e digo yo—re-
ocupaba u n a silla, con las manos cru-
puso Zacarías sin a l t e r a r s e — ; n a d a que
zadas, los ojos bajos y r e z a n d o sin d u d a ,
p e r j u d i q u e el alma debe hacerse j a m á s ,
a juzgar p o r el movimiento continuo de
s a u n q u e vaya en ello la v i d a : Animes
«s labios, sin a t e n d e r n i a u n o ni a
mea pura, e t c . , por no cansaros. Yo h e
otro, y levantando los ojos ú n i c a m e n t e
pensado un m e d i o de m a t a r l e sin q u e
| cuando n o le m i r a b a n i n g u n o . su sangre caiga sobre nosotros, y en
i —¿Quién eres? — le p r e g u n t ó Salda- cuanto a m i r a r l e m a l , yo le m i r a r é , os
; "¡a con aspereza. j u r o , con la m a y o r d u l z u r a en aquel
—Soy, o h benignísimo y esclareeidí- momento.
"iio señor, un h u m i l d e siervo de Dios, —-Las órdenes que m e disteis ..-—dijo
^ pecador a quien no bastará llorar el paje.

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1482 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—-Las órdenes que yo te di fueron m ó u n a expresión particularmente A


q u e rae lo entregasen vivo, y no q u e vota en este p u n t o , cruzó las manos
n i n g ú n villano le asesinara •— contestó b r e el p e c h o , y perdidos los ojos e"
Saldaña encolerizado. el techo DO dejaba p o r eso de lan
•—Señor—-repuso J i m en o—, eso quizá de reojo algunas m i r a d a s hacia Sald
sea imposible. ñ a , para ver si se daba por entendid *
;. — P u e s entonces largaos de a q u í t ú y o era preciso usar de más claridad Fl
ese miserable gazmoño al instante—re- p a j e , con a d e m á n socarrón, l e mirab
plicó Saldaña. y sonreía.
— N o os encolericéis, eminentísimo — T ú puedes rezar—respondió el ¿V
señor—respondió Z a c a r í a s — ; la cólera Cuéllar—a cuantos santos y mártires tp
es uno d e los siete pecados m o r t a l e s , y... parezca, pero a h o r a lo que has de ha-
—Quita allá, vive Dios, tú y tus pe- cer es explicarme tu p l a n .
cados m o r t a l e s — i n t e r r u m p i ó Saldaña le- — N o h a y duda—replicó Zacarías-—-
vantándose con la intención sin duda de vuestra grandeza sabe lo que ha de
darle de puntillones. hacer este h u m i l d í s i m o siervo, vil lom-
P e r o Zacarías viéndole tan i r r i t a d o se briz del fango, pulvis... P e r o suponien-
determinó a aplacarle diciendo : do por u n momento q u e vuestra excel-
— V u e s t r a grandeza debe saber q u e situd se encargase de rezar tanto Pater-
Hasta lo imposible suele vencerse con nóster y tanta A v e m a r i a , amén de una
la ayuda de Dios. Deo volente. estación p o r cada espina de la cororm
— P u e s es preciso—^replicó Saldaña, de Cristo nuestro b i e n , lo cual no sería
extraño en u n tan religioso varón como
sentándose de nuevo m á s sosegado—
vuestra grandeza..,
q u e Dios quiera.
—Considerar, señor — repuso el pa- •—Quita allá, m a l l a d r ó n : ¿cómo ha-
j e — , que el señor de Iscar está siempre bía yo de e n c a r g a r m e de rezar tanto?
r o d e a d o de caballeros y q u e él lo es F a l t a , además q u e yo pudiese rezar..
m u y valiente p a r a q u e se deje p r e n d e r —replicó Saldaña— : déjate de hipocre-
de un villano. sías conmigo, no sea q u e usarlas te cues-
te caro : h a b l a , o vete.
— E l Espíritu Santo — esclamó Zaca-
rías—acaba de i l u m i n a r m e a h o r a mis- — P e r o , señor, poderosísimo s e ñ o r -
m o , j Oh ! j Santo de los S a n t o s ! , ¿ o h , respondió Zacarías con la mayor humil-
esplendor d i v i n o ! Bien podéis decir que d a d — , vuestra grandeza sabe muy bien
Dios os favorece cuando me h a inspi- q u e cada u n o tiene sus explicaderas.
r a d o tan luminosa idea en vuestra Dios p o n e valor en el corazón del gue-
ayuda. r r e r o y ciencia en la lengua del sabio.
Yo rezaría todo eso, p o r q u e esas son
— H a b l a y déjate d e exclamaciones
,; m i s oraciones d i a r i a s ; pero hombres
—respondió Saldaña.
santos hay cuyas súplicas valen más quo
— E l Señor p o n d r á susto en su alma
las mías para con Dios. P e r o ellos es-
y... escelsa turis... H o y se m e h a olvi-
t á n h a r t o ocupados en el culto divino,
dado casi todo el latín que sabía : vos
y es menester pagarles su trabajo; ya
v e r é i s ; p e r o la empresa merece vuestra
sabéis q u e tantas oraciones dan ocupa-
atención, y vuestra grandeza debe saber
ción p a r a algunos días, y yo me encar-
que tanto vales cuanto t i e n e s ; y que
garía de llevarles el dinero y de entre-
así como antes t r a t a b a yo de e m p l e a r
gárselo, por lo q u e no sería malo que
algunas monedas en beneficio del alma
vuestra grandeza a ñ a d a algo más a ¿o
d e ese caballero, dándole ya por difun-
q u e tiene intención de pagarme. Yo me
t o , a h o r a pienso será b u e n o rezar a las
contentaría con u n cornado por cada
ánimas benditas, a San Cosme, a San
estación.
D a m i á n , a las once m i l Vírgenes y a
los i n n u m e r a b l e s Mártires de Zaragoza —Maldito demonio — replicó Saldaña
p a r a que salgamos bien con nuestra in- i r r i t a d o — , si hay que rezar a cada wj°
tención. * de los i n n u m e r a b l e s m á r t i r e s , ¿dono»
El acarnerado rostro de Zacarías to- piensas que h a y dinero para pagarte»
SANCHO SALDANA 483

Huye de m i presencia, y cuenta q u e voy ga. Tasa, tú mismo lo que vale tu trai-
a dar o r d e n p a r a q u e te disparen tan- ción, y veremos.
tas flechas como Avemarias m e has —Señor—respondió Zacarías—-, vues-
pedido. tra b o n d a d y m a n s e d u m b r e os coloca-
—No se enoje vuestra excelsitud—re- rán algún día en el paraíso, como tan
plicó Z a c a r í a s — : a q u í m i amigo Jime- santo varón merece. P e r o yo p u e d o ju*
ao tasará m i t r a b a j o . raros y os juro-—añadió, poniendo los
•—¡Amigo!, ¡puf! — i n t e r r u m p i ó el índices de a m b a s m a n o s uno sobre otro
paje m i r á n d o l e con desdén. en forma de cruz,, acercándolos a sus
—-Pues, señor, yo—continuó el h i p ó - labios—por esta señal de la cruz, q u e
crita—, si no ofrezco algo a las ánimas el dinero q u e os pido es p a r a u n b u e n
benditas soy h o m b r e al agua y n o sirvo fin, y que si te t r a t a r a de m í m e con"
para n a d a , ni a n a d a m e atrevo absolu- tentaría con el que quisiereis d a r m e .
tamente, p o r q u e antes es en m í la devo- Veo, sin e m b - r g o , vuestra generosidad
ción q u e otra cosa c u a l q u i e r a . y magnificencia, y voy a tasar poco más
o menos lo q u e creo que valdrá t a n t o
Volvióse el de Cuéllar sobre su sillón
rezo. En p r i m e r lugar, por cada esta-
harto enojado con la falsedad y avari-
ción p o n d r é un cornado, m o n e d a ínfi-
cia del b u e n Zacarías, y a p o y a n d o la
m a , como vos s a b é i s ; a h o r a bien, en
cabeza sobre Ja m a n o derecha, afirman-
cuanto a las ánimas b e n d i i a s , debe h a -
do el codo en el cincelado respaldo,
ber infinitas en el p u r g a t o r i o , y se p u e -
quedó u n rato pensativo, d u d a n d o si
do regular unos ochocientos millones
le m a n d a r í a ahorcar y h a r í a e-:e favor
de almas, e c h a n d o corto. Las once m i l
más a la h u m a n i d a d , o si seguiría va-
Vírgenes es poca cosa. Pasemos a h o r a a
liéndose de él, vista la m u c h a necesi-
los i n n u m e r a b l e s m á r t i r e s , Mariirolo-
dad que de sus servicios tenía, y con-
gium, q u e no viene a cuento. Los in-
sentiría en cuanto le pidiese.
n u m e r a b l e s en este caso deben tener nú-
. El hecho era q u e sus esperanzas n o
m e r o , y p a r a no ser prolijo p o n d r é el
podían absolutamente cumplirse si n o
doble de las ánimas benditas, a u n q u e
lograba t o m a r prisionero al de Iscar,
t a l vez diréis q u e ando escaso, p e r o
hazaña casi imposible de verificarse a
como q u e d a n las espinas de la corona
no valerse de la astucia de alguno de
I de...
Su p a r t i d o q u e lo entregara. Esta re-
flexión, que p a r a él tenía más fuerza •—Voto a tal, vive Dios, infame, atre-
que cualquiera otra, le determinó a to- vido, insolente, m a l villano, ladrón?
do y a d a r cuanto Zacarías exigiese, rvtin — exclamó Saldaña, poniéndose e n
aunque, tuviese que e m p e ñ a r sus tierras pie y vulcanizado de i r a — , que he d e
y sus castillos p a r a satisfacer su codicia. hacer u n escarmiento en ti q u e ha de
Repugnábale, no obstante, tener que po- p o n e r espanto en todos los de tu m i -
nerse a merced de un villano q u e , se- serable ralea. : . ¿Y dónde has a p r e n d i -
gún las ideas de aquel siglo, debía te- do a echar cuentas, canalla? ¿Y c ó m o
ner a m u c h a h o n r a servir a u n caba- tienes osadía para d e m a n d a r dinero a
llero tan p r i n c i p a l como él, y cuya vida un caballero como yo soy, y q u e p u e d e
debía estar a su placer, p r o n t o a sacri- disponer hasta de tu vida? J i m e n o , echa
ficar. P e r o como no h a b í a más reme- de a q u í a ese follón deslenguado y arró-
dio, era preciso pasar por t o d o ; y vol- jale de cabeza a u n pozo ahora mis-
viéndose hacia el piadoso v a r ó n , que m o , que p o r mi vida que no h a de vi-
con aire m e d i t a b u n d o parecía q u e esta- vir dqs horas más en el m u n d o .
ña contando los i n n u m e r a b l e s cornados
Quedóse Zacarías inmóvil, sin dax'
que le p e d í a .
señales de susto n i c a m b i a r su aspec-
—Malsín—le d i j o — , a d m i r a b l e es la to devoto, n o t á n d o s e sólo en él cierto
paciencia con que he visto tu descaro movimiento convulsivo en los labios,
sin h a b e r t e ya hecho e m p a l a r . Con t o d o , como si rezara m u y a prisa y se pu-
íjuiero hoy h a c e r p r u e b a de m í b o n d a d siera a bien con Dios. E l p a j e se acercó
i para ver t u insolencia hasta d ó n d e lle- a S a l d a ñ a ; y le habló, al oído.
484 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—Señor—le dijo—, lo que a vos im- —Basta —replicó S a l d a ñ a — ; v _


p o r t a es coger prisionero al señor de d a r t e diez alfonsís de oro (I) v A
Iscar. P e r d o n a d a este h o m b r e su atre- . w , y de»,
v i m i e n t o , y cuando vuelva por la p a g a , pues ajustaremos cuentas.
¿tenéis más q u e hacerle a h o r c a r de u n a — S i q u i e r a , por las lágrimas de 1
almena? Magdalena —exclamó Zacarías—, g e n
rosísimo señor, q u e sean veinte.
—Dices bien — r e s p o n d i ó Saldaña, y
•—-Diez h e dicho —repuso el de Cué
encarándose con Zacarías prosiguió—,
llar con s e q u e d a d .
infame, hipócrita, saco de embustes y —Diecinueve, p o r las siete espada»
villanías, las p a l a b r a s q u e has usado que atravesaron el corazón de la \'ir-
m e r e c í a n que yo te hubiese hecho a r r o - gen, pia mater.
j a r de cabeza desde la t o r r e más alta •—Ni un cornado m á s .
a l foso, como h e tenido intención. N o —Dieciocho, señor, diecisiete, dieci.
obstante, te p e r d o n o , y estoy p r o n t o a seis, q u i n c e , por la lanzada de I,on»¡.
darte cuanto m e pidas luego q u e hayas nos, por las llagas de nuestro Reden-
c u m p l i d o t u promesa, e n t r e g á n d o m e tor...
prisionero al señor de Iscar. Reíase el paje, a u n q u e con disimulo
— B i e n parece, señor mío —replicó el por no enojar a Saldaña, viendo a Za-
astuto gazmoño—, la generosidad en los carías seguir a su señor, que salía ya
poderosos, Regum que Deum que; ún de la habitación, acosándole, cansándo-
embargo, como las oraciones q u e os pido le, pidiéndole y rogándole por cuanto
son p a r a antes y no p a r a después, creo p u e d e rogar y suplicar un cristiano, diez,
tendréis a bien entregarme siquiera la seis, u n a m o n e d a m á s , u n cornado si-
m i t a d de su valor, a fin de q u e yo lo quiera m á s q u e lo q u e Saldaña le pro-
lleve al monasterio más p r ó x i m o y prin- m e t í a , y persiguiéndole hasta el punto
cipien las plegarias desde esta t a r d e . de hacerle volver hacia él la punta del
—Dice bien — r e p u s o el paje, adelan- píe y a r r o j a r l e al suelo d e un puntillón
tándose a h a b l a r , viendo q u e otra vez q u e le hizo venir r o d a n d o hasta los pies
Saldaña se encolerizaba—•; sólo q u e lo de J i m e n o .
m e j o r es que haga venir a q u í los frai- —Sea por Dios — d i j o , poniéndose en
les, o quien quiera q u e sea quien h a y a pie—•; m á s padeció Jesucristo por nos-
de recibir esa cantidad, p a r a q u e el se- otros.
ñ o r de Cuéllar quede satisfecho de que — A l fin has logrado lo que pedías,
h a sido bien e m p l e a d a . puesto q u e t e h a n dado u n puntillón
a d e m á s de los diez del pico —dijo el
Esta salida del p a j e cortó el revesi-
paje, b u r l á n d o s e .
n o , como se suele decir, al consumado
—Yo le h u b i e r a p e r d o n a d o tanta ge-
t u n o , que no acertaba apenas q u é res-
nerosidad — r e s p o n d i ó Zacarías—, que
p o n d e r , y sosegó el ánimo de S a l d a ñ a ,
pienso q u e m e h a derrengado, y hay
q u e no p u d o menos de sonreírse y mi-
larguezas que n o se agradecen.
r a r al p a j e , q u e , fijos los ojos en Za-
—Con todo —repuso Jimeno—, has
carías, tomó el a d e m á n b u r l ó n tan na-
caído con m u c h a gracia, y por eso te
t u r a l en su maliciosa fisonomía.
p e r d o n o el pisotón q u e m e diste.
El devoto b a n d o l e r o n o dejó por eso — ¿ T e pisé? ¡ O h ! Se h a cumplido en
de responder. m í la profecía : super aspidem et basi-
— ¿ Y por q u é -—dijo— distraer de sus liscum ambulavis.
santas ocupaciones a los elegidos d e l Se- Volvió en esto el señor de Cuéllar, J
ñ o r ? Conque yo fuera a llevárselo, bas- h a b i é n d o l e endonado u n bolsón* con la9
t a b a , cuanto m á s que ya veo q u e m i diez medallas, que Zacarías recogió con
piedad m e ha descarriado u n poco, y... ansia, m i r ó con condicia y se guardo
— H a s p e d i d o lo q u e el m u n d o todo en u n vuelo, dijo :
n o bastaría a pagar — i n t e r r u m p i ó el — A h o r a bien, ¿cuál es tu plan?
p a j e , t e r m i n a n d o la arenga d e Zacarías.
—Mi devoción, m i exagerado celo p o r (1) Equivalía cada alfonsí de oro a 50 reate*
el culto, eclesiae suae santae... de nuestra moneda. (Nota de la 1.a ed.)

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SANCHO SALDAÑA 435

—Yo t r a e r é al señor de Iscar a al- y oficios p a r e c e q u e h a b í a n de estar


guna emboscada vuestra •—respondió unos de otros y de la relación que tienen
¿acarías— valiéndome de a l g ú n lícito y entre sí todos, b i e n como u n a ingeniosa
piadoso engaño, y con el ayuda de Dios m á q u i n a en q u e desde la r u e d a p r i n c i - ;
oS le entregaré prisionero. pal hasta la más ¡3equeña y r u i n , aun-
—Está b i e n , y cuidado con q u e no q u e obren al parecer en contrario sen-
faltes a tu promesa. T e doy de térmi^ tido, ayudan todas ellas su movimienio,
no cinco d í a s ; si en este tiempo no m e i P e r o , como hemos d i c h o , el m é r i t o , si
sirves bien entregándomelo lealniente, alguno bav r , n o es nuestro ni del cro-
Je aviso al Velludo de tu traición p a r a nista, sino que así pasó y así lo dispuso
que te haga ahorcar al m o m e n t o . ¿En- l Dios, y nosotros no hacemos sino con-
tiendes? tarlo.
—De a q u í a cinco d'as, m e d i a n t e E l genio d e la historia deja, p u e s ,
Dios, estará el señor de Iscar en vues- a h o r a p o r u n m o m e n t o los ¡palacios de
tro poder. los reyes y los castillos de los señores,
—Vete. y a t a n d o algunos hilos que h a b í a n que-
— P e r o si vuestra generosidad y b u e n d a d o sueltos en el e n m a r a ñ a d o trans-
corazón inclinasen a vuestra excelsitud curso de los anteriores sucesos, dirige
a darme algo m á s . su vuelo al c a m p o , y entre los pinares
— ¿ N o te vas? —rejilicó S a l d a ñ a — , o del río P i r ó n se esconde y desaparece.
quieres q u e , . . — P o r el Dios de A b r a h a m . . .
—'¡So, señor, n a d a de eso, poderosí- -—J\~o j u r e s así, n o sea que saquen
simo y eminentísimo señor, ya m e voy. por el hilo el ovillo y nos conozcan es-
Padre nuestro.. —y volvió la espalda tos p e r r o s . Cuanto m á s , que si nos des-
rezando. cubren con este t r a j e m o r i m o s sin re-
medio,
•—En v e r d a d , señor m í o , que n o sé
CAPITULO XXIX cómo sabiendo tanto y teniendo tanta
experiencia como vuestros años p r o m e -
Velada en nubes la celeste cumbre ten os habéis metido en este oscuro en-
todo era noche, luto y tempestad,
sólo a tu rostro de divina lumbre
c i e r r o , q u e para m í creo que no hemos
vaga aureola daba majestad. de hallar la salida.
«La Virgen al pie de la Cruz». -—Las determinaciones del sabio cree
Antonio Ros el ignorante que son locuras, p o r q u e
n u n c a será capaz de entenderlas.

Cuando ¡dicen que las cosas del m u n - •—Lo que yo entiendo es que si se
do parecen u n a novela, no es más sino llega a averiguar nuestro enredo nos
que una novela es o d e b e ser la repre- asaetean vivos, sin q u e nos valga t o d a
la sabiduría de Salomón, y yo ya sa-
sentación de las cosas del m u n d o , en
béis que soy h o m b r e m u e r t o antes que
que todo va a nuestro entender desen-
m e maten en tales lances.
lazado y desunido a veces, a u n q u e si se
examina bien no carece de cierto o r d e n —Si tienes m i e d o , puedes volverte
y regularidad, y en q u e personas al pa- desde aquí m i s m o .
recer inútiles y acontecimientos en sí — ¿ M i e d o ? ¿ Y por q u é no h e de te-
frivolos .son acaso tan esenciales y ne- n e r m i e d o , si n u n c a hice profesión de
cesarios cuanto q u e sin ellas o ellos fue- valiente? P e r o soy criado fiel y no m e
ra imposible que tuviese tal o cual fin separaré de vos n u n c a .
e
l asunto p r i n c i p a l . Nosotros, no obs- T a l e r a la conversación qne traían
tante, que n a d a tenemos q u e hacer sino dos religiosos de la orden de San F r a n -
: txtr-ctar de las crónicas que dan cuen- cisco que salían de los pinares, sin duda
. *a de nuestra historia, n o p o d e m o s va- con intención de vadear el río, y ha-
nagloriarnos m u c h o d e este e n j a m b r e de cían su camino a p i e , como deben ca-
personas q u e en ella a n d a n revueltas, m i n a r los frailes de esta religión. T r a í a n
"i de lo distantes que por su j e r a r q u í a I echadas las capuchas, que apenas les
486 OBRAS COMPLETAS DE DON- JOSÉ DE ESPRONCEDA

dejaba descrubiérto el rostro, y uno dé un lado y a otro p o r ver quién era el


ellos, de pequeña estatura, y el m á s vie- q u e de aquella m a n e r a cantaba tan dul
j o , llevaba u n báculo o bastón grueso, cemente, no vieron a n a d i e y todo había
en que se apoyaba p a r a a n d a r con me- quedado en silencio; la voz, no obstan,
nos t r a b a j o . te, h a b í a salido de entre unos escom-
Ai llegar a la orilla del río hicieron bros y r u i n a s que a la orilla del río
alto, y h a b i e n d o buscado el sitio en q u e estaban, p e r o entre los q u e no halla-'
hacía más sombra, fatigados del sol por ron oculto a n a d i e , por m á s que reco-
ser las doce del día, se recortaron so- r r i e r o n todo.
b r e la arena^ y el h e r m a n o m á s joven —Señor —dijo el más joven de los
sacó de las alforjas filgúnos fiambres frailes—, esto es cosa de encantamien.
y u n pedazo de p a n , que ambos a dos to, y el arpa de David no sonó con más
comieron con m u c h o apetito, a u n q u e , a suavidad.
d e . ir verdad, el viejo puede decirse que
se coiiten.ó con p r o b a r de aquellas vian- -—Ciertamente que n o h e oído voz
das, a q u e dio fin con e x t r a o r d i n a r i o m á s dulce, y la h e r m o s a E s t h e r , mi hija
guslo su c o m p a ñ e r o . E n esto estaban, q u e r i d a , q u e m e m a t a r o n sin duda estos
cuando tina voz, q u e tenía algo de so- perros cristianos cuando era niña, no
b r e h u m a n a a aquella hora y en a q u e l tenía voz m á s p u r a . ¿ T e acuerdas, Ben.
s o m b r í o y solitario b o s q u e , llegó a sus j a m í n , de m i hija?
oídos, y oyeron que e n l o n a b a con an- — ¿ Q u e si m e acuerdo? —repuso el
gelical melodía un h i m n o sagrado, de joven—. ¿ P u e d o yo olvidar nunca a la
q u e conser/ó el fraile más anciano al- amiga de m i niñez? ¡ N i cómo olvidaré
gunos trozos en su m e m o r i a , q u e dicen yo j a m á s la noche terrible que la per-
q u e fueron hallados después de m u e r t o disteis ! Me acuerdo como si hubiera
entre sus manuscritos. sucedido ayer.
— T ú eras aún m u y niño —repuso e]
viejo, con muestras de m u c h a pena—,
PLEGARIA t ú te reías de ver arder el castillo y
volvías la cara p a r a m i r a r las llamas
Tus dulces ojos con amor piadosa, q u e lo consumían, mientras nosotros
Virgen divina, vuelve al pecador;
oye, ¡oh, madre!, mi súplica angustiosa, h u í a m o s delaníe de la espada de los
tú que sentirte como yo el dolor. nazarenos. ¿Oh, m i h i j a E s t h e r ! ¡Hija
Llanto continuo corre de mis ojos, m í a ! ¡Mi querida h i j a ! Yo te busqué
y a ti mi rostro ro me atrevo a alzar, por medio de las espadas enemigas al
árida sende de ásperos abrojos
hace la sangre de mis pies brotar. través de las l l a m a s ; yo te pedía a todo
el m u n d o , al cielo, a la tierra, y na-
Largo camino y duro se me hacía, die respondía a mis voces. ¡ A h ! Tú no
flaco sentí mi corazón latir, viste la desesperación de tu padre:
débil mujer sin ánimo y sin guía
la tentación no pude resistir.
¡hija m í a , hija m í a ! La flor de tu her-
mosura h a b í a sido ya deshojada por el
i Ay!, yo pequé y abandoné el camino huracán.
que lleva sólo a la mansión de paz,
y en regra sombra el resplandor divino
Al decir esto inclinó el buen viejo
trocarse vi de tu amorosa faz. la b a r b a sobre el pecho y derramó al-
Lejos del mundo en santa penitencia, guna?, lágrimas, B e n j a m í n dio un sus-
sola aquí en este túmulo lloré,, p i r o , y a m b o s g u a r d a r o n silencio por
para otro aquí imploraba tu clemencia,
por otro aquí mi pecho golpeé, largo r a t o .
E l viejo prosiguió d i c i e n d o :
i Oh madre mía!, altiva pecadoxa, — B e n j a m í n , el sabio debe ser supe-
nunca por mí rogué en mi vanidad.
Mares de eternas lágrimas ahora
rior a los contratiempos de la vida, pero
no bastarán para 'alcanzar piedad. h a n pasado ya m u c h o s años, y a pesar
de los cariños de m i segunda esposa y
Resonó el eco la suave a r m o n í a q u e de m i h i j o , n a d a basta a arrancarla de
hacía p r r e c e r aquel sitió encantado, y m i m e m o r i a ; continuamente, a todas
a u n q u e los dos religiosos' registraron a horas, la veo delante de m í con aquella
SANCHO SALDAÑA 487

gracia infantil, aquel d o n a i r e en q u e yo — N o , no os iréis de a q u í sin o í r m e . .


fundaba toda m i vanidad. ¡ A h ! Ya ha- —repuso Elvira, cogiéndole del h á b i t o .
brá crecido, ya será una m u j e r . ¿ P e r o —Señor, si nos cogen somos perdidos
qué digo? Ya sólo es polvo y gusanos. —dijo Benjamín en lengua extraña a
Desde entonces aborrezco el n o m b r e su a m o .
de cristiano y m e valgo de cuantas ma-
-—Con t o d o , estoy por darle gusto—re-
llas puedo p a r a exterminar u n a raza
plicó en el m i s m o idioma A b r a h a m — ;
maldita de asesinos. ¡ B e n j a m í n ! ¡ Ben-
¿ q u i é n sabe si sus confesiones nos pue-
j a m í n ! T ú no sabes cuántas veces se m e
den ser útiles?
sahan las lágrimas al m i r a r t e , pensan-
do q u e te veo a ú n jugar con m i hija. — H i j a mía —prosiguió, volviéndose a
¡ Ahora tendría tu e d a d ! ella—, h a b l a y sé b r e v e , q u e acaso Dios
nos p e d i r á cuenta del tiempo que a q u í
P r o n u n c i ó estas palabras con tanto
hemos p e r d i d o .
sentimiento q u e B e n j a m í n sólo p u d o
corresponder .suspirando al dolor q u e el — P a d r e mío —exclamó Elvira, arro-
buen viejo manifestaba. F u e e m p e r o jándose segunda vez de rodillas—, pa-
A b r . h a m , a quien ya h a b r á conocido d r e m í o , yo soy la h e r m a n a de Sancho
el lector, el p r i m e r o de los que se re- Saldaña, ya h a b í a hecho voto de ente-
cobró, y acordándose sólo de la misión r r a r m e en vida y consagrarme a Dios
que llevaba, pasó la m a n o por la fren- p o r la salvación de su alma, y yo h e
te como p a r a h u y e n t a r cualquiera otro faltado a lo que ofrecí. Yo volví a su
pensamiento, y ya se h a b í a puesto en castillo, le asistí en sus h e r i d a s y lie
píe p a r a seguir su c a m i n o , c u a n d o la sido testigo de nuevos crímenes. H e h u í -
m i m a voz q u e h a b í a cantado sin d u d a , do oirá vez al desierto, e i m p l o r a n d o
a juzgar p o r su suave sonido, vino a el p e r d ó n de mis faltas, mis lágrimas
interrumpir su m a r c h a d i c i e n d o : h a n corrido n o c h e y día sin cesar, p e r o
el Señor n o h a r e s p o n d i d o a mis sú-
— ¡ P a d r e mío, p a d r e m í o ! plicas. E l demonio del orgullo se apo-
Volvieron la cara los dos m e n t i d o s deró de m i corazón; m i pecado es gran-
fmíes al oírse apostrofar de a q u e l de, y la eternidad se a b r e delante de
aiodo, y reciente la imagen de su hija m í con espanto. ¡ A h ! ¡No m e m a l d i -
en su m e m o r i a , no p u d o A b r a h a m me- gáis! Mi a r r e p e n t i m i e n t o d u r a r á toda
ii3s de e-tremecerse; pero fijando la mi v i d a ; inrponedme la penitencia m á s
v:sta ya con más atención, vieron ve- d u r a de cumplir, m a n d a d m e q u e pere-
nir hacia ellos u n a figura envuelta en grine leguas y leguas con los pies des-
una cppa o almalafa negra, que no dejó calzos, que m a l t r a t e mis carnes, q u e bese
de asustar a Benjamín y de sorprender los pies del viajero q u e encuentre en
bastante al sabio j u d í o . mi c a m i n o , todo m e parecerá poco com-
— P a d r e mío —repitió la h e r m a n a de p a r a d o con m i delito. Yo h e preferido
Saldaña, arrojándose a los pies de Abra- el amor y la amistad de los h o m b r e s
ham—, en n o m b r e de Dios o í d m e en al a m o r de D i o s ; yo, ¡ miserable de m í ,
confesión, no miréis con desprecio a he caído en la tentación!
esta pecadora. Quedó el j u d í o pensativo, menos com-
—Levanta, hija m í a — r e p u s o el su- padecido del a r r e p e n t i m i e n t o fanático
puesto fraile—. ¿ Q u i é n eres, d i m e , q u e de aquella infeliz m u j e r que cuidadoso
andas sola por estos despoblados? de aprovecharle de la ocasión que la
—Separaos u n m o m e n t o de vuestro suerte le presentaba, por lo q u e el pri-
compañero—respondió Elvira—, y si n o , m e r pensamiento que tuvo en cuanto
no; o'dme los d o s ; sí, el m u n d o entero oyó q u e era h e r m a n a de Saldaña fue
sepa mi delito y sea testigo de m i ver- fomentar su locura y servirse de ella
güenza. P a d r e m í o , tenéis delante de ]jara sus planes.
vos una m u j e r criminal, u n a m u j e r q u e — E l cielo—dijo—ha guiado a q u í mis
lleva consiso la maldición del Señor. pasos para salvarte de la m u e r t e eter-
—Has de saber —replicó el j u d í o — na. Días h a c e que el Señor puso en el
que voy m u y de prisa y.. corazón d e su siervo la intención y el

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488 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

deseo de m o r i r m á r t i r o salvar a tu Llenas están las Santas Escrituras 1


h e r m a n o del infierno q u e le a m e n a z a , acciones delincuentes, según el mezm '
y m i deseo lia p e r m i t i d o Dios que se no juicio del m u n d o , y que el Seño"
c u m p l a . El Señor ha m i r a d o con ojos en su profunda m e n t e ordenó q U e
benignos al pecador. G r a n d e , como t ú cometieran. ¡Quién osará sondear L
has dicho, es tu pecaido, pero m a y o r es altos juicios de D i o s ! E l manda matar
la clemencia de Dios. Con todo, la pe- p a r a dar vida y se sirve a veces del
nitencia que te i m p o n e por m i boca es insecto más vil p a r a h u m i l l a r la sober
t e r r i b l e ; examina p r i m e r o tu corazón, bia del poderoso. Llenos están los mon.
piensa en el castigo que te aguarda en tes y los valles de tus maravillas, Señor
la e t e r n i d a d y compáralo con la obli- Dios Sabaoth, dijo el salmista. Tú py.
gación más penosa en la vida : inflame siste fuerza en el corazón d? Juditli
t u alma el santo fervor q u e debe acom- cuando derribaste el orgullo del enemi-
p a ñ a r al a r r e p e n t i m i e n t o . Eleva tu es-
go de tu p u e b l o . T ú inflamaste el es-
píritu a la presencia de tu C r i a d o r ; pon
píritu d e la maravillosa Débora y tú
tu confianza en el q u e da aliento a m i
j comunicaste vigor al brazo de un pa=;.
voz e inspira mis p a l a b r a s , a r r á n c a t e
tor n i ñ o p a r a q u e de u n solo golpe lnm.
de I09 lazos del m u n d o , olvida a tu
diera en la n a d a la arrogancia del Fi-
h e r m a n o , olvídate de ti misma, y el en-
listeo. Mujer, ¿ p o r q u é lias de dudar
tusiasmo divino de la religión exalte tus
t ú de la elección del Señor, cuando El
potencias p a r a q u e seas digna d e la
ha puesto en ti los ojos p a r a que ven-
g r a n d e empresa a que tú sola puedes
gues su p u e b l o y le libres del cauti-
dar fin. ¡Considera q u e quizá Dios te
desaina p a r a que libres de la servidum- verio y pone en t u m a n o la espada de
b r e a su p u e b l o ! la victoria, q u e arrojará en el polvo
al hijo i m p í o q u e se rebeló contra su
El rostro del mentiroso judío h a b í a p a d r e , al hijo maldito que excomulgó
t o m a d o ui?a expresión p a r t i c u l a r de ena- el Pontífice, al nuevo Nabucodonosor
j e n a m i e n t o y sublime a r r o b o q u e n o q u e h a encadenado los mancebos v las
parecía sino que de veras ardía en su vírgenes d e Sión? Mujer, enciende tn
pecho el fuego de la inspiración. Sus ánimo en santa ira y regocíjate en el
ojos h a b í a n trocado su n a t u r a l decai- Señor. V a n o será t u arrepentimiento y
m i e n t o en u n brillo vivísimo, como ilu- vanas tus lágrimas, a u n q u e derramases
m i n a d o s , y el color ardiente de sus me- mil veces más que lleva gotas de agua
jillas, la actitud atrevida y religiosa el océano, si no sigues a ciegas la voz
al mismo t i e m p o de su expresivo sem- del q u e en este m o m e n t o m e inspira y
b l a n t e h u b i e r a n podido engañar a cual- m e revela tus destinos. Los crímenes de
quiera otro más suspicaz que Elvira. tu h e r m a n o h a n rebosado ya del vaso
Besó ésta el cordón de su h á b i t o h u m i l - de la misericordia, t u pecado es gran-
d e m e n t e , y sin alzar los ojos del suelo de, y la clemencia divina n o la alcan-
respondió : zarás sin que antes hierva en tu brazo
—Padre mío, m i vanidad humillada la sangre que salte del corazón del
no se atreve a lisonjearse de tantas glo- impío.
rias como m e habéis ofrecido en n o m b r e
de D i o s ; pero m i corazón n o tiembla -— ¡ O h ! ¡ P a d r e m í o ! —exclamó Elvi-
d e la penitencia más cruda. C u m p l a yo ra, atemorizada-—. Y o soy u n mujer...
m i deber p a r a con Dios y véame envi- m i m a n o es débil... La vista de la san-
lecida y criminal p a r a con los h o m b r e s . are m e h a c e caer d e s m a v a d a ; vo la he
— E l mayor crimen—replicó el j u - visto d e r r a m a r u n a sola vez a mí misino
d í o — , el delito más horroroso al pa- h e r m a n o , y aún m e horrorizo de recor-
recer de los h o m b r e s , p u e d e ser agra- darlo. ¿ N o bastará otra penitencia me-
dable a los ojos del O m n i p o t e n t e (1). nos cruel? Yo n o t e n d r é valor par a
levantar el p u ñ a l . ¡ A h ! Mandadme co-
(1) No debe olvidarse que habla un enemigo
m e r tierra, a n d a r arrastra como la cU*
d<i nuestra religión que se vale de sofismas para lebra...
persuadir a cometer un crimen. (Nota de la
1." ed.) —Mujer cobarde, ingrata al Dios que
SANCHO SÁLDAÑA 489

te dio el ser, yo no te m a n d o n a d a ; solía llevar consigo, y en habiéndola un-


píos m e ordena que te h a b l e de esta tado las sientes y aplicado a la nariz,
m a n e r a ; a él, a él solo, debes d a r l e tus se la vio recobrarse poco a poco, a b r i r
quejas, a él debes reconvenir, q u e no los ojos y a r r a n c a r u n profundo suspiro.
a m í . T u a l m a está c o r r o m p i d a y sin — P i e d a d , S e ñ o r ; tened compasión de
fe, y tú y tú h e r m a n o pareceréis por m i d e b i l i d a d — d i j o , p o n i e n d o los ojos
haber desoído la voz del O m n i p o t e n t e . en el cielo, con u n acento tan dulce, que
A El sólo, a El sólo debes a c u d i r p o r el j u d í o , a despecho d e su sangre fría,
misericordia. Yo te a b a n d o n o a t u ce- tuvo que a p a r t a r la cara a u n k d o pnra
iruedad. esconder una lágrima que a su pesar se
Diciendo esto le volvió la espalda y desprendió de sus ojos y hacer ira es-
se alejó algunos pasos sin volver si- fuerzo p a r a ocuLar la sensación q u e le
quiera a m i r a r l a . había causado. P e r o reponiéndose al
B e n j a m í n , espantado con el lenguaje p u n t o y descerrando de su imaginación
de su amo, no osaba decir p a l a b r a , no el recuerdo penoso que aquella voz le
pudiendo c o m p r e n d e r el fin que t e n í a n traía, dijo :
sus discursos, m i e n t r a s Elvira, fuera de — M u j e r , a n í m a t e y cúmplase la vo-
sí y m i r á n d o l e con los ojos desencaja- luntad de Dios. No mires tu miseria,
dos, parecía h a b e r p e r d i d o el conoci- sino el p o d e r del q u e te h a escogido
miento. para q u e resplandezca la espada de su
— ¡ O h , no m e abandonéis, no me justicia en la t i e r r a . Los reyes tiem-
abandonéis, p a d r e m í o ! — e x c l a m ó , de- b l a n a su n o m b r e y los montes incli-
teniéndole por el h á b i t o — . ¡ Ah ! Yo nan delante de él su cerviz. Forsvam
soy u n a m u j e r , n a d a m á s q u e u n a mu- enim indignationem suam abscindet et
jer, sin b r í o , sin ánimo para n a d a : n i dabit gloriam nomini suo. E l t i r a n o ha
aun lo tuve p a r a resistir al placer de congregado sus gentes, miles de siervos
llorar con una amiga, única persona q u e suyos armados cubren ya esta tierra con
vi después de tres años en m i soledad. sus caballos de batalla y h a caído el te-
No le h e tenido p a r a sufrir la peniten- r r o r sobre el corazón de los h o m b r e s . E l
cia que yo misma m e i m p u s e . Tened parricida se b u r l a de la excomunión del
compasión de m í . ¿Cómo queréis q u e Pontífice y desafía cara a cara al Om-
yo pueda d e r r a m a r la sangre del pode- n i p o t e n t e . Imquita'em fecimus. Hemos
roso? P e r d o n a d m e , pero yo m e n t i r í a ú llenado la tierra de nuestras iniquida-
no os dijese que h a y u n a voz en mi des, y el Señor h a permitido a este F a -
alma que m e aconseja lo contrario de r a ó n que nos persiga ; p e r o sus carros
lo que me decís. se h u n d i r á n en el abismo del m a r y
no q u e d a r á rastro de él n i sus huesees.
—Obedécela, pues—repuso el fingido
fraile, sin volver la cara, separándola Dichosa tú, hija mía, u n a y mil ve-
con a s p e r e z a — ; es la voz de tu debili- ces dichosa tú, que q u e b r a n t a r á s el cue-
dad, la voz del demonio. Sigue el ca- llo del d r a g ó n y q u e subirás a la m a n -
mino p o r donde él te guía, y al fin de sión de gloria acaso con la b r i l l a n t e co-
él te juntarás con t u h e r m a n o , sin q u e rona del m a r t i r i o ; allí j u n t o al árbol
ni a él n i a ti os h a y a n aprovechado tus de la vida beberás las aguas p u r a s del
penitencias. Adiós. eterno río que fertiliza sus r a í c e s ; án-
—; Oh !, n o , yo h a r é todo cuanto quie- geles y serafines te cantarán y b e n d e -
ra Dios exigir de mí—exclamó Elvira, cirán ; tú a c o m p a ñ a r á s sus armoniosos
5" cayó en el suelo sin señal de vida. cánticos en loor del Todopoderoso. ¡ O h ! ,
La compasión, o tal vez el pensamien- sí, vuela, ármate de fortaleza; Dios pon-
to de la utilidad q u e acraella desdicha- d r á constancia en t u á n i m o p a r a q u e
da fanática podía p r o d u c i r a la causa desprecies el riesgo, y segunda J u d i t h ,
que defendía A b r a h a m , le hizo actud'r b a s a s gue el munido, postrado y t e m e -
a darle socorro viéndola en a q u e l esta- roso, reconozca crue no h a y más q u e txn
do y t r a t a r d e volverla en sí. Sacó, p u e s , Dios, que es el Dios de tus padres. V e n ,
Une ele aquellos milagrosos espíritus q u e hija mía, tu rostro veo que se inflama.
490 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

fuego divino arde en tus o j o s ; ya te ani- de acero i m p e n e t r a b l e


cercó mi corazón.
m a el entusiasmo que a r d i ó en el co-
razón de la débil Jael cuando con u n
V e d , ya h e vencido,
clavo atravesó las sientes de Sisera. Esta vedlo caer
es la ú l t i m a penitencia que c u m p l i r á s yerto a las plantas
por tu salvación y la de tu h e r m a n o . E l de una m u j e r .
tirano e¿tá en su castillo. Yo mismo te
guiaré y te fortalecerá hasta el momen- — C h i s . . . será menester mucho di.
to de dar el golpe. Un ángel sin d u d a simulo .. él tiene m u c h o s guardias con-
m e ha traído a q u í p a r a a n u n c i a r t e la sigo—proseguía, bajando la voz y aeer.
voluntad de Dios. Ven, s i g ú e m e ; des- candóse al j u d í o — . Vamos, sí, vamos.
p r é n d e t e de todo mie-do, de todo senti- — M o d e r a , hija mía, tu entusiasmo*
miento terreno, y tuyo es el triunfo so- tú has dicho muy bien. Es preciso, como
b r e el infierno. J u d i t h , engañar a los q u e guardan a ese
— P a d r e m í o — r e s p o n d i ó Elvira—, yo j| segundo Oiofernes, tú, como hermana
m e siento desvanecer, y m e parece q u e del castellano, tendrás entrada al mo-
veo ya la gloria que m e prometéis, el mentó en la fortaleza; allí te retirar.?»
m u n d o se desliza bajo mis pies, y en a d o n d e nadie te vea sino yo, y pasarás
m i arrebato m e siento elevar sobre las o r a n d o y a y u n a n d o tres días. Entonces
nubes hasta el empíreo. Vedlo, el uni- el ángel del Señor te avisará.
verso rueda delante de m í , un. rayo de Mirábale Elvira sin pestañear mien-
luz ha i l u m i n a d o mi frente, la espada tras h a b l a b a , y luego q u e concluyó bajó
del Dios de los ejércitos centellea j u n t o la cabeza, y sin h a b l a r ya más palabra
a m í ; sí, no h a y d u d a , yo soy l l a m a d a echó a a n d a r junfo a ellos camino del
por el O m n i p o t e n t e p a r a a s o m b r a r al castillo de Cuéllar, en donde ambos
m u n d o con su justicia. frailes entraron aquella t a r d e .
Los ojos ¡de Elvira giraban a u n l a d o
y otro mientras h a b l a b a ; su voz había
tomado u n tono i m p o n e n t e ; ÍU a d e m á n CAPITULO XXX
tenía algo de s o b r e h u m a n o y maravi-
¿Vos, Hernando, en Arjonilla?, dijo Fe-
lloso ; sus cabellos encrespados ondea- ransúrez cuando se vieron apartados del
b a n como la cola de u n caballo al es- ventorrillo, todo lo que hubiera sido me-
c a p e ; hería la tierra ya con un p i e , ya nester para no ser de nadie entendidos,
con o t r o ; levantaba los b r a z o s ; tembla- «El Doncel de D. Enrique el Doliente».
ba toda, y parecía que estaba d e m e n t e . Mariano José de Larra
E r a así en efecto; los ayunos, las ma-
ceraciones y cilicios h a b í a n ya debili- Volvamos a h o r a a nuestro Zacarías,
t a d o bastante su juicio, y hacía t i e m p o q u e contando su d i n e r o , y aunque no
que imaginaba q u e veía visiones de án- muy satisfecho de Saldaría, alegre con
geles y de diablos. Las últimas palabras su aventura caminaba a paso de lobo
del j u d í o la acabaron de volver loca. hacia el c a m p a m e n t o de los partidarios
• — ¡ O h ! , sí, en el castillo de m i her- del nieto de Alfonso el Sabio.
m a n o está—prosiguió diciendo, sin que O c u p a b a su ejército las llanuras que
A b r a h a m , q u e la m i r a b a atónito, tu- se extienden camino de Segovia a la
viese valor para i n t e r r u m p i r l a — ; allí derecha de Iscar, en u n a legua de cir-
correrá su sangre por m i m a n o . ¡ O h ! , cunferencia, donde mil diversas bande-
] s a n g r e ! , ¡ s a n g r e ! —añadía con u n gesto ras flameaban al aire en las tiendas de
d e h o r r o r , m i r a n d o fijamente su m a n o los capitanes. Sobre u n cerro, cuya su-
derecha—. P e r o yo soy u n a segunda perficie plana daba lugar bastante para
Judith. establecer p a r t e del c a m p a m e n t o , y qu e
en medio de aquellos llanos se levan-
Y luego c a n t a b a :
taban como en u n sitio de distinción, es-
M i diestra m o r t a l e c e t a b a n las tiendas de los jefes principa-
el Dios de S a b a o t h , les, q u e t r a j e r o n gentes de armas y q u e

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SANCHO SALDAÑA 491

usaban de enseña p r o p i a , y alrededor b a n d o , mientras el centinela lentamen-


en las faldas de la colina y en la lla- te se paseaba.
nura se veían las de la tropa hasta per- — P a r d i e z — e x c l a m ó el joven señor de
derse d e vista p o r u n lado y otro a T o r o — , que no hemos tenido noticia
Ib lejos. del j u d í o , ni ha llegado todavía el jefe
P o r u n a y otra p a r t e r o d e a b a n el de nuestros espías. No que uno ni otro
campamento rm n ú m e r o proporcionado m e i m p o r t e n m u c h o , y si los h a n ahor-
de centinelas, que en los parajes más cado, rio h a n hecho más que m o r i r
elevados podían descubrir con facilidad como d e b í a n , pero quisiera que por esta
cualquier objeto a la distancia más lar- vez no les hubiese sucedido n a d a .
ga que p u e d e alcanzar la vista. A la
— E l ejérciio de Don Sancho—decía
puerta de las tiendas de los señores ba-
un capitán viejo ai de Iscar—consta de
hía t a m b i é n u n a guardia, compuesta de
dieciocho mil h o m b r e s , más b i e n más
soldados escogidos entre los q u e h a b í a
que m e n o s ; el nuestro, a u n q u e bastante
cada uno traído a aquella guerra
n u m e r o s o , n o cuenta arriba de ocho mil
consigo.
soldados aguerridos, p o r lo que m i opi-
Era la n o c h e , el campo estaba en nión es que nos fortifiquemos en nues-
silencio, y sólo se oía el grito del cen- tro c a m p o .
tinela o el canlo de algún trovador que — L a mía n o — r e p u s o el de Iscar—,
al rayo ¡de la luna entonaba dulces can- p o r q u e ei soldado se desanima cuando
ciones de a m o r o se a n i m a b a con him- se le encierra, y es menester salir a re-
nos de guerra p a r a la batalla. La no- cibirlos.
che estaba serena y ni u n a n u b e si-
H a b l a b a el de T o r o en secreto con
quiera m a n c h a b a el terso velo de gasa
otro j o \ e n que tenía al lado, y de re-
que la diosa argentada b a ñ a b a con su
pente i n t e r r u m p i ó la conversación de
pura luz. Las tiendas del c e r r o , a la
los dos jefes con una carcajada.
sombra y en m o n t ó n , parecían negros
fantasmas que se h a b í a n refugiado allí — ¡ J a ! ¡ J a ! T e n d r á q u e ver el j u d í o
huyendo de la claridad que despedía la si lo ahorcan vestido de fraile; nin-
luna. Nadie h u b i e r a creído a l contem- gún grajo se llega a él, apuesto cual-
plar la paz q u e reinaba en aquellos si- quier cosa; creerán q u e es un espanta-
tios y la calma de la Naturaleza que al pájaros.
día siguiente i n u n d a r í a a q u e l país la- —Podíais atender a lo q u e estamos
gos ¡de sangre, se cubrirían aquellos lla- tratando—dijo el viejo—y no estar pen-
nos de muertos y que era, en fin, aque- sando ahora en vuestro j u d í o , q u e m a l
lla t r a n q u i l a noche la última que ha- demonio le lleve.
bían de contar m u c h o s q u e en a q u e l — ¡ J a ! ¡ J a ! Si le hubierais visto ves-
momento se p r o m e t í a n quizá grandes tido de fraile como y o , j u r o a Dios que
triunfos y largos días de gloriosa v i d a . os h a b r í a hecho reír como a m í . P o r
Tal no pensaba, e m p e r o , el castellano lo demás, yo no m e cuido de vuestra
de Iscar, q u e , deseoso de venir a las formalidad ni de lo que h a b l á i s , y
manos e n u n c o m b a t e decisivo, velaba quiero vivir alegremente hasta que lle-
en su tienda cuidadoso de su h o n r a y gue mi hora,
meditando por esto los mejores planes La presencia de Zacarías, que entró
que le parecían p a r a p o n e r en derrota en ese m o m e n t o en la tienda, cortó la
a sus enemigos. A c o m p a ñ á b a n l e varios conversación con u n Deo gracias q u e
jefes, y en medio de la tienda, sobre un hizo volver la cabeza a todos.
tambor, a r d í a u n a l u z , a cuyo a l r e d e - •—¡Ja! ¡ J a ! Ya está acfuí nuestro bea-
dor estaban sentados sobre unos grose- to—dijo el de T o r o — . Beni um in Do-
ros escaños. D o r m í a n a la p u e r t a , qtie mino nomine, o qué sé yo cómo se dice.
estaba abierta por el calor, echados acá ¡ H o l a ! , costil d e oraciones, buena al-
y allá en el suelo, los soldados de guar- haja, ya te había yo creído en el cielo
dia, reposando algunos de sus fatigas y o, por lo menos, en actitud de volar
otros boca a r r i b a m i r a n d o al cielo y sil- hacia él colgado p o r a h í de u n árbol.
492 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

—Dios h a sido servido de m i r a r p o r — L o a d a sea la Providencia div'


su siervo—respondió Zacarías. —exclamó Zacarías—, que va a p o n
— ¿ Q u é traes de n u e v o ? — p r e g u n t ó el a vuestra disposición el trono df r
Las
de Iscar—. Las tropas de Don Sancho tilla. *
están ya en m a r c h a , sin d u d a . — ¿ Q u é dices?—repuso asombrado el
— M a ñ a n a , siendo Dios servido—repli- de Iscar—. ¿ E s cierto? Despáchate-
có el hipócrita—, tendréis el gusto de habla. '
verlas al amanecer. — E l cielo protege p o r ú l t i m o la bue-
— T a n t o mejor-—gritaron todos, me- na causa, y os entrega al tirano p a r a
nos el viejo. q u e hagáis de él a vuestra voluntad
-—¿Y dime—-preguntó el de T o r o — , Utrum rex regum, etc.
has h a l l a d o en t u camino dos frailes — D e m o n i o , di, y n o andes con más
franciscanos que salieron de a q u í esta preámbulos.
mañana? — G r a n d e es el p o d e r de Dios, q U e
— E l señor no m e ha h e c h o la gra- derriba el de los reyes. Ayer tarde cuan-
cia de h a l l a r a sus santos ministros en do fui a espiar las intenciones del ene-
migo fui apresado, y fue la voluntad
mi c a m i n o . P e r m i t i d m e — p r o s i g u i ó Za-
carías, dirigiéndose al de Iscar—que os del Señor que m e llevaran a la presen-
h a g a en' particular u n a comunicación de cia del rey. Yo soy h o m b r e veraz, y
no diría u n a m e n t i r a por cuanto
suma i m p o r t a n c i a , y q u e sólo dehe ser
Dios crió.
oída de vos.
—Nos retiraremos—dijo el veterano — A d e l a n t e ; al grano, y no me impa-
capitán, haciendo intención de ponerse cientes.
en p i e . •—Es, pues, el caso, fama erat, que el
— N o h a y p a r a qué—respondió D o n rey m e p r e g u n t ó d ó n d e estabais vo-, y
tuvo el benéfico pensamiento de ha-
H e r n a n d o — ; salgamos afuera, b u e n
cerme a h o r c a r , por lo que le prometí
h o m b r e , y m e dirás lo q u e quieras.
cuanto quiso si m e p e r d o n a b a . Pero ya
Diciendo así se levantó de su asien-
sabéis vos quod est dictuu non est
to, y e m b r a z a n d o la espada salió de la scriptum.
tienda a c o m p a ñ a d o del villano Zaca-
rías, que ejercía el mismo oficio en los —Yo no sé latín—respondió Doc
dos ejércitos enemigos. A pesar de la H e r n a n d o con impaciencia—, y si no
oposición q u e el noble D o n H e r n a n d o me hablas claro te arranco la lengua;
h a b í a manifestado a q u e el Velludo con prosigue.
su partida auxiliase la revolución, supo — P u e s , señor, el rey m e ofreció mon-
el astuto j u d í o m a n e j a r s e de t a l m a n e - tes de oro si, como él decía, le entre-
ra que logró componer todo sin disgus- gaba yo al jefe de los rebeldes, en lo
tarle, conviniéndose con los otros jefes, q u e convine.
quienes los incorporaron entre sus tro- •—¡Cómo, p i c a r o !
p a s sin darle a él cuenta. Conocía ape- — A g u a r d a d , señor; no fué más que
nas el de Iscar a Zacarías, h a b i é n d o l e una promesa, como antes dije en latín.
visto antes sólo dos veces, sin h a b e r P a r a esto quedamos en q u e él enviaría
casi r e p a r a d o en él, p o r lo q u e lejos alguna gente a u n p a r a j e d o n d e yo os
de m i r a r l e con odio le tenía p o r un llevaría, en lo q u e convino al momen-
mentecato fanático q u e , cuando m á s , to, y m e repitió sus ofertas; pero yo.
merecía su desprecio, q u e en alto grrido q u e , como todo el m u n d o sabe, quiero
le dispensaba. más mi virtud q u e cuantas ..
Salieron, p u e s , solos al c a m p o , m a r - •—Adelante.
c h a n d o el de Iscar delante y a pocos — P u e s sí, señor, aparenté convenir,
pasos siguiéndole Zacarías, hasta q u e a u n q u e le puse algunas dificultades, y
llegaron a u n sitio apartado de los vi- sólo pensé en servir la santa causa q« e
gías y en donde n a d i e podía oír su Dios m e m a n d a q u e sirva. Buen latín
conversación. os perdéis por n o d e j a r m e hablar en
— B i e n estamos a q u í — d i j o — ; h a b l a . otra lengua q u e la m í a . D i j ele que y o
SANCHO SALDAÑA 493

os amaba s o b r e m a n e r a , en lo que no que ahora i m p o r t a es que nos despa-


mentí, y q u e a u n q u e estaba dispuesto a chemos, q u e n o faltan más q u e dos
entregaros, teinía, no obstante, por vues- horas.
tra vida, y que si él n o m e daba u n a Y el b u e n Ñ u ñ o se a p a r t ó , y toman-
seguridad de q u e n a d a os sucedería, es- do la gente que le parecía más g r a n a d a
taba determinado a perecer p r i m e r o que volvió a d o n d e estaba ya su a m o a ca-
cometer tal infamia, que Dios no per- ballo, a g u a r d á n d o l e lleno de orgullo y
mita. Entonces m e aseguró daría orden contento, pensando n a d a menos sino q u e
al jeíe de la emboscada p a r a q u e os iba a hacer prisionero al rey.
respetase como a su misma persona, pero — B u e n h o m b r e — le dijo Ñ u ñ o al
habiendo yo insistido en m i d u d a , que- espía—, ven a q u í j u n t o a m i c a b a l l o ;
dó pensativo u n m o m e n t o y dijo : Está al m e n o r movimiento que hagas q u e
bien; quiere decir que yo mismo empe- m e descubra t u traición, m u e r e s .
zaré y acabaré la guerra en un día; y — Y o sólo confío en el Señor Todo-
uie prometió venir en persona. Salí de poderoso, P a d r e nuestro, etc.—y echó a
allí, después de concertar con él el sitio a n d a r , al parecer, con serenidad, pro-
Y la h o r a de vuestra entrega. Escondí- curando todos no m e t e r r u i d o , y salien-
me, observé los pasos de todos, y si te- do sin alarma n i dar n a d a que sos-
néis el ánimo q u e en tantas ocasiones pechar.
habéis p r o b a d o , esta noche en cambio
voy a entregaros el rey. Está en u n p u e -
blo a q u í cerca, sin guardias apenas, ha-
biéndose adelantado del ejército, y la CAPITULO XXXI
emboscada está puesta no lejos de a l l í ; El ominoso Marte, que preside
esta n o c h e , después d e m e d i a n o c h e , es- a la sangrienta lid con ceño airado,
tán creídos que habéis de ir c o n m i g o ; si la frente de laureles va ciñendo
al que vuela sañucio
no os atrevéis, capitanes h a y en vuestro los campos de cadáveres cubriendo.
ejército q u e aceptarán con gusto. Impune hiere el bárbaro asesino
y tranquilo se goza en sangre h u m a n a
— V i l l a n o — i n t e r r u m p i ó el de Iscar—•, retiñendo el puñal de muertes lleno,
y asesinando vive
¿osas tú decirme q u e si no m e atrevo? alumbrándole el sol que alumbra al bueno.
Quedó pensativo u n rato y d i j o :
«A la muerte de una niña».
— ¿ Q u é seguridad m e das tú de q u e
Juan Bautista Alonso
es cierto lo q u e dices?
—Mi j u r a m e n t o . . .
—No b a s t a ; pero no i m p o r t a , tu vida « ¡ A l a r m a , al a r m a ! » , resonaba el
me r e s p o n d e r á ; vendrás conmigo. c a m p o de los partidarios al r o m p e r el
—Pensad q u e Dios os entrega u n día, y al espantoso estrépito de sus ins-
rey, y... t r u m e n t o s guerreros correspondían cor*
no menos estruendo los de u n n u m e r o s o
— ¿ Q u é gente piensas q u e lleve?
ejército q u e , m a r c h a n d o hacia ellos,
—Poca y b u e n a — respondió Zaca- como a tres tiros de flecha se descubría.
rías—. Dios h a descubierto las m a q u i -
P e r o bien p r o n t o hizo alto, y varios
naciones de los impíos, y...
cuerpos de caballería, a r m a d a ligera-
—Está b i e n ; sigúeme. m e n t e , salieron d e e n t r a m b a s alas a
—Dicho esto echaron a a n d a r , y ha- campear, m i e n t r a s los contrarios del rey
biendo vuelto a la tienda llamó a x\Tuño, se presentaron en batalla con bastante
que estaba m a n d a n d o la guardia, y le serenidad e i m p o n e n t e aspecto, ponien-
dijo lo q u e pensaba, do en las p r i m e r a s filas a sus flecheros,
— H a b r á bastante con cincuenta h o m - que, a r m a d o s los arcos y colocados los
bres—repuso Ñuño—•, y llevaremos ata- cuerpos en actitud de tirar, sólo aguar-
do al guía. Ya os h e dicho m i l veces d a b a n a q u e el enemigo se acercase p a r a
?ue n o debéis fiaros tanto de vuestro llenar el a i r e de un diluvio icfe flechas.
valor, p o r q u e , como decía vuestro pa- A pesar de esta a p a r e n t e firmeza, la fal-
ta de H e r n a n d o de Iscar, a quien no
—Mi p a d r e decía m u y bien, pero lo h a b í a visto nadie desde su expedición

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494 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

d e la noche antes, daba m u c h o cuida- bastante igualdad, sin q u e la victo*'


do a sus amigos y h a b í a i n t r o d u c i d o quedase por n i n g ú n lado. F u e tanta 1
cierto t e m o r y desconfianza en la tropa. m u l t i t u d de saetas que se arrojaron „,
Los veteranos de Iscar no hacían sino p u e d e decirse sin m e n t i r con ciert
p r e g u n t a r p o r su jefe, y echando de poeta antiguo
menos entre ellos a algunos de sus com-
pañeros de armas q u e h a b í a n m a r c h a d o que el sol en aquel día
con él, no se atrevían a pensar si sería la batalla miró por celosía
alguna estratagema de Don H e r n a n d o o
si le h a b r í a acaecido algo desagradable, puesto que muchas se deshicieron en.
inclinándose g e n e r a l m e n t e todos a lo centrándose unas con otras en su carre-
peor. Pero quien sobre todos estaba in- r a . Algunos soldados y varios caballos
quieto era el cantor, q u e ido uno tras cayeron víctimas de este p r i m e r ensavo
otro p r e g u n t a n d o a cuantos h a b í a en- D u r ó este simultáneo flecheo cerca de
contrado por su señor, y que a h o r a mon- media h o r a .
t a d o en su b u e n caballo ocupaba su Sancho Saldaña, q u e era, en efeuo
puesto g a l l a r d a m e n t e entre las pocas el caballero de la negra armadura, ge
lanzas que c o m p o n í a n la fuerza casi to- retiró a u n a altura, desde donde veía
tal de la guarnición de Iscar. La dis- la batalla pacíficamente a caballo y re-
tancia a que se h a l l a b a n unos de otros posando sobre su lanza un guerrero d e
no permitía reconocer los jefes contra- ojos de águila, cuyo casco ceñido de
rios, puesto que u n guerrero del ejército p u n í a s de a c e r a d o h i e r r o y cuya rizada
del rey que galopaba entre las filas, y melena, q u e p o r sus a r m a d o s hombros
q u e a lo lejos parecía un fantasma ne- se desprendía, daban a conocer al rey.
gro, medio polvo y m e d i o aire, cual- Estaba r o d e a d o de algunos otros caba-
quiera h a b r í a creído que era Sancho lleros que ya conoce el lector, y en su
Saldaña. rostro brillaba cierta marcial alegría con
— ¿ D ó n d e diablos iría anoche el señor cierta mezcla d e ferocidad, que real-
de Iscar?—decía el viejo capitán en un zaba la fisonomía enérgica de su sem-
c o r r o en q u e algunos jefes se h a b í a n blante.
r e u n i d o , frunciendo las cejas y al p a r e - Saldaña parecía t a m b i é n menos tétri-
cer no m u y satisfecho. co, y su buen paje, el atildado Jimeno,
—'No h a y m i e d o — r e p u s o antes q u e no ignoraba el por q u é .
ninguno el de T o r o — , q u e si se fue con Un h o m b r e alto y seco, que llevaba
Zacarías no se lo llevará el diablo, atado a la cabeza u n lienzo blanco, te-
—Antes creo yo—dijo otro—-que Za- ñido sin duda en su propia sangre, muy
carías y el diablo son una misma per- devoto de ojos y con palabras melosas,
sona. corría detrás de ellos r o g a n d o , a lo qúí)
— P u e s sentiría que lo h u b i e s e n ma- parecía, le diesen algún dinero, siquiera
tado—dijo el viejo, retorciéndose con p a r a curarse la h e r i d a q u e en su ser-
m u c h o despacio el bigote entrecano, cu- vicio h a b í a recibido. Algunos cuerpos de
yas p u n t a s caídas le r o d e a b a n la b a r b a . caballería q u e se divisaban confusamen-
— P u e s si ha m u e r t o — d i j o el de te a lo lejos acá y allá p o r el campo:
T o r o — , como h a de ser. Al que se m u e - tales eran los grupos parciales que por
re lo entierran o se lo comen los cuer- aquel lado se distinguían, aparte del
vos. gran cuadro q u e el total del ejército
— ¡A las a r m a s , señores, q u e ya se presentaba.
empiezan a cruzar flechas! La misma perspectiva, poco más o me.
— E l q u e caiga q u e a g u a n t e — d i j o el nos, ofrecía el de los partidarios, sota
a t u r d i d o de T o r o — ; hasta la vista. que al extremo del ala derecha, que
E n efecto, h a b í a n avanzado ya am- apoyaba en u n e n m a r a ñ a d o bosque Q«
bos ejércitos a menos de tiro de flecha, pinos, se veía u n a porción de tropa
después d e algunas escaramuzas entre suelta, i n d e p e n d i e n t e , al parecer d«
los c a m p e a d o r e s , que fueron reñidas con ejército, y que en n ú m e r o de doscien-
SANCHO SALDAÑA 495

¿os a trescientos h o m b r e s obedecían al mas como la m í a . T a m b i é n los nuestros


Velludo. Llevaba éste su gente en dis- van b i e n ; el <de T o r o , que está siempre
persión, habiéndoles m a n d a d o ocultar- r i é n d o s e ; ¿ p e r o quién es a q u e l m u c h a -
ge como mejor p u d i e r a n , con intención cho que se adelanta de todos y p a r e c e
de flanquear el ejército de D o n Sancho que quiere él solo decidir la batalla?
y caer sobre él de r e p e n t e , p a r a lo cual J u r o a Dios que creo q u e es (Jsdróbal.
había c o m b i n a d o ya su m a r c h a con los El es, él es, q u e se h a pasado sin d u d a
movimientos de la fuerza p r i n c i p a l . Des- a los nuestros. ¡ H o l a ! , allí va el vete-
lizábanse sus soldados escondidos entre r a n o G u t i é r r e z , el capitán de los aven-
los árboles, rodeando el b o s q u e , con in- tureros de Saldaña, con el bigote go-
tento de colocarse en posición de aco- teándole vino. ¡ E a ! , ya desaparecieron
meter al enemigo ventajosamente, y el entre el polvo que levantan los caballos
Velludo, a c o m p a ñ a d o del catalán y del en la carrera. A ellos, a ellos, valientes
veterano Tinieblas, m a r c h a b a en acecho, caballeros, b u e n á n i m o . Catalán, retine
observando las m a n i o b r a s de ambos tú esos m u c h a c h o s , que ya es t i e m p o .
ejércitos. ¡A ellos!
— P o r la Virgen de Covadonga, mil Y diciendo así reunió su gente y
diablos m e lleven si sé yo lo que hace echaron a anidar a pasos precipitados,
Zacarías a h o r a h a b l a n d o con Sancho deseosos s o b r e m a n e r a de llegar a las
Saldaña» m a n o s con sus enemigos.
—-Voto a D e u — r e s p o n d i ó el catalán—, E r a la caballería del rey m á s n u m e -
que non es pas b u e n o repica y ana en rosa y m e j o r , por lo que tuvieron la
la procesión, y ahora que nos van rom- ventaja en este p r i m e r encuentro y los
piendo el cap, p u e d e Mosén Zacarías partidarios de la Cerda p e r d i e r o n te-
estar acá. r r e n o , a u n q u e n o por eso los b u e n o s
••—Mucho m e engaño—replicó el Ve- caballeros que allí venían p e r d i e r o n su
lludo—si ese picaro h i p ó c r i t a , que Dios b u e n a fama. Antes bien revolviendo los
confunda, n o nos ha vendido y h a en- caballos con n u e v a furia, embistieron en
tregado en p o d e r de Sancho Saldaña al los reales con tanto b r í o , que los obli-
señor de Iscar. Lo cierto es q u e anoche garon a ceder a su vez, y en u n a y otra
fueron j u n t o s a una expedición, según acometida r o d a r o n por el suelo m u c h o s
se dijo, de m u c h o riesgo, y él está allí caballos con sus jinetes, y el c a m p o se
y Don H e r n a n d o n o h a p a r e c i d o . llenó de a r m a s , m u e r t o s y heridos de
— ¡ C ó m o ! — respondió Tinieblas con ambas partes. Confundíanse todos en
su gravedad a c o s t u m b r a d a — . Un h o m - aquella espesa revuelta, y entre el pol-
bre tan santo como Zacarías y que h a vo, el estruendo de las a r m a s , los gri-
vivido tanto tiempo con gente como tos de los heridos, la vocería animosa
nosotros es imposible que haya cometí- de los combatientes, h u b o algunos mi-
do semejante infamia. El de Iscar ha- nutos de tal confusión, estrépito y pol-
brá sido h e r i d o o m u e r t o en la refriega verío, que no p o d í a n verse ni oírse.
y él tal vez esté prisionero. E l calor y la fatiga suspendieron p o r
— M i r e n , m i r e n — exclamó el cata- último la batalla, y como de común con-
lán—•, q u e tins un chirlo sin d u d a . sentimiento los contrarios escuadrones
—Así es-—respondió T i n i e b l a s — , que q u e d a r o n fijos en sus puestos p o r al-
lleva u n p a ñ u e l o en la cabeza todo em- gún t i e m p o m i e n t r a s t o m a b a n aliento.
papado en sangre, Entonces fue c u a n d o se vio el h a c h a
—A pesar de eso—dijo el V e l l u d o , de armas del rey b a ñ a d a en sangre has-
meneando la cabeza—, m e atrevo a ju- ta el m a n g o , Sancho Saldaña h o l l a n d o
rar q u e nos h a vendido como a u n m a l cadáveres con sólo u n pedazo de lan-
caballo por cualquier cosa. P e r o , hola, za en la m a n o y el de L a r a y Salcedo
las trompetas tocan ya la c a r g a ; ved, con t o d a su a r m a d u r a abollada. Anda-
aquel es el r e y ; el de L a r a y Saldaña ba el de T o r o y los otros jefes de los
van a su l a d o ; t a m b i é n va allí otro re- revoltosos, n o menos encarnizados, re-
hecho y p e q u e ñ o con u n h a c h a de ar- p a r t i e n d o golpes a, diestro y siniestro
496 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

y derribando u n enemigo en cada em- desánimo y cobardía. Todos huían* a»


bestida. pellábanse unos a o t r o s ; el terror hah'K
El viejo capitán consejero del de Is- p e n e t r a d o en el corazón de los más ''*
car había p r o b a d o aquel día q u e , aun- trépidos; muchos maltrataban a
q u e tan p r u d e n t e en el consejo, no era amigos p o r q u e i n t e n t a b a n detenerlos • i
menos resuelto en el c a m p o ; p e r o el trastorno y el miedo h a b í a n llegado
sobre todos i n t r é p i d o era el guerrero su colmo, y cargados a u n tiempo d
que el Velludo h a b í a creído U i d r ó b a l , frente y p o r la espalda, donde el Ve
y q u e después de m u c h a s hazañas dig- Iludo h a b í a p r i m e r o introducido el desl
nas de eterna m e m o r i a h a b í a peleado y orden, hallábanse a d o n d e quiera qnp
d e r r i b a d o cuerpo a c u e r p o , h a b i é n d o l e revolvían con las afiladas espadas de SUR
m u e r t o el caballo, al lindo paje de Sal- enemigos.
d a ñ a , q u e cayó sin sentido en tierra. La La angustia de la estrechez, la deses-
p r i m e r a intención del desconocido cuan- peración de la fuga sucedió en u n i n s.
do vio a su enemigo en el suelo fue tante a la arrogancia y la osadía del
apearse de su caballo y clavarle en el valor, y en tan h o r r i b l e conflicto, si n
pecho la daga de misericordia q u e lle- atender n a d i e a las órdenes de su ca-
vaba al cinto y de q u e echó m a n o , p e r o p i t á n , cada u n o p r o c u r a b a salvarse como
se le interpusieron tantos contrarios en podía, sin curarse ya de la honra con
u n m o m e n t o , que h a r t o hizo con defen- tal de g u a r d a r la vida.
derse. Entonces, viéndose r o d e a d o por
Corría furioso el rey acompañado de
todas partes, tiró la lanza y e m p u ñ ó la
Salcedo y L a r a , la espada en alto ha-
espada, y metiendo espuelas a su tro- ciendo rostro a los suyos y a sus con.
tón al mismo t i e m p o , r o m p i ó , como u n a trarios, y a unos y a otros maltratando
nave la ola que la embiste, p o r m e d i o y m a t a n d o cuanto e n c o n t r a b a n .
de todos, b a r r e n a n d o el pecho a u n o de
—-¡A ellos!—gritaba el de Toro, que
paso y llevándole a otro las riendas del
p o r aquella p a r t e capitaneaba, viendo a
caballo de una cuchillada.
su gente que retrocedían aterrados de los
— P o r vida de... que nos hace falta tremendos golpes de los tres guerreros,
H e r n a n d o de Iscar—decía el veterano. que h a b í a n logrado m a n t e n e r todavía
— B u e n á n i m o , m u c h a c h o s ; no h a y algunos pocos en orden.
q u e retroceder—gritaba el de T o r o . —Voto a Santiago, cobardes, que huís
P e r o en este m o m e n t o u n a espantosa de u n h o m b r e solo como si vuestras es-
gritería se levantó a espaldas del ejér- p a d a s fuesen de l a n a ; d e j a d m e solo, que
cito del rey, y corno u n río que sale de p o r el sol que le h e d e quitar la gana
m a d r e se desbandaron a u n lado y otro de comer antes que él nos quite la hon-
las tropas, e m p u j á n d o s e , a t r e p e l l á n d o s e ra. ¡Caterva de villanos, fuera! Amigo
y esparciéndose p r e c i p i t a d a m e n t e y en mío—le dijo al guerrero desconocido—,
m o n t ó n p o r el c a m p o , embestidos y sigúeme.
apretados por retaguardia. Y diciendo y h a c i e n d o , sin mirar si
El grito de ¡A ellos, que huyen! re- le seguían o n o , se afirmó en los estri-
sonó a un t i e m p o p o r todas partes en bos, inclinó el cuerpo, enristró la lanza
el ejército de los d e la Cerda, y como y salió a escape a encontrar con el rey
u n a b a n d a d a de langostas se arrojaron que, n o menos animoso, partió el cami-
en desorden sobre el enemigo. n o y se a p r e s u r ó a recibirle.
E n vano el r e y , Sancho Saldaña, L a r a Acometiéronse con igual impetuosi-
y los otros capitanes t r a t a r o n de reani- d a d , y las lanzas se hicieron mil astillas
m a r el espíritu de su gente y rehacer- en el encuentro. P e r o echando el rey
los ; en vano en medio del enemigo da- m a n o a la espada en aquel momento,
b a n el ejemplo combatiendo como va- sin volver su caballo para tomar carrera
lientes ; sus gritos y exhortaciones se n i cubrirse con el escudo, la rodeó con
p e r d í a n e n t r e las voces q u e acá, allá y ambas manos p o r la cabeza, y dirigién-
en todas partes sonaban de Somos per- dola sobre el yelmo de su contrario,
didos, que nos cortan, y otras d e tanto q u e aún estaba a t u r d i d o del primer en*

