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Ciclo C
santifica nuestras alegrías y endulza nuestros pesares; ilumina nuestras mentes con los
dones de la sabiduría, del entendimiento y de la ciencia; en horas de confusión y de dudas
asístenos con el don del consejo; para no desmayar en la lucha y el trabajo concédenos tu
fortaleza; que toda nuestra vida religiosa y familiar esté impregnada de tu espíritu de
piedad; y que a todos nos mueva un temor santo y filial para no ofenderte a Ti que eres la
santidad misma.
Asistidos en todo momento por tus dones y gracias, queremos llevar una vida santa en tu
presencia. Por eso hoy te hacemos entrega de nuestra familia y de cada uno de nosotros por
el tiempo y la eternidad. Te consagramos nuestras almas y nuestros cuerpos, nuestros
bienes materiales y espirituales, para que Tú sólo dispongas de nosotros y de lo nuestro
según tu beneplácito. Sólo te pedimos la gracia que después de haberte glorificado en la
tierra, pueda toda nuestra familia alabarte en el cielo, donde con el Padre y el Hijo vives y
reinas por los siglos de los siglos.
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le
estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso
esta parábola: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea
que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que los convidó a ti y al
otro y te dirá: ‘Cédele el puesto a éste’. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último
puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando
venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Entonces quedarás muy bien
ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se
humilla será enaltecido”. Y dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una
cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos;
porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a
pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando
resuciten los justos”.
¿Qué lugar debes ocupar cuando seas invitado y por qué? v.10
Los banquetes que se ofrecían en casas de los ricos en tiempos de Jesús, desempeñaban un
gran papel. El anfitrión que invitaba se distinguía de modo espectacular por el número de
sus invitados o, de forma más real, por el buen servicio a sus huéspedes. Se contrataba un
cocinero de gran aprecio, se servía vino en vasos de cristal. Cuando la animación alcanzaba
su punto culminante, se ponían a danzar y a aplaudir.
El invitado esperaba que le fuesen comunicados los nombres de los restantes comensales, y
que independientemente de la invitación anterior, fuese llamado el mismo día del banquete
por medio de mensajeros. El invitado acudía con un vestido de amplias mangas. Una tela
colgada fuera de la casa indicaba a los invitados que aún era tiempo de entrar y ser
recibidos; no se quitaba dicha tela hasta después de haber servido los tres platos de entrada.
Jesús fue invitado por un hombre rico, era uno de los jefes de los fariseos. La expresión
griega puede traducirse más acertadamente diciendo que fue invitado por “uno de los jefes
que procedía de los fariseos”. La razón es que la secta de los fariseos no contaba con jefes o
superiores y discípulos.
Jesús no enseña normas de comportamiento social, sino que, partiendo de las buenas
maneras al sentarse a la mesa, saca conclusiones acerca del reino: para entrar en él hay que
ser invitado por Dios, que convida a los que reconocen su condición humilde y su
necesidad de salvación.
Jesús dice que se deben invitar a los pobres, a los cojos, a los lisiados, a los que no tienen
con qué pagar. La recompensa consiste en una
creciente similitud con Dios mismo, que manda al menos dignos subir más arriba, hasta la
resurrección. No hay ningún acto de bondad altruista que no permita experimentar un
sentimiento de dicha que no viene por ningún otro camino, un gesto anticipado de algo que
llegará a su perfección.
La comida a la que ha sido invitado Jesús, sirve como marco para seguir enseñando el
modo de comportarse de sus discípulos. Además, indirectamente hace un ataque contra los
fariseos, quienes se preocupan sólo de invitar a sus familiares y amigos conocidos para
quedar bien o para obtener también algún beneficio personal.
La verdadera grandeza es la que tenemos ante Dios. Él asignará a cada uno los puestos en el
banquete escatológico del reino, es decir, asignará el lugar que le corresponde al final de la
vida.
Igualmente en nuestro tiempo hay gente que ofrece un favor con toda la intención de
obtener también algo y siempre mayor y mejor, todo se transforma en un intercambio de
favores.
Frente al orgullo y al interés personal, Jesús proclama que la humildad es uno de los valores
del reino, al igual que la generosidad con los pobres, que debe tener como transfondo el
desinterés del que da a sabiendas de que muchas veces no será correspondido. Este
banquete de Jesús se convierte así, para la comunidad de San Lucas, en prototipo del
comportamiento de los que ha comprometido su vida por el reino.
* Evitar hacer amistades sólo porque puede obtenerse beneficios (palancas) de ellas.
* Hacer de nuestras familias una escuela donde se aprenda la generosidad para compartir
con los más necesitados.
* Tener en cuenta a las personas más pobres para compartir con ellas de lo mucho o poco
que tenemos.
* Organizar una fiesta donde podamos llevar a los más pobres o rechazados por la sociedad.
4. ORACIÓN
(Se puede hacer una oración donde participe quien guste en voz alta y den gracias a Dios
por la Palabra escuchada o recitar alguna oración ya formulada)
"Oh, amado Jesús. Ayúdame a esparcir Tu fragancia por donde quiera que vaya. Inunda mi
alma con Tu Espíritu y Vida. Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida
entera sea un resplandor de la Tuya. Brilla a través de mi y permanece tan dentro de mi, que
cada alma con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía.
Amen."