Bachillerato
1. LA REVELACIÓN DE DIOS
Dos son básicamente las fuentes en las que se
desarrolla la doctrina acerca de la Revelación: el
Concilio Vaticano I (en su constitución Dei Filius) y el
Vaticano II (en su constitución Dei Verbum).
.I Concepto teológico de Revelación
principales etapas de la misma
.a Concepto teológico de Revelación
A fin de sistematizar de algún modo los contenidos de
este apartado –para más fácilmente recordarlos–, se
ofrecen desarrollados como explicitación de la
definición de Garrigou-Lagrange, en orden a que,
memorizada ésta, únicamente sea ya necesario comentar
cada una de sus partes.
«La revelación es la acción divina libre y
esencialmente sobrenatural por la que Dios,
para llevar al género humano a su fin
sobrenatural (que consiste en la visión de la
esencia divina), hablándonos por los profetas y
últimamente por Cristo, nos ha manifestado –
dentro de una cierta oscuridad– misterios
sobrenaturales y también verdades de la religión
natural, para que puedan ser luego propuestas
por la Iglesia, sin cambio alguno de sentido,
hasta el fin de los tiempos»1.
De esta definición se infieren las
consecuencias:
)1 Naturaleza de la Revelación (¿qué
Revelación?)
Que, propiamente hablando, se reserva el concepto de
“Revelación” para significar aquella acción divina por
la que Dios, tomando la iniciativa, se manifiesta al
hombre de una manera esencialmente sobrenatural.
Conviene notar esto y no darlo por supuesto, entre otras
cosas porque así lo hace el Vaticano I. Éste comienza el
capítulo sobre la revelación distinguiendo dos vías por
las que el hombre puede llegar al conocimiento de Dios:
 por la vía ascendente del conocimiento natural
(partiendo de las cosas creadas). En ella, siendo la
creación el punto de partida, el instrumento de
conocimiento es la luz natural de la razón, y conoce
a Dios en su relación causal con el mundo.
 por vía descendente (que constituye propiamente
ese abajarse divino para hablar al hombre que
llamamos “revelación”). Ésta, por el contrario, tiene
como autor al Dios que habla, autor del orden
sobrenatural, que se da a conocer a sí mismo y los
decretos de su voluntad. Conocimientos distintos,
pero ambos legítimos2.
1
Garrigou-Lagrange; tomado de Latourelle, pág. 239
2 3
Latourelle, pág. 294
Tema 1 1/1
[Cabría aquí desarrollar, bajo pretexto de la alusión
del Vaticano I a la cuestión, el tema de la posibilidad
del hombre de llegar por sus meras fuerzas naturales a
un conocimiento cierto de Dios, principio y fin de
todas las cosas; no obstante, no lo exponemos aquí por
ser objeto del tema 10, «La realidad de Dios: acceso y
cognoscibilidad»].
y
Nótese que estamos tratando de delimitar la naturaleza
propia de la revelación. De momento sabemos que es
esencialmente diversa del conocimiento natural de Dios.
Por eso, sabiendo lo que no es, es preciso decir ahora lo
que sí es: «Sin embargo, plugo a la sabiduría y bondad
de Dios revelar a género humano por otro camino, y
éste sobrenatural, a sí mismo y los decretos eternos de
su voluntad» (Dz 1785).
)2 Autor de la Revelación (¿quién se revela?)
Ni que decir tiene, por lo dicho, que es Dios mismo.
Él es el autor y la causa de dicha revelación.
)3 Objeto de la Revelación (¿qué revela?)
Dios se revela a Sí mismo y los decretos eternos de su
libre querer3:
 Decir que Dios se revela a Sí mismo significa que
manifiesta su existencia, sus atributos y su misma
naturaleza divina (Uno en esencia y Trino en
Personas).
 Decir que Dios revela los designios de su libérrima
siguientes
voluntad significa que manifiesta los decretos que
dicen relación a la creación y el gobierno del mundo,
así como también –por lo mismo– los que se refieren
es la a nuestra elevación al orden sobrenatural, (con la
encarnación, la redención y la vocación de elegidos).