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SANCHO SALDAÑA 497

ciientro, la descargó con tanta furia y CAPITULO XXXII


en tan b u e n p u n t o , q u e el casco y la
cabeza cayeron divididos a u n lado y Ya vencedor, ya vencido,
otro, saltando acero, p l u m a s , sesos y se ve cacJa cual a instantes,
sangre a más de u n a vara de distancia, Con más enojo acometen
y cayendo en seguida el m u t i l a d o tron- 1 y con brazo más pujante,
co del desventurado de T o r o sobre la espumarajos vertiendo
silenciosos y tenaces.
arena.
Apareció entonces el Velludo pie a
tierra con su formidable h a c h a de ar- Era Sancho Saldaña demasiado buen
mas c h o r r e a n d o sangre, al frente de su capitán para no haber dejado algunos
escasa t r o p a de forajidos, que h a b í a n cuerpos de reserva con que volver al
puesto en tanto desorden aquel ejérci- combate en caso de una derrota, por
to. H a b í a atravesado para llegar hasta lo que metiendo espuelas a su caba-
allí por entre miles de lanzas y espa- llo, y desesjmrado de rehacer a aque-
das, combatiendo sin descansar, h i r i e n - llos cobardes, trató sólo de renovar el
do y m a t a n d o , y llevando el terror y la combate con nuevas fuerzas.
muerte p o r donde quiera, hasta el p u n - Luego que llegó a la izquierda del
to de h a b e r casi dado la victoria a los camino que va desde Segovia a Cuéllar,
de su p a r t i d o . Venía el catalán a su donde había dejado unos dos mil ca-
lado, con los ojos encarnizados y el go- ballos, mandóles que le siguiesen, se
rro de cuero calado hasta las cejas, ma- puso al frente de aquellas tropas, y a
nejando su espadón y echando u n voto todo galope volvió al sitio de la pe-
a Deu a cada golpe que descargaba. lea. Estaba ya el ejército rebelde tan
Pero u n a d e s m a n d a d a saeta q u e acertó confiado en su triunfo, que, sin cuidar
a venir silbando, disparada d e alguna de otra cosa que de perseguir a los
cobarde m a n o , puso t é r m i n o a su vida fugitivos, se hallaban desbandados y sin
atravesándole la garganta de p a r t e a orden, impelidos del ardor que hacía
parte, de modo q u e apenas p u d o acabar que cada uno obrase aisladamente, y
de decir su acostumbrado j u r a m e n t o , guiado sólo de su valentía. Los pocos
cortándole la p a l a b r a al m i s m o t i e m p o parciales combates que acá y allá sos-
que l e derribó en el suelo sin movi- tenían con los más hravos que prefe-
miento ; hallábase ya en demasiado apu- ; rían la muerte a la fuga, no hacían si-
ro, no obstante, el rey y los pocos q u e le no aumentar el desorden, acudiendo
seguían a despecho de su valor, y la ba- cada uno a donde su propio instinto
talla se h a b í a decidido en favor de los le llevaba creyéndose más necesario.
partidarios. Sólo ellos p e l e a b a n , mien- Veíanse algunos grupos arremolinados
tras los idemás h u í a n o perecían al filo peleando aquí y allí, huía acullá un
de la espada e n e m i g a ; el desorden ere- caballero seguido de dos o más que le
tía en aquellos a la p a r q u e el valor iban a los alcances, corrían a rienda
en éstos, y era más q u e p r o b a b l e q u e suelta en montón muchos otros venci-
Sancho el Bravo y sus caballeros ce- dos y vencedores confusamente, y al-
diese al fin al n ú m e r o d e los q u e sin gunos heridos y caídos luchaban toda-
darles u n instante p a r a respirar los aco- vía en el suelo unos contra otros, a la
¡ metían, acosaban y perseguían. par que con las agonías de la muerte.
Tal era la situación de ambos ejérci-
tos cuando llegó Saldaña. Venía delan-
te de las tropas que coiüducía, gritan-
do con voz de trueno a los fugitivos
que se detuviesen, y procurando asi'
mismo que se formasen a retaguardia.
El primero q-ue ordenó su tropa íue
el veterano. Martín Gutiérrez, que dio
aquel día repetidas pruebas de ser tan
valiente en la guerra como fanfarrón
32
498 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

era en la p a z , y q u e h a b í a logrado m á s sioneros a h o r a en u n a torre perteníi


de u n a vez contener el í m p e t u del ene- ciento a l señor (de Cuéllar que a un
m i g o . U n clamor general de alegría en cuarto de legua del sitio de la pelea
los unos y de sorpresa en los otros fue sobre u n a albara, se descubría, v l,-,' X J a
i * • i • -i . ' "
la señal de la llegada de a q u e l inespe-
b i a n visto con el ansia y la inquietud
r a d o socorro, y las t r o m p e t a s d e los
q u e fácilmente i^uede imaginarse ] o s
rebeldes e m p e z a r o n a tocar l l a m a d a .
sucesos de la b a t a l l a . H u b i e r a n deseado
E s t a b a H e r n a n d o d e Iscar prisione- tener alas p a r a volar al combate, y n o
r o desde la noche anterior en el cam- p u d i e n d o hacerlo daban voces y órde-
p a m e n t o de Don Sancho con su b u e n nes desde allí como si p u d i e r a n los de
Ñ u ñ o , q u e asimismo h a b í a caído en la su p a r t i d o oírlas y obedecerlas.
r e d q u e h a b í a tendido a H e r n a n d o el Desesperábase H e r n a n d o al verse en.
h i p ó c r i t a Zacarías. P e r s u a d i d o q u e i b a cerra'do, y m á s de u n a vez había tra-
a decidir la suerte de la guerra si el tado de a r r a n e a r la reja para arrojar.
r e y caía en su p o d e r , h a b í a formado s e ; p e r o los hierros eran demasiarlo
el señor de Iscar cuantas m e d i d a s de fuertes y estaban m u y asegurados para
seguridad creyó necesarias p a r a el lo- ceder a las fuerzas de u n hombre, y
gro d e su e m p r e s a ; pero guiado en to- n o tenía otro recurso q u e sufrir pa-
das ellas p o r Zacarías, tuvo éste b u e n t e a n d o el suelo, a p r e t a n d o los puños y
cuidado de q u e todas fuesen inútiles. r o m p i e n d o a c a d a instante el vendaje
E.1 orgullo d e ser él sólo quien acabase q u e le cubría la h e r i d a , a pesar de los
con tan acertado golpe u n a guerra cuyo respetuosos esfuerzos de su fiel Ñuño
t é r m i n o parecía tan dudoso, d e s l u m h r ó que en vano t r a t a b a de sosegarle. No
al i n t r é p i d o H e r n a n d o , q u e cayendo estaba éste m e n o s descontento que sit
con sus cuarenta jinetes en u n a em- a m o ; p e r o su sangre, más fría ya por
b o s c a d u r a , dispuesta ya de a n t e m a n o los años, le hacía m i r a r todo aquello
halló r o d e a d o de p r o n t o p o r más de como u n acontecimiento natural en la
trescientos h o m b r e s , quienes después de guerra, por lo q u e llevaba su encierro
un muy reñido y obstinado combate se con más paciencia.
a p o d e r a r o n de su persona. — E n el a ñ o d e 1248—decía—, cuan-
E n vano fue allí el valor y a u n la do caí yo cautivo en la batalla de...
t e m e r i d a d , p o r q u e ahogados por el nú- — P o r Dios, Ñ u ñ o , que os dejéis aho-
m e r o de sus contrarios, n a d a p u d i e r o n ra de c u e n t o s : estamos aquí mordien-
h a c e r sino m o r i r m a t a n d o , h a b i e n d o do Ja cadena como unos perros, y ma
q u e d a d o tendidos n o b l e m e n t e e n el venís ahora a contar historias.
c a m p o casi todos los veteranos de Is- — I b a a deciros—repuso Ñ u ñ o con
car, H e r n a n d o herido m a l a m e n t e en el c a l m a — q u e aquel día m e sucedió poco
b r a z o derecho de u n a estocada, y Ñu- más o menos lo que nos sucede ahora,
ñ o , q u e h a b i e n d o p e r d i d o el caballo, q u e estuve m i r a n d o desde Jejos la za-
cayó en tierra y al punto fue aprisio- rracina, como el hortelano que desde
n a d o . Tuvo el b u e n viejo n o o b s t a n t e la ventana de su casa ve a los chicos
l a fortuna 'de a b r i r l e a Zacarías la ca- q u e le r o h a n la fruta del huerto, y se
beza al m o m e n t o q u e fueron acometi- tiene q u e contentar con d a r voces para
dos, a u n q u e el h i p ó c r i t a evitó en p a r t e espantarlos. B i e n lo sabía vuestro pa-
el golpe d e r r i b á n d o s e en el suelo en el dre que...
m i s m o instante, por lo que llevaba sin — P o r vida mía—exclamó el ríe Is-
d u d a liado el lienzo blanco de q u e he- car, q u e agarrado fuertemente a la reja
mos hecho mención. E n resolución, Ji- n o atendía ya a l o q u e le hablaba su
m e n o , q u e m a n d a b a aquella embosca- servidor—, p o r vida mía que la victo-
da, n o dejó n a d a q u e desear a su a m o , ria es nuestra, y que los enemigos van
h a b i e n d o aprisionado al de Iscar, que de vencida. ¡Allí está el r e y ! Buen gol-
era el blanco de sus deseos, puesto q u e p e le h a tirado al de T o r o ; me parece
l e costó p e r d e r treinta jinetes d e los q u e él es el caído. N o i m p o r t a : i ^ D
m e j o r e s . Hallábanse anio y criado, pri- á n i m o , valerosos caballeros! | A el. * 8
SANCHO SALDANA 499
huyen; si yo estuviera allí..., ¡vive que con cien candados los e n c e r r a b a ,
pjos! Los pocos q u e siguen al rey son b a j ó asimismo Ñ u ñ o los ojos, y q u e d ó
¡oS únicos q u e resisten. Venga u n a lanza. pensativo u n rato.
-Cobardes! —diciendo así, asió de Nu-
— ¿ L o s ves?, ¿los ves?—gritó H e r -
ga con i a m a n o i z q u i e r d a con tanta
n a n d o , volviendo de n u e v o a la r e j a — ;
fuerza, q u e se lo trajo sin m i r a r l e me-
ya están envueltos; las tropas del rey
dio a r r a s t r a n d o a la reja, e i n t e r r u m p i ó
se rehacen. ¡Caballeros, si tenéis en na-
¿u discurso, que llevaba trazas de n o
da la h o n r a , pelead p o r la vida al me-
acabar en u n a ñ o .
nos ! ¡ Malsines! \ C a n a l l a ! ] Ya se trocó
— ¡ Q u é m á s quisiera yo, señor—dijo la suerte, y son los nuestros los derro-
a ;u a m o — , q u e poderos dar esa lanza tados! Voto va... ¡ F i r m e s ! Ya vuelven.
qUe m e p e d í s ! P e r o no hagáis esas fuer- ¡Valientes c a p i t a n e s ! , ¡ b u e n A g u i l a r ! ,
zas* p o r q u e vais a lastimaros la h e r i d a . ¡ animoso \ argas !, vosotros sois la n a t a
—-Valientes caballeros — prosiguió de la c a b a l l e r í a : p r i m e r o m o r i r q u e
Hernando sin o í r l e — : ¡a ellos! ¡la vic- volver la c a r a ; pero ya retroceden, n o
toria es n u e s t r a ! ¡ Que n o estuviera yo p u e d e n resistir el í m p e t u de aquellos
allí! Acordaos de la gloria q u e nos es- tres caballeros q u e siguen ai m a l hijo
pera. de D o n Alfonso. Caígale la maldición
--Decís b i e n — d i j o Ñ u ñ o , asomándo- de Dios, Daría lo que m e resta de vida
se a ver lo que sucedía—; el rey va a p o r m e d i r m e con ellos. Los nuestros
caer prisionero. Allí le veo rodeado de caen, todos h u y e n , y allá van todos en-
diez o d o c e ; pero es preciso confesar vueltos y confundidos.
que pelea como u n segundo P é r e z de •— ¡ Cómo h a de ser! — r e s p o n d i ó Ñu-
Vargas. ¿ P e r o qué polvareda es esa?... ñ o — ; m a ñ a n a será otro d í a : hemos
— ¡ E l rey h a c a í d o ! — e x c l a m ó el de p e r d i d o la batalla.
íscar—. N o , no ha sido él, h a sido otro, — Y yo m í h o n r a , m i h e r m a n a y
apenas se ve. j P o r la Virgen ! j Mil dia- m i causa—añadió H e r n a n d o , levantan-
blos! do los ojos al cielo desesperado.
—Sí, todo eso es v e r d a d ; pero m i r a d Y yéndose a otro lado de la h a b i -
por aquí a nuestra derecha la t r o p a q u e tación m a n d ó callar a Ñ u ñ o , que era,
les va de refresco, que van como alma sin d u d a , la persona menos a propó-
que lleva el diablo, y m e a c u e r d o que sito para consolarle entre cuantas su
el año... m a l a suerte podía h a b e r asociado con él.
—¡Maldición!—gritó el de Iscar, vol- E n esto, los últimos rayos del día se
viendo la vista hacía donde Ñ u ñ o le escondieron en Occidente, y la l u n a ,
señalaba—. ¡ Somos perdidos si aque- con su pacífica luz; empezó a subir por
llos villanos h u y e n ! Es algún cuerpo el h o r i z o n t e . P e r o la escena que ilu-
de reserva q u e tenían p r e p a r a d o - ¡Y m i n a b a esta noche estaba m u y lejos de
yo estoy a q u í ! ¡ M u e r t e y condenación ! parecerse a la q u e la nocbe anterior
Los van a acometer, y en el desorden presentaban aquellos campos. Corría
en que están los nuestros van a hacer- cierto airecillo frío q u e mecía a lo le-
les pedazos. Si yo p u d i e r a ir a avisar- jos en la oscuridad algunos girones de
los, si m e oyeran... pero ¡ q u é ! , estas banderas rotas, varias esparcidas plu-
malditas murallas sofocan m i voz, y no m a s , y el eco repetía los l a m e n t o s d e
la oiría u n h o m b r e que estuviese ahí los m o r i b u n d o s , q u e , confundidos entre
abajo. No h a y r e m e d i o : somos per- los muertos, se a r r a s t r a b a n con penosa
didos. agonía. L a s tiendas d e los jefes estaban
Diciendo así echó a anldlar por el caídas muchos de ellos m u e r t o s , las
cuarto a pasos precipitados, la cabeza orgullosas enseñas de su nobleza rasga-
taja los ojos ensangrentados, y con- das, y desfigurados sus blasones. Veían-
•raído el semblante como si estuviera se caballos amontonados sobre caballos,
'oco, d a n d o d e t i e m p o en t i e m p o u n a h o m b r e s sobre h o m b r e s , y al p á l i d o
rigorosa p a t a d a al pasar en la robusta resplandor de la l u n a , algunos cuajada
puerta de encina tachonada de clavos, la sangre en el rostro, la boca entre-

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500 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

abierta y los ojos desencajados, p a r e - bres a los adquiridos honrosamente


cían las imágenes q u e suelen r o d e a r el sus abuelos. Sólo l e molestaba y entr'*
lecho del m o r i b u n d o en el delirio de tecía el pensamiento de la suerte
su última h o r a . quizá esperaba a la desvalida Leono
T o d o era luto y desolación allí, don- si ya no e r a tanta su desgracia que *
de poco antes todo había sido movi- hallase deshonrada y envilecida.
m i e n t o y vida. La algazara de la bata- P e r o la persona m á s digna de c 0 in-
lla h a b í a cesado e n t e r a m e n t e , y el si- pasión entre los habitantes de la for.
lencio y el h o r r o r de la m u e r t e reina- taleza de Cuéllar, era Elvira, q u e acón,
b a n en aquellas ensangrentadas llanu- sejada del j u d í o únicamente, y ence-
ras ; ni aun se oían los cánticos del r r a d a en su habitación, sin ver otro
vencedor, y sólo allá a m u c h a distan-
h o m b r e que él, había perdido el i u í.
cia se descubrían algunas hogueras y
ció, de m o d o q u e sólo y para mavor
sombras q u e se cruzaban, y el brillo tal
desventura lo r e c o b r a b a a intervalos
vez de alguna a r m a , o de tal cual ex-
l u c h a n d o entonces entre el fanático v
halación que al p u n t o desaparecía.
cruel deber q u e se había impuesto a
sí m i s m a , y los sentimientos dulces y
generosos de su corazón, creyéndolos al
m i s m o tiempo u n delito, y no saliendo
CAPITULO XXXIII de este t e r r i b l e combate si no para vol-
verse loca y delirar lastimosamente. El
Y en ciego desvario, implacable j u d í o , sin pensar en más que
lánzase a la virtud, lánzase al crimen. en el b u e n resultado q u e la muerte de
Ventura de la Vega. Sancho el Bravo debía p r o d u c i r en fa-
vor d e don Alfonso de la Cerda, había
agotado todos los recursos de su elo-
Algunos días después de esta reñida
cuencia bíblica, y e m p l e a d o todo su in-
batalla volvió Sancho el Bravo a des-
genio p a r a encontrar sofismas con que
cansar en Cuéllar de las fatigas de la
persuadirla a cometer u n asesinato. La
guerra, h a b i e n d o puesto guarniciones
cabeza volcánica de Elvira estaba asaz
en algunos castillos de los señores q u e
dispuesta a recibir las impresiones que
h a b í a n t o m a d o p a r t e en la r e b e l i ó n , de-
el supuesto fraile intentaba grabar en
molido otros, y r e d u c i d o a la obedien-
e l l a ; y si el a v e n t u r a d o golpe de ma-
cia aquella p a r t e de Castilla q u e pri-
t a r a l rey no se h a b í a verificado ya,
m e r o h a b í a tomado las a r m a s . Sólo el
h a b í a sido p o r q u e la t a r d e en que I09
V e l l u d o , que en la d e r r o t a de a q u e l
día, fatal p a r a los conjurados, h a b í a dos judíos y ella e n t r a r o n e n el casti-
logrado salvarse, a n d a b a a ú n p o r a q u e - llo, fue la misma en que el rey y sus
llos contornos con su p a r t i d a , b u r l a n - tropas j u n t a m e n t e h a b í a n emprendido
do la vigilancia de las t r o p a s reales, su m a r c h a contra los rebeldes.
y algunas veces molestándolas y cau- Su vuelta a h o r a al castillo iba a pro-
sándoles descalabros q u e , a u n q u e de p o r c i o n a r nueva ocasión al j u d í o para
poca consecuencia, obligaban a tener realizar sus proyectos. Cualquiera otro
todavía m u c h a gente ocupada en su per- n o obstante, q u e se h u b i e r a hallado en
secución. Seguía prisionero H e r n a n d o su lugar h a b r í a tratado ya de fugarse
a g u a r d a n d o la m u e r t e con resignación, a b a n d o n a n d o todo al ver perdido tan
n o d u d a n d o q u e , así como los otros se- c o m p l e t a m e n t e su causa; p e r o el judío
ñores que h a b í a n caído bajo el p o d e r era h a r t o tenaz y tenía demasiada con-
del rey, sería declarado traidor y aca- fianza en sí mismo p a r a ceder al pri-
b a r í a su vida en u n cadalso p a r a es- m e r golpe contrario de la fortuna, ¿&
carmiento de los q u e en adelante inten- t e r m i n a d o u n a vez a desafiarla y ven-
tasen seguir su ejemplo. Su conciencia, cerla ; fortaleciéndose tanto más su va-
no obstante, estaba t r a n q u i l a , y el n o m - lor cuanto mayores dificultades halla-
b r e de t r a i d o r en aquella ocasión le b a . H a b í a entrado en el fuerte valido
parecía que i b a a a ñ a d i r nuevas tim- de su h á b i t o franciscano, después «e
SAJSCHO SALDAÑA 501
taber p e d i d o permiso a Saldaña para p e d r e r í a , a c o m p a ñ a d a de sus d a m a s , p e
•' permanecer en él por algún t i e m p o , así co menos magníficamente vestidas, atra-
¡ Como el otro religioso, su c o m p a ñ e r o , y e n d o a la luz de su h e r m o s u r a las
! de quien supuso q u e estaba e n f e r m o . m i r a d a s de los caballeros que en la ex-
£1 supersticioso Saldaña titubeó u n m o - p l a n a d a torneaban g a l l a r d a m e n t e . P e r o
mento en concederle la e n t r a d a , temien- como ya se h a descrito m u c h a s veces
do que viniese a maldecirle y a anate- este género de pasatiempos, y n a d i e ig-
matizarle p o r sus pasados delitos, p e r o nora en lo que consistían, nos conten-
luego q u e vio q u e el astuto fraile l e t a r e m o s con decir ú n i c a m e n t e q u e el
prometía indulgencia y la gloria si ba- torneo d u r ó hasta las dos de la t a r d e
cía aquella o b r a de c a r i d a d q u e le pe- d e s d e las ocho de la m a ñ a n a , e n cuyo
día, creyendo q u e p o r a q u e l camino tiempo h u b o m u c h o s encuentros que
quizá p o d r í a sosegar su sobresaltada merecieron los aplausos de los circuns-
conciencia, les dio permiso para p e r - tantes, y en q u e algunos caballeros ga-
manecer el tiempo que les pareciese n a r o n h o n r a y otros p e r d i e r o n la silla
bien en su fortaleza, m u y ajeno de sos- y fueron declarados vencidos. Mostrá-
pechar el áspid q u e había a b r i g a d o . banse e m p e r o todos alegres, y a u n el
El carácter ide sacerdote q u e h a b í a m i s m o Saldaña pareció más a n i m a d o
tomado inspiraba demasiado respeto q u e n i n g ú n día.
para que n a d i e intentase oír sus diálo- Luego q u e la reina, t a m b i é n reina
gos con Elvira, y m u c h o más no te- del torneo a q u e l día, m á s p o r adulación
niendo motivo alguno para desconfiar q u e p o r v e r d a d e r o m é r i t o , puesto q u e
de él, y p r o p o r c i o n á n d o l e su h á b i t o en- otras había más hermosas, r e p a r t i ó pre-
trada en todas partes, menos en la ha- mios a los vencedores y se h u b o con-
bitación de Leonor, donde sin d u d a de cluido el torneo, el rey y los caballeros
miedo de alguna represión religiosa ha- a c o m p a ñ a r o n las damas al p r i n c i p a l sa-
bía m a n d a d o Saldaña q u e se la negasen. lón del castillo, d o n d e les a g u a r d a b a u n
Celebraban ya en el castillo Ja vuelta b r i l l a n t e festín, en diferentes mesas cu-
del rey y las victorias q u e h a b í a alcan- biertas d e ricos m a n j a r e s y servidas p o r
zado, y todo era algazara, gustos y re- u n sin n ú m e r o de criados y pajes ade-
gocijo en sus habitantes. Veíanse coro- rezados galanamente. F a l t a b a allí n o
nados los cerros e i n u n d a d o s los lla- obstante el p u l i d o J í m e n o , a quien ne-
nos de l a b r a d o r e s , soldados y m u j e r e s , gocios que averiguaremos después t r a í a n
juntos en diferentes corrillos. B a i l a b a n sin d u d a m u y o c u p a d o . Varios jugla-
allí, allá comían y b e b í a n , acullá juga- res y trovadores, a cuyas canciones y
ban a las bochas, t i r a b a n la b a r r a , lu- música era m u y aficionado el r e y , en-
chaban o ejecutaban peligrosos equili- tonaron algunos h i m n o s en a l a b a n z a su-
brios que ofrecían materia de abundan- ya y de los hermosos ojos que estaban
te risa a los espectadores, con las caídas a d o r n a n d o el b a n q u e t e .
Je los pocos diestros q u e se aventuraban Sancho el Bravo, p a r a quien no había
i desnucarse. I b a n , venían <de u n lado belleza c o m p a r a b l e a La d e su esposa,
i otro incesantemente, la diversión se= celebró asimismo en m u y delicadas tro-
?»ía, y todos h a b í a n olvidado ya las vas su virtud y sus gracias, dando a co-
fatigas de la g u e r r a , las m u e r t e s de sus nocer que si esgrimía ia espada corno
amigos y los riesgos a q u e tal vez el el más diestro, n o pulsaba el laúd con
Jía antes h a b í a n estado ellos mismos ex= menos h a b i l i d a d . Varios caballeros pro-
puestos. La m a ñ a n a estaba t e m p l a d a , el pusieron diferentes brindis a la gloría
a
¡re puro y el cielo alegre, todo lo cual de les valientes y en h o n r a cada u n o
'«alzaba y animaba el júbilo n a t u r a l en de la d a m a de sus pensamientos. Sólo
•°= vencedores. Saldaña parecía algo taciturno y me-
En u n m i r a d o r de p i e d r a de forma de lancólico en medio de tantos alegres,
"i'va que daba a la espaciosa explana» pero como su h u m o r era ya conocido
K brillaba la reina a d o r n a d a y enga- de todos, el rey le dirigió la p a l a b r a
j a d a soberbiamente con ricas joyas y varias veces, y a u n q u e él le contestó
502 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

secamente n a d i e hizo alto n i p o r eso Álcente cánticos


se i n t e r r u m p i ó la alegría. hombres y ángeles.
Temblad, oh príncipes,
Pero otro acaecimiento de m u c h a la ira de Dios.
más consecuencia iba a q u e l día a tur- i Señor í ¡ Señor!
b a r el general regocijo, y acaso a con- esfuerza tú mi débil corazón.
vertir los placeres de la t a r d e en llan-
tos y las ricas galas en luto. T i e m p o ha- E n cantando así calló, y el judío dii
cía ya q u e el atrevido j u d í o hallaba a —Baltasar está en el festín, y ])¡ '
p u e r t a cerrada con la infeliz Elvira, ha decretado su r u i n a : las fatídicas n
disponiéndola en a q u e l instante a co- labras están ya trazadas sobre el muró
meter un crimen, a b u s a n d o de su fa- Sal de a q u í y les oirás blasfemar y 1Uo.
nática credulidad. Hallábase Elvira en farse del que p u e d e hacerlos ceniz-i
u n o de aquellos accesos d e locura en Allí están, y su voz ronca con el vino
que el m e n t i d o religioso h a b í a logrado entona canciones i m p í a s . Anatema, ana-
p o n e r l a . Su rostro, generalmente páli- tema sobre el m a l v a d o hijo que no sólo
do, parecía u n h i e r r o encendido, corría no respetó a su p a d r e , sino que insidia
el sudor por su frente en gruesas gotas su m e m o r i a después de muerto. Hiere
frías q u e le i n u n d a b a n el rostro, tenía oh virgen del Señor, h i e r e , y sea tu
el cabello erizado, y en sus movimien- brazo fuerte como el de Sansón, v no
tos y contorsiones la h a b r í a c o m p a r a d o t i e m b l e t u corazón en tu pecho. Cien
u n griego de la antigüedad a la famosa coronas de flores resplandecientes te-
pitonisa de Belfos, h i r i e n d o la t r í p o d e j e n p a r a ti las vírgenes del paraíso. El
con su p l a n t a . B r i l l a b a u n p u ñ a l en su ángel de la victoria te guía, y yo en
m a n o derecha, en q u e a veces fijaba n o m b r e de Dios te absuelvo de todos
con estópido h o r r o r la vista, y otras con tus pecados, a u n q u e e n t r e ellos conta-
alegre ferocidad. Enfrente de ella, a cier- ses h a b e r asesinado a tu p a d r e .
ta distancia, fríamente inmóvil y obser- Diciendo así alzó el brazo derecho.
vándola con cuidadosa t r a n q u i l i d a d , es- y haciéndola poner de rodillas, le echó
taba el sagaz h e b r e o cubierto de su há- la bendición, a r r o j ó algunas gotas de
bito franciscano, los brazos cruzados so- agua, q u e él dijo b e n d i t a , sobre el pu-
b r e el pecho y e c h a d a la capucha al ñ a l , y a y u d á n d o l a a levantarse, en se-
rostro q u e , flaco y c o n s u m i d o , apenas guida la obligó a beber el cordial que
se Areía de él m á s q u e la acaballada na- siempre llevaba consigo, comunicándola
riz q u e distingue los de su raza, y sus de este m o d o nuevo espíritu y ardi-
apagados ojos, que a veces no obstante miento.
parecían despedir relámpagos.
— ¡Dios m í o ! — e x c l a m ó Elvira—, be-
H a b l a b a Elvira i n t e r r u m p i é n d o s e a] nigno acepta mi sacrificio y ten piedad
mismo tiempo con cantos y oraciones de m i h e r m a n o .
q u e ya entonaban en voz alta, ya rezaba Y enajenada, de r e p e n t e prosiguió di-
e n t r e ¡dientes de rodillas delante de un ciendo en voz baja :
Crucifijo, cuyos pies tal vez besaba con
— ¡Siento u n peso en m i corazón! l<i
religioso ardor.
quisiera llorar y no p u e d o . Allí cente-
—Señor, señor—decía—. ¿Y eres tú llea la espada del q u e r u b í n : hermano
quien, m e pides sangre? ¿ P o r qué la m í o , ¿ m e oyes? ¿Es v e r d a d que tú es-
m í a n o p u e d e espiar mis pecados? tás ya a r r e p e n t i d o ? N o , n o es debilidad.
Y levantándose de r e p e n t e continua- p a d r e ; si yo mostrara en este momenio
ba a r r e b a t a d a de su locura flaqueza, el Señor m e castigaría. La ir;i
de Dios ya a a n i q u i l a r el impío.
Y luego, alzando la voz, exclamó:
Tú inflamaste el pecho impávido
de la animosa Judlth, —Ya m e siento m a y o r ; fuego del cie-
que derribó lo ha inflamado mi alma. Llevadme. cit
la soberbia y los ejércitos presencia del rey. ¿ N a d i e me vera <*".>
de aquel potente adalid
que te irritó. í v e r d a d ? ¿Mi m a n o será invisible «1 "***

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SANCHO SALDAÑA 5ft3

rirle? Ya p a l p o la n u b e q u e m e r o d e a . — E s p é r a t e a q u í — l e d i j o — ; el Señor
¿Oís? Es u n canto de g u e r r a . queda contigo, no temas : ya le conoces,
derríbale m u e r t o a tus p i e s . Adiós.
Levanta el brazo fuerte, Diciendo así se retiró pensativo y lle-
¡ oh Virgen de Sión!, no el corazón de zozobra, dudoso del
que acecha ya la muerte
al que las iras provocó de Dios. j éxito de t a m a ñ a empresa como t r a t a b a
ide llevar a t é r m i n o , y m u y desconfiado
Cayó el impío, el mundo cantará; de la resolución de Elvira si su delirio
gloria al Señor que su poder mostró; ¡ se calmaba, o si en su a r r e b a t o se p r e -
hiere sin miedo, que en tu diestra va
la ira celeste que en Sodoma ardió. cipitaba fuera de t i e m p o . P e r o satisfe-
cho que no estaba de su p a r t e hacer
Levanta el brazo fuerte, m á s , y p e n s a n d o ya en su seguridad, se
¡ oh Virgen de Sión !,
vuela, que a eterna muerte determinó a salir del castillo en aquel
le condenó de Dios la maldición. m o m e n t o , a b a n d o n a n d o lo demás a la
i suerte, a quien correspondía decidir el
I resultado de su t e m e r a r i o provecto
—Son los ángeles q u e c a n t a n : ¿oís?
Q u e d ó , pues, Elvira sola y oculta en
¡Olí! es el canto de m u e r t e . Vamos.
u n a vuelta ¡del corredor, t e m b l a n d o a
— S í , vamos, h i j a mía—dijo A b r a l i a m ,
veces al m e n o r r u i d o , esperando otras
que n o creyó oportuno dejar pasar su
con ansia y a r r o j o , r o d e a d a d e la os-
delirio sin aprovecharse de él—. Vamos.
c u r i d a d de la noche, el cerebro ardien-
Diciendo así tomó el brazo de Elvi-
d o , tiritando con frío s u d o r , o latiendo
ra, y echaron a a n d a r p r e c i p i t a d a m e n t e
tal ve todo su c u e r p o con la repetida
hacia la estancia d o n d e el rey y sus ca-
pulsación de la fiebre q u e la abrasaba.
balleros festejaban m u y ajenos de nin-
gún peligro, l l e n a n d o m i l veces las co- E l son de las arpas, que h e r í a de
pas y entonando alegres cantares. I b a cuando en c u a n d o su oído, las voces q u e
Elvira fuera d e sí h a b l a n d o consigo mis- en r u m o r discorde se confundían, el
m a , tirada atrás la capucha de su al- melodioso canto del trovador, todo se
malafa, erizado el cabello, y el p u ñ a l acordaba y convenía en su delirante ca-
en la m a n o como u n a furiosa vacante. beza, representando en extrañas formas
Persuadíala el j u d í o , ya encargándola delante de ella objetos ya sombríos, ya
el disimulo, ya m a n t e n i é n d o l a en su radiantes, a que daba cuerpo y movi-
locura, con sus infames discursos. m i e n t o su imaginación. P a r e c í a l e a ve-
—-Aquí—le dijo, t o m a n d o el cuchi- ces q u e sentía pasos, y a m e d r a n t a d a se
llo—, lo has de esconder entre los plie- e s t r e m e c í a ; otras imaginaba q u e no era
gues del p e c h o . Llegas a él, te arrojas ella misma la q u e estaba allí, y se pal-
a sus pies, y al levantarte, no temas, p a b a atónita d u d a n d o de su existencia.
clávaselo en el corazón. ¿Oyes, oyes los E n fin, todo era lóbrego y sublime
gritos de los malvados, el m u r m u l l o de en torno de ella, y embozada en su
sus conversacionse? Allí están descui- negra túnica, en u n rincón del oscuro
dados del riesgo que les amenaza. Dios corredor, sin m o v i m i e n t o y sin sentirse
te lo entrega. P e r o no : ya dejan las me-
su respiración, cualquiera que a la dis-
sas y salen sin duda al j a r d í n , que está
tante luz que reflejaba allí, alguna vez
todo i l u m i n a d o , y donde va a empezarse
la h u b i e s e visto de lejos, la h a b r í a to-
la d a n z a . Ve y colócate a la salida que
m a d o p o r ana s o m b r a , o u n sueño de
está al otro lado de la h a b i t a c i ó n .
su fantasía. Daba u n a p u e r t a de la ha-
Oíale Elvira sin replicar p a l a b r a , y
bitación del festín a la magnífica expla-
como u n a m á q u i n a se dejaba llevar del
n a d a , q u e i l u m i n a d a de hachas de vien-
judío. E m p e z a b a ya a oscurecer, y todo
iba sucediendo a m e d i d a del deseo de to, puestas en las torres y ventanas del
A b r a h a m , q u e no desperdiciaba n a d a castillo, a par q u e en los árboles y mu-
de cuanto p u d i e r a enajenar el espíritu ros de a l r e d e d o r , b r i l l a b a con tanta luz
de su víctima. Luego q u e llegaron al como si fuese de día. A u n lado de
sitio señalado p a r a el sacrificio, aquella p u e r t a doblaba el corredor in-
504 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ras entonces, d o n d e da m u e r t e quizá Salieron p r i m e r o las damas, y e n


a g u a r d a b a sin r e m e d i o al r e y ; y en guida iba el rey a salir. I b a a su dere*
calle horizontal enfrente se extendía a cha el señor de L a r a y a su izquierd*
u n l a d o y a o t r o la magnífica galería el de Cuéllar. Salcedo y los demás
q u e caía a la explanada, a l u m b r a d a asi- balleros le seguían a corta distancia"
m i s m o soberbiamente. Las músicas so- Volvía el rey la cabeza en aquel mo
n a b a n allí, y en los jardines q u e la ro- m e n t ó dirigiéndoles la p a l a b r a , cuando
dean varias tocatas alegres, q u e regoci- la fanática E l v i r a se a p a r e c e delante
j a b a n y despertaban con su bullicioso de él como p o r e n c a n t o , tira del puñal
sonido el pecho más melancólico. Ale- q u e llevaba escondido en el pecho v
gres t u r b a s d e jóvenes y mancebos del antes q u e pudiese ninguno estorbarlo
p u e b l o bailaban el antiguo baile en h i e r e al r e y , q u e apenas tiene tiempo
círculo d e los asturianos, saltando, can- p a r a p o n e r el b r a z o .
tando y a n i m á n d o s e con dichos al mis- — C ú m p l a s e la justicia de Dios ex-
mo tiempo. clamó Elvira.
E n el salón del b a n q u e t e continuaban P e r o su b r a z o desfallecido, sin dar
a ú n los b r i n d i s , los agudos chistes y las i m p u l s o al golpe, b a j ó el puñal sin
entretenidas canciones; en fin, t o d o era acierto alguno y con t a n poca fuerza
j ú b i l o , y todo lo h a b í a dispuesto el lin- q u e no hizo sino rasgarle el cutis, hi-
do J i m e n o por o r d e n de su amo p a r a r i é n d o l e levemente en el h o m b r o .
que, cuando no r e a l m e n t e , lo h u b i e s e , — T r a i c i ó n — g r i t a r o n todos, y se arro-
se fingiera y a p a r e n t a r a del mejor m o - j a r o n a sujetarla.
do. Sin d u d a , en aquel m i s m o instante, — N o es n a d a — d i j o el rey con sere-
tal vez e n t r e los m á s alegres, vagaban n i d a d , e m p u j a n d o al m i s m o tiempo con
m u c h o s q u e m á s d e b i e r a n maldecir y b r í o a la infeliz fanática, que a gran
l l o r a r aquellas fiestas q u e a p l a u d i r l a s trecho de él la d e r r i b ó en el suelo dan.
y festejarlas. Muchas m a d r e s n o h a b í a n do u n gran golpe.
vuelto a ver a los hijos que vieron a r r a n - — ¿ Q u é quiere decir esto, señor de
car de sus brazos p a r a conducirlos a Cuéllar?—dijo el d e L a r a fijando los
sostener lo q u e ellos mismos quizá ig- ojos con intención en S a l d a ñ a — ; ¿es-
n o r a b a n , muchos l a b r a d o r e s h a b í a n per- tamos seguros en vuestro castillo?
dido sus cosechas y visto q u e m a r su ca- — Q u i e r e decir—replicó Saldaña con
sa, huérfanos desvalidos h a b í a q u e la- altivez—que no sé r e s p o n d e r a esas pre-
m e n t a b a n la p é r d i d a d e sus p a d r e s sin guntas sino con la espada.
tener a d o n d e volver la cara a p e d i r — ¿ A q u é viene alborataros así? Vea-
sustento. P e r o era preciso divertirse y mos q u i é n es ese miserable—dijo el
estar alegre, p o r q u e tal era la voluntad r e y — , y sepamos q u é le indujo a co-
d e l señor feudal, q u e quería agasajar m e t e r tal c r i m e n .
al rey, a q u i e n n o se debía fastidiar A pesar de esto cien espadas brilla-
con lágrimas y quejas de c u a t r o mal- r o n en u n m o m e n t o ; la voz de j han
aventurados villanos. P o r ú l t i m o , el muerto al rey, han asesinado al rey/,
t i e m p o , q u e p a r a Elvira a n d a b a apenas voló de corredor en corredor y de to-
con pies de p l o m o , llegó ya de dejar r r e en. t o r r e p o r el castillo, esparciendo
el b a n q u e t e y salir a t o m a r el aire en el a l a r m a por todas partes.
la galería. La reina volvió al. p u n t o a informarse
Púsose en píe el rey, y todos sus ca- toda sobresaltada, sus damas gritaban,
balleros i m i t a r o n su m o v i m i e n t o , diri- los nobles p e d í a n justicia, las danzas,
gió algunas chanzas a Saldaña sobre su las músicas, todo p a r ó d o n d e cogió a
h u m o r melancólico y la vida retirada cada cual la noticia. P r e g u n t ó Doña
q u e hacía, al mismo t i e m p o que p r e - María a su esposo dónde tenía la heri-
sentó u n a finesa a la reina y otra a l de da, y viéndola se tranquilizó y la ven-
L a r a , q u e seco y adusto no p a r e c í a estar dó ella misma. La a l a r m a seguía no
m u y contento, tal vez receloso de la obstante, y Saldaña parecía pensativo.
influencia del señor de Cuéllar. Yacía Elvira en tierra sin niovímien-
SANCHO SALDÁIS A 505
lo. Cuando la descubrieron y t r a t a r o n p a r a p o n e r a r e n a y chinas en su lugar.
¿e levantarla estaba m u e r t a . Algunos álamos a q u í y allí crecían so-
F u e general el asombro al h a l l a r , bajo litarios, y sólo tal cual h u e r t a m u r a d a
aquel r o p ó n negro, u n a m u j e r joven de algún convento solía alegrar de
aún, delicada, y que sin d u d a había cuando en cuando la vista. La gente en-
sido h e r m o s a , en vea ¡de u n asesino tonces frecuentaba m u y poco este si-
como h a b í a n pensado e n c o n t r a r . Acer- tio, y sólo algún r e v e r e n d o p a d r e se
cóse S-aldaña a m i r a r l a , y estremecién- veía tal vea pasear al caer la tarde
dose exclamó : con m u c h o sosiego delante de la puer-
•—i Es m i h e r m a n a ! ¡ T a m b i é n Dios ta de su convento, tal vez algún viejo
pie pedirá cuenta de e l l a ! . . . a b a n d o n a d o del m u n d o , o al robusto
Dicho esto q u e d ó inmóvil como « n a lego franciscano q u e volvía de los lu-
estatua, m i r á n d o l a sin ver ni oír n a d a gares de la comarca con las alforjas
de cuanto le r o d e a b a , hasta q u e de or- llenas al h o m b r o y u n palo en la m a n o
den del r e y r e t i r a r o n de allí el cadá- p a r a a y u d a r el camino, después d e bien
ver, que el tétrico Saldaña a c o m p a ñ ó regalado y agasajado por las h e r m a n a s
lleno de congoja, p e r o sin d e r r a m a r u n a y h e r m a n o s d e l a cofradía. P a r a los días
lágrima. de fiesta h a b í a otro paseo, a d o n d e acu-
Las funciones, n o obstante, no quiso dían los caballeros del p u e b l o , los m a n -
el rey que se s u s p e n d i e r a n . cebos, las mozas y los estudiantes, q u e
ya entonces estaba establecida la Uni-
versidad. E l q u e desee saber algo de
este paseo p u e d e leer a Quevedo, y verá
CAPITULO XXXIV lo q u e de él dice -algunos siglos des-
p u é s , y nosotros sólo diremos q u e era
¡Adiós!,., exclama la encendida mora el famoso Espolón, citando al m i s m o
bañando en llanto la cadena dura,
i adiós!... que siempre el corazón te adora t i e m p o cuatro versos del m e n c i o n a d o
aunque hiciste naceT mi desventura: poeta.
cadalso horrible, hoguera destructora
prepara el fanatismo a mi ternura...
Por tí perdí mi patria y mi inocencia, Claro está que el Espolón
¡por tí pierdo la misera existencia!... es una salida necia
Kafael González Carvajal. calva de yerbas y flores
y lampiña de arboleda.

Hay u n c a m p o fuera ide Valladolid


que l l a m a n e l C a m p o G r a n d e , que sirve P e r o el Campo Grande no estaba
hoy de paseo a las gentes de aquella siempre desierto, y algunas veces mi-
ciudad, y d o n d e se cuentan hasta ca- llares de h o m b r e s y m u j e r e s de todas
torce edificios... o conventos, puesto clases lo p o b l a b a n cuando se celebra-
que todavía a ciertas gentes les parecen b a n allí torneos y toros, o servía de es-
pocos, por a q u e l dicho sin duda d e ' pectáculo algún criminal famoso, b r u -
que nunca lo bueno fue mucho. P e r o de- ja o m a g o , cuya sentencia se ejecutaba
jando esto a p a r t e , q u e a fe mía q u e el en aquel sitio g e n e r a l m e n t e 5 entonces
que quiera frailes en E s p a ñ a n o h a de se despoblaban los lugares circunveci-
llorar p o r ellos, seguiremos el hilo de nos, se levantaban tablados o cadalsos
nuestro c u e n t o , si es q u e lo tiene tan p a r a los jueces y las personas de alta
enmarañada m a d e j a , y veremos de po- j e r a r q u í a , se circunvalaba el p a r a j e don-
ner nuevamente en la escena algunas de se h a b í a de r e p r e s e n t a r la t r a g e d i a ,
personas que p r o b a b l e m e n t e no h a b r á la gente se atropellaban unos a otros,
olvidado el lector. los tejados de los conventos, t o r r e s ,
Era entonces el C a m p o G r a n d e u n a los árboles se veían coronados de hom-
espaciosa l l a n u r a , sin los secos árboles b r e s y m u c h a c h o s que t r e p a b a n hasta
ni las enjutas fuentes q u e a d o r n a n h o y la veleta del c a m p a n a r i o m á s alto, ar-
(
lía la p a i t e q u e se llama el P a s e o , y m á b a n s e pendencias p o r t o m a r puesto ?
la hierba que crecía allí a toda su vo- mofábanse de los q u e estaban m a l los
W a d n o h a b í a sido a ú n a r r a n c a d a q u e h a b í a n logrado colocarse b i e » , YO-

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506 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

c e a b a n todos, r e í a n , j u r a b a n , p e n s a b a n h a b r í a hecho desmerecer el títu] J


e
m u c h o s q u e se divertían, y el C a m p o demonios.
G r a n d e era u n h e r v i d e r o de cabezas E n el otro frente estaban en p j e j
a m o n t o n a d a s y empinadas u n a s sobre h o m b r e s de caras triangulares y o' *
otras p a r a ver acaso p e r d e r la suya a h u n d i d o s con u n b o n e t e rojo y u n a
a l g ú n infeliz condenado a m u e r t e . brevesta de mil colores, sobrernane •"
E l día en q u e sucedió lo que vamos charros y m a l tejidos, que los hacían
a referir e r a j u s t a m e n t e u n o de a q u e - p a r e c e r t a n ridículos como feos T)
llos q u e p o r famosos se c u e n t a n en las tras de ellos veíase u n gran montón d
crónicas de aquel país. N o que fuera leña seca, colocada con mucho cuida
u n espectáculo nuevo la q u e m a de u n a ¡do, e m b r e a d a p a r a q u e no tardase en
b r u j a , que al cabo no era otra cosa la a r d e r , j u n t o al cual sentado tranquila-
diversión con que e s p e r a b a n p a s a r su m e n t e aparecía u n h o m b r e de frente de
t i e m p o los dignos habitantes de Valla- buitre y cerviguillo de toro, grueso v
dolid, sino que la fama de la hermosu- p e q u e ñ o de c u e r p o , vestido de rojo v
ra de la desgraciada, sus estupendos y amarillo, con u n h a c h a entre las pier-
maravillosos crímenes, que c o r r í a n de nas, y q u e sin duda era el jefe o padre
boca en boca, p a s m a n d o a los que los de los otros dos cocodrilos que hemos
oían referirse, y de que se hacían nue- procurado pintar.
vas ediciones aumentadas y corregidas E n t r e la hoguera y u n o de los cadal-
a cada instante, y sobre todo la gran- sos brillaba sobre u n altar cubierto
deza y poder del señor q u e con sus ar- t a m b i é n de paño negro u n gran Cruci-
tes h a b í a h e c h i z a d o , añadían tanta im- fijo de plata, y algunos milagros de ce-
portancia a u n suceso que ya en sí mis- ra se veían colgados en los paños que
m o ofrecía cierto e n c a n t o , que hasta servían al altar de dosel. Algunos ala-
los viejos más a d m i r a d o r e s del t i e m p o barderos p r o c u r a b a n contener el pue-
antiguo confesaban q u e sólo u n o u otro blo, q u e agrupados y hacinados unos
caso semejante h a b í a n presenciado en sobre otros, traspasaba a veces la línea
su j u v e n t u d . donde debiera p a r a r s e , mientras los im-
U n espacioso c u a d r o a m a n e r a de pa- pertérritos centinelas, saludando con el
lenque cogía u n a p a r t e del C a m p o ; le- m a n g o de sus a l a b a r d a s a los más atre-
vantábanse a sus extremos, fronteros vidos, los hacían bajar la cabeza más
u n o de otro, dos cadalsos cubiertos de de lo que ellos quisieran.
bayeta negra, con asientos asimismo en- R e s u l t a b a n de a q u í disputas, echán-
lutados, p a r a los j u e c e s ; a r d í a en el dose unos a otros la culpa del golpe
otro frente del c u a d r o u n grande hor- que h a b í a n llevado sin merecerlo; re-
nillo de h e r r e r í a , cuyo fuego atizaban ñ í a n , y en m e d i o >de la quimera solía
dos negros cíclopes con u n enorme fuelle venir tal cual teja volando por el aire,
q u e hacía llover chispas a todas partes q u e desde el tejado del convento más
y levantaba u n a espesa columna de hu- p r ó x i m o tiraba algún m a l intencionado
m o q u e se disipaba a grande altura en m u c h a c h o q u e despartía a los comba-
el aire. tientes, haciéndoles dirigir hacia otra
£1 día estaba n u b l a d o , y la l l a m a res- p a r t e su ira, causando nuevos agravios
plandecía bastante, a pesar de la cla- y dando que reír a los malignos mo-
r i d a d n a t u r a l ; otros tiznados compa- zuleos que haciendo diabluras por allí
ñeros machacaban largos hierros hechos a n d a b a n . Discutían en otro corrillo si
ascua, que metían a cada instante en q u e m a r í a n viva a la b r u j a o el verdu-
la fragua, y que cortaban y arreglaban go la cortaría la cabeza p r i m e r o ; ha"
en p e q u e ñ a s barras anchas de u n pal- b i a b a n los estudiantes a voces desde
m o y largas de dos pies. El eco repetía d o n d e quiera q u e estaban, aturdiendo
el go 1 pe d e sus martilles, que entre el a todo el m u n d o con sus desentonado*
r u i d o y las voces de la m u l t i t u d reso- gritos que r e t u m b a b a n sobre el bullí"
naba de cuando en cuando, y sus ne- ció de la m u l t i t u d , mezclando latinajos
gras caras y ocupación infernal no les en su; atronadora conversación Y &0'
SANCHO SALDANA 507

fándose de cuantos h o m b r e s formales y — Y a e n t i e n d o , sí—repuso S o g u i l l a — ;


mujeres de cierta edad a c e r t a b a n a pa- es aquel b u e n h o m b r e flaco que sabe
sar delante de sus ojos p o r su desgra- latín y tiene u n pescuezo tan largo y
cia. Oíase la voz melancólica de los as- delgado q u e más de u n a vez m e h a n
querosos pobres que p e d í a n limosna con dado ganas de a h o r c a r l e ; p o r q u e a ha-
su a c o s t u m b r a d a pesadez, e n o j a n d o y blar v e r d a d , está diciendo c o m e d m e .
fastidiando a los q u e en aquel aprieto — P u e s el m i s m o , y si p u d i é r a m o s sa-
mal d e su agrado no p o d í a n alejarse de lir de a q u í nos iríamos hacia el t r i b u -
ellos. L l o r a b a n los chiquillos, q u e , me- n a l , d o n d e veríais q u e se las tiene tie-
dio ahogados n o p o d í a n salir de la sas con el obispo.
apretura en que su curiosidad les ha-
—Voto a tal q u e daría el m e j o r m u l o
bía m e t i d o ; pellizcaban otros en las
de cuantos m e q u e d a n que curar en m i
piernas a los que los sofocaban, ha-
vida o la cuerda m e j o r ensebada de
ciéndoles chillar y saltar bruscamente
que h a y a hecho uso el mejor d e cuan-
a cada picotazo q u e inesperadamente
tos ajustan gaznates con tal de verle
sentían; en fin, todo era r u i d o , dispu-
disputárselas con el o b i s p o ; p o r q u e ,
tas, voces, q u i m e r a s y j u r a m e n t o s , y
a u n q u e no lo entiendo, m e gusta mu-
sin p o d e r siquiera rebullirse ni me-
cho oír h a b l a r en latín.
nearse, era cosa de ver aquel sin nú-
mero de cabezas en m o v i m i e n t o , q u e , -—Pues ánimo y veamos si p o d e m o s
como nos p i n t a n las ánimas del pur- salir de estas a p r e t u r a s , p o r q u e todavía
gatorio, j u n t a s y e m b u t i d a s u n a s en es t e m p r a n o y hasta las dos lo m e n o s
otras n\ aún p o d í a n volver a m i r a r no q u e m a r á n la b r u j a .
atrás. A r d u a empresa era la que p r o p o n í a
el bizco, y m u c h o m á s a u n h o m b r e
— H o l a , señor Soguilla, parece que
t a n gordo y pesado como Soguilla, que
todavía le queda a vuesa m e r c e d la afi-
e m p u j a d o , a p r e t a d o y sofocado con tan-
ción—dijo a u n h o m b r e gordo y q u e
ta gente apenas podía respirar. E m p e -
sudaba a chorros, medio a h o g a d o en
zaron, no obstante, a forcejear, codean-
aquel conflicto, otro bizco, p e q u e ñ o de
do a los de al lado y e m p u j a n d o a los
cuerpo, de quien el lector no es difí-
de atrás por ver si p o d í a n r o m p e r bre-
cil que se acuerde si no h a olvidado a ú n
cha y salir d e allí, el bizco, más lige-
las figuras de los satélites del V e l l u d o .
r o , deslizándose de m e d i o l a d o , y el
—Amigo—respondió el verdugo cesan- h o n r a d o Soguilla a p i q u e de sofocarse.
te—, cada cosa a su t i e m p o y los na-
— ¡ H o l a ! — d e c í a u n estudiante—.
bos en a d v i e n t o ; a m í m e toca a h o r a
¿A d ó n d e va ese tonel?
ver como otras veces m e tocó l u c i r m e ;
pero allí está m i sobrino, q u e parece u n — E s el antiguo verdugo de la ciu-
rey. Ved con q u é serenidad e s t á ; va- dad—gritó otro.
mos, da guato; b i e n p u e d o decir q u e es —Allá vas, catedrático de la soga, ali-
sobrino m í o sin avergonzarme. gerador de pescuezos.
—Así es efectivamente—respondió el —Es el saludador q u e cura mulos ra-
b i z c o — ; pero voto a tal que no qui- biosos. Medicus asinoram.
siera yo que él se luciese conmigo. — ¡Plaza, plaza!—gritaba otro—, q u e
— P u e s yo os j u r o — r e p u s o el salu- ese h o m b r e está ético, y nos p u e d e pe-
dador con su voz b r o n c a — q u e no cois gar el mal.
h o m b r e de gusto. P e r o h a b l a n d o de Nosotros les dejaremos salir como
otra cosa, ¿cómo habéis dejado a m i p u e d a n de a q u e l a p u r o en que por su
compadre el Velludo, o traes quizá al- culpa se h a l l a b a n , que al fin saldrán si
gún encargo? p u e d e n , y peor p a r a el desdichado ver-
— N a d a de eso, señor Soguilla; h e de- dugo, que sin considerar sus dimen-
jado al Velludo por cosas m u y largas siones se había metido en donde no ha-
de contar, y h e venido a c o m p a ñ a n d o al bía lugar p a r a él a p i q u e d e u n a apo-
señor Zacarías, que t a m b i é n ha de r e . plejía, y trasladaremos a otra p a r t e al
presentar a q u í su papel. lector, a d o n d e , a u n q u e había pocas me-
508 OBRAS COMPLETAS DE D N JOSÉ DE ESPRONCEDA

te en el suelo, las manos atadas y p U e


nos personas, r e i n a b a u n profundo si-
lencio. tas en cruz sobre el pecho y los m
E n u n gran salón del edificio en q u e desnudos, por lo que al andar paree'
que se lastimaba.
celebraba sus sesiones el t r i b u n a l ecle-
siástico, dividido en dos partes p o r u n a —Esa es la bruja, la mora—corrió 1»
baranda de hierro de tres pies de altu- voz entre los asistentes, pero bien pron.
ra, que se abría en su mitad, veíase de to sucedió el silencio a una orden de los
un lado al pueblo agrupado y atento, ministriles de su Ilustrísima.
puestos muchos de puntillas y con los Acercáronse al catafalco, y en J la .
ojos fijos al frente, y encargándose mu- biéndola mandado que se prosternara
tuamente el silencio con repetidos si- lo que hizo sin decir palabra, el obis'
seos. Dos alabarderos, con las armas del po se levantó y entonó con grave y Se .
obispo grabadas en sus alabardas, pa- rena voz el De profundis, cuyo tenor si-
recían dos estatuas clavados a la parte guieron cuantos allí había. Concluido
de allá de la baranda con las espaldas el salmo, púsose el obispo la estola,
vueltas al pueblo. Todas las ventanas hizo agua bendita, que esparció aquí y
estaban cerradas, y sólo por las clara- allí diciendo :
boyas que junto al techo estaban abier- —Te invocamus, te adoramus—j en
tas penetraba escasamente la luz del confuso y sordo murmullo respondieron
día. Ardían, en cambio, en grandes can- todos del mismo modo. Entonces se le-
delabros de ébano infinidad de velas vantaron todos y empezaron a cantar
de cera amarilla, cuyo pálido reflejo trozos de salmos tristes y melancólicos.
daba un tinte sombrío y melancólico —Domine rae in furore tuo arguas
a todo el cuadro. Brillaba en el fondo me, ñeque in ira tua corripias me.
una gran cruz de plata colocada sobre
Dirigió el obispo en seguida muchas
una especie de túmulo o catafalco ves-
maldiciones a Satanás, mandándole que
tido de paños negros con calaveras y
se ahuyentara de aquellos sitios, y ame-
huesos pintados; desde la baranda de nazándole si no lo hacía con redoblar
hierro hasta el extremo donde el cata- sus conjuros.
falco se levantaba corrían largas filas
de bancos enlutados con ricos paños Y en señal de maldición se apagaron
bordados de oro, y las armas también las luces, sonó la campana de execra-
del obispo, y en ellos estaban sentados ción en la catedral, hirió el obispo con
el pie el pavimento, mandando al dia-
gran número de hábitos negros con im-
blo por segunda vez que dejara libre
pasibles semblantes y devotas fisono-
a su víctima para que pudiera respon^
mías. Un magnífico sillón bordado todo
der verdad, excomulgándole y maldi-
de oro y colocado en cierto lugar pre-
ciéndole por si acaso permanecía en
ferente servía para el obispo, que con aquella estancia con intento de ofuscar
su capa pluvial y demás distintivos de el entendimiento de los jueces y hacer-
su alto cargo presidía el tribunal. Otros les faltar a su deber, y luego a una voz
dos alabarderos estaban colocados tino cantaron todos en las tinieblas:
frente de otro a la mitad de la sala,
además de otros cuatro que guardaban —Discedite omnes qui operamini ini-
el catafalco. Un grupo de partesanas y quitatem.
alabardas rodeaba ai reo, que por lina Este cántico, entonado majestuosa-
puerta abierta a la derecha del cata- mente en medio de la oscuridad y en
falco, junto al sillón del obispo, acaba- aquella bóveda que retumbaba la voz,
ba de entrar en el tribunal. era el canto de muerte para la infeliz
Zoraida, que apenas comprendía lo que
Era una mujer vestida a la usanza
todo aquello quería decir.
arabesca, pero sin toca ni velo en la
cabeza y con el cabello tendido, que le El pueblo escuchaba con devoción y
enlutaba toda la espalda, segrui era ne- recogimiento.
gro y espeso. Traía la cabeza baja y Volvieron a encender las luces, y el
sus ojos sin brillo clavados tristemen- obispo se sentó en su silla y los demás

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SANCHO SALDAÑA 509

en los bancos, y el secretario, que te- i tos Evangelios y os ratificáis en haber


nía la mesa junto al sitio que oculta- dicho verdad?
ba el obispo, tomó unos pergaminos, y Jimeno respondió sin titubear.
poniéndose en pie empezó a leer en la- -—Sí, juro.
tín el proceso de la acusación. El obispo mandó acercar a Zoraida,
Consistía éste, como todos los de su y el secretario le preguntó:
jaez, en un enjambre de desatinos, tes- —¿Tenéis algo que responder a vues-
timonios falsos y acusaciones ridiculas, • tro acusador?
que si bien en el día pudieran tal vez Zoraida no respondió palabra.
hacernos reír al leerlas, servían en aque- —Habéis oído vuestra acusación y vis-
llos tiempos, y aun sirvieron muchos to lo que resulta del proceso—continuó
siglos después para llevar al patíbulo el secretario, sin preguntarle primero
infinidad de inocentes. Persuadido es- si entendía el latín—, y si tenéis algo
taba el secretario que no era cosa de que exponer en vuestro favor, el tribu-
broma lo que rezaba el proceso, por lo nal está pronto a oíros.
que aprovechándose de los diferentes —Mujer—dijo el obispo con mucha
tonos a que sabía acomodar la voz., em- severidad—, veo que el espíritu malig-
pezando a leer en bajo y concluyendo no te ha privado del uso de la palabra
cada período en tiple, procuraba asi- y te fuerza ,a no responder, Pero debe
mismo sacar partido de su ridicula fi- entender el demonio que te posee que
gurilla, alzándose sobre las puntas de nos valdremos (¿el fuego y del agua
los pies por ser pequeño de cuerpo y para obligarle a obedecernos si per-
gesticulando con su cara de chorlito a siste como hasta ahora en callar. Entre-
cada palabra sobre la cual quería lla- tanto puede procederse a las declara-
mar la atención. Oíanle los jueces sin ciones de los demás testigos.
pestañear y lo más gracioso es que el El segundo que se presentó era el be-
pueblo, sin entenderle, le oía tan aten- néfico Zacarías con su cabeza todavía
tamente como sí cada uno de los que vendada, su traza humilde y devota y
allí estaban fuese un dómine examinado. su tono de voz melifluo y afeminado.
Leída que fue la declaración del acu- Luego que hubo jurado y besado devo-
sador, entró en la sala un joven lindo tamente la cruz del rosario que txnía
de cara con la visera alta y armado lu- en la mano, empezó su declaración di-
josamente de punta en blanco, y acer- ciendo cómo la había visto volar una
cándose a la mesa del secretario con noche montada en una serpiente de fue-
desenfado volvió la cabeza a un lado y go, y que detrás y delante de ella lle-
a otro, clavó un momento los ojos en vaba una columna de humo pestífero,
Zoraida, que no alzaba los suyos del que de]ó al testigo caer sin sentido en
suelo, y en habiéndola mirado se en- tierra encomendándose a Dios, Recor-
cogió de hombros, y aun muchos cre- dó también la aparición de Elvira en
yeron haber reparado en sus labios una la cueva de los bandidos, achacándose-
sonrisa de Lucifer. la ahora a Zoraida con toda seguridad,
—El tribunal—dijo el secretario—os y concluyó diciendo:
pide a vos, Jimeno Díaz, paje de lanza •—Vuestras señorías ilustrísimas de-
del castellano y señor de Cuéllar, que ben saber, como dice el texto, que hay
09 ratifiquéis y afirméis en la acusa- cosas quod homo non inteliget; y yo,
ción hecha por vos contra Zoraida, de señores, juro delante de Dios con la hu-
nación árabe, su religión mahometana, mildad y la llaneza de un siervo infe-
acusada de haber hecho pacto con el de- liz que ha de dar pronto cuenta a Dios
monio para hechizar a vuestro amo el de su alma que esta mujer que aquí
señor de Cuéllar, como también de asis- está la he visto yo brincar desde el
tir los sábados a las orgías de Satanás, castillo de Cuéllar hasta la torre de
tamizar sapos y preparar bebidas que Iscar, cosa pasmosa, porque hay más
vuelven loco al que las bebe o le mu- de tres leguas de distancia, y sólo una
ían la voluntad. ¿Juráis sobre los san- bruja pudiera hacerlo, mulier cum ma-
510 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

leficius saltarat longa via est, y ahí va fecto, donde había pasado noches v n
ese trozo de latín mío, que, gracias a ches sin saber nunca cuándo amanee'
Dios, hay aquí quien lo entiende. las caras extrañas e insensiblemente a n ' '
A risa hubiera movido sin duda el ticas de sus jueces, todo había lle» a( ] 0
disparatado latinajo de Zacarías si la abatir de tal manera su ánimo, qvje D
causa que ocupaba a los jueces y el seída de un pensamiento único no h
interesante testimonio que acababan de bía oído siquiera ni aun reparado en ms
oír de boca de aquel hombre devoto no acusadores. Al oír la voz de la vieja le
hubiesen llamado la atención general, vantó la cabeza, se estremeció de repen-
escandalizando y asombrando de tal te, y volviendo a un lado y otro sus
manera, que hasta el más incrédulo no ojos atónitos, los clavó al fin en aquella
estaba de humor de reír. momia reseca y diminuta, en cuyo rostro
Otros varios testigos dijeron poco más sólo se veían dos ojos que brillaban con
o menos lo mismo, con añadidura, si la intención de una víbora.
acaso, de algún cuento que habían oído — ¡ Qué horror! —exclamó la mora—.
o imaginaron del caso, y como solda- ¡ Al fin se ha cumplido su maldición!
dos que eran los más de la guarnición Fue tan agudo y llevaba una expre-
del castillo, refirieron cómo el señor de sión tal de dolor el grito histérico que
Cuéllar se estremecía todo y perdía el arrojó Zoraida, que hasta los más in-
sentido a veces cuando veía delante de diferentes y apáticos volvieron la ca-
sí aquella mujer, que le había hecho beza a mirarla asombrados, y algunos
asesinar a su sacerdote por su propia jueces, que se habían dormido durante
mano, por lo que tuvo que acudir al el curso del proceso, se despertaron cre-
Papa que la perdonara, y cometer otra yendo que era la campanilla del pre-
porción ¡de crímenes por medio de he- sidente que ya los llamaba para votar
chizos y bebidas que le había dado. Re- la muerte de la prisionera.
cordaron asimismo la noche aquella en —El testimonio de esta buena mu-
que la infeliz Zoraida, agitada de los jer—dijo el obispo, señalando a la vie-
celos en el delirio de una fiebre ardien- ja—es tan veraz y poderoso, que el dia-
te, recorrió de torre en torre el alcázar blo no ha podido menos de dejar ha-
con asombro de los centinelas, y luego blar a su víctima, obligándola a que
salió al campo y halló una vieja que confiese cómo y cuándo se ha cumpli-
también con endiablada risa y voz cas- do la maldición que sin duda arrojó
cada se presentó ahora en el tribunal a sobre ella algún santo varón a quien
atestiguar contra ella, trató de dañar con sus maleficios.
—Pardiez, la tía Gila—dijo uno de —Si su Ilustrísima lo permite—dijo
los del auditorio—. Mal se quieren las el fiscal eclesiástico—, requiero que se
brujas cuando ellas mismas se delatan presente, como es uso, el hechizado en
unas a otras. el tribunal para que dé más fuerza a
—Silencio—gritó uno de los alguaci- la acusación.
les del tribunal, volviendo su mal ges- —El hechizado es el señor de Cué-
to hacia el pueblo. llar, y se halla en este momento al lado
Hasta entonces la desventurada Zo- de su alteza—replicó Jimeno—mucho
raida no había levantado los ojos de] mejor y más aliviado desde el día en
suelo ni había contradicho nada de lo que se empezó a formar este proceso.r
que contra ella habían expuesto los tes- Yo le represento ante el tribunal, y p«
tigos, ni visto ni oído al parecer nada encargo suyo y obligación que mi con-
de lo que le rodeaba; su profundo do- ciencia me ha impueso he acusado a
lor, el recuerdo de los días del placer esta mujer de bruja y hechicera infa-
y la infame crueldad del hombre que me, con pacto con el diablo, que la
la sacrificaba a otra mujer, pagando sus protege, como también de haber hechi-
cariños con la muerte, la lúgubre es- zado y tratar de asesinar a mi muy ñus-e
tancia donde se hallaba, y adonde la ha- re señor el castellano de Cuéllar, y J»
bían traído sacándola de un calabozo in- ratifico en mi acusación.
SANCHO SALDÁÑA 511

— ¡Es un infame, es un infame!-—ex- pecho de su mal alma y refinada mal-


c]amó Zoraida—. ¡Miente, miente! Y dad, sintió oprimírsele el corazón, y
j no hay Dios cuando no le traga la tierra. aun se arrepintió de lo que había he-
:
Jimeno la miró con terror y bajó en cho ; sólo aquellos eclesiásticos, viejos
seguida los ojos. ya, y en cuyas almas de hielo jamás
— ¡ Blasfemia! ¡ Blasfemia! —-gritaron había penetrado la ternura del amor pa-
todos los jueces. terno, cuyo deber había sido sofocar las
El que parecía más dulce dijo : pasiones de la juventud, y que nada veía
ya en su vejez sino a sí mismos, se man-
—Que se le atraviese la lengua con
tenían impasibles y pretendían arro-
na hierro ardiendo por mano del ver-
jar de allí aquel hombre enojoso, que
dugo.
había faltado al miramiento debido a
Pero una voz sonó en este momento tan respetable tribunal con la osadía,
entre los espectadores tan dolorosa y te- nunca vista, de haber atropellado el
rrible, que habría hecho estremecer una foro.
piedra.
— ¡Es mi hija! ¡Es mí hija! ¡Y me —Prended a ese hombre y que vaya
la van a matar! fuera de aquí—gritaba el obispo.
— ¡Hola!—gritó el obispo—• ¡Algua- —Fuera—repetían los demás jueces.
ciles ! ¡ Que echen de ahí ese imperti- Y entre tanto el judío Abraham, que
nente ! él era el padre de la desdichada Zo-
raida, temía rogaba, maldecía, se po-
Pero aun no había acabado de decir-
nía de rodillas, abrazaba a su hija, se
lo cuando, sin respeto a los centinelas
arrancaba mechones de pelo, resistía a
v atrepellando por medio de todo como
sus verdugos, besaba sus plantas y excla-
un rayo, se arrojó en medio de la sala
un hombre al parecer frenético, y an- maba a cada momento :
tes que ninguno se opusiese a su inten- —¡Hija de mi ¡dolor! ¡Hija mía!
to, abrazó estrechamente a Zoraida, que ¡Hija de mis entrañas!
no menos atónita que cuantos estaban No volvía en sí Zoraida de su sor-
presentes, ni aun tuvo fuerza para se- presa ; pero aunque no hacía sino mi-
pararlo de sí. rarle, se dejaba acariciar de él, y aun
— ¡Hija mía! ¡Hija mía! Yo soy tu sentía en medio de tantas penas cierta
padre. ¿No me conoces?—decía lloran- dulzura en su alma, bien así como si ya
do— ¡Cuántas veces te he tenido sobre hubiese pasado a otro mundo de más
mis rodillas y me encantabas con tu paz, donde había encontrado todavía
sonrisa! ¿No te dice tu corazón que te otro ser tan infeliz corno ella que la
abraza tu padre? Mírame, hija mía... amaba y la acariciaba.
ya estamos juntos..., ya no nos separa- Pero los alabarderos empezaban ya a
remos más, nunca más. Volvédmela, es cansarse de aquella escena viendo al
mi hija—proseguía, volviéndose a los obispo y los idemás jueces encoleriza-
jueces—, es el apoyo de mis canas, es dos, y el pueblo, aunque en un princi-
inocente; vosotros la perdonaréis. ¡Hija pio había tomado cierto interés, desea-
mía ¡Hija mía! ba que prosiguiese ya la tragedia.
Y al mismo tiempo la cubría de lá- El horror que el leal pueblo de Va»
grimas y de besos, y corría de una par- lladolid tenía a la magia y a los que
te a otra enajenado, implorando a los por influjo del diablo la ejercían ven-
jueces, abrazándoles las rodillas y vol- ció por último la sensación que el en-
viendo siempre a su hija con muestras cuentro de un padre con su hija en si-
de amor, de alegría, de pena y desespe- tuación tan triste había producido al
ración. principio. Con todo, y para decir ver-
Lloraban los espectadores;; algunos dad, muchos hubo que, sin poder resis-
alabarderos que se acercaron a separar- tir más, se salieron del tribunal llenos
le de Zoraida apenas podían contener de lástima y pesadumbre.
sus lágrimas, ni cumplían tampoco con — ¡ Ea! Cumplid las órdenes del tri-
su deber; hasta Jimeno mismo, a des- bunal—dijo el obispo, levantándose.

