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El efecto invernadero es un proceso en el que la radiación térmica emitida por la superficie planetaria
es absorbida por los gases de efecto invernadero (GEI) atmosféricos y es reirradiada en todas las
direcciones. Como parte de esta radiación es devuelta hacia la superficie y la atmósfera inferior, ello
resulta en un incremento de la temperatura superficial media respecto a lo que habría en ausencia
de los GEI.
La radiación solar en frecuencias de la luz visible pasa en su mayor parte a través de la atmósfera
para calentar la superficie planetaria y luego ésta emite esta energía en frecuencias menores de
radiación térmica infrarroja. Esta última es absorbida por los GEI, los que a su vez reirradian mucha
de esta energía a la superficie y atmósfera inferior. Este mecanismo recibe su nombre debido a su
analogía al efecto de la radiación solar que pasa a través de un vidrio y calienta un invernadero, pero
la manera en que atrapa calor es fundamentalmente diferente a como funciona un invernadero al
reducir las corrientes de aire, aislando el aire caliente dentro de la habitación y con ello no se pierde
el calor por convección.
Si un cuerpo negro ideal estuviese a la misma distancia del Sol que la Tierra, tendría una temperatura
de cerca de 5,3 °C. Sin embargo, dado que nuestro planeta refleja un 30 % de la radiación entrante,
la temperatura efectiva de este planeta hipotético (la temperatura de un cuerpo negro que reflejara
la misma cantidad de radiación de la Tierra) sería cercana a −18 °C. La temperatura superficial de
este planeta negro es 33 °C inferiores a la temperatura superficial real de la Tierra (de unos 14 °C).
El mecanismo que produce esta diferencia entre la temperatura superficial efectiva y la real es debido
a la atmósfera y es conocido como efecto invernadero.
El efecto invernadero natural de la Tierra hace posible la vida como la conocemos. Sin embargo, las
actividades humanas, principalmente la quema de combustibles fósiles y la deforestación, han
intensificado el fenómeno natural, causando un calentamiento global.
El efecto invernadero es esencial para la vida del planeta: sin CO2 ni vapor de agua (sin el efecto
invernadero) la temperatura media de la Tierra sería unos 33 °C menos, del orden de 18 °C bajo
cero, lo que haría inviable la vida.21
Actualmente el CO2 presente en la atmósfera está creciendo de modo no natural por las actividades
humanas, principalmente por la combustión de carbón, petróleo y gas natural que está liberando el
carbono almacenado en estos combustibles fósiles. Por tanto es preciso diferenciar entre el efecto
invernadero natural del originado por las actividades humanas (o antropogénico).
La población se ha multiplicado y la tecnología ha alcanzado una enorme y sofisticada producción
de forma que se está presionando muchas partes del medio ambiente terrestre siendo la atmósfera
la zona más vulnerable de todas por su delgadez. Dado el reducido espesor atmosférico la alteración
de algunos componentes moleculares básicos que también se encuentran en pequeña proporción
supone un cambio significativo. En concreto, la variación de la concentración de CO2, el más
importante de los gases invernadero de la atmósfera, clasificado en este caso con referencia a las
aportaciones por actividades humanas.
Los gases invernadero permanecen activos en la atmósfera mucho tiempo, por eso se les denomina
de larga permanencia. Eso significa que los gases que se emiten hoy permanecerán durante muchas
generaciones produciendo el efecto invernadero. Así del CO2 emitido a la atmósfera: sobre el 50 %
tardará 30 años en desaparecer, un 30 % permanecerá varios siglos y el 20 % restante durará varios
millares de años.22
La concentración de CO2 atmosférico se ha incrementado desde la época preindustrial (año 1750)
desde un valor de 280 ppm a 379 ppm en 2005. Se estima que 2/3 de las emisiones procedían de la
quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) mientras un 1/3 procede del cambio en la
utilización del suelo (Incluida la deforestación). Del total emitido solo el 45 % permanece en la
atmósfera, sobre el 30 % es absorbido por los océanos y el restante 25 % pasa a la biosfera terrestre.
Por tanto no solo la atmósfera está aumentando su concentración de CO2, también está ocurriendo
en los océanos y en la biosfera
Incrementos en la atmósfera de los cinco gases responsables del 97 % del efecto invernadero antropogénico
en el periodo 1976-2003.
