Bachillerato Tema 3
3. LA SAGRADA ESCRITURA, PALABRA DEL DIOS REVELADOR
Siguiendo1 a Dei Verbum hemos de situar el tema de
la inspiración en un contexto más amplio, dentro del
rema de la revelación. La revelación es la palabra divina
mediante la cual Dios se automanifiesta. Esta palabra de
automanifestación se transmite al pueblo escogido
mediante la intervención de los profetas. Se recibe en la
comunidad, la cual la transmite a las generaciones
venideras. Ahora bien, en orden a la transmisión de la
palabra de revelación, Dios dispuso una doble vía: una
vía consistente en la predicación oral y otra consistente
en la fijación y consignación escrita. Así, pues, el objeto
de la inspiración en relación con la palabra de la
revelación es precisamente esta fijación y consignación
escrita, mediante la cual la palabra de revelación se hace
Escritura.
.I El hecho de la inspiración: fundamentación
bíblica.
Nos preguntamos si los libros sagrados dicen algo
sobre su propia inspiración, hecho que hemos conocido
a través de la tradición y del magisterio de la Iglesia.
Antiguo Testamento. En él encontramos
frecuentemente que Dios manda escribir algo a una
persona. Así Moisés recibe la orden de escribir (Ex
17,14; 34,27). De la obra de Moisés se dice que es
“Palabra de Yhwh, pronunciada por boca de Moisés”
(2Cro 35,6). Los profetas también reciben este mandato.
Pero de todo esto no se sigue ninguna conclusión cierta;
no son más que indicios. Del mandato divino de escribir
no se deduce la inspiración del libro.
El Nuevo Testamento habla sobre la inspiración del
Antiguo Testamento en una doble forma: implícita y
explícitamente. Implícitamente, se deduce del uso
absoluto que Jesucristo y los apóstoles hacen del
Antiguo Testamento: el máximo argumento es “escrito
está”. Igualmente del motivo que alegan para garantizar
la misma Escritura: hablan en el Espíritu (Mt 22,43;
Hch 28,25).
Explícitamente: encontramos dos textos: 2Pe 1,20ss y
2Tim 3,14-17. El texto de Pedro dice así:
«Pero, ante todo, tened presente que ninguna
profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta
propia; porque nunca profecía alguna ha venido por
voluntad humana, sino que hombres movidos por el
Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios.»
Aquí S. Pedro habla sólo de las profecías. Pero el
texto de S. Pablo es mucho más explícito:
«Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en
lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo
aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas
Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la
1
Bibliografía: MARTÍN SÁNCHEZ, B., Manual de Sagrada Escritura.
I. Introducción General, Palabra; DE TUYA-SALGUERO, Introducción a
la Biblia, BAC; Introducción General a la Sagrada Escritura, La
Casa de la Biblia; ALONSO SCHÖKEL, ed., Comentarios a la
constitución Dei Verbum, BAC.
3/1
salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar,
para argüir, para corregir y para educar en la justicia;
así el hombre de Dios se encuentra perfecto y
preparado para toda obra buena.»
Tito, aunque es de padre griego, su madre es judía. Por
tanto las Sagradas Letras a las que se refiere S. Pablo
son los libros del Antiguo Testamento.
Dice S. Pablo que toda escritura es qeopneustÒj,
palabra compuesta de qeÒj (Dios) y pnšo (soplo). Se
trata, pues, de un soplo, un impulso divino.
El término theopneustós puede tener sentido activo
(que inspira divinamente) o pasivo (divinamente
inspirada). Se ha de preferir el sentido pasivo porque las
palabras terminadas en -tós suelen tener significación
pasiva. Así también un término parecido en S. Pablo (1
Tes 4,9: theodidactoi). Además así lo interpretó la
tradición unánime de los Padres, tanto los griegos, que
conocían bien esa lengua, como los latinos.
¿El Nuevo Testamento dice algo sobre la inspiración
del mismo Nuevo Testamento? Hay unos indicios. Ap
22,18.19: San Juan es consciente que el libro que acaba
de escribir no es un libro corriente sino que es muy
especial; tanto que al que añada o quite algo Dios le
pedirá cuenta2. 2 Pe 3,15-16: Dice S. Pedro que en las
cartas de S. Pablo hay pasajes difíciles, que algunos
pervierten, como hacen con las demás escrituras.
Equipara las cartas de S. Pablo a las demás escrituras 3.
1Tim 5,18: Se ponen bajo las palabras “dice la
Escritura” una cita del Deuteronomio y otra del
Evangelio de Lc4.
.II La naturaleza de la inspiración: enseñanza
magisterial.
.a Textos del Magisterio.
En el Concilio Vaticano I no se expresa la naturaleza
íntima de la inspiración sino qué haya de entenderse por
inspiración, frente a dos ideas erróneas: los que hacían
consistir la inspiración en la aprobación subsiguiente
por parte de la Iglesia de unos libros compuestos por la
sola capacidad humana, y los que hacían consistir la
inspiración de un libro solamente en que contuviera la
revelación sin error. Inspiración significa que un libro
2
«Yo advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este
libro: ‘Si alguno añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las
plagas que se describen en este libro. Y si alguno quita algo a las
palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de
la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro’.»
3
«La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os
lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la
sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas las cartas
cuando habla en ellas de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de
entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente -
como también las demás Escrituras - para su propia perdición.»
4
«La Escritura, en efecto, dice: ‘No pondrás bozal al buey que
trilla’, y también: ‘El obrero tiene derecho a su salario’.»
Bachillerato
tiene a Dios por autor. He aquí el texto (DzH 5 3006; FIC
127):
«(Los libros de la Sagrada Escritura) la Iglesia los
tiene por sagrados y canónicos, no porque compuestos
por sola industria humana, hayan sido luego aprobados
por ella; ni solamente porque contengan la revelación
sin error; sino porque escritos por inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios por autor, y como tales
han sido entregados a la misma Iglesia.»
El siguiente texto magisterial es de León XIII, en la
encíclica Providentissimus Deus, donde trata ya de
exponer la naturaleza íntima de la inspiración (DzH
3293; FIC 139):
«Fue Él mismo (el Espíritu Santo) quien, por
sobrenatural virtud, de tal modo les asistió mientras
escribían, que rectamente habían de concebir en su
mente, y fielmente habían de querer consignar y
aptamente con infalible verdad expresar todo aquello
y sólo aquello que Él mismo les mandara: en otro
caso, no sería Él, autor de toda la Escritura Sagrada».