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512 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

— ¡Oh! No, no. Yo soy su padre—ex- hombres y me había vuelto mi«¡5«*


clamó el judío—, y no me la arranca- i i . , .. '"antro,
rán otra vez. ¿Veis cómo llora? ¡Hija p o ; volvedme a mi hija y yo os amar»
mía! Yo creí que había muerto, y me a todos por amor de ella.
la encuentro aquí ahora. Había perdido Diciendo así se arrojó en el S u e j
ya toda esperanza de volverla a ver. besaba los pies de los guardas s e A '
¿Me la volvéis para quitármela para fendía y resistía con toda su fuerza
siempre? Ella era una niña; oíd su his- —-¡Bárbaros! —-exclamó por último
toria. Yo era alcaide del castillo de Za- apresado ya por cuatro de ellos m'
hara (1); una noche, después de dos habían logrado sujetarle—. Vosotros no
meses de sitio, asaltaron los cristianos sois jueces, sino tigres sedientos de ] a
la fortaleza y la entraron a hierro y sangre de mi hija. ¡Maldición! jHiia
fuego. ¡Ah! Entonces la cautivaron; era mía! ¡Hija mía! Apela al juicio de
nna niña hermosa como un ángel, un Dios.
retrato de la mujer que más he amado — ¡Oh! No hay duda—dijo Zoraida
en mi vida, de mi esposa Sara. No os mirándole fijamente a tiempo que se lo
enojéis; seré breve. Ahora m e la da- llevaban de allí medio muerto—; es mi
padre, y es tan infeliz como yo.
réis, es verdad. ¡Hija mía!, tú serás el
consuelo de mi vejez, yo te mimaré, te Y en seguida inclinó la barba sobre
acariciaré, te adoraré noche y día. el pecho, acongojada, sin poder llorar,
gimiendo y sollozando con tan an<ms-
— ¡ Oh! Sí, sí, vos sois sin duda mi tíosa agonía que no parecía sino que
padre—exclamó Zoraida, devolviéndole se la arrancaba el alma.
sus abrazos—, puesto que vos sois en Luego que sacaron del trümnal al
el munido la única persona que me fa- desdichado judío, uno de los jueces to-
vorece. Sí, vos sois mi padre, es el úni- mó la palabra y dijo:
co amor cjie siento que penetra en mi
—Ya que no nos volverá a interrum-
alma sin celos ni remordimientos. Yo
pir ese hombre furioso, pido al tribunal
soy inocente, soy una infeliz sin otro
que continúe juzgando.
crimen que haber idolatrado a un hom-
bre sin merecerlo; pero no sé por qué Eli procurador de la acusada se le-
todos son enemigos míos; vos sois mi vantó y" propuso que, puesto que BU
único amigo, mi consuelo; vos no me cliente ni se defendía ni confesaba el
engañáis, me amáis de veras. ¡ Padre delito, él pedía en su nombre a su ilus-
m í o ! , mi corazón me dice que sois mi trísima refiriese su juicio al de Dios,
padre. haciendo con ella las pruebas que en
tal caso requería la ley.
— ¡ Oh! Yo enloquezco al oírte decir
El obispo y todos los jueces aproba-
ese nombre; bendita, bendita sea tu
ron! su proposición, y el tribunal le-
boca que lo pronuncia.
vantó la sesión en el mismo punto, dán-
—Basta ya—gritó tino de los alabar- dole dos horas de término a la acusa-
deros, que sin duda era el jefe de los da para que buscase caballero que la
demás—; es preciso echar este loco de defendiese, pues de lo contrario sufrí-
aquí. ría otra prueba, pasando con los pies
— ¡Loco!—exclamó el judío— Loco, desnudos por once barras de hierro ar-
sí, de placer de haber encontrado a mi diendo.
hija. Pero no, no me separéis de ella, Decretado que fue esto, el tribunal
haced que muramos juntos. Si sois pa- preguntó de nuevo a Jimeno si se ra-
dres... ¿No habéis tenido hijos nunca? tificaba en su acusación y estaba dis-
¡Ah! Yo soy tin anciano, mis desgra- puesto a combatir en buena ley, y SÍ»
cias me habían hecho aborrecer a ios valerse de hechizo ni superchería algu-
na, con cualquier caballero que tomase
(1) Los judíos da España solían tomar las la demanda por aquella mujer, y Jl*
armas incorporándose ya en las filas cristianas, meno juró de nuevo y se afirmó, tanto
ya en los escuadrones árabes, como cuenta la en lo que había dicho como en lo qu e
Historia y aún algunos, comparan altos cargos
en una a otra nación. (N. del A. en la 1.a ed.í ahora se le preguntaba.
SANCHO SALDAÑA 513

Entonces se levantaron todos, se oyó A b r a h a m a cada p a l a b r a de a q u e l h o m -


ruido d e pies en la antesala del p u e - b r e , como si en ellas se encerrase algún
blo, q u e se ponía en m o v i m i e n t o p a r a encanto p a r t i c u l a r , hasta q u e llegando
marcharse, y los jueces, precedidos del a d a r señales del sitio d o n d e la ha-
obispo, se r e t i r a r o n . bían cautivado y de las ricas alhajas
Al salir Z o r a i d a en medio de los ala- que traía consigo, con todas las d e m á s
barderos, el paje se acercó a ella. circunstancias del asalto en que se ha-
— ¿ Q u i e r e s ser m í a ? Todavía estás a bía hallado él m i s m o , reconoció el ju-
tiempo. dío a su hija, y a pesar del peligro a
— H u y e , demonio de m i d e s d i c h a - q u e se exponía si llegaban a conocerle
respondió la m o r a , m i r á n d o l e con ojos como u n o de los principales enemigos
hechos ascuas d e i r a — ; la m u e r t e , el del rey, sin acordarse de n a d a en aquel
infierno, todo m e es más a g r a d a b l e m o m e n t o , y p e r d i e n d o de r e p e n t e su
que t ú . estoica serenidad, atropello p o r t o d o , y
— T a n t o peor p a r a ti—repuso el p a j e , se lanzó al cuello de la hija q u e creía
volviendo la espalda—. No p o r q u e t ú perdida con la violencia de una leona
me desdeñes he de c r e e r m e m á s feo, y que ve a su leoncillo en manos del ca-
este desaire m e lo vas a pagar hien caro. zador.
Echó a a n d a r entonces h a c i e n d o rui- T a l fue la causa q u e alborotó a todos
do con las espuelas, y en saliendo a la los espectadores y motivó la sorpresa
calle empezó a m i r a r a las celosías p o r que acaso este suceso h a b r á p r o d u c i d o
si veía alguna dama a quien hacer al lector. Sólo el n o m b r e de la acusada
señas. no convenía con las otras señas q u e e]
soldado dio al j u d í o , l l a m á n d o s e ella
Z o r a i d a y siendo E s t h e r el n o m b r e de
CAPITULO XXXV su h i j a . P e r o , además de q u e esta cir-
cunstancia n a d a quitaba a la v e r d a d de
¡Adiós por siempre, ¡oh sol!, naturaleza su relación era m u y fácil le hubiesen
del mundo entero, adiós. ¡Ah! No más trocado el n o m b r e p o n i é n d o l e otro m á s
yo el triste peso de la amarga vida, [sufra acomodado a la pronunciación castella-
por mí de pesares tan fecunda.
¡Oh, muerte! escucha mi postrer plegaria: n a , lo q u e el j u d í o supuso t a m b i é n al
ven, oh sueño eternal, ven en mi ayuda. m o m e n t o , puesto q u e de lo demás de
Eugenio Ochoa, «La muerte del Abatf». creerla árabe era m u y n a t u r a l h a b i é n -
dola cautivado en u n fuerte pertene-
Cuando el j u d í o se arrojó en m e d i o ciente a aquella nación. Y esta es la
del t r i b u n a l a a b r a z a r a su h i j a , aca- solución que da la crónica d e q u e es-
baba de e n t r a r hacía poco en la sala, y tractamos n u e s t r a historia a las dudas
habiendo p r e g u n t a d o a u n o de los es- que p u d i e r a n ocurrir acerca de este ma-
pectadores, h o m b r e ya viejo, y q u e pa- ravilloso acontecimiento, no saliendo
recía por sus modales h a b e r sido en otro nosotros responsables de las q u e acaso
tiempo soldado, q u é hacía allí aquella ponga, a d e m á s , algún lector quis-
gente r e u n i d a , éste, después de satisfa- quilloso.
cer su curiosidad, le refirió, a d e m á s , Cuenta, pues, la historia q u e así como
cómo él conocía a la acusada hacía ya el j u d í o salió d e la sala entre los cua-
algunos años. Esta conversación ofrecía tro alabarderos que le sujetaron, fue tal
tanto interés para el viejo h e b r e o , que la rabia y el dolor que sintió, q u e lle-
no p u d o menos de p r e g u n t a r l e dónde y gó a p e r d e r el conocimiento, y l e de-
cuándo la h a b í a conocido, a lo q u e res- j a r o n como m u e r t o en u n o d e los oscu-
pondió el soldado, que j u s t a m e n t e lo ros corredores del edificio, h a b i e n d o
era de la guarnición de Cuéllar, con- dado orden, a d e m á s , a los guardas de
tándole toda la historia de la m o r a des- q u e de n i n g ú n m o d o le dejasen e n t r a r
de el m o m e n t o de su cautiverio hasta si volvía de su parasismo.
el día. Algunos del pueblo se acercaron a él,
Crecía el ansia y la i n q u i e t u d de y en particular su joven criado el tí-
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514 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

m i d o B e n j a m í n , q u e , a pesar del m u - precepto clásico, nec coram populo M


cho cariño q u e tenía a su a m o , no se dea trucidet.
h a b í a atrevido a manifestarlo delante — L a culpa de eso —-decía otro-— l
de los a l a b a r d e r o s , contentándose con tiene el rector de la Universidad m *
llorar a sus solas la suerte de la com- entretiene el t r i b u n a l más de lo que de
p a ñ e r a de su niñez y el peligro a q u e se biera con sus discursos.
exponía su señor. P e r o al m o m e n t o que — C o m o que es el secretario del
le vio libre de sus opresores llamó a dos obispo.
h o m b r e s , quienes p i a d o s a m e n t e , me- •—Muera el rector.
diante cierta cantidad q u e les ofreció, •—-Y los jueces.
l e a y u d a r o n a t r a n s p o r t a r su c u e r p o a
— A sacar la b r u j a y nosotros la que-
otra p a r t e . Guando el j u d í o volvió en m a r e m o s —gritaba otro,
sí, lo p r i m e r o q u e preguntó fue por su
h i j a ; pero lejos de a r r e b a t a r s e y dejar- Y~ el t u m u l t o crecía, y los arquero»
se llevar del sentimiento que desgarra- que estaban de centinela no las tu-
b a su corazón, pareció m u c h o más tran- vieron todas consigo. P e r o el pueblo de
quilo y q u e h a b í a recobrado su sangre Valladolid, así como t o d o el de Espa-
fría acostumbrada. ña, sensato, pacífico y sufridor por na-
turaleza, no es de aquellos que se al-
— E s menester—se dijo a sí m i s m o — b o r o t a n p o r q u e les h a g a n esperar mu-
salvarla, y esto n o se logra con deses- cho t i e m p o ; así q u e , excepto algunos
p e r a r s e . Lo p r i m e r o q u e h a y q u e h a c e r estudiantes d e los más p e r d i d o s , nadie
es p e n e t r a r en su cárcel. La h a n d a d o tomó p a r t e en el alboroto, causando
dos horas y es preciso que yo la vea miedo en unos, risa en otros y apatía
en este t i e m p o . en todos la intrepidez de aquellos ex-
Y luego se levantó del lecho, n o obs- travagantes mozuelos.
tante las reflexiones d e B e n j a m í n , q u e E n esto el reloj d e sol del convento
hizo cuantos esfuerzos p u d o p a r a opo- de los Agustinos señaló las tres, y al
nerse a la determinación de su a m o , mismo t i e m p o se oyeron gritos de ale-
creyendo q u e se h a b í a vuelto loco, por- gría, tal como cuando sale el toro en
q u e el j u d í o echaba sus cálculos e n t r e la plaza los suele d a r el pueblo si hace
sí, y sólo tal cual vez dejaba entender m u c h o q u e espera la llegada del que ha
alguna p a l a b r a suelta. d e presidir la función.
E n t r e t a n t o , el gentío congregado en — ¡ Ahí v i e n e ! ¡ A h í viene! —gritaban
el Campo Grande desde el amanecer de todas partes los q u e ocupaban las
estaba ya sobremanera impaciente y a l t u r a s , mientras los que estaban deba-
desesperado con la tardanza de la fun- j o e m p i n a b a n los gaznates p o r si logra-
ción q u é a g u a r d a b a . N o parecía sino b a n ver algo.
q u e se les debía de justicia la m u e r t e P e r o no tardó m u c h o en aparecer la
o la vida de aquella infeliz, que a todo fúnebre comitiva con dos pregoneros
estaban convenidos con tal de p a s a r el delante, q u e a grito h e r i d o iban decla-
r a t o , ya viéndola ir al suplicio o salir r a n d o los supuestos crímenes de Zo-
salva d e la cruel p r u e b a q u e debía su- raida y la determinación del tribunal.
frir. P e r o el t i e m p o volaba, las horas Venía en seguida gran n ú m e r o de ar-
corrían y n o llegaba, no obstante, la queros a caballo escoltando a la prisio-
q u e el p u e b l o esperaba con tanta an- n e r a , que a pie y en m e d i o de ellos coi)
sia. Decían unos : los pies descalzos venía marchando con
—Sin d u d a la b r u j a halló u n a esco- paso bastante seguro. Llevaba la espa--
b a y se escapó p o r el agujero .de la chi- da inclinada hacia delante y la cabeza
menea. b a j a , y tal vez su boca convulsa se con-
Gritaban otros: traía esforzándose p a r a n o llorar.
— E s u n a infamia tenernos así t o d o Así encorvada en su angustia pare-
el día e s p e r a n d o ahí u n a hechicerilla, cía u n a p a l m a t r o n c h a d a por el hura-
que, al fin y al cabo, no es n i n g u n a cán. Seguían tras de ella otros tantos
Medea —y el b u e n estudiante citaba el a l a b a r d e r o s , menos p o r guardarla qu e

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SANCHO SALDAÑA 515

por h o n r a del obispo, que t a m b i é n con crímenes en la tierra. Cúmplase la vo-


Jos otros jueces, cada u n o en su litera, l u n t a d de Dios.
venía, como era de su deber, a presen- Volvió Z o r a i d a la vista al h o r n i l l o ,
ciar el juicio de Dios. Al llegar a u n a que resonaba con el c o n t i n u o y m o n ó -
de las entradas del p a l e n q u e la comi- tono son de los martillos que a com-
tiva hizo alto, sonaron las t r o m p e t a s , pás caían sobre el y u n q u e , y cada gol-
íormó la tropa y el obispo b e n d i j o ai p e le pareció sentirlo en el corazón. Y
pueblo desde la ventanilla de su litera. cuando la a p a r t ó de allí h o r r o r i z a d a y
Apeóse en seguida, y lo mismo h i c i e r a n vio la leña q u e h a b í a de consumir su
los otros jueces que le a c o m p a ñ a b a n , y c u e r p o , cerró los ojos y sintió, como si
en h a b i e n d o t o m a d o asiento en el ta- se le despegara la carne de los huesos,
blado, m a n d ó el obispo trajesen allí a u n dolor tan intenso q u e estuvo próxi-
la acusada, y d i j o : m a a desmayarse, P e r o su valor le sos»
— T ú eres u n a extranjera y n o tienes tuvo, y c u a n d o a b r i ó segunda vez los
aquí n a d i e q u e te p r o t e j a ; p e r o has ojos m i r ó el hornillo y la hoguera con
apelado al juicio de Dios, y él te sal- serenidad.
vará si no eres culpable. Su voluntad Los doá maestres del c a m p o , que asi;>
va a manifestarse, y el h o m b r e n o po- tían a la p r u e b a p o r si acaso la acusa-
drá hacer otra cosa q u e someterse a d a encontraba caballero q u e la defen-
sus inenarrables juicios. ¿ H a s encontra- diese, se r e t i r a r o n a u n lado del pa-
do caballero en el t i e m p o que el tribu- l e n q u e y cedieron sus puestos a dos
nal t e h a concedido p a r a buscarlo? alguaciles del t r i b u n a l , que debían soste-
— ¿ C ó m o quieres q u e u n a extranjera n e r a la acusada p o r los brazos m i e n -
—respondió Z o r a i d a — , como t ú mismo tras paseaba las b a r r a s . Dos escribanos
has dicho q u e soy, p u e d a encontrar en q u e allí h a b í a d e b í a n dar fe de cómo
tan poco tiempo n i n g u n o que se ex- se h a b í a verificado la p r u e b a sin ma-
ponga a defenderla, n o sólo contra el licia, engaño n i h e c h i c e r í a , t a n t o por
acero de m i enemigo, sino contra la pre- p a r t e de la procesada como por la del
ocupación de los q u e , sin saber por q u é , acusador. P r e s e n t ó u n sacerdote a J i -
me aborrecen? m e n o los Santos Evangelios p a r a q u e
-—Y vos—dijo el obispo, dirigiéndo- j u r a r a no traer sobre sí encanto algu-
se a J i m e n o , q u e , como acusador, es- no ni sortilegio que torciese el juicio
taba colocado enfrente de la acusada—, de Dios en daño de la acusada, lo q u e
ya que n o se presenta c a m p e ó n n i n g u n o el paje j u r ó , m u y seguro de q u e no h a -
que defienda la inocencia de esta mu- bía necesidad de más sortilegio que el
jer, ¿ q u é p r u e b a queréis que dé de q u e h i e r r o ardiendo p a r a abrasar los pies de
es inocente? la m o r a .
Miróla J i m e n o de hito en h i t o , cam- El obispo lanzó de nuevo mil maldi-
biando t a l vez de color, y pensando al ciones contra el m a l espíritu p a r a q u e
mismo t i e m p o entre sí q u e eran a q u e - n o interpusiese su influjo en contra o
llos pies demasiado lindos y delicados en favor de ella, y luego resonaron los
para no hollar siempre flores en vez de golpes sobre el y u n q u e con más fuerza*
hierros a r d i e n d o . Y n o h a b í a f o r m a d o los jueces m u r m u r a r o n algunas ora-
la Naturaleza a q u e l l a m a n o de nieve y ciones y salmos en voz b a j a , y el pueblo
rosas p a r a o p r i m i r l a y reducirla a ce- en silencio esperaba el fin de la p r u e b a
nizas dentro de u n guantelete de fuego. con cierto t e m o r religioso. E n t r e tanto
— P e r o no i m p o r t a —se d i j o — , m e h a los tiznados satélites de V u l c a n o saca-
despreciado, y debe m o r i r . La p r u e b a ron del hornillo hasta once ascuas lar-
de las b a r r a s —continuó en alta voz, gas de dos pies, q u e pusieron p a r a l e l a s
dirigiéndose al tribunal. unas j u n t o a otras p o r donde h a b í a de
—Mujer -—dijo el obispo—, la ira de pasar la acusada. Los dos alguaciles la
Dios va a caer sobre t i si eres c u l p a b l e , acercaron por fuerza hacia las b a r r a s , y
7 allí, a d e m á s •—añadió, señalando a la Z o r a i d a sintió crispársele los pies y en
hoguera—-, encontrarás la pena d e tus todo su cuerpo dolorosas contracciones
516 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de nervios. En vano se esforzaba a po- po, entregando a la justicia su p r e


ner el p i e ; la naturaleza se resistía a Que se ejecute la ley y Dios ten g a J * '
aquel martirio, y sus miembros no obe- dad de su alma. ° * e"
decían a su voluntad. •—Amén - -contestaron a una voz 1
— ¡Olí! ¡Piedad! ¡Piedad! —clamó, jueces. os
arrojándose a los pies de los alguaci- •—Jimeno -prosiguió el obispo. ( ]¡ r ¡.
les que la emjmjaban-—. Yo no me giéndose al paje—, habéis sostenido
muevo de aquí; yo no puedo... ¡ Per-
vuestra acusación como leal y noble tui
dón! Soy inocente... La muerte, la sois, y el tribunal os declara libre de
muerte... Sí, yo prefiero morir mil ve- la palabra que habéis empeñado de sos-
ces a pasar por aquí... tenerla hasta el último trance, puesto
En balde fuera querer pintar el so- que desiste de la prueba propuesta vues-
nido de su voz, ya dulce y humilde, ya tra acnsada.
dando gritos horribles al mirar las as- En oyendo esto, jimeno, acompañado
cuas que sus pies habían de pisar, y de los maestros de campo, echó a an-
las miradas de piedad y de terror que dar, después de haber saludado al tri-
volvía a todas partes, y sus movimien- bunal respetuosamente, y se dirigió pen-
tos y contorsiones en aquel terrible mo- sativo, con la cabeza baja y sin mirar
mento. a Zoraida, hacia la puerta del palen-
Pero sus ojos no encontraban com- que, que caía al otro extremo. El ver-
pasión en la fisonomía inflexible de sus dugo tomó el hacha en la mano y se
verdugos, que, acostumbrados a presen- dirigió adonde estaba Zoraida todavía
ciar todos los días semejantes cruelda- de rodillas sin movimiento. Sus dos ayu-
des, no hacían más caso de las lágri- dantes pusieron fuego a la leña, que,
mas y súplicas de sus víctimas que del por estar embreada, ardió en un mo-
llanto de un niño que hubiera perdido mento, y los dos alguaciles se sepa-
un juguete. raron de ella para hacer lugar al eje-
—Vamos, reina mía—decía uno de los cutor.
alguaciles—, que se pierde tiempo. Más Algunos corazones del pueblo, que
caliente estará el infierno, y no te pe- la hermosura de Zoraida y sus gritos
saba tanto ir allá. habían movido a piedad, temblaron en
—¡Por Dios! ¡Por Dios!—gritaba con aquel instante cuando vieron la hermo-
voz que desgarraba el corazón de oír- sa cabellera de la desventurada en ma-
la—. ¡Matadme! No me martiricéis. nos del verdugo, que la arrojó adelante
j A h ! ¿Quién me había de decir en otro con indiferencia, cubriendo con ella su
tiempo que el hombre a quien he ama- hermoso rostro, y echando en seguida
do más en mí vida había de dejar que el pie derecho atrás y levantando el ha-
me martirizasen así? Yo deseo la muer- cha en alto, se disponía a descargarla
t e ; dádmela; yo soy culpable; yo diré ya sobre aquel cuello d*3 alabastro, mo-
todo lo que queráis con tal de no pa- rada de los amores.
sar por aquí.
Pero en aquel mismo instante, y ai'm
Esta última confesión suspendió el no había salido el paje del palenque,
empeño de los alguaciles, y el juez, que resonó un grito, que se extendió como
en pie y junto a ella debía presenciar un golpe eléctrico de boca en boca, y
la prueba, se acercó al tablado y dijo : cien voces resonaron a un tiempo con
—Atendido a que la acusada se resis- alegría : «¡ Un caballero! ¡ Un caballe-
te a sufrir la prueba y ha confesado ro!» El verdugo volvió la vista a los
todo, pido que sin más dilación sufra jueces, y el obispo le hizo señas de de-
la pena de muerte a que en este caso tenerse. Bajó el hacha y quedó inmó-
está condenada por el tribunal. vil detrás de Zoraida, que clavada en
—La voluntad de Dios —dijo el obis- el suelo de rodillas, esperando la muer-
po— se ha declarado manifiestamente y te con resignación, parecía una estatua
el demonio no se ha atrevido a arros- de mármol de las que suelen adornar
trar su juicio y ha abandonado el cam- algunos sepulcros.
SANCHO SALDAÑA 517

En este m o m e n t o u n caballero arma- ía q u e el t r i b u n a l a p r o b ó , dándola dos


do de p u n t a en blanco entró en el pa- horas p a r a que buscase su campeón.
lenque a rienda suelta m o n t a d o en u n El t r i b u n a l , después de u n a corta,
generoso a l a a á n , y a r r o j á n d o s e pie a a u n q u e m u y acalorada discusión, m a n -
tierra de u n salto, se dirigió al tabla- dó se le preguntase a Zoraida si con»
do de los jueces con gallardo desemba- venía en esta p r u e b a , y el maestre que
razo. Era de m e d i a n a estatura, robusto a c o m p a ñ a b a al caballero desconocido se
y airoso de continente. acercó a p r e g u n t á r s e l o .
Uno de los maestres del campo se acer- H a b í a s e recobra-do Zoraida de su es-
có a él y le jireguntó a qué venía. t u p o r , y las voces de la m u l t i t u d y los
—A sostener la verdad contra la men- vivas con q u e celebraron la llegada de]
tira, a proteger la inocencia contra el caballero resonaban tan confusamente
hombre más i n f a m e y falso que existe, en su imaginación, mezclados con el gol-
si la acusada m e q u i e r e por su caba- p e de martillo en el y u n q u e , q u e , a u n -
llero. que ya h a b í a p a r a d o , todavía hacía d a r
— P a r a eso—respondió el maestre—es salios a su corazón, repitiéndose en sus
preciso que digáis vuestro n o m b r e y os oídos, q u e apenas p o d í a darse razón a
dejéis registrar por si se esconde en vos sí misma de lo que le pasaba. T r a t ó de
alguna superchería, echarse el cabello a la espalda p a r a
— ¡ S u p e r c h e r í a ! E l acusador de esa despejar la frente y m i r a r a su alre-
infeliz es capaz de usarla, q u e no yo. D e d e d o r ; pero halló q u e tenía las m a n o s
todos m o d o s , estoy p r o n t o a t o d o , me- atadas atrás, y entonces exhaló u n ge-
nos a decir ini n o m b r e . m i d o . E x t r a ñ á b a l e , sin e m b a r g o , la tar-
•—Vuestra nobleza al menos... danza del verdugo en sacudir el golpe
—La p r o b a r á m i espada—respondió terrible q u e la h a b í a de q u i t a r p a r a
con i n t r e p i d e z el desconocido—•; ade- s i e m p r e de penas, y p o r u n movimiento
más, el acusador y yo en otra ocasión de instinto encogía de c u a n d o en cuan-
hemos trocado ciertas p r e n d a s , y la que do los h o m b r o s .
él m e dio- la traigo siempre conmigo. Su r o p a j e era b l a n c o , su cuello es-
Quiero, pues, que m e devuelva la q u e taba desnudo, y de rodillas e n m e d i o
le entregué. del c a m p o , detrás de ella el verdugo»
—Os creo, caballero, y esa p r u e b a m e el h a c h a al l a d o , m i r á n d o l a con ojos
basta—respondió el maestre, m i r a n d o estúpidos, a g u a r d a n d o sólo u n a seña
ana sortija q u e el incógnito le enseñó p a r a retirarse o m a t a r l a , y en su ros-
quitándose el guantelete de la m a n o de- tro c u a d r a d o m a r c a d a la insensibilidad,
recha, y en la cual estaba grabado u n ofrecían un conjunto de resignación, de
blasón. belleza, de h o r r o r y de estolides inex-
Diciendo así le presentó a n t e los plicable.
jueces. U n o de los alguaciles m a n d ó ai ver»
—Este caballero—-dijo—está p r o n t o dugo q u e se r e t i r a r a , lo q u e él hizo re-
a sostener a p í e y a caballo q u e la acu- funfuñando ; la l e v a n t ó , la desató las
sación h e c h a contra esa mujer es falsa m a n o s , y Z o r a i d a entonces, echándose
y apela n u e v a m e n t e en su favor al j u i - el cabello a la espalda, miró con ojos
cio d e Dios. espantados alrededor, y enseñó el ros-
—La acusada—respondió el obispo—- tro pálido con la h u e l l a de la m u e r t e
se lia negado a la p r u e b a de las barras en él. H u b í é i a s e dicho xm cadáver q u e
y ha ]>referido la m u e r t e m á s b i e n que volvía a la vida. Entonces llegaron a
las consecuencias del juicio divino, y ella el maestre y el caballero q u e se
nosotros hemos dado p o r l i b r e a su acu- ofreció por su. c a m p e ó n . E n t e n d i ó ape-
sador. nas Zoraida lo q u e la decían, p e r o res=
—Sin e m b a r g o , si vuestra ilustrísima pon dio que sí le aceptaba? y entonces la
lo permite—elijo el maesíre—, observa- sentaron en u n escaño j u n i o a la ho»
ré que la p r u e b a del combate fue la güera, mientras decidía la p r ó x i m a lid
primera en q u e la acusada convino y de su suerte.

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518 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

P r e g u n t ó el otro maestre a J i m e n o si días que te lo probé—contestó el


cam.
estaba dispuesto a sostener la lid, a lo peón.
q u e respondió que sí, siempre q u e su — I m p o s i b l e es q u e sea Usdróbal
contrario manifestase su n o m b r e , decía a sí mismo J i m e n o — ; vn m^.^
Entonces los dos enemigos se carea- lo ecne en el toso.
r o n , y el desconocido le dijo, presen- H e c h a s , pues, todas las ceremonias
t á n d o l e la s o r t i j a : de uso y h a b i e n d o j u r a d o los dos cam
— ¿ J i m e n o , reconoces esta j o y a ? T ú peones a n t e el Crucifijo que iban
debes tener en tu p o d e r u n relicario combatir lealmente p a r a aclarar la ver-
con u n pedazo de la v e r d a d e r a cruz q u e dad y h a c e r p a t e n t e el juicio divino
te c a m b i a r o n p o r ella. t o m a r o n lanzas de m a n o s de los escu!
J i m e n o p a l i d e c i ó ; aquella voz le pa- deros, los dos maestres partieron el cam-
recía h a b e r l a oído otra v e z ; pero no po y las t r o m p e t a s dieron la señal de
era la voz de u n v i v o ; aquel cuya era la acometida.
h a b í a m u e r t o hacía m u c h o t i e m p o . Creció entonces el ansia y l a zozo-
— ¿ Q u i é n eres?—le p r e g u n t ó en voz b r a en todos los corazones, cada oual
baja, temblando. t o m a n d o interés por u n o de los dos con.
— P r o n t o m e conocerás—repuso el in- trarios, a u n q u e la mayor p a r t e deseaban
c ó g n i t o — ; m o n t a a caballo y luego ve- el triunfo al desconocido.
r á s q u i é n soy. T e n í a , n o obstante, Jimeno sus par-
— N o , yo n o m e bato contigo; tú tidarios e n t r e los que, sin conocer «
©res el alma d e . . . fondo los sujetos, j u z g a n únicamente
p o r la apariencia, y en particular en-
— D e Usdróbal quieres decir—replicó
tre las m u j e r e s , h a b i e n d o agradado ge.
el c a m p e ó n de la m o r a — ; calla y mon-
n e r a l m e n t e la belleza de su rostro, su
ta a caballo, o te declaro cobarde y m a -
n a t u r a l b u e n h u m o r y la elegancia de
nifiesto tu villanía.
su a p o s t u r a . P e r o de todos los espec-
— E s o n o , ¡vive Dios! Mas q u e seas tadores no h a b í a n i n g u n o tan conmo-
el ¡demonio mismo n o te temo—respon- vido como el j u d í o , q u e a la llegada
dió el paje—•, y si eres Usdróbal y vi- del caballero h a b í a logrado introducir-
ves todavía, lo q u e es imposible, yo se, a u n q u e con m u c h a dificultad, en
h a r é q u e n o (vuelvas otra vez a presen- u n o de los grupos que más cerca esta-
t a r t e delante de m í . Estoy p r o n t o — a ñ a - b a n del p a l e n q u e , y q u e desde allí no
d i ó , volviéndose a los p a d r i n o s . quitaba los ojos de su hija sino para
E l despecho y la cólera h a b í a n suce- m i r a r a su campeón, tan embebecido
dido al espanto de la sorpresa en el y desasosegado q u e p u e d e decirse te-
a l m a negra del p a j e ; calándose el cas- m í a más q u e ella el t é r m i n o de la lucha.
co, salió gallardamente en m e d i o y m o n - E n t r e t a n t o , como hemos dicho, so-
tó un caballo q u e le presentó su escu- n a r o n las trompetas, y ambos cam-
dero. JNo obstante el coraje y la d u d a , peones se lanzaron a la carrera. Igual
q u e le irritaba y afligía a un mismo era su furia y su valentía, igual, sin
t i e m p o , todavía se gallardeó en la si- d u d a , el deseo de venganza y el odio
lla y dio u n a vuelta haciendo gentile- que m u t u a m e n t e los a n i m a b a . Encon-
zas p o r el p a l e n q u e . tráronse, pues, con tanta fuerza, tanta
Al pasar j u n t o a Usdróbal, que cer- violencia y coraje, que aun no los ha-
ca del tablado estaba a caballo apoya- bían visto a r r a n c a r de sus puestos cuan-
do en la lanza, soltó u n a carcajada y do vieron los espectadores con espanto
le d i j o ; r o d a r por tierra a entrambos jinetes con
— T u protegida y tú vais ahora al otro sus caballos. El incógnito había caído
m u n d o de fijo, y yo te aseguro que no envuelto con su b r i d ó n hecho un no,
m e h a s de estorbar tercera vez hacer lo con u n m e c h ó n de crin en la mano a
q u e m e dé gana. P a r a u n villano, no te q u e se h a b í a asido. El trotón de Jime-
tienes m a l a caballo. n o , habiéndose levantado de manos, mi*
-—Mejor q u e tú, y no hace m u c h o s dio el p a l e n q u e con sus espaldas, míen'
SANCHO SALDAÑA 519

tras q u e su señor, que h a b í a encontrado dieron todos, a cuál m á s ligeros, con


en todo el í m p e t u d e la embestida la intención de verle de cerca, p a l p a r l e si
lanza de su contrario en su p e c h o , botó era posible, y satisfacer s u curiosidad
de la silla como u n a pelota al aire, yen- conociendo a t a n i n t r é p i d o c a b a l l e r o .
do a p a r a r a m á s de dos varas de su Los q u e h a b í a n t o m a d o puesto en el
caballo. Desembarazarse de los estribos, llano se e m p u j a r o n y c o m p r i m i e r o n
levantarse y echar m a n o a la espada el p a r a acercarse más al p a l e n q u e , y en
campeón 'de Z o r a i d a fue obra de u n todas partes resonaban los aplausos, cre-
solo p u n t o ; p e r o viendo q u e J i m e n o cía el entusiasmo, los vivas, los bravos
no se movía, se acercó a ver si respi- llenaban confusamente los aires y el
raba a ú n , y en tal caso a obligarle a espacioso campo r e t e m b l a b a sacudido
confesar su delito. Los dos maestres de con tanto estruendo.
campo llegaron al p a j e igualmente, y Los jueces y los maestres d e c a m p o
en h a b i é n d o l e d e s a r m a d o , reconocieron dieron t a m b i é n la e n h o r a b u e n a al ven-
que estaba e x p i r a n d o . cedor, h a b i e n d o q u e d a d o satisfechos de
L a lanza del desconocido h a b í a sal- su comportamiento, y en h a b i e n d o con-
tado en dos p a r t e s , y u n a de ellas, q u e cluido las ceremonias de u s o , se retira-
le h a b í a e n t r a d o p o r la j u n t u r a de la r o n del p a l a n q u e con la m i s m a p o m p a
coraza, a s o m a b a a su espalda el h i e r r o y el m i s m o orden con q u e h a b í a n ve-
y m á s de u n a cuarta de asta. E l golpe nido.
que h a b í a llevado al caer le acabó de P e r o antes d e q u e hubiesen salido, ya
matar, reventándole, y la sangre le sal- el j u d í o tenía a b r a z a d a a su h i j a , q u e
taba aún a caños p o r las narices, los ojos sollozaba en sus brazos, y c o m o si es-
y los oídos. C u a n d o su contrario le exi- tuviera (demente, gritaba, lloraba, sal-
gió con el p u ñ a l en la m a n o q u e ma- t a b a y la cubría de besos con tanta ava-
nifestase su c r i m e n , todas sus facciones ricia como t e r n u r a . Ni u n o n i otro pu-
se contrajeron, rechinó los dientes y d i e r o n p r o n u n c i a r u n a sola p a l a b r a p o r
gritó: m u c h o t i e m p o . M i r a d a s , sollozos, lá-
— ¡ M a l d i c i ó n ! — y quedó m u e r t o . grimas y estrechísimos y convulsivos
Sucedió a esto en el concurso u n pro- abrazos y gritos inarticulados fue úni-
fundo silencio. c a m e n t e lo q u e expresó el gozo del p r i -
El obispo y todos los jueces se le- m e r m o m e n t o , y luego los mismos ex-
vantaron, y h a b i e n d o traído a Z o r a i d a , tremos q u e hacían, comunicando nueva
toda t u r b a d a y confusa, el obispo d i j o : convulsión a sus nervios, m i l y mil ve-
— H e aquí el j u i c i o de Dios. M u j e r , ces la estrechaba su p a d r e de n u e v o y
eres inocente. ella a él, y cada vez con m á s fuerza.
Y su voz i n t e r r u m p i d a , c o r t a d a , aho-
gada con los anhelosos latidos d e sus
corazones, podía sólo de cuando en
CAPITULO XXXVI cuando proferir : « ¡ H i j a m í a ! » «¡ P a d r e
m í o ! » , y h u b i é r a s e d i c h o q u e él no se
DON JUAN contentaba con tenerla allí, n i con be-
Por estotra puerta sarla, ni con apretarla a su corazón, sino
te puedes ir q u e quería convertirse en ella misma,
«Trampa Adelante», Agustín Morete esconderla dentro de su corazón para
que n a d i e la tocara n i el aire la ofen-
diera, y llevarla allí, y m i r a r l a , y aca-
Luego q u e E s t h e r o Z o r a i d a rué de- riciarla, n o ya como u n p a d r e , sino
clarada inocente, p r o r r u m p i ó el pueblo como la m a d r e más cariñosa. La expre-
en infinitos vivas y estrepitosas aclama- sión de su alegría se comunicaba a to-
ciones, d a n d o el p a r a b i é n por su victo- dos los espectadores, que asimismo llo-
ria al guerrero que tan generosamente r a b a n , y con semblantes llenos de lá-
había t o m a d o a su cargo salvar aque- grimas, p e r o b a ñ a d o s en dulce sonri-
lla mujer desvalida. Los que o c u p a b a n sa, los c o n t e m p l a b a n . Acercóse t a m b i é n
los tejados de los conventos se despren-
520 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

allí B e n j a m í n , q u e a c o m p a ñ a b a tam- tesoros del m u n d o n o son bastante >.


b i é n a su a m o en los extremos q u e ha- p a g a r l e , l u estas m u y débil y u e c e .
cía, y seguramente los tres formaban tas descanso; vamos a m i posada v
el c u a d r o más tierno q u e p u e d e crear nos separaremos n u n c a .
la imaginación. — N o , n u n c a , p a d r e mío—respondió
H a b í a Zoraida olvidado todo en aquel Z o r a i d a — ; yo creí que ya no me que.
m o m e n t o , y hasta su antiguo a m o r p o r daba n i n g u n a esperanza en el mundo
el ingrato Saldaña parecía t a m b i é n q u e a h o r a veo que p u e d o todavía ser feli z
se h a b í a apagado e n t e r a m e n t e en su P e r o , ¡ a h ! , p a d r e m í o , si supierais
a l m a . Y a n o era u n a h u é r f a n a sin a m - —Serénate, hija mía, ahora, y no tur-
paro, una mujer desdeñada, maldecida, bes tan dichoso m o m e n t o con ninguna
odiada de todo el m u n d o ; h a b í a halla- m e m o r i a triste. Ven, hija querida de
do p o r ú l t i m o u n protector, u n ami- m i alma. ¿ Q u é puedes ya necesitar en
go, u n h o m b r e que la a m a b a , se ale- el m u n d o h a b i e n d o encontrado a tu pa-
graba y padecía con e l l a ; u n p a d r e , en dre? Y o t e amo m á s q u e a m i vida.
fin, q u e la idolatraba. Zoraida era en- ]Estás tan p á l i d a ! ¡Has sufrido tanto!
tonces feliz, y las lágrimas q u e derra- P e r o todavía estás h e r m o s a . Sí, esos son
m a b a n o corrían gota a gota abrasan- los ojos de m i h e r m o s a Esther.
do sus ojos y sus mejillas, sino q u e
Diciendo así la besó en ellos cariño-
m a n a b a n e n tropel, y desahogaban dul- samente, y echó a a n d a r dándola el
cemente, y refrescaban por vez p r i m e - b r a z o , encargándole m u c h a s veces y con
ra su corazón. mimosa t e r n u r a q u e se apoyase en él,
Lo p r i m e r o q u e vino a la m e m o r i a y p r e g u n t á n d o l e cómo se sentía a cada
a su p a d r e , luego q u e recobró su ra- instante con indecible cuidado.
zón, de que le h a b í a casi privado aque- La m u c h e d u m b r e se h a b í a ya disper-
lla sobrenatural alegría, fue p r e g u n t a r sado poco a p o c o , y sólo algún que otro
por el caballero que h a b í a salvado a su de los m á s curiosos paseaba por fin a
h i j a . L a gratitud quizá exigía haberse sus anchas el C a m p o G r a n d e , que no
acordado antes, p e r o el a m o r p a t e r n a l t a r d ó u n a h o r a en verse tan abando-
sofocó en u n principio cualquiera otro n a d o y solitario como de costumbre. Ve-
sentimiento e n el alma del p o b r e ju- n í a ya a m á s a n d a r la noche, y las os-
dío, q u e , a despecho de su estudiado curas calles de la ciudad ponían al ju-
estoicismo, h a b í a casi p e r d i d o en aque- dío a cubierto de la persecución que
lla ocasión la cabeza, y Z o r a i d a no es- recelaba e m p r e n d e r í a n contra él si, co-
taba t a m p o c o en disposición de m a n i - m o tenía motivos p a r a sospechar, le ha-
festarle su agradecimiento. b í a conocido alguno. N o h a b í a pensa-
P e r o cuando los dos se acordaron, ya do hasta entonces en el riesgo a que se
h a b í a desaparecido, y no fue posible h a b í a expuesto presentándose en públi-
hallarle p o r m á s q u e hicieron, p u e s en co como u n o de los principales héroes
m o n t a n d o a caballo h a b í a salido a es- del d r a m a q u e acababa de representar-
cape del p a l e n q u e entre los gritos de se ; p e r o a h o r a , m á s cuidadoso que por
la m u l t i t u d , q u e , puesto q u e algunos in- él por su h i j a , cualquier sombra, cual-
tentaron seguirle, no lo p u d i e r o n lograr quier bulto le sobresaltaba.
sino con los ojos, hasta q u e le p e r d i e r o n U n h o m b r e envuelto en u n a ancha
en las estrechas y revueltas callejuelas capa aparecía a cierta distancia de ellos
que abocaban entonces al Campo y desaparecía por intervalos como una
Grande. sombra e r r a n t e , como u n a aparición ma-
— C ó m o h a de ser, h i j a mía—dijo lenca, siguiéndolos y espiando sus pa-
Á b r a h a m — ; ese exranj ero es u n hom- sos. No h a b í a r e p a r a d o en él Zoraiaa,
b r e de bien y h a tenido lástima de n i el j u d í o lia dijo u n a palabra si-
nuestras l á g r i m a s ; siento que se h a y a quiera por no a s u s t a r l a ; pero más fie
m a r c h a d o sin p r o b a r l e nuestra gratitud ; u n a vez estuvo t e n t a d o de detenerse <-'
p e r o confío que pronto le hemos de p r e g u n t a r a aquel h o m b r e quién era,
volver a ver, y e n ese caso todos los y aun lo h u b i e r a h e c h o a no ir desar-

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SANCHO SALDAJÑA 521

oíado. H u b i e r a querido A b r a h a m d a r conoció q u e n o era aquel desfalleci-


algunas más vueltas p r i m e r o q u e e n t r a r m i e n t o otra cosa q u e u n a congoja p r o -
en su posada p o r ver si le seguía a q u e l ducida p o r el sobresalto y la angustia
hombre tenaz q u e corno u n gato arri- de aquel día terrible y tantos otros como
ciado a la p a r e d se deslizaba sin r u i d o , h a b í a sido presa, sin otro desahogo q u e
y aun no parecía que movía los pies, sus l á g r i m a s , a b a n d o n a d a de todo el
pero se hacía ya t a r d e , su b i j a estaba m u n d o y sostenida ú n i c a m e n t e p o r la
casi exánime con lo m u c h o q u e había energía de su a l m a . P o r lo que vol-
sufrido y el incansable e m b o z a d o lle- viéndose a A b r a h a m dijo :
vaba traza idé seguirlos al fin del m u n - — E l sabio, a m i g o m í o , no debe sor-
do. D á b a l e cuidado al j u d í o , y algunas p r e n d e r s e p o r nacía y debe estar p r e -
veces detenía el paso, y a u n se p a r a b a venido p a r a sufrir toda clase de con-
por ver si el encapotado pasaba de lar- tratiempos. Lo q u e tu h i j a tiene n o es
o-o; p e r o era como su s o m b r a , y siem- n a d a , y es r a r o que de esa m a n e r a te
pre q u e d a b a detrás, y s i e m p r e a la mis- t u r b e s , t ú q u e has sido siempre ejem-
ma distancia. plo de firmeza de a l m a en nuestra t r i b u .
E n resolución, por más q u e hizo n o F r u n c i ó A b r a h a m las cejas, y h a -
pudo evitar que el desconocido le viese biendo p r o c u r a d o serenarse, sentido de
entrar en u n a casa en el b a r r i o de los h a b e r dado a conocer su debilidad de-
judíos, d o n d e el p a d r e de Esther se lante de su amÍ£o, lavó la frente de su
alojaba con u n amigo q u e allí vivía. hija con u n a de las aguas maravillosas
Bajó a abrirles la p u e r t a u n a vieja q u e traía consigo y p i d i ó a su compa-
con u n candil, y en h a b i e n d o entrado ñ e r o q u e le ayudase a transportarla al
salió a a b r a z a r l e u n anciano, cuya na- lecho, puesto que ya daba señales de
riz larga y demás facciones h a b r í a n volver en sí, y necesitaba de m u c h a p a z
hecho conocer al menos inteligente fi- y sosiego p a r a reponerse. H e c h o lo cual,
sonomista q u e era u n o d e los descen- a y u d a d o además de B e n j a m í n y la vie-
dientes d e las doce t r i b u s , j a , los dos judíos se r e t i r a r o n a otra
— B e n d i t o sea el Dios de Israel—le habitación interior a d o r n a d a con algu-
dijo—, q u e te ha sacado de manos de n a decencia y a l u m b r a d a p o r u n a lám-
«sos lobos sedientos de nuestra sangre p a r a de plata q u e ardía en m i t a d de la
y te h a devuelto t u h i j a en el día de sala. U n braserillo en q u e se q u e m a b a n
la tribulación, P e r o m e parece que está varios olorosos perfumes estaba sobre
muy p á l i d a ; ya se ve, es n a t u r a l ; es u n a mesa de tres pies compuesta y ajus-
menester q u e descanse. tada con diferentes m a d e r a s de gusto
mosaico, siendo este m u e b l e y la lám-
— ¡ Zoraida! ¡ H i j a m í a ! —exclamó
p a r a los dos únicos objetos de lujo que
Abraham, todo sobresaltado, viéndola
allí h a b í a , pues los almohadones y los
que per-día las fuerzas, m e d i o e x á n i m e
sillones eran tan viejos y feos q u e más
y amarilla como u n a m u e r t a — . ¡ Zo-
q u e a d o r n a b a n afeaban la habitación.
raida ! ¡ Dios m í o ! ¡ Te h e r e c o b r a d o
después de tantos años p a r a p e r d e r t e Los dos viejos acercaron dos sillones
tan p r o n t o ! a la mesa, y en sentándose, dijo el pa-
Pero Z o r a i d a no respondía, ni acaso t r ó n a su h u é s p e d :
oía la q u e le decía su p a d r e ; un sudor — M u c h o t a r d a ese joven cristiano a
frío humedecía su frente, p á l i d a como quien entregué la a r m a d u r a y el caba-
la c e r a ; tenía las manos heladas, que llo de que tú lias salido fiador- y que
apretaba su p a d r e entre laa suyas, be- tan b i e n ha aprovechado h o y a todos.
sándola y l l a m á n d o l a p o r su n o m b r e El tiene cara de b u e n m u c h a c h o , y hoy
como un frenético, m i e n t r a s su c u e r p o se h a portado como v a l i e n t e ; pero esto
había caído desmayado sobre unos al- mismo m e h a c e pensar que u n a vez que
mohadones que acercó al m o m e n t o el se h a visto a caballo n o le h e m o s de
otro j u d í o . volver a ver p o r acá.
H a b í a éste conservado su juicio inás —Mucho lo sentiría—replicó Abra»
que su a m i g o , y en habiéndola pulsado h a m — ; n o por el caballo y las a r m a s ,
522 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

que ya son suyas y yo te las p a g a r é , si- satisfechos de su victoria. E n este tiem


n o p o r no p o d e r l e dar las gracias como po bajó la escalera con cuidado rece
lo merece su b u e n a acción. loso del menor r u i d o , la espada en l a
— E n efecto—repuso A a r ó n , q u e este m a n o , hasta que llegando a un trozo
e r a el n o m b r e del otro j u d í o — , la fian- de la m u r a l l a que daba al campo g e
za que m e lias d a d o te c o m p r o m e t e a a r r o j ó desde su altura sin titubear, con
p a g a r m e en caso q u e él no c u m p l a de- lo q u e anduvo toda la noche hasta lie-
volviéndome lo que p o r intercesión le gar a sitio d o n d e curarse de sus he-
presté, P e r o y a . sabes q u e n o estamos ridas.
p a r a gastos, y . . . Volvieron al poco t i e m p o los asesi-
E n esto estaban de su conversación, nos con u n a luz a recoger su cadáver-
c u a n d o fueron i n t e r r u m p i d o s p o r la p e r o como no le h a l l a r o n , temerosos de
llegada del joven de quien h a b l a b a n , que el p a j e los castigara, y codiciosos
q u e con aspecto no m u y t r a n q u i l o y del p r e m i o q u e éste les h a b í a ofrecido
precipitados pasos se h a b í a entrado has- n o d u d a r o n en suponer que el cuerpo
ta allí sin más etiqueta q u e p u d i e r a m u e r t o de su c o m p a ñ e r o era el de Us-
usar en su p r o p i a casa. Venía a r m a d o d r ó b a l , estando tan desfigurado y hecho
todavía como si acabase de echar pie pedazos que no daba nada que sospe-
a t i e r r a <3e su caballo, sólo q u e en vez c h a r , y J i m e n o , q u e desde el principio
de casco le cubría la cabeza u n sombre- de la pelea se h a b í a retirado llevando
r o de alas anchas que casi le t a p a b a la a L e o n o r , creyó de b u e n a fe cuanto
c a r a , a u n q u e n o tanto q u e c u a l q u i e r a quisieron decirle.
q u e le h u b i e r a visto una vez, si le mi- P e r m a n e c i ó U s d r ó b a l oculto por al-
r a b a con atención, n o reconocería en gún t i e m p o curándose de sus heridas,
su n o b l e fisonomía al generoso Usdró- y sentó plaza después en u n o de los es-
b a l , como ya h a b r á supuesto el lector. cuadrones rebeldes, d o n d e estuvo hasta
Lo m i s m o h a b í a sospechado J i m e n o al el día d e la derrota general, en que ha-
verle delante de sí en el p a l e n q u e , pues- b i e n d o d e t e r m i n a d o m a r c h a r a Vizca-
t o q u e le creyó n a d a menos q u e u n ya en busca del hijo de Don Lope de
fantasma del otro m u n d o , no p u d i é n d o - H a r o , q u e andaba revolviendo aquella
se i m a g i n a r que estuviese vivo el mis- provincia, llegó a Valladolid, donde la
m o a quien él h a b í a visto hecho peda- fama del proceso de la desgraciada Zo-
zos arrojar en el foso la n o c h e q u e ha- r a i d a le hizo detenerse p o r unos días.
b í a n a m b o s tratado ¡de libertar l a h e r - Estuvo presente a todas las declaracio-
m a n a del Castellano de Iscar. P e r o la nes de los testigos, y desde el momento
b u e n a suerte, q u e sin duda p a r a ma- q u e vio que era el paje su acusador se
yores cosas le g u a r d a b a , dispuso d e mo- determinó a servirla de c a m p e ó n en ca-
do q u e saliesen torcidos los planes del so que el juicio se remitiese a las ar-
m a l v a d o p a j e , l i b r á n d o l e de la m u e r t e m a s . Fatigábale, sin e m b a r g o , el pen-
q u e su traición le tenía apercibida. sar que a despecho de su buena inten-
ción no h a b í a de serle su valor de pro-
E n medio de aquel inesperado com-
vecho, p o r n o estar a r m a d o caballero y
b a t e , h e r i d o u n o de los asesinos, rodó
no tener siquiera quien l e prestase ca-
la escalera con grande estrépito hasta
ballo con que p o d e r e n t r a r en la lid.
el. líltinio t r a m o sin detenerse, m i e n t r a s
P e r o el cielo que velaba en favor de la
q u e U s d r ó b a l , l u c h a n d o aún con los
inocencia, hizo de m o d o q u e el judío, a
otros, sostuvo todavía la batalla p o r al-
quien él h a b í a visto antes en el castillo
g ú n tiempo. H e r i d o ya y fatigado de
de Iscar, no h a b i e n d o p o d i d o penetrar
combate desigual, viéndose a p i q u e de
en la prisión de su hija, se dirigiese a
perecer, se le ocurrió u n a estratagema
él eligiéndole por su defensor, y p r 0 "
p a r a salvarse, y arrojándose de repen-
veyéndole de cuanto necesitaba para eJ
t e en tierra, suponiendo que d á n d o l e
combate.
p o r muerto se retirarían sus contrarios,
se pegó contra el m u r o sin r e s p i r a r si- T a l era la suerte que h a b í a Usdróbal
q u i e r a hasta que sintió que se alejaban corrido desde su salida del castillo de
SANCHO SALDAÑA 523

Cuéllar, de d o n d e milagrosamente ha- u n día lo que m e h a costado tantos de


bía escapado con vida, h a b i e n d o , en sudor p a r a atesorar. ]No q u e yo sea ri-
fin, logrado p o n e r en claro el Juicio de co...—-prosiguió volviéndose a U s d r ó b a l .
Dios con la m u e r t e del t r a i d o r q u e no — ¿ Q u é m e i m p o r t a a m í q u e lo seas
]e creía ya en este m u n d o . o no? Sálvate, A b r a h a m : yo creo q u e
E n t r ó , pues, como h e m o s dicho, bas- todavía tienes t i e m p o .
tante agitado en la sala d o n d e conver- A b r a z á r o n s e los dos judíos, el u n o
saban m u y en paz los dos amigos ju- r e c o m e n d a n d o a su h i j a , y el otro so-
díos, y encarándose con A b r a h a m ex- llozando y gimiendo por su d i n e r o , q u e
clamó : iba a correr tanto riesgo si e n t r a b a n en
—Si aprecias en algo t u vida, sal de su casa los babilonios, y A b r a h a m , en
esta casa al m o m e n t o , m o n t a en m i ca- h a b i e n d o t o m a d o u n a luz, a c o m p a ñ a d o
ballo, q u e está a la p u e r t a , y h u y e sin de U s d r ó b a l , sin atreverse a despedirse
detenerte, p o r q u e no t a r d a r á n m e d i a de Z o r a i d a , que descansaba, se enca-
hora en venir a p r e n d e r t e a q u í . minó hacia la escalera, c u a n d o oyeron
T u r b á r o n s e los dos j u d í o s al oír t a n g r a n d e estrépito d e a r m a s y gente q u e
inesperada noticia, levantáronse de re- se acercaba.
pente de sus asientos, y exclamaron casi —Sigúeme—le dijo Usdróbal, desen-
en el mismo instante cada u n o 8egún el vainando la espada—, q u e j u r o a Dios
sentimiento q u e en ellos h a b í a p r o d u - q u e h e de a b r i r t e camino.
cido : •—Eso n o lo p e r m i t i r é yo—replicó el
—- • Y m i h i j a ! , ; qué será de m i h i j a ! j u d í o — , q u e no q u i e r o q u e p i e r d a s por
—gritó Abraham—•: ¿ estás seguro de lo m í t u vida : r e t í r a t e .
que dices? •—De n i n g u n a m a n e r a ; o h e de m o r i r ,
—-¡Mi casa, mis r i q u e z a s ! — e x c l a m ó o te h e de salvar—repuso el valeroso
Aarón : —: esos perros van ahora a sa- c r i s t i a n o — ; n o se dirá q u e a b a n d o n é yo
quear lo poco que con sus continuos nunca en el riesgo a m i c o m p a ñ e r o .
robos h a n dejado al p o b r e j u d í o . Dios —Generoso amigo m í o , guarda t u vi-
de A b r a h a m , haz q u e los pies de esos da y cuida de m i desgraciada hija, si
babilonios q u e d e n clavados contra la no yo te j u r o q u e m e entregue yo mis-
tierra, p a r a que n o vengan a m a l t r a t a r m o a mis enemigos.
a tu siervo. E n esto el r u i d o de los pasos y el
-—Te h a n conocido —repuso Usdró- crujir de las armas se oía cada vez m á s
bal, dirigiéndose a A b r a h a m — , y yo m e cerca.
he adelantado a avisarte; h u y e , si no — ¿ P e r o h a y algún otro sitio p o r don-
quieres p e r d e r la vida, y n o temas en de huir?—-preguntó U s d r ó b a l .
cuanto a t u h i j a , que además que n o —-Sí—replicó el j u d í o — , pero es p r e -
hay n a d a contra ella, yo te p r o m e t o a ciso q u e m e dejes s o l o ; a q u í esta ven-
todo t r a n c e protegerla y llevarla adon- tana cae a u n corral q u e t i e n e u n a puer-
de tú estés. ta falsa que comunica a l c a m p o ; la ba-
—Sí, tienes r a z ó n — r e p u s o A b r a h a m , j a d a es fácil y a u n tengo t i e m p o ; t ú n o
que recobró al m o m e n t o su acostum» eres conocido y debes q u e d a r t e a q u í
trada serenidad—, n o h a y más reme- con m i h i j a . . . ¡Esther m í a ! — p r o s i g u i ó
dio que h u i r . ¿ Y a q u i é n m e j o r q u e a i n t e r r u m p i é n d o s e con u n suspiro—; pe-
ti podré yo fiar el cuidado de m i hija, ro tú, amigo m í o , tú la consolarás.
que h o y la has salvado la vida? ¡A.h! Adiós.
sólo ella p u e d e obligarme a salvar la Diciendo así echó el cuerpo fuera de
irua : por lo d e m á s , ya soy viejo, y m o - la ventana, y apoyando los pies en u n a
rir h o y , m o r i r m a ñ a n a , m e sería indi- estrecha cornisa q u e formaba la p a r e d
ferente. P e r o , vamos, no h a y más reme- a poco más de u n a vara del suelo, saltó
dio que h u i r . al patio sin hacerse d a ñ o , a b r i ó la puer-
— T ú , sí, vas seguro—replicó A a r ó n — ; ta falsa, y Usdróbal le creyó l i b r e . Ape-
pero yo, ¡ desventurado de m í ! , no ten- nas volvió la cabeza de la ventana don-
go recurso n i n g u n o , y voy a p e r d e r en de h a b í a estado m i r a n d o la fuga del

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524 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

j u d í o , cuando se halló rodeado de ha- do el cuarto de Z o r a i d a tínicamente si


chas encendidas, partesanas, picas y ala- registrar, que por h a b e r hallado al ii
b a r d a s de los q u e venían en su busca. dio tan p r o n t o , no entraron en su ano
— H o l a , amigos—dijo U s d r ó b a l , vol- sentó, donde la infeliz reposaba todaví
viéndose a ellos con e x t r a o r d i n a r i a se- de sus pasadas fatigas, y m u y ajena del
renidad—•, yo creo q u e el pájaro ya peligro q u e corría su p a d r e .
v o l ó ; a nienos ya hace rato que ando
reconociendo la casa, y voto a Santiago
que n o ha quedado rincón q u e no h e
CAPITULO XXXVII
escudriñado.
— L a p u e r t a de ese corral da al cam- BOABDIL
p o — d i j o u n o de los a l a b a r d e r o s . Pues la sentencia pronunció tu labio
él vivirá; pero a mi amor sincero
—Así es —repuso U s d r ó b a l sin alte- has de corresponder.
r a r s e — ; p e r o j u s t a m e n t e al otro l a d o
ZORAIDA
h a y gente apostada p a r a a p r e s a r l o , y
¡Señor!, ¡amaros!
p o r ahí no se h a de escapar.
BOABDIL
— N o h a y d u d a — r e s p o n d i ó el q u e pa-
O caerá su cabeza en este día,
recía jefe de aquella t r o p a — ; tiene ra-
zón este mozo, que allí está ese h o m b r e ZORAIDA
flaco que dio el aviso y u n c o m p a ñ e r o ¿Hay mayor crueldad?
m í o con algunos h o m b r e s de a r m a s . «Zoraida», Nicolás Alvarez de Cienfucgos.
— ¡ S u e r t e del d i a n t r e ! — m u r m u r ó en-
t r e sí U s d r ó b a l desesperado con la no-
Mientras esto pasaba en Valladolid,
ticia q u e él m i s m o h a b í a forjado, y
proseguía Sancho I V en el castillo de
q u e salía cierta p o r su desgracia.
Guéllar ocupado en castigar los jefes de
E n esto llegaron dos h o m b r e s más los rebeldes, llevando la crueldad a]
con el j u d í o Aarón, a q u i e n h a b í a n ha- p u n t o ide n o p e r d o n a r u n o solo de cuan-
llado en u n sótano entre algunos cofres tos tuvieron la desgracia de caer en sus
y sacos, casi embutido en ellos 3^ pega- m a n o s . Cabezas ilustres desprendió do
do a la p a r e d como si fuera u n a oblea. sus troncos el h a c h a del verdugo, y po-
E n vano j u r a b a el p o b r e h o m b r e y cas veces b a ñ ó sangre más noble el ca-
afirmaba q u e n a d a sabía de A b r a h a m : dalso, siendo la mayor p a r t e de los que
a m e n a z á n d o l e con tormentos si no de- en él perecieron fieles servidores del
claraba d ó n d e se e n c o n t r a b a su amigo, sabio rey Don Alfonso, en cuyo servi-
a quien t r a í a n orden de p r e n d e r y lle- cio h a b í a n arriesgado su vida más de
var a presencia del rey, contra quien u n a vez valerosamente en los combates.
h a b í a conspirado, y a u n h u b i e r a n eje- Sólo H e r n a n d o de Iscar quedaba hasta
cutado su a m e n a z a si no h u b i e r a lle- entonces vivo, si p u e d e llamarse vida la
gado el aviso de que estaba ya ase- miserable existencia que arrastraba en
gurado el reo a tiempo que t r a t a n d o de u n a estrecha prisión del castillo de Cué-
escaparse había tropezado con los que llar, adonde le habían trasladado lueiio
g u a r d a b a n la salida del cpanpo. Estaba que la victoria del rey desbarató los
allí en efecto Zacarías, q u e era el q u e planes de sus compañeros. P e r o su mala
le h a b í a seguido aquella n o c h e , y q u e suerte estaba m u y lejos de ofrecerle tar-
cierto de la casa en q u e h a b i t a b a le de o t e m p r a n o la libertad, puesto que
h a b í a descubierto. co:".o jefe p r i n c i p a l de los revoltosos
era casi seguro correría igual fortuna
Sin embargo, no i m p i d i ó la aprehen-
q u e sus amigos, m u r i e n d o en un patí-
sión de A b r a h a m para q u e llevasen pre-
bulo como t r a i d o r sí ya el rey, cedien-
so al otro j u d í o , h a b i é n d o s e salvado Us-
do a las instancias de Saldaña, no le
d r ó b a l , como suele decirse, en u n a ta-
p e r d o n a b a la vida.
b l a , por no h a b e r topado con el infame
•devoto, que no h u b i e r a quizá d e j a d o T a l era, sin duda, el pensamiento del
de hacerle alguna obra de misericordia. Castellano de Cuéllar, que ya había lo-
Quedó la casa sola, h a b i e n d o queda- ara ele del rev dilatar su muerte con
SANCHO SALDAÑA 525

esperanza de alcanzar la m a n o de Leo- mil veces antes de dejarse p r e n d e r : es


nor, condición q u e pensaba p o n e r , y falso
sin la cual estaba firmemente resuelto —La suerte de la guerra •—continuó
a n o i n t e r p o n e r su influjo en favor d e Saldaña m o d e r a n d o su voz—, es tal que
H e r n a n d o . T r a í a l e esta idea sobrema- m u c h a s veces sucede lo que u n o menos
nera distraído y silencioso, y a u n q u e en se imaginaba. Vos no lo creeréis, pero
él n o fuera extraña j a m á s la tristeza, la prisión de vuestro h e r m a n o no es
en su rostro amarillo y en sus h u n d i d o s menos cierta p o r eso : yo os lo digo a
ojos notábase e m p e r o que no era ya fe de caballero.
un m a r de pensamientos el q u e movía — ¿ Y q u é será a h o r a de él? ¡Salda-
borrascas en su alma, sino que u n o in- ña ! —exclamó Leonor m i r á n d o l e h o r r o -
mutable, único, se h a b í a apoderado de rizada—, ¿ q u é será de él?
todo él. Paseábase solo calculando en- Bajó Saldaña la cabeza sobre el pe-
tre sí cómo h a r í a p a r a no ser a b o r r e - cho, cruzó los brazos, h u b o u n a pau-
cido de aquella m u j e r q u e e r a el sue- sa, encogióse de h o m b r o s , y dijo :
ño de su felicidad, ya d u d a n d o si obra-
ría generosamente p o n i e n d o en liber- —Su suerte será la de sus compañe-
tad a su h e r m a n o , ya t e m i e n d o no re- ros ; m o r i r á como ellos en u n cadalso
cibir en tal caso más q u e una fría mues- pregonado como t r a i d o r .
tra de agradecimiento de p a r t e de su — ¿ Y vos m e lo 'decís así, Saldaña?
altiva prisionera, q u e d a n d o al mismo —exclamó Leonor—•, ¿vos m e lo decís
tiempo sin medios de forzar en adelan- tan fríamente?
te su voluntad, p o r haberse p r i v a d o del — Y si yo os p r e g u n t o si m e amáis,
único recurso q u e en su desesperación ¿no m e responderéis fríamente q u e no?
le q u e d a b a . —replicó Saldaña—-. ¿ Y creéis acaso
q u e es más u n a sentencia de m u e r t e , un
•—No—se decía a sí m i s m o — , no para p r e g ó n , q u e se olvida en cuanto se h a
obrar tan neciamente os h e hecho t r a e r acabado de oír, u n a nota de infamia,
prisioneros a m i castillo. T u h e r m a n o q u e allá en el otro m u n d o n o ha de au-
morirá si te obstinas, tú estarás a q u í
m e n t a r las penas del infierno n i las dul-
presa t o d a t u vida, y al fin te h e de
zuras de la g l o r i a ; creéis que es más
poseer por fuerza o p o r voluntad.
q u e u n no de la m u j e r q u e se a d o r a ,
E n diciendo esto se encaminó hacia que p u e d e forzar al h o m b r e a cometer
la habitación de Leonor, resuelto a po- crímenes, a h a c e r eterna la condenación
ner por obra lo q u e h a b í a p e n s a d o , sólo de su alma, eternos sus tormentos, y
que a l e n t r a r sintió enfriarse su valor , obligarle a llevar años y años u n a vida
titubeó, se maldijo a sí m i s m o , y tuvo de maldición q u e sólo p o d r í a trocarse
que hacer u n no p e q u e ñ o esfuerzo p a r a por la m u e r t e de h o r r o r y desesperación
afirmarse en su determinación. que le aguarda? ¡ A h ! Y vos m e habéis
Estaba Leonor a c o m p a ñ a d a de dos de dicho ese no M á m e n t e más de u n a vez.
las doncellas que la servían, quienes —Vuestro h o n o r m i s m o , Saldaña, es-
viendo e n t r a r a Saldaña se r e t i r a r o n , y tá c o m p r o m e t i d o a salvar a m i h e r m a -
él se sentó enfrente de ella. n o — r e p u s o Leonor c o n m o v i d a — ; él h a
—Traigoos, señora—le dijo con los sido el amigo de vuestra j u v e n t u d , él
ojos torvos clavados en tierra y u n a h a sido vuestro enemigo n o b l e m e n t e en
agitación que desmentía el tono t r a n - el campo. U n caballero generoso debe
quilo d e sus p a l a b r a s — , u n a m u y m a l a recordar sólo en tal caso la amistad, y
noticia. olvidar todo resentimiento.
— ¿ H a muerto mi hermano?—pregun- — ¡Mi h o n o r ! — r e s p o n d i ó el de Cué-
tó Leonor toda sobrecogida. 11 ar con u n a amarga sonrisa—. ¡ U n ca-
—Es m u c h o peor •—replicó Saldaña ballero generoso! ¡La a m i s t a d ! Yo ya
con la misma calma a p a r e n t e — ; vues- n o tengo amistad, generosidad n i h o -
tro h e r m a n o cayó prisionero, y . . . nor : tú m e h a s dicho q u e n o , y yo h e
— E s falso—exclamó Leonor con or- sacrificado ya todo por lograr un sí de
gullo—: m i h e r m a n o h u b i e r a m u e r t o tu boca.
526 OBRAS COMPLETAS DE DOJV JOSÉ DE ESPRONCEDA