Los denominados gases de efecto invernadero o gases invernadero, responsables del efecto
descrito, son:
Vapor de agua (H2O)
Dióxido de carbono (CO2)
Metano (CH4)
Óxido de nitrógeno (N2O)
Ozono (O3)
Clorofluorocarbonos (CFC)
Si bien todos ellos (salvo los CFC) son naturales, en tanto que ya existían en la atmósfera antes de
la aparición del hombre, desde la Revolución industrial y debido principalmente al uso intensivo de
los combustibles fósiles en las actividades industriales y el transporte, se han producido sensibles
incrementos en las cantidades de óxido de nitrógeno y dióxido de carbono emitidas a la atmósfera,
con el agravante de que otras actividades humanas, como la deforestación, han limitado la capacidad
regenerativa de la atmósfera para eliminar el dióxido de carbono, principal responsable del efecto
invernadero.
Gases de Efecto invernadero afectados por actividades humanas
Descripción CO2 CH4 N2O CFC- HFC-23 CF4
11
Concentración pre 280 ppm 700 ppb 270 0 0 40 ppt
industrial ppb
Concentración en 1998 365 ppm 1.745 314 268 14 ppt 80 ppt
ppb ppb ppt
Permanencia en la de 5 a 200 12 años 114 45 260 <50 000
atmósfera años años años años años
Fuente: ICCP, Clima 2001, La base científica, Resumen técnico del Informe del Grupo de
Trabajo I, p. 3823
Arrhenius calculó que duplicar el CO2 de la atmósfera subiría la temperatura 5-6 °C (1896).
Fue alrededor de 1975-1980 cuando los científicos comenzaron a tener suficientes evidencias del
efecto que los GEI estaban ocasionando al clima. Disponían de herramientas, conocimientos y
técnicas suficientes para iniciar el estudio en profundidad del complejo sistema climático: satélites
para observar la Tierra, redes mundiales de toma de temperaturas, vientos, precipitaciones y
corrientes, así como ordenadores de gran potencia para desarrollar modelos climáticos. Entonces
los científicos vislumbraron un posible cambio climático de dramáticas consecuencias. La opinión
pública comenzó a conocer el problema alertada por los grupos ecologistas, los gobiernos se
plantearon el problema e iniciaron acuerdos internacionales empujados por los resultados cada vez
más inquietantes que los científicos iban desarrollando.28
En 1824, Joseph Fourier publicó Observaciones generales sobre las temperaturas de la tierra y los
espacios planetarios donde consideró que la Tierra se mantenía templada porque la atmósfera
retiene el calor como si estuviera bajo un cristal. Él fue el primero en emplear la analogía del
invernadero y en 1859 John Tyndall descubrió que el CO2, el metano y el vapor de agua bloquean
la radiación infrarroja.
Por su parte, Svante August Arrhenius, publicó en 1903 Lehrbuch der Kosmischen Physik (Tratado
de física del cosmos) el cual trataba por primera vez de la posibilidad de que la quema de
combustibles fósiles incrementara la temperatura media de la Tierra. Entre otras cosas calculaba
que se necesitarían 3000 años de combustión de combustibles para que se alterara el clima del
planeta, todo bajo la suposición que los océanos captarían todo el CO2 (actualmente se sabe que
los océanos han absorbido un 48 % del CO2 antropogénico desde 1800). Arrhenius estimó el
incremento de la temperatura del planeta cuando se dobla la concentración de dióxido de carbono
de la atmósfera, eventualmente calculando este valor en 1,6 centígrados sin vapor de agua en la
atmósfera y 2,1 °C con vapor presente. Estos resultados están dentro de los parámetros
generalmente aceptados en la actualidad Arrhenius otorgaba una valoración positiva a este
incremento de temperatura porque imaginaba que aumentaría la superficie cultivable y que los
países más septentrionales serían más productivos.
En las décadas siguientes, las teorías de Arrhenius fueron poco valoradas pues se creía que el
CO2 no influía en la temperatura del planeta y el efecto invernadero se atribuía exclusivamente al
vapor de agua. Sin embargo, y 35 años después de que Arrhenius publicara su teoría, Guy S.
Callendar, ingeniero británico especialista en vapor, publicó empezando en 1938, varios ensayos en
los que corregía algunas estimaciones realizadas por Arrhenius, como la capacidad de los océanos
para absorber CO2. A partir de un incremento observable de aproximadamente medio Grado
Fahrenheit (unos 0,275 °C) entre 1880 y 1934, Callendar estimó que el incremento promedio en la
temperatura era 0,005 °C por año en ese período (actualmente se estima que en la segunda mitad
del siglo XX se ha producido un incremento de 0,013 °C al año (IPCC, 2007, p. 30)). Callendar
argumentaba también que la actividad humana había incrementado el dióxido de carbono en la
atmósfera en alrededor de 10 % desde el comienzo del siglo. Esto revivió la sugerencia de Arrhenius
y es conocido como “Efecto Callendar”.