Vemos, pues, que de aquí parte la concepción de la
inspiración como luz al entendimiento, moción a la
voluntad, y asistencia en las facultades operativas. Se
verá mucho más claramente en Benedicto XV, encíclica
Spiritus Paráclitus (DzH 3651). Expone la doctrina de S.
Jerónimo, que es “la común doctrina católica sobre la
inspiración”:
«Dios, con su gracia, aporta a la mente del escritor
luz para proponer a los hombres la verdad en nombre
de Dios; mueve, además su voluntad y le impele a
escribir; finalmente, le asiste de manera especial y
continua hasta que acaba el libro.»
Finalmente, El Concilio Vaticano II, en el n. 11 de Dei
Verbum, recoge toda la enseñanza magisterial anterior y
la sintetiza en un párrafo (DzH 4215; FIC 194):
«Los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento
con todas sus partes (...), escritos bajo la inspiración
del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como
tales se le han entregado a la misma Iglesia [cf.
Concilio Vat. I, Dei Filius cap. 2 (DzH 3006);
Pontificia Comisión Bíblica, decr. 18 de junio de 1915
(DzH 3629); Sto. Oficio, Carta del 22 de diciembre de
1923 (Ech. Bib. 499)]. Pero en la redacción de los
libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó
usando de sus propias facultades y medios [Pío XII,
Div. Affl. Spir. (EB 556)], de forma que obrando Él en
ellos y por ellos [En y por el hombre: cf. Heb 1,1; 4,7
(en); 2 Sam 23,2; Mt 1,22 y frecuentemente (por);
Conc. Vat. I, Schema de doctrina cathol. Not. 9: Coll.
Lac. VII 522], escribieron, como verdaderos autores,
todo y sólo lo que Él quería [León XIII, Prov. Deus,
(DzH 3293)].»
El Catecismo de la Iglesia Católica se limita a citar
Dei Verbum 11.
.b Criterio para investigar la naturaleza de la
inspiración.
¿Cómo podremos investigar más profundamente,
haciendo uso de la razón, la naturaleza de la
inspiración? El criterio que nos da la Sagrada Escritura
es que tanto Dios como el hombre hacen algo en la
5
Citamos Dz las ediciones anteriores a 1963; DzH la edición de
Hünermann, que conserva la numeración de DS (edición de
Schönmetzer de 1963), completándola desde el Vat. II (4000ss).
Tema 3 3/2
composición de estos libros. Por eso los Padres usaron
la categoría de ‘instrumento’ para referirse al autor
humano. Igualmente, los documentos del magisterio
dejan claro que Dios autor ha escrito a través de
hombres. El texto más explícito lo encontramos en la
encíclica Div. Affl. Spir. De Pío XII: el camino de
investigación es la categoría de instrumento, siguiendo a
los Padres y en especial a Santo Tomás de Aquino (EB
565; Doc. Bib. n. 641 BAC; Mag. Pont. Cont., BAC, n.
21):
«Los teólogos católicos, siguiendo la doctrina de
los Santos Padres, y principalmente del Angélico y
Común Doctor, han explorado y propuesto la
naturaleza y los efectos de la inspiración bíblica mejor
y más perfectamente que como solía hacerse en los
siglos pretéritos. Porque, partiendo del principio de
que el escritor sagrado al componer el libro es órgano
o instrumento del Espíritu Santo, con la circunstancia
de ser vivo y dotado de razón, rectamente observan
que él, bajo el influjo de la divina moción, de tal
manera usa de sus facultades y fuerza, que fácilmente
puedan todos colegir del libro nacido de su acción ‘la
índole propia de cada uno y, por decirlo así, sus
singulares caracteres y trazos’ (Benedicto XV, Spir.
Parácl, EB 461[también en el n. 10, según Magisterio
Pontificio Contemporáneo, BAC])»
Pues bien, veamos en qué consiste la causalidad
instrumental, y esto nos dará luz para investigar la
naturaleza íntima de la inspiración.
En primer lugar, hay dos tipos de causas: principal e
instrumental. La principal puede ser primera o segunda.
La causa principal primera actúa en virtud propia y no
depende para su ejercicio de otra causa. Además
produce su efecto bajo la razón formal del ser (Dios
creador). La causa principal segunda es la que obra en
virtud propia pero requiere para ponerse en acto ser
aplicada a él por la causa primera. Produce su efecto no
bajo la razón formal de ser, sino de tal ser (p. Ej. El
hombre: obra en virtud propia, aunque no sin el
concurso divino; y no crea sino que transforma de tal ser
en tal otro).
La causa instrumental, el instrumento, tiene dos
acciones. Una es la que le corresponde por su propia
forma (para un pincel, dejar trazos de pintura). Otra, que
le es comunicada por la causa principal, es la ‘virtus
instrumentalis’: el instrumento es movido por el agente,
y, ejerciendo su propia forma, da lugar a un efecto que
trasciende a su propia forma (el pincel, dejando trazos,
da lugar a una obra maestra en virtud de la causa
principal).
Consecuencias: como la causa principal eleva
transitoriamente a la causa instrumental, ésta produce un
efecto que supera su propia forma. Pero la fuerza de la
causa principal es recibida por la causa instrumental al
modo de éste. Por eso el efecto no se asimila al
instrumento, sino a la causa principal, aunque también
aquél deja su huella (aunque una obra de arte trascienda
la forma propia del pincel, sin embargo está hecha a
base de trazos de pintura).
Así, pues, el mismo efecto se atribuye todo al
instrumento y también todo él al agente principal. Sin
embargo, no se atribuye de la misma manera: a la causa
Bachillerato Tema 3
principal como causa principal, y a la causa
instrumental como tal.
Por tanto, en tres momentos hemos de estudiar la
inspiración: en su causa principal (Dios), en el
instrumento (hombre), y en el efecto producido (el libro
resultante).
.c Naturaleza de la inspiración.
Por parte de Dios. Es una gracia sobrenatural:
Sobrenatural virtud (León XIII), Gracia concedida...
hasta que acabe el libro (Benedicto XV). Esta gracia de
la inspiración, considerada en su causa principal (Dios)
es una:
 Acción: Dios es la causa agente de la misma
 Positiva: no mera asistencia negativa, como en la
infalibilidad.
 Ad extra: común a las tres Personas de la Santísima
Trinidad.
 Atribuida por apropiación al Espíritu Santo, por
decir relación a la salvación y santificación de las
almas.
 Sobrenatural, distinta del concurso natural que Dios
presta a las acciones de las criaturas.
 Eficaz, consigue el fin que se propone sin coartar la
libertad humana.
 Carismática, pues tiene como finalidad principal no
el bien del hagiógrafo, sino el de la comunidad
cristiana.