Hay que subrayar, a este respecto, una cosa muy
importante: estos dos objetos (Dios y sus designios
salvíficos) comprenden no sólo verdades de orden
sobrenatural, sino también verdades de orden
simplemente natural. Y no se confunda esto con la
esencial sobrenaturalidad de la naturaleza de la
revelación. Una cosa es el modo como Dios se revela –
el cual sí que es esencialmente sobrenatural por ser
inspiración divina, absolutamente ajena a la luz natural
de la razón–, y otra cosa distinta es el contenido de esa
revelación. Una cosa es lo que se dice, y otra cómo se
dice. Pues bien: siendo el modo absolutamente
sobrenatural, no lo es el contenido. Dios reveló no sólo
aquellas verdades que jamás habría podido el ser
humano alcanzar por sus meras fuerzas naturales (como
por ejemplo, la Trinidad de Personas en Dios), sino
también aquellas otras que sí podría haber alcanzado por
sí mismo (como por ejemplo, la existencia de Dios;
sería ridículo decir que la existencia de Dios no ha sido
revelada).
Latourelle, 296
Bachillerato Tema 1
)4 Fin de la Revelación (¿para qué se revela?)
Precisamente, «para llevar al género humano a su fin
sobrenatural», como dice la definición. El Vaticano II lo
expresa en estos términos: «Plugo a Dios en su bondad
y sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer
[entiéndase: para dar a conocer] el misterio de su
voluntad (cf. Ef 1,9), mediante el cual los hombres, por
medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al
Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1,4)» (DV, 2). Dice
también que «Dios (...) habla a los hombres como
amigos (...) para invitarlos a la comunión consigo y
recibirlos en su compañía» (Idem.).
)5 Necesidad de la Revelación
Esta cuestión entraña una doble perspectiva: por un
lado, la necesidad de la revelación hablando en general
u objetivamente (si era necesario que Dios se
comunicara al hombre y le transmitiese unas
determinadas verdades); por otro, la necesidad de la
revelación, hablando en particular (si era necesario que
le transmitiese estas verdades, y no otras).
 En cuanto al primer punto (la necesidad de la
revelación considerada en general), hay que decir lo
siguiente: absolutamente hablando, Dios podría
perfectamente no haberse revelado –precisamente,
como dice la definición, por ser una acción libre–;
no obstante, se dice que la revelación es
“moralmente necesaria”. ¿En qué sentido?
Ciertamente, Dios podría perfectamente no habernos
destinado a un fin sobrenatural, y por eso
absolutamente hablando no es necesaria dicha
revelación; no obstante, una vez que ha querido
hacerlo, en cierto sentido tenía obligación moral de
decírnoslo (esto es, de revelarnos ese fin al que
habíamos sido destinados), para que nosotros
pudiésemos poner los medios precisos para llegar a
él. Por eso, en este segundo sentido, presupuesto ese
libérrimo designio divino, se dice que la revelación
era “moralmente necesaria”.
 En cuanto a la segunda cuestión, hay que decir lo
siguiente:
 en cuanto a las verdades de suyo inalcanzables a
la luz natural de la razón, la revelación era del todo
necesaria (bajo el presupuesto, como se ha dicho,
de ese libérrimo designio divino).
 en cuanto a las verdades de suyo sí alcanzables
por las meras fuerzas de la razón humana, la
revelación no era necesaria sino muy conveniente.
Dado que la salvación de Dios se extendía a todos
los hombres, era necesario que todos ellos
alcanzasen el conocimiento de esa salvación.
Ahora bien: el género humano estaba herido por el
Pecado Original, y la herida causada por éste en la
naturaleza humana había afectado a la luz natural
de la razón (ésta había quedado oscurecida). Por
ello, lo que de suyo sí estaba al alcance de la razón
humana –la razón humana puede discursivamente
demostrar, por ejemplo, la existencia de Dios o la
inmortalidad del alma–, de hecho no lo estaba en
la mayoría de los casos (por la debilidad del
entendimiento herido). Así pues, para que las
1/2
verdades de orden natural necesarias para la
salvación fuesen conocidas por todos, fácilmente y
sin mezcla de error, era muy conveniente que
fuesen reveladas por Dios4.
)6 Medios de Revelación (¿cómo se revela?)