— ¡ O h ! Saldaña—exclamó Leonor con y acosado de mil t o r m e n t o s ; te he r>e.


a q u e l eco d e voz t a n dulce q u e enter- d i d o , n o q u e m e libertases de u n a muer
neciera u n diamante, y arrojándose al te p r o n t a , sino u n a lágrima de piedad
m i s m o t i e m p o delante de él de rodi- m i felicidad en la tierra y la salvación
llas—, por m í , si m e a m a s , salva, salva de m i a l m a ; t ú m e has arrojado de ti
a mi hermano. con desdén, y el lobo tiene más piedad
— ¡ L e o n o r ! — g r i t ó Saldaña sorprendí- del cordero q u e devora, que tú has te-
do de aquella acción tan inesperada— : n i d o de m í ¡ L e o n o r ! ¡ Leonor! No ape.
levantad, que yo no soy sino u n h o m b r e les a m i generosidad!
y tú una divinidad, y yo sí q u e debo —Sí, m e h e engañado replicó la
besar tus pies. hermosa de Iscar, r e c o b r a n d o su natural
— ¿ S a l v a r á s a m i h e r m a n o ? , ¿ m e lo g r a v e d a d — ; te creía criminal, pero ca-
prometes?—preguntó Leonor, p o n i é n d o - b a l l e r o ; ahora conozco que tu corazón
se en p i e . n o tiene otro resorte q u e tu egoísmo,
— ¿ S e r á s t ú m í a ? — p r e g u n t ó Salda- q u e en ti la orden de caballería está
ñ a — : ¿ m e lo j u r a s ? peor e m p l e a d a que en el más ruin vi-
l l a n o . Sí, baja los ojos y avergüénzate,
Esta p r e g u n t a hizo volver en su
S a l d a ñ a : m i h e r m a n o m o r i r á en un ca-
a c u e r d o a la desdichada Leonor, q u e
dalso, le l l a m a r á n t r a i d o r , p e r o la pos-
se sonrojó avergonzada de h a b e r s e hu-
t e r i d a d le j u z g a r á como a b u e n o , y tú
millado hasta, el p u n t o de t e n e r q u e
oír con paciencia el atrevimiento q u e y sus enemigos llevaréis la mancha con
ella misma h a b í a provocado arrebata- q u e intentáis a h o r a e m p a ñ a r el lustre
da del deseo de l i b e r t a r la vida a su de sus h a z a ñ a s . E n cuanto a mí, soy no-
h e r m a n o . Sentóse otra vez en su silla, b l e castellana y h e r m a n a s u y a ; la mis-
y quedó pensativa p o r largo r a t o : Sal- m a sangre q u e a r d e en sus venas ani-
daña ocupó de n u e v o su asiento. m a rni c o r a z ó n ; rogaré a Dios por 6U
a l m a , y n o se dirá q u e desmentí con
— ¿ Q u é dijera H e r n a n d o d e mí—se u n a sola lágrima de debilidad mi linaje,
dijo a sí misma—•, si a h o r a m e hubiese
visto rogar por él a los pies de su ene- P r o n u n c i ó estas p a l a b r a s con tanta
migo? ¡ Q u é poco reconocería en mí a majestad, entreviéndose al mismo tiem-
su h e r m a n a ! p o la p e n a q u e le causaba la situación
Mientras reflexionaba de esta mane- d e u n h e r m a n o que hacía con ella las
r a , y p r o c u r a b a r e c o b r a r la entereza veces de p a d r e , y a quien tenía por
digna de u n a d a m a de aquellos tiem- único cariño en el m u n d o , que el in-
pos heroicos, esforzándose a m i r a r con sensible Saldaña n o p u d o menos de con-
serenidad el rostro a la fortuna, Salda- moverse.
ñ a , n o menos pensativo, a u n q u e m u - -—Leonor •— l e d i j o , arrodillándose a
cho m á s animoso, n o q u i t a b a los ojos sus pies y tirando d e la daga que lleva-
de ella, dándose a sí m i s m o ya el pa- b a al cinto—, u n solo remedio hay para
r a b i é n de su triunfo. m í si t a n infame te parezco, toma este
•—Leonor—dijo—, tu h e r m a n o vivirá, p u ñ a l y clávalo en m i corazón. Véngate
y sus Estados y todo lo que ha per- de los insultos q u e te h e hecho, y venga
dido le será devuelto con sólo que tú al mismo t i e m p o a t u h e r m a n o . Animo
pronuncies u n a p a l a b r a . Mil veces te tengo p a r a sufrir la m u e r t e y bajar al
h e dicho que te idolatro, y te h e pin- infierno que m e a g u a r d a ; pero quitar-
t a d o el amor de fuego con q u e has m e yo m i s m o el único recurso que nie
a b r a s a d o m i alma. No m e hables de ge- q u e d a p a r a obligarte a q u e seas mía si
nerosidad, no m e pidas por é l : es in- vivo, n i q u i e r o , n i p u e d o : hiéreme.
ú t i l ; eres t ú quien le h a de l i b r a r , y — R e t i r a o s , Saldaña, retiraos de aquí
yo n o h e de ser si n o el instrumento de — r e p u s o Leonor con serenidad—, y 81
t u voluntad. Mentiría si te ocultase q u e q u e d a en vuestro corazón algo de res-
p u e d o fácilmente salvarle; p e r o n o , Leo- p e t o q u e m e habéis manifestado fiíeni-
nos, tú no has sido generosa c o n m i g o ; p r e hasta a h o r a , n o volváis más a u1"
t ú m e has visto a tus pies triste, afligido s u l t a r m e con vuestra presencia. Entre

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SANCHO SALDAÑA 527

nosotros no cabe ya reconciliación: yo judía era tal, que apenas como de un


goy vuestra prisionera, mi hermano es sueño se acordaba de todos los sucesos
vuestra víctima, y vos nuestro enemigo que desde su prisión en el castillo has-
común, ta entonces habían pasado por ella, y
—En efecto—replicó Saldaña, levan- casi no comprendía lo que le contaba
tándose y dando rienda suelta a la aquella mujer. Oíala sin hablar pala-
ira—, tú eres mi prisionera, y yo dis- bra, y miraba a su alrededor como ató-
pondré de ti a mi voluntad: he sufrido nita de verse allí, sin poderse dar razón
tus insultos, te he rogado cuando po- a sí misma de todo aquello.
día mandarte, me he visto ajado y ho- Pero cuando Usdróbal, poco tiempo
llado por tu soberbia. Desde ahora cuen- después de amanecer, volvió a verla, ha-
ta que hemos cambiado ya de papel; biendo logrado zafarse de los de la es-
a mí me toca mandar, a ti obedecer, colta, tedas las duda- se disiparon en
suplicarme y llorar, y tu hermano mo- su mente, ios recuerdos de lo pasado
rirá, o tú has de ceder a mi gusto. Tres cobraron nuevo vigor en su alma, y la
días te doy de término para resolverte; dolorosa verdad ocupó el lugar de sus
cumplidos éstos, Hernando acabará en ilusiones. Todo era demasiado cierto, y
el patíbulo su vida, y de grado o de Usdróbal debía ser en adelante su tíni-
fuerza te poseeré. co protector en el mundo, según había
Los ojos hundidos de Saldaña lanza- encargado su padre.
ron sobre la infeliz una mirada de ti- Con todo, como mujer tan sobrema-
gre : el tono de su voz ronco y oscuro nera animosa, no tardó en tomar su re»
semejaba al zumbido del huracán en- solución, y sabedora ya del destino deí
tre los árboles, y Leonor, a despecho de preso, se determinó a volver al castillo
la entereza que se esforzaba a aparen- eme había de servirle ds cárcel. Vis-
tar, no pudo menos de apartar de él la tióse, pues, y en saliendo a otro cuarto
vista y estremecerse. donde la aguardaba Usdróbal le comu-
nicó su designio de marchar a Cuéllar,
donde ella sabía cómo entrar y cómo
CAPITULO XXXVIII salvar a su padre, valiéndose del cono-
cimiento que tenía de todos los pasa-
dizos ocultos y comunicaciones secre-
Que es mujer, y apasionada, tas de aquel castillo. No le pareció a
ningún respeto la enfrena, Usdróbal tan descabellada su proposi-
Romance de Abenzulema. ción que se pudiera desechar sin medi-
tarla primero. Parecíale efectivamente
Entretanto Zoraida lamentaba en Va- fácil la libertad del judío si Zoraida
lladolid la prisión de su padre, a quien lograba penetrar en la fortaleza, en lo
ya sabía conducían algunos hombres de que no había a su parecer gran riesgo,
armas camino de Cuéllar con intención ahora que Jimeno había pagado sus crí-
de presentarle al rey, a quien tocaba menes con la muerte y no podía sor-
únicamente juzgarle como embajador prenderles. Facilitábale quizá más esta
que se decía del rey de Aragón. empresa, que al cabo no dejaba de sei
\ ano fuera querer mirlar la sorpresa peligrosa tanto para él como para Zo-
y el dolor que sintió cuando se halló raida, si llegaban a sospechar su inten-
al despertar sola en aquella casa, para ción, el recuerdo de la hermosa Leonor,
ella desconocida, con una mujer ancia- cuya imagen no se había apartado de
na a la cabecera del lecho que con in- sus ojos en medio de cuantas aventuras
finitas lágrimas y no pocos suspiros 1? había corrido. La idea de hacer algo
refirió la prisión de Abraham, así como en su favor, y sobre todo el pensamien-
la de Aarón, sobre lo cual hizo largos to de que quizá podría verla, oírla ai
comentarios y dolorosas lamentaciones. menos y que iba a habitar bajo el mis-
Baste decir que la confusión en que se mo techo, producía tal contento en su
hallaban los sentidos de la desgraciada ¡ alma, que nada le parecía imposible
528 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ni aun dificultoso. Pero aunque todo a quien ella en sus celos atribuía 1
esto le halagaba sobremanera, no le ce- mayor parte de sus desgracias, cuanto
gaba hasta el punto de desoír la voz había padecido por causa suya, cuant
de su conciencia, que le gritaba mirase planes de venganza le sugería su resen
bien el paso que iba a dar tan aventu- tí miento, todo, en fin, combatía y ocu"
rado, puesto que al fin él sería respon- paba de tal manera su alma, que la r>r;
sable de cualquier desgracia que por su sión, la muerte de su mismo padre no
imprudencia sobreviniese a aquella mu- era sino una gota más de veneno en el
jer que había puesto la Providencia di- agitado mar que emponzoñaba su vida
vina a su cuidado. Su amor a Saldaña había sido el p r j!
—En verdad—se dijo a sí mismo pen- mero, el único amor de su corazón v
sando en esto y sonriéndose—, que en ahora no podía menos, con vergüenza
mi vida he meditado nada con tanta de confesar en sí que la libertad de su
madurez como ahora, y luego dirán padre era sólo u n pretexto con que
que sov ligero de cascos. Pues, señor, quería en vano engañarse a sí misma
nada de eso—prosiguió en alta voz—, para ocultarse la fuerza de su pasión
yo iré solo y sacaré a vuestro padre de y el poder del destino que la arrastraba
sus apuros, o mal me han de andar a Cuéllar. Mil pensamientos de vendan,
las manos. za volaban delante de ella, mientras que
otros tantos de esperanza y felicidad
—Eso no—respondió Zoraida—; vos llenaban la mente del alegre Usdróbal,
me acompañaréis, y yo iré, y no medi- que al cabo de haber andado una lema
téis más sobre esto, porque estoy de- entonó esta canción con voz clara y no
terminada ya, y no he de dejar de ir. de mala manera cantada :
En resolución largo fue el debate;
pero habiendo vencido por último la
obstinación de Zoraida fueron tan po- Tocando están a maitines
derosas las razones que supo darle, que y está roncando el prior,
que es para él la campana
Usdróbal se encogió de hombros, y no como cantarle el ro ro.
sabiendo qué responder salió a prepa-
rar el viaje para marchar aquel mis- Dos vueltas daba en la cama,
mo día. un bostezo y una tos,
y como es noche de Enero
Tres horas después ya se había pro- entre sueños se arropó.
porcionado Usdróbal dos caballos, Zo-
raida se despidió de la buena vieja que Perdido entre tanta andada
la asistía, y ambos a dos emprendieron ya fatigado el trotón,
calado y yerto de frío,
su marcha, cada cual muy pensativo y jurando y llamando a Dios,
ocupado de sus designios. un jinete aventurero
Marchaban uno al lado del otro sin que mal oficio tomó.
hablar palabra, Usdróbal saboreándose
Al tañer de la campaña
con formar, como suele decirse, casti- relincha alegre el bridón,
llos en el aire, y ella esforzándose a alza la cabeza, el paso
desechar de su imaginación la princi- presto aguija y su señor,
pal figura del cuadro que le forjaba eu reanimada su esperaba
de hallar cerca población,
fantasía. Pero por más que intentaba va acariciándole el cuello
alejarla, representándose a su padre en y le anima con la voz.
el inminente peligro en que se encon-
traba, por más que intentaba apartar Entre breñas solitarias,
de sí cualquiera otra idea, deseosa de como sombras que fingió
en noche oscura a lo lejos
pensar ni amar más que a él, estaba tal vez medroso pastor,
harto reciente su herida y su pasión se elevan las altas torres
era demasiado poderosa para que no de aquella santa mansión.
pensase en Saldaña.
A pie se arroja al llegar
Su infidelidad, su infame comporta- soñoliento el viajador
miento, su amor por aquella cristiana y chocó en sus férreas puertas
SANCHO SALDAÑA 529

con ímpetu su lanzón, por instantes crecía conforme se iba


que por bóvedas y claustros acercando a la habitación de su infiel,
hondamente resonó.
con mezcla de rencor y de ternura, de
P a r a ; nadie le responde; valor y de miedo, toda trémula y te-
vuelve a llamar: al rumor merosa de verse con Saldaña, jurando
loe muertos se despertaran, huir de él, y deseosa al mismo tiempo
mas no despierta el prior :
dos, tres, cien veces repite de hallarle.
los golpes con más tesón : Entraron, en fin, y aquel día era sin
tiembla la puerta, y es fama duda uno de aquellos en que ha de cum-
que el edificio tembló.
plirse algún terrible anatema, un día
Pero no entró el caballero de maldición y de muerte.
ni dio al caballo ración,
y a pesar del ruido duerme
a pierna suelta el prior. CAPITULO XXXIX
— V o s sois d i c h o s o , U s d r ó b a l •—• d i j o RODRIGO
Zoraida con un suspiro. ¡ Desventurada!
—Ciertamente no me creo del todo Gonzalo, su cadáver apartemos
de este lugar
infeliz — repuso el desembarazado mo-
zo—, pero tampoco me faltan penas. «Condesa de Castilla», Nicasio Alvares
de Cienfuegos.
—¿Amáis mucho a Leonor? ¿Creéis
que ella no os sea ingrata?
—Señora—respondió Usdróbal sonro- Acababa Saldaña de pronunciar las
jándose—, yo amo a Leonor con toda tremendas palabras que hicieron estre-
mi alma, pero ella no sabe ni sabrá nun- mecerse a la desamparada Leonor, cuan-
ca que yo la amo. No—prosiguió como do mirando a un lado y a otro, sin acer-
si hablara consigo mismo—, no se lo tar aún a retirarse de su presencia, y te-
diré jamás; hay mucha distancia de meroso también de dejarse llevar de la
mí a ella, y perdería hasta el consuelo ira que le abrasaba si permanecía allí
de verla. más tiempo, cuenta la historia que a
En esta conversación llegaron a uno una de las puertas laterales de la ha-
de los pueblos del camino, donde des- bitación vio una mujer lívida, azul el
cansaron aquella noche, sin que sea po- i rostro, la rabia en la boca, lumbre en
sible pintar el decoro y respeto con que las pupilas, furia en todos sus adema-
Usdróbal la trataba, que no parecía ei nes, que sin quitar de él los ojos, y con
no que más se había educado en corte- un puñal en la mano derecha, a paso
sanos estrados que en rudos castillos y de lobo se le acercaba.
cuevas de ladrones, tan puntual y aten- Miróla Saldaña aterrado, y ella vién-
to supo mostrarse en aquella ocasión. dose descubierta ni huyó, ni bajó los
Al día siguiente, que por estar ya a ojos siquiera, antes por el contrario en-
fines de octubre empezaba a enfriar la clavólos en él con más ahinco que nun-
estación, habiéndose puesto en marcha ca, y sólo detuvo el paso dudosa a cuál
dejó Usdróbal ambos caballos en la ca- de los dos, a él o a Leonor, elegiría por
bana de un pastor, no muy lejos de su víctima. Hubiérase creído al ver a
Torre Gutiérrez, adonde caía justamen- Leonor y a Saldaña suspensos y estú-
te, si mal no se acuerda el lector, la pidos a su vista que los ojos de aquella
entrada secreta que conducía a la for- tigre tenían virtud para convertir en
taleza de Cuéílar. En vano rogó allí piedra cuanto miraban, corno la Gorgo-
áe nuevo a la apasionada Zoraida que na de la fábula. Pero no tardó mucho
desistiese de su empresa, representán- tiempo Saldaña en volver en sí y en
dole los mucho" nelisrros a que se ex- reconocerla. Había sabido ya el éxito
ponía, y ofreciéndose él a cuanto fuese del proceso y la muerte de su lindo
Becesario hacer en favor de su padre. paje, y vio que la que tenía delante de
Pero ella desoyó todos sus consejos, sí era Zoraida.
arrebatada de su vengativa pasión, que — ¡ Mujer!, ¡ todavía estás aquí, toda-
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530 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

vía vuelves a atormentarme!—exclamó ía, donde sufría todas estas pénala


lleno de furor. des sin dejar escapar una queja. Abnin"
Y arrojándose sobre ella tiró de la vez solía respirar, pero era con el
daga, y antes que Leonor pudiera opo- cuerdo de su querida hija, que habí
nerse, antes que la mora pudiera evi- recobrado para perderla tan pronto
tar el golpe, se la clavó en el pecho y que iba a quedar, a lo que él se vma.
la derribó a sus pies yerta. Cayó Zo- ginaba, sola y abandonada en el mun¿ 0
raida, dio un alarido Saldaña, y arro- Lo demás, en cuanto a él, no temía por
jando la daga huyó precipitadamente su vida y alimentaba aún muy buenas
del cuarto. esperanzas de salvarse si alcanzaba ha-
— -Maldición! ¡Maldición! ¡Soy per- Mar al rey, como se lo habían prome-
dido ! —se oyó que decía huyendo al tido.
mismo tiempo fuera de sí. Colocáronle en una de las torres en
Dio Leonor gritos como •una loca, ¡ un encierro, donde habiéndole aliviado
acudieron al punto sus doncellas, y ha- del peso de las cadenas le dejaron solo
biendo registrado la herida de Zoraida entregado a sus reflexiones, que a la
se halló que no era tan profunda que verdad no hay lugar más a propósito
pareciese mortal, sin embargo que por para dar libertad a la imaginación que
entonces no daba señal de vida. Entró aquel en que está preso el cuerpo. Al
a poco tiempo Duarte y dos escuderos, cabo de ocho días sintió descorrer con
y viendo que no se bullía ni respiraba grande estrépito el cerrojo de su cala-
siquiera, la sacaron del castillo al cam- bozo, y oyó la agria voz de su carcelero,
po, donde, como no era cristiana, que- que le mandó le siguiese. Halló a Ja
dó para festín de las carnívoras ave? puerta una pequeña guardia de arque-
sin enterrar. ros, y colocándole en medio le condu-
jeron hasta la habitación del rey, que
con grande aparato, rodeado de sus ca-
balleros, le aguardaba con mucho deseo
CAPITULO XL de conocer a un hombre tan sabio y que
merecía la confianza del rey de Aragón.
Viéndole en su promesa tan constante
El judío entró en la estancia con se-
salió a la prima noche en gran secreto. renidad, y aun con cierta expresión de
«Araucana», Ercilla.
indiferencia en su fisonomía, clavó en
el rey los ojos un momento, y habién-
Dos días después llegó el judío a Cué- dolé saludado profundamente a la usan-
llar cargado de cadenas y escoltado por za oriental, quedó en pie con los brazo9
un numeroso cuerpo de alabarderos, que cruzados y la cabeza inclinada sobre
llenos de cuidado venían porque lio el pecho en muestras de su respeto. Mi-
se les escapara, habiéndosele encomen- róle también el rey con ojos escudri-
dado mucho el buen Zacarías, que les ñadores, habiéndole vuelto su saludo
había contado maravillas de las bruje- con cierta consideración que siempre
rías que él mismo le había visto hacer. tuvo el hijo de Don Alfonso a los sa-
Al menor movimiento que hacía el in- bios, como uno de los príncipes más
feliz, a la más breve palabra que pro- entendidos de su tiempo,
nunciaba, se hallaba las puntas de laa •—¿No es tu nombre Abraham?—fe
alabardas al pecho, amenazando matar- preguntó en seguida de este ligero
le si no callaba o no permanecía quieto, ¡ examen.
1
temerosos no fuera algún conjuro o al- —Ese es, señor—respondió el judio
guna intención de escaparse. Mirábanle gravemente—, el nombre que me dan
todos con asombro, persignában¡ge muy los de mi tribu, puesto que entre los sa-
a menudo, amenazábanle con más fre- bios soy conocido por otro.
cuencia, habiéndole cargado con tantas —¿Es verdad—preguntó de nuevo el
cadenas y argollas que apenas podía mo- rey—-que tú has descubierto el gran se-
verse, y le traían caballero en una mu- creto de la piedra filosofal?
SANCHO SALDAÑA 531

—No—repuso A b r a h a m — ; mis ade- alteza a solas, m e h a n obligado a o b r a r


lantos en la ciencia no h a n llegado has- de u n m o d o al parecer sospechoso. Sin
ta allí, y no soy más q u e u n h u m i l d e e m b a r g o , y aun dado caso q u e m e ha-
aprendiz de los grandes maestros, cuyo llase en el de tener q u e g u a r d a r el
principal secreto n o h e p o d i d o p e n e t r a r más escrupuloso secreto, vuestra alteza
todavía. faltaría al derecho de gentes si m a n d a s e
— ¿ P e r o tú eres el médico y secretario ahorcar a u n enviado de otro m o n a r c a ,
de nuestro m u y q u e r i d o p r i m o el rey que con el seguro de la b u e n a fe y de
de A r a g ó n ? la paz ha venido a ponerse en vuestro
—Soy, señor—replicó A b r a h a m — , un p o d e r , y es imposible que el rey valien-
h u m i l d e servidor de su alteza, q u e se te y caballero, el hijo del rey Don Al-
lia dignado h o n r a r m e con su confianza. fonso, se olvide de sí mismo hasta el
— ¿ Y qué e m b a j a d a has traído de su p u n t o de sacrificar a u n a sospecha cual-
p a r t e p a r a nosotros, puesto q u e según quiera la vida de u n extranjero q u e
tú m i s m o has dicho eres u n enviado con tan sagrado carácter ha entrado en
vuestros dominios. P o r olra p a r t e , vues-
suyo?
tra alteza, como profundo político, debe
—Señor—respondió el j u d í o — , el rey
conocer, si cree que el rey de Aragón
de Aragón m e dio u n a comisión im-
sea u n enemigo oculto de vuestra al-
p o r t a n t e p a r a vuestra alteza, y si no
teza, q u e con m i m u e r t e n o h a r á otra
h e c u m p l i d o antes m i encargo, h a sido
cosa que irritarle m á s y obligarle a que
p o r q u e graves acontecimientos m e h a n
r o m p a p o r ú l t i m o a b i e r t a m e n t e : y si
impedido...
tal sospecha no cabe en vuestro gene-
— ¿ T e m a n d ó sin duda—dijo el rey roso ánimo, como es de p r e s u m i r , si
con i r o n í a — q u e te avistases p r i m e r o con recuerda las repetidas p r u e b a s de amis-
los rebeldes que acaudillaba el de Is- t a d q u e aquel m o n a r c a le ha d a d o , es
car, en cuyo castillo te has detenido imposible q u e vuestra alteza trate de
algún t i e m p o ? granjearse su enemistad cometiendo en
—Así es ciertamente como vuestra la persona de su enviado injusticia tan
alteza dice—repuso A b r a h a m sin tur- escandalosa. Estas razones, y sobre to-
b a r s e — , y m i estancia en su castillo do la comisión q u e en secreto p u e d o
ha sido el p r i n c i p a l motivo de m i de- manifestar a vuestra alteza, si se digna
tención, en todo lo q u e h e o b r a d o con o í r m e , confío le h a r á n o b r a r de m u y
arreglo a las órdenes del rey m i señor. distinta m a n e r a q u e se h a propuesto.
— Y has c u m p l i d o como b u e n vasa-
llo de nuestro q u e r i d o p r i m o — r e p l i c ó Atónitos q u e d a r o n el rey y los corte-
Don S a n c h o — . A h o r a b i e n , como yo soy sanos de ver la energía y atrevimiento
el rey de Castilla, m a n d o en mis rei- con q u e se expresaba a q u e l viejo, en
nos, y n o m e acomoda que en ellos cuyo m i e d o h a b í a n esperado h a l l a r u n
venga a sembrar la discordia ni a u n motivo de risa cuando el rey le a n u n -
el legado del P a p a : escribiré al rey de ciara su. suerte, y a quien g u a r d a b a n
Aragón que t ú t e has p o r t a d o fielmen- h a b e r visto i n t i m i d a d o y lloroso im-
te, y te m a n d a r é al mismo t i e m p o p l o r a n d o el p e r d ó n a los pies del t r o n o .
ahorcar. D u r ó un b r e v e r a t o el silencio, y el
—Señor—respondió el j u d í o — , vues- rey pareció q u e d a r pensativo.
tra alteza es dueño de m i vida, p e r o •—Judío—le d i j o — , si el rey de Ara-
debe m e d i t a r m u c h o antes de quitár- gón fuese nuestro enemigo, caballeros
mela, n o sea que tenga que a r r e p e n t i r - tenemos nosotros y vasallos tan fieles
se cuando ya n o tenga r e m e d i o . T o d o como aquel m o n a r c a , y que s a b r á n de-
el poder de u n rey se r e d u c e a destruir fender el trono de Castilla, y a u n triun-
a u n h o m b r e , pero por m á s q u e lo de- far de todos sus enemigos. No es m i
see no alcanzará a dar vida a u n reptil. ánimo t a m p o c o t a n temeroso q u e m e
Yo soy u n enviado d e l rey de A r a g ó n : a m e d r e n t e n las amenazas hasta el pun-
instrucciones secretas que n o t e n d r í a to d e que el m i e d o tenga p a r t e e n mis
inconveniente en manifestar a vuestra determinaciones, y si c a m b i a r a alguna
532 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de ellas sería sólo un efecto de mi cle-


céis en dejarme libre. Sabed, seño
mencia. Dices que tienes una comisión que aquí mismo, a vuestro lado t '
secreta para mí, y esto me mueve a sus-neis un caballero que nada menos txa"
pender tu castigo, dándote lugar a que ta que alzarse contra' vuestra alteza"
te defiendas de la acusación que con- y aguarda a cumpliros la palabra que
tra ti hay, y si eres inocente irás libre.
os dio de serviros lealmente mientra*
Caballeros—prosiguió, volviéndose a susdure la rebelión, para en el momento
cortesanos—, dejadnos solos, retiraos. en que le parezca que os la ha cum-
Pusiéronse en pie todos al punto, y plido, hacer valer sus derechos sobre el
en toda la sala resonó un sordo mur- castillo de Albarracín, y ofrecerse a las
mullo de los que se retiraban, y nin- órdenes del rey de Aragón.
guno al salir dejó de echar una ojeada —Sé todo eso muy bien—repuso el
de curiosidad al judío, que todos le rey.
juzgaban por hombre extraordinario. —Sí—replicó el judío—, pero vues-
Quedáronse, pues, solos el rey y él,tra alteza ignora que el rey de Aragón
y habiéndose levantado el primero de y el de Lara ge han convenido ya para
su asiento, le mandó se acercase tanto obrar de mancomún contra vos, y 10
a él que no pudieran ser oídos de na- que parecerá a vuestra alteza imposible
die, si alguno trataba de escuchar y es que él y el hijo de Don Lope de
se había quedado por allí cerca. El Haro están de acuerdo para vendar a
judío cada vez daba un paso encorva- su padre.
do el cuerpo y se detenía obede- —También lo sé —respondió Don
ciendo la voz de Don Sancho, que le Sancho—, y, sin embargo, se me hace
intimaba dulcemente que se acercase. duro creerlo.
—Amigo mío—dijo en voz baja—, sé —Ahí tenéis una carta que os lo pro-
todo lo que te ha pasado, y no quiero bará—repuso Abraham, alargándole un
obligarte ahora a fingir haciéndote des-
papel. Una casualidad ha hecho que
embuchar ahí una embajada que sólo cayera en mis manos, y su lectura os
ha de reducirse a meros cumplimientos asegurará de la buena fe con que des-
de parte de nuestro caro primo. Yo sé de este momento empiezo a serviros.
que tú has venido encargado de pro- —Quieres decir—replicó el rey, des-
mover contra mí la rebelión, y tu rey pués de haber leído la carta sin mos-
te ha encargado de esta comisión peli-trar el menor movimiento de sorpre-
grosa. No importa r sus esperanzas hansa-— que puedo contar contigo desde
salido fallidas, y yo he descubierto sus
ahora para en adelante.
planes. En cuanto a la amenaza que —Así es, señor, como vuestra alte-
me has hecho de que el rey de Aragón za dice; sólo que desearía cumplir pri-
tomaría tu defensa, tú mismo sabes muymero, como es de mi deber, con mi rey,
bien que no se cumpliría, y que a nos-manifestándole mi intención de aban-
otros los reyes no nos importa nada donar su reino para pasarme a Casti-
sacrificar el instrumento de nuestros de-
lla, condición sin la cual vos mismo no
signios si con su muerte nos podemos podríais juzgar bien de un hombre que
librar del más pequeño disgusto. Yo res-
fuera traidor al que primero le había
peto tui sabiduría, y no te culpo de empleado,
haber servido a tu rey, por lo que si —Tal es -—repuso el rey— mi inten-
juras servirme a mí con la misma leal- ción : enviarte a Aragón con todas las
tad te tomaré a mi servicio, y no ten- muestras que de mi amistad puedo dar
drás que arrepentirte del cambio. a su rey tratándote como a su emba-
—La confianza que vuestra alteza ha- jador y honrándote en cuanto esté a
ce de mí—-replicó el judío—, me mueve mis alcances. Pero allí mismo exijo de
a responder con la misma franqueza. ti el desempeño de una comisión a que
Mucho mal os he hecho, señor, pero de ningún modo puede oponerse tu es-
aun me queda que haceros un servi- crupulosa conciencia. Quiero, pues, que
cio que equivaldrá al favor que me ha- halles un medio de deshacerme de mi»

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SANCHO SALDAÑA 533

sobrinos los infantes de la Cerda. No donde había tenido que retirarse t e -


que yo 'desee que se les dé un vene- meroso de ser conocido. Sin embargo,,
no, no te imagines tal cosa, pero sí que no dejaba de hacer sus excursiones ai
si pudiera ser que me los entregaran..., fuerte, ansioso de saber de Leonor y de
en fin, si pudiera lograrse que no me favorecer a su hermano si podía liber-
inquietaran más... tarle de la prisión en que yacía aguar-
—Estoy, señor; vuestra alteza desea- dando a cada instante la muerte.
ría que no le inquietaran más—respon-
Había ya puesto en libertad a Ñuño,
dió el judío con intención.
a quien por fuerza arrancaron del ladc
•—En eso, ya ves—replicó Don San-
ide su señor, no pareciéndoles ser per»
cho—•, que no faltas a la fe que debes
sona de importancia para que fuese pre-
a aquel monarca. El ya los tiene pre-
sos. ¿Qué importa que sea yo quien los ciso tenerle preso, y quizá también por
tenga? quitar al de Iscar el consuelo que so
fiel criado pudiera darle.
Puso el judío sus dificultades, mos-
tró repugnancia, ofreció, rogó y ame- Los días habían pasado lentamente
nazó Don Sancho, hasta que pareciendo uno tras otro para Don Hernando, que
ceder por líltimo el judío a sus razones solo en uno de los calabozos del fuer»
y promesas fingió con tanta habilidad te, no acertaba a darse razón del por
su papel que el rey quedó muy persua- qué le tenían allí tanto tiempo sin de-
dido del buen fruto de su resolución. cirle palabra ni sacarle al patíbulo, lo
Añadióse, además, que hallándose en- que ya casi deseaba en su desespera-
ferma la reina, tuvo el judío ocasión ción ; cada mañana, apenas amanecía;,
de probar su ciencia devolviéndole en esperaba ver entrar el verdugo en su
pocos días la salud, y que siendo mu- calabozo con la escolta que había de
chos de los cortesanos en extremo afi- acompañarle al suplicio, y al menor rui-
cionados a la alquimia y astrología, se do que sentía apercibía el ánimo para
granjeó en ellos poderosos protectores eí terrible trance en que a cada mo»
para con el rey, que ya sin necesidad mentó esperaba verse. Imaginaba otrag
de esto le manifestaba abiertamente una veces posible su libertad, ya porque
amistad asegurada con repetidas prue- la guerra siguiera, ya porque algún ami-
bas. go secreto le protegiese : pero ni la hora
Hizo entre tanto Abraham las más de la muerto llegaba ni sus esperan-
vivas diligencias por averiguar el pa- zas se realizaban, y pasaba lentamente
radero de su hija, cuya última desgra- un día tras otro sin recibir noticia al-
cia ignoraba, hasta que desesperado» y guna ni ver apariencia de qne se de-
sin haber tampoco adquirido noticias cidiese de alguna manera su suerte.
de Usdióbal, llegó el día señalado para
su vuelta a Aragón, y en que se puso Sin embargo, no se descuidaba el hnen
en camino colmado de honores y con- Ñuño, ni por verse él libre se había
fianzas y acompañado de una numero- olvidado de su señor preso; antes bien,
sa escolta para sil honra y seguridad. todos los días venía al castillo por sí
hallaba ocasión de verle, y ya que no
podía otra cosa, se contentaba con pre=
CAPITULO XLI guntar por él a su amigo el viejo Duar-
te, quien solía darle noticias. Volvíase
Y a un lado miro con soberbias torres
el palacio de Lara Ñuño descontento y gruñendo casi todos
los días del castillo, viendo que sus de-
Tanto desastre al infeliz dueño, seos a tan corto servicio habían de li-
tanta desolación a su familia, mitarse por fuerza, trazando a todas
¡cuan distinto se ve!.,, horas cómo libertar a Don Hernando*
«El Moro Expósito». Ángel de para lo que ya había intentado hablar
Saavedra.
a Duarte, puesto que la rudeza y la
Hallábase en esto Usdróbal fuera del fidelidad de aquel viejo para con su
castillo de Cuéllar en las cercanías, a amo el de Cuéllar le quitaba el anime
534 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

cuando más determinado venía a con- a m o , el p a d r e de D o n H e r n a n d o , me


fiarle su p l a n . hubiese visto ahora c a m i n a r tan des-
Con este pensamiento, y renegando p r e v e n i d o , no h a b r í a dejado de decirme
d e su falta de resolución, salió d e Cué- algo q u e m e pesara. P e r o a bien q U e
llar u n a t a r d e , y con m u c h o despacio, él ya m u r i ó , su h i j a Dios sabe dónde
asaz pensativo y de m a l h u m o r dirigía estará, s u hijo i r á a acompañarlo den-
sus pasos al p u e b l o de Iscar, pesaroso tro de poco y yo n o los veré ya en todo
de h a b e r vivido tantos años p a r a so- lo q u e m e queda de vida.
brevivir a ía r u i n a <3e a q u e l castillo, Dio a estas ú l t i m a s p a l a b r a s el po-
m a n s i ó n otro tiempo de la alegría y el b r e viejo u n tono tal de melancolía y
lujo, y a h o r a desolado trofeo del con- p e s a d u m b r e , q u e U s d r ó b a l no p u d o me-
quistador. O c u p a b a n sus almenas las nos de conmoverse.
tropas de D o n Sancho, q u e se h a b í a n -—Buen amigo—le dijo—-, es menes-
a p o d e r a d o de él, y a la vista d e los sol- ter más á n i m o y la esperanza n o debe
dados de u n rey no menos odioso p a r a abandonaros tan p r o n t o . A q u í me te-
Ñ u ñ o q u e p a r a su a m o , m á s de u n a vez néis a m í . . .
h a b í a hecho al b u e n viejo d e r r a m a r — T ú eres m u c h a c h o — r e s p o n d i ó Ñu-
amargas lágrimas de coraje. Veíase en ñ o — , y a tu edad lo mismo m e daba a
su vejez sin asilo y a m e r c e d d e algún m í ocho q u e o c h e n t a ; p e r o ya soy vie-
antiguo vasallo d e su señor, q u e p o r j o , esperaba m o r i r en el castillo de mis
p i e d a d le h a b í a recogido, y esta idea amos dejándoles a ellos felices, ellos han
cruel p a r a u n h o m b r e acostumbrado a sido m i única familia, pues yo no he
m i r a r los vasallos 'de su amo como sier- tenido hijos n i m u j e r , y no h e vivido
vos suyos ajaba su a m o r p r o p i o , t a n t o tantos años sino p a r a ver m o r i r a sus
q u e ni a u n bastaban las ilusiones q u e hijos y su casa en p o d e r de otro dueño
se h a c í a él m i s m o de q u e a q u e l la- q u e h a echado de allí hasta los p e r r o s ;
briego en favorecerle no hacía sino cum- amigo m í o , c r é e m e : este golpe es de-
p l i r con su deber, y era u n nuevo dar- masiado cruel p a r a q u e yo le sufra con
do q u e venía a clavarse en su a l m a . resignación.
Envuelto, pues, en estas meditaciones —Con todo — r e p u s o Usdróbal—, no
c a m i n a b a , y y a el sol empezaba a ocul- h a y q u e desesperarse todavía. Si esta
tarse cuando alzando la vista de pron- noche quieres q u e d a r t e a q u í conmigo
to vio u n h o m b r e enfrente de él pa- en esa cabana q u e ves, h a r e m o s peni-
r a d o q u e le m i r a b a de hito en h i t o , sin tencia juntos y acaso e n t r e los dos da-
pestañear y como si quisiera recono- remos traza de q u e las cosas mejoren
cerle. Miróle Ñ u ñ o asimismo, p e r o vol- de aspecto. P u e d e ser q u e todo se com-
viendo a sus largos monólogos, prosi- ponga y q u e hallemos medios de sal-
guió su camino sin acordarse m á s d e var a tus amos.
a q u e l h o m b r e , hasta q u e en h a b i e n d o -—Si t ú , b u e n amigo—repuso Ñuño—,
andado pocos pasos más sintió q u e le encuentras camino de b u r l a r la vigi-
t i r a b a n de la rienda a su caballo p a r a lancia de nuestros contrarios, te juro
detenerle, lo que le hizo volver en sí q u e puedes disponer de m i vida y de
y llevar la m a n o a la guarnición de la m í como de u n esclavo. V a m o s , que no
espada por lo que p u d i e r a acaecer. dejaré yo t a m b i é n de servir de algo en
—Sosegaos, señor Ñ u ñ o , q u e más vale tus designios, a u n q u e n o sea más que
que seamos amigos, y yo n o vengo con p o r m i prudencia y la experiencia que
intención de ofenderos—dijo el joven tengo del m a n d o , q u e de algo m e han
q u e estaba p i e a t i e r r a , y en el c u a l de servir los años y las guerras y tra-
reconoció a U s d r ó b a l , a quien más de bajos en q u e m e h e visto.
u n a vez h a b í a visto en el campo de los —Así es, b u e n Ñuño—replicó Usdró-
rebeldes. bal—. Vamos.
— P o r Santiago—repuso Ñ u ñ o — , que Y diciendo y h a c i e n d o se encamina-
m e alegro de h a l l a r t e , galán, pero sien- r o n juntos hacia u n a choza q u e allí cer-
to q u e m e hayas s o r p r e n d i d o , y si m i ca, entretejida de ramas d e árboles que
SANCHO SALDAÑA 535

en el techo ondeaban, se veía a la luz —Decid, hijo mío—dijo, llegándose


del crepúsculo como el yelmo de un con mucha dulzura a uno de los sol-
caballero, y entrando en ella los deja- dados—, decidme, y así Dios os lo pa-
remos meditando sus planes, cuyo re- gue en el cielo, ¿qué escolta es ésta y
sultado hemos (de conocer por último, a quién vais acompañando?
contentándonos con saber que al día si- —Nuestro capitán—respondió el sol-
guiente muy de mañana montó Ñuño a dado—es el valiente Alonso de Vargas,
caballo, y habiéndose despedido de Us- y el que vamos acompañando dicen que
dróbal salió a buscar al Velludo, que es un embajador, aunque otros asegu-
andaba no lejos de aquellos contornos ran que es un judío.
con su partida. —Sed libera nos a malo—repuso el
ermitaño—•. ¡Un judío'. Mal haréis si no
le quemáis vivo o le exigís un rescate
proporcionado a las muchas riquezas
CAPITULO XLII que debe tener. ¡Un judío! ¡Jesús!
¡Jesús! Ora pro nobis, Turris Ebúrnea.
Mas cesa de repente
todo rumor, y el estridor violento —Pues voto a Judas—replicó el sol-
le sucede de u n arco sacudido, dado—que como todos pensasen como
y flecha veloz el silbo horrendo. yo no habíamos de andar muchas leguas
«El Moro Expósito». Ángel de Saavedra. acompañándole, que no es justo que un
perro como él traiga asendereados tan-
La alegría de verse libre y honrado tos hombres de bien.
por el rey de Castilla no pudo tem- —¡Cómo ha de ser, hijo mío! Dios dis-
plar, sin embargo, en el pecho del ju- pondrá lo que más convenga, y puede
dío Abraham el dolor de no haber po- ser que no se pase mucho tiempo sin
dido averiguar todavía el paradero de que ese mal hombre pague sus culpas
la desgraciada Zoraida. Harto feliz con y entregue a los fíeles como tú lo que
ignorar la suerte que había cabido a con sus usuras ha granjeado malamente.
su hija, creíase el más desventurado de —Tengo entendido—añadió el solda-
los hombres cuando, a la vuelta de los do—, y por las barbas de mi padre que
emisarios que había enviado a Vallado- no las traigo todas conmigo, que el tal
lid, no pudo lograr noticia cierta del embajador de Lucifer es mágico y tiene
camino que tanto ella como Us'dróbal pacto con el demonio.
habrían tomado. Combatíanse varios
—Vade retro —esclamó el ermitaño,
pensamientos en su interior, y hasta lle-
haciendo al mismo tiempo la señal de
gaba a desconfiar de Usdróbal, puesto
la cruz—. Diabolicus vir. ¿Y cómo ca-
que semejante idea apenas lograba ha-
mináis con tanto descuido con un hom-
llar cabida en su alma, y era desecha-
bre tan peligroso?
da con enojo cada vez que su imagi-
nación acalorada se la presentaba. —Ande más y hable menos, ¡juro a
Embebecido con esto, caminaba acom- Dios!—gritó en esto un cabo de la tro-
pañado de una numerosa escolta que, pa que venía detrás—; y vos, señor er-
a par que mostraba honrarle, no dejaba mitaño, idos a rezar vuestras oraciones.
de vigilar todos sus movimientos, como —Sea lo que Dios quiera—respondió
si temiesen que se les escapara. A la el soldado en voz baja al ermitaño, y
mitad del camino se agregaron dos hom- apretó el paso en seguida.
bres a ellos vestidos de ermitaños, aun- Apresuráronlo también los dos anaco-
que no tan cubiertos con la capucha retas, observando al parecer con indi-
que no se les viese bastante del rostro ferencia el orden en que caminaba la
para conocer quiénes eran. Traía uno escolta, que componían doce soldados
de ellos un rosario de cuentas muy gor- armados de punta en blanco a caballo
das, y en llegando a la tropa dirigió su y un número doble de infantería con
Laus Deo con tan afeminada y meliflua sus ballestas y partesanas. Iba el judío
voz que nadie hubiera creído sino que delante montado en una soberbia muía,
era Zacarías el que hablaba. y a su lado el capitán Alonso de Var-

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536 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

gas razonando con él amigablemente, y dío—, que quiera Dios que no os 01


ga.
el resto de la tropa marchaba detrás a —No m e irritéis, ¡vive Dios! repli
cierta distancia, sin temor de ningún có Alonso de Vargas—, que estoy p o r j»
peligro, en dos filas y conversando unos solo a buscarle ahora mismo.
con otros para entretener el camino. —Allá veremos—respondió Abraham
Cuando los dos ermitaños pasaron por Callaron con esto, y anduvieron aún
donde caminaba el capitán, inclinaron una media hora sin que sucediese cosa
la cabeza sobre el pecho en muestra de que de contar fuese En esto el cami-
saludarle sin detenerse. no en que entraron empezó a estrechar
—¿A dónde bueno, devotos padres? rodeado de dos colinas muy pedregosas
—preguntó el capitán. y se levantaban de trecho en trecho tan
Zacarías hizo una seña a su compa- elevados peñascos, que bien podría tras
ñero que respondiera. ellos ocultarse una docena de hombres.
—A la ermita de Nuestra Señora de Los últimos rayos del sol herían tibia-
los Afligidos—repuso su compañero. mente las cumbres de las montañas, y
—¿Y cómo tan solos? ¿No tenéis apenas a cierta distancia se veían re-
miedo de ladrones? flejar confusamente los espesos árboles
—En todo este camino, señor—repli- de un bosque que como el término de
có el anacoreta—, no se halla uno, y, aquella angostura se presentaba. De re-
además, nosotros no llevamos nada que pente una flecha silba a los oídos del
nos roben y no podemos tentar su co- capitán, y otras dos más se clavan en
dicia. su armadura. Alzar Vargas la vista, en-
—Pues decían que el Velludo—res- derezarse en la silla y empuñar su lan-
pondió el capitán—vagaba por estas cer- za fue obra de un solo punto; pero ya
canías. habían caído muertos tres soldados y
tenía algunos caballos heridos.
—-Nada -de eso; las xíltimas noticias
son que ha tenido que retirarse a Viz- —Animo, muchachos—gritó con voz
caya. Loado sea Dios, que ha libertado de trueno, y ya se ¡disponía a dar las
esta tierra del terrible azote que la órdenes convenientes cuando un sin nú-
afligía. mero de flechas quedaron hincadas en
Más hubiera querido saber el capi- su cuerpo, dos de las cuales, calando
tán acerca de lo que se decía del Ve- hasta el corazón, le hicieron abrir los
Iludo, pero los supuestos anacoretas sa- brazos y caer de la silla dando un bra-
ludaron de nuevo y apretaron el paso mido.
de modo que a poco tiempo en las re- En este momento las dos lomas apa-
vueltas del camino ya se habían per- recieron cubiertas de gente que, des-
dido de vista. prendiéndose como un ejército de ham-
—No sé por qué—-dijo el judío al ca- brientos buitres sobre las amedrentadas
pitán, luego que hubieron desapareci- palomas, acabaron lo que ya había em-
do—me da el corazón que esos dos er- pezado el terror, pues sin dejarles vol-
mitaños no son sino dos picaros redo- ver de su sorpresa cayeron sobre ellos
mados, y mucho me temo que no sean con tanto ímpetu que los pusieron en
espías del Velludo. fuga, no creyendo menos sino que el
— ¡ Qué! —exclamó el capitán con in- cielo en su ira llovía sobre ellos hom-
diferencia—. El miedo os hace ver lo bres armados.
que no hay. ¿Qué habían aquí de ve- Defendiéronse, sin embargo, algunos
nir a espiar ni qué adelantarían con que prefirieron la honra a la vida; pe-
eso? Tranquilizaos, que por vida de mi ro, además de que fueron pocos, fue tan-
padre que daría los años que me que- to el desorden y tan impensada la aco-
dan de vida por habérmelas con ese ca- metida, que no tardó mucho el Vellu-
pitán de bandidos, y veríamos de qué do en que-darse absoluto dueño del cam-
le servían conmigo las tretas villanas de po. Había conservado el judío su se-
que se vale para escaparse. renidad en medio de aquel trastorno, y
—No habléis muy alto—repuso el ju- apeándose de la muía estaban aún re-
SAJNCHU SALDAN A 537

gistrando las h e r i d a s del capitán por de, como t ú dices, has h a l l a d o tus
ver si p o d r í a socorrerle c u a n d o , decidi- aliados.
da ya la victoria, se halló prisionero en- E n esto llegó el Velludo p r e g u n t a n d o
tre los de su p a r t i d o . El p r i m e r o q u e p o r el j u d í o , quien al m o m e n t o que le
se acercó a él fue el devoto e r m i t a ñ o , h u b o visto le conoció, y en l l a m á n d o -
que desde el día en que trató de que- le, toldos los demás se a p a r t a r o n p a r a
marle n o h a b í a dejado de soñar en los hacerle l a d o , si no Zacarías, que así se
muchos zequíes que h a b í a estado a pi- s e p a r a b a de él como u n p e r r o del hueso
que de a g a r r a r si no h u b i e r a llegado el q u e tiene entre los dientes.
Velludo tan a t i e m p o , y que desde en-
—Señor Zacarías, señor Zacarías—di-
tonces le h a b í a seguido como su som-
j o el V e l l u d o con sorna, dándole u n a
bra p o r si podía h a l l a r otra ocasión de
p a l m a d a en el h o m b r o — , por esta vez
cobrarlos. E l había sido el q u e , viendo
quedó t a m b i é n el cordero l i b r e de los
cuan m a l le salían sus trazas, avisó al
Velludo de la p r o p o r c i ó n q u e tenía de dientes del lobo. N o se hizo la miel
batir la escolta que le a c o m p a ñ a b a , per- p a r a la boca del asno, y así no seréis
suadido de q u e cayendo el j u d í o en po- vos quien la coma. I d o s , pues, de a q u í ,
der de los b a n d i d o s no le sería difícil antes que os haga yo a n d a r más q u e
atraer a su p a r t i d o algunos de ellos, y de prisa de u n p u n t a p i é .
a despecho del capitán, si fuese preciso, —Vuestro siervo...
forzarle a entregar tales cantidades que I b a a contestar Zacarías, p e r o el te=
pudiesen satisfacer su codicia y la de sus m o r que le i n s p i r a b a el Velludo le hizo
camaradas. H a b í a concertado p a r a esto retirarse sin proferir más p a l a b r a .
su plan con algunos compañeros q u e ha- —-Venios conmigo—prosiguió el ban-
bían j u r a d o obedecerle a todo t r a n c e , dolero dirigiéndose al j u d í o — . Abra-
aun contra la voluntad del V e l l u d o , y h a m , sois l i b r e , y n a d i e os tocará el
durante la acción no h a b í a h e c h o más pelo de la r o p a viviendo y o ; vamos.
que observar a A b r a h a m por si se es-
Y tomando del ronzal la m u í a , echó
capaba, p o r lo q u e fue el p r i m e r o q u e
a a n d a r a su l a d o , antecogiendo su
le echó m a n o c u a n d o estaba registran-
gente, q u e , rica con los despojos q u e
do, como hemos dicho, las heridas del
a c a b a b a n de ganar, le seguían en b u e n
desgraciado capitán Alonso de Vargas.
o r d e n , encaminándose todos hacia el
Cuando el j u d í o reconoció al que le bosque, q u e , p o r ser ya oscurecido, se
tenía prisionero, no p u d o menos de tem- divisaba apenas como u n a s o m b r a en el
blar, r e c o r d a n d o la cruel tragedia en h o r i z o n t e . Luego q u e llegaron se enma-
que p o r causa de aquel m a l h o m b r e es- r a ñ a r o n en su espesura, y h a b i e n d o co-
tuvo a p i q u e de r e p r e s e n t a r el papel locado las centinelas, el Velludo se re-
de protagonista, y m u c h o m á s c u a n d o tiró con el j u d í o y u n caballero a r m a -
le oyó decir : do, q u e fuego pareció ser Ñ u ñ o , y que
—Dios no q u i e r e sin d u d a q u e se h a b l a b a con el p r i m e r o .
pierda t u a l m a y te h a t r a í d o segunda — N o tengáis d u d a , q u e m u c h a expe-
vez al c a m i n o de t u salvación. D e j a a riencia tengo y h e visto m u y malas ca-
ese infeliz q u e está dando ya cuenta a ras en m i vida, p e r o la de este que va
Dios; vente conmigo. aquí de e r m i t a ñ o n o se m e despintará
—-No m e m o v e r é de a q u í — r e p u s o n u n c a , a u n q u e viva más que Matusa-
Abraham—si p r i m e r o n o m e lo m a n d a lén. E l fue el guía q u e m e entregó a
el Velludo, cuyas órdenes estoy dispues- m í y a m i a m o la n o c h e antes de la
to a obedecer a l m o m e n t o . Vosotros en batalla, y p o r cierto q u e h a de conser»
mí debéis m i r a r u n a l i a d o , y yo no ten- var la marca de u n latigazo q u e le tiré
go n a d a que t e m e r de vuestro capitán. a la cabeza con esta m i s m a espada q u e
—-¿Quién lo d u d a ? — r e p l i c ó Zaca- llevo al cinto.
rías—. Sigúeme, p u e s , ya q u e el Señor —Sosegaos, amigo Ñuño—replicó el
te h a l i b e r t a d o de tus enemigos, y dale Velludo—•, y yo os j u r o q u e las va a
gracias por h a b e r venido a p a r t e don- pagar todas j u n t a s .
OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA
538

— T i e m p o es¡ y a — a ñ a d i ó el j u d í o - Diciendo así t o m a r o n la vuelta d l


de p u r g a r la tierra de ese m a l v a d o . c a m i n o , y h a b i e n d o t r e p a d o por entr
Otras varias razones pasaron entre unos peñascos, eligieron el sitio que 1
ellos, y l a conversación llevaba trazas pareció m á s seguro, d o n d e quedaron
d e n o acabar t a n p r o n t o , c u a n d o el gri- ocultos hasta el día siguiente.
t o de ¡Al arma,, al arma! resonó a la T o d a la noche d u r ó el fuego y l a ba-
r e d o n d a p o r todo el b o s q u e . Alzó la talla, y tal e r a el encarnizamiento con
vista el Velludo y vio que a r d í a u n a q u e pelearon unos con otros, q u e hubo
g r a n p a r t e de él cuyas llamas ilumi» m u y pocos de u n a y otra p a r t e que no
n a b a n los contornos con tanta luz c o m o saliesen h e r i d o s . Los caseríos vecinos
si fuese de día. Los gritos se a u m e n t a - los pueblos a m á s de dos leguas de dis-
b a n , oíase r u i d o de a r m a s , el incendio tancia, b r i l l a b a n con u n color rojizo en
volaba y crecía el desorden. la oscuridad de la noche al resplandor
— M i capitán—dijo uno de los ban- del incendio ; volaban hechos pavesas los
didos, todo desfigurado y falto d e alien- árboles, y en m e d i o de aquel espantoso
to—•. Zacarías h a sublevado u n a p a r t e estrago oíanse los alaridos d e los mori-
de vuestra t r o p a , y dicen que h a de ser b u n d o s , las voces de los combatientes
él quien los m a n d e o q u e le habéis y n o parecía sino que los h o m b r e s que
do entregar este h o m b r e — y señaló al p e l e a b a n eran demonios que entre las
llamas retozaban contentos de ver la
judío.
destrucción del m u n d o .
— ¡Sangre y d e m o n i o s ! — e s c l a m ó el
Velludo—-. P r o n t o , ¡ a e l l o s ! , y no h a y Sostuvo el V e l l u d o aquella noche la
q u e d a r cuartel a n i n g u n o . fama de valiente q u e tan merecida te-
—Lo mejor q u e podéis hacer—dijo nía, n o cuidándose del peligro, arro-
Ñuño—es echaros fuera del bosque, que jáiidose a todas partes y combatiendo
en el llano difícil será q u e os a t a q u e n ; como b u e n soldado. E r a n los suyos el
m e a c u e r d o yo en el a ñ o 1255, día de m a y o r n ú m e r o , y a u n q u e Zacarías ani-
San José, por la t a r d e . , . m a b a t a m b i é n a sus partidarios con el
I b a a proseguir refiriendo lo q u e h a - ejemplo, cada golpe del h a c h a del Ve-
bía sucedido el día de San José p o r l l u d o parecía decidir la victoria. Se-
la t a r d e cuando n o t ó que ya el Vellu- guía a éste su fiel p e r r o , q u e , no me-
do h a b í a desaparecido y q u e h a b í a que- nos i n t r é p i d o q u e su a m o , acometía a
dado solo con el j u d í o , q u e en t a n t o sus enemigos con increíble inteligencia
riesgo n o sabía q u é p a r t i d o t o m a r . y ferocidad, y m á s de u n o de los ban-
didos rebeldes fue víctima de los dien-
— P a r e c e ser q u e es a vos a q u i e n
tes del impetuoso Sagaz.
b u s c a n •—prosiguió Ñ u ñ o , volviéndose
al j u d í o — . Lo m i s m o m e sucedió a m í E n resolución, al amanecer sé levan-
la noche del día de San José, como iba tó u n viento fresco en dirección al si-
c o n t a n d o , p e r o aquélla era situación al- tio donde empezó el fuego, que, impe-
go más a p u r a d a q u e la vuestra, y Dios liendo las llamas a c a m p o raso, le apa-
sabe cómo m e vi p a r a salir de ella. gó en pocas h o r a s , falto ya de árboles
•—Por D i o s — i n t e r r u m p i ó A b r a h a m — , en que cebarse.
dejaos a h o r a de eso y veamos q u é he- Amaneció n u b l a d o , y el h u m o cubría
mos de h a c e r , p u e s , segxín veo, el fuego de tal modo la atmósfera, que apenas
llegará a q u í m u y presto y no nos q u e d a podía decirse q u e e r a de día. Entre
más r e m e d i o que h u i r . tanto cesó la b a t a l l a y quedó el cam-
— L o m e j o r q u e podéis hacer—dijo p o en silencio, lo que r e d o b l ó la in-
Ñuño—-es largaros y esconderos de unos q u i e t u d del j u d í o y causó p e n a al buen
Ñ u ñ o , dudosos ambos por quién habría
y otros, pues yo que vos no m e fiaría
q u e d a d o el c o m b a t e . P e r o esta duda no
m u c h o de n i n g u n o de ellos. V e n i d
d u r ó m u c h o t i e m p o , y b i e n p r o n t o , ha-
conmigo y n o tengáis m i e d o , que basta
biendo Ñ u ñ o salido a registrar el cam-
q u e hayáis sido el médico de m i p o b r e
p o , vio subir la colina al Velludo ne-
a m o p a r a que yo os proteja y defienda
gro de h u m o , medio chamuscadas las
contra todo el m u n d o .