Entre otros, Roger Revelle, director del Scripps Institution of Oceanography, en California, creía que
la sugerencia de Callendar era implausible: cualquier "exceso" de CO2 atmosférico sería —en su
opinión— absorbido por procesos naturales. Esto dio origen al comienzo de un debate científico.
Eventualmente, Charles David Keeling, trabajando bajo la dirección de Revelle y en el marco del Año
Geofísico Internacional, llevó a cabo una serie de medidas, entre 1957 y 1959, en sitios remotos y
viento arriba de sitios poblados (Keeling usaba datos de una estación en Mauna Loa y otra en
la Antártica) durante los dieciocho meses del año geofísico. Los resultados fueron claros y negativos
para la posición de Revelle, mostrando sin dudas que no sólo había habido un incremento del dióxido
de carbono atmosférico en relación al siglo XIX, sino que además incluso había habido un incremento
durante el periodo de las mediciones mismas.
Un poco antes, la Organización Meteorológica Mundial ya había iniciado diversos planos de
seguimiento, los cuales tenían como objetivo entre otras cosas, el de calcular los niveles de CO2en
la troposfera. Esas observaciones fueron facilitadas por el desarrollo —en la década de 1940— de
la espectrofotometría de infrarrojos, la cual ha permitido conocer que el CO2 absorbe la luz de
manera distinta al vapor de agua, incrementando notablemente el efecto invernadero. Todo esto fue
resumido por Gilbert Plass en el año 1955.
Keeling continuo por otros cuarenta años sus observaciones; esas demostraron continua y
repetidamente la corrección de su observación inicial. Keeling estableció que, sin importar donde se
tomaran las medidas —ya sea ciudades o campos, valles o montes— la medida promedio del CO2
atmosférica es la misma, con leves variaciones de temporada (el promedio es más alto en el invierno
del hemisferio norte) y que el incremento promedio es 1,5 partes por millón por año. Estos resultados
permanecen sin cuestionamiento científico hasta el presente.
El primer modelo estadístico de evolución del clima fue desarrollado en 1972 por Klauss
Hasselmannn del Instituto Max Planck y en Francia Jancovici y Hervé Le Treut hicieron una
predicción del efecto invernadero en los próximos años.
Calentamiento global y cambio climático producido por los gases de efecto
invernadero
El cambio climático está cambiando el planeta y los humanos contribuimos diariamente a
incrementarlo. En los últimos 100 años la temperatura media global del planeta ha aumentado 0,7 °C,
siendo desde 1975 el incremento de temperatura por década de unos 0,15 °C. En lo que resta de
siglo, según el IPCC, la temperatura media mundial aumentará en 2-3 °C. Este aumento de
temperatura supondrá para el planeta el mayor cambio climático en los últimos 10 000 años y será
difícil para las personas y los ecosistemas adaptarse a este cambio brusco.35
En los 400 000 años anteriores, según conocemos por los registros de núcleos de hielo, los cambios
de temperatura se produjeron principalmente por cambios de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
En el tiempo actual, los cambios de temperatura se están originando por los cambios en el dióxido
de carbono de la atmósfera. En los últimos 100 años, las concentraciones atmosféricas de CO2 han
aumentado en un 30 % debido a la combustión antropogénica de los combustibles fósiles. El
aumento constante del CO2 atmosférico ha sido el responsable de la mayor parte del calentamiento.
Este calentamiento no puede ser explicado por causas naturales: las mediciones de los satélites no
muestran variaciones de entidad en la energía procedente del Sol en los últimos 30 años; las tres
grandes erupciones volcánicas producidas en 1963, 1982 y 1991 han generado aerosoles que
reflejaban la energía solar, lo cual produjo cortos periodos de enfriamiento.
En la Tierra a partir del año 1950 se dispararon las emisiones debidas a la combustión de
combustibles fósiles, tanto las de petróleo como las de carbón y gas natural.
El calentamiento atmosférico actual es inevitable, estando producido por las emisiones de gases
invernadero pasadas y actuales. 150 años de industrialización y de emisiones han modificado el
clima y continuará repercutiendo en el mismo durante varios cientos de años, aun en la hipótesis de
que se redujeran las emisiones de gases de efecto invernadero y se estabilizara su concentración
en la atmósfera. El IPCC en su informe de 2007 manifiesta: «Hay un alto nivel de coincidencia y
abundante evidencia respecto a que con las políticas actuales de mitigación de los efectos del
cambio climático y con las prácticas de desarrollo sostenible que aquellas conllevan, las emisiones
mundiales de GEI seguirán aumentando en los próximos decenios». Una de las estimaciones de
futuro de la Agencia Internacional de la Energía en un informe de 2009 pasa de 4 t de emisión de
CO2 por persona en 1990, a 4,5 t en 2.020 y a 4,9 t en 2.030. Esto significaría que el CO2 emitido y
acumulado desde 1890, pasaría de 778 Gt en 1990, a 1608 Gt en 2020 y a 1984 Gt en 2030.