 Simultánea con la actividad del hombre, de modo
que todo el libro proviene de Dios y todo del
hombre.
 Transitoria: se da para el acto de escribir, no a modo
de hábito.
Por parte del hombre. El hombre es instrumento,
pero vivo y dotado de razón, como veíamos en el texto
de Pío XII. Habrá que estudiar el influjo de la
inspiración en su razón, en su voluntad, y en sus
facultades operativas, siguiendo también a León XIII y
a Benedicto XV6.
6
Antes de seguir adelante debe notarse que Dei Verbum 11, al hablar
de la inspiración, no la con el esquema de León XIII. Esta explicación
aparecía en el primer esquema conciliar pero se decidió no tratarlo.
Tampoco se utiliza la noción de instrumento ni la de causa principal.
¿Significa eso que se niegue o rechace esta doctrina? No.
Simplemente no pareció oportuno que el texto conciliar tratase este
tema. He aquí algunas razones por las que se hizo así (cf. Alonso
Schökel, ed., Comentarios a Dei Verbum, BAC):
1. El primer esquema era demasiado técnico teológicamente y
entraba en cuestiones de explicación teológica que salían fuera de la
intención y del estilo pastoral que se había propuesto el concilio. Es
un concilio pastoral, que positivamente no quiere entrar en estas
cuestiones de escuelas teológicas ni usar terminología filosófica.
2. Tampoco parecía casar el primer esquema con la preocupación
ecuménica del concilio, preocupación que llevó a reducir este número
al mínimo dogmático irrenunciable, para favorecer el diálogo
ecuménico.
3. Parecía innecesario dedicar un número que resultaba
excesivamente extenso en el primer esquema, para una cuestión ya
admitida por todos. De ahí que se procediera a una abreviación
radical.
Además debe tenerse en cuanta que el texto es un ‘cosido’ de citas
de documentos anteriores. Es ahí, a esos documentos, a donde hay que
acudir para ver en qué sentido se está expresando el concilio. Entre
estos documentos están las encíclicas de León XIII y Pío XII sobre
3/3
Entendimiento. Puesto que la acción del
entendimiento es esencial para la composición del libro
no es suficiente que el libro esté en el entendimiento
divino; también ha de ser concebido por el
entendimiento del hombre. De otro modo, el hombre no
sería verdadero autor humano. El entendimiento realiza
una serie de operaciones. Veamos:
 Recogida de materiales: Es un acto previo a la
actividad del entendimiento (información, libros,
etc.). La esencia de un libro no radica en los
materiales que se usan sino en el juicio que se hace
sobre ellos. No es necesario, por tanto, un influjo de
la inspiración en este ámbito.
 Juicio teórico: juzga la verdad o falsedad de los
materiales recogidos. Hace relación a la verdad
lógica. Los juicios son esenciales al libro; si Dios es
autor del mismo tendrá necesariamente que
intervenir en ellos.
 Juicio práctico: determina qué juicios van a ser
consignados en el libro. Su objeto es la conveniencia
o utilidad de escribir una cosa u otra. Es necesario el
influjo de la inspiración: si fuese solamente el
hombre quien escogiese, quien determinase qué
juicios van a constituir el libro, éste contendría y
comunicaría a los demás aquello que el hombre
estableciese. Sólo él sería autor del libro en sentido
pleno, y no Dios causa principal y el hombre causa
instrumental.
 Juicio sobre la forma literaria: escoge el estilo, el
género literario, etc., que ha de emplearse en el libro.
Puesto que la forma literaria pertenece a la razón del
libro, deberá provenir de Dios como causa principal
y del hombre como causa instrumental. Si
dependiera sólo del hombre podría éste escoger una
forma no apta para expresar las verdades que tiene
que comunicar, en cuyo caso no expresaría
“aptamente y con infalible verdad” (Prov. Deus) las
verdades que debía transmitir.
Voluntad. La actividad de la voluntad es, como la del
entendimiento, esencial en la composición de un libro.
tema bíblico (Prov. Deus y Div. Affl. Spir.).
No se usa el término ‘instrumento’ para referirse al hagiógrafo ni
‘causa principal’ para referirse a Dios. Sin embargo, aunque no se use
el término ‘instrumento’, el concepto está presente, pues se afirman
los tres elementos fundamentales que integran el concepto de
‘instrumento’: Dios es autor, ha usado a hombres obrando en ellos y
por ellos, y el hagiógrafo es también verdadero autor.
Por tanto, esta explicación no ha sido rechazada, sino que está de
fondo en el texto conciliar, aunque, como era de posesión pacífica, el
concilio prefirió dejarla en el nivel de magisterio ordinario del romano
pontífice. A este magisterio ordinario del romano pontífice se debe
religioso obsequio del entendimiento y de la voluntad (cf. LG 25, DzH
4149; FIC 715). Aunque no haya sido vuelto a proponer sigue siendo
magisterio del papa, por lo que está por encima de cualesquiera
explicaciones teológicas (cf. Donum Veritaris, especialmente nº 34,
DzH 4884). Sin embargo, el magisterio ordinario del papa no es una
definición infalible ex cathedra, sino que tiene su propio nivel
magisterial.
Finalmente, es verdad que debe distinguirse entre el dogma mismo
de la inspiración y la explicación que se haga de él (entre un dogma
cualquiera y su explicación teológica). Puede ser que la explicación de
un dogma cualquiera crezca y sea profundizada, pero respetando
siempre el sentido en que el dogma fue definido: «solamente en su
propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en
la misma sentencia» (Vat I, DzH 3020; FIC 63). En nuestro caso,
respetando que Dios es autor, que usa hombres obrando en ellos y por
ellos, y que los hombres son también verdaderos autores.
Bachillerato Tema 3
Como Dios es autor del libro sagrado, tiene que actuar
su voluntad en la composición del mismo; y como el
hombre también lo es, tiene que actuar también su
voluntad. Dios, como causa principal que mueve la
voluntad del hombre, y éste como causa instrumental
viva que se mueve también ella misma a escribir el
libro. Si sólo el hombre fuera quien se decide a escribir,
sólo él sería plenamente autor del libro. Este influjo
parece que ha de ser:
 Directo en la voluntad. No mediante el
entendimiento, el cual, presentando un bien a la
voluntad, la moviese a tender a él. En este caso sería
el autor humano quien tomase la decisión de escribir
el libro.
 Físico: Dios toca inmediatamente la voluntad del
hagiógrafo. No basta una moción moral, un simple
consejo o mandato de Dios. Esta moción haría a
Dios autor moral de la obra, y ésta quedaría en su
calidad humana.