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SANCHO SALDAÑA 539

barbas y el saco de cuero q u e m a d o , cu- — V a m o s , a q u í — d i j o el Velludo—, se-


bierta d e sangre el h a c h a q u e traía en ñ o r devoto, que os voy a enviar al cielo
Ja m a n o y con los ojos q u e r e l a m p a - más pronto q u e la vista, a u n q u e antes
gueaban de i r a . Seguíale su gente con- no será malo q u e nos divirtamos u n
duciendo algunos presos, y en llegando r a t o a tu costa, según t u loable cos-
a la altura d o n d e estaba el j u d í o hi- t u m b r e con los q u e caían en tus ma-
cieron a l t o , se r e p a r t i e r o n algunos ví- nos. Suéltale, Sagaz.
veres y se pusieron en b u e n a paz a al- Con lo que el p e r r o , h a b i é n d o l e de-
morzar, t a n alegres y satisfechos como j a d o l i b r e , Zacarías se hincó de r o d i -
si nada h u b i e r a sucedido de extraño. llas y empezó a m a r g a m e n t e a llorar, su-
E l j u d í o se acercó al capitán y le plicándole q u e le perdonase la vida.
saludó diciéndole sentía m u c h o h a b e r — S i q u i e r a — d e c í a — p o r el t i e m p o q u e
sido él causa inocente de aquel trastor- os he servido. Yo os p r o m e t o r e t i r a r m e
no, a lo q u e respondió el Velludo q u e a b u e n vivir y rogar a Dios por v o s ;
él se alegraba sobremanera de aquello, lo digo a h o r a d e veras. Yo os p r o m e t o
porque así se h a b í a conocido ya quié- que n o quiero más q u e salvar mi alma.
nes e r a n los buenos y los malos d e su Yo os besaré los pies, y o . . .
partida. —A ver, u n latinajo, maestro Zaca-
Dicho esto callaron todos, y él dio rías—gritó, mofándose u n o de los ban-
orden p a r a que les q u i t a r a n la vida a didos.
los que traían prisioneros, lo q u e se E l Velludo le m i r a b a con desprecio,
ejecutó al m o m e n t o , atándolos dos con y más de u n a vez tuvo el h a c h a en alto
dos por los brazos a los (dos frentes de p a r a descargársela encima, a t i e m p o q u e
cada árbol que p o r allí h a b í a y dispa- el infeliz se a r r a s t r a b a en el suelo de-
rándoles tantas flechas, q u e su m u e r t e lante de él, le besaba en efecto los pies
fue obra de u n solo p u n t o . y pedía la vida con clamores capaces
-—Veamos—dijo, hecho esto, el Ve- d e enternecer u n a p i e d r a .
lludo con m u c h a calma desde la peña —Vergüenza m e da, ¡vive D i o s ! — d i -
en que estaba sentado—, veamos a h o r a jo el V e l l u d o soltando el h a c h a — , de
esa hipócrita de Lucifer que t r a t a b a pensar q u e has sido t ú el q u e h a tra-
de q u i t a r m e el m a n d o . P o r la Virgen tado de q u i t a r m e el m a n d o . Ven acá,
de Covadonga q u e voy a hacer con él a l m a de cántaro, corazón de gallina,
ahora u n e j e m p l a r como no se h a vis- ¿ q u é demonios tiene la m u e r t e q u e tan-
to en el m u n d o to te asusta? P o r la Virgen de Cova-
Diciendo así dio u n silbido, y ha- donga, si no tienes más remedio q u e
m o r i r , m u e r e como h o m b r e y n o ha-
biendo vuelto Ñ u ñ o y el j u d í o los ojos
gas ver q u e eres u n m a n d r i a .
hacia la p a r t e adonde l l a m a b a , vieron
venir a l mastín trayer do m e d i o a ras- — ¡ P o r D i o s ! ¡ P o r D i o s ! ¡Compa-
tras el cuerpo de Zacarías, que en vano sión! ¡Misericordia de m í ! — g r i t a b a Za-
intentaba desasirse de él, y que cada carías—. Dios os lo p r e m i a r á en la otra
vez q u e sentía en su carne los dientes vida,
del a n i m a l lanzaba u n quejido t a n las- — C a l l a , c o b a r d e , q u e n o es cosa p a r a
timoso como risible p a r a aquellos ban- t a n t o , ni vale t u vida el tiempo q u e
didos, q u e a carcajada tendida celebra- hemos de t a r d a r en quitártela. \ E a ! ,
ban con sumo aplauso la gracia. Seña- m u c h a c h o s , ahí os lo entrego p a r a q u e
lábanle todos r i e n d o , y hasta el b u e n os divirtáis u n rato con él—gritó el Ve-
Ñuño, a u n q u e nos cueste t r a b a j o de- lludo a su gente con su acostumbrada
cirlo, pagó su t r i b u t o a la ferocidad d e frescura.
aquel siglo con u n a carcajada b r u t a l . Adelantáronse todos al p o b r e h i p ó -
Sólo el j u d í o ni se reía n i se conmo- crita, q u e m á s h u b i e r a querido verse
vía, indiferente al p a r e c e r y a d m i r a n d o entregado a las fieras, y sin h a c e r caso
entre sí los castigos q u e t a r d e o tem- de sus súplicas n i de los alaridos q u e
prano reserva al delicuente la Provi- d a b a , e m p e z a r o n a j u g a r a la pelota
dencia. con él como u n pelele en Carnestolen-
540 OBRAS COMPLETAS DE. DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

das, echándoselo unos a otros, hasta a h a b l a r m u y t r a n q u i l o . Y fue lo


q u e cansados de su diversión idearon ticular q u e en su ú l t i m a h o r a de lo a
otra d e n o menos ingenioso entreteni- m e n o s se acordó Zacarías fue de en
m i e n t o , y fue q u e cogiéndole entre dos m e n d a r s e a Dios n i de rezar, tan tu
o tres le ataron las manos a la espalda, b a d o estaba que hasta se olvidó de 1
y en seguida p o r medio del c u e r p o a ocupación de toda su vida.
u n á r b o l , ligándolo fuertemente asimis- — N o h a y q u e t e m e r , amigo N U n o
mo p o r los pies, lo q u e con grandes —decía el V e l l u d o — ; yo os ofrezco q u e
carcajadas y chistes fue a p l a u d i d o p o r antes de tres días m e tendréis a vues-
todos. H e c h o esto l l a m a r o n al p e r r o , y tra disposición con mi tropa en los ni-
poniéndolo enfrente de él a cierta dis- nares de Iscar y que se h a r á cuanto se
tancia y sujetándolo u n o de ellos con p u e d a p o r vuestro a m o . E n cuanto a vos
a m b a s m a n o s , hicieron p o r dos o tres — p r o s i g u i ó , h a b l a n d o con el judío
veces a d e m á n de dejarlo ir contra él, sois libre y podéis iros donde mejor os
riéndose a cada contorsión q u e hacía convenga.
el infeliz, temeroso de la embestida. Diciendo así, y h a b i e n d o reunido su
P o r ú l t i m o , a l cabo de h a b e r l e r e m e - p a r t i d a , se despidió de ellos y se alejó
d a d o algunos y díchole otros cuantos de allí p r e c i p i t a d a m e n t e a u n a expedi-
dlonaires se les o c u r r i e r o n , a c h u c h a r o n ción, si n o de m u c h a h o n r a , al menos
al a n i m a l , y al grito de ¡A él, a él!, le de bastante provecho.
dejaron suelto. — S i n o fuera q u e es u n ladrón—dijo
Arrojóse el p e r r o con tanta furia Ñ u ñ o , luego q u e el Velludo se retiró ,
como suelen embestir al t o r o los ala- j u r o a Dios que sería u n h o m b r e con
nos q u e a tales peleas están enseñados, q u i e n yo pasaría con gusto toda mi
y en llegando cerca del á r b o l dio u n vida. Es i n t r é p i d o c o m o él solo y se
salto y agarró a Zacarías del pescuezo, parece c o m o u n h u e v o a otro a un ami-
go q u e yo tuve, q u e m u r i ó el año de
que, olvidado de q u e tenía las m a n o s
1255, el día de San José, en la batalla
atadas, hacía increíbles esfuerzos por
q u e os empecé a contar. ¡ F u e mucha
llevarlas delante p a r a a p a r t a r l e con
batalla a q u e l l a !
ellas. A p e n a s h u b o echo presa cuando
dos ladrones a c u d i e r o n a quitárselo, lo — E l Velludo —respondió el j u d i ó -
os como todos los h o m b r e s : u n conjun-
q u e con n o poco t r a b a j o l o g r a r o n , y
to de cosas buenas y m a l a s .
habiéndose vuelto a colocar en el mis-
Y m o n t a n d o en su m u í a y Ñuño en
m o sitio q u e antes, le soltaron segun-
su caballo t o m a r o n , el p r i m e r o , el ca-
da vez. Varias veces r e p i t i e r o n la mis-
m i n o de Valladolid por si lograba sa-
m a faena, y a la vendad q u e era h o -
b e r el p a r a d e r o de su h i j a , y el segundo,
r r i b l e ver aquel h o m b r e m o r i b u n d o es-
el de Iscar, d e t e r m i n a d o a todo con tal
p e r a n d o de este m o d o u n a m u e r t e len- de salvar a su señor de la prisión don-
t a m e n t e penosa y clamando ya con es- de maldecía su destino.
pantosos gritos q u e le m a t a r a n p o r Dios
cuanto antes.
E n resolución, fueron tales los ala-
ridos que dio, q u e el j u d í o y Ñ u ñ o se CAPITULO XLIII
t a p a r o n los oídos p o r n o oírlo, y el
V e l l u d o , levantándose de la piedra Abrirse ve bajo su misma planta
donde h a b í a p e r m a n e c i d o m i r a n d o , pu- la tierra de ambos polos sacudida;
sulfúrea niebla que la vista espanta
so fin a la b á r b a r a diversión d i c i e n d o ,
a t i e m p o q u e se encaminaba hacia é l : y en medio de los aires se levanta
sobre un grupo de nubes sostenida,
—Yo te h a r é callar, Lucifer, q u e ya adusta diosa cuya sombra crece
y allá en los cielos penetrar parece.
m e duele la cabeza de oírte,
Martínez de la Rosa.
Y llegándose a él le dividió el crá-
neo en dos partes del p r i m e r h a c h a z o ,
llamó al p e r r o y se volvió a donde esta- Dos días h a b í a n pasado ya desde la
b a n el j u d í o y Ñ u ñ o , con quien se puso entrevista de Ñ u ñ o con el Velludo, sin
SANCHO SALDAÑA 541

que en este tiempo hubiese visto Her- aquel desusado ruido a tal hora, vol-
nando de Iscar otra cara que la de su vió la cabeza a mirar quién era con in-
carcelero, que con extraordinarias pre- diferencia, y vio a Duarte que con su
cauciones le traía todos los días la co- cara de perro de presa y las llaves en la
mida, que el desesperado caballero ape- mano entraba en el calabozo. No pre-
nas probaba, sin embargo que el coci- guntó nada el de Iscar, y era asaz tardo
nero del castillo solía echar en todos el honrado escudero para hablar de
los manjares cantidad suficiente de ajos pronto sin meditar primero lo que iba a
y especias para despertar el apetito. decir. Y no que temiese aquello de que
Era su calabozo el cubo de una to- palabra suelta no se recoge, sino que
rre, sin más vista que una reja que daba se sucedían tan despacio las ideas en su
al campo, por donde le entraba la luz embotado caletre, y era, además, tan
del día; un cántaro de agua y una ca- falto de explicaderas, que necesitaba de
dena fija en una aldaba de la pared, y algún tiempo para romper.
que ceñía al prisionero por medio del En fin, haciendo un esfuerzo, des-
cuerpo, aunque bastante larga para per- pués de haberse mordido la yema del
mitirle ponerse en pie y andar algu- dedo pulgar, rascándose la frente con
nos pasos, hacían el tínico adorno de la mano izquierda y dado dos o tres
aquella estancia. Cerrábase con una embestidas con el cuerpo hacia ade-
lante como si fuese a hacer algo y no
puerta doble, tachonada de clavos, que
se atreviese a ello, dijo :
bien así como la losa de una sepultu-
ra encajaba de modo en el marco que —Pues, voto a mi padre, que aquí
ni aun daba paso al aire, asegurada no debéis estar muy a gusto.
asimismo por fuera con dos enormes ce- Estaba sentado en el suelo el de Is-
rrojos, que al abrir o al cerrar el ca- car, tenía la cabeza inclinada sobre el
labozo hacían el único ruido que llega- pecho, y no hizo señal siquiera de ha-
ba a los oídos del castellano de Iscar. berle oído, por lo que segunda vez se
Habíanse tomado cuantas providencias halló Duarte en la misma dificultad,
son imaginables para que no pudiera sin acertar por dónde empezaría lo que
escaparse, temerosos de su valor, y Sal- tenía que decirle.
daña, que miraba su prisión como el •—Yo, señor —dijo—, no sirvo para
áncora de su esperanza, había impues- esto; yo he conocido mucho a vuestro
to pena de la vida por el menor des- padre cuando el de mi amo y él eran
cuido que padeciesen sus guardas. amigos.
Era animoso el de Iscar, y los traba- Aquí se detuvo, por ser período de-
jos que sufría no eran capaces de aba- masiado largo, no ocurrírsele el cómo
tir su corazón, pero como al mismo podría pasar adelante; pero el de Is-
tiempo era su genio impaciente sobre- car, que oyó nombrar a su padre, no
manera y en extremo altivo, su brío le pudo menos de levantar la vista y res-
hacía a cada instante exasperarse, y, ponder con su acostumbrada aspereza.
perdido en sus cavilaciones a veces pa- —¿Y qué hay?
recía loco y se arrancaba mechones de Esta pregunta fue un rayo de luz para
pelo de coraje. Su carcelero, el buen Duarte, que respondió como si lo tra-
Duarte, brusco y rudo como un puerco jese estudiado.
espín, apenas le hablaba una palabra, —Es el caso que están haciendo en
Y el de Iscar, demasiado orgulloso para la plaza del pueblo un tablado, y que
preguntar nada a un villano, no se dig- tengo entendido que, a más tardar, pa-
naba siguiera de mirarle cuando le sado mañana os van a cortar allí la ca-
traía su comida. No venía tampoco más beza. No que a mí me importe eso, ni
que dos veces al día, y rara vez volvía menos me asuste, pero, al fin y al cabo,
a abrir el calabozo hasta el día siguien- como os he conocido cuando erais niño,
te, pero una tarde a deshora sintió el lo siento.
de Iscar el triste estruendo de los ce- El rostro de Hernando resplandeció
rrojos que descorrían, y asombrado de con el gozo de la desesperación al oír

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542 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

la noticia q u e le daba su carcelero. P ú - •—Y ella supongo—continuó el p r j .


sose en p i e , levantó a l cielo los ojos sionero con amargura-—admitirá sin r e .
y dijo: p u g n a n c i a sus atenciones.
— ¡ Y o os doy gracias, Dios m í o ! Pa- — H a y de todo —repuso el escudero
dre m í o , voy a abrazaros digno de vos, con sequedad—, a u n q u e dicen que ee
sin h a b e r m a n c h a d o en n a d a la gloria está t r a t a n d o la b o d a .
de mis antepasados. —Mientes—le dijo el de Iscar con
Y volviéndose a D u a r t e prosiguió : i m p e t u o s i d a d ; p e r o acercándose a él
— V e y di a t u a m o que lo q u e siento cuanto le p e r m i t í a su cadena, procuró
es q u e no m e haga dar m u e r t e a h o r a contenerse y p r o s i g u i ó — : Dime la ver-
mismo. dad, explícate c l a r a m e n t e , y yo te pro-
—Vive Dios q u e m e alegro—repuso m e t o . , , no sé qué—exclamó con impa-
D u a r t e — q u e no os siente m a l la noti- ciencia, acordándose de que n a d a poseía
cia, p o r q u e , en fin, así se va u n h o m - ya en el m u n d o y que estaba condenado
b r e más contento, y . . . a m u e r t e — . Este relicario de oro—pro-
siguió, echando m a n o al que traía en
A q u í le faltaron ya p a l a b r a s al es-
el pecho—-vale cien alfonsís y mi padre
cudero, q u e a q u e l día h a b í a h a b l a d o ,
lo llevó encima m i e n t r a s vivió.
p u e d e asegurarse, casi tanto como en
toda su vida, excepto cuando vivía Jí- — A m i no m e seduce nadie—gritó
meno, a quien estaba m a l d i c i e n d o con- D u a r t e con u n g r u ñ i d o — . ¡Vive Dios!
t i n u a m e n t e p o r el poco respeto que el B u e n o es que a n d u v o el maldito paje,
p i c a r o paje le manifestaba. q u e está en los infiernos, tras de ga-
n a r m e , y n o lo p u d o conseguir nunca.
I b a ya a retirarse c u a n d o el señor de
Iscar, t e m p l a d a sin d u d a su altivez con — ¡ P o r Santiago! ¡Villano!—exclamó
la idea d e la m u e r t e p r ó x i m a o en- el caballero, Grujiéndole toldos los hue-
ternecido su corazón con algún recuer- sos d e su cuerpo de cólera y haciendo
do de lo q u e d e j a b a en el m u n d o , vol- u n esfuerzo p a r a r o m p e r la cadena—,
vió a m i r a r l e y le dijo : q u e m e has d e decir cuanto sepas o...
— ¿ S a b e s tú de m i h e r m a n a ? ¿Está — N o , no h a y cuidado—repuso Duar-
aquí? te con estúpida calma—. La cadena no
— A q u í está. ¿ Q u é h a y con eso? se r o m p e así como se quiera, y os vais
Un pensamiento cruel despedazó en a h a c e r m a l si tiráis de ese modo.
este m o m e n t o el corazón de H e r n a n d o —Maldito seas tú y t u amo, y ojalá
y u n a lágrima de furor y de p e n a a q u e se c u m p l a m i maldición—gritó
u n mismo t i e m p o se d e s p r e n d i ó p o r su H e r n a n d o , con el rostro amoratado y
mejilla, al p a r q u e el t e m b l o r convul- a r r o j a n d o e s p u m a p o r la boca de ira—,
sivo de sus m i e m b r o s p r o b ó la agita- y m a l d i t a sea m i h e r m a n a , y caiga so-
ción de su a l m a . Figuróse si estaría ya b r e ella, a d e m á s , la maldición de mi
d e s h o n r a d a , y tal vez en aquel m o m e n - p a d r e si m i sangre se mezcla alguna vez
to en brazos de su enemigo, acaricián- con la del infame Saldaña.
dole y olvidada de su h e r m a n o , cuyo I m p o s i b l e fuera p i n t a r la rabia que
h o n o r , q u e debía reflejar en ella, iba se a p o d e r ó del desdichado caballero,
a cubrirse de n u b e s p a r a s i e m p r e p o r q u e n o d u d ó ya u n p u n t o que su her-
culpa de u n a m u j e r . E l t e m o r de des- m a n a h a b í a en fin cedido a las instan-
h o n r a r l a delante d e aquel villano si no cias de su r o b a d o r ; baste decir que se
era cierto lo q u e imaginaba y el más a r r o j ó contra el suelo danido bramidos
t e r r i b l e de saber de fijo lo q u e qui- espantosos y golpeándose la cabeza con
siera eternamente ignorar combatía con los eslabones de la cadena con tanta
el deseo más vivo d e saber de ella. P o r furia que el viejo D u a r t e , a despecho
ú l t i m o , deterininaidto a t o d o , se atrevió de su estúpida insensibilidad, se sin-
a preguntarle: tió conmovido, y a u n le h u b i e r a roga-
— ¿ S a l d a ñ a la t r a t a b i e n ? do q u e no se maltratase de aquella ma-
— ¡ T o m a ! ••—respondió Duarte—•. L a ñera si el p o b r e h o m b r e hubiese ha-
m i m a como a u n a reina llado p a l a b r a s con q u e pedírselo. Cal*
SANCHO SALDAÑA 543

m a d o ya el p r i m e r í m p e t u de su cóle- clinaba su frente sobre su m a n o d e r e -


ra, clavó el prisionero los ojos en el cha, la cabeza vuelta hacia la p a r e d y
techo de su calabozo y dijo con desma^ la desesperación en su rostro, y Leo-
yaida v o z : n o r , q u e era ella la q u e acababa d e
—Vos m e oís, p a d r e m í o ; maldición entrar, p a r a d a en m e d i o del calabozo,
sobre la h i j a d e vuestro c a r i ñ o , q u e h a las manos cruzadas sobre el p e c h o y
desobedecido vuestros m a n d a t o s . Yos la puestos los ojos en su h e r m a n o , m i r á n -
hicisteis n o b l e al engendrarla, y ella se dole con muestras d e compasión y ter-
ha prostituido a vuestro e n e m i g o ; vos nura
la educasteis en la virtud y ella h a pre- — H e r n a n d o , h e r m a n o mío—se atre-
ferido el vicio y h a deshonrado nues- vió, p o r riltimo, a p r o n u n c i a r en voz
tra familia, l l e n á n d o m e a m í de infa- b a j a y m i r a n d o a u n l a d o y a otro, co-
mia. N o es ya mi h e r m a n a , no es ya mo si temiese q u e la escucharan, b a j á n -
vuestra hija. ¡Maldición, execración dose al mismo t i e m p o para a b r a z a r l e .
eterna sobre esa m u j e r ! Oye—continuó, — i Q u ¿ °ig° • —exclamó H e r n a n d o
fijando sus ojos en D u a r t e — , dile a tu s o r p r e n d i d o y volviendo de r e p e n t e a
amo q u e el único favor q u e le p i d o es mirarla-—•, ¡Es la voz de L e o n o r ! ¡Dios
que se h a r t e de ella p r o n t o y la odie, m í o , haced que sea falso lo q u e m e ima-
la mitad siquiera que l e aborrezco yo a ginaba !
él. ¡ H e r m a n a m í a ! ¡ H e r m a n a m í a , t ú — H e r n a n d o —exclamó Leonor, sor-
eras la perla de nuestro linaje, el ídolo p r e n d i d a de la frialdad de su h e r m a -
de t u h e r m a n o , y tú le h a s d e s h o n r a d o n o , que no h a b í a h e c h o sino m i r a r l a — ,
por ú l t i m o ! ¿te has olvidado ya de m í ? ¿ N o m e
— J u r a r í a q u e siento pasos — dijo aínas ya como antes?
D u a r t e , acercándose a la puerta—•. Al- — ¡Pluguiese a Dios—respondió H e r -
guien viene. Q u e d a d con Dios, q u e no n á n do—que te a b o r r e c i e r a ! ¡Mujer!
quiero q u e m e vean h a b l a n d o con vos ¡ M u j e r ! T ú m e has p e r d i d o y te h a s
ahora. llenado de infamia a ti m i s m a .
Y ya i b a a c e r r a r la p u e r t a cuando — ¿ Y o te h e p e r d i d o ? ¿Yo m e h e cu-
una m u j e r , h e r m o s a como el sueño de bierto d e infamia? — exclamó L e o n o r ,
la inocencia, a u n q u e a b a t i d a sobrema- sorprendida—. ¿ Q n é quieres decir, H e r -
nera y p r e ñ a d o s los ojos en lágrimas, le n a n d o ? ¿Quisieras t ú aborrecer a tu
hizo seña con la m a n o q u e dejase abier- hermana?
to, y sin sentar a p e n a s el pie en el suelo, —O que n u n c a h u b i e r a s nacido—con-
veloz como el p e n s a m i e n t o , se precipi- t i n u ó el caballero con muestras de pe-
tó en la prisión. s a d u m b r e — . L e o n o r , yo t e a d o r a b a , yo
— ¡ Afuera! —gritó D u a r t e con su rus- h a b í a j u r a d o n o dar m i m a n o a n i n -
ticidad favorita; p e r o antes que pusiese guna m u j e r p a r a e n t r e g a r m e ú n i c a m e n -
en ejecución sus p a l a b r a s , como tenía te a t i , satisfecho con el amor p u r o de
medio cuerpo fuera del calabozo, sin- h e r m a n o s que se a b r i g a b a dulcemente
tió q u e le asían fuertemente d e u n bra- en m i a l m a ; t ú eras la joya de m á s
zo, y volviendo con impaciencia a saber valor q u e a l m o r i r m e h a b í a ¡dejado m i
quién e r a , h a l l ó u n h o m b r e embozado p a d r e , la mejor riqueza de cuantas yo
en u n a a n c h a capa d e pies a cabeza., p o s e í a ; t u h o n o r e r a p a r a m í m i l veces
que, acercándosele cuanto p u d o , le dijo m á s querido q u e el m í o ; m e deleitaba
en secreto algunas palabras y se alejó en t u virtud, y cuando t e veía h e r m o
en seguida. sa, dulce y p u r a como u n ángel de l u z ,
E m p e z a b a ya a anochecer, y la poca todos mis pesares se d i s i p a b a n , el ceño
luz q u e p e n e t r a b a en el calabozo ser- de m i rostro se desvanecía y u n senti-
vía sólo p a r a dejar ver las t i n i e b l a s ; m i e n t o inexplicable de t e r n u r a se de-
Duarte, o b e d i e n t e sin d u d a a las pala- r r a m a b a como u n bálsamo de delicia
bras del incógnito, se h a b í a r e t i r a d o fue- en m i corazón. ¡Ojalá q u e entonces te
ra del calabozo, dejanldo la p u e r t a abier- hubiese yo visto e x p i r a r en mis brazos
t a ; H e r n a n d o , t e n d i d o en el suelo, re- o q u e el día q u e entraste en este cas-
544 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

tillo se hubiese desplomado sobre ti, el valor propio de la hija de cien h '
sepultándote bajo sus ruinas! Yo te hu- roes y a morir tú misma primero cru"
biera llorado, pero no te habría mal- llamar tu esposo al verdugo ide tu f
decido. milia.
Al decir esto apoyó su frente en la —¡Ah, sí, morir! Ese es mi único de-
mano izquierda, inclinó la cabeza, y su seo—respondió Leonor—, pero la muer",
respiración anhelosa daba a conocer el te no oye la voz del infeliz que la llama
tormento que le abrumaba. y antes he de ver rodar tu cabeza y te-
Púsose Leonor junto a él de rodillas, ñida el hacha del verdugo en tu san-
arrasados los ojos de lágrimas, y echán- gre, y he de oír deshonrado tu nom-
dole ambos brazos al cuello. bre, y aun quizá viviré largos años, y
—: ¡ Hernando! — exclamó^—. ¡ 0 j ala, una voz secreta repetirá a cada instan-
como tú dices, que hubiese sido el úl- te en mi corazón: Tu hermano murió
timo de mi vida el día que pisé este en un patíbulo por tu culpa; en ti pudo
castillo por mi desgracia! Pero, ¡ a h ! , más tu orgullo que el amor que le de-
¿qué te he hecho yo para que me mal- bías, y que te mandaba sacrificarte
digas? ¿En qué te he ofendido, ¡in- por él,
feliz de m í ! , yo, que tantas penas he —¡Quita allá, mujer!—gritó Hernan-
sufrido sola, débil mujer, en fin, sin do, apartándola de su laido con aspere-
ánimo, como tú, para vengarme de mi za—. Huye de aquí y deja que olvide
perseguidor, y forzada a oponer úni- que he tenido una hermana que pre-
camente una resistencia pasiva a sus fiere mi deshonra a mí muerte; huye
ruegos y a sus amenazas? ¿Qué más de aquí y déjame morir en paz.
podías exigir de mí? Yo he sabido que — ¡Ah! — suspiro la infeliz Leonor,
estabas también prisionero de tu ene- poniéndose en pie, sorprendida de aquel
migo ; mil veces ese hombre cruel, dig- tratamiento tan áspero—. Yo he supli-
no de odio y de lástima al mismo tiem- cado a Saldaña que me permitiese ve-
po, me ha amenazado con darte muer- nir a verte pensando servirte de con-
te si no cedía a sus deseos. Mil veces se suelo, y he venido sólo a aumentar tu
ha (detenido en pintarme el momento martirio. ¡ Dios mío! ¡ Qué maldición
de tu muerte con los colores más ne- ha caído sobre mí para merecer el odio
gros que pueden imaginarse, subiendo de mi mismo hermano! ¡ Quién hay más
al patíbulo como traidor, envilecido tu desdichada que yo! ¿Qué quieres que
nombre, borrados nuestros blasones por haga por ti?
el verdugo y arrasado el castillo de nues- —Dejarme morir, y si de veras me
tros padres. Y yo podía darte la honra amas, clavar un puñal en el pecho de
y la vida si le entregaba mi mano, y mi asesino y vengarme.
sólo en una palabra mía consistía sal-
varte de muerte tan espantosa. Tres —Hernando, tú no sabes lo que me
díaa me dio para decidirme. Pasaron pides —respondió Leonor, aterrada—;
éstos, y yo no había hecho más que yo sólo quisiera salvarte.
llorar día noche, sin determinarme a —Si tal hicieras, mujer, yo te juro
nada, y si tal vez pensaba en sacrifi- que sería inixtil tu sacrificio—repuso
carme por ti, ponía a Dios por testigo Hernando—, porque antes de verte es-
de mi inocencia, y rogaba a mi padre posa de ese traidor, yo mismo, yo, me
que mirase con piedad la debilidad de atravesaría con mil puñaladas el cora-
su hija. Pero aun tuve fuerza para re- zón, y a falta de cuchillo, con mis pro-
sistir y para rogar a nuestro tirano que pias manos me despedazara. Oye la no-
me concediese algunos días más y di- ticia del próximo fin que me aguarda,
latase tu última hora, esperanzada no y que he recibido hoy; había regoci-
sé en qué, y todavía sin saber a qué jado mi pecho, y hasta de esta últi-
resolverme. ma alegría me has privado con tu ruin
proceder; vete, vete de aquí, primero
—A verme morir—respondió con fir- que me hagas cometer un crimen, aho-
meza el caballero—. A verme morir con gándote para evitarte que cometas tu

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SANCHO SALDAÑA 545

una vileza, y sabe que te h e m a l d e c i d o , último de mi linaje, y en ti, si m u e r e s ,


que en ti n o veo ya sino u n a prosti- se extinguirá p a r a s i e m p r e . Yo no soy
tuta q u e va a entregarse a u n m a l v a d o , más que u n a m u j e r , y a u n q u e viva,
que a n t e p o n e la vida a la h o n r a y q u e a u n q u e te sacrifique a m i orgullo y a
ha venido, en fin, a a m a r g a r mi tiltima m i inclinación, n o p u e d o por m í sola
hora con su presencia. Sí, y o te maldi- sostener el esplendor de mis ascendien-
go, y hasta que m u e r a te maldeciré. tes. Y viviendo t ú renovarás nuestros
—-No, n o , h e r m a n o mío—exclamó antiguos timbres con tu valor y podrás
c u m p l i r t u venganza. Olvidarás que soy
Leonor, a r r o j á n d o s e a sus pies y abra-
tu h e r m a n a , y m i r á n d o m e como la es-
zándole las rodillas, toda desolada y
posa ele Sancho Saldafía, yo misma pre-
l l o r a n d o — . Yo n o merezco t u maldi-
sentaré a tu p u ñ a l m i p e c h o , dichosa
c i ó n ; t ú eres injusto conmigo, y, en
si con m i m u e r t e he salvado t u b o n r a ,
fin, yo soy inocente y n a d a le h e pro-
después de h a b e r salvado t u vida con m i
metido. N o m e m a l d i g a s ; ten compa-
vergüenza.
sión de m í y m á t a m e si quieres, p e r o no
me aflijas con tus insultos. —Calla, calla, Leonor, y j ú r a m e , si
Miróla H e r n a n d o , y sintió al oír su me amas, odiar como yo a mi enemigo
voz dolorida y a l verla a sus pies t a n y no ser n u n c a su esposa.
acongojada q u e su furor se había cal- — ¿ Y te h e de dejar m o r i r ?
m a d o de r e p e n t e , y hasta se a r r e p i n - — S í , Leonor—replicó su h e r m a n o — ,
tió de lo q u e h a b í a dicho. P o r q u e en y m i ú l t i m a h o r a será la más feliz de
m e d i o de su frenesí h a b í a dejado es- m i vida si m e aseguras de m a n t e n e r t e
capar palabras h a r t o injuriosas contra en t a n n o b l e d e t e r m i n a c i ó n . ¿ M e lo
su h e r m a n a ; era, en fin, generoso y juras?
la a m a b a demasiado p a r a que no le pe- — ¡ Hernando!
sase su a r r e b a t o y tratase de enmen- —-No h a y r e m e d i o , si n o quieres que
darlo y p e d i r l a p e r d ó n de sus injus- te aborrezca—replicó el de I s c a r — ; mi
ticias. m u e r t e será u n b i e n , será u n a felici-
— L e v á n t a t e , Leonor—repuso con voz dad, y yo al e x p i r a r te b e n d e c i r é .
más d u l c e — ; yo te p e r d o n o ; sin d u d a —Separémonos como h e r m a n o s , Her-
no eres c u l p a b l e , pero t ú no sabes a n a n d o , y n o m e hagas j u r a r lo q u e qui-
d ó n d e llega el dolor que despedaza m i zá no tenga fuerza p a r a c u m p l i r .
alma. E l peso de mis cadenas, la es- — J ú r a l o u olvídame p a r a s i e m p r e , y
trechez y el! silencio l ú g u b r e de este m i desprecio y m i maldición será el
calabozo, los días que en él h e estado p r e m i o de tu sacrificio. P e r o si, al con-
esperando h o r a tras h o r a la m u e r t e , t r a r i o , j u r a s d e j a r m e m o r i r y odiar
todo h a sido u n cielo si lo c o m p a r o e t e r n a m e n t e a Saldaña, yo te a m a r é con
con el infierno que abrasa a h o r a m i co- todo m i corazón, te a m a r é como a m i
razón. No has p r o m e t i d o n a d a m e di- h e r m a n a q u e r i d a , y m o r i r é contento.
ces. ¿Y cómo has podido siquiera du- — j H e r n a n d o ! ¡ H e r n a n d o m í o ! —ex-
dar u n instante el p a r t i d o q u e debías clamó Leonor, d e r r a m a n d o u n torrente
ab razar? ¿Cómo has podido creer que de lágrimas.
yo te agradeciera n u n c a u n a vida com-
•—Estás resuelta, ¿ n o es verdad? Ven
prada con tu deshonra, n i cómo pue-
v déjame q u e te estreche p o r ú l t i m a
des tú ser j a m á s la esposa del h o m b r e
vez a mi c o r a z ó n ; encuentre yo e n ti
que te ultrajó y te ha ofendido, y exi-
todavía la h e r m a n a de m i cariño. Acuér-
ge tu m a n o por fuerza, del h o m b r e , en
date q u e el verdugo de t u h e r m a n o h a
fin, a quien detesto con todos mis sen-
sido Sancho Saldaña, que sus manos
tidos y toda m i a l m a ?
se h a n teñido en tu sangre...
— ¿ Y crees tú—respondió L e o n o r — —Sí, H e r n a n d o m í o — r e p l i c ó Leonor,
que le aborrezco yo menos? ¿ N o con- arrojándose en sus b r a z o s — , yo te lo
cibes el sacrificio q u e estaba dispuesta juro.
a hacer por salvarte? Dios sabe si mis — ¡ P a d r e m í o ! —exclamó H e r n a n d o ,
intenciones son p u r a s . P e r o tú eres el con su m a n o izquierda a b r a z a n d o a Leo-
546 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

ñor, y alzando los ojos y la derecha al sando en los eternos castigos q u e i


cielo—•, tú has oído su j u r a m e n t o . Caiga a g u a r d a b a n . D e s p e c h a d o , por último
t u maldición sobre el p e r j u r i o , y vela frenético, celoso del a m o r de los do*
t ú desde el cielo sobre esta iníeliz h u é r - h e r m a n o s , n o p u d o contenerse m¿ 8
fana que va a q u e d a r a tantos peligros t i e m p o , y en u n o de aquellos frenesía
a b a n d o n a d a si c u m p l e lealmente lo q u e q u e solían a p o d e r a r s e de él, penetró
h a j u r a d o . Dios m í o , ten lástima de su como h e m o s d i c h o , en el calabozo y
orfandad. la a r r e b a t ó de los brazos de Hernando
—- ¡ H e r n a n d o ! ¡ H e r n a n d o ! ¡ N u n c a Atravesaba el c o r r e d o r a donde daba
m á s te h e de volver a v e r ! —-exclamó la p u e r t a de la habitación que en otro
Leonor a b r a z á n d o l e toda t r é m u l a e in- t i e m p o h a b í a ocupado la desventurada
t e r r u m p i d a su voz con sus gemidos. Z o r a i d a , c u a n d o creyó q u e oía pasos de
— E n el cielo, L e o n o r — r e p u s o su her- alguno q u e se acercaba. P e r o no eran
m a n o con t o n o solemne. los pasos q u e oía como los de un ser
La p u e r t a del calabozo se a b r i ó d e m o r t a l , y h a b í a algo en el lento, me-
p a r en p a r en este m o m e n t o , y el em- lancólico y p a u s a d o r u i d o que hacían,
bozado que h a b í a hecho r e t i r a r a D u a r - q u e parecía cosa del otro m u n d o . La
t e se precipitó furiosamene en la es- imaginación acalorada d e Saldaña le
t a n c i a , y a r r a n c a n d o a L e o n o r de su hizo a c o r d a r s e entonces de aquella in-
h e r m a n o con increíble fuerza, tomóla feliz q u e h a b í a asesinado él mismo,
en brazos, y a pesar de los gritos y de h e l ó u n sudor frío sus huesos, erizán-
las amenazas de H e r n a n d o , cerró la dosele los cabellos y sintió q u e le fal-
p u e r t a de golpe, corrió con gran estré- taban las fuerzas. Los pasos que había
p i t o los cerrojos, y con su preciosa car- oído parecían acercarse, sintió además
ga en los brazos atravesó a pasos p r e - u n r u m o r semejante a l q u e forma una
cipitados los corredores, subió y bajó r o p a t a l a r q n e arrastra al movimiento-
sin detenerse las escaleras, y L e o n o r , del q u e la lleva, cerró los ojos, apoyó
a t e r r a d a y s o r p r e n d i d a , no creyó menos la espalda contra la p a r e d , estrechó a
sino que volaba en los aires a r r e b a t a d a la desmayada Leonor contra su ame-
de u n h u r a c á n . • d r e n t a d o p e c h o , y n o acertó a seguir
adelante n i a retirarse.
E r a Saldaña q u e h a b í a estado oyen-
do la conversación de los dos h e r m a - La n o c h e h a b í a cerrado ya entera-
nos ; Saldaña, q u e había sufrido en m e - m e n t e , y la oscuridad más profunda
dia h o r a todos los martirios del infier- r e i n a b a en aquellas temerosas galerías.
n o e n la eternidad, despedazando su Los pasos resonaron más cerca, y Sal-
corazón la r a b i a , y roído de envidia, d a ñ a apenas osaba moverse, cuando
j u z g a n d o m u y m á s feliz a su enemigo abrió los ojos de p r o n t o y vio o imaginó
el de Iscar, preso y sentenciado a m u e r - q u e veía u n a luz p á l i d a y moribunda
te, q u e a él mismo en m e d i o de los a corta distancia, semejante a los fue-
h o n o r e s y las riquezas, y d u e ñ o de su gos fatuos que suelen encenderse en los
l i b e r t a d . P o r q u e él cifraba su dicha en cementerios. Figúresele q u e temblaba
el a m o r de Leonor, y la h a b í a oído de- asimismo el suelo b a j o sus pies, como
cir que le a b o r r e c í a , y a u n q u e ya hacía si se a b r i e r a n las losas del pavimento,
tiempo q u e lo i m a g i n a b a , nunca se lo y q u e una figura cadavérica, una mu-
h a b í a oído a ella m i s m a . H a b í a visto, j e r , en su imaginación colosal, la ima-
a d e m á s la alegría de H e r n a n d o , q u e gen, en fin, d e Z o r a i d a , sólo que des-
resuelto a m o r i r , m i r a b a la m u e r t e co- figurada ya con la m u e r t e y de extra-
m o el camino del cielo, t r a n q u i l a su o r d i n a r i a estatura, con el mismo paña'
conciencia y sosegado su espíritu, y sin en la m a n o con que le amenazaba el
t e m o r del juicio d e Dios, confiado en día que la asesinó, se alzaba fantástica-
su inagotable misericordia, m i e n t r a s él, m e n t e a su vista, y se encaminaba ha-
supersticioso, p e c a d o r endurecido y lle- cia él. Sintió Saldaña al verla oprimir-
n o al mismo t i e m p o de r e m o r d i m i e n - se su corazón, crisparse sus nervios, y a
tos, n o gozaba u n instante d e p a z , pen- no t e n e r a p o y a d a l a espalda contra &
SANCHO SALDABA 547

pared hubiera dado consigo y con Leo- ballero de que le había entendido, se
nor en tierra. Pero el mismo terror que dirigió a la habitación de Don Sancho,
aquella aparición sobrenatural le in- donde le halló solo, ocupado en revol-
fundía le prestó fuerzas otra vez en el ver algunos libros de astronomía.
mismo instante, y sin separarse del mu- Hízole un saludo respetuoso, a que
ro, puestos los ojos inmóviles en ella, contestó el rey, quien cerró el libro
a cada paso que la fantasma adelanta- que estaba leyendo, y habiéndose vuel-
ba retrocedía él otro, andando de lado, to a él le indicó que tomase asiento y
trémulo y falto de aliento. se acercase, diciéndole al mismo tiempo;
Cuando llegó al ángulo del corredor —Parece, buen caballero, que os es
ya la visión había desaparecido, y en fatal vuestra estrella.
su lugar vio al viejo Duarte, que con
—"Vuestra alteza, señor •—respondió
una linterna en la mano venía hacia
Saldaña con tono de voz melancólica—,.
él desde el otro extremo. No pudo en-
creo que se engaña en llamar estrella
tonces menos de dudar si habría sido
a la luz infernal que guía mis pasos
un delirio suyo la vista de aquella fan-
tasma, y si habría tomado a Duarte por en este mundo. Pero lo cierto es que
ella en su desvarío. Sin embargo, Duar- no hay en él un hombre más desdicha-
te acababa entonces de llegar al corre- do que yo.
dor, y la figura de Zoraida había apa- —Eso quiere decir—repuso el rey—
recido enfrente de él, y casi en el mis- que la hermana del rebelde está más
mo sitio donde se había presentado la obstinada que nunca, y no nos permi-
había visto desvanecerse. No dudó ya te con su tenacidad usar de nuestra cle-
un punto de la verdad de aquella vi- mencia.
sión, pero habiendo recobrado en par- —Así es—repuso Saldaña—: esa mu-
te su espíritu, aunque todavía temero- jer se ha empeñado en que su hermano
so de volverla a ver, corrió con ímpetu muera, y en que yo me desespere y mal-
a la habitación de Leonor, y en deján- diga al Dios que me hizo y la hora en
dola al cuidado de sus doncellas, se que vi la luz.
dirigió a su estancia y se arrojó en su —Pues entonces, ya veis — contestó
silla, donde quedó pensativo por largo Don Sancho—que es inevitable que se
rato. cumpla la ley. Mi deseo hubiera sido
perdonarle y reconciliar vuestras dos
familias por medio de vuestro enlace
con Leonor de Iscar, porque, por San-
CAPITULO XLIV tiago de Compostela, os juro que que-
rría saiivar y tener por mi servidor a
Fallida ya mi esperanza un tan valiente caballero como su her-
quedo triste y sin ventura,
y en tamaña desventura mano, aunque no fuera sino por lo leal
no he más bien que mi venganza. que para con mi padre fue el suyo.
Anónimo —Hernando de Iscar, señor-—respon-
dió el de Cuéllar—, es testarudo como
Entró luego a despertarle de sus ca- un toro, y yo no sé qué hacer ya con
vilaciones un caballero de parte del su hermana para persuadirla. Con todo,
rey, que le dijo que su alteza deseaba es cruel el partido que va a tomar vues-
verle, y que le esperaba solo en su cuar- tra alteza, y si pudiera ser retardar aún
to. Túvole que repetir el recado dos algunos días...
veces, a pesar de venir del rey, pues —?So} Saldaña, os engañáis—interrum-
además de estar distraído no se picaba pió el rey—; lo que sería bondad úni-
nuestro héroe de cortesano, y las pe- camente de nuestra parte, sería mirado
nas que le consumían le traían tan fue- como una prueba de debilidad por
ra de sí que apenas ponía cuidado en nuestros enemigos. El delito de Her-
lo que le hablaban. Levantóse de su nando mientras que a nos no preste el
asiento a la segunda vez sin replicar homenaje debido y ceda su hermana a
palabra, y habiendo hecho seña al ca- vuestras instancias, no debe quedar im-

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548 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

p u n e . Considerad que es el jefe de u n a al rey lo i m p o r t a n t e que podía serle un


facción q u e todavía cuenta m u c h o s par- h o m b r e del valimiento de Hernando si
tidarios en todo el reino, y que mien- lograba desconceptuarlo entre los revol-
tras él viva y no l e tachen los suyos tosos y atraerlo a su servicio.
de t r a i d o r a sus j u r a m e n t o s , viéndole P e r o el convencimiento en que esta-
p r e m i a d o a nuestro servicio, m a n t e n - b a ya de que no podía alcanzar lo que
d r á n esperanzas q u e debemos a toda quisiera, le h a b í a hecho m u d a r de in-
costa desvanecer, y a t r i b u i r á n a m i e d o tento, d e t e r m i n a d o por último a hacer
la t a r d a n z a de su castigo. Os h e h e c h o ya que más no podía, u n castigo ejem-
l l a m a r , p o r q u e no h e q u e r i d o proceder plar en el jefe de sus contrarios. Por
de l i g e r o ; pero ya q u e vos m i s m o n o otra p a r t e , Saldaña n o veía tampoco
conserváis esperanza alguna de r e d u c i r p a r a él ventaja alguna en cometer el
a su h e r m a n a , H e r n a n d o de Iscar es delito de sacrificar a H e r n a n d o , puesto
preciso que m u e r a . que si h u b i e r a querido sólo satisfacer
— Y entonces yo —respondió Salda- sus sentidos, t i e m p o hacía ya que estaba
ñ a — , p e r d e r é t a m b i é n lo iinico que m e Leonor a su voluntad, y en vano hu-
q u e d a b a en el m u n d o , p o r q u e t a m b i é n b i e r a sido su resistencia; pero no bus-
Leonor m o r i r á sin duda, y vos seréis el caba en ella u n placer pasajero, no era
q u e por p r e m i o de los servicios que os u n instinto a n i m a l el q u e le hacía de-
h e hecho m e la arrebatéis p a r a siem- searla, sino q u e u n sentimiento pro-
p r e y hagáis q u e m e maldiga en su fundo, u n a esperanza de felicidad le
lecho de m u e r t e , como el demonio d e obligaba a todo p a r a poseerla.
su desgracia. I m a g i n á b a s e ( p o r q u e siempre nos
—Saldaña—repuso el rey con afabi- imaginamos en nuestros sueños de feli-
l i d a d — , estáis loco, y no se p u e d e hacer cidad lo q u e queremos) que a u n q u e ella
caso de lo q u e en este m o m e n t o decís. le aborrecía entonces, su empeño para
Esa m u j e r os h a t r a s t o r n a d o el juicio. a g r a d a r l a , si llegaba a ser su esposo, los
No se engañaba el rey en lo q u e de- m i r a m i e n t o s que con ella tendría, vol-
cía y cualquiera que hubiese visto a verían en cariño el odio q u e u n resen-
Saldaña girar a u n lado y a otro, los timiento pasajero h a b í a engendrado
ojos desatentados, la cabeza b a j a y con- contra él en su corazón. P o r lo que la
t r a í d o a veces el rostro, h u b i e r a parti- vida de H e r n a n d o le e r a tan precisa co-
cipado de su opinión. L u c h a b a entonces m o la suya p r o p i a p a r a el cumplimien-
el corazón de n u e s t r o h é r o e con cien to de sus esperanzas, y sin embargo que
encontradas pasiones. Deseaba por u n a la entrevista de los dos hermanos había
p a r t e vengarse de u n a vez de Leonor, disipado muchas de sus ilusiones, y en-
a u n q u e fuese a costa de sí p r o p i o ; fal- cendido en su alma vehementes deseos
t á b a l e p o r otra fuerza bastante p a r a de venganza, decidido a acabar una vez,
ejecutar su venganza, t e m í a echarse so- aún no acertaba a determinarse, teme-
roso de p e r d e r p a r a siempre lo que tal
b r e sí un nuevo crimen, hacíase ilusión
vez p u d i e r a ganar todavía. Serenóse,
todavía de vencer la tenacidad de Leo-
p u e s , u n poco, y exhaló u n profundo
n o r , pesaba además las razones del rey,
suspiro.
y en medio de tan contrarias volunta-
des no sabía por qué decidirse. Y quedó —Vuestra alteza—dijo—no debe pre-
algún t i e m p o en silencio y h a b l a n d o a cipitarse en quitar la vida al de Iscar.
veces consigo m i s m o en confuso mur- Quizá logremos todavía q u e Leonor ce-
m u l l o , olvidado de quien estaba con él, da, y en ese caso...
como si se h a l l a r a solo en su cuarto. —Desengañaos, Saldaña —repuso el
Mirábale el rey, y de cuando en cuando r e y — ; la pasión que tenéis a esa dama
se sonreía. T a m b i é n él h u b i e r a q u e r i d o os hace ver lo que no h a y , y esperar
salvar a H e r n a n d o , a u n q u e por diferen- lo que no llegará j a m á s , mientras use-
tes razones, que puesto q u e hasta en- mos de la b l a n d u r a con q u e los hemos
tonces h a b í a a p a r e n t a d o ceder a las t r a t a d o hasta ahora. Si ven que no se
súplicas de Saldaña, no se l e ocultaba c u m p l e n nuestras amenazas, sus oídos se
SANCHO SALDAÑA 549

a c o s t u m b r a r á n a ellas, y n o h a r á n m á s quiera la risa con q u e Don Sancho ce-


caso q u e de las nubes de a n t a ñ o . Las l e b r a b a su distracción,
que se les h a n hecho son las más te-
rribles, y n a d a nos queda ya si no eje-
cutarlas. Veremos si resiste hasta el úl- CAPITULO XLV
timo t r a n c e el valor de esa m u j e r in-
conquistable, probemos su ánimo con En esto los de la guaróa
hicieron andar la yegua,
el ú l t i m o t e r r o r q u e nos q u e d a , y creed- y al pregonero avisaban
m e , q u e si a ú n tiene firmeza para ver gritase: esta es la justicia
crue nuestro rey hacer manda
llevar su h e r m a n o al cadalso, n i vivo n i al moro Azarque, traidor
m u e r t o debéis esperar n a d a de ella, por- contra su corona sacra.
que es claro entonces q u e es u n a de Romance de Azarque.
aquellas mujeres q u e sólo se hallan en
los libros de caballería. El sol, y no Febo, en todo su esplen-
—Así es—replicó Saldaña—•, y por m i dor teñía ya de color de fuego las al-
desgracia veréis que no cede. P e r o te- menas del castillo de Cuéllar, cuando
néis razón, y no queda otro medio de el bullicio y algazara que resonaba en
hacer t i t u b e a r su firmeza. Es preciso las calles de la ciudad, habrían hecho
qué su h e r m a n o m u e r a m a ñ a n a mis- creer a cualquier forastero que alguna
m o , y que ella m i s m a presencie su m u e r - agradable fiesta se disponía. Y no le
t e , o q u e u n enlace dichoso ponga fin hubiera quedado duda de qué clase de
a las enemistades que nos desunen. función era la que iba a representarse,
—Me alegro—dijo el rey, sonriéndo- si seguía los pasos de la multitud que
se—de q u e penséis con m á s j u i c i o , y si se encaminaba a la explanada de la
la mala suerte hiciera... fortaleza, donde un magnífico cadalso
— P e r d o n a d si os i n t e r r u m p o , señor, cubierto todo de bayeta negra se le-
—replicó Saldaña frunciendo el entre- vantaba, obra sin duda de extraño ar-
cejo, q u e le ennegrecía como u n a n u b e tificio y particular gusto, a juzgar por
el s e m b l a n t e — ; si tal hiciera la m a l a el inmenso gentío que la contemplaba.
suerte, los demonios del infierno po- —Hola, eh, tío Galafre—gritaba uno
d r á n contar con u n alma más en sxi que, aunque cojo y con dos muletas, co-
reino. rría al sitio destinado para la diversión
—>¿Y j)or q u é no las damas—repuso del respetable público—. ¿Sabéis a
el rey—con u n galán más que las ob- quién van a ajusticiar?
sequiase? —¿A mí qué me importa?—respon-
Saldaña no respondió : echó u n a mi- dió Galafre—: lo que yo quiero es que
r a d a de indignación y desprecio a l r e y , le corten la cabeza a alguno por diver-
y r e c h i n ó los dientes como u n conde- tirme, y tanto monta que sea a Juan
nado. como a Pedro.
Don S a n c h o , q u e le tenía p o r loco, —Bárbaro—gritó otro con tono ma-
no p u d o menos de sonreírse. gistral y muy pagado de sí mismo—, no
— ¿ C o n q u e está resuelto que m a ñ a - creas que vas a ver ningún echacuervos,
na o m o r i r á el caballero, o Leonor será que no es nada menos que al señor de
vuestra? Iscar, maj adero.
— Y que ella—repuso el de Cuéllar— —Cata ahí, Marujilla—decía una mu-
ha de estar presente a su m u e r t e . jer a otra amiga suya, que con un niño
— P a r d i e z que estáis decidido—repli- en brazos, a pesar de ser la compasión
có el rey. el dote peculiar del bello sexo, se afa-
— A todo—respondió Saldaña. naba entre el gentío por ponerse delan-
Y h a b i e n d o quedado u n rato en si- te de todos—; cata ahí el señor salu-
lencio se levantó de su asiento, y sin dador, el señor Soguilla, que está allí
pedir permiso n i m i r a r siquiera dónde con el hacha, más tieso que otro tanto,
se h a l l a b a , salió de la estancia embe- y con más colores que la procesión del
becido en sus pensamientos, sin oír si- Corpus.
550 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

— B i e n decía él, q u e h a b í a sido ver- cárdenos t e m b l a b a n continuamente no


dugo en su m o c e d a d , y a h í se ve lo q u e r e s p o n d i ó a lo q u e la h a b l a b a n , y e j
decía m i m a r i d o , q u e el señor Soguilla color de sus mejillas se h a b í a trocado
lo m i s m o era para u n fregado q u e p a r a en la palidez de la m u e r t e . Estaban a
u n barrido. su alrededor las doncellas q u e la ser-
— A h í lo tienes, q u e parece u n caba- vían, algunas llorosas y acongojadas, y
llero, m a l c o m p a r a d o . otras el asombro en el rostro y horrori-
E n efecto, e r a Soguilla, que desem- zadas de verla.
p e ñ a b a aquel día el p a p e l de p r i m e r N o resonaba en aquella l ú g u b r e es-
galán, y que a fuerza de representacio- tancia u n a p a l a b r a , el m e n o r ruido no
nes al r e y , h a b í a merecido la plaza de se sentía, y sólo de cuando en cuando
verdugo, debido a sus méritos, según él venía a t u r b a r el profundo silencio que
decía, a u n q u e era fama entre sus ene- allí r e i n a b a el eco oscuro e informe
migos q u e m á s la h a b í a alcanzado p o r de las voces q u e alzaba fuera a lo lejos
intriga q u e p o r servicios que hubiese la m u l t i t u d i m p a c i e n t e . H u b i é r a s e di-
p r e s t a d o , siendo, a d e m á s , incontestable cho al verlas q u e algún prodigioso má-
q u e ya no servía p a r a el caso, a u n q u e gico h a b í a encantado aquellas mujeres,
en otro t i e m p o p u d i e r a haber puesto o que eran las estatuas d e u n sepulcro,
escuela. teniendo en medio de ellas la verdade-
Paseábase él entre tanto al p i e del ra imagen del dolor y la desesperación.
patíbulo en el espacio q u e d e j a b a n los Largo rato permanecieron de esta
h o m b r e s de a r m a s que formaban alre- m a n e r a , hasta que abriéndose la puer-
dedor, donde n o p e r m i t í a n p e n e t r a r a ta de la habitación e n t r ó el jefe de los
n a d i e , pavoneándose y m u y lleno de aventureros a c o m p a ñ a d o de algunos sol-
i m p o r t a n c i a , p e r s u a d i d o de que h a b í a n dados, q u e t r a í a n u n a silla de manos,
vuelto p a r a él aquellos días felices en y u n grito involuntario de h o r r o r que
q u e tanto h a b í a lucido e n Valladolid, lanzaron todas a u n t i e m p o fue la pri-
y olvidado en la embriaguez de su j ú - m e r a señal q u e dieron d e que no ha-
bilo de las m u c h a s coces q u e h a b í a re- b í a n p e r d i d o todavía su sensibilidad.
cibido de los m u l o s , sus pacientes, en P e r o Leonor no dio p o r eso muestras
los diversos lances en q u e con ellos se de recobrarse de su letargo, y cuando
h a b í a h a l l a d o ejercitando el n o b l e ofi- el capitán, a v e n t u r e r o con su taberna-
cio de saludador. ¡ T a n t o nos deslum- ria insolencia se acercó a la desventu-
h r a y engríe u n m o m e n t o de gloria, q u e r a d a doncella, n o hizo m á s movimien-
nos hace olvidar de nuestros t r a b a j o s ! to q u e e n t r e a b r i r los labios y clavar los
Mientras pasaba esta escena en la ex- ojos en él con estúpida admiración.
p l a n a d a del castillo, y a g u a r d a b a n todos — N o h a y por q u é asustarse de ver-
con ansia el m o m e n t o en q u e h a b í a de me—le dijo M a r t í n Gutiérrez—, y en
presentarse el desventurado caballero, v e r d a d q u e n o es p a r a t a n t o , que tam-
sin el cual no podía verificarse la fies- bién h e visto yo cortar la cabeza a mi
ta, representábase otra p a r t e del d r a m a h e r m a n o , y no estuve yo m u y lejos en-
m u y diferente y m u c h o m á s lastimosa tonces d e p e r d e r la m í a , lo que hubiera
en el i n t e r i o r de la fortaleza. H a b í a re- sido p e o r . A n i m o , j u r o a Dios.
cibido ya Leonor la orden de presen- L o s j a b i o s de la infeliz Leonor se con-
ciar la cruel sentencia de su h e r m a n o , trajeron oyéndole, dejando ver sus dien-
y su a b a t i d o espíritu h a b í a desfalleci- tes enclavijados con la expresión amar-
do al oírla. Un frío intenso como el d e ga de los que padecen la enfermedad
la m u e r t e h a b í a p a r a l i z a d o sus miem- l l a m a d a risa sardana, sin p o r eso qui-
b r o s , sus ojos desencajados q u e d a r o n tar de él sus ojos estupefactos.
inmóviles con u n a expresión de h o r r o r •—Vaya, levantaos, señorita—prosiguió
q u e estremecía, y u n a m i r a d a tan fija el j a q u e aragonés—, y entrad en esa
y t a n p e n e t r a n t e q u e fascinara a l q u e silla de manos, y despachaos, porque
se detuviera a m i r a r l a . Su m e m o r i a la si n o j u r o a Dios que no vais a llegar
h a b í a a b a n d o n a d o del t o d o , sus labios a tiempo.

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SANCHO SALDAÑA 551

No respondió L e o n o r , ni dio señal d e p u n t a en b l a n c o y con sus partesanas


h a b e r oído lo que le decía a q u e l sal- al h o m b r o . Los q u e antes h a b í a n ala-
vaje, por lo que viendo q u e h a b í a de bado el pensamiento d e l r e y , d i e r o n p o r
-esperar en b a l d e si a g u a r d a b a a q u e se cosa segura q u e era la r e i n a , y n o elo-
moviese, la t o m ó en brazos y la colocó giaron menos su b u e n a d e t e r m i n a c i ó n
en la silla, sin q u e ella opusiese resis- y corazón b o n d a d o s o ; p e r o bien p r o n t o
tencia alguna, indiferente a todo, y fue- se extendió la voz p o r la m u l t i t u d de
ra de sí. q u e era la h e r m a n a d e l señor d e Iscar,
— A h o r a b i e n , señoras, vamos a n d a n - sentenciada a presenciar la m u e r t e de
do, que p a r a todas h a y . su h e r m a n o .
Y h a c i e n d o seña a los soldados de q u e E l r u i d o , las voces, la vista de aquel
anduviesen, salieron de la habitación inmenso gentío apenas hicieron i m p r e -
y se e n c a m i n a r o n a la galería q u e daba sión en el á n i m o de Leonor, q u e oía y
vista a la e x p l a n a d a , diciendo al m i s m o veía todo a q u e l l o confusamente c o m o
tiempo entre d i e n t e s : los fantasmas del delirio de u n mori-
-—jPor Santiago, vive Dios, y así el b u n d o ; / p e r o u n a vez sus ojos q u e d a r o n
diablo m e lleve, que m e da lástima de fijos en el enlutado cadalso, y u n gri-
esta m u j e r , y que m e j o r la a b r i r í a en to histérico, q u e resonó sobre las voces
canal con la espada que verla como la y el estrépito del gentío, fue lo p r i m e r o
he visto! ¡ Maldiciones y rayos m e cai- q u e indicó q u e empezaba a r e c o b r a r
g a n ! , la p o b r e n o está a c o s t u m b r a d a ; sus sentidos. Volvió e m p e r o a poco r a t o
¡ cuerpo de C r i s t o ! , p e r o éste es el m o - a m i r a r l o y sólo se esti'emeció, y luego
do de que se vaya h a c i e n d o a las armas. q u e d ó de nuevo como alelada sin apar-
E n m e d i o de la galería u n asiento t a r la vista del p a t í b u l o donde debía
cubierto de luto había atraído ya va- perecer su h e r m a n o , y n o dio ya más
rias veces las m i r a d a s d e los especta- muestras d e sentimiento, si n o de cuan-
dores, y m u c h o s de ellos envidiaban de do en cuando la contracción de los
buena fe la suerte de la persona q u e músculos de su rostro presentaba en eu
lo ocupase, y q u e con tanta c o m o d i d a d boca u n a sonrisa de h i é l . Seguramente
vería desde a l l í al reo y al verdugo en formaba u n r a r o contraste con la alegría
el interesante m o m e n t o de atarle los 1 y el r u i d o de los q u e a b a j o contem-
brazos a l a espalda y descargar sobre p l a b a n el cadalso a falta de otro m e j o r
él la cuchilla. espectáculo, el silencio y la tristeza pro-
P e n s a b a n algunos sería a q u e l asiento funda q u e r e i n a b a en la galería.
para a l g u n a persona m u y p r i n c i p a l , o Los h o m b r e s de a r m a s , inmóviles en
quizá p a r a el mismo rey, q u e lo h a - sus puestos, la vista íija y sin desple-
bría h e c h o construir allí p a r a disfru- gar sus l a b i o s ; las damas de la infeliz
tar c ó m o d a m e n t e d e tan agradable es- Leonor cubiertas d e luto y acongojadas,
pectáculo > no p u d i e n d o p e r s u a d i r s e q u e y ella más que todas, a p e s a d u m b r a d a
hubiera en el m u n d o nadie q u e n o tu- en el a l m a , estática, m i r a n d o al cadalso
viese el m i s m o gusto q u e ellos. Alza- con el ahinco q u e distingue a los locos
ban de t i e m p o en t i e m p o los ojos a y la fisonomía del que p a d e c e acciden-
mirar quién era el q u e con tanto tino tes nerviosos. Estaba j u n t o a ella u n
había elegido a q u e l puesto p a r a recrear- h e r a l d o con su cetro en la m a n o con
se, creídos, a d e m á s , en q u e aquel per- orden de a r r o j a r l o en tierra p a r a q u e
sonaje, q u i e n q u i e r a q u e fuese, h a b í a se suspendiese la ejecución si la rníeliz,
de ser quien hiciese seña de q u e comen- conmovida con tan h o r r i b l e espectácu-
zase la fiesta. Pero no q u e d a r o n poco lo, cedía en fin a los deseos del Caste-
sorprendidos c u a n d o en lugar del rey, llano de Cuéllar.
o del señor del castillo, como aguarda- Más de u n a h o r a h a b í a ya pasado en
ban, vieron colocar allí a u n a m u j e r t a n t e r r i b l e agonía, a d m i r a d o s los es-
<jue con semblante de loca los m i r a b a pectadores de q u e t a r d a s e tanto en lle-
sin pestañear, mientras que u n a guar- gar la víctima, ignorantes todos ellos del
dia de soldados la r o d e a b a , a r m a d o s d e terrible p l a n de Saldaña, q u e había m a n -
552 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPKONCEDA

dado procediesen en todo m u y despacio, m u n d o a c o m p a ñ a n a u n h o m b r e a mo-


a fia de dar t i e m p o de p e n s a r a L e o n o r r i r p o r fuerza, h a c i e n d o desaparecer de
sobre la facilidad con que p o d í a salvar este m o d o lo único que semejante lance
a su h e r m a n o del supiicio, y a u m e n t a r p u e d e tener de cruel. P o r lo q u e como
por grados con la reflexión el h o r r o r hemos dicho los h o m b r e s de armas ha-
que aquella l ú g u b r e escena debía inspi- cían el p a p e l de caritativos con el des-
r a r l a , P e r o el t i e m p o , q u e sin compa- m a y a d o caballero, lo q u e n o poco sor-
sión, curtido ya en crímenes, parece q u e p r e n d i ó a todos, q u e a g u a r d a b a n verle
t i e n e u n placer e n adelantar la h o r a fu- venir con serenidad y firmeza, despre-
nesta e n q u e h a de acaecer alguna des- ciando la m u e r t e y conservando hasta
v e n t u r a , o t r a e r la m u e r t e y el descon- su ú l t i m a h o r a la fama de valiente que
suelo a los h o m b r e s , n o quiso entonces h a b í a merecido en su vida.
detener t a m p o c o su tan veloz como si- P e r o quizá h a b r í a llegado su alma a
lencioso vueJo, sino q u e señaló el mo- fuerza de tanto sufrir, a perder por
m e n t o en q u é el de Iscar h a b í a de de- último su vigor, o tal vez las pasiones
t e r m i n a r su c a r r r e r a , y no t a r d ó en oírse que la h a b í a n agitado tanto en los días
u n a t r o m p e t a q u e impuso silencio en la anteriores h a b í a n dejado su corazón fa-
m u l t i t u d , y luego u n a voz q u e con acen- tigado en a q u e l vacío lóbrego, en aque-
to r o n c o y sonoro gritó diciendo en lla fría insensibilidad q u e es el resul-
aquel i n s t a n t e : tado seguro de h a b e r sentido con de-
—Esta es la justicia que manda ha- masía. T a m b i é n la falta de alimento,
cer su alteza el muy poderoso rey nues- pues como ya hemos dicho en otro ca-
tro Don Sancho IV, en la persona de p í t u l o , gustaba apenas de la comida que
Hernando de Iscar, a. quien manda con- le t r a í a n , podía ser causa de su desalien-
ducir con una soga al cuello y cortarle to ; m a s cualquiera q u e fuese, lo cierto
la cabeza públicamente por traidor y es que venía tan a b a t i d o y desmayado
desleal a su rey, debiendo aquélla fi- q u e se dejaba llevar como u n muerto,
jarse en la puerta principal del castillo y muchos de sus partidarios que entre
de Iscar que perteneció a este rebelde, la t u r b a se b a i l a b a n , se avergonzaron
después de haber horrado sus armas por e n t r e sí de h a b e r obedecido a u n hom-
mano del verdugo, para escarmiento de b r e de corazón tan pusilánime, y que
traidores y oprobio de su descendencia. se cubría el rostro con el pico de su
La voz resonó como el redoble sordo capa, sin duda por n o atreverse a mi-
de un t a m b o r e n l u t a d o , y n i pie n i ma- r a r frente a frente al p a t í b u l o
n o movió todo a q u e l numeroso concur- E n t o n ó el p r e g o n e r o tercera vez la
so, atento a las palabras del pregonero. sentencia enfrente d e la galería donde
Otra vezase repitió el mismo p r e g ó n estaba Leonor, q u e en el delirio de su
al cabo de u n r a t o , sonando ya la voz fantasía no h a b í a h e c h o alto en aquella
más cerca, y luego e n t r e dos filas de YGZ^ q u e como uno de tantos gritos ha-
los soldados q u e cubrían el camino q u e b í a llegado a sus oídos hasta aquel mo-
llevaba al p a t í b u l o , se dejó ver el que mento.
aquellas voces d a b a , la cabeza descu- P e r o entonces se notó q u e penetraba
bierta, andando m u y despacio, con u n a sin d u d a hasta sus entrañas, porque
t r o m p e t a en la m a n o y detrás de éí a a p a r t a n d o de p r o n t o los ojos del ca-
Soguilla, gordo y cubierto de sudor ti- dalso, de d o n d e no los h a b í a quitado
r a n d o de u n a larga soga de esparto ata- hasta entonces, estremecióse toda, plisó-
da al pescuezo del r e o , q u e como si es- se en p í e , su rostro desencajado volvió
tuviera con algún parasismo iba casi a entrar en su centro, y m i r ó & su her-
en el aire sostenido p o r bajo de lo." m a n o d a n d o u n profundo suspiro y se-
brazos, que apoyaba en los h o m b r o s ñ a l á n d o l e con el dedo. B r o t a r o n sus
d e dos soldados. F a l t a b a entonces cari' ojos dos lágrimas que lentamente en-
dad con los que ajusticiaban, y no ha- lutaron sus encendidas mejillas,, q« e
b í a como ahora hermanos por consi- parecían ascuas con la sangre que s e
guiente q u e con la m a y o r caridad del le h a b í a a r r e b a t a d o al r o s t r o ; pero bie»
SANCHO SALDANA 553

pronto t o m a r o n el color de la cera, las recobró, puede decirse, el juicio para


fuerzas le faltaron, y se arrojó de su conocer con él por sí misma todo el
asiento como si hubiera perdido el co- rigor de su desventura. Entonces vio la
nocimiento. Era el momento crítico en muerte y deshonra por una parte, la
que debía Hernando salvarse o morir, vida, la muerte y la deshonra por otra,
y realizar Saldaña sus esperanzas o ver- pero con la diferencia de que la vida
las desaparecer para siempre. Acudie- sería para su hermano, y la muerte y
ron sus doncellas al punto a socorrer el deshonor para ella.
a Leonor, que con los ojos cerrados no Pero el juramento que le había he-
bacía sino suspirar, pero que al ruido cho de nunca ceder a las instancias de
que sintió junto a ella volvió a abrir- Sancho Saldaña, las maldiciones que
los, y viéndolas les hizo señas de que caerían sobre su cabeza si faltaba a un
la dejasen. juramento en que había tomado por
— ¡Dios mío! —exclamó—: dadme testigo a su propio padre, invocándole
fuerzas para resistir. ¡El es! ¡El es! y alterando su paz en el otro mundo,
¡ A h ! , ¡y yo le voy a perder para para que viese a su hija cometer al fin
siempre! un perjurio, hacía titubear todavía sn
Volvió entonces la cabeza a otro la- generosidad.
do, pero a cualquiera que dirigiese la
Entre tanto el pregonero tocó por úl-
vista no hallaba nada que la consolase.
tima vez la trompeta al pie del cadalso,
A su derecha, delante de ella., se al- y por última ves repitió su pregón con
zaba el cadalso, enfrente estaba su her- mucho placer del gentío, que esperaba
mano tan débil y exánime, sin duda por ya con ansia el desenlace de aquella tra-
lo mucho que había sufrido, que no gedia tan larga. Quitó Soguilla la cuer-
podía caminar por su pie, y detrás de da del cuello del caballero, que no
ella se extendía una fila de hombres enderezó ni movió la cabeza, que lle-
de armas insensibles a su dolor, y que vaba caída sobre al pecho, enteramente
con semblante tan impasible como de cubierta la cara, y la comitiva hizo alto,
piedra contemplaban la ejecución, mien- mientras el experimentado verdugo su-
tras que la trompeta y la voz del pre- bió al tablado y arregló el banquillo en
gonero herían su oído con la terrible que había el reo de sentarse y las sogas
sentencia que publicaba. con que debía atarle las manos. Y sin
Los espectadores, lejos de moístrau* duda se detuvieron en aquel tremendo
piedad, unos se mofaban de los pocos sitio con intención más tiempo del que
hígados del caballero, otros disputaban debiera, porque ya Soguilla había con-
muy acalorados sobre si era o no el caso cluido sus quehaceres en el tablado lle-
para perder el ánimo, y muchos con no de satisfacción y hecho señas de que
estúpida gravedad miraban aquello co- le subieran su víctima, y todavía estu-
mo hubieran mirado cualquier otra co- vieron parados algunos minutos como si
sa, es decir, sin saber ellos mismos por esperaran alguna orden.
qué miraban, si no es porque había
otros que estaban mirando también. Pe- Entonces treparon al cadalso los dos
ro imposible es pintar lo que Leonor hombres que sostenían al reo, el cual
padecía. Hasta entonces la insensibili- en aquel momento dejó caer los bra-
dad en que había estado la había hecho zos lánguidamente, que había llevado
mirar todo con indiferencia, pasando hasta entonces apoyados en las espal-
por su enajenada imaginación cuanto das de los soldados, torció la cabeza a
veía como las visiones de un sueno, har- un lado sobre el hombro izquierdo, y,
to feliz si la muerte la hubiera sor- sin duda acometido de algiín mortal
prendido en aquel estado. parasismo, se dejó llevar como un ca-
Pero el nombre de su hermano que dáver al asiento que le tenían desti-
acababa de oír trajo a su mente, ale- nado, donde le aseguró el verdugo con
targada hasta aquel momento, el triste las cuerdas que ya con esta intención
recuerdo de, cuanto había sucedido, y tenía preparadas. En este momento uno

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554 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de los reyes d e armas se acercó a Leo- se dirigió con n u n c a vista furia contra
n o r y le dijo : el p o b r e caballero, q u e n o había le-
— M i r a d , señora, q u e va vuestro h e r - vantado todavía la cabeza, n i dado se.
mano a morir. ñas siquiera de oir lo q u e pasaba, dis-
N o |^udo menos la afligida d a m a de puestos todos a relevar a Soguilla en su
volver a m i r a r el cadalso a t i e m p o q u e i m p o r t a n t e cargo y desobedecer al rey
el verdugo t i r a b a atrás el pie izquierdo m i s m o , a r r e b a t a d o s , sin d u d a , del ar-
y levantaba el h a c h a en la m a n o , ba- diente a m o r a la justicia q u e los ani-
lanceaba el c u e r p o p a r a t o m a r b r í o y maba.
descargarla con fuerza sobre el desnudo P e r o n a d a de esto veía ya Leonor, que
cuello del caballero, q u e no movía pie en el m o m e n t o q u e acabó de hablar
n i m a n o , n i hacía n i n g ú n m o v i m i e n t o , fue llevada de allí sin conocimiento en
inclinada la b a r b a sobre el p e c h o , in- brazos de sus doncellas y conducida al
móvil en aquella postura sin d u d a p o r salón d o n d e estaba el rey acompañado
estar atado, y sin d a r señales de vida. de algunos de su corte y de Sancho
Este espectáculo p r o d u j o en L e o n o r la Saldaña, q u e a cada instante no hacía
sensación q u e debía a g u a r d a r s e : lanzó sino salir y e n t r a r con muestras de im-
u n grito de los q u e en n i n g u n a lengua paciencia y desesperación, como loco.
tienen ortografía, y levantándose de su C u a n d o e n t r a r o n allí a Leonor, Sal-
asiento exclamó con voz en extremo daña se sonrió, p e r o no por eso des-
penetrante y sobresaltada: a r r u g ó su entrecejo, n i p u e d e decirse
•—No, n o , d e t e n e o s ; yo p u e d o salvar- q u e se alegrara su a l m a , y u n condenado
le : ¿ d ó n d e está el r e y ? , yo quiero ver q u e viera desde su infierno el resplan-
al rey, yo quiero salvar a m i h e r m a n o . dor de la gloria, quizá sentiría lo mis-
m o q u e él a la vista de aquella infeliz.
A la p r i m e r a p a r t e de sus i n t e r r u m -
pidas voces, q u e l l a m a r o n la atención L e o n o r volvió en sí en u n delirio sin
de t o d o el m u n d o y p r o m o v i e r o n u n saber lo q u e se decía.
sordo m u r m u l l o en el concurso, pareci- — N o , yo n o p u e d o ya m á s ; perdó-
do a l r u m o r lejano del m a r , ya el he- n a m e , h e r m a n o m í o ; era u n juramen-
r a l d o h a b í a a r r o j a d o su cetro, q u e cayó to h o r r i b l e . , . , yo n o debía cumplirle,
a los pies de Iscar, el verdugo detuvo Y arrojándose a los pies del rey pro-
el golpe en el camino m u y a s u pesar, siguió :
y echando u n j u r a m e n t o entre dientes, — ¡ A h ! , señor, p e r d o n a d la vida a mi
retiró el pie que t e n í a delante y b a j ó h e r m a n o . . . vos sois generoso... él era
a l suelo la terrible h a c h a . vuestro enemigo, p e r o es el último de
E l p u e b l o comenzó poco a poco a mi linaje. T o m a d m i vida, haced lo que
alborotarse, se oyeron voces d e ¡muera! queráis de m í . ¿Veis? ¡ Y o t a m b i é n era
[muera el traidor!, las m u j e r e s y al- vuestra enemiga y estoy a h o r a llorando
gunos p r u d e n t e s varones chillaron, o se a vuestros p i e s . . . ! , yo os p i d o por é l ;
p r e c i p i t a r o n h u y e n d o , ondeó aquella n o seáis inexorable a mis ruegos.
grave masa de p u e b l o como las copas E l tono de la voz de L e o n o r era tan
de u n bosque d e p a l m a s azotadas p o r dulce, h a b í a en sus palabras u n a ma-
el h u r a c á n , p r e s e n t a r o n las p u n t a s de gia inexplicable, su m i s m o delirio, la
sus picas y partesanas los soldados q u e palidez de su rostro, sus ojos cubiertos
f o r m a b a n a l r e d e d o r del cadalso; las vo- de l á g r i m a s q u e fijaba e n el semblante
ces de ¡muera! crecían a cada m o m e n - del rey c o n cierta expresión de dulzura
to, confundíanse u n o s , atropellábanse y de e n a j e n a m i e n t o , la hacían parecer
aquéllos, gritaban todos, y ya e m p e z a b a t a n h e r m o s a en medio d e su dolor, como
la ira prestar a r m a s al p o p u l a c h o , q u e , la imaginación n o alcanza a figurarse,
enemigo a c é r r i m o d e los traidores, o n i bastaría a r e t r a t a r el m i s m o pincel
más b i e n i n d i g n a d o de q u e así se le de Murillo, Compadecióse el rey, qnie
aguase la fiesta c u a n d o ya estaba a pun- al c a b o era generoso y m u y galán con
to de terminarse a gusto de todos, se las d a m a s , n o p u d o menos Saldaña de
desató en amenazas e i m p r o p e r i o s , y a p a r t a r la vista a otro lado para en-
SANCHO SALDAÑA 555

jugarse una lágrima (quizá la primera Zoraida... con un puñal. Sí, Zoraida,
que había derramado en su vida), y la mujer que yo asesiné—exclamaba se-
cuantos estaban presentes tuvieron que ñalando a un ángulo de la habitación.
hacer un esfuerzo para contener las No, no es ilusión, yo la he visto.
suyas. —Dejad, Saldaña vuestras locuras
•—Hermosa dama—dijo en fin el rey para otra ocasión—dijo el rey con tono
con mucha afabilidad—, levantaos, cal- severo—, que no parece si no que te-
mad vuestra agitación, y no desperdi- néis gusto en asustar a vuestra esposa.
ciéis así esas lágrimas en conmover co- —Será locura, como vuestra alteza
razones que tenéis ya avasallados con dice—repuso Saldaña avergonzado de
vuestra hermosura. Preciso fuera que lo que había hecho, aunque no todavía
yo tuviera un corazón de mármol pa- muy recobrado de su temor—, pero yo
ra que fuese insensible a vuestras sú- juraría que la había visto, y...
plicas: sí, yo estoy pronto a perdonar -—Señor—interrumpió Leonor—, doy
a vuestro hermano, a olvidar todo, a gracias a vuestra alteza por no haber
devolverle cuanto ha perdido, y a hon- quitado la vida a mi hermano, aunque
rarle además con mi confianza. Pero yo sea bajo una condición que hará, sin
también tengo que pedir a vos otra duda, la desgracia de los pocos años que
gracia, y no creo que me la neguéis. Un creo me queden ya en este mundo. Con
odio de muerte ha separado dos fami- vuestra licencia me retiro.
lias que en otro tiempo siempre estu- —Mi corazón, hermosa ¿.ama—res-
vieron unidas y en la mayor amistad. pondió el rey desentendiéndose—, os
Tiempo es ya de que olvidemos todos desea mil años de vida y de inalterable
nuestros remordimientos, y sacrifique- felicidad.
mos nuestras rencillas particulares en El tono melancólico de Leonor, y las
obsequio del bien de la patria. Ya veis lágrimas que centelleaban en sus ojos
que yo no soy el último que las olvido. de cuando en cuando, manifestaban
Un enlace pondrá fin a las disensiones bien claramente la profunda tristeza que
<ie estas dos familias: ofrecedme ser es- iba a echar hondas raíces para siempre
posa de Sancho Saldaña, y yo cumpliré en su corazón. Saldaña se acercó a ella
mi promesa. Dichosa vos, de quien se coa timidez y se ofreció a acompañarla,
dirá que por un rasgo de generosidad pero Leonor rehusó su compañía, supli-
habéis trocado en amor el odio de dos cándole la permitiese llorar sola pri-
casas tan enemigas. mero su suerte, para esforzarse después
Calló en diciendo esto, y Leonor no a sufrirla con resignación. Dicho esto
hizo sino suspirar. Saldaña no quitaba se retiró a su cuarto, donde la dejare-
de ella los ojos, aguardando con ansia mos, porque fuera empresa imposible
que respondiera. querer pintar las tormentos de su alma,
— ¡Ah! no hay remedio—exclamó que tanto había padecido, y los delirios
Leonor— .* padre mío, ten compasión de de su imaginación, afligida con la amar-
tu hija: sí—prosiguió encarándose al ga ilusión del porvenir tan negro que la
rey—, dad la vida a mi hermano, y aguardaba.
yo... yo seré... sí, estoy resuelta, yo seré
la esposa del castellano de Cuéllar.
CAPITULO XLVI
En este mismo instante un grito de
horror resonó en la estancia, y una mal- Cruzan las calles gentes fe manadas
dición espantosa, y el ruido que hace
derriba, rompe, tiende, parte y mata,
Un hombre que cae de pronto, hizo trastorna, arroja, oprime, estrella, asuela,
volver los ojos de todos hacia Saldaña, envuelve, flesparece y arrebata.
que estaba a un lado detrás a cierta Vicente Espinel.
distancia del rey, a quien hallaron ten-
dido en el suelo, el cabello erizado, so- Entre tanto, el populacho, siempre
brecogido y temblando. feroz, y mucho más en aquellos sigloa
—¿No la habéis visto?, allí estaba. incultos, hahía venido ya a las manos
556 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

con los soldados, y como si fueran ene- con lo q u e ellos l l a m a b a n u n a burla


migos mortales, unos y otros acometían, i b a n a hacerle pedazos, p o r q u e el fu*
se con tanta r a b i a , y dábanse tan tre- ror p o p u l a r n i a u n a los muertos per.
mendos golpes y tan sin lástima, q u e dona, cuando gritó u n o de los circuns-
bien p r o n t o por m a t a r al t r a i d o r , como tantes :
ellos decían, quedaron gran n ú m e r o de — ¡ E n g a ñ o ! ¡ T r a i c i ó n ! Que no es el
leales tendidos p o r tierra y anegados señor de Iscar, o el diablo ha tomado
en su p r o p i a sangre. Venció en u n prin- a h o r a la cara de D u a r t e p a r a enca-
cipio el í m p e t u p o p u l a r , que a r r o l l ó a ñarnos.
los p r i m e r o s q u e presumieron oponerse — ¡ E s v e r d a d ! — g r i t a r o n todos, mi-
a su furia, atropellando a los h o m b r e s r a n d o con asombro el cadáver del p 0 .
de armas que g u a r d a b a n al r e o , y arro- b r e escudero.
j á n d o s e como u n t o r r e n t e sobre el ca- — E l d e Iscar se ha escapado sin du-
dalso recio t u r b i ó n de salvajes d a n d o da, y dejado en su lugar al demonio.
grandes gritos en d e r r e d o r del de Is- — N o hay duda en eso—respondió el
car, q u e inmóvil como u n a p i e d r a ha- a l b é i t a r de los h o m b r e s y las bestias
b í a conservado su posición puesto q u e del p u e b l o con m u c h a prosopopeya, y
tampoco el verdugo se h a b í a apresura- enarcando con m u c h o misterio las ce-
do a desatarle las ligaduras. j a s — , E l de Iscar salió l a otra noche
— ' ¡ A r r a s t r a r l e ! ¡Matarle a este la- volando por u n a t r o n e r a , y no hay que
d r ó n ! ¡ M u e r a el t r a i d o r ! replicar, p o r q u e lo q u e digo lo sé de
Tales eran las voces de aquella des- m u y b u e n a tinta.
enfrenada m u c h e d u m b r e , q u e no h a y E n este m o m e n t o gran fuerza de sol-
j u r a m e n t o que n o arrojase, mala pala- dados cayó sobre los alborotadores con
bra q u e n o dijese, ni insulto q u e no aquel encarnizamiento con que los sa-
le hiciera. Viéndose vencedores, pare- télites q u e usan la librea del despotis-
cióles lo mejor divertirse en arrastrarle m o , acometen siempre con razón o sin
por las calles, a p r o b á n d o l o todos uná- ella a sus indefensos h e r m a n o s , y ha-
nimes como el mejor y más gracioso biéndose vuelto a enredar la sarracina
pensamiento del m u n d o . Y no se detu- de palos y cuchilladas, la victoria se
vieron rnnoho t i e m p o en arrojarse so- decidió en favor de Ja tropa que no
b r e el caballero y p o n e r en obra su satisfecha con a r r o j a r d e allí al pueblo,
idea, sino q u e p r e p a r a d a s las cuerdas corrió por las calles, escaló las casas y
con q u e h a b í a n de arrastrarle, le des- atropello a todo el m u n d o , sembrando
a t a r o n en t u m u l t o y se lanzaron sobre la m u e r t e por todas p a r t e s , hiriendo y
su presa. P e r o q u e d a r o n todos atóni- asesinando a placer y cebándose en la
tos cuando vieron que en vez de poner- m a t a n z a , hasta q u e restablecieron el or.
se en pie el caballero con intención den, es decir, la paz de las tumbas, en
de defenderse, como a g u a r d a b a n o lle- aquella desolada ciudad. La ex¡jlanada
no de espanto para suplicarles que le del castillo quedó desierta, las calles cu-
p e r d o n a r a n la vida, apenas le soltaron biertas de m u e r t o s , y el cadáver del
los cordeles q u e le sostenían se des- viejo D u a r t e por el diablo, hasta en la
plomó en tierra sin sentido, y le ha- imaginación de los que más se jacta-
llaron frío y yerto como u n a estatua de b a n de estar exentos de vulgares pre-
hielo. A t r i b u y e r o n en u n p r i n c i p i o al ocupaciones.
miedo aquel parasismo q u e le hacía pa-
recer como m u e r t o , p e r o bien p r o n t o
se desengañaron, y h a b i é n d o l e m i r a d o
con más despacio, h a l l a r o n q u e era efec-
tivamente u n cadáver. A r r a n c á n d o l e con
furor u n a especie de máscara q u e le
cubría el rostro, y en q u e n a d i e había
r e p a r a d o hasta entonces, y ya como pá-
jaros de r a p i ñ a , irritados cada vez más

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SANCHO SALDAÑA 557

—¿Estáis seguro de su eficacia?