Las consecuencias del cambio climático provocado por las emisiones de GEI se estudian en modelos
de proyecciones realizados por varios institutos meteorológicos. Algunas de las consecuencias
recopiladas por el IPCC son las siguientes:
En los próximos veinte años las proyecciones señalan un calentamiento de 0,2 °C por
decenio.
Las proyecciones muestran la contracción de la superficie de hielos y de nieve. En algunas
proyecciones los hielos de la región ártica prácticamente desaparecerán a finales del
presente siglo. Esta contracción del manto de hielo producirá un aumento del nivel del mar
de hasta 4-6 m.
Habrá impactos en los ecosistemas de tundra, bosques boreales y regiones montañosas por
su sensibilidad al incremento de temperatura; en los ecosistemas de tipo Mediterráneo por
la disminución de lluvias; en aquellos bosques pluviales tropicales donde se reduzca la
precipitación; en los ecosistemas costeros como manglares y marismas por diversos
factores.
Disminuirán los recursos hídricos de regiones secas de latitudes medias y en los trópicos
secos debido a las menores precipitaciones de lluvia y la disminución de la
evapotranspiración, y también en áreas surtidas por la nieve y el deshielo.
Se verá afectada la agricultura en latitudes medias, debido a la disminución de agua.
La emisión de carbono antropógeno desde 1750 está acidificando el océano, cuyo pH ha
disminuido 0,1. Las proyecciones estiman una reducción del pH del océano entre 0,14 y 0,35
en este siglo. Esta acidificación progresiva de los océanos tendrá efectos negativos sobre
los organismos marinos que producen caparazón.
El IPCC, entidad fundada para evaluar los riesgos de los cambios climáticos inducidos por los seres
humanos, atribuye la mayor parte del calentamiento reciente a las actividades humanas.
La NAC (National Academy of Sciences: Academia Nacional de Ciencias) de Estados Unidos
también respaldó esa teoría. El físico atmosférico Richard Lindzen y otros escépticos se oponen a
aspectos parciales de la teoría.
Para John Theodore Houghton, fundador del Centro Hadley y copresidente del grupo de evaluación
científica del IPCC en sus primeros tres informes, está admitido que se producirá un daño
generalizado por el aumento del nivel del mar y olas de calor, por inundaciones y sequías más
frecuentes e intensas. El cambio climático antropogénico afectará seriamente a las próximas
generaciones y a los ecosistemas mundiales. Su incidencia podría limitarse significativamente si se
emprendiera una acción conjunta mundial de reducción de emisiones. Sería aconsejable mantener
el incremento de la temperatura global solo en 2 °C por encima de la temperatura del periodo
preindustrial, para ello la concentración de CO2 no debería superar las 450 ppm (hoy sobre
390 ppm). Esto implica que en 2050 las emisiones mundiales de CO2 deben reducirse al 50 % del
nivel de 1990 (actualmente están 15 % por encima de ese nivel). En las dos próximas décadas
también debería interrumpirse la deforestación tropical, responsable del 20 % de las emisiones de
gases de tipo invernadero [cita requerida]
Para Nicholas Stern, ex jefe del Servicio Económico del Gobierno del Reino Unido y ex economista
jefe del Banco Mundial, para no superar 450 ppm de concentración atmosférica de CO2, se requerirá
una reducción de las emisiones mundiales anuales de unas 50 gigatoneladas de CO2 equivalente
en la actualidad a 35 gigatoneladas en 2030 y a 20 gigatoneladas en 2050. Para comprender el nivel
del esfuerzo que se requiere, en la actualidad, las emisiones anuales por habitante son 12 toneladas
en la Unión Europea, 23 toneladas en los Estados Unidos, 6 toneladas en China y 1,7 toneladas en
la India. En 2050 la población mundial se estima será de 9000 millones, y las emisiones anuales por
habitante se deberían reducir a dos toneladas de CO2 equivalente de media, para que el total anual
mundial sea de 20 gigatoneladas. Aunque la industrialización de los países desarrollados desde el
siglo XIX es la causante de los niveles actuales de GEI, son los países en desarrollo los más
vulnerables a las consecuencias del cambio climático. Los países ricos deben apoyar
financieramente a los países en desarrollo para que ejecuten planes de crecimiento económico con
poco carbono y frenar la deforestación en sus países. Según los últimos cálculos el mundo en
desarrollo para ajustarse al cambio climático precisa de los países ricos anualmente 100 000
millones de dólares para la adaptación y otros 100 000 millones para la mitigación de aquí al 2020.