 Concreto. En un primer momento (la decisión de
escribir el libro) es general. Pero al determinar las
sentencias que ha de consignar, es necesario un
influjo concreto para cada una de ellas, pues en cada
una de ellas se contiene un juicio y la voluntad tiene
que decidirse a escribir todos y cada uno de ellos.
 Infaliblemente eficaz: su efecto ha de llevarse
necesariamente a la práctica, sin que esto anule la
voluntad del hombre.
En las facultades operativas. La actividad de las
facultades operativas (memoria, fantasía, cerebro, etc.)
es necesaria para la composición del libro. En
consecuencia, deberá provenir de Dios, causa principal
del libro, y del hombre, causa instrumental del mismo.
Además, si Dios no influyese en estas facultades
defectibles de por sí, podría ocurrir que no transmitiesen
‘aptamente y con infalible verdad’ las cosas que Dios
quería enseñar. Este influjo ha de ser:
 Positivo, no meramente negativo. Así parecen
indicarlo los documentos del magisterio: el Espíritu
Santo los asistió, de manera especial y continua.
 Continuo, hasta que la obra concluya. (Benedicto
XV).
 ¿Mediato, mediante el entendimiento y la voluntad,
o inmediato, directamente en las facultades
operativas? Ambas posturas salvan suficientemente
el influjo divino, por lo que la mayoría de los autores
se inclinan por el influjo mediato.
Por parte del efecto, es decir, del libro escrito. ¿Hasta
dónde se extiende la inspiración en el libro? ¿Todas sus
partes o sólo algunas? ¿También a las palabras?
Veamos.
Se ha de afirmar la inspiración real total de la
Sagrada Escritura. Con esto queremos decir que la
inspiración afecta a todas las cosas (de res, rei) que
están consignadas en la Sagrada Escritura 7. Es decir: no
7
Sin embargo, no todo es palabra de Dios en el mismo sentido:
materialmente (es decir, por razón de su origen, por estar consignado
en el libro) todo cuanto está escrito en la Escritura es Palabra de Dios,
pues todo ha sido escrito bajo el influjo inspirativo. Pero formalmente
(es decir, por razón de la materia, por razón de la intención directa) es
palabra de Dios toda afirmación que se presenta como tal, como
3/4
es válida la restricción de la inspiración a sólo los temas
de fe y moral excluyendo los demás temas (historia,
ciencia, oraciones, etc.), así como no es válido restringir
la inspiración a las cosas importantes, excluyendo las
menos importantes y como dichas de paso.
Así se deduce de:
 La Sagrada Escritura, por un doble camino.
Indirecto: en el Nuevo Testamento se cita
indistintamente cualquier parte del Antiguo
Testamento, del tema que sea, con un valor infalible
que se atribuye al Espíritu Santo. Directo: el texto ya
citado de 2Tim 3,16: ‘pasa graphé theopneustós’
(toda escritura [es] divinamente inspirada). Al no
usar artículo delante de graphé (escritura) toma un
valor distributivo: todas y cada una de las partes.
 Así lo interpretó unánimemente la Tradición, como
lo ha recogido la primera parte de la encíclica
Providentissimus Deus.
 Así lo ha repetido el magisterio: íntegros y con todas
sus partes8. Además se rechaza la pretensión de
limitar la inspiración sólo a algunas partes de la
Sagrada Escritura9. También se rechaza la pretensión
de limitar la inerrancia10.
 Razón teológica: es una consecuencia lógica y
necesaria de la noción de inspiración. Si Dios es la
causa principal de la Escritura y el hombre la causa
instrumental, y el efecto resultante de la cooperación
de dos causas se debe todo a cada una de ellas,
aunque de distinto modo, síguese que todo en la
Biblia es inspirado, lo mismo lo importante que lo
secundario, igual los asuntos religiosos que los
profanos. Atribuir parte a Dios y parte al hombre es
tergiversar el concepto de causa instrumental.
Inspiración verbal. El problema que nos planteamos
es saber si la inspiración se circunscribe al contenido
conceptual o se extiende también al elemento material
de expresión, es decir, a las palabras y expresiones.
Algunos (los adversarios de la inspiración verbal) han
defendido que solamente estarían inspirados los
conceptos, quedando la expresión material, las palabras,
al ingenio del hagiógrafo, que escogería los términos
asistido negativamente por Dios, que le preservaría del
error.
Sin embargo, debe afirmarse que hasta las mismas
palabras utilizadas se extiende el influjo de la
inspiración, dada la unidad inseparable que en el signo
lingüístico forman el significado y el significante. La
palabra es el signo exterior del concepto del
entendimiento, y ambos están íntimamente unidos, de
manera que, cambiada la palabra cambia el concepto.
Por tanto, es necesaria una inspiración también de las
palabras: de otro modo no se ve cómo pudiera el
procedente de Dios, bien directamente, bien a través de sus enviados,
o de aquellos que hablan movidos por Él, o todo lo que el hagiógrafo
afirma en nombre propio o hace suyo.
8
Trento (DzH 1504), Vaticano I (DzH 3006), Vaticano II (Dei
Verbum, 11; DzH 4215)
9
Providentissimus Deus (DzH 3291), Lamentabili 11 (DzH 3411),
Pontificia Comisión Bíblica sobre la parusía (DzH 3629), Divino
Afflante Spiritu (que reitera la doctrina de León XIII y Benedicto XV:
EB 551; Mag. Pont. Cont., n. 4 BAC; Doc. Bib. BAC n. 625).
10
Humani generis (DzH 3887).
Bachillerato
hagiógrafo expresar ‘aptamente y con infalible verdad’
las verdades que Dios quería.
.III Una consecuencia de la inspiración: la
verdad de la Biblia.
La inspiración supone que Dios es autor del libro.
Pero como Dios no puede equivocarse ni mentir,
engañarse ni engañarnos, se sigue que todo lo que hay
en la Biblia es verdad sin error (es lo que
tradicionalmente se ha llamado inerrancia de la Sagrada
Escritura). Se excluye el error no sólo de hecho (no hay
error) sino también de derecho (no puede haber error)
Que la Biblia contiene la verdad sin error se ve en los
siguientes elementos:
 La misma Sagrada Escritura: basta la razón de
‘escrito está’ para que una cosa sea inapelable.
Además un testimonio explícito: Jn 10, 34-36:
«Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra
Ley: Yo he dicho: dioses sois? Si llama dioses a
aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios –y
no puede fallar la Escritura– a aquel a quien el
Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le
decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de
Dios’?”».