 «con gestos y palabras intrínsecamente conexas
entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios
en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y los hechos significados por
las palabras, y las palabras por su parte, proclaman
las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas»
(DV, 2). De este modo, el Concilio subraya el
carácter histórico-sacramental de la revelación;
histórico por el contexto, y sacramental por la
compenetración mutua entre ambos medios
(explican mútuamente su propia significación). A
propósito de esta unión íntima y viva de las obras y
de las palabras, cabe hacer dos observaciones:
 por un lado, que se trata de una unión de
naturaleza, no siempre de tiempo. Hay a veces
simultaneidad entre ambas (como por ejemplo, en
la curación del paralítico, donde las palabras
acompañan a la acción); otras veces el
acontecimiento precede a las palabras (por
ejemplo, la creación del mundo y al fundación del
reino); finalmente, otras veces, por el contrario, la
palabra precede al acontecimiento (por ejemplo, la
profecía del mesías como siervo paciente de
Yhwh, cf. Is 48, 3-8 y Am 3,7).
 por otro lado, que la proporción entre palabras
y obras puede variar mucho; a veces prevalecen
las palabras (como en los libros sapienciales o en
el sermón de la montaña), mientras que otras veces
prevalecen los hechos (como en los libros
históricos o en la Pasión del Señor)5.
 «Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de
la salvación humana se nos manifiesta por la
revelación de Cristo, que es a un tiempo mediador y
plenitud de toda revelación» (DV, 2).
[Cabría aquí desarrollar, bajo el pretexto de las
palabras como medio de la revelación de Dios, todo el
tema de la revelación profética como carisma de
conocimiento y de la inspiración bíblica –de la
condescendencia de Dios con el hombre en el hecho
de la inspiración, y de cómo cada libro inspirado
conserva las características propias de su autor
(viéndose en sus cartas, por ejemplo, el temperamento
fogoso de San Pablo)–; no obstante, no lo exponemos
aquí por ser objeto del tema 3, «La Sagrada Escritura,
Palabra del Dios revelador»].
.b Principales etapas de la Revelación
Basándose, pues, en que la historia de la salvación es
el contexto propio de la revelación de Dios, dos son
fundamentalmente las etapas de ésta: el Antiguo y el
Nuevo Testamento. Del Nuevo Testamento nos
ocuparemos en el siguiente apartado; dentro del
Antiguo, a su vez, pueden distinguirse diversas etapas
(DV 3):
4
Latourelle, pág. 297 [Dz 1786]; Ibid., pág. 371 [DV, 6]
5
Cfr. Latourelle, pág. 358ss
Bachillerato Tema 1
 Época primitiva, que corresponde al llamado
“protoevangelio” (Gen 3,15); Dios anuncia
veladamente la promesa de redención y tiene
incesante cuidado del género humano.
 Época patriarcal, que corresponde a la vocación de
Abraham (en orden a la futura Alianza entre Dios y
su Pueblo). Así, por ejemplo, Yhwh se aparece con
forma humana a Abraham en la encina de Mambré
(Gen 18, 1ss), y le anuncia el nacimiento de Isaac y
la destrucción de Sodoma. Isaac y Jacob,
paralelamente, gozaron de apariciones semejantes
(Gen 26, 2; 32, 25-31; 35, 9)6.
 Época mosaica, en la que Dios instruye al Pueblo
elegido por medio de Moisés. La alianza en el Sinaí
es el momento decisivo de la historia de la
revelación, y no se comprende sino a la luz de todo
el proceso histórico de revelación. En este marco
debe ubicarse también todo el código de leyes que
constituyen el Deuteronomio.
 Época profética, en la que Dios corrige y dirige al
Pueblo por boca de los profetas. Es de notar que
cada uno conserva su singularidad propia, pues –por
ejemplo– Amós insiste en la justicia de Dios, Oseas
en su amor tierno y celoso, Isaías en su majestad y
trascendencia, Jeremías predica una religión más
interior, mientras que Ezequiel recuerda las
exigencias de la santidad de Dios7.
Durante esta primera etapa son dos, principalmente,
los contenidos de la revelación divina:
 «el reconocimiento de Yhwh como Dios único y
verdadero, como Padre providente y justo juez»
(DV, 3)
 la esperanza del “Salvador prometido” (DV, 3).