CAPITULO XLVII —preguntó el de Iscar.
—Creo que baste deciros, que más
Venganza pido: y por venganza anhelo, que a otro ninguno le debéis a él estar
si de vos por ventura alguno tiembla
que en semejante infamia sumergida ahora disfrutando del vienlecillo que
su hija, su hermana, o su consorte sea; sopla.
el que en sí oyere del honor el grito
como en mi pecho destrozado truena, —Yo no dudo <le su lealtad •—res-
ese me siga a castigar mi injuria, pondió Hernando.
y así la suya con valor prevenga.
—Pues en cuanto a lo demás, yo os
Quintana. «Petayo»,
lo fío.
Des días después de estos sucesos des. Era el de Iscar demasiado valiente
causaban una mañana al amanecer tres para que sospechase bajamente de na-
hombres sentados en las riberas del río die, y mucho más de hombres que sin
Adaja, hacia la parte de Olmedo, arro- esperanza de ningún premio habían
pados dos cíe ellos en sus anchas capas, arriesgado su vida por salvarle la suya;
mientras el otro en cuerpo gentil pare- pero su natural impaciencia y el ansia
cía desafiar el aire frío y penetrarle que le fatigaba de saber noticias de
que rizaba las aguas del río. Estaba uno su hermana, a quien había dejado en
de ellos, que asimismo tenía trazas de situación tan embarazosa, lo hacía ta-
char de negligente al que le servía con
ser el más principal, triste y pensativo
más celo.
en extremo, dormía el segundo embo-
zado profundamente, y el tercero, qué — ¡Qué feliz es este hombre! •—dijo
era sin duda el Velludo, se entretenía mirando a Ñuño, que roncaba como un
en acomodar el hierro de una flecha en bendito—. ¡Qué bien duerme!
un grueso bastón, cuya punta afilaba —Como que hace dos noches —repli-
con su cuchillo. Más de una hora hacía có el Velludo— que apenas hemos ce-
que estaban así ocupados sin hablar pa- rrado los ojos.
labra, criando el Velludo, envainando —Y yo—repuso el de Iscar—creo que
el cuchillo y poniéndosele en el cinto no he de dormir ya más en mi vida,
se levantó, y después de haber mirado que no parece sino que he hecho voto
a una y otra parte, como si esperase a de no tener nunca sueño.
alguno, se dirigió al primer embozado -—Sin embargo —respondió el Vellu-
y dijo : do—, ¡vive Dios! que creo que le ha-
—En verdad, señor don Hernando, yáis hecho de no comer, y así no será
que Usdróbal tarda mucho en volver, y malo que nos lleguemos a mi cuartel
me temo que le hayan echado el guan- general, donde me da el corazón que
te- y por la Virgen de Covadonga que nos han de tener ya dispuesto un ca.
lo sentiría. brito y algunas botas de vino. Animo,
—En efecto —respondió el de Iscar, señor caballero, que los duelos con pan
que él era el que parecía tan imagi- son menos, y despertemos a este buen
nativo. hombre, que lleva trazas a lo que veo
—Y que no siempre —añadió el Ve- de no dar cuenta de su persona hasta
lludo—• tiene un hombre la suerte que el día del juicio si no le llamamos nos-
vos, que habéis escapado en un tris. otros antes.
—Por Santiago —replicó el c aballe, —Así es —respondió el caballero, y
ro— 5 que no sé si deba o no agrade- empujándole con el pie en las espal-
céroslo. das le llamó por su nombre dos veces,
—La muerte, señor caballero, es co- y a la segunda se enderezó Ñuño, re-
mo cualquier otra cosa; pero si está fregándose los ojos y bostezando, con
de Dios que uno no ha de morir, no muestras de estar muy falto de sueño.
hay más remedio que conformarse. Pe- —'Apostaría —dijo abriendo al mis-
ro me tiene inquieto ese demonio de mo tiempo más de un palmo de boca—
chico, no sea que haya cometido alguna a que no me habéis apenas nombrado
imprudencia. cuando yo ya estaba despierto. Era el
558 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

tema de vuestro padre, que decía que zaque vacío, y puesto que no podía me-
no había un sueño más ligero que el nos de repugnar a la vanidad del ca-
mío. Me acuerdo que en el año 1243... ballero la compañía en que se halla,
—Levantaos, Ñuño, levantaos, y de- ba como de igual a igual, y l e a D r u ,
jaos ahora de cuentos viejos, cuando maran sus pesadumbres el corazón, to-
tenemos tanto que hablar de lo que nos mó también su puesto, y empezó a co-
sucede. mer con bastante buena gana, aunqu e
—Ya sé yo —repuso Ñuño—• que no distraído y volviendo a cada instante la
gustáis vos de que yo me alabe; pero cara hacia el camino que Usdróbal de.
aquí está mi amigo el Velludo, que bía traer. El primero que rompió el
puede decir si miento. silencio fue Ñuño, que puesto que como
vasallo respetuoso hubiera él querido
—No hay duda, buen Ñuño •—repuso
que su señor empezase, la gana de ha-
el Velludo— tenéis el sueño de un pá-
blar pudo en él tanto que no acertó a
j a r o ; vamos.
callar por más tiempo.
Y habiéndose puesto en pie el vete-
—Pardiez que siento -—dijo en voz
rano, se encaminaron los tres hacia la
baja al Velludo— que nos viéramos la
parte del pinar más espesa, dando mil
otra noche en la dura necesidad de
vueltas y tropezando a cada instante
matar al pobre Duarte. Era un buen
con las centinelas que tenía el Vellu-
hombre, y desde el año de 1238 que
do apostadas, hasta que llegaron a un
nos conocíamos no habíamos tenido
sitio donde estaba reunida parte de su
nunca un quítame allá esas pajas.
tropa y ardía en medio un montón de
leña donde se asaban carneros enteros, —El se tuvo la culpa —repuso el Ve-
ocupados unos en hacer el rancho y lludo en el mismo tono—. Se empeñó
otros en calentarse alrededor de la ho- en que no había de dejarnos entrar a
guera. sacar a vuestro amo, y no hubo más
Cuando llegó el Velludo se aparta- remedio que dejarle muerto en el si-
ron todos para hacerle lugar, y asimis- tio. Pero lo que me admira, y el dia-
mo a los que le acompañaban, pero el blo me lleve si lo comprendo, es cómo
capitán, en quien el frío y el calor no Usdróbal nos introdujo hasta allí sin
hacían mella, curtido como tenía ya el que nadie nos viese.
pellejo, les dijo que no se moviesen, —Fue una emboscada muy bien dis-
que no quería acercarse a la lumbre, puesta —respondió Ñuño—; ya se ve,
y Hernando, demasiado embebido en Duarte, como que no aguardaba el ata-
sus penas para pensar en el frío, se que, abrió el calabozo y nos colamos
recostó contra un tronco sin desembo- nosotros dentro. Me acuerdo que en Se-
zarse. Sólo Ñuño se acercó a la hoguera villa hicimos lo mismo un día al abrir-
restregándose las manos y dijo: se las puertas, pero...
•—Vive Dios que no hay cosa como un —Buen chasco se habrá llevado Sal-
calentón en estas mañanas frías, y que daña—interrumpió el Velludo—cuando
vale más que un pedazo de pan. ¡ E a ! , encontrase en lugar de su enemigo ten-
amigos hacedme lado que yo ya. soy dido en tierra al pobre escudero como
viejo, y creo qué se me ha helado la un enero de vino horadado. Por la Vir-
sangre. gen de Covadonga que me alegro más
Pero no tardó mucho en llamarle el cíe que se la hayamos jugado así que
Velludo, como también a su amo, con- si hubiese ganado una batalla.
vidándoles a almorzar, para lo que no Apenas acababa de decir esto cuan-
se hicieron de rogar mucho, especial- do oyeron que el señor de Iscar ex-
mente el honrado veterano, a quien el clamó, levantándose al mismo tiempo:
aromático vaho del cabrito asado ha- —Gracias a Dios; allí viene.
bía dado ya en las narices. Volvieron la vista a ver quién era J
Sentáronse, pues, a la redonda, ser- vieron a Usdróbal que se acercaba.
vidos por uno de los bandidos que te- Pero la lentitud con que caminaba
nía el encargo de no dejar nunca el y cierta expresión de tristeza en su ros-
SANCHO SALDAÑA 559

t r o , ajena p o r lo regular de la fisono- allí, delante de la q u e va a ser su es-


m í a de a q u e l j o v e n , d a b a n bien clara- posa, le coseré a p u ñ a l a d a s . ¡ Infiel!
m e n t e a entender que las nuevas q u e ¡ Infiel!
t r a í a debían ser poco satisfactorias. Her- No menos irritaba el amor a Usdró-
n a n d o , i m p a c i e n t e , se interpuso en su bal que al caballero la honra, y no pa-
camino d e u n salto. recía sino que un mismo sentimiento
— ¿ Q u é traes — l e d i j o — , b u e n o o los animaba. Había reventado en el co-
malo? razón del primero el volcán de los ce-
—Malo — r e p u s o U s d r ó b a l , sin levan- los, hasta entonces sofocado por el res-
tar los ojos del s u e l o — ; lo peor q u e peto que su mismo amor y la noble con-
podíais esperar. dición de Leonor le inspiraban, y aun-
— H a b l a d p r o n t o — r e s p o n d i ó el ca- que había dado siempre por mentidas
ballero todo a z o r a d o — ; decid. ilusiones sus esperanzas, y nada le ha-
— ¿ H a asesinado quizá Saldaña a do- bía ella prometido en su vida, tachá-
ñ a Leonor? — p r e g u n t ó Ñ u ñ o , a quien bala de ingrata y maldecía su incons-
no se le p e g a b a la camisa al c u e r p o , tancia, no pensando sino en que iba
temeroso de la seguridad de su a m a . a poseerla otro hombre, mientras él
por premio de su cariño no había me-
— E s peor—replicó U s d r ó b a l con des-
recido siquiera una mirada de compa-
pecho^—•; d e j a d m e , os lo contaré. Sal-
sión.
d a ñ a supo vuestra fuga, señor d o n H e r -
n a n d o , y no teniendo medio de r e n d i r Había quedado Ñuño atónito de lo
la constancia de vuestra h e r m a n a , de- que oía, y por sus enjutas mejillas,
t e r m i n ó que sacasen al p a t í b u l o en vues- surcadas ya por la edad, corrían algu-
tro lugar a D u a r t e , a quien h a b í a ha- nas lágrimas que le hacía derramar el
llado m u e r t o . borrón que a su entender ya había caído
—Basta —gritó el de Iscar con voz sobre la noble familia de Iscar por cul-
de t r u e n o — , Mi h e r m a n a h a faltado a pa de su señora. El Velludo era el víni-
su j u r a m e n t o . co que había conservado su acostum-
brada presencia de espíritu.
— L e o n o r . . . Leonor —dijo U s d r ó b a l ,
interrumpiéndole;—, h a p r o m e t i d o su —¿Y cómo no has podido —dijo a
m a n o a ese asesino y pasado m a ñ a n a Usdróbal —avisarla de que no era don
h a de celebrarse la b o d a . Hernando el que iban a ajusticiar?
— ¡ M a l d i c i ó n ! —exclamó el de Iscar —¿Creéis •—repuso el celoso manee.
r e c h i n a n d o los dientes—. T ú lo oyes, bo— que si hubiera podido hablarla no
p a d r e m í o ; tu hija h a r e n e g a d o d e ti lo hubiese yo hecho? De día y de no-
y h a deshonrado t u n o m b r e . P e r o yo che hace ya mucho tiempo que vive
renegaría de m i religión, dejaría de lla- rodeada de angustias y mujeres que ob-
m a r m e como m e llamo si n o impidiese servan continuamente sus pasos. Poco me
esta boda, si no arrancase con esía daga hubiera dado morir, pero... ¡ah!, ¡oja-
el corazón de la infame q u e p a r a tu l a ! , ¡ojalá! que hubiese yo muerto por
baldón engendraste. Amigos míos, ayu- ella y que ella me hubiese visto morir!
d a d m e a lavar m i afrenta, a y u d a d m e a •—Pero vos, señor caballero —repuso
lavar con la sangre de esa p e r j u r a el el Velludo, dirigiéndose al de Iscar-—,
b o r r ó n q u e h a echado sobre su her- debéis perdonarla; al cabo lo ha hecho
m a n o . Maldita, m a l d i t a sea, y ojalá que únicamente por libertaros la vida.
el día de su b o d a sea el líltimo de su —¡La vida! —exclamó Hernando—, y
vida. para salvarme la vida me ha asesinado
— P o d é i s contar conmigo —dijo Us- la honra.
dróbal con poco menos calor que el —Pero, en fin —continuó el Vellu-
puntilloso H e r n a n d o — . Sí, yo j u r o q u e do—, ¿qué se pierde ahí más que una
no seré el último en clavar m i p u ñ a l mujer?
en el corazón de Saldaña. P a r í a m o s si —Una mujer, sí, una mujer que era
queréis a h o r a m i s m o ; yo solo penetra- mi hermana, que era mi propia san-
ré en la estancia de» ese m a l v a d o , y allí, gre, que era la mitad de mi vida. ¿Y

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560 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

q u i é n sois vosotros, ¡vive D i o s ! , para sorprendido del atrevido plan que aca-
c o m p r e n d e r siquiera lo q u e yo siento? b a b a de bosquejar el Velludo—, Mar-
¿ Q u i é n sois vosotros p a r a h a b l a r m e a chemos cuanto a n t e s . ¡ O h , hermana
m í de m i h e r m a n a . Si queréis ayudar- m í a , yo te doy gracias, sí, mil y m ^
m e p a r a q u e rni venganza sea t a n gracias, si tu infame comportamiento
pública como m i afrenta, s e g u i d m e ; si nos proporciona completo triunfo!
n o , yo solo basto, yo m o r i r é o t r i u n f a r é ,
y q u e d a r é de las dos m a n e r a s vengado.
— N o hay d u d a —respondió Usdró-
b a l — , el agravio exige v e n g a n z a ; yo CAPITULO ULTIMO
os a c o m p a ñ a r é . . . a h o r a m i s m o . . . ¿Poi-
¡Dulce, voluptuosa remembranza!
qué detenernos? ¡Completa, satisfecha, y más hermosa
— ¿ Y es pasado m a ñ a n a el día de la que del cielo el azul, es mi venganza!
b o d a ? — p r e g u n t ó el Velludo, q u e ha- Don Luis Usoz y Río
b í a quedado pensativo mientras ellos
hablaban.
—Sí, pasado m a ñ a n a —repuso Us- Brilló en fin el día tan deseado de
dróbal. Saldaña, tan triste p a r a Leonor y tan
aborrecido p a r a el de Iscar. El sol, en
— L a fiesta será b r i l l a n t e ; las p u e r - todo su esplendor, i l u m i n a b a el terso
tas del castillo estarán a b i e r t a s ; los sol- azul de la esfera, y la apacible brisa
dados de la guarnición sin a r m a s y em- de otoño b a ñ a d a en luz d e r r a m a b a nue-
b o r r a c h á n d o s e m u y descuidados —con- va vida a los c a m p o s , y la tierra pa-
t i n u ó el V e l l u d o , como si estuviera ha- recía estar acorde aquel día con el cie-
b l a n d o entre s í — ; pasado m a ñ a n a se lo, y al p a r q u e el horizonte amanecía
p u e d e dar u n b u e n g o l p e ; el rey y sereno y sin una n u b e , mil señales de
Sancho Saldaña... si los cogiese yo en júbilo y regocijo, cantos de alegría, son
mi p o d e r . . . de c a m p a n a s , músicas, danzas, alegra-
— ¿ Q u é pensáis, c a p i t á n ? — i n t e r r u m - b a n la ciudad de Cuéllar, su tétrico cas-
pió Usdróbal. tillo y sus ateridos contornos, porque
— U n a friolera, n a d a más q u e volver era el día feliz en q u e Sancho Saldaña
la tortilla, y, por último, lo peor será iba a t o m a r a Leonor p o r esposa, en
volvernos como hemos ido. q u e la paz debía renacer en su alma,
— P a s a d o m a ñ a n a — d i j o el de Iscar—, hasta entonces tan agitada de tantos re-
Ñ u ñ o , t ú y yo iremos disfrazados al m o r d i m i e n t o s y agobiada de tantas pe-
castillo de Cuéllar. Sí, p a d r e mío —ex- n a s , y el rey y el vasallo más infeliz
c l a m ó , levantando los ojos al cielo™; debían t o m a r igual p a r t e en las fies-
pasado m a ñ a n a tu maldición se cum- tas y en los b a n q u e t e s , y engalanarse
plirá en tu h i j a ; n o , n o la verás espo- y regocijarse aquel día. T o d o era júbi-
sa de Sancho Saldaña, o i r é yo a j u n - lo, t o d o p a z , todo felicidad, y el mun-
t a r m e contigo en el otro m u n d o para do de las ilusiones h a b í a en fin con-
maldecirla y gozarme en su degrada- vertido sus sueños en realidades, y la
ción. imaginación más ardiente, el alma más
—Y yo también os a c o m p a ñ a r é — p r o - p u r a p o d í a gozarse, satisfecha comple-
siguió el V e l l u d o — ; pasado m a ñ a n a ha- t a m e n t e en los brillantes objetos y en
b r á sin d u d a u n soberbio b a n q u e t e , a el contento general que respiraban el
d o n d e a c u d i r á n cuantos q u i e r a n . No cielo y la tierra, embalsamados en los
faltarán tampoco estos pobres m u c h a - perfumes del deleite y de la alegría.
chos—continuó, señalando a su gente—, O n d e a b a la b a n d e r a del señor del
y p o r la Virgen de Covadonga q u e , aun- p u e b l o sobre las altas torres de la for-
q u e el caso sea peliagudo, tal vez pa- taleza, en cuyas almenas brillaba asi-
sado m a ñ a n a a la noche nos sirva el mismo el p e n d ó n de Castilla rodeado de
castillo de Cuéllar de alojamiento, y de otros mil estandartes de los caballeros
prisión a los que ahora lo h a b i t a n . q u e a c o m p a ñ a b a n al rey, cada uno de
— ¿ Q u é decis? —exclamó H e r n a n d o , ellos h o n r a d o por u n a lucida guardia
SANCHO SALDAÑA 561

de soldados escogidos y armados de balleros, sentíase crujir la seda al an-


punta en blanco, de cuyas corazas, he- dar las damas, que atraían con su her-
ridas del sol naciente, brotaban ríos de mosura, y aún más con su refinada re-
luz que así pasmaban el ánimo como trechería, las miradas de todo el mun-
deslumhraban la vista. Oíanse acordes do ; reían unos, cuchicheaban aquéllos,
músicas en los salones del alcázar, en éstos disputaban, y las voces, los cum-
la explanada, en los patios, en todas plimientos, las burlas, las carcajadas
partes, y los soldados vestidos de gala, presentaban un cuadro lleno de vida, de
los moros y las jóvenes del pueblo ata- ruido y de movimiento.
viadas con sus trajes del día de fiesta, Mezclábase a este confuso rumor que
iban, venían, bailaban, cantaban y se resonaba en los salones y galerías el ale-
mezclaban unos con otros en buena paz, gre son de la música, el estruendo de
ya olvidados de las pasadas rencillas. las campanas, la algazara, los vivas, los
Todas las puertas del castillo estaban bailes, el confuso alboroto de la multi-
abiertas, echados los puentes levadizos tud, y no menos divertía la variedad de
y adornadas las puertas, las almenas y trajes y de colores, qué, como el cam-
las ventanas con orlas de flores entre- po cubierto de flores en la primavera,
tejidas con tal arte que en cada una de así en desacorde ondulación desvanecían
ellas se hallaban juntas las cifras de a par que recreaban la vista.
los nombres de los dos esposos, y eran Pero nada era comparable al lujo y
de ver coronadas las ventanas todas de la magnificencia con que estaba ador-
hermosas damas ricamente prendidas y nado el salón donde había de celebrar-
con sus chapadas ropas, y de cortesa- se la fiesta, y en donde se hallaba re-
nos caballeros que en dulces requiebros unido cuanto el ingenio humano había
y amorosas risas hacían alarde de sus creado hasta entonces para satisfacer el
ingenios y agradable galantería, y todo orgullo y la comodidad de los hombres.
era movimiento dentro de la fortaleza, Ricas alcatifas, sillones de marfil elabo-
desde las cocinas hasta las torres, y rados de oro, dos espejos, uno de metal
desde las cuadras de los soldados has- y otro de cristal de Venecia, joya en-
ta los magníficos salones de la gran- tonces rarísima y de extraordinario va-
deza. lor, tal era la pompa que el señor de
Aquí era ver un marmitón todo tiz- Cuéllar había desplegado en aquella es-
nado de hollín que perseguía a algún tancia, y sólo algún petimetre de nues-
muchacho a quien había hallado, ¡ te- tros días hubiese motejado de mal gus-
rrible delito!, probando los guisos con to u n tablado de pino como de una vara
el dedo o escamoteando algún par de de alto que se extendía en el último
perdices; allí tres o cuatro robustos co- término de la habitación, como unos
cineros salaban puercos y toros para el cinco pies de largo, cubierto de una al-
banquete que en la explanada y los pa- fombra vieja, donde debían representar
tios debía servirse a todo el mundo, y algunos pasos de su invención los ju-
que hacían relamerse los labios a más glares que habían venido al olor de la
de un pobrete de los que esperaban el fiesta.
gaudeamus; otros repartían vino gene- Pero como no es dado a todos los
rosamente a infinidad de mosquitos sin hombres tener talento, es signo de éste
alas que acudían al olor como si los que aquéllos traten de humillar siempre
llamaran; algunos arrojaban dinero al al que es por su ingenio superior a
montón y hombres y muchachos a la ellos, y entonces, lo mismo que ahora,
rebatiña se empujaban se pegaban y ser poeta era poco menos que estar en
se rompían las narices por atrapar un pecado mortal.
maravedí, con más codicia que si fue- Defendían la entrada de esta sober-
ran a ganar un reino, dando ocasión de bia cuadra cuatro maceros del rey, que
risa a los que miraban; atravesaban las con mucha gravedad hacían centinela,
salas multitud de pajes galanamente ves- dos a la puerta y otros dos bajo un do-
tidos, resonaban las espuelas de los ca- sel que cubría dos asientos destinados,
36
562 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

sin d u d a , p a r a los reyes, y puestos jun- — N o , no—gritaron todos, rodeándo-


to al t a b l a d o p a r a q u e gozasen de la l e — ; lo m e j o r será que nos cante al-
representación, como también otros dos guna canción y le daremos limosna.
escaños m á s bajos p a r a los novios, a — D á d m e l a — r e s p o n d i ó el peregrino
quienes servía el rey de p a d r i n o y de fingido, q u e quería gastar tiempo—, y
m a d r i n a la r e i n a . H o r m i g u e a b a n a la os cantaré a u n q u e sean dos.
p u e r t a los pajes, unos asomándose a ver •—¿Estáis loco?—repuso el paje des-
la estancia, otros 'hablando entre sí, im- contentadizo—. ¿Queréis que se pon^a
pacientes todos por lo q u e el rey tar- aquí a cantar este h o m b r e y que venga
daba en venir y p o r q u e no empezaba el rey entre tanto?
la fiesta.
— T i e m p o h a y — r e p l i c ó otro de los
— P u e s h o y Sal d a ñ a debe de estar q u e le q u e r í a n oír cantar.
m u y contento—decía u n p a j e barbilu- •—Sí, sí —respondió Usdróbal—, vo
cio a otro c a m p a n e r o suyo. cantaré mientras viene el rey.
— Q u é sé yo q u é te diga—respondió
Y h a b i e n d o tosido p a r a limpiarse la
el o t r o — ; lo q u e sé es q u e esta m a ñ a n a
garganta, escupió a u n l a d o , y ya iba
le vi cuando a m a n e c í a , y n o pienso ha-
a entonar la voz cuando se oyó abrir
b e r visto e n toda mi vida cara más triste,
u n a p u e r t a , y el grito de ¡ El rey, el rey l
—'Como que en toda la n o c h e no h a corrió de boca en boca al m o m e n t o . Este
d o r m i d o , según m e h a dicho García, que aviso hizo olvidarse a los pajes del pe-
se h a q u e d a d o con él en su cuarto—re- regrino, a quien dejaron solo, acudien-
puso otro, t o m a n d o p a r t e en la conver- do a formarse en dos filas dejando un
sación—-, e m p e ñ a d o a cada instante en claro en medio p a r a la corte, mientras
q u e veía u n a m o r a con u n p u ñ a l . . . va- U s d r ó b a l se escondió y agazapó como
m o s . . . loco p e r d i d o . p u d o p a r a no l l a m a r la atención.
— A n d a — r e p l i c ó el p r i m e r o — , ya le A b r í a n p r i m e r a m e n t e la marcha has-
c u r a r á la locura Leonor de Iscar, q u e ta veinticuatro maceros con sus mazas
voto va q u e , a u n q u e está algo ajada, al h o m b r o ; vestidos ricamente de gala,
es más linda q u e ninguna de cuantas seguían después los monteros d e Espi-
a n d a n por a q u í haciendo dengues m u y nosa, y detrás de ellos venían el rey y
peripuestas. la reina, trayendo cada u n o a su lado
—Lo que yo siento es que t a r d a n tan- a sus dos ahijados, Saldaña y Leonor,
to en salir—repuso el segundo—, y vive q u e , a u n q u e lujosamente adornados,
Dios que m e temo q u e no se h a n de más parecía que caminaban al suplicio
casar todavía. q u e no al altar de h i m e n e o . Notábase
— T o d o p u e d e ser—respondió u n a voz en los semblantes de los augustos pa-
p a r a ellos desconocida, y volviendo a drinos tanta alegría y afabilidad, que
ver quién era, h a l l a r o n u n peregrino seguramente f o r m a b a n u n contraste par-
con su esclavina, cubierta de conchas ticular con los de los novios. Cualquiera
y u n b o r d ó n en la m a n o que entre la h a b r í a creído que aquel día el rostro de
confusión y el bullicio h a b í a logrado Saldaña se h u b i e r a , en fin, despejado
introducirse hasta allí. de la negra n u b e que le había hecho
— ¡ H o l a ! , t a m b i é n estás tú p o r acá sombra hasta entonces, y, sin embargo,
-—dijo u n p a j e — . ¿Y qué sabes t u de veíase pintado en él el terror, y sus
lo que estamos h a b l a n d o ? ojos, $ue a p e n a s se atrevía a. fijarles
—Yo n a d a — r e s p o n d i ó U s d r ó b a l , q u e en su futura esposa, giraban acá y allá
era sin d u d a el disfrazado con aquel como receloso de alguna traición o cuai
t r a j e — , sino q u e sucederá lo q u e Dios si buscara alguno entre los q u e allí es-
quiera, y p o r eso h e dicho q u e todo t a b a n a quien temiera encontrar, no
puede ser todavía. obstante, q u e le buscaba.
— P a r d i e z que nos has sacado de u n a Leonor, por su p a r t e , triste, los ojos
d u d a con lo q u e h a s dicho, y lo q u e bajos, pálida, indiferente a todo, pare-
cía u n a víctima engalanada para el sa-
h a s de h a c e r es i r t e de a q u í cuanto ri i -i*
antes. crificio, y con inciertos pasos y neg11"

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SANCHO SALDAÑA 563

gente abandono obedecía a u n vago sen- rrias la música, q u e respetaron a los


timiento de instinto, siguiendo los pa- más tenaces, y los cuatro histriones em-
sos de su m a d r i n a , que en vano con la pezaron después a representar, n o u n a
mayor dulzura a veces en voz baja ha- tragedia grecofrancesa—clásica a lo Ra-
b l a b a . Su a l m a h a b í a llegado a q u e d a r cine, no alguna h e r m o s a creación ro-
insensible a fuerza de padecer, y sólo m á n t i c a a lo Shakespeare o a lo Calde-
algunas lágrimas q u e se esforzaba a con- r ó n , no siquiera u n a farsa, u n saínete,
t e n e r , p e r o q u e observaron m u c h o s de u n entremés, sino u n tejido de dispa-
los que estaban jíresentes, manifestaban rates e insultos q u e unos a otros se di-
que aún conservaba en ella cierto sen- rigían en versos compuestos allí de re-
timiento t a n poderoso q u e se las hacía p e n t e q u e hacían m o r i r s e de risa a los
d e r r a m a r . T a m b i é n U s d r ó b a l había espectadores, p a r a quienes n o h a b í a
echado de ver que l l o r a b a , y tuvo que cosa mejor en ©1 múñelo.
a p a r t a r de ella la vista p a r a n o per- Nosotros p r o c u r a r e m o s dar u n a idea
der el sentido.
de esta función, puesto que minea pue-
Detrás de ellos, en fin, seguía u n a de ser exacta p o r faltarle la p a r t e m í -
n u m e r o s a comitiva d e damas de la rei- mica, q u e era lo q u e con m á s expresión
na y de caballeros, y cuando entraron y gracia d e s e m p e ñ a b a n . Reducíase el
todos en el salón o c u p a r o n cada cual su poema a s u p o n e r que el médico y el
asiento según su categoría, y a u n a se- alfaquí d i s p u t a b a n sobre religión y se
ñal del rey se abrió una puertecilla se- i n j u r i a b a n d e p a l a b r a y ¿ e o b r a , hasta
creta q u e caía a l t a b l a d o , y cuatro hom- q u e llegando el otro m o r o los t r a t a b a
bres, vestido u n o de m é d i c o , otro de de s e p a r a r en n o m b r e del Z a n c a r r ó n , a
alfaquí o sacerdote m o r o , y los otros lo que el alfaquí se detuvo, p e r o el mé-
dos u n o t a m b i é n de á r a b e y otro de dico seguía más furioso y los insultos
caballero cristiano, aparecieron e n e] cruzaban de u n a p a r t e a otra como fle-
escenario. E n gran risa p r o r r u m p i ó dan- chas envenenadas. Llegaba entonees el
do p a l m a d a s todo el concurso al ver- caballero cristiano, y diciendo y hacien-
los, puesto q u e los dos moros se ha- do tiraba de la espada y arremetía a
bían a d o r n a d o t a n r i d i c u l a m e n t e , y sa-
todos j u n t o s ; en esto sonaba u n a t r o m -
lieron haciendo tales gestos q u e n o h u b o
peta, salían más m o r o s , y el caballero
alma cristiana q u e no se regocijase de
los ponía en fuga con su valor sobre-
verlos.
n a t u r a l , t e n i e n d o el público el placer
— M i r a d , Saldaña—dijo el rey a su de q u e d a r s o r p r e n d i d o al saber q u e
ahijado—, y dejad, p o r Santiago, vues- aquel caballero era Santiago en perso-
tro m a l h u m o r . n a , que venía a ofrecer su espada y a
— S í , ya m i r o — r e p l i c ó el de Cué- hacerse a r m a r caballero por el rey D o n
llar—, y m e alegro q u e sea la fiesta Sancho el Bravo y la reina su esposa,
del gusto de vuestra alteza. q u e le había de calzar las espuelas, gra-
La reina dijo t a m b i é n algo a Leonor, cia que esperaba alcanzar en t a n faus»
que la respondió m a q u i n a l m e n t e . to día, concluyendo su relación con pe-
E n t r e tanto los cuatro juglares reci- dir perdón n o a Dios, sino al piibüco,,
taron u n a especie de loa en versos ale- de las faltas q u e pudiera haber come-
jandrinos, m u y larga y bastante nial hi- tido. El saludo de los cristianos a los
lada, en alabanza del rey y la reina y moros era el siguiente :
de los dos esposos, sin olvidar tampoco
al ilustrado público, de que más de la
Hola, adióá. Alcuzcuz; el
miíad se h a b í a d o r m i d o y la otra mi- cielo quiera
tad o h a b l a b a n unos con otros o boste- abreviar tie tos días la
zaban. No obstante, la loa parecía bien carrera.
a todo el m u n d o , y todos a p l a u d i e r o n
unánimes, persuadidos de q u e era lo Con no m e n o s cortesía y b u e n deseo
mejor q u e h a b í a n dejado de oír en su contestaba el m o r o , puesto q u e , como
vida. Sonó en seguida algunas fanfa- eran cristianos los cómicos y los espec-
564 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

tadores, los pobres muslimas siempre —¿Y qué he de decirla yo, que n e
solían llevar la peor parte. hecho su infelicidad?
Tal era el acertado plan de este dra- —Amigo mío—repuso el rey—, e s o
ma, que si carecía de ingenio, rebosa- hubiera sido bueno considerarlo antes
ba al menos de majadería, y no perte- Ahora ya es tarde, y es preciso hacer
necía de ningún modo al género sopo- de tripas corazón. Señora •—prosiguió
rífero, como la loa y algunas obras clá- dirigiéndose a Leonor— esforzaos y Q 0
sicas de nuestros días, sino al dispara- tengáis miedo, que entre amigos estáis
tado risible en que campea la locura. que os defenderán si fuese preciso.
Y ya estaban terminando la represen- Leonor en aquel momento pensaba
tación cuando un grito histérico resonó en la maldición de su hermano y en-
al otro extremo de la sala, detrás de vilecida a su parecer no hacía sino ro-
los espectadores, que hizo estremecerse gar a su padre que desde la mansión
a muchos y volver a todos la cara hacia celestial mirase su flaqueza con ojos de
el sitio de donde había salido, Pero no misericordia.
vieron a nadie y todo quedó en silencio Los dos novios eran sin duda los más
al momento, y sólo oyeron la voz de tristes y los más desdichados de cuantos
Saldaña, que se había puesto en pie, habían concurrido a la fiesta, y que tal
desencajado el semblante, y que d i j o : vez envidiaban su suerte en aquel ins-
— ¡ Ella es, ella es, que viene a anun- tante. ¡ Con qué placer la hubieran ellos
ciarme mi muerte! trocado por la del mendigo más des-
Suspendióse 3a representación, pusié- preciable !
ronse en movimiento, y hasta el mismo Entre tanto el bullicio en los patios
rey pareció algo turbado con aquel ala- de la fortaleza y en la espaciosa ex-
rido fúnebre que como por encanto dé planada crecía a cada instante con la
algún ser sobrenatural parecía que ha- llegada de nuevos huéspedes, que de
bitaba invisible en aquella estancia. los pueblos de las cercanías desembo-
Leonor, aterrada, se abrazó estrecha- caban en aquel mar de hartura y de
mente a la reina, que, con no menos borrachera. Peregrinos, soldados, la-
sobresalto, temblaba de pies a cabeza, briegos, mendigos, en fin, cuantos va-
sin saber a quién atribuir aquel grito gabundos ha criado la divina Providen-
que había helado hasta el tuétano de cia, cuantos hombres y mujeres de bue-
sus huesos, y todos agoraron mal de la na y de mala vida habitaban aquellos
boda que bajo auspicios tan tristes iba contornos, otros tantos eran los que acu-
ya a celebrarse. Hasta los más despre- dían, habiendo llegado a entrar tanto»
ocupados no supieron a qué atribuir en el castillo, que por buena providen-
aquel alarido, semejante al que podría cia hubo de no permitirse la entrada
lanzar un hombre en el tormento, que a nadie cuando ya era imposible que
todos habían oído, pero que nadie po- cupiesen más, y se sacaron toneles de
día imaginar siquiera la boca de donde vino y comida en abundancia a las ca-
había salido. lles de la ciudad y al campo, donde ya
No tardo el rey, sin embargo, de re- podía contarse que cada hombre cabía
cobrar su serenidad, y dando por su- a borracho por barba sin errar la cuen-
puesto que aquel grito procedía de al- ta en un ápice.
guno que se hallaba en el próximo co- Notábase, empero, entre tantos ale-
rredor, dio orden a los maceros para gres alguno u otro pensativo y medita-
que despejasen la gente que se había bundo, puesto que distraído observaba
agolpado, y mandó que prosiguiese la laa cuadras de los soldados, reparaba
fiesta. en la fuerza de gente que estaba 60-
—Serenaos —dijo a Saldaña en voz bre las armas y se introducía en todas
baja—, y mostrad el ánimo que a un partes sin volver nunca atrás sino cuan-
caballero conviene; sobre todo no estéis do algún centinela le impedía pasar
así, y hablad algo a Leonor, que parece adelante. Llevaba uno de ellos, pues
que sois de piedra. eran tres los que se observaba que sn~
SANCHO SALDAÑA 565

daban juntos, un traje de peregrino y su capitán. Habían acompañado varios


un sombrero tan ancho de alas que le de ellos a Usdróbal, que, como ya he-
cubrían todo el rostro, mientras, envuel- mos visto, conocía bastante bien algu-
tos los otros dos en sus anchas capas, a nos secretos de la fortaleza, siendo la
la antigua usanza castellana (1), seguían intención del Velludo tener repartida
uno detrás de otro, y al andar hubiérase su gente de tal manera que fuesen sor-
dicho que llevaban armas, a juzgar por prendidas las guardias y tomadas todas
cierto ruido, casi imperceptible en me- ]as avenidas en el momento mismo que
dio de aquel estrépito, pero que po- aquél diera la señal de alarma. El amor
niendo cuidado solía sentirse de cuan- había hecho a Usdróbal desobedecer en
do en cuando. Hablábanse al oído a ve- parte la orden que le habían dado, no
ces, mirando antes si alguno los obser- habiéndose dirigido inmediatamente a
vaba, separábanse, perdíanse en la con- donde debía por ver pasar a Leonor;
fusión, hiablaban con algunos de los pero cuando volvió de su turbación no
que andaban por allí en secreto, juntá- tardó en colocar su gente en los sitios
banse al cabo de un rato y volvían a más convenientes, disponiéndose al mis-
hablarse con mucho misterio, y recatán- mo tiempo a subir a la torre principal
dose de todo el mundo. y desarmar los que guardaban el pen.
-—-No es tan fiero el león como lo pin- don de Castilla y la bandera del señor
tan—decía el que iba vestido de pere- de Cuéllai*. Acometerlos y levantar en
grino—; dígolo porque hasta ahora lugar suyo la enseña de los rebeldes
nuestra empresa no me parece descabe- todo había de ser en un punto, siendo
llada. éste el momento en que el de Iscar,
—En el año de 1200...—repuso uno Ñuño y el Velludo habían de apoderar-
de los de las capas. se, cada uno al frente de su pelotón, de
-—Dejadnos ahora de fechas — inte- las armas de sus enemigos, de las sa-
rrumpió el otro—. ¿Usdróbal, sabéis lidas del castillo y de los puentes le-
dónde está? vadizos, mientras otros promoverían el
—No tengáis cuidado—respondió el desorden por todas partes y darían
de la esclavina—-, que ya sabe lo que muerte a cuantos se resistieran.
se hace, y nos avisará cuando sea tiem-
Tal era el volcán sobre que paseaban
po. Separémonos, separémonos, que allí
sin temor el rey y sus cortesanos, con-
está Martín Gutiérrez, y no hace sino
fundido entonces el ronco hervidero de
mirarme.
sus entrañas entre el rumor de la mul-
Separáronse en efecto, porque, como titud festiva, tales los planes que la
decía, no quitaba ojo dé él hacía rato ambición y la venganza maquinaban, y
el jefe de los aventureros, empeñado en el sol, en todo su esplendor, derramaba
encontrar cierta semejanza entre el Ve- sus rayos desde el cénit alegrando como
lludo y aquel peregrino, en lo que no antes la tierra, que pronto iba a inun-
andaba quizá muy equivocado, como ya darse en torrentes de sangre y a cubrirse
habrá adivinado el lector, que no ne- de luto y desolación..
cesitará tampoco que le digamos que los
otros embozados eran Ñuño y su amo el La fiesta seguía, la multitud no ce-
señor de Iscar, Confundióse, pues, el saba y el regocijo era general. Arriba
Velludo entre la muchedumbre, donde mismo, en los salones, se habían olvi-
la mayor parte eran de su gente, que, dado ya del tremendo grito, y fueron
esparcidos entre las turbas de vagabun- tales los chistes y tan ridículos lo mo-
dos, llevaban ocultas sus armas bajo sus hines de los juglares, que hasta Salda-
ropas y prontos a reunirse en ciertos ña se sonrió. Leonor misma parecía ya
puntos, ya marcados, a una señal de más resignada a su suerte, y oía con
gusto los consejos que la daba la reina
con la mayor dulzura, dirigidos todos a
(1) Ahora y en nuestros días no hay caste-
llano viejo que no asista con su capa parcía confortarla y darla ánimo para sufrir
a las fiestas del lugar, y es el traje de cere- su destino con paciencia y resistir con
monia que usan cuando van a casarse y en cual-
quier función de etiqueta. (N. del A.) valor a la adversidad.

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566 OBKAS COMPLETAS DE NT JOSÉ DE ESPRONCEDA

Acabaron de bailar los histriones, y dos presos. E n este m o m e n t o el herido


después de haberse retirado colmados empezó a p e d i r confesión y a decir que
de aplausos y de regalos de la gran- quería revelar u n secreto del cual de-
deza, pasó el rey y su comitiva a otra p e n d í a la vida de vuestra alteza. Llegó
sala, no menos ricamente adornada, allí un fraile, y cuando el herido iha
donde un espléndido banquete les aguar- a hablar, un hombre arrojado, vestido
daba. Había allí varias mesas, además, de peregrino, rompió de un salto por
para los caballeros que, aunque no eran medio de los soldados, llegó a las an-
de la comitiva del rey, estaban convi- garillas donde le conducían y le clavó
dados por el señor del castillo o se ha- tales dos puñaladas que le dejó muerto
bían ellos convidado a sí mismos. Y en el acto. Hizo todo esto en un abrir
las mesas, servidas con profusión, como y cerrar de ojos, de suerte que no lo
podían dar cabida a mucha más gente, habían visto hecho cuando ya el agre-
no se resentían de esta carga de paja- sor había desaparecido entre la multi-
ritos que quizá habrían hecho temblar tud. No obstante, Martín Gutiérrez dice
el convite más opíparo de nuestros días, que apostaría a que es el Velludo, y
ni se trajo, ni se aumentó nada más, por sí o por no ha hecho a sus aven-
puesto que nadie, como ahora se esti- tureros tomar las armas.
la, anduvo con melindres con la comi- — ¡Por el Velludo!—dijo el rey con
da. En esto estaban, y ya ©1 Velludo, desprecio— ¡Y había de tener un ca-
impaciente, no hacía sino mirar a la ballero miedo de u n miserable bandido!
torre de donde debía Usdróbal dar la —Vuestra alteza se engaña mucho si
señal. Hernando tenía ya apercibida su desprecia a ese hombre, puesto que a
gente para embestir, y Ñuño no acerta- él solo y como bandido también le
ba cuál podía ser la razón por qué Us- tengo yo en poco—replicó el de Cué-
dróbal no cumplió la orden, cuando uno Har—•, pero...
de los pajes se acercó al rey, y habien- —¿Y no hay más que eso?—interrum-
do hincado la rodilla en tierra, con pió el rey, dirigiéndose al paje.
gran sorpresa de todo el mundo, le pi- •—Sí, señor; más hay—replicó—, por-
dió un instante de audiencia, porque en que aunque el Velludo mató a uno para
lo que tenía que decirle le iba a él la que callara, el tormento ha hecho ha-
vida y a cuantos allí estaban. Pasmá- blar al otro, y ya se sabe que están aquí
ronse todos, sobresaltóse Saldaña, y el dispuestos a dar un golpe Hernando de
rey se levantó de su asiento, y habien- Iscar, el Velludo y otro, que, según se
do salido con el de Cuéllar a otra es- suena, se hubo de desertar de los aven-
tancia : tureros hace ya mucho tiempo.
—Pardiez—dijo al paje^—. ¿Qué tie- — ¡Hernando de Iscar! —exclamó Sal-
nes que decirme? Y mira bien que no daña.
mientas, porque juro a Dios que te hago •—Sí, un caballero que está en una
ahorcar si por divertirte has puesto en gavilla de ladrones—replicó el rey—,
tanto susto mi corte. sin crédito ni opinión, y despreciado
—Podéis hacer de mí lo que mejor hasta de su misma hermana. ¿Y no los
os parezca—repuso el paje con sere- han puesto presos?
nidad—. Mi deseo es salvar a vuestra al- —Señor—repuso el paje—, se sabe
teza y a todos sus servidores de un pe- que están, pero no quiénes son.
ligro que una casualidad acaba de des- —Está bien, retírate. ¡Ja! ¡Ja! Una
cubrir. En la explanada, ahora poco, cáfila de villanos—dijo el rey cuando
armaron dos hombres una pendencia, el paje volvió ¡La, espalda, riéndose a
echaron mano a las dagas, y a pesar carcajadas mientras oyó sus pasos que
del gentío que trató de impedir la qui- se alejaban. Pero luego que conoció que
mera, se acometieron. Rajó el uno al nadie podía escucharle, acercándose a
otro el pecho del primer golpe, acu- Saldaña, continuó :
dieron todos a socorrerle, y Gutiérrez, —El plan es diabólico, pero es m e '
el jefe de los aventureros, llevó a los nester que nadie conozca nuestro te-
SANCHO SALDAÑA 567

m o r , p o r q u e se acabaría la fiesta al mo- Ñ u ñ o afirmó lo m i s m o , a u n q u e movido


m e n t o . I d , dad la orden a los capitanes de m u y diversas causas q u e a q u é l .
de m á s confianza p a r a q u e a l l a d o de D u d ó el V e l l u d o u n m o m e n t o , sin
cada h o m b r e que se p r e s u m a siquiera decidirse a n a d a ; p e r o h a b i e n d o pensa-
q u e lleva a r m a s coloque dos d e los nues- do cuan i m p r u d e n t e sería quedarse él
tros que n o le p i e r d a n n u n c a de vista, allí ú n i c a m e n t e a m o r i r , d e t e r m i n ó re-
y q u e le p r e n d a n si p u e d e n sin alboro- tirarse, a u n q u e m u y a su despecho y
t a r , que nuestros arqueros con el arco enojado de h a b e r e r r a d o aquel golpe,
tendido escuchen ocultos desde las to- que debía h a b e r l e colmado de gloria.
rres y las ventanas, que los puentes le- — ¿ E s posible p e n e t r a r en donde está
vadizos q u e d e n en falso y que toda la a h o r a L e o n o r ? — p r e g u n t ó su h e r m a n o ,
t r o p a esté sobre aviso en sus c u a d r a s . luego que el Velludo se r e t i r ó .
C u i d a d o , Sal daña, q u e es preciso di-
—-Ahora—respondió U s d r ó b a l — n o de-
simular, y sobre todo con L e o n o r . ¿ M e
j a n entrar a n a d i e en la fortaleza.
entendéis?
— ¿ Y entonces, ¡vive D i o s ! , q u é ha-
— Y o h a r é u n esfuerzo, y callaré pol- cemos?
lo menos—contestó Saldaña.
—Al anochecer, en la capilla—repuso
Y saliendo de allí en seguida, no tar- U s d r ó b a l — ; yo os llevaré, y nos mez-
dó en arreglar la gente como capitán claremos con los de la comitiva del rey.
veterano y t o m a r , a d e m á s de las del Es el m o m e n t o de la venganza,
rey, las disposiciones q u e le p a r e c i e r o n
—Está bien—replicó el caballero, y
más convenientes.
se s e p a r a r o n .
E l rey volvió al festín b u r l á n d o s e del
E n t r e tanto el atildado d e á n de Va-
miedo del p a j e , q u e tanto h a b í a sobre-
lladolid, vestida ya la estola sobre sus
saltado a todos, lo que sirvió d e pasa-
clericales r o p a s , a g u a r d a b a la h o r a en
t i e m p o a los cortesanos, q u e hicieron
la sacristía, y y a estaba toda la iglesia
con este motivo su chiste, y a u n q u e a
i l u m i n a d a s o b e r b i a m e n t e con infinidad
S a l d a ñ a n o se le vio venir tan alegre,
de h a c h a s de cera, cuyo esplendor for-
n a d i e hizo alto, n o obstante, acostum-
m a b a cierto contraste con su a r q u i t e c -
brados a verle siempre de m a l a cara.
t u r a gótica, s o m b r í a y temerosa, y el
La desdichada Leonor apenas h a b í a color oscuro que los años h a b í a n pres-
h a b l a d o tres palabras d u r a n t e todo tado a sus m u r o s . Veíanse a u n l a d o y
aquel día, y n o osaba siquiera pregun- otro varios sepulcros d e los antiguos
tar p o r su h e r m a n o , a q u i e n ella creía dueños de a q u e l castillo, y sobre ellos
todavía en el castillo en rehenes hasta algunas estatuas d e p i e d r a toscamente
q u e se celebrase su casamiento. P e r o trabajadas, u n a s d e rodillas sobre la lo-
en d o n d e todo h a b í a ya c a m b i a d o d e sa y otras de pie en actitudes guerre-
aspecto era en los patios. E l Velludo ha- ras, y presentaba a q u e l sagrado recinto
b í a m u d a d o de t r a j e , U s d r ó b a l no ha- u n a mezcla de m a j e s t a d y tristeza, u n a
bía p o d i d o d a r el golpe por falta de confusión de luz y de s o m b r a , m á s fá-
gente, H e r n a n d o veía q u e sus planes cil d e i m a g i n a r q u e d e describir.
i b a n a malograrse, y n o t a r d a r o n los
Sonó en fin 3a h o r a , y las espuelas
t r e s m u c h o t i e m p o en conocer q u e los
de los caballeros y el r u m o r de los pa-
vigilaban y q u e , p r e v e n i d a como ya es-
sos que sonaban s o r d a m e n t e el eco,
taba la guarnición del castillo, era im-
anunció la llegada del r e y con su co-
posible llevar adelante la empresa.
mitiva. O c u p a r o n los q u e c o m p o n í a n és-
—Debemos—dijo Hernando—desistir ta, divididos e n dos hileras, los dos
de lo q u e ya fuera u n a t e m e r i d a d , y frentes de la capilla con el m a y o r si-
vos, V e l l u d o , debéis retiraros con vues- lencio, y algunos entre columnas o arri-
tra gente. mados a los sepulcros, h u b i é r a s e creído
— ¿ Y vos?—preguntó el V e l l u d o . q u e e r a n sus habitadores q u e dejaban
—Yo m e q u e d o a completar m i ven- las t u m b a s p a r a asistir a las b o d a s d e
ganza y a m o r i r , su nieto con la desventurada de Iscar.
— Y yo con él—repuso U s d r ó b a l , y O c u p ó el deán con sus dos acólitos la
568 OBRAS COMPLETAS DE D( N JOSÉ DE ESPRONCEDA

parte de la baranda de hierro que caía El espectro cogió de una mano a Sal-
l
al altar, y los novios, teniendo cada daña.
uno su padrino y su madrina a su lado, —Mírala—le dijo—•, mírala... muer-
se arrodillaron sobre dos cojines ára- ta. ¡Tiemblas. ¿Me conoces?
bes de la otra parte. Todo estaba en — j Cielos! ¡ Zoraida! —gritó Saldaña,
silencio, y ni una tos ni un murmullo y cayó sin sentido.
interrumpía la majestad de la cere- —Sí, yo soy el demonio que te per-
monia. sigue. Yo soy Zoraida; ya me he ven-
Una voz resonó como un trueno en gado de ti.
aquel instante: ¡Muera!, y tres hom- Y diciendo así tomó el camino que
bres con sus espadas desnudas se arro- había traído y volvió a hundirse en la
jaron del fondo de la capilla hacia el tumba. Acudieron todos entonces, unos
altar. Pero más de veinte se lanzaron a socorrer a Saldaña, que respiraba ape-
al mismo tiempo delante de ellos y los nas, y otros a Leonor, entre los cuales
detuvieron peleando, mientras otros gri- no fueron Usdróbal y Hernando los úl-
taban : ¡ Profanación! ¡ Anatema! timos, anteponiendo el amor que la te-
Los tres hombres se resistían, y aun nían a su deseo de venganza. Pero ya
adelantaban terreno: la desesperación era en balde quererla socorrer; la in-
parecía que les prestaba fuerzas, y a feliz tenía un puñal clavado hasta el
cada golpe caía en tierra uno de sus puño en el corazón.
enemigos. En vano era el número, en
vano el arrojo de sus contrarios, en
vano estaban ya cubiertos de heridas, CONCLUSIÓN
que ya se abrían paso entre la multi-
tud, y dos de ellos, dos sobre todo, hu- —¿Qué se hizo el rey don Juan?
¿Los infantes de Aragón
biérase dicho que eran inmortales y qué se hicieron?
que su espada era la del ángel del ex- ¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de t a n t a invención
terminio. Ya habían logrado llegar has- como trajeron?
ta la mitad de la capilla; su camino Las fiestas y los torneos,
era un reguero de sangre; sus espadas, paramentos, bordaduras
y cimeras,
al reflejo de las luces, parecían de fue- fueron sino devaneos,
go ; sus ojos, ascuas al través de las ¿qué fueron, sino verduras
de las eras?
barras de la visera, y ya empezaban to-
Jorge Manrique
dos a creer que eran demonios que ve-
nían por Saldaña, como presa que les
estaba destinada hacía ya mucho tiempo. Hasta aquí la crónica de que hemos
extractado esta historia, que, si bien
No fue él tampoco el último que lo la creemos agradable, no la juzgamos
pensó; pero como era hombre de va- exenta de defectos, y sobre todo no noi
lor púsose en pie, y ya iba a echar ma- satisface la manera que el cronista tie-
no a su espada cuando una sombra, un ne de satisfacer ciertas dudas. También
espectro que se levantó de una tumba hemos notado algunos olvidos, y quizá
y se deslizó junto a la baranda en di- haya algunas contradicciones; pero co-
rección a él, se puso entre él y Leonor, mo nuestro deber era compilar y no
dejándole helado y sin movimiento. corregir, nos hemos conformado en un
Un grito de horror retumbó enton- todo con el original.
ces sobré el estrépito de las armas y Con todo, como si se concluyese
las voces de los combatientes; retirá- aquí la historia quedaría tal vez dis-
ronse amedrentados los dos padrinos, y gustado el lector por no saber qué se
el genio del mal, que tal parecía aque- hicieron algunos personajes de ella, nos-
lla fantasma, soltó una carcajada infer- otros, a fuerza de escrutinios e inves-
nal, a tiempo que Leonor cayó en tierra tigaciones, hemos hallado algunas no-
anegada en su propia sangre. Este te- ticias que vamos a comunicarle.
rrible suceso suspendió el combate y Zoraida, que parece ser no murió de
dejó a todos petrificados. la puñalada que le clavó su desconoci-

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SANCHO SALDAÑA 569

do amante, cuando pudo volvió al cas- muerte de Leonor su natural alegría, y


tillo, donde, como hemos visto, se va- el segundo es fama que murió muy vie-
lió para su venganza del conocimiento jo, sin haber abandonado su mala vida.
que de sus secretos tenía. Saldaña hizo De allí a algunos años, habiendo he-
donación de todas sus riquezas a un cho algunas excavaciones en el castillo,
monasterio y acabó sus días en la Tra- hallaron un esqueleto de mujer, que
pa, vestido de estameña y llorando sus algunos creen que fuese el de la ven-
pasadas culpas. Hernando de Iscar lo- gativa Zoraida, aunque la verdad es que
gró fugarse a Aragón acompañado de no se volvió a saber de ella. Tal vez
su fiel Ñuño, donde fue bien recibido se reuniría con su padre y se iría con
y tratado del rey con la consideración él a Aragón. Quién sabe. Y de todas
que su carácter se merecía; y en cuan- aquellas grandezas, de aquellas hermo-
to a Don Sancho, rey de Castilla, es suras tan acabadas, de aquellos tan bi-
harto conocida su historia para que ten- zarros y entendidos caballeros, no que-
gamos que dar cuenta de sus sucesos. da ya sino el polvo, que ha carcomido
Restan sólo Usdróbal y el Velludo; pe- hasta los pergaminos en que presu-
ro lo único que de aquél sabemos es mió eternizar sus glorias la vanidad. Sus
que sus hazañas llegaron a alcanzarle castillos son en el día de hoy ruinas, y
la honra, andando el tiempo, de que quizá dentro de algunos años pregun-
el mismo Sancho el Bravo le conce- tará el caminante dónde estuvieron y
diese la Orden de Caballería, puesto los aldeanos, mirándose unos a otros,
que se dice no recobró jamás desde la reirán de su pregunta, sin entenderle.
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS

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El Ministeri Mendizábal
Aquí llaman esto un gobierno repre- gritos más terribles y más temerosa
sentativo...; yo llamo esto un hombre
representativo. muestra, les pide un alma.
«Dios nos asista.» Tal era la voz del pueblo en sep-
(Carta 3.a de FÍGARO). tiembre del año pasado: había arro-
jado como inútiles a los hombres que
para nada le habían servido, sino para
Cuenta un célebre escritor alemán hacerle sentir una necesidad que no po-
•que un diestro maquinista acertó a arre- dían ellos satisfacer, y el Estatuto, ra-
glar y organizar un cuerpo de hombre quítico y presuntuoso como su autor,
con tal perfección que hasta hablar po- desapareció ante el generoso alzamiento
día, y aun tener necesidades como nos- de las provincias. Sus defensores, ena-
otros. Oyó el hombre máquina decir un nos de voz bronca, vanamente se esfor-
día que le faltaba el alma, y tomó tal zaron a sostenerle con impotentes ame-
empeño dé tenerla, que a todas horas nazas y bravatas ridiculas: el Estatuto
pedía a voces un alma a su construc- fue repudiado por la nación. Pero como
tor. Y como sus gritos y amenazas cre- la intención que impelía principalmen-
ciesen de todo punto, se vio tan aco- te al pueblo no iba tan fundada en
sado y fatigado su pobre autor que tu- principios políticos como en odio per-
vo, por último, que abandonar su pa- sonal a un ministro, luego que éste ce-
tria y huir de su propia hechura, que dió su puesto, la tranquilidad sucedió
le perseguía. Y a estas horas es fama a las revueltas y la alegría del triunfo,
que aún le persigue por todas partes y y, sobre todo, las grandes promesas del
le grita que le dé un alma con la misma ministro entrante calmaron de repente
tenacidad. la pública efervescencia y acallaron el
Este cuento creo podría aplicarse a clamor general. Por lo demás, tampoco
nuestra España con respecto a sus go- los pueblos se lanzan de una vez en el
bernantes. Cadáver desde el año de 23, abismo de la revolución, y al llegar a
había servido de pasto a los gusanos que las orillas del mar alborotado de san-
su corrupción producía, y cuando la gre que les espera, tan fácil es conte-
muerte de Fernando le imprimió un mo- nerlos como empujarlos; una palabra,
vimiento galvánico, movió los brazos y una leve esperanza, una ilusión engaño-
abrió los ojos por primera vez después sa los detiene en su marcha precipita-
de diez años de inmovilidad. La nece- da. Mendizábal, pues, se presentó en
sidad obligó entonces al maquinista a la arena, pintó un cuadro vistoso aun-
enderezarle y colocar algunas piezas que que mal concebido, poco profundo; pe-
le ayudaran a moverse, aunque con len- ro cualquier cosa bastaba: el movimien-
titud y miedo, porque era muy gran- to había llegado a su término y era
de el que tenía el maquinista de que forzoso hacer alto. Nuestra posición no
al levantarse y sentirse ágil su obra le era buena, pero era la única de que
pidiese un alma. Y así fue: lanzó un pudimos apoderarnos. La nación quedó
grito, aunque débil, la máquina, pues- entonces, espada en mano y sin dar un
ta en pie, y el obrero huyó aterrado paso atrás, resuelta a dar la batalla si
al momento. Otros hombres se suce- la imprudencia o estupidez de sus go-
dieron, y la nación todavía, pero ya con bernantes la provocaban a pelear. ¡Oja-
574 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

lá q u e no la obliguen nunca a d i s p a r a r n i n g ú n ministro colocado en situación


el p r i m e r c a ñ o n a z o ! más ventajosa q u e Mendizábal. Los pro-
Dispuesta a todo y con el ansia de curadores se hallaban en el caso de ce.
a c a b a r de u n a vez con n u e s t r o enemigo der a todo cuanto él exigiese de ellos
c o m ú n , concedió cuanto se quiso exi- el a u r a p o p u l a r resonaba en rededor
gir mientras oía e m b o b a d a , a m a n e r a del ministro, mientras las Cortes del Es-
de inocente n i ñ o , el cuento t á r t a r o que tatuto n o llenaban de m a n e r a alguna la
el ministro la refería. P u e n t e s de o r o , confianza de la nación. La oposición
ríos de m i e l y leche, palacios d e pe- pues, h a b í a forzosamente de ser débil
drería, paz, gozo, u n i ó n , todo era p a r a contando en sus bancos únicamente a
nosotros si callábamos, si n o metíamos los h o m b r e s vencidos y obligando a ser
b u l l a y d á b a m o s u n simple voto de con- ministeriales p o r consecuencia a los que
fianza, y sin p e d i r n a d a a n a d i e , n i de- el año anterior h a b í a n combatido con-
j a r de p a g a r a n a d i e , n i molestarnos tra ellos p a r a derribarlos.
apenas, habíamos de ver realizadas tan- U n h o m b r e de talento h u b i e r a usado
tas y t a n tornasoladas esperanzas a poco de aquellas Cortes como u n músico da
q u e hiciera o dijera nuestro mágico p r o . las ocho notas que a su placer combi-
digioso, no el de Salerno P e d r o Baya- n a de m i l distintas m a n e r a s . Todos de
l a r d e , sino d o n J u a n Alvarez Mendizá- p o r fuerza se h a l l a b a n en el caso de
b a l , p r i m e r m i n i s t r o q u e tenía en sus convenir con su parecer. Su exigencia
bolsillos nuestra fortuna y n u e s t r o por- de u n voto de confianza p r o b ó cuanto
venir. Seguramente p a r e c e r í a u n cuen- llevamos d i c h o ; p e r o , piloto poco dies-
to si no lo hubiésemos p a l p a d o nosotros t r o , a b a n d o n ó el t i m ó n de la nave, y la
mismos, y algún día v e n d r á acaso en cuestión electoral, p u n t o más interesan-
q u e se tengan p o r u n a alegoría estos te para, la nación que la de confianza,
seis meses de nuestra Historia y se co-
fue el escollo d o n d e estrelló su navio.
mente y se declare apócrifo el l i b r o en
Cualquiera pensaría al ver el ningún
q u e se hallen consignados los hechos.
resultado q u e hasta ahora ha tenido el
El gran pacificador de la familia es- voto de confianza q u e suscitó el Gobier-
pañola, a despecho de sus deseos, es de n o aquella discusión ú n i c a m e n t e con
vista tan corta, q u e sus ojeadas sólo el intento d e satisfacer su a m o r propio,
h a n abarcado dos p u n t o s . P o r la capi- sin p l a n ni designio alguno, y concluir
t a l ha juzgado de las p r o v i n c i a s ; pol- así la ú l t i m a parte de su cuento de Las
la bolsa h a calculado los recursos de m i l y u n a n o c h e s . L o cierto es q u e miró
la nación. Su p r i m e r paso fue acogerse la cuestión q u e lisonjeaba su vanidad co-
al Estatuto y tratar de este m o d o de m o cuestión p r i n c i p a l , y la que tocaba
conciliar los p a r t i d o s , buscando así la al interés general como de m u y secun-
legalidad q u e , en nuestra opinión, al d a r i a i m p o r t a n c i a ; lo q u e podría pro-
m i s m o Estatuto faltaba. Y en p r u e b a de b a r en el señor ministro más a m o r a sí
que su conciencia le r e m o r d í a interior- mismo q u e al país si quisiéramos anali-
m e n t e , r a r a vez lo llamó con su p r o p i o zar su conducta. Los h o m b r e s astutos
n o m b r e , y conociendo la oposición q u e del p a r t i d o r e t r ó g r a d o , y a los cuales
e n g e n d r a b a aquel decreto en los áni- no titubeó el señor Mendizábal en lla-
mos de los patriotas, lo depositó en su m a r sus amigos a boca llena, pensando
estante p a r a n o sacarlo de allí hasta que sin duda el inocente q u e lograría en-
fuesen a revisarlo las Cortea. El prin- gañarlos así, conocieron su falta de tac-
cipio legal, no obstante, tenía en él su to p a r l a m e n t a r i o y le pusieron en el
cimiento, y aquellas mismas Cortes ca- d u r o trance de cerrar las Cortes o de-
ducas y desaprobadas p o r la nación en- j a r .su. puesto. P e r o Mendizábal enton-
tera volvieron a reunirse como u n Lá- ces representaba todavía más que el
zaro resucitado, p a r a hacer u n a ley elec- Estamento desopinado, el voto nacional
toral que h a b í a d e ser m a l a p o r nece- era anas fuerte y u n decreto puso fin
sidad. N u n c a se h a l l ó , sin e m b a r g o , a los poderes de los procuradores. En-

