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ADORNO: “EXPERIENCIAS CIENTÍFICAS EN EE.

UU”

TIEMPO LIBRE

El problema del tiempo libre: de qué sirve a los hombres qué chances ofrece el desarrollo, no ha
de plantearse con universalidad abstracta. La expresión de origen reciente por lo demás – antes se
decía ocio y este designaba el privilegio de una vida desahogada, y por lo tanto, algo
cualitativamente distinto y mucho más grato, aun desde el punto de vista del contenido –

En una época de integración social sin precedentes resulta difícil establecer en general qué
cambios determinan en los hombres las funciones que desempeñan. Este hecho gravita
pesadamente sobre el problema del tiempo libre.

En entrevistas y encuestas nunca falta la pregunta: ¿Cuál es su Hobby? Cuando las revistas
ilustradas informan acerca de alguno de esos figurones de la industria de la cultura – ocupación
favorita de esa industria – pocas veces dejan escapar un detalle más o menos doméstico sobre
hobbies de tales personajes.

Desde luego, soy consciente de que hablo como privilegiado, con la cuota de contingencia y de
culpa que esconde ese término: como persona que tuvo la rara posibilidad de escoger y organizar
su trabajo, en lo esencial, según sus propias intenciones. A ello se debe en buena parte que mi
actividad ajena al tiempo de trabajo no se halle, por ese solo hecho en estricta oposición con este

Si es válida la idea de Marx de que en la sociedad burguesa la fuerza de trabajo se transforma en


mercancía y por tanto el trabajo se convierte en cosa, la expresión hobby entraña a siguiente
paradoja: esa actividad que se entiende a sí misma como lo contrario de toda cosificación, como
reserva de vida inmediata en un sistema global absolutamente mediato, también se cosifica, a la
par que el fijo límite entre trabajo y tiempo libre. En este se continúan las formas de la vida social
organizada según el régimen de la ganancia.

Un hecho de todo conocido, pero no por eso menos verdadero, es que fenómenos específicos del
tiempo libre como el turismo y el camping se ponen en marcha y organizan con fines de lucro. Al
mismo tiempo se marca a fuego en la conciencia e inconciencia de los hombres la norma de que
tiempo libre y trabajo son dos cosas distintas. Como según la moral del trabajo vigente, el tiempo
libre tiene por función restaurar la fuerza de

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trabajo, precisamente porque se lo convierte en mero apéndice del trabajo en separado de este
con minuciosidad puritana.

La ideología de hobby lo ilustra. La espontaneidad de la pregunta: ¿Qué hobby tienes? Implica que
debes tener alguno y proclamarlo; y hasta puedes hacer una selección entre tus hobbies, siempre
que coincidan, eso sí, con la oferta del negocio del tiempo libre. Libertad organizada es libertad
obligatoria. Tal coacción de ningún modo es solamente exterior. Brota de las necesidades
subjetivas de los hombres en un sistema funcional.

El fetichismo que prospera en el tiempo libre está sujeto a controles sociales suplementarios. Que
la industria de los cosméticos, con su avasalladora e insoslayable propaganda, contribuya a
crearlos, es comprensible de suyo; pero también lo es que los complacientes seres humanos
procuren eliminarlos.

En el estado de aletargamiento culmina un momento decisivo del tiempo libre bajo las condiciones
actuales: el hastió.

El do it yourself, un tipo de comportamiento recomendado en nuestros días para el tiempo libre,


se inscribe, no obstante, en un contexto más amplio. Hace ya más de treinta años, yo lo califiqué
de pseudoactividad. Desde entonces la pseudoactividad se ha extendido pavorosamente, incluso
entre quienes se esvanecen de protestar contra la sociedad. En general será lícito suponer en ella
una necesidad contenida que pugna por el cambio de las relaciones fosilizadas. Pseudoactividad es
espontaneidad mal dirigida. Pero mal dirigida no por azar, sino porque los hombres presienten
sordamente cuán difícil de cambiar es lo que los agobia. Prefieren enfrascarse en ocupaciones
aparentes, ilusorias, en satisfacciones sucedáneas, institucionalizadas, antes que tomar conciencia
de lo cerrada que está hoy aquella posibilidad. Las pseudoactividades son ficciones y parodias de
esa productividad que, por una parte, la sociedad reclama sin cesar, y, por la otra, traba, y que en
los individuos de ningún modo ve con tan buenos ojos.

El tiempo libre, sin embargo, no solo se contrapone al trabajo. En un sistema donde la ocupación
constante constituye por sí el ideal, el tiempo libre es también una proyección directa del trabajo.
Aún nos falta una sociología que estudie a fondo el deporte, y, sobre todo, el espectador.

El crítico de la ideología que se ocupe de la industria de la cultura se inclinará a pensar, puesto que
nos standars de esta son los mismos – congelados – de los viejos pasatiempos y del arte menor,
que ella domina y controla de hecho y totalmente la conciencia e inconciencia de aquellos a
quienes se dirige y de cuyo gusto, desde la era liberal procede. De todos modos, podemos suponer
con fundamento que la producción regula el consumo tanto en el proceso de la vida material
cuanto en el de la vida espiritual, sobre todo allí donde se ha acercado tanto a lo material como en
la industria de la cultura y los consumidores se adecuan entre sí.

En consecuencia, si mi conclusión no peca de apresurada, la gente consume y acepta de hecho lo


que la industria de la cultura le propone para el tiempo libre, pero con una suerte de reserva, en
forma parecida a como aun los más ingenuos no consideran reales los episodios ofrecidos por el
teatro y el cinematógrafo. Acaso todavía más: no cree para nada en ello.

Es evidente que aún no se ha cumplido plenamente la integración de conciencia y tiempo libre. Los
intereses reales del individuo conservan todavía el suficiente poder de resistir dentro de ciertos
límites, a su total cautiverio.

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