Fatih Birol, economista jefe de la Agencia Internacional de Energía, señala la importancia de los
países emergentes, pues con las políticas actuales, las estimaciones de la Agencia Internacional de
Energía proyectan un crecimiento anual de la demanda de energía primaria global del 1,6 % mundial
hasta 2030, de 11 730 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep) a 17 010 Mtep (un
incremento del 45 % en apenas 20 años). China e India requerirán la mitad de este incremento, y los
países no miembros de la OCDE en conjunto supondrán el 87 % del incremento del CO2, pasando
su demanda total de energía mundial del 51 % en la actualidad a suponer el 62 % del total en 2030.
También para él, es imprescindible una importante transformaciónen del sector energético. Hasta
ahora la larga vida útil de gran parte de sus infraestructuras causa una lenta sustitución de sus
equipos, lo que motiva que el empleo de tecnologías eficientes se demore. Los sectores público y
privado deben aceptar la necesidad de inversiones adicionales y el retiro temprano de instalaciones
inadecuadas, para acelerar el proceso y reducir las emisiones, especialmente en centrales de
energía y en equipos. Los gobiernos deben dirigir esta transformación y orientar el consumo
mediante medidas claras de tarificación, incluida la tarificación por emisiones de carbono. La energía
renovable desempeñará un papel importante. Se calcula que la generación global de electricidad
basada en energías renovables se duplicará entre 2006 y 2030.
Se debe tener en cuenta que existe una cantidad importante de vapor de agua (humedad y nubes)
en la atmósfera terrestre, y que el vapor de agua es un gas de efecto invernadero. Si la adición de
CO2 a la atmósfera aumenta levemente la temperatura, se espera que más vapor de agua se
evapore desde la superficie de los océanos. El vapor de agua así liberado a la atmósfera aumenta a
su vez el efecto invernadero. A este proceso se le conoce como la retroalimentación del vapor de
agua (water vapor feedback en inglés). Es esta retroalimentación la causante de la mayor parte del
calentamiento que los modelos de la atmósfera predicen que ocurrirá durante las próximas décadas.
La cantidad de vapor de agua, así como su distribución vertical, son claves en el cálculo de esta
retroalimentación.
El papel de las nubes es también crítico. Las nubes tienen efectos contradictorios en el clima;
cualquier persona ha notado que la temperatura cae cuando pasa una nube en un día soleado de
verano, que de otro modo sería más caluroso. Es decir: las nubes enfrían la superficie reflejando la
luz del Sol de nuevo al espacio. Pero también se sabe que las noches claras de invierno tienden a
ser más frías que las noches con el cielo cubierto. Esto se debe a que las nubes también devuelven
algo de calor a la superficie de la Tierra. Si el CO2 cambia la cantidad y distribución de las nubes
podría tener efectos complejos y variados en el clima, ya que una mayor evaporación de los océanos
contribuiría también a la formación de una mayor cantidad de nubes.
Los incrementos de CO2 medidos desde 1958 en Mauna Loa muestran una concentración que se
incrementa a una tasa de cerca de 1,5 ppm por año. De hecho, resulta evidente que el incremento
es más rápido de lo que sería un incremento lineal. El 21 de marzo del 2004 se informó de que la
concentración alcanzó 376 ppm (partes por millón). Los registros del Polo Sur muestran un
crecimiento similar al ser el CO2 un gas que se mezcla de manera homogénea en la atmósfera.
Cooperación internacional sobre las emisiones de GEI antropogénicas
Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, conocido también por Panel
Intergubernamental del Cambio Climático o más resumidamente por las siglas IPCC
(Intergovernmental Panel on Climate Change), fue establecido en el año 1988 por la Organización
Meteorológica Mundial (WMO, World Meteorological Organization) y el Programa Ambiental de las
Naciones Unidas (UNEP, United Nations Environment Programme). El objetivo es asesorar a los
gobiernos sobre los problemas climáticos y recopilar las investigaciones científicas conocidas en
unos informes periódicos de evaluación. Estos informes de evaluación constan de varios volúmenes,
y proporcionan todo tipo de información científica, técnica y socio-económica sobre el cambio
climático, sus causas, sus posibles efectos, y las medidas de respuesta correspondientes.