Todo ello, de la mano del Decálogo dado por Dios
a Moisés en el Sinaí.
La elección veterotestamentaria del Pueblo de Israel
por parte de Dios no significa de ninguna manera que
dicha revelación no tuviese un destino universal, como
tampoco impide su carácter público y social (en orden
precisamente a constituir el pueblo de Dios) el hecho de
que se realizase por boca de ciertos personajes,
escogidos por Él para transmitir a todos su mensaje.
Ambas características a su vez más bien suponen otras
dos: que dicha revelación fue progresiva –
acomodándose a la capacidad de entender del receptor–,
así como también fue jerárquica (por medio de testigos
privilegiados, profetas y apóstoles)8.
.II Cristo, revelación definitiva de Dios
En Jesucristo está la culminación y plenitud de toda
revelación divina. Él es la manifestación plena y
definitiva de Dios, así como de sus designios respecto a
la creación. ¿Por qué? Porque es el Hijo de Dios; el
modo y la forma de revelación es infinitamente más
excelente que las existentes hasta entonces.
Jesucristo, «con su presencia y manifestación, con sus
palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su
6 9
Cfr. Latourelle, pág. 19.
7 10
Latourelle, pág. 38
8 11
Cfr. Latourelle, pág. 178ss.
1/3
muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu
de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación» (DV,
4).
Como dice Santo Tomás, Cristo, por su humanidad,
es el camino para llegar al conocimiento de la verdad;
es, además, en cuanto Dios, esta verdad en Persona. Él
es el doctor por excelencia, y a diferencia de los
maestros humanos, enseña exterior e interiormente9.
.a Los Sinópticos10
Los principales términos que en la tradición sinóptica
describen la acción reveladora de Cristo son “kerisein”
(proclamar), y “didaskein” (enseñar). La diferencia
entre ellos es únicamente de matiz: “kerisein” significa
proclamar –de modo todavía global– la nueva
sorprendente del reino de Dios realizado en Jesucristo,
mientras que “didaskein” supone ya una instrucción más
detallada de los misterios de la fe y de los preceptos de
la vida moral.
El contenido esencial de la predicación de Jesús –que
se inicia en la sinagoga de Nazaret, con palabras de
Isaías (Lc 4, 18-19; Is 61, 1-2)– es la llegada del reino
de Dios.
El pueblo reconoce en la predicación y en los milagros
de Jesús el estilo de los grandes profetas, y le considera
como uno de ellos. Sin embargo, Él no se aplica el
título de profeta: es mayor que Jonás (Mt 12, 40), que
Moisés y Elías (Mc 9, 2-10; Mt 17, 1-13; Lc 9, 28-36),
que David (Mc 12, 35-37; Mt 22, 41-46; Lc 20, 41-44) e
incluso que Juan el Bautista (Lc 7, 18-23; Mt 11, 2-6).
Ya no dice: “Así habla Yhwh”, sino “pero yo os digo”
(Mt 5, 22.28.32)
Por otro lado, se le da también el título de “rabí” (Mc
9, 5; Mt 23, 7). Enseña en la sinagoga (Mc 1, 21; Mt 4,
23), en la montaña (Mt 5, 1-2), en el templo (Mc 12, 35;
Lc 19, 47; Mt 21, 23); tiene discípulos (Mc 4, 34), y
polemiza con los escribas y fariseos (Mc 8,11). No
obstante, su enseñanza tiene un carácter absolutamente
único: Él no sólo comenta la ley, sino que la interpreta,
corrige y profundiza –hablando con la autoridad de
Yhwh–.
«Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al
Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiese
revelárselo» (Mt 11, 25-27). El Padre revela al Hijo, y el
Hijo revela al Padre: ambas revelaciones se
complementan mútuamente.
.b San Juan11
[Sólo con el comentario detallado del prólogo de su
evangelio ya se podría ocupar gran parte de la
exposición]
Cristo es la palabra eterna, subsistente, personal; la
revelación se lleva a cabo porque esta palabra se hace
carne para manifestarnos al Padre.