 Por la Tradición. Toda la Tradición ha creído
siempre a la Sagrada Escritura inmune de todo error
por el hecho de que Dios es su autor, y ante las
dificultades que han podido surgir, nunca han
dudado de la verdad de la Biblia, sino que antes han
pensado que el códice es defectuoso, o que no han
entendido nada, o que el traductor no supo
comprender el sentido del original. Pero jamás dudar
de la verdad sin error de la Biblia.
 El magisterio así lo ha enseñado en innumerables
ocasiones. Citamos dos más representativas: la
primera es de León XIII, Prov. Deus (DzH 3292;
FIC 138):
«(...), y tan lejos está que la divina inspiración pueda
contener error alguno, que ella de suyo no sólo
excluye todo error, sino que los excluye y rechaza tan
necesariamente como necesario es que Dios, Verdad
suprema, no sea autor de error alguno».
El segundo texto es del Concilio Vaticano II, Dei
Verbum, 11 (DzH 4216):
«Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o
autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue
que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente
y sin error la verdad, que Dios hizo consignar en
dichos libros para salvación nuestra»
Más adelante estudiaremos este texto con detalle (nota
13).
La cuestión bíblica
Bajo las palabras “la cuestión bíblica” se encierran
toda una serie de problemas que en la segunda mitad del
siglo XIX comenzaron a plantearse a la Sagrada
Escritura por parte de los avances de las ciencias
naturales y de la investigación histórica, que creían
descubrir crasos errores en los Libros Sagrados en lo
referente a estas materias. A esto se añadieron las
Tema 3 3/5
dificultades provenientes de los problemas morales que
plantea el mismo texto sagrado. Pero antes de ver cada
uno de estos campos, hemos de sentar dos principios
fundamentales:
 Existe absoluta armonía entre la verdad revelada y la
verdad natural; no puede haber jamás verdadera
oposición entre la fe y la razón. Así dice el Vaticano
I11:
«Aunque la fe esté sobre la razón, sin embargo,
nunca puede haber verdadera disensión entre la fe y la
razón, puesto que, siendo el mismo Dios el que revela
los misterios e infunde la fe, es el que ha dado al
espíritu humano la luz de la razón, y Dios no puede
negarse a sí mismo, ni puede nunca contradecirse lo
verdadero» (DzH 3017; FIC 60)
 Es verdad bíblica, sin error, todo lo que el
hagiógrafo dice, y en el sentido en que lo dice, pues
sólo en ese sentido es en el que Dios mueve al
hagiógrafo a decirlo. Así dice el Vaticano II:
«Dios habla en la Escritura por medio de hombres y
en lenguaje humano [Cf. S. Agustín, De civitate Dei
XVII 6,2]; por lo tanto, el intérprete de la Escritura,
para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe
estudiar con atención lo que los autores querían decir y
Dios quería dar a conocer con dichas palabras» (DzH
4217; FIC 195)
Veamos ahora cada uno de los campos:
)1 Ciencias naturales
Los problemas que algunos ven en la Sagrada
Escritura en relación con las ciencias naturales fueron
tomados en consideración y resueltos por León XIII en
Prov. Deus. Lo hizo aplicando en primer lugar el
segundo principio (cf. supra): el autor sagrado no quiso
enseñar la íntima constitución de las cosas. Por tanto no
hay error, sino que bien usa cierto modo de metáforas, o
habla en lenguaje vulgar sin hacer un juicio formal de
verdad sobre lo que está diciendo. Veamos el texto
(DzH 3288; FIC 135):
«(...)los escritores sagrados o, más exactamente, ‘el
Espíritu de Dios que por medio de ellos hablaba, no
quiso enseñar a los hombres esas cosas (es decir, la
íntima constitución de las cosas sensibles), como
quiera que para nada habían de aprovechar a su
salvación’[S. Agustín, De Genesi ad litteram II 9, n.
20]; por lo cual, más bien que seguir directamente la
investigación de la naturaleza, describen o tratan a
veces las cosas mismas o por cierto modo de metáfora
o como solía hacerlo el lenguaje común de su tiempo,
y aún ahora acostumbra, en muchas materias de la vida
diaria, aún entre los mismos hombres más impuestos
en la ciencia. Ahora bien, como el lenguaje vulgar
expresa primera y propiamente lo que cae bajo los
sentidos, no de distinta manera el escritor sagrado (y
lo notó también el doctor Angélico), ‘ha seguido
aquello que sensiblemente aparece’ [Sto. Tomás de
Aquino, Summa theologiae I, q. 70, a. 1 ad 3], o sea, lo
que Dios mismo, al hablar a los hombres, expresó de
manera humana para ser entendido por ellos»
Benedicto XV explicará que hablar por las apariencias
externas no supone admitir error alguno en la Sagrada
Escritura, pues
11
Cf. también JUAN PABLO II, Fides et Ratio, cap. V, especialmente
n. 52-55
Bachillerato
«(...) es un axioma de sana filosofía que los sentidos
no se engañan en la percepción de esas cosas que
constituyen el objeto propio de su conocimiento»
(DzH 3652; FIC 164).
La clave está en que el hagiógrafo habla, describe,
según las apariencias y usando el lenguaje vulgar sin
hacer un juicio formal de verdad sobre lo que está
diciendo, sino que se adapta a los modos corrientes de
hablar. Cualquiera de nosotros dice ‘ya ha salido el sol’,
y no por eso piensa que es el sol el que da vueltas
alrededor de la tierra. De hecho no piensa eso ni lo
contrario, sino que usa una expresión del lenguaje para
decir que se ha hecho de día. Independientemente de
que subjetivamente está convencido de que no es el sol
el que se mueve, e incluso en el caso de que estuviera
convencido de que el sol sí que se mueve. Es
indiferente, pues no se está haciendo una afirmación
sobre la naturaleza, sino que una expresión lingüística
se usa para decir que se ha hecho de día. Así también,
cuando el autor sagrado describe, por ejemplo, su
concepción cosmológica del universo, lo hace sin hacer
un juicio formal sobre la verdad de lo que dice, aunque
interiormente estuviese convencido de ello. En ese
momento no se plantea la verdad formal de lo que dice,
sino que describe siguiendo el lenguaje y la concepción
común, sin afirmarla formalmente como verdadera.
)2 Historia
Más complejo resulta el tema de la historia. Porque, si
bien el autor sagrado no pretende enseñar la
constitución íntima de las cosas, sí que pretende narrar
la historia.
León XIII no resolvió el tema, pero invitó que lo
mismo que él había hecho con los problemas
ocasionados por la ciencia, se trasladase a la historia, y
apuntó algunos caminos de investigación: puede haber
un error en los copistas de los códices, o puede ser que
no hayamos descubierto el sentido genuino del texto (cf.