El Primer informe de evaluación del IPCC se publicó en 1990, y confirmó los elementos científicos
que suscitaba preocupación acerca del cambio climático. A raíz de ello, la Asamblea General de las
Naciones Unidas decidió preparar la Convención Marco sobre el Cambio Climático. Posteriormente
el IPCC ha producido otros tres informes de evaluación en 1995, 2001 y 2007.
El Tercer informe de evaluación de 2001 expresaba una mayor comprensión de las causas y
consecuencias del calentamiento mundial. Presentaba para finales del siglo XXI un calentamiento
mundial de entre 1,4 y 5,8 °C que influiría en las pautas meteorológicas, los recursos hídricos, el
ciclo de las estaciones, los ecosistemas, así como episodios climáticos extremos.
El cuarto, denominado Cambio climático 2007, reúne los últimos conocimientos de una amplia
comunidad científica siendo realizado por más de 500 autores principales, 2000 revisores expertos
y examinado por delegados de más de 100 países. Se incluyen algunas de las principales
conclusiones de este informe:
1.-El calentamiento del sistema climático es inequívoco, como evidencian ya los aumentos
observados del promedio mundial de la temperatura del aire y del océano, el deshielo generalizado
de nieves y hielos, y el aumento del promedio mundial del nivel del mar.
2.-Observaciones efectuadas en todos los continentes y en la mayoría de los océanos evidencian
que numerosos sistemas naturales están siendo afectados por cambios del clima regional,
particularmente por un aumento de la temperatura.
3.-Las emisiones mundiales de GEI por efecto de actividades humanas han aumentado, desde la
era preindustrial, en un 70 % entre 1970 y 2004.
4.-Las concentraciones atmosféricas mundiales de CO2, metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) han
aumentado notablemente por efecto de las actividades humanas desde 1750, y son actualmente
muy superiores a los valores preindustriales, determinados a partir de núcleos de hielo que
abarcan muchos milenios.
5.-Hay un alto nivel de coincidencia y abundante evidencia respecto a que con las políticas
actuales de mitigación de los efectos del cambio climático y con las prácticas de desarrollo
sostenible que aquellas conllevan, las emisiones mundiales de GEI seguirán aumentando en los
próximos decenios.
IPCC: Cambio climático 2007 - Informe de síntesis
Protocolo de Kioto
Mayores emisores de CO2 procedente de combustibles fósiles
País CO2 en millones de % de cambio CO2 per cápita en
toneladas 90-07 2007
1990 2007
Países comprometidos en Kioto (AnexoI)
Federación de 2.180 1.587 -27,2 11,2
Rusia
Japón 1.065 1.236 +16,1 9,7
Alemania 950 798 -16,0 9,7
Canadá 432 573 +32,5 17,4
Reino Unido 553 523 -5,4 8,6
Francia 352 369 +4,9 5,8
Italia 398 438 +10,0 7,4
Australia 260 396 +52,5 18,8
Ucrania 688 314 -54,5 6,8
España 206 345 +67,5 7,7
Polonia 344 305 -11,4 8,0
Países sin compromiso en Kioto
China 2.244 6.071 +170,6 4,6
Estados Unidos 4.863 5.769 +18,6 19,1
India 589 1.324 +124,7 1,2
Corea del Sur 229 489 +113,1 10,1
Irán 175 466 +165,8 6,6
México 293 438 +49,5 4,1
Indonesia 140 377 169,0 1,7
Arabia Saudita 161 358 +121,7 14,8
Brasil 193 347 +79,8 1,8
Sudáfrica 255 346 +35,8 7,3
Fuente: Agencia Internacional de la Energía
El Protocolo de Kioto de 1997 fue una extensión de la Convención. Los países industrializados se
comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. El objetivo es un recorte
conjunto de las emisiones de gases de efecto invernadero de al menos el 5 % con respecto a los
niveles de 1990 en el periodo de compromiso de 2008-2012. Las negociaciones fueron arduas y en
1997 se terminó un proceso que se había iniciado dos años y medio antes. El compromiso de
reducción de emisiones lo adoptaron solo los países incluidos en el anexo I del protocolo, debiendo
así mismo cada país ratificarlo para que el compromiso fuese vinculante.44
Las emisiones que se acordaron limitar en los siguientes gases invernadero: dióxido de carbono
(CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hexafluoruro de azufre (SF6), así como dos grupos de
gases hidrofluorocarbonos (HFC) y perfluorocarbonos (PFC). Estos gases deben limitarse en los
siguientes sectores: energía; procesos industriales, disolventes y otros productos; agricultura,
cambio de uso de la tierra y silvicultura; y desechos. Para que el Protocolo entrase en vigor debía
ser ratificado por países incluidos en el anexo I que representaran al menos el 55 % del total de
emisiones de 1990 incluidas en el mencionado anexo. Con la ratificación de Rusia en 2004 se llegó
al 55 % y el Protocolo de Kyoto entró en vigor.
