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Tema 1

Tarea número 1: Constituciones


Fátima Sutil Corpas

PERÚ
En la constitución aprobada por referéndum en el año 1993 de dicho país aparece:

Artículo 48.- Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde


predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas
aborígenes, según la ley.

Como vemos se utiliza el término castellano en lugar de español. Además tienen como lenguas
oficiales el castellano y la lengua indígena que se hable en la zona.

En Cusco, un padre que acaba de terminar de servir el desayuno a sus dos hijos
pequeños, con quienes conversa amenamente en quechua, los despide con un beso en
la frente y con la firme recomendación de que sólo hablen en castellano en el colegio,
“por su bien”. En Moyobamba, una joven llega a un hospital con un fuerte dolor
abdominal y explica lo que siente desesperadamente -en awajún- a un doctor que no
le entiende absolutamente nada. En Lima, un hombre está sentado en la sala de un
juzgado rodeado de una veintena de personas que hablan una tras otra sin que él
pueda entender otra cosa que la constante repetición de su nombre. Sólo habla
shipibo, nadie más en esa sala lo hace.

Estas situaciones responden a una compleja realidad, consecuencia de una serie de factores
históricos, políticos, socioculturales, económicos; de la configuración discriminatoria de los
servicios públicos que brinda el Estado, y la consecuente vulneración de los derechos
lingüísticos de los millones de peruanos que poseen una lengua indígena u originaria como
lengua materna.

En este contexto en el año 2000 se aprueba la ley Nº 29735, que regula el uso, preserveración,
desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas originarias del Perú. Esta norma
tiene como objetivo precisar el alcance de los derechos y garantías individuales y colectivas
establecidas en la Constitución en materia lingüística.

Se llevó a cabo el primer curso que preparó a intérpretes y traductores de lenguas indígenas u
originarias para participar en procesos judiciales y así garantizar los derechos lingüísticos de los
ciudadanos indígenas que participan en los mismos. Se graduaron alrededor de treinta
mujeres y hombres hablantes de diez distintas lenguas indígenas u originarias. Todas estas
personas, forman ahora parte del registro creado por el Poder Judicial para ese fin. Cabe
resaltar que el curso se realizó en coordinación con la Dirección de Lenguas Indígenas del
Ministerio de Cultura, oficina con la que se ha proyectado la realización del segundo hacia el
final del presente año. 1

Coincidentemente, durante el desarrollo del primer curso, la Corte Superior de Amazonas,


requirió la participación de intérpretes de las lenguas awajún y wampís en su proceso por el

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caso denominado “Baguazo”. Dos personas hablantes de estas lenguas que se encontraban
llevando el curso, sobre terminología procesal penal para poder desempeñar mejor su función
en un juicio por lo demás trascendental en la historia reciente. Estas reuniones fueron claves,
pues significaron un espaldarazo para los intérpretes que se fue complementando con
capacitaciones sobre justicia intercultural para los propios magistrados de Amazonas. La
consecuencia fue que poco a poco el proceso judicial.

Como ellos, el resto de intérpretes que forman parte del registro realizan labores en las
distintas cortes superiores de las regiones en donde viven, atendiendo una necesidad que
antes era absolutamente desatendida, aunque en ciertas oportunidades subsanada con el
concurso de algún trabajador de la corte o en el mejor de los casos con la contratación ad hoc
de un intérprete no especializado en procesos judiciales.

La idea del Poder Judicial es incrementar la cobertura de los servicios de interpretación y


traducción de lenguas indígenas u originarias a lo largo y ancho del país, así como buscar
satisfacer la demanda de las 47 lenguas reconocidas actualmente, todo ello ciertamente con
una vocación temporal y de transición. Esto último debido a que la aspiración fundamental,
desde la mirada de los derechos lingüísticos, debe ser llegar a un escenario en el que los
servicios públicos sean brindados en la lengua materna de los administrados en todos o la gran
mayoría de casos y que la necesidad de la utilización de los servicios de un intérprete o
traductor se convierta en una situación excepcional.

Hacia esa situación que se podría percibir hasta utópica, se dieron pequeños pasos con la
iniciativa de contar finalmente con intérpretes y traductores acreditados por la propia
institución; mientras que otros tantos se dieron en el Distrito Judicial de Puno, en donde dos
juzgados, uno en Ilave y otro en Azángaro, dictaron sentencias en aymara y quechua,
respectivamente. Estos últimos constituyen hechos sin precedentes que han sido reconocidos
por el Congreso de la República así como difundidos a nivel nacional e internacional y
representan un cambio desde los propios operadores del sistema de justicia ordinario,
percibidos como los más rígidos funcionarios.

Por lo demás, se ha empezado a realizar cursos de capacitación de forma bilingüe dirigidos a


jueces de paz, los históricos principales exponentes en el país de la administración de justicia
con pertinencia cultural y un valioso ejemplo para sus pares ordinarios; se ha elaborado
un mapa etnolingüístico judicial, también en colaboración con la Dirección de Lenguas
Indígenas del Ministerio de Cultura, que se encuentra en proceso de aprobación; entre otras
acciones de una institución que ha comprendido la importancia del respeto a estos derechos,
no sólo por el hecho de que la lengua sea expresión de la identidad de los pueblos y el
reconocimiento de la diferencia es clave para la obtención de la justicia social y ciudadanía,
sino además porque la lengua funciona como vehículo para la consecución de otros derechos, 2
al mejorar y permitir su acceso a estos últimos. Las consecuencias de este giro podrían ser
grandiosas en la medida del gran poder decisorio que ostentan los jueces, como garantes de
los derechos de los procesados. Basta con imaginar la cantidad de casos penales que, en la
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etapa de control acusatorio, se caerían cuando el juez observase que no se cumplió con
respetar los derechos lingüísticos de una persona durante toda la etapa de investigación.

El camino es largo y recién ha comenzado, las iniciativas particulares deben seguir


convirtiéndose en políticas institucionalizadas, la designación de funcionarios públicos debe
considerar su conocimiento de la lengua o lenguas indígenas predominantes en las regiones en
donde vayan a trabajar así como el conocimiento de las culturas locales, las facultades de
derecho deben incluir la justicia intercultural y los derechos lingüísticos en sus currículos, el
Ministerio Público y la Policía Nacional deben comenzar procesos parecidos, la excepción debe
convertirse en la regla.

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