DzH 3290-3291; FIC 136-137). En el fondo elude el
problema. Poco a poco se intentarán varios caminos,
unos erróneos, otros válidos.
Intentos erróneos:
 Limitar la inspiración solamente a algunas partes de
la Sagrada Escritura. (León XIII, cf. DzH 3291
[incompleto en FIC 137]).
 limitar la inspiración solamente a temas tocantes a la
fe y costumbres y a nada más. En los pasajes de la
Sagrada Escritura no habría que buscar lo que se
dice sino para qué se dice (ibid.).
 distinguir el elemento primario (fe y moral) del
secundario (el resto, que sería como una especie de
vestidura exterior de la verdad divina, un ropaje en
el que va envuelta) para decir que el primario estaría
dotado de inspiración junto con inerrancia, mientras
que el secundario sólo gozaría de inspiración, pero
no de inerrancia (cf. DzH 3652; FIC 164). Este era
el camino que algunos habían seguido para no
limitar la inspiración real total, como pedía León
XIII.
 Decir que en la Sagrada Escritura la historia se
cuenta según las apariencias, como se encuentra en
Tema 3 3/6
las fuentes, o como se conoce por tradición, sin que
necesariamente deba corresponder a la realidad.
Sería lo mismo que León XIII hizo para resolver los
problemas científicos: los autores hablan según las
cosas aparecen a los sentidos. Pero este camino es
erróneo porque, si bien a los sentidos corresponde
percibir las apariencias, y no hay en ellos error en la
percepción de esas cosas que constituyen el objeto
propio de su conocimiento, sin embargo es ley de la
historia relatar las cosas como realmente sucedieron
(cf. Dz 2187 [suprimido en DzH];cf. FIC 166).
 Distinción entre verdad absoluta y verdad relativa.
Fue Loisy, modernista, quien propuso esta teoría.
Para él no puede existir una verdad absoluta para
todos los tiempos. Es imposible. Lo que es verdad
para un tiempo, no será enteramente verdad para
otro. Algunos, adaptando y modificando un poco
esta teoría, defendieron que en la Biblia lo tocante a
la fe y a la moral tendría una verdad absoluta,
mientras que los contenidos históricos (y científicos)
sólo tendrían una verdad relativa. Sin embargo, si el
hagiógrafo pretende hacer historia, ésta tiene que ser
verdadera, fiel a los hechos, y si lo es en su tiempo
lo es para siempre(cf. DzH 3653; FIC 165).
Caminos válidos.
 Las citas implícitas: textos en los que el hagiógrafo
está citando documentos sin hacerlos suyos y, por
tanto, no los afirma ni compromete en ello su
autoridad. Pero para usar este camino ha de probarse
que el hagiógrafo realmente está citando y que no
quiere hacer suyo lo que cita (cf. Pontificia
Comisión Bíblica, DzH 3372), lo cual no ha de
presuponerse, pues cuando alguien cita normalmente
quiere hacer suyo lo que cita.
 El recurso a narraciones que sólo en apariencia
serían históricas, tratándose en realidad de fábulas,
relatos didácticos, etc. Es válido, pero hay que
probar con sólidos argumentos que realmente el
autor no pretende la significación propiamente literal
o histórica de las palabras (cf. Pontificia Comisión
Bíblica, DzH 3373).
 El uso de géneros literarios. Pío XII, en la encíclica
Divino Afflante Spiritu, va a dar el gran impulso y
desarrollo a este camino. Por género literario se
entiende: aquellas formas o maneras de decir y de
escribir usadas comúnmente entre los hombres de
una época o región para expresar lo que quieren
decir12. Se establecen una serie de principios:
 Existen realmente en la Sagrada Escritura. Es
necesario estudiarlos y conocerlos porque lo que
está inspirado (y, por tanto, goza de inerrancia) es
lo que el autor humano quiso decir (cf. DzH 3829).
 Estos géneros literarios no pueden establecerse a
priori, sino tras una «cuidadosa investigación de
las antiguas literaturas orientales» (DzH 3830; FIC
175).
 Siempre que sean géneros compatibles con la
verdad y santidad de la Sagrada Escritura:
12
Dei Verbum los precisa así: «...formas nativas usadas de pensar, de
hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo...»
Bachillerato Tema 3
«Ninguna de aquellas maneras de hablar de que
entre los antiguos, y señaladamente entre los
orientales, se valía el lenguaje humano para expresar
el pensamiento, es ajena a los Libros Sagrados, con la
condición, sin embargo, que el género de decir
empleado no repugne en modo alguno a la santidad ni
a la verdad de Dios, como lo advierte con su peculiar
sagacidad el mismo Angélico Doctor con estas
palabras: ‘En la Escritura las cosas divinas se nos dan
al modo como suelen usar los hombres’ [Comm. ad
Heb. I, 4]. Porque a la manera como el Verbo
sustancial de Dios, se hizo semejante a los hombres en
todo ‘excepto el pecado’ (Heb. 4,15), así las palabras
de Dios expresadas por lenguas humanas, se han
hecho en todo semejantes al humano lenguaje, excepto
en el error.» (Dz 2294 [Reducido en DzH 3830]; FIC
176)
 Investigar la noción semita de ‘verdad’ (cf. carta del
secretario de la Pontificia Comisión Bíblica al
Arzobispo de París, Cardenal Suhard; DzH 3864).
Esta noción de verdad entre los semitas no coincide
con el concepto de verdad de la historia
neopositivista (se fija en la exactitud de los detalles),
sino que atiende a captar la experiencia humana en
su conjunto, sin pretender tanta exactitud en detalles.
Finalmente cabría volver a citar el texto del Concilio
Vaticano II, Dei Verbum 11, que hemos puesto arriba, y
que se limita a volver a afirmar el principio de la verdad
fiel y sin error contenida en la Sagrada Escritura 13, y el
uso de los géneros literarios. Sobre el n. 12 de Dei
Verbum volveremos al hablar de la interpretación de la
Sagrada Escritura.
)3 Moral
Este campo sí que es delicado, pues toca nada menos
que a la moral. Si Dios es autor principal de la Biblia, y
Él es la suma santidad, no puede haber en ella nada que
13
Debe notarse, sin embargo, que hay un cambio notable de
vocabulario: no es la palabra inerrancia la empleada por el Concilio,
sino que ha sido sustituida por la de ‘verdad’ de la Sagrada Escritura.