Actualmente lo han firmado 184 partes, 183 países y la Unión Europea, y todos lo han ratificado
salvo dos: Estados Unidos y Kazakhstan.
Emisiones de CO2 en el mundo procedentes de combustibles fósiles (en millones
toneladas)
Descripción 1990 2007 % Cambio 90-07
Total Países comprometidos en Kioto (AnexoI) 8.792 8.162 -7,2 %
Total Países sin compromiso en Kioto 11.578 17.778 70,8 %
Marina 357 610 71,1 %
Aviación 254 412 62,3 %
Total mundial 20.980 28.962 38,0 %
Fuente: Agencia Internacional de la Energía27
Países industrializados: acuerdo de limitación de emisiones GEI
Los países que engloban el anexo I son los países industrializados que pertenecen a la Organización
de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) más algunos países con economías en transición,
como la Federación de Rusia, países Bálticos y varios países de Europa central y oriental.
Cada país adquirió un compromiso individual de reducción de emisiones (-x %) o se puso un límite
superior (+x %) con respecto a las emisiones que tenía en 1990. Los compromisos adquiridos son
los siguientes: Estados Unidos (–7 %), Federación de Rusia (0 %), Japón (–6 %), Canadá (–6 %),
Australia (+8 %), Ucrania (0 %), Polonia (–6 %), Bulgaria (–8 %), Croacia (–5 %), Eslovaquia (–8 %),
Eslovenia (–8 %), Estonia (–8 %), Hungría (–6 %), Islandia (+10 %), Letonia (–8 %), Liechtenstein (–
8 %), Lituania (–8 %), Mónaco (–8 %), Noruega (+1 %), Nueva Zelanda (0 %), República Checa (–
8 %), Rumania (–8 %) y Suiza (–8 %).
La Unión Europea firmó un compromiso conjunto y único en nombre de todos sus países de reducir
sus emisiones totales durante el periodo 2008-2012 en un 8 % respecto de las de 1990. No obstante,
la Unión Europea, internamente, ha realizado un reparto a cada país otorgando un límite distinto en
función de diversas variables económicas y medioambientales según el principio de «reparto de la
carga». Se acordó de la siguiente manera: Alemania (–21 %), Austria (–13 %), Bélgica (–7,5 %),
Dinamarca (–21 %), Italia (–6,5 %), Luxemburgo (–28 %), Países Bajos (–6 %), Reino Unido (–
12,5 %), Finlandia (0,0 %), Francia (0,0 %), España (+15 %), Grecia (+25 %), Irlanda (+13 %),
Portugal (+27 %) y Suecia (+4 %).
Solamente estos países están obligados a adoptar políticas que limiten sus emisiones de gases de
efecto invernadero a lo acordado respecto a los niveles de 1990. Cada país comunica
periódicamente sus inventarios nacionales de emisiones de GEI que son supervisados y examinados
al objeto de cumplir de los objetivos fijados. En el cuadro adjunto se presenta la evolución de los
inventarios nacionales de emisiones de GEI de los principales países emisores del Anexo I entre
1990 y 2006.
Estados Unidos: sin ratificar el Protocolo
Estados Unidos no ha ratificado en Protocolo. Las emisiones de CO2 de Estados Unidos en 2005
representaron el 25 % de las emisiones totales en el mundo
Esquema del balance anual de energía del planeta Tierra desarrollado por Trenberth,
Fasullo y Kiehl de la NCAR en 2008. Se basa en datos del periodo de marzo de 2000 a
mayo de 2004 y es una actualización de su trabajo publicado en 1997. La superficie de la
Tierra recibe del Sol 161 w/m2 y del efecto invernadero de la atmósfera 333 w/m², en total
494 w/m2, como la superficie de la Tierra emite un total de 493 w/m2 (17+80+396),
supone una absorción neta de calor de 0,9 w/m2, que en el presente está provocando el
calentamiento de la Tierra.
El aumento de la concentración de gases de efecto invernadero alcanza un
nuevo récord
El CO2 es, con mucho, el principal gas de efecto invernadero antropógeno de larga duración de la
atmósfera. La concentración media mundial de CO2 pasó de las 400,00 partes por millón (ppm) de
2015 a 403,3 ppm en 2016. Este aumento récord de la media anual de 3,3 ppm se debe, en parte,
al intenso episodio de El Niño 2015/2016, que produjo sequías en las regiones tropicales y redujo la
capacidad de los "sumideros", como los bosques, la vegetación o los océanos, para absorber el CO2.
