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II latín vulgar y particularidades del latín hispánico.

Los primeros invasores y los visigodos


De la primera invasión germánica que penetró en Hispania, dos pueblos desaparecieron
pronto: los alanos fueron exterminados a los pocos años, y los vándalos, tras un breve
asiento en la Bética, atravesaron el estrecho y pasaron a África. Los vándalos
embarcaron junto a la antigua Julia Traducta (hoy Tarifa) este lugar tomó nuevo nombre
referente a los emigrados *[´Portu] Wandalu, o en boca de los navegantes griegos,
[Portuw] anadalisiu, origen del árabe a l- Andalus (≥ en esp. Andaluz, Andalucía).
Algunos explican que la desaparición de la /w/ inicial se debió a la falsa identificación
con el gentilicio beréber: Wandalus ≥ Andalus.
Los visigodos eran los más civilizados entre los germanos venidos a la Península. En el
siglo y medio que estuvieron en la Dacia y al sur del Danubio. Se asentaron en la meseta
castellana, desde el Norte de Palencia y Burgos hasta Soria, la Alcarria, Madrid y
Toledo, con la actual provincia de Segovia como centro de más intensa colonización.
Estos, al principio evitaron la mezcla con los hispanoromanos pero progresivamente la
actitud de los visigodos empezó a cambiar.
La teocracia toledana empezó a conquistar capas superiores de los godos y más firme
apoyo del poder real y al fin se llegó a la unificación jurídica para los individuos de ambas
procedencias. La fusión con los hispanoromanos tuvo resultados de valor nacional
superior: gracias a los visigodos, la idea de la personalidad de Hispania como provincia
se troncó en conciencia de su unidad independiente, transformando costumbres y
derechos.
El elemento visigodo en español
Romanizados pronto, abandonaron el uso de su lengua, que en el siglo VIII
posiblemente porque ya se hallaba en plena descomposición. El elemento visigodo no
parece haber influido en la fonética española: las palabras góticas adaptaron sus
sonidos a los más próximos del latín vulgar o del romance primitivo. Algunos de los
elementos presentes son de ascendencia gótica como los nombres de los animales
ganso (≥* gans) y probablemente gavillán (>gabila ´horcón´, por la forma de las garras).
La onomástica española cuenta con buen número de nombres visigodos acomodados
a la fonética y morfología latinas y romances: Fridenandus (>Fernando) o Rodericus (>
Rodrigo).
Los masculinos germánicos en -a poseyeron una declanicación en -a, -anis, cuyos
restos sobrevivían en el s. XIII (Cíntila- Cintillán) y todavía se ven en Froilán al lado de
Fruela, o en topónimos como Guimarães.
El romance en la época visigoda
El hecho trascendental fue que a raíz de las invasiones sobrevino una grave depresión
de la cultura que dificultaron extraordinariamente las comunicaciones con el resto de la
Romania. El latín vulgar quedó abandonado a las propias tendencias. A su vez, faltan
para la época visigoda los documentos notoriales, que tanta luz arrojan sobre los
cambios linguisticos ocurridos en Galia durante el dominio merovingio y sobre el español
durante los primeros siglos de la Reconquista.
Los dialectos mazárabes nos permiten establecer el punto al que había llegado la
transformación del latín vulgar de España a principios del siglo VIII. Algunos de los
procesos fonéticos que estaban gestándose en este momento:
Proseguían los cambios consonánticos iniciados en el latín vulgar. La sonorización de
las sordas intervocálicas ofrece por ejemplo pontificatus≥ pontivicatus y ec (c)
lesiae≥eglesie en inscripciones béticas de las años 665 y 691. En los grupos de
consonantes /c´l /, resultante de /-c (ŭ) l-/ o /-t (ŭ) l/ se convirtió en la palatal lateral /l/, lo
mismo que /-g (u) l-/ y /l +yod/: auricula>oricla > /orela/; vetŭtu> veclu>/velo/ o /viejo/.
Es probable que al final de la época visigoda el habla de la Tarranconense hubiera
comenzado a reducir a /e/, /o/ los diptongos latinos /ai/, /au/ y fundiera en /m/ en el grupo
/mb/ (carraria>carraira>carrera);auru>oro; etc.
El romance que se hablaba en España al terminar la época visigoda se hallaba en un
estado de formacion incipiente, con rasgos muy primitivos.