La fórmula empleada por el primer y segundo esquema se centraba no
tanto en lo que contiene la Biblia, la verdad, cuanto en lo que queda
excluido de ella, el error. No es que la idea de inerrancia haya
desaparecido del texto, pero ha pasado a un segundo plano, siendo la
afirmación directa del pasaje la verdad de la Sagrada Escritura.
Fue también significativa la introducción de la palabra ‘saludable’,
referente a la verdad. ¿No se vuelve con ello al error de limitar la
inerrancia a las cosas de fe y moral? Es cierto que, según la comisión,
‘saludable’ no había que entenderlo como una limitación de la verdad,
restringiendo su campo, sino como una nueva connotación de la
verdad, una especificación formal, de ninguna manera material.
Sin embargo, dada la fórmula empleada, esta aclaración no dejaba
satisfechos a un buen número de Padres. La suprema Autoridad se
hizo eco de esta preocupación y recomendó su urgente omisión. No
obstante, a la mayoría de la comisión, más que una simple omisión, le
pareció mejor su sustitución por la expresión «la verdad, que Dios
quiso se consignase en las Escrituras Sagradas por causa de nuestra
salvación». Fórmula que ha pasado a la redacción definitiva.
Con ello se evita la tentación de distinguir en las Escrituras entre
partes ‘saludables’, que estarían inmunes de error, y partes que, por ser
indiferentes en orden a la salvación, podrían estar expuestas al error. Y
al mismo tiempo lo que antes parecía ser un adjetivo restrictivo se
convierte en una indicación de la ‘razón formal’, bajo la que se debe
considerar toda Escritura como inmune de error.
Es triste constatar cómo en muchas traducciones de este texto se
pasa por alto la coma que va después de la palabra ‘veritatem’ de
modo que convierten en especificativo o restrictivo lo que al concilio
tanto le costó poner de modo que no tuviera ese sentido, sino un
sentido explicativo, de razón formal: «...enseñan la verdad, la cual
Dios quiso consignar...»
3/7
se oponga a la santidad. Y sin embargo parece que hay
en ella ciertos relatos inmorales o crueles, que se
opondrían a la santidad de la Biblia.
El gran principio. Lo primero que hay que tener en
cuenta es que hay que ver la Sagrada Escritura en su
totalidad. Muchos de estos relatos no son más que la
expresión de la paciencia de Dios para con su pueblo, de
su condescendencia (sugkat£basij) en ir educando a
su pueblo poco a poco, progresivamente (cf. Dz 2294
[Suprimido en DzH]; FIC 176).
Relatos inmorales. En la Biblia aparecen descritos
relatos inmorales, adulterios, mentiras, etc. Pero esto no
se opone a la santidad de la Biblia, pues tales relatos son
el retrato de una humanidad caída y cargada de miserias
y defectos. Además, la Biblia narra sencillamente estos
actos sin aprobarlos, y la mayor parte de las veces los
reprueba.
Actos de crueldad. Por ejemplo las guerras o
“anatemas” de la conquista de Canaan, ordenadas por
Dios. Para juzgar estos hechos es necesario atender
primero al fin que Dios se propone, que es no ver
pervertido a su pueblo (Dt 7, 4-10). Además hay que
tener en cuenta las costumbres bárbaras de la época, en
cuyo contexto el anatema resulta lógico en estado de
guerra, y viene a ser otra de las condescendencias de
Dios.
Imprecaciones. Se trata de proposiciones que expresan
deseos de mal contra otros y contra sí mismo. Deseos de
venganza en general, deseo de la propia muerte, etc. En
primer lugar hay que tener en cuenta que Dios mismo en
la Torah promete bendiciones al que cumple con su Ley
y amenaza con maldiciones a los transgresores. Por
tanto, el autor sagrado imprecante, no hace más que
tomar la causa de Dios como propia, y desear que se
respete la Ley, y que se cumplan sus maldiciones para el
transgresor. Muchas imprecaciones bíblicas se inspiran
en la “ley del talión” (ojo por ojo, diente por diente),
que era una ley dada por Dios como un medio para
castigar la culpa (con lo cual no era injusta ni inmoral,
aunque ciertamente ha quedado muy superada por la
nueva Ley del Espíritu), a la vez que reprimía la
venganza desmedida y desproporcionada vigente entre
aquellos pueblos.
Además, en estas imprecaciones se toma al pecador y
al pecado como una sola cosa, de manera que los deseos
de males temporales no van directamente contra los
hombres en sí mismos, sino contra el reino del pecado, y
significan directamente el deseo de la destrucción de la
culpa y no el deseo de la aplicación de la pena que
literalmente se expresa.
Finalmente, en las imprecaciones nunca se desea un
mal espiritual, sino material o temporal, y éste
propiamente no como tal mal, sino en orden a un bien:
se quiere el mal bajo razón de bien.
Aparte de estas normal generales para explicar las
imprecaciones, hay que atender también a la
idiosincrasia de los orientales, a su carácter hiperbólico,
a sus descripciones poéticas exageradas. A veces puede
tratarse del género literario imprecatorio, donde el autor
sagrado se extiende en descripciones sin que por ello
Bachillerato Tema 3
esté realmente afirmando cada uno de los pormenores
que expresa.
.IV Inspiración, canonicidad e interpretación de
la Biblia.
.a Inspiración y canonicidad
Canonicidad: comporta para un libro el hecho de ser
incluido en el canon o lista de los libros que la Iglesia
tiene por inspirados. Es una cualidad de carácter
‘jurídico’ y externa al libro como tal.
Inspiración: es una cualidad de carácter esencial e
intrínseca al libro, por la que éste tiene a Dios por autor.
Todos los libros canónicos están inspirados. Hemos
llegado a conocer la lista de libros a través de la
tradición, del uso litúrgico y del magisterio de la Iglesia.
¿Todos los libros inspirados están en el canon? ¿Se ha
perdido algún libro inspirado? Consta que S. Pablo
escribió más cartas de las que se nos han conservado
(1Cor 5,9; Col 4, 16). ¿Estaban inspiradas? Quizá no
sea posible saber si algún libro inspirado se ha perdido.
Algunos autores lo niegan por un doble motivo: la
inspiración no es un carisma para un fin privado sino
social, por lo que el libro debería haberse conservado; y
porque si se hubiera perdido después de ser reconocido,
la Iglesia habría faltado a su misión de conservar el
depósito de la revelación. ¿Pudo haberse perdido antes
de tal reconocimiento? Sí, si era un libro destinado a un
tiempo concreto, y después de dar su utilidad se perdió.
Incluso puede admitirse que después del reconocimiento
de su inspiración se haya perdido algún fragmento no
esencial para el contenido de la revelación. Pero parece
que no se puede decir nada más con certeza.