Actualmente la concentración de CO2 representa el 145% de los niveles preindustriales (antes de
1750).
La tasa de aumento del CO2 atmosférico durante los últimos 70 años es casi 100 veces mayor que
al final de la última edad de hielo. Hasta donde se sabe por las observaciones directas e indirectas,
nunca antes se habían visto cambios tan bruscos en los niveles atmosféricos de CO2.
Durante los últimos 800 000 años, el contenido de CO2 atmosférico preindustrial se mantuvo por
debajo de las 280 ppm, pero ahora ha aumentado hasta la media global de 403,3 ppm registrada en
2016.
En las reconstrucciones de alta resolución más recientes a partir de núcleos de hielo se puede
observar que los cambios en el CO2 nunca han sido tan rápidos como en los últimos 150 años. Los
cambios naturales del CO2 en la edad de hielo siempre precedieron cambios correspondientes en
la temperatura. Los registros geológicos muestran que los niveles actuales de CO2 corresponden a
un clima “en equilibrio”, que se observó por última vez en el Plioceno Medio (hace entre 3 y 5 millones
de años), un clima que era unos 2 a 3 °C más cálido, donde los mantos de hielo de Groenlandia y
de la Antártida Occidental se fundieron e incluso desapareció parte del hielo de la Antártida Oriental,
lo que provocó que el nivel de los mares subiera entre 10 y 20 metros por encima del actual.
Metano
El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero de larga duración más importante y
contribuye en aproximadamente un 17% al forzamiento radiativo. Cerca del 40% del CH4 que se
emite a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que
aproximadamente el 60% proviene de fuentes antropógenas (por ejemplo, ganadería de rumiantes,
cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y combustión de biomasa).
El CH4 atmosférico alcanzó en 2016 un nuevo máximo, a saber, 1 853 partes por mil millones (ppb),
por lo que se sitúa en el 257% de su nivel preindustrial.
Óxido nitroso
Las emisiones de N2O a la atmósfera provienen de fuentes naturales (aproximadamente el 60%) y
de fuentes antropógenas (aproximadamente el 40%), por ejemplo los océanos, los suelos, la quema
de biomasa, el uso de fertilizantes y diversos procesos industriales.
En 2016 su concentración atmosférica alcanzó 328,9 ppb; es decir, un 122% del nivel de la era
preindustrial. Este gas también contribuye significativamente a la destrucción de la capa de ozono
estratosférico, que nos protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol. Es el causante de
aproximadamente un 6% del forzamiento radiativo provocado por los gases de efecto invernadero
de larga duración.
Se trata de pequeñas cosas que muchas veces hacemos sin darnos cuenta y que podemos modificar
sin grandes esfuerzos. ¿Las vemos?
Cuando vayas a comprar productos de electrónica, como un ordenador o una tele nueva,
asegúrate de que son energéticamente eficientes. En la mayoría de países viene marcado
por el estándar Energy Star.
Aísla tu hogar: la pérdida de calor a través de las ventanas y puertas exteriores puede
incrementar tu gasto en calefacción hasta un 20%, con el consiguiente consumo de
electricidad y, por tanto, incrementando la emisión de gases que provocan el efecto
invernadero.
Utiliza el agua con mesura. No dejar el grifo abierto mientras te duchas o te lavas los dientes,
aprovechar el agua de cocción para regar o reparar rápidamente un grifo que gotea son
algunas de las medidas que puedes adoptar.
Recicla todo lo que puedas. Separa la basura según cada tipo y procura reaprovechar la
ropa o el calzado. Y, si se te estropea algún electrodoméstico o aparato electrónico, acércate
a un punto verde para que lo traten correctamente.
Si tienes que imprimir documentos, hazlo a dos caras. Reducirás el gasto en papel de forma
considerable, especialmente si compras papel reciclado.
Sustituye las bombillas incandescentes por luces LED, duran más y consumen menos
energía.
Compra productos de Comercio Justo, que se habrán producido en entornos respetuosos
con el medio ambiente y con las personas que los producen.
Instala dispositivos que te ayuden a ahorrar energía, como sensores de movimiento para las
luces o los grifos. Tu bolsillo te lo agradecerá y el planeta también.
Acostúmbrate a ir a comprar con tus propias bolsas reutilizables para consumir menos
plástico.
Si puedes evitarlo, no compres carne envasada: las bandejas de porexpán no pueden
reciclarse y son muy nocivas para el planeta.