Ya el Antiguo Testamento conocía la sabiduría y la
palabra. En Job, Proverbios, Eclesiastés y sobre todo en
la Sabiduría, la sabiduría está con Dios, preside la
cfr. Latourelle, pág. 191
Latourelle, pág. 46ss
Latourelle, pág. 77ss
Bachillerato
creación y la organización del mundo (Sab 7-8), todo lo
ve, todo lo penetra (Sap 9, 11), todo lo gobierna (Sab 8,
1); instruye a los hombres, les protege, les guía, les
asiste. Pues bien: San Juan reconoce a Jesucristo en esta
palabra veterotestamentaria creadora y reveladora (Jn
1, 14). Él es “la Palabra” –con mayúsculas–, que da
testimonio (“martiría”) de Dios ante los hombres; Él es
el testigo fiel.
Tres son las etapas de la revelación contenidas en el
prólogo joaneo: la creación (Jn 1,3; el Verbo
preexistente), la elección de Dios para sí de un pueblo
(al que luego se le manifestaría por la ley y los profetas;
Jn 1,11) y el envío de su propio Hijo (Jn 1,14).
La doble condición de Jesucristo –Dios y hombre– le
hacen ser a la vez Dios revelante y Dios revelado. Cristo
enseña, pero es al mismo tiempo objeto de revelación.
Características de la revelación: ésta se presenta
como escándalo (por ser inaudita e inesperada), pero
que al mismo tiempo es verdad, luz y vida.
.c San Pablo12
El principal esquema utilizado por San Pablo para
penetrar en el corazón de la idea de revelación es el del
“misterio” y el del “evangelio” –buena noticia–. En
efecto: la teología de San Pablo es una soteriología,
cuya intuición fundamental es la noción de “misterio”.
¿Qué entiende por tal? El plan divino de salvación
manifestado realizado por Cristo; es el designio divino
de salvación, escondido por toda la eternidad y ahora
manifestado, por el que Dios establece a Cristo como
centro de la nueva economía y le constituye, por su
muerte y resurrección, como principio único de
salvación, tanto para los gentiles como para los judíos.
San Pablo distingue diversas etapas de este plan de
salvación: el de la intención (el misterio de Dios), el de
la realización (misterio de Cristo), el del encuentro
personal (misterio del evangelio, de la palabra y de la
fe) y el de la extensión a toda la humanidad (el misterio
definitivo, el de la Iglesia). Las dos últimas se dan
simultáneamente en el tiempo.
La finalidad inmediata de la revelación del misterio y
de la predicación es la de llevar a los hombres a la
obediencia de la fe (Rm 16,26) y la de «hacer todo
hombre perfecto en Cristo» (Col 1,28). En último
término, no obstante, la revelación del misterio se
ordena a la «alabanza de la gloria de la gracia» de Dios
(Ef 1,6.12.14; Fil 2,11).
La respuesta a tanta sabiduría y amor debe ser la
adhesión de fe y de amor a este designio divino y, a
imitación de Pablo, un himno perpetua alabanza y
acción de gracias.
.d La Carta a los Hebreos13
[Sólo con el comentario de los dos primeros
versículos de la carta ya podría también ocuparse gran
parte de la exposición]
«Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en
otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los
12
Latourelle, pág. 62ss
13
Latourelle, pág. 72ss
Tema 1 1/4
profetas; últimamente, en estos días, nos habló por Su
Hijo, a quien constituyó heredero de todo» (Heb 1, 1-
2).
Dado que está dirigida a judeo-cristianos, pretende
demostrar la excelencia de Cristo como mediador, así
como la superioridad de su sacerdocio sobre el de la
antigua alianza. Se trata, en definitiva, de un juego de
paralelismos entre las dos economías salvíficas:
 entre ambas existe una relación de continuidad
(“Dios ha hablado”), y el elemento de continuidad es
Dios mismo y Su palabra.
 hay también una relación de diferencia (en los
tiempos, maneras, mediadores y destinatarios) y de
excelencia o superación. En el Antiguo Testamento
la palabra era sucesiva, parcial, fragmentaria; en el
Nuevo, sin embargo, es ya única y total (Jesucristo).
Por eso cabe también señalar, por otro lado, una
serie de contrastes u oposiciones reseñados en la
Carta: superioridad de Cristo sobre los ángeles (1, 5-
14); prioridad del evangelio sobre la ley (2, 2-3);
fidelidad de Moisés –a modo de servidor– y de Jesús
–a modo de hijo–.