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ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 575

tonces fue cuando los pueblos, alegres ventura de los proletarios. El Gobierno,
con tan fausta noticia, creyeron que, que debería haber mirado por la eman-
desembarazado el ministro de aquel Es- cipación de esta clase, tan numerosa,
tamento pésimo, iba a derramar por to- por desgracia, en España, pensó (si ha
das partes la felicidad y la abundancia. pensado en ello alguna vez en su vida)
Pero muy lejos de eso. El buen hom- que con dividir las posesiones en pe-
bre no podía hacer milagros, por buena queñas £>artes evitaría el monopolio de
voluntad que tuviera; las rentas de la los ricos, proporcionando esta ventaja
nación no subían, y hasta la bolsa, es- a los pobres, sin ocurrírsele que los
peranza suya y base de todos sus cálcu- ricos podrían comprar tantas partes que
los, se le rebelaba. En vano, alquimis- compusiesen una posesión cuantiosa.
ta pertinaz, buscaba en sus hornos la Mezquino en verdad y escaso de dis-
piedra filosofal: no consideró que los curso ha andado el señor ministro.
alquimistas necesitan oro hasta para en- Fijo siempre su pensamiento en la
contrar chasqueadas sus esperanzas. bolsa, nuestros acreedores han llamado
Todo el mundo aguardaba el alza de su atención absolutamente, sin acordar-
los fondos, y los fondos no subían; y se de los deudores para otra cosa que
aun suponiendo que hubiera salido todo para que paguen a aquéllos. Las rique-
a medida de su deseo, ¿qué hubiéra- zas de las naciones pueden compararse
mos ganado con eso los españoles? Al- a un caudaloso río, confluencia y to-
gunos jugadores se habrían enriquecido tal de los que en él desembocan. Una
sin duda, pero los pueblos no se halla- mano diestra sangrándolo en varios ra-
rían menos infelices por eso. El minis- males vuelven éstos a tributarle sus
tro hubiera encontrado algunos millo- aguas, y en este flujo y reflujo consis-
nes más para salir del día, pero la causa te sin duda la riqueza pública. Así es
de sus apuros hubiera permanecido en que cada parte de esta riqueza viene
pie. En un país que ha contraído mi- a ser causa y resultado a un mismo
llones de deudas, de que no ha disfru- tiempo de toda ella. Ahora bien, si el
tado jamás, que nada le han produci- Gobierno hubiera fijado toda su aten-
do sino gastos, cuyos acreedores son la ción tínicamente en el ramo de sedas
mayor parte extranjeros, y a quienes (y aun éste es ramo nacional y la bol-
paga intereses que ya casi se han igua- sa no), ¿no se le habría criticado de
lado con el capital, ¿qué puede in- dedicarse sólo a la cría de aquellos gu-
fluir el a k a o baja de los fondos? ¿Qué sanos? Si el señor ministro desea que
provecho redunda para el labrador, qué los fondos suban, mire por la paz y
nada sabe de bolsas, sino que tiene la prosperidad -de los pueblos, líbrelos de
suya vacía y se ve obligado a pagar la miseria que los acosa por todas par-
contribuciones que nunca han ele re- tes, y verá entonces cómo se reanima
fluir en su beneficio? Y, por último, el comercio y nuestro crédito se afian-
¿cómo se atreve el Gobierno a dispo- za. De lo contrario, el alza de los fon-
ner de los bienes del Estado en favor dos podrá verificarse, pero será pobre
de los acreedores sin pensar aliviar con recurso y de influencia mezquina.
ellos la condición de los pobres? Y aun
Nuestro Gobierno ha marchado a la
estos decretos se han expedido a la ca-
casualidad, saltando breñas y trepando
sualidad, y con tal desatino, que tam-
cerros, que no ha visto hasta el momen-
poco han surtido el efecto que su com-
to mismo de ir a tropezar con ellos.
positor esperaba. No hablaremos del de
Nuevo Featón, se ha puesto a dirigir
la venta de bienes nacionales que tan
el carro del sol, obrando en todo como
justa y sabia crítica mereció de nuestro
el pintor de Orbaneja, que pintaba lo
excelente economista don Alvaro Flo-
que saliera. En su conducta política no
rea Estrada, y que si no lo derogan las
lia sido menos azarosa y aventurada su
Cortes aumentará, sí, el capital de los
marcha. Hemos visto al señor presiden-
ricos, pero también el número y mala
te del Consejo al frente de un gabinete
576 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

incompleto, compuesto de hombres que quitar al jornalero el trabajo. Si el nú-


eligió él mismo para los altos puestos mero de empleos se redujese a aquellos
que ocupan, sin saber conducir los ne- de absoluta necesidad, no habría para
gocios de una manera vigorosa y orga- qué rebajar el sueldo a los que los sir-
nizada. Así ha faltado homogeneidad en ven, lo cual tiene menos de económico
el ministerio, y cada cual se ha mane- que de ruin, sino que, al contrario, pu-
jado, puede decirse, de distinto modo. diera aumentárseles, obligándoles de
El de la guerra decretó una quinta de este modo a que cumpliesen con su de.
cien mil hombres, mientras que se des- ber. Pero el señor ministro de Hacien-
cuidó su equipo y demás medios de da no ha tenido tiempo sin duda para
mantenerlos. No hablemos del de la ocuparse de tamañadas frioleras, y, em-
gobernación, porque si se exceptúa el peñado en acabar la guerra de Navarra
colegio científico, miserable remedo de en seis meses, no ha podido hacer otra
la escuela politécnica francesa, no ha cosa tampoco. Así es que no se ha acor-
dado apenas señales de vida. Don Mar- dado del señor Cea Bermúdez ni de
tín de los Heros está visto que no quiere Llauder, quienes, después que el pri-
dar que decir. mero gobernó a disgusto de la nación
¿Y qué reformas se han hecho? ¿Qué y con perjuicio de ella, el segundo aban-
empleos inútiles se han abolido? ¿Qué donó cobardemente el puesto, huyendo
empleados carlistas han sido separados del indignado pueblo de Barcelona,
de su destino? ¿Qué ahorros de impor- disfrutan con toda tranquilidad sus pa-
tancia se han hecho en el oneroso pre- gas en un país extranjero, olvidados de
supuesto que abruma a los pueblos? la patria que contra su voluntad los
Porque esto era lo que más interesaba mantiene y de corazón los detesta. Pa-
a un Gobierno que había ofrecido lle- samos en silencio a los demás ex mi-
nar todas sus obligaciones sin agravar nistros que cobran sueldo por no ha-
a la nación con nuevos tributos ni re- bernos sabido gobernar bien, como asi-
cargarla con deudas. En España, don- mismo el nuevo arreglo de los gober-
de hay sinnúmero de empleos inútiles, nadores civiles cesantes, a quienes se ha
oficinas enteras, asilo de hombres inep- señalado veinticuatro mil reales, porque
tos u holgazanes que deben al favor para denunciar abusos de este género
únicamente sus destinos o al abandono no bastaría un libro en folio. ¿Y son
y descuido de los gobernantes, es una éstas las economías ofrecidas, las refor-
medida importante, y produciría un mas tan ponderadas?
ahorro considerable la supresión de to- Y donde quiera se resiente todo de
das ellas. Y no se diga que sería en ese tan defectuosa administración, sin que
caso aumentar el número de los cesan- el señor ministro aparezca de otro mo-
tes, porque no habría para qué dejarlos do que como un segundo Sísifo abru-
en esta clase, que debería enteramente mado bajo el enorme peñasco con que
abolirse. El empleado no tiene derecho le cargó su propia osadía. Allí un ca-
a un sueldo sino mientras ejerce el des- pitán general de provincia se abroga
tino ; en el momento que por incon- facultades que de ninguna manera pu-
veniencia o inutilidad lo pierde, debe dieron concedérsele nunca, y violando
asimismo dejar de percibir su paga. los más sagrados derechos del ciuda-
Sólo en un pueblo en que se vive de dano, prende y destierra a su capri-
abusos podría existir esa innumerable cho, arrancando del seno de sus fami-
clase de cesantes, que bien pudieran lias sinnúmero de hombres, inocentes
llamarse parásitos del tesoro público. Ni sin duda, puesto que la ley no los ha
es razón contestar que esas oficinas no declarado culpables, o impone a los
pueden suprimirse, porque sería dejar pueblos nuevas contribuciones, sumien-
sin comer a multitud de familias. Otro do a un tiempo en la orfandad, las lá-
tanto equivaldría decir que no deben grimas y miseria a infinidad de fami-
introducirse máquinas, porque sería lias. Y escudado con el título de héroe
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 577

que le prodigó la ceguedad de algunos La promesa que más r e a n i m ó a los


h o m b r e s h o n r a d o s , obra según su ca- defensores de la libertad es la que hizo
pricho ; y en verdad q u e si dejase el el ministro p r e s i d e n t e de acabar en seis
Gobierno i m p u n e s tamaños atentados se meses la guerra de N a v a r r a , siempre que
haría cómplice de todos ellos. Otro ca- todos unidos le ayudasen en su inten-
p i t á n general, después de h a b e r s e ción, pensando sin duda q u e vendría
a t r a í d o el odio de los valencianos con en su auxilio el ángel e x t e r m i n a d o r . .No
sus tropelías y despóticos procedimien- somos nosotros d e aquellos q u e cuen-
tos, h u y e cobardemente de aquel pue- tan los días, ni m e n o s nos a p u r a r í a m o s
blo alborotado q u e despreció sus ri- p o r q u e aun n o estuviese finalizada la
diculas fanfarronadas, y acogiéndose a guerra, si siquiera viésemos q u e coope-
la capital, tolera el Gobierno su fuga, raba en u n todo el Gobierno a les es-
dejándole en paz, mientras en Valen- fuerzos de n u e s t r o valiente Ejército.
cia se persigue y embarca a voluntad P e r o hasta a h o r a no hay otro plan q u e
del nuevo bajá y de real orden a los el imaginado por el general en jefe de
que quizá n o se a m o t i n a r o n . E n vano bloquear la facción, plan excelente si el
será que el señor minisíro p r e d i q u e Gobierno le favoreciera con los medios
u n i ó n , paz y sumisión a la ley como necesarios p a r a llevarlo a cabo. Y, sin
p r e n d a s seguras del b u e n acierto de los e m b a r g o , este mismo p l a n se opone a
gobernantes. A los pueblos no basta de- los deseos del G o b i e r n o , q u e n o qui-
cirles que c a l l e n ; es menester n o dar- siera sino batallas y triunfos, como sí
les motivos de h a b l a r . Sería cruel exi- semejante guerra p u d i e r a tener fin ga-
gir de u n h o m b r e mal herido q u e n o n a n d o algunas acciones a los enemigos,
•despidiese una queja. ¿Y p o d r á n callar sin conocer que la política bien diri-
los que, beneméritos y generosos, se h a n gida y la confianza inspirada a los pue-
desprendido de todo en favor de la pa- blos lian de alcanzar más seguros t r i u n -
tria y hoy lloran en la indigencia, sin fos que nuestras a r m a s .
tener u n bocado de p a n con que sus- E n vano se afanará el soldado, arros-
tentar sus familias? ¿ P o d r á n callar esas t r a r á con alegría las fatigas, p r o d i g a r á
provincias de Aragón en que sólo el en cien combates su sangre, si el Go-
h a m b r e t e r r i b l e que las acosa h u b i e r a bierno al mismo tiempo no h a c e sentir
p o d i d o organizar facciones? ¿ P o d r á n a los pueblos sublevados las ventajas
callar tantos h o m b r e s atropellados in- q u e h a n de seguírseles si se u n e n a él
j u s t a m e n t e y embarcados p a r a ultra- y a b a n d o n a n u n a cansa q u e n o h a de
m a r sin más leyes que el capricho del traerles sino perjuicios. ¿Y quién p o d r á
general Mina? Y ú l t i m a m e n t e , ¿ p o d r á tener confianza en u n Gobierno cuyas
callar la nación cuando se que a ú n no ofertas no se h a n c u m p l i d o hasta aho-
se h a n realizado las promesas magnífi- ra? ¿ P o d r á n tenerlas los q u e se ape-
cas del Gobierno y se encuentra, ade- llidan sus enemigos cuando ven salir
más, casi a b a n d o n a d a a la casualidad? fallidas las esperanzas que hizo conce-
Ni debe el señor M e n d i z á b a l extrañar- bir a sus mismos partidarios? ¿Qjué ée-
se de sus quejas si se acuerda de sus cretos h a n salido del taller del Gobier-
propias palabras, que era fácil gober- no que interesen las masas p o p u l a r e s
nar al pueblo cuando no se le engaña, en nuestra regeneración política y les
y considera el triste estado de su ad- hagan identificarse con la causa que de-
ministración. ¿Y q u é Gobierno p u e d e fendemos? Y no debiera olvidar el se-
exigir de los ciudadanos sumisión a la ñor ministro que u n o de los errores ínás
ley cuando ésta n o sólo no es respeta- perjudiciales cometidos el año de 20 fue
da, sino que se viola a cada m o m e n t o ? que nuestros gobernadores n o hicieron
S e g u r a m e n t e que la a n a r q u í a no se en- aprecio de ese p u e b l o que l l a m a n b a j o ,
cuentra en el p u e b l o , y es triste cosa y que sólo n o es alto p o r q u e se le nie-
que, siendo éste dócil y pacífico, no se gan los medios de subir, y al cual vi-
acierte a dirigirlo por debilidad o ne- mos haciendo u n a contrarrevolución de-
gligencia. mocrática en favor de u n t r o n o abso-
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578 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPKONCEDA

luto. La p a l a b r a libertad es hermosa y que h a b r í a t o m a d o en tal caso abonaba


sonora, pero vacía de sentido p a r a el su p a l a b r a p a r a en adelante. ¿Y dice
p u e b l o r u d o , q u e sólo c o m p r e n d e inte-
q u e a él se debe la quinta de los cien
reses materiales y n o p u e d e apreciarla mil h o m b r e s , cuando la mayor parte
cuanto merece sino p o r los beneficios aiín no están armados n i uniforma-
que le produzca. dos? ¿ C u a n d o en m e d i o de que el Es-
H a y an refrán en nuestra E s p a ñ a q u e t a d o m a n t i e n e u n ejército d e más de
explica por q u é la m u l t i t u d ignorante doscientos mil h o m b r e s , escasean tro-
aclama el despotismo y a u n hace es- pas en N a v a r r a , faltan en Valencia v
fuerzos para sostenerlo. «Más vale m^lo d o n d e q u i e r a claman por soldados para
conocido que b u e a o p o r conocer», dec> perseguir las facciones? ¿Dirá acaso
m o s ; y si el Gobierno h u b i e r a exami- q u e la Inglaterra y la F r a n c i a nos au-
n a d o alguna de las ideas que encierra xilian, gracias a la consideración e in-
este p r o v e r b i o , ya h u b i e r a tratado de flujo de nuestro Gobierno, cuando él
d a r a conocer lo b u e n o , y no q u e está m i s m o , o nos engañó en la Gaceta, o
p o r conocer todavía. ignox*aba la resolución de aquellos ga-
La historia filosófica del p u e b l o es- binetes? P e r o es inútil a m o n t o n a r más
p a ñ o l me atrevo a decir q u e se halla cargos contra u n ministerio a quien sus
consignada en sus refranes, y p a r a go- propios defensores n o aciertan a defen-
b e r n a r este p u e b l o es preciso estudiarlo der, y a u n muchos de ellos, a despecho
p r o f u n d a m e n t e , p o r q u e no se parece a de su talento y a m o r p r o p i o , confiesan
otro ninguno en la t i e r r a . La v e r d a d es las faltas de sus defendidos y acuden
que mientras el G o b i e r n o no identifi- a razones efímeras de conveniencia su-
q u e las masas con la m a r c h a de la re- puesta y a la p o p u l a r i d a d de que se
volución, la facción d u r a r á , a u n q u e se cree q u e a ú n goza el p r i m e r ministro.
acabe en N a v a r r a , p o r q u e alzará otra P o p u l a r i d a d q u e en n i n g ú n modo con-
bandera si es aquélla vencida, suscita- firman las representaciones de unos
r á n otra querella, p r o m o v e r á n nuevos cuantos que p i d e n a la R e i n a le conser-
desórdenes y n u n c a disfrutaremos de ve en su puesto para bien de la Mo-
sosiego. narquía, ni tampoco q u e h a y a sido elec-
El instinto del h o m b r e es su conser- to p r o c u r a d o r por ocho provincias. Co-
vación ; de a q u í su deseo de m e j o r a r y nocemos la ley electoral q u e h a regido
su derecho de e n c o n t r a r en la sociedad en las elecciones y la influencia y los
de q u e ha'ce p a r t e los medios de sub- medios de q u e p u e d e valerse el que
sistir, según su capacidad y su apli- m a n d a . Y en cuanto a las representa-
cación. ciones, t a m b i é n las hemos leído firma-
das p o r ayuntamientos enteros y gene-
Este bienestar, esta diferencia d e u n
rales del Ejército pidiendo a Fernan-
p u e b l o libre a u n pueblo esclavo es
do V I I el restablecimiento de la inqui-
forzoso que el G o b i e r n o acierte a dar-
la a conocer al nuestro, y cuando él sición, p r e s u m i e n d o así a q u e l partido
p a l p e tantas ventajas, cuando t r u e q u e manifestar cuál era la voluntad nacio-
en goces sus padecimientos, seguro es n a l . Y a u n cuando todavía se hallase
que dejará la senda de abrojos por don- el p u e b l o deslumhrado con. el oropel
de le guían a su perdición el fanatismo de tanta oferta corno h a halagado sus
y la locura, y e n t r a r á en la de flores esperanzas y n o hubiese palpado por si
p o r donde h a n de conducirle la sabi- mismo los inconvenientes de u n a ad-
duría y la v e r d a d . H e a q u í en lo q u e ministración tan poco acertada y los ma-
desearíamos h u b i e r a pensado el señor les que a cada m o m e n t o se aumentan,
ministro, h e aquí el uso que creemos a u n cuando todavía, como el minero
debiera h a b e r h e c h o del voto de con- avaro, no viese más q u e el oro de sus
fianza, y en ese caso p o d r í a presentarse ilusiones en u n a m i n a no descubierta»
en las Cortes con desembarazo, a u n deber es de todo p a t r i o t a verdadero, al-
cuando su promesa de acabar la gue- zar la voz y predicar la v e r d a d al puebio
r r a n o estuviera c u m p l i d a . E l camino y desengañarlo para que coloque en
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 579

mejor sitio su entusiasmo y sus afec- n o debe t i t u b e a r en arrojarse, i l u m i -


ciones. nada del talento, p o r los sombríos sen-
Concluiré, en fin, este opúsculo ma- deros del p o r v e n i r , aboliendo de u n a
nifestando que el amor a m i patria m e j vez t a n t a práctica antigua, tanto abu-
so, tanto cadáver resucitado como atra-
ha movido a hacer estas reflexiones, !
sa, entorpece y c o r r o m p e la sociedad
fundadas a mi parecer en la razón
Y no se tenga por u n a petulancia este
misma. deseo que debe hacer latir todos los co-
H a g a n las Cortes u n a h u e n a ley elec- razones y a r r e b a t a r la imaginación de
toral, amplia y p o p u l a r , y ensáyese, en los jóvenes, n o , p o r q u e un siglo de re-
fin, esa j u v e n t u d cuyo p a t r i m o n i o son novación pertenece, sin duda, de dere-
las épocas de renovación y turbulencia. cho, a la juventud.
Esa j u v e n t u d que, llena de esperanza, (Febrero de 1836).

Poe ía
Estamos seguros de q u e algunos de que, lejos de despreciar los modelos de
nuestros lectores, con cuyas opiniones la antigüedad, como se nos s u p o n e , en
literarias chocaron a b i e r t a m e n t e las ellos fundamos nuestra doctrina, p e r o
que como profesión de fe manifesta- estudiando y entendiendo su ejemplo
mos en nuestro prospecto, al tropezar n o en el sentido absoluto que los clási-
en las columnas de nuestro segundo nú- cos lo e n t i e n d e n , sino en otro relativo,
m e r o con u n artículo de... l i t e r a t u r a , racional y filosófico, Al ver a H o m e r o
¡ Ya están aquí!, exclamarán : Ya están cantar el sitio de T r o y a , a Virgilio la
aquí esos románticos con su moderna fundación de R o m a , parécenos oírles
escuela..., oigámoslos desatinar. Si en decir a la p o s t e r i d a d : «Cantad como
vez del p a r de columnas que tenemos a nosotros... Cantad vuestras Troyas,
nuestra disposición p a r a esta m a t e r i a •vuestras Romas, vuestros héroes y vues-
p u d i e r a llenar nuestra p l u m a páginas y tros dioses. ¿ T a n estéril h a sido vues-
páginas, trataríamos esta cuestión con tra naturaleza que para presentar ejem-
el espacio y claridad q u e su interés exi- plos de valor y v i r t u d tenéis q u e re-
ge : p r o b a r í a m o s q u e la moderna es- troceder veinte siglos?» Al oír esto
cuela es la suya, la nacida en el si- nuestra imaginación exaltada t i e n d e en
glo xvii, la que prescribe la imi ación d e r r e d o r la vista, y cantando al Cid, a
de los antiguos, que n o i m i t a r o n a na- Gonzalo, a Cortés y a los héroes de Za-
d i e ; la clásica, en fin, pues clásica hay ragoza y tantas hazañas nuestras, con
que l l a m a r l a p a r a podernos e n t e n d e r ; su fisonomía p r o p i a , n o vestidas a la
deduciríamos de esto que la que nos- griega o a la r o m a n a , créemes seguir,
otros profesamos es la antigua, la úni- más atinada y filosóficamente que los
ca, la naturaleza, sí, pero no con el : clásicos, el v e r d a d e r o espíritu de los
m a n t o , el casco y el politeísmo, sino con '• modelos de la a n t i g ü e d a d .
la modificación; más diremos, con la to- E n t r e las varias clases de poesías, la
tal mutación que la h a n hecho sufrir dramática h a sido el p a l e n q u e en que
los nuevos usos, costumbres, ideas, sen- de preferencia se h a n presentado los
saciones; en fin, el triunfo y establecí- ¡ principales atletas de los dos partidos,
m i e n t o del C r i s t i a n i s m o ; h a r í a m o s ver I y las famosas tres unidades, la p a l a b r a
580 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

de combate. E n p r i m e r lugar, las tales na viene a i m p o r t u n a r al rey pidién-


tres unidades no son más q u e una, q u e dole justicia, c u a n d o lo h a hecho la
es la de acción, pues d e b i e n d o la acción t a r d e a n t e r i o r . . . E l r o m a n c e español le
del drama ser u n a sola, claro está q u e h u b i e r a hecho pasar siete u ocho días
n o p u e d e suceder sino en veinticuatro entre la p r i m e r a y la segunda querella •
lloras lo más y en u n solo sitio. P e r o p e r o las veinticuatro h o r a s n o m e lo
s u p o n i e n d o que las dichas reglas lian h a n p e r m i t i d o : c'est Vincommodité de
sido y debido ser desentrañadas de las la regle." Esta sola expresión en boca
producciones anteriores del g e n i o , de un Corneille es la m e j o r apología de
¿ q u i é n será el sandio preceptista que las dichosas unidades.
se atreva a fijar límites al genio veni- Nosotros, pues, creemos que en el dra-
d e r o ? ¿ Q u i é n el q u e se aventure a ase- m a no debe conservarse sino la unidad
gurar q u e no nacerá u n poeta que lo- de interés, y no entendemos por esto
g r e interesar y conmover p o r otros me- q u e sea precisamente u n solo personaje
dios no conocidos, y de cuyas obras des- quien lo e x c i t e ; p u e d e n muy bien ser
e n t r a ñ e n , a su vez, nuevas reglas futu- varios, siempre que estos intereses par-
ros preceptistas? ¿Quién osará grabar ciales, ligados entre sí con u n lazo más
el non plus ultra en el m u n d o m o r a l , o menos visible, conspiren a u n centro
cuyo germen está en la m e n t e de la di- de interés c o m ú n , que es lo que cons-
v i n i d a d , cuando un h o m b r e solo bastó tituve su unidad.
a b o r r a r l o del m u n d o físico?... Ya L a h o r a de las reformas h a sonado
oímos repetir la cantinela sempiterna ya p a r a E s p a ñ a . El h o m b r e a quien
de q u e las unidades son trabas sólo p a r a nuestra reina fió el encargo de romper
la medianía, pero q u e al v e r d a d e r o ge- las trabas del t e a t r o h a sido llamado a
nio no le i m p i d e n c a m p e a r l i b r e m e n t e r o m p e r las de la nación, pero confiamos
y le sirven de saludable freno. Nosotros, q u e , a u n en medio de tan graves tareas,
contra esta objeción, citaremos, antes n o dejará de echar u n a m i r a d a sobre
q u e razones, la declaración de u n ilus- esa arte encantadora, que más de una
tre testigo que seguramente no recusa- vez en su honrosa proscripción le ha-
r á n los clásicos. Corneille en el examen b r á arrancado de los brazos del dolor
del Cid d i c e : «No p u e d o negar q u e la y alentado a sufrir con dignidad la suer-
regla de las veinticuatro h o r a s m e h a te de los grandes h o m b r e s . E n política,
hecho a t r e p e l l a r los incidentes de este como en poesía, la perfección está en
d r a m a . Rodrigo, que del c o m b a t e con conciliar el m a y o r grado de libertad con
los moros era n a t u r a l que saliese can- el mayor grado de orden posible. Nos-
sado y h e r i d o , debía descansar dos o otros, pues, creemos estar obligados a
tres días, y el rey, q u e era dueño de cooperar con tan ilustre guía a la gran-
fijar el día de su duelo con don San- de o b r a de nuestra regeneración polí-
c h o , podía a g u a r d a r dicho t é r m i n o , y tica y literaria.»
n o dos horas después de la batalla. Ji-
m e n a , que el mismo día por la maña- (El Siglo, núm. 2, 24 enero 1834, páge. 3-4.)

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Influencia del Gobierno sobre la Poesía
Es indudable que el Gobierno tiene exagerado reconocimiento por un nimio
siempre mucha influencia sobre la poe- favor a que tenían quizás derecho de
sía. A su organización social deben las ser admitidos detrás del enjambre de
naciones lo que son; ella modifica a la famélicos cortesanos. ¿Por qué admi-
larga el carácter de las razas, combate rarse tanto de que Mecenas recibiese en
los eíeclos de la naturaleza y del clima, su mesa y convidase a su casa de cam»
renueva las lenguas, reforma o destruye po a los hombres más distinguidos y de
las religiones, corrompe o regenera las más talento de su tiempo? Nada debe»
artes, y siendo tan vasto su poder, ¿no mos a su protección, a no ser que me»
se extendería también a la poesía? rezca alabanza el hábil y cruel Octavie
El efecto de esta acción es dar a la por haber inspirado a Virgilio su pri-
poesía tal o cual forma, y bajo este mer égloga, íobándole su patrimonio, o
punto de vista ofrece un estudio ti*il por haber derrotado a Ovidio, lo que
y curioso, pero no se debe ir más Je- nos valió una obra inmortal.
jos, y sería imposible calcular qué for- También los régulos de Italia en la
ma de Gobierno excluye o produce el Edad Media tuvieron el orgullo de pro-
desarrollo poético en un pueblo; la poe- teger a los poetas. Uno de ellos fue quien
sía ha vivido bajo todos los Gobiernos, comisionó al Ariosto a un país perdido,,
entre el despotismo y teocracia de Orien- en donde el más ingenioso y amable de
te, a la sombra del republicanismo de los hombres pasaba sus días apresando
Grecia, en la Europa bárbara, en la Eu- salteadores de camino. El príncipe de
ropa feudal, en la brillante monarquía Este hizo al Tasso el honor de admitir-
absoluta de Luis XIV y en nuestros le entre sus gentilhombres; pero pron-
días bajo instituciones más moderadas. to, por una causa ignorada todavía, seis
Sin duda, las formas políticas influyen años le tuvo en un encierro de locos, de
sobre la poesía; pero esto es por una donde no salió sino para ir a morir de-
reunión misteriosa que no se puede for- bajo del roble famoso, a vista del Ca-
mar ni prever. En esto deben recono- pitolio, a que no -debía subir.
cer los Gobiernos su impotencia : ni les Lilis XIV, ese rey que en medio de
es dado suscitar el genio poético ni aho- tantas debilidades tenía elevación de
garlo. En las artes que necesitan ins- alma y de carácter, deseó de veras la
trumentos materiales, el oro de los prín- prosperidad de las letras y tuvo valor
cipes puede, sin duda, mucho; pero el para mandar se representase el Tartu-
poeta no necesita sino una lira; mejor fo, pero no por eso merece que su si-
diré, una pluma para hacerse dueño de glo tome su nombre. No salió de ;u cor-
los siglos. Demasiado honor se ha he- te el brillo que debía ilustrar su reí-
cho a algunos soberanos atribuyéndoles nado. Este reinado -debió la mitad de
las producciones del ingenio contempo- su gloria a un hombre oscuro de Cha»
ráneo, en literatura, no hay siglo de teau-Tierry, que se llamaba Juan La»
Augusto, sino siglo de Horacio, de Vir- fontaiue; a un hombre oscuro de la Fer»
gilio o de Ovidio. Los mismos poetas, té Mi-Ion, que se llamaba Juan Raci-ne %
arrastrados por una exaltación que hace a un hombre oscuro de París, que se
parle de su noble origen, han hecho llamaba Poquelin Moliere. ¿Se dirá
ilusión a la posteridad, mostrando un acaso que aquella corte desarrolló su
582 OBRAS COMPLETAS DE DOJN JOSÉ DE ESPRONCEDA

genio? Lafontaine no estuvo en ella ja- a presentar al rey u n a m e m o r i a sobre


más. E n Moliere n o protegió sino lo la miseria del p u e b l o ; i r r i t a d o el mo-
que merecía castigo. Perfeccionó, es narca de la osadía del poeta, le arrojó
verdad, en R a c i n e , la elegancia y deli- u n a m i r a d a de desprecio q u e le causó
cadeza del l e n g u a j e ; p e r o t a m b i é n de- la m u e r t e . Esto es lo que h a hecho por
bilitó su n u m e n y le hizo a m e n u d o ser las letras el soberano q u e más las ha
inferior a sí m i s m o . P a r a la corte hizo h o n r a d o . E n nuestras nuevas costumbres
a Hipólito galante y a Aquiles fanfa- todavía p u e d e n menos por ellas los Go-
r r ó n ; p a r a la corte compuso Beremce, biernos ; n o p u e d e n favorecerlas sino
la menos trágica de sus t r a g e d i a s ; p a r a por la i n d e p e n d e n c i a ; la independencia
Dios y para sí m i s m o hizo Átalía^ la es m e j o r musa q u e la protección.
más sublime de todas. U n día, alenta- {El Siglo, núm. 12; viernes, 28 febrero 183\
do p o r m a d a m a Maintenon, se atrevió págs. 3-4.)

El Gobierno y la Bolsa
Cualquiera rancio español, de estos Nuestro Señor. Guando llegue ese tan
p o r quienes se dijo el pan pan y el vino venturoso y a n h e l a d o día—dicen—, ten-
vino, creerá f i r m e m e n t e , si reflexiona dremos oro a montones, p o r q u e habrá
sobre el estado actual de los negocios confianza; de la confianza nacerá el
públicos, q u e el G o b i e r n o se ocupa ex- c r é d i t o ; del crédito, el d i n e r o , y como
clusivamente de a c a b a r la fatal contien- p a r a todo se necesita dinero y todo se
da de N a v a r r a y al mismo t i e m p o del alcanza con él, extinguiremos la fac-
bienestar de los pueblos. Y a u n q u e a ción, las fuentes de la pública prospe-
la v e r d a d nosotros creemos que t r a t e r i d a d d e r r a m a r á n torrentes de riqueza
en ello con la mejor intención, estamos y la a h o r a desventurada E s p a ñ a será
persuadidos de q u e h a equivocado el entonces el asombro y la envidia de las
c a m i n o , enderezando sus m i r a s a u n demás naciones. Tal es Ja idea que fija
solo p u n t o y fijando de tal m o d o en él y halaga la m e n t e del ministerio actual,
su pensamiento que no parece sino que que ha convertido en u n Gobierno pu-
allí se encierra y g u a r d a la felicidad de r a m e n t e m e r c a n t i l a nuestro Gobierno,
la patria. Este p u n t o , a que se lia con- haciéndole reducir toda España a la
venido en l l a m a r Bolsa, es p a r a el Go- Bolsa, hasta tal p u n t o , q u e mejor me-
b i e r n o el signo de nuestra redención, el recería el título de director y regula-
castillo encantado de sus esperanzas, el dor de ésta q u e el de adminisrador y
p a l a d í n , en fin, de nuestra libertad, y gobernador de aquélla. A h o r a bien, nin-
todo su e m p e ñ o es que suban les fon- gún p u e b l o h a recibido la felicidad de
dos, como si con hacerlos subir cre- manos de los especuladores que allí se
ciesen como por encanto las rentas de retinen, y q u e tan sólo van guiados por
la nación. A este fin van dirigidas to- u n interés personal, muchas veces mez-
das sus providencias, se encaminan quino y contrario a la de la mayoría.
cuantos decretos concibe y p r o d u c e , y y siempre ele ligero peso en la inmensa
a fe que hay gentes q u e están esperan- balanza del bien p ú b l i c o ; n i n g ú n pue-
do el alza de los fondos como los san- blo p u e d e fundar esperanza alguna en
tos padres a g u a r d a n el advenimiento de el alza o baja de les fondos, diferencia
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 583

que suele marcar a su capricho un es- suele servir el amor a la patria, ni la


peculador atrevido, o ya un rumor vago, honradez, de norma a los especuladores.
o una noticia falsa; pero mucho menos Allí, en un juego inmoral y sobrema-
dehe aguardar nada un puehlo agríco- nera ruinoso, a costa de todo, trata el
la, como el español, donde el comercio jugador de enriquecerse, suben y bajan
sólo compone una suma muy pequeña los fondos a voluntad del más influyen-
de su riqueza. Generalmente se han te, y más de una vez ha habido fiesta
en ]a Bolsa y el sol ha brillado allí en
equivocado los efectos con las causas,
todo su esplendor para los que negocian
y así hemos visto pensar en hacer ca- en ella, mientras estaba enlutado y som-
minos de hierro antes de tener frutos brío para la nación entera. Pero la Bol-
que acarrear por ellos, y vemos ahora sa es uno de los medios que tienen los
la Bolsa considerada como causa de la Gobiernos a su disposición para des-
riqueza, no siendo sino un efecto. Sin lumhrar a los que no ven asaz claro y
mucha abundancia de frutos nunca ha- con detenimiento las cosas. Los fondos
brá mercado abundante, y entre nos- subieron, muchas veces equivale a decir
otros intentaba el Gobierno hacer mi- de oficio : Ha habido regocijos públicos
lagros. Y mal hará en tomar la Bolsa y el rey fue vitoreado y aclamado con
por termómetro de la opinión, porque general entusiasmo.
rara vez la marca con exactitud, y no (El Español, núm. 128; 7 de marzo de 1836).

La pata de palo
Voy a contar el caso más espantable aun los de piernas más ágiles y lige-
y prodigioso que buenamente imaginar- ras envidiaban las que solía hacer de
se puede, caso que hará erizar el ca- madera, hasta el punto de haberse he-
bello, horripilarse las carnes, pasmar el cho de moda las piernas de palo, con
ánimo y acobardar el corazón más in- grave perjuicio de las naturales. Acer-
trépido mientras dure su memoria en- tó en este tiempo nuestro comerciante
tre los hombres y pase de generación a romperse una de las suyas con tal
en. generación su fama con la eterna perfección, que los cirujanos no halla-
desgracia del infeliz a quien cupo tan ron otro remedio más que cortársela, y
mala y tan desventurada suerte. ¡Oh. aunque el dolor de la operación le tuvo
cojos!, escarmentad en pierna ajena y a pique de expirar, luego que se en-
leed con atención esta historia, que contró sin pierna, no dejó de alegrarse
tiene tanto de cierta como de lastimo- pensando en el artífice que con una de
sa : con vosotros hablo, y mejor diré palo le había de librar para siempre de
con todos, puesto qne no hay en el mun- semejantes percances. Mandó llamar a
do nadie, a no carecer de piernas, que Mr. Yv'ood al momento (,Tae ¿ s t e e i ' a e^
no se halie a perderlas. nombre del estupendo maestro perne-
Erase que en Londres vivían, no ha ro), y como suele decirse, no se le co-
medio siglo, un comerciante y un ar- cía el pan, imaginándose ya con su
tífice de piernas de palo, famosos am- bien arreglada y prodigiosa pierna, que,
bos : el primero por sus riquezas v el aunque hombre grave, gordo y de más
segundo por su rara habilidad en su ofi- ele cuarenta años, el deseo de experi-
cio. Y basta decir que ésta era tal que mentar en sí mismo la habilidad del

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584 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

artífice le tenía fuera de sus casillas. ranzas, pensando que de allí a tres días
No se hizo éste esperar m u c h o tiem- se vería provisto de la m e j o r pierna de
p o , que era el comerciante rico y go- palo q u e h u b i e r a en todo el reino uni-
zaba r e n o m b r e de generoso. do de la G r a n B r e t a ñ a , E n t r e tanto
—Mr. Wood —le dijo—, felizmente nuestro ingenioso artífice se ocupaba ya
necesito de su h a b i l i d a d d e usted. en la construcción de su m á q u i n a con
—Mis piernas—repuso W o o d — , están t a n t o e m p e ñ o y acierto, q u e de allí a
a disposición de quien quiera servirse tres días, como h a b í a ofrecido, estaba
de ellas. acabada su obra, satisfecho sobremane-
—Mil gracias; p e r o no son las pier- ra de su adelantado ingenio.
nas de usted, sino u n a de palo lo q u e E r a u n a m a ñ a n a de mayo y empezaba
necesito. a r a y a r el día feliz en que habían de
—Las de ese género ofrezco yo—re- cumplirse las mágicas ilusiones del des-
plicó el artífice—, q u e las m í a s , aun- p e r n a d o comerciante, que yacía en su
que son de carne y hueso, n o dejan de cama, m u y ajeno de la desventura que
h a c e r m e falta. le aguardaba. F a l t á b a l e t i e m p o ya para
— P o r cierto q u e es r a r o q u e u n h o m - calzarse la prestada p i e r n a , y cada gol-
b r e como usted, que sabe h a c e r piernas pe q u e sonaba a la p u e r t a de la casa
que no hay más que p e d i r , use todavía r e t u m b a b a en su corazón. «Ese será»,
las mismas con que nació. se decía a sí m i s m o ; p e r o en vano, por.
— E n eso hay m u c h o que h a b l a r ; p e r o q u e antes que su pierna llegaron la le-
al grano : usted necesita u n a p i e r n a de chera, el cartero, el carnicero, un ami-
p a l o , ¿no es eso? go suyo y otros mil personajes insigni-
—Cabalmente—replicó el acaudalado ficantes, creciendo por instantes la im-
comerciante—, p e r o no vaya usted a paciencia y ansiedad de nuestro héroe,
creer que se trata de u n a cosa cual- bien así como el q u e espera un frac
q u i e r a , sino q u e es menester q u e sea nuevo para ir a u n a cita amorosa y tiene
una obra maestra, u n milagro del arte. al sastre por e m b u s t e r o . P e r o nuestro
—Un milagro del arte, ¿eh?—-repitió artífice cumplía m e j o r su palabra, y
Mr. Wood. ¡ojalá q u e no la hubiese cumplido en-
— S í , señor, u n a pierna maravillosa y tonces! L l a m a r o n , en fin, a la puerla,
cueste lo q u e costare. y a poco r a t o entró en la alcoba del
—Estoy en e l l o ; u n a pierna que su- comerciante un oficial de su tienda con
pla en u n todo la q u e usted h a p e r d i d o . u n a pierna d e palo en la m a n o , que no
parecía sino que se le iba a escapar.
— N o , s e ñ o r ; es preciso q u e sea me-
j o r todavía. —Gracias a Dios-—exclamó el banque-
— M u y bien. r o — ; veamos esa maravilla del mundo.
— Q u e encaje b i e n , que n o pese n a d a — A q u í la tiene usted—replicó el ofi-
n i tenga yo que llevarla a ella, sino cial—, y crea usted que m e j o r pierna
que ella m e lleve a m í . no la ha hecho mi amo en su vida.
—Será usted servido. — A h o r a veremos.
— E n u n a p a l a b r a , quiero u n a pier- Y enderezándose en la cama pidió de
na. . ; vamos, ya que estoy en el ceso vestir, y luego que se m u d ó la ropa in-
de e 1 egirla, u n a pierna que a n d e sola. terior m a n d ó al oficial de piernas que
—Como usted guste. le acercase la suya de palo para pro-
— C o n q u e ya está usted enterado. bársela. No t a r d ó m u c h o t i e m p o en cal-
—De a q u í a dos días—respondió el zársela. P e r o a q u í entra la p a r t e más
p e r n e r o — t e n d r á usted la pierna en ca- lastimosa. No bien se la colocó y se
sa, y p r o m e t o a usted q u e q u e d a r á puso en pie c u a n d o , sin q u e fuerzas
complacido. h u m a n a s fuesen bastantes a detenerla,
Dicho esto se despidieron, y el co- echó a andar la pierna de por sí sola
merciante quedó entregado a mil sa- con tal seguridad y rapidez tan prodi-
brosas imaginaciones y lisonjeras espe- giosa q u e , a su despecho, h u b o de se-
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 585

guilla el obeso cuerpo del comerciante. cán que con la mano se las juraba En
En vano fueron las voces que éste daba resolución, al caer la tarde, el apresu-
llamando a sus criados para que le de- rado varón notó que la pierna, lejos
tuvieran. Desgraciadamente, la puerta de aflojar, aumentaba en velocidad por
estaba abierta, y cuando ellos llegaron instantes. Salió al campo y, casi exá-
ya estaba el pobre hombre en la calle. nime y jadeando, acertó a tomar un
Luego que se vio en ella, ya fue impo- camino que llevaba a una quinta -de
sible contener BU ímpetu. No andaba, una tía suya que allí vivía. Estaba
velaba; parecía que iba arrebatado por aquella respetable señora, con más de
un torbellino, que iba impelido de un setenta años encima, tomando té junto
huracán. En vano era echar atrás el a ¡a ventana del parlour (1), y como ido
cuerpo cuanto podía, tratar de asirse a a su sobrino venir tan chusco y rego-
una reja, dar voces que le socorrieren y cijado corriendo hacia ella, empezó a
detuvieran, que ya temía estrellarse sospechar si habría llegado a perder el
contra alguna tapia, el cuerpo seguía a ! seso, y mucho más al verle tan desho-
remolque el impulso ele la alborotada nestamente vestido. Al pasar el desven-
pierna; si se esforzaba a cogerse de al- turado cerca de su ventana le llamó y,
guna parte, corría peligro de dejarse allí ; muy seria, empezó a echarle una ex-
el brazo, y cuando las gentes acudían a | hortación muy grave acerca de lo aje-
sus gritos, ya el malhadado banquero no que era en un hombre de su ca-
hí?bía desaparecido. Tal era la violen- rácter andar de aquella manera.
cia y rebeldía -del postizo miembro. Y — ¡ Tía ! ¡ Tía ! ¡ También usted! —res.
era lo mejor que se encontraba algún es pondió con lamentos su sobrino per-
amigos que le llamaban y aconsejaban malí g ero.
que se parara, lo que era para él lo No se le volvió a ver más desde en-
mis-no que tocar con la mano al cielo. tonces, y muchos creyeron que se había
—Tin hombre tan formal como usted ahogado en el canal de la Mancha al
•—le gritaba uno—, en calzoncillos y a salir de la isla. Hace, no obstante, al-
escape por esas calles. ¡Eli! ¡ E h ! gunos años que unos viajeros recién lle-
Y el hembre, maldiciendo y jurando gados de Américia afirmaron haberle
y haciendo señas con la mano de que visto atravesar los bosques del Canadá
no podía absolutamente pararse. con la rapidez de un relámpago. Y poco
Cuál le tomaba por loco, otro inten- hace se vio un esqueleto desarmado va-
taba detenerle poniéndose delante y gando por las cumbres del Pirineo, con
caía atropellado por la furiosa pierna, notable espanto de los vecinos de la
lo que valía al desdichado andarín mil comarca, sostenido por una pierna de
injurias y picardías. El pobre lloraba; palo. Y así contimía dando la vuelta
en fin, desesperado y aburrido, se le al mundo con increíble presteza la pro-
ocurrió la idea de ir a casa del mald'to digiosa pierna, sin haber perdido aiín
fabricante de piernas que tal le había nada de su primer arranque, furibunda
puesto. Llegó, llamó a la puerta al pa- velocidad y movimiento perpetuo.
sar ; pero ya había traspuesto la calle
cuando el maestro se asomó a ver quién (El Artista. Entrega XII. Año 1835, 139-140.)
era. Sólo pudo divisar a lo lejos un
hombre arrebatado en alas del hura- (1) Cuarto tajo o locutorio.
Crónica de Teatros
Pasó, en fin, la silenciosa Cuaresma, que se representen y dormir en mi cama
y otra vez vuelven los teatros y las di- que para el caso es mejor. Asaz melan.
versiones públicas a hacer menos enfa- cólico y triste me hallaba al otro día
dosa la vida. Actores nuevos, dramas cuando el anuncio del Ambicioso o la
originales, románticos, tragedias clási- dimisión de un ministro me volvió mi
cas, piececitas de Scribe, comedias polí- natural alegría. Y he aquí el drama que
ticas del mismo autor, compañía nueva más principalmente ha llamado esta se-
de ópera, aunque la mayor parte de los mana nuestra atención. Caracteres bien
cantantes no sólo no han llegado, sino desenvueltos y eminentemente dramáti-
que ni aun se sabe de ellos otro nom- cos, gracia, energía y finura en el diá-
bre que el de N. N., común a cuantos logo, tales son las principales dotes en
habitamos este mundo sublunar; todo, que abunda, y en tanto agrado, que, a
en fin, dará nueva vida este año a la pesar de lo lastimosamente que ha sido
escena española, poblará las hasta aquí desempeñado, el público no ha podido
casi desiertas lunetas y regocijará los menos de conocer su mérito. La ambi-
corazones del ilustrado público. Así dis- ción es el único sentimiento, la pasión
curría yo el primer día de Pascua, an- única que domina en el alma de Rober-
sioso ya de que llegase la noche para to Walpole, el primer ministro; ena-
embutirme en mi asiento, y ya en la morado perdidamente del alto puesto
Cruz, ya en el Príncipe, pasar dos o que goza, su empleo es su querida, sus
tres horas agradablemente. Elegí con delicias, su todo en el universo.
esta intención La Camila, con preferen- El señor Furnier ha dado un color
cia a la ópera, por razones que no es rabioso al carácter del médico; desean-
aquí ocasión de manifestar, y, billete en do ser sencillo, se ha mostrado trivial y
mano, ocupé mi puesto. Pero, j a h ! , lo grotesco; muchas veces no ha entendi-
mismo fue alzarse el telón cuando de do su papel. Sus continuos gestos exa-
los primeros versos subió lentamente, gerados le daban la traza más bien de
extendiéndose por todo el teatro, un va- un criado que de un amigo de un mi-
por de beleño, adormidera y opio que, nistro, y varias veces ha tomado un
a pesar mío, me postró en una especie tono de misión que nos hizo creer no
de letargo tan profundo, que no desper- habíamos salido aún de la Cuaresma.
té de él hasta el quinto acto, en que El rey, carácter jovial, enamorado y
cayó el telón por ultima vez y se fue fino, ha sido representado de modo que,
disipando la soporífera nube. Conocí entre cuantos malos reyes hay en Ja
que éste era el efecto de las tragedias Historia, no hemos hallado ninguno
clásicas y que el autor había logrado el comparable al señor Lombía. Segura-
fin. que se había propuesto. El público mente nos pareció más cruel que ne-
también se durmió, y sólo algunos pro- roli, puesto que, como otro Herodes,
fundos literatos se despertaren y dieron lia degollado las inocentes palabras del
algtmas palmadas en celebridad de Aris- desventurado drama. No parecía sino
tóteles. Juré de volver al clía siguiente que las infelices le habían jugado al-
y sucedióme lo mismo, por lo que me guna mala pasada. Así, el público ex-
he dado al fin por vencido, y en tratán- trañó que lord Enrique confiase sus
dose de dramas de este jaez he deter- amores a un hombre gordo y que le
minado acostarme tempranito la noche respondía con facha de provisor o de

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ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 587

alcalde de lugar. El señor Pacheco ha todo, es fama que ningún ministro bri-
estado muy poco feliz: almibarado, tánico ha braceado ni manoteado tan-
dulce hasta empalagar y sobremanera to en su vida. En una palabra, ningún
afectado, si bien engaña en un prin- inglés hubiera encontrado en el señor
cipio, se le ve tan tibio, tan mesurado Luna a su compatriota Roberto. Pero
siempre, que no sólo no ha desempe- desarruguemos el ceño un momento y
ñado el carácter de lord Enrique, sino alabemos para probar a nuestros acto-
que no ha manifestado otro de nin- res que lo que ejecuten bien lo elo-
gún género. Para hacerle justicia, de- giaremos con entusiasmo; lo que ha-
bemos decir que es uno de los sepul- gan mal, lo criticaremos con rigor. La
cros blanqueados del Evangelio. Resta señora Matilde Diez ha representado
ahora el señor Luna, protagonista en con la naturalidad y gracia que acos-
el drama. N o es éste, por su desgracia, tumbra ; su donaire, el tono meloso de
el género en que más ha sobresalido. su voz, la elegancia de sus modales y
Los papeles puramente característicos, la inteligencia con que ha ejecutado su
tales como el de Ramzau en el Arte parte no nos ha dejado nada que de-
de conspirar, e l e , son los únicos en sear. Seguramente merecía las flores y
que puede aplaudirse a este actor con elogios que con tanta razón le prodi-
justicia. Pero el de Walpole es entera- gaban los cortesanos del Palacio de
mente distinto : es preciso sentir mucho, Windsor, el cual, según el autor anó-
representar con el alma, y el señor Luna nimo del artículo de la revista, estuvo
no tiene más que buenas intenciones en en aquella ocasión por demás locuaz y
tales casos. Su continente, además, no elegante. ¡ Cosa rara! Ha sido el pri-
ha sido tampoco adecuado al carácter mer palacio de que se cuenta que haya
que desempeña, y estamos persuadidos hablado hasta ahora. Quizá el articu-
que ningún ministro anda tan a com- lista tomó el continente por el conte-
pás como él ni hace ciertos quiebros nido, o, lo que es igual, dijo una cosa
de maestro de baile, en que el señor por otra. ¡ El articulista hará hablar a
Luna abunda generalmente. Y, sobre las piedras!

Teatros
¡Feliz s e m a n a ! H a hervido en ira- ' tirano de los espectadores; por fin, de-
dncciones del francés. El Duque de Bra- r r i b a d o de su t r o n o , como otros revés,
ganza en el teatro de la C r u z ; los se- nos h a i n d e m n i z a d o de su mal trato
ñores Ftirnier y Pacheco, siempre los haciéndose conspirador, De la señera
m i s m o s ; el señor L u n a h a entendido su Matilde Diez sólo diremos que es la
papel, y si se corrigiera de sus eternos perla de nuestros teatros.
pinitos, no dejaría m u c h o que desear. Decididamente n o queda en M a d r i d
E x t r a ñ a m o s que a una actriz del mé- el señor Valero, y a u n q u e l a m e n tainos
rito de la señora Teresa Batís se le con- sinceramente su ausencia, damos el pa-
fíen papeles ele tan poca importancia rabién por la adquisición de esie joven
como el que representa en este d r a m a . actor a los directores de los teatros de
Aconsejamos al señor L o m b í a que se provincias.
niegue a ser rey. p o r q u e se convierte en > (El Artista, Entrega XVII. Año 1835, 204.)
El Pastor Clasiquino
Y estaba el pastor Clasiquino, sen- solía t a m b i é n decir Clasiquino a veces,
cillo y candido, r e c o r d a n d o los amo- que, a u n q u e pastor, había leído más de
res de su ingrata Clori, en u n valle pa- u n a vez las reglas del Estagirita. «¡La
cífico, al margen de un arroyuelo cris- n a t u r a l e z a ! La Naturaleza es menester
t a l i n o , sin pensar ( j o l í ! , ¡ quién pudie- h e r m o s e a r l a . Nada debe ser lo que es,
ra hacer otro t a n t o ! ) en la guerra de Na- sino lo que debiera ser.» Y a q u í saca-
varra y embebecido en contemplar el ba u n texto griego, p o r q u e era consu-
manso r e b a ñ o , símbolo suyo. «Églogas mado helenista, y como sabía hablar en
—decía—, venid en a u x l i o m í o a q u í prosa y verso, continuaba :
d o n d e la máquina preñada (es decir, el «Sí, por el P a n que rige m i manada
cañón) y el sonoro tubo (la t r o m p e t a ) yo he de hacer ver al m u n d o que esa
no vienen a t u r b a r mis solaces.» caterva de poetas noveles, idólatras de
los miserables Calderón, Shakespeare y
«Pajiza choza mía. Ni yo te de'aría comparsa, son inmorales, y no saben
Si toda una ciudad me fuera dada.» escribir u n a égloga..., ¿ q u é digo, una
égloga?, ni cometer siquiera la figura
Y era lo b u e n o q u e el inocente Cla- llamada onomatopeya.»
siquino vivía en u n a de las calles de Y con es'o se levantó con aire de
M a d r i d y pretendía al mismo t i e m p o triunfo y ademán orgulloso, arreglán-
u n empleo en la Real H a c i e n d a . dose los anteojos, que ya tenía al ex-
¡Lo que es tener imaginación! Su Clo- tremo de la dilatada nariz caídos, des-
r i no era n a d a menos que un ama de pertó las ovejuelas q u e se h a b í a n dor-
llaves de genio pertinaz y rabioso que mido,
con él vivía y le llenaba de apodos y
vituperios a todas h o r a s ; su mayoral, de pacer olvidadas, escuchando
el m i n i s t r o , q u e ya de tiempo antiguo
Y Clasiquino, paso tras paso, se re-
los llaman así los clasiquistas p o r aque-
cogió a su m a j a d a , tenaz en su empe-
llo del Mayoral Jovino, y su pacífico
ño de seguir hecho borrego mientras
valle la Secretaría o el P r a d o , q u e p a r a
le d u r a r e la vida.
Clasiquino es lo m i s m o .
Nada como las reglas de Aristóteles, (El Artista, Entrega X X I ; año 1835, 251-252.

Teatros
ALFREDO.—Drama original en cinco ac- decir de u n d r a m a cuya crítica ban
tos por don Joaquín Pacheco,, repre- hecho todos los periódicos, ya mordién-
sentado en el del Príncipe. dole con sobra de crueldad clásica, ya
j u z g á n d o l e con justa m o d e r a c i ó n ; pero
Poco, a la v e r d a d , p u e d e q u e d a r que todos reconociendo en él la obra de ta-
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 589

l e n t o , y algunos a u n a despecho de su m a t a r al h e r m a n o , n i a u n éste, en nues-


deseo. Como nuestro fin no es defen- tro siglo, h u b i e r a estorbado p a r a n a d a :
derle de las críticas q u e h a sufrido, sino en nuestro siglo de moralidad, a u n es-
criticarlo t a m b i é n nosotros a nuestra posos hay q u e no e s t o r b a n ; pero el se-
vez, dejando a u n lado ajenas opiniones, ñor Pacheco h a presentado en Alfredo
presentaremos francamente la n u e s t r a . los arrebatos de u n a v e r d a d e r a pasión,
¿ E s Alfredo u n d r a m a en el q u e el y el q u e h a de odiar algún día como
poeta se haya propuesto p r e s e n t a r u n a u n rival a su p r o p i o p a d r e fuerza es
o varias acciones complicadas entre sí q u e asesine a l h e r m a n o de su q u e r i d a ,
y en q u e se interesen personajes de di- viendo en él un obstáculo a su felici-
ferentes clases y caracteres diversos o dad. Creemos, no obstante, que este ase-
h a tratado sólo de p i n t a r u n coloso de sinato debiera estar más motivado y
crímenes y pasiones, u n solo carácter, al que el poeta no ha sacado todo el par-
cual se sacrifique todo absolutamente tido que p o d í a del personaje de Jor-
y cuyo desarrollo cebe ú n i c a m e n t e ocu- ge. P e r o a q u í es donde u n ser ideal, la
p a r n o s ? Si esto último h a sido su in- voz lisonjera de la pasión c r i m i n a l de
tención, como no p u e d e d u d a r s e , po- Alfredo, se presenta en escena, perso-
demos dar al señor Pacheco el p a r a b i é n nificada en u n griego misterioso, q u e
por h a b e r llenado su objeto. E n todo el es. sin d u d a , la concepción más atrevi-
d r a m a no h a y personaje alguno que no da del d r a m a . M u c h o h a n clamado con-
se h a l l e en término m u y distante res- tra ella la m a y o r p a r t e de nuestros crí-
pecto al h é r o e , n i n g u n o q u e no sirva o ticos periodistas, y h a h a b i d o quien la
p a r a e m p u j a r l e al crimen o p a r a hacer ha t a c h a d o de u n extravío de la ima-
q u e aparezca más grande su desven- ginación, que h a realizado u n ser que
tura. no existe en la Naturaleza, Nosotros
Y en este d r a m a n o hay q u e buscar creemos que existe en ella, puesto q u e
caracteres, p o r q u e no hay n i debe ha- existe en la imaginación, y seguramen-
b e r más q u e Alfredo. Su alma, dis- te el griego existía p a r a Alfredo, como
puesta a sentir con violencia, arde a la p a r a u n fanático las brujas y los duen-
vista de u n a mujer hermosa y tal como des, como p a r a Sócrates existía u n ge-
él la h a b í a i m a g i n a d o en sus delirios nio q u e él vivía y con quien razonaba
de amor, de gloria y felicidad. P e r o esta amigablemente. Lo único que antes de
pasión es c r i m i n a l : B e r t a es la viuda la representación del d r a m a h u b i e r a
de su padre.,, y Alfredo, ya delincuente sido de t e m e r era que no produjese
con solo a m a r l a , cada paso q u e ade- efecto ; pero j u s t a m e n t e no h a sucedido
lanta es u n c r i m e n ; cada r e c u e r d o , u n así y las escenas en que e n t r a este per-
r e m o r d i m i e n t o que le devora. H e a q u í , sonaje fantástico h a n sido las que más
a nuestro entender, el corazón de Al- han agradado y suspendido a los espec-
fredo y su situación en el d r a m a . P r i - tadores. El quinto acto, sobre t o d o , es
m e r o , inocente y p u r o , p e r o indeciso, sublime, y el t e r r o r y el interés están
melancólico y ansioso de algo que lle- llevados al ú l t i m o p u n t o . B i e n quisié-
n a r a el vacío de su a l m a ; después, apa- ramos no hallar defectos que criticar;
sionado, delirante, t r a t a n d o de fortale- p e r o , desgraciadamente, Alfredo no es
cerse contra su conciencia y a r r a s t r a d o más que mi h e r m o s o pensamiento dra-
y despeñado por su pasión. Débil sería mático m a l puesto en escena: las tres
ésta, en verdad, y m e z q u i n a el a l m a de exposiciones con que empiezan el se-
Alfredo si p u d i e n d o vencerse y alejarse gundo, tercero y cuarto acto son iguales
de su m a d r a s t r a se h u b i e r a dejado lle- y ofrecen poco interés las dos ú l t i m a s
var de este amorcito coqueto de nues- p r i n c i p a l m e n t e , Carece de b u e n artifi-
tros días, de esas pasioncillas q u e t r a e n cio todo el d r a m a en general, y esto
t a n a m a l traer a nuestros elegantes, y contribuve a enfriar el interés, hacién-
herido de la flecha de oro se h u b i e r a dolo lánguido y a u n algunas veces mo-
puesto a e n a m o r a r a Berta. Entonces no lesto. E l lenguaje es p u r o , oriental, apa-
h u b i e r a h a b i d o , por cierto, para qué sionado y p r o p i o de la época de las Gru-

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590 OBRAS COMPLETAS DE D S" JOSÉ DE ESPRONCEDA

zadas, tal como nuestra imaginación nos p á l i d a le hacían p a r e c e r , no ya u n hom-


pinta que deberían h a b l a r y sentir los b r e furioso, sino u n ser de veras mar-
h o m b r e s de la espada y de la lira, los cado con el sello de la reprobación
guerreros de la F e , los amantes de la P o r otro estilo, y con exlraordinario ta-
h e r m o s u r a . Sentimos, sin e m b a r g o , que lento, representó el señor J u l i á n Romea
el señor P a c h e c o no h a y a escrito en el p a p e l del griego fantástico. Difícil
verso su d r a m a , sabiéndolos hacer tan era d a r a conocer la idealidad de este
hermosos como en algunas de sus com- personaje, y h e aquí el triunfo que lia
posiciones poéticas hemos leído. H u - alcanzado este a c t o r ; sus m i r a d a s , su
biera gustado más y h a b r í a evitado cier- aparición en la escena, la frialdad v
ta h i n c h a z ó n de que adolece la poesía a m a r g u r a de sus p a l a b r a s , su fisono-
escrita en prosa. E n cuanto a la ejecu- m í a cejijunta, pálida e inquieta, sus
ción del d r a m a , hace m u c h o t i e m p o que ojos vagos y penetrantes nos dieron a
en n u e s t r o teatro no se h a b í a visío n a d a conocer en él al misterioso ser que ha-
representado con tanta inteligencia y es- bía i m a g i n a d o el poeta. El señor Flo-
m e r o . La señora Rodríguez, como siem- rencio R o m e a hizo con n a t u r a l i d a d su
p r e . El señor L a t o r r e , sobre lodo en p a p e l , que tampoco daba otra cosa de
el acto q u i n t o , es el mismo Alfredo, sí. Aconsejamos al autor de «Alfredo»
apasionado, loco, acosado de r e m o r d i - n o sea éste el último d r a m a que es-
mientos, p r e c i p i t a d o al c r i m e n , y las criba, sino que, m á s a n i m a d o que nun-
entonaciones de su voz, su continente ca, siga u n a carrera q u e h a empezado
frenético, su fisonomía desencajada y bajo tan buenos auspicios.

Seducción y venganza
o El marido inglés
Mal d r a m a , bien silbado y ejecutado E n el saínete, la silba fue al gracioso,
con perversidad inaudita en el malha- q u e es el h o m b r e más triste que hemos
dado teatro de la Cruz, La señora Ma- conocido en el teatro de luengos tiem-
tilde Diez lo hizo m u y bien. E n cuan- pos acá. Cubas h a r é reír, nuestro soi-
to al señor P a c h e c o . . . N o hay q u e pe- disant gracioso hace silbar. T o d o es pro-
dir peras al o l m o , p o r q u e no las d a r á . ducir efecto.
(El Artista. Entrega XXII. Año 1835, 228).

Costumbres
Todas las campanas de A n d ú j a r an- a m o n t o n a d a s , compuestas con sus me-
d a b a n a v u e l o ; las colchas de las ca- jores vestidos, y algunas, a las puertas
mas h a b í a n salido a a d o r n a r las ven- de sus casas al lado de sus madres y
tanas y balcones de todas las casas; las alegres con sus amigas, mientras, en-
jóvenes del p u e b l o aparecían en ellas vueltos en sus capas p a r d a s y calado el
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 591

s o m b r e r o gacho, paseaban los jaques de de ellos como el sonido de unas casta-


Andalucía con a i r e d e p e r d o n a v i d a s y ñuelas entre la majestuosa música de u n
afeado el rostro con patillas de seis pul- Te Deum.
gadas. E r a la m a ñ a n a h e r m o s a ; la pla- —Señores—dijo el alcalde, a c a b a n d o
za estaba llena de gente y todo anun- de a p u r a r el j a r r o en que a n d a b a el
ciaba grande regocijo y a p a r a t o de pro- vino a la r u e d a y t i r a n d o a u n l a d o las
cesión. P e r o al mismo t i e m p o que la li- pocas gotas que h a b í a n q u e d a d o en el
viana j u v e n t u d del pueblo pensaba sólo fondo, con q u e roció dos o tres respe-
en holgarse y esperaba pasar tan agra- tables caras de aquel ilustre concurso—,
dable día. los graves varones, los miem- señores : yo p o r m í digo q u e como soy
bros respetables del Ayuntamiento se el rey a q u í o la persona del rey y es
entretenían, reunidos en p e r m a n e n t e se- menester, p o r q u e si la Real Majestad
sión, en trasladar el vino ele algunos estuviera aquí presente h a r í a lo m i s m o
cántaros a sus estómagos, t r a t a n d o al que yo, digo q u e será menester ver de
mismo tiempo con el tino y m a d u r e z q u e Su Real Majestad quede servido y
propios de t a n ilustre consejo cuál se* se haga todo como Su R e a l Majestad
ría el más conveniente m o d o de reci- m a n d a , y no tengo más que decir.
bir al digno p a d r e p r e d i c a d o r , capuchi- — V e r d a d dice el señor alcalde—re-
no i n d i g n o , fray Pascual de A n d ú j a r , plicó u n regidor—, y no se h a de decir
q u e estaba tenido en opinión de santo y q u e el p u e b l o de A n d ú j a r es menos q u e
era el asombro de aquellos contornos ningún otro, que bien sabe Dios q u e no
p o r su r a r a s a b i d u r í a . E r a el alcalde, lo e s ; nuestro p a d r e p r e d i c a d o r ha de
presidente del A y u n t a m i e n t o , h o m b r e ser recibido en triunfo o poco h e m o s
de cuarenta y cinco años, algo entreca- de poder.
n o y de frente a r r u g a d a y c h i c a ; los — L o que a q u í h a y q u e t r a t a r — d i j o
ojos, grandes y p a r a d o s ; de más de me- entonces el dómine—es qué m e d i d a s se
diana estatura, y tan poseído de su dig- h a n de t o m a r p a r a su recibimiento, si
n i d a d , q u e los negocios más frivolos los h a de salir el A y u n t a m i e n t o en p l e n o a
trataba como cosas importantes al servi- recibirle o n o , y éste es asunto de m u -
cio del rey, y n o sólo no se reía él cha m e d i t a c i ó n , meditatione cogitahun-
n u n c a , sino q u e n o p e r m i t í a t a m p o c o dus, y si h e dicho m a l , parce mihi
que los demás se riesen en su presen- dómine.
cia, y la más leve sonrisa costaba ir Discurrió el A y u n t a m i e n t o con otros
a la cárcel, sin respetar edad, sexo ni elegantes discursos de este jaez acerca
profesión, que ya h a b í a h e c h o arrestar de t o d o , menos del asunto q u e se tra-
más de dos veces a su p r o p i a m u j e r y t a b a , hasta q u e , por ú l t i m o , confundién-
a sus hijos por tan criminal, desacato, dose todos y h a b l a n d o todos a u n tiem-
N u n c a a b a n d o n a b a la capa, q u e , así p o , el escribano, que a n d a b a t o m a n d o
como u n e n o r m e garrote dos veces más notas, viendo c u a n embrollados estaban,
alto que él, y q u e era la vara de la se levantó y dijo con extraordinaria lo-
justicia, eran perpetuos compañeros de cuacidad :
sus fatigas, y lo que es la vara, decíase
— P o r cuanto y en atención a que la
q u e hasta de su descanso, p o r q u e dor-
fama del sabio p r e d i c a d o r fray Pascual
mía con ella de temor de no p e r d e r sus de Andújar., de que doy fe y testimo-
fueros por u n instante. Todos los demás | n i o de v e r d a d p o r h a b e r l e oído en la
m i e m b r o s h a b í a n lomado ya «aquel aire ! santa iglesia catedral de Córdoba el ano
de gravedad» q u e inspiraba su presi- i
dente, y sólo el escribano, h o m b r e chi- j de 1766 a 19 de m a r z o , día de n u e s t r o
quito y regordete, que parecía u n a bola, Santo P a t r i a r c a el Señor San José, por
con ojos saltones y bailarines, tenía u n ende, y no teniendo contradicción de-
no sé qué de risueño que contrastaba lante de cien mil íestigos presenciales
e x t r a o r d i n a r i a m e n t e con las caras lar- q u e estaban allí presentes como yo mis-
gas y p r o f u n d a m e n t e serias de aquellos m o , y que se necesitaron más de veinte
padres conscriptos y parecía en medio mil pañuelos p a r a recoger las lágrimas
de aquellos compungidos corazones, y
592 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

a ú n están el día de hoy, que hace dos Ayuntamiento en pleno salgan a recibir
años, segiín la fecha, h ú m e d o s y m o - a nuestro dicho reverendo predicador y
j a d o s ; y no h a b i e n d o en esta ilustre que a p r e n d a el susodicho señor alcalde
villa tanta porción de pañuelos y no u n discurso de introducción, que puede
siendo m e n o r la necesidad que h a y de c o m p o n e r el dómine o bien yo mismo,
ellos, pido que ordene el señor alcalde, p a r a arengarle, según costumbre en ac-
r e i t e r a n d o su m a n d a m i e n t o en debida tos de tanta consideración e importan-
forma, que no haya vecino en el pueblo cia. P o r todo lo cual h e dicho y pre-
q u e no lleve consigo dos o tres de los sento en debida forma este mi parecer
ya dichos pañuelos o, en su defecto, las apoyado en los talentos de esta brillan-
sábanas de la c a m a , camisas de su uso te r e u n i ó n .
y a u n trapos dé cocina, si menester Estupefactos q u e d a r o n todos al oír
fuese, u otra cosa útil p a r a enjugarse tan sabio r a z o n a m i e n t o , q u e , puesto que
los ojos, m a n d á n d o l e s que procuren al ya sabían el r a r o ingenio del perinola
m i s m o tiempo sonarse las narices con escribano, n u n c a le h a b í a n oído discu-
moderación, de modo q u e no parezca r r i r con tanta solidez, q u e esperaban
q u e h a y en la iglesia u n a tempestad y que tan felizmente se decidiese asueto
se confunda entre sus truenos la voz del tan i n t r i n c a d o . C o n d u j e r o n de apurar
p r e d i c a d o r , so pena de pagar la mul- los cántaros, hizo el dómine su discur-
ta de dos escudos y tres meses de pri- so, y como era tal vez demasiado largo
sión, í t e m m á s , pido q u e m a n d e igual- y a b u n d a b a en citas latinas, no queda-
mente lleve cada familia u n a escudilla ba bastante t i e m p o para a p r e n d e r l o . Era
o p u c h e r o de agua para los desmayos la m e m o r i a del alcalde frágil y necesa-
q u e suelen dar a las viejas y a u n a las r i o l e é r s e l o ; salió, como debía esperar-
jóvenes q u e sienten oprimidos sus co- se, con aquella elocuente seguridad y
razones a los tremendos gritos y textos gracia de estilo tan p r o p i a de u n al-
latinos de dicho reverendo p a d r e predi- calde de Andalucía, h a b i e n d o dejado
c a d o r , pagando igualmente los dichos atónito al p u e b l o la peregrina memoria
dos escudos la persona o personas q u e de su majestuoso alcalde, y no menos
contravengan a determinación tan acer- sorprendido el Capuchino se dignó de
tada y tan útil en ocasión semejante, no h a b e r e n t e n d i d o p a l a b r a .
í t e m más, p i d o que el alcalde v el
(El Artista. Entrega XXVI; año 1835, 303-305.)