.b Interpretación de la Biblia
Tradicionalmente el tratado de interpretación o
hermenéutica (de hermeneuo, interpretar) se ha dividido
en tres partes: noemática (de noema, mente,
pensamiento, sentido), que trata de los sentidos
presentes en la Sagrada Escritura; heurística (de
heurisko, encontrar), que trata los caminos e
instrumentos que tenemos para encontrar los distintos
sentidos; y proforística (de profero, poner delante, sacar,
mostrar, presentar), que trata los modos de exponer los
sentidos encontrados.
)1 Noemática
Lo primero es distinguir significado de sentido. Una
palabra puede tener varios significados, pero atendiendo
al contexto o a la situación, de hecho sólo tiene un
significado: este es el sentido. Por ejemplo: la palabra
‘cuarto’ puede significar habitación, número ordinal,
fracción de un kilo, etc. Pero si digo ‘mi asiento es el
cuarto’, el sentido queda concretado.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos presenta una
síntesis admirable de la doctrina tradicional sobre los
sentidos de la Sagrada Escritura:
3/8
«Según una antigua tradición, se pueden distinguir
dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el
sentido espiritual; este último se subdivide en sentido
alegórico, moral y anagógico. La concordancia
profunda de los cuatro sentidos asegura toda su
riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.»
(CEC 116)14
El catecismo cita a Santo Tomás, cuyo texto completo
es:
«El autor de la Sagrada Escritura es Dios, en cuya
potestad está no sólo ordenar las palabras a lo que
quiere decir (lo cual también puede hacerlo el
hombre), sino también las cosas mismas. Y por eso, así
como en todas las ciencias la palabra significa alguna
cosa, lo propio de esta ciencia es que las cosas
significadas por las palabras signifiquen algo a su vez.
Así, pues, la primera acepción en que se toma la
palabra, que es la de significar alguna cosa, pertenece
al primer sentido, llamado histórico o literal; y lo que,
a su vez, significa la cosa expresada por la palabra
llámase sentido espiritual, que se apoya en el literal y
lo supone.»
«Por su parte, el sentido espiritual admite tres
subdivisiones. La antigua Ley, según dice el Apóstol
(Heb 7,9), es figura de la nueva, y ésta, como dice
Dionisio, lo es de la futura; y en la nueva Ley, lo que
se cumplió en la Cabeza, es figura de lo que nosotros
debemos hacer. Así, pues, en cuanto el contenido de la
antigua Ley es figura de lo que contiene la nueva,
tenemos el sentido alegórico; en cuanto que lo
cumplido en Cristo o en lo que a Cristo representa es
signo de lo que nosotros debemos hacer, tenemos el
sentido moral, y en cuanto significa lo que hay en la
gloria, el sentido anagógico.» (I q. 1 a. 10 c.)
Por tanto, los sentidos se dividen así (cf. CEC nn.
116ss):
 Literal. Es el significado por las palabras de la
Escritura y descubierto por la exégesis; es lo que el
autor quiso decir. El sentido literal lo encontramos
en todas las palabras de la Sagrada Escritura, y es
único en cuanto sentido literal explícito (así parece
deducirse, entre otros lugares, de Div. Affl. Spir.
DzH 3826; FIC 171-172, y de Dei Verbum 12).
Aunque este sentido literal puede dividirse:
 Explícito: El que ofrecen las palabras en su
primera lectura racional. Puede ser propio, cuando
las palabras se emplean en su significado directo,
etimológico y gramatical, e impropio, cuando se
toman en su significado figurativo (sinécdoque,
metonimia, metáfora).
 Implícito, está como escondido en las palabras. Al
decir que el Verbo se hizo hombre, decimos que
tiene cuerpo y alma.
 Eminente, cuando se aplica de una manera
eminente a la persona más notable de una
comunidad lo que se ha dicho explícitamente de la
comunidad en general.
 Plenior (el más significativo de los cuatro), es el
que está contenido en las palabras, pero es
intentado únicamente por Dios, y, por tanto,
desconocido por el hagiógrafo. Es un sentido
14
Es conveniente notar que esta doctrina, ha sido en cierto modo
revalorizada al ser asumida por el Catecismo de la Iglesia Católica, el
cual nos la propone como expresión válida hoy para explicar los
sentido contenidos en la Sagrada Escritura.
Bachillerato Tema 3
literal y no puede nunca desbordar el significado
gramatical de las palabras. Dios no intenta un
sentido literal distinto del intentado por el
hagiógrafo, sino un sentido más amplio y profundo
(por ejemplo la profecía del sacrificio de la nueva
alianza de Malaquías 1,11 es entendida así en
Trento).
 El sentido espiritual existe también en la sagrada
Escritura, pero no afecta a todo, y puede conocerse
por múltiples caminos (la misma Sagrada Escritura,
tradición, magisterio), aunque no hay que abusar de
él. (Cf. Div. Affl. Spir. DzH 3828; FIC 173). Se
subdivide en (CEC 116ss):
 Alegórico. Podemos adquirir una comprensión más
profunda de los acontecimientos reconociendo su
significación en Cristo; así, el paso del mar Rojo
es un signo de la victoria de Cristo y por ello del
Bautismo.
 Moral. Los acontecimientos narrados en la
Escritura pueden conducirnos a un obrar justo.
Fueron escritos «para nuestra instrucción» (1Cor
10,11).
 Anagógico. Podemos ver realidades y
acontecimientos en su significación eterna, que nos
conduce hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la
tierra es signo de la Jerusalén celeste.
3/9
)2 Heurística
Siguiendo el planteamiento de Dei Verbum 12: «Dios
habla en la Escritura por medio de hombres y en
lenguaje humano», seguiremos dos ámbitos de
investigación: medios que tengan en cuenta el medio
humano y medios que tengan en cuenta el origen divino.
Dado el medio humano que escribe el libro habremos
de atender a los géneros literarios (cf. Div. Affl. Spir.;
Dei Verbum 12), la crítica textual, la historia, la
arqueología, el autor y la finalidad del libro, etc.
Dado el origen divino, la escritura «se ha de leer e
interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita;
por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto
sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la
unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la
Iglesia y la analogía de la fe» (Dei Verbum 12, DzH
4219; FIC 196). Este último punto está desarrollado en
el Catecismo de la Iglesia Católica, números 111-114.
)3 Proforística
En realidad es la parte menos importante. Hay
diversas formas de exposición: versiones glosadas de
los textos, comentarios de los mismos, historia sagrada,
etc. En cuanto al momento: lección sagrada, homilía,
etc.