El término que prevalece para designar la revelación
divina es el de “palabra”: es viva como Dios mismo, es
activa, tajante, sutil, penetrante, discierne y juzga (4, 12-
13).
.III Transmisión de la Revelación
Dado que la revelación se dirigía a todos los hombres
de todos los tiempos, convenía que lo que Dios había
revelado permaneciese íntegro a través de los siglos, y
fuese transmitido a todas las generaciones. Por eso fue
constatado por escrito, en orden a conservar la pureza
de ese tesoro de la fe.
No obstante, como se ha dicho –y el Vaticano II
recoge en este punto, citando a Trento–, Cristo es la
revelación total, y por lo mismo plenitud y culminación
de toda revelación divina. Por eso, la riqueza contenida
en su manifestación y comunicación era absolutamente
inagotable, de manera que no es posible plasmar todo su
contenido en el papel. Precisamente por ello, fue
también conveniente transmitir la fe a las generaciones
venideras no sólo mediante una tradición escrita, sino
también mediante una tradición oral, que fuese legada
de padres a hijos a lo largo de los siglos.
Así, el encargo que Cristo dio a los apóstoles de
predicar el evangelio fue cumplido fielmente: primero,
por la predicación –anunciando lo que recibieron de
Cristo y lo que les reveló el Espíritu Santo–; en segundo
lugar, consignando por escrito de la Buena Nueva, bajo
la inspiración también del Espíritu Santo14.
.a Tradición15
Esa transmisión oral se perpetúa en la Iglesia a través
de los sucesores de los apóstoles: los obispos.
El Concilio de Trento habla de una triple Tradición:
14
cfr. Latourelle, pág. 373ss; DV, 7
15
Latourelle, pág. 376ss; DV, 8
Bachillerato Tema 1
 divino-apostólica: lo que los apóstoles atribuyen
al Señor
 apostólica: lo suyo propio
 eclesiástica: las costumbres multiseculares de la
Iglesia
El objeto de la Tradición (¿qué verdades contiene?)
incluye todo lo referente a la fe y a las costumbres de
pueblo cristiano.
Su extensión alcanza a la Iglesia en su doctrina, en su
vida y en su culto: los escritos de los Santos Padres, la
liturgia, la práctica de la Iglesia, la reflexión teológica...
Esta Tradición crece perpetuamente en la Iglesia bajo
la acción del Espíritu Santo que la asiste. Mas lo que
progresa no es la Tradición apostólica en sí misma, sino
la percepción, cada vez más profunda, que adquirimos
de las cosas y palabras transmitidas. Se comprenden y
se formulan cada vez mejor. Los factores que
intervienen en este crecimiento son el estudio, la
contemplación, la experiencia vital y la predicación del
episcopado.
[Cabría hablar aquí, so pretexto de la misma Tradición, de
los testimonios de los Santos Padres acerca de la Revelación
de Dios: 16
 San Justino:
 el Padre se da a conocer por medio del Logos
universal
 en cada hombre hay una semilla del Logos, que se
manifiesta cada vez más profundamente a los profetas y
que en Cristo alcanza su plenitud
 en definitiva, el cristianismo es el conocimiento
vivencial del Logos, mientras que para los gnósticos la
revelación consiste únicamente en la gnosis.
 San Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes e incluso
el mismo San Justino insisten en la unidad de la economía
redentora, y por tanto en la unidad entre el Antiguo y el
Nuevo Testamento. El Antiguo alcanza su explicación
definitiva en el Nuevo, y ambos guardan entre sí una
relación como de preparación y cumplimiento. Tal es la
pedagogía divina. Y todo esto, contra los Marcionitas. Uno
y el mismo es el autor de ambos Testamentos: Dios
mismo].
.b Sagrada Escritura17
Por Tradición conocemos en canon íntegro de las
Sagradas Escrituras, de modo que sin aquélla ésta
también desaparece (contra los protestantes).
De ahí que pueda decirse con verdad que existe una
mutua e íntima relación entre la Tradición y la Sagrada
Escritura: ambas brotan de la misma fuente (Dios) y
tienden hacia un mismo fin (la salvación del hombre);
ambas también son Palabra de Dios.