Política General
C u a n d o los pueblos tienden la vista con las familias j u n t a s en u n pensa-
p o r la inmensa hoja d e l t i e m p o y leen miento único las diversas tendencias, la8
en ella su origen, que la antigüedad en- organizaciones más distintas de los ba-
noblece, sus primeros esfuerzos, las glo- bitantea de u n m i s m o país, retine y
rias y las hazañas de sus mayores, su m a n c o m u n a los más opuestos intereses,
orgullo se excita, su pensamiento se en- forma u n a necesidad absoluta de todas
gríe, late satisfecho su corazón y tan las necesidades j>articulares, y crea, en
generoso sentimiento los i m p e l e a gran- fin, la p a l a b r a mágica Patria. Menester
des hechos y maravillosas empresas. E l es h a b e r vivido lejos de los suyos, con
espíritu de nacionalidad q u e crearon las el estigma del proscrito en la frente y
tradiciones que se dividen y esparcen el corazón llagado de recuerdos, solo

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ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 593

e n t r e la m u l t i t u d que desconfía del ex- su m a n t o real el último que c u b r e los


t r a ñ o , p o b r e y sin valimiento p r o p i o . hombros de u n poderoso m o n a r c a , y
v en m e d i o de los que nacieron juntos c o m p l e m e n t o magnífico de la gran re-
y j u n t o s v i r e n , menester es h a b e r des- volución que ba trastornado la faz del
preciado la riqueza del extranjero, com- m u n d o , se presenta a d e c i r l e : «He .aquí
p a r á n d o l a con la pobreza del suelo pa- el más grande de los guerreros, el hijo
trio, h a b e r visto las mujeres pasar des- del p u e b l o , el genio escogido, el rsy
deñosas, y trayendo a nuestra m e m o r i a más obedecido y poderoso, el privado
las eme con sus miradas halagaban nues- de la fortuna. P e r o todavía con cuali-
tro deseo v d e r r a m a r lágrimas de en- dades tan grandes, con tanta fuerza, con
vidia y de a m a r g u r a , solo, infeliz, en poder tan e x t r a o r d i n a r i o , no basta, pue-
medio de tantos felices, para compren- blos, a hacer vuestra felicidad, a reno-
der, para sentir la Patria, p a r a no po- var la sociedad c o r r o m p i d a , p o r q u e sólo
der pronunciar jamás tan dulce p a l a b r a podéis l a b r a r a fuerza de lucha y tiem-
sin conmoverse. Los pueblos valen, pues, po vosotros vuestra felicidad, p o r q u e la
mientras domina en ellos el sentimien- sociedad se formula a sí misma, por-
to de su nacionalidad. Y cuando de- que el h o m b r e más grande y elevado
crépitos v degradados, como un corrom- sobre vuestros h o m b r o s vive u n a hora
pido aristócrata que se complace en apenas en la vida de la H u m a n i d a d . Na-
contemplar los retratos de sus esforza- poleón agotó cuanto en p o m p a y en
dos abuelos, registran los anales de sus grandeza h a b í a n creado los anteriores
hazañas y aun se jactan de su antigua siglos, usó las fiestas y regocijos públi-
fuerza, todavía irritado en ellos su or- cos, vulgarizó las palabras sagradas que
gullo, resisten la conquista, se sublevan conmovían con su magia los corazones,
contra el invasor, y cediendo en su de- y entregando al cuchillo del análisis
bilidad, somátense, sí, a la fortuna q u e religión, gloria y recuerdos, presentó la
los sujeta, pero no se dan j a m á s por sociedad como u n cadáver que engala-
vencidos. Muchos son los ejemplos que n a r a n falsos oropeles y brillantes pie-
la historia ofrece de países que sujetó dras. Aquella mano plebeya que había
La fuerza y que t a r d e o t e m p r a n o rom- osado arrancar las coronas de la fren-
pieron el yugo de la dominación ex- te de los reyes y q u e , despojándolos de
tranjera que no respetó sus costumbres, su a p a r a t o , los presentó como h o m b r e s
ajó sus fueros y despreció el sentimiento flacos a la faz de sus asombrados vasa-
de nacionalidad q u e al fin se desper- llos, e m p u ñ ó la espada del conquista-
tara en ellos. Los grandes ejércitos, las dor p a r a desnudar sus tronos, y, su mi-
invasiones poderosas, no dejan más res- sión cumplida, dejó a los pueblos que
to de sí que grandes ruinas y lastimo- completasen su obra. Las guerras, pues,
sas devastaciones, y pasando el p r i m e r | de conquista acabaron con Napoleón, el
espanto infunden odio eterno contra sus templo de la gloria militar se desmo-
tiranos en el p e d i o de los vencidos. El ronó con su ídolo y nuevos caminos se
siglo actual puede decirse que ba vi.:> abrieron a la civilización del m u n d o ,
to las últimas masas de h o m b r e s sir- obra inmensa q u e , p a r a llevarse a cabo,
viendo a la ambición del genio, forma, necesitaba del concurso general de los
das y organizadas para e m p r e n d e r con- pueblos. Al estruendo de las armas su-
quistas. Napoleón, a quien p u d i e r a lla- cedió la voz de la predicación y de la
marse el último C a r l o m a g n o , inatíru- ciencia, multiplicáronse los medios ele
mento sublime de los destinos del mun- comunicación e n t r e los pueblos, estre-
do, ha servido de t é r m i n o en la serie cháronse m u t u a m e n t e sus alianzas, las
de siglos que transcurre desde la m o - distancias se acortaron y u n sentimien-
n a r q u í a feudal hasta la nueva era de to único, la idea, en fin, de m e j o r a r su
los pueblos libres. Su gloria y su poder condición desgraciada, hizo que se mi-
inmenso cierra el c u a d r o de las mo- rasen como h e r m a n o s los que hasta en-
narquías absolutas. Es el último aliento tonces se h a b í a n m i r a d o como enemí-
de la gloria militar que con él expira, ! gos. Este t r a b a j o , largo y penoso, so-
594 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

metido al instinto generoso de la Hu- i en fin, los caminos de h i e r r o , ha apli-


inanidad, está todavía .muy lejos de ha- cado el v a p o r a los b u q u e s y, vehículo
ber tocado a su t é r m i n o . Los escombros pacífico de las nuevas ideas, estrecha los
de los tiempos pasados y hasta las tien- vínculos d e los pueblos más distantes
das levantadas por los h o m b r e s en su de la tierra y q u e apenas se conocían.
largo viaje para abrigarse y vivir en el Cierto es que en nuestra época de lucha
presente embarazan aún el camino v ' y de transición este espíritu se ha apo-
ocupan gran parte -del terreno donde hu« i derado de todos los corazones, v eleva-
hiera de empezar a levantarse el edifi- da la aristocracia del dinero sobre la
cio del porvenir. Los intereses antiguos ¡ del talento, la de sangre y la d e fuerza,
q u e vacilan, las preocupaciones q u e , ha sofocado por un m o m e n t o todas las
como la luz al m o r i r , sacan fuerza de pasiones nobles. Desgracia quizá inevi-
la p r o p i a debilidad, los vicios y erro- table, necesidad lógica, que si ahoga
res que crean n u e v a m e n t e intereses per- u n siglo entero con sus especulaciones,
judiciales hasta abrirles ancho canal por acaso de interés r u i n , llevará a los si-
donde se esparcen fecundando, y que glos futuros con su codicia las ideas ge-
permanecen ahora estancados, la duda nerosas, las pasiones altivas, los senti-
misma, c o m p a ñ e r a del análisis que h a mientos buenos y los esparcirá y cam-
deshecho iodo y n a d a crea, v q u e viene biará con sus mercancías por todas par-
medrosa a mezclarse en todas las com- tes. A nosotros nos ha tocado la suerte,
binaciones para lo futuro, las necesida- triste a la verdad, de aquellas tropas
des actuales que se complican, y a que que a b a n d o n a el general al cañón ene-
hay q u e acudir forzosamente, son otros migo para s a l \ a r con su m u e r t e todo
tantos obstáculos al c u m p l i m i e n t o de el ejército. Las almas generosas suspi-
la inmensa obra e m p r e n d i d a , v multi- r a n en vano por el porvenir o vuelven
plicándose y confundiéndose rinden las tímidas los ojos a lo pasado, huyendo
almas débiles y trastornan los entendi- de un siglo q u e , si bien p r e p a r a para
mientos medianos. P e r o pasó la época lo futuro grandes escenas, se halla ocu-
en que la condición de las naciones era p a d o a h o r a en el trabajo mecánico, y
ser esclavas o d o m i n a d o r a s . Las con- a u n q u e mañoso, m e z q u i n o , del afano-
quistas h a n llenado u n a inmensa misión so artífice. La discusión embarazosa,
en la Historia. R o m a reunió los pueblos enemiga del genio altanero y ejecutivo,
p a r a recibir la comunión cristiana. Na- se h a a p o d e r a d o del c a m p o político,
poleón los p r e p a r ó para cumplir el fin entregado h o y en E u r o p a a la media-
a que aquella religión los conducía : a nía, y como la paciencia es el don de
conocerse, a h e r m a n a r s e , a unirse en estos talentos y el trabajo del siglo ac-
u n a sola familia. La voz de paz a los tual es de paciencia, justo es y nece-
hombres de buena voluntad sonará en sario que ellos ocupen los primeros
las alturas y los hombres se darán las puestos. T o d o el porvenir del universo
manos al oírla. Tas fuentes del b i e n v está apenas a distancia de u n día en el
del mal. se confunden y mezclan de pensamiento del genio, y a millones de
m o d o que del m a n a n t i a l más p u r o la leguas lo colocan los inconvenientes \
corriente se envenena por último y pu- obstáculos q u e opone la práctica. Las
dre y daña cuanto riega, mientras q u e , medianías, representantes verdaderos de
purificándose las agu.as c o r r o m p i d a s en la época, siguen tejiendo la tela social
su origen llevan las más veces fecun- con más o menos tino, pero sin impa-
didad y riqueza por d o n d e pasan. Las cientarse n u n c a . La E u r o p a b o y día es
calamidades de la guerra impusieron u n a gran fábrica de trabajadores ava-
con el sello profundo de su fuerza la ros. Temeroso cada taller del vecino,
marca que a la sociedad m o d e r n a dis- se rodea de h o m b r e s a r m a d o s p a r a im-
tingue, el espíritu mercantil, mezquino ponerse temor unos a otros, enmasca-
en su principio, y siempre impulsado rar el miedo y amenazarse sin embes-
p o r el sórdido estímulo del interés, cre- tirse n u n c a . Si alguna i m p r u d e n c i a , ya
ciéndose y dilatándose ha construido, de algún jefe de taller más atrevido, ya
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 595

de alguno de los dependientes arma- j na lucha de intereses parciales, tiempo


dos, amaga al parecer hostilidades in- ea ya de ensanchar nuestras miras y
evitables entre u n o , dos o más talleres, \ echar una ojeada sobre el mundo polí-
Jas bravatas y las amenazas se truecan tico que nos rodea. Lejos de nosotros
en p a l a b r a s de cortesía, y m u t u a s sa- la idea de aconsejar al Gobiei'iio cómo
tisfacciones, en que el h o n o r suele sa- | ha de obrar inmediatamente. Escrito-
crificarse al interés, viene a t e r m i n a r res de un periódico de literatura, nos
tan espantosa crisis, que parecía iba a contentaremos sólo con hacer algunas
envolver en desastres sin n ú m e r o la gran i reflexiones sobre una cuestión, qui-
fábrica. La situación de E u r o p a es la zá la más importante para la Penínsu-
del ánimo acobardado y receloso, los la. Pocos días hace los ojos de los es-
restos del antiguo régimen disputan el pañoles se volvían hacia Portugal, nu-
ierreno a los nuevos usos, obligados a merosos cuerpos de tropas se acercaban
ceder, se mezclan y confunden con ellos a sus fronteras, la cuestión del Duero
para no a b a n d o n a r el puesto, y la des- amenazaba ser causa de un rompimiento
confianza, p e n e t r a n d o en unos y otros, entre estas dos naciones hermanas, y
cualquiera grito es de alarma, cualquier grandes preparativos de guerra se dis-
chispa una conflagración universal que pusieron por ambas parte. Felizmente,
abrasará los ya gastados hilos, apenas como es hoy costumbre, los negocios se
levísimas ligaduras de la confusa so- arreglaron amistosamente, y no pasó de
ciedad moderna. No es España, a pesar un nuevo susto tanta amenaza. Pero la
de su situación topográfica, que parece cuestión ha quedado en pie, sin em-
aislarla del resto de Europa, la que barco. La Península para llegar a ser
menos sustos ha causado ni la que da una gran nación necesita reunirse. La
menos motivos de sobresalto. Envuelta mano está separada del brazo, y Tajo
en una revolución política y dividida y Duero, arterias fecundísimas de nues-
en partidos que, aunque fatigados y sin tro cuerpo, cortadas a deshora van a
fe, pelean, sin embargo, obstinadamen- morir en una mar extranjera. Portu-
te, combatidos sus pueblos por siete gal, acosado por la Inglaterra, que lo
años de guerra civil tan encarnizada ahoga con su política, conserva sólo un
como poco gloriosa, y habiendo sido el recuerdo de su antigua gloria, y en su
desorden una necesidad de nuestro go- mal entendida vanidad vuelve contra
bierno, que entre inmensos apuros a nosotros un odio que alimentan con
toda costa y a cualquier precio tenía mimo los interesados isleños. En nues-
que acudir a imperiosas exigencias del tro orgullo los españoles solemos reír-
momento, más de una vez en su lucha de su debilidad y su arrogancia, y unos
ha llamado con susto la atención de la y otros, en vez de unirnos y enlazarnos
Europa entera. Sus puertos, los mejores íntimamente por nuestro mutuo interés,
del Mediterráneo, ofreciendo ventajosa servimos con nuestras rencillas y feme-
alianza a la Inglaterra, esta nación ha nil rencor a nuestra astuta aliada. Fuer-
intentado siempre abrir franco merca- za es que nos convenzamos; los portu-
do en nuestro país a sus mercancías, gueses jamás perderán el noble instinto
con menoscabo de nuestra industria. de su nacionalidad ni aun vencidos y
Próxima a estallar la guerra, complica- subyugados. Ese rincón de la Península
dos los negocios de Oriente, la Francia, cuenta entre mil guerreros y conquis-
nuestra natural aliada, ha vuelto tam- tadores ilustres los Gamas, los Albur-
bién los ojos a España, codiciosa de es- querques, los Castros; sus marineros
trechar los vínculos que la extraviada abrieron la senda a las expediciones
política del Gobierno francés había re- atrevidas, y la voz de Camoens, sonora
lajado últimamente. Y concluida la y poderosa, atruena todavía el mundo
guerra con un aguerrido y numeroso cantando las hazañas de aquellos hé-
ejército, y preparándose la paz a abrir roes. La mal entendida política de Fe-
algún día fuentes de verdadera riqueza, lipe II alejó de nosotros la buena vo-
aunque todavía envueltos en la mezqui- luntad, de los portugueses: su orgullo

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5% OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

herido los convirtió en enemigos nues- blos, estamos nosotros más lejos de nues-
tros irreconciliables, y todavía aquellas tros naturales hermanos que de las na-
preocupaciones quedan arraigadas hon- ciones más extrañas. Considerar, pnes.
damente en el corazón de nuestros ve- cuál sea el mejor medio de unir estos
cinos. La dificultad de comunicaciones dos hijos de una misma madre y for-
entre los dos países ha levantado una mar un solo pueblo, fuerte y podero-
barrera que, como la muralla de la Chi- so, -de los que dividiera una rivalidad
na, los separa completamente de nos- equivocada y la codicia y el egoísmo
otros. Los ingleses han abierto su mer- del extranjero, he aquí la obra que bre-
cado en Lisboa y han reducido a la vemente nos proponemos examinar,
capital todo el reino, Y mientras por
todas partes anchos canales dan franco (El Pensamiento, núm. 1; 19 mayo de 1841,
paso a las relaciones de todos los pue- págs. 12-14.)

Política General
Desde el tratado de Methuen en corazón agraviado se aumentó el odio
1709, los ingleses, apoderados casi ex- que hacía ya mucho tiempo la rivali-
clusivamente del comercio de Portu- dad de ambos reinos había engendra-
gal, convirtieron este reino en una co- do, sometiéronse a la fuerza y soporta-
lonia dependiente de la Gran Bretaña. ron el pesado yugo que la imprudente
Aquellas escuadras, las más numero- política de Felipe les imponía, pero ni
sas y aguerridas que en el siglo xv osa- un día solo pasó desde entonces sin que,
ban cruzar los mares; aquellos tesoros irritados de opresión tan injusta, roye-
que de las más remotas partes del mun- sen con coléricos dientes los eslabones
do venían a coronar y añadir lustre a de su cadena. Lloraban de dolor y de
la soberana del Atlántico, tantos triun- indignación los buenos de aquella na-
fos, glorias tan resplandecientes, tanto ción desgraciada al ver cada día arran-
poder, toda la grandeza, en fin, de tres j cado un florón de su corona, mal de-
siglos había para siempre desaparecido. fendida y abandonada por el descuido
Imperio tan poderoso, enterrado en los e ineptitud de sus tiranos.
desiertos arenales de África, cuando la Aquellas colonias tan ricas, teatro de
temeraria expedición de su rey don Se- tantas hazañas y glorias, padrón de los
bastián, roto y destrozado y a merced esfuerzos de tantos héroes, una por una
de imbéciles pretendientes que su co- desmembrándose de su antigua metró-
rona se disputaban, quedó en tamaño poli, pasaban a ser patrimonio de los
infortunio abierto a la ambición del ex- holandeses y de los ingleses, quitando
tranjero y a la codicia del más atrevido. a sus antiguos dueños cada uno de es-
Apoyó sus pretensiones nuestro rey tos despojos hasta la esperanza de que,
Felipe II con un aguerrido ejército de libre y regenerada su patria, pudiese
50.000 hombres, y la espada vencedora recobrar ya nunca el esplendor y la
del duque de Alba, arrollando las mal grandeza de los pasados tiempos. El ren-
dirigidas huestes del prior de Crato, cor más íntimo se alimentaba y crecía
sentó sobre el trono, poco hacía tan en los pechos de los portugueses y la
brillante, de Juan II, la tiranía y la estúpida política del Gobierno español,
oscura política del sombrío herede- aumentándolo cada vez más, no pare-
ro de Carlos V. Sujetó y humilló esta cía sino que se empeñaba en separar
conquista a los portugueses; pero en su dos pueblos que la Naturaleza había
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 597

u n i d o y en alejar sus corazones con n a d a , en vano su excelente posición so-


m u t u o desdén y odio, convirtiendo en b r e el Atlántico b r i n d a b a a los p o r t u -
enemigos irreconciliables a los que Ha- gueses con tierras lejanas y nuevas con-
bían nacido p a r a a m a r s e como her- quistas ; P o r t u g a l , r e d u c i d o a p o b r e rin-
manos. cón de la península, o h a b í a de sucum-
Lastimaba continuamente el corazón bir p o r ú l t i m o a las desproporcionadas
de lo3 portugueses el recuerdo de su fuerzas de su entonces odiosa vecina, la
nacionalidad Herida y ajada con inso- E s p a ñ a , o p a r a salvar a p a r e n t e m e n t e al
lente befa, i m p r u d e n c i a s y tiránicas ve- menos su i n d e p e n d e n c i a , c o m p r a r a p r e -
jaciones. Comunicaban poco entre sí cio m u y caro la alianza y protección
ambos pueblos y sólo por medio de los de la G r a n B r e t a ñ a . ¡Triste condición
representantes del j)oder que los opri- de las naciones q u e tienen por amigas
m í a , y encastillado el p o r t u g u é s en su a otras más poderosas! E n vano u n hom-
odio y desdeñoso el español en su or- b r e de ánimo generosos y elevado, y
gullo, m i r á b a n s e unos a otros, siempre dotado al mismo t i e m p o de u n a volun-
la cólera en el corazón y la mano p r o n - tad de h i e r r o , se esforzó en levantar
ta sobre el p u ñ o d e sus espadas. T a n de su abatimiento y dar vida a aquella
desacertada conducta, tantos ultrajes, m á q u i n a descompuesta. El m a r q u é s de
que, t o m a n d o su origen en la tiranía y P o m b a l comunicó su energía, sin em-
desordenada m a r c h a del Gobierno es- bargo, al á n i m o desmayado de los por-
p a ñ o l , pasaban sin p e r d e r su odioso ca- tugueses, reedificó a Lisboa, a r m ó una
rácter hasta las últimas clases del E s - m a r i n a respetable, protegió las artes,
tado, d e s l u m h r a n d o a unos y a otros en cultiváronse en su t i e m p o las bellas le-
sus verdaderos intereses, ofrecían fértil tras y r e a n i m ó la i n d u s t r i a ; pero los
campo para sus especulaciones políticas veinticinco años de su gobierno no eran
a los extranjeros, naturales enemigos de bastantes p a r a sus proyectos gigantes-
u n a nación que agitaba entonces, p o r eos, y el estímulo q u e su genio prestó
espíritu de religión y de h e r o í s m o , la p o r u n m o m e n t o al Estado p o d r í a com-
E u r o p e entera, y cuyas leyes se obede- pararse al q u e recibe u n cuerpo m u e r t o
cían en las más remotas partes del p o r medio del galvanismo.
mundo.
E n lucha abierta con todas las p r e -
INi se descuidaron tampoco los por- ocupaciones y los mezquinos intereses
tugueses. Presénteseles b u e n a ocasión de su época, P o m b a l sostuvo u n a gue-
d u r a n t e la desastrada administración del r r a a m u e r t e contra los nobles que le
de Olivares; dirigió el célebre P i n t o envidiaban y los jesuítas q u e le te-
Riveiro la conspiración, y a despecho m í a n , acosado por continuas conspira-
de la debilidad y flaco ánimo del du- ciones y sostenido ú n i c a m e n t e p o r su
q u e de Braganza, llegó el día, en fin, p r o p i a energía y su rigurosa severidad.
tras tantos afanes, de r o m p e r el yugo A la m u e r t e de José I , sus enemigos
castellano y levantar el trono indepen- prevalecieron en el ánimo de la reina
diente de P o r t u g a l . ¡Vanos esfuerzos! María, y quedaron por m u c h o t i e m p o
E l último q u e h a b í a n h e c h o , agotando desvanecidas las esperanzas de los b u e -
todos sus recursos, ya m u y escasos des- nos portugueses. La debilidad, el cohe-
pués de tantos trastornos, quebrantos y cho, las más viles pasiones, sucedieron
despojos, dejó aniquilado el reino y sin al plan metódico y o r d e n a d o del des-
b r í o p a r a llevar adelante la empresa graciado ministro ; el pueblo p o r t u g u é s ,
q u e h a b í a e m p e z a d o ; no era ya P o r t u - sumido en la ignorancia y el a b a t i m i e n -
gal el reino poderoso a quien tributa- to y p e r d i d a su antigua energía, deja-
ban tesoros a porfía el Oriente y el Oc- ba hacer a sus gobernantes, q u e , mez-
cidente, y Lisboa, su gran capital, ha- quinos y nulos, se encorvaban delante
bía ya dejado de ser el primer e m p o r i o del extranjero, q u e se aprovechaba d e
m e r c a n t i l del m u n d o . sus desaciertos, y sólo de tantos recuer-
Dueños de la m a y o r p a r t e de las co- dos había q u e d a d o en el corazón de los
lonias los extranjeros y su m a r i n a a r r u i - portugueses u n a ridicula y apática o j e -
598 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPROiNCEDA

riza hacia sus vecinos, los españoles. Ati- reses y mejoremos de condición. Mien-
zábanla con i n t e r e s a d r s miras los ingle- tras el comercio, el vapor, la industria,
ses, y la alianza de ..Napoleón con la reúnen entre sí los pueblos más apar-
Corte de Madrid ofreció ocasiones rail tados, no olvidemos que P o r t u g a l y Es-
para alimentarla ú l t i m a m e n t e con m a ñ a . paña ocupan un mismo suelo y for-
El ejército portugués, m a n d a d o du- m a n u n solo país, con intereses idén-
r a n t e la guerra de la I n d e p e n d e n c i a p o r ticos y unas mismas necesidades. Que,
jefes y generales ingle.'es, si p r o b ó con a despecho de las tiranías de nuestros
sus hazañas que en n a d a había degene- pasados reyes y de la lejanía a que nos
rado el antiguo valor lusitano, no ma- han colocado m a l entendidas rivalida-
nifestó menos al m u n d o , peleando a las des y antiguos rencores, nuestro idioma
órdenes de los extranjeros, el estado de es casi el m i s m o , nuestras literaturas se
sumisión y a b a t i m i e n t o en que su na- h a n mezclado y confundido, hasta el
ción se encontraba. P e r o la a u r o r a de p u n t o de que los mejores escritores de
la libertad de la Península empezaba uno y otro país h a n cultivado con glo-
ya a r a d i a r en el campo político, q u e ria ambas lenguas, que el mismo pen-
antes ennegrecían con sus sombras el samiento de libertad guía .al porvenir
despotismo, desbarate y trastornada di- a ambos pueblos y, en fin, que las le-
rección del m a l G o b i e r n o . Con el a m o r yes de la Naturaleza y razones de con-
de la libertad nació el amor a la inde- venencia y de justicia exigen se a b r a n ,
pendencia, y P o r t u g a l poco a poco lo- por ú l t i m o , francas y fáciles comunica-
gró al menos hacer más disimulado el ciones entre h e r m a n o s q u e , reconocien-
do su error y pasado el p r i m e r calor
yugo de su aliada más í n t i m a . P e r o ¿lo-
de antiguas desavenencias, h a n de abra-
grará sacudirlo e n t e r a m e n t e ? Agotadas
zarse aigxm día y p a r a siempre recon-
sus rentas, siu m a r i n a , sin i n d u s t r i a ,
ciliarse. JNO es ya la diplomacia de un
perdidas sus mejores colonias, erigido
rey astuto q u e atiende más a su inte-
el Brasil en imperio i n d e p e n d i e n t e , ¿se-
rés p r i v a d o y a lisonjear su orgullo aña-
guirá P o r t u g a l en la misma desigual
diendo u n florón más a su corona, ni
alianza con u n a nación m a r i n e r a y mer-
m u c h o menos la ultrajante dominación
cantil que lo consume y de la cual, al
de la fuerza de u n conquistador afor-
cabo de tanto t i e m p o de amistad ínti-
t u n a d o la q u e Jioy día mañosa se in-
m a , no ha logrado otros auxilios q u e
giere o poderosa se levanta a i m p o n e r
aquellos que por su p r o p i o interés le caprichosas leyes al más d é b i l ; n o , la
convenía prestarle? Lejos de nosotros verdad, las necesidades m u t u a s , el im-
el deseo de q u e fueran enemigos Por- perio de la razón, son las causas que
tugal y la Inglaterra, y ni. se crea q u e lian de ligar las manos de u n o v otro
tratamos de culpar a esta nación por sus pueblo, nación incompleta y manca la
procedimientos con aquel reino. p r i m e r a , sola y aislada de su vecina, y
T a n contrario es a nuestra opinión débil la segunda y sin porvenir propio,
lo p r i m e r o cuanto que nosotros milita- separada de aquélla y condenada a su-
mos bajo la b a n d e r a de fraternidad y frir la insolente a m i s t a d del extranjero,
u n i ó n entre los pueblos, y j a m á s recrimi- que necesariamente ha de aprovecharse
naremos de poco generoso el comporta- de su flaqueza. H o r a es ya q u e los por-
miento del gabinete inglés, p o r q u e sa- tugueses y los españoles empecemos a
bemos q u e .siendo la p r i m e r a ley de la conocernos y comprendernos (1). Rom-
Naturaleza la propia conservación y pamos esa b a r r e r a que tanto tiempo nos
a t e n d i e n d o , además, al p r o v e r b i o de
amor con amor se paga, sería injusto
exigir sacrificios a aquel a quien si al- (1) Es digno de notarse que mientras las
guna vez se acudió d e m a n d a n d o favor diligencias se aumentan, los caminos se mejoran
y las carreteras fie Valencia, Vitoria, Aragón y
y amistad fue más por necesidad que Andalucía están llenas de viajeros que llaman a
por simpatía. P e r o t i e m p o es ya tam- aquellos puntos sus placeres o sus negocios; los
caminos que a Portugal conducen se hallan desier-
bién que los q u e hemos nacido en la to? y en el mayor abandono, cruzados sólo por al-
Península miremos por nuestros inte- guna incómoda galera o las reatas de los arrieros.

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ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 599

ha separado. Glorioso será el día para den poco y n a d a ejecutan, y cuando


ambos pueblos en que u n a n a c i ó n gran- acabada u n a guerra civil, parecía q u e
de, compacta, libre e i n d e p e n d i e n t e se iban a desarrollarse gérmenes de visor
levante, cerradas sus fronteras p o r el Pi- y de grandeza, nos revolcamos a ú n en
rineo y abierto a su comercio y a sus el lodazal de nuestra ignominia. Y se-
empresas el m u n d o , señora por sus mejante España a u n a ciudad abierta
puertos del M e d i t e r r á n e o y del Océano. y a b a n d o n a d a , no sostiene más trato con
P e r o , ¡ a h ! , triste es recordarlo, y en sus vecinos que el q u e ellos cuando bien
rano el corazón lastimado se esfuerza les parece y por :U p r o p i o interés le
a t e m p l a r su pena con tan b r i l l a n t e ilu- conceden, e n t r a n d o en ella a ultrajarla
sión y porvenir tan glorioso, ¡ Cuan le- i y aprovecharse de su desventura. Mal
jos todavía está de nosotros! n u e s t r o s hora aquella en que el sol nos alum-
h o m b r e s de E s t a d o , en sus nimias y bró para ver ajado nuestro pabellón en
ridiculas combinaciones, no parece sino Cartagena, hollada nuestra frontera en
que apenas tienen .fuerzas p a r a entre- j iSavarra, i m p u n e y aun p r e m i a d a la co-
gar.se a meros trabajos mujeriles, fal- j bardía y expuestos a la ventura nues-
los de ánimo y capacidad varonil para ] tros puertos del M e d i t e r r á n e o !
mayores empresas. Envueltos en redes
de miedo que les tiende a cada paso su (El Pensamiento, m'mi. 5; julio de 1841, pá-
escaso ingenio, de todo t e m e n , compren- ginas 106-108.)

Un Recuerdo
E r a u n a de aquellas hermosas noches p a t r i a , que acaso no volvería a ver m á s ,
en Inglaterra, cuando en el mes de agos- y mis buenos p a d r e s , que m e a m a b a n
to nace el crepúsculo de la m a ñ a n a casi tanto.
envuelto entre los tibios colores del de
la t a r d e . Tenía lord K u t h w e n su quin- ¡Nuestras vidas son los ríos
Que van a ciar en la mar,
ta a algunas millas de Londres, h a b í a Que es el morir.
conocido í n t i m a m e n t e a mi p a d r e en
la guerra de la P e n í n s u l a , yo estaba m e decía a m í m i s m o , recordando los
emigrado y en la estación del campo conocidos versos de Jorge M a n r i q u e , y
h a b í a dejado la capital p a r a acompa- I luego m i corazón se c o m p r i m í a y algu-
ñarle en su elegante retiro campestre. nas lágrimas abrasaban mis ojos.
P a s e á b a m e , pues, al margen de un río
que, rodeando acá frondosas islas pobla- Contemplando
das de cisnes y acullá despeñándose for- Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
m a n d o vistosas cascadas, ora mansa, ora Tan callando :
p r e c i p i t a d a m e n t e , corría por el magní-
fico p a r q u e que fecundaban sus aguas. y temblaba por la vida ele los míos, que
Estaba yo melancólico, como se exige a tantas leguas de m í se acordarían del
de u n h é r o e de novela, joven de veinte joven proscrito, q u e en tierra extraña
años y e n a m o r a d o r o m á n t i c o . Miraba i sólo pedía enviarle-"! los suspires de su
el agua que resbalaba a mis pies su co- i corazón v que acaso n o volvería a ver-
r r i e m e , recordaba los años pasados, mi ¡ los n u n c a .
T
600 OBRAS COMPLETAS DE Di. \ JOSÉ DE ESPUONCEDA

La soledad, el susurro de la brisa que Bailad, mortales; regocijaos, globos;


agitaba mansamente los árboles, la brincad como cabritillas, ángeles y se-
temblada luz del crepúsculo, el murmu- rafines, que estoy yo alegre; rasgad
llo del agua y, sobre todo, mi propia vuestras vestiduras, hombres; bramen
imaginación extraviaron mi pensamien- de dolor tus entrañas, tierra; deshaceos
to de modo que arrancándome de la y convertios en polvo, mundos, porque
tierra me figuraba transportado de re- estoy triste.
pente a un jardín delicioso en las re- Así hubiera yo dicho, y ojalá que así
giones mágicas de Ariosto. hubiera sucedido. Por lo demás, a quien
«Fuera \To un caballero de las edades más y a quien menos, a todos de vez
pasadas y quién sabe si alguna silla en cuando nos viene el mismo deseo.
apareciéndose de la enramada o algu- Bueno es el cielo de ver y magnífi-
na ondina, que no deben ser menos ama- co pabellón el que despliegan sobre
bles unas que otras, meciéndose volup- nuestra frente los aires, sabrosa es la
tuosamente sobre las aguas, me acari- luz del crepúsculo, pero ¿cómo gozar
ciaría, entre armoniosos cánticos, re- tanta hermosura? Con los ojos, no bas-
montándome a sus dorados palacios aé- ta; con las manos no llego, olerlo y sa-
reos o en lecbos de espuma me baña- borearlo es empeño loco, pues ¿cómo
ría con aguas aromáticas, hundiéndome disfrutarla, cómo apoderarse de esa be-
con ella en el profundo de este río, bajo lleza que ama tanto el espíritu? ¿Cómo
afiligranados techos de aljófares y de guardarla para sí e identificarse con
cristal. Tomáranme quizá bajo su pro- ella? De ningún modo.
lección fantástica -y cuidando de mí co- Volvamos a la tierra y dejémonos de
mo de la delicia de sus ilusiones... ¡Y devaneos, que al fin han de llevarme a
que no me dejaría yo cuidar, como una casa de orates. Pero en la tierra
quien no dice nada, de manos tan amo- nunca sucede nada, nada que mientras
rosas y suaves!, yo, que de mío soy está sucediendo traiga carácter de aven-
naturalmente tan amigo de dejarme tura ni nos sorprenda. Pasó ya el tiem-
querer bien de las mujeres que me pa- po de las aventuras. Yo he salido a los
recen hermosas. Y cuánto más siendo dieciséis años de mi patria como un se-
ellas ondinas y silfas...» gundo Don Quijote a buscarlas y to-
Miraba yo, mientras esto decía entre davía no he hallado una que pueda
mí, a u n lado y a otro, como el devoto llamarse tal. ¿Dónde están aquellas
supersticioso que acabada su súplica es- princesas incógnitas, aquellos tiranos
pera en seguida se verifique el milagro. que las oprimían, aquella mano gene-
Las copas de los árboles continuaban rosa que cuando el caballero se acos-
armoniosamente meciéndose, la brisa taba pobre en su lecho venía sin darle
¡sacudía sus perfumadas alas a mi alre- cala de ello y le dejaba debajo de la
dedor, seguían las estrellas su curso, las almohada riquezas que, considerando la
aguas su camino y..., y nada cambiaba codicia de nuestra época, cansarían al
en la Naturaleza. No ha sido esta sola más desinteresado corazón no menos
vez la ixnica que me ha sucedido lo sorpresa que gusto por su valor y su
mismo. abundancia? ¡Ah! Esta loable costum-
bre ha desaparecido, por lo menos des-
Y en torno gira indiferente el inundo, dé el tiempo de Lope de Vega, que
Y gira en torno indiferente el Cielo. decía:

Sea todo por la misericordia divina, Yo, finalmente, amanecí sin blanca;
pero más de cuatro veces hubiera yo Debió de ser que me acosté sin ella.
vuelto y trastornado el orden de la Na-
turaleza y habría hecho reír al univer- Pero, señor, ¿no me sucederá algo
so con mi alegría y llorar a las es- raro, algo extraordinario? Maldito si-
trellas, cuya luz no ha llegado todavía glo XIX, que, sistematizando las socie-
a nosotros, con mi dolor, si hubiera es- dades, has convertido la vida en una
tado en mi mano. continuación monótona de días, que,
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 601

anos tras otros, pasan sin dejar rastro ¡ Agua en la frente! Amigo mío —con-
apenas en la memoria. Ya nada sucede tinuó, empuñado con fuerza mi mano—,
nunca que ríe contar sea... Hablaba yo es usted muy niño todavía, pero yo ne-
en voz alta en medio de mi arrebato cesito desahogarme, y usted es el hijo
cuando sentí que me tocaban blanda- de mí amigo y merece usted toda mi
mente en el hombro: «Aquí está rni confianza. Voy a revelarle a usted un
aventura», dije entre mí, y me volví secreto que si se divulgase quien no
azorado inmediatamente. E r a lord me tuviera por loco me tendría por em-
Ruthwen. bustero no conociéndome.
—Su juventud y su poca experiencia —Vengo de la biblioteca y no he ha-
de usted —me dijo con mucha mesura y llado un libro que me explique clara-
gravedad (porque no ha producido la mente la metempsícosis. La he revuelto
Gran Bretaña desde el rey Cimbelina toda, he ojeado cuanto en prosa y ver-
hombre más circunspecto)—- son la cau- so se ha escrito desde Pitágoras hasta
sa única de esas quejas. Niño, en lim- el día y nada he encontrado. ¡Oh!, ami.
arán siglo han acaecido tantas aventu- go mío, amigo mío —añadió con el ma-
ras como en el presente; a ningún hom- yor dolor—, el entendimiento humano
bre le ha sucedido todavía lo que a mí tiene límites que no es dado traspasar.
ni hombre nacido ha inventado jamás, ¡Ay! del que se empeña en compren-
ni mucho menos visto nunca, lo que derlo todo y en explicárselo. Mi cora-
pasó ante mis ojos no ha mucho tiempo. zón se ha secado como un arenal y mi
Di jome esto con tono reposado y ma- imaginación arde como un papel que
gistral ; en su frente, que iba a desva- se quema sin llama y que entre chispas
necerse a la nuca, calva la cabeza como se va reduciendo a ceniza. Aquí pienso
un hueso de marfil pulido, se irritó una que voy ya a coger la fórmula de la
vena que sobre el entrecejo le caía, sus inmensidad, allí la del espíritu. ¡Pobre
o jes prominentes me miraron con tal delirante! Como si hubiera sitio en la
fijeza que hicieron titubear los míos cabeza material para que cupiese des-
y su continente, altamente aristocrático- arrollado tamaño pensamiento, como si,
britano, tomando de repente el ademán aunque lo hubiera, no me faltasen pa-
de un neurálgico, me hubiera hecho te- labras en la lengua de los hombres para
mer por él y por mí si después de un expresar el pensamiento de los dioses.
año de trato íntimo no me hubiera fa- ¡ O h ! , mi deseo me abruma y rni im-
miliarizado con su carácter, no sé si me potencia me desespera. Usted, hijo mío,
atreva a decirlo, extravagante. no sabe cuan grande es mi dolor. Yo
—Y ahora, ahora mismo acabo de puedo decir contigo, Shakespeare:
hablar con él, le he visto en la quinta
próxima, enamorando y galanteando a I Have
T'hat honourable grief lodged here, wliich burns
miss Hershel •—prosiguió, dándose una Worse tlian tears drown.
palmada en la frente.
—Lord Ruthwen —le dije—, esa aven- Las palabras del ilustre anciano revé-
tura debe haber sido extraordinaria; no laban claramente que se hallaba en uno
haríamos mal en retirarnos a casa; la de aquellos accesos maniáticos que más
noche, aunque serena, está húmeda y de una vez, a pesar de mi profundo res-
ya es hora, además, de tener nuestro peto hacia su persona, me habían he-
rato de conversación, como de costum- dió asomar la risa a los labios y medi-
bre, antes de acostarnos. Venid y allí tar luego a ratos perdidos, que lo eran
despacio y más cómodamente me eonta- casi todos los míos, entre bromas y ve-
xéis ese tan raro acontecimiento. ras, en la flaqueza y miseria de nues-
—No —repuso—, necesito aire, las tro prójimo.
sienes se me queman... —y, la mano Resuelto a oírle, le invité a sentarse
extendida, apretábaselas con el pulgar y al pie de un árbol, dándome a mí mis-
el dedo del corazón, contrayendo su rí- mo la enhorabuena del buen rato que
gida y nerviosa fisonomía—. ¡ Agua! se me preparaba. Siempre he preferido

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602 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

la conversación de los locos a la d e los con miá manos mismas un cuerpo de


h o m b r e s ele juicio. Enseña tanto como un c u a d r ú p e d o vivo y sano y que este
la de éstos y fastidia menos. Sentados cuerpo se h a disipado de r e p e n t e y con-
ya, entreteníame yo en c o n t e m p l a r vertido eu el de u n h o m b r e , verificán-
aquella imagen y semejanza de Dics, dose la transmigración de su espíritu
grave y metódica en medio de ,su des- cuando menos n a d i e podía imaginár-
varío, q u e , sin p e r d e r nada de su va- selo?
ronil dignidad, ofrecía, sin e m b a r g o , a Miré yo a lord R u t h w e n por si acaso
otro semejante suyo motivos de lasti- se chanceaba, p e r o permaneció impa-
mosa risa, j Quién sabe cuánto h u b i e r a sible con toda la solemnidad y buena
hecho reír la vista de los dos seres supe- fe de su locura, y prosiguió diciendo :
riores de la creación, tan serios y dig-
—Veo que le causa a usted asombro
nos, ,a otro ente de más alta natura-
lo que le digo y no m e espanta. Figií-
leza !
rese usted cuánto mayor sería el mío
Entonces lord R u t h w e n , con reposa- al a d m i r a r fenómeno tan estupendo.
do continente y severa, a u n q u e desen- Desde que tuve uso de razón h e sido
cajada, fisonomía, dijo : aficionadísimo a caballos; puedo asegu-
— P l a t ó n pensaba, amigo m í o , q u e el rar a usted q u e los mejores de Inglate-
alma era u n a llama encerrada en nues- r r a h a n estado en mis cuadras. Yo creo
tra m á q u i n a material, cuya luz, dándo- que el caballo y el p e r r o son los me-
la vida, solía asomar a veces por algu- jores amigos del h o m b r e . El p r i m e r o ,
nos resquicios, ansiosa siempre de dejar p a r a m í , n o es otra cosa que u n su-
su cárcel y volar a la i n m o r t a l i d a d . Los plemento que la Naturaleza le ha con-
más antiguos filósofos vieron en ella u n cedido en sus trabajos y fatigas. Un
r e o : atribuyéronla el delito de rebelión, h o m b r e a pie n o es sino u n ente incom-
y la impusieron castigo. E n el Kathaka- pleto ; a caballo, p u d i e n d o hacer cuan-
ma-Oupanichat de los Vedas dice que to .a pie ejecuta, y muchas otras cosas
el espíritu elige el cuerpo de u n ani- q u e de otro m o d o serían impracticables,
m a l y... es el ser v e r d a d e r a m e n t e m á s perfecto
—Sí, señor — i n t e r r u m p í yo, temeroso de la creación. Reflexiones semejantes
del torrente de erudición en que amena- debieron dar origen a la antigua fábu-
zaba i n u n d a r m e — , y de a h í viene la la de los centauros.
purificación de las almas p o r medio de — L a definición —le d i j e — m e parece
la transmigración o metempsícosis. P.i- exacta, y tanto más cuanto q u e al hom-
tágoras adoptó esta doctrina. b r e , montado en b u r r o o m u í a , no lo
—Y a m í •—continuó lord R u t h w e n — comprende.
no me queda ya d u d a de q u e es cierta. •—Así es—repuso con su seriedad im-
Años hacía q u e , entregado a la lectu- p e r t u r b a b l e — . Tenía yo hace dos años
ra de las religiones y de los filósofos y el más noble, el más brioso, la más per-
e m p a p a d o en sus diferentes sistemas, fecta obra que en su taller ha fabri-
vagaba m i entendimiento ansioso de re- cado j a m á s el escultor de la Naturale-
solver sus dudas en la cuestión del es- za. E r a u n caballo t r a n s p a r e n t e ; sus ve-
píritu cuando el raro suceso que h e p r o . nas corrían al través del cutis más de-
metido contaros vino, certificándome de licado y sutil que puede usted imagi-
la verdad del sistema pitagórico, a se- narse ; dejaba atrás el viento en su ca-
p u l t a r m e de nuevo en mayores dudas r r e r a , y su cabeza, q u e latía toda lan-
y confusiones, que h a n de acabar con zando vida y alma... E l alma, ¡ a h ! , así
mi vida. Cuantos h a n creído en la m e - se salió aquella alma d e su caja, así
teinpsícosis h a n .supuesto la traslación se escapó y trasladó a m á q u i n a mejor
del alma de.ípués de muerto el c u e r p o acondicionada para ella. Su inteligencia,
en que se encarnaba. Pero ¿ q u é diría que se bullía en su frente, más de una
usted sí yo le asegurase que h e visto vez me h a b í a ya hecho m e d i t a r con
con mis propios ojos y que he p a l p a d o asombro, p a s m a d o yo de t a n t o poder
ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 60Í

de reflexión y memoria en u n c u a d r ú p e - I rodillas exclamó en p u r í s i m o latín ci-


do. Querido amigo, era u n monstruo, [ ceroniano :
y ¿ q u é había de resultar de u n mons- ce—Perdón, señor m í o , p e r d ó n , yo soy
truo sino u n a monstruosidad? Conocido Pedrillo o, p o r mejor decir, yo era.
y afamado en toda la G r a n B r e t a ñ a , ese P e d r i l l o que andáis buscando, y
vencedor en cuantas carreras h a b í a en- que no volveréis a ver en toda la vida,.
trado a deslucir las mejor sentadas re- E n mí acaba de verificarse u n o de los
putaciones, infinitos lo codiciaban, y casos de la metempsícosis. Mi tiempo
cada día desechaba yo mií ventajosas llegó y m e he transformado en h o m b r e ,
proposiciones que se m e h a c í a n , procu- ¿Queréis saber más? ¿Será menester d e -
rando hasta con astucias y tretas arre- círoslo todo, a m o m í o ? — a n a d i ó con lo?
b a t á r m e l o . L o r d King estaba de él tan ojos llenos de lágrimas—. Habéis leído
e n a m o r a d o que, viendo no había medio sin duda a Horacio, y os acordaréis en
de reducir mi voluntad, j u r ó r o b á r m e - su Arte Poética del b a r b e r o Licinius,
lo. R e í m e yo de su locura, y ojalá lo Yo, yo fui ese desventurado r o m a n o , a
h u b i e r a hecho antes que al maldito quien desde entonces acá h a n sucedído
a n i m a l no le hubiese llegado la h o r a de aventuras capaces, sí se contaran, de en-
cambiar de esencia y forma y de tras- j ternecer piedras y hacer llorar bronces
t o r n a r m e a m í el juicio. ¡ O h ! ¡ Sí I ¡ Sí ! j ¿No os acordáis de Licinius? No os eno-
«Bajaba yo todos los días dos veces j jéis p o r q u e yo h a y a vuelto a m i prís-
a visitar a P e d r i l l o , que éste era el tino ser. ¡'Vos, q u e amáis tanto los au-
n o m b r e de m i corcel, y u n a t a r d e , al tores clásicos, de que tuve la h o n r a d e
anochecer, m e hallé que aún no h a b í a n ser c o n t e m p o r á n e o ! D e j a d m e afeitar y
encendido luz en la c u a d r a . L l a m é , eno-
m e iré después, con vuestro p e r m i s o , a
j a d o del descuido, p a r a que la traje-
c u m p l i r mi misión sobre la tierra. Soy
r a n , y t a r d a r o n en responder. ¡ E n esto
L i c i n i u s : no tengo más q u e deciros.
venía ya la luz !... ¡ Atención, amigo m í o
Acordaos del Nihil admiran de m i com-
—y m e a p r e t ó la m a n o , que m e hacía
patriota y no os admiréis de lo que e¡?
d a ñ o — , atención por Dios, amigo m í o !
sin duda m u y n a t u r a l .
Venía ya la luz, y reflejaba apenas en
las paredes d e la c u a d r a . Los caballos, «—El criado q u e había traído la luz;
inquietos, h e r í a n el suelo con fuerza, del sobresalto la dejó caer. H u b i e r a y o
como si presenciaran alguna visión te- con placer e n t a b l a d o conversación con
merosa. Yo no sé qué sudor frío b a ñ ó Licinius, pero cuando volvieron con otra
m i frente, perdí la r a z ó n , sentí que tem- luz, Licinius sin d u d a se h a b í a ido a
b l a b a n mis nervios, y vi, vi cómo una afeitar a otra p a r t e . ¡Mi caballo se afeí-
sombra de caballo q u e , a medida que ' taba solo! ; Mi caballo se había conver-
la luz se acercaba, subía por las pare- tido en h o m b r e ! ¡ E n Licinius, el b a r -
des, disipándose y se levantaba al te- bero que cita H o r a c i o ! ¡La m e t e m p s í -
cho, d o n d e , por ríltimo, desapareció des- cosis se h a b í a c u m p l i d o antes de la
vanecida. E n esto oí u n a voz que en muerto del c u e r p o ! ¡ E l sistema m á s fi-
latín d i j o : Gruñas ago tibí Domina, loiófico y profundo era v e r d a d e r o , pero
DRUS meas, dando gracias a Dios. E n t r ó no en todas sus p a r t e s ! E l cielo m e h a -
la luz; sacudió u n a cabeza de h o m b r e bía elegido a mí p a r a testigo de vista
la cabezada de m i caballo, que pare- de un caso incomprensible, sí, pero no
cía él tener puesta, y sin hacer caso de menos cierto por eso... ¡Cuánto h e me-
m í , que le hablé en inglés, sacó unas ditado d e s p u é s ! ¡ C u á n t o he hecho p o r
navajas, y m i r á n d o s e en un cachillo de encontrar a Licinius! ¡ T o d o en vano. ;
espejo, se puso a afeitarse con la ma- todo en v a n o ! ¡ A b , e n t e n d i m i e n t o mez-
yor frescura del m u n d o . Ocupaba aquel q u i n o ! ¡ O h , m i s e r a b l e m u n d o , cárcel
h o m b r e el sitio de P e d r i l l o . y Pe- estrecha de los espíritus! »
drillo h a b í a desaparecido. Suavizando Diciendo a¿í inclinó la cabeza s o b r t
las navajas m e m i r ó , y arrojándose de el pecho y arrojó tan profundos suspi-
r e p e n t e a mis pies y abrazándose las ros que parecía que se le arrancaba e-!
504 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESP'RONCEDA

; a l x a . Maravillóme la rara locura de — E s m i hija—dijo el anciano, más


j.iii h u é s p e d y quedé suspenso. ] sereno ya el rostro y olvidado de cuan-
U n arpa armoniosa, corno la música I to poco antes le distraía—. Es m i hija
d e los cielos, sonó a deshora en el bos- i q u e m e llama con sus acentos de án-
que,, y tina voz suavísima y simpática, j gel. Bendita seas, hija mía, q u e no ol-
q u e p e n e t r a b a en el fondo del alma | vidas n u n c a las a m a r g u r a s de t u p a d r e .
s o m o los cantos aéreos de la sílfide ena- ] v a m o s , amigo m í o , esa voz es para mí
m o r a d a , entonó el Castra diva de Belli- como la de u n serafín que en la muer-
n i , mientras los aires, conmovidos con te t r a n q u i l a del b i e n a v e n t u r a d o llama
su sabroso eco, meciéndose en ella vo- su espíritu desde la gloria.
l u p t u o s a m e n t e , en deliciosas ondula- ¡ La hija de lord Ruthv/en nos guiaba !
ciones la trían- S o r p r e n d i ó m e de m o d o Sus ojos, i a h ! , ¡sus ojos m i r a b a n con
qaie creí q u e i b a n a realizarse en fin u n a t e r n u r a tan í n t i m a ! Criando se al-
mis ensueños. Levantó el anciano la ca- zaban sus p á r p a d o s parecía q u e se abría
heza. y escuchó con recogimiento. La voz el cielo, ¡ O h ! ¡Las inglesas son tan
s e desvanecía como u n a n u b e blanca si suaves, tan bellas! Dichoso país el nues-
crepúsculo de la t a r d e , y vaga y argen- tro, donde p u e d e alabarse la hermosura
t i n a , ya parecía descender de la estre- de las extranjeras sin t e m o r de causar
llada esfera, ya salir del fondo de las envidia a las en él nacidas p a r a su en-
.cristalinas aguas que a alguna distan- canto. Las españolas llevan el amor y
cia de nosotros se despeñaban. H u b i e r a la poesía en sus ojos.
y o estado oyéndola extático toda m i
i 'El Pensamiento, núm. 3, págs. 60-64; iudo
~~\ ida. I de 1841.)

De Gibralt ar a Lisboa
Vi a j e Histórico
g i b a m o s en u n a b a l a n d r a sarda car- vi do, y yo, que llevado de mis instin-
g a d a excesivamente de trigo y sumer- tos de ver m u n d o h a b í a dejado mi casa
g i d a en la m a r hasta los e n t r e p u e n t e s . sin dar cuenta a n a d i e y contaba ape-
Dos m a r i n e r o s , u n chico y el capitán, nas 17 años. Una de aquellas mujeres
c o m p o n í a n toda su t r i p u l a c i ó n ; pero no be podido averiguar nunca de qué
•sa c a m b i o , encajados y embutidos co- país era ; sólo sí que j u r a b a y maldecía
m o guantes en n u e z , t r o p e z á b a m o s unos con unción satánica y maestría inimi-
sri otros hasta 29 pasajeros, e n t r e ellos table en todas las lenguas del m u n d o .
21 catalanes de lo más rústico y mon- E r a u n a torre de B a b e l cuando se en-
t a r a z del P r i n c i p a d o : tres mujeres, rm tretenía en blasfemar, q u e fue toda la
-comisario de guerra atrabiliario y co- navegación hasta que m u r i ó , y llevaba
lérico como u n p u e r c o espín y m á s p u n - en esto ventaja a los catalanes. Venía
t i a g u d o q u e u n a aguja inglesa. Com- enferma y parecía el espíritu malig-
p o n í a m o s el resto dos pasajeros tímidos no. Estaba casada con uno que había
y de h u m o r pacífico y t r a n q u i l o , que hecho la c a m p a ñ a de Rusia con Napo-
n o p o d í a n h a b e r elegido p e e r compa- león, y parecía h o m b r e cachazudo y de
ñía p a r a áu g e n i o : mi c o m p a ñ e r o , hom- e m p e ñ o . Pocos h o m b r e s ha criado Dios
Jjre de pocas penas y a v e n t u r e r o aire- ! de menos entendimiento. Sin duda, en

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ESCRITOS POLÍTICOS Y PERIODÍSTICOS 605

sus viajes, encontró en ella la m u j e r q u e el misino demonio nos h a b í a en-


d e sus ilusiones y contrajo aquel enla- gendrado en u n o de sus m á s infernales
ce p a r a sosegar su corazón e n a m o r a d o . arrebatos. M i r á b a m o n o s todos como si
La v e r d a d es q u e había encontrado su nos fuéramos a devorar, y hasta lo.s via-
m e d i a nuez, como suele decirse. Las jeros pacíficos parecía q u e les picaban
o t o s dos mujeres, si pertenecían al be- con alfileres de a ochavo. E l p r i m e r o
llo sexo, era más por el sexo que p o r que a r m ó pendencia fue el colérico co-
lo bello. misario sobre si h a b í a l u g a r o no bas-
«No b e sabido n u n c a quién ajustó t a n t e p a r a estar de p i e , y h a b i é n d o l e
el pasaje n i cómo nos encontramos re- respondido uno de los catalanes que p o .
unidos, en tan corto espacio de tablas, día h a b e r líomado u n navio de tres
tantos h e r m a n o s y tan benditos de Dios. puentes p a r a él solo, fue tanta la cólera
D i j é r o n m e que uno se h a b í a encarga- que le dio, que tiró sin más ni más de
do de iodo, con la b o n d a d de u n p a d r e , u n espadín de ceremonia q u e por deco-
que Dios le dé a él t a n buenos hijos ro ceñía y se arrojó sobre él a atra-
como allí íbamos, en pago de su b u e n vesarle de p a r t e a p a r t e . Desenvainó el
deseo. Asimismo, a q u e l h o m b r e bon- | otro u n a navaja de a cuarta, alborota-
dadoso se h a b í a encargado de la p r o - monos todos, izó el p a t r ó n b a n d e r a de
visión de víveres para nuestro susten- socorro p i d i e n d o favor a los b u q u e s que
to d u r a n t e la travesía, p o r q u e el p a t r ó n había en el p u e r t o , sujetamos como pu-
sólo se encargó de transportarnos como dimos al catalán y al comisario, que n i
a maletas. N a d a h a y más santo q u e la aun reñir p o d í a n p o r falta de espacio,
p o b r e z a , y n o creo que los lectores no y ésta fue la p r i m e r a j a r a n a apenas lia-
h a y a n adivinado ya que los que allí 1
bíamos puesto pie en el b u q u e . Y o ,
íbamos de todo teníamos menos dine- como tenía pocos años y n i n g u n a ex-
r o . Yo creo q u e era el más rico, y bien periencia, no cesaba de bendecir a Dios
sabe Dios q u e no m e s o b r a b a n a d a . que en t a n b u e n camino de a p r e n d e r
P e r o seimpre me h e picado de t e s ó n ; m e había puesto. Seguimos con el mis-
h a b í a e m p r e n d i d o la carrera de emi- m o a m o r , y aquella noche la pasamos
grado y viajero sin consultar a n a d i e , como p u d i m o s , unos sobre otros, hasta
y las ilusiones suplían por las cantida- el siguiente día q u e la b a l a n d r a se dio
des. ¡ L o a d o sea Dios q u e con tantas a la vela. Allí fue ella, todos nos ma-
ilusiones m e echó al m u n d o , n o tanto
reamos, y como h a b í a tantas comodida-
para m i provecho como p a r a diversión
des, era aquello una delicia. Los cata-
suya, q u e se h a entretenido en írmelas
lanes c u l p a b a n al p a t r ó n de q u e hacía
quebrando una por una!
vela con r u m b o a E s p a ñ a p a r a q u e nos
«El h o m b r e es animal sociable, y fusilara F e r n a n d o V I I y q u e r í a n matar-
n a d a h a y más grato ni gustoso q u e u n a le ; el comisario n o podía sufrir que
sociedad escogida. De esto sí q u e no en lo más m í n i m o se le faltase al de-
p o d í a m o s q u e j a r n o s ; buscados u n o a coro, y mascaba cólera y reñía a cada
u n o los que allí íbamos con u n a ceri- paso. P e r o lo b u e n o fue cuando llegó la
llita, n o se podía h a b e r compuesto so- hora de comer.
ciedad más a m a b l e . V e r d a d es que ca- Consistían las provisiones que a q u e l
si n i n g u n o nos conocíamos a n t e s ; p e r o , h o m b r e providencial h a b í a c o m p r a d o
¿ q u é i m p o r t a eso p a r a a m a r s e cuando p a r a la travesía en u n bacalao q u e , co-
h a y simpatías? Lo mismo íue ver- mo suela de zapato, se resistía al diente
nos allí, puesto ya el b u q u e en y sabroso como u n a s a l m u e r a ; en unos
franquía, e m p u j á n d o n o s (tan ancha- sacos de unas guindillas p a r a avivar el
mente íbamos) sobre cubierta, apetito, que parecían carbones hechos
cuando se a p o d e r ó de todos nos- ascua en el color y el sabor, y en unas
otros la más encantadora desespera- largas ristras de ajos, q u e así alegraban
ción y desplegamos el genio más in- la vista como contentaban el á n i m o , por
dulgente y suave que p u e d e imaginarse si faltaban estimulantes q u e añadir al
el de más imaginación. No parecía sino arroz q u e , mezclado y compuesto con
606 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPHONCEDA

todo lo dicho, componía u n r a n c h o ca- dio el otro, m e z c l á r o n o s todos en |;i


paz de i r r i t a r y convertir en condenado conversación y concluímos por tirarnos
al santo más santo y h o n r a d o de toda las cazuelas y aborrecernos m á s , si era
la corte celestial. Figúrese el lector co- posible. Yo m e fui luego a u n a cuba y
m i d a tan semejante cómo p o n d r í a a m e h a r t é de agua, y ni aun así podía
unos h o m b r e s q u e al entrar en aquel r e s p i r a r sin q u e m a r m e las encías. La
m a l h a d a d o barco h a b í a n q u e d a d o sólo mujer cosmopolita, dulce mitad del ve-
con el bastante a m o r p a r a no despeda- terano de Rusia, ya estaba e n f e r m a : Ja
z a r l e unos a otros. Sobre t o d o , consi- comida la p r o d u j o una inflamación ho-
d e r e la ira q u e se apoderaría del co- r r i b l e de vientre. Dijeron todos que
misario, q u e aun antes de p r o b a r bo- aquello no sería n a d a . A m i compañero
cado n o podía aguantarse a sí mismo, se le ocurrió que algunas cataplasma-
Dividímonos todos en diferentes r a n c h e , de h a r i n a de linaza la c o n v e n d r í a n ; pe-
rías, y con cucharas de palo dimos prin- ro como no se las hubiese aplicado de
cipio, puesíos en torno de las cazuelas, ajos molidos y guindillas picadas, no
a abrasarnos vivos. A cada bocado era h a b í a otra cosa en el barco de qué com-
de ver el prodigioso trastorno q u e se ponerlas. Bajáronla al camarote, donde
operaba en sus fisonomías. Las mejillas se tendió sobre unos baúles. La infeliz
se p o n í a n r u b i c u n d a ; , los ojos se en- j u r a b a , que no parecía sino que se las
candilaban y enfurecían, los labios se quería apostar con Satanás en persona.
h i n c h a b a n y encendían, sudábamos co- Yo, que tenía entonces muchas más ilu-
piosísimamente y abríamos carleando siones por las mujeres q u e tengo ahora,
las bocas buscando aire que refrescase m e convencí con aquello de q u e el amor
el p a l a d a r . P u e s interiormente .. cada y la t e r n u r a son dotes naturales del be-
u n o de nosotros llevaba u n volcán en llo sexo. Así pasamos a q u e l día el es-
el estómago. Comer lava del Vesubio trecho de Gibraltar. Al anochecer, vuel-
h u b i e r a sido más fresco. Los nervios ta al r a n c h o y vuelta a convertirnos en
rígidos y tirantes, crujían como cuer- fraguas. Teníamos h a m b r e y temíamos
das de g u i t a r r a ; tal nos apretaba todas la h o r a de comer. No sabíamos cómo ha-
las clavijas de nuestra m á q u i n a la u n - cer p a r a distraernos. Al día siguiente
tura de picante y salmuera con que nos vientos contrarios y caminábamos bor-
regalábamos. Llegó la h o r a de b e b e r , d e a n d o . P e r o al tercero fue lo bueno.
y si sana y suave era la comida^ la be- H a b í a e n t r a d o la noche dos horas an-
bida no le iba en zaga. Destapáronse tes a lo menos de lo que debiera, tan
unos frascos de G i n e b r a , la más torci- cubierto y a s o m b r a d o de n u b e s estaba
da, áspera y e n d i a b l a d a q u e h a b í a po- el cielo, y no se veían los dedos de la
dido h a l l a r nuestro bendito y p a t e r n a ] m a n o . Las olas de la m a r rugían calen-
abastecedor. Dios no le dé a él j a m á s turientas, como si hubiesen p r o b a d o de
otra b e b i d a . Yo estaba a g u a r d a n d o a lo que comíamos. De cuando en cuan-
ver cuándo empezábamos a a r r o j a r lla- do nos d e s l u m h r a b a u n relámpago se-
mas, y más de u n a vez temí la combus- mejante a los ojos de Lucifer que se
tión espontánea. E n esto uno de los ca- asomaba a las n u b e s . E l barco iba tan
talanes dijo que no h a b í a comido ni cargado q u e navegaba casi debajo del
bebido mejor en toda su vida. Respon- agua. El p a t r ó n parecía cuidadoso, y yo
dió el comisario con la lengua t r a b a d a . casi deseaba que nos anegáramos por no
y j a d e a n d o de calor, la boca h e c h a as- volver a comer más picante. Temblaban
cua y los ojos fuera ya de sus órbitas los palos de la b a l a n d r a temerosos de
q u e era menester ser u n bestia p a r a la tempestad. M a n d ó el p a t r ó n recoger
decir aquello. Contestóle el otro dicién- rizos y oíase u n r u i d o lejano como el
ílole que él le parecía m u y delicadito. de u n a 2 3 ° P L ^ o s a ciudad amotinada.
Repuso el comisario, y todo esto con Cualquiera otro que no h u b i é r a m o s ?i-
m u c h a furia, q u e no era nadie capaz do nosotros h a b r í a sentido t e m o r ; so-
de resistir m á s que él y q u e , en caso los, en u n a avellana en m e d i o del
necesario comería pedernales. Res pon- I Océano, próximos a estrellarnos contra
SODÍXnOd SOUHDSa 607
sooiisiaomad A
las rocas de San Vicente y amenazan- I do y estaba ya acartonado, no hacía sino
do u n t e m p o r a l espantoso. El comisario vomitar. Las otras dos mujeres seguían
y yo aquella noche no sabíamos dónde su ejemplo. N o sé qué se m e ocurrió
hacer la r u e d a , como dicen vulgarmen- que se lo c o m u n i q u é a m i c o m p a ñ e r o ,
te. Parecióle al b u e n h o m b r e , y me lo y r e s p o n d i ó m e él algo que m e hizo reír.
comunicó con afecto, p o r q u e , a pesar de Parecióle esto m a l al esposo de la mo-
sus iras, tenía buen fondo, que. no ha- r i b u n d a y me p r e g u n t ó si yo creía que
bía mejor sitio ni más a propósito para aquella era h o r a de reírse. Contestóle
descansar q u e la p o p a , mientras los otros j ccn insolencia m e dijese a qué h o r a le
se h a b í a n recogido en la cámara unos parecía a él que yo me h a b í a de reír,
sobre oíros como p o d í a n , p o r q u e en la con lo q u e , sin más n i m á s , se dirigió
bodega n o cabía más q u e el trigo de a pegarme con el p u ñ o levantado. Los
que iba llena. Seguí su consejo, por- vaivenes del b a r c o , q u e parecía u n za-
que además de ser h o m b r e de más ex- randillo arrebatado por las olas, la es-
periencia que yo, no m e atreví a con- trechez del sitio y la m u c h a gente q u e
testarle d e m i e d o de que se i r r i t a r a . estaba a p i ñ a d a le hicieron p e r d e r el
Poco t i e m p o permanecimos allí, y n o ¡ equilibrio y sacudir el golpe a u n o de
manifestó m u c h o tino en la elección de los catalanes. Encolerizóse éste y sacu-
sitio. Un maldito palo cruzaba por cLi:a i dió al otro y enredámonos todos a gol-
de nuestras cabezas, aíorrado en lona, f pes. Rompióse el farol y se apagó la
con tanto í m p e t u , que, recogidos y en luz. No se oían sino maldiciones y los
cuclillas como estábamos, teníamos que i b r a m i d o s del m a r . Parecía aquello el
bajar las cabezas cada vez q u e , b r a m a n , i castillo encantado de la z a r a b a n d a con
do, pasaba sobre nosotros. A cada paso ! lo de a n d e la z a r a b a n d a y r e p i q u e n las
teníamos que agacharnos para que no f c a m p a n a s . E n fin, soíegámonos, p o r q u e
nos desbaratara los cráneos con su em- no h a b í a otro r e m e d i o , y fuimos sa-
p u j e . IVos entró tal sofocación y angus- liendo unos tras otros a cubierta. Ama-
tia con el continuo movimiento, que n i necía ya y h a b í a a m a i n a d o la tempes-
respirar p o d í a m o s . P o r ríltimo, tuvimos tad, que no fue poca fortuna que du-
q u e irnos de allí, y no sabíamos a dón- rase tan pocas horas. Sacábamos unas
de, P r o p ú s e l e bajar a la c á m a r a , aun- caras q u e nos m i r á b a m o s con h o r r o r . E n
que allí nos ahogáramos de calor, tan- esto, el sol salía de las olas brillante de
to más cuanto q u e la tempestad empe- esplendor y b e l l e z a ; la brisa, fresca y
aba ya, y comenzó a diluviar con tal apacible, rizaba las olas m a n s a m e n t e ,
furia, q u e estábamos ya hechos una so- a u n q u e algo alteradas de la pasada bo-
p a y allí estorbábamos p a r a la ma- rrasca, y las n u b e s que q u e d a b a n acá y
n i o b r a . Si permanecemos más t i e m p o va- allá se teñían de color de grana. La ba-
mos al m a r sin r e m e d i o . Las olas se lle- landra bogaba lentamente, como una
varon la obra muerta y el viento que- boya en medio de aquella sábana in-
bró el maldito palo, causa de nuestra mensa de agua. R e s p i r á b a m o s nosotros
agonía. Recogínionos a la cámara, don- con codicia el aire suavísimo de la ma-
de estábamos como almas en p e n a . Ha- drugada. A m í m e pareció q u e habíamos
bía en ella u n a estampita de S-au Ge- salido del caos. Los sucesos d e la no-
n a r o , y u n farolito a sus pies daba u n a che pasaban por m i cabeza como des-
Juz m o r i b u n d a . La enferma, lirada so- varios de una fiebre. Yo no cesaba de
bre un b a ú l , divertía sus dolores con contemplar el sol, que poco a poco sa-
sus blasfemias; a su lado estaba su ma- lía sobre u n tronco de nubes de fuego
r i d o sin decir p a l a b r a , con una cara esparciendo luz y alegría al m u n d o . Las
que no había más que p e d i r . Los de- olas, reflejando sus rayos, parecían de
más, revueltos y enredados unos en oro. Pvo me acuerdo en toda mi vida
otros como los ajo o de las ristras. Que- de m a ñ a n a más hermosa. Si. no h u b i e r a
dándonos el comisario y yo en la esca- temido su mofa, en mi arrebato h u b i e r a
lerilla hechos u n ovillo. Uno d e los via- corrido a abrazar a mis compañeros.
jeros pacíficos, que h a b í a entrado gor- F u e el único m o m e n t o del viaje en que
608 OBRAS COMPLETAS DE DON JOSÉ DE ESPRONCEDA

no los odié. H a c í a rato ya q u e estába- lágrima que parecía no m o j a b a y l a


mos sobre la cubierta cuando vimos sa- tiró al gua d i c i e n d o : Al avío, y arro-
lir de la c á m a r a , con el cadáver de su jóle redondo y seco. Las olas escon-
m u j e r al h o m b r o , al esposo q u e a t r a p ó dieron el c u e r p o ; volvió el m a r i d o
aquella ganga en Rusia y h a b í a h e c h o t r a n q u i l a m e n t e la espalda al m a r y se-
la felicidad de su vida. La p o b r e m u j e r , guimos n u e s t r a navegación con la mis-
sin d u d a , había e x p i r a d o entre los a p r e . ma indiferencia q u e iba el b u q u e cor-
tujones y puñetazos de la quimera de t a n d o las olas. Yo no sé si envidié la
la n o c h e pasada. Quizá h a b r í a alguno suerte de aquella m u j e r cuando de allí
descargado a b u l t o sobre ella, precipi- a poco nos pusimos a comer. E n fin, lle-
t a n d o su m u e r t e . Venía t a n estirada y gamos a Lisboa, que yo creí que no
tiesa sobre su m a r i d o , y tenía tan con- llegábamos nunca. Hicimos cuarente-
traída la boca, que se conocía h a b í a na, que fue también d i v e r t i d a ; visitó-
m u e r t o profiriendo alguna de aquellas nos la sanidad y nos p i d i e r o n no sé
lindezas que tanto la h a b í a n agraciado q u é d i n e r o . Yo saqué u n d u r o , vínico
en su vida. La cara del m a r i d o parecía q u e tenía, y me devolvieron dos pese-
de acero, con cierta mezcla de cólera ¡ tas, q u e a r r o j é al río T a j o , p o r q u e no
y resignación. La traía a cuestas, y no j quería e n t r a r en tan gran capital con
nos m i r ó a n i n g u n o , y llegando al bor- | tan poco dinero.
de del b u q u e , la cogió en brazos, la
i El Pensamiento, núm. 8, págs, 174-177: í¡ep-
m i r ó u n m o m e n t o , le asomó apenas u n a i tienibre de 1841.)

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