VII. PRIMITIVOS DIALECTOS PENINSULARES. LA EXPANSIÓN CASTELLANA


Reinos y dialectos
Los reinos medievales son entidades definidas por las provincias romanas, conventos
jurídicos y obispados. Las tendencias que produjeron y mantuvieron el fraccionamiento
político hacían que en el lenguaje los rasgos diferenciales prevalecieran sobre las notas
congregadoras. La comunicación entre los reinos independientes no era tan fácil y
constante como dentro de uno solo. Así, en el romance de la época visigoda se
agrandaron hasta originar dialectos distintos.
Lingüísticamente el reino leonés carecía de unidad: la franja occidental estaba ocupada
por el gallego, que se prolongaba hacia el Sur en el futuro portugués y era el más
conservador entre los romances de la España cristiana. El astur-leonés, hablado en el
Centro del reino, estuvo sujeto a la influencia gallega y a la de los mozárabes, que en
gran número vinieron a establecerse en la cuenca del Duero y aun en Asturias.
Topónimos como Gallegos, Galleguillos, Toldanos, Coreses, Mozárvez, Huerta de
Mozarvitos hablan de estas dos corrientes migratorias. Castilla, donde se inauguraba el
romance más revolucionario; dio curso a novedades autóctonas y fue recluyendo hacia
Occidente los rasgos más arcaizantes.
Es importante aclarar que el nombre de Castella ´los castillos´ parecen haber sido dado
en los primeros tiempos de la Reconquista a una pequeña comarca fortificada por
Alfonso I y Fruela I al Sur de la cordillera. A finales del siglo IX comienza a extenderse.
La frontera de Castilla fue protagonista de constantes luchas con los moros. Al principio
estaba constituida por un conjunto de condados dependientes de León. Entre sus
costumbres encontramos la poesía épica castellana celebrada, ya en los siglos X y XI,
las gestas de los condes de Castilla, la trágica leyenda de los siete Infantes de Lara y la
muerte alevosa de Sancho II ante los muros de Zamora. Posiblemente esto se deba a
que el dialecto castellano evoluciona más rápido que los otros y es así como va ganando
poderosa individualidad, además fue la región más innovadora en lenguaje, su dialecto
había de erigirse en lengua de toda la comunidad hispánica.
Entre Castilla y Aragón hubo una zona políticamente disputada que no llegó a
prolongarse hacia el Sur del reino de navarro, pero fue objeto de sus ambiciones hasta
el siglo XII. Esa zona comprende la Rioja, Soria, Molina y Cuenca que ofreció en su
lenguaje, durante la Edad Media, ciertas coincidencias con el dialecto navarro-
aragonés; algunas llegan hoy hasta la Andalucía oriental.
Así como el astur- leonés representa en muchos aspectos la transición entre el gallego-
portugués y el castellano, así en navarro- aragonés ofrece etapas intermedias entre el
castellano y el catalán. Después de Cataluña, fueron Navarro y Aragón las regiones
españolas que más pronto y con mayor intensidad experimentaron la influencia del
Mediodía francés.
Semejanzas entre los primitivos dialectos
Los dialectos eran, al Norte, el gallego- portugués, el leonés, el castellano, el navarro-
aragonés y el catalán; al Sur, los dialectos mozárabes tuvieron una evolución muy lenta
en algunos aspectos. De todos modos, conservaron, por ejemplo, los diptongos /ai/, /au/
(carraira, lauša), y, junto a grados ulteriores, la x de laxte, noxte, maxsella.
Aunque cada región tenía sus particularidades distintivas, todas, a excepción de Castilla,
coincidían en una serie de rasgos que prolongaba la fundamental unidad lingüística
peninsular. Conservaban ante /e/, /i/ átonas la palatal procedente de /ģ/ o /j/ latinas
iniciales, como /y/ entre los mozárabes, como /ģ/ o /ž/ en Norte: genesta, germanu
*jenuariu> moz. Yenešta, yermanella, yenair. Mantenían la /f/ en principio de palabra:
falce, filiu, farina > moz. Fauĉil, filyolo o filyuelo; gall. – port. Fouce, fillo/ filho, fariña, etc.
Repartición geográfica de otros fenómenos
La diptongación de /ĕ/, /ŏ/ acentuadas, iniciada en el latín imperial y continuada en el
período visigódico proseguía en las regiones centrales con la misma inseguridad entre
amariello y amariallo, pieca y piaca, huerto, huorto y huarto.
Los dialectos del Sur y los occidentales conservaban los diptongos /ai/, /au/. La foma
primitiva subsistía entre los mozárabes (febrair, pandair, kerrai, ´querré´, lauša) aunque
no debían faltar los grados /ei/, /ou/ (mauru>mourcat; Alpandeire, Capileira, Lanteira,
Poquiera, Ferreirola en la toponomia granadina).
Formación y caracteres del castellano
La romanización de Castilla había sido tardía, sin el florecimiento cultural que dio tinte
conservador al latín hablado en la Bética. Seguramente, el influjo lingüístico de la corte
toledana hubo de llegar muy atenuado durante la época visigoda. Por su posición
geográfica era Castilla vértice donde habían de confluir las diversas tendencias del habla
peninsular; el territorio que en el siglo X ocupó el condado de Fernán González había
estado repartido en tres provincias romanas.
El lenguaje de Castilla adoptó las principales innovaciones que venían de las regiones
vecinas, dándoles notas propias. La arriesgada vida de castellana ofrecía “condiciones
poco tentadoras para que los mozárabes pacíficos trasladasen allá sus casas ni
fundaran monasterios”.

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