La Iglesia no deriva solamente de la Escritura la
certeza de las verdades reveladas por Dios, sino que se
apoya también en la Tradición.
Es notable constatar que no se trata de que el
contenido de la Revelación esté parte en la Tradición y
parte en la Sagrada Escritura –de modo que,
complementándose, se logre todo el contenido completo
de dicha Revelación–. No. Hubo quien así opinó en el
16
Latourelle, pág. 157ss
17
Latourelle, pág. 379ss; DV, 9
1/5
concilio de Trento, pero los Padres Conciliares
desestimaron la propuesta18. El depósito de la fe está
contenido todo en la Sagrada Escritura, y todo en la
Tradición de la Iglesia. Se complementan mútuamente
en cuanto a la profundización en sus contenidos, pero
nunca en la posesión de los contenidos mismos.
.c Magisterio19
Al hablar del concepto teológico de revelación, al
principio del tema, se dijo –en la definición que
dábamos– que la revelación era “oscura”. Pues bien:
una de las consecuencias de esta oscuridad es la
necesidad de que exista una autoridad que garantice el
depósito de la fe, determinando en cada caso qué
verdades se contienen realmente en éste y cuáles no. Esa
autoridad es el Magisterio de la Iglesia, con el Papa a la
Cabeza.
El oficio del Magisterio es interpretar auténticamente
la Palabra de Dios –ya sea escrita (la Sagrada Escritura)
u oral (la Tradición de la Iglesia)–. Por lo tanto, no está
sobre ésta sino al servicio de ésta (“norma normans”, la
Sagrada Escritura; “norma normata”, el Magisterio). El
Magisterio escucha con piedad, guarda santamente y
expone fielmente –a ejemplo de la Virgen María– los
contenidos de la Sagrada Escritura y de la Tradición.
A este respecto puede verse también la encíclica
Humani Generis, Dz 2314ss.
[Cabría aquí desarrollar también:
 so pretexto de la progresiva profundización en los
contenidos de la Revelación, el tema de la labor de la
reflexión teológica en sí misma, y de la relación de ésta
con el Magisterio (a saber, sus verdaderas y falsas
libertades, la divergencia de sus funciones y métodos, su
compenetración mutua...).
 so pretexto del Magisterio en sí mismo, las principales
enseñanzas magisteriales entorno al tema de la
Revelación, a saber20:
 Trento, contra el Protestantismo, explica que la razón
humana no está muerta sino herida, lo cual supone una
capacidad natural del hombre para conocer a Dios (Dz
783).
 Pío IX, en sus encíclicas Qui pluribus (1846) y
Quanta cura (1864, con el Syllabus) expone la doctrina
católica entorno a las relaciones entre fe y razón.
Condena el racionalismo contra los deistas que niegan la
revelación, los modernistas que la definen como un
sentimiento religioso, y los fideistas y tradicionalistas
que eliminan la razón –por ser la fe algo absoluto y
ciego–21.
 Vaticano I, que explica los dos caminos para conocer
a Dios (ya explicados).
 San Pío X, en la encíclica Pascendi (1907) y en el
decreto Lamentabili (1907) condena la proposición
modernista de que la revelación sea un sentimiento
inmanente de Dios que todo el mundo tiene. Cfr. Dz
2020ss, 2071ss.
 Vaticano II: desarrolla ampliamente toda la doctrina
católica entorno a la revelación, con el siguiente
esquema:
18
cfr, Latourelle, pág. 284ss
19
Latourelle, pág. 381ss; DV, 10
20
Latourelle, pág. 283ss
21
Cfr. Dz 1634ss, 1701ss.
Bachillerato
 cap. I, naturaleza de la revelación
 cap. II, transmisión de la revelación
 cap. III, inspiración e interpretación de la Escritura
 caps. IV-V, el Antiguo y el Nuevo Testamento
 cap. VI: la Escritura en la vida de la Iglesia]
[Puede además completarse lo dicho con la
explicación del Catecismo (a modo de ampliación),
pág. 24ss]
.IV El dato revelado y la formulación Teológica.
Las fórmulas de fe y las definiciones
teológicas
Dado que la fe versa sobre verdades que no se ven
(esto es, no evidentes), los contenidos de la fe que se
profesa han de ser necesariamente complejos –pues sólo
lo evidente es simple–. Ahora bien: ¿cómo transmitir de
generación en generación esos contenidos de la
revelación, que de suyo son complejos? ¿Cómo
decirlos? ¿Cómo enunciarlos o resumirlos?. El único
modo de hacerlo es formulándolos de alguna manera,
sistematizándolos mediante sencillas exposiciones. Así,
convirtiendo lo difícil en fácil, lo complejo en sencillo,
es posible comunicarlo y transmitirlo a través de los
siglos.
Esas sencillas formulaciones de la fe que se profesa
son lo que llamamos “artículos de fe”, y el conjunto de
artículos recibe el nombre de “Credo”.
No obstante, muy diversas pueden ser esas
formulaciones –tanto en su naturaleza como en su grado
de certeza–, y por ello no todas pueden ser calificadas
como “artículos de fe”. Precisamente, de esta diversidad
y gradualidad de los contenidos de la fe revelada surgen
las diferentes “calificaciones teológicas”, y es así como
se determina en cada caso el justo valor con que han de
ser recibidas por el creyente.
En este sentido, pueden ennumerarse las siguientes
“calificaciones teológicas”: 22
1. De fe divina: es aquella verdad que se contiene
formalmente explícita o implícita en las fuentes de
la revelación. La proposición contraria es “error en
la fe”.
2. De fe divina y católica: es aquella verdad que se
contiene formalmente explícita o implícita en las
fuentes de la revelación, y que, además, se nos
enseña como verdad de fe divina por el magisterio
infalible de la Iglesia. La proposición contraria es
“herética”.
3. De fe divina y católica definida: es aquella verdad
que está contenida en las fuentes de la Revelación
y que, además, nos ha sido enseñada por el
magisterio de la Iglesia como de fe divina por
medio del magisterio extraordinario (por ejemplo,
un Concilio Ecuménico), o por una definición “ex
cathedra” del Romano Pontífice. La proposición
contraria es “herética”.
4. De fe católica: es aquella verdad que, aun cuando
no esté contenida formalmente en las fuentes de la
revelación, sin embargo está cierta y
necesariamente unida con las verdades reveladas, y
22
tomado de Abárzuza, J., Teología del Dogma Católico
Tema 1 1/6
que la Iglesia nos ha propuesto como de fe divina
por medio de una definición infalible y de una
manera solemne. La proposición contraria es
“errónea” en la fe definida.
5. De fe definida: es aquella verdad que, aun cuando
no esté contenida formalmente es las fuentes de la
revelación, sin embargo está cierta y
necesariamente unida con las verdades reveladas, y
que la Iglesia nos la ha propuesto como de fe
divina por medio de una definición infalible y de
una manera solemne. La proposición contraria es
“errónea” en la fe definida.
6. Teológicamente cierta: es aquella verdad que,
mediante otra verdad natural cierta, se deduce de
las fuentes de la revelación o de otras verdades
formalmente reveladas, en virtud de un silogismo
propiamente ilativo o discursivo. La proposición
contraria es “error teológico”.
7. Doctrina próxima a la fe: es aquella verdad que,
según el consentimiento casi unánime de los
teólogos, está contenida en la palabra escrita o en
la palabra tradicional divina, pero al no haber
unanimidad absoluta entre los teólogos, no puede
afirmarse esto con certeza absoluta. La proposición
contraria es “próxima a la herejía”.
8. Doctrina católica: es aquella verdad que se enseña
en la Iglesia Universal, sin que la proponga de una
manera infalible (por ejemplo, las encíclicas). La
proposición contraria es “error en la doctrina
católica”
9. Cierta en teología: es aquella verdad que con toda
certeza se deduce de una premisa teológicamente
cierta y de otra verdad naturalmente cierta. La
proposición contraria es “peligrosa, temeraria y
falsa”.
10. Común y cierta: es aquella verdad que se tiene en
cuenta el consentimiento común de los teólogos se
nos presenta como bien fundada en las escuelas
teológicas. La proposición contraria es “temeraria
y falsa”.
Bachillerato Tema 1 1/7